Está en la página 1de 252

Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene costo

alguno.
Es una traducción hecha por fans y para fans.
Si el libro logra llegar a tu país, te animamos a adquirirlo.
No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus redes
sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e incluso
haciendo una reseña en tu blog o foro.

Disfruta de la lectura.

2
Staff
TRADUCCIÓN
OnlyNess

CORRECCIÓN Y LECTURA FINAL


LeyRoja

DISEÑO Y EPUB
Bruja_Luna_

3
Índice
Staff 3 23 159
Sinopsis 5 24 165
1 7 25 167
2 13 26 170
3 21 27 173
4 31 28 176
5 38 29 180
6 41 30 197
7 48 31 198
8 61 32 206
9 67 33 210
10 72 34 214
11 83 35 219
12 91 36 224
13 97 37 226 4
14 102 38 229
15 108 39 233
16 116 40 237
17 123 41 241
18 131 Epílogo 244
19 137 Epílogo extendido 247
20 142 Próximo Libro 249
21 147 Sobre la autora 251
22 153
Sinopsis
En la familia Wakemont, es tradición arreglar un matrimonio antes de que la
tinta se seque en tu acta de nacimiento. Tenía cinco horas de vida cuando mi
padre me prometió al hijo de un hombre con “más dinero que Dios”.
A medida que crecíamos, a mi futuro novio y a mí nos animaron a
intercambiar “cartas de amor” para conocernos mejor, aunque la
correspondencia que él enviaba parecía más bien cartas de odio.
Slade Delacorte odiaba el arreglo.
Pero más que eso, me odiaba a mí.
Era temperamental, intenso, arrogante y oscuramente hermoso. Un villano,
no un príncipe. El último hombre en la Tierra con el que me casaría (si tuviera
la elección).
En mi vigésimo cuarto cumpleaños, intercambiamos votos frente a seiscientos
invitados que no tenían idea de que no éramos la pareja feliz que fingíamos ser.
Pero al comenzar nuestra nueva vida juntos, pronto descubrí que solo había
una cosa peor que casarme con el hombre que había odiado toda mi vida:
enamorarme de él.
5
Paper Cuts #1
“A los optimistas acérrimos y a los amargados idiotas que los aman.”

6
1
Campbell

—Por favor, dime que esto es algún tipo de broma. —El rostro de mi madre
decae en el instante en que salgo del probador con un vestido de novia de encaje
negro.
La suave luz filtrada que atraviesa las cortinas de encaje, los percheros con
vestidos de diseñador, Chopin sonando suavemente desde altavoces ocultos, las
interminables copas de Veuve Clicquot y el aire perfumado a lirio del valle
deberían ser suficientes para convertir este en uno de los momentos más
hermosos en la vida de cualquiera, solo que esto tiene que ser uno de los peores
momentos de la mía.
Dentro de seis meses, me casaré con Slade Delacorte, un acuerdo al que mis
padres llegaron con los suyos antes de que ninguno de nosotros fuera lo
suficientemente mayor como para protestar.
—Nico dijo que el negro es el color de moda este año para los vestidos de
novia. —Le guiño un ojo a mi ayudante en el probador, rogándole
silenciosamente que me ayude aquí, solo que él parece un ciervo atrapado en los
faros de un automóvil—. ¿Verdad, Nico? ¿No me lo acabas de decir?
7
—Es... es cierto, señora Wakemont —balbucea con su elegante acento inglés
mientras su mirada entrecerrada se posa en la expresión horrorizada de mi
madre—. Hace un tiempo salió un artículo en la revista Bride. Puedo encontrarlo
si desea leerlo.
Me doy la vuelta, subo a la plataforma elevada y examino mi reflejo en el
espejo de tres caras, ignorando el alboroto que se produce detrás de mí mientras
mi madre intenta poner a mis damas de honor de su parte.
—Pero el blanco es clásico —interviene Tenley, mi mejor amiga desde
preescolar. La quiero muchísimo, pero siempre ha sido débil, especialmente
cuando se trata de mujeres poderosas e intimidantes como mi madre—. No
puedes equivocarte con el blanco.
—El negro es audaz y sexy —ofrece Elise, mi antigua compañera de cuarto de
la universidad. Siempre ha sido rápida en ponerse de mi lado en todos los
asuntos, incluso cuando he estado equivocada, porque así es Elise, esa es la
clase de persona que es—. Podrías usar el blanco tradicional para la ceremonia
y optar por un negro vanguardista para la recepción.
—Me gusta —añade Stassi, mi mejor amiga desde la escuela secundaria—.
Personalmente, no me lo pondría, pero me gusta. Me hace pensar en un cisne
negro. Chic y elegante.
Stassi esboza una sonrisa dolorosa, aunque su dolor no tiene nada que ver
con mi vestido o esta incómoda situación en la que nos encontramos. El año
pasado, se enteró de que su prometido le estaba siendo infiel unos meses antes
de la boda. Estaban a punto de comprar un condominio juntos en Manhattan y
todo. Tenían toda una vida por delante y nunca la había visto más feliz, hasta
que todo se vino abajo.
Inevitablemente, la boda se canceló y Stassi regresó a Sapphire Shores para
un descanso, pero su año sabático se ha convertido en algo parecido a una
situación semipermanente.
Solía tomar el metro para ir a trabajar y cerrar acuerdos de alto valor.
Ahora ella hace pizzas en una pizzería local y vive en el destartalado
apartamento de encima, por elección propia.
Pero estoy divagando.
—Ustedes chicas no le están haciendo ningún favor a Campbell siendo
generosas con sus elogios —les dice mi madre a mis amigas. Las chicas
intercambian miradas, aunque ninguna de ellas se atreve a contradecirla. Mamá
junta sus manos con manicura francesa sobre su regazo, sobre sus piernas 8
elegantemente cruzadas—. Sigamos con esto, cariño. Por favor.
Paso las manos por el sedoso encaje de ónice que abraza mis caderas en forma
de reloj de arena y me hace sentir rebelde y valiente.
No hay una sola pieza en toda esta boutique que pueda compararse con esta.
Y no solo eso, es una declaración.
Casarme con Slade es básicamente un funeral para mi futuro.
Estoy de luto, aunque tenga que sonreír y fingir que no lo estoy.
Además, una mujer debe tener sentido del humor sobre estas cosas si quiere
mantenerse cuerda, una decisión que tomé hace años, cuando supe que mis
padres nunca iban a cambiar su postura sobre este ridículo acuerdo
matrimonial.
—¿Hay un velo a juego para esto? —le pregunto a Nico.
Él mira a mi madre, quien pone los ojos en blanco.
Vacilando, murmura que regresará enseguida.
Pobre chico, atrapado entre la espada y la pared.
Bienvenido a mi mundo...
—Campbell Elizabeth Wakemont, no voy a comprarte un vestido de novia
negro. —Mi madre bebe un trago de champán antes de mirar el resplandeciente
Rolex de diamantes en su muñeca izquierda—. Tenemos reservas para el brunch
después de esto y luego nos reuniremos con la florista para finalizar los arreglos
florales. Por favor, no desperdicies más el precioso tiempo de todos. Quítate esa
cosa horrible y pruébate algunos de los hermosos vestidos que Nico eligió para
ti.
Me doy la vuelta y miro por encima de cada hombro mientras me examino
desde todos los ángulos en los espejos. El vestido es sexy pero discreto a la vez,
la forma en que se ajusta y expone la cantidad perfecta de escote y hombros al
descubierto. Se mueve cuando me muevo, fluido pero ajustado, sujetándome
como si nunca quisiera dejarme marchar.
Siento que podría conquistar el mundo con esta cosa, o escapar con ella.
No es restrictivo. El encaje lo hace transpirable. Podría hacer muchas cosas
emocionantes con esto puesto.
—¿Puede alguien tomar una foto por mí? —les pregunto a mis amigas.
Tenley alcanza su teléfono, pero mi madre extiende la mano para bloquear el
movimiento.
—Muy bien, aunque no tengo un vestido exactamente igual, sí tengo estas 9
preciosuras. —Nico regresa con dos velos negros, uno tan largo que llega al suelo
y el otro, una opción más corta y elegante.
—Mis disculpas por hacerte perder el tiempo, Nico, pero ella no se probará
ningún velo negro —dice mamá—. Esta es una boda, por el amor de Dios, no un
funeral, una celebración de la que seiscientos invitados hablarán durante años.
Queremos una elegancia clásica y atemporal, no una elegancia estilo victoriana
de cementerio.
Tenley me lanza una mirada de simpatía.
O tal vez sea una disculpa.
De cualquier manera, ella ha estado lo suficientemente cerca de mi familia
como para saber que estar en desacuerdo con Blythe Wakemont es la forma más
rápida de quedar en su lista negra personal, lo que equivale a existir en el lado
oscuro de la luna.
Mi madre puede mover montañas por las personas que adora. Incluso si no
la amas, necesitas que ella te ame.
—Pero estoy obsesionada con este vestido —digo con un suspiro soñador,
colocando la mano sobre mi corazón. Mi impecable anillo de compromiso de siete
quilates brilla bajo la suave luz de ambiente. Su engaste eduardiano representa
a la mujer que lo usó primero, la bisabuela de Slade—. Me representa
perfectamente.
—Por supuesto, si fueras una viuda trágicamente joven en el siglo XIX —
menciona mamá, llenando su copa de champán. A este ritmo, va a estar medio
ebria antes de que lleguemos a nuestras reservas para el brunch. La llevaremos,
junto con todos sus accesorios Chanel, al Café y Patisserie Joie de Vivre en
Claremont Avenue—. Afortunadamente, eres una hermosa novia moderna, así
que vistámonos como tal, ¿de acuerdo?
Echo un último vistazo al vestido de color obsidiana que se ciñe a mi cuerpo
y me retiro detrás de la cortina del probador, donde Nico ha colgado
cuidadosamente el primer vestido blanco para que me lo pruebe. Con su
ajustado corpiño de satén y su interminable falda de organza y tul, es algo que
la mismísima Cenicienta aprobaría. Pero la diferencia entre Cenicienta y yo es
que ella pudo casarse con el hombre que amaba.
Y no solo eso, se casó con un príncipe.
Podría decirse que estoy a punto de casarme con un auténtico villano.
—El amor no es un cuento de hadas, Campbell. Ni por asomo —me dijo mi
madre una vez, mientras me leía un libro de cuentos para dormir. Era tarde, 10
acabábamos de terminar con La Bella Durmiente y, con ojos somnolientos, le
dije que esperaba encontrar un príncipe como Phillip algún día.
No pasó mucho tiempo después de eso cuando ella y mi padre me sentaron y
me dijeron que mi “príncipe” ya había sido elegido para mí. Yo no tendría más
de siete u ocho años, todavía muy en mi época de princesa.
Sonreí de emoción y alegría mientras me decían su nombre, que era el hijo de
un viejo amigo de la familia, que lo conocería pronto y que su familia era
“prácticamente de la realeza”, lo que lo convertía en un verdadero príncipe.
Después de eso, me explicaron que él y yo intercambiaríamos cartas para
conocernos mejor.
Meses después, cuando me entregaron la primera correspondencia (una carta
sellada en un sobre rojo escarlata), rasgué la solapa con cuidado, con el
estómago hecho un nudo por la expectación y los primeros aleteos de lo que solo
podía imaginar que era amor verdadero.
Los chicos me habían escrito cartas de amor en la escuela, pero nunca había
recibido una de alguien que casi era de la realeza... alguien que prometía ser mi
príncipe algún día.
—Campbell, ¿qué pasa? —preguntó mi padre cuando las lágrimas brotaron
de mis ojos después de leerla. Apresurándose a mi lado, quitó el sobre rojo y su
carta a juego de mis pequeñas manos—. Oh, por amor de Dios.
—¿Qué dice? —preguntó mamá.
Papá soltó un pesado suspiro y se la entregó a mi madre para no tener que
leerla en voz alta.
Unos segundos después, ella cubrió su boca con la mano.
—¿Por qué escribiría eso?
Pero ¿qué importaba?
Mi futuro esposo lo escribió, lo firmó, lo selló y lo envió, y no había forma de
retractarse.
Dicen que nunca olvidas tu primer amor ni tu primer beso.
Pero nadie te dice que nunca olvidas la primera vez que un chico te dice que
te odia.

11
Campbell:
Te odio.

Slade (8 años)

Slade:
Te odio multiplicado por el infinito y nunca, jamás, nunca serás mi príncipe.

Campbell (7 años)

12
2
Campbell

—¿Qué tal este? —Señalo una corona en forma de corazón compuesta de


claveles rosados y blancos mientras mi madre sigue al florista en una tienda con
un aroma celestial que ha sido un pilar de Sapphire Shores durante casi setenta
años.
Mamá se detiene abruptamente sobre sus tacones Chanel de bloques de color
y me lanza una mirada fulminante.
—Campbell.
—En realidad, están destinadas para ir junto a ataúdes —dice el florista antes
de aclarar su garganta y agregar—: en funerales y conmemoraciones.
Lo sé, pero me hago la tonta.
Si no puedo tener un vestido de funeral, ¿qué tal flores de funeral?
Toda esta celebración consiste en unir a dos familias que nos habrían unido
sin importar nada. Yo podría haber tenido ocho apéndices extras y Slade podría
sentirse atraído exclusivamente por hombres, y nuestros padres aún nos
estarían forzando esta unión impía.
13
Si este día no se trata de ninguno de nosotros, ¿no puedo al menos tener
algo?
No creo que las flores de funeral sean pedir demasiado; vi la factura de la
elaborada escultura de hielo que mi madre eligió para la recepción.
Esta corona de corazón cuesta una fracción de eso, además es un corazón.
Es prácticamente temática de boda.
—¿Qué tal esos? —Señalo los maceteros de lirios de la paz alineados contra
la pared. Estoy bastante segura de haberlos visto en funerales antes.
Hace años, cuando perdimos al abuelo, toda nuestra sala de estar estaba
llena de cestas y más cestas de lirios, hasta que mi madre empezó a repartirlos
entre varios miembros del personal solo para sacarlos de su vista.
—Cariño, estás en la sección equivocada. Ven aquí. —Mamá me hace un gesto
para que me acerque, aunque si la florista no estuviera mirando, estaría
chasqueando los dedos y señalando el suelo, tratándome como un cachorro
desobediente. No es que ella quiera ser así, simplemente es quien es. Es una
matriarca. Una primogénita. Ella manda a dondequiera que vaya y no tiene
tiempo para esperar o jugar estos pequeños juegos. Con los años, he aprendido
a adaptarme a sus caprichos, sobre todo a través de mi sentido del humor.
Cualquier otra cosa corre el riesgo de meterme en problemas, y ¿quién tiene
energía para eso?
Yo, desde luego, no.
Si tan solo mis damas de honor estuvieran aquí...
No me vendría mal tener a Elise a mi lado en este momento, pero las mandé
a todas a casa después del brunch. Ya habían pasado una perfecta mañana de
miércoles con mi madre y sus travesuras; no iba a castigarlas apoderándome de
sus perfectas tardes también. Se habrían quedado, por supuesto, pero no podía
hacerles eso.
—Estoy absolutamente enamorada de estas rosas marfil mezcladas con lilas
y lavanda —le dice mi madre con entusiasmo a la florista—. El violeta pálido
siempre ha sido el color de Campbell.
Hace años, mi madre me llevó a que analizaran mis “colores”. Salimos con un
folleto lleno de colores pasteles principalmente y en cuanto llegamos a casa, mi
madre procedió a sacar de mi armario todo lo que no fuera de colores pasteles. 14
Durante los meses siguientes, mientras reconstruía lentamente mi
guardarropa pieza por pieza, caminaba por ahí con el aspecto de un huevo de
Pascua adolescente, un look poco favorecedor.
—¿No complementarían estas rosas los detalles en marfil de tu velo, Cam? —
Mamá levanta cuidadosamente una rosa blanca de tallo largo hacia su nariz y
aspira su aroma antes de pasármela. Cierra los ojos y sonríe suavemente, como
si fuera la primera vez que inhala el aroma de una flor en sus cinco décadas en
este planeta.
—Combina con el vestido que elegiste para mí —digo. No mentiré, el vestido
por el cual nos decidimos es hermoso: un impresionante vestido color marfil con
superposiciones de encaje, una falda tipo trompeta que se ajusta a mis curvas y
se extiende en una cola de buen gusto, y un velo con diadema y suficientes perlas
en forma de lágrima sobre el tul para hacer que mi madre deje de criticar
cualquier otro detalle.
El vestido no era tan ostentoso como a ella le hubiera gustado, pero fue el
último que me probé y no se podía negar que encajaba con toda esa ilusión de
princesa americana de sangre azul por la que Blythe Wakemont salivaba.
Todo lo que Nico tuvo que decirle fue que Meghan Markle había considerado
ese mismo vestido antes de optar finalmente por el modelo de Clare Waight
Keller, y mamá quedó convencida. Sus ojos brillaron como si fuera Navidad en
julio.
Si era lo suficientemente bueno para una princesa, o duquesa, también lo era
para la hija de un magnate del acero estadounidense que se casa con el hijo de
un magnate de los medios estadounidense.
—¿Hacemos que esto sea fácil para Addison? —Mamá agita sus pestañas
recubiertas de máscara, y aunque me está hablando, está mirando al florista.
Conozco a Addison desde hace apenas unos minutos, lo suficiente para saber
que le gusta agradar a las personas, que es un poco tímida y que le apasionan
las flores. Pero ya puedo ver en sus ojos el signo del dólar, no por la selección de
flores, sino porque mi madre ya ha mencionado al menos media docena de veces
que esta será una de las bodas más grandiosas que el estado de Maine haya
visto—. ¿Podemos estar de acuerdo en las rosas color marfil, lilas y lavanda?
Pensé en añadir algunas de esas preciosas hortensias moradas, pero
dependiendo de la luz, a veces pueden parecer más azules o azul-violeta, y eso
es demasiado intenso para lo que queremos. Además, las hortensias gritan
primavera para mí y esto es una boda a finales de verano. En fin, ¿estamos de
acuerdo? ¿Podemos pasar a diseñar los ramos y los centros de mesa?
—No sabía que las flores pudieran gritar —bromeo—. Pero claro. Vamos con 15
el marfil y el morado. Perdón, lilas.
Me obligo a sonreír, quedándome rápidamente sin energía para entretenerme
resistiéndome a ella a cada momento.
Quizás sea infantil.
De acuerdo, seamos honestos: es infantil.
Soy una joven universitaria de veinticuatro años a punto de casarse. He
asistido a la escuela de posgrado y a un baile de debutantes. Pasé un año entero
viviendo en Europa cuando tenía diecisiete años. Puedo hablar tres idiomas con
fluidez y actualmente estoy aprendiendo un cuarto. Pero como nadie más se
atreve a enfrentarse a mi madre ni con una pizca de resistencia y yo soy su única
hija, ese deber recae únicamente en mí.
—¿Les importa si salgo para tomar un café helado? —pregunto, conteniendo
un bostezo. Cuanto más nos acercamos al “gran día”, más el sueño me evita.
Tuve suerte si conseguí cuatro horas mediocres anoche—. ¿Addison, puedo
traerte algo? ¿Mamá?
La molestia parpadea en la intensa mirada azul de mi madre, pero no dice
nada. De todos modos, ella no bebe café (mancha su sonrisa blanca como la
nieve), pero tuve que ofrecer o de lo contrario nunca escucharía el final durante
el viaje en auto de regreso a casa.
—Estoy bien, pero gracias, Campbell —dice Addison.
—No tardes mucho, por favor. —Mamá se gira hacia la florista, haciendo
gestos con las manos mientras describe su visión para mi ramo.
El tintineo de las campanas en la puerta cuando salgo suena como libertad,
y tomo una bocanada de aire húmedo de finales de febrero cuando llego a la
acera donde la nieve se ha derretido. Los inviernos en Maine son particularmente
interminables, pero hoy se siente como un pequeño adelanto de la primavera.

En la fila de la cafetería de al lado hay al menos siete personas, quizá ocho.


Dejo pasar a una mujer mayor antes de sujetar la puerta para una madre de
aspecto cansado que lleva a dos gemelas idénticas en un cochecito doble. Me
ofrece dejarme pasar cuando estemos dentro, pero insisto en colocarme al final
de la fila. Incluso si no estuviera haciendo tiempo, la dejaría pasar primero.
La maternidad (a menos que tengas un personal de diez en tu nómina) parece
ser muy difícil, con gemelas o no. Imagino que necesita toda la cafeína que existe
y algo más.
Diez minutos después, estoy saliendo con un café latte helado y caramelo en 16
la mano cuando suena mi teléfono. No necesito mirar hacia abajo para saber que
probablemente sea mi madre preguntando por qué estoy tardando tanto.
Pero, de todos modos, miro mi celular.
Solo que no es una serie de signos de interrogación como esperaba.

SLADE: Vuelo cancelado. Llegando mañana a las seis.

Me niego a creer que Su Alteza Real Americana esté volando en comercial


cuando tiene un jet privado a su disposición las 24 horas del día, los 7 días de
la semana. Los vuelos privados se retrasan todo el tiempo, pero ¿cancelados? Lo
dudo.
YO: [emoji de pulgar hacia arriba]

A lo largo de los años, he aprendido que cuanto menos palabras


intercambiemos, mejor, especialmente cuando se trata de cualquier cosa escrita
o en formato de mensaje de texto.
Gracias a Dios por los emojis... hacen la obra del Señor.
Cuando regreso a la tienda de flores, encuentro a Addison y a mi madre en la
parte de atrás, hojeando un álbum de fotos con bordes dorados ornamentados.
Ambas están tan absortas en la conversación sobre los centros de mesa que no
me notan durante tres sólidos minutos, tiempo suficiente para que cante
mentalmente la última canción de Taylor Swift.
—Oh, Campbell, ¿cuándo regresaste? —Mamá se ríe, su mano con manicura
se extiende sobre su pecho como si no me hubiera lanzado miradas amenazantes
quince minutos antes—. Estábamos discutiendo sobre los centros de mesa, y
creo que deberíamos poner un ramillete de lilas en la mesa nupcial y luego
versiones más pequeñas en las mesas de delante, ya sabes, donde se sentarán
la familia y nuestros invitados de honor.
Addison asiente, tomando notas frenéticamente en un bloc de notas de color
amarillo pálido. Pasa a una página en blanco y sigue garabateando mientras mi
madre se explaya sobre sus ideas para los ramos de las damas de honor. Su
caligrafía es diminuta pero elegante, muy parecida a la de mi madre.
—Suena bien —digo antes de dar un sorbo a mi café helado—. Oh, Slade
cambió su vuelo para mañana.
Sus labios rojos se aplanan y me mira, entrecerrando los ojos como si
17
estuviera intentando leer entre líneas que no existen. Pero no encontrará
emoción ni alivio en mi rostro.
Durante años discutimos y discutimos sobre este asunto del matrimonio
concertado. Incluso le mostré lo horribles que eran las cartas de Slade, ilustré lo
miserable que seríamos juntos, pinté cuadros de lo maravillosa que sería mi vida
si estuviera llena de amor verdadero y bebés nacidos de dos padres amorosos...
pero nada de lo que dije o hice la convenció a ella ni a mi padre de cambiar de
opinión.
En todo caso, cuanto más me resistía, más se aferraban a sus convicciones,
manteniéndome bajo su control aún más y supervisando mi paradero y
controlando mis actividades extracurriculares de cualquier manera posible.
Incluso llegaron al extremo de enviarme a escuelas solo para chicas para
asegurarse de que no cayera en la tentación de conocer a un chico y escaparme
con él. Cuando llegó el momento de la universidad, mis opciones se redujeron a
un puñado de las únicas universidades exclusivamente femeninas del país.
Luchar contra mis padres siempre será una batalla perdida.
—Estoy segura de que hay una razón perfectamente buena para eso —dice
mamá, con una voz tan agradable como el ponche de sandía y menta en un
caluroso día de verano—. Escuché que podría nevar esta noche. Siempre es
mejor prevenir que lamentar.
A juzgar por el sol que cegaba el despejado cielo de Maine y derretía toda la
nieve, dudo de esa previsión. De todos modos, me importa muy poco cuáles son
sus razones para posponer su viaje. En todo caso, estoy celebrando en secreto
el hecho de no tener que soportar su insoportable presencia esta noche.
—Disculpa, Addison. Lo siento muchísimo. Solo necesito hacer una llamada
rápida a casa. —Mamá se aleja con su celular en la mano, su melena rubia
platinada ondea con cada paso apresurado. Imagino que está llamando al chef
para decirle que la cena familiar que íbamos a celebrar con mi amado será
mañana por la noche. Si tiene suerte, aún no ha comenzado con el Solomillo
Wellington y el Alaska horneado, los dos platos favoritos de Slade.
Antes, las visitas de Slade siempre eran escasas y poco frecuentes, pero ahora
que estamos a toda velocidad con los preparativos de la boda, su presencia es
necesaria para diversas reuniones y fiestas organizadas por nuestras familias.
Lo he visto más en los últimos seis meses que en los últimos seis años, y desde
ahora hasta agosto, hará viajes mensuales aquí.
Pronto comenzaré a viajar con él cuando establezcamos nuestra nueva vida
juntos en su ciudad natal de Palm Beach, Florida, donde, sin duda, destacaré
como el pulgar más dolorido de todos.
18
—¿Estás emocionada? —pregunta Addison mientras esperamos el regreso de
mi madre. Se encoje de hombros y me dedica una sonrisa incómoda que me dice
que odia las conversaciones triviales tanto como yo. Ojalá pudiera decirle que no
tiene que hacer nada de esto... entablar conversaciones triviales o tratarme como
una novia normal.
Pero, lamentablemente, no puedo.
De hecho, todo este asunto del matrimonio concertado está protegido con un
férreo acuerdo de confidencialidad incorporado en un acuerdo prenupcial. Lo
único que le falta es una certificación notarial del mismísimo diablo, aunque
nuestro abogado de toda la vida está bastante cerca.
En cualquier caso, me mata saber que todo el mundo a nuestro alrededor,
desde mis amigos más cercanos hasta las adorables y dulces ancianas con las
que hago trabajo voluntario, piensan que estoy locamente enamorada de Slade,
que lo elegiría a propósito.
Todo lo que saben es que “somos viejos amigos de la familia” y que “nuestros
padres están encantados de que nos casemos”.
—Dicen que los opuestos se atraen —me dijo Stassi cuando compartí la noticia
por primera vez con mis amigas. Estábamos cenando y les mostré unas cuantas
fotos que saqué de una revista de Miami que hizo una sesión de fotos de estilo
de vida con Slade. No tenía ni una sola foto espontánea de él en mi teléfono, ni
tampoco tenía nada de nosotros juntos.
Mientras pasaba mi teléfono a Elise, ella entrecerró los ojos antes de decir:
—Parece costoso.
Puse los ojos en blanco internamente porque Slade se lo tomaría como un
gran cumplido, pero luego Elise aclaró que se refería a “costoso” en el sentido de
que “estar con alguien como él podría requerir mucha terapia si alguna vez
estalla frente a ti porque por el amor de Dios, es guapísimo”.
—De acuerdo, chicas, ya estoy de vuelta. —Mi madre se sienta entre
nosotras—. ¿Dónde lo dejamos?
Mientras ella y la florista hablan entre ellas, me desconecto, pensando en
todas las cosas que preferiría hacer en lugar de casarme con Slade Delacorte…
si tan solo el destino me lo permitiera.
Pero el destino nunca ha estado de mi parte.
No espero que empiece a estarlo ahora. 19
Campbell:
Mi mamá me dijo que esta vez tenía que escribirte una carta más amable.
Pero no tengo nada amable que decirte.

Slade (8 años)

Slade:
¿Tienes amigos? Porque suenas como un antipático. Nunca sería amiga de alguien
como tú.

Campbell (7 años)
20
Campbell:
Bueno. Yo tampoco quiero ser tu amigo.

Slade (8 años)
3
Slade
Aterrizamos en el aeropuerto municipal de Sapphire Shores exactamente a
las 6:02 PM. Aunque me encantaría volar a lugares como Portland, o cualquier
lugar con más de unos pocos miles de habitantes, mi confiable equipo de vuelo
insiste en que esta es la ruta más eficiente. Y no están equivocados, pero sería
agradable ver alguna semblanza de las luces de la ciudad de vez en cuando en
lugar de un sitio que podría desaparecer del mapa en un instante y nadie
siquiera se daría cuenta de que ha desaparecido.
No entiendo por qué alguien elegiría vivir en este pueblo olvidado por Dios
con un solo semáforo.
Parece una postal de los años 80 y huele a mar, a algas podridas y a isla de
basura.
Palm Beach al menos huele bien.
A dinero.
Ambición.
Confianza.
Autos deportivos recién encerados.
21
Colonias italianas.
Flores exóticas.
Licores de primera calidad.
La energía eléctrica en el aire es palpable en cuanto pones un pie fuera.
Sapphire Shores es el tipo de lugar al que la gente va cuando quiere fingir que
no vivimos en un mundo a dos segundos de una guerra nuclear cada segundo
de cada día. El tipo de lugar donde la gente tiene huertas en sus patios traseros
y carreras de sacos de patatas en los picnics del 4 de julio. El tipo de lugar donde
la gente come en los mismos restaurantes mediocres durante décadas porque,
aunque la comida es mala, todo se trata de la tradición e historia. El tipo de
lugar en el que no importa quién sea el presidente porque, de todos modos, cada
uno vive en su propio mundo.
Tal vez sea así para algunas personas, pero no es para mí.
No estoy totalmente convencido de que este lugar exista en la vida real.
¿Quizás estoy atrapado en algún sueño lúcido y un día despertaré y no estaré
volando aquí una vez al mes en preparación para casarme con Campbell
Wakemont?
Un hombre puede soñar.
Por otro lado, si estoy soñando ahora, me encantaría despertarme en algún
momento entre ahora y el doce de agosto, concretamente.
Cuando bajo del avión, un reluciente Lincoln Town Car negro está esperando
en la pista. Si esto fuera Palm Beach, habría palmeras meciéndose, esperándome
para darme la bienvenida y no está fría y salada excusa de brisa.
—Señor Delacorte —me saluda mi chofer, un hombre diferente al de la última
vez, mientras otro hombre carga mi maleta en el maletero del auto—. Bienvenido
a Sapphire Shores. Seré su chofer durante los próximos cuatro días.
Cuatro días con los Wakemont...
Habrían sido cinco, pero uno de mis colegas programó ayer una
teleconferencia de emergencia de última hora con nuestra oficina de Berlín, lo
que me permitió posponer mi viaje un día más.
Gracias a Dios por los pequeños favores.
—¿Primera vez aquí? —El chofer me mira por el retrovisor mientras reviso el
correo electrónico en mi teléfono por millonésima vez hoy, una tarea que
últimamente se siente como jugar a golpear al topo, ya que Blythe Wakemont me 22
copia en todas y cada una de las piezas de correspondencia relacionadas con la
boda.
—Lamentablemente no. —Vuelvo a centrar mi atención en mi teléfono,
deseando silenciosamente poder chasquear los dedos y hacer aparecer de la
nada un panel de privacidad.
—¿Negocios o placer? —pregunta él.
Debe ser nuevo aquí. La mayoría de las veces, estos conductores son
silenciosos como ratones, justo como me gustan.
La charla trivial es una molestia incluso en los mejores días.
—Ninguno —respondo sin levantar la vista.
—Hmm —el hombre suelta una risa y enciende la señal de giro—. Es la
primera vez que escucho eso. ¿Algún plan mientras esté en el pueblo?
—Sí —respondo, aunque no hablo con él. Acerco el teléfono a mi oreja,
fingiendo recibir una llamada. Hablar por teléfono con absolutamente nadie no
es mi mejor momento, pero un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer.
El trayecto hasta la mansión Wakemont dura ocho minutos gracias a la grave
escases de semáforos en este pueblo.
Cuando nos detenemos frente a la centenaria mansión colonial de ladrillo con
sus seis columnas de mármol, la señora Wakemont ya está trotando hacia la
entrada circular sobre sus tacones, con los brazos extendidos como si estuviera
saludando a su persona favorita en el mundo entero.
—Slade, es maravilloso verte. —Me envuelve en un abrazo perfumado con
Dior, y cuando se aparta, noto que la suave piel de su chaqueta ha dejado
algunos restos en mi abrigo Armani de cachemira. Resisto el impulso de quitarlos
por respeto a mi futura suegra.
Aunque Blythe no ha sido más que amable conmigo desde que tengo uso de
razón, ha habido momentos en los que no estoy convencido de que no cambiaría
de vida con Campbell si se le presentara la oportunidad. Por emocionante que
sea esta boda, casi parece que ella es la novia en esta ecuación. Por otro lado,
lleva décadas planeando este evento y Campbell es su única hija. Supongo que
tiene reservado el derecho de estar emocionada.
—¿Cómo estuvo tu vuelo? —pregunta Blythe, sus ojos brillan mientras luce
una sonrisa tan amplia que podría quedar atrapada así—. ¿Sin retrasos ni
turbulencias?
Incluso si los hubiera tenido, no estoy aquí para quejarme. 23
Solo estoy aquí para cumplir con una obligación.
—El vuelo estuvo bien —contesto—. ¿Dónde está mi chica favorita?
La señora Wakemont pone los ojos en blanco y se ríe. Le encanta cuando me
refiero a Campbell con cualquier tipo de término cariñoso. Últimamente he
estado jugando a ver cuántos apodos cursis puedo decir manteniendo una
expresión seria. Hasta ahora he usado “mi Julieta”, “mi amada paloma”, “mi
hermosa muñeca” y mi favorito personal, “lo más querido de mi corazón”.
—Está adentro —dice, apartando su mano—. Dijo que hacía demasiado frío
para esperar aquí afuera.
A juzgar por el rubor en las pálidas mejillas de Blythe, no quiero saber cuánto
tiempo ha estado parada afuera esperando a que mi auto llegara.
—Si odia el frío, le encantará Palm Beach —comento mientras el chofer lleva
mi equipaje. Le doy un billete de veinte y le agradezco antes de seguir a Blythe
dentro de la casa que siempre me produce una intensa sensación de
claustrofobia.
No hay una sola pared en esta monstruosidad de doce mil pies cuadrados que
no esté revestida con paneles de caoba o empapelada. Antigüedades adornan
cada centímetro cuadrado de espacio en estantes o mesas, y hay suficientes
asientos en cada habitación como para organizar una reunión diplomática. Y los
cuadros, hay tantos óleos y retratos familiares que uno podría confundir
fácilmente este lugar con un museo de arte.
Mi casa en Palm Beach es... más sencilla.
Moderna.
Más limpia.
Más luminosa.
Diseñada tanto para el trabajo como para el ocio.
—¿Campbell? ¿Cedric? —Blythe llama a su hija y su esposo antes de tomar
mi abrigo—. Slade está aquí.
El aroma mantecoso y sabroso del solomillo Wellington invade el aire y el
sonido de pies arrastrándose se escucha desde uno de los muchos recovecos de
la casa.
—Espero que hayas traído tu apetito —dice mientras esperamos en el
vestíbulo—. Haré que alguien lleve tu maleta a tu habitación mientras comemos.
La cena casi está lista.
—Justo a tiempo. —Cedric se abre paso por el vestíbulo embaldosado, con la 24
mano derecha extendida como si estuviéramos a punto de hacer un trato
comercial, que es esencialmente lo que es este matrimonio concertado: dos
poderosas dinastías americanas que se convierten en una.
—Señor Wakemont, un placer verlo. —Estrecho su mano.
Cedric aprieta mi mano con fuerza antes de cubrirla con su izquierda, el
mismo movimiento de poder que hace mi padre... un pequeño truco que
aprendieron en sus días en Yale.
Aunque a veces los hace parecer idiotas, se podría argumentar que nadie
cerró un trato comercial de varios millones de dólares siendo una buena persona.
—Oh, vaya. Campbell se está tomando su tiempo, ¿verdad? —Blythe juega
con el collar de perlas alrededor de su elegante cuello, sin hacer el menor
esfuerzo por ocultar su molestia—. Déjenme ir a buscarla... ¿por qué no se
adelantan ustedes dos y nos encontramos en el comedor?
Sigo a Cedric hasta el comedor antiguo estilo club campestre, donde nos
espera una elaborada disposición. Copas de cristal, plata pulida, platos de
porcelana ornamentados con sus correspondientes platillos, y más caoba de la
que se debería permitir en una misma zona al mismo tiempo.
—¿Cómo está el viejo Tupper estos días? —pregunta Cedric sobre de mi padre,
con un brillo en los ojos mientras utiliza un viejo apodo de sus años
universitarios y alguna historia insufrible relacionada con un recipiente de
Tupperware y Dios sabe qué más. Como tal, mi padre detesta que lo llamen
Tupper, pero, en todo caso, eso solo motiva a Cedric a llamarlo así aún más. Los
dos son como hermanos que discuten como una pareja de ancianos casados pero
que se respaldan al final del día—. Lo siento, solo es gracioso cuando él está
aquí. ¿Cómo está Victor? ¿Todavía se está recuperando de esa cirugía de
hombro?
—Está ansioso por volver al campo de golf —tomo el asiento a su izquierda—
. El médico todavía no le dio el alta.
Cedric hace una mueca compasiva.
—Eso es lo que le pasa por intentar superarme en Pelican Bay el año pasado.
Se lo merece. ¿Y tu madre? ¿La incomparable Delia Delacorte? ¿Sigue
destrozando las canchas de tenis del Polo Palms Club?
—Cuando puede.
Cedric actúa como si no hubiéramos tenido esta misma conversación
exactamente hace cuatro semanas... y hace cuatro semanas antes de eso... y
hace cuatro semanas antes de eso. Por un tiempo, me preocupaba que pudiera 25
tener un problema neurológico, pero hace poco deduje que simplemente no sabe
cómo hablar conmigo porque no tenemos nada en común aparte de mi padre y
su hija, ¿y qué se puede decir sobre cualquiera de ellos que no se haya dicho ya?
¿Que no se sepa ya?
Aun así, le sigo la corriente con esta charla superficial que adormece mi
cerebro mientras esperamos a que mi futura esposa haga su elegante y tardía
aparición. Pero no pasa mucho tiempo antes de que nuestra conversación
alcance su inevitable pausa.
Nunca me ha gustado el silencio.
Le da a una persona demasiado tiempo para pensar, y tener demasiado de
cualquier cosa (con excepción del dinero) nunca es algo bueno.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo. El impulso de revisarlo es abrumador, pero
lo ignoro.
Preferiría estar trabajando.
Preferiría estar en Florida.
Preferiría estar en cualquier lugar menos aquí, fingiendo que no odio cada
momento de esta pantomima.
Nunca olvidaré el día en que mis padres me hablaron de este absurdo
acuerdo. Había terminado el segundo grado con las mejores calificaciones, así
que, como recompensa, mis padres me llevaron a tomar helado a este lugar en
el muelle. Unas puertas más allá, había un grupo de novios tomándose fotos.
Los observé, arrugando la nariz con disgusto mientras la mujer de blanco besaba
al hombre de negro. Mi madre se rio y empujó a mi padre, quien también parecía
divertido por mi reacción.
—Algún día serás tú, hijo —dijo él.
—Nunca —le dije entre lamidas de Rocky Road—. Las chicas son asquerosas.
—No siempre te sentirás así —intervino mi mamá.
Los dos intercambiaron miradas antes de que mi padre carraspeara.
—¿Qué dirías si te dijéramos que sabemos con quién te casarás? —preguntó.

En ese momento, no entendí lo que preguntaba. No tenía sentido. Pensé que


todos podían elegir a su pareja, lo que significaba que también podían elegir no
tener una en absoluto.
—Hay una chica —dijo mi madre—, y se llama Campbell. 26
—¿Como la sopa? —me reí.
Mi mamá sonrió con ternura.
—Sí, supongo. Pero tiene un apellido.
—Campbell Wakemont —pronunció mi padre—. Es la hija de un viejo amigo
mío. Su padre te ha prometido su mano.
—No quiero tomar su mano —dije, estudiando mi helado para optimizar mi
próximo bocado. Cuanto más continuaba la conversación, más cerca estaba del
cono de azúcar, la mejor parte.
—La mano en matrimonio, cariño —aclaró mi madre—. Significa que los dos
están prometidos el uno al otro. Ella será tu futura esposa y tú serás su futuro
esposo.
Mis padres habían hecho cosas raras antes, como la vez que mi padre
contrató a alguien para que se vistiera como Santa y se colara en nuestra casa
en Nochebuena porque pensaba que yo aún creía.
Pero esto no parecía eso.
—Vas a conocerla este verano —anunció mi madre, estudiándome—. Iremos
a Maine a visitar a los Wakemonts. Estoy segura de que los dos congeniarán.
Incluso podrían llegar a ser buenos amigos. Los mejores matrimonios se
construyen sobre la base de la amistad.
Nunca había tenido una amiga.
Y definitivamente no quería una.
—Pensamos que tal vez ustedes dos podrían empezar a intercambiar cartas —
continuó mi mamá—. ¿Para conocerse mejor?
—¿Como amigos por correspondencia? —pregunté antes de morder mi cono.
—Exactamente —exclamó mi padre—. Y sabemos cuánto te gusta escribir.
No es que me encantara escribir, simplemente era increíblemente bueno en
eso. El idioma español me había llegado pronto y con facilidad. Cuando tenía un
año, ya hablaba con frases completas. Cortas, pero completas. A los dos, estaba
escribiendo mi nombre. A los tres, estaba leyendo a nivel de jardín de infantes.
Para primer y segundo grado, estaba devorando libros de capítulos de nivel de
grado intermedio.
En la escuela, insistía en escribir todo con bolígrafo, no porque me gustara
cómo se veía (que sí me gustaba), sino principalmente porque nunca cometía
errores. Los lápices eran un desperdicio de espacio en un pupitre ya de por sí
abarrotado. 27
—Cuando lleguemos a casa, tal vez podrías escribir la primera carta —sugirió
mi madre.
—Creo que le hemos dado mucho demasiado pronto —murmuró mi padre,
inclinándose hacia ella—. Solo dejemos que el chico disfrute de su helado.
No volvieron a sacar el tema, al menos durante una semana.
Durante días, arrastré los pies para escribir esa estúpida carta. Y cuando
finalmente lo hice, estaba tan molesto con todo el asunto que simplemente le
dije a mi “futura esposa” que la odiaba. En mi mente de niño de ocho años,
estaba seguro de que, si era un imbécil, ella cancelaría nuestra boda. Eso era lo
que pasaba en las películas, de todos modos. Parecía bastante lógico.
Un mes después, nuestro avión aterrizó en un aeropuerto de mala muerte de
Maine.
Junto a una Escalade en marcha había un hombre y una mujer de la edad
de mis padres, y una niña con coletas rubias y el ceño fruncido.
Durante todo el primer día, no me habló, ni me miró, ni siquiera respiró en
mi dirección.
Estaba seguro de que mi estrategia de correos de odio había funcionado, que
no tardaría en decirles a sus padres que no quería casarse conmigo y yo estaría
libre.
Dios, era un mocoso ingenuo en aquel entonces.
—Ah, aquí está la joven del momento —anuncia Cedric, sacándome de mi
agridulce ensoñación—. Elegantemente tarde, por supuesto.
Como todo un caballero, me levanto hasta que ella toma asiento frente a mí,
y finjo no notar que sus labios están cubiertos con un bálsamo rosa pálido, sus
pestañas pintadas de oscuro, sus ondas rubias perfectamente alisadas y un
vestido negro ceñido que completa su look.
El negro debe ser su color característico porque últimamente es lo único que
usa.
Destacará en Palm Beach si sigue vistiendo como si estuviera de luto, pero la
dejaré aprender eso por sí misma.
Mi mirada se encuentra con la suya durante un interminable instante antes
de sentarnos.
—Te ves hermosa, Campbell —le digo mientras sus padres observan
conteniendo la respiración y ojos brillantes—. Como siempre.
Es como si ellos hubieran olvidado que toda esta situación es antinatural y
orquestada. 28
Pero nosotros no lo olvidamos.
Los ojos azul acero de Campbell brillan, como si pensara que estoy mintiendo,
como ya me ha pasado antes con varios cumplidos.
Pero la cosa es que, esta vez, estoy diciendo la verdad.
Ella es, indiscutiblemente, una de las mujeres más pecaminosamente
hermosas que jamás haya visto. Femenina en todos los sentidos de la palabra.
Cada detalle de esta odiosa criatura, desde su delicada clavícula hasta su silueta
de botella de Coca-Cola, sus largas piernas de corredora hasta el delicado arco
de sus pies talla 7, es absoluta perfección.
Podría usar una bolsa de papel y, aun así, seguir llamando la atención.
Esta mujer, sin lugar a duda, es la definición misma de una mujer
espectacular.
Tendría que estar ciego, ser estúpido o estar loco para afirmar lo contrario.
—Pareces cansado —dice con una sonrisa coqueta, recordándome al instante
que el juego que estamos jugando aquí nunca ha sido el de damas.
Siempre ha sido ajedrez.
Y siempre será ajedrez.
Para bien o para mal.
“Hasta que la muerte nos separe”.

29
Campbell:
Mis padres me están obligando a enviarte esta tarjeta de San Valentín. No fue mi
idea. Venía con un tatuaje de Spiderman, pero me lo quedé.

Slade (9 años)

Slade:
Ya tengo tarjetas de otros chicos. Además, seis tatuajes, cinco gomas de borrar, tres
lápices, una calcomanía de Dora y un anillo de flores rosado.

Campbell (8 años)

Campbell: 30
¿Tal vez deberías casarte con uno de ellos en lugar de conmigo?

Slade (9 años)

Querido Slade:
Tal vez lo haga.

Campbell (8 años)
4
Campbell
—Tengo algo para ti —Slade mete la mano en el bolsillo de su pantalón de
vestir y saca un objeto pequeño y oscuro.
Después de la cena, mis padres sugirieron que “nos acurrucáramos alrededor
de la chimenea” en la terraza trasera con un poco de vino como postre, pero en
cuanto nos acomodamos, de repente decidieron dar por terminada la noche y
nos dejaron solos para que nos pusiéramos al día.
Estoy segura de que piensan que nos están haciendo un favor, fomentando
el romance o algo así, pero mi tiempo a solas con Slade siempre está lleno de
indirectas y comentarios ingeniosos, y cada uno de nosotros mira la hora cada
dos segundos.
—¿Por qué? —pregunto.
Se ríe.
—Normalmente, cuando alguien te da un regalo, lo primero que sale de tu
boca no debería ser la palabra por qué…
Aclaro mi garganta y enderezo mi postura.
—Lo que quiero decir es que no intercambiamos regalos. Nunca me has
31
regalado nada. ¿Por qué ahora?
—No sabía que debía tener un motivo... —El crepitar del fuego proyecta
sombras en su apuesto rostro mientras sus ojos oscuros brillan de la manera en
que lo hacen cuando está tramando algo.
Mi estómago da vueltas contra de mi voluntad.
Siempre he amado y odiado cuando me mira. Es como si se estuviera
burlando de mí y al mismo tiempo desvistiéndome con su mirada, y no estoy
muy segura de cómo me siento al respecto. Todavía no he asimilado el hecho de
que vamos a tener que consumar nuestro matrimonio en algún momento en un
futuro cercano, ni siquiera nos hemos tomado de la mano. No porque nuestras
familias sean ultraconservadoras ni nada por el estilo... simplemente no hemos
querido.
Pero en menos de seis meses, sus labios estarán sobre los míos frente a un
mar de amigos y familiares.
Quizás no sería lo peor del mundo si empezáramos a ser semi amables el uno
con el otro mientras avanzamos hacia nuestra inevitable perdición.
Al fin y al cabo, estamos en el mismo equipo.
Deja caer un pequeño objeto de cuero en mi mano. Unido a él hay un elegante
colgante dorado.
—¿Qué es esto? —examino mi regalo en la oscuridad.
—La llave de mi casa —explica.
Paso las yemas de mis dedos por el llavero de cuero, dándome cuenta de que
tiene algún tipo de inscripción en un lado. Al examinarlo más de cerca, me doy
cuenta de que es una D mayúscula flanqueada por una C y una E… mi futuro
monograma.
Campbell Elizabeth Delacorte.
Aunque odie la idea de adoptar su apellido, debo admitir que Campbell
Delacorte suena mejor que Campbell Wakemont. Es más suave, se desliza por la
lengua más fácilmente de lo que debería.
—Fue idea de mi madre —dice antes de que pueda comentar.
—Gracias. —Cierro mi mano alrededor del llavero.
El plan siempre había sido que viviéramos en Florida después de la boda, no
solo porque es un conocido refugio fiscal para los ultra ricos como los Delacorte,
sino porque es la sede de Delacorte Media Group, uno de los conglomerados de
32
medios más poderosos del mundo con miles de empleados. No me atrevería a
hacer que ni una sola de esas personas inocentes se mude por mi causa, así que
acepté la mudanza. Además, Slade sería miserable en Sapphire Shores, y ya lo
será bastante en este miserable en este matrimonio. No hace falta redoblar la
apuesta.
—Todavía no es demasiado tarde para cancelar todo esto, ¿sabes? —Examino
su rostro mientras alcanzo mi copa de vino.
—¿Y renunciar a mi herencia? —replica Slade sin vacilar, recordándome que
siempre fue cuestión de dinero y nada más—. Nunca lo haría.
He leído el contrato un millón de veces, de principio a fin, a lo largo de los
años, con la esperanza de encontrar algún tipo de resquicio o manera de escapar,
pero el asunto está herméticamente sellado. No solo eso, Slade tiene más que
perder que yo. Si decidiera no casarse conmigo, perdería toda su herencia, una
fortuna cuyo valor se estima en unos noventa y ocho mil millones de dólares (si
Google es digno de confianza).
Si este acuerdo fracasa, su padre planea desmantelar Delacorte Media Group
pieza por pieza, un destino peor que la muerte para Slade, ya que ha convertido
su apellido y legado familiar en el propósito de toda su vida.
Nada, y quiero decir nada, es más importante para Slade que esta empresa,
por eso el padre de Slade ha establecido una serie de estipulaciones en el
contrato, estipulaciones que van más allá del simple matrimonio en sí.
Para nuestro primer aniversario, se espera que esté embarazada, suponiendo
que no haya problemas médicos verificables que impidan tal cosa. Una vez que
nazca el bebé, Slade recibirá una participación del diez por ciento en Delacorte
Media Group.
Para nuestro quinto aniversario, siempre y cuando tengamos dos hijos, Slade
recibirá otro veinticinco por ciento.
Para nuestro décimo aniversario, siempre y cuando sigamos casados, Slade
recibirá otro catorce por ciento de la empresa, mientras que el cincuenta y uno
por ciento restante estará bajo el control de una junta de fideicomisarios.
Para nuestro vigésimo aniversario o la muerte de Victor (lo que ocurra
primero), Slade recibirá las acciones restantes de Delacorte Media Group.
Para Slade, soy un medio para un fin.
Me necesita más de lo que yo lo necesito a él.
Naturalmente, mis padres me han amenazado con desheredarme si no acepto
el acuerdo. Aunque nuestra fortuna familiar es millonaria, es considerablemente
pequeña en comparación con la de los Delacorte.
33
Nuestro acuerdo prenupcial me garantiza cinco millones de dólares por cada
año de matrimonio, además de “bonificaciones” de veinte millones por cada hijo
Delacorte que traiga al mundo.
Aunque no tengo dudas de que podría ser feliz llevando una vida sencilla y
soy perfectamente capaz de resolver las cosas por mi cuenta y hacer mi propio
camino en este mundo, sé que podría generar más cambios y marcar diferencias
en la vida de las personas, y en el mundo, con una cuenta bancaria de ese
tamaño. En ese sentido, elijo ver el único y brillante lado positivo de pasar los
próximos veinte años como la señora Slade Delacorte.
Eso, y que siempre he querido ser madre.
Slade podría ser un auténtico imbécil el noventa y nueve coma nueve por
ciento del tiempo, pero tenerlo como padre sería como asegurar que mis futuros
hijos ganen la lotería genética. Es intelectualmente brillante. Determinado.
Atlético. Y guapo. Sin mencionar que él se aseguraría de que el mundo entero
estuviera al alcance de sus manos. ¿Qué madre no querría eso para sus bebés?
Por supuesto, tendré que trabajar el doble para mantenerlos humildes, pero
no tengo ninguna duda de que es factible, sobre todo si los involucro en mis
esfuerzos filantrópicos. Estoy pensando en comenzar con un santuario de
animales y expandirme a viviendas asequibles para las masas antes de lanzar
una campaña a nivel nacional para prohibir productos químicos dañinos en los
alimentos estadounidenses.
Tengo una larga lista...
Todo lo que tengo que hacer es casarme con el hombre sentado a mi lado.
—¿Has estado enamorado alguna vez? —le hago la pregunta que más me
ronda por la cabeza últimamente. Cuanto más nos acercamos al gran día, más
he estado luchando con la idea de que aún no sé lo que es amar o ser amada, y
casarme con él significa que quizá no tenga el privilegio de saberlo durante al
menos veinte años más.
—Nunca —toma un sorbo de vino, con los labios apretados y los ojos
entrecerrados—. ¿Y tú?
Niego con la cabeza. El crepitar del fuego y la oscuridad que nos envuelve
hacen que este momento parezca más íntimo de lo que probablemente es, y estoy
tentada a confesarle que todavía soy virgen, que solo he besado a un puñado de
chicos antes. Pero en vez de eso, me trago mis palabras y decido ser reservada y
cautelosa, como he sido todo el tiempo con él. 34
Hay una inteligencia en este hombre que es tan inquietante como sexy.
Lo último que debería estar haciendo es exponer mis vulnerabilidades a
menos que quiera que me manipule como un violín.
—Hay más en la vida que cosas como el amor. —Hay un atisbo de confianza
en su tono. O tal vez es arrogancia—. Además, dicen que el amor romántico dura
un mínimo de tres años. Es solo una fase alimentada por hormonas y novedad.
—¿Cómo puedes saber eso si nunca lo has experimentado? —pregunto.
—Tu argumento es débil. No tengo que asesinar a alguien para saber que
matar es algo malo o que no tengo ningún deseo de cometer tal acto.
—Comparas naranjas con manzanas.
—Todos tenemos derecho a opinar. Tú pediste la mía y yo te la di. —Bebe el
resto de su vino de un trago antes de abandonar la copa vacía en la mesa
auxiliar—. Se está haciendo tarde.
—Apenas son las nueve de la noche. Yo no lo llamaría tarde.
—Hablando como una auténtica noctámbula —dice el hombre que se
despierta a las cinco de la madrugada en punto sin alarma.
Imagino que los próximos veinte años estarán llenos de muchas noches
solitarias y tardías... más vale que me vaya acostumbrando.
Apretando la manta a mí alrededor con más fuerza, permanezco sentada en
mi silla junto a la chimenea. No es como si él necesitara que lo acompañe a la
habitación de invitados. No hay nadie más alrededor. No hace falta que
malgastemos nuestra preciosa energía en muestras falsas de amabilidad.
—¿Qué tan malo crees que será? —pregunto antes de que se vaya.
Él se detiene abruptamente.
—¿Perdón?
—Nuestro matrimonio sin amor —aclaro—. ¿Qué tan malo crees que será?
Slade reflexiona sobre mi pregunta con un momento de silencio.
—Malo no es la palabra adecuada —comenta—. No va a ser tan malo como el
hecho de que va a ser la cosa más difícil que cualquiera de nosotros haya hecho
jamás.
No estoy segura de qué esperaba que dijera, pero no era eso.
Bebo la pizca de vino que queda en mi copa y reflexiono sobre sus palabras y
nuestro futuro. 35
—¿Y si no tiene que ser difícil? —pregunto—. ¿Y si podemos encontrar una
manera de hacerlo más fácil?
Los labios carnosos de Slade se curvan hacia un lado mientras pasa la mano
por su espeso y oscuro cabello, y no puedo evitar notar las venas que sobresalen
en sus antebrazos. En un rincón de mi mente, imagino esas manos en mi cabello
y esos brazos musculosos sujetándome con fuerza.
—¿Qué? —pregunto—. ¿Qué tiene de gracioso?
—Tu optimismo —dice—. Buenas noches, Campbell.
Slade:
Lamento escuchar sobre tu gato. Tal vez la próxima vez no lo dejes vagar afuera y
entonces nadie lo robará.

Campbell (9 años)

Campbell:
Eres tonta y no tienes idea de lo que estás hablando.

Slade (10 años)

Slade:
¿Quizás estaba tratando de escapar a propósito? Eso es lo que yo haría si fuera tu
gato.
36

Campbell (9 años)

Campbell:

Si fueras mi gato, te dejaría escapar a propósito.

Slade (10 años)


PD: Mi gato regresó... no es que te importe.

Slade:
Debe haber tenido hambre.
O es estúpido.

Campbell (9 años)

37
5
Slade

—¡Ah, Slade, ahí estás! —Blythe me detiene en el pasillo, colocando su mano


en mi hombro sudado cuando regreso de mi carrera las cinco y media de la
mañana. Correr con este clima es brutal y mis pulmones se sienten como bloques
de hielo, pero estoy revitalizado, recibí mi dosis matutina de luz solar y ahora
estoy listo para enfrentar el día, y eso es lo único que importa—. Vamos a
desayunar dentro de una hora en el comedor. Sé que haces esa cosa de ayuno
intermitente, pero ¿nos acompañas al menos para tomar un café? Esperaba que
pudiéramos discutir el itinerario para el resto de tu estadía.
—Por supuesto. —No es como si tuviera algo más que hacer.
—Maravilloso. —La mirada sonriente de Blythe permanece en mí un momento
más antes de apartar su mano—. Nos vemos pronto.
Avanzo por el pasillo y paso por delante del dormitorio de Campbell. La puerta
está entreabierta por una vez, así que echo un vistazo al interior por primera vez.
El recargado papel tapiz floral y los muebles americanos teñidos en nogal hacen
que el espacio parezca sacado de una campaña publicitaria de Ralph Lauren de
1996. El escritorio de la esquina está repleto de fotos enmarcadas, cuadernos y
38
varias cintas, todo sirve como recordatorio de que, aunque conozco a esta mujer
de casi toda la vida, apenas sé algo sobre ella.
Una vitrina de cristal en el rincón más alejado alberga una colección de
muñecas de aspecto caro y me resulta extraño el hecho de que una mujer de
veinticuatro años duerma junto a ellas todas las noches, pero tengo la sensación
de que Blythe diseñó cada centímetro cuadrado de este espacio, así que no culpo
a Campbell.
En todo caso, siento pena por ella.
Cada día de su existencia ha sido microgestionado, orquestado y dictado.
Es lo único que tenemos en común.
La única cosa, de verdad.
—¿Ves algo que te guste? —La voz de Campbell hace que mi corazón se salte
un latido. Entre tanto ajetreo en su habitación, no había notado que estaba
parada entre todo eso.
—Sí —respondo—. Solo estaba admirando tu colección de muñecas de
porcelana.
Ella se esfuerza por contener una sonrisa, aunque sus mejillas se tiñen de un
tono rosa pálido, como si estuviera entretenida y avergonzada al mismo tiempo.
Me tomo un momento para observarla. Incluso con su cabello rubio brillante
amontonado en un desorden en la parte superior de su cabeza y restos de sueño
en sus ojos, sigue siendo una obra de arte, más bonita que cualquier muñeca en
cualquier estantería.
—¿Tu colección se unirá a nosotros en Palm Beach? —pregunto.
—Eso depende de tu futura suegra. Tengo la sensación de que dirá que la
humedad será mala para sus rizos, aunque realmente le agradas, así que tal vez
si lo pides amablemente, ceda.
Estoy apoyado en el marco de su puerta, algo de lo que no me había dado
cuenta hasta ahora. Cruzar el umbral se siente como un movimiento antinatural,
así que no doy otro paso. Dentro de seis meses compartiremos una cama y
nuestros cuerpos. No se me escapa la ironía de este momento, pero no tengo
tiempo de detenerme para pensarlo.
Sin decir una palabra, me dirijo a mi suite para tomar una ducha y
prepararme para el desayuno, y un día repleto de temidas actividades de
planificación de bodas.
Nunca he entendido el concepto anticuado del matrimonio ni por qué las
personas continúan manteniendo viva esta ridícula tradición cuando más de la 39
mitad de todos los matrimonios fracasan catastróficamente de todos modos.
Si fuera un hombre de apuestas, apostaría siempre en contra del matrimonio.
Desafortunadamente, no puedo permitirme ese lujo con nuestra unión.
Hablaba en serio anoche cuando le dije que esto iba a ser lo más difícil que
cualquiera de los dos haya hecho alguna vez. Afortunadamente para mí, puedo
hacer cosas difíciles. No puedo hablar por Campbell, aunque su optimismo es
admirable.
Tonto.
Pero admirable.
Campbell:
Solo te estoy enviando esta tarjeta de cumpleaños porque mi mamá dijo que tenía
que hacerlo. Espero que tengas un cumpleaños horrible. Espero que tu pastel esté
salado y que el helado se derrita en un gran charco de lodo. Si te hubiera comprado
un regalo, sería una bolsa de basura maloliente envuelta con un lazo verde vómito.

Slade (11 años)

Slade:
Estás enojado porque no fuiste invitado a mi fiesta.

Campbell (10 años)

40
6
Campbell

—¿Estás segura de que quieres anotarte para eso? —Slade señala con el dedo
el estrafalario plato para chips y salsas estilo festivo en mi mano mientras
buscamos en otra tienda para nuestra lista de bodas.
—¿Estás insinuando que tengo mal gusto? —Mantengo una expresión seria
sabiendo muy bien que es el plato para chips y salsa más feo que existe.
Él ladea la cabeza, levantando una ceja.
—Bueno, no estoy insinuando que tengas buen gusto.
—¿Qué tan genial se vería esto en nuestra fiesta anual del Cinco de Mayo en
la piscina?
—Estoy bastante seguro de que no acordé una fiesta anual en la piscina para
el Cinco de Mayo.
—Oh, pero lo hiciste. Lo colé en el contrato prenupcial —digo—. Artículo doce,
sección tres: festividades y celebraciones.
—Debo haber pasado por alto esa parte. —Con delicadeza toma el plato de 41
mis manos y lo vuelve a colocar en el estante—. Tengo la impresión de que solo
estás tratando de perder el tiempo mientras tu mamá elige nuestra vajilla de
bodas, pero déjame recordarte que aún tenemos que ir a cinco tiendas más
después de esta.
Odio lo bien que él puede leerme.
Es realmente cruel.
Capta más matices que algunas de mis mejores amigas.
—Tienes razón —susurro.
Esta mañana durante el desayuno, mi madre nos informó que pasaríamos el
día en Portland completando nuestra lista de bodas. No importa que la casa de
Slade ya tenga todo lo que una persona podría desear o necesitar, y más. La
mayoría de las cosas por las que nos anotamos probablemente serán donadas
de todos modos, así que estoy atenta a los artículos prácticos.
Solo he estado una vez en la mansión personal de Slade en Palm Beach, y no
me sentí precisamente como en casa. Aparte de que el lugar estaba helado
gracias a una gran cantidad de unidades de aire acondicionado que funcionaban
las veinticuatro horas del día, era muy amplio, expansivo, y me recordaba más
a una galería de arte moderno que a un lugar donde alguien encontraría
comodidad al final del día.
—Queridos míos, ¿qué opinan de estos? —Mi madre aparece de la nada,
sosteniendo dos platos: uno con un patrón floral en tono azul claro alrededor del
borde y el otro con bordes dorados en forma de volados—. No pueden equivocarse
con ninguno, en mi opinión. Verdaderos clásicos. Aunque, Slade, sé que prefieres
una estética más moderna, así que estaré encantada de buscar más opciones.
Slade y yo intercambiamos miradas, ambos desafiándonos silenciosamente
para que el otro hable primero.
Cualquier cosa que le diga a ella entrará por un oído y saldrá por el otro, así
que levanto las cejas y espero a que él decida.
—Para ser completamente honesto, Blythe, no puedo imaginarme usando la
vajilla en absoluto. Incluso así, parece un poco superfluo pedir veinte juegos de
cubiertos. No me gustaría que nuestros invitados malgastaran su dinero en algo
que va a acumular polvo en algún cajón. —Suaviza su expresión como si eso
pudiera suavizar el golpe que acaba de asestarle a mi madre, que se ha quedado
muda.
Aun así, estoy impresionada.
Las duras verdades rara vez le sientan bien, pero hasta ahora ella está 42
manteniendo la compostura.
—Hmm. —Examina los platos en sus manos—. Bueno, es tradición regalar
vajilla de boda, y la mayoría de las personas las exhiben en vitrinas para que
rara vez estén fuera de la vista, pero si estás absolutamente seguro de que no
las usarán…
Slade me mira sin decir una palabra, como buscando mi opinión.
¿Estamos realmente de acuerdo por una vez?
—Estoy de acuerdo —me acerco un paso más a Slade, ofreciéndole mi apoyo—
. Aprecio el gesto, pero no tiene sentido anotarnos para algo que nunca
usaremos.
—Está bien. —Ella apila los platos en sus manos—. Al menos elijan algunas
copas mientras estamos aquí, tienen unas copas de champán encantadoras allí.
Pueden usarlas en su día de bodas y brindar con ellas en cada aniversario, tal
como tu padre y yo lo hacemos.
La facilidad con la que mi madre finge que todo esto es normal nunca deja de
sorprenderme, así que no desperdicio mi aliento recordándole que no habrá
celebraciones de aniversario. Al menos no de mi parte. No tengo duda de que
Slade conmemorará con alegría los hitos específicos en los que acumule otro
porcentaje de su herencia.
—Claro —digo—. Iremos en esa dirección en un segundo.
Mamá se aleja trotando para devolver los platos a sus exhibidores, y me giro
hacia mi futuro esposo.
—Tú puedes elegir las copas —le digo—. Nunca me ha gustado mucho el
champán y dudo mucho que estemos celebrando algo, nunca. Quiero decir, con
lo difícil que será todo y todo eso.
Sus iris color café se iluminan, pero no ofrece una respuesta.
—Necesito un poco de aire. —Señalo las puertas y me dirijo en esa dirección
antes de que tenga la oportunidad de protestar. No es que vaya hacerlo. Estoy
segura de que él también quiere un respiro de toda esta cercanía.
Una vez afuera, tomo una bocanada de aire invernal y dejo que la fría luz del
sol me bañe. Es difícil creer que en menos de un año cambiaré las cuatro
estaciones por caimanes, mosquitos bien alimentados y tormentas tropicales.
Hundo la punta de mi bota de cuero en una pequeña montaña de nieve
cercana y escucho el satisfactorio crujido, un sonido que imagino que extrañaré
más que cualquier otra cosa el próximo año por esta época.
Hace años, cuando discutía con mis padres sobre este acuerdo, mi abuela me
llevó a un lado y me dijo que me enfocara en lo que estaba obteniendo de esto,
43
no en lo que estaba sacrificando. Me recordó que su matrimonio fue arreglado,
al igual que el de mis padres, y que todos ellos eran maravillosamente felices y
tenían una vida llena de bendiciones. Habló sobre la seguridad financiera, un
futuro brillante para mis hijos y una historia familiar que se remonta a la Edad
Dorada, ya que una de las bisabuelas de Slade fue una “princesa del dólar” de
la Edad Dorada.
Pintó un hermoso cuadro con sus palabras, lleno de esperanza, futuros
recuerdos alegres y todas las cosas buenas.
Si Abu estuviera todavía aquí, le habría encantado mi vestido de novia negro,
aunque también lo habría vetado.
Su inclinación por la tradición hacía que mi madre pareciera una aficionada.
—Ahí estás. —Una voz masculina interrumpe mi momento de tranquilidad
después de unos minutos.
Miro hacia donde está Slade parado fuera de la puerta de la tienda, con las
manos en los bolsillos y su aliento convirtiéndose en nubes con cada exhalación.
No me sorprendería que odiara el frío casi tanto como este arreglo.
—¿Mi madre te envió a buscarme? —pregunto, con la cabeza inclinada. Si
dice que no, será el susto de su vida, porque Slade no es de los que se preocupan
por el bienestar de nadie más que por el suyo propio.
—Por supuesto.
—Dile que fui a comprar un café helado a unas cuadras. Se pondrá histérica.
Será divertido. —Le guiño un ojo y él se queda allí, como si no entendiera. Y
supongo que no lo entendería. Solo la conoce a un nivel superficial y, aun así,
eso apenas es arañar la superficie de Blythe Wakemont—. Estoy bromeando. No
hagas eso.
Siento una vaga opresión en el pecho cuando me doy cuenta de que él y yo
probablemente nunca tendremos chistes internos como una pareja real. No
necesito una bola de cristal para saber que seremos dos barcos de paso en la
noche durante los próximos veinte años.
Tal vez Slade tenga razón: esto será más difícil de lo que imaginé.
—Creo que ella está lista para terminar todo y dirigirse al siguiente lugar… —
informa.
—Bien. —Lo sigo de vuelta al interior, y encontramos a mi madre en el
mostrador del registro, haciendo cumplidos con la encargada mientras repasan
una lista impresa.
Estamos esperando pacientemente un momento después cuando Slade se
44
inclina y con sus labios casi rozando mi mejilla, dice:
—Por cierto, elegí las copas de champán.
—¿Ah sí? ¿Cuál elegiste? —pregunto.
Sacando su teléfono, me muestra una imagen que debe haber tomado cuando
yo estaba afuera.
—No son copas, técnicamente son platillos de champán —explica—. Beber de
esta manera permite que una mayor superficie del champán entre en contacto
con el aire, lo que te permite degustar más de los aromas. Algunas personas
beben champán por las burbujas. Otros lo beben por la experiencia completa.
Típico de Slade: intelectualizar hasta el último detalle.
—Eso está muy bien —comento—, pero como dije antes, no me gusta mucho
el champán.
—¿Alguna vez lo has probado en un platillo?
—No puedo decir que lo haya hecho.
—Entonces tal vez te guste, solo que aún no lo sabes.

45
Slade:
Mi mamá dijo que debemos contarnos diez cosas que queremos que la otra persona
sepa para poder conocernos mejor. También dijo que tenemos que ser más amables
de ahora en adelante. Le dije que lo intentaría. En fin, aquí está mi lista:

1. Soy Sagitario (lo que significa que somos incompatibles ya que tú eres
Capricornio).
2. Mi comida favorita es cualquier tipo de vegetal verde, nadie me cree, pero es
verdad. Las coles de Bruselas y los espárragos son mis favoritos, luego la
rúcula.
3. Hablo tanto francés como inglés.
4. Soy pariente lejano de Ariana Grande por parte de mi madre.
5. Mi mejor amiga se llama Stassi. Tiene dos hermanos mayores que juegan
hockey y son súper molestos.
6. Me encantan las películas de miedo y nunca me dan pesadillas. 46
7. La parada de manos más larga que hice duró tres minutos y treinta y nueve
segundos.
8. Hago panqueques de plátano con chispas de chocolate muy, muy buenos.
9. Nunca me he roto un hueso ni he necesitado puntos.
10. Casi me ahogo una vez, pero mi niñera me salvó. Luego la despidieron.

Campbell (11 años)

Campbell:
Aquí tienes diez cosas sobre mí que creo que deberías saber:
Te odio.
Te odio.
Te odio.
Te odio.
Te odio.
Te odio.
Te odio.
Te odio.
Te odio.
Te odio.

Slade (12 años)

Slade:
Dime algo que no sepa ya.

Campbell (11 años)

Campbell: 47
Mi mamá está enferma. Apuesto a que no lo sabías.

Slade (12 años)

Slade:
Tienes razón. No lo sabía. Espero que se recupere pronto.

Campbell (11 años)


7
Campbell

—Esto se ve bien. ¿Quieres verla? —Señalo con el control remoto una película
que tengo lista en Netflix en la sala de estar: una comedia romántica
brillantemente colorida llamada Mr Perfect protagonizada por Rose Byrne.
Después de diez horas de compras en Portland para la lista de bodas, seguidas
de una cena de cinco platos en el restaurante italiano favorito de mi madre de
camino a casa, estoy vestida con un conjunto combinado de sudadera azul claro
y en completo modo teleadicta, y ni siquiera lo siento—. Creo que acaba de salir
hoy. El avance se ve divertido.
Normalmente elegiría algo del género de terror, pero no todos tienen el mismo
gusto refinado que yo.
—¿Qué? —Slade levanta la vista de su teléfono, escuchando a medias—. Sí,
como sea. Está bien.
Presiono reproducir y la habitación se queda a oscuras, salvo por la N roja
gigante en la pantalla y la tenue luz del celular de Slade en su mano. Lo que sea
que esté escribiendo o enviando por correo debe ser serio porque no hizo más
que suspirar y resoplar desde que se sentó hace unos minutos.
48
Esperaba que se retirara a su suite para pasar la noche cuando llegamos a
casa, pero murmuró algo sobre no querer estar encerrado y preguntó qué iba a
hacer. Antes de que tuviera la oportunidad de responder, mi madre sugirió que
“nos relajáramos con una película en la sala de estar” y se ofreció a hacer que la
encargada de la casa nos preparara sus “famosas” palomitas de maíz con queso
cheddar blanco.
Todo el asunto fue tan inocente como incómodo, y ahora aquí estamos.
El sonido de gemidos y jadeos se mezcla con una alegre canción pop mientras
empieza la película, y la cámara se desplaza hacia una cama cubierta de sábanas
desordenadas y piernas desnudas enredadas.
Oh dios... no tenía idea de que iba a empezar así.
De reojo, capto la atención de Slade, que poco a poco levanta la vista de su
correo electrónico y la dirige a la televisión.
El personaje de Rose Byrne agarra un puñado del cabello rubio ondulado de
su pareja mientras mueve las caderas debajo de él. Su rostro está contorsionado
y está sin aliento y sudorosa. Estoy bastante segura de que el sexo no es así en
la vida real, pero no podría asegurarlo.
¿Tal vez sí lo sea?
¿No sería salvaje?
—Más fuerte... sí... oh dios... no te detengas —jadea Rose mientras sus uñas
se clavan en la espalda musculosa de su compañero—. Así... sí... sigue así... más
fuerte, más profundo...
Envolviéndome con mi manta de lana merina, me hundo en el sofá. Soy una
mujer adulta, pero si mi padre entrara en este momento, me sentiría como una
adolescente humillada que quiere meterse en un agujero y morir. Cualquiera que
pasara por aquí pensaría que estamos disfrutando juntos de una película porno.
—¿Te gusta eso, Jasmine? —gruñe el Casanova rubio y musculoso en su oído
mientras la embiste—. Dios, estás tan mojada. Yo solo—
Rose deja de moverse y jadear, con sus ojos marrones muy abiertos y la boca
entreabierta.
—¿Qué acabas de decir? —pregunta, apartándolo de ella.
El hombre, claramente confundido, dice:
—Dije que estabas mojada...
—No, antes de eso. Me llamaste Jasmine. Mi nombre es Jessamyn —dice ella.
Con un empujón, el personaje de Rose lo saca de la cama, envuelve su cuerpo
49
desnudo y sudoroso con las sábanas enredadas y se escabulle hacia el baño,
cerrando la puerta tras de sí . El hombre, sujetando sus partes íntimas, corre
tras ella, golpeando la puerta y disculpándose por el error mientras obtenemos
una vista perfectamente enmarcada de sus glúteos bronceados y tensos.
—Dios, odio cuando eso pasa... —bromeo en un intento de hacer que esto sea
menos incómodo.
Slade frunce el ceño.
—¿Qué?
—Olvídalo. —Hago un gesto con la mano. Si tienes que explicar un chiste, eso
significa que no fue lo suficientemente gracioso para empezar.
Vuelvo mi atención a la película.
—¡Dije Jessamyn! —insiste el protagonista masculino mientras habla a través
de la puerta cerrada.
—¡Dijiste Jasmine! —grita Rose desde el otro lado—. ¡Y ese es el nombre de
mi hermana! Sabía que te gustaba. Lo sabía. Lo negaste cuando te lo pregunté
antes, pero tenía una corazonada…
La pareja en la pantalla sigue discutiendo, y espero completamente que Slade
se desconecte mentalmente en cualquier momento, pero no lo hace.
El montaje que sigue muestra al personaje de Rose echando a su novio y
arrojando su ropa por la barandilla del balcón de su apartamento en Manhattan.
No es precisamente algo innovador aquí, pero tengo curiosidad por ver cómo se
desarrolla porque la siguiente escena muestra a Rose llamando a su hermana,
la verdadera Jasmine, para contarle lo que sucedió. Sin embargo, la reacción de
Jasmine no es lo que el personaje de Rose esperaba... para nada.
—¿Alguna vez has deseado tener un hermano o una hermana? —pregunto,
lanzando un grano de palomitas saladas y con queso en mi boca—. Como que
nunca sabremos lo que es pelear con un hermano.
—Lo dices como si fuera algo malo.
—Es solo algo para reflexionar. —Mastico otro grano antes de ofrecerle el cubo
que supuestamente compartimos.
El niega con la cabeza, pasando. No insisto. Más para mí.
Mientras Jasmine y Jessamyn discuten por el rubio y musculoso chico ahora
sin hogar, vuelvo a echar un vistazo a Slade. La oscuridad de la habitación y el
destello de la pantalla del televisor iluminan su perfil perfecto, resaltando su
nariz fuerte y recta, su mandíbula prominente, sus labios carnosos y su espesa
cabellera. 50
Y pensar... que él será el padre de mis futuros hijos.
Ignorando el drama en pantalla, visualizo cómo podrían lucir nuestros bebés,
intercambiando diversas características como en el juego de Super Mario Bros
donde debes emparejar las tres partes de una estrella, hongo o planta.
Nuestra descendencia será hermosa... o de aspecto interesante.
—¿Por qué me miras así? —Slade rompe el silencio y su mirada oscura se
dirige hacia mí.
—No te estaba mirando. —Resoplo, metiendo a tientas unos granos de
palomitas en mi boca.
—Sí me mirabas. Y lo has estado haciendo durante unos minutos. Quizás
deberías ver esta película, la que escogiste.
—Está bien, de acuerdo —digo—. Solo estaba tratando de imaginar cómo
serían nuestros futuros hijos.
Frunce el ceño.
—¿En serio? ¿Eso era lo que estabas pensando justo ahora?
Asiento, masticando.
—¿No tienes curiosidad?
—La verdad es que no.
—¿Siquiera quieres tener hijos? —hago una pregunta de la que estoy bastante
segura de que ya sé la respuesta—. ¿O es solo otra obligación que tienes que
cumplir?
—¿Quieres tener esta conversación aquí y ahora? —cuestiona mientras el
drama de las hermanas sigue desarrollándose en la película. Tiene razón: sería
una banda sonora detestable para este tipo de discusión.
—No —digo.
La escena termina con las hermanas colgándose el teléfono una a la otra.
—¿Crees que los tendremos de la manera tradicional? —hago otra pregunta
que ha estado en mi mente últimamente. El contrato no dice que no podamos
recurrir a la inseminación artificial, la fertilización in vitro o incluso una madre
sustituta. Técnicamente, ni siquiera tenemos que consumar el matrimonio para
tener bebés...
Pero veinticuatro años es mucho tiempo para ser virgen, y no quiero pasar
otros veinte. Soy paciente, pero no tanto. Supongo que podría tener una
aventura, dado que la base de nuestro acuerdo nunca se construyó sobre el
amor, pero nunca me he considerado ese tipo de persona. Solo pensar en eso me 51
hace sentir... incómoda.
A pesar de lo insufrible que es Slade, apuesto a que puede causar estragos
en el dormitorio… en el buen sentido, quiero decir.
El sexo de odio existe por alguna razón.
—Esa era mi suposición, sí —responde. Sus palabras hacen que mi estómago
se agite.
Realmente quiere acostarse conmigo...
¿Cree que soy sexy?
¿Me encuentra atractiva?
¿O soy solo un agujero conveniente para llenar?
—¿Con cuántas personas estuviste? —pregunto mientras él alcanza su lata
de agua con gas de lima.
Casi se atraganta con su bebida.
—¿En serio?
—Sin juzgar. Solo por curiosidad.
Se aclara la garganta y aprieta los labios.
—No sé ese número de memoria.
—Tantas, ¿eh? —levanto las cejas.
—No, simplemente no es algo en lo que piense. —Se recuesta en el sofá,
pasando la palma de su mano por la parte superior de su muslo musculoso
mientras respira profundamente. Sus labios se mueven suavemente mientras
susurra para sí mismo—. Doce, trece quizás.
—¿Cuál es? ¿Doce o trece?
—¿Hace la diferencia para ti?
Pongo los ojos en blanco.
—Simplemente no quiero ser el número trece. Es de mala suerte.
—¿Quién lo dice?
Pongo una mano sobre mi pecho.
—Lo dice moi.
—Nunca te consideré como una persona supersticiosa —dice—. Sabes, las
personas supersticiosas tienden a ser las más fáciles de manipular.
—¿Quién lo dice? 52
—Lo dice el Journal of Political Science —cita su fuente, como el nerd
atractivo que es—. Las personas que creen en cosas sin pruebas tienden a creer
más cosas que la persona promedio.
—No soy idiota.
—No estoy diciendo que seas idiota.
—De todos modos. —Alcanzo el control remoto y rebobino un poco la
película—. No tienes tanta experiencia como asumí que tendrías.
—¿Esperabas que mi número fuera más alto?
Me rio.
—Mucho.
—¿Cuánto?
—Tal vez treinta, quizás cuarenta —digo—. Quiero decir, eres un chico
atractivo. Vives en una ciudad llena de mujeres hermosas. Viajas por todo el
mundo. Supuse que querrías sembrar tantas avenas salvajes como pudieras
antes de tener que casarte conmigo.
—Gracias por estereotiparme. Te lo agradezco.
Resoplo.
—Cuando quieras.
—¿Y tú? —cambia de tema antes de que podamos profundizar más en su
número—. ¿Con cuántos has estado?
Levanto el puño y formo un cero con los dedos.
—Mentira —dice.
—Dame una Biblia ahora mismo y lo juraré.
—¿En serio?
—En serio. Soy virgen —digo.
—¿Te... reservaste para mí? —Frunce el ceño mientras me observa.
En la televisión, Rose Byrne toma su martini de limón y escanea un bar en
busca de alguien para llevar a casa y tener sexo de venganza. Quienquiera que
haya escrito este terrible guion le hizo un flaco favor a Rose. No es más que un
cliché tras otro.
—No a propósito —explico—. Simplemente... nunca surgió la oportunidad.
Siempre fui a escuelas solo para chicas, luego fui a una universidad solo para
chicas. Nunca me molesté en salir con alguien porque tenía miedo de 53
encariñarme o de que él se encariñara y todo terminara inevitablemente en un
desengaño amoroso, puesto que ya estaba prometida a alguien, así que era más
fácil evitarlo por completo.
—¿Te han besado alguna vez?
—Por supuesto —contesto—. Muchas veces. Y también he tenido cosas con
chicos.
Apoya el codo en el respaldo del sofá mientras gira su cuerpo hacia mí. Es
como si me viera bajo una nueva luz, aunque no puedo decir si esa luz es
halagadora o espantosa. La mitad de mí pagaría un centavo por saber sus
pensamientos, pero la otra mitad se opone con vehemencia en caso de que esté
pensando en cómo mi inexperiencia podría llevar a una noche de bodas
decepcionante.
—Casi la perdí con un chico en mi último año en Wellesley. Lo conocí en una
fiesta en una casa y la estábamos pasando bien, conectando. Y era simpático. Y
gracioso. Y guapo. Pero cuanto más lo pensaba, más sabía que no quería que mi
primera vez fuera con algún tipo al azar con aliento a cerveza. Además, me seguía
llamando Cami, y odio eso. Lo tomé como una señal. Además, tenía una extraña
obsesión con Modest Mouse. Llevaba puesta una camiseta de Modest Mouse.
Llevaba en su billetera entradas de conciertos de Modest Mouse. Incluso tenía
un tono de llamada y una funda de teléfono de Modest Mouse.
—Parece que esquivaste una bala esa noche. —Su boca se eleva hacia un lado
mientras arrastra la yema del dedo sobre ella. Vuelve a mirarme como si me
estuviera desnudando con la mirada o analizando vulnerabilidades que no sabía
que tenía.
El calor sube por mi cuello y trago con dificultad.
De fondo, Rose y un lujurioso trajeado están teniendo relaciones en el baño
de una discoteca. Él la apoya en el lavabo y rasga su ropa interior mientras ella
echa la cabeza hacia atrás y gime como una sirena hambrienta de sexo.
—No es realmente así, ¿verdad? —señalo la pantalla—. No es tan incómodo y
desesperado, ¿verdad?
Slade suelta una carcajada.
—No.
—Bien.
Para mí, el sexo siempre ha sido un concepto lejano. Aparte de hojear las
partes obscenas de las novelas románticas de las farmacias y deleitarme con
escenas sensuales en películas a lo largo de los años y escuchar los relatos de
las hazañas nocturnas de mis amigas, siempre ha sido el tipo de cosa que todos 54
los demás hacían, excepto yo.
Es extraño pensar que, en menos de seis meses, estaré diciéndole adiós de
una vez por todas a mi virginidad.
—¿Eres bueno? —pregunto, apoyando la cabeza en mi mano—. En la cama,
quiero decir.
Slade suena ofendido.
—¿Qué tipo de pregunta es esa?
—¿Cómo eres? ¿Eres atento? ¿Te tomas tu tiempo? ¿O simplemente haces lo
tuyo, esperas a que finja un orgasmo y sigues tu camino?
—Suena como si hubieras visto demasiadas películas mediocres de Netflix.
—Eso no responde mis preguntas.
—No lo sé. —Frunce el ceño mientras reflexiona sobre su respuesta—. Me
tomo mi tiempo. No me apresuro. Pero soy eficiente. —Levanta una mano—. Pero
no demasiado eficiente. —Su lengua se desliza por sus labios—. Para mí, no
termina hasta que ambos estemos satisfechos. No importa cuánto tiempo lleve.
Mi corazón da un vuelco en mi pecho.
¿Es posible que a Slade, con todo su glorioso egoísmo, realmente le importe
el placer de otras personas?
—Así que ¿siempre haces que tu pareja llegue al orgasmo? —pregunto.
—Cada vez.
—¿Cómo estás seguro?
—Para empezar —comienza—, cuando una mujer se viene, todo su cuerpo se
tensa. Es una respuesta involuntaria. Puedo sentir cómo se contrae alrededor
de mi pene. Sus músculos se tensan, su respiración cambia. Después, su cuerpo
se estremece un poco, sobre todo cuando lo saco o cuando paso los dedos por
sus partes sensibles. Temblará. Esa es mi prueba. Así es como lo sé.
El pensamiento de sus dedos entre mis muslos invade mi cabeza antes de
que tenga la oportunidad de detenerlo, y me retuerzo en mi asiento. Esperaba
que soltara alguna declaración egocéntrica como “Un hombre simplemente sabe”
o alguna tontería por el estilo, pero maldita sea.
Aclaro mi garganta, que está tan tensa y apretada como, bueno, el resto de
mí cuerpo.
—¿Te incomoda esta conversación? —pregunta.
¿Tan evidente es que me retuerzo? Supongo que lo es para un hombre que se
da cuenta de todo... 55
—No —miento. No me está incomodando tanto como me está haciendo pensar
en él de maneras que nunca pensé que podría antes.
Siendo completamente honesta, las veces que he imaginado a los dos
consumando nuestro matrimonio, siempre ha sido en la posición del misionero,
en la oscuridad, con nuestras miradas apuntando en direcciones opuestas
mientras lo hacíamos en cinco minutos.
Nunca imaginé que Slade tuviera un hueso atento en su cuerpo.
—Me sorprendiste, eso es todo —comento.
—Espero que de manera positiva.
Reprimo una sonrisa. A fin de cuentas, el hombre tiene un ego del tamaño de
Júpiter y sus ochenta lunas juntas. Cualquier elogio adicional y su cabeza podría
literalmente explotar.
La escena de la película que se reproduce al otro lado de la habitación consiste
en Rose preparándose para una cita con el chico que conoció en el bar. No
esperaba que le gustara. Se suponía que iba a ser una aventura por venganza y
nada más. Ahora está afeitando frenéticamente sus piernas y cambiando su
vestido cada dos segundos y maldiciendo en voz baja, tratando de reunir el coraje
para cancelar con él porque no está en condiciones para entrar en otra relación,
pero el sexo es bueno. Se recuerda a sí misma lo del sexo. Y su compañera de
piso le recuerda que el amor y el sexo pueden ser mutuamente excluyentes si lo
permites.
Un rayo de esperanza se abre paso en medio del caos ficticio de Rose.
Quizás Slade y yo nunca estemos enamorados, pero tal vez, solo tal vez,
podríamos tener una vida sexual muy ardiente.
Podría conformarme con eso.
Especialmente si es tan atento como dice ser.
Me concentro en la película y hago todo lo posible para prestar atención a lo
que está sucediendo, pero mis pensamientos están desordenados, imaginando
todo tipo de escenarios traviesos entre los dos.
Pero en algún momento entre el comienzo de esta película y ahora, el espacio
entre nosotros en el sofá se ha reducido. De hecho, estamos tan cerca que puedo
sentir el calor que irradia su cuerpo, invadiendo mi espacio junto con una pizca
de su colonia picante.
No pasa mucho tiempo antes de que estemos inmersos en otra escena de sexo 56
exagerada.
No estoy segura de sí es mi propia represión sexual o una combinación de
todo, pero cada átomo de mi cuerpo está eléctrico y estoy bastante segura de que
voy a explotar si no hago algo al respecto pronto...
Miro la hora en mi teléfono, apenas llevamos treinta minutos de esta película
y nos queda al menos otra hora. Una hora tortuosa aquí sentada soñando
despierta con las caricias de Slade como la virgen curiosa que soy...
Me incorporo, alcanzo mí la Coca-Cola light, las palomitas e intento mantener
la cabeza fría. En todos los años que nos conocemos, nuestras conversaciones
nunca han rozado siquiera la superficie de este tipo de cosas.
Rose Byrne lleva a su cita a casa para tomar una copa, lo que termina con él
arrancándole la ropa y haciéndolo en la isla de la cocina.
Ella llega al clímax no una, sino dos veces, una vez por su boca y otra por su
pene.
Él no dice el nombre de su hermana.
Le hace panqueques cuando termina porque ya es tarde, ella tiene hambre y
todos los buenos restaurantes están cerrados. Después de eso, se queda a dormir
y permanecen despiertos toda la noche hablando sobre todas las cosas que
tienen en común: autores que aman, lugares a los que han viajado.
Parpadeo y somos nosotros dos en esa pantalla, acostados en la cama, riendo,
mirándonos solo el uno al otro.
Pero mis fantasías silenciosas sobre Slade se detienen abruptamente cuando
me doy cuenta de que me estoy adelantando a los acontecimientos.
Esto me pasa por beber demasiado vino en la cena.
Solo porque un chico sepa cómo manejar un clítoris no significa que vaya a
cumplir con todas las demás expectativas también; ese tipo de cosas solo ocurren
en las películas.
Slade y yo nunca seremos ese tipo de pareja.
A medida que avanza la película, me encuentro echándole más miradas,
preguntándome cómo será nuestra primera vez. La curiosidad siempre ha sido
mi segundo nombre, para disgusto de mi madre. Solía decirme que mi cabeza
estaba llena de demasiadas preguntas y necesitaba hacer espacio para otras
cosas, pero no puedo evitarlo.
—¿Todavía te preguntas cómo serán nuestros hijos? —pregunta Slade
cuando finalmente me atrapa. Su mirada oscura mantiene cautiva la mía.
—No —contesto—. Esta vez estaba mirando tus labios, preguntándome qué 57
tipo de besador eres.
Se ríe.
—¿Por qué?
—Es un poco molesto que tengamos que darnos nuestro primer beso delante
de seiscientas personas —digo—. ¿Y si es malo? ¿Y si giro la cabeza a la izquierda
y tú también lo haces? ¿Y si nos golpeamos los dientes? O…
—Puedo asegurarte de que soy un besador excelente y no tendrás nada de
qué preocuparte —declara—. Además, ¿quién dice que tienes que esperar hasta
el día de nuestra boda para averiguarlo?
—¿Qué, como si fuéramos a besarnos antes solo por diversión? —Me rio de
su ridícula idea—. ¿Porque queremos? ¿Porque nos apetece? Sí, claro.
Eleva un hombro musculoso y levanta la barbilla.
— Te estás riendo, pero a mí no me hace ninguna gracia. Te besaría ahora
mismo.
Mi estómago da un vuelco, nuevamente.
La forma en que lo dice, tan tranquilo y seguro, y la determinación en sus
ojos, es como si me estuviera cazando, sabiendo de antemano que me tiene
atrapada en su red.
Me ruborizo y agradezco la oscuridad para que él no pueda veme.
Quizás lo esté imaginando, pero la distancia entre nosotros se ha reducido
una vez más.
Sus yemas rozan la parte superior de mi brazo, dejando mi piel erizada a su
paso. La comprensión de que esto es exactamente lo que mi madre
probablemente quería que ocurriera interrumpe mis pensamientos y amenaza
con arruinar este momento, pero lo aparto a la fuerza.
—Siempre has tenido la boca más bonita —dice mientras lentamente posa su
mano en el costado de mi rostro. Sostiene mi barbilla y pasa la yema del pulgar
por mi labio inferior. Esto es, literalmente, el momento más íntimo que hemos
compartido—. En forma de corazón. Suave. Deseable.
Sus palabras profundizan el rubor de mis mejillas en al menos tres tonos,
estoy segura.
Nunca nadie me ha hablado así antes, como si fuera un ser sexual y no solo
la amiga de alguien o la hija de alguien.
Me mira fijamente y, por mucho que intento apartar la mirada, no puedo.
Mi curiosidad me tiene impotente, congelada. 58
—¿Se supone que debo sentirme halagada? —Refuerzo mi determinación y
rompo mi silencio, negándome a derretirme en sus manos. Incluso si estoy
prometida a él, aún tiene que conquistarme. Además, esto no cambia nada. Él
sigue siendo grosero. Y arrogante. Y egocéntrico. Y obsesionado con el dinero.
Nada de lo que quisiera en un esposo.
—No lo sé —dice—. ¿Deberías?
¿Halagada? No.
¿Excitada? Extrañamente... sí.
Pero eso es entre yo, yo misma y yo.
Mi boca se seca mientras mi atención se centra en sus labios. Su mano se
desliza hasta mi cuello, las yemas de sus dedos se introducen en mi cabello
mientras parece estar a segundos de devorarme.
—Oh, ahí están ustedes dos. —Una voz que no pertenece ni a Slade ni a mí
atraviesa la tensión viscosa en la habitación.
Es mi padre.
Sin dudarlo, tomo el control remoto y pauso la película en caso de que Rose
Byrne vuelva a hacer de las suyas.
—Tu madre dijo que estaban aquí viendo una película —dice, completamente
ajeno a lo que estaba a punto de suceder hace un momento—. No los había visto
desde esta mañana. Solo quería darles las buenas noches antes de irme a
dormir.
Intercambiamos buenas noches, y mi padre se va, llevándose consigo la
tensión que habíamos estado construyendo durante los últimos cuarenta y cinco
minutos.
El momento desapareció.
Aunque tal vez sea lo mejor.
—Yo también estoy un poco cansada. Debería dar por terminado el día. —
Fingí un bostezo. Mi cuerpo todavía está tambaleándose y no confío en mí misma
para sentarme junto a Slade durante los próximos cuarenta y cinco minutos sin
hacer algo estúpido como ofrecerme a él en bandeja de plata porque ha dominado
el arte del juego verbal previo.
—Nunca te vas a dormir tan temprano. —Frunce el ceño. Por supuesto que
sabe a qué hora me acuesto. Se da cuenta de todo lo que hago. 59
—Hay una primera vez para todo. —Me levanto, doblo la manta y la coloco en
el brazo del sofá. Recojo mi Coca-Cola light y me meto el cubo de palomitas
debajo de mi brazo—. Mejor suerte la próxima vez.
Slade:
Hace tiempo que no sé nada de ti. Espero que tu mamá esté bien. Mi mamá me dijo
que le envió a tu mamá sus flores favoritas, los narcisos. Tuvieron que importarlas
desde el sur del ecuador porque aquí sólo crecen en primavera. Espero que le gusten.

Campbell (11 años)

Campbell:
Mi mamá sigue enferma. Dijo gracias por las flores.

Slade (12 años)

60
8
Slade

Estoy ajustando el cuello blanco almidonado de mi esmoquin el sábado por


la mañana cuando mi teléfono vibra con un mensaje de texto de mi tío.

OLIVER: ¿Cómo va todo? ¿Sigues vivo por allí? Solo asegurándome de que no
te hayas congelado hasta la muerte.
YO: Esa broma es tan mala hoy como lo fue el mes pasado. Necesitas inventar
un nuevo material.
OLIVER: Lo que sea. Solo quería saber cómo estabas. Hace días que no sé
nada de ti. Perdóname por preocuparme por tu trasero tenso.
YO: Blythe me tiene muy ocupado con toda esta mierda de la planificación de
la boda.
OLIVER: No actúes como si no estuvieras disfrutando cada segundo. Todo
niño sueña con el día de su boda. ¡Este es tu momento para brillar, amigo! ¡¡Este
es tu momento!! ¡Va a ser el mejor día de tu vida! [emojis de novios] [emoji de
iglesia] [emoji de flores]
61
YO: Lo dice el tipo que dejó plantada a su novia en el altar hace cuatro años.
Además, ¿qué hombre de treinta y cinco años usa esos emojis? Siento vergüenza
ajena por ti.
OLIVER: En mi defensa, acababa de descubrir que mi novia se había
acostado con mi padrino. Cambié un cliché por otro. Y tengo suficiente seguridad
en mi hombría como para usar esos emojis. Siéntete libre de seguir mi ejemplo.

Pongo los ojos en blanco y coloco mi teléfono a un lado para poder terminar
de vestirme. Cuanto antes salga de este probador, antes podrá el sastre hacer
sus marcas y podremos marcharnos.
—¿Cómo va todo ahí adentro, Slade? —grita Blythe desde el otro lado de la
cortina—. ¿Necesitas algo?
—Saldré en un minuto —contesto.
—¿Estás seguro? —añade Campbell desde afuera—. Porque parece que estás
usando tu teléfono ahí adentro.
—Slade, cariño, por favor dime que no estás trabajando un sábado —se queja
Blythe como si fuera lo peor del mundo. Recuerdo vagamente que hace años mis
padres hablaban de cómo Blythe le dio un ultimátum a Cedric sobre su horario
de trabajo y que los sábados eran sagrados. Mi madre nunca le hubiera hecho
eso a mi padre.
Los Delacorte son trabajadores incansables.
Nunca nos tomamos un día libre.
No está en nuestra sangre.
Incluso mi tío Oliver, que vive de un pequeño pero confortable fondo
fiduciario, dirige un pequeño negocio de yates como un trabajo secundario a
pesar de no necesitar trabajar en absoluto.
Unos minutos después, estoy ajustando mi pajarita de raso negro y
poniéndome una chaqueta negra.
Dios, parezco un cretino de primera clase con este esmoquin de pingüino.
Un cretino caro, pero un cretino, al fin y al cabo.
Apartando la cortina, salgo del vestidor y entro en el área donde Blythe y
Campbell están esperando.
Blythe jadea, colocando una delicada mano sobre su clavícula. 62
—¡Qué guapo eres! Dios mío. Mira eso. Campbell, ¿no es simplemente
impresionante?
La mirada azul y bonita de Campbell se desvía de la pantalla de su teléfono
y, aunque intento evaluar su reacción, no me dice nada. Aún no he determinado
si me encuentra guapo. Anoche afirmó que pensaba que había estado con casi
cuarenta mujeres porque era atractivo, pero eso no significa que ella me
encuentre atractivo. Supongo que no importa. Está atrapada conmigo de todos
modos.
Mientras tanto, Blythe sigue deshaciéndose en halagos.
—¿Qué te parece? —le pregunto a mi futura esposa mientras doy una vuelta.
—Parece... como un esmoquin... —se encoge de hombros—. No sé qué más se
supone que debo decir.
Blythe le da un codazo en las costillas a su hija, se inclina y le susurra algo.
La boca en forma de corazón de Campbell forma una sonrisa cómplice que
desaparece en un instante.
—Lo siento. Te ves muy bien —dice Campbell sin un ápice de emoción o
entusiasmo genuino—. Serás el galán del baile, o lo que sea que corresponda
para los hombres.
Mi mirada se posa en esa inteligente boca suya.
Hace doce horas, esa desembocadura en forma de corazón casi fue mía...
hasta que su padre arruinó el momento.
Últimamente he pensado en sus labios carmesí más veces de las que jamás
admitiría ante nadie.
Solo quería probar... una muestra.
Ella es virgen.
No habría llegado demasiado lejos, demasiado rápido.
Soy muchas cosas, pero no eso.
Esperaba que retomáramos donde lo dejamos en cuanto su padre se fue, pero
ni hablar.
Campbell descubrió mis intenciones.
Si fuéramos piezas de ajedrez, ella sería un caballo, que nunca se mueve en
línea recta, así que nunca sabes a dónde irá después.
Impredecible en cierto sentido.
—El blanco y negro es una combinación tan atemporal —reflexiona Blythe
mientras se levanta y me examina desde todos los ángulos. Tirando y estirando 63
varias partes, le dice al sastre qué cambiar y ajustar—. Y nunca puedes
equivocarte con Dior.
Campbell pone los ojos en blanco cuando Blythe no mira. Cuanto más cerca
estoy de estas dos, más me doy cuenta de la cantidad de nombres y marcas que
menciona la señora Wakemont, sobre todo en presencia de otras personas.
Es un poco exagerado.
Un signo incuestionable de inseguridad también, lo cual es sorprendente
considerando cuánto dinero tienen los Wakemont. Claro, no son los Delacorte,
ni siquiera cerca, pero están en la cima.
Campbell, en cambio, aún no ha llevado ni una sola prenda o accesorio con
logos de diseñadores. Al menos no conmigo.
Anoche en la cena, cuando su madre estaba hablando sobre los vestidos de
dama de honor de Oscar de la Renta que se están retrasando, Campbell afirmó
que no habrían tenido ese problema si hubieran optado por el diseñador local
que ella quería apoyar.
Me mantuve al margen de esa batalla, pero seguía impresionado en silencio
por la postura de Campbell.
—¿Te conté lo que tu prometida intentó hacer el otro día? —Blythe coloca su
mano en mi brazo y en su rostro comienza a dibujarse una amplia sonrisa, como
si estuviera a punto de reírse de un chiste que aún no ha contado.
—¿Qué pasó? —pregunto.
—Intentó elegir un vestido de novia negro. —Blythe me da una palmada en el
brazo—. ¿Puedes creerlo?
Dirijo mi atención a Campbell, mi pequeña pieza de ajedrez.
—Sí —respondo—. En realidad, puedo creerlo.
—Y luego intentó seleccionar flores para funeral —continúa Blythe, riendo
mientras juega con el brillante colgante de diamantes que lleva en su cuello—.
Esta chica me mantiene alerta. También te mantendrá alerta a ti.
No le digo que Campbell ya lo hace.

64
Campbell:
Empiezo a pensar que tiene que haber una forma de escapar de esta estúpida idea de
matrimonio. Intenté hablar con mi consejera escolar al respecto, pero se rio y pensó
que estaba bromeando. Me dijo que nadie puede obligar a nadie a casarse con
alguien porque vivimos en un país libre. Tal vez si seguimos diciéndole a nuestros
padres que no queremos hacer esto, no nos obligarán ¿verdad?
¿Qué van a hacer? ¿Arrastrarnos por el pasillo en el día de nuestra boda pataleando y
gritando frente a todas esas personas?
Dime lo que piensas.

Campbell (12 años)

Campbell:
65
¿No crees que ya lo intenté? Voy diez pasos por delante de ti. Avísame cuando se te
ocurra una idea inteligente que en realidad no sea una tontería.

Slade (13 años)

Slade:
Si estás diez pasos por delante de mí y nada ha funcionado, significa que tus ideas
también apestan. Por si lo olvidaste, estamos luchando por la misma causa.
No siempre tienes que ser un idiota.
Campbell (12 años)

Campbell:
Mi padre siempre dice que ser amable no compensa, pero se espera que yo sea
amable contigo para recibir el pago.
Si eres tan lista, haz que eso tenga sentido.

Slade (13 años)

66
9
Campbell

—¿En serio estás viendo esto sin mí? —Slade se encuentra en la puerta de la
sala de estar el sábado por la noche.
—Oh, lo siento. —Pongo en pausa Mr. Perfect—. No sabía que te interesaba.
—No me interesa —dice él—. Pero estoy involucrado. Quiero saber si
Jessamyn termina con Mr Perfect y si su hermana y su ex reciben su merecido.
—Hmm. —Inclino la cabeza—. Suena como si te interesara.
Se sienta a mi lado y el peso de su cuerpo hunde el cojín del sofá lo suficiente
como para crear algún tipo de atracción gravitatoria que me acerca a él unos
centímetros más que antes.
Es difícil saber si es un movimiento estratégico e intencional o simplemente
una coincidencia, pero tengo mis sospechas.
Presiono play e intento ponerme cómoda a pesar de que mi muslo y su muslo
prácticamente se están fusionando en un solo y estamos tan cerca que puedo
saborear la menta en su aliento cuando exhala. 67
Debe haber cepillado sus dientes antes de entrar aquí...
—¿Es cierto que querías un vestido de novia negro? —pregunta cuando
estamos a mitad de la siguiente escena. Rose Byrne está duchándose con Mr.
Perfect y en un lapso de treinta segundos, él pasa de masajear el shampoo en su
cabello a masajear un orgasmo entre sus piernas.
—Sí —musito lentamente, esperando algún comentario ingenioso, pero nunca
llega.
—¿Y flores de funeral?
—Sí.
—Déjame adivinar, estás de luto por la vida que nunca llegarás a vivir.
Aprieto la mandíbula, odiando lo acertado que es y, al mismo tiempo,
impresionada por su constante capacidad de observación.
—¿Es tan obvio? —pregunto.
—Un poquito. —Sorbe la nariz. Un silencio tenso se cierne entre nosotros—.
Algunas personas tienen problemas reales, ¿sabes?
—Gracias por esa esclarecedora información. No tenía ni idea.
—Solo digo que hay cosas peores en la vida que casarte con una familia más
rica que Dios y tener el tipo de privilegio que el noventa y nueve punto nueve
nueve nueve nueve nueve por ciento del mundo nunca experimentará ni siquiera
una fracción.
—No me sorprende que hayas hecho los cálculos. —Mantengo la mirada fija
en la pantalla del televisor para no caer en la tentación de mirar sus labios o su
boca esta vez.
—Solo digo que a veces la perspectiva no tiene precio.
—Es curioso viniendo de un hombre con, entre comillas, más dinero que Dios
—replico—. Por cierto, ¿quién dice eso? ¿Te escuchas a ti mismo en este
momento?
—No todas las verdades pueden envolverse con un lazo bonito para las masas.
—Para que conste, no soy las masas, soy tu prometida. Y por favor, nunca
vuelvas a usar esa expresión en mi presencia —alcanzo el control remoto y subo
el volumen. No quiero hablar, discutir ni coquetear. He estado con este hombre
durante dos días seguidos. Todo lo que quiero es escapar de la realidad durante
los siguientes cuarenta y cinco minutos viviendo a través de Rose Byrne y sus
aventuras sexuales. 68
—Entendido. —Alcanza el control remoto y baja el volumen.
—¿Qué estás haciendo?
—Rose se pone un poco ruidosa cuando, eh... —Sus ojos se desvían hacia la
puerta donde mi padre se manifestó de la nada la noche anterior—. Quiero decir,
a menos que quieras que todos piensen que estamos viendo porno aquí o algo
así...
Buen punto.
Continuamos con el programa, pero en los minutos siguientes, no puedo dejar
de pensar en los comentarios de Slade, tanto que no puedo concentrarme en los
impresionantes abdominales de Mr. Perfect mientras se quita la camisa antes de
hornear muffins de calabaza para Jessamyn y su venta de pasteles benéfica en
el vecindario.
—Espero no dar la impresión de ser una princesa mimada en una torre,
llorando por su buena fortuna —rompo el silencio—. Prometo que no soy así. No
soy una pobre niña rica. Estoy muy agradecida. Más que agradecida, en realidad.
Solo...
Slade pausa el programa y dirige su atención hacia mí.
—Lo de las flores de funeral, es mi sentido del humor —continúo—. Estoy
tratando de hacer un poco más ligero, algo que es indudablemente bastante
pesado. Nadie sabe de este acuerdo. Ni siquiera mis amigas más íntimas. No
puedo hablar con nadie al respecto. No conozco a nadie que pueda identificarse
con la extraña variedad de sentimientos que nadan por mi cabeza en un
momento dado. Estoy sola. Ni siquiera puedo hablar contigo porque eres esta
fortaleza impenetrable de hombre.
Le ahorro el discurso sobre cómo nunca tuve la opción de decidir dónde vivir,
con quién casarme y tener hijos, o incluso si conservaría o no mi apellido. Todas
esas cosas fueron decididas y casi escritas en piedra antes de dar mis primeros
pasos o decir mis primeras palabras. Estas ideas y expectativas se me han
inculcado desde que tengo uso de razón y se me han presentado como un
privilegio y una amenaza al mismo tiempo.
Mis opciones siempre han sido “que puedo tenerlo todo” o no tener nada en
absoluto.
Nunca hubo un punto intermedio.
Mis ojos buscan los de Slade, aunque no estoy completamente segura de qué
estoy buscando.
Su mirada se posa en mis labios durante una fracción de segundo, haciendo
que mi corazón se detenga por un instante cuando estoy casi segura de que va 69
a intentar besarme de nuevo.
—Puedes alejarte —murmura, evitando el beso que sí (y no) quería—. De mí...
de todo esto.
Exhalo, liberando un suspiro lleno de tensión.
—No creas que no he pensado en eso mil veces.
—¿Qué te lo impide?
Hace años, le pregunté a mi padre qué pasaría con la herencia de Slade si
decidía no casarme con él, pero él seguía queriendo seguir adelante. Me dijo que
lo más probable era que su padre eligiera a otra persona para que se casara con
él, que yo sería reemplazada en dos segundos por alguien que probablemente
mataría por la oportunidad de ser la próxima señora Delacorte.
A pesar de no querer casarme con Slade en primer lugar, fue con esas
palabras cuando experimenté mi primera punzada de celos, que desapareció tan
rápido como apareció.
—No lo sé. Supongo que hice las paces con esto hace mucho tiempo, y elijo
centrarme en lo bueno que puede surgir de ello —explico—. ¿Y a ti que te
detiene?
—Creo que ya lo sabes.
—¿Quieres la empresa de tu padre tanto que estás dispuesto a intercambiar
tu futuro por ella? ¿Tu libre albedrío?
—Sí. —No duda, ni por un milisegundo.
—¿Cómo se siente no preocuparse por nada excepto el dinero?
—Liberador.
Arrugo la nariz.
—¿De qué?
—De todo —dice—. Deberías probarlo alguna vez.

70
Slade:
Mi mamá me regaló un Libro de amigos por correspondencia con una lista de cosas
sobre las que podemos escribir para conocernos mejor porque al parecer hemos
estado haciendo un mal trabajo en los últimos años. Realmente no tengo nada más
que decirte, así que... supongo que lo haré.
Tres palabras que me describen son: curiosa, divertida y relajada.
Mi modelo a seguir es: Harriet Tubman porque nadie fue más valiente que ella.
Algo que me gusta de donde vivo es que podemos esquiar en invierno y pasear en
bote en verano. Supongo que eso son dos cosas. Bueno, da igual.
Mi color favorito es el rojo.
Tu turno.

71
Campbell (13 años)

Campbell:
Esa fue probablemente la carta más aburrida que me has enviado, y eso es decir
mucho.

Slade (14 años)


10
Slade

—¿Dónde está el viejo? —le pregunto a Oliver el domingo por la noche. Hace
una hora, llegué al Aeropuerto Internacional de Palm Beach, recogí mi auto del
valet y conduje directamente a la casa de mis padres. El lugar está más silencioso
de lo normal. No hay televisión sintonizada en una constante corriente de
noticias por cable. No hay música clásica sonando en los altavoces ocultos por
todo el vestíbulo. No hay sonidos bulliciosos procedentes de la cocina, donde el
chef normalmente estaría preparando una elaborada cena de domingo.
—En el campo de golf. —Oliver agita su brandy en un vaso de cristal con
monograma Delacorte mientras se inclina detrás de la barra de mis padres—.
¿Dónde más estaría?
Hace cuatro semanas, recibimos la desafortunada noticia de que el raro
trastorno neurológico con el que mi madre ha estado luchando desde que era
niño ha vuelto con más fuerza. Esta vez está avanzando más rápido de lo que los
mejores médicos pueden detenerlo. No pasará mucho tiempo antes de que le
robe la vista, el lenguaje y, eventualmente, la vida.
Golpeo la encimera con el puño.
72
—¿Qué demonios hace jugando al golf cuando…
—Tranquilízate. Le dije que fuera. De hecho, insistí. —Mi madre entra
arrastrando los pies, con su esquelética figura envuelta en una vibrante bata de
Pucci y un pañuelo a juego para disimular su escaso cabello. Sus ojos color del
mar están vidriosos, especialmente brillantes, una señal de que está teniendo
uno de sus días buenos—. Pensé que un poco de sol y aire fresco le haría bien.
A todos nos vendría bien un poco más de eso, ¿no? Casi parece primavera ya.
Ella se sienta en un taburete y me dedica una sonrisa soñolienta.
—Pensé que el médico no lo había autorizado todavía —digo. Una cosa es
cuidar de mi madre enferma y otra de un hombre testarudo de sesenta y cinco
años que se niega a esperar un segundo más para volver al campo de golf.
—En realidad, lo autorizó esta mañana. ¿Qué tal tu estancia con los
Wakemont? —pregunta, apoyando la barbilla puntiaguda en su delicada mano.
La mujer se está consumiendo segundo a segundo. Cada vez que la veo, lo cual
es diariamente cuando no estoy viajando, está más pequeña que la vez anterior.
Los medicamentos le quitan el apetito, dice, siempre seguido de un comentario
sobre cómo no necesitará comida donde va de todos modos.
A veces, su humor negro me recuerda al de Campbell.
—Maine estuvo bien —comento. Aunque siempre le digo eso—. Terminamos
nuestra lista de regalos y repasamos la lista de invitados una última vez. Hicimos
una prueba de esmoquin.
Fingí estar emocionado por esas cosas, pero solo por ella.
—No puedo esperar para verte en un esmoquin —dice con un suspiro
soñador—. Será el mejor día de tu vida y el segundo mejor día de la mía.
El primer mejor día de su vida fue el día en que nací, de forma natural.
Oliver y yo nos intercambiamos miradas. El mes pasado, los médicos le dieron
de tres a seis meses de vida. Lo más probable es que no llegue al gran día. Ofrecí
adelantar la boda, pero no quiso. Las fechas ya habían sido anunciadas, y no
quería que seiscientas personas tuvieran que reorganizar sus planes de viaje por
ella. Eso y que no quería que seiscientas personas supieran que estaba
muriendo, ni quería robar un ápice de atención de nuestra boda.
—Por cierto, los Wakemont envían su amor —le digo.
Mamá coloca una mano sobre su corazón y sonríe.
—No puedo esperar para verlos en agosto. Será la celebración de mi vida.
Oliver vuelve a llenar su vaso con bourbon y bebe un generoso sorbo. Aunque 73
técnicamente es su cuñado, él y yo solo tenemos diez años de diferencia y
tenemos una dinámica más parecida a la de hermanos. Durante la mayor parte
de su adolescencia, Oliver vivió bajo nuestro techo y considera a mi mamá más
como una figura materna que a la suya propia.
No siempre lo demuestra, pero le cuesta tanto como a mí aceptar nuestra
inevitable pérdida.
La idea de que un día no muy lejano me despertaré y no podré llamar a mi
madre ni ver su rostro sonriente es algo que últimamente me atormenta cada
segundo que estoy despierto.
A lo largo de los años, mi padre ha gastado decenas de millones volando con
ella por todo el mundo para consultar con los mejores médicos y recibir cuidados
experimentales que aún no están disponibles en los Estados Unidos. ¿De qué
sirve tener todo el dinero del mundo cuando no puedes comprar la única cosa
que más deseas? ¿El recurso más preciado y limitado que conoce el hombre?
El tiempo...
Aunque nunca he deseado casarme, saber lo feliz que eso haría a mi madre
me ha ayudado mucho a dejar de lado lo absurdo de todo esto. A ella también le
hacía ilusión ser abuela, un privilegio que nunca tendrá la alegría de
experimentar ahora.
—Oliver tuvo una cita anoche —mamá levanta sus cejas y ofrece una sonrisa
traviesa—. Cuéntaselo, Oliver. ¿Cómo se llamaba?
Oliver se atraganta con su bebida.
—Su nombre no es importante porque no habrá una segunda cita.
—Pero dile por qué —insta mamá. Por un momento parece como si todos
volviéramos a ser nosotros mismos, charlando sobre las travesuras habituales
de Oliver, como si nuestras vidas no estuvieran a tres o seis meses de cambiar
drásticamente para siempre.
—¿Recuerdas a esa mujer que me acosaba el año pasado? —dice poniendo
los ojos en blanco.
—¿La que trabajaba en tu tintorería? ¿Y luego consiguió un trabajo limpiando
tus yates? —pregunto.
—Sí —sisea—. Así que esta era su mejor amiga. Solo que no lo supe hasta
que fuimos a su casa.
Mamá cubre su boca mientras escucha, tan involucrada como si estuviera
disfrutando de la historia por primera vez de nuevo.
—Estábamos, um… —Oliver se aclara la garganta—. Tomando una copa en 74
su habitación. Cuando escuché un ruido en el armario, como un crujido o algo
que se movía. Pensé que tal vez estaba en mi cabeza, y lo ignoré por un tiempo,
pero luego lo escuché de nuevo.
—¿Tu acosadora estaba en el armario observando? —pregunto.
—Sí. —Bebe el resto de su bourbon antes de golpear el vaso contra la mesa.
—¿Y la orden de restricción? —cuestiono.
—Ella técnicamente no la violó ya que fui yo quien fue a su apartamento —
dice él.
—Espera, estoy confundido, ¿cómo conociste a la compañera de cuarto en
primer lugar? —Tomo asiento para esto.
—Ella se me acercó en un bar la semana pasada —explica Oliver—. Estoy
bastante seguro de que la acosadora la incitó a hacerlo.
—Eso es lo que obtienes por ser un mujeriego. —Me sirvo una copa—. No
siento lástima por ti.
—Bien, porque de todos modos no quiero tu compasión. —Él toma el
decantador de mis manos y llena su vaso de nuevo.
—Estoy segura de que hay una chica perfectamente encantadora por ahí para
ti, Oliver —interviene mamá—. La encontraremos algún día.
Oliver siempre ha estado en el límite entre ser un playboy con una fortuna
fiduciaria y ser un completo marica. Rara vez hay un punto intermedio y debido
a eso, se ha ganado una reputación en Palm Beach por ser uno de los solteros
más codiciados. Su único problema es que tiende a autosabotearse cuando las
cosas le van demasiado bien.
—Slade, estaba pensando, tal vez Campbell podría venir aquí en algún
momento —mamá cambia de tema—. No la he visto desde la fiesta de
compromiso del año pasado, y no pude verla cuando vino el mes pasado ya que
estaba en el hospital. ¿Crees que estaría dispuesta a venir pronto?
Su expresión pálida se ilumina con una alegría que jamás me atrevería a
arrebatarle.
—Por supuesto. —No puedo imaginar que Campbell viniendo aquí por mí,
pero ella adora a mi madre.
Todavía no les conté a los Wakemont sobre el diagnóstico de mamá. Tal vez
debería haber dicho algo esta vez, pero cada vez que lo pensaba, no me atrevía a
pronunciar las palabras “mi madre está muriendo”.
No podía darle oxígeno a esa afirmación.
75
Cuando Campbell estuvo aquí el mes pasado, le dije que mi madre estaba en
un viaje de chicas en St. Barths, e insinué que iba a la oficina cuando en realidad
estaba pasando mi jornada laboral junto a la cama de mi madre en el hospital.
—¿Cómo está nuestra sonrojada novia estos días? ¿Está emocionada?
Apuesto a que su vestido es hermoso. No puedo esperar para verlo. —Mi madre
junta las manos—. Va a estar deslumbrante, estoy segura.
No le cuento acerca del vestido negro de luto que quería Campbell.
O las flores de funeral.
Según mi madre, Campbell y yo hemos hecho las paces con el acuerdo hace
años y estamos inmersos en un incipiente y floreciente romance. Me he
convertido en un profesional en perfeccionar esta ilusión en lo que respecta a mi
madre, pero solo porque sé cuánto significa para ella.
Hasta el día de hoy, ella aún no sabe nada sobre las cartas maliciosas que
solía enviarle a Campbell. Siempre escribía una carta bonita para que ella la
leyera primero, luego la cambiaba antes de enviarla por correo. Si mi mamá
alguna vez supiera las cosas que le dije a mi futura esposa, estaría destrozada.
Y aunque al principio solo pretendía enviar unas cuantas cartas crueles,
convencido de que podría disuadir a Campbell de casarse conmigo, el asunto
cobró vida propia. Una vez que empecé, no pude detenerme, especialmente
mientras mi madre luchaba contra una misteriosa enfermedad.
Estaba enojado.
Y expresé esa ira de la única manera que sabía: con palabras.
Pero a medida que nos acercamos a los últimos días de mamá, mantener esta
ilusión es primordial.
Lo único que me importa es que ella muera con una sonrisa en su rostro y la
paz que viene al creer que su hijo será amado y tendrá una vida feliz llena de
significado, propósito y bebés.
—No puedo decirte cuán feliz estoy de que finalmente llegue este día. —Ella
coloca su palma fría sobre mi mano, su mirada arrugada se humedece—. Los
Wakemont son personas maravillosas, y tu padre y yo no podríamos haber
elegido una compañera más perfecta para ti. Campbell será una esposa
fenomenal y la mejor madre para tus hijos.
—No tengo ninguna duda. —Las mentiras fluyen más fácilmente ahora,
cuanto más me sumerjo en ellas.
Le hablo de cómo Campbell está lidiando con los preparativos, cómo 76
discutimos todo juntos, hacemos planes, elegimos patrones y colores, discutimos
pequeños detalles... es una realidad que estoy creando solo para mi mamá, un
universo separado donde Campbell y yo somos solo otra pareja común y
corriente enamorada, emocionada por nuestro gran día.
Hace años, le pregunté a mis padres por qué hicieron este arreglo en primer
lugar. Todo se redujo al hecho de que más de la mitad de todos los matrimonios
no duran, que las personas en nuestros círculos a menudo están en el punto de
mira por motivos económicos y que los acuerdos prenupciales no siempre son
infalibles. Estaban preocupados de que yo eligiera mal y que nuestra familia
perdiera gran parte de lo que tanto les había costado conseguir. Mi padre veía
los matrimonios como acuerdos comerciales, insistiendo en que las mejores
asociaciones sucedían cuando ambas partes firmaban sobre la línea punteada
con los ojos bien abiertos.
—¿Tienes hambre? —Cambio de tema esta vez—. Parece que tienes hambre.
Puedo pedir esa sopa que te gusta, la crema de langosta de Chown's.
Mamá me regaña.
—Comí hace una hora, pero, aunque todavía tuviera hambre, soy
perfectamente capaz de pedir mi propia sopa, mi amor.
Puede que se esté consumiendo físicamente, pero sus facultades siguen ahí.
Ella será terca como el infierno hasta su último aliento.
Debería saberlo a estas alturas.
—¿Viste la fuente de enfrente? —Mamá cambia de tema—. Los paisajistas
acaban de rediseñar las flores y creo que se ve estupenda. Bonita, brillante y
alegre. Es lo primero que la gente ve cuando llega.
Debo haberlo pasado por alto cuando llegué. Supongo que mi mente estaba
en otras cosas...
—Me di cuenta —digo—. ¿Elegiste las plantas o lo hicieron ellos?
Ella agita su mano.
—Saben lo que me gusta. Les dije que me sorprendieran.
Estar aquí fingiendo que todo es normal me produce una opresión en el
pecho, pero lo hago de todos modos. No importa que me muera de ganas de
preguntar cómo le fue en la visita al médico mientras estuve fuera. Aunque
preferiría estar allí con ella, se niega. Quiere que me concentre en la boda y no
en su enfermedad, que de todos modos ya me ha robado tanto de mi vida, sus
palabras, no las mías.
Tenía doce años cuando la condición de mamá se manifestó por primera vez.
Comenzó con dolores de cabeza, que fueron diagnosticados erróneamente como
77
migrañas. Luego progresó a cambios en el habla y en su capacidad para
mantener el equilibrio, lo que le valió una consulta neurológica. Después de eso,
hubo episodios de dolor articular y fatiga debilitante yuxtapuestos con períodos
de insomnio y energía inagotable, lo que llevó a un médico a especular
erróneamente que su condición podría ser psicosomática.
Mi padre debió llevarla a por lo menos tres docenas de médicos y especialistas
de todo el mundo antes de que finalmente le diagnosticaran un síndrome
autoinmune extremadamente raro.
Y eso es lo que era al principio: un síndrome, un conjunto de síntomas.
Pasaron años hasta que por fin identificaron la causa, y solo después de que
uno de sus especialistas la remitiera a un estudio genético que se estaba
realizando en Vanderbilt. Después de una serie de pruebas, los investigadores
descubrieron que ella portaba los dos conjuntos de genes para el Trastorno
Palmer-Schoen, una condición que afecta solo a una de cada veinte millones de
personas en todo el mundo.
Una condición para la cual no hay cura y la expectativa de vida promedio es
de cuarenta años.
A los cincuenta y uno, está viviendo un tiempo prestado y ha estado así
durante la última década gracias a los vastos recursos y conexiones de mi padre.
Pero todo el dinero del mundo todavía no es suficiente para salvarla.
Esta pasada Navidad, sus síntomas regresaron con fuerza de la noche a la
mañana, y su cuerpo dejó de responder a la terapia con células madre y a las
transfusiones experimentales que habían estado manteniendo todo a raya todos
estos años.
—Uf. —Mamá coloca los dedos en sus sienes—. Me empieza a doler la cabeza.
La habitación empieza a inclinarse un poco. Probablemente demasiada emoción
hoy. Voy a acostarme.
Me levanto para ayudarla, pero ella niega con la cabeza.
—Yo me encargo, mi amor. Gracias. — Con la mano agarrada a la barra del
bar y luego apoyada en la pared, se dirige a la habitación contigua.
Oliver y yo nos quedamos en silencio hasta que estamos seguros de que ya
no nos puede escuchar, y luego intercambiamos miradas.
—No está muy bien —comenta.
—¿En serio? No me había dado cuenta —respondo, con tono cargado de
sarcasmo.
Él comienza a decir algo más, pero se detiene. No hay necesidad de señalar 78
lo obvio. Ella está empeorando día a día y por cómo van las cosas, será un
milagro si nos ve caminar hacia el altar en agosto.
—Debería irme —menciona—. ¿Te quedarás aquí un rato más o te vas a casa?
—Me quedo. —Cualquier cosa que quiera hacer en mi casa, la puedo hacer
aquí fácilmente, y quiero estar aquí por si mi madre necesita algo, ya que mi
padre está fuera jugando al golf.
Oliver sacude sus llaves y sale por la puerta lateral. Un minuto después, su
Aston Martin ruge en la rotonda antes de salir envuelto en una nube de goma
quemada y polvo. No importa que mi madre esté tratando de descansar...
Me preparo otra copa y me dirijo hacia la suite principal, escuchando desde
mi lado de la puerta cerrada, aunque para qué, no estoy seguro.
Odio que no me deje ayudarla.
Lo único que ella me ha permitido hacer es simplemente... estar allí para ella
en presencia. Nada más, nada menos.
Acomodándome en la sala familiar, intento distraerme con un poco de
televisión. Mis padres tienen todos los servicios de streaming bajo el sol, pero
por alguna razón desconocida elijo Netflix. Estoy buscando los estrenos cuando
aparece Mr. Perfect. El avance comienza a reproducirse y me encuentro riendo
por lo ridícula que es esta película. Era casi una sátira o una parodia de todas
las comedias románticas.
Me desconecto mientras el avance se repite, mis pensamientos vagan hasta
que aterrizan en Campbell. Aunque no nos estamos casando por elección propia,
es innegable que hay cierta química entre nosotros con nuestras bromas
incesantes. No sé si llamarlo coqueteo, pero es... algo.
Ojalá la amara de la manera en que mi madre imagina que lo hago.
Ojalá nuestro matrimonio no fuera una auténtica transacción comercial, un
acuerdo sellado solo para salvaguardar nuestros respectivos legados.
Pero, dejando todo a un lado, no puedo evitar preguntarme por la mujer con
la que estoy a punto de casarme. Una sensación desconocida se agita en mi
interior. ¿Curiosidad, tal vez? ¿Un deseo de saber más sobre ella? ¿De
entenderla? En todos los años que llevo conociéndola, nunca he sentido nada
parecido. De hecho, hice todo lo posible para enterrar mi cabeza en la arena y
no hacer un esfuerzo por conocerla, un acto de rebeldía, supongo. Pero mis
esfuerzos, o más bien la falta de ellos, fueron en vano porque la boda está
avanzando a toda velocidad y nada puede detener este tren.
Sacudo la cabeza, tratando de despejar estos pensamientos desconocidos.
Tengo una misión que completar, un futuro que asegurar. No puedo permitir que
mis sentimientos, o mi curiosidad, se interpongan. Es imperativo que trate esto
79
como lo que es, un matrimonio arreglado sin amor, y no desperdicie ni un
segundo pensando que podría ser algo más.
Navego por más estrenos antes de decidirme por un documental espacial
narrado por Neil deGrasse Tyson.
He tenido suficientes emociones para un fin de semana largo.
Necesito hechos y cifras.
Una hora y cincuenta y cuatro minutos después, me aseguro de que mamá
siga descansando cómodamente, le doy un beso en la frente y salgo.
Al subir a mi auto, recuerdo cómo se iluminó el rostro de mamá cuando
hablaba de volver a ver a Campbell.
Tengo que traerla, cuanto antes, por razones obvias.
Saco mi teléfono, elijo una playlist nostálgica y melancólica que se adapte
perfectamente a mi estado de ánimo. Escuchar a otras personas cantar sobre
sus penas siempre me ha ayudado a sentirme menos solo en este mundo y más
comprendido.
Esta noche, le he mentido a mi madre moribunda, he fingido estar enamorado
y he descubierto una inexplicable curiosidad por mi futura esposa.
Ha sido un día extraño y, mientras me adentro en la noche, no puedo
deshacerme de la sensación de que las cosas están a punto de volverse mucho
más extrañas.

80
Slade:
La semana pasada fue nuestro baile de invierno en la secundaria. Mi mamá insiste en
que te envíe una foto mía con mi acompañante, Jake. También insiste en que te diga
que Jake es solo un amigo. Dice que la honestidad es la mejor política. Estoy segura
de que una vez que recibas esta foto, la romperás de todos modos. Pero bueno, aquí
tienes algo para tu trituradora de papel.

Campbell (13 años)

Campbell:
Jake parece un tonto. ¿Y por qué tu vestido es de color morado claro? Pareces un
huevo de Pascua.

81
Slade (14 años)

Slade:
Mi mamá eligió el vestido. Dice que es mi color. Yo hubiera elegido azul. Mi papá
dice que el azul resalta mis ojos. ¿En tu escuela también tienen bailes de invierno?

Campbell (13 años)

Campbell:
Sí. Y me obligaron a ir. Los bailes son estúpidos e incómodos. De todos modos, mi
mamá me obliga a incluir una foto mía con mis acompañantes: Tabitha y Greer. Sí,
son gemelas. Sí, a las dos les gusto. Sí, es raro. Por favor, no respondas, porque este
intercambio ya me está aburriendo hasta las lágrimas. En el futuro, te agradecería que
solo me enviaras cartas cuando tengas algo interesante que decir.

Slade (14 años)

Slade:
¿Sabías que, durante la adolescencia, el sistema de recompensa en el cerebro de un
chico está programado para buscar experiencias más novedosas y emocionantes?
Probablemente por eso llevaste a dos chicas al baile en lugar de solo una. Además, la
mayor sensibilidad a la influencia de los compañeros a tu edad puede hacerte sentir
que tienes que ajustarte a las expectativas de la sociedad para encajar, lo que
probablemente es la razón por la que fuiste al baile a pesar de que piensas que son
“estúpidos e incómodos”.
No sé tú, pero yo encontré esos hechos lo suficientemente interesantes como para
justificar escribirte otra carta.

Campbell (13 años)

Campbell:
82
Por favor, cita tus fuentes. A nadie le gusta un plagiador.

Slade (14 años)

Slade:
Todavía no he aprendido a hacer citas. Adjunto copias fotográficas de los artículos de
Psychology Today que respaldan mi carta anterior.

Campbell (13 años)


11
Campbell

—Señorita Wakemont, bienvenida. —Fiona, el ama de llaves de Slade, me


saluda en la puerta cuando llego. Unos días después de que él dejara Sapphire
Shores, me envió un mensaje de texto diciendo que debería venir pronto a Palm
Beach para arreglar algunas cosas de la casa y pasar tiempo con su madre. No
pude verla la última vez porque estaba fuera de la ciudad, pero al parecer está
emocionada por nuestra próxima boda y ha querido pasar un tiempo a solas
conmigo.
Siempre ha sido un placer estar con Delia. Efervescente y sin filtros, su
sonrisa puede iluminar una habitación entera e instantáneamente poner de
buen humor incluso a las almas más amargadas.
Dicen que la manzana no cae lejos del árbol, pero si no fuera por su
asombroso parecido, me preguntaría si Slade cayó del árbol de Delia.
Supongo que él tiene los rasgos oscuros y angulosos de su madre y la, eh,
personalidad ganadora de su padre.
Victor es tan recto y serio como puede ser. 83
Mínimo sentido del humor.
Siempre en modo trabajo.
Empujo mi maleta. Traje una grande esta vez, considerando que estaré aquí
durante toda una semana. Hace más calor de lo que esperaba. El clima
pronosticaba temperaturas máximas de unos veinte grados, pero la atmósfera
cálida hace que se sienta mucho más caluroso.
—Por favor —Fiona alcanza mi maleta—. Yo la llevaré a tu habitación.
Siéntete como en casa. El señor Delacorte debería llegar a casa del trabajo en
cualquier momento.
—Gracias, Fiona. —Permanezco plantada en su vestíbulo blanco sobre blanco
mientras ella la empuja por el pasillo, desapareciendo a la vuelta de la esquina.
Con los brazos cruzados, me quito los zapatos y los coloco ordenadamente sobre
la alfombra. Todo aquí es tan... perfecto.
Sin nada más que hacer, hago un recorrido autoguiado para ver si recuerdo
dónde está cada cosa.
A mi izquierda está la sala de estar, con el mismo aspecto que recordaba de
la última vez: digna de una revista e intacta. Un brillante piano de cola negro
acapara toda la atención en el rincón más lejano, junto a una pared de ventanas
arqueadas con vistas despejadas al océano.
¿A mi derecha? El comedor. Mesa negra con sillas tapizadas. Lámpara araña
de cristal. Grandes ficus en macetas enmarcando la pared de ventanas.
Más allá hay una despensa con gabinetes del suelo al techo en un lado y un
fregadero, un lavavajillas oculto y estanterías llenas de cristalería en el otro. Al
atravesar el espacio, termino en la cocina con sus electrodomésticos de calidad
de restaurante, dos islas, una gran cantidad de mármol y acero inoxidable, y
todo lo demás en un color negro moderno. Hacia la zona de asientos hay una
pared de ventanas que recuerdo claramente de la última vez: se pliegan en la
pared, de alguna manera desaparecen y hacen que el espacio se abra al patio,
donde Slade puede disfrutar de sus comidas junto a una fuente de mármol
burbujeante y topiarios 1 cuidadosamente recortados importados de Cerdeña.
Recorro la planta principal en forma de U, paso por la escalera de caracol y
llego a su estudio. Sé por la última vez que lo visité que divide su tiempo de
trabajo entre aquí y la oficina, y que es religioso a la hora de mantener su estricto
horario...
Si no recuerdo mal, Slade se levanta a las 5.30 o 6 de la mañana, sale a correr
al aire libre durante al menos una hora, llueva o truene, regresa a casa, se ducha,
toma su café a las 7:30 y luego toma un puñado de suplementos antes de dedicar
84
unas horas al trabajo. A mediodía, su chef le prepara una comida con
especificaciones de macronutrientes a base de cero alimentos procesados.
Después del almuerzo, se dirige a la oficina por el resto de la tarde.
Dejando a un lado todo esto, admiro la dedicación de Slade a su salud y su
compromiso con su rutina. Nadie podría acusar al hombre de ser perezoso o
desmotivado. Mi padre siempre ha dicho que las personas más exitosas en este
mundo han dominado el difícil arte de la autodisciplina.

1 Los topiarios son elementos de jardinería y decoración que consisten en dar forma a plantas

o arbustos podados de manera que crezcan de forma geométrica o en formas decorativas


específicas.
Sin embargo, yo siempre he sido de las que se dejan llevar por la corriente,
para consternación de mis padres.
Creo que se debe a que cada milisegundo de mi vida está programado para
mí.
Cuando tengo tiempo libre de verdad, tiendo a ir donde me lleva el viento y
hacer lo que me apetece en ese momento.
Solo es cuestión de encontrar un equilibrio.
Subiendo la escalera caracol, paso por delante del gimnasio de Slade,
calefaccionado por el sol, lleno de luz natural y aparatos caros que no sabría ni
cómo utilizar. A continuación, está la habitación de invitados en la que me alojé
la última vez. Asomo la cabeza, solo para encontrarla llena de cajas e inutilizable.
Cierro la puerta en silencio. ¿Quizá esta vez me aloje en otra habitación?
La siguiente habitación es un baño. Luego hay armario de ropa blanca.
Después de eso, hay otra habitación de invitados, solo que esta no tiene una
cama. Las puertas dobles al final del pasillo conducen a la suite de Slade.
También recuerdo eso de antes, solo que nunca he puesto un pie dentro. La
última vez, nunca me invitó a entrar y nunca se lo pedí.
Las puertas se abren de golpe, haciendo que mi corazón se acelere.
Pero es solo Fiona.
—Hola. —Ella sonríe—. Estaba poniendo tu equipaje aquí. Desempaqué tus
cosas también. El señor Delacorte designó la mitad de su vestidor y una parte
de su armario para tu uso. Te dejará más espacio cuando estés aquí a tiempo
completo.
Entonces... ¿dormiré en su habitación esta vez? 85
Eso es una novedad para mí.
Supongo que tendré que acostumbrarme a eso tarde o temprano. Solo espero
que deje sus expectativas en las puertas dobles antes de meterse bajo las
sábanas junto a mí esta noche.
—Gracias —le digo. Espero a que pase antes de entrar para explorar la
misteriosa habitación donde mi amado apoya su cabeza pesada por la noche.
Un paso dentro y mi pie se hunde en la alfombra más lujosa y exuberante
que he sentido en mi vida. Suave como cachemira, fina como piel de conejo. No
estoy segura de lo que es, pero santo cielo. Resisto la tentación de acostarme y
hacer una serie de ángeles de nieve allí mismo.
En el centro de la pared principal hay una cama tamaña king moderna con
dosel. ¿O tal vez es una California King? Las perspectivas de este espacio con su
techo abovedado, puertas y muebles de gran tamaño me están confundiendo. Es
verdaderamente un espacio construido para la realeza.
Junto a la lámpara, en una de las mesitas, hay un control remoto. El aparato
debe tener cien botones si no más. Presiono uno y las cortinas bajan, dejando la
habitación completamente oscura y silenciando el sonido del océano desde
afuera.
—Mierda—susurro. Está demasiado oscuro para ver qué botón las hace subir,
así que enciendo la lámpara para poder ver lo que hago. Solo que ninguno de los
botones está etiquetado. Todos tienen códigos de colores. Con cuidado, vuelvo a
poner el control remoto donde lo encontré y me dirijo al baño adjunto... que no
me decepciona en absoluto.
En el centro del espacio hay una ducha de vapor acristalada, con nueve
chorros corporales y una ducha superior tipo lluvia. A lo largo de la pared vecina
hay una bañera, lo suficientemente grande para dos o incluso tres personas. Por
encima cuelga una lámpara de araña de cristal con líneas modernas y limpias
que complementan la estética en blanco y negro y agregan un toque de carácter
en un espacio que de otro modo podría parecer estéril y futurista.
Cada centímetro de esta habitación está tan limpio como el baño de un hotel
de cinco estrellas. De hecho, no hay señales de Slade por ningún lado. Ni una
maquinita de afeitar fuera de lugar. Ni una pizca de recortes de barba en el
lavabo. Ningún cepillo de dientes olvidado en el mostrador. Siempre me he
considerado una persona ordenada, pero si así es cómo él vive, tendré que elevar
un poco mi nivel.
La curiosidad me carcome por dentro y me insta a revisar los cajones para
ver si ha dejado espacio para mis cosas. Abro el cajón superior izquierdo y me
encuentro con pasta de dientes, loción para después de afeitar, hilo dental y un 86
puñado de otras cosas guardadas en organizadores de plástico transparente.
Claramente, este es su lado, así que me muevo hacia la derecha.
El cajón superior está vacío.
—¿Encontraste algo interesante? —Una voz masculina hace que el corazón
suba a mi garganta.
Jadeando, me doy la vuelta y encuentro a Slade en la puerta. Está
deshaciendo el nudo de su corbata azul marino. Con un solo tirón, se la quita.
La enrolla en su puño, sin dejar de mirarme.
—No tenía idea de que fueras tan... organizado —digo—. Estoy impresionada.
Desaparece por una puerta a la derecha: un vestidor, supongo.
Escucho el tintineo de la hebilla de su cinturón.
Trago el nudo que de repente se ha instalado en mi garganta.
—Ojalá pudiera atribuirme el mérito. —Regresa, sin corbata ni cinturón.
Desabrochando los tres botones superiores de su camisa blanca y se detiene—.
No estoy acostumbrado a tener audiencia.
Estoy a punto de disculparme y salir cuando algo se apodera de mí.
—¿Siempre eres tan tímido? —digo, respondiendo a su sarcasmo con el mío.
—Tímido no está en mi vocabulario. —Desabrocha dos botones más.
¿Me está poniendo a prueba?
Necesito toda mi fuerza para mantener mi rostro inexpresivo cuando
desabrocha el último botón y se quita la camisa por completo, revelando un
pecho suave, firme y bronceado, y un paquete de ocho ondulante.
Por supuesto, el Señor- Alto- Guapo- y- Oscuro sabe, que tiene un paquete de
ocho...
El hombre nunca se pierde una carrera y rara vez permite que una sola caloría
procesada pase por sus labios.
Después baja la cremallera, con sus ojos oscuros fijos en los míos y una leve
sonrisa de satisfacción en su rostro. Está disfrutando de esto, tratando de sacar
una reacción de mí. Pero no puedo darle el placer. Aún no. Es hermoso y
técnicamente es mío, pero todavía quiero que trabaje por mí.
—Termina de hacer... eso... —Dejo que mis ojos se desvíen a sus pantalones
por un momento, fingiendo desinterés—. Voy a echar un vistazo a nuestra cama
matrimonial. —Me doy la vuelta para irme, dándome cuenta de lo que acabo de
decir y cómo fácilmente podría malinterpretarse. Me giro y lo señalo con el dedo—
. Por cierto, eso no es una invitación. 87
—Ni lo soñaría —replica sin perder un segundo.
Con eso, lo dejo en el baño y cierro las puertas dobles detrás de mí.
La habitación sigue completamente oscura, así que tengo que palpar en busca
de la cama. En el proceso, mis pies se enganchan en una alfombra y casi
tropiezo, tambaleándome hacia adelante y sujetándome de una de las mesitas
de noche. Nunca he sido la persona más elegante, pero agradezco que nadie me
haya visto.
—¿Todo bien ahí afuera? —grita. El hombre debe tener audición supersónica
por todos esos suplementos caros que toma cada mañana.
Encuentro la cama y me siento en el borde, mi cuerpo se hunde en la suave
felpa. La última vez que vine, dormí en la habitación de invitados sobre un
colchón más duro que el Monte Rushmore.
Cerrando los ojos, me acuesto y dejo que mi cuerpo se relaje por primera vez
en todo el día. A pesar de haber volado por todo el mundo desde que era un bebé
y tener una personalidad generalmente relajada, volar es lo único que siempre
me ha puesto tensa.
Pasan un par de minutos en este oscuro silencio antes de que Slade salga del
baño. La luz natural que se filtra detrás de él lo ilumina como si fuera algún
ángel enviado del cielo, en pantalones deportivos bajos y una camiseta blanca.
—No te pongas demasiado cómoda —comenta, haciendo un movimiento para
tomar el control remoto. Presiona un botón y las cortinas se levantan, dejando
que entre la luz del día y la vista del océano—. La cena será en diez minutos.
—Oh. —Me siento—. ¿Debería vestirme informal también?
Él suelta una carcajada.
—Perdóname por querer estar cómodo en mi propia casa después de un largo
día en la oficina.
Levanto las palmas.
—Solo era una pregunta. No estoy juzgando. Simplemente no sabía si había
algún tipo de código de vestimenta al que necesitaba adherirme aquí.
—Solo una pregunta —se ríe—. Todo lo que sale de tu boca tiene algún tipo
de doble sentido.
—Es irónico viniendo de ti.
Se dirige a la salida. Me levanto y lo sigo por el pasillo.
—Entonces, estaba pensando —digo mientras caminamos uno al lado del
otro. Él me mira de reojo—. Mis muñecas de porcelana se verían increíbles en la
esquina sureste de la suite principal... 88
—Ambos sabemos que tu madre nunca dejaría que esas muñecas
abandonaran el gran estado de Maine. Prácticamente son su orgullo y alegría.
Aparte de ti, por supuesto.
—No te pierdes nada.
—Tienes razón —afirma mientras descendemos por la majestuosa escalera
que nos lleva al vestíbulo de mármol—. Y uno de estos días te darás cuenta de
que es lo mejor y lo peor de mí al mismo tiempo.
Slade:
Feliz cumpleaños. Espero que hayas hecho algo divertido. De acuerdo, estoy
mintiendo. Espero que se sintiera como cualquier otro jueves, pero sabiendo cómo es
tu mamá, probablemente lo convirtió en algo parecido a la inauguración de un
presidente. Sin ofender a tu madre. De hecho, es bastante genial. Solo me preocupa
que te esté dando la impresión de que eres el centro del universo.
Mejor,

Campbell (14 años)

Campbell:
¿Quién demonios firma su carta con “mejor”? ¿Cuántos años tienes? Le dije a mi
mamá lo que dijiste. No estaba muy contenta. Es broma... nunca le diría eso porque es
una santa de mujer y ¿quién eres tú para criticar cómo cría a su único hijo? Si eso es
89
un indicio del tipo de madre que vas a ser, entonces nuestros futuros hijos están
jodidos.
Peor,

Slade (15 años)

Slade:
He pasado catorce años enteros sin pensar en tener hijos contigo. Muchas gracias por
el recordatorio.
Mejor, mejor, mejor,

Campbell (14 años)


PD: Algún día voy a ser la MEJOR madre... solo espera.

Campbell:
Solo para que lo sepas, hay una diferencia entre confianza e ilusión. Espero que
nuestros hijos hereden mi sensatez.

Slade (15 años)

90
12
Slade

—¡Campbell! —Mi madre chilla cuando ve a mi prometida. Literalmente


chilla—. Es absolutamente maravilloso verte, cariño.
Se levanta de su silla, vestida con su uniforme habitual, un vestido de la casa
Pucci y un pañuelo a juego en su cabeza. Por lo que parece, se tomó el tiempo
para maquillarse hoy también, agregando algo de color a su tez y haciéndola
parecer más saludable de lo que realmente está.
Las dos se abrazan, y es extraño ver cómo chocan mi pasado y mi futuro.
—¿Cómo estuvo tu vuelo ayer? —pregunta Mamá, sosteniendo el rostro de
Campbell de la misma manera que solía hacerlo cuando éramos niños. Siempre
solía halagar a Campbell, prodigando a los Wakemont cumplido tras cumplido
sobre lo dulce y encantadora que era Campbell, y cómo si alguna vez hubiera
tenido una hija, habría querido que fuera igual que Campbell.
Siempre pensé que estaba mintiendo, diciendo cosas que las personas dicen
por cortesía.
Pero a lo largo de los años, llegué a darme cuenta de que cada palabra tenía
91
sentido.
—Estuvo genial —le dice Campbell con más entusiasmo del que estoy
acostumbrado a ver en ella—. ¿Cómo has estado? Parece que hace siglos que no
te veo.
Mi madre toma la mano de Campbell y la lleva a la sala de estar donde nos
esperan un plato de macarons de colores pastel y su juego de té favorito de
Baccarat, que siempre reserva para sus visitas favoritas.
Mientras las dos ponen al día, me excuso para atender una llamada de trabajo
en la oficina de mi padre. Mi madre podría pensar que es de mal gusto, pero en
este momento está tan absorta en todo lo relacionado con Campbell que dudo
que note mi ausencia.
—Slade. —Oliver me da un susto de muerte cuando cuelgo.
—Jesucristo. ¿Cuánto tiempo has estado sentado aquí en la oscuridad? —
Enciendo la lámpara junto al sillón Chesterfield de cuero—. Tienes cara de culo.
—El olor a humo de cigarro rancio y licor de ayer llena mis fosas nasales—.
También hueles a culo.
—Puede que anoche me haya pasado un poco. —Agarra las gafas de sol
dobladas del cuello de su camisa y las desliza por el puente de su nariz antes de
recostarse contra el sofá.
—¿Qué demonios haces aquí? Arréglate antes de acercarte a mi madre con
esta mierda.
Oliver siempre ha sido el alma de la fiesta, pero desde que la condición de
mamá empeoró, ha llevado esto a un nivel completamente nuevo. Es difícil ver a
alguien a quien siempre he admirado desmoronarse, pero cuanto más se
desmorona, más me siento obligado a mantenerme fuerte. No por mí, sino por
mamá.
—Nunca insultaría a Delia fingiendo ser alguien que no soy —dice él.
—No se trata de insultarla, se trata de tener un poco de respeto. Por ella. Y
por ti mismo.
—Oye, oye, oye —extiende una mano—. Baja la voz, ¿de acuerdo?
—Prácticamente estoy susurrando.
Oliver masajea sus sienes.
—¿Me puedes pasar esa manta de Hermes allí? Necesito una pequeña
siestecita. Tal vez pueda dormir antes de la cena.
Reviso mi reloj. Son las dos de la tarde y Oliver nunca ha sido capaz de tomar 92
una siesta en su vida. Si este payaso se duerme, no se despertará hasta que
anochezca.
—Campbell está aquí —le informo mientras arranco la manta del respaldo de
una silla cercana. La doblo en mis brazos y no hago ningún intento de
entregársela porque esta cosa es estúpidamente cara y la cachemira merece más
que ser comodidad para la resaca de un hombre de treinta y cinco años—.
Deberías pensar en arreglarte y hacer una aparición.
—Mierda. ¿Hoy es ese día? —No hace ningún intento por moverse de su
posición reclinada—. Dile que pospondré su visita. ¿Cuánto tiempo estará en la
ciudad? Tal vez pueda llevarla a navegar esta semana.
—Su agenda está ocupada.
—Oh. Por supuesto. Probablemente has programado cada minuto de su
tiempo aquí, incluso sus descansos para ir al baño.
Me está fastidiando, pero no está del todo equivocado. He maximizado su
tiempo aquí, pero solo en nombre de la eficiencia. No hay nada de malo en eso.
Además, dudo que quiera estar aquí un día más de lo necesario.
—Oye, ¿puedes apagar la lámpara antes de salir? —pregunta Oliver.
No debería hacerlo.
Pero lo hago.
A veces es un pobre desgraciado, pero es mi pobre desgraciado.
Si llenar sus noches con licor y mujeres hermosas lo ayuda a olvidar por lo
que estamos pasando, que así sea.
Si las cosas fueran diferentes, probablemente estaría haciendo lo mismo.
Regreso a la sala de estar, donde mamá y Campbell están inmersas en alguna
discusión sobre una fundación benéfica que Campbell planea comenzar después
de casarnos. Por lo visto, mamá está encantada, dando consejos mientras
Campbell asiente y escucha atentamente.
Tomo asiento junto a mi prometida, aunque los dos ni siquiera han
reconocido mi regreso.
—Slade, mi amor —finalmente dice mamá después de unos minutos—. Iba a
ver si podía prestarme a Campbell mañana. ¿Pensé que tal vez podríamos tener
un día de chicas? ¿Brunch? ¿Spa? ¿Compras? ¿Charla de chicas?
Ya he reorganizado algunas reuniones para que Campbell y yo pudiéramos
abordar algunos de los temas de nuestra lista de tareas pendientes, pero cedo.
—Por supuesto —respondo.
93
Mamá toma las manos de Campbell entre las suyas y sus ojos brillan como
si le hubieran hecho el mejor regalo del mundo. Trato de no tomar como algo
personal el hecho de que, de repente, soy completamente ignorado. Hay cosas
peores en el mundo que tu madre queriendo pasar tiempo de calidad con la
mujer con la que te vas a casar.
—Vamos a pasar el mejor tiempo juntas —le dice a Campbell—. Slade, déjala
por la mañana temprano. Broderick la traerá a casa cuando hayamos terminado.
Mi agenda de mañana ahora tiene un hueco enorme que se suponía que
Campbell debía a llenar.
—No puedo esperar —exclama Campbell. Imagino que una parte de ella se
siente aliviada por tener un respiro de mí. Anoche, después de cenar, se acurrucó
en la terraza para leer un libro y no entró hasta casi medianoche. Dijo que no
podía dormir, pero no pude evitar preguntarme si estaba evitando tener que
acostarse a mi lado en la cama más tiempo del necesario.
Hemos estado coqueteando desde el segundo en que la encontré hurgando en
mis cajones del baño.
La tensión entre nosotros es palpable.
Y aunque nunca he sido fanático de los juegos mentales, cuanto más difícil
es atraparla, más me encuentro en la inesperada posición de querer atraparla.

94
Slade:
Tu mamá nos envió tus fotos del baile de graduación. Realmente te ves muy bien. Me
sorprendí. La chica a tu lado parecía que no quería estar allí. ¿Qué pasa con eso?

Campbell (15 años)

Campbell:
Su nombre es Claudia Berenson y en realidad falleció la semana pasada. Fue una
especie de: Pide un Deseo. Quería que la llevara al baile de graduación antes de
morir.

Slade (16 años)

Slade: 95
Necesitas trabajar en tu humor negro. Es... no sé... ¿raro? Eso no fue ni remotamente
gracioso. ¿Por qué se veía tan miserable? Tengo curiosidad.

Campbell (15 años)

Campbell:
¿No lo sé? ¿Tal vez puedas preguntárselo tú misma? No me importa en lo más
mínimo. Tuvo suerte de que la aceptara. Tuve que rechazar al menos a otras ocho
chicas y dos de ellas ni siquiera van a mi escuela. De todos modos, su número es 561-
555-7583, por si quieres ser un bicho raro y meter las narices donde no corresponde.
Slade (16 años)

Slade:
WOW. En verdad me diste su número real. Pensé que iba a ser alguna pizzería o algo
así. En realidad, ella es muy dulce. Y me contó lo idiota que fuiste con ella toda la
noche. Felicitaciones por arruinar el baile de graduación de una linda chica
apareciendo borracho por el licor que le robaste a tus padres y vomitando en sus
zapatos. Espero que haya valido la pena.

Campbell (15 años)

Campbell:
WOW. ¿Realmente la llamaste? Y tú también beberías si tuvieras que casarte contigo
en nueve años.

Slade (16 años)

Slade:
Espero que no hayas esforzado demasiado ese grande y hermoso cerebro tuyo para 96
inventar esa respuesta tan poco convincente.

Campbell (15 años)


13
Campbell

—¿Espero que no te importe si hacemos una parada más? —Delia apoya una
delicada mano sobre su escote en la parte trasera de su Rolls-Royce con chófer.
Hemos estado yendo de un lado a otro sin parar desde que me recogió esta
mañana... empezando por la manicura y la pedicura, luego un masaje y un
tratamiento facial, y el almuerzo más delicioso en The Breakers. Estoy suave,
brillante, llena y lista para una siesta, y no tengo idea de cómo esta mujer todavía
sigue en marcha, pero tampoco estoy lista para que este día termine.
—Por supuesto que no —digo—. Estoy dentro si tú lo estás.
Ella aprieta mi mano y sonríe.
—Ese es el espíritu. Broderick, ¿podrías llevarnos a Worth Avenue, por favor?
Su conductor asiente y cambia de carril.
—Debería mandarle un mensaje a Slade para decirle que estarás en casa un
poco más tarde de lo esperado —sugiere.
—No creo que le importe… 97
Delia ladea la cabeza.
—¿En serio?
Me rio.
—Sí. ¿Por qué iba a importarle?
Ella frunce el ceño, como si estuviera confundida.
—Porque el hombre te adora, por eso. Me siento mal por robarte cuando solo
estás en la ciudad por unos días.
Slade... ¿me adora?
Trago mi sorpresa y pongo mi mejor cara de póker.
El Slade que conozco, el único Slade que he conocido, me odia.
El hombre me envió cartas de odio durante casi veinte años seguidos...
Delia envía un mensaje de texto, sus uñas rojas y brillantes chasquean contra
la pantalla antes de volver a guardar el teléfono en su Birkin de cocodrilo.
—La comunicación es clave —comenta—. Ese es el secreto de un matrimonio
exitoso. Eso y saber pedir disculpas cuando te equivocas.
Broderick reduce la velocidad y se detiene cuando nos acercamos a una fila
de tiendas con toldos coloridos y elegantes escaparates. Estaciona frente a la que
tiene la puerta azul claro y unas letras en cursiva en el vidrio que dice la frase:
“Todas las Cosas Hermosas” pero en francés.
—Ya sé que me estoy adelantando un poco, pero pensé que, ya que estábamos
fuera, ¿podríamos comprar algunas cosas para el bebé? —dice Delia mientras
Broderick abre su puerta.
Slade y yo ni siquiera nos hemos tomado de la mano y ella ¿quiere comprar
cosas para el bebé?
No quiero arruinar este hermoso día, así que sonrío y finjo estar
entusiasmada mientras entramos.
Nos recibe una ráfaga de aire helado que huele ligeramente a talco para bebés
y a lavanda. Estanterías con ropa diminuta, libros y animales de peluche llenan
cada centímetro cuadrado del espacio, mientras suenan a bajo volumen
canciones de cuna.
Delia se dirige directamente hacia la sección de recién nacidos, alcanzando
de inmediato un body de lino blanco cubierto de diminutas jirafas.
—¿No es esto encantador? —Ella toma otro—. Lo tienen en rosa y azul
también. 98
—S-sí —balbuceo—. ¿No crees que deberíamos esperar? No quiero echar a
perder nada...
—Cariño, los dos van a tener un bebé en algún momento, ya sea de forma
natural o de otra manera. Y la ropa de bebé no caduca —dice con una risa
divertida—. No hay problema en poner algunas cositas en tu proverbial baúl de
las esperanzas.
Se dirige a otro perchero de recién nacidos y elige un conjunto de pijama con
estampado floral, así como una camisa a cuadros azules y un saco de dormir
amarillo con lunares.
—¡Ah! —grita—. Siento como si hubiera esperado toda mi vida para comprar
cosas para un nieto. Simplemente no puedo esperar un segundo más. Espero
que no te importe...
—Para nada. —Me obligo a sonreír, siguiéndola como un cachorro perdido.
No me atrevo a tocar nada. Todavía no. No se siente bien. Se siente demasiado
pronto, lo cual es irónico ya que hay una posibilidad muy real de que el próximo
año por estas fechas pudiera estar embarazada.
—¿Te llama la atención algo, cariño? —pregunta después de entregar un
montón de ropa a la vendedora de la tienda para que la aparte—. Lo que te guste,
simplemente ponlo en la pila junto a la caja registradora. Yo invito.
Por cortesía, examino un perchero con la etiqueta 9-12 meses y consigo
seleccionar un puñado de conjuntos a pesar de no saber en qué temporada
nacerá mi futuro hijo o si alguna vez usarán estas ropas.
—Piensa en capas —sugiere—. Los bebés necesitan capas, sin importar la
época del año. No pueden regular su temperatura corporal como nosotros.
Asiento. Podría contar con los dedos de una mano la cantidad de bebés que
he tenido en brazos. Cuando era adolescente, nunca hice de niñera porque
estaba demasiado ocupada con tutores, clases de equitación, actividades
extracurriculares, campamentos y viajes. Todos mis primos tenían mi edad. Y
hasta ahora, ninguna de mis amigas tuvo hijos. Si alguien me entregara un bebé
llorando en este momento, no sabría qué hacer para calmarlo.
—Creo que hemos hecho suficiente daño por hoy —anuncia Delia después de
entregar otro montón de ropa a la vendedora—. No puedo esperar a que Slade
vea esto. Va a estar encantado con ese adorable trajecito que elegí. Parece una
versión en miniatura de algo que él usaría en la oficina.
Nunca escuché ni vi a Slade decir una sola palabra sobre bebés.
Jamás.
Si se ve “encantado” al ver esta ropa de bebé, me comeré mi puño. 99
Estamos a medio camino de casa de Slade, con su baúl lleno de ropa y
accesorios de bebé por valor de dos mil dólares, cuando Delia se queda dormida
a mi lado.
—Tal vez ha tenido demasiada emoción para un solo día —le digo a Broderick,
manteniendo mi voz baja.
Él sonríe y asiente en el espejo retrovisor antes de volver a mirar hacia el
tráfico.
No pasa mucho tiempo antes de que las casas que pasamos se vuelvan
familiares, y gira hacia la carretera cerrada que lleva a la calle de Slade. Por
primera vez, intento imaginarnos a los dos formando una familia juntos, en esa
monstruosidad de casa de tres pisos donde la piscina y la cabaña ocupan tanto
espacio en el patio trasero que no habría lugar para un juego de columpios. Sin
mencionar la proximidad al océano, que no puede ser seguro. Y todo el blanco.
Blanco por todas partes. Un niño pequeño arruinaría esa casa en una hora, como
máximo.
Broderick se detiene en la entrada circular de Slade.
Me despediría de Delia y le daría las gracias por millonésima vez hoy si no
estuviera durmiendo tan plácidamente.
—Gracias —le digo mientras salgo. Camino, pasando por la puerta principal
de mi futura casa, atravieso mi futuro vestíbulo y encuentro a mi futuro esposo
esperándome en su estudio porque nunca deja de trabajar.
—Hola.
—Estás de vuelta —dice sin levantar la vista—. ¿Cómo estuvo?
—Fue agradable —respondo. Él mira hacia arriba, observándome. Al menos
creo que lo está haciendo, ¿no? Es difícil decirlo con esta tenue iluminación.
Además, estoy agotada. Podría estar imaginándolo. Estoy tentada a preguntarle
por qué su madre tiene la impresión de que él me adora, pero algo me detiene—
. Creo que voy a subir a dormir.
Ya sacaré el tema en otro momento...

100
Slade:
Este semestre estoy estudiando en París, así que, si no tienes noticias mías durante un
tiempo, por favor, entiende que estoy teniendo el mejor momento de mi vida leyendo
todo de Sarraute, Queneau y Herbart que puedo encontrar en lugar de tu correo lleno
de odio.

Campbell (16 años)

Campbell:
Por favor, ten en cuenta que, en tu ausencia, sinceramente estoy deseando no recibir
tus excusas de cartas odiosas.
Slade (17 años)

101
14
Slade

—Gracias por mostrarme todo —me dice Campbell al día siguiente cuando
llegamos a casa. Habíamos terminado de cenar hace unas horas cuando ella
pidió un recorrido por Palm Beach—. Solo no renuncies a tu trabajo diurno en
el corto plazo.
—¿De qué estás hablando? —apago el motor de mi Aston Martin.
—Este es el muelle donde tenemos nuestro yate familiar —dice con un tono
profundo y monótono, imitándome—. Tenemos privilegios en la casa de botes en
el puerto deportivo sur. Y aquí está mi gimnasio. Estaré encantado de hacerte
socia. Ese es mi restaurante favorito. Tengo reserva permanente allí los jueves.
Mi tío Oliver vive por esa carretera allí...
—No sueno así.
—Mm hm —bromea mientras me sigue hacia el interior de la casa—. Por
mucho que afirmes que te encanta vivir aquí, mostraste cero entusiasmo
mientras me mostrabas todo. Pensé que estarías más, no sé, emocionado.
Como... aquí es donde nuestro yate casi se volcó hace tres inviernos y este 102
restaurante tiene el caviar que más se derrite a este lado del Atlántico, y Oliver
compró su casa al tipo que inventó los Pop Tarts. Estos son solo ejemplos
hipotéticos, obviamente.
—No estaba al tanto de que se suponía que debía entretenerte —coloco mis
llaves en la bandeja de cuero junto a la mesa de entrada—. Y el caviar no debería
derretirse en tu boca. Debería explotar.
Se gira hacia mí y ladea la cabeza, frunciendo sus labios carnosos.
—No te quiero —dice—, pero absolutamente me encanta fastidiarte de vez en
cuando.
Pongo los ojos en blanco.
—¿Nunca te cansas de tomarte la vida tan en serio todo el tiempo? —Se quita
las sandalias de cuero y las cuelga en su dedo—. ¿Te ríes alguna vez? ¿Alguna
vez bromeas? ¿Nunca dejas de correr, trabajar y de tomar suplementos el tiempo
suficiente para disfrutar de verdad?
—¿Te importa?
—Obviamente, o no estaría preguntando... —Observa el pasillo—. ¿Quieres
ver una película? Creo que nos vendría bien algo divertido para aligerar el
ambiente. Tienes televisores aquí, ¿verdad? Estoy bastante segura de que
algunas de las obras de arte que cuelgan aquí son en realidad televisores, pero
es difícil saber cuáles.
—Por supuesto que tengo televisores. —Mi familia hizo miles de millones de
dólares al ser dueña de uno de los conglomerados mediáticos más grandes del
mundo. Aparte de dirigir varios periódicos y revistas, también tenemos una gran
cantidad de canales de noticias, detalles que Campbell conoce muy bien—. Pero
de todas formas es demasiado tarde para ver algo.
Suelta un suspiro entre sus labios fruncidos.
—Son las ocho y media. Hay niños que se acuestan más tarde que tú.
—Me acuesto a las nueve todas las noches. Lo sabes.
—Pensé que no trabajabas mañana. ¿No vamos a almorzar con tus padres y
Oliver?
—No hay nada malo en cumplir un horario. —Subo las escaleras,
dirigiéndome a nuestra habitación, y ella me sigue—. ¿Tienes un horario? ¿Qué
haces con todo tu tiempo libre?
—Buena pregunta. —Toma un conjunto de pijama de satén azul cerúleo del
cajón del vestidor que le he asignado y yo entro en mi cambiador. Cuando
103
regreso, ella está ajustando la parte superior de su pijama y se quita hábilmente
el sujetador sin revelar nada—. Dado que me gradué de la escuela de posgrado
hace un par de meses y nuestra boda es en menos de seis meses y me mudaré
aquí, no tiene sentido que consiga un trabajo. Me mantengo ocupada con trabajo
voluntario y ayudando al personal de mis padres con algunos proyectos en casa.
Paso tiempo de calidad con amigas y familiares. Leo. Veo películas. No sé si estás
insinuando que soy perezosa o que estoy desmotivada porque no tengo un
horario, pero solo estoy jugando la mano que me ha tocado.
—No insinué nada.
A continuación, nos encontramos junto a los lavabos.
—¿Qué vas a hacer cuando tengamos hijos y no estén en tu horario? —
pregunta mientras frota una bomba de limpiador facial entre las palmas de sus
manos—. ¿Los niños no tienen sus propios horarios?
—Ya cruzaremos ese puente cuando lleguemos allí. —Paso mi cepillo de
dientes bajo el agua antes de exprimir una franja de pasta de dientes con sabor
a menta sobre las cerdas.
—¿Quieres bebés?
Su pregunta casi hace que me atragante con la pasta de dientes.
—¿O solo es una obligación que tienes que cumplir? —Salpica agua en su
rostro, con los ojos cerrados mientras busca una toalla. Saco una del cajón y la
pongo en su mano—. Gracias.
—Puedo imaginarme siendo padre.
Seca su rostro.
—Eso no es lo que pregunté.
—¿Importa?
Campbell pone sus ojos azules en blanco.
—Cada vez que te hago una pregunta, o bien la desvías con otra pregunta o
actúas como si mi pregunta no fuera importante. Si no fuera importante, no
preguntaría. Estoy tratando de conocerte aquí.
No está equivocada.
En toda mi vida nunca he tenido que responder a este tipo de preguntas.
Supongo que es un lujo que he dado por sentado.
—Es íntimo —le digo después de escupir mi pasta de dientes y enjuagar el 104
lavabo—, tener acceso a los pensamientos y sentimientos más íntimos de
alguien. Creo que aún no hemos llegado a eso.
—Tenemos que empezar en algún lugar.
Campbell dobla su toalla usada y la coloca sobre el mostrador antes de girar
su cuerpo hacia mí. Sus pezones están completamente erguidos, casi
atravesando su fina blusa gracias a la helada ráfaga de aire acondicionado y al
frío suelo de mármol que refresca la habitación. Hago lo posible por mantener
mis ojos en los suyos, pero mentiría si dijera que no estoy muy distraído.
—Hemos pasado veinticuatro años —dice, tomando su cepillo de dientes—. Y
aún siento como si fuéramos desconocidos.
Me cruzo de brazos, esperando mientras se cepilla los dientes y continúa
hablando con espuma blanca alrededor de su boca como un animal rabioso,
excepto que en ella es algo... lindo.
Las mujeres con las que estuve en el pasado, aunque siempre fue en un
sentido casual, eran siempre muy cohibidas e inseguras. Una siempre se
levantaba antes que yo, corría al baño para arreglar su cabello, maquillarse y
hacer gárgaras con enjuague bucal, y luego volvía a meterse bajo las sábanas
pensando que yo no me había dado cuenta.
Otra mujer estaba tan avergonzada porque le llegó su período y manchó sus
pantalones blancos mientras estábamos bailando que bloqueó mi número
después. Cuando me encontré con ella un mes más tarde, hizo como si nunca
nos hubiéramos conocido.
La última mujer con la que estuve constantemente criticaba a otras mujeres
frente a mí, despreciándolas por tener senos falsos, inyecciones en los labios,
extensiones de cabello o cualquier otra cosa que ella considerara antinatural
porque eso la hacía sentir mejor por tener sus propias imperfecciones percibidas.
Campbell, en comparación, es un soplo de aire fresco.
Espero a que termine antes de apagar las luces y dirigirme a la cama.
Ella se acurruca a mi lado.
—Aún faltan veinte minutos para que te acuestes.
—¿Y qué?
Acostada de lado, me mira, con la cabeza apoyada en la palma de su mano.
—Deberíamos hablar. Hablar de verdad por una vez. Conocernos mejor. Nada
de discusiones, chistes o coqueteos. 105
—¿Qué podrías necesitar saber de mí que no sepas ya? —pregunto—. Y no sé
si entiendes lo que es el coqueteo...
—En algún momento tendrás que bajar la guardia. No puedes ser así para
siempre. —Campbell suspira—. Dios, debe ser agotador ser tú.
Si tan solo supiera.
Slade:
Hoy tuve una epifanía. ¿Y si te gusto en secreto? ¿Y si solo eres malo porque eres
como el matón del patio de recreo que no quiere que nadie sepa que le gusta una
chica? No sé por qué eso se me ocurrió hoy, pero estaba pensando en cómo realmente
no puedes odiar a alguien si no lo conoces. Y tú no me conoces en absoluto.

Campbell (17 años)

Campbell:
Eso no es tanto una epifanía como una ilusión. Muchas personas odian a otras
personas sin conocerlas. Tal vez deberías abrir un libro de historia en algún momento
e informarte.

Slade (18 años)


106
Slade:
¿Te estás poniendo en la misma categoría que los nazis? ¿Miembros del KKK? Odiar
a las personas sin conocerlas es bastante malvado.

Campbell (17 años)

Campbell:
¿Cuándo dije que te odiaba?
Slade (18 años)

Slade:
La primera carta que me enviaste. Literalmente dijiste que me odiabas...

Campbell (17 años)

Campbell:
Tienes razón. Me olvidé de eso. De todos modos, no te odio. Pero tampoco me caes
bien. Espero que eso aclare todo para ti.

Slade (18 años)

Slade:
¿Puedo preguntarte por qué no te gusto? No es que me importe. Solo por curiosidad.

Campbell (17 años)

107
Campbell:
No, no puedes.

Slade (18 años)


15
Campbell

Me despierto con un fuerte dolor de cabeza a la mañana siguiente después de


que una tormenta eléctrica azotara la zona. Los cambios en la presión
barométrica siempre me afectan así, y Florida es la capital de las tormentas
eléctricas del país, pero, por supuesto, dejé mi medicina en casa.
El reloj en la mesita de noche marca las 6 de la mañana y el lado de la cama
de Slade está vacío, las sábanas tiradas hasta su almohada y alisadas.
Probablemente esté fuera haciendo su media maratón diaria. Normalmente
tengo el sueño liviano, pero durante toda la semana ha logrado salir por la puerta
sin despertarme. Si es intencional o no, está por verse. ¿Tal vez duermo más
profundamente aquí debido a las mantas mullidas y las cortinas opacas? A
excepción del dolor de cabeza de hoy, me he despertado sintiéndome
inusualmente renovada toda la semana.
Me dirijo al baño y rebusco en algunos cajones en busca de Advil, Tylenol o
aspirinas, pero no encuentro nada. Bajo a la cocina y abro todos los armarios
hasta encontrar un estante con frascos y frascos de vitaminas y proteínas en
polvo.
108
—¿Puedo ayudarte a encontrar algo? —Una voz masculina me asusta hasta
dejarme sin aliento. Pero no es Slade.
—Oliver, me asustaste —digo—. ¿Qué haces aquí? Ni siquiera salió el sol...
—Dormí aquí anoche. Mi casa está en reformas. —Toma una taza de café de
un armario—. He estado yendo entre aquí y la casa de Delia.
—Oh. —No tenía ni idea.
—¿Quieres café? —ofrece.
—Claro.
Toma una segunda taza y se dirige a la cafetera espresso incorporada.
—¿Cómo has estado? —le pregunto cuando nos instalamos en dos taburetes
junto a la isla más cercana a las ventanas. El sol está a punto de salir y el cielo
ya está pintado de tonos melocotón, lavanda y azul claro. En casa he visto salir
el sol más veces de las que puedo contar, pero el balanceo de las palmeras le da
un aire totalmente nuevo.
—Viviendo el sueño —ironiza con una risa mientras toma un sorbo de su café.
—¿Cómo va el negocio de los yates?
—Un poco lento en esta época del año, pero nuestra agenda se está llenando
para la próxima temporada. ¿Cómo va lo de quedarse en casa? —Me guiña un
ojo.
Me rio, casi escupiendo mi café.
Lo que siempre me ha gustado de Oliver es que puede hacerme pasar un mal
rato sin parecer un imbécil.
—Le diré a mi madre que utilice ese término cuando la gente le pregunte qué
estoy haciendo a partir de ahora —digo, aunque Blythe Wakemont nunca lo
haría—. La mitad del tiempo se atasca con las palabras y se siente avergonzada,
como si fuera de alguna manera vergonzoso para ella que no esté haciendo nada
notable o digno de presumir en este momento, sin importar que ella sea la razón
de eso. Bueno, ella y mi padre.
—¿Qué estarías haciendo si no estuvieras... comprometida?
Apoyo la barbilla en la palma de mi mano, meditando mi respuesta
—Acabo de terminar mi maestría en trabajo social. Tal vez sería consejera o
algo así.
—Espera, ¿cómo no sabía esto sobre ti antes? 109
Me encogí de hombros.
—Nunca lo preguntaste.
—De todos modos, ¿por qué fuiste a la escuela de posgrado? Parece una
pérdida de tiempo y dinero.
—Soy infinitamente curiosa. Y me gusta ayudar a las personas —explico—.
Después de la boda, planeo fundar algunas organizaciones, usar mi privilegio
para ayudar a las personas. Esa licenciatura me enseñó mucho sobre las
injusticias del mundo y abrió mis ojos a experiencias que nunca habría tenido
de otra manera. En todo caso, fue exactamente lo contrario.
Endereza la espalda, levanta las cejas y asiente con aprobación.
—Bueno, entonces. Me retracto.
En algún lugar de la casa, se abre una puerta. Unos zapatos pisan la madera.
Unas llaves tintinean.
—Tu príncipe azul ha vuelto de su carrera —anuncia Oliver antes de gritar—
: En la cocina.
Unos segundos después, aparece Slade.
Sin camiseta.
Con unos abdominales relucientes.
Una vincha gris para el sudor aparta el cabello oscuro de su frente.
—Buenos días —digo.
—Buenos días —murmura mientras se dirige al armario con todos sus
suplementos. Las venas de sus antebrazos están particularmente prominentes
mientras mezcla varios polvos y pociones. Debe haber al menos una docena de
ellos.
—¿Tienes Tylenol, por casualidad? —pregunto—. Me duele la cabeza.
—El Tylenol es tóxico —responde—. Destruye tu hígado.
—Um, de acuerdo, ¿qué tal un Advil?
Gira la tapa en la botella y la sacude varias veces.
—El ibuprofeno destruye el revestimiento de tu estómago.
Oliver se ríe por lo bajo.
—Entonces ¿qué tomas cuando tienes dolor? —cuestiono—. ¿O simplemente
lo sufres como un mártir?
—No tengo dolores de cabeza —declara, bebiendo un sorbo de su brebaje—.
Y cuando tengo dolor, uso calor, hielo, masajes, aceite de cannabis a veces.
110
Oliver y yo intercambiamos miradas.
—Bienvenida al resto de tu vida, Campbell —bromea Oliver.
—Prueba meter la cabeza bajo agua fría —sugiere Slade—. Eso debería aliviar
tu dolor de cabeza. O tengo una bañera de inmersión en agua fría.
—Por supuesto que tienes una bañera de inmersión en agua fría... —musito—
. Además, mantienes tu casa a unos gélidos diecinueve grados. Si con un poco
de frío se quita un dolor de cabeza, no habría tenido uno en primer lugar.
Slade bebe el resto de su batido antes de servirse un vaso de agua filtrada y
tragar un puñado de cápsulas.
—Voy a ducharme. El almuerzo es en dos horas —informa antes de salir de
la habitación.
—Vienes, ¿verdad? —Me giro hacia Oliver.
—No me perdería este espectáculo por nada del mundo. —Toma otro sorbo
de café, sonriendo por encima del borde—. Sin ofender.
Me rio. Se siente bien tener a alguien con quien hablar de esto, especialmente
cuando esa persona tiene un buen sentido del humor.
—¿Has tenido algunas citas calientes últimamente? —pregunto. La última vez
que estuve aquí, Oliver me entretuvo durante horas con buen vino y relatos
humorísticos sobre su soltería. Nunca he conocido a alguien que estuviera
obsesionado tanto con las mujeres como con su libertad al mismo tiempo. Tiende
a oscilar entre ambos estados, dependiendo del día, y eso siempre le causa
problemas. Me parece un hombre complicado, pero ¿quién no lo es?
Mis padres mencionaron hace años que Oliver se mudó con Delia y Victor
cuando estaba en la secundaria porque estaba causando problemas en casa y
su padre (que nunca estaba en casa de todos modos) pensó que dejarlo con
Victor y su familia podría proporcionarle algo parecido a una vida hogareña
estable.
Aunque no tengo dudas de que fue lo mejor, supongo que ¿Oliver
probablemente está lidiando con problemas de abandono? Si es así, tiene todo
el sentido del mundo que sea como es.
Supuestamente, él fue producto de una aventura entre el padre de Victor y
una pasante universitaria que renunció a sus derechos sobre Oliver en el
momento en que lo dio a luz, aunque conociendo a los Delacorte, estaría
dispuesta a apostar que hubo un intercambio de dinero involucrado en toda esa 111
situación.
—Deberías venir a navegar alguna vez —dice Oliver.
—Sabes cómo me siento acerca de los barcos. —Ya hemos tenido esta
conversación antes. Mientras crecía, todos en Sapphire Shores tenían barcos,
pero mi abuelo murió en un accidente de barco extraño cuando yo era una niña
y mis padres me prohibieron subir a uno después de eso. No solo eso, sino que
llevaron las cosas un paso más allá al inculcarme el temor a Dios cuando se
trataba de todo lo relacionado con los barcos.
—Un día conmigo y te preguntarás por qué alguna vez tuviste miedo de ellos
en primer lugar. Te prometo que pensarás todo lo contrario cuando termine
contigo.
—No lo sé... —Envuelvo mis manos alrededor de mi taza tibia.
—Piénsalo. —Oliver se levanta de su taburete—. Sin presiones. Solo
considéralo.
—Pero ¿hasta qué punto es seguro?
—No encontrarás barcos más seguros que los míos. Tengo de todo. Chalecos
salvavidas. Balsas inflables. Bengalas. Teléfonos celulares satelitales. Radio.
Comida y agua de emergencia. Navegación. Kit de primeros auxilios. Monitor de
clima. Anclas. ¿Quieres que siga?
Exhalando, observo el entusiasmo que se refleja en su rostro. Si entrecierro
los ojos, casi parece una versión de Slade pero con menos músculos, cabello
ligeramente más claro y una pizca de patas de gallo en las esquinas de sus ojos
marrón chocolate.
—No nos alejaremos más de veinte o treinta millas mar adentro —agrega—.
Podemos quedarnos cerca de la costa si eso te hace sentir mejor.
—A veces me mareo en el mar...
—Dramamine. Tengo medicamento antimareos en todos mis kits de primeros
auxilios —declara Oliver riendo—. Tus excusas no funcionarán conmigo. Pueden
darte algo de tiempo, pero algún día te subiré a uno de mis barcos.
—Suena como si no fueras a aceptar un “no” por respuesta.

—Soy un Delacorte. —Coloca su taza en el lavavajillas—. ¿Qué esperas?


—Es cierto.
—Te prometo que te traeré a casa sana y a salvo y te divertirás como nunca.
—Oliver levanta la mano, haciendo el signo de honor de los Scouts con los dedos.
—¿Qué tipo de promesas estás haciendo ahora? —Slade aparece en el umbral 112
arqueado de la cocina, con el cabello mojado de su ducha, vistiendo un polo
blanco de corte ajustado y pantalones azul marino que resaltan su firme figura
de atleta.
—Quiere llevarme a navegar en yate —le digo.
—¿Le dijiste que no todos están obsesionados con los barcos como él?
Le ofrezco a Oliver una cálida sonrisa. Slade puede ser cruel a veces. Estoy
segura de que está acostumbrado, pero odio que las pasiones de alguien sean
insultadas en mi presencia.
—Él cree que puede conseguir que supere mi miedo a los barcos —explico.
—No creo que pueda, sé que puedo. —Oliver aprieta mi hombro al pasar—.
Debería irme, revisar a mis contratistas. Me reuniré con ustedes en el
restaurante. —Al pasar junto a Slade, le da un golpecito en el brazo—. Tu mamá
me mostró todas las cosas para bebés que compraron el otro día.
—¿De qué estás hablando? —Las cejas de Slade se elevan y su mirada viaja
de Oliver a mí y de regreso.
—Olvidé decírtelo... tu mamá quería comprar algunas cosas para bebés el
otro día —le informo—. No es que lo haya olvidado, sino que no había surgido en
la conversación y no quería soltarlo sin contexto ni advertencia.
El rostro de Slade se vuelve inexpresivo.
Esperaba una reacción, pero no... eso.
No... nada.
—Realmente está emocionada por ser abuela algún día —comento—. Sé que
estamos bastante lejos de eso, pero se estaba divirtiendo tanto que no quería
quitárselo.
—¿Puedo ser honesto? No puedo ni empezar a imaginarlos a los dos con un
bebé —interviene Oliver—. Si no se soportan ahora, espera a que discutan por
quién tiene que levantarse por tercera vez en medio de la noche con un bebé
llorando. Espera. Olvídalo. Slade probablemente contratará a una enfermera
nocturna. Él subcontrata todo.
—Se llama ser eficiente —replica Slade.
Arrugo la nariz.
—No necesitaremos una niñera. Tuve varias mientras crecía y fueron
geniales, pero siempre extrañé a mi mamá. Siempre deseé estar haciendo todas
esas cosas de la infancia con ella en lugar de con alguien a quien pagaban para
hacerlo. Quiero estar lo más involucrada posible con mis hijos. 113
—Eso lo dices ahora —se ríe Oliver—. Háblame cuando tengas el segundo
bebé y lleves tres años sin dormir.
—Eres todo un experto en crianza para ser alguien que nunca ha sostenido a
un bebé en su vida —le dice Slade a Oliver.
A pesar de ser medio tío de Slade, los dos siempre se han comportado más
como hermanos, siendo Slade el serio y Oliver el que aporta las bromas. En cierto
modo, considero que Oliver es una de las ventajas de casarse con esta familia.
Nunca hay un momento aburrido cuando él está cerca.
—No vas a encajar aquí si no tienes una niñera —comenta Oliver, aunque el
brillo en sus ojos me dice que sólo está bromeando a medias—. Solo para que lo
sepas.
—Menos mal que nunca me ha importado encajar —digo—. De todos modos,
debería empezar a prepararme para el almuerzo.
Con la taza de café en la mano, subo las escaleras, pero no llego al vestíbulo
cuando la voz de Oliver resuena desde la cocina.
—No puedo creer que no estés más entusiasmado por casarte con esta mujer
—dice Oliver—. Ella es la perfección y tú ni siquiera puedes verlo.

114
Slade (alias el rey del campus):
¿Qué tal la vida universitaria? Tu padre me dijo que te uniste a una fraternidad. Un
poco cliché, ¿no crees? ¿Qué sigue? ¿Barriles de cerveza y fiestas de togas?

Campbell (18 años)

Campbell:
Eso se llama establecer una red de contactos.

Slade (19 años)

115
16
Slade

—¿Qué estamos haciendo? —pregunto cuando Campbell estaciona su Audi


plateado en un estacionamiento de gravilla. A lo lejos, hay un sendero pedregoso
que se abre paso entre árboles de hoja perenne.
Estoy de vuelta en Sapphire Shores para un rápido fin de semana. En este
punto, Blythe tiene toda la planificación de la boda bajo control. Lo único que
queda por hacer es estrechar lazos con Campbell, supongo. Venir aquí era más
fácil cuando teníamos un horario, una agenda, un propósito. Todo esto de ir con
la corriente y tratar de conectarnos me hace sentir fuera de mi elemento, y sin
control. No es lo ideal.
—Observación de estrellas. —Apaga el motor de su pequeño Audi plateado y
agarra una bolsa del asiento trasero.
—¿Es algo que haces aquí... por diversión? —La sigo por el sendero hasta que
llegamos a un campo abierto de césped con una cerca a lo largo de la sección
este donde se convierte en un acantilado. Abajo, las olas rompen. Arriba, la luna
llena arroja un resplandor sobre un cielo, por lo demás, está completamente
oscuro. Aparte del paisaje, no hay nada peor que estar a solas con mis
116
pensamientos.
Somos las únicas dos almas aquí, probablemente porque es mediados de
marzo y todos los lugareños se han ido a climas más cálidos para las vacaciones
de primavera.
Decisión inteligente.
—Es algo que hago para relajarme —explica—. ¿No crees que es muy
tranquilo aquí?
Los grillos cantan y en algún lugar detrás de nosotros, un búho ulula.
Podríamos estar en una escena de El Diario de Noa o La chica Salvaje.
Campbell extiende una manta de franela roja en el suelo antes de sacar una
botella de pinot noir, un sacacorchos y dos copas sin tallo.
—No pretendo ser romántica ni nada de eso —dice mientras abre la botella
de vino—. Solo pensé que esto podría ayudar a calmar los nervios.
—¿Qué nervios?
Ella encoge los hombros mientras tira del corcho.
—Siempre estás tenso a mi alrededor. Y nunca sé cómo actuar contigo.
Tenemos que superar esto.
—No estaba consciente de que estaba tenso.
—Oh. —Sus brillantes ojos azules se dirigen a los míos—. Entonces, ¿así es
como eres siempre? ¿Frustrado? ¿Rígido? ¿Formal? ¿Serio?
—Me conoces desde hace veinticuatro años —le recuerdo—. ¿Alguna vez me
has conocido de otra manera?
—Para ser justos, te conozco desde hace veinticuatro años, pero solo como
conocido y una pobre excusa de Amigos por Correspondencia. Nunca hemos
intentado conocernos en un nivel personal.
—¿Por qué empezar ahora? —Tomo la copa que me ofrece y le guiño un ojo a
cambio.
—Porque no queremos ser miserables los próximos veinte años —espeta antes
de dar un sorbo—. Por eso. Ahora recuéstate y relájate.
Ella se acuesta, apoya el vaso en un trozo de hierba junto a la manta y desliza
las manos detrás de su cabeza. Inhala profundamente y suelta un bostezo.
Durante toda la tarde, me llevó por Sapphire Shores, mostrándome cada
centímetro cuadrado del pueblo de cuento de hadas. La mujer tenía una historia
o nota informativa para todo.
La vez que fue voluntaria en el refugio de animales y volvió a casa con una 117
mamá perra y cuatro cachorros de acogida.
La vez que tiró papel higiénico en la casa del director en Sherwood Hill y la
descubrieron, estuvo castigada durante una semana y casi se pierde el baile de
bienvenida...
La vez que se escapó para ir a una fiesta en la Mansión Mansfield con su
mejor amiga, Stassi, y llamaron a la policía, pero la dejaron ir porque su padre
donaba dinero al departamento de policía local cada año...
La vez que se quedó dormida en su auto afuera de la biblioteca pública porque
había estado estudiando durante doce horas seguidas y alguien la despertó
golpeando la ventana y resultó ser el mismo director cuya casa había atacada
con papel higiénico el año anterior...
Las caballerizas donde aprendió a montar por primera vez...
El aburrido club campestre donde sus padres pasan el setenta por ciento de
su tiempo libre...
El parque donde tuvo su primer beso en séptimo grado y el chicle del chico
se le quedó pegado en los frenillos…
Campbell jadea.
—¿Viste esa estrella fugaz?
—Debo habérmela perdido.
Ella golpea mi brazo.
—Acuéstate entonces.
Trago un sorbo de vino y me recuesto sobre mis codos.
—Acuéstate completamente.
Gruñendo, lo hago, pero solo para que deje de acosarme. La tierra debajo de
nosotros es dura, llena de pequeñas ramitas y piedras y quién sabe cuántos
insectos. Nada de esto es cómodo o relajante, y tampoco estoy vestido para esto
con mis pantalones grises y mi impecable camisa blanca. Si me hubiera dicho
que íbamos a pasar tiempo al aire libre, habría venido preparado.
De reojo, observo a mi futura esposa contemplar el cielo con asombro. Su
pecho se eleva y baja, lento y suave, y sus ojos brillan con el reflejo de un millón
de estrellas.
Lo que daría por ser tan despreocupado y vivir el momento a veces...
—¿Crees que, si nos hubiéramos conocido, no sé, en la universidad, como
completos desconocidos, habríamos congeniado? —pregunta.
—Imposible saberlo. 118
—Si ahora mismo no me conocieras y me vieras en una fiesta, ¿te acercarías
a hablar conmigo? —Se gira hacia mí, con una media sonrisa curvando sus
labios carnosos—. Y no digas que ni siquiera importa, porque sí importa o no
estaría preguntando.
—Como dije, imposible saberlo. —No me gusta pensar en los y si solo en
certezas.
Sé con certeza que he estado comprometido con esta mujer toda mi vida.
Sé con certeza que nos casaremos en agosto.
Sé con certeza que mi madre se está muriendo.
No pierdo el tiempo viviendo en realidades alternativas.
—¿Alguna vez te preguntas cómo sería tu vida si no estuviera todo
predestinado? —pregunta—. Como tal vez, si hubieras conocido al amor de tu
vida en algún lugar al azar, como en el supermercado. Quizás ambos alcancen
la misma baguette y sus manos se rocen, y sonríes, y de alguna manera eso se
convierta en los dos decidiendo compartirla, y eso se convierta en una cita.
—Creo que piensas demasiado.
—Prefiero pensar demasiado que no pensar en absoluto —declara.
—No tienes que compartir cada pensamiento que tienes.
—¿Es malo? —cuestiona—. ¿Mostrar tus pensamientos en lugar de hacer que
la gente tenga que adivinar y suponer todo el tiempo?
—¿No estás cansada? —Miro mi reloj. Son más de las nueve. Si estuviéramos
en casa de sus padres, ya estaría en la cama.
—Un poco. —Acomoda los brazos detrás de su cabeza, respira profundamente
y cierra los ojos. Ha estado despierta conmigo desde las 6 de la mañana, cuando
por casualidad decidió unirse a mi carrera, lo que me obligó a correr a media
velocidad para que ella pudiera seguirme el ritmo.
Cuando terminó, insistió en tomar todos los mismos suplementos que yo. Dijo
que tenía curiosidad por ver si se sentía diferente. Le dije que tardaría más de
un día en notar todos los efectos, pero insistió en intentarlo de todos modos.
A pesar de lo molesto que ha sido no tener ni una pizca de tiempo a solas hoy,
tengo que darle crédito por hacer un esfuerzo. Es más, de lo que puedo decir.
Nunca he intentado mostrar interés por sus pasatiempos, un movimiento más
intencionado de lo que ella podría saber.
Lo último que quiero es encariñarme. No solo a ella. Con nadie. 119
La observo durante unos minutos más, notando cuando su respiración se
estabiliza y su expresión se relaja por completo.
Está profundamente dormida, parece una auténtica Bella Durmiente.
La idea de besarla cruza mi mente como un pensamiento intrusivo. No lo
haré, porque sería fortuito y estaría fuera de contexto, pero todavía puedo
imaginar cómo se sentirían sus labios presionados contra los míos.
Cálidos, suaves, acogedores.
He pasado toda mi vida alejándola intencionadamente. Ahora se ha
convertido en una parte esencial de nuestra dinámica, y no sé cómo cambiarlo
sin parecer una especie de psicópata. Si mañana nos despertáramos y de repente
le comprara flores, tomara su mano y mantuviera conversaciones sinceras con
ella, probablemente me llevaría al médico para que me revisara la cabeza.
A veces estoy seguro de que he saboteado cualquier posibilidad que tengamos
de ser realmente felices juntos.
Todos los que han conocido a esta mujer la adoran, todos menos yo.
Y maldita sea, debería hacerlo.
Es hermosa por dentro y por fuera. Divertida. Genuina. Inteligente. Serena.
Generosa.
Quiero cambiar... realmente quiero.
Quiero ser el imbécil enamorado que no puede dejar de sonreír porque dentro
de cinco meses va a ser el hombre más afortunado de la tierra.
Simplemente no me atrevo a hacerlo.
Pero voy a intentarlo.
Por ella.
Por mí.
Por nosotros.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo, distrayéndome de esta madriguera de
autoconciencia incómoda.
Es Oliver.
—Hola —contesto, manteniendo la voz baja. Que Oliver llame a estas horas
un viernes no es normal. Por lo general, suele estar en el bar del cobertizo para
botes, tomándose su tercer Tom Collins de la noche mientras mentalmente se
adjudica a todas las hermosas mujeres que entran—. ¿Qué pasa?
—No quiero que entres en pánico —dice, sin aliento—, pero tu madre acaba
de ser llevada de urgencia al hospital. 120
Slade:
Wellesley no es ninguna broma. Me gustaría tener algo más emocionante que decir,
pero he estado enterrada en exámenes parciales, grupos de estudio y trabajos de
investigación. Mi cerebro es básicamente huevos revueltos. No creo que pudiera
inventar un insulto pasivo-agresivo, aunque lo intentara.

Campbell (edad 19)

Campbell:
Gracias por desperdiciar un sello postal y quince segundos de tiempo que nunca
recuperaré.

Slade (edad 20)


121
Slade:
Bien, de acuerdo, ¿Quieres entretenimiento? Bien. Permíteme contarte una pequeña
historia. El mes pasado fui a una fiesta en otra ciudad con mi compañera de cuarto.
Conocí a un chico. Se llamaba Seth. Era divertido, el alma de la fiesta. Un chico con
apariencia de leñador, musculoso y con los ojos verde esmeralda más bonitos que
jamás había visto. Te ahorraré los detalles, aparte de cómo literalmente saltaron
chispas en el aire en el momento en que nuestras miradas se cruzaron, pero digamos
que la noche terminó con una intensa sesión de besos y él pidiéndome mi número.
¿Te das cuenta de las ganas que tenía de darle mi número? Pero no se lo di. No
puedo. No puedo darme ese lujo. Ni siquiera puedo salir casualmente con alguien
porque tengo miedo de encariñarme y tener que romper porque, bueno, ya sabes. El
final.

Campbell (edad 19)

Campbell:
Apesta ser nosotros.

Slade (edad 20)

122
17
Campbell

La lluvia cae por los arcos de las ventanas de vidrio que separan la suite
principal de su amplia terraza. El cielo de mediodía está ominosamente oscuro
y destellos de relámpagos se entrelazan con los truenos. Fiona me recibió con un
paraguas cuando llegué al camino circular hace una hora, y me hizo pasar al
interior mientras me decía que abril es uno de los meses más lluviosos aquí.
No he visto ni hablado con Slade desde que interrumpió nuestra visita el mes
pasado.
Estábamos acostados en una manta bajo las estrellas después de pasar un
día completo paseando juntos e intentando conectar cuando anunció de repente
que tenía una emergencia laboral y tenía que irse temprano. Supuse que se
refería a que volaría al día siguiente, excepto que voló esa misma noche. En
cuanto regresamos a la casa de mis padres, empacó sus cosas, llamó a su piloto
y se fue al aeropuerto.
Lo curioso es que todo eso vino después de que le hiciera un par de preguntas
profundas... ¿le habría gustado si nos hubiéramos conocido por casualidad?
¿Alguna vez se pregunta cómo habría resultado su vida si no estuviera ya
123
planeada para él? Por supuesto que no me respondió. Terminé durmiéndome
gracias a la tranquilidad y el murmullo del océano a lo lejos. Luego me desperté
con él diciendo que teníamos que irnos de inmediato.
Abandonando la ventana y la vista gris-azulada del exterior, me ocupo de mi
maleta, desempacando mis cosas para la semana. Excepto que estoy a mitad de
camino cuando me doy cuenta de que un frasco de aceite limpiador facial se ha
destapado durante el vuelo y se ha derramado sobre la mitad de mi ropa.
Tomo el puñado de prendas manchadas y bajo al cuarto de lavado.
—¿Necesitas que lave algo? —pregunta Fiona mientras dobla una pila de
toallas blancas.
—Mi limpiador facial se derramó. ¿Tienes algún quitamanchas? —En casa,
mi madre nunca me enseñó cómo lavar la ropa. Siempre teníamos a alguien que
hiciera ese tipo de cosas por nosotros. No fue hasta que fui a Wellesley que
aprendí lo básico.
Fiona empuja sus delgadas gafas hacia arriba, examinando una de mis
camisas. Pasa el dedo por las manchas oscuras.
—Dijiste que esto es limpiador facial, ¿verdad? ¿Por qué está resbaladizo?
—Es a base de aceite.
Aprieta los labios.
—No puedes usar quitamanchas común para esto. Tendremos que usar
detergente para platos. Y tendrá que remojarse. Será todo un proceso, pero
nunca he visto una mancha que no pudiera quitar.
Toma la camisa y me hace señas para que coloque el resto de las prendas
sobre las encimera.
—Oh, no tienes que hacer esto por mí —digo.
Agitando las manos, dice:
—Insisto. Además, el señor Delacorte es tan maniático con la limpieza. Me
encanta un buen desafío cuando puedo conseguir uno.
—¿Estás segura?
—Ve —ella me empuja hacia la puerta—. Yo me encargo de esto. Tendré estas
prendas lavadas y dobladas para ti al final de la tarde.
—Muchas gracias. —Salgo, sintiéndome culpable y agradecida la vez. Sé que
el trabajo de Fiona es administrar la casa y todo lo que hay en ella, y no me
resulta extraño tener ayuda, pero no es como si estuviera haciendo algo de todos
124
modos.
Estoy doblando la esquina en el pasillo cuando me encuentro con Oliver. Ni
siquiera sabía que estaba aquí.
—Otra vez tú —bromea, fingiendo estar molesto—. ¿Vuelves tan pronto? ¿No
estuviste aquí hace solo un mes?
—Hace dos meses —replico. Se suponía que iba a volver con Slade después
de la última vez, pero luego ocurrió todo su problema laboral y me dijo que lo
resolvería todo cuando regresara. Cuando eso sucedió, ya era abril y aquí
estamos—. ¿Qué haces aquí? ¿Viniste a pedir prestado otro auto?
—Me conoces demasiado bien. —Agita un juego de llaves.
—¿Cuál vas a tomar esta vez?
—El Bugatti, obviamente —se burla.
—¿El Divo? —pregunto. Solo sé cómo se llama porque la última vez que estuve
aquí, un día me aburrí y di una vuelta por la colección de autos de Slade mientras
él estaba en el trabajo. Su garaje subterráneo para diez coches es como el sueño
húmedo de un hombre de mediana edad. No entiendo por qué una persona
necesita tantos vehículos, sobre todo cuando trabaja tanto que apenas tiene
tiempo para conducirlos.
—Ese sería el indicado.
—¿Cita caliente?
—Cita tibia. No todas pueden ser como tú —dice guiñándome un ojo.
No puedo decir si Oliver está siendo simplemente Oliver... o si está tratando
de coquetear conmigo. La última vez que estuve aquí, hizo un comentario sobre
mí siendo “perfección” cuando pensó que no podía escucharlo. Pero nunca me
ha tocado, dado un paso en falso o hecho que me sienta incómoda, así que no le
di más vueltas.
—Entonces, ¿por qué molestarse en pedir prestado el auto favorito de Slade?
—Levanto una ceja, ignorando su cumplido. No puedo saberlo con certeza, pero
estoy bastante segura de que Slade lo mataría si algo le pasara a ese.
—Porque es increíble, por eso —dice—. Y Slade dice que le hice demasiados
kilómetros al Portofino. Supongo que planea cambiarlo pronto. Tal vez por una
minivan o algo así.
—¿En serio? —No puedo decir cuándo Oliver está bromeando la mitad del
tiempo—. ¿Una minivan?
—No —se ríe—. Probablemente lo cambiará por un modelo más nuevo. 125
—¿Alguna vez piensas en comprar tus propios autos?
—¿Por qué hacer eso cuando puedo comprar barcos y conducir sus autos en
su lugar? —Me da una palmada en el hombro—. Hablando de eso, ¿vas a salir a
navegar esta semana? Debería hacer calor… si es que deja de llover.
—No esta vez.
—Vaya, ni siquiera dudaste. Ni una pizca de falsa esperanza esta vez.
—Pensé en ser más directa —digo—. Tal vez Slade está influyendo un poco
en mí.
Oliver pone los ojos en blanco.
—Dices eso como si fuera algo bueno.
—Di lo que quieras al respecto, al menos todos sabemos a qué atenernos.
—¿Estás segura de eso? —inclina la cabeza—. Siempre he pensado en el tipo
como un criptograma.
—No es como si hablara con acertijos —comento—. Nunca estoy confundida
acerca de dónde estoy parada con él. Solo soy una mujer con la que tiene que
casarse, ni más ni menos.
—Hm —el tono de voz de Oliver es neutral, como si no estuviera de acuerdo
ni en desacuerdo.
—¿Qué?
—Espero que algún día se dé cuenta de lo bien que la tiene —dice Oliver antes
de levantar la mano—. Y no digo eso en plan tío joven espeluznante coqueteando
contigo.
Me rio.
—Bien. Porque me agradas y no quiero que las cosas se pongan extrañas
entre nosotros.
—Lo mismo —dice Oliver—. De todos modos, Slade es un terco bastardo.
Siempre lo ha sido. Tengo la sensación de que se convencerá a su manera.
—Tal vez sí, tal vez no. Ya veremos.
—Al menos está haciendo un esfuerzo por pasar tiempo contigo,
especialmente con todo lo que está pasando.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué está pasando? —pregunto—. Además del trabajo,
que siempre está pasando…
—Me refiero a la boda y las cosas en la oficina. Es posible que no seas su
prioridad número uno, pero estás en la lista. Eso es importante para él. —Oliver
me señala con las llaves—. ¿Sabes a cuántas personas les gustaría estar en su 126
lista?
—¿Y qué lista podría ser esa? — Slade aparece detrás de Oliver. No lo había
escuchado llegar a casa.
Oliver se da la vuelta rápidamente.
—Estábamos hablando de tu apretada agenda.
Slade entrecierra los ojos, como si intentara mantener una conversación
silenciosa con su tío.
—De todos modos, solo estoy aquí para tomar el Divo —informa Oliver
mientras se aleja—. Lo devolveré mañana, recién lavado y encerado como de
costumbre.
—Mm hm —dice Slade mientras se acerca a mí. La visión del señor Alto,
Oscuro y Malhumorado con su camisa de vestir, sus pantalones negros y el Rolex
de oro blanco reluciente en su muñeca, hace que mi corazón se acelere,
olvidando por un momento que es mi futuro esposo y no algún apuesto
desconocido.
—Hola. —Le ofrezco una sonrisa tímida, insegura de su estado de ánimo o la
razón detrás de su rápida partida y su silencio el mes pasado.
—Hola. —Desabrocha su reloj y lo desliza en su bolsillo antes de desabotonar
los puños y subir las mangas por sus antebrazos.
—¿Cómo estuvo el trabajo? Oliver dijo que has estado lidiando con muchas
cosas últimamente —le pregunto—. Te fuiste tan rápido la última vez y nunca
hablamos de eso...
—El trabajo es trabajo.
Lo sigo hasta su estudio, donde se sirve una copa antes de pararse frente a
una ventana arqueada con una vista de un millón de dólares de la bahía. La
lluvia ha cedido un poco y un rayo de sol se asoma por detrás de las nubes
oscuras, pero los truenos siguen presentes.
—Bueno, si alguna vez necesitas desahogarte —murmuro—, estaré
encantada de escuchar...
—No tienes que ser amable conmigo solo porque nos vamos a casar —su voz
es fría y desprovista de emoción, todo en él es frío como el hielo. Más de lo
habitual, incluso más que la última vez—. Es insultante, sinceramente.
Slade bebe su whisky de un solo trago sin inmutarse.
—Estoy confundida —digo—. ¿Estás enojado porque estoy tratando de ser
amable?
127
—No estoy enojado. Simplemente no es lo que hacemos. No es lo que hemos
hecho nunca. Se siente poco sincero. —Pasa la mano por su cabello castaño, su
mirada se desenfoca mientras observa la tormenta.
Apenas llevo aquí unas horas y ¿así es como estamos empezando la semana?
Me doy la vuelta para irme, para darle el espacio que claramente necesita.
—¿A dónde vas? —Está mirando hacia afuera, pero hablándome.
—Nunca me han llamado poco sincera en mi vida —digo. Él se da la vuelta y
nuestros ojos se encuentran. Busco alguna señal en los suyos de que sabe que
está equivocado, de que lamenta sus palabras o su trato inapropiado hacia mí,
pero está tan ilegible como siempre—. Voy a dar un paseo.
—Está lloviendo. —Se sirve otro dedo de whisky escocés de su decantador—.
Y no conoces el lugar.
—Llevaré un paraguas —le informo—. Y ya me las arreglaré.

128
Slade:
Así que, ocurrió la cosa más graciosa. Estaba en Kennebunkport el fin de semana
pasado con mi madre y mi tía, y vi a un chico sentado en una cafetería que era
exactamente igual a ti. Se lo señalé a mi madre, quien, por supuesto, tuvo que
señalárselo a mi tía. Pero con tanto señalar y susurrar, el chico se dio cuenta. Mamá se
disculpó y le explicó que se parecía a alguien que conocíamos. Entonces, por
supuesto, mi tía empezó a hablar con él sobre cosas al azar porque nunca deja de
hablar. Al final, él comenzó a seguirme en Instagram y cuando llegué a casa, me
había enviado un mensaje directo pidiéndome una cita. En fin, su nombre de usuario
es @AlexStone91857 por si quieres ver a tu doble.

Campbell (20 años)

Campbell:
¿Cuál era tu intención con esa historia? ¿Intentabas ponerme celoso? 129
Además, él no se parece en nada a mí. Ni de cerca. De hecho, me siento un poco
insultado de que pienses que me parezco a él.

Slade (21 años)

Slade:
No tengo tiempo ni energía para preocuparme por darte celos.
El hecho de que menciones el sentimiento de celos sugiere que podrías haber sentido
una punzada de ellos, ¿no crees? Creo que Freud estaría de acuerdo.
Campbell (20 años)

Campbell:
Freud también creía que los niños pequeños desarrollaban sentimientos sexuales
hacia sus madres y que las niñas pequeñas experimentaban “envidia del pene”. Fuera
de aquí con esa mierda psicoanalítica.

Slade (21 años)

130
18
Slade

—¿Hay algo que pueda traerte antes de irme? —Estoy sentado junto a la cama
de mis padres después de un largo día instalando a mamá en casa. Ha pasado
la última semana en el hospital, pero sus médicos finalmente la dieron de alta
después de haber agotado todas las opciones de tratamiento existentes. Lo
último que dijeron fue que lo único que podíamos hacer era mantenerla cómoda.
—Estoy bien, cariño. —El gesto de dolor en su rostro contradice sus
palabras—. Aunque tal vez, si te pasas por aquí mañana, ¿podrías traer algunos
narcisos? Me vendría bien un poco de sol.
—Por supuesto. —Estamos en mayo, así que debería poder encontrar algunos
en alguna parte. Si no, los haré traer. Llenaré toda su habitación con ellos si eso
significa poner una sonrisa en su rostro y un poco de alegría en su día.
—¿No te vas pronto a Maine? —Su voz sale entrecortada y sus ojos están
cerrados. La medicación que está tomando la deja adormilada. Pero a pesar de
lo agotado que está su cuerpo, su mente siempre intenta luchar contra eso, tener
una conversación más, una respiración profunda más, un pie más entre los
vivos.
131
Yo haría lo mismo.
—Cancelé el viaje —le informo.
—Espero que no sea por mí.
—No me iré cuanto tú… —No puedo terminar la oración—. Campbell está
aquí, de hecho. En mi casa.
Cuando Campbell me visitó el mes pasado, no fui la persona más fácil de
tratar. Fui brusco y cortante, y pasé el menor tiempo posible con ella, echándole
la culpa al trabajo cuando la mayor parte del tiempo estaba cuidando a mi madre
en casa de mis padres. Odiaba mentir, pero no tenía elección.
Todas las noches cuando llegaba a casa, me decía a mí mismo que iba a ser
más amable con ella esta vez, pero nunca sucedía.
Descargaba mi ira con ella... y no podía disculparme ni darle explicaciones,
lo que solo empeoraba las cosas. Seguía preguntando si quería “desahogarme”
sobre el trabajo. Un día, ella y Fiona hornearon galletas, pensando que eso me
animaría. Otra noche, llegué a casa y ella había preparado un montón de juegos
de mesa en el comedor. Pasé de largo, diciéndole que no estaba de humor para
jugar.
Después de unos días, dejó de intentarlo.
No la culpaba.
—Hace tiempo que no vas allí. Me siento fatal por estar alejándote de ellos —
dice mamá, rascando su nariz con un pañuelo arrugado.
Estoy a punto de decir que tengo el resto de mi vida para viajar a Maine, pero
me lo guardo. No tiene sentido recordarle lo único que no tiene: tiempo.
—Campbell tenía muchas ganas de verte la última vez que estuvo aquí —
comento—. Siempre pregunta por ti.
—Ojalá pudiera pasar tiempo con ella. Nos divertimos mucho juntas ese día.
—Ella se gira hacia mi voz, sus ojos se entrecierran mientras intenta mirarme—
. No le dijiste nada, ¿verdad?
—Por supuesto que no. —Desearía poder hacerlo, pero mi madre no quiere.
Tiene miedo de que Campbell arme un escándalo al respecto o lo mencione a sus
padres. Una vez que Cedric y Blythe se enteren, será el fin de todo. El mundo
entero (al menos, su círculo social completo, que es esencialmente todo su
mundo) sabrá que mi madre está muriendo al final del siguiente día laboral, y
eso es lo contrario de lo que ella quiere. 132
Hemos sabido que este momento se acercaba desde hace un tiempo y nunca
ha vacilado en su deseo de morir a su manera: en privado y rodeada por mí, mi
padre y Oliver.
Lo menos que puedo hacer es respetar eso.
—Envíale mi amor, ¿quieres? —pide Mamá, sus párpados se cierran
lentamente. Sus palabras suenan entrecortadas y forzadas.
—Por supuesto. —Aprieto su mano antes de bajar la intensidad de la lámpara
que está a su lado, acomodar sus mantas y asegurarme de que su botella de
agua esté llena. Es tarde y necesita descansar, y no lo hará si estoy aquí. Querrá
seguir hablando, aunque necesite todas sus fuerzas para formar una sola frase—
. Duerme un poco, ¿de acuerdo? Volveré a primera hora de la mañana.
Llego a casa poco después y sigo el rastro de risas y conversaciones hasta la
sala de estar, donde Campbell y Oliver están disfrutando de comida chatarra y
viendo una maratón de Below Deck. Oliver pasó la mayor parte del día con mi
madre, pero mi padre le dijo que se tomara un respiro. Me dijo lo mismo a mí,
pero a diferencia de Oliver, mantuve mi postura.
—Ves, de eso estoy hablando —Oliver señala algo en la tele.
Campbell arruga la nariz.
—¿Eso es algo que realmente sucede?
—A veces. —Oliver alcanza una botella de cerveza verde y da un trago,
sonriendo. Nunca he conocido a nadie que ame algo más que lo que Oliver ama
los barcos. Siempre lo he comparado con el hecho de que cuando mi abuelo, el
padre de Oliver, todavía estaba por aquí, navegar era el único tiempo de calidad
que pasaba con su hijo bastardo.
Dios, ahora sueno como Campbell y su mierda psicoanalítica.
—Oh, Slade, no te había visto ahí parado —dice Campbell cuando me ve de
reojo. La sonrisa despreocupada que tenía en su bonito rostro hace un momento
ha desaparecido, como si de repente yo hubiera absorbido toda la diversión de
la habitación—. ¿Cuánto tiempo llevas en casa?
—Unos minutos —indico.
Oliver pone en pausa el programa.
—¿Todo bien en la oficina?
—Más o menos igual. —Le lanzo una mirada significativa.
—La cena estará lista en breve —informo—. Le solicité a Fiona que pidiera
sushi esta noche. 133
—Oh. —Campbell mira a Oliver—. No sabíamos que ibas a hacer eso. Mi vuelo
llegó temprano y Oliver ya estaba aquí, así que ya cenamos. Debería haberte
mandado un mensaje. Puedo quedarme contigo mientras comes si quieres.
—No es necesario. —Me quito la corbata y subo las escaleras para cambiarme.
Estoy a medio camino de mi habitación cuando los ecos de risas y
conversaciones animadas se reanudan, recorriendo los pasillos y llenando el
espacio vacío en esta casa.
Oliver nunca me robaría a Campbell. Para empezar, no puede hacerlo. Mi
padre lo asesinaría directamente o, como mínimo, encontraría una manera de
sabotear sus finanzas con una devastadora demanda o un “manejo indebido” de
inversiones. Lo he visto poner de rodillas a otros hombres poderosos, y no creo
ni por un segundo que hiciera una excepción por su medio hermano. Es
sorprendente lo que la gente está dispuesta a hacer si agitas un fajo grueso de
dinero frente a su rostro. En segundo lugar, Campbell es consciente de la
reputación de mujeriego de Oliver. Además, ella perdería toda su herencia, si es
que sus padres son realmente tan despiadados.
Irónicamente, los dos serían una pareja mucho mejor.
Sacudo la cabeza.
Me estoy adelantando a los acontecimientos, conjurando los peores
escenarios. Mi mente no ha estado en el mejor lugar últimamente. Es difícil ver
el sol detrás de todas esas nubes oscuras.
Cuando hablé con el médico de mi madre hoy temprano, me dijo que tendrá
suerte si llega hasta el próximo mes y que deberíamos buscar formas de hacerla
sentir más cómoda mientras “hace la transición”.
Puede llamar a la muerte transición todo lo que quiera, pero eso no hace que
sea más fácil de aceptar.
Como sushi solo, en silencio, en una casa ocasionalmente salpicada por la
algarabía proveniente de la sala de televisión. Una vez que termino, regreso
arriba, tomo mi iPad y me pongo al día con el Wall Street Journal en la cama.
Grand Venture Media Group ha estado tratando de comprar todas las pequeñas
empresas de medios que puedan antes del próximo ciclo electoral, por razones
obvias para cualquiera con media neurona. Nos han hecho ofertas ridículamente
pequeñas más veces de las que puedo contar, pero últimamente han tenido su
mirada puesta en la adquisición de Franklin and Dodd en Massachusetts, una
compra que he estado negociando durante la mayor parte de este año.
Durante las dos horas siguientes, me sumerjo en una madriguera de trabajo.
Es la única vía de escape que tengo en estos días. 134
—Lo siento. Sé que es tarde —dice Campbell cuando entra—. Ese programa
es realmente adictivo. No estaba prestando atención a la hora y…
—No te preocupes por eso. —No aparto la vista de la pantalla.
—Por cierto, Oliver se fue. Dijo que se quedaba en casa de tus padres esta
noche. Ah, y dijo que mañana necesita que le prestes tu Phantom.
Presiono en la aplicación de mensajes en mi iPad y le envió un mensaje a mi
tío, diciéndole que deje de gastar el dinero de su fondo fiduciario en yates y
empiece a comprar sus propios autos. Mientras tanto, Campbell agarra su
pijama y se dirige al baño.
La habitación está en silencio, salvo por el sonido del agua corriendo al otro
lado de la puerta cerrada, y poco después, ella emerge oliendo a menta y rosas
mientras se mete en la cama.
—¿Todo está bien? —pregunta—. Es que… las últimas veces que te he visto,
has estado... diferente.
Levanto una ceja, haciéndome el tonto.
—¿Diferente cómo?
—Más frío. Más distante —explica, acomodando las mantas—. Pensé que por
fin estábamos dando un paso adelante y luego... no sé qué pasó. Si quieres
cancelar la boda solo...
—El trabajo ha sido estresante —la interrumpo—. La boda está en marcha.
Te pido disculpas si he estado desconectado. Tengo mucho que hacer en este
momento.
—Lamento escuchar eso. Te preguntaría si quieres hablar de eso, pero ya sé
lo que dirás. —Hay un poco de compasión en su voz por alguna razón, casi como
si sintiera lástima por mí por ser tan cascarrabias.
Pero no necesito su compasión.
Lo único que realmente podría necesitar en este momento es un milagro.
—Me conoces bien —digo, pasando a un nuevo artículo en mi tablet.
—¿Qué planes tienes para esta semana? ¿Vamos a visitar a tus padres?
—No están disponibles esta semana.
—Oh. —Me doy cuenta de que quiere preguntar por qué, pero por alguna
razón, no lo hace—. Entonces, ¿cuál es el plan?
—¿Por qué quieres un plan? Nunca eres así.
—Solo pensé que tenías toda la semana planeada. Perdona por preguntar. —
Se pone de lado y apaga la lámpara de su lado de la cama. Como noctámbula, 135
es inusualmente temprano para que ella dé por terminado el día.
Me la imagino allí acostada durante las próximas horas, fingiendo estar
dormida. Quizá se sienta culpable por pasar la noche con Oliver en vez de
conmigo, aunque no debería. Prefiero que disfrute que odiar cada segundo que
pasa bajo mi techo.
Sin decir una palabra, meto la mano en el cajón de mi mesita de noche y saco
un mando a distancia blanco. Con solo presionar un botón, un televisor baja de
una sección oculta en el techo. Lo enciendo, abro el menú de streaming y pongo
Below Deck para ella.
Es lo menos que puedo hacer.
Slade:
¿Qué crees que estaremos haciendo dentro de diez años?

Campbell (21 años)

Campbell:
Trato de no pensar en eso sí puedo evitarlo.

Slade (22 años)

136
19
Campbell

Conecto mis AirPods, selecciono mi música de los noventa y me abanico con


la última novela de Taylor Jenkins Reid. A pesar de que solo son las 8 de la
mañana, el sol de Palm Beach brilla con toda su fuerza y estoy bastante segura
de que tengo aproximadamente treinta minutos más antes de derretirme en un
montón de protector solar en esta tumbona, pero persisto.
Estamos en junio y necesito aclimatarme al clima veraniego. Fiona dijo que
julio y agosto son aún peores, lo cual no puedo imaginar. Quizá tenga que ir al
norte durante el verano.
Alaska suena como un sueño en este momento.
Una canción angustiosa de Fiona Apple susurra en mis oídos mientras paso
a una página doblada en mi libro. Hace tanto calor que apenas puedo
concentrarme, y una mezcla de sudor y protector solar hace que mis ojos ardan
y nubla mi vista. Limpiando mi rostro con una toalla de playa limpia, logro
recuperar la visión justo a tiempo para que Fiona aparezca con una bandeja de
desayuno. 137
—No tenías por qué hacerlo —le digo mientras coloca mis platos favoritos
sobre la mesita—. Pero gracias.
Ella sonríe.
—Avísame si necesitas algo más.
Estoy a mitad de mi tostada con aguacate cuando Slade sale a la terraza, su
torso brillante por el sudor resplandece bajo la luz del sol mientras acomoda la
vincha para el sudor en su frente.
—¿Corriste bien? —le pregunto entre bocado y bocado. Últimamente, esto es
lo que hacemos: hablar de trivialidades. Conversaciones neutrales. No-
conversaciones, como me gusta llamarlas. Mientras no le pregunte si está bien
o si quiere hacer algo divertido, no se enfada conmigo. De vez en cuando, me da
una alegría haciendo algo inesperado o agradable al azar. La mayor parte del
tiempo, sin embargo, camino con pies de plomo a su alrededor.
Dice que es por el trabajo, pero cuanto más nos acercamos a la boda, peor es
su estado ánimo. La correlación no siempre equivale a causalidad, pero no puedo
imaginar qué más podría ser.
—Las llaves del Tesla están en la cómoda —dice—. Voy a darme una ducha y
salgo.
El plan para el día es que yo conduzca por la ciudad, sola, para aprender a
moverme. Slade me dio una lista de todos los lugares que frecuentaremos
después de casarnos, así como algunos lugares que cree que me gustarán, varios
restaurantes y tiendas, la casa de sus padres, la casa de Oliver, el club de campo
de la familia, gimnasios... También tengo mi propia lista de lugares,
principalmente organizaciones benéficas y refugios de animales en los que me
gustaría trabajar como voluntaria cuando esté aquí a tiempo completo. Imagino
que pasear por la ciudad ocupará todo mi día, lo cual es emocionante porque
descansar en la mansión fría de Slade se vuelve aburrido después de uno o dos
días.
—Gracias —digo, cubriendo mis ojos con la mano para bloquear el sol
abrasador. Es difícil creer que viviré aquí a tiempo completo dentro de dos meses.
A pesar de tener más de dos décadas para prepararme, todavía no se siente
real—. Oh, iba a ver si podríamos visitar a tus padres en algún momento. No los
he visto en meses.
Se siente un poco descortés estar en la ciudad y no ver a mis futuros suegros,
incluso si ellos los que han estado ocupados. Aunque no estén libres esta
semana, al menos quiero hacer un esfuerzo.
Slade pasa la mano por su mandíbula, absorto en la vista del océano mientras
138
parece estar perdido en sus pensamientos.
—Veré qué están haciendo y te avisaré. —Su voz es monótona, desinteresada.
¿Tal vez tuvo una pelea con ellos? Aunque no puedo imaginar eso, dado que lo
están obligando a casarse y él está haciendo exactamente lo que quieren. Hago
una nota mental para preguntarle a Oliver cuando lo vea la próxima vez.
Normalmente no soy de chismes, pero si él pudiera completar alguna de estas
piezas del rompecabezas que faltan, se lo agradecería.
Tan pronto como Slade se va a hacer lo suyo, decido que no debería esperar
a que él organice algo cuando prácticamente ya somos familia. Le envío un
mensaje a Delia para decirle que estoy en la ciudad y que me encantaría verla si
está libre.
Con el teléfono en la mano, espero su respuesta. Cada vez que le he mandado
un mensaje, responde en cuestión de segundos, y cada vez que he estado cerca
de ella, he notado que su teléfono está prácticamente pegado a su mano. Solo
pasan unos minutos y mi mensaje sigue en estado de “entregado”, sin cambiar
a “leído”.
Unas horas más tarde, estoy recorriendo la ciudad, yendo de parada en
parada, disfrutando de la vitalidad de esta pequeña y loca ciudad. Hasta ahora
he visto prácticamente todos los autos deportivos conocidos por el hombre en
casi todos los colores bajo el sol de Florida: mandarina, morado iridiscente, azul
turquesa, verde lima, gris metálico y rosa Barbie, por nombrar algunos. Incluso
la gente viste con colores alegres que hacen juego con sus bronceados y blancas
sonrisas deslumbrantes.
Con una mezcla de lugareños, turistas y jubilados, la trepidante ciudad
rebosa vida a cada paso. En Sapphire Shores, nadie tiene prisa por llegar a
ningún lado a menos que sea una emergencia.
Es poco después de la una cuando llego al estacionamiento de un pequeño
restaurante de fusión asiática para un rápido almuerzo. Antes de entrar, reviso
mi celular. Todavía nada de Delia.
Tomó una foto del toldo y del letrero y se la envío a Slade, preguntándole si
este lugar es bueno.
Él responde con un pulgar hacia arriba.
Le pregunto si quiere unirse a mí.
Él dice que no puede, que está ocupado.
Valió la pena intentarlo.
Estoy sentada en una pequeña mesa para dos unos minutos después, cuando
139
vuelvo a mandarle un mensaje preguntándole si quiere que compre algo mientras
estoy fuera. Riéndome por lo bajo, me doy cuenta de que es algo típico de una
“esposa” y no sé si alguna vez tendremos esa dinámica.
Unos minutos después, Slade finalmente me responde y, en lugar de darme
una respuesta simple de sí o no, me dice que si alguna vez necesito algo, se lo
haga saber a Fiona y que ella se encargará.
Exhalo, bebo un sorbo de agua con hielo y observo a las personas.
A mi lado, una pareja de mi edad está compartiendo dim sum. Entre bocado
y bocado de dumplings y bollos al vapor, no hay más que sonrisas y una dulce
conversación. Hay ternura entre ellos mientras se toman su tiempo para
disfrutar de la comida y de la compañía mutua. Cuando terminan, se toman de
la mano a través de la mesa y hablan sobre qué hacer después de esto.
Lo que daría por una pizca de eso con Slade...
Cuando era niña, siempre me mostré indiferente hacia él. No me importaba
que me odiara o que nunca hiciera un esfuerzo. Yo reflejaba su energía y supuse
que eventualmente él cambiaría a medida que nos acercáramos al Gran Día.
La esperanza es la desgracia de un eterno optimista.
Nunca me había tomado su personalidad distante como algo personal. ¿Pero
ahora? Ahora no estoy segura.
Solía decirme a mí misma que las cosas cambiarían algún día cuando menos
lo esperara, que incluso podría haber amor al otro lado de todo su resentimiento.
¿Pero a quién estoy engañando? Los hombres sin corazón, por su propia
naturaleza, son incapaces de amar.

140
Slade:
Hace tiempo que no sé nada de ti. Solo quería asegurarme de que todavía estás vivo y
de que no soy una pre-viuda.

Campbell (22 años)

Campbell:
Si muriera, lo sabrías porque mis padres transmitirían mi funeral a nivel nacional en
cada cadena que poseen.
Lamento decepcionarte.

Slade (23 años)


141
20
Slade

—Quizás deberías ir más despacio con eso. —Tomo el vaso de Oliver y la


botella casi vacía de Macallan y los deslizo fuera de su alcance.
Mamá exhaló su último aliento hace seis horas. Falleció tranquilamente en
su cama, con Oliver, mi padre y yo a su lado, tal como ella quería. En mayo, los
médicos nos dijeron que tendríamos suerte si llegaba hasta junio. En junio, nos
dijeron que era un milagro que hubiera llegado tan lejos. Cuando llegó julio,
teníamos una pequeña esperanza de que quizás lograra vivir lo suficiente para
presenciar la boda. En el fondo, todos sabíamos que eso era por lo que estaba
luchando. Puede que haya perdido la batalla, pero dio una gran pelea.
En algún lugar de los rincones de esta mansión interminable, mi padre está
procesando su pérdida en soledad. Nunca ha sido de mostrar emociones frente
a otros. Parecer débil no es propio de los Delacorte, siempre me ha dicho.
Oliver se enfrenta a la situación bebiendo hasta que no pueda sentir su rostro
ni sus sentimientos.
Yo estoy entumecido. Imagino que todo me golpeará cuando menos lo espere, 142
pero por ahora, alguien tiene que mantener unida a esta familia.
Me senté junto a la cama de mamá mientras las enfermeras hacían su trabajo,
y luego me encerré en el estudio de mi padre, haciendo todas las llamadas
necesarias. Cuando salí, Oliver estaba tambaleándose por el bar, lágrimas en los
ojos y murmurando para sí mismo.
Mi teléfono vibra con llamadas una tras otra. Dejo que todas vayan a mi buzón
de voz, donde un saludo recién grabado proporciona los detalles del funeral y
dirige a los que llaman al contacto de relaciones públicas de mi familia para
cualquier comentario o pregunta. Mi madre no era una celebridad en ningún
sentido, pero como esposa de uno de los hombres más ricos del mundo, su
muerte será noticia.
—Es una mierda —balbucea Oliver. Sus ojos están desenfocados y estoy
seguro de que está hablando con el universo y no conmigo—. ¿Por qué ella? ¿No
podría haber sido cualquiera?
Se desploma en un sillón de cuero de gran tamaño, enterrando la cabeza entre
las manos.
Miro el teléfono y siento la tentación de ponerlo en modo “No molestar”, pero
no lo hago por si llaman de la funeraria. Podría haber delegado fácilmente esta
tarea a alguien en la nómina de mi padre, pero quiero asegurarme personalmente
de que cada detalle esté exactamente como ella lo quería. Se supone que están
buscando narcisos y trabajando para conseguir que su cantante de ópera
favorita vuele para interpretar Ave María e In Paradisum.
Me acuesto en el sofá Chesterfield, junto a un Oliver sollozante, y cierro los
ojos. Sigo esperando que algo me embargue, una oleada de dolor, pero mi interior
sigue siendo un vacío de nada.
—¿Ustedes dos están bien? —La voz quebrada de mi padre rompe el silencio
después de un rato, y lo encuentro parado en la puerta. Su cabello plateado está
desaliñado, como si hubiera estado pasando las manos por el mientras
agonizaba durante las últimas horas.
Oliver murmura algo que ninguno de nosotros puede escuchar.
—Deberías ir a casa, Slade, descansar un poco —sugiere papá mientras toma
asiento a mi lado—. Ha sido un largo día.
—No los dejaré aquí solos.
—Estaremos bien. —Habla con convicción, aunque sus ojos están llenos de
una pesadez desoladora como nunca he visto. Durante toda mi vida, este hombre
nunca ha derramado una sola lágrima. Ahora me doy cuenta de que ha estado 143
conteniéndolas todo el día, esperando a estar solo para finalmente dejarlas salir.
No solo quiere que me vaya, sino que lo necesita.
—Siempre que estés seguro —digo.
Sus labios se contraen.
—Te avisaré si necesitamos algo.
—Mantén a este lejos del armario de los licores. —Señalo a Oliver—. No quiero
enterrar a dos miembros de la familia en una semana.
Papá asiente.
Salgo por mi cuenta.
En el instante en que cruzo las puertas de mi propia casa, algo se siente...
extraño. Lo atribuyo al duelo al principio, y luego veo la maleta plateada de
Campbell en medio del vestíbulo. Apenas tengo tiempo para procesar el hecho
de que ella está aquí cuando corre hacia mí de la nada y me envuelve en un
cálido abrazo.
—Vine en cuanto Oliver me lo dijo —susurra, con la cabeza enterrada en mi
hombro—. Lo siento mucho.
Por supuesto que Oliver se lo contó.
El hombre nunca desperdicia una excusa para estar en contacto con esta
mujer de cualquier manera posible.
Conteniendo la respiración, estoy a punto de apartarla suavemente cuando
algo se apodera de mí. En lugar de eso, me quedo allí. Por alguna razón, decido
dejar que me abrace.
—No tenía idea de que estaba enferma —dice Campbell—. ¿Por qué no me lo
dijiste?
—Ella no quería que nadie lo supiera.
Inclinándose hacia atrás, sus ojos azul profundo examinan los míos y su
delicado rostro se suaviza.
—¿Te lo has guardado todo este tiempo? Por eso has estado…
Su voz se desvanece en la nada, la misma nada que me consume por dentro.
—No tienes que responder a eso. —Acaricia mi rostro, un gesto tierno e
inesperado. Y me mira con la clase de compasión que definitivamente no merezco
de ella.
—No tenías que venir aquí —digo.
—No lo hagas —advierte—. Además, Delia no querría que pasaras por esto
solo.
144
No está equivocada, de hecho, cuanto más conozco a mi futura esposa, más
me doy cuenta de que rara vez se equivoca.
Slade:
Dentro de 365 días, estaremos casados. En mis años más jóvenes, esperaba que a estas
alturas estuviéramos intercambiando cartas de amor en vez de cartas de odio. ¡Ja! El
próximo mes es nuestra fiesta de compromiso, que marcará el inicio de todo este
espectáculo de mierda, y dado que pasaremos más tiempo juntos de aquí en adelante,
estas cartas ya no serán necesarias. (¿Alguna vez lo fueron realmente?)
Todo esto para decirte que esta es mi última carta para ti.
El final de una era... el comienzo de otra.
Espero que esta sea mejor.

Campbell (23 años)

Campbell:
¿Nunca te cansas de tener esperanzas? Es una pérdida de tiempo. 145
Slade (24 años)

Slade:
De acuerdo, mi intención era que esa fuera mi última carta para ti, pero como hiciste
una pregunta, quería responderte. No, nunca me canso de tener esperanzas. Es
importante que sepas eso sobre mí a medida que entramos en este matrimonio.
Siempre esperaré lo mejor, incluso cuando las cosas estén en su peor momento.
Simplemente así soy yo.
Campbell (23 años)

146
21
Campbell

—Oh, Campbell. —Mi mamá suspira mientras mi asistente de novia abrocha


el último botón y arregla mi velo—. Te ves tan hermosa que podría llorar.
Está siendo dramática como siempre, pero yo también podría llorar.
Aunque por diferentes razones.
—¿Qué pasa? ¿Qué es? —pregunta cuando nota la expresión que llevo bajo
el velo que cubre mi rostro.
Mi labio inferior tiembla. Llorar en el día de mi boda no estaba en mis planes.
Pensé que, en todo caso, resultaría indiferente. Ocultar mis sentimientos. Poner
buena cara para poder pasar el día. Pero ahora que este día está realmente aquí,
no es en absoluto lo que esperaba.
—¿Qué está pasando? —Stassi toma el otro lado de mi velo y coloca la mano
en la parte baja de mi espalda—. ¿Qué pasa?
Tenley y Elise miran desde el otro lado de la habitación, su conversación se
vuelve abruptamente silenciosa. 147
—Chicas, ¿podrían darnos un momento, por favor? —pregunta mamá.
Mis damas de honor salen al pasillo con sus vestidos color lavanda a juego,
seguidas por mi asistente, estilista, fotógrafo y maquilladora.
Mamá levanta mi velo y lo coloca suavemente detrás de mi espalda.
—Se supone que debes caminar por el pasillo en diez minutos. Julio acaba
de terminar tu maquillaje. Ahora no es el momento para esto, Campbell. Te lo
digo, sea lo que sea lo que sientas, reprímelo. Ocúpate de eso más tarde.
Seiscientas personas viajaron de todo el mundo para verlos intercambiar votos.
No te avergüences.
Su mirada es gélida y sus labios están tensos contra sus dientes.
En lugar de consejos maternales, estoy recibiendo una advertencia.
—Él me odia —digo, conteniendo un brutal sollozo que quiere escapar. Mi
pecho arde mientras contengo la respiración hasta que la sensación
desaparece—. Siempre me ha odiado... y siempre me odiará. No puedo hacer
esto. No puedo casarme con él. Pensé que podía, pero preferiría...
La bofetada me toma por sorpresa.
Levanto la mano hacia mi mejilla, que solo arde ligeramente ya que se aseguró
de no golpearme tan fuerte como para dejar una marca, pero estoy atónita de
todos modos.
Mi madre nunca me ha golpeado en su vida.
—Te vas a casar con él —espeta—. Recomponte y supéralo, Campbell. No
tienes elección.
—No necesito mi herencia.
—No seas ridícula. —Mamá levanta las manos al aire—. No puedes esperar
anunciar esto en el último momento...
Sigue despotricando y dando vueltas, pero la ignoro.
El mes pasado, cuando Delia falleció, subí a un avión en cuanto me enteré.
En cuestión de horas, estaba en la casa de Slade, nuestra casa, esperando
consolarlo en cuanto entrara por la puerta. Aunque me permitió abrazarlo y
hacerle compañía durante la semana, nunca se ablandó. Ni una sola vez. Le di
algo de margen, por supuesto. Acababa de perder a su madre. Pero fue la
conversación que tuvimos después de la cena de ensayo anoche la que lo
confirmó todo para mí.
—Nunca te voy a amar —me dijo mientras me llevaba a un lado en nuestro
camino—. Nunca voy a poder darte lo que necesitas. Nunca seré la persona que
quieres que sea. Creo que mereces saberlo. Solo quiero que entres en esto sin
148
falsas esperanzas.
Mientras la esperanza se rompía en mi corazón como un millón de pequeños
fragmentos de cristal, mantuve mi mejor cara de póker, permaneciendo estoica
y aparentando no estar afectada.
—Dime algo que ya no sepa —le dije—. Pero tengo que preguntar, ¿hay alguien
más?
—No —dijo sin dudar, aunque por lo que yo sabía, podría haber estado
mintiendo. A pesar de todas nuestras cartas y todo el tiempo que habíamos
pasado juntos, apenas conocía al verdadero Slade.
—Curioso... ¿qué es eso tan horrible que hay en mí que ni siquiera lo
intentarás? —pregunté.
Respondió a mi pregunta con otra.
—¿Quién dijo que tenga algo que ver contigo?
En diez minutos, me voy a casar con un hombre roto y despiadado, un
completo desconocido.
Pensé que podía hacerlo, pero ahora...
La idea de estar parada frente a cientos de personas, mirando los ojos llenos
de odio de Slade y prometiendo amarlo y cuidarlo por el resto de mi vida me dan
ganas de gritar, llorar y vomitar, todo al mismo tiempo.
Mamá comienza a decir algo, pero es interrumpida por unos golpes en la
puerta. Suspirando, ladea la cabeza y me observa detenidamente.
—Vas a pintar una sonrisa en tu rostro y serás la novia más feliz y hermosa
que este mundo haya visto —advierte—. Cualquiera que sea la situación,
cualquier reserva que tengas, la resolveremos cuando vuelvas de tu luna de miel.
No le digo que no hay luna de miel, una decisión que Slade y yo tomamos
rápidamente y sin problemas durante la planificación de toda esta farsa. Mis
padres creen que pasaremos diez días en un complejo aislado en Bali, pero
estaremos en Palm Beach, cada uno haciendo lo suyo, como dos barcos que se
cruzan en la noche.
—Respira profundo, Campbell. Todo estará bien —dice mamá antes de
dirigirse a la puerta—. Oh, Oliver. No te esperaba.
Mi corazón se detiene bruscamente. ¿Viene a decirme que Slade está
cancelando la boda?
—Olvidé darle esto a Campbell antes —lo escucho decir. Hace un par de
horas, pasó por aquí con un regalo de Slade. Meses atrás, mi madre nos recordó 149
que es tradición que los novios intercambien regalos el día de su boda. Yo le
regalé un reloj de bolsillo antiguo. Él me regaló un colgante de oro y diamantes
con la fecha de nuestra boda inscrita en el reverso—. Es una carta de Delia.
—Gracias. Me aseguraré de que la reciba —dice mamá.
—Estamos a punto de salir. El auto nos está esperando —le informa Oliver.
—Estaremos en camino en breve —le dice a Oliver. Cuando regresa a mi lado,
me entrega un sobre blanco con mi nombre—. No la leas ahora. No tenemos
tiempo.
Ni siquiera querría hacerlo, ya estoy emocional. Leer las palabras de una
mujer recién fallecida cuando estoy a punto de casarme con su amado hijo solo
complicaría mis ya complicados sentimientos al respecto.
Coloco el sobre en la maleta y cierro la cremallera con cuidado.
Después del funeral el mes pasado, estaba sentada afuera hablando con
Oliver cuando mencionó casualmente que Slade siempre hablaba bien de mí ante
su madre. Hablaba de mí con entusiasmo porque sabía lo feliz que la hacía que
nos casáramos. Entonces me di cuenta de que debía ser por eso que Delia afirmó
que Slade me adoraba ese día.
Oliver también compartió que Delia había estado enferma durante un tiempo
y que Slade me lo había ocultado a petición de Delia. No quería robarnos ni un
ápice de nuestro (percibido) protagonismo.
Mi corazón se ablandó (aunque solo un poco) por Slade después de saber todo
lo que había hecho para mantener feliz a su madre y cumplir sus deseos en sus
horas más oscuras. Estaba segura de que había esperanza para nosotros, que
tenía una pizca de bondad en algún lugar de su ser.
Pero después de lo que dijo anoche, mi esperanza desapareció.
—Necesito agarrar algo de mi habitación, pero tu padre y tus damas de honor
están abajo esperando —anuncia mi madre mientras desliza el teléfono en su
cartera de perlas y la cierra—. ¿Por qué no bajas ahora? Te alcanzo en un
momento.
Con eso, sale por la puerta que da a la suite contigua.
Me doy un último vistazo en el espejo de cuerpo entero y apenas reconozco a
la desconocida que me devuelve la mirada. Mi larga melena rubia ha sido
moldeada en brillantes ondas retro que caen sobre mis hombros. Mi rostro ha
sido contorneado e iluminado hasta el punto de parecer que llevo un filtro de
Instagram. Pestañas postizas acentúan mis ojos y debajo de mi vestido color
marfil, mis curvas están ceñidas por prendas moldeadoras.
El abrumador aroma del Chanel Número Cinco persiste en el aire, 150
atrapándome en una nube similar a una prisión de rosas, jazmín, lirio del valle,
vainilla y sándalo. Mi madre insistió en que lo usara, ya que ella y mi abuela lo
usaron en sus respectivas bodas y era tanto tradición como buena suerte. Me
roció con él antes de que pudiera protestar.
Recojo el dobladillo, la cola de mi vestido y salgo sola al pasillo. El corazón
sube a mi garganta con cada paso que doy hacia el ascensor, cada latido me
recuerda que podría... huir.
Podría irme ahora mismo.
No estoy segura de a dónde iría, pero podría averiguarlo.
—¿Oliver? —Lo veo esperando junto a los ascensores—. Pensé que ya te
habías ido.
Gira sobre sus talones y su rostro se ilumina cuando me ve.
—Mírate —dice, con las manos metidas en los bolsillos de su traje negro
mientras me observa—. Te arreglaste muy bien.
—Podría decir lo mismo de ti —bromeo—. ¿Pensé que ustedes ya se habían
ido?
No es propio de Slade llegar tarde a nada.
—¿Está todo bien? —pregunto.
Las puertas del ascensor se abren y entramos. Dicen que es mala suerte que
el novio y la novia se vean antes de la boda, pero hoy ya he tenido suficiente de
las tradiciones. Estoy dispuesta a arriesgarme en esta.
—Sí, solo necesitaba un momento a solas. —Presiona el botón para el nivel
principal—. Creo que hoy realmente se dio cuenta de que Delia no va a estar
aquí. Está bien, sin embargo. Está listo.
—Listo para terminar con esto, apuesto. —Emito una risa—. Ya somos dos.
Hay una temperatura perfecta de veintiséis grados cuando salimos. Ni una
nube en el cielo. Dos Rolls Royces antiguos, uno negro y otro blanco, esperan
bajo el pórtico del hotel. Slade y Victor ya están en la parte trasera del negro y
mi padre va de copiloto en el blanco. El resto del cortejo nupcial se amontona en
una furgoneta Mercedes.
—Lo lograrás. —Oliver empuja mi hombro con el suyo antes de dirigirse a la
furgoneta.
—Gracias por el discurso de ánimo.
Se encoge de hombros, su expresión agridulce perdura un rato.
—Ojalá tuviera más para ti.
—Ojalá tu discurso de padrino de honor sea mejor que este.
151
—Oh, lo es, confía en mí. —Se ríe.
—¡Campbell! —Mi madre sale trotando con sus tacones—. ¡Estás arrastrando
esa hermosa cola sobre el sucio concreto!
No pierdo el aliento recordándole a mi madre que básicamente echó a mi
cortejo nupcial de la suite y luego me dejó bajar las escaleras sola. Me ayuda a
subir a la parte trasera del auto blanco, mientras se queja en voz baja de mi
vestido.
El auto negro se pone en marcha, rumbo a la Catedral Saint Mary en la calle
Fisher.
—Estás hermosa —dice mi padre. La sonrisa nostálgica en su rostro se
acentúa por la humedad en sus ojos. Supongo que el enrojecimiento por la
bofetada de mi madre se ha desvanecido de mi rostro, como si nunca hubiera
estado allí para empezar—. Ahora, vamos a casarte, ¿de acuerdo?
Mamá cierra la puerta y murmura algo sobre cómo la ceremonia ya está diez
minutos retrasada y ni siquiera hemos llegado a la iglesia aún.
—Relájate, Blythe —le dice antes de encender la radio. Una canción antigua
suena desde los altavoces—. Deja que la niña disfrute su día.
Ojalá pudiera.

152
22
Slade

—Amigos y querida familia. —El Padre Mark comienza la ceremonia—.


Estamos reunidos aquí hoy para celebrar una unión sagrada y gozosa mientras
somos testigos de la fusión de dos almas en santo matrimonio.
Hace dos minutos, Campbell cruzó las puertas dobles del brazo de su padre,
una visión de belleza etérea y gracia en un largo vestido blanco. Mantuvo la
cabeza en alto mientras sus labios rosados esbozaban una suave y alegre sonrisa
que podría engañar a todo el mundo.
No había un solo ojo seco en el lugar, a excepción, tal vez, del mío, mientras
su padre la entregaba, aunque técnicamente me la entregó hace veinticuatro
años.
—El matrimonio, mis seres queridos —continúa el Padre Mark—, es un pacto
arraigado en la esencia misma de nuestra existencia. Es un compromiso
profundo para crecer juntos, apoyarse mutuamente y amarse sin condiciones.
Hoy, mientras estamos aquí de pie en este sagrado espacio, recordamos que el
amor no es solo una emoción fugaz, sino una poderosa elección para atravesar
la vida de la mano en una devoción inquebrantable.
153
Campbell me mira a través de una franja de pestañas oscuras y sus manos
se sienten delicadas y suaves como cachemira en las mías, un recordatorio de
que es la primera vez que las sostengo.
—Campbell y Slade, sepan que el verdadero amor los trajo hasta este día,
pero es su amor eterno el que los llevará a través de los años venideros —dice el
Padre Mark—. Al comprometerse el uno con el otro, sepan que es en el viaje
donde encontrarán el verdadero corazón del amor. Lo encontrarán en el don de
dar y recibir. Compartir y apoyar. Entender y perdonar.
Mantengo la atención en mi novia, evitando la tentación de echar un vistazo
al espacio vacío junto a mi padre en el primer banco.
—A medida que crean su vida juntos —continúa el sacerdote—, tengan en
cuenta que no están perdiendo su individualidad. Están ganando un compañero,
uno que necesitarán mientras recorren los largos y sinuosos caminos de la vida.
Durante los momentos difíciles, sean oyentes compasivos y comunicadores
incansables. Hablen solo con el corazón abierto, pero escuchen con
comprensión. Sean siempre amables y suaves con sus palabras y sus acciones.
Encuentren consuelo en los brazos del otro, porque es el refugio más seguro que
jamás conocerán. Y mientras están aquí frente a este altar, recuerden que el
amor no está limitado por el tiempo y las circunstancias. Crece. Evoluciona.
Prospera cuando se nutre. Todos los días, hagan un esfuerzo por mantener viva
la llama, por celebrar a su pareja de formas grandes y pequeñas, y, lo más
importante, sean agradecidos por tenerse el uno al otro.
Quienquiera que diera al padre Mark rienda suelta para escribir su propio
discurso debería haberle puesto un límite de tiempo. Exhalo mi frustración, pero
mantengo una expresión neutra. Mi paciencia ya se está agotando y ni siquiera
hemos intercambiado los anillos. A este ritmo, estaremos aquí hasta la
medianoche.
—En tiempos de lágrimas y risas, a partir de este día, nunca estarán solos —
continúa—. No solo se tendrán el uno al otro, sino que tendrán un mar de seres
queridos que estarán a su lado, los apoyarán y los alentarán en el camino.
Apóyense en ellos y saquen fuerza sabiendo que tienen un ejército de amor
detrás de ustedes.
La expresión de Campbell no ha cambiado en absoluto durante todo este
tiempo. No apretó mi mano. No vaciló. En todo caso, es casi robótica. Nunca la
había visto tan... controlada.
Anoche, la aparté y le dije que nunca podría amarla de la manera en que ella 154
quería ser amada. Puede que sea muchas cosas, pero quería darle una última
salida. Toda la noche estuve despierto en mi cama de hotel, preguntándome si
recibiría algún mensaje suyo en mitad de la noche cancelando la boda. Cuando
llegó la mañana y Oliver apareció con mi esmoquin en la mano, tuve mi
respuesta: ella planeaba casarse conmigo de todos modos.
Sin embargo, la razón es una incógnita.
Imagino que pronto lo descubriré.
—Que su amor sea un brillante testimonio para todos los que son testigos
hoy —continúa el Padre Mark—. Al intercambiar votos y anillos, permitan que
estos símbolos les sirvan como recordatorio de las promesas que se están
haciendo el uno al otro. Los invito a mirarse a los ojos y recordar este momento,
porque marca el comienzo de una extraordinaria aventura que solo requiere el
amor como su brújula y la fe mutua como luz que los guíe.
Oliver me entrega los anillos, y mientras coloco el de Campbell en su dedo,
repito los votos del Padre Mark. Campbell hace lo mismo.
—Como testigo de su hermoso amor y bendito compromiso el uno al otro, me
honra declararlos marido y mujer, señor y señora Slade Victor Delacorte. Que
Dios bendiga su unión con abundancia. Ahora pueden sellar su vínculo eterno
con un beso.
Envuelvo una mano alrededor de su pequeña cintura mientras la otra acaricia
su mejilla. Entonces, me inclino hacia ella reclamando sus labios sonrosados e
inclinando su espalda. Para mi sorpresa, ella realmente me devuelve el beso, y
permanecemos con los labios sellados durante más de unos segundos. Cuando
me separo, nos miramos fijamente durante un instante interminable. Levanto el
puño y lo agito como si fuera el hombre más afortunado del mundo, lo que parece
suscitar una agradable reacción en los bancos.
Ni una sola alma en este lugar tiene la menor idea de que no somos la pareja
feliz que fingimos ser.
Con mi nueva esposa a mi lado, nos dirigimos por el pasillo, tomados de la
mano, con nada más que sonrisas bobas en nuestros rostros. El órgano de la
iglesia toca una canción de despedida mientras todos se ponen de pie para
nosotros, vitoreando, aplaudiendo, celebrando, secándose las lágrimas de
felicidad con pañuelos.
—Damas y caballeros, los novios desean recibirlos en el salón de baile del
Hotel Chevalier —anuncia el Padre Mark mientras nos dirigimos hacia uno de
los Rolls Royce con chofer afuera. 155
El conductor nos abre la puerta y ayudo a Campbell con su vestido.
Los cinco segundos que pasamos a solas, antes de que el conductor vuelva a
subir, son los cinco segundos más silenciosos de mi vida. Si tuviéramos más
tiempo, le preguntaría por qué eligió casarse conmigo después de lo que le dije
anoche.
Ella se desliza completamente hacia un lado, dejando un espacio del tamaño
de un océano entre nosotros.
Me guardo la pregunta para mí, por ahora.
Diez silenciosos minutos más tarde, somos los primeros en llegar al Hotel
Chevalier, donde todo está en pleno apogeo para la noche. Decenas de camareros
con uniformes blancos y negros están apostados alrededor del salón de baile con
bandejas de champán y aperitivos, y la banda está instalada en el escenario
frente a una pista de baile recién encerada. Durante las próximas cuatro horas,
estaremos actuando para la multitud antes de retirarnos a nuestra suite nupcial
en el piso de arriba.
—¿Champán para la feliz pareja? —Una mujer morena a la que reconozco
vagamente como la organizadora de bodas nos entrega una copa a cada uno. No
tengo idea de dónde están las copas de champán que elegimos ese día. Estoy a
punto de decirle que Campbell no bebe champán, pero mi novia acepta
amablemente la copa y se la bebe en tres sorbos.
Los invitados comienzan a llegar en masa y el ambiente se vuelve cada vez
más ruidoso. En un rincón, un cuarteto de cuerdas toca versiones clásicas de
canciones de amor modernas mientras todos se acomodan en sus mesas
asignadas.
Nuestro cortejo nupcial llega en algún momento. Como era de esperar, Oliver
está charlando con Stassi, la amiga de Campbell, a la que le habían dicho que
no podía acercarse. Sonrío y pongo los ojos en blanco. Los tigres no cambian sus
rayas, ni siquiera en bodas millonarias.
—Son simplemente la pareja más encantadora —exclama una anciana
mientras se apoya en mi brazo. No tengo ni idea de quién es, pero la luz de la
familiaridad invade los ojos de Campbell mientras conversan.
Detrás de la anciana hay una pareja de mediana edad.
—Tía Beth, tío Bryan —dice Campbell, inclinándose para darles un abrazo—
. Estoy muy contenta de que pudieran venir.
—No nos perderíamos el gran día de nuestra sobrina favorita por nada en el
mundo —dice el hombre.
—Ustedes dos realmente hacen una hermosa pareja —agrega la mujer, 156
mostrando una sonrisa de oreja a oreja. Si entrecierro los ojos lo suficiente,
parece una versión más joven de Blythe. Si tuviera que adivinar, son hermanas—
. Una ceremonia muy hermosa, también.
—Gracias —intervengo, guiñando un ojo—. La planeé yo mismo.
—No dejes que Blythe te escuche decir eso. —La mujer se ríe antes de seguir
su camino.
No es hasta que otra pareja se acerca a nosotros que me doy cuenta de que
hemos formado una fila de recepción no oficial. Pasan otros diez minutos de
incómoda charla antes de que la organizadora de bodas lo note, intervenga y nos
conduzca a la mesa principal. Apenas me he sentado cuando me entrega un
micrófono y me dice que dé la bienvenida a todos.
Mi rostro duele de tanto sonreír y detesto que me pongan en un aprieto, pero
hago lo que tengo que hacer.
—Hola a todos —digo, levantándome. Un silencio cae sobre la habitación
mientras todos nos miran—. Campbell y yo solo queríamos agradecerles a todos
por unirse a nuestro día especial. Como dijo el Padre Mark antes, el amor no es
solo una elección pasajera, sino una elección poderosa. —Me trago la ironía de
mis palabras—. Campbell y yo nos conocemos prácticamente toda la vida. Esto
puede sonar a cliché, pero supe desde la primera vez que la conocí que sería mi
esposa algún día. Aquellos de ustedes que tienen el placer de conocer a Campbell
ya saben que es especial. Es optimista. Relajada. Peculiar, en el buen sentido,
por supuesto. Es amable, generosa y atenta. Nunca ha conocido a un extraño.
Las que la conocen por primera vez esta noche, permítanme decirles que la
belleza que ven por fuera no se compara con la belleza que posee en su interior.
Es un honor estar aquí a su lado como su esposo y compañero de vida. Gracias
a todos, una vez más, por celebrar con nosotros esta noche.
La multitud aplaude masivamente, seguido del estridente tintineo de
cubiertos contra las copas, instándonos a besarnos.
Campbell se levanta, sus ojos azules como el océano miran los míos como si
preguntara en silencio hasta qué punto ese discurso fue sincero.
Inclinándome hacia ella, sostengo su rostro y sello mis labios con fuerza
contra los suyos, un tipo de beso castigador.
Nunca debió casarse conmigo.
Hoy temprano, Oliver intentó darme una charla de ánimo, diciendo que debía
fingir estar feliz por una noche y solo por una noche, que teníamos el resto de
nuestras vidas para vivir miserablemente para siempre. Estaba tratando de
aligerar el ambiente, por supuesto, pero no hizo más que reforzar la realidad de
157
la situación.
En cuanto nos sentamos, Oliver toma el micrófono y pronuncia un discurso
de padrino que bien podría ser una parodia sobre mí. Un chiste tras otro provoca
ráfagas de carcajadas y enormes sonrisas. Me rio de algunos de sus chistes
también, casi olvidando la realidad de la situación.
Enfrente, veo a mi padre en su mesa, sentado junto a una silla vacía donde
debería estar mi madre. Una vez más, me distraigo observando a mi novia y
volviendo a ponerme la máscara.
Después de enterrar a mamá el mes pasado, mi padre me llevó a un lado y
me dijo: “La vida es dura, Slade. Mientras tengas a alguien agradable con quien
pasarla, eso es todo lo que importa al final. Puedes tener todo el dinero del
mundo, pero si no tienes a alguien con quien compartirlo, alguien que realmente
te ame, eres el hombre más pobre que jamás haya existido”.
Oliver termina su discurso antes de pasarle el micrófono a Stassi.
—Hola a todos —dice ella—. Soy Stassi, la Dama de Honor, y la mejor amiga
de Campbell desde la escuela primaria. Cuando me dijo por primera vez que se
casaba con Slade...
Stassi ofrece un discurso más sincero que cómico, provocando más lágrimas
felices que risas mientras enumera todas las razones por las que sabía que
Campbell había encontrado al indicado. Al igual que yo estaba fingiendo estar
feliz por mi madre, Campbell estaba haciendo lo mismo a su manera. No puedo
imaginar que haya sido fácil para ella.
Una vez que termina su breve y dulce diatriba, una fila de camareros vestidos
de blanco y negro sale de detrás de unas puertas giratorias con bandejas llenas
de comida. Mientras comemos nuestra primera cena como marido y mujer,
nuestros invitados golpean sus copas no menos de ocho veces, queriendo que
demostremos nuestro amor con otro beso.
—Si puedo pedirles a los novios que se coloquen en el centro de la pista de
baile —anuncia el cantante de la banda nupcial una vez recogidos los platos—.
Señor y señora Delacorte, es un gran honor para nosotros interpretar la canción
que su difunta madre eligió para su primer baile.
Mi estómago se hunde, pero por fuera, mantengo la compostura.
No tenía idea de que esto iba a suceder. Pensé que íbamos a bailar con alguna
canción contemporánea sin sentido que Blythe había elegido hace meses.
Buscando en la multitud, encuentro a mi padre. Me da un asentimiento,
confirmando que mi madre eligió una canción especial para nosotros. 158
Tomando la mano de Campbell, la llevo al centro de la pista de baile, deslizo
mis manos alrededor de su cintura y la acerco a mí mientras la banda comienza
a tocar Make You Feel My Love.
Aunque las letras son poéticas y conmovedoras, las ignoro.
Lo último que quiero sentir, lo último que merezco sentir, es el amor de
Campbell.
23
Campbell

—¿Puedes desabrocharme? —le pregunto a Slade cuando llegamos a nuestra


suite nupcial. Hoy ha sido el día más largo de toda mi vida. Mis pies están
ardiendo, mis costillas duelen por la ropa interior moldeadora y mi rostro duele
por la sonrisa que me vi obligada a mostrar hoy.
—Gírate —dice Slade, en voz baja.
Toda la noche me colmó de atención, sus ojos contenían una pesadez y un
brillo misterioso que hacía imposible apartar la mirada y aún más imposible
saber qué era real y qué no lo era. Claro, me dijo anoche que nunca podría
amarme, pero hubo momentos hoy en los que me sentí... adorada.
Sus dedos desabrochan el primer botón, luego el segundo, rozando
ligeramente mi piel. Con cada botón desabrochado, puedo respirar con un poco
más de facilidad, así que inhalo largas, lentas y profundas bocanadas de aire
que mis pulmones ansiaban tanto durante el día.
Debimos haber bailado durante horas, tomados de la mano, brazo con brazo,
riendo y haciendo el tonto, pero de la mejor manera, al menos a efectos prácticos. 159
En realidad, solo éramos actores interpretando roles, pero experimentar tanta
amabilidad de Slade por primera hizo que mi mundo se tambaleara de alguna
manera.
—Fue una bonita boda, ¿verdad? —digo cuando llega a la última fila de
botones. Presionando los brazos contra mi pecho, evito que mi vestido caiga al
suelo. No hay necesidad de ser tímida en este punto, pero de alguna manera me
siento más vulnerable que nunca en esta habitación de hotel
desalentadoramente tranquila, solo nosotros dos, sin más fanfarria ni miradas
atentas—. Todos parecían pasarlo bien.
Él no dice nada.
—Voy a darme una ducha —anuncia cuando termina. Espero a que
desaparezca en el baño antes de dejar que el vestido caiga en un montón en el
suelo. Me deshago de mi ropa interior moldeadora, la lanzo a un lado, mientras
el agua de la ducha suena desde el baño.
Nuestras maletas están una al lado de la otra en el otro extremo de la
habitación. Alguien debe haberlas colocado allí mientras estábamos en la
recepción. Deslizando la cremallera de la mía, la abro y localizo mi pijama: un
conjunto a juego de camiseta sin mangas y pantalones cortos azul claro hechos
del material más suave. Casi pensé en empacar lencería... por si acaso... pero no
quería maldecir nada.

Después de nuestra conversación de anoche, sé que tomé la decisión correcta.


Si es incapaz de amarme, ¿por qué siquiera consideraría entregarle mi
cuerpo? Y en cuanto a los bebés, podemos hacer una inseminación artificial o
fertilización in vitro. Si Slade no quiere mi corazón, definitivamente no tendrá mi
cuerpo.
Estoy a punto de cerrar mi maleta y cambiarme cuando recuerdo la carta que
Oliver entregó antes. Abro la cremallera del bolsillo y saco el sobre blanco con
mi nombre escrito con la delicada letra cursiva de Delia. Me pongo el pijama, y
arrastrando los pies, me acerco la cama king size, aparto los pétalos de rosa roja
y me acuesto en el medio antes de romper cuidadosamente el sello de la carta.

Querida Campbell:

Si estás leyendo esto, desafortunadamente significa que mi tiempo en la 160


Tierra ha llegado a su fin. Hay muchas cosas que te habría dicho hoy si
hubiera estado allí, pero dado que algunas cosas en la vida están más allá
de nuestro control, esta carta tendrá que ser suficiente.

En primer lugar, ha sido tanto un honor como un privilegio verte crecer


desde ser la dulce bebé que siempre sonreía cuando me veía hasta la hermosa
joven que ha abrazado su poco convencional derecho de nacimiento. A pesar
de que este matrimonio fue organizado en tu nombre, es importante que sepas
que ni Victor ni yo, ni tus padres, te habríamos forzado a hacerlo si no
creyéramos que serían la pareja perfecta.

Los cuatro no tenemos ninguna duda de que tú y Slade continuarán el


extraordinario legado de las familias Delacorte y Wakemont con orgullo,
honor y gracia. No me cabe duda de que, bajo tu guía, tus hijos y los hijos
de tus hijos harán cosas maravillosas por este mundo. Lo único que lamento
es no estar aquí para verlo. Por favor, ten en cuenta que esté donde esté, una
parte de mí todavía está con todos ustedes y lo estará hasta que algún día
volvamos a reunirnos.

Dicho esto, hay algo más que quería decir: por favor, sé comprensiva
con Slade.

Puedo imaginar lo que estás pensando: debería decirle a él que sea


comprensivo contigo. 161

No te preocupes, ya lo he hecho. Slade recibió su propia carta esta


mañana. Si la ha leído o no, es una incógnita. Pero como decía...

Como madre de Slade, puedo ser un poco parcial, pero estoy segura de
decir lo que estoy a punto de decir porque lo conozco mejor o, mejor dicho,
lo conocía mejor.
Puede que te resulte difícil de creer, pero Slade tiene un corazón de oro.
Es la razón por la que trabajó incansablemente para convencerme de que
estaban profundamente enamorados (yo fingí estar de acuerdo porque eso es
lo que hacen las buenas madres) y también es la razón por la que mantuvo
mi enfermedad en privado.

Desde que Slade era un niño, he estado luchando contra este raro y
despiadado trastorno. Demasiadas veces presenció mis encuentros con la
muerte y se preparó para lo peor. Sus años de formación fueron una montaña
rusa de emociones y, con cada cumpleaños que pasaba, veía a mi hijo
volverse más frío y distante de todos, excepto de mí.

He visto algunas de las cartas que ambos intercambiaron a lo largo de


los años. Aunque fueron divertidas al principio, siempre esperé que
cambiaran a medida que los dos crecieran y aceptaran su destino. Dicen que
162
la retrospectiva es siempre más clara. Si eso es cierto, supongo que tal vez
si nunca hubiera estado enferma y él nunca hubiera enfrentado repetidamente
la realidad de perder a alguien a quien tenía tan cerca de su corazón, le
resultaría más fácil crear vínculos.

Entonces, repito: por favor, sé comprensiva con él.


He escuchado a personas describir a mi hijo como un enigma antes, pero
a veces tenemos la tendencia de complicar las cosas que son simples. Esto
puede sonar contradictorio, pero créeme cuando te digo que cuanto más te
rechace Slade, más te necesita.

Ahí está.
Esa es la clave de su corazón.
Te la habría dado antes, pero estaba esperando el momento adecuado…
y luego se me acabó el tiempo por completo.

Todo mi amor y mejores deseos mientras forjan juntos este camino


llamado vida.

Tu futura suegra,
Delia
163
PD: He incluido la letra de “Make You Feel My Love” al dorso
de esta carta. Guárdala en un lugar seguro y léela siempre que necesites un
recordatorio de lo poderoso que puede ser el amor.

Una gruesa lágrima resbala por mi mejilla, salpicando la carta y diluyendo


un punto de tinta azul. Al darle la vuelta al papel, veo que ha escrito la letra
completa de la primera canción que Slade y yo bailamos como marido y mujer,
una canción que ella eligió personalmente para nosotros.
Doblo la carta, la vuelvo a guardar en mi maleta, y luego me meto bajo las
sábanas. Cierro los ojos y me quedo dormida en mi noche de bodas, siendo
virgen, pero con la mente llena de consideraciones complicadas.

164
24
Slade

Mi esposa está profundamente dormida cuando salgo de la ducha. Tuve que


lavarme este día; la mezcla de perfume y colonia de la avalancha de abrazos, las
manchas de lápiz labial que aún permanecen tenues en mis mejillas de besos
bien intencionados, la irritación que se aferra a mi piel por ser prisionero de un
esmoquin de lana y rayón todo el día...
Y todo el amor.
Tanto maldito amor.
Es todo de lo que podían hablar.
Se ven tan enamorados...
Nos encantan las bodas...
Hay tanto amor en el aire esta noche...
El amor que sienten el uno por el otro es tan inspirador...
Hacen la pareja más encantadora...
165
Verlos me recuerda que el verdadero amor todavía existe y hay alguien para
todos...
Supongo que eso significa que hemos dado la talla, pero ahora que la fanfarria
ha terminado, es hora de volver a la realidad.
Con el cabello húmedo y pantalones deportivos bajos, me acuesto junto a
Campbell, que está profundamente dormida con la expresión más angelical en
su rostro. Por lo que sé, tomó un Xanax y se durmió en paz.
A pesar de que ya ha pasado mi hora de dormir, yo debería estar haciendo lo
mismo, pero extrañamente estoy lleno de energía.
Recostado, miro el techo, imaginando cómo podría haber sido esta noche en
una realidad alternativa.
En algún lugar, en un universo paralelo, corrimos hacia nuestra suite
nupcial, quité su vestido y ella arrancó mi traje.
En algún lugar, en un universo paralelo, la llevé a la cama, probé cada curva
pecaminosa de su cuerpo y sucumbí con avidez a la invitación que sus sensuales
ojos azules ofrecían.
En algún lugar, en un universo paralelo, ella es mi refugio de la tormenta y
yo soy su lugar seguro.
En algún lugar, en un universo paralelo, estoy imprudente y peligrosamente
enamorado de esta mujer y no podemos esperar para comenzar nuestras vidas
juntos.

166
25
Campbell

—Gracias, tía Beth —digo el domingo por la mañana, sosteniendo el jarrón


de cristal que ella y mi tío nos regalaron. Estamos almorzando en casa de mis
padres, abriendo nuestros regalos de boda frente a un par de docenas de
nuestros amigos y familiares más cercanos.
—Tu tío me compraba flores todos los sábados durante todo el primer año de
nuestro matrimonio en ese mismo jarrón —explica—. Pensé que tal vez ustedes
dos podrían comenzar su propia tradición.
—Es una gran idea. —Los oscuros ojos de Slade se posan en mí y luce la
misma sonrisa cariñosa que llevó ayer en su rostro durante todo el día.
Esta mañana, se levantó a las seis, salió a correr, se tomó todos sus
suplementos y se dio una ducha de veinte minutos, todo antes de decir una sola
palabra. Mientras tanto, yo sigo pensando en la carta de Delia, preguntándome
si sus consejos tenían alguna base en la realidad o si era simplemente la última
petición de una madre moribunda.
—Aquí, abre este a continuación. —Mi madre me entrega una caja cuadrada 167
envuelta en papel blanco y una cinta de tul. Durante los siguientes noventa
minutos, repetimos la rutina. No es hasta que se anuncia el almuerzo que nos
permitimos un descanso.
—Campbell, ¿recuérdame otra vez dónde van de luna de miel? —pregunta la
mejor amiga de mi madre, Gail, desde el otro lado de la mesa.
—Bali —respondo.
—Sí, pero ¿dónde específicamente? —Parpadea, dándole un sorbo a su
capuchino de moca y almendras—. Mi esposo y yo hemos viajado allí varias
veces. Nos encantan las Villas Alila y esas hermosas cabañas sobre el agua con
vistas impresionantes de la isla, pero nada se compara con Villa Puri Nirwana.
Cuando te digo que nos trataron como a reyes…
Me giro hacia Slade, deseando en silencio que él responda. Ambos acordamos
decirles a todos que nos íbamos de luna de miel a Bali, idea suya, pero nunca
discutimos detalles hipotéticos.
—En realidad, hemos reservado una propiedad privada —responde él.
Ella levanta una ceja cómplice, como si se estuviera imaginando a dos
tortolitos que necesitan toda la intimidad posible.
—Estoy segura de que un descanso de toda esta locura de planificación de la
boda es justo lo que ustedes dos necesitan —interviene mi madre. No importa
que ella haya planeado todo esto y que todo lo que teníamos que hacer era
presentarnos y sonreír para la audiencia.
Por la tarde, los trescientos regalos y tarjetas se han abierto y documentado
para las notas de agradecimiento, y nos hemos despedido de nuestros últimos
invitados.
—¿Cuándo vuelan a casa? —pregunta mi padre.
Por alguna razón, solo ahora me doy cuenta de que casa ya no se referirá al
techo bajo el que estamos parados en este momento, el techo bajo el que he
vivido toda mi vida.
Slade mira su reloj.
—El jet debería estar cargando combustible ahora. Estamos programados
para despegar en dos horas.
—Tan pronto ¿eh? —Papá se ríe, parpadeando para evitar las lágrimas de
nostalgia. Ha estado así todo el fin de semana y todavía no he encontrado las
palabras adecuadas para decir debido a la singularidad de nuestra situación.
Una parte de mí quiere abrazarlo, prometerle que estaré bien, que seré feliz y 168
que tendré la mejor vida (incluso si no estoy segura de ninguna de esas cosas).
La otra mitad de mí quiere recordarle que obligó a su única hija a casarse con
un hombre que nunca podrá amarla, y por eso debería estar triste.
Me trago todo eso y me giro hacia mi esposo.
—Todavía tenemos mucho que hacer en Florida —digo, fingiendo emoción—.
Y todavía tenemos que empacar para Bali.
—¿No tienes a alguien que haga eso por ti? —pregunta mi madre—. ¿Cómo
se llama la encargada de tu casa, Slade? ¿Phoebe?
—Su nombre es Fiona —le recuerdo—. Y Fiona ya hace bastante por nosotros.
Puedo empacar yo misma.
El rostro inexpresivo de mi madre sugiere que no lo entiende. Y no lo haría.
La han atendido desde que usaba pañales. Aunque mi educación no fue muy
diferente, nunca me atreví a disfrutar plenamente de algo que tanta gente en
este mundo no tenía.
Una vez escuché a mi padre jactarse ante un amigo de que la familia Delacorte
tenía tanto dinero que los hijos de nuestros hijos no podrían gastarlo en toda su
vida. Lo tomé como un desafío. ¿Por qué debería una familia tenerlo todo cuando
tantos otros no tienen nada?
—¿Cuándo se van a Bali? —pregunta mamá.
—El miércoles —dice Slade sin dudar. Deslizando su mano alrededor de mi
espalda baja, me acerca a él. Saber que no es real convierte cada muestra de
afecto y cada mirada conmovedora en una cruel bofetada. Aun así, sonrío, igual
que él.
—No puedo esperar. —Sonrío, arrugo la nariz y acaricio su barbilla. Puedo
actuar tan bien como él—. Probablemente deberíamos irnos. Tenemos que
recoger nuestro equipaje en el Chevalier antes de ir al aeropuerto.
Mis padres nos despiden con abrazos prolongados y palabras melancólicas
que parecen más a guion que genuinas. De alguna manera, han estado
esperando este momento durante veinticuatro años. Tal vez les da una sensación
de logro o marca una nueva era. De cualquier manera, hay un aire de finalidad
a nuestro alrededor y cuanto más tiempo pasamos aquí, menos siento que esta
casa haya sido alguna vez mi hogar.
—Buen viaje, cariño —saluda mamá desde los escalones del porche mientras
nos dirigimos al Mercedes alquilado de Slade. Papá la rodea con el brazo y nos
despide con una inclinación de cabeza—. ¡Envía fotos! 169
El silencio en el auto mientras nos alejamos me recuerda a la noche anterior
en el hotel, cuando me estaba ayudando a quitarme el vestido y no tenía nada
que decir excepto que iba a ducharse.
26
Slade

Mi padre una vez me dijo que los matrimonios son como acuerdos
comerciales. Tenía once años en ese momento y él tenía tendencia a divagar,
ofreciendo consejos de vida en forma de charlas incoherentes que tendían a
entrar por un oído y salir por el otro.
Pero ese día, sus palabras se quedaron conmigo.
—Tienes tu contrato, por supuesto —divagó—. Y tienes tus finanzas, tus
comunicaciones, tu compromiso de hacer que tu empresa conjunta sea lo más
exitosa posible. Una vez que separas la emoción de todo eso, te das cuenta de que
los matrimonios pueden gestionarse de forma que todos salgan beneficiados. Todo
es negociable. Recuerda eso, hijo. Todo. Y no todos los matrimonios tienen que
basarse en el amor. Si tienes suerte, por supuesto, lo están. Pero no todos tienen
suerte. A veces las personas se casan por razones que no tienen nada que ver con
el amor, en absoluto, y eso está bien. No creas toda la mierda que escuchas y,
especialmente, no creas toda la porquería que ves en la televisión. Algunas
personas están tratando de vender más tarjetas de felicitación, entradas de cine
y rosas. El amor, o la idea de él, es un negocio lucrativo en las manos adecuadas.
170
Luego aclaró que amaba a mi madre más que cualquier cosa en el mundo y
que era uno de los afortunados, pero había visto a muchos hombres arruinar
sus vidas por algo que pensaban que era amor, y no quería que yo hiciera lo
mismo.
—Si amas o no a Campbell es irrelevante —me dijo ese día—. Siempre y cuando
enfoques el matrimonio como un acuerdo comercial, los dos tendrán una larga y
feliz vida juntos.
—¿Vas a decir algo o vamos a pasar los próximos veinte años en completo
silencio? —pregunta Campbell cuando estamos a mitad de camino hacia el
aeropuerto.
Nuestro equipaje ya está en el maletero, ya que dejamos nuestra suite esta
mañana. ¿Tal vez había tenido suficiente de Blythe y Cedric por un día? Son
personas decentes, a su manera, pero a veces un minuto en su compañía se
siente más como una hora.
—¿De qué quieres hablar? —Paso por un semáforo verde y luego otro. A este
ritmo, estaremos sentados en la pista con nada más que tiempo en nuestras
manos mientras esperamos nuestra salida programada.
—Um... ¿cualquier cosa?
—¿Es una pregunta o una afirmación?
—Las dos cosas —responde.
Finalmente, llegamos a un semáforo rojo.
—No estoy seguro de qué hay que hablar. —Mantengo la atención al frente,
aunque siento el calor líquido de su mirada atenta—. ¿Te molesta algo? Oh, ya
sé. ¿Fue la bandeja de Lucite brillante que nos regaló tu tía Cindy? También me
pareció horrible, pero no iba a decir nada.
Estoy siendo sarcástico, por supuesto, pero no veo el sentido de discutir algo
pesado cuando acabamos de sobrevivir a una boda extravagante y estamos a
punto de quedarnos atrapados juntos en un avión durante las próximas horas.
—Sé que te estoy pidiendo mucho, pero ¿te mataría estar conmigo durante
dos segundos? —pregunta—. Es agotador para mí. Debe ser agotador para ti
también. ¿No podemos simplemente... parar?
—¿Cuál es el punto?
Campbell inclina la cabeza hacia atrás contra el reposacabezas, gimiendo. En
todos los años que nos conocemos, nunca la había visto tan derrotada. 171
—Esto sonará loco —dice, con voz suave y casi de disculpa, aunque no estoy
seguro con quién se está disculpando. ¿Quizás consigo misma?—. Pero parte de
mí realmente quería amarte. Y parte de mí todavía cree que podría. Lo cual no
tiene sentido. —Sus manos se levantan antes de caer sin vida sobre su regazo—
. Porque eres bastante horrible. Eres de lo peor.
Buena observación.
—Y tal vez lo estoy imaginando, pero te juro que capto estos minúsculos
destellos de la persona que podrías ser si bajaras la guardia durante dos
segundos —continúa.
—Optimismo.
Resopla y apoya la frente en el vidrio de la ventanilla del copiloto. No
pronunciamos palabra hasta que estamos sentados en mi jet, y aun así, solo
rompe su silencio para decirme que tiene dolor de cabeza y va a intentar dormir
en el dormitorio.
En algún lugar, en un universo paralelo, sus palabras son una invitación en
lugar de una disuasión.
En algún lugar, en un universo paralelo, estamos a treinta mil pies en el aire,
sin poder quitarnos las manos de encima.
En algún lugar, en un universo paralelo, ella está mordiendo su labio y
clavando las uñas en mi espalda y yo le estoy entregando hasta el último
centímetro de mi amor.
Campbell desaparece detrás de la puerta del dormitorio en la parte trasera.
Le sigue el chasquido de la cerradura.
Ella no lo sabe, pero es lo mejor.

172
27
Campbell

—No me había dado cuenta de que ustedes no se hablaban —comenta Oliver


el miércoles por la tarde después de ponerlo al día. Slade está en su oficina una
vez más, donde ha estado pasando la mayor parte de su tiempo desde el lunes,
y estoy haciendo lo posible por no mostrar cuánto necesito una conversación
decente. Ayer, seguí a Fiona por la casa, ayudándola y hablando sin parar sobre
cualquier tema. Ella me siguió la corriente, pero al final del día, prácticamente
salía corriendo de aquí. No puedo hacerle eso de nuevo—. ¿Cuánto tiempo más
va a durar esto?
—No lo sé —suspiro, mirando el techo mientras otro episodio de Below Deck
se reproduce en la televisión—. ¿Diecinueve... veinte años más, tal vez?
Oliver se ríe.
—Ustedes parecían tan felices en la boda.
—Merecemos un Óscar por esas actuaciones.
—Tal vez él solo necesita más tiempo.
—Ha tenido más de dos décadas —alcanzo mi Coca-Cola light y bebo un
173
sorbo, aunque necesito reducir la cafeína porque últimamente el sueño ha sido
esquivo. Tan pronto como volvimos el domingo por la noche, no pude soportar
otro minuto del asfixiante silencio de Slade, así que he estado ocupando una de
las habitaciones de invitados, y la cama no es ni de cerca tan cómoda como la
de la suite principal.
—¿Quieres que hable con él? Tal vez haya algo que podría decir...
Le lanzo una mirada seria.
—No. No necesito que intervengas en nada de esto. Aprecio la oferta, pero
creo que solo empeoraría las cosas. Además, no quiero ponerte en medio de esto.
—De cierta manera, ya lo hiciste.
—Oh. Tienes razón —digo. Él tiene razón—. Lo siento, no fue mi intención.
Ahora que estamos oficialmente casados y vivo aquí, debería intentar hacer
algunas amigas nuevas, o traer a algunas antiguas. Stassi y Elise realmente
quieren visitarme, pero lo he estado posponiendo. Puedo interpretar el papel de
esposa abnegada durante ratos aquí y allá, pero la sola idea de tener que
mantener esa fachada durante días seguidos es agotadora. Y siempre está la
posibilidad de que mis amigas se den cuenta y hagan un millón de preguntas
que no quiero tener que responder.
—¿No se supone que ustedes van a tener un bebé o algo pronto? —pregunta
Oliver—. ¿Cómo funciona eso cuando ni siquiera se saludan?
—No sé si lo sabes, pero los avances de la medicina han hecho posible que
dos personas tengan un bebé sin tener que tocarse, hablarse o mirarse. —Le
guiño un ojo—. Fertilización in vitro. Deberías investigarlo.
—Sé lo que es la Fertilización in vitro. No soy un idiota. Solo quiero decir que
ustedes se lo están poniendo mucho más difícil de lo que debería ser.
—Deberías intentar decírselo a tu sobrino —espeto—, porque soy muy
consciente.
Frunce el ceño, confundido.
—¿Slade te está obligando a dormir en la habitación de invitados? Porque si
es así...
—No —lo interrumpo—. Estoy durmiendo allí por elección propia.
—¿Slade te obliga a desayunar sola todas las mañanas?
—No —digo—. Pero...
—Pero ¿qué? Me parece que tú también te estás alejando de él. Se necesitan
dos, ¿sabes? 174
Maldita sea, no está equivocado. Pero no es tan simple.
—De acuerdo, entonces si simplemente me lanzo sobre él, si simplemente me
tiro como una alfombra y dejo que me menosprecie y me ignore en cada
momento, ¿las cosas mejorarán? ¿Es eso lo que estás diciendo? —planteo.
—Por supuesto que no. —Está a punto de decir algo y luego se detiene, como
si se hubiera quedado perplejo.
—Él tuvo veinticuatro años para cambiar —explico—. No puedo hacer que le
agrade si él no quiere.
—Te lo digo, déjame hablar con él. Sé que mi vida personal es un desastre,
pero doy muy buenos consejos y Slade me ve como a un hermano mayor. Y antes
de que me digas que no me involucre, es demasiado tarde. Estoy involucrado.
Estoy comprometido. Eso y que es deprimente ver a dos personas convertirse en
las peores versiones de sí mismas, sin ofender.
—Me atrapaste comiendo Cheetos y viendo un reality show, y acabo de decirte
que voy a tener un bebé por Fertilización in vitro con un hombre que literalmente
me odia —digo—. Es justo decir que no estoy exactamente viviendo mi mejor
vida.
Oliver se levanta del sofá, guarda su teléfono en el bolsillo de sus pantalones
cortos color caqui y apoya las manos en las caderas como un hombre con una
misión.
—Voy a arreglar esto —anuncia.
—Por favor, no lo hagas. De verdad. No es tu problema para arreglarlo.
—Entonces al menos déjame decirle algo. No lo mataría que su viejo tío le
recordara lo imbécil que está siendo.
Lo último que quiero hacer es causar resentimiento entre ellos.
Antes de que pueda protestar, él se ha ido.

175
28
Slade

Golpeo el sobre contra la parte superior de mi cómoda.


Es miércoles por la noche, hemos estado en casa durante tres días ahora, y
finalmente estoy desempacando mi maleta de la semana pasada. La mañana de
la boda, Oliver me entregó un sobre. La escritura en el frente fue
instantáneamente reconocible.
—No tienes que leerlo hoy —me dijo—. Pero Delia me pidió que te lo diera en
caso de que no pudiera llegar a tu boda.
Mi pecho estaba ardiendo mientras sostenía esa carta de la mujer cuya
pérdida todavía estaba lamentando profundamente, pero tragué el ardor hasta
que ya no podía sentir ni una onza de él, y luego metí la nota en la parte trasera
de mi maleta.
Aunque no la he visto, no la he olvidado.
Me siento en el borde de la cama, apoyo los codos en mis rodillas y paso las
yemas de mis dedos por la distintiva caligrafía de mi madre. Conteniendo un
largo y fuerte suspiro que se hincha en mi pecho, rasgo el papel y despliego la
176
nota en su interior.

Para mi querido hijo en el día de su boda

Lo que daría por estar contigo hoy.


Parece que fue ayer cuando te tuve en mis brazos por primera vez,
escuché tus llantos y sentí tu corazón latir contra el mío. Diría que te amé
desde el momento en que te vi, pero la verdad es que te amé desde el momento
en que fuiste un destello de esperanza en mi corazón.
Recuerdo el día en que diste tus primeros pasos en casa de Nana y
Papa, cómo te aferraste a mis dedos hasta que tuviste la confianza suficiente
para soltarlos, y una vez que lo hiciste, te fuiste corriendo tan rápido que
apenas podíamos alcanzarte. Ahora estás a punto de dar un paso
monumental hacia un nuevo capítulo de tu vida y aunque desearía poder estar
allí para tomar tu mano (hablando hipotéticamente, por supuesto, sé que eres
un hombre adulto), debes saber que estoy contigo en espíritu.
Sé que tu corazón lleva un peso hoy.
El cambio nunca es fácil.
La pérdida nunca es indolora.
Me preocupa que le estés ocultando tus verdaderos sentimientos a
Campbell porque tienes miedo de amarla y perderla. (Sí, Slade, siempre
supe cómo te sentías realmente por ella... una madre siempre lo sabe).
Mi única petición para ti, querido hijo, es que le des una oportunidad. 177
Eso es todo lo que estoy pidiendo.
Puede que no suceda con un chasquido de dedos, y está bien.
Al igual que los narcisos no florecen de la noche a la mañana, el amor
tampoco.
Pero te prometo, Slade, que si le das una oportunidad a esa mujer
hermosa y de buen corazón, llegará un día en que te despertarás y te darás
cuenta de que la persona a tu lado se ha convertido en tu mundo entero, y esa
realización será el sentimiento más espléndido que jamás hayas podido
soñar.
Es indescriptible, de verdad.
Es algo que solo se puede sentir.
Sin embargo, esto no puede ocurrir con un corazón cerrado, y la idea de
que nunca experimentes esto rompe mi alma en dos.
Amar y perder es uno de los absolutos más desafiantes de la vida, pero
nunca hay recompensa sin riesgo. Un Delacorte, de todas las personas,
debería entender eso.
Toda tu vida, has hecho todo lo que te he pedido, así que ahora, te estoy
pidiendo un último favor: dale una oportunidad a Campbell.
Recuerda, siempre estaré contigo.
El verdadero amor nunca muere.
Y el amor es un viaje que no siempre es fácil, pero siempre vale la
pena.
Con todo mi amor.
178
Mamá.

Doblo la carta, la vuelvo a meter en el sobre y la guardo en el cajón de la


mesita de noche, tomándome un momento para procesar sus palabras. Estaba
tan empeñado en hacerle creer que era feliz que perdimos la oportunidad de
tener esta conversación en persona.
Solo intentaba hacer lo correcto.
El otro lado de la cama está frío y sin tocar. Todo lo que Campbell siempre ha
querido es intentar que esto funcione, y la he alejado tanto que ni siquiera
respira el mismo aire que yo.
Cayendo hacia atrás, paso una mano por mi cabello, exhalo y hago lo
impensable.
No puedo deshacer veinticuatro años de crueldad con un solo gesto, pero tal
vez sea un comienzo.

179
29
Campbell

—Ouch, ouch, ouch. —Golpeo mi dedo del pie contra algo duro mientras salgo
de la habitación de invitados el jueves por la mañana. Alcanzo el interruptor de
la luz y lo enciendo antes de apoyarme contra la pared y masajear el dolor
palpitante de mi pie izquierdo.
Conforme mis ojos borrosos se enfocan en el suelo, veo al culpable: un
delgado libro encuadernado en cuero.
Al levantarlo, no encuentro ningún título en la portada ni en el lomo.
Solo cuando lo hojeo me doy cuenta de que es un diario.
No cualquier diario.
Es el diario de Slade.
Por las fechas en las anotaciones, abarca desde su infancia, comenzando
alrededor de los diez años, hasta tan recientemente como este año.
Guardándolo bajo el brazo, me acurruco en la tumbona del rincón y empiezo
por el principio. 180
Campbell:
No sé por qué estoy escribiendo esto, ya que nunca lo verás, pero supongo que
realmente no tengo a nadie más con quien hablar sobre esto. Nuestro gato, Midnight,
se escapó la semana pasada. Nadie lo sabe, pero accidentalmente dejé la puerta
trasera abierta. Mi mamá ama a ese gato más que a nada. Llora mucho. Mi papá tiene
gente buscándolo. Si algo le pasara a Midnight, nunca me lo perdonaría. No ayuda
que mamá haya estado muy enferma últimamente. Los médicos no saben qué le pasa.
Todo lo que sé es que Midnight la hace sentir mejor y le hace compañía cuando estoy
en la escuela.

Slade (10 años)

181
Campbell:
Te envié una carta de cumpleaños muy cruel. No lo decía en serio. Ha sido una
semana horrible, eso es todo. Realmente no quiero escribir más al respecto. Solo
espero que hayas tenido un buen cumpleaños y que hayas recibido todas las cosas
que querías. Eso es todo.

Slade (11 años)

182
Campbell:
En tu última carta, me contaste diez cosas sobre ti y me pediste que hiciera lo mismo.
Te dije que te odiaba diez veces. La verdad es que no te odio. No te conozco lo
suficiente como para odiarte. Odio que me estén obligando a casarme con alguien.
No quiero casarme. Creo que las chicas son molestas (sin ofender, pareces lo
suficientemente agradable). De todos modos, aquí tienes diez cosas sobre mí, aunque
nunca verás esto:

1- Me encantan los libros. Pero siento que todos mis amigos se burlarían de mí si lo
supieran, así que solo leo por la noche, en la cama, con una linterna.
2- Soy realmente bueno en fútbol.
3- Mi color favorito es el verde caza.
4- Puedo vencer a cualquiera en ajedrez con solo cuatro movimientos.
5- Mi fiesta favorita es Halloween porque es el único día del año en que es
socialmente aceptable ser alguien que no eres. 183
6- Recientemente empecé a aprender a codificar por mi cuenta, pero mi papá dice que
es una pérdida de tiempo y que debería centrarme en aprender estrategias
empresariales.
7- En secreto, me encantan los parques temáticos. Digo en secreto porque Florida es
prácticamente la capital de los parques temáticos del país y no está bien visto decir
que te gustan aquí. No se lo digas a mis amigos.
8- Algún día quiero tener un garaje lleno de autos deportivos. Lamborghini, Bugatti,
Ferrari...
9- Tiger Woods vino a mi casa una vez para una fiesta que organizaron mis padres.
Me dijo que siempre debería jugar para ganar, lo cual me parece de sentido común,
pero fingí que significaba mucho para mí cuando lo dijo.

Slade ( 12 años)

184
Campbell:
La última carta que me escribiste mencionaba que habías estado pensando en
intentar salir de este asunto del matrimonio. No sabes cuánto alivio sentí al escuchar
eso. Yo tampoco quiero casarme contigo. Estoy seguro de que eres lo suficientemente
agradable y todo eso, pero ¿alguna vez has visto a una pareja felizmente casada?
Incluso mis padres dicen que se aman, pero aun así a veces discuten. No quiero eso.
¿Tú sí? Todavía estoy pensando en cómo podemos estropear esto. Te lo haré saber...

Slade (13 años)

185
Campbell:
Tres palabras que me describen: observador, inquieto, reservado.
Mi modelo a seguir es: En realidad no tengo ninguno. Creo que todos deberíamos
intentar ser las mejores personas que podemos ser sin copiar a nadie. No es que no
haya personas admirables por ahí.
Mi color favorito es: el verde caza, como ya te he dicho antes.

Slade (14 años)

186
Campbell:
Perdón por no haber escrito en un tiempo. Técnicamente, me estoy disculpando con
un libro y eso es raro. Pero da igual. Mamá ha estado enferma últimamente. La
encontramos inconsciente el otro día y la llevamos corriendo al hospital. Papá la
llevará a Suecia esta semana para que vea a un médico famoso. Espero que
obtengamos algunas respuestas. No sé qué haré si no las conseguimos. Odio verla
sufrir.

Slade (15 años)

187
Campbell:
Te mentí sobre por qué mi cita del baile de graduación lo pasó tan mal. Es mi culpa.
Mis amigos y yo robamos algo de licor a mis padres y nos pusimos bastante locos. Le
dije algunas cosas que no debería haber dicho, cosas que no merecía escuchar porque
es una chica agradable. No entraré en detalles porque preferiría no repetirlas. Cada
vez que la veo en la escuela, sé que debería disculparme, pero no puedo hacerlo. No
sé por qué. A veces siento que hay algo roto dentro de mí.

Slade (16 años)

188
Campbell:
Este semestre estás en París y, aunque nunca te lo diría ni en un millón de años,
extraño recibir tus cartas. Aunque siento que escribirte de vuelta es una tarea, porque
siento que somos demasiado mayores para ser amigos por correspondencia y
demasiado jóvenes para simplemente enviarnos mensajes de texto como todos los
demás en el mundo, pero los días en que llego a casa de la escuela y encuentro una de
tus cartas esperándome en mi escritorio... es difícil de describir... pero supongo que
se siente bien saber que alguien se tomó el tiempo y la energía para escribir y
enviarme algo, aunque solo lo hagas porque tienes que hacerlo.

Slade (17 años)

189
Campbell:
En tu última carta, me comparaste con un matón del patio de recreo y sugeriste que
tal vez me gustabas, pero solo estaba fingiendo que no. Aunque creo que sería más
fácil si tuvieras razón, puedo confirmar que no estoy fingiendo que no me gustas. No
me gustas. Pero tampoco no me gustas. Tal vez eso suene duro, pero debes saber que
no me gustan la mayoría de las personas. Si estás en un territorio neutral conmigo,
eso no necesariamente es malo. Y quién sabe, tal vez cambie un día de estos. Nunca
se sabe. Además, estoy bastante seguro de que estamos en la misma página. Tú
tampoco precisamente me estás adulando.

Slade (18 años)

190
Campbell:
Estoy sentado en mi habitación, en la casa de fraternidad de la que te burlaste
recientemente en tu última carta, y estoy escribiendo en un diario que nadie sabe qué
tengo porque lo mantengo oculto. Si alguno de mis hermanos de fraternidad lo
encontrara, se burlarían sin parar. Intenté llevar un diario en mi computadora portátil
en un documento de Word, pero simplemente no era lo mismo. A veces siento que
hay dos versiones de mí. La que presento al mundo y luego la versión real de mí.
¿Alguna vez te has sentido así? No puedo ser el único.

Slade (19 años)

191
Campbell:
No puedo dejar de pensar en ti besándote con ese tipo leñador. No sé por qué, pero
eso me molesta. Tal vez no debería. Pero a veces estoy sentado en clase y pienso en
ese imbécil de franela poniéndote las manos encima y luego pienso en que
preferirías estar con él antes que conmigo. No tengo derecho a estar celoso y sin
embargo lo estoy. Hay una parte de mí que, a pesar de mis mejores intenciones, se
está encariñando contigo.
Haz que tenga sentido.
Ah, y si queremos ser brutalmente honestos, el fin de semana pasado me enrollé con
una chica en una fiesta solo porque se parecía a ti.

Slade (20 años)

192
Campbell:
No me importa lo que digas, definitivamente estabas tratando ponerme celoso al
mencionar a ese tipo de Instagram que estaba coqueteando contigo. Y sé que dije que
era feo, pero ambos sabemos que no lo es. Una vez más, estoy perdiendo la cabeza.
Ojalá pudiera volver a los días en los que no me importaba en absoluto lo que
estabas haciendo.
En otro tema, tuve que cancelar mi viaje de vacaciones de primavera este año. Mamá
está enferma de nuevo. Todos piensan que voy a Punta Cana, pero voy a casa para
estar a su lado. Los médicos dicen que esto podría ser el final. Pero lo han dicho una
docena de veces antes y ella siempre se recupera. De todos modos, no quiero estar
tirado y con resaca en alguna playa cuando reciba la peor llamada de mi vida.
Espero que estés yendo a algún lugar divertido para las vacaciones de primavera.
Y espero que todos esos chicos universitarios cachondos y borrachos mantengan sus
manos lejos de ti. Desearía poder recordarte que no eres solo un objeto y que mereces
algo mejor que ser la aventura de una noche de algún idiota.
193
Slade (21 años)
Campbell:
Me preguntaste qué estaremos haciendo dentro de diez años. Te dije que trato de no
pensar en eso sí puedo evitarlo, pero estaba mintiendo. En realidad, pienso en eso
mucho. Cada vez más. Dentro de una década, estaremos en nuestros primeros
treintas. Probablemente tendremos un hijo o dos. Y estaremos o muy felices o
condenadamente miserables. Nadie lo sabe.
El tío Oliver pensó que había dejado embarazada a su última novia, pero terminó
siendo una falsa alarma. Pero por la forma en que estaba actuando, hubieras pensado
que su vida había terminado.
Tú pareces que podrías ser una buena madre. Paciente, amable, divertida y todo eso.
No tengo idea de qué tipo de padre seré. Mi viejo no es exactamente Danny Tanner
de Full House. Es más, como la versión de Palm Beach de Tony Soprano. No acepta
ninguna mierda de nadie y tiene su propia forma de demostrar amor.

Slade (22 años) 194


Campbell:
No te he escrito en un tiempo porque... seré completamente honesto contigo, ya que
nunca verás esto... pero empecé a ver a alguien. No era algo serio. Y obviamente
nunca iba a llegar a ninguna parte debido a nuestro estúpido acuerdo de matrimonio.
Supongo que solo necesitaba rebelarme, sentir que podía extender mis alas si quería.
Su nombre era Tiffany y tuvimos cinco citas. También se parecía a ti (lo sé, ¿cuál es
mi problema?). Al principio fue divertido, pero cuanto más tiempo pasaba con ella,
más me daba cuenta de que era aburrida e insípida. No lograba sacar mi lado rebelde
como lo haces tú. No hacía nada para convertirse un desafío ni para mantener mi
interés. Se lanzaba sobre mí. ¿Qué mujer con autoestima se lanza sobre un hombre?
Tú nunca harías eso.
De todos modos, no dejaba de desear que fueras tú, pero entonces recordé que tú
crees que te odio y que me he pasado veinte años convenciéndome a mí mismo de
que te odio, y eso es bastante jodido cuando me detengo a pensarlo.
Si fuera un hombre mejor, podría pedirte perdón, frente a frente, no a través de un
sello postal. 195
Soy muy terco. Eso es algo que probablemente descubrirás más temprano que tarde
si no lo has hecho ya. No es algo de lo que me sienta orgulloso. Tal vez sea algo de
los Delacorte, no lo sé.
De todos modos, incluso si nunca llegas a saber esto, lo pongo por escrito: lo siento
por ser un imbécil. Tal vez algún día me disculpe en persona. Aunque no te hagas
muchas ilusiones.

Slade (23 años)


Campbell:
Acabo de llegar a casa de nuestra fiesta de compromiso, no puedo dejar de pensar en
ti (de formas en las que nunca antes había pensado en ti), y es malditamente
aterrador.
Creo que en realidad me gustas, Campbell, y no sé qué hacer con estos sentimientos,
así que probablemente todos salgan mal durante el próximo año.
Cuanto más envejezco, más me doy cuenta de que me autosaboteó.
Soy mi peor enemigo.
Y puede que tú seas lo mejor que me ha pasado nunca, y nunca lo sabrás porque soy
demasiado terco para admitirlo.

Slade (24 años)

196
30
Campbell

Cierro el diario y me quedo en la habitación de invitados en una especie de


aturdimiento mientras la luz de la mañana se filtra a través de las cortinas y
todo lo que creía saber se pone patas arriba. Un millón de pensamientos se
agolpan en mi cabeza, feos, esperanzadores y de todos los colores intermedios.
Una parte de mí quiere gritarle hasta quedarse sin voz, la otra mitad de quiere
abrazarlo.
Pero, sobre todo, estoy furiosa.

197
31
Slade

El mundo nunca deja de desvanecerse durante mis carreras matutinas. Hoy,


sin embargo, es una excepción. Con cada zancada constante, pienso en mi
esposa. Mientras el último podcast de Huberman Lab suena en mis AirPods, no
escucho nada de él. Mis pensamientos están solo en Campbell. Debería
despertarse en cualquier momento, tropezando con el diario que deslicé bajo la
puerta de la habitación de invitados anoche después de que se acostara.
Mi reloj emite un pitido, indicando que mi frecuencia cardíaca ha
permanecido más elevada de lo normal durante la carrera de hoy. Nunca he sido
una persona ansiosa, pero no saber cómo va a reaccionar cuando llegue a casa
no me está haciendo ningún favor.
Doblo la esquina de mi calle y diviso a lo lejos mi casa blanca de tres pisos,
con su hilera de palmeras a juego meciéndose con la brisa húmeda y la verja de
hierro erguida al final del camino. Este lugar siempre ha sido mi fortaleza de
soledad, pero nunca se ha sentido completamente como un hogar por razones
que nunca he podido determinar.
Ahora que Campbell vive aquí a tiempo completo, y a pesar de que no estamos
198
hablando en este momento, ese lugar desprende una calidez que nunca había
tenido.
Subo trotando por el camino de entrada y me detengo en la puerta principal
para recuperar el aliento y secar el sudor de mi frente antes de entrar.
Esta mañana no se percibe el leve aroma del desayuno que Campbell suele
pedir: avena, café y tostada con aguacate, lo que significa que o no se ha
levantado todavía o ha leído mis cartas y ha perdido el apetito por mi
atrevimiento.
Mis pasos resuenan contra el mármol cuando entro en la silenciosa casa.
Subo las escaleras curvas y me dirijo a mi habitación para ducharme; pero al
pasar me doy cuenta de que la puerta de la habitación de invitados está abierta
de par en par.
Mirando adentro, encuentro a Campbell sentada en la tumbona de terciopelo
del rincón, con el libro de cuero cerrado sobre su regazo. Está medio inclinada,
con el codo apoyado en la rodilla mientras se muerde la uña de su pulgar.
No puedo descifrarla por nada del mundo.
—Hola —saludo.
Sus ojos azules gélidos se elevan y endereza su postura.
—¿Qué es esto? —pregunta, frunciendo el ceño—. ¿Otro de tus retorcidos
juegos?
Antes de que pueda responder, se levanta de un salto con el diario presionado
contra su pecho.
—Todos estos años no me has dado más que odio frío y calculado… ¿y ahora
me muestras esto? —Lanza el libro hacia mí, y lo atrapo.
—Quería que lo vieras —digo—. Pensé que debías saber la verdad.
—¿Que me mentiste todos estos años? ¿Que eras demasiado orgulloso para
admitirlo? —Sus ojos destellan salvajemente y su tono es incrédulo mientras se
acerca furiosa—. ¿Se supone que esto es redentor? ¿Quieres que corra a tus
brazos y te diga que está bien? ¿Qué podemos empezar de nuevo? ¿Qué? ¿Qué
esperabas lograr aquí?
Ella cruza los brazos con fuerza, con su hermoso rostro ladeado y su cabello
desordenado cayendo sobre su rostro.
—Lo siento por no haberte podido decir estas cosas antes —digo. Mi padre
siempre dice que las mejores disculpas son concisas y directas, así que resisto 199
el impuso de dar más explicaciones. Si ella leyó las entradas, eso debería darle
más que suficiente visión de mis motivaciones.
—¿No podías habérmelo dado hace un año? —replica—. ¿O en algún otro
momento en los últimos quince años?
—Ojalá hubiera podido.
—No creo que entiendas lo horrible que ha sido el último año para mí. —Su
voz se quiebra, y es la primera vez que la veo al borde de las lágrimas en mi
presencia—. La forma en que me has despreciado, me has rechazado, me has
tratado como una obligación, has fingido tu amabilidad... el daño está hecho. —
Avanzando hacia mí, empuja su dedo contra mi pecho—. La noche antes de
nuestra boda, me dijiste que nunca podrías amarme.
—Sí, dije eso. Pero no lo dije en serio. Quería darte una salida. Me pareció lo
correcto después de cómo te había tratado.
—¿Cómo puedo creer cualquier cosa que digas de nuevo? —Un puñado de
lágrimas resbalan por sus mejillas, pero las aparta—. Eres desalmado.
Me lo merezco.
—Soy complicado —murmuro—. Todo esto es... complicado.
—¿Complicado? Nuestra relación entera, o la falta de ella, es una retorcida
telaraña que tejiste, Slade. Solo es complicado porque tú lo hiciste así. Ahora
quieres esconderte detrás de la prosa y la falsa vulnerabilidad.
—Hay partes de mí que están rotas, y no he sido amable contigo por eso.
Esperaba que pudiéramos trabajar juntos...
Ella aprieta los brazos contra su cuerpo.
—¿Así que ahora es mi problema arreglarlo?
—No quiero que me arregles. Tampoco necesito que lo hagas. Solo te estoy
diciendo que soy consciente del problema y de cómo te ha afectado. Te pido
disculpas. Intento arreglarlo... si no es demasiado tarde.
—Entonces, ¿por qué me dijiste que no podías amarme? —Su expresión es
ferozmente tensa, enfadada. El aire entre nosotros está cargado de tensión,
imposible de respirar—. ¿Por qué querías darme una salida cuando te estabas
enamorando de mí?
—Porque en el fondo, sé que no te merezco. No merezco nada de lo que tengo.
Ella pone los ojos en blanco.
—Solo eres un actor impresionante. Y no se puede negar que puedes ser
persuasivo. No tengo forma de saber qué es real y qué no contigo dada toda esta
200
situación...
—Cada palabra en ese diario es sincera. Real. Cada emoción. Cada
arrepentimiento. —No se puede negar la evolución de mi escritura y vocabulario,
pero ahora no es el momento de señalar detalles menores. Quiero concentrarme
en el panorama general aquí, en nosotros.
Nuestro futuro.
Campbell resopla y masajea su cuello, mirando al suelo.
—Bien, ahora que has cambiado de opinión, ¿cuál es el plan?
Su voz tiene una pizca de sarcasmo, pero su pregunta es sincera.
—Esto no es un juego y no hay un plan —aseguro—. Tenemos que resolver
esto juntos.
—No lo sé, Slade. — Inclina la barbilla y exhala—. Deberías haberme dado
ese diario hace años. Tal vez, solo tal vez, habríamos tenido una oportunidad de
ser realmente felices juntos. Ahora nunca lo sabremos.
Nuestros rostros están a escasos centímetros de distancia ahora, la distancia
entre nosotros alimentada por el dolor, la ira y el imparable magnetismo que
siempre he ignorado tontamente. Mientras las lágrimas continúan corriendo por
su rostro, estoy tentado de apartarlas, pero lo pienso mejor.
Aún no hemos llegado a ese punto.
Y quién sabe si llegaremos algún día.
—Quiero el tipo de amor que te ahoga. El tipo de amor con el que no pueda
dormir ni comer hasta que te vuelva a ver. Quiero un amor que agite mi alma y
consuma mis sueños. Quiero un amor más grande que el universo en constante
expansión —declara—. Lo siento, Slade, pero nunca serás nada de eso para mí.
Sus palabras, tal vez destinadas a herirme profundamente, solo sirven como
un desafío, un desafío que estoy listo y dispuesto a aceptar si significa mostrarle
cuán equivocada está con respecto a mí.
Mientras permanecemos en un incómodo silencio, su boca presionada y su
hermosa mirada vidriosa llena de dolor, no puedo contenerme más. La atraigo
hacia mí, acaricio su rostro y estrello mis labios contra los suyos. Para mi
sorpresa, no me rechaza, al menos no al principio.
—¿Crees que un beso borrará todo esto? —pregunta mientras busca mi
rostro, con los labios hinchados por la pasión de mi beso.
—No, pero creo que es un comienzo bastante malditamente bueno. —La
201
vuelvo a abrazar y reclamo sus labios con fuerza. Esta vez se derrite contra mí,
poniéndose de puntillas mientras sus dedos recorren el cabello de mi nuca.
—Odio amar la forma en que me besas —dice sin aliento mientras tomamos
aire. La tormenta de emociones que estalla entre nosotros es tumultuosa,
desordenada, impredecible, pero no se puede negar que son reales—. Odio
dejarte hacer esto.
—Pararé si quieres que lo haga.
—No lo hagas —responde, saboreando mi lengua cuando sus labios vuelven
a los míos—. Eres mucho más difícil de odiar cuando no estás hablando.
Suelto una carcajada, sin saber si eso es un cumplido o una orden, y luego
deslizo mis manos por sus costados, sujetando su firme trasero por encima del
fino pantalón del pijama. La levanto en mis brazos, dejando que sus muslos se
aferren a mis caderas mientras saboreo la base de su cuello, probando cada
latido de su corazón.
—Déjame compensarte —susurro.
—¿Cómo sé que esto es real? —Sus brazos descansan sobre mis hombros. No
importa que mi cabello esté húmedo de sudor, que mi cuerpo se pegue al suyo y
que nada de esto encaje ni remotamente en mi estricta rutina matutina.
Al diablo con todo eso.
Quiero a esta mujer y la quiero aquí y ahora, si me acepta.
—Las palabras se las lleva el viento. —Cierro la puerta de la habitación de
invitados con el pie antes de acostarla en la cama. Mi pene se tensa contra mis
pantalones cortos, palpitando cada vez más—. Pensé que tal vez podría mostrarte
cuán malditamente loco estoy por ti.
Una mezcla de incertidumbre colorea su hermoso rostro, pero la disipo con
un beso.
La besaré mil veces si eso ayuda a mi causa.
—No sé si esto puede borrar nuestro pasado —menciona mientras deslizo la
camisola de algodón por encima de su cabeza.
—¿Quién dijo que tengamos que borrarlo? —Paso mis dedos por debajo de la
banda elástica de sus pantalones cortos y deslizo mi mano entre sus muslos
hasta llegar a su húmeda abertura. Está mojada, por mí, un hombre que solo le
ha causado dolor durante toda su vida—. Quiero construir sobre él; algo nuevo,
algo mejor.
Emite un suave gemido mientras rodeo su clítoris con mi pulgar y deslizo un 202
dedo dentro de ella.
Con mi mano libre, separo sus muslos. La tensión que recorre su cuerpo me
dice que aún no confía plenamente en mí, pero los sonidos que salen de su boca
sugieren que está dispuesta a darme una oportunidad.
Bajo sus pantalones cortos, los arrojo a un lado y me detengo para admirar a
mi hermosa esposa y su sexy vulnerabilidad completamente expuesta.
—¿Qué? —pregunta, frunciendo el ceño.
—¿De verdad eres virgen? —A lo largo de los años, intercambiamos muchas
tonterías en esas cartas.
—¿Eso es un problema para ti?
Me agacho y beso su vientre, que se hunde ante mi contacto.
—Por supuesto que no. Quería saber si debía ser suave contigo.
Bajo mis pantalones cortos y bóxers, quitándomelos con una patada.
Extiende los brazos por debajo de los míos y me atrae hacia ella. Sus pechos
están hinchados por la excitación y sus pezones están erectos, provocando mi
piel con cada exhalación.
—¿Quién dijo que quería suavidad? —Sus caderas se mueven debajo de mí
mientras sus muslos se separan aún más.
—¿Cómo lo quieres?
—¿Has pensado en este momento antes? —pregunta.
—Un millón de veces.
—Fóllame de la manera que siempre quisiste. —Hay un brillo de curiosidad
en sus ojos mientras enreda mi cabello entre sus dedos—. Quiero sentirme
deseada por el hombre que convirtió en su misión de vida hacer que sintiera
cualquier cosa menos eso.
Sus palabras de alguna manera me excitan y rompen mi corazón al mismo
tiempo.
—Eres lo más sexy que jamás haya visto —afirmo—. Deberías saberlo.
La luz de la mañana baila a través de una brecha en las cortinas, iluminando
su suave piel y sus curvas flexibles, pero la única luz que necesito, la que captura
toda mi atención, está en sus ojos cuando me mira.
Puede que nuestra unión no haya nacido en el amor, pero en algún lugar, de
alguna manera, el amor ha estado allí todo el tiempo, oculto en las grietas rotas,
esperando a que volviéramos en sí.
Vuelvo a besar la hermosa boca de mi esposa, nuestras lenguas se fusionan
203
mientras presiono mi dureza contra su sexo, acariciándola mientras se retuerce
debajo de mí. Con una mano, acaricio su pecho y tomo su pezón endurecido
entre mis dientes, rozándolo suavemente para arrancarle un gemido silencioso.
Cada movimiento, cada respiración, es una revelación, un paso en la
dirección correcta.
Sus dedos rozan mis brazos, enviando una corriente a través de mí mientras
me sostengo sobre ella, y cuando ella levanta la vista y muerde su labio inferior,
lo único que puedo hacer es contenerme para no penetrarla de inmediato.
Sus ojos, antes siempre llenos de desafío y curiosidad, ahora brillan con
vulnerabilidad y expectación mientras nuestras palabras se desvanecen y
nuestros cuerpos hablan. Podría decirle todas las cosas que adoro de ella hasta
que mi rostro se vuelva azul, pero todo eso no significaría nada si no le mostrara
lo que siento.
—Quiero sentirte dentro de mí —susurra. Baja la mano y acaricia suavemente
mi pene antes de colocarlo en su entrada. La humedad de su excitación se siente
cálida sobre la punta, y exhalo un gruñido impaciente.
A pesar de lo mucho que lo desea, todavía es virgen.
No quiero que esto sea incómodo para ella.
Debería ser especial, memorable y perfecto, lo contrario de todo lo demás que
ha experimentado en mis manos.
—¿Qué estás esperando? —pregunta, retorciéndose debajo de mí. Silencio su
pregunta con un beso antes de sujetar mi erecto pene y deslizarlo dentro de ella,
centímetro a centímetro, lento y suave. Está estrecha, como si su cuerpo fuera
para el mío, pero aún no se hubiera adaptado.
—Relájate —le recuerdo mientras se tensa contra mí—. Respira.
Campbell exhala y sus uñas se clavan en mi espalda mientras empujo adentro
y afuera, despacio al principio, y luego subiendo el ritmo poco a poco, impulsado
por una sensación de urgencia. La colisión de nuestros cuerpos solo sirve para
hacer que desee más de ella.
—Te sientes tan bien —susurro, mientras su cuerpo responde al mío,
volviéndose más suave, más húmedo, más flexible con cada embestida—. Tienes
un talento natural.
Ella me besa.
—Shh.
Me sumerjo más profundamente en su interior, implorado por su mirada 204
lujuriosa. Podría hacer esto todo el día. Toda la noche. Toda la maldita semana.
En silencio, decido llamar al trabajo. ¿Cómo podría dejar a esta mujer después
de esto? Quiero repetirlo, una y otra vez. Quiero devorar cada centímetro de ella
hasta que sepa lo mucho que planeo esforzarme para enmendar mis errores.
—Creo que estoy cerca... —suspira—, no te detengas, no te detengas…
Unos segundos después, mi hermosa esposa está retorciéndose, jadeando,
arqueándose y gimiendo. Entierro mi cabeza en su cuello, inhalando su adictiva
dulzura y me preparo para la liberación más grande que jamás haya
experimentado, una liberación que ha estado toda una vida en gestación.
Cuando terminamos, colapsamos exhaustos, y es imposible distinguir dónde
acaba su cuerpo y empieza el mío.
Me mira a través de una franja de pestañas oscuras, sonríe y, por primera
vez en mi vida, siento algo que nunca antes había sentido.
Esperanza.

205
32
Campbell

—¿Puedo preguntarte algo? —Cubro mis ojos con la mano y observo a mi


esposo mientras disfruta del sol en la tumbona junto a mí. Después del giro
inesperado de los acontecimientos esta mañana, decidió tomarse el día libre para
pasar tiempo de calidad conmigo. Está decidido a demostrar que lo que dijo es
cierto, pero todavía estoy tratando de asimilar el hecho de que haya dicho algo
de eso en absoluto.
Durante veinticuatro años, este hombre me dio todas las razones para creer
que me odiaba.
Todavía no estoy completamente convencida.
Cuando leí por primera vez ese diario, me pregunté si era algún pequeño juego
mental que estaba jugando. Pensé que tal vez estaba tratando de volver a ganarse
mi favor para poder consumar el matrimonio porque, aunque pueda ser
complicado, sigue siendo un hombre estadounidense de sangre caliente. Aunque
técnicamente lo consumamos, nada de la experiencia se sintió mecánico o
distante; de hecho, fue lo contrario. 206
Fue cálido, tierno y atento; un desconocido con un rostro familiar.
Lo vi de una manera que nunca supe que existía.
—¿Qué pasa? —Aparta la mirada de la biografía en su regazo y sube sus gafas
de sol hacia arriba de su cabeza. El aroma de aceite bronceador de plátano y
coco y la brisa marina llenan el aire. En lo alto, las gaviotas graznan y vuelan en
busca de comida, pero dado que este tramo de playa es privado, somos los únicos
aquí, y estábamos demasiado ocupados haciendo otras cosas como para pensar
en traer bocadillos... ellos no tendrán suerte.
—¿Te habrías casado conmigo si realmente me odiaras? —Tengo que saberlo.
¿Siempre se trató del dinero y simplemente terminaste enamorándote de mí? O...
Su mandíbula se tensa mientras considera su respuesta.
—Y tienes que ser honesto —señalo. Ya lo hemos hablado. A partir de hoy,
nuestra política es la honestidad siempre, pase lo que pase.
—La empresa de medios de comunicación de mi padre —comienza, inhalando
profundamente—. A lo largo de los años se han ganado la reputación de ser
bastante parciales, políticamente hablando. Una de las cosas que mi padre
siempre me ha dicho es que, si tienes dinero, tienes poder. En nuestro caso,
nuestro poder se manifiesta en forma de un conglomerado de medios que tiene
suficiente poder colectivo para influir en elecciones políticas y eventos nacionales
y mundiales. Mi plan siempre ha sido desmantelar completamente la empresa y
reconstruirla desde cero, reconstruirla sobre una plataforma imparcial.
Estoy desconcertada.
No solo Slade es capaz de abrir su corazón, sino que además es
admirablemente ético.
El desconocido con el que me casé se aclara la garganta y continúa.
—Dicen que tienes que ser el cambio que deseas ver en el mundo. Tengo la
intención de ser eso.
—¿Y estabas dispuesto a sacrificar tu propia felicidad, renunciando a la
posibilidad de estar realmente enamorado y construir una vida con alguien, solo
para que esto sucediera?
Él asiente.
—No quiero que el nombre Delacorte sea sinónimo de corrupción y
manipulación. Cuando mi abuelo construyó esta empresa por primera vez, la
industria de los medios no era nada parecida a la máquina en la que se ha
convertido ahora. Se revolcaría en su tumba si viera en lo que se ha convertido
su pequeña corporación de noticias. 207
—¿A tu padre no le importa?
—Él es parte del problema —dice Slade—. Lo ve como si fuera su dinero y su
empresa, por lo que debería poder promover su agenda personal y sus
afiliaciones políticas. Hemos tenido muchas conversaciones acaloradas a lo largo
de los años. Por el bien de mamá, finalmente acordamos estar en desacuerdo.
Ya no hablamos de política.
—¿Sabe cuáles son tus intenciones una vez que te hagas cargo?
—Sí lo sabe.
—¿Y está de acuerdo? —pregunto.
Slade humedece sus labios.
—En el fondo, sabe que estoy haciendo lo correcto. Simplemente no tiene la
energía ni la motivación para hacerlo él mismo.
Sus músculos se tensan y su respiración se vuelve ligeramente superficial,
como si este fuera un tema del que no disfruta hablar.
—¿Qué? —Frunce el ceño cuando se da cuenta de que le he estado mirando
demasiado tiempo.
—¿Quién eres, Slade Delacorte? —pregunto, alargando las palabras teñidas
de incredulidad.
Extendiendo la mano, arrastra mi tumbona más cerca de la suya antes de
tirar su libro en la arena y sentarme en su regazo.
—Soy tu esposo —declara, con un brillo travieso en sus iris de color café—,
eso es lo que soy.
Anoche me acosté sola, amargada, sin esperanza, desencantada.
Esta mañana me desperté, peleé con mi esposo, perdí mi virginidad y ahora
estoy a horcajadas sobre él en la playa, trazando con mis dedos sus definidos
abdominales mientras él parece estar pensando en devorarme aquí mismo, en
este momento.
—Todo esto está sucediendo muy rápido —murmuro.
—Estoy tan sorprendido como tú.
—Bien. Me alegra que no sea solo yo. No quiero que nos adelantemos, ¿sabes?
Las emociones estaban a flor de piel... y luego nosotros... y ahora estamos... solo
me preocupa...
Inclinándose hacia adelante, me silencia con un beso.
—Campbell Wakemont no era una persona preocupada —susurra—.
208
Campbell Delacorte tampoco debería serlo.
Mi boca se curva hacia un lado. Después de que el sacerdote nos declarara
marido y mujer en la boda, no había pensado mucho en mi nuevo nombre. De
hecho, ni siquiera he comenzado el proceso de cambiarlo oficialmente. Pero la
forma en que suena en sus labios envía me provoca un escalofrío que no
esperaba.
—¿Tienes hambre? —pregunta.
—Muero de hambre. —Después de que Slade tomó mi virginidad esta
mañana, me tomó una segunda vez, en la ducha. Y después de eso, fuimos por
una tercera ronda afuera, en la terraza, a plena luz del día. La mitad inferior de
nuestros cuerpos estaba envuelta en una manta mientras él me doblaba sobre
la barandilla y me tomaba por detrás. Nunca supe que era posible tener tantos
orgasmos en tan poco tiempo, pero hoy me están demostrando que estoy
equivocada acerca de muchas cosas.
Regresamos a casa, donde Slade le da la noche libre a Fiona y nos encarga
un festín extravagante de su restaurante griego favorito en el centro de la ciudad.
—¿Quieres ver una película? —le pregunto más tarde—. Sé que casi es tu
hora de dormir y todo, pero todavía no estoy lista para que termine este día.
—Claro. ¿Por qué no vas a la sala de estar y buscas algo que te guste? Estaré
de vuelta en un rato.
—¿De vuelta? ¿Vas a algún lugar?
—Dame treinta minutos.
Pasan treinta y ocho minutos antes de que el hombre regrese. El crujir de las
bolsas de plástico y el arrastrar de los pies se hacen más fuertes mientras se
acerca hacia mí. En la pantalla, he elegido un drama histórico que parece ser
algo que le gustaría, basado en la biografía que estaba leyendo hoy.
—¿Qué es todo eso? —pregunto cuando entra con un montón de cosas en sus
brazos.
—Me detuve en una sala de cine y compré palomitas. Les pedí que hicieran
un lote fresco, por eso tomó tanto tiempo. —Coloca la cubo sobre la mesa de
café—. Y luego pasé por la gasolinera para comprar algunos dulces. No estaba
seguro de lo que te gustaba, así que conseguí un poco de todo.
Vacía la bolsa junto al cubo de palomitas, formando una montaña de ositos
de gominola, barritas Snickers, Caramello bites, Twizzlers y Raisinettes.
—Retiro cada cosa mala que he dicho de ti. —Tomo los Twizzlers—.
Claramente sabes cómo llegar a mi corazón. 209
Con una sonrisa orgullosa, se acomoda a mi lado y pasa su brazo por mis
hombros.
Mirándolo, lo absorbo por millonésima vez hoy.
—¿Quién lo habría pensado?
—¿Quién lo habría pensado? —repite.
33
Slade

—Toc, toc, ¿estás ocupado?


Levanto la vista de mi escritorio a la tarde siguiente y encuentro a Oliver en
mi puerta.
—¿Qué haces aquí? —pregunto—. Nunca vienes a la oficina.
Mete las manos en los bolsillos de sus jeans de diseñador, encogiéndose de
hombros.
—Estaba por la zona. Pensé en ver si tenías planes para almorzar.
—¿Alguna vez has escuchado hablar de los mensajes de texto? —bromeo.
—Sí, de hecho. Te envié varios mensajes ayer y me dejaste en visto. Pensé en
asegurarme de que todavía estuvieras vivo y coleando. La última vez que estuve
allí, parecía que las cosas estaban un poco tensas entre tú y Campbell.
Pongo los ojos en blanco.
—Todo bien ahora.
210
—¿En serio? —La sorpresa se refleja en su rostro en tiempo real—. Quiero
decir, eso es genial. Estaba preocupado. Ella parecía tan molesta el otro día y
dijo que ustedes dos no se estaban hablando y que había estado durmiendo en
la habitación de invitados...
—No hay necesidad de repetir todo.
—Lo siento, sí. —Masajea su nuca—. ¿Así que todo está bien ahora?
—Eso es... lo que acabo de decir. —Mi bandeja de entrada emite un sonido y
hago clic en un mensaje del abogado que está manejando la compra de Franklin
y Dodd, que todavía estamos negociando. Su mensaje simplemente me pide que
lo llame. Exhalo mi molestia y alcanzo mi teléfono—. Lo siento. Estuve fuera de
la oficina ayer, poniéndome al día con todo. No puedo almorzar hoy. ¿Otra vez
será?
Oliver se recuesta contra el marco de la puerta, luciendo como si alguien
hubiera atropellado a su cachorro. Con todo lo que sucedió en el último año,
nuestro vínculo fraternal ha quedado en un segundo plano y, ahora que estoy
casado, mis prioridades están cambiando más rápido de lo que ninguno de
nosotros esperaba.
—¿Qué haces este fin de semana? Tal vez podamos tomar una cerveza en el
puerto —sugiero, esperando poner un poco de luz en sus ojos.
—Sí, deberíamos —dice, levantando la cabeza—. No quiero apartarte de
Campbell si ya tienes planes. Me alegra que las cosas estén mejorando. Es una
buena chica, Slade. Supuse que solo sería cuestión de tiempo antes de que te
dieras cuenta.
Me ahorro la diatriba sobre cómo ya lo sabía, pero era demasiado terco para
admitirlo.
—¿Van a irse de luna de miel después de todo? —pregunta.
—Supongo, todavía no lo he pensado. —Hace dos días, ella ni siquiera me
miraba a los ojos, mucho menos reconocía mi presencia. Hace veinticuatro
horas, estamos haciéndolo como conejos. Apenas he tenido un momento para
procesar los vientos de cambio, y mucho menos para contemplar llevarla a una
luna de miel adecuada.
Tomo un bolígrafo y escribo “Llamar a la agencia de viajes” en una nota
adhesiva y le pongo dos círculos.
—¿Tienes algo más en mente? —le pregunto a mi tío, ya que todavía no se ha
movido. Levantando la barbilla, niega con la cabeza.
—No. Me pondré en contacto contigo esta semana.
—¿Por qué no vienes a cenar esta noche? Campbell planea cocinar una gran
211
comida. Habrá más que suficiente.
Oliver suelta una carcajada.
—No quiero ser una tercera rueda.
—A las siete en punto —señalo mi reloj—. No llegues tarde.
En cuanto se va, le envío un mensaje de texto a mi esposa y le digo que
prepare un tercer lugar para Oliver más tarde, luego llamo al abogado.
—¡Buenas noticias! —responde en medio del primer timbrazo—. Franklin and
Dodd han aceptado nuestra oferta. A partir del 1 de enero del próximo año, sus
participaciones pasarán a ser propiedad de Delacorte Media Group. Felicidades,
Slade. Sé que has estado trabajando mucho en este acuerdo.
Me recuesto en mi sillón de cuero, pongo los pies en mi escritorio y me tomo
un segundo para apreciar la inmensa buena suerte que estuve esta semana. No
sé qué hice para merecer esto, pero estoy agradecido. Humilde, incluso, si se
puede creer tal cosa.
Son las seis de la tarde cuando llego al camino de entrada de casa. Antes, me
quedaba en el auto, perdiendo el tiempo con mi teléfono antes de entrar donde
claramente no era bienvenido en mi propia casa. ¿Pero ahora? Prácticamente
estoy corriendo hacia adentro. En cuanto pongo un pie en el vestíbulo, me
encuentro con una espesa neblina y el fuerte olor a comida quemada en el aire.
—Campbell —llamo.
—En la cocina —responde.
La encuentro de pie junto al fregadero, fregando frenéticamente un plato.
—Oye. —Deslizo mis manos alrededor de su cintura desde atrás y beso su
mejilla—. ¿Está todo bien?
Se da la vuelta hacia mí, se quita los guantes de goma y parece que está a
dos segundos de llorar.
—¿Qué pasa? ¿Qué es? —le pregunto, apartando un mechón de cabello
desordenado de sus ojos y metiéndolo detrás de su oreja. El delantal que abraza
su cuerpo está cubierto de manchas de comida y sobre la encimera hay un plato
tan carbonizado que es irreconocible.
—Así que... quemé la cena —murmura.
—Son cosas que suceden.
—Lo siento.
—No te disculpe —le digo. 212
—No sé qué pasó. Estuve viendo estos tutoriales toda la tarde en YouTube e
hice todo exactamente como decían, ¿y no sé? ¿Quizás usé la configuración
incorrecta en el horno? Pensé que podría salvar las verduras, pero de alguna
manera salieron crudas y pasadas de cocción al mismo tiempo.
La beso.
—Pediré comida.
—¿Puedes inscribirme en clases de cocina mientras tanto?
—Estoy seguro de que Fiona podría enseñarte algunas cosas si le
preguntaras.
Mirando el plato carbonizado en el mostrador, frunce los labios a un lado.
—No sé si ese plato era caro o no, pero estoy bastante segura de que está
arruinado. Resulta que es imposible quitar el pollo quemado después de que se
endurece. Dios, lo siento mucho.
—Deja de disculparte. Al final, lo que cuenta es la intención. —Tomando su
mano, la llevo arriba.
—¿A dónde vamos? —pregunta mientras me sigue.
—Me muero de hambre —susurro, mientras nos dirigimos hacia el
dormitorio—. Y como quemaste la cena, no tengo más remedio que convertirte
en mi comida.
La tomo en brazos y la tiro suavemente en la cama, arranco sus leggings y
entierro la cabeza entre sus muslos, donde procedo a devorarla hasta que jadea,
tiembla y me suplica que pare.
De todas formas, el pollo está sobrevalorado.

213
34
Campbell

El suave resplandor del televisor ilumina la sala de estar mientras las


dramáticas hazañas del equipo de Below Deck se desarrollan en pantalla.
Inclinándome hacia atrás en el sofá mullido, rompo otro pedazo de Twizzler de
fresa mientras Oliver hace algún comentario sobre los detalles técnicos de algún
motor.
—¿Hay algo más que te guste además de los barcos? —le pregunto—. Creo
que nunca te escuché hablar de otra cosa.
Slade se ríe.
—Las mujeres. Le gustan las mujeres. Cuanto más desequilibradas, mejor.
—Courtney era un ángel. Nunca habrá otra Courtney —resopla Oliver—. Y
Lena. Oh, Dios mío, Lena. Nunca entenderé por qué volvió con ese novio
tramposo suyo.
—Quizás en el fondo sabía que eras demasiado bueno para ella —menciono.
—Sí, eso fue lo que pasó —bromea Slade—. No tuvo nada que ver con el hecho
de que él se emborrachó y le propuso hacer un trío con su mejor amiga.
214
—Estoy segura de que hay una chica buena esperando conocer a un buen
chico como tú —comento. Oliver es definitivamente más un espíritu libre, pero
siempre ha habido algo solitario en él, casi como si estuviera escondiendo el vacío
detrás de su desmesurada personalidad.
—No le des falsas esperanzas. Todas las buenas ya están atrapadas —bromea
Slade. Esto es lo que hacen, y rápidamente he aprendido que es su lenguaje de
amor. Se burlan el uno del otro porque se preocupan—. Y yo conseguí la última.
Slade aprieta mi rodilla y me guiña un ojo.
Solo ha pasado una semana desde que doblamos esta nueva esquina, pero
cada día es mejor. En algún momento, temo que no haya otro camino a donde ir
más que hacia abajo. Pero estoy tratando de disfrutar del desarrollo de esta
extraña nueva normalidad en lugar de desperdiciar tiempo preocupándome por
un escenario hipotético.
El teléfono de Oliver suena y lo revisa.
—Genial.
—¿Qué? —pregunta Slade.
—Mi Schaeffer Flybridge está listo para el fin de semana —anuncia.
—¿Tu qué-qué? —pregunto.
—Es un yate de cincuenta y ocho pies que acabo de agregar a mi flota. Un
tipo en Júpiter lo compró el año pasado y nunca lo sacó. La cosa ni siquiera ha
salido del puerto —explica.
—¿No son cincuenta y ocho pies un poco pequeño para un yate? —pregunto,
aunque solo me estoy burlando de él por todas las cifras que menciona cada vez
que vemos este programa juntos.
—Lo que pasa en mi industria es que debo tener algo para todos. No todos
pueden permitirse alquilar un barco de doscientos pies —explica—. Tengo que
atender a todo tipo de clientela.
—Apuesto a que por lo que pagaste por ese Flybridge, podrías haberte
comprado un Bugatti —comenta Slade.
—Pero entonces no podría pedir prestado el tuyo —replica Oliver antes de
lanzarse por el control remoto y presionar el botón de pausa—. Sabes…
Slade y yo intercambiamos miradas y ponemos los ojos en blanco. Sabemos
exactamente a dónde va con esto.
—Sé lo que van a decir, pero solo escúchenme —continúa Oliver—. Slade,
siempre me prestas tus autos y nunca me pides nada a cambio. Y Campbell, sé
215
que no eres una persona de barcos, pero ¿qué tal si tú, Slade y yo hacemos un
viaje inaugural con el Flybridge? Podría ser como un regalo de bodas de mi parte
para ustedes. Es un yate más pequeño, así que no necesitaremos una tripulación
completa. De hecho, podría tripularlo yo mismo. Y me mantendré fuera de la
vista. Ni siquiera sabrán que estoy allí.
—No lo sé. —Hago una mueca—. Preferiría no hacerlo.
—Ni siquiera se fueron de luna de miel —acota Oliver—. O a cualquier otro
lugar en realidad. Han estado encerrados aquí desde que regresaron de la boda
la semana pasada. ¿Por qué no vienen a navegar este fin de semana, dos días de
descanso y relajación? Sin distracciones del resto del mundo. Pueden tomar sol,
beber y fingir que están en el sur de Francia o algo así, mi regalo.
—No tienes que hacer eso por nosotros —dice Slade.
—Lo sé. Pero quiero hacerlo. Siempre han hecho mucho por mí —comenta
Oliver—. Estoy feliz por ustedes, eso es todo.
Me muevo, incómoda, y miro a mi esposo, buscando una señal de que está
de mi parte, pero hay algo en sus ojos que me hace pensar que realmente lo está
considerando. Estoy segura de que, si me pusiera firme, él me respaldaría, pero
con lo bien que va todo últimamente, no quiero agitar el proverbial barco por
un... barco.
—¿Qué opinas? —me pregunta Slade, su tono está impregnado de genuina
consideración—. Podría ser algo divertido para hacer este fin de semana. No es
como si tuviéramos planes. Y tiene razón, no hemos tenido una luna de miel.
Me rio.
—Sin ofender, Oliver, pero una escapada romántica contigo durmiendo en la
habitación de al lado no es exactamente mi idea de luna de miel.
—Ni siquiera sabrás que estoy allí. —Oliver coloca una mano sobre su
corazón, sentándose erguido—. Lo juro por mi vida. Será como si estuvieran los
dos solos en alta mar, con todo el lujo de primera clase que puedan imaginar.
Bebidas de primera, sábanas de cachemira…
Muerdo mi labio, contemplando la lista de comodidades que enumera.
Todavía no estoy convencida. La idea de estar en alta mar no me atrae, sin
importar cuántos beneficios añada, aunque últimamente me siento encerrada y
un cambio de aire me vendría bien.
—Mira —continúa Oliver, ladeando la cabeza hacia mí y apoyando el brazo
en el respaldo del sofá—. Solo quiero darles a los dos la oportunidad de crear
algunos recuerdos hermosos. Y también quiero demostrarte que estás
equivocada acerca de los barcos. Son seguros y divertidos, y te lo estás 216
perdiendo. Y si en algún momento quieres volver a tierra firme, solo tienes que
decir la palabra y regresaremos, sin hacer preguntas.
—¿A qué distancia estaremos? —pregunto.
—Tres horas, como máximo —informa él.
Miro a Slade y enarco las cejas.
—Creo que podría ser divertido —sugiere—. Si todo lo que tenemos que hacer
es presentarnos, quiero decir...
Suspiro, sin querer ser el obstáculo.
—¿Estás seguro de que es seguro?
Slade frunce el ceño.
—¿De verdad crees que él nos pondría en algún tipo de peligro?
—Siéntete libre de revisar mis calificaciones de seguridad y registros de
inspección —indica Oliver—. Si yo fuera algún tipo despreciable alquilando
barcazas en mal estado, ¿crees que seguiría en el negocio? Demonios, ni siquiera
sería asegurable.
Odio esta idea. Lo odio. Pero si Slade viene, tal vez no sea tan malo.
—Está bien —murmuro—. Pero solo si hay un suministro interminable de
pastillas para el mareo a bordo y me muestras cómo usar todo el equipo de
seguridad.
—Te daré una explicación completa antes de partir —promete Oliver—. No
nos iremos hasta que te sientas segura con todo.
Tal vez esté exagerando, pero al crecer frente a la costa de Maine, escuchas
tantas historias de horror sobre embarcaciones, lo que, sumado al extraño
accidente de mi abuelo, me hace dudar.
Oliver frota sus manos, sonriendo de oreja a oreja. Estoy bastante segura de
que acabamos de alegrarle el año a este hombre.
—De acuerdo —dice—, así que ¿por qué no se encuentran conmigo en el Gas
Lantern Marina el viernes, en el amarre número catorce, alrededor del mediodía?
Los tendré de vuelta el domingo. —Levantándose, se gira hacia mí—. Por la noche
hace un poco de frío en el agua, así que empaca algunos suéteres.
Le hago un saludo.
—Sí, Primer Oficial Oliver.
—En realidad, es Capitán Oliver —me corrige.
Slade pone los ojos en blanco.
—Está bien, me voy. Tengo algunas cosas que organizar para nuestro viaje — 217
anuncia Oliver—. Ustedes, dos, tortolitos, descansen mucho y los veré en un par
de días.
—Espero no arrepentirme de esto —le digo a Slade cuando se ha ido.
Mi esposo me atrae hacia su regazo, pasa los dedos por mi cabello, y se inclina
para besarme.
—Pensé que nunca se iría.
—Espera, ¿solo aceptaste toda esta idea del yate porque querías que Oliver
se fuera? —pregunto.
—No...
Frunzo el ceño.
—Mm hm.
Slade se ríe.
—No, en serio. No lo hice. Creo que será una pequeña escapada de fin de
semana agradable. Y tal vez no sea lo peor para ti superar tu miedo a los barcos,
especialmente viviendo aquí.
Docenas de viejas historias de mi ciudad natal pasan por mi mente como
microfichas en una biblioteca.
—Si no quieres ir, no tenemos que hacerlo —sugiere, y con sus palabras, la
emoción que irradiaba de él hace unos momentos se desvanece.
—Iremos —aseguro. No quiero hacerlo, pero lo haré por él.
Si Slade puede superar su miedo a abrirse, yo puedo superar mi miedo a las
aguas abiertas.

218
35
Slade

—Así que, ¿qué sucede si nos quedamos varados? —pregunta Campbell


mientras Oliver nos da el recorrido de seguridad el viernes por la tarde. Solo
llevamos veinte minutos en su yate y ella aún no se ha soltado de nada. Cuando
no está agarrada a una barandilla, se aferra a mí a mí con todas sus fuerzas.
Casi me siento mal por insistir en esto, pero creo que será bueno para ella.
—Tengo una Zodiac Nautic a bordo —dice Oliver—. Es una lancha inflable en
la que caben tres personas. Eso o podría llamar a la Guardia Costera o a uno de
mis chicos en el cobertizo para botes. Te lo prometo, Campbell, aquí no te
quedarás varada.
Ella observa la cubierta abierta de la popa.
—Es raro cómo está... abierta.
—Bueno, no se usa cuando el barco está en movimiento —le explico—. Está
pensada para relajarse y tomar el sol cuando estás anclado.
Mi explicación no logra quitar la expresión horrorizada de su rostro, pero aún
no ha decidido bajarse, así que es una buena señal.
219
—Permíteme mostrarte las comodidades —Oliver nos hace señas para que lo
sigamos al nivel inferior del yate, donde un dormitorio acogedor, pero bien
equipado está flanqueado por un baño privado. En el otro lado del barco hay otro
dormitorio más pequeño y un baño, así como una cocina completa—. Cualquier
cosa que necesiten, absolutamente cualquier cosa... ya he pensado en eso.
Nos lleva a la cocina, donde abre de un tirón la nevera y nos muestra las
comidas precocinadas, los bocadillos, las aguas Evian y las bebidas para adultos
que ha almacenado.
—De acuerdo, hemos repasado los protocolos de seguridad, te mostré dónde
están los chalecos salvavidas y el teléfono satelital, y cómo usar la radio en caso
de emergencia —enumera Oliver usando los dedos—. ¿Estoy olvidando algo?
—Creo que eso es todo —digo.
—¿Estás lista para ganarte tus piernas de marinera, Campbell? —Oliver
empuja a mi esposa, que está tan tensa que prácticamente se tambalea como
una estatua.
—Sí, vamos. —Finge entusiasmo, manteniendo un agarre mortal en mi
antebrazo.
Mi tío se coloca su gorra de capitán y corre escaleras arriba hacia el timón
con la sonrisa más tonta que jamás haya visto. Sé que significa el mundo para
él que estemos aquí, y aunque una parte de mí piensa que esto será bueno para
Campbell, la otra mitad sabe que él necesitaba esto. Sin mi madre cerca, ha
perdido el único sentido de propósito real que tenía, y también el único sentido
de familia que tenía, y ahora que estoy casado y comenzando un nuevo capítulo
en mi propia vida, él ha pasado aún más a un segundo plano en la alineación de
los Delacorte.
—¿Por qué no bajas al camarote y te pones el traje de baño? Prepararé un par
de bebidas y nos encontramos en el puente de mando —sugiero.
Sus ojos buscan nerviosamente los míos antes de ponerse de puntillas, darme
un beso y dirigirse hacia abajo. Diez minutos después, sale con un bikini color
melocotón neón y un pareo blanco atado a la cintura. Muerdo mi labio, deseando
que estuviéramos realmente solos en este momento.
—Aquí tienes. —Le entrego un cóctel artesanal, brindo chocando mi vaso con
el suyo, y hago un brindis—. Por un fin de semana que nunca olvidaremos.
Observo a mi hermosa esposa mientras desembarcamos, me tomo un
momento para apreciar lo lejos que hemos llegado... al tiempo que me doy cuenta
de que apenas estamos comenzando. De alguna manera, este viaje es una 220
metáfora, simbolizando la aventura que nos espera mientras superamos
nuestros miedos, crecemos juntos y tratamos de divertirnos en el proceso.
Sincronizo mi teléfono con los altavoces Bluetooth en la cubierta, pongo
reproducir una playlist que descargué antes de salir. Cuanto más nos
adentramos en el mar, más débiles son las señales de celular, si es que podemos
captar alguna.
Suena su canción favorita del último álbum de The 1975, que la hace sonreír
al instante. Se acurruca contra mí, sorbe su bebida y tararea al ritmo de la
música mientras el puerto deportivo se hace más pequeño en la distancia.
—Ves, no es tan malo —le digo.
—Supongo...
La aprieto contra mí para tranquilizarla un poco. Miro hacia arriba y veo a mi
tío al timón del yate, con gafas de sol sobre su nariz y su atención centrada en
las aguas que tiene delante, sin prestarnos atención.
El suave ritmo de las aguas y la calidez del sol de mediodía, junto con la mejor
chica en mis brazos, me llenan de una abrumadora sensación de paz. Cierro los
ojos por un segundo, solo pretendo descansar. Pero cuando los vuelvo a abrir,
mi música ha dejado de sonar y el sol está más bajo en el cielo. Miro el reloj y
me doy cuenta de que ambos hemos estado dormidos durante varias horas.
Campbell se remueve cuando me muevo.
—¿Nos quedamos dormidos?
—Sí —afirmo—. Al parecer necesitábamos ponernos al día con el sueño.
Ella revisa su teléfono.
—Son las cuatro y media —menciono.
—No me preocupa la hora, solo estaba viendo si teníamos servicio —dice con
un gesto de disgusto—. Sin señal.
—No hay torres de celular en el océano.
—Gracias, Capitán Obvio. —Me da un codazo—. ¿O debería decir Primer
Oficial Obvio?
—Ves, ya estás aprendiendo la jerga.
Ella se levanta, acomodando su pareo.
—Tengo hambre. ¿Qué crees que hay para picar?
—De todo. —La sigo hasta la cocina, donde nos servimos un surtido de
sándwiches, fruta fresca en rodajas y quesos gourmet. 221
—Vas a tener que sacarme rodando de aquí el domingo —comenta mientras
pincha un cuadrado de queso gouda con un palillo y lo mete en su boca—. O
quizá tirarme por la borda del barco y volver flotando a casa.
—Oh, hola, finalmente están despiertos —dice Oliver apoyándose en el marco
de la puerta—. Me preocupé por un segundo. Asegúrense de mantenerse
hidratados, ¿de acuerdo?, estar aquí afuera con todo ese sol durante el día puede
afectarlos seriamente si no tienen cuidado.
—¿No deberías estar al mando del barco? —pregunta Campbell, con los ojos
desorbitados.
Oliver se ríe.
—Estamos anclados por la noche.
—¿Puedes anclar en aguas tan profundas? —pregunta ella, confundida.
Me acerco.
—No lo hagas empezar a menos que quieras una lección completa sobre los
tecnicismos sobre los paracaídas submarinos.
—No todos tienen la capacidad de atención requerida para temas tan
apasionantes. —Oliver me lanza una mirada—. Pero si alguna vez quieres saber
cómo funciona, estaré encantado de explicártelo.
—Lo tendré en cuenta —dice Campbell, alcanzando una rodaja de sandía—.
Gracias.
—¿Quieren que les caliente la cena? —pregunta Oliver.
Campbell coloca una mano sobre su estómago.
—No sé si podría comer una comida completa en este momento. ¿Quizás más
tarde?
Asiento.
—Esperaremos. Gracias de todos modos.
—Me parece bien —asegura Oliver—. Estaré arriba si me necesitan, de lo
contrario... me esfumaré.
—Tengo una sorpresa para ti —le informo a Campbell mientras terminamos
nuestros bocadillos—. Pero está en la habitación.
—Señor Delacorte, me ha tenido dos veces hoy. —Finge estar horrorizada,
pero la sonrisa en su rostro dice que está pensando lo mismo que yo—. Pero
supongo que una vez más no hará daño...
Deslizo mi mano sobre la suya y la llevo al dormitorio, donde hay una botella 222
de Cristal en un cubo con hielo (gracias a Oliver), junto con los dos platillos de
champán que elegimos cuando hicimos nuestras compras para la lista de bodas.
—Sé que dijiste que no eres una persona de champán —murmuro—. Pero te
prometo que nunca has disfrutado del champán como es debido.
—Oh, con una mayor superficie y todo eso —menciona—. Recuerdo que me
lo explicaste antes. Aun así, sigo pensando que no habrá tanta diferencia, pero
lo probaré. Por ti.
—No me refería a eso —comento. Ella levanta una ceja—. Aquí. Te lo mostraré.
Me observa en silencio mientras descorcho la botella y vierto el líquido dorado
y brillante en nuestros platillos y los coloco a un lado. Luego, con un solo tirón,
desato su pareo, dejándolo caer al suelo antes de desabrochar su parte superior
de bikini. Tomo un sorbo de champán y dejo un poco de líquido en mi boca antes
de saborear uno de sus pezones expuestos.
Ella suelta un suspiro entrecortado cuando el frío y las burbujas se mezclan
con la calidez de mi lengua en su piel.
Trago, tomo otro sorbo y me acerco a su boca, dejando que el champán pase
de mi lengua a la suya.
Se estremece contra mí y la abrazo.
—Tienes razón —susurra—. Nunca había probado un champán así.
Y apenas estoy comenzando...
Deslizo los dedos por debajo de la cintura de la pequeña braga de su bikini,
y se las quito. las retiro. Ella se tambalea hacia la cama, riendo nerviosamente
en anticipación.
Con un platillo de champán en la mano, derramo un poco sobre su estómago,
que se contrae en respuesta a la temperatura implacable. Presiono mis labios
contra su cálida piel y bebo las burbujas de su ombligo antes de verter otro poco
más abajo y repetirlo hasta que estoy entre sus muslos.
Inclino el platillo y dejo que un poco de líquido caiga por sus pliegues antes
de pasar lentamente la lengua por ellos, recogiendo hasta la última gota. Una y
otra vez, bebo champán de entre sus piernas, haciendo girar las frías burbujas
con mi lengua contra su zona más sensible. Ella aspira, su cuerpo tiembla
mientras agarra puñados de ropa de cama, y no tarda en retorcerse contra mi
boca, pegajosa de Cristal y excitación.
Dulce embriaguez.
223
36
Campbell

La mitad de la cama de Slade está vacía cuando me despierto el sábado por


la mañana. Tengo un fuerte dolor de cabeza, mi mente está aturdida y mi
estómago revuelto. El barco se balancea más de lo que lo hacía antes. O tal vez
solo tengo resaca.
Después de la aventura con el champán de Slade anoche, nos dejamos llevar
un poco. No fue hasta que estábamos completamente agotados que salimos a
buscar un bocadillo poco después de la medianoche, comimos y luego volvimos
a nuestra habitación para dormir.
Me pongo un albornoz de cachemira, ato el cinturón y salgo.
—¿Slade? —llamo, apoyándome contra la pared más cercana mientras el yate
se inclina.
Revise el baño, debatiéndome entre darme una ducha rápida o no, ya que
estoy pegajosa por lo de anoche, pero algo no se siente bien. Subo las escaleras
del camarote y me encuentro con el brillante sol de la mañana y el sonido de las
olas golpeando el costado del barco. 224
—¿Slade? —grito de nuevo—. ¿Dónde estás?
Puedo escuchar a alguien hablando, pero no puedo decir si es Slade o Oliver.
Me dirijo a la cubierta de mando y espero encontrar a Oliver detrás del timón,
pero no está en ninguna parte. Es solo Slade, caminando de un lado a otro,
pasando las manos por su cabello.
—Voy a matar a ese maldito. Lo voy a destruir, está...
—Hey —agarro su brazo, dándole una sacudida—. ¿Vas a decirme qué está
pasando?
—Jesús, Campbell. —Sus ojos se enfocan y deja de caminar—. No entres en
pánico... pero no puedo encontrar a Oliver.
—¿Qué quieres decir con que no puedes encontrar a Oliver?
—Él... se fue.
—¿De qué estás hablando? —Escucho sus palabras con claridad, pero no las
estoy procesando. Es como si mi cerebro se negara a comprender lo que está
diciendo.
—Yo... yo... subí aquí esta mañana para preguntarle algo y no estaba, así que
revisé su camarote y la cama estaba hecha. Ni siquiera parecía que hubiera
dormido allí anoche. Así que luego revisé el resto del barco. —Muerde su labio
inferior por un momento, casi sacando sangre—. Es como si nunca hubiera
estado aquí... No entiendo...
—Slade, me estás asustando.
Colocando sus manos en mis brazos, me lleva a un asiento cercano.
—Lo siento. Solo estoy tratando de averiguar qué hacer.
—¿No podemos llamar a la Guardia Costera o algo así? —Recuerdo
claramente a Oliver dándome la explicación detallada de seguridad ayer y había
muchas de opciones de emergencia.
—Él cortó los cables. —Slade se agacha, y pasa las manos por su cabello de
nuevo—. El muy bastardo cortó los cables de la radio. Se llevó las bengalas
solares. Arrojó toda la comida y el agua por la borda, al menos eso supongo
porque la cocina está vacía. Debe de haber vaciado el tanque de gasolina de
alguna manera, o tal vez no lo llenó por completo antes de salir, pero de cualquier
manera, estamos a la deriva. El teléfono satelital también ha desaparecido.
Incluso los chalecos salvavidas.
—¿Qué? —El pánico en mi voz forma un nudo en mi garganta—. ¿Y esa
lancha? ¿La de emergencia de la que habló? ¿La inflable?
—También desapareció. Supongo que así es como se fue de aquí. —Él se
225
levanta, vuelve a caminar de un lado a otro—. Ese maldito bastardo nos dejó
aquí para morir.
Slade se sienta a mi lado.
—Lo siento mucho, Campbell —murmura, con la mirada perdida,
conmocionado—. No puedo creer que haya hecho esto.
—Vamos a morir aquí, ¿verdad?
Hoy hace exactamente dos semanas dijimos las palabras hasta que la muerte
nos separe.
La ironía de eso no se me escapa.
37
Slade

—Tienes que beber algo —le digo. Han pasado veinticuatro horas desde que
Oliver nos dejó varados en algún lugar del Atlántico. Le paso el cubo de champán
lleno de hielo derretido. Es todo lo que tenemos para beber. Aparentemente,
Oliver pensó en todo, llegando al extremo de apagar el sistema de filtración de
agua y vaciar el tanque de agua a bordo.
Ese bastardo debió de haber estado planeando esto durante un tiempo.
—Es todo lo que tenemos —susurra, chasqueando la contra su paladar. Sus
ojos lucen más hundidos hora tras hora. Una persona promedio puede sobrevivir
hasta tres días sin agua, pero estar aquí, bajo el sol caliente, podría acelerar eso.
Le prometí a Campbell que estaría a salvo, que no permitiría que le ocurriera
nada. Si alguien muere en este maldito barco, no será ella.
Su estómago gruñe de hambre, pero no dice nada. Revisé este barco de punta
a punta buscando algo comestible, solo para volver con las manos vacías. Me
habría conformado con una caña de pescar o una red, pero de nuevo, Oliver
pensó en todo. 226
—Necesitas sentarte —dice—. Deja de moverte tanto, deja de caminar,
conserva tu energía.
Ella cierra los ojos, masajeando sus sienes. Por un momento, recuerdo a mi
madre en uno de sus estados debilitantes, donde nada le proporcionaba alivio o
comodidad de su dolor.
—Voy a matarlo —siseo por millonésima vez desde ayer.
Campbell no dice nada. Ambos sabemos que, para matar a ese hombre,
tendría que salir vivo de este barco, y no parece que eso vaya a suceder pronto.
—Quizás deberíamos acostarnos —sugiere, con voz lenta y sin energía. Ya se
está desvaneciendo, y solo han pasado veinticuatro horas—. No tenemos comida
ni agua, pero nos tenemos el uno al otro.
Es lo único que tenemos, literalmente.
Hace demasiado calor para acostarnos en la cama, así que extiendo una
manta en el suelo de la cabina, a la sombra. Debe hacer unos treinta y ocho
grados afuera, lo que significa que apenas encontramos alivio del sol. Ayer
descubrimos bastante rápido que Oliver también saboteó el generador,
inutilizando el aire acondicionado.
—Lo siento —le digo a mi esposa desde hace dos semanas.
—Shh. —Apoya la cabeza en mi hombro, cerrando los ojos—. Ahorra tu
energía.
A menos que pase un barco aleatorio, no tiene sentido. Haría falta una
intervención divina, y en mi experiencia de vida, los milagros no ocurren.
—Te amo, Campbel —susurro. Nunca le había dicho esas palabras a nadie—
. Te he amado durante años, aunque no me diera cuenta.
—Yo también te amo —dice ella—. Te has ganado mi corazón en estas últimas
semanas.
Me dedica una débil sonrisa.
Aunque debería estar concentrándome en ella, en lo que bien podrían ser
nuestros últimos días juntos, todo en lo que puedo pensar es en las cosas que
quiero hacer cuando vea a Oliver... si es que veo a Oliver. Todo este asunto se
trata de dinero. Esa es la explicación más simple. Qué tonto fui al preocuparme
de que intentara robarme a Campbell. Nunca la quiso a ella. Era el dinero de los
Delacorte. Si muero, Oliver será el último heredero de la fortuna de los Delacorte,
ya que el acuerdo prenupcial prohíbe específicamente a Campbell cobrar nada
más que lo acordado previamente.
Con mi madre fallecida y conmigo fuera de la ecuación, Oliver recibirá todo
227
una vez que mi padre fallezca.
—Voy a extrañar esto —suspira Campbell—. Si no salimos de aquí, espero
que podamos seguir juntos... donde sea que vayamos después.
Abrazándola fuerte, beso la parte superior de su cabeza.
—Yo también.
El suave balanceo del yate es extrañamente relajante.
Me doy cuenta, ahora, de que probablemente estamos muy adentrados en el
mar a la deriva.
Oliver probablemente se aseguró de que ya no estuviéramos anclados antes
de irse, lo que dificultaría aún más la búsqueda y el rescate.
Cuando llega la noche, una extraña sensación de paz me invade. Si muero
esta noche, al menos moriré con la mujer que amo a mi lado. Es mejor que me
concentre en eso y no en el hecho de que Oliver debe de haber mezclado algo en
nuestra comida y bebidas para hacernos dormir. Es imposible que hayamos
podido dormir con toda la mierda que estaba haciendo para sabotear nuestras
posibilidades de sobrevivir. Debe de haberle llevado horas.
—Campbell —susurro, en caso de que esté dormida.
—¿Sí? —Aspira un gélido suspiro a través del castañeteo de sus dientes. Hace
más frío aquí de lo que Oliver nos hizo creer en un principio, aunque estoy
dispuesto a apostar que también fue intencional. La abrazo más fuerte, pero yo
tampoco estoy generando mucho calor.
—Solo quiero que sepas —murmuro, tragando el nudo seco en mi garganta—
. Habríamos tenido una vida estupenda juntos.
—Lo sé.
—Iba a llevarte a Bali como sorpresa —le digo—. Mi agente de viajes estaba
planeando una luna de miel para nosotros. Iba a pedirte que te casaras conmigo
allí.
—Ya estamos casados.
—Sí, pero te mereces una proposición de verdad —menciono—. Y una boda
real que signifique algo de verdad. Tal vez en una montaña entre las nubes, solo
nosotros dos.
—Me habría encantado eso. —Su voz es nostálgica mientras extiende su mano
sobre mi corazón.
—Quería que fuera una sorpresa. 228
— La intención es lo que cuenta, ya sabes. —Se ríe mientras repite la misma
frase que le dije la noche en que quemó la cena—. ¿Sabes en qué estoy pensando
ahora mismo?
—¿En qué?
—Que, si no estuviera tan cansada, pegajosa, sudorosa, sedienta y
hambrienta, estaría saltando sobre ti.
Consigo reír, lo cual no es poca cosa considerando todas las circunstancias.
—¿Eso cuenta como intención? —pregunta.
Presionando mis labios contra su frente, digo:
—En este caso, sí. Sí, cuenta.
38
Campbell

Debo estar soñando, porque hay un hombre vestido de pies a cabeza de azul
marino parado a nuestros pies.
—Señora, señora, ¿está bien? —El hombre uniformado se agacha y sacude
suavemente mi pierna. Esto tiene que ser real. Siento el calor de su mano. Trato
de sentarme y froto mis ojos, que están más secos que papel de lija, y parpadeo
hasta que él entra en foco—. Soy el oficial Ramírez de la Guardia Costera de los
Estados Unidos.
Una mujer con el mismo uniforme sube las escaleras hasta el timón, con una
bolsa con un símbolo médico colgada sobre su hombro.
—Slade —lo empujo, pero sigue inconsciente—. Slade, despierta. Nos
encontraron.
Mi estómago se retuerce cuando él no abre los ojos y por un segundo, temo
lo peor. Ayer Slade y yo dedujimos que Oliver debía habernos drogado. Al
principio, supusimos que fue solo para poder agarrar todo el equipo del barco y
marcharse sin que nos despertáramos, pero sí... 229
No puedo terminar el pensamiento.
Tampoco puedo soportarlo.
Voy a vomitar.
—Por favor, tienen que hacer algo —les grito a los guardias, a pesar de que
ya están trabajando en él. En mi estado irracional, no parece que estén haciendo
lo suficiente—. ¡Slade, por favor!
—Señora, tiene que mantener la calma —solicita el hombre.
Estoy agarrando su brazo, deseando que despierte, aferrándome a él con cada
gramo de fuerza andrajosa y desesperada que me queda.
—Tiene pulso —le informa la oficial mujer a su compañero—. Señor, señor.
¿Puede escucharme?
—Llevamos días sin comer ni beber —les digo, aunque no estoy segura de
cuántos días. ¿Dos? ¿Tal vez tres? Mi cerebro está nublado y mi lengua se siente
áspera contra el paladar, lo que dificulta hablar.
El oficial Ramírez saca una botella de agua del kit médico, le quita la tapa y
me la entrega, pero estoy demasiado centrada en Slade.
—Slade, despierta... tienes que despertar... —Agito su hombro con todas mis
fuerzas. Después de unos segundos que parecen décadas, sus párpados
tiemblan y se abren. Lo rodeo con mis brazos y apoyo la cabeza en su pecho,
agradecida de que siga vivo.
Después de esto, todo sucede en el vacío. Lo siguiente que sé es que nos están
trasladando a un largo barco blanco con las palabras GUARDIA COSTERA DE
EE. UU. y una gruesa franja roja en el costado. Nos sentamos juntos en un
estado de aturdimiento mientras un oficial al mando nos hace preguntas y otro
oficial transmite información por una radio. Es tan tranquilo como caótico, tan
surrealista como tangible.
Mi esposo bebe agua con electrolitos, con la mirada perdida, envuelto en una
manta de lana. Nos dijeron que no bebiéramos demasiado rápido o podríamos
enfermarnos, aunque no creo que pudiera tragar nada, aunque lo intentara
Apenas tengo energía para levantar la botella hacia mis labios.
—¿Cómo nos encontraron? —pregunta Slade a uno de los guardacostas,
parpadeando lentamente.
—Recibimos una pista de Boat Watch, una organización nacional de
voluntarios —dice—. Alguien avistó su embarcación desde un hidroavión y
coincidía con un informe BOLO que acababa de llegar ayer desde Palm Beach.
—¿BOLO? —pregunto. 230
—Estén atentos —explica él.
—¿Qué día es? —Slade toma un sorbo de agua, con los labios agrietados y
casi sin color.
—Es lunes, señor —responde el hombre—. Son las 9:52 AM.
Eso significa que no nos reportaron como desaparecidos hasta ayer.
Un día más podría haber marcado la diferencia entre la vida y la muerte.
—Deberíamos estar de vuelta en la costa en unas horas, así que manténganse
tranquilos —nos dice la oficial mujer—. Una ambulancia nos va a esperar allí y
los llevará al Lower Keys Medical Center para una evaluación. Es posible que
quieran mantenerlos en observación durante la noche.
¿Lower Keys? No tenía ni idea de que hubiéramos llegado tan al sur.
Apoyando mi cabeza en Slade, cierro los ojos, prometiéndome a mí misma
que nunca daré por sentado el regalo de la vida mientras viva.
Victor está esperando con mis padres en el hospital cuando llegamos. Mi
madre me abraza y de sus ojos brotan lágrimas de verdad mientras me aprieta
tan fuerte que no puedo respirar.
—Pensé que ustedes dos estaban en Bali en su luna de miel —balbucea,
sosteniendo mi rostro—. ¿Por qué no estaban en Bali?
—Blythe —musita mi padre, lanzándole una mirada como si le dijera que este
no es el momento.
Nos colocan a los cinco juntos en una habitación privada mientras varios
enfermeros, médicos y personal entran y salen tomando signos vitales, colocando
vías intravenosas y asegurándonos que vamos a estar bien.
—¿Dónde diablos está Oliver? —La mandíbula de Slade está tensa, al igual
que el agarre mortal que tiene en mi mano desde que fuimos trasladados al barco
de la Guardia Costera. Sus ojos están muy abiertos, tan alerta como pueden
estar, como si su vigilancia pudiera salvarme de cualquier otra amenaza
inesperada. Sospecho que le llevará un tiempo calmarse.
—Escondido —espeta Victor, forzando una respiración profunda por la
nariz—. Como un cobarde.
Por casualidad, Fiona vio a Oliver conduciendo por la ciudad el sábado por la
tarde, lo que le pareció extraño porque se suponía que estaríamos todos en el
yate hasta el domingo. Se detuvo en casa para ver si estábamos, pero descubrió
que seguíamos fuera. Cuando intentó llamarnos a nuestros teléfonos celulares,
ambos fueron directamente al correo de voz ya que estábamos fuera de
cobertura. A partir de ahí, se puso en contacto con Victor y le contó lo que sabía. 231
En cuestión de horas, él había contactado a la policía, a mis padres, a la Guardia
Costera y había contratado a un equipo privado de búsqueda y rescate.
—Si están dispuestos, la policía quiere hacerles algunas preguntas —nos
informa una de las enfermeras cuando entra.
—Que pasen —dice Slade—. Cuanto antes podamos presentar cargos, mejor.
Un oficial de policía uniformado y un detective de civil entran, presentándose
antes de lanzar una pregunta tras otra.
Por lo que parece, tienen que conseguir que un juez firme la orden de
detención, y como todas las pruebas apuntan a que fue premeditado, será
acusado de dos cargos de intento de asesinato en primer grado. En el estado de
Florida, esos cargos pueden tener a menudo tanto peso como si los asesinatos
se hubieran consumado.
—Vamos a saltarnos las tonterías legales —exige Slade cuando los oficiales
se van—. Pónganme en una habitación con él. Me aseguraré de que reciba lo que
se merece.
—Las consecuencias que tendrá que enfrentar serán mucho peores que
cualquier cosa que puedas hacerle —comenta Victor—. Su vida se ha acabado.
Pasará el resto de su vida tras las rejas. No más yates. No más mujeres
hermosas. Ni libertad. Y sin fondo fiduciario, aunque investigué un poco al
respecto. Resulta que no hay ningún fondo fiduciario. Se lo ha gastado todo.
La mandíbula de Slade se tensa, y aunque no dice nada, estoy segura de que
todos estamos pensando lo mismo.
—Tendrá que liquidar sus bienes para pagar sus honorarios legales, aunque
no me sorprendería si ha obtenido un préstamo utilizando como garantía cada
uno de los yates en su flota —dice Victor—. Le dije a mi padre que con veinticinco
años era demasiado joven para que tuviera el control total de su herencia, pero
se negó a escuchar.
—¿Cómo estás? —Slade se gira hacia mí. Me hizo esta misma pregunta al
menos una docena de veces en las últimas horas. No estoy segura si sigue
olvidando o si simplemente está preocupado por mí, pero aprieto su mano y le
ofrezco una sonrisa débil.
—Estoy bien —aseguro—. Solo agradecida de estar aquí contigo.

232
39
Slade

Me despierto antes del amanecer y ruedo hacia mi lado, observando a mi


esposa mientras duerme. Llevamos casi una semana en casa y, a pesar de que
Oliver fue localizado y puesto bajo custodia hace cuatro días, me encuentro
hipervigilante y sobreprotector con Campbell.
Mientras viva, nunca perdonaré a mi tío por lo que hizo, pero a Campbell le
gusta recordarme que estar enojado no cambiará lo que ocurrió. De todas
formas, no puedo dejar de pensar en lo que habría pasado si Fiona no hubiera
visto a Oliver merodeando por la ciudad aquel día y no hubiera tenido el instinto
de buscarnos en casa.
Dejo que mi esposa duerma y bajo las escaleras para hacerme un café. En el
tiempo que hemos estado de regreso, he renunciado a mi estricta rutina
matutina porque no he podido soportar la idea de dejar sola a Campbell. No
importa que la amenaza esté neutralizada, no puedo entender el hecho de que
nunca lo vi venir.
Antes, podría haber enumerado un millón de cosas turbias que Oliver era
capaz de hacer, pero el asesinato nunca habría estado entre ellas. Tenía
233
problemas como todo el mundo, pero siempre fue feliz, amable, divertido, el tipo
de persona que vivía el momento sin preocuparse por nada.
No sé si alguna vez volveré a ver a alguien de la misma manera después de
esto.
Sentado en el rincón del desayunador, miro por la ventana las olas del océano
que rompen en la distancia y la variedad de barcos que se alinean en el horizonte.
Me levanto y cierro las persianas de un tirón dramático antes de volver
sigilosamente a la mesa. Ni siquiera puedo disfrutar de las vistas desde mi propia
casa sin acordarme de aquel fin de semana.
Durante dos años, he llamado a esta casa mi hogar y empezaba a tener ganas
de compartirla con Campbell, solo que ahora, al igual que los autos en mi garaje
que están cubiertos con las huellas sucias de Oliver, está manchada.
No tengo más opción que venderlo todo.
Necesitamos un nuevo comienzo.
Termino mi café, enjuago la taza y la coloco en el lavavajillas abarrotado. Le
di a Fiona un mes de descanso, pagado, como pequeña muestra de nuestra
gratitud, pero tengo intención de hacer mucho más por ella en cuanto me
recupere. Puede que la casa esté un poco menos reluciente de lo habitual y que
estamos pidiendo comida para llevar como si fuera nuestro trabajo, pero es lo
menos que puedo hacer por Fiona después de todo.
Tomo una pastilla para el lavavajillas debajo del fregadero y veo el jarrón de
cristal que los tíos de Campbell nos regalaron por nuestra boda. Recuerdo que
su tía dijo algo sobre su esposo regalándole flores todas las semanas durante el
primer año de su matrimonio y cómo era importante tener tradiciones.
Salgo al patio y corto un puñado de buganvillas de color púrpura antes de
entrar para preparar el desayuno de Campbell. Diez minutos después, subo una
bandeja con avena, tostadas de aguacate y flores frescas.
—Oh, qué bien que te levantaste —digo cuando la encuentro en el baño
lavándose. Coloco la bandeja en la cama—. Te preparé el desayuno.
—No tenías que hacerlo —comenta cuando regresa, saludándome con un
beso sabor a menta—. Pero gracias. ¿De dónde salieron las flores?
—Del patio.
—¿Hiciste tú mismo el arreglo? 234
—Si por arreglo te refieres a que las corté y las puse en un jarrón con agua,
entonces sí.
Ella se ríe.
—Estoy impresionada.
—¿Reconoces el jarrón?
Masticando, ella inspecciona las flores de cerca.
—¿El jarrón de la tía Beth?
—Sí. Pensé que tal vez podríamos comenzar nuestra propia tradición.
—Me gusta eso —declara—, pero hagámoslo a nuestra manera. Me encantan
las flores, pero no creo que algo deba morir solo porque es bonito. Es un poco
cruel… no dejarlo vivir, ¿sabes?
—Entiendo. ¿Tienes alguna idea?
Coloca la bandeja del desayuno a un lado, se inclina y me alcanza, tirándome
hacia atrás a la cama.
—Tengo algunas —susurra con una sonrisa traviesa mientras sus manos se
deslizan por debajo mi cintura. Besándome, acaricia mi pene—. Sexo matutino.
El sexo matutino debería ser nuestra tradición.
—Puedo estar de acuerdo con eso. —Abandono su boca y bajo por su cuello
antes de quitarle la camiseta. Últimamente ha estado durmiendo solo con una
camiseta. Me detengo un segundo para admirarla en todo su esplendor.
—¿Qué pasa?
—Desearía que pudieras ver cuán condenadamente sexy eres —digo—. Si
tuvieras idea, creo que tu mente explotaría.
Campbell se ríe, dándome un manotazo.
—¡Detente!
—¿Detener qué? ¿Decirle a mi esposa lo increíblemente sexy que es? —
Resoplo—. Nunca.
Ella pone los ojos en blanco, humilde como siempre, aunque la sonrisa que
esboza me dice que disfruta en secreto cuando la adulo. La primera vez que
hicimos el amor, me dejó claro que lo único que quería era sentir que yo la
deseaba.
Pasé más de veinte años haciéndola sentir exactamente lo contrario.
Planeo pasar el resto de mis días asegurándome de que nunca vuelva a
sentirse de esa manera.
Girando sobre mi espalda, bajo mis pantalones y la atraigo a mi regazo.
235
Tomaré a esta mujer de cualquier manera que pueda, pero hay algo en verla
cabalgar sobre mí que hace que cualquier otra posición palidezca en
comparación. Es la intensa concentración en su rostro mientras se mueve. Es la
forma en que su cabello cae en cascada por sus hombros cuando echa la cabeza
hacia atrás, desordenado y salvaje. Es la forma en que muerde su labio cuando
está a punto de llegar...
No sé si alguna vez tendré suficiente de esta mujer.
—Ya me gusta esta tradición —comenta Campbell sin aliento cuando
terminamos. Está acostada sobre mi pecho, mi pene aún dentro de ella. Su
corazón late contra el mío, prácticamente sincronizados. Sus pezones rozan mi
piel mientras se acomoda, reviviendo mi erección. Podría ir fácilmente por otra
ronda, pero tenemos que empacar—. Entonces, ¿cuál es el plan? ¿Vas a la oficina
hoy? No has ido desde que volvimos.
Ella se sienta y con cuidado se levanta de encima de mí, mi semen gotea por
la parte interna de su muslo.
—Voy a tomar una licencia extendida —le informo.
Ella se sorprende, aunque no puedo culparla por estar confundida.
—¿En serio? ¿Por qué?
—Porque estoy llevando a mi esposa a nuestra luna de miel.
Sonríe y cubre su boca con la mano, rebotando de emoción.
—Partimos esta noche —le digo—. Te llevaré a Bali y me casaré contigo de
nuevo, en la cima de esa montaña entre las nubes, como te prometí.
Campbell sostiene mi rostro con sus manos y se inclina para besarme.
—Te amo tanto —dice.
—Pero yo te amo más.

236
40
Una Semana Después
Campbell

La suave caricia de la brisa balinesa juega con mi cabello mientras estoy en


los confines del mundo, en la cima de una montaña donde las nubes flotan como
un abrazo suave a nuestro alrededor. Bali, con sus exuberantes paisajes, su
vibrante cultura y sus serenas playas, cautivó mi corazón en cuanto aterrizamos.
Esta última semana ha sido un torbellino de aventuras. Slade y yo
exploramos las bulliciosas calles de Ubud con sus intrincados templos y
fragantes mercados, probamos la comida callejera tan sabrosa que
prácticamente estallaba en mi boca con cada bocado, y cuando no podíamos
comer más, bailamos bajo las estrellas al ritmo de la música gamelán que sonaba
desde un festival cercano.
Pero, hasta ahora, lo que más me gusta de estar aquí con Slade son nuestras
tranquilas mañanas viendo el amanecer desde nuestra terraza, donde el sol 237
proyecta un resplandor dorado sobre toda la vegetación bañada por el rocío.
Si el Cielo existe, creo que lo hemos encontrado.
—¿Estás lista? —pregunta Slade mientras toma mis manos entre las suyas.
Asiento con el estómago más lleno de mariposas que nunca.
Nos vamos a casar… de nuevo.
Solo que hoy estaremos solo nosotros dos en una montaña entre las nubes.
Sin fanfarria. Sin testigos. Solo nosotros. Pensamos que necesitábamos un
reinicio después de todo. La primera vez que intercambiamos votos, nuestras
palabras estaban vacías y nuestros corazones estaban en otro lugar. Hoy, sin
embargo, siento cada parte de él en mi alma, y no puedo esperar para prometer
mi compromiso.
Slade está guapísimo con una sencilla camisa blanca y unos caquis
planchados, la luz del sol añade un tono dorado a su piel bronceada. Me sonríe,
su mirada cariñosa contiene la cruda profundidad de la emoción que faltaba el
día de nuestra boda.
—¿Debería hablar yo primero? —pregunta cuando se da cuenta que mis ojos
están llenos de lágrimas. Son lágrimas de felicidad, por supuesto, pero no puedo
ocultarlas. Y al más puro estilo Slade, se da cuenta de todo.
—Por favor —digo entre risas.
—Esto no es fácil para mí —dice—. Sabes que odio hablar de mis
sentimientos.
—Lo sé. —Aprieto sus manos.
—Pero… —Por un momento, parece ahogarse, pero ese momento pasa—.
Durante mucho tiempo, fui un hombre que construyó muros alrededor de su
corazón, seguro de que lo que había en su interior no era digno de dar ni capaz
de abrazarlo. Asociaba el amor con la pérdida y la incertidumbre, creyendo que
si podía evitar el amor, podía evitar el dolor que inevitablemente se produce
cuando pierdes a alguien a quien aprecias profundamente. Campbell, cometí
muchos errores y hay un millón de cosas que haría de manera diferente si tuviera
la oportunidad. Pero a medida que construimos nuestro futuro y dejamos de
centrarnos en el pasado, quiero presentarme ante ti y darte mi palabra. Desde
ahora hasta el fin de los tiempos, prometo ser el hombre que viste en mí cuando
yo mismo no podía verlo. Prometo amarte, incluso cuando los tiempos sean
difíciles. Escucharé, escucharé de verdad tus sueños, miedos, esperanzas y
risas, asegurándome de que nunca te sientas sola y de que recibas apoyo en todo
lo que hagas. Prometo recordarme a mí mismo diariamente el regalo que me han
dado, esta segunda oportunidad de un amor que nunca pensé que necesitara, 238
quisiera o mereciera. Y trabajaré todos los días para ser digno de ese amor, de
tu confianza y de esta hermosa vida que estamos creando juntos contra todas
las probabilidades. Eres la otra mitad de mi alma, la mejor parte de cada día y
mi mejor amiga. Prometo, Campbell, a partir de este día en adelante, te amaré
con cada latido de mi corazón.
Las lágrimas brotan de mis ojos mientras asimilo sus palabras. Él las limpia
con el pulgar, ofreciéndome una tierna sonrisa. No estoy segura de cómo podré
superar eso, pero lo intentaré. Meto la mano en el escote de mi vestido y saco
una pequeña nota doblada de mi sujetador.
Él se ríe entre divertido y sorprendido, y pongo los ojos en blanco. No es el
movimiento más glamuroso, pero soy pésima para memorizar discursos y quería
asegurarme de no omitir nada.
—La escribí anoche, mientras dormías —comento mientras las nubes
continúan abrazándonos y las olas del mar nos cantan una serenata con su
sinfonía—. Slade, desde que tengo memoria, supe que serías mi esposo. Mientras
todos los demás experimentaban el asombro de no saber qué les deparaba la
vida, yo siempre lo supe. Lo que no sabía era que algún día me enamoraría de
ti. A lo largo de nuestros tumultuosos comienzos, siempre me llamó la atención
una cosa: ese atisbo de algo profundo en ti. Pero eras una fortaleza que nunca
pude atravesar. Pero durante estas últimas semanas, he aprendido que nunca
fuiste un rompecabezas por resolver y que nunca podría derribar tus muros sin
importar cuánto quisiera. Tenías que derribarlos tú mismo, ladrillo a ladrillo,
cuando estuvieras listo. Hoy, ante ti, en un lugar que adecuadamente se siente
como un paraíso perdido, te ofrezco mi amor y compromiso genuinos. Prometo
ser paciente, comprender que la curación y el crecimiento llevan su tiempo. Me
comprometo a ver el potencial en nosotros, incluso cuando no siempre podamos
verlo nosotros mismos. Me comprometo a nunca intentar arreglarte o cambiarte,
sino a animarte a que descubras la mejor versión de ti mismo. Te amo por quién
eres hoy y por el hombre que continúa desplegándose ante mí cada nuevo día.
Pero, sobre todo, prometo cuidar esta delicada flor que es el amor, dejar que
prospere y florezca a su debido tiempo y honrar su belleza por el resto de
nuestras vidas.
Slade posa su mano en mi mandíbula y acerca sus labios a los míos mientras
sellamos nuestras promesas en una montaña en el cielo.
—Te amo —dice.
—Yo también te amo. —Lo rodeo con mis brazos, inhalando su embriagadora
colonia que se mezcla con el aroma terroso que nos rodea mientras me da un
beso largo, suave y profundo. ¿Quién habría imaginado que un día me sentiría
segura, apreciada y adorada en los brazos del hombre que una vez detestó mi
239
existencia?
—Hay una cosa más —murmura cuando se aparta un momento después.
Mete la mano en el bolsillo trasero y saca un montón de papeles doblados.
—¿Qué es esto?
—Nuestro acuerdo prenupcial —menciona antes de rasgarlo por la mitad—.
Nuestro matrimonio no es un negocio. Lo que es mío es tuyo, ahora y para
siempre.
Lanza las hojas rotas al aire, caen a nuestro alrededor, hasta que el viento
las arrastra montaña abajo hasta el mar infinito.
Estoy sin palabras.
Luego, saca el teléfono de su bolsillo y selecciona una canción.
Make You Feel My Love.
Con las manos en mi cintura, me acerca a él, me mira tan fijamente a los ojos
que juro que siento su amor en mi alma, y luego me da un tierno beso en los
labios.
—Señora Delacorte —pronuncia—. ¿Puedo tener este baile... todos los días
por el resto de nuestras vidas?
—Puede, señor Delacorte. Puede.

240
41
Slade

Tomo asiento y levanto el auricular hacia mi oreja, con la sangre hirviendo


bajo mi piel en lo que ya es un día abrasador récord.
Adecuado, supongo.
Al otro lado de una mampara de cristal se encuentra la definición misma de
un desperdicio de espacio.
Oliver levanta el auricular de su lado. Se ve más frágil que la última vez que
lo vi, su físico prácticamente nada en su mono naranja chillón. Su atuendo está
muy lejos de todas las marcas de diseñador a las que está acostumbrado, y es
seguro asumir que la comida de la prisión no está a la altura de sus estándares
tampoco, razón por la cual ha perdido unos cuantos kilos desde que llegó aquí.
Su cabeza está rapada. Ya no tiene esos gruesos mechones rojizos, por los que
solía pasar sus manos cuando veía a una mujer hermosa.
—Te ves patético. —Son las primeras palabras que salen de mi boca—. En
todos los sentidos de la palabra.
Los ojos de Oliver se desvían hacia abajo. Es un milagro que pueda mirarme
241
siquiera.
—Me alegra que hayas venido —dice finalmente.
Resoplo.
—¿Ah, sí?
Inclinándome hacia atrás, lo miro inexpresivamente mientras me preparo
para escucharlo defender su caso ante mis oídos sordos. No existe una sola
palabra en español que pueda cambiar lo que siento por él.
Ni ahora.
N nunca.
—Quería decirte cuánto lo siento. —Su mirada cautelosa vuelve a posarse en
la mía, pero hace una mueca como si temiera mantenerla allí por demasiado
tiempo.
Bien.
Debería estar malditamente aterrado.
Tiene suerte de que estemos en dos lados opuestos de una pared y haya media
docena de guardias en espera, o esto no terminaría bien para él.
Aún no lo he organizado, pero conozco a personas que conocen a personas
dentro. Si cree que la vida tras las rejas es mala ahora, no tiene idea de que su
vida está a punto de empeorar de manera insuperable en todos los sentidos
imaginables.
Nuestras miradas sostienen un enfrentamiento de algún tipo. Supongo que
está tratando de leerme para poder evaluar hacia dónde llevar esta conversación,
pero mantengo mi rostro completamente impasible.
Este idiota me ha manipulado, a mí y a nuestra familia, durante demasiado
tiempo.
Sin mencionar que manipuló a Campbell para entablar una amistad, para
que confiara y creyera en él para llevarla a navegar.
—Cometí un error —dice Oliver, con su labio inferior tembloroso—. Metí la
pata. Tanto. No estaba pensando con claridad. Estaba desesperado. Estaba…
—No me importa cuál fuera tu razón. Intentaste matar a mi esposa. Intentaste
matarme —siseo—. Después de todo lo que hice por ti... después de todo lo que
hicieron mi padre y mi madre por ti. Eras más que mi tío, eras mi hermano, mi
mejor amigo, y el hecho de que hicieras lo que hiciste... 242
Aprieto mi puño y, por el rabillo del ojo, veo que uno de los guardias
uniformados me observa. No puedo armar un escándalo o me pedirán que me
vaya.
Bajando la voz, digo mis últimas palabras.
—Intentaste matarnos, pero ahora eres tú el que está muerto. Estás muerto
para mí, estás muerto para mi padre, estás muerto para Campbell, estás muerto
para el mundo. —Señalando la puerta detrás de mí, añado—: Solo quiero que
sepas que, mientras te pudres aquí por el resto de tu vida, ni una sola persona
afuera te extrañara o se preocupara por ti de nuevo. Espero que haya valido la
pena.
Dejo con fuerza el auricular y salgo, con la cabeza en alto, dándole la espalda
a la única persona que nunca soñé que me traicionaría, y cuando llego a casa,
encuentro refugio en los brazos de la única mujer que nunca soñé que me
amaría.
La vida es extraña e impredecible.
Pero al final siempre tiene una forma de darnos exactamente lo que
merecemos.

243
Epílogo
5 años después
Slade
Mamá:

Han pasado un poco más de cinco años desde que nos despedimos, así que pensé que ya era hora de
ponerte al día. Hoy es Acción de Gracias, y me he escapado al piso de arriba para escribirte esta carta.

Papá trajo tu antiguo libro de recetas y Fiona está haciendo tu famoso aderezo de salvia con mantequilla.
No sabrá igual sin tu toque especial, pero pensamos que sería una buena manera de honrar tu memoria. No
entiendo por qué no lo hemos hecho antes, pero hemos decidido que será una tradición a partir de ahora.
Hacemos eso ahora, creamos tradiciones. Somos como una familia típica estadounidense y cursi que verías
en una comedia de los años 90, pero disfrutamos cada minuto de ello.
244
¿Puedes creerlo? Probablemente te estás riendo a carcajadas desde donde estés, viéndome perseguir a
mis hijos, recibir a mis suegros y hablar de tradiciones familiares. También te divertiría ver cómo papá se ha
convertido en abuelo. Se jubiló hace unos años y me pasó las riendas de la empresa. Cuando no está en el
campo de golf, está en nuestra casa lanzando a los mellizos a la piscina y dándoles “paseos en poni”,
haciéndolos reír a carcajadas con cosquillas y jugando infinitas rondas de CandyLand y Chutes and Ladders.
Ha pasado tanto tiempo que casi había olvidado que existía esta versión de él. Es bueno tenerlo de vuelta.

Campbell es una madre increíble. Adora completamente a nuestros bebés. Les lee todos los libros que
existen. Les canta. Se sienta en el suelo y juega con ellos. Los lleva a clases de música, lecturas en la biblioteca
y a todo lo que puede hacer para exponerlos a todas las pequeñas cosas significativas que este mundo tiene
para ofrecer. Incluso se negó a que contratara una niñera. Todavía tenemos a Fiona, y es de gran ayuda en la
casa, pero en lo que respecta a los niños, somos solo nosotros dos, bueno, la mayor parte del tiempo
Campbell. De todos modos, los niños la prefieren a ella antes que a mí, aunque todo el mundo me dice que
es normal. Supongo que lo entiendo. Siempre fuiste la primera persona a la que acudía en lugar de papá. Las
madres tienen algo especial que la mayoría de los hombres no tienen. Pero me estoy desviando.

Adelia y Adrian cumplieron cuatro años el mes pasado. Su cumpleaños es un día antes de Halloween,
así que tuvimos una fiesta de cumpleaños con disfraces. Fue más o menos como cabría esperar cuando se
juntan veinte niños pequeños y un montón de azúcar en un solo lugar, pero se lo pasaron en grande y Campbell
documentó cada minuto para que algún día podamos volver y revivir cada segundo.

Veo mucho de ti en Adelia. Tiene tu sonrisa kilométrica, con hoyuelos y todo. Y al igual que tú, tiene
una energía desbordante, siempre tratando de hacer el mayor número posible de actividades en un día e
inevitablemente quedándose dormida en algún lugar al azar en alguna posición extraña. Anoche la encontramos
dormida debajo de su cama, con una linterna, un libro para colorear y crayones esparcidos a su alrededor.

Adrian es nuestra alma vieja. Es serio y curioso, le encanta todo lo relacionado con la naturaleza.
Siempre trae pequeños insectos y animales que encuentra afuera, para consternación de Fiona. Al igual que
su padre, parece tener afinidad por la palabra escrita. El año que viene le construiremos una pared entera de
estanterías para libros en su habitación. Si estuvieras aquí, no tengo duda de que pasarías horas leyéndole.

A medida que los niños crecen, les hablo más de ti. Besamos tu foto antes de acostarnos por la noche,
y a veces trato de inventar esas canciones tontas que siempre se te ocurrían, esas que se me quedaban 245
grabadas en la cabeza durante días. No soy ni la mitad de bueno que tú en ese departamento, pero lo intento
y eso es lo que cuenta, ¿verdad?

Además, mamá, quería decirte que tenías razón. En todo. No es que necesitaras escucharlo. Nunca fuiste
una de esas personas. Pero seguí tu consejo, le di una oportunidad a Campbell y soy más feliz que nunca.
Ella también es feliz. Me aseguro de eso todos los días. Dijiste que no sucedería de la noche a la mañana,
pero casi fue así. Creo que, en lo más profundo, siempre tuvimos sentimientos el uno por el otro, solo
éramos demasiado jóvenes (y testarudos) para entenderlos y apreciarlos.

Todo lo que tengo y todo lo que soy nunca hubiera sido posible sin tu paciencia y amorosa guía, y
planeo inculcar esa misma sabiduría a mis hijos a medida que crezcan. A los tres. Bueno, la número tres
aún no ha llegado, pero lo hará pronto: nacerá a finales de diciembre. No fue planeado, pero no me atrevo a
decir que fue un “accidente” o “error” porque no podríamos estar más emocionados de añadir otro pequeño
Delacorte a nuestra alocada casa.

Por otra parte, nunca me había dado cuenta de lo mucho que me gustaría ser padre. La primera vez que
los tuve en mis brazos, mi pecho se sintió tan lleno que pensé que iba a explotar… Ahora sé cómo te sentiste
al querer asegurar mi felicidad y éxito en la vida. Lo entiendo. Pero, aunque es tentador querer darles el
mundo, sé que lo que más necesitan de mí es sentirse amados.

Me gustaría tanto que estuvieras aquí para verlos crecer, para compartir nuestra alegría y para ser esa
abuela maravillosa que siempre imaginé que serías. Pero me consuela el hecho de que una parte de ti vive en
ellos, en la luz de sus ojos, su risa y su entusiasmo por esta locura llamada vida.

De todos modos, escucho a Campbell llamándome, así que mejor termino esto. Creo que casi es hora
de comer. Solo quería hablar contigo y decirte que por fin entiendo todo lo que dijiste en la carta que me
escribiste.

Te quiero, mamá.

Te extraño.

Y prometo seguir haciendo que te sientas orgullosa.

Siempre en mi corazón, 246


Slade
Epílogo extendido
1 Mes Después
Slade
Querida Campbell:

En este momento estás en una cama de hospital, a punto de dar a luz a nuestro tercer hijo. Quería
decirte todo esto en persona, pero los médicos acaban de administrarte la epidural para que puedas descansar
un poco, y no quiero despertarte, así que decidí escribirte una carta en su lugar.

Deberíamos hacerlo de nuevo, intercambiar cartas.

Cartas de amor, obviamente.

Otra tradición que agregar a la lista...

En fin, solo quería que supieras que puedes hacer esto y que estaré justo a tu lado, sosteniendo tu mano 247
(o si es como la última vez, haciendo que los huesos de mi mano se rompan en un millón de pedacitos).
Pero no me quejo. Sabes que siempre estoy dispuesto a sacrificarme por nuestro equipo.

Al final de esta noche, seremos una familia de cinco. Es una locura pensar en eso. Sé que va a ser un
ajuste para todos nosotros, pero no puedo esperar para ver a Adelia y Adrian como hermanos mayores, y
sé que algunos de nuestros mejores recuerdos aún están por venir.

Eres la definición de fuerza, gracia y belleza.

Gracias por traer a mis hijos a este mundo, y cuando estés lista, hagámoslo de nuevo.
Te amo por siempre,

Slade

PD: Te verías realmente sexy en una minivan. Solo digo.

248
Próximo Libro

El mensaje decía: ¿Me recuerdas? Pero el remitente era alguien a quien


preferiría olvidar. 249
Alec Mansfield atormentaba mis recuerdos como un espectro cruel. En la
escuela secundaria, fue mi acosador y la pesadilla de mi existencia. Cuando no
desafiaba a la autoridad junto a mis hermanos mayores, saboteaba mis citas y
me enviaba correos electrónicos anónimos firmados como cruelmente tuyo.
Alec era despiadado, un diablo de ojos verdes gastando el dinero de su padre
y causando estragos en nuestra ciudad natal de Sapphire Shores como si fuera
dueño del lugar. Pero sobre todo, odiaba que no me rindiera ante él como lo
hacían todas las demás chicas.
Han pasado diez años desde que se fue de la ciudad.
Pero ahora ha vuelto, trabajando como médico de emergencias en el hospital
local, y en un extraño giro del destino, hacemos match en una aplicación de
citas. Acepto encontrarme con él, pero solo porque quiero decirle lo que pienso
por haber hecho de mi vida un infierno todos esos años atrás. Pero cuatro
cócteles, un chupito de tequila y un Uber compartido después, me encuentro a
punto de tener sexo lleno de odio con mi enemigo jurado.
A la mañana siguiente, me voy antes de que salga el sol, cerrando el libro en
ese capítulo de mi vida para siempre.

Excepto que unas semanas después, descubro que nuestra historia tiene un
epílogo, uno que comienza con dos líneas rosadas en una prueba de embarazo.
Resulta que hay cosas que cambian la vida más que tener relaciones con Alec
Mansfield... como tener a su bebé.

Paper Cuts #2

250
Sobre la autora

Winter Renshaw es una autora de bestsellers de Wall Street Journal y


Amazon, con más de 5 millones de copias vendidas en todo el mundo de sus
novelas de romance contemporáneo. Originaria de Iowa y graduada de la
Universidad Estatal de Iowa, Winter todavía considera Iowa como su hogar, 251
donde reside con su esposo, tres hijos y sus perros extremadamente mimados.

Winter también escribe suspenso psicológico bajo el seudónimo de Minka


Kent. Su primera novela, "THE MEMORY WATCHER", llegó al puesto #9 en la
tienda Kindle y actualmente está siendo adaptada para la pantalla en Corea del
Sur. Su siguiente obra, "THE THINNEST AIR", alcanzó el puesto #1 en la tienda
Kindle y pasó cinco semanas en la lista de bestsellers del Washington Post. A lo
largo de los años, su trabajo de suspense ha sido nominado a premios de
International Thriller Writer, mencionado por The New York Post y People
Magazine, además de ser considerado para adaptación cinematográfica y
televisiva.
252

También podría gustarte