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Sinopsis
Mapa
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Escena extra Próximo Libro
Sobre Elise Kova
 
Staff

Traducción y corrección:
 
Afrodita
Kamyla
Darkmoon
Seshat
Nitha
Artemisa
Rea
 
Revision Final
Eris

Diseño:
Stella de Solaria
Sinopsis

Sabía que su mano en matrimonio sería vendida. No tenía idea de que un


príncipe fae era el comprador.
Katria juró que nunca se enamoraría. Ella ha visto lo que significa el
amor a través de la crueldad de su familia. Entonces, cuando se casa con el
misterioso Lord Fenwood por un buen precio, todo lo que Katria quiere es
una vida mejor que la que está dejando. Los sentimientos están fuera de la
mesa.
Pero su nuevo marido le dificulta no enamorarse.
A medida que su atracción comienza a crecer, también lo hacen las
rarezas dentro de su nueva vida: reglas extrañas, gritos en la noche y
ataques de faes que Katria nunca pensó que fueran reales. Cuando es testigo
de un ritual que no está destinado a los ojos humanos, Katria se ve
transportada a la tierra de Midscape.
Sobrevivir a las tierras salvajes de los faes como humana ya es bastante
difícil. Katria debe sobrevivir como una humana que accidentalmente robó
la magia de los reyes antiguos (magia por la que un rey sediento de sangre
está dispuesto a matarla para mantener su trono robado) y su nuevo esposo
es el heredero legítimo escondido.
El poder de salvar a los faes está en sus manos. Pero, ¿quién la salvará de
un amor que juró no sentir nunca?
 

 
 

Para todos los que se quedan despiertos


hasta tarde
leyendo libros sobre besos
 

 
Mapa de Midscape

 
1

CUANDO SE ACABÓ EL DINERO, Joyce vendió los cuadros, luego la plata de mi


padre, luego las joyas y los vestidos de mi madre, luego todo lo de valor en
el pasillo. Vendió y vendió para financiar sus fiestas y ambiciones. Vendió
para intentar recuperar parte de la gloria que murió con mi padre.
Ahora no queda nada.
Así que hoy venderá mi mano en matrimonio.
No se ha dicho claramente. Solo sé que es verdad. Lo sé desde hace más
de un año, lo siento en lo profundo de mis huesos, de la misma manera que
puedo sentir una tormenta que persiste más allá del horizonte, el aire denso
por la anticipación.  Comenzó con pequeños comentarios que hicieron mis
hermanas, pequeñas cosas, aquí y allá. Cada vez, era irrazonable leer entre
líneas.
Pero ahí es donde siempre está la verdad, ¿no es así?  Lo no dicho en
medio.
Luego, las menciones al matrimonio y —arreglos adecuados para mi
edad— se volvieron comunes alrededor de la mesa.  Sobre que como
demasiado y hago muy poco. Casarme tiene más sentido comercial, y Joyce
es una mujer de negocios antes que nada.
Los pensamientos son tan pesados e ineludibles como la niebla que
atraviesa las onduladas tierras altas que se extienden desde la finca de mi
padre hasta los densos bosques que se agrupan al pie de las Montañas de
Pizarra. 
Estas preocupaciones han sido una nube inquebrantable que se cierne
sobre mi cabeza durante semanas.  Cambio las riendas de Misty en mis
manos.  Ella deja escapar un relincho y niega con la cabeza;  Le doy unas
palmaditas en el cuello en respuesta. Ella puede sentir mi disgusto.
p p p g
—Está bien ― la tranquilizo. Pero, sinceramente, no tengo ni idea de si
algo está bien o no. Hoy es el día en que Joyce se encontrará con el hombre
que comprará mi mano en matrimonio.  Todo depende de las discusiones
que se hayan tenido en una sala de la que ni siquiera estoy al tanto.  —
Vamos, una carrera más al bosque.
Misty es una yegua de color gris, pero no la nombré por su piel.  Ella
nació a fines de los meses de otoño como este hace tres años.  Me quedé
despierta toda la noche en los establos con  su madre, esperando
encontrarme con ella.  Quería asegurarme de que yo fuera la primera
persona que viera.
Ella es lo último que me dio mi padre antes de que su barco se hundiera.
Desde entonces, todas las mañanas, hemos sido inseparables. Misty corre
con una velocidad que me hace sentir como si mis pies hubieran
abandonado la tierra y yo me elevo con los pájaros arriba.  Corre porque
comprende el dolor de estar atrapada y ensillada día tras día.  Mientras
volamos sobre el suelo húmedo, atravesando la niebla como una flecha, se
me pasa por la cabeza, no por primera vez, que tal vez deberíamos seguir
corriendo.
Quizás podría liberarnos a las dos. Nos iríamos... y nunca volveríamos.
Los árboles surgen de la nada: una línea sólida de centinelas, más
parecida a una pared que a un bosque. Misty retrocede, casi tirándome. Tiro
y giro, recuperando el control. Trotamos a lo largo de la puerta del bosque
oscuro.
Mis ojos escanean entre los árboles, aunque hay poco que ver. Entre la
niebla y el espeso dosel, cualquier cosa más allá de unos pocos pies es tan
oscura como la brea.  Tiro un poco y me detengo para intentar ver mejor,
aunque no sé qué estoy buscando. La gente del pueblo dice que ven luces en
el bosque por la noche.  Algunos valientes cazadores que se atreven a
traspasar la barrera natural del hombre y la magia afirman haber visto a las
criaturas salvajes y malvadas del bosque: mitad hombre, mitad bestia. Faes.
Naturalmente, nunca me han permitido entrar al bosque.  Mis palmas
están resbaladizas por el sudor y las froto sobre la gruesa lona de mis
pantalones de montar. El solo hecho de estar tan cerca siempre me llena de
una inquieta anticipación.
¿Hoy es el día? Si corro hacia el bosque, nadie me seguirá. Las personas
que se adentran en el bosque se presumen muertas en menos de una hora. El
agudo grito de nuestro gallo me resuena sobre las colinas que se inclinan
lentamente.  Miro hacia atrás en dirección a nuestra propiedad.  El sol
comienza a atravesar la niebla con sus dedos desagradablemente
brillantes.  Mis breves momentos de libertad han expirado... Es hora de
enfrentar mi destino.
El viaje de regreso toma el doble de tiempo que el de ida. Alejarme del
fresco crepúsculo del amanecer, de la espesa niebla y de todos los grandes
misterios que se esconden en ese bosque oscuro se vuelve cada vez más
difícil cada día. No es más fácil por el hecho de que el último lugar al que
quiero regresar es la mansión. Los bosques son atractivos, en comparación.
A mitad de camino, se me ocurre que esta es la última vez que haré este
viaje... Pero no tengo ninguna duda de que las libertades que disfruto aquí,
por limitadas que estén a las breves horas de la madrugada, van a
desaparecer por completo cuando este casada con un señor rico para que sea
su yegua de cría1. 
Cuando me veré obligada a sufrir los abusos que me inflija en nombre de
la cosa más malvada del mundo: el amor.
—Katria, Joyce te va a despellejar viva por haber salido tan tarde—me
regaña Cordella, la moza de cuadra.  —Ya ha estado aquí dos veces,
buscándote.
— ¿Por qué no estoy sorprendida?— Desmonto.
Cordella me da una ligera palmada en la parte superior del brazo y me
señala con el dedo a la cara. 
—Hoy tienes una oportunidad con la que la mayoría de las chicas
soñarían.  La dueña de la casa te va a encontrar una pareja inteligente y
sensata, un hombre que te cuidará el resto de tus días y todo lo que tienes
que hacer es sonreír y verte bonita.
He tenido suficientes personas cuidándome durante toda la vida. Pero en
cambio, digo:
—Lo sé. Simplemente desearía poder opinar sobre quién es ese hombre.
—No importa quién sea el hombre— Cordella comienza a desabrochar
la silla mientras tomo la brida de la boca de Misty. —Todo lo que importa
es que es rico.
Cuando Cordella me mira, ve a una joven heredera.  Ve la casa, los
vestidos, las fiestas, todas las presentaciones de riqueza que Joyce no puede
dejar ir. Ella ve la faceta resplandeciente que queda de una época en la que
realmente teníamos todas esas cosas buenas, mucho antes de que todo fuera
vaciado de la podredumbre de las malas decisiones y la muerte de mi padre.
—Espero lo mejor— digo finalmente.  Cualquier otra cosa daría la
apariencia de ser una ingrata. Y desde donde Cordella se destaca como una
mujer de antecedentes modestos y oportunidades, no tengo ninguna razón
para estar menos que agradecida.
—Katria— llama mi hermana menor desde la terraza que envuelve toda
la mansión. El sol apenas se ha despertado y ella ya está vestida, luciendo
como si  fuera  la que se casaría hoy y no yo con mi ropa vieja, raída y
manchada de barro. —Madre te está buscando.
—Lo sé—  Le paso la brida a Cordella.  — ¿Te importaría ocuparte del
resto?
—Puedo hacer una excepción hoy—.  Ella guiña un ojo.  Cordella ha
hecho tales excepciones más de una vez. Misty fue un regalo de mi padre,
no de la dueña de la casa. Poco después de que comenzara a ausentarse la
mayoría de las veces en las rutas comerciales, Joyce decretó que no
podíamos ahorrar más gastos en caballos.  Ella ya estaba en llamas por el
hecho de que papá no la dejaría vender al potro.  Entonces, si tuviera un
caballo, sería yo quien lo cuidaría.  No importa que mis hermanas hayan
tenido sementales durante años y casi nunca los montaran. Sus gastos nunca
han sido demasiado.
—Gracias— le digo con seriedad y me dirijo a la mansión.
—Apestas— dice Laura con una sonrisa mientras me acerco. Para lograr
un efecto dramático, se pellizca la nariz.
— ¿Estás segura de que no eres tú?— Le doy una sonrisa maliciosa. —
No creo que te hayas bañado esta mañana.
—Soy tan dulce como una rosa ― proclama Laura.
— ¿Una rosa?—  Muevo mis dedos.  —Entonces, ¿qué son todas estas
espinas apestosas?—  Desciendo sobre ella, haciéndole cosquillas en la
cintura. Ella chilla, empujándome.
― ¡No lo hagas! ... ¡Me mancharás las faldas con barro!
— ¡Soy el monstruo de barro!
— ¡No, no, sálvame!— Ella ruge de risa.
—Eso es suficiente. — Helen atraviesa el breve momento de frivolidad
con una nota severa. Aunque es más joven que yo, actúa como si fuera la
mayor.  Ella es la que realmente tiene el control entre nosotras tres. La
favorita de mamá. —Laura, ven— le ordena a nuestra hermana menor.
Laura mira entre Helen y yo, pero cede ante la segundo al mando de
Joyce.
—No puedes seguir actuando así— regaña Helen a Laura.
—Pero yo…
—Estas nociones infantiles. ¿No quieres ser una dama adecuada?
—Sí, pero…
—Entonces deberías empezar a actuar como tal—. El cabello rubio muy
corto de Helen cae sobre un lado de su rostro. Ha sido mimada toda su vida
y, sin embargo, se mueve como una asesina. Está constantemente al acecho
en las sombras y en mis pesadillas.
Algún día, Laura se despertará y será como ella.  La dulce niña que
conozco finalmente habrá sido aplastada bajo los talones de Helen y Joyce.
— ¿Qué necesitas, Helen?—  Intento atraer la atención de nuevo a mí
para salvar a Laura.
—Oh, vine a entregar un mensaje—. La sonrisa de Helen es como la de
una serpiente.  Es la misma sonrisa que la de su madre.  La misma sonrisa
que Laura aprenderá a hacer, con el tiempo. Hay muy pocas cosas sobre el
hecho de que mi padre se volviera a casar después de la muerte de mi madre
biológica que yo considere una bendición.  Pero saber que no comparto
sangre, y esa horrible sonrisa, con la mujer que me crió es una de esas pocas
cosas. —Joyce quiere que vayas a limpiar la entrada para nuestros invitados
hoy.
Un repentino e intenso aroma a humo llena mi nariz.  Me abstengo de
frotarla. Siempre que alguien dice una mentira, el olor a humo es denso en
el aire.  Traté de explicar la sensación antes y me encerraron en mi
habitación por decir tonterías. Así que he guardado silencio sobre el regalo
desde entonces.  Se ha convertido en una de mis pocas y preciosas
herramientas de supervivencia.
— ¿Quieres decir que debo irme y dejar de compartir tu encantadora
compañía? ¿Cómo voy a sobrevivir? — Cuando voy a entrar en la mansión
por la puerta a la derecha de Laura, Helen me agarra del brazo.
—No creas que solo porque te vas a casar de repente eres mejor que
nosotras.  Eres una hija bastarda, nacida fuera del matrimonio, y una
vergüenza para nuestro apellido. Vas a casarte con el señor de una pequeña
y triste parcela de tierra en ninguna parte y vivirás el resto de tus días en la
oscuridad para la que te hemos preparado.
Laura se mira los dedos de los pies.  Hubo un tiempo en que ella me
habría defendido.  Pero esa voluntad ha sido aplastada.  Tanta dulzura…
tanta luz… desvaneciéndose ante mis ojos. Y estoy demasiado débil y triste
para detenerla.
—No quiero hacer esperar a mamá—Aparto mi brazo de un tirón.
No importa lo que ella diga, hoy puedo regodearme un poco. Yo soy la
primera en casarse.  Algo que Helen desea desesperadamente.  Ella ve que
tengo algo antes que ella por primera vez en su vida.  La ironía es que
también es lo último que desearía.
Entro a la mansión a través de un pasillo corto que me deposita en la
entrada principal. Las flores marchitas se desploman sobre los bordes de los
jarrones agrietados y perfuman el aire con la fragancia turbosa entre
enfermiza y dulce de las primeras etapas de la podredumbre. 
Las delicadas pinturas del techo están manchadas de hollín por años de
velas encendidas sin suficientes limpiezas entre ellas. Antes del incidente en
el techo, Joyce trató de subirme a una de las escaleras destartaladas poco
después de la primera vez que mi padre salió en uno de sus barcos para
tratar de limpiar el techo. Dado lo joven que era, estoy bastante segura de
que estaba tratando de matarme. 
—Si a esta edad sigues cargando nuestras arcas — dijo —entonces lo
menos que puedes hacer es ayudar con el mantenimiento. Tienes las manos
de un hombre, pero la ética de trabajo de un niño.
Como si no pasara todas las horas, de todos los días, reparando y
arreglando este ya desvencijado vestigio de días pasados. Esa es otra cosa
que me hace feliz de toda esta situación:
Van a perder a su sirvienta más valiosa.
Pero tan rápido como el malvado pensamiento entra en mi mente, se
va. Hay vagos recuerdos en lo más recóndito de mi mente de este lugar en
sus primeros días, cuando todavía era hermoso. 
De ella, mi madre biológica, la misteriosa mujer que mi padre conoció
en sus viajes cuando era un joven comerciante y la trajo a casa con él,
ignorando todas las expectativas de un joven señor prometedor.  Puedo
recordar la luz del sol entrando por las ventanas ahora cubiertas de suciedad
que dan al frente de la mansión.  Si entrecierro los ojos... casi puedo
recordar su rostro, flotando sobre mí. Un arco iris de colores se abanicaba
detrás de  ella.  Está radiante de alegría y amor mientras canta una de sus
canciones que están impresas en mi corazón. 
Sé que la risa y la música una vez llenaron estos pasillos, me llenaron. 
Pero aquí y ahora, parece demasiado imposible de creer.
 

— ¿Qué estás haciendo?—  Un grito ahogado resuena desde el


entrepiso.  Miro hacia arriba y veo a la única madre que he conocido, la
mujer que me crió, bajando las escaleras con un vestido de terciopelo rojo
sangre.  Su cabello pálido está amontonado y sujeto por una tiara,
haciéndola lucir como la princesa que siempre quiso ser.  —Los hombres
van a llegar en cualquier momento y estás parada ahí como si hubieras
estado rodando en la pocilga toda la mañana.
Mi ropa no es tan mala, pero no discuto.
—Venía a cambiarme— Ignoro la mentira de Helen sobre el suelo. Me
pregunto si a Joyce le molesta que no caiga en su intento de atraparme en
un regaño.
—Bien. Tengo pretendientes a los que atender —. Ella cruza sus manos
sobre su estómago, sus uñas pintadas del mismo tono que su vestido. —Haz
todo lo posible por limpiarte lo mejor que puedas.  De lo contrario, un
hombre podría darse cuenta con qué se está casando y huirá antes de que se
firmen los papeles.
Qué, no quién. Siempre he sido su pequeño monstruo. 
—Haré lo mejor que pueda.
—Bien— Joyce menea los hombros y se pone un poco más alta. Siempre
que hace esto, no puedo evitar imaginarla como un gran pájaro
revolviéndose las plumas. —Con suerte te casarás antes de la puesta del sol.
—  ¿Casarme?  ¿No comprometerme?—  Sabía que los tratos estaban
sucediendo... pero pensé que tendría un poco más de tiempo.  Que tal vez
podría conocer al hombre antes de casarnos.  Que podría arruinar esto de
alguna manera.
—Hemos hablado de esto muchas veces.
—No creo que lo hayamos hecho—  Nunca lo hemos hecho. Lo sé. Y,
sin embargo, mi certeza se rompe con su profundo suspiro.
—Claramente estás recordando mal de nuevo.  No te preocupes, estoy
aquí para ayudar—. Joyce me da esa sonrisa serpentina y coloca sus manos
sobre mis hombros.  Creí esta mentira suya una vez.  —Entonces vas a ser
buena conmigo y no recurrirás a uno de tus arrebatos dramáticos, ¿no?
Hipersensible.  Dramática.  Ella me trata como si estuviera
constantemente a punto de perder el control.  Como si alguna vez hubiera
hecho algo por el estilo. Al menos, no creo que tenga...
—Seré buena— me escucho decir. Hay un instinto en la respuesta. No lo
soy. Es para lo que ella me entrenó.
—Excelente.
Tomamos caminos separados y me retiro a mi habitación.
El segundo piso de la mansión contiene lo que tradicionalmente son las
habitaciones familiares. Viví allí una vez. Pero cuando mi padre comenzó a
viajar cada vez más, de repente Helen necesito una habitación completa
para su estudio de arte, y mi habitación tenía la mejor luz.
Aquí es donde vives ahora, la voz de Joyce me hace eco mientras me
paro en el umbral del pasillo oscuro que conduce a mi habitación. Enciendo
la puta de la vela, una que tomé cuando reemplacé las de las habitaciones de
mis hermanas.  Ilumina el yeso agrietado de los pasillos.  La piedra que se
desmorona que dice la verdad de esta mansión.
Es demasiado. No hay suficiente dinero para mantenerla en reparación,
en realidad no. Hago todo lo posible por la memoria de mi madre... y por
qué si mi padre regresa, tenga un hogar al que volver. Pero todo lo que le
importa a Joyce son las áreas comunes y sus habitaciones.  Hay dinero
suficiente para esas.  Para la fachada.  Todo lo demás, creo que lo dejaría
arder.
Mi cama ocupa toda la parte trasera de la habitación al final del pasillo,
llenando el espacio con mantas y almohadas de pared a pared.  Mi vieja
estantería, también demasiado grande para esta habitación, está casi vacía y
los escasos objetos que llenan las estanterías son solo prácticos.  Mi
posesión más preciada es el laúd2 apoyado en él.  Voy a recogerlo e
inmediatamente lo pienso mejor. Seguro que alguien me oirá si intento tocar
ahora. Creo que Helen ha entrenado el oído, como los perros, para el sonido
de mi rasgueo.  Ella protesta cada vez que se ve obligada a soportar una
sola nota.
Sin embargo, de vez en cuando, Laura escucha. Extrañaré las noches en
que encuentra la valentía para colarse aquí y tararear mi música. Ella es la
única que ha escuchado mi música en años.
Suspirando, me dirijo al armario, sorprendida de encontrar un vestido
nuevo dentro.  Bueno, técnicamente no es un vestido nuevo. Lo reconozco
como el de Helen del baile de primavera hace dos años.  Solo se usó una
vez, por lo que el satén todavía está en perfectas condiciones.  Paso mis
manos sobre la suavidad, tan diferente de la ropa normal que uso. El escote
alto esconde las cicatrices de mi espalda. Sin duda intencional.
Me atrevo a usar el baño de arriba.  Es una pequeña forma de
protesta.  Pero se siente mejor el agua caliente templando mi piel.  La
mayoría de los días soy yo quien calienta y reúne el agua para el baño de las
demás. Al final de todo, no tengo la energía para levantar la mía. Cuando
termino de lavarme, incluso me atrevo a mirar entre los cosméticos de
Helen, seleccionando un colorete suave para mis mejillas que acentúa el
gris tormentoso de mis ojos y un rojo intenso para mis labios que resalta las
notas oxidadas más oscuras de mi cabello castaño.
Surjo como una nueva mujer.  Mi cabello ha sido cepillado y
cuidadosamente sujetado en una cascada de rizos de los que incluso Joyce
estaría orgullosa. Me pregunto si me hubiera visto así todos los días si mi
padre nunca se hubiera casado con esa mujer.
Joyce era viuda antes de casarse con mi padre. Por fuera, era una pareja
inteligente: ambos tenían hijas pequeñas, y tenían un origen económico
similar; ella había heredado una gran cantidad de riqueza de su marido
anterior en forma de raras minas de plata en el norte. Las mismas minas a
las que solo podían llegar los barcos de mi padre.
Pronto, me di cuenta de su juego. Pero mi padre nunca lo vio. Ni siquiera
hasta el final, cuando se fue por última vez. La amaba. Ella había sido la
que lo había salvado de las profundidades de la desesperación tras la muerte
de mi madre.  Luego llegó Laura, la luz en los ojos de ambos y la unión,
como dirían, a nuestra pequeña familia disfuncional.
Pisando suavemente las partes más chirriantes del suelo, entro a
hurtadillas en mi antigua habitación. Tiene vista al frente de la mansión y
me da una vista del camino que nos conecta con el sendero principal que
tomamos hacia la ciudad. Efectivamente, hay tres vagones estacionados a lo
largo del frente. Veo a un hombre con sombrero de copa salir de la entrada
principal de la mansión.  Intercambia algunas palabras con su conductor y
acelera.
Me pregunto cómo se sentirá al casarse con una mujer que ni siquiera
conoce.  Claramente está lo suficientemente bien como para venir aquí y
hacer una oferta.
Por otra parte, tal vez nos hayamos conocido. Quizás el hombre con el
que me casaré sea alguien con quien me haya cruzado en la ciudad o en un
baile. Me estremezco al pensar en el lujurioso Earl Gravestone y en cómo
nos miraría a mí y a mis hermanas con nuestros vestidos durante nuestras
primeras temporadas en la sociedad. 
Rezo para que no venga a buscarme a mí ni a ellas cuando llegue su
momento. Hay algunos males que ni siquiera puedo desearle a Helen.
Salgo sigilosamente de la sala de arte de mi hermana antes de que me
encuentren. En lugar de tomar las escaleras principales, tomo una escalera
lateral encajada entre el dormitorio principal y la pared.  Es un acceso de
sirvientes que me lleva de regreso a las cocinas.  Desde allí, me escabullo
por la casa usando otros pasillos ocultos. Una cosa de la que mi madre y mi
hermana nunca se dieron cuenta fue que al convertirme en su sirvienta y
exigir que actuara el papel, también me permitieron aprender todos los
pasajes construidos hace mucho tiempo en esta casa en decadencia.
La pared de la sala de estar adyacente al estudio de mi padre se abre
sobre bisagras silenciosas y ocultas.  Me arrastro por la habitación, mis
pasos amortiguados por la alfombra. En el otro extremo, presiono la oreja
contra la pared y contengo la respiración.  Es lo suficientemente delgada
como para poder escuchar perfectamente las conversaciones que ocurren en
la otra habitación.
—… Y su dote serán los barcos del corredor norte de la compañía
comercial Applegate—dice Joyce.
Me muerdo el labio. Ya no hay barcos del corredor del norte. Esas aguas
son traicioneras y mi padre tenía uno de los pocos capitanes del mundo que
podía navegarlas. Ella era una mujer increíble; La conocí solo una vez, pero
cada segundo de nuestra breve discusión me cautivó por completo. Ella era
solo un año mayor que yo y ya había sido capitán de barcos durante dos
años. Quizás fue la juventud imprudente la que le permitió trazar un rumbo
que ni siquiera los marineros más duros y con costra de sal se atreverían a
probar a través de esas aguas agitadas para acceder a una rara veta de plata.
Pero incluso su suerte se había acabado, como todas las nuestras, tarde o
temprano. Ella se hundió con su barco, mi padre también. 
No me di cuenta de que Joyce había mantenido en secreto la
desaparición de mi padre. Me doy cuenta de que está intentando controlar
completamente la compañía comercial Applegate. 
Mis uñas se clavan en la pared.  Con mi padre desaparecido, pero no
declarado muerto, ella puede asumir el control sin dudarlo.
—Esa es una propuesta muy interesante—dice una voz vieja y
desgastada.
Espero que no sea demasiado interesante para quien sea este
hombre. Porque si se casa conmigo por barcos y luego descubre que no hay
ninguno,  yo  soy quién sufrirá.  No tengo ninguna duda de que Joyce
inventará una mentira inteligente si es necesario, diciendo que los barcos se
hundieron justo después de la boda. 
Cálmate, la mala suerte le pasa a todo el mundo, me la imagino
diciendo.
—De hecho— dice Joyce.  —Como puede ver, esto no es lo que uno
pensaría como un matrimonio normal. Reconozco que es costumbre que la
novia traiga su dote.  Pero soy una mujer de negocios astuta y conozco el
valor de mi hija y lo que estoy ofreciendo.  Como tal, les pido a todos los
posibles pretendientes que me hagan saber qué me darían a cambio del
beneficio de su mano.
Hay una pausa larga. 
—A mi amo no le interesan los barcos—dice esa voz desgastada y
cansada. —Puede quedárselos.
¿Amo?  ¿Significa eso que el hombre que habla no es mi futuro
esposo? ¿Qué tipo de hombre enviaría un sirviente a negociar por mí? 
No quería amor, pero me había atrevido a esperar dignidad.  Pero si el
hombre ni siquiera puede molestarse en venir ahora, ¿cómo me tratará una
vez que esté bajo su cuidado?
 

—Entonces, ¿qué es lo que le gustaría a su amo como dote?—  Joyce


parece absolutamente desconcertada de que alguien rechace los
barcos. Aunque puedo escuchar el deleite de esto haciendo temblar su voz.
—Mi amo es un coleccionista de cierta variedad de bienes raros.  Ha
llegado a su conocimiento que usted está en posesión de un tomo en
particular que ha buscado durante mucho tiempo.
— ¿Un libro?— Una pausa. —Oh, a usted le sirve— La voz de Joyce se
agudiza. —Sé que Covolt siempre se negó a venderlo, pero me encontrará
una mujer de negocios mucho más dócil.
El libro... No es posible que estén hablando de ese libro, ¿verdad?
Cuando Joyce entró en nuestras vidas, decretó que todos los restos de mi
madre biológica fueran eliminados de los pasillos. Había tratado de objetar,
pero mi padre me dijo que era algo natural que hiciera una nueva
esposa. Ese nuevo amor no pudo florecer a la sombra del viejo. Una noche
fui a verlo, absolutamente inconsolable.  Le rogué que guardara algo,
cualquier cosa, solo una cosa. Para entonces ya había perdido los recuerdos
del rostro de mi madre. No quería perder más.
Fue entonces cuando me mostró el libro.  Era una cosa pequeña y
vieja. Las letras que alguna vez se habían estampado en su cuero se habían
desgastado en su mayor parte con el tiempo.  La única marca que aún era
discernible era una estrella de ocho puntas en la cima de una montaña
impresa en la columna.  La escritura en el interior se había desvanecido,
dejando solo fantasmas ilegibles que acechaban en su mayoría páginas en
blanco.
Mi padre me juró que era lo único que mi madre había atesorado.  Lo
único que quería que tuviera y que mantuviera a salvo: mi derecho de
nacimiento. Y cuando fuera una mujer, me lo daría. Pero mientras tanto, me
juró guardar el secreto sobre la importancia del título. 
Estoy segura que para evitar que Joyce lo destruyera como hizo con todo
lo demás de mi madre.
Cuando más me preocupaba que Joyce descubriera el libro, le había
dicho a mí padre que no quería esperar. Déjame esconderlo, le rogué. Pero
dijo que no estaba preparada. Así que me dio el laúd para asegurarse de que
tuviera algo de mi madre, alegando que era el que ella usaba para cantar mis
canciones de cuna.
—Mi amo había esperado que ese fuera el caso— dijo el anciano. —Él
me ha empoderado para hacer la siguiente oferta: tomará la mano de la
joven en matrimonio y la cuidará por el resto de sus días en este plano
mortal, la que termine primero. Nunca le faltara nada.  Solo pide el libro
como dote. Además, para mostrar buena fe hacia su familia, pagará cuatro
mil piezas cuando se firmen los papeles del matrimonio.
Mi destino está sellado. Cuatro mil piezas es más de lo que vale toda esta
mansión. Esas son las operaciones de un año de la empresa comercial de mi
padre durante el mejor de los tiempos. Me deslizo lentamente por la pared
cuando me doy cuenta de que este hombre misterioso que ni siquiera se
molestó en venir en persona será mi esposo.
—Esa es una oferta muy generosa—  La voz de Joyce tiembla
levemente.  Puedo imaginarme que está echando espuma por la boca.  —
Redactare los papeles para inmortalizar este  acuerdo y cimentar el
matrimonio. ¿Los firmamos mañana cuando su amo pueda venir?
—No hay necesidad de esperar.
— ¿Oh?
—Como dije, mi amo me ha dado poder para tomar tales decisiones en
su nombre. Puedo firmar por él y me ha dado su sello. Dijo, que si acepta
nuestros términos, concluyéramos el negocio de inmediato.
 

—Muy bien entonces.


En algún lugar entre los murmullos sobre la mejor redacción del acuerdo
y el revoltijo de papeles, dejo de escuchar.  Me apoyo contra la pared, me
tiemblan las manos y lucho por respirar.  El mundo gira enfermizamente
rápido.  Sabía que esto pasaría.  Lo sabía.  Pero ahora es real y está
sucediendo tan rápido... pensé... pensé que tendría más tiempo...
—Ya está hecho— declara Joyce mientras sin duda termina de firmar en
mi nombre.
—Bien.  Dígale a su hija que recoja sus cosas mientras usted recoge el
libro—. Más ruido de sillas. —Saldremos dentro de una hora.
Simplemente así, estoy casada y dejare el único hogar que he tenido...
por un hombre cuyo nombre ni siquiera sé.
 

 
2

—EL MISTERIOSO LORD FENWOOD—. Laura se apoya en el marco de la puerta


mientras empaco mis escasas cosas. Las noticias han viajado rápido, como
era de esperar, ya que solo hay unas cinco personas en la mansión en un
momento dado.  —No creo que haya visto a este señor en particular en
ningún evento.
—Creo que es un recluso—. Helen está frente a su hermana. Casi nunca
ha venido a mi habitación. Verla aquí es una rareza desagradable. —Solo lo
he escuchado mencionar.  Dicen que vive en el norte de la ciudad, que su
propiedad está justo al borde del bosque.
— ¡Oh, él! — Laura aplaude. —He oído a la gente del pueblo decir que
es un mago antiguo—. Se gira para mirarme como si esta perspectiva fuera
la mejor noticia que ha escuchado en meses.  —Si te enseña magia,
prométeme que me lo enseñarás.
—No me va a enseñar magia—.  Aun así, el optimismo de mi hermana
menor intenta sacar una sonrisa en mi rostro, al menos hasta que Helen
haga su mejor esfuerzo para aplastar cualquier alegría que pueda existir
entre nosotras.
—No le enseñarían magia. Ella estaría consumida por eso. Escuche que
a los magos les gusta beber exclusivamente la sangre caliente de doncellas
recién asesinadas y bailar con faes cornudos a la luz de la luna.
—Si bebiera solo la sangre de doncellas recién asesinadas, no quedarían
mujeres jóvenes en el pueblo—. Pongo los ojos en blanco y trato de ocultar
el hecho de que en realidad estoy algo alarmada de que ninguna de mis
hermanas sepa nada concreto sobre este hombre. Están tan involucradas en
los círculos sociales del área metropolitana que si no lo conocen, nadie lo
conoce.  Había estado esperando alguna información sobre mis nuevas
circunstancias. —Y nadie baila con los faes a la luz de la luna. Si te acercas
tanto a un fae, estarías muerta.
—Suponiendo que los faes sean reales—.  Helen no cree en las viejas
historias.  Es demasiado práctica, creció más tierra adentro y más cerca de
las minas de su madre… más lejos de los bosques y sus cuentos. Cree que
Laura y yo somos ridículas por nuestras sospechas.  Sin embargo, ella se
negará absolutamente a ir al bosque por sí misma.  —Es mucho más
probable que sea un viejo ermitaño horrible y arrugado que busca una mujer
joven para hacerla suya.
—Estoy segura de que es maravilloso— insiste Laura.  —E iremos a
visitarlos a ti y a tu nuevo esposo dentro de un mes. Escuché que mamá va a
comprar un carruaje nuevo, contratar un conductor y conseguir tres lacayos
nuevos para la mansión, ¡y eso es solo el comienzo! Tendrás que volver y
ver el botín que ha comprado tu matrimonio.
Laura tiene buenas intenciones, pero no se da cuenta del puñal que son
sus palabras. No soy mejor que un cerdo preciado.  Pero al menos podría
serle de alguna utilidad.
—Será bueno tener finalmente ayuda real por aquí—dice Helen con una
mirada de desaprobación en mi dirección.
Hice todo lo que pude, y algo más, por ellas. Cuando Helen y Joyce se
mudaron por primera vez, traté de convertirlas en mi familia.  Empecé a
hacer las cosas como me pedían, cuando me pedían, porque quería ser una
buena hija.  Cuando me di cuenta de que me estaban convirtiendo en su
sirvienta personal, había pasado demasiado tiempo para que hubiera alguna
esperanza de detenerlo. 
Entonces Joyce empezó a animar a mi padre a que pasara más tiempo en
los barcos.  Y después del incidente en el techo... nunca soñé con
contradecirlas nunca más.
—Estoy segura de que ambas estarán muy felices aquí en los próximos
años— digo.
—Hasta nuestras propias bodas— subraya Laura. — No puedo esperar a
casarme con un señor encantador. Como la más joven y, con mucho, la más
hermosa de nosotras, tendré elección de hombres.
—Katria, ven conmigo, no querrás hacer esperar a tu nuevo marido
—.  Joyce aparece detrás de sus hijas, mirando el baúl que me dio.  —Oh
Dios. Pensé que podría caber todo en ese pequeño baúl — Joyce mira a su
alrededor con desdén.  Una pequeña habitación, llena de una pequeña
cantidad de cosas, para una mujer a la que trató de hacer pequeña toda su
vida.
Prometo entonces que nunca dejaré que este nuevo esposo o cualquier
otra persona me haga sentir pequeña.  Intentaré con todas mis fuerzas
mantenerme erguida. Nunca volveré a vivir acobardada.
—Vamos. — Me pongo el laúd en la espalda y levanto el baúl.
Las cuatro caminamos penosamente hacia la amplia galería en la parte
delantera de la mansión.  Ahí es donde puedo ver por primera vez al
mayordomo que negoció mi destino.  Es alto a pesar de tener un poco de
joroba en la espalda, enjuto, con brillantes ojos negros y cabello gris
peinado hacia atrás.  Su ropa es fina, no demasiado adornada, pero
claramente de buena confección. El tipo de riqueza que no te grita, sino que
susurra con confianza. Joyce podría aprender un par de cosas de él.
—Tú debes ser Lady Katria— dice con una reverencia.  Luego mira a
Joyce y hace un gesto hacia el cofre a su lado. —Aquí están las cuatro mil
piezas, como prometí.
—Como ya has observado, ella es Katria. Y aquí está su dote — Joyce le
tiende un pequeño paquete envuelto en seda.  El mayordomo lo
desenvuelve, comprueba su contenido y luego vuelve a envolver el tomo
con reverencia.  Mis manos tiemblan mientras lucho contra el impulso de
arrebatárselo.
—Excelente, todo está en orden. Sígame, Lady Katria.
Me parece que cuando estoy a la mitad de la escalera principal entre la
terraza y el camino, que esta podría ser la última vez que camine por
aquí. No sé si querré volver a ver esta casa o a las personas que viven en
ella.  Miro hacia atrás, hacia ellas, y hacia atrás aún más para echar un
vistazo final a las hermosas pinturas gastadas por el tiempo en el techo de la
entrada.
Madre no estaba destinada a vivir aquí por mucho tiempo, decía mi
padre.  Quizás, yo tampoco. Quizás estoy cumpliendo mi destino de dejar
este lugar demasiado tarde.
Casi estoy en el carruaje cuando el ruido de los cascos me
distrae. Cordella lleva a Misty por la casa desde los establos laterales. Ella
saluda con la mano.
—Señorita, pensé que no querría irse sin ella.
Doy un suspiro de alivio.  Todo está sucediendo tan rápido que me
pregunto qué más he pasado por alto.  O qué más asumí que se resolvería
solo.
—Cordella—. La voz de Joyce es como un látigo, restallando en el aire
fresco. —Lleva a esa bestia a los establos.
— ¿Qué? Misty es mía.
— Estoy segura de que a tu marido le encantaría regalarte un caballo
nuevo, un caballo mejor, como regalo de bodas. No seas una chica egoísta y
no le niegues eso — regaña Joyce.
—No quiero... quiero a Misty—.  Miro al mayordomo.  —Es un buen
caballo y ha estado conmigo toda su vida. No sería un problema, ¿verdad?
—Hay sitio en los establos de mi amo— El hombre asiente.
Joyce niega con la cabeza y se lleva una mano a la boca. 
—No puedo creerlo. Sé que te crié mejor.
Aprieto mis labios. Años de experiencia me han enseñado que el silencio
es mejor cuando ella se pone así.
—Pensar que faltarías el respeto a tu nuevo esposo y a tu familia
innecesariamente al mismo tiempo, todo por un caballo tonto.
— ¿Tonto? ¡Mira, ninguna de ustedes se preocupa por ese caballo!
— Eres una dama, Katria Applegate. Es impropio gritar —. Joyce se ha
quedado callada. —Cordella, por favor lleva a ese caballo de regreso a los
establos.
Cordella nos mira a Joyce y a mí.  Pero sé lo que hará antes de que lo
haga. No puede oponerse a las demandas de Joyce. Cordella se vuelve.
— ¡No! ¡No puedes hacer esto! ¡Por favor!— Corro hacia Cordella.
—Katria—.  Mi nombre es como un látigo de la boca de Joyce.  Me
estremezco y me congelo. Detenida por el mero sonido. —No seas molesta,
estás haciendo el ridículo.
Quiero gritarle. Tiene los restos del negocio de mi padre para ella. Ella
tiene sus cuatro mil piezas.  Podrían comprar toda una manada de
caballos. Déjame tener a Misty, quiero gritar. Pero no puedo. Porque, como
Misty, me han entrenado, me ha silenciado una brida invisible que mi
madrastra me metió entre los dientes hace mucho tiempo.
Un suave toque en mi hombro me sobresalta. Miro hacia arriba para ver
que el mayordomo ha cerrado la brecha.  Sus ojos son sorprendentemente
gentiles y comprensivos.
—Me ocuparé de que mi amo le consiga un caballo nuevo.
A ella no le faltara nada. Él había dicho que esa era la promesa que hizo
su amo.  Podría pedir lo que quisiera, pero no significaría nada.  Sería una
bondad vacía en aras de cumplir con una obligación de las personas que se
preocupan más por un libro que por mí. Me alejo. 
—No quiero sus caballos—.  No quiero su compasión o su bondad
obligatoria.  No quiero nada que pueda parecerse a la cercanía en este
matrimonio.
—Siempre hay algo contigo, ¿no?— Joyce murmura, lo suficientemente
fuerte para que todos lo escuchen.  —Cálmate y sé elegante mientras te
adentras en esta nueva etapa de tu vida—.  Ella lo hace sonar como si de
alguna manera hubiera elegido esto.  Como si esto fuera algo
que quisiera. La miro antes de subir al carruaje.
Laura se apresura cuando el mayordomo toma el asiento del conductor.
— ¡Laura!— Joyce se está acercando a su punto de ruptura.
—Vuelve con tu madre— le siseo a mi hermana.  Me estremezco al
pensar en la reprimenda que enfrentará.  Laura nos ignora a Joyce y a mí,
agarra la puerta e impide que la cierre.
—Te voy a extrañar— espeta con los ojos llenos de lágrimas. Mi dulce
hermana. Apenas con catorce años. La mejor y más inquebrantable de todas
nosotras. —Hiciste este lugar soportable.
—No, tú lo hiciste —  Rápidamente la abrazo.  El mayordomo no nos
apresura. —No pierdas tu amabilidad, Laura, por favor. Aférrate a ella con
todas tus fuerzas hasta que puedas salir.
—Tú tampoco. — Ella se aparta y me abstengo de decirle que la mía se
perdió hace mucho tiempo.  — Cuidaré de Misty, lo juro.  Cordella me
enseñará.  Entonces, tal vez la próxima vez que regreses, puedas
llevártela. Intentaré hablar con mamá.
—No arriesgues su ira por mí; tú sabes mejor. — Coloco suavemente un
mechón de cabello detrás de la oreja de Laura. El movimiento por encima
de su hombro me llama la atención. —Ahora, vete, antes de que tu madre
venga a recogerte—. La empujo suavemente y cierro la puerta. Joyce lleva
a Laura escaleras arriba con algunas palabras entrecortadas.
El carruaje se tambalea hacia adelante y rápidamente las pierdo de
vista. No importa lo que diga Laura… dudo que vuelva alguna vez.
 

HELEN DIJO que Lord Fenwood vivía al norte de la ciudad. En mi mente,


eso significaba un poco hacia el norte.  Algo así como nuestra mansión
está al sur. Pero resulta que Lord Fenwood vive mucho más lejos. Es tarde
cuando llegamos a lo que será mi nuevo hogar.
Un muro de piedra alto, fácilmente el doble de mi altura, es el primer
distintivo al que llegamos. No ha habido nada más que colinas onduladas y
el bosque omnipresente a mi derecha durante la mayor parte del día. Hace
una hora tomamos una pequeña carretera ramificada, más como surcos de
ruedas entre la hierba, que avanzaba pesadamente hacia el bosque. Primero
vi la pared, que se extendía entre los árboles, como un vestigio
desmoronado de un antiguo castillo.
Las enredaderas se aferran a las volutas de la puerta de hierro. Florecían
pequeñas flores blancas que desprendían un agradable aroma. La puerta se
cierra con un ruido metálico solemne detrás de nosotros. No hay señales de
quién o qué podría haberlo cerrado. El sonido resuena dentro de mí con la
misma finalidad que el telón que se cierra en una actuación.
Avanzamos a trompicones por un camino sinuoso entre setos y árboles
pequeños. Es como una versión en miniatura de los bosques antiguos, sin la
misma opresión pesada que emite el bosque verdadero. A lo lejos, veo un
ciervo levantar su majestuosa cabeza. Tiene tantos puntos en sus astas que
sé que la mayoría de los nobles literalmente matarían por tenerlo en su
pared. ¿Qué dice eso sobre este Lord Fenwood que permita que un animal
así viviera ileso en su propiedad?
Finalmente, el crecimiento excesivo da paso a un área circular de grava y
el carro se detiene. El mayordomo abre la puerta y me ayuda a bajar. Echo
mi primer vistazo a la mansión de Lord Fenwood.
Forma un arco alrededor del extremo circular del camino con dos alas
que parten de una torre central.  Aquí está el castillo que prometió el
muro. El trabajo de mortero es antiguo pero está bien cuidado. Ahora tengo
buen ojo para estas cosas, después de reparar la mansión de mi familia lo
mejor que pude tantas veces. El techo de paja se ve fresco.
No hay nada que sea intrínsecamente poco atractivo y, sin embargo, el
vello de mis brazos se eriza. El aire aquí se siente cargado. La mansión está
literalmente al pie del bosque. Le juré a mi padre cuando era niña que nunca
entraría.  Así que casi salgo de mi piel cuando el mayordomo descarga
pesadamente mi baúl en la grava.
Cuidado con los bosques, Katria. Nunca entres en ellos. Júrame, por la
vida de tu madre, que no lo harás. Su último deseo era librarte de ellos.
—Disculpa, Lady Katria. —  El mayordomo me saca de mis
pensamientos a empujones.
—No necesita disculparse—. Obligo una sonrisa y reajusto el laúd en mi
hombro.  Mi situación no es culpa de este hombre, y lo mejor que puedo
hacer ahora es intentar hacer aliados donde pueda.  —Y solo Katria está
bien.
—Katria , entonces.
— ¿Me puede dar su nombre?
Parece sorprendido de que le pregunte y luego piensa en la respuesta a lo
que considero demasiado largo para una pregunta tan simple. 
—Oren.
—Un placer conocerlo.
—Vamos, está cayendo la noche y deberíamos ver que te instales antes
de la cena—. Él levanta mi baúl con sorprendente facilidad para un hombre
de su edad y me conduce tres escalones hasta la gran entrada de la torre
central del castillo.
Me sorprende instantáneamente la artesanía del lugar.  Una escalera de
madera, con una barandilla de lirios y enredaderas, se arquea a la izquierda
de la entrada. Las ventanas flanquean las puertas a ambos lados, con vidrios
de colores unidos para formar intrincados paisajes de campos y
montañas. Paso mis dedos sobre sus contornos oscuros, sintiendo las crestas
del metal que los conecta.
— ¿Todo está bien?— Pregunta Oren.
—Sí. Solo he visto ventanas como esta en el ayuntamiento —. El arte en
vidrio es un oficio perdido.  Hay algunos que mantienen las viejas
costumbres y se encuentran principalmente en las ciudades más grandes. 
Rara vez salen a lugares tan remotos. Esta casa debe ser antigua y es una
maravilla que estas ventanas hayan sobrevivido.  O tal vez el señor pueda
pagar para que alguien vaya a su finca para tal artesanía. Lord Fenwood es
rico más allá de lo imaginable por lo que puedo decir hasta ahora.
—De hecho, son raras.
Me lleva al ala izquierda. Antes de entrar por la puerta arqueada, trato de
mirar hacia la torre. Pero no veo nada más allá de donde la escalera se curva
detrás del primer rellano.
 — ¿El dueño de la casa vive ahí arriba?
—Lord Fenwood va y viene cuando le plazca— dice el mayordomo
oscuramente. Me pregunto a dónde iría; cualquier apariencia de civilización
está a más de dos horas de distancia. Tal vez sea un cazador que consiguió
una fortuna excepcional y ahora busca emociones al adentrarse en el
bosque.
—Tiene una hermosa casa— digo en lugar de señalar que el comentario
no fue una respuesta a mi pregunta.  —No puedo imaginar por qué no
querría pasar más tiempo aquí.
El mayordomo se detiene en medio del pasillo.  Ventanas que dan a la
línea de conducción circular a nuestra izquierda, las puertas a nuestra
derecha. El silencio me preocupa porque de alguna manera lo ofendí con el
comentario. Aunque no veo cómo.
—Hay algunas reglas que debe conocer— dice el mayordomo mientras
comienza a caminar de nuevo.  Esperaba que las reglas acompañaran mi
nueva situación y me preparara para ellas. —La primera es que, si necesita
algo, simplemente tiene que decírmelo.  Estaré disponible para usted en la
medida en que pueda.  Sin embargo, como soy el único encargado de la
casa, a menudo estoy ocupado en otra parte de mantenimiento. 
Vendré a servirle la cena todas las noches y debería prepararle el
desayuno la mayoría de las mañanas, por lo que una de esas horas sería la
mejor oportunidad para informarme de cualquier cosa que necesite.
—Eso es muy generoso de su parte.
Continúa como si no hubiera hablado. 
—La siguiente regla es que solo se le permite entrar en la mitad
delantera de los terrenos de la propiedad, a lo largo de la carretera por la
que entramos, y bajo ninguna circunstancia se le permite entrar al bosque.
—Eso no es un problema—digo fácilmente. —Esa también era una regla
de mi padre.
—La regla final, y la más importante, es que solo se le permite salir de
esta ala de la mansión durante las horas del día, independientemente de lo
que oiga o vea.
— ¿Disculpe?
—Estas reglas son para su protección— dice, mirando por encima del
hombro. —Estamos lejos de la ciudad y cerca del bosque. Las nieblas son
más espesas aquí y llevan las viejas magias. No es seguro para los humanos
estar fuera de noche.
Intento canalizar un poco de la valentía de Helen cuando digo:
—No puede estar hablando de los faes. No son más que cuentos viejos.
Se ríe como si fuera una chica tonta, como si hubiera visto al fae con sus
propios ojos y hubiera vivido para contarlo. 
—Correcto. Nada más, preocúpese por las bestias del bosque. Mientras
esté dentro de estos muros, estará protegida.  Pero donde terminan los
muros, también termina la protección de mi amo. ¿Lo entiende?
—Lo hago—  Pero no sé cómo me siento al respecto.  Supongo que las
reglas no son irracionales.  Y hace tiempo que abandoné la idea de ir al
bosque.  Me pregunto cuál sería la reacción de mi padre si reapareciera
milagrosamente para descubrir que Joyce me ha casado y que mi nuevo
hogar está tan cerca de los árboles oscuros que bordean la intransitable
cordillera que bordea nuestro rincón del mundo. Además, esperaba que mis
libertades se redujeran una vez que me casara y parece que se han
expandido un poco.
En total, mi nuevo arreglo podría ser mucho peor.
Venimos a detenernos en la última puerta del pasillo.  Cuando el
mayordomo la abre, las bisagras se enganchan y chirrían con fuerza. Tiene
que meter el hombro en ella.
—Disculpe — murmura. —Esta ala de la casa no es de mucho uso. La
arreglaré mientras cenas.
—Dígame dónde están las herramientas y puedo arreglarla yo misma.
Parece sorprendido de que yo dijera tal cosa.
— No deje que el vestido lo engañe.  Estoy más acostumbrada a los
pantalones de trabajo que al satén.
—Mi amo hizo un voto de que no te faltaria nada;  él se encargará de
todo por ti.  Lo arreglare mientras come — dice Oren de mala gana.  Me
pregunto si su amo lo castigaría por permitirme trabajar.  Si él estaría
dispuesto a permitirme hacerlo por mi cuenta, pero no puede.
Me quedo sin nada más que especulaciones sobre quién es realmente mi
esposo.
 
Oren nos lleva al interior, colocando mi baúl en un banco con
manchones al pie de una cama con dosel con cortinas. Está enfrente de una
gran chimenea de piedra, en el que ya arde un fuego. Al igual que todo lo
demás en esta mansión con forma de castillo, los muebles son finos y están
bien cuidados.
—La cena estará lista dentro de una hora.  Espero que esté dispuesta a
comer antes para que pueda volver a sus aposentos, antes de la puesta del
sol.
—Está bien.  Por lo general, soy una persona que se acuesta temprano,
me levanto temprano — Sonrío.
Oren solo asiente y me deja. No es hasta después de que se ha ido que
me doy cuenta de que me he olvidado de preguntar qué atuendo debería
ponerme para cenar. Y... si es cuando finalmente conoceré al hombre con el
que me casé.
 
3

LA CENA SE LLEVA A CABO en una sala adjunta a la parte trasera de la torre. El


espacio es más un invernadero que comedor.  Los arcos puntiagudos que
enmarcan paneles costosos y grandes dan una vista del sombrío bosque que
rodea la mitad trasera de la mansión.  Me siento como una mariposa
atrapada en una caja de cristal y transportada a un entorno antinatural. Estoy
a salvo dentro de estas paredes, pero solo hay un delgado panel que me
separa de las monstruosidades que viven en el bosque.
Miro por las ventanas al fondo de la habitación, mirando más allá de mi
reflejo y hacia las profundidades de los árboles.  Se sienten mayores aquí
que en casa. No, me corrijo, este lugar es mi hogar ahora.
— ¿Qué le parece el jabalí asado y las verduras silvestres?— Oren lleva
una bandeja al hombro desde una entrada lateral.
—No soy exigente cuando se trata de lo que como — digo con una
sonrisa. He tenido demasiadas noches en las que el hambre era lo único en
mi plato para quejarme de cualquier comida caliente que me pusieran
delante.
—Bien— dice.  —No tenemos comida consistente aquí—.  Hace una
pausa mientras coloca el plato en la cabecera de la mesa. —Eso no quiere
decir que no tengamos comida. Tenemos todo lo que necesitamos.  Pero el
menú es lo que ofrece el bosque y lo que se necesita comer de la despensa.
—Me encantaría ayudarte a buscar comida— le digo mientras me siento.
Parece horrorizado ante la sugerencia. 
—No somos carroñeros hurgando en el barro en busca de comida.
—Por supuesto no—  Me río como si nunca hubiera sido esa persona
antes. La necesidad de hurgar en la basura fue lo que me impulsó a buscar
en la biblioteca de mi padre libros sobre el terreno local. Así es como puedo
distinguir un hongo seguro de uno venenoso. —Simplemente creo que los
hongos silvestres son deliciosos.  Y encontrarlos es una actividad que
disfruto.
Me vierte agua y vino de dos garrafas separadas. 
—Es notorio —  Pero nada saldrá de eso.  Puedo escuchar tanto en su
voz.
— ¿El dueño de la casa me acompañará a cenar?— Pregunto.
—No, cena en su habitación.
Aprieto mis labios. 
— ¿Me reuniré con él después de la cena?
— Entonces estará cerca de la puesta del sol.
—Puede venir a visitarme a mi habitación si es tarde.
—Eso no es apropiado.
Toso vino en mi copa. 
— ¿No apropiado? ¿No soy su esposa?
—Sobre el papel según las leyes de esta tierra, sí.
—Entonces creo que está bien si me ve en mi habitación—. Dejo el vaso
lentamente, agradecida de que mi mano no tiembla lo suficiente como para
golpear la mesa o derramarla.
—El maestro está muy ocupado.
¿Con que? Quiero exigir saber. He intentado durante horas manejar toda
esta situación con la mayor amabilidad posible. Pero todavía no tengo idea
de quién es el hombre con el que me casé. No tengo idea de cómo llegó a su
fortuna, de dónde vino, qué quiere y por qué necesitaba un libro lo
suficiente como para estar de acuerdo en pagar por una esposa solo por
tenerlo.
— ¿Podría decirle que su esposa estaría muy agradecida si pudiera pasar
unos minutos con ella antes de la puesta del sol?— Miro al mayordomo a
sus ojos negros y brillantes mientras hago mi demanda.
—Pasare la voz— Se marcha rápidamente.
Ceno sola. Puede ser incómodo para algunos, pero estoy acostumbrada a
la soledad y al tiempo solo conmigo misma. De hecho, de alguna manera, lo
prefiero. El silencio es constante y la soledad es segura. Nadie está tratando
de quitarme la comida.  Nadie exigiendo que me comprometa con
ellos. Nadie a punto de empujarme de mi lugar en la mesa para que pueda
empezar con los platos.
El plato está vacío antes de darme cuenta y mi estómago se siente un
poco incómodo. Comí demasiado rápido. La comida también es más rica de
lo que estoy acostumbrada. Me recuesto en mi silla, poco femenina, y me
doy palmaditas en el bulto del abdomen.  Ha pasado mucho tiempo desde
que me sentí tan llena.
Esto podría ser peor;  Vuelvo a mi pensamiento anterior.  Mi esposo
parece no tener ningún interés real en mí.  Es mejor que un hombre
esperando que vaya a su cama esta noche para que pueda comenzar a
trabajar en mí deber de darle un heredero de su fortuna. Y parece que tengo
la misma cantidad de... no, más libertades que en casa. Además, nadie me
molestará aquí.
Oren regresa, interrumpiéndome de mis pensamientos una vez más.
— ¿Terminaste?
—Sí.
— ¿Fue suficiente?— Recoge mi plato limpio.
—Más que suficiente—  Me siento más derecha.  —Por favor, dígale al
cocinero que estaba delicioso.
Me da una sonrisa maliciosa y asiente. 
—Voy a hacerlo.
— ¿Alguna noticia de mi marido?— Pregunto.
El mayordomo suspira. Una vez más, algo que debería ser una respuesta
simple lo tiene enfurecido durante demasiado tiempo. 
—Creo que puede hacer tiempo, cinco o diez minutos, tal
vez. Encenderé fuego en el estudio de tu ala. Puedes esperarlo allí.
El mayordomo se marcha rápidamente, llevando los platos. Me levanto y
doy una vuelta alrededor de la mesa del comedor. De repente me arrepiento
de haber preguntado si podía ver a Lord Fenwood. ¿Y si está molesto con la
demanda?  ¿Y si no quiere tener nada que ver conmigo y ahora solo he
tentado su ira? Me detengo y niego con la cabeza.
No, si voy a vivir aquí y casarme con este hombre, entonces tengo
derecho a  verlo  al menos  una vez.  Para saber su nombre.  Si no tenemos
nada que ver el uno con el otro día a día, está bien.  Pero al menos
deberíamos reconocer la presencia del otro.
Con coraje reunido, salgo del comedor y me dirijo a la derecha. Para mi
sorpresa, la segunda puerta está abierta.  Un fuego crepita en el hogar.  La
mayoría de las estanterías para libros vacías se alinean en las paredes. Se ha
empujado una mesa hacia el lado derecho, una que imagino que alguna vez
estuvo situada entre las dos sillas que ahora están juntas antes del fuego.
Cruzo y paso mis dedos suavemente sobre el cuero. Qué extraño arreglo
para sentarse... reflexiono.  No pasa mucho tiempo antes de que descubra
por qué las sillas están dispuestas de esa manera. Una voz atraviesa el
silencio y mis pensamientos, resonando profundamente en mi
interior.  Tiene la misma calidad tonal que el gruñido bajo de un lobo y
despierta un instinto de presa dentro de mí.  Corre, mi mejor sentido me
urge al sonido. Corre lejos de aquí, este no es un lugar para ti.
—No te vuelvas— dice.
A mi pesar, miro por encima del hombro.  Instinto, de verdad.  Cuando
alguien habla, miro. No tenía la intención de desobedecer… No esta vez, al
menos.
—Dije que no te vuelvas.
Mis ojos se adelantan de nuevo. 
—Solo vi un poco de tu hombro. Lo siento, no quise decir...
— Oren ha pasado por encima de las reglas, ¿no es así?
—Sí. — El hombre con el que estoy hablando es de complexión alta, a
juzgar por el lugar en el que toco su hombro el marco de la puerta. Pero eso
es todo lo que puedo decir sobre él. Está apoyado contra la pared al lado de
la puerta, como si supiera que trataría de mirarlo a pesar de su orden.
—Esta es la regla final que debes conocer— dice.  —Bajo ninguna
circunstancia debes ponerme los ojos encima.
— ¿Qué?— Susurro, luchando contra cada impulso de mirar por encima
del hombro una vez más.
—Oren me informó que deseabas reunirte conmigo.  Te estoy
complaciendo, ahora es mi deber.  Sin embargo, solo lo haré si juras no
mirarme nunca.
Las sillas ahora tienen sentido.  Me pregunto si estará horriblemente
desfigurado.  Tal vez sea terriblemente tímido.  Cualquiera sea la razón, no
quiero que se sienta incómodo.
—Eso está bien para mí. —  Tomo mi asiento en el ala que da a las
ventanas, de espaldas a la puerta.  —Estoy agradecida de que se haya
tomado el tiempo de reunirse conmigo.
Escucho sus pasos por el suelo. Tiene un paso amplio, una confirmación
más de que es tan alto como sospechaba.  Sus pasos son ligeros, casi
silenciosos. Camina como yo, como si intentara no hacer ningún sonido. No
puedo imaginarlo siendo un hombre muy musculoso, dados sus pasos. No...
Me lo estoy imaginando como un individuo enjuto3. No mucho mayor que
yo, a juzgar por la fuerza de su voz. Intento echarle un vistazo en el reflejo
acuoso de las ventanas, pero la habitación ya está demasiado oscura para
eso. Es poco más que una sombra borrosa moviéndose detrás de mí.
La silla detrás de mí suspira suavemente bajo su peso.  Los diminutos
pelos de la parte posterior de mi cuello se erizan.  Nunca he sido más
consciente de la presencia de nadie.  Nunca he estado más tentada a hacer
otra cosa que volverme y mirar y ver si todas mis evaluaciones sobre él son
correctas.
—Ahora, ¿de qué te gustaría hablar?— pregunta, algo secamente.
—Sólo quería conocerte, eso es todo— digo. —Parecía bastante extraño
estar casada con alguien sin nunca…— Me detengo de decir —verlo— y en
su lugar digo —… hablar con él.
—Te casaste conmigo sin hablarme, ¿por qué importa ahora?
No sé si el hecho lo hiere o no. 
¿Esperaba que yo suplicara y suplicara que me reuniera con él antes de
firmar los papeles? ¿Se da cuenta siquiera de que mi destino se selló con un
trazo de un bolígrafo que ni siquiera estaba sosteniendo?
—Vamos a pasar nuestras vidas juntos— digo. —Me gustaría hacerlo lo
más agradable posible.
—No hay nada agradable aquí.
Mi marido no parece muy alegre. Pongo los ojos en blanco, agradecida
de que no pueda ver mi expresión. 
—Tiene una casa lo suficientemente bonita, la riqueza suficiente para
hacer lo que quieras, nadie le dice qué hacer...
—No presumas de conocerme— interviene con brusquedad.
—Me encantaría, si tuviera la oportunidad.
—No tengo ningún interés en que me conozcas, porque no tengo ningún
interés en conocerte. Este es un arreglo, nada más. Todo lo que eres es un
trato que tengo que cumplir.
Me aprieto el vestido sobre el pecho, como si tratara de protegerme
físicamente de una herida invisible.  ¿Qué esperaba de cualquier
forma?  ¿Qué había estado esperando realmente?  ¿Algún gran
romance? Ja. El tipo de amor en las historias que leen las jóvenes no es
cierto. He visto amor entre mi padre y Joyce. Ese es el único amor que es
real y no es algo para desear.
No, no quería que me amara. Pero, tal vez, esperaba no ser vista como
una carga, por una vez.
—Bastante justo— digo en voz baja.
— ¿Hay algo más? ¿O estás satisfecha?
—Estoy satisfecha.
—Bien.  Espero no tener problemas contigo mientras estés aquí.  Presta
atención a las reglas y no te faltará nada mientras tú o yo caminemos en este
plano mortal. Nunca más tendrás que cruzarte en mi camino.
La silla rechina mientras se pone de pie; sus pasos se desvanecen. Ojalá
tuviera algo más que decir.  Ojalá tuviera una idea clara de lo que
quería.  Pero el hecho es que nunca me han permitido querer nada en mi
vida.  Me han dicho lo que puedo y lo que no puedo tener durante tanto
tiempo que la habilidad con la que nace una persona para tomar esas
decisiones se ha perdido para mí. Se ha marchitado y muerto por no haber
sido usada nunca.
Me siento durante casi diez minutos completos después de estar segura
de que se ha ido, solo mirando hacia el bosque oscuro. Ha caído la noche y
la luna está menguando, por lo que es casi imposible distinguir las siluetas
oscuras que tapan el bosque.  Cuanto más miro, más me llena una extraña
sensación de que algo me está mirando.
Incapaz de tolerar más la inquietud, me dirijo a mi propia
habitación.  Pero cuando salgo al pasillo escucho pasos en la entrada
principal.  Mi cabeza se vuelve lentamente hacia la puerta que sirve de
entrada a mi ala.  Contra mi mejor juicio, me arrastro y presiono mi oído
contra la puerta.
Hay voces apagadas al otro lado, pero no puedo entender lo que
dicen. Las palabras son extrañas y extranjeras, dichas en una lengua que no
reconozco.  Camino  suavemente hacia una de las ventanas que dan al
camino circular. Esta vacío. Ya ni siquiera el carruaje que me llevó aquí está
aparcado delante.
¿Quién está ahí?  Me pregunto.  ¿Viven otros aquí?  Oren hizo que
pareciera que solo éramos tres en la mansión.  ¿Mentiría?  Si es así, ¿por
qué?
Sigue las reglas y no te faltará nada, dijo Lord Fenwood. 
Oren también había dejado claras esas reglas: no debo dejar mi ala por la
noche, independientemente de los sonidos que escuche.  Lo que sea que
haga el señor a última hora no es asunto mío.
Bien. No me importa ser más un huésped que una esposa a largo plazo.
Me retiro a mi habitación y me preparo para ir a la cama. El colchón y el
edredón se encuentran entre los más cómodos que he sentido y rápidamente
caigo en un sueño sin sueños...
Solo para ser despertada en una hora por gritos espeluznantes.
 
4

ME INCORPORO DE UN SALTO,  agarrando las mantas como si fueran una


armadura. Los gritos cesan tan rápido como empezaron y resuenan sólo en
mis oídos.  Mi corazón se acelera;  mi respiración es corta y rápida.  Miro
hacia la puerta y me pregunto si algún bandido o algo peor están a punto de
entrar y asesinarme en mi cama.
Pero nada pasa.  El aire está quieto y hay silencio una vez más.  Ni
siquiera hay un susurro de brisa a través de los árboles del bosque
exterior. No escucho las canciones de los insectos nocturnos ni los suaves
crujidos de una casa vieja.
No sé cuánto tiempo me siento así, pero es lo suficientemente largo
como para que los músculos de mi espalda comiencen a sufrir espasmos por
sostenerme tan alto y rígido.  Exhalo y trato de liberar algo de la tensión
mientras me deslizo de las mantas.  Me echo un chal sobre los hombros y
me apoyo en la puerta de mi habitación, escuchando.  Sigo sin escuchar
nada.
Sabiendo que debo estar loca para aventurarme, abro la puerta. La luz de
la luna gris es mejor para ver que una sola vela que intenta iluminar todo el
salón, esta entra a raudales por las ventanas. Miro a mí alrededor y no veo a
nadie.
Corro por el pasillo y me apoyo contra la pared junto a una de las
ventanas que dan al camino. Miro afuera. La grava está vacía y lisa, como si
Oren acabara de rastrillarla. 
Sigo avanzando como si quedarme demasiado tiempo bajo la luz de la
luna me convertiría en un objetivo en esta noche enérgica y espeluznante.
Finalmente, en la puerta al final del pasillo, presiono mi oreja contra la
madera. No se habla, no se mueve ni se grita. Mi mano cae sobre el mango,
temblando. Me dieron cuatro reglas muy claras. Pero eso fue antes de que
escuchara gritos. ¿Y si hay un ataque? ¿Y si estamos en problemas?
Empujo la manija hacia abajo. No se mueve. Estoy encerrada.
Mi corazón está en mi garganta mientras me alejo de la puerta.  Niego
con la cabeza, sin suplicarle a nadie en silencio.  Ya no estoy en el
pasillo. Estoy en el armario largo debajo de las escaleras de la mansión de
mi familia.  La puerta está cerrada.  Helen me dice que mamá ha tirado la
llave y que nunca volveré a ver la luz del sol.
Me apresuro a regresar a mi habitación y me acurruco en la cama,
llevándome las rodillas al pecho.  Toda la noche, me quedo mirando las
ventanas que dan al bosque oscuro y me recuerdo a mí misma que si
necesitaba escapar, realmente necesitaba hacerlo, podría romperlas.  Tengo
una salida.
Incluso si esa salida es hacia el bosque, les he jurado a todos nunca
aventurarme en él.
Cuando finalmente llega la mañana, respiro mejor.  No hubo más
sonidos. No sucedieron otras cosas extrañas en la noche.
Me aventuro al baño.  Solo lo inspeccioné brevemente la noche
anterior.  Es la tercera puerta del pasillo, ubicándola entre el estudio y mi
dormitorio. Es una habitación extraña con agua que fluye fría y caliente del
grifo por una magia que no entiendo.  Pruebo este fenómeno dos veces
durante mi baño matutino. En ambas ocasiones, el agua se vaporiza si corre
el tiempo suficiente.
Este es un lugar extraño en verdad.
Vestida y lista para el día, camino por el pasillo.  Tengo mucha más
confianza en la luz del sol que la noche anterior. La manija de la puerta gira
sin esfuerzo, dándome acceso al resto de la mansión. Salgo y me atrae hacia
el comedor el aroma del pan recién horneado.
Me han preparado un plato.  Se han frito dos huevos y se han puesto
sobre tostadas que se enfrían.  Junto a ellos hay media salchicha.  Es un
desayuno digno de una reina y lo hago rápido.
Sin embargo, no hay señales de Oren o Lord Fenwood. Y había estado
esperando desesperadamente atrapar a uno de ellos. Me pregunto si anoche
hubo un accidente que los impulsó a salir temprano en la mañana y tomar el
carruaje hacia la ciudad.
El grito todavía resuena en mis oídos.
Cuando termino, recojo mis platos y me dirijo a la puerta lateral por la
que vi a Oren pasar la noche anterior. Efectivamente, conduce a una cocina
bien equipada.  No puedo luchar contra mis instintos;  Miro a través de la
despensa los productos secos y en frascos.  Es suficiente para alimentar a
diez personas durante dos inviernos, fácilmente.  Hay otra puerta que
conduce al sótano que supongo que es una cámara frigorífica.  No soy lo
suficientemente valiente como para aventurarme en la oscuridad después de
anoche.
Camino a lo largo de una mesa de preparación hasta el fondo de la
habitación, donde hay un gran fregadero en la encimera, y limpio mis
platos. Los estantes abiertos a lo largo de la pared opuesta a la chimenea me
permiten devolverlos a su lugar correcto con facilidad. Emerjo de nuevo en
el comedor, medio esperando a que Oren este allí, listo para regañarme por
atreverme a mover un dedo.
Pero todavía no hay nadie.
El silencio es insoportable. 
Especialmente porque los últimos sonidos que escuché en esta mansión
fueron esos gritos.  Regreso a mi habitación con renovado propósito.  No
puedo quedarme en este edificio ni un segundo más. No puedo vivir con ese
ruido como mi única compañía.
Me cambio a un vestido mucho más simple, uno que solo me llega hasta
las rodillas para que no quede atrapada en las zarzas y con aberturas a los
lados para darme movilidad.  Debajo, llevo un par de mallas
resistentes. Tomo mi laúd, me lo cuelgo del hombro y me aventuro a salir al
salón principal.
Me detengo ante la puerta principal y me repito las reglas que me dijo
Oren. Puedo irme ahora mismo. Es de día. Y solo me voy a aventurar frente
a la mansión, no detrás. Está dentro de sus parámetros; Estaré a salvo. Miro
lentamente sobre mi hombro. Incluso podría estar más segura que aquí.
La mañana es fría y refrescante. El aire, incluso al pie de las montañas,
se siente más delgado y ligero. Puedo oler el denso pino del bosque detrás
de mí.  Los pequeños árboles jóvenes que componen el bosque que tengo
ante mí palidecen en comparación con sus antepasados.
Por curiosidad, sigo un desvío del camino alrededor del
edificio.  Efectivamente, termina en una cochera y establos.  Los caballos
están en sus establos.  El carro estacionado.  Entonces parece que no se
dirigieron a la ciudad. Casi me acerco a los caballos, pero inmediatamente
lo pienso mejor.  Me recordarán demasiado a Misty y esa herida aún está
demasiado fresca. En lugar de eso, giro sobre mis talones y camino por el
sendero hasta la puerta principal.  Está cerrada y la grava aquí no muestra
señales de que el carro haya salido esta mañana. Por otra parte, no soy una
verdadera rastreadora; si lo hubiera sido, mi familia podría haber comido
mejor, por lo que es difícil estar segura.
Sintiéndome más valiente, camino a lo largo de la pared entre matorrales
y zarzas. Mis resistentes botas de trabajo me dan una base segura. En algún
lugar entre la pared, la mansión y el camino, llego a un claro. Las flechas de
la luz del sol golpean el suelo en rayos que perforan el dosel cada vez más
delgado. El próximo invierno está haciendo que estos árboles se derramen y
hayan sangrado en el suelo en tonos de naranja y rojo. En el centro del claro
hay un tocón 4enorme.  Debe haber sido uno de los árboles viejos, talado
hace mucho tiempo para evitar que invada demasiado la tierra utilizable.
Me siento y apoyo un tobillo en la rodilla opuesta, el laúd en mi
regazo.  Sosteniendo el cuello con una mano, rasgueo ligeramente con la
otra. Está desafinado. Por supuesto que lo está, han pasado semanas desde
la última vez que toque.  Hago mis ajustes y rasgueo de nuevo, repitiendo
hasta que estoy satisfecha.
Presionando hacia abajo con las yemas de los dedos, toco una sola nota y
dejo que se mantenga en el aire. Tarareo, ajustando el tono de mi voz hasta
que coincida con el sonido resonante en el cuerpo del laúd.  Dejo que la
armonía se desvanezca y respiro, antes de que mis dedos comiencen a bailar
sobre las cuerdas.

Arranco y rasgueo5.  La introducción aumenta hasta convertirse en un


oleaje antes de detenerse en un silencio repentino.  Luego, la primera
nota. Canto con la segunda.
— TE CONOCÍ,
Cuando los arboles
Estaban en llamas.
 

— TE VI,
Cuando no eras
Un mentiroso.
 

UN BREVE INTERLUDIO. Me uno con la música. Meciéndose con los árboles


y las brisas que completan mi alegre troupe. Rasgueo mientras llegamos al
coro.
—NUESTRA CANCIÓN,  cabalgó sobre las nieblas de las altas montañas —
Cierro los ojos, sintiendo la música dentro de mí tanto como a mi
alrededor.  El bosque se ha quedado en silencio, como si me escuchara
tocar.  Han pasado años desde que tuve un espacio para tocar  y cantar.  —
Nuestra canción, acechaba en las criptas de los reyes pasados.
MUEVO mis dedos en el cuello, pasando de nuevo al verso, ahora tocando
cada nota en armonía mientras encuentro la melodía una vez más.
—TE VI, Cuando el….
—BUENO, ¿NO ERES UNA SORPRESA?
Solo he escuchado su voz una vez antes y, sin embargo, la reconocería en
cualquier lugar.
 Esa resonancia es más profunda que una cuerda de bajo. Más rica que el
chocolate negro. Me sobresalto y miro por encima del hombro por instinto.
—No mires— me recuerda.
Rápidamente miro hacia adelante de nuevo. 
—No vi nada. Bueno, solo tu hombro otra vez —. Se esconde detrás de
un árbol.
—Me vas a hacer pensar que tienes una especie de obsesión con mis
hombros.
Dejo escapar un suave bufido de risa y sigo el juego. 
—Bueno, por lo que puedo decir, son unos hombros bastante bonitos.
Es su turno de reír. El sonido es tan brillante como la luz del sol y tan
suntuoso como el terciopelo.  Tengo que obligar a mis manos a quedarse
quietas para no intentar armonizarme con él por instinto. Sé lo molesta que
soy con el laúd en mis manos.
—No sabía que sabías tocar el laúd.
—Sospecho que hay mucho sobre el otro que no sabemos—. No parecía
interesado en abrirse la noche anterior para descubrir tales cosas.
— ¿Dónde aprendiste esa canción?
—No estoy segura…— El sabor del metal explota en mi boca, como si
me hubiera comido algo quemado o me mordiera la lengua y ahora tuviera
sangre en el interior de mis mejillas.  Odio mentir.  Siempre que alguien
intenta mentirme, huelo a humo. Siempre que digo una mentira, pruebo el
metal. De cualquier manera, las mentiras son cosas desagradables que trato
de evitar a toda costa.  —Debo haberlo escuchado en alguna parte cuando
era muy joven.  Lo conozco desde hace mucho tiempo —.  Las medias
verdades son más fáciles.
Mi madre fue quien me enseñó esa canción.  Era mi canción de
cuna. Pero a medida que crecía y Joyce entraba en nuestras vidas, mi padre
siempre me decía que mantuviera en secreto las cosas que me enseñó.
—Supongo que ese tipo de canciones antiguas tienen una forma de
persistir en lugares como este.
—Supongo que sí. — Agarro el laúd protectoramente. — ¿Está bien que
la estuviera cantando?
— ¿Por qué no estaría está bien?
Pienso en Helen, mi madre y sus regaños. El estímulo de Laura es débil
en comparación. 
—No soy muy buena cantante, o buena tocando.
—No estoy seguro de quién te dijo eso, pero estaban mintiendo.  Eres
excepcional.
El aire todavía es fresco y claro;  mi nariz no está chamuscada.  No
miente. Realmente piensa que soy buena. 
—Gracias.
— ¿Terminarás la canción? Ha pasado mucho tiempo desde que escuché
esa interpretación — dice en voz baja.  Puedo escuchar en su voz lo
inseguro que está de preguntar.  Qué vacilante.  Tal vez se sienta mal por
cómo me trató anoche.
—Solo si me responde una pregunta primero.
— ¿Sí?
—Anoche… escuché gritos.  Bueno, un grito.  Terminó rápidamente...
¿Está todo bien?
Su vacilación es horrible. 
— ¿Es posible que hayas tenido una pesadilla?
—Sé lo que escuché.
—No grité anoche.
—Nunca dije que fueras tú—. No soporto su evasión. La forma en que
me está hablando en este momento se siente igual que cuando Joyce me
hablaba con indiferencia, me decía que estaba equivocada cuando sabía que
no lo estaba. Buscando alguna excusa para explicar o menospreciar lo que
pensaba o sentía. —Fui a investigar, pero no pude porque la puerta estaba
cerrada.
— ¿Intentaste salir de tu habitación por la noche?— Casi hay un gruñido
al final de la pregunta. La rabia es algo palpable y puedo sentirla irradiando
de él. —Hay reglas explícitas para tu bienestar.
Quiero mirarlo. Quiero mirarlo a los ojos y decirle lo irrazonable que es
encerrarme como un animal por la noche. 
—Tal vez no hubiera intentado irme si no hubiera escuchado los
gritos. Pensé que estaba en peligro.
—Esa es precisamente la razón por la que se te dijo que ignoraras todo lo
que oigas. No corres peligro. El resto no es una preocupación para ti.
—Pero…
Estás a salvo aquí.  Esas palabras deberían ser tranquilizadoras, pero la
forma en que las dice, llenas de ira, dolor y frustración... Casi suena como si
la seguridad que me brinda fuera de mala gana. Como si le doliera cuidar de
mí. Realmente soy más una pupila que esposa. La misma carga que siempre
he sido.
—Si estoy a salvo, entonces no necesitas encerrarme en mi ala.
 

—Claramente lo hago, porque ignoras las instrucciones que son simples.


—No soy su prisionera.
— ¡Pero tú eres mi responsabilidad!— El estallido silencia incluso a los
pájaros. Los escucho volar para evitar esta incómoda confrontación. —Hice
un juramento para protegerte. Eso es lo que estoy haciendo.
Inhalo por la nariz y lo dejo salir como un suspiro. Mis ojos revolotean
cerrados. Si hay algo que Joyce y mis hermanas me han enseñado, es cómo
dejar las cosas y seguir adelante. Reprimir la ira solo empeora las cosas a
largo plazo.  La mayor parte del tiempo trato de escuchar mis propios
consejos.
—Por favor— digo lo más claramente posible. Intento verter cada gota
de dolor invisible en esa palabra singular.  Es lo más parecido a mendigar
como siempre me hubiera gustado hacer. —No puedo sentirme atrapada. Te
juro que, pase lo que pase, no dejaré mis habitaciones por la noche.  Así
que, por favor, no cierre la puerta.
— ¿Cómo sé que mantendrás tu palabra?— Suena escéptico. No puedo
culparlo.  Me dio solo cuatro reglas y admití haber intentado romper una
anoche.
Ojalá pudiera mirarlo.  Ojalá pudiera ver su expresión, que pudiera
mirarlo a los ojos y demostrarle que estoy siendo sincera. ¿Cómo comunico
esas cosas cuando no puedo mirar el rostro de la persona con la que estoy
hablando?
—Tendrás que confiar en mí, supongo.
Se burla suavemente. 
—Confianza... Es algo tan difícil de dar a los de tu clase.
— ¿Una mujer te ha quemado tanto?— Instantáneamente me estremezco
ante mis palabras.  Por lo que sé, ha tenido esposa antes.  Quizás
ella  lo  quemó.  Tal vez su rostro esté tan horriblemente marcado que no
permitirá que nadie lo mire. Me duele la espalda y enderezo mi postura.
—Quizás eso es de lo que estoy tratando de protegerme.
Las palabras se quedaron en mí.  Escucho el leve susurro de mantente
fuera y mantente alejada bailando entre ellos.  Me pregunto quién lo
hirió. Un golpe como el que él ha soportado, como el mío, no tiene por qué
dejar cicatrices físicas; es mucho más profundo que la carne.
—La promesa que hiciste fue que nunca me faltaría nada.  Quiero  que
se abra la puerta— Juego mi última carta y espero, con curiosidad por ver
si funciona.
Deja escapar una risa oscura.  Puedo sentirlo queriendo resistir y sin
embargo…
—  Bien.  Pero tienes que saber que en el momento en que dejes esos
cuartos por la noche, ya no puedo garantizar tu seguridad.
—Trato hecho — Puedo escucharlo moverse para irse. Las hojas crujen
bajo sus pies ligeros.  Me pregunto qué estaría haciendo aquí para
empezar. No podría estar vigilándome. —Espera.
— ¿Ahora qué?
—Nunca escuchaste el resto de la canción—. Ajuste el laúd en mi regazo
y aún evito mirarlo. — ¿Te gustaría?
—Sí—  Esa palabra está envuelta en un sombrío anhelo.  Me pregunto
qué significa esta vieja canción popular para él mientras ajusto mi agarre y
empiezo a tocar una vez más.
Cuando la última nota se ha desvanecido entre los árboles, sé qué hace
mucho que se fue.
 
5

TODAVÍA HAY RUIDOS  en la noche, pero he mejorado en


ignorarlos.  Afortunadamente, en la semana que ha pasado, no ha habido
más gritos. Una noche escuché una música tenue acentuada por campanas
justo cuando estaba al borde del sueño, como si me llegara desde un lugar
lejano. Otra noche escuché fuertes golpes y gruñidos que retumbaron en la
puerta del salón principal.  Una noche diferente, escuché la risa resonando
en una parte lejana de la mansión.
Es curioso lo rápido que puedes acostumbrarte a algo. Ahora, casi no me
despierto con los extraños sonidos. La primera noche después de que Lord
Fenwood y yo hablamos, revisé la puerta de mi habitación.  La manija
giró. Hizo lo que le pedí, así que mantuve mi palabra y no la abrí. Después
de eso, nunca he dormido mejor.
Durante una semana, encuentro una extraña paz en la repetición de mis
días.  Es bueno no recibir órdenes o tener expectativas desde el amanecer
hasta el anochecer.  Puedo caminar a través de la maleza y rasguear en mi
claro sin ninguna preocupación en el mundo.  Una o dos veces, juro que
siento la presencia de Lord Fenwood escuchando de nuevo. Pero si está ahí,
no se da a conocer como audiencia.
Entonces, la paz se desvanece en la monotonía.
Hoy, en el séptimo día desde mi llegada, me despierto y me acuesto en la
cama y no tengo la energía para hacer nada más que mirar al techo. 
¿De qué sirve levantarse de la cama cuando no hay nada que hacer? Al
menos en casa tenía un objetivo. Todos los días había algo que hacer, algún
mantenimiento necesario con el que ocuparía mis manos y me haría sentir
realizada al final del día.  Por lo menos, tendría a Misty a quien atender y
montar.
Cuando me casé, esperaba encontrar un nuevo propósito. Tenía miedo de
si me  gustaría ese propósito o no.  Pero construir un hogar y una familia
sería algo en lo que trabajar y hacia lo cual trabajar.  No tener nada que
hacer se está volviendo completamente abrumador.
—No saliste al bosque hoy— me dice Oren en la cena mientras sirve mi
vaso.  Me sorprende que haya notado mis hábitos.  Solo interactuamos al
principio y al final del día y nunca lo he visto en el medio.
—No...— Empujo algunas patatas alrededor de mi plato con un
tenedor. —No tenía ganas.
— ¿Todo está bien?
—Sí, no estoy segura, honestamente.
— ¿Estás incómoda?— Parece sorprendido de que tuviera alguna razón
para estar molesta o angustiada.  No puedo culparlo.  Estoy rodeada de un
cómodo paraíso, donde todo lo que tengo que hacer es decir la palabra y mi
deseo se cumplirá.
—No, en absoluto. — Me río amargamente. —Quizás eso sea parte del
problema.  Tal vez estoy tan acostumbrada a sentirme incómoda que no
tengo ni idea de qué hacer conmigo misma ahora que la incomodidad se ha
ido.
— ¿Hay algo que pueda ofrecerte?
—No es nada que tenga que conseguir… sino algo para que haga ¿Le
importaría preguntar si Lord Fenwood estaría dispuesto a tomar una copa
esta noche?
Sus finas cejas grises se fruncen mientras me mira con sus ojos
brillantes. 
—Puedo preguntarle.
Me pregunto qué significó esa expresión ilegible para el resto de la
cena.  Oren no regresa.  Llevo mi plato a la cocina, lo lavo como lo hago
después de la mayoría de las comidas y lo devuelvo a su lugar. De regreso a
mi habitación, noto que la puerta de mi estudio está abierta. Las dos sillas
están esperando, vasos sudorosos llenos de una bebida fría colocados en las
mesas a sus lados.
Estoy ansiosa por tomar asiento.  Me acomodo, moviéndome hasta que
me siento cómoda.  Luego, agarro los reposabrazos y me recuesto en mi
silla, presionando mi cráneo contra el cuero. Incluso si el señor me asusta,
no miraré.  Quiero que esta reunión se desarrolle sin problemas.  No me di
cuenta de lo mucho que necesitaba establecer una conexión genuina en mi
nuevo hogar hasta que estuve aquí en este mismo momento. Puede que no
quiera el amor de ese hombre... pero la amistad, un objetivo compartido o
comprensión, creo que podría quererlo. Incluso en los peores momentos en
la mansión tuve a Laura.
Oh, dulce Laura. Me pregunto a diario cómo le va.
— ¿Pediste verme?— Esa voz que me encrespa los dedos de los pies me
saca de mis pensamientos. Me pregunto si él sabe que, por más espantoso
que pueda imaginarse que es, con una voz así podría elegir entre cualquier
hombre o mujer.
—Lo hice.  Pensé que podríamos compartir una copa —.  Levanto mi
vaso, levantándolo hacia un lado para que él pueda ver. Escucho el susurro
de sus pasos acercándose.  Sin previo aviso, su vaso choca suavemente
contra el mío.  Está cerca;  si volviera la cabeza, podía  verlo.  Pero no lo
hago. Una vez más, el fuego arde tan bajo que todo lo que puedo ver de él
en la ventana es una sombra alta. — ¿Por qué estamos brindando?
— ¿Qué tal el hecho de que me las he arreglado para mantenerte con
vida tanto tiempo?— Se ríe oscuramente.
Yo también me río. 
—No soy tan imprudente.
—Pero se sabe que yo sí— La silla detrás de mí se mueve cuando él se
sienta en ella.
— ¿Oh?
—En mis años de juventud, especialmente—. El hielo tintinea en su vaso
mientras toma un sorbo.  —He sido la causa de muchos de los dolores de
cabeza de Oren durante el tiempo que me cuidó.
— ¿Oren ha estado contigo mucho tiempo?
—Sí, me ha cuidado desde que era un bebé.
— ¿Conocías a tus padres?—  Pregunto en voz baja, plenamente
consciente de lo difícil que puede ser este tema.
—Lo hice.
— ¿Hace cuánto tiempo murieron?—  Miro fijamente el líquido color
limón de mi vaso.
— ¿Qué te hace pensar que están muertos?
—Puedo escucharlo en tu voz.  Hay un cierto tono que la gente tiene
cuando pierde a un ser querido. Esa pérdida deja un vacío que le da a todo
un sonido hueco cada vez que se mencionan —. Tomo un sorbo, tratando de
borrar ese sonido de mi propia voz  —  Oh, esto es realmente bueno.  Y
dulce, como la miel.
—Es hidromiel. No es la mejor botella que tengo, pero ciertamente no es
la peor.
Sonrío levemente al pensar en él eligiendo una botella solo para esta
reunión de algún almacén polvoriento.
— ¿A quién perdiste?— Pregunta. Mi sonrisa se desvanece.
—Ambos— digo.  —Mi madre murió cuando yo era muy pequeña.  Mi
padre dijo que no estaba hecha para este mundo, que era demasiado buena
para él. Pero que tuvo suerte de que ella al menos me dejara con él.
— ¿Y tu padre?
—Él dirige, dirigió, la empresa comercial, como ya sabes...— Me
callo.  Su muerte es más fresca.  Traté de guardarlo en la misma caja que
ocupa la pérdida de mi madre, pero no es lo mismo. Tuve una vida con mi
padre.  Madre es solo recuerdos desvaídos y emociones impresas en mi
alma. Lord Fenwood es paciente y me permite sumergirme en mis
pensamientos durante varios minutos. —Joyce, su esposa, le exigió que
comenzara a adoptar un enfoque más práctico en el negocio mediante más
barcos comerciales. Se había ido tan a menudo que hubo semanas que tuve
que luchar para recordar los detalles de su rostro. Entonces... el barco en el
que estaba se hundió. Nadie encontró los cuerpos, así que hubo esperanza,
por un tiempo. Pero ha pasado tanto tiempo...
—Lo siento profundamente—. Lo dice en serio. En ninguna de nuestras
discusiones he olido alguna vez una mentira en su aliento.  Me sorprende
que todo lo que me han dicho en esta casa ha sido tan cierto como la lluvia.
—He sobrevivido.
—Como todos lo hacemos.
Aunque estamos sentados espalda con espalda, me imagino cómo debe
verse detrás de mí. ¿Está reclinado en su silla mientras yo me recuesto en la
mía? 
Si nos mirara de lado, ¿parecería que estamos tratando de apoyarnos el
uno en el otro, desesperados por apoyo? ¿Aislados en un mundo en el que
hemos sido separados de quienes más deberían amarnos?
—Oren me dice que estás angustiada.  ¿Es el aniversario de uno de sus
fallecimientos?
Niego con la cabeza. Al darme cuenta de que no puede verme, le digo:
—No, mamá murió a principios del otoño y papá en el verano.
Decirlo en voz alta me hace darme cuenta de lo cerca que está el primer
aniversario de su muerte y de cuánto cambió mi vida en un año.  Debería
estar más triste, creo.  Pero he sentido algunas emociones con tanta fuerza
que creo que se quemaron, sin dejar nada más que los bordes carbonizados
de mi corazón.
—Y 'angustiada' puede ser una palabra demasiado extrema— me obligo
a continuar. —Supongo que quiero hacer algo, algún tipo de propósito aquí.
—No necesitas  hacer nada, simplemente relájate en el lujo que puedo
brindarte.
—Eso es todo, no estoy hecha para descansar ni para el lujo.
— Eres la hija mayor de un comerciante—. Él se ríe—Oren me habló de
tu propiedad. Sé el lujo al que estás acostumbrada.
—Todavía no sabes nada sobre mí— le recuerdo innecesariamente con
un poco de ventaja. —Y si Oren pensaba que nuestra propiedad era lujosa,
entonces debería hacer que le revisaran los ojos—. Su silencio me impulsa a
continuar.  —La propiedad se mantuvo unida con clavos, yeso y
oración.  Debería saberlo, yo era la responsable de mantenerla en posición
vertical.
— ¿Tú?
—Sé que no lo parezco, pero en realidad soy bastante hábil, si lo digo yo
misma;  Puedo hacer una gran variedad de tareas de mantenimiento y
conservación. Ninguna de ellas excepcionalmente bien, me veo obligada a
admitir.  Pero bastante bien.  No puedo cocinarles un banquete, pero puedo
asegurarme de que la comida sea agradable para que no pasen hambre. No
puedo construirle una casa ni explicarle los puntos más sutiles de la
arquitectura, pero puedo decir cuándo se derrumbará un techo y dónde debe
apuntalarlo para que dure otro invierno hasta que haya suficiente dinero
para contratar a un comerciante adecuado...—  Paso mi copa de mano en
mano, pensando en todas las cosas que aprendí por necesidad. Una parte de
mí está afligida por la repentina necesidad de explicar la crueldad de Joyce
como una especie de lección equivocada. Niego con la cabeza y tomo otro
sorbo de hidromiel.  Su intención no importa cuando su ejecución fue tan
miserable. Estoy tratando de darle beneficios que no se merece.
— ¿Entonces estás diciendo que prefieres ser mi sirvienta que mi
esposa?
—No— digo, tan rápido y brusco que lo escucho moverse incómodo en
su silla.  Ni siquiera me disculpo por mi tono.  —Nunca volveré  a  ser
sirvienta de nadie.
Lo escucho inhalar suavemente. 
—Disculpa por mi redacción. Nunca te haría una.
Otra verdad. Dejo escapar un suspiro de alivio. 
—Pero me gustaría un propósito, de algún tipo.  Me gustaría sentirme
útil, al menos. Me gusta cuando tengo las manos ocupadas.
—Hablaré con Oren y veré si hay alguna tarea para la que él cree que
estarías bien preparada.
—Gracias. —  Miro hacia el techo, deseando que hubiera un espejo,
deseando poder verlo más claramente. — ¿Qué haces para ocupar las horas
de tu día?
Se ríe de nuevo y lo escucho tomar un sorbo. 
— ¿Yo? Estoy tratando de convertirme en rey.
Me río con él. Pero lo curioso es que no hay ni una pizca de humo en el
aire. Dice la verdad.
Pero no ha habido un rey de estas tierras en años.  ¿De qué espera
convertirse en rey? Nunca encuentro el valor para preguntar durante el resto
de nuestra agradable conversación.

A LA MAÑANA SIGUIENTE, Oren espera después del desayuno. Casi dejo caer


mis platos en el piso de la cocina con sorpresa al verlo.
—Casi hace que mi corazón se detenga—.  Respiro profundamente,
tratando de calmar mis nervios repentinamente acelerados.
Oren continúa quitando la ceniza de la chimenea, con diminutas brasas
aun ardiendo en la parte de atrás, listo para ayudar a reavivar el fuego. 
—Tengo más asuntos aquí que usted.
—Sin embargo, nunca estas aquí.
— ¿Cómo cree que se elabora su comida?— Me mira mientras cruzo la
habitación hacia el fregadero. Espero que me diga que no limpie los platos,
pero no lo hace.  Tal vez sea porque lo he estado haciendo durante una
semana y él sabe que no tiene sentido detenerme. O tal vez sea por algo que
Lord Fenwood le dijo anoche.
—No lo sé—lo admito.  —Supuse que podría haber un cocinero—Me
encojo de hombros y abro el agua, concentrándome en los platos sobre él. 
Me muero por saber si hay más personas en esta casa o no.  Pero no
quiero entrometerme demasiado obviamente. Ya sé que eso no saldrá bien.
—No lo hay.
—Entonces es excepcional con los condimentos—.  Le muestro una
sonrisa.
Oren se ríe mientras termina de tirar la ceniza en un cubo de metal. 
—Estás tratando de ponerte de mi lado.
—Estoy diciendo la verdad. —  Cruzo la habitación para liberar el
fregadero para que pueda lavarse las manos; está cubierto de hollín hasta
los codos. —  Además, no pensé que estar de tu lado sea malo. ¿Necesito
ponerme de su lado?
—Supongo que tenerte aquí no ha sido tan malo como esperaba.
—Una aprobación rotunda— digo secamente.
Ignora el comentario, cierra el grifo y tarda demasiado en secarse las
manos. Me pregunto qué estará pensando. 
—El amo ciertamente se ha sentido intrigado por ti.
Una sensación de hormigueo se apodera de mi cuerpo, como el rubor
tibio de un baño un poco demasiado caliente. ¿Por qué me emociona la idea
de que Lord Fenwood esté  intrigado  por mí?  Intento alejar la sensación
antes de que llegue a mis mejillas.
— ¿Qué te hace pensar que está 'intrigado' por mí?— La curiosidad se
apodera de mí. No puedo evitar preguntar. Tengo que saberlo.
—Ha estado preguntando más y más por ti, y no lo había visto pasar
tanto tiempo con una nueva persona en años.
Apenas ha pasado tiempo conmigo. 
Si esta es su definición de pasar mucho tiempo con alguien, entonces es
un milagro que no se haya vuelto loco como un recluso aquí. 
—Bueno, puede decirle que yo también disfruto pasar tiempo con él. Me
siento mucho menos sola cuando comparte una copa conmigo.
—Le haré saber. — Oren se dirige a la puerta lateral de la cocina con el
cubo de cenizas en la mano. — Ahora, venga. A pesar de mis protestas, el
señor me ha informado que hoy tiene trabajo que hacer.
— ¿De verdad?—  No puedo ocultar mi emoción mientras corro tras
él. Sin embargo, me detengo en seco en el umbral de la puerta trasera. —
¿Pensé que no se me permitía entrar en la parte trasera de la casa?
—  Esta  área está bien—.  Oren señala el antiguo muro de piedra que
recubre el perímetro de la propiedad donde se extiende más allá del ala
derecha de la casa y vuelve al bosque.  En la tenue luz del bosque puedo
distinguir el punto donde se desmorona. —No puedes cruzar donde termina
ese muro bajo ninguna circunstancia.  Nuestra protección se extiende solo
dentro de sus límites. Lo que significa que el jardín es seguro.
El jardín está encajonado entre la pared a nuestra derecha, el ala derecha
de la mansión detrás de nosotros y el comedor acristalado en el lado
izquierdo.  Me sorprende no haber notado que esto estaba aquí antes, pero
tal vez fue porque llamarlo jardín es una forma un tanto generosa de
describir esta área.  Las camas cubiertas de maleza se derraman sobre
senderos agrietados cubiertos por una gruesa manta de agujas de pino. Hay
un cobertizo de madera en la esquina donde la pared se encuentra con la
casa que se mantiene unida con nada más que un milagro. Oren se dirige a
lo que supongo que es el contenedor de abono al lado y tira la ceniza.
— ¿Usted... cultiva cosas aquí?— Pregunto.
—Hay patatas aquí— dice, ahora caminando por el sendero y señalando
a medida que avanza.  Efectivamente, reconozco las hojas puntiagudas y
planas de una planta de papa. —Las zanahorias están aquí, mezcladas con
el perejil.  Rosemary está atrás.  El arbusto de albahaca se apoderó de los
tomates el invierno pasado y luego... murió — Parece un poco culpable por
eso. —Entonces, ¿cómo te va con la jardinería?
—Bien, supongo. —  Es un poco exagerado.  Joyce golpeó mis nudillos
con un interruptor más de una vez por los bajos rendimientos.  No son las
peores cicatrices que me dio. Pensarías que su duro castigo me habría hecho
excepcional. Me hizo simplemente pasable porque no me llenaba más que
de resentimiento por la tarea. —Pero ciertamente puedo limpiar este lugar,
apuntalar el cobertizo, redefinir las camas. Y si me da instrucciones sobre
las plantas, no las estropearé.
Parece escéptico.  Estoy emocionada por este proyecto y no quiero que
me lo quiten porque tengo habilidades mediocres en lo que respecta a la
jardinería. Así que agrego:
—Le prometo que no le defraudaré, Oren.
— ¿Por qué no empieza a limpiar hoy?—  él sugiere.  —Entonces
veremos si cuidas las plantas.
—Suena genial— digo rápidamente.
Oren me deja con eso. Es una tarea un poco abrumadora, dado el estado
del jardín.  Pero eso solo significa que me llevará varios días
completarlo.  Mi mente ya está comenzando una lista de prioridades y
completando todas las oportunidades que tiene este jardín.  Tal vez,  si hay
suficientes suministros después de que repare todo, haga un banco.  Este
podría ser un lugar encantador para sentarse a fines de la primavera o el
verano, cuando los polinizadores se ocupan felizmente de sus asuntos.
Me atrevo a abrir la puerta del cobertizo, y casi todo se derrumba cuando
lo hago.  Pero adentro hay un rastrillo y eso es todo lo que necesito por
ahora.  Empiezo por los senderos, amontonando las agujas en el borde
trasero del jardín. Hay una línea clara donde terminan los caminos de piedra
y comienza el suelo del bosque.  Empujo las agujas de pino al suelo del
bosque, pero no voy más lejos.
Es tarde en la mañana cuando tomo mi primer descanso.  Me apoyo
contra la pared y me limpio el sudor de la frente.  Mis músculos están
doloridos. Ha sido solo una semana de holgazanería y ya he perdido algo de
fuerza. La rigidez de mis huesos me hace sentir aún mejor para mantenerme
ocupada.  El trabajo me mantiene en movimiento, lo que me mantiene
fuerte.
El sonido de un sollozo llama mi atención, seguido inmediatamente por
un suave llanto.  Miro a mí alrededor en busca de la fuente y mis ojos se
dirigen al bosque.  Allí, en la distancia, veo a una joven con las manos
apretadas en pequeños puños, secándose las mejillas húmedas mientras
llora.
— ¿Qué… qué estás haciendo ahí fuera?— La llamo. Ella sigue llorando
como si no pudiera oírme. —Niña, ¿estás pérdida?
Todavía no hay respuesta.
Miro a mi alrededor, tratando de ver si puedo ver a alguien más a su
alrededor.  No hay nadie.  Lleva una cartera colgada al cuerpo.  ¿Quién
llevaría a una niña al bosque oscuro? Sé que hay hombres y mujeres que se
atreven a buscar comida dentro de él, pero nunca había oído que alguien
fuera tan tonto como para tener un  hijo o hija.  Me aparto de la pared y
camino hasta el borde de los senderos de piedra, poniendo mis manos
alrededor de mi boca.
—Niña, mira, ven aquí.
Ella se quedó quieta, las manos cayendo de su rostro para poder
mirarme.  Se froto la parte de atrás de la nariz con los nudillos.  Y luego
corre detrás de un árbol.
— ¡No, espera!  ¡No corras! —  Salgo del camino y me meto en las
lujosas pilas de agujas de pino que acabo de terminar de rastrillar.  —No
tienes que tener miedo;  Estoy tratando de ayudarte.  ¿Viniste aquí con tus
padres?
La veo asomar su carita alrededor del árbol.  Su cabello es de un tono
dolorosamente similar al de Laura.
—Está bien— arrulló suavemente. —No voy a herirte. — Paso mi mano
a lo largo de la pared, camino hasta el mismo borde de donde se desmorona
hasta la nada, y me detengo. —Ven aquí.
Ella se retira detrás del árbol.
—Por favor, aquí no es seguro para una pequeña como tú. Hay chocolate
en la cocina, puedo conseguirte un trozo si lo deseas —. No tengo idea de si
hay chocolate, solo sé que el soborno siempre funcionó con Laura cuando
tenía esta edad.
La niña reaparece.  Ahora puedo ver que está absolutamente
sucia. Esperaba que el barro y la suciedad cubrieran su ropa. No esperaba la
sangre.
— ¿Estás herida?— Susurro.
Ella niega con la cabeza y comienza a sollozar una vez más.  En mi
mente se está formando una imagen de lo que podría haber sucedido
aquí.  Alguien debe haberla llevado al bosque, ya sea bien intencionado o
nefasto, y luego les sobrevino una horrible desgracia de que esta chica de
alguna manera logró escapar.  Eso también significa que en algún lugar el
hombre, la bestia, o incluso el fae que hizo esto, podrían estar todavía
cazándola. 
Podría estar escondido detrás de cualquiera de estos árboles.
—Necesito que me escuches ahora.  Sé buena chica, ¿Si?  — Ella sigue
llorando. Escaneo el bosque en busca de peligro y luego miro hacia ella. —
Estarás a salvo en el pequeño castillo detrás de mí.  Por favor, ven
conmigo. El señor de esta mansión es muy amable y generoso. No te hará
daño.
La niña solloza más fuerte.  Creo que veo movimiento en el bosque
detrás de ella. Me arrastro hacia adelante.
— ¿Me puedes decir tu nombre?—  Pregunto.  Ella niega con la
cabeza. —Mi nombre es Katria. Los bosques son un lugar aterrador, ¿no es
así? —  Más movimiento en mi periferia. Mi corazón se acelera. Extiendo
una palma sudorosa. —Vamos, toma mi mano—. No sé si la protección de
Lord Fenwood, sea la que sea, también se extenderá a ella. Pero si toma mi
mano, con un tirón estaremos de regreso detrás del borde derrumbado de la
pared. Si corro tan rápido como puedo, estaremos en el jardín en un suspiro.
Deja de llorar y levanta sus pequeños dedos. Mi mano se cierra alrededor
de la de ella. Sus ojos destellan de un amarillo brillante, como la luz de una
antorcha que golpea los ojos de un lobo por la noche.
La niña sonríe ampliamente y su boca está llena de demasiados dientes,
afilados como una daga. Ella se tuerce con una fuerza que no debería poseer
y me empuja más allá de la pared. Caigo de cabeza y dejo escapar un grito
de sorpresa.  De rodillas, hundo las manos en la maleza húmeda de hojas
podridas y tierra húmeda, y giro la cabeza hacia atrás en su dirección.
La niña ya no existe. En su lugar hay una mujer retorcida. Ella tiene ojos
de color amarillo brillante con ranuras en vez de pupilas.  Alas de gasa se
despliegan detrás de ella, arrastrándose por el suelo mientras acecha hacia
mí con garras huesudas. 
Alrededor de sus hombros hay un manto de sombras que se arremolina.
Abro y cierro la boca, tratando de formar palabras, pero no hay
ninguna.  Parpadeo varias veces, como si ella se fuera a ir, como si me
despertara de esta pesadilla, pero ella se acerca cada vez más.
—Por favor, no me lastimes— chillo, empujándome del suelo,
caminando como un cangrejo hacia atrás. Debería levantarme y correr, pero
el miedo me ha puesto en ridículo. Sus ojos inyectados en sangre buscan mi
muerte.
—Tal vez no te lastime—.  Su voz es confusa y gastada, es como si
alguien le hubiera arrancado la laringe y la hubiera empujado en la
dirección equivocada.  Además, la lengua común no parece ser su primera
lengua. —Si prometes hacer una cosa por mí.
— ¿Qué? Te daré todo lo que quieras.
—Abre una ventana de esa habitación— Señala con una garra huesuda
hacia el comedor. —Déjala abierta esta noche.
¿Entonces ella podrá asesinarme en mi cama más tarde?
 —Yo... por supuesto —digo rápidamente. —Todo lo que quieras. — El
sabor metálico de la mentira llena mi boca.  No hay forma de que deje la
ventana abierta para esta criatura.
— Hmmm, los de tu clase pueden mentir—  Es como si pudiera oler el
metal en mi aliento y reconsidera su oferta.  —Tal vez te haga gritar lo
suficientemente fuerte como para que no tenga más remedio que salir él
mismo.
Dejo escapar un chillido mientras vuelvo a chocar contra un
árbol. Levántate, grita mi mente.  Pero estoy encerrada en mi lugar. Tengo
que correr. Tengo que pelear No puedo morir así.
Se agacha ante mí y clava una de las puntas de sus garras en mi pecho. 
—Ha comenzado a divertirse con los humanos, ¿verdad? Veamos cuánto
tiempo se divertirá si no tienes un brazo.
La mujer agarra mi muñeca izquierda, tirando de mi brazo.  Su mano
derecha se levanta hacia atrás y hacia arriba.  Esas garras afiladas y
malvadas se van a hundir en mi carne. Cierro los ojos y me doy la vuelta
cuando veo su mano moverse por el aire.
Un rugido sacude la tierra. El sonido es en parte hombre, en parte bestia
y toda rabia primordial.  El aire pasa a mi lado y mi brazo se tira
dolorosamente hasta que estalla.  Dejé escapar un grito cuando caí al
suelo. Mi cabeza golpea una roca.
Parpadeo, aturdida. Mi visión es borrosa y todo lo que puedo ver son los
bosques.  Pero detrás de mí se produce una lucha.  Intento levantarme del
suelo, pero mi brazo se niega a trabajar. El mundo se inclina y devuelvo el
contenido de mi estómago. Sigo parpadeando, tratando de volver a enfocar
las cosas. Los pinchazos de la luz del sol que se asoman a través del denso
dosel son demasiado brillantes. Los ruidos demasiado fuertes. Temo volver
a enfermarme.
Estas sensaciones son familiares. La última vez que los sentí fue cuando
me caí del techo con Helen.  Entonces, mi mundo se volvió confuso, y
cuando llegué a...
—Tómala. — Ese es Oren. —Vuelve a la mansión, la detendré.
—Gracias. — Reconozco la voz de Lord Fenwood, incluso en mi estado,
incluso sin haber visto nunca al hombre.  Pero sé que es el.  Al igual que
puedo sentir su presencia detrás de mí, cálida y robusta, innegable. —Cierra
los ojos— susurra, sorprendentemente tierno y en marcado contraste con los
gruñidos que aún ocurren detrás de nosotros.
No quiero cerrar los ojos.  Si lo hago, ¿cuándo me despertaré?  ¿Y qué
pasará entonces? 
Pero aún menos quiero quedarme aquí fuera, así que cierro los ojos con
un gemido.
Dos manos grandes se deslizan debajo de mí, una alrededor de mis
hombros y otra debajo de mis rodillas. Soy ingrávida mientras el Lord me
levanta en el aire y me aprieta contra su pecho de manera protectora. Tenía
razón, es alto. Pero mucho más musculoso de lo que esperaba. Puedo sentir
esa fuerza ondulante debajo de la delgada camisa que lleva. Fuerza que está
usando para protegerme.
—Estás a salvo ahora—.  Sin embargo, incluso mientras dice esas
palabras, la bestia lanza un grito. Nada se siente seguro.
—Por favor, no me hagas daño—. Mi voz tiembla.
—Nunca te haré daño—. Verdad.
— ¿Qué está pasando?— Presiono mi cara contra su pecho para no abrir
los ojos por tentación. No creo que quiera ver qué está pasando. La imagen
de esa mujer ya está grabada en la parte posterior de mis párpados,
amenazando con perseguirme para siempre.
—Estás a salvo ahora— repite.  —Te tengo en mis brazos, así que no
tienes nada que temer.
No es una respuesta. 
Pero mi nariz no huele a humo, así que tampoco es mentira. Exhalo con
un gemido y pongo mi fe en él mientras me lleva de regreso a la seguridad
de la mansión.
 
6

PATEA la puerta de la cocina, donde los aromas familiares se mezclan con su


propia colonia de musgo y salvia.  Segura, repito la palabra en mi
cabeza, estos olores significan que estoy a salvo. Intento grabar el hecho en
mi alma. Mi corazón está empezando a ralentizarse, aunque el suyo todavía
se acelera contra mi mejilla.  Agarro su camisa ligeramente, aunque no
puedo decir si estoy tratando de tranquilizarme a mí misma o a él.
De vuelta en mi habitación, me acuesta en la cama. Mantengo los ojos
cerrados. No faltaré el respeto a sus deseos, especialmente después de que
me salvó.
—Necesito ir a ver si Oren está bien. Pero primero... ¿Cómo estás? —  él
susurra.
Casi puedo sentir sus manos sobre mí, como si quisiera tocarme.  La
sensación fantasma de sus dedos en mis mejillas recorre mi mente. Intento
mantenerme concentrada, pero todo lo que ha sucedido ha dispersado mis
pensamientos por el viento.
—Me duele un poco el hombro. Mi cabeza se está partiendo —Mientras
digo eso, siento que dos dedos recorren suavemente mi sien.  Él cede, su
toque es tan pequeño y gentil que envía una sacudida a través de mí.  —
Estaré bien. No dejes a Oren solo con esa cosa.
—'Cosa', en efecto —repite con un gruñido y se aleja.  Lo escucho
moverse por la habitación.
Casi lo llamo.  No quiero estar sola.  Pero guardo mi silencio.  Oren lo
necesita más que yo. Y en base a lo que dijo la criatura... debe haber algún
tipo de sala o protección alrededor de esta casa. Solo necesitan mantener a
raya a la bestia el tiempo suficiente para que ambos puedan volver detrás de
la pared. Debe estar a salvo aquí.
Debe estar...
Es el crepúsculo cuando abro los ojos a continuación.  Mi hombro está
rígido y grita mientras trato de moverlo. Pero puedo mover todos mis dedos
y doblar el codo.  Creo que es un esguince terrible.  Mi cabeza se está
partiendo pero mi visión ya no es borrosa.  Me incorporo,  frotando
ligeramente donde mi sien se golpeó con la roca.  Mis dedos salen
ensangrentados. También he sangrado en la funda de la almofae.
Maldigo en voz baja.  Afortunadamente para mí, una ventaja de la
feminidad es que ya estoy bien versada en sacar sangre de la ropa de
cama.  Saco la funda de la almohada, saco las piernas de la cama y me
pongo de pie lentamente.  El mundo se inclina un poco, pero nada
demasiado alarmante. Estoy lo suficientemente estable como para llegar al
baño.  Me veo hecha un desastre, pero lavarme la cara es una mejora
significativa para que vuelva a ser humana.
Con la funda de la almohada limpia, salgo al pasillo sintiéndome
renovada. Noto que se ha fijado una nota en la puerta que conduce a la torre
principal y central.  Cruzo y leo el elegante guión que solo puedo suponer
que fue hecho por la mano fuerte de Lord Fenwood.
K~
Esta noche solo habrá una excepción a las reglas.
Al despertar, si es antes del amanecer, puedes salir y acceder al comedor
y la cocina. Toma lo que necesites para cuidarte en cuerpo y espíritu.
 
MI ESTÓMAGO TODAVÍA ESTÁ DEMASIADO REVUELTO por los acontecimientos del
día como para inclinarme particularmente hacia la comida.  Pero mi
curiosidad es demasiado intensa para rechazar esta oportunidad de
deambular por la noche. Abro la puerta.
El salón principal parece… normal.
No sé lo que esperaba.  Se ha hecho tanto alboroto por no salir por la
noche que tal vez pensé que todo el castillo había cambiado de alguna
manera.  Que más allá de la puerta había un portal a otra tierra.  Me río
suavemente de mí misma.
El tintineo de la vajilla en el comedor me detiene. Mi corazón se acelera
como si estuviera de regreso en el bosque.  Respiro hondo.  Estoy a salvo
aquí, me repito.  He vivido aquí desde hace más de una semana.  Durante
más de una semana, ese monstruo había estado en el bosque.  Solo me
atacaba cuando me aventuraba demasiado lejos. Dentro de estos muros, no
tengo nada que temer.
El resplandor dorado de la luz de las velas marca el marco de la entrada
del comedor en el piso oscuro. Me detengo al lado de la puerta, sin mirar
hacia adentro. Hay dos posibilidades sobre quién está comiendo tarde, y
prefiero prevenir que lamentar.
— ¿Lord Fenwood?—  digo.  Es mi turno de tener la espalda contra la
pared, el hombro apenas expuesto. — ¿Es usted?
Hay un largo período de silencio. 
—Un momento y terminaré.
—No se apresure en mi cuenta; Voy a volver.
—No no, quédate. —  ¿Es ese anhelo que escucho en las insondables
profundidades de su voz? No me muevo.
— ¿Qué está comiendo?— Pregunto, antes de que el silencio se vuelva
incómodo.
Él se ríe. 
—Nada particularmente apropiado para un señor. Un trozo de queso del
que corté el moho y un trozo de pan que no podía dejar que se pusiera
rancio —. Odia desperdiciar comida. Esa similitud entre nosotros, por leve
que sea, suaviza mi postura. —Pero al menos la hidromiel es buena.
— ¿Oren no te preparó la cena?—  El terror me llena de lo que esto
podría significar.
—Ha tenido bastante de día, así que le di la noche libre.
— ¿Él está bien?
—Lo está.
—Gracias a dios. — Dejo un suspiro de alivio.
—Aunque muy bien podría no haber sido—.  La voz de Lord Fenwood
cambia al reino de la decepción.
Tomo un hilo de mi blusa, tirando de él. Es entonces cuando noto que la
cuerda sale de un hueco en la costura de mi hombro. Ese monstruo casi me
arranco la manga.
Se me ocurre una idea.  Tiro y quito la manga el resto del
camino. Continúo rasgando la costura hasta el puño. Me quedo con un trozo
de tela largo y rectangular que ato firmemente sobre mis ojos cerrados.
Con las yemas de los dedos descansando ligeramente sobre el marco de
la puerta, entro en el comedor.  Al menos, creo que sí, es imposible estar
segura. El pesado algodón de mi blusa sobre mis ojos casi borra toda la luz.
— ¿Qué estás...? Su silla raspa el suelo.
—No puedo ver nada, lo juro—  Levanto ambas manos, tratando de
calmarlo.  —Pensé que sería más fácil hablar de esta manera, en lugar de
alrededor de una puerta—.  No dice nada, lo que me pone los nervios de
punta.  Sé que debo lucir un desastre con mi ropa aún sucia, y sin una
manga. —Ojalá pudiera mirarlo a los ojos para que pudiera ver lo sincera
que soy cuando digo que lo siento.  Pero como no puedo hacer eso, pensé
que esta podría ser la mejor opción.
A menos que haya descubierto una manera de salir de la habitación y
pasarme completamente sin ser detectada, solo puedo asumir que todavía
está allí, completamente en silencio.  Me pregunto qué expresión
tiene.  ¿Está molesto?  O tal vez está divertido, o incluso  impresionado
de que haya pensado en una venda en los ojos como una solución... Una
fantasía inofensiva de él estando encantado  conmigo se escapa con mis
pensamientos por un segundo.  Pero el recuerdo de Oren luchando solo
contra ese monstruo en el bosque para que el Lord pudiera salvarme me
vuelve sobria.
—Mi Señor, nunca quise decir... no tenía la intención de ir más allá del
borde de la pared—.  Miro en lo que espero sea su dirección.  Por alguna
razón lo imagino sentado en la misma silla que yo, en la cabecera de esa
larga mesa. Reducido por esta habitación vacía.
—Me juraste que no lo harías. Debería haber sabido que no debía confiar
en ti—.  La frustración se filtra en su voz, sangrando por una herida que
nunca tuve la intención de hacer.
—Por favor, escúcheme.  Nunca quise traicionar su confianza —digo
rápidamente. —Vi a una niña llorando entre los árboles. Tenía miedo de que
alguien la hubiera traído al bosque y algo malo le sucediera a esa
persona.  Tenía sangre en ella.  Se veía... La niña se parecía a una de mis
hermanas cuando no tenía más de siete años. Estaba tratando de ayudarla y
antes de darme cuenta, ella se había convertido en esa cosa.
—Un fae.
Esas dos palabras me sacuden hasta la médula.  Me doy cuenta de que
nunca creí realmente en los faes hasta ahora. Hablé de ellos. Les advertí a
mis hermanas sobre ellos. Creo que incluso traté de buscarlas durante esos
paseos matutinos oscuros. Pero en el fondo de mi corazón, nunca creí en los
viejos cuentos populares, que los bosques estaban llenos de ellos: la gente
errante de una guerra lejana entre humanos y criaturas mágicas.
—Son reales— susurro, y me tambaleo hacia adelante.  Extiendo mis
manos, buscando la silla en el extremo opuesto de la mesa.  Escucho sus
pasos mientras corre hacia mí. Mis manos no tocan la madera del respaldo
de una silla.  Se cierran alrededor de sus dedos suaves y cálidos.  El Lord
está ante mí en un instante, robándome el aliento con su presencia y
evitando que me choque con algo torpemente. 
— ¿Son reales?
— ¿Dudas de tus propios ojos?
Niego con la cabeza.  Mis rodillas se sienten débiles.  Debe sentirlo
porque lo escucho sacar una silla y me acomoda en ella. Lord Fenwood se
sienta a mi lado.
—Sí, esa cosa que viste hoy en el bosque era un fae—.  Toma mis dos
manos.  No hay ni una pizca de humo en mis fosas nasales.  Dice la
verdad.  O al menos cree que es la verdad.  Pero después de lo que vi y
escuché… No hay otra explicación.
—Son tan monstruosos como dicen las historias.
—Los Fae lo son—asiente. —Por eso te dije que nunca te metieras en el
bosque detrás de la mansión.
Niego con la cabeza mientras un escalofrío recorre mi cuerpo. 
— ¿Los faes pueden cambiar de forma?
—No exactamente.  Todas los faes nacen con habilidades innatas.  La
mayoría tienen alas o garras que pueden invocar cuando se les ordena, junto
con otros rasgos heredados de las bestias de los bosques. Pero una habilidad
que todas los faes comparten es el regalo del glamour: los faes pueden
aparecer como lo que quieran. Eso sí, es solo una ilusión, un truco de magia
de los sentidos, y muy difícil de continuar una vez que se tocan.
Aprieto sus manos con más fuerza en la palabra toque. Son suaves, sin
callos.  Las manos del señor que pasa sus días en una torre.  No como mis
manos, ásperas y llenas de cicatrices. O como los dedos con garras de ese
monstruo.
— ¿Hay alguna otra forma de diferenciar un glamour de lo real? ¿Aparte
del tacto?
—El agua pura borrará el glamour de un fae.
Justo como la lluvia. Me pregunto si la expresión es un vestigio de algún
antiguo consejo para lidiar con los faes.
—La criatura te quería—. Mi voz se quiebra un poco al pensar en lo que
la mujer me había pedido inicialmente.
—Apuesto a que sí— Se ríe oscuramente.  —Al final, me
atrapó. Simplemente no vivió para contarlo.
— ¿Eres un cazador de faes?— Me atrevo a preguntar. Un hombre, solo
en el bosque, escondido en una casa protegida de esas bestias mágicas. Un
hombre que no deja que otros lo vean, quizás por temor a que puedan usar
la información en su contra. Porque si lo veía, podría identificarlo. Tendría
el conocimiento que los faes querrían y claramente matarían por ello.
—Cazo alguno, de vez en cuando—admite finalmente.
Inhalo bruscamente. Mis dedos se aprietan alrededor de los suyos. Estoy
casada con un hombre que caza a las criaturas más peligrosas del mundo.
— ¿Cazas de noche? ¿Es por eso que escucho los ruidos?
—Es mejor si no te preocupas por los ruidos—.  Empieza a apartar sus
manos de las mías. —Cuanto menos sepas, más segura estarás. Esa criatura
ya intentó usarte una vez para llegar a mí.
La idea de que me puedan utilizar para atrapar a alguien sigue
asustándome.  No estoy acostumbrada a significar tanto para nadie ni para
nada.  Mis sentimientos se vuelven cada vez más turbios, nublados por
emociones que nunca he sentido y que estoy mal equipada para
comprender.  Sus dedos se deslizan de los míos y me llena la insaciable
necesidad de retirar sus manos.
Antes de que pueda, pasa un nudillo por mi mejilla. Lo siento meter un
mechón de cabello rebelde detrás de mí oreja. Se me corta el aliento. ¿Qué
tan cerca está él?  Me imagino su rostro a escasos centímetros del mío,
mirándome con todo el deseo con el que casi nunca me había atrevido a
soñar con que alguien me mirara.
— ¿Qué más debo saber sobre los fae?—  Susurro.  Solo conozco las
advertencias que me dio mi padre en las historias populares que me contaba
cuando era niña.
—No necesitas saber nada más.  Con un poco de suerte, no serás
maldecida por un fae en tu vida por mucho tiempo — Retira su mano.
Trato de atraparlo y no agarro nada más que aire. Sin duda parecería una
tonta en el proceso. 
—Pero cuanto más sepa, es más probable que sea de ayuda para ti
mientras te persiguen.
—Ya has sido de suficiente ayuda.  Más de lo que crees, en realidad
—. Sin humo, sin mentiras. —Ahora, deberías descansar un poco. Come lo
que puedas y vuelve a la cama.
Se pone de pie y me muerdo el labio. Hay más que decir. Puedo sentir lo
cansado y preocupado que está.  Me invade la necesidad de decir algo tan
reconfortante o tan hermoso como las viejas canciones que cantaba mi
madre cuando yo estaba inquieta. Pero no soy poeta; Solo puedo repetir las
palabras que me enseñaron. Toda mi vida he sido un recipiente, permitiendo
que otros me llenen con sus deseos, necesidades, pensamientos… Hay tanto
de todos los demás que no queda espacio para mí. Y ahora, cuando necesito
algo de mi propia creación para ofrecer, me quedo corta.
Lo escucho irse y ni siquiera puedo reunir las palabras para decirle
buenas noches. Incluso más tarde me doy cuenta de que nunca le agradecí
debidamente por salvarme.

PARA MI SORPRESA,  Lord Fenwood me da una segunda oportunidad para


encontrar mi voz la noche siguiente.
Cuando regreso a mi ala de la cena, encuentro la puerta del estudio
abierta, con el fuego encendido y las sillas listas. Tomo mi asiento, ansiosa
por volver a hablar con él.  He tenido un día para recuperarme ahora.  Mi
cabeza está más despejada.  Y mi culpa ha disminuido un poco con la
oportunidad de disculparme con Oren durante la cena también.
Escucho los pasos de Lord Fenwood en el momento en que entra en la
habitación.  Un calor cálido me invade ante el sonido y se acumula en mi
estómago. 
Mi garganta ya está pegajosa. Justo cuando trato de gritar un saludo, un
paño cae sobre mis ojos desde arriba. Me acerco, mis manos agarrando las
suyas con sorpresa.
—Qué va a…
—Me diste una idea la otra noche— murmura mientras continúa atando
la venda.  La seda es fría contra mi rostro lavado.  —Quería intentarlo de
nuevo, si no te importa— Su voz viene desde arriba y detrás de mí. Él debe
estar arrodillado en su silla y llegando a más.  Los sonidos de él, sus
palabras, su respiración, su movimiento llenan mis oídos y son acentuados
por el fantasma de su cálido aliento en la nuca.  Trato de reprimir un
escalofrío.
—Por mí está bien— me las arreglo para decir.
Hay un montón de movimiento detrás de mí, el raspado de la silla, el
tintineo del hielo en el vaso.  Siento que el aire se mueve cuando se para
frente a mí, y mi nariz capta con atención el aroma fresco y terroso que lo
sigue.  Me lo imagino mirándome.  Hay algo vulnerable, de una manera
emocionante, en saber que él puede verme cuando yo no puedo verlo a
él. En el ojo de mi mente, él es una mera silueta, distinguida de la oscuridad
por la luz del fuego.  Sus rasgos son vacíos nebulosos que esperan ser
llenados.
—Párate— él manda. Yo complazco. Toma mis manos entre las suyas y
me guía un paso más. Escucho mientras se mueve la silla en la que estaba
sentada, presumiblemente para hacer frente a su asiento.  —No, ahora se
siéntate—. Él me guía de nuevo a la silla.
—No es justo— espeto, agarrando su mano mientras se aleja. —Puedes
verme, pero yo no puedo verte.
—La regla…
—Conozco la regla;  No estoy tratando de cambiar la regla — Quiero
tocar su cara, sentir el puente de su nariz, pasar mis dedos por sus labios y
delinearlos. 
¿Son gruesos o delgados?  ¿Cómo es el corte de su mandíbula?  ¿O el
ángulo de su frente? 
— ¿Puedo hacer preguntas sobre cómo se ve? De esa manera tengo algo
que imaginar sobre el hombre con el que estoy hablando.  Todo lo que sé
ahora es que tienes unos hombros muy bonitos — sonrío.
—Muy bien. Te concederé esto —. Él se ríe, se aleja y toma su propio
asiento. Lo divierto. Me sorprende descubrir cuánto me gusta eso.
De repente, la nueva disposición de los asientos parece un
interrogatorio. Es bastante emocionante. Pasé de ser vulnerable por mi falta
de conocimiento a tener el poder. Va a responder a mis preguntas. 
—Tu cabello, ¿es largo? ¿O corto?
—En algún lugar en el medio—responde.
— ¿A tus hombros?
—Un poco más allá, solo un poco.
p p
Frunzo los labios para evitar sonreír como una tonta mientras empiezo a
pintar mi retrato mental de él. 
—Debo advertirte desde el principio, es imposible mentirme. Así que ni
lo intentes.
—Ni siquiera se me ocurriría intentarlo.
—Bien. —  Me recuesto en mi silla.  — ¿Tienes el pelo
rizado? ¿Ondulado? ¿Lacio?
—Mayormente recto.  Sin embargo, a menudo tiene una mente
propia. Oren siempre me dice que lo acorte ya que se me mete en los ojos
constantemente.
— ¿Se lo quita de la cara cuando le entra en los ojos?—  Puedo
simpatizar con las frustraciones del cabello más largo.
—Se me conoce por tejer una o dos trenzas de vez en cuando — Puedo
escuchar la sonrisa en su voz.
— ¿Qué color?
—Marrón oscuro, un poco más oscuro que el tuyo—. Eso me da un tono
casi exacto.
— ¿De qué color son tus ojos?
—Verdes.
— ¿Como los pinos?
—No, más como una lima— dice.  Me eché a reír.  — ¿Que es tan
gracioso?
— ¿Verdes como una lima ?— Niego con la cabeza. ¿Quién describiría
sus ojos así? —Ese es un color tan brillante.
—Me han dicho que tengo ojos penetrantes.
Arrugo un poco la frente, tratando de imaginarme el tono exacto.  ¿Es
realmente tan vibrante como él dice?  Cabello castaño oscuro, ojos verdes
brillantes… Es una hermosa combinación. 
— ¿Qué hay de su mandíbula?
— ¿Qué pasa con eso?— Parece divertido, por la pregunta.
— ¿Es más ancha? ¿Más estrecha? 
—Trato de mantenerme bien afeitado.  Admito que mi éxito con ella
puede variar.
— ¿Tiene éxito en este momento?
—No— Casi puedo escuchar la sonrisa en su voz. Entonces, una barba
ligera.
— ¿Y la forma de su mandíbula?
—Admito que nunca lo he analizado—.  Una pausa.  Me lo imagino
pasando esos dedos suaves sobre la aspereza de su barba.  Haciendo una
pausa mientras dice: — ¿Más cuadrada? ¿Supongo?
Dejé escapar un zumbido bajo.
—No parece satisfecha con esa respuesta.
—Sólo estoy…
—Dilo— exige. Creo que sería imposible no prestar atención a ese tono
firme.
—Estoy tratando de averiguar qué le pasa— admito e inmediatamente
ocupé mi boca con mi vaso de hidromiel.
— ¿Qué me pasa ?— Le oigo tomar un sorbo también.
—Suena... deslumbrante— lo admito como poco más que un susurro. —
Pensé que quizás no quería que le viera porque era horrible.
Su vaso suena suavemente sobre la mesa. Le oigo ponerse de pie. Lo he
ofendido.  Antes de que pueda disculparme, él está allí de nuevo frente a
mí. Engancha mi barbilla con el nudillo de su dedo índice y su pulgar.  Él
guía mi rostro hacia donde imagino que está el suyo. Sé que está a solo un
aliento. Siento cada pedacito de distancia dolorosa entre nosotros, junto con
una sorprendente necesidad de cruzarlo. Tengo calor por todas partes, pero
no puedo moverme para aliviar la tensión. Me atrapó con dos dedos.
—Tal vez— susurra —estoy tratando de protegerte  porque  soy
impresionante.  Porque si me miraras con esos ojos que Oren me dice que
son como un mar tempestuoso, nunca podría dejarte ir.
Puedo oler el licor dulce en su aliento.  Ojalá pudiera saborearlo en su
boca.  Ese deseo consume tanto que me asusta.  Mi mente se aleja
instantáneamente.  No, lo que sea que esté pasando entre nosotros es lo
último que me gustaría. Este es el comienzo del mismo camino que conduce
a cómo mi padre terminó tan enredado con Joyce.
El romance comienza bien y termina mal. Así es como engaña a la gente
para que intente el esfuerzo inútil. Joyce era la luz de mi padre, sacándolo
de la desesperación por la muerte de mi madre.  Y luego, una vez que lo
tuvo, mostró sus verdaderos colores.
No dejaré que Lord Fenwood ni nadie más me atrape.
Me suelta, como si sintiera mi vacilación.  Como si me diera cuenta de
que finalmente he llegado a la misma conclusión que él.  Lo mejor que
podemos hacer es evitarnos a toda costa.  Si no podemos vernos, entonces
no podemos codiciarnos, y este calor finalmente se desvanecerá.
— Buenas noches, Katria.
Sin embargo, incluso mientras hago esas realizaciones y votos, solo el
sonido de mi nombre en sus labios me corta el aliento.  Me deja con los
restos del fuego ardiendo en el hogar, ardiendo dentro de mí. Me siento sola
en la habitación que se oscurece, todavía con los ojos vendados, retocando
lentamente el delicioso retrato mental de él que he comenzado a construir.
 
7

CAMINO POR el pasillo principal desde la entrada del comedor hasta el vidrio
emplomado junto a las puertas;  Miro afuera y veo que todavía está
vacío. Mis faldas zumban alrededor de mis tobillos, tan agitadas como mis
nervios. Me retuerzo las manos.
—Esta es una idea terrible. Una idea terrible, horrible —. No es que yo
tuviera algo que decir al respecto. La carta me estaba esperando junto a mi
plato anoche, Oren dijo que llegó por medio de una paloma mensajera. Me
sorprendió que una paloma mensajera pudiera encontrar su camino
aquí. Aún más sorprendida de que mis hermanas hubieran decidido hacer el
viaje para venir a visitarnos como prometieron hace semanas.
Laura sonaba apropiadamente mareada ante la perspectiva. Y ella había
mencionado haber hecho un intento cuando me fui. Pero esperaba que todas
estuvieran tan cautivadas por sus cuatro mil piezas, sus nuevos sirvientes a
quienes mandar y sus nuevos vestidos para probarse, que no pensé que
realmente vendrían a verme. Muerdo mi pulgar y maldigo en voz baja.
Una parte de mí está atormentada por la culpa por pensar tan poco en
Laura.  Siempre hemos tenido una relación positiva.  Por supuesto que
vendría a verme.  Y solo puedo imaginar cómo sus circunstancias han
cambiado sin la poca protección que podría ofrecer de Joyce.
En cuanto a Helen, no vendrá a verme; viene para intentar burlarse de mí
y sin duda transmitir sus hallazgos a Joyce.
Me la imagino en el carruaje, charlando al oído de Laura sobre las
lamentables circunstancias en las que ciertamente debo encontrarme. Me
detengo y respiro hondo, alisando mis faldas. Por eso hoy me he puesto mi
mejor vestido.  Es por eso que debo mostrarle la hermosa casa que tengo
ahora, el peso que he ganado con la comida y los cuidados adecuados, el
brillo que ha vuelto a mi cabello y ojos y, lo más importante, que nunca más
pienso en ella ni en Joyce. O sus deseos triviales. Estoy bien, no, mejor sin
esas dos.
Por fin escucho el relincho de un caballo y la grava rechinando debajo de
las ruedas del carruaje.  Reuniendo hasta el último trozo de compostura,
salgo y espero en la parte superior de los tres escalones. Oren cabalgó para
encontrarse con ellos en la carretera principal y ser su guía.  Desmonta,
lanzándome una mirada cautelosa, una que yo comparto.
El nuevo lacayo de mis hermanas abre la puerta del carruaje y salen
corriendo.
—Katria, es tan bueno verte—. Laura se acerca corriendo con los brazos
abiertos.  La vista de su cabello rubio me recuerda a esa criatura en el
bosque. Sacudo el recuerdo y bajo las escaleras para encontrarme con ella.
—Realmente no tenías que venir hasta aquí— le digo, devolviéndole el
abrazo con fiereza.
—No pude traer a Misty— susurra rápidamente. Aquí estaba, tratando de
admitir que no esperaba ver a Misty tirando de su carruaje. —Lo intenté.
—No te preocupes por eso—. Mantengo las palabras lo suficientemente
bajas como para que Helen no pueda oírlas, pero firmes. Laura tiene cosas
más importantes de las que preocuparse ahora que mi viejo caballo.
—Queríamos ver cómo te está yendo—.  Helen cruza los brazos en su
postura habitual. —Por lo que parece, estás bien.
—Ciertamente no tengo quejas.
— ¿Podrías darnos un recorrido por tu hermosa casa nueva?—  Laura
enlaza su brazo con el mío y mira la mansión con asombro. Sin duda, ella
ve las mismas cosas que yo hice cuando llegué por primera vez: su
apariencia de castillo y la artesanía bien conservada de tiempos pasados.
—Saltemos el recorrido— le digo, acariciando su brazo. Había ensayado
y planeado cómo evitar mostrarlos, ya que no se me permite entrar a dos
tercios de la mansión. —La mayor parte son habitaciones con corrientes de
aire, vacías y aburridas de todos modos, y preferiría pasar tiempo contigo,
poniéndome al día con lo que ha estado sucediendo en la ciudad.
Esto desencadena una explicación larga de Laura sobre todos los
chismes de la alta sociedad de los que nunca fui parte. Continúa mientras yo
acompaño a mis hermanas al estudio que usualmente usamos el Lord y yo
para nuestras conversaciones nocturnas. Conseguí una tercera silla. Y, con
la ayuda de Oren, una botella de hidromiel para compartir con ellas.
— ¿Qué es esto?— Helen pregunta mientras sirvo la bebida.
—Es hidromiel—.  Le entrego un vaso.  —Ciertamente nunca había lo
probado hasta que llegué aquí. Mi esposo puede importarlo desde muy lejos
—. Honestamente, no tengo idea de lo fácil o difícil que es conseguir este
hidromiel.  Pero Helen parece impresionada a regañadientes, así
que  vale  la  pena abrir la botella.  Laura está radiante ante el líquido de
miel. Extiendo mi vaso. —Salud, por los partidos inteligentes y fortuitos.
Nuestras copas tintinean y todas tomamos asiento.
—Hablando de eso, ¿cómo es tu pareja?— Laura pregunta, la voz baja a
un susurro. Mira hacia la puerta, como si Lord Fenwood pudiera entrar en
cualquier momento. —No es tan horrible como temíamos, ¿verdad?
—Para nada, es positivamente encantador—digo con una sonrisa
genuina. Los labios de Helen se fruncen ligeramente, como lo hacen cuando
está furiosa en silencio.  Me pide que continúe.  —No ha sido más que
generoso, amable y comprensivo.  Incluso disfruta con mi laúd.  Se sentará
en el bosque conmigo mientras toco—. Lo ha hecho algunas veces durante
estas últimas semanas. La última vez, confió en mí lo suficiente como para
no intentar robar una mirada cuando se sentó en el muñón detrás de
mí.  Nuestras espaldas casi se tocaban... lo que me hizo soñar con su piel
presionada contra la mía la noche siguiente.
Helen resopla. 
—Se realista.  Ningún hombre de verdad se sentaría a disfrutar de tu
laúd.  ¿No lo has estado satisfaciendo lo suficiente en la cama como para
que sienta la necesidad de salir de su camino e intente cortejarte con gestos
tan ridículos?
No sé por dónde empezar con ese comentario.  Quiero insistir en que
realmente le gusta mi laúd. Pero mi actitud defensiva solo hará que Helen
se doble. Peor aún, solo con esas pocas palabras, ella me hizo dudar de mis
instintos.  Aunque nunca he olido humo en él.  Aunque me siento en mi
nuevo hogar con mi nueva vida... ella se las arregla para sacar a relucir mi
antiguo yo, las partes mansas de mí misma que todavía no puedo
deshacerme de ella.
—No ha hecho demandas en ese sentido
Mis hermanas se miran. Laura se inclina.
—Pero se han cumplido tus deberes como esposa, ¿verdad?
Aprieto mis labios.
—Eso es un no—.  Helen parece divertida por esta revelación.  —Así
que  es  tan espantoso como esperábamos.  Ni siquiera pudiste reunir el
coraje.
—No es… no lo es.
—Entonces, ¿por qué no nos saludó? Es un poco extraño que el señor de
la mansión no salude a sus invitados.
—Está ocupado durante los días.  Y ustedes no son invitadas normales,
son parientes.  Sabía que podía manejar las formalidades —Me he estado
preguntando qué piensa de esta reunión. Mi Lord Fenwood no parece de los
que disfruta con los invitados inesperados.
—No hay ninguna razón por la que un hombre de mente y cuerpo sano
no lleve a su nueva esposa a la cama, incluso con un aspecto tan pasable
como el tuyo—. Helen lo dice como si el hecho fuera obvio. Como si fuera
una mujer tonta por no darme cuenta yo misma.
—Quizás esas cosas no son su prioridad—. Me muevo, sentándome un
poco más alto.  Podría haber comenzado a preguntarme si, o cuándo, me
llevaría a la cama... pero rara vez dejo que esos pensamientos salgan de su
bóveda en la esquina de mi mente durante las horas del día. Esos son solo
para disfrutar durante las horas tranquilas de la noche.
— ¿Cuál es su prioridad entonces?— Pregunta Laura.
—Su trabajo.
— ¿Oh? ¿Cuéntanos sobre eso?— Sonríe mientras cambia hábilmente la
conversación, para mi alivio. Mi pequeño aliada, incluso todavía.
—Es un cazador—.  Y eso es todo lo que sabrán de la verdadera
profesión de mi esposo.
Helen resopla. 
—Ningún cazador captura lo suficiente como para permitirse tierras
como esta. Estoy seguro de que la caza es una excusa y él se escapa por la
noche con otra mujer. Ha hecho su fortuna y ahora juega en el campo.
Pienso en los ruidos, en las reglas, en la torre misteriosa y en toda otra
ala de la casa que nunca he explorado ni cuestionado. ¿Y si tiene otra mujer
allí? ¿Una mujer de día y otra de noche? Me muerdo el labio.
Helen se inclina hacia adelante para palmear mi rodilla. Casi le pateo la
nariz. 
—Allí, allá, muchas mujeres tienen maridos infieles. Pero debes darle un
heredero de su fortuna, y rápidamente, si deseas seguir siendo relevante
para él. De lo contrario, podría sacarte a la calle sin pensarlo dos veces.
— ¿No crees que sea espantoso?  Si tiene un aspecto tan horrible, lo
suficiente como para negociar por una esposa, ¿cómo podría conseguir un
amante?— Ella está tratando de derribarme.  Reñir
conmigo.  Destrozarme.  No quiero dejarla, pero lo frustrante es que ha
tenido años para perfeccionar esta habilidad; Joyce sin duda la preparó para
esto. Ella sabe exactamente qué me derriba y qué botones presionar.
—Su casa está tan cerca del bosque.  Él  debe  ser un cazador— Laura
interviene.  —Y debe haber cazas raras en algún lugar donde los bosques
son tan espesos y viejos—. Ella se inclina con los ojos brillantes. —Tal vez
él caza a faes.
Estuve a punto de escupir mi hidromiel y en su lugar me obligué a reír. 
— ¿Un cazador de faes? No seas ridícula.
—Me imagino que debe verse positivamente apuesto, todo vestido para
la caza—.  Laura se lleva el dorso de la mano a la frente y se
desmaya. Ocupo mi boca con otro sorbo de hidromiel.
Helen inclina la cabeza. Ella me está inspeccionando. Odio cuando hace
esto. Ella es capaz de juntar cosas que nadie más vería.
— Dices que es guapo… y sin embargo pareces dudar de eso. No ofreces
ninguna prueba, ninguna explicación detallada de lo bueno que es, ni
siquiera una mención de tu característica favorita de él... —Ella tararea. —
Ni siquiera lo has visto, ¿verdad?
Abro la boca y la cierro sin decir palabra, presionando mis labios en un
ceño fruncido. Esta habilidad suya ha sido mi némesis durante años.
Laura jadea ante mi silencio. 
— ¿Es eso cierto? ¿Has conocido a tu marido?
—Lo hice —  Esta es exactamente la razón por la que no quería que
vinieran.  Sabía que descubrirían las extrañas verdades de mi nuevo
arreglo. Sabía que lo usarían en mi contra a pesar de que soy yo quien está
en el regazo del lujo. Tengo el marido que tanto deseaban. Tengo seguridad,
protección y libertades. Sin embargo, el espectro de Joyce permanece sobre
ellos, diciéndome que no tengo nada.
—Entonces, ¿cómo no pudiste saber…?— Laura parece genuinamente
confundida.
—Solo hemos hablado cuando no podía verlo.
Helen suspira y niega con la cabeza con tristeza. 
—Es una pena ver que se aprovechan tanto tus debilidades y tu intelecto
inferior.  Es por eso que tuvimos que protegerte y mantenerte tan cerca de
casa, Katria. Si alguna vez te dejábamos salir libremente, sabíamos que esto
sucedería.
Me hierve la sangre. Estoy acostumbrada a sus golpes en mi contra. Pero
ahora menosprecian al hombre que me salvó la vida. Intentan ponerme en
contra de la única persona que no me ha causado daño ni malicia.
—No se aprovechan de mí.  No sé cómo podrías pensarlo —.  Hago un
movimiento a nuestro alrededor.  —No quiero nada.  Cualquier cosa que
desee, si la nombro, la tendré.  Mi esposo es amable, respetuoso y
gentil. Deberías soñar con un hombre como él —. Debido a que un hombre
como él sería mucho mejor de lo que te mereces, desearía poder decírselo
en voz alta.
—Y, sin embargo, se negó a darte la decencia de mirarte a los ojos
cuando te conoció— dice Helen.
—Katria, sabes que quiero encontrar todo esto profundamente
romántico... pero esto no es un libro de cuentos—.  Laura agarra mis
manos. —Es extraño que no te deje verlo.
—No es dañino.
—Además, no sabes de dónde viene su riqueza—.  Helen suspira.  —
Piensa en esto de manera lógica, solo estamos tratando de ayudar. No hay
forma de que pueda permitirse todo esto cazando solo. Exigió sólo un libro
como dote.  ¿Qué pasa si está involucrado en algunos mercados extraños,
ilegales y de canal secundario?
Sé que no está tratando de ayudar.  Sin embargo... Helen tiene razón,
ambas la tienen, por lo que odio admitirlo. Si mi marido es un cazador de
faes, como sospecho, ¿a quién le vende su  presa?  ¿Quién le paga por las
muertes? Y si lo hace simplemente por el bien de la bondad y por librar al
mundo de esas bestias, ¿cómo ha ganado o cómo gana dinero?
Todas son preguntas para las que no tengo respuestas.  Desearía saber
más. 
 

Porque en el vacío de una explicación, la duda está echando raíces.


—Estoy preocupada por ti— dice Helen.
—Nunca te has preocupado por mí— espeto. —Toda mi vida, me pisaste
—. Helen tiene la audacia de jadear, como ofendida. —Me convertiste en tu
sirvienta.
—Para protegerte del mundo. Prepararte para ello endureciéndote. Y te
estás desviando —.  Helen maneja sus palabras como dagas, sabiendo
exactamente dónde golpear. —Esto ya no se trata de nosotras. Si fuéramos
tan horribles, felicidades, te escapaste de nosotros —. Helen luce una leve
sonrisa, un poco presumida. Ella sabe lo horrible que era, esa expresión lo
admite.  Pero ella también tiene razón, ya no importa cómo me trataron,
estoy libre de ellas. Aprieto las manos de Laura con un poco más de fuerza
y espero que sepa que está exenta de estas duras verdades.  —Si
quieres permanecer escapando, debes asegurarte de que estas segura en tu
nuevo hogar.
— ¿Es eso una amenaza?— Yo digo.
Helen se ríe. 
—No tengo control sobre ti, tu matrimonio o tu nueva vida. Todo lo que
digo es que, si tu esposo está involucrado en algo ilegal y es encarcelado,
podrías enfrentarte a la indigencia o verte obligada a compartir su destino
como cómplice.  Si tu esposo está coqueteando con otra mujer y decide
reemplazarte por ella, entonces saldrás a la calle. Si tu esposo tira su riqueza
y la desperdicia, te encontrarás en una posición similar a la de antes... ¿y
sabe cuál será esa posición? — Mi estómago se revuelve.  Sé a dónde se
dirige con esto. Sin embargo, lo dice de todos modos. —Tendrás que venir
arrastrándote de regreso a nosotras—proclama Helen mientras se pone de
pie, dominándome como siempre lo hacía cuando Joyce no estaba cerca
para hacerlo ella misma. Es una viva imagen de su madre. —Entonces, si
no quieres que eso suceda, debes prestar atención a mis advertencias. Hazte
útil a tu marido. Conoce las circunstancias en las que te encuentras ahora.
Se astuta.  Ese siempre ha sido tu problema;  nunca piensas dos pasos por
delante y te hace tan fácil de usar —.  Helen mira a Laura.  —Nos vamos
ahora.
—Pero acabamos de llegar—. Laura se aferra a mí. — ¿No podemos al
menos pasar la noche?
—No me quedare en este extraño lugar con su extraño marido.
— ¿Quizás Oren podría traerte de regreso mañana?—  Le sugiero a
Laura, ignorando la culpa instantánea que siento por ofrecerme como
voluntario a Oren sin preguntar.  Pero he hecho todo lo posible para
imponerle lo menos posible. Y prepararé todas mis comidas durante un mes
en agradecimiento por esta única cosa. No me importaría pasar un tiempo a
solas con Laura, quizás para discutir ideas para sacarla de esa casa más
rápido, antes de que Joyce y Helen la arruinen.
—No te impongas— la regaña Helen.
—No sería una imposición—insisto.
—Madre nunca te querría aquí.
Ah, madre, la carta de triunfo. La razón irrefutable. Laura se levanta de
mala gana. Nuestros dedos todavía están entrelazados.
—Ven a visitarnos pronto, ¿sí?—  Sus ojos son más tenues, más
apagados.  Puedo escuchar una parte de mi corazón romperse por su
dolor. Sé fuerte, quiero decir. Un poco más y estarás fuera de allí, de una
forma u otra.
—Para ti, sí — digo. Volveré a esa casa por mi hermana. Y tal vez, tal
vez la próxima vez que me vaya la llevaré conmigo también.
—Bien. — Laura lanza sus brazos alrededor de mis hombros y me da un
fuerte apretón.  Helen apenas mira hacia atrás una vez mientras se desliza
fuera de la mansión.  Sin duda, ansiosa por informar de sus hallazgos a
Joyce.

—ES EXTRAÑO que tus hermanas viajen hasta aquí solo para darse la vuelta y
marcharse— dice Oren mientras me sirve la cena.
—Me alegro de que lo hayan hecho.  Bueno,  una  de ellas —murmuro
sombríamente.  —Si alguna vez envían un mensaje de que volverán,
responda de inmediato que solo Laura puede venir.  Nunca más vuelvas a
abrir la puerta para Helen o Joyce. No son bienvenidas aquí.
Oren está quieto, sus manos en la jarra, mi copa de vino todavía vacía. 
—De ahora en adelante dependerá de usted decidir quién está autorizado
o no en estos pasillos.
— ¿Qué?— La frase extraña me saca de mi trance enojado.
—Nada. — Oren niega con la cabeza y sirve mi copa de vino. —Oh, el
Lord de la mansión me dijo que le informara que no podrá reunirse con
usted esta noche—. Con eso, Oren regresa a la cocina. Lord Fenwood no se
ha perdido una copa por la noche en más de una semana. Esta noticia solo
alimenta mi malestar.
—Oren— Lo detengo. Me mira con una mirada compasiva. Siente pena
por mí. ¿Por qué? Tengo algunas conjeturas. Pero tengo la sensación de que
la apariencia no tiene nada que ver con mi familia. —Me dirías si hay algo
mal, ¿verdad?
—Por supuesto. Pero no se preocupe, todo es como pretendíamos —El
desaparece.
Durante toda la cena reproduzco mentalmente sus extrañas frases y
gestos.  Algo estaba mal.  O tal vez no lo estaba, y mis hermanas me
atraparon. Busco excusas para encontrar problemas cuando no los hay.
Me preparo para ir a la cama y me acuesto. Pero el sueño se me
escapa.  Sigo repitiendo las palabras de mis hermanas.  Las de Helen son
crueles, sin duda. Y sin duda dijo esas cosas para derribarme. 
Pero eso tampoco está equivocado. Incluso Laura estaba preocupada por
mí.
¿Debería estar más preocupada por mi situación?  ¿Qué pasa si Helen
tiene razón y esta libertad y este consuelo que he encontrado son tan
frágiles que pueden ser arrancados de mis manos y destrozados en cualquier
segundo? Agarro el edredón. Es tan suave... más suave que cualquier cosa
que haya tenido antes. No puedo renunciar a esta cama. No puedo renunciar
a mis libertades aquí. No renunciaré a esta vida.
Estoy de pie.  Tiro una bata sobre mi camisón y salgo de mi
habitación.  Esta noche hay luna llena y el pasillo está
iluminado. Brevemente me doy cuenta que ha pasado casi un mes desde que
llegué.
A mitad de camino hacia la puerta, empiezo a dudar de mí misma.  Si
Lord Fenwood no quiere ser visto o que yo sepa la verdad sobre él,
entonces es asunto suyo.  Debería dejarlo así.  Estoy a punto de darme la
vuelta y volver a la cama cuando escucho varios pares de pasos en el
vestíbulo principal, bajando las escaleras y cruzando hacia la otra ala de la
mansión.
Ahí es cuando me doy cuenta de la carta que se ha deslizado por debajo
de la puerta del vestíbulo.
Me invade una náusea fría mientras recojo el sobre.  Mi nombre está
escrito en él con la letra de Lord Fenwood.  Le doy la vuelta y rompo el
sello. La carta se lee como lo haría en mi peor pesadilla:
PARA MI ESPOSA, Katria
 
TENGO asuntos que atender de un tipo peligroso.
 En caso de que nunca vuelva a estos pasillos, te dejo todo: la casa, todo su
contenido y la suma ordenada escondida debajo de las tablas del piso del
armario adyacente a mis habitaciones.  Debería ser suficiente que puedas
vivir el resto de tus días con comodidad. Te lo lego todo, esposa.
Y si nunca volviera, eres una mujer libre y deberías disfrutar tu vida
como tal. 
ATENTAMENTE, 
LORD FENWOOD
 
LA FORMA EN QUE  está redactada la carta... No tiene intención de
regresar. Eso es dolorosamente evidente.
Mis hermanas tenían razón.  Paso de frío a caliente mientras arrugo la
carta en mi mano.  Tirándola al suelo, agarro la manija de la puerta y la
giro. Malditas sean las reglas. 
Estoy entendiendo la verdad.
 
8

EL ATRIO ESTÁ VACÍO. Pero la puerta que está justo enfrente de mí


está entreabierta. Nunca la había visto abierto antes. Miro entre él y las
escaleras que rodean la torre.
Primero subo las escaleras, de dos en dos. Basándome en los ruidos, o
Lord Fenwood se fue con un grupo de personas, o ese grupo estaba aquí
para asesinarlo por algún hecho horrible que nunca pensó que valiera la
pena contarme.
Salgo a un loft, preparándome para ver al señor, o a Oren, esparcidos en
un charco de su propia sangre. Pero en la habitación no hay nadie más, vivo
o muerto. Sin embargo, parece que lo han saqueado. Las puertas de los
armarios se han dejado abiertas. Las cajas están en el suelo, el contenido
volcado. Esta sala era una especie de taller. Hay pinturas, salpicando el
suelo y todavía en frascos. Hay hierbas que se secan por encima de la
cabeza. Sus aromas se mezclan con el aroma de las virutas de madera y el
agudo toque metálico de la sangre cuya fuente parece que no podré
encontrar. Quiero pasar horas inspeccionando lentamente este espacio
personal de Lord Fenwood. Pero no hay tiempo.
De vuelta a la planta baja, me dirijo a la puerta del ala derecha. Es la
configuración opuesta a mis habitaciones. Aunque en lugar de un estudio,
hay otra sala de trabajo. En ninguna parte veo las abundantes herramientas
que necesitaría un cazador. De hecho, las únicas armas que veo son unas
cuantas dagas enjoyadas. Falta una en una fila de clavijas.
Sin embargo, dijo que cazaba faes. ¿O era una mentira inteligente a una
mujer ingenua que sabía que no cuestionaría? Golpeo con mis manos una
de las encimeras, y los frascos y vasijas chocan entre sí mientras maldigo en
voz baja. ¿Cazador de faes? Debería haberlo sabido mejor para no pensar
que tal cosa era real.
Mis hermanas tenían razón y lo aborrezco. No sé nada de este hombre.
Pero lo haré antes del amanecer, me lo prometo a mí misma.
Al final del pasillo, a diferencia del mío, hay una última puerta. Conduce
a un conjunto de escaleras de piedra que descienden hacia la oscuridad. Una
ráfaga de aire fresco procedente de esas misteriosas profundidades me
recuerda que todavía estoy en bata y camisón. Cambio mi peso de un pie a
otro con energía inquieta, debatiendo qué hacer a continuación.
Dondequiera que haya ido el señor y con quien haya ido, quienquiera que se
lo haya llevado, no pueden estar muy lejos. Pero ya he perdido el tiempo
mirando las distintas habitaciones. Si vuelvo y me cambio, seguro que los
perderé.
Dejo escapar una serie de maldiciones y me apresuro a entrar en uno de
los estudios para recoger una linterna que enciendo con un polvorín
cercano. Apretándome más la bata a mí alrededor, me paro una vez más en
el precipicio de las escaleras. Me doy una cuenta lenta de diez para
encontrar cada pizca de valentía que he poseído y luego empiezo a bajar.
La escalera de caracol se envuelve sobre sí misma dos, cuatro, doce
veces. Al fondo hay un túnel largo, frío y húmedo. Mi luz se extiende solo
unos pasos por delante de mí. Siento la oscuridad como si fuera una
monstruosidad viviente, susurrando amenazas desde lo desconocido. Mi
mano tiembla levemente, haciendo vibrar la linterna. La llama del interior
parpadea. Agarro mi muñeca con la otra mano y la mantengo firme. Lo
último que quiero es que se apague mi única luz.
El túnel parece una de las partes más antiguas del castillo, basado en la
piedra y el mortero, pero en ningún momento estoy nerviosa por mi
seguridad dentro de él. Hay vigas de soporte frescas en el techo. Alguien ha
estado manteniendo este antiguo pasadizo. La pregunta es por qué.
A lo lejos, un arco plateado está iluminado por la luz de la luna, una
salida. Cuando me acerco, puedo escuchar voces a la deriva por el bosque.
Reduzco el paso y dejo mi linterna. El pasaje se ha inclinado lentamente
hacia arriba, por lo que el piso ya no está encharcado de agua. Noto varios
juegos de huellas. No puedo decir cuántas personas vinieron delante de mí
porque sería imposible caminar por este pasadizo de otra manera que no
fuera en una sola fila.
Pero hay suficientes pisadas húmedas que me preocupan, porque con
seguridad me superan en número.
Debería darme la vuelta. Sé que debería. Pero ahora la curiosidad se
apodera de mí y sigue empujándome hacia adelante. Vine buscando la
verdad. No me iré hasta que la tenga.
El túnel me deja caer al bosque. Me estremezco, aunque no sé si es por
el frío o por la sensación inmediata de estar expuesta. Cada árbol en la
sombras me mira con anticipación, la pálida luz de la luna parpadea como
una bestia de mil ojos en el dosel de arriba.
Las voces me impiden volver a esconderme en el túnel y correr por la
seguridad de la mansión. Hay un camino de piedra gastada que serpentea
entre los árboles, luchando contra la maleza del bosque. Las voces
provienen de la dirección que conduce la pasarela. Sigo por el borde del
camino y pronto veo un parpadeo naranja. Me agacho y me muevo con
tanto sigilo como puedo reunir, acercándome lo suficiente como para poder
distinguir cada palabra que dice la gente, pero no entiendo ninguna de ellas.
Hablan en una lengua extraña que no reconozco.
¿Esta gente se ha llevado a Lord Fenwood? ¿O son sus cómplices? Su
carta sonaba como si supiera que haría algo esta noche que lo mataría. Eso
es lo que me sigue empujando hacia adelante. Necesito la verdad de este
hombre, solo una vez.
Me acerco a un árbol y le doy la espalda. La gente está cantando ahora.
Puedo ver sus contornos en sombras bailando a la luz del fuego. Me hundo
en el manto de agujas de pino que cubre el suelo del bosque. Arrastrándome
lo más lentamente posible, me arrastro hasta la cima de una pequeña cresta.
El camino que se extendía desde el túnel serpentea a través del bosque
hasta una cuenca. Los árboles están encaramados en la cresta alrededor del
área circular. En el pequeño valle hay cuatro personas.
No, no personas, monstruos.
Un hombre tiene cuernos como de ciervo que le salen de la cabeza.
Sigue pasando los dedos por el fuego, milagrosamente sin quemarse,
mientras canta bajo y fuerte. Otro hombre y una mujer bailan a su alrededor.
Ambos se han despojado de sus ropas pequeñas y su piel desnuda ha sido
completamente cubierta de pintura púrpura brillante, un patrón de
remolinos, puntos y líneas deslizándose con un efecto casi hipnótico a
medida que se mueven.
La mujer tiene el pelo de un color rojo oscuro, piel marrón oscura y alas
como de mariposa. El hombre es pálido y tiene cuernos de carnero que se
encrespan a ambos lados de la cara y brazos fuertes que terminan en garras
huesudas. Me estremezco violentamente al verlo. Cantan, chillan y gritan a
la luna de arriba mientras mira hacia lo que solo puedo describir como una
especie de ritual oscuro.
Estas criaturas son fae. No es de extrañar por qué Lord Fenwood pensó
que moriría esta noche. Ciertamente no estoy a salvo. Debería irme antes de
que me vean. Pero la presencia de la cuarta persona es lo que me mantiene
aquí.
De pie frente al hombre que canta y juega con el fuego, hay un anciano
de ojos negros como perlas y cabello gris peinado hacia atrás. Oren está
medio desnudo, con el pecho pintado también. Desplegadas de su espalda
hay dos alas pálidas y de gasa, como las de una libélula. Mi garganta esta
seca y pegajosa. La ligera joroba de su espalda… Dejé entrar a un Fae en
mi habitación.
Lord Fenwood dejó entrar a un fae en su casa. Debió haber descubierto
la verdadera naturaleza de Oren y planeó enfrentarlo esta noche. Clavo mis
dedos en la tierra y las agujas de pino, resistiendo el impulso de gritar de
frustración.
Enfrentarse a Oren para descubrir que es un fae sería un suicidio, el
señor debe haberlo sabido. De ahí la letra. Pienso en sus fuertes brazos
protegiéndome. ¿Y si ha hecho esto para mantenerme a salvo? Debería
haber despedido a Oren.
Antes de que pueda tomar alguna acción tonta, las cuatro personas
levantan los brazos y la cara hacia el cielo y dejan escapar un grito
primitivo que se detiene abruptamente. Lentamente, con reverencia, todos
se vuelven hacia la línea de la cresta opuesta al camino. De pie sobre una
roca, dominando al grupo, hay un hombre del que solo puedo suponer que
es su líder.
Lleva una capa muy adornada con flores silvestres. Su amplio pecho está
desnudo. Tiene poco más que un taparrabos alrededor de su cintura y no
hace nada para ocultar los músculos abultados de sus muslos. A lo largo de
su cuerpo, se han dibujado más líneas y símbolos con pintura luminiscente.
Cubiertas detrás de él, arrastrándose por el suelo mientras camina, hay unas
alas carmesíes hechas jirones.
Exuda un aire de poder y autoridad. Estoy tan fascinada por él como
aterrorizada. Es como un trago venenoso que promete ser la cosa más
deliciosa del mundo... te arriesgarías a morir a sabiendas solo por probarlo.
El líder levanta un objeto pequeño con ambas manos mientras desciende
hacia la hoguera en el centro del claro. No puedo distinguir lo que sostiene
hasta que está más cerca de la luz del fuego. Mi corazón sale de mi pecho,
rodando hacia abajo para detenerse a los pies de este hombre. Lord
Fenwood está muerto. Debe estarlo.
Porque este monstruo feérico sostiene el libro de mi madre.
Con el corazón acelerado, doblo las rodillas para poder ver mejor. No, no
podría ser, por favor que sea cualquier cosa menos eso. Pero, efectivamente,
el libro tiene las marcas demasiado familiares en el frente y el lomo.
Los otros cuatro faes caminan lentamente alrededor del fuego para tocar
al hombre, cantando, susurrando. Lo acarician como amantes, como
aduladores, como suplicantes que lo ven como un dios. El líder se detiene y
abre el libro. Sus labios se mueven, pero no puedo escuchar las palabras que
dice. Al mismo tiempo, los otros individuos comienzan a bailar una vez
más. El rubio pálido corta una trenza de detrás del cuerno de carnero y la
arroja al fuego. El hombre con cuernos rasga una pieza de su ropa y
rápidamente la reduce a cenizas. Oren pasa una daga enjoyada por su palma
y la sostiene sobre el fuego para permitir que su sangre gotee en ella. El
fuego cambia de color, pasando de un naranja normal a un blanco brillante,
a un rojo intenso y luego a un negro antinatural veteado de púrpura y
blanco.
Luego, el líder cierra el libro y lo levanta por encima de su cabeza. Lo va
a tirar al fuego, me doy cuenta. El instinto tonto de proteger ese tomo
gastado se hace cargo. Me levanto del suelo.
—No— le susurro. —Por favor, no lo hagas—. El libro es todo lo que
tengo como prueba de la madre que me amaba. Se suponía que sería el
último regalo de mi padre. Ninguno de los faes se da cuenta de que estoy
ahora en lo alto de la cresta. Todos están demasiado concentrados en el
hombre y el libro.
 

Empieza a mover los brazos; la gravedad ahora tiene el control.


— ¡No! — Grito y corro hacia adelante.
Los fae se vuelven hacia mí. Me congelaría de miedo si no fuera por el
impulso que me da la pendiente de la cresta. Corro, con los brazos girando;
Estoy desequilibrada. Las manos del hombre abandonan el libro mientras
cierro la brecha. Todo sucede con una lentitud surrealista mientras el libro
cae por el aire.
El fae con alas de mariposa carga por mí, pero los demás parecen
demasiado aturdidos para hacer algo. Me agacho alrededor de la mujer y
salto hacia el libro antes de que pueda encontrarse con las llamas, pero mi
pie se engancha en una raíz. Mi tobillo cruje, me giro. Es demasiado tarde,
estoy demasiado desequilibrada. ¿Cómo cerré tanta distancia tan rápido?
¿Cómo me acerqué tanto a los faes mientras aún respiraba?
No es que importe la forma en que me estoy cayendo...
Los ojos del hombre se abren, un tono esmeralda vibrante, el mismo
color que la primavera, como el renacimiento de la tierra misma,
antinatural, deslumbrante. Bloqueamos las miradas y me roban el aliento.
Su aterradora belleza es lo último que veo antes de caer en las llamas y el
mundo explota con un calor blanco.
 
9

SI SOY HONESTA, LA muerte duele mucho menos de lo que pensaba.


El fuego se ha convertido en luz del sol, envolviéndome como una
manta. Nada duele. De hecho, todo lo contrario. Tal vez sea como la vez
que Misty me pisó el pie y me rompió varios huesos. No me di cuenta de lo
mal que estaba hasta unas horas más tarde. Cordella me contó cómo un
cuerpo puede entrar en estado de shock cuando me vendó en los establos
para que Joyce no me viera y me regañara por lastimarme.
Entré en shock por un pie roto. Caer en un fuego furioso sería un nivel
de entumecimiento completamente diferente.
Pero no me he ido del todo. Hay gritos en la distancia; las palabras
confusas ganan un breve momento de claridad antes de alejarse demasiado
para escucharlas. Estoy a la deriva en un mar pálido, siendo llevada al más
allá al que no tengo más remedio que someterme. Escucho nuevas voces,
cantando y cantando. Esto no es como las palabras febriles que los fae
dijeron alrededor del fuego. Este canto es brillante y alegre. Escucho los
acordes de mil laúdes tocando y de alguna manera sé que todos están
rasgueando para mí.
Creo que escucho la voz de mi madre entre el coro. Ella está cantando
para que vuelva a casa. Ella está cantando para que yo vuelva a ella.
Finalmente, finalmente, el coro canta mi corazón, reunido finalmente.
SILENCIO.
Luego una voz de mujer.
— ¿Qué vamos a hacer con ella?
—La llevamos a Vena—decreta una voz familiar. Conozco esa voz.
¿Cómo conozco esa voz?
— ¿Estás loco? — pregunta un hombre. —No podemos llevarla a Vena.
Incluso si pudiera sobrevivir tanto tiempo aquí, lo cual no puede, no
podemos llevar a un humano a Dreamsong.
—Vena es la única persona que sabrá cómo sacarle mi magia—, dice la
segunda voz. Es profunda, como la nota más baja de una lira retumbando en
armonía con un trueno en un horizonte lejano. Inequívoco. Intento luchar
por la conciencia.
—Hol tiene razón— dice otro hombre. —Incluso si quisiéramos, ella
morirá antes de que lleguemos a Dreamsong.
—Entonces tendremos que movernos rápido, ¿no? — dice la voz
profunda.
—O la dejamos de vuelta en el Mundo Natural; vamos a Dreamsong, le
preguntamos a Vena qué debemos hacer y luego volvemos a realizar el
ritual que devolverá la magia al lugar que le corresponde — dice la mujer.
—A menos que planees atarla a una silla, dudo que se quede quieta. Eso
me ha quedado dolorosamente claro ahora —. Esa es la voz profunda de
nuevo. Parece conocerme.
¿Lo conozco? Mi cabeza se siente tan confusa y pesada. Abro los ojos.
—Ella se está despertando— dice Oren.
Es mediodía y el sol cega. Parpadeo lentamente mientras el mundo se
enfoca. Oren se cierne sobre mí, esta vez con una camisa.
Sin embargo, se deben cortar dos hendiduras en la espalda para dejar
salir las alas de libélula que se abalanzan a cada lado de él.
Me aparto de Oren y de las otras cuatro personas que están detrás de él.
—Está bien, no te vamos a hacer daño—dice Oren.
—Ella no te va a creer— dice la mujer con alas de mariposa. Reconozco
a cada uno de los individuos ahora como los que estaban reunidos alrededor
del fuego.
—Deja que mime al humano hasta que tenga la cara azul, luego la
obligaremos a hacer lo que queramos—. El hombre con cuernos de carnero
cruza los brazos sobre el pecho, los bíceps abultados y resaltan las marcas
levemente brillantes que los recorren. —No me importa si tiene la magia de
los reyes de Aviness. No sabe cómo usarla. Podemos dominarla.
—No me vas a obligar a hacer nada— espeto. Probablemente no sea lo
mejor que se puede hacer. Pero mi cabeza se está partiendo, estoy rodeada
de faes y estoy cansada de que me hablen como si no estuviera aquí, eso es
algo que Joyce me haría.
Los cinco me miran fijamente con distintos grados de conmoción. Los
labios de la mujer se abren y me mira boquiabierta. El hombre de los
cuernos de ciervo intercambia una mirada cautelosa con Cuernos de
Carnero antes de volverse hacia mí. Su líder frunce el ceño levemente, el
cabello castaño oscuro cae en cascada sobre su rostro con un revuelo del
viento.
—No pensé que hablaras en común— le dice el hombre con cuernos de
ciervo al hombre con cuernos de carnero.
—Yo no—, responde, todavía mirándome. —Y apuesto a que ella no, ni
tampoco, no debería hablar féerico.
— ¿Es la magia? — Oren mira a su líder.
—Probablemente— murmura con esa voz profunda suya, la mirada
volviendo a mí. Sus ojos son más verdes que el dosel de la luz del sol que
nos rodea. Más verde de lo que debería ser posible. Un tono único, casi
como una...
—Lima —susurro e inhalo bruscamente. —No, no, no, no —. Esa única
palabra se repite. No puede ser…No es posible.
Se agacha. Sus alas hechas jirones se mueven levemente detrás de él.
Todavía hay restos de pintura púrpura debajo de sus uñas.
—Has roto todas las reglas, Katria. — Las palabras están impregnadas
de frustración.
—Eres tú— respiro. —Lord Fenwood.
—Supongo que ahora que has visto mi verdadero yo, deberías saber mi
nombre real también. Davien —. Hace un gesto detrás de él. —El caballero
de las astas es Hol. Mi otro amigo cornudo es Giles.
— ¿Ni siquiera vas a intentar una broma cachonda? Decepcionante —,
murmura Giles mientras sonríe como un gato.
Lord Fenwood: Davien lo ignora.
—La dama es Shaye. Y, por supuesto, conoces a Oren.
Me arrastré todo el camino hacia atrás contra un árbol en un esfuerzo por
mantener la mayor distancia posible entre estas criaturas y yo. Cuando mi
espalda se presiona contra la corteza, empiezo a tener una mejor idea de lo
que me rodea, aunque es casi imposible apartar los ojos de los fae. Espero
que se lancen a mi garganta en cualquier segundo, aunque todavía no me
hayan matado.
Ya no estamos en el bosque de pinos profundo. Los robles centenarios se
extienden con una telaraña de ramas para captar la luz del sol y la fresca
brisa de la tarde. El musgo cuelga de sus extremidades, balanceándose.
Pequeñas motas de luz, un arco iris de luciérnagas lo suficientemente
brillantes como para ser vistas durante el día, flotan a nuestro alrededor. El
musgo tiene un brillo iridiscente, no muy diferente al carmesí de las alas de
Davien.
Cada color es más brillante que nunca. Cada olor es más agudo. El aire
en sí se siente vivo, poderoso y temible, de una manera completamente
diferente a la del bosque oscuro. No me siento amenazada aquí. Sin
embargo, al mismo tiempo, se siente como un lugar de gran peligro.
— ¿Dónde estamos? — Pregunto.
—Estamos en el Bosque Sangriento al noreste de lo que ustedes conocen
como las Montañas de Pizarra.
—Noreste...— Me cuesta procesar la información. —No hay nada al
noreste de las Montañas de Pizarra. Son absolutamente intransitables. El
mundo termina. — Cada tonto que alguna vez ha intentado cruzarlos nunca
ha regresado.
—Infranqueable para los de tu clase —. Hol mira en mi dirección desde
el rabillo de sus ojos morados, antes de volver a explorar el bosque que nos
rodea. Cada músculo de su cuerpo está tenso. Como si estuviera listo para
una pelea... o listo para correr. —Al menos, sin la ayuda de personas como
nosotros.
—Las Montañas de Pizarra son una línea entre mundos—, dice Davien
con forzada calma. Hay una agitación que arde en el fondo de sus ojos. Está
frustrado conmigo. Bien. Déjalo ser. Él fue quien mantuvo todo esto en
secreto y ahora me ha metido en ello. —Al otro lado de ellos está el antiguo
reino de Aviness, donde estamos ahora.
—La mayoría de la gente lo llama el de las tierras de faes hoy en día—,
dice Giles escudriñando el bosque también mientras habla, el viento
alborota su cabello rubio alrededor de sus cuernos.
— ¿Por qué no me has matado? ¿Por qué me has traído aquí? ¿Qué
quieres de mí? —Mis preguntas se vuelven apresuradas y frenéticas.
—Quiero la magia que robaste—. La voz de Davien se vuelve más un
gruñido. —La magia que fue mi derecho de nacimiento.
—No tomé ninguna magia—. Niego con la cabeza.
Me agarra por los hombros con sus manos anchas y me sacude.
—Entraste en la cañada, interrumpiste el ritual, entraste en la llama.
Supongo que hice todas esas cosas.
—Nunca tuve la intención… Bien, si quieres lo que sea que sea esta
magia, entonces retírala. Realmente no sé de qué estás hablando y no lo
querría incluso si lo supiera.
—Si tan solo fuera tan simple—. Una sombra cruza su rostro. —Pasé
toda mi vida, casi veinticuatro años, buscando las piezas que necesitaba
para completar ese ritual. Esperé cinco años solo para que las estrellas se
alinearan. ¿Y crees que puedes dármelo solo porque tú lo dices?
—Suficiente. — Oren presiona ligeramente con las yemas de los dedos
el antebrazo de Davien, interrumpiendo la perorata del hombre. —No estás
logrando nada con esto.
—Tal vez lo haga—, dice Shaye con una sonrisa maliciosa. —Nunca
antes habíamos tenido un humano que robara magia fae. Tal vez si la sacude
lo suficientemente fuerte, estallará fuera de ella. O su cabeza saldrá
disparada.
Mis ojos se agrandan.
—Ninguno de nosotros la tocara—. Debe darse cuenta de que se
contradice a sí mismo, porque Davien me suelta con un suspiro de
frustración.
—Creo que acabas de tocarla...
—Silencio, Giles. — Davien se pellizca el puente de la nariz. La forma
en que me mira ahora me recuerda cada medida de desdén que Joyce y
Helen alguna vez me mostraron, y algo más.
—No quise…— Empiezo a decir. Se manifiesta mi instinto de aplacar
esa mera mirada.
Me interrumpe.
—Eso está claro. Y, sin embargo, te has arriesgado al arruinarlo todo —.
Davien comienza a caminar por el bosque. —La llevaremos a Vena.
—Levántate—, dice Oren con suavidad, ayudándome a ponerme de pie.
—Todo el camino a Dreamsong, a través del Bosque Sangriento, con un
humano—. Shaye me devuelve la mirada antes de mirar a Hol a los ojos. —
Le doy tres días.
—Generoso— dice Hol. —Me sorprendería por dos.
—Genial, ahora tengo que elegir entre uno, que parece demasiado corto,
y cuatro, que todos estamos de acuerdo en que es demasiado generoso—,
murmura Giles. —Tomaré cuatro, si es necesario. ¿Escuchaste eso,
humana? Estoy siendo optimista contigo.
Me doy cuenta de que están hablando de cuánto tiempo podré seguir con
vida. Niego con la cabeza lentamente; se convierte en una onda que recorre
mi columna vertebral que rápidamente se convierte en estremecimientos.
No puedo moverme con mis huesos vibrando tan violentamente. Mi espalda
golpea el árbol y me deslizo hacia abajo una vez más, acurrucándome en
una bola y agarrando mi cabeza.
y g
—Tenemos que ponernos en movimiento—. Oren intenta levantarme por
los codos. —No es seguro para nosotros aquí.
— ¡Por supuesto que no lo es! No estoy a salvo con ninguno de ustedes.
—Ninguno de nosotros te va a hacer daño.
—Al menos no mientras tengas la magia de Davien—, dice Giles con
voz cantarina. Su falda se agita ligeramente alrededor de sus muslos
mientras camina.
Un gemido sube por mi garganta y se escapa como un ruido sordo y
confuso.
—Quiero ir a casa.
—No puedes— dice Oren.
—Llévame de vuelta—, exijo. —Llévame de vuelta ahora—, repito, más
fuerte. Es suficiente para que me llame la atención de Davien. Se detiene y
se vuelve lentamente hacia mí mientras me levanto del suelo por mi propia
cuenta. —Tú... hiciste un trato cuando te casaste conmigo. Hiciste un
juramento de que nunca me dejarías de lado. Y quiero irme a casa.
Davien se acerca lentamente, sus músculos se ondulan con un poder que
promete con calma que podría destrozarme si lo deseara. Su magia fae es
como un aura. Me sorprende que no ondule el aire a su alrededor como el
calor de las piedras en un día de verano.
—Sobre eso— casi ronronea. —Primero, casa, ¿dónde estaría eso?
¿Volver a esa 'mansión decrépita' en la que me dijiste que vive tu familia?
¿Es ahí donde consideras tu 'hogar'? ¿O hiciste de mi propiedad tu hogar?
—Me lo dejaste a mí, en tu carta—. Trato de no dejarme intimidar, pero
es más y más difícil cuanto más se acerca. —Quiero que me lleves de
regreso allí.
—Escuché cómo sigues usando esa palabra: quiero. Pero no va a tener el
efecto que crees que tendrá.
—Pero…
—Sí, te hice un voto muy generoso que, señalaré aquí y ahora, no tenía
que hacer. Y tienes razón en que tengo que mantenerlo. Sin embargo, te
estás olvidando de una parte clave —. Se detiene delante de mí, mirando
por el puente de la nariz. —Mi voto sólo dura hasta que tú, o yo,
abandonáramos ese plano mortal. Y viendo que ahora hemos cruzado el
Desvanecimiento hacia la tierra de Midscape… ya no estamos en ese plano
mortal. Así que mi voto se cumplió y queda anulado.
Da medio paso más cerca. Mi espalda golpea el árbol de nuevo,
impidiendo escapar más. Está tan cerca que puedo sentir su respiración,
justo al borde del aire fresco del invierno.
—No tienes ningún derecho sobre mí aquí.
—Solo quiero irme a casa—, le susurro.
—Te llevaré de regreso a tu patético mundo tan pronto como tenga la
magia dentro de ti—. Agarra mi barbilla, tirando de mi cara hacia arriba
para hacerme mirarlo a los ojos. —Hasta entonces, estás bajo mi mando.
Escúchame y tal vez te saque de esto con vida.
Intento pensar en todo lo que he aprendido sobre los fae. Monstruos,
Confirmado. ¿No pueden decir mentiras? Estoy bastante segura de que eso
es cierto, ya que nunca olí una mentira en ninguno de ellos. ¿Tienen que
cumplir sus votos? Parece que sí, ya que está tan ansioso por escapar del
voto que hizo al casarse conmigo. ¿Cómo puedo usar algo de eso para
sobrevivir? ¡Piensa, Katria, piensa!
—Entonces, si voy contigo a esta Vena y te doy la magia que hay en mí,
¿me llevarás de regreso a la mansión?
—Lo juro.
Trago saliva espesa. Eso sonó como un voto. Y no olí a humo.
—Bien. Entonces adelante.
Me suelta y se aleja rápidamente. Mientras pasa junto a sus compañeros,
veo a la mujer, Shaye, murmurarle. Apenas puedo escuchar lo que dice:
—Lo siguiente que sabes es que ella intentará decir que sigue siendo tu
esposa. Como si las leyes humanas pudieran cumplirse aquí —. Ella me
mira con una sonrisa sarcástica. Ella sabe que puedo escucharla. Tengo la
sensación de que ella quería que lo hiciera.
Aunque con su cabello rojo y alas de mariposa no se parece en nada a
Helen o Joyce, me las recuerda cada vez más a cada minuto.
Recojo mi bata embarrada y sucia a mí alrededor, trato de caminar con la
dignidad que sé que no poseo en este momento, y avanzo descalza hacia el
bosque. Es un milagro que no me cortara los pies anoche; al menos, el suelo
del bosque aquí está cubierto de un musgo suave y cómodo. La idea me
hace reflexionar. Me miro los pies, moviendo ambos dedos.
— ¿Qué es? — Pregunta Oren.
—Dile que se apure— nos grita Hol. —Le daremos cuatro días como
máximo antes de que muera aquí. No es hora para perder el tiempo.
—No es nada. — Niego con la cabeza y sigo adelante, pasando junto a
Oren y la fea sensación de traición que me llena su mera presencia.
Anoche me torcí gravemente el tobillo con una raíz. Escuché los huesos
crujir y los tendones romperse. No debería poder caminar ahora mismo.
Pero la articulación se siente bien. De hecho, ahora que la neblina inicial se
ha despejado, siento que puedo bailar, correr, saltar y cantar. Si tan solo
tuviera una razón para hacer cualquiera de esas cosas. Todo lo que tengo
ante mí es una larga marcha a través del territorio enemigo.
Pero al menos mi tobillo es una tranquila garantía de una cosa: tal vez
realmente tenga magia. De lo contrario, ¿cómo estaría caminando ahora
mismo?
10

NO ESTOY MUY SEGURA DE  por qué se llama Bosque


Sangriento. Comparado con el bosque en casa, este lugar es... ¿Me atrevería
a pensarlo? -alegre. A pesar de mi empresa, por supuesto.

Hablan entre ellos durante todo el día, en su mayoría


ignorándome.  Davien dice poco;  él lidera la manada y cavila de manera
bastante dramática. Oren también se mantiene al margen de sus discusiones,
se queda atrás, más cerca de mí.  Sin duda para asegurarse de que no
corra.  Me aseguro de mantener mi distancia incluso de él.  Cualquier
confianza que pudiera haberse ganado de mí ahora se ha ido.

Inevitablemente, la conversación vuelve a mí junto con sus


ojos.  Preguntan cómo estoy.  Dicen que debo estar cansada. Dicen que mi
cuerpo humano débil y frágil debe estar colapsando.

Cada vez, les aseguro que soy más que capaz de seguir adelante. Puedo ir
un poco más lejos.

Es la cuarta vez que hacen esto que finalmente estoy agotada. El sol se
pone del otro lado, del  lado  equivocado, de las montañas que se ciernen
sobre nosotros, un fenómeno extraño para mí y una prueba más de que
estoy muy lejos de casa.  El sol sale de las montañas… no se pone.  Me
detengo, cruzo los brazos y los miro.
— ¿Alguna vez me vas a decir por qué exactamente voy a morir en los
próximos tres días?

— ¿Realmente quieres saber? — Pregunta Hol.

—Oh, ¿puedo decírselo? —  Giles parece demasiado ansioso para mi


gusto. Él sonríe y es entonces cuando noto que sus dientes son un poco más
afilados de lo que serían los de un humano normal.

—Supongo que dejaré que me niegues el placer—, le dice Shaye a Giles.

—Dile lo que quieras—, responde Davien. —Pero no dejes de moverte.

Comenzamos nuestra marcha de nuevo.  Giles habla como lo hacemos


nosotros. 

—Ya que eres humana, voy a asumir que básicamente no sabes nada
sobre el mundo en el que vives—. Pongo los ojos en blanco. Lo ignora. —
Lo que necesitas saber es esto.  Hay tres mundos: el Más allá, adonde vas
cuando mueres; Midscape: dónde estás ahora y dónde aún residimos los que
tenemos magia; y el Mundo Natural: el mundo que se les dio a los humanos
después de las guerras antiguas, y de dónde eres.

—Entre cada uno de estos mundos hay una barrera.  La barrera entre
Midscape y el más allá se llama Velo.  La barrera entre Midscape y el
Mundo Natural se llama Desvanecimiento.

—Todo bien. —  Creo que lo sigo.  Aunque parece demasiado increíble


para ser real. — ¿Cruzamos el Desvanecimiento para llegar aquí?

—Correcto— dice.
— ¿Entonces las personas que intentan cruzar las montañas y cruzan el
Desvanecimiento realmente terminan aquí? ¿En Midscape?

—No exactamente.

—Afortunadamente no, para ellos—. Shaye inclina la cabeza hacia atrás


y suelta una carcajada.  —La muerte es más amable para un humano que
terminar accidentalmente en la tierra de los fae.

Cruzo los brazos sobre el pecho y lucho contra un escalofrío.  Todavía


estoy en camisón y bata. Lo que no daría por la dignidad de unos pantalones
o un vestido adecuado.

—Se supone que los humanos y las criaturas regulares de Midscape no


pueden cruzar el Desvanecimiento. Solo unos pocos elfos pueden
hacerlo; es el Rey Elfo quien mantiene las barreras entre los mundos. Al no
permitir que la mayoría de la gente cruce por ambos lados, mantiene su
poder.

— ¿Rey Elfo? — Repito. —¿Hay algo más que faes aquí?

—Hay elfos, mer, lykin, nosotros… Hubo dríadas hace mucho tiempo,
pero murieron después de que hicieron a los humanos.  También hay
vampiros, pero no se los ha visto en siglos.  Creo que se escucharon por
última vez hace un par de cientos de años después de que se erigiera el
Desvanecimiento. Podrían haber seguido el camino de las dríadas.

Las dríadas hacen humanos... Todas las criaturas de los viejos cuentos
populares son reales... Me siento mareada y me detengo para apoyarme
contra un árbol y recuperar el aliento. 

—Es imposible.
— ¿Qué fue eso? — Giles me llama.

—No me digas; ¿finalmente se ha rendido por hoy?— Pregunta Shaye.

—Esto no puede ser real.  Tengo que estar soñando —.  Niego con la
cabeza con una risa.  —¿Criaturas mágicas?  ¿Guerras antiguas?  ¿Barreras
entre mundos? No sé. No, esto no es real.

—Desafortunadamente para ti, es muy real—.  Giles mete las manos en


los bolsillos ocultos por los pliegues de su falda suelta. —Porque ni siquiera
hemos llegado a la parte que te va a matar.

—Oh.  Bien.  Más cosas que pueden matarme además de los villanos de
todas las historias que me contaron cuando era niña —. Le frunzo el ceño.

—Sigue moviéndote— grita Davien. Frunzo aún más el ceño y me aparto


del árbol. La marcha es bastante rápida y, aunque no diría que estoy cansada
todavía, también es mucho más que un paseo por el bosque. Miro detrás de
mí. Es como si estuviéramos huyendo de algo. Sea lo que sea que infundiría
miedo en los corazones de estas personas, sé que no lo quiero conocer. Mis
pensamientos se remontan a la mujer que me atacó en el bosque.  Quizás
también haya más como ella aquí.

—Los humanos no están hechos para este mundo—, dice Giles. —Sólo


un humano puede sobrevivir aquí: la Reina Humana.

— ¿Dónde vive? — Si hay una Reina Humana, tal vez pueda encontrar
mi camino hacia ella.  Seguramente ella simpatizaría conmigo,
¿verdad?  Maldigo por dentro.  ¿Qué estoy pensando?  ¿Llegar a una reina
humana? Incluso si Giles me dijera dónde encontrarla, no distinguiría una
ciudad de otra aquí. No sé nada de este mundo. La repugnante sensación de
impotencia se instala en mis hombros y quiero gritar.
—A ningún lugar al que quieras ir.  Está casada con el Rey Elfo y vive
muy al sur.

—Que se pudra con todos los elfos detrás de su muro—, murmura Hol en
voz baja.

—Déjame aclarar esto, estás diciendo que los humanos no pueden


sobrevivir aquí, así que hace mucho tiempo que todos los humanos fueron
expulsados al...— Intento recordar cómo llamó a mi mundo —…Mundo
natural.

—Mira eso, se le puede enseñar.  Soy como un papá orgulloso aquí


—. Giles se enjuga una lágrima imaginaria por el rabillo del ojo, sollozando
dramáticamente.

Ignoro el comentario.  Es lo más cerca que voy a estar de la verdad, así


que continúo. 

—Y como los humanos no pueden sobrevivir aquí... ¿voy a morir?

—Más o menos. — Giles se encoge de hombros. —No puedo decir que


alguna vez lo hayamos probado.  Shaye, una vez viste a un humano
arrastrado a Midscape, ¿verdad?

Shaye lo mira por ponerla en un aprieto.  Pero ella responde de todos


modos. 

—Lo hice. Fue una idea horrible de una persona horrible que hizo cosas
horribles —. Sus ojos están distantes mientras habla. Ella no parece mirar
nada. —Es la comida, el agua. En Midscape, los humanos no se alimentan
como deberían. Se marchitan y mueren alarmantemente rápido.
Trago saliva y miro hacia las montañas.  Trato de preguntar lo más
casualmente posible:

— ¿Cómo alguien cruza el Desvanecimiento?

—Ni siquiera pienses en intentar hacerlo—. Hol ve a través de mí. Se ata


su largo cabello castaño rojizo hacia atrás en la nuca, peinándolo alrededor
de sus cuernos. Se parecen más a nácar que a hueso. — El Desvanecimiento
es un lugar peligroso, incluso para nosotros. Recuerda, se supone que nadie
puede cruzarlo.  Solo podemos navegarlo con magia y pasadizos rotos que
son un riesgo cada vez que lo intentamos.  Si  Tú tratas de entrar en él,
seguramente moriría.

Parece que voy a morir de cualquier manera. Pero no digo el comentario


en voz alta. Me han dado suficiente para pensar que muerdo el silencio por
un rato.  De vez en cuando los miro de nuevo.  Los tres hablan entre
ellos.  Las brillantes alas de mariposa de Shaye se mueven en ocasiones,
prueba de que son reales.

O que estoy teniendo el sueño más horrible y vívido de mi vida.

Extiendo mi antebrazo y le doy un pellizco firme.  Duele.  No, no es un


sueño.

Suspirando, paso mis dedos por mi cabello. Se enganchan en una serie de


nudos. Empiezo a tirar y a quitar los enredos. Le da a mis manos algo que
hacer mientras pienso.  Como si desenredar mi cabello me ayudara a
desenredarme del lío en el que estoy.

Ni siquiera me doy cuenta de que el grupo se ha detenido hasta que estoy


a unos pasos de ellos.  Empujada de mis pensamientos, miro a mí
alrededor.  Las ruinas de las casas antiguas, olvidadas hace mucho tiempo,
se esparcen entre los árboles como juguetes de un niño olvidados y
abandonados.  Un gran roble se levanta de los restos de una casa,
encajonado por las paredes derrumbadas.

—Nos quedaremos allí esta noche—. Davien señala hacia el edificio que


estaba mirando.

— ¿Deberíamos hacerlo?— Giles se estremece y se abraza. —Este es un


lugar maldito.

—Solo es una maldición si lo permites—, dice Hol con firmeza, aunque


no puedo decir a quién está tratando de convencer, al resto de nosotros o él
mismo.

Oren se ha detenido a mi lado. Lo miro y le susurro:

— ¿Así es como funcionan las maldiciones?

—No, las maldiciones son…— comienza a decir, pero Davien lo


interrumpe.

—Este lugar no está realmente maldito—. Su voz baja retumba a través


de mí. Odio que sea la misma voz con la que hablé todas esas noches el mes
pasado. La misma voz que me mantuvo despierto en mi cama a altas horas
de la noche, suspirando suavemente y anhelando solo un vistazo del rostro
que lo acompañaba.  Hubiera sido más amable si su voz cambiara cuando
entramos en este mundo. Todavía no sé cómo remediar la diferencia entre
el  apuesto, amable y  seguro  Lord Fenwood que estaba imaginando y el
poderoso y mortal fae que estaba frente a mí. 

—Es simplemente un lugar de brutalidad y gran trauma.

—El tipo de trauma que ni siquiera los árboles olvidan—. Shaye mira las
marquesinas frondosas bajo las que caminamos, como si tratara de
comunicarse con esos mismos centinelas.

Entramos en las ruinas a través de un arco desmoronado y avanzamos


sobre las rocas y los escombros, alrededor del roble central y hasta la
esquina trasera.

Giles toma un palo del suelo y dibuja un círculo a su alrededor. Oren me


hace un gesto para que retroceda con el resto de ellos.  Observo con
fascinación mientras marca cuatro líneas en el círculo, cada una apuntando
en una dirección cardinal diferente. Mientras hace las marcas, murmura:

—Norte, Sur, Este y Oeste, anclámeme en este mundo—.  Clava el palo


en el suelo a sus pies. —Llena mi cuerpo de magia; permíteme ejercer todo
el poder de la roca y las hojas de los árboles.

Levanta el palo y lo apunta al árbol en el centro de las paredes de


piedra. La punta del palo apenas toca la corteza. 

—Estemos seguros dentro de tus ramas;  que tu corteza sea nuestro


escudo, y las ramas nuestros muros.

Sus ojos normalmente color avellana brillan con un tenue color esmeralda
en sus bordes y el árbol cobra vida con una sinfonía de madera quejumbrosa
y crujiente.

Me tambaleo hacia atrás. Oren me agarra con una mano, ayudándome a


mantenerme erguida. Observo cómo la corteza del árbol se despega y se
arquea por encima de mi cabeza. Nuevas ramas brotan y se entrelazan para
formar muros que se fusionan con los restos de piedra que nos rodean. Las
hojas se despliegan para convertir un dosel en un techo.  Cuando la luz se
apaga, hay una cabaña esperándonos.

—Cómo...— respiro. No puedo formar una oración coherente.  Debería


estar aterrorizada. Debería querer correr al ver eso.  Y sin embargo...
Fue  impresionante.  La magia fue una de las cosas más hermosas que he
visto en mi vida. La sensación de poder empapando el aire. La prisa cuando
se arremolinaba a nuestro alrededor y el árbol cobraba vida.  La forma en
que se movía...

—Se llama ritumancia— responde Oren a mi pregunta inconclusa.  —


Cada tipo de criatura en este mundo tiene su propia forma de magia,
diferente a las demás.  Los fae tienen ritumancia, lo que significa que
usamos rituales para aprovechar y usar nuestros poderes.  No podemos
realizar hazañas mágicas más grandes que un simple glamour, o usar
nuestros dones físicos, sin antes realizar una serie de pasos para cargarlo y /
o almacenarlo.

Giles levanta las manos como si fuera una señal.  Tensa los dedos y las
garras salen disparadas.  Son los mismos que vi anoche cuando bailaba
alrededor del fuego. Mientras relaja sus manos, las garras desaparecen.

Pienso en lo que Lord Fenwood: Davien, me recuerdo a mí misma con


firmeza;  Lord Fenwood nunca existió, me lo dijo de noche en el
comedor.  No es de extrañar que supiera  tanto sobre la magia de los
fae. Aquí pensé que era un cazador cuando en realidad era uno de ellos.

El grupo se instala para pasar la noche.  Hol enciende el fuego mientras


Shaye y Davien salen a cazar para cenar.  Vuelven con una liebre que
rápidamente se corta y se asa.

Hol me entrega un trozo y dice:

—Puede que no sepa a nada, o que no te sirva de nada, pero no está de


más comerlo.

Mi estómago gruñe, aparentemente lo suficientemente fuerte como para


que lo escuchen porque Giles suelta un bufido. Realmente no quiero comer
su comida de fae, pero tengo que tratar de mantener mi fuerza.  Por lo
menos, incluso si sabe a ceniza y no me nutre, es de esperar que mi
estómago se sienta lleno. Y eso será suficiente para sofocar su canto.

—Gracias—, murmuro y tomo el muslo que está sosteniendo.

Como no he comido nada en todo el día, huele a cielo. Me hace el agua la


boca, le doy un mordisco, preparándome para un bocado quemado. Pero en
cambio... es la cosa más deliciosa que he probado en mi vida.  ¿Había
comido siquiera antes de esto?  Doy otro bocado grande y me limpio la
grasa líquida de la barbilla con el dorso de la mano.

—Al menos estás haciendo un esfuerzo por comértelo—, dice Oren con
una sonrisa.

—No puede doler—, repito Hol. No quiero que sepan que puedo saborear
la comida.  Quizás otros humanos le estaban mintiendo a los
faes. Nosotros podemos mentir, después de todo, y que no pueden. Quizás
hacerles creer que la comida y el agua no nos nutren es una táctica para
escapar y regresar a casa. Quizás sea la comida la que me permitirá cruzar
el Desvanecimiento.

Finalizada la cena, el grupo se acomoda para pasar la noche. Hol ocupa el


primer turno, Giles el segundo y Oren el tercero. Mi mejor oportunidad para
correr es cuando está de servicio. Si voy a escapar, será entonces.

El suelo del bosque es más cómodo de lo que esperaba.  La espesa


alfombra de musgo acuna mi cuerpo y caigo en un sueño
sorprendentemente profundo.  Me despierto cuando Oren se mueve a mi
lado. Me coloqué lo suficientemente cerca para que él no pudiera moverse
sin que yo lo sintiera. Fingiendo estar todavía dormida, suspiro suavemente
y me pongo de lado. Cubriendo la mitad de mi cara con mis manos, abro un
ojo y miro entre mis dedos.
Oren y Giles susurran entre ellos. La conversación es breve y Giles toma
su lugar entre el grupo en el suelo. Espero hasta que su respiración agitada
se haya convertido en ronquidos suaves.

Moviéndome lentamente, me pongo boca abajo y pongo las manos


debajo de los hombros.  Me levanto sobre las palmas de las manos y las
rodillas y examino al grupo, utilizando los restos humeantes de la fogata
como luz.  Mis ojos se clavan en Davien.  Incluso con  poca luz, su piel
ámbar es prácticamente luminiscente.  Las brasas anaranjadas contornean
sus músculos, el corte afilado de su mandíbula y la línea de su frente,
suavizada por el sueño.

Si miro solo su cara, no es muy diferente al hombre que imaginé, hasta la


ligera barba. Pero luego veo las alas carmesí iridiscentes estiradas detrás de
él. No, el Lord Fenwood que yo conocía era una ilusión.  Todo el tiempo,
este fae me estaba manipulando. Cuando dejé la casa de mi familia, juré que
nunca volvería a ser utilizada.

Esa promesa a mí misma no terminó solo porque crucé a su mundo.

Me pongo de pie lentamente, saliendo de puntillas a través del arco hecho


de ramas y corteza. Oren se apoya en la abertura de las ruinas. Su obediente
mirada se detiene sobre mí.

—Deberías estar dormida— susurra.

—Tengo que ir al baño— digo tímidamente, ignorando el sabor a metal


en mi boca. —Pensé que no debería hacer eso donde todos los demás están
descansando la cabeza.

—Puedes hacerlo allí—  Señala al otro lado del árbol, justo al lado del
refugio. —Voy a mirar hacia otro lado.
—No puedo, eso es demasiado...— Suspiro con frustración. —No puedo
hacerlo tan cerca de la gente.

—Están todos dormidos.

—Me da miedo escénico— Cambio mi peso de un pie a otro como si la


necesidad fuera urgente—Iré justo detrás de ese árbol.  Está lo
suficientemente lejos — Señalo un gran roble cerca de otra ruina.

Oren frunce los labios. 

—Bien, pero date prisa.

—Lo haré lo mejor que pueda — Presiono mis manos en la parte inferior
de mi abdomen. —Esa comida no me siento bien.

Me lanza una mirada de lástima, casi lo suficiente para hacerme sentir


mal por mentir y huir.  Pero él fue quien me mintió en primer lugar.  Si se
preocupara por mí, me habría dicho lo que era o les habría impedido
llevarme aquí.

Me acerco al árbol y doy un paso detrás de él.  Después de un segundo


miro hacia atrás.  Mis ojos se encuentran con los de Oren.  Articulo las
palabras, no mires.

Pone los ojos en blanco y aparta la mirada. Esta es mi oportunidad. Me


lanzo desde el árbol hasta detrás de la pared derrumbada de otra casa
destruida hace mucho tiempo y escucho para ver si me está persiguiendo. El
bosque está en silencio. No creo que me haya visto moverme.

Respiro, me preparo y escapo.

 
11

ME PREGUNTO cuánto tiempo me gano mientras me alejo de la pared,


corriendo de regreso entre los robles. Eventualmente, Oren vendrá a buscar.
Cuando no me encuentre, estoy segura de que alertará a los demás. Debo
suponer que son buenos rastreando. No tengo nada en que basar esa
suposición, pero prefiero esperar lo mejor mientras planeo lo peor. Dada la
suerte que tuve este último día, sin duda pueden rastrear un escarabajo a
través de una cadena montañosa.

Lo suficientemente lejos como para saber que estoy fuera de la vista,


empiezo a cortar a la izquierda y me dirijo en la dirección de dónde
venimos. Había un arroyo no muy atrás. He escuchado historias de personas
que cruzan cuerpos de agua mientras son perseguidas por perros. Algo
sobre limpiar tu rastro de olor. Los fae parecen ser en parte bestias, así que
tal vez la premisa sea la misma. No puede doler.

Las pequeñas motas de luz que iluminaban el bosque durante el día han
hecho sus lechos sobre el musgo oscuro, convirtiendo el suelo del bosque
en un mar de estrellas que se aleja de mí mientras corro y se cierra sobre
mis pasos. Los árboles brillan como el agua, lo que solo puede describirse
como magia que emana de sus troncos y entra en las hojas antes de volver a
caer a la tierra como una neblina luminiscente. Todo aquí se siente vivo,
despierto, como si estuviera siendo observada a cada paso por seres
ancestrales.
Presiono mi mano en mi costado. Me duele y me arden los pulmones.
Recojo el aliento por sólo un segundo y sigo corriendo. Si puedo llegar al
arroyo, tal vez pueda perderlos. Presté atención al camino que tomamos
hoy. Encontraré el camino de regreso y luego me dirigiré a las montañas.
Cruzaré el Desvanecimiento. Si ellos pueden hacerlo, yo también. Después
de todo, tengo esta magia de reyes, o lo que sea que se suponía que su ritual
debía crear. Puedo hacer esto; Sé que puedo.

El arroyo aparece a la vista.

Salto por la orilla poco profunda, chapoteo en el agua y salto. Es cuando


mis pies tocan el otro lado que veo el movimiento borroso en mi periferia.
Giro hacia la fuente por instinto.

Un hombre me golpea. Venía del cielo, una mancha de iridiscencia rojo


sangre y luz de las estrellas. Tocamos el suelo juntos. Levanto la rodilla por
instinto, buscando el punto blando entre sus piernas que seguramente lo
sacudirá y, en su lugar, toco sus costillas debido a la forma incómoda en que
caímos. Está medio encima de mí, empujándose del suelo ahora, tratando de
agarrar mi muñeca mientras lucho por liberarme.

—Suelta…— Una gran palma me tapa la boca.

Los brillantes ojos verdes de Davien se encuentran con los míos. Lo


único que evita que su nariz toque la mía es su mano. Su cabello cae en
cascada sobre sus hombros y me hace cosquillas en la mejilla.

— ¿Estás tratando de que te maten? — gruñe.

Intento hablar contra su mano, los sonidos ahogados son ininteligibles


hasta que quita los dedos.

—Tus amigos no pararon de decirme todo el día cómo voy a morir de


todos modos. Bien podría apurarme.
—Y, sin embargo, todavía estamos tratando de mantenerte con vida—.
Todavía tiene que alejarse. Su cuerpo está aplastando el mío contra el lecho
del arroyo. El agua se precipita contra mi costado en frío contraste con el
calor de su firme músculo.

— ¿Sabes quién más intentó mantenerme con vida? Mi madre y mis


hermanas. ¿Sabes cómo lo hicieron? Encerrándome en habitaciones,
impidiéndome tener amigos, llevándome cualquier cosa que me produjera
la más mínima alegría. Me trataron como una cosa más que como una
persona —. Parpadeo hacia él, mis ojos ardiendo.

Las palabras brotan de mí sin ser invitadas. No quiero decirle estas cosas,
no a él, no aquí, no ahora. Pero en este momento, parece que no puede
haber nada oculto entre nosotros. Ha comprimido todo el espacio donde los
secretos podrían vivir en polvo. Es solo él, asaltando mis sentidos como lo
ha hecho durante semanas. Excepto que ahora puedo verlo. Ahora puedo
mirar esos ojos verdes brillantes mientras me exponen. Ahora es más que
un simple toque y puedo sentir su cuerpo sobre el mío mientras su peso
aplasta mis barreras.

—Quiero vivir, más que nada, y porque quiero eso, me niego a pasar mis
horas como cosa de alguien. Voy a vivir mi vida, como quiero vivirla, o
moriré en el intento. Así que ayúdame a vivir o prepárate para matarme —
termino, con la voz temblorosa.

Abre y cierra la boca. Aún indeciso sobre sus palabras, cambia su peso y
presiona una mano en el suelo a un lado de mi cabeza. Con espacio entre
nosotros una vez más, puedo respirar de nuevo. Nunca me había sentido tan
desnuda.

—Levántate—, dice, apenas más que un gruñido. —Te resfriarás si te


acuestas en el agua.
Davien me deja espacio para ponerme de pie. Limpio la tierra y las
piedras de mi túnica hecha jirones. Mi camisón es alarmantemente
traslúcido en el lado donde el agua fluía sobre mí. Cierro mi bata alrededor
de mí un poco más apretado. Si se dio cuenta de la irregularidad, se aseguró
de no mirar.

—Vive tu vida de la manera que quieras vivirla…— repite y se ríe


suavemente con un movimiento de cabeza. —Qué aspiración egoísta.

— ¿Disculpa? — Es mi turno de cerrar la brecha entre nosotros. Me


pongo de puntillas para tratar de mirarlo a los ojos y aun así me quedo
corta. — ¿Qué dijiste?

—Quieres vivir tu vida con total desprecio por todos y todo lo demás. Es
egoísta.

—Hice mis sacrificios. Me lo gané —. Niego con la cabeza,


retrocediendo. —No tengo que defenderme ante ti ni ante nadie.

—Tienes razón, no es así, porque claramente no te preocupas por los


demás—. Se encoge de hombros. —No es que pudiera entender a alguien
que eligió vivir su vida de esa manera.

— ¿Oh? ¿Y cómo vives tu vida? ¿Escondido en una mansión en el


mundo humano? ¿Encontrar novias cuyas familias tengan las cosas que
necesita para tus rituales nocturnos? ¿Soy siquiera la primera novia humana
que has tomado?— Me sorprende lo mucho que quiero que diga que lo soy.
Cuán herida estaría si fuera solo una de muchas.

—Lo eres. — Me lanza una mirada tan fría que tiemblo. — Y no te


acepté como mi esposa a la ligera. Si tuviera otra opción, no la tendría.
Nunca quise involucrarte en nada de esto. Si tu padre me hubiera dado ese
maldito libro cuando lo pedí por primera vez hace años, nada de esto habría
sucedido. Tuve que esperar y preparar una ofrenda que sabía que su familia
no podría rechazar.

—La muerte de mi padre...

—No tuve nada que ver con eso—, interrumpe con firmeza, pero todavía
un tanto gentil en torno al delicado tema. —No encontré alegría en ello.
Envié a Oren esperando que él negociara con tu padre, no con Joyce. Ni
siquiera sabía que había pasado al gran Más Allá, solo que estaba fuera y el
rumor de los tiempos difíciles de tu familia.

Lanzo un pequeño suspiro de alivio.

Continúa:

—Pero anoche... cuando finalmente, finalmente tuve todo lo que


necesitaba en su lugar, años de trabajo que se hicieron realidad para una
causa mucho más grande que yo, mucho más grande de lo que jamás
sabrás... yo... yo...

— ¿Tú? — Susurro cuando el silencio se extiende hasta el punto de que


temo que no continuará.

— Todavía pensaba en ti. Te dejé esa carta en un intento de facilitar las


cosas en caso de que alguien afirme que no tienes derecho a esa tierra, a esa
casa. Te habrían cuidado por el resto de tus días mortales. Y todo lo que
tenías que hacer era seguir las reglas que te di para tu propio beneficio y
quedarte quieta.

Mi estómago se revuelve, y no porque haya comido comida del mundo


fae. Estoy enferma porque no huelo a humo y los faes no pueden mentir.
Dice la verdad.
Todo lo que tenía que hacer era quedarme quieta. Una última noche de
obedecer las reglas y la libertad total que siempre he deseado hubiera sido
mía. Davien habría estado fuera de mi vida y sus riquezas en el mundo
natural habrían sido mías.

—Y aquí estamos otra vez. — El niega con la cabeza. —Otra noche en la


que arriesgas todo al no quedarte donde te pusieron.

—Si quieres que esté de acuerdo con esto, tienes que empezar a contarme
lo que está sucediendo. Trátame como a un igual. Sé que debería, pero no
puedo seguir las reglas a ciegas —. Joyce me ha dejado una cicatriz
demasiado profunda en formas que apenas estoy empezando a comprender,
como para estar de acuerdo con algo sin cuestionar.

— ¿Crees que te lo mereces? — Arquea las cejas.

—Si tienes cariño, no, algún respeto, por mí, entonces harás esto. No soy
una reliquia que puedas guardar en un estante hasta tu próximo ritual. Soy
una persona que respira. No me trates como una cosa y no tendré una razón
para estar fuera de lugar porque el lugar en el que estaré es el que he
elegido.

Davien suspira profundamente. Pasa una mano por su cabello. La mitad


se desliza hacia atrás gracias al agua del arroyo. La otra mitad cae en su
rostro.

— ¿Prometes que eso es todo lo que se necesita?

—Lo juro.

—Dame una razón por la que pensaría que mantendrás tu palabra. Juraste
que, si abría la puerta, no te irías. Mentiste. — Hay dolor en su rostro.
Quizás por eso nunca antes quiso que lo viera. El hombre es un libro abierto
de emociones. Pasó tanto tiempo en aislamiento físico que nunca tuvo que
aprender a protegerse.

¿Mientras que yo? Aprendí esa habilidad muy rápidamente gracias a


Joyce y Helen.

Niego con la cabeza lentamente. No puedo pensar en nada que pueda


ofrecerle para demostrarle que estoy diciendo la verdad. Podría decirle
cómo pruebo el metal cuando miento. Pero no tiene pruebas de lo que
puedo probar o no. Laura nunca dijo que podía oler el metal en mi aliento,
las pocas veces que me complació con un olfateo.

—Supongo que no tienes ninguna razón—. Me encojo de hombros. —


Creo que lo mejor que puedo hacer para demostrárselo es empezar a actuar
de buena fe yo misma. Regresaré al campamento ahora mismo.

Su emoción cambia. Su frente se suaviza ligeramente y se arquea hacia


arriba. Sus ojos se entrecierran, solo un poco y solo por un segundo. Es
como ver los pensamientos danzar en la mente de una persona, expuestos de
una manera que nunca antes había visto.

Cruzo el arroyo y chapoteo en la orilla del otro lado. Estoy a varios pasos
de distancia cuando me doy cuenta de que no me está siguiendo.

— ¿Vienes?

— ¿De verdad planeas caminar? — Él se ríe. Sus poderosas alas, las


cuatro, se despliegan en su orden tácita y se extienden detrás de él. Así que
es cierto lo que me dijo acerca de que los fae podían convocar y descartar
algunas de sus características animales. Las alas se habían desvanecido
después de que nos derrumbáramos en el arroyo y ahora parecen aumentar
de tamaño. Rayas ligeramente translúcidas recogen la luz del suelo del
bosque. Está positivamente radiante. Con un poderoso aleteo, medio salta,
medio se desliza sobre el arroyo y camina a mi lado. —Hay una forma
mucho más rápida. Y si te trato como a un igual, debería extenderlo a ti
también —. Su brazo envuelve mis hombros y me atrae hacia él. Una vez
más, la fuerte longitud de su cuerpo me deja sin aliento. —¿Confías en mí?

—No lo sé—, susurro.

—En qué estado nos encontramos, ¿no? — dice con una sonrisa tan
deslumbrante que debería ser un crimen. —No puedo confiar en ti y ahora
parece que tienes alguna razón por la que no puedes confiar en mí.

—Bueno, también traicionaste mi confianza—, lo admito.

Parece realmente sorprendido por esto. —¿Qué? ¿Cómo?

—Me mentiste sobre quién eres.

Su frente se arruga.

— ¿Qué debería haber dicho? — pregunta suavemente; Estoy asombrado


por la sinceridad. — ¿Que tu nuevo esposo era un fae que estaba destinado
a dejarte? ¿Eso te habría hecho feliz?

Ya no puedo mirarlo a los ojos. No tengo respuesta.

—Supongo que desearía que las cosas fueran diferentes—, es todo lo que
puedo decir. Engancha mi barbilla y dirige mi rostro hacia él. Sus ojos están
abiertos y atractivos.

—He pasado toda mi vida deseando que las cosas fueran diferentes. Y
estamos en la cúspide de que todo cambie. Y una vez que cambie para mí,
también cambiará para ti —. Verdad. Verdad. Verdad. —Una vez que tenga
el poder que hay en ti, te enviare de regreso a tu mundo. Aún tendrás esa
casa. Aún tendrás todas las riquezas que dejé atrás. Vivirás con todas las
comodidades que quieras y la alegría que puedas comprar.

— ¿Qué hay de los fae en el bosque?

—Ellos estaban detrás de mí, no de ti. Sin mí allí, nadie vendrá a hacerte
daño —. Su brazo se aprieta una vez más. —Así que te volveré a hacer una
pregunta imposible para un humano, de un fae… ¿confías en mí? ¿Podrás
que confiar en mí? ¿Podemos empezar de nuevo?

Debo decir que no. Cada instinto humano en mi cuerpo grita que no. No
puedo confiar en este hombre. Su mismísimo designio como fae es ser mi
enemigo.

Y, sin embargo, en un pequeño suspiro, me desafío incluso a mí misma


cuando digo:

—Sí.

Sus movimientos son borrosos. Con un movimiento fluido, me atrae


hacia su pecho mientras alcanza con su mano libre la parte de atrás de mis
rodillas. Se inclina hacia adelante y se hunde en sus piernas. Luego, salta
hacia arriba con un poderoso batir de sus alas.

Tomamos los cielos.

El dosel pasa rápidamente a nuestro lado. Intento protegerme con una


mano, presionando mi cara contra su pecho. Davien también se mueve,
recibiendo la peor parte de las ramas de los árboles con los hombros y el
cuello. El bosque se convierte en un recuerdo lejano a medida que
atravesamos su barrera frondosa y nos detenemos para flotar entre las
estrellas.
—Mira— susurra.

Aparto la cara de su pecho y hombro mientras comenzamos a descender.


Estamos cayendo mucho más lentamente de lo que debería ser naturalmente
posible. Davien estira una pierna y señala con el pie. Con solo la punta de
su bota se encuentra con una de las ramas superiores de un roble y luego
empuja una vez más con otro aleteo de sus alas. Nos arqueamos hacia
arriba, la magia chispeando como brasas en las alas detrás de él.

—Mira, no es tan malo—. Me mira con una sonrisa. Muerdo mi labio y


finalmente admiro el mundo que nos rodea ahora que estoy al menos algo
segura de que no estoy a punto de caer.

Aunque sé que debería tener miedo. Aunque mi estómago se ha caído de


mi cuerpo. Mi corazón se acelera.

—No está mal…— repito, el pensamiento se pierde entre el esplendor.

Desde esta posición ventajosa puedo ver la totalidad del Bosque


Sangriento. Se extiende a lo largo de la lejana cordillera y se adelgaza a
medida que se acerca a una ciudad vibrante en la cima de una colina en la
distancia. Puedo distinguir las agujas de un castillo contra el cielo oscuro.
Es el único signo de vida significativo que puedo ver. Por encima de
nosotros, los cielos nunca habían sido tan brillantes. Las estrellas se parecen
más a las orillas arenosas de un océano, en lugar de las pequeñas motas
como siempre las he conocido.

—Es increíble—, le susurro. Aflojo una mano de alrededor de su cuello y


señalo hacia el castillo. — ¿Qué es eso?

Sea lo que sea, no le gusta. Puedo sentir sus hombros tensos antes de que
un ceño fruncido recorra su rostro. Incluso el brillo de sus ojos parece
atenuarse con las sombras del trauma.
—Ese es la Corte Suprema. Es la colina en la que fueron coronados los
primeros reyes, donde reside la corona de cristal de los fae y donde vive y
gobierna el Rey Fae.

—Y quieres matarlo—. Las palabras son más fáciles de decir de lo que


creo que deberían haber sido. Pero no tengo caballo en esta carrera. Casi no
me preocupan los reyes y reinas fae.

— ¿Cómo sabes eso? — Me mira mientras su dedo del pie toca la copa
de otro árbol y nos lanza de nuevo.

—Me dijiste que querías ser rey una vez—. Me relajo más en la
seguridad de sus brazos.

—No lo olvidaste—. Él se ríe. —Pensé que lo habrías descartado.

—Lo habría hecho, si hubiera olido humo.

— ¿Humo? — Frunce el ceño. Me doy cuenta de que no le he hablado de


mi don.

—Bueno, ya ves…— Cada vez que trato de contárselo a alguien, las


cosas terminan mal. Aparto mis ojos de él, apartando la mirada. Así es
como veo el movimiento en la distancia. Hay una mancha de sombra.
Parpadeo y la figura desaparece, solo para aparecer de una bocanada de
humo más cercana.

— ¡Cuidado! — Grito. Pero llegué tarde.

Davien se vuelve. Sus ojos se abren al ver lo que yo veo. Un hombre ha


venido aparentemente de la nada. Un chal de sombra idéntico al de la mujer
en el bosque ese día está sobre sus hombros. Condensa la oscuridad y nos
lanza una lanza. Davien intenta reaccionar, pero ni siquiera es lo
suficientemente rápido.

Su grito llena el aire cuando la lanza le atraviesa el hombro, la sangre se


derrama sobre mí, su brazo se afloja y me escapo de su agarre mientras
caemos en picado de nuevo a la tierra.

 
12

UNA RAMA DE ÁRBOL QUE ME GOLPEA LA ESPALDA ES LO


PRIMERO QUE ME SACA de mi estado de shock. Rápidamente me hago
un ovillo, levantando las rodillas y protegiendo mi cara con los antebrazos.
Quiero hacerme lo más pequeña como sea posible. Sé que me voy a golpear
con todo tipo de ramas y troncos.

Sé que voy a chocar con todo tipo de ramas y árboles en el camino hacia
abajo, pero cuanta más pequeña sea, espero chocar con menos.

Mi estrategia funciona, en su mayor parte. Al menos hasta que una rama


desafortunada me hace doblar sobre mi lado. Todo el viento se me escapa.

Resoplo y ruedo fuera de la rama, esquivando por poco otra en mi camino


en el descenso. Me permito golpear una última rama. Preparada esta vez,
soy capaz de y sujetarla con las dos manos. Mis dedos se desgarran a través
de la corteza, rompiéndose en un instante. Pero eso frena mi descenso.

Aunque no impide que me golpee torpemente contra el suelo. Por suerte,


el grueso manto de musgo amortigua mi caída. Estoy jadeando y me duele
todo el cuerpo. Mi cuerpo está cubierto de moratones y arañazos. Esta es la
razón por la que Joyce me prohibió las alturas después del techo. Nada sale
bien cuando estoy en lo alto.

Un fuerte golpe junto a mí me roba la atención. Me levanto y corro hacia


donde Davien ha aterrizado. Está muy quieto. No es hasta que estoy de
rodillas a su lado que puedo ver su pecho moviéndose.

—Gracias a los dioses—, susurro. Puede que no sepa del todo a qué
atenerme con este hombre. Puede que haya traicionado mi confianza de
forma turbia. Pero sé que él es la mejor oportunidad que tengo de sobrevivir
a este mundo y llegar a casa.

El hombre que lanzó la lanza desciende con gracia a través del dosel. Se
mueve de rama en rama de puntillas, nada más que un susurro de humo
entre ellas. Con un estallido se materializa en el suelo no lejos de mí.

—Estás vivo—. Dice con una sonrisa. —Qué decepción tan grande.
Esperaba que esto fuera mucho más sencillo. Pensar que no pude matar a un
fae con magia restringida y a un humano. Estoy perdiendo mi toque.

—Aléjate—, logro decir. —No te acerques más.

—¿O qué? — Se ajusta la sombría bufanda que le cubre los hombros y la


parte superior del pecho. Tenía razón, es igual a la que llevaba la mujer del
bosque que me atacó hace semanas. —No sé por qué te arrastró hasta aquí,
humana, pero déjame asegurarte que estás muy lejos de tu dominio.

Como si no lo supiera. Continúa acercándose. Le tiendo una mano y


repito:

—No te acerques más.

—Estoy esperando a ver cómo me detienes—. Mueve la cabeza con una


sonrisa siniestra.

Me vuelvo hacia Davien. Él es mi mejor esperanza. Pero el musgo


alrededor del hombro que atravesó la lanza ya está manchado de un rojo
intenso. Sacudo ligeramente su hombro bueno ligeramente y suplico:
—Levántate, por favor.

—No se va a levantar. Es el último cabo suelto que debería haber sido


atado hace años—, gruñe el hombre. Su pelo blanco brilla a la luz de la luna
mientras sostiene su lanza en alto. Da un paso adelante y ajusta su peso para
lanzar.

—No, no lo harás...—, grita Shaye desde la distancia. Puedo verla a ella y


a los otros tratando de cerrar la distancia. Pero no serán lo suficientemente
rápidos.

Tengo que pararme. Tengo que hacer algo.

—¡He dicho que no te acerques más!

Grito una última vez. El miedo y la rabia brotan dentro de mí. Es un


oleaje que no puede contenerse. Emociones y deseos que han ardido tanto
que se han convertido en algo... tangible.

El poder brota de mi palma, convirtiéndose en un muro de luz. Se


precipita hacia nuestro atacante con una fuerza mortal. En un instante, lo
envuelve.

El silencio llena el aire mientras el hombre se convierte en una silueta


invertida, un contorno sólido de color blanco que es demasiado cegadora
para mirar. Entonces, explota.

La fuerza de la magia me hace caer de espaldas al lado de Davien.

La onda expansiva atraviesa el bosque, sacudiendo violentamente las


ramas sueltas de los árboles y arrancando el musgo de la tierra y el lecho de
roca que hay debajo.
Me pitan los oídos cuando el bosque se vuelve repentinamente oscuro e
inquietantemente silencioso tras la explosión.

Me siento, dándome cuenta de que los dolores de mi cuerpo han


desaparecido de esta tierra tanto como nuestro atacante. Parpadeo ante el
epicentro de la explosión, donde él estaba de pie hace un momento.

No hay nada más que un trozo de roca dura chamuscada. Miro fijamente
mi mano.

¿Yo... yo hice eso? ¿Cómo? Mil preguntas se arremolinan en mi mente,


deteniéndose de inmediato en el momento en que oigo un suave gemido a
mi lado.

— ¿Davien?

Sus ojos se abren de golpe. —¿Qué acaba de pasar?—, murmura.

—Creo que he matado a un hombre—. Vuelvo a mirar mi mano,


esperando a darme cuenta de que acabo de matar a un hombre.

—Era una mancha de mierda en esta tierra. Que le vaya bien—. Davien
se sienta, rodando su hombro herido. Se detiene, mirando la herida.
Metiendo el dedo a través del agujero desgarrado y ensangrentado de su
camisa, lo pasa por la piel intacta y suspira. —Parece que también me has
curado a mí.

— ¿No pareces feliz por eso?

—Estaría más contento si fuera yo quien me curara y me protegiera—. Se


levanta con el ceño fruncido y se acerca al centro de la tierra chamuscada.
Davien clava la punta de su bota en los únicos restos del hombre, y escupe.
— Bueno, de nada. — Me pongo de pie y me envuelvo con la bata; mis
manos golpean algo mojado.  Davien podría estar curado, pero toda su
sangre todavía está sobre mí. Me estremezco ante mi propia inmundicia.

—  No debería tener que darte las gracias  —  murmura sin mirarme con
esos ojos distantes y desenfocados.

— ¿Disculpa?  Te salvé la vida y por eso ahora tengo que vivir con el
hecho de que maté a un hombre. ¿Así que tal vez un 'gracias' aliviaría ese
proceso un poco?  —  Me tiemblan las manos.  Ahí está la viscosa y
enfermiza sensación que viene de saber que he acabado con una vida.

—  ¡No debería tener que agradecerte porque debería haber podido


hacerlo yo mismo!  — La  ira se desborda de él, una rabia desenfrenada e
implacable que es mucho más grande que cualquier cosa que pudiera haber
creado por mi cuenta. — Robaste el poder de nuestros reyes, y lo tomaste
para ti.  Al igual que los de tu clase tomaron nuestras tierras y nuestras
canciones e historias.  Tomaste lo que debería haber sido mío.  —  Su el
cabello cae, desaliñado, frente a su cara. Su respiración es irregular.

Solo puedo mirarlo en estado de shock por su ira fuera de lugar. No pedí
nada de esto. Ciertamente no lo quiero. Pero la ira se irradia de él como olas
de poder que aquieta mi lengua.

—  Davien, es suficiente.  —  Oren rompe el silencio.  El grupo llega.


—  Deberíamos seguir adelante.  Los carniceros del rey están tras nuestro
rastro. 

— Caminaremos por la noche, — declara Davien después de tomarse un


momento para respirar y recuperarse. — No pararemos hasta cruzar el Río
de Cristal y estemos en la tierra de los Acólitos. — Vuelve a mirar hacia mí
— Te llevaré yo mismo si tengo que hacerlo.
— Estaré bien. — Cruzo mis brazos y veo como Oren se lleva a Davien
con una mano en su espalda. Se intercambian severas palabras entre ellos,
en su mayoría de Oren. Giles y Hol les siguen de cerca. Shaye se demora.

— ¿Vienes? — pregunta ella.

—No es como que tenga otra opción, — murmuro y arrastro los pies.

Ella agarra mi brazo. Intento apartarlo de un tirón, pero ella se mantiene


firme. Tan cerca de ella por primera vez, noto tenues tatuajes dorados que
se arremolinan en el costado de su cara. Casi se mezclan con el marrón de
su piel.

— Camina con la cabeza en alto, humana.

— Tengo un nombre. 

— Camina con la cabeza en alto, Katria. — Ella me obliga con el uso de


mi nombre a reflexionar. — Tienes el poder de los reyes dentro de ti. Ten la
cortesía de no avergonzarlo. 

— ¿Qué significa eso? — No sé por qué pregunto; ella no va a darme una


respuesta. Sin embargo, ella elude todas mis expectativas cuando lo hace.

  —  El ritual que realizamos en el bosque anoche, fue para extraer el


antiguo poder de la familia real perdido de Aviness del último heredero
vivo. 

— ¿Perdido?

—  Asesinado sería más apto,  —  aclara y la expresión tomando un giro


oscuro. — Gobernaron durante siglos, hasta que Boltov el Primero mató al
Rey Aviness el Sexto. Después de eso... la tierra de los fae fue desgarrada
desde adentro, Boltov generalmente termina en la cima. Pero la única forma
en que ellos han logrado mantener el control y el gobierno de los fae es
matando sistemáticamente hasta el último miembro de la línea de sangre
Aviness… Cualquiera que pudiera reclamar el gran poder de los primeros
reyes para gobernar verdaderamente a los fae .

Shaye señala a Davien. — Él es lo más parecido que tiene nuestra gente a


ese gobernante perdido y el poder que lleva en sus venas. Ese ritual fue para
restaurarle su poder como el único heredero restante de Aviness ... el último
miembro del árbol genealógico que Boltov no ha cortado por el cuello. 

— Su derecho de nacimiento — susurro.

— Sí. Y lo robaste al pisar el fuego cuando se suponía que él seria el que


lo hiciera. Así que hasta que encontremos una manera de arrancarlo de tus
frágiles huesos humanos, dale a nuestra historia un mínimo de respeto y al
menos actúa como si caminaras con el poder de la realeza antigua.  —
Finalmente me suelta.

Me froto el brazo y asiento a regañadientes. Ella pone los ojos en blanco


y empieza a caminar. La sigo de cerca.

— ¿Puedo preguntarte algo? 

Ella me mira por el rabillo del ojo. — Adelante. 

Es extraño. Shaye ha sido lo más alejado de ser amigable conmigo... pero


ella no me parece cruel. He pasado años con aquellos que son genuinamente
crueles. Hay una cierta manera en una persona cuando está buscando todas
las formas posibles de derribarte.

Shaye no parece que esté buscando formas de ser mala porque


sí.  ¿Naturalmente agresiva?. Un poco tal vez, más bien cautelosa. Pero
independientemente de cómo parezca manifestarse esa naturaleza suya, no
parece deleitarse en mi miseria.

— ¿Cómo es que el último heredero fae vivo terminó en mi mundo? 

—  Porque ese era el único lugar al que podía ir para estar a salvo.  —
Shaye suspira. — Hace poco más de veinte años, Boltov y sus Carniceros...

— ¿Carniceros? ¿Como el hombre que nos atacó esta noche? 

— Sí. O son faes asesinos que juran defender la Corte de Sangre que los
Boltov han hecho, o pobres almas que nacen en los Carniceros y nunca se
les da una opción. Los carniceros disfrutan del derramamiento de sangre y
se dedican a su deporte.  —  Ella se encoge, una expresión que
comparto. — Los carniceros de Boltov han hecho el trabajo de su vida para
erradicar a cualquiera que amenace el reclamo de Boltov. 

— ¿Las mujeres también pueden ser carniceros? 

— ¿Por qué no podrían serlo? — Su respuesta es cautelosa y su expresión


ilegible.

— Había una fae que me atacó en el bosque... pero parecía que realmente
estaba detrás de Davien. Llevaba la misma capucha sombría que el hombre
esta noche. 

—  Tu evaluación es correcta;  ella era un carnicero.  —  Shaye trepa por


una resta poco profunda y luego, para mi sorpresa, me ofrece una
mano. — Intentamos patrullar esos bosques tan a menudo como podamos, a
ambos lados del desvanecimiento, pero algunos de los hombres y mujeres
de Boltov pasaban de vez en cuando. 
Tomo la mano de Shaye y ella me levanta con facilidad. Sus bíceps son
más anchos que la rama que golpeé en mi caída. La mujer probablemente
podría romperme en dos si lo intentará y después de años de trabajo
manual, no soy frágil.

—  ¿Así que se escondió en mi mundo para alejarse de Boltov y sus


Carniceros? 

—  Oh, cierto, nunca terminé.  —  Shaye suspira y niega con la


cabeza. — odio esta historia. 

—  No tienes que decírmelo.  —  Aunque quiero desesperadamente saber


ahora.  Reyes, caballeros malvados, realeza fugitiva, tiene todos los
ingredientes del los libros de cuentos que Joyce les leía a Helen y
Laura.  Los que escucharía presionando mi oreja contra sus puertas por la
noche antes de que volviera a mi cama y arroparme.

— Quieres saberlo, así que te lo voy a contar. — Shaye toma un respiro y


continúa el cuento.  —  La muerte del Rey Aviness el Sexto provocó un
aparente ciclo interminable de personas que compiten por el poder. Hay tres
cosas que dan un control al rey sobre los faes: la corona de cristal, la colina
en la que el primer rey fue coronado, que es también donde reside la corona
de cristal, y la magia de los antiguos reyes. Si un hombre controla los tres,
controla a los faes.

— Ya veo. ¿Entonces solo uno de ellos no es suficiente? 

—  No, aunque cualquiera tiene un poder inmenso.  Así que, cualquier


familia tangencialmente relacionada con Aviness trató de ejercer su derecho
a la corona de cristal y a los poderes como los verdaderos gobernantes de
los fases, pero Boltov siempre llegaba a ellos antes de que pudieran cercarse
a la corona, y mucho menos a la colina del primer rey en donde se
encuentra la Corte Suprema.
— La mayoría se retiró a estos bosques en busca de protección, algunos
abandonaron su línea de sangre por completo, no es que hiciera ninguna
diferencia.  Boltov vio que los árboles se regaron con su sangre, cazando
sistemáticamente a cualquiera del linaje Aviness que podía reclamar la vieja
y adormecida magia de los reyes. Davien solo estaba relacionado
tangencialmente con la línea de sangre, pero no se libró de la caza. 

— ¿Relacionado tangencialmente? ¿Qué significa eso? 

— Su madre era viuda. Ella se volvió a casar... la pobre ni siquiera sabía


que su nuevo marido era el último superviviente lejano de la familia
Aviness. 

— ¿Cómo podía ella no saberlo? 

—  Solo estuvo relacionado a través de varios matrimonios y primos


removidos, una ramita rebelde en las ramas de la familia. 

— Parece que el hombre con el que se casó la madre de Davien apenas


tenía sangre en absoluto— digo.

—  En efecto. El último verdadero Aviness por cualquier medida


significativa fue puesto a muerte hace casi treinta años. 

— Y si Davien nació antes de que su madre se casara, no tiene ninguna


relación de sangre con la familia en absoluto, simplemente el matrimonio. 

— Sí, pero eso es un vínculo suficiente para poner nervioso a Boltov. 

La historia de Davien es inquietantemente similar a la mía en algunos


aspectos.  No puedo ayudar pero pienso en Joyce, viuda y encinta,
casándose con la esperanza de seguridad y ambición secreta. 
— ¿Tiene hermanos? 

— No. 

Al menos nadie sufrió como yo. — ¿Así que supongo que los carniceros
mataron a su padre? 

— Y a su madre, a pesar de que ella no tuvo nada que ver con la familia
más que una alianza de matrimonio y votos.  —  Shaye hace una pausa
mientras pasamos por otro pueblo en ruinas.  El sol comienza a asomarse
por el horizonte y la primera luz de la mañana pinta las piedras con un tono
fantasmal. — Oren, mayordomo y niñera de Davien desde su nacimiento, se
llevó a Davien y se retiró a un vieja fortaleza de Aviness al otro lado del
Desvanecimiento. Una que todavía tenía algo de los antiguos
guardianes.  Era la mejor oportunidad para que Davien llegara a la edad
adulta fuera del alcance de Boltov… Cuando fuera lo suficientemente fuerte
como para regresar y luchar por todos nosotros.

Eso explica por qué parece un castillo. — ¿Por qué una fortaleza fae está
en el lado humano del Desvanecimiento? 

— Porque los elfos encuentran un perverso deleite en tomar nuestra tierra


y cuando el mundo se dividió, parte de lo que era nuestro fue para ustedes
los humanos. — Ella usa una mirada de disgusto. Pero en una demostración
positiva de su carácter, ella no parece dirigirlo hacia mí.  Más sobre las
circunstancias... y esos elfos de hace mucho tiempo.

— ¿Entonces Davien se crió en el mundo humano? 

— Sí. Separado de nuestra gente y de la magia de Midscape... ha vivido


una vida solitaria de lucha. Lo único que lo mantuvo en pie es la obligación
para liberarnos de la tiranía de Boltov.  Porque su control se vuelve más
fuerte en estas tierras cada día. Y si muere, si el último con un reclamo al
poder de Aviness perece, entonces nada se interpondrá en el camino de
Boltov, desbloquearía todo el poder de la corona de cristal. El poder de los
reyes ya no estaría ligado a la línea de sangre Aviness y seria libre para ser
tomado.

 
13

LO QUE UNA VEZ SE SINTIÓ COMO UN BOSQUE MÁGICO,


AHORA SE HA CONVERTIDO EN UNO CEMENTERIO
EMBRUJADO. Después de los cuentos de Shaye, caminamos en silencio
durante la mayor parte de la mañana.

Cada casa olvidada, dejada en ruinas y pudriéndose, es ahora una lápida


para mis ojos. Cada árbol es un marcador de algún fae caído, masacrado en
sus camas para que la familia Boltov pudiera gobernar sin cuestionar.

Hay un dolor profundo en mí que no puedo explicar.  Humano.  Fae.  El


sufrimiento es universal. Sería imposible mirar este paisaje árido y no sentir
dolor por los horrores que se han producido.

Tal vez sean esas historias y sus incómodas verdades las que me ayuden
al menos a analizar lo que pasó con el Carnicero. No fue como si yo tuviera
la intensión atarlo. La magia actuó por sí sola. Además, si no le quitaba la
vida, estaba segura de que me mataría.  Y ... no parecía como si fuera
alguien inocente de atrocidades, tampoco. ¿Quizás al terminar con su vida,
salvé a otro?

Esa es una lógica peligrosa. Pero necesito mantener mi cordura unida de


alguna manera ahora mismo.

Realmente no tengo horas del día para tener una crisis emocional. Estoy
Demasiado ocupada sobreviviendo. Al amanecer las pequeñas motas de luz
se elevan del musgo, y comienzan un baile entre los árboles una vez
más. Iluminan el aire, zumbando a mi alrededor con una felicidad que ahora
es silenciada por la verdad. Me pregunto si son en realidad espíritus de faes
sesionados. Pero esa es una curiosidad que no voy a satisfacer.

Nos movemos sin incidentes durante todo el día.  Todos permanecen en


alerta, escaneando las líneas del horizonte en todos los puntos.  Giles y
Shaye han tomado amplios tramos del bosque a nuestro alrededor,
permaneciendo a la vista, pero lo suficientemente lejos que pueden ver
alrededor de árboles distantes y mirar a través de crestas que podrían ser
demasiado altas para el resto de nosotros.

Hol, Oren, Davien y yo permanecemos en una manada. Oren y Davien al


frente, Hol y yo detrás. Aunque no hay mucha conversación.

Tal como lo prometió Davien, caminamos todo el día por el bosque. Mi el


estómago está prácticamente rugiendo al anochecer y me duelen los
pies. No importa lo suave que sea el musgo, el apoyo de un par de zapatos
haría toda la diferencia para mis pies palpitantes.

—  Deberíamos parar para cenar  —  dice Hol, lo suficientemente alto


como para llamar la atención de Davien y Oren.

— Tenemos que seguir moviéndonos. — En contraste con sus palabras,


Davien se detiene.  —  No podemos descansar hasta que estemos en
territorio Acólito.

—  No digo que descansemos. Estoy diciendo que paremos para


comer. — Hol mira hacia en mi dirección y luego de vuelta a Davien con
una mirada puntiaguda. — Solo un breve descanso. 

Los ojos de Davien se posan en mí.  Frunzo mis labios cuando puedo
sentirlo evaluándome desde la parte superior de mi cabeza hasta la planta de
mis pies. Las primeras palabras de Shaye se me quedan grabadas y trato de
mantener la cabeza en alto, aunque sé que actualmente poseo toda la
dignidad de un mapache desaliñado.

— ¿Necesitas parar? — me pregunta.

—  Puedo seguir,  —  me obligo a decir cuando lo único que quiero es


gritar, ¡Cinco minutos por favor! No voy a frenarlos. Y cuanto más rápido
los ayude a sacarme esta magia, más rápido podré ir a casa y salir de esta
situación mortal en la que nunca debí estar.

— Bien, seguimos entonces. 

— Davien...

—  Tu verdadero rey ha hablado.  —  Davien interrumpe a Hol con una


mirada. — Si seguimos caminando, deberíamos cruzar el Río de Cristal al
amanecer. 

— Muy bien. — Hol cruza los brazos.

— Señor, verdadero Rey, ¿permiso para hablar libremente? — Shaye se


ha encaramado en la cima de una roca que estamos pasando. Ella ha estado
lo suficientemente cerca para escuchar toda la conversación.

— De acuerdo — gruñe.

— Estás siendo un idiota. — Shaye sonríe. — Eso es todo. 

Davien resopla y nos da la espalda, y se marcha furioso. Creo que veo a


Oren dar la más mínima risa. No había humo adjunto con el comentario de
Shaye... lo que significa que ella estaba diciendo la verdad sobre él siendo
un idiota… al menos en lo que ella se refiere. Reprimo una risita.
Pero unas horas después, ni siquiera tengo la energía para juegos ociosos.
Pie derecho. Pie izquierdo. Eso es todo para lo que tengo fuerza.

Pie derecho, pie izquierdo, hago eco en mi mente mientras me muevo. Le


estoy diciendo a mis piernas que se doblen mientras suplico a mis pies que
me sostengan erguida. Creí que conocía la profundidad de la fuerza que
podía sacar…lo que era capaz de lograr cuando me obligan a ello. Pero esto
está haciendo añicos todas las nociones anteriores y poniendo más a prueba.

De repente, los árboles se rompen y el sonido del agua corriendo asalta


mis oídos. Parpadeo, y me encuentro en la orilla de un río que nunca antes
había visto.

No está revestido de arena o roca, sino de cristal.  Cientos de miles de


fragmentos relucientes reflejan la luz de la luna como un cristal. Remolinos
mágicos debajo del agua, divididos en mil fractales por las piedras.

— Este debe ser el Río de Cristal, — murmuro con alivio.

— Lo es — afirma Shaye.

Sin previo aviso, me levanta en sus fuertes brazos. Envuelvo mis brazos


alrededor de su cuello como hice con Davien. Incluso mis brazos se sienten
cansados. Aunque quién sabe cómo… ni siquiera los usé en absoluto hoy.

Shaye salta al cielo, batiendo sus alas de mariposa detrás de ella. Hol está
a nuestro lado, usando un par de alas blancas como las de un murciélago
que aterriza en la orilla opuesta. El vuelo de Shaye es más fuerte y seguro
que el de Davien.  Ella había mencionado algo sobre Davien siendo
debilitado por estar separado de la magia de este mundo. Quizás por eso sus
alas tienen ese aspecto perpetuamente andrajosa.

Davien cruza la brecha con Giles en sus brazos. Sin duda, es más bien un
salto y planeo que un verdadero vuelo como el de Shaye. Pero mis mejillas
todavía están calientes levemente ante el recuerdo de estar en sus brazos…
ante esas primeras sensaciones de ingravidez mientras navegábamos por el
cielo estrellado.  Durante esos breves segundos en los que las cosas
realmente parecían estar comenzando de nuevo entre nosotros.

Mi aterrizaje es mucho más elegante durante mi segunda experiencia de


vuelo que la primera. Aterrizamos en la orilla del otro lado.  Tan pronto
como mis pies se encuentran con la tierra húmeda, un escalofrío me
recorre. Shaye agarra mi espalda.

— Dale un momento, pasará. 

—  Qué…  —  Mis dientes castañetean tan violentamente que no puedo


terminar mi pregunta.

Afortunadamente, Shaye parece saber lo que voy a preguntar.

—  El Río de Cristal es una de las líneas de delimitación de los


Acólitos.  Tienes Dejamos el control de la Corte de Sangre y hemos
protegido fuertemente nuestras tierras contra ellos.  La magia te está
sintiendo... asegurándose de que no eres un enemigo. 

Efectivamente, mientras habla, la sensación de manos frotando todo mi el


cuerpo cede, dejando la piel de gallina a su paso.  Obligo otro escalofrío,
tratando de sacudir la sensación.

— ¿Qué pasaría si soy enemigo? 

—  ¿No te gustaría saberlo?  —  Shaye sonríe.  Antes de que pueda


presionar, ella mira a Davien.  —  Hay un puesto de avanzada no lejos de
aquí. Podemos acampar…
—  Continuaremos hasta Dreamsong  —  dice Davien, pasando junto a
nosotros.

— Dreamsong está a otro medio día de camino. — Las manos de Shaye


caen de mis hombros y se apresura a estar al lado de Davien. — Tienes que
parar. Tiene que parar.

Davien me mira con la misma agitación que antes. — puedes cúrate a ti


misma, ¿no? 

— No lo sé… — murmuro. — Me he curado... pero no estoy segura de


cómo...

—  Bueno.  Restaura la fuerza de tus músculos con la magia del rey y


continúa con el resto de nosotros. 

— Mi señor, creo que Shaye—  intenta decir Oren.

— ¡He hablado! — La voz de Davien resuena entre los árboles, mucho


antes que lo haga la agitación en sus hombros.

— Katria… — comienza Oren suavemente.

— Estoy bien. — Es mi turno para interrumpirlo. — No te preocupes por


mí. Puedo seguir adelante. 

Oren me mira con escepticismo pero no dice nada.  No voy a ceder. No


seré la humana débil que esperan, lista para caer en cualquier
segundo. Puedo seguir adelante.

Sin embargo, si pudiera usar el poder a voluntad... Me miro los pies


hinchados.  Hace un tiempo me di cuenta que han comenzado a dejar
pequeñas manchas de sangre sobre el musgo por donde camino. No importa
lo blando que sea el suelo... mis pies se han convertido en una gran ampolla
que ahora se están abriendo.

Escucho a los faes hablar a mi alrededor, pero estoy demasiado


concentrada en mis pies doloridos para incluso preste atención a las
palabras que se dicen.  ¡Sana, pienso, sana!  Pero la magia no hace
nada.  Nunca pensé que la magia fuera real hasta hoy ¿Por qué creo que
puedo usarla de repente cuando me lo ordenen? ¿El día de ayer? Parpadeo
ante el amanecer. ¿Qué día es ahora?

He estado caminando desde siempre...

El mundo se inclina cuando empiezo a balancearme.  Cada paso es más


inestable que el anterior. Mis rodillas amenazan con bloquearse o ceder.

Pie derecho.

Pie izquierdo.

Shaye me dice algo pero está amortiguado. Parpadeo varias veces. El los


árboles se vuelven borrosos. Hay algo mal en mis ojos y oídos.

— Ya casi está, — creo que dice.

Casi... no lo suficientemente pronto.

Pie derecho.

Pie izquierdo.

Ha amanecido. El bosque está vivo una vez más. Pero no disfruto nada de


eso. Soy un autómata. Me muevo para probármelo a mí misma y al hombre
de los ojos verdes brillantes que mira hacia atrás de vez en cuando solo para
asegurarse de que todavía estoy de pie.

— Mira — dice Giles desde algún lugar lejano. — Es Dreamsong. 

Nos paramos en lo alto de una loma donde los árboles se han


roto.  Debajo de nosotros se ha levantado una ciudad.  Nunca había visto
nada más hermoso. Se me humedecen los ojos mientras el mundo se va de
lado. La borrosa metrópolis se inclina, girando como yo.

Todo se vuelve negro.

GIMO SUAVEMENTE, RODANDO SOBRE MI COLCHÓN DE


PLUMAS. El edredón me pesa. Es tan suave como siempre, me llega hasta
las orejas bloqueando la luz del sol de la mañana.
Mientras bostezo, recupero lentamente la conciencia. He tenido un sueño
muy extraño. Fue un sueño tan largo, además.  Y tan vívido... Soñé que
estaba en la tierra de los faes, que me llevaban allí tras un ritual en el
bosque.
Riendo suavemente de mí misma, aparto las mantas, esperando
encontrarme con mi habitación en la mansión de Lord Fenwood.  Me
detengo con una fuerte inhalación. Esta no es esa habitación.
Cortinas transparentes ondean con la brisa de la tarde, dándome un
vistazo de una ciudad que se extiende debajo de mis ventanas arqueadas del
segundo piso.
La cama es una plataforma simple, tan cómoda como cualquier otra cosa,
pero un duro recordatorio de que estoy muy lejos de cualquier cosa
remotamente familiar.  Paso mis manos sobre la ropa de cama.  Son casi
idénticas a las que Davien usa en su finca.
¿Los importó de Midscape? Me pregunto. Debe haberlo hecho. Creó que
nunca he sentido un material tan suave como la mantequilla. Por supuesto
que fue hecho por arte de magia.
Mi habitación es escasa. Las paredes encaladas están divididas por vigas
oscuras que sostienen un techo alto.  Hay un espejo colgado sobre un
tocador a la derecha de la cama.  Hay una silla junto a la abertura más
lejana.
Pero… eso es todo.
Aparto las mantas y me siento con las piernas cruzadas para masajearme
los pies.  Al igual que la última vez que desperté aquí, me he curado.  Las
plantas de mis pies no muestran signos de ampollas o traumatismos.
Entonces tengo magia.  Y puedo usarla. Simplemente no
conscientemente. 
— Genial, simplemente fantástico. 
Cuando me paro, me doy cuenta de que mi bata y mi camisón no se ven
por ninguna parte.  Me han vestido con un sencillo y sedoso
camisón. Delicadas líneas de bordado rodean el cuello... un diseño similar a
las marcas que tienen Shaye y Giles en su piel. Estoy demasiado gradecida
de estar sin esa ropa sucia para horrorizarme por la idea de que alguien me
desnudó mientras estaba inconsciente.
Me miro en el espejo, girando de derecha a izquierda. La palidez habitual
de mi piel se ha iluminado.  Mi cabello parece un castaño más rico y
vibrante.  Esta es más que el cambio que vi de la buena comida y la vida
fácil de la mansión de Lord Fenwood.  Me veo positivamente
radiante. Debería recurrir a la magia antigua y prohibida más a menudo.
Sin embargo, al girar, noto que la espalda escotada expone el borde
superior de las cicatrices nudosas que se extienden entre mis
omóplatos. Quien me vistió debió haberlas visto. Me siento mal y trato de
situar mi cabello sobre la vieja herida. Me duele el mero reconocimiento de
ello, así que trato de olvidarlo.
Abriendo la puerta de mi habitación, asomo la cabeza hacia el pasillo. No
hay nadie.  Empiezo a caminar por el pasillo hacia una escalera en un
extremo.  El otro las puertas a lo largo del pasillo están cerradas; más
dormitorios, supongo.
Las voces se elevan desde el fondo de las escaleras.  Son susurros
suaves. Pero uno sobresale.
— Está bien, creo que Shaye lo dijo con bastante claridad. Pero solo para
enfatizar…estaban siendo un idiota.  Como un burro.  Pero más… terco y
frustrante. 
Giles. Y sospecho que sé con quién está hablando.
No tengo la intención de arrastrarme por las escaleras, simplemente
funciona que manera. Mis pasos son lo suficientemente ligeros como para
que nadie se dé cuenta. Y no es mi culpa de que la mesa en el gran salón
esté colocada de tal manera que nadie sentarse a su alrededor tiene una vista
clara de mí cuando salgo.
— Intentaba mantenernos a salvo — insiste Davien.
—  Estabas tratando de  agotarla  —  dice Shaye, echando comida en su
boca.  —  O porque estabas frustrado con ella porque tiene la magia... o
porque estabas tratando de empujarla al punto de usar el magia para ti de
nuevo para que pudieras verla.  Independientemente, sigues siendo un
imbécil, y tú Deberías recuperarte. No es forma de que un rey actúe. 
Davien la mira. 
— Nos perseguían los Carniceros. 
—  Había un solo Carnicero, a quien matamos.  Bueno, ella mató.  Gran
truco, ese, especialmente para hacerlo sin un ritual para preparar el
poder.  Una que vez obtengas la magia, deberías aprender a hacerlo
también. — Giles arranca un trozo de pan y le da un gran bocado. Continua
hablando con la boca llena. — Puede que seamos los que más fastidian el
pueblo en la mayoría de las cosas. Pero al menos podemos asegurarnos de
que nadie viva para contar lo mal que lo hacemos. 
— Al igual que esa mujer en el bosque, — murmura Hol sobre su copa.
— Exactamente como esa Carnicera en el bosque, — asiente Giles.
Me doy cuenta de que están hablando de la mujer que me atacó. Shaye
también había mencionado algo sobre patrullar los bosques a ambos lados
del Desvanecimiento. Puede que le deba mi vida no sólo a Davien.
—  Ella hizo explotar a ese hombre.  Un estallido mágico como ese sin
duda atrajo la atención de los faes de cerca y de lejos — insiste Davien.
— Menos mal que nadie vive en el bosque, ¿eh? — Giles sonríe.
— Estoy seguro de que el rey Wotor lo sintió. — Davien se inclina sobre
la mesa.  Su voz se vuelve pesada y seria.  La burla se detiene.  —  Lo que
significa que vendrá por mí… y de ella por extensión. Él sabe que la vieja
magia ha vuelto a estas tierras. 
—  ¿Quién es el rey Wotor?  —  pregunto, atrayendo su atención hacia
mí. — Si hola acabo de despertarme. ¿Es el jefe Boltov? 
—  Él es. El Rey Wotor Boltov el… ¿en qué estamos?  ¿Décimo
ahora?  —  Giles se inclina hacia atrás en su silla, luciendo extrañamente
engreído.  —  Solo quédate con 'Boltov' porque es más fácil.  De todos
modos, intentará matarte a la primera oportunidad que tenga. 
—  Encantadora.  Estoy notando una tendencia que, en el mundo de los
faes, todo va matarme tarde o temprano. 
— Nuestro dulce hogar mortal — le dice Giles a Hol, que pone los ojos
en blanco respuesta.
—  Entonces,  ¿cómo nos aseguramos de que eso no suceda?  Porque me
gusta mucho espirar. 
—  Ahora que estás despierta, el primer paso es hablar con
Vena. — Davien se pone de pie. — Si alguien sabrá qué hacer… es ella. 
 
14

EL GRAN ESPACIO DE REUNIÓN AL QUE ME LLEVARON LAS


ESCALERAS ESTÁ CONECTADO por dos enormes puertas a una sala de
espera que conduce a la cámara de audiencia de Vena. Ella está sentada en
un trono dorado, rodeada de rosas espinosas y colibríes. Su rica piel oscura
contrasta con el vestido azul marino que lleva y las alas verdes brillantes en
forma de murciélago que se extienden desde su espalda. Su cabello oscuro
está recogido en la parte superior de su cabeza, sujeto con flores bañadas en
oro.

Está hablando con tres personas cuando entramos.  Pero en cuanto su


mirada se posa en Davien y en mí, los despide con un gesto de la mano.

—  Davien.  —  La forma en que dice su nombre es con profunda


reverencia. — nuestro rey finalmente ha regresado. — Vena se pone de pie,
extendiendo ambos brazos mientras se acerca.  —  Pido disculpas por no
haber estado aquí para saludarlo adecuadamente en su llegada. 

—  Estabas fortaleciendo nuestro frente occidental.  No hay


desaire.  —  Davien estrecha los antebrazos con ella, las manos casi hacia
atrás a la altura de los codos. Se apoyan hacia adelante y cuando creo que
están a punto de besarse, inclinan la cabeza hacia direcciones opuestas,
dándose un beso en cada mejilla.

—  Es usted muy amable.  —  Hace una pequeña reverencia y una


inclinación de cabeza antes de soltar a Davien.  Luego se vuelve hacia
mí.  Puedo sentir que su comportamiento se enfría mientras hace su
evaluación.  —  Esta es la elegida. —  No es una pregunta, entonces ni
Davien ni yo respondemos.  Vena entrecierra sus ojos dorados mientras se
me acerca. Ella agarra mis mejillas con sus manos, inclinando mi cara hacia
la derecha E izquierda. — Puedo ver el poder en ti... una fuerza poderosa
que tu cuerpo humano lucha por contener. 

— Un poder que es mío por derecho. — Davien da un paso hacia Vena


mientras ella me libera. A pesar de que actúa como si fuera un rey para la
mayoría, parece más un seguidor en la corte de Vena. — ¿Cómo libero la
magia de los reyes de ella? 

Vena frunce los labios, sin dejar de mirarme. — El poder se ha impreso


en ella.  Lo veo correr por todas sus venas.  Sigue cada uno de sus
movimientos. 

—  ¿De verdad?  —  Levanto el brazo, buscando chispas mágicas de luz


como cuando Davien voló, o cuando Giles realizó su ritual de construcción
de campamentos.  No hay nada, y me encuentro un poco decepcionada.  Si
me van a perseguir por tener magia, quiero cosechar los beneficios de tener
magia. Quiero sentirme poderosa como estas personas me consideran. No…
a mí misma. La misma Katria que siempre he sido.

— No está más allá de la liberación, ¿verdad? — pregunta Davien.

—  Esperemos que no.  —  Los labios de Vena se fruncen.  —  Esto


requerirá Investigación y estudio antes de decidir el mejor curso. 

— No tenemos tiempo…

—  Nuestras fronteras son seguras  —  interrumpe a Davien con una


sonrisa, descansando una mano en su hombro. — Sé que te has pasado la
vida preocupándote por barreras en decadencia y rituales ancestrales que se
desvanecen con el paso del tiempo. Pero este no es su hogar ancestral en el
Mundo Natural.  Somos fuertes aquí en Midscape.  Somos tus guerreros,
futuro rey de los faes. Puedes confiar en nosotros para mantenerte a salvo
mientras nos ocupamos de la etapa final para reclamar tu poder.  Todos
hemos esperado tanto tiempo, podemos esperar un poco más. 

—  Incluso si las fronteras son seguras... ¿no moriré solo por estar en
Midscape?  —  pregunto.  Los amigos de Davien se empeñaron en decirme
que mi muerte era segura durante horas, cuando llegué por primera vez.

Vena me mira de arriba abajo una vez más.  —  ¿Te sientes como si
estuvieras ¿moribunda? 

— Bueno, no... — Me quedo sin palabras.

— Ciertamente no te ves como otros humanos a estas alturas. Tú no estás


marchitándote. — Se me acerca y coloca las yemas de los dedos debajo de
mi barbilla, inclinando mi cabeza hacia la izquierda y hacia la
derecha. — De hecho, estas luminiscente. ¿Ya has comido? 

— Sí, en el bosque. 

— ¿Y cómo sabía? 

—  Normal,  —  digo.  Hacer hincapié en lo delicioso que estaba parece


innecesario.

— ¿Normal? — repite Davien. — ¿Por qué no dijiste nada? 

Me encojo de hombros.  —  Me estaba muriendo de hambre.  Pensé que


podría haber estado alucinando. — La mentira sabe a lamer cubiertos recién
pulidos. Él también sospecha de la mentira. Su los ojos se entrecierran con
escepticismo.
—  Come de nuevo,  —  instruye Vena.  —  E informa a Davien o a mí
inmediatamente si algo cambia en el sabor o el alimento.  Aunque lo
sospecho no lo hará. 

— ¿Por qué? Nunca ha habido un humano, aparte de la Reina Humana,


que podría vivir en nuestro mundo.  No desde que se erigió el
Desvanecimiento. — Davien se pliega sus brazos sobre su pecho.

— Sospecho que es por la magia dentro de ella. Esta sanando sus heridas


¿no es así?  Quizás también está convirtiendo nuestra comida en sustento
para ella, a pesar de que ella es humana. O tal vez es porque la magia es una
parte de este mundo que existe dentro de ella. No hay un precedente real de
lo que ha ocurrido, así que cualquier explicación es viable.  —  Vena se
encoge de hombros.  —  Ella está viva, así que eso es realmente lo que
importa, ¿sí? 

—  Definitivamente prefiero estar viva  —  intervengo con lo


obvio.  —  Pero ¿eso significa que una vez que la magia esté fuera de mí,
comenzaré... marchitarme? — no puedo reunir la fuerza para decir… morir. 

—  Si mis especulaciones son correctas, entonces sí.  —  Asiente


Vena.  —  Así que nos aseguraremos de que cuando te quitemos la magia,
también seamos capaces de regresarte a tu mundo en poco tiempo. 

—  ¿Podría agotarse la magia por mantenerla viva?  Ella no es de esto


mundo.  Su conexión con él no puede fortalecer el poder.  —  La
preocupación se extiende en el rostro de Davien. Preocupación no por mí,
sino por la magia que hay en mí. Presiono mis labios en una sonrisa amarga.

—  Dudo que la magia del Rey sea consumida por un humano tan
rápidamente.  — Las palabras de Vena son cuidadosas.  Ella no dice
explícitamente que no.  Ella dice que duda, no un sí o un no firme.  Tengo
que ser consciente del lenguaje de los fae. No pueden mentir... pero eso no
significa que siempre juran la verdad tampoco.  Pienso en todas las veces
que mi padre hizo hincapié en los trucos de negociación… esas habilidades
me serán de gran utilidad aquí.

— Puede que tengas razón. — Davien frunce los labios. Sin duda oye lo


mismo que yo. Pero no se puede hacer nada más. Todos estamos atrapados
en esta Circunstancia poco convencional.   —  ¿Qué puedo hacer para
ayudarte? 

—  Te lo haré saber tan pronto como descubra algo que valga la pena
compartir.  La investigación será mi único objetivo.  Pero, mientras tanto,
restaura tu vínculo con esta tierra. Fortalece tu propia magia innata antes de
heredar el poder de los Reyes.  —  Vena sonríe de manera cariñosa y casi
maternal. —  Disfrute de nuestra seguridad y comodidad antes de ir a
reclamar su trono con batalla y derramamiento de sangre. 

Davien suspira profundamente.  Por un segundo, creo que va a oponer


resistencia. Puedo ver por su expresión que quiere. Pero, para mi sorpresa,
no lo hace.

— Muy bien. Dejo este asunto, por ahora, a tu cargo, Vena. 

Vena me mira. 

—  Y tú, disfruta de todo lo que Dreamsong tiene para ofrecer.  Lugares


como este, de paz y seguridad son raros en las tierras de los fae. Verlo como
un humano es aún más raro. Disfrute de ella hasta fondo de tu corazón. 

—  Lo haré, gracias.  —  Le doy una pequeña reverencia a Vena cuando


nos vamos. Ella tiene un brillo en sus ojos y asiente en respuesta. No sé si
debería mostrarle respeto. Pero me parece correcto hacerlo.

Con unos pasos rápidos, alcanzo a Davien. Me mira desde el rabillo del
ojo. El silencio entre nosotros es pesado y más incómodo que nunca.
Me aclaro la garganta para romper el silencio y decir, — Si sirve de algo,
no me importa una pausa aquí.  Realmente no he tenido la oportunidad de
recuperar el aliento en los últimos días. Estará bien sentirse a salvo. 

— ¿Puedes sentirte segura entre los faes? — pregunta.

Nos detenemos en la breve antesala entre la audiencia de Vena y la sala


de reuniones. Muerdo mi labio y paso una mano por mi cabello.

—  Para ser justos, siempre me he sentido segura contigo,  —  lo


admito. Incluso cuando no he querido.

— Hasta que supiste que era un fae. — Se mueve para irse.

Cojo su mano. Es tan cálida y suave como esa noche en la mansión. La


primera vez que me puse una venda en los ojos. 

— Incluso después... nunca pensé que lo harías daño. 

— Sin embargo, trataste de correr en la primera oportunidad que tuviste,


independientemente de lo que te prometí. — No se ha apartado, al menos
físicamente.  Sin embargo, puedo ver que lo he herido.  El profundo dolor
resuena sordamente dentro de mí, haciendo eco de su palma a la mía.

— Podría confiar en ti pero no en los demás, — señalo. — Se pasaron el


primer día hablando de cómo iba a morir. 

—  ¿Acaso no te traicioné?  —  Da un paso adelante, sus alas se mueven


con su agitación. — ¿No dijiste que la forma en que te oculté la verdad se
convirtió en una herida? ¿Puedes confiar en alguien que te ha traicionó? 

— Yo... 
Davien se detiene a un pelo de distancia. Puedo sentir cada centímetro de
su forma alta y delgada.  Me mira con una intensidad que nadie me había
dado antes. Espera mi respuesta, nuestras manos aún entrelazadas.

—  No puedes tenerlo de todo, Katria.  Me dices una cosa.  Haces


otra.  Confías en mí, hasta que no lo haces.  Te interesa entender mi
situación, pero haces poco una vez que lo sabes. ¿Qué es lo que realmente
sientes? 

—  No lo sé  —  susurro, admitiendo tanto para mí como para él.  Esa es


probablemente la raíz de todos nuestros problemas. — No sé que siento por
ti. No sé cómo reconciliar al hombre que está frente a mí ahora con el Señor
Fenwood que conocí en la mansión.  Porque ese hombre... Ese
hombre...  —  Estaba comenzando a desarrollar sentimientos reales por
él. La confesión es un susurro silencioso y a regañadientes… un susurro en
mi mente.  Y en el segundo en que se oye, todas las barreras que he
construido se fortalecen una vez más.

Nunca me permitiré enamorarme.

Amar es dolor.  Incluso el mero hecho de empezar me


duele.  Confundida.  Rasgada por las costuras de los intereses en
conflicto.  ¿Era así como se sentía mi padre?  ¿Acaso sabía que Joyce era
terrible para él y, sin embargo, algo... algo se negaba a permitirle
irse? Incluso cuando sabía que ella era malvada, la llamaba su luz.

Ahora estoy cayendo en la misma trampa.  Este hombre comenzó a


despertar sentimientos en mí que nunca quise y tengo que detenerlos ahora,
de lo contrario podría seguir a mi muerte en este mundo que amenaza con
matarme a cada paso.  Debo a toda costa, ignorar las emociones que se
gestan en lo más profundo de mi corazón.

— Yo soy ese hombre — dice.


— Lord Fenwood era una mentira. 

— Soy un fae, no puedo mentir, no importa cuánto lo desee. Todo lo que


te dije… todo lo que era entonces… es lo que soy ahora. No puedes elegir
partes de mí que disfrutas y abandonar el resto. — Me suelta. — Soy tanto
el Lord Fenwood que disfruta de una copa de hidromiel en la noche con un
brillante conversador, y Davien Aviness, fae y gobernante legítimo del
Reino de Aviness, que tengo toda la intención de restaurar.  Confías en mí
como soy, me quiere como soy, o no. 

Lo miro mientras se va, luchando por encontrar las palabras. No importa


de todos modos, ¿verdad?  Él sacará su magia de mí y luego habremos
terminado. Regresaré a mi mundo y viviré sola en esa mansión que él me
legó, lejos de donde alguien pueda hacerme daño. Se quedará aquí y será el
rey de todas los faes y olvidará que existí.

No mira atrás ni una vez.

Me quedo en la antecámara, sin estar lista para volver a emerger en el


salón principal.  Puedo oírlos hablar en voz baja.  Me pregunto qué se está
diciendo, pero lo mejor es intentar escuchar.  No quiero escucharlo… no
realmente.  Están hablando de mí.  No, están hablando de  la magia de
Davien  dentro de mí y cómo la recuperarán.  Sólo soy un recipiente no
deseado. Un paso adicional que todos detestan. Una carga, una vez más.

Con la cabeza agachada, contengo una risa amarga.

Una puerta que se abre al otro lado del pasillo me asusta. Veo a un niño
pasar.  Dos cuernos diminutos están encaramados justo encima de sus
sienes.  Una cola pequeña y enérgica se mueve detrás de él mientras se
dirige hacia la sala de audiencias de Vena, con una bolsa de mensajero
regordeta al hombro.
— ¿Disculpe?— Digo suavemente. Salta, agarrando su bolso de manera
protectora. Su pecho palpita con el pánico de la sorpresa. —Lo siento, no
quise asustarte. — Señalo la puerta. — ¿A dónde va eso?

— ¿Qué me pagará para saber?

— ¿Tengo que pagarte por una respuesta a una pregunta simple?

Se hincha el pecho y se limpia la nariz con el pulgar. Sin duda, se ve muy


duro en su mente. —Nada es gratis.

Entonces me acercaré y lo descubriré yo misma. Me aparto de la pared.

—Oh, no es divertida, señorita—.  Él gime.  —Bien, es solo un acceso


lateral a la ciudad. ¿Necesitas algo? Puedo traerlo por ti.

—Aprendes rápido, ya veo. —  El chico tiene una sonrisa de dientes de


sierra y suaves ojos purpura. — Soy pequeño, así que puedo escabullirme
en cualquier lugar y… espera… tú eres ella. El humano. ¿No es así?

Me pregunto cómo lo supo. No pude decir que Oren era un fae durante
semanas, hasta que vi sus alas. Sin las características inhumanas visibles, es
imposible decir que los fae son diferentes a mí.

—No tengo ningún interés en trabajar contigo—.  Me erizó al ser


descubierta.

—Oye, oye, no necesitas la cara larga, señorita.  No voy a hacerte daño


—.  Él ríe.  —Nunca antes había conocido a un ser  humano  vivo que
respirara.

Cruzo mis brazos sobre mi pecho de manera protectora, reconsiderando


mi curso de acción.  No parece mayor de diez años.  Pero tal vez su
apariencia sea un glamour. Quizás sea otro monstruo disfrazado.

—Lo siento, tengo que irme.

—Espera, ¿no necesitas algo?— Corre delante de mí. —Puedo ayudarte a


conseguirlo. En realidad. Ni siquiera pediré mucho.

Miro hacia la puerta, mordiéndome el labio.  —Quiero ir a algún lugar


con música y canciones. ¿Qué me costará eso?

Lo piensa por un segundo, hinchando sus mejillas mientras lo hace. —Te


daré algo mejor.  Conseguiré una capa para que nadie se dé cuenta de lo
graciosa que te ves sin garras, ni cola, ni cuernos, ni alas —Oh, ¿soy yo la
que parece graciosa? —y luego te llevaré a algún lado con música. Y todo
lo que te costará es...

Me preparo.

—Un baile.

— ¿Solo un baile? ¿Y ya está?

—Un solo baile es mi precio por todo lo que acabo de decir

Un fae no puede mentir. Lo que significa que no puede retractarse de su


trato. Parece bastante inofensivo... —Claro

— ¿En realidad?— Parpadea y luego su sonrisa se ensancha. Salta de un


pie a otro con inquieta excitación.  —  Excelente.  Acabas de comprarte la
mejor guía en Dreamsong. No hay ningún lugar al que Raph el Pie Ligero
no sepa cómo llegar.
Su entusiasmo es contagioso y no puedo evitar que se me escape una
sonrisa de mis mis labios. Una que se ensancha cuando la puerta se abre y
la luz del sol golpea mi rostro.

 
15

EL AIRE ES DULCE Y SABE A LIBERTAD. INCLINO MI ROSTRO


HACIA EL CIELO, disfrutando de la cálida luz del sol. Cuando mi mirada
cae, mi corazón comienza a acelerarse cuando la realidad me golpea:

Estoy en un mundo de faes y magia.

Hombres y mujeres deambulan por la calle, haciendo sus cosas como si


sus rasgos antinaturales no fueran dignos de mención.  Veo a una pareja
riendo, enganchando los brazos y girando en una curva. Hay un padre y sus
hijos ayudantes y obedientes para el viaje de hoy a la tienda de
comestibles. Una niña vuela por encima, perseguida rápidamente por otras
dos, gritando algo entre ellos que se pierde en el sonido de sus alas y su
magia.

Todo el mundo tiene algo único: cuernos y pezuñas, colas y alas.  Veo
cabello rosado brillante y ojos de gato.  Debería estar
aterrorizada.  ¡Encuentra el miedo!  mi sentido común me grita desde el
fondo de mi mente, estas personas son tu enemigo mortal.

Pero no tengo miedo. Mi corazón late con un ritmo que coincide con sus
pasos. Mis ojos beben todo sobre ellos. Y mis pies quieren correr hacia algo
completamente indescriptible, algo de lo que no tengo ni idea de quién, qué
o dónde podría estar. Quiero ver y tocar todo lo que me rodea. Mi mundo
monótono ha encontrado su color y quiero hacerlo mío.
—Si sigues mirando, la gente lo notará—. Raph tira de mi mano y mueve
su cabeza hacia la derecha. Sigo su señal y comenzamos a movernos.

Cada edificio en Dreamsong es más magnífico que el anterior.  Están


hechos de madera y piedra, hierro y vidrio.  Las sábanas de seda cuelgan
para secarse en cuerdas tendidas al otro lado de la calle, perfumando el aire
con lavanda y jabón.  Me detengo en una puerta particularmente
impresionante para pasar las yemas de los dedos por la reja.  Se han
perforado miles de pequeños agujeros a través de una delgada hoja de
metal, convirtiéndola en un delicado encaje. Hay cintas y lazos desplegados
a lo largo de él, tan realistas que me sorprende que no se vayan con la brisa.

—Vamos a —. Raph toma mi mano y tira de ella.  —Pensé que querías


música, no… ¿Qué es lo que estabas haciendo hace un momento? ¿Magia
humana?

—No, los humanos no tienen magia—.  Me río suavemente.  Mis ojos


todavía están en la puerta incluso mientras él me tira.  —Lo estaba
admirando. La construcción es tan hermosa; Nunca había visto nada igual.

—Me parece bastante normal—. Se encoge de hombros. Oh, crecer en un


mundo donde todo esto es normal. —Por aquí— rodeamos el edificio con la
puerta de encaje, pasando por una puerta trasera y entramos en un pequeño
patio en la esquina trasera izquierda del lote. —Espera aquí.

—Está bien. —  Me quedo a la sombra de una glorieta sobre la puerta


lateral mientras Raph corre hacia la puerta de la cocina y golpea varias
veces. Se abre y una doncella con la cara roja asoma la nariz.

—Esta vez, la dueña de la casa te va a despellejar.  No puedes seguir


llamando así.

—Ella no tiene por qué saber que estoy aquí.  ¿Puedes llamar a Ralsha?
— Raph junta sus manos y las levanta como si estuviera pidiendo. La mujer
pone una mano en su cadera y arquea las cejas. —Bien, te daré una entrega
cuando quieras. Pero no sacas nada más de mí.

—Buen chico. Espera un momento.

Aquí todo tiene un precio, me recuerdo mientras observo la


interacción. Debo recordar eso y prestar atención a cada palabra que usa la
gente. Afortunadamente, tengo la experiencia de mi padre al hacerlo. No es
solo lo que dice la gente, sino cómo, me diría  .  Presta atención a
todo.  Antes de que Joyce apareciera, incluso me dejaba participar en
algunas de sus reuniones y después me pedía consejo.  Una de las pocas
veces que sentí que podía usar mis sentidos sobre las mentiras para ayudar a
alguien más allá de mí.

Ralsha es una chica joven, no mayor que Raph. Pero donde Raph tiene el
pelo castaño rojizo corto, Ralsha tiene rizos largos y de un violeta
intenso.  Ella grita al ver a Raph, lanzando sus brazos alrededor de su
cuello.  Claramente, se está gestando un amor joven y me muerdo una
advertencia para ambos.  Tal vez los faes sean inmunes a las trampas del
amor que los humanos debemos soportar. Independientemente, sus errores
no son asunto mío.

Con algunos pestañeos de Raph, Ralsha entra a la casa y regresa con una
capa.  Raph le da un beso en la mejilla y un guiño antes de regresar a
mí. Ralsha se derrite en el tope de la puerta... antes de que la criada que vi
antes la llame de regreso al interior.

—Aquí tienes.  En realidad, también es una buena capa.  La madre de


Ralsha es la mejor sastre de Dreamsong. Ralsha dice que incluso tiene un
telar encantado que puede tejer hilos invisibles en la tela.

—Si es un hilo invisible, ¿cómo sabrías que está ahí?— Sonrío.


Raph considera esto durante demasiado tiempo.  Solo me hace sonreír
más y me saca la lengua.  —Si ella dice que está ahí, debe estar—.  Oh,
cierto, no pueden mentir.  —Ahora, date la vuelta y déjame ponerte esto
—. Extiende la capa.

—Qué servicio. — Me río suavemente y me doy la vuelta.

—Bueno, te dije que soy el mejor guía…— Sus palabras se detienen


claramente.  Me estremezco al instante.  Sé lo que ha visto.  Este estúpido
vestido de seda y su estúpida caída por delante y por detrás. Siento un dedo
meñique presionando mi columna entre mis omóplatos. — ¿Cómo
consiguió este, señorita?

Es un niño.  No sabe nada mejor.  No sabe que es de mala educación


preguntar tan claramente sobre las cicatrices más retorcidas de la gente.

—No lo recuerdo—, murmuro.  Mientras digo la mentira, el sabor


metálico me llena la boca. Pero no es solo porque miento. Ese día también
probé sangre. Me había mordido la lengua por los gritos y los golpes. Huelo
el aroma chamuscado de la carne quemada acribillando mi memoria. —Lo
he tenido desde siempre.  Desde pequeña.  No mayor que tú.  Siempre ha
estado ahí.

Él se ríe.  —Tiene un aspecto perverso.  Debes ser un ser humano duro


para soportar algo así y aun así está bien.

Encojo la bata sobre mis hombros, sintiéndome mucho menos


desnuda. Mis secretos más feos se esconden una vez más bajo la armadura
de tela. —Me gusta pensar que sí.

—Bien, tienes que ser dura para sobrevivir a los faes—. Vuelve a sonreír
y volvemos a salir a la calle.
Después de caminar unos minutos más, llegamos a una taberna. Escucho
las cuerdas ardientes y calientes de un violín bien tocado.  Debajo hay un
redoble febril que marca un ritmo animado para los demás intérpretes. Una
flauta de pan se eleva sobre todos ellos, encadenando una melodía que
convierte toda la estridente colección de sonidos en una canción sin aliento.

— ¿Qué es este lugar?— Susurro.

—La Cabra Gritona—.  Raph sonríe.  —Querías música.  No hay nadie


mejor en toda la tierra de los faes. Bueno, no te quedes ahí parada. Entra.
— Me da un empujón y me tambaleo hacia la entrada arqueada.

No hay puertas ni ventanas en la Cabra Gritona. Solo columnas y arcos


que componen la fachada frontal, dejando entrar la luz del sol y dejando
salir el sonido.  Tampoco hay sillas, solo mesas altas en las que se paran
hombres y mujeres, pisando fuerte al ritmo de la música y regando el suelo
con cerveza espumosa.

Mis ojos se dirigen al escenario bajo frente a la entrada donde toca la


banda. Hombres y mujeres dan vueltas en una pista de baile frente a él.

—Intenta parecer menos llamativa,  Dios mío  —.  Raph me lleva a una
mesa vacía junto a uno de los arcos. Se sube a la media pared, de pie como
si fuera el dueño del lugar. Una camarera se acerca y deja una jarra frente a
mí. —Oye, ¿dónde está el mío?— Raph se queja.

—Quizás cuando seas mayor—. Ella guiña un ojo y se aleja.

—Maleducada.— Raph pone los ojos en blanco.

Casi me pierdo todo el intercambio, en lugar de eso estoy demasiado


concentrada en la música. La animada danza se toca en tiempo común. El
hombre de la flauta de pan salta por el escenario, incitando a los bailarines
con su propio juego de pies. Solo he visto una actuación antes... Mi padre
trajo una banda ambulante a una de sus últimas fiestas para la Compañía
Comercial Applegate después de que yo suplicara y suplicara. Resultó que
la fiesta era en mi cumpleaños y él no pudo negarse, incluso a pesar de la
prohibición de la música después de la muerte de mi madre por ser…
demasiado dolorosa.

Joyce eligió la música esa noche.  Así que, por supuesto, era una
colección aburrida de instrumentales sofocantes interpretados por hombres
dos veces mayores que mi padre.  Dios no quiera que nos divirtamos de
verdad en una de esas fiestas. Si lo hubiéramos hecho, así es como podría
haber sido nuestra mansión, y el sonido que tendría. Intento imaginarlo y el
pensamiento va acompañado de una imagen cómica de Joyce casi
perdiendo la cabeza por todos los pisotones sobre sus alfombras
ridículamente caras.

Una sonrisa me cruza los labios.  Estoy dando golpecitos con el pie al
ritmo.  Mi mirada va a la deriva mientras el hombre de la flauta da
vueltas.  Es entonces cuando veo un montón de instrumentos en el
escenario. Apoyado contra ellos hay un laúd. No es tan bueno como el de
mi madre, lo puedo decir desde aquí.  Pero las cuerdas están intactas y
apostaría cualquier cosa a que están afinadas.

— ¿Qué son todos esos?—  Le pregunto a Raph y señalo la pila de


instrumentos.

—Instrumentos para artistas—.  Se encoge de hombros.  —Veo que la


gente sube y los toma cada vez que el bar está en silencio.  Una taberna
silenciosa es una taberna triste —, dice como si estuviera imitando a otra
persona.

Seguro que lo estoy entendiendo mal. — ¿Cualquiera puede tocarlos?

—Creo que sí. — Se encoge de hombros. Ojalá supiera si está diciendo la


verdad real, o diciendo la verdad como mejor la sabe. —Nunca he visto a
nadie meterse en problemas por interpretarlos.  Oh, espera, ¿quieres
tocarlos?

—No, no... No soy nada buena—.  Sin embargo, incluso mientras digo
eso, estoy haciendo estallar mis nudillos. Estoy ansiosa por las armonías de
las melodías de la flauta que sé que están atrapadas en las cuerdas del laúd.

—Eh, probablemente tengas razón

— ¿Qué?—  Lo miro, los ecos de Joyce y Helen de repente se enredan


con sus palabras.

Deja caer su voz. — Eres un humano. No hay forma de que puedas tocar
lo suficientemente bien como para seguir el ritmo de los faes. Estoy seguro
de que estás asombrada por la calidad de nuestros bardos.

Lo estoy.  Pero eso no significa que no pueda seguir el ritmo.  Creo que
podría…

¡Detén ese ruido!

Madre, lo está haciendo de nuevo. ¡Está jugando a la cosa!

Si tocas el laúd una vez más, le cortaré el cuello o el tuyo.

Las palabras de Helen y Joyce ahogan la música por un segundo


oscuro.  Miro los instrumentos silenciosos desde debajo del peso de todas
las palabras con las que me llenaron.  Mucho de Joyce y mis hermanas
presionándome, haciéndome pequeña.  Nunca tuve lo suficiente para
enfrentarme a ellos. Nunca…

La sien de Laura está contra mi rodilla.  Ella inclina su rostro hacia


mí. Una canción más antes de acostarse, dice con la boca.
—No—, le susurro.

— ¿No qué?— Raph está confundido.

Es comprensible. No estaba allí el día en que mi mano en matrimonio se


vendió por fortuna. No estaba allí el día en que juré que nunca más dejaría
que ellos ni nadie más me atrapara, me hiciera sentir pequeña, me
convirtiera en una herramienta en lugar de una persona completa.

—Te equivocas.  Puedo seguir el ritmo —.  Lo miro.  —Y te lo voy a


mostrar

— ¡Qué... espera!—

Ya estoy cruzando la pista de baile.  Me acerco al escenario con la


suficiente intención como para que el flautista me dé un asentimiento con
su cabeza de cuernos de cabra. Le devuelvo el gesto y se aleja. Casi parece
un permiso.

El ruido sordo de los pies de los bailarines retumba detrás de mí.  La


profunda resonancia del tambor está dentro de mí.  La música ahoga cada
palabra que Joyce o Helen alguna vez dijeron durante un breve y glorioso
minuto mientras subo al escenario y me dirijo directamente hacia el laúd,
colgando su correa sobre mis hombros.

—Hola amigo. —  Susurro, rasgueando ligeramente, lo suficientemente


suave como para que nadie más me oiga.  Como sospechaba, está
afinado. — ¿Puedo?—

Giro y doy un paso adelante, cayendo en la melodía. Mi pie golpea con el


ritmo mientras mis dedos comienzan a moverse por instinto.  Los demás
intérpretes me miran con entusiasmo y sonrisas alentadoras. Ellos asienten
con la cabeza hacia mí, yo les respondo con la cabeza.
Ahora es un cuarteto, la música es más rica, más profunda.  Miro a los
ojos al violinista, una mujer con la cabeza rapada para mostrar tatuajes
similares a los que tienen Shaye y Giles. Ella me sonríe y asiente. Asiento
en respuesta.

En realidad, no estamos hablando con palabras, ni con pensamientos, ni


siquiera con gestos. Hay dirección en la música que escuchamos. Pequeñas
señales a lo largo del camino que dicen, si yo toco esto, tú tocas aquello. Y,
juntos, hacemos música propia, hecha para este momento y que nunca se
volverá a escuchar.

Convertimos la emoción en canción.

El sudor gotea por mi cuello a medida que cambia la melodía.  El


violinista se separa del resto de nosotros, subiendo a un crescendo,
exigiendo toda la atención.  El resto de nosotros nos desvanecemos hasta
que ella vuelve a caer en una nueva melodía.

Reconozco esto, me doy cuenta.

—HABÍA UNA VEZ UNA MUCHACHA CON EL PELO TAN FINO,

La vi bailar y dije que es divina.

Así que la llevé al mar del pueblo,

Y le dije Jilly, ¿te casarías conmigo?


TODA LA TABERNA DA UN GRITO A TIEMPO. TODOS SE UNEN
EN UNA CANCIÓN para el coro.

PRONTO HABRÁ UNA BODA,

Un voto, un beso y una ropa de cama adecuada.

Pronto puede vendra la chica de Jilly,

Junto al mar del pueblo.

MIS MANOS VUELAN por el laúd. Sólo hay breves pausas entre el estribillo y


el verso. Apenas unas notas. Siempre amé esta canción por esa razón. Fue
un desafío tocar y aún más difícil cantar.

—AHORA JILLY Y yo somos una familia de tres,

Vivimos junto al mar del pueblo.

Jilly fue a la orilla un día,

Y miró el camino del pueblo de mer.

OTRO GRITO antes del segundo coro.

—OH NO, dulce chica Jilly,

Te has ido tan lejos donde el mar y el océano gira,

Jilly fue llevada

Por sus deseos, tendré que pagar


MIS MANOS VUELAN A  TRAVÉS DE LAS CUERDAS.  He llegado
tan lejos en la canción como sé.  Miro hacia el baterista.  Él mira en mi
dirección. El otro hombre y la mujer también lo hacen. Expectante.

Mis dedos se agarrotan y se detienen.

Esa voz… la persona que dirigió el canto… Enfermo, caliente, el horror


se apodera de mí.  Fui yo.  Yo era la que cantaba.  Ojalá pudiera ir y
acurrucarme en un rincón y morir más rápido de lo que es la canción.

De repente, de la nada, una voz profunda y masculina llena la habitación


de canciones.

—PERO JILLY VOLVERÁ,

Saldré cuando el océano esté negro.

Romperé el vínculo con el mar oscuro y frío.

Porque la mejor gente de mer soy yo.

MIENTRAS LA TABERNA  GRITABA POR  ÚLTIMA VEZ, MIRO


HACIA LA FUENTE DE LA VOZ.  Mis dedos continúan jugando por
instinto ahora que ya no estoy revolcándome en el horror de lo que he
hecho.

Miro a Davien a los ojos.  Está cantando con el resto de ellos,


conduciendo a la taberna hacia el final de la canción.

—PRONTO HABRÁ una playa de tres.


Mi chica Jilly, el niño y yo.

Pronto volveremos a ser felices.

Y viviremos hasta ciento diez.

LOS MÚSICOS CONTINÚAN  TOCANDO MIENTRAS ME ALEJO


DE LA BANDA y vuelvo a un lado, devolviendo el laúd a donde lo
encontré. Mi cara está sonrojada y puedo sentir que solo se pone más roja
cuando salgo del escenario con una pequeña cantidad de aplausos. Intento
agachar la cabeza con vergüenza... pero las sonrisas alentadoras que la
gente me da y las palmaditas en los hombros lo evitan... para cuando llego a
Davien, tengo una sonrisa propia.
—Te ves horriblemente presumida—.  Suena molesto, pero su rostro no
ha recibido la nota, porque luce una sonrisa que parece casi impresionado.
—No sé si presumida es la palabra correcta—.  Miro hacia el escenario,
donde la banda sigue tocando y la gente sigue bailando y dando
vueltas.  Acabo de terminar de actuar y ya quiero volver.  —Nunca había
hecho algo así antes, y estoy sorprendida de lo bien que me sentí—, admito
tanto para mí como para él.
Davien parece sorprendido por esta admisión porque rápidamente cambia
de tema. —Realmente no deberías estar vagando sola.
— ¿Pensé que era seguro en Dreamsong?
—Lo es.
—Y Vena me dijo que fuera a disfrutar del pueblo. Eso fue lo que hice.
— Me encojo de hombros. —Además, no estaba completamente sola. Tenía
la mejor guía de todo Dreamsong
—Sobre eso...— La voz de Davien se vuelve más pesada por la
frustración y mira hacia la mesa en la que Raph y yo hemos estado
parados. Hol está ahí ahora. Está de pie junto a una mujer de cabello largo y
negro y cuernos de carnero curvados.  Los dos están regañando
adecuadamente a Raph.
—Oye…— Empujo a Davien.  —No seas malo con él, solo me estaba
ayudando. Le pedí que lo hiciera
Hol me mira muy, muy cansado. A pesar de que no pudieron haber estado
hablando con Raph por más de unos minutos, parece como si hubiera tenido
esta conversación durante horas. —Hay una diferencia entre 'ser malo' y la
disciplina necesaria.
Me estremezco. Suena como Joyce.
— ¿Sabes lo que podrías haber hecho?— la mujer le grita a Raph.
— ¡No iba a hacerle daño!—  Insiste Raph.  —Solo quería ver cuánto
tiempo podía bailar.
La mujer lo agarra por la oreja y tira suavemente de ella, siseando, —Ella
es humana. Se rompe mucho más fácilmente que nosotros.
—Acepté sus términos de buena gana—, digo. No puedo soportar ver que
Raph sea tratado de esta manera por mi culpa.  Me pregunto qué le
harán. Solo puedo imaginar que los castigos de los faes son incluso peores
que los de Joyce. —No me importa un baile.
Una mano pesada cae sobre mi hombro.  Miro hacia arriba para ver a
Davien. —Debes tener más cuidado con los tratos que hacen aquí—, dice
solemnemente.  —Accediste a un baile sin establecer ningún término,
ninguna limitación.  Raph podría haberte hecho bailar hasta morir de
agotamiento. Podría haberte hecho bailar en un río.
—Pero...— Mi voz tiembla levemente. Justo cuando pensaba que estaba a
salvo. —Dijo que no me haría daño.
—No lo habría hecho intencionalmente. Pero Felda tiene razón, no pensó
en cómo podría impactarte. Es joven y tonto.
—Ahora—, dice Hol con firmeza.  —La absolverás de todos los tratos
que haya hecho contigo.
— ¿Tengo que?— Raph se queja.
—Sí, ahora.
Raph me mira.  Patea la suciedad de la pared en la que todavía está
parado. Con las manos a la espalda, con expresión culpable, dice:
—Sus deudas están pagadas, todo se ha ganado, no se debe nada, somos
iguales.
Suenan como palabras mágicas, así que espero sentir un hormigueo en
todo mi cuerpo, pero no es así. Me siento tan normal como cuando hice el
trato con él. Pero si lo que dijo Davien era cierto, sin saberlo, le di a este
niño un inmenso poder sobre mí.
—Y discúlpate con ella—, dice la mujer, Felda.
—Lo siento—, obedece, apenas logrando mirarme a los ojos.
—Todo está bien—, digo. —Y gracias por liberarme de mis deudas.
—Realmente no iba a hacerte daño—, insiste Raph en voz baja.
—Eso es suficiente de ti por un día—. Hol levanta al muchacho y lo deja
en el suelo. —Creo que todavía tienes negocios con Vena. Deberías ir y no
hacerla esperar.  Es por ella que tenemos un techo sobre nuestras
cabezas.  Así que tómate tus deberes para contribuir a Dreamsong más en
serio.
—Bien bien.
—Te veremos en casa más tarde—, dice Felda, su voz se suaviza un
poco. Ella alcanza a Raphe, en mi mente agarra al chico con ambas manos
para sacudirlo más y regañarlo. Pero en lugar de eso ella lo atrae hacia ella
para darle un fuerte abrazo. —Te amamos, Raphy
— Eww, mamá, hay gente, uf, también te quiero—, murmura Raph y se
escabulle. Pero no antes de que su madre le dé un beso en la frente.
—Realmente lamentamos mucho sus acciones—. Felda se endereza y se
rasca la nuca, luciendo culpable en nombre de su hijo.  —Él puede ser un
poco difícil a veces.
—No estoy molesta—, les recuerdo. Todavía estoy confundida en cuanto
a lo que acabo de presenciar. En un instante, ella le mostró más afecto del
que incluso Joyce mostró a sus propias hijas de carne y hueso.
—Aun así, como una disculpa por nuestro hijo, nos gustaría ofrecerles un
asiento en nuestra mesa y ofrecerles toda la hospitalidad posible a ambos—
dice Hol.
—Sería un honor cenar con usted—.  Felda inclina la cabeza hacia
Davien.
—Cómo sería la nuestro.  Adelante. —  Davien hace un gesto hacia la
puerta y la pareja me lleva a mi primera comida con los faes.
 
 16

DAVIEN LOS SIGUE, deteniéndose cuando se da cuenta de que no estoy en


sintonía con él. 

— ¿Vienes?

Cruzo mis brazos y camino hacia él. 

—Te gradecería que no hablaras por mí.

— ¿Los habrías rechazado?

—No sé.  Estos faes han hecho muy poco para que me encariñe con
ellos. No estoy segura de querer sentarme en su mesa y partir el pan.

Él se ríe y niega con la cabeza. En voz baja puedo escucharlo decir:

—Realmente eres humana.

— ¿Qué se supone que significa eso?

Empezamos a caminar.
—No solo desaprovecharías la oportunidad de que Hol y Felda sean
aliados al sentarte en su mesa, sino que los ofenderías mientras intentan
enmendar las cosas— Davien se ríe. —No entiendes nada acerca de cómo
las palabras pueden retorcerse en tu contra. Sobre tratos, rituales o las leyes
de la hospitalidad.

—No te burles de mí—.  Lo miro.  Sin embargo, como si alguna vez


estuviera compitiendo consigo mismo para ver cuánto me puede frustrar,
sonríe. Sus ojos verdes brillan a la luz del sol.

—No me estoy burlando de ti; Creo que es encantador que hayas vivido


una vida mucho más sencilla.

—Lo dudo. Pero incluso si tienes razón, más sencilla no significa que sea
buena —. Evito mirarlo, en lugar de eso, miro la unión en un techo.

— ¿Cómo conociste esa canción?—.  Pregunta, aparentemente de la


nada. Me pregunto si se da cuenta de que estoy incómoda y está tratando de
retroceder hacia algo más inofensivo.

Lo miro de nuevo. ¿Se da cuenta de que estoy incómoda?

—Espera, no me digas, ¿es otra de las viejas canciones que has


escuchado en la ciudad?

—Sí

Miento, y trago para tratar de quitarme el sabor a metal de la boca. Parece


que cuanto más miento a su alrededor, más difícil se vuelve y más tiempo
permanece ese sabor metálico en la parte posterior de mi garganta.  Mi
madre fue quien me enseñó casi todas las canciones que conozco.
—Realmente es increíble la cantidad de nosotros que queda en ese
mundo...

Se apaga, los ojos llenos de anhelo mientras mira hacia adelante. Davien


es una cabeza más alta que la mayoría de las personas, por lo que puede ver
toda la calle sin problemas.  Pero no creo que esté mirando a nada en
particular.  Me pregunto qué está tratando de ver, en qué lugar... o en qué
momento.

— ¿Realmente solía ser todo un mundo? Escuché los viejos mitos, sobre


las antiguas guerras mágicas. Recuerdo lo que me dijeron sobre el Rey Elfo
dividiendo la tierra. Pero pensé…— Miro a mi alrededor. —Creo que tengo
que creer que es verdad, ver este lugar, verte a ti. —Mi mirada se engancha
en el intrincado vidrio emplomado que adorna el segundo piso de un
edificio por el que pasamos. —El Arte en vidrio, ¿vino también de los faes?

—Lo hizo—Davien sonríe. —Los faes son un vástago de las dríadas. Eran


los viejos centinelas del bosque, mucho antes de que las guerras mágicas
fueran un susurro en los labios de la gente. A diferencia de los faes… que
fueron una evolución natural del tiempo y la magia… las dríadas hicieron a
los humanos con sus propias manos. Inicialmente, los faes cuidaron de los
primeros humanos, enseñándoles cómo usar su magia para trabajar con la
naturaleza.

— ¿Los humanos tenían magia?—  Intento imaginar un mundo así y


fracaso.

—Hace mucho tiempo, antes del Desvanecimiento.  Quizás por eso eres
capaz de ser un recipiente para la magia de los antiguos Reyes.

Doblo y relajo mis dedos, tratando de ver si puedo sentir la magia que
incluso Vena dijo que podía sentir en mí.  Pero no siento absolutamente
nada.  Sé que la magia es real, la he visto.  Salió de mí en el bosque esa
noche. Sin embargo, no puedo convocarla incluso si lo intento.
Llegamos a una casa de piedra con techo de barro. Hol y Felda nos llevan
adentro, por el pasillo y hasta una cocina que ocupa la mitad trasera de la
casa. Davien y yo estamos sentados alrededor de una mesa mientras Felda y
Hol deambulan por su cocina.  Noto clavijas junto a la puerta trasera, una
bolsa de mensajero muy similar a la de Raph cuelga de una.

—Por favor, no lo castigues… — Las suaves palabras se escapan de mis


labios sin querer mientras Felda coloca una tabla con un pan rústico de
masa madre y un cuchillo.

— ¿Qué?— Parpadea e inclina la cabeza hacia mí.

—Raph. Por favor, no lo castigues cuando regrese a casa. No quisiera que


se lastimara por mi culpa.

— ¿Lastimar?

Ella niega con la cabeza y parece horrorizada por lo que estoy


sugiriendo.  Sus cejas se fruncen levemente, como si mi preocupación la
hubiera ofendido de alguna manera. 

—Nunca lastimaríamos a nuestro hijo.

—Pero, en la taberna... parecías tan molesta.

—Estaba  molesta—  Felda se pone las manos en las caderas.  —No sé


cómo me las arreglé para tener el niño más precoz de todo Dreamsong, pero
supongo que ese es mi honor y mi carga. Sonríe como si una parte de ella
realmente pensara que es un honor estar asociada con las payasadas de
Raph.  —Pero ya lo han reprendido apropiadamente.  Mientras no vuelva a
salirse de la fila hoy, lo que a veces es un desafío para ese chico, no habrá
más palabras sobre el incidente cuando llegue a casa.
—Oh, bien…

Me quedo mirando el pan que Felda comienza a cortar. ¿Es realmente


así de simple?  Nunca había visto a un niño ser perdonado tan fácilmente
cuando se equivocaba. Helen y Laura nunca se equivocaron. Y siempre que
lo hacía, por lo general sentía las repercusiones durante días. Cuando siento
el peso de otro par de ojos sobre mí, mi mirada se dirige a través de la mesa
hacia donde se sienta Davien.  Me mira con el ceño ligeramente fruncido,
como si me estuviera inspeccionando o estudiándome.

—Por favor, sírvanse de nuestro pan y vino—, dice Hol


ceremoniosamente mientras vierte hidromiel en cada una de nuestras copas.

Agradezco la excusa para apartar la mirada de Davien.  Su mirada es


demasiado inquisitiva.  Me preocupa lo que vería si lo miraba a los ojos
durante demasiado tiempo. Nunca pensé que extrañaría la venda de los ojos.

— ¿Cómo estás encontrando Dreamsong?— Pregunta Felda.

Doy la bienvenida al cambio de tema con una sonrisa.

  —Es un lugar verdaderamente magnífico.  Los faes son algunos de los


mejores artesanos que he visto en mi vida.

—Tenemos muchos que poseen antiguos rituales sobre el oficio,


heredados de sus familias y cortes.

—Cuando dicen rituales... ¿es lo mismo que vi en el bosque esa noche?


— Miro a Davien.

—Eso fue un ritual, sí, pero también lo fue lo que hizo Giles cuando
acampamos en el Bosque Sangriento— dice.
Mastico un trozo de pan por un momento, considerando todo lo que he
aprendido sobre los faes y su magia hasta ahora. El pan es picante y tiene la
cantidad adecuada de masticar para complementar la corteza crujiente. 

— ¿Entonces un ritual puede ser cualquier cosa? ¿Y lograr algo?

—Hay  algunas  limitaciones—, dice Hol.  —Por ejemplo, no podemos


resucitar a los muertos o cambiar el corazón de alguien.

—Cómo puedes ver, no hay muchas limitaciones—. Davien sonríe.

— ¿Cómo se hace un ritual?—  Pienso en lo que dijo Vena acerca de


encontrar una manera de obtener la magia de mí. ¿Va a hacer ella misma un
ritual?

—Hay unos pocos que están lo suficientemente en sintonía con su magia


y las leyes inherentes de nuestro mundo como para inventar nuevos
rituales. Pero la mayoría de los rituales se transmiten oralmente o en tomos
escritos que se guardan en las familias y las cortes —. Explica Hol.

—Es por eso que la erradicación casi completa de la familia Aviness


paralizó a los faes y nos ha debilitado durante siglos. La corona de cristal
tuvo un ritual realizado hace mucho tiempo que aún se mantiene y exige
lealtad de todos los fae... pero solo puede ser usada por el verdadero
heredero de Aviness.  Mientras un heredero Aviness esté vivo, no prestará
atención a ningún otro señor. Y requiere el poder de los reyes perdidos para
revelar todo su potencial.

  Davien mira por una ventana con una mirada furiosa, lanzando su ira
hacia alguien o algo más allá de la mesa.

— ¿Entonces los faes no pueden hacer magia con sus pensamientos?

Pienso en mis acciones en el bosque. Cómo la magia llegó a mí sin que


me lo pidieran, prestando atención solo a mi necesidad subconsciente de
sobrevivir.

—Hay algunas excepciones, como invocar alas o garras— dice Hol. —O


nuestro glamour.

—Pero por lo demás, no— agrega Felda.  —Sin embargo, hay algunos
rituales que nos dan un control variable sobre el poder durante un cierto
período de tiempo, como lo que está en la corona de cristal...  Lo que
podamos hacer durante ese tiempo y cuánto dure, todo depende del ritual.

—Viste uno de esos ejemplos en el bosque.—  Davien devuelve su


atención al presente y la posa en mí. —La forma en que el carnicero se
movía es un ritual celosamente guardado, transmitido entre sus filas;  lo
arrojan sobre las capas que usan. Escuché que se llama 'paso de sombras',
donde pueden pasar de la oscuridad a la luz.  Los hace particularmente
mortales por la noche. Pero el ritual expira rápidamente. Solo tienen límite
de movimiento que pueden realizar de esa manera antes de que se agote la
magia cargada.

Estoy empezando a enmarcar la magia de los faes en términos que puedo


entender, con los que estoy familiarizada. Pienso en cuando reparé el yeso
en las paredes de nuestra mansión. El —ritual— sería el acto de combinar
los ingredientes y mezclarlos en un balde.  Supongo que el cubo, o
recipiente para la magia, es el fae que realiza el ritual, aunque parece que el
recipiente también puede ser una cosa, como la corona de cristal o las capas
de los Carniceros. Luego, pueden usar el yeso mágico, hasta que se agote o
se vuelva inútil o seque.

Con este marco, digo con moderada confianza —Creo que entiendo.

— ¿En serio?

Davien arquea las cejas; parece impresionado. Le doy una sonrisa astuta.


—Creo que sí.  Mira, déjame ver si tengo razón… —Les explico mi
analogía. — ¿Eso es todo?

Hol se inclina hacia atrás en su silla y se ríe.  —No es de extrañar que


pudiéramos enseñar a los humanos antiguos. Para una gente que perdió su
magia de la noche a la mañana, definitivamente hay rastros de comprensión
allí.

Si eso es cierto, podría aprender a usar la magia dentro de mí. Evito la


atenta mirada de Davien sirviéndome otra rebanada de pan, mojándola en
aceite y hierbas antes de meterla en mi boca. Es como si pudiera sentir lo
que estoy pensando.  Me pregunto si una noche en la mansión hizo un
agujero en mi mente con esos ojos mientras yo tenía los ojos vendados y no
me daba cuenta. Ahora, tiene una ventana a mis pensamientos más íntimos
cuando quiere.

Me muerdo el labio. Realmente espero estar equivocado en eso... porque


mi mente no es un lugar en el que nadie deba pasar demasiado tiempo. Es lo
suficientemente peligroso para mí, y vivo aquí.

El resto de la comida transcurre sin problemas. Para cuando Hol y Felda


nos acompañaron hasta la puerta, honestamente puedo decir que lo he
disfrutado. Felda me da un pequeño apretón antes de partir.

—Ha sido un placer conocerte— dice.  —Hol me ha informado sobre


algunas de sus circunstancias, más de lo que probablemente debería, lo
admito. —Su boca se arquea en una sonrisa traviesa. Veo de dónde lo saca
Raph. —Sé que venir aquí no era parte de tu plan... pero me alegro de que
Davien te tenga con él.

Miro hacia donde Davien y Hol están inmersos en una intensa y


silenciosa conversación.  Parece que no escuchan las suaves palabras de
Felda.
—No soy… no sé lo que piensas. Pero...

—No tienes que dar explicaciones—, dice demasiado rápido.  Como  si


estuviera  avergonzada y ella  me estuviera  haciendo un favor.  —Es
agradable ver a alguien con él.  Hol y los otros caballeros del rey
ciertamente han hecho todo lo posible.  Pero tenían sus obligaciones aquí,
mantener a Dreamsong a salvo.  Tampoco podrían quedarse con él por
mucho tiempo, porque como puedes ver con Davien, los faes no estamos
destinados a vivir en tu mundo. Puedo imaginarme lo solo que estaba con
Oren como compañía.  Bendito sea, es un buen hombre, pero no  el mejor
conversador.  —Ella ríe.  Y también sonrío.  —Por lo que ha dicho Oren,
parece que ustedes dos se llevan bien.

Antes de que pueda decir algo, los dos hombres se nos unen.

—Deberíamos volver al salón principal—, dice Davien. —Lo último que


queremos es que Vena nos necesite para algo y no estemos disponibles.

—Por supuesto. —Asiento con la cabeza. Damos nuestro último adiós y


volvemos a las calles de Dreamsong.

—Me alegra que lo estén haciendo tan bien— dice después de que nos
alejamos de la casa.

— ¿No lo hacían?—  Me parecían una familia envidiablemente


normal. Más normal de lo que jamás creí posible, anteriormente, para una
familia.

—El hogar ancestral de su familia está en lo que ahora es Bosque


Sangriento.  Su Corte de Hojas fue dirigido por uno de los últimos
supervivientes de sangre de Aviness — dice con una nota sombría. Veo que
sus manos se aprietan y los músculos de su mandíbula se abultan.  —Los
Carniceros los echaron de su casa mucho antes de que naciera Raph.
Davien reduce la velocidad y mete las manos en los bolsillos de sus
pantalones holgados.  Lleva una túnica abierta por debajo del esternón.  La
extensión plana de su pecho se exhibe debajo de una serie de
collares.  Encaja tan naturalmente aquí.  Hay algo en el aire a su alrededor
que simplemente... pertenece.

Supongo que eso no es lo que me sorprende. Lo que me sorprende, es la


envidia que le tengo.  No es el fae del que quiero ser parte.  Solo
quiero pertenecer. Quiero que algunas personas, algún lugar, algún tiempo
sean míos. No quiero ser un náufrago luchando por restos olvidados en el
suelo debajo de las mesas en las que nunca me sentaré.

Tener una familia. Una mesa.

—Si te conviertes en rey, ¿podrán volver a su hogar?.— Pregunto


suavemente. — ¿Reconstruirán la Corte de las Hojas?

Me mira a los ojos, exponiendo las oscuras profundidades de su


dolor.  Tantas cosas sobre este hombre siguen siendo un misterio para
mí. Pero en lugar de estar asustada… me encuentro cada vez más intrigada
por las infinitas posibilidades. Quiero preguntar. Quiero saber. Quiero pelar
cada capa de él como siento que lo hace conmigo cada vez que estamos
juntos.

¿Qué pasa conmigo?

Este interminable tira y afloja entre nosotros amenaza con destrozarme.

—Si... cuando me convierta en rey, estas tierras volverán a pertenecer a la


gente que las hizo. Los cortes pueden regresar a sus hogares ancestrales o
reconstruirlos de nuevo, lo que más se ajuste a lo son ahora.

—Veré que los faes vuelven a ser fuertes. Que tengamos un asiento en la


mesa del Consejo de Reyes de Midscape.  Exigiré que nos devuelvan las
tierras que el Rey Elfo nos robó y lucharé para que los faes vuelvan a la
prominencia que nos merecemos.  Veré reconstruir a todos las cortes para
mantener bajo control a la Corte Suprema, de modo que ningún rey se
sienta tan poderoso que pueda actuar sin rendir cuentas. Usaré el poder que
está atrapado dentro de la corona de cristal y la colina de la Corte Suprema
para ayudar a mi gente como pueda mientras respire.

Estoy asombrada de él. La forma en que habla está llena de convicción...


y no porque haya practicado estas líneas como lo hicieron Laura o Helen
antes de las fiestas de papá para que tuvieran la mejor oportunidad de
cortejar a un pretendiente. Dice la verdad que sabe, que ha cimentado en su
corazón por encima de todo.

La necesidad de tocarlo se vuelve irresistible. Un hombre con una misión


noble es más atractivo de lo que esperaba. Quiero tomar su mano y acariciar
la suave piel de su palma.  Quiero presionar mis dedos sobre los fuertes
músculos de su pecho y... y... mi mente se desvanece.

El calor me golpea, enrojeciendo mis mejillas y haciéndome cambiar mi


peso de un pie a otro mientras se acumula incómodamente en la parte
inferior de mi abdomen.  Este hombre me hace querer cosas
peligrosas.  Cosas que nunca pensé que quería antes y ciertamente
nunca necesité.

—Deberíamos volver con Vena—. Digo, mi voz no suena tan fuerte


como de costumbre.

—Deberíamos. —Sin embargo, sus ojos todavía están fijos en los míos,
con la cabeza ligeramente agachada. Por primera vez desde que vino a este
mundo, se ve y suena como el Lord Fenwood que conocí en la mansión.

El resto de nuestro paseo lo consume un silencio tenso e


incómodo. Nuestros hombros se rozan siete veces. Pero, ¿quién cuenta?
Sin embargo, ambos nos resistimos a cerrar esa peligrosa brecha entre
nosotros.  Porque en ese espacio está la línea sin retorno.  Y de alguna
manera, a plena luz del día en medio de una calle concurrida, estamos
peligrosamente cerca de cruzarla.

 
17

SOLO SOMOS GILES, Shaye y yo para cenar esa noche. Ya están sentados,


con la comida a medio acabar, cuando salgo de mi habitación. Me permití
una siesta al mediodía después de regresar con Hol para tratar de aclarar mi
mente.  Pero encuentro que esta igual de turbia cuando me despierto.  Mis
pensamientos y sueños, todos giran en torno a Davien y este extraño mundo
nuevo... incluso si no quiero que lo hagan.

— ¿Dónde está Oren?— Pregunto mientras balanceo mis piernas sobre el


banco en una de las mesas en la sala de reuniones.

—Tenía algunos asuntos de la casa que atender—. Dice Shaye.

—Oh ya veo.

No preguntes por Davien.  No preguntes por Davien, repito en mi


mente. Sin embargo

— ¿Y Davien?— Maldita sea, Katria .

—Vena lo quería.  Probablemente algo relacionado con el ritual para


sacarte la magia —.  Giles arranca un muslo de una raza irreconocible de
pájaro grande asado y comienza a morder ferozmente con sus afilados
dientes.
  — Conociendo a los dos, tendrán algo resuelto por la mañana.  Los
inteligentes lo hacen.

— Cualquiera es inteligente comparado contigo, Giles—. Shaye sonríe.

— Menos mal que te mantengo cerca para compensar lo que me falta


—. Giles se ríe.

Shaye rápidamente vuelve su atención hacia mí, moviéndose incómoda


en su asiento. —Escuché que hoy saliste a vivir una aventura en la ciudad.

— ¿Hol te lo ha dicho?—  Cortó un trozo de carne de pechuga para mí,


tomando una rebanada de pan y una cucharada de verduras de un plato para
servir al mismo tiempo.

—Entre otros.

— ¿Otros?

—La gente habla de la nueva cantante y laudista en escena en la Cabra


Gritona—.  Sonríe y coge trozos de pan del tamaño de un pájaro y se los
lleva a la boca.  —Tienes más fuego en ti de lo que pensaba. No te tomé por
el tipo de rebelde.

Me encojo de hombros.

 —Me gusta la música y quería escucharla.

—Menos mal que tiene un poco de tendencia rebelde—. Giles se ríe. —


Esta es toda una ciudad de rebeldes.  Vigilantes.  Sin nada que
hacer.  Sinvergüenzas traidores que no encajan en ningún otro lugar y
cortarían el cuello de nuestro actual rey si tuvieran la oportunidad.
—Todo el mundo me ha parecido encantador—, respondo, profundizando
en la comida.

—  ¿Todos?  ¿Incluso nuestro querido futuro rey cuando… estaba…


haciendo una rabieta en el bosque?

—Bueno...— Siempre supe que la ira no estaba dirigida a mí. Aunque era


molesto, por decirlo amablemente.

— ¿Qué tal el niño de diez años que estaba listo para hacerte bailar para
su diversión como un títere?— Shaye levanta las cejas.

— No me iba a hacer daño—.  Salgo en defensa de Raph una vez


más.  Incluso si la situación podría haber terminado mal, no fue así.  Y
realmente creo que no quiso hacerme daño.

— Podría haber terminado igual.

— Creo que no lo habría hecho.

—Deja de defender a la gente cuando no deberías. Si alguien te trata mal,


dílo—. Ella niega con la cabeza y me mira con el rabillo del ojo. —Nunca
pensé que escucharía a un humano defendiendo a un fae… o diciendo que
están “bien”. ¿A qué ha llegado el mundo?

La noción de señalar cuando alguien me trata mal es extraña.  Intento


encontrar un lugar para asentarlo en mi mente.  Me gusta la idea lo
suficiente como para intentar implementarla.

 — ¿Quizás no soy tu humano promedio?

—No mientras tengas la magia del rey dentro de ti—, asiente Shaye.
—Espero que Davien pueda conseguirlo pronto y poner orden en este
mundo loco...— murmura Giles.

Recuerdo lo que Davien dijo hoy en las calles sobre Hol.

 — ¿Vivieron los dos en el Bosque Sangriento alguna vez?

Intercambian una mirada que vale la pena notar.  Giles es el primero en


hablar, comenzando con un movimiento de cabeza. 

—Originalmente vivía en la Corte de los Pilares.

— ¿Corte de los pilares?

—Boltov vino y exigio nuestras hachas y rituales.  No estábamos en el


camino de los combatientes y no pudimos oponer resistencia.  Aunque lo
intentamos.  Esas antiguas herramientas de artesanía eran todo lo que
teníamos…—Sus ojos y su voz se vuelven distantes. Shaye se inclina sobre
la mesa y apoya una mano en la suya.  Sus ojos se encuentran y hay un
momento de entendimiento entre ellos en el que soy una extraña.  La
conexión entre estos dos es más profunda de lo que originalmente creía.

Shaye habla. Casi puedo sentir que lo hace para que Giles no tenga que
hacerlo. 

—Originalmente vivía en la Corte Suprema.

— ¿La Corte Suprema?—  Repito suavemente.  —¿El lugar con el


castillo? 

—Donde Boltov vive. Sí.

Shaye regresa sus manos a su regazo, mirando su plato un momento antes


de tomar un trago de su hidromiel con determinación.
  —Nací allí... y creo que desde el momento en que respiré por primera
vez, exhalé la promesa de que no me dejaría morir allí.

—Shaye...— dice Giles en voz baja.

Me mira a los ojos con una intensidad de la que no puedo apartarme.

—Después de mi nacimiento, Boltov me evaluo, me determinaron digna


y comencé el entrenamiento para ser carnicera.

Pienso en ese hombre en el bosque que estaba tan decidido a matar a


Davien.  Lo imagino viviendo una vida de sangre y batalla desde su
nacimiento.  Sin conocer ni un ápice de bondad de una manera mucho,
mucho peor de lo que puedo comprender.

 — ¿Cómo escapaste?

—Me convirtieron en un arma—, reflexiona Shaye sobre el borde de su


vaso. —Lo que pasa con Boltov es que no se da cuenta de que las armas no
son leales por defecto. Una espada no conoce gobernante, solo la mano que
la sostiene.

— ¿Entonces encontraste un gobernante mejor?

—Encontré una mente, pensé por mí misma y me convertí en mi propio


gobernante— insiste Shaye con firmeza. —Me di cuenta de que no era una
herramienta para ser utilizada por otros.  Pero un soldado, un caballero,
una persona que cualquier rey debería deleitarse en tener en su sequito. Que
no era indispensable como pensaba mi primer rey.  Entonces, encontré mi
propia misión, y eso sucedió para alinearme con un rey mejor.

Escojo mi comida y me muevo en mi asiento, tratando de ponerme más


cómoda. De repente, no puedo encontrar una posición en la que mi piel se
sienta bien. Algo que dijo me ha sacudido, inclinado mi mundo más allá de
la reparación.
— ¿Cómo encontraste esa mente tuya? ¿Uno en el que definiste tu propio
valor?— Pregunto suavemente. Me atrevo a dirigir la mirada hacia ella, por
miedo a que me regañe o se burle de mí. Para mi sorpresa, no lo hace. Ella
me mira fijamente, atenta y expectante.

— ¿Cómo pudiste separarte del rey que te controlaba?  ¿Cómo pudiste


decirte a ti misma que él ya no importaba o que ni siquiera lo molestaba?

—Comenzó con un pensamiento—, dice en voz baja. Mientras ella habla,


mis inseguridades más íntimas surgen de las oscuras profundidades en las
que trato de ahogarlas. —Un pensamiento de que tal vez la razón por la que
trató de reprimirme fue porque yo era mejor de lo que él podría ser.  Me
tenía miedo, miedo de lo que podría convertirme si no me controlaba. Así
que gastó toda su energía haciéndome sentir menos.  Haciéndome sentir
inútil. Haciéndome sentir que no era nada sin él.

Miserable niña, haz lo que te digo y tal vez algún día encuentres a
alguien que te amé, las palabras de Joyce resuenan en una historia que he
tratado de borrar.

—Le hice sentir fuerte.  Gobernando sobre mí, diciéndome qué hacer,
pensando que cada respiración dependía de él… eso era lo que le daba
poder. Lo que significaba que tenía poder. Me necesitaba. Y quería quitarle
eso. Así que lo hice. Encontré una mente propia y la mantuve. Lo guardé en
secreto hasta el momento en que pude escapar. Y luego juré hacer todo lo
posible para destruirlo. — Shaye clava su cuchillo en la mesa a su lado. —
Moriré feliz si soy yo quien le degollé cuando todo esto termine.  Pero
incluso si no lo soy, saber que ayudé a la persona que dio el golpe final será
el trabajo más grande de mi vida.

Miro con asombro a la mujer. Debería tener miedo, creo. Pero... pero la


admiro ferozmente.  Ella es todo lo que desearía haber sido.  Todo lo que
espero poder ser todavía. Pero mis villanos no son reyes y sus seguidores...
están vestidos con capas de seda.  Se empolvan la nariz y luego me
miran.  Puedo cenar con los faes, pero la idea de mi madre todavía me
acobarda.

—Creo que la has dejado atónita en silencio.

Giles me da un codazo mientras habla con Shaye. 

—Tienes que ser suave con la pobre humana, Ella no está acostumbrada a


nuestra crueldad.

—No te des por aludido—.  Cojo el tenedor y el cuchillo y desgarro la


carne. —Estoy encontrando las cosas muy cómodas aquí. Así que actúa con
normalidad.

Shaye arquea las cejas hacia Giles, quien se ríe. Los dos son silenciados
cuando se abren las puertas del salón de Vena.  Davien y el líder de
Dreamsong se alejan, todavía enfrascados en una intensa discusión, al
menos hasta que los ojos de Davien se clavan en mí.

—Bien, estás comiendo— dice.

— ¿Qué más debería estar haciendo?

—Nada. Es bueno que comas... porque necesitarás todas tus fuerzas para
el ritual de la mañana.

  APENAS PUDE dormiresa noche. Todo el tiempo doy vueltas y vueltas. Si


no son los pensamientos de lo que podría implicar el ritual, es la vista de
Davien, sonriendo como un tonto y lanzando esos brillantes ojos verdes
hacia mí. Incluso me levanto de la cama en un momento, a medio camino
de la puerta para perseguirlo y exigir saber qué pasará, antes de pensarlo
mejor.  Lo voy a ver en unas pocas horas, me recuerdo.  No hay
absolutamente ninguna necesidad de ir a escondidas a su habitación en
medio de la noche, donde sea que esté.

Tan pronto como amanece, me levanto de la cama y bajo las escaleras


hacia el vestíbulo principal. Las mesas todavía se están colocando, las velas
se encienden tanto con cirios como con magia. Una voz familiar me llama.

— ¡Oye, señorita humana!—  Raph se apresura.  Tiene una canasta de la


mitad de su tamaño, llena de hogazas de pan recién hecho. —¿Necesitas ir a
cualquier parte hoy?— Me da esa sonrisa de sierra.

—No... Pero me vendría bien tu ayuda para conseguir algo—.  Me


agacho, mirando el pan en su canasta. Primero aprovecharé la oportunidad
de los ágiles deditos de Raph con un trato nuevo, más cuidadoso. Entonces
agarraré ágilmente un poco de mi pan.

—Sabes que puedo entregarte todo lo que necesites.  ¿Qué puedo hacer
por ti?

—Necesito un laúd. Cualquier laúd. No tiene por qué ser particularmente


bueno —.  Anoche hubiera sido mucho más soportable si hubiera tenido
algo que jugar para pasar el tiempo. — ¿Cuánto me costará eso?

Piensa en ello, hinchando las mejillas mientras lo hace. 

—Quiero ver el mundo natural.

Resopló, imaginándome a Raph de nuevo en el lado humano del


Desvanecimiento. Tal vez podría contratarlo en la mansión después de que
la magia se haya ido.  La idea de que Raph me ayude a cuidar ese jardín
descuidado casi me hace reír. No odio la imagen. Podría ser una especie de
aprendiz para mí.  O quizás yo con él.  Viviendo tan cerca del
Desvanecimiento… tal vez haya algunos viejos restos de magia humana
que encontraría en mí.  Laura encontraría diversión en Raph al
menos.  También he empezado a imaginarla viviendo conmigo.  Ella
obtendría la magia que buscaba y yo sabría que Joyce no la corrompería.

—No creo que pueda darte eso. 

  Selecciono mi pan caliente de la cesta.  Él tararea.  De repente me doy


cuenta de que está evitando mis ojos.  Sus mejillas están ligeramente
enrojecidas. 

— ¿Tienes algo más en mente?

—Estoy pensando.

—Esperaré. — Rompo trozos de pan y me los meto en la boca mientras él


se arma de valor para pedir lo que quiera.

—Quiero irte cantar de nuevo.

—Lo siento, ¿qué fue eso?

—Quiero oírte de nuevo.

Me inclino hacia él. —Una vez más.

—Quiero escucharte cantar de nuevo—.  Finalmente enuncia cada


palabra, luciendo dolorosamente pero adorablemente tímido mientras lo
hace. —Toca una canción con el laúd que te traiga.

Estoy a punto de estar de acuerdo cuando pienso en lo que dijo Davien.

 — ¿Qué canción?
—Cualquier canción que elijas.

— ¿Cuándo?

—En cualquier momento que elijas.

— ¿Por cuánto tiempo?

—Cualquier canción, en cualquier momento, de la forma que


elijas. Tienes libre albedrío para decidir las circunstancias de cómo cumplir
con este acuerdo.

Tarareo y entrecierro los ojos.

 —Sabes que conozco a tus padres ahora, ¿verdad? No estás tratando de


ser astuto, ¿verdad?

Su cola delgada se retuerce de molestia.

  —Te traeré un laúd si me tocas una canción como quieras, cuando


quieras.  Pero cuando toques, tengo que sentarme justo al frente para
escuchar. Eso es todo lo que pido. Sin trampas. Sin trucos.

—Trato. —Me pongo de pie y le revuelvo el pelo.  ¿Quién sabe si


realmente traerá el laúd? —No eres tan malo, para ser un niño.

—Y eres medio decente, para ser humano—. Me saca la lengua.

—Raph—. El tono de Davien es una advertencia.

Le devuelvo la lengua al pequeño fae, asegurándome de que Davien lo


vea para que sepa que nuestra broma es mutua.  Lo miro con una leve
sonrisa. 
—Yo lo empecé.

—Estoy seguro de que lo hiciste—. Extiende una mano expectante.

Me toma un momento darme cuenta de que quiere un trozo de mi


pan. Tal vez me guste más el hombre de lo que creo, porque en realidad le
paso un trozo sin decirle que busque el suyo.

—No eres la esposa dócil que esperaba como hija de un Lord. Siento que
nuestro tiempo juntos se ve interrumpido por el hecho de que te encuentro
en lugares en los que no deberías estar, haciendo cosas que no deberías
hacer.

—Es una maldición mía—, murmuro, pensando en mi infancia. Siempre


terminaba en su camino, o encontrando un lugar donde Joyce no quería que
fuera. Como una entrada trasera a su armario. En el estudio de Helen.

O la azotea...

—Más bien lo encuentro una delicia. Si iba a casarme en el registro del


Mumdo Natural con cualquier humana, supongo que hay peores con los que
tener que cargar —. Está luchando contra una sonrisa y está perdiendo.

—Me sorprende que no hayas encontrado una esposa antes de mí, con un


encanto como ese—. Me meto el pan en la boca.

—Me sorprende que no hayas encontrado un marido antes que yo, con
modales como esos.

Pongo los ojos en blanco pero esbozo una sonrisa.  Cae cuando se me
ocurre un pensamiento. 

—Dijiste casado en el mundo natural...


—No te preocupes, no estamos casados aquí de ninguna manera.  —
Camina hacia la sala de audiencias de Vena. —No hay trucos ni leyes de los
faes que haya usado.  Los rumores de que los faes roban las manos de las
mujeres están sobre exagerados.

—Por supuesto.

Le obligo a sonreír de nuevo a mis labios mientras la sensación de


hundimiento que inicialmente la sacó de mis mejillas continúa por mi pecho
y hasta mi estómago. Se instala como una decepción en mis entrañas. ¿Por
qué esto se siente como una sorpresa?  Dijo que me dejaría la
mansión. Venía al mundo de las faes y nunca regresaría. Sería viuda. Sola
en el mundo.

Sola para que nadie pueda lastimarme...

Sola... solitaria...

—Me aseguré de que Oren estructurara el arreglo para que se disolviera


una vez que me fuera. — Por una vez, no se da cuenta de mi confusión. Ni
siquiera me mira. —Serás libre de casarte con quien quieras, Katria. Y soy
libre de hacer una estrategia inteligente para asegurar el futuro de mi reino.

—Piensas en todo, ¿no?

Ralentiza el paso y finalmente me mira. El mundo parece estar quieto. Mi


respiración se entrecorta. Hay profundidad en su expresión que, por primera
vez, no puedo leer.  ¿Es dolor?  ¿O preocupación?  No puedo decirlo.  Sus
cejas están ligeramente fruncidas en el centro y estoy luchando contra el
impulso de tomar su mano. Quiero tocarlo. Quiero... Mi mente choca contra
las paredes que he construido a mí alrededor una vez más. No me permite ni
siquiera pensar en nada ni un paso más.
—Lo intento— dice en voz baja.  —Pero incluso los reyes a veces son
tomados por sorpresa.

El sentimiento es tan suave como la caída de una pluma. Aterriza en una


parte fría y oscura de mí que trato desesperadamente de esconder del
mundo. Mi corazón late en respuesta, como si estuviera tratando de empujar
la sangre y el calor de regreso a ese rincón no utilizado de mi alma.  La
forma en que me mira ahora… arrepentimiento. Eso es lo que es.

— ¿Es por eso que fuiste tan duro conmigo en el bosque después de mi
llegada?— Pregunto, tratando de cumplir la promesa que me hice anoche,
inspirada por Shaye. Estoy segura de que a ella le va mucho mejor criticar a
la gente cuando la han agraviado, pero esto es lo mejor que puedo reunir. —
Porque, la forma en que me trataste entonces... sabía que no estabas enojado
conmigo, pero aun así no era...

—Justo— termina. Davien inclina la cabeza para mirarme a los ojos. Soy


consciente de cuánto cierra la brecha entre nosotros. Sus ojos están llenos
de lo que yo llamaría remordimiento. Se dirigen a mis manos, que levanta
pensativamente.  Sus pulgares rozan mis nudillos, casi haciéndome olvidar
por completo de lo que estábamos hablando. 

—Sé que debería haberme disculpado antes.  Shaye tenía razón y yo


actuaba como un niño petulante, frustrado por las circunstancias.  Así que
también tienes razón en que no tiene nada que ver contigo. Pero eso no es
excusa. Lo siento, Katria. No dejaré que vuelva a suceder. ¿Me perdonas?

—Davien, yo...— ¿Alguna vez me han disculpado por esto con


amabilidad o sinceridad?  Mis paredes se derrumban bajo el calor de su
presencia, tan desgarradoramente cerca.

—Oh, bien, ustedes dos ya están aquí—.  Vena pasa junto a


nosotros. Davien deja caer mis manos y se aleja, sus mejillas un poco más
rojas de lo que estaban hace un momento.  —Termina tu desayuno y
comencemos. No hay tiempo que perder.

Abre las puertas de su sala de audiencias.  Pero el pasillo no está


vacío.  De pie en el medio hay una mujer envuelta en un familiar chal
negro. Es lo mismo que vi esa noche en el Bosque Sangriento y ese día en
casa.  Se me corta el aliento.  Pero Davien no está tan desprevenido como
para no poder manejar un gruñido.

—Carnicera de Boltov— gruñe y se lanza a atacar.

 
18

DAVIEN ES RÁPIDO.  La Carnicera es más rápida. Ella es un borrón de


movimiento, levantando una espada corta para bloquear la daga de
Davien.  Se mueven tan rápido que mis ojos ni siquiera pueden seguir el
ritmo para ver de dónde sacó la daga.

— ¡Davien!—  Vena llama.  Ya se está moviendo de nuevo, lanzándose


hacia atrás y arremetiendo con la otra mano y una daga diferente.  La
Carnicera se desvía por segunda vez.

 —Para esto. — Vena se apresura. —Esta es Allor, y es una aliada de los


Acólitos.

—A mí me parece un carnicero—.  Davien continúa presionando la


espada de Allor.  La mujer tiene una sonrisa perezosa.  Casi puedo verla
conteniéndose para no hacer pedazos a Davien.

—Y a mí me pareces un príncipe mimado, así que no entremos en los


insultos, ¿eh? —Dice Allor. Su voz es tan suave como su capa de sombra.

—Suficiente. — Vena los agarra por los hombros, tratando físicamente de


separarlos.  Es tan exitoso como intentar mover dos montañas.  —Le  pedí
a Allor que viniera. Ella nos ayudará a descubrir el ritual para obtener tu
poder.

— ¿Estás confiando en un carnicero?— Davien mira a Vena.


— Tú confiaste en un carnicero.

—Shaye ya se había ido mucho antes de unirse a nosotros.  Este


monstruo...

—Otra vez con los insultos—. Allor pone los ojos en blanco.

— ¿Ambos dejarán sus armas?— Vena actúa como si estuviera hablando


con dos niños.

—Él primero—. Allor se burla.

—¿Por qué tú no?

—A mi cuenta—. Vena suspira. —Uno. Dos. Tres.

Los dos se separan lentamente.  Davien devuelve sus dagas a las fundas
ocultas en el ancho cinturón alrededor de su cintura.  Allor devuelve la
espada a una vaina en su cadera. Pero su mano no deja la empuñadura. Lo
cual es mucho más desconcertante cuando sus ojos se dirigen hacia mí.

—Entonces, los rumores son ciertos. Tienes un humano aquí.

—Soy Katria—.  Se siente mucho mejor que me llamen por mi nombre


que humano.

La sonrisa de la mujer se ensancha y asiente con la cabeza. 

—Allor. Pero supongo que ya te habrás dado cuenta de eso.

Tenues mechones de cabello corto y negro están recogidos hacia atrás en


la nuca. Un largo mechón blanco corta una cuña a lo largo de la ceja hacia
la sien derecha. 
Tiene más o menos mi estatura, pero el doble de musculatura que yo... lo
que dice algo ya que nunca me he considerado una persona particularmente
frágil.

— ¿Te importaría explicarte?— Davien le dice a Vena.

—Allor es uno de nuestros informantes clave del funcionamiento interno


de la Corte Suprema. Sin ella, estaríamos muy a oscuras sobre lo que está
haciendo Boltov.  Ella fue la que ayudó a obtener la información para la
restauración de la magia del rey, la que nos contó sobre la reliquia que
necesitábamos en el mundo natural para completarla —, dice Vena.

Davien considera esto, sus ojos se mueven entre Vena y Allor.  Es


evidente que todavía es escéptico. Incluso si no puedo ver su rostro, puedo
sentirlo en el hombre.

— ¿Es esto cierto?— Davien mira a Allor.

— ¿Podría mentir aunque quisiera? Mejor pregunta sería por qué dudas


de ella. —  Allor inspecciona el pomo de su espada, sacudiendo el polvo
imaginario de ella.

Los músculos de la mejilla de Davien se contraen, pero mantiene el tono


de voz cuando dice:

—Entonces estoy en deuda contigo. Cuando yo sea rey, tú serás...

—Ahórratelo. —  Allor levanta una mano.  —Te estoy ayudando porque


me conviene. No hagamos más escándalo del que necesitamos. Aunque sé
que eso es difícil para ustedes los reyes—. Ella todavía tiene una pequeña
sonrisa, como si el mundo fuera una gran broma y ella es la que se ríe. Es la
mirada que tendría Helen cuando supiera que estaba en problemas, pero yo
no sabía todavía.
Sé que es mejor no confiar en una apariencia como esa.

— ¿Qué obtienes por toda esta generosidad?— Pregunto.

—Duermo mejor por la noche sabiendo que ayudé a mi gente—.  Las


palabras me suenan a guión y hacen poco para calmar mis nervios.

— ¿Qué estás obteniendo realmente?

Su sonrisa se vuelve un poco siniestra.  Todavía como la de mi


hermana. Aun así, todo lo que odio y sé de lo que debo desconfiar.

Se vuelve hacia Vena.

 — ¿Por qué esta humana se preocupa tanto por nuestra política?

—No me respondiste — digo. Ella era vaga en el mejor de los casos.

—Lo que obtengo de este acuerdo es asunto mío—.  Allor se cruza de


brazos.

—Lo admito, tengo curiosidad ahora— dice Davien casualmente. —¿Qué


te ha prometido Vena?

—Seguridad aquí en Dreamsong... y la absolución de mis crímenes de


nuestro próximo rey.

Davien le da a Vena una mirada mordaz. Parece que no soy el único que


sabe leerlo, porque Vena dice:

—Todo el mundo necesita algo, Davien.  Y muchos serán como ella,


buscando liberarse de su vida pasada.
—Hablaremos de esto más tarde— dice Davien como un verdadero
rey. Puedo sentir su molestia. Si fuera yo, ya le estaría dando pensamientos
de elección a Vena por hablar en mi nombre.  Pero también puedo ver su
punto. Gracias a Dios no soy yo la que gobierna. No sé si podría navegar
por este tipo de decisiones.

—Creo que eso es lo mejor—, dice Allor.  —Comenzarán a preguntarse


dónde estoy si me voy por mucho tiempo.

—Entonces, ¿qué es lo que estamos haciendo?—  Pregunto.  Con suerte,


cuanto más rápido hagamos lo que sea, más rápido se irá Allor. Mis nervios
todavía se agitan de una manera completamente desagradable.

—Le pedí a Allor que investigara los registros antiguos almacenados en


la Corte Suprema en busca de cualquier tipo de información sobre una
transferencia mágica.  Dado que ella fue la que descubrió cómo sacar la
magia de los antiguos reyes, pensé que ella también podría ser la que nos
encontrara una solución a este lío — dice Vena.

— ¿Lo hiciste?— Davien arquea las cejas.

—Quizás...— Allor ajusta su cabello, disfrutando demasiado de que tiene


esta información secreta y claramente no tiene ninguna inclinación por
compartir.

—Allor—, dice Vena con severidad.

—Bien, sí, tal vez, no puedo estar segura.

—Increíblemente útil—, dice Davien secamente.

— ¿Me dejas que te cuente lo que he encontrado?—  Ella lo mira y


continúa. —Hay textos antiguos sobre “abdicación”. Sólo pasó dos veces en
los registros de los antiguos reyes, pero ocurrio, Y cuando lo hace, un rey
pasaría el poder al siguiente a través de este proceso. El rey anterior sacaría
su poder y lo guardaría en la corona de cristal. Luego, cuando el nuevo rey
fuera coronado, el poder fluiría desde la corona hacia él, siempre que el
gobernante anterior lo decretara.

—Por supuesto, esta otra persona todavía no podría  usar  la corona de


cristal. Solo puede ser el verdadero heredero de Aviness, siempre que haya
un heredero vivo. Parecía que era más salvaguardar los poderes en los casos
en que un heredero era demasiado joven para gobernar.  Alguien se
interpondría y luego abdicaría de nuevo —. Allor se encoge de hombros. —
Es un poco turbio, como muchos de los rituales antiguos y sus efectos.

Davien se pasa una mano por el cabello.  Puedo escucharlo maldecir en


voz baja. Finalmente, dice:

— ¿Eso es todo? ¿Terminaste de perder nuestro tiempo?

—Apenas he perdido el tiempo—. Allor pone los ojos en blanco.  —Te


digo que  es posible obtener la magia de ella y dártela.  Deberías tratar de
agradecerme.

—Posible para los reyes antiguos y poderosos en el apogeo de su poder


que poseían la reliquia más sagrada de nuestro pueblo: La Corona de
cristal. Todavía no veo cómo eso nos ayuda aquí.

Estoy empezando a darme cuenta de que necesito llegar al fondo de todo


lo que esta “Corona de cristal” puede hacer. Shaye dijo que exigía la lealtad
de todos los faes. Pero tengo la impresión de que es mucho más que eso.

—Significa que hay un ritual diseñado para mover el poder— dice


Vena. —Y no sabemos si la corona de cristal debe ser el contenedor en el
que se mueve la energía. O si puede ser otra cosa.
—Por supuesto que debe ser la corona de cristal.  ¿Qué más sería lo
suficientemente poderoso para contener la magia?

Vena me hace un gesto.

 — Ella no es la corona de cristal, y el poder parece residir en ella muy


bien.

Davien se vuelve hacia mí y su rostro se ilumina. Mi corazón se salta un


latido. Nadie me ha mirado nunca de esa manera, como si fuera la cosa más
importante del mundo. Y luego, mi corazón se detiene, hundiéndose como
un peso de plomo en la boca de mi estómago al darme cuenta de que no es
a mí a quien está mirando... es la magia en mí.

No le importas, susurra una voz desagradable dentro de mí, en realidad


no. Cuando te mira, ve la magia. Me muerdo el labio y deseo que no sea
cierto.  Pero sé que lo es.  La frente de Davien se frunce levemente y me
pregunto si él puede leerme como yo puedo leerlo a él.  La idea es tan
cómoda como arrastrarse entre zarzas espinosas.  Pincha mis brazos y
rastrilla mi columna vertebral.  Miro hacia otro lado y rompo cualquier
conexión que se estuviera formando entre nosotros.

—Deberíamos intentar—, digo.  —Cuanto más rápido salga de mí esta


magia, más rápido podré irme a casa. 

Cuando vuelvo a poner mis ojos en los de Davien, tiene una mirada
ligeramente confundida y herida. Apenas me resisto a comentarlo.  ¿Cómo
puede mirarme así cuando todo lo que quiere es este poder? ¿Cuándo por lo
demás soy un recipiente inconveniente?

Vena me salva. 

—Entendido. — Se acerca a mí y apoya las manos en mis hombros. De


repente, se siente como si hubiera puesto el peso del mundo allí.  —Sé
que nada de esto tendrá sentido para ti como humana. Pero todo lo que te
pido es que continúes abriendo la mente y el corazón.  Tus antepasados,
hace mucho tiempo, poseían una magia que les fue arrebatada cuando los
dejaron al otro lado del Desvanecimiento.  Quizás, ahora que estás aquí,
puedas reavivar esos poderes olvidados y dejar que te sirvan una vez más.

—Lo haré lo mejor que pueda. —Es todo lo que puedo ofrecer.  Mi
mirada se desplaza hacia Allor. — ¿Qué debo hacer?

—Lo primero es que necesitarás algo para almacenar la magia. Pensé en


el futuro y traje esto—. Allor saca un colgante de cristal con una cadena de
plata. El vidrio está cortado de tal manera que capta incluso el más leve de
los parpadeos de los candelabros del techo y descompone la luz en
arcoíris. — De nada.

— ¿Otra reliquia?—  Pregunta Davien.  Incluso él suena escéptico de la


mujer ahora. Lo que me hace sentir mejor, aunque sea un poco. No puedo
evitar la sensación de que hay algo distintivo en ella.

—Por supuesto.  Estaba entre las joyas reales... en las bóvedas donde
Boltov guarda los viejos tesoros de Aviness. No me preguntes a qué rey o
reina pertenecía, no tengo la menor duda.

—Tomar esto fue imprudente por tu parte—.  Sin embargo, incluso


cuando Vena dice las palabras de advertencia, se está moviendo hacia el
collar.

—Lo sé, pero te alegra que lo haya hecho —. Allor sonríe y se lo tiende.

Vena toma el colgante con ambas manos, acunándolo suavemente. 

—Sí, esa es la marca de los antiguos— susurra y se vuelve hacia mí. —


Toma.
Acepto el collar.  Esperaba que el vidrio se sintiera afilado dados sus
muchos bordes, pero se siente más como terciopelo debajo de mis dedos:
cálido, suave, casi vivo.  Inhalo suavemente mientras una oleada me
atraviesa.

— ¿Qué sentiste?— Vena no pierde nada.

—Se... se sentía familiar—, lo admito.  —Algo sobre esto... He sentido


esto antes.

—Ese es el poder dentro de ti, que reconoce esto como familiar —. Vena
vuelve a mirar a Allor. — ¿Cuál es el siguiente paso para que ella abdique
este poder?

—Por lo que leí, el rey que abdicó sostuvo la corona de cristal y miró a
los ojos a su sucesor.  Dijo que pasaría la magia y el trono.  Y luego sería
entregado y el nuevo rey sería coronado.

—Parece bastante fácil—. Davien viene a pararse frente a mí, caminando


con determinación.  Lo miro fijamente, el corazón se acelera
instantáneamente una vez más gracias a su proximidad. —Bien. Mírame a
los ojos, Katria.

La forma en que dice eso... tan fácil, casi sensual.  Me muerdo el


labio.  Odio lo que este hombre me hace en contra de mi voluntad.  No
quiero que todo se encienda con solo verlo. Pero no podría ser más guapo
que en esa forma etérea suya.

— ¿Qué sigue?—  Yo susurro.  Aunque me acaban de decir lo que


implicaba este ritual, mi mente ya está en blanco.

—Espera, primero…— dice Vena.  Ella está zumbando en mi


periferia. Sin embargo, lo que sea que esté haciendo, se me escapa.
Todo lo que puedo enfocar son los ojos de Davien.  Quizás el ritual ya
haya comenzado.  Nunca se vieron más brillantes, nunca lo habían
consumido tanto.  Mi mirada vaga, bajando por el borde de su nariz para
aterrizar en sus labios, un rosa oscuro que suplica ser besado. Es bueno que
mis hermanas nunca lo vieran.  A pesar de que es un fae, estarían
completamente destrozadas. Tal vez el hecho de que fuera un fae les haría
desearlo aún más. Es peligroso... prohibido.

Entonces, ¿qué esperanza tengo?  Trago saliva espesa.  No tengo


respuesta.

—Dos separados. Uno juntos —, murmura Vena. Sus dedos se imponen


en mi campo de visión mientras alcanza la mejilla de Davien.  Ella dibuja
remolinos de líneas y puntos en su mejilla derecha y luego en la izquierda
con una tinta de color púrpura oscuro que se desvanece lentamente a
medida que se seca.  Entonces siento su dedo en mi mejilla.  —Dos
separados. Uno juntos.

—Dos separados—, me veo obligado a repetir.  La tinta se filtra en mí


como las palabras.

—Uno juntos—, termina Davien, enviándome una ráfaga.

Vena se mueve detrás de mí.  Estoy atrapada entre ella y Davien.  No es


que haya escapatoria. Nunca lo hubo para mí. Tan pronto como Joyce me
caso, estaba destinada a estar con este hombre... incluso si ese matrimonio
ya no es válido.

—Ahora, empieza—, me susurra Vena al oído mientras miro a Davien a


los ojos.  —Respira con él—.  Davien inhala y yo hago lo mismo, al igual
que los dibujos en nuestras mejillas se reflejan entre sí.  —Exhala. Inhala.
Exhala.
La respiración es tan lenta y profunda que estoy mareada. Me inclino más
cerca de él y creo que lo veo hacer lo mismo. Sus suaves dedos rozan mis
callos mientras ahueca mis manos, sosteniendo el collar de cristal conmigo
entre nosotros.

—Reúne el poder de los reyes, el poder que no te pertenece.  Toma esa


magia extranjera y échala a su legítimo dueño —, instruye Vena.

Inhalo con la exhalación de Davien.  Todo se deshace por un


segundo. Rápidamente vuelvo a sincronizarme. Todo este ritual depende de
mí y no tengo ni idea de lo que estoy haciendo. Cuanto más lo intento, más
frustrante resulta.

Pero tengo que intentarlo.

Empiezo a concentrarme en cada centímetro de mi cuerpo. Me concentro


en los músculos de mis pies mientras presionan contra el suelo,
manteniéndome estable mientras el resto de mí siente que está tratando de
volar. Me concentro en mi estómago, todavía dando vueltas por la forma en
que Davien continúa mirándome. Me concentro en mi cuerpo físico hasta el
punto que se desvanece. Como si una vez que mi mente lo haya entendido,
ya no necesita ser considerado.

Entonces... lo que queda es la canción. Ese zumbido que escuché cuando


caí al fuego. La música de los antiguos, todos cantando juntos en un coro
que se destaca por la voz de mi madre.

Esa debe ser la magia.  La magia es felicidad, calidez, familiaridad.  El


poder puro debería hacer que alguien se sienta bien, después de todo.

Tengo que dejarlo ir.  Esto no fue para mí.  Y, sin embargo, ya se siente
como si fuera uno con mi sangre. Como si no hubiera forma de que pudiera
desenredarlo.
Aun así, tengo que intentarlo.

Sosteniendo el collar con más fuerza, imagino el poder fluyendo por mis
brazos, muy parecido a la magia que vi fluir a través de los árboles la
primera noche que traté de escapar. El rostro de Davien está iluminado. No
me atrevo a romper nuestro contacto visual.  Pero solo puedo asumir que
está funcionando.

—Ahora di las palabras—, ordena Vena en voz baja.

—Te doy esta magia. Toma el… —No consigo terminar.

La magia estalla de mí con un  chasquido agudo.  Me envía hacia atrás,


aterrizando torpemente en Vena.  Davien se tambalea, se pone de
rodillas. Incluso Allor está en el suelo. El collar sale volando, deslizándose
por el suelo para aterrizar lejos de todos nosotros, milagrosamente intacto.

Davien maldice. — ¿Por qué no funcionó?— Mira entre Vena y Allor con


una mirada acusatoria. De alguna manera he evitado su culpa e ira.

—Fue un primer intento—.  Vena me ayuda a alejarme de ella con una


sonrisa amable.  Al menos no está enfadada por cómo aterrizamos.  —Los
rituales rara vez salen bien la primera vez, especialmente los que se ajustan
y adaptan a medida que se realizan.

—Necesito ese poder— gruñe Davien.

—Usted lo tendrá. Y tenemos tiempo para conseguirlo —. Vena se pone


de pie y limpia el polvo y la suciedad invisibles de su ropa fluida.  —Ella
está a salvo aquí mientras la magia esté dentro de ella.  Nuestras fronteras
están seguras —.  Vena mira a Allor.  — ¿El rey Boltov tiene alguna
inclinación por lo que está sucediendo aquí?
—No tiene idea de lo que está sucediendo en Dreamsong en este
momento— dice Allor con demasiada facilidad y sonríe demasiado para mi
gusto.

—Entonces tenemos tiempo.

Vena me tiende la mano. 

— ¿Cómo te sientes?

—Estoy bien. —  Tomo su mano y me pongo de pie, balanceándome


ligeramente. —Un poco cansada, supongo.

—Me imagino que eso te sacaría de quisio—, dice Vena


pensativamente. —Deberíamos levantar la sesión por hoy.

—Pero...

—Agotarla no hará nada—. Vena interrumpe la objeción de Davien. —Lo


intentaremos de nuevo mañana. Y Allor, si escuchas algo o encuentras algo
que pueda ayudar, avísanos.

—Por supuesto.  Ahora, debería regresar antes de que alguno de mis


compañeros Carniceros se pregunte adónde me he ido.

 Ella saluda con la mano y se acerca a la sombra del trono de Vena. Con


una bocanada de humo, se ha ido.  Miro alrededor de la habitación,
buscando por dónde podría volver a subir.

—No intentes buscarla; probablemente ya esté fuera de la ciudad. Tiene


un talento único para recorrer largas distancias, lo que la hace muy útil para
nosotros — dice Vena.
—Carniceros—, murmura Davien.

— ¿Estás seguro de que podemos confiar en ella?—  Me atrevo a


preguntar. Vena arquea las cejas. — ¿Qué les está dando?

—Nada. No tienen idea de que ella trabaja para nosotros —. Vena parece
enojarse por el hecho de que la acusaría de cualquier mal diseño en lo que
respecta a este arreglo.  Supongo que no puedo culparla.  Soy una
forastera. Pero no puedo deshacerme de este sentimiento...

—Ella se fue de la Corte Suprema durante mucho tiempo.  Además, sus


respuestas... ¿no escuchaste cómo evitó algo directo? — Digo.

—Deberías dejarme la gestión de Dreamsong y de los acólitos


mí.  Concéntrate en recuperar tu fuerza para que podamos intentarlo de
nuevo mañana.

—Te refieres a la gerencia para mí, ¿no?—  Dice Davien, mirando


fijamente a Vena.

—Por supuesto, Su Majestad. Desliz lingüístico. No estoy acostumbrada


a que éste aquí.

—Asegurate que no vuelva a suceder.

— ¿Le gustaría que dejemos de trabajar con Allor?— Vena le pregunta a


Davien y cruza las manos ante ella, claramente segura de que ya sabe la
respuesta.

—No, ha demostrado su utilidad. Y si alguna vez se sale de la línea o no


se vuelve útil... entonces la mataremos.

Davien se dirige hacia la puerta. Hace una pausa y me mira. 


—Vienes conmigo.

— ¿Qué?

—Quiero hablar contigo.

Miro a Vena, que se encoge de hombros. Totalmente confundida, sigo a


Davien fuera de la sala de audiencias.  Salimos de nuevo a la sala de
reuniones, ahora vacía de todo excepto de los diversos asistentes y algunas
caras desconocidas en un rincón.

El brazo de Davien envuelve mi cintura, atrayéndome hacia él. Sus alas


se despliegan con una lluvia de chispas.

— ¿Qu…?— No consigo terminar.

—Voy a volar a menos que me digas que no lo haga—.  Me mira a los


ojos una vez más y nuestros lados se funden.

—Llévame lejos—, le susurro. Me envuelve en sus brazos y salta hacia


un arco abierto a lo largo de la parte superior del salón de reuniones. En un
suspiro salimos de ese edificio opresivo que apesta a nuestro fracaso en
separar la magia de mí y salir al aire libre.
19

CON UN ALETEO de las alas de Davien, nos separamos del control que la
tierra tiene sobre nosotros y nos elevamos por los cielos sobre
Dreamsong. Mi corazón está en mi garganta una vez más, el estómago da
un vuelco. Pero no con terror.

Me siento segura en sus brazos, me doy cuenta.  Me sostiene con fácil


seguridad. Como si, incluso con mis hombros anchos y mis manos fuertes,
no fuera un problema para él.

Mis dedos acarician ligeramente su cabello en la nuca.  Los largos


mechones son sacudidos por el viento, lejos de su rostro esculpido.  El
viento cambia y su mirada se desvía del horizonte hacia donde pondrá el pie
a continuación.  Me sorprende mirándolo y un rubor cubre mi pecho y
mejillas.

Davien se ríe, pero no dice nada sobre mi mirada. Su pie golpea la aguja
puntiaguda de un edificio, como una pluma en equilibrio sobre una aguja, y
empuja una vez más. Comenzamos nuestro ascenso de regreso a las nubes
de algodón que se desplazan sin esfuerzo a través del cielo azul como
nosotros.

— ¿Puedo preguntarte algo?


—Creo que lo acabas de hacer.

Pongo los ojos en blanco y él se ríe.

—Sí, Katria, ¿qué es?

— ¿Por qué vuelas más como saltar que las otras faes aladas?

 Miro a nuestro alrededor. Davien se eleva más alto que la mayoría de los


demás. Pero solo en la cima de su arco. Luego regresa a la tierra mientras
otros mantienen su altitud.

— Ah —, dice con un suave suspiro. —Eso…

— ¿Es por tus alas?— Pregunto.

— ¿Quieres oírme responder a tu pregunta? ¿O debería dejarte especular?

Davien se ríe y le doy una sonrisa maliciosa. Aterrizamos, esta vez en la


barandilla de un balcón, y volvemos a saltar.  Los tejados de Dreamsong
brillan  con la luz del sol.  Canalones dorados y tejas de vidrio atrapan el
amanecer.  —Sí, es por mis alas.  Y son débiles porque me vi obligado a
crecer en el exilio.  Estaba lejos de esta tierra, de mi patria, y de toda su
magia. Piensa en nuestro poder como un músculo. Languidece por falta de
uso.  Y tenía muy poca magia para usar en el Mundo Natural para
entrenarme.

— ¿Entonces tus alas están hechas jirones por no haber sido usadas?

 Miro por encima de su hombro al batir de sus alas. A pesar de que están
deshilachados y adelgazados en los bordes, los agujeros perforados como si
los arqueros lo hubieran derribado una vez, se agitan con poder y
fuerza. Parecen más fuertes que la primera vez que volamos. Quizás no soy
la única que se vuelve más luminiscente en este mundo.

—Entre otros defectos de mi magia—, admite.  Suena doloroso para él


hacerlo.  Lo que lo hace aún más significativo cuando continúa.  —Es por
eso que nunca pude dejar que me vieras—.  Su agarre se aprieta
ligeramente.  —No pude ni siquiera ponerme un glamor cuando nos
conocimos, o despegar mis alas cuando lo deseaba.  Habrías sabido
exactamente lo que era desde el primer momento. Yo era una criatura débil
y patética.

—Eso no es cierto.

—Lo es.

—Me defendiste de un carnicero para salvarme.

Sus ojos se lanzan hacia los míos, los labios ligeramente


separados.  Nunca antes había prestado más atención a los labios de un
hombre. Y él parece estar igual de interesado en los míos. Me lo imagino
mirándome la boca mientras hablo, con los ojos vendados. El pensamiento
casi me tiene retorciéndome en sus brazos.

—Oren lo hizo, técnicamente. Solo pude huir.

—Me cargaste y me salvaste.

Parece frustrado y avergonzado por mi intento de hacerle un


cumplido. Puedo entender esa incomodidad. 

—Debería haber podido hacer más...


—Esa era otra cosa para la que querías el poder de los antiguos reyes,
¿no?  ¿Para restaurarte al Fae que habrías sido si hubieras crecido en
Midscape?

—Sí. —  Me mira con nostalgia.  Una vez más, está mirando a  través
de mí, no a mí. Está mirando el poder que es suyo.

—Voy a hacer todo lo posible para dártelo—, le digo en voz baja. —Te lo


prometo.

—Lo sé.

Antes de que se pueda decir nada más, desciende. Este movimiento tiene


un poco de fuerza y aprieto mi agarre ligeramente alrededor de su cuello,
apoyándome contra él para cuando nos encontremos con el suelo.  Por
supuesto, nuestro aterrizaje es tan delicado como lo ha sido el resto de su
vuelo.

Aterrizamos en un terreno baldío en el extremo más alejado de la ciudad,


en el borde de las montañas donde el bosque está invadiendo el valle. Todas
las casas de Dreamsong están juntas, una encima de la otra.  No me di
cuenta de lo cerca que estaba hasta que vi este lote vacío.  Giles y Oren
están juntos, enfrascados en un acalorado debate sobre un libro del que ni
siquiera levantan la vista cuando nos acercamos.

—Veo que has progresado mucho mientras yo no estaba—, dice Davien,


con esa voz profunda que silencia la discusión y atrae todas las miradas,
incluida la mía, hacia él.

—Acabamos de empezar el día—, dice Giles con un suspiro


dramático. —Estamos tratando de descifrar las instrucciones que nos envió
Vena.
— ¿Me lo enseñas? Estoy seguro de que puedo ayudar —. Davien da un
paso adelante.

Oren da vuelta el libro, sosteniéndolo para que Davien pueda hojear las
páginas. Miro alrededor de su lado. Hay imágenes de casas y sus diversas
partes en las páginas de la izquierda y las instrucciones de la derecha. Quien
hizo los dibujos prestó una atención meticulosa a los detalles. Cada viga y
unión se ha etiquetado y marcado cuidadosamente.  Las instrucciones
detallan todo, desde los suministros hasta el tiempo, las palabras que deben
decirse y las acciones que deben realizarse.

—¿Es este un libro de hechizos?— Pregunto.

—Es un registro de rituales, sí— Davien continúa hojeando las páginas


marcadas con marcadores de seda.

—Fue transmitido en mi corte—, dice Giles con cariño.  —Rituales de


una época diferente, cuando la Corte de los Pilares eran los mejores
constructores de Aviness.

—Entonces, si hago esto—, señalo con el dedo las instrucciones en una


página de la derecha al azar —, ¿consigo esto?—  Muevo mi dedo a la
página de la izquierda, donde hay un detalle de un toldo sobre una puerta.

—Básicamente, sí—. El asiente.

—A pesar de que probablemente no estás haciendo nada. Estos son para


fae —. Giles se ríe.

—Hablas demasiado rápido sobre cosas que no sabes, Giles. Siempre es


un defecto para ti —, dice claramente Davien.

— ¿Perdón?
—Traje a Katria aquí porque pensé que podría ser de utilidad crítica para
nosotros.

— ¿Vas a hacer que ayude con un ritual?— Giles se resiste.

—Voy a hacer que ella haga uno. Si ella está dispuesta a hacerlo.

— ¿Disculpa?—  Ahora es mi turno de compartir y mirar a Davien con


incredulidad. —No sé, recuerda como nos fue la última vez.

—Cómo nos fue antes es exactamente la razón por la que te traje aquí. —
Davien me mira.  —No te va bien en espacios reducidos.  Luchas con la
instrucción y las reglas —  Supongo que eso no es del  todo  falso.  —Y
claramente te sentías incómoda con Allor. —Eso es definitivamente cierto.
—Nada de eso crea un ambiente positivo para usar la magia. Pensé que este
sería un proyecto que te entusiasmaría, te gusta trabajar con tus
manos.  Disfrutas construyendo cosas.  Y prefieres tener un propósito
derivado de un objetivo claro. Estamos trabajando en algo importante para
todo Dreamsong.

Me obligo a ignorar la cantidad de detalles que ha reunido sobre mí y mi


personalidad, en lugar de preguntarme

— ¿Cuál es?

—Un túnel en la montaña— dice Giles con entusiasmo. —Oren le da un


fuerte empujón. — ¿Qué?

—Se supone que es un secreto.

— ¿A quién le va a decir?—Giles lanza sus manos al aire.  — ¡Somos


básicamente sus únicos amigos aquí!— Parpadeo varias veces y mi pecho
se aprieta. Él capta la expresión y rápidamente agrega:
—Lo siento, quiero decir, sonó fuerte...

— ¿Crees que eres mi amigo?— Susurro.

Los tres me miran ahora con extrañas e ininteligibles miradas.

—Bueno, sí. ¿A menos que eso te moleste?

Niego con la cabeza rápidamente.  —Para nada.  No estoy familiarizado


con los amigos.  Realmente nunca conocí a mucha gente.  Mi familia me
mantuvo adentro.  Demasiado. —  Me obligo a reír, tratando de aliviar la
atmósfera incómoda, pero sin duda empeorando las cosas.

Davien agarra suavemente mi hombro y aprieta ligeramente. 

—Tienes amigos aquí, Katria.

—Finalmente hago amigos y están a un mundo de distancia.  Aún me


estoy riendo.  Entonces, ¿por qué duele?  El dolor atraviesa los ojos de
Davien, como si su pecho se oprimiera y no el mío.

—Sólo un desvanecimiento—, me recuerda Oren. —Uno que conocemos


bastante bien.

—Correcto. Entonces, ¿este proyecto es un túnel hacia las montañas? —


Rápidamente trato de desviar el tema de mí.

—Sí, por si Boltov ataca.  Al menos algunos de Dreamsong tendrán un


lugar al que escapar — dice Giles solemnemente.

— ¿Cuántos?— No puedo evitar preguntar.

—No es suficiente. Aunque haremos nuestro mejor esfuerzo.


— ¿Por qué no empiezan ustedes dos?— Sugiere Davien. —Katria y yo
observaremos un poco para que ella pueda tener una idea—.Davien se retira
al camino que bordea el frente del lote, indicándome que lo siga.

Miro de nuevo a Dreamsong.  Puedo ver toda la ciudad desde esta


posición ventajosa mientras desciende alrededor del salón principal de
Vena.  Cientos de personas y familias desplazadas, que viven en peligro...
luchando y luchando por recuperar una patria que tal vez nunca volverán a
ver y, incluso si pudieran, tal vez no sea la misma cuando regresen.

Ese sentimiento me es tan extraño que tengo que luchar para


comprenderlo. Nunca me sentí tan atraído a ningún lado. Nunca he tenido
un lugar al que luchar a toda costa para volver.

¿La mansión de Davien, supongo?  Estoy luchando por volver allí.  Pero
incluso eso... es solo una casa. No es mi casa. Quizás podría convertirlo en
mi casa algún día. Pero por ahora, es solo un lugar para descansar. ¿Aquello
por lo estoy luchando para volver es lo mejor tengo que esperar de la vida?

—Tus pensamientos son pesados— Davien interrumpe mis


contemplaciones.

— ¿Qué?

—Tus hombros se encorvan ligeramente cuando estás pensando en algo


triste.

 Pasa su dedo a lo largo del borde de mi hombro desde mi cuello hasta el


borde, donde se unen.

—¿De verdad crees que seremos capaces de derrotar a Boltov?—


Pregunto suavemente, evitando la verdad de lo que estaba pensando.
— Lo créo.  Tenemos que. Me niego a considerar cualquier otra opción.
— Davien también vuelve su mirada hacia Dreamsong con un propósito. —
¿Y sabes qué?

— ¿Qué?

—Aunque nada de esto está sucediendo como yo pretendía, no puedo


evitar la sensación de que estás destinada a estar aquí, conmigo, mientras
hago esto.

 Termina su recorrido por la ciudad y su atención se posa en mí.

—Te estoy reteniendo.

—Me estás ayudando a aprender.  Obligándome a tomarme un tiempo


para aclimatarme a Midscape antes de que pueda usar mis poderes al
máximo. Enseñarme a estar quieto y paciente, que no puedo adelantarme y
derrotar a Boltov de la noche a la mañana. Me estremezco al pensar en lo
que podría haber pasado si no estuvieras aquí para obligarme a reducir la
velocidad.

Su boca se convierte en una sonrisa de oreja a oreja. El aspecto es un


poco sensual, de una manera completamente involuntaria que lo hace aún
más irresistible.  Davien no se da cuenta de lo atractivo que es, me doy
cuenta. Su atractivo es como su magia. No se usó en el mundo humano. Un
músculo que se relajó durante tanto tiempo que ni siquiera se da cuenta de
la fuerza que tiene. Muy pronto, él también se dará cuenta de ese poder. Y
luego las mujeres lo adularán a diestra y siniestra.  Un apuesto príncipe
regresó del exilio para reclamar el trono...

Apuesto a que hay un centenar de faes como Laura que se ofrecerían para
estar con él.

¿Y dónde me dejará eso?


Olvidada, de vuelta en el Mundo Natural.

Para empezar, nunca tuviste un lugar aquí, una voz desagradable hierve


en el fondo de mi mente. Ni siquiera estuviste destinada a estar aquí. O con
él.

— ¿Estoy haciendo todo eso?

 Arqueo las cejas con escepticismo, guardándome mis reservas para mí.

—Y más. —  Davien toma mi mano y luego lo piensa mejor, como si


pudiera leer mi mente. —Oh, mira! Van a empezar.

Hago lo que me ordena, aliviada por la distracción.

Hay una pequeña pila de suministros a un lado que Oren y Giles están
moviendo, materiales que esperaría y no esperaría encontrar para la
construcción. Es de todo, desde madera hasta bloques y cuarzos, agrietados
como huevos, con yemas de cristal relucientes que captan la luz del
sol. Hay cubos de pintura y pinceles, uno de los cuales recoge Giles.

Empieza a regar la pintura por el suelo, murmurando a medida que


avanza.  Mientras tanto, Oren toma algunas de las ramas más pequeñas de
los árboles y las coloca en las cuatro esquinas del contorno que Giles está
haciendo. 

En la parte superior de cada uno de los postes ásperos, coloca un cristal,


la rama se entrelaza mágicamente a su alrededor para sostener la piedra
como una joya en la parte superior de un cetro.

Giles regresa al pie de la montaña para pintar remolinos, puntos y líneas


en una de las piedras.  Él hace lo mismo con la madera a un lado.  Oren y
Giles se enfrentan entre sí en los extremos opuestos del contorno que han
hecho.  Cada uno de ellos se agacha, presionando sus dedos en la pintura
húmeda que se acumula de manera desigual en las hendiduras de la tierra
compacta.

En mi periferia, veo a Davien moverse. Sus labios rozan ligeramente la


concha de mi oído mientras susurra:

—Mira de cerca. Siente su magia.  Siente su conexión con la tierra, con


todo lo que nos rodea, todo lo que fue y podría ser.

Quiero hacer lo que me instruye, pero no creo que se dé cuenta de lo


dolorosamente inquietante que es cuando habla así.

El canto de Giles y Oren se vuelve rápido y bajo. El aire a su alrededor


estalla con pequeñas chispas de luz cada vez más frecuentes.  Escucho un
estruendo a mi lado.  El tronco del árbol gigante gime con una presión
invisible. Una grieta divide el aire y la madera. Simultáneamente, la ladera
de la montaña cobra vida como un golem dormido que se despierta.  Las
piedras detrás de Giles comienzan a levitar cuando la marca que colocó en
la gran roca se ilumina.

Es un remolino de brillante magia, piedra y madera.  Constructores


invisibles serruchan, martillean y clavan.  Encajan a las piezas con
cuidadosa precisión mientras se perfora un agujero en la ladera de la
montaña. La magia hace el trabajo de varios artesanos en un abrir y cerrar
de ojos. 

Antes de que me dé cuenta, ha comenzado un túnel. La arcilla se filtra a


través del suelo, formando cuentas y uniéndose a lo largo del camino. Las
vigas de soporte apuntalan el techo.

Miro con asombro y frustración. Este último debe aparecer en mi cara


porque Davien pregunta:
— ¿Qué pasa?

—Es tan... tan simple.

—Te aseguro que solo parece sencillo. En realidad, realizar magia como
esta requiere años de práctica para comprender tanto los rituales como tu
poder.

Empujé mi mano hacia el comienzo de un túnel. 

—En cuestión de minutos, dos hombres perforaron la ladera de una


montaña con  el pensamiento. Lograron algo que llevaría años.  Si tuviera
este poder, si tuviera una fracción de él, la casa de mi familia habría sido
diferente.  Podría haber hecho más.  Podría haberme librado de ellos hace
mucho tiempo porque podía mantenerme a mí misma.

Mis ojos arden espontáneamente.  ¿Por qué esto me frustra tanto?  ¿Por
qué me siento tan herida?  Davien simplemente me mira de esa manera
inspeccionadora de él, haciéndome sentir más vulnerable que nadie ni nada
antes. Aparto la mirada y niego con la cabeza. Estoy a punto de decir que
está bien y descartar mis sentimientos cuando su mano aterriza en mi
hombro.

—Si tanto quieres hacerlo, hazlo— dice en voz baja.  Eso atrae mi
atención directamente hacia él y miro sus ojos esmeraldas. —Ahora mismo,
tienes este poder y mucho más. Si incluso utilizaras una fracción del poder
de los reyes, podrías terminar el túnel y su salón principal en un abrir y
cerrar de ojos.

—Pero yo…

Pienso en mi intento con Vena y niego con la cabeza.  No aprendí a


reparar yeso ni a reparar un techo de la noche a la mañana.  Tampoco
aprenderé a usar la magia de la noche a la mañana. Tomará práctica.
 — ¿Qué tengo que hacer?

Davien sonríe, genuina, grande y brillantemente. Todo su rostro se


ilumina de emoción.  —Vas a empezar con algo pequeño.  ¿Algunas
linternas, tal vez?

—Está bien. —Lo sigo hacia el frente del túnel.  Oren y Giles están
apoyados contra las piedras, recuperando el aliento.

—Bien hecho, ustedes dos—, dice Davien mientras toma el libro.

—Hemos terminado por hoy, ¿verdad?— Giles jadea suavemente. Parece


que acaba de trabajar un día entero en una cantera.  Lo que apaga mis
frustraciones sobre la “facilidad” de su construcción.

—Un poco más. — Davien me entrega el libro. —Lo haremos juntos, tú


y yo.

—Podrías hacerlo en un instante— le dice Giles a Davien.

—Esto no se trata de mí— dice Davien secamente.

—Es raro que nuestro príncipe perdido reconozca que no todo se trata de
él—. Giles sonríe. Davien lo ignora.

—Ven conmigo, Katria—  Lo sigo hasta la pila de madera ahora


significativamente más pequeña.  Davien deja el libro en el suelo.  —Lo
primero que debes recordar acerca de los rituales es que todos requieren
componentes básicos.  Esto puede ser cualquier cosa, desde el tiempo, la
ubicación, los objetos físicos y las acciones que realizas. Los componentes
se pueden consumir, como el libro que usé esa noche en el bosque.  O se
pueden reutilizar, como esos cristales. —Señala los cristales que aún están
en los postes en el espacio de trabajo ritual que Giles dibujó en el suelo.
—Entiendo—Me obligo a decir, ignorando el recordatorio de la pérdida
del libro de mi madre.  Pero no puedo. —  Mi m... — Casi digo el de  mi
madre, pero la promesa que le hice a mi padre de nunca decirle a nadie de
quién era el libro se pega.  No quería que nadie hablara de ese libro.  Fue
solo para nosotros.  No es de extrañar que nunca se lo diera a Davien por
muchas razones. —El libro de mi familia, el que usaste en el bosque, ¿por
qué lo necesitas?

Parece incómodo.  Incluso culpable.  Ojalá me hiciera sentir mejor por


haberlo destruido. Pero su culpa no devolverá lo que he perdido.

 —Tenía una magia especial tejida en sus ataduras. Los componentes de


un ritual a veces pueden ser extraños y no siempre tienen sentido.  Pero
cuando se juntan, la magia se desata, y eso es lo importante.  Si hubiera
tenido otra opción que no fuera destruir el libro, lo habría hecho.

—Ya veo.

El silencio pasa entre nosotros y hago a un lado los recuerdos. No quiero


pensar más en el libro.  Se fue.  ¿De qué sirve demorarme en ello?  Y, en
cierto modo, si quemar ese libro pudiera salvar a todo un pueblo, me
gustaría pensar que es lo que mi madre hubiera querido.  Davien espera a
ver qué digo a continuación.  Determinada, vuelvo al tema en mano,
señalando la parte superior de la página. 

— ¿Aquí arriba?

—Sí, estos son los componentes del ritual

Davien señala lo que parece ser la lista de ingredientes de una receta.

—Lo siguiente es la preparación. A veces, incluso antes de que comience


el ritual, tienes que hacerte algo a ti mismo o a los componentes. Aquí está
en blanco porque es bastante simple.
Asiento y él continúa.

—Luego está la instrucción de cómo realizar el ritual en sí.  Y eso


es. Bastante simple.

—En teoría, supongo—, digo, todavía algo insegura sobre la perspectiva


de todo esto.

—También en ejecución.  Lo primero es lo primero, debe hacer estas


marcas en la piedra que desea usar.

— ¿Qué hacen las marcas?

Pregunto mientras tomo la pintura que me entrega y empiezo a copiar del


libro.

—Ellos sintonizan tu magia con el objeto que estás tratando de


manipular. Te ayuda a tener control (o conexión) con la persona o la cosa.

— ¿La persona también?

Pienso en las líneas que Vena dibujó en nuestros rostros y en lo


conectada que me sentí con él en ese momento.

—Sí.  Ahora, el siguiente paso es visualizar lo que vas a hacer.  Por eso
incluyeron la imagen con el ritual.

Señala la linterna en el libro. 

—Mientras visualizas, vas a decir estas palabras y luego, cuando estés


lista, da rienda suelta a tu magia.
Miro la foto, pensando en cómo construiría esta linterna… Respiro y
cierro los ojos. Dar rienda suelta. Creo el comando de la magia dentro de
mí.  Haz la linterna.  Mi frente se arruga.  No pasa nada y yo siento lo
mismo. 

—Vamos— murmuro.

—Di las palabras— susurra Davien a mi lado.

Mis ojos se abren de golpe. Oh, claro, palabras. Miro la página.

—Pequeños pedazos rotos. Unidos de nuevo juntos. Haz algo nuevo. Eso


puede soportar el tiempo y el clima —digo. Pero todavía no pasa nada. —
No creo...

Davien se mueve y se arrodilla detrás de mí. Sus manos se posan en mis


hombros, recorriendo mis brazos, tirando de la fina tela de mi camisa
prestada.  Sus manos sobre las mías, entrelaza sus dedos alrededor de mis
palmas.

—Deja de intentar forzarlo.  Toma un respiro.  Deja que suceda —, dice


con esa voz ronca suya.  Siento que algo se agita en mí que no está
completamente relacionado con la magia. —Siente la magia en mí. Siéntelo
mientras lo dejo ir. Siente mi respiración y el poder que extraigo de la tierra
misma. Piense en su magia como un baile. Estás liderando a un compañero
con su propia voluntad

Como un baile… pasos que tengo que dar con la magia, no forzarla.

Cierro los ojos una vez más y visualizo la linterna.  Las palabras que
necesito decir vienen al frente de mi cerebro. Siento que el poder recorre los
músculos de sus antebrazos sobre los míos.
—Pequeños pedazos rotos— comienzo suavemente. Intento entregarme a
las palabras.  Renunciar al control que tanto anhelo a una parte de mí que
nunca antes había estado allí.  —Unidos de nuevo juntos.  Haz algo
nuevo. Eso puede soportar el tiempo y el clima.

El crujido de la piedra hace que mis ojos se abran de golpe.  Veo las
piezas bailar por el aire. Mi conmoción los hace vacilar, estremecerse, casi
cayendo al suelo.

No, pienso con calma. Continúa, todavía estamos bailando.

La magia de Davien se fusiona con la mía.  Está ayudando, pero no


mucho.  Su poder corre más junto al mío, tapándolo, canalizándolo.  Casi
como si me estuviera guiando con el más ligero toque invisible.

En un instante, una linterna está ahora en el suelo frente a mí. Me quedo


sin aliento y me desplomo.  Davien me agarra con una mano sobre mis
hombros. Me atrae hacia él para apoyarme.

—Es natural sentirse exhausta después de la primera vez— dice en voz


baja.

— ¿Exhausta? Me siento… me siento...—Miro la linterna con


asombro. —Me siento viva.

 
20

PASAMOS EL RESTO de la tarde trabajando en el túnel. Apenas puedo


reunir el más simple de los rituales por mi cuenta.  Pero, al final, casi he
completado una linterna entera por mí misma. Mientras que el resto de ellos
excavó todo el túnel y el áspero hueco de lo que será la sala de escape.

En total, Oren, Giles, Davien y yo salimos triunfantes.  Caminamos de


regreso por la ciudad ya que Giles no puede volar.  Lo que me da más
tiempo para beber de las vistas y los sonidos de Dreamsong.

—Realmente es magnífico —digo pensativamente. Solo he pasado unos


días aquí y, sin embargo, siento que conozco este lugar desde hace un
siglo. El tiempo se siente como si pasara de manera diferente en Midscape,
más lento. Aunque creo que solo me siento así porque cada hora de cada día
ha cambiado mi vida.

— ¿Qué? —pregunta Davien.  Oren y Giles todavía están detrás de


nosotros, debatiendo sobre el contenido del libro de rituales y qué más
deben completar antes de tener que devolvérselo al artesano del que lo
tomaron prestado mañana.

—Todo en este mundo. Cómo cada hogar está hecho a medida, es único,


elaborado por las manos de quienes viven allí. Los olores a comida de faes,
cómo chamusca la nariz con especias y cítricos. Incluso tus atardeceres son
más hermosos... hasta que las montañas los cortan.

Davien se ríe. 

—Sí... es bueno estar finalmente en casa —un ceño fruncido cruza


brevemente mis labios.  Lee mal la expresión—.  Pronto estarás en casa
también.  Especialmente con la velocidad con la que logras manipular la
magia del rey. Muy pronto podrás abdicarme sin problemas.

—Eso no es lo que... —abandono rápidamente la objeción.  No le tenía


envidia.  Estaba triste por la idea de que él estaría aquí y yo tendría que
regresar a ese mundo frío y tan dolorosamente normal al otro lado del
Desvanecimiento. ¿Cómo le comunico eso cuando apenas estoy dispuesta a
admitirlo?— Sí. Eso será lo mejor. Y cuando eso suceda, volveré al mundo
humano y viviré en esa mansión, sola.

El silencio es pesado y sorprendentemente incómodo. 

—No tienes que estar sola —dice finalmente, y con tanta ternura que casi
me rompo.  Lo miro, mi corazón se tropieza con lo que espero que diga a
continuación:  podría ir contigo, mi mente intenta reemplazarlo.  Pero, en
cambio, dice—: Tus leyes te considerarían viuda.  Nadie sabrá lo que
pasó.  Digamos que estoy perdido en el bosque, hice la carta lo
suficientemente ambigua.  Podrías encontrar un compañero humano
adecuado para pasar tus días y nadie lo cuestionaría.

—Encuentro que no soporto a la mayoría de los humanos—murmuro.

Me escucha y se ríe. 

— ¿Y los faes son mejores?


—Sorprendentemente, sí. Parece que tengo un mejor historial de llevarme
bien con los faes —recuerdo nuestra conversación anterior sobre amigos.

—Piensas eso porque estás obligada a estar con nosotros —él sonríe.

—No.  Soy perfectamente capaz de seguir odiándote mientras me veo


obligada a estar contigo.  De hecho, obligarme a estar con alguien
generalmente significa que termino odiando más a esa persona —pienso en
Joyce y Helen. Podrían haber sido mi familia, pero eso no les impidió ser
los guardianes de mi prisión.  No tuve problemas para odiarlos mientras
amaba a Laura—. Estaba dispuesta a odiarte cuando compraste mi mano
por primera vez en matrimonio.

Él ríe. 

—Tengo que admitir que tenía miedo de que eso sucediera.  Me había
dicho a mí mismo que no importaba, que eras un medio para un fin... pero
me alegré mucho cuando no lo hiciste.  Nunca quise que lo hicieras ni
disfruté poniéndote en esa posición.

No hay ni una pizca de humor.  Está diciendo la verdad, como


siempre. Aspiro el aire fresco y exhalo toda la mala voluntad persistente de
nuestro comienzo rocoso, tanto en el mundo natural como aquí en
Midscape.  Ofreció mucho a modo de dote, e incluso trató de cuidarme
como podía cuando pensó que se iba sin mí.

—Me emocionó la idea de que tú no me odiaste también.  Por lo que


valga la opinión de un humano.

—¿La opinión de un humano? No mucho —dice casualmente. Entonces


Davien vuelve esos ojos hacia mí y sé que en ese momento me romperá el
corazón antes de que todo esto termine.  Las piezas que aún quedan por
romper—. Pero tu opinión, Katria… estoy encontrando que tu opinión vale
más y más minuto a minuto.  Vale más que toda la magia perdida de los
vampiros en el sureste y todos los poderes ancestrales que se arremolinan
en las aguas cristalinas del norte.

¿Es solo mi imaginación o nuestros pasos se ralentizan? ¿Caminamos un


poco más juntos?  ¿Nuestros hombros se rozan cuando no lo estaban
antes? Trago saliva espesa. Mil preguntas arden en mi lengua.

Lo que quiero preguntar es: ¿Me lastimarás como el resto de ellos?  En


cambio, lo que pregunto es:

— ¿Por qué me legaste esa mansión? Oren y los demás dijeron que era
propiedad perdida de tu familia  ¿Por qué no te lo guardarías para ti?  —
Tengo que saber si fue tan bien intencionado como lo reconozco.

—Tendré todo un castillo en el Corte Suprema y toda la tierra de los


faes. Lo mínimo que puedo hacer es darle algo a la mujer que me ayudó a
reclamar mi primogenitura —mira en mi dirección—. Por supuesto, esa
decisión se tomó antes de que arruinaras el ritual.

—Por suerte para mí tengo esa carta escrita a mano en la mansión,


supongo —bromeo ligeramente y empujo mi hombro con el suyo. Se ríe de
nuevo, inclinándose hacia mí—. ¿Vendrás a visitarme? —las palabras
escapan como un susurro.  Creo que no me escucha y estoy dispuesta a
abandonar la pregunta.  No debería haber preguntado.  Fue una
tontería. Abro la boca para cambiar de tema cuando, para mi sorpresa, me
responde.

—Si puedo.

Los Fae no pueden mentir. Él iba a venir a verme. Incluso después de que


él sea el rey de los faes.  Aunque... tampoco fue un sí rotundo.  ¿Era el
sentimiento otra de esas medias verdades de los faes?
Nuestra conversación se ve interrumpida por los sonidos de la música y el
canto. Miro hacia adelante a lo largo del camino empedrado. 

— ¿Qué es eso?

—Oh, supongo que empieza esta noche —murmura Davien con una
pequeña sonrisa.

— ¿Qué empieza?

—La primera fiesta que celebra el final del otoño y la llegada del
invierno. Ha pasado tanto tiempo desde que observé las vacaciones de los
faes.

— ¿Fiestas de otoño? —pregunto.

—Sí, disfrutamos con todos los cambios de nuestra tierra, especialmente


después de los largos inviernos durante la ausencia de la Reina
Humana. Ven, Katria, déjame mostrarte más de mi mundo —extiende una
mano, expectante. Dudo, pero solo por un segundo, y luego lo acepto. Sus
cálidos dedos se cierran alrededor de los míos y sigo la línea de su brazo
hasta un hombro ancho, y luego hasta el corte afilado de su mandíbula, la
delicada curva de sus labios. ¿Cómo sería besarlos?

¡No! La parte protectora de mi mente se opone. No puedo pensar de esa


manera. Así es como terminas herido. Así es como acabas enamorado. Así
es como otro se apodera de tu mundo.

Pero esa voz es más débil por el momento.  Tal vez pueda abordar esto
con los dos ojos abiertos. Tal vez, si acepto que, si esto no es más que un
enamoramiento casual, mantendré mi cabeza y mi corazón.  No me
lastimara.
Suena como mentiras en mi mente, pero su mano es tan suave. Su sonrisa
es tan contagiosa. La forma en que me mira, como si fuera la única mujer
viva, es una emoción mayor que cualquier otra que haya conocido, y juntos
nos apresuramos hacia la gran plaza frente al salón principal de Dreamsong.

Los comerciantes han trasladado sus puestos habituales de los mercados


para alinear la plaza.  Se les ha esparcido toda clase de alimentos y
bebidas. Algunos todavía tienen mercancías distribuidas, pero no veo que el
dinero cambie de manos.

En el centro de la plaza hay una plataforma donde toca una banda. Los


bailarines cubiertos de ondulantes sedas se mueven como el viento,
arrastrados por el tamborileo.  Los faes se mezclan, riendo, cantando y
bailando.  Algunos bailan en lo alto, girando en valses que desafían la
gravedad, la magia brillante de sus alas cayendo en cascada hacia la tierra
como las colas de fuegos artificiales moribundos.

—De esta manera —Davien me guía a través de la masa de personas.

—Davien, ¿por qué no se separan por ti? —doy un paso más cerca de él
para susurrar.

— ¿Por mí?

—Pensé que la gente mostraría más deferencia a un rey.

La comprensión destella en su rostro. 

—Sí, por lo general… pero he estado fuera por tanto tiempo, solo un
puñado de los asistentes más leales de Vena saben quién soy. Mi identidad
se ha mantenido en gran parte en secreto para ayudar a mantenernos a
salvo, especialmente porque soy aún más vulnerable sin mi magia.
Nosotros, no -yo-. Mi pecho se aprieta. Las dudas que me atormentaban
se debilitan cada vez más ante esta salvaje fantasía que estoy empezando a
complacer con él en este mágico lugar.

— ¿Te molesta? —pregunto.

— ¿Debería?

—Esa no es una respuesta—señalo.

—Te estás acostumbrando a las expresiones de los faes más rápido de lo


que me hubiera gustado —él se ríe.

—Que dificultad para ti —yo sonrío—. Me pareció que deseabas ser


rey. Así que creo que si no te mostraran el debido respeto te molestaría.

Una expresión pensativa relaja su frente.  Sus labios se abren para un


suave suspiro y caen en una fácil sonrisa.  Pasa una mano por su
cabello. Observo cómo cada hebra de seda vuelve a su lugar en cascada, las
trenzas que ha tejido a través de ella se enganchan ligeramente en sus
dedos.

—Creo que habrá años para que pueda disfrutar de las trampas de la
realeza.  Por ahora, quiero ver este mundo como un hombre común, tanto
como pueda serlo, para comprender las luchas de mi gente.  Sentir sus
necesidades mientras vivo entre ellos. E incluso cuando sea rey, espero que
mis súbditos me vean como un hombre tanto como su rey.  Como alguien
con sus propias esperanzas, sueños y deseos —hace una pausa, frunciendo
el ceño ligeramente—. ¿Qué pasa?

Ni siquiera me había dado cuenta de que habíamos dejado de caminar. El


cuadrado se había desvanecido. 
¿Los chillidos de risa? Desaparecieron. Todo lo que quedaba era él y la
música en una sinfonía triunfante.

—Creo que serás un gran rey —realmente lo hago.  Entonces, ¿por qué
me duele el pecho? ¿Por qué ya estoy sintiendo los bordes de un dolor que
estaba tratando de evitar?

La mano de Davien se levanta y se cierne junto a mi sien. Él duda. No sé


si quiero que me toque o no.  El suelo bajo mis pies ha cambiado en más
formas que mi simple llegada a Midscape.  Incluso si puedo regresar al
mundo humano, todo será diferente.  Mi mundo cambió irrevocablemente
cuando caí en ese fuego.

Él cepilla un cabello suelto detrás de mí oreja suavemente y susurra:

— ¿Por qué te ves tan triste por eso?

—Porque... —Cuando seas rey, eso significa que no te volveré a


ver. Significa que no estarás aquí... al alcance de la mano.

— ¿Por qué? —se acerca un poco más a mí. Yo soy su único objetivo. Se
ha unido a mí en esta burbuja que hice donde todo lo demás se ha
desvanecido.  Por una vez, sé que me está mirando a mí y no a la magia
dentro de mí. Si contuviera la respiración, ¿se detendría el tiempo? ¿Podría
usar la magia dentro de mí para construir muros a nuestro alrededor y
mantener fuera todo lo demás?

Tengo mi respuesta en la forma de Giles y Shaye entrando en nuestro


momento, trayendo consigo una realidad ruidosa.

— ¿Qué están haciendo ustedes dos? —pregunta Giles. Shaye levanta las


cejas y nos mira con escepticismo.  Me distrae la corona de cristal en la
frente de Giles.
—Estaba a punto de conseguir una corona para Katria y para mí —dice
Davien, bajando la mano y cruzando hacia el puesto al que nos
dirigíamos.  Shaye tararea, entrecerrando los ojos ligeramente.  Su aura
usualmente amenazante se ve disminuida por el anillo de rosas rosadas en
su frente.

Davien regresa rápidamente y me entrega una corona similar.  Pero en


lugar de rosas, la flor es una que no reconozco.

— ¿Qué son estos? —las flores son de color rosa y violeta, con docenas
de pétalos largos y delgados.

—Aster —responde Davien mientras sostiene la corona sobre mi cabeza


—. ¿Puedo?

—Por supuesto —intento sonar casual, pero mi garganta es tan gruesa


que casi me ahogo con la simple palabra.

—Las mujeres usan las coronas de las últimas flores que florecen antes
del invierno, los hombres usan réplicas de la corona de vidrio para brindar
la fuerza y el liderazgo necesario para soportar el próximo invierno —dice
pensativo, pasando sus dedos suavemente sobre la flora de la corona. Nunca
había estado celosa de una flor... pero aquí estoy.

—Interesante elección de flores y colores —Shaye continúa


examinándome. Siento como si me estuviera midiendo para un vestido.  Si
lo estuviera, eso explicaría la sensación de no poder estar a la altura.

—Estoy seguro de que resultó ser la que agarró Davien —Giles toma el


codo de Shaye.

—Hay muchas allí —Shaye se cuelga del tema, negándose a ceder


mientras Giles intenta alejarla—. ¿Fue una elección descuidada?  ¿O hay
más pensamiento detrás de esto?
La frente de Davien se frunce ligeramente y mira a Shaye de reojo.  La
agitación se desprende de él.

— ¿Qué significa aster? —pregunto.  Sé muy poco acerca de las flores,


aparte de algunos conocimientos rudimentarios sobre las comestibles.  El
lenguaje de las flores fue uno que mis hermanas aprendieron. Nunca hubo
un asiento extra en la mesa durante sus lecciones para mí.

—Es… —Davien me mira con pánico destellando en sus ojos. Se aferra


demasiado a la siguiente palabra, buscando qué decir. Por primera vez me
pregunto qué se siente para un fae intentar decir una
mentira.  ¿Duele?  ¿Caen rocas de sus labios como en las viejas
historias? O... ¿él también sabe a metal?

— ¡Oh! ¡No puedo creer que la encontré, señorita! —Raph se materializa


de la nada, encajándose entre Davien y yo. Solo entonces me doy cuenta de
lo cerca que hemos estado.  Tan pronto como doy un paso, el mundo se
agudiza una vez más. El ruido, la gente, las celebraciones que continuaron,
ajenos a Davien y a mí. Raph coloca un laúd en mis manos, el movimiento
hace que su corona de cristal en miniatura se tuerza sobre su frente—. Dije
que te conseguiría uno. Incluso es bastante decente si lo digo yo mismo.

Tomo el laúd como si me estuviera pasando un bebé.  Acuno su cuello,


tratándolo con todo el delicado cuidado que se merece.  No es tan bonito
como el de mamá, ni a la mitad. Pero está bastante bien.

— ¿Qué le hiciste regalar para conseguir eso? —Davien se cierne sobre


Raph siniestramente.

— ¡Solo una canción, y dejo que ella decida todas las condiciones! —
Raph levanta las manos, retrocediendo hacia mí. Descanso una mano en su
hombro de manera protectora, mirando a Davien.

—Me aseguré de tener cuidado con lo que prometí.


— ¿Y lo consiguió a través de medios honestos? —Pregunta Shaye—. ¿O
del tipo por el que el tío Giles tendrá que sacarte de apuros? Giles parece
demasiado emocionado por la perspectiva.

—Lo entendí correctamente —dice Raph a la defensiva.  No es una


respuesta clara y sonrío.  Realmente espero que no hayan robado el
laúd. Pero no espero eso hasta el punto de que lo voy a devolver sin jugar al
menos un poquito. La correa ya está sobre mi hombro, mis dedos tocan las
cuerdas mientras afino—. ¿Vas a actuar ahora?

Miro por encima del hombro hacia la plataforma donde están los
músicos. 

—No voy a interrumpir.

—Es como la taberna —dice— Cualquiera puede ir a tocar.

—Parece bastante lleno ahí arriba... —una parte de mí siente un poco de


náuseas por actuar ante todos estos juerguistas. La otra parte anhela volver a
subir al escenario, laúd en mano.

—Creo que deberías —la voz profunda de Davien atraviesa mis


objeciones con facilidad—. Me encantaría escucharte tocar de nuevo
cuando pueda mirarte la cara, en lugar de solo la parte de atrás de tu cabeza.

¿Cómo se supone que voy a decir que no a eso? 

— ¿Cuántas veces me escuchaste en el bosque?

Me da la sonrisa más tierna. 

—Lo suficiente para saber que ahora mismo eres mejor que la mitad de la
gente —Davien apoya su mano sobre la mía sobre el cuello del instrumento
—. Ve y toca, para mí. Llena mi mundo con tu canción.

Doy un pequeño asentimiento. Mis ojos permanecen atrapados en los de


Davien mientras mis pensamientos se enredan con él hasta el punto en que
casi me tropiezo con mis pies.  La canción que está tocando la banda está
creciendo. La música brilla a primera hora de la noche y me aparto de ese
hombre mágico para agacharme y lanzarme con pies ligeros al escenario.

En los escalones que conducen a la plataforma, dudo.  Las palabras de


Joyce y Helen todavía me susurran. Pero, día a día, parecen resonar en un
lugar cada  vez más lejano.  No son de este mundo.  No conocen a esta
Katria.  Una Katria que es audaz y toca música para y con faes.  Subo
corriendo las escaleras, saltando los dos últimos escalones.

La música me atrapa y mis manos se mueven antes de que mis pies


toquen las tablas retumbantes de la plataforma.  Sigo el paso de los otros
músicos mientras nos movemos y nos balanceamos, dando una serenata a la
multitud.  No hay palabras para esta canción, no hay melodía familiar.  Sin
embargo, el sonido es tan dulce que podría llorar. Doy vueltas con una risa
mientras mis dedos se apresuran sobre las cuerdas; mi corazón se acelera en
un esfuerzo por ponerme al día.

Los músicos tocan a mí alrededor. Los reconozco de la Cabra Gritona y


todos compartimos sonrisas de complicidad.  El hombre que parece estar
liderando la compañía me da un gesto de aprobación, el cabello negro
azabache cae sobre los tatuajes relucientes que le cubren la frente con tinta.

Mi vuelta por el escenario se detiene abruptamente mientras miro a


Davien. Está justo al frente, Raph apoyado sobre sus hombros. Ambos me
miran, pero yo solo tengo ojos para Davien, el hombre que ha conseguido
una corona, y aunque es idéntica a todos los demás hombres... es diferente
en su frente. Él es su príncipe, oculto a plena vista entre ellos. Esa corona,
la real, fue hecha para él.  Verlo me recuerda el precioso poco tiempo que
me queda con él.
Escúchame, dice una nueva voz interior, estimulada por lo fugaz que es
este mundo. Escucha mi canción, esta es para ti y solo para ti. Escúchalo
ahora, porque es posible que nunca tenga el valor de volver a tocarlo. No
sé de quién es el corazón que está latiendo en mi pecho. Pero es más fuerte
que el que he conocido de toda mi vida, más seguro.  Tiene deseos y
necesidades propias y parece asegurarme con cada latido febril que no se lo
negarán.

No me negarán.

Los labios de Davien se abren ligeramente.  Su frente se suaviza.  Sus


mejillas se levantan en una sonrisa relajada, más sincera y dulce de lo que
jamás le había visto. Ilumina todo su rostro más brillante que la magia de
los faes que brilla en lo alto con los aleteos de libélula y alas con plumas de
paloma.

Toco hasta que la canción ha terminado, mucho más de lo que


esperaba. En la pausa, me escabullo de la plataforma. Es más oscuro en el
suelo. No me di cuenta de lo profunda que había caído la noche debajo de
las campanillas resplandecientes que iluminaban mágicamente a los artistas.

— ¡Estuviste increíble! —Raph aplaude cuando Davien lo baja. Los dos


han llegado hasta mí— Gracias por dejarme escuchar.

—Por supuesto.

—Usted  estuvo  increíble —escucho de Davien de una manera


completamente diferente, una que hace que mi corazón deje de latir.

—Pero, eh, señorita, lo voy a necesitar de vuelta ahora—. Raph golpea la


parte inferior del laúd—. Verás, lo tomé prestado. Realmente no dijiste que
debías conservarlo. Y lo siento.
Sus palabras se vuelven más débiles, más suaves, sin duda porque ve mi
expresión.  No puedo ocultar mi anhelo y arrepentimiento.  Enrollo y
desenrollo mis dedos alrededor del instrumento, convenciéndome de que
puedo soltarlo. Fue divertido mientras duró, como todo este mundo.

—No —dice Davien—. Raph, dile a quienquiera que sea que


personalmente veré que tengan un nuevo instrumento.

— ¿Eh? ¿En serio? ¿Usted puede hacer eso?

—Puedo.

—Todo está bien —le devuelvo el laúd a Raph. No conozco la historia de


este laúd. Puede ser tan sentimental para otra persona como el laúd de mi
madre lo es para mí.  Un buen instrumento como este está destinado a ser
transmitido entre familiares y amigos—. Valió la pena tocar. Gracias.

Raph toma el instrumento y se escabulle. Es desgarrador verlo irse. Pero


ya tengo un laúd en el mundo humano. Uno mucho más fino y significativo
que cualquiera que haya podido encontrar aquí.

—Supongo que es lo mejor —Davien invade mi espacio.  Una mano


aterriza en mi cadera, deslizándose hasta la parte baja de mi espalda. El otro
entrelaza los dedos con los míos— Si tuvieras un laúd, no podría bailar
contigo.

—No soy muy buena bailando.

Inclina la cabeza hacia atrás, entrecerrando los ojos con escepticismo. 

—Creo que lo eres.

—Piensas mal.
Davien se inclina y coloca sus labios en la concha de mi oreja. 

—He pasado meses observando cómo se mueve tu cuerpo —su mano


presiona más abajo, agarrando mi carne—. Tienes música en ti y la gracia
de un bailarín.

—Yo no…—no puedo objetar.  Me hace perder el control y lanza un


suave grito de sorpresa.  Sus dedos crujen bajo mi talón—. Te dije que no
soy buena bailando.

—Deja de preocuparte tanto. Muévete, Katria. Muévete conmigo.

Su voz, ese tono... tan suntuoso y lento como un arco dibujado sobre la
nota más baja de un violín.  La exigencia resuena dentro de mí como el
tumulto de los pies en la plaza. Presiono mis caderas contra las suyas. Cada
movimiento de su peso mueve sus muslos contra los míos.  Lo sigo por
instinto, sin preocuparme por lo tonto que debo parecer porque, cuando mis
ojos se encuentran con los suyos, solo está él.

Mi pecho contra el suyo.  Su brazo rodeando mi cintura.  Su túnica,


escotada, revela el firme pecho que vi a la luz de la luna en el bosque. Su
corona era un recordatorio brillante de lo prohibido que debiese estar para
mis manos humanas. Estoy sin aliento y no solo por el baile. Jadeo, apenas
evitando rogar por más, quiero todo lo que siempre me he negado.

Quiero atreverme.  Quiero bailar.  Quiero ser alguien que nunca he sido,
aunque sea solo por una noche.

La música se detiene y estallan los vítores.  La gente despeja la plaza


mientras los músicos se toman un descanso. Pero los ojos de Davien están
solo en mí, respira con dificultad.

—Tienes que venir conmigo.


—A cualquier lugar —jadeo suavemente.

Todo queda atrás cuando Davien me lleva al salón principal de


Dreamsong.  Hay algunas personas dando vueltas.  La celebración se ha
extendido por toda la ciudad, pintándola de canto y alegría en los colores de
los grises otoñales e invernales. Me lleva arriba y todo el camino hasta la
puerta al final del pasillo.

Es su habitación.

La cama con dosel es cuadrada, simple, no los muebles ornamentados


que esperaría de un rey. Está hecho de madera oscura, cuyas vetas captan la
luz de la luna como las corrientes de un río. Las cortinas de terciopelo azul
marino revelan más almohadas de las que esperaba.  Tiene un armario, un
escritorio y una sala de estar que se abre a un pequeño balcón con vistas a
todo Dreamsong.

Davien me guía hasta la silla colocada antes de la apertura. Se sienta a mi


lado, nuestros muslos se tocan. Su mano aún permanece sobre la mía.

—Vuelve a cantar para mí —susurra.

— ¿Qué quieres escuchar? —yo respiro. No podría cantar ahora mismo si


lo intentara. Mi garganta está demasiado tensa. Mi mente está en blanco.

—Cualquier cosa —levanta una mano, ahuecando mi rostro y arrastrando


su pulgar perezosamente a lo largo de mi labio inferior—. Siempre que
pueda ver tus labios.

—No puedo pensar en una sola canción —me arden las mejillas.

—Es por eso por lo que nunca quise que me miraras —dice lentamente,
una sonrisa curvándose peligrosamente en su boca. Parece como si tuviera
la intención de devorarme—. Porque sabía que si lo hicieras te quedarías
atónita y en silencio. Y nunca quise verte tranquila.

Me río con más convicción.  Nunca nadie me había dicho que quería
escucharme. Sentirse escuchado y visto es más embriagador que demasiado
hidromiel de fae.  —Pensé que era porque si te miraba, ¿nunca podrías
dejarme ir?—Es su turno de reír— ¿Lo recuerdas?

—Recuerdo cada noche que pasamos juntos con un detalle insoportable


—me muevo, nuestros muslos se rozan, presionando más juntos. — ¿Y tú?

—Sí.

—Como yo lo hice.

—Davien... —busco en sus ojos una respuesta que sé que no puedo


encontrar sin preguntarle a él y a mí—. ¿Qué estoy haciendo
aquí? ¿Qué estamos haciendo ahora mismo?

Davien engancha mi barbilla, dirigiendo mi rostro hacia arriba. Se inclina


un poco más cerca. 

—No lo sé… pero creo que me gusta. ¿Y a ti?

—Yo-yo no quiero salir lastimada —cualquier cosa más que un susurro


se sentiría como un grito ahora.  Está tan cerca.  Un suspiro.  Un simple
estremecimiento y mis labios estarían sobre los suyos.  Un escalofrío me
hace cosquillas en la columna y me tienta a poner a prueba la teoría.

—Yo nunca te haría daño.

Verdad.  Me pican los ojos.  ¿Cómo puede algo ser verdad y mentira al
mismo tiempo? ¿Cómo es posible que él quiera decir completamente algo y,
sin embargo, sé que no es cierto? 

—Sin embargo, todo esto me hará daño.

— ¿Todo qué?

—Todos estos  sentimientos.  Sé cómo termina esto —termina con una


casa fría y un matrimonio unilateral. Termina en una guerra emocional con
palabras más afiladas que cualquier acero.

—Entonces no nos preocupemos por ellos —sugiere casualmente.

Eso es todo lo que esperaba. 

— ¿Realmente puede ser tan simple?

—Me dije a mí mismo cuando me casé contigo que nunca podría amar a
un humano.

—No hay forma de que alguna vez te amé —o a cualquier otra persona.

—Bien, entonces estamos en la misma página —él sigue inclinándose


hacia adelante y yo sigo inclinándome hacia atrás. Pronto estaré pegada al
reposabrazos y al sofá. Pronto estará encima de mí. El calor corre por todo
mi cuerpo.

— ¿Sin emociones? —mis párpados están pesados.  Cada parpadeo es


más largo que el anterior. Sus labios se curvan como una guadaña y estoy
lista para la cosecha.

—Sin amor —suena como una promesa—. Aunque, si me dejas, te


haré sentir.
— ¿Sentir que? —mi voz tiembla.

—Todo —la palabra cuelga mientras espera mi objeción. Este es el punto


sin retorno que vi hace días.  Todo en él está prohibido, todo grita
dolor. Pero no seré la hija de mi padre. Puedo satisfacer estas necesidades
físicas sin enamorarme y sin dar todo lo que soy en el proceso.

¿Puedo?

Antes de que tenga la oportunidad de reexaminarlo, su boca choca con la


mía.

 
21

SABE A MIEL ESPECIADA. Su piel huele a virutas de madera de


nuestro trabajo anterior y a humo de los fuegos que iluminaban la plaza de
abajo. Su cabello me hace cosquillas en la cara y las mejillas, rodeándonos,
protegiendo este momento del cruel mundo que se derrumbará sobre
nosotros demasiado pronto.

Paso las yemas de mis dedos por sus costados, recorriendo la extensión
de su pecho. La camiseta que usó hoy está casi abierta hasta el ombligo.
Cuelga tentadoramente y mis dedos rozan su carne caliente. Se me escapa
un gemido y él inhala bruscamente, como si tratara de consumir el placer
que me provoca su mera existencia.

Davien cambia su peso. Una mano está al lado de mi cabeza, la otra toma
mi mejilla. Me guía con una ligera presión contra mi mandíbula y
sondeando con su lengua. Me han besado antes, una vez, pero no fue nada
como esto. El hijo del mayordomo, cuando podíamos permitirnos un
mayordomo, era solo un año mayor que yo y ambos éramos poco más que
adolescentes curiosos.

Pero Davien me besa como hombre. Es mejor que cualquier sueño de


broma y fantasía indulgente que pudiera inventar. Sabía cómo un hombre y
una mujer encajaban conceptualmente... pero nada podría haberme
preparado para la sensación real de eso.
Su lengua se desliza contra la mía y me arqueo hacia arriba. Puedo sentir
sus labios tirando mientras sonríe una vez más. Mis cejas se fruncen. Odio
que se divierta con mi placer. Sé que no tengo experiencia y es probable que
haya tenido hordas de mujeres arrojándose a sus pies.

Pero tampoco estoy lo suficientemente frustrada como para romper con


su beso. Tal vez sea por la magia de los faes de la que aún no me han
hablado. Soy una cautiva totalmente dispuesta a sus órdenes. Mis dedos se
deslizan por debajo de su camisa, siguiendo su clavícula. Se envuelven
alrededor de sus hombros, sujetándolo contra mí hasta el punto en que
tenemos que obligarnos a separarnos para tomar aire.

Su cabello continúa separándonos del mundo. Sus ojos verdes mantienen


su propia luminiscencia en la oscuridad. Trazo el contorno que el brillo del
beso deja en sus labios con mis ojos.

—Lo siento, estoy...

— ¿Por qué podrías tener que disculparte? —interrumpe.

Un rubor escarlata me quema las mejillas.

—No estoy bien versada en este tipo de asuntos.

— ¿De qué clase? —hay un brillo perverso en sus ojos mientras pasa sus
dedos por mi mejilla y mi cuello. Se burla del cuello de seda de mi blusa.
Nunca he sido más consciente de exactamente cuánta tela me cubre y
dónde.

—Sabes de qué tipo —me las arreglo.

—Quiero oírte decirlo —sus ojos se mueven de mi pecho a mi cara.


—El tipo de cosas que a una dama de mi categoría no se le debe
permitirse hasta que me case.

—Hasta que te cases… — repite pensativo— Pensar, que podría haberte


tenido hace mucho tiempo y nunca lo hice —Davien se inclina hacia mí de
nuevo. Inclino mi rostro hacia arriba, pero él se mueve, por lo que sus
labios rozan la concha de mi oído mientras susurra con voz ronca— ¿Lo
hubieras disfrutado? ¿Tu misterioso esposo, cuyo primer nombre ni siquiera
conocías, viniendo hacia ti por la noche? ¿Disfrutarías sintiendo mi peso
encima de ti en la oscuridad? ¿Mantendrías los ojos abiertos, recorriendo mi
silueta en busca de algún indicio de cómo podría verme? ¿O los cerrarías y
te someterías a cada caricia de mis manos y mi boca?

Cada centímetro de mi piel se pone la piel de gallina. Mi cuerpo responde


a sus palabras como si me estuviera tocando físicamente y no simplemente
describiendo las cosas que podía hacerme. Que los antiguos dioses me
ayuden, las cosas que creo que quiero que me haga.

—Pensé en ti, entonces —admito. Nunca había esperado decírselo. Pero


no hay nada que me mantenga alejado de él en este momento, ni siquiera mi
bóveda de secretos—. Por la noche, me imagino que vienes a mí.

— ¿Oh? —tararea en el fondo de su garganta. El sonido retumba a través


de mí, convirtiendo los huesos que me quedaban en calor fundido— Dime
lo que te imaginas.

Reprimo un gemido. ¿Por qué le permito que me haga esto? Debería


empujarlo y alejarme. Al menos, eso es lo que mi mejor sentido común me
dice que debo hacer. Pero mi mejor sentido común ya no tiene el control.

Todo lo que puedo pensar es en atender todas sus demandas, y encuentro


una oscura sensualidad en la noción de dejar mi mente a un lado y seguir mi
instinto en su lugar.
—Te imaginaba en mi puerta, despertándome del sueño... preguntando si
podías pasar la noche en mi cama.

—Y, en tus fantasías, ¿me permitiste quedarme?

—Cada vez.

— ¿Y qué hicimos cuando pasé la noche en tu cama?

No he pensado en estos sueños despiertos desde que llegué a Midscape.


¿Cuánto tiempo ha pasado desde la primera vez que puse un pie en este
extraño mundo? ¿Una semana? ¿Dos? ¿Un mes? Podría ser un año por lo
que sé en este momento. El tiempo se ha vuelto extraño y distorsionado.
Estoy indefensa debajo de un fae y todo lo que quiero es que me bese de
nuevo. Y si hace falta que le cuente mis fantasías más oscuras, que así sea.

—Te sentí —le susurro.

— ¿Cómo me sentiste?

—Te sentí sobre mí, tocándome. Sentí que dedicabas toda tu atención
sobre mí, únicamente, solo, completamente para mí.

— ¿Y te sentiste bien? —sus dedos acarician perezosamente mi pecho en


los arcos de mis curvas. Inhalo bruscamente.

—Sí.

—Bien —se aparta, lamiendo sus labios. Nunca he visto nada más
sensual—. Porque en cada una de mis fantasías te sentías nada menos que
excepcional.
— ¿Tú... fantaseabas conmigo? —la idea de él despierto y anhelando por
mí, sus grandes manos acariciando cada centímetro de lo que ahora sé que
es su cuerpo firme, hace que mi cerebro chisporrotee.

—Oh sí —mueve sus caderas contra mí y choca sus labios contra los
míos una vez más. Me besa al compás de la música que sale de fuera. La
banda ha vuelto a tocar y nuestros gemidos armonizan con el crescendo en
la plaza de abajo. Davien mantiene mi cabeza en su lugar, los dedos
enredados en mi cabello, la lengua saqueando mi boca. Me tiene justo
donde quiere, alejándome cada vez más de cualquier cosa que se parezca a
la razón o el sentido. Cuando se separa, es solo para tener suficiente espacio
para hablar, sus labios se mueven sobre los míos mientras gruñe:

—Me imaginé haciéndote mía como un hombre debería hacer a su


esposa. Ansiaba llevarte a mi cama y tenerte hasta que gritaste mi nombre y
tu garganta estaba en carne viva. Hasta que mi cuerpo fue lo único que
sabías o querías.

Inicio el beso esta vez. Sus palabras me han tensado tanto que me voy a
romper si no vuelvo a tener su boca sobre la mía. Lo agarro, empujándome
hacia él, aboliendo el espacio entre nosotros, abandonando el aire frío de la
noche por un calor primario que no se puede negar.

Nos besamos durante un tiempo obsceno. Cuando finalmente se separa,


jadeo suavemente a través de los labios hinchados, mirando al que es
fácilmente el hombre más guapo que existe. La corona todavía brilla en su
frente. Rey, gobernante y protector, mi rey. Sin decir palabra, Davien se
aparta de mí. Nuestros ojos permanecen bloqueados, incluso si nuestros
cuerpos ya no lo están.

Agachándose, me levanta, como si fuera a llevarnos a los cielos. Pero, en


cambio, me lleva a la cama. Mi alma se eleva mientras me acuesta. El
colchón es más firme que el mío, pero todavía se hunde bajo su peso. Los
dedos de Davien se enroscan alrededor de la parte posterior de mi cabeza
una vez más.

—Solo hacemos lo que deseamos —me mira directo a los ojos mientras
habla—. Nada más y nada menos. Sin expectativas.

—Y sin sentimientos —repito nuestra promesa anterior.

Él asiente y me besa de nuevo. Nuestras manos y dedos exploran, hasta


mucho después de que la música se detenga en el cuadrado de abajo. Hay
partes de su cuerpo que todavía no soy lo suficientemente valiente o audaz
para explorar, no importa lo mucho que quiera hacerlo. Él parece tomar el
liderazgo, solo yendo tan lejos como yo. Resulta en un tira y afloja entre la
pasión y la sensibilidad. La lujuria y la razón y el espacio sin esperanza
entre donde la frustración hace su hogar.

Finalmente, los besos se detienen y nos acostamos uno al lado del otro sin
decir palabra, mirando el techo enmarcado por la parte superior de la cama
con dosel. Trago saliva y valientemente le lanzo una mirada,
preguntándome si estará molesto porque no hicimos más. Hay una leve
sonrisa en sus labios, sus párpados pesados.

—Debería irme —le susurro.

— ¿Debes? —se pone de lado, levantando la cabeza con los nudillos.

—Hicimos lo que deseamos —los acontecimientos de la noche me hacen


sonreír con picardía. Incluso si quiero mucho más... esto fue bueno. Fue
suficiente—. No hay razón para que me quede.

— ¿A menos que no quieras dormir sola?


Considero la sugerencia. Nunca pensé en cómo se sentiría dormir con
otra persona. ¿Haría demasiado calor debajo del edredón con nosotros dos?
¿Lo patearía en la noche? ¿O su cuerpo se enroscaría alrededor del mío, un
ajuste perfecto? Me haría sentir protegida, segura... deseada... Niego con la
cabeza y me alejo, sentándome.

—Dormir sola está bien. Me ha servido bien hasta ahora.

— ¿Es así? —arquea una ceja y me pongo de pie para que no vea que
pongo los ojos en blanco.

—Además, ¿dormir juntos? Eso es algo que harían las parejas casadas
reales.

—Éramos una pareja casada real y no dormimos juntos —entrelaza sus


dedos y los pone entre su cabeza y la almohada, mirándome mientras me
ajusto la ropa. Todavía están encendidos, en su mayor parte. Solo un poco
torcido de sus ansiosas manos.

—Difícilmente éramos una pareja casada real —me encojo de hombros


—. Te casaste conmigo por un libro. Y me sentí resentida contigo por eso
tanto como pude.

— ¿Hasta dónde te llevó ese resentimiento?

Me aprieto el puente de la nariz.

—Creo que me agradabas más cuando te estaba besando. Entonces te


quedaste en silencio.

Es un movimiento borroso, esta arrodillado en la cama frente a mí,


tomando mis manos.
—Podría volver a besarte si eso te animara a quedarte.

—Estoy cansada —alejo mis manos con una leve risa.

—Entonces vuelve a verme mañana.

—Lo pensare —dudo que lo haga. Sucumbí al impulso. He llenado esta


necesidad. No hay razón para volver a hacer esto.

—Mi puerta está abierta para ti cuando lo desees, o debería cambiar de


opinión acerca de esta noche.

—No cambiaré de opinión acerca de esta noche, y ya veremos mañana.


Después de todo, no soy tu amante —me quedo quieta mientras mis ojos se
enganchan en la corona de flores. Debe haberse caído la primera vez que
me recostó. Puede que sea un rey, pero será la única corona que pueda
darme. Inútil. Condenada a pudrirse. Descartada al amanecer.

La ignoro, yendo solo hacia la puerta. Sería peligroso aceptar demasiados


regalos de él. Se haría una idea equivocada. La corona de flores se queda en
el suelo. La suya permanece en su cabeza, de alguna manera todavía allí
incluso después de todas nuestras indulgencias.

—Podrías ser mi amante, si quisieras. No es raro que los reyes las tengan.

Me congelo. Como si eso me atrajera.

—Eso es lo último que quiero.

— ¿Por qué te resistes tan fervientemente a todas las nociones de amor?

La pregunta me da una pausa. Miro hacia un rincón oscuro de la


habitación. Cada recuerdo de Joyce surge al frente de mi mente. Su tortura.
Sus palabras cubiertas de dulzura para mi padre.

Las débiles excusas de mi padre, una y otra vez. Sus explicaciones.


Katria… estaba perdido en el abismo del que ella me salvó. Nunca
entenderás la herida que dejó la muerte de tu madre… Oh, lo entendí.
Entendí que Joyce le vendió mentiras y él las compró más rápido que la
plata de sus minas.

Al igual que entendí cómo se hizo más fácil para mi padre estar de su
lado con el tiempo. Cuanto mayor me hacía, más me parecía a mi madre.
Cuanto más difícil era para él estar cerca de mí. Mientras tanto, mi hogar se
convirtió en un remanente desmoronado de días pasados. Perdido para
siempre, ¿por qué?

Ah, amor.

—Porque el amor es dolor —susurro.

—Amor es vida.

Lo miro y digo bruscamente:

— ¿Qué sabrías? ¿Un príncipe fugitivo encerrado en una torre que


compra la única esposa que ha tenido?

Los ojos de Davien se ensanchan un poco, pero en lugar de enojo, su


ceño se frunce en algo que parece concentración. La simpatía irradia de él.

— ¿Qué te hace decir que el amor es dolor?

No respondo, me concentro solo en mi ruta de escape. Con un batir de


alas convocado en un abrir y cerrar de ojos y un brillo de magia, está frente
a mí, con la mano sosteniendo la puerta cerrada justo cuando voy a abrirla.
Lo miro.

—Déjame salir.

— ¿Por qué crees que el amor, de todas las cosas, es dolor?

—He visto lo que pasa cuando dos personas se enamoran. Uno se


derrumba en el otro, todo sentido de sí mismo y valor, y la fuerza se
desmorona bajo la bota del partido que termina en la cima —como la
estatua de mi padre que había construido en mi mente, fuerte y resuelta,
convirtiéndose en polvo en el momento en que Joyce entró en nuestras
vidas—. He escuchado las amargas peleas, las púas, el odio que se arroja y
suaviza en nombre del amor, amor precioso.

—Nada de eso es amor —susurra.

Pongo los ojos en blanco.

—El amor no es como los libros de cuentos. En el mejor de los casos, es


una transacción.

—No —Davien da un paso adelante, invadiendo mi espacio personal—.


El amor es lo más cercano al significado que tenemos en este mundo. El
amor de una madre por sus hijos, el amor entre amigos, el amor de un
esposo y una esposa, el amor por lo que somos y por todos aquellos que se
esforzaron antes que nosotros para entregarnos el mundo que tenemos
ahora: el amor es la razón por la que vivimos, la razón por qué luchamos,
por qué seguimos adelante cuando las cosas se ponen difíciles... no siempre
es fácil. Pero es nuestro alivio de las verdaderas dificultades, no las
dificultades en sí.

—Mientes —digo.
—Katria... —se apaga, sus ojos buscándome. —¿Qué te pasó antes de
que vinieras a mi casa?

—Déjame pasar.

—Estoy tratando de-

— ¡Déjame pasar! —mi voz se eleva una fracción y se hace a un lado


rápidamente.

Tiro de la puerta antes de que pueda decir algo más, saliendo furiosa y
apenas resistiendo el impulso de golpearlo en la cara.

A LA MAÑANA SIGUIENTE ESTOY EN LA CAMA HASTA


MEDIO DIA. Los pasos resuenan por el pasillo mientras el mundo se
despierta a mi alrededor. Me pregunto quién más se queda aquí, parece que
Shaye y Giles. Oren, probablemente. Hol tiene su propia casa. ¿Vena y sus
asesores, tal vez?

Mi respiración se detiene cuando un paso familiar atraviesa el pasillo. Sus


pasos parecen ralentizarse en mi puerta, casi deteniéndose. ¿Cómo le
conozco por su andar? ¿Realmente puedo olerlo desde aquí? ¿O mi mente
está desenterrando recuerdos de anoche? O, lo que es mucho más probable,
¿mi piel todavía huele como la suya?

Davien sigue caminando.

Sigo repitiendo la noche en mi mente, pero no tiene más sentido cuantas


más horas pasan. Doy vueltas y vueltas. No durmiendo. Pero tampoco me
siento despierta. Estoy atrapada en esos momentos que compartimos.
Momentos que nunca deberían haber ocurrido, pero de alguna manera lo
hicieron.

¿Por qué lo besé? ¿Por qué dejé que me besara? ¿Cómo terminé en su
cama?

Gimo y me doy la vuelta, enredándome en las sábanas. Me duele de la


cabeza a los pies. Pensé que besarlo aliviaría esta tensión, pero solo la ha
empeorado.

Cuando ya no puedo soportar más el calor de mis pensamientos,


finalmente me levanto. Lo mejor que puedo hacer es enfrentar a Davien.
Cuanto antes estemos juntos, antes se sentirá como si volviéramos a la
normalidad. Podemos hacer caso omiso de lo que pasó anoche por la rareza
que fue y seguir adelante.

—Es normal, de verdad. Dos personas, de nuestra edad, obviamente


atraídas entre sí. Estas cosas pasan. No hay razón para leerlo o complicar
las cosas. La picazón se rascó, hemos terminado —murmuro para mí
misma, tratando de encontrar mi propio aliento mientras me visto.

Las modas de faes que fluyen ya no me resultan extrañas. Estoy cada vez
más acostumbrado a mostrar mis hombros y brazos que nunca, aunque
todavía estoy atenta a mi espalda. Me pregunto qué pensarían mis hermanas
si pudieran verme ahora, con mangas sueltas y escotes pronunciados que
nunca me atrevería a usar en casa. Me detengo y me miro en el espejo. Mi
piel está brillante y húmeda. Mis mejillas están sonrosadas y los labios
llenos. Cuanto más tiempo me quedo aquí, más y más parezco ser parte de
este mundo.

Me pregunto si podría haber una forma en la que nunca tenga que volver.
Si la magia del rey puede mantenerme a mí, una humana, viva aquí,
entonces tal vez haya algo que Davien pueda hacer por mí que me permita
quedarme y vivir el resto de mi vida natural. Me frunzo el ceño.

¿Que estoy pensando? ¿Vivir mi vida aquí? ¿En Midscape? ¿Entre faes y
sus magias? ¿Qué lugar hay para una humana como yo? Ninguno.

Además, eso significaría que tendría que vivir mis días en el mismo
mundo que Davien. Tendría que verlo convertirse en rey, verlo casarse y
engendrar herederos desde lejos. O peor, como un amante relegado a los
rincones auxiliares de su vida. No... Una vida en el mundo humano sería
mucho mejor que eso. De hecho, estar a un mundo de distancia de él podría
no ser suficiente.

Salgo de mi habitación y bajo las escaleras. Para mi sorpresa, Hol, Shaye,


Giles y Oren están todos agrupados en la mesa habitual. Los mapas están
esparcidos entre ellos, salpicados de trozos de papel que parecen notas
intercambiadas por palomas. Todos me miran a la vez.

—Vena te quería —dice Oren—. Davien ya está allí.

Dudo, percibiendo una extraña sensación en el aire.

— ¿Todo está bien?

—Sí. Sigue —Oren intenta darme una sonrisa tranquilizadora, pero hay
demasiada preocupación en sus ojos negros.

El terror me invade mientras me paro ante las puertas de Vena. Dudo solo
un segundo, para ver si puedo escuchar alguna conversación desde adentro.
Pero las puertas son demasiado gruesas. Doy un golpe.

—Entra —llama Vena.


Efectivamente, encuentro a Vena y Davien dentro. Pero no están solos. El
Carnicero de antes, Allor, también está allí. Se apoya contra una de las
paredes laterales, con los brazos cruzados.

— ¿Qué ha pasado? —pregunto mientras me miran. Mis ojos se


encuentran con los de Davien. La preocupación tuerce su rostro, frunciendo
el ceño. Un terrible silencio continúa apretando los músculos de mi pecho
hasta el punto de que me duele respirar.

—Bueno, si ninguno de los dos se lo va a decir, yo... —comienza Allor.

—El rey Boltov está enviando un ejército a Dreamsong —la voz


retumbante de Davien solo hace que las palabras sean más siniestras.

— ¿Qué? —inhalo bruscamente.

—Finalmente le ha llegado la noticia de que he regresado... y que estás


conmigo.

— ¿Conoce la magia? —yo susurro.

—Él sabe todo.

—Había un espía entre nosotros —Vena maldice—. Debe haber pasado


por nuestras salas al comienzo de las celebraciones para dar la noticia.

— ¿Qué significa esto? —me había preparado toda la mañana para


enfrentar a Davien, pero no así. Mientras bailaba anoche, un rey tramaba mi
muerte.

—Significa que el rey sabe que tienes la magia que él necesita para no ser
desafiado nunca más —Allor tiene una sonrisa malvada cuando habla—.
Así que viene a matarte por eso.
Y aquí pensé que el peor de mis problemas de hoy era enfrentar a Davien.

 
22

— ¿QUÉ HACEMOS AHORA? —miro entre cada uno de ellos.

—Hemos estado trabajando en un plan —dice Davien. Su calma es


inesperadamente irritante.

—Espero que sea bueno porque no tengo ningún interés en morir.

—No tengo ningún interés en verte morir —los músculos de sus mejillas
se tensan—. Además, el rey no se preocupa por ti, se preocupa por la magia
dentro de ti. Cuanto antes saquemos la magia, estarás a salvo.

— ¿Entonces supongo que hemos progresado en ese frente? —miro de


Vena a Allor y viceversa.

—Tenemos una idea.

Me gustaría que sonara algo más seguro que —una idea—, pero si es lo
mejor que tenemos ahora...

— ¿Cuál es?

—Al norte de nosotros, justo al borde de las fronteras de la gente del mer,
está el Lago de la Unción —dice Vena—. Es donde todos los antiguos reyes
fueron antes de su coronación para bañarse en las aguas más cercanas al
Árbol Ancestral en el borde del mundo. Si hay algo que te conectará lo
suficiente con el poder del rey como para pasárselo a Davien, son esas
aguas.

Árboles ancestrales, el límite del mundo. Paso por alto los elementos que
no parecen tener una importancia crítica para mantenerme con vida.

— ¿No cree Boltov que nos dirigiremos allí?

—No lo hará si le digo que estás escondido aquí —Allor se encoge de


hombros.

—Tienes tanto dominio sobre el rey —aprieto mis labios para evitar
fruncir el ceño.

—Hago lo que puedo. No tiene ninguna razón para no confiar en mí.

— ¿Le dirás que Davien y yo nos estamos preparando para un ataque


aquí? —su comentario anterior podría haber sido una inteligente elusión de
fae.

—Por supuesto que lo hare —ella sonríe más ampliamente—. ¿Tienes


alguna razón para dudar de mí?

—Suficiente, las dos —Davien suena agitado.

Le lanzo una mirada furiosa. Pero tiene razón. Tenemos otros asuntos
urgentes. E incluso si Allor no es un verdadero aliado, es muy poco lo que
voy a poder hacer al respecto para demostrarles lo contrario. Eso me ha
quedado claro.

— ¿Boltov estará protegiendo el lago? —pregunto.


—No valdría la pena la mano de obra para él. El camino no es fácil. Era
parte de las pruebas de los aspirantes a reyes atravesar las brumas
encantadas, un rito de iniciación.

—Oh, también hay nieblas encantadas para llegar al lago mágico sin
morir a manos de los Carniceros. Encantador —cruzo mis brazos.

—Si tienes un plan mejor, me encantaría escucharlo —Davien también se


cruza de brazos, con la cabeza ladeada y mirándome. ¿Por qué su
presunción de alguna manera lo vuelve más frustrante y atractivo en igual
medida?

—Sabes que no lo hago.

—Entonces está arreglado. Ve y dile a Boltov que hemos sido alertados


de los movimientos de sus ejércitos y que nos estamos preparando aquí para
el ataque, fortaleciendo las barreras de Dreamsong —le dice a Allor. Luego,
se enfrenta a Vena—. Por favor, prepara todo lo que podamos necesitar para
nuestro viaje y luego concéntrese en preparar Dreamsong para lo que sea
que Boltov pueda traer a nuestra puerta.

Vena apoya su mano en el bíceps de Davien.

—Lo que nuestra gente necesita para protegernos es un rey, un verdadero


rey, reunido con el trío de poderes de Aviness. No te preocupes por
Dreamsong y concéntrate en recuperar tu derecho de nacimiento, Davien.
Regresa a nosotros como un conquistador.

—Lo hare —Davien se pone un poco más alto.

— ¿Cuándo nos vamos? —pregunto.


—Tan pronto como podamos —Davien se dirige hacia mí. Para mi
sorpresa, toma mi mano entre las suyas. No puedo detener el rubor que sube
a mis mejillas ante el toque inesperado. El hacerlo públicamente de alguna
manera se siente aún más íntimo y desesperado—. No hay tiempo que
perder.

EN UNA HORA, se han montado cuatro caballos. Sus alforjas están


llenas de suministros que recién se terminan de cargar cuando salimos a la
plaza. Hol y Oren han optado por quedarse atrás y ayudar a defender
Dreamsong, Oren se concentrará en terminar el túnel de evacuación y Hol
ayudará a la guardia de la ciudad. Así que solo estamos Shaye, Giles,
Davien y yo en el camino. El sol de la tarde brilla alegremente sobre la
ciudad inconsciente. La gente sigue con sus asuntos cotidianos como si no
pasara nada. La plaza todavía está habilitada para celebraciones. No hay
señales de la batalla inminente.

— ¿Cuándo se lo dirá Vena? —le pregunto a Davien mientras bajamos la


corta escalera hacia donde esperan los caballos.

—Cuando sea el momento —Davien se sube a su silla con cierta torpeza


y necesita cuatro ajustes hasta que encuentra un asiento cómodo. Su caballo
es un semental gris moteado. Un chico fuerte cuyos músculos hablan de
buena crianza y manos aún mejores y estables. Si no fuera por la intensidad
que emana el caballo, me recordaría a Misty.

— ¿Y cuándo será eso? —pregunto, tratando de apartar de mi mente los


pensamientos sobre mi montura perdida hace mucho tiempo. Espero que
con todo el dinero que ganó mi familia hayan encontrado lo suficiente para
cuidar de ella.
Tal vez cuando regrese podría tomar parte de la moneda que Davien me
dejó en esa casa e ir a comprarles mi caballo.

Quizás cuando regrese robaré a Misty en la noche. Nadie conoce los


establos y los terrenos mejor que yo. Y después de pasar semanas
sobreviviendo en la tierra de los faes… la idea de enfrentar a mi familia, o
robar delante de sus narices, es mucho menos aterradora de lo que podría
haber sido meses atrás. Antiguos Dioses, tal vez sea lo suficientemente
valiente como para decirles que me llevaré a Misty y le diré a Laura, ven
conmigo.

—Eso no es de lo que debemos preocuparnos —señala a la yegua


completamente blanca a su lado—. Solo tenemos que concentrarnos en
llegar al Lago de la Unción lo más rápido posible. Será un viaje difícil
durante dos días para llegar allí. ¿Necesitas ayuda para montar tu caballo?

Resoplo. ¿Confundió mi comprobación de la silla y las bridas del caballo


por la incertidumbre acerca de montar? Sin duda, hoy se llevará una
sorpresa.

—Creo que estaré bien.

Pongo mi pie en el estribo con confianza y me levanto. El sillín está roto


y desgastado en todos los lugares correctos, pero sigue siendo resistente y
de calidad. Le doy al caballo una palmadita en el cuello y luego tomo las
riendas con un agarre fácil. No conozco esta montura tan bien como Misty.
Con toda mi confianza, también debo tener cuidado. Lo último que quiero
es asustar a la chica, o presionarla demasiado y ser arrojada.

— ¿Estamos listos? —Pregunta Shaye— La luz del día arde.

—Dirígenos —Davien asiente.


Shaye chasquea la lengua y se lanza a la ciudad con Giles cerca de ella.
Davien duda. Al pasar junto a él, no puedo evitar mostrarle la más pequeña
de las sonrisas. Lo atrapa. Sus ojos se abren un poco y su boca se frunce. Él
suelta las riendas, lo que hace que su caballo se sobresalte y relinche.

Doy la vuelta con una risa. Él lo resolverá. Después de todo, es un


príncipe.

El pensamiento pícaro me toma con la guardia baja. Es un príncipe, repite


mi mente. Siempre supe que lo era. Pero cuanto más nos acercamos, de
alguna manera, más difícil es imaginarlo. Miro hacia atrás sobre mi
hombro. Su cabello está revuelto por el viento, captando la luz del sol con
un brillo casi líquido. Pensar que hace unas horas pasé mis dedos por ese
cabello… que besé esos labios.

Miro hacia adelante de nuevo, apartando mis ojos de él antes de que mi


estómago pueda hacer tantas vueltas que se vuelva incómodo. Dejo que
Dreamsong se desdibuje a mí alrededor, sin enfocarme en las casas o en su
increíble construcción por primera vez mientras cruzo las calles.

—Anoche no fue nada —me repito solo a mí misma.

Sin sentimientos. Eso es lo que prometimos. Anoche no fue más que una
liberación de la tensión que se ha estado acumulando entre nosotros durante
semanas. No hay necesidad de pensarlo demasiado. No hace falta
complicarlo. No hay necesidad de sentirse culpable ahora. Puede ser solo
eso: una escapada divertida, un capricho. No era nada de lo que ni siquiera
valiera la pena hablar.

Si siento algo, es solo que no podré permitirme ese escape por mucho
más tiempo. Pronto, si Vena tiene razón, la magia desaparecerá de mí.
Después de que eso suceda, tendré que dejar Midscape lo más rápido
posible antes de que comience el marchitamiento. Davien y yo nunca
estuvimos destinados a estar juntos. Él es el rey de las faes y yo no me
dejaré enamorar. El hecho de que encontré incluso un breve disfrute con él
es suficiente. Es suficiente, me repito, con más insistencia que antes. Sin
embargo, por alguna razón, el pensamiento no parece asentarse en mi
mente. Sigue persiguiéndome y galopo cada vez más rápido, como si
intentara dejarlo atrás.

Nos separamos de la ciudad y llegamos a la cima del valle en el que se


encuentra Dreamsong. Estamos de vuelta en los bosques ahora, la magia
revolotea en el aire a nuestro alrededor. Puedo ir incluso más rápido aquí.
No estoy limitada por las calles o la gente que hay en ellas. Me muevo entre
los árboles a medida que me siento cada vez más cómoda con mi caballo.

— ¿Estás tratando de liderar el camino? —Giles llama con una risa.

—Por supuesto que no —le grito.

—Parece que estás tratando de competir con nosotros.

—Si supiera a dónde vamos, me inclinaría a correr —reduzco el paso


para mantener una conversación, trotando hacia donde Shaye y Giles
todavía están cabalgando juntos. Davien casi se ha puesto al día desde que
salimos de la ciudad.

—Te sientes bastante cómoda sobre un caballo para ser una dama noble
—observa Shaye.

—No sé si me llamaría noble —digo con una pequeña sonrisa—. Mi


padre fue el primer Lord de nuestro árbol genealógico. Solo lo logró gracias
a su suerte en el comercio —mi sonrisa cae y miro a través de la extensión
dorada y roja del bosque—, y cuando esa suerte se acabó... también lo hizo
todo lo que venía con el señorío, excepto el título.

Shaye me mira fijamente durante un largo minuto. Hay una profunda


comprensión en sus ojos, una consideración de la que la mayoría de la gente
carece. No me siento vista de la misma manera que me siento con Davien.
No es como si estuviera escudriñando mis pensamientos más profundos y
mis rincones más oscuros. No... hay casi un reconocimiento sutil con
Shaye. Como si ella viera y reconociera el dolor, así como yo puedo verlo y
reconocerlo en ella, aunque nuestro dolor sea diferente y único.

— ¿Tomaste lecciones de equitación antes de que se acabara la suerte?

—No, aunque me las arreglé para conseguir un caballo como regalo. Una
de las únicas cosas que me dio mi padre. Tenía que cuidar de ella, ocuparme
de todas sus necesidades. Pero el mozo de cuadra que teníamos tuvo la
amabilidad de enseñarme los conceptos básicos de la equitación. Después
de eso, aprendí por mí misma escapándome temprano en la mañana —miro
fijamente el punto donde las motas levemente brillantes comienzan a
oscurecer los árboles en la distancia—. Cabalgaba y cabalgaba hasta llegar
al límite de mi pequeño mundo… y en ese momento fantaseaba con seguir
adelante. Acerca de viajar a un lugar lejos de su alcance.

—Supongo que lo lograste —Giles se ríe. Es alegre y parece ajeno al


dolor que persiste debajo de mis palabras que Shaye capta tan claramente
—. Después de todo, ahora estás conduciendo bastante lejos de ellos, en un
lugar al que nunca te atraparán.

Me río suavemente. Si tan solo pudiera quedarme aquí. El pensamiento


cruza mi mente con tanta naturalidad que me toma tres segundos completos
para que me pille desprevenida. No es la primera vez que tengo este tipo de
meditación. Así que no es de extrañar que me esté alarmando. Es lo natural
que se ha vuelto el deseo.

— ¿Es ese el caballo que querías tener? —pregunta Davien. No recuerdo


cuando se acercó tanto. Ahora está al otro lado de mí, y yo estoy entre él y
Shaye— Oren me dijo que hubo un punto de discusión el día que te fuiste
acerca de un caballo.
—Su nombre es Misty —digo—. Mi padre solo me dio dos cosas: el laúd
de mi madre, que era más una herencia de ella que un regalo de él, y Misty.
Mis hermanas ni siquiera montan —sin embargo, Laura dijo que hará todo
lo posible—. Ella estará desperdiciada allí.

—Tal vez cuando regreses puedas recuperarla.

Me río.

—Es curioso, estaba pensando lo mismo antes. Pensé que, si podía tener
magia dentro de mí, si podía cruzar el Desvanecimiento y cenar con los
faes, ¿qué tengo que temer de mi familia?— Sin embargo, incluso mientras
digo esas palabras, todavía hay una niña asustada dentro de mí, temerosa de
cualquier castigo que Joyce pueda inventar a continuación.

—Muy poco, diría yo —Giles se ríe.

Davien continúa mirándome pensativo. Con él de un lado y Shaye del


otro, no tengo dónde esconder mis pensamientos o emociones.

—Quizás, una vez que todo esto termine y el polvo se haya asentado,
pueda hacer un viaje de regreso al mundo natural y ayudarte a recuperar a
Misty. Tener la magia del Rey Fae resultaría valioso en cualquier tipo de
travesura —él sonríe levemente. No puedo evitar que mi rostro se convierta
en una sonrisa. La idea de nosotros dos, escabulléndonos por la noche,
entrando en la antigua casa de mi familia y quitándoles algo después de que
me quitaron tanto es una fantasía más dulce de lo que jamás podría haber
imaginado antes.

—O, Su Majestad podría querer enviar a sus leales vasallos para ayudarla
—dice Shaye formalmente, dándole a Davien una mirada mordaz—.
Después de todo, estarás lo suficientemente ocupado acomodándote en el
trono y asegurándote de que nadie quiera quitártelo. No sería prudente irse.
—Los faes no están acostumbrados a mantener a su líder mucho tiempo,
después de todo —Giles suspira—. Han pasado siglos desde que nuestra
tierra ha conocido la estabilidad.

—Todo eso cambiará conmigo —promete Davien—. Y creo que tendré


suficiente tiempo, poder y energía para ayudar tanto a mi gente como a
Katria.

La imagen de una escala aparece en mi mente. Todas las faes, todo su


reino, están de un lado y yo del otro. Sin embargo, de alguna manera, esas
escalas no están tan desequilibradas como para caer en el olvido. Davien
todavía me considera a mí y a mi bienestar. Quizás dijo la verdad cuando
mencionó que haría un esfuerzo por venir a visitarme. Tal vez no fue un
baile cuidadoso de palabras de faes.

—Supongo que el tiempo dirá —las palabras de Shaye son tan incómodas
como de repente se ve en su silla de montar. Ella sigue lanzando miradas de
soslayo en dirección a Davien. Hay algo en su mente y no tengo ganas de
estar aquí cada vez que se desahoga.

— ¿Cuál es nuestro plan? —pregunto, tratando de cambiar el tema.

—Hay una casa de seguridad justo en el extremo norte de nuestras


fronteras, al norte de aquí. Viajaremos allí hoy y descansaremos. Todavía
está dentro de las barreras de los Acólitos del Bosque, por lo que podemos
pasar la noche con relativa seguridad. Luego, mañana nos despertaremos
con el amanecer y cabalgaremos con fuerza hacia los bosques del norte, a
través de las nieblas, hasta llegar al Lago de la Unción en el punto más
norte del bosque de los faes.

—Entendido —me inclino hacia adelante, mirando a Giles alrededor de


Shaye—. Entonces creo que parece que tenemos tiempo para una carrera,
¿qué opinas?
Giles muerde el ansuelo.

—Creo que mi caballo es más grande que el tuyo y de mejor cría.

—Lástima que eso no va a compensar que yo sea mejor jinete —me


burlo. —Una carrera a la casa de seguridad. El último en llegar es el
encargado de la cena.

Giles ruge de risa. —De cualquier manera, vas a perder porque soy una
cocinera miserable. Pero tienes un trato. Shaye, ¿podrías contarnos?

Shaye suspira, como si estuviera complaciendo a dos niños. Pero ella


cuenta de todos modos.

—Tres. Dos. ¡Uno!

Giles y yo nos vamos. Dejo a Shaye y Davien detrás de mí, junto con
todos los pensamientos incómodos que inadvertidamente sacaron a la luz.
Dejó que mi mente se quede en blanco mientras el viento tira de mi cabello
y de mi ropa, provocando lágrimas en las comisuras de mis ojos. Giles
estaba equivocado. Pase lo que pase, yo gano. Porque puedo montar tan
rápido como quiero hacia los bosques mágicos de los fae.

Incluso cuando esos pensamientos están tratando de abrumarme... cuando


conduzco así, siento que soy yo la que tiene alas. Siento como si estuviera
volando.

Como explicó Davien cuando partimos por primera vez, el viaje durará
dos días. Entonces nuestra carrera termina siendo más un desafío de
resistencia. Nuestro ritmo inicial se reduce a un buen trote y terminamos
uno al lado del otro.

—Esto no es una gran carrera —se ríe.


—La mayoría de las carreras se ganan al principio o al final. El medio es
simplemente mantener el ritmo —guiño.

—No estoy seguro de que así sea cómo funcionan las carreras.

Me río.

—Probablemente tengas razón. Nunca había corrido con alguien—estos


son los beneficios nuevos y emocionantes de tener amigos genuinos.

—Una lástima, porque eres un muy buen jinete.

—Gracias —me acicalo un poco, permitiéndome saborear el cumplido—.


Creo que todos ustedes son las primeras personas en verme montar.

— ¿Ni siquiera tu familia?

—Es posible que me hayan visto hacia el final de mis paseos matutinos, o
desde la distancia... Tuve que tener su desayuno listo poco después del
amanecer. Por lo tanto, solían estar dormidos cuando salía por las mañanas
y aun cuando regresaba.

Giles guarda silencio durante un largo rato. Casi puedo escuchar sus
pensamientos.

Suspiro.

—Adelante, pregunta lo que sea que estés debatiendo.

—Yo no…

—Puedo sentirlo —de la misma manera que pude sentir los pensamientos
de Helen mientras reflexionaba sobre cuál era la mejor manera de
torturarme a continuación.

—Davien no nos contó mucho sobre tus circunstancias. De hecho,


sabíamos muy poco sobre ti antes de que vinieras a nuestro mundo.

—Eso tiene sentido —sobre todo teniendo en cuenta cómo me trataron


cuando llegué por primera vez, con tanto escepticismo, casi furioso.
Después de tener un tiempo para ver a Davien y sus leales compañeros,
ahora lo tengo más claro. Yo era un cabo suelto, una carga. Irrumpí en su
vida de una manera que él nunca quiso y no tenían idea de que yo sentía lo
mismo. Luego —robé— su magia. Tenía muy pocas cosas que los hubieran
animado a agradarles.

—Pero nos dijo que eras una dama noble —Giles se ríe suavemente—.
Hol estaba muy preocupado por la idea de que nuestro futuro rey se casara
con una mujer común.

Sonrío amargamente.

—Nací común… y cualquier título o estima que poseo, estoy segura de


que no es lo suficientemente alto como para merecer mi casamiento con un
rey. No es que importe, ya que en tu mundo no se nos considera casados —
como me ha quedado muy claro.

—Sí, eso alivió un poco a Hol.

—Pero eso no es lo que querías preguntarme, ¿verdad?

—No —Giles frunce los labios, pensando para sí mismo, antes de


finalmente preguntar—: No tienes una muy buena relación con tu familia,
¿verdad?
— ¿Qué me delató? —me río— ¿El hecho de que vendieron mi mano en
matrimonio para pagar deudas y financiar sus fiestas una vez más? ¿El
hecho de que no he tenido nada bueno que decir sobre ellos desde que
llegué?

—El hecho de que te pongas tensa, tu voz cambie y tus ojos pierdan el
foco en el presente, cada vez que se mencionen.

Lo miro, boquiabierta. Puedo sentir que mis labios están separados, pero
me toma un momento recuperar la compostura lo suficiente como para
cerrarlos.

—Y aquí pensé que era buena para ocultar mis emociones y


pensamientos.

—Lo eres, creo que al menos. Shaye fue quien se dio cuenta. Davien
también. Pero siempre pareció conocerte mejor desde el tiempo que pasaron
juntos antes de que vinieras aquí.

Supongo que no fui la única que escuchó esas noches que pasamos
juntos, prestando atención a lo que decía el otro.

— ¿Cuál es tu punto?

—Si te preocupa que te hagan daño, Davien ha dejado en claro que nadie
te hará daño nunca, no mientras respire.

— ¿Qué? —surro.

—Él ya nos ha encargado la responsabilidad de protegerte.

—Porque soy el recipiente que lleva su magia.


—No, incluso después de que se elimine la magia. Dejó muy claros sus
deseos. Cuando regreses al mundo humano, iremos a ver cómo éstas con
regularidad. Durante el resto de sus días, o mientras lo desee, tendrá su
protección.

Me muevo incómoda en mi silla. De repente, la tarde es demasiado


calurosa, a pesar de que el invierno está tratando de deslizarse bajo mi capa
de montar. Quiere protegerme, no solo la magia que hay en mí. Él quiere
proteger a mí. No sé cómo procesar este sentimiento. ¿Por qué es más fácil
manejar la idea de que él me vea solo como un recipiente que de que él me
vea como una persona?

— ¿Qué es? —pregunta Giles en voz baja.

—Nada —niego con la cabeza, pero los pensamientos se quedan en el


interior de mi cráneo. No puedo escapar de ellos.

Nivela sus ojos con los míos.

—Estás llorando.

Me llevo una mano temblorosa a la mejilla y me toco la hinchazón con


suavidad. Efectivamente, hay humedad allí. Mi respiración se estremece,
atascada en emociones que amenazan con estrangularme.

— ¿Por qué es mucho más fácil para mí procesar que me traten como una
cosa que como una persona? ¿Cómo es que este último duele más? Espeto.

Giles parpadea varias veces. Sus cejas se arquean hacia arriba, juntándose
en el medio. Ya no puedo soportar su lástima.

—Porque ahora sabes que así es como debieron tratarte todo el tiempo.
Porque sabes que, si una persona te ve, te respeta como debería, entonces
no hay excusa para que nadie más no lo haga. La culpa no es, nunca ha
recaído, en ti, sino más bien en las deficiencias de aquellos que te rodearon.
Siempre fuiste digna.

—Yo —me ahogo con mis palabras. Niego con la cabeza y miro hacia
adelante—. Hemos olvidado que estamos compitiendo. No voy a dejar que
me distraigas, así que seré suave contigo.

—No estaba tratando de distraerte. Katria...

No escucho lo que dice. Con una patada y cambio de peso, vuelvo a bajar
por el bosque, corriendo como lo hacía todas las mañanas en mi casa de
todos los pensamientos que amenazan con asfixiarme.

 
23

COMO ERA DE ESPERAR, soy la primera en llegar a la casa de


seguridad. Al menos, supongo que es la casa. No he visto ninguna otra
estructura durante horas desde que dejamos Dreamsong.

La casa es más una cabaña que es una habitación grande. Hay una
pequeña hoguera en el centro, carbones negros descansando sobre un lecho
de arena. Una olla cuelga del techo sobre ella, varios otros elementos de
cocina rudimentarios y suministros amontonados. Las literas se alinean en
las paredes a derecha e izquierda.

No hay colchones en las camas, solo tablas maciza. Es extraño ver algo
menos que sumamente lujoso para los fae. Una investigación de los baúles
al pie de una de las literas revela un alijo de mantas. Otro baúl tiene una
variedad de suministros diversos, desde raciones conservadas hasta lo que
solo puedo suponer que son suministros médicos y recursos para rituales.

No veo ningún sentido en sentarme mientras espero a que lleguen todos,


así que me dirijo detrás de la casa hacia un pozo que vi cuando entré. Con
dos cubos de agua, lleno un gran barril de agua para beber. Un tercer cubo
se divide entre la olla que cuelga sobre la hoguera y una pequeña palangana
para lavar.
Como se sospecha, hay herramientas para encender fuego entre los
suministros de cocina. Se necesitan dos intentos, pero consigo que las
brasas se enciendan. No es un fuego muy grande, pero está caliente y las
brasas no desprenden mucho humo.

La puerta se abre y revela a Giles, interrumpiendo mi paz.

— ¿Pensé que se suponía que yo era el que cocinaba? Después de todo,


perdí la carrera.

—A menos que comamos agua hervida para la cena, todavía queda


mucho por cocinar.

—Mmm, agua hervida, mi favorita —se frota el estómago. Me río—. Es


bueno oírte reír. Antes yo...

—No te preocupes por eso.

—No, lo hago, te molesté, y ciertamente no tenía la intención de hacerlo,


así que quiero disculparme.

—Dije que no te preocupes por eso —toco las brasas.

—Pero...

Me salvó la llegada de Davien y Shaye. El relincho de sus caballos


distrae a Giles de lo que sea que vaya a decir a continuación. Me levanto y
devuelvo mi atizador a su clavija.

—En lo que a mí respecta, esa conversación quedó muy atrás en el


bosque. Déjalo ahí, Giles —digo con bastante ligereza, pero con una nota
de precaución. Giles y yo estamos bien y espero que nos permita
permanecer así al no insistir en demorarnos.
Me mira pensativamente, pero no tiene la oportunidad de responder antes
de que Davien y Shaye entren.

—Gracias a Dios que encendiste una fogata, con el aire ya estaba


sintiendo un frío brutal —dice Davien.

—Lo que significa que deberíamos ir a buscar comida —le dice Giles a
Shaye.

— ¿Nosotros? Ella levanta las cejas.

—Si nosotros. Perdí la carrera contra Katria.

—No veo cómo tu mala apuesta hace que yo también tenga que cocinar
—se resiste Shaye.

—Porque no quieres comer nada que cocine sin supervisión —Giles la


agarra del codo y se dirige hacia la puerta. Los pies de Shaye se mueven de
mala gana—. Vamos, busquemos y cacemos antes de que el sol se ponga
por completo.

—Bien, bien —asiente Shaye.

Davien se ríe cuando la puerta se cierra detrás de ellos.

—Esos dos son una pareja tan poco probable. Sin embargo, cada vez que
los veo juntos, no puedo evitar sonreír.

— ¿Entonces están juntos? —tenía una creciente sospecha.

—Intentan ocultarlo —Davien se encoge de hombros—. Pero sí, Giles


solo ha tenido ojos para ella desde que llegó por primera vez a Dreamsong.
Al menos eso es lo que me dice Hol... y lo que veía cada vez que los dos
estaban juntos en el mundo natural.

— ¿Y Shaye? ¿Ella devuelve estos sentimientos? —debe haber alguna


razón por la que generalmente se mantienen a distancia en público o son
modestos en cuanto a sus afectos.

—Lo hace, aunque se está tomando su tiempo con todo. Shaye… —


Davien se acerca al fuego y se sienta junto a él, debatiendo claramente sus
palabras. Me siento una vez más. No me atrevo a sentarme en el lado
opuesto del fuego a él, aunque sé que sería lo mejor. Puedo sentir su calor
radiante a través del estrecho espacio entre nosotros. Finalmente encuentra
sus palabras— Shaye ha vivido una vida difícil.

—Ella me dijo algo... que nació para ser carnicera.

—Como todos los Carniceros, fue entrenada para luchar desde el


momento en que pudo caminar. Durante los primeros quince años de su
vida, nunca conoció ni una pizca de bondad. Nunca supo que la gente podía
ser amable o de confianza. Cuando llegó por primera vez a Dreamsong, ni
siquiera sabía cómo era el amor —los carbones humeantes iluminan el
rostro de Davien más que la tenue luz del sol que desaparece rápidamente al
otro lado de las montañas—. Giles fue paciente con ella, todavía lo es. Me
ha dicho que no tiene prisa y que lo mejor siempre merece la pena.

—Parece un buen hombre —acerco mis rodillas a mi pecho, abrazándolas


—. Tenía buenas intenciones en el bosque. Él simplemente... no entiende.

—Él lo es. Pero, de nuevo, trato de mantener solo la compañía de buenos


hombres y mujeres.

—Entonces, ¿cómo terminaste casado conmigo? —pregunto con una risa.


—Porque creo que eres la mejor mujer de todas —Davien me mira
directamente a los ojos mientras lo dice. No hay forma de esconderse de él.
Sus verdades son implacables y me toman con la guardia baja a cada paso.

—Entonces supongo que no me conoces muy bien —le digo en voz baja.

—Creo que te conozco mejor de lo que quieres.

— ¿Cómo?

— ¿Cómo aprende alguien algo? Le prestas atención. Escuché mientras


cantabas. Escuché las melodías que tocabas desde el corazón. Observé tus
movimientos con más atención de la que nunca le di a los estudios que me
ayudarían a asumir la corona.

—Tu mientes —mi voz es un susurro ahora, incapaz de nada más fuerte.

—Ojalá pudiera —él sonríe, los labios resaltados en rojo por las brasas
—. Pero sabes que no puedo —Davien se inclina hacia adelante y se pone
de rodillas. Casi se acerca a mí, borrando el espacio entre nosotros con
movimientos lentos y deliberados. Me inclino hacia atrás, con las palmas de
las manos extendidas sobre el suelo de madera detrás de mí. Me está
cazando, como una bestia de sombra y luz de fuego. Mata el espacio entre
nosotros. Con una mirada me golpea entre las costillas. Estoy indefensa—.
Todos mis pensamientos vuelven a ti. Eres como un torbellino, hacia abajo
y hacia abajo doy vueltas, cada vez, hasta que estoy atrapado en tu centro.
Ahora, sé que solo hay una forma de escapar.

— ¿Y cómo es eso? —estoy enmarcada por sus brazos mientras se apoya


sobre mí. Una rodilla está entre mis piernas, moviéndose a medida que
avanza.

—Ceder, dejar de pelear y ver a dónde me llevas.


Sus labios chocan con los míos con una fuerza que me empuja hacia un
espejo de cómo me tenía la noche anterior. Mis brazos se levantan y se
envuelven alrededor de su cuello para estabilizarme. Me sostiene con una
mano y con la otra nos sostiene a los dos. Siento su fuerza por encima de
mí, a mí alrededor, protegiéndome. Gimo suavemente mientras mi cuerpo
se arquea hacia él sin orden.

¿Cómo hemos acabado aquí? ¿No estaba pensando antes en cómo nunca
podría permitir que esto sucediera de nuevo y que no era más que una
picazón? ¿Por qué me está besando ahora? ¿Por qué lo quiero todo tanto?

Son preguntas que no puedo responder porque mi mente está en blanco,


pero por primera vez mi corazón se siente lleno.

Lentamente, me deja caer al suelo, sin romper el beso. Su lengua recorre


mis labios y le concedo la entrada. En el segundo que lo hago, investiga con
delicadeza. Profundizo aún más el beso, actuando de la misma manera.

En estos momentos, no hay pensamientos. Ya no me preocupo por lo que


es y lo que podría ser, lo que podría o no podría ser. No temo por el futuro y
por lo que pueda depararme en esa casa solitaria en el mundo natural,
protegida de todo, separada de todos.
 

Solo está él, su calor, su vida. Él exhala, yo inhalo y respiramos juntos.


Mi mundo se estrecha para consistir solo en él, con una mano en mi cabello,
la otra en mi pecho.

Hundo mis manos en los pliegues de su camisa, tirando. De repente, toda


nuestra ropa está ajustada y nos queda mal. Hay más en el deseo que me
impulsa. Todavía no he tenido suficiente de él. Quiero exponerlo. Quiero
besarnos hasta que estemos rotos, sin aliento y gloriosos en la noche.

Su boca abandona la mía, respirando entrecortadamente.


—Deberíamos parar, amor.

La palabra es un cubo de agua helada que se estrella contra mí. Lo miro y


me garro a si ropa. Debe ver el horror en mi rostro porque hay un destello
de pánico en sus ojos.

—Tú dijiste…

—Es una mera expresión —murmura, inclinándose hacia adelante para


deslizar sus labios sobre los míos una vez más, como si tuviera la intención
de silenciar mis pensamientos ya acelerados con un simple beso—. No
pienses en eso.

¿Lo dijiste en serio?

La pregunta no se me escapa. Me llena de pánico. Lo empujo, luchando


por recomponerme.

—Katria...

No puedo enfrentarlo. Envuelvo mis brazos a mi alrededor y me aprieto


con fuerza, clavando las uñas en mis tríceps.

—Hicimos un trato —finalmente susurro.

—Nada más que entretenimiento. Lo recuerdo.

—Sin sentimientos.

—Lo recuerdo —repite.

— ¿Estás cumpliendo con tu parte del trato? —finalmente lo enfrento.


Los labios de Davien se abren ligeramente.

—Estoy intentando.

¿Pero lo estás logrando? Otra pregunta más que no me atrevo a hacer. No


cuando debe decir la verdad.

Me levanto del suelo y me balanceo mientras me paro. Una vez más, lo


dejo mientras ajusto mi ropa y siento una mezcla de confusión y
terriblemente insatisfacción. ¿Cuántas veces debo permitirme este impulso
antes de que se sacie? Esta necesidad con la que me llena es una bestia
implacable, cargando a través de mis pensamientos, consumiéndome con un
mordisco gigante tras otro.

—Katria —murmura mi nombre y apoya las manos en mis hombros,


recorriéndolas por mis brazos. Sus dedos en mis antebrazos desnudos
disparan hormigueos a través de mí que van directo a mi cabeza. Casi echo
la cabeza hacia atrás para exponer mi cuello para que pueda morderlo.

—Davien... —suspiro su nombre como una oración suave. Nunca he


creído en los antiguos dioses a los que rinden homenaje los ancianos de la
ciudad. Pero si les hubiera prestado más atención, apostaría a que tendrían
un nombre como el de él.

—Piensas demasiado —efectivamente, besa la piel expuesta de mi cuello.

—Uno de nosotros tiene que hacerlo.

—Déjate llevar. Entrégate a mí.

Me estremezco y me empuja hacia él con un tirón. Estoy envuelta una


vez más. Sus manos se deslizan sobre mí. Su boca sobre la suave carne de
mi cuello. Es decir, hasta que se suelte el pestillo de la puerta.
Davien me suelta en un segundo, empujándome ligeramente. Está sereno
mientras yo lucho por reordenar mi ropa de nuevo. Afortunadamente, esta
vez no logramos llegar demasiado lejos.

— ¿Que encontraste? —Davien pregunta casualmente.

—Liebre, ortiga, algunos hongos silvestres —Giles sostiene una liebre y


una bolsa rechoncha.

—No vamos a interrumpir nada, ¿verdad? —Shaye no se pierde nada.

—Me encantan los hongos silvestres —digo rápidamente.

—Bien, entonces puedes cocinarlos —Giles sonríe, pero cae rápidamente


cuando Shaye le da un golpe con el codo.

—Perdiste tu apuesta, estás cocinando. Es hora de que refines algunas


habilidades. Un soltero como tú no puede sobrevivir para siempre de la
caridad de los demás.

— ¿Quizás me encuentre una esposa encantadora para cocinarme? —


Giles mueve las cejas.

—Buena suerte con eso —Shaye cruza hacia el pozo de fuego, pero sus
ojos siguen moviéndose entre Davien y yo.

—Voy a ir a ver cómo están los caballos. Asegurar que estén en orden
para la noche —me escapo antes de que un rubor subiera por mi cuello y
me delatara.

Sola, respiro, permitiendo que el frío de la noche me abrace mientras la


puerta se cierra. Regreso al pozo, sacando un balde para nuestros corceles.
Mi reflejo me devuelve la mirada en el agua.
— ¿Qué estás haciendo? —le pregunto a la mujer ondulante. Este es un
lugar mágico. ¿Quizás ella responda? Tal vez ella tenga más suerte que yo
para clasificar estos sentimientos. Mi reflejo está en silencio—. Eres de
mucha ayuda.

Suspiro y me dirijo a los postes a los que están atados los caballos. Están
pastando perezosamente las altas hierbas que se asoman a través del musgo
sin preocuparse en el mundo. Uno a uno, los dejo beber del balde y, cuando
se han saciado, vuelvo al pozo y saco uno más para dejarlo fuera. A estas
alturas, el olor a liebre asada y hongos silvestres salteados en gotas se está
volviendo casi insoportable.

Una conversación silenciosa en el interior me hace detenerme en la


puerta.

—... responde mi pregunta —dice Shaye secamente.

—Ya lo hice —el tono de Davien es perezoso y casi oculta la agitación


debajo de sus palabras.

—Lo has esquivado a cada paso.

—Yo no he hecho eso.

— ¿Qué sientes por Katria? —Shaye exige claramente, haciendo que mi


corazón se estremezca.

—Hice la promesa de que no sentiría nada.

—No me importa una promesa que hiciste contigo mismo cuando ella
vino a vivir bajo tu techo, o una que nos hiciste a nosotros —Shaye suena
exasperada.
—Déjalo estar —Giles suspira por el ruido metálico de los utensilios de
cocina—Puede sentir lo que quiera con nuestra amiga humana. Me agrada
bastante.

—Y quiero saber si ese sentimiento es amor —Shaye es un perro con un


hueso, no hay forma de que renuncie a esto—. ¿La amas?

Me inclino un poco hacia la puerta, presiono la oreja contra la madera fría


y contengo la respiración. No, quiero gritar, di que no. Si no me ama, las
cosas seguirán siendo sencillas. Significa que no he cometido ningún error.
Si no me ama entonces...

—Sí —dice Davien. Me deslizo lentamente por la puerta hasta las


rodillas. Cubriendo mi boca, jadeo. Mi estómago se aprieta. Siento que mi
cuerpo está tratando de volverse del revés. Soy la hija de mi padre después
de todos mis intentos por evitar su destino.

No, no cometeré los mismos errores que él. El hecho de que el amor se
esté gestando para Davien no significa nada para mí. No me dejaré engaña
por estos afectos. No complaceré más mis deseos con él. Le daré la magia y
me iré antes de que me atrape en una vida de miseria como Joyce atrapó a
mi padre.

—Sabes…

—Si—Davien interrumpe secamente a Shaye—. Sé que ella y yo nunca


podríamos estar juntos. Sin embargo, yo podría cuidar de ella, no importa.
Conseguiré la magia de ella y la enviaré lejos.

—Su Majestad... —dice Giles en voz baja, casi con tristeza, a pesar de
que Davien está hablando con la mayor sensatez posible. No hay nada de
qué estar triste. Él conoce claramente las líneas.
—Con el tiempo, estoy seguro de que ella no significará nada para mí y
esto será poco más que un enamoramiento. Encontraré una reina adecuada.
Y seré libre de este agarre que Katria me ha puesto. Las palabras de Davien
se vuelven más contundentes con cada oración—. Ella se convertirá en nada
para mí.

No hay ni una pizca de humo. Cada palabra que dijo es la verdad.

 
24

EL AMANECER SE FILTRA  por las ventanas de la casa de seguridad.  Giles


aviva las brasas en el pozo y las pone a fuego lento una vez más. Pero su
sonido metálico es distante y apagado. Todo en lo que puedo concentrarme
parece ser en la suave respiración de Davien en la litera encima de mí.

Mis ojos se abren y cierran lentamente, cada vez más cortos que el
anterior mientras me despierto lentamente en una bruma de ensueño.  Los
faes usaron su magia para convertir mantas y malas hierbas en ropa de cama
de felpa que ha transformado las literas de madera en una cama tan cómoda
como la que tenía en Dreamsong.

Pero no me distrae la maravilla de su magia. Eso se ha vuelto normal. Lo


que definitivamente no es normal son las palabras de Davien que aún
resuenan en mi mente.  Rebotan en los recuerdos de mis padres que he
tratado de guardar en pequeñas cajas ordenadas que no quiero abrir nunca.

¿La amas?

Lo hago.

Él me ama. Cierro los ojos con una mueca de dolor. Este es el dolor del


que he estado tratando de protegerme toda mi vida.  Es el comienzo de la
agonía que vi a mi padre soportar por su amor. 
Afortunadamente, Davien todavía está trabajando para salvarnos a los
dos. Cuanto antes me vaya, antes ambos seremos libres.

Cuando Shaye salta de su litera, sé que es hora de ponerme en


movimiento.  Davien tiene la misma idea y desciende mientras yo me
siento.  En algún momento de la noche perdió la camisa.  Cada músculo
abultado que sentí debajo de su ropa ahora está a la vista. El amanecer gris
los resalta en franjas de luz y sombra.

Nuestros ojos se encuentran mientras mi mirada recorre su cuerpo.  Sus


labios se abren levemente.  Me pregunto si está pensando en volver a
besarme.  Me pregunto si su confesión a Shaye me ha arrojado bajo una
nueva luz, porque ciertamente lo veo de manera diferente.  Nunca he sido
más dolorosamente  consciente de su mera presencia; asalta mis sentidos,
obligándolos a someterse hasta el punto de que él es todo en lo que puedo
concentrarme.

―Buenos días. ―Su voz es ronca por la noche.

―Buenos días ―Me aparto mientras puedo y balanceo mis piernas fuera
de la cama―. Voy a revisar los caballos, asegurarme de que estén bien para
el día.

―Eres tan disciplinada. Gracias. ―Giles sonríe.

―No hay problema. ―Escapo tan rápido como anoche. No puedo mirar
a Davien cuando solo está medio vestido.

El bosque está tranquilo. Las motas de luz que por lo general revolotean


durante el día todavía están acostadas y se mueven hacia arriba con cada
paso que doy, algunas todavía flotan en el aire, otras regresan al suelo
cubierto de musgo para lo que supongo son unas pocas horas más de sueño.
Reviso las sillas de los caballos y les traigo un poco de agua fresca. Hoy
vuelve a ser un día duro de viaje. Deben hidratarse mientras puedan.

―Creo que voy a atrapar a un montón de ustedes cuando vuelva al


mundo humano ―le digo a mi montura, dándole una palmadita en la nariz
mientras bebe el semental de Davien―. Eres mucho más simple que las
personas o los faes.

―Pero, ¿tienen una mejor conversación?

La voz familiar me tiene congelada. Me vuelvo lentamente para mirar al


hablante. Efectivamente, Allor está de pie a pocos pasos de mí, su forma en
sombras cortada contra la niebla de la mañana.

―Depende de con quién esté hablando. ―La brusquedad de mi tono


hace poco por ocultar mi malestar ante su presencia.

Una sonrisa petulante, parecida a un gato, se extiende por su boca, como


si mi disgusto fuera sumamente satisfactorio. 

―Espero que disfrutes hablando conmigo. Traigo buenas nuevas.

― ¿Si?

―Sí, por supuesto. Estoy aquí para informarles que el rey está reuniendo
sus fuerzas para el ataque a Dreamsong.

― ¿Y cómo se supone que eso sea bueno?

―Su enfoque está en Dreamsong y no en ti ―Suspira dramáticamente―.


Realmente no pensé que tendría que explicar esto.
Oh, no lo hace. Ya me di cuenta de lo que está tratando de decir. Si el Rey
Boltov está reuniendo todas sus fuerzas para atacar Dreamsong, entonces lo
que creo que ella quiere que asuma es que no tiene gente que vendrá
después por nosotros.  Pero, ¿por qué no lo diría abiertamente si fuera
verdad?

― ¿Crees que vendrá y nos atacará? ―Intento formular mi pregunta con


el mayor cuidado posible.

―No puedo presumir de saber lo que hará el rey.

―Adivina.

Allor inclina ligeramente la cabeza hacia un lado.  Es una peculiaridad


sutil que la mayoría podría pasar por alto. Lo leo como molestia.

―Solo estoy tratando de averiguar en qué peligro podríamos estar.


―Pongo toda mi artimaña, tratando de parecer lo más preocupada posible.

―El enfoque del rey todavía está en Dreamsong.

Ella no responde.  Estoy en la cúspide de todas mis sospechas sobre su


justificación. Puedo sentirlo. 

― ¿Ha dado alguna orden para que otros nos persigan?

―No sé todo lo que dice o hace.

― ¿Tiene alguna razón para sospechar de nosotros? ―Dejo el balde.

―Tampoco conozco el funcionamiento interno de su mente. ―Sus


manos forman puños y luego se relajan, como si se estuviera obligando a
mantener la calma.
― ¿Seremos atacados cuando dejemos estas fronteras?

―El mundo es un lugar peligroso.

― ¿Por qué no me respondes directamente? ―Exijo, levantando


ligeramente la voz. No le doy la oportunidad de responder. Voy directo a la
garganta con mi interrogatorio―. Sí o no, ¿enviará el rey gente a atacarnos
una vez que dejemos la seguridad de las fronteras de los Acólitos del
Bosque?

―No te debo ninguna respuesta. ―Allor se ha quedado en silencio, su


voz es un silencio mortal.

―No, no es así.  Pero incluso si lo hicieras, no podrías darme las


respuestas... porque no puedes mentir y no dirás la verdad.

Sonríe, sus labios se abren para mostrar sus dientes.  Son como los de
Giles, un poco demasiado afilados. 

―No confías en mí, ¿verdad, pequeña humana?

―No creo que tenga muchas buenas razones para confiar en ti. No creo
que nadie deba confiar en ti.

―Ten cuidado con las amenazas que no puedes respaldar. ―Sus ojos
brillan. El poder parece brillar de sus hombros, acumulándose alrededor de
la capucha sombría que lleva.

Este es el momento en que retrocedería.  Si Allor fuera Joyce, me


acobardaría.  Me rendiría aquí y ahora porque no tendría el poder, ni las
fuerzas. En cambio, doy un paso adelante con valentía.
―Tengo el poder de los reyes de Aviness en mí. ―Doy otro paso―.
Tengo el poder por el que Boltov...  ha  matado a miles. ―Otro paso y
otro.  Muy pronto  estamos a escasos centímetros de distancia y mi sangre
está hirviendo. Hay un oleaje rodando. Una marea que está a punto de caer
sobre las dos―. No serías la primera fae que intenta acabar conmigo. Puede
que tampoco seas la última que mate por eso.

― ¿Crees que puedes matarme? ―Allor se endereza ligeramente para


mirarme. También ajusto mi altura. Inclina la cabeza hacia atrás y señala la
vena abultada en su cuello―. Si lo haces, te recomiendo que golpees
aquí.  Ve directo a la garganta.  No me des la oportunidad de
contraatacar. Porque si lo haces... ese será tu último error.

― ¿Cómo te atreves… ―Me interrumpe Davien emergiendo.

― ¿Allor? ¿Qué estás haciendo aquí?

―Vine a desearte suerte en tu travesía de hoy. ―Allor se aleja de mí con


una sonrisa―. Todos los demás mensajes los dejé a Katria.  Realmente
debería irme ahora. ―Salta de nuevo a una de las largas sombras
proyectadas por los árboles y se desvanece como humo en la brisa.

― ¿Qué fue eso? ―Ni siquiera escuché a Davien acercarse, pero está a
mi lado.  Su mano está de repente en la parte baja de mi espalda.  Salto al
tacto―. ¿Katria? ¿Qué ocurre?

Mucho. Pero me centro en lo más importante. 

―Deberíamos volver a Dreamsong.

Un ceño cruza sus labios. 

―Sabes que no podemos.


―Tengo un mal presentimiento sobre esto. ―Agarro la camisa de
Davien, ignorando lo natural que se siente al alcanzarlo.  Mi voz se
convierte en un susurro. Allor podría estar en cualquier lugar. Por lo que sé,
podría tener magia que le permita escucharnos desde lejos. En ningún otro
lugar excepto Dreamsong se siente seguro y ella puede llegar hasta allí―.
Necesitamos regresar, rodear los vagones y unirnos contra Boltov.  Estoy
segura de que podemos idear un ritual allí con un poco más de tiempo
―. Un ritual en el que Allor no tiene nada que ver.

―Tenemos que seguir adelante. ―Agarra mis manos―. Cuanto antes se


transfiera la magia de ti a mí, antes podré usarla eficazmente para proteger a
todos.

― ¿No ves?  Nos está enviando lejos, más allá de las barreras,
separándonos de la manada.  No confío en ella. ―Mi agarre se aprieta―.
Está jugando con nosotros y va a ganar si no nos mantenemos un paso por
delante.

―Así es Allor. Tiene ese aire.

―Entonces ella es solo alguien con quien no deberíamos trabajar.

―No tenemos elección en eso. ―Frunce el ceño―. Sé que no te ha


gustado desde el principio, pero...

―Creo que nos van a atacar ―espeto.

― ¿Por qué dices eso? ―Sus ojos buscan los míos, como si estuviera
buscando una razón para creerme, como si quisiera… pero querer no parece
que sea suficiente y siento que mis costillas se desmoronan en mi corazón al
darme cuenta.

―No pudo darme una respuesta directa a mis preguntas.


Davien se ríe. 

―Eso es solo uno de los gestos fae.

―No. ―Lo retengo mientras intenta alejarse, tirando de él hacia mí―.


No estabas aquí para escuchar lo que le estaba preguntando. Cómo le estaba
preguntando. ―Me pregunto si Allor se fue sin decirle mucho a Davien
para sembrar esta misma duda que está echando raíces―. Creo que es una
agente doble y que vamos a caminar justo donde ellos nos quieren.  Le
pregunté si el rey nos iba a atacar, sí o no, y ella no respondió.

―Así es Allor.

―Deja de poner excusas por ella. ―Mi agarre finalmente se


afloja. Busco su rostro, desesperada por qué me crea―. Davien, ¿en quién
crees más? ¿Ella o yo?

Inhala pero no sale ninguna palabra.  Lo miro, expectante.  Espero hasta


que me duele, hasta que su silencio es un peso que me hiere con una fuerza
lenta y aplastante. Dijo que me amaba, pero no me cree. Entonces, ¿de qué
sirve el amor? Esta es una prueba más de lo que siempre he sabido: el amor
no sirve para nada.

―Necesito la magia. Todo se puede arreglar una vez que la tenga ―dice


finalmente―. Eso es lo que Vena y todo Dreamsong desean.

―Y quiero dártela pero...

―Sin peros. Si realmente estás de mi lado, entonces me ayudarás. Ahora,


¿qué dijo ella?

―Solo que el enfoque del rey está en Dreamsong. ―Abro la boca para
seguir hablando, pero él lo ignora y se aleja.
―Viajamos en una hora.

Mis manos se convierten en puños y la misma sensación de magia que se


apodera de mi mejor sentido regresa.  Inspiro por la nariz y exhalo por la
boca. Davien nunca me perdonará si vuelvo su magia contra él.

Un último intento. 

―Davien, ¿podemos al menos esperar hasta mañana?  ¿Retrasar un


poco? Tal vez cambiando nuestro horario podamos deshacernos de ellos.

―No hay nada de que deshacernos porque no nos atacarán.  Aunque


tenemos más razones para apurarnos.

―Pero…

―Necesito mi magia para proteger Dreamsong y cuanto más tardamos,


mayor es el riesgo. Ya he hablado de esto y soy tu rey. ―Su voz se eleva al
final hasta casi un grito. Davien señala al suelo, como si estuviera tratando
de apostar la tierra como si fuera suya.

―No... ―Niego con la cabeza―. No eres  mi  rey.  Eres el Rey Fae.  Y
claramente no soy más que un humilde recipiente humano que alberga tu
magia. Muy bien, cabalguemos, Su Majestad. Pero si hay sangre hoy, sepa
que está en sus manos.

Me vuelvo hacia los caballos y lo ignoro mientras vuelve corriendo a la


casa de seguridad.
LA FRONTERA del territorio Acólito en el norte no es más que una brecha
en los árboles. 

Cuando el sol golpea mis hombros, la misma sensación de hormigueo que


la última vez que crucé a través de las grandes barreras que rodeaban los
bosques de Dreamsong sube por mi espalda, provocando escalofríos.  Por
otro lado, estoy expuesta y más alerta que nunca.

Pero hay más bosque por delante de nosotros, al menos hasta que
llegamos a un lago cristalino.  Los árboles del otro lado son escasos, con
musgo colgando de sus brazos esqueléticos. El suelo parece más bajo, más
húmedo. Más parecido a un pantano que a la tierra firme en la que hemos
estado cabalgando durante el último día y medio.

Sin embargo, lo más notable es el muro de niebla arremolinada que


oscurece incluso el sol.  Es imposible ver más de un árbol de
profundidad. Cualquier cosa podría esconderse en esa niebla lechosa.

―Esto es, ¿no?― Davien dice suavemente.

―La niebla de las historias, la niebla de los reyes, el rito de paso que los
reyes de la tradición atravesaron para ser bendecidos en las antiguas aguas
del Lago de la Unción. ―dice Giles como si leyera un libro de cuentos.

― ¿Entonces este no es el Lago de la Unción? ―le susurro a Giles.  El


niega con la cabeza.

―Encuentro que los rumores de lugares embrujados son muy


exagerados. ―Shaye empuja a su caballo, guiándolo alrededor del
lago. Los tres compartimos una mirada y la seguimos―. Por lo general, son
solo lugares de los que alguien quiere alejar a los demás y no sabe cómo
hacerlo mejor que con una historia tonta.
―No es una historia tonta. ―Giles la alcanza―. ¿Por qué crees que el
rey Boltov nunca vino a ungirse a sí mismo?

― ¿Porque se ungió a sí mismo con la sangre de sus enemigos y no


necesitó un lago para validar su reclamo al trono después de eso? ―Las
palabras de Shaye son secas y salpicadas de amargura.  Trago saliva
densamente ante el pensamiento. Mis ojos ya están escudriñando la niebla
en busca de Allor. Podría estar en cualquier lugar de esa oscuridad. Y esta
tan sedienta de sangre como el rey que sé que sirve con más fidelidad.

―Porque sabía que la niebla se negaría a dejarlo pasar ya que no era un


heredero legítimo de Aviness. Estaría perdido para siempre.

―No tendremos tales problemas ―proclama Davien.

―Espero que no tengamos ningún problema ―digo en voz


baja.  Ninguno de ellos me escucha.  Mi yegua relincha y niega con la
cabeza.  Le doy unas palmaditas en el cuello y hago un suave sonido de
silencio―. Puede que nos resulte lento pasar por aquí.

―Se calmarán una vez que entremos en la niebla ―dice Davien con
confianza.

―Lo dudo, a menos que los caballos sean diferentes en tu mundo que en
el mío.

―No tenemos tiempo para mimarlos.

―No estaba sugiriendo mimarlos ―murmuro. Hay algo en este lugar que


también me tiene nerviosa.

―Iremos de punta a punta para mantener la visibilidad ―sugiere Shaye.


―Y espero que no encontremos nada en la niebla que nos separe. ―Veo
que la garganta de Giles se aprieta mientras traga saliva con
nerviosismo.  Me pregunto qué piensa que nos espera al otro lado de esta
niebla mágica.

―Por si acaso, llévate estos. ―Shaye nos entrega brújulas a cada uno de
nosotros.  ―Mientras continúen hacia el norte, se cruzarán con la antigua
carretera que se dirige hacia Aviness junto al lago, o con el lago mismo. Si
nos separamos en la niebla, nos encontraremos allí tan pronto como
podamos.

Estoy familiarizada con las brújulas;  como hija de un comerciante, he


visto muchas. Pero esta es diferente a cualquier brújula que mi padre haya
tenido.  En lugar de la aguja giratoria debajo de un panel de vidrio, la
brújula es completamente plana y está hecha de cuñas de cristal fusionadas
por arte de magia. Los indicadores normales de Norte, Sur, Este y Oeste se
han grabado en la piedra. La dirección y la orientación se indican mediante
una de las cuñas que ilumina un color verde fantasmal. A medida que giro
en mi silla de montar, las cuñas se desvanecen y se iluminan dependiendo
de hacia dónde mire.

― ¿Son las direcciones cardinales las mismas en Midscape que en el


mundo natural? ―Sé que este no es el momento ni el lugar para una lección
sobre la geografía de Midscape, pero tengo demasiada curiosidad para no
preguntar.

―Por lo que sabemos ―responde Giles― lo cual tiene sentido, dado que
el Mundo Natural y Midscape fueron una vez uno. ―Mira a Shaye  ―.
¿Cómo sabemos que funcionarán en la niebla?  ¿No se supone que debe
confundir a alguien que no sea de sangre Aviness?

―Hay una forma de averiguarlo. ―Davien comienza a avanzar. Por una


vez, no puedo leerlo.  No sé si la niebla le está jugando una mala pasada,
poniéndolo nervioso al igual que el resto de nosotros, o si simplemente está
ansioso por llegar al lago, de esa manera puede obtener la magia de mí y
podemos terminar con todo este asunto.

―Yo lideraré ―declara Shaye, cabalgando frente a él.

― ¿No debería hacerlo yo? ―Davien se sienta un poco más alto en su


silla.

―Mi rey, si van a atacar, preferiría que me atacaran a mí primero. De esa


manera puedo darte tiempo para escapar si es necesario. ―Me tranquiliza
pensar que Shaye está planeando la posibilidad de un ataque―. Estarás
detrás de mí, luego Katria, y Giles tomará la retaguardia.

―Muy bien. Si es lo que la jefa de mis futuros ejércitos cree que es más
estratégico, entonces te escucharé. ―Davien se coloca detrás de Shaye.

Al menos escucha a alguien,  pienso amargamente mientras pongo mi


caballo detrás de Davien, Giles ocupando la retaguardia, tal como Shaye
instruyó. Hay un solo momento de silenciosa vacilación. No hay viento, ni
pájaros cantando ni grillos.

 Todo está quieto, con la excepción de mi corazón que late atronador. Es


tan silencioso que me sorprende que no todos puedan oírlo.

―Aquí vamos ―dice Shaye en voz baja. El silencio que se rompe suena
como un grito. Ella avanza.

Su caballo lucha en el segundo en que intenta entrar en la niebla. Sacude


la cabeza y pisa fuerte.  Shaye lo obliga a continuar.  Parece que la bestia
camina penosamente por aguas profundas, arena o alquitrán.  La está
complaciendo, pero cada paso es más difícil que el anterior. Davien también
comienza a tener problemas, pero desaparecen cuando cruza la pared de
niebla. La niebla se abre para él, curvándose como tentáculos fantasmales a
su alrededor.  Estoy lo suficientemente cerca como para poder seguir su
aura.  Giles solo parece tener el final de la misma, y su caballo también
lucha.

―Una prueba más de que la verdadera razón por la que Boltov nunca
intentó tomar o desmantelar la fortaleza en el Lago de la Unción fue porque
no había forma de que pudiera hacer que un ejército atravesara esta
niebla.  ¿Cuál es el punto de proteger algo a lo que nadie puede llegar?
―dice Giles.  Aunque está justo detrás de mí, su voz es distante y
apagada. El espacio se extiende a nuestro alrededor. Lo que una vez fue un
bosque condensado es ahora incómodas extensiones de nada.  El suelo
debajo de los cascos de los caballos es fangoso y rocoso. Aquí crece muy
poco.

―Sospecho que tienes razón. ―Davien evalúa cómo la niebla se está


abriendo para él.

―Esperemos que no sea la despedida para que puedas embarcarte en una


de las horribles pruebas de la tradición ―dice Giles.

―Te dije que no te preocupes por esos cuentos. ―El tono de Shaye
delata un giro de ojos―. Les aseguro que se lo inventaron para mantener a
la gente alejada. ―Aunque ella dice eso, está claro que hay magia en el aire
aquí. Incluso yo puedo sentirlo.

Es como si mil manos invisibles estuvieran corriendo sobre mis hombros


y brazos.  Casi puedo ver mi ropa siendo empujada por fuerzas que no
puedo comprender. El aire permanece perfectamente quieto, así que sé que
no es una brisa rebelde lo que ondula la tela.

― ¿Cómo explicas entonces que la niebla se separe de nuestro rey?


―pregunta Giles.

―Es probable que sea una barrera, sí.  ¿Pero los fantasmas embrujados
que mantienen a salvo el Lago de la Unción?  Lo dudo. ―La valentía de
acero de Shaye es inquebrantable. Me pregunto qué asustaría a la mujer. No
creo que quiera conocerlo nunca―. Sin embargo, si estás asustado, sin duda
puedes volver atrás ―se burla.

Davien resopla. 

―No deberíamos separarnos.

―No hay forma de que ninguno de los dos lo abandone realmente, Su


Majestad. ¿No es así, Giles?

Shaye se retuerce en su silla, mirando hacia atrás.  Puedo ver su rostro


claramente mientras su expresión pasa de una broma traviesa, a una
conmoción con los ojos muy abiertos, al horror del pánico. 

― ¿Giles? ―repite con un susurro.

Miro hacia atrás. Es solo niebla. Giles no se ve por ningún lado.


25

― ¿GILES? ―grito.

―Shh ―sisea Shaye―. No hagas ningún ruido.

―Pero…

―Cabalga junto a Davien ―ordena, sin dejar lugar para preguntas. Hago


lo que me dicen.

― ¿No deberíamos buscarlo? ―susurro.

―No.  Sabe lo que tiene que hacer.  Al igual que tenemos que seguir
adelante.  Vinimos aquí con una misión;  una de la que no podemos
desviarnos.

Miro hacia atrás sobre mi hombro. Mi estómago se hace un nudo ante la


idea de dejarlo atrás. ¿No debería Shaye querer ir tras él? ¿No se preocupa
por él?  Su amor por él es como todo el amor que he conocido, depende
completamente de su utilidad para ella. Cuando ya no es útil sería un daño
para ella, lo deja a un lado.
―Deberíamos acelerar el ritmo ―sugiere Davien. Se vuelve hacia mí―.
Quédate cerca de mí, ¿de acuerdo?

Asiento con la cabeza. 

―No tienes que preocuparte por mí, puedo seguir el ritmo.

―Bien.

Cualquier placer que hubiera obtenido de su confianza en mí habilidad


sobre un caballo es rápidamente devorado por la preocupación que me
consume. Es como si Giles nunca hubiera estado allí. Miro hacia atrás y la
tierra húmeda ha llenado completamente las huellas de los cascos.  Ni
siquiera estamos dejando un rastro que pueda seguir. Me aferro a mi brújula
con más fuerza; podría ser lo único que me impida vagar por estos bosques
hasta el día de mi muerte.

Shaye se adelanta y Davien y yo nos quedamos muy cerca. Los árboles


esqueléticos que pasan zumbando a nuestro lado me hacen saltar en mi
silla. Surgen de la nada, como un borrón oscuro, y luego se van.

Se me hace un nudo en el estómago. Me aferro a las riendas y la brújula


con toda mi vida. Examino la niebla en busca de alguna señal de alguien o
algo.

En la borrosidad de los árboles en la sombra, veo una forma humana.

― ¿Vieron eso? ―les pregunto a ambos.

― ¿Mirar qué? ―Davien se retuerce para mirar hacia donde señalo.

―Había una persona allí.


―Probablemente era un árbol.

―Te juro que había alguien ―insisto.

―Sigan cabalgando ―Shaye nos responde bruscamente―. Solo


concéntrense en eso.

Miro mi brújula. Todavía nos dirigimos hacia el norte. 

― ¿Cuánto tiempo crees que durará esto?

―Al menos otra hora de cabalgata ―responde Davien con gravedad.

Otra hora en la espesa niebla.  Otra hora para darle a lo que sea que se
haya llevado a Giles una oportunidad de atraparnos a nosotros
también.  Quizás Giles simplemente se separó.  Quizás.  Pero incluso
mientras trato de pensar de esa manera, sé que ese no es el caso.  No hay
forma de que se haya separado por accidente.

Hay algo ahí fuera, sigiloso, silencioso, persiguiéndonos.  De alguna


manera logrando rastrearnos incluso a través de toda la niebla.

Me estremezco.  Si tan solo pudiera usar la magia que estaba dentro de


mí. Si tan solo pudiera aprender a perfeccionarla, a enfocarla, a luchar con
ella.  En cambio, todo lo que puedo hacer es correr e intentar poner esa
magia en las manos de Davien lo más rápido posible para que podamos
salvar esta tierra.

Un borrón de movimiento me asusta. Tiro con fuerza de las riendas y me


inclino, lo que hace que mi caballo proteste en voz alta, se encabrita y pisa
fuerte.  Chocamos contra Davien y su montura, desviándolos del
rumbo. Pero afortunadamente, sus pies se quedan en los estribos.
―Que…

Antes de que pueda estar enojado conmigo, una brisa sigue el corte de un
arma mientras atraviesa el aire en el espacio que Davien y yo acabamos de
ocupar.  Cabello negro, como las sombras que irradian de la capucha del
Carnicero, veteado de un blanco que casi coincide con la palidez de su
piel. Mis ojos se encuentran con los de Allor.

Odio que tuviera razón.

Allor se sumerge en la niebla a nuestra izquierda, completamente


oscurecida en un instante.

― ¡Estamos bajo ataque! ―Davien llama la atención de Shaye.  Tan


pronto como lo dice, Allor se lanza de la niebla una vez más.

Le clavo la palma de la mano, empujándolo de su silla. Es pura suerte que


la espada de sombra que Allor empuña solo me corte el costado. El dolor
agudo me asusta;  pierdo el equilibrio y caigo rodando entre los
caballos. Allor salta sobre mí.

El pisotón de las monturas sobresaltadas hace retumbar la tierra. Ruedo,


cubriéndome la cabeza con ambas manos, tratando de convertirme en un
objetivo lo más pequeño posible. Uno de los caballos deja escapar un grito
cuando Allor le clava la espada en la cadera. Me escabullo antes de que la
montura se derrumbe. Cuando encuentro mi camino, agarro las riendas del
otro caballo.  Ella no va a tomar nuestro escape si tengo algo que decir al
respecto.

―No, no lo harás ―gruñe Allor.  Extiendo mi mano, deseando que la


magia venga en mi ayuda.  Pero no pasa nada cuando la mujer se
lanza.  Davien intenta moverse en mi periferia, pero Shaye es más
rápida. Salta de la silla, gira en el aire y tira a Allor al suelo. Las mujeres
ruedan mientras los dos caballos restantes las pisotean.
―Traidora ―gruñe Shaye.  Allor ya está tratando de luchar contra el
agarre en el que Shaye la tiene.

―Shaye… ―Davien corre hacia Shaye, pero la mujer lo detiene en seco


con una mirada aguda.

― ¡Váyanse ustedes dos! Déjamela a mí.

Allor se libera y empuja hacia arriba con una daga hecha de


sombra.  Shaye se agacha y golpea el brazo de Allor, antebrazo con
antebrazo. Allor se estira para agarrar el hombro de Shaye, y su pierna se
libera y se envuelve alrededor del cuerpo de Shaye. Luchan.

― ¡Anda! ―Shaye me mira a los ojos. El comando no es para Davien. Al


instante queda claro que me está encargando del cuidado de su rey mientras
se queda atrás.  Estoy atascada en el lugar, demasiado aturdida para
moverme―. ¡Vete!

Me muevo, balanceándome sobre el semental que era de Davien.  El


hombre ya se está alejando de Shaye mientras ella lidia con Allor. Saco mi
pie del estribo más cercano a él y extiendo mi mano.

― ¡Davien!

― ¡No vas a escapar! ―Allor grita, lanzando a Shaye lejos de ella. Allor,


la carnicera recupera su equilibrio en un borrón, usando el impulso para
lanzar un proyectil hacia nosotros.  Le doy una patada al caballo,
maniobrando hábilmente para apartarlo mientras Davien la esquiva.

Shaye se lanza desde la niebla, guantes con garras hechos de sombra que
cubren sus manos.  Va por la garganta de Allor, falla y conecta con su
hombro. Mi estómago se revuelve por la sangre.
―Davien ― repito, en voz alta, llamando su atención. Su mirada se lanza
entre Shaye y yo.

―Maldita sea. Ustedes. ¡Váyanse! ―Shaye gruñe, apenas manejando las


palabras entre los implacables ataques de Allor mientras todavía se
concentra parcialmente en nosotros.

Davien finalmente se mueve a la acción.  Pero no se mueve hacia


Shaye. Corre hacia mí mientras rodeo al caballo para encontrarme con él, la
niebla continúa separándose mientras me doy la vuelta.

―Muévete ―dice.

―Soy mejor corredora, ponte detrás de mí ―le respondo


bruscamente.  No puedo creer que pensara lo contrario.  Afortunadamente,
Davien solo se sobresalta por un momento, y luego obedece. Lanza el pie
en el estribo y se sube a la silla detrás de mí―. Agárrate fuerte.

Con un grito y una patada, empujo al caballo hacia la niebla.  La


escaramuza me dio la vuelta, pero mi brújula está en mi bolsillo.  Lo
averiguaremos más tarde.  Todo lo que importa ahora es que nos
escaparemos.

Alejarse y dejar a Shaye atrás.  Mi estómago se revuelve.  Ella puede


cuidarse sola, quiere decir una parte de mí. Sin embargo, ya estoy enferma
de preocupación. Ella es solo un fae. Pero no lo es. En el tiempo que hemos
pasado juntos, se ha convertido en más que eso para mí. Ella es Shaye, la
mujer con un pasado más oscuro que el mío. La mujer a la que quería ver
ayudar en la matanza de Boltov y en la liberación de la tierra de los faes.

Ella es... Giles tenía razón; ella es una amiga.

Davien se mueve detrás de mí. Está mirando hacia atrás. Pero todo en lo


que estoy enfocada es hacia adelante, esquivar los árboles esqueléticos que
emergen como nuevos enemigos de la niebla.

―Shaye ―murmura.

Reduzco la velocidad del caballo ante el sonido del conflicto y el anhelo


que está tan presente en su nombre. 

―Podríamos volver.

―No… hiciste lo correcto.  Tenemos que seguir adelante.  Está


cumpliendo con su deber y sus juramentos al darnos la oportunidad de
escapar. ―Habla como un rey, pero las palabras son claramente forzadas,
cada una más difícil que la anterior―.  Además, no hay forma de que los
volvamos a encontrarlas. Y, con suerte, no hay manera de que Allor pueda
encontrarnos.

Giro las riendas en mis dedos y continuamos al trote. Es más silencioso


que un galope. Ojalá hayamos perdido a Allor para siempre. Debe habernos
seguido hasta el final en la niebla.  Maldigo por dentro;  espero que esté
muerta.

―Hiciste lo correcto ―dice en voz baja, su respiración moviendo los


pequeños pelos en la parte de atrás de mi cuello. No hay espacio en el sillín
para dos. Es incómodo y no deja nada a la imaginación cuando su cuerpo se
presiona contra el mío.  Sus manos están en mis caderas, sin ningún otro
lugar donde estar.

―Dejar atrás a Shaye y Giles no se siente así.

―Tenemos que seguir adelante.  Todo depende de ti y de mí.  Los


sacrificios de Shaye y Giles, Vena, de todo Dreamsong dependen de esta
única oportunidad. Mientras lleguemos al lago y transfiramos la magia de ti
a mí, todos los sacrificios valen la pena. No importa cuál fue el costo.
No tengo respuesta a eso.  ¿Qué puedo decir?  ¿Qué no estoy de
acuerdo? No me corresponde ni siquiera si lo hiciera… no sé si lo hago. No
envidio las decisiones que tiene que tomar, la posición en la que se está
poniendo, la responsabilidad que tiene.

Una mano deja las riendas y se posa suavemente sobre la suya.  Quiero
que me abrace y me diga que todo estará bien.  Quiero abrazarlo y
asegurarle que está tomando las mejores decisiones que pueda.  Aunque
corremos por nuestras vidas, incluso en una situación como esta, quiero
consolarme y ser consolado por él.

Estos sentimientos bien podrían hacer que me maten. Esto es por lo que


no te atreves a dejarte amar. Todo lo que tengo que mirar es a Giles. Lo dejó
atrás la mujer que amaba.  Shaye no tuvo ningún problema en seguir
adelante sin él.  Y si no fuera por la magia que hay en mí, dudo que a
Davien le resulte difícil dejarme atrás tampoco.

Intento deshacerme de los pensamientos alcanzando mi brújula. 

―Oh no ―respiro.

― ¿Qué sucede? ―pregunta Davien.  Aunque sé que puede ver por


encima de mi hombro cuál es el problema.

― ¿Tú…? ―Cuando estoy a punto de preguntar, lo siento moverse. Miro


hacia atrás y ya sacó su propia brújula.  Efectivamente, está haciendo lo
mismo que la mía.

La luz resplandeciente gira, iluminando y desvaneciendo cada una de las


cuñas de cristal una tras otra. Ninguna cuña se ilumina durante más de un
segundo.  Incluso cuando me detengo por completo, la brújula sigue sin
mostrar una dirección estable.
― ¿Qué está pasando? ―Miro detrás de nosotros con nerviosismo. Todo
sigue tan silencioso, tan quieto.  Allor podría estar a medio mundo de
distancia o justo detrás de nosotros. Quiero seguir adelante, pero hacerlo sin
una dirección parece casi más aterrador que enfrentar a Allor.

―Debe ser algo con las viejas barreras que rodean este lugar. ―Maldice
en voz baja―. Con suerte, lo que sea que esté tratando de desviarnos del
rumbo será el doble de malo para Allor o cualquiera de sus aliados que
puedan estar al acecho.

― ¿Qué hacemos, mi rey? ―pregunto, mirando hacia atrás. Sus ojos se


abren un poco. Se da cuenta antes de lo que dije. Mi rey, como si fuera parte
de este mundo. Un ataque de Allor y mi tono ha cambiado desde la mañana.

―Seguimos recto ―dice después de aclararse la garganta.

Aprieto mis labios. Nos damos la vuelta por completo en la confusión. E


incluso si de alguna manera adivino el norte correctamente, sé por los
marineros de mi padre que es imposible hacer ningún tipo de rumbo preciso
sin una brújula u otros rumbos. Pero también sé, en este punto, sería peor
intentar dar la vuelta.

  Ojalá tengamos suerte y el lago esté más allá de nuestro campo de


visión.

―Con el tiempo saldremos a la carretera ―dice para tranquilizarnos.

―O, mejor aún, el lago. ―Intento ser optimista. Estoy bastante segura de


que fallé―. ¿Crees que Shaye y Giles están bien?

―Eso espero. ―Suspira profundamente―. Tenía miedo de que vinieran,


miedo de que sucediera algo como esto.
― ¿Pensaste que nos atacarían? ―Pudo haberme engañado.

Su agarre se aprieta sobre mí por un segundo. 

―Sabía que era posible.

―Sin embargo, me trataste como si estuviera loca cuando te conté mis


sospechas de Allor. ―Mis palabras son un poco más afiladas de lo que
quería. Estoy segura de que puede escuchar entre ellas, te lo dije.

―No lo vi. ―Suspira y me abraza un poco más fuerte. Puedo sentir las


yemas de sus dedos contra mis huesos de la cadera. Su cuerpo mientras se
inclina hacia mí―. Tenías razón y yo estaba equivocado.  De alguna
manera, un humano sabía más sobre mi gente y mi mundo que yo.

―No creo que ese sea el caso. ―Escaneo la niebla, tratando de


concentrarme en cualquier cosa menos en él. Las cosas que este hombre me
hace… la forma en que me hace sentir… todo será mi perdición―.
Confiaste en la gente debajo de ti para mantenerte a salvo, para fueran
escéptico por ti.  Naturalmente, estaba indecisa, dudosa, lista para asumir
que los faes eran las criaturas peligrosas de los cuentos que mi padre me
contó cuando era niña y que se debe tener en cuenta.

Se ríe entre dientes. Calienta mi cuello. Ignoro deliberadamente el calor


que me atraviesa al sentirlo.

―Dudar de todos no es forma de ser un líder. ―Me obligo a seguir


hablando―. Los verdaderos líderes tienen fe en los que están debajo de
ellos.

―Hablas como si tuvieras experiencia con el liderazgo.


―Cuando era más joven, mi padre tenía muchas personas que lo
admiraban en la empresa comercial. Vi cómo los manejó. También conocía
a muchos de sus capitanes y siempre podía distinguir a los buenos capitanes
de los malos; podía ver si alguien tenía los rasgos de un buen líder o no.
―Excepto por mi padre. Fue la única persona en la que mis mejores juicios
me fallaron. La única persona a la que le di el beneficio de la duda durante
demasiado tiempo.  Nunca fue el líder como lo vi.  Si lo fuera, habría
administrado mejor nuestra casa. Habría reprimido las peores tendencias de
Joyce y Helen, no les habría permitido ser tan crueles como lo fueron
conmigo.

―Entonces, ¿qué piensas de  mí? ―Su pregunta me hace mirar por
encima del hombro. Escaneo la niebla para asegurarme de que nadie viene
detrás de nosotros, usando como excusa para no mirarlo a los ojos―.
¿Crees que seré un buen líder?

―Creo que tu reino tiene suerte de que hayas regresado a


ellos.  Cualquiera tiene suerte de estar en tu presencia. ―Las palabras me
sorprenden tanto como a él. Su mirada se suaviza, la postura se relaja.

―Eso significa mucho para mí.

― ¿Incluso de un humano? ―Miro hacia adelante una vez más,


recordándome lo que soy para él, todo lo que nunca podremos ser.  No
puedo amarlo. Incluso si fuera ajena al veneno que era el amor, no podría
amarlo a él entre todas las personas. Al día siguiente, la magia desaparecerá
y no seremos nada. Incluso lo dijo él mismo.

― ¿Cuántas veces debo decirlo? Especialmente de un humano, siempre


que ese humano seas tú. Katria, yo… ―Un ruido procedente de la derecha
me sobresalta.  Doy un tirón, casi cayendo de la silla.  Se aferra a mí,
manteniéndome en mi lugar―. ¿Qué es eso?

― ¿Escuchaste eso? ―susurro.


― ¿Escuchar qué?

Ahí está de nuevo: el sonido agudo de una nota alta que se toca en un
violín solitario.

―Suena... como música. ―Sigo mirando hacia la niebla de donde parece


provenir el sonido.

― ¿Música? ―Davien duda―. Quizás este es el fantasma del que todo el


mundo habla.

Me muevo en la silla y tiro de las riendas ligeramente, cambiando nuestro


rumbo en la dirección de la música.

― ¿Qué estás haciendo?

―No lo sé ―confieso.

―Deberíamos alejarnos de eso.  No estamos lejos de la frontera del


territorio tritón. Podría ser una especie de canto de sirena.

No creo que lo sea, pero no sé cómo explicarle por qué pienso eso.  A
medida que avanzamos a través de la niebla, un laúd se une al violín. Se oye
el suave zumbido de las manos en los tambores y oigo el repique de las
campanas en el traqueteo de las panderetas.  Estoy a punto de escuchar la
melodía cuando Davien vuelve a hablar.

―Katria ―coloca sus manos sobre las mías en las riendas―, deberíamos
ir en la dirección opuesta.

―No. ―Niego con la cabeza y lo miro―. No creo que debamos.


―Esto podría ser algún tipo de magia para atraer a aquellos que no son
herederos de Aviness fuera de la fortaleza. No escucho nada.

Ahora puedo reconocer la canción. Es una que tocó mi madre. Casi puedo


escuchar su voz en los bordes de mi memoria, nebulosa, resonando hacia mí
desde un tiempo lejano.  Una canción de seguridad, una canción de hogar,
así llamaba ella a esta melodía.  No tenía letras, pero siempre tarareaba
mientras sus dedos bailaban en el laúd. Escuché esta canción recientemente,
¿no? ¿Cuándo? Busco dentro de mí pero no encuentro nada.

―Tienes que confiar en mí ―le digo con firmeza a Davien―. No lo


hiciste con Allor. Hazlo ahora. Mi instinto me dice que esta es la dirección
correcta.

Frunce los labios.  Creo que va a decir que no.  Pero entonces, para mi
sorpresa:

―Está bien, no viajaremos más de una hora.  Si nada cambia para


entonces, puedo decidir nuestro nuevo curso. Y huimos a la primera señal
de peligro.

―Trato hecho. ―Subo el paso del caballo al trote―. Gracias por confiar
en mí. Sé que tenías muchas razones para no hacerlo. ―Recuerdo nuestro
tiempo juntos en la mansión y esa fatídica noche que nos puso a ambos en
este camino.

―También me has dado muchas razones por las que debería confiar en ti.
―Acaricia suavemente mis caderas, sus dedos recorren mis muslos, casi
distraídamente. Me pregunto si se da cuenta de que lo está haciendo. No lo
señalo porque, peligrosamente, no creo que quiera que se detenga―. Me
salvaste la vida allá atrás. Arriesgaste tu vida por la mía.

―Actué sin pensar.


―Y tu instinto fue salvarme.

―No deberíamos hablar.  No queremos revelar nuestra posición y


necesito escuchar la música.

Suspira suavemente.  Sabe que lo estoy interrumpiendo, que estoy


evitando esta conversación a toda costa. 

―Muy bien. Podemos hablar esta noche en la fortaleza.

Espero que no. Espero no hablar nunca de lo que hice. Porque si lo hago,


entonces podría verme obligada a desentrañar todos estos sentimientos
complejos que he estado tratando desesperadamente de ignorar.  Pero,
incluso ignorándolos, casi doy mi vida por él.

Alejo los pensamientos de mi mente y me concentro en la


música.  Después de un rato, empiezo a tararear.  Davien se sienta un poco
más erguido, con el cuerpo tenso.

― ¿Es esa la canción que escuchas?

―Sí. ―Bueno, con toda honestidad, lo que me escuchó tararear fueron


las armonías que mi madre cantaba con la melodía.  Sonidos sin palabras
que son más música y emoción que algo coherente.

Davien se ríe y sacude la cabeza con incredulidad. 

―Entonces, una vez más, tenías razón.

― ¿De qué estás hablando?

―Esa es la melodía de la familia Aviness.  Se tocó en todas sus


coronaciones. Es una de las canciones más antiguas de los faes. Si la estás
escuchando aquí y ahora, las barreras que protegen este lugar deben estar
llamando a la magia que hay en ti.

No puedo luchar contra la oleada de orgullo que siento por tener razón. 

―Mira, vale la pena escucharme. ―Echo la cabeza hacia atrás para darle
una sonrisa.  Su agarre se aprieta y tira de mí hacia atrás en la silla, y mi
cabeza aterriza en su hombro.

―Si me sonríes así de nuevo, no podré evitar besar esa expresión de


suficiencia de tus labios. ―Su aliento es caliente en mi cuello, las palabras
profundas y ásperas―. Considera esta tu advertencia.

Me suelta y me enderezo en la silla una vez más, pero no hay ningún


lugar al que pueda ir. No hay forma de escapar de él mientras cabalgamos
juntos.  Desde hace un tiempo, hemos estado presionados el uno contra el
otro sin nada a la imaginación. Pude ignorarlo mientras me enfocaba en la
música, pero ahora él lo hizo casi imposible.

Afortunadamente, no me distrae más.  La música nos guía hacia el


camino, solo se hace más fuerte a medida que avanzamos por los
adoquines. Sin previo aviso, la niebla se disipa. Atravesamos una puesta de
sol dorada, brillando sobre un lago protegido y un castillo olvidado hace
mucho tiempo.

 
26

LA FORTALEZA  me  RECUERDA  a la mansión de Davien en el Mundo


Natural.  La arquitectura es increíblemente similar incluso si está
significativamente más deteriorada. Este lugar ha sido claramente olvidado
por el hombre, aunque no por la naturaleza.

El pequeño y destruido castillo tiene vistas a un lago perfectamente


claro.  Nunca en mi vida había visto agua de un azul tan brillante.  Incluso
debajo de la puesta de sol anaranjada, emite un brillo casi pálido.

Los robles del bosque que dejamos se han ido. En su lugar hay centinelas
masivos y antiguos de madera y perseverancia.  Sus troncos se abren en
abanico en la base, como si llevaran faldas sueltas debajo de la corteza. Las
montañas también se han desvanecido.

Miro el horizonte occidental, parpadeando hacia la puesta de sol. 

―Nunca había visto el cielo tan grande e ininterrumpido.

―Yo tampoco. ―La voz de Davien es baja con reverencia―. Y nunca


había visto algo tan hermoso.

Guío al caballo hasta la entrada de la fortaleza. Las puertas se pudrieron


hace mucho tiempo y en su lugar hay enredaderas alrededor de la
abertura. Desmontamos y Davien camina hasta la orilla del agua donde se
encuentra con la muralla del castillo.

― ¿Entonces, qué hacemos ahora?

―Vamos adentro ―decide y regresa a mí―, se está haciendo tarde y hay


algunos asuntos relacionados con el ritual que se deben finalizar.

― ¿Finalizar? ―pregunto.

―Vena pudo realizar la mayor parte del ritual… pero admitió que
podríamos vernos obligados a adaptarnos una vez que estemos en este
espacio. El ritual es un arte y no sabíamos cómo sería nuestro lienzo.

Mi corazón se hunde en el agua fría del lago y tiemblo.  Los faes han
dejado en claro cuán importante es el ritual para que su magia funcione
correctamente… y cuán difícil puede ser hacer y perfeccionar los rituales.

― ¿Cuánto tiempo crees que tomarán los ajustes?

―Espero no más de un día, como máximo. ―Davien comienza a


desenganchar las alforjas. Le ayudo―. Afortunadamente, mi caballo era el
que llevábamos, así que no perdí ninguno de los suministros que envió
Vena.

―Solo puedo imaginar cuánto más sangrienta se habría vuelto esa pelea
si también estuviéramos tratando de quitar las alforjas de mi caballo...
Pobre niña. ―Suspiro, deseando poder regresar y encontrar al caballo para
darle un entierro adecuado. La conocí por poco tiempo, pero me sirvió bien.

―Hablando de sangre, ¿estás bien? ―La mano de Davien toca mi


costado―. No vi esto cuando estábamos montando.
Miro mi costado donde Allor me golpeó con su espada. 

―Era pequeño y ya está curado. ―Presiono mis dedos a través del


agujero de mi camisa para confirmar lo que ya sospechaba. La piel ya está
tejida; no hay ni la más mínima señal de trauma―. Tengo que admitir que
la curación rápida es algo realmente bueno sobre tus poderes de rey
fae. Voy a extrañar tenerlo.

Él se ríe. 

―Si pudiera permitirte quedarte con una fracción de este poder, lo haría.

―Bueno, si puedo elegir, entonces dame la curación mágica. ―Me


concentro en las alforjas en un esfuerzo por ocultar mi sorpresa por la
admisión.

Se acerca un poco más a mí. 

―Tienes un trato, pero solo después de que derrote al fae más


sanguinario que jamás haya caminado sobre esta tierra.

―Creo que suena justo. ―Lo miro con una sonrisa maliciosa.  Odio lo
mucho que me hace feliz su rostro.  Incluso cuando el mundo es duro,
incluso cuando la muerte y el peligro acechan en cada esquina, hay una
ligereza que solo rezuma su presencia.  Aparto los ojos de él antes de
perderme en las embriagadoras emociones―. Deberíamos entrar... ver si
nuestros amigos están esperando. ―Ojalá no sean nuestros enemigos―.
Mantendré al semental ensillado, en caso de que necesitemos escapar
rápidamente. Una noche con una silla puesta no debería hacerle daño.

―Buen pensamiento. ―Su expresión se vuelve seria mientras mira las


paredes derrumbadas, escudriñando las ventanas oscuras. Si Shaye o Giles
hubieran llegado aquí antes que nosotros, seguramente ya habrían venido a
saludarnos.  Es mucho más probable que si alguien está esperando, sea un
enemigo―. Yo iré primero.  Quédate a mi lado. ―Extiende su mano y la
tomo.

Entramos en lo alto de un pasillo en forma de L. A nuestra izquierda hay


una antecámara que está completamente cubierta por las enredaderas y otra
vegetación que se arrastraba por la fachada principal. Al redondear la L se
revela la sala principal de la fortaleza.

Hay una escalera a nuestra derecha que sube al segundo piso y una
gigantesca chimenea a nuestra izquierda.  Una mesa rectangular de piedra
colocada delante de la chimena es el único mueble que persiste. Frente a la
chimenea hay tres grandes ventanales, cortados en la pared, que dan al
lago. Milagrosamente, la vidriera sigue intacta.

―Es casi como los diseños de tu casa. ―Mantengo mi voz en un susurro


mientras me acerco a una de las ventanas, pero mis palabras aún logran
hacer eco alrededor de los pilares y en las vigas gigantes que sostienen esta
habitación cavernosa. Paso mi dedo suavemente a lo largo de los contornos
oscuros de las imágenes.  Todos los demás paneles son un retrato de un
hombre o una mujer que lleva una corona reluciente de cristal casi idéntica
a la que lució Davien la noche del festival en Dreamsong.

―Mi hogar y este lugar fueron creados por y para la familia Aviness.
―Davien también examina el vidrio. Puedo sentir la calidez irradiando de
él mientras el castillo se enfría con el sol poniente.

―Hay mujeres que llevan la corona.

―Hubo algunas ocasiones en nuestra historia en las que, en lugar de un


heredero varón, una mujer tomó el trono. ―Davien se encoge de
hombros―. El último heredero del linaje directo habría sido una mujer.

―Todo el mundo hace que parezca que solo ha habido reyes.


―Esa ha sido la forma predominante de hacerlo. Y los Boltov solo pasan
la corona entre los hombres de su familia.  Creo que algunos olvidan que
hubo reinas hace mucho tiempo.

Hago una pausa ante un hombre que sostiene la corona en lugar de


llevarla.

― ¿Por qué no está en su frente?

―Debe ser uno de los que abdicó. ―Davien se acaricia la barbilla


pensativamente―. La corona de cristal solo puede ser usada por un
verdadero heredero. Es parte del ritual que le impuso hace mucho tiempo la
familia Aviness.  Cuando las cortes originales de los faes se unieron para
luchar contra los primeros elfos y nombraron a Aviness su rey, juraron
lealtad en un ritual que todavía une a todas los faes a la corona hasta el día
de hoy. Escuché que Boltov comenzó a usar la corona en su frente a través
de alguna ilusión o ritual oscuro en su intento de afirmar que yo no era
legítimo. Aunque cualquier fae sabría la verdad solo por el sentido.

―Suena poderoso ―murmuro, mirando al hombre en el espejo y


tratando de imaginarme a mí misma fotografiada en una ventana algún día,
abdicando a Davien.

―Lo es, inmensamente.  Y Boltov solo puede aprovechar una


fracción. No tengo ninguna duda de que Boltov piensa que si puede obtener
la magia de los antiguos reyes… podría hacer mucho más sin importar si
estoy vivo o muerto.

―Por eso nunca podemos dejar que lo consiga. ―Miro a Davien y él


asiente con la cabeza levemente que se siente conspirativo. Aunque sé que
solo estoy interpretando una parte pequeña y accidental de esta gran historia
de Aviness, por primera vez, siento que soy realmente una parte de ella y no
una espectadora.
―Por supuesto. ―Vuelve hacia la chimenea detrás de nosotros―.
Deberíamos instalar nuestro campamento aquí esta noche.  Haremos una
búsqueda rápida en la fortaleza y luego bloquearemos esta
habitación. Siempre que lleguen Shaye y Giles, no podrán extrañarnos.

Mi pecho se aprieta mientras miro su espalda. No sé si vendrán Shaye y


Giles.  El pensamiento casi me enferma.  Estuvieron con nosotros hace
apenas unas horas. Pensar que ahora mismo podrían estar... Me estremezco
y fuerzo el pensamiento de mi mente. Son fuertes. Y si Davien tiene fe en
que entrarán caminando por esa puerta, entonces yo también lo haré. Al
menos, elijo creer que se han regresado a Dreamsong para ayudar a
protegerlo.

―Haré el fuego ―ofrezco.

― ¿Tú? ―Parece sorprendido. Me provoca una risa.

―Te aseguro que soy perfectamente capaz de hacer fuego.  Lo hice por
mi familia la mayoría de las mañanas. Lo hice en la casa de seguridad ayer.
―Me acerco a la chimenea y empiezo a revisar el tiro.  Por lo que puedo
ver, no parece que haya ninguna obstrucción. Incluso si lo hubiera, el techo
es lo suficientemente alto aquí y hay suficientes agujeros en el techo que
dudo que nos echen el humo.

―Puedo usar magia ―ofrece.

―O puedes comenzar tu búsqueda. ¿A menos que prefieras que registre


las habitaciones y los pasillos?

Davien frunce el ceño.

―Preferiría que te quedaras a mi lado.  Pero puedo ver el beneficio de


dividir y conquistar.
―Gritaré si hay algún problema.

―Asegúrate de hacerlo. Nunca me perdonaría si algo te sucediera. ―Me


da un apretón en el hombro y sube las escaleras. Dejándome recordarme a
mí misma respirar por un momento después de un comentario como ese.

Hurgo en las alforjas, evaluando nuestros suministros.  No hay mucho,


pero hay suficiente para estar cómodos al menos por esta
noche.  Afortunadamente, entre todos los demás suministros hay algo de
pedernal y acero.  Retrocedo por el pasillo de entrada a una antecámara y
recojo arbustos secos y ramitas para encender.  Sorprendentemente,
encuentro algunos troncos partidos apilados y secos en el costado de la
chimenea. Me pregunto si hay algún tipo de ritual antiguo en el armario en
el que están almacenados, dado que no hay señales de podredumbre.

Rituales de faes prácticos para hacerme la vida más fácil cuando regrese
al mundo humano.  Serán imprescindibles.  Me río entre dientes mientras
recojo la leña, imaginándome al Rey Fae en mi casa, encantando un armario
para que mi leña esté siempre seca y lista. Sin duda es una bonita imagen.

Transportando los suministros de regreso, apilo mi leña sobre el fuego y


procedo a golpear el pedernal hasta que consigo que la chispa se
encienda. Davien no ha regresado para cuando terminó de avivar las llamas,
así que me enfoco en la comida.  Hay algunas raciones en el fondo de las
alforjas que pongo sobre la mesa. 

Paso demasiado tiempo asegurándome de que sean lo más agradables


estéticamente posible, dado que es solo una pequeña barra de pan, un frasco
de mermelada de moras y carne salada.

―Primero comes con los ojos ―murmuro, pensando en todas las veces
que Joyce me reprendió porque la mesa no estaba bien puesta.
― ¿Qué fue eso? ―Davien me asusta. Entra por una de las otras puertas
laterales del salón principal.

―Supongo que no encontraste una despensa milagrosamente provista de


comida, ¿verdad? ―pregunto en lugar de repetirme.

―A menos que consideres la comida de musgo, no. ―Se acerca―. Creo


que esto será suficiente.

―Yo también, solo desearía que fuera más sustancial.

―Es una cena digna de un rey. ―Se sirve un trozo de pan, abre el frasco
y unta su trozo con mermelada.

Me río a carcajadas. 

―No lo es.

―Soy un rey, y lo estoy comiendo, por lo tanto lo es. ―Sus ojos brillan
divertidos. Podría matarme con una sonrisa.

―Muy bien, Su Majestad. ―Me inclino en una reverencia.

―Si estás tan preocupada, ¿por qué no lo hacemos apto para un rey?
―El sol se está poniendo afuera y él proyecta un cálido resplandor por la
luz que se desvanece de las vidrieras y el fuego.

― ¿Cómo podría hacerlo?

―Un pequeño ritual debería ser suficiente. ―Empieza a hurgar en las


alforjas, mirando hacia atrás a la comida―. ¿Qué tienes en mente? ¿Quizás
algún tipo de pasta? ¿O pastel de carne?
―Si esas son mis opciones, pastel de carne. ―Observo con gran
fascinación mientras toma un trozo de tiza y marca una serie de triángulos y
círculos en forma de cuadrícula sobre la mesa. Sus movimientos son fuertes
y seguros.

―Los rituales alimentarios son bastante simples.  Necesitas algunos


requisitos básicos de los ingredientes, algo de calor. ―Asiente con la
cabeza al fuego―. Y luego el resto es mágico.

―De acuerdo. ―La emoción me invade ante la idea de volver a usar la


magia.  Estoy a punto de perder estos poderes, así que mejor disfruto de
ellos como pueda, de cualquier forma que pueda.

―Párate aquí. ―Me coloca frente a la mesa, de pie detrás de mí. Nunca


he sido más consciente de la fuerte longitud de su cuerpo o de la forma en
que su respiración atraviesa mi ropa para golpear mi nuca―. Pon tus manos
así.

Su voz es suave y baja mientras pasa sus dedos por mis brazos. Aterrizan
suavemente en el dorso de mis manos, tomándolos con un apretón suave. Él
guía mis palmas sobre la mesa, descansando ligeramente en dos puntos de
la cuadrícula.

―Ahora, al igual que hicimos con la linterna, piensa en lo que estás


tratando de hacer. ― ¿Cómo pueden ser tan… sensuales las
instrucciones? Intento no retorcerme―. La magia se inclinará hacia ti, para
cumplir tus órdenes como su amo. Tú la controlas. No te controla.

― ¿Cómo se siente para ti? ―pregunto, luchando por mantener la


concentración―. He estado tratando de sentir la magia dentro de mí, pero
no puedo. Cada vez que quiero convocarla, no hay nada allí.

Dibuja pequeños círculos en el dorso de mi mano con las yemas de los


dedos mientras considera mi pregunta. 
Ni siquiera creo que se dé cuenta de lo que está haciendo y no se lo
señalo. La sensación es demasiado deliciosa para detenerse.

―Magia… no diría que es algo que siento, al menos no


conscientemente.  Es más un estado del ser.  Una conciencia del mundo y
todos sus misterios: los que conoces, los que no, lo que puedes controlar y
las fuerzas a las que no puedes hacer nada más que someterte. La magia es
una de las cosas más grandes que conoceremos y nunca podremos
explicar. Conocer la magia es tocar a los antiguos dioses que sacaron a esta
tierra del caos primordial.  Es abrazar el destello de grandeza que todos
poseemos dentro de nosotros, para alcanzar con valentía lo que podría ser y
no lo que es, tanto en nosotros mismos como en el mundo que nos rodea.

Las palabras de Davien son reflexivas y poéticas.  Si no fuera por sus


pausas y su respiración entrecortada, pensaría que había practicado el
discurso. Pero cada palabra es tan sincera como la última.

Me río suavemente, tratando de liberar algo de la energía inquieta con la


que me llenó su discurso. 

―Te das cuenta de que nada de eso me ayuda mucho, ¿verdad?

―Supongo que no. ―Ni siquiera tengo que darme la vuelta para saber
que hay una sonrisa en su rostro―. ¿Por qué no tratarlo como si fuera un
baile? Eso pareció funcionar para ti durante la construcción del túnel.

―Lo hizo, pero... ―Me apago con un suspiro―. Ojalá pudiera sentirlo,
eso es todo.  Lucho por conjurar algo que no sé qué está ahí la mitad del
tiempo.

―Conocer la magia es como intentar decirte cómo suena el color


rojo. Una vez que lo escuches, lo sabrás. Pero hasta entonces es una locura
intentar explicarlo.
Eso me da una pausa genuina. Paso las yemas de mis dedos por sus líneas
de tiza pensativamente. 

―Creo que sé lo que estás tratando de decir.

― ¿Lo haces? ―La pregunta es una mezcla de deleite y sorpresa.

―Sé cómo suena el color rojo. ―Empiezo a pensar en la magia de una


forma totalmente nueva―. Al igual que conozco las armonías de los
polinizadores en verano, o el suave réquiem del invierno. El mundo tiene un
sonido, una canción, si puedes escuchar. ―La magia debe ser lo
mismo. Una vez que la escuche, podrá cantar. No es un baile. Es la propia
música.

¿Cuál es la canción que canta mi magia?

La pregunta me sacude el corazón. No es mi magia. Este no es mi poder,


mi destino. Mis dedos se curvan cuando los levanto de la mesa.

― ¿Qué pasa?

Me alejo de él con un movimiento de cabeza.  Envolviéndome con los


brazos, me acerco a las ventanas. El lago es de un brillante color azul cielo
al final del crepúsculo. Tal como sospeché por primera vez, realmente está
brillando.

― ¿Katria?

Escucho sus pasos acercándose. Hablo sin mirarlo. 

―No importa. No tiene sentido que aprenda nada de esto.


― ¿Dije algo que te molestó? ―Se detiene justo detrás de mí una vez
más. No me vuelvo para mirarlo.

―No. ―Claramente soy perfectamente capaz de alterarme por mi


misma.

― ¿Qué ocurre?

―Nada.

―No me mientas, por favor. ―Frente a mi silencio, continúa con sus


suposiciones incorrectas―. No hay razón para sentirse frustrada con la
magia.  Aunque trabajamos en perfeccionar y perfeccionar nuestras
habilidades, nuestro conocimiento de la magia es algo innato. Lo sabemos
desde que nacemos. No tienes ese beneficio, así que es natural que luches
y…

―No estoy molesta porque no sé cómo usar la magia. ―Inclino la


cabeza―. Simplemente no veo el sentido de aprenderlo.  Si lo hago, solo
terminará en decepción.

―Podrás dominarlo ―me asegura.

― ¿Con qué propósito? ―Me vuelvo sobre él―. Mañana, si todo va


correctamente, y sé que no necesito decirte qué pasa mañana, que  debe ir
bien, entonces la magia se me acabará.  Este poder nunca fue mío, es
tuyo.  No tiene sentido que lo aprenda ahora o nunca.  Solo soy una
espectadora, un accidente, una ladrona. Soy una nota breve en tu sinfonía y
duele demasiado pretender ser otra cosa.

Su mirada se suaviza, sus cejas se arquean levemente en el centro. 

―No quiero que te lastimes ―dice en voz baja.


―Estoy acostumbrada a que me lastimen.  Puedo sobrevivir si me
lastiman. ―Son todos estos otros sentimientos los que son difíciles. Son los
sentimientos felices con los que no sé qué hacer;  los que resaltan cuán
profundas son todas mis otras herida.

―Esa no es una forma de vivir. Nunca debiste haber tenido que vivir de


esa manera.

―Bueno, lo he hecho y lo he hecho bien.

―Sobreviviste, y eso es loable dado que solo conozco la punta del


iceberg de tu sufrimiento.  Pero simplemente sobrevivir no es una forma
de vivir. Quiero que prosperes, te mereces prosperar. ―Da un pequeño paso
adelante. Doy un gran paso hacia atrás.

―No deberías preocuparte por mí. ―Niego con la cabeza.

―Pero lo hago.

―Pero no lo harás. ―Mis palabras son tan frías y heladas como el aire
que se filtra por la ventana a mi espalda―. Muy pronto, no seré nada para
ti. Todo esto, sea lo que sea, no será nada. Tú serás rey y yo solo seré un ser
humano viviendo en tu tierra al otro lado del Desvanecimiento.

―Ahora es tu tierra ―insiste.

―Deja de ser amable conmigo. ―Mi voz se eleva una fracción―. Deja
de fingir que todo esto es real.

Se tambalea, casi como si lo hubiera golpeado.  Davien niega con la


cabeza lentamente. 
―Cada minuto de esto ha sido real para mí.  Más real de lo que nunca
quise o pedí que fuera.

―No lo es. ―Quizás si lo digo suficientes veces, será verdad para los
dos―. No puede ser. No solo por lo que nos depara el futuro. Pero porque
se suponía que nunca nos hubiéramos conocido.

―Pero lo hicimos. Y a pesar de todas las probabilidades…

―No lo digas. ―Sé que viene. Hay el mismo tono en su voz que cuando
estaba hablando con Shaye―. Si detenemos esto ahora, podemos fingir que
nada de esto ha sucedido.

―Estamos más allá de fingir.

Sé que lo que dice es cierto, pero continúo de todos modos.  No puedo


quedarme de brazos cruzados mientras nos condena a los dos. 

―Ninguno de los dos tendrá que resultar más herido de lo que estaremos,
ya lo estamos. Podemos…

―A pesar de todas las probabilidades, te amo, Katria.

No puedo hacer nada más que mirarlo. Ardo de rabia, de frustración, de


pasión.  No hay palabras que me hayan hecho más feliz o que me hayan
herido más profundamente. 

Nunca nada ha significado más para mí y, al mismo tiempo, no tiene que


significar nada en absoluto.

―No, no lo haces ―le susurro.


―Lo hago. ―Da un paso adelante―. Te amo de una manera que nunca
esperé amar a nadie.  Siempre he estado destinado a ser arrojado a un
matrimonio de conveniencia. Nunca esperé amar.

―Y no lo quiero. ―Niego con la cabeza.  Mis ojos están ardiendo, las


lágrimas punzan en sus bordes―. No quiero tu amor.

Su expresión se arruga. Lo he herido más con esas palabras de lo que lo


había visto antes. Vaga en el limbo, la boca se abre y se cierra, claramente
incapaz de entender lo que quiere decir a continuación. Dejo que se cueza
en el silencio. Lo he dejado claro.

― ¿Por qué?

Niego con la cabeza ante su pregunta, mirando de reojo.

― ¿Ni siquiera me darás la bondad de saber lo que he hecho para


dañarte?  ¿No era yo el hombre para ti?  Aceptaré lo que sea que digas,
incluso si no es más que simplemente no sientes lo mismo. Pero, por favor,
apiádate de mí y dímelo claramente, solo por esta vez, porque pensé…
pensé que podrías…

―No eres tú ―confieso, sabiendo que el silencio sería más fácil,


mejor.  Pero no tengo fuerzas para herirlo como debería―. Nunca amaré
a nadie.

― ¿Qué?

―Me hice ese voto hace mucho tiempo.  Lo hice incluso antes de que
compraras mi mano.  La creencia de que no me enamoraría de ti no tiene
nada que ver contigo.
― ¿Por qué te niegas al amor? ―La pregunta es seria y llena de
ingenuidad.

Lanzo una carcajada, incrédula de que él no lo sepa mejor. 

―Amar es dolor.  Míranos, aquí y ahora, sólo al comienzo de este


enamoramiento… ―No me atreveré a llamarlo amor― y ya son agujeros
aburridos en nosotros que nunca podrán ser llenados.  Y esto es sólo el
principio. Pronto serán palabras melosas que son veneno disfrazado. Será el
olvido de las heridas que nos infligimos unos a otros.  Serán niños,
olvidados,  encerrados en armarios y usados como armas unos contra
otros. Y será así hasta el día de nuestra muerte, sin duda conducidos a una
tumba prematura por el otro.

Interrumpe mi diatriba con otro paso adelante; ahora está invadiendo mi


espacio personal. Debería huir, pero la energía nerviosa me tiene congelada
en mi lugar. Estoy temblando por todas partes, pero no sé por qué.

―Nada de eso es amor ―dice Davien simplemente, con tristeza.

―Mi padre amaba a Joyce. Ella lo amaba a cambio. Y vi como ese amor


lo consumía día tras día, lo cegaba.  Vi como mi padre se convertía en la
cáscara del hombre que conocía. Como quedó junto a Joyce y Helen abu…
la palabra se me pega a la garganta.

― ¿Como ellos qué? ―Su voz es baja, rebosante de lo que me atrevería a


decir que es ira. Niego con la cabeza―. ¿Cómo ellos qué? ―repite con más
firmeza.

―Como ellos abusaron de mí. ―Realmente estoy temblando ahora. Pero


no creo que sea miedo. Es como si cada año de mi vida me apretara más y
más una mano invisible. Por el peor dispositivo de tortura del mundo que ni
siquiera me di cuenta de que estaba sobre mí.  No hubo un momento de
alivio. Desgarrador. Más y más apretado. Constante. Sin embargo, con esa
palabra, los lazos que me tenían se están deshilachando.  Es como si al
reconocerlo, finalmente puedo comenzar a encontrar la liberación―. Mi
padre me amaba… pero ¿de qué sirvió ese amor a raíz de esa mujer?

―Nada de eso es amor. ―Toma mi cara con ambas manos. Sus pulgares


recorren mis mejillas mientras lágrimas de ira se derraman sobre mis
párpados inferiores―. Llamarlo amor es un insulto a lo más grande que
tenemos en este mundo: el amor, el amor verdadero, es lo único más
poderoso que la magia misma.

― ¿Entonces por qué? ―Le pregunto aunque no hay forma posible de


que sepa la respuesta―. ¿Por qué mi padre se quedaría al margen, si no
fuera porque amaba a Joyce?

Sin embargo, incluso cuando pregunto puedo escuchar los restos de una
conversación que traté de olvidar.  Era demasiado joven para tenerla y fue
demasiado breve para parecer importante hasta ahora.  La necesitamos,
Katria, ella tiene las minas.  La empresa está luchando… y ella es la
primera en aliviar la oscuridad de la muerte de tu madre.  Respiro
temblorosa.

―No lo sé ―admite Davien.

―Ojalá pudiera preguntarle ―le susurro.

―También desearía que tú pudieras.  Pero incluso si tuviera el tiempo


para hacer todas las preguntas a las que necesitas respuestas… sólo tú podrá
aceptar todo lo que has soportado. Solo tú puedes concederte la paz ahora.
―Presiona su frente ligeramente contra la mía―. Y esa paz vendrá del
amor, de amarte a ti misma.

Lo alejo. 

― ¡Basta de amor!
―Lo que has conocido nunca ha sido amor.

―Estás mintiendo. ―Niego con la cabeza.

―No lo estoy. Solo quieres que lo sea porque ha sido más fácil explicar
los horrores que has soportado. ―Él ve a través de mí. Mis lágrimas caen
más libremente, el dolor se escapa como sollozos. Davien cierra el resto de
la brecha entre nosotros. No lo alejo de nuevo. Una mano acuna la parte de
atrás de mi cabeza mientras presiona mi mejilla contra su pecho.  La otra
mano se envuelve alrededor de mi cintura, sosteniéndome firmemente.

― ¿Por qué? ―No sé lo que estoy preguntando. Hay tanto envuelto en


ese solo por qué.  ¿Por qué mi familia era así?  ¿Por qué nunca fui lo
suficientemente buena para la ternura?

―No hay razón para la crueldad, no hay excusa. ―Sacude la cabeza y


besa mi cabello. Nunca me he sentido más protegida que en este momento y
solo me hace llorar más fuerte―. Pero te lo juro, Katria, con todo lo que
soy y todo lo que seré… mientras respire, nunca dejaré que ellos, ni nadie,
te lastimen de nuevo. Tu no tiene que volver a esa casa. Y si alguna vez lo
deseas, porque sientes que enfrentarlos por la crueldad que han causado te
traerá algo de paz, te juro que estaré a tu lado si me necesitas.

Sus palabras son más dulces que una canción.  Nunca había escuchado
algo tan hermoso. No hay ni el más mínimo indicio de humo en el aire a su
alrededor.  Alejo mi cara de su cuerpo para mirarlo, inclinando la cabeza
hacia atrás tanto como puedo para encontrarme con sus ojos.  Sus cortinas
de pelo me rodean como lo hizo la primera noche que me caí en su cama.

― ¿Por qué harías todo eso por mí? ―susurro.

―Sabes por qué. ―Una sonrisa maliciosa juega en las comisuras de su


boca―. Porque  te amo, de verdad.  Te amo de una manera que me hace
querer sacrificarme por ti.  Eso me hace querer mover las montañas, los
océanos o las estrellas, simplemente para verte sonreír. ―Acaricia mi
mejilla de nuevo, mirándome con toda la maravilla del mundo―. Eso es el
amor, Katria, lo que debería ser.  Eres digna de ese amor, de mí, de los
demás y de ti misma.

Abro la boca, pero las palabras no salen.  Quiero decirle que lo


amo. Tengo tantas ganas de hacerlo que todo mi pecho se aprieta tanto que
no puedo respirar. Sin embargo, querer contárselo no es suficiente. Todavía
hay un bloqueo que no puedo superar con palabras.

Pero tal vez…

Quizás pueda mostrárselo.

Mis manos se deslizan por sus costados, su pecho y envuelven su


cuello. Conozco sus movimientos ahora. Conozco la mirada de admiración
y lujuria que me da mientras  mira a través de sus pestañas.  Siempre va
acompañada de besos que saben a promesas aún por cumplir.

Esta noche cumpliré esas promesas.

Por una noche, dejaré de preocuparme por el mañana. 

Dejaré de lado todas las formas terribles en las que esto podría
dañarnos.  Ignoraré la inminente caída de la gracia a la que estamos
destinados.

Y en cambio, lo besaré. Lo conoceré. Y no me arrepentiré de nada.

 
27

PARECE  conocer mi mente y mi corazón antes que yo.  Incluso cuando


todavía estoy reuniendo mi determinación y reconociendo mis deseos, me
besa ferozmente.  Hace demandas sin palabras con su boca que mi cuerpo
ansía complacer. Quiero olvidar mi dolor y dejarlo ir. Ceder a algo por mí,
únicamente por mí.

Agarro su cuello con ferviente necesidad, mis dedos se anudan en su


cabello, acercando su boca a la mía incluso cuando no queda espacio entre
nosotros. Davien sigue mi ejemplo, las manos cobrando vida. Sus palmas y
dedos están por todas partes, desde mi cara hasta mis senos y mis
caderas.  Dibuja círculos duros con sus pulgares, enviándome a un frenesí
con ese solo movimiento.

Nos besamos más profundamente que nunca, como si estuviéramos


tratando de consumir hasta la última gota de duda que aún pudiera persistir
entre nosotros.  Sus dientes rastrillan contra mi labio inferior;  inclino mi
cabeza hacia atrás a lo largo y suelto un gemido.  Se encuentra con una
fuerte inhalación y un temblor en su respiración.

―Te deseo ―respiro.

―Dime que quieres. ―Agacha la cabeza, yendo hacia mi cuello


expuesto. Siento sus dientes hundirse en mi músculo, sus labios se cierran
alrededor.

―Te deseo ―repito. El mundo da vueltas y tengo que aferrarme a él con


más fuerza para que mis rodillas no cedan por mi mareo.

―Dime lo que quieres ―gruñe mientras pellizca mi carne entre sus


dientes.

Algo dentro de mí se rompió.  Quizás sean los últimos recovecos de mi


autocontrol.  Pero se siente como si sus palabras gruesas y necesitadas
hubieran desgarrado una imposición.

―Quiero que me beses por todas partes hasta que no haya una parte de
mi cuerpo que no conozcas.  Quiero que me explores con tu lengua y tus
dedos.  Quiero que me hagas tuya como un hombre debería hacer a su
esposa.  Quiero que vayas despacio hasta que me quede sin aliento y esté
suplicando, y luego quiero que te esfuerces. Quiero romperme y caer como
los arcos plateados de las estrellas fugaces mientras descendemos del cielo
que hemos creado.

Exhala un gemido y se retira de mi cuello para regresar a mis labios. Me


besa con creciente intensidad, cada movimiento de su boca más
desordenado y sensual que el anterior. Sin previo aviso, Davien se aparta y
presiona su frente contra la mía.

―Lo haré todo… y algo más ―dice con voz ronca―. Y cuando termine,
cuando te quedes dolorida, dichosa y aún llena de deseo, lo haré de
nuevo. Te mostraré lo mejor que pueda lo amada que eres.

Me sostiene contra él con un apretón aplastante y da un paso hacia


atrás.  Mis rodillas casi ceden, lo que me obliga a aferrarme a él como la
única cosa estable en mi mundo en este momento. En algún lugar entre la
ventana y la mesa, su camisa está perdida. Paso mis manos sobre el vasto
plano de su pecho, desnudo al tacto, expuesto solo para mí.
Su piel está tan caliente en la noche fría que me sorprende que no me
queme.  Sus manos amontonan mi blusa, alcanzando el dobladillo.  Me la
pasa por la cabeza y no lo detengo. Sin embargo, mientras el toque invernal
recorre mi espalda, enviando un escalofrío a través de mi cuerpo que no
tiene nada que ver con las mareas de placer que ya está agitando dentro de
mí, hago una pausa.

Davien siente mi vacilación y se aparta un poco. 

― ¿Tienes frío? ¿Es demasiado?

―No es eso. Y no.― Quiero cubrir mi carne cada vez más expuesta, pero
ese deseo compite con mi deseo de seguir pasando mis manos arriba y abajo
por sus brazos―. Yo nunca…

―Yo tampoco. ―Su boca se arquea en una sonrisa de alivio―. Esta


noche seremos los maestros del otro y estudiantes ansiosos. ―Se inclina
para rozar sus labios contra los míos.

― ¿Qué pasa si no te agrado una vez que realmente me veas? ―pregunto


entre labios temblorosos.  Todavía tengo que mostrarle la cicatriz en mi
espalda. Solo ha vislumbrado las heridas que todavía llevo conmigo.

―Realmente te vi en el primer momento en que entraste por mi


puerta. He visto tu alma y me he enamorado de ella. Así que no hay nada en
la carcasa mortal en la que te encuentras que pueda hacer que te amé
menos. ―Está tan seguro, tan confiado, que el control que tengo sobre mí
se relaja.  Mis manos regresan a sus caderas―. Confía en mi amor, en
mí. Nunca romperé esa confianza.

El siguiente beso que me da es más profundo que los demás, más lento y
más seguro. Él inhala mientras yo exhalo, robándome el aliento y mis dudas
con él. Me entrego más a él.
Lo quiero. Lo quiero todo de él. Si esta noche es la última noche real que
tenemos el uno con el otro, entonces estoy decidida a dejar de lado mis
dudas y disfrutarlo mientras lo tenga.

Las manos de Davien abandonan mi cuerpo.  Dejo escapar un gemido


bajo. Él se ríe. 

―No quiero que tengas más frío del que ya tienes. ―Rebusca en las
alforjas, saca una manta y la arroja sobre la mesa.

―Estoy en llamas ―susurro.

Agarra mis caderas, empujándome hacia la mesa. Mis piernas lo rodean


por instinto. El sentimiento es glorioso. Mi corazón es un latido palpitante
que comienza a guiar la melodía que solo nosotros podemos cantar.

Está encima de mí, su presencia demanda cada centímetro de mi


atención, como si no la tuviera ya.  Me muevo mientras me recuesto,
dejándole espacio en la gran mesa de piedra conmigo.  Davien desliza sus
dedos por mi cabello, apartándolo, mirándome entre besos como si fuera
una diosa encarnada.

Luego, con una mirada que promete mil deseos, de esos que son
indecibles a la luz del día, baja por mi cuerpo, quitando las prendas
restantes que nos separan una a una y reemplazándolas por
besos.  Apoyándome en mis codos, lo miro mientras muerde suavemente
cada uno de mis huesos de la cadera. Me mira con ojos vidriosos y párpados
pesados. Luego, lentamente, deliberadamente, se mete entre mis piernas.

Antes de que pueda decir una palabra de tímida protesta, me recuerda que
el tiempo de la modestia se ha ido hace mucho con un beso que me deja sin
aliento y lo inhalo como un gemido. 
Se me curvan los dedos de los pies. Me tiene en un limbo de éxtasis que
nunca antes había sentido.  Caliente.  Ardiente.  Solo puedo escapar con
gritos de placer.

Esto es lo que quería. Este era la liberación que estaba buscando. Es por


eso que todos nuestros otros besos robados nunca fueron suficientes. Nunca
podría ser suficiente. Me arqueo en la mesa con los puños apretados en la
manta. De inmediato, me derrumbo con un grito. Me rompo de una manera
que nunca creí posible, y aterrizo en una dicha tan absorbente que parece
que es la primera cosa real que he sentido.

Davien se endereza, lamiendo sus labios con una sonrisa. Se mueve para
volver a flotar sobre mí.  Colocado entre mis muslos.  Nuestros ojos se
encuentran. Veo emoción, vacilación, nerviosismo, todas las emociones que
comparto.

― ¿Está segura? ―pregunta―. Si tiene alguna duda, pararemos.

―Tengo muchas dudas… sobre todo  menos  este momento.  Te deseo,


Davien. ―hago eco de lo dicho antes.

Se empuja hacia adelante.  Hay tensión, dolor, un repentino estallido de


dolor. Hago una mueca y se congela.

― ¿Estás bien?

―Estoy bien ―le aseguro.

Por suerte, acepta mi palabra y no se detiene.  Inhalamos en conjunto


mientras sus caderas están pegadas a las mías.  Mi respiración es fina y
superficial a medida que me acostumbro a sentirlo. Y, cuando estoy lista, se
mueve. 
Nunca he sido más consciente de su presencia fuerte y segura que en esos
primeros movimientos.  Tampoco era consciente de lo caliente que podía
ponerse el núcleo en la boca de mi estómago.

Nos movemos juntos, construyendo sin aliento nuestro deseo como


uno.  Esta vez, cuando llega el choque, caemos juntos.  Aterriza en mis
brazos y somos una maraña de éxtasis y deleite. La alegría pura se escapa
como la risa cuando él se aleja y compartimos una sonrisa, una
comprensión íntima que solo los amantes pueden entender.

―Eso fue... eso fue… ―Lucho por formar palabras.

Una sonrisa sensual se extiende lentamente por sus labios. 

―Eso fue simplemente la primera ronda.

Davien reclama mi boca una vez más y volvemos a caer en la agonía de


la dicha.

 
28

ME DESPERTÉ MUCHO antes del amanecer, así que pude ver la luz del sol
atravesar la habitación y calentar  las  mejillas  de Davien.  Estábamos
envueltos en las mantas y en los brazos del otro, protegidos contra el
frío. Dormí más de lo que lo había hecho en mucho tiempo y me desperté
con la fina capa de felicidad que aún me cubría de los asuntos de anoche.

Pero en lugar de volver a ese descanso profundo y sin sueños, elegí


permanecer despierta para poder grabar esta imagen de él en mi
memoria. Esta es nuestra primera y única mañana juntos. Es probable que
sea la única mañana en la que me despierte en los brazos de un
hombre. Incluso si Davien tiene razón y el amor no es el veneno perverso
que Joyce me dio, todavía no creo que lo busque nunca.

En parte porque todavía tengo miedo de enamorarme.  Pero ahora,


también, porque nunca encontraré a un hombre que me conozca
como Davien ha llegado a conocerme. Quien me ve por todo lo que soy y
me quiere a pesar de mis  cicatrices.  Quien me hace sonreír con su mera
existencia de una manera absolutamente ilógica, imposible y, sin embargo,
maravillosa.

Se mueve y puedo sentir cómo se deshace el hechizo de paz que se había


tejido sobre nosotros.  Pronto nos levantaremos.  Nos pondremos ropa,
desayunaremos y habrá una planificación de rituales. Le daré la magia que
le he estado llevando.  Y entonces, la única forma en que existiré en este
mundo es en la memoria de un rey fae.
Los ojos de Davien se abren de par en par. Parpadea somnoliento y luego
gira la cabeza para mirarme. 

—Buenos días —murmura, frotando su nariz contra la mía antes de


darme un beso en los labios.

—Buenos días —repito con una sonrisa.

— ¿Cómo dormiste?

—Fantástico, ¿y tú?

—El mejor sueño de mi vida. —Siento que sus músculos se tensan


mientras se estira.  La sensación llena mi núcleo hueco y dolorido con un
deseo que todavía estoy demasiado agotada para complacerlo de nuevo—.
Estoy empezando a pensar que los viejos cuentos populares sobre
los Faes eran más precisos de lo que suponía.

— Oh?
—Si hubiera sabido que robar a una humana y llevarla a mi mundo me
llenaría de tanta alegría y me daría el mejor sueño de mi vida, lo habría
hecho mucho antes.

Mi risa resuena en las vigas sobre nosotros. 

—Si hubieras robado a cualquier otra humana, ella estaría muerta.

Él frunce los labios. 

—Entonces tal vez me estoy encontrando más agradecido de lo que antes


creía posible por haber robado mi magia.
—Y ahora tengo que devolverla. —Empiezo a desenredarme de él, pero
cuando voy a sentarme, sus brazos me rodean. Me agarra y me atrae hacia
él.  Se acurruca a mí alrededor, mi espalda contra su pecho.  Encajamos
perfectamente en todos los sentidos imaginables.

—Un poco más —susurra—. Quiero recordar todo sobre esta mañana.

—Soy incapaz de negártelo —murmuro.  La idea todavía me


aterroriza. Pero supongo que no tengo que aceptar demasiado este amor, ya
que pronto estaremos en mundos diferentes. Ciertamente, esa es una forma
de protegerme de involucrarme demasiado.

—Bien, entonces te tengo justo donde quiero… ¿Qué es esto? No lo noté


en la oscuridad anoche. —Su pensamiento se convierte en un susurro y
siento su dedo presionando mi espalda.  Hago una mueca y respiro
temblorosamente—. ¿Katria?

—Yo... fue hace mucho tiempo.

—Si no quieres decírmelo, no tienes que hacerlo. —Debe escuchar el


dolor en mi voz.

Estoy realmente desesperada por este hombre, porque digo:

—Quiero.  Fue hace mucho tiempo… antes de que naciera Laura, mi


hermana menor. Helen había sido implacable ese día y yo hui a la azotea.
—En mi mente, tengo seis años. Joyce y Helen acaban de llegar a mi vida
—. Helen me persiguió hasta el borde de la azotea. Ella siguió empujando y
empujando. No se detenía. El borde del techo llegó tan rápido que las dos
nos salimos. Recuerdo haberla visto caer delante de mí. Entonces, de alguna
manera, la alcancé.  Con mis brazos alrededor de ella, aterrizamos con
fuerza en la pasarela que se extendía alrededor de la mansión. Mi espalda
en la piedra y ella encima de mí.
El olor a carne quemada me llena la nariz y me estremezco. 

—Todo después de eso fue borroso.  Estaba en shock, creo… Pero mi


espalda estaba tan dañada que la herida tuvo que ser cauterizada. Joyce lo
hizo con una pala de hierro de un juego de herramientas para la chimenea.

Ese día fue lo más cerca que la vi de estar preocupada por mí.  Todo el
tiempo, se veía horrorizada, incluso asustada.  Y sin embargo, una y otra
vez, todavía puedo escuchar sus susurros,  monstruo, criatura monstruosa,
mientras mi padre miraba impotente.  Tienes suerte de tenerme,  le
dijo, suerte de que pueda manejar esto.

—Después de curarme, nunca más se me permitió subir al techo, ni a


ningún lugar alto.  Joyce me odió más después de eso.  Creo que estaba
resentida conmigo por casi hacer que matara a Helen. —Comenzó su largo
proceso de enviar a mi padre cada vez más lejos no mucho después... y
quedé relegada a las dependencias de los sirvientes como el monstruo que
era.

—No fue tu culpa. —Suspira, pasando los dedos por las cicatrices—.
Ojalá tuviera la magia suficiente para soportar todos los dolores que has
soportado y no tener que sufrirlos nunca más.

—Bueno, si mi familia me quisiera más, como es debido, no me habrían


vendido para estar contigo tan fácilmente. —Entrelazo mis dedos con los
suyos.

—Eso no es una excusa en lo más mínimo.

—Lo sé.  Pero encuentro que me hace sentir mejor que tú seas mi lado
positivo.

—Entonces estoy feliz de poder ayudar —murmura y se acerca.


Nos acostamos juntos todo el tiempo que pudimos. Pero el amanecer es
tan implacable como nuestro deber con toda la  gente  de
los  faes.  Finalmente, sus brazos se relajaron y ambos supimos que lo
habíamos postergado lo suficiente.

—Ojalá Shaye y Giles aparezcan hoy —dice mientras se pone los


pantalones.

—Estoy de acuerdo.  Aunque, debo decir, por mucho que quiera verlos
bien, me alegro de que no aparecieran anoche. —Mi sonrisa se refleja en su
rostro. Los ojos de Davien brillan con picardía. Quiere besarme; Sé lo que
significa esa expresión ahora. Casi doy un paso adelante para que pudiera.

—No les digas, pero yo siento lo mismo.

—Entonces, ¿qué tenemos que hacer para este ritual? —pregunto, ahora
vestida.

—Aquí, te mostraré lo que me envió Vena—.  Davien  recupera un folio


con varias páginas sueltas. Los coloca sobre la mesa donde acababa de estar
nuestra manta.  Lo último que recupera es el collar de cristal en el que
intenté poner los poderes hace semanas. —La idea sigue siendo la misma:
abdicarás y, al hacerlo, llenarás el collar con la magia del rey y luego me lo
entregarás.  El lago ofrecerá un catalizador para ayudar a extraer esos
poderes. Te ungiremos como lo sería un heredero al trono. De esa forma, la
magia estará menos inactiva y será más controlable.

Mientras examino las páginas con atención, empiezo a encontrar algo de


sentido en ellas. Es un patrón, un ritmo. Quizás algo de lo que dijo anoche
durante nuestra breve lección de magia se hundió.

— ¿Puedo hacer una sugerencia? —pregunto.


—Siempre. —Me mira con curiosidad.  Sin duda se pregunta qué me
haría hablar.

—Aquí... creo que debería ser yo quien diga esta línea, no tú. —Señalo
una parte del guión que Vena nos ha escrito.

— ¿Por qué sería eso?

—No estoy segura... yo —tarareo, tratando de encontrar las palabras—.


Fluirá mejor, creo.  El ritual simplemente funcionará.  Es un
presentimiento. Pero yo... cómo explicarlo...

—No tienes que hacerlo. —Detiene mi torpeza—. Tus instintos han


demostrado ser correctos una y otra vez.  Ya sea la magia dentro de ti
guiándote, o simplemente alguna habilidad innata que posees, confío en ti.

—Bien, porque tengo algunos otros cambios. —Le doy una sonrisa
maliciosa y él se ríe.

—Dime.

DISCUTIMOS DURANTE TODO EL DESAYUNO, debatiendo los rituales de Vena y


haciendo ajustes.  Es un poco incómodo al principio.  No importa lo que
diga, todavía me preocupa sobrepasarme. 
Él es el Rey Fae. ¿Quién soy yo para cuestionar?

Pero había dicho que algunos, como Vena, estaban tan en sintonía con su
magia que podían ver rituales. Quizás es la magia dentro de mí la que guía
el camino hacia adelante. Pongo mi fe en eso.

El sol está alto cuando finalmente salimos. La niebla todavía rodea este
lugar como un muro viviente. Se siente como si estuviéramos encerrados en
nubes, flotando en algún lugar alto en el cielo.

— ¿Estás lista? —dice.

—No hay razón para no estarlo. —Agarro el collar con un apretón de


nudillos blancos. Me desnudé hasta quedar con mi ropa pequeña y ya casi
tiemblo a pesar de que el sol está sobre mis hombros. Me propuse avivar el
fuego antes de salir de la fortaleza. Pase lo que pase, pronto volveré al calor
de la chimenea después de que esto termine.

—Cuando quieras entonces.

Respirando vigorosamente, entro al agua.  Es hielo en forma


líquida.  Exhalo entre dientes castañeteando, forzándome a seguir
caminando sobre las suaves piedras que forman el fondo del lago. Mientras
me muevo, las ondas en el agua brillan como el cosmos que vi en mi
primera noche en  Midscape.  Puedo sentir la magia irradiando a mí
alrededor, llamándome. La débil canción que escuché en la niebla resuena
una vez más, como si su fuente se encontrara en lo profundo del centro del
lago.

Hago una pausa cuando el agua golpea la parte baja de mi


estómago.  Temblando, envuelvo mis brazos a mí alrededor, tratando de
conservar los últimos restos de calor que tengo. Davien entrando en el agua
detrás de mí es lo que me obliga a seguir adelante.  Inhalo bruscamente
cuando el agua llega a mi caja torácica.
Davien se detiene detrás de mí. Se ve tan frío como yo. —¿Estás lista?

—Lo estoy.

—Muy bien. —El aire a su alrededor cambia cuando su tono se vuelve


serio, sus ojos enfocados. Ha vuelto a mirar la magia dentro de mí, magia
que está decidido a sacar aquí y ahora—. Heredera de  Aviness, legítima
gobernante de estas tierras salvajes, guardián del poder de los antiguos
reyes, has entrado en estas aguas como una mujer, pero emergerás como
una reina. —Levanta una mano, trazando líneas desde mi cuello hasta mis
hombros, clavícula y pecho—. Yo, como súbdito leal, te unjo con el agua
sagrada.

—Recibo tu bendición. —Con la punta de mi dedo, también dibujo en él


los contornos brillantes de las formas, remolinos y puntos que no tienen un
significado coherente y, sin embargo, todos parecen decir,  te veo, soy uno
contigo—. Yo soy el recipiente de Aviness.

De repente, respiro profundamente y me sumerjo.

En el momento en que mi cabeza cruza por debajo de la superficie, el


calor me rodea. Abro los ojos y veo docenas de figuras plateadas esperando
bajo el agua. Todos llevan coronas de cristal que reconozco por las vidrieras
de la torre del homenaje. Salgo a la superficie, tosiendo el agua que inhalé
en estado de shock, nadando hacia atrás. 

Las manos de Davien se cierran alrededor de mis hombros.

Esto no formaba parte de nuestro plan.

— ¿Qué pasó?
—Vi, vi, gente debajo del agua —tartamudeo, los dientes ya no
castañetean por el frío.  El calor que sentí desde el momento en que me
sumergí todavía me recubre como el agua reluciente. Convierte mi piel en
un color gris pálido, iridiscente y con manchas de arcoíris—. ¿Qué? —las
palabras me fallan ahora mientras levanto mis antebrazos.

—Esto es por lo que vinimos aquí —dice Davien para tranquilizarme—.


No tengas miedo. No lo dudes Acepta la unción como lo haría una reina.

Pienso en lo que Shaye me dijo hace semanas: camina con la cabeza en


alto, porque tienes el poder de los reyes.  He estado fingiendo todo este
tiempo para intentar estar a la altura de las expectativas de la magia en
mí. Puedo fingir un poco más. Me enderezo lejos de Davien. Aunque estoy
haciendo todo lo posible, sigo mirando el agua con cautela. No puedo ver
esas figuras fantasmales desde arriba. Pero lo sé, si abriera los ojos debajo
de la superficie, los vería una vez más.

Cerrando los ojos, elijo concentrarme en el sonido de la música que aún


retumba. Cuanto más me concentro, más fuerte se vuelve. El sonido me da
fuerza, me hace pensar en mi madre biológica. Me la imagino mirándome
con cariño desde el más allá, orgullosa de su hija por todo lo que pudo
lograr.

Aprieto el collar con ambas manos contra mi pecho y dejo que mi


conciencia se separe de mi cuerpo. En algún lugar, entre sus palabras y la
música, encontraré la magia. Y una vez que pueda sostener ese poder con
tanta fuerza como sostengo este colgante de vidrio, podré entregárselo al
hombre al que le he dado todo lo demás.

—Estoy lista para mi juramento. —De alguna manera, mi voz ya no


sonaba como la mía.  Es más suave, más segura de lo que lo había
escuchado antes.
— ¿Juras proteger y guiar a tu pueblo?  ¿Protegerlos con la magia
ancestral que el destino y la familia te han otorgado?  ¿Gobernarás con
rectitud y justicia como tus armas?  ¿Para fortalecer nuestras fronteras y
defender nuestra causa? —Davien repite las palabras de las páginas que nos
dio Vena.  Termina con una de mis adiciones—: ¿Haces estos juramentos
con reverencia y severidad?

—Lo hago.

— ¿Abandonarás toda tentación que pueda llevarte por mal camino?

—Lo haré.

— ¿Y usarás hasta el último resquicio de tu poder para promover,


defender y reverenciar el camino de nuestro pueblo para siempre?

—Todo esto y más, te lo juro. —Mis ojos se abren rápidamente y me


encuentro con su mirada esmeralda.  Los  labios  de Davien se
abren  ligeramente.  Él también puede sentirlo.  Me pregunto si puede
escuchar la música que está llegando a su crescendo. Llena mis oídos como
el agua;  llena mi alma como la magia de los  reyes  fae—. Hago estos
juramentos libre y sinceramente.

—Entonces exhala tu último aliento como la mujer que eres y levántate


como una reina. —Se inclina hacia adelante y coloca ambas manos sobre
mis hombros. Respiro y Davien me empuja hacia atrás. Esta vez estoy lista
para lo que me espera.

Debajo del agua escucho vítores, una alegre sinfonía que se eleva a mí
alrededor como si estuviera sonando en un salón tres veces más magnífico
que la fortaleza en la que dormimos anoche. El aplauso de reyes y reinas de
hace mucho tiempo me refuerza y la magia que puedo sentir crepita de cada
poro.
Davien me saca  del agua.  Tomo una bocanada codiciosa del aire
fresco.  Parpadeo hacia el cielo y disfruto de esta sensación de poder
inconmensurable.

Si quisiera, si me atreviera, podría cambiar este mundo.

Y luego, mis ojos cayeron del cielo y aterrizaron en él.  Lo primero y


único que hago con este poder es verterlo en el collar que aún tengo en las
manos.  Me pongo de pie y  Davien se  arrodilla.  Ahora es la parte que
escribimos juntos.

Me muevo con los sonidos de la música, de la magia que vive dentro de


mí. Doy un paso a su alrededor, haciendo espejos de las formas que dibujó
en mi cuerpo con el agua antes. Vuelvo a detenerme ante él y le ofrezco el
collar.

Davien lo  mira con asombro y anticipación.  Lentamente levanta la


mano. Todo lo que siempre quiso estaba a su alcance.

La magia comienza a drenar de mi cuerpo. Me siento más pesada a cada


segundo y me pregunto si tendré la fuerza para decir lo que hay que decir a
continuación. Pero estamos tan cerca. —Yo abd—

De la nada, una flecha oscura golpea el collar de mi palma y el poder que


el ritual había estado construyendo se rompe con un chasquido casi audible.

 
29

POR UN SEGUNDO, estoy demasiado aturdida para hacer algo. Davien mira mi


mano extendida donde estaba el collar, parpadeando como si nuestros ojos
nos hubieran engañado. Entonces, simultáneamente, reaccionamos.
Davien  salta del agua, girando hacia donde vino la flecha.  Me lanzo
hacia donde el collar se ha hundido debajo de la superficie vidriosa del
lago.  La canción que escuché antes se ha detenido.  El agua se está
enfriando, helada una vez más. Aunque abro los ojos bajo el agua, no veo
ninguna de las figuras fantasmales. Es como si no solo la magia que estaba
dentro de mí estuviera colocada en el collar, sino la magia del lago mismo,
de todo este lugar.
Mi horrible teoría se confirma cuando reaparezco, colgante en mano.
La niebla que rodeaba y protegía el torreón se evapora a la luz del
sol.  Como un sudario que se quita, revela el bosque esquelético y escaso
que atravesamos con una claridad prístina. Cubriendo esos árboles hay diez
Carniceros, sus capuchas irradian sombras enojadas alrededor de su cuello y
hombros.
Tenía la intención de reunir el poder de  Aviness... pero no me había
soñado o deseado tener tanto éxito.
Davien  se movió hacia el Carnicero más cercano. Los otros dos se
separaron de la línea y desaparecieron a la sombra de uno de los árboles
cercanos.  El movimiento a mi derecha me distrajo de  Davien.  Los dos
Carniceros reaparecieron a la sombra de la fortaleza, corriendo hacia mí.
Me  agito, mirando frenéticamente entre  Davien  y el collar.  Tres
carniceros habían caído sobre él ahora. Davien es fuerte y se ha vuelto más
poderoso durante su tiempo en Midscape. 
Pero sin el poder de los reyes, sé que lo superan en número. Miro hacia
atrás a los dos que están cerca de mí, alejándome apresuradamente hacia las
aguas más profundas.
—No te acerques más —le digo—. Tengo el poder de los reyes.
—Eso es exactamente por lo que vinimos aquí. —El hombre que se me
acerca sonríe levemente.
—No me obligues a usarlo. —Sonaría mucho más amenazador si mi voz
no estuviera temblando.
—Como si pudieras. Ya separaste la magia de tu cuerpo. Ahora no eres
más que un humano patético.
— ¡Katria, corre! —Davien explota a todo pulmón. Sin previo aviso, un
destello de luz irradia de él.  Miro hacia otro lado en el último segundo
posible.  Los carniceros están cegados.  Corro hacia los caballos, pateando
agua en mi prisa. Es lento hasta que llego a los bajíos. Pero para entonces,
los Carniceros ya se están recuperando.  Escucho  los sonidos de lucha
provenientes de Davien.
Echo un vistazo y lo veo esquivando un ataque tras otro. Se echa hacia
atrás y las garras, largas y mortales, sobresalen de sus dedos. Los hunde en
el costado de uno de los atacantes.  Pero no llego a ver caer a la mujer
porque en mi periferia los dos hombres cargan por mí con la velocidad de
un jabalí enojado.
El caballo es nuestra mejor oportunidad.  No podemos pelear.  Tenemos
que correr.  Afortunadamente, todavía no han pensado en matar al
semental.  Agradezco a mi yo pasado por pensar en mantener el monte
ensillado.
Usando los escalones que conducen a la fortaleza, agarro las enredaderas
que crecen alrededor de la puerta abierta y las uso para ayudarme a
levantarme mientras salto. 
Aterrizo torpemente sobre el lomo del caballo, luchando para poner mis
pies a horcajadas y en los estribos.  Me las arreglo justo cuando los
Carniceros me atacan. Entre sus embestidas que sobresaltan al caballo y mi
grito, sale disparado más rápido que la flecha que nos sorprendió
a Davien y a mí.
Me aferro, manteniéndome agachada y desviándome mientras más
flechas pasan zumbando a mi lado. — ¡Davien! —grito. Él mira por encima
del hombro, al verme ir directo hacia él.
Davien  junta las manos una vez más y las aplaude con un estallido de
luz. Una vez más, me protejo los ojos en el último segundo. El caballo no
tiene tanta suerte; se sobresalta, echándose hacia atrás. Me aferro a mi vida,
calmando a la bestia lo mejor que puedo mientras sigo incitándolo a seguir
adelante. Confía en mí, le suplico en silencio al semental.
Es realmente una montura bien entrenada, digna de un rey, ya que
presiona a pesar de que estoy segura de que todavía está parcialmente
ciego.  Le  tiendo la  mano a  Davien.  Tres de los Carniceros le pisan los
talones. Su truco de destello de luz es menos efectivo que la última vez, y
dudo que funcione un tercero.
Nos agarramos de los antebrazos y dejo escapar un gruñido mientras
ayudo a levantarlo. Davien da un gran salto y aterriza tan torpemente como
yo, casi derribándome en el proceso. El caballo se desvía mientras pierdo el
control mientras reajusto el equilibrio.
— ¿Lo tienes? —la pregunta está llena de desesperación.
—Lo tengo. —El colgante está aferrado en mi mano derecha.  No me
atrevo a sacar los dedos ni las riendas del caballo para mostrárselo.
—Cabalga como el viento —insiste, abrazándome con fuerza.  Aún con
nuestra ropa pequeña, empapados, comenzamos a huir.
Siete de los diez están muy por detrás de nosotros, pero los tres que
lograron protegerse los ojos  del  último estallido de luz  de  Davien se
lanzan  entre las sombras de los árboles por los que corremos.  Lanzan
proyectiles con gritos y lamentos de risa maníaca.
Giro al caballo a derecha e izquierda, tratando de evitar tantas sombras
como puedo. Lo último que quiero es que uno de ellos aparezca justo frente
a nosotros. Nuestra única esperanza es mi habilidad para ir contra su suerte
arrojándonos cosas.
—Puedes hacer esto —me anima  Davien.  Apenas lo dice, aparece un
carnicero en un árbol cercano, saltando de las ramas superiores. Miro hacia
arriba por instinto—. Concéntrate en el futuro —espeta. No veo el cuerpo
del Carnicero cuando se encuentra con las garras de Davien, pero escucho
el crujir de un hueso, el grito agudo y el ruido sordo que hace cuando
golpea el suelo detrás de nosotros.
¿Ese está abajo? ¿O los dos? ¿O se cayó aún más de lo que no vi en el
lago? Espero que ese sea el caso.
—El caballo no puede mantener este ritmo para siempre. —Lo miro de
nuevo.
—El ritual de sus capuchas terminará pronto. Obtiene más energía para
ser utilizada a plena luz del día como esta.  Podemos dejarlos atrás —me
tranquiliza.
Efectivamente, dos de los Carniceros restantes ya no nos
persiguen.  Vuelvo mi atención hacia adelante para poder atravesar los
árboles. Otro se lanza hacia nosotros desde la copa de un árbol y falla por
completo.
Ahora solo hay tres que siguen el ritmo del caballo.  Davien  tiene
razón. Podemos dejarlos atrás. Podemos hacer esto.
Sin embargo, apenas pienso eso, una flecha pasa zumbando por el hocico
de nuestro caballo, lo que hace que el semental retroceda.  Me
las  arreglo  para aguantar, pero  Davien  no tiene tan buen agarre sobre la
bestia como yo. Mientras pierde el equilibrio, lo siento tirando de mí con él,
hasta que suelta su agarre para que no estemos ambos derribados.
— ¡Davien, no! —grito mientras el semental se endereza.
— ¡Vamos! —él explota—. ¡No pares! —Davien se pone de pie de
un salto, con las garras desenvainadas, de cara a los Carniceros restantes.
—Yo...
— ¡Vamos! —Habla sobre mí, escuchando mi objeción antes de que
pueda decirla—. No dejaré que te atrapen ni a ti ni al collar.
Una sensación pegajosa, caliente y repugnante se apodera de mí,
alejando el aire frío de mi piel húmeda. Si lo dejo atrás, aquí y ahora, lo van
a matar. No puedo... debo.
— ¡Katria, vete! —grita por última vez.
Con todo el dolor de abrir una herida, le doy una patada al caballo y
comenzamos a correr una vez más.  Incluso mientras me alejo, mi cuello
está estirado hacia él.  Observo como dos de los tres Carniceros restantes
descienden sobre él, solo uno me persigue ahora.
Tengo que volver.
No puedo volver.
Si no regreso, lo matarán.
No puedo dejar que lo maten. Lo amo. Tengo que volver.
No, la voz de la razón es tranquila y calmada, porque lo amas, no puedes
volver atrás. Regresar sería el tipo de amor equivocado, el tipo imprudente
que ignora sus más sinceros deseos. Sería un amor egoísta, donde pongo lo
que quiero por encima de lo que hace.  Regresar significaría entregar la
magia que innumerables faes, que Giles y Shaye, dieron por proteger.
¿Es esta elección amor?
Aprieto mis ojos para cerrarlos y dejo escapar un grito de frustración y
agonía que armoniza de la manera más horrible con un grito de dolor
de Davien en la distancia.
No lo mates, le ruego al destino, a la suerte, al antiguo dios que esté
escuchando. Quizás Boltov lo quiera vivo. Mi estómago se aprieta. No, si lo
llevan al Corte Suprema, enfrentará un destino peor que la muerte.
Pase lo que pase, va a morir, y nunca tuve la oportunidad de decirle que
lo amaba.
Esquivo otra flecha, empujando al caballo hacia adelante.  Continúo a
nuestro ritmo implacable, evitando las sombras y corriendo como si nuestra
vida dependiera de ello.  No cedo ni siquiera después de que el último
Carnicero se había perdido de  vista, y  la magia de su capucha se había
agotado.
Los  gritos de agonía de  Davien  me persiguen mucho más tiempo que
cualquiera de los hombres y mujeres de Boltov.
 
30 

ESTOY ENTUMECIDA. Dentro y fuera. No siento nada.


Mi piel está tan fría que me sorprende que no se haya agrietado y haya
comenzado a sangrar. Su tono saludable se ha ido, siendo reemplazado por
un tono tan fantasmal como la tierra estéril debajo de mí.  Todos los
músculos se han agarrotado de tanto temblar.
Incluso mi mente se ha congelado.  Mis pensamientos están quietos,
envueltos en hielo. Lo único que parece ser capaz de comprender es seguir
hacia adelante. Cabalga hacia adelante. Sigue adelante.
Entonces,  cuando veo una sombra emerger en el borde de mi visión,
apenas puedo reaccionar a tiempo.  Los Carniceros finalmente me
alcanzaron. Me tienen ahora, y la magia, y dejé a Davien atrás por nada.
— ¡Katria!
— ¡No! —grito y trato de espolear al caballo. El corcel está agotado por
haber cabalgado tan duro toda la mañana. No tiene nada más para dar.
—Katria. —El hombre se acerca.
No dejaré que me lleve. No lo haré… Finalmente me doy la vuelta y me
doy cuenta de quién viene hacia mí. — ¿Giles? —yo ronco.
—Pensé que eras tú. —Él se apresura.  Solo puedo imaginar cómo me
veo, todavía con nada más que mi ropa pequeña, mi cabello mojado
colgando en mechones anudados, mis labios azules, mi cuerpo cubierto de
barro, rocas y sangre—. ¿Qué ha pasado?
Niego con la cabeza y me ahogo con las palabras. Mover la cabeza hacia
adelante y hacia atrás pone en movimiento todo mi cuerpo.
  Me estremezco violentamente.  Hago respiraciones incompletas,
exhalando sibilancias solo hasta la mitad antes de inhalar de nuevo. Miro el
collar en mi mano.
—Yo... yo... Davien... él.
Giles frunce el ceño. Él sabe lo que he hecho. Sabe que dejé a su rey con
los Carniceros.  ¿Me creerá que era  el  deseo  de Davien?  ¿Importaría
siquiera? Deje a Davien — el heredero de Aviness— atrás.
¿Qué he hecho?
—Déjame tomar esto. —Giles toma lentamente las riendas del caballo.
—Tenemos que seguir adelante. No podemos volver allí.
—Obviamente. Hay un árbol no muy lejos de aquí en el que me escondí
anoche.  Me dirigía hacia el norte cuando se disipó la niebla y mi brújula
volvió a funcionar. —Mientras hablaba, se quitaba el abrigo y es entonces
cuando noté que su camisa estaba cubierta de sangre.
—Estás herido.
—Lo estaba. Es por eso que no me reuní con ustedes en la fortaleza. En
cambio, encontré refugio y me curé.  Estoy bien ahora. —Lo dice de una
manera que traiciona su verdadero significado: estoy bien, no tienes que
preocuparte por mí, preocúpate por ti misma. Giles coloca su abrigo sobre
mis hombros—. Iremos allí ahora.
—Tenemos que seguir moviéndonos, no es seguro.
—No está lejos y te vas a morir por la exposición si sigues así —dice
Giles con firmeza—. Necesitamos calentarte y secarte.
Estoy demasiado cansada para discutir más.  Dejo que tome las riendas
del caballo y nos lleva en diagonal alejándonos del curso que había estado
trazando.  Afortunadamente, todavía estaba en una dirección algo al sur y
lejos de la carretera principal.
Pero ningún lugar se siente seguro mientras los Carniceros sepan que
tengo este collar. Boltov tiene la corona, la colina y ahora el heredero que se
interponía en su camino.  Todo lo que necesita es este poder para ser el
gobernante incuestionable de los faes.
Muy pronto, llegamos a uno de los árboles más grandes del bosque
esquelético.  Definitivamente estamos más cerca de los bosques
de  Dreamsong.  Los árboles aquí son más grandes y están mejor
nutridos.  Todavía carecen de vida, como el resto del bosque una vez
brumoso.  Pero son lo suficientemente grandes como para que quepan dos
personas en su interior, aunque sea apretado, que es justo lo que hacemos.
Nos apretujamos en una hendidura del tronco.  Giles sugirió que
atáramos el caballo a una distancia, todavía en nuestro campo de visión,
pero lo suficiente para que si alguien ataque aquellos puedan no
inmediatamente vernos.  No quiero ver como otro caballo muere...
pero yo quiero morir aún menos.
—Devuélveme mi abrigo. Solo lo necesito por un segundo.
Le complazco. Giles lo coloca en el suelo justo afuera del árbol. Se quita
los calcetines, el cinturón y los guantes de montar.  Después de dibujar
algunas líneas y círculos en la tierra blanda, los amontona.  Con un
encantamiento suave y un toque de sus manos, hay ropa nueva: una túnica
larga, calzas y un simple par de botines.
Me los entrega y me dice algo disculpándose: —No son mi mejor
trabajo. No tengo muchos materiales aquí en este momento. Pero será mejor
que nada.
Eso es ciertamente cierto. Tan pronto como me he puesto la túnica por la
cabeza, siento que atrapada el escaso calor que aún produce mi
cuerpo. Cuando estoy vestida, Giles se acerca y me rodea con un brazo.
—No te hagas una idea equivocada —dice, sin mirarme a los ojos—.
Solo estoy tratando de calentarte lo más rápido posible para que podamos
ponernos en movimiento de nuevo.
—No tengo una idea equivocada —digo en voz baja—. Sé que solo
tienes ojos para Shaye.
— ¿Qué le ocurrió a ella? ¿Y a Davien? —finalmente pregunta.
Mi labio inferior tiembla, pero no por el frío.  Lucho por cada
palabra.  Tomé mi decisión cuando dejé a  Davien  atrás.  Tengo que
defenderlo ahora incluso frente a, no, especialmente frente a, sus más
acérrimos aliados.
—Llegamos a la fortaleza anoche. —Niego con la cabeza y retrocedo un
poco—. Fuimos atacados poco después de que desaparecieras. Fue Allor.
—Lo sabía. —Maldice en voz baja—. Ella me atrapó primero.
— ¿Cómo escapaste?
—Ella no estaba detrás de mí, así que no me persiguió cuando me aleje,
pero esperaba alejarla de ustedes tres. —Sacudió la cabeza—. Parecía que
tenía un fragmento de vidrio de algún tipo.  Quizás una antigua  reliquia
de Aviness que estaba usando para navegar en la niebla.
Miro el collar. Allor dijo que fue ella quien lo encontró. Apuesto a que lo
encontró mientras buscaba un camino a través de la niebla
para Boltov. Todo el tiempo ella había estado jugando con nosotros… y la
dejamos. La rabia me calienta más que la ropa o Giles.
—La vi ir tras de ti y no pude seguirla. ¿Ella te alcanzó, entonces?
—Sí.  Shaye se ocupó de ella;  luchó para que  Davien  y yo pudiéramos
escapar. Mi caballo murió en la pelea. Luego llegamos a la fortaleza...
Los recuerdos de anoche me inundan. Parece imposible pensar que hace
tan solo unas horas me desperté en  los  brazos  de Davien.  Que esta es la
misma realidad que era entonces. Debería ser imposible que una persona se
sienta tan llena y cálida y luego tan fría y amarga en el mismo día.
—Hicimos que el ritual funcionara. —Finalmente desenrollo mis dedos
alrededor del collar.  Tengo que mover físicamente uno o dos con la otra
mano porque mi agarre se ha bloqueado—. Toda la magia está fuera de mí
ahora, y en este collar.  Pero luego, justo cuando iba a dárselo a  Davien,
había más Carniceros.  Peleamos. Íbamos a escapar... Y luego... Giles, pasó
tan rápido. Estuvo conmigo en el caballo, y luego no. Lo rodearon. Me dijo
que me fuera. —Me encuentro con los ojos tristes de Giles—. ¿Que se
suponía que debía hacer? Sé lo mucho que esto significa para él, para toda
tu gente. No podía dejar que los Boltov lo tuvieran... Pero eso significaba...
Eso significaba...
—Está bien —susurra.  Su brazo se aprieta alrededor de mis hombros,
acercándome más.  El abrazo es cálido y seguro de una manera
completamente diferente al de Davien—. Hiciste lo correcto.
— ¿Por qué siento que lo traicioné? —mi voz se quiebra—. ¿Por qué
siento que lo he condenado a muerte?
—No lo dejaremos morir. —Giles tiene una fuerza que solo podría soñar
con poseer en este momento. Es la fuerza de un hombre que no vio a varios
Carniceros descendiendo sobre un solo fae…
— ¿Boltov no lo matará?
—Oh, ciertamente. —Una sombra cruza el rostro de Giles—.  Pero no
antes de que se burle de Davien. Boltov no le dará el honor de una muerte
limpia.  Davien lo  ha eludido demasiado tiempo para eso. Boltov hará una
declaración antes de matarlo: querrá hacer público el asesinato del
último  heredero de  Aviness.  Quiere que la gente sepa que la acción está
hecha para que nadie se atreva a hablar en su contra de nuevo. Y ese será su
error, ya que será lo que nos dé tiempo para infiltrarnos en el Corte
Suprema.
— ¿De verdad crees que todo eso es verdad? —me llena de un rayo de
esperanza que casi se siente peligroso de poseer.
—Lo hago. Pero primero, ¿cómo te sientes?
— ¿Qué? —cómo me siento no es un problema.
—Ya no tienes la magia. ¿Has comenzado a marchitarte?
—Estoy exhausta —lo admito—. Pero creo que es de esperar.
—Cierto…
Niego con la cabeza. 
—Me siento bien. Lo suficientemente bien como para continuar.
Tengo que. No dejaré que me diga que no. Darme cuenta de que estoy
dispuesta a dar mi vida por los faes  me golpea más fuerte de lo
esperado.  Trago la oleada inicial de miedo y calmo mi respiración.  Voy a
ver esto hasta el final.  Voy a ver a  Davien  en el  trono de  los faes  con la
corona de cristal. O moriré intentándolo.
Giles me lanza una mirada escéptica.
—No creo que me esté marchitando todavía. Todavía tengo tiempo aquí
—insisto.
—Todo bien. Pero vigílalo —cede—. De cualquier manera, tenemos que
regresar a  Dreamsong.  Es el camino más cercano a través del
Desvanecimiento si necesitamos traerte de regreso. Además, los suministros
y aliados que necesitamos están ahí.  Con suerte, nos encontraremos con
Shaye en el camino o la encontraremos allí.  Pero si no, también la
salvaremos.
— ¿Boltov también la dejaría vivir?
—Por un tiempo, y por una razón similar a la de Davien, querría hacer
un ejemplo de ella, de los horrores que le sobrevienen a un Carnicero que se
atrevería a romper filas.  Imagino que su tortura sería menos pública, pero
no menos severa. —Las emociones tensan los bordes del rostro de Giles, lo
que hace que su boca y cejas se contorsionen. Su habitual frivolidad ha sido
aplastada bajo un inmenso peso. Sé exactamente lo que siente.
Boltov se ha llevado nuestros dos amores.
—Deberíamos seguir moviéndonos —digo, empujándome hacia
arriba.  Cuando salgo de la protección del árbol y del calor de Giles, una
brisa me atraviesa y lucho contra un escalofrío.
— ¿Estás lo suficientemente caliente? —debe haberlo visto—. ¿Es el
marchitamiento?
—Estoy bien —insisto de nuevo—. No tenemos tiempo que perder. —
Me pongo el colgante alrededor del cuello y lo metí debajo de la túnica—.
Cuanto más rápido llegamos a  Dreamsong, más rápido salvamos a Shaye
y Davien.

EL VIAJE a Dreamsong es un asunto frío, silencioso y tenso. El semental está


demasiado cansado para soportar nuestros dos pesos, así que sigo montando
sola.  Giles insistió en que estuviera montando, de esa manera puedo huir
más rápido si es necesario.
Puedo sentir mi rostro arrugarse en el momento en que la línea de
delimitación del territorio de los Acólitos del Bosque aparece a la
vista. Estamos tan cerca de la seguridad. Ya es tarde y sé que si nos vemos
obligados a descansar, la casa más segura no está lejos.
—¿Vamos a seguir adelante durante la noche? —pregunto.
—Puedo continuar. —Giles mira a la montura—. ¿Qué piensas del?
—Hemos mantenido las cosas fáciles; Creo que puede arreglárselas. Y si
comienza a luchar, desmontaré y caminaré también.
—Muy bien, entonces... —se detiene Giles mientras cruzamos la franja
de tierra desnuda que marca el territorio Acólito.
Yo también lo siento.  O mejor dicho,  no  siento nada.  No hay ningún
cosquilleo de la barrera que rodeaba el territorio antes. La tierra es la misma
aquí que al otro lado de la línea.
—Algo está mal. —Da sonido a mis pensamientos.  Giles me mira.  —
Cambio de planes.  Iremos a la fortaleza y tú te quedarás
allí. Seguiré adelante y exploraré Dreamsong y luego regresaré.
—No. —Rechazo la idea rápidamente—. Nuestro plan sigue siendo el
mismo. Simplemente seremos más cautelosos.
—Pero...
—No estaré sentada en algún lugar sola e indefensa. Además, si te vas y
me pasa algo, si  Boltov se queda con este collar, nadie lo sabrá hasta que
sea demasiado tarde. 
Nuestro mejor curso de acción es permanecer juntos.
Él frunce los labios, debatiendo esto claramente, pero en última instancia
se comporta.
—Bien.  Pero si encontramos una lucha, huye con el collar.  Dirígete
a Dreamsong y mantén los ojos abiertos. Pase lo que pase, Boltov no puede
obtener ese poder.
—Entendido. —No llegué tan lejos y sacrifiqué tanto para entregar la
magia ahora.
Seguimos avanzando en silencio durante el resto del día. Ninguno de los
dos estamos de humor para charlas triviales. Poco después de que el sol se
ha puesto, nos detuvimos en un arroyo y le dimos al caballo la oportunidad
de beber.
— ¿Sigues siendo lo suficientemente fuerte para continuar? —pregunta
Giles.  Escuchar su voz después de horas de silencio parece
sorprendentemente fuerte.
—Lo estoy, pero no soy la que ha estado caminando todo este
tiempo. ¿Cómo estás?
—Soy más duro de lo que parezco.
—Te ves bastante duro. —Le doy una sonrisa cansada; una que devuelve
débilmente.
—Sigamos, entonces.
Las estrellas están afuera y la luna está alta cuando olemos el
humo.  Intercambiamos una mirada cautelosa y un ceño fruncido, pero no
cambiamos de rumbo.  Sin embargo, cuando una neblina naranja aparece
entre los árboles, Giles extiende su brazo.
—Esto no es bueno —susurra—. Deberías quedarte aquí.
—No, seguimos juntos.
—Estoy tratando de protegerte. —El borde de la frustración cansada está
presente en su voz. Está bien intencionado, incluso si está fuera de lugar.
—Lo sé —digo con la mayor calma posible—. Pero he llegado hasta
aquí.  No voy a retroceder ahora.  No importa lo que pase.  Voy a ver esto
hasta el final.
Giles me mira pensativamente y luego renuncia con un suspiro. —Muy
bien. Pero si alguien pregunta, pensé que deberías quedarte atrás.
—Tomo nota de su objeción.
—Quédate cerca y sígueme, entonces, no queremos ir por la carretera
principal. —Comienza a guiarme hacia un lado, lejos del camino
desgastado por el que hemos estado viajando durante la última hora.
Es la sensación de escabullirse lo que me llena de pavor.  Subraya que
este lugar que alguna vez pensé que era verdaderamente seguro ya no lo
es. Toco el collar en mi garganta, pensando en Davien. Tengo que ser fuerte
por él. No puedo tener miedo. Sigo siendo la guardiana de la magia de los
antiguos reyes.  Y hasta que pueda dárselo de nuevo a la persona que
realmente puede utilizarlo para salvar estas tierras, tengo que hacer lo que
pueda para ayudar a salvar al Fae de Boltov.
El sonido del fuego crepitante en la distancia se hace más
fuerte. Desmonté, dejando al semental atado holgadamente alrededor de una
rama baja, y continuamos a pie, ambos de acuerdo en que así se notará
menos.  Nos  mantenemos agachados  y encorvados en la maleza mientras
nos acercamos al borde superior de Dreamsong.
El humo está espeso en mis pulmones y el resplandor anaranjado es aún
más brillante ahora; es casi como si el amanecer estuviera rompiendo entre
los árboles. Me levanto la túnica sobre la nariz y la boca, pero no sirve de
mucho. Me lloran los ojos y me arden los pulmones, pero no paro. Tengo
que ver qué hay al otro lado de esos árboles. Tengo que ver Dreamsong a
pesar de que algo me dice que esta búsqueda es una de la que me
arrepentiré.  Que lo que estoy a punto de presenciar nunca puede pasar
desapercibido.
Mientras atravesamos la maleza y nos paramos sobre los restos
humeantes de la brillante ciudad en la que bailé en las calles hace no más de
tres días, tengo razón.
 
31

DREAMSONG NO  ES más que una cáscara chamuscada. Me recuerdan a las


brasas humeantes de una chimenea, brillando como estrellas enojadas,
brillando con un calor vengativo, encendiendo llamas para consumir
cualquier combustible que quede. Creo que dejé mi cuerpo por un segundo,
porque no me doy cuenta de que Giles me está sacudiendo hasta la
tercera vez que me llama por mi nombre. 

—Katria.

—Lo quemaron, todo. —Toda esa magnífica artesanía,


incendiada.  Incluso si los faes  pueden hacer las cosas rápidamente con
rituales, sigue siendo una tragedia. Entonces mis pensamientos se dirigen a
la gente y mi mente se detiene de golpe. Me giro hacia Giles y lo agarro por
ambos hombros—. La gente...

—Lo sé. —Él golpea mis manos.  Los restos humeantes de la ciudad se
iluminan en sus ojos. La ciudad... su hogar—. Pero no veo muchos cuerpos
en las calles.

Claramente tenemos diferentes definiciones de —muchísimos cuerpos—


pero no digo nada.

—Lo que significa que nuestro plan funcionó.


— ¿Plan? —repito, todavía mirando por encima de los escombros.  El
Mundo Natural no ha conocido más que la paz durante siglos.  Claro, en
ocasiones surgen disputas. Pero nada importante. Nada como esto.

Los faes  me habían dicho desde el principio los horrores que  podían
provocar los Boltov. Pero no logré comprenderlo. Nunca pensé que alguien
fuera capaz de este nivel de destrucción y desprecio por la vida... incluso
con magia a su disposición.

—Sí, ¿recuerdas el túnel?

Mis pensamientos comienzan a funcionar de nuevo. —El túnel... pero no


lo terminamos.

—Vena vio que estaba terminado cuando todos estaban distraídos por las
celebraciones otoñales. Estaba preocupada por la creciente probabilidad de
un ataque desde que  Davien  y la magia regresaron. —Giles comienza a
regresar al bosque, mirando a su alrededor con cautela—. El plan era que
los soldados y guardias se quedaran para  defender la ciudad, reteniendo
todo lo que Boltov nos arrojara durante el mayor tiempo posible, mientras
los civiles escapaban a la montaña.

Ya no puedo ver Dreamsong, pero la vista de las calles, rojas de fuego y


sangre, está grabada en mi mente.  Pienso en esas personas, quedándose
atrás para que otros puedan tener una oportunidad en la vida.  La vista, el
pensamiento, probablemente me perseguirá durante años de formas que no
puedo comprender ahora, no cuando mi atención permanece en mi propia
supervivencia.

Giles se dirige a la izquierda hacia las montañas, sin pasar por el caballo.

— ¿Nos vamos al semental?


—Nos arriesga a tener demasiada atención y no podemos llevarlo debajo
de la montaña —dice.

—Correcto.  ¿Cuánta gente sabía sobre el túnel? —no lo habíamos


mantenido en secreto exactamente mientras trabajábamos en ello.

—No estoy seguro. No estaba tan alto en las filas.

—Pero… todo el mundo tenía que saberlo, ¿verdad?  ¿Entonces  sabían


qué hacer en caso de un ataque? —me muerdo el labio, incapaz de quitarme
una sensación pegajosa y repugnante que me envuelve la columna vertebral.

—A menos que se les informara solo cuando estaba ocurriendo el ataque,


se les instruyera para que siguieran las órdenes y nada más. —Giles me
mira mientras nos guía por  Dreamsong  hacia las montañas.  Puedo
vislumbrar sus picos helados a través del dosel oscuro, reflejando los
furiosos fuegos de abajo—. ¿A qué quieres llegar?

— ¿Y si Allor lo supiera? —yo susurro.

Gira en su lugar, mirándome con los ojos muy abiertos. —No crees… —


respira—. Pero ella... Shaye habría regresado y les habría advertido.

—No lo sé —digo débilmente—. Nunca vi lo que pasó con ellas y ella no


estaba entre los Carniceros que nos atacaron a Davien y a mí en el lago. No
sé qué le pasó a Shaye.

Sin otra palabra, Giles corre hacia las montañas.  Lo sigo a través del
denso bosque. Las habituales motas de luz que se posan sobre los musgos
se han ido, arrojando todo en una sombra amenazante. Es como si la vida
fuera succionada lentamente del mundo donde quiera que Boltov toque.
—Giles —siseo mientras mis oídos captan los sonidos de una pelea
distante. Sigue corriendo. Va a chocar de cabeza contra lo que seguramente
es una trampa.  Agarro su muñeca, clavando mis talones en la tierra
blanda. Giles vuelve sus ojos llenos de pánico hacia mí—. Escucha.

Sus ojos solo se ensanchan cuando escucha lo que ha sido: gritos, risas,
gruñidos y llantos. No los sonidos de la gente que disfruta de un respiro.

—No —respira.  Observo cómo la esperanza abandona sus ojos,


oscureciendo aún más su expresión.

—Vamos lento. Tenemos que permanecer ocultos —susurro.

El asiente.

La luz del fuego comienza a brillar a través de los árboles, las llamas
danzantes brillan en las escarpadas caras de la montaña, no lejos de donde
Giles, Oren, Davien y yo estábamos trabajando en el túnel. A medida que
nos acercamos, las voces se hacen más claras.

—Tu rey te quiere vivo. Para que nadie se resista —se burla un hombre.

—Por supuesto, los accidentes ocurren. —Esa es Allor. Me encuentro con


los ojos de Giles, él tiene la misma comprensión que yo.

—Voy a matarla —dice en voz baja.

—Vas a tener que pelear conmigo por ese honor.

Asiente con complicidad y me hace señas para que lo siga mientras se


dirige a un árbol cercano. — ¿Eres buena escalando?
Miro hacia el árbol, pensando en el techo.  Sin escalar, Joyce me había
inculcado. Sin alturas. Mantente cerca del suelo... donde pertenecía.

—De hecho, soy muy buena escalando —me confieso a mí y a él. Porque


aún lo hice a pesar de ella, para reparar las paredes exteriores de la
mansión, o limpiar las molduras que corrían a lo largo de los techos. Incluso
después de la caída, nunca le tuve miedo a las alturas. Siempre se sintieron
naturales. Es extraño, cómo algunas de esas habilidades son útiles cuando
menos las esperaba.

—Podemos echar un buen vistazo desde allí, creo. —Giles señala una de
las ramas más largas del arbol de roble y lo sigo. Efectivamente, podemos
ver a los Carniceros y los sobrevivientes de  Dreamsong  debajo
mientras estamos protegidos por las amplias ramas sobre las que ahora nos
acostamos y la frondosa rama del roble.

Hay restos de una lucha en el suelo: más cuerpos y sangre.  Los


supervivientes han sido acorralados en tres grupos diferentes, cada uno de
los cuales se enfrenta a un pequeño ejército de carniceros.  La mayoría de
ellos se miran los pies o nada en particular con los ojos vacíos y hundidos.

— ¿Van a llevarlos a todos al Corte Suprema?—susurro.

—Solo puedo asumirlo.

— ¿Cuántos ejemplos necesita un rey? —mi pregunta tiene el borde de


un gruñido al final.  Esto es demasiado.  Boltov  va demasiado lejos.  Y, sin
embargo, sobre la base de todo lo que me han dicho, todo esto sigue siendo
sólo la punta de los horrores que este rey ha traído a los faes.

—Vamos a movernos en grupos —dice el hombre que supongo que es el


carnicero principal—. Le recomiendo encarecidamente que escuchen las
instrucciones que les damos, ya que si no lo hacen, podría generar más
molestias.
Los Carniceros pasan pequeñas fichas hechas de lo que parece ser vidrio.

— ¿Que son esos? —Miro hacia Giles—. ¿Más reliquias?

—No.  Esos son fragmentos de la corona: avisos del rey.  Es uno de los
muchos poderes de la corona de cristal. Cualquier fae que reciba un aviso
debe responder dentro del día o morirá.

Me estremezco. Por muy hermoso que sea este mundo, ciertamente tiene


matices viciosos que había pasado por alto durante semanas. Pero ahora los
veo.  Ahora veo la oscuridad con tanta claridad como vi cada chispa
brillante de luz mágica.

El carnicero principal se acerca a un grupo que está en su mayor parte


oscurecido por los árboles.  —Como líder de este grupo rebelde, les
mostrarás cómo regresar al amoroso abrazo de nuestro rey.

—Amoroso. —Vena resopla. Ella está viva. El alivio me inunda. Si Vena


está viva, hay esperanza.  No estoy muy segura de por qué me siento así,
encaramada en un árbol, impotente para hacer algo para ayudar... Pero si
alguien puede inventar una salida a la  situación en la  que se encuentra
ahora, creo que esa es Vena.

—Te hemos mostrado misericordia. —El Carnicero acecha más cerca de


ella y fuera de mi vista—. Depende de ti decidir si esa misericordia
continúa, o si exigimos la venganza de nuestro rey aquí y ahora.

Hay una pausa larga. Me pregunto qué está pasando por su mente. ¿Qué
pasa si está pensando en la llegada de Davien para salvar el día? Quizás eso
es lo que la hace decir: —Acudo a la llamada de mi rey.

Hay un pequeño destello de luz. Algunos hombres y mujeres de los otros


grupos comienzan a llorar en silencio. 
Simplemente vieron a su líder, su esperanza, ir a los brazos del
enemigo. Veo a otros llevándose las fichas al pecho y repitiendo lo mismo,
desapareciendo con pequeñas chispas.

Mientras observo al grupo más cercano a la montaña, veo un fino hilo de


rocas rebotando por las rocas al pie de la montaña.  Me inclino para tener
una mejor vista de dónde vienen esas rocas, que podría haberlas
soltado.  Tenía la esperanza de ver una horda de Acólitos listos para hacer
llover terror desde arriba sobre los Carniceros. Pero en cambio, mis ojos se
encuentran con un familiar par de lilas.  Veo la curva de cuernos que
reconozco unida a una pequeña cara que se asoma desde detrás de una de
las repisas altas.

Los  ojos  de Raph se  abren un poco.  Me llevo un dedo a los labios.  Él
asiente y ambos nos recostamos en nuestros escondites.

Desafortunadamente, no creo que sea el único que pudo haber visto las
rocas que  Raph  soltó.  A medida que los grupos de supervivientes
desaparecen lentamente uno por uno, el Carnicero principal ladra una
orden. —Busque en el área, asegúrese de que no haya rezagados.

—Si encontramos alguno, ¿cuáles son sus órdenes? —pregunta Allor.

—Mátalos a la vista.  El rey ya tiene suficientes ejecuciones en sus


manos. Podemos divertirnos un poco.

Los carniceros se abren en abanico con emocionados susurros. Giles y yo


tiramos de nuestros brazos y piernas tanto como podemos sin dejar de
mantener el equilibrio.  Contengo la respiración, mirando como dos
Carniceros pasan debajo de nosotros, buscando. Esperamos lo que se siente
como casi una hora. Una hora de músculos tensos, respiración superficial y
el pavor que se arrastra de que en cualquier segundo voy a escuchar un grito
que marca mi muerte.
Pero nunca llega.  Y en  cambio,  lo siguiente que escucho es un nuevo
orden.

—Regresa —ordena el hombre.

Giles y yo permanecemos en el árbol durante al menos diez minutos más,


sin movernos.

 Nos miramos el uno al otro, como si estuviéramos esperando a ver quién


asumirá la responsabilidad de ser el primero en hablar. Me sorprendo a mí
misma poniéndome a la altura de las circunstancias.

— ¿Crees que es seguro? —mi voz es tan suave que estoy segura de que
lee mis labios más que oye mis palabras.

—No creo que ningún lugar sea seguro para nosotros —dice
solemnemente—. Pero creo que todos los carniceros se han ido.

—Bien. Sígueme.

— ¿Y adónde crees que vas? —pregunta mientras bajamos lentamente


del árbol.

—Todavía no estoy segura. —Aunque creo que todos los Carniceros se


han ido, sigo escabulléndome por el bosque oscuro, aferrándome a los
árboles y tratando de hacerme lo más pequeña posible. Llegamos al borde
del claro donde los Carniceros atraparon a los supervivientes.

—Deberíamos darles un entierro adecuado —dice Giles en voz baja.

—No hay tiempo.


— ¿No hay tiempo?  Todo lo que tenemos ahora es tiempo... mientras
esperamos que vengan y nos maten. —La ira se cuela en su voz.  Sé que
solo soy una salida conveniente para eso.  En realidad, no está enojado
conmigo. Otra cosa más para la que mi familia me preparó: permitir que los
ataques viciosos y las palabras hirientes no sean más que golpes indirectos
que rara vez dan en el blanco.

—No voy a esperar a que alguien venga a matarme. —Escaneo las


montañas, tratando de averiguar desde dónde pudo haber escalado Raph—.
Pasé toda mi vida al capricho de los demás, esperando a ver qué me harían
a continuación; Ya no estoy esperando.

El silbido de mi nombre casi saca a Giles de su piel.

— ¡Katria! Aquí.

Raph se encuentra entre una roca y la montaña, al borde de la carnicería. 

Giles está un paso detrás de mí y corre hacia él, estupefacto al


ver al hijo de Hol. La mirada de Raph es distante. El shock ha vaciado su
comportamiento generalmente precoz. Nos mira, parpadeando varias veces,
luciendo por primera vez como el niño que es.

—Pensé que éramos los únicos que sobrevivimos. —Su labio inferior
tiembla mientras lucha por contener las lágrimas—. Los vi rodeando a
todos los demás. No sabía qué hacer.

— ¿Quién más está contigo? —pregunta Giles.

—Te mostrare. —Raph  nos lleva a través de rincones y grietas creados


por cantos rodados y rocas que se quitaron cuando se hizo el túnel. Es casi
imposible para nosotros pasar a través de algunos lugares; No es de extrañar
que los Carniceros ni siquiera pensaran en intentarlo.  Pero para  el  cuerpo
pequeño y ágil de Raph, no es ningún problema. 
Vio un camino donde nadie más lo vio.  Un escondite que ni siquiera
Allor conocería—. Cuando sucedió, mi padre me dijo qué hacer.  Estaba
donde él me dijo lo  juro.  Pero... estaba preocupado, ya sabes, ya que no
todo  Dreamsong  podría haber  sido tomado... Fui a ver
cómo  estaba  Ralsha.  Y bueno, entonces ella tenía un amigo, que tenía un
amigo.  Solo estábamos  tratando  de  cuidarnos  el uno al otro y cuando
llegamos aquí, ya estaban... ya sabes. Tenía este escondite y lo compartí.

El camino entra en la montaña.  Al otro lado del breve túnel formado


naturalmente hay un claro protegido.  Dos docenas de  niños  fae
se  apiñan.  Algunos lloran abiertamente, otros los consuelan.  La mayoría
simplemente se agarran a sí mismos, o entre sí, mirando fijamente con ojos
muy parecidos a los de Raph.

—No quise romper las reglas y no seguir con el resto, lo juro. —Raph
se limpia la nariz con el dorso de la mano y niega con la cabeza—. ¿Crees
que mi padre se molestaría?

—No. —Giles rompe en ese mismo momento. Cae de rodillas y agarra al


niño con fuerza. Solo puedo imaginar que Giles ha visto a este niño, tal vez
a todos estos niños, crecer en la ciudad que juró proteger. La ciudad que aún
arde—. Lo hiciste increíble, Raph.

—Realmente lo hiciste —repito—. ¿Cómo te las arreglaste para evadir a


los Carniceros cuando nadie más podía?

Raph me  mira.  —Ya te lo  dije, el mejor guía que hay.  Nadie sabe —se
traga un estallido de emoción—  conocía a  Dreamsong  como yo.  Nadie
puede entrar en lugares como yo para hacer entregas.  Especialmente no
esos carniceros. Y especialmente no si mi “entrega” son mis amigos.

Me arrodillo cuando Giles finalmente lo suelta.  Pongo  mi mano


sobre el hombro de Raph y lo miro a los ojos. —Raph, lo que estoy a punto
de preguntarte es completamente injusto.  Es una carga que ni siquiera los
adultos más hábiles podrían soportar, y voy a preguntarte si estás dispuesto
a hacerlo.

La chispa de fuego en sus ojos me tranquiliza. Debajo de la conmoción y


la tristeza hay ira y determinación. Aunque su ciudad sigue ardiendo, quiere
venganza. Todos lo queremos.

—Tengo algo muy importante que necesito que me entregues. Y te juro


que si haces esto, es la última entrega que te voy a pedir.

— ¿Katria? —Giles pregunta preocupado, como sí. Percibiera de algún


modo lo que todo esto está provocando. Me pregunto si puede ver el plan
que se está formando en mi cabeza a pesar de que lo estoy inventando sobre
la marcha. Raph simplemente continúa mirándome en determinado silencio.

—Necesito que me entregues en el corazón de la Corte Superior.

 
32

—NO—dice Giles al instante.

Sin embargo, casi al mismo tiempo, Raph dice:

—Lo haré.

—Raph, no puedes —Giles se vuelve hacia mí y me señala con el dedo


—. Y no puedes pedirle esto.

—Darle los poderes a Davien es la mejor oportunidad que tenemos


ahora.  Y Raph es claramente la persona más calificada para llevar esto a
cabo —digo con calma.

—Arriesgaste tu vida para quitar estos poderes de las manos de


Boltov.  Dejaste atrás al último miembro restante de la línea de sangre
Aviness para mantener este poder fuera de las manos de Boltov —Giles se
para con un propósito, escupiendo las palabras. Sus dedos se convierten en
puños; la ira que sentí antes sigue creciendo en él. Y ahora le he dado una
excusa razonable para que se dirija a mí.

Aun así, mantengo la calma.

—Las cosas eran diferentes entonces. Cuando dejé a Davien atrás, pensé


que había una ciudad segura a la que devolver el poder. Pensé que había un
pequeño ejército listo para enfrentarse a la Corte Suprema y liberarlo.  Ya
nada de eso es el caso.

—Boltov tiene al último heredero, y una vez que lo mate, el ritual que
impide que cualquiera que no sea un Aviness lleve la corona de cristal se
romperá: será libre.  Entonces podrá usar la corona y dominar su
poder. Tiene a la gente que se enfrentaría a él con grilletes, —o peor —se
sienta en la colina, Y todo lo que necesita ahora para consolidar su papel
durante los próximos cientos de años es este collar —toco el colgante en mi
garganta para enfatizar—. ¿Cuánto tiempo crees que podemos ocultárselo?

Giles se relaja un poco.

Sin duda está empezando a ver mi lógica. Así que doblo mi apuesta.

—Va a utilizar todos los recursos que tiene para ponerle las manos a este
collar. Y no hay nada que tú ni yo podamos hacer para detenerlo. La única
oportunidad que teníamos de ocultárselo se  ha incendiado —tomo una
respiración estabilizadora—. Excepto Davien, es nuestra última
esperanza.  Si tienes razón y Boltov no lo mató inmediatamente, entonces
puedo llegar a él con este collar, puedo terminar de abdicar. Puedo darle el
poder interno y él puede enfrentarse a Boltov.

—Podrías morir en el intento —susurra Giles.

Me encojo de hombros, pensando que me veo más valiente de lo que me


siento.

—Creo que voy a morir pase lo que pase —intento lucir una sonrisa
atrevida. Estoy segura de que sale un poco salvaje. Debo estarlo por sugerir
esto—. O por el marchitamiento o porque Allor conoce mi rostro. Ella sabe
que hay una humana que ayudó, que probablemente tengo el collar. No creo
que esté a salvo ni siquiera en mi mundo. Incluso si logramos ocultárselo,
ella me perseguirá.
—Podrías alejarte del borde del Desvanecimiento. La gente de Midscape
nunca llega muy lejos en el mundo natural.  No estamos hechos para
eso. Estar allí nos rompe —Giles toma mi mano con las suyas—. Todavía
puedes irte. Esta no es tu pelea.

—Pero lo es —digo en voz baja—. Hice un juramento para proteger a la


gente de esta tierra.

— ¿Qué?

Estoy de vuelta debajo de las aguas del lago. Todos los reyes y reinas del
pasado me miran. Siento sus ojos incluso ahora. 

—Juré que mantendría este poder a salvo y protegería a los faes, a


Davien, a la familia Aviness que vino antes.

La claridad ilumina su rostro. 

—Eso fue simplemente parte del ritual de abdicación, ¿no?

—Las palabras todavía significaban algo para mí —están grabadas en mi


memoria.  Dije esas palabras con cada gobernante pasado dando
testimonio.  No eran solo palabras—. Quizás tengas razón.  Quizás no
debería haber significado nada.  Solo soy una humana.  Pero estoy
involucrada en esta pelea —agarro el collar con fuerza—. Quiero ver a
Davien ganar.

No... Solo quiero verlo vivo.  No puedo soportar la idea de que esté
encerrado, cautivo de los caprichos de Boltov. Si nada más, por trágico que
sea siquiera pensarlo, no puedo dejarlo morir sin decirle que lo amo. Que a
pesar de que juré no amar nunca, se enterró profundamente en mi corazón,
debajo de todas las paredes. No me dejaré morir antes de hacer eso.
Giles se vuelve hacia Raph. 

— ¿De verdad crees que puedes hacerlo? ¿Escabullirnos sigilosamente en


el Corte Suprema?

Raph solo tiene un momento de vacilación antes de reunir la suficiente


resolución para asentir con firmeza. 

—Sé que puedo. Puedo llegar a cualquier lugar que me proponga y ellos


tienen a mis padres.

—Puedes quedarte aquí —le sugiero a Giles—para cuidar de los niños.

—No hay forma de que te deje ir sola.  Hol ya me va a matar por este
plan. Me mataría por segunda vez si dejo a su hijo fuera de mi vista para ir
a esta loca misión solo con una humana.

—Todo bien —no peleo—. Nos tomamos el resto de la noche para reunir
fuerzas y luego, al amanecer, nos dirigimos a la Corte Suprema.

RALPH DEJA A Ralsha a cargo cuando partimos. Hay un adiós con lágrimas


entre ellos donde él jura recuperar a su madre también. El afecto de Davien
incluso me ha hecho ver a su joven amor bajo una nueva luz. Tal vez haya
bondad que se pueda obtener del acto de amar.  Beneficios del amor que
apenas empiezo a comprender.  Me llevará tiempo, pero al menos estoy
abierta a verlo ahora, lo cual es un comienzo.
Después de que dejamos la fortaleza de los niños, Giles lidera el
camino. A la luz del día, los restos de Dreamsong son de alguna manera aún
peores.  El sol no esconde nada.  La brutalidad de Boltov se muestra sin
vergüenza.  Me pregunto si el rey tiene la intención de dejar esta tierra
chamuscada y ennegrecida por el resto de la eternidad, un recordatorio para
cualquiera que se atreva a levantarse contra su familia en el futuro de lo que
les sucederá a los usurpadores.

Se necesitan dos días para llegar a las afueras de la Corte Suprema.  La


caminata es larga, pero la parte más difícil es mirar constantemente por
encima de nuestros hombros, esperando ver a un Carnicero lanzándose
desde una sombra cercana. Sin embargo, Boltov debe sentirse seguro de su
victoria, porque nadie merodea por los bosques en busca de
supervivientes.  Me pregunto si los tiene de regreso junto al Lago de la
Unción buscándome, siendo un arrogante al pensar que no habría forma de
que una humana pudiera llegar tan lejos.

El primer Carnicero que vemos está lejos, caminando por las murallas del
gran muro de piedra que rodea la Corte Suprema. Los tres estamos
encaramados en la cima de una colina, acostados entre la hierba alta para
hacernos casi invisibles a los guardias de abajo.  Examinamos el terreno,
debatiendo nuestro próximo movimiento.

—El muro tiene sólo unos doscientos años —dice Giles—. El último rey
antes de Boltov lo construyó para tratar de cimentar su supuesta legitimidad
ante el Consejo de Reyes. Estoy bastante seguro de que, una vez terminó el
invierno, su hijo lo asesinó para que pudiera ascender al trono.

—Dime, ¿alguna vez ha muerto un rey fae por causas naturales?  ¿O


simplemente se matan el uno al otro antes de que pueda suceder algo así?

—Ha sido raro que un rey llegue al final de su vida natural desde la caída
de la familia Aviness —Giles mira a Raph—. No quiero que te sientas
presionado, ni siquiera ahora.  Si no crees que haya una manera en la que
podamos entrar con seguridad, entonces…

—Hay un agujero en cada pared —dice Raph con una pequeña sonrisa—.
Solo tenemos que encontrarlo.

Después de medio día de caminata, finalmente lo


hacemos.  Efectivamente, hay un segmento de pared donde el bosque ha
invadido la piedra. Por supuesto, Raph es quien lo nota.

—Mira eso —él apunta—. La gran sección tupida, como si hubiera un


pequeño árbol asomándose.  Bueno, en realidad, creo que  es  un árbol
pequeño el que sobresale. Sabes lo que eso significa, ¿verdad? —pone los
ojos en blanco ante nuestras expresiones ajenas—. Significa que la pared no
es tan sólida allí. Así que tengo que ir allí esta noche, echar un vistazo y, si
estoy en lo cierto, ustedes dos vendrán y se unirán a mí. Y así, estaremos
adentro —chasquea los dedos.

En la zona más mortífera de la tierra de los faes.

Tengo el resto de la tarde para contemplar la decisión.  Me lo paso


masticando algunos hongos que encontramos hace un día durante nuestra
larga caminata y observando los patrones de patrulla de los Carniceros de
Boltov en las paredes.

Al caer la noche, Raph se mueve durante un descanso en la patrulla. El


chico es ágil y pequeño; en un abrir y cerrar de ojos, desaparece a través del
follaje que sobresale de la pared.  Giles y yo compartimos una mirada
nerviosa, pero luego Raph asoma la cabeza y nos hace señas para que
bajemos la colina.

La pared es mucho más grande de lo que parecía desde la distancia. Las


púas de aspecto perverso que sobresalen de la parte superior son mucho
más afiladas de lo que imaginaba.  Haciendo caso omiso de la creciente
sensación de pavor que trabaja para asfixiarme, me abro paso a través del
follaje, empujo contra la roca irregular y desmoronada, y salgo al otro
lado. Escucho una campanilla suave en el fondo de mi mente y una mano
invisible se envuelve alrededor de mi garganta, desapareciendo en el viento
antes de que pueda ahogarme.

—Tenemos que movernos rápidamente hacia el bosque —susurra Giles


mientras se libera de la pared con un susurro de hojas—. Cuanto más rápido
podamos alejarnos de la pared y cubrirnos, mejor.

— ¿Qué fue eso? —pregunto mientras nos retiramos de la luz de la luna


por la cobertura de los árboles. Froto mi cuello para enfatizar.

—Ese era el pupilo de Boltov.  Sabe que alguien ha invadido su


territorio. Es solo cuestión de tiempo hasta que nos busquen.

— ¿Saben que  somos nosotros? —Pregunto, acelerando mi paso para


igualar el de Giles—. ¿Sabrán que somos nosotros a la vista?  ¿Pueden
rastrearnos?

—Rastrear, no lo sé.  ¿A la vista?  Bueno, de un vistazo, Raph y yo


podríamos mezclarnos con los otros faes de la Corte Suprema, menos
tú. Pero tienen rituales que pueden realizar para exponernos.

—Entonces tenemos que actuar rápido.

—Ya estoy trabajando en eso —murmura Raph.

La ciudad se cierne más adelante, encaramada en la cima de la


colina. Otro muro lo rodea con más guardias en la entrada. 

Nos deslizamos por el bosque, alejándonos de la puerta principal.


— ¿Sabes algo sobre la ciudad por dentro? —le pregunto a Giles.

—Ni un poco. Soy tan ignorante en ello como tú.

—No me mires —Raph se encoge de hombros—. Nunca había estado tan


lejos de Dreamsong.

—Seguiremos haciéndolo sobre la marcha.

Casi hemos atravesado el bosque hasta el borde de la muralla de la ciudad


cuando se oye un susurro en los árboles detrás de nosotros. Mi turno. Los
Carniceros me han perseguido demasiadas veces como para no saber cómo
se mueven, cómo suenan mientras cabalgan sobre las sombras.  Mi mano
está en el colgante y no estoy segura de sí voy a poner resistencia o me
someteré con la esperanza de poder acercarme a Davien por última vez. La
mujer es un borrón. Ella está sobre mí en un segundo, más rápida y mortal
que cualquier Carnicero que haya visto hasta ahora. Sin embargo, en lugar
de matarme, me tapa la boca con la mano.  Su otra mano está sobre la de
Giles. Raph está demasiado aturdido en silencio como para hacer otra cosa.

—Van a hacer que los maten —dice Shaye con una sonrisa enloquecida.

 
33

EN EL MOMENTO EN que quita las manos de nuestra boca, Giles exhala un


suspiro de alivio que termina con su nombre.

—Shaye.

No hay posibilidad a que ella reaccione antes de que sus brazos la rodeen,
la agarren y la abracen como si fuera la última mujer del mundo. Shaye está
claramente sorprendida. Sus ojos van de Raph a mí. Le doy una pequeña y
cómplice sonrisa antes de volverme hacia Raph.

— ¿Por qué no les damos un momento?

—No necesitamos un momento —dice Shaye a la defensiva.

—Shaye —Giles se aparta con una mirada dura.

Shaye pone los ojos en blanco, pero la pequeña sonrisa en la comisura de


su boca delata sus verdaderas emociones.

—Está bien, un minuto.

Le doy una palmada en el hombro a Raph y lo guío hacia un árbol


cercano que está al otro lado. Me apoyo en él, cruzo los brazos y contemplo
el bosque en pendiente.  Pronto llevo la mirada a la Corte Suprema,
brillando contra el cielo nocturno, que se cierne sobre nosotros.

—A él le gusta mucho —Raph me saca de mis pensamientos.

—Sí, le gusta —estoy de acuerdo.

—A ella también le gusta, incluso si no quiere mostrarlo.

—Eso es astuto para un chico joven —le revuelvo el pelo. Frunce el ceño


y lo vuelve a peinar en su lugar. He aprendido que a Raph no le gustan las
cosas que le recuerdan su edad. Debo ser la peor, porque solo me dan ganas
de recordarle más.

—Uno, no soy un 'niño' —dice con firmeza—. Y dos, sé una cosa sobre
el amor.

Resoplé.

— ¿Qué sabes sobre el amor?

—Lo sé cuándo lo veo —hincha el pecho—. Como esa noche cuando tú y


el príncipe Davien bailaron.  Ustedes dos están enamorados.  Cualquiera
podía verlo.

El nudo en mi pecho se alivia y uno nuevo se forma en mi estómago. Me


pregunto si tiene razón y cuánta gente podría verlo.  Me pregunto cuántos
reconocieron lo que estaba sucediendo mucho antes que yo, o incluso
Davien.  Me pregunto si esa noche, incluso cuando me juró que no habría
sentimientos entre nosotros, sabía que ya me amaba y que yo lo amaba.

— ¿Bien? ¿Estoy en lo cierto? —Raph presiona sin descanso.


—Sí —confieso con una suave risa—. Tienes razón.

— ¡Lo sabía! Y es por eso por lo que lo vas a salvar.

—Es una de las razones. Salvar tu reino también es una gran motivación


—miro hacia atrás, a esa ciudad alta que se alza sobre la colina y la muralla
escarpada que la encapsula.  Por cada Carnicero que veo rondando, estoy
segura de que hay al menos cinco más escondidos.  Todo un ejército de
asesinos, entrenados desde el primer aliento.  ¿Realmente tenemos una
oportunidad contra ellos?

—Pido disculpas por la demora—Shaye se reúne con nosotros con Giles


a su lado.

—No se necesitan disculpas —me aparto del árbol.

— ¿Estaban besándose? —Raph mueve las cejas.

Shaye se inclina hacia adelante, poniendo su nariz cerca de la de él. 

—Sabes, tu padre y tu madre no están aquí ahora para protegerte.  ¿De


verdad quieres probarme, hombrecito?

La columna vertebral de Raph se pone rígida mientras se pone de pie. 

—No, no en lo más mínimo, lo siento, Lady Shaye.

Shaye tararea y se endereza. 

—Te estoy mirando, niño —curiosamente, no se opone a que lo llamen


‘niño’ cuando Shaye es quien lo dice.  Ella tiene esa aura intimidante, una
que solo se vuelve más intensa cuando mira hacia la ciudad—. Entonces,
¿viniste aquí con la intención de irrumpir en la Corte Suprema?
— ¿Giles te lo dijo? —Pregunto.

—No necesitaba hacerlo, es obvio.  ¿Por qué más


vendrías?  Especialmente con Dreamsong destruido —la boca de Shaye se
tuerce en un ceño fruncido.  Sus ojos brillan con una rabia como nunca
había visto.  Esta batalla siempre ha sido personal para ella, y Boltov solo
agrava las razones por las que tiene que luchar con su ataque a Davien y
Dreamsong.

— ¿Cómo sobreviviste a Allor? —Pregunto.

—Te lo diré en el camino —Shaye comienza a subir la ladera—. Creo


que conozco el mejor lugar para entrar.

Mientras caminamos por la ciudad circular, Shaye cuenta su historia. Se


enfrentó a Allor todo el tiempo que pudo, recibiendo golpes para que
Davien y yo pudiéramos escapar.  Una vez que Shaye alcanzó su límite,
activó una magia que ella llama «el sueño sin sueños».

— ¿Y eso qué hace? —Pregunto.

—Es un ritual que yo misma inventé, así es como escapé de Boltov la


primera vez.  Piense en ello como envolverme en el sudario de la
muerte. Puedo envolverme en él por un corto período de tiempo. Al hacerlo,
mi respiración se detiene y mi corazón se ralentiza hasta el punto de que es
casi imposible decir que todavía está latiendo;  es una especie de
éxtasis. Pero si me quedo allí demasiado tiempo, en realidad moriré.

—Así que le hiciste creer a Allor que te mató y reviviste después de que
ella se fue.

—Sí.  Los Carniceros siempre están demasiado ansiosos por creer que
superaron a sus presas.  Que nadie se puede comparar con su habilidad o
crueldad.  No se quedan para dar entierros o revisar sus golpes finales —
Shaye se encoge de hombros—. Funcionó una vez antes, funcionó de
nuevo.  Luego intenté encontrarte a ti y a Davien.  Cuando vi los restos de
una lucha en la fortaleza, me decidí por Dreamsong —todo ese tiempo,
Shaye estaba en camino a solo unos pasos detrás de nosotros—. Y, al ver las
ruinas, vine directo aquí. Vine para cumplir mi promesa. No tenía idea de
quién más sobrevivió.

—Viniste a matar a Boltov —término por ella.

—Siempre dije que lo haría... O, al menos, ayudaría al hombre que lo


hiciera —la mirada de Shaye se posa en mi cuello—. ¿Supongo que no
obtuvo los poderes y es por eso por lo que estamos en este lío?

—No, no los consiguió.  Y fue mi culpa.  Si me hubiera movido más


rápido…

—Fue culpa de los Carniceros que te atacaron y de Boltov por enviarlos


—interrumpe Giles—. No te culpes cuando no es merecido.

—Malditos Carniceros —Shaye maldice en voz baja—. Nunca pierden la


oportunidad de arruinar algo, ¿verdad?

Llegamos a detenernos en un punto bajo de la ladera. Un pequeño arroyo


pasa junto a las barras de hierro colocadas en la pared.

—Es una de las fuentes de agua de la ciudad —explica Shaye.

—Esto funcionará muy bien —Raph se acerca corriendo, inspeccionando


los barrotes.

—Hazte a un lado, chico —se acerca Giles—. Deje esto al hombre con
historia de construcción.
Mientras veo a Giles comenzar a establecer un pequeño ritual a ambos
lados de la estrecha orilla del río, me siento esperanzada por primera vez.
Giles y su conocimiento de la construcción nos ayudarán a entrar en las
puertas y salir de situaciones difíciles. Raph es pequeño y ágil. También ha
demostrado ser creativo e ingenioso, cosas que definitivamente  vamos a
necesitar en el interior.  Y Shaye, ella tiene la información más valiosa de
todos nosotros. Ha vivido en la Corte Suprema antes. Si alguien va a saber
dónde retienen a Davien y cómo llegar hasta él, será ella.

La miro, preparada para decirle lo agradecida que estoy de que esté aquí
con nosotros. Pero su expresión solemne me quita el aliento.

— ¿Qué pasa? —Pregunto suavemente, para no llamar la atención de


Giles o Raph. Shaye mira en silencio hacia la ciudad, su pecho sube y baja
lentamente mientras respira profundamente, inhalando por la nariz y
exhalando por la boca—. ¿Shaye?

—No puedo creer que finalmente haya vuelto aquí —admite, llevando
sus ojos a los míos.  Hay una cualidad inquisitiva en su mirada, teñida de
una preocupación frenética que sé que no puedo calmar—. No puedo creer
que vaya a volver a entrar. De buena gana.

—Está bien si no quieres —audazmente, apoyo mi mano en su hombro,


tratando de ofrecer algo de consuelo.  De alguna manera, creo que puedo
relacionarme con el margen de lo que ella siente.  Me imagino las
emociones que podrían sofocarme si alguna vez me paro ante la casa de mi
familia nuevamente. Estaría aterrorizada por decir lo menos.

Shaye se ríe suavemente y niega con la cabeza. 

—No estoy enojada. Estoy orgullosa de mí misma por regresar, por ser lo


suficientemente fuerte para cumplir mi promesa.

—Te admiro —le digo en voz baja.


Shaye trae sus ojos a los míos. 

—Y yo te admiro.  A lo largo de todo esto, has permanecido resistente,


más de lo que esperaba. No eres tan mala… Para ser humana.

Un pequeño pop interrumpe nuestra conversación. Ambas miramos hacia


atrás para ver a Giles levantando una sección de la rejilla.  La deja a un
lado. Raph se apresura a tratar de ayudar, pero me imagino que el chico no
está haciendo mucho en cuanto a levantar objetos pesados.

— ¿Ambas están listas? —Pregunta Giles, aunque sus ojos están sobre
todo en Shaye.

—Sí —avanza con confianza, gracia e intenciones asesinas.  Observo


cómo la mujer regresa voluntariamente a la guarida de su torturador sin el
menor rastro de miedo. No... Eso no es del todo cierto. Veo sus ojos. Ella
tiene miedo. Pero ella no está dejando que ese miedo le gane, ya no le está
dando poder sobre ella al permitirle asustarla o intimidarla.

Espero que algún día pueda ser la mitad de fuerte que Shaye. Que viva lo
suficiente para intentarlo. Mientras cruzo por debajo del muro de la Corte
Suprema, me hago un voto en silencio:

Voy a  volver a casa de mi familia, enfrentarlas por lo que hicieron.  Le


diré a Laura que se vaya y que sea una mujer por su cuenta, conmigo o sola,
y luego las dejaré para siempre. Nunca más les tendré miedo. Nunca dejaré
que vuelvan a intimidarme. 

No dejaré que los miedos que se han arraigado en los rincones oscuros de
mi mente me gobiernen.

A mitad del túnel, Shaye hace una pausa, indicándonos que hagamos lo
mismo. Cuando habla, su voz no es más que un susurro. 
—Esto nos va a dejar en una zona muy concurrida. Incluso a esta hora de
la noche, habrá gente en las calles, yendo y viniendo de las tabernas o
haciendo negocios.

—Y con el agua, no hay forma de que podamos lucir glamorosos —Raph


se mira los pies.

—Lo que significa que no hay escondite —Shaye asiente.

—No es de extrañar que se haya quedado con protecciones tan escasas —


Giles se acaricia la barbilla, pensativo—. ¿Así que, cuál es el plan?

—Voy a crear una distracción —dice Shaye.

—No —Giles intenta intervenir.

Ella sigue hablando por encima de él. 

—Tengo algunos rituales más cargados. Puedo crear suficiente caos como


para que ustedes tres puedan colarse entre la multitud.

—No te dejaré hacerlo —Giles le agarra la mano.

—Y estaremos perdidos sin ti —digo—. Eres la única que conoce el


camino a través de la Corte Suprema.

—No es difícil.  Y con su agudo sentido de la orientación, no tendrás


ningún problema —Shaye asiente con la cabeza hacia Raph—. Puedes
hacerlo, ¿verdad?

—Yo…
—Sé que puedes — Shaye supera su vacilación con su feroz
determinación—. Y solo porque voy a crear una distracción, no significa
que me van a atrapar.  Creo que ya he demostrado que puedo ser bastante
resbaladiza, especialmente cuando se trata de las garras de Boltov.

—No quiero que te uses a ti misma como cebo —Giles todavía se aferra a
ella—. Debe haber otra forma.

—Tal vez la haya, tal vez no.  No podemos arriesgarnos a pasar toda la
noche debatiéndolo. Las celebraciones de fin de otoño están llegando a su
fin, y si conozco a Boltov, usará su culminación como plataforma para
mostrarles a todos que la última Aviness finalmente murió bajo sus manos
—Shaye niega con la cabeza—. No tenemos tiempo para buscar mejores
planes o para cuestionarnos a nosotros mismos.  Tenemos que seguir
adelante con lo que el mundo nos ha dado y ponerlo sobre la marcha.

—Suenas como yo, y no creo que me guste —dice Raph.

Shaye sonríe.

—No eres el único que sabe cómo crear problemas.

—Bien —Giles se resigna a la idea, pasando una mano por su cabello


dorado por un lado de sus cuernos— pero voy a ayudarte a crear la
distracción.

—Deberías quedarte con ellos —insiste Shaye—. Si se encuentran con


más problemas en el camino, es posible que debas combatirlos.

—O, Raph y yo podremos movernos más rápido con una persona menos
—hablo—. Los dos lucimos poco amenazantes.
— ¿Estás diciendo que parezco intimidante?  Nadie me había llamado
intimidante antes —Giles parece extrañamente complacido.

—Estaba bastante intimidada por ti cuando te conocí —sonrío.  La


expresión rápidamente desaparece de mi rostro mientras mi tono se vuelve
serio una vez más—. Con dos de ustedes haciendo la distracción, será mejor
que uno.  Y pueden cuidarse unos a otros.  Así que, con suerte, podrán
reunirse con Raph y conmigo de nuevo.

Shaye mira a los ojos a Giles.  Tengo la sensación de que hay


conversaciones tácitas entre ellos. Ella frunce el ceño. Él asiente. Ella niega
con la cabeza; saca la lengua; ella pone los ojos en blanco.

—Bien —dice Shaye finalmente—. No puedo ir exactamente en contra


de mi propio consejo y pasar demasiado tiempo debatiendo esto.  Ahora,
ustedes dos, escuchen, no es difícil llegar al castillo desde cualquier lugar
de la Corte Suprema... —Ella nos dice la mejor ruta a seguir al terminar
nuestra caminata por el túnel, el agua enmascara nuestras palabras. Cuando
termina, ni siquiera se molesta en mirarme—. ¿Captaron todo eso?

Raph asiente con confianza.

—Déjamelo a mí.

— ¿Cómo entramos  en  el castillo? —A medida que la luz al final del


túnel se acerca, me doy cuenta de la realidad de nuestro plan. Estoy a punto
de entrar en territorio enemigo sin magia, con un niño como mi único
aliado.

—Desafortunadamente, eso no es algo en lo que pueda ayudarte —Shaye


frunce el ceño—. Ha pasado tanto tiempo desde que estuve en la Corte
Suprema. Y me fui antes de estar lo suficientemente cerca de los Carniceros
para conocer los entresijos de los guardias personales de Boltov.  Además,
incluso si lo hubiera hecho, estoy segura de que ya ha cambiado.  Tendrás
que adaptarte a lo que sea que te encuentres.

—Lo haré lo mejor que pueda.  Una última cosa, ¿tienes alguna idea de
dónde podrían estar reteniendo a Davien?

—Si tuviera que adivinar, estaría en algún lugar profundo del castillo, y
sería difícil llegar a él. El poder de la colina se vuelve más fuerte, haciendo
que todos los fae menos el rey sean más débiles, cuanto más profundo vas
—Shaye se detiene. Raph también se queda atrás mientras Giles se desliza
hacia los barrotes que cubren la entrada de la ciudad. Lo veo moviéndose,
preparando cualquier ritual que vaya a usar—. Escúchame, Katria, solo vas
a tener una oportunidad en esto. Tan pronto como Boltov sepa que estás en
la ciudad, hará todo lo posible para cazarte. Ellos ya saben que hay algún
tipo de  intruso a través de las barreras de la pared exterior.  Una vez que
sepa que es la humana quien lo está frustrando, nada le impedirá vengarse
de ti.

—Por más difícil que sea de digerir, no aproveches la primera


oportunidad que tengas, a menos que sea la correcta.  Si eres inteligente y
cuidadosa, ambos podrán esconderse a plena vista.  Pero en el segundo en
que te identifique, bueno, será mejor que te muevas muy rápido de ahí en
adelante. Haz cada una de tus acciones como si fuera la última, porque muy
bien podría serlo.

—Entiendo —asiento y agarro el collar alrededor de mi cuello.

—Bien —Shaye me da una palmada en el hombro una vez—. No sé si


ustedes los humanos, creen en el gran más allá al otro lado del Velo, pero, si
todo esto termina mal, espero verlos allí.

—Yo también lo espero, asumiendo que los dioses antiguos, o quienes


sean los gobernantes de ese mundo, dejen entrar a los humanos.
Shaye se ríe. 

—Por todo lo que has hecho por los faes, me aseguraré de que hagan una
excepción contigo.

Una sonrisa cruza mis labios.

Giles regresa.

—Está bien, estoy listo. ¿Ustedes tres también?

Miro a Raph, quien dice:

—Listo. Mantente cerca de mí, Katria.

—Por supuesto.

— ¿Seguro que quieres hacer esto? —Shaye le pregunta a Giles—.


Podrías ir con ellos.

—No eres la única que quiere causarle un poco de dolor a Boltov —Giles
sonríe—. He estado esperando este momento desde que asesinó a toda mi
corte. No me niegues la oportunidad de sembrar el caos ahora.

—Nunca lo soñaría —en la muestra de afecto más audaz y externa que he


visto de ella hasta ahora, Shaye toma su mano y se la lleva a los labios. Sus
ojos revolotean cerrados y besa cada uno de sus nudillos—. Ha sido un
honor estar a tu lado.

—Siempre tendrás un lugar allí —Giles mira hacia la salida. — Entonces,


a la cuenta de tres. Uno.
—Dos —dice Raph.  Lo veo hundirse en su postura.  Hago lo mismo
después de arrastrar los pies hacia un lado para tener un camino despejado
para correr.

—Tres —termina Shaye para todos nosotros.

Giles golpea su palma contra el túnel y un estruendo vibra desde el


corazón de la pared.  El suelo debajo de la salida se cae, y veo cómo la
rejilla y la mitad de la pared se derrumban con ella. Shaye no pierde ni un
segundo.  Ella sale corriendo hacia la ciudad más allá y agita una
mano. Sombras oscuras brotan de las yemas de sus dedos, coagulándose en
el aire. Escucho gritos.

—Esa es nuestra señal —dice Raph con una mirada hacia mí.  Asiento
con la cabeza.  Él corre hacia adelante y yo le piso los talones cuando
salimos a la Corte Suprema.

 
34

RAPH ESTABLECE UNA VELOCIDAD VERTIGINOSA. Es mucho más ágil que yo y


estoy luchando por mantener el ritmo. Él rebota por los escombros como si
fueran piedras que saltaran, aterrizando en un camino de río adoquinado
debajo mientras yo bajo por la primera roca.

Me muerdo la lengua gritando su nombre.  No quiero poner la atención


sobre nosotros. Solo tengo que seguir el ritmo, así que salto. Aterrizo con
fuerza, caigo hacia adelante y me raspo una rodilla para no rodar en mi
tobillo.  Empujo con ambas manos y corro en la dirección en la que Raph
desapareció, rezando por no haberlo perdido ya.

La ciudadanía de Corte Suprema no hace más que aumentar la


confusión. Son siluetas que se mueven frenéticamente. Es un caos total. Sin
embargo, milagrosamente, logro localizar a Raph entre la refriega.

Mira detrás de él y me llama la atención; asiento y seguimos corriendo.

Un viento helado repentino azota el área, disipando el humo. Mientras lo


hace, agarro a Raph por el cuello y lo empujó hacia un pequeño hueco
donde otros están acurrucados. Empujo hacia atrás, sosteniéndolo cerca con
ambas manos. Raph me mira.

—Deberíamos…
Lo hago  callar, mirando hacia atrás, justo en la plaza.  Ninguna de las
otras personas que nos rodean parece prestarnos atención. Somos solo otros
dos ciudadanos de la Corte Suprema, temerosos y oscuramente fascinados
por la ira que los Carniceros están a punto de cosechar sobre los intrusos.

Shaye está sola en un puente que cruza el río en el centro de la plaza. Sus


hombros están relajados, con las manos en las caderas, mientras mira a los
cuatro Carniceros que están encaramados en la azotea cercana. Uno de ellos
lanza perezosamente una daga.

—Impresionante que hayas llegado hasta aquí, traidora —dice


suavemente uno de los Carniceros—. Tal vez eso signifique que no serás
totalmente aburrida mientras te matamos.

— ¿Por qué no vienes aquí y lo averiguas? —Shaye inclina la cabeza


hacia un lado.

—Ella tiene confianza —dice el Carnicero lanzando la daga—.


Deberíamos ver si tiene una lengua tan atrevida en unos minutos.

Busco alguna señal de Giles. No se le ve por ningún lado. Eso solo puede


significar que ha asumido algún tipo de posición estratégica para ayudar a
Shaye.  Después de su insistencia en quedarse con ella, sé que no la
abandonará ahora.

—Oh, si lo hace, ¿puedo cortarla? —Uno de los Carniceros se ríe—.


Encuentro que a veces es la única forma de tratar con los conversadores
inteligentes como ella.

—Bueno, si estás demasiado intimidado para detenerme, creo que voy a


ir a hablar con el rey —Shaye se encoge de hombros y comienza a bajar por
el puente en nuestra dirección.
Tan pronto como ella se movió, los Carniceros se lanzaron desde su
posición. Shaye ni siquiera mira hacia ellos. Un muro gigante se erige de la
nada, sin duda obra de Giles. Shaye les da la espalda a los tres Carniceros
iniciales para lanzar dagas a otros dos que saltan desde posiciones ocultas.

A medida que avanza la lucha, la ciudadanía comienza a dispersarse.

—Deberíamos irnos ahora —susurra Raph. Asiento, pero parece que no


puedo moverme.  Mis ojos están pegados a la batalla que apenas
comienza. Aunque ya sé cómo terminará. Porque tan fuerte como es Shaye,
y tan inteligente como puede ser Giles con su magia... Solo hay dos de
ellos, y un número aparentemente infinito de Carniceros. Todo lo que puedo
esperar es que los capturen vivos y los pongan con el resto de los
supervivientes de Dreamsong.

Los salvaremos con el resto. 

Tengo que creer que es verdad.

Raph tira de mi mano y finalmente puedo obligarme a


moverme.  Entramos en un paso entre dos parejas que se alejan corriendo
del combate.  Mantenemos la cabeza gacha y, milagrosamente, nadie nos
detiene.

Caminamos hasta que los sonidos de la batalla se desvanecen. No sé si se


desvanecieron porque la lucha terminó… O si estamos demasiado lejos para
escucharlo más. Ahí es cuando finalmente obtengo el coraje para mirar a mí
alrededor.

Me abruma instantáneamente lo...  Normal  que parece todo, bueno,


normal para los estándares de Midscape. 

Esperaba que la Corte Suprema fuera un lugar con sangre corriendo por
las calles y gritos flotando en el aire. Esperaba ver gente viviendo bajo un
gobernante vicioso, con la amenaza de daño corporal escondida detrás de
cada esquina.

Pero los hombres y las mujeres no parecen diferentes a la gente de


Dreamsong. Lejos del caos y la vida nocturna de la sección de la ciudad en
la que entramos, las calles están tranquilas.  La gente se mantiene en
silencio, con la cabeza gacha y los hombros en alto, mientras marchan hacia
donde sea que vayan tan tarde en la noche.

Los edificios están hechos con el mismo estilo de construcción que vi en


Dreamsong. Hay vidrieras y farolas de hierro. La mayoría tienen dos o tres
pisos de altura y son mucho más condensados que Dreamsong.

Es en las comparaciones que dibujo lentamente que empiezo a ver las


corrientes subterrátneas más oscuras. La construcción es tan similar que no
puede ser por casualidad. Pienso en lo que Giles me dijo de su pueblo: que
Boltov acorralo lentamente las Cortes de artesanos y comerciantes y los
asimiló o mató.  O quizás las casas son aún más antiguas y se remontan a
Aviness.  Son parte de la historia robada;  sus ocupantes son
cautivos. Aunque se ocupen de sus asuntos, la normalidad es, una mentira
para encubrir el miedo constante en el que deben vivir.

—No me gusta este lugar —susurra Raph.

—A mí tampoco.  Haremos lo que vinimos a hacer aquí lo más rápido


posible —sin embargo, incluso mientras digo eso, pienso en la advertencia
de Shaye.  Solo tengo una oportunidad de entrar en el castillo.  Tengo que
esperar el momento adecuado.

Avanzamos por las calles en dirección al punto más alto de la Corte


Suprema: el castillo.  A medida que nos acercamos, puedo escuchar una
música tenue.  Me hace más consciente de lo tranquilas que han sido las
cosas.  Salimos a una calle principal.  Abajo en una dirección, lejos en la
distancia, está la puerta principal de Corte Suprema. En la dirección opuesta
hay un gran rastrillo que protege la abertura del castillo.

—Así que eso es todo —murmura Raph.

—Odio lo bonito que es —digo en voz baja. Las agujas hechas de plata


tienen bordes de cristal que casi parecen escarcha.  Motas de luz se
desplazan por el aire, rodeando los puntos altos y luego sobre la ciudad,
como si toda la magia que vi en las tierras de los faes proviniera de esta
única fuente. Cada ventana está adornada con un marco de piedra tallada en
forma de lirios y estrellas.  Cada baranda de balcón está adornada con
volutas. Es el castillo que siempre vi en mis sueños después de escuchar los
libros de cuentos que Joyce leía a través de la puerta.

—Es bonito porque Boltov no lo construyó.

—Me lo imaginaba.

—Mamá me contaba historias de Aviness cuando era pequeña. Ella diría


que el castillo, la colina, la corona de cristal y los faes son todos
uno.  Mientras uno se mantenga erguido, los demás también.  Y es por eso
por lo que la corona de cristal puede controlar a los faes y por eso no puede
salir de Corte Suprema

Me agacho y me apoyo contra una pared, escuchándolo. Nos posamos en


el borde de donde la estrecha carretera se encuentra con la principal, con el
castillo a la vista.

— ¿Las historias de tu mamá tenían algún consejo sobre cómo podríamos


entrar? —Pregunto, tratando de mantener mi enfoque en él y nuestra misión
en lugar de la música que se filtra a través del rastrillo.

—Por supuesto no. Las historias realmente no te dicen eso.


—Sí, son bastante inútiles —murmuro—. Las historias de los faes de mi
mundo realmente no me han servido de mucho aquí —cierro los ojos y
escucho la melodía cuando llega a su fin. Al principio, pensé que estaba tan
concentrada en eso porque habían pasado unos días desde la última vez que
escuché música, esa no era del tipo mágico. Pero cuanto más escucho, más
empiezo a pensar que lo reconozco—. Esa canción... La conozco.

—Ah, ¿sí? —Raph arquea las cejas.

Empujo la pared. 

—Estoy bastante segura de que sí.

—Viene del interior del castillo, ¿verdad?

—Creo que sí —me llevo el pulgar a la boca y muerdo la uña ligeramente


—. Quiero esperar aquí un poco.

— ¿Qué estamos esperando?

—Quiero ver si podemos averiguar quién toca esa música —mantengo


mis ojos enfocados en el rastrillo, ignorando a los cuatro Carniceros
alineados a cada lado.

— ¿Quieres acercarte? —Raph cambia de un pie a otro, como si ya


estuviera inquieto.

—No, nos quedamos aquí hasta que parezca inseguro o imprudente


hacerlo —me aseguro de que mis palabras sean firmes y no dejo lugar a
contradicciones.  Una oportunidad.  Es todo lo que tenemos.  Tengo que ser
paciente y tomarla cuando sea el momento adecuado.
La música suena toda la noche. Cuanto más escucho, más segura estoy de
haberla escuchado antes.  No es solo la melodía, o incluso las armonías
únicas, a lo que me aferro es a una interpretación única de esas notas.  La
música es como pintar. Los artistas pueden usar el mismo medio, pero dos
personas no crearán de la misma manera.

Cuando el amanecer comienza a atravesar el cielo, el rastrillo finalmente


se abre.  Me paro.  Raph también se aparta de la pared.  Agarra mi mano,
apretándola con fuerza mientras vemos a la gente salir del castillo.

Se tambalean hasta la madrugada, aferrándose el uno al otro y


balanceándose. Veo el macabro desfile pasear por la calle principal, abrirse
en abanico por los callejones y desaparecer en las lujosas casas que bordean
la pista principal de Corte Suprama.

Estos faes no son como los otros que vimos en los peldaños más bajos de
la ciudad.  Están vestidos con ropa suntuosa, sedas y gasas
escandalosamente transparentes con cortes que dejan muy poco a la
imaginación.

El oro y las joyas les pesan, rodeando cada dedo y cuello.  Las galas
incluso se cuelgan de sus cuernos y alas, atadas con cintas y pequeñas
campanillas que cantan mientras se mueven.  Estas personas flotan por el
mundo como si fueran las dueñas de él, como si no les importara.

—Mira —susurra Raph—. Sus pies…

Me doy cuenta de que su presentación dorada es simplemente una


distracción. Sus dobladillos y botas están ensangrentados. Veo salpicaduras
carmesíes en los chalecos de los hombres.

—No crees que es de…


—Ni siquiera lo pienses —acerco a Raph un poco más hacia mí—.
Vamos a ayudarlos y detener todo esto para siempre, te lo juro, Raph. Voy a
detener esto —miro hacia el rastrillo a tiempo para ver emerger la compañía
de música.  Efectivamente, los reconozco—. Esos son los músicos de
Dreamsong—respiro.

— ¿Qué? —Raph también los ve—. Esos traidores —gruñe—. ¿Cómo se


atreven?

—Detente —lo aprieto con más fuerza antes de que pueda salir corriendo
con una rabia justa.  Arrodillándome, lo miro directamente a los ojos—.
Tienes que mantener tu ingenio sobre ti ahora y pensar en cada
acción.  ¿Harás eso por mí? —Raph traga saliva y asiente varias veces—.
Bien. Ahora, dime, ¿puedes tocar algún instrumento?

—Los tambores, un poco.

—Tambores, de acuerdo. Ven conmigo.

— ¿Que estamos haciendo? —Se queda a mi lado, aunque no está seguro


de qué me ha impulsado a marchar por la calle principal.

—Voy a hablar con ellos.

—No me gusta esto, no me gusta nada de esto —se cruza de brazos.

Ciertamente eso es quedarse corto. Nada de esto va como esperaba. 

Estoy exhausta, superando mis límites;  mi cerebro se está quedando sin


buenas ideas.  Quizás se acabaron hace un tiempo.  Supongo que
averiguaremos si Raph tiene razón y esta es una idea terrible en ciernes.
Seguimos a los artistas hasta una posada no lejos del castillo. Tan pronto
como entran, escucho que la banda vuelve a tocar y suspiro de alivio.  Al
menos no se retiraron inmediatamente a sus habitaciones.  Será más fácil
hablar con ellos de esta manera.

Dejo a Raph. 

—Te vas a quedar aquí, ¿de acuerdo?

— ¿Qué? —Parpadea varias veces en estado de shock mientras me ve


quitarme el colgante de cristal del cuello—. No puedes... ¿Qué estás...?

—Si no vuelvo a salir, encuentra una manera segura de salir de aquí y


te vas. Lleva esto tan lejos como puedas, lo escondes en algún lugar donde
nadie pueda encontrarlo —la culpa  y el dolor son compañeros de la
desesperación mientras miro al niño pequeño, viendo el destino de su gente
descansar sobre sus pequeños hombros—. Dondequiera que lo escondas, te
llevas ese secreto a tu tumba. Cualquiera que supiera que lo tiene haría lo
mismo: yo haré lo mismo.  Mantente a salvo y también a la magia de
Aviness.

—No puedo... —Agarra mi mano con las suyas—. No puedo hacer esto
sin ti.

—Espero que no tengas que hacerlo —le doy unas palmaditas en las
manos con la otra—pero si las cosas van mal allí, esta es la forma más
segura. Así que prométeme que entiendes lo que debes hacer.

Él asiente a regañadientes. 

—Entiendo.
—Bien —me vuelvo para enfrentarme a la posada.  Tomando una
respiración profunda, marcho a través de la calle estrecha la exhalar. Antes
de inhalar de nuevo, he abierto la puerta. No hay vuelta atrás ahora.

La compañía no se trata tanto de actuar como de sentarse y rasguear


juntos.  El primer piso de la posada es una taberna, vacía a esta hora del
día.  Puedo oler el aroma herbáceo de algo que se cocina lentamente en la
parte de atrás; sin duda, los propietarios tienen una ventaja en la cena antes
de que salga el sol.

Debido a que está tan vacío, todos los ojos están puestos en mí tan pronto
como entro.  Los instrumentos paran.  Cruzo directamente hacia ellos,
zigzagueando alrededor de las mesas vacías. Mis ojos se encuentran con el
hombre que supongo que es el jefe de la compañía. El hombre con el pelo
negro azabache y marcas en la frente con el que toque en Dreamsong.

Simplemente nos miramos el uno al otro durante varios segundos. Puedo


decir que me reconoce instantáneamente, puedo decir que todos lo hacen
por su comportamiento.  Nos estamos evaluando en silencio, esperando a
ver quién actuará primero. Los músculos de mis piernas están tensos y listos
para correr.

—Te ves cansada, viajera —el líder agarra una silla con los dedos de los
pies y la patea hacia mí—. Quítate una carga.

—He recorrido un largo camino —es verdad—. Escuché que el rey tiene
algo realmente especial planeado para el final de las celebraciones otoñales.

—No puedo hablar por el rey, pero hemos escuchado susurros similares
—mientras su líder habla, la compañía intercambia miradas cautelosas. Veo
el destello del acero cuando uno de ellos se mueve. Los bardos que viven en
la carretera estarían armados hasta los dientes.
—Debe ser agradable tener la oportunidad de ver esas celebraciones
dentro de los salones del rey.

—Ciertamente es algo —el hecho de que no esté de acuerdo, de que


ninguno de ellos haya llamado inmediatamente a los Carniceros al verme,
me da esperanza.

— ¿Tocas a menudo para la realeza? —Tengo que estar absolutamente


segura de dónde radica su lealtad. No entiendo cómo pueden pasar de tocar
para la gente de Dreamsong al círculo íntimo de Boltov en unos pocos
días. Pero si voy a trabajar con ellos, necesito entender.

—Solo cuando nos convocan.  El rey tiene buen oído para la


música; aprecia la calidad.

Debe ser por eso que se les han concedido algunas libertades.  Deben
haber hecho un trato con el rey, o al menos llegar a un entendimiento. ¿Lo
que tengo que ofrecerles es suficiente para desviarlos de la seguridad que
han logrado obtener?

— ¿Crees que apreciaría la calidad de mi música?

—Como dije, no puedo hablar por el rey.

Eso no es un no.

—Sería un honor tocar para el Rey Fae.

— ¿Lo harías ahora? —Arquea las cejas.

—Quiero desesperadamente entrar al castillo.

— ¿Y eso por qué?


Muerdo mi labio inferior, sopesando cuidadosamente mis siguientes
palabras. 

—Hay algo, alguien, dentro de sus paredes que me gustaría mucho


ver. Pero, por desgracia, los Carniceros mantienen el lugar bien vigilado y
no soy lo suficientemente hábil como para poder entrar, así que no hay
forma de que pueda entrar por mi cuenta.

—Quieres tocar a tu manera, ¿es eso? —Su franqueza me da esperanza.

—Si eso es lo que se necesita.

El hombre le tiende la mano a uno de sus compañeros. Le entrega su laúd


sin dudarlo. El líder luego me lo pasa.

—Toca por ello.

— ¿Perdón? —Mientras tomo el laúd, él toma el suyo desde donde se


apoya en la silla.

—Un duelo de cuerdas —sus dedos levantan el cuello de su violín—. Yo


toco, luego tú tocas, luego yo toco, luego tú, hasta que uno de nosotros sea
superado.

— ¿Y cómo sabemos que alguno de nosotros será superado? —Ya estoy


afinando el laúd.

—Lo sabremos; eso nunca es un problema.

Los otros músicos se están acomodando en sus sillas.  Llevan sonrisas,


como si todo esto fuera un juego divertido para ellos, como si el destino de
la tierra de los faes no estuviera en juego.  Tal vez sea solo otra
diversión.  Tal vez la vida de estos bardos esté buscando un estallido de
inspiración o entretenimiento tras otro. No tienen lealtad, ni fidelidad, sino
a la musa de la música.

Quizás sea su falta de lealtad hacia alguien lo que significa que puedo
confiar en ellos.  Los hace simples y directos.  Siempre sabré cuál es su
posición, para sí mismos.

—Si gano, me dejas a mi amigo y a mí unirnos a tu grupo para la


próxima actuación dentro del castillo, ¿no? —Le pregunto con cuidado,
sabiendo que debo ser consciente al hacer un trato con los faes.

— ¿Tú y tu amigo?

—Puede tocar los tambores —considero esto, conociendo la aptitud


musical de las personas con las que hablo—. O puede ser como un bufón,
bailando. Es pequeño y puede ser bastante tonto.

El líder intercambia miradas con otra mujer. Ella se ríe. 

—Creo que me gustaría ver a tu pequeño asistente.

—Muy bien entonces. Tienes un trato.

Tan pronto como el hombre lo dice, sus dedos comienzan a


moverse.  Comienza lento, bailando alrededor de notas individuales,
punteando una cuerda tras otra, antes de que evolucionen en acordes. 

Es una pequeña cancioncilla estridente y corta, casi como un Limerick6


sin palabras en forma de música.

En el segundo en que se detiene, empiezo a tocar. Tomo la misma línea


que él puso con sus notas y la convierto en acordes completos. Cuando toca
a continuación, armoniza esos acordes, esta vez con un arco en la mano y
brillando a través de las cuerdas.

Estoy tan asombrada al verlo tocar ahora como la primera vez.  La


inspiración hace que me piquen las yemas de los dedos. 

La música alivia mis problemas.  Pone al mundo en espera.  No puedo


detenerme. No espero mi turno.

Empiezo a tocar en armonía y luego en una disonancia creativa con él. El


líder me mira y sonríe, pero no me dice que me detenga. También le sonrío
con picardía y empiezo a tocar más rápido. Nos animamos mutuamente con
miradas y notas ingeniosas. La compañía comienza a pisotear y aplaudir. Y
cuando llegamos a nuestro crescendo, ambos terminamos con una
floritura. Jadeantes.

Compartimos una sonrisa, como solo dos músicos pueden hacerlo.

—Todo bien. Deberías descansar un poco. Porque esta noche, vienes con


nosotros a tocar para Boltov.

35

DUERMO LA mayor parte del día. Cuando me despierto, es porque los otros


miembros de la compañía con los que comparto mi habitación están
comenzando a moverse.  Siento que podría haber dormido toda una
eternidad. Raph está acurrucado a mi lado, roncando suavemente. Su rostro
está relajado y se ve tan vulnerable, tan tranquilo.  Nunca he sido más
consciente de lo joven que es. La culpa me corta profundamente por lo que
le he hecho pasar. Le aparto suavemente el pelo de los ojos.

Uno de los músicos se acerca con un pequeño bulto de ropa. Lo tomo con
un agradecimiento silencioso. Tienen tres baúles completos de disfraces de
los que todos obtienen su atuendo.  Lo que me dieron es una blusa de
volantes con mangas onduladas y un escote pronunciado. Se combina con
pantalones de cuero negros ajustados.  Me preocupo por el colgante, y
finalmente decido girarlo y colgarlo entre mis omóplatos. Así, parece casi
una gargantilla, siempre que mi cabello cubra mis hombros.

Despierto a Raph para darle su ropa. Se viste somnoliento con la túnica


de colores brillantes y las polainas manchadas.  Al final está lo
suficientemente despierto como para fruncir el ceño ante el conjunto.

—Parezco un payaso.

Me río suavemente y no le hablo de mi comentario de bufón la noche


anterior. 

—Pareces un artista.

—Tienes buena ropa —él hace pucheros.

—Parezco un pirata.

—Los piratas son fabulosos.

Me río y niego con la cabeza. 

—Vamos a desayunar.
Raph y yo nos mantenemos tranquilos mientras comemos. La compañía
no es cruel, pero no parecen estar interesados en interactuar con nosotros
más de lo necesario.  Supongo que es lo mejor.  Cuanto menos sepan, más
seguros estaremos todos.  Además, pase lo que pase esta noche, tengo la
aguda sensación de que no nos iremos juntos del castillo.  Esto es
estrictamente comercial.

Estoy a la mitad de mi comida cuando me doy cuenta de que la


comida todavía tiene sabor. Raph se da cuenta del cambio repentino en mi
comportamiento y trata de preguntar el motivo. Pero lo rechazo.

Tenemos bastante de qué preocuparnos.  Agregar preocupación por mi


extinción como humana en el mundo de los faes es algo que no
necesitamos. Y todavía no creo que me esté marchitando. Debe ser porque
todavía tengo el collar en mi persona, el poder de los reyes todavía está
conmigo, incluso si ya no está en mí.  Afortunadamente, parece ser
suficiente para sostenerme en este mundo.

Las lámparas se encienden cuando salimos de la posada. El líder guía a la


compañía con una alegre melodía mientras caminamos y bailamos por el
camino. 

Intento lanzarme a la música.  Mis dedos se mueven por instinto,


seguros.  Pero es imposible para mí perderme en la melodía como suelo
hacerlo, como lo hice anoche, no con el castillo que se cierne sobre mí y el
rastrillo acercándose cada vez más.

—Espera —uno de los Carniceros nos detiene justo antes de que


podamos entrar.  Sus ojos se desvían hacia mí y Raph—. Esos dos no
estaban contigo ayer.

—Ah, sí, llegaron tarde a la Corte Suprema.  Se unieron a nosotros


anoche.  Pero seríamos negligentes en actuar de nuevo sin su habilidad —
dice el líder.  Técnicamente todo cierto.
El Carnicero todavía parece cauteloso. 

—No recuerdo que ninguna gente nueva haya entrado en la ciudad.

Agarro mi laúd un poco más fuerte, tratando de mantener mi rostro lo


más tranquilo posible.  Cuando cruzamos las barreras, ¿sabían cuántas
personas entraron? ¿O simplemente tuvieron la sensación de que se estaba
rompiendo la pared? ¿Pensaron que al capturar a Shaye y Giles, atraparon a
todos?  Incluso si no lo hacen… Solo puedo esperar que asuman que
cualquiera que sea lo suficientemente tonto como para colarse en la Corte
Suprema se mantendrá lejos del castillo.

— ¿Recuerdas todo lo que pasa en la Corte Suprema? —El líder inclina


la cabeza.

— ¿Pierde a menudo miembros de su grupo?

—Pierdo muchas cosas —el hombre se ríe y toca su violín.

El Carnicero me mira, entrecerrando los ojos.

—Te voy a hacer una pregunta muy simple. Solo puedes responder sí o


no.  Si dices otras palabras, te mataré sin dudarlo ni un segundo.  ¿Lo
entiendes?

—Sí —va a ser demasiado fácil. Me trata como a una fae y piensa que no
puedo mentir.  Aunque no tengo cuernos ni alas, no tienen ninguna razón
para esperar que sea una humana.

—Tú y él... —señala a Raph— ¿Se infiltraron en la Corte Suprema, sí o


no?
—No —sonrío ampliamente y no puedo evitar agregar—: Todo lo que
dijo es completamente cierto. Salieron y nos reunimos aquí.

Una de las mujeres de la compañía se ríe.

— ¿Crees que algo es gracioso? —grita el Carnicero.

—Creo que el mundo es una gran broma, y la única tragedia son las
personas que parecen no poder reírse de él —dice con una sonrisa.

—Fuera de mi vista —gruñe el Carnicero y nos hace señas.

Cuando pasamos por debajo del rastrillo, el líder de la compañía me mira


con una sonrisa maliciosa. Ralentiza el paso para caer a mi lado. 

—Pensé que eras un poco diferente… Un poco aburrida… Pero ahora me


doy cuenta de que eres de lo más interesante.  Porque es lo que te falta lo
que te hace especial.

—Soy única a mi manera, como todos lo somos —estoy de acuerdo,


compartiendo lo que podría ser la única sonrisa que tendré de la noche—. Y
tienes razón en que no necesito cuernos o alas para ser especial.

—Ciertamente no los necesitas —agacha la cabeza y levanta sus ojos


felinos para encontrar los míos—. Quiero que sepas que ha sido un gran
honor tocar contigo.

—Igualmente.

—No importa lo que pase esta noche, creo que compondré una balada
épica inspirada en tu historia.

Me río suavemente. Empiezo a sospechar que por eso me dejó ir. 


—Con suerte, esa canción no se acortara y tendrá un final feliz.

Nuestra conversación llega a su fin cuando salimos al otro lado del


rastrillo.  Hay una antecámara donde la gente se pasea con sus mejores
galas.  Algunos aplauden y sonríen al entrar.  Una gran escalera dorada
serpentea por la habitación, pero nos dirigimos hacia las puertas dobles que
dan al salón principal del castillo.

Todo el aliento abandona mi cuerpo y de repente me siento dividida entre


el asombro y el horror. Los contrafuertes sostienen un techo que se siente
como si pudiera tocar el cielo.  Se han perforado agujeros en el techo con
paneles circulares de vidrio, dando a las estrellas y la luna una vista de las
juergas de abajo. Los Faes bailan con música inaudita, girando por la pista,
riendo. Algunos se quedan a un lado, comiendo y compadeciéndose.

Sería una celebración bastante normal si no fuera por los hombres y


mujeres suspendidos en jaulas entre cada uno de los contrafuertes.  Veo a
Hol en una de las jaulas e instantáneamente agarro a Raph. El niño me mira
y lo miro a los ojos.

«Sé fuerte», hablo en silencio y lo miro con una mirada intensa. 

Luego, levanto mis ojos de nuevo a Hol.  Raph debe seguir mi mirada
porque puedo sentirlo tropezar. Escucho el gemido ahogado que casi se
escapa. Me aferro a él con los nudillos blancos, con tanta fuerza que sé que
duele.  Eventualmente habría visto a su padre.  Es mejor para él que no lo
pille desprevenido.  Pero, una vez más, estoy abrumada por la culpa de
traerlo aquí.

Todo esto valdrá la pena mientras nuestro plan funcione.  Raph y yo


repasamos los detalles varias veces anoche antes de dormir.  Sabe por qué
está aquí.  Él sabe por qué lo necesito.  Y no se echará atrás... Ni siquiera
cuando vea a su padre en el menú de entretenimiento de esta noche para
esta gente demente. Ésta es su única oportunidad de salvar a su madre y a
su padre.

En el otro extremo del salón, encaramado en lo alto de un estrado, está el


trono y el hombre que solo puedo suponer es el rey Boltov.  Desde esta
distancia, es difícil distinguir sus detalles.  Solo puedo captar los trazos
amplios, como su pelo rojo ardiente, o lo alto que debe ser para dominar
una silla mientras está tan encorvado y hosco. Me sorprende lo nervudo y
frágil que se ve.  ¿Este es el hombre que ha mantenido vivo el legado de
Boltov y el reino de los faes de rodillas?  ¿Este es el rey que ha cometido
todas las atrocidades que he visto he imaginado?  Parece él quien se está
marchitando, no yo.

No, no puedo dejar que su apariencia me engañe. Debo permanecer en


guardia.

Mientras cruzamos la habitación para finalmente pararnos ante el rey,


busco cualquier señal de Davien o Vena.  Las personas en las jaulas son
ciertamente cautivas del saqueo de Dreamsong, pero no puedo ver a
ninguno de los líderes.  No estoy segura de si eso me hace sentir mejor o
peor.

—Su Majestad —el líder de la compañía hace una reverencia—. Gracias


por traernos de regreso esta noche para dar una serenata a su gran salón.

El rey Boltov asiente ligeramente con la cabeza. La corona de cristal que


descansa pesadamente sobre su frente recoge la luz de los candelabros
masivos y la rompe en mil pedazos.  Pone en vergüenza las réplicas de la
noche en Dreamsong y las que están en las cejas de los hombres de este
salón.  Su artesanía es más refinada y rezuma un poder asombroso.  Mil
arcoíris enjaulan en un cosmos dentro de él.

También parece que Davien tenía razón: ha realizado un ritual oscuro


para permitirle llevar la corona.  Verlo en su cabeza me revuelve el
estómago. Estoy enfurecida, como si verlo con esa corona fuera una ofenda
a mi historia, un insulto para mí.

—Mis músicos favoritos han regresado.

—No nos atreveríamos a objetar su llamado, Su Majestad —el líder de la


compañía aún no se ha enderezado.  Todavía mira al suelo.  El resto de
nosotros hemos seguido su ejemplo, inclinando la cabeza.  Aunque miro
hacia arriba a través de mis pestañas.

Tan cerca, obtengo más detalles del maldito rey.

Su rostro está curtido, como cuero sobre curtido, adelgazado en el


proceso y estirado sobre piedras irregulares.  Sus ojos son de un azul
intenso, penetrantes, amenazando con exponer hasta el más mínimo indicio
de engaño. Los dedos del hombre son más huesos que carne o músculo, y
unas garras amarillas retorcidas se extienden en lugar de uñas. Dos cuernos
en forma de media luna, tan negros como la brea, se enroscan desde su
frente alrededor de la corona de cristal.  No hay nada en él que sea suave,
cálido o acogedor. 

Todo son ángulos brutales.

—Espero con ansias lo que realizarán para mí esta noche, ya que estamos
al final de nuestras celebraciones.  Toca bien y dejaré que te quedes con
todos tus dedos y pies.  Toca mal y te verás obligado a bailar sobre las
protuberancias.

Estoy empezando a comprender por qué la compañía estaba tan dispuesta


a permitirme unirme a ellos.  Incluso si no son estrictamente leales o
desleales a nadie más que a ellos mismos, Boltov es un enemigo para todos.

—Será un placer tocar para ustedes. No lo defraudaremos, señor.


—Bien, pero tienes que saber cuándo detenerte.  Tengo una sorpresa
especial planeada para la culminación de las celebraciones otoñales que no
quiero que se interrumpan.

Las palabras «sorpresa especial» me llenan de pavor. Cualquier cosa que


este hombre sienta que es especial es seguramente algo que no me
gustará.  Pero me muevo con la compañía a un lado del estrado.  El líder
establece la melodía inicial. El resto de nosotros lo seguimos. Raph toca su
pequeño tambor cómicamente, poniendo una sonrisa valientemente.

Dos horas y me duelen los dedos.  Nunca había tocado tanto o tan
duro. Pero sigo forzándome a hacerlo incluso cuando mis manos amenazan
con tener calambres. Toco por mi vida.

Y luego, la música se detiene de repente. Miro del líder de la compañía al


rey. Boltov ha levantado una mano.  Como un presagio oscuro, lentamente
se despliega del trono, de pie en toda su altura y elevándose por encima de
todos los demás.

—Buenos temas, hoy es el último día de otoño y el primero de


invierno. Es el día en que los vivos ceden el paso a los muertos. Cuando un
mundo pasa al siguiente. Y el Velo entre nosotros y el gran Más Allá está en
su punto más delgado.

Hay murmullos emocionados por todo el pasillo.  Veo cortesanos


agarrando copas y bebiendo abundantes sorbos. No pueden esperar a ver lo
que su rey ha planeado y eso me enferma.

—Sé que muchos de ustedes esperan entretenimiento esta noche similar a


lo de anoche, especialmente dada mi decoración —Boltov levanta las
manos y señala las jaulas que hay alrededor de la habitación—. Sin
embargo, esta noche es especial. Esta noche es para mí y para una historia
que comenzó hace cientos de años con la muerte del rey Aviness VI —los
faes reunidos sisean ante la mención del antiguo rey. Lentamente comienza
a descender la  escalera que envuelve el estrado —. Como saben, hay
quienes todavía piensan que se puede restaurar la línea Aviness.  Que
el verdadero rey al trono está ahí, aunque soy yo quien lleva la corona —da
golpecitos al cristal que rodea su frente para enfatizar. Las risas recorren el
pasillo—. Así que esta noche es un placer para mí ver que el último de esa
línea finalmente se corta; de ahora en adelante, nunca habrá una duda sobre
quién es más apto para gobernar.

Boltov entrelaza los dedos y las puertas del lado del pasillo se abren. Una
pequeña legión de Carniceros liderada por el líder que vi en el bosque
manosean a Davien. Está encadenado, e indefenso. Los cortesanos se burlan
de él y le escupen mientras lo hacen desfilar por el salón para finalmente ser
llevado ante el rey.

—Arrodíllate ante el verdadero rey de los faes —se burla el Carnicero y


lo golpea detrás de las rodillas. Davien cae al suelo.

— ¿Este hijo varón es la última esperanza de la 'poderosa' línea de sangre


Aviness?  ¿Este es el hombre que iba a amenazarme?  ¿Quién estuvo
protegido durante décadas en el mundo natural? —Boltov se ríe y la corte
se ríe con él—. Esta patética criatura pensó que sería ordenado por los
fantasmas de los antiguos reyes en el Lago de la Unción, pero carece de
poder verdadero.

Boltov le da a Davien una fuerte patada debajo de la mandíbula. Una que


habría hecho tambalear a Davien si no fuera por el Carnicero que lo
sostenía en su lugar con ambos brazos.  La sangre gotea de la boca de
Davien mientras mira al rey. Todavía no me ha visto, lo que supongo que es
una bendición.

—Supongo que debe ser necesaria una falta de verdadero poder en uno
mismo para notarlo en los demás —Davien gruñe y escupe en la cara del
rey.
—Maldito inculto —casi ronronea Boltov, pasando su garra por la mejilla
de Davien—. Disfrutaré desmembrarte, pieza por pieza —Boltov mira por
encima del hombro—. Música, digna de la sangre.

El juglar principal toma su violín y vacila, solo por un momento. Extrae


una nota estridente de las cuerdas que recuerda a un grito distante.  El
tamborista comienza a golpear un ritmo palpitante, sin prisa, pero
decidido. Horrible por lo lento que es.

Eso es todo.  Mi oportunidad.  Miro a Raph a los ojos y asiento con la


cabeza mientras me quito el collar de la garganta, poniéndolo en la mano
con la que rasgueo el laúd.

Mientras la música comienza, doy un paso adelante. Los ojos están en mí


mientras me acerco. Basta que atraiga la atención de Boltov y Davien. Los
ojos de Davien se abren un poco. 

Le fuerzo a esbozar una sonrisa enloquecida en mis labios tanto que se


sobresalta.

Riendo, giro mientras empiezo a rasguear mi laúd, frenética, loca. Pisoteo


y miro ansiosamente. Los acordes que toco son menores, intencionalmente
disonantes en el excéntrico violín.  No es música, es un sonido
horrible. Adecuado a la mirada de Boltov.

— ¡Sí, sí! —Boltov se ríe, echando hacia atrás una mano con garras—.
¡Bailaremos por su muerte! —El resto de los faes comienzan a reír y a girar
mientras Boltov golpea a Davien en la cara. La sangre salpica el suelo.

Mi estómago se revuelve y sigo tocando.  Davien ya no me mira.  Está


encorvado en los brazos de los hombres que lo sostienen.  ¿Sabe lo que
estoy haciendo?  ¿Puede ver mis pies?  «Por favor, que se dé cuenta»,
ruego. En mi periferia, veo a Raph dar un paso adelante, los nervios hacen
que el latido de su pequeño tambor se vuelva frenético.
Todo está llegando a un punto de ebullición.  Los ataques de Boltov se
vuelven más brutales. Sigo girando, dibujando formas invisibles en el suelo
con mis pies.  Son las mismas formas que estaba haciendo en el lago.  Los
mismos símbolos que Davien y yo revisamos para el ritual de
abdicación. Con suerte, el inicio cargado de ese ritual todavía está dentro de
nosotros. Esperando terminar.

— ¡Mírenlo!  —Boltov grita.  Todos disminuyen la velocidad.  Termino


mis movimientos, el collar caliente en mi palma—. No hay nada especial en
este hombre. Él es…

—Puede que no haya nada especial en él, todavía, pero ciertamente hay
algo sobre mí —lo interrumpo.  Boltov gira en su lugar.  Sostengo el
collar.  «Mírame», digo con mis acciones,  «Mírame solo a mí.  No te diste
cuenta de todo lo demás que estoy haciendo».  Le gruño, como si yo
también tuviera alas y colmillos. Como si pudiera ser tan monstruosa como
cualquier fae—. Quieres esto, ¿no es así?  Esto es lo que necesitas para
convertirte en el verdadero rey de los faes, y no en un pretendido soberano
que vive en un castillo robado por sus antepasados, gobernando con nada
más que poder fracturado y miedo.

Los ojos de Boltov se abren un poco y su boca se divide en una sonrisa


que deja al descubierto unos dientes como de tiburón. 

—Tú eres la humana.

—Y tú eres el último Boltov que los faes sufrirán.

Muerde mi anzuelo y se lanza hacia mí.  Espero hasta que esté en


movimiento; está demasiado comprometido para cambiar de rumbo cuando
suelto el collar, dejándolo caer. Un borrón a mi lado pasa zumbando antes
de que el colgante pueda golpear el suelo.  Boltov no puede atraparlo, no
cuando ya está estirando sus garras hacia mí.  Raph es tan ágil y pequeño
que es más rápido que incluso los Carniceros atrapados desprevenidos.
Escucho gritar a Hol. Me concentro solo en Raph y Davien. El niño lanza
el colgante.  Davien extiende la mano hasta donde le permiten sus
cadenas.  Sus dedos se cierran alrededor del cristal incluso cuando los
Carniceros se lanzan hacia él.

— ¡Yo abdicó! —Grito a todo pulmón para que todos me escuchen. Grito


para que resuene en cada rincón de este antiguo castillo. De modo que mi
voz retumba los cimientos mismos de esta colina sobre la que fueron
coronados los primeros faes.  Para que los gobernantes que todavía tienen
sus ojos puestos en mí conozcan mi intención—. Gobierna en mi lugar, el
reino  es tuyo, la corona es tuya  y la fuerza de los reyes antiguos es
tuya; levántate Rey Davien Aviness.

Mis palabras resuenan de forma antinatural en mis oídos.  Hay un eco


extraño, un retraso, mientras el mundo tiembla debajo de mí.  Las líneas
invisibles que dibujé en el suelo brillan junto con el colgante.  La luz se
vuelve tan brillante que el piso se agrieta y el colgante se rompe en las
manos de Davien.  Los grilletes se vuelven polvo sobre él y se pone más
erguido de lo que jamás había visto.  Sus heridas están curadas y sus alas
están completas, ya no están hechos jirones. Sus ojos son del tono de verde
más brillante que jamás haya existido.

Y son lo último que veo antes de que Boltov termine su golpe en mi


garganta.

 
36

VOY A MORIR, ese es mi primer pensamiento.  Y mi segundo pensamiento


es, pelea.

Caigo de espaldas, sin importarme siquiera cómo podría aterrizar,


siempre y cuando esquive su ataque. Pero Boltov tiene velocidad y el poder
de fae. Cuando falla su primer golpe, sigue su impulso, girando y cayendo
al suelo sobre mí.  Ruedo, sorprendida de que sus garras no encuentren su
marca por segunda vez. Luego miro hacia arriba y veo por qué.

Davien se  cierne sobre nosotros, todavía brillando y sosteniendo


a Boltov por la muñeca. El caos abunda en la sala; algunas personas corren
hacia el rastrillo; algunos se apartan y se sirven copas de vino fresco para
ver el entretenimiento que les prometieron.

—Por intentar tocarla, te condeno a muerte—gruñe Davien. Boltov lucha


por liberarse de su agarre, pero no puede.

Los carniceros están cargando desde todos los rincones de la sala. 

— ¡Davien, carniceros!— grito.

Mira por encima del hombro para evaluar la amenaza.  Con la mano
libre,  Davien  agarra la corona de  cristal de la  frente  de
Boltov.  Boltov  grita.  Hay un desgarro horrible cuando se libera la
corona.  Observo cómo su carne se desprende del hueso en trozos que se
aferran a la corona, como si hubiera sido  pegada a la  cabeza  de
Boltov.  Davien lo  mira con sorpresa y asco, antes de arrojar a  Boltov  al
estrado con una fuerza antinatural.  La  cabeza  de Boltov choca  contra la
piedra, dejando un rastro de sangre, y sus ojos están aturdidos. Sus párpados
se cierran lentamente. Sin la corona, se ve como el hombre pequeño y frágil
que vi por primera vez.

—Yo los detendré—.  Davien  mira entre  Raph  y yo. —Ustedes dos,
busquen una manera de liberar a los demás.

—Con mucho gusto. — Me levanto del suelo. Davien no tiene tiempo de


colocarse la corona en la frente antes de que los Carniceros estén sobre
él. El carnicero principal se la quita de las manos.

— Davien…

— ¡Vamos! — Gruñe y se lanza hacia el hombre que sitio Dreamsong .

Maldigo, luchando contra el impulso de quedarme y ayudarlo. 

—Sígueme, Raph.

Raph  está a mi lado cuando empiezo a correr hacia las puertas por las
que escoltaron a Davien. 

— ¿A dónde vamos? ¿Qué pasa con la gente de arriba? — Sé sin ver que
está mirando a su padre.

—No estoy segura de ellos todavía—. Empujo a un cortesano asustado a


un lado y justo en el camino de un Carnicero que se
abalanza. — Mantenían a Davien detrás de estas puertas, así que solo puedo
asumir que ahí es donde mantienen a las personas más fuertes o más
peligrosas. Los necesitamos.

— ¿Queremos gente más peligrosa?—  Raph se  escapa del agarre de un


carnicero. Se mete la mano en los bolsillos y sostiene lo que parece arena
reluciente.  Lo sopla de su palma y se enciende en el aire, explotando en
millones de pequeñas chispas, inofensivas pero efectivas para ocultar que
escapamos por las puertas.

—Queremos gente peligrosa si es nuestra gente peligrosa—, susurro.  A


pesar de que el salón principal se ha convertido en un caos, estos pasillos
están en silencio y sería una tonta al pensar que  Boltov  dejaría a sus
prisioneros sin vigilancia.

—Oh. — Raph lo entiende. — ¿Cómo Vena y Shaye?

—Solo podemos esperar. —  El pasillo continúa, bordeado por puertas


que parecen demasiado bonitas para contener a los prisioneros. — Raph, si
tuvieras prisioneros, ¿dónde los pondrías?

—En el corazón de la colina—, responde sin perder el ritmo.  —Más


cerca del centro donde todos los poderes son débiles excepto el del rey.

—Luego bajamos.

—Espera. —  Raph  toma mi mano.  —Dudo que esto funcione, pero es


mejor que nada—. Cierra los ojos y una mirada de extrema concentración lo
invade.  Observo cómo una imagen se superpone encima de él,
condensándose lentamente en su lugar como el agua se solidifica en hielo
hasta que parece sólida.  Donde  una vez estuvo  Raph  es uno de los
Carniceros que nos detuvo junto al rastrillo del castillo.

— ¿Acabas de hacernos ver a los dos como Carniceros?

La ilusión colocada encima de él asiente con la cabeza. 


No tengo ni idea de dónde buscar, porque sé que Raph solo llegó hasta mi
cadera. 

—De nuevo, dudo que funcione. La mayoría de los faes pueden ver más
allá del glamour de los demás.

—Pero es mejor que nada. Eres brillante.

—Solo toma mi mano.  Me resulta más fácil encantarte mientras pueda


tocarte.

—Bien por mí.

Empezamos por el pasillo.  Al final se abre a una


habitación.  Afortunadamente, está vacía y hay una escalera que sube y
baja. Tomamos el camino de bajada hacia otra habitación. Es en el cuarto
pasillo donde vemos a un grupo de Carniceros corriendo a lo
lejos. Esperamos, aferrándonos a la pared y conteniendo la respiración. Solo
uno mira en nuestra dirección pero no parece registrarnos como fuera de
lugar. El glamour de Raph funciona.

Bajando otra escalera, las mejores galas del castillo están comenzando a
desaparecer y ser reemplazadas por lo que esperaría de los  Boltov.  Hay
habitaciones diseñadas únicamente para placeres desagradables, de esos que
me hacen encogerme y atravesarlos lo más rápido
posible. Sostengo la mano de Raph con un poco más de fuerza. Le llevará
algún tiempo procesar todo esto una vez que hayamos terminado. Pero si lo
logramos, podrá pasar ese tiempo con sus dos padres aún vivos.

Cuando pasamos por una puerta, escucho murmullos débiles en el


interior.  Me detengo y presiono mi oído contra él, confirmando mis
sospechas.

— ¿Qué es?— Pregunta Raph .
—Creo que están aquí—. Mi mano aterriza en la manija de la puerta.  —
¿Estás listo?

—Después de lo que pasó en el pasillo, estoy listo para cualquier cosa.

— Sí, lo estás—. Intento girar el pestillo, pero no se mueve. Reprimo un


fuerte gemido de frustración.

—Está bien, puedo ocuparme de esto —.  Raph  suelta mi mano y el


glamour desaparece.  Sus ágiles dedos tocan la puerta y él mismo
murmura.  Escucho el suave clic del pestillo que se abre.  Me sonríe
tímidamente. —No... Les cuentes a mis padres sobre ese ritual en particular,
¿de acuerdo?

—Tu brillante secreto está a salvo conmigo—.  No es de extrañar que


pueda llegar a cualquier parte y a cualquier cosa.  Agarro el pestillo de
nuevo y me debato en cómo quiero proceder. ¿Abro la puerta y entro lista
para una pelea?  ¿O intento colarme?  Insegura, abro la puerta
lentamente. Un rayo de luz atraviesa el marco de la puerta y puedo escuchar
las palabras con mayor claridad.

—… Escuchas los ecos de los gritos, ¿no? Esos son vítores de alegría, ya


que su falso rey es destrozado por los cortesanos que intentaría gobernar —
se burla Allor.

Abro la puerta un poco más, metiendo la nariz. Hay una mesa


ensangrentada en el centro de la habitación y todo tipo de instrumentos de
aspecto perverso en las paredes. En la parte de atrás hay varias jaulas, todas
llenas de personas a las que reconozco de Dreamsong; Shaye, Giles y Vena.

Allor se pasea frente a las jaulas, como si las rejas estuvieran diseñadas
para ella, para mantenerla fuera, en lugar de mantener a sus prisioneras
dentro. Porque si tuviera acceso a ellas, bueno, sus amenazas dejan claro lo
que haría.
Abro la puerta un poco más, las bisagras están en silencio y me acomodo
en la pared del fondo.  Los ojos de Vena se posan en mí solo por un
segundo. Giles está desplomado contra la pared, sin moverse. Estoy segura
de que Shaye también me nota, pero ni sus palabras ni su comportamiento
delatan nada.

—Es de esperar que sean vítores de alegría—, le dice Shaye en voz alta a
Allor, como si tratara de mantener la atención en ella.  —Porque si no lo
son, será desastroso para ti, ¿no? ¿Qué crees que hará nuestro nuevo rey con
los Carniceros que sirvieron a Boltov con tanta fidelidad? Parece que es un
hombre generoso, pero...

—No quiero la generosidad de personas como él—. Allor se burla.

— ¿No? Y aquí pensé que querías la generosidad de los reyes. No parece


que tengas ningún problema para besar  las  botas  de Boltov  —.  Shaye se
inclina hacia los barrotes.  —Tal vez sea porque te das cuenta de que
sin él no eres absolutamente nada.

— ¡Cómo te atreves!—  Allor se enfurece, lanzándose hacia la


jaula. Mientras golpea la puerta, lentamente tomo un voluminoso mazo de
acero de la pared.  Es tan pesado que mis músculos tiemblan con solo
sostenerlo. — Tú eres la que no es nada. Tú eres la que está en la jaula, no
yo.

—Me escapé de la jaula que pusiste a mí alrededor hace mucho tiempo


—. Shaye sonríe, manteniendo la atención de Allor en ella y solo en ella. —
Pero siento pena por ti, porque no eres lo suficientemente fuerte para
escapar. Cuerpo débil, mente débil. Es muy triste.

—Te mostraré quién es débil—.  Allor busca en sus bolsillos.  Mientras


saca una llave, me ve en su periferia, ahora a solo un paso. —Que…
No lo dudo. Me abalanzó. El martillo golpea el costado de su cabeza con
tanta fuerza que sale volando de mis manos y golpea el suelo con
un sonido metálico tan fuerte que estoy seguro de que ha alertado a la mitad
del castillo.  Allor cae al suelo, inmóvil.  Me paro junto a ella, jadeando
suavemente.  Con un golpe, mi pulso se  acelera  incluso más rápido que
cuando  Boltov  me atacó.  Cada centímetro de mi cuerpo está en llamas,
presa del pánico, listo para luchar.

—Buen golpe. — Shaye silba.

—Yo... ¿Crees que está muerta?—  Pregunto insegura.  No esperaba


cumplir mi amenaza a Allor en el bosque ese día.  Supongo que fue la
siguiente fae que maté.

— ¿Eso espero?  Creo que sería muy poético si uno de sus principales
Carniceros fuera asesinado por un humano.

Mientras Shaye habla, Raph toma la llave que Allor dejó caer y comienza


a abrir todas las jaulas.  Shaye es liberada mientras yo sigo mirando a
Allor. Ella apoya una mano en mi hombro. 

—No creo que esté muerta.  Lo cual también es bueno, porque me


gustaría tener el honor de matarla si a ti te da lo mismo.

—Por supuesto—murmuro.

— ¿Qué está pasando?—  Vena pregunta, emergiendo como si hubiera


estado sentada allí por elección y no por la fuerza.  — ¿Supongo que el
hecho de que estés aquí es una buena señal?

—  Davien  tiene la magia de los viejos reyes.  Se terminó el ritual de


abdicación. Está en el salón principal luchando contra los Carniceros, pero
necesita ayuda —digo rápidamente.
—Vienen refuerzos—. Vena mira a Shaye, quien está arrastrando a Allor
a la jaula en la que estaba atrapada. — ¿Sabes dónde están detenidos los
demás?

—No sé nada sobre el castillo; Ya te lo dije —. Shaye pone los ojos en


blanco. —Pero puedo hacer una suposición fundamentada.

—Haz eso, — Vena ordena mientras Shaye cierra la puerta de la celda en


Allor. —El resto de ustedes que sean capaces de luchar, vengan conmigo.

— ¡Puedo llevarte de regreso al salón principal!—  Raph  dice


emocionado.

—Ese no es lugar para ti—.  Vena frunce el ceño.  Raph se  desinfla un
poco y la frustración enrojece sus mejillas.

— Raph, te necesito—, dice Shaye. —Necesito tus deditos para entrar en


cualquier puerta cerrada que pueda haber entre el resto de nuestros amigos
y yo. Además, después de que liberemos a todos, necesitaremos un guía de
regreso al salón principal.

—Muy bien. — Raph mira a Vena. —Liberarás a mi padre, ¿verdad? Está


en una jaula en el salón principal.

—Lo haré—, jura Vena.

—Puedo mostrarte el camino—, le digo.

Vena niega con la cabeza. 

—Ese tampoco es lugar para un humano. Deberías quedarte aquí.

—Voy a guiarte.
—Vena tiene razón— dice Shaye mientras atiende las heridas de
Giles. Gime suavemente. —Deberías quedarte aquí; será más seguro.

—Vamos— le digo con firmeza a Vena.

—Esta no es tu pelea—dice Vena.

—Esta es mi pelea—.  Señalo el suelo, como si estuviera haciendo mi


posición, como si estuviera jurando sobre la roca en la que fue coronado el
primer rey fae. —Esta ha sido mi lucha desde el momento en que la magia
de los antiguos reyes entró en mi cuerpo, desde el momento en que me casé
con  Davien  en el Mundo Natural.  Y luego hice un juramento a  tu
gente. Cumplí mis promesas. Quiero ver esto hasta el final —. Quiero ver el
primer momento en que Davien se sienta en el trono de los faes.

—Muy bien—, cede Vena con un brillo en sus ojos que casi parece
aprobación. —Dirige.

Corremos de regreso por los pasillos y las habitaciones. No hay rastro de


un solo carnicero en camino.  Pero a medida que nos acercamos, puedo
escuchar por qué.

La lucha en el salón principal ha alcanzado el punto culminante. Gritos y


explosiones de magia sacuden las puertas por las que  Raph  y yo
escapamos.  Espera, le suplico desde lo más profundo de mi corazón
a  Davien, esperando que de  alguna manera  pueda oírme.  Espera un poco
más, tengo cosas que necesito decirte.

Me quedo atrás y dejo que los fae carguen a mí alrededor. Incluso si esta


es mi pelea, son mejores guerreros que yo.  Sobre todo porque ahora me
falta toda la magia.

Las puertas se abren de golpe revelando un pasillo marcado por la


magia. Armas tenues se lanzan por el aire mientras los carniceros saltan de
sombra en sombra.  Davien  está en el centro de todo.  Está  encendido, el
poder aún emana de él como llamas frías que desvían la mayoría de los
ataques.  Con un poderoso batir de sus alas, se lanza al aire, agarra a un
Carnicero por la garganta y lo arroja al suelo, aterrizando sobre su pecho
antes de enfrentarse con otro.

Los  faes  de  Dreamsong  inundan la habitación y nivelan aún más el


campo de juego. Con tantas manos, pueden liberar a los que todavía estaban
atrapados en las jaulas que cuelgan del techo y también se unen a la lucha.

Mientras las mareas cambian, miro hacia el estrado. La mancha de sangre


de  la  cabeza  de  Boltov  sigue ahí, pero el  propio  Boltov  no.  Pensé que lo
habían matado o que, en el peor de los casos, lo habían dejado inconsciente.

¿Dónde está?  No lo veo en la refriega y el hecho me impulsa a


actuar. Empiezo a correr a lo largo de la pared, saltando sobre escombros y
esquivando ataques desviados que excavan marcas de viruela en los frescos
de colores brillantes a mi lado.  Agachándome para hacerme pequeña,
inspecciono el rastro de sangre que se aleja del estrado y rodea la parte
trasera.  Siguiéndolo, encuentro una pequeña puerta, oculta a la vista de la
sala principal. Está entreabierto.

Miro de nuevo al pasillo. Nadie parece haberse fijado en mí. Están todos


demasiado ocupados. Antes de que pueda pensar mejor, cruzo el umbral.

Detrás de la puerta hay un túnel por el que tengo que arrastrarme.  Se


ensancha para abrirse a una escalera de caracol. Arriba y arriba, giro hasta
que me escupe en lo que parece ser un armario.  Docenas de abrigos y
pantalones, todos manchados de sangre y dejados en el suelo para apestar
por la habitación, amortiguan mis pies mientras paso a través de la cortina
de ropa colgada.

Los movimientos en la otra habitación me hace


detenerme.  Boltov  murmura para sí mismo.  Los pasos se acercan y me
agacho, hundiéndome en el pasillo antes de que él pueda verme.

La ropa colgada oscurece la mayor parte de mi visión, pero puedo verlo


hurgando a ratos.  Agarra las cosas frenéticamente, mientras la sangre
todavía brota de su frente, pintando su rostro de un inquietante tono
carmesí.  Abre un gabinete, revelando dagas, pero en su lugar busca las
joyas que se encuentran debajo de ellas.

Cuando se va, me escabullo y tomo una de las armas para mí,


levantándola silenciosamente de sus clavijas.  Está tratando de correr y no
voy a dejarlo escapar.  Una línea de sangre terminará esta noche, pero no
es Aviness.

Salgo a los aposentos del rey. Está en una oficina adjunta, enmarcada por
estanterías a ambos lados, iluminada por una pared llena de ventanas que da
a la ciudad y las estrellas. Efectivamente, tiene una bolsa abierta sobre un
escritorio en el que está tratando desesperadamente de meter demasiados
metros de tela. Él maldice, frustrado, y hace que la ropa se desparrame con
un gruñido.

Silenciosamente me acerco detrás de él.  ¿Este es el rey que ha tenido


al reino de los faes de rodillas? No, es solo una versión diluida del primer
usurpador, aferrado a un prestigio que ya no existe.

Boltov alcanza una de las joyas que dejó caer. Está demasiado frenético


para darse cuenta de mí. Cuando está de rodillas, deslizo la daga frente a su
garganta.

—No te muevas—, le digo en voz baja.  Mira hacia la ventana que


domina la pared detrás de su escritorio.  Nuestros ojos se encuentran en el
reflejo del cristal oscuro.

—Tú. —  Él suelta una carcajada.  —Una chica humana ha venido a


matarme.
—No te voy a matar—. Aunque ciertamente lo consideré.

— ¿Me vas a mostrar misericordia? Dudo que a tus amigos les guste eso
—. Su labio superior se encrespa mientras se burla.

—Voy a dejar que el nuevo y legítimo rey decida qué hacer contigo
—.  ¿Hay un mejor regalo de coronación para darle
a Davien que la cabeza de Boltov?

—El nuevo rey... ese bastardo chillón no durará un año.

—Una declaración audaz que hacer con un cuchillo en la garganta


—.  Empujo la daga solo un poco para enfatizar.  Boltov  inclina la cabeza
hacia atrás para mirarme. Su expresión es de júbilo loco.

— Davien Aviness -pero no lo es realmente, ¿verdad? No nació con ese


nombre. Está robando el poder de los antiguos reyes tanto como yo. No hay
una gota de sangre Aviness en él. Esa corona no le prestará más atención a
él de lo que me hizo caso a mí.

—Si no crees que pueda usar la corona, ¿por qué intentar matarlo?— No
voy a permitir que me convenza.

—Porque cualquiera que se atreva a decir que es parte de esa familia es


condenado a muerte. Ese solo nombre provoca rebeliones. Mientras la gente
piense que hay esperanza de que  regrese  un  Aviness, luchan contra mí
—. Sisea y expone todos sus dientes afilados.

—Si Davien no era el heredero, ¿por qué no pudiste llevar la corona?

—Estoy seguro de que hay un bebé o un niño chillando, un vástago


distante que tiene  suficiente  sangre en las venas para mantener vivo el
ritual, probablemente del último verdadero  Aviness  que escapó de mis
garras.  ¿Pero quién es ese bebé?  — Se ríe oscuramente.—Ni siquiera yo
sé. Y matar a todas los Aviness posibles evita que cualquiera piense siquiera
en buscar su herencia. Por lo tanto, el verdadero heredero tampoco lo sabrá
nunca y la corona de cristal nunca se volverá a usar. Los faes estarán en un
punto muerto eterno.

—  Davien  podrá  llevar la corona, — gruño y le acerco aún más la


hoja. Le corta el cuello. Boltov simplemente sonríe más ampliamente. —Él
es el heredero.

Toda esta lucha.  Toda esta sangre.  Pensar que  Boltov  tiene razón... que
todo este tiempo estuvo disuadiendo a cualquiera de buscar el
descubrimiento del verdadero linaje... que matar a  Davien  fue un medio
para romper la determinación de los Acólitos y que nunca fue elegido para
la corona... Puedo ' No lo soportes. Está mintiendo, debe estarlo.

—No, no lo hará.  La corona de cristal solo adornará la frente del


verdadero heredero, y ese no es  Davien  —.  De  repente,  Boltov  agarra mi
muñeca con una fuerza que no sabía que aún poseía.  Fui una tonta por
pensar que solo porque ya no tenía la corona, estaría indefenso.  Sigue
siendo un fae.

El mundo gira mientras me lanzan por el aire. Boltov me lanza como si


fuera una muñeca de trapo.  Pero lo agarro con mi otra mano en el último
segundo y el impulso nos empuja a ambos hacia la ventana.  El vidrio se
rompe, lloviendo sobre Corte suprema.

El viento azota mi cabello y siento que mi estómago se revuelve mientras


la tierra sólida desaparece debajo de mí.  Boltov se  aferra a mí,
luchando. Es como el día en que me caí del techo. Miro hacia el cielo, como
lo hacía entonces, la luna es un observador silencioso.

Nunca más vuelvas a escalar.

Chica monstruo.
El olor a carne quemada en mi espalda me chamusca la nariz.

Por un momento, todo está claro.  Lo que realmente sucedió ese día
vuelve a mí.  El mundo parece fracturarse porque ninguna de las piezas
encaja para mí por más tiempo.

— ¡No perderé contra ti!— Boltov grita. Me devuelve a la vida. Tengo que


recuperarme.  Cojo una de las tallas ornamentales de las ventanas y me
agarro a un lirio. —No lo harás…

Lo callo hundiendo la daga enjoyada en su cuello. Boltov gorgotea sangre


y su agarre se afloja. Se desliza de mí, cayendo, más y más lejos, hasta que
no es más que una mancha tragada por las sombras de las calles de la Corte
Suprema, muy abajo.
37

ESTOY DEMASIADO SORPRENDIDA  para moverme durante varios


segundos.  Sigo mirando hacia abajo, esperando a que le broten alas y
vuelva a volar, esperando ver a un Carnicero esquivando las sombras para
salvar a su rey.  O esperar a ver a un hombre parecido a  Boltov
escaparse mágicamente en la distancia.

Pero no pasa nada y mi agarre va a ceder si espero más.  Busco la


siguiente repisa de la ventana, trepando hasta que me paso por encima del
vidrio roto y regreso a la habitación.  Jadeando, envuelvo mis brazos a mí
alrededor, alcanzando mi espalda.

Ese recuerdo.

¿Mi memoria?

Cierro los ojos con fuerza, tratando de borrarlo de mi mente.  No,


no  no  no  , una chica asustada que aún vive en mí grita,  no lo
pienses.  Empuje hacia abajo.  No tiene sentido.  Estoy cansada.  Estaba al
borde de la muerte. Estoy en un mundo que mi mente humana apenas puede
comprender.  Los recuerdos se retiran, escabulléndose hacia las
profundidades de las que intentaron salir a la superficie. Ese día fue uno de
los peores días de mi vida, pero no fue tan malo. Todo está en mi cabeza,
como diría Joyce.

Me levanto del suelo y me dirijo hacia abajo por el pasillo y salgo a un


salón principal mucho más silencioso.  La lucha ha terminado.  Los
Carniceros restantes han sido detenidos y rodeados por fae familiares como
cautivos de guerra.

Davien está con Vena en el centro de la habitación. La magia ardiente se


ha desvanecido a su alrededor, pero todavía tiene un aura levemente
brillante. Sus ojos se encuentran con los míos.

—  Katria  —.  Mi nombre suena como pura felicidad en sus labios


mientras deja escapar un suspiro de alivio.  Se apresura y levanta mi cara
con ambas manos y, sin previo aviso, frente a todos, me besa directamente
en la boca. Así, el mundo se desvanece por un momento feliz. Solo está él,
la sensación de sus labios en los míos, la forma en que su aliento me hace
cosquillas en el cabello junto a mi oreja, todo es más perfecto de lo que
recuerdo. Cuando finalmente se aleja, me quedo aturdida y con ganas.

— Davien, — susurro suavemente, mis ojos recorriendo la habitación. —


Todos…

—No me importa. —  Presiona su frente contra la mía.  — Déjalos


ver. Que todos vean que su rey ama a la mujer que salvó su reino.

Cierro los ojos lo más fuerte que puedo, deseando que este momento
nunca terminara. Que el mundo no sea complicado y pueda quedarme a su
lado.  Pero las cosas no son sencillas.  Mi alma está tan turbia como las
sombras que suelen rodear los cuellos de los Carniceros.

—Sin embargo, ese no fue el destino que nos toco—, susurro sólo para
él. —Y tu reino aún necesita estar a salvo.
—Hemos ganado—. Davien se aparta y mira hacia el estrado. Sus ojos se
abren cuando sin duda se da cuenta de que  Boltov  no está donde lo
dejaron. —Que…

— Boltov está muerto. Lo maté.

— ¿Tú?— él respira.

Le cuento lo que sucedió mientras luchaban contra los Carniceros en el


salón principal. 

—... y luego se cayó.

Davien me suelta y mira por encima del hombro. 

—Shaye, a mí—.  Shaye  corre  y  Davien  rápidamente resume lo que le


acabo de decir.

—Dirigiré un grupo de búsqueda, Su Majestad.  No descansaré hasta


traerle su cuerpo —. Ella sale corriendo del salón principal.

—Antes de que haya más distracciones, creo que hay un asunto


importante que debe atender, Su Majestad—, dice Vena, sosteniendo la
corona.

Davien se vuelve hacia mí. 

—Me gustaría que lo hicieras tú

— ¿Qué? ¿Yo? — Miro entre él y Vena. Las palabras de Boltov sobre la


corona todavía están frescas en mi mente. —No creo...
—No hay nadie más a que quiera hacer esto. Los fae están a salvo gracias
a ti —. Davien toma mis manos. —Por favor, aunque sea, por mí.

—Está bien—, digo débilmente. Vena me entrega la corona. Nunca había


visto nada más hermoso. Aunque está hecha de cristal, es cálida al tacto y
los bordes más irregulares se sienten suaves.  Veo luz brillando desde
adentro, una neblina similar a la que había debajo de las aguas del Lago de
la Unción.

Davien se  arrodilla ante mí, mirando expectante.  Trago saliva


espesa.  Boltov  estaba mintiendo, sin duda.  Estaba en una situación
desesperada. Sin embargo... Esto se siente mal; algo no esta bien . Alejo los
pensamientos de mi mente.  Extiendo  la corona sobre  la  cabeza de  Davien
que espera.

—Por fin— dice Vena en voz baja.  Bajo la corona hasta  la  frente  de
Davien y la suelto. —Todos saluden... —Las palabras de Vena se atoran en
su garganta cuando la corona se desliza fuera de  la  cabeza  de  Davien,
rebotando en el suelo mientras todos miramos en estado de shock.

— ¿Qué significa esto?— Oigo preguntar a Oren.

Davien está demasiado aturdido para decir algo de inmediato. Mira la


corona con incredulidad, como si de alguna manera lo hubiera
traicionado. Quiero envolverlo, esconderlo y consolarlo. Quiero gritarle a la
corona por atreverse a hacer que el hombre que me ha robado el corazón
sufra de esta manera. 

Quiero matar a Boltov por segunda vez por tener razón.

—Significa... que no soy el verdadero heredero—  dice


finalmente Davien.
—Pero los linajes… fuiste el último. Por matrimonio, pero... —murmura
Vena, apenas coherente.  —Estábamos seguros… no hay otro.  Y  tienes  el
poder.

—Pero hay alguien más que es más apropiado para el trono que yo. Debe
haber un  Aviness  de sangre y no solo el matrimonio—.  Davien  se  pone
de pie, luciendo más viejo y más cansado de lo que nunca lo he visto. Sin
embargo, de alguna manera, todavía se las arregla para mantener la cabeza
en alto. — Así que yo lideraré, hasta que se pueda encontrar a esta persona
y asumir el trono que le corresponde. La búsqueda comienza mañana.

LA NOCHE SE HA CONVERTIDO EN DÍA  y,  sin embargo,  todavía estoy


despierta. Siento que ha pasado un siglo desde la última vez que tuve una
buena noche de descanso. Davien se para ante el estrado, Vena a un lado de
él y yo al otro, mientras comienza a organizar a las  faes  bajo su nuevo
régimen.  Hay innumerables asuntos que deben ser atendidos, y todos se
difuminan a medida que pasan las horas.

El salón que tengo ante mí se ha transformado gracias a las manos de la


gente de  Dreamsong  y los cortesanos que regresaron al castillo, muy
contentos de deshacerse de los  Boltov.  Banderines que llevan el  sello
Aviness  se han colgado en toda la sala: una estrella encima de la imagen de
la silueta de la corona de cristal hecho en plata y fijado en un fondo azul
marino, rodeada de lirios blancos.

Los miro con los ojos nublados. Creo que he visto ese símbolo en alguna
parte antes. Pero no tengo ni idea de dónde. Niego con la cabeza y me froto
las sienes.  Probablemente fue en  Dreamsong.  O simplemente estoy tan
cansada que mi mente me está jugando una mala pasada, como lo hizo
cuando casi me muero.

Ésa es la explicación más probable.

— Katria —, dice Davien en voz baja. Parpadeo, preguntándome cuándo


se movió frente a mí. —Deberías ir a descansar.

—Estoy bien.

—No tienes que ser fuerte por mí—. Inclina la cabeza y me sonríe. —Has


hecho más que suficiente.

—Tenía la esperanza de que pudiera...— me apago.  Está tan


ocupado.  Ahora es el rey, al menos el temporal hasta que  se pueda
encontrar  al verdadero heredero de sangre de  Aviness.  Y no soy nadie.  A
pesar de que me besó frente a todos.  Incluso si lo ayudé a salvar a
los faes… pronto no seré nadie. Tendré que volver al mundo natural y, en el
mejor de los casos, seré una línea en la epopeya de un bardo.

— ¿Podrías?

Abro la boca para hablar, pero Oren se acerca. 

—Su Majestad, encontramos los estandartes restantes en las


profundidades de las bóvedas. ¿Quiere que cuelguen a lo largo de la calle
principal de la Corte Suprema?

—Sí. — Davien permanece concentrado en mí. — ¿Qué estás esperando?

—No es nada.
—Cualquier cosa qe desees no es 'nada' para mí.

—Solo quería un momento contigo... a solas—. Han pasado tantas cosas


en los últimos días desde que nos separamos, que no se siente real que él
esté aquí conmigo ahora, que esté a salvo. Pasó de las cadenas a la batalla, a
gobernar en un torbellino.  Y aparte de un beso, no hemos tenido un
momento para nosotros. Su frente se suaviza un poco y su boca deja de der
la línea dura de un rey para convertirse en una sonrisa que conozco. —No
es importante.

—Vena, me voy a retirar por unas horas.  Tráeme cualquier cosa


urgente.  Pero para asuntos menores, te autorizo a actuar en mi lugar
mientras estoy fuera.

—Realmente no tienes que hacer esto—, protesto, aunque no con


convicción. Quiero desesperadamente que haga esto. Tan mal que me siento
un poco culpable.

Me ignora y toma mi mano. 

—Oren, ¿hay alguna habitación en la que Lady  Katria  y


yo podamos descansar?

—Ciertamente. — Oren sonríe e inclina la cabeza. —Creo que conozco


una habitación de invitados sin usar que fue vista mientras buscábamos las
viejas reliquias de Aviness. Puedo guiarte hacia ella.

—Por favor, hazlo.

— Davien , te necesitan. Puedo acostarme durante una hora y...

En medio de mi objeción, me levanta con ambas manos y me acuna en


sus brazos. No se me escapan las miradas curiosas de los cortesanos que se
han demorado en el salón principal, viendo a su nuevo rey asentarse en su
gobierno. Me pregunto qué pensarán de mí. Si ya soy la concubina humana
del rey en sus chismes.

—Quizás no eres el único que quiere robar un momento solo para


nosotros dos—. Me da una sonrisa maliciosa, ajeno a mis inseguridades, y
sigue a Oren fuera del salón principal.

Nos llevan en una dirección diferente a la que fui la última vez que
exploré el castillo. En lugar de a la derecha del pasillo, nos dirigimos a la
izquierda.  Hay parches desnudos en las paredes donde supongo
que alguna vez se colgaron tapices de Boltov. Algunos ya se han llenado de
nuevas obras de arte, otros todavía están esperando.

Oren abre una puerta para revelar un dormitorio de aspecto cómodo. —


¿Con esto bastará?

—Maravillosamente. Asegúrate de que no nos molesten a menos que sea


urgente

—Seguro— Oren inclina la cabeza y cierra la puerta.

Soy consciente al instante de lo solos que estamos de repente.  Al igual


que soy consciente de cada latido de su corazón a través de la camisa hecha
jirones que lleva. Flotamos en el centro de la habitación, él sosteniéndome y
yo mirándolo a los ojos. Sin decir palabra, me lleva a la cama y me acuesta.

No hay necesidad de palabras entre nosotros.  Si


nosotros  hablamos  tendríamos que hablar de las circunstancias complejas
que nos hemos encontrado en todas las verdades incómodas que nos
rodean. Es decir, que ahora es el Rey Fae y que tendré que irme demasiado
pronto.
Sin embargo, cuando se mueve sobre mí, me hace sentir… mágica.
Aunque mi espalda está contra la cama, siento como si estuviera
volando.  Nuestros cuerpos se mueven juntos en una danza que solo
nosotros conocemos, que inventamos. Nuestros encantados suspiros, jadeos
y gemidos cantan un coro hecho solo para nuestros oídos.

Dejamos a un lado todo lo demás y nos enfocamos solo en el otro, una,


dos, tres veces, hasta que nos quedamos sudados y saciados en una maraña
de éxtasis sin aliento. Paso mis dedos por su pecho, trazando las curvas del
músculo. Toma mi mano y se la lleva a los labios, besando las yemas de mis
dedos con amor.

—Ojalá pudiera quedarme en esta cama para siempre—, murmura.

—Tienes todo un reino que gobernar.

—Un reino que no es mío—, dice con tristeza.

—Si hay un heredero más fiel, ¿cómo podrían los Boltov no encontrarlo?


—  Le doy una sonrisa cansada e ignoro lo  que me dijo  Boltov  antes de
morir.  —Quizá ese heredero no  quiera  que lo encuentren.  Quizás no
quieran la responsabilidad. O tal vez no tienen idea de quiénes son.

—No se trata de lo que queremos, se trata de nuestro deber para con


nuestra gente. Solo el verdadero heredero puede llevar la corona y controlar
todas las partes del

Le doy una sonrisa cansada. 

—Haz lo que debes, pero debes saber que mi confianza está contigo y
solo contigo.
—Y tu confianza es lo único que me importa—.  Vuelve a besarme las
yemas de los dedos y hace una pausa, negándose a mirarme a los ojos. —
Dime, Katria, ¿cómo te sientes?

—Cansada, pero creo que eso no es sorprendente.

—La magia está fuera de ti ahora. Tendremos que devolverte a tu mundo


antes de que te marchites a la nada.

Sabía que esto iba a suceder, pero escucharlo decirlo no lo hace más
fácil. 

—El mundo es cruel.

—Seguiré yendo a visitarte siempre que pueda, lo juro.

Por un breve momento, me entrego a esa fantasía. Pienso en los veranos


en el claro del bosque cuando me siento en el tocón y toco mi laúd para
él.  Me imagino inviernos acurrucados junto al fuego, planeando lo que
plantaremos en el jardín la próxima primavera. Pienso en él viniendo a mí
en esa mansión, como si viviera al final dr la calle y nos separara un
pequeño inconveniente menor, como que él necesitara vivir más cerca de la
ciudad para su trabajo, en lugar de la realidad de que nosotros existimos en
mundos diferentes. .

—Me gustaría eso, pero también debes actuar como el rey de los faes por
el tiempo que seas. Y eso podría significar que necesitas tomar una esposa
estratégica.

—Si soy el rey de los  faes, haré lo que quiera—, insiste.  Me resisto a
señalar cuánto ha cambiado su tono al respecto y mantengo el pensamiento
como un deleite personal.  —O quizás encuentre pronto al verdadero
heredero. Y cuando estén establecidos en el trono, vendré y viviré contigo
en el mundo natural para siempre.
Es una hermosa fantasía.  Pero lo sé mejor.  Este amor, por significativo
que fuera, no estaba destinado a durar.

Se oye un golpe en la puerta seguido de Oren diciendo:

—Mi señor, quiero decir, Su Majestad, los faes han comenzado a llegar


alegando que son herederos de la línea Aviness y están exigiendo probarse
la corona. ¿Cómo le gustaría que procediéramos?

Davien lanza un poderoso suspiro. 

—Pensé que tendría más tiempo.

—El deber llama— le recuerdo innecesariamente con una sonrisa tímida.

—Regresaré tan pronto como pueda, mi amor—. Me besa las dos manos
y luego le grita a la puerta: —Estaré allí en un momento.

Davien se pone de pie y comienza a vestirse. Con cada prenda de vestir


que cubre su carne prístina, mi pecho se vuelve más y más apretado.  Me
pregunto si esta es la última vez que lo tocaré, lo besaré. Estoy tan pérdida
en mis propios pensamientos que su mano está en la manija de la puerta
cuando le suelto: —Te amo.

— ¿Qué?— Davien me parpadea varias veces.

Me incorporo, agarrando las mantas contra mi pecho, aunque ahora la


modestia parece una idea tan tonta entre nosotros. 

—  Te amo,  Davien  —, repito, enunciando cada palabra.  Tenía la


esperanza de decirlo en un momento más significativo. Pero nuestro tiempo
es fugaz, y cada segundo que pasa sin que yo lo diga es una tragedia.
— ¿Pensé que habías jurado que nunca te enamorarías?

—Un hombre sabio me enseñó que no sabía lo que era el amor cuando
hice esa promesa—, digo tímidamente.  —Y además, creo que cuando me
hice esa promesa, estaba pensando en hombres humanos… No estás en esa
categoría. Así que no estoy rompiendo ninguna de mis antiguas reglas.

Él sonríe y está de vuelta en la cama en un instante, acunando mi rostro


con ambas manos y acercando sus labios a los míos una y otra vez. 

—Y te amo; Siempre te querré.

Respiramos a la par, saboreando la oleada de emociones que esas tres


palabras pueden traer.  Pero demasiado pronto, me libera.  Davien  me
sonríe.  Hay una chispa de anhelo en sus ojos, como si quisiera
quedarse. Sin embargo, se va... y sé que esta será mi vida por el resto de mis
días.

Anhelaré a un hombre al que nunca podré tener. Un hombre que siempre


saldrá de la habitación y de mi vida hacia un mundo del que no soy parte. Y
viviré sola, en una mansión vacía, con el conocimiento de un mundo que
ningún otro ser humano ha creído ni creería.

Una parte de mí está agradecida, aun así, de conocer este amor, esta
plenitud.

Y la otra parte de mí se está marchitando lentamente por una razón


completamente ajena a la magia... ya aplastada por la incomprensible
soledad que me espera.

 
38

PENSÉ que partiría hacia el mundo humano de inmediato. Pero Davien ha


estado tan ocupado que ha sido logísticamente insostenible que eso
suceda. Ha insistido en que será él quien me acompañe cuando finalmente
regresemos. Por esa razón, ni Shaye, ni Oren, ni Giles, ni Hol han recibido
permiso para llevarme a través del Desvanecimiento, lo que provocó el
retraso.

Milagrosamente, todavía estoy bien en  Midscape.  Me preguntan con


regularidad cómo me siento. Pero después de una buena noche de descanso,
el cansancio de recuperar la Corte Suprema se ha desvanecido de mis
huesos.  La comida también tiene sabor.  Todo esto fascina a Vena.  Ahora
come conmigo en casi todas las comidas, haciendo preguntas implacables
sobre cada sabor. Una vez, incluso trató de ponerme a prueba sirviéndome
comida mezclada con una especia intensa.  Pasé esa prueba, para mi
disgusto.

La teoría actual es que la magia de los antiguos reyes estuvo en mí


durante tanto tiempo que se desgastó un poco en mí.  Le da a  Davien  una
esperanza inesperada de que quizás yo pueda quedarme. Vena intenta frenar
eso, pero fue en vano.  Davien  todavía parece pensar que encontrará una
manera de otorgarme la capacidad de vivir en Midscape con el poder de los
antiguos reyes reavivando la vieja magia humana, escondida dentro de mí,
languidecida de vivir en el Mundo Natural.
Sin embargo, a pesar de todo esto, sé la verdad. Sé lo que va a pasar en
última instancia.  Y me he estado preparando para ello todos los días.  En
todo caso, mi tiempo aquí se está volviendo más tortuoso que una
fantasía.  Cada vez es más difícil despertarme a su lado por las mañanas,
sabiendo que tendré que dejarlo.  Volver al mundo natural será un placer
cuando finalmente suceda.

Durante el día,  Davien  está ocupado con el implacable desfile de  faes
que  vienen a probarse la corona.  Cada afirmación es más ridícula que la
anterior.  Inicialmente, me paro en la sala principal como parte de la
audiencia. Ver a cada hombre y mujer acercarse para explicar cómo estaban
de alguna manera, tangencialmente, posiblemente relacionados con la línea
de  sangre  Aviness.  Las tenues relaciones son casi tan ridículas como sus
historias sobre cómo se —perdieron en la historia— y —llegaron a recordar
su vocación.

Davien  escucha con atención, más paciente de lo que yo podría ser, y


luego los invita a subir al estrado con él. El hombre o la mujer se sientan en
el trono y  Davien  baja la corona sobre su frente.  Una y otra vez, cae al
suelo. Naturalmente, rápidamente me aburro de ver esta farsa y empiezo a
explorar el castillo. No voy a esperar mientras coloca la corona de cristal en
cada fae del reino.

Pero el disgusto por su falta de respeto a la corona de cristal y todo lo


que Davien sufrió para finalmente lograrlo no es la única razón por la que
empiezo a vagar.

Algo me persigue, me persigue. Ha estado en mis sueños más oscuros. Es


un recuerdo que se desvanece cada día más, como si quisiera volver a ser
olvidado. Una parte de mí quiere olvidar. Pero la otra parte de mí recuerda
ese segundo de claridad que gané durante el otoño.

Así es como terminé de regreso en las cámaras del rey, el único lugar que
aún no se ha cambiado de cómo lo dejó Boltov.
Así es como terminé aquí, mirando por la ventana rota, con el corazón
latiendo con fuerza.  Shaye encontró  el  cuerpo  de Boltov  más tarde esa
noche.  Ha cruzado el Velo hacia el Más Allá.  Pero el fantasma de él
permanece.  Los recuerdos que me obligó a afrontar se grabaron en mi
mente.

Me muerdo la uña del pulgar, acariciándola con los dientes.  No quiero


recordar Pero tengo que hacerlo. Esta noche me ha perseguido durante años
y estoy a punto de recordar algo que se siente increíblemente
importante. Me duele la espalda de nuevo mientras miro hacia el cielo.

— ¿Recuerdas qué ?— Maldigo y me alejo de la ventana. ¿Cómo pueden


mis recuerdos distorsionarse así? ¿Qué pasó que fue tan malo que mi propia
mente se niega a permitirme recordar los detalles? ¿Por qué esta verdad está
fuera de mi alcance?

Camino por la habitación, la frustración aumenta con cada giro hasta que
termino golpeando una de las estanterías con un gruñido. Mientras masajeo
mis nudillos doloridos, mis ojos se vuelven hacia los libros. Paso un dedo
por los lomos, atrapando un agujero vacío donde falta un tomo.

En cada una de las espinas  está estampado  el símbolo de  Aviness.  La


estrella de ocho puntas sobre la corona de cristal rodeada de lirios. Paso mi
dedo suavemente por el cuero estirado, deteniéndome en la corona. Así, las
lanzas más altas del contorno de la corona de cristal parecen casi una
montaña.

— No, no puede ser...— respiro.

— ¿Qué no puede ser?— Salto, girando para ver a Davien. Se acerca con


las manos cruzadas a la espalda. Incluso sin la corona, tiene los adornos de
un rey. Sus movimientos se vuelven más regios cada día.

—Yo... has terminado temprano—, me las arreglo para decir.


—No puedo soportar que otra persona entre en estos pasillos sagrados,
escupiendo sus verdades a medias y afirmaciones de legitimidad a medias
—. Pasa una mano por su cabello mientras se detiene a mi lado. —Esperé
durante décadas la oportunidad de asumir ese trono.  Me entrené, luché y
peleé por la oportunidad de traer paz y prosperidad a nuestra gente.  Ver a
estas personas salir de la nada sin comprender qué es lo que están tratando
de asumir...

Apoyo una mano en su hombro suavemente, deteniéndolo antes de que


pueda ponerse demasiado nervioso. 

—Siempre puedes detener la búsqueda—le recuerdo


innecesariamente. —Y gobernar como debes.

—Eventualmente, se encontraría al heredero Aviness.  Eventualmente, algún


hijo o hija se enteraría de su linaje y vendría a reclamar el trono. Es mejor
encontrarlos ahora, cuando puedo enseñarles, cuando tengo el respeto de la
gente y puedo ceder el trono con gentileza para asegurar una transición de
poder sin problemas. Los encontraré cueste lo que cueste.

Niego con la cabeza. 

—Y es por eso que eres el rey que no se merecen.

—El listón estaba bastante bajo cuando asumí este puesto.

—Y cada vez que te vayas, se fijará mucho más alto.

— ¿Qué haría sin tu apoyo?— Me da una sonrisa cariñosa. Antes de que


pueda responder, pregunta: —Ahora, ¿qué 'no puede ser'?  ¿Y por qué has
venido aquí? —  Davien  olfatea como si el aire lo  ofendiera.  —Todavía
apesta a usurpadores.

—Yo...— paso mis dedos por los diarios. Mis dedos se enganchan en las
ranuras del relieve del lomo.  Recuerdo el libro de mi madre, su título
gastado y su encuadernación deshilachada.  —Cuando me cai con  Boltov...
tenía un recuerdo de ese día.

— ¿Qué día?

—La última vez que me caí—, susurro.

— ¿El día que tú y Helen se cayeron del techo?—  Davien  apoya una
palma entre mis omóplatos, sobre la cicatriz.

—Sí. — La palabra es gomosa.

— ¿Qué recuerdas?

—Pensé que recordaba haber volado —, susurro. Esa idea ha sido lo que


me ha perseguido por estos pasillos.

—Estoy seguro de que, para un niño, caer desde una gran altura debe
haber sido como volar.

—No, yo... creo que en realidad volé.  Torpemente.  Mal.  Pero... no hay
forma de que Helen y yo hubiéramos sobrevivido a una caída desde esa
altura.  De ninguna manera debería haber podido alcanzarla —.  Sigo
mirando la estantería.  Mi dedo todavía está encajado en el lugar que falta
entre los diarios.  En las piezas que caen en su lugar que deseo
desesperadamente poder ignorar. —A veces, desde que llegué a Midscape,
he tenido estas extrañas sensaciones de saber, de pertenecer...

—La antigua magia de los reyes.

Le doy una pequeña mirada de frustración.  No me está tomando en


serio. Por otra parte, solo hablé de volar. Tampoco me he tomado en serio a
mí misma en los últimos días con pensamientos como ese. Pero esta maldita
estantería me está sacando de mi feliz ignorancia. Estas cosas ya no pueden
ignorarse.  —Sin embargo, es más que solo ese recuerdo.  Como estos
libros.  Este falta... el libro que usaste en el ritual esa noche vino de aquí,
¿no?

—Eso creo. — Suspira suavemente. —Ese libro fue uno de los pocos que
alguna vez se escapó de la Corte Suprema.

— ¿Qué son estos libros?— Me atrevo a preguntar.

—Hace mucho tiempo hubo una Corte de Estrellas, videntes de


las faes . Por cada Aviness , registrarían su destino en estas páginas con una
magia antigua que solo podía leer el individuo.  Cada libro en este estante
representa un  Aviness  perdido... registrado por una magia que
los Boltov eliminaron.

Trago saliva espesa.  Me equivoco.  Tengo que estar equivocada.  Esto es


una locura.

— ¿Sabes cómo mi padre consiguió ese libro?— Por favor, que tenga una
explicación simple y lógica, le ruego en silencio.

El niega con la cabeza. 

—Nadie en los Acólitos pudo imaginar cómo el libro llegó a la propiedad


de tu padre.  Se  dice que la  última persona conocida
con sangre Aviness escapó con él. Ella lo tomó y corrió, desapareciendo en
la noche —. Pienso en lo que dijo Boltov : la última verdadera Aviness que
se escapó de mis garras  .  —Vena tardó años en rastrear el tomo hasta tu
padre. Al menos el libro se alejó lo más posible de Boltov. Estoy seguro de
que de otro modo habría sido reclamado o destruido. Intenté durante años
que tu padre me lo vendiera, pero él siempre se negaba.

¿Qué digo?  ¿Cómo puedo explicarle esto?  El miedo a que  Davien  vea
este secreto que he guardado como una gran traición me cubre. 
—Este libro…

—Hubiera sido imposible para ti saber qué era como humano.  No te


sientas mal —. No tiene idea de por qué mi piel se ha vuelto húmeda. —Y
tu padre, como comerciante, estoy seguro de que lo encontró en algún
momento de sus tratos. Cómo se abrió paso a través del Desvanecimiento es
un misterio, pero estoy seguro de que el último  linaje
de  Aviness  estaba  tratando de mantenerlo a salvo antes de que  Boltov le
pusiera las manos encima. Han sucedido cosas más extrañas y...

—Ese libro era de mi madre—, lo interrumpo.  No puedo enfrentar


a Davien. En lugar de eso, me quedo mirando el lugar de la estantería donde
debería haber sido colocado ese tomo.  Hago la pantomima de encajar un
libro en la ranura, mis dedos se deslizan por el estante para caer a mi lado.

Eso fue todo.  La pieza que faltaba para que todo tuviera sentido.  Me
duele el estómago y no estoy segura de si voy a enfermar o llorar.

— ¿Qué? 

—Mi madre biológica… no era Joyce.  Mi madre murió cuando yo era


muy joven.  Ella fue quien me enseñó todas mis canciones. Después de su
muerte, mi padre me prohibió ir al bosque, al igual que me prohibió que le
dijera a otros a quién pertenecía el libro —. Me enfrento a Davien. —Pensé
que solo estaba siendo cauteloso, sobreprotector porque Joyce destruyó
todo lo de mi madre. O pensé que quería que yo supiera lo sentimental que
era, así que nunca lo delaté.

—Y por eso, cuando me viste tirarlo al fuego...

—Me lancé tras él.  Era una de las dos cosas que me quedaban de mi
madre.
Me agarra por los hombros y me sacude. Davien también está empezando
a verlo. 

—La otra cosa de ella, dijiste que era tu laúd, ¿verdad?

—Sí.

—Se  rumoreaba  que la mujer que debería haber sido la


reina Talahani Aviness era un excelente músico. Las canciones que conoces,
siempre supiste, canciones de faes... — El agarre de Davien se afloja. —No,
no, no es posible—.  Sacude la cabeza y se aleja tambaleándose.  —Y, sin
embargo, las canciones, el secreto, las cicatrices en tu espalda... Tu recuerdo
de volar...  El  libro de  la  reina  Talahani  fue encontrado en la finca de tu
padre.

—Espera, no crees…— No es posible. Esto no puede ser posible.

—Convocaste alas el día que caíste.  Tu padre no dejó que esa mujer te
quemase por insensibilidad. Dejó que ella te quemara en un intento humano
equivocado y draconiano de mantenerte a salvo, de mantenerte normal
según sus estándares. Te brotaron alas y te las cortaron.

Un escalofrío me atraviesa cuando los recuerdos regresan por


completo.  Los recuerdos que traté de reprimir pero que ya no puedo
ignorar. Los recuerdos de ese día que no tenían sentido para mí de niña y
menos de adulta.

—Mi padre sabía demasiado sobre los faes —, susurro. —Siempre pensé


que era casualidad.  O su proximidad al bosque.  O las historias que había
encontrado en sus viajes. No... Sabía tanto sobre los faes porque se enamoró
de uno. Él siempre decía que mi madre no fue hecha para ese mundo, —Me
hao del eco triste lamento de mi padre. —Lo decía en serio porque estaba
hecha para Midscape.
—Eres mitad  fae.  — Davien da un  paso atrás y se apoya contra la
estantería como si necesitara recuperar el aliento. — Siempre se rumoreaba
que la  reina  Talahani  había huido en un esfuerzo por salvar el
linaje.  Los  Boltov  afirmaron que la mataron, pero su cuerpo nunca fue
encontrado.  Luego, el libro que  buscaban  los  Boltov  , el que Vena supo
buscar a través de Allor, fue descubierto en posesión de tu
padre.  Talahani  debe haber escapado al mundo natural.  Debe haberse
enamorado de tu padre y haberte dado a luz.

—No, no puedo, tal vez sea mitad fae , tal vez , pero no lo soy, si lo soy,


estoy segura de que mi madre era una  fae cualquiera  .  Nadie importante
—.  Empiezo a reír, un poco enloquecida, completamente abrumada. —No
tiene sentido.

—Tiene  todo el  sentido.  Prosperas, incluso todavía, en  Midscape.  Puedes
comer nuestra comida y vivir aquí sin marchitarte. La magia de los antiguos
reyes fue para ti, no para mí, porque eres la heredera;  eres la verdadera
heredera. Y no podrías darme el poder sin primero ser ungido formalmente
y luego abdicar, porque la corona debería haber sido tuya para
empezar.  Estaba equivocado.  Tan equivocado.  Nunca fuiste una
ladrona. Estabas reclamando tu derecho de nacimiento —. Davien se pasa
las manos por el pelo y niega con la cabeza.  Vibra con una risa
incrédula.  —Durante los últimos días, he estado pensando que nunca
encontraría al heredero.  Que nuestro pueblo tendría
que comprometerse conmigo y estar condenado a la incertidumbre sobre mi
muerte. Todo el tiempo he estado pensando que tengo que dejarte ir, pero no
es cierto.  ¡Nada de eso es cierto! —  Corre hacia mí y me levanta en sus
brazos. — Katria , naciste para ser la reina de los faes.

Dejo escapar más risas. 

— Estás demasiado cansado. No puedes creer lo que estás diciendo.

—Sabes que lo que estoy diciendo es verdad—, susurra en mi oído. —Lo


sabes muy dentro de ti.
Ignoro la molesta sensación de que tiene razón.  El sentimiento que he
estado tratando desesperadamente de ignorar durante días. 

—Estás desesperado.

—Bien entonces. —  Él se aleja.  —Si no me crees, ven y ponte la


corona. Si tienes razón y yo me equivoco, no tienes nada que temer. Caerá
de tu frente como cualquier otro —. Davien se dirige hacia la puerta, pero
estoy congelado en mi lugar.

—Y, ¿y si tienes razón?— Pregunto en voz muy baja.

Mira por encima del hombro con una pequeña sonrisa. 

—Entonces gobernarás, como es tu derecho de nacimiento.

—Pero todavía tienes la magia—. Corro hacia él. —Abdicado.

—Estas cosas se pueden deshacer. Recuerde, la abdicación solo se pensó


como un marcador de posición hasta que el verdadero heredero estuviera
listo.  Estás lista y te devolveré tu poder con mucho gusto —.  Agarra mis
manos. —Ven conmigo.

—No puedo.

—No importa qué, Katria , estaré a tu lado. Si eres la heredera perdida,


estaré contigo como tu siervo más fiel. Si no es así, entonces todavía eres
medio fae y pasaremos nuestras vidas juntas en la dicha. No hay nada más
que alegría ante nosotros, te lo prometo.

Voy a la deriva por el castillo, dirigida por Davien. Mi mente todavía está


revolviendo sus palabras, tratando de encontrarles sentido. Y, sin embargo,
siento que mis pensamientos lógicos están tratando de ponerse al día con lo
que mi corazón ya sabía, quizás sabía desde hace mucho tiempo.
Nunca pertenecí al mundo en el que nací.  Nunca encaje ahí.  Y, sin
embargo, aquí, desde que llegué a  Midscape  , encontré un propósito:
encontré el amor.

En el segundo en que cruzamos el umbral de la sala principal, Oren está


sobre nosotros. 

—Su Majestad, hay más aquí que...

Davien lo despide. Sin decir palabra, ante todos los que se han reunido,
me guía al trono en lo alto del estrado como si me estuviera guiando a la
cama. Hace un gesto hacia el asiento y escucho susurros en el pasillo.

— ¿Su Majestad?— Vena da un paso adelante. —Qué vas a…

—Hace muchos años, perdimos a la mujer que creíamos que era la


última  heredera  verdadera  del  linaje  Aviness  .  Aunque nunca ocupó el
trono, se rumoreaba que había vivido en la Corte Suprema justo debajo de
las  narices de Boltov  , manteniendo a salvo las reliquias de sus
antepasados.  Fue la búsqueda de un libro que robó
cuando  Boltov  finalmente la descubrió lo que me llevó a conocer
a  Katria  —.  Davien se  dirige a la habitación.  —El libro fue encontrado a
través del Desvanecimiento y en el mundo natural. Y cuando lo usé en un
ritual para recuperar el poder de los antiguos reyes, ese poder no fluyó hacia
mí, sino hacia ella —.  Me hace un gesto. Se intercambian más susurros y
miradas.  —Lo hizo, porque es hija de dos mundos.  Talahani  huyó e hizo
una nueva vida lejos de donde Boltov podía encontrarla. Se enamoró de un
humano y dio a luz a una hija.

Davien  viene a pararse frente a mí.  Me mira con ojos llenos de amor y
admiración.  Es suficiente para hacerme sentir valiente.  Para hacerme,
bueno, honestamente, un poco tonta.

—Siéntate, princesa  Katria  , en el trono que salvaste, que es


legítimamente tuyo.
Le complazco. El trono no se siente diferente a cualquier otra silla. Pero
soy muy consciente del momento en que la corona de cristal se cierne sobre
mi cabeza.  Echo un vistazo  hacia  Davien  , robando toda la valentía que
puedo de su mirada amorosa. Baja la corona hasta mi frente.

Se mantiene.

Un ajuste perfecto.

—  Todos aclamen a la, reina  Katria, verdadera heredera de sangre


al trono de los faes , última de la línea de sangre Aviness —entona Davien y
el salón resuena.  Me da una pequeña sonrisa, el amor brilla en sus ojos
brillantes. —Que tu reinado sea largo.

 
38

PENSÉ que partiría hacia el mundo humano de inmediato. Pero Davien ha


estado tan ocupado que ha sido logísticamente insostenible que eso
suceda. Ha insistido en que será él quien me acompañe cuando finalmente
regresemos. Por esa razón, ni Shaye, ni Oren, ni Giles, ni Hol han recibido
permiso para llevarme a través del Desvanecimiento, lo que provocó el
retraso.

Milagrosamente, todavía estoy bien en  Midscape.  Me preguntan con


regularidad cómo me siento. Pero después de una buena noche de descanso,
el cansancio de recuperar la Corte Suprema se ha desvanecido de mis
huesos.  La comida también tiene sabor.  Todo esto fascina a Vena.  Ahora
come conmigo en casi todas las comidas, haciendo preguntas implacables
sobre cada sabor. Una vez, incluso trató de ponerme a prueba sirviéndome
comida mezclada con una especia intensa.  Pasé esa prueba, para mi
disgusto.

La teoría actual es que la magia de los antiguos reyes estuvo en mí


durante tanto tiempo que se desgastó un poco en mí.  Le da a  Davien  una
esperanza inesperada de que quizás yo pueda quedarme. Vena intenta frenar
eso, pero fue en vano.  Davien  todavía parece pensar que encontrará una
manera de otorgarme la capacidad de vivir en Midscape con el poder de los
antiguos reyes reavivando la vieja magia humana, escondida dentro de mí,
languidecida de vivir en el Mundo Natural.
Sin embargo, a pesar de todo esto, sé la verdad. Sé lo que va a pasar en
última instancia.  Y me he estado preparando para ello todos los días.  En
todo caso, mi tiempo aquí se está volviendo más tortuoso que una
fantasía.  Cada vez es más difícil despertarme a su lado por las mañanas,
sabiendo que tendré que dejarlo.  Volver al mundo natural será un placer
cuando finalmente suceda.

Durante el día,  Davien  está ocupado con el implacable desfile de  faes
que  vienen a probarse la corona.  Cada afirmación es más ridícula que la
anterior.  Inicialmente, me paro en la sala principal como parte de la
audiencia. Ver a cada hombre y mujer acercarse para explicar cómo estaban
de alguna manera, tangencialmente, posiblemente relacionados con la línea
de  sangre  Aviness.  Las tenues relaciones son casi tan ridículas como sus
historias sobre cómo se —perdieron en la historia— y —llegaron a recordar
su vocación.

Davien  escucha con atención, más paciente de lo que yo podría ser, y


luego los invita a subir al estrado con él. El hombre o la mujer se sientan en
el trono y  Davien  baja la corona sobre su frente.  Una y otra vez, cae al
suelo. Naturalmente, rápidamente me aburro de ver esta farsa y empiezo a
explorar el castillo. No voy a esperar mientras coloca la corona de cristal en
cada fae del reino.

Pero el disgusto por su falta de respeto a la corona de cristal y todo lo


que Davien sufrió para finalmente lograrlo no es la única razón por la que
empiezo a vagar.

Algo me persigue, me persigue. Ha estado en mis sueños más oscuros. Es


un recuerdo que se desvanece cada día más, como si quisiera volver a ser
olvidado. Una parte de mí quiere olvidar. Pero la otra parte de mí recuerda
ese segundo de claridad que gané durante el otoño.

Así es como terminé de regreso en las cámaras del rey, el único lugar que
aún no se ha cambiado de cómo lo dejó Boltov.
Así es como terminé aquí, mirando por la ventana rota, con el corazón
latiendo con fuerza.  Shaye encontró  el  cuerpo  de Boltov  más tarde esa
noche.  Ha cruzado el Velo hacia el Más Allá.  Pero el fantasma de él
permanece.  Los recuerdos que me obligó a afrontar se grabaron en mi
mente.

Me muerdo la uña del pulgar, acariciándola con los dientes.  No quiero


recordar Pero tengo que hacerlo. Esta noche me ha perseguido durante años
y estoy a punto de recordar algo que se siente increíblemente
importante. Me duele la espalda de nuevo mientras miro hacia el cielo.

— ¿Recuerdas qué ?— Maldigo y me alejo de la ventana. ¿Cómo pueden


mis recuerdos distorsionarse así? ¿Qué pasó que fue tan malo que mi propia
mente se niega a permitirme recordar los detalles? ¿Por qué esta verdad está
fuera de mi alcance?

Camino por la habitación, la frustración aumenta con cada giro hasta que
termino golpeando una de las estanterías con un gruñido. Mientras masajeo
mis nudillos doloridos, mis ojos se vuelven hacia los libros. Paso un dedo
por los lomos, atrapando un agujero vacío donde falta un tomo.

En cada una de las espinas  está estampado  el símbolo de  Aviness.  La


estrella de ocho puntas sobre la corona de cristal rodeada de lirios. Paso mi
dedo suavemente por el cuero estirado, deteniéndome en la corona. Así, las
lanzas más altas del contorno de la corona de cristal parecen casi una
montaña.

— No, no puede ser...— respiro.

— ¿Qué no puede ser?— Salto, girando para ver a Davien. Se acerca con


las manos cruzadas a la espalda. Incluso sin la corona, tiene los adornos de
un rey. Sus movimientos se vuelven más regios cada día.

—Yo... has terminado temprano—, me las arreglo para decir.


—No puedo soportar que otra persona entre en estos pasillos sagrados,
escupiendo sus verdades a medias y afirmaciones de legitimidad a medias
—. Pasa una mano por su cabello mientras se detiene a mi lado. —Esperé
durante décadas la oportunidad de asumir ese trono.  Me entrené, luché y
peleé por la oportunidad de traer paz y prosperidad a nuestra gente.  Ver a
estas personas salir de la nada sin comprender qué es lo que están tratando
de asumir...

Apoyo una mano en su hombro suavemente, deteniéndolo antes de que


pueda ponerse demasiado nervioso. 

—Siempre puedes detener la búsqueda—le recuerdo


innecesariamente. —Y gobernar como debes.

—Eventualmente, se encontraría al heredero Aviness.  Eventualmente, algún


hijo o hija se enteraría de su linaje y vendría a reclamar el trono. Es mejor
encontrarlos ahora, cuando puedo enseñarles, cuando tengo el respeto de la
gente y puedo ceder el trono con gentileza para asegurar una transición de
poder sin problemas. Los encontraré cueste lo que cueste.

Niego con la cabeza. 

—Y es por eso que eres el rey que no se merecen.

—El listón estaba bastante bajo cuando asumí este puesto.

—Y cada vez que te vayas, se fijará mucho más alto.

— ¿Qué haría sin tu apoyo?— Me da una sonrisa cariñosa. Antes de que


pueda responder, pregunta: —Ahora, ¿qué 'no puede ser'?  ¿Y por qué has
venido aquí? —  Davien  olfatea como si el aire lo  ofendiera.  —Todavía
apesta a usurpadores.

—Yo...— paso mis dedos por los diarios. Mis dedos se enganchan en las
ranuras del relieve del lomo.  Recuerdo el libro de mi madre, su título
gastado y su encuadernación deshilachada.  —Cuando me cai con  Boltov...
tenía un recuerdo de ese día.

— ¿Qué día?

—La última vez que me caí—, susurro.

— ¿El día que tú y Helen se cayeron del techo?—  Davien  apoya una
palma entre mis omóplatos, sobre la cicatriz.

—Sí. — La palabra es gomosa.

— ¿Qué recuerdas?

—Pensé que recordaba haber volado —, susurro. Esa idea ha sido lo que


me ha perseguido por estos pasillos.

—Estoy seguro de que, para un niño, caer desde una gran altura debe
haber sido como volar.

—No, yo... creo que en realidad volé.  Torpemente.  Mal.  Pero... no hay
forma de que Helen y yo hubiéramos sobrevivido a una caída desde esa
altura.  De ninguna manera debería haber podido alcanzarla —.  Sigo
mirando la estantería.  Mi dedo todavía está encajado en el lugar que falta
entre los diarios.  En las piezas que caen en su lugar que deseo
desesperadamente poder ignorar. —A veces, desde que llegué a Midscape,
he tenido estas extrañas sensaciones de saber, de pertenecer...

—La antigua magia de los reyes.

Le doy una pequeña mirada de frustración.  No me está tomando en


serio. Por otra parte, solo hablé de volar. Tampoco me he tomado en serio a
mí misma en los últimos días con pensamientos como ese. Pero esta maldita
estantería me está sacando de mi feliz ignorancia. Estas cosas ya no pueden
ignorarse.  —Sin embargo, es más que solo ese recuerdo.  Como estos
libros.  Este falta... el libro que usaste en el ritual esa noche vino de aquí,
¿no?

—Eso creo. — Suspira suavemente. —Ese libro fue uno de los pocos que
alguna vez se escapó de la Corte Suprema.

— ¿Qué son estos libros?— Me atrevo a preguntar.

—Hace mucho tiempo hubo una Corte de Estrellas, videntes de


las faes . Por cada Aviness , registrarían su destino en estas páginas con una
magia antigua que solo podía leer el individuo.  Cada libro en este estante
representa un  Aviness  perdido... registrado por una magia que
los Boltov eliminaron.

Trago saliva espesa.  Me equivoco.  Tengo que estar equivocada.  Esto es


una locura.

— ¿Sabes cómo mi padre consiguió ese libro?— Por favor, que tenga una
explicación simple y lógica, le ruego en silencio.

El niega con la cabeza. 

—Nadie en los Acólitos pudo imaginar cómo el libro llegó a la propiedad


de tu padre.  Se  dice que la  última persona conocida
con sangre Aviness escapó con él. Ella lo tomó y corrió, desapareciendo en
la noche —. Pienso en lo que dijo Boltov : la última verdadera Aviness que
se escapó de mis garras  .  —Vena tardó años en rastrear el tomo hasta tu
padre. Al menos el libro se alejó lo más posible de Boltov. Estoy seguro de
que de otro modo habría sido reclamado o destruido. Intenté durante años
que tu padre me lo vendiera, pero él siempre se negaba.

¿Qué digo?  ¿Cómo puedo explicarle esto?  El miedo a que  Davien  vea
este secreto que he guardado como una gran traición me cubre. 
—Este libro…

—Hubiera sido imposible para ti saber qué era como humano.  No te


sientas mal —. No tiene idea de por qué mi piel se ha vuelto húmeda. —Y
tu padre, como comerciante, estoy seguro de que lo encontró en algún
momento de sus tratos. Cómo se abrió paso a través del Desvanecimiento es
un misterio, pero estoy seguro de que el último  linaje
de  Aviness  estaba  tratando de mantenerlo a salvo antes de que  Boltov le
pusiera las manos encima. Han sucedido cosas más extrañas y...

—Ese libro era de mi madre—, lo interrumpo.  No puedo enfrentar


a Davien. En lugar de eso, me quedo mirando el lugar de la estantería donde
debería haber sido colocado ese tomo.  Hago la pantomima de encajar un
libro en la ranura, mis dedos se deslizan por el estante para caer a mi lado.

Eso fue todo.  La pieza que faltaba para que todo tuviera sentido.  Me
duele el estómago y no estoy segura de si voy a enfermar o llorar.

— ¿Qué? 

—Mi madre biológica… no era Joyce.  Mi madre murió cuando yo era


muy joven.  Ella fue quien me enseñó todas mis canciones. Después de su
muerte, mi padre me prohibió ir al bosque, al igual que me prohibió que le
dijera a otros a quién pertenecía el libro —. Me enfrento a Davien. —Pensé
que solo estaba siendo cauteloso, sobreprotector porque Joyce destruyó
todo lo de mi madre. O pensé que quería que yo supiera lo sentimental que
era, así que nunca lo delaté.

—Y por eso, cuando me viste tirarlo al fuego...

—Me lancé tras él.  Era una de las dos cosas que me quedaban de mi
madre.
Me agarra por los hombros y me sacude. Davien también está empezando
a verlo. 

—La otra cosa de ella, dijiste que era tu laúd, ¿verdad?

—Sí.

—Se  rumoreaba  que la mujer que debería haber sido la


reina Talahani Aviness era un excelente músico. Las canciones que conoces,
siempre supiste, canciones de faes... — El agarre de Davien se afloja. —No,
no, no es posible—.  Sacude la cabeza y se aleja tambaleándose.  —Y, sin
embargo, las canciones, el secreto, las cicatrices en tu espalda... Tu recuerdo
de volar...  El  libro de  la  reina  Talahani  fue encontrado en la finca de tu
padre.

—Espera, no crees…— No es posible. Esto no puede ser posible.

—Convocaste alas el día que caíste.  Tu padre no dejó que esa mujer te
quemase por insensibilidad. Dejó que ella te quemara en un intento humano
equivocado y draconiano de mantenerte a salvo, de mantenerte normal
según sus estándares. Te brotaron alas y te las cortaron.

Un escalofrío me atraviesa cuando los recuerdos regresan por


completo.  Los recuerdos que traté de reprimir pero que ya no puedo
ignorar. Los recuerdos de ese día que no tenían sentido para mí de niña y
menos de adulta.

—Mi padre sabía demasiado sobre los faes —, susurro. —Siempre pensé


que era casualidad.  O su proximidad al bosque.  O las historias que había
encontrado en sus viajes. No... Sabía tanto sobre los faes porque se enamoró
de uno. Él siempre decía que mi madre no fue hecha para ese mundo, —Me
hao del eco triste lamento de mi padre. —Lo decía en serio porque estaba
hecha para Midscape.
—Eres mitad  fae.  — Davien da un  paso atrás y se apoya contra la
estantería como si necesitara recuperar el aliento. — Siempre se rumoreaba
que la  reina  Talahani  había huido en un esfuerzo por salvar el
linaje.  Los  Boltov  afirmaron que la mataron, pero su cuerpo nunca fue
encontrado.  Luego, el libro que  buscaban  los  Boltov  , el que Vena supo
buscar a través de Allor, fue descubierto en posesión de tu
padre.  Talahani  debe haber escapado al mundo natural.  Debe haberse
enamorado de tu padre y haberte dado a luz.

—No, no puedo, tal vez sea mitad fae , tal vez , pero no lo soy, si lo soy,


estoy segura de que mi madre era una  fae cualquiera  .  Nadie importante
—.  Empiezo a reír, un poco enloquecida, completamente abrumada. —No
tiene sentido.

—Tiene  todo el  sentido.  Prosperas, incluso todavía, en  Midscape.  Puedes
comer nuestra comida y vivir aquí sin marchitarte. La magia de los antiguos
reyes fue para ti, no para mí, porque eres la heredera;  eres la verdadera
heredera. Y no podrías darme el poder sin primero ser ungido formalmente
y luego abdicar, porque la corona debería haber sido tuya para
empezar.  Estaba equivocado.  Tan equivocado.  Nunca fuiste una
ladrona. Estabas reclamando tu derecho de nacimiento —. Davien se pasa
las manos por el pelo y niega con la cabeza.  Vibra con una risa
incrédula.  —Durante los últimos días, he estado pensando que nunca
encontraría al heredero.  Que nuestro pueblo tendría
que comprometerse conmigo y estar condenado a la incertidumbre sobre mi
muerte. Todo el tiempo he estado pensando que tengo que dejarte ir, pero no
es cierto.  ¡Nada de eso es cierto! —  Corre hacia mí y me levanta en sus
brazos. — Katria , naciste para ser la reina de los faes.

Dejo escapar más risas. 

— Estás demasiado cansado. No puedes creer lo que estás diciendo.

—Sabes que lo que estoy diciendo es verdad—, susurra en mi oído. —Lo


sabes muy dentro de ti.
Ignoro la molesta sensación de que tiene razón.  El sentimiento que he
estado tratando desesperadamente de ignorar durante días. 

—Estás desesperado.

—Bien entonces. —  Él se aleja.  —Si no me crees, ven y ponte la


corona. Si tienes razón y yo me equivoco, no tienes nada que temer. Caerá
de tu frente como cualquier otro —. Davien se dirige hacia la puerta, pero
estoy congelado en mi lugar.

—Y, ¿y si tienes razón?— Pregunto en voz muy baja.

Mira por encima del hombro con una pequeña sonrisa. 

—Entonces gobernarás, como es tu derecho de nacimiento.

—Pero todavía tienes la magia—. Corro hacia él. —Abdicado.

—Estas cosas se pueden deshacer. Recuerde, la abdicación solo se pensó


como un marcador de posición hasta que el verdadero heredero estuviera
listo.  Estás lista y te devolveré tu poder con mucho gusto —.  Agarra mis
manos. —Ven conmigo.

—No puedo.

—No importa qué, Katria , estaré a tu lado. Si eres la heredera perdida,


estaré contigo como tu siervo más fiel. Si no es así, entonces todavía eres
medio fae y pasaremos nuestras vidas juntas en la dicha. No hay nada más
que alegría ante nosotros, te lo prometo.

Voy a la deriva por el castillo, dirigida por Davien. Mi mente todavía está


revolviendo sus palabras, tratando de encontrarles sentido. Y, sin embargo,
siento que mis pensamientos lógicos están tratando de ponerse al día con lo
que mi corazón ya sabía, quizás sabía desde hace mucho tiempo.
Nunca pertenecí al mundo en el que nací.  Nunca encaje ahí.  Y, sin
embargo, aquí, desde que llegué a  Midscape  , encontré un propósito:
encontré el amor.

En el segundo en que cruzamos el umbral de la sala principal, Oren está


sobre nosotros. 

—Su Majestad, hay más aquí que...

Davien lo despide. Sin decir palabra, ante todos los que se han reunido,
me guía al trono en lo alto del estrado como si me estuviera guiando a la
cama. Hace un gesto hacia el asiento y escucho susurros en el pasillo.

— ¿Su Majestad?— Vena da un paso adelante. —Qué vas a…

—Hace muchos años, perdimos a la mujer que creíamos que era la


última  heredera  verdadera  del  linaje  Aviness  .  Aunque nunca ocupó el
trono, se rumoreaba que había vivido en la Corte Suprema justo debajo de
las  narices de Boltov  , manteniendo a salvo las reliquias de sus
antepasados.  Fue la búsqueda de un libro que robó
cuando  Boltov  finalmente la descubrió lo que me llevó a conocer
a  Katria  —.  Davien se  dirige a la habitación.  —El libro fue encontrado a
través del Desvanecimiento y en el mundo natural. Y cuando lo usé en un
ritual para recuperar el poder de los antiguos reyes, ese poder no fluyó hacia
mí, sino hacia ella —.  Me hace un gesto. Se intercambian más susurros y
miradas.  —Lo hizo, porque es hija de dos mundos.  Talahani  huyó e hizo
una nueva vida lejos de donde Boltov podía encontrarla. Se enamoró de un
humano y dio a luz a una hija.

Davien  viene a pararse frente a mí.  Me mira con ojos llenos de amor y
admiración.  Es suficiente para hacerme sentir valiente.  Para hacerme,
bueno, honestamente, un poco tonta.

—Siéntate, princesa  Katria  , en el trono que salvaste, que es


legítimamente tuyo.
Le complazco. El trono no se siente diferente a cualquier otra silla. Pero
soy muy consciente del momento en que la corona de cristal se cierne sobre
mi cabeza.  Echo un vistazo  hacia  Davien  , robando toda la valentía que
puedo de su mirada amorosa. Baja la corona hasta mi frente.

Se mantiene.

Un ajuste perfecto.

—  Todos aclamen a la, reina  Katria, verdadera heredera de sangre


al trono de los faes , última de la línea de sangre Aviness —entona Davien y
el salón resuena.  Me da una pequeña sonrisa, el amor brilla en sus ojos
brillantes. —Que tu reinado sea largo.

 
39

—SABES, todavía podríamos esperar e ir en la oscuridad de la noche como


dos ladrones—.  Davien se  sienta al otro lado del carruaje frente a mí,
luciendo bastante complacido con la idea.

Me río con facilidad, más fuerte, más brillante que nunca.  La risa se
vuelve más natural cada día.  A pesar de que han pasado casi tres meses
desde que fui coronada formalmente como la nueva reina de los faes y mis
responsabilidades han aumentado más allá de mi imaginación, me siento
más ligera.  Por primera vez en mi vida, sé a dónde pertenezco.  Por
supuesto, saber a dónde pertenezco no significa que siempre sea más fácil
estar allí.  Simplemente significa que el trabajo duro es más agradable
porque sé que significa algo.

—No voy a ir por la noche. Voy buscar a Misty yo misma.  Y me


enfrentare a ellos de una vez por todas —. Hice un voto cuando entré a la
Corte Suprema, uno que estoy decidida a cumplir. Pero no le digo eso.

Davien sonríe. Él sabe lo que esto significa para mí. Él sabe por qué lo
necesito. Pero aún así, no me haría sentir como una cobarde si tuviera que
correr.

—Estaré contigo todo el tiempo, o no, si prefieres lo último.


—Creo que quiero intentar hacer esto por mi cuenta—.  Me acerco y le
doy una palmada en la rodilla.  —Pero aprecio mucho que hayas venido
conmigo para hacer esto.  Saber que estás aquí hace toda la diferencia
—. Por lo general, es mi segundo cuando no puedo gobernar, lo cual es a
menudo, ya que todavía paso muchas horas al día aprendiendo a usar mi
magia y estudiando los matices de  Midscape. Tengo mucho que aprender. Tanta
historia de la que ahora soy parte y necesito recordar... especialmente desde
que el Rey Elfo y la Reina Humana pidieron una audiencia inesperada
conmigo poco antes de irnos.

Tan pronto como regresemos, haremos los preparativos finales para su


llegada.  Que son muchos, ya que acabamos de terminar nuestros Ritos de
Primavera, tantos festivales en  Midscape  para observar.  Vena está
supervisando las cosas en nuestra ausencia junto con Shaye, Giles, Oren
y  Hol  ayudándola.  No podría soñar con mejores personas a mi lado
mientras me acomodo para gobernar.

—Lo que sea que necesites, siempre estaré aquí.

—Saber eso es lo que me da fuerzas—.  Lo miro a los ojos mientras


hablo, así que, con suerte, él sabe lo sincera que soy.

Pero Davien debe confundir mi mirada, porque se inclina hacia adelante


para besarme con fiereza.  Es un beso que promete más después, si me
inclino. Y siempre me inclino cuando se trata de él.

—Yo iría hasta los confines de la tierra por ti.

—Yo atravesaría mundos por ti—.  Me río y él hace eco del sonido,
frotando su nariz contra la mía. Ambos son verdaderos. Me recuesto en mi
asiento, mirando por la ventana.  El mundo natural es tan sencillo en
comparación con la magia de Midscape. Estas calles parecen tan pequeñas,
las casas que alguna vez me intimidaron tan poco importantes. —Recuerdo
la última vez que viajé en este carruaje... estaba nerviosa por encontrarme
con mi esposo.
—Oh, es cierto...— Davien se apaga con una pequeña sonrisa. —Estamos
de vuelta en el mundo natural. Eso significa que estamos casados de nuevo
—.  Suelto una carcajada.  —Quizás deberíamos consumar ese matrimonio
esta noche. Nunca lo hicimos en este ámbito.

Sonrío. 

—Te gustaría eso, ¿no?

—Sabes que me gustaría mucho.

Ambos escuchamos los susurros en la corte. La gente espera que estemos


comprometidos dentro de un año. Davien y yo solo hemos dado discusiones
pasajeras sobre el tema.  Hay cosas más importantes de las que debemos
preocuparnos, que formalizar nuestro amor en  Midscape.  Además, no estoy
lista.  Todavía estoy aprendiendo a amar y a ser reina.  Quiero dominar
ambos antes de pensar en casarme de nuevo.  Davien  ha sido más que
paciente al respecto y ha insistido en que la próxima vez que nos casemos
será en mis condiciones.

El carruaje sube por el camino hacia la mansión de mi familia.  Inspiro


con fuerza cuando el césped familiar aparece a la vista.  Es mucho más
exuberante de lo que nunca lo he visto.  Los jardineros están cuidando los
setos.  Supongo que Joyce no derrochó totalmente el dinero, al menos no
todavía, si todavía hay dinero para pagar a ese personal.

Davien aprieta mi rodilla. 

—Lo harás genial.

—Lo sé—, digo en voz baja. Y, sin embargo, se me hace un nudo en el


estómago cuando el carruaje se detiene en la parte superior del camino.

Como era de esperar, Laura es la primera en saludarnos.  Ella sale


corriendo de la casa, patinando en la grava junto a donde el carruaje se
detiene.  Abro la puerta y veo que sus ojos se abren un poco cuando ve
a  Davien por  primera  vez.  Ahora que ha pasado el tiempo adecuado
en  Midscape, puede ocultar sus alas y embellecer su  belleza  más
antinatural  para que parezca nada más que un humano.  En mi periferia lo
veo guiñarle un ojo.

La respiración de Laura se acelera. 

— Katria , yo, tú, no estabas mintiendo, es muy guapo.

Me río y la envuelvo en mis brazos, apretándola con fuerza. 

—Es bueno verte, hermana.

—Te he extrañado mucho.

Puedo escuchar el dolor y el anhelo en su voz.  Resuena profundamente


dentro de mí, cimentando mi resolución.  No estaba segura de lo que
pensaba decir a continuación.  Pero ahora que estoy aquí, sé lo que tengo
que hacer. Sin dudarlo, Katria .

—Te he extrañado también— Me alejo. Sé que vendrán Helen y Joyce. Debo


ser rápido mientras estemos solos. Con las manos sobre los hombros de mi
hermana, la miro directamente a los ojos.  —Tu madre no es una buena
mujer.

— Katria...

—Sé que podrías pensar que soy parcial. Y eso podría ser cierto. Pero sé
que tú también lo ves —, continúo, con la voz nivelada y decidida.  —No
dejes que corrompa tu bondad, Laura.  Deja este lugar tan pronto como
puedas.  Puedes venir conmigo.  Puedes casarte con tu propio hombre
guapo. Puedes emprender el camino por tu cuenta y forjar tu propio camino.
Yo te apoyaré, si es necesario. Lo que te agrade. Pero vete mientras puedas
y mientras todavía tengas el corazón que adoro

Laura no tiene la oportunidad de responder.

— ¿ Katria ?— Helen es la primera en emerger.

—Creo que es Señora  Fenwood  — digo con arrogancia mientras aliso mi


holgada túnica de seda de Fae y me alejo de nuestra hermana menor.

— ¿Qué estás haciendo aquí?— Helen se las arregla para decir a través de


su sorpresa.

—He venido a recoger mi caballo—. Me dirijo hacia los establos.

—Pero… no puedes...

Hago una pausa para darle una mirada penetrante. 

—Te lo aseguro, que puedo. —  Sigo hasta los establos, para terminar lo
que debería haber hecho hace meses.

— ¡Se lo voy a decir a mamá!— Ella corre hacia adentro. Laura todavía


está sola en el camino, demasiado aturdida para hablar.

—Ve y dile a mamá, eso es lo único que has podido hacer en toda tu vida
—, murmuro en voz baja.

Cordella  está fuera del granero, para mi agradable sorpresa.  Casi deja
caer el rastrillo que estaba usando para recolectar heno para los caballos al
verme.

—Bueno, los antiguos dioses resuciten.  No esperaba volver a verte por


aquí.
—Yo tampoco me lo esperaba. Pero no estaré aquí por mucho tiempo. Y
te aseguro que esta será la última vez que ponga un pie en este lugar. Pero
es bueno verte, vieja amiga —digo con sinceridad.  Cordella  siempre hizo
todo lo posible por mí.  A veces, su mejor esfuerzo no parecía suficiente,
pero ahora he tenido la distancia necesaria para reconocer toda su ayuda por
lo que era. — ¿Cómo está Misty?

—Necesita que le estiren un poco las piernas.  Pero hago lo que puedo
para mantenerla en plena forma —. Cordella luce una sonrisa cómplice.  —
¿Finalmente vienes a recogerla?

—Lo hago. — Hago una pausa cuando comienzo a entrar en el establo.  —


¿Sabías que volvería?

—Tuve una sensación. — Cordella me mira desde la parte superior de la


cabeza hasta la parte inferior de los dedos de los pies y la espalda. Ella me
da un asentimiento de aprobación. —Te ves bien, Katria . Te vistes mejor
que la última vez que te vi.

—Sé quién soy ahora—, respondo con facilidad.  Soy el heredero del
último linaje Aviness. Soy la reina de los faes. Pero también soy hija de un
señor comerciante, que creció en un hogar abusivo, con padres que
modelaron todos los tipos de amor equivocados.  Estoy entera, rota y
recuperándome.  Soy todas esas cosas y
más. Soy Katria Applegate Aviness , y nunca más me sentiré pequeña.

— ¿Katria ?— La voz aguda de Joyce interrumpe nuestra conversación.

—Por favor, tachuela a Misty—, le digo a Cordella . —Y me aseguraré


de que sepan que no deben atreverse a castigarte por hacerlo.

—Con mucho gusto, Su Señoría. — Cordella inclina la cabeza y se dirige


al granero.

— ¿Sí?— Miro a Joyce mientras intenta dominarme desde la galería que


rodea la mansión.  Había estado temiendo este momento.  Pero, ahora que
está aquí, me encuentro valiente. Ya no tiene poder sobre mí. El nudo final
en mi pecho se despliega y puedo respirar de nuevo.

Joyce no significa nada para mí ahora.

—No esperábamos que volvieras tan pronto—. Las palabras son etiqueta


falsa.

—Solo estoy aquí por un momento—. Y han pasado meses desde que me
fui.  ¿Muy pronto?  Solo puedo asumir que ella nunca quiso que
regresara.  —Estoy recogiendo lo último que cometí el error de dejar
atrás. No te preocupes, una vez que me vaya esta vez me iré para siempre.

—No hay nada aquí para ti.

—No lo habrá pronto.

—Misty está lista, señoría—, llama Cordella desde los establos.

—Gracias — Tomo las riendas de Misty.

— ¿Qué crees que estás haciendo?— Joyce exige.

—Estoy tomando lo que es mío—. Monto a Misty y me siento erguida —


Me llevo lo último de mí que queda en esta casa y me voy para
siempre.  Nunca me volverás a ver.  Nunca más sabrás de mí.  Nunca serás
bienvenido en ninguna casa o tierras que me pertenezcan. Porque encontré
una familia que me celebra —. Pienso en Oren, Giles, Hol , Raph , Shaye,
Vena y todos los Dreamsong que me han apoyado en los primeros meses de
mi reinado. —He encontrado significado, propósito y amor verdadero. Ya
no tienes poder sobre mí.  No importa cuánto intentaste hacer que te tema
por el resto de mi vida, no funcionó. Estoy libre de ti; y me llevaré a Misty
a mi nuevo mundo.  Esto es una despedida para siempre —.  Hago una
pausa, nivelando mis ojos con los de Joyce. —Y si te atreves a pensar en
castigar a Cordella por esto, lo averiguaré y conocerás mi ira.
— ¡Tú, tú, detente ahí mismo!— Joyce lloriquea.

—No. — Con una ligera patada mía, Misty se lanza al trote. Puedo decir
que ella me recuerda.  La sensación de su andar me hace sonreír.  Los
caballos fae son buenos, pero nunca fueron míos. Doy la vuelta al frente de
la mansión más rápido de lo que Joyce puede seguir.  Helen todavía está
frente a las puertas principales, boquiabierta ante el camino.  Puedo decir
por qué: Davien está apoyado en el carruaje, hablando con Laura.

—Veo que tienes tu caballo—. Se aparta del carruaje.

—Lo hago—digo con orgullo. —Mi asunto aquí está hecho.

— Katria  — interviene Laura. —Cuando dijiste... que podría ir contigo...


— Ella mira entre Davien y yo.

Davien está claramente inseguro, pero incluso ahora, me cede. Después


de todo, tengo el poder de Aviness. Si alguien puede encontrar una manera de
darle a Laura un lugar en Midscape, esa soy yo. 

Por lo menos, puedo darle la mansión en este lado del Desvanecimiento


durante el tiempo que ella lo necesite o lo desee... hasta que esté lista para
emprender su propia gran aventura, sea la que sea.

—Siempre tendrás un lugar conmigo, hermana.

El rostro de Laura se arruga de alivio.  Me pregunto si se ha sentido


culpable por las acciones de Joyce y Helen.  Me pregunto si pensó que la
odiaba como los odiaba a ellas. Hay muchas discusiones entre nosotros,
pero ahora tendremos tiempo para ellas.

— ¿Estas segura?— susurra.

—Lo decreto—. Sonrío levemente. Espero su reacción cuando se entere


de que mi marido sí tenía magia y me la enseñó, en cierto modo. A Laura le
irá bien mezclarse con los faes, creo. —Viaja en el carruaje.

— ¿Pero, y mis cosas?

—Si no nos vamos ahora, Joyce nunca dejará que te vayas—, digo
solemnemente.  —Te juro que te daré todo lo que necesites y más—.  La
mirada de Laura se desvía de nuevo a la casa mientras Joyce rodea la
terraza para estar junto a Helen. Ella debe saber que es tan cierto como yo
porque comienza a trepar detrás de Davien .

— ¿Qué estás haciendo?— Joyce vuela escaleras abajo, chillando.

Coloco a Misty entre ella y mi hermana. 

—Ella está haciendo lo que quiere.

—Esa es mi hija, tú, ¡la estás secuestrando!

—Me voy, madre—, dice Laura, un poco temblorosa, pero más valiente
de lo que podría haber esperado.  Nunca he estado  más orgullosa. Ella
siempre fue la más fuerte entre nosotros. —Te escribiré.

— ¡Cómo te atreves!—  Joyce dice mientras la puerta se cierra.  Helen


sigue de pie, la expresión cambia entre estupefacta y enojada.  —No
puedes…

—Laura y yo haremos lo que nos plazca. Adiós, Joyce.

No tiene sentido continuar la conversación. Espoleo a Misty al trote y le


doy un gesto con la cabeza a Oren cuando paso. Oigo que el carruaje cobra
vida con el sonido de los cascos detrás de mí.

Joyce la persigue, gritando a mitad de camino.  Qué criatura más


lamentable. Es posible que nunca se dé cuenta de que este dolor es lo que
han provocado sus acciones.  Pero tal vez Helen lo haga.  Tal vez le quede
algo bueno y esto será el catalizador de su cambio. Solo puedo esperar que
así sea, por su bien.

Pero ya no son mi problema. Miro hacia adelante, dejándolos a ellos y a


la mansión detrás de mí.

Como jinete solitario, soy más rápida de lo que podría ser un


carruaje.  Conozco el camino de regreso a mi hogar, mi reino.  Esta vez,
cabalgaré por las laderas de la finca de mi familia, a través del brumoso
amanecer y hacia los bosques prohibidos.  Seguiré cabalgando hasta
encontrar los viejos marcadores que Giles y  Hol  me enseñaron a navegar
para encontrar mi camino a través de la niebla oscura que separa
a Midscape del mundo humano.

Mi corazón se acelera al mismo tiempo que el atronador galope de Misty.

El tortuoso canto fúnebre que Joyce había dirigido para mi vida ha


llegado a su fin. Pero una nueva canción apenas está comenzando. Uno con
mi hermana, con el hombre que será mi esposo en ambos mundos y con mi
reino.

 
Escena Extra
Los cantores terminan su melodía con estruendosos
aplausos.  Miro  a  Katria, viendo cómo fue recibida la canción antes de
aplaudir. Después de todo, ella era el tema de esta gloriosa balada, y si no
le agradaba, ciertamente no me agradaría a mí. 

Sus labios están ligeramente fruncidos en una sonrisa forzada, como si


quisiera trazar una línea en su rostro para evitar el rubor escarlata que
amenaza con subir a sus mejillas. No está molesta, simplemente incómoda,
y debo ser realmente malvado por encontrarlo bastante adorable.  Por otra
parte, me deleito con todos sus movimientos en cualquier entorno. Los he
estudiado con la misma determinación —no, más, si soy honesto— con la
que estudié para convertirme en rey de los elfos cuando pensé que era mi
derecho de nacimiento. 

Aplaudo y me pongo de pie mientras el actor principal se inclina.  Las


marcas de su frente brillan débilmente a la luz de las antorchas.  Nuestra
Reina Fae finalmente se levanta también, uniéndose al resto de nosotros en
aplausos.

―Qué balada ―me digo principalmente a mí mismo.  Luego, me dirijo


a  Katria, quien se encuentra hablando con el Rey Elfo que se sienta entre
nosotros, en el asiento de honor a su mano derecha. El asiento que ocuparía
habitualmente.  Pero estoy agradecido de dejarlo por el bien de esta rara
oportunidad de hacer las paces con nuestros vecinos, por lo general
combativos. 

―¿Tenías alguna idea de que iban a cantar la saga épica de tu ascensión,


su Majestad?

Katria  lucha contra poner los ojos en  blanco.  Odia cuando la llamo Su
Majestad.  Me burlo de ella con eso cuando estamos solos.  Lo digo lo
suficientemente lento en su oído que los escalofríos recorren su columna y
los dedos de sus pies se curvan. Pero en público la formalidad siempre es
seria.  Quiero que nunca dude de que siempre le daré el respeto que se
merece, que ya se ha ganado.

―Escuché algunos susurros de que podrían escribir una canción sobre mí


―admite.

―Debo confesar que también estoy impresionado, y no solo por la


calidad de la canción ―dice el rey Eldas en ese lento y deliberado discurso
suyo.  El hombre es una pared de hielo.  Todo lo que esperaría del Rey
Elfo.  Y, sin embargo,  Katria se las  ha arreglado para alegrarlo de una
manera que dudo que yo  pudiera haberlo hecho, si la corona de cristal
cayera sobre mi frente―. No he oído hablar de una canción compuesta para
un gobernante fae desde los tiempos de Aviness.

―Eso es porque Katria no es Boltov. Nuestra gente se regocija de tener


una  Aviness  en el trono una vez más, y la estabilidad que la acompaña
―digo con orgullo.

Los  ojos  de Eldas  brillan con escepticismo.  Sé de su historia con los


Acólitos del Bosque Salvaje.  O, más bien, un grupo que se había vuelto
rebelde, rompiendo las órdenes de Vena y mis deseos de amenazar la vida
del Rey Elfo y la Reina Humana en un intento equivocado de ganar poder y
ajustar una vieja cuenta… Su lógica era confusa en el mejor de los casos y
en última instancia, no importaba después de que todos habían sido
ejecutados por las manos de Eldas y de Boltov.  

Katria me había pedido mi opinión sobre si debería estar preocupada por


el desaire o si debería exigir alguna forma de retribución. La tentación que
me inundó ante su pregunta fue vergonzosa.  Pero yo nunca, nunca podría
desviarla de su camino. La animé a dejar el pasado y ella escuchó. Quienes
cometieron el delito ya no respiraban, con justicia o no.  Tenemos que
centrarnos en la vida y ante nosotros es una oportunidad única para
negociar la paz entre los elfos y los Faes.
―Espero estar a la altura de las expectativas de mi gente.
―Las  palabras  de Katria  son sinceras, pero un tanto ensayadas.  Vena la
hizo practicar las cosas seguras para decir una y otra vez antes de la llegada
del Rey Elfo y la Reina Humana.

―Me considero un juez de carácter bastante decente y creo que vas a


seguir haciéndolo excepcionalmente bien ―interviene  Luella
desde  la  izquierda  de  Katria.  De todas las formas en que el rey  Eldas  es
enérgico, incluso frío, su esposa es cálida. La reina Luella, la reina humana
y guardiana de las temporadas de todo Midscape, no se parece en nada a lo
que esperaba.  Quizás hay algo en la condición humana que los hace más
accesibles que aquellos de nosotros de este lado del Velo―. Por lo que me
dice  Eldas, ya han superado todas las expectativas establecidas por sus
predecesores. 

―Mis predecesores establecieron un listón bastante


bajo.  Yo  ciertamente  espero…  que pueda superarlo. ―  Katria  sonríe
ligeramente.  Luella se ríe―. Pero la confianza de mi gente ha sido
realmente una bendición, me preocupaba que no me aceptaran, dada mi
educación poco convencional.   

Eldas también se sienta; sigo su ejemplo. 

―Tú también eres una bendición para nosotros ―dice con rigidez―, en
el sentido de que también eres una hija de dos mundos. Estábamos un poco
perdidos sobre la mejor manera de manejar la creciente magia de Aruna.

Luella hace rebotar al bebé sobre su rodilla.  La niña tiene el mismo


cabello rojo ardiente que su madre y los ojos helados de su
padre.  Sospechamos que  ella  fue la verdadera razón por la que esta
audiencia se le pidió a Katria tan pronto en su gobierno. Históricamente, los
elfos han adoptado un enfoque distante cuando se trata de cambiar
el liderazgo de los faes.  
Después de la coronación de Katria, Vena buscó en los libros de historia
y no pudo encontrar registros de niños nacidos de un padre de Midscape del
Reino Natural.  Ciertamente, sospechamos que hay más como  Katria,
aquellos que no tienen conocimiento de su magia.  Creciendo fuera
de  Midscape  donde sus poderes padecen hasta desaparecer y se vuelven
desconocidos.  Pero encontrar a esos niños y qué hacer con ellos es una
discusión completamente diferente.

Las preguntas sobre  Katria  y su magia, al crecer como una niña de dos
mundos, fueron algunas de las primeras cosas que el Rey Elfo y la Reina
Humana preguntaron a su llegada.

―Está muy decidida a ayudarlos a los dos ―le digo al Rey Elfo.  La
rigidez desaparece de mi voz cuando miro a Katria, involucrada en un breve
debate con la Reina Humana. La joven tiene sus pequeñas manos envueltas
alrededor de  los  dedos  de Katria.  No puedo evitar imaginar cómo sería,
cómo se sentiría, verla con un hijo...  nuestro hijo.  Es una fantasía que a
veces me ha mantenido despierto por la noche, mientras la abrazo,
escuchándola dormir, besando su frente con la esperanza de que, incluso en
el sueño, nunca olvide lo amada que es.

―Ya ha sido de gran ayuda y sospecho que seguirá siéndolo en el futuro.


―Eldas  toma un sorbo de su copa y mira hacia el pasillo―. Incluso
asegurando que nuestra frontera norte no sea un componente contencioso de
mi gobierno, que mi hija crezca con un enemigo menos, es un regalo que no
tiene valor.

Me muevo en mi asiento. Todavía hay temas incómodos que debatir con


los elfos que rodean esa misma frontera.  La tierra que una vez fue  fae  se
perdió y fue reclamada por el Rey Elfo hace generaciones.  Un punto de
roce para muchos.  Incluyendo  faes  en este mismo salón.  Puedo sentir sus
ojos sobre mí, sus expectativas de que yo, o su reina, exigiremos la
devolución de la tierra.
Todo a su tiempo, me recuerdo a mí mismo lo que  dijo  Katria  antes  de
que  llegaran  el Rey Elfo y la Reina Humana.  Creo que se estaba
tranquilizando a sí misma, pero también fue un buen recordatorio para
mí.  Su reinado será largo y próspero.  No es necesario apresurar estos
asuntos delicados antes de que estén listos.  Ayudar a su hija es una base
mucho mejor para la diplomacia a largo plazo que romper el hielo con
disputas territoriales.

―Espero que usted y su esposa puedan estar tranquilos porque no hay


enemigos aquí. ―Me encuentro con los ojos del rey elfo.

Eldas  sostiene mi mirada.  Está tratando de enterrar sus dudas y


escepticismo. Finalmente, dice:

―No hubiéramos venido si hubiera pensado que nuestra seguridad


estaría en riesgo.

Sonrío, sabiendo que, a pesar de sus palabras, trajo consigo un pequeño


ejército.  Aunque no puedo decir que lo culpo.  Si pensara que existe
la posibilidad de llevar a Katria a una situación peligrosa, exigiría toda la
armada de faes  para protegerla.  Ni siquiera estoy seguro de si hubiera
venido si los roles se hubieran invertido.  

―Entiendo. ―  Hago todo lo posible por bajar la guardia, por


encontrarme con el Rey Elfo con sinceridad.  Sin embargo, mis ojos se
desvían de nuevo a mi reina―. Haría cualquier cosa para protegerla.

―Entonces nos entendemos. ―Eldas se hunde hacia atrás en su silla, los


ojos brillan―. ¿Qué haremos con estas mujeres que tanto nos han
consumido?

― ¿Crear el mundo más magnífico para que vivan? ―sugiero.

Ríe. 
―Suena como una idea maravillosa.

―¿Qué hacen? ―  Katria se ha reincorporado a la conversación.  Luella


también está prestando atención.

―Que podría ser el momento de organizar un Consejo de reyes y reinas.


―Eldas hábilmente cambia el tema― por fin.

―No ha habido uno en unos pocos cientos de años, si la memoria no


me falla ―dice Katria. Su estudio con Vena ha valido la pena. 

―Solo hay que hacerlo. ―Eldas  asiente, sus ojos se  desvían  hacia su
hija.  El Rey Elfo olvida todo decoro mientras se acerca, se extiende
sobre  Katria  y acaricia la pequeña mejilla regordeta de la niña―. Pero
deberíamos reunir a los gobernantes de Midscape una vez más. Este mundo
está cambiando y debemos garantizar el dominio seguro y constante de
nuestras tierras para las generaciones futuras.

―Creo que lo que mi esposo está tratando de decir es que hay


demasiados humanos en el poder y debemos asegurarnos de que no altere
ningún equilibrio. ―Luella comparte una sonrisa con Katria. Esperaría que
el Rey Elfo se sintiera insultado por esta audaz pero juguetona
contradicción, pero simplemente sonríe.

―En todo caso, estoy diciendo que  debido a  que  hay humanos en el
poder, hemos podido lograr un equilibrio, una paz, que no se había visto
durante siglos en esta tierra y que debería preservarse a toda costa.
―Eldas alcanza su copa.  

―Por la paz, entonces. ―Katria  no pierde la oportunidad de animar al


Rey Elfo y mi pecho se hincha de orgullo.

―Por la paz ―repito, uniéndome. Luella también lo hace.


― ¿Dónde celebraremos este Consejo? ―pregunta Luella.

―Hay una ciudad en el centro de los cuatro reinos ―dice Eldas.

―La ciudad―estado de Evalon ―supongo.

El Rey Elfo asiente. 

―Un terreno neutral, fundamental para todos. Es donde se han llevado a


cabo en el pasado.  Creo que debería ser seguro realizar nuestros negocios
allí una vez más.

―¿Los Cuatro  reinos? ―Katria  deja su copa―. ¿Pensé que eran


cinco? Elfo, Fae, Vampiro, Mer, Lykin. 

―No se ha sabido una palabra del reino  vampiro  en miles de años.


―Eldas sacude la cabeza con tristeza―. Los informes más recientes dicen
que sus ciudades montañosas se han encontrado en desorden, vacías. Todas
las señales apuntan a que el  reino vampiro  murió hace mucho tiempo.  Lo
cual es lamentable, pero no me sorprende, siempre han sido más débiles que
el resto de nosotros ―suspira. 

―¿Más débiles? ―pregunta Luella. Es una sanadora natural, así que no


me sorprende que se haya interesado.

―No físicamente, mágicamente.  La  magia  de los vampiros  solo era


fuerte alrededor de la luna llena. El resto del mes tenían poco de sobra, lo
que los llevó a estar tan aislados… ese aislamiento parece haber sido su
perdición ―dice con gravedad―. Lo que hace aún más importante que los
que quedamos nos unamos.

―Si hubo algún mal que le ocurrió al  vampiro, debemos investigar
―dice Luella.
―Un asunto para el consejo ―responde su esposo.

―De acuerdo en todo. ―Katria  da un bocado a la comida, masticando


sus pensamientos tanto como la carne.  Casi puedo sentir lo que va a
preguntar a continuación antes de que lo haga―. ¿Sin embargo, no hay
posibilidad de que todavía estén vivos? ¿Deberíamos al menos intentar ir a
buscarlos una vez más? 

Eldas niega con la cabeza. 

―Cuando ocurrió la Luna de Sangre hace meses, esperaba algunos


signos de vida.  Si algo iba a ser el catalizador de su regreso, habría sido
eso. Pero no ha habido cambios ni noticias.

La luna de sangre.  Según los astrónomos de la nueva Corte de las


Estrellas, es un raro evento celestial que ocurre cada quinientos años.  La
luna se vuelve, acertadamente, rojo sangre.

La Luna de Sangre es un nombre aterrador para algo que arrojó al mundo


en una bruma casi romántica. El recuerdo de Katria expuesta debajo de mí,
delineada en un rosa suave, destella ante mis ojos, despertando una
necesidad profunda en mi interior. El color era casi el mismo que la corona
de aster que lució la primera noche que bailamos.  Aster rosa para
sensibilidad y amor.  Púrpura para sabiduría y realeza.  Se lo había dado
como muestra de mi afecto, como la reina que esperaba contra toda
esperanza que pudiera ser.  Nunca había imaginado que se convertiría en
reina por derecho propio.

―La Luna de Sangre fue una vez el pináculo de las celebraciones para
los  vampiros, ―digo, tanto Luella como  Katria están pendientes de mis
palabras―. Sus fiestas eran legendarias durante cualquier luna llena, ya que
sus poderes eran increíbles, pero especialmente la Luna de sangre.
―¿Qué haría el vampiro con su magia? ―pregunta Luella―. Escuché
que necesitaban sangre.

―Solo un poco, según consta.  Al usarlo, podrían adivinar el futuro u


obtener otras visiones mágicas sobre una persona ―Eldas  responde 
crípticamente―. Si no estaban celebrando la luna de la sangre, entonces
todas las señales siguen apuntando a que el Reino Vampiro pudo  haber
desaparecido de Midscape hace mucho tiempo.

―Cuatro reinos, entonces ―dice  Katria  después de un momento de


consideración.  Le  tiende  su copa a  Eldas  por segunda vez.  Mi dama,
concentrada y decidida a continuar con la diplomacia―.
Comprometámonos con un Consejo de Reyes en los próximos años.

―Por supuesto. ―Eldas la anima de nuevo y beben.

El resto de la noche supera todas las expectativas.  Para cuando  Katria


se levanta y se despide, me duele la garganta por todos los debates que tuve
con Eldas. El hombre puede ser bastante conversador una vez que está en
confianza.  El  salón se encuentra con la Reina Fae, inclinando la cabeza
mientras se marcha. El Rey Elfo y la Reina Humana se despiden al mismo
tiempo, en dirección opuesta al ala de invitados del castillo.

Cuando pasamos por una de las mesas al salir,  Katria se  detiene para
darle un beso en la mejilla a su hermana. Laura está sentada junto a Shaye y
Giles, frente a Hol y Felda. A pesar de que Katria es quien tiene sangre fae,
Laura ha encajado a la perfección. Regularmente exige saber cuándo se le
ocurrirá a Vena un ritual que le permita
permanecer  permanentemente  en  Midscape.  El fragmento de vidrio
alrededor de su cuello que le permite estar aquí durante varias semanas
seguidas claramente no es suficiente para su gusto.  

Finalmente solos, Katria lanza un suspiro monumental. La formalidad se


desliza de sus hombros y se hunden un poco antes de enderezarse una vez
más. Camina con más facilidad en estos pasillos apartados. 

―Creo que salió bien.

―Creo que fue increíble. ―Envuelvo un brazo alrededor de ella,


acercándola. Mis dedos rozan su barbilla, inclinando su rostro hacia el mío
mientras le doy un suave beso en los labios―. Eres increíble.  

―Lo estoy intentando.

―Estás teniendo éxito.

―Solo espero poder darles la información que necesitan


sobre  Aruna.  Aunque ambos somos hijas de dos mundos, nuestra infancia
no se parecerá en  nada.  Y no es como si hubiera crecido practicando
magia. No estoy segura de cuán útil seré.  

― Eldas me estaba diciendo que ya les has sido inmensamente útil.

―¿De verdad? ―Su expresión se relaja con alivio, los nudos en su frente
se alivian.

―De verdad.

Envuelve un brazo alrededor de mi cintura.  La sensación de su costado


contra el mío me resulta familiar. Y, sin embargo, me da prisa cada vez. 

―Podemos hablar más sobre nuestros invitados por la mañana.  Estoy


exhausta y solo deseo pensar en ti.

―Dependiendo de lo exhausta que estés, hay algunas formas en que


podríamos pensar el uno en el otro ―digo con una nota sensual. Se ríe.  
―No me opongo. ―Katria  me mira tímidamente a través de sus
pestañas.

Estoy sorprendido, pero encantado.  Esperaba que estuviera demasiado


cansada para tal entretenimiento después del banquete.

Llegamos a sus aposentos.  Las habitaciones son completamente


diferentes a cuando  las  ocupaba  Boltov.  Pasó meses planeando,
removiendo, limpiando y reconstruyendo cuidadosamente las habitaciones
reales para adaptarse a ella, para adaptarse a la nueva era de
la familia Aviness gobernando la Corte Suprema.

―Antes de todo eso, hay algo de lo que quiero hablarte. ―Katria  mira
entre la cama y el escritorio, dirigiéndose hacia este último. La sigo.

―Los negocios pueden esperar, mi amor. Has hecho suficiente hoy.

― Esto no puede esperar más ―dice pensativa, abriendo un cajón del


escritorio y sacando una caja de madera que nunca había visto
antes.  Katria  pasa las yemas de los dedos sobre él levemente, con
reverencia. Parece incómoda y nerviosa. 

Doy un paso más cerca de ella, tratando de ofrecer fuerza solo con mi
presencia. No puedo imaginar qué la tiene de repente tan nerviosa cuando
ya se ha enfrentado al Rey Elfo y la Reina Humana esta noche.  Todo
debería palidecer en comparación con el estrés de eso.

―Davien, yo… ― Sus palabras se desvanecen.  Se muerde la uña del


pulgar, preocupándose. Beso su sien suavemente.

―Tómate tu tiempo ―le susurro.  Ella lo hace.  Casi puedo sentirla


reuniendo sus pensamientos, poniéndolos juntos uno por uno. Esperaría una
eternidad por ella, si eso fuera lo que hiciera falta.
―Tú… nosotros… ―Suspira y maldice en voz baja―. Esto no debería
ser tan difícil.

―Cariño, puedes decirme cualquier cosa, no te preocupes. ―Trato de


tranquilizarla, aunque todavía soy ignorante de lo que la tiene enredada.

―Te necesito a mi lado ―comienza suavemente―. Haces que cada día


sea mejor, más fácil y más alegre.

―Siempre estaré aquí ―le juro.  Esa fue una promesa que hice hace
mucho tiempo. Probablemente más de lo que incluso me admito.

―Lo sé.  Y mereces ser reconocido por toda la ayuda que me


brindas. Quiero darte un título.

―¿Un título? ―Arqueo las cejas―. No necesito ningún título.

―Pero este ―golpea la caja para enfatizar―  este quiero


desesperadamente dártelo. Vena encontró esto cuando recientemente estaba
buscando registros antiguos.  Es una reliquia, por supuesto, de
la familia Aviness. ―Katria se ríe suavemente, soltando los pestillos de la
caja con manos temblorosas.  Efectivamente, la pátina en el metal que
mantiene la caja unida hace que parezca antigua―. Es un título que solo
puede dar el rey o la reina. 

Abre la caja y se me da un vuelco el corazón. Estoy sin aliento. Esperaba


una medalla, una banda, algún significante de abogado o consejero
principal.

No esperaba una corona.

Es una versión más delgada y fina de la corona de cristal que todavía se


encuentra en  la  frente  de Katria  .  Claramente hecho por la misma
mano. Pero una interpretación más delicada. 

―Vena dice que fue la corona de la consorte.  No tiene nada de mágia


―añade apresuradamente―. Esta es una posición de respeto, pero lo
admito… ningún poder innato. ―se ríe nerviosamente―. Lamento que
todavía tenga que aferrarme a la magia Aviness que te quité en el bosque.

―No me quitaste nada y me diste todo. ―Tomo su mano con las dos
mías, acunándola. La miro directamente a los ojos―. Katria, ¿estás segura?

―Nunca he estado más segura de nada en mi vida.

― ¿Estás lista para esto, sin embargo? ―  Sé lo profundas que son sus
heridas, al menos las que me ha dejado ver. Hay otras aún más profundas de
los que sospecho que ni siquiera su conciencia es consciente. Heridas que
no serán tratadas hasta que algún evento desafortunado las arrastre a la
vanguardia  de su mente.  Pero siempre que esas heridas salgan a la
superficie, estaré allí.  Haré todo lo que esté a mi alcance para verla feliz,
sana, completa, amada. 

―Lo estoy. ―Me muestra una brillante sonrisa―. ¿Serás mi


rey? ¿Reinarás a mi lado para siempre?

―Sería la alegría de mi vida. ―La tomo en mis brazos.  De repente, la


distancia entre nosotros es demasiado grande. Debo tener su cuerpo contra
el mío. Su boca sobre la mía. Mis manos en su cabello.

Se ríe entre besos, pura alegría escapando como sonido


melódico. Dicha. Nunca había conocido una dicha como mis momentos con
esta mujer.

Me aparto, acariciando su rostro. 


―Sabes que estaría a tu lado para siempre incluso si nunca nos
casáramos.  No necesito ser tu esposo en este mundo, en ningún mundo,
para serte fiel, amarte, ayudarte y reverenciarte.

―Lo sé. ―Katria sonríe―. Pero quiero que seas mi marido. Quiero que


el mundo sepa cuánto te amo.   

La beso de nuevo tan pronto como dice esas tres palabras. Sé lo difíciles
que son para ella, incluso todavía.  Y las hace aún más especiales de
escuchar. Saber que me ha dado tanta fe, tanta oportunidad de mostrarle lo
maravillosa que es y lo amada que puede ser. 

―Mi futuro esposo ―ronronea las palabras―. Estoy deseando que


llegue nuestra próxima boda.

Me río. 

―Estoy deseando tener una boda adecuada.  

Antes de que pueda llevarla a la cama, alguien golpea la puerta.  Dejo


escapar un gruñido bajo a la persona que se atrevería a interrumpir este
momento, incluso si no lo notan.

―Su Majestad ―dice Oren desde detrás de la puerta―. Disculpas por


interrumpir tan tarde.

―Más vale que sea bueno ―murmuro.

Katria sonríe. 

―Veré lo que necesita, y luego espero poder retomar donde lo dejamos.


La tomo por la cintura y le planto un beso firme en los labios para
prometerle eso.

Se dirige a la puerta y entabla una breve conversación con Oren.  Me


distrae la corona. Es espectacular. Había renunciado a la idea de llevar una
corona de fae. Ahora sospecho que esta corona significará mucho más para
mí que la corona de cristal.

Estoy tan perdido en mis pensamientos que la puerta ya está cerrada y


Oren se ha ido cuando la noto de pie en la entrada del estudio con una mano
sobre su boca. Sus ojos se han agrandado por la conmoción.

―¿Qué pasa? ―La alegría comienza a evaporarse cuando veo lágrimas


brillantes acumulándose en sus ojos. Me apresuro. Noto el sello de la carta:
una corona con púas en un adorno de orquídeas.  Me toma un momento
ubicar de quién es la cresta.

No, no puede ser. No es posible.

―Katria…

―Tenemos que ir a las montañas del sureste. ―Las palabras salen


apresuradas, confusas y frenéticas.  Me mira con ojos brillantes―.
Eldas estaba equivocado. El reino vampiro. Están vivos. Y ellos… ellos…

La tomo por los hombros y la miro a los ojos.  Estoy aquí, digo en
silencio, tómate tu tiempo.   

―El rey  Eldas  dijo que el  vampiro  podía ver el futuro.  ¿Es verdad?
―exige saber.

Estoy perturbado por el cambio repentino. 


―Según todas las historias, pero eso fue hace tanto tiempo… en realidad
nunca…

—Entonces mi padre… —ahoga las palabras―. Creo que está vivo.

 
Próximo libro

 
Elise Kova
 

Es una autora superventas del USA Today.


Disfruta contando historias de mundos fantásticos llenos de magia y
emociones profundas. Vive en Florida y, cuando no está escribiendo, se la
puede encontrar jugando videojuegos, dibujando, charlando con los lectores
en las redes sociales o soñando despierta con su próxima historia.
 

WE ARE COSMOS, DREAMING IN SPACE


 

 
Notes
[←1]
Así se les “apodaba” a las mujeres cuando eran dadas en matrimonios convenientes
y se convertían en amas de casa y criadoras de hijos.
[←2]
Instrumento musical parecido a la guitarra pero de menor tamaño, con la caja
ovalada y cóncava, el mástil corto, las cuerdas dobles (seis pares o más) y la tablilla
de las clavijas formando un ángulo muy pronunciado con el mástil.
[←3]
muy delgado.
[←4]
Parte del tronco de un árbol que queda en el suelo y unida a la raíz cuando es talado
por el pie
[←5]
Es un concepto comúnmente asociado a la guitarra y consiste básicamente en el
acto mediante el cual se provoca la vibración de dos o más cuerdas simultáneamente
con los dedos a la vez que se realiza una postura en el diapasón o mástil del
instrumento con la finalidad de interpretar un acorde.
[←6]
es una forma poética muy conocida en el mundo anglosajón.

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