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Porfirio Díaz

José de la Cruz Porfirio Díaz Mori[1] (Oaxaca de Juárez, Oaxaca; 15 de septiembre de 1830-París,
Francia; 2 de julio de 1915), fue un político, militar y dictador[2][3] mexicano. El tiempo que
acumuló ejerciendo el cargo de presidente de México tuvo una extensión sin precedentes,
llegando a los treinta años con ciento cinco días, y este lapso en la historiografía mexicana se
denomina porfiriato

Antes de asumir la presidencia, fue un militar destacado


que brilló por su participación en la Segunda intervención
francesa en México. Combatió en la Batalla de Puebla, en el
Sitio de Puebla, en la Batalla de Miahuatlán y en la Batalla
de la Carbonera. El 15 de octubre de 1863 el presidente
Benito Juárez lo nombró General de División y el 28 del
mismo mes se le dio el mando militar de 4 estados:
Veracruz, Puebla, Oaxaca y Tlaxcala. Resaltaron sus acciones
militares en el estado de Oaxaca, en donde organizó
guerrillas contra los franceses. El 2 de abril de 1867, Díaz
tomó Puebla, y el 15 de junio de ese año recuperó para las
tropas republicanas la Ciudad de México.

Tomó armas contra el gobierno federal en dos ocasiones: la


primera contra Benito Juárez, con el Plan de La Noria, y
posteriormente, contra Sebastián Lerdo de Tejada,
elaborando el Plan de Tuxtepec. Tras el triunfo del segundo
plan, Díaz asumió la presidencia del país en forma interina entre el 28 de noviembre de 1876 y el 6
de diciembre de 1876, y por segunda vez del 17 de febrero de 1877 al 5 de mayo de 1877. Ejerció
el cargo en forma constitucional del 5 de mayo de 1877 al 30 de noviembre de 1880.
Posteriormente, ejerció la presidencia del país de manera ininterrumpida entre el 1 de diciembre
de 1884 y el 25 de mayo de 1911.[cita requerida]

Convencido defensor del progreso positivista. Entre las principales características de su mandato
se encuentra la expansión del ferrocarril en México, el crecimiento de la inversión extranjera y el
desarrollo del capitalismo en la economía mexicana.[4]

Biografía

Primeros años y estudios


Nací en la ciudad de Oaxaca el 15 de septiembre de 1830. Mi padre fue José Faustino Díaz y mi
madre Petrona Mori. Aunque de origen español, mi padre era de los que llamamos raza criolla y
mi madre tenía encima media sangre india de raza mixteca.

Mi padre era pobre cuando se casó. Mirando que a su mujer no le gustaba vivir en la Sierra de
Ixtlán, se lanzó a correr fortuna y se trasladó a la costa que el estado de Oaxaca tiene en el
Pacífico… y puso una tienda en el valle de Xochistlahuaca.

En los últimos años de la vida, mi padre se hizo muy místico en Oaxaca, sin ser fanático; era un
católico muy ferviente. Rezaba mucho y aún llegó a usar un traje monacal de los terceros de San
Francisco, aunque no había recibido ninguna orden eclesiástica.[5]

Porfirio Díaz nació en Oaxaca, en la antes provincia de Antequera, la noche del 15 de septiembre
de 1830 y fue bautizado por su padrino José Agustín Domínguez ese mismo día. Era el sexto de
siete hijos, concebidos en el matrimonio de José Faustino Díaz Orozco y María Petrona Cecilia Mori
Cortés, quienes se casaron en 1808, cuando el padre de Díaz manejaba los negocios de una
empresa de minas y metales de Cinco Señores, San José y El Socorro, en el distrito de Ixtlán. Poco
tiempo después, José Faustino se enroló en el ejército insurgente de Vicente Guerrero, donde
fungió como veterinario, y, tras un tiempo, fue nombrado coronel. En 1819, tras once años de
matrimonio, la pareja concibió a su primera hija, Desideria. Dos años después nacieron los
gemelos Cayetano y Pablo, quienes murieron en la infancia; luego vino el nacimiento de dos
mujeres más, Manuela y Nicolasa. En 1830 nació Porfirio, y en 1833, el hermano menor, Felipe
Díaz Mori.[nota 1]

En 1820, los Díaz se establecieron en el centro de la ciudad de Oaxaca, donde compraron un


mesón frente al templo de la Virgen de la Soledad, que alojaba a los viajeros que llegaban a la
ciudad a comerciar. En este tiempo, José Faustino Díaz montó un negocio dedicado a la herrería, lo
que le produjo ganancias que hicieron que su familia tuviera una situación económica holgada
durante algunos años.

A mediados de 1833, se desarrolló una epidemia de cólera morbus, en la ciudad de Oaxaca. A


principios de agosto, José Faustino Díaz se vio infectado, y el 29 de agosto dictó su testamento,
dejando todos sus bienes a su esposa, Petrona Mori. Poco tiempo después, el mesón ya no fue
rentable y la familia adquirió el Solar del Toronjo. Así es como describe Porfirio Díaz en sus
Memorias, la situación familiar tras la muerte de su padre: «Su buen juicio y sus deberes de madre
le proporcionaron la manera de prolongar por mucho tiempo aquellos escasos recursos».[5]Las
jovencitas Díaz: Manuela, Desideria y Nicolasa se dedicaron a tejer, costurar, y a hacer buenos
postres y alimentos para vender y mantener un sustento económico en la familia; Petrona Mori,
sembró nopales para la producción y venta de la grana cochinilla. En uno de los patios del Solar del
Toronjo, la familia criaba cerdos.
En 1835, Porfirio ingresó a la Escuela Amiga, institución educativa controlada por la parroquia de
Oaxaca donde aprendió a leer y escribir. Pasaba sus días, jugando con amigos y vecinos del Solar
del Toronjo. Se cuenta que en una ocasión, enojado con su hermano Félix por algún hecho trivial,
le puso pólvora en la nariz mientras dormía y le prendió fuego. Desde entonces se le llama a Félix
El Chato” Díaz.[7][8]

El padrino de Porfirio, José Agustín Domínguez y Díaz, quien era sacerdote y llegaría a ser Obispo
de Antequera, recomendó a su madre apresurar el ingreso de su hijo al Seminario Tridentino de
Oaxaca. En 1843, Porfirio ingresó al seminario, comenzando con un bachillerato en artes. Durante
tres años, hasta 1846, Porfirio estudió física, matemáticas, lógica, gramática, retórica y latín. En
esta última asignatura logró altas calificaciones, por lo que ante la necesidad de conseguir dinero
para su familia, empezó a darle clases de latín a Guadalupe Pérez, hijo del licenciado Marcos
Pérez.[9]

Al producirse la Intervención estadounidense en México, en el seminario de Oaxaca surgió la


inquietud de luchar contra los invasores, idea que fue respaldada y alentada por los sacerdotes y
maestros. En octubre de ese año, varios alumnos se dirigieron a ver al gobernador del Estado y
solicitarle su ingreso al ejército nacional. Porfirio Díaz estaba en ese grupo, y los cadetes fueron
asignados al Batallón de San Clemente. Sin embargo, poco después, la guerra terminó y los
estudiantes no pudieron ir a pelear.

Al acabar el curso me inclinaba yo a la teología. Y aunque mi madre deseaba ardientemente, no


ejercía presión sobre mí, pues yo me sentía muy inclinado a ese género de estudios, pues los niños
se aficionan a lo que ven.

Una noche, al salir de la casa de don Marcos Pérez, después de dar clases a su hijo don Guadalupe
Pérez, fui invitado yo a la solemne ceremonia de distribución de premios que iba a tener
verificativo esa misma noche en el colegio del estado. Acepté la invitación y en ese momento me
presentó con el señor gobernador del estado, don Benito Juárez.

Entusiasmado entonces por lo que había visto y oído, tomé la resolución de no seguir la carrera
eclesiástica. Luché conmigo toda la noche, y no pudiendo soportar el estado en que me
encontraba, comuniqué a mi madre mi decisión al día siguiente.[5]

María Petrona Mori, madre de Porfirio Díaz, en una fotografía tomada c. 1854 en Oaxaca.

Marcos Pérez, mentor liberal de Porfirio Díaz, quien insistió en su adhesión a la carrera de leyes.

Porfirio Díaz daba clases de latín a Guadalupe Pérez, hijo del licenciado serrano destacado Marcos
Pérez, quien tenía una fuerte y cercana relación con Benito Juárez. Un día al finalizar una de sus
clases, el licenciado Marcos Pérez invitó al joven Porfirio a asistir a una entrega de premios en el
Colegio Liberal. Porfirio Díaz aceptó, y fue al evento en donde conoció al entonces gobernador del
estado de Oaxaca, Benito Juárez. Al observar el trato abierto y respetuoso de Marcos Pérez y
Benito Juárez, y al escuchar discursos que hablaban de los jóvenes como amigos, y los derechos
del hombre, (cosa que no sucedía y tomaba en cuenta en el seminario) Porfirio decidió abandonar
el seminario e ingresar en el Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca, entonces considerado
herético. Su padrino José Agustín, ya para entonces nombrado obispo de la diócesis, le retiró su
apoyo económico y moral. A pesar de haber sido un alumno regular durante toda su carrera
escolar, Díaz logró salir adelante en los estudios de derecho, y a fines de 1850, se convirtió en
maestro en ese mismo instituto. Poco tiempo después, y ante la situación económica que pasaba
su familia, Porfirio se convirtió en bolero, más tarde trabajó en una armería ensamblando y
arreglando rifles, al tiempo que consiguió trabajo como carpintero. En 1854, sustituyó a Rafael
Urquiza como bibliotecario del Instituto. Cuando Manuel Iturribarría, profesor de la cátedra de
derecho natural, abandonó el puesto por enfermedad, Díaz se convirtió en profesor interino. Esto
mejoró en parte su situación económica y la de su familia. Díaz estudió derecho romano, materia
que aprobó con la mejor calificación de su generación.[5]En el instituto, tuvo como compañeros a
Matías Romero y José Justo Benítez. De 1852 a 1853 fue alumno de Benito Juárez en derecho civil.

Tras la muerte de su padre, su hermana Desideria se casó con un comerciante de Michoacán,


Antonio Tapia, con quien tuvo varios hijos de los que solamente sobrevivieron dos. Vivió en
Michoacán hasta su muerte. Su hermana Nicolasa casó prematuramente y quedó viuda (no dejó
descendencia). Manuela, su otra hermana, tuvo una relación extramarital con el médico Manuel
Ortega Reyes, de quien nació su hija Delfina Ortega Díaz, quien con el tiempo se convertiría en
esposa de su tío Porfirio, quien describe así sus primeros años:

Mis condiciones especiales eran: buena talla, notable desarrollo físico, grande agilidad y mucha
inclinación, aptitud y gusto por los ejercicios atléticos. Llegó a mis manos un libro de gimnasia, el
primero probablemente que hubo en Oaxaca, y esto me permitió improvisar en mi casa un
pequeño gimnasio en el que hacíamos ejercicio mi hermano y yo. Éramos muy pobres. Llegué a
hacer zapatos finos, botas buenas, y naturalmente, a mucho menor costo del que tenían que
comprarlos en la zapatería. Poco después mi hermano se marchó a estudiar en el Colegio Militar
de la Ciudad de México.[5]

Carrera militar

Véanse también: Revolución de Ayutla, Guerra de Reforma y Segunda Intervención Francesa en


México.

Fotografía tomada en 1861. Para esa edad, Díaz ya había sido diputado federal y había brillado por
su participación militar en la Revolución de Ayutla y la Guerra de Reforma.

El 1 de marzo de 1854, en Ayutla de los Libres, actual Estado de Guerrero, Florencio Villareal y
Juan N. Álvarez proclamaron el Plan de Ayutla contra el presidente Antonio López de Santa Anna,
quien estaba en el poder por décima primera ocasión desde el 20 de abril de 1853. Con esta
proclamación, dio comienzo la Revolución de Ayutla.[10] En Oaxaca, Marcos Pérez y sus allegados
comenzaron a planear un movimiento que secundara la Revolución, para lo cual establecieron
correspondencia con la ciudad estadounidense de Nueva Orleans, donde se encontraba exiliado el
exgobernador Benito Juárez, a consecuencia de una riña personal con Santa Anna.[nota 2] Cuando
miembros de la policía secreta del gobierno, descubrieron las cartas de los conspiradores, Marcos
Pérez y sus compañeros fueron encarcelados en el convento de Santo Domingo. Porfirio Díaz
intentó visitar a Pérez, pero su familia lo intentó desanimar diciendo: «Los muros de Santo
Domingo no se pueden escalar».[nota 3] Díaz logró escalar las torres del convento, con ayuda de
su hermano, la noche del 23 de noviembre, y logró comunicarse vía idioma latín con Marcos Pérez.
[12] Unas semanas más tarde, el gobernador Martínez Pinillos decretó amnistía para los presos, y
Porfirio Díaz fue quien se los comunicó. En diciembre, el mismo gobernador exilió a Pérez en
Tehuacán (Puebla), y ordenó la captura de Díaz, por haber votado públicamente en contra de
Santa Anna y a favor de Álvarez, llamándole «Su Excelencia el Señor General Don Juan Álvarez»,
[nota 4] quien de inmediato formó una pequeña guerrilla, con la que enfrentó a las fuerzas
federales en el enfrentamiento de Teotongo, el 7 de febrero de 1855.

El 9 de agosto de 1855, Santa Anna renunció a la presidencia y se embarcó en el puerto de


Veracruz rumbo a Cuba. Juan N. Álvarez, quien había encabezado la revolución, fue nombrado
presidente provisional. El 27 de agosto, Benito Juárez regresó de su exilio en el extranjero y fue
nombrado gobernador de Oaxaca. Celestino Macedonio, quien era el secretario de Gobierno
Estatal, nombró a Díaz como jefe político del Distrito de Ixtlán. En este pueblo, y a pesar de la
oposición del jefe militar estatal, Díaz organiza la primera guardia en la historia de Ixtlán, con la
que participó, a finales de 1856, en el primer sitio de Oaxaca, donde recibió una herida de bala,
razón por la que el doctor Esteban Calderón le practicó una operación.[13][14]

En premio a sus servicios por la causa liberal, el presidente Ignacio Comonfort confirió a Díaz el
mando militar del Istmo de Tehuantepec, en la cabecera de Sto. Domingo Tehuantepec. Ante una
inminente rebelión conservadora, Díaz tomó Jamiltepec, en el distrito de Ixcapa, donde logró
detener el avance conservador. En Tehuantepec conoció al dominico de tendencias liberales
Mauricio López, al administrador de correos Juan Calvo, al juez y comerciante Juan A. Avendaño, y
al viajero francés Charles Etienne Brasseur. También logró tener contacto con la cultura zapoteca y
la cultura mixteca, puesto que de esta última tenía sangre por porta materna. Conoció a la insigne
tehuana Doña Juana C. Romero, descendiente de una importante familia política por lo que se
relacionó con ella para, años más tarde durante el Porfiriato, impulsar el desarrollo del Istmo. En
1860, salió por primera vez de Oaxaca. Es entonces cuando Brasseur lo describe como «Alto, bien
hecho, de una notable distinción, su rostro de gran nobleza, agradablemente bronceado, me
parecía revelar los rasgos más perfectos de la antigua aristocracia mexicana…, sería de desear que
todas las provincias de México fueran administradas por gente de su carácter. Porfirio Díaz es, sin
dudarlo un momento, el hombre de Oaxaca».[15]
Al estallar la Guerra de Reforma, Díaz peleó en varias batallas, como en la acción militar de
Calpulalpan, bajo las órdenes de José María Díaz Ordaz e Ignacio Mejía. En tres años le fueron
conferidos los cargos de mayor, coronel y teniente general. Tras el triunfo liberal, acaecido el 11
de enero de 1861, Díaz fue postulado a diputado federal, logrando obtener una curul por Oaxaca
en el Congreso de la Unión. Sin embargo, al ser ejecutados Melchor Ocampo, Leandro Valle y
Santos Degollado, por las fuerzas conservadoras en el transcurso del año, Díaz solicitó permiso
para ausentarse e ir a pelear. El permiso le fue concedido y en su lugar quedó su suplente, Justo
Benítez.[16]

El 31 de octubre, se celebró en Londres, una convención entre los representantes de España,


Francia e Inglaterra, con el propósito de definir la política a seguir con las deudas de México, ya
que el 24 de julio, Juárez suspendió los pagos debido a la bancarrota de la hacienda nacional. A
principios de diciembre, las fuerzas francesas, españolas e inglesas llegaron a Veracruz, Córdoba y
Orizaba, comandadas por Dubois de Saligny, Juan Prim y John Russell. Gracias a la intervención del
Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno mexicano, Manuel Doblado, España e Inglaterra
retiraron sus tropas, como lo establecía el punto número cuatro de los Tratados de La Soledad. Sin
embargo, Francia se negó a abandonar el territorio mexicano y en marzo de 1862 avanzó al
interior con un poco más de 5,000 soldados, bajo el mando de Charles Ferdinand Latrille, Conde de
Lorencez. A fines de abril de ese mismo año, se fortificaron en Las Flores, un pequeño poblado del
Estado de Veracruz. Benito Juárez ordenó a Ignacio Zaragoza, general mexicano que participó del
lado liberal en la Guerra de Reforma, hacer frente a las fuerzas francesas en Puebla. El 5 de mayo,
Díaz y otros militares intervinieron en la Batalla de Puebla, donde lograron derrotar a los franceses
y hacerlos retroceder hasta Orizaba. Díaz defendió el ala izquierda de la ciudad, y rebatió en dos
ocasiones el ataque francés. Una vez que huyeron, González Ortega y Porfirio Díaz se dieron a la
tarea de perseguirlos, hasta que Zaragoza se los impidió. Ese mismo día, Juárez recibió una carta
de Zaragoza mencionándole los detalles de la batalla, y haciendo hincapié en «el empeño y
bizarría del ciudadano general don Porfirio Díaz».[14]

El 8 de septiembre, Zaragoza murió en Puebla. A principios de 1863, el emperador Napoleón III


envió treinta mil soldados a tierra mexicana, ya que su intención era imponer una presencia
geopolítica francesa (y europea) otra vez en América. Federico Forey era el comandante de las
fuerzas galas, quienes pusieron sitio a Puebla el 3 de abril de 1863. Jesús González Ortega fue el
encargado de defender la plaza, con ayuda de otros militares como Miguel Negrete, Felipe
Berriozábal y Díaz. Tras más de un mes de acciones militares fallidas por parte de ambos bandos,
la ciudad cayó en manos de los franceses la noche del 17 de mayo. Díaz ordenó destruir todo el
armamento y las municiones del ejército mexicano, para que no cayeran en manos de los
franceses. Una vez que las tropas invasoras entraron a la fortificación mexicana, los militares
republicanos fueron hechos prisioneros.[16]

Díaz, junto con todos los demás militares, fue capturado y detenido en el Convento de Santa Inés,
en Puebla, los prisioneros fueron llevados a Veracruz, donde se les conduciría a Martinica. Dos días
antes de ser embarcados, Díaz y Berriozábal escaparon rumbo a la Ciudad de México. En esta
ciudad, Juárez y sus ministros se preparaban para escapar, puesto que las tropas de Juan
Nepomuceno Almonte iban a tomar la capital con ayuda de los refuerzos franceses. Díaz habló con
Juárez la mañana del 31 de mayo, en que el presidente le preguntó qué estaba dispuesto a hacer
por la causa liberal. Díaz respondió que necesitaba organizar un ejército para combatir a las
fuerzas conservadoras y francesas. Juárez, por consejo de Sebastián Lerdo de Tejada, le asignó
30,000 a su división militar, con la que Díaz marchó a Oaxaca con el cargo de gobernador interino.
Hacia mediados de junio, logró llegar a Oaxaca acompañado de su hermano Felipe y del coronel
Manuel González, quien se había escapado de las fuerzas conservadoras en Celaya, cuando el
expresidente Comonfort fue derrotado y asesinado.[16]

Durante todo el año de 1864, Díaz y González desarrollaron una guerra de guerrillas en Oaxaca, y
los franceses nunca pudieron penetrar al estado. Sin embargo, los triunfos de los conservadores
aumentaban y Juárez se vio obligado a salir de Monterrey rumbo a Paso del Norte (hoy conocida
como Ciudad Juárez). Un grupo de militares y clérigos conservadores se dirigieron hacia Viena,
Austria, en octubre de 1863 a ofrecer la corona del Imperio Mexicano al archiduque Maximiliano
de Habsburgo y su esposa Carlota de Bélgica. Tras una pequeña encuesta realizada entre los altos
círculos políticos y sociales del país, Maximiliano aceptó la propuesta y se convirtió en emperador
el 10 de junio de 1864, instaurando así el Segundo Imperio Mexicano.[17] Hacia principios de
febrero de 1865, Díaz empezó la fortificación de Oaxaca, puesto que las fuerzas de Aquiles Bazaine
estaban a punto de tomar la vieja Antequera. El 19 de febrero Bazaine comenzó el Sitio de Oaxaca,
y tras varios meses de asedio, Díaz se rindió el 22 de junio. Bazaine ordenó fusilarlo, pero la
intervención de Justo Benítez le salvó la vida. Fue confinado a prisión perpetua en el Convento de
las Carmelitas, en Puebla, por el delito de sedición. Sin embargo, en la prisión, entabló amistad con
el barón húngaro Louis de Salignac, quien era el encargado de la cárcel. En una ocasión, cuando el
comandante militar de la plaza salió de la ciudad, Díaz intentó escapar a base de un cuchillo y una
cuerda. El barón lo descubrió, pero en lugar de delatarlo, lo dejó ir. Esa misma tarde organizó a un
centenar de hombres para salir al combate y escribió una carta a Juárez. Era el 20 de septiembre
de 1865.[14]

Escenario de la Batalla de Puebla, librada el 5 de mayo de 1862 y en la que participó Díaz.

Tras más de un año reclutando hombres y pertrechos, Díaz regresó al sur del país, donde fue
apoyado por el viejo cacique liberal Juan Álvarez. Reorganizó el Ejército de Oriente y con sus
tropas triunfó el 3 de octubre de 1866 en la Batalla de Miahuatlán y el 18 de octubre en la Batalla
de la Carbonera. Tras más de dos meses de preparación y toma de ciudades de Oaxaca, el Ejército
de Oriente tomó la capital la noche del 27 de diciembre. De inmediato Díaz se erigió en
gobernador provisional, destituyó y ejecutó a las autoridades francesas. El arzobispo de Oaxaca,
lanzó un sermón en contra del gobierno republicano, pero Díaz lo mandó ahorcar bajo el cargo de
rebelión. Cuando Díaz salió de Oaxaca, en enero de 1867, nombró como gobernador sustituto a
Juan de Dios Borja.[16]
El 5 de febrero de 1867, en París, Napoleón III envió un parte a Bazaine ordenando la retirada de
las tropas francesas de México, en vista de la presión ejercida por la prensa, la opinión pública y el
parlamento francés, y por la tensión que había con los prusianos que en un futuro cercano haría
que estallara la Guerra Franco Prusiana. Esta medida significó el principio de la caída del Imperio,
pues las fuerzas conservadores del emperador apenas sumaban 500 soldados.[18] El avance liberal
comenzó, Maximiliano, acompañado de los militares conservadores Tomás Mejía y Miguel
Miramón, se marchó con sus tropas a Querétaro, donde Mariano Escobedo puso sitio a la ciudad,
que se rindió el 15 de mayo. Mientras tanto, Carlota de Bélgica marchó a Viena, París y Roma,
donde se entrevistó con Francisco José I, Napoleón III y su esposa Eugenia de Montijo, y con el
papa Pío IX. En los tres casos, pidió apoyo para su esposo, que le fue denegado. En Roma se volvió
loca, y fue recluida el resto de su vida en un castillo de Bruselas, donde murió el 19 de enero de
1927 a la edad de 87 años.[19]

Entrada del general Porfirio Díaz a Puebla, óleo de Francisco de Paula Mendoza (1902).

En marzo, comenzó el sitio de Puebla, comandado por Díaz. Durante más de tres semanas cortó la
comunicación de la ciudad y derrotó a las tropas de Leonardo Márquez, quien después de ser
vencido por los liberales, huyó a Toluca. Tras varios días de meditaciones, la mañana del 2 de abril
de 1867, Díaz asaltó Puebla. Así culminó la acción militar conocida como Batalla del 2 de abril, en
la que cayó Puebla, única ciudad en el sur que estaba en poder de los franceses. Solo faltaban por
caer Quéretaro y la capital.[20]

Márquez había logrado fortificar a setecientos hombres en las llanuras cercanas a Toluca, ciudad
ante la cual Díaz y sus hombres se dirigían. La mañana del 16 de abril comisionó al comandante
Gonzalo Montes de Oca a enfrentar a Márquez. El resultado fue favorable a las tropas mexicanas,
y Márquez huyó hacia Cuba, donde murió en 1913.

A este hecho se le conoce como Batalla de las Lomas de San Lorenzo y a partir de ella comenzó el
sitio de la Ciudad de México, que se prolongó hasta el 15 de junio, cuando todo el país ya se
encontraba en manos de los republicanos. Durante el sitio y a la hora de entrar en la ciudad, Díaz
prohibió los saqueos y los robos; dos militares lo desobedecieron y fueron fusilados.[21]

Benito Juárez fue presidente de México durante la Segunda Intervención Francesa.

El 15 de mayo Maximiliano entregó la plaza de Querétaro a Mariano Escobedo, y fue hecho


prisionero junto a Miramón y Mejía. Tras un juicio sumario por quebrantar las leyes
internacionales, la soberanía nacional y el Tratado de la Soledad, fueron fusilados la mañana del
19 de junio, a pesar de que varios personajes intentaron salvar la vida del emperador, como Víctor
Hugo, escritor francés, escribió a Juárez pidiendo clemencia para el emperador.[22] La condesa de
Salm Salm, quien intercedió por Maximiliano ante Díaz, hizo lo mismo ante Juárez, pero la
respuesta fue la misma. A la población de México se le hizo creer que Maximiliano aún vivía y que
regresaría triunfante a la capital, hasta que Díaz hizo circular un panfleto desestimando esta
teoría.[23]

Juárez hizo público su reconocimiento a Díaz en una carta a Guillermo Prieto, que afirmaba:

Es un buen chico nuestro Porfirio. Nunca fecha sus cartas hasta que no toma una capital.[24]

En su discurso final del 15 de julio, día en que entró a la capital, Juárez reconoció públicamente a
Díaz, quien fue premiado con una división y una hacienda en Oaxaca, conocida como Hacienda de
La Noria, donde años más tarde sería proclamado el Plan de La Noria. Su hermano Felipe fue
elegido gobernador de Oaxaca, por votación popular, cargo en el que estaría hasta 1871. Tras ello,
Díaz se retiró a Oaxaca a vivir.[14]

Retrato al óleo de Porfirio Díaz en 1867. Para este año, cuando acabó la Guerra de Intervención
Francesa, contaba con 37 años y 37 campañas militares.

Durante las guerras en que se vio envuelto, Díaz se relacionó amorosamente con varias mujeres.
La primera y la más conocida de sus aventuras amorosas fue la sostenida con Juana Catalina
Romero, durante los años de la Guerra de Reforma. Cuenta una leyenda que durante la Batalla de
Miahuatlán, Díaz se ocultó bajo las enaguas de Juana Catalina. Esta relación duró más allá de la
guerra, cuando Díaz ya era presidente y por ello favoreció la zona de Tehuantepec. Un relato
popular cuenta que el tren de la ciudad atravesaba por la hacienda de Juana Catalina, y que el
presidente saltaba del vagón para visitarla.[25]

Otra aventura que Díaz mantuvo fue con la soldadera Rafaela Quiñones, durante toda la guerra de
intervención. A principios de 1867 nació la hija de la relación entre Díaz y Quiñones, llamada
Amada Díaz, quien vivió con su padre hasta 1879 y se quedó en México tras la caída del gobierno
porfirista. Finalmente murió en 1962.[26]

El 15 de abril de 1867, Díaz se casó por poder con su sobrina Delfina Ortega de Díaz, tras mediar
con el presidente Juárez la disposición para dispensar el parentesco carnal. En 1869 nació su
primer hijo, Porfirio Germán, que murió ese mismo año. Dos años más tarde la pareja concibió a
unos gemelos, quienes corrieron la misma suerte que su primer hijo. Tras varios años, en 1873
nació el primero de los hijos que llegaría a la edad adulta, Porfirio Díaz Ortega. El 5 de mayo de
1875 nació la última hija del matrimonio, Luz Victoria, llamada así en honor a la victoria
republicana del 5 de mayo de 1862 en Puebla.[27]

Elección de 1867 y años posteriores

Véase también: Elecciones federales de México de 1867

Una vez culminada la guerra de intervención francesa, Juárez, que se había amparado en el
artículo 128 de la Constitución de 1857 para permanecer indefinidamente en el poder,[28]
convocó a elecciones presidenciales, que se efectuaron el domingo 25 de agosto de 1867. Los
resultados finales fueron:

Benito Juárez: 2344 votos

Porfirio Díaz: 785 votos.

Por lo tanto, el Congreso, a través del presidente de dicho órgano, Manuel Romero Rubio, declaró
a Benito Juárez como ganador de las elecciones presidenciales y mandatario constitucional para el
período comprendido entre el 1 de diciembre de 1867 y el 30 de noviembre de 1871. El bando
oficial fue publicado en las calles de la Ciudad de México, el 23 de septiembre.[29]

Porfirio Díaz se sintió derrotado y abatido por el triunfo de Juárez en las elecciones. Decidió
retirarse a La Noria, donde el 2 de febrero de 1868 le fue anunciado el cese del Ejército de Oriente,
que en julio del año anterior fue reducido a solo 4000 soldados. Al mismo tiempo, Juárez, por
conducto de Matías Romero, Ministro de Gobernación, le ofreció encabezar la legación mexicana
en Washington D. C., Estados Unidos de América. Díaz, sin embargo, rechazó la propuesta.[30]

Durante 1869 y 1870, Díaz vivió en La Noria, al lado de su esposa Delfina. Fue en esta época
cuando se procrearon los hijos que morirían en la infancia. Delfina pensó que se trataba de un
asunto de índole religiosa, ya que ellos se habían casado siendo parientes carnales y no se obtuvo
la dispensa necesaria sino hasta 1880. En La Noria, Díaz desarrolló la fundición de cañones, pólvora
y municiones, además de la agricultura.

Mientras tanto, su hermano Félix Díaz Mori fue elegido gobernador de Oaxaca. En su período al
frente del gobierno estatal, tuvo un enfrentamiento por el impuesto a la madera, con los
habitantes de Juchitán. El 17 de febrero de 1870, el gobernador y un regimiento de más de
quinientos soldados, entró en la ciudad y mató a varias personas, entre ellos mujeres y niños, todo
esto a fin de sofocar el levantamiento que se había producido. Antes de salir, entró con sus
soldados a saquear la iglesia del pueblo. Hizo bajar la estatua del santo patrono de Juchitán, San
Vicente Ferrer, y la arrastró por todo el pueblo, en un acto considerado de su parte como
jacobino. Meses más tarde devolvió la imagen en una caja de madera hecho pedazos. Los
juchitecos le capturaron en marzo de 1872, lo castraron y lo ejecutaron en venganza por el
incidente de Juchitán.[31]

La Revolución de La Noria

Artículo principal: Plan de la Noria

Véase también: Elecciones federales de México de 1871

Sebastián Lerdo de Tejada fue el tercer candidato en las elecciones presidenciales de 1871. Tras la
muerte de Juárez, ocupó la presidencia de manera interina, y en este cargo amnistió a Díaz y a
todos los militares que participaron en la Revolución de La Noria.

Porfirio Díaz decidió postularse a las elecciones presidenciales de 1871. Para esta elección, Juárez
fue postulado por tercera ocasión, siendo las anteriores en los años 1861 y 1867. Había además un
nuevo candidato, el presidente de la Suprema Corte de Justicia, Sebastián Lerdo de Tejada. Las
elecciones se llevaron a cabo el 27 de agosto de ese año. Los resultados finales fueron revelados al
país el 7 de octubre y fueron los siguientes:

Benito Juárez: 5837 votos

Porfirio Díaz: 3555 votos

Sebastián Lerdo de Tejada: 2874 votos

Díaz y Lerdo no quedaron conformes con el resultado dado a conocer por el Congreso, e iniciaron
una serie de impugnaciones a la elección. Lerdo decidió retirarse de los juicios electorales y volvió
a su puesto de presidente en la Suprema Corte de Justicia. Díaz, sin embargo, comenzó a ganar
adeptos en el sur del país, entre los hacendados de Oaxaca y los militares de ese estado, donde
Felipe Díaz era gobernador. El 8 de noviembre lanzó el Plan de la Noria, llamando a todos los
militares del país a luchar contra Juárez. De esta manera dio inicio la Revolución de La Noria.

La reelección indefinida, forzosa y violenta, del Ejecutivo Federal, ha puesto en peligro las
instituciones nacionales.

En el Congreso una mayoría regimentada por medios reprobados y vergonzosos, ha hecho


ineficaces los nobles esfuerzos de los diputados independientes y convertido á la Representación
Nacional en una cámara cortesana, obsequiosa y resuelta á seguir siempre los impulsos del
Ejecutivo.

En la Suprema Corte de Justicia, la minoría independiente que había salvado algunas veces los
principios constitucionales de este cataclismo de perversión é inmoralidad, es hoy impotente por
falta de dos de sus más dignos representantes, el ingreso de otro llevado allí por la protección del
Ejecutivo. Ninguna garantía ha tenido desde entonces el amparo; los Jueces y Magistrados
pundonorosos de los Tribunales Electorales son sustituidos por agentes sumisos del Gobierno, los
intereses más caros del pueblo y los principios de mayor trascendencia quedan á la merced de los
perros guardianes.[32]

De inmediato los estados de Oaxaca, Guerrero y Chiapas se unieron a Díaz, quien avanzó
triunfante hasta Toluca, donde comenzaron las derrotas. Sóstenes Rocha e Ignacio Mejía evitaron
que los rebeldes tomaran la capital. A pesar de que lograron conseguir adeptos entre las clases
más bajas de la sociedad mexicana, los sublevados de La Noria tuvieron un largo proceso de
derrotas. Cuando intentaron cruzar Puerto Ángel, Oaxaca, en enero de 1872 rumbo a Panamá, los
juchitecos capturaron a Félix Díaz y lo asesinaron. Esa misma noche, Manuel González, mejor
amigo y compadre de Díaz así como uno de los líderes de la sublevación, recibió una carta del
hermano de Porfirio, que había sido ejecutado. La carta decía lo siguiente:

Vamos a perder, Juárez nos va a aplastar, pero quiero darle a mi hermano esta última prueba de
afecto, porque lo que es el indio, nos friega.[33]

La noche del 18 de julio, Juárez falleció en la Ciudad de México. Junto con González, Díaz se
encontraba en Nayarit, visitando al cacique local Manuel Lozada, llamado el “Tigre de Álica”, a fin
de conseguir su apoyo. Al oír cañonazos, Díaz preguntó qué sucedía, y de inmediato le informaron
del fallecimiento de Juárez. Lerdo de Tejada ya era el presidente interino, y por lo tanto, el
movimiento de La Noria perdía sentido, ya que Juárez había muerto y no existía razón para pelear.
Luego de que Lozada se negó a apoyar a Díaz, los revolucionarios declinaron las armas. Poco
después, en octubre, fueron convocadas las elecciones para presidente de la República mexicana.
Se presentaron como candidatos Porfirio Díaz y lerdo de Tejada. En las Elecciones extraordinarias
de México de 1872, este último derrotó a Díaz. Una vez que el Congreso confirmó a Lerdo como
presidente constitucional para el período del 1 de diciembre de 1872 al 30 de noviembre de 1876,
el Ministro de Guerra y Marina, Mariano Escobedo decretó la amnistía para todos los
revolucionarios de La Noria, pero con la condición de que se les daría de baja del Ejército
Mexicano.[34]

Una vez derrotado y en un escándalo público ante la prensa, Díaz volvió a Oaxaca, donde se
encontró con la noticia de la muerte de su hija. La crisis económica por la que pasaba, lo obligó a
vender la Hacienda de La Noria e irse como asociado en una finca dedicada al cultivo de azúcar,
ubicada en la localidad de Tlacotalpan, Veracruz. Ahí, en el clima veracruzano, la familia de Porfirio
Díaz logró conseguir una relativa estabilidad económica, puesto que además del cultivo de azúcar,
se dedicó a la carpintería,[nota 5] e incluso logró inventar una mecedora integrada con abanico
automático.

Sin embargo, Porfirio conservaba sus viejas ambiciones políticas. En octubre de 1874 fue
postulado como candidato a diputado federal y ganó la elección. Una vez instalada la Cámara de
Diputados, uno de los primeros dictámenes de la nueva legislatura fue aprobar una propuesta de
la Comisión de Hacienda, relativa a disminuir la pensión de los militares retirados del servicio
nacional, así como reducir de una manera significativa el sueldo de los soldados activos en el
Ejército. Díaz, junto con otros diputados de extracción militar, se opusieron a la propuesta de
Hacienda. Justo Benítez, quien para entonces se había convertido en el intermediario político de
Díaz, sugirió al militar que pronunciara un discurso en la tribuna del Palacio Legislativo. Tras
mucho meditarlo, Díaz accedió a hablar en público. Aun cuando él mismo conocía su falta de
habilidad como orador, intentó elaborar un discurso. Luego de varios intentos, Díaz se dio por
vencido, y en un acto insólito hasta ese momento en la historia legislativa de México, comenzó a
llorar en público. Este incidente le hizo convertirse por unos días en el hazmerreír de la clase
política mexicana. Así describe aquel momento uno de los biógrafos de Díaz, José López Portillo y
Rojas.

Y habló Porfirio en efecto, sosteniendo ser magna injusticia que a los buenos servidores de la
Nación, a los que habían derramado su sangre por defenderla, se les condenase a la miseria para
hacer un ahorro insignificante; mas expresó aquellas ideas con tantos titubeos, en estilo tan
desaliñado e incoherente, y con voz tan desentonada, que el auditorio se llenó de pena, no por los
militares a quienes se quería reducir a pan y agua, sino por el preopinante, a quien se veía sufrir
indecibles torturas en la terrible picota de la tribuna. Porfirio, finalmente, abrumado por la
congoja y enredado entre sus propias ideas y palabras, no acertó a salir del paso, no supo cómo
concluir la oración, y rompió a llorar como un niño. Así bajo de la tribuna con el rostro
congestionado y cubierto de lágrimas, en tanto que los circunstantes, sorprendidos, no sabían que
hacer, si llorar también o prorrumpir en carcajadas.[36]

A pesar de que este incidente deterioró la imagen de Díaz en la opinión política nacional, una serie
de políticas radicales llevadas a cabo por Lerdo hicieron que el movimiento porfirista ganara cada
vez más partidarios, principalmente en la clase alta, que se vio afectada debido a que Lerdo
expulsó a las órdenes religiosas y elevó los impuestos, ambas acciones en 1874. Los gobiernos
extranjeros tampoco veían con buenos ojos al gobierno lerdista, debido a una disminución de la
venta de productos a países como Francia y el Reino Unido. Todo este escenario político, tanto
interno como externo, propició la llegada de Díaz al poder. Conscientes de ello, el círculo político
de Lerdo mantuvo vigilado al oaxaqueño durante varios meses. Manuel Romero Rubio,
intermediario político de Lerdo, ofreció a Díaz la presidencia de la Corte Suprema de Justicia, en
Oaxaca, pero este se negó.[36]

La Revolución de Tuxtepec

Véanse también: Revolución de Tuxtepec y Elecciones federales de México de 1876.

A fines de 1875, Sebastián Lerdo de Tejada hizo público su interés por presentarse a las elecciones
de 1876. Aunque si bien la prensa solo lo tomó como una declaración informal, Lerdo anunció su
candidatura la noche del 23 de diciembre y este hecho suscitó reacciones diferentes en la clase
política nacional. Porfirio Díaz, quien para entonces también se lanzó a la candidatura presidencial,
comenzó una serie de manifestaciones públicas contra Lerdo, pero rápidamente fueron sofocadas
por órdenes del mismo presidente Lerdo. Las acciones de represión hacia los partidarios porfiristas
llevadas a cabo por la policía secreta, causaron aún más descontento hacia el lerdismo. El 10 de
enero de 1876, con el apoyo de varios militares de diversos lugares del país y con el respaldo de la
Iglesia católica, que se había visto afectada por las medidas de Lerdo, Porfirio Díaz lanzó en la
población de Tuxtepec, el Plan de Tuxtepec. Así dio comienzo la Revolución de Tuxtepec, la última
guerra del siglo xix en México.

Mariano Escobedo, militar lerdista que fue uno de los principales combatientes de Díaz en la
Revolución de Tuxtepec. En 1878 inició un levantamiento contra el presidente Díaz, fue derrotado
y estuvo a punto de ser fusilado, pero la intervención de Manuel González, su antiguo compañero
de batallas lo salvó. Finalmente se incorporó al sistema político porfirista y ocupó varios cargos en
el gobierno. Murió en 1902.

Que la República Mexicana está regida por un gobierno que ha hecho del abuso un sistema
político, despreciando y violando la moral y las leyes, viciando á la sociedad, despreciando á las
instituciones, y haciendo imposible el remedio de tantos males por la vía pacífica; que el sufragio
público se ha convertido en una farsa, pues el presidente y sus amigos por todos los medios
reprobados hacen llegar á los puestos públicos á los que llaman sus “Candidatos Oficiales”,
rechazando á todo ciudadano independiente; que de este modo y gobernando hasta sin ministros
se hace la burla más cruel á la democracia que se funda en la independencia de los poderes; que la
soberanía de los Estados es vulnerada repetidas veces; que el Presidente y sus favoritos destituyen
á su arbitrio á los Gobernadores, entregando los Estados á sus amigos, como sucedió en Coahuila,
Oaxaca, Yucatán y Nuevo León, habiéndose intentado hacer lo mismo con Jalisco; que á este
Estado se le segregó para debilitarlo, el importante cantón de Tepic, el cual se ha gobernando
militarmente hasta la fecha, con agravio del pacto federal y del derecho de Gentes; que sin
consideración á los fueros de la humanidad se retiró á los Estados fronterizos la mezquina
subvención que les servía para defensa de los indios bárbaros; que el tesoro público se dilapida en
gastos de placer, sin que el Gobierno haya llegado á presentar al Congreso de la Unión la cuenta
de los fondos que maneja.[37]

Las derrotas que Díaz y sus partidarios comenzaron a sufrir no se hicieron esperar, puesto que la
mayor parte del ejército permanecía fiel a Lerdo. Mariano Escobedo, derrotó el 10 de marzo de
1876 a Díaz en Icamole, Nuevo León. Se dice que Porfirio Díaz lloró, al verse derrotado y abatido.
Por esta razón se le conoció, durante el resto de la Guerra, como “El Llorón de Icamole”.[38] Tras
la derrota de Icamole, los lerdistas estaban seguros de su victoria sobre los revolucionarios de
Tuxtepec y disminuyeron la actividad militar en el país. Sin embargo, Donato Guerra, Justo Benítez
y Manuel González siguieron una guerra de guerrillas al interior de México. Díaz, mientras tanto,
se embarcó a Cuba en un barco que salió de Tampico, Tamaulipas, haciéndose pasar por el médico
español Gustavo Romero. Una vez llegado a La Habana, logró conseguir armas y varios adeptos
entre los esclavos de Cuba, puesto que la isla aún se encontraba en poder de los españoles.
Cuando regresó a México, tomó la zona correspondiente a Veracruz y San Luis Potosí, mientras
que Manuel González y Benítez tenían capturado el Estado de Guerrero. A principios de
noviembre comenzó el ataque hacia Puebla. Para entonces, Alatorre fue destituido del cargo de
Ministro de Guerra y en su lugar fue nombrado Mejía. Escobedo, acompañado de varios
contingentes lerdistas, entre ellos el de Alatorre, se fortificó en Tecoac, una localidad tlaxcalteca.
El 16 de noviembre, Díaz y Escobedo se enfrentaron en ese paraje. En principio, la batalla iba a ser
ganada por las tropas lerdistas, pero la intervención de Manuel González y sus refuerzos, lograron
derrotar a las tropas federales. Se dice que al término de la batalla, cuando los lerdistas huyeron,
Díaz habló con González, herido en la batalla (de ahí su apodo “El Manco de Tecoac”), y le dijo:
“Compadre, gracias a usted hemos ganado, y por eso, será usted mi Ministro de Guerra”.[39]

José María Iglesias, líder de los Decembristas, que pretendía quedarse como Presidente una vez
finalizado el mandato de Lerdo.

Una vez terminada la guerra civil, Díaz llegó a la Ciudad de México el 21 de noviembre, y ese
mismo día se erigió en presidente provisional de la República Mexicana. Sin embargo, José María
Iglesias, presidente de la Suprema Corte de Justicia, alegaba que al ser él sustituto constitucional
de Lerdo, y haber huido este del país, Iglesias debería convertirse en presidente el 1 de diciembre.
Por lo tanto, a sus partidarios se les conoció como decembristas. Para ese momento, tres grupos
se disputaban la presidencia: decembristas, lerdistas y porfiristas. Los decembristas se habían
acuartelado en Guanajuato y el brazo militar del partido político era Felipe Berriozábal. Díaz dejó
en la presidencia a Juan N. Méndez y el 22 de diciembre salió de la capital con una división
compuesta por 5000 soldados rumbo al Estado de Guanajuato, donde logró derrotar a las fuerzas
decembristas en marzo de 1877. Gracias a la mediación de Justo Benítez, Iglesias y Díaz llegaron a
un acuerdo, en el que el primero habría de reconocer a Díaz como virtual presidente, y a cambio
este le cedería la gubernatura de su estado natal, Michoacán. Tras todos los preparativos políticos
llevados a cabo por Benítez y González, Porfirio Díaz fue designado presidente la mañana del 5 de
mayo de 1877, día en que protestó su cargo ante el Congreso de la Unión, después de haberse
celebrado las elecciones de 1877 de forma extraordinaria.

Primer mandato presidencial

El filósofo francés Augusto Comte, creador del positivismo, filosofía en la cual Porfirio Díaz cimentó
su gobierno.

Dentro del marco porfiriano, este período de la Historia de México, estuvo marcado por la
influencia del positivismo, teoría política francesa creada por Augusto Comte. A partir de entonces,
el orden establecido por Díaz durante la última mitad del siglo xix en México se basaría el orden y
la llamada «paz porfiriana». Ellos serían: el orden y progreso. El cumplimiento de ellos, según Justo
Sierra, ministro porfiriano, llevó a México a la cúspide del progreso.[40]

El principal objetivo de Díaz en ¡u primer mandato fue ganarse la confianza de los Estados Unidos
de América, que pasaba por un serio problema político.[nota 6] Así, Díaz debió realizar una serie
de maniobras políticas para ganar el reconocimiento estadounidense. La negativa del embajador
John W. Foster a negociar con México dificultó la situación aún más. A través del Ministro de
Relaciones Exteriores, Ignacio Mariscal y del Ministro de Hacienda, Matías Romero, Díaz logró el
pago de la deuda externa a Estados Unidos, por medio de breves cantidades abonadas en un plazo
de quince años. En su mensaje a la Nación del 1 de abril de 1893 se dio por finalizado el pago de la
deuda mexicana.[41]

Otro asunto prioritario para Díaz fue la pacificación del país. Desde finales de la Guerra de
Independencia de México, varias bandas de ladrones se colocaban en las orillas de caminos, con el
fin de asaltar los vagones cargados de bienes que eran llevados a la capital y a otras ciudades
importantes del país, como Puebla o Veracruz. El comercio, que no tuvo un gran crecimiento
durante la primera mitad del siglo xix en México y que además fue sacudido por las crisis
económicas que las guerras propiciaron, se vio aún más amenazado por las gavillas de bandoleros
que atacaban las vías de comunicación. Otro punto que acentuaba la inseguridad del país era que
existían grupos armados asentados únicamente en un lugar del país y cuyo propósito era controlar
por medio de caciques al país entero.[42]

Díaz acordó con el Congreso facultades extraordinarias para poner remedio a la situación. Ordenó
el desplazamiento de los ejércitos más consolidados, como una medida tomada para evitar la
proliferación de cacicazgos. Otro problema serio en el panorama político eran las ambiciones y
alianzas de los gobernadores y jefes militares. A fin de evadir este problema, Díaz nombró
personalmente a varios militares de su confianza como gobernadores y jefes militares.[42]

John Watson Foster, ministro plenipotenciario de Estados Unidos en México durante el primer
mandato de Díaz. Miembro de la misma logia masónica que Lerdo, su principal objetivo fue evitar
a toda costa que el gobierno estadounidense reconociera al gobierno de Díaz.

En 1878, el gobierno había logrado casi por completo la pacificación del país, por lo que el
presidente comisionó a José Yves Limantour, economista de la Secretaría de Hacienda, a viajar a
los Estados Unidos comandando una campaña de promoción mexicana. Este programa de difusión
de la cultura mexicana logró que el presidente Rutherford B. Hayes enviara una comitiva de
empresarios estadounidenses a México. Sin embargo, el embajador Foster escribió al
Departamento de Estado, alertando sobre los peligros de México, pero a pesar de sus esfuerzos
por impedir el viaje, los empresarios llegaron a México el 2 de marzo, y tras una serie de viajes por
todo el país, Hayes concedió a México el reconocimiento oficial la tarde del 9 de abril de 1878.[43]

Hacia principios de 1879, comenzaron a surgir rumores acerca de quién sería el candidato oficial a
la presidencia de la República, pues en el año de 1880 se celebrarían elecciones. Se mencionaban
los nombres del Ministro de Guerra y Marina, Manuel González, y del asesor personal del
presidente, Justo Benítez. La prensa difundió el nombre de Protasio Tagle, Ministro de
Gobernación, como tercer candidato. Como era natural en las sucesiones presidenciales del siglo
xix, comenzaron las revueltas que apoyaban a un candidato en específico. Estas rebeliones fueron
encabezadas por Trinidad García de la Cadena, en Zacatecas; Domingo Nava, en Sinaloa; Ramírez
Terán en Mazatlán y los motines de indígenas mixtecos en los valles de Tamazunchale.

Una de las rebeliones más sonadas y que más repercutieron en la opinión pública del país, fue el
incidente político que sucedió en Veracruz, a fines de junio de 1879. Un grupo de lerdistas
armados había llegado del extranjero tras más de tres años preparando su revuelta. A bordo del
buque “Libertad”, quinientos soldados desembarcaron en el puerto la madrugada del 14 de junio y
comenzó el ataque a la ciudad. Sin embargo, el gobernador del estado, Luis Mier y Terán,
comisionó a una brigada que pudo detener rápidamente el levantamiento y aprehender a los
sublevados. Mier y Terán comunicó la situación a Díaz, en su deber de gobernador y puesto que
Porfirio, hijo mayor del presidente y ahijado del gobernador, se encontraba en Veracruz. Díaz
envió un mensaje cifrado que al ser leído reveló la orden del Presidente: “Mátalos en caliente y
después averiguas”. De inmediato Mier y Terán cumplió la orden presidencial, que causó malestar
entre la población y un pequeño levantamiento militar que también fue sofocado. Años más tarde,
durante el transcurso de la Revolución mexicana, este asunto fue uno de los principales motivos
de la caída del Porfiriato.[44]

Finalmente, Manuel “El Manco” González fue nombrado candidato presidencial por el Partido
Liberal. Tras una campaña electoral sin contratiempos, con el apoyo de los círculos políticos y
económicos nacionales y con el beneplácito de las potencias extranjeras, como Estados Unidos,
Reino Unido y España, Manuel González fue elegido presidente, y como tal, empezó a ejercer su
cargo de Presidente Constitucional, el 1 de diciembre de 1880.

A fines de 1879, la esposa de Porfirio Díaz, Delfina, se embarazó por sexta ocasión. Tras un
embarazo relativamente estable, el parto, estaba programado para la madrugada del 5 de abril de
1880. Sin embargo, la madrugada del 2 de abril, el parto tuvo que adelantarse, y con ello nació
Victoria, la última hija del matrimonio, llamada así en honor a la batalla librada en Puebla trece
años atrás y que Díaz había ganado. Pese a ello, tanto la madre como la hija comenzaron a sufrir
de enfermedades posteriores al parto, por lo que Victoria, la hija, murió 48 horas después de
nacer. Delfina enfermó gravemente de pulmonía y los médicos no le dieron esperanzas, así que
decidió casarse por la Iglesia.[nota 7]

Porfirio Díaz solicitó al arzobispo de México Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos que celebrara
el Matrimonio católico. El arzobispo pidió a Díaz su abjuración, de haber proclamado públicamente
la Constitución liberal. Díaz redactó su retracción, que fue leída por el arzobispo. Poco tiempo
después, uno de los enviados de Labastida ofició el matrimonio la noche del 7 de abril, y Delfina
murió en la mañana del 8 de abril.[27]
Presidencia de Manuel González

Véase también: Manuel del Refugio González Flores

Manuel del Refugio González Flores, amigo y compañero militar de Díaz. En premio a sus servicios
durante la Revolución de Tuxtepec, Díaz le concedió la gubernatura de Michoacán y más tarde el
Ministerio de Guerra. Elegido presidente en 1880, las acciones de su gobierno fueron empañadas
por los escándalos de corrupción. Tras terminar su mandato presidencial, ejerció como
gobernador de Guanajuato. Murió en 1893.

Manuel González fue un militar nacido en 1833, en Tamaulipas. Participó en la Intervención


estadounidense en México, como teniente y más tarde combatió en la Guerra de Reforma, del
lado del Partido Conservador. Sin embargo, durante la Segunda Intervención Francesa en México,
decidió abandonar las filas conservadoras e ingresar en el ejército liberal, debido a un recuerdo
suyo de la intervención estadounidense, en que su padre fue asesinado por las tropas
norteamericanas. Este incidente le hizo cambiar de bando ante la nueva invasión extranjera.[45]
Durante la guerra contra los franceses, González peleó junto a Díaz y se convirtió en lugarteniente
general del Ejército de Oriente, participando de esta forma en muchas de las batallas libradas
contra el ejército francés. Cuando Díaz estuvo preso en Puebla, durante 1865, González fue quien
mantuvo la guerrilla en Oaxaca. Durante la batalla del 2 de abril, González recibió una herida de
bala en el brazo derecho, a nivel del codo el cual lo destrozó, por lo que le fue amputado ese
mismo día. Durante la revuelta ocasionada por el Plan de la Noria, González apoyó a Díaz a pesar
de la derrota del ejército sublevado. Nuevamente, durante la Revolución de Tuxtepec, González se
mostró fiel al ejército de Díaz, al que salvó de la derrota final el 16 de noviembre de 1876, en la
Batalla de Tecoac. Herido en este último enfrentamiento, Díaz lo nombró Ministro de Guerra en
premio a sus servicios en la guerra. A finales de 1879 fue nombrado candidato presidencial y un
año más tarde asumió la presidencia.[46]

Durante su gobierno, Manuel González impulsó la creación de ferrocarriles, dio concesiones para
la creación de la primera red de telégrafos en el país y la fundación de dos bancos: el Banco
Nacional Mexicano, con capital del Banco Franco Egipcio y el Banco Mercantil Mexicano, fundado
por comerciantes españoles y mexicanos residentes en México. Ambos bancos, fusionados, dieron
lugar al Banco Nacional de México (Banamex) en 1884. Sin embargo, estos avances en la economía
del país, se vieron empañados debido a los frecuentes escándalos de corrupción y malos manejos
en el gobierno de González. En noviembre de 1881, la emisión de la moneda de níquel, que
sustituía al circulante de plata, provocó una crisis económica. Estuvo a punto de estallar un
levantamiento en contra de las autoridades republicanas, pero la intervención de Díaz salvó al
gobierno de González de sufrir una guerra civil.
El principal cargo imputado a González durante su gobierno fue el de corrupción, auspiciado por
Díaz y Manuel Romero Rubio. Según los estudios de Francisco Bulnes, el objetivo de Díaz y Romero
Rubio era, “evitar que González le tomara gusto a la silla presidencial, y así hacer que se la
devolviese a Díaz en 1884”.[47] Salvador Quevedo y Zubieta, un intelectual afín a Díaz, comenzó
una campaña de desprestigio dirigida a González, aduciendo que a raíz de perder su brazo
derecho, el presidente había desarrollado un gran apetito sexual, y que había mandado traer de
Circasia, Rusia a una mujer que se hospedaba en su hacienda de Chapingo. A pesar de que este
rumor nunca fue comprobado, el presidente González sí logró la reforma del Código Civil para
poder heredar a su segunda familia, la formada con Juana Horn.[48]

Porfirio Díaz fue nombrado por Manuel González como Ministro de Fomento, y desde ese puesto
coordinó la campaña contra González. Luego de enviudar, el general Díaz comenzó a participar en
las reuniones sociales de la clase política mexicana. En mayo de 1881 conoció a Carmen Romero
Rubio en una fiesta organizada por el embajador Foster. Con el pretexto de tomar clases de idioma
inglés, Díaz frecuentó la casa de Romero Rubio y comenzó a cortejar a Carmen. Tras varios meses
de relación informal, la pareja se casó el 5 de noviembre de 1881.[49]

En febrero de 1881, siguiendo el consejo de Carlos Pacheco Villalobos, uno de sus principales
consejeros, el presidente González ordenó la postulación de Díaz como gobernador de Oaxaca.
Tras unas elecciones estables, Porfirio Díaz asumió el cargo el 1 de diciembre y de acuerdo con la
Constitución local debería mantenerse como gobernador hasta 1885. A los pocos meses, Díaz
solicitó al Congreso local una licencia para ausentarse del cargo por tiempo indefinido, y de ahí
volvió al Ministerio de Fomento. Pocos meses más tarde comandó una delegación que visitó las
principales ciudades de Estados Unidos de América, como Chicago y Nueva York. En esta última
localidad, Carmen intentó visitar a su padrino de bautizo, Sebastián Lerdo de Tejada, quien se negó
a recibirla, aduciendo la “traición” de su padre al aliarse con Díaz. La pareja fue recibida por el
presidente de Estados Unidos, Chester Alan Arthur y por el inventor Thomas Alva Edison. A su
llegada a México, Díaz fue lanzado como candidato presidencial, y luego de una campaña apoyada
por los sectores de la Iglesia y los empresarios, fue elegido presidente por segunda ocasión el 1 de
diciembre de 1884.

Treinta y cinco años del Porfiriato

Artículo principal: Porfiriato

Porfirio Díaz el presidente de mayor duración en el cargo (1876, 1877-80, 1884-1911) y que
consolidara el poder de la figura presidencial. En la imagen se encuentra sentado en la silla
presidencial y portando la banda presidencial.
Durante el gobierno del general Porfirio Díaz se dio un giro en la actividad política nacional, puesto
que alrededor de cuatrocientos años —Mesoamérica, el Virreinato de Nueva España y las primeras
décadas del México Independiente— los gobernantes llevaron la administración pública con un
claro sentido militar, y sus acciones estuvieron enfocadas a fortalecer al ejército en turno. Sin
embargo, a raíz del comienzo de la segunda presidencia de Díaz, en 1884, se dio un vuelco que
permitió a la política mexicana centrarse desde un ángulo más civil. En esta fotografía aparece el
presidente Díaz en 1902, ataviado con ropa civil.

Por Porfiriato se entiende a la etapa de la historia transcurrida entre 1876 y 1911, caracterizada
por los gobiernos de Porfirio Díaz, que solo se interrumpió entre 1880 y 1884 con el período
presidencial de Manuel González. A partir del 1 de diciembre de 1884 Díaz gobernó
personalmente de manera ininterrumpida. La filosofía en que se basó el Porfiriato fue el
positivismo, que predicaba el orden y la paz, pilares del gobierno porfirista, a pesar de contar con
detractores, principalmente en la izquierda política. Gracias a la extracción de plusvalía a obreros y
campesinos mediante el uso del capitalismo, los ministros de Hacienda del gobierno porfirista,
Manuel Dublán y José Yves Limantour pudieron lograr en forma importante un avance en la
economía de la clase social dominante.[50]

Otra característica del Porfiriato fue que los diversos grupos políticos del país convergieron en el
Gabinete de Porfirio Díaz. Durante su primer mandato, el gabinete estuvo conformado en su
totalidad por los antiguos combatientes de la Revolución de Tuxtepec. Sin embargo, en su segundo
período presidencial, llegaron juaristas como Matías Romero e Ignacio Mariscal; lerdistas como
Romero Rubio y Joaquín Baranda, y un imperialista, Manuel Dublán. Con los gobernadores, Díaz
procuró mantener estrecha relación, en especial en lo relacionado con las elecciones de las
legislaturas y tribunales de justicia locales, la construcción de ferrocarriles, el combate a los yaquis,
quienes llevaban más de cincuenta años atacando Sonora, y también en otros asuntos menores.

La paz que se impuso durante el gobierno de Porfirio Díaz permitió el desarrollo de la cultura y la
ciencia en México, dado que desde fines del siglo xviii la continua inestabilidad política, social y
económica impidió que se impusiera un clima propicio a la ciencia y a la cultura. Sin embargo,
durante el Porfiriato floreció la literatura, la pintura, la música y la escultura. Las actividades
científicas fueron promovidas desde el gobierno, pues se consideraba que un avance científico del
país podía conllevar cambios positivos en la estructura económica. Fue entonces cuando se
fundaron institutos, bibliotecas, sociedad científicas y asociaciones culturales. De igual manera, el
arte popular buscó en la cultura de México un elemento para plasmar sus composiciones y
expresarse, y así se lograron muestras del arte mexicano que fueron exhibidas en el mundo
entero. El positivismo logró hacer que en México hubiera un renacimiento del estudio de la
historia nacional, como un elemento que afianzó a Díaz en el poder y contribuyó a la unidad
nacional. En el estudio de esta rama sobresalieron Guillermo Prieto y Vicente Riva Palacio.

El historiador mexicano José López Portillo y Rojas, en su obra Elevación y caída de Porfirio Díaz,
menciona que el avance nacional durante el Porfiriato también cambió la fisonomía del
presidente. En noviembre de 1881, tres años antes de comenzar su segundo período presidencial,
el general oaxaqueño contrajo matrimonio con Carmen Romero Rubio, proveniente de las familias
con mayor abolengo y alcurnia en la alta sociedad mexicana. Hasta ese año, —según los relatos de
la época—, Díaz contaba con todos los rasgos de un militar formado en los campos de batalla:
tosco en su modo de tratar con la gente, brusco, con un vocabulario adecuado para hacerse valer
por encima de sus soldados, acostumbrado a escupir y sin mucho respeto por las formas sociales.
Sin embargo, como el mismo Díaz relató años más tarde en sus Memorias, su esposa Carmen se
dedicó a formarlo dentro de la sociedad mexicana. Le enseñó el idioma inglés, y nociones de
idioma francés, los modales de la alta sociedad, la forma de moverse y expresarse, la forma de
comer, el vocabulario adecuado para cada situación. Su fisonomía, como afirmó López Portillo y
Rojas, en efecto, había cambiado. Del color moreno de su piel, pasó a tomar un tono más tostado.
Como afirman varios testimonios de historiadores de la época, al regresar a la presidencia en
1884, Díaz ya no era Porfirio sino más bien “Don Porfirio”. Esta opinión la expresó el obispo
oaxaqueño Eulogio Gillow a un diario de filiación católica en 1887:

“Carmelita Romero Rubio fue el alma sorprendente de la evolución del general Díaz hacia una
existencia refinada y una política de conciliación de tan hondas consecuencias en la vida
nacional.”[51]

Economía

Artículo principal: Economía del Porfiriato

El ferrocarril representó uno de los avances de la economía del Porfiriato y fue expuesto ante el
mundo como símbolo de progreso. La cultura mexicana en la época de Díaz tuvo rasgos de la
economía, como este cuadro de José María Velasco, en que se refleja el ferrocarril del Valle de
México.

La construcción de ferrocarriles fue uno de los puntos más importantes de la economía mexicana
en el Porfiriato. Anteriormente ya se contaba con el ferrocarril que corría de la Ciudad de México
hasta Veracruz, el principal puerto del Golfo de México, cuya construcción inició en 1852 y Lerdo
de Tejada lo inauguró el 3 de febrero de 1873. Una vez que Díaz se consolidó en el poder comenzó
la construcción de ferrocarriles dirigidos a la frontera norte y a gran escala. Desde 1880 hasta 1885
las concesiones fueron cedidas a los extranjeros, primeramente inversionistas norteamericanos.
Sin embargo, entre 1886 y 1895 los empresarios provenientes del Reino Unido acapararon la
totalidad de las concesiones ferroviarias, pero a partir de 1896 y hasta 1905 los estadounidenses
comenzaron una contraofensiva para recuperar el control de los ferrocarriles mexicanos.
Finalmente, en 1909 los ferrocarriles fueron nacionalizados y permanecieron así 82 años hasta que
en 1991, Carlos Salinas de Gortari los privatizó. Asimismo, el 1 de junio de 1880 y el 16 de
diciembre de 1881 el Congreso de la Unión legisló en materia de ferrocarriles, sometiendo a
jurisdicción del gobierno federal las concesiones a inversionistas, así como contratos,
modificaciones, tendidos de vía y demás, garantizando así la injerencia del gobierno en la
economía. Asimismo se estimuló el desarrollo de las compañías ferroviarias otorgando terrenos
colindantes y estableciendo subsidios por cada kilómetro construido. Uno de los proyectos de las
compañías norteamericanas era construir una línea entre México y los Estados Unidos. Hacia 1911
el país contaba con más de 20 000 kilómetros de vías ferroviarias, cuando en 1876 apenas existían
800. Cuando en 1908 el periodista James Creelman le entrevistó, Díaz afirmó:

Los ferrocarriles han desempeñado importante papel en la conservación de la paz en México.


Cuando por primera vez me posesioné de la presidencia en 1876, sólo existían dos pequeñas líneas
que comunicaban la capital con Veracruz y Querétaro. Hoy tenemos más de 19.000 millas de vías
férreas.[52][53]

Otro factor que permitió el desarrollo del México porfiriano fue la inversión extranjera, ya que los
empresarios de otros países[54] deseaban aprovechar los recursos naturales de México, que no
pudieron ser explotados por los mexicanos durante el siglo xix debido a las guerras civiles e
intervenciones extranjeras. Esto ocurrió durante el marco mundial de la competencia económica,
en que las potencias económicas luchaban por conseguir la primacía mundial. Durante este
período en México creció la industria, en su rama extractiva, la agricultura de productos tropicales
encaminada a la exportación, además de todas las ramas de la economía, que siempre estuvieron
orientadas al desarrollo de México en el exterior. Díaz y sus asesores concedieron todas las
facilidades necesarias a los inversionistas extranjeros, a fin de que desarrollaran su actividad y, con
el apoyo del gobierno, pronto dominaron la economía del país. Situación que, por supuesto, no
fue bien vista por todos aquellos que defendían la idea de que el desarrollo económico del país
debía depender de mano y obra y financiamiento mexicanos y no extranjeros.[55]

José Yves Limantour, político mexicano. Economista de profesión, trabajó desde 1878 en el
Ministerio de Hacienda y Crédito Público. Durante el gobierno de González fungió como analista
económico de la presidencia y al regresar Díaz a la presidencia fue nombrado Oficial Mayor de
Hacienda, bajo las órdenes de Manuel Dublán. A la muerte de este en 1892, salió de la Cámara de
Diputados, donde presidía la Comisión de Hacienda y, por recomendación del suegro de Díaz,
Romero Rubio —su padrino de boda—, fue nombrado Ministro de Hacienda, cargo desde el que
dirigió libremente la economía nacional hasta 1911, cuando la Revolución mexicana lo desterró.
Nunca regresó a México y finalmente, murió en 1935 en Biarritz (Francia).

Con la llegada de los capitales a México, se vio la necesidad de crear una infraestructura de
transporte que permitiera el desarrollo de la industria, y así se pudo generar comunicación entre
las diversas regiones del país, ya que muchas de ellas habían estado alejadas del resto del país por
muchos años, como en el caso de los estados norteños, Sinaloa, Chihuahua y Coahuila. Así se
construyeron redes de telégrafo y teléfono, y se mejoraron las comunicaciones entre los puertos.
Entre 1877 y 1911 se construyeron de 7.136 a 23.654 kilómetros en cuestión de vías telegráficas y
así la clave morse fue un factor más en el desarrollo de las comunicaciones en México. El sistema
de correos, que durante todo el siglo xix fue atacado por los bandoleros, logró un relativo
crecimiento con la paz porfiriana, puesto que se establecieron más de 1200 oficinas de correo. En
1876 Alexander Graham Bell inventó el teléfono, que llegó a México el 13 de marzo de 1878,
cuando el pueblo de Tlalpan, en el Distrito Federal recibió la primera llamada telefónica. Trece
años más tarde, en 1891 la primera compañía de teléfonos mexicanos, contaba con más de 1000
suscriptores y ese mismo año se publicó la primera guía de teléfonos en la historia del país. Ese
mismo año el ingeniero alemán Alfred Westrup instaló líneas telefónicas para la policía de la
capital, y para 1893 ya existían las primeras líneas particulares. En 1897, el servicio telefónico se
extendió a todas las ciudades del país, como Monterrey, Puebla y Guadalajara, entre otras.[56]

Un proyecto surgido de corporaciones alemanas llegó a su conclusión trayendo a México la


electricidad, que se generaba por medio de turbinas que, impulsadas por la fuerza de gravedad
almacenada en los depósitos de agua subterránea, producían la electricidad. Asimismo, la
ingeniería permitió aprovechar la orografía de México para estimular la creación de plantas
hidroeléctricas, con lo que se pudo incrementar la producción económica de México.[57] En
Veracruz se descubrieron reservas de petróleo en 1879, y hacia principios de 1887 el empresario
estadounidense nacionalizado mexicano, Adolph Autrey, creó las primeras refinerías del país.

La industria fue una de las ramas que más atención y presupuesto recibió durante el Porfiriato. En
la minería, México ocupó en la época del Porfiriato el primer lugar en producción de plata y se ha
mantenido en este puesto desde entonces. La producción de metales y combustibles se
incrementó con el único fin de exportarla hacia otros países. La inversión extranjera se incrementó
a partir de 1895, y con ello se abrió pie al inicio de la industria de la transformación, que empezó la
fabricación de textiles, papelería, calzado, alimentos, vinos, cerveza, cigarros, químicos, loza, vidrio
y cemento. Asimismo, a principios del siglo xx, se creó en México la primera planta de industria
siderúrgica, que en su tiempo fue la primera de América Latina.[58]

El comercio se fortaleció debido a la expansión del sistema ferroviario y a que el gobierno decidió
suprimir las alcabalas, impuesto que exigían los estados de la República y que hacían más lento el
trámite comercial. El gobierno planteó la necesidad de crear productos dirigidos a la exportación,
por lo que el país comenzó a depender económicamente de los capitales extranjeros. El comercio
externo estuvo orientado a satisfacer las necesidades agropecuarias e industriales, por lo que se
generaron productos como oro, plata, henequén, caucho, ixtle, garbanzo, chile, pieles, maderas —
tanto finas como para construir—, animales de tiro, café, frijol, vainilla y azúcar. Aunque la
producción no fue tan grande como en otros países, si registró un relativo aumento con respecto a
la economía mexicana durante los primeros cincuenta años de vida independiente. En el terreno
de las importaciones, se compraron del exterior materiales como hierro, cemento y cal, así como
materiales para la construcción y establecimiento de empresas, tecnología para ferrocarriles,
telégrafos y teléfonos, materiales para construir máquinas de tracción animal, textiles y otros
artículos de lujo, como espejos, porcelanas, relojes y muebles. Hacia finales del porfiriato, las
exportaciones disminuyeron con respecto a las importaciones, por lo que la balanza comercial se
mostró desfavorable a la economía de México.[59]

Cultura y sociedad
Ignacio Manuel Altamirano fue un escritor y literato guerrerense que nació en 1834, de origen
indígena nahua. Estudió en Cuernavaca, y más tarde se convirtió en profesor de latín. Durante la
Guerra de Reforma combatió del lado liberal. Su obra más conocida fue Clemencia. Tras varios
años de trabajo literario fue nombrado embajador en Italia. Murió en San Remo el 13 de febrero
de 1893.

La literatura fue el campo cultural que más avances tuvo en el Porfiriato. En 1849, Francisco Zarco
fundó el Liceo Miguel Hidalgo, que formó a poetas y escritores durante el resto del siglo xix en
México. Los egresados de esta institución se vieron influenciados por el Romanticismo. Al
restaurarse la república, en 1867 el escritor Ignacio Manuel Altamirano fundó las llamadas
“Veladas Literarias”, grupos de escritores mexicanos con la misma visión literaria. Entre este grupo
se contaban Guillermo Prieto, Manuel Payno, Ignacio Ramírez, el Nigromante, Vicente Riva
Palacio, Luis G. Urbina, Juan de Dios Peza y Justo Sierra. Hacia fines de 1869 los miembros de las
Veladas Literarias fundaron la revista “El Renacimiento”, que publicó textos literarios de diferentes
grupos del país, con ideología política distinta. Trató temas relacionados con doctrinas y aportes
culturales, las diferentes tendencias de la cultura nacional en cuanto a aspectos literarios,
artísticos, históricos y arqueológicos.[60]

El escritor guerrerense Ignacio Manuel Altamirano creó grupos de estudio relacionados con la
investigación de la Historia de México, las Lenguas de México, pero asimismo fue impulsor del
estudio de la cultura universal. Fue también diplomático, dado que hablaba con fluidez el idioma
francés, y en estos cargos desempeñó la labor de promover culturalmente al país en las potencias
extranjeras. Fue cónsul de México en Barcelona y Marsella y a fines de 1892 se le comisionó como
embajador en Italia. Murió el 13 de febrero de 1893 en San Remo, Italia. La influencia de
Altamirano se evidenció en el nacionalismo, cuya principal expresión fueron las novelas de corte
campirano. Escritores de esta escuela fueron Manuel M. Flores, José Cuéllar y José López Portillo y
Rojas.[61]

Poco después surgió en México el modernismo, que abandonó el orgullo nacionalista para recibir
la influencia francesa. Esta teoría fue fundada por el poeta nicaragüense Rubén Darío y proponía
una reacción contra lo establecido por las costumbres literarias, y declaraba la libertad del artista
sobre la base de ciertas reglas, inclinándose así hacia el sentimentalismo. La corriente modernista
cambió ciertas reglas en el verso y la narrativa, haciendo uso de metáforas. Los escritores
modernistas de México fueron Luis G, Urbina y Amado Nervo.[62]

Como consecuencia de la filosofía positivista en México, se dio gran importancia al estudio de la


historia. El gobierno de Díaz necesitaba lograr la unión nacional, debido a que aún existían grupos
conservadores en la sociedad mexicana. Por ello, el Ministerio de Instrucción Pública, dirigido por
Justo Sierra usó la historia patria como un medio para lograr la unidad nacional. Se dio importancia
especial a la Segunda Intervención Francesa en México, a la vez que se abandonó el
antihispanismo presente en México desde la Independencia.[63]

En 1887, Díaz inauguró la exhibición de monolitos prehispánicos en el Museo Nacional, donde


también fue mostrada al público una réplica de la Piedra del Sol o Calendario Azteca. En 1908 el
museo fue dividido en dos secciones: Museo de Historia Natural y Museo de Arqueología. Hacia
principios de 1901, Justo Sierra creó los departamentos de etnografía y arqueología. Tres años
después, en 1904 durante la Exposición Universal de San Luis —1904— se presentó la Escuela
Mexicana de Arqueología, Historia y Etnografía, que presentó ante el mundo las principales
muestras de la cultura prehispánica.[64]

El valle de México, pintado en 1885 por Velasco. El paisajismo mexicano tuvo gran auge durante la
época en que Porfirio Díaz gobernó al país. En general, la cultura mexicana se vio afectada por los
cambios económicos y políticos, y se desarrolló un arte en dos etapas. La primera, que comprende
de 1876 a 1888 representó el auge del nacionalismo. La segunda y última fase del arte porfiriano
empezó en 1888 y finalizó con el gobierno de Díaz, en 1911 y se caracterizó por una preferencia
cultural hacia Francia y su cultura.

José María Velasco fue un paisajista mexicano que nació en 1840, y se graduó como pintor en
1861, de la Academia de Bellas Artes de San Carlos. Estudió asimismo zoología, botánica, física y
anatomía. Sus obras principales consistieron en retratar el Valle de México y también pintó a
personajes de la sociedad mexicana, haciendas, volcanes, y sembradíos. Una serie de sus trabajos
fue dedicado a plasmar los paisajes provinciales de Oaxaca, como la catedral y los templos
prehispánicos, como Monte Albán y Mitla. Otras pinturas de Velasco fueron dedicadas a
Teotihuacán y a la Villa de Guadalupe.[65]

El avance de la instrucción pública fue favorecido por el positivismo, y por su representante


mexicano Gabino Barreda. Durante el Porfiriato se sentaron las bases de la educación pública, que
siempre fue respaldada por los intelectuales de índole liberal. En 1868, todavía durante el
gobierno de Juárez, se promulgó la Ley de Instrucción Pública, que no fue aceptada por la Iglesia
Católica. Joaquín Baranda, ministro de Instrucción Pública, desarrolló una campaña de conciliación
con la Iglesia, y aplicó a la educación el aspecto positivista, sin dejar de lado el humanismo. Se
buscaba que todos los alumnos tuvieran acceso a la educación básica, pero para ello se tuvo que
enfrentar a caciques y hacendados, además de la falta de vías de comunicación en las zonas
rurales. La instrucción primaria superior se estableció en 1889 y tuvo por objeto crear un vínculo
entre la enseñanza elemental y la preparatoria.[66]

En 1891 fue promulgada la Ley Reglamentaria de Educación, que estableció la educación como
laica, gratuita y obligatoria. Asimismo fueron instituidos los llamados Comités de Vigilancia. Para
que los padres y tutores cumplieran con la obligación constitucional de mandar a sus hijos o
pupilos a la escuela. Baranda fundó más de doscientas escuelas para maestros, que una vez
egresados se dirigieron a enseñar a las ciudades del país. Sin embargo, en las zonas rurales la falta
de desarrollo social provocó un rezago educativo.[67]

- Invitación impresa del Presidente de la República general Porfirio Díaz a la celebración del
Primer Centenario de la Independencia a José Saldívar Jr.
Durante las fiestas del Centenario de la Independencia de México, Justo Sierra presentó ante el
Congreso de la Unión, una iniciativa para crear la Universidad Nacional de México, como
dependencia agregada al Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. La ley fue promulgada el
26 de mayo, y el primer rector universitario fue Joaquín Eguía Lis, durante los años de 1910 a
1913. Las escuelas de Medicina, Ingeniería y Jurisprudencia habían funcionado separadas durante
más de cuarenta años, pero con esta ley se reunían todas, junto con la Escuela Nacional
Preparatoria, en la Universidad Nacional de México. Pocos años después de culminar la
Independencia, fue suprimida la Real y Pontificia Universidad de México, ya que había sido
considerada un símbolo del Virreinato de Nueva España, como una muestra de desprecio ante la
cultura española. Años después se intentó restaurar la institución, reversando una retrógrada
medida que rezagaría la alta educación en México, pero las guerras civiles y las confrontaciones
políticas lo impidieron.[68]

Vida privada

El Palacio de Bellas Artes se comenzó a construir en 1904 como antecedente de las festividades del
Centenario de la Independencia Mexicana. En su momento la sociedad mexicana lo consideró la
máxima expresión de la Arquitectura de México, y en particular, del Porfiriato. Fue concluido en
1934 y su inauguración se celebró el 30 de septiembre del mismo año. Pero el modelo
arquitectónico y la construcción son de inspiración en el modelo francés, característica del
Porfiriato.

Porfirio Díaz y su esposa Carmen Romero Rubio habitaban una casa de estilo barroco novohispano,
ubicada en la calle de La Cadena, en el centro histórico de la Ciudad de México, y que databa del
siglo xviii, cuando fue mandada construir por el virrey Carlos Francisco de Croix. Díaz solía
despachar junto con su gabinete en Palacio Nacional, y durante los veranos residía y ejercía su
cargo desde el Castillo de Chapultepec. Entre sus aficiones se encontraba la práctica de la
calistenia, del juego de naipes, del billar y del boliche, que había mandado instalar en el Castillo.
También aprovechó para ejercitarse físicamente a través de la natación, caminata y atletismo, en
el Bosque de Chapultepec, muchas veces acompañado de su hijo Porfirio, a quien el presidente
llamaba “Firio”. Junto a su secretario particular Rafael Chousal jugaba naipes y boliche, a la vez
que salía de excursión montañista a sitios arqueológicos como Teotihuacán o Monte Albán. En una
ocasión, durante la visita de inversionistas aragoneses a México, fueron llevados en una comitiva
encabezada por el presidente a Teotihuacán, donde Porfirio Díaz pudo escalar únicamente con la
ayuda de una cuerda la Pirámide del Sol, a sus más de setenta años de edad.[69]

Porfirio y Carmen nunca tuvieron hijos, debido a la esterilidad de la primera dama. Sin embargo,
desde 1884, año de su matrimonio, los hijos del general y de su primera esposa difunta, Delfina
Ortega, vivieron con la nueva pareja. Junto a las hermanas de Carmen, Luisa y Sofía, y a los padres
de la esposa de Díaz, la “familia real”, —como era conocido el círculo más cercano a Porfirio Díaz
—, solía presentarse en las ceremonias de la sociedad mexicana. Porfirio Díaz Ortega, único hijo
varón y el primogénito del presidente, se graduó de cadete en el Colegio Militar, ubicado en la
capital. Contrajo matrimonio en 1901 con María Luisa Raygosa, hija de hacendados nativos de
Aguascalientes y residía en el Molino de las Rosas, su rancho en Mixcoac y que en 1912 fue
saqueada por las tropas revolucionarias de Pascual Orozco. Luz Victoria —llamada así en recuerdo
del triunfo liberal en la Batalla de Puebla en 1862— se casó con el ingeniero industrial Francisco
Rincón Gallardo, quien poseía una hacienda llamada “Santa María de Gallardo” en Aguascalientes
donde el presidente Díaz solía pasar temporadas en compañía de su hija.

Amada, la hija que Díaz procreó en los años de la guerra contra Francia con la soldadera Rafaela
Quiñones, comenzó a vivir con el presidente desde 1879. En 1885 se casó con el hacendado
morelense Ignacio de la Torre y Mier, con quien nunca tuvo hijos y solía discutir frecuentemente
con él, debido en parte a que siempre pesó sobre De la Torre un rumor acerca de su
homosexualidad. El 18 de noviembre de 1901 la policía realizó una redada en lo que llegaría a
conocerse como «baile de los cuarenta y uno», una fiesta de hombres homosexuales en la que la
mitad de ellos estaban travestidos. Corrió un rumor de que en realidad habían sido 42 los
detenidos, siendo precisamente el número cuarenta y dos Ignacio de la Torre, que habría sido
salvado de ir a prisión por ser el yerno presidencial.

En total, Porfirio Díaz tuvo dieciséis nietos, siete de Porfirio y nueve de Luz. En el Castillo de
Chapultepec vivían desde 1905 sus nietos Porfirio, Piro, Lila, Genaro, Amada, Francisco, Nacho y
Virginia. En el Teatro Arbeu de la Ciudad de México se representaban obras de teatro a las que
Díaz y su esposa, acompañados de los ministros Justo Sierra y Justino Fernández, solían asistir. En
la Hacienda de San Nicolás Peralta, propiedad de su yerno Ignacio de la Torre, Díaz practicaba la
cacería, que también ejercitaba en los campos de Michoacán y Jalisco.[70]

Las familias de la alta sociedad mexicana, que en su mayoría eran partidarias del gobierno,
comenzaron a formar un círculo en torno al general Díaz. El matrimonio presidencial era el
encargado de presidir las fiestas, bailes y demás eventos sociales de la comunidad política y
económica del país. Entre sus diversiones se contaban los viajes de excursión a Popo-Park —el
primer zoológico en México—, y a Mixcoac, donde Porfirio Díaz encabezaba los bailes en la
hacienda de su hijo mayor. En 1881 se fundó un establecimiento de entretenimiento conocido
como el Jockey Club, en la antigua Casa del Conde de Orizaba, más conocida popularmente como
“La Casa de los Azulejos”. El Jockey Club solía ser frecuentado por Díaz y sus colaboradores más
allegados. De acuerdo con las notas escritas por Justo Sierra, el Jockey Club era un club social
diseñado originalmente para los varones de la alta clase política, lo que no impedía la visita de las
mujeres, muchas veces que eran esposas de los miembros del Club. En este lugar se trataban
temas de política, economía o cualquiera relacionado con la situación de entonces en México. Eran
comunes las partidas de naipes o bacará, y el uso de bebidas alcohólicas, como tequila o coñac.
[71]

Gabinete de Porfirio Díaz, a la izquierda se encuentra Justo Sierra

Dentro de la sociedad cercana a Díaz destacó un grupo de políticos e intelectuales conocido como
“Los Científicos”, encabezado por el ministro de Hacienda, Limantour. Sus miembros eran parte
del gabinete presidencial, como Rosendo Pineda, Justo Sierra, Joaquín Casasús, Francisco Bulnes,
Pablo Macedo y Miguel Macedo. Ellos ocuparon las carteras más importantes del gobierno en
cuestión, como el Ministerio de Relaciones Exteriores, el Ministerio de Instrucción Pública y
Justicia, el Ministerio de Fomento y el Ministerio de Hacienda. El escritor y politólogo Jorge Vera
Estañol describió en su obra “Historia de la Revolución Mexicana, orígenes y resultados” a “Los
Científicos” de esta forma:
Existía un grupo de hombres maduros, la crema de la intelectualidad mexicana, para quienes la
dictadura vitalicia significaba la renuncia a toda esperanza de dirigir la política nacional, y este
grupo resolvió organizarse para compartir el poder con Díaz y encauzar el gobierno dentro de
algún programa.

Jorge Vera Estañol, “Los Científicos”, tomado del libro “Historia de la Revolución Mexicana:
orígenes y resultados”.[72]

Política

Antiguo miembro del Partido Conservador, Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos fue asesor de
Maximiliano de Habsburgo durante el Segundo Imperio Mexicano. Expulsado por Benito Juárez, se
exilió en Zaragoza, España y Díaz le permitió volver al país en 1877. Ofició el matrimonio religioso
de Porfirio y Delfina Díaz horas antes del fallecimiento de esta última. Años más tarde mantuvo
una relación de amistad con Porfirio Díaz, lo que afianzó la relación de la Iglesia católica con el
Estado Mexicano.

Durante su primer mandato presidencial, Díaz se rodeó de los antiguos combatientes de Tuxtepec.
El principal asesor de Díaz fue Justo Benítez, quien además era amigo y compañero personal del
presidente, y sí tenía experiencia política. Benítez enseñó a Díaz el manejo de la política, lecciones
que años más tarde el presidente aplicaría en su gobierno. Hacia 1879, cuando comenzó la carrera
por la sucesión presidencial, se perfilaban dos candidatos, Justo Benítez y Manuel González. A
pesar de que varios grupos políticos sugirieron a Díaz volverse a presentar como candidato, el
general declinó la oferta puesto que contrariaba los principios del Plan de Tuxtepec, con el que
había llegado a la presidencia. Manuel González derrotó a Benítez y consiguió la candidatura. El 1
de diciembre de 1880, tras unas elecciones sin contratiempos, González se convirtió en Presidente
de México. Díaz siguió desempeñando papeles en la administración pública nacional, como el
cargo de Ministro de Fomento. El presidente González cometió varios errores, que aunados a los
escándalos de administración y corrupción, desprestigiaron su figura. Porfirio Díaz regresó a la
presidencia en 1884, con el apoyo de todos los sectores políticos del país.[73]

Uno de los principales objetivos de la segunda administración porfirista fue la pacificación del país.
Esta política se basó en dos aspectos, el primero consistió en incorporar al régimen a adversarios y
opositores a su gobierno, mediante la concesión de cargos ministeriales. En su primer gabinete, se
contaron únicamente antiguos revolucionarios de Tuxtepec. Ya en su segunda administración, se
incorporaron lerdistas, iglesistas, gonzalistas e incluso miembros del Partido Conservador. Manuel
Romero Rubio, suegro del presidente ocupó durante once años la cartera de Gobernación, e
incluso se dijo que poseía aspiraciones presidenciales. Díaz, sin embargo, se encargó de
descalificar a Romero Rubio, ya que la intención del presidente era perpetuarse en el poder.[74]

Relaciones con la Iglesia

Otro punto que Díaz intentó llevar a cabo durante su mandato fue la conciliación con la Iglesia
católica, con quien el gobierno liberal había tenido discrepancias desde que se promulgó la
Constitución de 1857. El primer acercamiento entre la Iglesia y el Estado porfirista se dio en 1880,
cuando murió Delfina Ortega de Díaz y el arzobispo de México, Pelagio Antonio de Labastida y
Dávalos, ofició la ceremonia del matrimonio católico y días más tarde el funeral de la esposa de
Díaz. Ya en su segunda administración, Díaz conoció, por intermedio de los Romero Rubio, al
sacerdote oaxaqueño Eulogio Gillow, quien era hijo de hacendados poblanos y educado en
Inglaterra. Gillow, con el paso del tiempo, se convirtió en amigo cercano de Díaz y ayudó a mejorar
las relaciones de la Iglesia con el Estado. En noviembre de 1881, Gillow casó a Díaz con Carmen
Romero Rubio y en 1887 fue investido como primer arzobispo de Oaxaca. Díaz obsequió a Gillow
una esmeralda rodeada de brillantes, y el nuevo arzobispo envió al presidente una joya traída
desde Francia, que recordaba las Guerras Napoleónicas y un busto de Napoleón Bonaparte.
Durante el Porfiriato, el clero acrecentó sus propiedades, además de un aumento en las diócesis y
arquidiócesis. Regresaron los jesuitas y se instituyeron más órdenes religiosas. Díaz, en la
intimidad se declara “católico, apostólico y romano”, aunque el protestantismo crece durante su
gobierno. Gillow pidió a Díaz firmar un concordato con la Santa Sede, y el presidente se negó,
rompiendo así la promesa que León XIII hizo a Gillow de investirlo cardenal a cambio de lograr un
concordato con México.[75]

Relaciones internacionales

Las relaciones exteriores de México ya no se limitaron solo al comercio con Estados Unidos de
América. El pago de la deuda externa a Gran Bretaña en 1884, la estabilidad y seguridad pública y
el restablecimiento del crédito de México ante el mundo, logró que varios países de la comunidad

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