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Índice
Staff 10 22 34
Sinopsis 11 23 35
Mapa 12 24 36
1 13 25 37
2 14 26 38
3 15 27 39
4 16 28 Escena
5 17 29 extra
Próximo
6 18 30 Libro
7 19 31 Sobre
8 20 32 Elise
Kova
9 21 33
Staff

Traducción y corrección:

Afrodita Seshat Rea

Kamyla Nitha

Darkmoon Artemisa

Revision Final
Eris

Diseño:
Stella de Solaria
Sinopsis
Sabía que su mano en matrimonio sería vendida. No tenía idea de
que un príncipe fae era el comprador.
Katria juró que nunca se enamoraría. Ella ha visto lo que significa el
amor a través de la crueldad de su familia. Entonces, cuando se casa
con el misterioso Lord Fenwood por un buen precio, todo lo que Katria
quiere es una vida mejor que la que está dejando. Los sentimientos
están fuera de la mesa.
Pero su nuevo marido le dificulta no enamorarse.
A medida que su atracción comienza a crecer, también lo hacen las
rarezas dentro de su nueva vida: reglas extrañas, gritos en la noche y
ataques de faes que Katria nunca pensó que fueran reales. Cuando es
testigo de un ritual que no está destinado a los ojos humanos, Katria se
ve transportada a la tierra de Midscape.
Sobrevivir a las tierras salvajes de los faes como humana ya es
bastante difícil. Katria debe sobrevivir como una humana que
accidentalmente robó la magia de los reyes antiguos (magia por la que
un rey sediento de sangre está dispuesto a matarla para mantener su
trono robado) y su nuevo esposo es el heredero legítimo escondido.
El poder de salvar a los faes está en sus manos. Pero, ¿quién la
salvará de un amor que juró no sentir nunca?
Para todos los que se quedan despiertos hasta tarde

leyendo libros sobre besos


Mapa de Midscape
1

CUANDO SE ACABÓ EL DINERO, Joyce vendió los cuadros, luego la plata


de mi padre, luego las joyas y los vestidos de mi madre, luego todo lo
de valor en el pasillo. Vendió y vendió para financiar sus fiestas y
ambiciones. Vendió para intentar recuperar parte de la gloria que
murió con mi padre.

Ahora no queda nada.

Así que hoy venderá mi mano en matrimonio.

No se ha dicho claramente. Solo sé que es verdad. Lo sé desde hace


más de un año, lo siento en lo profundo de mis huesos, de la misma
manera que puedo sentir una tormenta que persiste más allá del
horizonte, el aire denso por la anticipación. Comenzó con pequeños
comentarios que hicieron mis hermanas, pequeñas cosas, aquí y
allá. Cada vez, era irrazonable leer entre líneas.

Pero ahí es donde siempre está la verdad, ¿no es así? Lo no dicho en


medio.

Luego, las menciones al matrimonio y —arreglos adecuados para mi


edad— se volvieron comunes alrededor de la mesa. Sobre que como
demasiado y hago muy poco. Casarme tiene más sentido comercial, y
Joyce es una mujer de negocios antes que nada.
Los pensamientos son tan pesados e ineludibles como la niebla que
atraviesa las onduladas tierras altas que se extienden desde la finca de
mi padre hasta los densos bosques que se agrupan al pie de las
Montañas de Pizarra.

Estas preocupaciones han sido una nube inquebrantable que se


cierne sobre mi cabeza durante semanas. Cambio las riendas de Misty
en mis manos. Ella deja escapar un relincho y niega con la cabeza; Le
doy unas palmaditas en el cuello en respuesta. Ella puede sentir mi
disgusto.

—Está bien ― la tranquilizo. Pero, sinceramente, no tengo ni idea


de si algo está bien o no. Hoy es el día en que Joyce se encontrará con
el hombre que comprará mi mano en matrimonio. Todo depende de las
discusiones que se hayan tenido en una sala de la que ni siquiera estoy
al tanto. —Vamos, una carrera más al bosque.

Misty es una yegua de color gris, pero no la nombré por su piel. Ella
nació a fines de los meses de otoño como este hace tres años. Me quedé
despierta toda la noche en los establos con su madre, esperando
encontrarme con ella. Quería asegurarme de que yo fuera la primera
persona que viera.

Ella es lo último que me dio mi padre antes de que su barco se


hundiera.

Desde entonces, todas las mañanas, hemos sido inseparables. Misty


corre con una velocidad que me hace sentir como si mis pies hubieran
abandonado la tierra y yo me elevo con los pájaros arriba. Corre
porque comprende el dolor de estar atrapada y ensillada día tras
día. Mientras volamos sobre el suelo húmedo, atravesando la niebla
como una flecha, se me pasa por la cabeza, no por primera vez, que tal
vez deberíamos seguir corriendo.

Quizás podría liberarnos a las dos. Nos iríamos... y nunca


volveríamos.
Los árboles surgen de la nada: una línea sólida de centinelas, más
parecida a una pared que a un bosque. Misty retrocede, casi
tirándome. Tiro y giro, recuperando el control. Trotamos a lo largo de
la puerta del bosque oscuro.

Mis ojos escanean entre los árboles, aunque hay poco que ver. Entre
la niebla y el espeso dosel, cualquier cosa más allá de unos pocos pies
es tan oscura como la brea. Tiro un poco y me detengo para intentar
ver mejor, aunque no sé qué estoy buscando. La gente del pueblo dice
que ven luces en el bosque por la noche. Algunos valientes cazadores
que se atreven a traspasar la barrera natural del hombre y la magia
afirman haber visto a las criaturas salvajes y malvadas del bosque:
mitad hombre, mitad bestia. Faes.

Naturalmente, nunca me han permitido entrar al bosque. Mis


palmas están resbaladizas por el sudor y las froto sobre la gruesa lona
de mis pantalones de montar. El solo hecho de estar tan cerca siempre
me llena de una inquieta anticipación.

¿Hoy es el día? Si corro hacia el bosque, nadie me seguirá. Las


personas que se adentran en el bosque se presumen muertas en menos
de una hora. El agudo grito de nuestro gallo me resuena sobre las
colinas que se inclinan lentamente. Miro hacia atrás en dirección a
nuestra propiedad. El sol comienza a atravesar la niebla con sus dedos
desagradablemente brillantes. Mis breves momentos de libertad han
expirado... Es hora de enfrentar mi destino.

El viaje de regreso toma el doble de tiempo que el de ida. Alejarme


del fresco crepúsculo del amanecer, de la espesa niebla y de todos los
grandes misterios que se esconden en ese bosque oscuro se vuelve cada
vez más difícil cada día. No es más fácil por el hecho de que el último
lugar al que quiero regresar es la mansión. Los bosques son atractivos,
en comparación. A mitad de camino, se me ocurre que esta es la última
vez que haré este viaje... Pero no tengo ninguna duda de que las
libertades que disfruto aquí, por limitadas que estén a las breves horas
de la madrugada, van a desaparecer por completo cuando este casada
con un señor rico para que sea su yegua de cría1.

Cuando me veré obligada a sufrir los abusos que me inflija en


nombre de la cosa más malvada del mundo: el amor.

—Katria, Joyce te va a despellejar viva por haber salido tan tarde—


me regaña Cordella, la moza de cuadra. —Ya ha estado aquí dos veces,
buscándote.

— ¿Por qué no estoy sorprendida?— Desmonto.

Cordella me da una ligera palmada en la parte superior del brazo y


me señala con el dedo a la cara.

—Hoy tienes una oportunidad con la que la mayoría de las chicas


soñarían. La dueña de la casa te va a encontrar una pareja inteligente y
sensata, un hombre que te cuidará el resto de tus días y todo lo que
tienes que hacer es sonreír y verte bonita.

He tenido suficientes personas cuidándome durante toda la


vida. Pero en cambio, digo:

—Lo sé. Simplemente desearía poder opinar sobre quién es ese


hombre.

—No importa quién sea el hombre— Cordella comienza a


desabrochar la silla mientras tomo la brida de la boca de Misty. —Todo
lo que importa es que es rico.

Cuando Cordella me mira, ve a una joven heredera. Ve la casa, los


vestidos, las fiestas, todas las presentaciones de riqueza que Joyce no
puede dejar ir. Ella ve la faceta resplandeciente que queda de una
época en la que realmente teníamos todas esas cosas buenas, mucho
antes de que todo fuera vaciado de la podredumbre de las malas
decisiones y la muerte de mi padre.

1
Así se les “apodaba” a las mujeres cuando eran dadas en matrimonios convenientes y se convertían en
amas de casa y criadoras de hijos.
—Espero lo mejor— digo finalmente. Cualquier otra cosa daría la
apariencia de ser una ingrata. Y desde donde Cordella se destaca como
una mujer de antecedentes modestos y oportunidades, no tengo
ninguna razón para estar menos que agradecida.

—Katria— llama mi hermana menor desde la terraza que envuelve


toda la mansión. El sol apenas se ha despertado y ella ya está vestida,
luciendo como si fuera la que se casaría hoy y no yo con mi ropa vieja,
raída y manchada de barro. —Madre te está buscando.

—Lo sé— Le paso la brida a Cordella. — ¿Te importaría ocuparte


del resto?

—Puedo hacer una excepción hoy—. Ella guiña un ojo. Cordella ha


hecho tales excepciones más de una vez. Misty fue un regalo de mi
padre, no de la dueña de la casa. Poco después de que comenzara a
ausentarse la mayoría de las veces en las rutas comerciales, Joyce
decretó que no podíamos ahorrar más gastos en caballos. Ella ya estaba
en llamas por el hecho de que papá no la dejaría vender al
potro. Entonces, si tuviera un caballo, sería yo quien lo cuidaría. No
importa que mis hermanas hayan tenido sementales durante años y
casi nunca los montaran. Sus gastos nunca han sido demasiado.

—Gracias— le digo con seriedad y me dirijo a la mansión.

—Apestas— dice Laura con una sonrisa mientras me acerco. Para


lograr un efecto dramático, se pellizca la nariz.

— ¿Estás segura de que no eres tú?— Le doy una sonrisa


maliciosa. —No creo que te hayas bañado esta mañana.

—Soy tan dulce como una rosa ― proclama Laura.

— ¿Una rosa?— Muevo mis dedos. —Entonces, ¿qué son todas estas
espinas apestosas?— Desciendo sobre ella, haciéndole cosquillas en la
cintura. Ella chilla, empujándome.

― ¡No lo hagas! ... ¡Me mancharás las faldas con barro!


— ¡Soy el monstruo de barro!

— ¡No, no, sálvame!— Ella ruge de risa.

—Eso es suficiente. — Helen atraviesa el breve momento de


frivolidad con una nota severa. Aunque es más joven que yo, actúa
como si fuera la mayor. Ella es la que realmente tiene el control entre
nosotras tres. La favorita de mamá. —Laura, ven— le ordena a nuestra
hermana menor.

Laura mira entre Helen y yo, pero cede ante la segundo al mando de
Joyce.

—No puedes seguir actuando así— regaña Helen a Laura.

—Pero yo…

—Estas nociones infantiles. ¿No quieres ser una dama adecuada?

—Sí, pero…

—Entonces deberías empezar a actuar como tal—. El cabello rubio


muy corto de Helen cae sobre un lado de su rostro. Ha sido mimada
toda su vida y, sin embargo, se mueve como una asesina. Está
constantemente al acecho en las sombras y en mis pesadillas.

Algún día, Laura se despertará y será como ella. La dulce niña que
conozco finalmente habrá sido aplastada bajo los talones de Helen y
Joyce.

— ¿Qué necesitas, Helen?— Intento atraer la atención de nuevo a mí


para salvar a Laura.

—Oh, vine a entregar un mensaje—. La sonrisa de Helen es como la


de una serpiente. Es la misma sonrisa que la de su madre. La misma
sonrisa que Laura aprenderá a hacer, con el tiempo. Hay muy pocas
cosas sobre el hecho de que mi padre se volviera a casar después de la
muerte de mi madre biológica que yo considere una bendición. Pero
saber que no comparto sangre, y esa horrible sonrisa, con la mujer que
me crió es una de esas pocas cosas. —Joyce quiere que vayas a limpiar
la entrada para nuestros invitados hoy.

Un repentino e intenso aroma a humo llena mi nariz. Me abstengo


de frotarla. Siempre que alguien dice una mentira, el olor a humo es
denso en el aire. Traté de explicar la sensación antes y me encerraron
en mi habitación por decir tonterías. Así que he guardado silencio
sobre el regalo desde entonces. Se ha convertido en una de mis pocas y
preciosas herramientas de supervivencia.

— ¿Quieres decir que debo irme y dejar de compartir tu


encantadora compañía? ¿Cómo voy a sobrevivir? — Cuando voy a
entrar en la mansión por la puerta a la derecha de Laura, Helen me
agarra del brazo.

—No creas que solo porque te vas a casar de repente eres mejor que
nosotras. Eres una hija bastarda, nacida fuera del matrimonio, y una
vergüenza para nuestro apellido. Vas a casarte con el señor de una
pequeña y triste parcela de tierra en ninguna parte y vivirás el resto de
tus días en la oscuridad para la que te hemos preparado.

Laura se mira los dedos de los pies. Hubo un tiempo en que ella me
habría defendido. Pero esa voluntad ha sido aplastada. Tanta
dulzura… tanta luz… desvaneciéndose ante mis ojos. Y estoy
demasiado débil y triste para detenerla.

—No quiero hacer esperar a mamá—Aparto mi brazo de un tirón.

No importa lo que ella diga, hoy puedo regodearme un poco. Yo soy


la primera en casarse. Algo que Helen desea desesperadamente. Ella ve
que tengo algo antes que ella por primera vez en su vida. La ironía es
que también es lo último que desearía.

Entro a la mansión a través de un pasillo corto que me deposita en


la entrada principal. Las flores marchitas se desploman sobre los
bordes de los jarrones agrietados y perfuman el aire con la fragancia
turbosa entre enfermiza y dulce de las primeras etapas de la
podredumbre.

Las delicadas pinturas del techo están manchadas de hollín por años
de velas encendidas sin suficientes limpiezas entre ellas. Antes del
incidente en el techo, Joyce trató de subirme a una de las escaleras
destartaladas poco después de la primera vez que mi padre salió en
uno de sus barcos para tratar de limpiar el techo. Dado lo joven que
era, estoy bastante segura de que estaba tratando de matarme.

—Si a esta edad sigues cargando nuestras arcas — dijo —entonces lo


menos que puedes hacer es ayudar con el mantenimiento. Tienes las manos de
un hombre, pero la ética de trabajo de un niño.

Como si no pasara todas las horas, de todos los días, reparando y


arreglando este ya desvencijado vestigio de días pasados. Esa es otra
cosa que me hace feliz de toda esta situación:

Van a perder a su sirvienta más valiosa.

Pero tan rápido como el malvado pensamiento entra en mi mente,


se va. Hay vagos recuerdos en lo más recóndito de mi mente de este
lugar en sus primeros días, cuando todavía era hermoso.

De ella, mi madre biológica, la misteriosa mujer que mi padre


conoció en sus viajes cuando era un joven comerciante y la trajo a casa
con él, ignorando todas las expectativas de un joven señor
prometedor. Puedo recordar la luz del sol entrando por las ventanas
ahora cubiertas de suciedad que dan al frente de la mansión. Si
entrecierro los ojos... casi puedo recordar su rostro, flotando sobre
mí. Un arco iris de colores se abanicaba detrás de ella. Está radiante de
alegría y amor mientras canta una de sus canciones que están impresas
en mi corazón.

Sé que la risa y la música una vez llenaron estos pasillos, me


llenaron.

Pero aquí y ahora, parece demasiado imposible de creer.


— ¿Qué estás haciendo?— Un grito ahogado resuena desde el
entrepiso. Miro hacia arriba y veo a la única madre que he conocido, la
mujer que me crió, bajando las escaleras con un vestido de terciopelo
rojo sangre. Su cabello pálido está amontonado y sujeto por una tiara,
haciéndola lucir como la princesa que siempre quiso ser. —Los
hombres van a llegar en cualquier momento y estás parada ahí como si
hubieras estado rodando en la pocilga toda la mañana.

Mi ropa no es tan mala, pero no discuto.

—Venía a cambiarme— Ignoro la mentira de Helen sobre el


suelo. Me pregunto si a Joyce le molesta que no caiga en su intento de
atraparme en un regaño.

—Bien. Tengo pretendientes a los que atender —. Ella cruza sus


manos sobre su estómago, sus uñas pintadas del mismo tono que su
vestido. —Haz todo lo posible por limpiarte lo mejor que puedas. De lo
contrario, un hombre podría darse cuenta con qué se está casando y
huirá antes de que se firmen los papeles.

Qué, no quién. Siempre he sido su pequeño monstruo.

—Haré lo mejor que pueda.

—Bien— Joyce menea los hombros y se pone un poco más


alta. Siempre que hace esto, no puedo evitar imaginarla como un gran
pájaro revolviéndose las plumas. —Con suerte te casarás antes de la
puesta del sol.

— ¿Casarme? ¿No comprometerme?— Sabía que los tratos estaban


sucediendo... pero pensé que tendría un poco más de tiempo. Que tal
vez podría conocer al hombre antes de casarnos. Que podría arruinar
esto de alguna manera.

—Hemos hablado de esto muchas veces.


—No creo que lo hayamos hecho— Nunca lo hemos hecho. Lo
sé. Y, sin embargo, mi certeza se rompe con su profundo suspiro.

—Claramente estás recordando mal de nuevo. No te preocupes,


estoy aquí para ayudar—. Joyce me da esa sonrisa serpentina y coloca
sus manos sobre mis hombros. Creí esta mentira suya una vez. —
Entonces vas a ser buena conmigo y no recurrirás a uno de tus
arrebatos dramáticos, ¿no?

Hipersensible. Dramática. Ella me trata como si estuviera


constantemente a punto de perder el control. Como si alguna vez
hubiera hecho algo por el estilo. Al menos, no creo que tenga...

—Seré buena— me escucho decir. Hay un instinto en la


respuesta. No lo soy. Es para lo que ella me entrenó.

—Excelente.

Tomamos caminos separados y me retiro a mi habitación.

El segundo piso de la mansión contiene lo que tradicionalmente son


las habitaciones familiares. Viví allí una vez. Pero cuando mi padre
comenzó a viajar cada vez más, de repente Helen necesito una
habitación completa para su estudio de arte, y mi habitación tenía la
mejor luz.

Aquí es donde vives ahora, la voz de Joyce me hace eco mientras me


paro en el umbral del pasillo oscuro que conduce a mi
habitación. Enciendo la puta de la vela, una que tomé cuando
reemplacé las de las habitaciones de mis hermanas. Ilumina el yeso
agrietado de los pasillos. La piedra que se desmorona que dice la
verdad de esta mansión.

Es demasiado. No hay suficiente dinero para mantenerla en


reparación, en realidad no. Hago todo lo posible por la memoria de mi
madre... y por qué si mi padre regresa, tenga un hogar al que
volver. Pero todo lo que le importa a Joyce son las áreas comunes y sus
habitaciones. Hay dinero suficiente para esas. Para la fachada. Todo lo
demás, creo que lo dejaría arder.

Mi cama ocupa toda la parte trasera de la habitación al final del


pasillo, llenando el espacio con mantas y almohadas de pared a
pared. Mi vieja estantería, también demasiado grande para esta
habitación, está casi vacía y los escasos objetos que llenan las
estanterías son solo prácticos. Mi posesión más preciada es el laúd2
apoyado en él. Voy a recogerlo e inmediatamente lo pienso
mejor. Seguro que alguien me oirá si intento tocar ahora. Creo que
Helen ha entrenado el oído, como los perros, para el sonido de mi
rasgueo. Ella protesta cada vez que se ve obligada a soportar una sola
nota.

Sin embargo, de vez en cuando, Laura escucha. Extrañaré las noches


en que encuentra la valentía para colarse aquí y tararear mi
música. Ella es la única que ha escuchado mi música en años.

Suspirando, me dirijo al armario, sorprendida de encontrar un


vestido nuevo dentro. Bueno, técnicamente no es un vestido nuevo. Lo
reconozco como el de Helen del baile de primavera hace dos años. Solo
se usó una vez, por lo que el satén todavía está en perfectas
condiciones. Paso mis manos sobre la suavidad, tan diferente de la
ropa normal que uso. El escote alto esconde las cicatrices de mi
espalda. Sin duda intencional.

Me atrevo a usar el baño de arriba. Es una pequeña forma de


protesta. Pero se siente mejor el agua caliente templando mi piel. La
mayoría de los días soy yo quien calienta y reúne el agua para el baño
de las demás. Al final de todo, no tengo la energía para levantar la
mía. Cuando termino de lavarme, incluso me atrevo a mirar entre los
cosméticos de Helen, seleccionando un colorete suave para mis mejillas
que acentúa el gris tormentoso de mis ojos y un rojo intenso para mis

2
Instrumento musical parecido a la guitarra pero de menor tamaño, con la caja ovalada y cóncava, el mástil
corto, las cuerdas dobles (seis pares o más) y la tablilla de las clavijas formando un ángulo muy pronunciado
con el mástil.
labios que resalta las notas oxidadas más oscuras de mi cabello
castaño.

Surjo como una nueva mujer. Mi cabello ha sido cepillado y


cuidadosamente sujetado en una cascada de rizos de los que incluso
Joyce estaría orgullosa. Me pregunto si me hubiera visto así todos los
días si mi padre nunca se hubiera casado con esa mujer.

Joyce era viuda antes de casarse con mi padre. Por fuera, era una
pareja inteligente: ambos tenían hijas pequeñas, y tenían un origen
económico similar; ella había heredado una gran cantidad de riqueza
de su marido anterior en forma de raras minas de plata en el norte. Las
mismas minas a las que solo podían llegar los barcos de mi padre.

Pronto, me di cuenta de su juego. Pero mi padre nunca lo vio. Ni


siquiera hasta el final, cuando se fue por última vez. La amaba. Ella
había sido la que lo había salvado de las profundidades de la
desesperación tras la muerte de mi madre. Luego llegó Laura, la luz en
los ojos de ambos y la unión, como dirían, a nuestra pequeña familia
disfuncional.

Pisando suavemente las partes más chirriantes del suelo, entro a


hurtadillas en mi antigua habitación. Tiene vista al frente de la
mansión y me da una vista del camino que nos conecta con el sendero
principal que tomamos hacia la ciudad. Efectivamente, hay tres
vagones estacionados a lo largo del frente. Veo a un hombre con
sombrero de copa salir de la entrada principal de la
mansión. Intercambia algunas palabras con su conductor y acelera.

Me pregunto cómo se sentirá al casarse con una mujer que ni


siquiera conoce. Claramente está lo suficientemente bien como para
venir aquí y hacer una oferta.

Por otra parte, tal vez nos hayamos conocido. Quizás el hombre con
el que me casaré sea alguien con quien me haya cruzado en la ciudad o
en un baile. Me estremezco al pensar en el lujurioso Earl Gravestone y
en cómo nos miraría a mí y a mis hermanas con nuestros vestidos
durante nuestras primeras temporadas en la sociedad.

Rezo para que no venga a buscarme a mí ni a ellas cuando llegue su


momento. Hay algunos males que ni siquiera puedo desearle a Helen.

Salgo sigilosamente de la sala de arte de mi hermana antes de que


me encuentren. En lugar de tomar las escaleras principales, tomo una
escalera lateral encajada entre el dormitorio principal y la pared. Es un
acceso de sirvientes que me lleva de regreso a las cocinas. Desde allí,
me escabullo por la casa usando otros pasillos ocultos. Una cosa de la
que mi madre y mi hermana nunca se dieron cuenta fue que al
convertirme en su sirvienta y exigir que actuara el papel, también me
permitieron aprender todos los pasajes construidos hace mucho
tiempo en esta casa en decadencia.

La pared de la sala de estar adyacente al estudio de mi padre se abre


sobre bisagras silenciosas y ocultas. Me arrastro por la habitación, mis
pasos amortiguados por la alfombra. En el otro extremo, presiono la
oreja contra la pared y contengo la respiración. Es lo suficientemente
delgada como para poder escuchar perfectamente las conversaciones
que ocurren en la otra habitación.

—… Y su dote serán los barcos del corredor norte de la compañía


comercial Applegate—dice Joyce.

Me muerdo el labio. Ya no hay barcos del corredor del norte. Esas


aguas son traicioneras y mi padre tenía uno de los pocos capitanes del
mundo que podía navegarlas. Ella era una mujer increíble; La conocí
solo una vez, pero cada segundo de nuestra breve discusión me
cautivó por completo. Ella era solo un año mayor que yo y ya había
sido capitán de barcos durante dos años. Quizás fue la juventud
imprudente la que le permitió trazar un rumbo que ni siquiera los
marineros más duros y con costra de sal se atreverían a probar a través
de esas aguas agitadas para acceder a una rara veta de plata.
Pero incluso su suerte se había acabado, como todas las nuestras,
tarde o temprano. Ella se hundió con su barco, mi padre también.

No me di cuenta de que Joyce había mantenido en secreto la


desaparición de mi padre. Me doy cuenta de que está intentando
controlar completamente la compañía comercial Applegate.

Mis uñas se clavan en la pared. Con mi padre desaparecido, pero no


declarado muerto, ella puede asumir el control sin dudarlo.

—Esa es una propuesta muy interesante—dice una voz vieja y


desgastada.

Espero que no sea demasiado interesante para quien sea este


hombre. Porque si se casa conmigo por barcos y luego descubre que no
hay ninguno, yo soy quién sufrirá. No tengo ninguna duda de que
Joyce inventará una mentira inteligente si es necesario, diciendo que
los barcos se hundieron justo después de la boda.

Cálmate, la mala suerte le pasa a todo el mundo, me la imagino diciendo.

—De hecho— dice Joyce. —Como puede ver, esto no es lo que uno
pensaría como un matrimonio normal. Reconozco que es costumbre
que la novia traiga su dote. Pero soy una mujer de negocios astuta y
conozco el valor de mi hija y lo que estoy ofreciendo. Como tal, les
pido a todos los posibles pretendientes que me hagan saber qué me
darían a cambio del beneficio de su mano.

Hay una pausa larga.

—A mi amo no le interesan los barcos—dice esa voz desgastada y


cansada. —Puede quedárselos.

¿Amo? ¿Significa eso que el hombre que habla no es mi futuro


esposo? ¿Qué tipo de hombre enviaría un sirviente a negociar por mí?

No quería amor, pero me había atrevido a esperar dignidad. Pero si


el hombre ni siquiera puede molestarse en venir ahora, ¿cómo me
tratará una vez que esté bajo su cuidado?
—Entonces, ¿qué es lo que le gustaría a su amo como dote?— Joyce
parece absolutamente desconcertada de que alguien rechace los
barcos. Aunque puedo escuchar el deleite de esto haciendo temblar su
voz.

—Mi amo es un coleccionista de cierta variedad de bienes raros. Ha


llegado a su conocimiento que usted está en posesión de un tomo en
particular que ha buscado durante mucho tiempo.

— ¿Un libro?— Una pausa. —Oh, a usted le sirve— La voz de Joyce


se agudiza. —Sé que Covolt siempre se negó a venderlo, pero me
encontrará una mujer de negocios mucho más dócil.

El libro... No es posible que estén hablando de ese libro, ¿verdad?

Cuando Joyce entró en nuestras vidas, decretó que todos los restos
de mi madre biológica fueran eliminados de los pasillos. Había tratado
de objetar, pero mi padre me dijo que era algo natural que hiciera una
nueva esposa. Ese nuevo amor no pudo florecer a la sombra del
viejo. Una noche fui a verlo, absolutamente inconsolable. Le rogué que
guardara algo, cualquier cosa, solo una cosa. Para entonces ya había
perdido los recuerdos del rostro de mi madre. No quería perder más.

Fue entonces cuando me mostró el libro. Era una cosa pequeña y


vieja. Las letras que alguna vez se habían estampado en su cuero se
habían desgastado en su mayor parte con el tiempo. La única marca
que aún era discernible era una estrella de ocho puntas en la cima de
una montaña impresa en la columna. La escritura en el interior se había
desvanecido, dejando solo fantasmas ilegibles que acechaban en su
mayoría páginas en blanco.

Mi padre me juró que era lo único que mi madre había


atesorado. Lo único que quería que tuviera y que mantuviera a salvo:
mi derecho de nacimiento. Y cuando fuera una mujer, me lo daría. Pero
mientras tanto, me juró guardar el secreto sobre la importancia del
título.

Estoy segura que para evitar que Joyce lo destruyera como hizo con
todo lo demás de mi madre.

Cuando más me preocupaba que Joyce descubriera el libro, le había


dicho a mí padre que no quería esperar. Déjame esconderlo, le
rogué. Pero dijo que no estaba preparada. Así que me dio el laúd para
asegurarse de que tuviera algo de mi madre, alegando que era el que
ella usaba para cantar mis canciones de cuna.

—Mi amo había esperado que ese fuera el caso— dijo el anciano. —
Él me ha empoderado para hacer la siguiente oferta: tomará la mano
de la joven en matrimonio y la cuidará por el resto de sus días en este
plano mortal, la que termine primero. Nunca le faltara nada. Solo pide
el libro como dote. Además, para mostrar buena fe hacia su familia,
pagará cuatro mil piezas cuando se firmen los papeles del matrimonio.

Mi destino está sellado. Cuatro mil piezas es más de lo que vale


toda esta mansión. Esas son las operaciones de un año de la empresa
comercial de mi padre durante el mejor de los tiempos. Me deslizo
lentamente por la pared cuando me doy cuenta de que este hombre
misterioso que ni siquiera se molestó en venir en persona será mi
esposo.

—Esa es una oferta muy generosa— La voz de Joyce tiembla


levemente. Puedo imaginarme que está echando espuma por la
boca. —Redactare los papeles para inmortalizar este acuerdo y
cimentar el matrimonio. ¿Los firmamos mañana cuando su amo pueda
venir?

—No hay necesidad de esperar.

— ¿Oh?
—Como dije, mi amo me ha dado poder para tomar tales decisiones
en su nombre. Puedo firmar por él y me ha dado su sello. Dijo, que si
acepta nuestros términos, concluyéramos el negocio de inmediato.

—Muy bien entonces.

En algún lugar entre los murmullos sobre la mejor redacción del


acuerdo y el revoltijo de papeles, dejo de escuchar. Me apoyo contra la
pared, me tiemblan las manos y lucho por respirar. El mundo gira
enfermizamente rápido. Sabía que esto pasaría. Lo sabía. Pero ahora es
real y está sucediendo tan rápido... pensé... pensé que tendría más
tiempo...

—Ya está hecho— declara Joyce mientras sin duda termina de


firmar en mi nombre.

—Bien. Dígale a su hija que recoja sus cosas mientras usted recoge el
libro—. Más ruido de sillas. —Saldremos dentro de una hora.

Simplemente así, estoy casada y dejare el único hogar que he


tenido... por un hombre cuyo nombre ni siquiera sé.
2

—EL MISTERIOSO LORD FENWOOD—. Laura se apoya en el marco de la


puerta mientras empaco mis escasas cosas. Las noticias han viajado
rápido, como era de esperar, ya que solo hay unas cinco personas en la
mansión en un momento dado. —No creo que haya visto a este señor
en particular en ningún evento.

—Creo que es un recluso—. Helen está frente a su hermana. Casi


nunca ha venido a mi habitación. Verla aquí es una rareza
desagradable. —Solo lo he escuchado mencionar. Dicen que vive en el
norte de la ciudad, que su propiedad está justo al borde del bosque.

— ¡Oh, él! — Laura aplaude. —He oído a la gente del pueblo decir
que es un mago antiguo—. Se gira para mirarme como si esta
perspectiva fuera la mejor noticia que ha escuchado en meses. —Si te
enseña magia, prométeme que me lo enseñarás.

—No me va a enseñar magia—. Aun así, el optimismo de mi


hermana menor intenta sacar una sonrisa en mi rostro, al menos hasta
que Helen haga su mejor esfuerzo para aplastar cualquier alegría que
pueda existir entre nosotras.

—No le enseñarían magia. Ella estaría consumida por eso. Escuche


que a los magos les gusta beber exclusivamente la sangre caliente de
doncellas recién asesinadas y bailar con faes cornudos a la luz de la
luna.
—Si bebiera solo la sangre de doncellas recién asesinadas, no
quedarían mujeres jóvenes en el pueblo—. Pongo los ojos en blanco y
trato de ocultar el hecho de que en realidad estoy algo alarmada de que
ninguna de mis hermanas sepa nada concreto sobre este hombre. Están
tan involucradas en los círculos sociales del área metropolitana que si
no lo conocen, nadie lo conoce. Había estado esperando alguna
información sobre mis nuevas circunstancias. —Y nadie baila con los
faes a la luz de la luna. Si te acercas tanto a un fae, estarías muerta.

—Suponiendo que los faes sean reales—. Helen no cree en las viejas
historias. Es demasiado práctica, creció más tierra adentro y más cerca
de las minas de su madre… más lejos de los bosques y sus
cuentos. Cree que Laura y yo somos ridículas por nuestras
sospechas. Sin embargo, ella se negará absolutamente a ir al bosque
por sí misma. —Es mucho más probable que sea un viejo ermitaño
horrible y arrugado que busca una mujer joven para hacerla suya.

—Estoy segura de que es maravilloso— insiste Laura. —E iremos a


visitarlos a ti y a tu nuevo esposo dentro de un mes. Escuché que
mamá va a comprar un carruaje nuevo, contratar un conductor y
conseguir tres lacayos nuevos para la mansión, ¡y eso es solo el
comienzo! Tendrás que volver y ver el botín que ha comprado tu
matrimonio.

Laura tiene buenas intenciones, pero no se da cuenta del puñal que


son sus palabras. No soy mejor que un cerdo preciado. Pero al menos
podría serle de alguna utilidad.

—Será bueno tener finalmente ayuda real por aquí—dice Helen con
una mirada de desaprobación en mi dirección.

Hice todo lo que pude, y algo más, por ellas. Cuando Helen y Joyce
se mudaron por primera vez, traté de convertirlas en mi
familia. Empecé a hacer las cosas como me pedían, cuando me pedían,
porque quería ser una buena hija. Cuando me di cuenta de que me
estaban convirtiendo en su sirvienta personal, había pasado demasiado
tiempo para que hubiera alguna esperanza de detenerlo.

Entonces Joyce empezó a animar a mi padre a que pasara más


tiempo en los barcos. Y después del incidente en el techo... nunca soñé
con contradecirlas nunca más.

—Estoy segura de que ambas estarán muy felices aquí en los


próximos años— digo.

—Hasta nuestras propias bodas— subraya Laura. — No puedo


esperar a casarme con un señor encantador. Como la más joven y, con
mucho, la más hermosa de nosotras, tendré elección de hombres.

—Katria, ven conmigo, no querrás hacer esperar a tu nuevo


marido—. Joyce aparece detrás de sus hijas, mirando el baúl que me
dio. —Oh Dios. Pensé que podría caber todo en ese pequeño baúl —
Joyce mira a su alrededor con desdén. Una pequeña habitación, llena
de una pequeña cantidad de cosas, para una mujer a la que trató de
hacer pequeña toda su vida.

Prometo entonces que nunca dejaré que este nuevo esposo o


cualquier otra persona me haga sentir pequeña. Intentaré con todas
mis fuerzas mantenerme erguida. Nunca volveré a vivir acobardada.

—Vamos. — Me pongo el laúd en la espalda y levanto el baúl.

Las cuatro caminamos penosamente hacia la amplia galería en la


parte delantera de la mansión. Ahí es donde puedo ver por primera
vez al mayordomo que negoció mi destino. Es alto a pesar de tener un
poco de joroba en la espalda, enjuto, con brillantes ojos negros y
cabello gris peinado hacia atrás. Su ropa es fina, no demasiado
adornada, pero claramente de buena confección. El tipo de riqueza que
no te grita, sino que susurra con confianza. Joyce podría aprender un
par de cosas de él.
—Tú debes ser Lady Katria— dice con una reverencia. Luego mira a
Joyce y hace un gesto hacia el cofre a su lado. —Aquí están las cuatro
mil piezas, como prometí.

—Como ya has observado, ella es Katria. Y aquí está su dote —


Joyce le tiende un pequeño paquete envuelto en seda. El mayordomo
lo desenvuelve, comprueba su contenido y luego vuelve a envolver el
tomo con reverencia. Mis manos tiemblan mientras lucho contra el
impulso de arrebatárselo.

—Excelente, todo está en orden. Sígame, Lady Katria.

Me parece que cuando estoy a la mitad de la escalera principal entre


la terraza y el camino, que esta podría ser la última vez que camine por
aquí. No sé si querré volver a ver esta casa o a las personas que viven
en ella. Miro hacia atrás, hacia ellas, y hacia atrás aún más para echar
un vistazo final a las hermosas pinturas gastadas por el tiempo en el
techo de la entrada.

Madre no estaba destinada a vivir aquí por mucho tiempo, decía mi


padre. Quizás, yo tampoco. Quizás estoy cumpliendo mi destino de
dejar este lugar demasiado tarde.

Casi estoy en el carruaje cuando el ruido de los cascos me


distrae. Cordella lleva a Misty por la casa desde los establos
laterales. Ella saluda con la mano.

—Señorita, pensé que no querría irse sin ella.

Doy un suspiro de alivio. Todo está sucediendo tan rápido que me


pregunto qué más he pasado por alto. O qué más asumí que se
resolvería solo.

—Cordella—. La voz de Joyce es como un látigo, restallando en el


aire fresco. —Lleva a esa bestia a los establos.

— ¿Qué? Misty es mía.


— Estoy segura de que a tu marido le encantaría regalarte un
caballo nuevo, un caballo mejor, como regalo de bodas. No seas una
chica egoísta y no le niegues eso — regaña Joyce.

—No quiero... quiero a Misty—. Miro al mayordomo. —Es un buen


caballo y ha estado conmigo toda su vida. No sería un problema,
¿verdad?

—Hay sitio en los establos de mi amo— El hombre asiente.

Joyce niega con la cabeza y se lleva una mano a la boca.

—No puedo creerlo. Sé que te crié mejor.

Aprieto mis labios. Años de experiencia me han enseñado que el


silencio es mejor cuando ella se pone así.

—Pensar que faltarías el respeto a tu nuevo esposo y a tu familia


innecesariamente al mismo tiempo, todo por un caballo tonto.

— ¿Tonto? ¡Mira, ninguna de ustedes se preocupa por ese caballo!

— Eres una dama, Katria Applegate. Es impropio gritar —. Joyce se


ha quedado callada. —Cordella, por favor lleva a ese caballo de
regreso a los establos.

Cordella nos mira a Joyce y a mí. Pero sé lo que hará antes de que lo
haga. No puede oponerse a las demandas de Joyce. Cordella se vuelve.

— ¡No! ¡No puedes hacer esto! ¡Por favor!— Corro hacia Cordella.

—Katria—. Mi nombre es como un látigo de la boca de Joyce. Me


estremezco y me congelo. Detenida por el mero sonido. —No seas
molesta, estás haciendo el ridículo.

Quiero gritarle. Tiene los restos del negocio de mi padre para


ella. Ella tiene sus cuatro mil piezas. Podrían comprar toda una
manada de caballos. Déjame tener a Misty, quiero gritar. Pero no
puedo. Porque, como Misty, me han entrenado, me ha silenciado una
brida invisible que mi madrastra me metió entre los dientes hace
mucho tiempo.

Un suave toque en mi hombro me sobresalta. Miro hacia arriba para


ver que el mayordomo ha cerrado la brecha. Sus ojos son
sorprendentemente gentiles y comprensivos.

—Me ocuparé de que mi amo le consiga un caballo nuevo.

A ella no le faltara nada. Él había dicho que esa era la promesa que
hizo su amo. Podría pedir lo que quisiera, pero no significaría
nada. Sería una bondad vacía en aras de cumplir con una obligación de
las personas que se preocupan más por un libro que por mí. Me alejo.

—No quiero sus caballos—. No quiero su compasión o su bondad


obligatoria. No quiero nada que pueda parecerse a la cercanía en este
matrimonio.

—Siempre hay algo contigo, ¿no?— Joyce murmura, lo


suficientemente fuerte para que todos lo escuchen. —Cálmate y sé
elegante mientras te adentras en esta nueva etapa de tu vida—. Ella lo
hace sonar como si de alguna manera hubiera elegido esto. Como si
esto fuera algo que quisiera. La miro antes de subir al carruaje.

Laura se apresura cuando el mayordomo toma el asiento del


conductor.

— ¡Laura!— Joyce se está acercando a su punto de ruptura.

—Vuelve con tu madre— le siseo a mi hermana. Me estremezco al


pensar en la reprimenda que enfrentará. Laura nos ignora a Joyce y a
mí, agarra la puerta e impide que la cierre.

—Te voy a extrañar— espeta con los ojos llenos de lágrimas. Mi


dulce hermana. Apenas con catorce años. La mejor y más
inquebrantable de todas nosotras. —Hiciste este lugar soportable.
—No, tú lo hiciste — Rápidamente la abrazo. El mayordomo no nos
apresura. —No pierdas tu amabilidad, Laura, por favor. Aférrate a ella
con todas tus fuerzas hasta que puedas salir.

—Tú tampoco. — Ella se aparta y me abstengo de decirle que la mía


se perdió hace mucho tiempo. — Cuidaré de Misty, lo juro. Cordella
me enseñará. Entonces, tal vez la próxima vez que regreses, puedas
llevártela. Intentaré hablar con mamá.

—No arriesgues su ira por mí; tú sabes mejor. — Coloco


suavemente un mechón de cabello detrás de la oreja de Laura. El
movimiento por encima de su hombro me llama la atención. —Ahora,
vete, antes de que tu madre venga a recogerte—. La empujo
suavemente y cierro la puerta. Joyce lleva a Laura escaleras arriba con
algunas palabras entrecortadas.

El carruaje se tambalea hacia adelante y rápidamente las pierdo de


vista. No importa lo que diga Laura… dudo que vuelva alguna vez.

HELEN DIJO que Lord Fenwood vivía al norte de la ciudad. En mi


mente, eso significaba un poco hacia el norte. Algo así como nuestra
mansión está al sur. Pero resulta que Lord Fenwood vive mucho más
lejos. Es tarde cuando llegamos a lo que será mi nuevo hogar.

Un muro de piedra alto, fácilmente el doble de mi altura, es el


primer distintivo al que llegamos. No ha habido nada más que colinas
onduladas y el bosque omnipresente a mi derecha durante la mayor
parte del día. Hace una hora tomamos una pequeña carretera
ramificada, más como surcos de ruedas entre la hierba, que avanzaba
pesadamente hacia el bosque. Primero vi la pared, que se extendía
entre los árboles, como un vestigio desmoronado de un antiguo
castillo.

Las enredaderas se aferran a las volutas de la puerta de


hierro. Florecían pequeñas flores blancas que desprendían un
agradable aroma. La puerta se cierra con un ruido metálico solemne
detrás de nosotros. No hay señales de quién o qué podría haberlo
cerrado. El sonido resuena dentro de mí con la misma finalidad que el
telón que se cierra en una actuación.

Avanzamos a trompicones por un camino sinuoso entre setos y


árboles pequeños. Es como una versión en miniatura de los bosques
antiguos, sin la misma opresión pesada que emite el bosque
verdadero. A lo lejos, veo un ciervo levantar su majestuosa
cabeza. Tiene tantos puntos en sus astas que sé que la mayoría de los
nobles literalmente matarían por tenerlo en su pared. ¿Qué dice eso
sobre este Lord Fenwood que permita que un animal así viviera ileso
en su propiedad?

Finalmente, el crecimiento excesivo da paso a un área circular de


grava y el carro se detiene. El mayordomo abre la puerta y me ayuda a
bajar. Echo mi primer vistazo a la mansión de Lord Fenwood.

Forma un arco alrededor del extremo circular del camino con dos
alas que parten de una torre central. Aquí está el castillo que prometió
el muro. El trabajo de mortero es antiguo pero está bien
cuidado. Ahora tengo buen ojo para estas cosas, después de reparar la
mansión de mi familia lo mejor que pude tantas veces. El techo de paja
se ve fresco.

No hay nada que sea intrínsecamente poco atractivo y, sin embargo,


el vello de mis brazos se eriza. El aire aquí se siente cargado. La
mansión está literalmente al pie del bosque. Le juré a mi padre cuando
era niña que nunca entraría. Así que casi salgo de mi piel cuando el
mayordomo descarga pesadamente mi baúl en la grava.
Cuidado con los bosques, Katria. Nunca entres en ellos. Júrame, por la vida
de tu madre, que no lo harás. Su último deseo era librarte de ellos.

—Disculpa, Lady Katria. — El mayordomo me saca de mis


pensamientos a empujones.

—No necesita disculparse—. Obligo una sonrisa y reajusto el laúd


en mi hombro. Mi situación no es culpa de este hombre, y lo mejor que
puedo hacer ahora es intentar hacer aliados donde pueda. —Y solo
Katria está bien.

—Katria , entonces.

— ¿Me puede dar su nombre?

Parece sorprendido de que le pregunte y luego piensa en la


respuesta a lo que considero demasiado largo para una pregunta tan
simple.

—Oren.

—Un placer conocerlo.

—Vamos, está cayendo la noche y deberíamos ver que te instales


antes de la cena—. Él levanta mi baúl con sorprendente facilidad para
un hombre de su edad y me conduce tres escalones hasta la gran
entrada de la torre central del castillo.

Me sorprende instantáneamente la artesanía del lugar. Una escalera


de madera, con una barandilla de lirios y enredaderas, se arquea a la
izquierda de la entrada. Las ventanas flanquean las puertas a ambos
lados, con vidrios de colores unidos para formar intrincados paisajes
de campos y montañas. Paso mis dedos sobre sus contornos oscuros,
sintiendo las crestas del metal que los conecta.

— ¿Todo está bien?— Pregunta Oren.

—Sí. Solo he visto ventanas como esta en el ayuntamiento —. El arte


en vidrio es un oficio perdido. Hay algunos que mantienen las viejas
costumbres y se encuentran principalmente en las ciudades más
grandes.

Rara vez salen a lugares tan remotos. Esta casa debe ser antigua y es
una maravilla que estas ventanas hayan sobrevivido. O tal vez el señor
pueda pagar para que alguien vaya a su finca para tal artesanía. Lord
Fenwood es rico más allá de lo imaginable por lo que puedo decir
hasta ahora.

—De hecho, son raras.

Me lleva al ala izquierda. Antes de entrar por la puerta arqueada,


trato de mirar hacia la torre. Pero no veo nada más allá de donde la
escalera se curva detrás del primer rellano.

— ¿El dueño de la casa vive ahí arriba?

—Lord Fenwood va y viene cuando le plazca— dice el mayordomo


oscuramente. Me pregunto a dónde iría; cualquier apariencia de
civilización está a más de dos horas de distancia. Tal vez sea un
cazador que consiguió una fortuna excepcional y ahora busca
emociones al adentrarse en el bosque.

—Tiene una hermosa casa— digo en lugar de señalar que el


comentario no fue una respuesta a mi pregunta. —No puedo imaginar
por qué no querría pasar más tiempo aquí.

El mayordomo se detiene en medio del pasillo. Ventanas que dan a


la línea de conducción circular a nuestra izquierda, las puertas a
nuestra derecha. El silencio me preocupa porque de alguna manera lo
ofendí con el comentario. Aunque no veo cómo.

—Hay algunas reglas que debe conocer— dice el mayordomo


mientras comienza a caminar de nuevo. Esperaba que las reglas
acompañaran mi nueva situación y me preparara para ellas. —La
primera es que, si necesita algo, simplemente tiene que
decírmelo. Estaré disponible para usted en la medida en que
pueda. Sin embargo, como soy el único encargado de la casa, a
menudo estoy ocupado en otra parte de mantenimiento.

Vendré a servirle la cena todas las noches y debería prepararle el


desayuno la mayoría de las mañanas, por lo que una de esas horas
sería la mejor oportunidad para informarme de cualquier cosa que
necesite.

—Eso es muy generoso de su parte.

Continúa como si no hubiera hablado.

—La siguiente regla es que solo se le permite entrar en la mitad


delantera de los terrenos de la propiedad, a lo largo de la carretera por
la que entramos, y bajo ninguna circunstancia se le permite entrar al
bosque.

—Eso no es un problema—digo fácilmente. —Esa también era una


regla de mi padre.

—La regla final, y la más importante, es que solo se le permite salir


de esta ala de la mansión durante las horas del día,
independientemente de lo que oiga o vea.

— ¿Disculpe?

—Estas reglas son para su protección— dice, mirando por encima


del hombro. —Estamos lejos de la ciudad y cerca del bosque. Las
nieblas son más espesas aquí y llevan las viejas magias. No es seguro
para los humanos estar fuera de noche.

Intento canalizar un poco de la valentía de Helen cuando digo:

—No puede estar hablando de los faes. No son más que cuentos
viejos.

Se ríe como si fuera una chica tonta, como si hubiera visto al fae con
sus propios ojos y hubiera vivido para contarlo.
—Correcto. Nada más, preocúpese por las bestias del
bosque. Mientras esté dentro de estos muros, estará protegida. Pero
donde terminan los muros, también termina la protección de mi
amo. ¿Lo entiende?

—Lo hago— Pero no sé cómo me siento al respecto. Supongo que


las reglas no son irracionales. Y hace tiempo que abandoné la idea de ir
al bosque. Me pregunto cuál sería la reacción de mi padre si
reapareciera milagrosamente para descubrir que Joyce me ha casado y
que mi nuevo hogar está tan cerca de los árboles oscuros que bordean
la intransitable cordillera que bordea nuestro rincón del
mundo. Además, esperaba que mis libertades se redujeran una vez que
me casara y parece que se han expandido un poco.

En total, mi nuevo arreglo podría ser mucho peor.

Venimos a detenernos en la última puerta del pasillo. Cuando el


mayordomo la abre, las bisagras se enganchan y chirrían con
fuerza. Tiene que meter el hombro en ella.

—Disculpe — murmura. —Esta ala de la casa no es de mucho


uso. La arreglaré mientras cenas.

—Dígame dónde están las herramientas y puedo arreglarla yo


misma.

Parece sorprendido de que yo dijera tal cosa.

— No deje que el vestido lo engañe. Estoy más acostumbrada a los


pantalones de trabajo que al satén.

—Mi amo hizo un voto de que no te faltaria nada; él se encargará de


todo por ti. Lo arreglare mientras come — dice Oren de mala gana. Me
pregunto si su amo lo castigaría por permitirme trabajar. Si él estaría
dispuesto a permitirme hacerlo por mi cuenta, pero no puede.

Me quedo sin nada más que especulaciones sobre quién es


realmente mi esposo.
Oren nos lleva al interior, colocando mi baúl en un banco con
manchones al pie de una cama con dosel con cortinas. Está enfrente de
una gran chimenea de piedra, en el que ya arde un fuego. Al igual que
todo lo demás en esta mansión con forma de castillo, los muebles son
finos y están bien cuidados.

—La cena estará lista dentro de una hora. Espero que esté dispuesta
a comer antes para que pueda volver a sus aposentos, antes de la
puesta del sol.

—Está bien. Por lo general, soy una persona que se acuesta


temprano, me levanto temprano — Sonrío.

Oren solo asiente y me deja. No es hasta después de que se ha ido


que me doy cuenta de que me he olvidado de preguntar qué atuendo
debería ponerme para cenar. Y... si es cuando finalmente conoceré al
hombre con el que me casé.
3

LA CENA SE LLEVA A CABO en una sala adjunta a la parte trasera de la


torre. El espacio es más un invernadero que comedor. Los arcos
puntiagudos que enmarcan paneles costosos y grandes dan una vista
del sombrío bosque que rodea la mitad trasera de la mansión. Me
siento como una mariposa atrapada en una caja de cristal y
transportada a un entorno antinatural. Estoy a salvo dentro de estas
paredes, pero solo hay un delgado panel que me separa de las
monstruosidades que viven en el bosque.

Miro por las ventanas al fondo de la habitación, mirando más allá


de mi reflejo y hacia las profundidades de los árboles. Se sienten
mayores aquí que en casa. No, me corrijo, este lugar es mi hogar ahora.

— ¿Qué le parece el jabalí asado y las verduras silvestres?— Oren


lleva una bandeja al hombro desde una entrada lateral.

—No soy exigente cuando se trata de lo que como — digo con una
sonrisa. He tenido demasiadas noches en las que el hambre era lo
único en mi plato para quejarme de cualquier comida caliente que me
pusieran delante.

—Bien— dice. —No tenemos comida consistente aquí—. Hace una


pausa mientras coloca el plato en la cabecera de la mesa. —Eso no
quiere decir que no tengamos comida. Tenemos todo lo que
necesitamos. Pero el menú es lo que ofrece el bosque y lo que se
necesita comer de la despensa.

—Me encantaría ayudarte a buscar comida— le digo mientras me


siento.

Parece horrorizado ante la sugerencia.

—No somos carroñeros hurgando en el barro en busca de comida.

—Por supuesto no— Me río como si nunca hubiera sido esa persona
antes. La necesidad de hurgar en la basura fue lo que me impulsó a
buscar en la biblioteca de mi padre libros sobre el terreno local. Así es
como puedo distinguir un hongo seguro de uno venenoso. —
Simplemente creo que los hongos silvestres son deliciosos. Y
encontrarlos es una actividad que disfruto.

Me vierte agua y vino de dos garrafas separadas.

—Es notorio — Pero nada saldrá de eso. Puedo escuchar tanto en su


voz.

— ¿El dueño de la casa me acompañará a cenar?— Pregunto.

—No, cena en su habitación.

Aprieto mis labios.

— ¿Me reuniré con él después de la cena?

— Entonces estará cerca de la puesta del sol.

—Puede venir a visitarme a mi habitación si es tarde.

—Eso no es apropiado.

Toso vino en mi copa.

— ¿No apropiado? ¿No soy su esposa?

—Sobre el papel según las leyes de esta tierra, sí.


—Entonces creo que está bien si me ve en mi habitación—. Dejo el
vaso lentamente, agradecida de que mi mano no tiembla lo suficiente
como para golpear la mesa o derramarla.

—El maestro está muy ocupado.

¿Con que? Quiero exigir saber. He intentado durante horas manejar


toda esta situación con la mayor amabilidad posible. Pero todavía no
tengo idea de quién es el hombre con el que me casé. No tengo idea de
cómo llegó a su fortuna, de dónde vino, qué quiere y por qué
necesitaba un libro lo suficiente como para estar de acuerdo en pagar
por una esposa solo por tenerlo.

— ¿Podría decirle que su esposa estaría muy agradecida si pudiera


pasar unos minutos con ella antes de la puesta del sol?— Miro al
mayordomo a sus ojos negros y brillantes mientras hago mi demanda.

—Pasare la voz— Se marcha rápidamente.

Ceno sola. Puede ser incómodo para algunos, pero estoy


acostumbrada a la soledad y al tiempo solo conmigo misma. De hecho,
de alguna manera, lo prefiero. El silencio es constante y la soledad es
segura. Nadie está tratando de quitarme la comida. Nadie exigiendo
que me comprometa con ellos. Nadie a punto de empujarme de mi
lugar en la mesa para que pueda empezar con los platos.

El plato está vacío antes de darme cuenta y mi estómago se siente


un poco incómodo. Comí demasiado rápido. La comida también es
más rica de lo que estoy acostumbrada. Me recuesto en mi silla, poco
femenina, y me doy palmaditas en el bulto del abdomen. Ha pasado
mucho tiempo desde que me sentí tan llena.

Esto podría ser peor; Vuelvo a mi pensamiento anterior. Mi esposo


parece no tener ningún interés real en mí. Es mejor que un hombre
esperando que vaya a su cama esta noche para que pueda comenzar a
trabajar en mí deber de darle un heredero de su fortuna. Y parece que
tengo la misma cantidad de... no, más libertades que en casa. Además,
nadie me molestará aquí.

Oren regresa, interrumpiéndome de mis pensamientos una vez más.

— ¿Terminaste?

—Sí.

— ¿Fue suficiente?— Recoge mi plato limpio.

—Más que suficiente— Me siento más derecha. —Por favor, dígale


al cocinero que estaba delicioso.

Me da una sonrisa maliciosa y asiente.

—Voy a hacerlo.

— ¿Alguna noticia de mi marido?— Pregunto.

El mayordomo suspira. Una vez más, algo que debería ser una
respuesta simple lo tiene enfurecido durante demasiado tiempo.

—Creo que puede hacer tiempo, cinco o diez minutos, tal


vez. Encenderé fuego en el estudio de tu ala. Puedes esperarlo allí.

El mayordomo se marcha rápidamente, llevando los platos. Me


levanto y doy una vuelta alrededor de la mesa del comedor. De
repente me arrepiento de haber preguntado si podía ver a Lord
Fenwood. ¿Y si está molesto con la demanda? ¿Y si no quiere tener
nada que ver conmigo y ahora solo he tentado su ira? Me detengo y
niego con la cabeza.

No, si voy a vivir aquí y casarme con este hombre, entonces tengo
derecho a verlo al menos una vez. Para saber su nombre. Si no tenemos
nada que ver el uno con el otro día a día, está bien. Pero al menos
deberíamos reconocer la presencia del otro.

Con coraje reunido, salgo del comedor y me dirijo a la derecha. Para


mi sorpresa, la segunda puerta está abierta. Un fuego crepita en el
hogar. La mayoría de las estanterías para libros vacías se alinean en las
paredes. Se ha empujado una mesa hacia el lado derecho, una que
imagino que alguna vez estuvo situada entre las dos sillas que ahora
están juntas antes del fuego.

Cruzo y paso mis dedos suavemente sobre el cuero. Qué extraño


arreglo para sentarse... reflexiono. No pasa mucho tiempo antes de que
descubra por qué las sillas están dispuestas de esa manera. Una voz
atraviesa el silencio y mis pensamientos, resonando profundamente en
mi interior. Tiene la misma calidad tonal que el gruñido bajo de un
lobo y despierta un instinto de presa dentro de mí. Corre, mi mejor
sentido me urge al sonido. Corre lejos de aquí, este no es un lugar para ti.

—No te vuelvas— dice.

A mi pesar, miro por encima del hombro. Instinto, de


verdad. Cuando alguien habla, miro. No tenía la intención de
desobedecer… No esta vez, al menos.

—Dije que no te vuelvas.

Mis ojos se adelantan de nuevo.

—Solo vi un poco de tu hombro. Lo siento, no quise decir...

— Oren ha pasado por encima de las reglas, ¿no es así?

—Sí. — El hombre con el que estoy hablando es de complexión alta,


a juzgar por el lugar en el que toco su hombro el marco de la
puerta. Pero eso es todo lo que puedo decir sobre él. Está apoyado
contra la pared al lado de la puerta, como si supiera que trataría de
mirarlo a pesar de su orden.

—Esta es la regla final que debes conocer— dice. —Bajo ninguna


circunstancia debes ponerme los ojos encima.

— ¿Qué?— Susurro, luchando contra cada impulso de mirar por


encima del hombro una vez más.
—Oren me informó que deseabas reunirte conmigo. Te estoy
complaciendo, ahora es mi deber. Sin embargo, solo lo haré si juras no
mirarme nunca.

Las sillas ahora tienen sentido. Me pregunto si estará horriblemente


desfigurado. Tal vez sea terriblemente tímido. Cualquiera sea la razón,
no quiero que se sienta incómodo.

—Eso está bien para mí. — Tomo mi asiento en el ala que da a las
ventanas, de espaldas a la puerta. —Estoy agradecida de que se haya
tomado el tiempo de reunirse conmigo.

Escucho sus pasos por el suelo. Tiene un paso amplio, una


confirmación más de que es tan alto como sospechaba. Sus pasos son
ligeros, casi silenciosos. Camina como yo, como si intentara no hacer
ningún sonido. No puedo imaginarlo siendo un hombre muy
musculoso, dados sus pasos. No... Me lo estoy imaginando como un
individuo enjuto3. No mucho mayor que yo, a juzgar por la fuerza de
su voz. Intento echarle un vistazo en el reflejo acuoso de las ventanas,
pero la habitación ya está demasiado oscura para eso. Es poco más que
una sombra borrosa moviéndose detrás de mí.

La silla detrás de mí suspira suavemente bajo su peso. Los


diminutos pelos de la parte posterior de mi cuello se erizan. Nunca he
sido más consciente de la presencia de nadie. Nunca he estado más
tentada a hacer otra cosa que volverme y mirar y ver si todas mis
evaluaciones sobre él son correctas.

—Ahora, ¿de qué te gustaría hablar?— pregunta, algo secamente.

—Sólo quería conocerte, eso es todo— digo. —Parecía bastante


extraño estar casada con alguien sin nunca…— Me detengo de decir —
verlo— y en su lugar digo —… hablar con él.

—Te casaste conmigo sin hablarme, ¿por qué importa ahora?

3
muy delgado.
No sé si el hecho lo hiere o no.

¿Esperaba que yo suplicara y suplicara que me reuniera con él antes


de firmar los papeles? ¿Se da cuenta siquiera de que mi destino se selló
con un trazo de un bolígrafo que ni siquiera estaba sosteniendo?

—Vamos a pasar nuestras vidas juntos— digo. —Me gustaría


hacerlo lo más agradable posible.

—No hay nada agradable aquí.

Mi marido no parece muy alegre. Pongo los ojos en blanco,


agradecida de que no pueda ver mi expresión.

—Tiene una casa lo suficientemente bonita, la riqueza suficiente


para hacer lo que quieras, nadie le dice qué hacer...

—No presumas de conocerme— interviene con brusquedad.

—Me encantaría, si tuviera la oportunidad.

—No tengo ningún interés en que me conozcas, porque no tengo


ningún interés en conocerte. Este es un arreglo, nada más. Todo lo que
eres es un trato que tengo que cumplir.

Me aprieto el vestido sobre el pecho, como si tratara de protegerme


físicamente de una herida invisible. ¿Qué esperaba de cualquier
forma? ¿Qué había estado esperando realmente? ¿Algún gran
romance? Ja. El tipo de amor en las historias que leen las jóvenes no es
cierto. He visto amor entre mi padre y Joyce. Ese es el único amor que
es real y no es algo para desear.

No, no quería que me amara. Pero, tal vez, esperaba no ser vista
como una carga, por una vez.

—Bastante justo— digo en voz baja.

— ¿Hay algo más? ¿O estás satisfecha?

—Estoy satisfecha.
—Bien. Espero no tener problemas contigo mientras estés
aquí. Presta atención a las reglas y no te faltará nada mientras tú o yo
caminemos en este plano mortal. Nunca más tendrás que cruzarte en
mi camino.

La silla rechina mientras se pone de pie; sus pasos se


desvanecen. Ojalá tuviera algo más que decir. Ojalá tuviera una idea
clara de lo que quería. Pero el hecho es que nunca me han permitido
querer nada en mi vida. Me han dicho lo que puedo y lo que no puedo
tener durante tanto tiempo que la habilidad con la que nace una
persona para tomar esas decisiones se ha perdido para mí. Se ha
marchitado y muerto por no haber sido usada nunca.

Me siento durante casi diez minutos completos después de estar


segura de que se ha ido, solo mirando hacia el bosque oscuro. Ha caído
la noche y la luna está menguando, por lo que es casi imposible
distinguir las siluetas oscuras que tapan el bosque. Cuanto más miro,
más me llena una extraña sensación de que algo me está mirando.

Incapaz de tolerar más la inquietud, me dirijo a mi propia


habitación. Pero cuando salgo al pasillo escucho pasos en la entrada
principal. Mi cabeza se vuelve lentamente hacia la puerta que sirve de
entrada a mi ala. Contra mi mejor juicio, me arrastro y presiono mi
oído contra la puerta.

Hay voces apagadas al otro lado, pero no puedo entender lo que


dicen. Las palabras son extrañas y extranjeras, dichas en una lengua
que no reconozco. Camino suavemente hacia una de las ventanas que
dan al camino circular. Esta vacío. Ya ni siquiera el carruaje que me
llevó aquí está aparcado delante.

¿Quién está ahí? Me pregunto. ¿Viven otros aquí? Oren hizo que
pareciera que solo éramos tres en la mansión. ¿Mentiría? Si es así, ¿por
qué?

Sigue las reglas y no te faltará nada, dijo Lord Fenwood.


Oren también había dejado claras esas reglas: no debo dejar mi ala
por la noche, independientemente de los sonidos que escuche. Lo que
sea que haga el señor a última hora no es asunto mío.

Bien. No me importa ser más un huésped que una esposa a largo


plazo.

Me retiro a mi habitación y me preparo para ir a la cama. El colchón


y el edredón se encuentran entre los más cómodos que he sentido y
rápidamente caigo en un sueño sin sueños...

Solo para ser despertada en una hora por gritos espeluznantes.


4

ME INCORPORO DE UN SALTO, agarrando las mantas como si fueran una


armadura. Los gritos cesan tan rápido como empezaron y resuenan
sólo en mis oídos. Mi corazón se acelera; mi respiración es corta y
rápida. Miro hacia la puerta y me pregunto si algún bandido o algo
peor están a punto de entrar y asesinarme en mi cama.

Pero nada pasa. El aire está quieto y hay silencio una vez más. Ni
siquiera hay un susurro de brisa a través de los árboles del bosque
exterior. No escucho las canciones de los insectos nocturnos ni los
suaves crujidos de una casa vieja.

No sé cuánto tiempo me siento así, pero es lo suficientemente largo


como para que los músculos de mi espalda comiencen a sufrir
espasmos por sostenerme tan alto y rígido. Exhalo y trato de liberar
algo de la tensión mientras me deslizo de las mantas. Me echo un chal
sobre los hombros y me apoyo en la puerta de mi habitación,
escuchando. Sigo sin escuchar nada.

Sabiendo que debo estar loca para aventurarme, abro la puerta. La


luz de la luna gris es mejor para ver que una sola vela que intenta
iluminar todo el salón, esta entra a raudales por las ventanas. Miro a
mí alrededor y no veo a nadie.
Corro por el pasillo y me apoyo contra la pared junto a una de las
ventanas que dan al camino. Miro afuera. La grava está vacía y lisa,
como si Oren acabara de rastrillarla.

Sigo avanzando como si quedarme demasiado tiempo bajo la luz de


la luna me convertiría en un objetivo en esta noche enérgica y
espeluznante.

Finalmente, en la puerta al final del pasillo, presiono mi oreja contra


la madera. No se habla, no se mueve ni se grita. Mi mano cae sobre el
mango, temblando. Me dieron cuatro reglas muy claras. Pero eso fue
antes de que escuchara gritos. ¿Y si hay un ataque? ¿Y si estamos en
problemas?

Empujo la manija hacia abajo. No se mueve. Estoy encerrada.

Mi corazón está en mi garganta mientras me alejo de la


puerta. Niego con la cabeza, sin suplicarle a nadie en silencio. Ya no
estoy en el pasillo. Estoy en el armario largo debajo de las escaleras de
la mansión de mi familia. La puerta está cerrada. Helen me dice que
mamá ha tirado la llave y que nunca volveré a ver la luz del sol.

Me apresuro a regresar a mi habitación y me acurruco en la cama,


llevándome las rodillas al pecho. Toda la noche, me quedo mirando las
ventanas que dan al bosque oscuro y me recuerdo a mí misma que si
necesitaba escapar, realmente necesitaba hacerlo, podría
romperlas. Tengo una salida.

Incluso si esa salida es hacia el bosque, les he jurado a todos nunca


aventurarme en él.

Cuando finalmente llega la mañana, respiro mejor. No hubo más


sonidos. No sucedieron otras cosas extrañas en la noche.

Me aventuro al baño. Solo lo inspeccioné brevemente la noche


anterior. Es la tercera puerta del pasillo, ubicándola entre el estudio y
mi dormitorio. Es una habitación extraña con agua que fluye fría y
caliente del grifo por una magia que no entiendo. Pruebo este
fenómeno dos veces durante mi baño matutino. En ambas ocasiones, el
agua se vaporiza si corre el tiempo suficiente.

Este es un lugar extraño en verdad.

Vestida y lista para el día, camino por el pasillo. Tengo mucha más
confianza en la luz del sol que la noche anterior. La manija de la puerta
gira sin esfuerzo, dándome acceso al resto de la mansión. Salgo y me
atrae hacia el comedor el aroma del pan recién horneado.

Me han preparado un plato. Se han frito dos huevos y se han puesto


sobre tostadas que se enfrían. Junto a ellos hay media salchicha. Es un
desayuno digno de una reina y lo hago rápido.

Sin embargo, no hay señales de Oren o Lord Fenwood. Y había


estado esperando desesperadamente atrapar a uno de ellos. Me
pregunto si anoche hubo un accidente que los impulsó a salir
temprano en la mañana y tomar el carruaje hacia la ciudad.

El grito todavía resuena en mis oídos.

Cuando termino, recojo mis platos y me dirijo a la puerta lateral por


la que vi a Oren pasar la noche anterior. Efectivamente, conduce a una
cocina bien equipada. No puedo luchar contra mis instintos; Miro a
través de la despensa los productos secos y en frascos. Es suficiente
para alimentar a diez personas durante dos inviernos, fácilmente. Hay
otra puerta que conduce al sótano que supongo que es una cámara
frigorífica. No soy lo suficientemente valiente como para aventurarme
en la oscuridad después de anoche.

Camino a lo largo de una mesa de preparación hasta el fondo de la


habitación, donde hay un gran fregadero en la encimera, y limpio mis
platos. Los estantes abiertos a lo largo de la pared opuesta a la
chimenea me permiten devolverlos a su lugar correcto con
facilidad. Emerjo de nuevo en el comedor, medio esperando a que
Oren este allí, listo para regañarme por atreverme a mover un dedo.

Pero todavía no hay nadie.


El silencio es insoportable.

Especialmente porque los últimos sonidos que escuché en esta


mansión fueron esos gritos. Regreso a mi habitación con renovado
propósito. No puedo quedarme en este edificio ni un segundo más. No
puedo vivir con ese ruido como mi única compañía.

Me cambio a un vestido mucho más simple, uno que solo me llega


hasta las rodillas para que no quede atrapada en las zarzas y con
aberturas a los lados para darme movilidad. Debajo, llevo un par de
mallas resistentes. Tomo mi laúd, me lo cuelgo del hombro y me
aventuro a salir al salón principal.

Me detengo ante la puerta principal y me repito las reglas que me


dijo Oren. Puedo irme ahora mismo. Es de día. Y solo me voy a
aventurar frente a la mansión, no detrás. Está dentro de sus
parámetros; Estaré a salvo. Miro lentamente sobre mi hombro. Incluso
podría estar más segura que aquí.

La mañana es fría y refrescante. El aire, incluso al pie de las


montañas, se siente más delgado y ligero. Puedo oler el denso pino del
bosque detrás de mí. Los pequeños árboles jóvenes que componen el
bosque que tengo ante mí palidecen en comparación con sus
antepasados.

Por curiosidad, sigo un desvío del camino alrededor del


edificio. Efectivamente, termina en una cochera y establos. Los caballos
están en sus establos. El carro estacionado. Entonces parece que no se
dirigieron a la ciudad. Casi me acerco a los caballos, pero
inmediatamente lo pienso mejor. Me recordarán demasiado a Misty y
esa herida aún está demasiado fresca. En lugar de eso, giro sobre mis
talones y camino por el sendero hasta la puerta principal. Está cerrada
y la grava aquí no muestra señales de que el carro haya salido esta
mañana. Por otra parte, no soy una verdadera rastreadora; si lo hubiera
sido, mi familia podría haber comido mejor, por lo que es difícil estar
segura.
Sintiéndome más valiente, camino a lo largo de la pared entre
matorrales y zarzas. Mis resistentes botas de trabajo me dan una base
segura. En algún lugar entre la pared, la mansión y el camino, llego a
un claro. Las flechas de la luz del sol golpean el suelo en rayos que
perforan el dosel cada vez más delgado. El próximo invierno está
haciendo que estos árboles se derramen y hayan sangrado en el suelo
en tonos de naranja y rojo. En el centro del claro hay un tocón
4enorme. Debe haber sido uno de los árboles viejos, talado hace mucho

tiempo para evitar que invada demasiado la tierra utilizable.

Me siento y apoyo un tobillo en la rodilla opuesta, el laúd en mi


regazo. Sosteniendo el cuello con una mano, rasgueo ligeramente con
la otra. Está desafinado. Por supuesto que lo está, han pasado semanas
desde la última vez que toque. Hago mis ajustes y rasgueo de nuevo,
repitiendo hasta que estoy satisfecha.

Presionando hacia abajo con las yemas de los dedos, toco una sola
nota y dejo que se mantenga en el aire. Tarareo, ajustando el tono de
mi voz hasta que coincida con el sonido resonante en el cuerpo del
laúd. Dejo que la armonía se desvanezca y respiro, antes de que mis
dedos comiencen a bailar sobre las cuerdas.

Arranco y rasgueo5. La introducción aumenta hasta convertirse en


un oleaje antes de detenerse en un silencio repentino. Luego, la
primera nota. Canto con la segunda.

— TE CONOCÍ,

Cuando los arboles

Estaban en llamas.

4
Parte del tronco de un árbol que queda en el suelo y unida a la raíz cuando es talado por el pie
5
Es un concepto comúnmente asociado a la guitarra y consiste básicamente en el acto mediante el cual se
provoca la vibración de dos o más cuerdas simultáneamente con los dedos a la vez que se realiza una
postura en el diapasón o mástil del instrumento con la finalidad de interpretar un acorde.
— TE VI,

Cuando no eras

Un mentiroso.

UN BREVE INTERLUDIO. Me uno con la música. Meciéndose con los


árboles y las brisas que completan mi alegre troupe. Rasgueo mientras
llegamos al coro.

—NUESTRA CANCIÓN, cabalgó sobre las nieblas de las altas montañas —


Cierro los ojos, sintiendo la música dentro de mí tanto como a mi
alrededor. El bosque se ha quedado en silencio, como si me escuchara
tocar. Han pasado años desde que tuve un espacio para
tocar y cantar. —Nuestra canción, acechaba en las criptas de los reyes
pasados.

MUEVO mis dedos en el cuello, pasando de nuevo al verso, ahora


tocando cada nota en armonía mientras encuentro la melodía una vez
más.

—TE VI, Cuando el….

—BUENO, ¿NO ERES UNA SORPRESA?

Solo he escuchado su voz una vez antes y, sin embargo, la


reconocería en cualquier lugar.

Esa resonancia es más profunda que una cuerda de bajo. Más rica
que el chocolate negro. Me sobresalto y miro por encima del hombro
por instinto.

—No mires— me recuerda.

Rápidamente miro hacia adelante de nuevo.

—No vi nada. Bueno, solo tu hombro otra vez —. Se esconde detrás


de un árbol.
—Me vas a hacer pensar que tienes una especie de obsesión con mis
hombros.

Dejo escapar un suave bufido de risa y sigo el juego.

—Bueno, por lo que puedo decir, son unos hombros bastante


bonitos.

Es su turno de reír. El sonido es tan brillante como la luz del sol y


tan suntuoso como el terciopelo. Tengo que obligar a mis manos a
quedarse quietas para no intentar armonizarme con él por instinto. Sé
lo molesta que soy con el laúd en mis manos.

—No sabía que sabías tocar el laúd.

—Sospecho que hay mucho sobre el otro que no sabemos—. No


parecía interesado en abrirse la noche anterior para descubrir tales
cosas.

— ¿Dónde aprendiste esa canción?

—No estoy segura…— El sabor del metal explota en mi boca, como


si me hubiera comido algo quemado o me mordiera la lengua y ahora
tuviera sangre en el interior de mis mejillas. Odio mentir. Siempre que
alguien intenta mentirme, huelo a humo. Siempre que digo una
mentira, pruebo el metal. De cualquier manera, las mentiras son cosas
desagradables que trato de evitar a toda costa. —Debo haberlo
escuchado en alguna parte cuando era muy joven. Lo conozco desde
hace mucho tiempo —. Las medias verdades son más fáciles.

Mi madre fue quien me enseñó esa canción. Era mi canción de


cuna. Pero a medida que crecía y Joyce entraba en nuestras vidas, mi
padre siempre me decía que mantuviera en secreto las cosas que me
enseñó.

—Supongo que ese tipo de canciones antiguas tienen una forma de


persistir en lugares como este.
—Supongo que sí. — Agarro el laúd protectoramente. — ¿Está bien
que la estuviera cantando?

— ¿Por qué no estaría está bien?

Pienso en Helen, mi madre y sus regaños. El estímulo de Laura es


débil en comparación.

—No soy muy buena cantante, o buena tocando.

—No estoy seguro de quién te dijo eso, pero estaban


mintiendo. Eres excepcional.

El aire todavía es fresco y claro; mi nariz no está chamuscada. No


miente. Realmente piensa que soy buena.

—Gracias.

— ¿Terminarás la canción? Ha pasado mucho tiempo desde que


escuché esa interpretación — dice en voz baja. Puedo escuchar en su
voz lo inseguro que está de preguntar. Qué vacilante. Tal vez se sienta
mal por cómo me trató anoche.

—Solo si me responde una pregunta primero.

— ¿Sí?

—Anoche… escuché gritos. Bueno, un grito. Terminó rápidamente...


¿Está todo bien?

Su vacilación es horrible.

— ¿Es posible que hayas tenido una pesadilla?

—Sé lo que escuché.

—No grité anoche.

—Nunca dije que fueras tú—. No soporto su evasión. La forma en


que me está hablando en este momento se siente igual que cuando
Joyce me hablaba con indiferencia, me decía que estaba equivocada
cuando sabía que no lo estaba. Buscando alguna excusa para explicar o
menospreciar lo que pensaba o sentía. —Fui a investigar, pero no pude
porque la puerta estaba cerrada.

— ¿Intentaste salir de tu habitación por la noche?— Casi hay un


gruñido al final de la pregunta. La rabia es algo palpable y puedo
sentirla irradiando de él. —Hay reglas explícitas para tu bienestar.

Quiero mirarlo. Quiero mirarlo a los ojos y decirle lo irrazonable


que es encerrarme como un animal por la noche.

—Tal vez no hubiera intentado irme si no hubiera escuchado los


gritos. Pensé que estaba en peligro.

—Esa es precisamente la razón por la que se te dijo que ignoraras


todo lo que oigas. No corres peligro. El resto no es una preocupación
para ti.

—Pero…

Estás a salvo aquí. Esas palabras deberían ser tranquilizadoras, pero


la forma en que las dice, llenas de ira, dolor y frustración... Casi suena
como si la seguridad que me brinda fuera de mala gana. Como si le
doliera cuidar de mí. Realmente soy más una pupila que esposa. La
misma carga que siempre he sido.

—Si estoy a salvo, entonces no necesitas encerrarme en mi ala.

—Claramente lo hago, porque ignoras las instrucciones que son


simples.

—No soy su prisionera.

— ¡Pero tú eres mi responsabilidad!— El estallido silencia incluso a


los pájaros. Los escucho volar para evitar esta incómoda
confrontación. —Hice un juramento para protegerte. Eso es lo que
estoy haciendo.
Inhalo por la nariz y lo dejo salir como un suspiro. Mis ojos
revolotean cerrados. Si hay algo que Joyce y mis hermanas me han
enseñado, es cómo dejar las cosas y seguir adelante. Reprimir la ira
solo empeora las cosas a largo plazo. La mayor parte del tiempo trato
de escuchar mis propios consejos.

—Por favor— digo lo más claramente posible. Intento verter cada


gota de dolor invisible en esa palabra singular. Es lo más parecido a
mendigar como siempre me hubiera gustado hacer. —No puedo
sentirme atrapada. Te juro que, pase lo que pase, no dejaré mis
habitaciones por la noche. Así que, por favor, no cierre la puerta.

— ¿Cómo sé que mantendrás tu palabra?— Suena escéptico. No


puedo culparlo. Me dio solo cuatro reglas y admití haber intentado
romper una anoche.

Ojalá pudiera mirarlo. Ojalá pudiera ver su expresión, que pudiera


mirarlo a los ojos y demostrarle que estoy siendo sincera. ¿Cómo
comunico esas cosas cuando no puedo mirar el rostro de la persona
con la que estoy hablando?

—Tendrás que confiar en mí, supongo.

Se burla suavemente.

—Confianza... Es algo tan difícil de dar a los de tu clase.

— ¿Una mujer te ha quemado tanto?— Instantáneamente me


estremezco ante mis palabras. Por lo que sé, ha tenido esposa
antes. Quizás ella lo quemó. Tal vez su rostro esté tan horriblemente
marcado que no permitirá que nadie lo mire. Me duele la espalda y
enderezo mi postura.

—Quizás eso es de lo que estoy tratando de protegerme.

Las palabras se quedaron en mí. Escucho el leve susurro de mantente


fuera y mantente alejada bailando entre ellos. Me pregunto quién lo
hirió. Un golpe como el que él ha soportado, como el mío, no tiene por
qué dejar cicatrices físicas; es mucho más profundo que la carne.

—La promesa que hiciste fue que nunca me faltaría


nada. Quiero que se abra la puerta— Juego mi última carta y espero, con
curiosidad por ver si funciona.

Deja escapar una risa oscura. Puedo sentirlo queriendo resistir y sin
embargo…

— Bien. Pero tienes que saber que en el momento en que dejes esos
cuartos por la noche, ya no puedo garantizar tu seguridad.

—Trato hecho — Puedo escucharlo moverse para irse. Las hojas


crujen bajo sus pies ligeros. Me pregunto qué estaría haciendo aquí
para empezar. No podría estar vigilándome. —Espera.

— ¿Ahora qué?

—Nunca escuchaste el resto de la canción—. Ajuste el laúd en mi


regazo y aún evito mirarlo. — ¿Te gustaría?

—Sí— Esa palabra está envuelta en un sombrío anhelo. Me


pregunto qué significa esta vieja canción popular para él mientras
ajusto mi agarre y empiezo a tocar una vez más.

Cuando la última nota se ha desvanecido entre los árboles, sé qué


hace mucho que se fue.
5

TODAVÍA HAY RUIDOS en la noche, pero he mejorado en


ignorarlos. Afortunadamente, en la semana que ha pasado, no ha
habido más gritos. Una noche escuché una música tenue acentuada por
campanas justo cuando estaba al borde del sueño, como si me llegara
desde un lugar lejano. Otra noche escuché fuertes golpes y gruñidos
que retumbaron en la puerta del salón principal. Una noche diferente,
escuché la risa resonando en una parte lejana de la mansión.

Es curioso lo rápido que puedes acostumbrarte a algo. Ahora, casi


no me despierto con los extraños sonidos. La primera noche después
de que Lord Fenwood y yo hablamos, revisé la puerta de mi
habitación. La manija giró. Hizo lo que le pedí, así que mantuve mi
palabra y no la abrí. Después de eso, nunca he dormido mejor.

Durante una semana, encuentro una extraña paz en la repetición de


mis días. Es bueno no recibir órdenes o tener expectativas desde el
amanecer hasta el anochecer. Puedo caminar a través de la maleza y
rasguear en mi claro sin ninguna preocupación en el mundo. Una o
dos veces, juro que siento la presencia de Lord Fenwood escuchando
de nuevo. Pero si está ahí, no se da a conocer como audiencia.

Entonces, la paz se desvanece en la monotonía.


Hoy, en el séptimo día desde mi llegada, me despierto y me acuesto
en la cama y no tengo la energía para hacer nada más que mirar al
techo.

¿De qué sirve levantarse de la cama cuando no hay nada que


hacer? Al menos en casa tenía un objetivo. Todos los días había algo
que hacer, algún mantenimiento necesario con el que ocuparía mis
manos y me haría sentir realizada al final del día. Por lo menos, tendría
a Misty a quien atender y montar.

Cuando me casé, esperaba encontrar un nuevo propósito. Tenía


miedo de si me gustaría ese propósito o no. Pero construir un hogar y
una familia sería algo en lo que trabajar y hacia lo cual trabajar. No
tener nada que hacer se está volviendo completamente abrumador.

—No saliste al bosque hoy— me dice Oren en la cena mientras sirve


mi vaso. Me sorprende que haya notado mis hábitos. Solo
interactuamos al principio y al final del día y nunca lo he visto en el
medio.

—No...— Empujo algunas patatas alrededor de mi plato con un


tenedor. —No tenía ganas.

— ¿Todo está bien?

—Sí, no estoy segura, honestamente.

— ¿Estás incómoda?— Parece sorprendido de que tuviera alguna


razón para estar molesta o angustiada. No puedo culparlo. Estoy
rodeada de un cómodo paraíso, donde todo lo que tengo que hacer es
decir la palabra y mi deseo se cumplirá.

—No, en absoluto. — Me río amargamente. —Quizás eso sea parte


del problema. Tal vez estoy tan acostumbrada a sentirme incómoda
que no tengo ni idea de qué hacer conmigo misma ahora que la
incomodidad se ha ido.

— ¿Hay algo que pueda ofrecerte?


—No es nada que tenga que conseguir… sino algo para que haga
¿Le importaría preguntar si Lord Fenwood estaría dispuesto a tomar
una copa esta noche?

Sus finas cejas grises se fruncen mientras me mira con sus ojos
brillantes.

—Puedo preguntarle.

Me pregunto qué significó esa expresión ilegible para el resto de la


cena. Oren no regresa. Llevo mi plato a la cocina, lo lavo como lo hago
después de la mayoría de las comidas y lo devuelvo a su lugar. De
regreso a mi habitación, noto que la puerta de mi estudio está
abierta. Las dos sillas están esperando, vasos sudorosos llenos de una
bebida fría colocados en las mesas a sus lados.

Estoy ansiosa por tomar asiento. Me acomodo, moviéndome hasta


que me siento cómoda. Luego, agarro los reposabrazos y me recuesto
en mi silla, presionando mi cráneo contra el cuero. Incluso si el señor
me asusta, no miraré. Quiero que esta reunión se desarrolle sin
problemas. No me di cuenta de lo mucho que necesitaba establecer una
conexión genuina en mi nuevo hogar hasta que estuve aquí en este
mismo momento. Puede que no quiera el amor de ese hombre... pero la
amistad, un objetivo compartido o comprensión, creo que podría
quererlo. Incluso en los peores momentos en la mansión tuve a Laura.

Oh, dulce Laura. Me pregunto a diario cómo le va.

— ¿Pediste verme?— Esa voz que me encrespa los dedos de los pies
me saca de mis pensamientos. Me pregunto si él sabe que, por más
espantoso que pueda imaginarse que es, con una voz así podría elegir
entre cualquier hombre o mujer.

—Lo hice. Pensé que podríamos compartir una copa —. Levanto mi


vaso, levantándolo hacia un lado para que él pueda ver. Escucho el
susurro de sus pasos acercándose. Sin previo aviso, su vaso choca
suavemente contra el mío. Está cerca; si volviera la cabeza,
podía verlo. Pero no lo hago. Una vez más, el fuego arde tan bajo que
todo lo que puedo ver de él en la ventana es una sombra alta. — ¿Por
qué estamos brindando?

— ¿Qué tal el hecho de que me las he arreglado para mantenerte


con vida tanto tiempo?— Se ríe oscuramente.

Yo también me río.

—No soy tan imprudente.

—Pero se sabe que yo sí— La silla detrás de mí se mueve cuando él


se sienta en ella.

— ¿Oh?

—En mis años de juventud, especialmente—. El hielo tintinea en su


vaso mientras toma un sorbo. —He sido la causa de muchos de los
dolores de cabeza de Oren durante el tiempo que me cuidó.

— ¿Oren ha estado contigo mucho tiempo?

—Sí, me ha cuidado desde que era un bebé.

— ¿Conocías a tus padres?— Pregunto en voz baja, plenamente


consciente de lo difícil que puede ser este tema.

—Lo hice.

— ¿Hace cuánto tiempo murieron?— Miro fijamente el líquido color


limón de mi vaso.

— ¿Qué te hace pensar que están muertos?

—Puedo escucharlo en tu voz. Hay un cierto tono que la gente tiene


cuando pierde a un ser querido. Esa pérdida deja un vacío que le da a
todo un sonido hueco cada vez que se mencionan —. Tomo un sorbo,
tratando de borrar ese sonido de mi propia voz — Oh, esto es
realmente bueno. Y dulce, como la miel.
—Es hidromiel. No es la mejor botella que tengo, pero ciertamente
no es la peor.

Sonrío levemente al pensar en él eligiendo una botella solo para esta


reunión de algún almacén polvoriento.

— ¿A quién perdiste?— Pregunta. Mi sonrisa se desvanece.

—Ambos— digo. —Mi madre murió cuando yo era muy


pequeña. Mi padre dijo que no estaba hecha para este mundo, que era
demasiado buena para él. Pero que tuvo suerte de que ella al menos
me dejara con él.

— ¿Y tu padre?

—Él dirige, dirigió, la empresa comercial, como ya sabes...— Me


callo. Su muerte es más fresca. Traté de guardarlo en la misma caja que
ocupa la pérdida de mi madre, pero no es lo mismo. Tuve una vida con
mi padre. Madre es solo recuerdos desvaídos y emociones impresas en
mi alma. Lord Fenwood es paciente y me permite sumergirme en mis
pensamientos durante varios minutos. —Joyce, su esposa, le exigió que
comenzara a adoptar un enfoque más práctico en el negocio mediante
más barcos comerciales. Se había ido tan a menudo que hubo semanas
que tuve que luchar para recordar los detalles de su rostro. Entonces...
el barco en el que estaba se hundió. Nadie encontró los cuerpos, así que
hubo esperanza, por un tiempo. Pero ha pasado tanto tiempo...

—Lo siento profundamente—. Lo dice en serio. En ninguna de


nuestras discusiones he olido alguna vez una mentira en su aliento. Me
sorprende que todo lo que me han dicho en esta casa ha sido tan cierto
como la lluvia.

—He sobrevivido.

—Como todos lo hacemos.


Aunque estamos sentados espalda con espalda, me imagino cómo
debe verse detrás de mí. ¿Está reclinado en su silla mientras yo me
recuesto en la mía?

Si nos mirara de lado, ¿parecería que estamos tratando de


apoyarnos el uno en el otro, desesperados por apoyo? ¿Aislados en un
mundo en el que hemos sido separados de quienes más deberían
amarnos?

—Oren me dice que estás angustiada. ¿Es el aniversario de uno de


sus fallecimientos?

Niego con la cabeza. Al darme cuenta de que no puede verme, le


digo:

—No, mamá murió a principios del otoño y papá en el verano.

Decirlo en voz alta me hace darme cuenta de lo cerca que está el


primer aniversario de su muerte y de cuánto cambió mi vida en un
año. Debería estar más triste, creo. Pero he sentido algunas emociones
con tanta fuerza que creo que se quemaron, sin dejar nada más que los
bordes carbonizados de mi corazón.

—Y 'angustiada' puede ser una palabra demasiado extrema— me


obligo a continuar. —Supongo que quiero hacer algo, algún tipo de
propósito aquí.

—No necesitas hacer nada, simplemente relájate en el lujo que


puedo brindarte.

—Eso es todo, no estoy hecha para descansar ni para el lujo.

— Eres la hija mayor de un comerciante—. Él se ríe—Oren me habló


de tu propiedad. Sé el lujo al que estás acostumbrada.

—Todavía no sabes nada sobre mí— le recuerdo innecesariamente


con un poco de ventaja. —Y si Oren pensaba que nuestra propiedad
era lujosa, entonces debería hacer que le revisaran los ojos—. Su
silencio me impulsa a continuar. —La propiedad se mantuvo unida
con clavos, yeso y oración. Debería saberlo, yo era la responsable de
mantenerla en posición vertical.

— ¿Tú?

—Sé que no lo parezco, pero en realidad soy bastante hábil, si lo


digo yo misma; Puedo hacer una gran variedad de tareas de
mantenimiento y conservación. Ninguna de ellas excepcionalmente
bien, me veo obligada a admitir. Pero bastante bien. No puedo
cocinarles un banquete, pero puedo asegurarme de que la comida sea
agradable para que no pasen hambre. No puedo construirle una casa ni
explicarle los puntos más sutiles de la arquitectura, pero puedo decir
cuándo se derrumbará un techo y dónde debe apuntalarlo para que
dure otro invierno hasta que haya suficiente dinero para contratar a un
comerciante adecuado...— Paso mi copa de mano en mano, pensando
en todas las cosas que aprendí por necesidad. Una parte de mí está
afligida por la repentina necesidad de explicar la crueldad de Joyce
como una especie de lección equivocada. Niego con la cabeza y tomo
otro sorbo de hidromiel. Su intención no importa cuando su ejecución
fue tan miserable. Estoy tratando de darle beneficios que no se merece.

— ¿Entonces estás diciendo que prefieres ser mi sirvienta que mi


esposa?

—No— digo, tan rápido y brusco que lo escucho moverse incómodo


en su silla. Ni siquiera me disculpo por mi tono. —Nunca volveré a ser
sirvienta de nadie.

Lo escucho inhalar suavemente.

—Disculpa por mi redacción. Nunca te haría una.

Otra verdad. Dejo escapar un suspiro de alivio.

—Pero me gustaría un propósito, de algún tipo. Me gustaría


sentirme útil, al menos. Me gusta cuando tengo las manos ocupadas.
—Hablaré con Oren y veré si hay alguna tarea para la que él cree
que estarías bien preparada.

—Gracias. — Miro hacia el techo, deseando que hubiera un espejo,


deseando poder verlo más claramente. — ¿Qué haces para ocupar las
horas de tu día?

Se ríe de nuevo y lo escucho tomar un sorbo.

— ¿Yo? Estoy tratando de convertirme en rey.

Me río con él. Pero lo curioso es que no hay ni una pizca de humo
en el aire. Dice la verdad.

Pero no ha habido un rey de estas tierras en años. ¿De qué espera


convertirse en rey? Nunca encuentro el valor para preguntar durante el
resto de nuestra agradable conversación.

A LA MAÑANA SIGUIENTE, Oren espera después del desayuno. Casi dejo


caer mis platos en el piso de la cocina con sorpresa al verlo.

—Casi hace que mi corazón se detenga—. Respiro profundamente,


tratando de calmar mis nervios repentinamente acelerados.

Oren continúa quitando la ceniza de la chimenea, con diminutas


brasas aun ardiendo en la parte de atrás, listo para ayudar a reavivar el
fuego.

—Tengo más asuntos aquí que usted.

—Sin embargo, nunca estas aquí.

— ¿Cómo cree que se elabora su comida?— Me mira mientras cruzo


la habitación hacia el fregadero. Espero que me diga que no limpie los
platos, pero no lo hace. Tal vez sea porque lo he estado haciendo
durante una semana y él sabe que no tiene sentido detenerme. O tal
vez sea por algo que Lord Fenwood le dijo anoche.

—No lo sé—lo admito. —Supuse que podría haber un cocinero—Me


encojo de hombros y abro el agua, concentrándome en los platos sobre
él.

Me muero por saber si hay más personas en esta casa o no. Pero no
quiero entrometerme demasiado obviamente. Ya sé que eso no saldrá
bien.

—No lo hay.

—Entonces es excepcional con los condimentos—. Le muestro una


sonrisa.

Oren se ríe mientras termina de tirar la ceniza en un cubo de metal.

—Estás tratando de ponerte de mi lado.

—Estoy diciendo la verdad. — Cruzo la habitación para liberar el


fregadero para que pueda lavarse las manos; está cubierto de hollín
hasta los codos. — Además, no pensé que estar de tu lado sea
malo. ¿Necesito ponerme de su lado?

—Supongo que tenerte aquí no ha sido tan malo como esperaba.

—Una aprobación rotunda— digo secamente.

Ignora el comentario, cierra el grifo y tarda demasiado en secarse las


manos. Me pregunto qué estará pensando.

—El amo ciertamente se ha sentido intrigado por ti.

Una sensación de hormigueo se apodera de mi cuerpo, como el


rubor tibio de un baño un poco demasiado caliente. ¿Por qué me
emociona la idea de que Lord Fenwood esté intrigado por mí? Intento
alejar la sensación antes de que llegue a mis mejillas.
— ¿Qué te hace pensar que está 'intrigado' por mí?— La curiosidad
se apodera de mí. No puedo evitar preguntar. Tengo que saberlo.

—Ha estado preguntando más y más por ti, y no lo había visto


pasar tanto tiempo con una nueva persona en años.

Apenas ha pasado tiempo conmigo.

Si esta es su definición de pasar mucho tiempo con alguien,


entonces es un milagro que no se haya vuelto loco como un recluso
aquí.

—Bueno, puede decirle que yo también disfruto pasar tiempo con


él. Me siento mucho menos sola cuando comparte una copa conmigo.

—Le haré saber. — Oren se dirige a la puerta lateral de la cocina con


el cubo de cenizas en la mano. — Ahora, venga. A pesar de mis
protestas, el señor me ha informado que hoy tiene trabajo que hacer.

— ¿De verdad?— No puedo ocultar mi emoción mientras corro tras


él. Sin embargo, me detengo en seco en el umbral de la puerta
trasera. — ¿Pensé que no se me permitía entrar en la parte trasera de la
casa?

— Esta área está bien—. Oren señala el antiguo muro de piedra que
recubre el perímetro de la propiedad donde se extiende más allá del
ala derecha de la casa y vuelve al bosque. En la tenue luz del bosque
puedo distinguir el punto donde se desmorona. —No puedes cruzar
donde termina ese muro bajo ninguna circunstancia. Nuestra
protección se extiende solo dentro de sus límites. Lo que significa que
el jardín es seguro.

El jardín está encajonado entre la pared a nuestra derecha, el ala


derecha de la mansión detrás de nosotros y el comedor acristalado en
el lado izquierdo. Me sorprende no haber notado que esto estaba aquí
antes, pero tal vez fue porque llamarlo jardín es una forma un tanto
generosa de describir esta área. Las camas cubiertas de maleza se
derraman sobre senderos agrietados cubiertos por una gruesa manta
de agujas de pino. Hay un cobertizo de madera en la esquina donde la
pared se encuentra con la casa que se mantiene unida con nada más
que un milagro. Oren se dirige a lo que supongo que es el contenedor
de abono al lado y tira la ceniza.

— ¿Usted... cultiva cosas aquí?— Pregunto.

—Hay patatas aquí— dice, ahora caminando por el sendero y


señalando a medida que avanza. Efectivamente, reconozco las hojas
puntiagudas y planas de una planta de papa. —Las zanahorias están
aquí, mezcladas con el perejil. Rosemary está atrás. El arbusto de
albahaca se apoderó de los tomates el invierno pasado y luego... murió
— Parece un poco culpable por eso. —Entonces, ¿cómo te va con la
jardinería?

—Bien, supongo. — Es un poco exagerado. Joyce golpeó mis


nudillos con un interruptor más de una vez por los bajos
rendimientos. No son las peores cicatrices que me dio. Pensarías que su
duro castigo me habría hecho excepcional. Me hizo simplemente
pasable porque no me llenaba más que de resentimiento por la
tarea. —Pero ciertamente puedo limpiar este lugar, apuntalar el
cobertizo, redefinir las camas. Y si me da instrucciones sobre las
plantas, no las estropearé.

Parece escéptico. Estoy emocionada por este proyecto y no quiero


que me lo quiten porque tengo habilidades mediocres en lo que
respecta a la jardinería. Así que agrego:

—Le prometo que no le defraudaré, Oren.

— ¿Por qué no empieza a limpiar hoy?— él sugiere. —Entonces


veremos si cuidas las plantas.

—Suena genial— digo rápidamente.

Oren me deja con eso. Es una tarea un poco abrumadora, dado el


estado del jardín. Pero eso solo significa que me llevará varios días
completarlo. Mi mente ya está comenzando una lista de prioridades y
completando todas las oportunidades que tiene este jardín. Tal vez, si
hay suficientes suministros después de que repare todo, haga un
banco. Este podría ser un lugar encantador para sentarse a fines de la
primavera o el verano, cuando los polinizadores se ocupan felizmente
de sus asuntos.

Me atrevo a abrir la puerta del cobertizo, y casi todo se derrumba


cuando lo hago. Pero adentro hay un rastrillo y eso es todo lo que
necesito por ahora. Empiezo por los senderos, amontonando las agujas
en el borde trasero del jardín. Hay una línea clara donde terminan los
caminos de piedra y comienza el suelo del bosque. Empujo las agujas
de pino al suelo del bosque, pero no voy más lejos.

Es tarde en la mañana cuando tomo mi primer descanso. Me apoyo


contra la pared y me limpio el sudor de la frente. Mis músculos están
doloridos. Ha sido solo una semana de holgazanería y ya he perdido
algo de fuerza. La rigidez de mis huesos me hace sentir aún mejor para
mantenerme ocupada. El trabajo me mantiene en movimiento, lo que
me mantiene fuerte.

El sonido de un sollozo llama mi atención, seguido inmediatamente


por un suave llanto. Miro a mí alrededor en busca de la fuente y mis
ojos se dirigen al bosque. Allí, en la distancia, veo a una joven con las
manos apretadas en pequeños puños, secándose las mejillas húmedas
mientras llora.

— ¿Qué… qué estás haciendo ahí fuera?— La llamo. Ella sigue


llorando como si no pudiera oírme. —Niña, ¿estás pérdida?

Todavía no hay respuesta.

Miro a mi alrededor, tratando de ver si puedo ver a alguien más a


su alrededor. No hay nadie. Lleva una cartera colgada al
cuerpo. ¿Quién llevaría a una niña al bosque oscuro? Sé que hay
hombres y mujeres que se atreven a buscar comida dentro de él, pero
nunca había oído que alguien fuera tan tonto como para tener un hijo o
hija. Me aparto de la pared y camino hasta el borde de los senderos de
piedra, poniendo mis manos alrededor de mi boca.

—Niña, mira, ven aquí.

Ella se quedó quieta, las manos cayendo de su rostro para poder


mirarme. Se froto la parte de atrás de la nariz con los nudillos. Y luego
corre detrás de un árbol.

— ¡No, espera! ¡No corras! — Salgo del camino y me meto en las


lujosas pilas de agujas de pino que acabo de terminar de rastrillar. —
No tienes que tener miedo; Estoy tratando de ayudarte. ¿Viniste aquí
con tus padres?

La veo asomar su carita alrededor del árbol. Su cabello es de un


tono dolorosamente similar al de Laura.

—Está bien— arrulló suavemente. —No voy a herirte. — Paso mi


mano a lo largo de la pared, camino hasta el mismo borde de donde se
desmorona hasta la nada, y me detengo. —Ven aquí.

Ella se retira detrás del árbol.

—Por favor, aquí no es seguro para una pequeña como tú. Hay
chocolate en la cocina, puedo conseguirte un trozo si lo deseas —. No
tengo idea de si hay chocolate, solo sé que el soborno siempre funcionó
con Laura cuando tenía esta edad.

La niña reaparece. Ahora puedo ver que está absolutamente


sucia. Esperaba que el barro y la suciedad cubrieran su ropa. No
esperaba la sangre.

— ¿Estás herida?— Susurro.

Ella niega con la cabeza y comienza a sollozar una vez más. En mi


mente se está formando una imagen de lo que podría haber sucedido
aquí. Alguien debe haberla llevado al bosque, ya sea bien intencionado
o nefasto, y luego les sobrevino una horrible desgracia de que esta
chica de alguna manera logró escapar. Eso también significa que en
algún lugar el hombre, la bestia, o incluso el fae que hizo esto, podrían
estar todavía cazándola.

Podría estar escondido detrás de cualquiera de estos árboles.

—Necesito que me escuches ahora. Sé buena chica, ¿Si? — Ella sigue


llorando. Escaneo el bosque en busca de peligro y luego miro hacia
ella. — Estarás a salvo en el pequeño castillo detrás de mí. Por favor,
ven conmigo. El señor de esta mansión es muy amable y generoso. No
te hará daño.

La niña solloza más fuerte. Creo que veo movimiento en el bosque


detrás de ella. Me arrastro hacia adelante.

— ¿Me puedes decir tu nombre?— Pregunto. Ella niega con la


cabeza. —Mi nombre es Katria. Los bosques son un lugar aterrador,
¿no es así? — Más movimiento en mi periferia. Mi corazón se
acelera. Extiendo una palma sudorosa. —Vamos, toma mi mano—. No
sé si la protección de Lord Fenwood, sea la que sea, también se
extenderá a ella. Pero si toma mi mano, con un tirón estaremos de
regreso detrás del borde derrumbado de la pared. Si corro tan rápido
como puedo, estaremos en el jardín en un suspiro.

Deja de llorar y levanta sus pequeños dedos. Mi mano se cierra


alrededor de la de ella. Sus ojos destellan de un amarillo brillante,
como la luz de una antorcha que golpea los ojos de un lobo por la
noche.

La niña sonríe ampliamente y su boca está llena de demasiados


dientes, afilados como una daga. Ella se tuerce con una fuerza que no
debería poseer y me empuja más allá de la pared. Caigo de cabeza y
dejo escapar un grito de sorpresa. De rodillas, hundo las manos en la
maleza húmeda de hojas podridas y tierra húmeda, y giro la cabeza
hacia atrás en su dirección.

La niña ya no existe. En su lugar hay una mujer retorcida. Ella tiene


ojos de color amarillo brillante con ranuras en vez de pupilas. Alas de
gasa se despliegan detrás de ella, arrastrándose por el suelo mientras
acecha hacia mí con garras huesudas.

Alrededor de sus hombros hay un manto de sombras que se


arremolina.

Abro y cierro la boca, tratando de formar palabras, pero no hay


ninguna. Parpadeo varias veces, como si ella se fuera a ir, como si me
despertara de esta pesadilla, pero ella se acerca cada vez más.

—Por favor, no me lastimes— chillo, empujándome del suelo,


caminando como un cangrejo hacia atrás. Debería levantarme y correr,
pero el miedo me ha puesto en ridículo. Sus ojos inyectados en sangre
buscan mi muerte.

—Tal vez no te lastime—. Su voz es confusa y gastada, es como si


alguien le hubiera arrancado la laringe y la hubiera empujado en la
dirección equivocada. Además, la lengua común no parece ser su
primera lengua. —Si prometes hacer una cosa por mí.

— ¿Qué? Te daré todo lo que quieras.

—Abre una ventana de esa habitación— Señala con una garra


huesuda hacia el comedor. —Déjala abierta esta noche.

¿Entonces ella podrá asesinarme en mi cama más tarde?

—Yo... por supuesto —digo rápidamente. —Todo lo que quieras. —


El sabor metálico de la mentira llena mi boca. No hay forma de que
deje la ventana abierta para esta criatura.

— Hmmm, los de tu clase pueden mentir— Es como si pudiera oler


el metal en mi aliento y reconsidera su oferta. —Tal vez te haga gritar
lo suficientemente fuerte como para que no tenga más remedio que
salir él mismo.

Dejo escapar un chillido mientras vuelvo a chocar contra un


árbol. Levántate, grita mi mente. Pero estoy encerrada en mi
lugar. Tengo que correr. Tengo que pelear No puedo morir así.
Se agacha ante mí y clava una de las puntas de sus garras en mi
pecho.

—Ha comenzado a divertirse con los humanos, ¿verdad? Veamos


cuánto tiempo se divertirá si no tienes un brazo.

La mujer agarra mi muñeca izquierda, tirando de mi brazo. Su


mano derecha se levanta hacia atrás y hacia arriba. Esas garras afiladas
y malvadas se van a hundir en mi carne. Cierro los ojos y me doy la
vuelta cuando veo su mano moverse por el aire.

Un rugido sacude la tierra. El sonido es en parte hombre, en parte


bestia y toda rabia primordial. El aire pasa a mi lado y mi brazo se tira
dolorosamente hasta que estalla. Dejé escapar un grito cuando caí al
suelo. Mi cabeza golpea una roca.

Parpadeo, aturdida. Mi visión es borrosa y todo lo que puedo ver


son los bosques. Pero detrás de mí se produce una lucha. Intento
levantarme del suelo, pero mi brazo se niega a trabajar. El mundo se
inclina y devuelvo el contenido de mi estómago. Sigo parpadeando,
tratando de volver a enfocar las cosas. Los pinchazos de la luz del sol
que se asoman a través del denso dosel son demasiado brillantes. Los
ruidos demasiado fuertes. Temo volver a enfermarme.

Estas sensaciones son familiares. La última vez que los sentí fue
cuando me caí del techo con Helen. Entonces, mi mundo se volvió
confuso, y cuando llegué a...

—Tómala. — Ese es Oren. —Vuelve a la mansión, la detendré.

—Gracias. — Reconozco la voz de Lord Fenwood, incluso en mi


estado, incluso sin haber visto nunca al hombre. Pero sé que es el. Al
igual que puedo sentir su presencia detrás de mí, cálida y robusta,
innegable. —Cierra los ojos— susurra, sorprendentemente tierno y en
marcado contraste con los gruñidos que aún ocurren detrás de
nosotros.
No quiero cerrar los ojos. Si lo hago, ¿cuándo me despertaré? ¿Y qué
pasará entonces?

Pero aún menos quiero quedarme aquí fuera, así que cierro los ojos
con un gemido.

Dos manos grandes se deslizan debajo de mí, una alrededor de mis


hombros y otra debajo de mis rodillas. Soy ingrávida mientras el Lord
me levanta en el aire y me aprieta contra su pecho de manera
protectora. Tenía razón, es alto. Pero mucho más musculoso de lo que
esperaba. Puedo sentir esa fuerza ondulante debajo de la delgada
camisa que lleva. Fuerza que está usando para protegerme.

—Estás a salvo ahora—. Sin embargo, incluso mientras dice esas


palabras, la bestia lanza un grito. Nada se siente seguro.

—Por favor, no me hagas daño—. Mi voz tiembla.

—Nunca te haré daño—. Verdad.

— ¿Qué está pasando?— Presiono mi cara contra su pecho para no


abrir los ojos por tentación. No creo que quiera ver qué está
pasando. La imagen de esa mujer ya está grabada en la parte posterior
de mis párpados, amenazando con perseguirme para siempre.

—Estás a salvo ahora— repite. —Te tengo en mis brazos, así que no
tienes nada que temer.

No es una respuesta.

Pero mi nariz no huele a humo, así que tampoco es mentira. Exhalo


con un gemido y pongo mi fe en él mientras me lleva de regreso a la
seguridad de la mansión.
6

PATEA la puerta de la cocina, donde los aromas familiares se mezclan


con su propia colonia de musgo y salvia. Segura, repito la palabra en mi
cabeza, estos olores significan que estoy a salvo. Intento grabar el hecho en
mi alma. Mi corazón está empezando a ralentizarse, aunque el suyo
todavía se acelera contra mi mejilla. Agarro su camisa ligeramente,
aunque no puedo decir si estoy tratando de tranquilizarme a mí misma
o a él.

De vuelta en mi habitación, me acuesta en la cama. Mantengo los


ojos cerrados. No faltaré el respeto a sus deseos, especialmente después
de que me salvó.

—Necesito ir a ver si Oren está bien. Pero primero... ¿Cómo estás?


— él susurra.

Casi puedo sentir sus manos sobre mí, como si quisiera tocarme. La
sensación fantasma de sus dedos en mis mejillas recorre mi
mente. Intento mantenerme concentrada, pero todo lo que ha sucedido
ha dispersado mis pensamientos por el viento.

—Me duele un poco el hombro. Mi cabeza se está partiendo —


Mientras digo eso, siento que dos dedos recorren suavemente mi
sien. Él cede, su toque es tan pequeño y gentil que envía una sacudida
a través de mí. —Estaré bien. No dejes a Oren solo con esa cosa.
—'Cosa', en efecto —repite con un gruñido y se aleja. Lo escucho
moverse por la habitación.

Casi lo llamo. No quiero estar sola. Pero guardo mi silencio. Oren lo


necesita más que yo. Y en base a lo que dijo la criatura... debe haber
algún tipo de sala o protección alrededor de esta casa. Solo necesitan
mantener a raya a la bestia el tiempo suficiente para que ambos
puedan volver detrás de la pared. Debe estar a salvo aquí.

Debe estar...

Es el crepúsculo cuando abro los ojos a continuación. Mi hombro


está rígido y grita mientras trato de moverlo. Pero puedo mover todos
mis dedos y doblar el codo. Creo que es un esguince terrible. Mi cabeza
se está partiendo pero mi visión ya no es borrosa. Me
incorporo, frotando ligeramente donde mi sien se golpeó con la
roca. Mis dedos salen ensangrentados. También he sangrado en la
funda de la almofae.

Maldigo en voz baja. Afortunadamente para mí, una ventaja de la


feminidad es que ya estoy bien versada en sacar sangre de la ropa de
cama. Saco la funda de la almohada, saco las piernas de la cama y me
pongo de pie lentamente. El mundo se inclina un poco, pero nada
demasiado alarmante. Estoy lo suficientemente estable como para
llegar al baño. Me veo hecha un desastre, pero lavarme la cara es una
mejora significativa para que vuelva a ser humana.

Con la funda de la almohada limpia, salgo al pasillo sintiéndome


renovada. Noto que se ha fijado una nota en la puerta que conduce a la
torre principal y central. Cruzo y leo el elegante guión que solo puedo
suponer que fue hecho por la mano fuerte de Lord Fenwood.

K~

Esta noche solo habrá una excepción a las reglas.

Al despertar, si es antes del amanecer, puedes salir y acceder al comedor y


la cocina. Toma lo que necesites para cuidarte en cuerpo y espíritu.
MI ESTÓMAGO TODAVÍA ESTÁ DEMASIADO REVUELTO por los
acontecimientos del día como para inclinarme particularmente hacia la
comida. Pero mi curiosidad es demasiado intensa para rechazar esta
oportunidad de deambular por la noche. Abro la puerta.

El salón principal parece… normal.

No sé lo que esperaba. Se ha hecho tanto alboroto por no salir por la


noche que tal vez pensé que todo el castillo había cambiado de alguna
manera. Que más allá de la puerta había un portal a otra tierra. Me río
suavemente de mí misma.

El tintineo de la vajilla en el comedor me detiene. Mi corazón se


acelera como si estuviera de regreso en el bosque. Respiro hondo. Estoy
a salvo aquí, me repito. He vivido aquí desde hace más de una
semana. Durante más de una semana, ese monstruo había estado en el
bosque. Solo me atacaba cuando me aventuraba demasiado
lejos. Dentro de estos muros, no tengo nada que temer.

El resplandor dorado de la luz de las velas marca el marco de la


entrada del comedor en el piso oscuro. Me detengo al lado de la
puerta, sin mirar hacia adentro. Hay dos posibilidades sobre quién está
comiendo tarde, y prefiero prevenir que lamentar.

— ¿Lord Fenwood?— digo. Es mi turno de tener la espalda contra


la pared, el hombro apenas expuesto. — ¿Es usted?

Hay un largo período de silencio.

—Un momento y terminaré.

—No se apresure en mi cuenta; Voy a volver.

—No no, quédate. — ¿Es ese anhelo que escucho en las insondables
profundidades de su voz? No me muevo.
— ¿Qué está comiendo?— Pregunto, antes de que el silencio se
vuelva incómodo.

Él se ríe.

—Nada particularmente apropiado para un señor. Un trozo de


queso del que corté el moho y un trozo de pan que no podía dejar que
se pusiera rancio —. Odia desperdiciar comida. Esa similitud entre
nosotros, por leve que sea, suaviza mi postura. —Pero al menos la
hidromiel es buena.

— ¿Oren no te preparó la cena?— El terror me llena de lo que esto


podría significar.

—Ha tenido bastante de día, así que le di la noche libre.

— ¿Él está bien?

—Lo está.

—Gracias a dios. — Dejo un suspiro de alivio.

—Aunque muy bien podría no haber sido—. La voz de Lord


Fenwood cambia al reino de la decepción.

Tomo un hilo de mi blusa, tirando de él. Es entonces cuando noto


que la cuerda sale de un hueco en la costura de mi hombro. Ese
monstruo casi me arranco la manga.

Se me ocurre una idea. Tiro y quito la manga el resto del


camino. Continúo rasgando la costura hasta el puño. Me quedo con un
trozo de tela largo y rectangular que ato firmemente sobre mis ojos
cerrados.

Con las yemas de los dedos descansando ligeramente sobre el


marco de la puerta, entro en el comedor. Al menos, creo que sí, es
imposible estar segura. El pesado algodón de mi blusa sobre mis ojos
casi borra toda la luz.

— ¿Qué estás...? Su silla raspa el suelo.


—No puedo ver nada, lo juro— Levanto ambas manos, tratando de
calmarlo. —Pensé que sería más fácil hablar de esta manera, en lugar
de alrededor de una puerta—. No dice nada, lo que me pone los
nervios de punta. Sé que debo lucir un desastre con mi ropa aún sucia,
y sin una manga. —Ojalá pudiera mirarlo a los ojos para que pudiera
ver lo sincera que soy cuando digo que lo siento. Pero como no puedo
hacer eso, pensé que esta podría ser la mejor opción.

A menos que haya descubierto una manera de salir de la habitación


y pasarme completamente sin ser detectada, solo puedo asumir que
todavía está allí, completamente en silencio. Me pregunto qué
expresión tiene. ¿Está molesto? O tal vez está divertido, o
incluso impresionado de que haya pensado en una venda en los ojos
como una solución... Una fantasía inofensiva de él estando
encantado conmigo se escapa con mis pensamientos por un
segundo. Pero el recuerdo de Oren luchando solo contra ese monstruo
en el bosque para que el Lord pudiera salvarme me vuelve sobria.

—Mi Señor, nunca quise decir... no tenía la intención de ir más allá


del borde de la pared—. Miro en lo que espero sea su dirección. Por
alguna razón lo imagino sentado en la misma silla que yo, en la
cabecera de esa larga mesa. Reducido por esta habitación vacía.

—Me juraste que no lo harías. Debería haber sabido que no debía


confiar en ti—. La frustración se filtra en su voz, sangrando por una
herida que nunca tuve la intención de hacer.

—Por favor, escúcheme. Nunca quise traicionar su confianza —digo


rápidamente. —Vi a una niña llorando entre los árboles. Tenía miedo
de que alguien la hubiera traído al bosque y algo malo le sucediera a
esa persona. Tenía sangre en ella. Se veía... La niña se parecía a una de
mis hermanas cuando no tenía más de siete años. Estaba tratando de
ayudarla y antes de darme cuenta, ella se había convertido en esa cosa.

—Un fae.
Esas dos palabras me sacuden hasta la médula. Me doy cuenta de
que nunca creí realmente en los faes hasta ahora. Hablé de ellos. Les
advertí a mis hermanas sobre ellos. Creo que incluso traté de buscarlas
durante esos paseos matutinos oscuros. Pero en el fondo de mi
corazón, nunca creí en los viejos cuentos populares, que los bosques
estaban llenos de ellos: la gente errante de una guerra lejana entre
humanos y criaturas mágicas.

—Son reales— susurro, y me tambaleo hacia adelante. Extiendo mis


manos, buscando la silla en el extremo opuesto de la mesa. Escucho sus
pasos mientras corre hacia mí. Mis manos no tocan la madera del
respaldo de una silla. Se cierran alrededor de sus dedos suaves y
cálidos. El Lord está ante mí en un instante, robándome el aliento con
su presencia y evitando que me choque con algo torpemente.

— ¿Son reales?

— ¿Dudas de tus propios ojos?

Niego con la cabeza. Mis rodillas se sienten débiles. Debe sentirlo


porque lo escucho sacar una silla y me acomoda en ella. Lord Fenwood
se sienta a mi lado.

—Sí, esa cosa que viste hoy en el bosque era un fae—. Toma mis dos
manos. No hay ni una pizca de humo en mis fosas nasales. Dice la
verdad. O al menos cree que es la verdad. Pero después de lo que vi y
escuché… No hay otra explicación.

—Son tan monstruosos como dicen las historias.

—Los Fae lo son—asiente. —Por eso te dije que nunca te metieras en


el bosque detrás de la mansión.

Niego con la cabeza mientras un escalofrío recorre mi cuerpo.

— ¿Los faes pueden cambiar de forma?

—No exactamente. Todas los faes nacen con habilidades innatas. La


mayoría tienen alas o garras que pueden invocar cuando se les ordena,
junto con otros rasgos heredados de las bestias de los bosques. Pero
una habilidad que todas los faes comparten es el regalo del glamour:
los faes pueden aparecer como lo que quieran. Eso sí, es solo una
ilusión, un truco de magia de los sentidos, y muy difícil de continuar
una vez que se tocan.

Aprieto sus manos con más fuerza en la palabra toque. Son suaves,
sin callos. Las manos del señor que pasa sus días en una torre. No
como mis manos, ásperas y llenas de cicatrices. O como los dedos con
garras de ese monstruo.

— ¿Hay alguna otra forma de diferenciar un glamour de lo


real? ¿Aparte del tacto?

—El agua pura borrará el glamour de un fae.

Justo como la lluvia. Me pregunto si la expresión es un vestigio de


algún antiguo consejo para lidiar con los faes.

—La criatura te quería—. Mi voz se quiebra un poco al pensar en lo


que la mujer me había pedido inicialmente.

—Apuesto a que sí— Se ríe oscuramente. —Al final, me


atrapó. Simplemente no vivió para contarlo.

— ¿Eres un cazador de faes?— Me atrevo a preguntar. Un hombre,


solo en el bosque, escondido en una casa protegida de esas bestias
mágicas. Un hombre que no deja que otros lo vean, quizás por temor a
que puedan usar la información en su contra. Porque si lo veía, podría
identificarlo. Tendría el conocimiento que los faes querrían y
claramente matarían por ello.

—Cazo alguno, de vez en cuando—admite finalmente.

Inhalo bruscamente. Mis dedos se aprietan alrededor de los


suyos. Estoy casada con un hombre que caza a las criaturas más
peligrosas del mundo.

— ¿Cazas de noche? ¿Es por eso que escucho los ruidos?


—Es mejor si no te preocupas por los ruidos—. Empieza a apartar
sus manos de las mías. —Cuanto menos sepas, más segura estarás. Esa
criatura ya intentó usarte una vez para llegar a mí.

La idea de que me puedan utilizar para atrapar a alguien sigue


asustándome. No estoy acostumbrada a significar tanto para nadie ni
para nada. Mis sentimientos se vuelven cada vez más turbios,
nublados por emociones que nunca he sentido y que estoy mal
equipada para comprender. Sus dedos se deslizan de los míos y me
llena la insaciable necesidad de retirar sus manos.

Antes de que pueda, pasa un nudillo por mi mejilla. Lo siento meter


un mechón de cabello rebelde detrás de mí oreja. Se me corta el
aliento. ¿Qué tan cerca está él? Me imagino su rostro a escasos
centímetros del mío, mirándome con todo el deseo con el que casi
nunca me había atrevido a soñar con que alguien me mirara.

— ¿Qué más debo saber sobre los fae?— Susurro. Solo conozco las
advertencias que me dio mi padre en las historias populares que me
contaba cuando era niña.

—No necesitas saber nada más. Con un poco de suerte, no serás


maldecida por un fae en tu vida por mucho tiempo — Retira su mano.

Trato de atraparlo y no agarro nada más que aire. Sin duda


parecería una tonta en el proceso.

—Pero cuanto más sepa, es más probable que sea de ayuda para ti
mientras te persiguen.

—Ya has sido de suficiente ayuda. Más de lo que crees, en realidad


—. Sin humo, sin mentiras. —Ahora, deberías descansar un
poco. Come lo que puedas y vuelve a la cama.

Se pone de pie y me muerdo el labio. Hay más que decir. Puedo


sentir lo cansado y preocupado que está. Me invade la necesidad de
decir algo tan reconfortante o tan hermoso como las viejas canciones
que cantaba mi madre cuando yo estaba inquieta. Pero no soy
poeta; Solo puedo repetir las palabras que me enseñaron. Toda mi vida
he sido un recipiente, permitiendo que otros me llenen con sus deseos,
necesidades, pensamientos… Hay tanto de todos los demás que no
queda espacio para mí. Y ahora, cuando necesito algo de mi propia
creación para ofrecer, me quedo corta.

Lo escucho irse y ni siquiera puedo reunir las palabras para decirle


buenas noches. Incluso más tarde me doy cuenta de que nunca le
agradecí debidamente por salvarme.

PARA MI SORPRESA, Lord Fenwood me da una segunda oportunidad


para encontrar mi voz la noche siguiente.

Cuando regreso a mi ala de la cena, encuentro la puerta del estudio


abierta, con el fuego encendido y las sillas listas. Tomo mi asiento,
ansiosa por volver a hablar con él. He tenido un día para recuperarme
ahora. Mi cabeza está más despejada. Y mi culpa ha disminuido un
poco con la oportunidad de disculparme con Oren durante la cena
también.

Escucho los pasos de Lord Fenwood en el momento en que entra en


la habitación. Un calor cálido me invade ante el sonido y se acumula en
mi estómago.

Mi garganta ya está pegajosa. Justo cuando trato de gritar un


saludo, un paño cae sobre mis ojos desde arriba. Me acerco, mis manos
agarrando las suyas con sorpresa.

—Qué va a…

—Me diste una idea la otra noche— murmura mientras continúa


atando la venda. La seda es fría contra mi rostro lavado. —Quería
intentarlo de nuevo, si no te importa— Su voz viene desde arriba y
detrás de mí. Él debe estar arrodillado en su silla y llegando a más. Los
sonidos de él, sus palabras, su respiración, su movimiento llenan mis
oídos y son acentuados por el fantasma de su cálido aliento en la
nuca. Trato de reprimir un escalofrío.

—Por mí está bien— me las arreglo para decir.

Hay un montón de movimiento detrás de mí, el raspado de la silla,


el tintineo del hielo en el vaso. Siento que el aire se mueve cuando se
para frente a mí, y mi nariz capta con atención el aroma fresco y
terroso que lo sigue. Me lo imagino mirándome. Hay algo vulnerable,
de una manera emocionante, en saber que él puede verme cuando yo
no puedo verlo a él. En el ojo de mi mente, él es una mera silueta,
distinguida de la oscuridad por la luz del fuego. Sus rasgos son vacíos
nebulosos que esperan ser llenados.

—Párate— él manda. Yo complazco. Toma mis manos entre las


suyas y me guía un paso más. Escucho mientras se mueve la silla en la
que estaba sentada, presumiblemente para hacer frente a su asiento. —
No, ahora se siéntate—. Él me guía de nuevo a la silla.

—No es justo— espeto, agarrando su mano mientras se aleja. —


Puedes verme, pero yo no puedo verte.

—La regla…

—Conozco la regla; No estoy tratando de cambiar la regla — Quiero


tocar su cara, sentir el puente de su nariz, pasar mis dedos por sus
labios y delinearlos.

¿Son gruesos o delgados? ¿Cómo es el corte de su mandíbula? ¿O el


ángulo de su frente?

— ¿Puedo hacer preguntas sobre cómo se ve? De esa manera tengo


algo que imaginar sobre el hombre con el que estoy hablando. Todo lo
que sé ahora es que tienes unos hombros muy bonitos — sonrío.
—Muy bien. Te concederé esto —. Él se ríe, se aleja y toma su
propio asiento. Lo divierto. Me sorprende descubrir cuánto me gusta
eso.

De repente, la nueva disposición de los asientos parece un


interrogatorio. Es bastante emocionante. Pasé de ser vulnerable por mi
falta de conocimiento a tener el poder. Va a responder a mis
preguntas.

—Tu cabello, ¿es largo? ¿O corto?

—En algún lugar en el medio—responde.

— ¿A tus hombros?

—Un poco más allá, solo un poco.

Frunzo los labios para evitar sonreír como una tonta mientras
empiezo a pintar mi retrato mental de él.

—Debo advertirte desde el principio, es imposible mentirme. Así


que ni lo intentes.

—Ni siquiera se me ocurriría intentarlo.

—Bien. — Me recuesto en mi silla. — ¿Tienes el pelo


rizado? ¿Ondulado? ¿Lacio?

—Mayormente recto. Sin embargo, a menudo tiene una mente


propia. Oren siempre me dice que lo acorte ya que se me mete en los
ojos constantemente.

— ¿Se lo quita de la cara cuando le entra en los ojos?— Puedo


simpatizar con las frustraciones del cabello más largo.

—Se me conoce por tejer una o dos trenzas de vez en cuando —


Puedo escuchar la sonrisa en su voz.

— ¿Qué color?
—Marrón oscuro, un poco más oscuro que el tuyo—. Eso me da un
tono casi exacto.

— ¿De qué color son tus ojos?

—Verdes.

— ¿Como los pinos?

—No, más como una lima— dice. Me eché a reír. — ¿Que es tan
gracioso?

— ¿Verdes como una lima ?— Niego con la cabeza. ¿Quién


describiría sus ojos así? —Ese es un color tan brillante.

—Me han dicho que tengo ojos penetrantes.

Arrugo un poco la frente, tratando de imaginarme el tono


exacto. ¿Es realmente tan vibrante como él dice? Cabello castaño
oscuro, ojos verdes brillantes… Es una hermosa combinación.

— ¿Qué hay de su mandíbula?

— ¿Qué pasa con eso?— Parece divertido, por la pregunta.

— ¿Es más ancha? ¿Más estrecha?

—Trato de mantenerme bien afeitado. Admito que mi éxito con ella


puede variar.

— ¿Tiene éxito en este momento?

—No— Casi puedo escuchar la sonrisa en su voz. Entonces, una


barba ligera.

— ¿Y la forma de su mandíbula?

—Admito que nunca lo he analizado—. Una pausa. Me lo imagino


pasando esos dedos suaves sobre la aspereza de su barba. Haciendo
una pausa mientras dice: — ¿Más cuadrada? ¿Supongo?
Dejé escapar un zumbido bajo.

—No parece satisfecha con esa respuesta.

—Sólo estoy…

—Dilo— exige. Creo que sería imposible no prestar atención a ese


tono firme.

—Estoy tratando de averiguar qué le pasa— admito e


inmediatamente ocupé mi boca con mi vaso de hidromiel.

— ¿Qué me pasa ?— Le oigo tomar un sorbo también.

—Suena... deslumbrante— lo admito como poco más que un


susurro. —Pensé que quizás no quería que le viera porque era horrible.

Su vaso suena suavemente sobre la mesa. Le oigo ponerse de pie. Lo


he ofendido. Antes de que pueda disculparme, él está allí de nuevo
frente a mí. Engancha mi barbilla con el nudillo de su dedo índice y su
pulgar. Él guía mi rostro hacia donde imagino que está el suyo. Sé que
está a solo un aliento. Siento cada pedacito de distancia dolorosa entre
nosotros, junto con una sorprendente necesidad de cruzarlo. Tengo
calor por todas partes, pero no puedo moverme para aliviar la
tensión. Me atrapó con dos dedos.

—Tal vez— susurra —estoy tratando de protegerte porque soy


impresionante. Porque si me miraras con esos ojos que Oren me dice
que son como un mar tempestuoso, nunca podría dejarte ir.

Puedo oler el licor dulce en su aliento. Ojalá pudiera saborearlo en


su boca. Ese deseo consume tanto que me asusta. Mi mente se aleja
instantáneamente. No, lo que sea que esté pasando entre nosotros es lo
último que me gustaría. Este es el comienzo del mismo camino que
conduce a cómo mi padre terminó tan enredado con Joyce.

El romance comienza bien y termina mal. Así es como engaña a la


gente para que intente el esfuerzo inútil. Joyce era la luz de mi padre,
sacándolo de la desesperación por la muerte de mi madre. Y luego, una
vez que lo tuvo, mostró sus verdaderos colores.

No dejaré que Lord Fenwood ni nadie más me atrape.

Me suelta, como si sintiera mi vacilación. Como si me diera cuenta


de que finalmente he llegado a la misma conclusión que él. Lo mejor
que podemos hacer es evitarnos a toda costa. Si no podemos vernos,
entonces no podemos codiciarnos, y este calor finalmente se
desvanecerá.

— Buenas noches, Katria.

Sin embargo, incluso mientras hago esas realizaciones y votos, solo


el sonido de mi nombre en sus labios me corta el aliento. Me deja con
los restos del fuego ardiendo en el hogar, ardiendo dentro de mí. Me
siento sola en la habitación que se oscurece, todavía con los ojos
vendados, retocando lentamente el delicioso retrato mental de él que
he comenzado a construir.
7

CAMINO POR el pasillo principal desde la entrada del comedor hasta el


vidrio emplomado junto a las puertas; Miro afuera y veo que todavía
está vacío. Mis faldas zumban alrededor de mis tobillos, tan agitadas
como mis nervios. Me retuerzo las manos.

—Esta es una idea terrible. Una idea terrible, horrible —. No es que


yo tuviera algo que decir al respecto. La carta me estaba esperando
junto a mi plato anoche, Oren dijo que llegó por medio de una paloma
mensajera. Me sorprendió que una paloma mensajera pudiera
encontrar su camino aquí. Aún más sorprendida de que mis hermanas
hubieran decidido hacer el viaje para venir a visitarnos como
prometieron hace semanas.

Laura sonaba apropiadamente mareada ante la perspectiva. Y ella


había mencionado haber hecho un intento cuando me fui. Pero
esperaba que todas estuvieran tan cautivadas por sus cuatro mil
piezas, sus nuevos sirvientes a quienes mandar y sus nuevos vestidos
para probarse, que no pensé que realmente vendrían a verme. Muerdo
mi pulgar y maldigo en voz baja.

Una parte de mí está atormentada por la culpa por pensar tan poco
en Laura. Siempre hemos tenido una relación positiva. Por supuesto
que vendría a verme. Y solo puedo imaginar cómo sus circunstancias
han cambiado sin la poca protección que podría ofrecer de Joyce.

En cuanto a Helen, no vendrá a verme; viene para intentar burlarse


de mí y sin duda transmitir sus hallazgos a Joyce.

Me la imagino en el carruaje, charlando al oído de Laura sobre las


lamentables circunstancias en las que ciertamente debo encontrarme.
Me detengo y respiro hondo, alisando mis faldas. Por eso hoy me he
puesto mi mejor vestido. Es por eso que debo mostrarle la hermosa
casa que tengo ahora, el peso que he ganado con la comida y los
cuidados adecuados, el brillo que ha vuelto a mi cabello y ojos y, lo
más importante, que nunca más pienso en ella ni en Joyce. O sus
deseos triviales. Estoy bien, no, mejor sin esas dos.

Por fin escucho el relincho de un caballo y la grava rechinando


debajo de las ruedas del carruaje. Reuniendo hasta el último trozo de
compostura, salgo y espero en la parte superior de los tres
escalones. Oren cabalgó para encontrarse con ellos en la carretera
principal y ser su guía. Desmonta, lanzándome una mirada cautelosa,
una que yo comparto.

El nuevo lacayo de mis hermanas abre la puerta del carruaje y salen


corriendo.

—Katria, es tan bueno verte—. Laura se acerca corriendo con los


brazos abiertos. La vista de su cabello rubio me recuerda a esa criatura
en el bosque. Sacudo el recuerdo y bajo las escaleras para encontrarme
con ella.

—Realmente no tenías que venir hasta aquí— le digo, devolviéndole


el abrazo con fiereza.

—No pude traer a Misty— susurra rápidamente. Aquí estaba,


tratando de admitir que no esperaba ver a Misty tirando de su
carruaje. —Lo intenté.
—No te preocupes por eso—. Mantengo las palabras lo
suficientemente bajas como para que Helen no pueda oírlas, pero
firmes. Laura tiene cosas más importantes de las que preocuparse
ahora que mi viejo caballo.

—Queríamos ver cómo te está yendo—. Helen cruza los brazos en


su postura habitual. —Por lo que parece, estás bien.

—Ciertamente no tengo quejas.

— ¿Podrías darnos un recorrido por tu hermosa casa nueva?—


Laura enlaza su brazo con el mío y mira la mansión con asombro. Sin
duda, ella ve las mismas cosas que yo hice cuando llegué por primera
vez: su apariencia de castillo y la artesanía bien conservada de tiempos
pasados.

—Saltemos el recorrido— le digo, acariciando su brazo. Había


ensayado y planeado cómo evitar mostrarlos, ya que no se me permite
entrar a dos tercios de la mansión. —La mayor parte son habitaciones
con corrientes de aire, vacías y aburridas de todos modos, y preferiría
pasar tiempo contigo, poniéndome al día con lo que ha estado
sucediendo en la ciudad.

Esto desencadena una explicación larga de Laura sobre todos los


chismes de la alta sociedad de los que nunca fui parte. Continúa
mientras yo acompaño a mis hermanas al estudio que usualmente
usamos el Lord y yo para nuestras conversaciones nocturnas. Conseguí
una tercera silla. Y, con la ayuda de Oren, una botella de hidromiel
para compartir con ellas.

— ¿Qué es esto?— Helen pregunta mientras sirvo la bebida.

—Es hidromiel—. Le entrego un vaso. —Ciertamente nunca había lo


probado hasta que llegué aquí. Mi esposo puede importarlo desde
muy lejos—. Honestamente, no tengo idea de lo fácil o difícil que es
conseguir este hidromiel. Pero Helen parece impresionada a
regañadientes, así que vale la pena abrir la botella. Laura está radiante
ante el líquido de miel. Extiendo mi vaso. —Salud, por los partidos
inteligentes y fortuitos.

Nuestras copas tintinean y todas tomamos asiento.

—Hablando de eso, ¿cómo es tu pareja?— Laura pregunta, la voz


baja a un susurro. Mira hacia la puerta, como si Lord Fenwood pudiera
entrar en cualquier momento. —No es tan horrible como temíamos,
¿verdad?

—Para nada, es positivamente encantador—digo con una sonrisa


genuina. Los labios de Helen se fruncen ligeramente, como lo hacen
cuando está furiosa en silencio. Me pide que continúe. —No ha sido
más que generoso, amable y comprensivo. Incluso disfruta con mi
laúd. Se sentará en el bosque conmigo mientras toco—. Lo ha hecho
algunas veces durante estas últimas semanas. La última vez, confió en
mí lo suficiente como para no intentar robar una mirada cuando se
sentó en el muñón detrás de mí. Nuestras espaldas casi se tocaban... lo
que me hizo soñar con su piel presionada contra la mía la noche
siguiente.

Helen resopla.

—Se realista. Ningún hombre de verdad se sentaría a disfrutar de tu


laúd. ¿No lo has estado satisfaciendo lo suficiente en la cama como
para que sienta la necesidad de salir de su camino e intente cortejarte
con gestos tan ridículos?

No sé por dónde empezar con ese comentario. Quiero insistir en que


realmente le gusta mi laúd. Pero mi actitud defensiva solo hará que
Helen se doble. Peor aún, solo con esas pocas palabras, ella me hizo
dudar de mis instintos. Aunque nunca he olido humo en él. Aunque
me siento en mi nuevo hogar con mi nueva vida... ella se las arregla
para sacar a relucir mi antiguo yo, las partes mansas de mí misma que
todavía no puedo deshacerme de ella.

—No ha hecho demandas en ese sentido


Mis hermanas se miran. Laura se inclina.

—Pero se han cumplido tus deberes como esposa, ¿verdad?

Aprieto mis labios.

—Eso es un no—. Helen parece divertida por esta revelación. —Así


que es tan espantoso como esperábamos. Ni siquiera pudiste reunir el
coraje.

—No es… no lo es.

—Entonces, ¿por qué no nos saludó? Es un poco extraño que el


señor de la mansión no salude a sus invitados.

—Está ocupado durante los días. Y ustedes no son invitadas


normales, son parientes. Sabía que podía manejar las formalidades —
Me he estado preguntando qué piensa de esta reunión. Mi Lord
Fenwood no parece de los que disfruta con los invitados inesperados.

—No hay ninguna razón por la que un hombre de mente y cuerpo


sano no lleve a su nueva esposa a la cama, incluso con un aspecto tan
pasable como el tuyo—. Helen lo dice como si el hecho fuera
obvio. Como si fuera una mujer tonta por no darme cuenta yo misma.

—Quizás esas cosas no son su prioridad—. Me muevo, sentándome


un poco más alto. Podría haber comenzado a preguntarme si, o
cuándo, me llevaría a la cama... pero rara vez dejo que esos
pensamientos salgan de su bóveda en la esquina de mi mente durante
las horas del día. Esos son solo para disfrutar durante las horas
tranquilas de la noche.

— ¿Cuál es su prioridad entonces?— Pregunta Laura.

—Su trabajo.

— ¿Oh? ¿Cuéntanos sobre eso?— Sonríe mientras cambia


hábilmente la conversación, para mi alivio. Mi pequeño aliada, incluso
todavía.
—Es un cazador—. Y eso es todo lo que sabrán de la verdadera
profesión de mi esposo.

Helen resopla.

—Ningún cazador captura lo suficiente como para permitirse tierras


como esta. Estoy seguro de que la caza es una excusa y él se escapa por
la noche con otra mujer. Ha hecho su fortuna y ahora juega en el
campo.

Pienso en los ruidos, en las reglas, en la torre misteriosa y en toda


otra ala de la casa que nunca he explorado ni cuestionado. ¿Y si tiene
otra mujer allí? ¿Una mujer de día y otra de noche? Me muerdo el
labio.

Helen se inclina hacia adelante para palmear mi rodilla. Casi le


pateo la nariz.

—Allí, allá, muchas mujeres tienen maridos infieles. Pero debes


darle un heredero de su fortuna, y rápidamente, si deseas seguir
siendo relevante para él. De lo contrario, podría sacarte a la calle sin
pensarlo dos veces.

— ¿No crees que sea espantoso? Si tiene un aspecto tan horrible, lo


suficiente como para negociar por una esposa, ¿cómo podría conseguir
un amante?— Ella está tratando de derribarme. Reñir
conmigo. Destrozarme. No quiero dejarla, pero lo frustrante es que ha
tenido años para perfeccionar esta habilidad; Joyce sin duda la preparó
para esto. Ella sabe exactamente qué me derriba y qué botones
presionar.

—Su casa está tan cerca del bosque. Él debe ser un cazador— Laura
interviene. —Y debe haber cazas raras en algún lugar donde los
bosques son tan espesos y viejos—. Ella se inclina con los ojos
brillantes. —Tal vez él caza a faes.

Estuve a punto de escupir mi hidromiel y en su lugar me obligué a


reír.
— ¿Un cazador de faes? No seas ridícula.

—Me imagino que debe verse positivamente apuesto, todo vestido


para la caza—. Laura se lleva el dorso de la mano a la frente y se
desmaya. Ocupo mi boca con otro sorbo de hidromiel.

Helen inclina la cabeza. Ella me está inspeccionando. Odio cuando


hace esto. Ella es capaz de juntar cosas que nadie más vería.

— Dices que es guapo… y sin embargo pareces dudar de eso. No


ofreces ninguna prueba, ninguna explicación detallada de lo bueno que
es, ni siquiera una mención de tu característica favorita de él... —Ella
tararea. —Ni siquiera lo has visto, ¿verdad?

Abro la boca y la cierro sin decir palabra, presionando mis labios en


un ceño fruncido. Esta habilidad suya ha sido mi némesis durante
años.

Laura jadea ante mi silencio.

— ¿Es eso cierto? ¿Has conocido a tu marido?

—Lo hice — Esta es exactamente la razón por la que no quería que


vinieran. Sabía que descubrirían las extrañas verdades de mi nuevo
arreglo. Sabía que lo usarían en mi contra a pesar de que soy yo quien
está en el regazo del lujo. Tengo el marido que tanto deseaban. Tengo
seguridad, protección y libertades. Sin embargo, el espectro de Joyce
permanece sobre ellos, diciéndome que no tengo nada.

—Entonces, ¿cómo no pudiste saber…?— Laura parece


genuinamente confundida.

—Solo hemos hablado cuando no podía verlo.

Helen suspira y niega con la cabeza con tristeza.

—Es una pena ver que se aprovechan tanto tus debilidades y tu


intelecto inferior. Es por eso que tuvimos que protegerte y mantenerte
tan cerca de casa, Katria. Si alguna vez te dejábamos salir libremente,
sabíamos que esto sucedería.

Me hierve la sangre. Estoy acostumbrada a sus golpes en mi


contra. Pero ahora menosprecian al hombre que me salvó la
vida. Intentan ponerme en contra de la única persona que no me ha
causado daño ni malicia.

—No se aprovechan de mí. No sé cómo podrías pensarlo —. Hago


un movimiento a nuestro alrededor. —No quiero nada. Cualquier cosa
que desee, si la nombro, la tendré. Mi esposo es amable, respetuoso y
gentil. Deberías soñar con un hombre como él —. Debido a que un
hombre como él sería mucho mejor de lo que te mereces, desearía poder
decírselo en voz alta.

—Y, sin embargo, se negó a darte la decencia de mirarte a los ojos


cuando te conoció— dice Helen.

—Katria, sabes que quiero encontrar todo esto profundamente


romántico... pero esto no es un libro de cuentos—. Laura agarra mis
manos. —Es extraño que no te deje verlo.

—No es dañino.

—Además, no sabes de dónde viene su riqueza—. Helen suspira. —


Piensa en esto de manera lógica, solo estamos tratando de ayudar. No
hay forma de que pueda permitirse todo esto cazando solo. Exigió sólo
un libro como dote. ¿Qué pasa si está involucrado en algunos
mercados extraños, ilegales y de canal secundario?

Sé que no está tratando de ayudar. Sin embargo... Helen tiene razón,


ambas la tienen, por lo que odio admitirlo. Si mi marido es un cazador
de faes, como sospecho, ¿a quién le vende su presa? ¿Quién le paga por
las muertes? Y si lo hace simplemente por el bien de la bondad y por
librar al mundo de esas bestias, ¿cómo ha ganado o cómo gana dinero?

Todas son preguntas para las que no tengo respuestas. Desearía


saber más.
Porque en el vacío de una explicación, la duda está echando raíces.

—Estoy preocupada por ti— dice Helen.

—Nunca te has preocupado por mí— espeto. —Toda mi vida, me


pisaste—. Helen tiene la audacia de jadear, como ofendida. —Me
convertiste en tu sirvienta.

—Para protegerte del mundo. Prepararte para ello


endureciéndote. Y te estás desviando —. Helen maneja sus palabras
como dagas, sabiendo exactamente dónde golpear. —Esto ya no se
trata de nosotras. Si fuéramos tan horribles, felicidades, te escapaste de
nosotros —. Helen luce una leve sonrisa, un poco presumida. Ella sabe
lo horrible que era, esa expresión lo admite. Pero ella también tiene
razón, ya no importa cómo me trataron, estoy libre de ellas. Aprieto las
manos de Laura con un poco más de fuerza y espero que sepa que está
exenta de estas duras verdades. —Si quieres permanecer escapando,
debes asegurarte de que estas segura en tu nuevo hogar.

— ¿Es eso una amenaza?— Yo digo.

Helen se ríe.

—No tengo control sobre ti, tu matrimonio o tu nueva vida. Todo lo


que digo es que, si tu esposo está involucrado en algo ilegal y es
encarcelado, podrías enfrentarte a la indigencia o verte obligada a
compartir su destino como cómplice. Si tu esposo está coqueteando con
otra mujer y decide reemplazarte por ella, entonces saldrás a la calle. Si
tu esposo tira su riqueza y la desperdicia, te encontrarás en una
posición similar a la de antes... ¿y sabe cuál será esa posición? — Mi
estómago se revuelve. Sé a dónde se dirige con esto. Sin embargo, lo
dice de todos modos. —Tendrás que venir arrastrándote de regreso a
nosotras—proclama Helen mientras se pone de pie, dominándome
como siempre lo hacía cuando Joyce no estaba cerca para hacerlo ella
misma. Es una viva imagen de su madre. —Entonces, si no quieres que
eso suceda, debes prestar atención a mis advertencias. Hazte útil a tu
marido. Conoce las circunstancias en las que te encuentras ahora. Se
astuta. Ese siempre ha sido tu problema; nunca piensas dos pasos por
delante y te hace tan fácil de usar —. Helen mira a Laura. —Nos vamos
ahora.

—Pero acabamos de llegar—. Laura se aferra a mí. — ¿No podemos


al menos pasar la noche?

—No me quedare en este extraño lugar con su extraño marido.

— ¿Quizás Oren podría traerte de regreso mañana?— Le sugiero a


Laura, ignorando la culpa instantánea que siento por ofrecerme como
voluntario a Oren sin preguntar. Pero he hecho todo lo posible para
imponerle lo menos posible. Y prepararé todas mis comidas durante
un mes en agradecimiento por esta única cosa. No me importaría pasar
un tiempo a solas con Laura, quizás para discutir ideas para sacarla de
esa casa más rápido, antes de que Joyce y Helen la arruinen.

—No te impongas— la regaña Helen.

—No sería una imposición—insisto.

—Madre nunca te querría aquí.

Ah, madre, la carta de triunfo. La razón irrefutable. Laura se levanta


de mala gana. Nuestros dedos todavía están entrelazados.

—Ven a visitarnos pronto, ¿sí?— Sus ojos son más tenues, más
apagados. Puedo escuchar una parte de mi corazón romperse por su
dolor. Sé fuerte, quiero decir. Un poco más y estarás fuera de allí, de una
forma u otra.

—Para ti, sí — digo. Volveré a esa casa por mi hermana. Y tal vez,
tal vez la próxima vez que me vaya la llevaré conmigo también.

—Bien. — Laura lanza sus brazos alrededor de mis hombros y me


da un fuerte apretón. Helen apenas mira hacia atrás una vez mientras
se desliza fuera de la mansión. Sin duda, ansiosa por informar de sus
hallazgos a Joyce.

—ES EXTRAÑO que tus hermanas viajen hasta aquí solo para darse la
vuelta y marcharse— dice Oren mientras me sirve la cena.

—Me alegro de que lo hayan hecho. Bueno, una de ellas —murmuro


sombríamente. —Si alguna vez envían un mensaje de que volverán,
responda de inmediato que solo Laura puede venir. Nunca más
vuelvas a abrir la puerta para Helen o Joyce. No son bienvenidas aquí.

Oren está quieto, sus manos en la jarra, mi copa de vino todavía


vacía.

—De ahora en adelante dependerá de usted decidir quién está


autorizado o no en estos pasillos.

— ¿Qué?— La frase extraña me saca de mi trance enojado.

—Nada. — Oren niega con la cabeza y sirve mi copa de vino. —Oh,


el Lord de la mansión me dijo que le informara que no podrá reunirse
con usted esta noche—. Con eso, Oren regresa a la cocina. Lord
Fenwood no se ha perdido una copa por la noche en más de una
semana. Esta noticia solo alimenta mi malestar.

—Oren— Lo detengo. Me mira con una mirada compasiva. Siente


pena por mí. ¿Por qué? Tengo algunas conjeturas. Pero tengo la
sensación de que la apariencia no tiene nada que ver con mi familia. —
Me dirías si hay algo mal, ¿verdad?

—Por supuesto. Pero no se preocupe, todo es como pretendíamos —


El desaparece.
Durante toda la cena reproduzco mentalmente sus extrañas frases y
gestos. Algo estaba mal. O tal vez no lo estaba, y mis hermanas me
atraparon. Busco excusas para encontrar problemas cuando no los hay.

Me preparo para ir a la cama y me acuesto. Pero el sueño se me


escapa. Sigo repitiendo las palabras de mis hermanas. Las de Helen
son crueles, sin duda. Y sin duda dijo esas cosas para derribarme.

Pero eso tampoco está equivocado. Incluso Laura estaba preocupada


por mí.

¿Debería estar más preocupada por mi situación? ¿Qué pasa si


Helen tiene razón y esta libertad y este consuelo que he encontrado son
tan frágiles que pueden ser arrancados de mis manos y destrozados en
cualquier segundo? Agarro el edredón. Es tan suave... más suave que
cualquier cosa que haya tenido antes. No puedo renunciar a esta
cama. No puedo renunciar a mis libertades aquí. No renunciaré a esta
vida.

Estoy de pie. Tiro una bata sobre mi camisón y salgo de mi


habitación. Esta noche hay luna llena y el pasillo está
iluminado. Brevemente me doy cuenta que ha pasado casi un mes
desde que llegué.

A mitad de camino hacia la puerta, empiezo a dudar de mí


misma. Si Lord Fenwood no quiere ser visto o que yo sepa la verdad
sobre él, entonces es asunto suyo. Debería dejarlo así. Estoy a punto de
darme la vuelta y volver a la cama cuando escucho varios pares de
pasos en el vestíbulo principal, bajando las escaleras y cruzando hacia
la otra ala de la mansión.

Ahí es cuando me doy cuenta de la carta que se ha deslizado por


debajo de la puerta del vestíbulo.

Me invade una náusea fría mientras recojo el sobre. Mi nombre está


escrito en él con la letra de Lord Fenwood. Le doy la vuelta y rompo el
sello. La carta se lee como lo haría en mi peor pesadilla:
PARA MI ESPOSA, Katria

TENGO asuntos que atender de un tipo peligroso.

En caso de que nunca vuelva a estos pasillos, te dejo todo: la casa, todo su
contenido y la suma ordenada escondida debajo de las tablas del piso del
armario adyacente a mis habitaciones. Debería ser suficiente que puedas vivir
el resto de tus días con comodidad. Te lo lego todo, esposa.

Y si nunca volviera, eres una mujer libre y deberías disfrutar tu vida como
tal.

ATENTAMENTE,

LORD FENWOOD

LA FORMA EN QUE está redactada la carta... No tiene intención de


regresar. Eso es dolorosamente evidente.

Mis hermanas tenían razón. Paso de frío a caliente mientras arrugo


la carta en mi mano. Tirándola al suelo, agarro la manija de la puerta y
la giro. Malditas sean las reglas.

Estoy entendiendo la verdad.


8

EL ATRIO ESTÁ VACÍO. Pero la puerta que está justo enfrente de


mí está entreabierta. Nunca la había visto abierto antes. Miro entre él y
las escaleras que rodean la torre.

Primero subo las escaleras, de dos en dos. Basándome en los ruidos,


o Lord Fenwood se fue con un grupo de personas, o ese grupo estaba
aquí para asesinarlo por algún hecho horrible que nunca pensó que
valiera la pena contarme.

Salgo a un loft, preparándome para ver al señor, o a Oren,


esparcidos en un charco de su propia sangre. Pero en la habitación no
hay nadie más, vivo o muerto. Sin embargo, parece que lo han
saqueado. Las puertas de los armarios se han dejado abiertas. Las cajas
están en el suelo, el contenido volcado. Esta sala era una especie de
taller. Hay pinturas, salpicando el suelo y todavía en frascos. Hay
hierbas que se secan por encima de la cabeza. Sus aromas se mezclan
con el aroma de las virutas de madera y el agudo toque metálico de la
sangre cuya fuente parece que no podré encontrar. Quiero pasar horas
inspeccionando lentamente este espacio personal de Lord Fenwood.
Pero no hay tiempo.

De vuelta a la planta baja, me dirijo a la puerta del ala derecha. Es la


configuración opuesta a mis habitaciones. Aunque en lugar de un
estudio, hay otra sala de trabajo. En ninguna parte veo las abundantes
herramientas que necesitaría un cazador. De hecho, las únicas armas
que veo son unas cuantas dagas enjoyadas. Falta una en una fila de
clavijas.

Sin embargo, dijo que cazaba faes. ¿O era una mentira inteligente a
una mujer ingenua que sabía que no cuestionaría? Golpeo con mis
manos una de las encimeras, y los frascos y vasijas chocan entre sí
mientras maldigo en voz baja. ¿Cazador de faes? Debería haberlo
sabido mejor para no pensar que tal cosa era real.

Mis hermanas tenían razón y lo aborrezco. No sé nada de este


hombre. Pero lo haré antes del amanecer, me lo prometo a mí misma.

Al final del pasillo, a diferencia del mío, hay una última puerta.
Conduce a un conjunto de escaleras de piedra que descienden hacia la
oscuridad. Una ráfaga de aire fresco procedente de esas misteriosas
profundidades me recuerda que todavía estoy en bata y camisón.
Cambio mi peso de un pie a otro con energía inquieta, debatiendo qué
hacer a continuación. Dondequiera que haya ido el señor y con quien
haya ido, quienquiera que se lo haya llevado, no pueden estar muy
lejos. Pero ya he perdido el tiempo mirando las distintas habitaciones.
Si vuelvo y me cambio, seguro que los perderé.

Dejo escapar una serie de maldiciones y me apresuro a entrar en


uno de los estudios para recoger una linterna que enciendo con un
polvorín cercano. Apretándome más la bata a mí alrededor, me paro
una vez más en el precipicio de las escaleras. Me doy una cuenta lenta
de diez para encontrar cada pizca de valentía que he poseído y luego
empiezo a bajar.

La escalera de caracol se envuelve sobre sí misma dos, cuatro, doce


veces. Al fondo hay un túnel largo, frío y húmedo. Mi luz se extiende
solo unos pasos por delante de mí. Siento la oscuridad como si fuera
una monstruosidad viviente, susurrando amenazas desde lo
desconocido. Mi mano tiembla levemente, haciendo vibrar la linterna.
La llama del interior parpadea. Agarro mi muñeca con la otra mano y
la mantengo firme. Lo último que quiero es que se apague mi única
luz.

El túnel parece una de las partes más antiguas del castillo, basado
en la piedra y el mortero, pero en ningún momento estoy nerviosa por
mi seguridad dentro de él. Hay vigas de soporte frescas en el techo.
Alguien ha estado manteniendo este antiguo pasadizo. La pregunta es
por qué.

A lo lejos, un arco plateado está iluminado por la luz de la luna, una


salida. Cuando me acerco, puedo escuchar voces a la deriva por el
bosque. Reduzco el paso y dejo mi linterna. El pasaje se ha inclinado
lentamente hacia arriba, por lo que el piso ya no está encharcado de
agua. Noto varios juegos de huellas. No puedo decir cuántas personas
vinieron delante de mí porque sería imposible caminar por este
pasadizo de otra manera que no fuera en una sola fila.

Pero hay suficientes pisadas húmedas que me preocupan, porque


con seguridad me superan en número.

Debería darme la vuelta. Sé que debería. Pero ahora la curiosidad se


apodera de mí y sigue empujándome hacia adelante. Vine buscando la
verdad. No me iré hasta que la tenga.

El túnel me deja caer al bosque. Me estremezco, aunque no sé si es


por el frío o por la sensación inmediata de estar expuesta. Cada árbol
en la sombras me mira con anticipación, la pálida luz de la luna
parpadea como una bestia de mil ojos en el dosel de arriba.

Las voces me impiden volver a esconderme en el túnel y correr por


la seguridad de la mansión. Hay un camino de piedra gastada que
serpentea entre los árboles, luchando contra la maleza del bosque. Las
voces provienen de la dirección que conduce la pasarela. Sigo por el
borde del camino y pronto veo un parpadeo naranja. Me agacho y me
muevo con tanto sigilo como puedo reunir, acercándome lo suficiente
como para poder distinguir cada palabra que dice la gente, pero no
entiendo ninguna de ellas. Hablan en una lengua extraña que no
reconozco.

¿Esta gente se ha llevado a Lord Fenwood? ¿O son sus cómplices?


Su carta sonaba como si supiera que haría algo esta noche que lo
mataría. Eso es lo que me sigue empujando hacia adelante. Necesito la
verdad de este hombre, solo una vez.

Me acerco a un árbol y le doy la espalda. La gente está cantando


ahora. Puedo ver sus contornos en sombras bailando a la luz del fuego.
Me hundo en el manto de agujas de pino que cubre el suelo del bosque.
Arrastrándome lo más lentamente posible, me arrastro hasta la cima de
una pequeña cresta.

El camino que se extendía desde el túnel serpentea a través del


bosque hasta una cuenca. Los árboles están encaramados en la cresta
alrededor del área circular. En el pequeño valle hay cuatro personas.

No, no personas, monstruos.

Un hombre tiene cuernos como de ciervo que le salen de la cabeza.


Sigue pasando los dedos por el fuego, milagrosamente sin quemarse,
mientras canta bajo y fuerte. Otro hombre y una mujer bailan a su
alrededor. Ambos se han despojado de sus ropas pequeñas y su piel
desnuda ha sido completamente cubierta de pintura púrpura brillante,
un patrón de remolinos, puntos y líneas deslizándose con un efecto
casi hipnótico a medida que se mueven.

La mujer tiene el pelo de un color rojo oscuro, piel marrón oscura y


alas como de mariposa. El hombre es pálido y tiene cuernos de carnero
que se encrespan a ambos lados de la cara y brazos fuertes que
terminan en garras huesudas. Me estremezco violentamente al verlo.
Cantan, chillan y gritan a la luna de arriba mientras mira hacia lo que
solo puedo describir como una especie de ritual oscuro.

Estas criaturas son fae. No es de extrañar por qué Lord Fenwood


pensó que moriría esta noche. Ciertamente no estoy a salvo. Debería
irme antes de que me vean. Pero la presencia de la cuarta persona es lo
que me mantiene aquí.

De pie frente al hombre que canta y juega con el fuego, hay un


anciano de ojos negros como perlas y cabello gris peinado hacia atrás.
Oren está medio desnudo, con el pecho pintado también. Desplegadas
de su espalda hay dos alas pálidas y de gasa, como las de una libélula.
Mi garganta esta seca y pegajosa. La ligera joroba de su espalda… Dejé
entrar a un Fae en mi habitación.

Lord Fenwood dejó entrar a un fae en su casa. Debió haber


descubierto la verdadera naturaleza de Oren y planeó enfrentarlo esta
noche. Clavo mis dedos en la tierra y las agujas de pino, resistiendo el
impulso de gritar de frustración.

Enfrentarse a Oren para descubrir que es un fae sería un suicidio, el


señor debe haberlo sabido. De ahí la letra. Pienso en sus fuertes brazos
protegiéndome. ¿Y si ha hecho esto para mantenerme a salvo? Debería
haber despedido a Oren.

Antes de que pueda tomar alguna acción tonta, las cuatro personas
levantan los brazos y la cara hacia el cielo y dejan escapar un grito
primitivo que se detiene abruptamente. Lentamente, con reverencia,
todos se vuelven hacia la línea de la cresta opuesta al camino. De pie
sobre una roca, dominando al grupo, hay un hombre del que solo
puedo suponer que es su líder.

Lleva una capa muy adornada con flores silvestres. Su amplio pecho
está desnudo. Tiene poco más que un taparrabos alrededor de su
cintura y no hace nada para ocultar los músculos abultados de sus
muslos. A lo largo de su cuerpo, se han dibujado más líneas y símbolos
con pintura luminiscente. Cubiertas detrás de él, arrastrándose por el
suelo mientras camina, hay unas alas carmesíes hechas jirones.

Exuda un aire de poder y autoridad. Estoy tan fascinada por él


como aterrorizada. Es como un trago venenoso que promete ser la cosa
más deliciosa del mundo... te arriesgarías a morir a sabiendas solo por
probarlo.

El líder levanta un objeto pequeño con ambas manos mientras


desciende hacia la hoguera en el centro del claro. No puedo distinguir
lo que sostiene hasta que está más cerca de la luz del fuego. Mi corazón
sale de mi pecho, rodando hacia abajo para detenerse a los pies de este
hombre. Lord Fenwood está muerto. Debe estarlo.

Porque este monstruo feérico sostiene el libro de mi madre.

Con el corazón acelerado, doblo las rodillas para poder ver mejor.
No, no podría ser, por favor que sea cualquier cosa menos eso. Pero,
efectivamente, el libro tiene las marcas demasiado familiares en el
frente y el lomo.

Los otros cuatro faes caminan lentamente alrededor del fuego para
tocar al hombre, cantando, susurrando. Lo acarician como amantes,
como aduladores, como suplicantes que lo ven como un dios. El líder
se detiene y abre el libro. Sus labios se mueven, pero no puedo
escuchar las palabras que dice. Al mismo tiempo, los otros individuos
comienzan a bailar una vez más. El rubio pálido corta una trenza de
detrás del cuerno de carnero y la arroja al fuego. El hombre con
cuernos rasga una pieza de su ropa y rápidamente la reduce a cenizas.
Oren pasa una daga enjoyada por su palma y la sostiene sobre el fuego
para permitir que su sangre gotee en ella. El fuego cambia de color,
pasando de un naranja normal a un blanco brillante, a un rojo intenso y
luego a un negro antinatural veteado de púrpura y blanco.

Luego, el líder cierra el libro y lo levanta por encima de su cabeza.


Lo va a tirar al fuego, me doy cuenta. El instinto tonto de proteger ese
tomo gastado se hace cargo. Me levanto del suelo.

—No— le susurro. —Por favor, no lo hagas—. El libro es todo lo


que tengo como prueba de la madre que me amaba. Se suponía que
sería el último regalo de mi padre. Ninguno de los faes se da cuenta de
que estoy ahora en lo alto de la cresta. Todos están demasiado
concentrados en el hombre y el libro.

Empieza a mover los brazos; la gravedad ahora tiene el control.

— ¡No! — Grito y corro hacia adelante.

Los fae se vuelven hacia mí. Me congelaría de miedo si no fuera por


el impulso que me da la pendiente de la cresta. Corro, con los brazos
girando; Estoy desequilibrada. Las manos del hombre abandonan el
libro mientras cierro la brecha. Todo sucede con una lentitud
surrealista mientras el libro cae por el aire.

El fae con alas de mariposa carga por mí, pero los demás parecen
demasiado aturdidos para hacer algo. Me agacho alrededor de la mujer
y salto hacia el libro antes de que pueda encontrarse con las llamas,
pero mi pie se engancha en una raíz. Mi tobillo cruje, me giro. Es
demasiado tarde, estoy demasiado desequilibrada. ¿Cómo cerré tanta
distancia tan rápido? ¿Cómo me acerqué tanto a los faes mientras aún
respiraba?

No es que importe la forma en que me estoy cayendo...

Los ojos del hombre se abren, un tono esmeralda vibrante, el mismo


color que la primavera, como el renacimiento de la tierra misma,
antinatural, deslumbrante. Bloqueamos las miradas y me roban el
aliento. Su aterradora belleza es lo último que veo antes de caer en las
llamas y el mundo explota con un calor blanco.
9

SI SOY HONESTA, LA muerte duele mucho menos de lo que


pensaba.

El fuego se ha convertido en luz del sol, envolviéndome como una


manta. Nada duele. De hecho, todo lo contrario. Tal vez sea como la
vez que Misty me pisó el pie y me rompió varios huesos. No me di
cuenta de lo mal que estaba hasta unas horas más tarde. Cordella me
contó cómo un cuerpo puede entrar en estado de shock cuando me
vendó en los establos para que Joyce no me viera y me regañara por
lastimarme.

Entré en shock por un pie roto. Caer en un fuego furioso sería un


nivel de entumecimiento completamente diferente.

Pero no me he ido del todo. Hay gritos en la distancia; las palabras


confusas ganan un breve momento de claridad antes de alejarse
demasiado para escucharlas. Estoy a la deriva en un mar pálido,
siendo llevada al más allá al que no tengo más remedio que
someterme. Escucho nuevas voces, cantando y cantando. Esto no es
como las palabras febriles que los fae dijeron alrededor del fuego. Este
canto es brillante y alegre. Escucho los acordes de mil laúdes tocando y
de alguna manera sé que todos están rasgueando para mí.
Creo que escucho la voz de mi madre entre el coro. Ella está
cantando para que vuelva a casa. Ella está cantando para que yo
vuelva a ella. Finalmente, finalmente, el coro canta mi corazón, reunido
finalmente.

SILENCIO.

Luego una voz de mujer.

— ¿Qué vamos a hacer con ella?

—La llevamos a Vena—decreta una voz familiar. Conozco esa voz.


¿Cómo conozco esa voz?

— ¿Estás loco? — pregunta un hombre. —No podemos llevarla a


Vena. Incluso si pudiera sobrevivir tanto tiempo aquí, lo cual no
puede, no podemos llevar a un humano a Dreamsong.

—Vena es la única persona que sabrá cómo sacarle mi magia—, dice


la segunda voz. Es profunda, como la nota más baja de una lira
retumbando en armonía con un trueno en un horizonte lejano.
Inequívoco. Intento luchar por la conciencia.

—Hol tiene razón— dice otro hombre. —Incluso si quisiéramos, ella


morirá antes de que lleguemos a Dreamsong.

—Entonces tendremos que movernos rápido, ¿no? — dice la voz


profunda.

—O la dejamos de vuelta en el Mundo Natural; vamos a


Dreamsong, le preguntamos a Vena qué debemos hacer y luego
volvemos a realizar el ritual que devolverá la magia al lugar que le
corresponde — dice la mujer.

—A menos que planees atarla a una silla, dudo que se quede quieta.
Eso me ha quedado dolorosamente claro ahora —. Esa es la voz
profunda de nuevo. Parece conocerme.
¿Lo conozco? Mi cabeza se siente tan confusa y pesada. Abro los
ojos.

—Ella se está despertando— dice Oren.

Es mediodía y el sol cega. Parpadeo lentamente mientras el mundo


se enfoca. Oren se cierne sobre mí, esta vez con una camisa.

Sin embargo, se deben cortar dos hendiduras en la espalda para


dejar salir las alas de libélula que se abalanzan a cada lado de él.

Me aparto de Oren y de las otras cuatro personas que están detrás


de él.

—Está bien, no te vamos a hacer daño—dice Oren.

—Ella no te va a creer— dice la mujer con alas de mariposa.


Reconozco a cada uno de los individuos ahora como los que estaban
reunidos alrededor del fuego.

—Deja que mime al humano hasta que tenga la cara azul, luego la
obligaremos a hacer lo que queramos—. El hombre con cuernos de
carnero cruza los brazos sobre el pecho, los bíceps abultados y resaltan
las marcas levemente brillantes que los recorren. —No me importa si
tiene la magia de los reyes de Aviness. No sabe cómo usarla. Podemos
dominarla.

—No me vas a obligar a hacer nada— espeto. Probablemente no sea


lo mejor que se puede hacer. Pero mi cabeza se está partiendo, estoy
rodeada de faes y estoy cansada de que me hablen como si no
estuviera aquí, eso es algo que Joyce me haría.

Los cinco me miran fijamente con distintos grados de conmoción.


Los labios de la mujer se abren y me mira boquiabierta. El hombre de
los cuernos de ciervo intercambia una mirada cautelosa con Cuernos
de Carnero antes de volverse hacia mí. Su líder frunce el ceño
levemente, el cabello castaño oscuro cae en cascada sobre su rostro con
un revuelo del viento.
—No pensé que hablaras en común— le dice el hombre con cuernos
de ciervo al hombre con cuernos de carnero.

—Yo no—, responde, todavía mirándome. —Y apuesto a que ella


no, ni tampoco, no debería hablar féerico.

— ¿Es la magia? — Oren mira a su líder.

—Probablemente— murmura con esa voz profunda suya, la mirada


volviendo a mí. Sus ojos son más verdes que el dosel de la luz del sol
que nos rodea. Más verde de lo que debería ser posible. Un tono único,
casi como una...

—Lima —susurro e inhalo bruscamente. —No, no, no, no —. Esa


única palabra se repite. No puede ser…No es posible.

Se agacha. Sus alas hechas jirones se mueven levemente detrás de él.


Todavía hay restos de pintura púrpura debajo de sus uñas.

—Has roto todas las reglas, Katria. — Las palabras están


impregnadas de frustración.

—Eres tú— respiro. —Lord Fenwood.

—Supongo que ahora que has visto mi verdadero yo, deberías saber
mi nombre real también. Davien —. Hace un gesto detrás de él. —El
caballero de las astas es Hol. Mi otro amigo cornudo es Giles.

— ¿Ni siquiera vas a intentar una broma cachonda? Decepcionante


—, murmura Giles mientras sonríe como un gato.

Lord Fenwood: Davien lo ignora.

—La dama es Shaye. Y, por supuesto, conoces a Oren.

Me arrastré todo el camino hacia atrás contra un árbol en un


esfuerzo por mantener la mayor distancia posible entre estas criaturas
y yo. Cuando mi espalda se presiona contra la corteza, empiezo a tener
una mejor idea de lo que me rodea, aunque es casi imposible apartar
los ojos de los fae. Espero que se lancen a mi garganta en cualquier
segundo, aunque todavía no me hayan matado.

Ya no estamos en el bosque de pinos profundo. Los robles


centenarios se extienden con una telaraña de ramas para captar la luz
del sol y la fresca brisa de la tarde. El musgo cuelga de sus
extremidades, balanceándose.

Pequeñas motas de luz, un arco iris de luciérnagas lo


suficientemente brillantes como para ser vistas durante el día, flotan a
nuestro alrededor. El musgo tiene un brillo iridiscente, no muy
diferente al carmesí de las alas de Davien.

Cada color es más brillante que nunca. Cada olor es más agudo. El
aire en sí se siente vivo, poderoso y temible, de una manera
completamente diferente a la del bosque oscuro. No me siento
amenazada aquí. Sin embargo, al mismo tiempo, se siente como un
lugar de gran peligro.

— ¿Dónde estamos? — Pregunto.

—Estamos en el Bosque Sangriento al noreste de lo que ustedes


conocen como las Montañas de Pizarra.

—Noreste...— Me cuesta procesar la información. —No hay nada al


noreste de las Montañas de Pizarra. Son absolutamente intransitables.
El mundo termina. — Cada tonto que alguna vez ha intentado
cruzarlos nunca ha regresado.

—Infranqueable para los de tu clase —. Hol mira en mi dirección


desde el rabillo de sus ojos morados, antes de volver a explorar el
bosque que nos rodea. Cada músculo de su cuerpo está tenso. Como si
estuviera listo para una pelea... o listo para correr. —Al menos, sin la
ayuda de personas como nosotros.

—Las Montañas de Pizarra son una línea entre mundos—, dice


Davien con forzada calma. Hay una agitación que arde en el fondo de
sus ojos. Está frustrado conmigo. Bien. Déjalo ser. Él fue quien
mantuvo todo esto en secreto y ahora me ha metido en ello. —Al otro
lado de ellos está el antiguo reino de Aviness, donde estamos ahora.

—La mayoría de la gente lo llama el de las tierras de faes hoy en


día—, dice Giles escudriñando el bosque también mientras habla, el
viento alborota su cabello rubio alrededor de sus cuernos.

— ¿Por qué no me has matado? ¿Por qué me has traído aquí? ¿Qué
quieres de mí? —Mis preguntas se vuelven apresuradas y frenéticas.

—Quiero la magia que robaste—. La voz de Davien se vuelve más


un gruñido. —La magia que fue mi derecho de nacimiento.

—No tomé ninguna magia—. Niego con la cabeza.

Me agarra por los hombros con sus manos anchas y me sacude.

—Entraste en la cañada, interrumpiste el ritual, entraste en la llama.

Supongo que hice todas esas cosas.

—Nunca tuve la intención… Bien, si quieres lo que sea que sea esta
magia, entonces retírala. Realmente no sé de qué estás hablando y no lo
querría incluso si lo supiera.

—Si tan solo fuera tan simple—. Una sombra cruza su rostro. —Pasé
toda mi vida, casi veinticuatro años, buscando las piezas que
necesitaba para completar ese ritual. Esperé cinco años solo para que
las estrellas se alinearan. ¿Y crees que puedes dármelo solo porque tú
lo dices?

—Suficiente. — Oren presiona ligeramente con las yemas de los


dedos el antebrazo de Davien, interrumpiendo la perorata del hombre.
—No estás logrando nada con esto.

—Tal vez lo haga—, dice Shaye con una sonrisa maliciosa. —Nunca
antes habíamos tenido un humano que robara magia fae. Tal vez si la
sacude lo suficientemente fuerte, estallará fuera de ella. O su cabeza
saldrá disparada.
Mis ojos se agrandan.

—Ninguno de nosotros la tocara—. Debe darse cuenta de que se


contradice a sí mismo, porque Davien me suelta con un suspiro de
frustración.

—Creo que acabas de tocarla...

—Silencio, Giles. — Davien se pellizca el puente de la nariz. La


forma en que me mira ahora me recuerda cada medida de desdén que
Joyce y Helen alguna vez me mostraron, y algo más.

—No quise…— Empiezo a decir. Se manifiesta mi instinto de


aplacar esa mera mirada.

Me interrumpe.

—Eso está claro. Y, sin embargo, te has arriesgado al arruinarlo todo


—. Davien comienza a caminar por el bosque. —La llevaremos a Vena.

—Levántate—, dice Oren con suavidad, ayudándome a ponerme de


pie.

—Todo el camino a Dreamsong, a través del Bosque Sangriento, con


un humano—. Shaye me devuelve la mirada antes de mirar a Hol a los
ojos. —Le doy tres días.

—Generoso— dice Hol. —Me sorprendería por dos.

—Genial, ahora tengo que elegir entre uno, que parece demasiado
corto, y cuatro, que todos estamos de acuerdo en que es demasiado
generoso—, murmura Giles. —Tomaré cuatro, si es necesario.
¿Escuchaste eso, humana? Estoy siendo optimista contigo.

Me doy cuenta de que están hablando de cuánto tiempo podré


seguir con vida. Niego con la cabeza lentamente; se convierte en una
onda que recorre mi columna vertebral que rápidamente se convierte
en estremecimientos. No puedo moverme con mis huesos vibrando tan
violentamente. Mi espalda golpea el árbol y me deslizo hacia abajo una
vez más, acurrucándome en una bola y agarrando mi cabeza.

—Tenemos que ponernos en movimiento—. Oren intenta


levantarme por los codos. —No es seguro para nosotros aquí.

— ¡Por supuesto que no lo es! No estoy a salvo con ninguno de


ustedes.

—Ninguno de nosotros te va a hacer daño.

—Al menos no mientras tengas la magia de Davien—, dice Giles


con voz cantarina. Su falda se agita ligeramente alrededor de sus
muslos mientras camina.

Un gemido sube por mi garganta y se escapa como un ruido sordo y


confuso.

—Quiero ir a casa.

—No puedes— dice Oren.

—Llévame de vuelta—, exijo. —Llévame de vuelta ahora—, repito,


más fuerte. Es suficiente para que me llame la atención de Davien. Se
detiene y se vuelve lentamente hacia mí mientras me levanto del suelo
por mi propia cuenta. —Tú... hiciste un trato cuando te casaste
conmigo. Hiciste un juramento de que nunca me dejarías de lado. Y
quiero irme a casa.

Davien se acerca lentamente, sus músculos se ondulan con un poder


que promete con calma que podría destrozarme si lo deseara. Su magia
fae es como un aura. Me sorprende que no ondule el aire a su
alrededor como el calor de las piedras en un día de verano.

—Sobre eso— casi ronronea. —Primero, casa, ¿dónde estaría eso?


¿Volver a esa 'mansión decrépita' en la que me dijiste que vive tu
familia? ¿Es ahí donde consideras tu 'hogar'? ¿O hiciste de mi
propiedad tu hogar?
—Me lo dejaste a mí, en tu carta—. Trato de no dejarme intimidar,
pero es más y más difícil cuanto más se acerca. —Quiero que me lleves
de regreso allí.

—Escuché cómo sigues usando esa palabra: quiero. Pero no va a


tener el efecto que crees que tendrá.

—Pero…

—Sí, te hice un voto muy generoso que, señalaré aquí y ahora, no


tenía que hacer. Y tienes razón en que tengo que mantenerlo. Sin
embargo, te estás olvidando de una parte clave —. Se detiene delante
de mí, mirando por el puente de la nariz. —Mi voto sólo dura hasta
que tú, o yo, abandonáramos ese plano mortal. Y viendo que ahora
hemos cruzado el Desvanecimiento hacia la tierra de Midscape… ya no
estamos en ese plano mortal. Así que mi voto se cumplió y queda
anulado.

Da medio paso más cerca. Mi espalda golpea el árbol de nuevo,


impidiendo escapar más. Está tan cerca que puedo sentir su
respiración, justo al borde del aire fresco del invierno.

—No tienes ningún derecho sobre mí aquí.

—Solo quiero irme a casa—, le susurro.

—Te llevaré de regreso a tu patético mundo tan pronto como tenga


la magia dentro de ti—. Agarra mi barbilla, tirando de mi cara hacia
arriba para hacerme mirarlo a los ojos. —Hasta entonces, estás bajo mi
mando. Escúchame y tal vez te saque de esto con vida.

Intento pensar en todo lo que he aprendido sobre los fae.


Monstruos, Confirmado. ¿No pueden decir mentiras? Estoy bastante
segura de que eso es cierto, ya que nunca olí una mentira en ninguno
de ellos. ¿Tienen que cumplir sus votos? Parece que sí, ya que está tan
ansioso por escapar del voto que hizo al casarse conmigo. ¿Cómo
puedo usar algo de eso para sobrevivir? ¡Piensa, Katria, piensa!
—Entonces, si voy contigo a esta Vena y te doy la magia que hay en
mí, ¿me llevarás de regreso a la mansión?

—Lo juro.

Trago saliva espesa. Eso sonó como un voto. Y no olí a humo.

—Bien. Entonces adelante.

Me suelta y se aleja rápidamente. Mientras pasa junto a sus


compañeros, veo a la mujer, Shaye, murmurarle. Apenas puedo
escuchar lo que dice:

—Lo siguiente que sabes es que ella intentará decir que sigue siendo
tu esposa. Como si las leyes humanas pudieran cumplirse aquí —. Ella
me mira con una sonrisa sarcástica. Ella sabe que puedo escucharla.
Tengo la sensación de que ella quería que lo hiciera.

Aunque con su cabello rojo y alas de mariposa no se parece en nada


a Helen o Joyce, me las recuerda cada vez más a cada minuto.

Recojo mi bata embarrada y sucia a mí alrededor, trato de caminar


con la dignidad que sé que no poseo en este momento, y avanzo
descalza hacia el bosque. Es un milagro que no me cortara los pies
anoche; al menos, el suelo del bosque aquí está cubierto de un musgo
suave y cómodo. La idea me hace reflexionar. Me miro los pies,
moviendo ambos dedos.

— ¿Qué es? — Pregunta Oren.

—Dile que se apure— nos grita Hol. —Le daremos cuatro días como
máximo antes de que muera aquí. No es hora para perder el tiempo.

—No es nada. — Niego con la cabeza y sigo adelante, pasando junto


a Oren y la fea sensación de traición que me llena su mera presencia.

Anoche me torcí gravemente el tobillo con una raíz. Escuché los


huesos crujir y los tendones romperse. No debería poder caminar
ahora mismo. Pero la articulación se siente bien. De hecho, ahora que la
neblina inicial se ha despejado, siento que puedo bailar, correr, saltar y
cantar. Si tan solo tuviera una razón para hacer cualquiera de esas
cosas. Todo lo que tengo ante mí es una larga marcha a través del
territorio enemigo.

Pero al menos mi tobillo es una tranquila garantía de una cosa: tal


vez realmente tenga magia. De lo contrario, ¿cómo estaría caminando
ahora mismo?
10

NO ESTOY MUY SEGURA DE por qué se llama Bosque


Sangriento. Comparado con el bosque en casa, este lugar es... ¿Me
atrevería a pensarlo? -alegre. A pesar de mi empresa, por supuesto.

Hablan entre ellos durante todo el día, en su mayoría


ignorándome. Davien dice poco; él lidera la manada y cavila de
manera bastante dramática. Oren también se mantiene al margen de
sus discusiones, se queda atrás, más cerca de mí. Sin duda para
asegurarse de que no corra. Me aseguro de mantener mi distancia
incluso de él. Cualquier confianza que pudiera haberse ganado de mí
ahora se ha ido.

Inevitablemente, la conversación vuelve a mí junto con sus


ojos. Preguntan cómo estoy. Dicen que debo estar cansada. Dicen que
mi cuerpo humano débil y frágil debe estar colapsando.

Cada vez, les aseguro que soy más que capaz de seguir
adelante. Puedo ir un poco más lejos.

Es la cuarta vez que hacen esto que finalmente estoy agotada. El sol
se pone del otro lado, del lado equivocado, de las montañas que se
ciernen sobre nosotros, un fenómeno extraño para mí y una prueba
más de que estoy muy lejos de casa. El sol sale de las montañas… no se
pone. Me detengo, cruzo los brazos y los miro.

— ¿Alguna vez me vas a decir por qué exactamente voy a morir en


los próximos tres días?

— ¿Realmente quieres saber? — Pregunta Hol.

—Oh, ¿puedo decírselo? — Giles parece demasiado ansioso para mi


gusto. Él sonríe y es entonces cuando noto que sus dientes son un poco
más afilados de lo que serían los de un humano normal.

—Supongo que dejaré que me niegues el placer—, le dice Shaye a


Giles.

—Dile lo que quieras—, responde Davien. —Pero no dejes de


moverte.

Comenzamos nuestra marcha de nuevo. Giles habla como lo


hacemos nosotros.

—Ya que eres humana, voy a asumir que básicamente no sabes nada
sobre el mundo en el que vives—. Pongo los ojos en blanco. Lo
ignora. —Lo que necesitas saber es esto. Hay tres mundos: el Más allá,
adonde vas cuando mueres; Midscape: dónde estás ahora y dónde aún
residimos los que tenemos magia; y el Mundo Natural: el mundo que
se les dio a los humanos después de las guerras antiguas, y de dónde
eres.

—Entre cada uno de estos mundos hay una barrera. La barrera entre
Midscape y el más allá se llama Velo. La barrera entre Midscape y el
Mundo Natural se llama Desvanecimiento.
—Todo bien. — Creo que lo sigo. Aunque parece demasiado
increíble para ser real. — ¿Cruzamos el Desvanecimiento para llegar
aquí?

—Correcto— dice.

— ¿Entonces las personas que intentan cruzar las montañas y cruzan


el Desvanecimiento realmente terminan aquí? ¿En Midscape?

—No exactamente.

—Afortunadamente no, para ellos—. Shaye inclina la cabeza hacia


atrás y suelta una carcajada. —La muerte es más amable para un
humano que terminar accidentalmente en la tierra de los fae.

Cruzo los brazos sobre el pecho y lucho contra un


escalofrío. Todavía estoy en camisón y bata. Lo que no daría por la
dignidad de unos pantalones o un vestido adecuado.

—Se supone que los humanos y las criaturas regulares de Midscape


no pueden cruzar el Desvanecimiento. Solo unos pocos elfos pueden
hacerlo; es el Rey Elfo quien mantiene las barreras entre los
mundos. Al no permitir que la mayoría de la gente cruce por ambos
lados, mantiene su poder.

— ¿Rey Elfo? — Repito. —¿Hay algo más que faes aquí?

—Hay elfos, mer, lykin, nosotros… Hubo dríadas hace mucho


tiempo, pero murieron después de que hicieron a los
humanos. También hay vampiros, pero no se los ha visto en
siglos. Creo que se escucharon por última vez hace un par de cientos
de años después de que se erigiera el Desvanecimiento. Podrían haber
seguido el camino de las dríadas.
Las dríadas hacen humanos... Todas las criaturas de los viejos
cuentos populares son reales... Me siento mareada y me detengo para
apoyarme contra un árbol y recuperar el aliento.

—Es imposible.

— ¿Qué fue eso? — Giles me llama.

—No me digas; ¿finalmente se ha rendido por hoy?— Pregunta


Shaye.

—Esto no puede ser real. Tengo que estar soñando —. Niego con la
cabeza con una risa. —¿Criaturas mágicas? ¿Guerras
antiguas? ¿Barreras entre mundos? No sé. No, esto no es real.

—Desafortunadamente para ti, es muy real—. Giles mete las manos


en los bolsillos ocultos por los pliegues de su falda suelta. —Porque ni
siquiera hemos llegado a la parte que te va a matar.

—Oh. Bien. Más cosas que pueden matarme además de los villanos
de todas las historias que me contaron cuando era niña —. Le frunzo el
ceño.

—Sigue moviéndote— grita Davien. Frunzo aún más el ceño y me


aparto del árbol. La marcha es bastante rápida y, aunque no diría que
estoy cansada todavía, también es mucho más que un paseo por el
bosque. Miro detrás de mí. Es como si estuviéramos huyendo de
algo. Sea lo que sea que infundiría miedo en los corazones de estas
personas, sé que no lo quiero conocer. Mis pensamientos se remontan a
la mujer que me atacó en el bosque. Quizás también haya más como
ella aquí.

—Los humanos no están hechos para este mundo—, dice Giles. —


Sólo un humano puede sobrevivir aquí: la Reina Humana.
— ¿Dónde vive? — Si hay una Reina Humana, tal vez pueda
encontrar mi camino hacia ella. Seguramente ella simpatizaría
conmigo, ¿verdad? Maldigo por dentro. ¿Qué estoy pensando? ¿Llegar
a una reina humana? Incluso si Giles me dijera dónde encontrarla, no
distinguiría una ciudad de otra aquí. No sé nada de este mundo. La
repugnante sensación de impotencia se instala en mis hombros y
quiero gritar.

—A ningún lugar al que quieras ir. Está casada con el Rey Elfo y vive
muy al sur.

—Que se pudra con todos los elfos detrás de su muro—, murmura


Hol en voz baja.

—Déjame aclarar esto, estás diciendo que los humanos no pueden


sobrevivir aquí, así que hace mucho tiempo que todos los humanos
fueron expulsados al...— Intento recordar cómo llamó a mi mundo —
…Mundo natural.

—Mira eso, se le puede enseñar. Soy como un papá orgulloso aquí —


. Giles se enjuga una lágrima imaginaria por el rabillo del ojo,
sollozando dramáticamente.

Ignoro el comentario. Es lo más cerca que voy a estar de la verdad,


así que continúo.

—Y como los humanos no pueden sobrevivir aquí... ¿voy a morir?

—Más o menos. — Giles se encoge de hombros. —No puedo decir


que alguna vez lo hayamos probado. Shaye, una vez viste a un
humano arrastrado a Midscape, ¿verdad?

Shaye lo mira por ponerla en un aprieto. Pero ella responde de todos


modos.
—Lo hice. Fue una idea horrible de una persona horrible que hizo
cosas horribles —. Sus ojos están distantes mientras habla. Ella no
parece mirar nada. —Es la comida, el agua. En Midscape, los humanos
no se alimentan como deberían. Se marchitan y mueren
alarmantemente rápido.

Trago saliva y miro hacia las montañas. Trato de preguntar lo más


casualmente posible:

— ¿Cómo alguien cruza el Desvanecimiento?

—Ni siquiera pienses en intentar hacerlo—. Hol ve a través de mí. Se


ata su largo cabello castaño rojizo hacia atrás en la nuca, peinándolo
alrededor de sus cuernos. Se parecen más a nácar que a hueso. — El
Desvanecimiento es un lugar peligroso, incluso para
nosotros. Recuerda, se supone que nadie puede cruzarlo. Solo
podemos navegarlo con magia y pasadizos rotos que son un riesgo
cada vez que lo intentamos. Si Tú tratas de entrar en él, seguramente
moriría.

Parece que voy a morir de cualquier manera. Pero no digo el comentario


en voz alta. Me han dado suficiente para pensar que muerdo el silencio
por un rato. De vez en cuando los miro de nuevo. Los tres hablan entre
ellos. Las brillantes alas de mariposa de Shaye se mueven en ocasiones,
prueba de que son reales.

O que estoy teniendo el sueño más horrible y vívido de mi vida.

Extiendo mi antebrazo y le doy un pellizco firme. Duele. No, no es


un sueño.

Suspirando, paso mis dedos por mi cabello. Se enganchan en una


serie de nudos. Empiezo a tirar y a quitar los enredos. Le da a mis
manos algo que hacer mientras pienso. Como si desenredar mi cabello
me ayudara a desenredarme del lío en el que estoy.

Ni siquiera me doy cuenta de que el grupo se ha detenido hasta que


estoy a unos pasos de ellos. Empujada de mis pensamientos, miro a mí
alrededor. Las ruinas de las casas antiguas, olvidadas hace mucho
tiempo, se esparcen entre los árboles como juguetes de un niño
olvidados y abandonados. Un gran roble se levanta de los restos de
una casa, encajonado por las paredes derrumbadas.

—Nos quedaremos allí esta noche—. Davien señala hacia el edificio


que estaba mirando.

— ¿Deberíamos hacerlo?— Giles se estremece y se abraza. —Este es


un lugar maldito.

—Solo es una maldición si lo permites—, dice Hol con firmeza,


aunque no puedo decir a quién está tratando de convencer, al resto de
nosotros o él mismo.

Oren se ha detenido a mi lado. Lo miro y le susurro:

— ¿Así es como funcionan las maldiciones?

—No, las maldiciones son…— comienza a decir, pero Davien lo


interrumpe.

—Este lugar no está realmente maldito—. Su voz baja retumba a


través de mí. Odio que sea la misma voz con la que hablé todas esas
noches el mes pasado. La misma voz que me mantuvo despierto en mi
cama a altas horas de la noche, suspirando suavemente y anhelando
solo un vistazo del rostro que lo acompañaba. Hubiera sido más
amable si su voz cambiara cuando entramos en este mundo. Todavía
no sé cómo remediar la diferencia entre el apuesto, amable
y seguro Lord Fenwood que estaba imaginando y el poderoso y mortal
fae que estaba frente a mí.

—Es simplemente un lugar de brutalidad y gran trauma.

—El tipo de trauma que ni siquiera los árboles olvidan—. Shaye mira
las marquesinas frondosas bajo las que caminamos, como si tratara de
comunicarse con esos mismos centinelas.

Entramos en las ruinas a través de un arco desmoronado y


avanzamos sobre las rocas y los escombros, alrededor del roble central
y hasta la esquina trasera.

Giles toma un palo del suelo y dibuja un círculo a su alrededor. Oren


me hace un gesto para que retroceda con el resto de ellos. Observo con
fascinación mientras marca cuatro líneas en el círculo, cada una
apuntando en una dirección cardinal diferente. Mientras hace las
marcas, murmura:

—Norte, Sur, Este y Oeste, anclámeme en este mundo—. Clava el


palo en el suelo a sus pies. —Llena mi cuerpo de magia; permíteme
ejercer todo el poder de la roca y las hojas de los árboles.

Levanta el palo y lo apunta al árbol en el centro de las paredes de


piedra. La punta del palo apenas toca la corteza.

—Estemos seguros dentro de tus ramas; que tu corteza sea nuestro


escudo, y las ramas nuestros muros.

Sus ojos normalmente color avellana brillan con un tenue color


esmeralda en sus bordes y el árbol cobra vida con una sinfonía de
madera quejumbrosa y crujiente.
Me tambaleo hacia atrás. Oren me agarra con una mano,
ayudándome a mantenerme erguida. Observo cómo la corteza del
árbol se despega y se arquea por encima de mi cabeza. Nuevas ramas
brotan y se entrelazan para formar muros que se fusionan con los
restos de piedra que nos rodean. Las hojas se despliegan para convertir
un dosel en un techo. Cuando la luz se apaga, hay una cabaña
esperándonos.

—Cómo...— respiro. No puedo formar una oración


coherente. Debería estar aterrorizada. Debería querer correr al ver
eso. Y sin embargo... Fue impresionante. La magia fue una de las cosas
más hermosas que he visto en mi vida. La sensación de poder
empapando el aire. La prisa cuando se arremolinaba a nuestro
alrededor y el árbol cobraba vida. La forma en que se movía...

—Se llama ritumancia— responde Oren a mi pregunta inconclusa. —


Cada tipo de criatura en este mundo tiene su propia forma de magia,
diferente a las demás. Los fae tienen ritumancia, lo que significa que
usamos rituales para aprovechar y usar nuestros poderes. No podemos
realizar hazañas mágicas más grandes que un simple glamour, o usar
nuestros dones físicos, sin antes realizar una serie de pasos para
cargarlo y / o almacenarlo.

Giles levanta las manos como si fuera una señal. Tensa los dedos y
las garras salen disparadas. Son los mismos que vi anoche cuando
bailaba alrededor del fuego. Mientras relaja sus manos, las garras
desaparecen.

Pienso en lo que Lord Fenwood: Davien, me recuerdo a mí misma


con firmeza; Lord Fenwood nunca existió, me lo dijo de noche en el
comedor. No es de extrañar que supiera tanto sobre la magia de los
fae. Aquí pensé que era un cazador cuando en realidad era uno de
ellos.
El grupo se instala para pasar la noche. Hol enciende el fuego
mientras Shaye y Davien salen a cazar para cenar. Vuelven con una
liebre que rápidamente se corta y se asa.

Hol me entrega un trozo y dice:

—Puede que no sepa a nada, o que no te sirva de nada, pero no está


de más comerlo.

Mi estómago gruñe, aparentemente lo suficientemente fuerte como


para que lo escuchen porque Giles suelta un bufido. Realmente no
quiero comer su comida de fae, pero tengo que tratar de mantener mi
fuerza. Por lo menos, incluso si sabe a ceniza y no me nutre, es de
esperar que mi estómago se sienta lleno. Y eso será suficiente para
sofocar su canto.

—Gracias—, murmuro y tomo el muslo que está sosteniendo.

Como no he comido nada en todo el día, huele a cielo. Me hace el


agua la boca, le doy un mordisco, preparándome para un bocado
quemado. Pero en cambio... es la cosa más deliciosa que he probado en
mi vida. ¿Había comido siquiera antes de esto? Doy otro bocado
grande y me limpio la grasa líquida de la barbilla con el dorso de la
mano.

—Al menos estás haciendo un esfuerzo por comértelo—, dice Oren


con una sonrisa.

—No puede doler—, repito Hol. No quiero que sepan que puedo
saborear la comida. Quizás otros humanos le estaban mintiendo a los
faes. Nosotros podemos mentir, después de todo, y que no
pueden. Quizás hacerles creer que la comida y el agua no nos nutren es
una táctica para escapar y regresar a casa. Quizás sea la comida la que
me permitirá cruzar el Desvanecimiento.
Finalizada la cena, el grupo se acomoda para pasar la noche. Hol
ocupa el primer turno, Giles el segundo y Oren el tercero. Mi mejor
oportunidad para correr es cuando está de servicio. Si voy a escapar,
será entonces.

El suelo del bosque es más cómodo de lo que esperaba. La espesa


alfombra de musgo acuna mi cuerpo y caigo en un sueño
sorprendentemente profundo. Me despierto cuando Oren se mueve a
mi lado. Me coloqué lo suficientemente cerca para que él no pudiera
moverse sin que yo lo sintiera. Fingiendo estar todavía dormida,
suspiro suavemente y me pongo de lado. Cubriendo la mitad de mi
cara con mis manos, abro un ojo y miro entre mis dedos.

Oren y Giles susurran entre ellos. La conversación es breve y Giles


toma su lugar entre el grupo en el suelo. Espero hasta que su
respiración agitada se haya convertido en ronquidos suaves.

Moviéndome lentamente, me pongo boca abajo y pongo las manos


debajo de los hombros. Me levanto sobre las palmas de las manos y las
rodillas y examino al grupo, utilizando los restos humeantes de la
fogata como luz. Mis ojos se clavan en Davien. Incluso con poca luz, su
piel ámbar es prácticamente luminiscente. Las brasas anaranjadas
contornean sus músculos, el corte afilado de su mandíbula y la línea de
su frente, suavizada por el sueño.

Si miro solo su cara, no es muy diferente al hombre que imaginé,


hasta la ligera barba. Pero luego veo las alas carmesí iridiscentes
estiradas detrás de él. No, el Lord Fenwood que yo conocía era una
ilusión. Todo el tiempo, este fae me estaba manipulando. Cuando dejé
la casa de mi familia, juré que nunca volvería a ser utilizada.

Esa promesa a mí misma no terminó solo porque crucé a su mundo.


Me pongo de pie lentamente, saliendo de puntillas a través del arco
hecho de ramas y corteza. Oren se apoya en la abertura de las
ruinas. Su obediente mirada se detiene sobre mí.

—Deberías estar dormida— susurra.

—Tengo que ir al baño— digo tímidamente, ignorando el sabor a


metal en mi boca. —Pensé que no debería hacer eso donde todos los
demás están descansando la cabeza.

—Puedes hacerlo allí— Señala al otro lado del árbol, justo al lado del
refugio. —Voy a mirar hacia otro lado.

—No puedo, eso es demasiado...— Suspiro con frustración. —No


puedo hacerlo tan cerca de la gente.

—Están todos dormidos.

—Me da miedo escénico— Cambio mi peso de un pie a otro como si


la necesidad fuera urgente—Iré justo detrás de ese árbol. Está lo
suficientemente lejos — Señalo un gran roble cerca de otra ruina.

Oren frunce los labios.

—Bien, pero date prisa.

—Lo haré lo mejor que pueda — Presiono mis manos en la parte


inferior de mi abdomen. —Esa comida no me siento bien.

Me lanza una mirada de lástima, casi lo suficiente para hacerme


sentir mal por mentir y huir. Pero él fue quien me mintió en primer
lugar. Si se preocupara por mí, me habría dicho lo que era o les habría
impedido llevarme aquí.
Me acerco al árbol y doy un paso detrás de él. Después de un
segundo miro hacia atrás. Mis ojos se encuentran con los de
Oren. Articulo las palabras, no mires.

Pone los ojos en blanco y aparta la mirada. Esta es mi


oportunidad. Me lanzo desde el árbol hasta detrás de la pared
derrumbada de otra casa destruida hace mucho tiempo y escucho para
ver si me está persiguiendo. El bosque está en silencio. No creo que me
haya visto moverme.

Respiro, me preparo y escapo.


11

ME PREGUNTO cuánto tiempo me gano mientras me alejo de la


pared, corriendo de regreso entre los robles. Eventualmente, Oren
vendrá a buscar. Cuando no me encuentre, estoy segura de que
alertará a los demás. Debo suponer que son buenos rastreando. No
tengo nada en que basar esa suposición, pero prefiero esperar lo mejor
mientras planeo lo peor. Dada la suerte que tuve este último día, sin
duda pueden rastrear un escarabajo a través de una cadena
montañosa.

Lo suficientemente lejos como para saber que estoy fuera de la vista,


empiezo a cortar a la izquierda y me dirijo en la dirección de dónde
venimos. Había un arroyo no muy atrás. He escuchado historias de
personas que cruzan cuerpos de agua mientras son perseguidas por
perros. Algo sobre limpiar tu rastro de olor. Los fae parecen ser en
parte bestias, así que tal vez la premisa sea la misma. No puede doler.

Las pequeñas motas de luz que iluminaban el bosque durante el día


han hecho sus lechos sobre el musgo oscuro, convirtiendo el suelo del
bosque en un mar de estrellas que se aleja de mí mientras corro y se
cierra sobre mis pasos. Los árboles brillan como el agua, lo que solo
puede describirse como magia que emana de sus troncos y entra en las
hojas antes de volver a caer a la tierra como una neblina luminiscente.
Todo aquí se siente vivo, despierto, como si estuviera siendo
observada a cada paso por seres ancestrales.

Presiono mi mano en mi costado. Me duele y me arden los


pulmones. Recojo el aliento por sólo un segundo y sigo corriendo. Si
puedo llegar al arroyo, tal vez pueda perderlos. Presté atención al
camino que tomamos hoy. Encontraré el camino de regreso y luego me
dirigiré a las montañas. Cruzaré el Desvanecimiento. Si ellos pueden
hacerlo, yo también. Después de todo, tengo esta magia de reyes, o lo
que sea que se suponía que su ritual debía crear. Puedo hacer esto; Sé
que puedo.

El arroyo aparece a la vista.

Salto por la orilla poco profunda, chapoteo en el agua y salto. Es


cuando mis pies tocan el otro lado que veo el movimiento borroso en
mi periferia. Giro hacia la fuente por instinto.

Un hombre me golpea. Venía del cielo, una mancha de iridiscencia


rojo sangre y luz de las estrellas. Tocamos el suelo juntos. Levanto la
rodilla por instinto, buscando el punto blando entre sus piernas que
seguramente lo sacudirá y, en su lugar, toco sus costillas debido a la
forma incómoda en que caímos. Está medio encima de mí,
empujándose del suelo ahora, tratando de agarrar mi muñeca mientras
lucho por liberarme.

—Suelta…— Una gran palma me tapa la boca.

Los brillantes ojos verdes de Davien se encuentran con los míos. Lo


único que evita que su nariz toque la mía es su mano. Su cabello cae en
cascada sobre sus hombros y me hace cosquillas en la mejilla.

— ¿Estás tratando de que te maten? — gruñe.


Intento hablar contra su mano, los sonidos ahogados son
ininteligibles hasta que quita los dedos.

—Tus amigos no pararon de decirme todo el día cómo voy a morir


de todos modos. Bien podría apurarme.

—Y, sin embargo, todavía estamos tratando de mantenerte con


vida—. Todavía tiene que alejarse. Su cuerpo está aplastando el mío
contra el lecho del arroyo. El agua se precipita contra mi costado en
frío contraste con el calor de su firme músculo.

— ¿Sabes quién más intentó mantenerme con vida? Mi madre y mis


hermanas. ¿Sabes cómo lo hicieron? Encerrándome en habitaciones,
impidiéndome tener amigos, llevándome cualquier cosa que me
produjera la más mínima alegría. Me trataron como una cosa más que
como una persona —. Parpadeo hacia él, mis ojos ardiendo.

Las palabras brotan de mí sin ser invitadas. No quiero decirle estas


cosas, no a él, no aquí, no ahora. Pero en este momento, parece que no
puede haber nada oculto entre nosotros. Ha comprimido todo el
espacio donde los secretos podrían vivir en polvo. Es solo él, asaltando
mis sentidos como lo ha hecho durante semanas. Excepto que ahora
puedo verlo. Ahora puedo mirar esos ojos verdes brillantes mientras
me exponen. Ahora es más que un simple toque y puedo sentir su
cuerpo sobre el mío mientras su peso aplasta mis barreras.

—Quiero vivir, más que nada, y porque quiero eso, me niego a pasar
mis horas como cosa de alguien. Voy a vivir mi vida, como quiero
vivirla, o moriré en el intento. Así que ayúdame a vivir o prepárate
para matarme —termino, con la voz temblorosa.

Abre y cierra la boca. Aún indeciso sobre sus palabras, cambia su


peso y presiona una mano en el suelo a un lado de mi cabeza. Con
espacio entre nosotros una vez más, puedo respirar de nuevo. Nunca
me había sentido tan desnuda.

—Levántate—, dice, apenas más que un gruñido. —Te resfriarás si te


acuestas en el agua.

Davien me deja espacio para ponerme de pie. Limpio la tierra y las


piedras de mi túnica hecha jirones. Mi camisón es alarmantemente
traslúcido en el lado donde el agua fluía sobre mí. Cierro mi bata
alrededor de mí un poco más apretado. Si se dio cuenta de la
irregularidad, se aseguró de no mirar.

—Vive tu vida de la manera que quieras vivirla…— repite y se ríe


suavemente con un movimiento de cabeza. —Qué aspiración egoísta.

— ¿Disculpa? — Es mi turno de cerrar la brecha entre nosotros. Me


pongo de puntillas para tratar de mirarlo a los ojos y aun así me quedo
corta. — ¿Qué dijiste?

—Quieres vivir tu vida con total desprecio por todos y todo lo


demás. Es egoísta.

—Hice mis sacrificios. Me lo gané —. Niego con la cabeza,


retrocediendo. —No tengo que defenderme ante ti ni ante nadie.

—Tienes razón, no es así, porque claramente no te preocupas por los


demás—. Se encoge de hombros. —No es que pudiera entender a
alguien que eligió vivir su vida de esa manera.

— ¿Oh? ¿Y cómo vives tu vida? ¿Escondido en una mansión en el


mundo humano? ¿Encontrar novias cuyas familias tengan las cosas
que necesita para tus rituales nocturnos? ¿Soy siquiera la primera
novia humana que has tomado?— Me sorprende lo mucho que quiero
que diga que lo soy. Cuán herida estaría si fuera solo una de muchas.
—Lo eres. — Me lanza una mirada tan fría que tiemblo. — Y no te
acepté como mi esposa a la ligera. Si tuviera otra opción, no la tendría.
Nunca quise involucrarte en nada de esto. Si tu padre me hubiera dado
ese maldito libro cuando lo pedí por primera vez hace años, nada de
esto habría sucedido. Tuve que esperar y preparar una ofrenda que
sabía que su familia no podría rechazar.

—La muerte de mi padre...

—No tuve nada que ver con eso—, interrumpe con firmeza, pero
todavía un tanto gentil en torno al delicado tema. —No encontré
alegría en ello. Envié a Oren esperando que él negociara con tu padre,
no con Joyce. Ni siquiera sabía que había pasado al gran Más Allá, solo
que estaba fuera y el rumor de los tiempos difíciles de tu familia.

Lanzo un pequeño suspiro de alivio.

Continúa:

—Pero anoche... cuando finalmente, finalmente tuve todo lo que


necesitaba en su lugar, años de trabajo que se hicieron realidad para
una causa mucho más grande que yo, mucho más grande de lo que
jamás sabrás... yo... yo...

— ¿Tú? — Susurro cuando el silencio se extiende hasta el punto de


que temo que no continuará.

— Todavía pensaba en ti. Te dejé esa carta en un intento de facilitar


las cosas en caso de que alguien afirme que no tienes derecho a esa
tierra, a esa casa. Te habrían cuidado por el resto de tus días mortales.
Y todo lo que tenías que hacer era seguir las reglas que te di para tu
propio beneficio y quedarte quieta.
Mi estómago se revuelve, y no porque haya comido comida del
mundo fae. Estoy enferma porque no huelo a humo y los faes no
pueden mentir. Dice la verdad.

Todo lo que tenía que hacer era quedarme quieta. Una última noche
de obedecer las reglas y la libertad total que siempre he deseado
hubiera sido mía. Davien habría estado fuera de mi vida y sus riquezas
en el mundo natural habrían sido mías.

—Y aquí estamos otra vez. — El niega con la cabeza. —Otra noche


en la que arriesgas todo al no quedarte donde te pusieron.

—Si quieres que esté de acuerdo con esto, tienes que empezar a
contarme lo que está sucediendo. Trátame como a un igual. Sé que
debería, pero no puedo seguir las reglas a ciegas —. Joyce me ha
dejado una cicatriz demasiado profunda en formas que apenas estoy
empezando a comprender, como para estar de acuerdo con algo sin
cuestionar.

— ¿Crees que te lo mereces? — Arquea las cejas.

—Si tienes cariño, no, algún respeto, por mí, entonces harás esto. No
soy una reliquia que puedas guardar en un estante hasta tu próximo
ritual. Soy una persona que respira. No me trates como una cosa y no
tendré una razón para estar fuera de lugar porque el lugar en el que
estaré es el que he elegido.

Davien suspira profundamente. Pasa una mano por su cabello. La


mitad se desliza hacia atrás gracias al agua del arroyo. La otra mitad
cae en su rostro.

— ¿Prometes que eso es todo lo que se necesita?

—Lo juro.
—Dame una razón por la que pensaría que mantendrás tu palabra.
Juraste que, si abría la puerta, no te irías. Mentiste. — Hay dolor en su
rostro. Quizás por eso nunca antes quiso que lo viera. El hombre es un
libro abierto de emociones. Pasó tanto tiempo en aislamiento físico que
nunca tuvo que aprender a protegerse.

¿Mientras que yo? Aprendí esa habilidad muy rápidamente gracias a


Joyce y Helen.

Niego con la cabeza lentamente. No puedo pensar en nada que


pueda ofrecerle para demostrarle que estoy diciendo la verdad. Podría
decirle cómo pruebo el metal cuando miento. Pero no tiene pruebas de
lo que puedo probar o no. Laura nunca dijo que podía oler el metal en
mi aliento, las pocas veces que me complació con un olfateo.

—Supongo que no tienes ninguna razón—. Me encojo de hombros.


—Creo que lo mejor que puedo hacer para demostrárselo es empezar a
actuar de buena fe yo misma. Regresaré al campamento ahora mismo.

Su emoción cambia. Su frente se suaviza ligeramente y se arquea


hacia arriba. Sus ojos se entrecierran, solo un poco y solo por un
segundo. Es como ver los pensamientos danzar en la mente de una
persona, expuestos de una manera que nunca antes había visto.

Cruzo el arroyo y chapoteo en la orilla del otro lado. Estoy a varios


pasos de distancia cuando me doy cuenta de que no me está siguiendo.

— ¿Vienes?

— ¿De verdad planeas caminar? — Él se ríe. Sus poderosas alas, las


cuatro, se despliegan en su orden tácita y se extienden detrás de él. Así
que es cierto lo que me dijo acerca de que los fae podían convocar y
descartar algunas de sus características animales. Las alas se habían
desvanecido después de que nos derrumbáramos en el arroyo y ahora
parecen aumentar de tamaño. Rayas ligeramente translúcidas recogen
la luz del suelo del bosque. Está positivamente radiante. Con un
poderoso aleteo, medio salta, medio se desliza sobre el arroyo y camina
a mi lado. —Hay una forma mucho más rápida. Y si te trato como a un
igual, debería extenderlo a ti también —. Su brazo envuelve mis
hombros y me atrae hacia él. Una vez más, la fuerte longitud de su
cuerpo me deja sin aliento. —¿Confías en mí?

—No lo sé—, susurro.

—En qué estado nos encontramos, ¿no? — dice con una sonrisa tan
deslumbrante que debería ser un crimen. —No puedo confiar en ti y
ahora parece que tienes alguna razón por la que no puedes confiar en
mí.

—Bueno, también traicionaste mi confianza—, lo admito.

Parece realmente sorprendido por esto. —¿Qué? ¿Cómo?

—Me mentiste sobre quién eres.

Su frente se arruga.

— ¿Qué debería haber dicho? — pregunta suavemente; Estoy


asombrado por la sinceridad. — ¿Que tu nuevo esposo era un fae que
estaba destinado a dejarte? ¿Eso te habría hecho feliz?

Ya no puedo mirarlo a los ojos. No tengo respuesta.

—Supongo que desearía que las cosas fueran diferentes—, es todo lo


que puedo decir. Engancha mi barbilla y dirige mi rostro hacia él. Sus
ojos están abiertos y atractivos.
—He pasado toda mi vida deseando que las cosas fueran diferentes.
Y estamos en la cúspide de que todo cambie. Y una vez que cambie
para mí, también cambiará para ti —. Verdad. Verdad. Verdad. —Una
vez que tenga el poder que hay en ti, te enviare de regreso a tu mundo.
Aún tendrás esa casa. Aún tendrás todas las riquezas que dejé atrás.
Vivirás con todas las comodidades que quieras y la alegría que puedas
comprar.

— ¿Qué hay de los fae en el bosque?

—Ellos estaban detrás de mí, no de ti. Sin mí allí, nadie vendrá a


hacerte daño —. Su brazo se aprieta una vez más. —Así que te volveré
a hacer una pregunta imposible para un humano, de un fae… ¿confías
en mí? ¿Podrás que confiar en mí? ¿Podemos empezar de nuevo?

Debo decir que no. Cada instinto humano en mi cuerpo grita que no.
No puedo confiar en este hombre. Su mismísimo designio como fae es
ser mi enemigo.

Y, sin embargo, en un pequeño suspiro, me desafío incluso a mí


misma cuando digo:

—Sí.

Sus movimientos son borrosos. Con un movimiento fluido, me atrae


hacia su pecho mientras alcanza con su mano libre la parte de atrás de
mis rodillas. Se inclina hacia adelante y se hunde en sus piernas.
Luego, salta hacia arriba con un poderoso batir de sus alas.

Tomamos los cielos.

El dosel pasa rápidamente a nuestro lado. Intento protegerme con


una mano, presionando mi cara contra su pecho. Davien también se
mueve, recibiendo la peor parte de las ramas de los árboles con los
hombros y el cuello. El bosque se convierte en un recuerdo lejano a
medida que atravesamos su barrera frondosa y nos detenemos para
flotar entre las estrellas.

—Mira— susurra.

Aparto la cara de su pecho y hombro mientras comenzamos a


descender. Estamos cayendo mucho más lentamente de lo que debería
ser naturalmente posible. Davien estira una pierna y señala con el pie.
Con solo la punta de su bota se encuentra con una de las ramas
superiores de un roble y luego empuja una vez más con otro aleteo de
sus alas. Nos arqueamos hacia arriba, la magia chispeando como
brasas en las alas detrás de él.

—Mira, no es tan malo—. Me mira con una sonrisa. Muerdo mi labio


y finalmente admiro el mundo que nos rodea ahora que estoy al menos
algo segura de que no estoy a punto de caer.

Aunque sé que debería tener miedo. Aunque mi estómago se ha


caído de mi cuerpo. Mi corazón se acelera.

—No está mal…— repito, el pensamiento se pierde entre el


esplendor.

Desde esta posición ventajosa puedo ver la totalidad del Bosque


Sangriento. Se extiende a lo largo de la lejana cordillera y se adelgaza a
medida que se acerca a una ciudad vibrante en la cima de una colina
en la distancia. Puedo distinguir las agujas de un castillo contra el cielo
oscuro. Es el único signo de vida significativo que puedo ver. Por
encima de nosotros, los cielos nunca habían sido tan brillantes. Las
estrellas se parecen más a las orillas arenosas de un océano, en lugar de
las pequeñas motas como siempre las he conocido.
—Es increíble—, le susurro. Aflojo una mano de alrededor de su
cuello y señalo hacia el castillo. — ¿Qué es eso?

Sea lo que sea, no le gusta. Puedo sentir sus hombros tensos antes de
que un ceño fruncido recorra su rostro. Incluso el brillo de sus ojos
parece atenuarse con las sombras del trauma.

—Ese es la Corte Suprema. Es la colina en la que fueron coronados


los primeros reyes, donde reside la corona de cristal de los fae y donde
vive y gobierna el Rey Fae.

—Y quieres matarlo—. Las palabras son más fáciles de decir de lo


que creo que deberían haber sido. Pero no tengo caballo en esta
carrera. Casi no me preocupan los reyes y reinas fae.

— ¿Cómo sabes eso? — Me mira mientras su dedo del pie toca la


copa de otro árbol y nos lanza de nuevo.

—Me dijiste que querías ser rey una vez—. Me relajo más en la
seguridad de sus brazos.

—No lo olvidaste—. Él se ríe. —Pensé que lo habrías descartado.

—Lo habría hecho, si hubiera olido humo.

— ¿Humo? — Frunce el ceño. Me doy cuenta de que no le he


hablado de mi don.

—Bueno, ya ves…— Cada vez que trato de contárselo a alguien, las


cosas terminan mal. Aparto mis ojos de él, apartando la mirada. Así es
como veo el movimiento en la distancia. Hay una mancha de sombra.
Parpadeo y la figura desaparece, solo para aparecer de una bocanada
de humo más cercana.
— ¡Cuidado! — Grito. Pero llegué tarde.

Davien se vuelve. Sus ojos se abren al ver lo que yo veo. Un hombre


ha venido aparentemente de la nada. Un chal de sombra idéntico al de
la mujer en el bosque ese día está sobre sus hombros. Condensa la
oscuridad y nos lanza una lanza. Davien intenta reaccionar, pero ni
siquiera es lo suficientemente rápido.

Su grito llena el aire cuando la lanza le atraviesa el hombro, la sangre


se derrama sobre mí, su brazo se afloja y me escapo de su agarre
mientras caemos en picado de nuevo a la tierra.
12

UNA RAMA DE ÁRBOL QUE ME GOLPEA LA ESPALDA ES LO


PRIMERO QUE ME SACA de mi estado de shock. Rápidamente me
hago un ovillo, levantando las rodillas y protegiendo mi cara con los
antebrazos. Quiero hacerme lo más pequeña como sea posible. Sé que
me voy a golpear con todo tipo de ramas y troncos.

Sé que voy a chocar con todo tipo de ramas y árboles en el camino


hacia abajo, pero cuanta más pequeña sea, espero chocar con menos.

Mi estrategia funciona, en su mayor parte. Al menos hasta que una


rama desafortunada me hace doblar sobre mi lado. Todo el viento se
me escapa.

Resoplo y ruedo fuera de la rama, esquivando por poco otra en mi


camino en el descenso. Me permito golpear una última rama.
Preparada esta vez, soy capaz de y sujetarla con las dos manos. Mis
dedos se desgarran a través de la corteza, rompiéndose en un instante.
Pero eso frena mi descenso.

Aunque no impide que me golpee torpemente contra el suelo. Por


suerte, el grueso manto de musgo amortigua mi caída. Estoy jadeando
y me duele todo el cuerpo. Mi cuerpo está cubierto de moratones y
arañazos. Esta es la razón por la que Joyce me prohibió las alturas
después del techo. Nada sale bien cuando estoy en lo alto.

Un fuerte golpe junto a mí me roba la atención. Me levanto y corro


hacia donde Davien ha aterrizado. Está muy quieto. No es hasta que
estoy de rodillas a su lado que puedo ver su pecho moviéndose.

—Gracias a los dioses—, susurro. Puede que no sepa del todo a qué
atenerme con este hombre. Puede que haya traicionado mi confianza
de forma turbia. Pero sé que él es la mejor oportunidad que tengo de
sobrevivir a este mundo y llegar a casa.

El hombre que lanzó la lanza desciende con gracia a través del dosel.
Se mueve de rama en rama de puntillas, nada más que un susurro de
humo entre ellas. Con un estallido se materializa en el suelo no lejos de
mí.

—Estás vivo—. Dice con una sonrisa. —Qué decepción tan grande.
Esperaba que esto fuera mucho más sencillo. Pensar que no pude
matar a un fae con magia restringida y a un humano. Estoy perdiendo
mi toque.

—Aléjate—, logro decir. —No te acerques más.

—¿O qué? — Se ajusta la sombría bufanda que le cubre los hombros


y la parte superior del pecho. Tenía razón, es igual a la que llevaba la
mujer del bosque que me atacó hace semanas. —No sé por qué te
arrastró hasta aquí, humana, pero déjame asegurarte que estás muy
lejos de tu dominio.

Como si no lo supiera. Continúa acercándose. Le tiendo una mano y


repito:

—No te acerques más.


—Estoy esperando a ver cómo me detienes—. Mueve la cabeza con
una sonrisa siniestra.

Me vuelvo hacia Davien. Él es mi mejor esperanza. Pero el musgo


alrededor del hombro que atravesó la lanza ya está manchado de un
rojo intenso. Sacudo ligeramente su hombro bueno ligeramente y
suplico:

—Levántate, por favor.

—No se va a levantar. Es el último cabo suelto que debería haber


sido atado hace años—, gruñe el hombre. Su pelo blanco brilla a la luz
de la luna mientras sostiene su lanza en alto. Da un paso adelante y
ajusta su peso para lanzar.

—No, no lo harás...—, grita Shaye desde la distancia. Puedo verla a


ella y a los otros tratando de cerrar la distancia. Pero no serán lo
suficientemente rápidos.

Tengo que pararme. Tengo que hacer algo.

—¡He dicho que no te acerques más!

Grito una última vez. El miedo y la rabia brotan dentro de mí. Es un


oleaje que no puede contenerse. Emociones y deseos que han ardido
tanto que se han convertido en algo... tangible.

El poder brota de mi palma, convirtiéndose en un muro de luz. Se


precipita hacia nuestro atacante con una fuerza mortal. En un instante,
lo envuelve.

El silencio llena el aire mientras el hombre se convierte en una


silueta invertida, un contorno sólido de color blanco que es demasiado
cegadora para mirar. Entonces, explota.
La fuerza de la magia me hace caer de espaldas al lado de Davien.

La onda expansiva atraviesa el bosque, sacudiendo violentamente


las ramas sueltas de los árboles y arrancando el musgo de la tierra y el
lecho de roca que hay debajo.

Me pitan los oídos cuando el bosque se vuelve repentinamente


oscuro e inquietantemente silencioso tras la explosión.

Me siento, dándome cuenta de que los dolores de mi cuerpo han


desaparecido de esta tierra tanto como nuestro atacante. Parpadeo ante
el epicentro de la explosión, donde él estaba de pie hace un momento.

No hay nada más que un trozo de roca dura chamuscada. Miro


fijamente mi mano.

¿Yo... yo hice eso? ¿Cómo? Mil preguntas se arremolinan en mi mente,


deteniéndose de inmediato en el momento en que oigo un suave
gemido a mi lado.

— ¿Davien?

Sus ojos se abren de golpe. —¿Qué acaba de pasar?—, murmura.

—Creo que he matado a un hombre—. Vuelvo a mirar mi mano,


esperando a darme cuenta de que acabo de matar a un hombre.

—Era una mancha de mierda en esta tierra. Que le vaya bien—.


Davien se sienta, rodando su hombro herido. Se detiene, mirando la
herida. Metiendo el dedo a través del agujero desgarrado y
ensangrentado de su camisa, lo pasa por la piel intacta y suspira. —
Parece que también me has curado a mí.

— ¿No pareces feliz por eso?


—Estaría más contento si fuera yo quien me curara y me
protegiera—. Se levanta con el ceño fruncido y se acerca al centro de la
tierra chamuscada. Davien clava la punta de su bota en los únicos
restos del hombre, y escupe.

— Bueno, de nada. — Me pongo de pie y me envuelvo con la


bata; mis manos golpean algo mojado. Davien podría estar curado,
pero toda su sangre todavía está sobre mí. Me estremezco ante mi
propia inmundicia.

— No debería tener que darte las gracias — murmura sin mirarme


con esos ojos distantes y desenfocados.

— ¿Disculpa? Te salvé la vida y por eso ahora tengo que vivir con el
hecho de que maté a un hombre. ¿Así que tal vez un 'gracias' aliviaría ese
proceso un poco? — Me tiemblan las manos. Ahí está la viscosa y
enfermiza sensación que viene de saber que he acabado con una vida.

— ¡No debería tener que agradecerte porque debería haber podido


hacerlo yo mismo! — La ira se desborda de él, una rabia desenfrenada
e implacable que es mucho más grande que cualquier cosa que pudiera
haber creado por mi cuenta. — Robaste el poder de nuestros reyes, y lo
tomaste para ti. Al igual que los de tu clase tomaron nuestras tierras y
nuestras canciones e historias. Tomaste lo que debería haber sido
mío. — Su el cabello cae, desaliñado, frente a su cara. Su respiración es
irregular.

Solo puedo mirarlo en estado de shock por su ira fuera de lugar. No


pedí nada de esto. Ciertamente no lo quiero. Pero la ira se irradia de él
como olas de poder que aquieta mi lengua.

— Davien, es suficiente. — Oren rompe el silencio. El grupo llega. —


Deberíamos seguir adelante. Los carniceros del rey están tras nuestro
rastro.
— Caminaremos por la noche, — declara Davien después de
tomarse un momento para respirar y recuperarse. — No pararemos
hasta cruzar el Río de Cristal y estemos en la tierra de los Acólitos. —
Vuelve a mirar hacia mí— Te llevaré yo mismo si tengo que hacerlo.

— Estaré bien. — Cruzo mis brazos y veo como Oren se lleva a


Davien con una mano en su espalda. Se intercambian severas palabras
entre ellos, en su mayoría de Oren. Giles y Hol les siguen de
cerca. Shaye se demora.

— ¿Vienes? — pregunta ella.

—No es como que tenga otra opción, — murmuro y arrastro los pies.

Ella agarra mi brazo. Intento apartarlo de un tirón, pero ella se


mantiene firme. Tan cerca de ella por primera vez, noto tenues tatuajes
dorados que se arremolinan en el costado de su cara. Casi se mezclan
con el marrón de su piel.

— Camina con la cabeza en alto, humana.

— Tengo un nombre.

— Camina con la cabeza en alto, Katria. — Ella me obliga con el uso


de mi nombre a reflexionar. — Tienes el poder de los reyes dentro de
ti. Ten la cortesía de no avergonzarlo.

— ¿Qué significa eso? — No sé por qué pregunto; ella no va a darme


una respuesta. Sin embargo, ella elude todas mis expectativas cuando
lo hace.

— El ritual que realizamos en el bosque anoche, fue para extraer el


antiguo poder de la familia real perdido de Aviness del último
heredero vivo.
— ¿Perdido?

— Asesinado sería más apto, — aclara y la expresión tomando un


giro oscuro. — Gobernaron durante siglos, hasta que Boltov el Primero
mató al Rey Aviness el Sexto. Después de eso... la tierra de los fae fue
desgarrada desde adentro, Boltov generalmente termina en la
cima. Pero la única forma en que ellos han logrado mantener el control
y el gobierno de los fae es matando sistemáticamente hasta el último
miembro de la línea de sangre Aviness… Cualquiera que pudiera
reclamar el gran poder de los primeros reyes para gobernar
verdaderamente a los fae .

Shaye señala a Davien. — Él es lo más parecido que tiene nuestra


gente a ese gobernante perdido y el poder que lleva en sus venas. Ese
ritual fue para restaurarle su poder como el único heredero restante de
Aviness ... el último miembro del árbol genealógico que Boltov no ha
cortado por el cuello.

— Su derecho de nacimiento — susurro.

— Sí. Y lo robaste al pisar el fuego cuando se suponía que él seria el


que lo hiciera. Así que hasta que encontremos una manera de
arrancarlo de tus frágiles huesos humanos, dale a nuestra historia un
mínimo de respeto y al menos actúa como si caminaras con el poder de
la realeza antigua. — Finalmente me suelta.

Me froto el brazo y asiento a regañadientes. Ella pone los ojos en


blanco y empieza a caminar. La sigo de cerca.

— ¿Puedo preguntarte algo?

Ella me mira por el rabillo del ojo. — Adelante.


Es extraño. Shaye ha sido lo más alejado de ser amigable conmigo...
pero ella no me parece cruel. He pasado años con aquellos que son
genuinamente crueles. Hay una cierta manera en una persona cuando
está buscando todas las formas posibles de derribarte.

Shaye no parece que esté buscando formas de ser mala porque


sí. ¿Naturalmente agresiva?. Un poco tal vez, más bien cautelosa. Pero
independientemente de cómo parezca manifestarse esa naturaleza
suya, no parece deleitarse en mi miseria.

— ¿Cómo es que el último heredero fae vivo terminó en mi mundo?

— Porque ese era el único lugar al que podía ir para estar a salvo. —
Shaye suspira. — Hace poco más de veinte años, Boltov y sus
Carniceros...

— ¿Carniceros? ¿Como el hombre que nos atacó esta noche?

— Sí. O son faes asesinos que juran defender la Corte de Sangre que
los Boltov han hecho, o pobres almas que nacen en los Carniceros y
nunca se les da una opción. Los carniceros disfrutan del
derramamiento de sangre y se dedican a su deporte. — Ella se encoge,
una expresión que comparto. — Los carniceros de Boltov han hecho el
trabajo de su vida para erradicar a cualquiera que amenace el reclamo
de Boltov.

— ¿Las mujeres también pueden ser carniceros?

— ¿Por qué no podrían serlo? — Su respuesta es cautelosa y su


expresión ilegible.

— Había una fae que me atacó en el bosque... pero parecía que


realmente estaba detrás de Davien. Llevaba la misma capucha sombría
que el hombre esta noche.
— Tu evaluación es correcta; ella era un carnicero. — Shaye trepa
por una resta poco profunda y luego, para mi sorpresa, me ofrece una
mano. — Intentamos patrullar esos bosques tan a menudo como
podamos, a ambos lados del desvanecimiento, pero algunos de los
hombres y mujeres de Boltov pasaban de vez en cuando.

Tomo la mano de Shaye y ella me levanta con facilidad. Sus bíceps


son más anchos que la rama que golpeé en mi caída. La mujer
probablemente podría romperme en dos si lo intentará y después de
años de trabajo manual, no soy frágil.

— ¿Así que se escondió en mi mundo para alejarse de Boltov y sus


Carniceros?

— Oh, cierto, nunca terminé. — Shaye suspira y niega con la


cabeza. — odio esta historia.

— No tienes que decírmelo. — Aunque quiero desesperadamente


saber ahora. Reyes, caballeros malvados, realeza fugitiva, tiene todos
los ingredientes del los libros de cuentos que Joyce les leía a Helen y
Laura. Los que escucharía presionando mi oreja contra sus puertas por
la noche antes de que volviera a mi cama y arroparme.

— Quieres saberlo, así que te lo voy a contar. — Shaye toma un


respiro y continúa el cuento. — La muerte del Rey Aviness el Sexto
provocó un aparente ciclo interminable de personas que compiten por
el poder. Hay tres cosas que dan un control al rey sobre los faes: la
corona de cristal, la colina en la que el primer rey fue coronado, que es
también donde reside la corona de cristal, y la magia de los antiguos
reyes. Si un hombre controla los tres, controla a los faes.

— Ya veo. ¿Entonces solo uno de ellos no es suficiente?


— No, aunque cualquiera tiene un poder inmenso. Así que,
cualquier familia tangencialmente relacionada con Aviness trató de
ejercer su derecho a la corona de cristal y a los poderes como los
verdaderos gobernantes de los fases, pero Boltov siempre llegaba a
ellos antes de que pudieran cercarse a la corona, y mucho menos a la
colina del primer rey en donde se encuentra la Corte Suprema.

— La mayoría se retiró a estos bosques en busca de protección,


algunos abandonaron su línea de sangre por completo, no es que
hiciera ninguna diferencia. Boltov vio que los árboles se regaron con su
sangre, cazando sistemáticamente a cualquiera del linaje Aviness que
podía reclamar la vieja y adormecida magia de los reyes. Davien solo
estaba relacionado tangencialmente con la línea de sangre, pero no se
libró de la caza.

— ¿Relacionado tangencialmente? ¿Qué significa eso?

— Su madre era viuda. Ella se volvió a casar... la pobre ni siquiera


sabía que su nuevo marido era el último superviviente lejano de la
familia Aviness.

— ¿Cómo podía ella no saberlo?

— Solo estuvo relacionado a través de varios matrimonios y primos


removidos, una ramita rebelde en las ramas de la familia.

— Parece que el hombre con el que se casó la madre de Davien


apenas tenía sangre en absoluto— digo.

— En efecto. El último verdadero Aviness por cualquier medida


significativa fue puesto a muerte hace casi treinta años.
— Y si Davien nació antes de que su madre se casara, no tiene
ninguna relación de sangre con la familia en absoluto, simplemente el
matrimonio.

— Sí, pero eso es un vínculo suficiente para poner nervioso a


Boltov.

La historia de Davien es inquietantemente similar a la mía en


algunos aspectos. No puedo ayudar pero pienso en Joyce, viuda y
encinta, casándose con la esperanza de seguridad y ambición secreta.

— ¿Tiene hermanos?

— No.

Al menos nadie sufrió como yo. — ¿Así que supongo que los
carniceros mataron a su padre?

— Y a su madre, a pesar de que ella no tuvo nada que ver con la


familia más que una alianza de matrimonio y votos. — Shaye hace una
pausa mientras pasamos por otro pueblo en ruinas. El sol comienza a
asomarse por el horizonte y la primera luz de la mañana pinta las
piedras con un tono fantasmal. — Oren, mayordomo y niñera de
Davien desde su nacimiento, se llevó a Davien y se retiró a un vieja
fortaleza de Aviness al otro lado del Desvanecimiento. Una que
todavía tenía algo de los antiguos guardianes. Era la mejor
oportunidad para que Davien llegara a la edad adulta fuera del alcance
de Boltov… Cuando fuera lo suficientemente fuerte como para
regresar y luchar por todos nosotros.

Eso explica por qué parece un castillo. — ¿Por qué una fortaleza fae
está en el lado humano del Desvanecimiento?
— Porque los elfos encuentran un perverso deleite en tomar nuestra
tierra y cuando el mundo se dividió, parte de lo que era nuestro fue
para ustedes los humanos. — Ella usa una mirada de disgusto. Pero en
una demostración positiva de su carácter, ella no parece dirigirlo hacia
mí. Más sobre las circunstancias... y esos elfos de hace mucho tiempo.

— ¿Entonces Davien se crió en el mundo humano?

— Sí. Separado de nuestra gente y de la magia de Midscape... ha


vivido una vida solitaria de lucha. Lo único que lo mantuvo en pie es
la obligación para liberarnos de la tiranía de Boltov. Porque su control
se vuelve más fuerte en estas tierras cada día. Y si muere, si el último
con un reclamo al poder de Aviness perece, entonces nada se
interpondrá en el camino de Boltov, desbloquearía todo el poder de la
corona de cristal. El poder de los reyes ya no estaría ligado a la línea de
sangre Aviness y seria libre para ser tomado.
13

LO QUE UNA VEZ SE SINTIÓ COMO UN BOSQUE MÁGICO,


AHORA SE HA CONVERTIDO EN UNO CEMENTERIO
EMBRUJADO. Después de los cuentos de Shaye, caminamos en
silencio durante la mayor parte de la mañana.

Cada casa olvidada, dejada en ruinas y pudriéndose, es ahora una


lápida para mis ojos. Cada árbol es un marcador de algún fae caído,
masacrado en sus camas para que la familia Boltov pudiera gobernar
sin cuestionar.

Hay un dolor profundo en mí que no puedo


explicar. Humano. Fae. El sufrimiento es universal. Sería imposible
mirar este paisaje árido y no sentir dolor por los horrores que se han
producido.

Tal vez sean esas historias y sus incómodas verdades las que me
ayuden al menos a analizar lo que pasó con el Carnicero. No fue como
si yo tuviera la intensión atarlo. La magia actuó por sí sola. Además, si
no le quitaba la vida, estaba segura de que me mataría. Y ... no parecía
como si fuera alguien inocente de atrocidades, tampoco. ¿Quizás al
terminar con su vida, salvé a otro?
Esa es una lógica peligrosa. Pero necesito mantener mi cordura
unida de alguna manera ahora mismo.

Realmente no tengo horas del día para tener una crisis


emocional. Estoy Demasiado ocupada sobreviviendo. Al amanecer las
pequeñas motas de luz se elevan del musgo, y comienzan un baile
entre los árboles una vez más. Iluminan el aire, zumbando a mi
alrededor con una felicidad que ahora es silenciada por la verdad. Me
pregunto si son en realidad espíritus de faes sesionados. Pero esa es
una curiosidad que no voy a satisfacer.

Nos movemos sin incidentes durante todo el día. Todos permanecen


en alerta, escaneando las líneas del horizonte en todos los puntos. Giles
y Shaye han tomado amplios tramos del bosque a nuestro alrededor,
permaneciendo a la vista, pero lo suficientemente lejos que pueden ver
alrededor de árboles distantes y mirar a través de crestas que podrían
ser demasiado altas para el resto de nosotros.

Hol, Oren, Davien y yo permanecemos en una manada. Oren y


Davien al frente, Hol y yo detrás. Aunque no hay mucha conversación.

Tal como lo prometió Davien, caminamos todo el día por el


bosque. Mi el estómago está prácticamente rugiendo al anochecer y me
duelen los pies. No importa lo suave que sea el musgo, el apoyo de un
par de zapatos haría toda la diferencia para mis pies palpitantes.

— Deberíamos parar para cenar — dice Hol, lo suficientemente alto


como para llamar la atención de Davien y Oren.

— Tenemos que seguir moviéndonos. — En contraste con sus


palabras, Davien se detiene. — No podemos descansar hasta que
estemos en territorio Acólito.
— No digo que descansemos. Estoy diciendo que paremos para
comer. — Hol mira hacia en mi dirección y luego de vuelta a Davien
con una mirada puntiaguda. — Solo un breve descanso.

Los ojos de Davien se posan en mí. Frunzo mis labios cuando puedo
sentirlo evaluándome desde la parte superior de mi cabeza hasta la
planta de mis pies. Las primeras palabras de Shaye se me quedan
grabadas y trato de mantener la cabeza en alto, aunque sé que
actualmente poseo toda la dignidad de un mapache desaliñado.

— ¿Necesitas parar? — me pregunta.

— Puedo seguir, — me obligo a decir cuando lo único que quiero es


gritar, ¡Cinco minutos por favor! No voy a frenarlos. Y cuanto más
rápido los ayude a sacarme esta magia, más rápido podré ir a casa y
salir de esta situación mortal en la que nunca debí estar.

— Bien, seguimos entonces.

— Davien...

— Tu verdadero rey ha hablado. — Davien interrumpe a Hol con


una mirada. — Si seguimos caminando, deberíamos cruzar el Río de
Cristal al amanecer.

— Muy bien. — Hol cruza los brazos.

— Señor, verdadero Rey, ¿permiso para hablar libremente? — Shaye


se ha encaramado en la cima de una roca que estamos pasando. Ella ha
estado lo suficientemente cerca para escuchar toda la conversación.

— De acuerdo — gruñe.

— Estás siendo un idiota. — Shaye sonríe. — Eso es todo.


Davien resopla y nos da la espalda, y se marcha furioso. Creo que
veo a Oren dar la más mínima risa. No había humo adjunto con el
comentario de Shaye... lo que significa que ella estaba diciendo la
verdad sobre él siendo un idiota… al menos en lo que ella se
refiere. Reprimo una risita.

Pero unas horas después, ni siquiera tengo la energía para juegos


ociosos. Pie derecho. Pie izquierdo. Eso es todo para lo que tengo
fuerza.

Pie derecho, pie izquierdo, hago eco en mi mente mientras me


muevo. Le estoy diciendo a mis piernas que se doblen mientras suplico
a mis pies que me sostengan erguida. Creí que conocía la profundidad
de la fuerza que podía sacar…lo que era capaz de lograr cuando me
obligan a ello. Pero esto está haciendo añicos todas las nociones
anteriores y poniendo más a prueba.

De repente, los árboles se rompen y el sonido del agua corriendo


asalta mis oídos. Parpadeo, y me encuentro en la orilla de un río que
nunca antes había visto.

No está revestido de arena o roca, sino de cristal. Cientos de miles de


fragmentos relucientes reflejan la luz de la luna como un
cristal. Remolinos mágicos debajo del agua, divididos en mil fractales
por las piedras.

— Este debe ser el Río de Cristal, — murmuro con alivio.

— Lo es — afirma Shaye.

Sin previo aviso, me levanta en sus fuertes brazos. Envuelvo mis


brazos alrededor de su cuello como hice con Davien. Incluso mis
brazos se sienten cansados. Aunque quién sabe cómo… ni siquiera los
usé en absoluto hoy.
Shaye salta al cielo, batiendo sus alas de mariposa detrás de ella. Hol
está a nuestro lado, usando un par de alas blancas como las de un
murciélago que aterriza en la orilla opuesta. El vuelo de Shaye es más
fuerte y seguro que el de Davien. Ella había mencionado algo sobre
Davien siendo debilitado por estar separado de la magia de este
mundo. Quizás por eso sus alas tienen ese aspecto perpetuamente
andrajosa.

Davien cruza la brecha con Giles en sus brazos. Sin duda, es más
bien un salto y planeo que un verdadero vuelo como el de Shaye. Pero
mis mejillas todavía están calientes levemente ante el recuerdo de estar
en sus brazos… ante esas primeras sensaciones de ingravidez mientras
navegábamos por el cielo estrellado. Durante esos breves segundos en
los que las cosas realmente parecían estar comenzando de nuevo entre
nosotros.

Mi aterrizaje es mucho más elegante durante mi segunda experiencia


de vuelo que la primera. Aterrizamos en la orilla del otro lado. Tan
pronto como mis pies se encuentran con la tierra húmeda, un escalofrío
me recorre. Shaye agarra mi espalda.

— Dale un momento, pasará.

— Qué… — Mis dientes castañetean tan violentamente que no


puedo terminar mi pregunta.

Afortunadamente, Shaye parece saber lo que voy a preguntar.

— El Río de Cristal es una de las líneas de delimitación de los


Acólitos. Tienes Dejamos el control de la Corte de Sangre y hemos
protegido fuertemente nuestras tierras contra ellos. La magia te está
sintiendo... asegurándose de que no eres un enemigo.
Efectivamente, mientras habla, la sensación de manos frotando todo
mi el cuerpo cede, dejando la piel de gallina a su paso. Obligo otro
escalofrío, tratando de sacudir la sensación.

— ¿Qué pasaría si soy enemigo?

— ¿No te gustaría saberlo? — Shaye sonríe. Antes de que pueda


presionar, ella mira a Davien. — Hay un puesto de avanzada no lejos
de aquí. Podemos acampar…

— Continuaremos hasta Dreamsong — dice Davien, pasando junto a


nosotros.

— Dreamsong está a otro medio día de camino. — Las manos de


Shaye caen de mis hombros y se apresura a estar al lado de Davien. —
Tienes que parar. Tiene que parar.

Davien me mira con la misma agitación que antes. — puedes cúrate


a ti misma, ¿no?

— No lo sé… — murmuro. — Me he curado... pero no estoy segura


de cómo...

— Bueno. Restaura la fuerza de tus músculos con la magia del rey y


continúa con el resto de nosotros.

— Mi señor, creo que Shaye— intenta decir Oren.

— ¡He hablado! — La voz de Davien resuena entre los árboles,


mucho antes que lo haga la agitación en sus hombros.

— Katria… — comienza Oren suavemente.


— Estoy bien. — Es mi turno para interrumpirlo. — No te preocupes
por mí. Puedo seguir adelante.

Oren me mira con escepticismo pero no dice nada. No voy a ceder.


No seré la humana débil que esperan, lista para caer en cualquier
segundo. Puedo seguir adelante.

Sin embargo, si pudiera usar el poder a voluntad... Me miro los pies


hinchados. Hace un tiempo me di cuenta que han comenzado a dejar
pequeñas manchas de sangre sobre el musgo por donde camino. No
importa lo blando que sea el suelo... mis pies se han convertido en una
gran ampolla que ahora se están abriendo.

Escucho a los faes hablar a mi alrededor, pero estoy demasiado


concentrada en mis pies doloridos para incluso preste atención a las
palabras que se dicen. ¡Sana, pienso, sana! Pero la magia no hace
nada. Nunca pensé que la magia fuera real hasta hoy ¿Por qué creo que
puedo usarla de repente cuando me lo ordenen? ¿El día de
ayer? Parpadeo ante el amanecer. ¿Qué día es ahora?

He estado caminando desde siempre...

El mundo se inclina cuando empiezo a balancearme. Cada paso es


más inestable que el anterior. Mis rodillas amenazan con bloquearse o
ceder.

Pie derecho.

Pie izquierdo.

Shaye me dice algo pero está amortiguado. Parpadeo varias veces. El


los árboles se vuelven borrosos. Hay algo mal en mis ojos y oídos.

— Ya casi está, — creo que dice.


Casi... no lo suficientemente pronto.

Pie derecho.

Pie izquierdo.

Ha amanecido. El bosque está vivo una vez más. Pero no disfruto


nada de eso. Soy un autómata. Me muevo para probármelo a mí
misma y al hombre de los ojos verdes brillantes que mira hacia atrás de
vez en cuando solo para asegurarse de que todavía estoy de pie.

— Mira — dice Giles desde algún lugar lejano. — Es Dreamsong.

Nos paramos en lo alto de una loma donde los árboles se han


roto. Debajo de nosotros se ha levantado una ciudad. Nunca había
visto nada más hermoso. Se me humedecen los ojos mientras el mundo
se va de lado. La borrosa metrópolis se inclina, girando como yo.

Todo se vuelve negro.

GIMO SUAVEMENTE, RODANDO SOBRE MI COLCHÓN DE


PLUMAS. El edredón me pesa. Es tan suave como siempre, me llega
hasta las orejas bloqueando la luz del sol de la mañana.
Mientras bostezo, recupero lentamente la conciencia. He tenido un
sueño muy extraño. Fue un sueño tan largo, además. Y tan vívido...
Soñé que estaba en la tierra de los faes, que me llevaban allí tras un
ritual en el bosque.
Riendo suavemente de mí misma, aparto las mantas, esperando
encontrarme con mi habitación en la mansión de Lord Fenwood. Me
detengo con una fuerte inhalación. Esta no es esa habitación.
Cortinas transparentes ondean con la brisa de la tarde, dándome un
vistazo de una ciudad que se extiende debajo de mis ventanas
arqueadas del segundo piso.
La cama es una plataforma simple, tan cómoda como cualquier otra
cosa, pero un duro recordatorio de que estoy muy lejos de cualquier
cosa remotamente familiar. Paso mis manos sobre la ropa de cama. Son
casi idénticas a las que Davien usa en su finca.
¿Los importó de Midscape? Me pregunto. Debe haberlo hecho. Creó
que nunca he sentido un material tan suave como la mantequilla. Por
supuesto que fue hecho por arte de magia.
Mi habitación es escasa. Las paredes encaladas están divididas por
vigas oscuras que sostienen un techo alto. Hay un espejo colgado sobre
un tocador a la derecha de la cama. Hay una silla junto a la abertura
más lejana.
Pero… eso es todo.
Aparto las mantas y me siento con las piernas cruzadas para
masajearme los pies. Al igual que la última vez que desperté aquí, me
he curado. Las plantas de mis pies no muestran signos de ampollas o
traumatismos.
Entonces tengo magia. Y puedo usarla. Simplemente no
conscientemente.
— Genial, simplemente fantástico.
Cuando me paro, me doy cuenta de que mi bata y mi camisón no se
ven por ninguna parte. Me han vestido con un sencillo y sedoso
camisón. Delicadas líneas de bordado rodean el cuello... un diseño
similar a las marcas que tienen Shaye y Giles en su piel. Estoy
demasiado gradecida de estar sin esa ropa sucia para horrorizarme por
la idea de que alguien me desnudó mientras estaba inconsciente.
Me miro en el espejo, girando de derecha a izquierda. La palidez
habitual de mi piel se ha iluminado. Mi cabello parece un castaño más
rico y vibrante. Esta es más que el cambio que vi de la buena comida y
la vida fácil de la mansión de Lord Fenwood. Me veo positivamente
radiante. Debería recurrir a la magia antigua y prohibida más a
menudo.
Sin embargo, al girar, noto que la espalda escotada expone el borde
superior de las cicatrices nudosas que se extienden entre mis
omóplatos. Quien me vistió debió haberlas visto. Me siento mal y trato de
situar mi cabello sobre la vieja herida. Me duele el mero
reconocimiento de ello, así que trato de olvidarlo.
Abriendo la puerta de mi habitación, asomo la cabeza hacia el
pasillo. No hay nadie. Empiezo a caminar por el pasillo hacia una
escalera en un extremo. El otro las puertas a lo largo del pasillo están
cerradas; más dormitorios, supongo.
Las voces se elevan desde el fondo de las escaleras. Son susurros
suaves. Pero uno sobresale.
— Está bien, creo que Shaye lo dijo con bastante claridad. Pero solo
para enfatizar…estaban siendo un idiota. Como un burro. Pero más…
terco y frustrante.
Giles. Y sospecho que sé con quién está hablando.
No tengo la intención de arrastrarme por las escaleras, simplemente
funciona que manera. Mis pasos son lo suficientemente ligeros como
para que nadie se dé cuenta. Y no es mi culpa de que la mesa en el gran
salón esté colocada de tal manera que nadie sentarse a su alrededor
tiene una vista clara de mí cuando salgo.
— Intentaba mantenernos a salvo — insiste Davien.
— Estabas tratando de agotarla — dice Shaye, echando comida en su
boca. — O porque estabas frustrado con ella porque tiene la magia... o
porque estabas tratando de empujarla al punto de usar el magia para ti
de nuevo para que pudieras verla. Independientemente, sigues siendo
un imbécil, y tú Deberías recuperarte. No es forma de que un rey
actúe.
Davien la mira.
— Nos perseguían los Carniceros.
— Había un solo Carnicero, a quien matamos. Bueno, ella mató. Gran
truco, ese, especialmente para hacerlo sin un ritual para preparar el
poder. Una que vez obtengas la magia, deberías aprender a hacerlo
también. — Giles arranca un trozo de pan y le da un gran
bocado. Continua hablando con la boca llena. — Puede que seamos los
que más fastidian el pueblo en la mayoría de las cosas. Pero al menos
podemos asegurarnos de que nadie viva para contar lo mal que lo
hacemos.
— Al igual que esa mujer en el bosque, — murmura Hol sobre su
copa.
— Exactamente como esa Carnicera en el bosque, — asiente Giles.
Me doy cuenta de que están hablando de la mujer que me
atacó. Shaye también había mencionado algo sobre patrullar los
bosques a ambos lados del Desvanecimiento. Puede que le deba mi
vida no sólo a Davien.
— Ella hizo explotar a ese hombre. Un estallido mágico como ese sin
duda atrajo la atención de los faes de cerca y de lejos — insiste Davien.
— Menos mal que nadie vive en el bosque, ¿eh? — Giles sonríe.
— Estoy seguro de que el rey Wotor lo sintió. — Davien se inclina
sobre la mesa. Su voz se vuelve pesada y seria. La burla se detiene. —
Lo que significa que vendrá por mí… y de ella por extensión. Él sabe
que la vieja magia ha vuelto a estas tierras.
— ¿Quién es el rey Wotor? — pregunto, atrayendo su atención hacia
mí. — Si hola acabo de despertarme. ¿Es el jefe Boltov?
— Él es. El Rey Wotor Boltov el… ¿en qué estamos? ¿Décimo
ahora? — Giles se inclina hacia atrás en su silla, luciendo extrañamente
engreído. — Solo quédate con 'Boltov' porque es más fácil. De todos
modos, intentará matarte a la primera oportunidad que tenga.
— Encantadora. Estoy notando una tendencia que, en el mundo de
los faes, todo va matarme tarde o temprano.
— Nuestro dulce hogar mortal — le dice Giles a Hol, que pone los
ojos en blanco respuesta.
— Entonces, ¿cómo nos aseguramos de que eso no suceda? Porque
me gusta mucho espirar.
— Ahora que estás despierta, el primer paso es hablar con Vena. —
Davien se pone de pie. — Si alguien sabrá qué hacer… es ella.
14

EL GRAN ESPACIO DE REUNIÓN AL QUE ME LLEVARON LAS


ESCALERAS ESTÁ CONECTADO por dos enormes puertas a una sala
de espera que conduce a la cámara de audiencia de Vena. Ella está
sentada en un trono dorado, rodeada de rosas espinosas y colibríes. Su
rica piel oscura contrasta con el vestido azul marino que lleva y las alas
verdes brillantes en forma de murciélago que se extienden desde su
espalda. Su cabello oscuro está recogido en la parte superior de su
cabeza, sujeto con flores bañadas en oro.

Está hablando con tres personas cuando entramos. Pero en cuanto su


mirada se posa en Davien y en mí, los despide con un gesto de la mano.

— Davien. — La forma en que dice su nombre es con profunda


reverencia. — nuestro rey finalmente ha regresado. — Vena se pone de
pie, extendiendo ambos brazos mientras se acerca. — Pido disculpas
por no haber estado aquí para saludarlo adecuadamente en su llegada.

— Estabas fortaleciendo nuestro frente occidental. No hay desaire. —


Davien estrecha los antebrazos con ella, las manos casi hacia atrás a la
altura de los codos. Se apoyan hacia adelante y cuando creo que están
a punto de besarse, inclinan la cabeza hacia direcciones opuestas,
dándose un beso en cada mejilla.
— Es usted muy amable. — Hace una pequeña reverencia y una
inclinación de cabeza antes de soltar a Davien. Luego se vuelve hacia
mí. Puedo sentir que su comportamiento se enfría mientras hace su
evaluación. — Esta es la elegida. — No es una pregunta, entonces ni
Davien ni yo respondemos. Vena entrecierra sus ojos dorados mientras
se me acerca. Ella agarra mis mejillas con sus manos, inclinando mi
cara hacia la derecha E izquierda. — Puedo ver el poder en ti... una
fuerza poderosa que tu cuerpo humano lucha por contener.

— Un poder que es mío por derecho. — Davien da un paso hacia


Vena mientras ella me libera. A pesar de que actúa como si fuera un
rey para la mayoría, parece más un seguidor en la corte de Vena. —
¿Cómo libero la magia de los reyes de ella?

Vena frunce los labios, sin dejar de mirarme. — El poder se ha


impreso en ella. Lo veo correr por todas sus venas. Sigue cada uno de
sus movimientos.

— ¿De verdad? — Levanto el brazo, buscando chispas mágicas de


luz como cuando Davien voló, o cuando Giles realizó su ritual de
construcción de campamentos. No hay nada, y me encuentro un poco
decepcionada. Si me van a perseguir por tener magia, quiero cosechar
los beneficios de tener magia. Quiero sentirme poderosa como estas
personas me consideran. No… a mí misma. La misma Katria que
siempre he sido.

— No está más allá de la liberación, ¿verdad? — pregunta Davien.

— Esperemos que no. — Los labios de Vena se fruncen. — Esto


requerirá Investigación y estudio antes de decidir el mejor curso.

— No tenemos tiempo…
— Nuestras fronteras son seguras — interrumpe a Davien con una
sonrisa, descansando una mano en su hombro. — Sé que te has pasado
la vida preocupándote por barreras en decadencia y rituales
ancestrales que se desvanecen con el paso del tiempo. Pero este no es
su hogar ancestral en el Mundo Natural. Somos fuertes aquí en
Midscape. Somos tus guerreros, futuro rey de los faes. Puedes confiar
en nosotros para mantenerte a salvo mientras nos ocupamos de la
etapa final para reclamar tu poder. Todos hemos esperado tanto
tiempo, podemos esperar un poco más.

— Incluso si las fronteras son seguras... ¿no moriré solo por estar en
Midscape? — pregunto. Los amigos de Davien se empeñaron en
decirme que mi muerte era segura durante horas, cuando llegué por
primera vez.

Vena me mira de arriba abajo una vez más. — ¿Te sientes como si
estuvieras ¿moribunda?

— Bueno, no... — Me quedo sin palabras.

— Ciertamente no te ves como otros humanos a estas alturas. Tú no


estás marchitándote. — Se me acerca y coloca las yemas de los dedos
debajo de mi barbilla, inclinando mi cabeza hacia la izquierda y hacia
la derecha. — De hecho, estas luminiscente. ¿Ya has comido?

— Sí, en el bosque.

— ¿Y cómo sabía?

— Normal, — digo. Hacer hincapié en lo delicioso que estaba parece


innecesario.

— ¿Normal? — repite Davien. — ¿Por qué no dijiste nada?


Me encojo de hombros. — Me estaba muriendo de hambre. Pensé
que podría haber estado alucinando. — La mentira sabe a lamer
cubiertos recién pulidos. Él también sospecha de la mentira. Su los ojos
se entrecierran con escepticismo.

— Come de nuevo, — instruye Vena. — E informa a Davien o a mí


inmediatamente si algo cambia en el sabor o el alimento. Aunque lo
sospecho no lo hará.

— ¿Por qué? Nunca ha habido un humano, aparte de la Reina


Humana, que podría vivir en nuestro mundo. No desde que se erigió
el Desvanecimiento. — Davien se pliega sus brazos sobre su pecho.

— Sospecho que es por la magia dentro de ella. Esta sanando sus


heridas ¿no es así? Quizás también está convirtiendo nuestra comida
en sustento para ella, a pesar de que ella es humana. O tal vez es
porque la magia es una parte de este mundo que existe dentro de
ella. No hay un precedente real de lo que ha ocurrido, así que cualquier
explicación es viable. — Vena se encoge de hombros. — Ella está viva,
así que eso es realmente lo que importa, ¿sí?

— Definitivamente prefiero estar viva — intervengo con lo obvio. —


Pero ¿eso significa que una vez que la magia esté fuera de mí,
comenzaré... marchitarme? — no puedo reunir la fuerza para decir…
morir.

— Si mis especulaciones son correctas, entonces sí. — Asiente


Vena. — Así que nos aseguraremos de que cuando te quitemos la
magia, también seamos capaces de regresarte a tu mundo en poco
tiempo.

— ¿Podría agotarse la magia por mantenerla viva? Ella no es de esto


mundo. Su conexión con él no puede fortalecer el poder. — La
preocupación se extiende en el rostro de Davien. Preocupación no por
mí, sino por la magia que hay en mí. Presiono mis labios en una
sonrisa amarga.

— Dudo que la magia del Rey sea consumida por un humano tan
rápidamente. — Las palabras de Vena son cuidadosas. Ella no dice
explícitamente que no. Ella dice que duda, no un sí o un no
firme. Tengo que ser consciente del lenguaje de los fae. No pueden
mentir... pero eso no significa que siempre juran la verdad
tampoco. Pienso en todas las veces que mi padre hizo hincapié en los
trucos de negociación… esas habilidades me serán de gran utilidad
aquí.

— Puede que tengas razón. — Davien frunce los labios. Sin duda oye
lo mismo que yo. Pero no se puede hacer nada más. Todos estamos
atrapados en esta Circunstancia poco convencional. — ¿Qué puedo
hacer para ayudarte?

— Te lo haré saber tan pronto como descubra algo que valga la pena
compartir. La investigación será mi único objetivo. Pero, mientras
tanto, restaura tu vínculo con esta tierra. Fortalece tu propia magia
innata antes de heredar el poder de los Reyes. — Vena sonríe de
manera cariñosa y casi maternal. — Disfrute de nuestra seguridad y
comodidad antes de ir a reclamar su trono con batalla y
derramamiento de sangre.

Davien suspira profundamente. Por un segundo, creo que va a


oponer resistencia. Puedo ver por su expresión que quiere. Pero, para
mi sorpresa, no lo hace.

— Muy bien. Dejo este asunto, por ahora, a tu cargo, Vena.

Vena me mira.
— Y tú, disfruta de todo lo que Dreamsong tiene para
ofrecer. Lugares como este, de paz y seguridad son raros en las tierras
de los fae. Verlo como un humano es aún más raro. Disfrute de ella
hasta fondo de tu corazón.

— Lo haré, gracias. — Le doy una pequeña reverencia a Vena


cuando nos vamos. Ella tiene un brillo en sus ojos y asiente en
respuesta. No sé si debería mostrarle respeto. Pero me parece correcto
hacerlo.

Con unos pasos rápidos, alcanzo a Davien. Me mira desde el rabillo


del ojo. El silencio entre nosotros es pesado y más incómodo que
nunca.

Me aclaro la garganta para romper el silencio y decir, — Si sirve de


algo, no me importa una pausa aquí. Realmente no he tenido la
oportunidad de recuperar el aliento en los últimos días. Estará bien
sentirse a salvo.

— ¿Puedes sentirte segura entre los faes? — pregunta.

Nos detenemos en la breve antesala entre la audiencia de Vena y la


sala de reuniones. Muerdo mi labio y paso una mano por mi cabello.

— Para ser justos, siempre me he sentido segura contigo, — lo


admito. Incluso cuando no he querido.

— Hasta que supiste que era un fae. — Se mueve para irse.

Cojo su mano. Es tan cálida y suave como esa noche en la mansión.


La primera vez que me puse una venda en los ojos.

— Incluso después... nunca pensé que lo harías daño.


— Sin embargo, trataste de correr en la primera oportunidad que
tuviste, independientemente de lo que te prometí. — No se ha
apartado, al menos físicamente. Sin embargo, puedo ver que lo he
herido. El profundo dolor resuena sordamente dentro de mí, haciendo
eco de su palma a la mía.

— Podría confiar en ti pero no en los demás, — señalo. — Se pasaron


el primer día hablando de cómo iba a morir.

— ¿Acaso no te traicioné? — Da un paso adelante, sus alas se


mueven con su agitación. — ¿No dijiste que la forma en que te oculté la
verdad se convirtió en una herida? ¿Puedes confiar en alguien que te
ha traicionó?

— Yo...

Davien se detiene a un pelo de distancia. Puedo sentir cada


centímetro de su forma alta y delgada. Me mira con una intensidad
que nadie me había dado antes. Espera mi respuesta, nuestras manos
aún entrelazadas.

— No puedes tenerlo de todo, Katria. Me dices una cosa. Haces


otra. Confías en mí, hasta que no lo haces. Te interesa entender mi
situación, pero haces poco una vez que lo sabes. ¿Qué es lo que
realmente sientes?

— No lo sé — susurro, admitiendo tanto para mí como para él. Esa


es probablemente la raíz de todos nuestros problemas. — No sé que
siento por ti. No sé cómo reconciliar al hombre que está frente a mí
ahora con el Señor Fenwood que conocí en la mansión. Porque ese
hombre... Ese hombre... — Estaba comenzando a desarrollar sentimientos
reales por él. La confesión es un susurro silencioso y a regañadientes…
un susurro en mi mente. Y en el segundo en que se oye, todas las
barreras que he construido se fortalecen una vez más.
Nunca me permitiré enamorarme.

Amar es dolor. Incluso el mero hecho de empezar me


duele. Confundida. Rasgada por las costuras de los intereses en
conflicto. ¿Era así como se sentía mi padre? ¿Acaso sabía que Joyce era
terrible para él y, sin embargo, algo... algo se negaba a permitirle
irse? Incluso cuando sabía que ella era malvada, la llamaba su luz.

Ahora estoy cayendo en la misma trampa. Este hombre comenzó a


despertar sentimientos en mí que nunca quise y tengo que detenerlos
ahora, de lo contrario podría seguir a mi muerte en este mundo que
amenaza con matarme a cada paso. Debo a toda costa, ignorar las
emociones que se gestan en lo más profundo de mi corazón.

— Yo soy ese hombre — dice.

— Lord Fenwood era una mentira.

— Soy un fae, no puedo mentir, no importa cuánto lo desee. Todo lo


que te dije… todo lo que era entonces… es lo que soy ahora. No puedes
elegir partes de mí que disfrutas y abandonar el resto. — Me suelta. —
Soy tanto el Lord Fenwood que disfruta de una copa de hidromiel en
la noche con un brillante conversador, y Davien Aviness, fae y
gobernante legítimo del Reino de Aviness, que tengo toda la intención
de restaurar. Confías en mí como soy, me quiere como soy, o no.

Lo miro mientras se va, luchando por encontrar las palabras. No


importa de todos modos, ¿verdad? Él sacará su magia de mí y luego
habremos terminado. Regresaré a mi mundo y viviré sola en esa
mansión que él me legó, lejos de donde alguien pueda hacerme
daño. Se quedará aquí y será el rey de todas los faes y olvidará que
existí.

No mira atrás ni una vez.


Me quedo en la antecámara, sin estar lista para volver a emerger en
el salón principal. Puedo oírlos hablar en voz baja. Me pregunto qué se
está diciendo, pero lo mejor es intentar escuchar. No quiero
escucharlo… no realmente. Están hablando de mí. No, están hablando
de la magia de Davien dentro de mí y cómo la recuperarán. Sólo soy un
recipiente no deseado. Un paso adicional que todos detestan. Una
carga, una vez más.

Con la cabeza agachada, contengo una risa amarga.

Una puerta que se abre al otro lado del pasillo me asusta. Veo a un
niño pasar. Dos cuernos diminutos están encaramados justo encima de
sus sienes. Una cola pequeña y enérgica se mueve detrás de él mientras
se dirige hacia la sala de audiencias de Vena, con una bolsa de
mensajero regordeta al hombro.

— ¿Disculpe?— Digo suavemente. Salta, agarrando su bolso de


manera protectora. Su pecho palpita con el pánico de la sorpresa. —Lo
siento, no quise asustarte. — Señalo la puerta. — ¿A dónde va eso?

— ¿Qué me pagará para saber?

— ¿Tengo que pagarte por una respuesta a una pregunta simple?

Se hincha el pecho y se limpia la nariz con el pulgar. Sin duda, se ve


muy duro en su mente. —Nada es gratis.

Entonces me acercaré y lo descubriré yo misma. Me aparto de la


pared.

—Oh, no es divertida, señorita—. Él gime. —Bien, es solo un acceso


lateral a la ciudad. ¿Necesitas algo? Puedo traerlo por ti.
—Aprendes rápido, ya veo. — El chico tiene una sonrisa de dientes
de sierra y suaves ojos purpura. — Soy pequeño, así que puedo
escabullirme en cualquier lugar y… espera… tú eres ella. El
humano. ¿No es así?

Me pregunto cómo lo supo. No pude decir que Oren era un fae


durante semanas, hasta que vi sus alas. Sin las características
inhumanas visibles, es imposible decir que los fae son diferentes a mí.

—No tengo ningún interés en trabajar contigo—. Me erizó al ser


descubierta.

—Oye, oye, no necesitas la cara larga, señorita. No voy a hacerte


daño —. Él ríe. —Nunca antes había conocido a un ser humano vivo
que respirara.

Cruzo mis brazos sobre mi pecho de manera protectora,


reconsiderando mi curso de acción. No parece mayor de diez
años. Pero tal vez su apariencia sea un glamour. Quizás sea otro
monstruo disfrazado.

—Lo siento, tengo que irme.

—Espera, ¿no necesitas algo?— Corre delante de mí. —Puedo


ayudarte a conseguirlo. En realidad. Ni siquiera pediré mucho.

Miro hacia la puerta, mordiéndome el labio. —Quiero ir a algún


lugar con música y canciones. ¿Qué me costará eso?

Lo piensa por un segundo, hinchando sus mejillas mientras lo


hace. —Te daré algo mejor. Conseguiré una capa para que nadie se dé
cuenta de lo graciosa que te ves sin garras, ni cola, ni cuernos, ni alas
—Oh, ¿soy yo la que parece graciosa? —y luego te llevaré a algún lado
con música. Y todo lo que te costará es...
Me preparo.

—Un baile.

— ¿Solo un baile? ¿Y ya está?

—Un solo baile es mi precio por todo lo que acabo de decir

Un fae no puede mentir. Lo que significa que no puede retractarse


de su trato. Parece bastante inofensivo... —Claro

— ¿En realidad?— Parpadea y luego su sonrisa se ensancha. Salta de


un pie a otro con inquieta excitación. — Excelente. Acabas de comprarte
la mejor guía en Dreamsong. No hay ningún lugar al que Raph el Pie
Ligero no sepa cómo llegar.

Su entusiasmo es contagioso y no puedo evitar que se me escape una


sonrisa de mis mis labios. Una que se ensancha cuando la puerta se
abre y la luz del sol golpea mi rostro.
15

EL AIRE ES DULCE Y SABE A LIBERTAD. INCLINO MI ROSTRO


HACIA EL CIELO, disfrutando de la cálida luz del sol. Cuando mi
mirada cae, mi corazón comienza a acelerarse cuando la realidad me
golpea:

Estoy en un mundo de faes y magia.

Hombres y mujeres deambulan por la calle, haciendo sus cosas como


si sus rasgos antinaturales no fueran dignos de mención. Veo a una
pareja riendo, enganchando los brazos y girando en una curva. Hay un
padre y sus hijos ayudantes y obedientes para el viaje de hoy a la
tienda de comestibles. Una niña vuela por encima, perseguida
rápidamente por otras dos, gritando algo entre ellos que se pierde en el
sonido de sus alas y su magia.

Todo el mundo tiene algo único: cuernos y pezuñas, colas y alas. Veo
cabello rosado brillante y ojos de gato. Debería estar
aterrorizada. ¡Encuentra el miedo! mi sentido común me grita desde el
fondo de mi mente, estas personas son tu enemigo mortal.

Pero no tengo miedo. Mi corazón late con un ritmo que coincide con
sus pasos. Mis ojos beben todo sobre ellos. Y mis pies quieren
correr hacia algo completamente indescriptible, algo de lo que no tengo
ni idea de quién, qué o dónde podría estar. Quiero ver y tocar todo lo
que me rodea. Mi mundo monótono ha encontrado su color y quiero
hacerlo mío.

—Si sigues mirando, la gente lo notará—. Raph tira de mi mano y


mueve su cabeza hacia la derecha. Sigo su señal y comenzamos a
movernos.

Cada edificio en Dreamsong es más magnífico que el anterior. Están


hechos de madera y piedra, hierro y vidrio. Las sábanas de seda
cuelgan para secarse en cuerdas tendidas al otro lado de la calle,
perfumando el aire con lavanda y jabón. Me detengo en una puerta
particularmente impresionante para pasar las yemas de los dedos por
la reja. Se han perforado miles de pequeños agujeros a través de una
delgada hoja de metal, convirtiéndola en un delicado encaje. Hay
cintas y lazos desplegados a lo largo de él, tan realistas que me
sorprende que no se vayan con la brisa.

—Vamos a —. Raph toma mi mano y tira de ella. —Pensé que


querías música, no… ¿Qué es lo que estabas haciendo hace un
momento? ¿Magia humana?

—No, los humanos no tienen magia—. Me río suavemente. Mis ojos


todavía están en la puerta incluso mientras él me tira. —Lo estaba
admirando. La construcción es tan hermosa; Nunca había visto nada
igual.

—Me parece bastante normal—. Se encoge de hombros. Oh, crecer


en un mundo donde todo esto es normal. —Por aquí— rodeamos el
edificio con la puerta de encaje, pasando por una puerta trasera y
entramos en un pequeño patio en la esquina trasera izquierda del
lote. —Espera aquí.
—Está bien. — Me quedo a la sombra de una glorieta sobre la puerta
lateral mientras Raph corre hacia la puerta de la cocina y golpea varias
veces. Se abre y una doncella con la cara roja asoma la nariz.

—Esta vez, la dueña de la casa te va a despellejar. No puedes seguir


llamando así.

—Ella no tiene por qué saber que estoy aquí. ¿Puedes llamar a
Ralsha?— Raph junta sus manos y las levanta como si estuviera
pidiendo. La mujer pone una mano en su cadera y arquea las cejas. —
Bien, te daré una entrega cuando quieras. Pero no sacas nada más de
mí.

—Buen chico. Espera un momento.

Aquí todo tiene un precio, me recuerdo mientras observo la


interacción. Debo recordar eso y prestar atención a cada palabra que
usa la gente. Afortunadamente, tengo la experiencia de mi padre al
hacerlo. No es solo lo que dice la gente, sino cómo, me diría . Presta atención
a todo. Antes de que Joyce apareciera, incluso me dejaba participar en
algunas de sus reuniones y después me pedía consejo. Una de las
pocas veces que sentí que podía usar mis sentidos sobre las mentiras
para ayudar a alguien más allá de mí.

Ralsha es una chica joven, no mayor que Raph. Pero donde Raph
tiene el pelo castaño rojizo corto, Ralsha tiene rizos largos y de un
violeta intenso. Ella grita al ver a Raph, lanzando sus brazos alrededor
de su cuello. Claramente, se está gestando un amor joven y me muerdo
una advertencia para ambos. Tal vez los faes sean inmunes a las
trampas del amor que los humanos debemos
soportar. Independientemente, sus errores no son asunto mío.

Con algunos pestañeos de Raph, Ralsha entra a la casa y regresa con


una capa. Raph le da un beso en la mejilla y un guiño antes de regresar
a mí. Ralsha se derrite en el tope de la puerta... antes de que la criada
que vi antes la llame de regreso al interior.

—Aquí tienes. En realidad, también es una buena capa. La madre de


Ralsha es la mejor sastre de Dreamsong. Ralsha dice que incluso tiene
un telar encantado que puede tejer hilos invisibles en la tela.

—Si es un hilo invisible, ¿cómo sabrías que está ahí?— Sonrío.

Raph considera esto durante demasiado tiempo. Solo me hace


sonreír más y me saca la lengua. —Si ella dice que está ahí, debe
estar—. Oh, cierto, no pueden mentir. —Ahora, date la vuelta y déjame
ponerte esto—. Extiende la capa.

—Qué servicio. — Me río suavemente y me doy la vuelta.

—Bueno, te dije que soy el mejor guía…— Sus palabras se detienen


claramente. Me estremezco al instante. Sé lo que ha visto. Este estúpido
vestido de seda y su estúpida caída por delante y por detrás. Siento un
dedo meñique presionando mi columna entre mis omóplatos. —
¿Cómo consiguió este, señorita?

Es un niño. No sabe nada mejor. No sabe que es de mala educación


preguntar tan claramente sobre las cicatrices más retorcidas de la
gente.

—No lo recuerdo—, murmuro. Mientras digo la mentira, el sabor


metálico me llena la boca. Pero no es solo porque miento. Ese día
también probé sangre. Me había mordido la lengua por los gritos y los
golpes. Huelo el aroma chamuscado de la carne quemada acribillando
mi memoria. —Lo he tenido desde siempre. Desde pequeña. No mayor
que tú. Siempre ha estado ahí.
Él se ríe. —Tiene un aspecto perverso. Debes ser un ser humano
duro para soportar algo así y aun así está bien.

Encojo la bata sobre mis hombros, sintiéndome mucho menos


desnuda. Mis secretos más feos se esconden una vez más bajo la
armadura de tela. —Me gusta pensar que sí.

—Bien, tienes que ser dura para sobrevivir a los faes—. Vuelve a
sonreír y volvemos a salir a la calle.

Después de caminar unos minutos más, llegamos a una


taberna. Escucho las cuerdas ardientes y calientes de un violín bien
tocado. Debajo hay un redoble febril que marca un ritmo animado para
los demás intérpretes. Una flauta de pan se eleva sobre todos ellos,
encadenando una melodía que convierte toda la estridente colección de
sonidos en una canción sin aliento.

— ¿Qué es este lugar?— Susurro.

—La Cabra Gritona—. Raph sonríe. —Querías música. No hay nadie


mejor en toda la tierra de los faes. Bueno, no te quedes ahí
parada. Entra. — Me da un empujón y me tambaleo hacia la entrada
arqueada.

No hay puertas ni ventanas en la Cabra Gritona. Solo columnas y


arcos que componen la fachada frontal, dejando entrar la luz del sol y
dejando salir el sonido. Tampoco hay sillas, solo mesas altas en las que
se paran hombres y mujeres, pisando fuerte al ritmo de la música y
regando el suelo con cerveza espumosa.

Mis ojos se dirigen al escenario bajo frente a la entrada donde toca la


banda. Hombres y mujeres dan vueltas en una pista de baile frente a él.
—Intenta parecer menos llamativa, Dios mío —. Raph me lleva a una
mesa vacía junto a uno de los arcos. Se sube a la media pared, de pie
como si fuera el dueño del lugar. Una camarera se acerca y deja una
jarra frente a mí. —Oye, ¿dónde está el mío?— Raph se queja.

—Quizás cuando seas mayor—. Ella guiña un ojo y se aleja.

—Maleducada.— Raph pone los ojos en blanco.

Casi me pierdo todo el intercambio, en lugar de eso estoy demasiado


concentrada en la música. La animada danza se toca en tiempo
común. El hombre de la flauta de pan salta por el escenario, incitando a
los bailarines con su propio juego de pies. Solo he visto una actuación
antes... Mi padre trajo una banda ambulante a una de sus últimas
fiestas para la Compañía Comercial Applegate después de que yo
suplicara y suplicara. Resultó que la fiesta era en mi cumpleaños y él
no pudo negarse, incluso a pesar de la prohibición de la música
después de la muerte de mi madre por ser… demasiado dolorosa.

Joyce eligió la música esa noche. Así que, por supuesto, era una
colección aburrida de instrumentales sofocantes interpretados por
hombres dos veces mayores que mi padre. Dios no quiera que nos
divirtamos de verdad en una de esas fiestas. Si lo hubiéramos hecho,
así es como podría haber sido nuestra mansión, y el sonido que
tendría. Intento imaginarlo y el pensamiento va acompañado de una
imagen cómica de Joyce casi perdiendo la cabeza por todos los
pisotones sobre sus alfombras ridículamente caras.

Una sonrisa me cruza los labios. Estoy dando golpecitos con el pie al
ritmo. Mi mirada va a la deriva mientras el hombre de la flauta da
vueltas. Es entonces cuando veo un montón de instrumentos en el
escenario. Apoyado contra ellos hay un laúd. No es tan bueno como el
de mi madre, lo puedo decir desde aquí. Pero las cuerdas están intactas
y apostaría cualquier cosa a que están afinadas.
— ¿Qué son todos esos?— Le pregunto a Raph y señalo la pila de
instrumentos.

—Instrumentos para artistas—. Se encoge de hombros. —Veo que la


gente sube y los toma cada vez que el bar está en silencio. Una taberna
silenciosa es una taberna triste —, dice como si estuviera imitando a
otra persona.

Seguro que lo estoy entendiendo mal. — ¿Cualquiera puede


tocarlos?

—Creo que sí. — Se encoge de hombros. Ojalá supiera si está


diciendo la verdad real, o diciendo la verdad como mejor la sabe. —
Nunca he visto a nadie meterse en problemas por interpretarlos. Oh,
espera, ¿quieres tocarlos?

—No, no... No soy nada buena—. Sin embargo, incluso mientras


digo eso, estoy haciendo estallar mis nudillos. Estoy ansiosa por las
armonías de las melodías de la flauta que sé que están atrapadas en las
cuerdas del laúd.

—Eh, probablemente tengas razón

— ¿Qué?— Lo miro, los ecos de Joyce y Helen de repente se enredan


con sus palabras.

Deja caer su voz. — Eres un humano. No hay forma de que puedas


tocar lo suficientemente bien como para seguir el ritmo de los
faes. Estoy seguro de que estás asombrada por la calidad de nuestros
bardos.

Lo estoy. Pero eso no significa que no pueda seguir el ritmo. Creo


que podría…
¡Detén ese ruido!

Madre, lo está haciendo de nuevo. ¡Está jugando a la cosa!

Si tocas el laúd una vez más, le cortaré el cuello o el tuyo.

Las palabras de Helen y Joyce ahogan la música por un segundo


oscuro. Miro los instrumentos silenciosos desde debajo del peso de
todas las palabras con las que me llenaron. Mucho de Joyce y mis
hermanas presionándome, haciéndome pequeña. Nunca tuve lo
suficiente para enfrentarme a ellos. Nunca…

La sien de Laura está contra mi rodilla. Ella inclina su rostro hacia


mí. Una canción más antes de acostarse, dice con la boca.

—No—, le susurro.

— ¿No qué?— Raph está confundido.

Es comprensible. No estaba allí el día en que mi mano en


matrimonio se vendió por fortuna. No estaba allí el día en que juré que
nunca más dejaría que ellos ni nadie más me atrapara, me hiciera sentir
pequeña, me convirtiera en una herramienta en lugar de una persona
completa.

—Te equivocas. Puedo seguir el ritmo —. Lo miro. —Y te lo voy a


mostrar

— ¡Qué... espera!—

Ya estoy cruzando la pista de baile. Me acerco al escenario con la


suficiente intención como para que el flautista me dé un asentimiento
con su cabeza de cuernos de cabra. Le devuelvo el gesto y se aleja. Casi
parece un permiso.
El ruido sordo de los pies de los bailarines retumba detrás de mí. La
profunda resonancia del tambor está dentro de mí. La música ahoga
cada palabra que Joyce o Helen alguna vez dijeron durante un breve y
glorioso minuto mientras subo al escenario y me dirijo directamente
hacia el laúd, colgando su correa sobre mis hombros.

—Hola amigo. — Susurro, rasgueando ligeramente, lo


suficientemente suave como para que nadie más me oiga. Como
sospechaba, está afinado. — ¿Puedo?—

Giro y doy un paso adelante, cayendo en la melodía. Mi pie golpea


con el ritmo mientras mis dedos comienzan a moverse por instinto. Los
demás intérpretes me miran con entusiasmo y sonrisas
alentadoras. Ellos asienten con la cabeza hacia mí, yo les respondo con
la cabeza.

Ahora es un cuarteto, la música es más rica, más profunda. Miro a


los ojos al violinista, una mujer con la cabeza rapada para mostrar
tatuajes similares a los que tienen Shaye y Giles. Ella me sonríe y
asiente. Asiento en respuesta.

En realidad, no estamos hablando con palabras, ni con


pensamientos, ni siquiera con gestos. Hay dirección en la música que
escuchamos. Pequeñas señales a lo largo del camino que dicen, si yo
toco esto, tú tocas aquello. Y, juntos, hacemos música propia, hecha para
este momento y que nunca se volverá a escuchar.

Convertimos la emoción en canción.

El sudor gotea por mi cuello a medida que cambia la melodía. El


violinista se separa del resto de nosotros, subiendo a un crescendo,
exigiendo toda la atención. El resto de nosotros nos desvanecemos
hasta que ella vuelve a caer en una nueva melodía.
Reconozco esto, me doy cuenta.

—HABÍA UNA VEZ UNA MUCHACHA CON EL PELO TAN FINO,

La vi bailar y dije que es divina.

Así que la llevé al mar del pueblo,

Y le dije Jilly, ¿te casarías conmigo?

TODA LA TABERNA DA UN GRITO A TIEMPO. TODOS SE UNEN


EN UNA CANCIÓN para el coro.

PRONTO HABRÁ UNA BODA,

Un voto, un beso y una ropa de cama adecuada.

Pronto puede vendra la chica de Jilly,

Junto al mar del pueblo.

MIS MANOS VUELAN por el laúd. Sólo hay breves pausas entre el
estribillo y el verso. Apenas unas notas. Siempre amé esta canción por
esa razón. Fue un desafío tocar y aún más difícil cantar.

—AHORA JILLY Y yo somos una familia de tres,

Vivimos junto al mar del pueblo.


Jilly fue a la orilla un día,

Y miró el camino del pueblo de mer.

OTRO GRITO antes del segundo coro.

—OH NO, dulce chica Jilly,

Te has ido tan lejos donde el mar y el océano gira,

Jilly fue llevada

Por sus deseos, tendré que pagar

MIS MANOS VUELAN A TRAVÉS DE LAS CUERDAS. He llegado


tan lejos en la canción como sé. Miro hacia el baterista. Él mira en mi
dirección. El otro hombre y la mujer también lo hacen. Expectante.

Mis dedos se agarrotan y se detienen.

Esa voz… la persona que dirigió el canto… Enfermo, caliente, el


horror se apodera de mí. Fui yo. Yo era la que cantaba. Ojalá pudiera ir
y acurrucarme en un rincón y morir más rápido de lo que es la canción.

De repente, de la nada, una voz profunda y masculina llena la


habitación de canciones.

—PERO JILLY VOLVERÁ,

Saldré cuando el océano esté negro.

Romperé el vínculo con el mar oscuro y frío.

Porque la mejor gente de mer soy yo.


MIENTRAS LA TABERNA GRITABA POR ÚLTIMA VEZ, MIRO
HACIA LA FUENTE DE LA VOZ. Mis dedos continúan jugando por
instinto ahora que ya no estoy revolcándome en el horror de lo que he
hecho.

Miro a Davien a los ojos. Está cantando con el resto de ellos,


conduciendo a la taberna hacia el final de la canción.

—PRONTO HABRÁ una playa de tres.

Mi chica Jilly, el niño y yo.

Pronto volveremos a ser felices.

Y viviremos hasta ciento diez.

LOS MÚSICOS CONTINÚAN TOCANDO MIENTRAS ME ALEJO


DE LA BANDA y vuelvo a un lado, devolviendo el laúd a donde lo
encontré. Mi cara está sonrojada y puedo sentir que solo se pone más
roja cuando salgo del escenario con una pequeña cantidad de
aplausos. Intento agachar la cabeza con vergüenza... pero las sonrisas
alentadoras que la gente me da y las palmaditas en los hombros lo
evitan... para cuando llego a Davien, tengo una sonrisa propia.
—Te ves horriblemente presumida—. Suena molesto, pero su rostro
no ha recibido la nota, porque luce una sonrisa que parece casi
impresionado.
—No sé si presumida es la palabra correcta—. Miro hacia el
escenario, donde la banda sigue tocando y la gente sigue bailando y
dando vueltas. Acabo de terminar de actuar y ya quiero volver. —
Nunca había hecho algo así antes, y estoy sorprendida de lo bien que
me sentí—, admito tanto para mí como para él.
Davien parece sorprendido por esta admisión porque rápidamente
cambia de tema. —Realmente no deberías estar vagando sola.
— ¿Pensé que era seguro en Dreamsong?
—Lo es.
—Y Vena me dijo que fuera a disfrutar del pueblo. Eso fue lo que
hice. — Me encojo de hombros. —Además, no estaba completamente
sola. Tenía la mejor guía de todo Dreamsong
—Sobre eso...— La voz de Davien se vuelve más pesada por la
frustración y mira hacia la mesa en la que Raph y yo hemos estado
parados. Hol está ahí ahora. Está de pie junto a una mujer de cabello
largo y negro y cuernos de carnero curvados. Los dos están regañando
adecuadamente a Raph.
—Oye…— Empujo a Davien. —No seas malo con él, solo me estaba
ayudando. Le pedí que lo hiciera
Hol me mira muy, muy cansado. A pesar de que no pudieron haber
estado hablando con Raph por más de unos minutos, parece como si
hubiera tenido esta conversación durante horas. —Hay una diferencia
entre 'ser malo' y la disciplina necesaria.
Me estremezco. Suena como Joyce.
— ¿Sabes lo que podrías haber hecho?— la mujer le grita a Raph.
— ¡No iba a hacerle daño!— Insiste Raph. —Solo quería ver cuánto
tiempo podía bailar.
La mujer lo agarra por la oreja y tira suavemente de ella, siseando, —
Ella es humana. Se rompe mucho más fácilmente que nosotros.
—Acepté sus términos de buena gana—, digo. No puedo soportar
ver que Raph sea tratado de esta manera por mi culpa. Me pregunto
qué le harán. Solo puedo imaginar que los castigos de los faes son
incluso peores que los de Joyce. —No me importa un baile.
Una mano pesada cae sobre mi hombro. Miro hacia arriba para ver a
Davien. —Debes tener más cuidado con los tratos que hacen aquí—,
dice solemnemente. —Accediste a un baile sin establecer ningún
término, ninguna limitación. Raph podría haberte hecho bailar hasta
morir de agotamiento. Podría haberte hecho bailar en un río.
—Pero...— Mi voz tiembla levemente. Justo cuando pensaba que
estaba a salvo. —Dijo que no me haría daño.
—No lo habría hecho intencionalmente. Pero Felda tiene razón, no
pensó en cómo podría impactarte. Es joven y tonto.
—Ahora—, dice Hol con firmeza. —La absolverás de todos los tratos
que haya hecho contigo.
— ¿Tengo que?— Raph se queja.
—Sí, ahora.
Raph me mira. Patea la suciedad de la pared en la que todavía está
parado. Con las manos a la espalda, con expresión culpable, dice:
—Sus deudas están pagadas, todo se ha ganado, no se debe nada,
somos iguales.
Suenan como palabras mágicas, así que espero sentir un hormigueo
en todo mi cuerpo, pero no es así. Me siento tan normal como cuando
hice el trato con él. Pero si lo que dijo Davien era cierto, sin saberlo, le
di a este niño un inmenso poder sobre mí.
—Y discúlpate con ella—, dice la mujer, Felda.
—Lo siento—, obedece, apenas logrando mirarme a los ojos.
—Todo está bien—, digo. —Y gracias por liberarme de mis deudas.
—Realmente no iba a hacerte daño—, insiste Raph en voz baja.
—Eso es suficiente de ti por un día—. Hol levanta al muchacho y lo
deja en el suelo. —Creo que todavía tienes negocios con Vena. Deberías
ir y no hacerla esperar. Es por ella que tenemos un techo sobre nuestras
cabezas. Así que tómate tus deberes para contribuir a Dreamsong más
en serio.
—Bien bien.
—Te veremos en casa más tarde—, dice Felda, su voz se suaviza un
poco. Ella alcanza a Raphe, en mi mente agarra al chico con ambas
manos para sacudirlo más y regañarlo. Pero en lugar de eso ella lo
atrae hacia ella para darle un fuerte abrazo. —Te amamos, Raphy
— Eww, mamá, hay gente, uf, también te quiero—, murmura Raph y
se escabulle. Pero no antes de que su madre le dé un beso en la frente.
—Realmente lamentamos mucho sus acciones—. Felda se endereza y
se rasca la nuca, luciendo culpable en nombre de su hijo. —Él puede
ser un poco difícil a veces.
—No estoy molesta—, les recuerdo. Todavía estoy confundida en
cuanto a lo que acabo de presenciar. En un instante, ella le mostró más
afecto del que incluso Joyce mostró a sus propias hijas de carne y
hueso.
—Aun así, como una disculpa por nuestro hijo, nos gustaría
ofrecerles un asiento en nuestra mesa y ofrecerles toda la hospitalidad
posible a ambos—dice Hol.
—Sería un honor cenar con usted—. Felda inclina la cabeza hacia
Davien.
—Cómo sería la nuestro. Adelante. — Davien hace un gesto hacia la
puerta y la pareja me lleva a mi primera comida con los faes.
16

DAVIEN LOS SIGUE, deteniéndose cuando se da cuenta de que no estoy


en sintonía con él.

— ¿Vienes?

Cruzo mis brazos y camino hacia él.

—Te gradecería que no hablaras por mí.

— ¿Los habrías rechazado?

—No sé. Estos faes han hecho muy poco para que me encariñe con
ellos. No estoy segura de querer sentarme en su mesa y partir el pan.

Él se ríe y niega con la cabeza. En voz baja puedo escucharlo decir:

—Realmente eres humana.

— ¿Qué se supone que significa eso?

Empezamos a caminar.
—No solo desaprovecharías la oportunidad de que Hol y Felda sean
aliados al sentarte en su mesa, sino que los ofenderías mientras
intentan enmendar las cosas— Davien se ríe. —No entiendes nada
acerca de cómo las palabras pueden retorcerse en tu contra. Sobre
tratos, rituales o las leyes de la hospitalidad.

—No te burles de mí—. Lo miro. Sin embargo, como si alguna vez


estuviera compitiendo consigo mismo para ver cuánto me puede
frustrar, sonríe. Sus ojos verdes brillan a la luz del sol.

—No me estoy burlando de ti; Creo que es encantador que hayas


vivido una vida mucho más sencilla.

—Lo dudo. Pero incluso si tienes razón, más sencilla no significa que
sea buena —. Evito mirarlo, en lugar de eso, miro la unión en un techo.

— ¿Cómo conociste esa canción?—. Pregunta, aparentemente de la


nada. Me pregunto si se da cuenta de que estoy incómoda y está
tratando de retroceder hacia algo más inofensivo.

Lo miro de nuevo. ¿Se da cuenta de que estoy incómoda?

—Espera, no me digas, ¿es otra de las viejas canciones que has


escuchado en la ciudad?

—Sí

Miento, y trago para tratar de quitarme el sabor a metal de la


boca. Parece que cuanto más miento a su alrededor, más difícil se
vuelve y más tiempo permanece ese sabor metálico en la parte
posterior de mi garganta. Mi madre fue quien me enseñó casi todas las
canciones que conozco.
—Realmente es increíble la cantidad de nosotros que queda en ese
mundo...

Se apaga, los ojos llenos de anhelo mientras mira hacia


adelante. Davien es una cabeza más alta que la mayoría de las
personas, por lo que puede ver toda la calle sin problemas. Pero no
creo que esté mirando a nada en particular. Me pregunto qué está
tratando de ver, en qué lugar... o en qué momento.

— ¿Realmente solía ser todo un mundo? Escuché los viejos mitos,


sobre las antiguas guerras mágicas. Recuerdo lo que me dijeron sobre
el Rey Elfo dividiendo la tierra. Pero pensé…— Miro a mi alrededor. —
Creo que tengo que creer que es verdad, ver este lugar, verte a ti. —Mi
mirada se engancha en el intrincado vidrio emplomado que adorna el
segundo piso de un edificio por el que pasamos. —El Arte en vidrio,
¿vino también de los faes?

—Lo hizo—Davien sonríe. —Los faes son un vástago de las


dríadas. Eran los viejos centinelas del bosque, mucho antes de que las
guerras mágicas fueran un susurro en los labios de la gente. A
diferencia de los faes… que fueron una evolución natural del tiempo y
la magia… las dríadas hicieron a los humanos con sus propias
manos. Inicialmente, los faes cuidaron de los primeros humanos,
enseñándoles cómo usar su magia para trabajar con la naturaleza.

— ¿Los humanos tenían magia?— Intento imaginar un mundo así y


fracaso.

—Hace mucho tiempo, antes del Desvanecimiento. Quizás por eso


eres capaz de ser un recipiente para la magia de los antiguos Reyes.

Doblo y relajo mis dedos, tratando de ver si puedo sentir la magia


que incluso Vena dijo que podía sentir en mí. Pero no siento
absolutamente nada. Sé que la magia es real, la he visto. Salió de mí en
el bosque esa noche. Sin embargo, no puedo convocarla incluso si lo
intento.

Llegamos a una casa de piedra con techo de barro. Hol y Felda nos
llevan adentro, por el pasillo y hasta una cocina que ocupa la mitad
trasera de la casa. Davien y yo estamos sentados alrededor de una
mesa mientras Felda y Hol deambulan por su cocina. Noto clavijas
junto a la puerta trasera, una bolsa de mensajero muy similar a la de
Raph cuelga de una.

—Por favor, no lo castigues… — Las suaves palabras se escapan de


mis labios sin querer mientras Felda coloca una tabla con un pan
rústico de masa madre y un cuchillo.

— ¿Qué?— Parpadea e inclina la cabeza hacia mí.

—Raph. Por favor, no lo castigues cuando regrese a casa. No quisiera


que se lastimara por mi culpa.

— ¿Lastimar?

Ella niega con la cabeza y parece horrorizada por lo que estoy


sugiriendo. Sus cejas se fruncen levemente, como si mi preocupación la
hubiera ofendido de alguna manera.

—Nunca lastimaríamos a nuestro hijo.

—Pero, en la taberna... parecías tan molesta.

—Estaba molesta— Felda se pone las manos en las caderas. —No sé


cómo me las arreglé para tener el niño más precoz de todo Dreamsong,
pero supongo que ese es mi honor y mi carga. Sonríe como si una parte
de ella realmente pensara que es un honor estar asociada con las
payasadas de Raph. —Pero ya lo han reprendido
apropiadamente. Mientras no vuelva a salirse de la fila hoy, lo que a
veces es un desafío para ese chico, no habrá más palabras sobre el
incidente cuando llegue a casa.

—Oh, bien…

Me quedo mirando el pan que Felda comienza a cortar. ¿Es


realmente así de simple? Nunca había visto a un niño ser perdonado
tan fácilmente cuando se equivocaba. Helen y Laura nunca se
equivocaron. Y siempre que lo hacía, por lo general sentía las
repercusiones durante días. Cuando siento el peso de otro par de ojos
sobre mí, mi mirada se dirige a través de la mesa hacia donde se sienta
Davien. Me mira con el ceño ligeramente fruncido, como si me
estuviera inspeccionando o estudiándome.

—Por favor, sírvanse de nuestro pan y vino—, dice Hol


ceremoniosamente mientras vierte hidromiel en cada una de nuestras
copas.

Agradezco la excusa para apartar la mirada de Davien. Su mirada es


demasiado inquisitiva. Me preocupa lo que vería si lo miraba a los ojos
durante demasiado tiempo. Nunca pensé que extrañaría la venda de
los ojos.

— ¿Cómo estás encontrando Dreamsong?— Pregunta Felda.

Doy la bienvenida al cambio de tema con una sonrisa.

—Es un lugar verdaderamente magnífico. Los faes son algunos de


los mejores artesanos que he visto en mi vida.

—Tenemos muchos que poseen antiguos rituales sobre el oficio,


heredados de sus familias y cortes.
—Cuando dicen rituales... ¿es lo mismo que vi en el bosque esa
noche?— Miro a Davien.

—Eso fue un ritual, sí, pero también lo fue lo que hizo Giles cuando
acampamos en el Bosque Sangriento— dice.

Mastico un trozo de pan por un momento, considerando todo lo que


he aprendido sobre los faes y su magia hasta ahora. El pan es picante y
tiene la cantidad adecuada de masticar para complementar la corteza
crujiente.

— ¿Entonces un ritual puede ser cualquier cosa? ¿Y lograr algo?

—Hay algunas limitaciones—, dice Hol. —Por ejemplo, no podemos


resucitar a los muertos o cambiar el corazón de alguien.

—Cómo puedes ver, no hay muchas limitaciones—. Davien sonríe.

— ¿Cómo se hace un ritual?— Pienso en lo que dijo Vena acerca de


encontrar una manera de obtener la magia de mí. ¿Va a hacer ella
misma un ritual?

—Hay unos pocos que están lo suficientemente en sintonía con su


magia y las leyes inherentes de nuestro mundo como para inventar
nuevos rituales. Pero la mayoría de los rituales se transmiten
oralmente o en tomos escritos que se guardan en las familias y las
cortes —. Explica Hol.

—Es por eso que la erradicación casi completa de la familia Aviness


paralizó a los faes y nos ha debilitado durante siglos. La corona de
cristal tuvo un ritual realizado hace mucho tiempo que aún se
mantiene y exige lealtad de todos los fae... pero solo puede ser usada
por el verdadero heredero de Aviness. Mientras un heredero Aviness
esté vivo, no prestará atención a ningún otro señor. Y requiere el poder
de los reyes perdidos para revelar todo su potencial.

Davien mira por una ventana con una mirada furiosa, lanzando su
ira hacia alguien o algo más allá de la mesa.

— ¿Entonces los faes no pueden hacer magia con sus pensamientos?

Pienso en mis acciones en el bosque. Cómo la magia llegó a mí sin


que me lo pidieran, prestando atención solo a mi necesidad
subconsciente de sobrevivir.

—Hay algunas excepciones, como invocar alas o garras— dice


Hol. —O nuestro glamour.

—Pero por lo demás, no— agrega Felda. —Sin embargo, hay algunos
rituales que nos dan un control variable sobre el poder durante un
cierto período de tiempo, como lo que está en la corona de cristal... Lo
que podamos hacer durante ese tiempo y cuánto dure, todo depende
del ritual.

—Viste uno de esos ejemplos en el bosque.— Davien devuelve su


atención al presente y la posa en mí. —La forma en que el carnicero se
movía es un ritual celosamente guardado, transmitido entre sus
filas; lo arrojan sobre las capas que usan. Escuché que se llama 'paso de
sombras', donde pueden pasar de la oscuridad a la luz. Los hace
particularmente mortales por la noche. Pero el ritual expira
rápidamente. Solo tienen límite de movimiento que pueden realizar de
esa manera antes de que se agote la magia cargada.

Estoy empezando a enmarcar la magia de los faes en términos que


puedo entender, con los que estoy familiarizada. Pienso en cuando
reparé el yeso en las paredes de nuestra mansión. El —ritual— sería el
acto de combinar los ingredientes y mezclarlos en un balde. Supongo
que el cubo, o recipiente para la magia, es el fae que realiza el ritual,
aunque parece que el recipiente también puede ser una cosa, como la
corona de cristal o las capas de los Carniceros. Luego, pueden usar el
yeso mágico, hasta que se agote o se vuelva inútil o seque.

Con este marco, digo con moderada confianza —Creo que entiendo.

— ¿En serio?

Davien arquea las cejas; parece impresionado. Le doy una sonrisa


astuta.

—Creo que sí. Mira, déjame ver si tengo razón… —Les explico mi
analogía. — ¿Eso es todo?

Hol se inclina hacia atrás en su silla y se ríe. —No es de extrañar que


pudiéramos enseñar a los humanos antiguos. Para una gente que
perdió su magia de la noche a la mañana, definitivamente hay rastros
de comprensión allí.

Si eso es cierto, podría aprender a usar la magia dentro de mí. Evito


la atenta mirada de Davien sirviéndome otra rebanada de pan,
mojándola en aceite y hierbas antes de meterla en mi boca. Es como si
pudiera sentir lo que estoy pensando. Me pregunto si una noche en la
mansión hizo un agujero en mi mente con esos ojos mientras yo tenía
los ojos vendados y no me daba cuenta. Ahora, tiene una ventana a mis
pensamientos más íntimos cuando quiere.

Me muerdo el labio. Realmente espero estar equivocado en eso...


porque mi mente no es un lugar en el que nadie deba pasar demasiado
tiempo. Es lo suficientemente peligroso para mí, y vivo aquí.
El resto de la comida transcurre sin problemas. Para cuando Hol y
Felda nos acompañaron hasta la puerta, honestamente puedo decir que
lo he disfrutado. Felda me da un pequeño apretón antes de partir.

—Ha sido un placer conocerte— dice. —Hol me ha informado sobre


algunas de sus circunstancias, más de lo que probablemente debería, lo
admito. —Su boca se arquea en una sonrisa traviesa. Veo de dónde lo
saca Raph. —Sé que venir aquí no era parte de tu plan... pero me
alegro de que Davien te tenga con él.

Miro hacia donde Davien y Hol están inmersos en una intensa y


silenciosa conversación. Parece que no escuchan las suaves palabras de
Felda.

—No soy… no sé lo que piensas. Pero...

—No tienes que dar explicaciones—, dice demasiado


rápido. Como si estuviera avergonzada y ella me estuviera haciendo un
favor. —Es agradable ver a alguien con él. Hol y los otros caballeros
del rey ciertamente han hecho todo lo posible. Pero tenían sus
obligaciones aquí, mantener a Dreamsong a salvo. Tampoco podrían
quedarse con él por mucho tiempo, porque como puedes ver con
Davien, los faes no estamos destinados a vivir en tu mundo. Puedo
imaginarme lo solo que estaba con Oren como compañía. Bendito sea,
es un buen hombre, pero no el mejor conversador. —Ella ríe. Y
también sonrío. —Por lo que ha dicho Oren, parece que ustedes dos se
llevan bien.

Antes de que pueda decir algo, los dos hombres se nos unen.

—Deberíamos volver al salón principal—, dice Davien. —Lo último


que queremos es que Vena nos necesite para algo y no estemos
disponibles.
—Por supuesto. —Asiento con la cabeza. Damos nuestro último
adiós y volvemos a las calles de Dreamsong.

—Me alegra que lo estén haciendo tan bien— dice después de que
nos alejamos de la casa.

— ¿No lo hacían?— Me parecían una familia envidiablemente


normal. Más normal de lo que jamás creí posible, anteriormente, para
una familia.

—El hogar ancestral de su familia está en lo que ahora es Bosque


Sangriento. Su Corte de Hojas fue dirigido por uno de los últimos
supervivientes de sangre de Aviness — dice con una nota sombría. Veo
que sus manos se aprietan y los músculos de su mandíbula se
abultan. —Los Carniceros los echaron de su casa mucho antes de que
naciera Raph.

Davien reduce la velocidad y mete las manos en los bolsillos de sus


pantalones holgados. Lleva una túnica abierta por debajo del
esternón. La extensión plana de su pecho se exhibe debajo de una serie
de collares. Encaja tan naturalmente aquí. Hay algo en el aire a su
alrededor que simplemente... pertenece.

Supongo que eso no es lo que me sorprende. Lo que me sorprende,


es la envidia que le tengo. No es el fae del que quiero ser parte. Solo
quiero pertenecer. Quiero que algunas personas, algún lugar, algún
tiempo sean míos. No quiero ser un náufrago luchando por restos
olvidados en el suelo debajo de las mesas en las que nunca me sentaré.

Tener una familia. Una mesa.

—Si te conviertes en rey, ¿podrán volver a su hogar?.— Pregunto


suavemente. — ¿Reconstruirán la Corte de las Hojas?
Me mira a los ojos, exponiendo las oscuras profundidades de su
dolor. Tantas cosas sobre este hombre siguen siendo un misterio para
mí. Pero en lugar de estar asustada… me encuentro cada vez más
intrigada por las infinitas posibilidades. Quiero preguntar. Quiero
saber. Quiero pelar cada capa de él como siento que lo hace conmigo
cada vez que estamos juntos.

¿Qué pasa conmigo?

Este interminable tira y afloja entre nosotros amenaza con


destrozarme.

—Si... cuando me convierta en rey, estas tierras volverán a pertenecer


a la gente que las hizo. Los cortes pueden regresar a sus hogares
ancestrales o reconstruirlos de nuevo, lo que más se ajuste a lo son
ahora.

—Veré que los faes vuelven a ser fuertes. Que tengamos un asiento
en la mesa del Consejo de Reyes de Midscape. Exigiré que nos
devuelvan las tierras que el Rey Elfo nos robó y lucharé para que los
faes vuelvan a la prominencia que nos merecemos. Veré reconstruir a
todos las cortes para mantener bajo control a la Corte Suprema, de
modo que ningún rey se sienta tan poderoso que pueda actuar sin
rendir cuentas. Usaré el poder que está atrapado dentro de la corona
de cristal y la colina de la Corte Suprema para ayudar a mi gente como
pueda mientras respire.

Estoy asombrada de él. La forma en que habla está llena de


convicción... y no porque haya practicado estas líneas como lo hicieron
Laura o Helen antes de las fiestas de papá para que tuvieran la mejor
oportunidad de cortejar a un pretendiente. Dice la verdad que sabe,
que ha cimentado en su corazón por encima de todo.
La necesidad de tocarlo se vuelve irresistible. Un hombre con una
misión noble es más atractivo de lo que esperaba. Quiero tomar su
mano y acariciar la suave piel de su palma. Quiero presionar mis
dedos sobre los fuertes músculos de su pecho y... y... mi mente se
desvanece.

El calor me golpea, enrojeciendo mis mejillas y haciéndome cambiar


mi peso de un pie a otro mientras se acumula incómodamente en la
parte inferior de mi abdomen. Este hombre me hace querer cosas
peligrosas. Cosas que nunca pensé que quería antes y ciertamente
nunca necesité.

—Deberíamos volver con Vena—. Digo, mi voz no suena tan fuerte


como de costumbre.

—Deberíamos. —Sin embargo, sus ojos todavía están fijos en los


míos, con la cabeza ligeramente agachada. Por primera vez desde que
vino a este mundo, se ve y suena como el Lord Fenwood que conocí en
la mansión.

El resto de nuestro paseo lo consume un silencio tenso e


incómodo. Nuestros hombros se rozan siete veces. Pero, ¿quién
cuenta?

Sin embargo, ambos nos resistimos a cerrar esa peligrosa brecha


entre nosotros. Porque en ese espacio está la línea sin retorno. Y de
alguna manera, a plena luz del día en medio de una calle concurrida,
estamos peligrosamente cerca de cruzarla.
17

SOLO SOMOS GILES, Shaye y yo para cenar esa noche. Ya están


sentados, con la comida a medio acabar, cuando salgo de mi
habitación. Me permití una siesta al mediodía después de regresar con
Hol para tratar de aclarar mi mente. Pero encuentro que esta igual de
turbia cuando me despierto. Mis pensamientos y sueños, todos giran
en torno a Davien y este extraño mundo nuevo... incluso si no quiero
que lo hagan.

— ¿Dónde está Oren?— Pregunto mientras balanceo mis piernas


sobre el banco en una de las mesas en la sala de reuniones.

—Tenía algunos asuntos de la casa que atender—. Dice Shaye.

—Oh ya veo.

No preguntes por Davien. No preguntes por Davien, repito en mi


mente. Sin embargo

— ¿Y Davien?— Maldita sea, Katria .

—Vena lo quería. Probablemente algo relacionado con el ritual para


sacarte la magia —. Giles arranca un muslo de una raza irreconocible
de pájaro grande asado y comienza a morder ferozmente con sus
afilados dientes.

— Conociendo a los dos, tendrán algo resuelto por la mañana. Los


inteligentes lo hacen.

— Cualquiera es inteligente comparado contigo, Giles—. Shaye


sonríe.

— Menos mal que te mantengo cerca para compensar lo que me


falta—. Giles se ríe.

Shaye rápidamente vuelve su atención hacia mí, moviéndose


incómoda en su asiento. —Escuché que hoy saliste a vivir una aventura
en la ciudad.

— ¿Hol te lo ha dicho?— Cortó un trozo de carne de pechuga para mí,


tomando una rebanada de pan y una cucharada de verduras de un
plato para servir al mismo tiempo.

—Entre otros.

— ¿Otros?

—La gente habla de la nueva cantante y laudista en escena en la


Cabra Gritona—. Sonríe y coge trozos de pan del tamaño de un pájaro
y se los lleva a la boca. —Tienes más fuego en ti de lo que pensaba. No
te tomé por el tipo de rebelde.

Me encojo de hombros.

—Me gusta la música y quería escucharla.


—Menos mal que tiene un poco de tendencia rebelde—. Giles se
ríe. —Esta es toda una ciudad de rebeldes. Vigilantes. Sin nada que
hacer. Sinvergüenzas traidores que no encajan en ningún otro lugar y
cortarían el cuello de nuestro actual rey si tuvieran la oportunidad.

—Todo el mundo me ha parecido encantador—, respondo,


profundizando en la comida.

— ¿Todos? ¿Incluso nuestro querido futuro rey cuando… estaba…


haciendo una rabieta en el bosque?

—Bueno...— Siempre supe que la ira no estaba dirigida a


mí. Aunque era molesto, por decirlo amablemente.

— ¿Qué tal el niño de diez años que estaba listo para hacerte bailar
para su diversión como un títere?— Shaye levanta las cejas.

— No me iba a hacer daño—. Salgo en defensa de Raph una vez


más. Incluso si la situación podría haber terminado mal, no fue así. Y
realmente creo que no quiso hacerme daño.

— Podría haber terminado igual.

— Creo que no lo habría hecho.

—Deja de defender a la gente cuando no deberías. Si alguien te trata


mal, dílo—. Ella niega con la cabeza y me mira con el rabillo del ojo. —
Nunca pensé que escucharía a un humano defendiendo a un fae… o
diciendo que están “bien”. ¿A qué ha llegado el mundo?

La noción de señalar cuando alguien me trata mal es extraña. Intento


encontrar un lugar para asentarlo en mi mente. Me gusta la idea lo
suficiente como para intentar implementarla.
— ¿Quizás no soy tu humano promedio?

—No mientras tengas la magia del rey dentro de ti—, asiente Shaye.

—Espero que Davien pueda conseguirlo pronto y poner orden en


este mundo loco...— murmura Giles.

Recuerdo lo que Davien dijo hoy en las calles sobre Hol.

— ¿Vivieron los dos en el Bosque Sangriento alguna vez?

Intercambian una mirada que vale la pena notar. Giles es el primero


en hablar, comenzando con un movimiento de cabeza.

—Originalmente vivía en la Corte de los Pilares.

— ¿Corte de los pilares?

—Boltov vino y exigio nuestras hachas y rituales. No estábamos en


el camino de los combatientes y no pudimos oponer
resistencia. Aunque lo intentamos. Esas antiguas herramientas de
artesanía eran todo lo que teníamos…—Sus ojos y su voz se vuelven
distantes. Shaye se inclina sobre la mesa y apoya una mano en la
suya. Sus ojos se encuentran y hay un momento de entendimiento
entre ellos en el que soy una extraña. La conexión entre estos dos es
más profunda de lo que originalmente creía.

Shaye habla. Casi puedo sentir que lo hace para que Giles no tenga
que hacerlo.

—Originalmente vivía en la Corte Suprema.

— ¿La Corte Suprema?— Repito suavemente. —¿El lugar con el


castillo?
—Donde Boltov vive. Sí.

Shaye regresa sus manos a su regazo, mirando su plato un momento


antes de tomar un trago de su hidromiel con determinación.

—Nací allí... y creo que desde el momento en que respiré por


primera vez, exhalé la promesa de que no me dejaría morir allí.

—Shaye...— dice Giles en voz baja.

Me mira a los ojos con una intensidad de la que no puedo apartarme.

—Después de mi nacimiento, Boltov me evaluo, me determinaron


digna y comencé el entrenamiento para ser carnicera.

Pienso en ese hombre en el bosque que estaba tan decidido a matar a


Davien. Lo imagino viviendo una vida de sangre y batalla desde su
nacimiento. Sin conocer ni un ápice de bondad de una manera mucho,
mucho peor de lo que puedo comprender.

— ¿Cómo escapaste?

—Me convirtieron en un arma—, reflexiona Shaye sobre el borde de


su vaso. —Lo que pasa con Boltov es que no se da cuenta de que las
armas no son leales por defecto. Una espada no conoce gobernante,
solo la mano que la sostiene.

— ¿Entonces encontraste un gobernante mejor?

—Encontré una mente, pensé por mí misma y me convertí en mi


propio gobernante— insiste Shaye con firmeza. —Me di cuenta de que
no era una herramienta para ser utilizada por otros. Pero un soldado,
un caballero, una persona que cualquier rey debería deleitarse en tener
en su sequito. Que no era indispensable como pensaba mi primer
rey. Entonces, encontré mi propia misión, y eso sucedió para alinearme
con un rey mejor.

Escojo mi comida y me muevo en mi asiento, tratando de ponerme


más cómoda. De repente, no puedo encontrar una posición en la que
mi piel se sienta bien. Algo que dijo me ha sacudido, inclinado mi
mundo más allá de la reparación.

— ¿Cómo encontraste esa mente tuya? ¿Uno en el que definiste tu


propio valor?— Pregunto suavemente. Me atrevo a dirigir la mirada
hacia ella, por miedo a que me regañe o se burle de mí. Para mi
sorpresa, no lo hace. Ella me mira fijamente, atenta y expectante.

— ¿Cómo pudiste separarte del rey que te controlaba? ¿Cómo pudiste


decirte a ti misma que él ya no importaba o que ni siquiera lo
molestaba?

—Comenzó con un pensamiento—, dice en voz baja. Mientras ella


habla, mis inseguridades más íntimas surgen de las oscuras
profundidades en las que trato de ahogarlas. —Un pensamiento de que
tal vez la razón por la que trató de reprimirme fue porque yo era mejor
de lo que él podría ser. Me tenía miedo, miedo de lo que podría
convertirme si no me controlaba. Así que gastó toda su energía
haciéndome sentir menos. Haciéndome sentir inútil. Haciéndome
sentir que no era nada sin él.

Miserable niña, haz lo que te digo y tal vez algún día encuentres a alguien
que te amé, las palabras de Joyce resuenan en una historia que he
tratado de borrar.

—Le hice sentir fuerte. Gobernando sobre mí, diciéndome qué hacer,
pensando que cada respiración dependía de él… eso era lo que le daba
poder. Lo que significaba que tenía poder. Me necesitaba. Y quería
quitarle eso. Así que lo hice. Encontré una mente propia y la
mantuve. Lo guardé en secreto hasta el momento en que pude
escapar. Y luego juré hacer todo lo posible para destruirlo. — Shaye
clava su cuchillo en la mesa a su lado. —Moriré feliz si soy yo quien le
degollé cuando todo esto termine. Pero incluso si no lo soy, saber que
ayudé a la persona que dio el golpe final será el trabajo más grande de
mi vida.

Miro con asombro a la mujer. Debería tener miedo, creo. Pero... pero
la admiro ferozmente. Ella es todo lo que desearía haber sido. Todo lo
que espero poder ser todavía. Pero mis villanos no son reyes y sus
seguidores... están vestidos con capas de seda. Se empolvan la nariz y
luego me miran. Puedo cenar con los faes, pero la idea de mi madre
todavía me acobarda.

—Creo que la has dejado atónita en silencio.

Giles me da un codazo mientras habla con Shaye.

—Tienes que ser suave con la pobre humana, Ella no está


acostumbrada a nuestra crueldad.

—No te des por aludido—. Cojo el tenedor y el cuchillo y desgarro la


carne. —Estoy encontrando las cosas muy cómodas aquí. Así que actúa
con normalidad.

Shaye arquea las cejas hacia Giles, quien se ríe. Los dos son
silenciados cuando se abren las puertas del salón de Vena. Davien y el
líder de Dreamsong se alejan, todavía enfrascados en una intensa
discusión, al menos hasta que los ojos de Davien se clavan en mí.

—Bien, estás comiendo— dice.

— ¿Qué más debería estar haciendo?


—Nada. Es bueno que comas... porque necesitarás todas tus fuerzas
para el ritual de la mañana.

APENAS PUDE dormir esa noche. Todo el tiempo doy vueltas y


vueltas. Si no son los pensamientos de lo que podría implicar el ritual,
es la vista de Davien, sonriendo como un tonto y lanzando esos
brillantes ojos verdes hacia mí. Incluso me levanto de la cama en un
momento, a medio camino de la puerta para perseguirlo y exigir saber
qué pasará, antes de pensarlo mejor. Lo voy a ver en unas pocas horas,
me recuerdo. No hay absolutamente ninguna necesidad de ir a
escondidas a su habitación en medio de la noche, donde sea que esté.

Tan pronto como amanece, me levanto de la cama y bajo las


escaleras hacia el vestíbulo principal. Las mesas todavía se están
colocando, las velas se encienden tanto con cirios como con magia. Una
voz familiar me llama.

— ¡Oye, señorita humana!— Raph se apresura. Tiene una canasta de


la mitad de su tamaño, llena de hogazas de pan recién hecho. —
¿Necesitas ir a cualquier parte hoy?— Me da esa sonrisa de sierra.

—No... Pero me vendría bien tu ayuda para conseguir algo—. Me


agacho, mirando el pan en su canasta. Primero aprovecharé la
oportunidad de los ágiles deditos de Raph con un trato nuevo, más
cuidadoso. Entonces agarraré ágilmente un poco de mi pan.

—Sabes que puedo entregarte todo lo que necesites. ¿Qué puedo


hacer por ti?
—Necesito un laúd. Cualquier laúd. No tiene por qué ser
particularmente bueno —. Anoche hubiera sido mucho más soportable
si hubiera tenido algo que jugar para pasar el tiempo. — ¿Cuánto me
costará eso?

Piensa en ello, hinchando las mejillas mientras lo hace.

—Quiero ver el mundo natural.

Resopló, imaginándome a Raph de nuevo en el lado humano del


Desvanecimiento. Tal vez podría contratarlo en la mansión después de
que la magia se haya ido. La idea de que Raph me ayude a cuidar ese
jardín descuidado casi me hace reír. No odio la imagen. Podría ser una
especie de aprendiz para mí. O quizás yo con él. Viviendo tan cerca del
Desvanecimiento… tal vez haya algunos viejos restos de magia
humana que encontraría en mí. Laura encontraría diversión en Raph al
menos. También he empezado a imaginarla viviendo conmigo. Ella
obtendría la magia que buscaba y yo sabría que Joyce no la
corrompería.

—No creo que pueda darte eso.

Selecciono mi pan caliente de la cesta. Él tararea. De repente me doy


cuenta de que está evitando mis ojos. Sus mejillas están ligeramente
enrojecidas.

— ¿Tienes algo más en mente?

—Estoy pensando.

—Esperaré. — Rompo trozos de pan y me los meto en la boca


mientras él se arma de valor para pedir lo que quiera.

—Quiero irte cantar de nuevo.


—Lo siento, ¿qué fue eso?

—Quiero oírte de nuevo.

Me inclino hacia él. —Una vez más.

—Quiero escucharte cantar de nuevo—. Finalmente enuncia cada


palabra, luciendo dolorosamente pero adorablemente tímido mientras
lo hace. —Toca una canción con el laúd que te traiga.

Estoy a punto de estar de acuerdo cuando pienso en lo que dijo


Davien.

— ¿Qué canción?

—Cualquier canción que elijas.

— ¿Cuándo?

—En cualquier momento que elijas.

— ¿Por cuánto tiempo?

—Cualquier canción, en cualquier momento, de la forma que


elijas. Tienes libre albedrío para decidir las circunstancias de cómo
cumplir con este acuerdo.

Tarareo y entrecierro los ojos.

—Sabes que conozco a tus padres ahora, ¿verdad? No estás tratando


de ser astuto, ¿verdad?

Su cola delgada se retuerce de molestia.


—Te traeré un laúd si me tocas una canción como quieras, cuando
quieras. Pero cuando toques, tengo que sentarme justo al frente para
escuchar. Eso es todo lo que pido. Sin trampas. Sin trucos.

—Trato. —Me pongo de pie y le revuelvo el pelo. ¿Quién sabe si


realmente traerá el laúd? —No eres tan malo, para ser un niño.

—Y eres medio decente, para ser humano—. Me saca la lengua.

—Raph—. El tono de Davien es una advertencia.

Le devuelvo la lengua al pequeño fae, asegurándome de que Davien


lo vea para que sepa que nuestra broma es mutua. Lo miro con una
leve sonrisa.

—Yo lo empecé.

—Estoy seguro de que lo hiciste—. Extiende una mano expectante.

Me toma un momento darme cuenta de que quiere un trozo de mi


pan. Tal vez me guste más el hombre de lo que creo, porque en
realidad le paso un trozo sin decirle que busque el suyo.

—No eres la esposa dócil que esperaba como hija de un Lord. Siento
que nuestro tiempo juntos se ve interrumpido por el hecho de que te
encuentro en lugares en los que no deberías estar, haciendo cosas que
no deberías hacer.

—Es una maldición mía—, murmuro, pensando en mi


infancia. Siempre terminaba en su camino, o encontrando un lugar
donde Joyce no quería que fuera. Como una entrada trasera a su
armario. En el estudio de Helen.

O la azotea...
—Más bien lo encuentro una delicia. Si iba a casarme en el registro
del Mumdo Natural con cualquier humana, supongo que hay peores
con los que tener que cargar —. Está luchando contra una sonrisa y
está perdiendo.

—Me sorprende que no hayas encontrado una esposa antes de mí, con
un encanto como ese—. Me meto el pan en la boca.

—Me sorprende que no hayas encontrado un marido antes que yo,


con modales como esos.

Pongo los ojos en blanco pero esbozo una sonrisa. Cae cuando se me
ocurre un pensamiento.

—Dijiste casado en el mundo natural...

—No te preocupes, no estamos casados aquí de ninguna manera. —


Camina hacia la sala de audiencias de Vena. —No hay trucos ni leyes
de los faes que haya usado. Los rumores de que los faes roban las
manos de las mujeres están sobre exagerados.

—Por supuesto.

Le obligo a sonreír de nuevo a mis labios mientras la sensación de


hundimiento que inicialmente la sacó de mis mejillas continúa por mi
pecho y hasta mi estómago. Se instala como una decepción en mis
entrañas. ¿Por qué esto se siente como una sorpresa? Dijo que me
dejaría la mansión. Venía al mundo de las faes y nunca
regresaría. Sería viuda. Sola en el mundo.

Sola para que nadie pueda lastimarme...

Sola... solitaria...
—Me aseguré de que Oren estructurara el arreglo para que se
disolviera una vez que me fuera. — Por una vez, no se da cuenta de mi
confusión. Ni siquiera me mira. —Serás libre de casarte con quien
quieras, Katria. Y soy libre de hacer una estrategia inteligente para
asegurar el futuro de mi reino.

—Piensas en todo, ¿no?

Ralentiza el paso y finalmente me mira. El mundo parece estar


quieto. Mi respiración se entrecorta. Hay profundidad en su expresión
que, por primera vez, no puedo leer. ¿Es dolor? ¿O preocupación? No
puedo decirlo. Sus cejas están ligeramente fruncidas en el centro y
estoy luchando contra el impulso de tomar su mano. Quiero
tocarlo. Quiero... Mi mente choca contra las paredes que he construido
a mí alrededor una vez más. No me permite ni siquiera pensar en nada
ni un paso más.

—Lo intento— dice en voz baja. —Pero incluso los reyes a veces son
tomados por sorpresa.

El sentimiento es tan suave como la caída de una pluma. Aterriza en


una parte fría y oscura de mí que trato desesperadamente de esconder
del mundo. Mi corazón late en respuesta, como si estuviera tratando
de empujar la sangre y el calor de regreso a ese rincón no utilizado de
mi alma. La forma en que me mira ahora… arrepentimiento. Eso es lo
que es.

— ¿Es por eso que fuiste tan duro conmigo en el bosque después de
mi llegada?— Pregunto, tratando de cumplir la promesa que me hice
anoche, inspirada por Shaye. Estoy segura de que a ella le va mucho
mejor criticar a la gente cuando la han agraviado, pero esto es lo mejor
que puedo reunir. —Porque, la forma en que me trataste entonces...
sabía que no estabas enojado conmigo, pero aun así no era...
—Justo— termina. Davien inclina la cabeza para mirarme a los
ojos. Soy consciente de cuánto cierra la brecha entre nosotros. Sus ojos
están llenos de lo que yo llamaría remordimiento. Se dirigen a mis
manos, que levanta pensativamente. Sus pulgares rozan mis nudillos,
casi haciéndome olvidar por completo de lo que estábamos hablando.

—Sé que debería haberme disculpado antes. Shaye tenía razón y yo


actuaba como un niño petulante, frustrado por las circunstancias. Así
que también tienes razón en que no tiene nada que ver contigo. Pero
eso no es excusa. Lo siento, Katria. No dejaré que vuelva a
suceder. ¿Me perdonas?

—Davien, yo...— ¿Alguna vez me han disculpado por esto con


amabilidad o sinceridad? Mis paredes se derrumban bajo el calor de su
presencia, tan desgarradoramente cerca.

—Oh, bien, ustedes dos ya están aquí—. Vena pasa junto a


nosotros. Davien deja caer mis manos y se aleja, sus mejillas un poco
más rojas de lo que estaban hace un momento. —Termina tu desayuno
y comencemos. No hay tiempo que perder.

Abre las puertas de su sala de audiencias. Pero el pasillo no está


vacío. De pie en el medio hay una mujer envuelta en un familiar chal
negro. Es lo mismo que vi esa noche en el Bosque Sangriento y ese día
en casa. Se me corta el aliento. Pero Davien no está tan desprevenido
como para no poder manejar un gruñido.

—Carnicera de Boltov— gruñe y se lanza a atacar.


18

DAVIEN ES RÁPIDO. La Carnicera es más rápida. Ella es un borrón de


movimiento, levantando una espada corta para bloquear la daga de
Davien. Se mueven tan rápido que mis ojos ni siquiera pueden seguir
el ritmo para ver de dónde sacó la daga.

— ¡Davien!— Vena llama. Ya se está moviendo de nuevo,


lanzándose hacia atrás y arremetiendo con la otra mano y una daga
diferente. La Carnicera se desvía por segunda vez.

—Para esto. — Vena se apresura. —Esta es Allor, y es una aliada de


los Acólitos.

—A mí me parece un carnicero—. Davien continúa presionando la


espada de Allor. La mujer tiene una sonrisa perezosa. Casi puedo verla
conteniéndose para no hacer pedazos a Davien.

—Y a mí me pareces un príncipe mimado, así que no entremos en los


insultos, ¿eh? —Dice Allor. Su voz es tan suave como su capa de
sombra.

—Suficiente. — Vena los agarra por los hombros, tratando


físicamente de separarlos. Es tan exitoso como intentar mover dos
montañas. —Le pedí a Allor que viniera. Ella nos ayudará a descubrir el
ritual para obtener tu poder.

— ¿Estás confiando en un carnicero?— Davien mira a Vena.

— Tú confiaste en un carnicero.

—Shaye ya se había ido mucho antes de unirse a nosotros. Este


monstruo...

—Otra vez con los insultos—. Allor pone los ojos en blanco.

— ¿Ambos dejarán sus armas?— Vena actúa como si estuviera


hablando con dos niños.

—Él primero—. Allor se burla.

—¿Por qué tú no?

—A mi cuenta—. Vena suspira. —Uno. Dos. Tres.

Los dos se separan lentamente. Davien devuelve sus dagas a las


fundas ocultas en el ancho cinturón alrededor de su cintura. Allor
devuelve la espada a una vaina en su cadera. Pero su mano no deja la
empuñadura. Lo cual es mucho más desconcertante cuando sus ojos se
dirigen hacia mí.

—Entonces, los rumores son ciertos. Tienes un humano aquí.

—Soy Katria—. Se siente mucho mejor que me llamen por mi


nombre que humano.

La sonrisa de la mujer se ensancha y asiente con la cabeza.


—Allor. Pero supongo que ya te habrás dado cuenta de eso.

Tenues mechones de cabello corto y negro están recogidos hacia


atrás en la nuca. Un largo mechón blanco corta una cuña a lo largo de
la ceja hacia la sien derecha.

Tiene más o menos mi estatura, pero el doble de musculatura que


yo... lo que dice algo ya que nunca me he considerado una persona
particularmente frágil.

— ¿Te importaría explicarte?— Davien le dice a Vena.

—Allor es uno de nuestros informantes clave del funcionamiento


interno de la Corte Suprema. Sin ella, estaríamos muy a oscuras sobre
lo que está haciendo Boltov. Ella fue la que ayudó a obtener la
información para la restauración de la magia del rey, la que nos contó
sobre la reliquia que necesitábamos en el mundo natural para
completarla —, dice Vena.

Davien considera esto, sus ojos se mueven entre Vena y Allor. Es


evidente que todavía es escéptico. Incluso si no puedo ver su rostro,
puedo sentirlo en el hombre.

— ¿Es esto cierto?— Davien mira a Allor.

— ¿Podría mentir aunque quisiera? Mejor pregunta sería por qué


dudas de ella. — Allor inspecciona el pomo de su espada, sacudiendo
el polvo imaginario de ella.

Los músculos de la mejilla de Davien se contraen, pero mantiene el


tono de voz cuando dice:

—Entonces estoy en deuda contigo. Cuando yo sea rey, tú serás...


—Ahórratelo. — Allor levanta una mano. —Te estoy ayudando
porque me conviene. No hagamos más escándalo del que
necesitamos. Aunque sé que eso es difícil para ustedes los reyes—. Ella
todavía tiene una pequeña sonrisa, como si el mundo fuera una gran
broma y ella es la que se ríe. Es la mirada que tendría Helen cuando
supiera que estaba en problemas, pero yo no sabía todavía.

Sé que es mejor no confiar en una apariencia como esa.

— ¿Qué obtienes por toda esta generosidad?— Pregunto.

—Duermo mejor por la noche sabiendo que ayudé a mi gente—. Las


palabras me suenan a guión y hacen poco para calmar mis nervios.

— ¿Qué estás obteniendo realmente?

Su sonrisa se vuelve un poco siniestra. Todavía como la de mi


hermana. Aun así, todo lo que odio y sé de lo que debo desconfiar.

Se vuelve hacia Vena.

— ¿Por qué esta humana se preocupa tanto por nuestra política?

—No me respondiste — digo. Ella era vaga en el mejor de los casos.

—Lo que obtengo de este acuerdo es asunto mío—. Allor se cruza de


brazos.

—Lo admito, tengo curiosidad ahora— dice Davien casualmente. —


¿Qué te ha prometido Vena?

—Seguridad aquí en Dreamsong... y la absolución de mis crímenes


de nuestro próximo rey.
Davien le da a Vena una mirada mordaz. Parece que no soy el único
que sabe leerlo, porque Vena dice:

—Todo el mundo necesita algo, Davien. Y muchos serán como ella,


buscando liberarse de su vida pasada.

—Hablaremos de esto más tarde— dice Davien como un verdadero


rey. Puedo sentir su molestia. Si fuera yo, ya le estaría dando
pensamientos de elección a Vena por hablar en mi nombre. Pero
también puedo ver su punto. Gracias a Dios no soy yo la que
gobierna. No sé si podría navegar por este tipo de decisiones.

—Creo que eso es lo mejor—, dice Allor. —Comenzarán a


preguntarse dónde estoy si me voy por mucho tiempo.

—Entonces, ¿qué es lo que estamos haciendo?— Pregunto. Con


suerte, cuanto más rápido hagamos lo que sea, más rápido se irá
Allor. Mis nervios todavía se agitan de una manera completamente
desagradable.

—Le pedí a Allor que investigara los registros antiguos almacenados


en la Corte Suprema en busca de cualquier tipo de información sobre
una transferencia mágica. Dado que ella fue la que descubrió cómo
sacar la magia de los antiguos reyes, pensé que ella también podría ser
la que nos encontrara una solución a este lío — dice Vena.

— ¿Lo hiciste?— Davien arquea las cejas.

—Quizás...— Allor ajusta su cabello, disfrutando demasiado de que


tiene esta información secreta y claramente no tiene ninguna
inclinación por compartir.

—Allor—, dice Vena con severidad.


—Bien, sí, tal vez, no puedo estar segura.

—Increíblemente útil—, dice Davien secamente.

— ¿Me dejas que te cuente lo que he encontrado?— Ella lo mira y


continúa. —Hay textos antiguos sobre “abdicación”. Sólo pasó dos
veces en los registros de los antiguos reyes, pero ocurrio, Y cuando lo
hace, un rey pasaría el poder al siguiente a través de este proceso. El
rey anterior sacaría su poder y lo guardaría en la corona de
cristal. Luego, cuando el nuevo rey fuera coronado, el poder fluiría
desde la corona hacia él, siempre que el gobernante anterior lo
decretara.

—Por supuesto, esta otra persona todavía no podría usar la corona


de cristal. Solo puede ser el verdadero heredero de Aviness, siempre
que haya un heredero vivo. Parecía que era más salvaguardar los
poderes en los casos en que un heredero era demasiado joven para
gobernar. Alguien se interpondría y luego abdicaría de nuevo —. Allor
se encoge de hombros. —Es un poco turbio, como muchos de los
rituales antiguos y sus efectos.

Davien se pasa una mano por el cabello. Puedo escucharlo maldecir


en voz baja. Finalmente, dice:

— ¿Eso es todo? ¿Terminaste de perder nuestro tiempo?

—Apenas he perdido el tiempo—. Allor pone los ojos en blanco. —


Te digo que es posible obtener la magia de ella y dártela. Deberías
tratar de agradecerme.

—Posible para los reyes antiguos y poderosos en el apogeo de su


poder que poseían la reliquia más sagrada de nuestro pueblo: La
Corona de cristal. Todavía no veo cómo eso nos ayuda aquí.
Estoy empezando a darme cuenta de que necesito llegar al fondo de
todo lo que esta “Corona de cristal” puede hacer. Shaye dijo que exigía
la lealtad de todos los faes. Pero tengo la impresión de que es mucho
más que eso.

—Significa que hay un ritual diseñado para mover el poder— dice


Vena. —Y no sabemos si la corona de cristal debe ser el contenedor en
el que se mueve la energía. O si puede ser otra cosa.

—Por supuesto que debe ser la corona de cristal. ¿Qué más sería lo
suficientemente poderoso para contener la magia?

Vena me hace un gesto.

— Ella no es la corona de cristal, y el poder parece residir en ella


muy bien.

Davien se vuelve hacia mí y su rostro se ilumina. Mi corazón se salta


un latido. Nadie me ha mirado nunca de esa manera, como si fuera la
cosa más importante del mundo. Y luego, mi corazón se detiene,
hundiéndose como un peso de plomo en la boca de mi estómago
al darme cuenta de que no es a mí a quien está mirando... es la magia en
mí.

No le importas, susurra una voz desagradable dentro de mí,


en realidad no. Cuando te mira, ve la magia. Me muerdo el labio y deseo
que no sea cierto. Pero sé que lo es. La frente de Davien se frunce
levemente y me pregunto si él puede leerme como yo puedo leerlo a
él. La idea es tan cómoda como arrastrarse entre zarzas
espinosas. Pincha mis brazos y rastrilla mi columna vertebral. Miro
hacia otro lado y rompo cualquier conexión que se estuviera formando
entre nosotros.
—Deberíamos intentar—, digo. —Cuanto más rápido salga de mí
esta magia, más rápido podré irme a casa.

Cuando vuelvo a poner mis ojos en los de Davien, tiene una mirada
ligeramente confundida y herida. Apenas me resisto a
comentarlo. ¿Cómo puede mirarme así cuando todo lo que quiere es
este poder? ¿Cuándo por lo demás soy un recipiente inconveniente?

Vena me salva.

—Entendido. — Se acerca a mí y apoya las manos en mis


hombros. De repente, se siente como si hubiera puesto el peso del
mundo allí. —Sé que nada de esto tendrá sentido para ti como
humana. Pero todo lo que te pido es que continúes abriendo la mente y
el corazón. Tus antepasados, hace mucho tiempo, poseían una magia
que les fue arrebatada cuando los dejaron al otro lado del
Desvanecimiento. Quizás, ahora que estás aquí, puedas reavivar esos
poderes olvidados y dejar que te sirvan una vez más.

—Lo haré lo mejor que pueda. —Es todo lo que puedo ofrecer. Mi
mirada se desplaza hacia Allor. — ¿Qué debo hacer?

—Lo primero es que necesitarás algo para almacenar la magia. Pensé


en el futuro y traje esto—. Allor saca un colgante de cristal con una
cadena de plata. El vidrio está cortado de tal manera que capta incluso
el más leve de los parpadeos de los candelabros del techo y
descompone la luz en arcoíris. — De nada.

— ¿Otrareliquia?— Pregunta Davien. Incluso él suena escéptico de la


mujer ahora. Lo que me hace sentir mejor, aunque sea un poco. No
puedo evitar la sensación de que hay algo distintivo en ella.
—Por supuesto. Estaba entre las joyas reales... en las bóvedas donde
Boltov guarda los viejos tesoros de Aviness. No me preguntes a qué
rey o reina pertenecía, no tengo la menor duda.

—Tomar esto fue imprudente por tu parte—. Sin embargo, incluso


cuando Vena dice las palabras de advertencia, se está moviendo hacia
el collar.

—Lo sé, pero te alegra que lo haya hecho —. Allor sonríe y se lo


tiende.

Vena toma el colgante con ambas manos, acunándolo suavemente.

—Sí, esa es la marca de los antiguos— susurra y se vuelve hacia


mí. —Toma.

Acepto el collar. Esperaba que el vidrio se sintiera afilado dados sus


muchos bordes, pero se siente más como terciopelo debajo de mis
dedos: cálido, suave, casi vivo. Inhalo suavemente mientras una oleada
me atraviesa.

— ¿Qué sentiste?— Vena no pierde nada.

—Se... se sentía familiar—, lo admito. —Algo sobre esto... He sentido


esto antes.

—Ese es el poder dentro de ti, que reconoce esto como familiar —


. Vena vuelve a mirar a Allor. — ¿Cuál es el siguiente paso para que
ella abdique este poder?

—Por lo que leí, el rey que abdicó sostuvo la corona de cristal y miró
a los ojos a su sucesor. Dijo que pasaría la magia y el trono. Y luego
sería entregado y el nuevo rey sería coronado.
—Parece bastante fácil—. Davien viene a pararse frente a mí,
caminando con determinación. Lo miro fijamente, el corazón se acelera
instantáneamente una vez más gracias a su proximidad. —
Bien. Mírame a los ojos, Katria.

La forma en que dice eso... tan fácil, casi sensual. Me muerdo el


labio. Odio lo que este hombre me hace en contra de mi voluntad. No
quiero que todo se encienda con solo verlo. Pero no podría ser más
guapo que en esa forma etérea suya.

— ¿Qué sigue?— Yo susurro. Aunque me acaban de decir lo que


implicaba este ritual, mi mente ya está en blanco.

—Espera, primero…— dice Vena. Ella está zumbando en mi


periferia. Sin embargo, lo que sea que esté haciendo, se me escapa.

Todo lo que puedo enfocar son los ojos de Davien. Quizás el ritual
ya haya comenzado. Nunca se vieron más brillantes, nunca lo habían
consumido tanto. Mi mirada vaga, bajando por el borde de su nariz
para aterrizar en sus labios, un rosa oscuro que suplica ser besado. Es
bueno que mis hermanas nunca lo vieran. A pesar de que es un fae,
estarían completamente destrozadas. Tal vez el hecho de que fuera un
fae les haría desearlo aún más. Es peligroso... prohibido.

Entonces, ¿qué esperanza tengo? Trago saliva espesa. No tengo


respuesta.

—Dos separados. Uno juntos —, murmura Vena. Sus dedos se


imponen en mi campo de visión mientras alcanza la mejilla de
Davien. Ella dibuja remolinos de líneas y puntos en su mejilla derecha
y luego en la izquierda con una tinta de color púrpura oscuro que se
desvanece lentamente a medida que se seca. Entonces siento su dedo
en mi mejilla. —Dos separados. Uno juntos.
—Dos separados—, me veo obligado a repetir. La tinta se filtra en mí
como las palabras.

—Uno juntos—, termina Davien, enviándome una ráfaga.

Vena se mueve detrás de mí. Estoy atrapada entre ella y Davien. No


es que haya escapatoria. Nunca lo hubo para mí. Tan pronto como
Joyce me caso, estaba destinada a estar con este hombre... incluso si ese
matrimonio ya no es válido.

—Ahora, empieza—, me susurra Vena al oído mientras miro a


Davien a los ojos. —Respira con él—. Davien inhala y yo hago lo
mismo, al igual que los dibujos en nuestras mejillas se reflejan entre
sí. —Exhala. Inhala. Exhala.

La respiración es tan lenta y profunda que estoy mareada. Me inclino


más cerca de él y creo que lo veo hacer lo mismo. Sus suaves dedos
rozan mis callos mientras ahueca mis manos, sosteniendo el collar de
cristal conmigo entre nosotros.

—Reúne el poder de los reyes, el poder que no te pertenece. Toma


esa magia extranjera y échala a su legítimo dueño —, instruye Vena.

Inhalo con la exhalación de Davien. Todo se deshace por un


segundo. Rápidamente vuelvo a sincronizarme. Todo este ritual
depende de mí y no tengo ni idea de lo que estoy haciendo. Cuanto
más lo intento, más frustrante resulta.

Pero tengo que intentarlo.

Empiezo a concentrarme en cada centímetro de mi cuerpo. Me


concentro en los músculos de mis pies mientras presionan contra el
suelo, manteniéndome estable mientras el resto de mí siente que está
tratando de volar. Me concentro en mi estómago, todavía dando
vueltas por la forma en que Davien continúa mirándome. Me
concentro en mi cuerpo físico hasta el punto que se desvanece. Como si
una vez que mi mente lo haya entendido, ya no necesita ser
considerado.

Entonces... lo que queda es la canción. Ese zumbido que escuché


cuando caí al fuego. La música de los antiguos, todos cantando juntos
en un coro que se destaca por la voz de mi madre.

Esa debe ser la magia. La magia es felicidad, calidez, familiaridad. El


poder puro debería hacer que alguien se sienta bien, después de todo.

Tengo que dejarlo ir. Esto no fue para mí. Y, sin embargo, ya se siente
como si fuera uno con mi sangre. Como si no hubiera forma de que
pudiera desenredarlo.

Aun así, tengo que intentarlo.

Sosteniendo el collar con más fuerza, imagino el poder fluyendo por


mis brazos, muy parecido a la magia que vi fluir a través de los árboles
la primera noche que traté de escapar. El rostro de Davien está
iluminado. No me atrevo a romper nuestro contacto visual. Pero solo
puedo asumir que está funcionando.

—Ahora di las palabras—, ordena Vena en voz baja.

—Te doy esta magia. Toma el… —No consigo terminar.

La magia estalla de mí con un chasquido agudo. Me envía hacia atrás,


aterrizando torpemente en Vena. Davien se tambalea, se pone de
rodillas. Incluso Allor está en el suelo. El collar sale volando,
deslizándose por el suelo para aterrizar lejos de todos nosotros,
milagrosamente intacto.
Davien maldice. — ¿Por qué no funcionó?— Mira entre Vena y Allor
con una mirada acusatoria. De alguna manera he evitado su culpa e
ira.

—Fue un primer intento—. Vena me ayuda a alejarme de ella con


una sonrisa amable. Al menos no está enfadada por cómo
aterrizamos. —Los rituales rara vez salen bien la primera vez,
especialmente los que se ajustan y adaptan a medida que se realizan.

—Necesito ese poder— gruñe Davien.

—Usted lo tendrá. Y tenemos tiempo para conseguirlo —. Vena se


pone de pie y limpia el polvo y la suciedad invisibles de su ropa
fluida. —Ella está a salvo aquí mientras la magia esté dentro de
ella. Nuestras fronteras están seguras —. Vena mira a Allor. — ¿El rey
Boltov tiene alguna inclinación por lo que está sucediendo aquí?

—No tiene idea de lo que está sucediendo en Dreamsong en este


momento— dice Allor con demasiada facilidad y sonríe demasiado
para mi gusto.

—Entonces tenemos tiempo.

Vena me tiende la mano.

— ¿Cómo te sientes?

—Estoy bien. — Tomo su mano y me pongo de pie, balanceándome


ligeramente. —Un poco cansada, supongo.

—Me imagino que eso te sacaría de quisio—, dice Vena


pensativamente. —Deberíamos levantar la sesión por hoy.

—Pero...
—Agotarla no hará nada—. Vena interrumpe la objeción de
Davien. —Lo intentaremos de nuevo mañana. Y Allor, si escuchas algo
o encuentras algo que pueda ayudar, avísanos.

—Por supuesto. Ahora, debería regresar antes de que alguno de mis


compañeros Carniceros se pregunte adónde me he ido.

Ella saluda con la mano y se acerca a la sombra del trono de


Vena. Con una bocanada de humo, se ha ido. Miro alrededor de la
habitación, buscando por dónde podría volver a subir.

—No intentes buscarla; probablemente ya esté fuera de la


ciudad. Tiene un talento único para recorrer largas distancias, lo que la
hace muy útil para nosotros — dice Vena.

—Carniceros—, murmura Davien.

— ¿Estás seguro de que podemos confiar en ella?— Me atrevo a


preguntar. Vena arquea las cejas. — ¿Qué les está dando?

—Nada. No tienen idea de que ella trabaja para nosotros —. Vena


parece enojarse por el hecho de que la acusaría de cualquier mal diseño
en lo que respecta a este arreglo. Supongo que no puedo culparla. Soy
una forastera. Pero no puedo deshacerme de este sentimiento...

—Ella se fue de la Corte Suprema durante mucho tiempo. Además,


sus respuestas... ¿no escuchaste cómo evitó algo directo? — Digo.

—Deberías dejarme la gestión de Dreamsong y de los acólitos


mí. Concéntrate en recuperar tu fuerza para que podamos intentarlo de
nuevo mañana.

—Te refieres a la gerencia para mí, ¿no?— Dice Davien, mirando


fijamente a Vena.
—Por supuesto, Su Majestad. Desliz lingüístico. No estoy
acostumbrada a que éste aquí.

—Asegurate que no vuelva a suceder.

— ¿Le gustaría que dejemos de trabajar con Allor?— Vena le


pregunta a Davien y cruza las manos ante ella, claramente segura de
que ya sabe la respuesta.

—No, ha demostrado su utilidad. Y si alguna vez se sale de la línea o


no se vuelve útil... entonces la mataremos.

Davien se dirige hacia la puerta. Hace una pausa y me mira.

—Vienes conmigo.

— ¿Qué?

—Quiero hablar contigo.

Miro a Vena, que se encoge de hombros. Totalmente confundida,


sigo a Davien fuera de la sala de audiencias. Salimos de nuevo a la sala
de reuniones, ahora vacía de todo excepto de los diversos asistentes y
algunas caras desconocidas en un rincón.

El brazo de Davien envuelve mi cintura, atrayéndome hacia él. Sus


alas se despliegan con una lluvia de chispas.

— ¿Qu…?— No consigo terminar.

—Voy a volar a menos que me digas que no lo haga—. Me mira a los


ojos una vez más y nuestros lados se funden.
—Llévame lejos—, le susurro. Me envuelve en sus brazos y salta
hacia un arco abierto a lo largo de la parte superior del salón de
reuniones. En un suspiro salimos de ese edificio opresivo que apesta a
nuestro fracaso en separar la magia de mí y salir al aire libre.
19

CON UN ALETEO de las alas de Davien, nos separamos del control que
la tierra tiene sobre nosotros y nos elevamos por los cielos sobre
Dreamsong. Mi corazón está en mi garganta una vez más, el estómago
da un vuelco. Pero no con terror.

Me siento segura en sus brazos, me doy cuenta. Me sostiene con fácil


seguridad. Como si, incluso con mis hombros anchos y mis manos
fuertes, no fuera un problema para él.

Mis dedos acarician ligeramente su cabello en la nuca. Los largos


mechones son sacudidos por el viento, lejos de su rostro esculpido. El
viento cambia y su mirada se desvía del horizonte hacia donde pondrá
el pie a continuación. Me sorprende mirándolo y un rubor cubre mi
pecho y mejillas.

Davien se ríe, pero no dice nada sobre mi mirada. Su pie golpea la


aguja puntiaguda de un edificio, como una pluma en equilibrio sobre
una aguja, y empuja una vez más. Comenzamos nuestro ascenso de
regreso a las nubes de algodón que se desplazan sin esfuerzo a través
del cielo azul como nosotros.

— ¿Puedo preguntarte algo?


—Creo que lo acabas de hacer.

Pongo los ojos en blanco y él se ríe.

—Sí, Katria, ¿qué es?

— ¿Por qué vuelas más como saltar que las otras faes aladas?

Miro a nuestro alrededor. Davien se eleva más alto que la mayoría


de los demás. Pero solo en la cima de su arco. Luego regresa a la tierra
mientras otros mantienen su altitud.

— Ah —, dice con un suave suspiro. —Eso…

— ¿Es por tus alas?— Pregunto.

— ¿Quieres oírme responder a tu pregunta? ¿O debería dejarte


especular?

Davien se ríe y le doy una sonrisa maliciosa. Aterrizamos, esta vez


en la barandilla de un balcón, y volvemos a saltar. Los tejados de
Dreamsong brillan con la luz del sol. Canalones dorados y tejas de
vidrio atrapan el amanecer. —Sí, es por mis alas. Y son débiles porque
me vi obligado a crecer en el exilio. Estaba lejos de esta tierra, de mi
patria, y de toda su magia. Piensa en nuestro poder como un
músculo. Languidece por falta de uso. Y tenía muy poca magia para
usar en el Mundo Natural para entrenarme.

— ¿Entonces tus alas están hechas jirones por no haber sido usadas?

Miro por encima de su hombro al batir de sus alas. A pesar de que


están deshilachados y adelgazados en los bordes, los agujeros
perforados como si los arqueros lo hubieran derribado una vez, se
agitan con poder y fuerza. Parecen más fuertes que la primera vez que
volamos. Quizás no soy la única que se vuelve más luminiscente en
este mundo.

—Entre otros defectos de mi magia—, admite. Suena doloroso para


él hacerlo. Lo que lo hace aún más significativo cuando continúa. —Es
por eso que nunca pude dejar que me vieras—. Su agarre se aprieta
ligeramente. —No pude ni siquiera ponerme un glamor cuando nos
conocimos, o despegar mis alas cuando lo deseaba. Habrías sabido
exactamente lo que era desde el primer momento. Yo era una criatura
débil y patética.

—Eso no es cierto.

—Lo es.

—Me defendiste de un carnicero para salvarme.

Sus ojos se lanzan hacia los míos, los labios ligeramente


separados. Nunca antes había prestado más atención a los labios de un
hombre. Y él parece estar igual de interesado en los míos. Me lo
imagino mirándome la boca mientras hablo, con los ojos vendados. El
pensamiento casi me tiene retorciéndome en sus brazos.

—Oren lo hizo, técnicamente. Solo pude huir.

—Me cargaste y me salvaste.

Parece frustrado y avergonzado por mi intento de hacerle un


cumplido. Puedo entender esa incomodidad.

—Debería haber podido hacer más...


—Esa era otra cosa para la que querías el poder de los antiguos
reyes, ¿no? ¿Para restaurarte al Fae que habrías sido si hubieras crecido
en Midscape?

—Sí. — Me mira con nostalgia. Una vez más, está mirando a través
de mí, no a mí. Está mirando el poder que es suyo.

—Voy a hacer todo lo posible para dártelo—, le digo en voz baja. —


Te lo prometo.

—Lo sé.

Antes de que se pueda decir nada más, desciende. Este movimiento


tiene un poco de fuerza y aprieto mi agarre ligeramente alrededor de
su cuello, apoyándome contra él para cuando nos encontremos con el
suelo. Por supuesto, nuestro aterrizaje es tan delicado como lo ha sido
el resto de su vuelo.

Aterrizamos en un terreno baldío en el extremo más alejado de la


ciudad, en el borde de las montañas donde el bosque está invadiendo
el valle. Todas las casas de Dreamsong están juntas, una encima de la
otra. No me di cuenta de lo cerca que estaba hasta que vi este lote
vacío. Giles y Oren están juntos, enfrascados en un acalorado debate
sobre un libro del que ni siquiera levantan la vista cuando nos
acercamos.

—Veo que has progresado mucho mientras yo no estaba—, dice


Davien, con esa voz profunda que silencia la discusión y atrae todas las
miradas, incluida la mía, hacia él.

—Acabamos de empezar el día—, dice Giles con un suspiro


dramático. —Estamos tratando de descifrar las instrucciones que nos
envió Vena.
— ¿Me lo enseñas? Estoy seguro de que puedo ayudar —. Davien da
un paso adelante.

Oren da vuelta el libro, sosteniéndolo para que Davien pueda hojear


las páginas. Miro alrededor de su lado. Hay imágenes de casas y sus
diversas partes en las páginas de la izquierda y las instrucciones de la
derecha. Quien hizo los dibujos prestó una atención meticulosa a los
detalles. Cada viga y unión se ha etiquetado y marcado
cuidadosamente. Las instrucciones detallan todo, desde los suministros
hasta el tiempo, las palabras que deben decirse y las acciones que
deben realizarse.

—¿Es este un libro de hechizos?— Pregunto.

—Es un registro de rituales, sí— Davien continúa hojeando las


páginas marcadas con marcadores de seda.

—Fue transmitido en mi corte—, dice Giles con cariño. —Rituales de


una época diferente, cuando la Corte de los Pilares eran los mejores
constructores de Aviness.

—Entonces, si hago esto—, señalo con el dedo las instrucciones en


una página de la derecha al azar —, ¿consigo esto?— Muevo mi dedo a
la página de la izquierda, donde hay un detalle de un toldo sobre una
puerta.

—Básicamente, sí—. El asiente.

—A pesar de que probablemente no estás haciendo nada. Estos son


para fae —. Giles se ríe.

—Hablas demasiado rápido sobre cosas que no sabes, Giles. Siempre


es un defecto para ti —, dice claramente Davien.
— ¿Perdón?

—Traje a Katria aquí porque pensé que podría ser de utilidad crítica
para nosotros.

— ¿Vas a hacer que ayude con un ritual?— Giles se resiste.

—Voy a hacer que ella haga uno. Si ella está dispuesta a hacerlo.

— ¿Disculpa?— Ahora es mi turno de compartir y mirar a Davien


con incredulidad. —No sé, recuerda como nos fue la última vez.

—Cómo nos fue antes es exactamente la razón por la que te traje


aquí. —Davien me mira. —No te va bien en espacios
reducidos. Luchas con la instrucción y las reglas — Supongo que eso
no es del todo falso. —Y claramente te sentías incómoda con Allor. —
Eso es definitivamente cierto. —Nada de eso crea un ambiente positivo
para usar la magia. Pensé que este sería un proyecto que te
entusiasmaría, te gusta trabajar con tus manos. Disfrutas construyendo
cosas. Y prefieres tener un propósito derivado de un objetivo
claro. Estamos trabajando en algo importante para todo Dreamsong.

Me obligo a ignorar la cantidad de detalles que ha reunido sobre mí


y mi personalidad, en lugar de preguntarme

— ¿Cuál es?

—Un túnel en la montaña— dice Giles con entusiasmo. —Oren le da


un fuerte empujón. — ¿Qué?

—Se supone que es un secreto.


— ¿A quién le va a decir?—Giles lanza sus manos al aire. — ¡Somos
básicamente sus únicos amigos aquí!— Parpadeo varias veces y mi
pecho se aprieta. Él capta la expresión y rápidamente agrega:

—Lo siento, quiero decir, sonó fuerte...

— ¿Crees que eres mi amigo?— Susurro.

Los tres me miran ahora con extrañas e ininteligibles miradas.

—Bueno, sí. ¿A menos que eso te moleste?

Niego con la cabeza rápidamente. —Para nada. No estoy


familiarizado con los amigos. Realmente nunca conocí a mucha
gente. Mi familia me mantuvo adentro. Demasiado. — Me obligo a
reír, tratando de aliviar la atmósfera incómoda, pero sin duda
empeorando las cosas.

Davien agarra suavemente mi hombro y aprieta ligeramente.

—Tienes amigos aquí, Katria.

—Finalmente hago amigos y están a un mundo de distancia. Aún me


estoy riendo. Entonces, ¿por qué duele? El dolor atraviesa los ojos de
Davien, como si su pecho se oprimiera y no el mío.

—Sólo un desvanecimiento—, me recuerda Oren. —Uno que


conocemos bastante bien.

—Correcto. Entonces, ¿este proyecto es un túnel hacia las montañas?


—Rápidamente trato de desviar el tema de mí.

—Sí, por si Boltov ataca. Al menos algunos de Dreamsong tendrán


un lugar al que escapar — dice Giles solemnemente.
— ¿Cuántos?— No puedo evitar preguntar.

—No es suficiente. Aunque haremos nuestro mejor esfuerzo.

— ¿Por qué no empiezan ustedes dos?— Sugiere Davien. —Katria y


yo observaremos un poco para que ella pueda tener una idea—.Davien
se retira al camino que bordea el frente del lote, indicándome que lo
siga.

Miro de nuevo a Dreamsong. Puedo ver toda la ciudad desde esta


posición ventajosa mientras desciende alrededor del salón principal de
Vena. Cientos de personas y familias desplazadas, que viven en
peligro... luchando y luchando por recuperar una patria que tal vez
nunca volverán a ver y, incluso si pudieran, tal vez no sea la misma
cuando regresen.

Ese sentimiento me es tan extraño que tengo que luchar para


comprenderlo. Nunca me sentí tan atraído a ningún lado. Nunca he
tenido un lugar al que luchar a toda costa para volver.

¿La mansión de Davien, supongo? Estoy luchando por volver


allí. Pero incluso eso... es solo una casa. No es mi casa. Quizás podría
convertirlo en mi casa algún día. Pero por ahora, es solo un lugar para
descansar. ¿Aquello por lo estoy luchando para volver es lo mejor tengo
que esperar de la vida?

—Tus pensamientos son pesados— Davien interrumpe mis


contemplaciones.

— ¿Qué?

—Tus hombros se encorvan ligeramente cuando estás pensando en


algo triste.
Pasa su dedo a lo largo del borde de mi hombro desde mi cuello
hasta el borde, donde se unen.

—¿De verdad crees que seremos capaces de derrotar a Boltov?—


Pregunto suavemente, evitando la verdad de lo que estaba pensando.

— Lo créo. Tenemos que. Me niego a considerar cualquier otra


opción. — Davien también vuelve su mirada hacia Dreamsong con un
propósito. — ¿Y sabes qué?

— ¿Qué?

—Aunque nada de esto está sucediendo como yo pretendía, no


puedo evitar la sensación de que estás destinada a estar aquí, conmigo,
mientras hago esto.

Termina su recorrido por la ciudad y su atención se posa en mí.

—Te estoy reteniendo.

—Me estás ayudando a aprender. Obligándome a tomarme un


tiempo para aclimatarme a Midscape antes de que pueda usar mis
poderes al máximo. Enseñarme a estar quieto y paciente, que no puedo
adelantarme y derrotar a Boltov de la noche a la mañana. Me
estremezco al pensar en lo que podría haber pasado si no estuvieras
aquí para obligarme a reducir la velocidad.

Su boca se convierte en una sonrisa de oreja a oreja. El aspecto es un


poco sensual, de una manera completamente involuntaria que lo hace
aún más irresistible. Davien no se da cuenta de lo atractivo que es, me
doy cuenta. Su atractivo es como su magia. No se usó en el mundo
humano. Un músculo que se relajó durante tanto tiempo que ni
siquiera se da cuenta de la fuerza que tiene. Muy pronto, él también se
dará cuenta de ese poder. Y luego las mujeres lo adularán a diestra y
siniestra. Un apuesto príncipe regresó del exilio para reclamar el
trono...

Apuesto a que hay un centenar de faes como Laura que se ofrecerían


para estar con él.

¿Y dónde me dejará eso?

Olvidada, de vuelta en el Mundo Natural.

Para empezar, nunca tuviste un lugar aquí, una voz desagradable hierve
en el fondo de mi mente. Ni siquiera estuviste destinada a estar aquí. O
con él.

— ¿Estoy haciendo todo eso?

Arqueo las cejas con escepticismo, guardándome mis reservas para


mí.

—Y más. — Davien toma mi mano y luego lo piensa mejor, como si


pudiera leer mi mente. —Oh, mira! Van a empezar.

Hago lo que me ordena, aliviada por la distracción.

Hay una pequeña pila de suministros a un lado que Oren y Giles


están moviendo, materiales que esperaría y no esperaría encontrar
para la construcción. Es de todo, desde madera hasta bloques y
cuarzos, agrietados como huevos, con yemas de cristal relucientes que
captan la luz del sol. Hay cubos de pintura y pinceles, uno de los
cuales recoge Giles.

Empieza a regar la pintura por el suelo, murmurando a medida que


avanza. Mientras tanto, Oren toma algunas de las ramas más pequeñas
de los árboles y las coloca en las cuatro esquinas del contorno que Giles
está haciendo.

En la parte superior de cada uno de los postes ásperos, coloca un


cristal, la rama se entrelaza mágicamente a su alrededor para sostener
la piedra como una joya en la parte superior de un cetro.

Giles regresa al pie de la montaña para pintar remolinos, puntos y


líneas en una de las piedras. Él hace lo mismo con la madera a un
lado. Oren y Giles se enfrentan entre sí en los extremos opuestos del
contorno que han hecho. Cada uno de ellos se agacha, presionando sus
dedos en la pintura húmeda que se acumula de manera desigual en las
hendiduras de la tierra compacta.

En mi periferia, veo a Davien moverse. Sus labios rozan ligeramente


la concha de mi oído mientras susurra:

—Mira de cerca. Siente su magia. Siente su conexión con la tierra,


con todo lo que nos rodea, todo lo que fue y podría ser.

Quiero hacer lo que me instruye, pero no creo que se dé cuenta de lo


dolorosamente inquietante que es cuando habla así.

El canto de Giles y Oren se vuelve rápido y bajo. El aire a su


alrededor estalla con pequeñas chispas de luz cada vez más
frecuentes. Escucho un estruendo a mi lado. El tronco del árbol gigante
gime con una presión invisible. Una grieta divide el aire y la
madera. Simultáneamente, la ladera de la montaña cobra vida como un
golem dormido que se despierta. Las piedras detrás de Giles
comienzan a levitar cuando la marca que colocó en la gran roca se
ilumina.

Es un remolino de brillante magia, piedra y madera. Constructores


invisibles serruchan, martillean y clavan. Encajan a las piezas con
cuidadosa precisión mientras se perfora un agujero en la ladera de la
montaña. La magia hace el trabajo de varios artesanos en un abrir y
cerrar de ojos.

Antes de que me dé cuenta, ha comenzado un túnel. La arcilla se


filtra a través del suelo, formando cuentas y uniéndose a lo largo del
camino. Las vigas de soporte apuntalan el techo.

Miro con asombro y frustración. Este último debe aparecer en mi


cara porque Davien pregunta:

— ¿Qué pasa?

—Es tan... tan simple.

—Te aseguro que solo parece sencillo. En realidad, realizar magia


como esta requiere años de práctica para comprender tanto los rituales
como tu poder.

Empujé mi mano hacia el comienzo de un túnel.

—En cuestión de minutos, dos hombres perforaron la ladera de una


montaña con el pensamiento. Lograron algo que llevaría años. Si
tuviera este poder, si tuviera una fracción de él, la casa de mi familia
habría sido diferente. Podría haber hecho más. Podría haberme librado
de ellos hace mucho tiempo porque podía mantenerme a mí misma.

Mis ojos arden espontáneamente. ¿Por qué esto me frustra


tanto? ¿Por qué me siento tan herida? Davien simplemente me mira de
esa manera inspeccionadora de él, haciéndome sentir más vulnerable
que nadie ni nada antes. Aparto la mirada y niego con la cabeza. Estoy
a punto de decir que está bien y descartar mis sentimientos cuando su
mano aterriza en mi hombro.
—Si tanto quieres hacerlo, hazlo— dice en voz baja. Eso atrae mi
atención directamente hacia él y miro sus ojos esmeraldas. —Ahora
mismo, tienes este poder y mucho más. Si incluso utilizaras una
fracción del poder de los reyes, podrías terminar el túnel y su salón
principal en un abrir y cerrar de ojos.

—Pero yo…

Pienso en mi intento con Vena y niego con la cabeza. No aprendí a


reparar yeso ni a reparar un techo de la noche a la mañana. Tampoco
aprenderé a usar la magia de la noche a la mañana. Tomará práctica.

— ¿Qué tengo que hacer?

Davien sonríe, genuina, grande y brillantemente. Todo su rostro se


ilumina de emoción. —Vas a empezar con algo pequeño. ¿Algunas
linternas, tal vez?

—Está bien. —Lo sigo hacia el frente del túnel. Oren y Giles están
apoyados contra las piedras, recuperando el aliento.

—Bien hecho, ustedes dos—, dice Davien mientras toma el libro.

—Hemos terminado por hoy, ¿verdad?— Giles jadea


suavemente. Parece que acaba de trabajar un día entero en una
cantera. Lo que apaga mis frustraciones sobre la “facilidad” de su
construcción.

—Un poco más. — Davien me entrega el libro. —Lo haremos juntos,


tú y yo.

—Podrías hacerlo en un instante— le dice Giles a Davien.

—Esto no se trata de mí— dice Davien secamente.


—Es raro que nuestro príncipe perdido reconozca que no todo se
trata de él—. Giles sonríe. Davien lo ignora.

—Ven conmigo, Katria— Lo sigo hasta la pila de madera ahora


significativamente más pequeña. Davien deja el libro en el suelo. —Lo
primero que debes recordar acerca de los rituales es que todos
requieren componentes básicos. Esto puede ser cualquier cosa, desde el
tiempo, la ubicación, los objetos físicos y las acciones que realizas. Los
componentes se pueden consumir, como el libro que usé esa noche en
el bosque. O se pueden reutilizar, como esos cristales. —Señala los
cristales que aún están en los postes en el espacio de trabajo ritual que
Giles dibujó en el suelo.

—Entiendo—Me obligo a decir, ignorando el recordatorio de la


pérdida del libro de mi madre. Pero no puedo. — Mi m... — Casi digo
el de mi madre, pero la promesa que le hice a mi padre de nunca decirle
a nadie de quién era el libro se pega. No quería que nadie hablara de
ese libro. Fue solo para nosotros. No es de extrañar que nunca se lo
diera a Davien por muchas razones. —El libro de mi familia, el que
usaste en el bosque, ¿por qué lo necesitas?

Parece incómodo. Incluso culpable. Ojalá me hiciera sentir mejor por


haberlo destruido. Pero su culpa no devolverá lo que he perdido.

—Tenía una magia especial tejida en sus ataduras. Los componentes


de un ritual a veces pueden ser extraños y no siempre tienen
sentido. Pero cuando se juntan, la magia se desata, y eso es lo
importante. Si hubiera tenido otra opción que no fuera destruir el libro,
lo habría hecho.

—Ya veo.

El silencio pasa entre nosotros y hago a un lado los recuerdos. No


quiero pensar más en el libro. Se fue. ¿De qué sirve demorarme en
ello? Y, en cierto modo, si quemar ese libro pudiera salvar a todo un
pueblo, me gustaría pensar que es lo que mi madre hubiera
querido. Davien espera a ver qué digo a continuación. Determinada,
vuelvo al tema en mano, señalando la parte superior de la página.

— ¿Aquí arriba?

—Sí, estos son los componentes del ritual

Davien señala lo que parece ser la lista de ingredientes de una receta.

—Lo siguiente es la preparación. A veces, incluso antes de que


comience el ritual, tienes que hacerte algo a ti mismo o a los
componentes. Aquí está en blanco porque es bastante simple.

Asiento y él continúa.

—Luego está la instrucción de cómo realizar el ritual en sí. Y eso


es. Bastante simple.

—En teoría, supongo—, digo, todavía algo insegura sobre la


perspectiva de todo esto.

—También en ejecución. Lo primero es lo primero, debe hacer estas


marcas en la piedra que desea usar.

— ¿Qué hacen las marcas?

Pregunto mientras tomo la pintura que me entrega y empiezo a


copiar del libro.

—Ellos sintonizan tu magia con el objeto que estás tratando de


manipular. Te ayuda a tener control (o conexión) con la persona o la
cosa.
— ¿La persona también?

Pienso en las líneas que Vena dibujó en nuestros rostros y en lo


conectada que me sentí con él en ese momento.

—Sí. Ahora, el siguiente paso es visualizar lo que vas a hacer. Por


eso incluyeron la imagen con el ritual.

Señala la linterna en el libro.

—Mientras visualizas, vas a decir estas palabras y luego, cuando


estés lista, da rienda suelta a tu magia.

Miro la foto, pensando en cómo construiría esta linterna… Respiro y


cierro los ojos. Dar rienda suelta. Creo el comando de la magia dentro de
mí. Haz la linterna. Mi frente se arruga. No pasa nada y yo siento lo
mismo.

—Vamos— murmuro.

—Di las palabras— susurra Davien a mi lado.

Mis ojos se abren de golpe. Oh, claro, palabras. Miro la página.

—Pequeños pedazos rotos. Unidos de nuevo juntos. Haz algo


nuevo. Eso puede soportar el tiempo y el clima —digo. Pero todavía no
pasa nada. —No creo...

Davien se mueve y se arrodilla detrás de mí. Sus manos se posan en


mis hombros, recorriendo mis brazos, tirando de la fina tela de mi
camisa prestada. Sus manos sobre las mías, entrelaza sus dedos
alrededor de mis palmas.
—Deja de intentar forzarlo. Toma un respiro. Deja que suceda —,
dice con esa voz ronca suya. Siento que algo se agita en mí que no está
completamente relacionado con la magia. —Siente la magia en
mí. Siéntelo mientras lo dejo ir. Siente mi respiración y el poder que
extraigo de la tierra misma. Piense en su magia como un baile. Estás
liderando a un compañero con su propia voluntad

Como un baile… pasos que tengo que dar con la magia, no forzarla.

Cierro los ojos una vez más y visualizo la linterna. Las palabras que
necesito decir vienen al frente de mi cerebro. Siento que el poder
recorre los músculos de sus antebrazos sobre los míos.

—Pequeños pedazos rotos— comienzo suavemente. Intento


entregarme a las palabras. Renunciar al control que tanto anhelo a una
parte de mí que nunca antes había estado allí. —Unidos de nuevo
juntos. Haz algo nuevo. Eso puede soportar el tiempo y el clima.

El crujido de la piedra hace que mis ojos se abran de golpe. Veo las
piezas bailar por el aire. Mi conmoción los hace vacilar, estremecerse,
casi cayendo al suelo.

No, pienso con calma. Continúa, todavía estamos bailando.

La magia de Davien se fusiona con la mía. Está ayudando, pero no


mucho. Su poder corre más junto al mío, tapándolo,
canalizándolo. Casi como si me estuviera guiando con el más ligero
toque invisible.

En un instante, una linterna está ahora en el suelo frente a mí. Me


quedo sin aliento y me desplomo. Davien me agarra con una mano
sobre mis hombros. Me atrae hacia él para apoyarme.
—Es natural sentirse exhausta después de la primera vez— dice en
voz baja.

— ¿Exhausta? Me siento… me siento...—Miro la linterna con


asombro. —Me siento viva.
20

PASAMOS EL RESTO de la tarde trabajando en el túnel. Apenas


puedo reunir el más simple de los rituales por mi cuenta. Pero, al final,
casi he completado una linterna entera por mí misma. Mientras que el
resto de ellos excavó todo el túnel y el áspero hueco de lo que será la
sala de escape.

En total, Oren, Giles, Davien y yo salimos triunfantes. Caminamos


de regreso por la ciudad ya que Giles no puede volar. Lo que me da
más tiempo para beber de las vistas y los sonidos de Dreamsong.

—Realmente es magnífico —digo pensativamente. Solo he pasado


unos días aquí y, sin embargo, siento que conozco este lugar desde
hace un siglo. El tiempo se siente como si pasara de manera diferente
en Midscape, más lento. Aunque creo que solo me siento así porque
cada hora de cada día ha cambiado mi vida.

— ¿Qué? —pregunta Davien. Oren y Giles todavía están detrás de


nosotros, debatiendo sobre el contenido del libro de rituales y qué más
deben completar antes de tener que devolvérselo al artesano del que lo
tomaron prestado mañana.
—Todo en este mundo. Cómo cada hogar está hecho a medida, es
único, elaborado por las manos de quienes viven allí. Los olores a
comida de faes, cómo chamusca la nariz con especias y cítricos. Incluso
tus atardeceres son más hermosos... hasta que las montañas los cortan.

Davien se ríe.

—Sí... es bueno estar finalmente en casa —un ceño fruncido cruza


brevemente mis labios. Lee mal la expresión—. Pronto estarás en casa
también. Especialmente con la velocidad con la que logras manipular
la magia del rey. Muy pronto podrás abdicarme sin problemas.

—Eso no es lo que... —abandono rápidamente la objeción. No le


tenía envidia. Estaba triste por la idea de que él estaría aquí y yo
tendría que regresar a ese mundo frío y tan dolorosamente normal al
otro lado del Desvanecimiento. ¿Cómo le comunico eso cuando apenas
estoy dispuesta a admitirlo?— Sí. Eso será lo mejor. Y cuando eso
suceda, volveré al mundo humano y viviré en esa mansión, sola.

El silencio es pesado y sorprendentemente incómodo.

—No tienes que estar sola —dice finalmente, y con tanta ternura que
casi me rompo. Lo miro, mi corazón se tropieza con lo que espero que
diga a continuación: podría ir contigo, mi mente intenta
reemplazarlo. Pero, en cambio, dice—: Tus leyes te considerarían
viuda. Nadie sabrá lo que pasó. Digamos que estoy perdido en el
bosque, hice la carta lo suficientemente ambigua. Podrías encontrar un
compañero humano adecuado para pasar tus días y nadie lo
cuestionaría.

—Encuentro que no soporto a la mayoría de los humanos—


murmuro.

Me escucha y se ríe.
— ¿Y los faes son mejores?

—Sorprendentemente, sí. Parece que tengo un mejor historial de


llevarme bien con los faes —recuerdo nuestra conversación anterior
sobre amigos.

—Piensas eso porque estás obligada a estar con nosotros —él sonríe.

—No. Soy perfectamente capaz de seguir odiándote mientras me veo


obligada a estar contigo. De hecho, obligarme a estar con alguien
generalmente significa que termino odiando más a esa persona —
pienso en Joyce y Helen. Podrían haber sido mi familia, pero eso no les
impidió ser los guardianes de mi prisión. No tuve problemas para
odiarlos mientras amaba a Laura—. Estaba dispuesta a odiarte cuando
compraste mi mano por primera vez en matrimonio.

Él ríe.

—Tengo que admitir que tenía miedo de que eso sucediera. Me


había dicho a mí mismo que no importaba, que eras un medio para un
fin... pero me alegré mucho cuando no lo hiciste. Nunca quise que lo
hicieras ni disfruté poniéndote en esa posición.

No hay ni una pizca de humor. Está diciendo la verdad, como


siempre. Aspiro el aire fresco y exhalo toda la mala voluntad
persistente de nuestro comienzo rocoso, tanto en el mundo natural
como aquí en Midscape. Ofreció mucho a modo de dote, e incluso trató
de cuidarme como podía cuando pensó que se iba sin mí.

—Me emocionó la idea de que tú no me odiaste también. Por lo que


valga la opinión de un humano.

—¿La opinión de un humano? No mucho —dice


casualmente. Entonces Davien vuelve esos ojos hacia mí y sé que en
ese momento me romperá el corazón antes de que todo esto
termine. Las piezas que aún quedan por romper—. Pero tu opinión,
Katria… estoy encontrando que tu opinión vale más y más minuto a
minuto. Vale más que toda la magia perdida de los vampiros en el
sureste y todos los poderes ancestrales que se arremolinan en las aguas
cristalinas del norte.

¿Es solo mi imaginación o nuestros pasos se ralentizan? ¿Caminamos


un poco más juntos? ¿Nuestros hombros se rozan cuando no lo estaban
antes? Trago saliva espesa. Mil preguntas arden en mi lengua.

Lo que quiero preguntar es: ¿Me lastimarás como el resto de ellos? En


cambio, lo que pregunto es:

— ¿Por qué me legaste esa mansión? Oren y los demás dijeron que
era propiedad perdida de tu familia ¿Por qué no te lo guardarías para
ti? —Tengo que saber si fue tan bien intencionado como lo reconozco.

—Tendré todo un castillo en el Corte Suprema y toda la tierra de los


faes. Lo mínimo que puedo hacer es darle algo a la mujer que me
ayudó a reclamar mi primogenitura —mira en mi dirección—. Por
supuesto, esa decisión se tomó antes de que arruinaras el ritual.

—Por suerte para mí tengo esa carta escrita a mano en la mansión,


supongo —bromeo ligeramente y empujo mi hombro con el suyo. Se
ríe de nuevo, inclinándose hacia mí—. ¿Vendrás a visitarme? —las
palabras escapan como un susurro. Creo que no me escucha y estoy
dispuesta a abandonar la pregunta. No debería haber preguntado. Fue
una tontería. Abro la boca para cambiar de tema cuando, para mi
sorpresa, me responde.

—Si puedo.
Los Fae no pueden mentir. Él iba a venir a verme. Incluso después de
que él sea el rey de los faes. Aunque... tampoco fue un sí rotundo. ¿Era
el sentimiento otra de esas medias verdades de los faes?

Nuestra conversación se ve interrumpida por los sonidos de la


música y el canto. Miro hacia adelante a lo largo del camino
empedrado.

— ¿Qué es eso?

—Oh, supongo que empieza esta noche —murmura Davien con una
pequeña sonrisa.

— ¿Qué empieza?

—La primera fiesta que celebra el final del otoño y la llegada del
invierno. Ha pasado tanto tiempo desde que observé las vacaciones de
los faes.

— ¿Fiestas de otoño? —pregunto.

—Sí, disfrutamos con todos los cambios de nuestra tierra,


especialmente después de los largos inviernos durante la ausencia de
la Reina Humana. Ven, Katria, déjame mostrarte más de mi mundo —
extiende una mano, expectante. Dudo, pero solo por un segundo, y
luego lo acepto. Sus cálidos dedos se cierran alrededor de los míos y
sigo la línea de su brazo hasta un hombro ancho, y luego hasta el corte
afilado de su mandíbula, la delicada curva de sus labios. ¿Cómo sería
besarlos?

¡No! La parte protectora de mi mente se opone. No puedo pensar de


esa manera. Así es como terminas herido. Así es como acabas
enamorado. Así es como otro se apodera de tu mundo.
Pero esa voz es más débil por el momento. Tal vez pueda abordar
esto con los dos ojos abiertos. Tal vez, si acepto que, si esto no es más
que un enamoramiento casual, mantendré mi cabeza y mi corazón. No
me lastimara.

Suena como mentiras en mi mente, pero su mano es tan suave. Su


sonrisa es tan contagiosa. La forma en que me mira, como si fuera la
única mujer viva, es una emoción mayor que cualquier otra que haya
conocido, y juntos nos apresuramos hacia la gran plaza frente al salón
principal de Dreamsong.

Los comerciantes han trasladado sus puestos habituales de los


mercados para alinear la plaza. Se les ha esparcido toda clase de
alimentos y bebidas. Algunos todavía tienen mercancías distribuidas,
pero no veo que el dinero cambie de manos.

En el centro de la plaza hay una plataforma donde toca una


banda. Los bailarines cubiertos de ondulantes sedas se mueven como
el viento, arrastrados por el tamborileo. Los faes se mezclan, riendo,
cantando y bailando. Algunos bailan en lo alto, girando en valses que
desafían la gravedad, la magia brillante de sus alas cayendo en cascada
hacia la tierra como las colas de fuegos artificiales moribundos.

—De esta manera —Davien me guía a través de la masa de personas.

—Davien, ¿por qué no se separan por ti? —doy un paso más cerca de
él para susurrar.

— ¿Por mí?

—Pensé que la gente mostraría más deferencia a un rey.

La comprensión destella en su rostro.


—Sí, por lo general… pero he estado fuera por tanto tiempo, solo un
puñado de los asistentes más leales de Vena saben quién soy. Mi
identidad se ha mantenido en gran parte en secreto para ayudar a
mantenernos a salvo, especialmente porque soy aún más vulnerable
sin mi magia.

Nosotros, no -yo-. Mi pecho se aprieta. Las dudas que me


atormentaban se debilitan cada vez más ante esta salvaje fantasía que
estoy empezando a complacer con él en este mágico lugar.

— ¿Te molesta? —pregunto.

— ¿Debería?

—Esa no es una respuesta—señalo.

—Te estás acostumbrando a las expresiones de los faes más rápido


de lo que me hubiera gustado —él se ríe.

—Que dificultad para ti —yo sonrío—. Me pareció que deseabas ser


rey. Así que creo que si no te mostraran el debido respeto te
molestaría.

Una expresión pensativa relaja su frente. Sus labios se abren para un


suave suspiro y caen en una fácil sonrisa. Pasa una mano por su
cabello. Observo cómo cada hebra de seda vuelve a su lugar en
cascada, las trenzas que ha tejido a través de ella se enganchan
ligeramente en sus dedos.

—Creo que habrá años para que pueda disfrutar de las trampas de la
realeza. Por ahora, quiero ver este mundo como un hombre común,
tanto como pueda serlo, para comprender las luchas de mi
gente. Sentir sus necesidades mientras vivo entre ellos. E incluso
cuando sea rey, espero que mis súbditos me vean como un hombre
tanto como su rey. Como alguien con sus propias esperanzas, sueños y
deseos —hace una pausa, frunciendo el ceño ligeramente—. ¿Qué
pasa?

Ni siquiera me había dado cuenta de que habíamos dejado de


caminar. El cuadrado se había desvanecido.

¿Los chillidos de risa? Desaparecieron. Todo lo que quedaba era él y


la música en una sinfonía triunfante.

—Creo que serás un gran rey —realmente lo hago. Entonces, ¿por


qué me duele el pecho? ¿Por qué ya estoy sintiendo los bordes de un
dolor que estaba tratando de evitar?

La mano de Davien se levanta y se cierne junto a mi sien. Él


duda. No sé si quiero que me toque o no. El suelo bajo mis pies ha
cambiado en más formas que mi simple llegada a Midscape. Incluso si
puedo regresar al mundo humano, todo será diferente. Mi mundo
cambió irrevocablemente cuando caí en ese fuego.

Él cepilla un cabello suelto detrás de mí oreja suavemente y susurra:

— ¿Por qué te ves tan triste por eso?

—Porque... —Cuando seas rey, eso significa que no te volveré a


ver. Significa que no estarás aquí... al alcance de la mano.

— ¿Por qué? —se acerca un poco más a mí. Yo soy su único


objetivo. Se ha unido a mí en esta burbuja que hice donde todo lo
demás se ha desvanecido. Por una vez, sé que me está mirando a mí y
no a la magia dentro de mí. Si contuviera la respiración, ¿se detendría
el tiempo? ¿Podría usar la magia dentro de mí para construir muros a
nuestro alrededor y mantener fuera todo lo demás?
Tengo mi respuesta en la forma de Giles y Shaye entrando en
nuestro momento, trayendo consigo una realidad ruidosa.

— ¿Qué están haciendo ustedes dos? —pregunta Giles. Shaye


levanta las cejas y nos mira con escepticismo. Me distrae la corona de
cristal en la frente de Giles.

—Estaba a punto de conseguir una corona para Katria y para mí —


dice Davien, bajando la mano y cruzando hacia el puesto al que nos
dirigíamos. Shaye tararea, entrecerrando los ojos ligeramente. Su aura
usualmente amenazante se ve disminuida por el anillo de rosas
rosadas en su frente.

Davien regresa rápidamente y me entrega una corona similar. Pero


en lugar de rosas, la flor es una que no reconozco.

— ¿Qué son estos? —las flores son de color rosa y violeta, con
docenas de pétalos largos y delgados.

—Aster —responde Davien mientras sostiene la corona sobre mi


cabeza—. ¿Puedo?

—Por supuesto —intento sonar casual, pero mi garganta es tan


gruesa que casi me ahogo con la simple palabra.

—Las mujeres usan las coronas de las últimas flores que florecen
antes del invierno, los hombres usan réplicas de la corona de vidrio
para brindar la fuerza y el liderazgo necesario para soportar el
próximo invierno —dice pensativo, pasando sus dedos suavemente
sobre la flora de la corona. Nunca había estado celosa de una flor...
pero aquí estoy.

—Interesante elección de flores y colores —Shaye continúa


examinándome. Siento como si me estuviera midiendo para un
vestido. Si lo estuviera, eso explicaría la sensación de no poder estar a
la altura.

—Estoy seguro de que resultó ser la que agarró Davien —Giles toma
el codo de Shaye.

—Hay muchas allí —Shaye se cuelga del tema, negándose a ceder


mientras Giles intenta alejarla—. ¿Fue una elección descuidada? ¿O
hay más pensamiento detrás de esto?

La frente de Davien se frunce ligeramente y mira a Shaye de


reojo. La agitación se desprende de él.

— ¿Qué significa aster? —pregunto. Sé muy poco acerca de las


flores, aparte de algunos conocimientos rudimentarios sobre las
comestibles. El lenguaje de las flores fue uno que mis hermanas
aprendieron. Nunca hubo un asiento extra en la mesa durante sus
lecciones para mí.

—Es… —Davien me mira con pánico destellando en sus ojos. Se


aferra demasiado a la siguiente palabra, buscando qué decir. Por
primera vez me pregunto qué se siente para un fae intentar decir una
mentira. ¿Duele? ¿Caen rocas de sus labios como en las viejas
historias? O... ¿él también sabe a metal?

— ¡Oh! ¡No puedo creer que la encontré, señorita! —Raph se


materializa de la nada, encajándose entre Davien y yo. Solo entonces
me doy cuenta de lo cerca que hemos estado. Tan pronto como doy un
paso, el mundo se agudiza una vez más. El ruido, la gente, las
celebraciones que continuaron, ajenos a Davien y a mí. Raph coloca un
laúd en mis manos, el movimiento hace que su corona de cristal en
miniatura se tuerza sobre su frente—. Dije que te conseguiría
uno. Incluso es bastante decente si lo digo yo mismo.
Tomo el laúd como si me estuviera pasando un bebé. Acuno su
cuello, tratándolo con todo el delicado cuidado que se merece. No es
tan bonito como el de mamá, ni a la mitad. Pero está bastante bien.

— ¿Qué le hiciste regalar para conseguir eso? —Davien se cierne


sobre Raph siniestramente.

— ¡Solo una canción, y dejo que ella decida todas las condiciones! —
Raph levanta las manos, retrocediendo hacia mí. Descanso una mano
en su hombro de manera protectora, mirando a Davien.

—Me aseguré de tener cuidado con lo que prometí.

— ¿Y lo consiguió a través de medios honestos? —Pregunta Shaye—.


¿O del tipo por el que el tío Giles tendrá que sacarte de apuros? Giles
parece demasiado emocionado por la perspectiva.

—Lo entendí correctamente —dice Raph a la defensiva. No es una


respuesta clara y sonrío. Realmente espero que no hayan robado el
laúd. Pero no espero eso hasta el punto de que lo voy a devolver sin
jugar al menos un poquito. La correa ya está sobre mi hombro, mis
dedos tocan las cuerdas mientras afino—. ¿Vas a actuar ahora?

Miro por encima del hombro hacia la plataforma donde están los
músicos.

—No voy a interrumpir.

—Es como la taberna —dice— Cualquiera puede ir a tocar.

—Parece bastante lleno ahí arriba... —una parte de mí siente un poco


de náuseas por actuar ante todos estos juerguistas. La otra parte anhela
volver a subir al escenario, laúd en mano.
—Creo que deberías —la voz profunda de Davien atraviesa mis
objeciones con facilidad—. Me encantaría escucharte tocar de nuevo
cuando pueda mirarte la cara, en lugar de solo la parte de atrás de tu
cabeza.

¿Cómo se supone que voy a decir que no a eso?

— ¿Cuántas veces me escuchaste en el bosque?

Me da la sonrisa más tierna.

—Lo suficiente para saber que ahora mismo eres mejor que la mitad
de la gente —Davien apoya su mano sobre la mía sobre el cuello del
instrumento—. Ve y toca, para mí. Llena mi mundo con tu canción.

Doy un pequeño asentimiento. Mis ojos permanecen atrapados en


los de Davien mientras mis pensamientos se enredan con él hasta el
punto en que casi me tropiezo con mis pies. La canción que está
tocando la banda está creciendo. La música brilla a primera hora de la
noche y me aparto de ese hombre mágico para agacharme y lanzarme
con pies ligeros al escenario.

En los escalones que conducen a la plataforma, dudo. Las palabras


de Joyce y Helen todavía me susurran. Pero, día a día, parecen resonar
en un lugar cada vez más lejano. No son de este mundo. No conocen a
esta Katria. Una Katria que es audaz y toca música para y con
faes. Subo corriendo las escaleras, saltando los dos últimos escalones.

La música me atrapa y mis manos se mueven antes de que mis pies


toquen las tablas retumbantes de la plataforma. Sigo el paso de los
otros músicos mientras nos movemos y nos balanceamos, dando una
serenata a la multitud. No hay palabras para esta canción, no hay
melodía familiar. Sin embargo, el sonido es tan dulce que podría
llorar. Doy vueltas con una risa mientras mis dedos se apresuran sobre
las cuerdas; mi corazón se acelera en un esfuerzo por ponerme al día.

Los músicos tocan a mí alrededor. Los reconozco de la Cabra


Gritona y todos compartimos sonrisas de complicidad. El hombre que
parece estar liderando la compañía me da un gesto de aprobación, el
cabello negro azabache cae sobre los tatuajes relucientes que le cubren
la frente con tinta.

Mi vuelta por el escenario se detiene abruptamente mientras miro a


Davien. Está justo al frente, Raph apoyado sobre sus hombros. Ambos
me miran, pero yo solo tengo ojos para Davien, el hombre que ha
conseguido una corona, y aunque es idéntica a todos los demás
hombres... es diferente en su frente. Él es su príncipe, oculto a plena
vista entre ellos. Esa corona, la real, fue hecha para él. Verlo me
recuerda el precioso poco tiempo que me queda con él.

Escúchame, dice una nueva voz interior, estimulada por lo fugaz que
es este mundo. Escucha mi canción, esta es para ti y solo para ti. Escúchalo
ahora, porque es posible que nunca tenga el valor de volver a tocarlo. No sé de
quién es el corazón que está latiendo en mi pecho. Pero es más fuerte
que el que he conocido de toda mi vida, más seguro. Tiene deseos y
necesidades propias y parece asegurarme con cada latido febril que no
se lo negarán.

No me negarán.

Los labios de Davien se abren ligeramente. Su frente se suaviza. Sus


mejillas se levantan en una sonrisa relajada, más sincera y dulce de lo
que jamás le había visto. Ilumina todo su rostro más brillante que la
magia de los faes que brilla en lo alto con los aleteos de libélula y alas
con plumas de paloma.
Toco hasta que la canción ha terminado, mucho más de lo que
esperaba. En la pausa, me escabullo de la plataforma. Es más oscuro en
el suelo. No me di cuenta de lo profunda que había caído la noche
debajo de las campanillas resplandecientes que iluminaban
mágicamente a los artistas.

— ¡Estuviste increíble! —Raph aplaude cuando Davien lo baja. Los


dos han llegado hasta mí— Gracias por dejarme escuchar.

—Por supuesto.

—Usted estuvo increíble —escucho de Davien de una manera


completamente diferente, una que hace que mi corazón deje de latir.

—Pero, eh, señorita, lo voy a necesitar de vuelta ahora—. Raph


golpea la parte inferior del laúd—. Verás, lo tomé prestado. Realmente
no dijiste que debías conservarlo. Y lo siento.

Sus palabras se vuelven más débiles, más suaves, sin duda porque
ve mi expresión. No puedo ocultar mi anhelo y
arrepentimiento. Enrollo y desenrollo mis dedos alrededor del
instrumento, convenciéndome de que puedo soltarlo. Fue divertido
mientras duró, como todo este mundo.

—No —dice Davien—. Raph, dile a quienquiera que sea que


personalmente veré que tengan un nuevo instrumento.

— ¿Eh? ¿En serio? ¿Usted puede hacer eso?

—Puedo.

—Todo está bien —le devuelvo el laúd a Raph. No conozco la


historia de este laúd. Puede ser tan sentimental para otra persona como
el laúd de mi madre lo es para mí. Un buen instrumento como este está
destinado a ser transmitido entre familiares y amigos—. Valió la pena
tocar. Gracias.

Raph toma el instrumento y se escabulle. Es desgarrador verlo


irse. Pero ya tengo un laúd en el mundo humano. Uno mucho más fino
y significativo que cualquiera que haya podido encontrar aquí.

—Supongo que es lo mejor —Davien invade mi espacio. Una mano


aterriza en mi cadera, deslizándose hasta la parte baja de mi
espalda. El otro entrelaza los dedos con los míos— Si tuvieras un laúd,
no podría bailar contigo.

—No soy muy buena bailando.

Inclina la cabeza hacia atrás, entrecerrando los ojos con


escepticismo.

—Creo que lo eres.

—Piensas mal.

Davien se inclina y coloca sus labios en la concha de mi oreja.

—He pasado meses observando cómo se mueve tu cuerpo —su


mano presiona más abajo, agarrando mi carne—. Tienes música en ti y
la gracia de un bailarín.

—Yo no…—no puedo objetar. Me hace perder el control y lanza un


suave grito de sorpresa. Sus dedos crujen bajo mi talón—. Te dije que
no soy buena bailando.

—Deja de preocuparte tanto. Muévete, Katria. Muévete conmigo.


Su voz, ese tono... tan suntuoso y lento como un arco dibujado sobre
la nota más baja de un violín. La exigencia resuena dentro de mí como
el tumulto de los pies en la plaza. Presiono mis caderas contra las
suyas. Cada movimiento de su peso mueve sus muslos contra los
míos. Lo sigo por instinto, sin preocuparme por lo tonto que debo
parecer porque, cuando mis ojos se encuentran con los suyos, solo está
él.

Mi pecho contra el suyo. Su brazo rodeando mi cintura. Su túnica,


escotada, revela el firme pecho que vi a la luz de la luna en el
bosque. Su corona era un recordatorio brillante de lo prohibido que
debiese estar para mis manos humanas. Estoy sin aliento y no solo por
el baile. Jadeo, apenas evitando rogar por más, quiero todo lo que
siempre me he negado.

Quiero atreverme. Quiero bailar. Quiero ser alguien que nunca he


sido, aunque sea solo por una noche.

La música se detiene y estallan los vítores. La gente despeja la plaza


mientras los músicos se toman un descanso. Pero los ojos de Davien
están solo en mí, respira con dificultad.

—Tienes que venir conmigo.

—A cualquier lugar —jadeo suavemente.

Todo queda atrás cuando Davien me lleva al salón principal de


Dreamsong. Hay algunas personas dando vueltas. La celebración se ha
extendido por toda la ciudad, pintándola de canto y alegría en los
colores de los grises otoñales e invernales. Me lleva arriba y todo el
camino hasta la puerta al final del pasillo.

Es su habitación.
La cama con dosel es cuadrada, simple, no los muebles
ornamentados que esperaría de un rey. Está hecho de madera oscura,
cuyas vetas captan la luz de la luna como las corrientes de un río. Las
cortinas de terciopelo azul marino revelan más almohadas de las que
esperaba. Tiene un armario, un escritorio y una sala de estar que se
abre a un pequeño balcón con vistas a todo Dreamsong.

Davien me guía hasta la silla colocada antes de la apertura. Se sienta


a mi lado, nuestros muslos se tocan. Su mano aún permanece sobre la
mía.

—Vuelve a cantar para mí —susurra.

— ¿Qué quieres escuchar? —yo respiro. No podría cantar ahora


mismo si lo intentara. Mi garganta está demasiado tensa. Mi mente está
en blanco.

—Cualquier cosa —levanta una mano, ahuecando mi rostro y


arrastrando su pulgar perezosamente a lo largo de mi labio inferior—.
Siempre que pueda ver tus labios.

—No puedo pensar en una sola canción —me arden las mejillas.

—Es por eso por lo que nunca quise que me miraras —dice
lentamente, una sonrisa curvándose peligrosamente en su boca. Parece
como si tuviera la intención de devorarme—. Porque sabía que si lo
hicieras te quedarías atónita y en silencio. Y nunca quise verte
tranquila.

Me río con más convicción. Nunca nadie me había dicho que quería
escucharme. Sentirse escuchado y visto es más embriagador que
demasiado hidromiel de fae. —Pensé que era porque si te miraba,
¿nunca podrías dejarme ir?—Es su turno de reír— ¿Lo recuerdas?
—Recuerdo cada noche que pasamos juntos con un detalle
insoportable —me muevo, nuestros muslos se rozan, presionando más
juntos. — ¿Y tú?

—Sí.

—Como yo lo hice.

—Davien... —busco en sus ojos una respuesta que sé que no puedo


encontrar sin preguntarle a él y a mí—. ¿Qué estoy haciendo
aquí? ¿Qué estamos haciendo ahora mismo?

Davien engancha mi barbilla, dirigiendo mi rostro hacia arriba. Se


inclina un poco más cerca.

—No lo sé… pero creo que me gusta. ¿Y a ti?

—Yo-yo no quiero salir lastimada —cualquier cosa más que un


susurro se sentiría como un grito ahora. Está tan cerca. Un suspiro. Un
simple estremecimiento y mis labios estarían sobre los suyos. Un
escalofrío me hace cosquillas en la columna y me tienta a poner a
prueba la teoría.

—Yo nunca te haría daño.

Verdad. Me pican los ojos. ¿Cómo puede algo ser verdad y mentira al
mismo tiempo? ¿Cómo es posible que él quiera decir completamente
algo y, sin embargo, sé que no es cierto?

—Sin embargo, todo esto me hará daño.

— ¿Todo qué?
—Todos estos sentimientos. Sé cómo termina esto —termina con una
casa fría y un matrimonio unilateral. Termina en una guerra emocional
con palabras más afiladas que cualquier acero.

—Entonces no nos preocupemos por ellos —sugiere casualmente.

Eso es todo lo que esperaba.

— ¿Realmente puede ser tan simple?

—Me dije a mí mismo cuando me casé contigo que nunca podría


amar a un humano.

—No hay forma de que alguna vez te amé —o a cualquier otra


persona.

—Bien, entonces estamos en la misma página —él sigue inclinándose


hacia adelante y yo sigo inclinándome hacia atrás. Pronto estaré
pegada al reposabrazos y al sofá. Pronto estará encima de mí. El calor
corre por todo mi cuerpo.

— ¿Sin emociones? —mis párpados están pesados. Cada parpadeo


es más largo que el anterior. Sus labios se curvan como una guadaña y
estoy lista para la cosecha.

—Sin amor —suena como una promesa—. Aunque, si me dejas, te


haré sentir.

— ¿Sentir que? —mi voz tiembla.

—Todo —la palabra cuelga mientras espera mi objeción. Este es el


punto sin retorno que vi hace días. Todo en él está prohibido, todo
grita dolor. Pero no seré la hija de mi padre. Puedo satisfacer estas
necesidades físicas sin enamorarme y sin dar todo lo que soy en el
proceso.

¿Puedo?

Antes de que tenga la oportunidad de reexaminarlo, su boca choca


con la mía.
21

SABE A MIEL ESPECIADA. Su piel huele a virutas de madera de


nuestro trabajo anterior y a humo de los fuegos que iluminaban la
plaza de abajo. Su cabello me hace cosquillas en la cara y las mejillas,
rodeándonos, protegiendo este momento del cruel mundo que se
derrumbará sobre nosotros demasiado pronto.

Paso las yemas de mis dedos por sus costados, recorriendo la


extensión de su pecho. La camiseta que usó hoy está casi abierta hasta
el ombligo. Cuelga tentadoramente y mis dedos rozan su carne
caliente. Se me escapa un gemido y él inhala bruscamente, como si
tratara de consumir el placer que me provoca su mera existencia.

Davien cambia su peso. Una mano está al lado de mi cabeza, la otra


toma mi mejilla. Me guía con una ligera presión contra mi mandíbula y
sondeando con su lengua. Me han besado antes, una vez, pero no fue
nada como esto. El hijo del mayordomo, cuando podíamos permitirnos
un mayordomo, era solo un año mayor que yo y ambos éramos poco
más que adolescentes curiosos.

Pero Davien me besa como hombre. Es mejor que cualquier sueño de


broma y fantasía indulgente que pudiera inventar. Sabía cómo un
hombre y una mujer encajaban conceptualmente... pero nada podría
haberme preparado para la sensación real de eso.

Su lengua se desliza contra la mía y me arqueo hacia arriba. Puedo


sentir sus labios tirando mientras sonríe una vez más. Mis cejas se
fruncen. Odio que se divierta con mi placer. Sé que no tengo
experiencia y es probable que haya tenido hordas de mujeres
arrojándose a sus pies.

Pero tampoco estoy lo suficientemente frustrada como para romper


con su beso. Tal vez sea por la magia de los faes de la que aún no me
han hablado. Soy una cautiva totalmente dispuesta a sus órdenes. Mis
dedos se deslizan por debajo de su camisa, siguiendo su clavícula. Se
envuelven alrededor de sus hombros, sujetándolo contra mí hasta el
punto en que tenemos que obligarnos a separarnos para tomar aire.

Su cabello continúa separándonos del mundo. Sus ojos verdes


mantienen su propia luminiscencia en la oscuridad. Trazo el contorno
que el brillo del beso deja en sus labios con mis ojos.

—Lo siento, estoy...

— ¿Por qué podrías tener que disculparte? —interrumpe.

Un rubor escarlata me quema las mejillas.

—No estoy bien versada en este tipo de asuntos.

— ¿De qué clase? —hay un brillo perverso en sus ojos mientras pasa
sus dedos por mi mejilla y mi cuello. Se burla del cuello de seda de mi
blusa. Nunca he sido más consciente de exactamente cuánta tela me
cubre y dónde.

—Sabes de qué tipo —me las arreglo.


—Quiero oírte decirlo —sus ojos se mueven de mi pecho a mi cara.

—El tipo de cosas que a una dama de mi categoría no se le debe


permitirse hasta que me case.

—Hasta que te cases… — repite pensativo— Pensar, que podría


haberte tenido hace mucho tiempo y nunca lo hice —Davien se inclina
hacia mí de nuevo. Inclino mi rostro hacia arriba, pero él se mueve, por
lo que sus labios rozan la concha de mi oído mientras susurra con voz
ronca— ¿Lo hubieras disfrutado? ¿Tu misterioso esposo, cuyo primer
nombre ni siquiera conocías, viniendo hacia ti por la noche?
¿Disfrutarías sintiendo mi peso encima de ti en la oscuridad?
¿Mantendrías los ojos abiertos, recorriendo mi silueta en busca de
algún indicio de cómo podría verme? ¿O los cerrarías y te someterías a
cada caricia de mis manos y mi boca?

Cada centímetro de mi piel se pone la piel de gallina. Mi cuerpo


responde a sus palabras como si me estuviera tocando físicamente y no
simplemente describiendo las cosas que podía hacerme. Que los
antiguos dioses me ayuden, las cosas que creo que quiero que me haga.

—Pensé en ti, entonces —admito. Nunca había esperado decírselo.


Pero no hay nada que me mantenga alejado de él en este momento, ni
siquiera mi bóveda de secretos—. Por la noche, me imagino que vienes
a mí.

— ¿Oh? —tararea en el fondo de su garganta. El sonido retumba a


través de mí, convirtiendo los huesos que me quedaban en calor
fundido— Dime lo que te imaginas.

Reprimo un gemido. ¿Por qué le permito que me haga esto? Debería


empujarlo y alejarme. Al menos, eso es lo que mi mejor sentido común
me dice que debo hacer. Pero mi mejor sentido común ya no tiene el
control.
Todo lo que puedo pensar es en atender todas sus demandas, y
encuentro una oscura sensualidad en la noción de dejar mi mente a un
lado y seguir mi instinto en su lugar.

—Te imaginaba en mi puerta, despertándome del sueño...


preguntando si podías pasar la noche en mi cama.

—Y, en tus fantasías, ¿me permitiste quedarme?

—Cada vez.

— ¿Y qué hicimos cuando pasé la noche en tu cama?

No he pensado en estos sueños despiertos desde que llegué a


Midscape. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la primera vez que puse
un pie en este extraño mundo? ¿Una semana? ¿Dos? ¿Un mes? Podría
ser un año por lo que sé en este momento. El tiempo se ha vuelto
extraño y distorsionado. Estoy indefensa debajo de un fae y todo lo que
quiero es que me bese de nuevo. Y si hace falta que le cuente mis
fantasías más oscuras, que así sea.

—Te sentí —le susurro.

— ¿Cómo me sentiste?

—Te sentí sobre mí, tocándome. Sentí que dedicabas toda tu


atención sobre mí, únicamente, solo, completamente para mí.

— ¿Y te sentiste bien? —sus dedos acarician perezosamente mi


pecho en los arcos de mis curvas. Inhalo bruscamente.

—Sí.
—Bien —se aparta, lamiendo sus labios. Nunca he visto nada más
sensual—. Porque en cada una de mis fantasías te sentías nada menos
que excepcional.

— ¿Tú... fantaseabas conmigo? —la idea de él despierto y anhelando


por mí, sus grandes manos acariciando cada centímetro de lo que
ahora sé que es su cuerpo firme, hace que mi cerebro chisporrotee.

—Oh sí —mueve sus caderas contra mí y choca sus labios contra los
míos una vez más. Me besa al compás de la música que sale de fuera.
La banda ha vuelto a tocar y nuestros gemidos armonizan con el
crescendo en la plaza de abajo. Davien mantiene mi cabeza en su lugar,
los dedos enredados en mi cabello, la lengua saqueando mi boca. Me
tiene justo donde quiere, alejándome cada vez más de cualquier cosa
que se parezca a la razón o el sentido. Cuando se separa, es solo para
tener suficiente espacio para hablar, sus labios se mueven sobre los
míos mientras gruñe:

—Me imaginé haciéndote mía como un hombre debería hacer a su


esposa. Ansiaba llevarte a mi cama y tenerte hasta que gritaste mi
nombre y tu garganta estaba en carne viva. Hasta que mi cuerpo fue lo
único que sabías o querías.

Inicio el beso esta vez. Sus palabras me han tensado tanto que me
voy a romper si no vuelvo a tener su boca sobre la mía. Lo agarro,
empujándome hacia él, aboliendo el espacio entre nosotros,
abandonando el aire frío de la noche por un calor primario que no se
puede negar.

Nos besamos durante un tiempo obsceno. Cuando finalmente se


separa, jadeo suavemente a través de los labios hinchados, mirando al
que es fácilmente el hombre más guapo que existe. La corona todavía
brilla en su frente. Rey, gobernante y protector, mi rey. Sin decir
palabra, Davien se aparta de mí. Nuestros ojos permanecen
bloqueados, incluso si nuestros cuerpos ya no lo están.

Agachándose, me levanta, como si fuera a llevarnos a los cielos.


Pero, en cambio, me lleva a la cama. Mi alma se eleva mientras me
acuesta. El colchón es más firme que el mío, pero todavía se hunde bajo
su peso. Los dedos de Davien se enroscan alrededor de la parte
posterior de mi cabeza una vez más.

—Solo hacemos lo que deseamos —me mira directo a los ojos


mientras habla—. Nada más y nada menos. Sin expectativas.

—Y sin sentimientos —repito nuestra promesa anterior.

Él asiente y me besa de nuevo. Nuestras manos y dedos exploran,


hasta mucho después de que la música se detenga en el cuadrado de
abajo. Hay partes de su cuerpo que todavía no soy lo suficientemente
valiente o audaz para explorar, no importa lo mucho que quiera
hacerlo. Él parece tomar el liderazgo, solo yendo tan lejos como yo.
Resulta en un tira y afloja entre la pasión y la sensibilidad. La lujuria y
la razón y el espacio sin esperanza entre donde la frustración hace su
hogar.

Finalmente, los besos se detienen y nos acostamos uno al lado del


otro sin decir palabra, mirando el techo enmarcado por la parte
superior de la cama con dosel. Trago saliva y valientemente le lanzo
una mirada, preguntándome si estará molesto porque no hicimos más.
Hay una leve sonrisa en sus labios, sus párpados pesados.

—Debería irme —le susurro.

— ¿Debes? —se pone de lado, levantando la cabeza con los nudillos.


—Hicimos lo que deseamos —los acontecimientos de la noche me
hacen sonreír con picardía. Incluso si quiero mucho más... esto fue
bueno. Fue suficiente—. No hay razón para que me quede.

— ¿A menos que no quieras dormir sola?

Considero la sugerencia. Nunca pensé en cómo se sentiría dormir


con otra persona. ¿Haría demasiado calor debajo del edredón con
nosotros dos? ¿Lo patearía en la noche? ¿O su cuerpo se enroscaría
alrededor del mío, un ajuste perfecto? Me haría sentir protegida,
segura... deseada... Niego con la cabeza y me alejo, sentándome.

—Dormir sola está bien. Me ha servido bien hasta ahora.

— ¿Es así? —arquea una ceja y me pongo de pie para que no vea que
pongo los ojos en blanco.

—Además, ¿dormir juntos? Eso es algo que harían las parejas


casadas reales.

—Éramos una pareja casada real y no dormimos juntos —entrelaza


sus dedos y los pone entre su cabeza y la almohada, mirándome
mientras me ajusto la ropa. Todavía están encendidos, en su mayor
parte. Solo un poco torcido de sus ansiosas manos.

—Difícilmente éramos una pareja casada real —me encojo de


hombros—. Te casaste conmigo por un libro. Y me sentí resentida
contigo por eso tanto como pude.

— ¿Hasta dónde te llevó ese resentimiento?

Me aprieto el puente de la nariz.


—Creo que me agradabas más cuando te estaba besando. Entonces
te quedaste en silencio.

Es un movimiento borroso, esta arrodillado en la cama frente a mí,


tomando mis manos.

—Podría volver a besarte si eso te animara a quedarte.

—Estoy cansada —alejo mis manos con una leve risa.

—Entonces vuelve a verme mañana.

—Lo pensare —dudo que lo haga. Sucumbí al impulso. He llenado


esta necesidad. No hay razón para volver a hacer esto.

—Mi puerta está abierta para ti cuando lo desees, o debería cambiar


de opinión acerca de esta noche.

—No cambiaré de opinión acerca de esta noche, y ya veremos


mañana. Después de todo, no soy tu amante —me quedo quieta
mientras mis ojos se enganchan en la corona de flores. Debe haberse
caído la primera vez que me recostó. Puede que sea un rey, pero será la
única corona que pueda darme. Inútil. Condenada a pudrirse.
Descartada al amanecer.

La ignoro, yendo solo hacia la puerta. Sería peligroso aceptar


demasiados regalos de él. Se haría una idea equivocada. La corona de
flores se queda en el suelo. La suya permanece en su cabeza, de alguna
manera todavía allí incluso después de todas nuestras indulgencias.

—Podrías ser mi amante, si quisieras. No es raro que los reyes las


tengan.

Me congelo. Como si eso me atrajera.


—Eso es lo último que quiero.

— ¿Por qué te resistes tan fervientemente a todas las nociones de


amor?

La pregunta me da una pausa. Miro hacia un rincón oscuro de la


habitación. Cada recuerdo de Joyce surge al frente de mi mente. Su
tortura. Sus palabras cubiertas de dulzura para mi padre.

Las débiles excusas de mi padre, una y otra vez. Sus explicaciones.


Katria… estaba perdido en el abismo del que ella me salvó. Nunca
entenderás la herida que dejó la muerte de tu madre… Oh, lo entendí.
Entendí que Joyce le vendió mentiras y él las compró más rápido que
la plata de sus minas.

Al igual que entendí cómo se hizo más fácil para mi padre estar de
su lado con el tiempo. Cuanto mayor me hacía, más me parecía a mi
madre. Cuanto más difícil era para él estar cerca de mí. Mientras tanto,
mi hogar se convirtió en un remanente desmoronado de días pasados.
Perdido para siempre, ¿por qué?

Ah, amor.

—Porque el amor es dolor —susurro.

—Amor es vida.

Lo miro y digo bruscamente:

— ¿Qué sabrías? ¿Un príncipe fugitivo encerrado en una torre que


compra la única esposa que ha tenido?
Los ojos de Davien se ensanchan un poco, pero en lugar de enojo, su
ceño se frunce en algo que parece concentración. La simpatía irradia de
él.

— ¿Qué te hace decir que el amor es dolor?

No respondo, me concentro solo en mi ruta de escape. Con un batir


de alas convocado en un abrir y cerrar de ojos y un brillo de magia,
está frente a mí, con la mano sosteniendo la puerta cerrada justo
cuando voy a abrirla. Lo miro.

—Déjame salir.

— ¿Por qué crees que el amor, de todas las cosas, es dolor?

—He visto lo que pasa cuando dos personas se enamoran. Uno se


derrumba en el otro, todo sentido de sí mismo y valor, y la fuerza se
desmorona bajo la bota del partido que termina en la cima —como la
estatua de mi padre que había construido en mi mente, fuerte y
resuelta, convirtiéndose en polvo en el momento en que Joyce entró en
nuestras vidas—. He escuchado las amargas peleas, las púas, el odio
que se arroja y suaviza en nombre del amor, amor precioso.

—Nada de eso es amor —susurra.

Pongo los ojos en blanco.

—El amor no es como los libros de cuentos. En el mejor de los casos,


es una transacción.

—No —Davien da un paso adelante, invadiendo mi espacio


personal—. El amor es lo más cercano al significado que tenemos en
este mundo. El amor de una madre por sus hijos, el amor entre amigos,
el amor de un esposo y una esposa, el amor por lo que somos y por
todos aquellos que se esforzaron antes que nosotros para entregarnos
el mundo que tenemos ahora: el amor es la razón por la que vivimos, la
razón por qué luchamos, por qué seguimos adelante cuando las cosas
se ponen difíciles... no siempre es fácil. Pero es nuestro alivio de las
verdaderas dificultades, no las dificultades en sí.

—Mientes —digo.

—Katria... —se apaga, sus ojos buscándome. —¿Qué te pasó antes de


que vinieras a mi casa?

—Déjame pasar.

—Estoy tratando de-

— ¡Déjame pasar! —mi voz se eleva una fracción y se hace a un lado


rápidamente.

Tiro de la puerta antes de que pueda decir algo más, saliendo furiosa
y apenas resistiendo el impulso de golpearlo en la cara.

A LA MAÑANA SIGUIENTE ESTOY EN LA CAMA HASTA


MEDIO DIA. Los pasos resuenan por el pasillo mientras el mundo se
despierta a mi alrededor. Me pregunto quién más se queda aquí,
parece que Shaye y Giles. Oren, probablemente. Hol tiene su propia
casa. ¿Vena y sus asesores, tal vez?

Mi respiración se detiene cuando un paso familiar atraviesa el


pasillo. Sus pasos parecen ralentizarse en mi puerta, casi deteniéndose.
¿Cómo le conozco por su andar? ¿Realmente puedo olerlo desde aquí?
¿O mi mente está desenterrando recuerdos de anoche? O, lo que es
mucho más probable, ¿mi piel todavía huele como la suya?

Davien sigue caminando.

Sigo repitiendo la noche en mi mente, pero no tiene más sentido


cuantas más horas pasan. Doy vueltas y vueltas. No durmiendo. Pero
tampoco me siento despierta. Estoy atrapada en esos momentos que
compartimos. Momentos que nunca deberían haber ocurrido, pero de
alguna manera lo hicieron.

¿Por qué lo besé? ¿Por qué dejé que me besara? ¿Cómo terminé en su
cama?

Gimo y me doy la vuelta, enredándome en las sábanas. Me duele de


la cabeza a los pies. Pensé que besarlo aliviaría esta tensión, pero solo
la ha empeorado.

Cuando ya no puedo soportar más el calor de mis pensamientos,


finalmente me levanto. Lo mejor que puedo hacer es enfrentar a
Davien. Cuanto antes estemos juntos, antes se sentirá como si
volviéramos a la normalidad. Podemos hacer caso omiso de lo que
pasó anoche por la rareza que fue y seguir adelante.

—Es normal, de verdad. Dos personas, de nuestra edad, obviamente


atraídas entre sí. Estas cosas pasan. No hay razón para leerlo o
complicar las cosas. La picazón se rascó, hemos terminado —murmuro
para mí misma, tratando de encontrar mi propio aliento mientras me
visto.

Las modas de faes que fluyen ya no me resultan extrañas. Estoy cada


vez más acostumbrado a mostrar mis hombros y brazos que nunca,
aunque todavía estoy atenta a mi espalda. Me pregunto qué pensarían
mis hermanas si pudieran verme ahora, con mangas sueltas y escotes
pronunciados que nunca me atrevería a usar en casa. Me detengo y me
miro en el espejo. Mi piel está brillante y húmeda. Mis mejillas están
sonrosadas y los labios llenos. Cuanto más tiempo me quedo aquí, más
y más parezco ser parte de este mundo.

Me pregunto si podría haber una forma en la que nunca tenga que


volver. Si la magia del rey puede mantenerme a mí, una humana, viva
aquí, entonces tal vez haya algo que Davien pueda hacer por mí que
me permita quedarme y vivir el resto de mi vida natural. Me frunzo el
ceño.

¿Que estoy pensando? ¿Vivir mi vida aquí? ¿En Midscape? ¿Entre


faes y sus magias? ¿Qué lugar hay para una humana como yo?
Ninguno.

Además, eso significaría que tendría que vivir mis días en el mismo
mundo que Davien. Tendría que verlo convertirse en rey, verlo casarse
y engendrar herederos desde lejos. O peor, como un amante relegado a
los rincones auxiliares de su vida. No... Una vida en el mundo humano
sería mucho mejor que eso. De hecho, estar a un mundo de distancia
de él podría no ser suficiente.

Salgo de mi habitación y bajo las escaleras. Para mi sorpresa, Hol,


Shaye, Giles y Oren están todos agrupados en la mesa habitual. Los
mapas están esparcidos entre ellos, salpicados de trozos de papel que
parecen notas intercambiadas por palomas. Todos me miran a la vez.

—Vena te quería —dice Oren—. Davien ya está allí.

Dudo, percibiendo una extraña sensación en el aire.

— ¿Todo está bien?


—Sí. Sigue —Oren intenta darme una sonrisa tranquilizadora, pero
hay demasiada preocupación en sus ojos negros.

El terror me invade mientras me paro ante las puertas de Vena.


Dudo solo un segundo, para ver si puedo escuchar alguna
conversación desde adentro. Pero las puertas son demasiado gruesas.
Doy un golpe.

—Entra —llama Vena.

Efectivamente, encuentro a Vena y Davien dentro. Pero no están


solos. El Carnicero de antes, Allor, también está allí. Se apoya contra
una de las paredes laterales, con los brazos cruzados.

— ¿Qué ha pasado? —pregunto mientras me miran. Mis ojos se


encuentran con los de Davien. La preocupación tuerce su rostro,
frunciendo el ceño. Un terrible silencio continúa apretando los
músculos de mi pecho hasta el punto de que me duele respirar.

—Bueno, si ninguno de los dos se lo va a decir, yo... —comienza


Allor.

—El rey Boltov está enviando un ejército a Dreamsong —la voz


retumbante de Davien solo hace que las palabras sean más siniestras.

— ¿Qué? —inhalo bruscamente.

—Finalmente le ha llegado la noticia de que he regresado... y que


estás conmigo.

— ¿Conoce la magia? —yo susurro.

—Él sabe todo.


—Había un espía entre nosotros —Vena maldice—. Debe haber
pasado por nuestras salas al comienzo de las celebraciones para dar la
noticia.

— ¿Qué significa esto? —me había preparado toda la mañana para


enfrentar a Davien, pero no así. Mientras bailaba anoche, un rey
tramaba mi muerte.

—Significa que el rey sabe que tienes la magia que él necesita para
no ser desafiado nunca más —Allor tiene una sonrisa malvada cuando
habla—. Así que viene a matarte por eso.

Y aquí pensé que el peor de mis problemas de hoy era enfrentar a


Davien.
22

— ¿QUÉ HACEMOS AHORA? —miro entre cada uno de ellos.

—Hemos estado trabajando en un plan —dice Davien. Su calma es


inesperadamente irritante.

—Espero que sea bueno porque no tengo ningún interés en morir.

—No tengo ningún interés en verte morir —los músculos de sus


mejillas se tensan—. Además, el rey no se preocupa por ti, se preocupa
por la magia dentro de ti. Cuanto antes saquemos la magia, estarás a
salvo.

— ¿Entonces supongo que hemos progresado en ese frente? —miro


de Vena a Allor y viceversa.

—Tenemos una idea.

Me gustaría que sonara algo más seguro que —una idea—, pero si es
lo mejor que tenemos ahora...

— ¿Cuál es?
—Al norte de nosotros, justo al borde de las fronteras de la gente del
mer, está el Lago de la Unción —dice Vena—. Es donde todos los
antiguos reyes fueron antes de su coronación para bañarse en las aguas
más cercanas al Árbol Ancestral en el borde del mundo. Si hay algo
que te conectará lo suficiente con el poder del rey como para pasárselo
a Davien, son esas aguas.

Árboles ancestrales, el límite del mundo. Paso por alto los elementos
que no parecen tener una importancia crítica para mantenerme con
vida.

— ¿No cree Boltov que nos dirigiremos allí?

—No lo hará si le digo que estás escondido aquí —Allor se encoge


de hombros.

—Tienes tanto dominio sobre el rey —aprieto mis labios para evitar
fruncir el ceño.

—Hago lo que puedo. No tiene ninguna razón para no confiar en mí.

— ¿Le dirás que Davien y yo nos estamos preparando para un


ataque aquí? —su comentario anterior podría haber sido una
inteligente elusión de fae.

—Por supuesto que lo hare —ella sonríe más ampliamente—.


¿Tienes alguna razón para dudar de mí?

—Suficiente, las dos —Davien suena agitado.

Le lanzo una mirada furiosa. Pero tiene razón. Tenemos otros


asuntos urgentes. E incluso si Allor no es un verdadero aliado, es muy
poco lo que voy a poder hacer al respecto para demostrarles lo
contrario. Eso me ha quedado claro.
— ¿Boltov estará protegiendo el lago? —pregunto.

—No valdría la pena la mano de obra para él. El camino no es fácil.


Era parte de las pruebas de los aspirantes a reyes atravesar las brumas
encantadas, un rito de iniciación.

—Oh, también hay nieblas encantadas para llegar al lago mágico sin
morir a manos de los Carniceros. Encantador —cruzo mis brazos.

—Si tienes un plan mejor, me encantaría escucharlo —Davien


también se cruza de brazos, con la cabeza ladeada y mirándome. ¿Por
qué su presunción de alguna manera lo vuelve más frustrante y
atractivo en igual medida?

—Sabes que no lo hago.

—Entonces está arreglado. Ve y dile a Boltov que hemos sido


alertados de los movimientos de sus ejércitos y que nos estamos
preparando aquí para el ataque, fortaleciendo las barreras de
Dreamsong —le dice a Allor. Luego, se enfrenta a Vena—. Por favor,
prepara todo lo que podamos necesitar para nuestro viaje y luego
concéntrese en preparar Dreamsong para lo que sea que Boltov pueda
traer a nuestra puerta.

Vena apoya su mano en el bíceps de Davien.

—Lo que nuestra gente necesita para protegernos es un rey, un


verdadero rey, reunido con el trío de poderes de Aviness. No te
preocupes por Dreamsong y concéntrate en recuperar tu derecho de
nacimiento, Davien. Regresa a nosotros como un conquistador.

—Lo hare —Davien se pone un poco más alto.

— ¿Cuándo nos vamos? —pregunto.


—Tan pronto como podamos —Davien se dirige hacia mí. Para mi
sorpresa, toma mi mano entre las suyas. No puedo detener el rubor
que sube a mis mejillas ante el toque inesperado. El hacerlo
públicamente de alguna manera se siente aún más íntimo y
desesperado—. No hay tiempo que perder.

EN UNA HORA, se han montado cuatro caballos. Sus alforjas están


llenas de suministros que recién se terminan de cargar cuando salimos
a la plaza. Hol y Oren han optado por quedarse atrás y ayudar a
defender Dreamsong, Oren se concentrará en terminar el túnel de
evacuación y Hol ayudará a la guardia de la ciudad. Así que solo
estamos Shaye, Giles, Davien y yo en el camino. El sol de la tarde brilla
alegremente sobre la ciudad inconsciente. La gente sigue con sus
asuntos cotidianos como si no pasara nada. La plaza todavía está
habilitada para celebraciones. No hay señales de la batalla inminente.

— ¿Cuándo se lo dirá Vena? —le pregunto a Davien mientras


bajamos la corta escalera hacia donde esperan los caballos.

—Cuando sea el momento —Davien se sube a su silla con cierta


torpeza y necesita cuatro ajustes hasta que encuentra un asiento
cómodo. Su caballo es un semental gris moteado. Un chico fuerte cuyos
músculos hablan de buena crianza y manos aún mejores y estables. Si
no fuera por la intensidad que emana el caballo, me recordaría a Misty.

— ¿Y cuándo será eso? —pregunto, tratando de apartar de mi mente


los pensamientos sobre mi montura perdida hace mucho tiempo.
Espero que con todo el dinero que ganó mi familia hayan encontrado
lo suficiente para cuidar de ella.
Tal vez cuando regrese podría tomar parte de la moneda que Davien
me dejó en esa casa e ir a comprarles mi caballo.

Quizás cuando regrese robaré a Misty en la noche. Nadie conoce los


establos y los terrenos mejor que yo. Y después de pasar semanas
sobreviviendo en la tierra de los faes… la idea de enfrentar a mi
familia, o robar delante de sus narices, es mucho menos aterradora de
lo que podría haber sido meses atrás. Antiguos Dioses, tal vez sea lo
suficientemente valiente como para decirles que me llevaré a Misty y le
diré a Laura, ven conmigo.

—Eso no es de lo que debemos preocuparnos —señala a la yegua


completamente blanca a su lado—. Solo tenemos que concentrarnos en
llegar al Lago de la Unción lo más rápido posible. Será un viaje difícil
durante dos días para llegar allí. ¿Necesitas ayuda para montar tu
caballo?

Resoplo. ¿Confundió mi comprobación de la silla y las bridas del


caballo por la incertidumbre acerca de montar? Sin duda, hoy se
llevará una sorpresa.

—Creo que estaré bien.

Pongo mi pie en el estribo con confianza y me levanto. El sillín está


roto y desgastado en todos los lugares correctos, pero sigue siendo
resistente y de calidad. Le doy al caballo una palmadita en el cuello y
luego tomo las riendas con un agarre fácil. No conozco esta montura
tan bien como Misty. Con toda mi confianza, también debo tener
cuidado. Lo último que quiero es asustar a la chica, o presionarla
demasiado y ser arrojada.

— ¿Estamos listos? —Pregunta Shaye— La luz del día arde.

—Dirígenos —Davien asiente.


Shaye chasquea la lengua y se lanza a la ciudad con Giles cerca de
ella. Davien duda. Al pasar junto a él, no puedo evitar mostrarle la más
pequeña de las sonrisas. Lo atrapa. Sus ojos se abren un poco y su boca
se frunce. Él suelta las riendas, lo que hace que su caballo se sobresalte
y relinche.

Doy la vuelta con una risa. Él lo resolverá. Después de todo, es un


príncipe.

El pensamiento pícaro me toma con la guardia baja. Es un príncipe,


repite mi mente. Siempre supe que lo era. Pero cuanto más nos
acercamos, de alguna manera, más difícil es imaginarlo. Miro hacia
atrás sobre mi hombro. Su cabello está revuelto por el viento, captando
la luz del sol con un brillo casi líquido. Pensar que hace unas horas
pasé mis dedos por ese cabello… que besé esos labios.

Miro hacia adelante de nuevo, apartando mis ojos de él antes de que


mi estómago pueda hacer tantas vueltas que se vuelva incómodo. Dejo
que Dreamsong se desdibuje a mí alrededor, sin enfocarme en las casas
o en su increíble construcción por primera vez mientras cruzo las
calles.

—Anoche no fue nada —me repito solo a mí misma.

Sin sentimientos. Eso es lo que prometimos. Anoche no fue más que


una liberación de la tensión que se ha estado acumulando entre
nosotros durante semanas. No hay necesidad de pensarlo demasiado.
No hace falta complicarlo. No hay necesidad de sentirse culpable
ahora. Puede ser solo eso: una escapada divertida, un capricho. No era
nada de lo que ni siquiera valiera la pena hablar.

Si siento algo, es solo que no podré permitirme ese escape por


mucho más tiempo. Pronto, si Vena tiene razón, la magia desaparecerá
de mí. Después de que eso suceda, tendré que dejar Midscape lo más
rápido posible antes de que comience el marchitamiento. Davien y yo
nunca estuvimos destinados a estar juntos. Él es el rey de las faes y yo
no me dejaré enamorar. El hecho de que encontré incluso un breve
disfrute con él es suficiente. Es suficiente, me repito, con más
insistencia que antes. Sin embargo, por alguna razón, el pensamiento
no parece asentarse en mi mente. Sigue persiguiéndome y galopo cada
vez más rápido, como si intentara dejarlo atrás.

Nos separamos de la ciudad y llegamos a la cima del valle en el que


se encuentra Dreamsong. Estamos de vuelta en los bosques ahora, la
magia revolotea en el aire a nuestro alrededor. Puedo ir incluso más
rápido aquí. No estoy limitada por las calles o la gente que hay en
ellas. Me muevo entre los árboles a medida que me siento cada vez
más cómoda con mi caballo.

— ¿Estás tratando de liderar el camino? —Giles llama con una risa.

—Por supuesto que no —le grito.

—Parece que estás tratando de competir con nosotros.

—Si supiera a dónde vamos, me inclinaría a correr —reduzco el paso


para mantener una conversación, trotando hacia donde Shaye y Giles
todavía están cabalgando juntos. Davien casi se ha puesto al día desde
que salimos de la ciudad.

—Te sientes bastante cómoda sobre un caballo para ser una dama
noble —observa Shaye.

—No sé si me llamaría noble —digo con una pequeña sonrisa—. Mi


padre fue el primer Lord de nuestro árbol genealógico. Solo lo logró
gracias a su suerte en el comercio —mi sonrisa cae y miro a través de la
extensión dorada y roja del bosque—, y cuando esa suerte se acabó...
también lo hizo todo lo que venía con el señorío, excepto el título.
Shaye me mira fijamente durante un largo minuto. Hay una
profunda comprensión en sus ojos, una consideración de la que la
mayoría de la gente carece. No me siento vista de la misma manera que
me siento con Davien. No es como si estuviera escudriñando mis
pensamientos más profundos y mis rincones más oscuros. No... hay
casi un reconocimiento sutil con Shaye. Como si ella viera y
reconociera el dolor, así como yo puedo verlo y reconocerlo en ella,
aunque nuestro dolor sea diferente y único.

— ¿Tomaste lecciones de equitación antes de que se acabara la


suerte?

—No, aunque me las arreglé para conseguir un caballo como regalo.


Una de las únicas cosas que me dio mi padre. Tenía que cuidar de ella,
ocuparme de todas sus necesidades. Pero el mozo de cuadra que
teníamos tuvo la amabilidad de enseñarme los conceptos básicos de la
equitación. Después de eso, aprendí por mí misma escapándome
temprano en la mañana —miro fijamente el punto donde las motas
levemente brillantes comienzan a oscurecer los árboles en la
distancia—. Cabalgaba y cabalgaba hasta llegar al límite de mi
pequeño mundo… y en ese momento fantaseaba con seguir adelante.
Acerca de viajar a un lugar lejos de su alcance.

—Supongo que lo lograste —Giles se ríe. Es alegre y parece ajeno al


dolor que persiste debajo de mis palabras que Shaye capta tan
claramente—. Después de todo, ahora estás conduciendo bastante lejos
de ellos, en un lugar al que nunca te atraparán.

Me río suavemente. Si tan solo pudiera quedarme aquí. El


pensamiento cruza mi mente con tanta naturalidad que me toma tres
segundos completos para que me pille desprevenida. No es la primera
vez que tengo este tipo de meditación. Así que no es de extrañar que
me esté alarmando. Es lo natural que se ha vuelto el deseo.
— ¿Es ese el caballo que querías tener? —pregunta Davien. No
recuerdo cuando se acercó tanto. Ahora está al otro lado de mí, y yo
estoy entre él y Shaye— Oren me dijo que hubo un punto de discusión
el día que te fuiste acerca de un caballo.

—Su nombre es Misty —digo—. Mi padre solo me dio dos cosas: el


laúd de mi madre, que era más una herencia de ella que un regalo de
él, y Misty. Mis hermanas ni siquiera montan —sin embargo, Laura
dijo que hará todo lo posible—. Ella estará desperdiciada allí.

—Tal vez cuando regreses puedas recuperarla.

Me río.

—Es curioso, estaba pensando lo mismo antes. Pensé que, si podía


tener magia dentro de mí, si podía cruzar el Desvanecimiento y cenar
con los faes, ¿qué tengo que temer de mi familia?— Sin embargo,
incluso mientras digo esas palabras, todavía hay una niña asustada
dentro de mí, temerosa de cualquier castigo que Joyce pueda inventar
a continuación.

—Muy poco, diría yo —Giles se ríe.

Davien continúa mirándome pensativo. Con él de un lado y Shaye


del otro, no tengo dónde esconder mis pensamientos o emociones.

—Quizás, una vez que todo esto termine y el polvo se haya


asentado, pueda hacer un viaje de regreso al mundo natural y ayudarte
a recuperar a Misty. Tener la magia del Rey Fae resultaría valioso en
cualquier tipo de travesura —él sonríe levemente. No puedo evitar que
mi rostro se convierta en una sonrisa. La idea de nosotros dos,
escabulléndonos por la noche, entrando en la antigua casa de mi
familia y quitándoles algo después de que me quitaron tanto es una
fantasía más dulce de lo que jamás podría haber imaginado antes.
—O, Su Majestad podría querer enviar a sus leales vasallos para
ayudarla —dice Shaye formalmente, dándole a Davien una mirada
mordaz—. Después de todo, estarás lo suficientemente ocupado
acomodándote en el trono y asegurándote de que nadie quiera
quitártelo. No sería prudente irse.

—Los faes no están acostumbrados a mantener a su líder mucho


tiempo, después de todo —Giles suspira—. Han pasado siglos desde
que nuestra tierra ha conocido la estabilidad.

—Todo eso cambiará conmigo —promete Davien—. Y creo que


tendré suficiente tiempo, poder y energía para ayudar tanto a mi gente
como a Katria.

La imagen de una escala aparece en mi mente. Todas las faes, todo


su reino, están de un lado y yo del otro. Sin embargo, de alguna
manera, esas escalas no están tan desequilibradas como para caer en el
olvido. Davien todavía me considera a mí y a mi bienestar. Quizás dijo
la verdad cuando mencionó que haría un esfuerzo por venir a
visitarme. Tal vez no fue un baile cuidadoso de palabras de faes.

—Supongo que el tiempo dirá —las palabras de Shaye son tan


incómodas como de repente se ve en su silla de montar. Ella sigue
lanzando miradas de soslayo en dirección a Davien. Hay algo en su
mente y no tengo ganas de estar aquí cada vez que se desahoga.

— ¿Cuál es nuestro plan? —pregunto, tratando de cambiar el tema.

—Hay una casa de seguridad justo en el extremo norte de nuestras


fronteras, al norte de aquí. Viajaremos allí hoy y descansaremos.
Todavía está dentro de las barreras de los Acólitos del Bosque, por lo
que podemos pasar la noche con relativa seguridad. Luego, mañana
nos despertaremos con el amanecer y cabalgaremos con fuerza hacia
los bosques del norte, a través de las nieblas, hasta llegar al Lago de la
Unción en el punto más norte del bosque de los faes.

—Entendido —me inclino hacia adelante, mirando a Giles alrededor


de Shaye—. Entonces creo que parece que tenemos tiempo para una
carrera, ¿qué opinas?

Giles muerde el ansuelo.

—Creo que mi caballo es más grande que el tuyo y de mejor cría.

—Lástima que eso no va a compensar que yo sea mejor jinete —me


burlo. —Una carrera a la casa de seguridad. El último en llegar es el
encargado de la cena.

Giles ruge de risa. —De cualquier manera, vas a perder porque soy
una cocinera miserable. Pero tienes un trato. Shaye, ¿podrías
contarnos?

Shaye suspira, como si estuviera complaciendo a dos niños. Pero ella


cuenta de todos modos.

—Tres. Dos. ¡Uno!

Giles y yo nos vamos. Dejo a Shaye y Davien detrás de mí, junto con
todos los pensamientos incómodos que inadvertidamente sacaron a la
luz. Dejó que mi mente se quede en blanco mientras el viento tira de
mi cabello y de mi ropa, provocando lágrimas en las comisuras de mis
ojos. Giles estaba equivocado. Pase lo que pase, yo gano. Porque puedo
montar tan rápido como quiero hacia los bosques mágicos de los fae.

Incluso cuando esos pensamientos están tratando de abrumarme...


cuando conduzco así, siento que soy yo la que tiene alas. Siento como
si estuviera volando.
Como explicó Davien cuando partimos por primera vez, el viaje
durará dos días. Entonces nuestra carrera termina siendo más un
desafío de resistencia. Nuestro ritmo inicial se reduce a un buen trote y
terminamos uno al lado del otro.

—Esto no es una gran carrera —se ríe.

—La mayoría de las carreras se ganan al principio o al final. El


medio es simplemente mantener el ritmo —guiño.

—No estoy seguro de que así sea cómo funcionan las carreras.

Me río.

—Probablemente tengas razón. Nunca había corrido con alguien—


estos son los beneficios nuevos y emocionantes de tener amigos
genuinos.

—Una lástima, porque eres un muy buen jinete.

—Gracias —me acicalo un poco, permitiéndome saborear el


cumplido—. Creo que todos ustedes son las primeras personas en
verme montar.

— ¿Ni siquiera tu familia?

—Es posible que me hayan visto hacia el final de mis paseos


matutinos, o desde la distancia... Tuve que tener su desayuno listo
poco después del amanecer. Por lo tanto, solían estar dormidos cuando
salía por las mañanas y aun cuando regresaba.

Giles guarda silencio durante un largo rato. Casi puedo escuchar sus
pensamientos.
Suspiro.

—Adelante, pregunta lo que sea que estés debatiendo.

—Yo no…

—Puedo sentirlo —de la misma manera que pude sentir los


pensamientos de Helen mientras reflexionaba sobre cuál era la mejor
manera de torturarme a continuación.

—Davien no nos contó mucho sobre tus circunstancias. De hecho,


sabíamos muy poco sobre ti antes de que vinieras a nuestro mundo.

—Eso tiene sentido —sobre todo teniendo en cuenta cómo me


trataron cuando llegué por primera vez, con tanto escepticismo, casi
furioso. Después de tener un tiempo para ver a Davien y sus leales
compañeros, ahora lo tengo más claro. Yo era un cabo suelto, una
carga. Irrumpí en su vida de una manera que él nunca quiso y no
tenían idea de que yo sentía lo mismo. Luego —robé— su magia. Tenía
muy pocas cosas que los hubieran animado a agradarles.

—Pero nos dijo que eras una dama noble —Giles se ríe
suavemente—. Hol estaba muy preocupado por la idea de que nuestro
futuro rey se casara con una mujer común.

Sonrío amargamente.

—Nací común… y cualquier título o estima que poseo, estoy segura


de que no es lo suficientemente alto como para merecer mi casamiento
con un rey. No es que importe, ya que en tu mundo no se nos
considera casados —como me ha quedado muy claro.

—Sí, eso alivió un poco a Hol.


—Pero eso no es lo que querías preguntarme, ¿verdad?

—No —Giles frunce los labios, pensando para sí mismo, antes de


finalmente preguntar—: No tienes una muy buena relación con tu
familia, ¿verdad?

— ¿Qué me delató? —me río— ¿El hecho de que vendieron mi mano


en matrimonio para pagar deudas y financiar sus fiestas una vez más?
¿El hecho de que no he tenido nada bueno que decir sobre ellos desde
que llegué?

—El hecho de que te pongas tensa, tu voz cambie y tus ojos pierdan
el foco en el presente, cada vez que se mencionen.

Lo miro, boquiabierta. Puedo sentir que mis labios están separados,


pero me toma un momento recuperar la compostura lo suficiente como
para cerrarlos.

—Y aquí pensé que era buena para ocultar mis emociones y


pensamientos.

—Lo eres, creo que al menos. Shaye fue quien se dio cuenta. Davien
también. Pero siempre pareció conocerte mejor desde el tiempo que
pasaron juntos antes de que vinieras aquí.

Supongo que no fui la única que escuchó esas noches que pasamos
juntos, prestando atención a lo que decía el otro.

— ¿Cuál es tu punto?

—Si te preocupa que te hagan daño, Davien ha dejado en claro que


nadie te hará daño nunca, no mientras respire.

— ¿Qué? —surro.
—Él ya nos ha encargado la responsabilidad de protegerte.

—Porque soy el recipiente que lleva su magia.

—No, incluso después de que se elimine la magia. Dejó muy claros


sus deseos. Cuando regreses al mundo humano, iremos a ver cómo
éstas con regularidad. Durante el resto de sus días, o mientras lo desee,
tendrá su protección.

Me muevo incómoda en mi silla. De repente, la tarde es demasiado


calurosa, a pesar de que el invierno está tratando de deslizarse bajo mi
capa de montar. Quiere protegerme, no solo la magia que hay en mí. Él
quiere proteger a mí. No sé cómo procesar este sentimiento. ¿Por qué
es más fácil manejar la idea de que él me vea solo como un recipiente
que de que él me vea como una persona?

— ¿Qué es? —pregunta Giles en voz baja.

—Nada —niego con la cabeza, pero los pensamientos se quedan en


el interior de mi cráneo. No puedo escapar de ellos.

Nivela sus ojos con los míos.

—Estás llorando.

Me llevo una mano temblorosa a la mejilla y me toco la hinchazón


con suavidad. Efectivamente, hay humedad allí. Mi respiración se
estremece, atascada en emociones que amenazan con estrangularme.

— ¿Por qué es mucho más fácil para mí procesar que me traten como
una cosa que como una persona? ¿Cómo es que este último duele más?
Espeto.
Giles parpadea varias veces. Sus cejas se arquean hacia arriba,
juntándose en el medio. Ya no puedo soportar su lástima.

—Porque ahora sabes que así es como debieron tratarte todo el


tiempo. Porque sabes que, si una persona te ve, te respeta como
debería, entonces no hay excusa para que nadie más no lo haga. La
culpa no es, nunca ha recaído, en ti, sino más bien en las deficiencias de
aquellos que te rodearon. Siempre fuiste digna.

—Yo —me ahogo con mis palabras. Niego con la cabeza y miro hacia
adelante—. Hemos olvidado que estamos compitiendo. No voy a dejar
que me distraigas, así que seré suave contigo.

—No estaba tratando de distraerte. Katria...

No escucho lo que dice. Con una patada y cambio de peso, vuelvo a


bajar por el bosque, corriendo como lo hacía todas las mañanas en mi
casa de todos los pensamientos que amenazan con asfixiarme.
23

COMO ERA DE ESPERAR, soy la primera en llegar a la casa de


seguridad. Al menos, supongo que es la casa. No he visto ninguna otra
estructura durante horas desde que dejamos Dreamsong.

La casa es más una cabaña que es una habitación grande. Hay una
pequeña hoguera en el centro, carbones negros descansando sobre un
lecho de arena. Una olla cuelga del techo sobre ella, varios otros
elementos de cocina rudimentarios y suministros amontonados. Las
literas se alinean en las paredes a derecha e izquierda.

No hay colchones en las camas, solo tablas maciza. Es extraño ver


algo menos que sumamente lujoso para los fae. Una investigación de
los baúles al pie de una de las literas revela un alijo de mantas. Otro
baúl tiene una variedad de suministros diversos, desde raciones
conservadas hasta lo que solo puedo suponer que son suministros
médicos y recursos para rituales.

No veo ningún sentido en sentarme mientras espero a que lleguen


todos, así que me dirijo detrás de la casa hacia un pozo que vi cuando
entré. Con dos cubos de agua, lleno un gran barril de agua para beber.
Un tercer cubo se divide entre la olla que cuelga sobre la hoguera y una
pequeña palangana para lavar.
Como se sospecha, hay herramientas para encender fuego entre los
suministros de cocina. Se necesitan dos intentos, pero consigo que las
brasas se enciendan. No es un fuego muy grande, pero está caliente y
las brasas no desprenden mucho humo.

La puerta se abre y revela a Giles, interrumpiendo mi paz.

— ¿Pensé que se suponía que yo era el que cocinaba? Después de


todo, perdí la carrera.

—A menos que comamos agua hervida para la cena, todavía queda


mucho por cocinar.

—Mmm, agua hervida, mi favorita —se frota el estómago. Me río—.


Es bueno oírte reír. Antes yo...

—No te preocupes por eso.

—No, lo hago, te molesté, y ciertamente no tenía la intención de


hacerlo, así que quiero disculparme.

—Dije que no te preocupes por eso —toco las brasas.

—Pero...

Me salvó la llegada de Davien y Shaye. El relincho de sus caballos


distrae a Giles de lo que sea que vaya a decir a continuación. Me
levanto y devuelvo mi atizador a su clavija.

—En lo que a mí respecta, esa conversación quedó muy atrás en el


bosque. Déjalo ahí, Giles —digo con bastante ligereza, pero con una
nota de precaución. Giles y yo estamos bien y espero que nos permita
permanecer así al no insistir en demorarnos.
Me mira pensativamente, pero no tiene la oportunidad de responder
antes de que Davien y Shaye entren.

—Gracias a Dios que encendiste una fogata, con el aire ya estaba


sintiendo un frío brutal —dice Davien.

—Lo que significa que deberíamos ir a buscar comida —le dice Giles
a Shaye.

— ¿Nosotros? Ella levanta las cejas.

—Si nosotros. Perdí la carrera contra Katria.

—No veo cómo tu mala apuesta hace que yo también tenga que
cocinar —se resiste Shaye.

—Porque no quieres comer nada que cocine sin supervisión —Giles


la agarra del codo y se dirige hacia la puerta. Los pies de Shaye se
mueven de mala gana—. Vamos, busquemos y cacemos antes de que el
sol se ponga por completo.

—Bien, bien —asiente Shaye.

Davien se ríe cuando la puerta se cierra detrás de ellos.

—Esos dos son una pareja tan poco probable. Sin embargo, cada vez
que los veo juntos, no puedo evitar sonreír.

— ¿Entonces están juntos? —tenía una creciente sospecha.

—Intentan ocultarlo —Davien se encoge de hombros—. Pero sí,


Giles solo ha tenido ojos para ella desde que llegó por primera vez a
Dreamsong. Al menos eso es lo que me dice Hol... y lo que veía cada
vez que los dos estaban juntos en el mundo natural.
— ¿Y Shaye? ¿Ella devuelve estos sentimientos? —debe haber
alguna razón por la que generalmente se mantienen a distancia en
público o son modestos en cuanto a sus afectos.

—Lo hace, aunque se está tomando su tiempo con todo. Shaye… —


Davien se acerca al fuego y se sienta junto a él, debatiendo claramente
sus palabras. Me siento una vez más. No me atrevo a sentarme en el
lado opuesto del fuego a él, aunque sé que sería lo mejor. Puedo sentir
su calor radiante a través del estrecho espacio entre nosotros.
Finalmente encuentra sus palabras— Shaye ha vivido una vida difícil.

—Ella me dijo algo... que nació para ser carnicera.

—Como todos los Carniceros, fue entrenada para luchar desde el


momento en que pudo caminar. Durante los primeros quince años de
su vida, nunca conoció ni una pizca de bondad. Nunca supo que la
gente podía ser amable o de confianza. Cuando llegó por primera vez a
Dreamsong, ni siquiera sabía cómo era el amor —los carbones
humeantes iluminan el rostro de Davien más que la tenue luz del sol
que desaparece rápidamente al otro lado de las montañas—. Giles fue
paciente con ella, todavía lo es. Me ha dicho que no tiene prisa y que lo
mejor siempre merece la pena.

—Parece un buen hombre —acerco mis rodillas a mi pecho,


abrazándolas—. Tenía buenas intenciones en el bosque. Él
simplemente... no entiende.

—Él lo es. Pero, de nuevo, trato de mantener solo la compañía de


buenos hombres y mujeres.

—Entonces, ¿cómo terminaste casado conmigo? —pregunto con una


risa.
—Porque creo que eres la mejor mujer de todas —Davien me mira
directamente a los ojos mientras lo dice. No hay forma de esconderse
de él. Sus verdades son implacables y me toman con la guardia baja a
cada paso.

—Entonces supongo que no me conoces muy bien —le digo en voz


baja.

—Creo que te conozco mejor de lo que quieres.

— ¿Cómo?

— ¿Cómo aprende alguien algo? Le prestas atención. Escuché


mientras cantabas. Escuché las melodías que tocabas desde el corazón.
Observé tus movimientos con más atención de la que nunca le di a los
estudios que me ayudarían a asumir la corona.

—Tu mientes —mi voz es un susurro ahora, incapaz de nada más


fuerte.

—Ojalá pudiera —él sonríe, los labios resaltados en rojo por las
brasas—. Pero sabes que no puedo —Davien se inclina hacia adelante y
se pone de rodillas. Casi se acerca a mí, borrando el espacio entre
nosotros con movimientos lentos y deliberados. Me inclino hacia atrás,
con las palmas de las manos extendidas sobre el suelo de madera
detrás de mí. Me está cazando, como una bestia de sombra y luz de
fuego. Mata el espacio entre nosotros. Con una mirada me golpea entre
las costillas. Estoy indefensa—. Todos mis pensamientos vuelven a ti.
Eres como un torbellino, hacia abajo y hacia abajo doy vueltas, cada
vez, hasta que estoy atrapado en tu centro. Ahora, sé que solo hay una
forma de escapar.
— ¿Y cómo es eso? —estoy enmarcada por sus brazos mientras se
apoya sobre mí. Una rodilla está entre mis piernas, moviéndose a
medida que avanza.

—Ceder, dejar de pelear y ver a dónde me llevas.

Sus labios chocan con los míos con una fuerza que me empuja hacia
un espejo de cómo me tenía la noche anterior. Mis brazos se levantan y
se envuelven alrededor de su cuello para estabilizarme. Me sostiene
con una mano y con la otra nos sostiene a los dos. Siento su fuerza por
encima de mí, a mí alrededor, protegiéndome. Gimo suavemente
mientras mi cuerpo se arquea hacia él sin orden.

¿Cómo hemos acabado aquí? ¿No estaba pensando antes en cómo


nunca podría permitir que esto sucediera de nuevo y que no era más
que una picazón? ¿Por qué me está besando ahora? ¿Por qué lo quiero
todo tanto?

Son preguntas que no puedo responder porque mi mente está en


blanco, pero por primera vez mi corazón se siente lleno.

Lentamente, me deja caer al suelo, sin romper el beso. Su lengua


recorre mis labios y le concedo la entrada. En el segundo que lo hago,
investiga con delicadeza. Profundizo aún más el beso, actuando de la
misma manera.

En estos momentos, no hay pensamientos. Ya no me preocupo por lo


que es y lo que podría ser, lo que podría o no podría ser. No temo por
el futuro y por lo que pueda depararme en esa casa solitaria en el
mundo natural, protegida de todo, separada de todos.
Solo está él, su calor, su vida. Él exhala, yo inhalo y respiramos
juntos. Mi mundo se estrecha para consistir solo en él, con una mano
en mi cabello, la otra en mi pecho.

Hundo mis manos en los pliegues de su camisa, tirando. De repente,


toda nuestra ropa está ajustada y nos queda mal. Hay más en el deseo
que me impulsa. Todavía no he tenido suficiente de él. Quiero
exponerlo. Quiero besarnos hasta que estemos rotos, sin aliento y
gloriosos en la noche.

Su boca abandona la mía, respirando entrecortadamente.

—Deberíamos parar, amor.

La palabra es un cubo de agua helada que se estrella contra mí. Lo


miro y me garro a si ropa. Debe ver el horror en mi rostro porque hay
un destello de pánico en sus ojos.

—Tú dijiste…

—Es una mera expresión —murmura, inclinándose hacia adelante


para deslizar sus labios sobre los míos una vez más, como si tuviera la
intención de silenciar mis pensamientos ya acelerados con un simple
beso—. No pienses en eso.

¿Lo dijiste en serio?

La pregunta no se me escapa. Me llena de pánico. Lo empujo,


luchando por recomponerme.

—Katria...

No puedo enfrentarlo. Envuelvo mis brazos a mi alrededor y me


aprieto con fuerza, clavando las uñas en mis tríceps.
—Hicimos un trato —finalmente susurro.

—Nada más que entretenimiento. Lo recuerdo.

—Sin sentimientos.

—Lo recuerdo —repite.

— ¿Estás cumpliendo con tu parte del trato? —finalmente lo


enfrento.

Los labios de Davien se abren ligeramente.

—Estoy intentando.

¿Pero lo estás logrando? Otra pregunta más que no me atrevo a


hacer. No cuando debe decir la verdad.

Me levanto del suelo y me balanceo mientras me paro. Una vez más,


lo dejo mientras ajusto mi ropa y siento una mezcla de confusión y
terriblemente insatisfacción. ¿Cuántas veces debo permitirme este
impulso antes de que se sacie? Esta necesidad con la que me llena es
una bestia implacable, cargando a través de mis pensamientos,
consumiéndome con un mordisco gigante tras otro.

—Katria —murmura mi nombre y apoya las manos en mis hombros,


recorriéndolas por mis brazos. Sus dedos en mis antebrazos desnudos
disparan hormigueos a través de mí que van directo a mi cabeza. Casi
echo la cabeza hacia atrás para exponer mi cuello para que pueda
morderlo.

—Davien... —suspiro su nombre como una oración suave. Nunca he


creído en los antiguos dioses a los que rinden homenaje los ancianos de
la ciudad. Pero si les hubiera prestado más atención, apostaría a que
tendrían un nombre como el de él.

—Piensas demasiado —efectivamente, besa la piel expuesta de mi


cuello.

—Uno de nosotros tiene que hacerlo.

—Déjate llevar. Entrégate a mí.

Me estremezco y me empuja hacia él con un tirón. Estoy envuelta


una vez más. Sus manos se deslizan sobre mí. Su boca sobre la suave
carne de mi cuello. Es decir, hasta que se suelte el pestillo de la puerta.

Davien me suelta en un segundo, empujándome ligeramente. Está


sereno mientras yo lucho por reordenar mi ropa de nuevo.
Afortunadamente, esta vez no logramos llegar demasiado lejos.

— ¿Que encontraste? —Davien pregunta casualmente.

—Liebre, ortiga, algunos hongos silvestres —Giles sostiene una


liebre y una bolsa rechoncha.

—No vamos a interrumpir nada, ¿verdad? —Shaye no se pierde


nada.

—Me encantan los hongos silvestres —digo rápidamente.

—Bien, entonces puedes cocinarlos —Giles sonríe, pero cae


rápidamente cuando Shaye le da un golpe con el codo.

—Perdiste tu apuesta, estás cocinando. Es hora de que refines


algunas habilidades. Un soltero como tú no puede sobrevivir para
siempre de la caridad de los demás.
— ¿Quizás me encuentre una esposa encantadora para cocinarme?
—Giles mueve las cejas.

—Buena suerte con eso —Shaye cruza hacia el pozo de fuego, pero
sus ojos siguen moviéndose entre Davien y yo.

—Voy a ir a ver cómo están los caballos. Asegurar que estén en


orden para la noche —me escapo antes de que un rubor subiera por mi
cuello y me delatara.

Sola, respiro, permitiendo que el frío de la noche me abrace mientras


la puerta se cierra. Regreso al pozo, sacando un balde para nuestros
corceles. Mi reflejo me devuelve la mirada en el agua.

— ¿Qué estás haciendo? —le pregunto a la mujer ondulante. Este es


un lugar mágico. ¿Quizás ella responda? Tal vez ella tenga más suerte
que yo para clasificar estos sentimientos. Mi reflejo está en silencio—.
Eres de mucha ayuda.

Suspiro y me dirijo a los postes a los que están atados los caballos.
Están pastando perezosamente las altas hierbas que se asoman a través
del musgo sin preocuparse en el mundo. Uno a uno, los dejo beber del
balde y, cuando se han saciado, vuelvo al pozo y saco uno más para
dejarlo fuera. A estas alturas, el olor a liebre asada y hongos silvestres
salteados en gotas se está volviendo casi insoportable.

Una conversación silenciosa en el interior me hace detenerme en la


puerta.

—... responde mi pregunta —dice Shaye secamente.

—Ya lo hice —el tono de Davien es perezoso y casi oculta la


agitación debajo de sus palabras.
—Lo has esquivado a cada paso.

—Yo no he hecho eso.

— ¿Qué sientes por Katria? —Shaye exige claramente, haciendo que


mi corazón se estremezca.

—Hice la promesa de que no sentiría nada.

—No me importa una promesa que hiciste contigo mismo cuando


ella vino a vivir bajo tu techo, o una que nos hiciste a nosotros —Shaye
suena exasperada.

—Déjalo estar —Giles suspira por el ruido metálico de los utensilios


de cocina—Puede sentir lo que quiera con nuestra amiga humana. Me
agrada bastante.

—Y quiero saber si ese sentimiento es amor —Shaye es un perro con


un hueso, no hay forma de que renuncie a esto—. ¿La amas?

Me inclino un poco hacia la puerta, presiono la oreja contra la


madera fría y contengo la respiración. No, quiero gritar, di que no. Si
no me ama, las cosas seguirán siendo sencillas. Significa que no he
cometido ningún error. Si no me ama entonces...

—Sí —dice Davien. Me deslizo lentamente por la puerta hasta las


rodillas. Cubriendo mi boca, jadeo. Mi estómago se aprieta. Siento que
mi cuerpo está tratando de volverse del revés. Soy la hija de mi padre
después de todos mis intentos por evitar su destino.

No, no cometeré los mismos errores que él. El hecho de que el amor
se esté gestando para Davien no significa nada para mí. No me dejaré
engaña por estos afectos. No complaceré más mis deseos con él. Le
daré la magia y me iré antes de que me atrape en una vida de miseria
como Joyce atrapó a mi padre.

—Sabes…

—Si—Davien interrumpe secamente a Shaye—. Sé que ella y yo


nunca podríamos estar juntos. Sin embargo, yo podría cuidar de ella,
no importa. Conseguiré la magia de ella y la enviaré lejos.

—Su Majestad... —dice Giles en voz baja, casi con tristeza, a pesar de
que Davien está hablando con la mayor sensatez posible. No hay nada
de qué estar triste. Él conoce claramente las líneas.

—Con el tiempo, estoy seguro de que ella no significará nada para


mí y esto será poco más que un enamoramiento. Encontraré una reina
adecuada. Y seré libre de este agarre que Katria me ha puesto. Las
palabras de Davien se vuelven más contundentes con cada oración—.
Ella se convertirá en nada para mí.

No hay ni una pizca de humo. Cada palabra que dijo es la verdad.


24

EL AMANECER SE FILTRA por las ventanas de la casa de


seguridad. Giles aviva las brasas en el pozo y las pone a fuego lento
una vez más. Pero su sonido metálico es distante y apagado. Todo en
lo que puedo concentrarme parece ser en la suave respiración de
Davien en la litera encima de mí.

Mis ojos se abren y cierran lentamente, cada vez más cortos que el
anterior mientras me despierto lentamente en una bruma de
ensueño. Los faes usaron su magia para convertir mantas y malas
hierbas en ropa de cama de felpa que ha transformado las literas de
madera en una cama tan cómoda como la que tenía en Dreamsong.

Pero no me distrae la maravilla de su magia. Eso se ha vuelto


normal. Lo que definitivamente no es normal son las palabras de
Davien que aún resuenan en mi mente. Rebotan en los recuerdos de
mis padres que he tratado de guardar en pequeñas cajas ordenadas
que no quiero abrir nunca.

¿La amas?

Lo hago.
Él me ama. Cierro los ojos con una mueca de dolor. Este es el dolor
del que he estado tratando de protegerme toda mi vida. Es el comienzo
de la agonía que vi a mi padre soportar por su amor.

Afortunadamente, Davien todavía está trabajando para salvarnos a


los dos. Cuanto antes me vaya, antes ambos seremos libres.

Cuando Shaye salta de su litera, sé que es hora de ponerme en


movimiento. Davien tiene la misma idea y desciende mientras yo me
siento. En algún momento de la noche perdió la camisa. Cada músculo
abultado que sentí debajo de su ropa ahora está a la vista. El amanecer
gris los resalta en franjas de luz y sombra.

Nuestros ojos se encuentran mientras mi mirada recorre su


cuerpo. Sus labios se abren levemente. Me pregunto si está pensando
en volver a besarme. Me pregunto si su confesión a Shaye me ha
arrojado bajo una nueva luz, porque ciertamente lo veo de manera
diferente. Nunca he sido más dolorosamente consciente de su mera
presencia; asalta mis sentidos, obligándolos a someterse hasta el punto
de que él es todo en lo que puedo concentrarme.

―Buenos días. ―Su voz es ronca por la noche.

―Buenos días ―Me aparto mientras puedo y balanceo mis piernas


fuera de la cama―. Voy a revisar los caballos, asegurarme de que estén
bien para el día.

―Eres tan disciplinada. Gracias. ―Giles sonríe.

―No hay problema. ―Escapo tan rápido como anoche. No puedo


mirar a Davien cuando solo está medio vestido.

El bosque está tranquilo. Las motas de luz que por lo general


revolotean durante el día todavía están acostadas y se mueven hacia
arriba con cada paso que doy, algunas todavía flotan en el aire, otras
regresan al suelo cubierto de musgo para lo que supongo son unas
pocas horas más de sueño.

Reviso las sillas de los caballos y les traigo un poco de agua


fresca. Hoy vuelve a ser un día duro de viaje. Deben hidratarse
mientras puedan.

―Creo que voy a atrapar a un montón de ustedes cuando vuelva al


mundo humano ―le digo a mi montura, dándole una palmadita en la
nariz mientras bebe el semental de Davien―. Eres mucho más simple
que las personas o los faes.

―Pero, ¿tienen una mejor conversación?

La voz familiar me tiene congelada. Me vuelvo lentamente para


mirar al hablante. Efectivamente, Allor está de pie a pocos pasos de mí,
su forma en sombras cortada contra la niebla de la mañana.

―Depende de con quién esté hablando. ―La brusquedad de mi tono


hace poco por ocultar mi malestar ante su presencia.

Una sonrisa petulante, parecida a un gato, se extiende por su boca,


como si mi disgusto fuera sumamente satisfactorio.

―Espero que disfrutes hablando conmigo. Traigo buenas nuevas.

― ¿Si?

―Sí, por supuesto. Estoy aquí para informarles que el rey está
reuniendo sus fuerzas para el ataque a Dreamsong.

― ¿Y cómo se supone que eso sea bueno?


―Su enfoque está en Dreamsong y no en ti ―Suspira
dramáticamente―. Realmente no pensé que tendría que explicar esto.

Oh, no lo hace. Ya me di cuenta de lo que está tratando de decir. Si el


Rey Boltov está reuniendo todas sus fuerzas para atacar Dreamsong,
entonces lo que creo que ella quiere que asuma es que no tiene gente
que vendrá después por nosotros. Pero, ¿por qué no lo diría
abiertamente si fuera verdad?

― ¿Crees que vendrá y nos atacará? ―Intento formular mi pregunta


con el mayor cuidado posible.

―No puedo presumir de saber lo que hará el rey.

―Adivina.

Allor inclina ligeramente la cabeza hacia un lado. Es una


peculiaridad sutil que la mayoría podría pasar por alto. Lo leo como
molestia.

―Solo estoy tratando de averiguar en qué peligro podríamos estar.


―Pongo toda mi artimaña, tratando de parecer lo más preocupada
posible.

―El enfoque del rey todavía está en Dreamsong.

Ella no responde. Estoy en la cúspide de todas mis sospechas sobre


su justificación. Puedo sentirlo.

― ¿Ha dado alguna orden para que otros nos persigan?

―No sé todo lo que dice o hace.

― ¿Tiene alguna razón para sospechar de nosotros? ―Dejo el balde.


―Tampoco conozco el funcionamiento interno de su mente. ―Sus
manos forman puños y luego se relajan, como si se estuviera obligando
a mantener la calma.

― ¿Seremos atacados cuando dejemos estas fronteras?

―El mundo es un lugar peligroso.

― ¿Por qué no me respondes directamente? ―Exijo, levantando


ligeramente la voz. No le doy la oportunidad de responder. Voy
directo a la garganta con mi interrogatorio―. Sí o no, ¿enviará el rey
gente a atacarnos una vez que dejemos la seguridad de las fronteras de
los Acólitos del Bosque?

―No te debo ninguna respuesta. ―Allor se ha quedado en silencio,


su voz es un silencio mortal.

―No, no es así. Pero incluso si lo hicieras, no podrías darme las


respuestas... porque no puedes mentir y no dirás la verdad.

Sonríe, sus labios se abren para mostrar sus dientes. Son como los de
Giles, un poco demasiado afilados.

―No confías en mí, ¿verdad, pequeña humana?

―No creo que tenga muchas buenas razones para confiar en ti. No
creo que nadie deba confiar en ti.

―Ten cuidado con las amenazas que no puedes respaldar. ―Sus


ojos brillan. El poder parece brillar de sus hombros, acumulándose
alrededor de la capucha sombría que lleva.
Este es el momento en que retrocedería. Si Allor fuera Joyce, me
acobardaría. Me rendiría aquí y ahora porque no tendría el poder, ni
las fuerzas. En cambio, doy un paso adelante con valentía.

―Tengo el poder de los reyes de Aviness en mí. ―Doy otro paso―.


Tengo el poder por el que Boltov... ha matado a miles. ―Otro paso y
otro. Muy pronto estamos a escasos centímetros de distancia y mi
sangre está hirviendo. Hay un oleaje rodando. Una marea que está a
punto de caer sobre las dos―. No serías la primera fae que intenta
acabar conmigo. Puede que tampoco seas la última que mate por eso.

― ¿Crees que puedes matarme? ―Allor se endereza ligeramente


para mirarme. También ajusto mi altura. Inclina la cabeza hacia atrás y
señala la vena abultada en su cuello―. Si lo haces, te recomiendo que
golpees aquí. Ve directo a la garganta. No me des la oportunidad de
contraatacar. Porque si lo haces... ese será tu último error.

― ¿Cómo te atreves… ―Me interrumpe Davien emergiendo.

― ¿Allor? ¿Qué estás haciendo aquí?

―Vine a desearte suerte en tu travesía de hoy. ―Allor se aleja de mí


con una sonrisa―. Todos los demás mensajes los dejé a
Katria. Realmente debería irme ahora. ―Salta de nuevo a una de las
largas sombras proyectadas por los árboles y se desvanece como humo
en la brisa.

― ¿Qué fue eso? ―Ni siquiera escuché a Davien acercarse, pero está
a mi lado. Su mano está de repente en la parte baja de mi espalda. Salto
al tacto―. ¿Katria? ¿Qué ocurre?

Mucho. Pero me centro en lo más importante.

―Deberíamos volver a Dreamsong.


Un ceño cruza sus labios.

―Sabes que no podemos.

―Tengo un mal presentimiento sobre esto. ―Agarro la camisa de


Davien, ignorando lo natural que se siente al alcanzarlo. Mi voz se
convierte en un susurro. Allor podría estar en cualquier lugar. Por lo
que sé, podría tener magia que le permita escucharnos desde lejos. En
ningún otro lugar excepto Dreamsong se siente seguro y ella puede
llegar hasta allí―. Necesitamos regresar, rodear los vagones y unirnos
contra Boltov. Estoy segura de que podemos idear un ritual allí con un
poco más de tiempo ―. Un ritual en el que Allor no tiene nada que ver.

―Tenemos que seguir adelante. ―Agarra mis manos―. Cuanto


antes se transfiera la magia de ti a mí, antes podré usarla eficazmente
para proteger a todos.

― ¿No ves? Nos está enviando lejos, más allá de las barreras,
separándonos de la manada. No confío en ella. ―Mi agarre se
aprieta―. Está jugando con nosotros y va a ganar si no nos
mantenemos un paso por delante.

―Así es Allor. Tiene ese aire.

―Entonces ella es solo alguien con quien no deberíamos trabajar.

―No tenemos elección en eso. ―Frunce el ceño―. Sé que no te ha


gustado desde el principio, pero...

―Creo que nos van a atacar ―espeto.

― ¿Por qué dices eso? ―Sus ojos buscan los míos, como si estuviera
buscando una razón para creerme, como si quisiera… pero querer no
parece que sea suficiente y siento que mis costillas se desmoronan en
mi corazón al darme cuenta.

―No pudo darme una respuesta directa a mis preguntas.

Davien se ríe.

―Eso es solo uno de los gestos fae.

―No. ―Lo retengo mientras intenta alejarse, tirando de él hacia


mí―. No estabas aquí para escuchar lo que le estaba
preguntando. Cómo le estaba preguntando. ―Me pregunto si Allor se
fue sin decirle mucho a Davien para sembrar esta misma duda que está
echando raíces―. Creo que es una agente doble y que vamos a caminar
justo donde ellos nos quieren. Le pregunté si el rey nos iba a atacar, sí o
no, y ella no respondió.

―Así es Allor.

―Deja de poner excusas por ella. ―Mi agarre finalmente se


afloja. Busco su rostro, desesperada por qué me crea―. Davien, ¿en
quién crees más? ¿Ella o yo?

Inhala pero no sale ninguna palabra. Lo miro, expectante. Espero


hasta que me duele, hasta que su silencio es un peso que me hiere con
una fuerza lenta y aplastante. Dijo que me amaba, pero no me
cree. Entonces, ¿de qué sirve el amor? Esta es una prueba más de lo
que siempre he sabido: el amor no sirve para nada.

―Necesito la magia. Todo se puede arreglar una vez que la tenga


―dice finalmente―. Eso es lo que Vena y todo Dreamsong desean.

―Y quiero dártela pero...


―Sin peros. Si realmente estás de mi lado, entonces me
ayudarás. Ahora, ¿qué dijo ella?

―Solo que el enfoque del rey está en Dreamsong. ―Abro la boca


para seguir hablando, pero él lo ignora y se aleja.

―Viajamos en una hora.

Mis manos se convierten en puños y la misma sensación de magia


que se apodera de mi mejor sentido regresa. Inspiro por la nariz y
exhalo por la boca. Davien nunca me perdonará si vuelvo su magia
contra él.

Un último intento.

―Davien, ¿podemos al menos esperar hasta mañana? ¿Retrasar un


poco? Tal vez cambiando nuestro horario podamos deshacernos de
ellos.

―No hay nada de que deshacernos porque no nos atacarán. Aunque


tenemos más razones para apurarnos.

―Pero…

―Necesito mi magia para proteger Dreamsong y cuanto más


tardamos, mayor es el riesgo. Ya he hablado de esto y soy tu rey. ―Su
voz se eleva al final hasta casi un grito. Davien señala al suelo, como si
estuviera tratando de apostar la tierra como si fuera suya.

―No... ―Niego con la cabeza―. No eres mi rey. Eres el Rey Fae. Y


claramente no soy más que un humilde recipiente humano que alberga
tu magia. Muy bien, cabalguemos, Su Majestad. Pero si hay sangre
hoy, sepa que está en sus manos.
Me vuelvo hacia los caballos y lo ignoro mientras vuelve corriendo a
la casa de seguridad.

LA FRONTERA del territorio Acólito en el norte no es más que una


brecha en los árboles.

Cuando el sol golpea mis hombros, la misma sensación de


hormigueo que la última vez que crucé a través de las grandes barreras
que rodeaban los bosques de Dreamsong sube por mi espalda,
provocando escalofríos. Por otro lado, estoy expuesta y más alerta que
nunca.

Pero hay más bosque por delante de nosotros, al menos hasta que
llegamos a un lago cristalino. Los árboles del otro lado son escasos, con
musgo colgando de sus brazos esqueléticos. El suelo parece más bajo,
más húmedo. Más parecido a un pantano que a la tierra firme en la que
hemos estado cabalgando durante el último día y medio.

Sin embargo, lo más notable es el muro de niebla arremolinada que


oscurece incluso el sol. Es imposible ver más de un árbol de
profundidad. Cualquier cosa podría esconderse en esa niebla lechosa.

―Esto es, ¿no?― Davien dice suavemente.

―La niebla de las historias, la niebla de los reyes, el rito de paso que
los reyes de la tradición atravesaron para ser bendecidos en las
antiguas aguas del Lago de la Unción. ―dice Giles como si leyera un
libro de cuentos.
― ¿Entonces este no es el Lago de la Unción? ―le susurro a Giles. El
niega con la cabeza.

―Encuentro que los rumores de lugares embrujados son muy


exagerados. ―Shaye empuja a su caballo, guiándolo alrededor del
lago. Los tres compartimos una mirada y la seguimos―. Por lo general,
son solo lugares de los que alguien quiere alejar a los demás y no sabe
cómo hacerlo mejor que con una historia tonta.

―No es una historia tonta. ―Giles la alcanza―. ¿Por qué crees que
el rey Boltov nunca vino a ungirse a sí mismo?

― ¿Porque se ungió a sí mismo con la sangre de sus enemigos y no


necesitó un lago para validar su reclamo al trono después de eso?
―Las palabras de Shaye son secas y salpicadas de amargura. Trago
saliva densamente ante el pensamiento. Mis ojos ya están
escudriñando la niebla en busca de Allor. Podría estar en cualquier
lugar de esa oscuridad. Y esta tan sedienta de sangre como el rey que sé
que sirve con más fidelidad.

―Porque sabía que la niebla se negaría a dejarlo pasar ya que no era


un heredero legítimo de Aviness. Estaría perdido para siempre.

―No tendremos tales problemas ―proclama Davien.

―Espero que no tengamos ningún problema ―digo en voz


baja. Ninguno de ellos me escucha. Mi yegua relincha y niega con la
cabeza. Le doy unas palmaditas en el cuello y hago un suave sonido de
silencio―. Puede que nos resulte lento pasar por aquí.

―Se calmarán una vez que entremos en la niebla ―dice Davien con
confianza.
―Lo dudo, a menos que los caballos sean diferentes en tu mundo
que en el mío.

―No tenemos tiempo para mimarlos.

―No estaba sugiriendo mimarlos ―murmuro. Hay algo en este


lugar que también me tiene nerviosa.

―Iremos de punta a punta para mantener la visibilidad ―sugiere


Shaye.

―Y espero que no encontremos nada en la niebla que nos separe.


―Veo que la garganta de Giles se aprieta mientras traga saliva con
nerviosismo. Me pregunto qué piensa que nos espera al otro lado de
esta niebla mágica.

―Por si acaso, llévate estos. ―Shaye nos entrega brújulas a cada uno
de nosotros. ―Mientras continúen hacia el norte, se cruzarán con la
antigua carretera que se dirige hacia Aviness junto al lago, o con el lago
mismo. Si nos separamos en la niebla, nos encontraremos allí tan
pronto como podamos.

Estoy familiarizada con las brújulas; como hija de un comerciante, he


visto muchas. Pero esta es diferente a cualquier brújula que mi padre
haya tenido. En lugar de la aguja giratoria debajo de un panel de
vidrio, la brújula es completamente plana y está hecha de cuñas de
cristal fusionadas por arte de magia. Los indicadores normales de
Norte, Sur, Este y Oeste se han grabado en la piedra. La dirección y la
orientación se indican mediante una de las cuñas que ilumina un color
verde fantasmal. A medida que giro en mi silla de montar, las cuñas se
desvanecen y se iluminan dependiendo de hacia dónde mire.

― ¿Son las direcciones cardinales las mismas en Midscape que en el


mundo natural? ―Sé que este no es el momento ni el lugar para una
lección sobre la geografía de Midscape, pero tengo demasiada
curiosidad para no preguntar.

―Por lo que sabemos ―responde Giles― lo cual tiene sentido, dado


que el Mundo Natural y Midscape fueron una vez uno. ―Mira a
Shaye ―. ¿Cómo sabemos que funcionarán en la niebla? ¿No se supone
que debe confundir a alguien que no sea de sangre Aviness?

―Hay una forma de averiguarlo. ―Davien comienza a avanzar. Por


una vez, no puedo leerlo. No sé si la niebla le está jugando una mala
pasada, poniéndolo nervioso al igual que el resto de nosotros, o si
simplemente está ansioso por llegar al lago, de esa manera puede
obtener la magia de mí y podemos terminar con todo este asunto.

―Yo lideraré ―declara Shaye, cabalgando frente a él.

― ¿No debería hacerlo yo? ―Davien se sienta un poco más alto en


su silla.

―Mi rey, si van a atacar, preferiría que me atacaran a mí


primero. De esa manera puedo darte tiempo para escapar si es
necesario. ―Me tranquiliza pensar que Shaye está planeando la
posibilidad de un ataque―. Estarás detrás de mí, luego Katria, y Giles
tomará la retaguardia.

―Muy bien. Si es lo que la jefa de mis futuros ejércitos cree que es


más estratégico, entonces te escucharé. ―Davien se coloca detrás de
Shaye.

Al menos escucha a alguien, pienso amargamente mientras pongo mi


caballo detrás de Davien, Giles ocupando la retaguardia, tal como
Shaye instruyó. Hay un solo momento de silenciosa vacilación. No hay
viento, ni pájaros cantando ni grillos.
Todo está quieto, con la excepción de mi corazón que late
atronador. Es tan silencioso que me sorprende que no todos puedan
oírlo.

―Aquí vamos ―dice Shaye en voz baja. El silencio que se rompe


suena como un grito. Ella avanza.

Su caballo lucha en el segundo en que intenta entrar en la


niebla. Sacude la cabeza y pisa fuerte. Shaye lo obliga a
continuar. Parece que la bestia camina penosamente por aguas
profundas, arena o alquitrán. La está complaciendo, pero cada paso es
más difícil que el anterior. Davien también comienza a tener
problemas, pero desaparecen cuando cruza la pared de niebla. La
niebla se abre para él, curvándose como tentáculos fantasmales a su
alrededor. Estoy lo suficientemente cerca como para poder seguir su
aura. Giles solo parece tener el final de la misma, y su caballo también
lucha.

―Una prueba más de que la verdadera razón por la que Boltov


nunca intentó tomar o desmantelar la fortaleza en el Lago de la Unción
fue porque no había forma de que pudiera hacer que un ejército
atravesara esta niebla. ¿Cuál es el punto de proteger algo a lo que
nadie puede llegar? ―dice Giles. Aunque está justo detrás de mí, su
voz es distante y apagada. El espacio se extiende a nuestro
alrededor. Lo que una vez fue un bosque condensado es ahora
incómodas extensiones de nada. El suelo debajo de los cascos de los
caballos es fangoso y rocoso. Aquí crece muy poco.

―Sospecho que tienes razón. ―Davien evalúa cómo la niebla se está


abriendo para él.

―Esperemos que no sea la despedida para que puedas embarcarte


en una de las horribles pruebas de la tradición ―dice Giles.
―Te dije que no te preocupes por esos cuentos. ―El tono de Shaye
delata un giro de ojos―. Les aseguro que se lo inventaron para
mantener a la gente alejada. ―Aunque ella dice eso, está claro que hay
magia en el aire aquí. Incluso yo puedo sentirlo.

Es como si mil manos invisibles estuvieran corriendo sobre mis


hombros y brazos. Casi puedo ver mi ropa siendo empujada por
fuerzas que no puedo comprender. El aire permanece perfectamente
quieto, así que sé que no es una brisa rebelde lo que ondula la tela.

― ¿Cómo explicas entonces que la niebla se separe de nuestro rey?


―pregunta Giles.

―Es probable que sea una barrera, sí. ¿Pero los fantasmas
embrujados que mantienen a salvo el Lago de la Unción? Lo dudo.
―La valentía de acero de Shaye es inquebrantable. Me pregunto qué
asustaría a la mujer. No creo que quiera conocerlo nunca―. Sin
embargo, si estás asustado, sin duda puedes volver atrás ―se burla.

Davien resopla.

―No deberíamos separarnos.

―No hay forma de que ninguno de los dos lo abandone realmente,


Su Majestad. ¿No es así, Giles?

Shaye se retuerce en su silla, mirando hacia atrás. Puedo ver su


rostro claramente mientras su expresión pasa de una broma traviesa, a
una conmoción con los ojos muy abiertos, al horror del pánico.

― ¿Giles? ―repite con un susurro.

Miro hacia atrás. Es solo niebla. Giles no se ve por ningún lado.


25

― ¿GILES? ―grito.

―Shh ―sisea Shaye―. No hagas ningún ruido.

―Pero…

―Cabalga junto a Davien ―ordena, sin dejar lugar para


preguntas. Hago lo que me dicen.

― ¿No deberíamos buscarlo? ―susurro.

―No. Sabe lo que tiene que hacer. Al igual que tenemos que seguir
adelante. Vinimos aquí con una misión; una de la que no podemos
desviarnos.

Miro hacia atrás sobre mi hombro. Mi estómago se hace un nudo


ante la idea de dejarlo atrás. ¿No debería Shaye querer ir tras él? ¿No se
preocupa por él? Su amor por él es como todo el amor que he
conocido, depende completamente de su utilidad para ella. Cuando ya
no es útil sería un daño para ella, lo deja a un lado.
―Deberíamos acelerar el ritmo ―sugiere Davien. Se vuelve hacia
mí―. Quédate cerca de mí, ¿de acuerdo?

Asiento con la cabeza.

―No tienes que preocuparte por mí, puedo seguir el ritmo.

―Bien.

Cualquier placer que hubiera obtenido de su confianza en mí


habilidad sobre un caballo es rápidamente devorado por la
preocupación que me consume. Es como si Giles nunca hubiera estado
allí. Miro hacia atrás y la tierra húmeda ha llenado completamente las
huellas de los cascos. Ni siquiera estamos dejando un rastro que pueda
seguir. Me aferro a mi brújula con más fuerza; podría ser lo único que
me impida vagar por estos bosques hasta el día de mi muerte.

Shaye se adelanta y Davien y yo nos quedamos muy cerca. Los


árboles esqueléticos que pasan zumbando a nuestro lado me hacen
saltar en mi silla. Surgen de la nada, como un borrón oscuro, y luego se
van.

Se me hace un nudo en el estómago. Me aferro a las riendas y la


brújula con toda mi vida. Examino la niebla en busca de alguna señal
de alguien o algo.

En la borrosidad de los árboles en la sombra, veo una forma


humana.

― ¿Vieron eso? ―les pregunto a ambos.

― ¿Mirar qué? ―Davien se retuerce para mirar hacia donde señalo.

―Había una persona allí.


―Probablemente era un árbol.

―Te juro que había alguien ―insisto.

―Sigan cabalgando ―Shaye nos responde bruscamente―. Solo


concéntrense en eso.

Miro mi brújula. Todavía nos dirigimos hacia el norte.

― ¿Cuánto tiempo crees que durará esto?

―Al menos otra hora de cabalgata ―responde Davien con


gravedad.

Otra hora en la espesa niebla. Otra hora para darle a lo que sea que
se haya llevado a Giles una oportunidad de atraparnos a nosotros
también. Quizás Giles simplemente se separó. Quizás. Pero incluso
mientras trato de pensar de esa manera, sé que ese no es el caso. No
hay forma de que se haya separado por accidente.

Hay algo ahí fuera, sigiloso, silencioso, persiguiéndonos. De alguna


manera logrando rastrearnos incluso a través de toda la niebla.

Me estremezco. Si tan solo pudiera usar la magia que estaba dentro


de mí. Si tan solo pudiera aprender a perfeccionarla, a enfocarla, a
luchar con ella. En cambio, todo lo que puedo hacer es correr e intentar
poner esa magia en las manos de Davien lo más rápido posible para
que podamos salvar esta tierra.

Un borrón de movimiento me asusta. Tiro con fuerza de las riendas


y me inclino, lo que hace que mi caballo proteste en voz alta, se
encabrita y pisa fuerte. Chocamos contra Davien y su montura,
desviándolos del rumbo. Pero afortunadamente, sus pies se quedan en
los estribos.
―Que…

Antes de que pueda estar enojado conmigo, una brisa sigue el corte
de un arma mientras atraviesa el aire en el espacio que Davien y yo
acabamos de ocupar. Cabello negro, como las sombras que irradian de
la capucha del Carnicero, veteado de un blanco que casi coincide con la
palidez de su piel. Mis ojos se encuentran con los de Allor.

Odio que tuviera razón.

Allor se sumerge en la niebla a nuestra izquierda, completamente


oscurecida en un instante.

― ¡Estamos bajo ataque! ―Davien llama la atención de Shaye. Tan


pronto como lo dice, Allor se lanza de la niebla una vez más.

Le clavo la palma de la mano, empujándolo de su silla. Es pura


suerte que la espada de sombra que Allor empuña solo me corte el
costado. El dolor agudo me asusta; pierdo el equilibrio y caigo
rodando entre los caballos. Allor salta sobre mí.

El pisotón de las monturas sobresaltadas hace retumbar la


tierra. Ruedo, cubriéndome la cabeza con ambas manos, tratando de
convertirme en un objetivo lo más pequeño posible. Uno de los
caballos deja escapar un grito cuando Allor le clava la espada en la
cadera. Me escabullo antes de que la montura se derrumbe. Cuando
encuentro mi camino, agarro las riendas del otro caballo. Ella no va a
tomar nuestro escape si tengo algo que decir al respecto.

―No, no lo harás ―gruñe Allor. Extiendo mi mano, deseando que la


magia venga en mi ayuda. Pero no pasa nada cuando la mujer se
lanza. Davien intenta moverse en mi periferia, pero Shaye es más
rápida. Salta de la silla, gira en el aire y tira a Allor al suelo. Las
mujeres ruedan mientras los dos caballos restantes las pisotean.
―Traidora ―gruñe Shaye. Allor ya está tratando de luchar contra el
agarre en el que Shaye la tiene.

―Shaye… ―Davien corre hacia Shaye, pero la mujer lo detiene en


seco con una mirada aguda.

― ¡Váyanse ustedes dos! Déjamela a mí.

Allor se libera y empuja hacia arriba con una daga hecha de


sombra. Shaye se agacha y golpea el brazo de Allor, antebrazo con
antebrazo. Allor se estira para agarrar el hombro de Shaye, y su pierna
se libera y se envuelve alrededor del cuerpo de Shaye. Luchan.

― ¡Anda! ―Shaye me mira a los ojos. El comando no es para


Davien. Al instante queda claro que me está encargando del cuidado
de su rey mientras se queda atrás. Estoy atascada en el lugar,
demasiado aturdida para moverme―. ¡Vete!

Me muevo, balanceándome sobre el semental que era de Davien. El


hombre ya se está alejando de Shaye mientras ella lidia con Allor. Saco
mi pie del estribo más cercano a él y extiendo mi mano.

― ¡Davien!

― ¡No vas a escapar! ―Allor grita, lanzando a Shaye lejos de


ella. Allor, la carnicera recupera su equilibrio en un borrón, usando el
impulso para lanzar un proyectil hacia nosotros. Le doy una patada al
caballo, maniobrando hábilmente para apartarlo mientras Davien la
esquiva.

Shaye se lanza desde la niebla, guantes con garras hechos de sombra


que cubren sus manos. Va por la garganta de Allor, falla y conecta con
su hombro. Mi estómago se revuelve por la sangre.
―Davien ― repito, en voz alta, llamando su atención. Su mirada se
lanza entre Shaye y yo.

―Maldita sea. Ustedes. ¡Váyanse! ―Shaye gruñe, apenas manejando


las palabras entre los implacables ataques de Allor mientras todavía se
concentra parcialmente en nosotros.

Davien finalmente se mueve a la acción. Pero no se mueve hacia


Shaye. Corre hacia mí mientras rodeo al caballo para encontrarme con
él, la niebla continúa separándose mientras me doy la vuelta.

―Muévete ―dice.

―Soy mejor corredora, ponte detrás de mí ―le respondo


bruscamente. No puedo creer que pensara lo
contrario. Afortunadamente, Davien solo se sobresalta por un
momento, y luego obedece. Lanza el pie en el estribo y se sube a la silla
detrás de mí―. Agárrate fuerte.

Con un grito y una patada, empujo al caballo hacia la niebla. La


escaramuza me dio la vuelta, pero mi brújula está en mi bolsillo. Lo
averiguaremos más tarde. Todo lo que importa ahora es que nos
escaparemos.

Alejarse y dejar a Shaye atrás. Mi estómago se revuelve. Ella puede


cuidarse sola, quiere decir una parte de mí. Sin embargo, ya estoy
enferma de preocupación. Ella es solo un fae. Pero no lo es. En el tiempo
que hemos pasado juntos, se ha convertido en más que eso para
mí. Ella es Shaye, la mujer con un pasado más oscuro que el mío. La
mujer a la que quería ver ayudar en la matanza de Boltov y en la
liberación de la tierra de los faes.

Ella es... Giles tenía razón; ella es una amiga.


Davien se mueve detrás de mí. Está mirando hacia atrás. Pero todo
en lo que estoy enfocada es hacia adelante, esquivar los árboles
esqueléticos que emergen como nuevos enemigos de la niebla.

―Shaye ―murmura.

Reduzco la velocidad del caballo ante el sonido del conflicto y el


anhelo que está tan presente en su nombre.

―Podríamos volver.

―No… hiciste lo correcto. Tenemos que seguir adelante. Está


cumpliendo con su deber y sus juramentos al darnos la oportunidad de
escapar. ―Habla como un rey, pero las palabras son claramente
forzadas, cada una más difícil que la anterior―. Además, no hay forma
de que los volvamos a encontrarlas. Y, con suerte, no hay manera de
que Allor pueda encontrarnos.

Giro las riendas en mis dedos y continuamos al trote. Es más


silencioso que un galope. Ojalá hayamos perdido a Allor para
siempre. Debe habernos seguido hasta el final en la niebla. Maldigo
por dentro; espero que esté muerta.

―Hiciste lo correcto ―dice en voz baja, su respiración moviendo los


pequeños pelos en la parte de atrás de mi cuello. No hay espacio en el
sillín para dos. Es incómodo y no deja nada a la imaginación cuando su
cuerpo se presiona contra el mío. Sus manos están en mis caderas, sin
ningún otro lugar donde estar.

―Dejar atrás a Shaye y Giles no se siente así.

―Tenemos que seguir adelante. Todo depende de ti y de mí. Los


sacrificios de Shaye y Giles, Vena, de todo Dreamsong dependen de
esta única oportunidad. Mientras lleguemos al lago y transfiramos la
magia de ti a mí, todos los sacrificios valen la pena. No importa cuál
fue el costo.

No tengo respuesta a eso. ¿Qué puedo decir? ¿Qué no estoy de


acuerdo? No me corresponde ni siquiera si lo hiciera… no sé si lo
hago. No envidio las decisiones que tiene que tomar, la posición en la
que se está poniendo, la responsabilidad que tiene.

Una mano deja las riendas y se posa suavemente sobre la


suya. Quiero que me abrace y me diga que todo estará bien. Quiero
abrazarlo y asegurarle que está tomando las mejores decisiones que
pueda. Aunque corremos por nuestras vidas, incluso en una situación
como esta, quiero consolarme y ser consolado por él.

Estos sentimientos bien podrían hacer que me maten. Esto es por lo


que no te atreves a dejarte amar. Todo lo que tengo que mirar es a
Giles. Lo dejó atrás la mujer que amaba. Shaye no tuvo ningún
problema en seguir adelante sin él. Y si no fuera por la magia que hay
en mí, dudo que a Davien le resulte difícil dejarme atrás tampoco.

Intento deshacerme de los pensamientos alcanzando mi brújula.

―Oh no ―respiro.

― ¿Qué sucede? ―pregunta Davien. Aunque sé que puede ver por


encima de mi hombro cuál es el problema.

― ¿Tú…? ―Cuando estoy a punto de preguntar, lo siento


moverse. Miro hacia atrás y ya sacó su propia brújula. Efectivamente,
está haciendo lo mismo que la mía.

La luz resplandeciente gira, iluminando y desvaneciendo cada una


de las cuñas de cristal una tras otra. Ninguna cuña se ilumina durante
más de un segundo. Incluso cuando me detengo por completo, la
brújula sigue sin mostrar una dirección estable.

― ¿Qué está pasando? ―Miro detrás de nosotros con


nerviosismo. Todo sigue tan silencioso, tan quieto. Allor podría estar a
medio mundo de distancia o justo detrás de nosotros. Quiero seguir
adelante, pero hacerlo sin una dirección parece casi más aterrador que
enfrentar a Allor.

―Debe ser algo con las viejas barreras que rodean este lugar.
―Maldice en voz baja―. Con suerte, lo que sea que esté tratando de
desviarnos del rumbo será el doble de malo para Allor o cualquiera de
sus aliados que puedan estar al acecho.

― ¿Qué hacemos, mi rey? ―pregunto, mirando hacia atrás. Sus ojos


se abren un poco. Se da cuenta antes de lo que dije. Mi rey, como si
fuera parte de este mundo. Un ataque de Allor y mi tono ha cambiado
desde la mañana.

―Seguimos recto ―dice después de aclararse la garganta.

Aprieto mis labios. Nos damos la vuelta por completo en la


confusión. E incluso si de alguna manera adivino el norte
correctamente, sé por los marineros de mi padre que es imposible
hacer ningún tipo de rumbo preciso sin una brújula u otros
rumbos. Pero también sé, en este punto, sería peor intentar dar la
vuelta.

Ojalá tengamos suerte y el lago esté más allá de nuestro campo de


visión.

―Con el tiempo saldremos a la carretera ―dice para


tranquilizarnos.
―O, mejor aún, el lago. ―Intento ser optimista. Estoy bastante
segura de que fallé―. ¿Crees que Shaye y Giles están bien?

―Eso espero. ―Suspira profundamente―. Tenía miedo de que


vinieran, miedo de que sucediera algo como esto.

― ¿Pensaste que nos atacarían? ―Pudo haberme engañado.

Su agarre se aprieta sobre mí por un segundo.

―Sabía que era posible.

―Sin embargo, me trataste como si estuviera loca cuando te conté


mis sospechas de Allor. ―Mis palabras son un poco más afiladas de lo
que quería. Estoy segura de que puede escuchar entre ellas, te lo dije.

―No lo vi. ―Suspira y me abraza un poco más fuerte. Puedo sentir


las yemas de sus dedos contra mis huesos de la cadera. Su cuerpo
mientras se inclina hacia mí―. Tenías razón y yo estaba
equivocado. De alguna manera, un humano sabía más sobre mi gente y
mi mundo que yo.

―No creo que ese sea el caso. ―Escaneo la niebla, tratando de


concentrarme en cualquier cosa menos en él. Las cosas que este
hombre me hace… la forma en que me hace sentir… todo será mi
perdición―. Confiaste en la gente debajo de ti para mantenerte a salvo,
para fueran escéptico por ti. Naturalmente, estaba indecisa, dudosa,
lista para asumir que los faes eran las criaturas peligrosas de los
cuentos que mi padre me contó cuando era niña y que se debe tener en
cuenta.

Se ríe entre dientes. Calienta mi cuello. Ignoro deliberadamente el


calor que me atraviesa al sentirlo.
―Dudar de todos no es forma de ser un líder. ―Me obligo a seguir
hablando―. Los verdaderos líderes tienen fe en los que están debajo de
ellos.

―Hablas como si tuvieras experiencia con el liderazgo.

―Cuando era más joven, mi padre tenía muchas personas que lo


admiraban en la empresa comercial. Vi cómo los manejó. También
conocía a muchos de sus capitanes y siempre podía distinguir a los
buenos capitanes de los malos; podía ver si alguien tenía los rasgos de
un buen líder o no. ―Excepto por mi padre. Fue la única persona en la
que mis mejores juicios me fallaron. La única persona a la que le di el
beneficio de la duda durante demasiado tiempo. Nunca fue el líder
como lo vi. Si lo fuera, habría administrado mejor nuestra casa. Habría
reprimido las peores tendencias de Joyce y Helen, no les habría
permitido ser tan crueles como lo fueron conmigo.

―Entonces, ¿qué piensas de mí? ―Su pregunta me hace mirar por


encima del hombro. Escaneo la niebla para asegurarme de que nadie
viene detrás de nosotros, usando como excusa para no mirarlo a los
ojos―. ¿Crees que seré un buen líder?

―Creo que tu reino tiene suerte de que hayas regresado a


ellos. Cualquiera tiene suerte de estar en tu presencia. ―Las palabras
me sorprenden tanto como a él. Su mirada se suaviza, la postura se
relaja.

―Eso significa mucho para mí.

― ¿Incluso de un humano? ―Miro hacia adelante una vez más,


recordándome lo que soy para él, todo lo que nunca podremos ser. No
puedo amarlo. Incluso si fuera ajena al veneno que era el amor, no
podría amarlo a él entre todas las personas. Al día siguiente, la magia
desaparecerá y no seremos nada. Incluso lo dijo él mismo.
― ¿Cuántas veces debo decirlo? Especialmente de un humano,
siempre que ese humano seas tú. Katria, yo… ―Un ruido procedente
de la derecha me sobresalta. Doy un tirón, casi cayendo de la silla. Se
aferra a mí, manteniéndome en mi lugar―. ¿Qué es eso?

― ¿Escuchaste eso? ―susurro.

― ¿Escuchar qué?

Ahí está de nuevo: el sonido agudo de una nota alta que se toca en
un violín solitario.

―Suena... como música. ―Sigo mirando hacia la niebla de donde


parece provenir el sonido.

― ¿Música? ―Davien duda―. Quizás este es el fantasma del que


todo el mundo habla.

Me muevo en la silla y tiro de las riendas ligeramente, cambiando


nuestro rumbo en la dirección de la música.

― ¿Qué estás haciendo?

―No lo sé ―confieso.

―Deberíamos alejarnos de eso. No estamos lejos de la frontera del


territorio tritón. Podría ser una especie de canto de sirena.

No creo que lo sea, pero no sé cómo explicarle por qué pienso eso. A
medida que avanzamos a través de la niebla, un laúd se une al
violín. Se oye el suave zumbido de las manos en los tambores y oigo el
repique de las campanas en el traqueteo de las panderetas. Estoy a
punto de escuchar la melodía cuando Davien vuelve a hablar.
―Katria ―coloca sus manos sobre las mías en las riendas―,
deberíamos ir en la dirección opuesta.

―No. ―Niego con la cabeza y lo miro―. No creo que debamos.

―Esto podría ser algún tipo de magia para atraer a aquellos que no
son herederos de Aviness fuera de la fortaleza. No escucho nada.

Ahora puedo reconocer la canción. Es una que tocó mi madre. Casi


puedo escuchar su voz en los bordes de mi memoria, nebulosa,
resonando hacia mí desde un tiempo lejano. Una canción de seguridad,
una canción de hogar, así llamaba ella a esta melodía. No tenía letras,
pero siempre tarareaba mientras sus dedos bailaban en el
laúd. Escuché esta canción recientemente, ¿no? ¿Cuándo? Busco dentro
de mí pero no encuentro nada.

―Tienes que confiar en mí ―le digo con firmeza a Davien―. No lo


hiciste con Allor. Hazlo ahora. Mi instinto me dice que esta es la
dirección correcta.

Frunce los labios. Creo que va a decir que no. Pero entonces, para mi
sorpresa:

―Está bien, no viajaremos más de una hora. Si nada cambia para


entonces, puedo decidir nuestro nuevo curso. Y huimos a la primera
señal de peligro.

―Trato hecho. ―Subo el paso del caballo al trote―. Gracias por


confiar en mí. Sé que tenías muchas razones para no hacerlo.
―Recuerdo nuestro tiempo juntos en la mansión y esa fatídica noche
que nos puso a ambos en este camino.

―También me has dado muchas razones por las que debería confiar
en ti. ―Acaricia suavemente mis caderas, sus dedos recorren mis
muslos, casi distraídamente. Me pregunto si se da cuenta de que lo está
haciendo. No lo señalo porque, peligrosamente, no creo que quiera que
se detenga―. Me salvaste la vida allá atrás. Arriesgaste tu vida por la
mía.

―Actué sin pensar.

―Y tu instinto fue salvarme.

―No deberíamos hablar. No queremos revelar nuestra posición y


necesito escuchar la música.

Suspira suavemente. Sabe que lo estoy interrumpiendo, que estoy


evitando esta conversación a toda costa.

―Muy bien. Podemos hablar esta noche en la fortaleza.

Espero que no. Espero no hablar nunca de lo que hice. Porque si lo


hago, entonces podría verme obligada a desentrañar todos estos
sentimientos complejos que he estado tratando desesperadamente de
ignorar. Pero, incluso ignorándolos, casi doy mi vida por él.

Alejo los pensamientos de mi mente y me concentro en la


música. Después de un rato, empiezo a tararear. Davien se sienta un
poco más erguido, con el cuerpo tenso.

― ¿Es esa la canción que escuchas?

―Sí. ―Bueno, con toda honestidad, lo que me escuchó tararear


fueron las armonías que mi madre cantaba con la melodía. Sonidos sin
palabras que son más música y emoción que algo coherente.

Davien se ríe y sacude la cabeza con incredulidad.


―Entonces, una vez más, tenías razón.

― ¿De qué estás hablando?

―Esa es la melodía de la familia Aviness. Se tocó en todas sus


coronaciones. Es una de las canciones más antiguas de los faes. Si la
estás escuchando aquí y ahora, las barreras que protegen este lugar
deben estar llamando a la magia que hay en ti.

No puedo luchar contra la oleada de orgullo que siento por tener


razón.

―Mira, vale la pena escucharme. ―Echo la cabeza hacia atrás para


darle una sonrisa. Su agarre se aprieta y tira de mí hacia atrás en la
silla, y mi cabeza aterriza en su hombro.

―Si me sonríes así de nuevo, no podré evitar besar esa expresión de


suficiencia de tus labios. ―Su aliento es caliente en mi cuello, las
palabras profundas y ásperas―. Considera esta tu advertencia.

Me suelta y me enderezo en la silla una vez más, pero no hay ningún


lugar al que pueda ir. No hay forma de escapar de él mientras
cabalgamos juntos. Desde hace un tiempo, hemos estado presionados
el uno contra el otro sin nada a la imaginación. Pude ignorarlo
mientras me enfocaba en la música, pero ahora él lo hizo casi
imposible.

Afortunadamente, no me distrae más. La música nos guía hacia el


camino, solo se hace más fuerte a medida que avanzamos por los
adoquines. Sin previo aviso, la niebla se disipa. Atravesamos una
puesta de sol dorada, brillando sobre un lago protegido y un castillo
olvidado hace mucho tiempo.
26

LA FORTALEZA me RECUERDA a la mansión de Davien en el Mundo


Natural. La arquitectura es increíblemente similar incluso si está
significativamente más deteriorada. Este lugar ha sido claramente
olvidado por el hombre, aunque no por la naturaleza.

El pequeño y destruido castillo tiene vistas a un lago perfectamente


claro. Nunca en mi vida había visto agua de un azul tan
brillante. Incluso debajo de la puesta de sol anaranjada, emite un brillo
casi pálido.

Los robles del bosque que dejamos se han ido. En su lugar hay
centinelas masivos y antiguos de madera y perseverancia. Sus troncos
se abren en abanico en la base, como si llevaran faldas sueltas debajo
de la corteza. Las montañas también se han desvanecido.

Miro el horizonte occidental, parpadeando hacia la puesta de sol.

―Nunca había visto el cielo tan grande e ininterrumpido.

―Yo tampoco. ―La voz de Davien es baja con reverencia―. Y nunca


había visto algo tan hermoso.
Guío al caballo hasta la entrada de la fortaleza. Las puertas se
pudrieron hace mucho tiempo y en su lugar hay enredaderas
alrededor de la abertura. Desmontamos y Davien camina hasta la orilla
del agua donde se encuentra con la muralla del castillo.

― ¿Entonces, qué hacemos ahora?

―Vamos adentro ―decide y regresa a mí―, se está haciendo tarde y


hay algunos asuntos relacionados con el ritual que se deben finalizar.

― ¿Finalizar? ―pregunto.

―Vena pudo realizar la mayor parte del ritual… pero admitió que
podríamos vernos obligados a adaptarnos una vez que estemos en este
espacio. El ritual es un arte y no sabíamos cómo sería nuestro lienzo.

Mi corazón se hunde en el agua fría del lago y tiemblo. Los faes han
dejado en claro cuán importante es el ritual para que su magia
funcione correctamente… y cuán difícil puede ser hacer y perfeccionar
los rituales.

― ¿Cuánto tiempo crees que tomarán los ajustes?

―Espero no más de un día, como máximo. ―Davien comienza a


desenganchar las alforjas. Le ayudo―. Afortunadamente, mi caballo
era el que llevábamos, así que no perdí ninguno de los suministros que
envió Vena.

―Solo puedo imaginar cuánto más sangrienta se habría vuelto esa


pelea si también estuviéramos tratando de quitar las alforjas de mi
caballo... Pobre niña. ―Suspiro, deseando poder regresar y encontrar
al caballo para darle un entierro adecuado. La conocí por poco tiempo,
pero me sirvió bien.
―Hablando de sangre, ¿estás bien? ―La mano de Davien toca mi
costado―. No vi esto cuando estábamos montando.

Miro mi costado donde Allor me golpeó con su espada.

―Era pequeño y ya está curado. ―Presiono mis dedos a través del


agujero de mi camisa para confirmar lo que ya sospechaba. La piel ya
está tejida; no hay ni la más mínima señal de trauma―. Tengo que
admitir que la curación rápida es algo realmente bueno sobre tus
poderes de rey fae. Voy a extrañar tenerlo.

Él se ríe.

―Si pudiera permitirte quedarte con una fracción de este poder, lo


haría.

―Bueno, si puedo elegir, entonces dame la curación mágica. ―Me


concentro en las alforjas en un esfuerzo por ocultar mi sorpresa por la
admisión.

Se acerca un poco más a mí.

―Tienes un trato, pero solo después de que derrote al fae más


sanguinario que jamás haya caminado sobre esta tierra.

―Creo que suena justo. ―Lo miro con una sonrisa maliciosa. Odio
lo mucho que me hace feliz su rostro. Incluso cuando el mundo es
duro, incluso cuando la muerte y el peligro acechan en cada esquina,
hay una ligereza que solo rezuma su presencia. Aparto los ojos de él
antes de perderme en las embriagadoras emociones―. Deberíamos
entrar... ver si nuestros amigos están esperando. ―Ojalá no sean
nuestros enemigos―. Mantendré al semental ensillado, en caso de que
necesitemos escapar rápidamente. Una noche con una silla puesta no
debería hacerle daño.
―Buen pensamiento. ―Su expresión se vuelve seria mientras mira
las paredes derrumbadas, escudriñando las ventanas oscuras. Si Shaye
o Giles hubieran llegado aquí antes que nosotros, seguramente ya
habrían venido a saludarnos. Es mucho más probable que si alguien
está esperando, sea un enemigo―. Yo iré primero. Quédate a mi lado.
―Extiende su mano y la tomo.

Entramos en lo alto de un pasillo en forma de L. A nuestra izquierda


hay una antecámara que está completamente cubierta por las
enredaderas y otra vegetación que se arrastraba por la fachada
principal. Al redondear la L se revela la sala principal de la fortaleza.

Hay una escalera a nuestra derecha que sube al segundo piso y una
gigantesca chimenea a nuestra izquierda. Una mesa rectangular de
piedra colocada delante de la chimena es el único mueble que
persiste. Frente a la chimenea hay tres grandes ventanales, cortados en
la pared, que dan al lago. Milagrosamente, la vidriera sigue intacta.

―Es casi como los diseños de tu casa. ―Mantengo mi voz en un


susurro mientras me acerco a una de las ventanas, pero mis palabras
aún logran hacer eco alrededor de los pilares y en las vigas gigantes
que sostienen esta habitación cavernosa. Paso mi dedo suavemente a lo
largo de los contornos oscuros de las imágenes. Todos los demás
paneles son un retrato de un hombre o una mujer que lleva una corona
reluciente de cristal casi idéntica a la que lució Davien la noche del
festival en Dreamsong.

―Mi hogar y este lugar fueron creados por y para la familia Aviness.
―Davien también examina el vidrio. Puedo sentir la calidez irradiando
de él mientras el castillo se enfría con el sol poniente.

―Hay mujeres que llevan la corona.


―Hubo algunas ocasiones en nuestra historia en las que, en lugar de
un heredero varón, una mujer tomó el trono. ―Davien se encoge de
hombros―. El último heredero del linaje directo habría sido una mujer.

―Todo el mundo hace que parezca que solo ha habido reyes.

―Esa ha sido la forma predominante de hacerlo. Y los Boltov solo


pasan la corona entre los hombres de su familia. Creo que algunos
olvidan que hubo reinas hace mucho tiempo.

Hago una pausa ante un hombre que sostiene la corona en lugar de


llevarla.

― ¿Por qué no está en su frente?

―Debe ser uno de los que abdicó. ―Davien se acaricia la barbilla


pensativamente―. La corona de cristal solo puede ser usada por un
verdadero heredero. Es parte del ritual que le impuso hace mucho
tiempo la familia Aviness. Cuando las cortes originales de los faes se
unieron para luchar contra los primeros elfos y nombraron a Aviness
su rey, juraron lealtad en un ritual que todavía une a todas los faes a la
corona hasta el día de hoy. Escuché que Boltov comenzó a usar la
corona en su frente a través de alguna ilusión o ritual oscuro en su
intento de afirmar que yo no era legítimo. Aunque cualquier fae sabría
la verdad solo por el sentido.

―Suena poderoso ―murmuro, mirando al hombre en el espejo y


tratando de imaginarme a mí misma fotografiada en una ventana
algún día, abdicando a Davien.

―Lo es, inmensamente. Y Boltov solo puede aprovechar una


fracción. No tengo ninguna duda de que Boltov piensa que si puede
obtener la magia de los antiguos reyes… podría hacer mucho más sin
importar si estoy vivo o muerto.
―Por eso nunca podemos dejar que lo consiga. ―Miro a Davien y él
asiente con la cabeza levemente que se siente conspirativo. Aunque sé
que solo estoy interpretando una parte pequeña y accidental de esta
gran historia de Aviness, por primera vez, siento que soy realmente
una parte de ella y no una espectadora.

―Por supuesto. ―Vuelve hacia la chimenea detrás de nosotros―.


Deberíamos instalar nuestro campamento aquí esta noche. Haremos
una búsqueda rápida en la fortaleza y luego bloquearemos esta
habitación. Siempre que lleguen Shaye y Giles, no podrán extrañarnos.

Mi pecho se aprieta mientras miro su espalda. No sé si vendrán


Shaye y Giles. El pensamiento casi me enferma. Estuvieron con
nosotros hace apenas unas horas. Pensar que ahora mismo podrían
estar... Me estremezco y fuerzo el pensamiento de mi mente. Son
fuertes. Y si Davien tiene fe en que entrarán caminando por esa puerta,
entonces yo también lo haré. Al menos, elijo creer que se han regresado
a Dreamsong para ayudar a protegerlo.

―Haré el fuego ―ofrezco.

― ¿Tú? ―Parece sorprendido. Me provoca una risa.

―Te aseguro que soy perfectamente capaz de hacer fuego. Lo hice


por mi familia la mayoría de las mañanas. Lo hice en la casa de
seguridad ayer. ―Me acerco a la chimenea y empiezo a revisar el
tiro. Por lo que puedo ver, no parece que haya ninguna
obstrucción. Incluso si lo hubiera, el techo es lo suficientemente alto
aquí y hay suficientes agujeros en el techo que dudo que nos echen el
humo.

―Puedo usar magia ―ofrece.


―O puedes comenzar tu búsqueda. ¿A menos que prefieras que
registre las habitaciones y los pasillos?

Davien frunce el ceño.

―Preferiría que te quedaras a mi lado. Pero puedo ver el beneficio


de dividir y conquistar.

―Gritaré si hay algún problema.

―Asegúrate de hacerlo. Nunca me perdonaría si algo te sucediera.


―Me da un apretón en el hombro y sube las escaleras. Dejándome
recordarme a mí misma respirar por un momento después de un
comentario como ese.

Hurgo en las alforjas, evaluando nuestros suministros. No hay


mucho, pero hay suficiente para estar cómodos al menos por esta
noche. Afortunadamente, entre todos los demás suministros hay algo
de pedernal y acero. Retrocedo por el pasillo de entrada a una
antecámara y recojo arbustos secos y ramitas para
encender. Sorprendentemente, encuentro algunos troncos partidos
apilados y secos en el costado de la chimenea. Me pregunto si hay
algún tipo de ritual antiguo en el armario en el que están almacenados,
dado que no hay señales de podredumbre.

Rituales de faes prácticos para hacerme la vida más fácil cuando


regrese al mundo humano. Serán imprescindibles. Me río entre dientes
mientras recojo la leña, imaginándome al Rey Fae en mi casa,
encantando un armario para que mi leña esté siempre seca y lista. Sin
duda es una bonita imagen.

Transportando los suministros de regreso, apilo mi leña sobre el


fuego y procedo a golpear el pedernal hasta que consigo que la chispa
se encienda. Davien no ha regresado para cuando terminó de avivar las
llamas, así que me enfoco en la comida. Hay algunas raciones en el
fondo de las alforjas que pongo sobre la mesa.

Paso demasiado tiempo asegurándome de que sean lo más


agradables estéticamente posible, dado que es solo una pequeña barra
de pan, un frasco de mermelada de moras y carne salada.

―Primero comes con los ojos ―murmuro, pensando en todas las


veces que Joyce me reprendió porque la mesa no estaba bien puesta.

― ¿Qué fue eso? ―Davien me asusta. Entra por una de las otras
puertas laterales del salón principal.

―Supongo que no encontraste una despensa milagrosamente


provista de comida, ¿verdad? ―pregunto en lugar de repetirme.

―A menos que consideres la comida de musgo, no. ―Se acerca―.


Creo que esto será suficiente.

―Yo también, solo desearía que fuera más sustancial.

―Es una cena digna de un rey. ―Se sirve un trozo de pan, abre el
frasco y unta su trozo con mermelada.

Me río a carcajadas.

―No lo es.

―Soy un rey, y lo estoy comiendo, por lo tanto lo es. ―Sus ojos


brillan divertidos. Podría matarme con una sonrisa.

―Muy bien, Su Majestad. ―Me inclino en una reverencia.


―Si estás tan preocupada, ¿por qué no lo hacemos apto para un rey?
―El sol se está poniendo afuera y él proyecta un cálido resplandor por
la luz que se desvanece de las vidrieras y el fuego.

― ¿Cómo podría hacerlo?

―Un pequeño ritual debería ser suficiente. ―Empieza a hurgar en


las alforjas, mirando hacia atrás a la comida―. ¿Qué tienes en
mente? ¿Quizás algún tipo de pasta? ¿O pastel de carne?

―Si esas son mis opciones, pastel de carne. ―Observo con gran
fascinación mientras toma un trozo de tiza y marca una serie de
triángulos y círculos en forma de cuadrícula sobre la mesa. Sus
movimientos son fuertes y seguros.

―Los rituales alimentarios son bastante simples. Necesitas algunos


requisitos básicos de los ingredientes, algo de calor. ―Asiente con la
cabeza al fuego―. Y luego el resto es mágico.

―De acuerdo. ―La emoción me invade ante la idea de volver a usar


la magia. Estoy a punto de perder estos poderes, así que mejor disfruto
de ellos como pueda, de cualquier forma que pueda.

―Párate aquí. ―Me coloca frente a la mesa, de pie detrás de


mí. Nunca he sido más consciente de la fuerte longitud de su cuerpo o
de la forma en que su respiración atraviesa mi ropa para golpear mi
nuca―. Pon tus manos así.

Su voz es suave y baja mientras pasa sus dedos por mis


brazos. Aterrizan suavemente en el dorso de mis manos, tomándolos
con un apretón suave. Él guía mis palmas sobre la mesa, descansando
ligeramente en dos puntos de la cuadrícula.
―Ahora, al igual que hicimos con la linterna, piensa en lo que estás
tratando de hacer. ― ¿Cómo pueden ser tan… sensuales las
instrucciones? Intento no retorcerme―. La magia se inclinará hacia ti,
para cumplir tus órdenes como su amo. Tú la controlas. No te controla.

― ¿Cómo se siente para ti? ―pregunto, luchando por mantener la


concentración―. He estado tratando de sentir la magia dentro de mí,
pero no puedo. Cada vez que quiero convocarla, no hay nada allí.

Dibuja pequeños círculos en el dorso de mi mano con las yemas de


los dedos mientras considera mi pregunta.

Ni siquiera creo que se dé cuenta de lo que está haciendo y no se lo


señalo. La sensación es demasiado deliciosa para detenerse.

―Magia… no diría que es algo que siento, al menos no


conscientemente. Es más un estado del ser. Una conciencia del mundo
y todos sus misterios: los que conoces, los que no, lo que puedes
controlar y las fuerzas a las que no puedes hacer nada más que
someterte. La magia es una de las cosas más grandes que conoceremos
y nunca podremos explicar. Conocer la magia es tocar a los antiguos
dioses que sacaron a esta tierra del caos primordial. Es abrazar el
destello de grandeza que todos poseemos dentro de nosotros, para
alcanzar con valentía lo que podría ser y no lo que es, tanto en nosotros
mismos como en el mundo que nos rodea.

Las palabras de Davien son reflexivas y poéticas. Si no fuera por sus


pausas y su respiración entrecortada, pensaría que había practicado el
discurso. Pero cada palabra es tan sincera como la última.

Me río suavemente, tratando de liberar algo de la energía inquieta


con la que me llenó su discurso.

―Te das cuenta de que nada de eso me ayuda mucho, ¿verdad?


―Supongo que no. ―Ni siquiera tengo que darme la vuelta para
saber que hay una sonrisa en su rostro―. ¿Por qué no tratarlo como si
fuera un baile? Eso pareció funcionar para ti durante la construcción
del túnel.

―Lo hizo, pero... ―Me apago con un suspiro―. Ojalá pudiera


sentirlo, eso es todo. Lucho por conjurar algo que no sé qué está ahí la
mitad del tiempo.

―Conocer la magia es como intentar decirte cómo suena el color


rojo. Una vez que lo escuches, lo sabrás. Pero hasta entonces es una
locura intentar explicarlo.

Eso me da una pausa genuina. Paso las yemas de mis dedos por sus
líneas de tiza pensativamente.

―Creo que sé lo que estás tratando de decir.

― ¿Lo haces? ―La pregunta es una mezcla de deleite y sorpresa.

―Sé cómo suena el color rojo. ―Empiezo a pensar en la magia de


una forma totalmente nueva―. Al igual que conozco las armonías de
los polinizadores en verano, o el suave réquiem del invierno. El mundo
tiene un sonido, una canción, si puedes escuchar. ―La magia debe ser
lo mismo. Una vez que la escuche, podrá cantar. No es un baile. Es la
propia música.

¿Cuál es la canción que canta mi magia?

La pregunta me sacude el corazón. No es mi magia. Este no es mi


poder, mi destino. Mis dedos se curvan cuando los levanto de la mesa.

― ¿Qué pasa?
Me alejo de él con un movimiento de cabeza. Envolviéndome con los
brazos, me acerco a las ventanas. El lago es de un brillante color azul
cielo al final del crepúsculo. Tal como sospeché por primera vez,
realmente está brillando.

― ¿Katria?

Escucho sus pasos acercándose. Hablo sin mirarlo.

―No importa. No tiene sentido que aprenda nada de esto.

― ¿Dije algo que te molestó? ―Se detiene justo detrás de mí una vez
más. No me vuelvo para mirarlo.

―No. ―Claramente soy perfectamente capaz de alterarme por mi


misma.

― ¿Qué ocurre?

―Nada.

―No me mientas, por favor. ―Frente a mi silencio, continúa con sus


suposiciones incorrectas―. No hay razón para sentirse frustrada con la
magia. Aunque trabajamos en perfeccionar y perfeccionar nuestras
habilidades, nuestro conocimiento de la magia es algo innato. Lo
sabemos desde que nacemos. No tienes ese beneficio, así que es natural
que luches y…

―No estoy molesta porque no sé cómo usar la magia. ―Inclino la


cabeza―. Simplemente no veo el sentido de aprenderlo. Si lo hago,
solo terminará en decepción.

―Podrás dominarlo ―me asegura.


― ¿Con qué propósito? ―Me vuelvo sobre él―. Mañana, si todo va
correctamente, y sé que no necesito decirte qué pasa mañana,
que debe ir bien, entonces la magia se me acabará. Este poder nunca fue
mío, es tuyo. No tiene sentido que lo aprenda ahora o nunca. Solo soy
una espectadora, un accidente, una ladrona. Soy una nota breve en tu
sinfonía y duele demasiado pretender ser otra cosa.

Su mirada se suaviza, sus cejas se arquean levemente en el centro.

―No quiero que te lastimes ―dice en voz baja.

―Estoy acostumbrada a que me lastimen. Puedo sobrevivir si me


lastiman. ―Son todos estos otros sentimientos los que son difíciles. Son
los sentimientos felices con los que no sé qué hacer; los que resaltan
cuán profundas son todas mis otras herida.

―Esa no es una forma de vivir. Nunca debiste haber tenido que vivir
de esa manera.

―Bueno, lo he hecho y lo he hecho bien.

―Sobreviviste, y eso es loable dado que solo conozco la punta del


iceberg de tu sufrimiento. Pero simplemente sobrevivir no es una
forma de vivir. Quiero que prosperes, te mereces prosperar. ―Da un
pequeño paso adelante. Doy un gran paso hacia atrás.

―No deberías preocuparte por mí. ―Niego con la cabeza.

―Pero lo hago.

―Pero no lo harás. ―Mis palabras son tan frías y heladas como el


aire que se filtra por la ventana a mi espalda―. Muy pronto, no seré
nada para ti. Todo esto, sea lo que sea, no será nada. Tú serás rey y yo
solo seré un ser humano viviendo en tu tierra al otro lado del
Desvanecimiento.

―Ahora es tu tierra ―insiste.

―Deja de ser amable conmigo. ―Mi voz se eleva una fracción―.


Deja de fingir que todo esto es real.

Se tambalea, casi como si lo hubiera golpeado. Davien niega con la


cabeza lentamente.

―Cada minuto de esto ha sido real para mí. Más real de lo que
nunca quise o pedí que fuera.

―No lo es. ―Quizás si lo digo suficientes veces, será verdad para los
dos―. No puede ser. No solo por lo que nos depara el futuro. Pero
porque se suponía que nunca nos hubiéramos conocido.

―Pero lo hicimos. Y a pesar de todas las probabilidades…

―No lo digas. ―Sé que viene. Hay el mismo tono en su voz que
cuando estaba hablando con Shaye―. Si detenemos esto ahora,
podemos fingir que nada de esto ha sucedido.

―Estamos más allá de fingir.

Sé que lo que dice es cierto, pero continúo de todos modos. No


puedo quedarme de brazos cruzados mientras nos condena a los dos.

―Ninguno de los dos tendrá que resultar más herido de lo que


estaremos, ya lo estamos. Podemos…

―A pesar de todas las probabilidades, te amo, Katria.


No puedo hacer nada más que mirarlo. Ardo de rabia, de
frustración, de pasión. No hay palabras que me hayan hecho más feliz
o que me hayan herido más profundamente.

Nunca nada ha significado más para mí y, al mismo tiempo, no tiene


que significar nada en absoluto.

―No, no lo haces ―le susurro.

―Lo hago. ―Da un paso adelante―. Te amo de una manera que


nunca esperé amar a nadie. Siempre he estado destinado a ser arrojado
a un matrimonio de conveniencia. Nunca esperé amar.

―Y no lo quiero. ―Niego con la cabeza. Mis ojos están ardiendo, las


lágrimas punzan en sus bordes―. No quiero tu amor.

Su expresión se arruga. Lo he herido más con esas palabras de lo que


lo había visto antes. Vaga en el limbo, la boca se abre y se cierra,
claramente incapaz de entender lo que quiere decir a
continuación. Dejo que se cueza en el silencio. Lo he dejado claro.

― ¿Por qué?

Niego con la cabeza ante su pregunta, mirando de reojo.

― ¿Ni siquiera me darás la bondad de saber lo que he hecho para


dañarte? ¿No era yo el hombre para ti? Aceptaré lo que sea que digas,
incluso si no es más que simplemente no sientes lo mismo. Pero, por
favor, apiádate de mí y dímelo claramente, solo por esta vez, porque
pensé… pensé que podrías…

―No eres tú ―confieso, sabiendo que el silencio sería más fácil,


mejor. Pero no tengo fuerzas para herirlo como debería―. Nunca
amaré a nadie.
― ¿Qué?

―Me hice ese voto hace mucho tiempo. Lo hice incluso antes de que
compraras mi mano. La creencia de que no me enamoraría de ti no
tiene nada que ver contigo.

― ¿Por qué te niegas al amor? ―La pregunta es seria y llena de


ingenuidad.

Lanzo una carcajada, incrédula de que él no lo sepa mejor.

―Amar es dolor. Míranos, aquí y ahora, sólo al comienzo de este


enamoramiento… ―No me atreveré a llamarlo amor― y ya son
agujeros aburridos en nosotros que nunca podrán ser llenados. Y esto
es sólo el principio. Pronto serán palabras melosas que son veneno
disfrazado. Será el olvido de las heridas que nos infligimos unos a
otros. Serán niños, olvidados, encerrados en armarios y usados como
armas unos contra otros. Y será así hasta el día de nuestra muerte, sin
duda conducidos a una tumba prematura por el otro.

Interrumpe mi diatriba con otro paso adelante; ahora está


invadiendo mi espacio personal. Debería huir, pero la energía nerviosa
me tiene congelada en mi lugar. Estoy temblando por todas partes,
pero no sé por qué.

―Nada de eso es amor ―dice Davien simplemente, con tristeza.

―Mi padre amaba a Joyce. Ella lo amaba a cambio. Y vi como ese


amor lo consumía día tras día, lo cegaba. Vi como mi padre se
convertía en la cáscara del hombre que conocía. Como quedó junto a
Joyce y Helen abu… la palabra se me pega a la garganta.
― ¿Como ellos qué? ―Su voz es baja, rebosante de lo que me
atrevería a decir que es ira. Niego con la cabeza―. ¿Cómo ellos qué?
―repite con más firmeza.

―Como ellos abusaron de mí. ―Realmente estoy temblando


ahora. Pero no creo que sea miedo. Es como si cada año de mi vida me
apretara más y más una mano invisible. Por el peor dispositivo de
tortura del mundo que ni siquiera me di cuenta de que estaba sobre
mí. No hubo un momento de alivio. Desgarrador. Más y más
apretado. Constante. Sin embargo, con esa palabra, los lazos que me
tenían se están deshilachando. Es como si al reconocerlo, finalmente
puedo comenzar a encontrar la liberación―. Mi padre me amaba…
pero ¿de qué sirvió ese amor a raíz de esa mujer?

―Nada de eso es amor. ―Toma mi cara con ambas manos. Sus


pulgares recorren mis mejillas mientras lágrimas de ira se derraman
sobre mis párpados inferiores―. Llamarlo amor es un insulto a lo más
grande que tenemos en este mundo: el amor, el amor verdadero, es lo
único más poderoso que la magia misma.

― ¿Entonces por qué? ―Le pregunto aunque no hay forma posible


de que sepa la respuesta―. ¿Por qué mi padre se quedaría al margen,
si no fuera porque amaba a Joyce?

Sin embargo, incluso cuando pregunto puedo escuchar los restos de


una conversación que traté de olvidar. Era demasiado joven para
tenerla y fue demasiado breve para parecer importante hasta ahora. La
necesitamos, Katria, ella tiene las minas. La empresa está luchando… y ella es
la primera en aliviar la oscuridad de la muerte de tu madre. Respiro
temblorosa.

―No lo sé ―admite Davien.

―Ojalá pudiera preguntarle ―le susurro.


―También desearía que tú pudieras. Pero incluso si tuviera el
tiempo para hacer todas las preguntas a las que necesitas respuestas…
sólo tú podrá aceptar todo lo que has soportado. Solo tú puedes
concederte la paz ahora. ―Presiona su frente ligeramente contra la
mía―. Y esa paz vendrá del amor, de amarte a ti misma.

Lo alejo.

― ¡Basta de amor!

―Lo que has conocido nunca ha sido amor.

―Estás mintiendo. ―Niego con la cabeza.

―No lo estoy. Solo quieres que lo sea porque ha sido más fácil
explicar los horrores que has soportado. ―Él ve a través de mí. Mis
lágrimas caen más libremente, el dolor se escapa como
sollozos. Davien cierra el resto de la brecha entre nosotros. No lo alejo
de nuevo. Una mano acuna la parte de atrás de mi cabeza mientras
presiona mi mejilla contra su pecho. La otra mano se envuelve
alrededor de mi cintura, sosteniéndome firmemente.

― ¿Por qué? ―No sé lo que estoy preguntando. Hay tanto envuelto


en ese solo por qué. ¿Por qué mi familia era así? ¿Por qué nunca fui lo
suficientemente buena para la ternura?

―No hay razón para la crueldad, no hay excusa. ―Sacude la cabeza


y besa mi cabello. Nunca me he sentido más protegida que en este
momento y solo me hace llorar más fuerte―. Pero te lo juro, Katria,
con todo lo que soy y todo lo que seré… mientras respire, nunca dejaré
que ellos, ni nadie, te lastimen de nuevo. Tu no tiene que volver a esa
casa. Y si alguna vez lo deseas, porque sientes que enfrentarlos por la
crueldad que han causado te traerá algo de paz, te juro que estaré a tu
lado si me necesitas.
Sus palabras son más dulces que una canción. Nunca había
escuchado algo tan hermoso. No hay ni el más mínimo indicio de
humo en el aire a su alrededor. Alejo mi cara de su cuerpo para
mirarlo, inclinando la cabeza hacia atrás tanto como puedo para
encontrarme con sus ojos. Sus cortinas de pelo me rodean como lo hizo
la primera noche que me caí en su cama.

― ¿Por qué harías todo eso por mí? ―susurro.

―Sabes por qué. ―Una sonrisa maliciosa juega en las comisuras de


su boca―. Porque te amo, de verdad. Te amo de una manera que me
hace querer sacrificarme por ti. Eso me hace querer mover las
montañas, los océanos o las estrellas, simplemente para verte sonreír.
―Acaricia mi mejilla de nuevo, mirándome con toda la maravilla del
mundo―. Eso es el amor, Katria, lo que debería ser. Eres digna de ese
amor, de mí, de los demás y de ti misma.

Abro la boca, pero las palabras no salen. Quiero decirle que lo


amo. Tengo tantas ganas de hacerlo que todo mi pecho se aprieta tanto
que no puedo respirar. Sin embargo, querer contárselo no es
suficiente. Todavía hay un bloqueo que no puedo superar con
palabras.

Pero tal vez…

Quizás pueda mostrárselo.

Mis manos se deslizan por sus costados, su pecho y envuelven su


cuello. Conozco sus movimientos ahora. Conozco la mirada de
admiración y lujuria que me da mientras mira a través de sus
pestañas. Siempre va acompañada de besos que saben a promesas aún
por cumplir.

Esta noche cumpliré esas promesas.


Por una noche, dejaré de preocuparme por el mañana.

Dejaré de lado todas las formas terribles en las que esto podría
dañarnos. Ignoraré la inminente caída de la gracia a la que estamos
destinados.

Y en cambio, lo besaré. Lo conoceré. Y no me arrepentiré de nada.


27

PARECE conocer mi mente y mi corazón antes que yo. Incluso cuando


todavía estoy reuniendo mi determinación y reconociendo mis deseos,
me besa ferozmente. Hace demandas sin palabras con su boca que mi
cuerpo ansía complacer. Quiero olvidar mi dolor y dejarlo ir. Ceder a
algo por mí, únicamente por mí.

Agarro su cuello con ferviente necesidad, mis dedos se anudan en su


cabello, acercando su boca a la mía incluso cuando no queda espacio
entre nosotros. Davien sigue mi ejemplo, las manos cobrando vida. Sus
palmas y dedos están por todas partes, desde mi cara hasta mis senos y
mis caderas. Dibuja círculos duros con sus pulgares, enviándome a un
frenesí con ese solo movimiento.

Nos besamos más profundamente que nunca, como si estuviéramos


tratando de consumir hasta la última gota de duda que aún pudiera
persistir entre nosotros. Sus dientes rastrillan contra mi labio
inferior; inclino mi cabeza hacia atrás a lo largo y suelto un gemido. Se
encuentra con una fuerte inhalación y un temblor en su respiración.

―Te deseo ―respiro.


―Dime que quieres. ―Agacha la cabeza, yendo hacia mi cuello
expuesto. Siento sus dientes hundirse en mi músculo, sus labios se
cierran alrededor.

―Te deseo ―repito. El mundo da vueltas y tengo que aferrarme a él


con más fuerza para que mis rodillas no cedan por mi mareo.

―Dime lo que quieres ―gruñe mientras pellizca mi carne entre sus


dientes.

Algo dentro de mí se rompió. Quizás sean los últimos recovecos de


mi autocontrol. Pero se siente como si sus palabras gruesas y
necesitadas hubieran desgarrado una imposición.

―Quiero que me beses por todas partes hasta que no haya una parte
de mi cuerpo que no conozcas. Quiero que me explores con tu lengua y
tus dedos. Quiero que me hagas tuya como un hombre debería hacer a
su esposa. Quiero que vayas despacio hasta que me quede sin aliento y
esté suplicando, y luego quiero que te esfuerces. Quiero romperme y
caer como los arcos plateados de las estrellas fugaces mientras
descendemos del cielo que hemos creado.

Exhala un gemido y se retira de mi cuello para regresar a mis


labios. Me besa con creciente intensidad, cada movimiento de su boca
más desordenado y sensual que el anterior. Sin previo aviso, Davien se
aparta y presiona su frente contra la mía.

―Lo haré todo… y algo más ―dice con voz ronca―. Y cuando
termine, cuando te quedes dolorida, dichosa y aún llena de deseo, lo
haré de nuevo. Te mostraré lo mejor que pueda lo amada que eres.

Me sostiene contra él con un apretón aplastante y da un paso hacia


atrás. Mis rodillas casi ceden, lo que me obliga a aferrarme a él como la
única cosa estable en mi mundo en este momento. En algún lugar entre
la ventana y la mesa, su camisa está perdida. Paso mis manos sobre el
vasto plano de su pecho, desnudo al tacto, expuesto solo para mí.

Su piel está tan caliente en la noche fría que me sorprende que no me


queme. Sus manos amontonan mi blusa, alcanzando el dobladillo. Me
la pasa por la cabeza y no lo detengo. Sin embargo, mientras el toque
invernal recorre mi espalda, enviando un escalofrío a través de mi
cuerpo que no tiene nada que ver con las mareas de placer que ya está
agitando dentro de mí, hago una pausa.

Davien siente mi vacilación y se aparta un poco.

― ¿Tienes frío? ¿Es demasiado?

―No es eso. Y no.― Quiero cubrir mi carne cada vez más expuesta,
pero ese deseo compite con mi deseo de seguir pasando mis manos
arriba y abajo por sus brazos―. Yo nunca…

―Yo tampoco. ―Su boca se arquea en una sonrisa de alivio―. Esta


noche seremos los maestros del otro y estudiantes ansiosos. ―Se
inclina para rozar sus labios contra los míos.

― ¿Qué pasa si no te agrado una vez que realmente me veas?


―pregunto entre labios temblorosos. Todavía tengo que mostrarle la
cicatriz en mi espalda. Solo ha vislumbrado las heridas que todavía
llevo conmigo.

―Realmente te vi en el primer momento en que entraste por mi


puerta. He visto tu alma y me he enamorado de ella. Así que no hay
nada en la carcasa mortal en la que te encuentras que pueda hacer que
te amé menos. ―Está tan seguro, tan confiado, que el control que tengo
sobre mí se relaja. Mis manos regresan a sus caderas―. Confía en mi
amor, en mí. Nunca romperé esa confianza.
El siguiente beso que me da es más profundo que los demás, más
lento y más seguro. Él inhala mientras yo exhalo, robándome el aliento
y mis dudas con él. Me entrego más a él.

Lo quiero. Lo quiero todo de él. Si esta noche es la última noche real


que tenemos el uno con el otro, entonces estoy decidida a dejar de lado
mis dudas y disfrutarlo mientras lo tenga.

Las manos de Davien abandonan mi cuerpo. Dejo escapar un


gemido bajo. Él se ríe.

―No quiero que tengas más frío del que ya tienes. ―Rebusca en las
alforjas, saca una manta y la arroja sobre la mesa.

―Estoy en llamas ―susurro.

Agarra mis caderas, empujándome hacia la mesa. Mis piernas lo


rodean por instinto. El sentimiento es glorioso. Mi corazón es un latido
palpitante que comienza a guiar la melodía que solo nosotros podemos
cantar.

Está encima de mí, su presencia demanda cada centímetro de mi


atención, como si no la tuviera ya. Me muevo mientras me recuesto,
dejándole espacio en la gran mesa de piedra conmigo. Davien desliza
sus dedos por mi cabello, apartándolo, mirándome entre besos como si
fuera una diosa encarnada.

Luego, con una mirada que promete mil deseos, de esos que son
indecibles a la luz del día, baja por mi cuerpo, quitando las prendas
restantes que nos separan una a una y reemplazándolas por
besos. Apoyándome en mis codos, lo miro mientras muerde
suavemente cada uno de mis huesos de la cadera. Me mira con ojos
vidriosos y párpados pesados. Luego, lentamente, deliberadamente, se
mete entre mis piernas.
Antes de que pueda decir una palabra de tímida protesta, me
recuerda que el tiempo de la modestia se ha ido hace mucho con un
beso que me deja sin aliento y lo inhalo como un gemido.

Se me curvan los dedos de los pies. Me tiene en un limbo de éxtasis


que nunca antes había sentido. Caliente. Ardiente. Solo puedo escapar
con gritos de placer.

Esto es lo que quería. Este era la liberación que estaba buscando. Es


por eso que todos nuestros otros besos robados nunca fueron
suficientes. Nunca podría ser suficiente. Me arqueo en la mesa con los
puños apretados en la manta. De inmediato, me derrumbo con un
grito. Me rompo de una manera que nunca creí posible, y aterrizo en
una dicha tan absorbente que parece que es la primera cosa real que he
sentido.

Davien se endereza, lamiendo sus labios con una sonrisa. Se mueve


para volver a flotar sobre mí. Colocado entre mis muslos. Nuestros ojos
se encuentran. Veo emoción, vacilación, nerviosismo, todas las
emociones que comparto.

― ¿Está segura? ―pregunta―. Si tiene alguna duda, pararemos.

―Tengo muchas dudas… sobre todo menos este momento. Te deseo,


Davien. ―hago eco de lo dicho antes.

Se empuja hacia adelante. Hay tensión, dolor, un repentino estallido


de dolor. Hago una mueca y se congela.

― ¿Estás bien?

―Estoy bien ―le aseguro.


Por suerte, acepta mi palabra y no se detiene. Inhalamos en conjunto
mientras sus caderas están pegadas a las mías. Mi respiración es fina y
superficial a medida que me acostumbro a sentirlo. Y, cuando estoy
lista, se mueve.

Nunca he sido más consciente de su presencia fuerte y segura que en


esos primeros movimientos. Tampoco era consciente de lo caliente que
podía ponerse el núcleo en la boca de mi estómago.

Nos movemos juntos, construyendo sin aliento nuestro deseo como


uno. Esta vez, cuando llega el choque, caemos juntos. Aterriza en mis
brazos y somos una maraña de éxtasis y deleite. La alegría pura se
escapa como la risa cuando él se aleja y compartimos una sonrisa, una
comprensión íntima que solo los amantes pueden entender.

―Eso fue... eso fue… ―Lucho por formar palabras.

Una sonrisa sensual se extiende lentamente por sus labios.

―Eso fue simplemente la primera ronda.

Davien reclama mi boca una vez más y volvemos a caer en la agonía


de la dicha.
28

ME DESPERTÉ MUCHO antes del amanecer, así que pude ver la luz del
sol atravesar la habitación y calentar las mejillas de Davien. Estábamos
envueltos en las mantas y en los brazos del otro, protegidos contra el
frío. Dormí más de lo que lo había hecho en mucho tiempo y me
desperté con la fina capa de felicidad que aún me cubría de los asuntos
de anoche.

Pero en lugar de volver a ese descanso profundo y sin sueños, elegí


permanecer despierta para poder grabar esta imagen de él en mi
memoria. Esta es nuestra primera y única mañana juntos. Es probable
que sea la única mañana en la que me despierte en los brazos de un
hombre. Incluso si Davien tiene razón y el amor no es el veneno
perverso que Joyce me dio, todavía no creo que lo busque nunca.

En parte porque todavía tengo miedo de enamorarme. Pero ahora,


también, porque nunca encontraré a un hombre que me conozca
como Davien ha llegado a conocerme. Quien me ve por todo lo que soy
y me quiere a pesar de mis cicatrices. Quien me hace sonreír con su
mera existencia de una manera absolutamente ilógica, imposible y, sin
embargo, maravillosa.
Se mueve y puedo sentir cómo se deshace el hechizo de paz que se
había tejido sobre nosotros. Pronto nos levantaremos. Nos pondremos
ropa, desayunaremos y habrá una planificación de rituales. Le daré la
magia que le he estado llevando. Y entonces, la única forma en que
existiré en este mundo es en la memoria de un rey fae.

Los ojos de Davien se abren de par en par. Parpadea somnoliento y


luego gira la cabeza para mirarme.

—Buenos días —murmura, frotando su nariz contra la mía antes de


darme un beso en los labios.

—Buenos días —repito con una sonrisa.

— ¿Cómo dormiste?

—Fantástico, ¿y tú?

—El mejor sueño de mi vida. —Siento que sus músculos se tensan


mientras se estira. La sensación llena mi núcleo hueco y dolorido con
un deseo que todavía estoy demasiado agotada para complacerlo de
nuevo—. Estoy empezando a pensar que los viejos cuentos populares
sobre los Faes eran más precisos de lo que suponía.

— Oh?

—Si hubiera sabido que robar a una humana y llevarla a mi mundo


me llenaría de tanta alegría y me daría el mejor sueño de mi vida, lo
habría hecho mucho antes.

Mi risa resuena en las vigas sobre nosotros.

—Si hubieras robado a cualquier otra humana, ella estaría muerta.


Él frunce los labios.

—Entonces tal vez me estoy encontrando más agradecido de lo que


antes creía posible por haber robado mi magia.

—Y ahora tengo que devolverla. —Empiezo a desenredarme de él,


pero cuando voy a sentarme, sus brazos me rodean. Me agarra y me
atrae hacia él. Se acurruca a mí alrededor, mi espalda contra su
pecho. Encajamos perfectamente en todos los sentidos imaginables.

—Un poco más —susurra—. Quiero recordar todo sobre esta


mañana.

—Soy incapaz de negártelo —murmuro. La idea todavía me


aterroriza. Pero supongo que no tengo que aceptar demasiado este
amor, ya que pronto estaremos en mundos diferentes. Ciertamente, esa
es una forma de protegerme de involucrarme demasiado.

—Bien, entonces te tengo justo donde quiero… ¿Qué es esto? No lo


noté en la oscuridad anoche. —Su pensamiento se convierte en un
susurro y siento su dedo presionando mi espalda. Hago una mueca y
respiro temblorosamente—. ¿Katria?

—Yo... fue hace mucho tiempo.

—Si no quieres decírmelo, no tienes que hacerlo. —Debe escuchar el


dolor en mi voz.

Estoy realmente desesperada por este hombre, porque digo:

—Quiero. Fue hace mucho tiempo… antes de que naciera Laura, mi


hermana menor. Helen había sido implacable ese día y yo hui a la
azotea. —En mi mente, tengo seis años. Joyce y Helen acaban de llegar
a mi vida—. Helen me persiguió hasta el borde de la azotea. Ella siguió
empujando y empujando. No se detenía. El borde del techo llegó tan
rápido que las dos nos salimos. Recuerdo haberla visto caer delante de
mí. Entonces, de alguna manera, la alcancé. Con mis brazos alrededor
de ella, aterrizamos con fuerza en la pasarela que se extendía alrededor
de la mansión. Mi espalda en la piedra y ella encima de mí.

El olor a carne quemada me llena la nariz y me estremezco.

—Todo después de eso fue borroso. Estaba en shock, creo… Pero mi


espalda estaba tan dañada que la herida tuvo que ser
cauterizada. Joyce lo hizo con una pala de hierro de un juego de
herramientas para la chimenea.

Ese día fue lo más cerca que la vi de estar preocupada por mí. Todo
el tiempo, se veía horrorizada, incluso asustada. Y sin embargo, una y
otra vez, todavía puedo escuchar sus susurros, monstruo, criatura
monstruosa, mientras mi padre miraba impotente. Tienes suerte de
tenerme, le dijo, suerte de que pueda manejar esto.

—Después de curarme, nunca más se me permitió subir al techo, ni a


ningún lugar alto. Joyce me odió más después de eso. Creo que estaba
resentida conmigo por casi hacer que matara a Helen. —Comenzó su
largo proceso de enviar a mi padre cada vez más lejos no mucho
después... y quedé relegada a las dependencias de los sirvientes como
el monstruo que era.

—No fue tu culpa. —Suspira, pasando los dedos por las cicatrices—.
Ojalá tuviera la magia suficiente para soportar todos los dolores que
has soportado y no tener que sufrirlos nunca más.

—Bueno, si mi familia me quisiera más, como es debido, no me


habrían vendido para estar contigo tan fácilmente. —Entrelazo mis
dedos con los suyos.
—Eso no es una excusa en lo más mínimo.

—Lo sé. Pero encuentro que me hace sentir mejor que tú seas mi
lado positivo.

—Entonces estoy feliz de poder ayudar —murmura y se acerca.

Nos acostamos juntos todo el tiempo que pudimos. Pero el amanecer


es tan implacable como nuestro deber con toda la gente de
los faes. Finalmente, sus brazos se relajaron y ambos supimos que lo
habíamos postergado lo suficiente.

—Ojalá Shaye y Giles aparezcan hoy —dice mientras se pone los


pantalones.

—Estoy de acuerdo. Aunque, debo decir, por mucho que quiera


verlos bien, me alegro de que no aparecieran anoche. —Mi sonrisa se
refleja en su rostro. Los ojos de Davien brillan con picardía. Quiere
besarme; Sé lo que significa esa expresión ahora. Casi doy un paso
adelante para que pudiera.

—No les digas, pero yo siento lo mismo.

—Entonces, ¿qué tenemos que hacer para este ritual? —pregunto,


ahora vestida.

—Aquí, te mostraré lo que me envió Vena—. Davien recupera un


folio con varias páginas sueltas. Los coloca sobre la mesa donde
acababa de estar nuestra manta. Lo último que recupera es el collar de
cristal en el que intenté poner los poderes hace semanas. —La idea
sigue siendo la misma: abdicarás y, al hacerlo, llenarás el collar con la
magia del rey y luego me lo entregarás. El lago ofrecerá un catalizador
para ayudar a extraer esos poderes. Te ungiremos como lo sería un
heredero al trono. De esa forma, la magia estará menos inactiva y será
más controlable.

Mientras examino las páginas con atención, empiezo a encontrar


algo de sentido en ellas. Es un patrón, un ritmo. Quizás algo de lo que
dijo anoche durante nuestra breve lección de magia se hundió.

— ¿Puedo hacer una sugerencia? —pregunto.

—Siempre. —Me mira con curiosidad. Sin duda se pregunta qué me


haría hablar.

—Aquí... creo que debería ser yo quien diga esta línea, no tú. —
Señalo una parte del guión que Vena nos ha escrito.

— ¿Por qué sería eso?

—No estoy segura... yo —tarareo, tratando de encontrar las


palabras—. Fluirá mejor, creo. El ritual simplemente funcionará. Es un
presentimiento. Pero yo... cómo explicarlo...

—No tienes que hacerlo. —Detiene mi torpeza—. Tus instintos han


demostrado ser correctos una y otra vez. Ya sea la magia dentro de ti
guiándote, o simplemente alguna habilidad innata que posees, confío
en ti.

—Bien, porque tengo algunos otros cambios. —Le doy una sonrisa
maliciosa y él se ríe.

—Dime.
DISCUTIMOS DURANTE TODO EL DESAYUNO, debatiendo los rituales de
Vena y haciendo ajustes. Es un poco incómodo al principio. No
importa lo que diga, todavía me preocupa sobrepasarme.

Él es el Rey Fae. ¿Quién soy yo para cuestionar?

Pero había dicho que algunos, como Vena, estaban tan en sintonía
con su magia que podían ver rituales. Quizás es la magia dentro de mí
la que guía el camino hacia adelante. Pongo mi fe en eso.

El sol está alto cuando finalmente salimos. La niebla todavía rodea


este lugar como un muro viviente. Se siente como si estuviéramos
encerrados en nubes, flotando en algún lugar alto en el cielo.

— ¿Estás lista? —dice.

—No hay razón para no estarlo. —Agarro el collar con un apretón de


nudillos blancos. Me desnudé hasta quedar con mi ropa pequeña y ya
casi tiemblo a pesar de que el sol está sobre mis hombros. Me propuse
avivar el fuego antes de salir de la fortaleza. Pase lo que pase, pronto
volveré al calor de la chimenea después de que esto termine.

—Cuando quieras entonces.

Respirando vigorosamente, entro al agua. Es hielo en forma


líquida. Exhalo entre dientes castañeteando, forzándome a seguir
caminando sobre las suaves piedras que forman el fondo del
lago. Mientras me muevo, las ondas en el agua brillan como el cosmos
que vi en mi primera noche en Midscape. Puedo sentir la magia
irradiando a mí alrededor, llamándome. La débil canción que escuché
en la niebla resuena una vez más, como si su fuente se encontrara en lo
profundo del centro del lago.

Hago una pausa cuando el agua golpea la parte baja de mi


estómago. Temblando, envuelvo mis brazos a mí alrededor, tratando
de conservar los últimos restos de calor que tengo. Davien entrando en
el agua detrás de mí es lo que me obliga a seguir adelante. Inhalo
bruscamente cuando el agua llega a mi caja torácica.

Davien se detiene detrás de mí. Se ve tan frío como yo. —¿Estás


lista?

—Lo estoy.

—Muy bien. —El aire a su alrededor cambia cuando su tono se


vuelve serio, sus ojos enfocados. Ha vuelto a mirar la magia dentro de
mí, magia que está decidido a sacar aquí y ahora—. Heredera
de Aviness, legítima gobernante de estas tierras salvajes, guardián del
poder de los antiguos reyes, has entrado en estas aguas como una
mujer, pero emergerás como una reina. —Levanta una mano, trazando
líneas desde mi cuello hasta mis hombros, clavícula y pecho—. Yo,
como súbdito leal, te unjo con el agua sagrada.

—Recibo tu bendición. —Con la punta de mi dedo, también dibujo


en él los contornos brillantes de las formas, remolinos y puntos que no
tienen un significado coherente y, sin embargo, todos parecen decir, te
veo, soy uno contigo—. Yo soy el recipiente de Aviness.

De repente, respiro profundamente y me sumerjo.


En el momento en que mi cabeza cruza por debajo de la superficie, el
calor me rodea. Abro los ojos y veo docenas de figuras plateadas
esperando bajo el agua. Todos llevan coronas de cristal que reconozco
por las vidrieras de la torre del homenaje. Salgo a la superficie,
tosiendo el agua que inhalé en estado de shock, nadando hacia atrás.

Las manos de Davien se cierran alrededor de mis hombros.

Esto no formaba parte de nuestro plan.

— ¿Qué pasó?

—Vi, vi, gente debajo del agua —tartamudeo, los dientes ya no


castañetean por el frío. El calor que sentí desde el momento en que me
sumergí todavía me recubre como el agua reluciente. Convierte mi piel
en un color gris pálido, iridiscente y con manchas de arcoíris—. ¿Qué?
—las palabras me fallan ahora mientras levanto mis antebrazos.

—Esto es por lo que vinimos aquí —dice Davien


para tranquilizarme—. No tengas miedo. No lo dudes Acepta la unción
como lo haría una reina.

Pienso en lo que Shaye me dijo hace semanas: camina con la cabeza en


alto, porque tienes el poder de los reyes. He estado fingiendo todo este
tiempo para intentar estar a la altura de las expectativas de la magia en
mí. Puedo fingir un poco más. Me enderezo lejos de Davien. Aunque
estoy haciendo todo lo posible, sigo mirando el agua con cautela. No
puedo ver esas figuras fantasmales desde arriba. Pero lo sé, si abriera
los ojos debajo de la superficie, los vería una vez más.

Cerrando los ojos, elijo concentrarme en el sonido de la música que


aún retumba. Cuanto más me concentro, más fuerte se vuelve. El
sonido me da fuerza, me hace pensar en mi madre biológica. Me la
imagino mirándome con cariño desde el más allá, orgullosa de su hija
por todo lo que pudo lograr.

Aprieto el collar con ambas manos contra mi pecho y dejo que mi


conciencia se separe de mi cuerpo. En algún lugar, entre sus palabras y
la música, encontraré la magia. Y una vez que pueda sostener ese
poder con tanta fuerza como sostengo este colgante de vidrio, podré
entregárselo al hombre al que le he dado todo lo demás.

—Estoy lista para mi juramento. —De alguna manera, mi voz ya no


sonaba como la mía. Es más suave, más segura de lo que lo había
escuchado antes.

— ¿Juras proteger y guiar a tu pueblo? ¿Protegerlos con la magia


ancestral que el destino y la familia te han otorgado? ¿Gobernarás con
rectitud y justicia como tus armas? ¿Para fortalecer nuestras fronteras y
defender nuestra causa? —Davien repite las palabras de las páginas
que nos dio Vena. Termina con una de mis adiciones—: ¿Haces estos
juramentos con reverencia y severidad?

—Lo hago.

— ¿Abandonarás toda tentación que pueda llevarte por mal camino?

—Lo haré.

— ¿Y usarás hasta el último resquicio de tu poder para promover,


defender y reverenciar el camino de nuestro pueblo para siempre?

—Todo esto y más, te lo juro. —Mis ojos se abren rápidamente y me


encuentro con su mirada esmeralda. Los labios de Davien se
abren ligeramente. Él también puede sentirlo. Me pregunto si puede
escuchar la música que está llegando a su crescendo. Llena mis oídos
como el agua; llena mi alma como la magia de los reyes fae—. Hago
estos juramentos libre y sinceramente.

—Entonces exhala tu último aliento como la mujer que eres y


levántate como una reina. —Se inclina hacia adelante y coloca ambas
manos sobre mis hombros. Respiro y Davien me empuja hacia
atrás. Esta vez estoy lista para lo que me espera.

Debajo del agua escucho vítores, una alegre sinfonía que se eleva a
mí alrededor como si estuviera sonando en un salón tres veces más
magnífico que la fortaleza en la que dormimos anoche. El aplauso de
reyes y reinas de hace mucho tiempo me refuerza y la magia que
puedo sentir crepita de cada poro.

Davien me saca del agua. Tomo una bocanada codiciosa del aire
fresco. Parpadeo hacia el cielo y disfruto de esta sensación de poder
inconmensurable.

Si quisiera, si me atreviera, podría cambiar este mundo.

Y luego, mis ojos cayeron del cielo y aterrizaron en él. Lo primero y


único que hago con este poder es verterlo en el collar que aún tengo en
las manos. Me pongo de pie y Davien se arrodilla. Ahora es la parte
que escribimos juntos.

Me muevo con los sonidos de la música, de la magia que vive dentro


de mí. Doy un paso a su alrededor, haciendo espejos de las formas que
dibujó en mi cuerpo con el agua antes. Vuelvo a detenerme ante él y le
ofrezco el collar.

Davien lo mira con asombro y anticipación. Lentamente levanta la


mano. Todo lo que siempre quiso estaba a su alcance.
La magia comienza a drenar de mi cuerpo. Me siento más pesada a
cada segundo y me pregunto si tendré la fuerza para decir lo que hay
que decir a continuación. Pero estamos tan cerca. —Yo abd—

De la nada, una flecha oscura golpea el collar de mi palma y el poder


que el ritual había estado construyendo se rompe con un chasquido casi
audible.
29

POR UN SEGUNDO, estoy demasiado aturdida para hacer


algo. Davien mira mi mano extendida donde estaba el collar,
parpadeando como si nuestros ojos nos hubieran engañado. Entonces,
simultáneamente, reaccionamos.

Davien salta del agua, girando hacia donde vino la flecha. Me lanzo
hacia donde el collar se ha hundido debajo de la superficie vidriosa del
lago. La canción que escuché antes se ha detenido. El agua se está
enfriando, helada una vez más. Aunque abro los ojos bajo el agua, no
veo ninguna de las figuras fantasmales. Es como si no solo la magia
que estaba dentro de mí estuviera colocada en el collar, sino la magia
del lago mismo, de todo este lugar.

Mi horrible teoría se confirma cuando reaparezco, colgante en


mano.

La niebla que rodeaba y protegía el torreón se evapora a la luz del


sol. Como un sudario que se quita, revela el bosque esquelético y
escaso que atravesamos con una claridad prístina. Cubriendo esos
árboles hay diez Carniceros, sus capuchas irradian sombras enojadas
alrededor de su cuello y hombros.
Tenía la intención de reunir el poder de Aviness... pero no me había
soñado o deseado tener tanto éxito.

Davien se movió hacia el Carnicero más cercano. Los otros dos se


separaron de la línea y desaparecieron a la sombra de uno de los
árboles cercanos. El movimiento a mi derecha me distrajo
de Davien. Los dos Carniceros reaparecieron a la sombra de la
fortaleza, corriendo hacia mí.

Me agito, mirando frenéticamente entre Davien y el collar. Tres


carniceros habían caído sobre él ahora. Davien es fuerte y se ha vuelto
más poderoso durante su tiempo en Midscape.

Pero sin el poder de los reyes, sé que lo superan en número. Miro


hacia atrás a los dos que están cerca de mí, alejándome
apresuradamente hacia las aguas más profundas.

—No te acerques más —le digo—. Tengo el poder de los reyes.

—Eso es exactamente por lo que vinimos aquí. —El hombre que se


me acerca sonríe levemente.

—No me obligues a usarlo. —Sonaría mucho más amenazador si mi


voz no estuviera temblando.

—Como si pudieras. Ya separaste la magia de tu cuerpo. Ahora no


eres más que un humano patético.

— ¡Katria, corre! —Davien explota a todo pulmón. Sin previo aviso,


un destello de luz irradia de él. Miro hacia otro lado en el último
segundo posible. Los carniceros están cegados. Corro hacia los
caballos, pateando agua en mi prisa. Es lento hasta que llego a los
bajíos. Pero para entonces, los Carniceros ya se están
recuperando. Escucho los sonidos de lucha provenientes de Davien.
Echo un vistazo y lo veo esquivando un ataque tras otro. Se echa
hacia atrás y las garras, largas y mortales, sobresalen de sus dedos. Los
hunde en el costado de uno de los atacantes. Pero no llego a ver caer a
la mujer porque en mi periferia los dos hombres cargan por mí con la
velocidad de un jabalí enojado.

El caballo es nuestra mejor oportunidad. No podemos


pelear. Tenemos que correr. Afortunadamente, todavía no han
pensado en matar al semental. Agradezco a mi yo pasado por pensar
en mantener el monte ensillado.

Usando los escalones que conducen a la fortaleza, agarro las


enredaderas que crecen alrededor de la puerta abierta y las uso para
ayudarme a levantarme mientras salto.

Aterrizo torpemente sobre el lomo del caballo, luchando para poner


mis pies a horcajadas y en los estribos. Me las arreglo justo cuando los
Carniceros me atacan. Entre sus embestidas que sobresaltan al caballo
y mi grito, sale disparado más rápido que la flecha que nos sorprendió
a Davien y a mí.

Me aferro, manteniéndome agachada y desviándome mientras más


flechas pasan zumbando a mi lado. — ¡Davien! —grito. Él mira por
encima del hombro, al verme ir directo hacia él.

Davien junta las manos una vez más y las aplaude con un estallido
de luz. Una vez más, me protejo los ojos en el último segundo. El
caballo no tiene tanta suerte; se sobresalta, echándose hacia atrás. Me
aferro a mi vida, calmando a la bestia lo mejor que puedo mientras sigo
incitándolo a seguir adelante. Confía en mí, le suplico en silencio al
semental.
Es realmente una montura bien entrenada, digna de un rey, ya que
presiona a pesar de que estoy segura de que todavía está parcialmente
ciego. Le tiendo la mano a Davien. Tres de los Carniceros le pisan los
talones. Su truco de destello de luz es menos efectivo que la última vez,
y dudo que funcione un tercero.

Nos agarramos de los antebrazos y dejo escapar un gruñido


mientras ayudo a levantarlo. Davien da un gran salto y aterriza tan
torpemente como yo, casi derribándome en el proceso. El caballo se
desvía mientras pierdo el control mientras reajusto el equilibrio.

— ¿Lo tienes? —la pregunta está llena de desesperación.

—Lo tengo. —El colgante está aferrado en mi mano derecha. No me


atrevo a sacar los dedos ni las riendas del caballo para mostrárselo.

—Cabalga como el viento —insiste, abrazándome con fuerza. Aún


con nuestra ropa pequeña, empapados, comenzamos a huir.

Siete de los diez están muy por detrás de nosotros, pero los tres que
lograron protegerse los ojos del último estallido de luz de Davien se
lanzan entre las sombras de los árboles por los que corremos. Lanzan
proyectiles con gritos y lamentos de risa maníaca.

Giro al caballo a derecha e izquierda, tratando de evitar tantas


sombras como puedo. Lo último que quiero es que uno de ellos
aparezca justo frente a nosotros. Nuestra única esperanza es mi
habilidad para ir contra su suerte arrojándonos cosas.

—Puedes hacer esto —me anima Davien. Apenas lo dice, aparece


un carnicero en un árbol cercano, saltando de las ramas
superiores. Miro hacia arriba por instinto—. Concéntrate en el futuro
—espeta. No veo el cuerpo del Carnicero cuando se encuentra con
las garras de Davien, pero escucho el crujir de un hueso, el grito agudo
y el ruido sordo que hace cuando golpea el suelo detrás de nosotros.

¿Ese está abajo? ¿O los dos? ¿O se cayó aún más de lo que no vi en


el lago? Espero que ese sea el caso.

—El caballo no puede mantener este ritmo para siempre. —Lo miro
de nuevo.

—El ritual de sus capuchas terminará pronto. Obtiene más energía


para ser utilizada a plena luz del día como esta. Podemos dejarlos atrás
—me tranquiliza.

Efectivamente, dos de los Carniceros restantes ya no nos


persiguen. Vuelvo mi atención hacia adelante para poder atravesar los
árboles. Otro se lanza hacia nosotros desde la copa de un árbol y falla
por completo.

Ahora solo hay tres que siguen el ritmo del caballo. Davien tiene
razón. Podemos dejarlos atrás. Podemos hacer esto.

Sin embargo, apenas pienso eso, una flecha pasa zumbando por el
hocico de nuestro caballo, lo que hace que el semental retroceda. Me
las arreglo para aguantar, pero Davien no tiene tan buen agarre sobre
la bestia como yo. Mientras pierde el equilibrio, lo siento tirando de mí
con él, hasta que suelta su agarre para que no estemos ambos
derribados.

— ¡Davien, no! —grito mientras el semental se endereza.

— ¡Vamos! —él explota—. ¡No pares! —Davien se pone de pie de


un salto, con las garras desenvainadas, de cara a los Carniceros
restantes.
—Yo...

— ¡Vamos! —Habla sobre mí, escuchando mi objeción antes de que


pueda decirla—. No dejaré que te atrapen ni a ti ni al collar.

Una sensación pegajosa, caliente y repugnante se apodera de mí,


alejando el aire frío de mi piel húmeda. Si lo dejo atrás, aquí y ahora, lo
van a matar. No puedo... debo.

— ¡Katria, vete! —grita por última vez.

Con todo el dolor de abrir una herida, le doy una patada al caballo y
comenzamos a correr una vez más. Incluso mientras me alejo, mi
cuello está estirado hacia él. Observo como dos de los tres Carniceros
restantes descienden sobre él, solo uno me persigue ahora.

Tengo que volver.

No puedo volver.

Si no regreso, lo matarán.

No puedo dejar que lo maten. Lo amo. Tengo que volver.

No, la voz de la razón es tranquila y calmada, porque lo amas, no


puedes volver atrás. Regresar sería el tipo de amor equivocado, el tipo
imprudente que ignora sus más sinceros deseos. Sería un amor egoísta,
donde pongo lo que quiero por encima de lo que hace. Regresar
significaría entregar la magia que innumerables faes, que Giles y
Shaye, dieron por proteger.

¿Es esta elección amor?

Aprieto mis ojos para cerrarlos y dejo escapar un grito de


frustración y agonía que armoniza de la manera más horrible con un
grito de dolor de Davien en la distancia.
No lo mates, le ruego al destino, a la suerte, al antiguo dios que esté
escuchando. Quizás Boltov lo quiera vivo. Mi estómago se aprieta. No,
si lo llevan al Corte Suprema, enfrentará un destino peor que la
muerte.

Pase lo que pase, va a morir, y nunca tuve la oportunidad de decirle


que lo amaba.

Esquivo otra flecha, empujando al caballo hacia adelante. Continúo


a nuestro ritmo implacable, evitando las sombras y corriendo como si
nuestra vida dependiera de ello. No cedo ni siquiera después de que el
último Carnicero se había perdido de vista, y la magia de su capucha
se había agotado.

Los gritos de agonía de Davien me persiguen mucho más tiempo


que cualquiera de los hombres y mujeres de Boltov.
30

ESTOY ENTUMECIDA. Dentro y fuera. No siento nada.

Mi piel está tan fría que me sorprende que no se haya agrietado y


haya comenzado a sangrar. Su tono saludable se ha ido, siendo
reemplazado por un tono tan fantasmal como la tierra estéril debajo de
mí. Todos los músculos se han agarrotado de tanto temblar.

Incluso mi mente se ha congelado. Mis pensamientos están quietos,


envueltos en hielo. Lo único que parece ser capaz de comprender es
seguir hacia adelante. Cabalga hacia adelante. Sigue adelante.

Entonces, cuando veo una sombra emerger en el borde de mi visión,


apenas puedo reaccionar a tiempo. Los Carniceros finalmente me
alcanzaron. Me tienen ahora, y la magia, y dejé a Davien atrás por
nada.

— ¡Katria!

— ¡No! —grito y trato de espolear al caballo. El corcel está agotado


por haber cabalgado tan duro toda la mañana. No tiene nada más para
dar.

—Katria. —El hombre se acerca.


No dejaré que me lleve. No lo haré… Finalmente me doy la vuelta y
me doy cuenta de quién viene hacia mí. — ¿Giles? —yo ronco.

—Pensé que eras tú. —Él se apresura. Solo puedo imaginar cómo
me veo, todavía con nada más que mi ropa pequeña, mi cabello
mojado colgando en mechones anudados, mis labios azules, mi cuerpo
cubierto de barro, rocas y sangre—. ¿Qué ha pasado?

Niego con la cabeza y me ahogo con las palabras. Mover la cabeza


hacia adelante y hacia atrás pone en movimiento todo mi cuerpo.

Me estremezco violentamente. Hago respiraciones incompletas,


exhalando sibilancias solo hasta la mitad antes de inhalar de
nuevo. Miro el collar en mi mano.

—Yo... yo... Davien... él.

Giles frunce el ceño. Él sabe lo que he hecho. Sabe que dejé a su rey
con los Carniceros. ¿Me creerá que era el deseo de Davien? ¿Importaría
siquiera? Deje a Davien — el heredero de Aviness— atrás.

¿Qué he hecho?

—Déjame tomar esto. —Giles toma lentamente las riendas del


caballo.

—Tenemos que seguir adelante. No podemos volver allí.

—Obviamente. Hay un árbol no muy lejos de aquí en el que me


escondí anoche. Me dirigía hacia el norte cuando se disipó la niebla y
mi brújula volvió a funcionar. —Mientras hablaba, se quitaba el abrigo
y es entonces cuando noté que su camisa estaba cubierta de sangre.

—Estás herido.
—Lo estaba. Es por eso que no me reuní con ustedes en la
fortaleza. En cambio, encontré refugio y me curé. Estoy bien ahora. —
Lo dice de una manera que traiciona su verdadero significado: estoy
bien, no tienes que preocuparte por mí, preocúpate por ti misma. Giles coloca
su abrigo sobre mis hombros—. Iremos allí ahora.

—Tenemos que seguir moviéndonos, no es seguro.

—No está lejos y te vas a morir por la exposición si sigues así —dice
Giles con firmeza—. Necesitamos calentarte y secarte.

Estoy demasiado cansada para discutir más. Dejo que tome las
riendas del caballo y nos lleva en diagonal alejándonos del curso que
había estado trazando. Afortunadamente, todavía estaba en una
dirección algo al sur y lejos de la carretera principal.

Pero ningún lugar se siente seguro mientras los Carniceros sepan


que tengo este collar. Boltov tiene la corona, la colina y ahora el
heredero que se interponía en su camino. Todo lo que necesita es este
poder para ser el gobernante incuestionable de los faes.

Muy pronto, llegamos a uno de los árboles más grandes del bosque
esquelético. Definitivamente estamos más cerca de los bosques
de Dreamsong. Los árboles aquí son más grandes y están mejor
nutridos. Todavía carecen de vida, como el resto del bosque una vez
brumoso. Pero son lo suficientemente grandes como para que quepan
dos personas en su interior, aunque sea apretado, que es justo lo que
hacemos.

Nos apretujamos en una hendidura del tronco. Giles sugirió que


atáramos el caballo a una distancia, todavía en nuestro campo de
visión, pero lo suficiente para que si alguien ataque aquellos puedan
no inmediatamente vernos. No quiero ver como otro caballo muere...
pero yo quiero morir aún menos.

—Devuélveme mi abrigo. Solo lo necesito por un segundo.

Le complazco. Giles lo coloca en el suelo justo afuera del árbol. Se


quita los calcetines, el cinturón y los guantes de montar. Después de
dibujar algunas líneas y círculos en la tierra blanda, los amontona. Con
un encantamiento suave y un toque de sus manos, hay ropa nueva:
una túnica larga, calzas y un simple par de botines.

Me los entrega y me dice algo disculpándose: —No son mi mejor


trabajo. No tengo muchos materiales aquí en este momento. Pero será
mejor que nada.

Eso es ciertamente cierto. Tan pronto como me he puesto la túnica


por la cabeza, siento que atrapada el escaso calor que aún produce mi
cuerpo. Cuando estoy vestida, Giles se acerca y me rodea con un brazo.

—No te hagas una idea equivocada —dice, sin mirarme a los ojos—.
Solo estoy tratando de calentarte lo más rápido posible para que
podamos ponernos en movimiento de nuevo.

—No tengo una idea equivocada —digo en voz baja—. Sé que solo
tienes ojos para Shaye.

— ¿Qué le ocurrió a ella? ¿Y a Davien? —finalmente pregunta.

Mi labio inferior tiembla, pero no por el frío. Lucho por cada


palabra. Tomé mi decisión cuando dejé a Davien atrás. Tengo que
defenderlo ahora incluso frente a, no, especialmente frente a, sus más
acérrimos aliados.
—Llegamos a la fortaleza anoche. —Niego con la cabeza y retrocedo
un poco—. Fuimos atacados poco después de que desaparecieras. Fue
Allor.

—Lo sabía. —Maldice en voz baja—. Ella me atrapó primero.

— ¿Cómo escapaste?

—Ella no estaba detrás de mí, así que no me persiguió cuando me


aleje, pero esperaba alejarla de ustedes tres. —Sacudió la cabeza—.
Parecía que tenía un fragmento de vidrio de algún tipo. Quizás una
antigua reliquia de Aviness que estaba usando para navegar en la
niebla.

Miro el collar. Allor dijo que fue ella quien lo encontró. Apuesto a
que lo encontró mientras buscaba un camino a través de la niebla
para Boltov. Todo el tiempo ella había estado jugando con nosotros… y
la dejamos. La rabia me calienta más que la ropa o Giles.

—La vi ir tras de ti y no pude seguirla. ¿Ella te alcanzó, entonces?

—Sí. Shaye se ocupó de ella; luchó para que Davien y yo


pudiéramos escapar. Mi caballo murió en la pelea. Luego llegamos a la
fortaleza...

Los recuerdos de anoche me inundan. Parece imposible pensar que


hace tan solo unas horas me desperté en los brazos de Davien. Que esta
es la misma realidad que era entonces. Debería ser imposible que una
persona se sienta tan llena y cálida y luego tan fría y amarga en el
mismo día.

—Hicimos que el ritual funcionara. —Finalmente desenrollo mis


dedos alrededor del collar. Tengo que mover físicamente uno o dos
con la otra mano porque mi agarre se ha bloqueado—. Toda la magia
está fuera de mí ahora, y en este collar. Pero luego, justo cuando iba a
dárselo a Davien, había más Carniceros. Peleamos. Íbamos a escapar...
Y luego... Giles, pasó tan rápido. Estuvo conmigo en el caballo, y luego
no. Lo rodearon. Me dijo que me fuera. —Me encuentro con los ojos
tristes de Giles—. ¿Que se suponía que debía hacer? Sé lo mucho que
esto significa para él, para toda tu gente. No podía dejar que
los Boltov lo tuvieran... Pero eso significaba... Eso significaba...

—Está bien —susurra. Su brazo se aprieta alrededor de mis


hombros, acercándome más. El abrazo es cálido y seguro de una
manera completamente diferente al de Davien—. Hiciste lo correcto.

— ¿Por qué siento que lo traicioné? —mi voz se quiebra—. ¿Por qué
siento que lo he condenado a muerte?

—No lo dejaremos morir. —Giles tiene una fuerza que solo podría
soñar con poseer en este momento. Es la fuerza de un hombre que no
vio a varios Carniceros descendiendo sobre un solo fae…

— ¿Boltov no lo matará?

—Oh, ciertamente. —Una sombra cruza el rostro de Giles—. Pero


no antes de que se burle de Davien. Boltov no le dará el honor de una
muerte limpia. Davien lo ha eludido demasiado tiempo para
eso. Boltov hará una declaración antes de matarlo: querrá hacer
público el asesinato del último heredero de Aviness. Quiere que la
gente sepa que la acción está hecha para que nadie se atreva a hablar
en su contra de nuevo. Y ese será su error, ya que será lo que nos dé
tiempo para infiltrarnos en el Corte Suprema.

— ¿De verdad crees que todo eso es verdad? —me llena de un rayo
de esperanza que casi se siente peligroso de poseer.
—Lo hago. Pero primero, ¿cómo te sientes?

— ¿Qué? —cómo me siento no es un problema.

—Ya no tienes la magia. ¿Has comenzado a marchitarte?

—Estoy exhausta —lo admito—. Pero creo que es de esperar.

—Cierto…

Niego con la cabeza.

—Me siento bien. Lo suficientemente bien como para continuar.

Tengo que. No dejaré que me diga que no. Darme cuenta de que
estoy dispuesta a dar mi vida por los faes me golpea más fuerte de lo
esperado. Trago la oleada inicial de miedo y calmo mi respiración. Voy
a ver esto hasta el final. Voy a ver a Davien en el trono de los faes con
la corona de cristal. O moriré intentándolo.

Giles me lanza una mirada escéptica.

—No creo que me esté marchitando todavía. Todavía tengo tiempo


aquí —insisto.

—Todo bien. Pero vigílalo —cede—. De cualquier manera, tenemos


que regresar a Dreamsong. Es el camino más cercano a través del
Desvanecimiento si necesitamos traerte de regreso. Además, los
suministros y aliados que necesitamos están ahí. Con suerte, nos
encontraremos con Shaye en el camino o la encontraremos allí. Pero si
no, también la salvaremos.

— ¿Boltov también la dejaría vivir?

—Por un tiempo, y por una razón similar a la de Davien, querría


hacer un ejemplo de ella, de los horrores que le sobrevienen a un
Carnicero que se atrevería a romper filas. Imagino que su tortura sería
menos pública, pero no menos severa. —Las emociones tensan los
bordes del rostro de Giles, lo que hace que su boca y cejas se
contorsionen. Su habitual frivolidad ha sido aplastada bajo un inmenso
peso. Sé exactamente lo que siente.

Boltov se ha llevado nuestros dos amores.

—Deberíamos seguir moviéndonos —digo, empujándome hacia


arriba. Cuando salgo de la protección del árbol y del calor de Giles,
una brisa me atraviesa y lucho contra un escalofrío.

— ¿Estás lo suficientemente caliente? —debe haberlo visto—. ¿Es el


marchitamiento?

—Estoy bien —insisto de nuevo—. No tenemos tiempo que perder.


—Me pongo el colgante alrededor del cuello y lo metí debajo de la
túnica—. Cuanto más rápido llegamos a Dreamsong, más rápido
salvamos a Shaye y Davien.

EL VIAJE a Dreamsong es un asunto frío, silencioso y tenso. El semental


está demasiado cansado para soportar nuestros dos pesos, así que sigo
montando sola. Giles insistió en que estuviera montando, de esa
manera puedo huir más rápido si es necesario.

Puedo sentir mi rostro arrugarse en el momento en que la línea de


delimitación del territorio de los Acólitos del Bosque aparece a la
vista. Estamos tan cerca de la seguridad. Ya es tarde y sé que si nos
vemos obligados a descansar, la casa más segura no está lejos.

—¿Vamos a seguir adelante durante la noche? —pregunto.

—Puedo continuar. —Giles mira a la montura—. ¿Qué piensas del?

—Hemos mantenido las cosas fáciles; Creo que puede


arreglárselas. Y si comienza a luchar, desmontaré y caminaré también.

—Muy bien, entonces... —se detiene Giles mientras cruzamos la


franja de tierra desnuda que marca el territorio Acólito.

Yo también lo siento. O mejor dicho, no siento nada. No hay ningún


cosquilleo de la barrera que rodeaba el territorio antes. La tierra es la
misma aquí que al otro lado de la línea.

—Algo está mal. —Da sonido a mis pensamientos. Giles me mira. —


Cambio de planes. Iremos a la fortaleza y tú te quedarás
allí. Seguiré adelante y exploraré Dreamsong y luego regresaré.

—No. —Rechazo la idea rápidamente—. Nuestro plan sigue siendo


el mismo. Simplemente seremos más cautelosos.

—Pero...

—No estaré sentada en algún lugar sola e indefensa. Además, si te


vas y me pasa algo, si Boltov se queda con este collar, nadie lo sabrá
hasta que sea demasiado tarde.

Nuestro mejor curso de acción es permanecer juntos.

Él frunce los labios, debatiendo esto claramente, pero en última


instancia se comporta.
—Bien. Pero si encontramos una lucha, huye con el collar. Dirígete
a Dreamsong y mantén los ojos abiertos. Pase lo que pase, Boltov no
puede obtener ese poder.

—Entendido. —No llegué tan lejos y sacrifiqué tanto para entregar


la magia ahora.

Seguimos avanzando en silencio durante el resto del día. Ninguno


de los dos estamos de humor para charlas triviales. Poco después de
que el sol se ha puesto, nos detuvimos en un arroyo y le dimos al
caballo la oportunidad de beber.

— ¿Sigues siendo lo suficientemente fuerte para continuar? —


pregunta Giles. Escuchar su voz después de horas de silencio parece
sorprendentemente fuerte.

—Lo estoy, pero no soy la que ha estado caminando todo este


tiempo. ¿Cómo estás?

—Soy más duro de lo que parezco.

—Te ves bastante duro. —Le doy una sonrisa cansada; una que
devuelve débilmente.

—Sigamos, entonces.

Las estrellas están afuera y la luna está alta cuando olemos el


humo. Intercambiamos una mirada cautelosa y un ceño fruncido, pero
no cambiamos de rumbo. Sin embargo, cuando una neblina naranja
aparece entre los árboles, Giles extiende su brazo.

—Esto no es bueno —susurra—. Deberías quedarte aquí.

—No, seguimos juntos.


—Estoy tratando de protegerte. —El borde de la frustración cansada
está presente en su voz. Está bien intencionado, incluso si está fuera de
lugar.

—Lo sé —digo con la mayor calma posible—. Pero he llegado hasta


aquí. No voy a retroceder ahora. No importa lo que pase. Voy a ver
esto hasta el final.

Giles me mira pensativamente y luego renuncia con un suspiro. —


Muy bien. Pero si alguien pregunta, pensé que deberías quedarte atrás.

—Tomo nota de su objeción.

—Quédate cerca y sígueme, entonces, no queremos ir por la


carretera principal. —Comienza a guiarme hacia un lado, lejos del
camino desgastado por el que hemos estado viajando durante la última
hora.

Es la sensación de escabullirse lo que me llena de pavor. Subraya


que este lugar que alguna vez pensé que era verdaderamente seguro
ya no lo es. Toco el collar en mi garganta, pensando en Davien. Tengo
que ser fuerte por él. No puedo tener miedo. Sigo siendo la guardiana
de la magia de los antiguos reyes. Y hasta que pueda dárselo de nuevo
a la persona que realmente puede utilizarlo para salvar estas tierras,
tengo que hacer lo que pueda para ayudar a salvar al Fae de Boltov.

El sonido del fuego crepitante en la distancia se hace más


fuerte. Desmonté, dejando al semental atado holgadamente alrededor
de una rama baja, y continuamos a pie, ambos de acuerdo en que así se
notará menos. Nos mantenemos agachados y encorvados en la maleza
mientras nos acercamos al borde superior de Dreamsong.
El humo está espeso en mis pulmones y el resplandor anaranjado es
aún más brillante ahora; es casi como si el amanecer estuviera
rompiendo entre los árboles. Me levanto la túnica sobre la nariz y la
boca, pero no sirve de mucho. Me lloran los ojos y me arden los
pulmones, pero no paro. Tengo que ver qué hay al otro lado de esos
árboles. Tengo que ver Dreamsong a pesar de que algo me dice que
esta búsqueda es una de la que me arrepentiré. Que lo que estoy a
punto de presenciar nunca puede pasar desapercibido.

Mientras atravesamos la maleza y nos paramos sobre los restos


humeantes de la brillante ciudad en la que bailé en las calles hace no
más de tres días, tengo razón.
31

DREAMSONG NO ES más que una cáscara chamuscada. Me recuerdan a


las brasas humeantes de una chimenea, brillando como estrellas
enojadas, brillando con un calor vengativo, encendiendo llamas para
consumir cualquier combustible que quede. Creo que dejé mi cuerpo
por un segundo, porque no me doy cuenta de que Giles me está
sacudiendo hasta la tercera vez que me llama por mi nombre.

—Katria.

—Lo quemaron, todo. —Toda esa magnífica artesanía,


incendiada. Incluso si los faes pueden hacer las cosas rápidamente con
rituales, sigue siendo una tragedia. Entonces mis pensamientos se
dirigen a la gente y mi mente se detiene de golpe. Me giro hacia Giles y
lo agarro por ambos hombros—. La gente...

—Lo sé. —Él golpea mis manos. Los restos humeantes de la ciudad
se iluminan en sus ojos. La ciudad... su hogar—. Pero no veo muchos
cuerpos en las calles.

Claramente tenemos diferentes definiciones de —muchísimos


cuerpos— pero no digo nada.
—Lo que significa que nuestro plan funcionó.

— ¿Plan? —repito, todavía mirando por encima de los escombros. El


Mundo Natural no ha conocido más que la paz durante siglos. Claro,
en ocasiones surgen disputas. Pero nada importante. Nada como esto.

Los faes me habían dicho desde el principio los horrores que podían
provocar los Boltov. Pero no logré comprenderlo. Nunca pensé que
alguien fuera capaz de este nivel de destrucción y desprecio por la
vida... incluso con magia a su disposición.

—Sí, ¿recuerdas el túnel?

Mis pensamientos comienzan a funcionar de nuevo. —El túnel...


pero no lo terminamos.

—Vena vio que estaba terminado cuando todos estaban distraídos


por las celebraciones otoñales. Estaba preocupada por la creciente
probabilidad de un ataque desde que Davien y la magia regresaron. —
Giles comienza a regresar al bosque, mirando a su alrededor con
cautela—. El plan era que los soldados y guardias se quedaran
para defender la ciudad, reteniendo todo lo que Boltov nos arrojara
durante el mayor tiempo posible, mientras los civiles escapaban a la
montaña.

Ya no puedo ver Dreamsong, pero la vista de las calles, rojas de


fuego y sangre, está grabada en mi mente. Pienso en esas personas,
quedándose atrás para que otros puedan tener una oportunidad en la
vida. La vista, el pensamiento, probablemente me perseguirá durante
años de formas que no puedo comprender ahora, no cuando mi
atención permanece en mi propia supervivencia.

Giles se dirige a la izquierda hacia las montañas, sin pasar por el


caballo.
— ¿Nos vamos al semental?

—Nos arriesga a tener demasiada atención y no podemos llevarlo


debajo de la montaña —dice.

—Correcto. ¿Cuánta gente sabía sobre el túnel? —no lo habíamos


mantenido en secreto exactamente mientras trabajábamos en ello.

—No estoy seguro. No estaba tan alto en las filas.

—Pero… todo el mundo tenía que saberlo,


¿verdad? ¿Entonces sabían qué hacer en caso de un ataque? —me
muerdo el labio, incapaz de quitarme una sensación pegajosa y
repugnante que me envuelve la columna vertebral.

—A menos que se les informara solo cuando estaba ocurriendo el


ataque, se les instruyera para que siguieran las órdenes y nada más. —
Giles me mira mientras nos guía por Dreamsong hacia las
montañas. Puedo vislumbrar sus picos helados a través del dosel
oscuro, reflejando los furiosos fuegos de abajo—. ¿A qué quieres
llegar?

— ¿Y si Allor lo supiera? —yo susurro.

Gira en su lugar, mirándome con los ojos muy abiertos. —No crees…
—respira—. Pero ella... Shaye habría regresado y les habría advertido.

—No lo sé —digo débilmente—. Nunca vi lo que pasó con ellas y


ella no estaba entre los Carniceros que nos atacaron a Davien y a mí en
el lago. No sé qué le pasó a Shaye.

Sin otra palabra, Giles corre hacia las montañas. Lo sigo a través del
denso bosque. Las habituales motas de luz que se posan sobre los
musgos se han ido, arrojando todo en una sombra amenazante. Es
como si la vida fuera succionada lentamente del mundo donde quiera
que Boltov toque.

—Giles —siseo mientras mis oídos captan los sonidos de una pelea
distante. Sigue corriendo. Va a chocar de cabeza contra lo que
seguramente es una trampa. Agarro su muñeca, clavando mis talones
en la tierra blanda. Giles vuelve sus ojos llenos de pánico hacia mí—
. Escucha.

Sus ojos solo se ensanchan cuando escucha lo que ha sido: gritos,


risas, gruñidos y llantos. No los sonidos de la gente que disfruta de un
respiro.

—No —respira. Observo cómo la esperanza abandona sus ojos,


oscureciendo aún más su expresión.

—Vamos lento. Tenemos que permanecer ocultos —susurro.

El asiente.

La luz del fuego comienza a brillar a través de los árboles, las llamas
danzantes brillan en las escarpadas caras de la montaña, no lejos de
donde Giles, Oren, Davien y yo estábamos trabajando en el túnel. A
medida que nos acercamos, las voces se hacen más claras.

—Tu rey te quiere vivo. Para que nadie se resista —se burla un
hombre.

—Por supuesto, los accidentes ocurren. —Esa es Allor. Me encuentro


con los ojos de Giles, él tiene la misma comprensión que yo.

—Voy a matarla —dice en voz baja.

—Vas a tener que pelear conmigo por ese honor.


Asiente con complicidad y me hace señas para que lo siga mientras
se dirige a un árbol cercano. — ¿Eres buena escalando?

Miro hacia el árbol, pensando en el techo. Sin escalar, Joyce me había


inculcado. Sin alturas. Mantente cerca del suelo... donde pertenecía.

—De hecho, soy muy buena escalando —me confieso a mí y a


él. Porque aún lo hice a pesar de ella, para reparar las paredes
exteriores de la mansión, o limpiar las molduras que corrían a lo largo
de los techos. Incluso después de la caída, nunca le tuve miedo a las
alturas. Siempre se sintieron naturales. Es extraño, cómo algunas de
esas habilidades son útiles cuando menos las esperaba.

—Podemos echar un buen vistazo desde allí, creo. —Giles señala


una de las ramas más largas del arbol de roble y lo sigo. Efectivamente,
podemos ver a los Carniceros y los sobrevivientes
de Dreamsong debajo mientras estamos protegidos por las amplias
ramas sobre las que ahora nos acostamos y la frondosa rama del roble.

Hay restos de una lucha en el suelo: más cuerpos y sangre. Los


supervivientes han sido acorralados en tres grupos diferentes, cada
uno de los cuales se enfrenta a un pequeño ejército de carniceros. La
mayoría de ellos se miran los pies o nada en particular con los ojos
vacíos y hundidos.

— ¿Van a llevarlos a todos al Corte Suprema?—susurro.

—Solo puedo asumirlo.

— ¿Cuántos ejemplos necesita un rey? —mi pregunta tiene el borde


de un gruñido al final. Esto es demasiado. Boltov va demasiado
lejos. Y, sin embargo, sobre la base de todo lo que me han dicho, todo
esto sigue siendo sólo la punta de los horrores que este rey ha traído a
los faes.
—Vamos a movernos en grupos —dice el hombre que supongo que
es el carnicero principal—. Le recomiendo encarecidamente que
escuchen las instrucciones que les damos, ya que si no lo hacen, podría
generar más molestias.

Los Carniceros pasan pequeñas fichas hechas de lo que parece ser


vidrio.

— ¿Que son esos? —Miro hacia Giles—. ¿Más reliquias?

—No. Esos son fragmentos de la corona: avisos del rey. Es uno de los
muchos poderes de la corona de cristal. Cualquier fae que reciba un
aviso debe responder dentro del día o morirá.

Me estremezco. Por muy hermoso que sea este mundo, ciertamente


tiene matices viciosos que había pasado por alto durante semanas. Pero
ahora los veo. Ahora veo la oscuridad con tanta claridad como vi cada
chispa brillante de luz mágica.

El carnicero principal se acerca a un grupo que está en su mayor


parte oscurecido por los árboles. —Como líder de este grupo rebelde,
les mostrarás cómo regresar al amoroso abrazo de nuestro rey.

—Amoroso. —Vena resopla. Ella está viva. El alivio me inunda. Si


Vena está viva, hay esperanza. No estoy muy segura de por qué me
siento así, encaramada en un árbol, impotente para hacer algo para
ayudar... Pero si alguien puede inventar una salida a la situación en
la que se encuentra ahora, creo que esa es Vena.

—Te hemos mostrado misericordia. —El Carnicero acecha más cerca


de ella y fuera de mi vista—. Depende de ti decidir si esa misericordia
continúa, o si exigimos la venganza de nuestro rey aquí y ahora.
Hay una pausa larga. Me pregunto qué está pasando por su
mente. ¿Qué pasa si está pensando en la llegada de Davien para salvar
el día? Quizás eso es lo que la hace decir: —Acudo a la llamada de mi
rey.

Hay un pequeño destello de luz. Algunos hombres y mujeres de los


otros grupos comienzan a llorar en silencio.

Simplemente vieron a su líder, su esperanza, ir a los brazos del


enemigo. Veo a otros llevándose las fichas al pecho y repitiendo lo
mismo, desapareciendo con pequeñas chispas.

Mientras observo al grupo más cercano a la montaña, veo un fino


hilo de rocas rebotando por las rocas al pie de la montaña. Me inclino
para tener una mejor vista de dónde vienen esas rocas, que podría
haberlas soltado. Tenía la esperanza de ver una horda de Acólitos
listos para hacer llover terror desde arriba sobre los Carniceros. Pero en
cambio, mis ojos se encuentran con un familiar par de lilas. Veo la
curva de cuernos que reconozco unida a una pequeña cara que se
asoma desde detrás de una de las repisas altas.

Los ojos de Raph se abren un poco. Me llevo un dedo a los labios. Él


asiente y ambos nos recostamos en nuestros escondites.

Desafortunadamente, no creo que sea el único que pudo haber visto


las rocas que Raph soltó. A medida que los grupos de supervivientes
desaparecen lentamente uno por uno, el Carnicero principal ladra una
orden. —Busque en el área, asegúrese de que no haya rezagados.

—Si encontramos alguno, ¿cuáles son sus órdenes? —pregunta


Allor.

—Mátalos a la vista. El rey ya tiene suficientes ejecuciones en sus


manos. Podemos divertirnos un poco.
Los carniceros se abren en abanico con emocionados susurros. Giles
y yo tiramos de nuestros brazos y piernas tanto como podemos sin
dejar de mantener el equilibrio. Contengo la respiración, mirando
como dos Carniceros pasan debajo de nosotros, buscando. Esperamos
lo que se siente como casi una hora. Una hora de músculos tensos,
respiración superficial y el pavor que se arrastra de que en
cualquier segundo voy a escuchar un grito que marca mi muerte.

Pero nunca llega. Y en cambio, lo siguiente que escucho es un nuevo


orden.

—Regresa —ordena el hombre.

Giles y yo permanecemos en el árbol durante al menos diez minutos


más, sin movernos.

Nos miramos el uno al otro, como si estuviéramos esperando a ver


quién asumirá la responsabilidad de ser el primero en hablar. Me
sorprendo a mí misma poniéndome a la altura de las circunstancias.

— ¿Crees que es seguro? —mi voz es tan suave que estoy segura de
que lee mis labios más que oye mis palabras.

—No creo que ningún lugar sea seguro para nosotros —dice
solemnemente—. Pero creo que todos los carniceros se han ido.

—Bien. Sígueme.

— ¿Y adónde crees que vas? —pregunta mientras bajamos


lentamente del árbol.

—Todavía no estoy segura. —Aunque creo que todos los Carniceros


se han ido, sigo escabulléndome por el bosque oscuro, aferrándome a
los árboles y tratando de hacerme lo más pequeña posible. Llegamos al
borde del claro donde los Carniceros atraparon a los supervivientes.

—Deberíamos darles un entierro adecuado —dice Giles en voz baja.

—No hay tiempo.

— ¿No hay tiempo? Todo lo que tenemos ahora es tiempo... mientras


esperamos que vengan y nos maten. —La ira se cuela en su voz. Sé que
solo soy una salida conveniente para eso. En realidad, no está enojado
conmigo. Otra cosa más para la que mi familia me preparó: permitir
que los ataques viciosos y las palabras hirientes no sean más que
golpes indirectos que rara vez dan en el blanco.

—No voy a esperar a que alguien venga a matarme. —Escaneo las


montañas, tratando de averiguar desde dónde pudo haber
escalado Raph—. Pasé toda mi vida al capricho de los demás,
esperando a ver qué me harían a continuación; Ya no estoy esperando.

El silbido de mi nombre casi saca a Giles de su piel.

— ¡Katria! Aquí.

Raph se encuentra entre una roca y la montaña, al borde de la


carnicería.

Giles está un paso detrás de mí y corre hacia él, estupefacto al


ver al hijo de Hol. La mirada de Raph es distante. El shock ha vaciado
su comportamiento generalmente precoz. Nos mira, parpadeando
varias veces, luciendo por primera vez como el niño que es.

—Pensé que éramos los únicos que sobrevivimos. —Su labio inferior
tiembla mientras lucha por contener las lágrimas—. Los vi rodeando a
todos los demás. No sabía qué hacer.
— ¿Quién más está contigo? —pregunta Giles.

—Te mostrare. —Raph nos lleva a través de rincones y grietas


creados por cantos rodados y rocas que se quitaron cuando se hizo el
túnel. Es casi imposible para nosotros pasar a través de algunos
lugares; No es de extrañar que los Carniceros ni siquiera pensaran en
intentarlo. Pero para el cuerpo pequeño y ágil de Raph, no es ningún
problema.

Vio un camino donde nadie más lo vio. Un escondite que ni siquiera


Allor conocería—. Cuando sucedió, mi padre me dijo qué hacer. Estaba
donde él me dijo lo juro. Pero... estaba preocupado, ya sabes, ya que
no todo Dreamsong podría haber sido tomado... Fui a ver
cómo estaba Ralsha. Y bueno, entonces ella tenía un amigo, que tenía
un amigo. Solo estábamos tratando de cuidarnos el uno al otro y
cuando llegamos aquí, ya estaban... ya sabes. Tenía este escondite y lo
compartí.

El camino entra en la montaña. Al otro lado del breve túnel formado


naturalmente hay un claro protegido. Dos docenas de niños fae
se apiñan. Algunos lloran abiertamente, otros los consuelan. La
mayoría simplemente se agarran a sí mismos, o entre sí, mirando
fijamente con ojos muy parecidos a los de Raph.

—No quise romper las reglas y no seguir con el resto, lo juro. —Raph
se limpia la nariz con el dorso de la mano y niega con la cabeza—.
¿Crees que mi padre se molestaría?

—No. —Giles rompe en ese mismo momento. Cae de rodillas y


agarra al niño con fuerza. Solo puedo imaginar que Giles ha visto a
este niño, tal vez a todos estos niños, crecer en la ciudad que juró
proteger. La ciudad que aún arde—. Lo hiciste increíble, Raph.
—Realmente lo hiciste —repito—. ¿Cómo te las arreglaste para
evadir a los Carniceros cuando nadie más podía?

Raph me mira. —Ya te lo dije, el mejor guía que hay. Nadie sabe —se
traga un estallido de emoción— conocía a Dreamsong como yo. Nadie
puede entrar en lugares como yo para hacer entregas. Especialmente
no esos carniceros. Y especialmente no si mi “entrega” son mis amigos.

Me arrodillo cuando Giles finalmente lo suelta. Pongo mi mano


sobre el hombro de Raph y lo miro a los ojos. —Raph, lo que estoy a
punto de preguntarte es completamente injusto. Es una carga que ni
siquiera los adultos más hábiles podrían soportar, y voy a preguntarte
si estás dispuesto a hacerlo.

La chispa de fuego en sus ojos me tranquiliza. Debajo de la


conmoción y la tristeza hay ira y determinación. Aunque su ciudad
sigue ardiendo, quiere venganza. Todos lo queremos.

—Tengo algo muy importante que necesito que me entregues. Y te


juro que si haces esto, es la última entrega que te voy a pedir.

— ¿Katria? —Giles pregunta preocupado, como sí. Percibiera de


algún modo lo que todo esto está provocando. Me pregunto si puede
ver el plan que se está formando en mi cabeza a pesar de que lo estoy
inventando sobre la marcha. Raph simplemente continúa mirándome
en determinado silencio.

—Necesito que me entregues en el corazón de la Corte Superior.


32

—NO—dice Giles al instante.

Sin embargo, casi al mismo tiempo, Raph dice:

—Lo haré.

—Raph, no puedes —Giles se vuelve hacia mí y me señala con el


dedo—. Y no puedes pedirle esto.

—Darle los poderes a Davien es la mejor oportunidad que tenemos


ahora. Y Raph es claramente la persona más calificada para llevar esto
a cabo —digo con calma.

—Arriesgaste tu vida para quitar estos poderes de las manos de


Boltov. Dejaste atrás al último miembro restante de la línea de sangre
Aviness para mantener este poder fuera de las manos de Boltov —
Giles se para con un propósito, escupiendo las palabras. Sus dedos se
convierten en puños; la ira que sentí antes sigue creciendo en él. Y
ahora le he dado una excusa razonable para que se dirija a mí.

Aun así, mantengo la calma.


—Las cosas eran diferentes entonces. Cuando dejé a Davien atrás,
pensé que había una ciudad segura a la que devolver el poder. Pensé
que había un pequeño ejército listo para enfrentarse a la Corte
Suprema y liberarlo. Ya nada de eso es el caso.

—Boltov tiene al último heredero, y una vez que lo mate, el ritual


que impide que cualquiera que no sea un Aviness lleve la corona de
cristal se romperá: será libre. Entonces podrá usar la corona y dominar
su poder. Tiene a la gente que se enfrentaría a él con grilletes, —o peor
—se sienta en la colina, Y todo lo que necesita ahora para consolidar su
papel durante los próximos cientos de años es este collar —toco el
colgante en mi garganta para enfatizar—. ¿Cuánto tiempo crees que
podemos ocultárselo?

Giles se relaja un poco.

Sin duda está empezando a ver mi lógica. Así que doblo mi apuesta.

—Va a utilizar todos los recursos que tiene para ponerle las manos a
este collar. Y no hay nada que tú ni yo podamos hacer para
detenerlo. La única oportunidad que teníamos de ocultárselo se ha
incendiado —tomo una respiración estabilizadora—. Excepto Davien,
es nuestra última esperanza. Si tienes razón y Boltov no lo mató
inmediatamente, entonces puedo llegar a él con este collar, puedo
terminar de abdicar. Puedo darle el poder interno y él puede
enfrentarse a Boltov.

—Podrías morir en el intento —susurra Giles.

Me encojo de hombros, pensando que me veo más valiente de lo que


me siento.

—Creo que voy a morir pase lo que pase —intento lucir una sonrisa
atrevida. Estoy segura de que sale un poco salvaje. Debo estarlo por
sugerir esto—. O por el marchitamiento o porque Allor conoce mi
rostro. Ella sabe que hay una humana que ayudó, que probablemente
tengo el collar. No creo que esté a salvo ni siquiera en mi
mundo. Incluso si logramos ocultárselo, ella me perseguirá.

—Podrías alejarte del borde del Desvanecimiento. La gente de


Midscape nunca llega muy lejos en el mundo natural. No estamos
hechos para eso. Estar allí nos rompe —Giles toma mi mano con las
suyas—. Todavía puedes irte. Esta no es tu pelea.

—Pero lo es —digo en voz baja—. Hice un juramento para proteger a


la gente de esta tierra.

— ¿Qué?

Estoy de vuelta debajo de las aguas del lago. Todos los reyes y reinas
del pasado me miran. Siento sus ojos incluso ahora.

—Juré que mantendría este poder a salvo y protegería a los faes, a


Davien, a la familia Aviness que vino antes.

La claridad ilumina su rostro.

—Eso fue simplemente parte del ritual de abdicación, ¿no?

—Las palabras todavía significaban algo para mí —están grabadas


en mi memoria. Dije esas palabras con cada gobernante pasado dando
testimonio. No eran solo palabras—. Quizás tengas razón. Quizás no
debería haber significado nada. Solo soy una humana. Pero estoy
involucrada en esta pelea —agarro el collar con fuerza—. Quiero ver a
Davien ganar.

No... Solo quiero verlo vivo. No puedo soportar la idea de que esté
encerrado, cautivo de los caprichos de Boltov. Si nada más, por trágico
que sea siquiera pensarlo, no puedo dejarlo morir sin decirle que lo
amo. Que a pesar de que juré no amar nunca, se enterró
profundamente en mi corazón, debajo de todas las paredes. No me
dejaré morir antes de hacer eso.

Giles se vuelve hacia Raph.

— ¿De verdad crees que puedes hacerlo? ¿Escabullirnos


sigilosamente en el Corte Suprema?

Raph solo tiene un momento de vacilación antes de reunir la


suficiente resolución para asentir con firmeza.

—Sé que puedo. Puedo llegar a cualquier lugar que me proponga y


ellos tienen a mis padres.

—Puedes quedarte aquí —le sugiero a Giles—para cuidar de los


niños.

—No hay forma de que te deje ir sola. Hol ya me va a matar por este
plan. Me mataría por segunda vez si dejo a su hijo fuera de mi vista
para ir a esta loca misión solo con una humana.

—Todo bien —no peleo—. Nos tomamos el resto de la noche para


reunir fuerzas y luego, al amanecer, nos dirigimos a la Corte Suprema.

RALPH DEJA A Ralsha a cargo cuando partimos. Hay un adiós con


lágrimas entre ellos donde él jura recuperar a su madre también. El
afecto de Davien incluso me ha hecho ver a su joven amor bajo una
nueva luz. Tal vez haya bondad que se pueda obtener del acto de
amar. Beneficios del amor que apenas empiezo a comprender. Me
llevará tiempo, pero al menos estoy abierta a verlo ahora, lo cual es un
comienzo.

Después de que dejamos la fortaleza de los niños, Giles lidera el


camino. A la luz del día, los restos de Dreamsong son de alguna
manera aún peores. El sol no esconde nada. La brutalidad de Boltov se
muestra sin vergüenza. Me pregunto si el rey tiene la intención de
dejar esta tierra chamuscada y ennegrecida por el resto de la eternidad,
un recordatorio para cualquiera que se atreva a levantarse contra su
familia en el futuro de lo que les sucederá a los usurpadores.

Se necesitan dos días para llegar a las afueras de la Corte


Suprema. La caminata es larga, pero la parte más difícil es mirar
constantemente por encima de nuestros hombros, esperando ver a un
Carnicero lanzándose desde una sombra cercana. Sin embargo, Boltov
debe sentirse seguro de su victoria, porque nadie merodea por los
bosques en busca de supervivientes. Me pregunto si los tiene de
regreso junto al Lago de la Unción buscándome, siendo un arrogante al
pensar que no habría forma de que una humana pudiera llegar tan
lejos.

El primer Carnicero que vemos está lejos, caminando por las


murallas del gran muro de piedra que rodea la Corte Suprema. Los tres
estamos encaramados en la cima de una colina, acostados entre la
hierba alta para hacernos casi invisibles a los guardias de
abajo. Examinamos el terreno, debatiendo nuestro próximo
movimiento.

—El muro tiene sólo unos doscientos años —dice Giles—. El último
rey antes de Boltov lo construyó para tratar de cimentar su supuesta
legitimidad ante el Consejo de Reyes. Estoy bastante seguro de que,
una vez terminó el invierno, su hijo lo asesinó para que pudiera
ascender al trono.

—Dime, ¿alguna vez ha muerto un rey fae por causas naturales? ¿O


simplemente se matan el uno al otro antes de que pueda suceder algo
así?

—Ha sido raro que un rey llegue al final de su vida natural desde la
caída de la familia Aviness —Giles mira a Raph—. No quiero que te
sientas presionado, ni siquiera ahora. Si no crees que haya una manera
en la que podamos entrar con seguridad, entonces…

—Hay un agujero en cada pared —dice Raph con una pequeña


sonrisa—. Solo tenemos que encontrarlo.

Después de medio día de caminata, finalmente lo


hacemos. Efectivamente, hay un segmento de pared donde el bosque
ha invadido la piedra. Por supuesto, Raph es quien lo nota.

—Mira eso —él apunta—. La gran sección tupida, como si hubiera


un pequeño árbol asomándose. Bueno, en realidad, creo que es un
árbol pequeño el que sobresale. Sabes lo que eso significa, ¿verdad? —
pone los ojos en blanco ante nuestras expresiones ajenas—. Significa
que la pared no es tan sólida allí. Así que tengo que ir allí esta noche,
echar un vistazo y, si estoy en lo cierto, ustedes dos vendrán y se
unirán a mí. Y así, estaremos adentro —chasquea los dedos.

En la zona más mortífera de la tierra de los faes.

Tengo el resto de la tarde para contemplar la decisión. Me lo paso


masticando algunos hongos que encontramos hace un día durante
nuestra larga caminata y observando los patrones de patrulla de los
Carniceros de Boltov en las paredes.
Al caer la noche, Raph se mueve durante un descanso en la
patrulla. El chico es ágil y pequeño; en un abrir y cerrar de ojos,
desaparece a través del follaje que sobresale de la pared. Giles y yo
compartimos una mirada nerviosa, pero luego Raph asoma la cabeza y
nos hace señas para que bajemos la colina.

La pared es mucho más grande de lo que parecía desde la


distancia. Las púas de aspecto perverso que sobresalen de la parte
superior son mucho más afiladas de lo que imaginaba. Haciendo caso
omiso de la creciente sensación de pavor que trabaja para asfixiarme,
me abro paso a través del follaje, empujo contra la roca irregular y
desmoronada, y salgo al otro lado. Escucho una campanilla suave en el
fondo de mi mente y una mano invisible se envuelve alrededor de mi
garganta, desapareciendo en el viento antes de que pueda ahogarme.

—Tenemos que movernos rápidamente hacia el bosque —susurra


Giles mientras se libera de la pared con un susurro de hojas—. Cuanto
más rápido podamos alejarnos de la pared y cubrirnos, mejor.

— ¿Qué fue eso? —pregunto mientras nos retiramos de la luz de la


luna por la cobertura de los árboles. Froto mi cuello para enfatizar.

—Ese era el pupilo de Boltov. Sabe que alguien ha invadido su


territorio. Es solo cuestión de tiempo hasta que nos busquen.

— ¿Saben que somos nosotros? —Pregunto, acelerando mi paso para


igualar el de Giles—. ¿Sabrán que somos nosotros a la vista? ¿Pueden
rastrearnos?

—Rastrear, no lo sé. ¿A la vista? Bueno, de un vistazo, Raph y yo


podríamos mezclarnos con los otros faes de la Corte Suprema, menos
tú. Pero tienen rituales que pueden realizar para exponernos.

—Entonces tenemos que actuar rápido.


—Ya estoy trabajando en eso —murmura Raph.

La ciudad se cierne más adelante, encaramada en la cima de la


colina. Otro muro lo rodea con más guardias en la entrada.

Nos deslizamos por el bosque, alejándonos de la puerta principal.

— ¿Sabes algo sobre la ciudad por dentro? —le pregunto a Giles.

—Ni un poco. Soy tan ignorante en ello como tú.

—No me mires —Raph se encoge de hombros—. Nunca había


estado tan lejos de Dreamsong.

—Seguiremos haciéndolo sobre la marcha.

Casi hemos atravesado el bosque hasta el borde de la muralla de la


ciudad cuando se oye un susurro en los árboles detrás de nosotros. Mi
turno. Los Carniceros me han perseguido demasiadas veces como para
no saber cómo se mueven, cómo suenan mientras cabalgan sobre las
sombras. Mi mano está en el colgante y no estoy segura de sí voy a
poner resistencia o me someteré con la esperanza de poder acercarme a
Davien por última vez. La mujer es un borrón. Ella está sobre mí en un
segundo, más rápida y mortal que cualquier Carnicero que haya visto
hasta ahora. Sin embargo, en lugar de matarme, me tapa la boca con la
mano. Su otra mano está sobre la de Giles. Raph está demasiado
aturdido en silencio como para hacer otra cosa.

—Van a hacer que los maten —dice Shaye con una sonrisa
enloquecida.
33

EN EL MOMENTO EN que quita las manos de nuestra boca, Giles exhala


un suspiro de alivio que termina con su nombre.

—Shaye.

No hay posibilidad a que ella reaccione antes de que sus brazos la


rodeen, la agarren y la abracen como si fuera la última mujer del
mundo. Shaye está claramente sorprendida. Sus ojos van de Raph a
mí. Le doy una pequeña y cómplice sonrisa antes de volverme hacia
Raph.

— ¿Por qué no les damos un momento?

—No necesitamos un momento —dice Shaye a la defensiva.

—Shaye —Giles se aparta con una mirada dura.

Shaye pone los ojos en blanco, pero la pequeña sonrisa en la


comisura de su boca delata sus verdaderas emociones.

—Está bien, un minuto.


Le doy una palmada en el hombro a Raph y lo guío hacia un árbol
cercano que está al otro lado. Me apoyo en él, cruzo los brazos y
contemplo el bosque en pendiente. Pronto llevo la mirada a la Corte
Suprema, brillando contra el cielo nocturno, que se cierne sobre
nosotros.

—A él le gusta mucho —Raph me saca de mis pensamientos.

—Sí, le gusta —estoy de acuerdo.

—A ella también le gusta, incluso si no quiere mostrarlo.

—Eso es astuto para un chico joven —le revuelvo el pelo. Frunce el


ceño y lo vuelve a peinar en su lugar. He aprendido que a Raph no le
gustan las cosas que le recuerdan su edad. Debo ser la peor, porque
solo me dan ganas de recordarle más.

—Uno, no soy un 'niño' —dice con firmeza—. Y dos, sé una cosa


sobre el amor.

Resoplé.

— ¿Qué sabes sobre el amor?

—Lo sé cuándo lo veo —hincha el pecho—. Como esa noche cuando


tú y el príncipe Davien bailaron. Ustedes dos están
enamorados. Cualquiera podía verlo.

El nudo en mi pecho se alivia y uno nuevo se forma en mi


estómago. Me pregunto si tiene razón y cuánta gente podría verlo. Me
pregunto cuántos reconocieron lo que estaba sucediendo mucho antes
que yo, o incluso Davien. Me pregunto si esa noche, incluso cuando me
juró que no habría sentimientos entre nosotros, sabía que ya me amaba
y que yo lo amaba.
— ¿Bien? ¿Estoy en lo cierto? —Raph presiona sin descanso.

—Sí —confieso con una suave risa—. Tienes razón.

— ¡Lo sabía! Y es por eso por lo que lo vas a salvar.

—Es una de las razones. Salvar tu reino también es una gran


motivación —miro hacia atrás, a esa ciudad alta que se alza sobre la
colina y la muralla escarpada que la encapsula. Por cada Carnicero que
veo rondando, estoy segura de que hay al menos cinco más
escondidos. Todo un ejército de asesinos, entrenados desde el primer
aliento. ¿Realmente tenemos una oportunidad contra ellos?

—Pido disculpas por la demora—Shaye se reúne con nosotros con


Giles a su lado.

—No se necesitan disculpas —me aparto del árbol.

— ¿Estaban besándose? —Raph mueve las cejas.

Shaye se inclina hacia adelante, poniendo su nariz cerca de la de él.

—Sabes, tu padre y tu madre no están aquí ahora para


protegerte. ¿De verdad quieres probarme, hombrecito?

La columna vertebral de Raph se pone rígida mientras se pone de


pie.

—No, no en lo más mínimo, lo siento, Lady Shaye.

Shaye tararea y se endereza.

—Te estoy mirando, niño —curiosamente, no se opone a que lo


llamen ‘niño’ cuando Shaye es quien lo dice. Ella tiene esa aura
intimidante, una que solo se vuelve más intensa cuando mira hacia la
ciudad—. Entonces, ¿viniste aquí con la intención de irrumpir en la
Corte Suprema?

— ¿Giles te lo dijo? —Pregunto.

—No necesitaba hacerlo, es obvio. ¿Por qué más


vendrías? Especialmente con Dreamsong destruido —la boca de Shaye
se tuerce en un ceño fruncido. Sus ojos brillan con una rabia como
nunca había visto. Esta batalla siempre ha sido personal para ella, y
Boltov solo agrava las razones por las que tiene que luchar con su
ataque a Davien y Dreamsong.

— ¿Cómo sobreviviste a Allor? —Pregunto.

—Te lo diré en el camino —Shaye comienza a subir la ladera—. Creo


que conozco el mejor lugar para entrar.

Mientras caminamos por la ciudad circular, Shaye cuenta su


historia. Se enfrentó a Allor todo el tiempo que pudo, recibiendo
golpes para que Davien y yo pudiéramos escapar. Una vez que Shaye
alcanzó su límite, activó una magia que ella llama «el sueño sin sueños».

— ¿Y eso qué hace? —Pregunto.

—Es un ritual que yo misma inventé, así es como escapé de Boltov la


primera vez. Piense en ello como envolverme en el sudario de la
muerte. Puedo envolverme en él por un corto período de tiempo. Al
hacerlo, mi respiración se detiene y mi corazón se ralentiza hasta el
punto de que es casi imposible decir que todavía está latiendo; es una
especie de éxtasis. Pero si me quedo allí demasiado tiempo, en realidad
moriré.
—Así que le hiciste creer a Allor que te mató y reviviste después de
que ella se fue.

—Sí. Los Carniceros siempre están demasiado ansiosos por creer que
superaron a sus presas. Que nadie se puede comparar con su habilidad
o crueldad. No se quedan para dar entierros o revisar sus golpes
finales —Shaye se encoge de hombros—. Funcionó una vez antes,
funcionó de nuevo. Luego intenté encontrarte a ti y a Davien. Cuando
vi los restos de una lucha en la fortaleza, me decidí por Dreamsong —
todo ese tiempo, Shaye estaba en camino a solo unos pasos detrás de
nosotros—. Y, al ver las ruinas, vine directo aquí. Vine para cumplir mi
promesa. No tenía idea de quién más sobrevivió.

—Viniste a matar a Boltov —término por ella.

—Siempre dije que lo haría... O, al menos, ayudaría al hombre que lo


hiciera —la mirada de Shaye se posa en mi cuello—. ¿Supongo que no
obtuvo los poderes y es por eso por lo que estamos en este lío?

—No, no los consiguió. Y fue mi culpa. Si me hubiera movido más


rápido…

—Fue culpa de los Carniceros que te atacaron y de Boltov por


enviarlos —interrumpe Giles—. No te culpes cuando no es merecido.

—Malditos Carniceros —Shaye maldice en voz baja—. Nunca


pierden la oportunidad de arruinar algo, ¿verdad?

Llegamos a detenernos en un punto bajo de la ladera. Un pequeño


arroyo pasa junto a las barras de hierro colocadas en la pared.

—Es una de las fuentes de agua de la ciudad —explica Shaye.


—Esto funcionará muy bien —Raph se acerca corriendo,
inspeccionando los barrotes.

—Hazte a un lado, chico —se acerca Giles—. Deje esto al hombre con
historia de construcción.

Mientras veo a Giles comenzar a establecer un pequeño ritual a


ambos lados de la estrecha orilla del río, me siento esperanzada por
primera vez. Giles y su conocimiento de la construcción nos ayudarán
a entrar en las puertas y salir de situaciones difíciles. Raph es pequeño
y ágil. También ha demostrado ser creativo e ingenioso, cosas que
definitivamente vamos a necesitar en el interior. Y Shaye, ella tiene la
información más valiosa de todos nosotros. Ha vivido en la Corte
Suprema antes. Si alguien va a saber dónde retienen a Davien y cómo
llegar hasta él, será ella.

La miro, preparada para decirle lo agradecida que estoy de que esté


aquí con nosotros. Pero su expresión solemne me quita el aliento.

— ¿Qué pasa? —Pregunto suavemente, para no llamar la atención de


Giles o Raph. Shaye mira en silencio hacia la ciudad, su pecho sube y
baja lentamente mientras respira profundamente, inhalando por la
nariz y exhalando por la boca—. ¿Shaye?

—No puedo creer que finalmente haya vuelto aquí —admite,


llevando sus ojos a los míos. Hay una cualidad inquisitiva en su
mirada, teñida de una preocupación frenética que sé que no puedo
calmar—. No puedo creer que vaya a volver a entrar. De buena gana.

—Está bien si no quieres —audazmente, apoyo mi mano en su


hombro, tratando de ofrecer algo de consuelo. De alguna manera, creo
que puedo relacionarme con el margen de lo que ella siente. Me
imagino las emociones que podrían sofocarme si alguna vez me paro
ante la casa de mi familia nuevamente. Estaría aterrorizada por decir lo
menos.

Shaye se ríe suavemente y niega con la cabeza.

—No estoy enojada. Estoy orgullosa de mí misma por regresar, por


ser lo suficientemente fuerte para cumplir mi promesa.

—Te admiro —le digo en voz baja.

Shaye trae sus ojos a los míos.

—Y yo te admiro. A lo largo de todo esto, has permanecido


resistente, más de lo que esperaba. No eres tan mala… Para ser
humana.

Un pequeño pop interrumpe nuestra conversación. Ambas miramos


hacia atrás para ver a Giles levantando una sección de la rejilla. La deja
a un lado. Raph se apresura a tratar de ayudar, pero me imagino que el
chico no está haciendo mucho en cuanto a levantar objetos pesados.

— ¿Ambas están listas? —Pregunta Giles, aunque sus ojos están


sobre todo en Shaye.

—Sí —avanza con confianza, gracia e intenciones asesinas. Observo


cómo la mujer regresa voluntariamente a la guarida de su torturador
sin el menor rastro de miedo. No... Eso no es del todo cierto. Veo sus
ojos. Ella tiene miedo. Pero ella no está dejando que ese miedo le gane,
ya no le está dando poder sobre ella al permitirle asustarla o
intimidarla.

Espero que algún día pueda ser la mitad de fuerte que Shaye. Que
viva lo suficiente para intentarlo. Mientras cruzo por debajo del muro
de la Corte Suprema, me hago un voto en silencio:
Voy a volver a casa de mi familia, enfrentarlas por lo que hicieron. Le
diré a Laura que se vaya y que sea una mujer por su cuenta, conmigo o
sola, y luego las dejaré para siempre. Nunca más les tendré
miedo. Nunca dejaré que vuelvan a intimidarme.

No dejaré que los miedos que se han arraigado en los rincones


oscuros de mi mente me gobiernen.

A mitad del túnel, Shaye hace una pausa, indicándonos que


hagamos lo mismo. Cuando habla, su voz no es más que un susurro.

—Esto nos va a dejar en una zona muy concurrida. Incluso a esta


hora de la noche, habrá gente en las calles, yendo y viniendo de las
tabernas o haciendo negocios.

—Y con el agua, no hay forma de que podamos lucir glamorosos —


Raph se mira los pies.

—Lo que significa que no hay escondite —Shaye asiente.

—No es de extrañar que se haya quedado con protecciones tan


escasas —Giles se acaricia la barbilla, pensativo—. ¿Así que, cuál es el
plan?

—Voy a crear una distracción —dice Shaye.

—No —Giles intenta intervenir.

Ella sigue hablando por encima de él.

—Tengo algunos rituales más cargados. Puedo crear suficiente caos


como para que ustedes tres puedan colarse entre la multitud.

—No te dejaré hacerlo —Giles le agarra la mano.


—Y estaremos perdidos sin ti —digo—. Eres la única que conoce el
camino a través de la Corte Suprema.

—No es difícil. Y con su agudo sentido de la orientación, no tendrás


ningún problema —Shaye asiente con la cabeza hacia Raph—. Puedes
hacerlo, ¿verdad?

—Yo…

—Sé que puedes — Shaye supera su vacilación con su feroz


determinación—. Y solo porque voy a crear una distracción, no
significa que me van a atrapar. Creo que ya he demostrado que puedo
ser bastante resbaladiza, especialmente cuando se trata de las garras de
Boltov.

—No quiero que te uses a ti misma como cebo —Giles todavía se


aferra a ella—. Debe haber otra forma.

—Tal vez la haya, tal vez no. No podemos arriesgarnos a pasar toda
la noche debatiéndolo. Las celebraciones de fin de otoño están llegando
a su fin, y si conozco a Boltov, usará su culminación como plataforma
para mostrarles a todos que la última Aviness finalmente murió bajo
sus manos —Shaye niega con la cabeza—. No tenemos tiempo para
buscar mejores planes o para cuestionarnos a nosotros
mismos. Tenemos que seguir adelante con lo que el mundo nos ha
dado y ponerlo sobre la marcha.

—Suenas como yo, y no creo que me guste —dice Raph.

Shaye sonríe.

—No eres el único que sabe cómo crear problemas.


—Bien —Giles se resigna a la idea, pasando una mano por su cabello
dorado por un lado de sus cuernos— pero voy a ayudarte a crear la
distracción.

—Deberías quedarte con ellos —insiste Shaye—. Si se encuentran


con más problemas en el camino, es posible que debas combatirlos.

—O, Raph y yo podremos movernos más rápido con una persona


menos —hablo—. Los dos lucimos poco amenazantes.

— ¿Estás diciendo que parezco intimidante? Nadie me había


llamado intimidante antes —Giles parece extrañamente complacido.

—Estaba bastante intimidada por ti cuando te conocí —sonrío. La


expresión rápidamente desaparece de mi rostro mientras mi tono se
vuelve serio una vez más—. Con dos de ustedes haciendo la
distracción, será mejor que uno. Y pueden cuidarse unos a otros. Así
que, con suerte, podrán reunirse con Raph y conmigo de nuevo.

Shaye mira a los ojos a Giles. Tengo la sensación de que hay


conversaciones tácitas entre ellos. Ella frunce el ceño. Él asiente. Ella
niega con la cabeza; saca la lengua; ella pone los ojos en blanco.

—Bien —dice Shaye finalmente—. No puedo ir exactamente en


contra de mi propio consejo y pasar demasiado tiempo debatiendo
esto. Ahora, ustedes dos, escuchen, no es difícil llegar al castillo desde
cualquier lugar de la Corte Suprema... —Ella nos dice la mejor ruta a
seguir al terminar nuestra caminata por el túnel, el agua enmascara
nuestras palabras. Cuando termina, ni siquiera se molesta en
mirarme—. ¿Captaron todo eso?

Raph asiente con confianza.

—Déjamelo a mí.
— ¿Cómo entramos en el castillo? —A medida que la luz al final del
túnel se acerca, me doy cuenta de la realidad de nuestro plan. Estoy a
punto de entrar en territorio enemigo sin magia, con un niño como mi
único aliado.

—Desafortunadamente, eso no es algo en lo que pueda ayudarte —


Shaye frunce el ceño—. Ha pasado tanto tiempo desde que estuve en la
Corte Suprema. Y me fui antes de estar lo suficientemente cerca de los
Carniceros para conocer los entresijos de los guardias personales de
Boltov. Además, incluso si lo hubiera hecho, estoy segura de que ya ha
cambiado. Tendrás que adaptarte a lo que sea que te encuentres.

—Lo haré lo mejor que pueda. Una última cosa, ¿tienes alguna idea
de dónde podrían estar reteniendo a Davien?

—Si tuviera que adivinar, estaría en algún lugar profundo del


castillo, y sería difícil llegar a él. El poder de la colina se vuelve más
fuerte, haciendo que todos los fae menos el rey sean más débiles,
cuanto más profundo vas —Shaye se detiene. Raph también se queda
atrás mientras Giles se desliza hacia los barrotes que cubren la entrada
de la ciudad. Lo veo moviéndose, preparando cualquier ritual que
vaya a usar—. Escúchame, Katria, solo vas a tener una oportunidad en
esto. Tan pronto como Boltov sepa que estás en la ciudad, hará todo lo
posible para cazarte. Ellos ya saben que hay algún tipo de intruso a
través de las barreras de la pared exterior. Una vez que sepa que es la
humana quien lo está frustrando, nada le impedirá vengarse de ti.

—Por más difícil que sea de digerir, no aproveches la primera


oportunidad que tengas, a menos que sea la correcta. Si eres inteligente
y cuidadosa, ambos podrán esconderse a plena vista. Pero en el
segundo en que te identifique, bueno, será mejor que te muevas muy
rápido de ahí en adelante. Haz cada una de tus acciones como si fuera
la última, porque muy bien podría serlo.
—Entiendo —asiento y agarro el collar alrededor de mi cuello.

—Bien —Shaye me da una palmada en el hombro una vez—. No sé


si ustedes los humanos, creen en el gran más allá al otro lado del Velo,
pero, si todo esto termina mal, espero verlos allí.

—Yo también lo espero, asumiendo que los dioses antiguos, o


quienes sean los gobernantes de ese mundo, dejen entrar a los
humanos.

Shaye se ríe.

—Por todo lo que has hecho por los faes, me aseguraré de que hagan
una excepción contigo.

Una sonrisa cruza mis labios.

Giles regresa.

—Está bien, estoy listo. ¿Ustedes tres también?

Miro a Raph, quien dice:

—Listo. Mantente cerca de mí, Katria.

—Por supuesto.

— ¿Seguro que quieres hacer esto? —Shaye le pregunta a Giles—.


Podrías ir con ellos.

—No eres la única que quiere causarle un poco de dolor a Boltov —


Giles sonríe—. He estado esperando este momento desde que asesinó a
toda mi corte. No me niegues la oportunidad de sembrar el caos ahora.
—Nunca lo soñaría —en la muestra de afecto más audaz y externa
que he visto de ella hasta ahora, Shaye toma su mano y se la lleva a los
labios. Sus ojos revolotean cerrados y besa cada uno de sus nudillos—.
Ha sido un honor estar a tu lado.

—Siempre tendrás un lugar allí —Giles mira hacia la salida. —


Entonces, a la cuenta de tres. Uno.

—Dos —dice Raph. Lo veo hundirse en su postura. Hago lo mismo


después de arrastrar los pies hacia un lado para tener un camino
despejado para correr.

—Tres —termina Shaye para todos nosotros.

Giles golpea su palma contra el túnel y un estruendo vibra desde el


corazón de la pared. El suelo debajo de la salida se cae, y veo cómo la
rejilla y la mitad de la pared se derrumban con ella. Shaye no pierde ni
un segundo. Ella sale corriendo hacia la ciudad más allá y agita una
mano. Sombras oscuras brotan de las yemas de sus dedos,
coagulándose en el aire. Escucho gritos.

—Esa es nuestra señal —dice Raph con una mirada hacia mí. Asiento
con la cabeza. Él corre hacia adelante y yo le piso los talones cuando
salimos a la Corte Suprema.
34

RAPH ESTABLECE UNA VELOCIDAD VERTIGINOSA. Es mucho más ágil que


yo y estoy luchando por mantener el ritmo. Él rebota por los
escombros como si fueran piedras que saltaran, aterrizando en un
camino de río adoquinado debajo mientras yo bajo por la primera roca.

Me muerdo la lengua gritando su nombre. No quiero poner la


atención sobre nosotros. Solo tengo que seguir el ritmo, así que
salto. Aterrizo con fuerza, caigo hacia adelante y me raspo una rodilla
para no rodar en mi tobillo. Empujo con ambas manos y corro en la
dirección en la que Raph desapareció, rezando por no haberlo perdido
ya.

La ciudadanía de Corte Suprema no hace más que aumentar la


confusión. Son siluetas que se mueven frenéticamente. Es un caos
total. Sin embargo, milagrosamente, logro localizar a Raph entre la
refriega.

Mira detrás de él y me llama la atención; asiento y seguimos


corriendo.

Un viento helado repentino azota el área, disipando el


humo. Mientras lo hace, agarro a Raph por el cuello y lo empujó hacia
un pequeño hueco donde otros están acurrucados. Empujo hacia atrás,
sosteniéndolo cerca con ambas manos. Raph me mira.

—Deberíamos…

Lo hago callar, mirando hacia atrás, justo en la plaza. Ninguna de las


otras personas que nos rodean parece prestarnos atención. Somos solo
otros dos ciudadanos de la Corte Suprema, temerosos y oscuramente
fascinados por la ira que los Carniceros están a punto de cosechar
sobre los intrusos.

Shaye está sola en un puente que cruza el río en el centro de la


plaza. Sus hombros están relajados, con las manos en las caderas,
mientras mira a los cuatro Carniceros que están encaramados en la
azotea cercana. Uno de ellos lanza perezosamente una daga.

—Impresionante que hayas llegado hasta aquí, traidora —dice


suavemente uno de los Carniceros—. Tal vez eso signifique que no
serás totalmente aburrida mientras te matamos.

— ¿Por qué no vienes aquí y lo averiguas? —Shaye inclina la cabeza


hacia un lado.

—Ella tiene confianza —dice el Carnicero lanzando la daga—.


Deberíamos ver si tiene una lengua tan atrevida en unos minutos.

Busco alguna señal de Giles. No se le ve por ningún lado. Eso solo


puede significar que ha asumido algún tipo de posición estratégica
para ayudar a Shaye. Después de su insistencia en quedarse con ella, sé
que no la abandonará ahora.

—Oh, si lo hace, ¿puedo cortarla? —Uno de los Carniceros se ríe—.


Encuentro que a veces es la única forma de tratar con los
conversadores inteligentes como ella.
—Bueno, si estás demasiado intimidado para detenerme, creo que
voy a ir a hablar con el rey —Shaye se encoge de hombros y comienza
a bajar por el puente en nuestra dirección.

Tan pronto como ella se movió, los Carniceros se lanzaron desde su


posición. Shaye ni siquiera mira hacia ellos. Un muro gigante se erige
de la nada, sin duda obra de Giles. Shaye les da la espalda a los tres
Carniceros iniciales para lanzar dagas a otros dos que saltan desde
posiciones ocultas.

A medida que avanza la lucha, la ciudadanía comienza a


dispersarse.

—Deberíamos irnos ahora —susurra Raph. Asiento, pero parece que


no puedo moverme. Mis ojos están pegados a la batalla que apenas
comienza. Aunque ya sé cómo terminará. Porque tan fuerte como es
Shaye, y tan inteligente como puede ser Giles con su magia... Solo hay
dos de ellos, y un número aparentemente infinito de Carniceros. Todo
lo que puedo esperar es que los capturen vivos y los pongan con el
resto de los supervivientes de Dreamsong.

Los salvaremos con el resto.

Tengo que creer que es verdad.

Raph tira de mi mano y finalmente puedo obligarme a


moverme. Entramos en un paso entre dos parejas que se alejan
corriendo del combate. Mantenemos la cabeza gacha y,
milagrosamente, nadie nos detiene.

Caminamos hasta que los sonidos de la batalla se desvanecen. No sé


si se desvanecieron porque la lucha terminó… O si estamos demasiado
lejos para escucharlo más. Ahí es cuando finalmente obtengo el coraje
para mirar a mí alrededor.
Me abruma instantáneamente lo... Normal que parece todo, bueno,
normal para los estándares de Midscape.

Esperaba que la Corte Suprema fuera un lugar con sangre corriendo


por las calles y gritos flotando en el aire. Esperaba ver gente viviendo
bajo un gobernante vicioso, con la amenaza de daño corporal
escondida detrás de cada esquina.

Pero los hombres y las mujeres no parecen diferentes a la gente de


Dreamsong. Lejos del caos y la vida nocturna de la sección de la ciudad
en la que entramos, las calles están tranquilas. La gente se mantiene en
silencio, con la cabeza gacha y los hombros en alto, mientras marchan
hacia donde sea que vayan tan tarde en la noche.

Los edificios están hechos con el mismo estilo de construcción que vi


en Dreamsong. Hay vidrieras y farolas de hierro. La mayoría tienen
dos o tres pisos de altura y son mucho más condensados que
Dreamsong.

Es en las comparaciones que dibujo lentamente que empiezo a ver


las corrientes subterrátneas más oscuras. La construcción es tan similar
que no puede ser por casualidad. Pienso en lo que Giles me dijo de su
pueblo: que Boltov acorralo lentamente las Cortes de artesanos y
comerciantes y los asimiló o mató. O quizás las casas son aún más
antiguas y se remontan a Aviness. Son parte de la historia robada; sus
ocupantes son cautivos. Aunque se ocupen de sus asuntos, la
normalidad es, una mentira para encubrir el miedo constante en el que
deben vivir.

—No me gusta este lugar —susurra Raph.

—A mí tampoco. Haremos lo que vinimos a hacer aquí lo más


rápido posible —sin embargo, incluso mientras digo eso, pienso en la
advertencia de Shaye. Solo tengo una oportunidad de entrar en el
castillo. Tengo que esperar el momento adecuado.

Avanzamos por las calles en dirección al punto más alto de la Corte


Suprema: el castillo. A medida que nos acercamos, puedo escuchar una
música tenue. Me hace más consciente de lo tranquilas que han sido las
cosas. Salimos a una calle principal. Abajo en una dirección, lejos en la
distancia, está la puerta principal de Corte Suprema. En la dirección
opuesta hay un gran rastrillo que protege la abertura del castillo.

—Así que eso es todo —murmura Raph.

—Odio lo bonito que es —digo en voz baja. Las agujas hechas de


plata tienen bordes de cristal que casi parecen escarcha. Motas de luz
se desplazan por el aire, rodeando los puntos altos y luego sobre la
ciudad, como si toda la magia que vi en las tierras de los faes
proviniera de esta única fuente. Cada ventana está adornada con un
marco de piedra tallada en forma de lirios y estrellas. Cada baranda de
balcón está adornada con volutas. Es el castillo que siempre vi en mis
sueños después de escuchar los libros de cuentos que Joyce leía a
través de la puerta.

—Es bonito porque Boltov no lo construyó.

—Me lo imaginaba.

—Mamá me contaba historias de Aviness cuando era pequeña. Ella


diría que el castillo, la colina, la corona de cristal y los faes son todos
uno. Mientras uno se mantenga erguido, los demás también. Y es por
eso por lo que la corona de cristal puede controlar a los faes y por eso
no puede salir de Corte Suprema
Me agacho y me apoyo contra una pared, escuchándolo. Nos
posamos en el borde de donde la estrecha carretera se encuentra con la
principal, con el castillo a la vista.

— ¿Las historias de tu mamá tenían algún consejo sobre cómo


podríamos entrar? —Pregunto, tratando de mantener mi enfoque en él
y nuestra misión en lugar de la música que se filtra a través del
rastrillo.

—Por supuesto no. Las historias realmente no te dicen eso.

—Sí, son bastante inútiles —murmuro—. Las historias de los faes de


mi mundo realmente no me han servido de mucho aquí —cierro los
ojos y escucho la melodía cuando llega a su fin. Al principio, pensé que
estaba tan concentrada en eso porque habían pasado unos días desde
la última vez que escuché música, esa no era del tipo mágico. Pero
cuanto más escucho, más empiezo a pensar que lo reconozco—. Esa
canción... La conozco.

—Ah, ¿sí? —Raph arquea las cejas.

Empujo la pared.

—Estoy bastante segura de que sí.

—Viene del interior del castillo, ¿verdad?

—Creo que sí —me llevo el pulgar a la boca y muerdo la uña


ligeramente—. Quiero esperar aquí un poco.

— ¿Qué estamos esperando?


—Quiero ver si podemos averiguar quién toca esa música —
mantengo mis ojos enfocados en el rastrillo, ignorando a los cuatro
Carniceros alineados a cada lado.

— ¿Quieres acercarte? —Raph cambia de un pie a otro, como si ya


estuviera inquieto.

—No, nos quedamos aquí hasta que parezca inseguro o imprudente


hacerlo —me aseguro de que mis palabras sean firmes y no dejo lugar
a contradicciones. Una oportunidad. Es todo lo que tenemos. Tengo
que ser paciente y tomarla cuando sea el momento adecuado.

La música suena toda la noche. Cuanto más escucho, más segura


estoy de haberla escuchado antes. No es solo la melodía, o incluso las
armonías únicas, a lo que me aferro es a una interpretación única de
esas notas. La música es como pintar. Los artistas pueden usar el
mismo medio, pero dos personas no crearán de la misma manera.

Cuando el amanecer comienza a atravesar el cielo, el rastrillo


finalmente se abre. Me paro. Raph también se aparta de la
pared. Agarra mi mano, apretándola con fuerza mientras vemos a la
gente salir del castillo.

Se tambalean hasta la madrugada, aferrándose el uno al otro y


balanceándose. Veo el macabro desfile pasear por la calle principal,
abrirse en abanico por los callejones y desaparecer en las lujosas casas
que bordean la pista principal de Corte Suprama.

Estos faes no son como los otros que vimos en los peldaños más
bajos de la ciudad. Están vestidos con ropa suntuosa, sedas y gasas
escandalosamente transparentes con cortes que dejan muy poco a la
imaginación.
El oro y las joyas les pesan, rodeando cada dedo y cuello. Las galas
incluso se cuelgan de sus cuernos y alas, atadas con cintas y pequeñas
campanillas que cantan mientras se mueven. Estas personas flotan por
el mundo como si fueran las dueñas de él, como si no les importara.

—Mira —susurra Raph—. Sus pies…

Me doy cuenta de que su presentación dorada es simplemente una


distracción. Sus dobladillos y botas están ensangrentados. Veo
salpicaduras carmesíes en los chalecos de los hombres.

—No crees que es de…

—Ni siquiera lo pienses —acerco a Raph un poco más hacia mí—.


Vamos a ayudarlos y detener todo esto para siempre, te lo juro,
Raph. Voy a detener esto —miro hacia el rastrillo a tiempo para ver
emerger la compañía de música. Efectivamente, los reconozco—. Esos
son los músicos de Dreamsong—respiro.

— ¿Qué? —Raph también los ve—. Esos traidores —gruñe—. ¿Cómo


se atreven?

—Detente —lo aprieto con más fuerza antes de que pueda salir
corriendo con una rabia justa. Arrodillándome, lo miro directamente a
los ojos—. Tienes que mantener tu ingenio sobre ti ahora y pensar en
cada acción. ¿Harás eso por mí? —Raph traga saliva y asiente varias
veces—. Bien. Ahora, dime, ¿puedes tocar algún instrumento?

—Los tambores, un poco.

—Tambores, de acuerdo. Ven conmigo.

— ¿Que estamos haciendo? —Se queda a mi lado, aunque no está


seguro de qué me ha impulsado a marchar por la calle principal.
—Voy a hablar con ellos.

—No me gusta esto, no me gusta nada de esto —se cruza de brazos.

Ciertamente eso es quedarse corto. Nada de esto va como esperaba.

Estoy exhausta, superando mis límites; mi cerebro se está quedando


sin buenas ideas. Quizás se acabaron hace un tiempo. Supongo que
averiguaremos si Raph tiene razón y esta es una idea terrible en
ciernes.

Seguimos a los artistas hasta una posada no lejos del castillo. Tan
pronto como entran, escucho que la banda vuelve a tocar y suspiro de
alivio. Al menos no se retiraron inmediatamente a sus
habitaciones. Será más fácil hablar con ellos de esta manera.

Dejo a Raph.

—Te vas a quedar aquí, ¿de acuerdo?

— ¿Qué? —Parpadea varias veces en estado de shock mientras me


ve quitarme el colgante de cristal del cuello—. No puedes... ¿Qué
estás...?

—Si no vuelvo a salir, encuentra una manera segura de salir de aquí


y te vas. Lleva esto tan lejos como puedas, lo escondes en algún lugar
donde nadie pueda encontrarlo —la culpa y el dolor son compañeros
de la desesperación mientras miro al niño pequeño, viendo el destino
de su gente descansar sobre sus pequeños hombros—. Dondequiera
que lo escondas, te llevas ese secreto a tu tumba. Cualquiera que
supiera que lo tiene haría lo mismo: yo haré lo mismo. Mantente a
salvo y también a la magia de Aviness.
—No puedo... —Agarra mi mano con las suyas—. No puedo hacer
esto sin ti.

—Espero que no tengas que hacerlo —le doy unas palmaditas en las
manos con la otra—pero si las cosas van mal allí, esta es la forma más
segura. Así que prométeme que entiendes lo que debes hacer.

Él asiente a regañadientes.

—Entiendo.

—Bien —me vuelvo para enfrentarme a la posada. Tomando una


respiración profunda, marcho a través de la calle estrecha la exhalar.
Antes de inhalar de nuevo, he abierto la puerta. No hay vuelta atrás
ahora.

La compañía no se trata tanto de actuar como de sentarse y rasguear


juntos. El primer piso de la posada es una taberna, vacía a esta hora del
día. Puedo oler el aroma herbáceo de algo que se cocina lentamente en
la parte de atrás; sin duda, los propietarios tienen una ventaja en la
cena antes de que salga el sol.

Debido a que está tan vacío, todos los ojos están puestos en mí tan
pronto como entro. Los instrumentos paran. Cruzo directamente hacia
ellos, zigzagueando alrededor de las mesas vacías. Mis ojos se
encuentran con el hombre que supongo que es el jefe de la
compañía. El hombre con el pelo negro azabache y marcas en la frente
con el que toque en Dreamsong.

Simplemente nos miramos el uno al otro durante varios


segundos. Puedo decir que me reconoce instantáneamente, puedo
decir que todos lo hacen por su comportamiento. Nos estamos
evaluando en silencio, esperando a ver quién actuará primero. Los
músculos de mis piernas están tensos y listos para correr.
—Te ves cansada, viajera —el líder agarra una silla con los dedos de
los pies y la patea hacia mí—. Quítate una carga.

—He recorrido un largo camino —es verdad—. Escuché que el rey


tiene algo realmente especial planeado para el final de las celebraciones
otoñales.

—No puedo hablar por el rey, pero hemos escuchado susurros


similares —mientras su líder habla, la compañía intercambia miradas
cautelosas. Veo el destello del acero cuando uno de ellos se mueve. Los
bardos que viven en la carretera estarían armados hasta los dientes.

—Debe ser agradable tener la oportunidad de ver esas celebraciones


dentro de los salones del rey.

—Ciertamente es algo —el hecho de que no esté de acuerdo, de que


ninguno de ellos haya llamado inmediatamente a los Carniceros al
verme, me da esperanza.

— ¿Tocas a menudo para la realeza? —Tengo que estar


absolutamente segura de dónde radica su lealtad. No entiendo cómo
pueden pasar de tocar para la gente de Dreamsong al círculo íntimo de
Boltov en unos pocos días. Pero si voy a trabajar con ellos, necesito
entender.

—Solo cuando nos convocan. El rey tiene buen oído para la


música; aprecia la calidad.

Debe ser por eso que se les han concedido algunas libertades. Deben
haber hecho un trato con el rey, o al menos llegar a un
entendimiento. ¿Lo que tengo que ofrecerles es suficiente para
desviarlos de la seguridad que han logrado obtener?

— ¿Crees que apreciaría la calidad de mi música?


—Como dije, no puedo hablar por el rey.

Eso no es un no.

—Sería un honor tocar para el Rey Fae.

— ¿Lo harías ahora? —Arquea las cejas.

—Quiero desesperadamente entrar al castillo.

— ¿Y eso por qué?

Muerdo mi labio inferior, sopesando cuidadosamente mis siguientes


palabras.

—Hay algo, alguien, dentro de sus paredes que me gustaría mucho


ver. Pero, por desgracia, los Carniceros mantienen el lugar bien
vigilado y no soy lo suficientemente hábil como para poder entrar, así
que no hay forma de que pueda entrar por mi cuenta.

—Quieres tocar a tu manera, ¿es eso? —Su franqueza me da


esperanza.

—Si eso es lo que se necesita.

El hombre le tiende la mano a uno de sus compañeros. Le entrega su


laúd sin dudarlo. El líder luego me lo pasa.

—Toca por ello.

— ¿Perdón? —Mientras tomo el laúd, él toma el suyo desde donde


se apoya en la silla.
—Un duelo de cuerdas —sus dedos levantan el cuello de su violín—.
Yo toco, luego tú tocas, luego yo toco, luego tú, hasta que uno de
nosotros sea superado.

— ¿Y cómo sabemos que alguno de nosotros será superado? —Ya


estoy afinando el laúd.

—Lo sabremos; eso nunca es un problema.

Los otros músicos se están acomodando en sus sillas. Llevan


sonrisas, como si todo esto fuera un juego divertido para ellos, como si
el destino de la tierra de los faes no estuviera en juego. Tal vez sea solo
otra diversión. Tal vez la vida de estos bardos esté buscando un
estallido de inspiración o entretenimiento tras otro. No tienen lealtad,
ni fidelidad, sino a la musa de la música.

Quizás sea su falta de lealtad hacia alguien lo que significa que


puedo confiar en ellos. Los hace simples y directos. Siempre sabré cuál
es su posición, para sí mismos.

—Si gano, me dejas a mi amigo y a mí unirnos a tu grupo para la


próxima actuación dentro del castillo, ¿no? —Le pregunto con cuidado,
sabiendo que debo ser consciente al hacer un trato con los faes.

— ¿Tú y tu amigo?

—Puede tocar los tambores —considero esto, conociendo la aptitud


musical de las personas con las que hablo—. O puede ser como un
bufón, bailando. Es pequeño y puede ser bastante tonto.

El líder intercambia miradas con otra mujer. Ella se ríe.

—Creo que me gustaría ver a tu pequeño asistente.


—Muy bien entonces. Tienes un trato.

Tan pronto como el hombre lo dice, sus dedos comienzan a


moverse. Comienza lento, bailando alrededor de notas individuales,
punteando una cuerda tras otra, antes de que evolucionen en acordes.

Es una pequeña cancioncilla estridente y corta, casi como un


Limerick6 sin palabras en forma de música.

En el segundo en que se detiene, empiezo a tocar. Tomo la misma


línea que él puso con sus notas y la convierto en acordes
completos. Cuando toca a continuación, armoniza esos acordes, esta
vez con un arco en la mano y brillando a través de las cuerdas.

Estoy tan asombrada al verlo tocar ahora como la primera vez. La


inspiración hace que me piquen las yemas de los dedos.

La música alivia mis problemas. Pone al mundo en espera. No


puedo detenerme. No espero mi turno.

Empiezo a tocar en armonía y luego en una disonancia creativa con


él. El líder me mira y sonríe, pero no me dice que me detenga. También
le sonrío con picardía y empiezo a tocar más rápido. Nos animamos
mutuamente con miradas y notas ingeniosas. La compañía comienza a
pisotear y aplaudir. Y cuando llegamos a nuestro crescendo, ambos
terminamos con una floritura. Jadeantes.

Compartimos una sonrisa, como solo dos músicos pueden hacerlo.

—Todo bien. Deberías descansar un poco. Porque esta noche, vienes


con nosotros a tocar para Boltov.

6
es una forma poética muy conocida en el mundo anglosajón.
35

DUERMO LA mayor parte del día. Cuando me despierto, es porque los


otros miembros de la compañía con los que comparto mi habitación
están comenzando a moverse. Siento que podría haber dormido toda
una eternidad. Raph está acurrucado a mi lado, roncando
suavemente. Su rostro está relajado y se ve tan vulnerable, tan
tranquilo. Nunca he sido más consciente de lo joven que es. La culpa
me corta profundamente por lo que le he hecho pasar. Le aparto
suavemente el pelo de los ojos.

Uno de los músicos se acerca con un pequeño bulto de ropa. Lo tomo


con un agradecimiento silencioso. Tienen tres baúles completos de
disfraces de los que todos obtienen su atuendo. Lo que me dieron es
una blusa de volantes con mangas onduladas y un escote
pronunciado. Se combina con pantalones de cuero negros
ajustados. Me preocupo por el colgante, y finalmente decido girarlo y
colgarlo entre mis omóplatos. Así, parece casi una gargantilla, siempre
que mi cabello cubra mis hombros.

Despierto a Raph para darle su ropa. Se viste somnoliento con la


túnica de colores brillantes y las polainas manchadas. Al final está lo
suficientemente despierto como para fruncir el ceño ante el conjunto.
—Parezco un payaso.

Me río suavemente y no le hablo de mi comentario de bufón la noche


anterior.

—Pareces un artista.

—Tienes buena ropa —él hace pucheros.

—Parezco un pirata.

—Los piratas son fabulosos.

Me río y niego con la cabeza.

—Vamos a desayunar.

Raph y yo nos mantenemos tranquilos mientras comemos. La


compañía no es cruel, pero no parecen estar interesados en interactuar
con nosotros más de lo necesario. Supongo que es lo mejor. Cuanto
menos sepan, más seguros estaremos todos. Además, pase lo que pase
esta noche, tengo la aguda sensación de que no nos iremos juntos del
castillo. Esto es estrictamente comercial.

Estoy a la mitad de mi comida cuando me doy cuenta de que la


comida todavía tiene sabor. Raph se da cuenta del cambio repentino en
mi comportamiento y trata de preguntar el motivo. Pero lo rechazo.

Tenemos bastante de qué preocuparnos. Agregar preocupación por


mi extinción como humana en el mundo de los faes es algo que no
necesitamos. Y todavía no creo que me esté marchitando. Debe ser
porque todavía tengo el collar en mi persona, el poder de los reyes
todavía está conmigo, incluso si ya no está en mí. Afortunadamente,
parece ser suficiente para sostenerme en este mundo.
Las lámparas se encienden cuando salimos de la posada. El líder
guía a la compañía con una alegre melodía mientras caminamos y
bailamos por el camino.

Intento lanzarme a la música. Mis dedos se mueven por instinto,


seguros. Pero es imposible para mí perderme en la melodía como suelo
hacerlo, como lo hice anoche, no con el castillo que se cierne sobre mí y
el rastrillo acercándose cada vez más.

—Espera —uno de los Carniceros nos detiene justo antes de que


podamos entrar. Sus ojos se desvían hacia mí y Raph—. Esos dos no
estaban contigo ayer.

—Ah, sí, llegaron tarde a la Corte Suprema. Se unieron a nosotros


anoche. Pero seríamos negligentes en actuar de nuevo sin su habilidad
—dice el líder. Técnicamente todo cierto.

El Carnicero todavía parece cauteloso.

—No recuerdo que ninguna gente nueva haya entrado en la ciudad.

Agarro mi laúd un poco más fuerte, tratando de mantener mi rostro


lo más tranquilo posible. Cuando cruzamos las barreras, ¿sabían
cuántas personas entraron? ¿O simplemente tuvieron la sensación de
que se estaba rompiendo la pared? ¿Pensaron que al capturar a Shaye y
Giles, atraparon a todos? Incluso si no lo hacen… Solo puedo esperar
que asuman que cualquiera que sea lo suficientemente tonto como
para colarse en la Corte Suprema se mantendrá lejos del castillo.

— ¿Recuerdas todo lo que pasa en la Corte Suprema? —El líder


inclina la cabeza.

— ¿Pierde a menudo miembros de su grupo?


—Pierdo muchas cosas —el hombre se ríe y toca su violín.

El Carnicero me mira, entrecerrando los ojos.

—Te voy a hacer una pregunta muy simple. Solo puedes responder
sí o no. Si dices otras palabras, te mataré sin dudarlo ni un
segundo. ¿Lo entiendes?

—Sí —va a ser demasiado fácil. Me trata como a una fae y piensa
que no puedo mentir. Aunque no tengo cuernos ni alas, no tienen
ninguna razón para esperar que sea una humana.

—Tú y él... —señala a Raph— ¿Se infiltraron en la Corte Suprema, sí


o no?

—No —sonrío ampliamente y no puedo evitar agregar—: Todo lo


que dijo es completamente cierto. Salieron y nos reunimos aquí.

Una de las mujeres de la compañía se ríe.

— ¿Crees que algo es gracioso? —grita el Carnicero.

—Creo que el mundo es una gran broma, y la única tragedia son las
personas que parecen no poder reírse de él —dice con una sonrisa.

—Fuera de mi vista —gruñe el Carnicero y nos hace señas.

Cuando pasamos por debajo del rastrillo, el líder de la compañía me


mira con una sonrisa maliciosa. Ralentiza el paso para caer a mi lado.

—Pensé que eras un poco diferente… Un poco aburrida… Pero


ahora me doy cuenta de que eres de lo más interesante. Porque es lo
que te falta lo que te hace especial.
—Soy única a mi manera, como todos lo somos —estoy de acuerdo,
compartiendo lo que podría ser la única sonrisa que tendré de la
noche—. Y tienes razón en que no necesito cuernos o alas para ser
especial.

—Ciertamente no los necesitas —agacha la cabeza y levanta sus ojos


felinos para encontrar los míos—. Quiero que sepas que ha sido un
gran honor tocar contigo.

—Igualmente.

—No importa lo que pase esta noche, creo que compondré una
balada épica inspirada en tu historia.

Me río suavemente. Empiezo a sospechar que por eso me dejó ir.

—Con suerte, esa canción no se acortara y tendrá un final feliz.

Nuestra conversación llega a su fin cuando salimos al otro lado del


rastrillo. Hay una antecámara donde la gente se pasea con sus mejores
galas. Algunos aplauden y sonríen al entrar. Una gran escalera dorada
serpentea por la habitación, pero nos dirigimos hacia las puertas
dobles que dan al salón principal del castillo.

Todo el aliento abandona mi cuerpo y de repente me siento dividida


entre el asombro y el horror. Los contrafuertes sostienen un techo que
se siente como si pudiera tocar el cielo. Se han perforado agujeros en el
techo con paneles circulares de vidrio, dando a las estrellas y la luna
una vista de las juergas de abajo. Los Faes bailan con música inaudita,
girando por la pista, riendo. Algunos se quedan a un lado, comiendo y
compadeciéndose.

Sería una celebración bastante normal si no fuera por los hombres y


mujeres suspendidos en jaulas entre cada uno de los contrafuertes. Veo
a Hol en una de las jaulas e instantáneamente agarro a Raph. El niño
me mira y lo miro a los ojos.

«Sé fuerte», hablo en silencio y lo miro con una mirada intensa.

Luego, levanto mis ojos de nuevo a Hol. Raph debe seguir mi mirada
porque puedo sentirlo tropezar. Escucho el gemido ahogado que casi
se escapa. Me aferro a él con los nudillos blancos, con tanta fuerza que
sé que duele. Eventualmente habría visto a su padre. Es mejor para él
que no lo pille desprevenido. Pero, una vez más, estoy abrumada por
la culpa de traerlo aquí.

Todo esto valdrá la pena mientras nuestro plan funcione. Raph y yo


repasamos los detalles varias veces anoche antes de dormir. Sabe por
qué está aquí. Él sabe por qué lo necesito. Y no se echará atrás... Ni
siquiera cuando vea a su padre en el menú de entretenimiento de esta
noche para esta gente demente. Ésta es su única oportunidad de salvar
a su madre y a su padre.

En el otro extremo del salón, encaramado en lo alto de un estrado,


está el trono y el hombre que solo puedo suponer es el rey
Boltov. Desde esta distancia, es difícil distinguir sus detalles. Solo
puedo captar los trazos amplios, como su pelo rojo ardiente, o lo alto
que debe ser para dominar una silla mientras está tan encorvado y
hosco. Me sorprende lo nervudo y frágil que se ve. ¿Este es el hombre
que ha mantenido vivo el legado de Boltov y el reino de los faes de
rodillas? ¿Este es el rey que ha cometido todas las atrocidades que he
visto he imaginado? Parece él quien se está marchitando, no yo.

No, no puedo dejar que su apariencia me engañe. Debo permanecer


en guardia.

Mientras cruzamos la habitación para finalmente pararnos ante el


rey, busco cualquier señal de Davien o Vena. Las personas en las jaulas
son ciertamente cautivas del saqueo de Dreamsong, pero no puedo ver
a ninguno de los líderes. No estoy segura de si eso me hace sentir
mejor o peor.

—Su Majestad —el líder de la compañía hace una reverencia—.


Gracias por traernos de regreso esta noche para dar una serenata a su
gran salón.

El rey Boltov asiente ligeramente con la cabeza. La corona de cristal


que descansa pesadamente sobre su frente recoge la luz de los
candelabros masivos y la rompe en mil pedazos. Pone en vergüenza las
réplicas de la noche en Dreamsong y las que están en las cejas de los
hombres de este salón. Su artesanía es más refinada y rezuma un poder
asombroso. Mil arcoíris enjaulan en un cosmos dentro de él.

También parece que Davien tenía razón: ha realizado un ritual


oscuro para permitirle llevar la corona. Verlo en su cabeza me revuelve
el estómago. Estoy enfurecida, como si verlo con esa corona fuera una
ofenda a mi historia, un insulto para mí.

—Mis músicos favoritos han regresado.

—No nos atreveríamos a objetar su llamado, Su Majestad —el líder


de la compañía aún no se ha enderezado. Todavía mira al suelo. El
resto de nosotros hemos seguido su ejemplo, inclinando la
cabeza. Aunque miro hacia arriba a través de mis pestañas.

Tan cerca, obtengo más detalles del maldito rey.

Su rostro está curtido, como cuero sobre curtido, adelgazado en el


proceso y estirado sobre piedras irregulares. Sus ojos son de un azul
intenso, penetrantes, amenazando con exponer hasta el más mínimo
indicio de engaño. Los dedos del hombre son más huesos que carne o
músculo, y unas garras amarillas retorcidas se extienden en lugar de
uñas. Dos cuernos en forma de media luna, tan negros como la brea, se
enroscan desde su frente alrededor de la corona de cristal. No hay
nada en él que sea suave, cálido o acogedor.

Todo son ángulos brutales.

—Espero con ansias lo que realizarán para mí esta noche, ya que


estamos al final de nuestras celebraciones. Toca bien y dejaré que te
quedes con todos tus dedos y pies. Toca mal y te verás obligado a
bailar sobre las protuberancias.

Estoy empezando a comprender por qué la compañía estaba tan


dispuesta a permitirme unirme a ellos. Incluso si no son estrictamente
leales o desleales a nadie más que a ellos mismos, Boltov es un
enemigo para todos.

—Será un placer tocar para ustedes. No lo defraudaremos, señor.

—Bien, pero tienes que saber cuándo detenerte. Tengo una sorpresa
especial planeada para la culminación de las celebraciones otoñales
que no quiero que se interrumpan.

Las palabras «sorpresa especial» me llenan de pavor. Cualquier cosa


que este hombre sienta que es especial es seguramente algo que no me
gustará. Pero me muevo con la compañía a un lado del estrado. El líder
establece la melodía inicial. El resto de nosotros lo seguimos. Raph toca
su pequeño tambor cómicamente, poniendo una sonrisa valientemente.

Dos horas y me duelen los dedos. Nunca había tocado tanto o tan
duro. Pero sigo forzándome a hacerlo incluso cuando mis manos
amenazan con tener calambres. Toco por mi vida.

Y luego, la música se detiene de repente. Miro del líder de la


compañía al rey. Boltov ha levantado una mano. Como un presagio
oscuro, lentamente se despliega del trono, de pie en toda su altura y
elevándose por encima de todos los demás.

—Buenos temas, hoy es el último día de otoño y el primero de


invierno. Es el día en que los vivos ceden el paso a los
muertos. Cuando un mundo pasa al siguiente. Y el Velo entre nosotros
y el gran Más Allá está en su punto más delgado.

Hay murmullos emocionados por todo el pasillo. Veo cortesanos


agarrando copas y bebiendo abundantes sorbos. No pueden esperar a
ver lo que su rey ha planeado y eso me enferma.

—Sé que muchos de ustedes esperan entretenimiento esta noche


similar a lo de anoche, especialmente dada mi decoración —Boltov
levanta las manos y señala las jaulas que hay alrededor de la
habitación—. Sin embargo, esta noche es especial. Esta noche es
para mí y para una historia que comenzó hace cientos de años con la
muerte del rey Aviness VI —los faes reunidos sisean ante la mención
del antiguo rey. Lentamente comienza a descender la escalera que
envuelve el estrado —. Como saben, hay quienes todavía piensan que
se puede restaurar la línea Aviness. Que el verdadero rey al trono está
ahí, aunque soy yo quien lleva la corona —da golpecitos al cristal que
rodea su frente para enfatizar. Las risas recorren el pasillo—. Así que
esta noche es un placer para mí ver que el último de esa línea
finalmente se corta; de ahora en adelante, nunca habrá una duda sobre
quién es más apto para gobernar.

Boltov entrelaza los dedos y las puertas del lado del pasillo se
abren. Una pequeña legión de Carniceros liderada por el líder que vi
en el bosque manosean a Davien. Está encadenado, e indefenso. Los
cortesanos se burlan de él y le escupen mientras lo hacen desfilar por el
salón para finalmente ser llevado ante el rey.
—Arrodíllate ante el verdadero rey de los faes —se burla el
Carnicero y lo golpea detrás de las rodillas. Davien cae al suelo.

— ¿Este hijo varón es la última esperanza de la 'poderosa' línea de


sangre Aviness? ¿Este es el hombre que iba a amenazarme? ¿Quién
estuvo protegido durante décadas en el mundo natural? —Boltov se ríe
y la corte se ríe con él—. Esta patética criatura pensó que sería
ordenado por los fantasmas de los antiguos reyes en el Lago de la
Unción, pero carece de poder verdadero.

Boltov le da a Davien una fuerte patada debajo de la mandíbula. Una


que habría hecho tambalear a Davien si no fuera por el Carnicero que
lo sostenía en su lugar con ambos brazos. La sangre gotea de la boca de
Davien mientras mira al rey. Todavía no me ha visto, lo que supongo
que es una bendición.

—Supongo que debe ser necesaria una falta de verdadero poder en


uno mismo para notarlo en los demás —Davien gruñe y escupe en la
cara del rey.

—Maldito inculto —casi ronronea Boltov, pasando su garra por la


mejilla de Davien—. Disfrutaré desmembrarte, pieza por pieza —
Boltov mira por encima del hombro—. Música, digna de la sangre.

El juglar principal toma su violín y vacila, solo por un


momento. Extrae una nota estridente de las cuerdas que recuerda a un
grito distante. El tamborista comienza a golpear un ritmo palpitante,
sin prisa, pero decidido. Horrible por lo lento que es.

Eso es todo. Mi oportunidad. Miro a Raph a los ojos y asiento con la


cabeza mientras me quito el collar de la garganta, poniéndolo en la
mano con la que rasgueo el laúd.
Mientras la música comienza, doy un paso adelante. Los ojos están
en mí mientras me acerco. Basta que atraiga la atención de Boltov y
Davien. Los ojos de Davien se abren un poco.

Le fuerzo a esbozar una sonrisa enloquecida en mis labios tanto que


se sobresalta.

Riendo, giro mientras empiezo a rasguear mi laúd, frenética,


loca. Pisoteo y miro ansiosamente. Los acordes que toco son menores,
intencionalmente disonantes en el excéntrico violín. No es música, es
un sonido horrible. Adecuado a la mirada de Boltov.

— ¡Sí, sí! —Boltov se ríe, echando hacia atrás una mano con garras—.
¡Bailaremos por su muerte! —El resto de los faes comienzan a reír y a
girar mientras Boltov golpea a Davien en la cara. La sangre salpica el
suelo.

Mi estómago se revuelve y sigo tocando. Davien ya no me mira. Está


encorvado en los brazos de los hombres que lo sostienen. ¿Sabe lo que
estoy haciendo? ¿Puede ver mis pies? «Por favor, que se dé cuenta»,
ruego. En mi periferia, veo a Raph dar un paso adelante, los nervios
hacen que el latido de su pequeño tambor se vuelva frenético.

Todo está llegando a un punto de ebullición. Los ataques de Boltov


se vuelven más brutales. Sigo girando, dibujando formas invisibles en
el suelo con mis pies. Son las mismas formas que estaba haciendo en el
lago. Los mismos símbolos que Davien y yo revisamos para el ritual de
abdicación. Con suerte, el inicio cargado de ese ritual todavía está
dentro de nosotros. Esperando terminar.

— ¡Mírenlo! —Boltov grita. Todos disminuyen la velocidad. Termino


mis movimientos, el collar caliente en mi palma—. No hay nada
especial en este hombre. Él es…
—Puede que no haya nada especial en él, todavía, pero ciertamente
hay algo sobre mí —lo interrumpo. Boltov gira en su lugar. Sostengo el
collar. «Mírame», digo con mis acciones, «Mírame solo a mí. No te diste
cuenta de todo lo demás que estoy haciendo». Le gruño, como si yo también
tuviera alas y colmillos. Como si pudiera ser tan monstruosa como
cualquier fae—. Quieres esto, ¿no es así? Esto es lo que necesitas para
convertirte en el verdadero rey de los faes, y no en un pretendido
soberano que vive en un castillo robado por sus antepasados,
gobernando con nada más que poder fracturado y miedo.

Los ojos de Boltov se abren un poco y su boca se divide en una


sonrisa que deja al descubierto unos dientes como de tiburón.

—Tú eres la humana.

—Y tú eres el último Boltov que los faes sufrirán.

Muerde mi anzuelo y se lanza hacia mí. Espero hasta que esté en


movimiento; está demasiado comprometido para cambiar de rumbo
cuando suelto el collar, dejándolo caer. Un borrón a mi lado pasa
zumbando antes de que el colgante pueda golpear el suelo. Boltov no
puede atraparlo, no cuando ya está estirando sus garras hacia mí. Raph
es tan ágil y pequeño que es más rápido que incluso los Carniceros
atrapados desprevenidos.

Escucho gritar a Hol. Me concentro solo en Raph y Davien. El niño


lanza el colgante. Davien extiende la mano hasta donde le permiten sus
cadenas. Sus dedos se cierran alrededor del cristal incluso cuando los
Carniceros se lanzan hacia él.

— ¡Yo abdicó! —Grito a todo pulmón para que todos me


escuchen. Grito para que resuene en cada rincón de este antiguo
castillo. De modo que mi voz retumba los cimientos mismos de esta
colina sobre la que fueron coronados los primeros faes. Para que los
gobernantes que todavía tienen sus ojos puestos en mí conozcan mi
intención—. Gobierna en mi lugar, el reino es tuyo, la corona es tuya y
la fuerza de los reyes antiguos es tuya; levántate Rey Davien Aviness.

Mis palabras resuenan de forma antinatural en mis oídos. Hay un


eco extraño, un retraso, mientras el mundo tiembla debajo de mí. Las
líneas invisibles que dibujé en el suelo brillan junto con el colgante. La
luz se vuelve tan brillante que el piso se agrieta y el colgante se rompe
en las manos de Davien. Los grilletes se vuelven polvo sobre él y se
pone más erguido de lo que jamás había visto. Sus heridas están
curadas y sus alas están completas, ya no están hechos jirones. Sus ojos
son del tono de verde más brillante que jamás haya existido.

Y son lo último que veo antes de que Boltov termine su golpe en mi


garganta.
36

VOY A MORIR, ese es mi primer pensamiento. Y mi segundo


pensamiento es, pelea.

Caigo de espaldas, sin importarme siquiera cómo podría aterrizar,


siempre y cuando esquive su ataque. Pero Boltov tiene velocidad y el
poder de fae. Cuando falla su primer golpe, sigue su impulso, girando
y cayendo al suelo sobre mí. Ruedo, sorprendida de que sus garras no
encuentren su marca por segunda vez. Luego miro hacia arriba y veo
por qué.

Davien se cierne sobre nosotros, todavía brillando y sosteniendo


a Boltov por la muñeca. El caos abunda en la sala; algunas personas
corren hacia el rastrillo; algunos se apartan y se sirven copas de vino
fresco para ver el entretenimiento que les prometieron.

—Por intentar tocarla, te condeno a muerte—


gruñe Davien. Boltov lucha por liberarse de su agarre, pero no puede.

Los carniceros están cargando desde todos los rincones de la sala.

— ¡Davien, carniceros!— grito.


Mira por encima del hombro para evaluar la amenaza. Con la mano
libre, Davien agarra la corona de cristal de la frente de
Boltov. Boltov grita. Hay un desgarro horrible cuando se libera la
corona. Observo cómo su carne se desprende del hueso en trozos que
se aferran a la corona, como si hubiera sido pegada a la cabeza de
Boltov. Davien lo mira con sorpresa y asco, antes de arrojar a Boltov al
estrado con una fuerza antinatural. La cabeza de Boltov choca contra la
piedra, dejando un rastro de sangre, y sus ojos están aturdidos. Sus
párpados se cierran lentamente. Sin la corona, se ve como el hombre
pequeño y frágil que vi por primera vez.

—Yo los detendré—. Davien mira entre Raph y yo. —Ustedes dos,
busquen una manera de liberar a los demás.

—Con mucho gusto. — Me levanto del suelo. Davien no tiene


tiempo de colocarse la corona en la frente antes de que los Carniceros
estén sobre él. El carnicero principal se la quita de las manos.

— Davien…

— ¡Vamos! — Gruñe y se lanza hacia el hombre que sitio


Dreamsong .

Maldigo, luchando contra el impulso de quedarme y ayudarlo.

—Sígueme, Raph.

Raph está a mi lado cuando empiezo a correr hacia las puertas por
las que escoltaron a Davien.

— ¿A dónde vamos? ¿Qué pasa con la gente de arriba? — Sé sin ver


que está mirando a su padre.
—No estoy segura de ellos todavía—. Empujo a un cortesano
asustado a un lado y justo en el camino de un Carnicero que se
abalanza. — Mantenían a Davien detrás de estas puertas, así que solo
puedo asumir que ahí es donde mantienen a las personas más fuertes o
más peligrosas. Los necesitamos.

— ¿Queremos gente más peligrosa?— Raph se escapa del agarre de


un carnicero. Se mete la mano en los bolsillos y sostiene lo que parece
arena reluciente. Lo sopla de su palma y se enciende en el aire,
explotando en millones de pequeñas chispas, inofensivas pero efectivas
para ocultar que escapamos por las puertas.

—Queremos gente peligrosa si es nuestra gente peligrosa—,


susurro. A pesar de que el salón principal se ha convertido en un caos,
estos pasillos están en silencio y sería una tonta al pensar
que Boltov dejaría a sus prisioneros sin vigilancia.

—Oh. — Raph lo entiende. — ¿Cómo Vena y Shaye?

—Solo podemos esperar. — El pasillo continúa, bordeado por


puertas que parecen demasiado bonitas para contener a los
prisioneros. — Raph, si tuvieras prisioneros, ¿dónde los pondrías?

—En el corazón de la colina—, responde sin perder el ritmo. —Más


cerca del centro donde todos los poderes son débiles excepto el del rey.

—Luego bajamos.

—Espera. — Raph toma mi mano. —Dudo que esto funcione, pero es


mejor que nada—. Cierra los ojos y una mirada de extrema
concentración lo invade. Observo cómo una imagen se superpone
encima de él, condensándose lentamente en su lugar como el agua se
solidifica en hielo hasta que parece sólida. Donde una vez
estuvo Raph es uno de los Carniceros que nos detuvo junto al rastrillo
del castillo.

— ¿Acabas de hacernos ver a los dos como Carniceros?

La ilusión colocada encima de él asiente con la cabeza.

No tengo ni idea de dónde buscar, porque sé que Raph solo llegó


hasta mi cadera.

—De nuevo, dudo que funcione. La mayoría de los faes pueden ver
más allá del glamour de los demás.

—Pero es mejor que nada. Eres brillante.

—Solo toma mi mano. Me resulta más fácil encantarte mientras


pueda tocarte.

—Bien por mí.

Empezamos por el pasillo. Al final se abre a una


habitación. Afortunadamente, está vacía y hay una escalera que sube y
baja. Tomamos el camino de bajada hacia otra habitación. Es en el
cuarto pasillo donde vemos a un grupo de Carniceros corriendo a lo
lejos. Esperamos, aferrándonos a la pared y conteniendo la
respiración. Solo uno mira en nuestra dirección pero no parece
registrarnos como fuera de lugar. El glamour de Raph funciona.

Bajando otra escalera, las mejores galas del castillo están


comenzando a desaparecer y ser reemplazadas por lo que esperaría de
los Boltov. Hay habitaciones diseñadas únicamente para placeres
desagradables, de esos que me hacen encogerme y atravesarlos lo más
rápido posible. Sostengo la mano de Raph con un poco más de
fuerza. Le llevará algún tiempo procesar todo esto una vez que
hayamos terminado. Pero si lo logramos, podrá pasar ese tiempo con
sus dos padres aún vivos.

Cuando pasamos por una puerta, escucho murmullos débiles en el


interior. Me detengo y presiono mi oído contra él, confirmando mis
sospechas.

— ¿Qué es?— Pregunta Raph .

—Creo que están aquí—. Mi mano aterriza en la manija de la


puerta. — ¿Estás listo?

—Después de lo que pasó en el pasillo, estoy listo para cualquier


cosa.

— Sí, lo estás—. Intento girar el pestillo, pero no se mueve. Reprimo


un fuerte gemido de frustración.

—Está bien, puedo ocuparme de esto —. Raph suelta mi mano y el


glamour desaparece. Sus ágiles dedos tocan la puerta y él mismo
murmura. Escucho el suave clic del pestillo que se abre. Me sonríe
tímidamente. —No... Les cuentes a mis padres sobre ese ritual en
particular, ¿de acuerdo?

—Tu brillante secreto está a salvo conmigo—. No es de extrañar que


pueda llegar a cualquier parte y a cualquier cosa. Agarro el pestillo de
nuevo y me debato en cómo quiero proceder. ¿Abro la puerta y entro
lista para una pelea? ¿O intento colarme? Insegura, abro la puerta
lentamente. Un rayo de luz atraviesa el marco de la puerta y puedo
escuchar las palabras con mayor claridad.

—… Escuchas los ecos de los gritos, ¿no? Esos son vítores de alegría,
ya que su falso rey es destrozado por los cortesanos que intentaría
gobernar —se burla Allor.
Abro la puerta un poco más, metiendo la nariz. Hay una mesa
ensangrentada en el centro de la habitación y todo tipo de
instrumentos de aspecto perverso en las paredes. En la parte de atrás
hay varias jaulas, todas llenas de personas a las que reconozco
de Dreamsong; Shaye, Giles y Vena.

Allor se pasea frente a las jaulas, como si las rejas estuvieran


diseñadas para ella, para mantenerla fuera, en lugar de mantener a sus
prisioneras dentro. Porque si tuviera acceso a ellas, bueno, sus
amenazas dejan claro lo que haría.

Abro la puerta un poco más, las bisagras están en silencio y me


acomodo en la pared del fondo. Los ojos de Vena se posan en mí solo
por un segundo. Giles está desplomado contra la pared, sin
moverse. Estoy segura de que Shaye también me nota, pero ni sus
palabras ni su comportamiento delatan nada.

—Es de esperar que sean vítores de alegría—, le dice Shaye en voz


alta a Allor, como si tratara de mantener la atención en ella. —Porque
si no lo son, será desastroso para ti, ¿no? ¿Qué crees que hará nuestro
nuevo rey con los Carniceros que sirvieron a Boltov con tanta
fidelidad? Parece que es un hombre generoso, pero...

—No quiero la generosidad de personas como él—. Allor se burla.

— ¿No? Y aquí pensé que querías la generosidad de los reyes. No


parece que tengas ningún problema para besar las botas de Boltov —
. Shaye se inclina hacia los barrotes. —Tal vez sea porque te das cuenta
de que sin él no eres absolutamente nada.

— ¡Cómo te atreves!— Allor se enfurece, lanzándose hacia la


jaula. Mientras golpea la puerta, lentamente tomo un voluminoso
mazo de acero de la pared. Es tan pesado que mis músculos tiemblan
con solo sostenerlo. — Tú eres la que no es nada. Tú eres la que está en
la jaula, no yo.

—Me escapé de la jaula que pusiste a mí alrededor hace mucho


tiempo—. Shaye sonríe, manteniendo la atención de Allor en ella y solo
en ella. —Pero siento pena por ti, porque no eres lo suficientemente
fuerte para escapar. Cuerpo débil, mente débil. Es muy triste.

—Te mostraré quién es débil—. Allor busca en sus


bolsillos. Mientras saca una llave, me ve en su periferia, ahora a solo un
paso. —Que…

No lo dudo. Me abalanzó. El martillo golpea el costado de su cabeza


con tanta fuerza que sale volando de mis manos y golpea el suelo con
un sonido metálico tan fuerte que estoy seguro de que ha alertado a la
mitad del castillo. Allor cae al suelo, inmóvil. Me paro junto a ella,
jadeando suavemente. Con un golpe, mi pulso se acelera incluso más
rápido que cuando Boltov me atacó. Cada centímetro de mi cuerpo
está en llamas, presa del pánico, listo para luchar.

—Buen golpe. — Shaye silba.

—Yo... ¿Crees que está muerta?— Pregunto insegura. No esperaba


cumplir mi amenaza a Allor en el bosque ese día. Supongo que fue la
siguiente fae que maté.

— ¿Eso espero? Creo que sería muy poético si uno de sus principales
Carniceros fuera asesinado por un humano.

Mientras Shaye habla, Raph toma la llave que Allor dejó caer y
comienza a abrir todas las jaulas. Shaye es liberada mientras yo sigo
mirando a Allor. Ella apoya una mano en mi hombro.
—No creo que esté muerta. Lo cual también es bueno, porque me
gustaría tener el honor de matarla si a ti te da lo mismo.

—Por supuesto—murmuro.

— ¿Qué está pasando?— Vena pregunta, emergiendo como si


hubiera estado sentada allí por elección y no por la fuerza. —
¿Supongo que el hecho de que estés aquí es una buena señal?

— Davien tiene la magia de los viejos reyes. Se terminó el ritual de


abdicación. Está en el salón principal luchando contra los Carniceros,
pero necesita ayuda —digo rápidamente.

—Vienen refuerzos—. Vena mira a Shaye, quien está arrastrando a


Allor a la jaula en la que estaba atrapada. — ¿Sabes dónde están
detenidos los demás?

—No sé nada sobre el castillo; Ya te lo dije —. Shaye pone los ojos en


blanco. —Pero puedo hacer una suposición fundamentada.

—Haz eso, — Vena ordena mientras Shaye cierra la puerta de la


celda en Allor. —El resto de ustedes que sean capaces de luchar,
vengan conmigo.

— ¡Puedo llevarte de regreso al salón principal!— Raph dice


emocionado.

—Ese no es lugar para ti—. Vena frunce el ceño. Raph se desinfla un


poco y la frustración enrojece sus mejillas.

— Raph, te necesito—, dice Shaye. —Necesito tus deditos para


entrar en cualquier puerta cerrada que pueda haber entre el resto de
nuestros amigos y yo. Además, después de que liberemos a todos,
necesitaremos un guía de regreso al salón principal.
—Muy bien. — Raph mira a Vena. —Liberarás a mi padre,
¿verdad? Está en una jaula en el salón principal.

—Lo haré—, jura Vena.

—Puedo mostrarte el camino—, le digo.

Vena niega con la cabeza.

—Ese tampoco es lugar para un humano. Deberías quedarte aquí.

—Voy a guiarte.

—Vena tiene razón— dice Shaye mientras atiende las heridas de


Giles. Gime suavemente. —Deberías quedarte aquí; será más seguro.

—Vamos— le digo con firmeza a Vena.

—Esta no es tu pelea—dice Vena.

—Esta es mi pelea—. Señalo el suelo, como si estuviera haciendo mi


posición, como si estuviera jurando sobre la roca en la que fue
coronado el primer rey fae. —Esta ha sido mi lucha desde el momento
en que la magia de los antiguos reyes entró en mi cuerpo, desde el
momento en que me casé con Davien en el Mundo Natural. Y luego
hice un juramento a tu gente. Cumplí mis promesas. Quiero ver esto
hasta el final —. Quiero ver el primer momento en que Davien
se sienta en el trono de los faes.

—Muy bien—, cede Vena con un brillo en sus ojos que casi parece
aprobación. —Dirige.
Corremos de regreso por los pasillos y las habitaciones. No hay
rastro de un solo carnicero en camino. Pero a medida que nos
acercamos, puedo escuchar por qué.

La lucha en el salón principal ha alcanzado el punto


culminante. Gritos y explosiones de magia sacuden las puertas por las
que Raph y yo escapamos. Espera, le suplico desde lo más profundo de
mi corazón a Davien, esperando que de alguna manera pueda
oírme. Espera un poco más, tengo cosas que necesito decirte.

Me quedo atrás y dejo que los fae carguen a mí alrededor. Incluso si


esta es mi pelea, son mejores guerreros que yo. Sobre todo porque
ahora me falta toda la magia.

Las puertas se abren de golpe revelando un pasillo marcado por la


magia. Armas tenues se lanzan por el aire mientras los carniceros
saltan de sombra en sombra. Davien está en el centro de
todo. Está encendido, el poder aún emana de él como llamas frías que
desvían la mayoría de los ataques. Con un poderoso batir de sus alas,
se lanza al aire, agarra a un Carnicero por la garganta y lo arroja al
suelo, aterrizando sobre su pecho antes de enfrentarse con otro.

Los faes de Dreamsong inundan la habitación y nivelan aún más el


campo de juego. Con tantas manos, pueden liberar a los que todavía
estaban atrapados en las jaulas que cuelgan del techo y también se
unen a la lucha.

Mientras las mareas cambian, miro hacia el estrado. La mancha de


sangre de la cabeza de Boltov sigue ahí, pero
el propio Boltov no. Pensé que lo habían matado o que, en el peor de
los casos, lo habían dejado inconsciente.

¿Dónde está? No lo veo en la refriega y el hecho me impulsa a


actuar. Empiezo a correr a lo largo de la pared, saltando sobre
escombros y esquivando ataques desviados que excavan marcas de
viruela en los frescos de colores brillantes a mi lado. Agachándome
para hacerme pequeña, inspecciono el rastro de sangre que se aleja del
estrado y rodea la parte trasera. Siguiéndolo, encuentro una pequeña
puerta, oculta a la vista de la sala principal. Está entreabierto.

Miro de nuevo al pasillo. Nadie parece haberse fijado en mí. Están


todos demasiado ocupados. Antes de que pueda pensar mejor, cruzo el
umbral.

Detrás de la puerta hay un túnel por el que tengo que arrastrarme. Se


ensancha para abrirse a una escalera de caracol. Arriba y arriba, giro
hasta que me escupe en lo que parece ser un armario. Docenas de
abrigos y pantalones, todos manchados de sangre y dejados en el suelo
para apestar por la habitación, amortiguan mis pies mientras paso a
través de la cortina de ropa colgada.

Los movimientos en la otra habitación me hace


detenerme. Boltov murmura para sí mismo. Los pasos se acercan y me
agacho, hundiéndome en el pasillo antes de que él pueda verme.

La ropa colgada oscurece la mayor parte de mi visión, pero puedo


verlo hurgando a ratos. Agarra las cosas frenéticamente, mientras la
sangre todavía brota de su frente, pintando su rostro de un inquietante
tono carmesí. Abre un gabinete, revelando dagas, pero en su lugar
busca las joyas que se encuentran debajo de ellas.

Cuando se va, me escabullo y tomo una de las armas para mí,


levantándola silenciosamente de sus clavijas. Está tratando de correr y
no voy a dejarlo escapar. Una línea de sangre terminará esta noche,
pero no es Aviness.

Salgo a los aposentos del rey. Está en una oficina adjunta, enmarcada
por estanterías a ambos lados, iluminada por una pared llena de
ventanas que da a la ciudad y las estrellas. Efectivamente, tiene una
bolsa abierta sobre un escritorio en el que está tratando
desesperadamente de meter demasiados metros de tela. Él maldice,
frustrado, y hace que la ropa se desparrame con un gruñido.

Silenciosamente me acerco detrás de él. ¿Este es el rey que ha tenido


al reino de los faes de rodillas? No, es solo una versión diluida del
primer usurpador, aferrado a un prestigio que ya no existe.

Boltov alcanza una de las joyas que dejó caer. Está demasiado
frenético para darse cuenta de mí. Cuando está de rodillas, deslizo la
daga frente a su garganta.

—No te muevas—, le digo en voz baja. Mira hacia la ventana que


domina la pared detrás de su escritorio. Nuestros ojos se encuentran en
el reflejo del cristal oscuro.

—Tú. — Él suelta una carcajada. —Una chica humana ha venido a


matarme.

—No te voy a matar—. Aunque ciertamente lo consideré.

— ¿Me vas a mostrar misericordia? Dudo que a tus amigos les guste
eso —. Su labio superior se encrespa mientras se burla.

—Voy a dejar que el nuevo y legítimo rey decida qué hacer


contigo—. ¿Hay un mejor regalo de coronación para darle
a Davien que la cabeza de Boltov?

—El nuevo rey... ese bastardo chillón no durará un año.

—Una declaración audaz que hacer con un cuchillo en la garganta—


. Empujo la daga solo un poco para enfatizar. Boltov inclina la cabeza
hacia atrás para mirarme. Su expresión es de júbilo loco.
— Davien Aviness -pero no lo es realmente, ¿verdad? No nació con
ese nombre. Está robando el poder de los antiguos reyes tanto como
yo. No hay una gota de sangre Aviness en él. Esa corona no le prestará
más atención a él de lo que me hizo caso a mí.

—Si no crees que pueda usar la corona, ¿por qué intentar matarlo?—
No voy a permitir que me convenza.

—Porque cualquiera que se atreva a decir que es parte de esa familia


es condenado a muerte. Ese solo nombre provoca rebeliones. Mientras
la gente piense que hay esperanza de que regrese un Aviness, luchan
contra mí —. Sisea y expone todos sus dientes afilados.

—Si Davien no era el heredero, ¿por qué no pudiste llevar la corona?

—Estoy seguro de que hay un bebé o un niño chillando, un vástago


distante que tiene suficiente sangre en las venas para mantener vivo el
ritual, probablemente del último verdadero Aviness que escapó de mis
garras. ¿Pero quién es ese bebé? — Se ríe oscuramente.—Ni siquiera yo
sé. Y matar a todas los Aviness posibles evita que cualquiera piense
siquiera en buscar su herencia. Por lo tanto, el verdadero heredero
tampoco lo sabrá nunca y la corona de cristal nunca se volverá a
usar. Los faes estarán en un punto muerto eterno.

— Davien podrá llevar la corona, — gruño y le acerco aún más la


hoja. Le corta el cuello. Boltov simplemente sonríe
más ampliamente. —Él es el heredero.

Toda esta lucha. Toda esta sangre. Pensar que Boltov tiene razón...
que todo este tiempo estuvo disuadiendo a cualquiera de buscar el
descubrimiento del verdadero linaje... que matar a Davien fue un
medio para romper la determinación de los Acólitos y que nunca fue
elegido para la corona... Puedo ' No lo soportes. Está mintiendo, debe
estarlo.
—No, no lo hará. La corona de cristal solo adornará la frente del
verdadero heredero, y ese no es Davien —. De repente, Boltov agarra
mi muñeca con una fuerza que no sabía que aún poseía. Fui una tonta
por pensar que solo porque ya no tenía la corona, estaría
indefenso. Sigue siendo un fae.

El mundo gira mientras me lanzan por el aire. Boltov me lanza como


si fuera una muñeca de trapo. Pero lo agarro con mi otra mano en el
último segundo y el impulso nos empuja a ambos hacia la ventana. El
vidrio se rompe, lloviendo sobre Corte suprema.

El viento azota mi cabello y siento que mi estómago se revuelve


mientras la tierra sólida desaparece debajo de mí. Boltov se aferra a mí,
luchando. Es como el día en que me caí del techo. Miro hacia el cielo,
como lo hacía entonces, la luna es un observador silencioso.

Nunca más vuelvas a escalar.

Chica monstruo.

El olor a carne quemada en mi espalda me chamusca la nariz.

Por un momento, todo está claro. Lo que realmente sucedió ese día
vuelve a mí. El mundo parece fracturarse porque ninguna de las piezas
encaja para mí por más tiempo.

— ¡No perderé contra ti!— Boltov grita. Me devuelve a la vida. Tengo


que recuperarme. Cojo una de las tallas ornamentales de las ventanas y
me agarro a un lirio. —No lo harás…

Lo callo hundiendo la daga enjoyada en su cuello. Boltov


gorgotea sangre y su agarre se afloja. Se desliza de mí, cayendo, más y
más lejos, hasta que no es más que una mancha tragada por las
sombras de las calles de la Corte Suprema, muy abajo.
37

ESTOY DEMASIADO SORPRENDIDA para moverme durante varios


segundos. Sigo mirando hacia abajo, esperando a que le broten alas y
vuelva a volar, esperando ver a un Carnicero esquivando las sombras
para salvar a su rey. O esperar a ver a un hombre parecido a Boltov
escaparse mágicamente en la distancia.

Pero no pasa nada y mi agarre va a ceder si espero más. Busco la


siguiente repisa de la ventana, trepando hasta que me paso por encima
del vidrio roto y regreso a la habitación. Jadeando, envuelvo mis
brazos a mí alrededor, alcanzando mi espalda.

Ese recuerdo.

¿Mi memoria?

Cierro los ojos con fuerza, tratando de borrarlo de mi mente. No,


no no no , una chica asustada que aún vive en mí grita, no lo
pienses. Empuje hacia abajo. No tiene sentido. Estoy cansada. Estaba al
borde de la muerte. Estoy en un mundo que mi mente humana apenas
puede comprender. Los recuerdos se retiran, escabulléndose hacia las
profundidades de las que intentaron salir a la superficie. Ese día fue
uno de los peores días de mi vida, pero no fue tan malo. Todo está en mi
cabeza, como diría Joyce.

Me levanto del suelo y me dirijo hacia abajo por el pasillo y salgo a


un salón principal mucho más silencioso. La lucha ha terminado. Los
Carniceros restantes han sido detenidos y rodeados
por fae familiares como cautivos de guerra.

Davien está con Vena en el centro de la habitación. La magia


ardiente se ha desvanecido a su alrededor, pero todavía tiene un aura
levemente brillante. Sus ojos se encuentran con los míos.

— Katria —. Mi nombre suena como pura felicidad en sus labios


mientras deja escapar un suspiro de alivio. Se apresura y levanta mi
cara con ambas manos y, sin previo aviso, frente a todos, me besa
directamente en la boca. Así, el mundo se desvanece por un momento
feliz. Solo está él, la sensación de sus labios en los míos, la forma en
que su aliento me hace cosquillas en el cabello junto a mi oreja, todo es
más perfecto de lo que recuerdo. Cuando finalmente se aleja, me quedo
aturdida y con ganas.

— Davien, — susurro suavemente, mis ojos recorriendo la


habitación. —Todos…

—No me importa. — Presiona su frente contra la mía. — Déjalos


ver. Que todos vean que su rey ama a la mujer que salvó su reino.

Cierro los ojos lo más fuerte que puedo, deseando que este momento
nunca terminara. Que el mundo no sea complicado y pueda quedarme
a su lado. Pero las cosas no son sencillas. Mi alma está tan turbia como
las sombras que suelen rodear los cuellos de los Carniceros.

—Sin embargo, ese no fue el destino que nos toco—, susurro sólo
para él. —Y tu reino aún necesita estar a salvo.
—Hemos ganado—. Davien se aparta y mira hacia el estrado. Sus
ojos se abren cuando sin duda se da cuenta de que Boltov no está
donde lo dejaron. —Que…

— Boltov está muerto. Lo maté.

— ¿Tú?— él respira.

Le cuento lo que sucedió mientras luchaban contra los Carniceros en


el salón principal.

—... y luego se cayó.

Davien me suelta y mira por encima del hombro.

—Shaye, a mí—. Shaye corre y Davien rápidamente resume lo que le


acabo de decir.

—Dirigiré un grupo de búsqueda, Su Majestad. No descansaré hasta


traerle su cuerpo —. Ella sale corriendo del salón principal.

—Antes de que haya más distracciones, creo que hay un asunto


importante que debe atender, Su Majestad—, dice Vena, sosteniendo la
corona.

Davien se vuelve hacia mí.

—Me gustaría que lo hicieras tú

— ¿Qué? ¿Yo? — Miro entre él y Vena. Las palabras de Boltov sobre


la corona todavía están frescas en mi mente. —No creo...
—No hay nadie más a que quiera hacer esto. Los fae están a salvo
gracias a ti —. Davien toma mis manos. —Por favor, aunque sea, por
mí.

—Está bien—, digo débilmente. Vena me entrega la corona. Nunca


había visto nada más hermoso. Aunque está hecha de cristal, es cálida
al tacto y los bordes más irregulares se sienten suaves. Veo luz
brillando desde adentro, una neblina similar a la que había debajo de
las aguas del Lago de la Unción.

Davien se arrodilla ante mí, mirando expectante. Trago saliva


espesa. Boltov estaba mintiendo, sin duda. Estaba en una situación
desesperada. Sin embargo... Esto se siente mal; algo no esta bien . Alejo
los pensamientos de mi mente. Extiendo la corona sobre la cabeza
de Davien que espera.

—Por fin— dice Vena en voz baja. Bajo la corona hasta la frente de
Davien y la suelto. —Todos saluden... —Las palabras de Vena se
atoran en su garganta cuando la corona se desliza fuera
de la cabeza de Davien, rebotando en el suelo mientras todos miramos
en estado de shock.

— ¿Qué significa esto?— Oigo preguntar a Oren.

Davien está demasiado aturdido para decir algo de inmediato. Mira


la corona con incredulidad, como si de alguna manera lo hubiera
traicionado. Quiero envolverlo, esconderlo y consolarlo. Quiero
gritarle a la corona por atreverse a hacer que el hombre que me ha
robado el corazón sufra de esta manera.

Quiero matar a Boltov por segunda vez por tener razón.

—Significa... que no soy el verdadero heredero— dice


finalmente Davien.
—Pero los linajes… fuiste el último. Por matrimonio, pero... —
murmura Vena, apenas coherente. —Estábamos seguros… no hay
otro. Y tienes el poder.

—Pero hay alguien más que es más apropiado para el trono que yo.
Debe haber un Aviness de sangre y no solo el matrimonio—
. Davien se pone de pie, luciendo más viejo y más cansado de lo que
nunca lo he visto. Sin embargo, de alguna manera, todavía se las
arregla para mantener la cabeza en alto. — Así que yo lideraré, hasta
que se pueda encontrar a esta persona y asumir el trono que le
corresponde. La búsqueda comienza mañana.

LA NOCHE SE HA CONVERTIDO EN DÍA y, sin embargo, todavía estoy


despierta. Siento que ha pasado un siglo desde la última vez que tuve
una buena noche de descanso. Davien se para ante el estrado, Vena a
un lado de él y yo al otro, mientras comienza a organizar a las faes bajo
su nuevo régimen. Hay innumerables asuntos que deben ser
atendidos, y todos se difuminan a medida que pasan las horas.

El salón que tengo ante mí se ha transformado gracias a las manos de


la gente de Dreamsong y los cortesanos que regresaron al castillo, muy
contentos de deshacerse de los Boltov. Banderines que llevan el sello
Aviness se han colgado en toda la sala: una estrella encima de la
imagen de la silueta de la corona de cristal hecho en plata y fijado en
un fondo azul marino, rodeada de lirios blancos.
Los miro con los ojos nublados. Creo que he visto ese símbolo en
alguna parte antes. Pero no tengo ni idea de dónde. Niego con la
cabeza y me froto las sienes. Probablemente fue en Dreamsong. O
simplemente estoy tan cansada que mi mente me está jugando una
mala pasada, como lo hizo cuando casi me muero.

Ésa es la explicación más probable.

— Katria —, dice Davien en voz baja. Parpadeo, preguntándome


cuándo se movió frente a mí. —Deberías ir a descansar.

—Estoy bien.

—No tienes que ser fuerte por mí—. Inclina la cabeza y me sonríe. —
Has hecho más que suficiente.

—Tenía la esperanza de que pudiera...— me apago. Está tan


ocupado. Ahora es el rey, al menos el temporal hasta que se pueda
encontrar al verdadero heredero de sangre de Aviness. Y no soy
nadie. A pesar de que me besó frente a todos. Incluso si lo ayudé a
salvar a los faes… pronto no seré nadie. Tendré que volver al mundo
natural y, en el mejor de los casos, seré una línea en la epopeya de un
bardo.

— ¿Podrías?

Abro la boca para hablar, pero Oren se acerca.

—Su Majestad, encontramos los estandartes restantes en las


profundidades de las bóvedas. ¿Quiere que cuelguen a lo largo de la
calle principal de la Corte Suprema?

—Sí. — Davien permanece concentrado en mí. — ¿Qué estás


esperando?
—No es nada.

—Cualquier cosa qe desees no es 'nada' para mí.

—Solo quería un momento contigo... a solas—. Han pasado tantas


cosas en los últimos días desde que nos separamos, que no se siente
real que él esté aquí conmigo ahora, que esté a salvo. Pasó de las
cadenas a la batalla, a gobernar en un torbellino. Y aparte de un beso,
no hemos tenido un momento para nosotros. Su frente se suaviza un
poco y su boca deja de der la línea dura de un rey para convertirse en
una sonrisa que conozco. —No es importante.

—Vena, me voy a retirar por unas horas. Tráeme cualquier cosa


urgente. Pero para asuntos menores, te autorizo a actuar en mi lugar
mientras estoy fuera.

—Realmente no tienes que hacer esto—, protesto, aunque no con


convicción. Quiero desesperadamente que haga esto. Tan mal que me
siento un poco culpable.

Me ignora y toma mi mano.

—Oren, ¿hay alguna habitación en la que Lady Katria y


yo podamos descansar?

—Ciertamente. — Oren sonríe e inclina la cabeza. —Creo que


conozco una habitación de invitados sin usar que fue vista mientras
buscábamos las viejas reliquias de Aviness. Puedo guiarte hacia ella.

—Por favor, hazlo.

— Davien , te necesitan. Puedo acostarme durante una hora y...


En medio de mi objeción, me levanta con ambas manos y me acuna
en sus brazos. No se me escapan las miradas curiosas de los cortesanos
que se han demorado en el salón principal, viendo a su nuevo rey
asentarse en su gobierno. Me pregunto qué pensarán de mí. Si ya soy
la concubina humana del rey en sus chismes.

—Quizás no eres el único que quiere robar un momento solo para


nosotros dos—. Me da una sonrisa maliciosa, ajeno a mis
inseguridades, y sigue a Oren fuera del salón principal.

Nos llevan en una dirección diferente a la que fui la última vez que
exploré el castillo. En lugar de a la derecha del pasillo, nos dirigimos a
la izquierda. Hay parches desnudos en las paredes donde supongo
que alguna vez se colgaron tapices de Boltov. Algunos ya se han
llenado de nuevas obras de arte, otros todavía están esperando.

Oren abre una puerta para revelar un dormitorio de aspecto


cómodo. — ¿Con esto bastará?

—Maravillosamente. Asegúrate de que no nos molesten a menos que


sea urgente

—Seguro— Oren inclina la cabeza y cierra la puerta.

Soy consciente al instante de lo solos que estamos de repente. Al


igual que soy consciente de cada latido de su corazón a través de la
camisa hecha jirones que lleva. Flotamos en el centro de la habitación,
él sosteniéndome y yo mirándolo a los ojos. Sin decir palabra, me lleva
a la cama y me acuesta.

No hay necesidad de palabras entre nosotros. Si


nosotros hablamos tendríamos que hablar de las circunstancias
complejas que nos hemos encontrado en todas las verdades incómodas
que nos rodean. Es decir, que ahora es el Rey Fae y que tendré que
irme demasiado pronto.

Sin embargo, cuando se mueve sobre mí, me hace sentir… mágica.


Aunque mi espalda está contra la cama, siento como si estuviera
volando. Nuestros cuerpos se mueven juntos en una danza que solo
nosotros conocemos, que inventamos. Nuestros encantados suspiros,
jadeos y gemidos cantan un coro hecho solo para nuestros oídos.

Dejamos a un lado todo lo demás y nos enfocamos solo en el otro,


una, dos, tres veces, hasta que nos quedamos sudados y saciados en
una maraña de éxtasis sin aliento. Paso mis dedos por su pecho,
trazando las curvas del músculo. Toma mi mano y se la lleva a los
labios, besando las yemas de mis dedos con amor.

—Ojalá pudiera quedarme en esta cama para siempre—, murmura.

—Tienes todo un reino que gobernar.

—Un reino que no es mío—, dice con tristeza.

—Si hay un heredero más fiel, ¿cómo podrían los Boltov no


encontrarlo?— Le doy una sonrisa cansada e ignoro lo que me
dijo Boltov antes de morir. —Quizá ese heredero no quiera que lo
encuentren. Quizás no quieran la responsabilidad. O tal vez no tienen
idea de quiénes son.

—No se trata de lo que queremos, se trata de nuestro deber para con


nuestra gente. Solo el verdadero heredero puede llevar la corona y
controlar todas las partes del

Le doy una sonrisa cansada.


—Haz lo que debes, pero debes saber que mi confianza está contigo
y solo contigo.

—Y tu confianza es lo único que me importa—. Vuelve a besarme las


yemas de los dedos y hace una pausa, negándose a mirarme a los
ojos. —Dime, Katria, ¿cómo te sientes?

—Cansada, pero creo que eso no es sorprendente.

—La magia está fuera de ti ahora. Tendremos que devolverte a tu


mundo antes de que te marchites a la nada.

Sabía que esto iba a suceder, pero escucharlo decirlo no lo hace más
fácil.

—El mundo es cruel.

—Seguiré yendo a visitarte siempre que pueda, lo juro.

Por un breve momento, me entrego a esa fantasía. Pienso en los


veranos en el claro del bosque cuando me siento en el tocón y toco mi
laúd para él. Me imagino inviernos acurrucados junto al fuego,
planeando lo que plantaremos en el jardín la próxima
primavera. Pienso en él viniendo a mí en esa mansión, como si viviera
al final dr la calle y nos separara un pequeño inconveniente menor,
como que él necesitara vivir más cerca de la ciudad para su trabajo, en
lugar de la realidad de que nosotros existimos en mundos diferentes. .

—Me gustaría eso, pero también debes actuar como el rey de los
faes por el tiempo que seas. Y eso podría significar que necesitas tomar
una esposa estratégica.

—Si soy el rey de los faes, haré lo que quiera—, insiste. Me resisto a
señalar cuánto ha cambiado su tono al respecto y mantengo el
pensamiento como un deleite personal. —O quizás encuentre pronto al
verdadero heredero. Y cuando estén establecidos en el trono, vendré y
viviré contigo en el mundo natural para siempre.

Es una hermosa fantasía. Pero lo sé mejor. Este amor, por


significativo que fuera, no estaba destinado a durar.

Se oye un golpe en la puerta seguido de Oren diciendo:

—Mi señor, quiero decir, Su Majestad, los faes han comenzado a


llegar alegando que son herederos de la línea Aviness y están
exigiendo probarse la corona. ¿Cómo le gustaría que procediéramos?

Davien lanza un poderoso suspiro.

—Pensé que tendría más tiempo.

—El deber llama— le recuerdo innecesariamente con una sonrisa


tímida.

—Regresaré tan pronto como pueda, mi amor—. Me besa las dos


manos y luego le grita a la puerta: —Estaré allí en un momento.

Davien se pone de pie y comienza a vestirse. Con cada prenda de


vestir que cubre su carne prístina, mi pecho se vuelve más y más
apretado. Me pregunto si esta es la última vez que lo tocaré, lo
besaré. Estoy tan pérdida en mis propios pensamientos que su mano
está en la manija de la puerta cuando le suelto: —Te amo.

— ¿Qué?— Davien me parpadea varias veces.

Me incorporo, agarrando las mantas contra mi pecho, aunque ahora


la modestia parece una idea tan tonta entre nosotros.
— Te amo, Davien —, repito, enunciando cada palabra. Tenía la
esperanza de decirlo en un momento más significativo. Pero nuestro
tiempo es fugaz, y cada segundo que pasa sin que yo lo diga es una
tragedia.

— ¿Pensé que habías jurado que nunca te enamorarías?

—Un hombre sabio me enseñó que no sabía lo que era el amor


cuando hice esa promesa—, digo tímidamente. —Y además, creo que
cuando me hice esa promesa, estaba pensando en hombres humanos…
No estás en esa categoría. Así que no estoy rompiendo ninguna de mis
antiguas reglas.

Él sonríe y está de vuelta en la cama en un instante, acunando mi


rostro con ambas manos y acercando sus labios a los míos una y otra
vez.

—Y te amo; Siempre te querré.

Respiramos a la par, saboreando la oleada de emociones que esas


tres palabras pueden traer. Pero demasiado pronto, me
libera. Davien me sonríe. Hay una chispa de anhelo en sus ojos, como
si quisiera quedarse. Sin embargo, se va... y sé que esta será mi vida
por el resto de mis días.

Anhelaré a un hombre al que nunca podré tener. Un hombre que


siempre saldrá de la habitación y de mi vida hacia un mundo del que
no soy parte. Y viviré sola, en una mansión vacía, con el conocimiento
de un mundo que ningún otro ser humano ha creído ni creería.

Una parte de mí está agradecida, aun así, de conocer este amor, esta
plenitud.
Y la otra parte de mí se está marchitando lentamente por una razón
completamente ajena a la magia... ya aplastada por la incomprensible
soledad que me espera.
38

PENSÉ que partiría hacia el mundo humano de


inmediato. Pero Davien ha estado tan ocupado que ha sido
logísticamente insostenible que eso suceda. Ha insistido en que será él
quien me acompañe cuando finalmente regresemos. Por esa razón, ni
Shaye, ni Oren, ni Giles, ni Hol han recibido permiso para llevarme a
través del Desvanecimiento, lo que provocó el retraso.

Milagrosamente, todavía estoy bien en Midscape. Me preguntan con


regularidad cómo me siento. Pero después de una buena noche de
descanso, el cansancio de recuperar la Corte Suprema se ha
desvanecido de mis huesos. La comida también tiene sabor. Todo esto
fascina a Vena. Ahora come conmigo en casi todas las comidas,
haciendo preguntas implacables sobre cada sabor. Una vez, incluso
trató de ponerme a prueba sirviéndome comida mezclada con una
especia intensa. Pasé esa prueba, para mi disgusto.

La teoría actual es que la magia de los antiguos reyes estuvo en mí


durante tanto tiempo que se desgastó un poco en mí. Le da
a Davien una esperanza inesperada de que quizás yo pueda
quedarme. Vena intenta frenar eso, pero fue en vano. Davien todavía
parece pensar que encontrará una manera de otorgarme la capacidad
de vivir en Midscape con el poder de los antiguos reyes reavivando la
vieja magia humana, escondida dentro de mí, languidecida de vivir en
el Mundo Natural.

Sin embargo, a pesar de todo esto, sé la verdad. Sé lo que va a pasar


en última instancia. Y me he estado preparando para ello todos los
días. En todo caso, mi tiempo aquí se está volviendo más tortuoso que
una fantasía. Cada vez es más difícil despertarme a su lado por las
mañanas, sabiendo que tendré que dejarlo. Volver al mundo natural
será un placer cuando finalmente suceda.

Durante el día, Davien está ocupado con el implacable desfile de faes


que vienen a probarse la corona. Cada afirmación es más ridícula que
la anterior. Inicialmente, me paro en la sala principal como parte de la
audiencia. Ver a cada hombre y mujer acercarse para explicar cómo
estaban de alguna manera, tangencialmente, posiblemente
relacionados con la línea de sangre Aviness. Las tenues relaciones son
casi tan ridículas como sus historias sobre cómo se —perdieron en la
historia— y —llegaron a recordar su vocación.

Davien escucha con atención, más paciente de lo que yo podría ser, y


luego los invita a subir al estrado con él. El hombre o la mujer se
sientan en el trono y Davien baja la corona sobre su frente. Una y otra
vez, cae al suelo. Naturalmente, rápidamente me aburro de ver esta
farsa y empiezo a explorar el castillo. No voy a esperar mientras coloca
la corona de cristal en cada fae del reino.

Pero el disgusto por su falta de respeto a la corona de cristal y todo


lo que Davien sufrió para finalmente lograrlo no es la única razón por
la que empiezo a vagar.

Algo me persigue, me persigue. Ha estado en mis sueños más


oscuros. Es un recuerdo que se desvanece cada día más, como si
quisiera volver a ser olvidado. Una parte de mí quiere olvidar. Pero la
otra parte de mí recuerda ese segundo de claridad que gané durante el
otoño.

Así es como terminé de regreso en las cámaras del rey, el único lugar
que aún no se ha cambiado de cómo lo dejó Boltov.

Así es como terminé aquí, mirando por la ventana rota, con el


corazón latiendo con fuerza. Shaye encontró el cuerpo de Boltov más
tarde esa noche. Ha cruzado el Velo hacia el Más Allá. Pero el fantasma
de él permanece. Los recuerdos que me obligó a afrontar se grabaron
en mi mente.

Me muerdo la uña del pulgar, acariciándola con los dientes. No


quiero recordar Pero tengo que hacerlo. Esta noche me ha perseguido
durante años y estoy a punto de recordar algo que se siente
increíblemente importante. Me duele la espalda de nuevo mientras
miro hacia el cielo.

— ¿Recuerdas qué ?— Maldigo y me alejo de la ventana. ¿Cómo


pueden mis recuerdos distorsionarse así? ¿Qué pasó que fue tan malo
que mi propia mente se niega a permitirme recordar los detalles? ¿Por
qué esta verdad está fuera de mi alcance?

Camino por la habitación, la frustración aumenta con cada giro hasta


que termino golpeando una de las estanterías con un
gruñido. Mientras masajeo mis nudillos doloridos, mis ojos se vuelven
hacia los libros. Paso un dedo por los lomos, atrapando un agujero
vacío donde falta un tomo.

En cada una de las espinas está estampado el símbolo de Aviness. La


estrella de ocho puntas sobre la corona de cristal rodeada de
lirios. Paso mi dedo suavemente por el cuero estirado, deteniéndome
en la corona. Así, las lanzas más altas del contorno de la corona de
cristal parecen casi una montaña.
— No, no puede ser...— respiro.

— ¿Qué no puede ser?— Salto, girando para ver a Davien. Se acerca


con las manos cruzadas a la espalda. Incluso sin la corona, tiene los
adornos de un rey. Sus movimientos se vuelven más regios cada día.

—Yo... has terminado temprano—, me las arreglo para decir.

—No puedo soportar que otra persona entre en estos pasillos


sagrados, escupiendo sus verdades a medias y afirmaciones de
legitimidad a medias—. Pasa una mano por su cabello mientras se
detiene a mi lado. —Esperé durante décadas la oportunidad de asumir
ese trono. Me entrené, luché y peleé por la oportunidad de traer paz y
prosperidad a nuestra gente. Ver a estas personas salir de la nada sin
comprender qué es lo que están tratando de asumir...

Apoyo una mano en su hombro suavemente, deteniéndolo antes de


que pueda ponerse demasiado nervioso.

—Siempre puedes detener la búsqueda—le recuerdo


innecesariamente. —Y gobernar como debes.

—Eventualmente, se encontraría al heredero Aviness. Eventualmente,


algún hijo o hija se enteraría de su linaje y vendría a reclamar el
trono. Es mejor encontrarlos ahora, cuando puedo enseñarles, cuando
tengo el respeto de la gente y puedo ceder el trono con gentileza para
asegurar una transición de poder sin problemas. Los encontraré cueste
lo que cueste.

Niego con la cabeza.

—Y es por eso que eres el rey que no se merecen.

—El listón estaba bastante bajo cuando asumí este puesto.


—Y cada vez que te vayas, se fijará mucho más alto.

— ¿Qué haría sin tu apoyo?— Me da una sonrisa cariñosa. Antes de


que pueda responder, pregunta: —Ahora, ¿qué 'no puede ser'? ¿Y por
qué has venido aquí? — Davien olfatea como si el aire lo ofendiera. —
Todavía apesta a usurpadores.

—Yo...— paso mis dedos por los diarios. Mis dedos se enganchan en
las ranuras del relieve del lomo. Recuerdo el libro de mi madre, su
título gastado y su encuadernación deshilachada. —Cuando me cai
con Boltov... tenía un recuerdo de ese día.

— ¿Qué día?

—La última vez que me caí—, susurro.

— ¿Eldía que tú y Helen se cayeron del techo?— Davien apoya una


palma entre mis omóplatos, sobre la cicatriz.

—Sí. — La palabra es gomosa.

— ¿Qué recuerdas?

—Pensé que recordaba haber volado —, susurro. Esa idea ha sido lo


que me ha perseguido por estos pasillos.

—Estoy seguro de que, para un niño, caer desde una gran altura
debe haber sido como volar.

—No, yo... creo que en realidad volé. Torpemente. Mal. Pero... no


hay forma de que Helen y yo hubiéramos sobrevivido a una caída
desde esa altura. De ninguna manera debería haber podido alcanzarla
—. Sigo mirando la estantería. Mi dedo todavía está encajado en el
lugar que falta entre los diarios. En las piezas que caen en su lugar que
deseo desesperadamente poder ignorar. —A veces, desde que llegué
a Midscape, he tenido estas extrañas sensaciones de saber, de pertenecer...

—La antigua magia de los reyes.

Le doy una pequeña mirada de frustración. No me está tomando en


serio. Por otra parte, solo hablé de volar. Tampoco me he tomado en
serio a mí misma en los últimos días con pensamientos como ese. Pero
esta maldita estantería me está sacando de mi feliz ignorancia. Estas
cosas ya no pueden ignorarse. —Sin embargo, es más que solo ese
recuerdo. Como estos libros. Este falta... el libro que usaste en el ritual
esa noche vino de aquí, ¿no?

—Eso creo. — Suspira suavemente. —Ese libro fue uno de los pocos
que alguna vez se escapó de la Corte Suprema.

— ¿Qué son estos libros?— Me atrevo a preguntar.

—Hace mucho tiempo hubo una Corte de Estrellas, videntes de


las faes . Por cada Aviness , registrarían su destino en estas páginas con
una magia antigua que solo podía leer el individuo. Cada libro en este
estante representa un Aviness perdido... registrado por una magia que
los Boltov eliminaron.

Trago saliva espesa. Me equivoco. Tengo que estar equivocada. Esto


es una locura.

— ¿Sabes cómo mi padre consiguió ese libro?— Por favor, que tenga
una explicación simple y lógica, le ruego en silencio.

El niega con la cabeza.

—Nadie en los Acólitos pudo imaginar cómo el libro llegó a la


propiedad de tu padre. Se dice que la última persona conocida
con sangre Aviness escapó con él. Ella lo tomó y corrió,
desapareciendo en la noche —. Pienso en lo que dijo Boltov : la última
verdadera Aviness que se escapó de mis garras . —Vena tardó años en
rastrear el tomo hasta tu padre. Al menos el libro se alejó lo más
posible de Boltov. Estoy seguro de que de otro modo habría sido
reclamado o destruido. Intenté durante años que tu padre me lo
vendiera, pero él siempre se negaba.

¿Qué digo? ¿Cómo puedo explicarle esto? El miedo a que Davien vea
este secreto que he guardado como una gran traición me cubre.

—Este libro…

—Hubiera sido imposible para ti saber qué era como humano. No te


sientas mal —. No tiene idea de por qué mi piel se ha vuelto
húmeda. —Y tu padre, como comerciante, estoy seguro de que lo
encontró en algún momento de sus tratos. Cómo se abrió paso a través
del Desvanecimiento es un misterio, pero estoy seguro de que el
último linaje de Aviness estaba tratando de mantenerlo a salvo antes
de que Boltov le pusiera las manos encima. Han sucedido cosas más
extrañas y...

—Ese libro era de mi madre—, lo interrumpo. No puedo enfrentar


a Davien. En lugar de eso, me quedo mirando el lugar de la estantería
donde debería haber sido colocado ese tomo. Hago la pantomima de
encajar un libro en la ranura, mis dedos se deslizan por el estante para
caer a mi lado.

Eso fue todo. La pieza que faltaba para que todo tuviera sentido. Me
duele el estómago y no estoy segura de si voy a enfermar o llorar.

— ¿Qué?
—Mi madre biológica… no era Joyce. Mi madre murió cuando yo era
muy joven. Ella fue quien me enseñó todas mis canciones. Después de
su muerte, mi padre me prohibió ir al bosque, al igual que me prohibió
que le dijera a otros a quién pertenecía el libro —. Me enfrento
a Davien. —Pensé que solo estaba siendo cauteloso, sobreprotector
porque Joyce destruyó todo lo de mi madre. O pensé que quería que yo
supiera lo sentimental que era, así que nunca lo delaté.

—Y por eso, cuando me viste tirarlo al fuego...

—Me lancé tras él. Era una de las dos cosas que me quedaban de mi
madre.

Me agarra por los hombros y me sacude. Davien también está


empezando a verlo.

—La otra cosa de ella, dijiste que era tu laúd, ¿verdad?

—Sí.

—Se rumoreaba que la mujer que debería haber sido la


reina Talahani Aviness era un excelente músico. Las canciones que
conoces, siempre supiste, canciones de faes... — El agarre de Davien se
afloja. —No, no, no es posible—. Sacude la cabeza y se aleja
tambaleándose. —Y, sin embargo, las canciones, el secreto, las
cicatrices en tu espalda... Tu recuerdo de volar... El libro
de la reina Talahani fue encontrado en la finca de tu padre.

—Espera, no crees…— No es posible. Esto no puede ser posible.

—Convocaste alas el día que caíste. Tu padre no dejó que esa mujer
te quemase por insensibilidad. Dejó que ella te quemara en un intento
humano equivocado y draconiano de mantenerte a salvo, de
mantenerte normal según sus estándares. Te brotaron alas y te las
cortaron.

Un escalofrío me atraviesa cuando los recuerdos regresan por


completo. Los recuerdos que traté de reprimir pero que ya no puedo
ignorar. Los recuerdos de ese día que no tenían sentido para mí de
niña y menos de adulta.

—Mi padre sabía demasiado sobre los faes —, susurro. —Siempre


pensé que era casualidad. O su proximidad al bosque. O las historias
que había encontrado en sus viajes. No... Sabía tanto sobre
los faes porque se enamoró de uno. Él siempre decía que mi madre no
fue hecha para ese mundo, —Me hao del eco triste lamento de mi
padre. —Lo decía en serio porque estaba hecha para Midscape.

—Eres mitad fae. — Davien da un paso atrás y se apoya contra la


estantería como si necesitara recuperar el aliento. — Siempre se
rumoreaba que la reina Talahani había huido en un esfuerzo por salvar
el linaje. Los Boltov afirmaron que la mataron, pero su cuerpo nunca
fue encontrado. Luego, el libro que buscaban los Boltov , el que Vena
supo buscar a través de Allor, fue descubierto en posesión de tu
padre. Talahani debe haber escapado al mundo natural. Debe haberse
enamorado de tu padre y haberte dado a luz.

—No, no puedo, tal vez sea mitad fae , tal vez , pero no lo soy, si lo
soy, estoy segura de que mi madre era una fae cualquiera . Nadie
importante —. Empiezo a reír, un poco enloquecida, completamente
abrumada. —No tiene sentido.

—Tiene todo el sentido. Prosperas, incluso todavía, en Midscape. Puedes


comer nuestra comida y vivir aquí sin marchitarte. La magia de los
antiguos reyes fue para ti, no para mí, porque eres la heredera; eres la
verdadera heredera. Y no podrías darme el poder sin primero ser ungido
formalmente y luego abdicar, porque la corona debería haber sido tuya
para empezar. Estaba equivocado. Tan equivocado. Nunca fuiste una
ladrona. Estabas reclamando tu derecho de nacimiento —. Davien
se pasa las manos por el pelo y niega con la cabeza. Vibra con una risa
incrédula. —Durante los últimos días, he estado pensando que nunca
encontraría al heredero. Que nuestro pueblo tendría
que comprometerse conmigo y estar condenado a la incertidumbre sobre
mi muerte. Todo el tiempo he estado pensando que tengo que dejarte
ir, pero no es cierto. ¡Nada de eso es cierto! — Corre hacia mí y me
levanta en sus brazos. — Katria , naciste para ser la reina de los faes.

Dejo escapar más risas.

— Estás demasiado cansado. No puedes creer lo que estás diciendo.

—Sabes que lo que estoy diciendo es verdad—, susurra en mi


oído. —Lo sabes muy dentro de ti.

Ignoro la molesta sensación de que tiene razón. El sentimiento que


he estado tratando desesperadamente de ignorar durante días.

—Estás desesperado.

—Bien entonces. — Él se aleja. —Si no me crees, ven y ponte la


corona. Si tienes razón y yo me equivoco, no tienes nada que
temer. Caerá de tu frente como cualquier otro —. Davien se dirige
hacia la puerta, pero estoy congelado en mi lugar.

—Y, ¿y si tienes razón?— Pregunto en voz muy baja.

Mira por encima del hombro con una pequeña sonrisa.

—Entonces gobernarás, como es tu derecho de nacimiento.

—Pero todavía tienes la magia—. Corro hacia él. —Abdicado.


—Estas cosas se pueden deshacer. Recuerde, la abdicación solo se
pensó como un marcador de posición hasta que el verdadero heredero
estuviera listo. Estás lista y te devolveré tu poder con mucho gusto —
. Agarra mis manos. —Ven conmigo.

—No puedo.

—No importa qué, Katria , estaré a tu lado. Si eres la heredera


perdida, estaré contigo como tu siervo más fiel. Si no es así, entonces
todavía eres medio fae y pasaremos nuestras vidas juntas en la
dicha. No hay nada más que alegría ante nosotros, te lo prometo.

Voy a la deriva por el castillo, dirigida por Davien. Mi mente todavía


está revolviendo sus palabras, tratando de encontrarles sentido. Y, sin
embargo, siento que mis pensamientos lógicos están tratando de
ponerse al día con lo que mi corazón ya sabía, quizás sabía desde hace
mucho tiempo.

Nunca pertenecí al mundo en el que nací. Nunca encaje ahí. Y, sin


embargo, aquí, desde que llegué a Midscape , encontré un propósito:
encontré el amor.

En el segundo en que cruzamos el umbral de la sala principal, Oren


está sobre nosotros.

—Su Majestad, hay más aquí que...

Davien lo despide. Sin decir palabra, ante todos los que se han
reunido, me guía al trono en lo alto del estrado como si me estuviera
guiando a la cama. Hace un gesto hacia el asiento y escucho susurros
en el pasillo.

— ¿Su Majestad?— Vena da un paso adelante. —Qué vas a…


—Hace muchos años, perdimos a la mujer que creíamos que era la
última heredera verdadera del linaje Aviness . Aunque nunca ocupó el
trono, se rumoreaba que había vivido en la Corte Suprema justo debajo
de las narices de Boltov , manteniendo a salvo las reliquias de sus
antepasados. Fue la búsqueda de un libro que robó
cuando Boltov finalmente la descubrió lo que me llevó a conocer
a Katria —. Davien se dirige a la habitación. —El libro fue encontrado a
través del Desvanecimiento y en el mundo natural. Y cuando lo usé en
un ritual para recuperar el poder de los antiguos reyes, ese poder no
fluyó hacia mí, sino hacia ella —. Me hace un gesto. Se intercambian
más susurros y miradas. —Lo hizo, porque es hija de dos
mundos. Talahani huyó e hizo una nueva vida lejos de
donde Boltov podía encontrarla. Se enamoró de un humano y dio a luz
a una hija.

Davien viene a pararse frente a mí. Me mira con ojos llenos de amor
y admiración. Es suficiente para hacerme sentir valiente. Para hacerme,
bueno, honestamente, un poco tonta.

—Siéntate, princesa Katria , en el trono que salvaste, que es


legítimamente tuyo.

Le complazco. El trono no se siente diferente a cualquier otra


silla. Pero soy muy consciente del momento en que la corona de cristal
se cierne sobre mi cabeza. Echo un vistazo hacia Davien , robando toda
la valentía que puedo de su mirada amorosa. Baja la corona hasta mi
frente.

Se mantiene.

Un ajuste perfecto.

— Todos aclamen a la, reina Katria, verdadera heredera de sangre


al trono de los faes , última de la línea de sangre Aviness —
entona Davien y el salón resuena. Me da una pequeña sonrisa, el amor
brilla en sus ojos brillantes. —Que tu reinado sea largo.
38

PENSÉ que partiría hacia el mundo humano de


inmediato. Pero Davien ha estado tan ocupado que ha sido
logísticamente insostenible que eso suceda. Ha insistido en que será él
quien me acompañe cuando finalmente regresemos. Por esa razón, ni
Shaye, ni Oren, ni Giles, ni Hol han recibido permiso para llevarme a
través del Desvanecimiento, lo que provocó el retraso.

Milagrosamente, todavía estoy bien en Midscape. Me preguntan con


regularidad cómo me siento. Pero después de una buena noche de
descanso, el cansancio de recuperar la Corte Suprema se ha
desvanecido de mis huesos. La comida también tiene sabor. Todo esto
fascina a Vena. Ahora come conmigo en casi todas las comidas,
haciendo preguntas implacables sobre cada sabor. Una vez, incluso
trató de ponerme a prueba sirviéndome comida mezclada con una
especia intensa. Pasé esa prueba, para mi disgusto.

La teoría actual es que la magia de los antiguos reyes estuvo en mí


durante tanto tiempo que se desgastó un poco en mí. Le da
a Davien una esperanza inesperada de que quizás yo pueda
quedarme. Vena intenta frenar eso, pero fue en vano. Davien todavía
parece pensar que encontrará una manera de otorgarme la capacidad
de vivir en Midscape con el poder de los antiguos reyes reavivando la
vieja magia humana, escondida dentro de mí, languidecida de vivir en
el Mundo Natural.

Sin embargo, a pesar de todo esto, sé la verdad. Sé lo que va a pasar


en última instancia. Y me he estado preparando para ello todos los
días. En todo caso, mi tiempo aquí se está volviendo más tortuoso que
una fantasía. Cada vez es más difícil despertarme a su lado por las
mañanas, sabiendo que tendré que dejarlo. Volver al mundo natural
será un placer cuando finalmente suceda.

Durante el día, Davien está ocupado con el implacable desfile de faes


que vienen a probarse la corona. Cada afirmación es más ridícula que
la anterior. Inicialmente, me paro en la sala principal como parte de la
audiencia. Ver a cada hombre y mujer acercarse para explicar cómo
estaban de alguna manera, tangencialmente, posiblemente
relacionados con la línea de sangre Aviness. Las tenues relaciones son
casi tan ridículas como sus historias sobre cómo se —perdieron en la
historia— y —llegaron a recordar su vocación.

Davien escucha con atención, más paciente de lo que yo podría ser, y


luego los invita a subir al estrado con él. El hombre o la mujer se
sientan en el trono y Davien baja la corona sobre su frente. Una y otra
vez, cae al suelo. Naturalmente, rápidamente me aburro de ver esta
farsa y empiezo a explorar el castillo. No voy a esperar mientras coloca
la corona de cristal en cada fae del reino.

Pero el disgusto por su falta de respeto a la corona de cristal y todo


lo que Davien sufrió para finalmente lograrlo no es la única razón por
la que empiezo a vagar.

Algo me persigue, me persigue. Ha estado en mis sueños más


oscuros. Es un recuerdo que se desvanece cada día más, como si
quisiera volver a ser olvidado. Una parte de mí quiere olvidar. Pero la
otra parte de mí recuerda ese segundo de claridad que gané durante el
otoño.

Así es como terminé de regreso en las cámaras del rey, el único lugar
que aún no se ha cambiado de cómo lo dejó Boltov.

Así es como terminé aquí, mirando por la ventana rota, con el


corazón latiendo con fuerza. Shaye encontró el cuerpo de Boltov más
tarde esa noche. Ha cruzado el Velo hacia el Más Allá. Pero el fantasma
de él permanece. Los recuerdos que me obligó a afrontar se grabaron
en mi mente.

Me muerdo la uña del pulgar, acariciándola con los dientes. No


quiero recordar Pero tengo que hacerlo. Esta noche me ha perseguido
durante años y estoy a punto de recordar algo que se siente
increíblemente importante. Me duele la espalda de nuevo mientras
miro hacia el cielo.

— ¿Recuerdas qué ?— Maldigo y me alejo de la ventana. ¿Cómo


pueden mis recuerdos distorsionarse así? ¿Qué pasó que fue tan malo
que mi propia mente se niega a permitirme recordar los detalles? ¿Por
qué esta verdad está fuera de mi alcance?

Camino por la habitación, la frustración aumenta con cada giro hasta


que termino golpeando una de las estanterías con un
gruñido. Mientras masajeo mis nudillos doloridos, mis ojos se vuelven
hacia los libros. Paso un dedo por los lomos, atrapando un agujero
vacío donde falta un tomo.

En cada una de las espinas está estampado el símbolo de Aviness. La


estrella de ocho puntas sobre la corona de cristal rodeada de
lirios. Paso mi dedo suavemente por el cuero estirado, deteniéndome
en la corona. Así, las lanzas más altas del contorno de la corona de
cristal parecen casi una montaña.
— No, no puede ser...— respiro.

— ¿Qué no puede ser?— Salto, girando para ver a Davien. Se acerca


con las manos cruzadas a la espalda. Incluso sin la corona, tiene los
adornos de un rey. Sus movimientos se vuelven más regios cada día.

—Yo... has terminado temprano—, me las arreglo para decir.

—No puedo soportar que otra persona entre en estos pasillos


sagrados, escupiendo sus verdades a medias y afirmaciones de
legitimidad a medias—. Pasa una mano por su cabello mientras se
detiene a mi lado. —Esperé durante décadas la oportunidad de asumir
ese trono. Me entrené, luché y peleé por la oportunidad de traer paz y
prosperidad a nuestra gente. Ver a estas personas salir de la nada sin
comprender qué es lo que están tratando de asumir...

Apoyo una mano en su hombro suavemente, deteniéndolo antes de


que pueda ponerse demasiado nervioso.

—Siempre puedes detener la búsqueda—le recuerdo


innecesariamente. —Y gobernar como debes.

—Eventualmente, se encontraría al heredero Aviness. Eventualmente,


algún hijo o hija se enteraría de su linaje y vendría a reclamar el
trono. Es mejor encontrarlos ahora, cuando puedo enseñarles, cuando
tengo el respeto de la gente y puedo ceder el trono con gentileza para
asegurar una transición de poder sin problemas. Los encontraré cueste
lo que cueste.

Niego con la cabeza.

—Y es por eso que eres el rey que no se merecen.

—El listón estaba bastante bajo cuando asumí este puesto.


—Y cada vez que te vayas, se fijará mucho más alto.

— ¿Qué haría sin tu apoyo?— Me da una sonrisa cariñosa. Antes de


que pueda responder, pregunta: —Ahora, ¿qué 'no puede ser'? ¿Y por
qué has venido aquí? — Davien olfatea como si el aire lo ofendiera. —
Todavía apesta a usurpadores.

—Yo...— paso mis dedos por los diarios. Mis dedos se enganchan en
las ranuras del relieve del lomo. Recuerdo el libro de mi madre, su
título gastado y su encuadernación deshilachada. —Cuando me cai
con Boltov... tenía un recuerdo de ese día.

— ¿Qué día?

—La última vez que me caí—, susurro.

— ¿Eldía que tú y Helen se cayeron del techo?— Davien apoya una


palma entre mis omóplatos, sobre la cicatriz.

—Sí. — La palabra es gomosa.

— ¿Qué recuerdas?

—Pensé que recordaba haber volado —, susurro. Esa idea ha sido lo


que me ha perseguido por estos pasillos.

—Estoy seguro de que, para un niño, caer desde una gran altura
debe haber sido como volar.

—No, yo... creo que en realidad volé. Torpemente. Mal. Pero... no


hay forma de que Helen y yo hubiéramos sobrevivido a una caída
desde esa altura. De ninguna manera debería haber podido alcanzarla
—. Sigo mirando la estantería. Mi dedo todavía está encajado en el
lugar que falta entre los diarios. En las piezas que caen en su lugar que
deseo desesperadamente poder ignorar. —A veces, desde que llegué
a Midscape, he tenido estas extrañas sensaciones de saber, de pertenecer...

—La antigua magia de los reyes.

Le doy una pequeña mirada de frustración. No me está tomando en


serio. Por otra parte, solo hablé de volar. Tampoco me he tomado en
serio a mí misma en los últimos días con pensamientos como ese. Pero
esta maldita estantería me está sacando de mi feliz ignorancia. Estas
cosas ya no pueden ignorarse. —Sin embargo, es más que solo ese
recuerdo. Como estos libros. Este falta... el libro que usaste en el ritual
esa noche vino de aquí, ¿no?

—Eso creo. — Suspira suavemente. —Ese libro fue uno de los pocos
que alguna vez se escapó de la Corte Suprema.

— ¿Qué son estos libros?— Me atrevo a preguntar.

—Hace mucho tiempo hubo una Corte de Estrellas, videntes de


las faes . Por cada Aviness , registrarían su destino en estas páginas con
una magia antigua que solo podía leer el individuo. Cada libro en este
estante representa un Aviness perdido... registrado por una magia que
los Boltov eliminaron.

Trago saliva espesa. Me equivoco. Tengo que estar equivocada. Esto


es una locura.

— ¿Sabes cómo mi padre consiguió ese libro?— Por favor, que tenga
una explicación simple y lógica, le ruego en silencio.

El niega con la cabeza.

—Nadie en los Acólitos pudo imaginar cómo el libro llegó a la


propiedad de tu padre. Se dice que la última persona conocida
con sangre Aviness escapó con él. Ella lo tomó y corrió,
desapareciendo en la noche —. Pienso en lo que dijo Boltov : la última
verdadera Aviness que se escapó de mis garras . —Vena tardó años en
rastrear el tomo hasta tu padre. Al menos el libro se alejó lo más
posible de Boltov. Estoy seguro de que de otro modo habría sido
reclamado o destruido. Intenté durante años que tu padre me lo
vendiera, pero él siempre se negaba.

¿Qué digo? ¿Cómo puedo explicarle esto? El miedo a que Davien vea
este secreto que he guardado como una gran traición me cubre.

—Este libro…

—Hubiera sido imposible para ti saber qué era como humano. No te


sientas mal —. No tiene idea de por qué mi piel se ha vuelto
húmeda. —Y tu padre, como comerciante, estoy seguro de que lo
encontró en algún momento de sus tratos. Cómo se abrió paso a través
del Desvanecimiento es un misterio, pero estoy seguro de que el
último linaje de Aviness estaba tratando de mantenerlo a salvo antes
de que Boltov le pusiera las manos encima. Han sucedido cosas más
extrañas y...

—Ese libro era de mi madre—, lo interrumpo. No puedo enfrentar


a Davien. En lugar de eso, me quedo mirando el lugar de la estantería
donde debería haber sido colocado ese tomo. Hago la pantomima de
encajar un libro en la ranura, mis dedos se deslizan por el estante para
caer a mi lado.

Eso fue todo. La pieza que faltaba para que todo tuviera sentido. Me
duele el estómago y no estoy segura de si voy a enfermar o llorar.

— ¿Qué?
—Mi madre biológica… no era Joyce. Mi madre murió cuando yo era
muy joven. Ella fue quien me enseñó todas mis canciones. Después de
su muerte, mi padre me prohibió ir al bosque, al igual que me prohibió
que le dijera a otros a quién pertenecía el libro —. Me enfrento
a Davien. —Pensé que solo estaba siendo cauteloso, sobreprotector
porque Joyce destruyó todo lo de mi madre. O pensé que quería que yo
supiera lo sentimental que era, así que nunca lo delaté.

—Y por eso, cuando me viste tirarlo al fuego...

—Me lancé tras él. Era una de las dos cosas que me quedaban de mi
madre.

Me agarra por los hombros y me sacude. Davien también está


empezando a verlo.

—La otra cosa de ella, dijiste que era tu laúd, ¿verdad?

—Sí.

—Se rumoreaba que la mujer que debería haber sido la


reina Talahani Aviness era un excelente músico. Las canciones que
conoces, siempre supiste, canciones de faes... — El agarre de Davien se
afloja. —No, no, no es posible—. Sacude la cabeza y se aleja
tambaleándose. —Y, sin embargo, las canciones, el secreto, las
cicatrices en tu espalda... Tu recuerdo de volar... El libro
de la reina Talahani fue encontrado en la finca de tu padre.

—Espera, no crees…— No es posible. Esto no puede ser posible.

—Convocaste alas el día que caíste. Tu padre no dejó que esa mujer
te quemase por insensibilidad. Dejó que ella te quemara en un intento
humano equivocado y draconiano de mantenerte a salvo, de
mantenerte normal según sus estándares. Te brotaron alas y te las
cortaron.

Un escalofrío me atraviesa cuando los recuerdos regresan por


completo. Los recuerdos que traté de reprimir pero que ya no puedo
ignorar. Los recuerdos de ese día que no tenían sentido para mí de
niña y menos de adulta.

—Mi padre sabía demasiado sobre los faes —, susurro. —Siempre


pensé que era casualidad. O su proximidad al bosque. O las historias
que había encontrado en sus viajes. No... Sabía tanto sobre
los faes porque se enamoró de uno. Él siempre decía que mi madre no
fue hecha para ese mundo, —Me hao del eco triste lamento de mi
padre. —Lo decía en serio porque estaba hecha para Midscape.

—Eres mitad fae. — Davien da un paso atrás y se apoya contra la


estantería como si necesitara recuperar el aliento. — Siempre se
rumoreaba que la reina Talahani había huido en un esfuerzo por salvar
el linaje. Los Boltov afirmaron que la mataron, pero su cuerpo nunca
fue encontrado. Luego, el libro que buscaban los Boltov , el que Vena
supo buscar a través de Allor, fue descubierto en posesión de tu
padre. Talahani debe haber escapado al mundo natural. Debe haberse
enamorado de tu padre y haberte dado a luz.

—No, no puedo, tal vez sea mitad fae , tal vez , pero no lo soy, si lo
soy, estoy segura de que mi madre era una fae cualquiera . Nadie
importante —. Empiezo a reír, un poco enloquecida, completamente
abrumada. —No tiene sentido.

—Tiene todo el sentido. Prosperas, incluso todavía, en Midscape. Puedes


comer nuestra comida y vivir aquí sin marchitarte. La magia de los
antiguos reyes fue para ti, no para mí, porque eres la heredera; eres la
verdadera heredera. Y no podrías darme el poder sin primero ser ungido
formalmente y luego abdicar, porque la corona debería haber sido tuya
para empezar. Estaba equivocado. Tan equivocado. Nunca fuiste una
ladrona. Estabas reclamando tu derecho de nacimiento —. Davien
se pasa las manos por el pelo y niega con la cabeza. Vibra con una risa
incrédula. —Durante los últimos días, he estado pensando que nunca
encontraría al heredero. Que nuestro pueblo tendría
que comprometerse conmigo y estar condenado a la incertidumbre sobre
mi muerte. Todo el tiempo he estado pensando que tengo que dejarte
ir, pero no es cierto. ¡Nada de eso es cierto! — Corre hacia mí y me
levanta en sus brazos. — Katria , naciste para ser la reina de los faes.

Dejo escapar más risas.

— Estás demasiado cansado. No puedes creer lo que estás diciendo.

—Sabes que lo que estoy diciendo es verdad—, susurra en mi


oído. —Lo sabes muy dentro de ti.

Ignoro la molesta sensación de que tiene razón. El sentimiento que


he estado tratando desesperadamente de ignorar durante días.

—Estás desesperado.

—Bien entonces. — Él se aleja. —Si no me crees, ven y ponte la


corona. Si tienes razón y yo me equivoco, no tienes nada que
temer. Caerá de tu frente como cualquier otro —. Davien se dirige
hacia la puerta, pero estoy congelado en mi lugar.

—Y, ¿y si tienes razón?— Pregunto en voz muy baja.

Mira por encima del hombro con una pequeña sonrisa.

—Entonces gobernarás, como es tu derecho de nacimiento.

—Pero todavía tienes la magia—. Corro hacia él. —Abdicado.


—Estas cosas se pueden deshacer. Recuerde, la abdicación solo se
pensó como un marcador de posición hasta que el verdadero heredero
estuviera listo. Estás lista y te devolveré tu poder con mucho gusto —
. Agarra mis manos. —Ven conmigo.

—No puedo.

—No importa qué, Katria , estaré a tu lado. Si eres la heredera


perdida, estaré contigo como tu siervo más fiel. Si no es así, entonces
todavía eres medio fae y pasaremos nuestras vidas juntas en la
dicha. No hay nada más que alegría ante nosotros, te lo prometo.

Voy a la deriva por el castillo, dirigida por Davien. Mi mente todavía


está revolviendo sus palabras, tratando de encontrarles sentido. Y, sin
embargo, siento que mis pensamientos lógicos están tratando de
ponerse al día con lo que mi corazón ya sabía, quizás sabía desde hace
mucho tiempo.

Nunca pertenecí al mundo en el que nací. Nunca encaje ahí. Y, sin


embargo, aquí, desde que llegué a Midscape , encontré un propósito:
encontré el amor.

En el segundo en que cruzamos el umbral de la sala principal, Oren


está sobre nosotros.

—Su Majestad, hay más aquí que...

Davien lo despide. Sin decir palabra, ante todos los que se han
reunido, me guía al trono en lo alto del estrado como si me estuviera
guiando a la cama. Hace un gesto hacia el asiento y escucho susurros
en el pasillo.

— ¿Su Majestad?— Vena da un paso adelante. —Qué vas a…


—Hace muchos años, perdimos a la mujer que creíamos que era la
última heredera verdadera del linaje Aviness . Aunque nunca ocupó el
trono, se rumoreaba que había vivido en la Corte Suprema justo debajo
de las narices de Boltov , manteniendo a salvo las reliquias de sus
antepasados. Fue la búsqueda de un libro que robó
cuando Boltov finalmente la descubrió lo que me llevó a conocer
a Katria —. Davien se dirige a la habitación. —El libro fue encontrado a
través del Desvanecimiento y en el mundo natural. Y cuando lo usé en
un ritual para recuperar el poder de los antiguos reyes, ese poder no
fluyó hacia mí, sino hacia ella —. Me hace un gesto. Se intercambian
más susurros y miradas. —Lo hizo, porque es hija de dos
mundos. Talahani huyó e hizo una nueva vida lejos de
donde Boltov podía encontrarla. Se enamoró de un humano y dio a luz
a una hija.

Davien viene a pararse frente a mí. Me mira con ojos llenos de amor
y admiración. Es suficiente para hacerme sentir valiente. Para hacerme,
bueno, honestamente, un poco tonta.

—Siéntate, princesa Katria , en el trono que salvaste, que es


legítimamente tuyo.

Le complazco. El trono no se siente diferente a cualquier otra


silla. Pero soy muy consciente del momento en que la corona de cristal
se cierne sobre mi cabeza. Echo un vistazo hacia Davien , robando toda
la valentía que puedo de su mirada amorosa. Baja la corona hasta mi
frente.

Se mantiene.

Un ajuste perfecto.

— Todos aclamen a la, reina Katria, verdadera heredera de sangre


al trono de los faes , última de la línea de sangre Aviness —
entona Davien y el salón resuena. Me da una pequeña sonrisa, el amor
brilla en sus ojos brillantes. —Que tu reinado sea largo.
39

—SABES, todavía podríamos esperar e ir en la oscuridad de la noche


como dos ladrones—. Davien se sienta al otro lado del carruaje frente a
mí, luciendo bastante complacido con la idea.

Me río con facilidad, más fuerte, más brillante que nunca. La risa se
vuelve más natural cada día. A pesar de que han pasado casi tres
meses desde que fui coronada formalmente como la nueva reina de los
faes y mis responsabilidades han aumentado más allá de mi
imaginación, me siento más ligera. Por primera vez en mi vida, sé a
dónde pertenezco. Por supuesto, saber a dónde pertenezco no significa
que siempre sea más fácil estar allí. Simplemente significa que el
trabajo duro es más agradable porque sé que significa algo.

—No voy a ir por la noche. Voy buscar a Misty yo misma. Y me


enfrentare a ellos de una vez por todas —. Hice un voto cuando entré a
la Corte Suprema, uno que estoy decidida a cumplir. Pero no le digo
eso.

Davien sonríe. Él sabe lo que esto significa para mí. Él sabe por qué
lo necesito. Pero aún así, no me haría sentir como una cobarde si
tuviera que correr.
—Estaré contigo todo el tiempo, o no, si prefieres lo último.

—Creo que quiero intentar hacer esto por mi cuenta—. Me acerco y


le doy una palmada en la rodilla. —Pero aprecio mucho que hayas
venido conmigo para hacer esto. Saber que estás aquí hace toda la
diferencia —. Por lo general, es mi segundo cuando no puedo
gobernar, lo cual es a menudo, ya que todavía paso muchas horas al
día aprendiendo a usar mi magia y estudiando los matices de Midscape. Tengo
mucho que aprender. Tanta historia de la que ahora soy parte y
necesito recordar... especialmente desde que el Rey Elfo y la Reina
Humana pidieron una audiencia inesperada conmigo poco antes de
irnos.

Tan pronto como regresemos, haremos los preparativos finales para


su llegada. Que son muchos, ya que acabamos de terminar nuestros
Ritos de Primavera, tantos festivales en Midscape para observar. Vena
está supervisando las cosas en nuestra ausencia junto con Shaye, Giles,
Oren y Hol ayudándola. No podría soñar con mejores personas a mi
lado mientras me acomodo para gobernar.

—Lo que sea que necesites, siempre estaré aquí.

—Saber eso es lo que me da fuerzas—. Lo miro a los ojos mientras


hablo, así que, con suerte, él sabe lo sincera que soy.

Pero Davien debe confundir mi mirada, porque se inclina hacia


adelante para besarme con fiereza. Es un beso que promete más
después, si me inclino. Y siempre me inclino cuando se trata de él.

—Yo iría hasta los confines de la tierra por ti.

—Yo atravesaría mundos por ti—. Me río y él hace eco del sonido,
frotando su nariz contra la mía. Ambos son verdaderos. Me recuesto en
mi asiento, mirando por la ventana. El mundo natural es tan sencillo en
comparación con la magia de Midscape. Estas calles parecen tan
pequeñas, las casas que alguna vez me intimidaron tan poco
importantes. —Recuerdo la última vez que viajé en este carruaje...
estaba nerviosa por encontrarme con mi esposo.

—Oh, es cierto...— Davien se apaga con una pequeña sonrisa. —


Estamos de vuelta en el mundo natural. Eso significa que estamos
casados de nuevo —. Suelto una carcajada. —Quizás deberíamos
consumar ese matrimonio esta noche. Nunca lo hicimos en este ámbito.

Sonrío.

—Te gustaría eso, ¿no?

—Sabes que me gustaría mucho.

Ambos escuchamos los susurros en la corte. La gente espera que


estemos comprometidos dentro de un año. Davien y yo solo hemos
dado discusiones pasajeras sobre el tema. Hay cosas más importantes
de las que debemos preocuparnos, que formalizar nuestro amor
en Midscape. Además, no estoy lista. Todavía estoy aprendiendo a amar y
a ser reina. Quiero dominar ambos antes de pensar en casarme de
nuevo. Davien ha sido más que paciente al respecto y ha insistido en
que la próxima vez que nos casemos será en mis condiciones.

El carruaje sube por el camino hacia la mansión de mi


familia. Inspiro con fuerza cuando el césped familiar aparece a la
vista. Es mucho más exuberante de lo que nunca lo he visto. Los
jardineros están cuidando los setos. Supongo que Joyce no derrochó
totalmente el dinero, al menos no todavía, si todavía hay dinero para
pagar a ese personal.

Davien aprieta mi rodilla.


—Lo harás genial.

—Lo sé—, digo en voz baja. Y, sin embargo, se me hace un nudo en


el estómago cuando el carruaje se detiene en la parte superior del
camino.

Como era de esperar, Laura es la primera en saludarnos. Ella sale


corriendo de la casa, patinando en la grava junto a donde el carruaje se
detiene. Abro la puerta y veo que sus ojos se abren un poco cuando ve
a Davien por primera vez. Ahora que ha pasado el tiempo adecuado
en Midscape, puede ocultar sus alas y embellecer su belleza más
antinatural para que parezca nada más que un humano. En mi
periferia lo veo guiñarle un ojo.

La respiración de Laura se acelera.

— Katria , yo, tú, no estabas mintiendo, es muy guapo.

Me río y la envuelvo en mis brazos, apretándola con fuerza.

—Es bueno verte, hermana.

—Te he extrañado mucho.

Puedo escuchar el dolor y el anhelo en su voz. Resuena


profundamente dentro de mí, cimentando mi resolución. No estaba
segura de lo que pensaba decir a continuación. Pero ahora que estoy
aquí, sé lo que tengo que hacer. Sin dudarlo, Katria .

—Te he extrañado también— Me alejo. Sé que vendrán Helen y Joyce. Debo


ser rápido mientras estemos solos. Con las manos sobre los hombros
de mi hermana, la miro directamente a los ojos. —Tu madre no es una
buena mujer.
— Katria...

—Sé que podrías pensar que soy parcial. Y eso podría ser cierto. Pero
sé que tú también lo ves —, continúo, con la voz nivelada y
decidida. —No dejes que corrompa tu bondad, Laura. Deja este lugar
tan pronto como puedas. Puedes venir conmigo. Puedes casarte con tu
propio hombre guapo. Puedes emprender el camino por tu cuenta y
forjar tu propio camino. Yo te apoyaré, si es necesario. Lo que te
agrade. Pero vete mientras puedas y mientras todavía tengas el
corazón que adoro

Laura no tiene la oportunidad de responder.

— ¿ Katria ?— Helen es la primera en emerger.

—Creo que es Señora Fenwood — digo con arrogancia mientras aliso mi


holgada túnica de seda de Fae y me alejo de nuestra hermana menor.

— ¿Qué estás haciendo aquí?— Helen se las arregla para decir a


través de su sorpresa.

—He venido a recoger mi caballo—. Me dirijo hacia los establos.

—Pero… no puedes...

Hago una pausa para darle una mirada penetrante.

—Te lo aseguro, que puedo. — Sigo hasta los establos, para terminar
lo que debería haber hecho hace meses.

— ¡Se lo voy a decir a mamá!— Ella corre hacia adentro. Laura


todavía está sola en el camino, demasiado aturdida para hablar.
—Ve y dile a mamá, eso es lo único que has podido hacer en toda tu
vida—, murmuro en voz baja.

Cordella está fuera del granero, para mi agradable sorpresa. Casi


deja caer el rastrillo que estaba usando para recolectar heno para los
caballos al verme.

—Bueno, los antiguos dioses resuciten. No esperaba volver a verte


por aquí.

—Yo tampoco me lo esperaba. Pero no estaré aquí por mucho


tiempo. Y te aseguro que esta será la última vez que ponga un pie en
este lugar. Pero es bueno verte, vieja amiga —digo con
sinceridad. Cordella siempre hizo todo lo posible por mí. A veces, su
mejor esfuerzo no parecía suficiente, pero ahora he tenido la distancia
necesaria para reconocer toda su ayuda por lo que era. — ¿Cómo está
Misty?

—Necesita que le estiren un poco las piernas. Pero hago lo que


puedo para mantenerla en plena forma —. Cordella luce una sonrisa
cómplice. — ¿Finalmente vienes a recogerla?

—Lo hago. — Hago una pausa cuando comienzo a entrar en el


establo. — ¿Sabías que volvería?

—Tuve una sensación. — Cordella me mira desde la parte superior


de la cabeza hasta la parte inferior de los dedos de los pies y la
espalda. Ella me da un asentimiento de aprobación. —Te ves
bien, Katria . Te vistes mejor que la última vez que te vi.

—Sé quién soy ahora—, respondo con facilidad. Soy el heredero del
último linaje Aviness. Soy la reina de los faes. Pero también soy hija de
un señor comerciante, que creció en un hogar abusivo, con padres que
modelaron todos los tipos de amor equivocados. Estoy entera, rota y
recuperándome. Soy todas esas cosas y
más. Soy Katria Applegate Aviness , y nunca más me sentiré pequeña.

— ¿Katria ?— La voz aguda de Joyce interrumpe nuestra conversación.

—Por favor, tachuela a Misty—, le digo a Cordella . —Y me


aseguraré de que sepan que no deben atreverse a castigarte por hacerlo.

—Con mucho gusto, Su Señoría. — Cordella inclina la cabeza y se


dirige al granero.

— ¿Sí?— Miro a Joyce mientras intenta dominarme desde la galería


que rodea la mansión. Había estado temiendo este momento. Pero,
ahora que está aquí, me encuentro valiente. Ya no tiene poder sobre
mí. El nudo final en mi pecho se despliega y puedo respirar de nuevo.

Joyce no significa nada para mí ahora.

—No esperábamos que volvieras tan pronto—. Las palabras son


etiqueta falsa.

—Solo estoy aquí por un momento—. Y han pasado meses desde


que me fui. ¿Muy pronto? Solo puedo asumir que ella nunca quiso que
regresara. —Estoy recogiendo lo último que cometí el error de dejar
atrás. No te preocupes, una vez que me vaya esta vez me iré para
siempre.

—No hay nada aquí para ti.

—No lo habrá pronto.

—Misty está lista, señoría—, llama Cordella desde los establos.

—Gracias — Tomo las riendas de Misty.


— ¿Qué crees que estás haciendo?— Joyce exige.

—Estoy tomando lo que es mío—. Monto a Misty y me siento


erguida —Me llevo lo último de mí que queda en esta casa y me voy
para siempre. Nunca me volverás a ver. Nunca más sabrás de
mí. Nunca serás bienvenido en ninguna casa o tierras que me
pertenezcan. Porque encontré una familia que me celebra —. Pienso en
Oren, Giles, Hol , Raph , Shaye, Vena y todos los Dreamsong que me
han apoyado en los primeros meses de mi reinado. —He encontrado
significado, propósito y amor verdadero. Ya no tienes poder sobre
mí. No importa cuánto intentaste hacer que te tema por el resto de mi
vida, no funcionó. Estoy libre de ti; y me llevaré a Misty a mi nuevo
mundo. Esto es una despedida para siempre —. Hago una pausa,
nivelando mis ojos con los de Joyce. —Y si te atreves a pensar en
castigar a Cordella por esto, lo averiguaré y conocerás mi ira.

— ¡Tú, tú, detente ahí mismo!— Joyce lloriquea.

—No. — Con una ligera patada mía, Misty se lanza al trote. Puedo
decir que ella me recuerda. La sensación de su andar me hace
sonreír. Los caballos fae son buenos, pero nunca fueron míos. Doy la
vuelta al frente de la mansión más rápido de lo que Joyce puede
seguir. Helen todavía está frente a las puertas principales, boquiabierta
ante el camino. Puedo decir por qué: Davien está apoyado en el
carruaje, hablando con Laura.

—Veo que tienes tu caballo—. Se aparta del carruaje.

—Lo hago—digo con orgullo. —Mi asunto aquí está hecho.

— Katria — interviene Laura. —Cuando dijiste... que podría ir


contigo...— Ella mira entre Davien y yo.
Davien está claramente inseguro, pero incluso ahora, me
cede. Después de todo, tengo el poder de Aviness. Si alguien puede encontrar
una manera de darle a Laura un lugar en Midscape, esa soy yo.

Por lo menos, puedo darle la mansión en este lado del


Desvanecimiento durante el tiempo que ella lo necesite o lo desee...
hasta que esté lista para emprender su propia gran aventura, sea la que
sea.

—Siempre tendrás un lugar conmigo, hermana.

El rostro de Laura se arruga de alivio. Me pregunto si se ha sentido


culpable por las acciones de Joyce y Helen. Me pregunto si pensó que
la odiaba como los odiaba a ellas. Hay muchas discusiones entre
nosotros, pero ahora tendremos tiempo para ellas.

— ¿Estas segura?— susurra.

—Lo decreto—. Sonrío levemente. Espero su reacción cuando se


entere de que mi marido sí tenía magia y me la enseñó, en cierto
modo. A Laura le irá bien mezclarse con los faes, creo. —Viaja en el
carruaje.

— ¿Pero, y mis cosas?

—Si no nos vamos ahora, Joyce nunca dejará que te vayas—, digo
solemnemente. —Te juro que te daré todo lo que necesites y más—. La
mirada de Laura se desvía de nuevo a la casa mientras Joyce rodea la
terraza para estar junto a Helen. Ella debe saber que es tan cierto como
yo porque comienza a trepar detrás de Davien .

— ¿Qué estás haciendo?— Joyce vuela escaleras abajo, chillando.

Coloco a Misty entre ella y mi hermana.


—Ella está haciendo lo que quiere.

—Esa es mi hija, tú, ¡la estás secuestrando!

—Me voy, madre—, dice Laura, un poco temblorosa, pero más


valiente de lo que podría haber esperado. Nunca he estado más
orgullosa. Ella siempre fue la más fuerte entre nosotros. —Te escribiré.

— ¡Cómo te atreves!— Joyce dice mientras la puerta se cierra. Helen


sigue de pie, la expresión cambia entre estupefacta y enojada. —No
puedes…

—Laura y yo haremos lo que nos plazca. Adiós, Joyce.

No tiene sentido continuar la conversación. Espoleo a Misty al trote


y le doy un gesto con la cabeza a Oren cuando paso. Oigo que el
carruaje cobra vida con el sonido de los cascos detrás de mí.

Joyce la persigue, gritando a mitad de camino. Qué criatura más


lamentable. Es posible que nunca se dé cuenta de que este dolor es lo
que han provocado sus acciones. Pero tal vez Helen lo haga. Tal vez le
quede algo bueno y esto será el catalizador de su cambio. Solo puedo
esperar que así sea, por su bien.

Pero ya no son mi problema. Miro hacia adelante, dejándolos a ellos


y a la mansión detrás de mí.

Como jinete solitario, soy más rápida de lo que podría ser un


carruaje. Conozco el camino de regreso a mi hogar, mi reino. Esta vez,
cabalgaré por las laderas de la finca de mi familia, a través del
brumoso amanecer y hacia los bosques prohibidos. Seguiré cabalgando
hasta encontrar los viejos marcadores que Giles y Hol me enseñaron a
navegar para encontrar mi camino a través de la niebla oscura que
separa a Midscape del mundo humano.
Mi corazón se acelera al mismo tiempo que el atronador galope de
Misty.

El tortuoso canto fúnebre que Joyce había dirigido para mi vida ha


llegado a su fin. Pero una nueva canción apenas está comenzando. Uno
con mi hermana, con el hombre que será mi esposo en ambos mundos y
con mi reino.
Escena Extra
Los cantores terminan su melodía con estruendosos
aplausos. Miro a Katria, viendo cómo fue recibida la canción antes de
aplaudir. Después de todo, ella era el tema de esta gloriosa balada, y
si no le agradaba, ciertamente no me agradaría a mí.

Sus labios están ligeramente fruncidos en una sonrisa forzada, como


si quisiera trazar una línea en su rostro para evitar el rubor escarlata
que amenaza con subir a sus mejillas. No está molesta, simplemente
incómoda, y debo ser realmente malvado por encontrarlo bastante
adorable. Por otra parte, me deleito con todos sus movimientos en
cualquier entorno. Los he estudiado con la misma determinación —no,
más, si soy honesto— con la que estudié para convertirme en rey de
los elfos cuando pensé que era mi derecho de nacimiento.

Aplaudo y me pongo de pie mientras el actor principal se


inclina. Las marcas de su frente brillan débilmente a la luz de las
antorchas. Nuestra Reina Fae finalmente se levanta también, uniéndose
al resto de nosotros en aplausos.

―Qué balada ―me digo principalmente a mí mismo. Luego, me


dirijo a Katria, quien se encuentra hablando con el Rey Elfo que se
sienta entre nosotros, en el asiento de honor a su mano derecha. El
asiento que ocuparía habitualmente. Pero estoy agradecido de dejarlo
por el bien de esta rara oportunidad de hacer las paces con nuestros
vecinos, por lo general combativos.

―¿Tenías alguna idea de que iban a cantar la saga épica de tu


ascensión, su Majestad?
Katria lucha contra poner los ojos en blanco. Odia cuando la llamo
Su Majestad. Me burlo de ella con eso cuando estamos solos. Lo digo lo
suficientemente lento en su oído que los escalofríos recorren su
columna y los dedos de sus pies se curvan. Pero en público la
formalidad siempre es seria. Quiero que nunca dude de que siempre le
daré el respeto que se merece, que ya se ha ganado.

―Escuché algunos susurros de que podrían escribir una canción


sobre mí ―admite.

―Debo confesar que también estoy impresionado, y no solo por la


calidad de la canción ―dice el rey Eldas en ese lento y deliberado
discurso suyo. El hombre es una pared de hielo. Todo lo que esperaría
del Rey Elfo. Y, sin embargo, Katria se las ha arreglado para alegrarlo
de una manera que dudo que yo pudiera haberlo hecho, si la corona de
cristal cayera sobre mi frente―. No he oído hablar de una canción
compuesta para un gobernante fae desde los tiempos de Aviness.

―Eso es porque Katria no es Boltov. Nuestra gente se regocija de


tener una Aviness en el trono una vez más, y la estabilidad que la
acompaña ―digo con orgullo.

Los ojos de Eldas brillan con escepticismo. Sé de su historia con los


Acólitos del Bosque Salvaje. O, más bien, un grupo que se había vuelto
rebelde, rompiendo las órdenes de Vena y mis deseos de amenazar la
vida del Rey Elfo y la Reina Humana en un intento equivocado de
ganar poder y ajustar una vieja cuenta… Su lógica era confusa en el
mejor de los casos y en última instancia, no importaba después de que
todos habían sido ejecutados por las manos de Eldas y de Boltov.

Katria me había pedido mi opinión sobre si debería estar


preocupada por el desaire o si debería exigir alguna forma de
retribución. La tentación que me inundó ante su pregunta fue
vergonzosa. Pero yo nunca, nunca podría desviarla de su camino. La
animé a dejar el pasado y ella escuchó. Quienes cometieron el delito ya
no respiraban, con justicia o no. Tenemos que centrarnos en la vida y
ante nosotros es una oportunidad única para negociar la paz entre los
elfos y los Faes.

―Espero estar a la altura de las expectativas de mi gente.


―Las palabras de Katria son sinceras, pero un tanto ensayadas. Vena
la hizo practicar las cosas seguras para decir una y otra vez antes de la
llegada del Rey Elfo y la Reina Humana.

―Me considero un juez de carácter bastante decente y creo que vas a


seguir haciéndolo excepcionalmente bien ―interviene Luella
desde la izquierda de Katria. De todas las formas en que el rey Eldas es
enérgico, incluso frío, su esposa es cálida. La reina Luella, la reina
humana y guardiana de las temporadas de todo Midscape, no se
parece en nada a lo que esperaba. Quizás hay algo en la condición
humana que los hace más accesibles que aquellos de nosotros de este
lado del Velo―. Por lo que me dice Eldas, ya han superado todas las
expectativas establecidas por sus predecesores.

―Mis predecesores establecieron un listón bastante


bajo. Yo ciertamente espero… que pueda superarlo. ― Katria sonríe
ligeramente. Luella se ríe―. Pero la confianza de mi gente ha sido
realmente una bendición, me preocupaba que no me aceptaran, dada
mi educación poco convencional.

Eldas también se sienta; sigo su ejemplo.

―Tú también eres una bendición para nosotros ―dice con rigidez―,
en el sentido de que también eres una hija de dos mundos. Estábamos
un poco perdidos sobre la mejor manera de manejar la creciente magia
de Aruna.
Luella hace rebotar al bebé sobre su rodilla. La niña tiene el mismo
cabello rojo ardiente que su madre y los ojos helados de su
padre. Sospechamos que ella fue la verdadera razón por la que esta
audiencia se le pidió a Katria tan pronto en su
gobierno. Históricamente, los elfos han adoptado un enfoque distante
cuando se trata de cambiar el liderazgo de los faes.

Después de la coronación de Katria, Vena buscó en los libros de


historia y no pudo encontrar registros de niños nacidos de un padre
de Midscape del Reino Natural. Ciertamente, sospechamos que hay
más como Katria, aquellos que no tienen conocimiento de su
magia. Creciendo fuera de Midscape donde sus poderes padecen hasta
desaparecer y se vuelven desconocidos. Pero encontrar a esos niños y
qué hacer con ellos es una discusión completamente diferente.

Las preguntas sobre Katria y su magia, al crecer como una niña de


dos mundos, fueron algunas de las primeras cosas que el Rey Elfo y la
Reina Humana preguntaron a su llegada.

―Está muy decidida a ayudarlos a los dos ―le digo al Rey Elfo. La
rigidez desaparece de mi voz cuando miro a Katria, involucrada en un
breve debate con la Reina Humana. La joven tiene sus pequeñas manos
envueltas alrededor de los dedos de Katria. No puedo evitar imaginar
cómo sería, cómo se sentiría, verla con un hijo... nuestro hijo. Es una
fantasía que a veces me ha mantenido despierto por la noche, mientras
la abrazo, escuchándola dormir, besando su frente con la esperanza de
que, incluso en el sueño, nunca olvide lo amada que es.

―Ya ha sido de gran ayuda y sospecho que seguirá siéndolo en el


futuro. ―Eldas toma un sorbo de su copa y mira hacia el pasillo―.
Incluso asegurando que nuestra frontera norte no sea un componente
contencioso de mi gobierno, que mi hija crezca con un enemigo menos,
es un regalo que no tiene valor.
Me muevo en mi asiento. Todavía hay temas incómodos que debatir
con los elfos que rodean esa misma frontera. La tierra que una vez
fue fae se perdió y fue reclamada por el Rey Elfo hace generaciones. Un
punto de roce para muchos. Incluyendo faes en este mismo
salón. Puedo sentir sus ojos sobre mí, sus expectativas de que yo, o su
reina, exigiremos la devolución de la tierra.

Todo a su tiempo, me recuerdo a mí mismo lo que dijo Katria antes de


que llegaran el Rey Elfo y la Reina Humana. Creo que se estaba
tranquilizando a sí misma, pero también fue un buen recordatorio para
mí. Su reinado será largo y próspero. No es necesario apresurar estos
asuntos delicados antes de que estén listos. Ayudar a su hija es una
base mucho mejor para la diplomacia a largo plazo que romper el hielo
con disputas territoriales.

―Espero que usted y su esposa puedan estar tranquilos porque no


hay enemigos aquí. ―Me encuentro con los ojos del rey elfo.

Eldas sostiene mi mirada. Está tratando de enterrar sus dudas y


escepticismo. Finalmente, dice:

―No hubiéramos venido si hubiera pensado que nuestra seguridad


estaría en riesgo.

Sonrío, sabiendo que, a pesar de sus palabras, trajo consigo un


pequeño ejército. Aunque no puedo decir que lo culpo. Si pensara que
existe la posibilidad de llevar a Katria a una situación peligrosa, exigiría
toda la armada de faes para protegerla. Ni siquiera estoy seguro de si
hubiera venido si los roles se hubieran invertido.

―Entiendo. ― Hago todo lo posible por bajar la guardia, por


encontrarme con el Rey Elfo con sinceridad. Sin embargo, mis ojos se
desvían de nuevo a mi reina―. Haría cualquier cosa para protegerla.
―Entonces nos entendemos. ―Eldas se hunde hacia atrás en su silla,
los ojos brillan―. ¿Qué haremos con estas mujeres que tanto nos han
consumido?

― ¿Crear el mundo más magnífico para que vivan? ―sugiero.

Ríe.

―Suena como una idea maravillosa.

―¿Qué hacen? ― Katria se ha reincorporado a la


conversación. Luella también está prestando atención.

―Que podría ser el momento de organizar un Consejo de reyes y


reinas. ―Eldas hábilmente cambia el tema― por fin.

―No ha habido uno en unos pocos cientos de años, si la memoria no


me falla ―dice Katria. Su estudio con Vena ha valido la pena.

―Solo hay que hacerlo. ―Eldas asiente, sus ojos se desvían hacia su
hija. El Rey Elfo olvida todo decoro mientras se acerca, se extiende
sobre Katria y acaricia la pequeña mejilla regordeta de la niña―. Pero
deberíamos reunir a los gobernantes de Midscape una vez más. Este
mundo está cambiando y debemos garantizar el dominio seguro y
constante de nuestras tierras para las generaciones futuras.

―Creo que lo que mi esposo está tratando de decir es que hay


demasiados humanos en el poder y debemos asegurarnos de que no
altere ningún equilibrio. ―Luella comparte una sonrisa
con Katria. Esperaría que el Rey Elfo se sintiera insultado por esta
audaz pero juguetona contradicción, pero simplemente sonríe.

―En todo caso, estoy diciendo que debido a que hay humanos en el
poder, hemos podido lograr un equilibrio, una paz, que no se había
visto durante siglos en esta tierra y que debería preservarse a toda
costa. ―Eldas alcanza su copa.

―Por la paz, entonces. ―Katria no pierde la oportunidad de animar


al Rey Elfo y mi pecho se hincha de orgullo.

―Por la paz ―repito, uniéndome. Luella también lo hace.

― ¿Dónde celebraremos este Consejo? ―pregunta Luella.

―Hay una ciudad en el centro de los cuatro reinos ―dice Eldas.

―La ciudad―estado de Evalon ―supongo.

El Rey Elfo asiente.

―Un terreno neutral, fundamental para todos. Es donde se han


llevado a cabo en el pasado. Creo que debería ser seguro realizar
nuestros negocios allí una vez más.

―¿Los Cuatro reinos? ―Katria deja su copa―. ¿Pensé que eran


cinco? Elfo, Fae, Vampiro, Mer, Lykin.

―No se ha sabido una palabra del reino vampiro en miles de años.


―Eldas sacude la cabeza con tristeza―. Los informes más recientes
dicen que sus ciudades montañosas se han encontrado en desorden,
vacías. Todas las señales apuntan a que el reino vampiro murió hace
mucho tiempo. Lo cual es lamentable, pero no me sorprende, siempre
han sido más débiles que el resto de nosotros ―suspira.

―¿Más débiles? ―pregunta Luella. Es una sanadora natural, así que


no me sorprende que se haya interesado.
―No físicamente, mágicamente. La magia de los vampiros solo era
fuerte alrededor de la luna llena. El resto del mes tenían poco de sobra,
lo que los llevó a estar tan aislados… ese aislamiento parece haber sido
su perdición ―dice con gravedad―. Lo que hace aún más importante
que los que quedamos nos unamos.

―Si hubo algún mal que le ocurrió al vampiro, debemos investigar


―dice Luella.

―Un asunto para el consejo ―responde su esposo.

―De acuerdo en todo. ―Katria da un bocado a la comida,


masticando sus pensamientos tanto como la carne. Casi puedo sentir lo
que va a preguntar a continuación antes de que lo haga―. ¿Sin
embargo, no hay posibilidad de que todavía estén vivos? ¿Deberíamos
al menos intentar ir a buscarlos una vez más?

Eldas niega con la cabeza.

―Cuando ocurrió la Luna de Sangre hace meses, esperaba algunos


signos de vida. Si algo iba a ser el catalizador de su regreso, habría sido
eso. Pero no ha habido cambios ni noticias.

La luna de sangre. Según los astrónomos de la nueva Corte de las


Estrellas, es un raro evento celestial que ocurre cada quinientos
años. La luna se vuelve, acertadamente, rojo sangre.

La Luna de Sangre es un nombre aterrador para algo que arrojó al


mundo en una bruma casi romántica. El recuerdo de Katria expuesta
debajo de mí, delineada en un rosa suave, destella ante mis ojos,
despertando una necesidad profunda en mi interior. El color era casi el
mismo que la corona de aster que lució la primera noche que
bailamos. Aster rosa para sensibilidad y amor. Púrpura para sabiduría
y realeza. Se lo había dado como muestra de mi afecto, como la reina
que esperaba contra toda esperanza que pudiera ser. Nunca había
imaginado que se convertiría en reina por derecho propio.

―La Luna de Sangre fue una vez el pináculo de las celebraciones para
los vampiros, ―digo, tanto Luella como Katria están pendientes de mis
palabras―. Sus fiestas eran legendarias durante cualquier luna llena,
ya que sus poderes eran increíbles, pero especialmente la Luna de
sangre.

―¿Qué haría el vampiro con su magia? ―pregunta Luella―.


Escuché que necesitaban sangre.

―Solo un poco, según consta. Al usarlo, podrían adivinar el futuro u


obtener otras visiones mágicas sobre una persona
―Eldas responde crípticamente―. Si no estaban celebrando la luna
de la sangre, entonces todas las señales siguen apuntando a que el
Reino Vampiro pudo haber desaparecido de Midscape hace mucho
tiempo.

―Cuatro reinos, entonces ―dice Katria después de un momento de


consideración. Le tiende su copa a Eldas por segunda vez. Mi dama,
concentrada y decidida a continuar con la diplomacia―.
Comprometámonos con un Consejo de Reyes en los próximos años.

―Por supuesto. ―Eldas la anima de nuevo y beben.

El resto de la noche supera todas las expectativas. Para


cuando Katria se levanta y se despide, me duele la garganta por todos
los debates que tuve con Eldas. El hombre puede ser bastante
conversador una vez que está en confianza. El salón se encuentra con
la Reina Fae, inclinando la cabeza mientras se marcha. El Rey Elfo y la
Reina Humana se despiden al mismo tiempo, en dirección opuesta al
ala de invitados del castillo.
Cuando pasamos por una de las mesas al salir, Katria se detiene para
darle un beso en la mejilla a su hermana. Laura está sentada junto a
Shaye y Giles, frente a Hol y Felda. A pesar de que Katria es quien
tiene sangre fae, Laura ha encajado a la perfección. Regularmente exige
saber cuándo se le ocurrirá a Vena un ritual que le permita
permanecer permanentemente en Midscape. El fragmento de vidrio
alrededor de su cuello que le permite estar aquí durante varias
semanas seguidas claramente no es suficiente para su gusto.

Finalmente solos, Katria lanza un suspiro monumental. La


formalidad se desliza de sus hombros y se hunden un poco antes de
enderezarse una vez más. Camina con más facilidad en estos pasillos
apartados.

―Creo que salió bien.

―Creo que fue increíble. ―Envuelvo un brazo alrededor de ella,


acercándola. Mis dedos rozan su barbilla, inclinando su rostro hacia el
mío mientras le doy un suave beso en los labios―. Eres increíble.

―Lo estoy intentando.

―Estás teniendo éxito.

―Solo espero poder darles la información que necesitan


sobre Aruna. Aunque ambos somos hijas de dos mundos, nuestra
infancia no se parecerá en nada. Y no es como si hubiera crecido
practicando magia. No estoy segura de cuán útil seré.

― Eldas me estaba diciendo que ya les has sido inmensamente útil.

―¿De verdad? ―Su expresión se relaja con alivio, los nudos en su


frente se alivian.
―De verdad.

Envuelve un brazo alrededor de mi cintura. La sensación de su


costado contra el mío me resulta familiar. Y, sin embargo, me da prisa
cada vez.

―Podemos hablar más sobre nuestros invitados por la


mañana. Estoy exhausta y solo deseo pensar en ti.

―Dependiendo de lo exhausta que estés, hay algunas formas en que


podríamos pensar el uno en el otro ―digo con una nota sensual. Se ríe.

―No me opongo. ―Katria me mira tímidamente a través de sus


pestañas.

Estoy sorprendido, pero encantado. Esperaba que estuviera


demasiado cansada para tal entretenimiento después del banquete.

Llegamos a sus aposentos. Las habitaciones son completamente


diferentes a cuando las ocupaba Boltov. Pasó meses planeando,
removiendo, limpiando y reconstruyendo cuidadosamente las
habitaciones reales para adaptarse a ella, para adaptarse a la nueva era
de la familia Aviness gobernando la Corte Suprema.

―Antes de todo eso, hay algo de lo que quiero hablarte.


―Katria mira entre la cama y el escritorio, dirigiéndose hacia este
último. La sigo.

―Los negocios pueden esperar, mi amor. Has hecho suficiente hoy.

― Esto no puede esperar más ―dice pensativa, abriendo un cajón


del escritorio y sacando una caja de madera que nunca había visto
antes. Katria pasa las yemas de los dedos sobre él levemente, con
reverencia. Parece incómoda y nerviosa.
Doy un paso más cerca de ella, tratando de ofrecer fuerza solo con
mi presencia. No puedo imaginar qué la tiene de repente tan nerviosa
cuando ya se ha enfrentado al Rey Elfo y la Reina Humana esta
noche. Todo debería palidecer en comparación con el estrés de eso.

―Davien, yo… ― Sus palabras se desvanecen. Se muerde la uña del


pulgar, preocupándose. Beso su sien suavemente.

―Tómate tu tiempo ―le susurro. Ella lo hace. Casi puedo sentirla


reuniendo sus pensamientos, poniéndolos juntos uno por
uno. Esperaría una eternidad por ella, si eso fuera lo que hiciera falta.

―Tú… nosotros… ―Suspira y maldice en voz baja―. Esto no


debería ser tan difícil.

―Cariño, puedes decirme cualquier cosa, no te preocupes. ―Trato


de tranquilizarla, aunque todavía soy ignorante de lo que la tiene
enredada.

―Te necesito a mi lado ―comienza suavemente―. Haces que cada


día sea mejor, más fácil y más alegre.

―Siempre estaré aquí ―le juro. Esa fue una promesa que hice hace
mucho tiempo. Probablemente más de lo que incluso me admito.

―Lo sé. Y mereces ser reconocido por toda la ayuda que me


brindas. Quiero darte un título.

―¿Un título? ―Arqueo las cejas―. No necesito ningún título.

―Pero este ―golpea la caja para enfatizar― este quiero


desesperadamente dártelo. Vena encontró esto cuando recientemente
estaba buscando registros antiguos. Es una reliquia, por supuesto, de
la familia Aviness. ―Katria se ríe suavemente, soltando los pestillos de
la caja con manos temblorosas. Efectivamente, la pátina en el metal que
mantiene la caja unida hace que parezca antigua―. Es un título que
solo puede dar el rey o la reina.

Abre la caja y se me da un vuelco el corazón. Estoy sin


aliento. Esperaba una medalla, una banda, algún significante de
abogado o consejero principal.

No esperaba una corona.

Es una versión más delgada y fina de la corona de cristal que todavía


se encuentra en la frente de Katria . Claramente hecho por la misma
mano. Pero una interpretación más delicada.

―Vena dice que fue la corona de la consorte. No tiene nada de


mágia ―añade apresuradamente―. Esta es una posición de respeto,
pero lo admito… ningún poder innato. ―se ríe nerviosamente―.
Lamento que todavía tenga que aferrarme a la magia Aviness
que te quité en el bosque.

―No me quitaste nada y me diste todo. ―Tomo su mano con las dos
mías, acunándola. La miro directamente a los ojos―. Katria, ¿estás
segura?

―Nunca he estado más segura de nada en mi vida.

― ¿Estás lista para esto, sin embargo? ― Sé lo profundas que son


sus heridas, al menos las que me ha dejado ver. Hay otras aún más
profundas de los que sospecho que ni siquiera su conciencia es
consciente. Heridas que no serán tratadas hasta que algún evento
desafortunado las arrastre a la vanguardia de su mente. Pero siempre
que esas heridas salgan a la superficie, estaré allí. Haré todo lo que esté
a mi alcance para verla feliz, sana, completa, amada.
―Lo estoy. ―Me muestra una brillante sonrisa―. ¿Serás mi
rey? ¿Reinarás a mi lado para siempre?

―Sería la alegría de mi vida. ―La tomo en mis brazos. De repente,


la distancia entre nosotros es demasiado grande. Debo tener su cuerpo
contra el mío. Su boca sobre la mía. Mis manos en su cabello.

Se ríe entre besos, pura alegría escapando como sonido


melódico. Dicha. Nunca había conocido una dicha como mis
momentos con esta mujer.

Me aparto, acariciando su rostro.

―Sabes que estaría a tu lado para siempre incluso si nunca nos


casáramos. No necesito ser tu esposo en este mundo, en ningún
mundo, para serte fiel, amarte, ayudarte y reverenciarte.

―Lo sé. ―Katria sonríe―. Pero quiero que seas mi marido. Quiero
que el mundo sepa cuánto te amo.

La beso de nuevo tan pronto como dice esas tres palabras. Sé lo


difíciles que son para ella, incluso todavía. Y las hace aún más
especiales de escuchar. Saber que me ha dado tanta fe, tanta
oportunidad de mostrarle lo maravillosa que es y lo amada que puede
ser.

―Mi futuro esposo ―ronronea las palabras―. Estoy deseando que


llegue nuestra próxima boda.

Me río.

―Estoy deseando tener una boda adecuada.


Antes de que pueda llevarla a la cama, alguien golpea la puerta. Dejo
escapar un gruñido bajo a la persona que se atrevería a interrumpir
este momento, incluso si no lo notan.

―Su Majestad ―dice Oren desde detrás de la puerta―. Disculpas


por interrumpir tan tarde.

―Más vale que sea bueno ―murmuro.

Katria sonríe.

―Veré lo que necesita, y luego espero poder retomar donde lo


dejamos.

La tomo por la cintura y le planto un beso firme en los labios para


prometerle eso.

Se dirige a la puerta y entabla una breve conversación con Oren. Me


distrae la corona. Es espectacular. Había renunciado a la idea de llevar
una corona de fae. Ahora sospecho que esta corona significará mucho
más para mí que la corona de cristal.

Estoy tan perdido en mis pensamientos que la puerta ya está cerrada


y Oren se ha ido cuando la noto de pie en la entrada del estudio con
una mano sobre su boca. Sus ojos se han agrandado por la conmoción.

―¿Qué pasa? ―La alegría comienza a evaporarse cuando veo


lágrimas brillantes acumulándose en sus ojos. Me apresuro. Noto el
sello de la carta: una corona con púas en un adorno de orquídeas. Me
toma un momento ubicar de quién es la cresta.

No, no puede ser. No es posible.

―Katria…
―Tenemos que ir a las montañas del sureste. ―Las palabras salen
apresuradas, confusas y frenéticas. Me mira con ojos brillantes―.
Eldas estaba equivocado. El reino vampiro. Están vivos. Y ellos…
ellos…

La tomo por los hombros y la miro a los ojos. Estoy aquí, digo en
silencio, tómate tu tiempo.

―El rey Eldas dijo que el vampiro podía ver el futuro. ¿Es verdad?
―exige saber.

Estoy perturbado por el cambio repentino.

―Según todas las historias, pero eso fue hace tanto tiempo… en
realidad nunca…

—Entonces mi padre… —ahoga las palabras―. Creo que está vivo.


Próximo libro
Elise Kova

Es una autora superventas del USA Today.


Disfruta contando historias de mundos fantásticos llenos de magia y
emociones profundas. Vive en Florida y, cuando no está escribiendo, se
la puede encontrar jugando videojuegos, dibujando, charlando con los
lectores en las redes sociales o soñando despierta con su próxima
historia.

WE ARE COSMOS, DREAMING IN SPACE

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