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“Año de la unidad, la paz y el desarrollo”

PSICOLOGIA

UNIDAD DIDACTICA: PSICOLOGIA GENERAL


DOCENTE: SALAS ALARCON RONALD ALEXANDER R
TEMA: IMPORTANCIA DEL AFECTO EN LA VIDA DEL
SERE HUMANO
EL AFECTO
 INTEGRANTES: ESPINOZA VALENTIN ROSA

 ESPINOZA VALENTIN ROSA


 MEJIA PAULINO, MAYRA ESMERALDA
 VILLENA JORGE DANIEL ESAÚ
 SUSI ROXANA ACENSIO MALPARTIDA
 INGA CIERTO YESENIA
SEMESTRE : I
GRUPO: 5
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IMPORTANCIA DEL AFECTO EN LA VIDA DEL SERE HUMANO

EL AFECTO

El afecto es una expresión de cariño, de amor, de amistad…, con la que

demostramos que alguien nos importa, que hay una vinculación, que la relación entre dos

personas o un grupo es un acto mucho más importante que algo social. Debemos pensar

que, para nuestra especie, las demostraciones de afecto son muy importantes. El ser

humano, como cualquier otra especie animal, tiene una serie de necesidades que no sólo

se centra en el comer, dormir, etc. Como ser social que es, necesita la integración de un

grupo, el que sea y, dentro de este, necesita una serie de expresiones afectivas para

sentirse vinculado al mismo.

Esto demuestra que la afectividad se interpreta según cada persona. El afecto es

un sentimiento individual y que cada uno elabora en función del lugar en el que vive, las

relaciones personales ya sean económicas, familiares, de amistad, etc. y, por supuesto,

influye la personalidad de una manera decisiva. Hemos de tener en cuenta que la

afectividad no siempre tiene por qué ser igual para todo el mundo y no tiene por qué

interpretarse la misma manera.

Para lo que uno puede ser una persona «fría», para otra persona puede ser todo lo

contrario. Es por ello que la afectividad tiene algo de subjetivo y que se valora desde un

punto de vista íntimo e individual. Lo que sí está claro es que todas las personas, sean

quienes sean y con la personalidad que tengan, necesita en algún momento del día, del

año o en su vida, afecto.

El afecto en los seres humanos


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Los humanos somos seres sociales, y posiblemente la especie más social. Por ello,

la interacción con los demás constituye uno de los componentes clave no solo para

nuestra evolución y desarrollo, sino también como mecanismo que nos define e

identifica. Concretamente, el afecto (o afectividad) representa una de las principales

necesidades y herramientas que nos permite el acercamiento y vinculación con los otros.

Este, en el mundo de la psicología se entiende como la susceptibilidad que las personas

experimentamos ante ciertos elementos de nuestro entorno. De una forma menos formal,

también se ha definido como la inclinación o la expresión de sentimientos subjetivos

hacia alguien o algo, donde se desprende pues, que pueden encontrarse inmiscuidas

emociones como la alegría, la tristeza, el enfado, etc. Además, este acostumbra a

manifestarse de una forma bidireccional o interactiva, y especialmente cuando están

involucradas dos o más personas.

A parte, merece especial atención la psicopatología del afecto. En este sentido,

por exceso o por defecto, existen diferentes alteraciones de la afectividad que pueden

encontrarse o jugar un papel clave en diferentes problemas psicológicos. Se habla de

afecto aplanado cuando existe ausencia o casi ausencia en la expresión de afecto. En

algunos cuadros psicóticos y en demencias puede aparecer esta alteración afectiva Por

otro lado, en el afecto inapropiado aparece una discordancia entre el contenido del habla

o la ideación y la expresión de afecto. Así, en el trastorno bipolar (especialmente en fase

maníaca), es típico que aparezca este subtipo. Hablamos de afecto lábil cuando aparece

una variabilidad anormal, donde puede mostrarse cambios bruscos y repentinos. En este

caso, en ciertos trastornos de personalidad como el límite o el histriónico suele poder ser

observado.
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De todo lo explicado se desprende pues, que el afecto es un componente clave del

ser humano. Representa un concepto aparentemente obviado e imperceptible, pero que a

su vez es el núcleo principal de toda relación. Además, es algo que se encuentra desde

que nacemos hasta que morimos, pudiendo crearse no solamente hacia otras personas,

sino también con animales u objetos. El valor que le proporcionemos resultará decisivo

para la forma en que interaccionemos en el futuro.

Finalmente es importante indicar que se trata de un concepto amplio, que incluye

muchos elementos y subprocesos. En caso de tener dudas o querer ampliar información al

respecto, ponte en contacto con nuestro equipo, te ayudaremos.

Características de los lazos afectivos

El afecto es un elemento imprescindible para el ser humano, estando su ausencia

vinculada a diversas psicopatologías como la depresión, la sociopatía o incluso siendo un

factor de gran importancia en el surgimiento de trastornos de personalidad. También

predispone a enfermedades médicas o a que éstas empeoren, así como a una menor tasa

de supervivencia, como en casos de cáncer o cardiopatías.

El afecto es fluido y variable, dado que puede cambiar según cómo sea la

interacción. Se expresa de muy diversas formas, generalmente invirtiendo energía por tal

de hacer sentir bien a la otra persona (tanto si es de forma visible como si es

imperceptible por los demás). Dichas muestras de afecto a su vez pueden recibir

diferentes tipos de respuesta por parte del otro.

Y es que en muchas ocasiones el afecto no es correspondido o no se da en el

mismo nivel (podemos sentir cariño por alguien, pero no amor romántico, por ejemplo), o

incluso puede resultar desagradable e indeseado por el otro sujeto.


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Aunque en este artículo nos centramos en el afecto tal y como se entiende

popularmente (el anteriormente mencionado sentimiento de unión hacia otro), lo cierto es

que también podemos hablar de afectividad positiva y negativa, en función del tono

emocional general que tengamos.

El afecto como necesidad a lo largo del ciclo vital

La capacidad de sentir, dar y recibir afecto es algo en gran medida biológico,

mediado por diferentes neurotransmisores como la oxitocina. Sin embargo, serán en gran

medida las experiencias vitales las que marquen si sentimos afecto por alguien, por quién

y de que manera expresarlo.

Surge durante las primeras etapas de nuestra vida, especialmente cuando

empezamos a recibir gratificaciones en forma de atención y las primeras personas hacia

los que lo sentimos suelen ser en la mayoría de casos nuestros padres o cuidadores

habituales, siendo algunos de los primeros seres que somos capaces de reconocer según

nuestro cerebro se va desarrollando y permitiendo reconocer a los demás como elementos

distintos a uno mismo. Y no únicamente tras el parto, sino que también la relación

existente con la madre durante el desarrollo fetal y durante la etapa de embarazo.

Sentir y recibir afecto es algo fundamental para nuestro correcto desarrollo

emocional y cognitivo como seres humanos. Como seres gregarios que somos y que

formamos parte de una sociedad, necesitamos sentirnos parte del grupo, sentirnos unidos

a otras personas.

El afecto en los niños


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El niño necesita experimentar afecto de sus padres o cuidadores para adquirir

autoestima y la seguridad necesaria para alcanzar su autonomía personal. El vínculo

afectivo se forma a lo largo del primer año de vida, y va configurando su personalidad, y

la relación que establezca con su entorno.

El vínculo afectivo sano y estable hace que el niño o la niña desarrolle un modelo

mental positivo y una conducta social adaptada y segura, lo cual influye en su desarrollo

intelectual, y sensorio motriz posteriormente. Los vínculos que se establecen entre lo

afectivo y lo intelectual son tan estrechos que no es posible disociarlos, la influencia

mutua que se ejercen ha podido determinar la manera como el niño o la niña construye

sus primeros contactos afectivos y depende en gran medida de su desarrollo intelectual y

su proceso de socialización. Es necesario un entorno afectivo y equilibrado para un

desarrollo seguro, ya que un afecto excesivo y sobreprotector puede perjudicar su

desarrollo psicológico tanto como la carencia de afecto.

Los niños y niñas se forman en valores aún antes de su nacimiento, sus padres ya

expresan sus valores y pensamientos que tendrán importancia en la crianza de sus hijos.

La futura madre que vive su embarazo de forma consciente pensando que está

haciendo ¨lo correcto¨, es decir, cuidando su embarazo, física y emocionalmente, recibirá

ese niño o niña con amor y responsabilidad. En cambio, aquellos niños o niñas que

sufrieron negligencia y abandono serán niños apáticos, indiferentes al mundo que les

rodea, o también podrán ser niños irritables, inquietos, exigentes y posesivos, como que

supieran que están en peligro y tuvieran que aferrarse a la vida y hacer valer sus derechos

una y otra vez.


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Son muchos los agentes sociales que intervienen en la educación del afecto: la

madre, el padre, hermanos, otros familiares, maestros, compañeros, amigos, otros adultos,

etc.

FASES EN QUE ES INPORTANTE EL AFECTO

Primeros años e infancia

Y dicha necesidad es visible desde

el nacimiento: el bebé necesita de un

entorno seguro y de la existencia de

respuesta a sus necesidades. El contacto

físico y el afecto que recibimos en la

infancia van a marcar en gran medida

nuestra actitud ante la vida: un bebé que

ha sido querido podrá afrontar el mundo con confianza en sí mismo (puesto que sus

expresiones y necesidades se han visto cubiertas), mientras que uno que ha sido

desatendido va a tender a ver el mundo como algo que no responde a sus necesidades,

que le ignora y del que desconfiar.

Recibir afecto influirá en la manera de verse a sí mismo y al mundo, a la vez que

nos hace sentir seguros, tranquilos, a salvo y a poder ver las cosas con alegría, entusiasmo

y curiosidad. La mezcla entre el temperamento del bebé y su interacción con sus

cuidadores va a determinar en gran medida el tipo de apego que este manifieste con ellos

y con el resto del mundo.


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Según vamos creciendo las necesidades afectivas se amplían, empezando a

relacionarnos con otras personas y seres más allá de nuestros cuidadores. Se empiezan a

hacer las primeras amistades y vinculaciones con otros semejantes. En la familia, la

expresión de afecto y apoyo sigue siendo fundamental, siendo una etapa en la que el niño

absorbe no solo el cariño que recibe sino también los valores y los modos de actuar más

apropiados.

En cuanto al afecto en sí, es importante que lo reciba, pero también que pueda

darlo, siendo importantes las reacciones de los demás ante dichas expresiones de afecto.

Que en estas relaciones infantiles podamos dar y recibir afecto también van a marcarnos

en gran medida. Y hay que tener en cuenta que el afecto no solo se da hacia seres vivos:

juguetes y objetos que son importantes para nosotros también nos lo despiertan.

En general, personas que a lo largo de la niñez han recibido afecto suelen ser más

empáticos, mientras que los que no suelen ser más rígidos, distantes y tender más a

trastornos ansiosos y depresivos.

Adolescencia y adultez

Pero no solo en la infancia: la

adolescencia es una etapa en la que

necesitamos de mucho afecto, en la

que aprendemos a relacionarnos y

experimentamos diferentes cambios

que nos hacen interesarnos más por los

otros.
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Nuestro interés se aleja de la familia y se centra en el grupo de iguales (en el cual

vamos a invertir gran cantidad de esfuerzo), descubriéndonos a nosotros mismos e

intentando formar nuestra propia identidad. Las experiencias que vivamos y que hayamos

vivido, así como el afecto recibido por el camino, serán importantes a la hora de lograr

una identidad integrada y con buena autoestima. También empieza a aparecer otro tipo de

afecto, el romántico, surgiendo las primeras experiencias amorosas.

Una vez llegamos a la adultez, la necesidad de afecto sigue y va a seguir vigente

durante toda la vida. Si bien existen individuos que no disfrutan de la compañía, por lo

general todos queremos compartir nuestra vida con otras personas. Las relaciones se

vuelven más complejas y somos mucho más conscientes de lo que sentimos, lo que

hacemos y lo que provocamos. Las relaciones románticas cobran más importancia,

aunque de una forma más serena que en la adolescencia. Familia, amigos, pareja, hijos…

todos ellos son más o menos importantes para nosotros y van a despertar diferentes

grados de afecto.

La ancianidad

Aunque es un aspecto poco

cuidado por la sociedad actual, la ancianidad es una etapa difícil en que poco a poco

vamos perdiendo facultades físicas y mentales. Además, gran parte de las personas por

quienes hemos sentido afecto han muerto ya o están en la recta final de su vida,

apareciendo el miedo a perderlos. Resulta más fácil perder autonomía y sentirnos más

frágiles.

Es un momento vital en que el afecto es muy necesario, pero en muchos casos no

se da suficientemente, lo que hace que existe una mayor facilidad para enfermar y que
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aparezcan trastornos tales como la depresión. Y es que una gran cantidad de ancianos se

sienten solos.

La importancia del afecto para el aprendizaje y desarrollo de los niños

El afecto es uno de los pilares de la crianza respetuosa, la cual es muy importante

para el desarrollo saludable y la salud mental de los niños. Una crianza basada en el

respeto y el cariño influye muchísimo en el concepto que tiene el pequeño sobre sí mismo

y en la manera que tiene de adaptarse a la vida. Esto debido a que el afecto en los niños

produce:

Paz

Seguridad interna

Equilibrio interno

Capacidad de integración

Entusiasmo

Fortalecimiento de la amistad y las relaciones

Desarrollo de los sentimientos

Confianza

Tranquilidad y seguridad

Si tenemos una relación cálida, amorosa y afectiva con nuestros hijos, les

ayudaremos a sentirse seguros y protegidos. Este vínculo tan importante en la infancia y

que produce sensación de seguridad se conoce como apego.

Entre las formas de mostrar afecto están:

Abrazos

Caricias
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Palabras respetuosas y claras

Mirarlos a los ojos

Agacharnos a la altura de sus ojos cuando les hablamos

Generar momentos agradables y disfrutar con ellos

¿Por qué debemos brindar afecto a las personas?

El cariño llena de sentido nuestra vida y contribuye a nuestro equilibrio

psicológico. El sentirnos queridos por los demás, especialmente durante la infancia, nos

proporciona seguridad en nosotros mismos. También nos sirve para reforzar algunos

aspectos de nuestra personalidad y aumenta indirectamente la autoestima.

¿Cómo influye el afecto en el desarrollo de la personalidad?

Mientras el afecto positivo ocupa la dimensión de emociones placenteras:

motivación, energía, deseo de afiliación, logro o éxito; el afecto negativo representa el

malestar y la emoción displacentera: miedos, inhibiciones, inseguridad, frustración y

fracaso (Longo, 2015; Watson, Clark & Tellegen, 1998).

¿Por qué es importante el cariño?

La caricia y el abrazo son vínculos afectivos que sirven para expresar nuestros

sentimientos hacia quienes queremos. Está comprobado que todos necesitamos contacto

físico para sentirnos bien. La caricia y el abrazo cumplen perfectamente esta función y,

además son el reconocimiento de la existencia de otra persona.

¿Qué significa tener afecto a una persona?


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El afecto es una emoción que puede ser positiva o negativa, dado que a veces

también se asocia con los celos o el odio. Generalmente la consideramos en su versión

agradable, como una emoción positiva experimentada por una persona hacia alguien o

algo, que despierta el interés, la armonía y el gozo.

¿Qué es el desarrollo afectivo y social?

El desarrollo afectivo y social es una de las partes del crecimiento personal de los

seres humanos, igual que lo son el desarrollo intelectual y cognitivo, o el desarrollo físico

y motor.

En el caso del desarrollo afectivo y social, se hace referencia al desarrollo de las

competencias y capacidades que el individuo necesita y va a utilizar a la hora de

relacionarse con otros seres humanos. Es decir, al desarrollo que va a permitir que los

bebés y los niños se conviertan en adultos sociales, capaces de gestionar correctamente

las relaciones sociales, los conflictos sociales y las demandas y necesidades que la vida

en sociedad requiere.

¿Qué impacto tiene en los adultos?

El impacto del desarrollo afectivo y social en los niños es el que va a determinar

la forma en que, como adultos, estos individuos se relacionan con otros seres humanos y

con sus propias emociones.

En consecuencia, se trata de una dimensión del desarrollo personal clave a la hora

de capacitar a los adultos para aprender a gestionar correctamente sus emociones,

establecer relaciones maduras con otros seres humanos y, en conjunto, un elemento clave

y esencial a la hora de que puedan ser felices y alcanzar el bienestar psíquico y emocional

que todo ser humano necesita para desarrollarse plenamente.


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características del desarrollo afectivo y social

El desarrollo afectivo y social debe abordarse desde tres perspectivas distintas:

Dimensión intelectual: Esta perspectiva incluye todos aquellos elementos que

constituyen las bases y la información básica con las que los niños van a trabajar a la hora

de avanzar en su desarrollo afectivo y social. Algunos ejemplos de aspectos que forman

parte del desarrollo afectivo y social de los pequeños y que deben abordarse desde la

dimensión intelectual son, por ejemplo, el lenguaje, las normas sociales, los símbolos,

etc.

Dimensión emocional: La dimensión emocional hace referencia tanto a las propias

emociones como a la gestión que los niños hacen de las mismas. Desde esta perspectiva,

se enseña a los menores a comprender sus propias emociones y las causas que les llevan a

experimentarlas, así como la relación que estas emociones tienen con otros seres

humanos y la manera en que estos las experimentan de manera similar a ellos mismos.

Dimensión social: Finalmente, la dimensión social del desarrollo afectivo y social

profundiza en el aprendizaje de las relaciones sociales de los menores, así como en su

aceptación y rechazo de determinadas conductas sociales mediante el reforzamiento

positivo.

Etapas del desarrollo afectivo y social

Existen diversas teorías que nos ayudan a comprender cómo es el desarrollo

afectivo y social de los niños, especialmente en las primeras etapas de la vida de los

menores. En este sentido, cabe destacar la teoría del apego del psiquiatra y psicoanalista

londinense John Bowlby. Según Bowlby, la necesidad del ser humano de crear lazos

afectivos seguros es la que lleva, en primera instancia, a los bebés y niños a establecer sus
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primeros vínculos afectivos y sociales, ya sea con su madre o, en ausencia de esta, con

sus cuidadores.

ETAPAS EN EL DESARROLLO AFECTIVO Y SOCIAL DE LOS NIÑOS:

Preapego (de 0 a 6 semanas): En esta etapa, el bebé todavía no ha establecido el

apego propiamente dicho. Aunque sí que muestra preferencia por su madre o cuidadores.

Formación del apego (de 6 semanas a 6 meses): En esta etapa es cuando se

forma el apego del bebé, lo que se manifiesta con la preferencia por su madre. Sin

embargo, no requiere de su atención y presencia constante, ya que le basta con tener la

presencia de otros adultos.

Apego (de 6 meses a 1 año): Esta es la fase del apego propiamente dicho. En esta

etapa, el bebé manifiesta claramente la preferencia por su madre, por lo que todos sus

esfuerzos van dirigidos a atraer y mantener su atención frente a la de otros adultos.

Formación de relaciones recíprocas (2 años en adelante): A partir de los 2 años

de edad, el niño empieza a trabajar con el lenguaje y la representación mental. Esto le

permite establecer relaciones emocionales individualizadas, distinguiendo entre la madre

y el resto de adultos y empezando a trabajar el desarrollo afectivo y social desde una

dimensión de reciprocidad.

TEORÍA DEL APEGO DESARROLLADA POR BOWLBY

La teoría del apego desarrollada por John Bowlby es un marco teórico en

psicología que se enfoca en la importancia de las relaciones afectivas y el vínculo

emocional entre los seres humanos, especialmente en las primeras etapas de la vida. Esta
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teoría se centra en cómo los lazos afectivos que se forman en la infancia influyen en el

desarrollo emocional, social y cognitivo a lo largo de toda la vida.

El concepto central de la teoría del apego es la idea de que los seres humanos

tienen una necesidad innata de establecer vínculos emocionales fuertes y seguros con

figuras de apego, generalmente los padres o cuidadores principales. Bowlby argumentó

que estos vínculos son esenciales para la supervivencia y el bienestar emocional de un

niño. Según su teoría, la calidad de los vínculos afectivos en la infancia influirá en la

forma en que una persona se relaciona con los demás a lo largo de su vida.

La teoría del apego describe varios estilos de apego que pueden desarrollarse en la

infancia, y estos estilos pueden influir en cómo una persona se relaciona con los demás en

la edad adulta. Los tres estilos de apego principales identificados por Bowlby y sus

colaboradores son:

Apego seguro: Los niños con este estilo de apego tienden a sentirse seguros y

confiados en la presencia de sus cuidadores y a utilizarlos como una base segura para

explorar el mundo. También son capaces de establecer relaciones saludables en la vida

adulta.

Dentro de la teoría del apego desarrollada por John Bowlby, el apego seguro es un

patrón de apego que se caracteriza por relaciones afectivas saludables y positivas entre un

niño y su figura de apego, generalmente uno de los padres o cuidadores principales. El


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apego seguro se considera el patrón más deseable y beneficioso en términos del

desarrollo emocional y social de un niño.

Las principales características del apego seguro incluyen:

Búsqueda de consuelo y proximidad: Los niños con un patrón de apego seguro

sienten que pueden buscar consuelo y apoyo en su figura de apego cuando se sienten

angustiados, ansiosos o asustados. Tienen confianza en que sus cuidadores estarán

disponibles y sensibles a sus necesidades emocionales.

Exploración segura: Los niños con apego seguro se sienten lo suficientemente

seguros como para explorar su entorno y aprender acerca del mundo que les rodea. Saben

que pueden volver a su figura de apego en busca de apoyo si es necesario.

Comunicación efectiva: La comunicación entre el niño y la figura de apego es

abierta y efectiva. Los cuidadores responden de manera sensible a las señales y

necesidades emocionales del niño, lo que contribuye a la formación de un vínculo fuerte

y seguro.

Confianza en la figura de apego: Los niños con apego seguro confían en su figura

de apego y se sienten seguros en su presencia. Esto les proporciona una base emocional

sólida desde la cual pueden explorar y desarrollarse.


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Los niños que desarrollan un patrón de apego seguro suelen tener un mejor ajuste

emocional y social en la infancia y en la vida adulta. Se ha demostrado que tienen una

mayor capacidad para establecer relaciones interpersonales saludables, manejar el estrés

y la ansiedad de manera eficaz, y desarrollar una autoestima positiva.

El apego seguro se forma a través de la consistencia y sensibilidad de los

cuidadores en respuesta a las necesidades emocionales del niño durante la infancia. Los

padres y cuidadores que brindan un ambiente de apoyo y amor suelen fomentar la

formación de un apego seguro en sus hijos.

Apego evitativo: Los niños con este estilo de apego pueden evitar el contacto

emocional con sus cuidadores y pueden parecer independientes. En la edad adulta,

pueden tener dificultades para establecer relaciones íntimas y pueden ser reacios a confiar

en los demás.

Dentro de la teoría del apego desarrollada por John Bowlby, el apego evitativo es

uno de los patrones inseguros de apego que se observan en las relaciones entre un niño y

su figura de apego, generalmente uno de los padres o cuidadores principales. El apego

evitativo se caracteriza por la relativa falta de búsqueda de consuelo o proximidad

emocional cuando el niño se siente angustiado o ansioso.

Las principales características del apego evitativo incluyen:


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Independencia excesiva: Los niños con un patrón de apego evitativo tienden a

mostrar una independencia excesiva y resistencia a buscar consuelo o apoyo emocional

de su figura de apego, incluso cuando están angustiados. Pueden minimizar o reprimir sus

necesidades emocionales.

Reducción de la expresión emocional: A menudo, los niños con apego evitativo

pueden reprimir la expresión de emociones negativas, como el llanto o la necesidad de

consuelo, lo que puede llevar a una aparente "madurez" emocional.

Desconfianza en la figura de apego: Pueden tener dificultades para confiar en su

figura de apego para satisfacer sus necesidades emocionales, lo que puede estar

relacionado con experiencias pasadas de desatención o falta de respuesta por parte de los

cuidadores.

Enfoque en la independencia: Estos niños pueden enfocarse en desarrollar

habilidades de autosuficiencia y pueden evitar depender emocionalmente de otros.

El apego evitativo se desarrolla en situaciones en las que los cuidadores pueden

ser inconsistentes o insensibles en su respuesta a las necesidades emocionales del niño.

Los niños pueden aprender a reprimir sus necesidades emocionales como una estrategia

para lidiar con la falta de respuesta o consuelo de sus cuidadores. Aunque pueden parecer

independientes en la superficie, es importante destacar que su independencia a menudo es

una respuesta adaptativa a sus experiencias de crianza.


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En la vida adulta, las personas con un patrón de apego evitativo pueden tener

dificultades para establecer relaciones íntimas y pueden mostrar un temor a la

dependencia emocional. Pueden ser reacias a confiar en los demás y pueden mantener

cierta distancia emocional en sus relaciones interpersonales. La terapia puede ser

beneficiosa para ayudar a las personas con un apego evitativo a comprender y abordar sus

patrones de apego y desarrollar relaciones más saludables y satisfactorias.

Apego ambivalente o ansioso: Los niños con este estilo de apego pueden ser

muy dependientes de sus cuidadores y pueden tener dificultades para explorar el mundo

por sí mismos. En la edad adulta, pueden experimentar inseguridad en sus relaciones y

pueden ser más ansiosos o preocupados por la posibilidad de que sus seres queridos los

abandonen.

Dentro de la teoría del apego desarrollada por John Bowlby, el apego ambivalente

o ansioso es otro de los patrones inseguros de apego que se observan en las relaciones

entre un niño y su figura de apego, generalmente uno de los padres o cuidadores

principales. Este patrón de apego se caracteriza por una fuerte necesidad de proximidad

emocional con la figura de apego, pero también por la ansiedad y la incertidumbre en

cuanto a si el cuidador responderá de manera consistente a esas necesidades.

Las principales características del apego ambivalente o ansioso incluyen:


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Búsqueda constante de proximidad: Los niños con un patrón de apego

ambivalente tienden a buscar continuamente la cercanía y la atención de su figura de

apego, incluso en situaciones en las que otros niños podrían explorar su entorno.

Ansiedad y preocupación: Experimentan altos niveles de ansiedad y preocupación

en relación con la disponibilidad y la respuesta de la figura de apego. Pueden temer que

su figura de apego los abandone o los rechace.

Respuestas inconsistentes: A menudo, los cuidadores pueden responder de manera

inconsistente a las necesidades emocionales del niño, lo que puede aumentar su ansiedad

y confusión.

Dificultades para calmarse: A pesar de buscar constantemente la proximidad de la

figura de apego, los niños con un apego ambivalente pueden tener dificultades para

calmarse y sentirse seguros incluso cuando están en presencia de su cuidador.

Este patrón de apego se desarrolla en situaciones en las que los cuidadores pueden

ser impredecibles en su respuesta a las necesidades emocionales del niño, a veces

respondiendo de manera sensible y otras veces siendo menos receptivos o incluso

rechazantes.

En la vida adulta, las personas con un apego ambivalente o ansioso pueden tener

tendencia a la preocupación constante en sus relaciones, miedo al abandono y la


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necesidad de una validación constante por parte de sus parejas. Pueden experimentar

dificultades en el establecimiento de relaciones interpersonales saludables y pueden

sentirse inseguras en el amor. La terapia puede ser útil para abordar estos patrones de

apego y desarrollar relaciones más equilibradas y satisfactorias.

Apego desorganizado: Dentro de la teoría del apego desarrollada por John

Bowlby, el apego desorganizado es un patrón de apego que se caracteriza por la falta de

una estrategia coherente para enfrentar situaciones estresantes o de miedo en relación con

la figura de apego, generalmente un cuidador principal, como la madre o el padre. Los

niños con apego desorganizado pueden mostrar respuestas contradictorias y confusas en

presencia de la figura de apego.

Este tipo de apego se considera un patrón inseguro y se asocia comúnmente con

experiencias de crianza que involucran negligencia, abuso físico o emocional, o

situaciones en las que el cuidador principal es fuente de temor o ansiedad para el niño.

Los comportamientos típicos observados en niños con apego desorganizado pueden

incluir:

Contradicciones emocionales: Pueden alternar entre buscar consuelo de la figura

de apego y evitarla o incluso mostrar miedo hacia ella en situaciones de estrés.

Comportamientos de congelación: Pueden quedarse inmóviles o mostrar un

comportamiento desorientado en momentos de miedo o conflicto.

Desorganización general: Su conducta puede parecer confusa y caótica cuando

enfrentan situaciones estresantes o traumáticas.


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El apego desorganizado se considera un patrón inseguro y problemático, ya que

los niños no tienen una estrategia clara para lidiar con el temor o la ansiedad en relación

con su figura de apego. Esto puede dar lugar a dificultades en el desarrollo de relaciones

interpersonales saludables y a problemas emocionales en la vida adulta.

Es importante destacar que el apego desorganizado se asocia comúnmente con

experiencias de cuidado y crianza disfuncionales y traumáticas. El concepto de apego

desorganizado no formaba parte de las categorías iniciales de apego propuestas por

Bowlby, pero fue desarrollado posteriormente por investigadores, como Mary Main y

Judith Solomon, para comprender y clasificar patrones de apego que no encajaban

claramente en las categorías de apego seguro o inseguro.

Bowlby también introdujo la idea de la "figura de apego" como un modelo interno

de trabajo que influye en cómo las personas perciben y se relacionan con los demás a lo

largo de sus vidas. Este modelo interno se basa en las experiencias tempranas de apego y

puede ser modificado por las experiencias posteriores.

En resumen, la teoría del apego de Bowlby destaca la importancia de las

relaciones afectivas en la infancia y cómo estas relaciones influyen en el desarrollo

emocional y social a lo largo de la vida de una persona. Esta teoría ha tenido un impacto

significativo en la psicología y en la comprensión de las relaciones humanas.


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El Apego durante los Primeros Años (0-5) y su Impacto en el Desarrollo

Infantil

Introducción

¿Qué es el apego? Se considera que los niños tienen apego si son proclives a

buscar proximidad con y contacto hacia un cuidador específico en momentos de angustia,

enfermedad y cansancio.1 El apego hacia un cuidador protector ayuda a los lactantes a

regular sus emociones negativas en momentos de estrés y angustia y a explorar el

medioambiente, incluso si contiene estímulos un tanto atemorizantes. El apego, una

importante piedra angular para el desarrollo en la vida del niño, sigue siendo un tema

importante durante toda la vida. En la adultez, las representaciones de apego configuran

la forma en que los adultos sienten respecto a las tensiones y angustias de las relaciones

íntimas, incluyendo las relaciones padres- hijo, y la forma en que se percibe el yo.

¿Cómo se desarrolla el apego en los niños?

El apego se desarrolla en cuatro fases.

1. En la primera fase- orientándose y señalando a la gente en forma

indiscriminada - el bebé parece “sintonizado” con ciertas señales de del medioambiente.

Esas señales son en su mayoría de origen humano (por ej. el sonido de voces).

2. Durante la segunda fase, posiblemente primero a través del olfato y luego por la

vista, el bebé desarrolla preferencia por uno o más cuidadores - la fase de orientarse y

señalar a una o varias personas específicas.


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3.El lactante sólo ingresa a la tercera fase, la del apego propiamente tal, cuando

está en condiciones de demostrar una conducta de apego activo, como buscar activamente

proximidad con la figura de apego y seguirla. Esta tercera fase implica permanecer cerca

de la persona específica mediante la señalización y el movimiento.

4, Los pequeños ingresan a la cuarta fase de la asociación con meta corregida,

cuando pueden imaginar los planes y percepciones del padre/madre o del cuidador y

sintonizan sus propios planes y actividades de acuerdo con éstos

¿Por qué es tan importante?

El apego es clave en el desarrollo psicológico de un niño y en la formación de su

personalidad porque:

Es una necesidad del ser humano, tan importante como el comer o el respirar.

La calidad del apego influye en su comportamiento y en su desarrollo futuro.

Le da seguridad, autoestima, confianza, autonomía, efectividad para enfrentarse al

mundo que le rodea.

¿Cómo se forma?

El apego se crea cada vez que los padres responden a las necesidades del bebé. No

se forma en minutos u horas sino en el día a día de la relación, desde el nacimiento hasta

la adultez.

El apego se basa en:

La construcción mental que permite establecer la relación.

La unión afectiva
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El sistema de conductas focalizado en mantener el contacto privilegiado.

¿Cómo podemos fomentar el desarrollo de un apego seguro?

Para fomentar el apego sano o seguro, el juego es un instrumento indispensable.

La lactancia también juega un papel muy importante, tanto si es materna como artificial.

Calmar al pequeño, darle contacto afectivo y físico continuo ayuda al desarrollo de un

apego sano.

Es muy importante estar atento a sus necesidades, comprender y empatizar en lo

que intentan expresar en sus momentos de malestar.

Darle todo el cariño que podamos ofrecerle en cada momento, creando clima

relajado y feliz en el hogar, disfrutando mutuamente padres e hijos.

La importancia del refuerzo en el desarrollo infantil y en la formación de un

apego seguro

El refuerzo es importante para cualquier persona, pero sobre todo, para un niño

pequeño que está creciendo, dando sus primeros pasos en la vida. En este sentido, el

premio, la consideración, la recompensa, son tan importantes para el desarrollo de la vida

como el comer y el respirar, tan necesarios como el agua y el sol para las plantas. Si el

bebé o el niño, los recibe con abundancia se siente querido, crece la confianza en sí

mismo, se desarrollará normalmente. Por el contrario, si las recompensas son escasas o

nulas, se dará el desánimo, la timidez, la inseguridad o se buscará el aprecio y la atención


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de forma retorcida o perjudicial. “Si una planta se riega crece fuerte y sana”, “si una

planta no se riega o se riega poco se acaba por secar o crece débil”.

RENÉ SPITZ Y LA NECESIDAD DE AFECTO

EN EL SER HUMANO

René Spitz (1887-1974), fue un psicoanalista de origen judío. Nació en Viena,

vivió su niñez en Hungría y en 1939 emigró a Estados Unidos. Dedicó gran parte de su

vida al estudio del desarrollo infantil; algunas de sus contribuciones más sobresalientes,

provienen de las investigaciones sobre la relación entre madre e hijos y los efectos

negativos de la carencia del amor materno sobre sus vástagos. Las observaciones de Spitz

subrayan, en bebés e infantes, la trascendencia del afecto en la salud. Sus hallazgos

enfatizan la importancia de la relación médico paciente. Comparto dos de sus

descubrimientos.

En la década de 1940, Spitz pasó algún tiempo en un hospital con el fin de cuidar

bebés que habían quedado huérfanos durante la guerra. Con gran acuciosidad observó

que los que sobrevivían más y con menos lastres, eran los que estaban más cerca de la

central de enfermería; la cercanía devenía más atención y cuidado, tanto físico como

verbal (caricias, palabras). Sptiz concluyó que los bebés cercanos a la cuna “absorbían la

voluntad de vivir”.

Años después, Sptiz comparó el desarrollo de bebés que vivían en hospicios y que

carecían de contacto frecuente por el escaso número de enfermeras, con el de bebés que

habían crecido al lado de su madre en instituciones carcelarias. Los bebés recluidos en


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hospicios, a pesar de recibir alimentación de calidad y cuidados higiénicos adecuados, al

carecer de lazos afectivos padecían más enfermedades físicas y mermas mentales.

RENÉ SPITZ Y LA RELACIÓN MADRE-HIJO DURANTE LA INFANCIA

Para René Spitz La teoría del apego básicamente afirma que la relación de

un bebé con su madre o la figura del cuidador durante las primeras etapas de su

crecimiento. Es fundamental para que el niño logre un óptimo desarrollo, tanto

desde el punto de vista físico como psicológico y social. A esta relación saludable se la

conoce como apego seguro. Al contrario, si se priva a un niño de esta relación afectiva,

desarrollando el bebé un apego inseguro, es muy probable que desarrolle severos

problemas de carácter que, a su vez, incidirán negativamente en sus relaciones sociales.

Spitz cuenta de que los bebés son muy sensibles y responden ante las relaciones

que los adultos establecen con ellos. Cuando el pequeño comienza a gatear y a caminar,

sus padres o cuidadores se convierten en figuras que le dan la seguridad que necesita para

explorar el entorno que le rodea. A la vez, estas figuras se convertirán en patrones de

comportamiento, en modelos a seguir.

LA NECESIDAD DE AFECTO EN EL SER HUMANO


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René Spitz investigó cómo afectaba la separación temprana de la madre durante

los primeros meses de vida en los niños. El psicoanalista concluyó que la falta de

protección, de afectividad y de apego podía conducir a la muerte debido a la depresión

anaclítica que podían sufrir algunos niños.

Por tanto, ¿qué les sucedía a los niños que eran huérfanos o que sus madres se

separaban de ellos y no atendían a sus necesidades? Según parece, a medida que crecían

se volvían más violentos, inseguros, fríos y distantes con los demás.

Las investigaciones que René Spitz realizó permitieron el nacimiento de dos

nuevos conceptos:

La depresión anaclítica.

El hospitalismo.

LA DEPRESIÓN ANACLÍTICA es un término que hace referencia al cuadro

depresivo que presentan los niños durante los primeros meses de vida. Esto es debido a la

separación prolongada de la madre y la falta de cuidados emocionales que esta situación

conlleva.

EL HOSPITALISMO hace referencia al ingreso urgente que una madre puede

requerir y que la obliga a separarse de su hijo. Esta situación podía provocar una

depresión anaclítica en los bebés, término que ya hemos abordado.

ETAPAS DEL DESARROLLO DE RENÉ SPITZ


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Spitz diseñó un sistema del desarrollo sobre la observación directa de los niños

con sus madres. En él explica el desarrollo en términos de relación objetal.

Etapa preobjetal (o – 3 meses)

Comienza desde el nacimiento y termina cuando aparece el primer organizador

que es la sonrisa. La etapa sin objeto coincide con el narcicismo primario, ya que la

percepción, la actividad y las funciones de un recién nacido no están lo suficientemente

organizadas. En esta etapa, el niño no sabe distinguir una “cosa” de otra. No puede

distinguir una cosa (externa) de su propio cuerpo y no experimenta algo separado de él.

Por ello también percibe el pecho de su madre como una parte de sí mismo.

Etapa del objeto precursor (3 – 7 meses)

El objeto precursor es el rostro humano, se le llama precursor por que el niño no

Reconoce el rostro determinado de una persona, pero sí le llaman la atención

las figuras, contornos que resaltan del rostro, como lo es la nariz, boca, ojos, etc. En el

tercer mes de vida el niño responde al rostro sonriendo, si se cumplen algunas

condiciones, estas serían que el rostro se mueva de frente, de modo que resalten las cosas

que le llamen la atención (ojos, boca, etc.) y que este cuente con una movilidad.

Etapa del objeto real (8 – 12 meses)

El llanto ante extraños indica que el niño ya diferencia a la madre de otras

personas. Sabe que ella es quien lo cuida, lo protege de los demás, le da alimento, y lo

ama. Y es por eso que cuando está la madre surge el temor de la angustia, de perderla. El
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segundo organizador sería la angustia y este es la diferencia entre libidinal y actividad

agresiva.

INVESTIGACIÓN SOBRE LA TEORÍA DEL APEGO

El doctor René Spitz realizó un estudio muy interesante en el cual involucró a un

grupo de niños ingresados en un hospital que habían sido alejados de sus madres por más

de 6 meses. Luego comparó su desarrollo con el que había alcanzado otro grupo de niños

que habían sido ingresados pero que solo habían sido separados de sus madres durante 3

meses.

Spitz apreció que, a pesar de que los pequeños fueron debidamente alimentados y

medicados por las enfermeras del hospital, la mortalidad en los niños fue anormalmente

alta, sobre todo en los que fueron separados de sus madres por más de 6 meses y los que

recibían un trato frío por parte del personal de salud.

Spitz también notó que los niños que sobrevivieron manifestaban signos muy

similares a los de la depresión, incluyendo falta de apetito, insomnio, pérdida de peso,

mutismo completo, pérdida de la expresión facial e incluso retardo en las capacidades

psicomotoras. Además, a medida que iban creciendo se volvían mucho más inseguros,

fríos, violentos y poco sociables. Sin embargo, estos síntomas desaparecieron en los

niños que volvieron con sus madres después de un periodo de 3 meses.


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LA DEPENDENCIA EMOCIONAL

La dependencia emocional puede definirse, pues, como un patrón psicológico

que produce la necesidad de que otra persona asuma la responsabilidad en las

parcelas más importantes de su vida, dificultades para tomar decisiones

autónomas, temor a la separación de determinadas personas e incapacidad para

poner límites o expresar desacuerdo por miedo a perder el apoyo o la aprobación

de los demás.

La persona dependiente emocional además puede experimentar una gran

sensación de desamparo cuando se encuentra sola, a causa de sus intensos temores a

no ser capaz de cuidar de sí misma. Suele darse también una preocupación exagerada

y no realista por miedo a un abandono que obligaría a la persona a tener que

enfrentarse sola a sus propios cuidados.


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La dependencia emocional es la base de muchos celos patológicos , y de

hecho, las personas con dependencia emocional suelen mantener relaciones poco

sanas, en las que experimenta sentimientos poco adaptativos y excesivos, con una

gran inseguridad por el temor a que la relación se acabe en cualquier momento.

Con frecuencia estas personas ignoran sus propias necesidades. Al final,

terminan anulándose para favorecer a su familia, pareja o amistades, ya que pueden

ser extremadamente sensibles a la aprobación de sus actos o decisiones por parte de

los demás.

SÍNTOMAS DE LA DEPENDENCIA EMOCIONAL

Los patrones de comportamiento de las personas que padecen dependencia

emocional son muy amplios, pero se pueden resumir en los siguientes puntos:

No soportan la soledad, y la distancia, emocional o física de su pareja o persona

de referencia, genera estrés, tristeza o ansiedad.

Este miedo a la soledad, les lleva a permanecer en relaciones que les resultan

insatisfactorias e incluso destructivas.

Tienden a ser personas sumisas y no son capaces de expresar opiniones libremente

por miedo a la desaprobación.

Presentan una autoestima muy baja con una minusvaloración de las cualidades

personales.

Tienen una excesiva necesidad de agradar los demás y sienten grandes

preocupaciones sobre la impresión que han podido generar en otros.

Son personas muy influenciables por el criterio del otro.


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Tienen una gran necesidad de complacer las demandas, deseos y expectativas de

los demás, especialmente de la persona hacia la cual han desarrollado dependencia.

Hay una fuerte tendencia a la idealización del otro, al cual se someten y

complacen para evitar un posible abandono.

El codependiente, hace constantes autosacrificios para complacer a la otra

persona, experimentando a la vez sentimientos de culpa por no hacer lo suficiente.

CAUSAS DE LA DEPENDENCIA EMOCIONAL

La dependencia emocional es relativamente normal en niños durante su desarrollo

psíquico. Pero comienza a ser patológica cuando necesitan de manera exagerada la

aprobación y la presencia de una de sus personas de referencia.

El trastorno se gesta durante la infancia, y se desarrolla en niños que no han

aprendido a ser autónomos e independientes, y que llegan a la edad adulta arrastrando

una serie de carencias afectivas.

La relación de apego que se establece en la infancia es determinante en el

desarrollo de la independencia y autonomía emocional. Así las personas dependientes

suelen compartir una historia marcada por la falta de afecto y la frialdad emocional por

parte de sus padres o referentes. Esto les lleva a interiorizar que para ser dignos del amor

de otros tienen que cumplir con sus expectativas. Así, poco a poco se va generando una

necesidad de atención constante mediante un esfuerzo exagerado por complacer para

obtener la aprobación y el cariño de los demás.

Una educación demasiado sobreprotectora también se vincula a una personalidad

dependiente, ya que el niño es incapaz de desarrollarse como persona autónoma y se

siente lleno de inseguridades, por lo que se produce un vínculo afectivo excesivo que
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genera un tipo de apego patológico que se irá replicando en todas las relaciones

significativas durante la edad adulta.

Podría decirse por lo tanto que la causa principal de la dependencia emocional excesiva

es un nivel grande de inseguridad junto con una baja autoestima, algo que puede marcar

la calidad de las relaciones sociales y los vínculos afectivos a lo largo de la vida de esa

persona.

CÓMO TRATARLA

Como hemos visto, el patrón básico de la persona que presenta dependencia

emocional está constituido por una baja autoestima, una gran necesidad de complacer y

agradar, con tendencia al auto sacrificio, la idealización de la otra persona, miedo al

abandono y una inclinación a generar vínculos de simbiosis. Esto puede leerse como un

intento de compensar una carencia de afecto a edades tempranas o las fallas durante el

cuidado recibido en la infancia.

El tratamiento de la dependencia emocional puede ser largo. Pasa por una terapia

psicológica que se aborda como un reaprendizaje y una reeducación del paciente para

fortalecer su autoestima y su autonomía.

La terapia cognitiva conductual trabaja para modificar los esquemas de

comportamiento sobre los que se estructura la dependencia emocional. El objetivo es que

la persona pueda aprender a desarrollar vínculos saludables con los demás. Es decir, el

dependiente debe realizar dos cambios internos importantes: uno es la relación que tiene

consigo mismo, y el otro es el tipo de vínculos afectivos y de apego que desarrolla con

los otros.

TIPOS DE DEPENDENCIA EMOCIONAL


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La dependencia emocional es un rasgo de la personalidad que puede afectar a

las relaciones en mayor o menor grado. Pero si el grado de dependencia es muy

elevado, entonces se clasifica como un trastorno, descrito en el DSM-I.V-TR.

Dentro de la dependencia emocional se reconocen dos perfiles diferentes: el

demandante y el dador, y en general se clasifican tres grandes tipos de dependientes

emocionales:

Dependiente afectivo. Asume el rol de demandante y necesitado, requiere

atención, afecto y valoración.

Dependiente instrumental. Asume el rol necesitado, y demanda protección,

orientación y cuidados.

Codependiente. Su rol es el de dador, salvador y ayudado de la otra persona.

Provoca o acrecienta la dependencia del otro para asegurar su permanencia y

convertirse en una persona imprescindible.

PROBLEMAS EN LAS RELACIONES DE PAREJA.

Celos, problemas sexuales, infidelidades, la rutina, discusiones, Son múltiples las

causas por las que una pareja puede iniciar una terapia para salvar su relación.

1. CELOS

Aunque los celos son específicos de una edad determinada, tienden a ser muy

frecuentes en parejas jóvenes , con un grado muy bajo de madurez personal en cada uno

de ellos, graves carencias en la comunicación y un tipo de vinculación insegura que acaba

resultando realmente tóxica. Tampoco son específicos ni de los hombres ni de las

mujeres. Los celos son algo desagradable que separa a los miembros de la pareja y

los hace sentirse enormemente incómodos; sufren, en vez de disfrutar de la relación.


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En cada caso hay que examinar si esta emoción, aunque surja, es o no

problemática para la persona, por qué, qué consecuencias tiene en su bienestar y en

la calidad de su relación de pareja. No es lo mismo sentir una ligera incomodidad

fácilmente manejable cuando vemos que nuestra pareja habla amigablemente con alguien

atractivo que sufrir continuamente por celos.

El consejo del psicólogo es intentar transformar la manera de entender la

relación, pasar de entenderla en términos de pertenencia mutua a comprenderla en

términos de libertad, menos rígidos. Por otro lado, empezar a tener en cuenta que lo que

hay detrás de unos celos extremos es una enorme inseguridad, es decir, un gran miedo a

ser abandonados. Ese miedo es legítimo, pero hay que aprender a gestionarlo de una

manera no agresiva ni abusiva, sino más respetuosa hacia nuestra pareja.

2. INFIDELIDAD

La infidelidad , entendida como esa situación en la que uno de los miembros de la

pareja, o ambos, mantienen una relación sexo afectiva con personas ajenas a la relación

contraviniendo el pacto de exclusividad al que implícita o explícitamente llegaron en sus

orígenes, es tan vieja como la humanidad y fuente de un enorme sufrimiento en quienes

se ven envueltos en alguno de sus dos polos.

La persona engañada en estos casos suele enfrentarse a un cúmulo de emociones

y sensaciones que van desde la tristeza, el agravio, el enfado, el miedo, la estupefacción

y, por supuesto, una gran duda que les cuesta clarificar por sí mismas: qué hacer a partir

de ahora.
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El consejo del psicólogo, en caso de duda, es no dejarse llevar por el primer

impulso que surja, ni en un sentido ni en otro. Es decir, no dar por hecho que la relación

tiene que acabar porque ha habido una infidelidad, ni dar por hecho que es un bache que

se puede solucionar y seguir adelante si no lo sentimos como tal. Hay que tomarse un

tiempo para reflexionar qué significa para nosotros esa infidelidad de la pareja y cómo

impacta en nuestro compromiso con ella. Eso puede llevar un tiempo, así que merece la

pena dedicar el tiempo que sea necesario a tomar la decisión que se considere más

adecuada.

3. PROBLEMAS SEXUALES

Los problemas sexuales son muchos, pero fundamentalmente se repiten dos. Por

un lado, falta de deseo sexual, muy frecuente en parejas de largo recorrido, tanto en

hombres como en mujeres. Por otro lado, dificultades físicas, que generan un problema

en las relaciones sexuales y, por tanto, una enorme insatisfacción y preocupación. En el

caso de los varones estas dificultades son, sobre todo, la eyaculación precoz y la

disfunción eréctil, mientras que en el caso de las mujeres serían el dolor en el momento

de la penetración y la dificultad para alcanzar un orgasmo.

El consejo del psicólogo es que es necesario clarificar las causas del problema,

determinar las características del problema en sí (no solo, por ejemplo, un problema de

erección como tal, sino el malestar psicológico que genera y cómo este se manifiesta) e

identificar aquellas circunstancias que estén manteniéndolo en el tiempo.


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La autoestima puede verse dañada, por lo que es recomendable reparar esas

grietas con mensajes muy claros: «No es verdad que jamás podrás tener una relación

sexual con penetración «, «En el sexo la penetración y la erección no lo son todo»,

«Erección y virilidad son cosas independientes», «Tu atractivo sexual va mucho más allá

de tu rendimiento en el momento de la penetración».

4. NO ME DECIDO A DIVORCIARME

Asumir que una relación de pareja ha finalizado y que es el momento de que cada

uno siga su camino es un proceso difícil para cualquier persona pero que suele provocar

un bloqueo importante para algunas. Dicho bloqueo acaba empeorando mucho la

situación, porque mantiene la relación en una situación «comatosa», indeterminada,

insatisfactoria, pero sin llegar a concluirla definitivamente, impidiendo así que sus

miembros puedan abrirse a nuevas posibilidades de bienestar por separado.

Normalmente detrás de estos bloqueos, de esta incapacidad para poner el punto

y final, está el miedo al futuro, a afrontar una situación de desamparo emocional o

material, además de una fuerte sensación de melancolía ante la sensación de interrumpir

todo lo vivido hasta ahora junto a esa persona. Estas emociones impiden pensar con

claridad, generan muchas dudas y hacen que la persona se sitúe más en una rumiación

improductiva en la que sus miedos y sus dudas dan vueltas sin llegar a ninguna parte en

lugar de comprometerse claramente con una opción en concreto.

El consejo del psicólogo es intentar imaginarse las consecuencias de no tomar

una decisión, explorar el significado de la relación que se plantea dejar y también las
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emociones que se despiertan a la hora de interrumpirla. En definitiva, «hay que animarse

de una manera flexible a tomar la opción de vivir de acuerdo a nuestros valores y

necesidades y no tanto de acuerdo a miedos hacia el futuro o nostalgias que miran al

pasado».

5. DESENGAÑO AMOROSO

Aunque este tipo de situaciones se dan a cualquier edad, incluso en edades mucho

más avanzadas de lo que nos imaginamos, es frecuente que sobre todo personas muy

jóvenes consulten a nivel psicológico a raíz de haber sufrido lo que se conoce como un

«desengaño amoroso». Se trata de esas situaciones en que alguien que nos gusta mucho

nos comunica oficialmente que no desea tener nada con nosotros o que no desea seguir

teniéndolo. En este caso la persona suele tener muy activadas sus emociones, lo cual le

impide tener una perspectiva racional y lógica sobre la verdadera importancia de lo

ocurrido. Estos desengaños suelen tener lugar no tanto en un momento de la relación -si

es que ha llegado a haber alguna relación- situado en el amor reposado, sino en un pico

de enamoramiento, por la que la «caída» es tremendamente pronunciada.

El consejo del psicólogo es que debemos examinar la verdadera importancia de lo

ocurrido para poder ir ajustando poco a poco nuestra reacción emocional de una manera

más coherente con los hechos. Es decir, podemos permitirnos sentir dolor por este

desengaño, pero no conviene entenderlo en términos de todo o nada, pensando que esa

persona era «la única para nosotros» y la hemos perdido, y tampoco pensando que jamás

nos recuperaremos de una ruptura tan dolorosa, porque eso no es así.


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6. ME GUSTA ALGUIEN DE MI MISMO SEXO

Descubrir o por fin, asumir que la propia orientación sexual se sale de la norma

heterosexual no es fácil para nadie, pero puede suponer un auténtico conflicto para

muchas personas. Esto sucede así tanto en jóvenes que están introduciéndose por primera

vez en el mundo de las relaciones sexuales y afectivas como en personas de edad más

madura. Vivir de manera natural y satisfactoria una relación homosexual puede

resultar problemático para algunas personas.

El consejo del psicólogo es que debemos vivir nuestra orientación sexual de

manera normal y natural, tomarnos el tiempo necesario para vivir todos estos aspectos de

manera espontánea y no catastrofista y encontrar nuestra propia manera de no ser

heterosexual, que no tiene que corresponderse con la manera del resto de personas no

heterosexuales.

7. TENEMOS UN BEBÉ Y ÉL NO CONTRIBUYE

La llegada de un bebé a la familia normalmente es un acontecimiento feliz pero

también estresante. Con relativa frecuencia se dan consultas normalmente por parte de

mujeres, en las que se expresa que esa contribución armoniosa de ambos miembros

de la pareja tras la llegada de un hijo o hija no se está produciendo. Esto genera una

sensación de desbordamiento en la persona que se está encargando más del bebé y


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también una sensación de soledad, como si la relación de pareja -que siempre se ve

afectada con la llegada de un hijo estuviera más deteriorada de lo que sería normal.

En estos casos es conveniente aclarar si esta sensación de desproporción de los

esfuerzos mutuos ya existía de alguna manera antes de la llegada del bebé, si existen

otros conflictos añadidos, si la persona afectada le transmite a la otra explícitamente

cómo se está sintiendo con la situación, si se lo expresa de manera asertiva o no, qué

respuestas recibe, etc. El objetivo, naturalmente, siempre va a ser preservar al máximo el

bienestar de todos los miembros de la familia, prestando especial atención a que el bebé

se vea lo menos afectado posible por esta situación, y ayudar a los miembros de la pareja

a que tomen unas posiciones más sanas, equilibradas y adultas frente a los retos

familiares que ahora tienen por delante, dejando a un lado todo lo posible patrones de

abuso, sumisión, desprotección o soledad.

El consejo del psicólogo es que los dos adultos responsables contribuyan de una

manera equilibrada a la gestión de la crianza, de la casa y, por supuesto, de la relación

de pareja . Para ello deben intensificar sus habilidades comunicativas, organizar bien los

tiempos de descanso y de cuidado del bebé y, sobre todo, ser pacientes y benevolentes

consigo mismos y con la pareja.

8. SALGO CON ALGUIEN, PERO ME MAREA

Aunque a veces parece muy fácil, en realidad cuesta mucho que una relación

de pareja se construya y prospere, cuesta mucho darnos a conocer al otro y que el otro
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nos conozca, es un verdadero milagro -aunque ese milagro se produzca miles de veces

cada día- que dos personas se encuentren y decidan ser una pareja.

En ese proceso, que incluye diferentes tipos de interacción y, por supuesto,

negociación, no siempre nos mostramos leales y respetuosos con el tiempo, las energías y

los sentimientos de la otra parte. No siempre estamos en el famoso «mismo punto» y

esto, lamentablemente, hace que se produzcan ciertos patinazos en la comunicación, en

las expectativas que generamos en el otro, o en las interpretaciones que hacemos de los

mensajes que el otro nos envía El juego de la seducción o el proceso de conocerse más

allá de las primeras citas y pasar a algo más serio y estructurado no siempre es lo más

limpio que sería deseable.

El consejo del psicólogo es asumir que ciertos desajustes de este tipo van a estar

presentes en toda relación más o menos incipiente. Pero si el «mareo» se convierte en la

columna vertebral de la interacción entonces hay que tomar medidas. Dichas medidas

irán, básicamente, en dos direcciones: ponerse firmes y demandar explícitamente una

estabilidad o bien poner fin a una relación cuya preocupante indeterminación nos está

haciendo sufrir más que disfrutar. Dónde está la línea que separa unos escenarios de otros

debe establecerlo cada cual. Al fin y al cabo, se trata de sentimientos, no de metros

cuadrados de terreno.

9. TRABAJAMOS JUNTOS

La humanidad ha mezclado trabajo y pareja desde que el mundo es mundo,

probablemente porque es inevitable y porque en muchos casos funcionar así es


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beneficioso. No obstante, si tu pareja y tú trabajáis juntos u os estáis planteando empezar

a hacerlo, debéis tomar ciertas precauciones para que eso no suponga un

desgaste evitable.

Si una pareja trabaja junta puede multiplicar el tiempo que comparte, y eso puede

estar muy bien en personas que disfrutan mucho de su mutua compañía, pero puede ser

una debilidad por el hecho de que disminuyen los ámbitos individuales, esos espacios que

los miembros de una pareja utilizan para despejarse y enriquecerse personalmente al

margen de la relación y que tienen la maravillosa función de ser «eso que nos podemos

contar» cuando nos reunimos.

El consejo del psicólogo es hacer ciertas separaciones entre el tiempo de trabajo y

el tiempo de convivencia de pareja o familiar, para que ambas facetas no lo ocupen todo,

no lo contaminen o confundan todo. De tal a tal hora estamos trabajando, es cierto que no

por ello dejamos de ser pareja, por tanto, no dejamos de querernos ni de, por ejemplo, ser

cariñosos el uno con el otro, pero en esas horas y en ese lugar damos prioridad a los

temas y los códigos propios de lo profesional, e intentamos dejar lo doméstico a un lado.

«Hablar las cosas y establecer límites siempre va a disminuir los conflictos y evitará que

se produzcan situaciones incómodas o se hieran sensibilidades, de igual manera que

disminuirá que uno de los ámbitos invada al otro».

10. SOY INCAPAZ DE DEJARLE PORQUE ME DA MIEDO


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Existen relaciones de pareja que «piden» un final, pero no porque hayan

concluido de manera natural su evolución, sino porque son relaciones tóxicas, no deben

existir, deben interrumpirse por la propia salud y seguridad de sus miembros.

Una relación tóxica no es solo aquella en la que existe un serio maltrato de un

miembro hacia el otro o de ambos entre sí por ejemplo en forma de maltrato físico o

grave abuso. Estos son los casos más extremos, pero afortunadamente no todos son así.

Una relación tóxica es aquella en la que al menos uno de sus miembros sabe que la otra

persona no le conviene y, a pesar de saberlo, se siente incapaz de abandonar la relación.

Normalmente las personas manifiestan que no dan el paso de dejar la relación por

miedo a la soledad, pero dejan de lado el importante nivel de dependencia que sienten

respecto a la pareja, incluso el punto hasta el que la relación ha llegado a anularlas. En

este sentido, no se trata solo de miedo al futuro, miedo a la soledad o cuando,

sencillamente, queremos a alguien con quien hemos tenido una relación sana y por eso

nos parte el corazón pensar en la posibilidad de dejarle. Lejos de eso, hablamos de la

incapacidad de dejar a alguien a pesar de que sabemos que no nos quiere, o pensando que

su manera de anularnos es una manera legítima de manifestarnos su amor. En esos casos

aparecen los comentarios del tipo: «Es muy buena persona, solo que me controla, me

restringe las amistades, me reprocha que no le preste atención solo a él/ella» o «Me

insulta, me amenaza, me humilla, pero yo le quiero», y expresiones por el estilo.

El consejo del psicólogo es escucharse atentamente a uno mismo y a las personas

que nos quieren para caer en la cuenta de nuestras incoherencias: si nos maltrata es que

no nos quiere, si nos maltrata no es buena persona, si no es buena persona no deberíamos

querer compartir nuestro tiempo y energía con alguien así. Son cosas que no pueden
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suceder a la vez. Evidentemente esto es muy difícil, por eso lo primero es aprender a

tener claro lo más básico para ir abriéndonos a nuevas posibilidades de relación, ampliar

el foco: en el mundo hay gente maravillosa, no debemos conformarnos con alguien que

nos trata mal.

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