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Esto es tanto como decir que el contrato de sociedad atribuye personalidad jurídica
al grupo. Es, pues, la voluntad de las partes de actuar como un grupo unificado en
el tráfico la que atribuye personalidad jurídica a éste. Tal interpretación viene
refrendada en nuestro ordenamiento por lo prescrito en los artículos 3188 C. (“La
sociedad forma una persona moral distinta de cada uno de los socios
individualmente considerados”) y 119 Cc. (el cual establece que “toda sociedad
comercial constituye una personalidad jurídica distinta de la de los asociados”).
A manera de corolario, no podemos dejar de afirmar que, al igual que ocurre con
la eficacia obligatoria, la eficacia organizativa del contrato se despliega con la
perfección del propio contrato.
Teoría general de las sociedades
Elementos del contrato de sociedad
El consentimiento
El consentimiento ha de versar sobre los elementos esenciales del contrato, es decir, sobre el
fin común (o voluntad común como le llaman algunos estudiosos) y sobre las aportaciones
que el socio se obliga a realizar.
Como regla general, es preciso que el consentimiento se haya prestado por personas con
capacidad suficiente para obligarse, es decir, en el caso particular de nuestro ordenamiento,
aquellos individuos que hayan alcanzado la mayoría de edad y que tengan capacidad de
obrar. Por lo que respecta al emancipado, habrá que seguir las reglas de los artículos 271 y
siguientes del Código Civil, especialmente cuando éste se obliga a aportar bienes inmuebles.
Art. 278 C.: “La época de la mayor edad se fija sin distinción de sexo en los veintiún años
cumplidos. El mayor de edad, puede disponer libremente de su persona y bienes”.
Art. 276 C.: “En el caso del artículo 273, si los cónyuges fueren menores de diez y ocho años
se les nombrará un guardador que administre sus bienes; pero tendrán el derecho de indicar
la persona que deba ejercer el cargo”. Art. 277 C.: “La guarda a que se refiere el artículo
anterior, no priva al menor emancipado de la capacidad de ejecutar por sí todos los actos que
no excedan de la simple administración. Para todos los que excedan necesitará del
consentimiento del guardador”.
Teoría general de las sociedades
Objeto
Antes que nada conviene distinguir entre el objeto del contrato de sociedad y el objeto de
las obligaciones de los socios.
El objeto del contrato de sociedad no es otra cosa que las obligaciones que éste genera
para los socios. Mientras tanto, el objeto de las obligaciones de los socios es la aportación
(dinero, bienes, derechos o trabajo) que éstos deben efectuar al patrimonio societario,
con la finalidad de que la sociedad pueda llevar a cabo la actividad para la cual se
constituye.
Necesariamente dicha aportación debe fijarse y delimitarse en el contrato y su naturaleza
dependerá del tipo social de que se trate (colectiva, anónima, comanditaria simple o por
acciones).
Una vez aclarado lo anterior, podemos afirmar que el objeto del contrato de sociedad
consiste, ni más ni menos, en las aportaciones prometidas por los socios para la
promoción en común del fin social.
Teoría general de las sociedades
Causa
En la sociedad la causa es el fin común que se proponen las partes con la constitución
de la sociedad. Este fin común personifica el elemento comunitario que diferencia el
contrato de sociedad de los demás contratos (especialmente de los de cambio) y lo
articula tanto en su dimensión obligatoria, como en su dimensión organizativa.
El fin común se descompone en dos elementos: el fin último o abstracto y el próximo o
concreto. Así, el fin común último es normalmente, aunque no necesariamente, el
ánimo de lucro. Erigiéndose el objeto social en fin común próximo, esto es, la actividad
que se ha programado desarrollar para la consecución del fin común, en otras palabras
lo que nuestro ordenamiento y el foro llama “objeto social” (por ejemplo, la
explotación de petróleo, la fabricación de cervezas, la exportación de café, etc.).
No podemos dejar de advertir que ambos elementos son inseparables, pues ninguno
de ellos es capaz por sí mismo de llenar la causa del contrato de sociedad.
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Teoría general de las sociedades
Para finalizar habrá que decir que, como no
podía ser de otra forma, la sociedad ha de
fundarse sobre una causa lícita, de modo que ha
de tener un fin común lícito, o lo que es lo
mismo, según las voces del artículo 1874 C. no
debe ser contraria a las leyes, a las buenas
costumbres y al orden público.
Teoría general de las sociedades
La forma y la publicidad
Si atendemos al principio general de libertad de forma, ab initio, el contrato de
sociedad no precisa de ninguna forma especial, o lo que es lo mismo, la forma sólo
será necesaria para la validez del contrato cuando la Ley lo exija para algún tipo
especial. En este último sentido, al menos por lo que se refiere a la materia
mercantil, el artículo 121 del Código de Comercio declara de manera tajante que
todo contrato de sociedad debe constar en escritura pública. El que se estipule entre
los socios bajo otra forma, no producirá ningún efecto legal.
Art. 2449 C.: “Desde que la estipulación se acepta, queda perfecto el contrato, salvo
que la ley exija alguna otra formalidad; pero en todo caso se tendrá como una
promesa exigible”.
Dicha disposición viene complementada por lo establecido en el Art. 122 Cc., el cual
establece que “cualquier reforma o ampliación que se haga en el contrato de
sociedad, debe formalizarse con las mismas solemnidades prescritas para
celebrarlo; salvo lo dispuesto para las sociedades anónimas”.
Teoría general de las sociedades
Este requisito de forma viene a ser complementado por el dictado del
artículo 19 del mismo Código, el cual impone el requisito de la publicidad
legal para todos los empresarios, cuya contravención, según el dictado
literal de la norma, no le permitirá a las sociedades mercantiles obtener
su personalidad jurídica. Sin embargo, como expondremos de forma
pormenorizada en el apartado dedicado a la sociedad irregular, la
sociedad, incluso antes del cumplimiento de dicho requisito, posee
cierto grado de personificación y existe como tal sociedad.