Está en la página 1de 19

DIÓCESIS DE CUIDAD ALTAMIRANO

SEMINARIO DE “LA ANUNCIACIÓN”.

MATERIA: HISTORIA DE LA IGLESIA EN MEXICO.

PROFESOR: PBRO. DAVID VILLEGAS.


ALUMNO: GUILLERMO CANO MACEO.

LA IGLESIA MEXICANA EN EL SIGLO XX.


La rebelión de Francisco Ignacio Madero.
Victoriano Huerta.
La cruel persecución.
Álvaro Obregón.

El paradigma teórico en su identidad ha tenido centralidad en las ciencias sociales


hace aproximadamente tres décadas. Sus aportaciones han conllevado reflexiones sobre lo
que se disputa, reivindica o revalora en las esferas sociales. La consideración de la
especificidad de un grupo ante otros en la sociedad, lo posiciona en horizontes, en los que
puede compartir determinados elementos sociales, culturales, políticos, ideológicos y
económicos con diversos sujetos históricos; pero a su vez diferenciarse de quienes son
vistos extraños al colectivo. Aunque como mediación conceptual, metodológica y analítica,
la identidad tiene una historia muy corta; como categoría implícita en estudios culturales
cuenta ya con mayor tiempo. Ya el concepto de identidad cultural había surgido desde los
años cincuenta.
Plantear a la identidad como una posibilidad para mirar hacia el pasado, implica por
una parte valorar a la época histórica como el contexto del proceso (prácticas y productos)
que se busca analizar. Por otra, situar en su escenario a los actores involucrados en la
disputa por algo, orienta a reconocer que el trayecto corto del análisis sincrónico converge
con tiempos largos. Así que tanto espacio como tiempo, juegan roles vertebrales en las
reconstrucciones he interpretaciones sobre aspectos de identidad.
Hay dos dimensiones clásicas para el estudio del catolicismo social en México. Una
primera, es que ha sido abordado desde adentro de la Iglesia católica, como movimiento y
pensamiento que marcó las acciones de los militantes laicos y eclesiásticos. Una segunda,
es planteada desde afuera, esto es, en la relación entre la Iglesia y el Estado mexicano. Si
bien es cierto que ambas dimensiones son ejes en el estudio del tema. Sin embargo, enfocar
el interés en la identidad, abre nuevas posibilidades para la comprensión de la construcción
del “nosotros” de estos laicos confesionales, sus inclusiones y exclusiones; luchas, valores,
principios, añoranzas, posiciones humanas, divinas; sus miedos, expectativas, imaginarios,
imágenes, relaciones, interacciones, redes; sus formas de vivir y creer en sus mundos.
Entonces, esta última mirada es una tercera dimensión para el análisis, pues vincula
las dos previas mencionadas; esto es me refiero a las (s) identidad (es) del catolicismo
social en la sociedad. Pues es aquí donde encarnaron las propuestas sociales que el poder
espiritual buscaba frente al temporal, en la lucha por la restauración cristiana y por una
práctica social diferente a la secular. El catolicismo social mexicano combativo e
intransigente tuvo fuerza en las tres primeras décadas del siglo XX.
La rebelión de Francisco Ignacio Madero.
Francisco I. Madero 1873-1913
Con el "Plan de San Luis", Francisco I. Madero convoca a la Revolución Mexicana. A la
renuncia de Porfirio Díaz logra ser Presidente de la República. Es asesinado el 22 de
febrero de 1913.
Francisco I. Madero nació en Parras de la Fuente, Coahuila, fue hijo de una
acaudalada familia de agricultores; estudió en Estados Unidos y Francia. Fue afecto a los
estudios filosóficos y espiritistas.
Desde 1904, Francisco I Madero, intervino en las cuestiones políticas de Coahuila,
se le nombró presidente del Club Democrático que luchaba por la gubernatura de ese
Estado y además escribía artículos políticos en "El Demócrata" en los que difundia sus
ideas sobre los derechos humanos, el voto y la libertad.
Para el año de 1908 publicó su libro “La sucesión presidencial en 1910”. El Partido
Antirreeleccionista, lo lanzó como candidato a la Presidencia de la República. Cuando se
declara que el presidente Díaz ha sido nuevamente reelecto, Madero se lanza a la
Revolución con el Plan de San Luis, el 6 de octubre de 1910.
Madero marchó a Estados Unidos y pronto la rebelión maderista comenzó a crecer;
primero poco a poco con la lucha iniciada en Puebla por Aquiles Serdán, después con gran
ímpetu, con Pascual Orozco y Francisco Villa. Madero esperó el interinato de Francisco
León de la Barra para lanzar nuevamente su candidatura presidencial.
El triunfo fue arrollador y el 6 de noviembre de 1911, tomó posesión como
Presidente de la República. Su gobierno no mostró gran solidez, tuvo que luchar contra
Zapata que lanzó el Plan de Ayala, con Pascual Orozco y Félix Díaz.
Su política en materia internacional, le suscitó la aversión del embajador de Estados
Unidos Henry Lane Wilson, que se convirtió en su principal adversario y en protector de
los rebeldes al régimen. El 9 de febrero de 1913 estalló el cuartelazo de la Ciudadela, en el
que los distintos grupos, vencieron al régimen.
Madero confío el mando de las tropas a Victoriano Huerta, quien lo traicionó. A la
brevedad, Francisco I Madero, fue encarcelado y obligado a presentar su renuncia a la
Presidencia de la República; fue asesinado la noche del 22 de febrero de 1913.
La revolución Mexicana (El inicio) Francisco I. Madero (El inicio, una perspectiva del
hombre).
El inicio de la revolución mexicana y de los pasajes más significativos, tiene el
objetivo de evidenciar los aspectos más representativos desconocidos en la historia oficial
que se desarrolla, por lo que se debe tomar como la influencia o los rasgos de quien era la
persona que estimulo ése cambio en México y que elementos están al inicio de la lucha
armada en aquella época.
La Revolución Mexicana fue iniciada por Francisco I. Madero, y se dice que inicia
con la formación del movimiento antirreeleccionista, pero quien era Madero?, Madero era
hijo de un hacendado del norte provenía de una de las familias más ricas de México de
aquella época, tal vez la familia más rica en el país, Madero a los quince años fue a
terminar sus estudios a los Estados Unidos y después a Francia, se dice ahí tiene contacto
con el espiritismo (Corriente espiritista), vuelve a México a ocuparse de los negocios de su
familia, que era numerosa, regresa a su hacienda, San Pedro de las Colonias donde
radicaría, se casa con una joven Doña Sara Pérez, era filántropo, tenía interés en los
negocios y favorecer a las personas que trabajaban con él y a los hijos de ésas personas,
practicaba la Homeopatía, era persona buena, disciplinada de buenas intenciones, culto, le
gustaba leer.
Posteriormente conoce a los hermanos Flores Magón y los ayuda económicamente,
aunque estaban en el exilio, los ayuda para seguir con su periódico Regeneración (del
partido Liberal de 1901), los ayuda porque creé que puede incursionar en la lucha electoral,
Madero se da cuenta que no era posible combatir democráticamente al sistema, pues en el
porfiriato, Madero se da cuenta que existía una clase media que no podía desarrollarse.
También se preparó ideológicamente para un cambio (Escribió la sucesión ideológica) y
para entrevistarse con Porfirio Díaz, políticamente se preparó con una red de apoyo que
tendió a nivel nacional y económicamente se preparó vendiendo sus propiedades, todo ello
paran su movimiento y moralmente también se preparó con sus creencias espiritistas.
Madero organizo el centro “antireeleccionista de México” viajo por todo el país, en
el viaje sólo eran cuatro personas (su esposa, un compañero orador, Roque Estrada, un
taquígrafo y el) en ferrocarril a proponer sus gestiones de cambio en el país en Abril de
1910 se hace la “convención nacional antirreeleccionista” y lo nombran candidato a la
presidencia y candidato a la vicepresidencia a Francisco Vázquez Gómez y un día antes de
la elección de éstos nombramientos, Madero se entrevista con Porfirio Días con la
mediación de Teodoro Deésa gobernador de Veracruz, Madero abrigaba la idea de
participar en las elecciones de manera libre con la condición de que, si Díaz perdía podía
ser Vicepresidente, pero sólo se habló de temas ajenos al objetivo de Madero.
La revolución estalla el 20 de Noviembre de 1920 y pone fin a la prolongada paz
porfiriana, estalla por las injusticias que se dan a las elecciones que se consideró como un
gran fraude electoral, hace un llamado desde San Luis Potosí a tomar las armas, aunque
hace un paréntesis en lo planeado para no interrumpir los festejos del gobierno por el
centenario de la independencia, durante el desarrollo de la revolución hay que recordar que
murieron muchos mexicanos, y entre migrantes, violencia epidemias y hambre, México
quedo con 15.4 millones de habitantes.
La revolución se dividió en diferentes movimientos: El movimiento campesino del
estado de Morelos con Emiliano Zapata, Movimiento sociopolítico en la zona Norte con
José María Maytorena, el matonismo ya citado, En chihuahua con Abraham González,
Pascual Orozco y Francisco Villa, hasta la culminación con los tratados de ciudad Juárez
con el que se firmó la paz, recordar que El plan rector del Movimiento Revolucionario de
Madero era el Plan de San Luis en el que posteriormente quedaría como presidente interino
Francisco León de la Barra en el que habría divisionismo, se convoca a elecciones y
Francisco I. Madero es el nuevo presidente electo pero con un gabinete porfirista, le sigue
el proceso contrarrevolucionario de Bernardo Reyes y Félix Días y finalmente la decena
trágica del 9 al 19 de Febrero de 1913 que se sustenta en la traición de Victoriano Huerta
por influencia del gobierno estadounidense a través del embajador Henry Line Wilson, al
final de éste pasaje y para justificar su golpe de estado Huerta, la noche del 22 de Febrero
mandó trasladar a Madero y a Pino Suarez a la penitenciaria del Distrito Federal donde son
asesinados.
Victoriano Huerta.
El general José Victoriano Huerta Márquez nació el 23 de marzo de 1854 en el
estado occidental de Jalisco. Fue un buen estudiante en la academia militar y más tarde
suprimió muchas revueltas, pero él ascendió en parte gracias a sus conexiones con
Bernardo Reyes, la figura más influyente en el ejército porfirista. El presidente Madero
creía que Huerta no era completamente leal, pero necesitaba sus conocimientos militares.
Le ordenó que suprimiera tres rebeliones importantes - Pascual Orozco en el norte, Zapata
en el Sur, y Bernardo Reyes y Félix Díaz en la capital. Huerta derrotó a Orozco, fue incapaz
de parar a Zapata, y se unió al bando Reyes-Díaz, después de la muerte de Reyes.
El 19 de febrero, los generales Huerta y Díaz se reunieron con el embajador Henry
Lane Wilson en la embajada de Estados Unidos para elaborar el Pacto de la Embajada. Los
dos acordaron reconocer a Victoriano Huerta como presidente interino, pero Díaz se
postularía para presidente con el apoyo de Huerta en 1914. Huerta se convirtió en
presidente y todos los gobernadores, a excepción de Venustiano Carranza de Coahuila, lo
reconocieron como tal. Pero para el 21 de febrero, la Corte Suprema e incluso Carranza,
habían aceptado al nuevo presidente de México.
Sin embargo, más tarde en ese mismo día, el presidente Madero y el vice-presidente Pino
Suárez fueron asesinados.
La noticia de los asesinatos indignó a la nación. Muchos, incluidos Pancho Villa,
Emiliano Zapata, Venustiano Carranza, y norteños como Álvaro Obregón y Plutarco Elías
Calles, se rebelaron contra Huerta, a quien apodaron “El Usurpador”. Debido a los
asesinatos y su claro encubrimiento, muchos en el extranjero comenzaron a cuestionar la
legitimidad de Huerta.
La cruel persecución.
El presente marco histórico tiene la finalidad de ver cómo la Iglesia en México ha
sido perseguida, llevando la impronta del martirio, representada, en este caso, por los
mártires alteños, fruto de esa persecución. También pretende ubicar las circunstancias
históricas que rodearon la vida y muerte de estos mártires.
Carranza y una nueva constitución.
La revolución, levantada contra el régimen del presidente Gral. Porfirio Díaz,
principalmente en su etapa constitucionalista, con el Gral. D. Venustiano Carranza como
jefe, había mostrado un odio crecido hacia la Iglesia Católica. Por ello, no es de extrañar
que un espíritu adverso a la Iglesia Católica esté presente en la Constitución, llevada a
término en 1917 por el Congreso formado en tiempos del presidente Venustiano Carranza.
Una simple lectura de los anteriores ordenamientos hace ver la difícil situación en
que se colocaba a las iglesias. Que por otro lado, en la Constitución se habla de las iglesias,
pero el odio que sus regulaciones contiene va dirigido contra la Iglesia Católica, quien era
la que tenía significado en México.
Se han destacado, en lo que al problema religioso se refiere, tres corrientes de influencia
sobre Venustiano Carranza y sobre el ambiente político de México entre 1915-1917:
a) El liberalismo jacobino que, aletargado un tanto durante el Porfiriato, había venido
adquiriendo cada vez mayor importancia, especialmente bajo la influencia del
ideólogo Gabino Barreda.
b) El protestantismo norteamericano que ofrecía abundantes recursos económicos a
condición de poder penetrar en el país, y que llevaba aparejada la oferta del
reconocimiento diplomático de Venustiano Carranza por parte de Estados Unidos,
cosa muy estimada por los caudillos que se discutían el poder.
c) La Masonería que, ya desde 1823, venía trabajando en México a nivel de la política
adquiriendo un verdadero poder de decisión y promoción sobre sus afiliados,
siempre en actitud hostil hacia la Iglesia.
Obregón y su política tortuosa contra la Iglesia
Como era de suponerse, en la difícil guerra de los caudillos, pronto se eclipsó la
estrella de Venustiano Carranza, quien fue asesinado cuando huía de México (mayo de
1920). El nuevo triunfador fue el General Álvaro Obregón y sus “Obregonistas”. Como
resultado de unas dudosas “elecciones”, Álvaro Obregón ocupó la presidencia del país de
1920 a 1924.
Álvaro Obregón era un hombre práctico y sagaz, que no quería desempeñar el papel
de perseguidor. Pero por otra parte, para llevar adelante el plan de las logias masónicas, del
protestantismo norteamericano y del liberalismo jacobino, se dio a la tarea de preparar el
camino para una persecución dura e implacable. Para ello empleó dos medios: en primer
lugar fortalecer en todos los estados de la República el poderío de las organizaciones
obreras y campesinas, que en sus manos significaría un gran poder político y una gran
fuerza en la futura persecución; el segundo medio fue seguir una política tortuosa para
conocer a fondo la fuerza real de los católicos. Por lo indicado, Plutarco Elías Calles y Luis
N. Morones pudieron dar un gran auge a los organismos obreros.
La Iglesia por su parte, a través del Episcopado, había expresado abiertamente su
inconformidad con las leyes de la constitución de 1917, ya que atentaban contra su misma
existencia, provocando una fuerte reacción por parte del gobierno, que en principio no pasó
de declaraciones agresivas a la aplicación inmediata y general de las controvertidas leyes.
En previsión de lo futuro, también la Iglesia buscó el fortalecimiento de la feligresía,
alentando a las organizaciones laicales, especialmente los organismos de la acción católica,
promoviendo aún más el fervor religioso, organizando congresos eucarísticos, congresos
agrícolas, semanas sociales, festividades religiosas; iniciativas para robustecer el alma
cristiana del pueblo y su fidelidad. A cada una de estas medidas el gobierno siempre
respondió con acciones tortuosas, especialmente en aquellas regiones donde el catolicismo
era más fuerte y compacto, como era el caso de los estados de Jalisco, Colima, Michoacán,
México y Guanajuato.
Abandonados los primeros intentos de reglamentar las leyes persecutorias durante el
gobierno de Venustiano Carranza, el período de Álvaro Obregón fue el de los ensayos aquí
y allá, agresiones a la vida de la Iglesia, boicoteos a la iniciativa de los fieles y pastores.
Iniciado ya el período presidencial de Álvaro Obregón, el primer acto religioso que provocó
gran entusiasmo y fervor, y al que asistió un numeroso contingente de obispos y arzobispos,
fue la coronación pontifica de la imagen de Nuestra Señora de Zapopan, en la Catedral de
Guadalajara, celebrada el 18 de enero de 1921, por la noche desfilaron 20 000 personas
llevando lámparas verdes, blancas y rojas y gritando: “¡Viva la Iglesia católica! ¡Viva el
Episcopado Mexicano! ¡Viva México! ¡Viva Jalisco! ¡Viva la libertad religiosa! Quince
días después, explotó una bomba en la puerta del arzobispado de México. Era la respuesta a
los acontecimientos de Guadalajara. Álvaro Obregón, que bien sabía el origen de estos
atentados, los atribuyó a la intemperancia de los católicos y a que Mons. Mora y del Río
andaba emitiendo opiniones de índole político-social así que no hizo nada al respecto.
Calles y la persecución
Al llegar el tiempo de cambio de gobierno por terminar el período de Álvaro
Obregón, se presentó la candidatura del General Plutarco Elías Calles. Los tres hombres
fuertes de Sonora: Adolfo de la Huerta, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, habían
determinado ocupar la presidencia en forma sucesiva. La había ocupado Álvaro Obregón, le
tocaba ahora a Plutarco Elías Calles.
Calles era el hombre decidido a llevar a cabo los planes de destrucción de la Iglesia
en México. Desde el principio, para engañar, echó mano de la ilógica distinción entre clero
y religión. En su campaña electoral, en el teatro Ocampo de Morelia en Michoacán, decía
Plutarco Elías Calles el 11 de mayo de 1924: “Dicen mis enemigos que soy enemigo de las
religiones y de los cultos, y que no respeto las creencias religiosas. Yo soy un liberal de
espíritu amplio, que dentro de mi cerebro me explico todas las creencias y las justifico,
porque las considero buenas por el programa moral que encierran.
Yo soy enemigo de la casta sacerdotal, del cura intrigante, del cura explotador, del
cura que pretende tener sumido a nuestro pueblo en la ignorancia, a merced del explotador,
del trabajador. Yo declaro que respeto todas las religiones y todas las creencias, mientras
los ministros de culto no se mezclen en nuestras contiendas políticas con desprecio a
nuestras leyes, ni sirvan de instrumento a los poderosos para explotar a los desvalidos”.
Es evidente, según lo manifiestan los hechos, que el presidente Plutarco Elías Calles
había determinado acabar con la Iglesia católica en México. Así lo vieron los
contemporáneos: lo proclama con brío el primero Obispo de Huejutla, Dn. José Manríquez
y Zarate, en su sexta carta pastoral, del 6 de marzo de 1926: “La intención [del gobierno] es
acabar, de una vez y para siempre, con la religión católica en México. El jacobinismo
mexicano ha decretado dar muerte a la Iglesia Católica en nuestro país, arrancar de cuajo, si
posible fuera, de la sociedad mexicana, toda idea católica...El tirano odia a Jesucristo: de
ello se ufana. Quiere raer del suelo mexicano el nombre de Cristo”. También es claro que
ese propósito no nació en el curso de su administración, sino que llegaba a la presidencia
con él ya bien arraigado. De inmediato se dio a la tarea de llevarlo a cabo, lo que parece
evidente por los sucesos.
Reacción de los Obispos
Frente a situación tan difícil el Episcopado Mexicano se veía precisado a tomar
alguna decisión extrema. Las protestas quedaban en el aire sin que el gobierno las tomara
en cuenta, a no ser para presionar más. El Arzobispo de Morelia protestó contra el cierre de
escuelas y nadie hizo caso. El Obispo de Tacámbaro levantó la voz al clausurarse su
Seminario, tampoco se atendió. Todo el Episcopado mandó una carta pastoral colectiva,
haciendo ver a los fieles los injustos procedimientos del gobierno contra sacerdotes
extranjeros y escuelas particulares, y orientándolos frente a la situación persecutoria de la
Iglesia; tenía fecha de 21 de abril de 1926. El gobierno se enfureció y la carta fue
denunciada a la autoridad judicial, lo mismo que hicieron los diarios y periódicos que la
publicaron. Se consideraba criminal. El gobierno de ninguna manera tomó en cuenta su
verdadero contenido.
La carta pastoral colectiva
Ahora había que tomar algún camino más presionaste que la sola protesta o las solas
palabras. Con autorización del Santo Padre Pio XI, el camino que encontraron los Obispos
Mexicanos para protestar fue la suspensión del culto público. Con una nueva Carta Pastoral
Colectiva, los Obispos Mexicanos comunicaron, al pueblo fiel, la decisión tomada.
Se firmó el 25 de julio de 1926, cinco días antes de que entrara en vigor la Ley
Calles, misma fecha asignada para iniciar la suspensión de cultos. Ante la Humanidad
civilizada, ante la Patria y ante la historia, protestamos contra ese decreto. Contando con el
favor de Dios y con vuestra ayuda, trabajaremos para que ese Decreto y los artículos
antirreligiosos de la constitución sean reformados y no cejaremos hasta haberlo conseguido,
en la imposibilidad de continuar ejerciendo el ministerio sacerdotal sagrado según las
condiciones impuestas por el Decreto citado, después de haber consultado a Nuestro
Santísimo Padre, Su Santidad Pio xi, y obteniendo su aprobación, ordenamos que desde el
día treinta y uno de julio del presente año, hasta que dispongamos otra cosa, se suspende en
todos los templos de la República el culto público que exija la intervención del sacerdote.
La suspensión del culto
Todos los sacerdotes obedecieron la determinación de sus Obispos. El 31 de julio de
1926, por primera vez en México, después de más de cuatrocientos años, se suspendió el
culto público en todos los templos del país. Los sagrarios se quedaron vacíos; los templos
desolados sin sacerdotes. Se sentía y vivía un duelo nacional, puesto que más del noventa
por ciento de la población era católica. El domingo primero de agosto no se celebraron
misas en todo el país.
Discusión con el gobierno
Habían dicho los Obispos Mexicanos que trabajarían con empeño para que el
Decreto de Calles y las leyes anticatólicas fueran reformadas. Así fue. El primero de
septiembre de 1926 se abrieron las sesiones de la Cámara de Diputados. El seis del mismo
mes, los Obispos Mexicanos enviaron a ellas un Memorial, forjado con sólidas reflexiones,
en apoyo a la demanda para que se reformaran las leyes anticatólicas de la Constitución y
los decretos dimanados de las mismas leyes. El memorial iniciaba así:
“En ejercicio del derecho de petición garantizado por el artículo 8 constitucional y
atendiendo a la invitación que se ha servido hacernos al efecto el C. Presidente de la
República, venimos a demandar en nombre del pueblo católico de México, la derogación de
algunas disposiciones de la Constitución General vigente, y la reforma de otras, con el
propósito de poner término al actual conflicto religioso; de obtener para los católicos
mexicanos la libertad de su Iglesia; de purgar la Constitución de preceptos contradictorios e
injustos que, por una parte declaran que el Estado ignora la realidad religiosa de nuestro
país y, por otra, la limitan y organizan con normas de esclavitud; y de poner de acuerdo, en
bien de México, la ley constitucional y los postulados de la civilización”.
El memorial pasó a una comisión del Congreso para que lo estudiara, cuyo fallo fue
presentado el 21 de septiembre del mismo año. Ahí decía que la petición no tenía lugar y,
debía desecharse por la siguiente razón: los Señores Obispos José Mora y del Río y Pascual
Díaz, que firmaban el Memorial, en nombre del Episcopado Mexicano y del pueblo
católico, no eran ciudadanos. Por consiguiente no podían presentar petición alguna al
Congreso, ya que esta facultad la concede el art. 8 constitucional sólo a los ciudadanos.
Ellos no gozaban de la ciudadanía, puesto que ésta se pierde, conforme al art. 37,
párrafo III, por comprometerse, en cualquier forma, ante ministros de algún culto, o ante
cualquier otra persona que no observe la presente constitución o las leyes que de ella
emanen. Concluían los diputados de la comisión dictaminadora: Los Señores Mora y Díaz
se encuentran en este caso, pues han declarado públicamente, haciendo alarde de ello, que
no observan ni observarán la presente constitución de acuerdo con el Pontífice Romano.
Han caído, pues, bajo la sanción citada, perdiendo su calidad de ciudadanos Mexicanos.
No obstante el anterior fallo, aparentando imparcialidad, pero en el fondo con
deseos de manifestar más pasionalmente su pensamiento, se llevó a la Cámara de
Diputados. Se discutió en las sesiones del 22 y 23 del mismo septiembre de 1926. Fue una
discusión llena de gritos, siseos, aplausos y un sin número de vituperios contra la Iglesia
Católica y sus ministros. Nada de reflexión profunda. En ello quedó el Memorial de los
Obispos Mexicanos.
La Iglesia defensora de la libertad religiosa
Era evidente que, ni los obispos ni los sacerdotes, por la vía legal, alcanzarían algo
frente al gobierno. Los católicos seglares de México tomaron, entonces, el puesto que les
correspondía para actuar en defensa de su Iglesia. Las circunstancias eran difíciles, sin
duda.
Desde el 14 de marzo de 1925, cuando aparecían los primeros síntomas
persecutorios, se estableció, a impulso y propuesta de los seglares católicos mexicanos, sin
que directamente interviniera la autoridad eclesiástica, una organización que se denominó
Liga defensora de la libertad religiosa. Fue extendiéndose en todo el país y aglutinando en
sus filas algunas organizaciones que había entonces en México. Se formó un comité central
para unificar y regir su actividad, y se estableció, en cada estado de la República, un
Delegado Regional, y en cada ciudad un Jefe Urbano. Desde el primer momento la Liga
Defensora de la Libertad Religiosa se dispuso a luchar.
En su primera proclama afirmaba: “Se nos ha llamado al combate, se nos obliga a
ello con persecuciones ingentes y tiránicas; lamentamos la guerra, pero nuestra dignidad
ultrajada y nuestra fe perseguida nos obliga a acudir para la defensa al mismo terreno en
que se desarrolla el ataque. Esta es la única manera de que obtengamos libertad y de que se
nos haga justicia; y para esto, precisamente, se funda la Liga Nacional de la Defensa
Religiosa”.
Cuando el memorando de los Obispos, pidiendo la reforma de los artículos
constitucionales y leyes anticatólicas, fue rechazado por la Cámara de Diputados, basados
en que los solicitantes habían perdido la ciudadanía, los seglares juzgaron pertinente el
momento de intervenir. Prepararon un memorial, solicitando las mismas reformas a la
Cámara de Diputados, el cual, no obstante la acción persecutoria contra los promotores, fue
firmado por más de dos millones de ciudadanos. Los firmantes no eran mujeres ni jóvenes
menores de veintiún años, sino hombres adultos. En pocos días, en todo el país, pudo
recabar ese alto número de firmas.
El memorando, con todas las firmas recabadas de todas partes de la República
Mexicana, fue a parar al cesto de los papeles, sin que los representantes del pueblo
prestaran atención a lo solicitado por el mismo pueblo.
La jerarquía Eclesiástica ante la resistencia armada
El movimiento cristero fue una protesta desesperada de los católicos mexicanos
contra la acción persecutoria de la Iglesia, emprendida por el presidente Plutarco Elías
Calles. Ese movimiento no fue promovido por la Jerarquía; fue totalmente emprendido por
los laicos. Estos buscaron el apoyo de los pastores, el que se otorgó en parte, y de muy
distinta manera, lo que produjo división dentro de la Jerarquía en el asunto del apoyo a la
lucha armada. Aun cuando todos, prelados y sacerdotes, estaban de acuerdo en resistir las
leyes impías contra la Iglesia, tenían diversas posiciones frente a la situación y, sobre todo,
frente a una defensa armada. Esto los hacía disentir sobre el modo de resistir la acción
persecutoria del Gobierno.
Éste conocía bien la fuerza que significaba la acción de los sacerdotes por su
influencia en el pueblo. Por ello puso en acción medidas encaminadas a desmembrar a la
Iglesia, como el cisma y la misma Ley Calles. Pero todo fracasó. Los sacerdotes
permanecieron fieles y unidos a sus obispos. Así cuando entró en vigor la Ley Calles, los
obispos, como resistencia extrema, determinaron suspender el culto público; todos los
sacerdotes aceptaron la determinación y se unieron a sus obispos. Se menciona sólo una
excepción, la del padre Dimas Anguiano, párroco de Alvarado, Ver, que se sometió a la
Ley Calles, mandó una carta de aceptación al presidente y éste le envió una felicitación.
Durante la resistencia pacífica a la acción persecutoria del Gobierno, todo el clero la
apoyó. Lo hizo respecto del boicot (cese voluntario de toda relación social, laboral o
comercial), ya que había sido aprobado por los obispos. Algunos sacerdotes participaron
abiertamente en su promoción, aunque desde la clandestinidad. Ninguno en el clero se
opuso. El comportamiento de los sacerdotes se pone en claro en un volante, de fines de
1926, repartido por la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, donde se decía:
“trató de hacer apostatas a nuestros sacerdotes, de hacerlos cismáticos, de apartarlos de la
obediencia del Papa; prefirieron todo, aun quedar en la miseria y ser perseguidos. ¡Cuántos
motivos de acción de gracias!”.
En cuanto a la actitud que tomaron los sacerdotes, frente al movimiento armado de
los fieles contra el gobierno, hubo muy diversas posiciones. Algunos fueron activamente
hostiles a los cristeros, otros abandonaron sus parroquias rurales y se fueron a vivir a las
ciudades, un tercer grupo no abandonó el campo, por lo que su cura de almas favoreció a
los cristeros ocasionalmente, incluso, hubo quienes fueron activamente favorables a los
cristeros y, finalmente, algunos combatientes.
DIÓCESIS DE CUIDAD ALTAMIRANO
SEMINARIO DE “LA ANUNCIACIÓN”.

MATERIA: HISTORIA DE LA IGLESIA EN MEXICO.

PROFESOR: PBRO. DAVID VILLEGAS.


ALUMNO: GUILLERMO CANO MACEO.

LA IGLESIA MEXICANA EN EL SIGLO XX.


La rebelión de Francisco Ignacio Madero.
Victoriano Huerta.
La cruel persecución.
Álvaro Obregón.
Porfirio Díaz ciego ante la historia se reeligió nuevamente en 1910, a los 80 años de edad.
Madero había presentado su candidatura también, pero fue "derrotado" por el dictador, el
cual lo metió en la cárcel de San Luis Potosí.
Francisco Ignacio Madero quedó libre bajo fianza y huyó a Estados Unidos. El 5 de octubre
firmó su Plan de San Luis. Convocó a todo México a levantarse en armas contra el
decrépito dictador Díaz, para el 20 de noviembre siguiente. Prácticamente nadie se sublevó
ese día a lo largo del país, excepto Aquiles y Carmen Serdán, el 18 de noviembre. Pascual
Orozco lo hizo el 19 de noviembre, y Pancho Villa el 22.
Hasta que empezó el año de 1911 comenzaron a tomar los fusiles varios grupos. Emiliano
Zapata lo hizo el 11 de marzo de ese año.
Madero regresó al país el 14 de febrero. Los sublevados del norte, junto con Abraham
González, obtuvieron sorpresivas victorias en varias ciudades del estado de Chihuahua en
contra del ejército federal.
El sistema porfirista se tambaleó terriblemente. Firmó los tratados de Ciudad Juárez (21 de
mayo de 1911 se firmó el acuerdo de paz denominado como los Tratados de Ciudad
Juárez), entre el entonces presidente de México, Porfirio Díaz y el revolucionario Francisco
I. Madero, tras la Toma de Ciudad Juárez con Madero el 21 de mayo de 1911.
Díaz huyó a Francia el día 26 de mayo de 1911. Gobernó como presidente interino
Francisco León de la Barra, del 25 de mayo al 6 de noviembre de 1911. Mediante
elecciones -no limpias- Madero empezó a gobernar el 6 de noviembre. El
lema de su campaña había sido Sufragio efectivo, no reelección.
Francisco Ignacio se afilió a la secta espiritista. Desde su casa en Parras, Coahuila, se
comunicaba, según decía, con don Benito Juárez, el cual lo animó a lanzar su candidatura
presidencial y a sublevarse contra don Porfirio Díaz. Madero, de familia coahuilense
católica, había sido bautizado y registrado con el nombre de Ignacio en honor de san
Ignacio de Loyola, de quien la familia era (y es) devota.
La Iglesia no sufrió mayores molestias durante el gobierno de Madero, pero veía con
inquietud la situación tan inestable que se vivía en todo el país.
El Partido Católico
El 3 de mayo de 1911 don Gabriel Fernández Somellera fundó el Partido Católico Nacional
(el partido de los liberales), junto con los señores Luis García Pimentel, Rafael Martínez
del Campo, Ángel Ortiz Monasterio, Miguel Palomar y Vizcarra, Francisco Traslosheros y
Trinidad Sánchez Santos, entre un total de 35 personas.
Pedían la libertad religiosa y de enseñanza, el sufragio efectivo y la solución a los
problemas sociales, según la doctrina social de la Iglesia. Apoyaron a Madero en la
elección de 1911.
El Partido Católico llegó a tener medio millón de afiliados y 783 oficinas principalmente en
el centro de la república. En las elecciones federales de 1912 obtuvo cuatro senadurías y 29
diputaciones (a 46 candidatos más les fue arrebatada la victoria que obtuvieron
legítimamente).
En las municipales ganó la mayoría de las presidencias en Jalisco y México, 26 más en
Michoacán, y varias en Chiapas, Guanajuato, Aguascalientes, Oaxaca, Puebla, Querétaro y
Veracruz.
Sus diputados promovieron leyes sobre reparto de tierras, descanso del séptimo día,
fomento del patrimonio familiar, exención de impuestos a las Cooperativas de Crédito
Popular, creación de sindicatos, establecimiento del municipio libre, etcétera. El Partido
Católico tuvo muy buena organización y firmeza en sus principios. Será cancelado su
registro posteriormente, por ser católico y por el gran arraigo que iba teniendo en la
ciudadanía.
Las sublevaciones contra Madero
Don Francisco Ignacio Madero no supo ni pudo gobernar. Su mandato se concretó a repeler
las diversas insurrecciones que tuvieron lugar durante ese periodo, que fueron numerosas.
De carácter local fueron las de Juchitán, Oaxaca (4 de diciembre de 1911) y la de Yucatán
(1° del mismo mes).
Emiliano Zapata se levantó en armas contra Madero el 28 de noviembre de 1911, porque
éste no incluía ninguna reforma agraria en sus proyectos de gobierno.
Pascual Ortiz (3 de marzo de 1912), Bernardo Reyes (Diciembre de 1911) y Félix Díaz
(octubre de 1912) desconocieron el gobierno del presidente Madero. Finalmente tuvo lugar
la llamada Sublevación de la Ciudadela o Decena Trágica (en virtud del cual las fuerzas
armadas ilegales contrarias a Francisco), 9 a 18 de febrero de 1913 promovida por los
generales Reyes y Díaz, ya nombrados.
Para repeler este motín, Madero nombró al traidor Victoriano Huerta, comandante de la
plaza militar.
El embajador Henry Lane Wilson amenazó con una intervención armada de los ejércitos
estadounidenses para proteger los intereses de los norteamericanos residentes en nuestro
país, si no renunciaba Madero. Wilson determinó que el siguiente presidente fuera Huerta,
como en efecto sucedió. El nuevo gobernante mandó asesinar a Madero y a su
vicepresidente José María Pino Suárez.
Capítulo XI: Victoriano Huerta
Los enemigos de la Iglesia acusaron a ésta de ayudar económicamente a Victoriano Huerta
a derrocar a Madero (entre otros, Pancho Villa) pero nunca lo demostraron. Huerta
estableció una dictadura que abusó de la fuerza y violó los derechos humanos.
Para las elecciones del Poder Legislativo, Huerta ofreció al Partido Católico cien curules
con la condición de que el Partido lo apoyara. Sin atender al resultado de las elecciones, el
gobierno designaría a los candidatos. El Partido no aceptó.
El periódico La Nación, órgano del Partido, fue suspendido el 23 de diciembre de 1913 y
desapareció de la circulación el 14 de enero de 1914. El director del Partido, Sr. Somellera,
y del periódico, Enrique M. Zepeda, fueron encarcelados en San Juan de Ulúa. Huerta
amenazó personalmente al diputado católico Perfecto Méndez Padilla, quien se opuso a la
concesión de facultades extraordinarias a Huerta, en cuestión de Hacienda y Guerra.
La terrible guerra civil
Podemos decir, con Arnaldo Córdoba en su libro “La revolución mexicana”, que en México
no hubo revolución ninguna a pesar de que se celebre su inicio el 20 de noviembre de cada
año. Lo que se llama revolución fue una terrible guerra civil entre mexicanos que produjo,
sí, el cambio de caciques, pero no modificó el concepto de propiedad ni la organización de
la sociedad.
Cayó la clase porfirista. Subió Madero, que se negó a hacer revolución social ni agrarista
alguna. Victoriano Huerta se limitó a guerrear contra quienes se le sublevaran. Salido él del
país al perder la guerra, tuvo lugar la crudelísima guerra civil entre las diversas facciones
que empezaron a disputarse la silla presidencial.
Carranza, Obregón, Calles y Cárdenas pelearon contra Villa y Zapata. Triunfaron los
primeros, pero el 21 de mayo de 1920 Obregón mató a Carranza, y el 20 de julio de 1923 a
Villa. Zapata había sido asesinado por las tropas carrancistas el 10 de abril de 1919. La
historia oficial a esto lo llama revolución.
Desde 1910 el pueblo mexicano ha sufrido hambre. Cuando esto se escribe se calculan en
40 millones los habitantes de nuestro país que se encuentran en grave miseria. Perdieron las
facciones villista y zapatista. Triunfaron las carrancistas (a las cuales, antes de separarse de
él, pertenecían Obregón, Calles y Cárdenas). Todos los gobiernos posteriores, hasta 2001,
fueron de esta facción.
Capítulo XII: La cruel persecución
Contra la usurpación de Victoriano Huerta y el asesinato de Madero hubo cuatro
importantes levantamientos en armas en 1913:
-por el noroeste: Obregón, Carranza, Calles, Cárdenas.
-por el norte: Villa, Felipe Ángeles.
-por el noreste: Pablo González.
-por el sur: Zapata.
Caído Huerta en 1914, como vimos, las facciones lucharon entre sí. La guerra civil duró
desde mediados de 1913, todo 1914 y parte de 1915. Durante esta guerra civil, las
posiciones de las distintas facciones ante la Iglesia no fueron uniformes sino distintas.
Zapata no persiguió a la Iglesia. Protegió al obispo de la diócesis, monseñor Manuel
Fulcheri, que por tanto pudo permanecer en ella. Cuando sus tropas entraron en la ciudad
de México, llevaban el estandarte de la Virgen de Guadalupe y estampas de ella en los
sombreros.
Los del noroeste y noreste fueron anticatólicos y anticlericales porque estaban muy
influenciados por liberales jacobinos, socialistas, masones y protestantes. Querían librar a
México de la Iglesia Católica Romana y decían que cuantos más sacerdotes fuesen muertos,
tanto más complacido sería el presidente norteamericano Wilson. Dondequiera que estos
ejércitos entraban, atacaban al clero y a la Iglesia.
Los obispos, excepto el de Cuernavaca, fueron expulsados de nuestro país. El de Durango,
monseñor Francisco Mendoza, fue maltratado.
En Querétaro, Puebla y México los carrancistas quisieron colocar como obispos de hecho a
los padres Florencio Rosas, Federico Escobedo, Antonio J. Paredes, a los cuales sus
prelados les dijeron que actuaran como vicarios para evitar males mayores.
En Durango, Monterrey, Tepic, Zacatecas, Aguascalientes, Guadalajara, San Luis Potosí,
Querétaro, Guanajuato, León, Sinaloa, Celaya, Toluca, Zamora, Morelia, Puebla, Jalapa,
Córdova, Orizaba, Campeche, Mérida y México, los sacerdotes fueron encarcelados. Los
extranjeros eran expulsados del país. Las religiosas fueron expulsadas de sus conventos, y
violadas unas 60.
Los carrancistas profanaban los templos católicos, imágenes, vasos y ornamentos sagrados.
Quemaban los concesionarios. Los templos pasaban a ser cuarteles o bodegas o se
dedicaban a ser teatro de orgías. Los carrancistas prohibían las misas y la confesión, a no
ser antes de fallecer y ante la presencia de un funcionario gubernamental. En Toluca
llegaron a prohibir los sacrificios y el ayuno. Los colegios católicos fueron clausurados.
De 1914 a 1918 fueron asesinados los siguientes sacerdotes y religiosos:
H. Adolfo María, de las Escuelas Cristianas, en Zacatecas, el 24 de junio de 1914, por
Villa.
H. Francisco Adriano, de las Escuelas Cristianas, en el mismo lugar y día por Villa.
P. Jesús Alba, en La Calera, Zacatecas, por Eulalio Gutiérrez.
P. León Ávila Sánchez, en Coxicha, Oaxaca, el 20 de julio de 1917.
P. David Galván, en Guadalajara, Jalisco, el 30 de enero de 1915.
H. Mariano González, en Toluca, México, en 1914, por Murguía.
P. Inocencio López Velarde, en Zacatecas, Zacatecas, el 23 de junio de 1914.
P. Bartolo Montesinos, en Mihuatlán, Oaxaca, el 17 de febrero de 1916.
P. Ezequiel Sosa, en Tecomavaca, Oaxaca, el 28 de enero de 1918.
P. Conrado Navarrete, en Xalatlaco, México, en 1914.
El párroco de San Pedro de las Colonias, Coahuila, en 1914.
P. Pascual Vega, en Zacatecas, Zacatecas, el 24 de junio de 1914.
P. Rosalío Zepeda, en Ocuíla, México, en julio de 1914, por el general Francisco Pacheco,
zapatista.
Carranza quiso convencer, en vano, al obispo de Veracruz, monseñor Joaquín Arcadio
Pagaza, de "nombrarlo" arzobispo de México, creyendo que por ser un hombre anciano, lo
podría manejar fácilmente.
El grupo carrancista más jacobino estuvo formado, entre otros, por Francisco J. Múgica,
Heriberto Jara, Andrés Molina Enríquez, Pastor Rouaix, Froilán Manjarrez.
La actitud de Villa ante la Iglesia no fue uniforme sino cambiante. Por un lado auxiliaba al
clero mexicano pobre. Odiaba y expulsaba a los jesuitas ("jisuitas", decía) y a los
sacerdotes extranjeros.
Cuando le mataban oficiales que le eran muy queridos, pedía a los padres que les dijeran
misa y que los "resucitarán". Fue padrino de bautismo de muchos niños. De hecho cuando
lo asesinatos, había salido de un bautismo e iba de regreso a su hacienda. En Saltillo, por
ejemplo, Villa mandó apresar a los jesuitas mexicanos, y a los sacerdotes extranjeros, el 22
de mayo de 1914. Villa les dijo: "Yo desafortunadamente soy católico porque así me hizo
mi madre".
Mandó a todos que le entregaran un millón de pesos. Amenazó al P. Eliseo Ancira,
enfermo, con fusilarlo. A las 12 de la noche del día 25, el coronel Fierro Simuló fusilar y
ahorcar a los padres. Francisco Pichardo, Miguel Kubicza, Martín Macías, José Méndez,
jesuitas. Todos ellos permanecieron firmes ante el peligro de muerte. Finalmente los
desterró a Estados Unidos. El colegio de los jesuitas lite destinado a cuartel de soldados y
soldaderas.
Por su parte, al clero mexicano Villa le dijo: "Yo no les «taco su religión, ni voy en contra
de sus personas... y vivan seguros que los hombres revolucionarios no los combatimos a
ustedes, sino que los defendemos".
La Constitución de 1917
Conforme a lo que estamos leyendo, es obvio explicar que la Constitución elaborada por
los jacobinos resultaba anticlerical y anticatólica.
Si bien Carranza no pretendía dictar nuevas leyes en contra de la Iglesia, sino reproducir
solamente las Leyes de Reforma, resultó que su grupo de exaltados fue más allá de los
planes del autollamado Primer Jefe.
El artículo tercero prohibió a las corporaciones religiosas y a los ministros de culto tener o
dirigir primarias.
El artículo 24 señaló que los actos de culto se celebrarían exclusivamente dentro de los
templos, que estarían siempre bajo la vigilancia de la autoridad. (El diputado Enrique Reino
quería que se prohibiera la confesión y que fueran casados civilmente los sacerdotes
menores de 50 años).
El artículo 130 negó personalidad a las Iglesias, facultó a las legislaturas estatales para
determinar el número de ministros y prohibió a los partidos políticos usar alguna palabra
religiosa. Facultó al gobierno para intervenir en el culto y disciplina de la Iglesia. Indicó
que los sacerdotes deberían ser mexicanos y no podrían votar ni ser votados, ni criticar las
leyes y gobierno, ni heredar después del parentesco de 4º grado
El artículo 27, II, quitó a las Iglesias la capacidad de poseer bienes raíces y determinó que
los templos pasaran a ser propiedad de la nación así como los obispados, curatos,
seminarios, asilos, colegios, conventos. Prohibió que las Iglesias fueran propietarias de
instituciones de beneficencia e investigación científica. El artículo 6, por su parte, evitó la
profesión de votos religiosos.
La Constitución fue publicada el 5 de febrero de 1917. Desde su destierro, los obispos que
pudieron reunirse, lo hicieron en la Acordada, Texas, y emitieron un documento titulado
Protesta de los obispos mexicanos por la Constitución de 1917. Decían que la Constitución
sancionaba definitivamente la persecución religiosa.

En fin, es necesario notar que ya afianzado en el poder (Villa derrotado por Obregón, y
Zapata asesinado), Carranza hizo disminuir la persecución contra la Iglesia y aun trató de
derogar las leyes persecutorias de la Constitución, pero se vio impedido ante la imponente
sublevación que Obregón llevó a cabo contra él y que finalmente le costó la vida.
Capítulo XIII: Álvaro Obregón
Durante la presidencia del general Álvaro Obregón la Iglesia no sufrió una persecución
total, pero sí hubo de sortear diversos actos realizados contra ella. Había ocasiones en que
Obregón mandaba aplicar los artículos contrarios a la Iglesia.
En febrero de 1921 explotó una bomba en el arzobispado de México, sin mayores daños.
Pese a manifestaciones y protestas, las autoridades no investigaron el delito.
El 14 de noviembre de ese año, explotó también una bomba ante la imagen de la Virgen de
Guadalupe en la Basílica. No dañó en absoluto a la imagen, pero sí los vidrios de las
ventanas, una parte del altar y aun el crucifijo situado encima de él. La opinión unánime
culpó a Obregón del atentado.
El 1 de mayo de 1922 una turba de obreros llamados socialistas atacó la casa de la
Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACIM). A pesar de la resistencia armada de
ocho jóvenes, los asaltantes tomaron el local. Apuñalaron una imagen de la Virgen de
Guadalupe. Las autoridades tampoco tomaron cartas en el asunto.
El 11 de enero de 1923 el delegado papal, monseñor Ernesto Filippi, colocó la primera
piedra del monumento a Cristo Rey en el cerro del Cubilete que es el centro geográfico de
la República. Obregón expulsó del país al delegado apostólico indicando que había sido
violado el artículo 24 de la Constitución por haberse celebrado culto fuera de los templos.
Del 5 al 12 de octubre de 1924 celebrose un Congreso Eucarístico, previo permiso y
acuerdo de las autoridades civiles. Éstas consignaron ante los Tribunales a los obispos y
sacerdotes que habían participado en él.

También podría gustarte