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El derecho de las obligaciones no es un derecho menor, sino que tiene una función esencial para
la vida en una sociedad civilizada. La prueba de ello radica en que ninguna civilización ha podido
prescindir de un régimen de obligaciones, pese a que algunas han prescindido de un derecho de
propiedad, incluso suprimiéndolo, como por ejemplo el régimen soviético, que abolió la propiedad
privada en la Rusia de bolchevique (partido político ruso) posterior a la revolución de 1917; pero aun este
régimen que eliminó de raíz la propiedad privada, no pudo eliminar el derecho de las obligaciones.
El derecho de las obligaciones tiene una importancia decisiva en dos aspectos diversos: desde una
óptica cuantitativa, dado que la totalidad de las relaciones patrimoniales que existen entre las personas
son vínculos obligacionales, lo que hace a este derecho absolutamente indispensable si queremos vivir en
sociedad.
Desde otra óptica, solamente se podría vivir sin derecho de las obligaciones, en dos situaciones:
a. En un régimen absolutamente fáctico en el que sólo la fuerza sea el fiel de la balanza.
b. En una sociedad tan primitiva que carezca de todo intercambio de bienes y donde la
economía de subsistencia sea la regla.
Desde el punto de vista cualitativo, el concepto obligacional constituye el armazón y el sustrato
del derecho; sin derecho de obligaciones no puede haber propiamente derecho civil. El derecho de las
obligaciones es el cuerpo y el alma del derecho civil, el más completo y complejo de sus componentes, el
más venerable, el más antiguo, el más sofisticado y perfecto, desde Roma hasta hoy.
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Estos principios primeramente constituyen los pilares del derecho obligacional moderno,
heredero dilecto de la revolución liberal, que ha humanizado notoriamente el vínculo antes asfixiante y
hasta cosificador del hombre, especialmente del deudor.
El primero de estos pilares o bases inconmovibles del derecho obligacional actual de Occidente,
es que la coacción personal para la exigencia del cumplimiento de las obligaciones se encuentra
prohibida.
Álvarez Caperochipi dijo que “la patrimonialidad de la responsabilidad significa el fin de la
coacción personal”.
Para el acreedor, al no contar con formas de coerción personal contra el deudor, el patrimonio de
éste constituye la única garantía para el cumplimiento de las obligaciones a cuya satisfacción tiene
derecho.
En el derecho actual, ante el incumplimiento voluntario del deudor de sus obligaciones, que
puede llevar a la privación coactiva de sus bienes presentes, y si éstos no bastan, quedan afectados a esa
garantía de cumplimiento los bienes futuros.
Hay dos puntualizaciones necesarias en este esquema de garantías sobre los límites del poder de
coerción para el cumplimiento obligacional:
Por ello, el CCyC en el art. 958 establece: “libertad de contratación. Las partes son libres para
celebrar un contrato y determinar su contenido, dentro de los límites impuestos por la ley, el orden
público, la moral y las buenas costumbres”.
Por último, la libertad de resolver el vínculo era acotada en el Código de Vélez, que hacía que su
ruptura sea considerada ultima ratio y debiera ser realizada con impar, ubérrima, buena fe y después de
haber dado a la contraparte la posibilidad de cumplir su prestación.
Los Códigos Civiles del siglo XIX, como el de Vélez Sarsfield, pudieron como principio absoluto el
de autonomía de la voluntad, que se tradujo al respeto casi incondicionado de la voluntad contractual, la
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que no podía verse modificada legal ni jurídicamente por consideraciones de justicia material; en ese
esquema, la limitación de la libertad de contratación de los sujetos se producía solamente por razones de
orden público.
Pero el CCyC, ha cambiado esto, relativizando mucho este paradigma al redactar los artículos 1076 a
1091, que permiten una extinción del contrato más flexible, por causales antes no previstas expresamente,
como por ejemplo la frustración del fin del contrato (art. 1090), que hacen que el principio de
conservación del contrato, receptado en el art. 1066, sea empero bastante amenguado por dicho régimen
extintivo.
El tercer pilar del derecho obligacional actual, es la vigencia irrestricta y extendida del
principio general de la buena fe.
La construcción que se ha dado en llamar “buena fe objetiva”, constituye una regla de conducta
“que exige a las personas de derecho una lealtad y honestidad que excluya toda intención maliciosa.
Es una norma de comportamiento que debería ser apreciada in abstracto, es una buena fe-lealtad
que el derecho positivo impone en las relaciones contractuales y extracontractuales”.
No debe confundirse las dos dimensiones en que puede operar la buena fe, como concepto y
como principio; ello ya que no puede pretender extraerse de uno, consecuencias para el otro.
La buena fe, ante todo, es un concepto jurídico indeterminado, al que se refieren todos los
ordenamientos jurídicos desde tiempos inmemoriales.
Así, los Códigos del siglo XIX, mentaron en diversas normas el concepto de buena fe, la buena fe
del tenedor, del poseedor, del depositario, del cónyuge putativo, de quien contrata con alguien carente de
legitimación no manifiestamente, etc.
Pero la buena fe, como concepto, consiste en la convicción de actuar conforme a derecho. En
esta primera acepción, la buena fe es una noción psicológica, intelectual. Es la ignorancia de un hecho o
de una circunstancia, o más exactamente, la creencia errónea que se tiene de ellos. Expresa una
actitud puramente pasiva, un ‘no conocimiento’.
Este concepto de buena fe se relaciona con las posibilidades de conocimiento e información que
tienen las partes de los hechos irregulares o ilícitos que pudieran esconderse detrás de los pliegues del
acto.
Por ejemplo, en materia de posesión: “tiene buena fe la persona que cree en la legitimidad de su
derecho, por ignorancia o error de hecho o de derecho sobre el vicio que invalida su título. La buena fe así
entendida, tiene la función de escudo protector: la inocencia bloquea los daños que pudiera haber recibido
normalmente la persona como consecuencia de una tal situación irregular”.
La buena fe supone la creencia o ignorancia de no dañar un interés ajeno tutelado por el derecho,
pero no es un principio dogmático ni producto de una creencia intuitiva, pues la creencia generadora del
convencimiento del sujeto debe estar fundada en elementos exteriores que proporcionen la información
suficiente para creer.
El error definitorio de la buena fe debe ser excusable, revistiendo ese carácter cuando hubiera
podido evitarse con una diligencia normal y sensata.
La buena fe es un concepto que el derecho ha edificado para legitimar situaciones que serían
ilegítimas si no estuvieran bonificadas por ella. Por ejemplo, la buena fe libera a quien la acredite de la
responsabilidad que en otra situación le cabría por determinado hecho. (un periodista que expone hechos
que no son ciertos, pero que creía tales de buena fe, no puede ser penado por ellos; el contrayente de
buena fe no contrae responsabilidad, ni civil ni penal derivada de un matrimonio nulo; la buena fe
legitima la posesión de un inmueble y permite la usucapión breve).
Como principio jurídico, es una regla de conducta “que exige a las personas de derecho una
lealtad y una honestidad que excluya toda intención maliciosa. Es una norma de comportamiento que
debería ser apreciada in abstracto, es una buena fe-lealtad que el derecho positivo impone en las
relaciones contractuales y extracontractuales”.
El principio de buena fe es aquel que encarna la idea de honestidad y en el cual se funda la
garantía de justicia y equidad. Santo Tomás, sostuvo que la justicia es la propia rectitud que se constituye
acerca de las cosas exteriores usadas por el hombre, las cuales son la materia de la justicia. Pero esa
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rectitud implica una ordenación hacia el fin de toda virtud. Platón se refería a la justicia como “la recta
ordenación de todas las facultades y virtudes del hombre”. Se trata en definitiva, de la honestidad llevada
al terreno jurídico (honeste vivere – vivir honestamente). Uno de los tres Pilares del derecho romano.
En nuestro sistema legal, el principio general de la buena fe posee un alcance absoluto e irradia su
influencia en todas las esferas, en todas las situaciones, en todas las relaciones jurídicas. Ello, al punto de
que nadie puede hacer valer derechos que contravengan dicho principio.
El principio general de buena fe, introduce en el derecho de las obligaciones, tres nociones
fundamentales.
1. La imposición de criterios éticos de cumplimiento y de actuación de las partes en el
nacimiento, desenvolvimiento y extinción de las obligaciones.
2. La noción de cooperación para el cumplimiento.
3. La determinación de que el contenido de a relación jurídica obligacional está determinado,
además, de lo establecido por las partes, por deberes laterales de comportamiento, como los
de seguridad, información, garantía, etc.
El cuarto pilar es la existencia de reglas limitativas del tráfico jurídico, tendientes a evitar el
lavado de dinero.
El viejo derecho de las obligaciones privilegiaba la fluidez y la seguridad del tráfico. Porque era
más importante el funcionamiento del sistema que la verificación de la procedencia de los fondos y bienes
con que se pagaba o negociaba. Mientras se cumplía no importaba mucho de dónde había salido el dinero,
mientras no fuera robado.
Este esquema comenzó a ceder luego de la Segunda Guerra Mundial, después del Holocausto,
cuando se investigaron profundamente decenas de miles de transacciones realizadas con bienes
confiscados a ciudadanos judíos. La Ordenanza de Expoliación (confiscación) francesa del 21 de abril de
1945 fue una de las primeras normas que privilegió el origen de los bienes por sobre la seguridad y
fluidez del tráfico.
A la par, fundado en el peligro creciente que la delincuencia organizada significaba para la
sociedad libre, comenzó a abrirse paso en el mundo un movimiento destinado a evitar el lavado de activos
de origen ilícito, como el tráfico de armas, personas, de drogas, la prostitución, la corrupción, etc.
Surgieron entonces, y luego se consolidaron y ampliaron, una serie de convenciones
internacionales contra el lavado de dinero y bienes de origen ilícito, principalmente como un episodio de
lucha contra las drogas, pero luego como una forma de control de la moralidad y la licitud de las
transacciones.
En los últimos años, a la par de la fluidez y seguridad del tráfico, el nuevo derecho de las
obligaciones se ocupa también de que los bienes que se emplean para pagar o negociar, o los dineros
involucrados en transacciones, no sean de origen ilícito o inmoral, lo que hoy importa tanto o más que la
fluidez del tráfico y el pago mismo.
Hoy importa el análisis macroeconómico respecto al grave daño que hace a la economía real y
transparente el lavado de activos, que distorsiona el funcionamiento del mercado.
El quinto y último pilar del derecho de obligaciones, es el principio de que todo patrimonio
que gira puede quebrar.
La quiebra es un procedimiento judicial, de naturaleza colectiva, tendiente a realizar el activo
ordenadamente, alejando el caos y los abusos en la ejecución de un patrimonio que se muestra impotente
para satisfacer todas las deudas que ha generado.
La insolvencia o cesación de pagos equivale al concepto económico de quiebra, como estado de
un patrimonio impotente para satisfacer regularmente y con medios normales las deudas exigibles que lo
gravan.
Pero para que el ordenamiento jurídico aprehenda ese fenómeno para regular sus efectos e
instrumentar el proceso adecuado a tales fines, es necesario que tal impotencia patrimonial se revele de
alguna manera.
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La quiebra en sentido jurídico, existe en la medida en que existe quiebra en sentido económico, o
insolvencia o estado de cesación de pagos.
Los términos equivalentes “cesación de pagos”, “insolvencia” y “quiebra económica” se definen
como aquel estado del patrimonio que sin disponibilidad de crédito se revela impotente para
atender las obligaciones exigibles con los bienes normales realizables en oportunidad de dicha
exigibilidad.
Durante siglos la bancarrota o quiebra era una situación extrema, a la que se llegaba cuando el
patrimonio de una persona, normalmente un empresario, se mostraba impotente para satisfacer sus
deudas, y tenía una finalidad depuradora, haciendo que el mercado absorbiera los excesos, sacando del
mercado durante un tiempo a aquellos que hacían operaciones arriesgadas o no medían bien los valores en
juego o tenían simplemente mala suerte.
Pero hace varios años se ha intentado desdramatizar la quiebra, intentando quitarle la etiqueta
inmoral que antes tenían, para convertirse en una situación más del capitalismo. De la mano con este
proceso de desdramatización se ha ido restringiendo la aplicación del criterio rector de que todo
patrimonio puede quebrar, extrayendo ciertos patrimonios y ciertos agentes económicos de la regla de la
quiebra aplicable a todos los sujetos económicos.
De tal modo, el principio de que todo patrimonio puede quebrar, antiguamente, verdad de fe del
derecho, ha sido últimamente relativizado en parte al establecerse restricciones a la declaración de quiebra
de ciertas empresas o personas jurídicas, en vista de las graves consecuencias que tendría su quiebra o a
razones de política legislativa, en ocasiones muy comprensibles y en otras más que nada, emotivas, como
la veda de la quiebra de las entidades deportivas.
Existen hoy diversos deudores y patrimonios insolventes que no quiebran. Para poner solo algún
ejemplo, no quiebran los fideicomisos, los bancos, los clubes de fútbol, etc.
Todas estas restricciones a la quiebra en supuestos especiales van de la mano con el principio de
que la quiebra es el último recurso (ultima ratio) y como tal cualquier otra posibilidad es mejor que ella,
lo que lleva a que muy pocos deudores quiebren.
Por ello es que no rige con la fuerza de antes el principio de que todo patrimonio que gira puede
quebrar.
B) Definición
1. Derecho de las obligaciones: terminología. Terminologías alternativas.
2. Concepto de obligación: definición de las Institutas y otras más modernas. Empleo
inadecuado del vocablo “obligación”. Evolución del concepto de obligación.
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Terminologías alternativas.
No es conveniente la denominación derechos creditorios, ya que éstos focalizan sólo el aspecto
activo de la obligación. No comprende las dos facetas de la relación jurídica (acreedor-deudor). Si así se
llamaran dejaría de lado la faz pasiva del derecho. Por ello es conveniente utilizar la expresión derecho
de las obligaciones.
Tampoco es conveniente hablar de derechos personales, porque podría llevar a confundir a estos
vínculos de los que se ocupa la materia, que son de esencia patrimonial, con los derechos personalísimos
o de la personalidad, categoría que guarda cierto parecido terminológico, pero ninguna correspondencia
sustancial. Porque los derechos personalísimos son los derechos que no están ligados a los bienes, los
derechos esenciales del hombre, los bienes más entrañablemente queridos y respetados por el hombre,
como el honor, la imagen, la integridad física, la vida, etc.
La palabra obligare, es relativamente antigua y significa “atar”. En el lenguaje jurídico tiene dos
acepciones: obligare rem “atar una cosa” y obligare personam “imponer un deber a una persona”.
“La obligación es un vínculo jurídico que nos constriñe a pagar algo a otro, según el derecho
civil”.
El Código de Vélez no definía la obligación, pero esa omisión fue salvada por el nuevo CCyC, en
el art. 724 que establece: “La obligación es una relación jurídica en virtud de la cual el acreedor
tiene el derecho a exigir del deudor una prestación destinada a satisfacer un interés lícito y, ante el
incumplimiento, a obtener forzadamente la satisfacción de dicho interés”.
Elementos de la definición
1. Dos sujetos (acreedor y deudor), ligados por un vínculo jurídico. El acreedor es el sujeto
prevalente porque cuenta con el derecho de exigir al deudor el cumplimiento de la prestación,
deber específico y calificado, en procura de satisfacer su interés lícito.
2. Relación jurídica o vínculo jurídico entre esos dos sujetos.
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3. Prestación. Dicha prestación debe ser de dar, de hacer o de no hacer y debe ser de contenido
patrimonial, no pudiendo ser una abstracción. El art. 724 establece que si al deudor no se le puede
exigir prestación que satisfaga el interés lícito del acreedor, no hay en verdad obligación sino una
apariencia de tal. Por su parte, el art. 725 establece: La prestación que constituye el objeto de
la obligación debe ser material y jurídicamente posible, lícita, determinada o determinable,
susceptible de valoración económica y debe corresponder a un interés patrimonial o
extrapatrimonial del acreedor”.
El término “obligación”, en un sentido amplio se usa para nombrar la total relación jurídica, como
equivalente a relación jurídica, sin embargo, lo incluye.
En un sentido restringido designa el deber (la deuda) del sujeto pasivo, desde este punto de vista
la obligación del deudor se contrapone al crédito del acreedor. Esta ambivalencia explica que una
expresión tan usual al mismo tiempo puede ser contradictoria.
Los mandatos jurídicos en virtud de los cuales una persona puede resultar compelida a desarrollar
una conducta determinada, cuyo incumplimiento puede ser objeto de sanción, pueden asumir dos índoles
o naturalezas muy distintas.
Pueden distinguirse dos grandes grupos de vínculos jurídicos resultantes de tales mandatos: los
deberes jurídicos y las obligaciones. Los autores afirman que la obligación es una subespecie del género
“deber jurídico”.
En otras palabras, todas las obligaciones son deberes jurídicos, pero no todos los deberes jurídicos
son obligaciones.
a) El deber jurídico tiene vigencia erga omnes (como por ejemplo el deber jurídico genérico de no
dañar, art. 1710 inc. A del CCyC) en cambio la obligación es un lazo individual que ata a una
persona con otra u otras personas determinadas (como la obligación contractual de no abrir un
kiosco en las cercanías, que suele asumir quien ha vendido a otro un negocio similar).
b) El deber jurídico consiste en una compulsión o imperativo e adoptar una determinada conducta,
esto es actuar de una determinada manera conforme al mandato de una norma jurídica particular,
dictada por el legislados y que las partes no pueden dejar válidamente sin efecto en sus
convenciones. El deber jurídico nunca es supletorio, es imperativo o no es, por lo que si las partes
pudieran dejarlo sin efecto en sus acuerdos, ya no se trataría de un deber jurídico.
c) La obligación o mejor dicho, la relación obligacional, se centra en dos posiciones, una activa y
una pasiva, configurando una relación global, funcional y compleja, enderezada a la satisfacción
de objetivos, intereses y fines que han impulsado a las partes voluntariamente y que no son
censurados por el ordenamiento.
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h) El problema es que en muchas ocasiones, una obligación contractual asumida libremente por las
partes se complementa con deberes jurídicos establecidos imperativamente por el legislador y que
resultan inderogables para las partes, por lo que pasan a integrar el contrato, a la par de las
obligaciones, ya que pese a estar contenidas en normas imperativas que establecen contenidos
contractuales inderogables, son particulares y de alcance relativo, sólo para los contratantes, lo
que hace que no se confundan con los deberes jurídicos.
i) El ámbito de la responsabilidad contractual está dominado por la idea de obligación, tanto como
el de la responsabilidad aquiliana lo está por la noción de deber jurídico. Si bien puede haber
alguna excepción, este esquema general es bastante atinado y preciso y permite distinguir, por la
índole de la responsabilidad, la esencia de lo incumplido. No es una pauta invariable o sin
excepción alguna, pero es bastante acertada y útil para emplearla para una primera mirada del
tema, el que en caso de duda se puede resolver por la pauta siguiente.
j) La presencia o ausencia de patrimonialidad en una relación entre dos personas es un dato técnico
que, desde el punto de vista civilista, permite superar la ambivalencia del término “obligación”.
Los deberes jurídicos son, entonces, aquellas conductas exigidas a una persona por el
ordenamiento jurídico, con carácter general, cuando la misma se encuentra en una determinada
situación contemplada por el derecho, estos deberes jurídicos no son susceptibles de una
valoración patrimonial, o en otras palabras, no tienen un correlato patrimonial directo.
La teoría de las obligaciones nació y alcanzó su pleno desarrollo en el derecho romano. “Tan
admirable fue la labor de los jurisconsultos romanos en esta materia, que la ciencia jurídica de los
siglos posteriores, poco han podido agregar a lo que ellos hicieron” (Guillermo Borda).
No obstante, los cambios, la teoría romana de las obligaciones conserva aún todo su vigor y
frescura y el derecho moderno no ha hecho otra cosa que pulir sus aristas y contemplar con mayor piedad
la situación del deudor.
Desde los romanos hasta hoy, no ha cambiado mucho, prácticamente no ha cambiado nada de la
estructura de las obligaciones. Lo atinente a cómo se forman, cómo funcionan, cómo se clasifican, cómo
se extinguen las obligaciones en general sigue prácticamente igual a los días de Gayo y los pretores.
Pero no obstante la gran influencia del derecho romano, algunos aspectos de las obligaciones han
ido transformándose. La parte formal, estructural de las obligaciones, o sea, cómo se forman, funcionan,
se clasifican y extinguen, el legado romano permanece más o menos inmutable, sin haber experimentado
mayores cambios.
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Han aparecido nuevas fórmulas como los contratos de seguro, contratos de adhesión, los
contratos de edición, de representación, de radiofusión, de informática, etc. Todas estas novedades, han
contribuido para configurar una realidad muy distinta a la que tuvieron ante sí los jurisconsultos romanos.
Esta evolución limitada del derecho de las obligaciones constituye una verdad a medias, porque
se han dado en él algunas transformaciones significativas.
La evolución del derecho de las obligaciones con respecto al derecho romano se ha producido en
tres aspectos fundamentales: la situación del deudor, la concepción del vínculo obligacional y el
espíritu del derecho de las obligaciones.
En el derecho romano primitivo, cuando una persona se obligaba a pagar en plazo determinado, se
empleaba una formalidad llamada NEXUM, en virtud de la cual se entregaba en garantía el cuerpo del
deudor. El nexum era una relación jurídica merced de la cual un hombre libre se constituía en garantía de
una deuda propia o ajena. Es decir, el deudor comprometía su propio cuerpo, además de sus bienes en el
cumplimiento de la obligación. Su obligación era extremadamente rigurosa: en caso de no cumplir podía
ser aprisionado por el acreedor compelido a trabajar en beneficio de éste como esclavo, vendido como tal
a otro lado del río Tiber o, en caso de existencia de varios acreedores, muerto y repartido en pedazos.
Poco a poco, con el correr de los tiempos, esta dura situación fue atenuándose. Así, la ley
POETELÍA PAPIRIA del año 326 a.C. suprimió el nexum y de acuerdo con esta ley ya no fue la
persona misma del deudor la que respondía por la deuda, son su patrimonio, sus bienes.
En cambio, en el espíritu del derecho obligacional se puede ver claramente. En Roma, el espíritu
era opresivo: en el concepto antiguo, la obligación era un nexo, una cadena; la obligación era como un
grillete, que ligaba al deudor a su acreedor. Este vínculo jurídico, esta relación de dependencia, esta
restricción de la libertad del deudor hacia el acreedor, era apreciada rigurosamente.
La opción era cumplir la obligación o morir. Actualmente la situación es mucho más favorable
para el deudor. Está prohibida la prisión por deudas, aunque cabe la posibilidad en deudas impositivas,
pero no entre particulares.
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Por razones sociales y morales, la legislación actual pone fuera del alcance de los acreedores
ciertos bienes que se juzgan indispensables para la subsistencia del deudor y su familia, tales como las
ropas y muebles de uso indispensable del deudor, cónyuge o conviviente y de sus hijos; los instrumentos
necesarios para el ejercicio personal de la profesión, arte u oficio del deudor, los sepulcros afectados a su
destino, excepto que se reclame su precio de venta, construcción o reparación; los bienes afectados a
cualquier religión reconocida por el Estado; los derechos de usufructo, uso y habitación; así como
servidumbres prediales, que sólo pueden ejecutarse en los términos de los arts. 2144, 2157 y 2158 del
CCyC; las indemnizaciones que correspondan al deudor por daño moral por daño material derivado de
lesiones a si integridad psicofísica; la indemnización por alimentos que corresponde al cónyuge, al
conviviente y a los hijos con derecho alimentario, en caso de homicidio; los demás bienes declarados
inembargables o excluidos por otras leyes, el bien de familia, etc.
Durante todo el siglo XX y aún antes, el principio fundamental imperante es el principio FAVOR
DEBITORIS (en caso de duda, a favor del deudor).
Pero, comúnmente, los fallos judiciales argentinos todavía echan mano del principio de
interpretación favor debitoris, cuando ha sido sustituido desde hace años en los pronunciamientos de las
jornadas nacionales de derecho privado, en la enseñanza de los autores y hasta en las últimas sentencias
por el principio favor debilis, que no siempre es el deudor, como muestra el derecho de consumo, en que
el deudor de una indemnización al consumidor puede ser una gran empresa.
Dadas estas circunstancias, el derecho moderno ha cambiado el principio favor debitoris por el de
favor debilis, por lo que, en caso de existir alguna duda respecto de la obligación, ella debe resolverse en
favor del sujeto más débil.
El espíritu que inspiraba el derecho de las obligaciones en roma ha variado mucho respecto del que
las inspira hoy.
Puede decirse que normalmente los códigos modernos establecen una norma como el art. 279 del
CCyC, la que podemos llamar con propiedad “la regla moral del nuevo ordenamiento”.
El art. 279 del CCyC, siguiendo la línea del art. 953 del CC., establece: “Objeto. El objeto del acto
jurídico no debe ser un hecho imposible o prohibido por la ley, contrario a la moral, a las buenas
costumbres, al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad humana. Tampoco
puede ser un bien que por un motivo especial se haya prohibido que lo sea”. Entre otras normas que
receptan el estándar de la moral y las buenas costumbres en el CCyC.
Por ejemplo, un contrato entre dos o más personas para asociarse para ejercer contrabando vulneraría
la regla moral del ordenamiento, al tener un objeto ilícito.
La autonomía de la voluntad, en cuya virtud se permite a los contratantes regular libremente sus
derechos y obligaciones posee límites inderogables, tales como la moral y la buena conducta o el orden
público. La libertad de contratar no puede ser considerada denegatoria de la regla moral del
ordenamiento.
La vigencia irrestricta de la regla moral implica una evolución del derecho de las obligaciones que no
se hallaba en los textos romanos. La prohibición de la usura, del abuso del derecho, la instauración clara y
expansiva del principio general de la buena fe, son todas innovaciones que se han ido dando a lo largo de
la historia del derecho.
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Han surgido, además, nuevas fuentes de las obligaciones (por ejemplo, el enriquecimiento sin causa,
la equidad, la voluntad unilateral, etc.). También se ha buscado a través de la prohibición del lavado de
activos evitar que el fruto de las actividades ilegales sea volcado al mercado y a la sociedad, a través de
pantallas, ello para evitar favorecer indirectamente los ilícitos que engendran tales créditos.
En roma, en el ámbito de los contratos, el conocimiento de las fórmulas jurídicas era esencial, se
utilizaba un formalismo riguroso para perfeccionar un negocio jurídico. El cambio de una palabra o la
falta de un gesto durante ese procedimiento podía dejar sin protección a uno de los contratantes.
Además, en Roma, en la época clásica, la stipulatio, era la fuente principal de las obligaciones, y sólo
se reconocía validéz y protección a ocho contratos típicos (cuatro reales y cuatro consensuales).
En el derecho romano clásico, un contrato atípico no otorgaba protección a los contratantes, por lo
que atipicidad equivalía a desprotección.
En cambio, en nuestros días, existen multitud de contratos típicos o nominados en el nuevo Código y
tampoco la atipicidad resulta problema alguno para los contratantes, que pueden hacerlo valer casi como
si fuera un contrato típico. Es más, la regla es en estos días la atipicidad, antes que la tipicidad del
contrato, porque la libertad de contratación hace que las partes modulen los tipos contractuales
socialmente aceptados, pero no siempre legalmente previstos, a su conveniencia, y el nuevo CCyC los
acepta con amplitud (art. 970 CCyC).
En roma, la obligación era un vínculo material e intransferible, no era un vínculo ideal que
sobrevolaba angélicamente a las personas, era material e intransferible.
Con respecto al vínculo jurídico, en Roma, el mismo era un lazo, cadena o nexo personal e
intransferible, como consecuencia:
Es por ello que las consecuencias ya mencionadas no se dan, sino en que, por el contrario:
En primer lugar, en el derecho romano antiguo no había posibilidad de introducir la figura del
representante, como era un vínculo material e intransferible, necesariamente, deudor y acreedor debían
estar presentes ante el pretor, no se podía mandar a otro, como ahora, un mandatario o un apoderado.
Ello ha cambiado hoy, pues en las obligaciones puede existir cierta indeterminación inicial en
cuanto a alguno de los sujetos. Siempre deben estar individualizados los sujetos al momento del
cumplimiento de la obligación, pero no es necesario que inicial mente también lo estén. Actualmente
puede realizarse una cesión de derechos, un endoso o endosar un pagaré en procuración, etc.
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Vemos entonces que una obligación documentada en un título ejecutivo librado a favor de
determinada persona puede ser transferida, con lo que se produce un cambio respecto del acreedor. Ello
se admite perfectamente a diferencia de roma.
Hoy en día, pueden generarse obligaciones en las que no esté determinado inicialmente uno de los
sujetos (caso típico, la compra de un bien en comisión, en una subasta).
La estipulación a favor de terceros, está regulada ahora por el artículo 1027 del CCyC que
establece: “Estipulación a favor de tercero. Si el contrato contiene una estipulación a favor de un
tercero beneficiario, determinado o determinable, el promitente le confiere los derechos o
facultades resultantes de lo que ha convenido con el estipulante.
“El estipulante puede revocar la estipulación mientras no reciba la aceptación del tercero
beneficiario; pero no puede hacerlo sin la conformidad del promitente si éste tiene interés en que
sea mantenida. El tercero aceptante obtiene directamente los derechos y facultades resultantes de la
estipulación a su favor. Las facultades del tercero beneficiario de aceptar la estipulación; y de
prevalerse de ella luego de haberla aceptado, no se transmiten a sus herederos, excepto que haya
cláusula expresa que lo autorice. La estipulación es de interpretación restrictiva”.
Si el deudor debe, el deudor paga. Si no paga el deudor, puede pagar otra persona. Hoy importa
más el pago que quien paga (art. 881 del CCyC), ello, salvo que “se hayan tenido en cuenta las
condiciones especiales del deudor, o hubiere oposición conjunta del acreedor y del deudor”. Y, aún así, la
oposición al pago debe ser conjunta de acreedor y deudor, lo que constituye un extremo difícil de
materializarse, ya que el acreedor casi siempre preferirá cobrar su deuda, aun de otro que no sea de su
deudor, pues luego del pago él queda desinteresado y pasa a ser asunto de otros.
El espíritu de las obligaciones en Roma y hasta mediados del siglo XX, no cambió mucho. Los
principios de los ordenamientos romanos, del Código de Napoleón y del resto de los Códigos del siglo
XIX están inspirados, al igual que en Roma, por dos principios salientes:
FOULLIÉ, un escritor del siglo XIX, decía “quien dice contractual dice justo”, Lo que s muy
parecido al principio de “lo querido no puede causar injuria”. Este es el dogma de la autonomía de
la voluntad en su estado puro.
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Este respeto absoluto de la autonomía de la voluntad, tiene una explicación: El mismo constituyó
una reacción importante contra los excesos del feudalismo.
El feudalismo directamente había arrasado con todos los derechos del individuo, por eso, la
Escuela Clásica del Derecho Natural reacciona y establece el respeto absoluto de la propiedad, viendo
al derecho de dominio como un derecho absoluto y el respeto absoluto de la autonomía de la
voluntad. Andando en el tiempo, se apreciaría que este respeto tan absoluto traería problemas, porque
cumplir la voluntad pactada no es siempre hacer justicia, ya que muchas veces, quien es más débil en
la contratación acepta condiciones coaccionado o imposibilitado de discutir con quien ostenta una
posición de fuerza contractual.
El principio PACTA SUNT SERVANDA (somos esclavos de nuestros pactos) de los romanos
fue luego receptado por POTHIER en el art. 1134 del CC francés, llegando en términos bastante
parecido al CC de Vélez en el art. 1197.
Dicho principio de autonomía, ha sido receptado en un rosario de normas del CCyC, entre otras,
los arts. 32, 3er. Párr.; 37, inc d); 38, 43, 513, 639, inc. b), etc., pero el mismo no rige en estado puro,
sino que los arts. 12, 13 y cc. Del CCyC lo acotan y enmarcan.
En virtud del art. 12 del CCyC, las convenciones particulares no pueden dejar sin efecto las leyes
en cuya observancia está interesado el orden público. Y de acuerdo al art. 13 del CCyC, está
prohibida la renuncia general de las leyes. Los efectos de la ley pueden ser renunciados en el caso
particular, excepto que el ordenamiento jurídico lo prohíba.
b. La responsabilidad objetiva.
Algunos autores sostienen que en Roma el eje del sistema de responsabilidad giraba en torno a la
culpa. Lo cual no es aceptado porque en el derecho romano arcaico, el principio era el inverso. En ese
período, el principio era el de la responsabilidad objetiva.
En el derecho romano el principio rector era la responsabilidad objetiva, lindando con la causalidad
material, lo que amenguó un tanto con la LEX AQUILIA. La culpa tuvo su apogeo durante un siglo,, de
1804 en que se sanciona el Código Napoleón, hasta 1904 en que la aparición de las obras doctrinales de
JOSSERAND Y SALEILLES comenzaron a amenazar el primado de la culpa como facto de atribución
de la responsabilidad.
El siglo XX vio volver a la responsabilidad objetiva por sus fueros. Desde principios de nuestro siglo
y especialmente entre los años 1918 a 1920, después de la Primera Guerra Mundial, rigen ideas de neto
corte solidarista. Los conflictos tan novedosos que había presentado al derecho la Primera Guerra
Mundial y que después presentaría la Segunda hicieron avanza al derecho más rápido en treinta años que
entre treinta siglos.
Con la sanción del nuevo CCyC, que contiene una norma ultraobjetivista como el art. 1757 CCyC, y
otras que remiten a ella (arts. 1243, 1286, 1685, 2º Párr.; 1759 y 1769 del CCyC), casi se ha vuelto a la
infancia del derecho, a que la responsabilidad objetiva, es decir, despojada de toda consideración
culpabilística o de reproche al dañador es la regla del “sistema” de responsabilidad plasmado a pesar de
que demagógicamente el art. 1721 un fine establezca que en ausencia de normativa, el factor de
atribución es la culpa.
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Las remisiones son tantas al art 1757 del CCyC, y éste es tan rotundo, que difícil será que alguna de
las excepciones que puedan pensarse se configuren en supuestos concretos de aplicación práctica.
La relación jurídica obligacional es un vínculo jurídico o nexo de derecho entre uno o varios
acreedores y uno o varios deudores. Ese vínculo se compone de dos elementos: el débito o
deuda y la responsabilidad.
2. La obligación tiene una naturaleza pecuniaria. Toda obligación supone una relación de
persona a persona, pero no todas las relaciones personales pueden ser consideradas
obligaciones. Si esas relaciones no son susceptibles de una valoración pecuniaria, no
constituyen una obligación. Por esa razón es que se considera que los derechos de familia, tal
como la autoridad de los padres sobre los hijos, el derecho al honor, a la vida, etc., se
encuentran fuera del derecho de las obligaciones.
Aunque, la violación a la integridad física origina un crédito por daños y perjuicios, a favor
de la víctima.
Y No todos los derechos pecuniarios están comprendidos dentro de a la teoría de las
obligaciones, porque los derechos reales y los intelectuales se encuentran excluidos de ese
concepto.
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En el derecho romano preclásico y clásico, las obligaciones podían ser perpetuas y no era
algo raro que lo fueran, esta concepción cambió en el derecho posclásico y medieval, desde
entonces y hasta nosotros, las obligaciones están marcadas a fuego por la nota de la
temporalidad.
C) Naturaleza Jurídica
1. Teoría subjetiva; crítica.
2. Teoría objetiva: distintas expresiones: crítica
3. Concepción bipolar: el deber y la facultad en la relación jurídica. Deuda y responsabilidad: concepto;
deuda sin responsabilidad, responsabilidad limitada, responsabilidad sin deuda. Crítica.
Existen dos teorías para explicar la naturaleza jurídica de la obligación: las teorías subjetivas y
las teorías objetivas.
- Concepción subjetiva: esta teoría concibe la obligación a partir de la calidad subjetiva del
acreedor como sujeto que puede exigir una determinada prestación en virtud de la potestad
conferida por el ordenamiento jurídico. Pone énfasis en el poder de señorío del acreedor sobre el
deudor. La obligación recaía sobre la persona del deudor.
Crítica: el deudor, no obstante ser obligado, es también sujeto de derecho e integrante de esa
relación obligacional
- Concepción objetiva: Ihering. Pone énfasis en la prestación, en la satisfacción del interés del
acreedor, en el crédito mismo. La misma puede ser cumplida por el deudor o por un tercero.
Minimiza al deudor dentro de la relación.
Dentro de éstas se encuentran:
*El deber libre: por la cual el deudor tiene el deber libre de cumplir o no. Cuando no lo hace
procede la indemnización. Es decir, lo importante es la prestación o satisfacción del acreedor.
*Deber in patiendo: el deudor no tiene el deber de cumplir, sino de soportar o tolerar la acción del
acreedor de tomar para sí la cosa sobre la que recae la obligación.
Se critica porque en todas sus acepciones la situación del deudor no puede ser indiferente al
derecho (si actúa con culpa o dolo). La obligación recae sobre el patrimonio y no ya la
persona en sí misma.
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Más tarde apareció la auto fianza, mediante la cual el deudor constituía su propia persona de
rehén, afectando su cuerpo y su libertad, a la responsabilidad emergente del incumplimiento.
La responsabilidad en cambio, no nace sino de un acto formal en virtud del cual se constituía un
objeto de responsabilidad.
La diferencia fundamental estriba en que el deber es libre, al depender de la libre voluntad del
deudor para su cumplimiento, por el contrario, la responsabilidad es coercible, pesto que expone
al deudor a la coerción del acreedor.
Esta distinción también ha sido receptada por el Código de Vélez, pudiéndose decir en esta línea
que entre nosotros existen casos de deudas sin responsabilidad (obligaciones naturales, etc.) y
supuestos de responsabilidad sin deuda. Como principio general, en nuestros días, los dos
elementos se hallan unidos en la relación obligatoria, y la responsabilidad sigue a la deuda como
la sombra al cuerpo.
Algunos autores sostienen que existen excepciones, pues la obligación natural sería un caso de
deuda sin responsabilidad, ya que la deuda existe, pero el acreedor no puede exigir su pago. La
fianza otorgada por un tercero sería, en cambio, un caso de responsabilidad sin deuda. La
sociedad de responsabilidad limitada o la aceptación de herencia con beneficio de inventario
serían casos en que la deuda existe, pero el deudor no responde con todo su patrimonio, sino con
una parte de él. Lo propio podría decirse del seguro con franquicia: el asegurador responde hasta
la suma asegurada y en los términos del contrato, que pueden incluir una franquicia.
Se cree que no parece que ambos extremos (deuda y responsabilidad) puedan jugar
separadamente, configurando fenómenos de distinto alcance.
A poco andar, se comprueba que los pretendidos casos de responsabilidad sin deuda, no son tales,
sino espejismos que esconden a la mirada la deuda, que puede encontrarse tras ellos, sólo que
mediatamente. El caso de fiador es claro, el fiador también es deudor, no ya de una deuda de
dinero sino de una obligación de garantía. Por ello, no se considera que éste sea un buen ejemplo
de responsabilidad sin deuda. Pero distinta es la situación cuando se trata de la posibilidad de que
existan deudas sin responsabilidad o con una responsabilidad limitada. Es un hecho
incontrastable que existen casos donde se verifica una notoria falta de adecuación entre el alcance
de la deuda y el ámbito de cobertura de la responsabilidad.
Existen casos en que una deuda puede poseer una cobertura incompleta y la responsabilidad por
deudas hallarse limitada a ciertos bienes, quedando protegidos los restantes bienes del deudor de
la ejecución coactiva de la deuda. En dichos casos, existe una limitación de la responsabilidad y
una cobertura incompleta de la deuda, estando por tal motivo descalzados los términos “deuda” y
“responsabilidad” de la obligación.
Podría sostenerse algo similar frente a un contrato de seguro con franquicia, o respecto de una
obligación indemnizatoria a cargo de una aseguradora respecto del monto que excediera el
máximo de cobertura pactada.
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También, para quienes adhieren a esta teoría, existiría una gran diferencia entre las obligaciones
de demandada y citada en garantía de autos: la primera tendría una obligación completa con
ambos términos presentes, mientras que la aseguradora tendría una responsabilidad sin deuda, lo
que acentuaría todavía más el carácter concurrente o convergente de las obligaciones de ambos
condenados en costas de esta causa.
Pero para quienes no adhieren a esta teoría, les parece que no es difícil descubrir en la obligación
de la aseguradora los términos de responsabilidad y deuda. La aseguradora tiene para con el
reclamante una responsabilidad a título de garantía.
Si bien existen en ellos casos de descalce entre ambos conceptos, tanto en el nuevo CCyC como
en el Código de Vélez, el Código español entre otros, estos supuestos de responsabilidad limitada
frente a una o varias deudas constituyen supuestos excepcionales, siendo lo corriente que el
deudor responda frente a sus deudas con la totalidad de su patrimonio, excepción hecha siempre
de los bienes de primera necesidad y otros bienes declarados inembargables en aras de
fundamentos de solidaridad social.*
Por ello, el prestigio de esta teoría, al menos como fundamentación global, ha ido decreciendo
últimamente.
Actualmente la doctrina que acepta la existencia de estos dos elementos, no los considera separados ni
aislados, sino fusionados, unidos, formando una unidad orgánica, Sólo mediante una concepción integral
se puede explicar la esencia de la obligación.
D) Comparaciones.
1. Derechos creditorios y derechos reales: diferencias.
2. Derechos creditorios y los deberes de familia. Diferencia con los deberes morales.
El derecho de las obligaciones, los derechos reales y los derechos intelectuales constituyen los
llamados derechos patrimoniales.
a. En las obligaciones, el goce o disfrute del derecho se logra mediante la conducta del deudor en
forma mediata. El acreedor no puede actuar por sí sobre la cosa debida, sino que debe reclamarla
del deudor.
En los derechos reales, en cambio, el titular tiene el goce o disfrute del derecho en forma
inmediata, sin la necesidad de la intervención de ningún sujeto obligado. El derecho real es
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b. En las obligaciones aparecen tres elementos: al sujeto activo (acreedor), el sujeto pasivo
(deudor) y el objeto (la prestación). En los derechos reales hay solamente dos elementos: el
titular del derecho y la cosa sobre la cual se ejerce.
c. Las obligaciones son derechos relativos. El vínculo obligacional está, por definición,
caracterizado y connotado por la relatividad. El acreedor sólo puede exigir el cumplimiento de la
obligación del deudor.
Esto produce que, “en el derecho de crédito, a diferencia de cuando son caracterizados como
derechos absolutos, el sujeto pasivo está bien individualizado y determinado (o es determinable),
y ello deriva en un específico deber de colaboración a su cargo. De otra parte, el derecho de
crédito tiene un contenido bien delimitado, consistente en la prestación comprometida respecto de
la cual el acreedor puede sólo exigirla al deudor.
Los derechos reales, en cambio, son absolutos, en el sentido de que se oponen contra todos: erga
omnes. Así, el propietario tiene acción contra cualquiera para recuperar la cosa de su dominio.
d. Los derechos reales sólo pueden ser creados por la ley y su número es limitado. Por su parte, las
obligaciones pueden ser creadas por la voluntad de las partes tantas como convengan a sus
intereses. Son ilimitadas.
e. El derecho de las obligaciones nace y se transmite sin formalidad alguna, mientras que los
derechos reales, para su constitución o transferencia, tratándose de inmuebles o muebles
registrables, exigen el cumplimiento de formalidades rigurosas (escritura pública, inscripción en
los registros, etc.).
f. Los derechos personales son esencialmente limitados en el tiempo. Los derechos reales pueden
ser perpetuos. Cabe aclarar igualmente que en el derecho romano preclásico y clásico, por regla
general, las obligaciones eran perpetuas, concepción que cambió en el derecho posclásico y
medieval; desde entonces y hasta nosotros las obligaciones y derechos personales están marcados
a fuego por la nota de la temporalidad, lo que difiere esencialmente del arquetipo de derecho real.
g. Los derechos creditorios se extinguen por la prescripción. Los derechos reales se adquieren por la
prescripción.
h. El objeto de las obligaciones puede constituirlo cosas existentes, como también las futuras y aún
las eventuales, mientras que el objeto de los derechos reales deben ser cosas existentes.
i. El objeto en los derechos reales es una cosa, es decir un objeto material susceptible de tener un
valor. En las obligaciones, el objeto no es una cosa sino lo que técnicamente se llama prestación.
El objeto es una actividad que debe cumplir el deudor.
a. A diferencia de las obligaciones, los deberes de familias están fundados en razones éticas y
sociales, y no patrimoniales. Es verdad que algunas veces los derechos de familia tienen
consecuencias de índole económica. Así, por ejemplo, la patria potestad lleva implícito el derecho
al usufructo de los bienes de los hijos menores de edad. El deber de asistencia se traduce en el
pago de los alimentos.
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El incumplimiento de las obligaciones trae aparejada siempre la indemnización de los daños y perjuicios.
El monto de los daños de la medida exacta de la indemnización. En los derechos de familia la sanción es
distinta, el divorcio, la pérdida de la patria potestad, la indignidad. A veces estas sanciones conllevan
indirectamente pérdida de carácter patrimonial, como en el caso de indignidad, pero ese castigo no tiene
relación cuantitativa con el incumplimiento, pues la indignidad no puede medirse económicamente ya que
es una idea del orden moral
E) Situaciones Especiales
1. Obligaciones propter rem: concepto, antecedentes, disposiciones legales, casos.
2. Derecho a la cosa: concepto, antecedentes, vigencia actual de esta noción.
La mayoría de las obligaciones son personales, es decir, que son obligaciones que pesan sobre la
persona que las contrajo. Sin perjuicio de ello, también existen las llamadas obligaciones reales,
ambulatorias o propter rem, género intermedio entre las obligaciones y los derechos reales.
La obligación propter rem, es una relación que tiene por contenido una prestación de dar, hacer
o no hacer, con la particularidad de que la calidad del deudor (o acreedor9 está ligada a una relación de
señorío (propiedad u otros derechos reales, posesión y hasta tenencia), de suerte tal que la obligación
(crédito-deuda) se transmite a medida que se produce un cambio en la titularidad de la susodicha relación
de señorío. Las dos relaciones signadas por la obligación propter rem y el derecho real son distintas, pero
la primera es accesoria del último.
desobligados de la obligación propter rem y ésta se desplaza hacia el nuevo dueño o poseedor, por lo que
se dice que la obligación es ambulatoria.
a. El sujeto obligado no es una persona individualmente determinada, sino una que se encuentra en
determinada posición jurídica respecto de una cosa, por lo que el rol de acreedor y deudor muta,
cambia o se mueve en ellas, según los vaivenes de la relación de los sujetos con la cosa; y
b. Se trata de una categoría de fuente legal y de elenco o número cerrado (numerus clausus) por lo
que los sujetos no podrían constituirla válidamente.
Claro que la protección del interés del acreedor en las obligaciones propter rem no sigue a la cosa
a cualquier lado, a donde quiera que ésta vaya, pero tampoco se circunscribe a la persona del
deudor.
Esas deudas son cargas de la propiedad y deben ser pagadas obligatoriamente. Si alguien vende la
cosa, la obligación pasa al nuevo propietario. Son obligaciones que hacen a la cosa y obligaciones
que incumben al propietario o poseedor de una cosa en cuanto a tal, y en consecuencia basta con
la cesación de su calidad de propietario o poseedor para quedar librado del débito.
En el CCyC no se aprecia con tanta nitidez como en el Código de Vélez la categoría de las
obligaciones reales o propter rem, pero ella sin duda está presente, si se la busca con cuidado. Por
caso, las expensas comunes, ejemplo arquetípico de tales obligaciones, son regaladas en estos
términos por el nuevo Código: “los propietarios no pueden liberarse del pago de ninguna
expensa o contribución a su cargo aun con respecto a alas devengadas antes de su
adquisición, por renuncia al uso y goce de los bienes o servicios comunes, por enajenación
voluntaria o forzosa, ni por abandono de su unidad funcional”.
Al hablar de expensa o contribución, en el concepto entran otros rumbos tales como impuestos
comunes, tasas, etc. Con todo, amén de esta y alguna otra norma, en el nuevo ordenamiento no
luce un régimen general para las obligaciones ambulatorias o reales, con lo cual tal régimen
deberá ser construido interpretativamente sobre la base de criterios aceptados
jurisprudencialmente hasta aquí en la medida en que sean compatibles con las contadas normas
que el nuevo código dedica a esta materia en supuestos puntuales.
Antecedentes. Esta categoría intermedia entre la obligación y el derecho real fue conocida en Roma,
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a. Obligación de pagar la medianería, puesto que es una carga inherente a la posesión (art.
2014 CCyC)
b. La obligación de los condóminos del pago de la contribución por mejoras efectuadas en
un inmueble común. La obligación de contribuir a los gastos de conservación o
reparación de la cosa común constituye una típica obligación propter rem, dado que tiene
origen en la relación real de condominio.
c. Las deudas por impuestos, tasas y contribuciones sobre un inmueble. Las deudas por
impuestos y tasas constituyen obligaciones propter rem o ambulatorias que el titular de
los bienes debe atender y, por consiguiente, oblar en caso que el precio del remate no
alcance para afectarlo a su satisfacción, como quiera que aquellos se transmiten con la
cosa sobre la cual recaen y no se extinguen con la venta judicial y de ahí la necesidad de
ser conocidas con anterioridad debiendo surgir del expediente, aunque no se lo consigue
en forma detallada en el edicto y ello es de indubitable conocimiento cuando, como aquí
sucede, el adquirente es el propio ejecutante hipotecario.
d. Deudas provenientes de obras municipales. La deuda proveniente de obras municipales
de la red de gas es una carga real que se encuentra en la categoría de obligaciones propter
rem, que obligan indeterminadamente al que aparece como titular.
e. La obligación de los vecinos de dar paso al propietario de una finca encerrada (art. 2166
CCyC).
f. La obligación de contribuir al pago de las expensas comunes a los propietarios de pisos o
departamentos dispuesta por los arts. 2048 a 2050 del CCyC, respecto de edificios
sometidos al régimen de propiedad horizontal.
En síntesis:
- La mayoría de las obligaciones son personales, es decir, son obligaciones que pesan sobre la
persona que las contrajo. Sin perjuicio de ello, también existen las llamadas obligaciones
ambulatorias o propter rem, género intermedio entre las obligaciones y los derechos reales. No
constituyen propiamente derechos reales pero se diferencian de las obligaciones en que siguen la
suerte de la cosa, esto es, que tienen una relación directa con una cosa determinada, difiriendo
radicalmente en ello de los derechos personales.
- No se trata de obligaciones reales, pese a que se las llame de tal modo, sino de relaciones
personales, pero de sujetos pasivos indeterminados, que se determinan en el momento del pago, y
que coinciden tales obligados con los titulares de dominio del bien.
- Éstas son obligaciones que surgen ex vi legis, parecidas a los derechos reales, pero no se
confunden con ellos en su estructuración, ya que éstos representan un ius in re (derecho sobre la
cosa), mientras que las obligaciones propter rem, en todo caso, puede verse como un ius ad rem
(derecho por causa de la cosa), esto es un derecho que adviene con la cosa y no respecto de la
cosa en sí.
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Derecho a la cosa. El derecho a la cosa es otra situación intermedia entre la obligación y el derecho real,
que consiste en la facultad que tiene el acreedor de una obligación de dar, antes de la entrega de la cosa.
Por ejemplo, el derecho del comprador, con relación a la cosa vendida, antes de que el vendedor la ponga
en sus manos, que se traduce, por ejemplo, en poder embargarla.
En el derecho canónico medieval, a través de la opinión de Inocencio IV, se comenzó a manejar la idea de
este ius ad rem o derecho a la cosa. Se trataba de una facultad que correspondía al obispo respecto de los
bienes que se le debían entregar para el ejercicio de su ministerio, antes de la entrega efectiva; luego de la
entrega tal ius ad rem se convertía directamente en ius in re, o derecho real.
Vigencia actual de esta noción. Actualmente la noción del derecho a la cosa tiene sentido en regímenes
como el nuestro que exigen la tradición para la adquisición del derecho real por parte del acreedor y
designa su concreta expectativa de convertirse en titular de la cosa debida.
En ejercicio de tal derecho a la cosa, el acreedor de la entrega de un inmueble puede adoptar medidas
cautelares destinadas a asegurarla por otra parte, cuando se da lugar a la registración del contrato del cual
surge la obligación de entregar el inmueble, se plantea una situación que, técnicamente puede ser
calificada como derecho a la cosa.
F) Metodología
1. El método legislativo en general
2. Metodología Externa. Concepto. Análisis y crítica del método del Código Civil. Comparación con
otros cuerpos antiguos y modernos. Proyectos de Reforma.
3. Metodología interna. Concepto, antecedentes. Análisis y crítica del método del Código Civil.
Comparación con los códigos modernos.
4. Metodología del Nuevo Código Civil y Comercial de la Nación (Ley 26.944).
Se entiende por metodología externa de un código el modo como distribuye las distintas
ramas del Derecho que trata. En lo que concierne a las obligaciones, versa sobre la ubicación que
le da con relación a las demás ramas del Derecho Civil.
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II. “De los derechos personales”, que abarca derechos personales en general, en las
relaciones de familia y en las relaciones civiles. En otros términos respectivamente,
obligaciones en general, derechos de familia y fuentes de obligaciones.
III. Derechos reales
IV. Sucesiones (que no llegó a redactar, porque falleció).
Es importante destacar que Freitas introdujo en este proyecto según se ha visto, una parte
general. El armado de una parte general perfectamente definida, que agrupe los elementos de
cualquier relación jurídica, adecua al logro de un método idóneo. Así como no hay ciencia de lo
particular, el código no puede quedar limitado a un inorgánico apilamiento de casos. Desde que
la herramienta jurídica presupone el discreto juego de la regla y la excepción, de lo general a lo
particular, es conveniente sentar los principios de validez universal y, en su momento, delimitar
los supuestos en que son dejados de lado o son modificados; esto no sólo en cuanto a la totalidad
de la materia de un código, sino en lo relativo a cada una de las instituciones que contempla:
debe haber reglas generales, por ejemplo, a todos los actos jurídicos, modificadas y
contempladas por reglas generales de los contratos, y éstas, a su vez, por normas típicas a cada
una de las figuras respectivas.
Privilegios y der. de
retención
Prescripción
Vélez no elaboró, a diferencia de Freitas, una parte general que sea continente de la regulación de las personas, las
coas y los hechos.
TITULO PRELIMINAR
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LIBRO III Derechos personales
(comprende obligaciones en gral.
1150 arts.) contratos en gral.
Contratos de consumo
Contratos en particular
Otras fuentes de obligaciones
Metodología interna
Se entiende por metodología interna la distribución de las materias relativas a las obligaciones
que hace el Código. Es decir, no ya la ubicación del tratamiento de las obligaciones con respecto a las
demás áreas del Derecho Civil, sino el modo en que se distribuye su contenido intrínseco, sobre todo en
lo que concierne a la elaboración de una teoría general de la relación creditoria, independizada de sus
fuentes.
El Código francés, en realidad confunde a la obligación con una de sus fuentes, el contrato y así
parece entender que la obligación propiamente dicha es la contractual.
El sujeto activo es la persona a cuyo favor debe hacerse el pago o cumplirse la prestación. El
acreedor está investido del poder jurídico o facultad de reclamar.
El sujeto pasivo es la persona que debe pagar, es el sujeto que está gravado con la carga, con el
deber de cumplir la obligación en favor del otro sujeto con quien está obligado por el vínculo.
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Tanto el sujeto activo como el pasivo pueden ser singulares o plurales, es decir, pueden
enfrentarse un acreedor y un deudor, un acreedor y varios deudores, varios acreedores y varios deudores,
o varios acreedores y un deudor.
El carácter múltiple de la obligación normalmente se refiere a la pluralidad de sujetos, aunque
también pueden existir varias prestaciones, de tal modo, normalmente existirá pluralidad de sujetos
obligados a una única prestación, en cuyo caso se estará en presencia de un frente codeudor, que puede
estar obligado a satisfacer una obligación simplemente mancomunada (art. 825 CCyC), una prestación
solidaria (arts. 827 a 489 CCyC); una obligación concurrente (arts. 850 a 852 CCyC) o una prestación
indivisible (arts. 813 a 824 CCyC).
Pueden ser sujetos de las obligaciones las personas físicas y las personas jurídicas. De
acuerdo con el art. 23 del CCyC, “toda persona humana puede ejercer por sí mismas sus derechos,
excepto las limitaciones expresamente previstas en este Código y en una sentencia judicial”.
La regla respecto de la capacidad de las personas individuales o de existencia visible es en la
duda, a favor de la capacidad, o que es lo mismo, la capacidad se presume y la restricción se
expresa.
Los sujetos de derecho con aptitud para adquirir obligaciones, son las personas físicas y las
personas jurídicas.
Para ser sujeto obligacional, se requiere que el sujeto tenga capacidad de derecho, ósea, la capacidad
de goce, de ser titular de un derecho. No es necesario que las personas físicas sean capaces de hecho, es
decir, capaces de ejercicio de sus derechos por sí solos, pues faltándoles esta capacidad pueden actuar por
intermedio de sus representantes (arts. 100 y cc. del CCyC)
Las personas jurídicas poseen capacidad de derecho para adquirir derechos o contraer obligaciones
conforme el art. 141 del CCyC, pero deben hacerlo por intermedio de los órganos establecidos en sus
estatutos, aún cuando no haya una norma específica del nuevo ordenamiento que así lo establezca.
Una comunidad hereditaria también puede ser sujeto de una obligación. Porque en la práctica de
nuestros tribunales, ellas operan como sujetos obligacionales ya que rigiendo en nuestro derecho un
sistema de herencia recibida presuntamente bajo beneficio de inventario, las masas de bienes de la
herencia y el heredero no se confunden durante cierto tiempo, por lo que durante él la sucesión como es
una verdadera persona de derecho, adquiriendo derechos y contrayendo obligaciones.
También algunos inmobiliarios son sujetos obligacionales, ya que resultan definidos por las normas
aplicables a ellos como una entidad con personería jurídica que agrupe a los propietarios de las unidades
privativas, estableciendo el art. 2074 in fine del CCyC que las diversas partes, cosas y sectores comunes y
privativos, así como las facultades que sobre ellas se tienen, son interdependientes y conforman un todo
no escindible, y el art. 2075 del CCyC, indica que ellos conforman un derecho real de propiedad
horizontal especial.
El art. 931 del CCyC establece: “La obligación se extingue por confusión cuando las calidades de
acreedor y de deudor se reúnen en una misma persona y en un mismo patrimonio”.
Esta formulación es compatible con el nuevo art. 2317 del CCyC que establece “Responsabilidad
del heredero. El heredero queda obligado por las deudas y legados de la sucesión sólo hasta la
concurrencia del valor de los bienes hereditarios recibid0. En caso de pluralidad de herederos, éstos
responden con la masa hereditaria indivisa”.
Tal limitación de la responsabilidad queda sin efecto en la medida en que se configure alguna de las
situaciones previstas por el art. 2321 del CCyC, supuesto en que el heredero responde con sus propios
bienes por el pago de las deudas del causante y cargas de la herencia.
Pero en la medida en que esta responsabilidad sea limitada y no plena, no se produce la confusión
entre acreedor y deudor, ya que el heredero tendría dos patrimonios, el de la herencia recibida
limitadamente en cuanto a su responsabilidad y el suyo propio, lo que hace que durante ese tiempo no se
produzca la confusión.
Pero esta afirmación (la coincidencia de deudor y acreedor) requiere una aclaración: una misma
persona puede ser sujeto activo y pasivo de una obligación, pero sin unificar sus roles, esto es, actuando
en un caso por sí y en el otro en representación. -aunque hay que acarar también que normalmente no es
sano que se produzca esta situación. Cuando alguien reúne las dos calidades “vende por sí y compra en
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nombre de otro” (típico ejemplo es el testaferro), cabe sospechar que o existe una situación oculta o es
una simulación. Y, además, en esos casos, el problema de los intereses contrapuestos hace que la
instrumentación deba ser impecable y no dejar duda alguna, pues en la duda se sacrifican los derechos
propios de quien opera también a nombre de otro.
En el caso de los títulos al portador, desde el mismo instante en que el firmante suscribe y entrega el
documento, para él la persona del acreedor queda indeterminada, porque ese título está destinado a
circular de mano en mano. El deudor solamente podrá saber a ciencia cierta quién es el acreedor cuando
éste presente el documento al cobro, momento en el cual se produce la individualización del acreedor.
Otro supuesto es la venta por cuenta de quien corresponda, el caso típico de los martilleros. El
martillero tiene un galpón con coas muebles, y a la persona que compra no le importa el nombre de quién
vende. El martillero lo hace por cuenta de quien corresponda, aquel que le dio en consignación los bienes.
El sujeto dueño de la cosa está indeterminado.
El derecho civil admite cierta indeterminación de los sujetos en el nacimiento de la obligación, pero
al momento de la extinción de la misma, ellos deben estar perfectamente determinados, tal es el caso del
pagaré, al momento del pago el acreedor debe estar cabalmente determinado.
Respecto a la “oferta al público”. La oferta al público no vincula al ofertante ya que el Código Civil
no lo había receptado. Esta oferta no había sido legislada en nuestro país hasta la sanción de la ley 24.240
de protección del consumidor, la que en su art. 7 receptó la oferta indeterminada en los siguientes
términos:
“Oferta. La oferta dirigida a consumidores potenciales indeterminados, obliga a quien la emite
durante el tiempo en que se realice, debiendo contener la fecha precisa de comienzo y de
finalización, así como también sus modalidades, condiciones o limitaciones.
“La revocación de la oferta hecha pública es eficaz una vez que haya sido difundida por medios
similares a los empleados para hacerla conocer”.
Esta norma se integra ahora también con lo dispuesto por los arts. 1103 y cc. del CCyC.
ARTICULO 1103.- Efectos de la publicidad. Las precisiones formuladas en la publicidad o en anuncios, prospectos, circulares u
otros medios de difusión se tienen por incluidas en el contrato con el consumidor y obligan al oferente.
La calidad de acreedor y la de deudor pueden ser transmitidas, es decir, haber sucesión en ellas.
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La transmisión o sucesión puede darse por actos entre vivos, o por acto de última voluntad o
mortis causa. Desde otro punto de vista puede ser a título particular, o a título universal.
En cuanto a qué puede ser transmitido, en lo que concierne a la obligación cabe la transmisión del
crédito, la transmisión de la deuda, e inclusive de la situación global que el transmitente ocupa en un
contrato. Por ej. En el caso de la cesión de un boleto de compraventa inmobiliaria.
Pero en ciertas obligaciones no se admite la transmisión. Ello ocurre cuando el crédito sólo es
concebible si lo ejerce el propio titular; como en el supuesto del crédito que deriva del daño moral o
cuando existe una prohibición convencional.
Pluralidad de sujetos.
Normalmente las obligaciones se constituyen entre dos sujetos: acreedor y deudor; el deudor
tiene el deber de prestación y el acreedor la facultad de recibir esa prestación. Pese a que ello es lo más
corriente, la posición activa o pasiva en una obligación puede quedar constituida por una pluralidad de
sujetos, y así existir un frente codeudor y/o un frente coacreedor. En estos casos estamos en presencia
de obligaciones de sujeto múltiple.
Por ende, desde la óptica de los sujetos que intervienen en ellas, las obligaciones pueden
clasificarse en obligaciones individuales, simples, o de sujeto singular, y obligaciones múltiples,
complejas, compuestas o de sujeto plural.
Obligaciones imples o con sujeto singular, son aquellas donde hay un solo acreedor y un solo
deudor.
Obligaciones complejas o con sujeto plural, son aquellas en que la relación obligacional se
establece entre varios acreedores y varios deudores, o un acreedor singular y varios deudores o viceversa.
Cabe precisar que la pluralidad puede ser originaria o sobreviniente; originaria si ella está
presenta en la génesis de la obligación, y sobreviniente, si por la transmisión de una obligación, sea por
actos inter vivos o mortis causa, varias personas pasan a ocupar el lugar que antes encarnaba una sola, sea
el de acreedor o deudor.
2. Objeto. Prestación. Objeto de la obligación y del contrato. Conducta del deudor, obligaciones de
medios y de resultados. Requisitos de la prestación: Posibilidad. Licitud. Determinabilidad.
Patrimonialidad.
El segundo elemento de la obligación es el objeto o prestación de la obligación es la prestación
debida por el deudor, la que puede consistir en un dar, hacer o no hacer.
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La prestación suele consistir en un hecho positivo cuando el deudor se obliga a dar o hacer algo, o
en un hecho negativo, cuando se obliga a una abstención, es decir, a no hacer algo.
Esto resulta claro en las obligaciones de hacer o de no hacer, pero en las de dar, las cosas son
jurídicamente más relevantes que la conducta, puesto que dicho comportamiento es un medio para lograr
el resultado. Lo fundamental no es el acto sino la cosa que se entrega.
Existen códigos que tratan las obligaciones juntamente con los contratos, como el Código de
Napoleón, los cuales confunden normalmente el objeto de la obligación con el objeto de los contratos.
El objeto de los contratos, en los Códigos como el francés, es la prestación de dar, hacer o no
hacer.
Pero para la doctrina francesa más prestigiosa, el contrato no tiene objeto, sino que tiene efectos y
esos efectos consisten en producir obligaciones.
Para otros autores, el objeto del contrato es la operación jurídica que las partes pretenden realizar.
Esta operación jurídica se distingue de las prestaciones prometidas que son el objeto de la obligación.
Hernández Gil dice que el objeto de las obligaciones está integrado pro dos factores: a) la
conducta, que es invariable, y b) las cosas concretas o bienes negociados, que son variables.
Para otros autores el objeto de las obligaciones no es la conducta, sino el bien debido, dejando de
lado la conducta, y tomando el bien o la utilidad que satisface un interés del sujeto activo de la relación,
que necesariamente debe ser material. La conducta, no es el objeto, es el bien, la utilidad, lo que satisface
un interés. La conducta no es el objeto, es el contenido.
El cumplimiento de la prestación no debe ser confundido con la satisfacción del interés del
acreedor, porque si fueran equiparables, todas las obligaciones serían de resultado.
Por ende, el deudor, probando que ha puesto en juego una diligencia media para un sujeto de su
categoría, se libera, alcance o no el resultado esperado por el acreedor, pero no comprometido el deudor,
quien se compromete a hacer lo razonablemente proporcionado para alcanzar u obtener el resultado, pero
no a obtenerlo necesariamente.
Es decir, que la prueba de la falta de culpa excusa la responsabilidad al deudor, tanto como la propia
obtención del resultado.
Por ende, obtener el resultado comprometido por el acreedor es la única manera de cumplimiento
satisfactorio de la prestación, la que debe tenerse por no cumplida en caso contrario, aún con la mejor
diligencia empleada por el deudor.
Por ello, la constatación del incumplimiento en las obligaciones de resultado es tarea fácil:
existirá incumplimiento cuando el resultado no haya sido alcanzado.
Esta clasificación de las obligaciones, se encuentra expresamente presente en el artículo 774 del
CCyC.
Si el resultado de la actividad del deudor consiste en una cosa, para su entrega se aplican las reglas de
las obligaciones de dar cosas ciertas para constituir derechos reales.
Requisitos de la prestación
El nuevo CCyC no define la prestación, pero su art. 725 regla sus requisitos, estableciendo: “La
prestación que constituye el objeto de la obligación debe ser material y jurídicamente posible, lícita,
determinada o determinable, susceptible de valoración económica y debe corresponder a un interés
patrimonial o extrapatrimonial del acreedor”.
De ello se advierte que el objeto de las obligaciones debe cumplir los siguientes requisitos:
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La posibilidad es la más esencial e insustituible de los requisitos de la prestación. Ello dado que el
requisito de posibilidad remite al origen de la construcción romana de la obligación, la que era entonces
un vínculo eminentemente físico.
Desde su inicio no podía desconectarse el concepto de neccesitas, por ello era impensable que se
configurara un caso de inviabilidad originaria de entregar la prestación, y dejaba de ser tal en caso de
imposibilidad sobrevenida de ello.
Pero no sólo en Roma, sino que ello todavía ocurre en nuestros días, en los cuales aún rige el
principio impossibilium nulla obligatio est, aunque limitado en su alcance absoluto a la imposibilidad
inicial de la obligación.
Como los sujetos obligacionales no configuran negocios jurídicos aleatoriamente, sino buscando
satisfacer intereses concretos y materializar ciertos objetivos, sean ellos económicos, sociales o morales,
la relación entre las partes no existe como un fin en sí, sino que se constituye como un instrumento de
concreción de intereses.
Cuando desde el comienzo mismo del vínculo jurídico éste se muestra idóneo para canalizar los
intereses que busca satisfacer, en virtud de la imposibilidad de la prestación, no se está en presencia de
una relación obligacional, sino de una mera apariencia de ella.
La obligación debe ser vista como un proceso, de lo que deriva que toda obligación tiene un
comienzo y un final, que no están desconectados entre sí, pero que indudablemente están atados,
conectados por un sentido finalista, la satisfacción del interés del acreedor, de forma tal que la relación
obligacional se torne no un fin en sí misma, sino un medio de concretar un interés.
El principio impossibilium nulla obligatio estse desenvolvió como un principio general para la
imposibilidad inicial de la prestación, el requisito absoluto de la posibilidad debe, por ello, quedar
limitado al surgimiento de la obligación. Ergo, tal principio, “constituye una exigencia estructural
imprescindible de la obligación, como ocurriría con referencia a un concepto estricto de deber en el
sentido de que no puede deberse cumplir lo que no se puede cumplir. De esta suerte emergen claros los
límites…La imposibilidad sobrevenida libera al deudor sólo cuando se presenta por causa no imputada a
él, en tanto que cuando es debida a causa imputable al deudor, la obligación se mantiene.
El art. 725 del CCyC, establece que “la prestación…debe ser material y jurídicamente posible”. Este
artículo se corresponde con el art. 279 del CCyC que establece: “el objeto del acto jurídico no debe ser
un hecho imposible o prohibido por la ley, contrario a la moral, las buenas costumbres, al orden
público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad humana. Tampoco puede ser un bien que
por un motivo especial se haya prohibido que lo sea”.
Por lo tanto, un objeto imposible anula la obligación, como si ésta no tuviera objeto (art. 279 CCyC)
Pero la imposibilidad debe ser absoluta para todos los que están en igualdad de condiciones o
circunstancias y debe apreciarse desde la óptica del hombre medio.
Que la imposibilidad deba ser absoluta, implica que lo sea para todos y no solo para el deudor. Por
ejemplo, la imposibilidad de transferir una cosa que por ley ha sido puesta fuera del comercio. Si el hecho
sólo es imposible para el deudor (por ejemplo, si un individuo se hace pasar por sastre y se compromete a
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confeccionar un traje a medida, careciendo de las aptitudes necesarias para hacer el trabajo) entonces la
imposibilidad no es absoluta.
1. Imposibilidad física o material. El objeto es imposible, porque de acuerdo con los medios
existentes en ese momento y lugar de cumplimiento resulta inviable o impracticable
materialmente (ej. Tocar el cielo con las manos, levantar un edificio en un día o poner en un
contrato de sociedad que proyectarse colonizar Marte, resulta nulo, como si no tuviera objeto).
2. Imposibilidad jurídica. Materialmente sería posible, pero jurídicamente no lo es, porque existen
normas que lo prohíben (por ejemplo, hipotecar una cosa mueble, ceder una herencia futura,
dividir una cosa que se tiene en condominio, cuando la división fuere nociva por cualquier
motivo – art. 2001 del CCyC).
También son nulas como si no tuvieran objeto las convenciones o actos realizados respecto de bienes
que no están en el comercio.
“Están fuera del comercio los bienes cuya transmisión está expresamente prohibida:
a. Por la ley
A contrario sensu de esta norma, puede predicarse la existencia de un principio general de que están
en el comercio todas las cosas cuya enajenación no fuere expresamente prohibida por la ley o por los
actos jurídicos válidos.
Todo objeto contrario a la ley anula la obligación, como si no tuviese objeto según dice el Código.
El art. 279 del CCyC fulmina también de nulidad a un hecho o acto prohibido por la ley, contrario a
la moral, a las buenas costumbres, al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad
humana.
Por ejemplo, conforme a la cláusula moral del ordenamiento argentino, las sociedades que tuvieran
por objeto cometer hechos ilícitos no podrían ser autorizadas a funcionar, y si lo hubieran sido, debería, al
comprobarse tal extremo, retirárseles la personería. Por caso, una sociedad que se estableciera con el
objeto de ejercer el contrabando, emisión de facturas apócrifas o trata de personas, no podría ser
autorizada a funcionar (como por ejemplo, la sociedad mafiosa conocida como ZUI MIGDAL).
La Zwi Migdal fue una red de trata de personas que operó entre 1906 y 1937 con sede en la ciudad de
Buenos Aires. Estaba conformada por delincuentes judíos,1 en su mayoría de origen polaco, que se
especializaban en la prostitución forzada de mujeres judías, entre otras
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Los rufianes reclutaban a niñas de 13 a 16 años de edad de las pequeñas aldeas o shtetl de Rusia y
Polonia para emigrar a América con falsas promesas de trabajar como empleadas domésticas de ricas
familias judías, e incluso con promesas de casamiento. Cansados de los pogromos y la miseria, los padres
accedían a que sus hijas se fueran con los forasteros
Para contravenir esta exigencia, serían nulos por ejemplo: el contrato sobre herencia futura, la
obligación que versare sobre la comisión de un delito, etc.
Lo moral coincide muchas veces con lo ilícito, pero ello no siempre ocurre, incluso existen
valoraciones cambiantes en el seno de una sociedad o de sus autoridades.
En un fallo trascendente se dijo que es principio de orden natural que si bien todo lo moral debe ser
jurídico, todo lo jurídico debe ser moral. Divorciar el derecho positivo de la moral es atentar contra la
dignidad de aquél, abriendo cauces al leguleyismo y a la deshumanización formalista, olvidando la
advertencia del filósofo de que ninguna fuerza puede consolidarse como ordenamiento jurídico si no
entraña o apunta a un hito moral.
Hay que aclarar que el concepto de moral a tomarse en cuenta no es un concepto subjetivo, librado al
juicio discrecional de cada magistrado, sino un concepto objetivo o, al menos, establecido sobre pautas
concretas de lo que la sociedad desaprueba o admite en cada época, es menester aclarar que tampoco se
trata de un concepto pétreo, rígido, sino que este concepto de moralidad, cambia según las épocas,
debiendo adaptarse a la estimativa social del momento.
Los maestros FLOUR, AUBERT y SAVAUX, enseñaban que “En nuestras sociedades la moral
cristiana es el fundamento del derecho…la moral cristiana es siempre una tradición social…”. Es de
notar la influencia de la moral cristiana en el derecho de las obligaciones.
Nuestra Constitución Nacional, en su art. 2º, establece que “sostiene el culto católico apostólico
romano”, que evidentemente el CCyC no puede adoptar un concepto moral contrario a la religión del
Estado.
El art. 279 del CCyC y su anterior 953 del CC, constituye una “regla moral del ordenamiento”, se
trata de normas que con toda claridad constituyen un puente entre el derecho y la moral, impidiendo que
objetos gravosamente inmorales, contrarios a las buenas costumbres o ilícitos se conviertan en el objeto
de actos o negocios jurídicos válidos. La norma fulmina de ineficacia a los actos que se produzcan en
contravención a ella.
Faltarían a este requisito, por ejemplo, las pseudo obligaciones que versaren sobre la trata de
personas, sobre aportes o cesión de clientela profesional entre un profano y un profesional, sobre venta de
gestiones o influencias políticas, etc.
Cuando la prestación es contraria a la moral o a las buenas costumbres, al igual que cuando ella es
ilícita y se peticiona igualmente su cumplimiento, los tribunales suelen aplicar el principio de derecho
de que “nadie puede invocar su propia torpeza”.
Por otra parte, en tribunales rige una regla no siempre recordada, pero que debe hacerse cumplir a
rajatabla, quien esgrime en el Pretorio en su favor prerrogativas o derechos debe previamente justificar
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que actúa con las manos limpias, es decir, desde una posición que haya cumplimentado la legalidad y la
buena fe, so pena de ser inaudibles sus pretensiones en caso contrario.
Ello no significa que estrictamente la prestación esté determinada desde sus orígenes, pero sí, por lo
menos que sea determinable. Caso contrario, no sería posible obligar al deudor al pago de una cosa o un
hecho si no se puede precisar cuál es la cosa o el hecho debido.
Por efecto, una prestación absolutamente indeterminada no puede ser objeto de una obligación. Así,
por ejemplo, la obligación de entregar una cosa daría al deudor la posibilidad de librarse entregando
cualquier cosa.
La ley admite cierto grado de indeterminación inicial que debe cesar en el momento del
cumplimiento. Entre los casos de indeterminación permitidos por la ley tenemos: las obligaciones
facultativas, las obligaciones alternativas, las obligaciones de género, las obligaciones de dar
cantidades de cosas, etc.
En las obligaciones de género, las cosas no están designada desde su individualidad, sino de acuerdo
con las características del género o especie a que pertenecen, como por ejemplo, la obligación de entregar
al acreedor dos toros, sin determinar la edad, raza y alguna otra característica. Pero en esta clase de
obligaciones la prestación se determina posteriormente mediante la elección, ya se a cargo del deudor o
del acreedor (arts. 762 y 763 CCyC).
ARTICULO 762,- Individualización. La obligación de dar es de género si recae sobre cosas determinadas sólo por su
especie y cantidad.
Las cosas debidas en una obligación de género deben ser individualizadas. La elección corresponde al deudor, excepto que
lo contrario resulte de la convención de las partes. La elección debe recaer sobre cosa de calidad media, y puede ser hecha
mediante manifestación de voluntad expresa o tácita.
ARTICULO 763.- Período anterior a la individualización. Antes de la individualización de la cosa debida, el caso fortuito
no libera al deudor. Después de hecha la elección, se aplican las reglas sobre la obligación de dar cosas ciertas.
Finalmente, en una obligación alternativa, si una persona está obligada a dar una cosa y otra, o hacer una
cosa y otra, el objeto recién se determina cuando se ejerce la opción (art. 780 CCyC).
ARTICULO 780.- Elección. Sujetos. Efectos. Excepto estipulación en contrario, la facultad de elegir corresponde al deudor. La
opción que corresponde a varias personas requiere unanimidad. Si la parte a quien corresponde la elección no se pronuncia
oportunamente, la facultad de opción pasa a la otra. Si esa facultad se ha deferido a un tercero y éste no opta en el plazo fijado,
corresponde al deudor designar el objeto del pago.
En las obligaciones periódicas, la elección realizada una vez no implica renuncia a la facultad de optar en lo sucesivo.
La elección es irrevocable desde que se la comunica a la otra parte o desde que el deudor ejecuta alguna de las prestaciones,
aunque sea parcialmente.
Una vez realizada, la prestación escogida se considera única desde su origen, y se aplican las reglas de las obligaciones de dar, de
hacer o de no hacer, según corresponda.
El Código de Vélez no decía nada determinante al respecto. Hay tres fuentes distintas.
1. Antes de la reforma del art. 522, los intereses debían ser de apreciación pecuniaria.
2. En las obligaciones nacidas de hechos ilícitos, a la par de intereses patrimoniales hay un agravio
moral (por ejemplo, en un accidente de tránsito, la incertidumbre, de saber si el lesionado va a
volver a caminar, los días de internación, los tratamientos dolorosos, el sufrimiento, deben ser
resarcidos económicamente – arts. 1078 y 1079 CC).
3. Derechos reales. Conforme a los arts. 2844 y 3000 del CC, el objeto del usufructo o de las
servidumbres, pueden ser cosas de mero placer o recreo (por ejemplo, preservar la vista de una
casa, evitando que mañana se levante enfrente un edificio de diez pisos – servidumbre de vista
que tiene un correlato económico).
La prestación en sí debe ser siempre susceptible de valoración pecuniaria, al menos en cuanto a los
efectos de su cumplimiento, porque de lo contrario no sería posible la ejecución del patrimonio del
deudor. El único procedimiento que se tiene para proteger y sancionar los intereses no pecuniarios
consiste en valuarlos o tasarlos en dinero.
Pensábamos antes de la reforma que, al disponer la indemnización del daño moral tanto en materia de
incumplimiento contractual como de delitos, el CC incluye dentro del ámbito de las obligaciones aún a
intereses no apreciables en dinero.
El nuevo CCyC, establece expresamente en el art. 725 in fine que el interés del acreedor que se
corresponde con la prestación puede ser patrimonial o extrapatrimonial, lo que despeja cualquier duda.
ARTICULO 725.- Requisitos. La prestación que constituye el objeto de la obligación debe ser material y jurídicamente posible,
lícita, determinada o determinable, susceptible de valoración económica y debe corresponder a un interés patrimonial o
extrapatrimonial del acreedor.
3. Causa. Acepciones. Diferencias entre causa fuente, causa fin y causa-motivo. Principio del art
726. Arts. 727, 281, 282 y CCCN.
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- Causa-motivo: comprende todo lo que las partes han tenido en mira al realizar el negocio
jurídico, es decir, sus fines inmediatos.
El vocablo FUENTE es empleado, en el sentido corriente, para indicar la naciente o manantial del
que brota una corriente de agua, y en sentido jurídico significa el manantial de donde brota el derecho.
Puede decirse entonces, que constituyen fuentes de las obligaciones los actos jurídicos que dan
origen a los vínculos obligacionales, de conformidad con las normas jurídicas, o mejor, los hechos
jurídicos que condicionan el surgimiento de las obligaciones.
“Causa. No hay obligación sin causa, es decir, sin que derive de algún hecho idóneo para
producirla, de conformidad con el ordenamiento jurídico”.
En dicho artículo se encuentran incluidas todas las fuentes, dada la amplitud del concepto, que
deja librado al criterio del intérprete el concepto de “hecho idóneo para producir la obligación”,
separándose esta norma de su fuente, el art. 499 CC, el que enumeraba una serie de fuentes.
Toda obligación supone un antecedente que le da origen, es decir, que le sirve de fuente. En esto,
las obligaciones no hacen sino cumplir la regla de la causalidad, que gobierna todos los fenómenos de la
naturaleza.
La obligación que pretenda hacerse recaer sobre un deudor requiere como elemento esencial la
existencia de una causa o fuente, es decir, el hecho o relación jurídica que la ha originado.
ARTICULO 281.- Causa. La causa es el fin inmediato autorizado por el ordenamiento jurídico
que ha sido determinante de la voluntad. También integran la causa los motivos exteriorizados cuando
sean lícitos y hayan sido incorporados al acto en forma expresa, o tácitamente si son esenciales para
ambas partes.
Este artículo, unifica los arts. 500 y 501 del Código de Vélez,
El caso de la obligación inválida o putativa. El art. 796 del CC se ocupa de la obligación putativa, esto
es, la creada por error. Dicha norma prevé que si tanto el acreedor como el deudor incurrieron en error al
constituir la obligación, tal relación carece de virtualidad: el acreedor “queda obligado a restituirle al
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deudor el respectivo instrumento de crédito, y a darle liberación por otro instrumento de la misma
naturaleza”.
Lo relevante para la invalidez de la obligación es la falta de intención del deudor, sea el error espontáneo
o provocado por dolo-engaño(art. 931 CC); y en igual situación quedan los actos generadores fallados en
la libertad o en la capacidad (arts. 900. 936 y sigs. 1040 CC). Siendo inválido el acto jurídico, cae con
él la obligación que hizo nacer, porque esta carece entonces, de fuente.
EL CONTRATO.
ARTICULO 957.- Definición. Contrato es el acto jurídico mediante el cual dos o más partes
manifiestan su consentimiento para crear, regular, modificar, transferir o extinguir relaciones jurídicas
patrimoniales.
ARTICULO 958.- Libertad de contratación. Las partes son libres para celebrar un contrato y
determinar su contenido, dentro de los límites impuestos por la ley, el orden público, la moral y las
buenas costumbres.
ARTICULO 959.- Efecto vinculante. Todo contrato válidamente celebrado es obligatorio para
las partes. Su contenido sólo puede ser modificado o extinguido por acuerdo de partes o en los supuestos
en que la ley lo prevé.
ARTICULO 960.- Facultades de los jueces. Los jueces no tienen facultades para modificar las
estipulaciones de los contratos, excepto que sea a pedido de una de las partes cuando lo autoriza la ley, o
de oficio cuando se afecta, de modo manifiesto, el orden público.
ARTICULO 961.- Buena fe. Los contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena
fe. Obligan no sólo a lo que está formalmente expresado, sino a todas las consecuencias que puedan
considerarse comprendidas en ellos, con los alcances en que razonablemente se habría obligado un
contratante cuidadoso y previsor.
ARTICULO 962.- Carácter de las normas legales. Las normas legales relativas a los contratos
son supletorias de la voluntad de las partes, a menos que de su modo de expresión, de su contenido, o de
su contexto, resulte su carácter indisponible.
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ARTICULO 966.- Contratos unilaterales y bilaterales. Los contratos son unilaterales cuando una
de las partes se obliga hacia la otra sin que ésta quede obligada. Son bilaterales cuando las partes se
obligan recíprocamente la una hacia la otra. Las normas de los contratos bilaterales se aplican
supletoriamente a los contratos plurilaterales.
ARTICULO 967.- Contratos a título oneroso y a título gratuito. Los contratos son a título
oneroso cuando las ventajas que procuran a una de las partes les son concedidas por una prestación que
ella ha hecho o se obliga a hacer a la otra. Son a título gratuito cuando aseguran a uno o a otro de los
contratantes alguna ventaja, independiente de toda prestación a su cargo.
ARTICULO 968.- Contratos conmutativos y aleatorios. Los contratos a título oneroso son
conmutativos cuando las ventajas para todos los contratantes son ciertas. Son aleatorios, cuando las
ventajas o las pérdidas, para uno de ellos o para todos, dependen de un acontecimiento incierto.
ARTICULO 969.- Contratos formales. Los contratos para los cuales la ley exige una forma para
su validez, son nulos si la solemnidad no ha sido satisfecha. Cuando la forma requerida para los contratos,
lo es sólo para que éstos produzcan sus efectos propios, sin sanción de nulidad, no quedan concluidos
como tales mientras no se ha otorgado el instrumento previsto, pero valen como contratos en los que las
partes se obligaron a cumplir con la expresada formalidad. Cuando la ley o las partes no imponen una
forma determinada, ésta debe constituir sólo un medio de prueba de la celebración del contrato.
d) las disposiciones correspondientes a los contratos nominados afines que son compatibles y se
adecuan a su finalidad.
LA RESPONSABILIDAD CIVI.
En el CC se definía al delito como el hecho ilícito ejecutado a sabiendas y con intención de dañar
la persona o los derechos de otro (art. 1072). Esta figura supone un acto voluntario de parte del agente, es
decir, realizado con discernimiento, intención y libertad, y una conducta dolosa que resulta preciso
corroborar, de tal modo de hacerse responsable al sujeto por este tipo particular de ilícito y por sus
consecuencias.
En el CCyC, aparecen algunas referencias a esta fuente, por ejemplo, el art. 1724, referido a los
factores subjetivos de atribución de responsabilidad, cuando expresa “El dolo se configura por la
producción de un daño de manera intencional o con manifiesta indiferencia por los intereses
ajenos”. Asimismo, cuando el art. 1749 se refiere a los responsables directos de un daño, por acción u
omisión, evidentemente en forma implícita, remite a conductas dolosas o culposas. Además, con relación
a la acusación calumniosa, se establece que sólo se responde por daños causados, si se hubiere obrado con
dolo o culpa grave.
El ilícito culposo.
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Esta fuente de las obligaciones, ante denominada “cuasidelito”, se refiere a actos voluntarios
ilícitos, realizados sin intención de dañar, pero que ocasionan un perjuicio a otro en su persona o bienes,
por haberse actuado con negligencia, impericia o imprudencia. Se trata de una figura que se caracteriza
por dos cualidades igualmente negativas: no se quiere dañar, pero tampoco se actúa con el cuidado
que las circunstancias exigen.
El CC se ocupó de este instituto, en un título denominado “De las obligaciones que nacen de los
hechos ilícitos que no son delitos”, cuyo art. 1109 expresaba: “todo el que ejecuta un hecho, que por
su culpa o negligencia ocasiona un daño a otro, está obligado a la reparación del perjuicio. Esta
obligación es regida por las mismas disposiciones relativas a los delitos del derecho civil”. En cambio
el nuevo legislador ha seguido las corrientes doctrinarias actuales, considerando innecesario regular esta
categoría híbrida.
La ley. La doctrina ha discutido si debía considerarse a la ley como una fuente autónoma de las
obligaciones. Algunos autores sostuvieron que la ley no crea por sí sola obligación alguna, sino que son
los hechos humanos o naturales los presupuestos indispensables del nacimiento de cada obligación.
En cambio, otros juristas señalaron que, en definitiva, la ley es fuente mediata de todas las
obligaciones. Por último, hubo quienes interpretaron que la ley era una fuente residual, es decir,
comprensiva de las situaciones o relaciones jurídicas no incluidas en otras fuentes descriptas.
Se ha dicho que son obligaciones de fuente legal las derivadas del derecho de familia (como por
ej. La obligación de pagar alimentos entre ciertos parientes); las provenientes de las relaciones de
vecindad (por ej. Aquellas derivadas de las restricción y límites al dominio) y la de abonar tributos, entre
otras.
LA GESTIÓN DE NEGOCIOS
Antecedentes. En la Roma clásica, ya se había observado que ciertas obligaciones legales tenían una
estrecha analogía con otras de fuente contractual. Por tal motivo a su respecto se decía que eran “como
derivadas de contrato”. Sin embargo, no se las legó a conocer como categoría hasta las Institutas de
Justiniano, las cuales admitían cuatro fuentes, contratos, cuasicontratos; delitos y cuasidelitos. En los
cuasicontratos aparecían la gestión de negocios, el empleo útil y el pago de lo indebido.
La diferencia de fuente no constituye un obstáculo para que existan, en cuanto a los efectos,
ciertas similitudes. Los llamados cuasicontratos son en verdad obligaciones nacidas de la ley o bien de un
acto de voluntad unilateral.
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Concepto.
ARTICULO 1781.- Definición. Hay gestión de negocios cuando una persona asume
oficiosamente la gestión de un negocio ajeno por un motivo razonable, sin intención de hacer una
liberalidad y sin estar autorizada ni obligada, convencional o legalmente.
¿en qué medida merece ser protegida por la ley esta figura?. Esta intervención se encuentra
inspirada por un propósito noble que es impedir un daño al dueño del negocio o de los bienes.
Dado que la gestión de negocios es una actuación unilateral del gestor, que la asume por iniciativa
propia, éste se encuentra en cierta inferioridad de derechos respecto a un mandatario, pero le confiere más
derechos que los que surgirían del simple enriquecimiento sin causa.
Tanto en la gestión de un negocio ajeno como en el caso del mandato, se actúa en beneficio de un
interés ajeno, el del dueño de la cosa, en el primer caso este último no ha dado ninguna orden para ello, y
lo contrario ocurre en el segundo supuesto, en donde existe un acto jurídico ya sea expreso o tácito.
La existencia o no de orden por parte del dueño resulta de suma importancia, por lo cual las
consecuencias legales no son idénticas. Pero, en cualquiera de los dos quien gestiona realiza actos o
gestiones por cuenta de un tercero y por ello está obligado a poner en su tarea la misma diligencia.
La similitud de ambos institutos, salvo en cuanto a la gestación, es muy grande, a punto tal que
las normas del mandato se aplican supletoriamente a la gestión de negocios (art. 1790). Además, si el
dueño del negocio ratifica la gestión, aunque el gestor crea hacer un negocio propio, se producen los
efectos del mandato, entre partes y respecto de terceros, desde el día en que aquella comenzó..
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ARTICULO 1014.- Causa ilícita. El contrato es nulo cuando:
a) su causa es contraria a la moral, al orden público o a las buenas costumbres;
b) ambas partes lo han concluido por un motivo ilícito o inmoral común. Si sólo una de ellas ha obrado por un motivo ilícito o
inmoral, no tiene derecho a invocar el contrato frente a la otra, pero ésta puede reclamar lo que ha dado, sin obligación de cumplir lo que ha
ofrecido.
ARTICULO 1783.- Conclusión de la gestión. La gestión concluye:
a) cuando el dueño le prohíbe al gestor continuar actuando. El gestor, sin embargo, puede continuarla, bajo su responsabilidad, en la
medida en que lo haga por un interés propio;
b) cuando el negocio concluye
ARTICULO 1785.- Gestión conducida útilmente. Si la gestión es conducida útilmente, el dueño del negocio está obligado frente al
gestor, aunque la ventaja que debía resultar no se haya producido, o haya cesado:
a) a reembolsarle el valor de los gastos necesarios y útiles, con los intereses legales desde el día en que fueron hechos;
b) a liberarlo de las obligaciones personales que haya contraído a causa de la gestión;
c) a repararle los daños que, por causas ajenas a su responsabilidad, haya sufrido en el ejercicio de la gestión;
d) a remunerarlo, si la gestión corresponde al ejercicio de su actividad profesional, o si es equitativo en las circunstancias del caso.
EMPLEO ÚTIL
Concepto. Ubicado entre la gestión de negocios y el enriquecimiento sin causa, el empleo útil existe
cuando alguien, sin ser mandatario ni gestor de negocio, hiciese gastos en utilidad de otra persona (art.
1791).
A diferencia de la gestión, no interesa la intención con que se haya realizado el gasto, aunque se
lo hiciera creyendo que se trata de un negocio u obligación propia, hay acción por empleo útil. El
indicado instituto, por lo menos en nuestro derecho positivo, se refiere solamente a gastos de dinero, y no
a servicios prestados, a diferencia de la gestión de negocios que con frecuencia consiste precisamente en
un servicio.
Mientras que el enriquecimiento sin causa supone un beneficio subsistente, la acción de empleo
útil puede intentarse aún cuando la utilidad llegase a cesar (art. 1791). Salvo que la cesación de la utilidad
ocurriere por culpa del propio autor del gasto, en cuyo caso mal podría pretender su reintegro.
Gastos funerarios. Esta institución tiene su aplicación más frecuente e importante en materia de gastos
funerarios. Dispone el art. 1792 que entran en el concepto de empleo útil los gastos funerarios que tienen
relación razonable con las circunstancias de la persona y los usos del lugar.
Por consiguiente, es necesario considerar la fortuna del causante, su posición social, su actuación
pública. Si se trata de un menor de edad, habrá que tener en cuenta la fortuna y posición social de su
familia.
Quien ha realizado los gastos funerarios, debe dirigir su acción de reintegro contra los herederos
del difunto (art. 1793, inc. b), es claro que ellos tendrán esta deuda en proporción a sus respectivas
porciones hereditarias, haya dejado o no bienes el causante.
Gastos en beneficio de la cosa de otro. Según el art. 1793, incs. a) y c), el acreedor tiene derecho a
demandar el reembolso: a) a quien recibe la utilidad y b) al tercero adquirente a título gratuito del bien
que recibe la utilidad, pero sólo hasta el valor de ella al tiempo de la adquisición.
Se trata de una mera aplicación del principio general de empleo útil. Sólo cabe agregar que el que
realizó el gasto perdería su acción si la utilidad cesó por su culpa.
El inc. c) establece que si la transmisión fuese a título gratuito, podrá demanadr el reembolso de
los gastos del que tiene el bien, pero sólo hasta su valor al tiempo de la adquisición, influyendo al
respecto las posteriores mejoras naturales o artificiales que recibiese la cosa. Esto implica que si los
bienes mejorados se encuentran en poder de un tercero, a quien se hubiera transmitido su dominio por
título oneroso, el dueño del dinero empleado no tendrá acción contra el adquirente de esos bienes. La ley
distingue así, con toda lógica, entre la adquisición por título oneroso y por título gratuito.
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En el último caso, no hay acción contra el subadquirente, porque se supone que si la cosa se
benefició con el gasto, el subadquirente habrá pagado ese mayor valor al comprarla (supuesto de
seguridad jurídica dinámica). En la primera hipótesis, en cambio, es equitativo que el que recibe una
liberalidad, pague el empleo útil que lo beneficia (supuesto de seguridad jurídica estática). Pero su
responsabilidad no puede ir más allá del valor que la cosa tenía en el momento de la transferencia del
dominio.
ARTICULO 1791.- Caracterización. Quien, sin ser gestor de negocios ni mandatario, realiza un gasto, en interés total o
parcialmente ajeno, tiene derecho a que le sea reembolsado su valor, en cuanto haya resultado de utilidad, aunque después ésta
llegue a cesar.
ARTICULO 1792.- Gastos funerarios. Están comprendidos en el artículo 1791 los gastos funerarios que tienen relación
razonable con las circunstancias de la persona y los usos del lugar.
c) al tercero adquirente a título gratuito del bien que recibe la utilidad, pero sólo hasta el valor de ella al tiempo de la
adquisición.
Los desplazamientos patrimoniales, el traspaso de bienes de una persona a otra, debe tener una
justificación jurídica, una razón de ser, una causa. Resulta contrario a la equidad que una persona pueda
enriquecerse a costa del empobrecimiento de otra, sin motivo legítimo. Cuando ello ocurre, la ley confiere
al empobrecido una acción de resarcimiento de su detrimento patrimonial llamada de enriquecimiento
sin causa o “O IN REM VERSO”, en defensa de su patrimonio que ha sufrido un desmedro injusto.
Pero una cosa es que el beneficio carezca de cusa, lo que da lugar a esta acción de
enriquecimiento sin causa, y otra totalmente diferente, que se trate de un supuesto de negocio abstracto.
El negocio abstracto no carece de causa, lo que ocurre simplemente es que esta última está presumida,
simulada o relegada a un segundo plano, lo que impide su planteo como defensa. Así, por ejemplo, en los
actos abstractos (como es el caso del pagaré) no es posible discutir la causa (a menos que la ley
expresamente lo autorice, art. 283) cuando se pretende su cobro, lo que no obsta a su posterior planteo
una vez hecho el pago.
a. Para algunos el fundamento del enriquecimiento sin causa es el hecho ilícito en que
incurriría el enriquecido, al pretender quedarse con un bien a costa de otro, y sin un
motivo legítimo que justifique su traspaso. La idea no se sostiene porque para cometer un
hecho ilícito es necesario tener discernimiento y, por consiguiente, no tienen capacidad
para cometerlo los menores, ni las que al momento de realizarlo estén privados de la
razón (art. 261), ni las personas que se encuentren absolutamente imposibilitadas de
interaccionar con su entorno y expresar su voluntad (art. 32); en tanto que la acción por
enriquecimiento sin causa es independiente de la voluntad y procede contra cualquier
incapaz. Por lo demás, en los hechos ilícitos la reparación es plena (art. 1740), en tanto
que la reparación en el enriquecimiento sin causa está rigurosamente limitada al
enriquecimiento (o al empobrecimiento, si éste es menor).
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b. Para otros, habría una gestión de negocios impropia o anormal; pero no hay tal, porque lo
característico de la gestión de negocio es la intención de administrar los negocios del
otro, intención que no existe en la mayor parte de los casos en el enriquecimiento sin
causa.
c. Todas estas teorías pagan tributo a la tendencia, tan acentuada en los juristas, a asimilar
las instituciones atípicas a otras ya conocidas. Tal asimilación sólo tendría sentido si se
tratara de aplicarles todo el régimen legal de ésta; pero desde que tienen un régimen
propio, toda pretendida identificación carece de sentido. El enriquecimiento sin causa es
el enriquecimiento y nada más que eso. Y para fundarlo basta y sobra con recurrir a la
equidad: resulta repugnante a la justicia conmutativa que alguien pueda enriquecerse a
costa de otro, sin motivo legítimo alguno, porque vulneraría el principio que exige dar a
cada uno lo suyo.
Durante la vigencia del Código de Vélez, se plantearon dos posturas frente a la denominada
declaración unilateral de voluntad y su carácter de fuente de responsabilidad. Por un lado, se sostuvo que
existían diferentes normas que avalaban esta idea, como, por ejemplo, el art. 1150 que impedía la
retractación de la oferta hecha cuando se hubiese renunciado a la facultad de retirarla. Por el otro, se
rechazaba la idea sobre la base de que normalmente, en los ejemplos que podían encontrarse, se
necesitaba una manifestación de voluntad del acreedor y no solo del deudor.
Ahora bien, más allá de las controversias que podía plantearse desde la óptica del derecho
positivo, si se examina la cuestión desde un ángulo filosófico, y, por tanto, más profundo, es necesario
admitir que la verdadera fuente de las obligaciones contractuales es la voluntad del hombre. Al asegurarse
la fuerza obligatoria de los contratos, no se hace sino reconocer el poder creativo de la voluntad humana.
No es lógico, pues, negarle iguales efectos a la voluntad unilateral.
El dictamen del jurado designado en los anuncios obliga a los interesados. A falta de designación,
se entiende que la adjudicación queda reservada al promitente.
El promitente no puede exigir la cesión de los derechos pecuniarios sobre la obra premiada si esa
transmisión no fue prevista en las bases del concurso.
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ARTICULO 9°.- Principio de buena fe. Los derechos deben ser ejercidos de buena fe.
ARTICULO 10.- Abuso del derecho. El ejercicio regular de un derecho propio o el cumplimiento
de una obligación legal no puede constituir como ilícito ningún acto.
La ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos. Se considera tal el que contraría los fines
del ordenamiento jurídico o el que excede los límites impuestos por la buena fe, la moral y las buenas
costumbres.
El juez debe ordenar lo necesario para evitar los efectos del ejercicio abusivo o de la situación
jurídica abusiva y, si correspondiere, procurar la reposición al estado de hecho anterior y fijar una
indemnización.
OBLIGACIONES EX LEGE
Todas las obligaciones tienen una causa fuente, pero hay algunas que no se originan en la
voluntad contractual de las partes, sino que nacen directamente de la autoridad de la ley que impone la
obligación partiendo de un presupuesto dado, sin necesidad de que su causa inmediata se encuentre en un
hecho humano. Son las llamadas obligaciones “ex lege”, entre las que cabe señalar la crianza y educación
de los hijos, la obligación alimentaria, etc.
RECONOCIMIENTO. Es una manifestación unilateral de voluntad por la cual una parte admite estar
obligada a cumplir a favor de otra determinada prestación. (art. 733)
Recompensar es dar una cosa o hacer un beneficio a una persona, como premio por un servicio, o
como reconocimiento por un mérito o una buena acción. Se trata de una prestación unilateral que debe
realizarse cuando se dan las circunstancias y parámetros tenidos en cuenta.
Ahora bien, si una persona, mediante anuncios públicos promete recompensar, queda obligado
por esa promesa desde el momento en que ella llega a conocimiento del público (art. 1803). Por lo tanto,
la promesa no es vinculante hasta tanto no llegue al conocimiento del público.
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La promesa citada aclara dos cuestiones. La primera, el objeto de la recompensa: cumplir con una
prestación pecuniaria prometida y otorgar una distinción. La segunda, el presupuesto o circunstancia que
se exigen para recibir la recompensa: ejecutar determinado acto, cumplir determinados requisitos o
encontrarse en cierta situación. Son ejemplos de tales circunstancias, respectivamente, encontrar un
animal, tener el mejor promedio universitario, atender un llamado telefónico en determinado momento.
La promesa de recompensa no constituye una oferta al público, pues no está dirigida a celebrar un
contrato. Se trata simplemente de una obligación que se asume unilateralmente desde que se la hace
pública, y que puede tener contenido patrimonial o no. Una distinción honorífica, por ejemplo, carece de
contenido patrimonial.
La promesa pública de recompensa puede ser hecha dando un plazo para que se cumpla el
presupuesto que permite recibirla. Ese plazo puede ser expreso o tácito. Es expreso cuando ha sido
claramente determinado (por ej., encontrar a mi perra boxer antes del 1º de diciembre de 2017) es tácito
cuando resulta de la naturaleza y circunstancias de la obligación (por ej., escribir una poesía dedicada a la
Reina de la Vendimia que deberá ser entregada tres días antes de que comience la fiesta respectiva).
Vencido el plazo otorgado, sin que nadie haya dado cumplimiento con el presupuesto exigido, se extingue
la promesa de recompensa.
¿qué pasa si la promesa fue formulada sin plazo expreso ni tácito? En este caso la promesa
caduca dentro del plazo de seis meses del último acto de publicidad, si nadie comunica al promitente el
acaecimiento del hecho o de la situación prevista (art. 1804). No está demás recordar que la caducidad
extingue el derecho no ejercido (art. 2566).
Cuando la promesa de recompensa carece de plazo, ella puede ser retractada en todo tiempo por
el promitente (art, 1805, 1ª parte). En cambio, si lo tuvo, sólo puede revocarse antes del vencimiento, con
justa causa (art. 1805 2ª parte). En otras palabras, en este último caso, la regla es que la promesa no puede
revocarse, a menos que exista una justa causa; y existirá justa causa cuando los hechos perdieron
relevancia, sea porque se obtuvo el fin buscado por otros medios, o en otro lugar que haga perder sentido
al mantenimiento de la promesa.
Tenga plazo la promesa de recompensa o carezca de él, la revocación surte efecto desde que es
hecha pública por un medio de publicidad idéntico o equivalente al utilizado para la promesa, y es
inoponible a quien ha efectuado el hecho o verificado la situación prevista antes del primer acto de
publicidad de la revocación (art. 1805, 3ª y 4ª parte).
Atribución de la recompensa.
Si una sola persona acredita el cumplimiento del hecho o los requisitos o la situación prevista en
la recompensa, es claro que ella sola será la acreedora de la promesa. El problema surge cuando son
varias las personas que demostrasen tales extremos.
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El art. 1806 establece que en tal caso la recompensa corresponde a quien primero lo ha
comunicado al promitente en forma fehaciente. Añade que, si la notificación es simultánea, el promitente
debe distribuir la recompensa en partes iguales, y si la prestación es indivisible, la debe atribuir por
sorteo.
La comunicación que debe hacer quien aspira a la recompensa debe ser realizada por medio
fehaciente (telegrama, carta documento, acta notarial, etc.). Por otra parte, si la comunicación es
simultánea, la recompensa debe distribuirse por partes iguales, la simultaneidad debe considerarse de
manera absoluta, en día y hora y si hay simultaneidad en la notificación y la prestación de la recompensa
es indivisible (por ejemplo, un pasaje aéreo a un determinado lugar) la atribución de ella debe ser hecha
por sorteo.
¿qué ocurre si varias personas contribuyen a un mismo resultado? La recompensa deberá ser
dada de la manera en que dichas personas han convenido y puesto en conocimiento del promitente por
medio fehaciente. Ahora, si no se notificara la existencia de un convenio unánime, el promitente debe
entregar lo prometido por partes iguales a todos. Y, si la promesa fuera indivisible, debe hacerse por
sorteo, sin perjuicio de las acciones que puedan deducirse entre las propias personas que contribuyen al
resultado perseguido, acciones que deberán resolverse, no por vía judicial, ni tampoco por el dictamen de
árbitros, sino a través de amigables componedores (art. 1806 párrs. 3º y 4º).
El sujeto activo es la persona a cuyo favor debe hacerse el pago o cumplirse la prestación. El
acreedor está investido del poder jurídico o facultad de reclamar.
El sujeto pasivo es la persona que debe pagar, es el sujeto que está gravado con la carga, con el
deber de cumplir la obligación en favor del otro sujeto con quien está obligado por el vínculo.
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Tanto el sujeto activo como el pasivo pueden ser singulares o plurales, es decir, pueden
enfrentarse un acreedor y un deudor, un acreedor y varios deudores, varios acreedores y varios deudores,
o varios acreedores y un deudor.
El carácter múltiple de la obligación normalmente se refiere a la pluralidad de sujetos, aunque
también pueden existir varias prestaciones, de tal modo, normalmente existirá pluralidad de sujetos
obligados a una única prestación, en cuyo caso se estará en presencia de un frente codeudor, que puede
estar obligado a satisfacer una obligación simplemente mancomunada (art. 825 CCyC), una prestación
solidaria (arts. 827 a 489 CCyC); una obligación concurrente (arts. 850 a 852 CCyC) o una prestación
indivisible (arts. 813 a 824 CCyC).
Pueden ser sujetos de las obligaciones las personas físicas y las personas jurídicas. De
acuerdo con el art. 23 del CCyC, “toda persona humana puede ejercer por sí mismas sus derechos,
excepto las limitaciones expresamente previstas en este Código y en una sentencia judicial”.
La regla respecto de la capacidad de las personas individuales o de existencia visible es en la
duda, a favor de la capacidad, o que es lo mismo, la capacidad se presume y la restricción se
expresa.
Los sujetos de derecho con aptitud para adquirir obligaciones, son las personas físicas y las
personas jurídicas.
Las personas jurídicas poseen capacidad de derecho para adquirir derechos o contraer obligaciones
conforme el art. 141 del CCyC, pero deben hacerlo por intermedio de los órganos establecidos en sus
estatutos, aún cuando no haya una norma específica del nuevo ordenamiento que así lo establezca.
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Una comunidad hereditaria también puede ser sujeto de una obligación. Porque en la práctica de
nuestros tribunales, ellas operan como sujetos obligacionales ya que rigiendo en nuestro derecho un
sistema de herencia recibida presuntamente bajo beneficio de inventario, las masas de bienes de la
herencia y el heredero no se confunden durante cierto tiempo, por lo que durante él la sucesión como es
una verdadera persona de derecho, adquiriendo derechos y contrayendo obligaciones.
También algunos inmobiliarios son sujetos obligacionales, ya que resultan definidos por las normas
aplicables a ellos como una entidad con personería jurídica que agrupe a los propietarios de las unidades
privativas, estableciendo el art. 2074 in fine del CCyC que las diversas partes, cosas y sectores comunes y
privativos, así como las facultades que sobre ellas se tienen, son interdependientes y conforman un todo
no escindible, y el art. 2075 del CCyC, indica que ellos conforman un derecho real de propiedad
horizontal especial.
El art. 931 del CCyC establece: “La obligación se extingue por confusión cuando las calidades de
acreedor y de deudor se reúnen en una misma persona y en un mismo patrimonio”.
Esta formulación es compatible con el nuevo art. 2317 del CCyC que establece “Responsabilidad
del heredero. El heredero queda obligado por las deudas y legados de la sucesión sólo hasta la
concurrencia del valor de los bienes hereditarios recibid0. En caso de pluralidad de herederos, éstos
responden con la masa hereditaria indivisa”.
Tal limitación de la responsabilidad queda sin efecto en la medida en que se configure alguna de las
situaciones previstas por el art. 2321 del CCyC, supuesto en que el heredero responde con sus propios
bienes por el pago de las deudas del causante y cargas de la herencia.
Pero en la medida en que esta responsabilidad sea limitada y no plena, no se produce la confusión
entre acreedor y deudor, ya que el heredero tendría dos patrimonios, el de la herencia recibida
limitadamente en cuanto a su responsabilidad y el suyo propio, lo que hace que durante ese tiempo no se
produzca la confusión.
Pero esta afirmación (la coincidencia de deudor y acreedor) requiere una aclaración: una misma
persona puede ser sujeto activo y pasivo de una obligación, pero sin unificar sus roles, esto es, actuando
en un caso por sí y en el otro en representación. -aunque hay que acarar también que normalmente no es
sano que se produzca esta situación. Cuando alguien reúne las dos calidades “vende por sí y compra en
nombre de otro” (típico ejemplo es el testaferro), cabe sospechar que o existe una situación oculta o es
una simulación. Y, además, en esos casos, el problema de los intereses contrapuestos hace que la
instrumentación deba ser impecable y no dejar duda alguna, pues en la duda se sacrifican los derechos
propios de quien opera también a nombre de otro.
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Como regla general se exige que los sujetos de la obligación estén determinados, sin embargo, la ley
admite excepcionalmente una indeterminación provisoria del sujeto activo, que debe cesar en el momento
del pago.
Constituyen casos de indeterminación del sujeto: los títulos al portador, los documentos a la orden,
las obligaciones ambulatorias o propter rem, las ofertas al público, las promesas de recompensa de
objetos perdidos, etc.
En este caso, no se sabe quién es el acreedor, pues recién quedará individualizado éste cuando se
presente a entregar el objeto perdido y a reclamar la recompensa. Mientras no se haya presentado alguien
a reclamarla, el sujeto activo de la obligación está indeterminado.
En el caso de los títulos al portador, desde el mismo instante en que el firmante suscribe y entrega el
documento, para él la persona del acreedor queda indeterminada, porque ese título está destinado a
circular de mano en mano. El deudor solamente podrá saber a ciencia cierta quién es el acreedor cuando
éste presente el documento al cobro, momento en el cual se produce la individualización del acreedor.
Otro supuesto es la venta por cuenta de quien corresponda, el caso típico de los martilleros. El
martillero tiene un galpón con coas muebles, y a la persona que compra no le importa el nombre de quién
vende. El martillero lo hace por cuenta de quien corresponda, aquel que le dio en consignación los bienes.
El sujeto dueño de la cosa está indeterminado.
El derecho civil admite cierta indeterminación de los sujetos en el nacimiento de la obligación, pero
al momento de la extinción de la misma, ellos deben estar perfectamente determinados, tal es el caso del
pagaré, al momento del pago el acreedor debe estar cabalmente determinado.
Respecto a la “oferta al público”. La oferta al público no vincula al ofertante ya que el Código Civil
no lo había receptado. Esta oferta no había sido legislada en nuestro país hasta la sanción de la ley 24.240
de protección del consumidor, la que en su art. 7 receptó la oferta indeterminada en los siguientes
términos:
“Oferta. La oferta dirigida a consumidores potenciales indeterminados, obliga a quien la emite
durante el tiempo en que se realice, debiendo contener la fecha precisa de comienzo y de
finalización, así como también sus modalidades, condiciones o limitaciones.
“La revocación de la oferta hecha pública es eficaz una vez que haya sido difundida por medios
similares a los empleados para hacerla conocer”.
Esta norma se integra ahora también con lo dispuesto por los arts. 1103 y cc. del CCyC.
ARTICULO 1103.- Efectos de la publicidad. Las precisiones formuladas en la publicidad o en anuncios, prospectos, circulares u
otros medios de difusión se tienen por incluidas en el contrato con el consumidor y obligan al oferente.
La calidad de acreedor y la de deudor pueden ser transmitidas, es decir, haber sucesión en ellas.
La transmisión o sucesión puede darse por actos entre vivos, o por acto de última voluntad o
mortis causa. Desde otro punto de vista puede ser a título particular, o a título universal.
En cuanto a qué puede ser transmitido, en lo que concierne a la obligación cabe la transmisión del
crédito, la transmisión de la deuda, e inclusive de la situación global que el transmitente ocupa en un
contrato. Por ej. En el caso de la cesión de un boleto de compraventa inmobiliaria.
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Pero en ciertas obligaciones no se admite la transmisión. Ello ocurre cuando el crédito sólo es
concebible si lo ejerce el propio titular; como en el supuesto del crédito que deriva del daño moral o
cuando existe una prohibición convencional.
Pluralidad de sujetos.
Normalmente las obligaciones se constituyen entre dos sujetos: acreedor y deudor; el deudor
tiene el deber de prestación y el acreedor la facultad de recibir esa prestación. Pese a que ello es lo más
corriente, la posición activa o pasiva en una obligación puede quedar constituida por una pluralidad de
sujetos, y así existir un frente codeudor y/o un frente coacreedor. En estos casos estamos en presencia
de obligaciones de sujeto múltiple.
Por ende, desde la óptica de los sujetos que intervienen en ellas, las obligaciones pueden
clasificarse en obligaciones individuales, simples, o de sujeto singular, y obligaciones múltiples,
complejas, compuestas o de sujeto plural.
Obligaciones imples o con sujeto singular, son aquellas donde hay un solo acreedor y un solo
deudor.
Obligaciones complejas o con sujeto plural, son aquellas en que la relación obligacional se
establece entre varios acreedores y varios deudores, o un acreedor singular y varios deudores o viceversa.
Cabe precisar que la pluralidad puede ser originaria o sobreviniente; originaria si ella está
presenta en la génesis de la obligación, y sobreviniente, si por la transmisión de una obligación, sea por
actos inter vivos o mortis causa, varias personas pasan a ocupar el lugar que antes encarnaba una sola, sea
el de acreedor o deudor.
2. Objeto. Prestación. Objeto de la obligación y del contrato. Conducta del deudor, obligaciones de
medios y de resultados. Requisitos de la prestación: Posibilidad. Licitud. Determinabilidad.
Patrimonialidad.
El segundo elemento de la obligación es el objeto o prestación de la obligación es la prestación
debida por el deudor, la que puede consistir en un dar, hacer o no hacer.
La prestación suele consistir en un hecho positivo cuando el deudor se obliga a dar o hacer algo, o
en un hecho negativo, cuando se obliga a una abstención, es decir, a no hacer algo.
Esto resulta claro en las obligaciones de hacer o de no hacer, pero en las de dar, las cosas son
jurídicamente más relevantes que la conducta, puesto que dicho comportamiento es un medio para lograr
el resultado. Lo fundamental no es el acto sino la cosa que se entrega.
Existen códigos que tratan las obligaciones juntamente con los contratos, como el Código de
Napoleón, los cuales confunden normalmente el objeto de la obligación con el objeto de los contratos.
El objeto de los contratos, en los Códigos como el francés, es la prestación de dar, hacer o no
hacer.
Pero para la doctrina francesa más prestigiosa, el contrato no tiene objeto, sino que tiene efectos y
esos efectos consisten en producir obligaciones.
Para otros autores, el objeto del contrato es la operación jurídica que las partes pretenden realizar.
Esta operación jurídica se distingue de las prestaciones prometidas que son el objeto de la obligación.
Hernández Gil dice que el objeto de las obligaciones está integrado pro dos factores: a) la
conducta, que es invariable, y b) las cosas concretas o bienes negociados, que son variables.
Para otros autores el objeto de las obligaciones no es la conducta, sino el bien debido, dejando de
lado la conducta, y tomando el bien o la utilidad que satisface un interés del sujeto activo de la relación,
que necesariamente debe ser material. La conducta, no es el objeto, es el bien, la utilidad, lo que satisface
un interés. La conducta no es el objeto, es el contenido.
El cumplimiento de la prestación no debe ser confundido con la satisfacción del interés del
acreedor, porque si fueran equiparables, todas las obligaciones serían de resultado.
Por ende, el deudor, probando que ha puesto en juego una diligencia media para un sujeto de su
categoría, se libera, alcance o no el resultado esperado por el acreedor, pero no comprometido el deudor,
quien se compromete a hacer lo razonablemente proporcionado para alcanzar u obtener el resultado, pero
no a obtenerlo necesariamente.
Es decir, que la prueba de la falta de culpa excusa la responsabilidad al deudor, tanto como la propia
obtención del resultado.
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Por ende, obtener el resultado comprometido por el acreedor es la única manera de cumplimiento
satisfactorio de la prestación, la que debe tenerse por no cumplida en caso contrario, aún con la mejor
diligencia empleada por el deudor.
Por ello, la constatación del incumplimiento en las obligaciones de resultado es tarea fácil:
existirá incumplimiento cuando el resultado no haya sido alcanzado.
Esta clasificación de las obligaciones, se encuentra expresamente presente en el artículo 774 del
CCyC.
Si el resultado de la actividad del deudor consiste en una cosa, para su entrega se aplican las reglas de
las obligaciones de dar cosas ciertas para constituir derechos reales.
Requisitos de la prestación
El nuevo CCyC no define la prestación, pero su art. 725 regla sus requisitos, estableciendo: “La
prestación que constituye el objeto de la obligación debe ser material y jurídicamente posible, lícita,
determinada o determinable, susceptible de valoración económica y debe corresponder a un interés
patrimonial o extrapatrimonial del acreedor”.
De ello se advierte que el objeto de las obligaciones debe cumplir los siguientes requisitos:
La posibilidad es la más esencial e insustituible de los requisitos de la prestación. Ello dado que el
requisito de posibilidad remite al origen de la construcción romana de la obligación, la que era entonces
un vínculo eminentemente físico.
Desde su inicio no podía desconectarse el concepto de neccesitas, por ello era impensable que se
configurara un caso de inviabilidad originaria de entregar la prestación, y dejaba de ser tal en caso de
imposibilidad sobrevenida de ello.
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Pero no sólo en Roma, sino que ello todavía ocurre en nuestros días, en los cuales aún rige el
principio impossibilium nulla obligatio est, aunque limitado en su alcance absoluto a la imposibilidad
inicial de la obligación.
Como los sujetos obligacionales no configuran negocios jurídicos aleatoriamente, sino buscando
satisfacer intereses concretos y materializar ciertos objetivos, sean ellos económicos, sociales o morales,
la relación entre las partes no existe como un fin en sí, sino que se constituye como un instrumento de
concreción de intereses.
Cuando desde el comienzo mismo del vínculo jurídico éste se muestra idóneo para canalizar los
intereses que busca satisfacer, en virtud de la imposibilidad de la prestación, no se está en presencia de
una relación obligacional, sino de una mera apariencia de ella.
La obligación debe ser vista como un proceso, de lo que deriva que toda obligación tiene un
comienzo y un final, que no están desconectados entre sí, pero que indudablemente están atados,
conectados por un sentido finalista, la satisfacción del interés del acreedor, de forma tal que la relación
obligacional se torne no un fin en sí misma, sino un medio de concretar un interés.
El principio impossibilium nulla obligatio estse desenvolvió como un principio general para la
imposibilidad inicial de la prestación, el requisito absoluto de la posibilidad debe, por ello, quedar
limitado al surgimiento de la obligación. Ergo, tal principio, “constituye una exigencia estructural
imprescindible de la obligación, como ocurriría con referencia a un concepto estricto de deber en el
sentido de que no puede deberse cumplir lo que no se puede cumplir. De esta suerte emergen claros los
límites…La imposibilidad sobrevenida libera al deudor sólo cuando se presenta por causa no imputada a
él, en tanto que cuando es debida a causa imputable al deudor, la obligación se mantiene.
El art. 725 del CCyC, establece que “la prestación…debe ser material y jurídicamente posible”. Este
artículo se corresponde con el art. 279 del CCyC que establece: “el objeto del acto jurídico no debe ser
un hecho imposible o prohibido por la ley, contrario a la moral, las buenas costumbres, al orden
público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad humana. Tampoco puede ser un bien que
por un motivo especial se haya prohibido que lo sea”.
Por lo tanto, un objeto imposible anula la obligación, como si ésta no tuviera objeto (art. 279 CCyC)
Pero la imposibilidad debe ser absoluta para todos los que están en igualdad de condiciones o
circunstancias y debe apreciarse desde la óptica del hombre medio.
Que la imposibilidad deba ser absoluta, implica que lo sea para todos y no solo para el deudor. Por
ejemplo, la imposibilidad de transferir una cosa que por ley ha sido puesta fuera del comercio. Si el hecho
sólo es imposible para el deudor (por ejemplo, si un individuo se hace pasar por sastre y se compromete a
confeccionar un traje a medida, careciendo de las aptitudes necesarias para hacer el trabajo) entonces la
imposibilidad no es absoluta.
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3. Imposibilidad física o material. El objeto es imposible, porque de acuerdo con los medios
existentes en ese momento y lugar de cumplimiento resulta inviable o impracticable
materialmente (ej. Tocar el cielo con las manos, levantar un edificio en un día o poner en un
contrato de sociedad que proyectarse colonizar Marte, resulta nulo, como si no tuviera objeto).
4. Imposibilidad jurídica. Materialmente sería posible, pero jurídicamente no lo es, porque existen
normas que lo prohíben (por ejemplo, hipotecar una cosa mueble, ceder una herencia futura,
dividir una cosa que se tiene en condominio, cuando la división fuere nociva por cualquier
motivo – art. 2001 del CCyC).
También son nulas como si no tuvieran objeto las convenciones o actos realizados respecto de bienes
que no están en el comercio.
“Están fuera del comercio los bienes cuya transmisión está expresamente prohibida:
a. Por la ley
A contrario sensu de esta norma, puede predicarse la existencia de un principio general de que están
en el comercio todas las cosas cuya enajenación no fuere expresamente prohibida por la ley o por los
actos jurídicos válidos.
Todo objeto contrario a la ley anula la obligación, como si no tuviese objeto según dice el Código.
El art. 279 del CCyC fulmina también de nulidad a un hecho o acto prohibido por la ley, contrario a
la moral, a las buenas costumbres, al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad
humana.
Por ejemplo, conforme a la cláusula moral del ordenamiento argentino, las sociedades que tuvieran
por objeto cometer hechos ilícitos no podrían ser autorizadas a funcionar, y si lo hubieran sido, debería, al
comprobarse tal extremo, retirárseles la personería. Por caso, una sociedad que se estableciera con el
objeto de ejercer el contrabando, emisión de facturas apócrifas o trata de personas, no podría ser
autorizada a funcionar (como por ejemplo, la sociedad mafiosa conocida como ZUI MIGDAL).
La Zwi Migdal fue una red de trata de personas que operó entre 1906 y 1937 con sede en la ciudad de
Buenos Aires. Estaba conformada por delincuentes judíos,1 en su mayoría de origen polaco, que se
especializaban en la prostitución forzada de mujeres judías, entre otras
Los rufianes reclutaban a niñas de 13 a 16 años de edad de las pequeñas aldeas o shtetl de Rusia y
Polonia para emigrar a América con falsas promesas de trabajar como empleadas domésticas de ricas
familias judías, e incluso con promesas de casamiento. Cansados de los pogromos y la miseria, los padres
accedían a que sus hijas se fueran con los forasteros
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Para contravenir esta exigencia, serían nulos por ejemplo: el contrato sobre herencia futura, la
obligación que versare sobre la comisión de un delito, etc.
Lo moral coincide muchas veces con lo ilícito, pero ello no siempre ocurre, incluso existen
valoraciones cambiantes en el seno de una sociedad o de sus autoridades.
En un fallo trascendente se dijo que es principio de orden natural que si bien todo lo moral debe ser
jurídico, todo lo jurídico debe ser moral. Divorciar el derecho positivo de la moral es atentar contra la
dignidad de aquél, abriendo cauces al leguleyismo y a la deshumanización formalista, olvidando la
advertencia del filósofo de que ninguna fuerza puede consolidarse como ordenamiento jurídico si no
entraña o apunta a un hito moral.
Hay que aclarar que el concepto de moral a tomarse en cuenta no es un concepto subjetivo, librado al
juicio discrecional de cada magistrado, sino un concepto objetivo o, al menos, establecido sobre pautas
concretas de lo que la sociedad desaprueba o admite en cada época, es menester aclarar que tampoco se
trata de un concepto pétreo, rígido, sino que este concepto de moralidad, cambia según las épocas,
debiendo adaptarse a la estimativa social del momento.
Los maestros FLOUR, AUBERT y SAVAUX, enseñaban que “En nuestras sociedades la moral
cristiana es el fundamento del derecho…la moral cristiana es siempre una tradición social…”. Es de
notar la influencia de la moral cristiana en el derecho de las obligaciones.
Nuestra Constitución Nacional, en su art. 2º, establece que “sostiene el culto católico apostólico
romano”, que evidentemente el CCyC no puede adoptar un concepto moral contrario a la religión del
Estado.
El art. 279 del CCyC y su anterior 953 del CC, constituye una “regla moral del ordenamiento”, se
trata de normas que con toda claridad constituyen un puente entre el derecho y la moral, impidiendo que
objetos gravosamente inmorales, contrarios a las buenas costumbres o ilícitos se conviertan en el objeto
de actos o negocios jurídicos válidos. La norma fulmina de ineficacia a los actos que se produzcan en
contravención a ella.
Faltarían a este requisito, por ejemplo, las pseudo obligaciones que versaren sobre la trata de
personas, sobre aportes o cesión de clientela profesional entre un profano y un profesional, sobre venta de
gestiones o influencias políticas, etc.
Cuando la prestación es contraria a la moral o a las buenas costumbres, al igual que cuando ella es
ilícita y se peticiona igualmente su cumplimiento, los tribunales suelen aplicar el principio de derecho
de que “nadie puede invocar su propia torpeza”.
Por otra parte, en tribunales rige una regla no siempre recordada, pero que debe hacerse cumplir a
rajatabla, quien esgrime en el Pretorio en su favor prerrogativas o derechos debe previamente justificar
que actúa con las manos limpias, es decir, desde una posición que haya cumplimentado la legalidad y la
buena fe, so pena de ser inaudibles sus pretensiones en caso contrario.
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Ello no significa que estrictamente la prestación esté determinada desde sus orígenes, pero sí, por lo
menos que sea determinable. Caso contrario, no sería posible obligar al deudor al pago de una cosa o un
hecho si no se puede precisar cuál es la cosa o el hecho debido.
Por efecto, una prestación absolutamente indeterminada no puede ser objeto de una obligación. Así,
por ejemplo, la obligación de entregar una cosa daría al deudor la posibilidad de librarse entregando
cualquier cosa.
La ley admite cierto grado de indeterminación inicial que debe cesar en el momento del
cumplimiento. Entre los casos de indeterminación permitidos por la ley tenemos: las obligaciones
facultativas, las obligaciones alternativas, las obligaciones de género, las obligaciones de dar
cantidades de cosas, etc.
En las obligaciones de género, las cosas no están designada desde su individualidad, sino de acuerdo
con las características del género o especie a que pertenecen, como por ejemplo, la obligación de entregar
al acreedor dos toros, sin determinar la edad, raza y alguna otra característica. Pero en esta clase de
obligaciones la prestación se determina posteriormente mediante la elección, ya se a cargo del deudor o
del acreedor (arts. 762 y 763 CCyC).
ARTICULO 762,- Individualización. La obligación de dar es de género si recae sobre cosas determinadas sólo por su
especie y cantidad.
Las cosas debidas en una obligación de género deben ser individualizadas. La elección corresponde al deudor, excepto que
lo contrario resulte de la convención de las partes. La elección debe recaer sobre cosa de calidad media, y puede ser hecha
mediante manifestación de voluntad expresa o tácita.
ARTICULO 763.- Período anterior a la individualización. Antes de la individualización de la cosa debida, el caso fortuito
no libera al deudor. Después de hecha la elección, se aplican las reglas sobre la obligación de dar cosas ciertas.
Finalmente, en una obligación alternativa, si una persona está obligada a dar una cosa y otra, o hacer una
cosa y otra, el objeto recién se determina cuando se ejerce la opción (art. 780 CCyC).
ARTICULO 780.- Elección. Sujetos. Efectos. Excepto estipulación en contrario, la facultad de elegir corresponde al deudor. La
opción que corresponde a varias personas requiere unanimidad. Si la parte a quien corresponde la elección no se pronuncia
oportunamente, la facultad de opción pasa a la otra. Si esa facultad se ha deferido a un tercero y éste no opta en el plazo fijado,
corresponde al deudor designar el objeto del pago.
En las obligaciones periódicas, la elección realizada una vez no implica renuncia a la facultad de optar en lo sucesivo.
La elección es irrevocable desde que se la comunica a la otra parte o desde que el deudor ejecuta alguna de las prestaciones,
aunque sea parcialmente.
Una vez realizada, la prestación escogida se considera única desde su origen, y se aplican las reglas de las obligaciones de dar, de
hacer o de no hacer, según corresponda.
El Código de Vélez no decía nada determinante al respecto. Hay tres fuentes distintas.
4. Antes de la reforma del art. 522, los intereses debían ser de apreciación pecuniaria.
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5. En las obligaciones nacidas de hechos ilícitos, a la par de intereses patrimoniales hay un agravio
moral (por ejemplo, en un accidente de tránsito, la incertidumbre, de saber si el lesionado va a
volver a caminar, los días de internación, los tratamientos dolorosos, el sufrimiento, deben ser
resarcidos económicamente – arts. 1078 y 1079 CC).
6. Derechos reales. Conforme a los arts. 2844 y 3000 del CC, el objeto del usufructo o de las
servidumbres, pueden ser cosas de mero placer o recreo (por ejemplo, preservar la vista de una
casa, evitando que mañana se levante enfrente un edificio de diez pisos – servidumbre de vista
que tiene un correlato económico).
La prestación en sí debe ser siempre susceptible de valoración pecuniaria, al menos en cuanto a los
efectos de su cumplimiento, porque de lo contrario no sería posible la ejecución del patrimonio del
deudor. El único procedimiento que se tiene para proteger y sancionar los intereses no pecuniarios
consiste en valuarlos o tasarlos en dinero.
Pensábamos antes de la reforma que, al disponer la indemnización del daño moral tanto en materia de
incumplimiento contractual como de delitos, el CC incluye dentro del ámbito de las obligaciones aún a
intereses no apreciables en dinero.
El nuevo CCyC, establece expresamente en el art. 725 in fine que el interés del acreedor que se
corresponde con la prestación puede ser patrimonial o extrapatrimonial, lo que despeja cualquier duda.
ARTICULO 725.- Requisitos. La prestación que constituye el objeto de la obligación debe ser material y jurídicamente posible,
lícita, determinada o determinable, susceptible de valoración económica y debe corresponder a un interés patrimonial o
extrapatrimonial del acreedor.
3. Causa. Acepciones. Diferencias entre causa fuente, causa fin y causa-motivo. Principio del art
726. Arts. 727, 281, 282 y CCCN.
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El vocablo FUENTE es empleado, en el sentido corriente, para indicar la naciente o manantial del
que brota una corriente de agua, y en sentido jurídico significa el manantial de donde brota el derecho.
Puede decirse entonces, que constituyen fuentes de las obligaciones los actos jurídicos que dan
origen a los vínculos obligacionales, de conformidad con las normas jurídicas, o mejor, los hechos
jurídicos que condicionan el surgimiento de las obligaciones.
“Causa. No hay obligación sin causa, es decir, sin que derive de algún hecho idóneo para
producirla, de conformidad con el ordenamiento jurídico”.
En dicho artículo se encuentran incluidas todas las fuentes, dada la amplitud del concepto, que
deja librado al criterio del intérprete el concepto de “hecho idóneo para producir la obligación”,
separándose esta norma de su fuente, el art. 499 CC, el que enumeraba una serie de fuentes.
Toda obligación supone un antecedente que le da origen, es decir, que le sirve de fuente. En esto,
las obligaciones no hacen sino cumplir la regla de la causalidad, que gobierna todos los fenómenos de la
naturaleza.
La obligación que pretenda hacerse recaer sobre un deudor requiere como elemento esencial la
existencia de una causa o fuente, es decir, el hecho o relación jurídica que la ha originado.
ARTICULO 281.- Causa. La causa es el fin inmediato autorizado por el ordenamiento jurídico
que ha sido determinante de la voluntad. También integran la causa los motivos exteriorizados cuando
sean lícitos y hayan sido incorporados al acto en forma expresa, o tácitamente si son esenciales para
ambas partes.
Este artículo, unifica los arts. 500 y 501 del Código de Vélez,
El caso de la obligación inválida o putativa. El art. 796 del CC se ocupa de la obligación putativa, esto
es, la creada por error. Dicha norma prevé que si tanto el acreedor como el deudor incurrieron en error al
constituir la obligación, tal relación carece de virtualidad: el acreedor “queda obligado a restituirle al
deudor el respectivo instrumento de crédito, y a darle liberación por otro instrumento de la misma
naturaleza”.
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Lo relevante para la invalidez de la obligación es la falta de intención del deudor, sea el error espontáneo
o provocado por dolo-engaño(art. 931 CC); y en igual situación quedan los actos generadores fallados en
la libertad o en la capacidad (arts. 900. 936 y sigs. 1040 CC). Siendo inválido el acto jurídico, cae con
él la obligación que hizo nacer, porque esta carece entonces, de fuente.
EL CONTRATO.
ARTICULO 957.- Definición. Contrato es el acto jurídico mediante el cual dos o más partes
manifiestan su consentimiento para crear, regular, modificar, transferir o extinguir relaciones jurídicas
patrimoniales.
ARTICULO 958.- Libertad de contratación. Las partes son libres para celebrar un contrato y
determinar su contenido, dentro de los límites impuestos por la ley, el orden público, la moral y las
buenas costumbres.
ARTICULO 959.- Efecto vinculante. Todo contrato válidamente celebrado es obligatorio para
las partes. Su contenido sólo puede ser modificado o extinguido por acuerdo de partes o en los supuestos
en que la ley lo prevé.
ARTICULO 960.- Facultades de los jueces. Los jueces no tienen facultades para modificar las
estipulaciones de los contratos, excepto que sea a pedido de una de las partes cuando lo autoriza la ley, o
de oficio cuando se afecta, de modo manifiesto, el orden público.
ARTICULO 961.- Buena fe. Los contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena
fe. Obligan no sólo a lo que está formalmente expresado, sino a todas las consecuencias que puedan
considerarse comprendidas en ellos, con los alcances en que razonablemente se habría obligado un
contratante cuidadoso y previsor.
ARTICULO 962.- Carácter de las normas legales. Las normas legales relativas a los contratos
son supletorias de la voluntad de las partes, a menos que de su modo de expresión, de su contenido, o de
su contexto, resulte su carácter indisponible.
ARTICULO 966.- Contratos unilaterales y bilaterales. Los contratos son unilaterales cuando una
de las partes se obliga hacia la otra sin que ésta quede obligada. Son bilaterales cuando las partes se
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obligan recíprocamente la una hacia la otra. Las normas de los contratos bilaterales se aplican
supletoriamente a los contratos plurilaterales.
ARTICULO 967.- Contratos a título oneroso y a título gratuito. Los contratos son a título
oneroso cuando las ventajas que procuran a una de las partes les son concedidas por una prestación que
ella ha hecho o se obliga a hacer a la otra. Son a título gratuito cuando aseguran a uno o a otro de los
contratantes alguna ventaja, independiente de toda prestación a su cargo.
ARTICULO 968.- Contratos conmutativos y aleatorios. Los contratos a título oneroso son
conmutativos cuando las ventajas para todos los contratantes son ciertas. Son aleatorios, cuando las
ventajas o las pérdidas, para uno de ellos o para todos, dependen de un acontecimiento incierto.
ARTICULO 969.- Contratos formales. Los contratos para los cuales la ley exige una forma para
su validez, son nulos si la solemnidad no ha sido satisfecha. Cuando la forma requerida para los contratos,
lo es sólo para que éstos produzcan sus efectos propios, sin sanción de nulidad, no quedan concluidos
como tales mientras no se ha otorgado el instrumento previsto, pero valen como contratos en los que las
partes se obligaron a cumplir con la expresada formalidad. Cuando la ley o las partes no imponen una
forma determinada, ésta debe constituir sólo un medio de prueba de la celebración del contrato.
d) las disposiciones correspondientes a los contratos nominados afines que son compatibles y se
adecuan a su finalidad.
LA RESPONSABILIDAD CIVI.
En el CC se definía al delito como el hecho ilícito ejecutado a sabiendas y con intención de dañar
la persona o los derechos de otro (art. 1072). Esta figura supone un acto voluntario de parte del agente, es
decir, realizado con discernimiento, intención y libertad, y una conducta dolosa que resulta preciso
corroborar, de tal modo de hacerse responsable al sujeto por este tipo particular de ilícito y por sus
consecuencias.
En el CCyC, aparecen algunas referencias a esta fuente, por ejemplo, el art. 1724, referido a los
factores subjetivos de atribución de responsabilidad, cuando expresa “El dolo se configura por la
producción de un daño de manera intencional o con manifiesta indiferencia por los intereses
ajenos”. Asimismo, cuando el art. 1749 se refiere a los responsables directos de un daño, por acción u
omisión, evidentemente en forma implícita, remite a conductas dolosas o culposas. Además, con relación
a la acusación calumniosa, se establece que sólo se responde por daños causados, si se hubiere obrado con
dolo o culpa grave.
El ilícito culposo.
Esta fuente de las obligaciones, ante denominada “cuasidelito”, se refiere a actos voluntarios
ilícitos, realizados sin intención de dañar, pero que ocasionan un perjuicio a otro en su persona o bienes,
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por haberse actuado con negligencia, impericia o imprudencia. Se trata de una figura que se caracteriza
por dos cualidades igualmente negativas: no se quiere dañar, pero tampoco se actúa con el cuidado
que las circunstancias exigen.
El CC se ocupó de este instituto, en un título denominado “De las obligaciones que nacen de los
hechos ilícitos que no son delitos”, cuyo art. 1109 expresaba: “todo el que ejecuta un hecho, que por
su culpa o negligencia ocasiona un daño a otro, está obligado a la reparación del perjuicio. Esta
obligación es regida por las mismas disposiciones relativas a los delitos del derecho civil”. En cambio
el nuevo legislador ha seguido las corrientes doctrinarias actuales, considerando innecesario regular esta
categoría híbrida.
La ley. La doctrina ha discutido si debía considerarse a la ley como una fuente autónoma de las
obligaciones. Algunos autores sostuvieron que la ley no crea por sí sola obligación alguna, sino que son
los hechos humanos o naturales los presupuestos indispensables del nacimiento de cada obligación.
En cambio, otros juristas señalaron que, en definitiva, la ley es fuente mediata de todas las
obligaciones. Por último, hubo quienes interpretaron que la ley era una fuente residual, es decir,
comprensiva de las situaciones o relaciones jurídicas no incluidas en otras fuentes descriptas.
Se ha dicho que son obligaciones de fuente legal las derivadas del derecho de familia (como por
ej. La obligación de pagar alimentos entre ciertos parientes); las provenientes de las relaciones de
vecindad (por ej. Aquellas derivadas de las restricción y límites al dominio) y la de abonar tributos, entre
otras.
LA GESTIÓN DE NEGOCIOS
Antecedentes. En la Roma clásica, ya se había observado que ciertas obligaciones legales tenían una
estrecha analogía con otras de fuente contractual. Por tal motivo a su respecto se decía que eran “como
derivadas de contrato”. Sin embargo, no se las legó a conocer como categoría hasta las Institutas de
Justiniano, las cuales admitían cuatro fuentes, contratos, cuasicontratos; delitos y cuasidelitos. En los
cuasicontratos aparecían la gestión de negocios, el empleo útil y el pago de lo indebido.
La diferencia de fuente no constituye un obstáculo para que existan, en cuanto a los efectos,
ciertas similitudes. Los llamados cuasicontratos son en verdad obligaciones nacidas de la ley o bien de un
acto de voluntad unilateral.
Concepto.
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ARTICULO 1781.- Definición. Hay gestión de negocios cuando una persona asume
oficiosamente la gestión de un negocio ajeno por un motivo razonable, sin intención de hacer una
liberalidad y sin estar autorizada ni obligada, convencional o legalmente.
¿en qué medida merece ser protegida por la ley esta figura?. Esta intervención se encuentra
inspirada por un propósito noble que es impedir un daño al dueño del negocio o de los bienes.
Dado que la gestión de negocios es una actuación unilateral del gestor, que la asume por iniciativa
propia, éste se encuentra en cierta inferioridad de derechos respecto a un mandatario, pero le confiere más
derechos que los que surgirían del simple enriquecimiento sin causa.
Tanto en la gestión de un negocio ajeno como en el caso del mandato, se actúa en beneficio de un
interés ajeno, el del dueño de la cosa, en el primer caso este último no ha dado ninguna orden para ello, y
lo contrario ocurre en el segundo supuesto, en donde existe un acto jurídico ya sea expreso o tácito.
La existencia o no de orden por parte del dueño resulta de suma importancia, por lo cual las
consecuencias legales no son idénticas. Pero, en cualquiera de los dos quien gestiona realiza actos o
gestiones por cuenta de un tercero y por ello está obligado a poner en su tarea la misma diligencia.
La similitud de ambos institutos, salvo en cuanto a la gestación, es muy grande, a punto tal que
las normas del mandato se aplican supletoriamente a la gestión de negocios (art. 1790). Además, si el
dueño del negocio ratifica la gestión, aunque el gestor crea hacer un negocio propio, se producen los
efectos del mandato, entre partes y respecto de terceros, desde el día en que aquella comenzó..
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b) ambas partes lo han concluido por un motivo ilícito o inmoral común. Si sólo una de ellas ha obrado por un motivo ilícito o
inmoral, no tiene derecho a invocar el contrato frente a la otra, pero ésta puede reclamar lo que ha dado, sin obligación de cumplir lo que ha
ofrecido.
ARTICULO 1783.- Conclusión de la gestión. La gestión concluye:
a) cuando el dueño le prohíbe al gestor continuar actuando. El gestor, sin embargo, puede continuarla, bajo su responsabilidad, en la
medida en que lo haga por un interés propio;
b) cuando el negocio concluye
ARTICULO 1785.- Gestión conducida útilmente. Si la gestión es conducida útilmente, el dueño del negocio está obligado frente al
gestor, aunque la ventaja que debía resultar no se haya producido, o haya cesado:
a) a reembolsarle el valor de los gastos necesarios y útiles, con los intereses legales desde el día en que fueron hechos;
b) a liberarlo de las obligaciones personales que haya contraído a causa de la gestión;
c) a repararle los daños que, por causas ajenas a su responsabilidad, haya sufrido en el ejercicio de la gestión;
d) a remunerarlo, si la gestión corresponde al ejercicio de su actividad profesional, o si es equitativo en las circunstancias del caso.
EMPLEO ÚTIL
Concepto. Ubicado entre la gestión de negocios y el enriquecimiento sin causa, el empleo útil existe
cuando alguien, sin ser mandatario ni gestor de negocio, hiciese gastos en utilidad de otra persona (art.
1791).
A diferencia de la gestión, no interesa la intención con que se haya realizado el gasto, aunque se
lo hiciera creyendo que se trata de un negocio u obligación propia, hay acción por empleo útil. El
indicado instituto, por lo menos en nuestro derecho positivo, se refiere solamente a gastos de dinero, y no
a servicios prestados, a diferencia de la gestión de negocios que con frecuencia consiste precisamente en
un servicio.
Mientras que el enriquecimiento sin causa supone un beneficio subsistente, la acción de empleo
útil puede intentarse aún cuando la utilidad llegase a cesar (art. 1791). Salvo que la cesación de la utilidad
ocurriere por culpa del propio autor del gasto, en cuyo caso mal podría pretender su reintegro.
Gastos funerarios. Esta institución tiene su aplicación más frecuente e importante en materia de gastos
funerarios. Dispone el art. 1792 que entran en el concepto de empleo útil los gastos funerarios que tienen
relación razonable con las circunstancias de la persona y los usos del lugar.
Por consiguiente, es necesario considerar la fortuna del causante, su posición social, su actuación
pública. Si se trata de un menor de edad, habrá que tener en cuenta la fortuna y posición social de su
familia.
Quien ha realizado los gastos funerarios, debe dirigir su acción de reintegro contra los herederos
del difunto (art. 1793, inc. b), es claro que ellos tendrán esta deuda en proporción a sus respectivas
porciones hereditarias, haya dejado o no bienes el causante.
Gastos en beneficio de la cosa de otro. Según el art. 1793, incs. a) y c), el acreedor tiene derecho a
demandar el reembolso: a) a quien recibe la utilidad y b) al tercero adquirente a título gratuito del bien
que recibe la utilidad, pero sólo hasta el valor de ella al tiempo de la adquisición.
Se trata de una mera aplicación del principio general de empleo útil. Sólo cabe agregar que el que
realizó el gasto perdería su acción si la utilidad cesó por su culpa.
El inc. c) establece que si la transmisión fuese a título gratuito, podrá demanadr el reembolso de
los gastos del que tiene el bien, pero sólo hasta su valor al tiempo de la adquisición, influyendo al
respecto las posteriores mejoras naturales o artificiales que recibiese la cosa. Esto implica que si los
bienes mejorados se encuentran en poder de un tercero, a quien se hubiera transmitido su dominio por
título oneroso, el dueño del dinero empleado no tendrá acción contra el adquirente de esos bienes. La ley
distingue así, con toda lógica, entre la adquisición por título oneroso y por título gratuito.
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En el último caso, no hay acción contra el subadquirente, porque se supone que si la cosa se
benefició con el gasto, el subadquirente habrá pagado ese mayor valor al comprarla (supuesto de
seguridad jurídica dinámica). En la primera hipótesis, en cambio, es equitativo que el que recibe una
liberalidad, pague el empleo útil que lo beneficia (supuesto de seguridad jurídica estática). Pero su
responsabilidad no puede ir más allá del valor que la cosa tenía en el momento de la transferencia del
dominio.
ARTICULO 1791.- Caracterización. Quien, sin ser gestor de negocios ni mandatario, realiza un gasto, en interés total o
parcialmente ajeno, tiene derecho a que le sea reembolsado su valor, en cuanto haya resultado de utilidad, aunque después ésta
llegue a cesar.
ARTICULO 1792.- Gastos funerarios. Están comprendidos en el artículo 1791 los gastos funerarios que tienen relación
razonable con las circunstancias de la persona y los usos del lugar.
c) al tercero adquirente a título gratuito del bien que recibe la utilidad, pero sólo hasta el valor de ella al tiempo de la
adquisición.
Los desplazamientos patrimoniales, el traspaso de bienes de una persona a otra, debe tener una
justificación jurídica, una razón de ser, una causa. Resulta contrario a la equidad que una persona pueda
enriquecerse a costa del empobrecimiento de otra, sin motivo legítimo. Cuando ello ocurre, la ley confiere
al empobrecido una acción de resarcimiento de su detrimento patrimonial llamada de enriquecimiento
sin causa o “O IN REM VERSO”, en defensa de su patrimonio que ha sufrido un desmedro injusto.
Pero una cosa es que el beneficio carezca de cusa, lo que da lugar a esta acción de
enriquecimiento sin causa, y otra totalmente diferente, que se trate de un supuesto de negocio abstracto.
El negocio abstracto no carece de causa, lo que ocurre simplemente es que esta última está presumida,
simulada o relegada a un segundo plano, lo que impide su planteo como defensa. Así, por ejemplo, en los
actos abstractos (como es el caso del pagaré) no es posible discutir la causa (a menos que la ley
expresamente lo autorice, art. 283) cuando se pretende su cobro, lo que no obsta a su posterior planteo
una vez hecho el pago.
d. Para algunos el fundamento del enriquecimiento sin causa es el hecho ilícito en que
incurriría el enriquecido, al pretender quedarse con un bien a costa de otro, y sin un
motivo legítimo que justifique su traspaso. La idea no se sostiene porque para cometer un
hecho ilícito es necesario tener discernimiento y, por consiguiente, no tienen capacidad
para cometerlo los menores, ni las que al momento de realizarlo estén privados de la
razón (art. 261), ni las personas que se encuentren absolutamente imposibilitadas de
interaccionar con su entorno y expresar su voluntad (art. 32); en tanto que la acción por
enriquecimiento sin causa es independiente de la voluntad y procede contra cualquier
incapaz. Por lo demás, en los hechos ilícitos la reparación es plena (art. 1740), en tanto
que la reparación en el enriquecimiento sin causa está rigurosamente limitada al
enriquecimiento (o al empobrecimiento, si éste es menor).
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e. Para otros, habría una gestión de negocios impropia o anormal; pero no hay tal, porque lo
característico de la gestión de negocio es la intención de administrar los negocios del
otro, intención que no existe en la mayor parte de los casos en el enriquecimiento sin
causa.
f. Todas estas teorías pagan tributo a la tendencia, tan acentuada en los juristas, a asimilar
las instituciones atípicas a otras ya conocidas. Tal asimilación sólo tendría sentido si se
tratara de aplicarles todo el régimen legal de ésta; pero desde que tienen un régimen
propio, toda pretendida identificación carece de sentido. El enriquecimiento sin causa es
el enriquecimiento y nada más que eso. Y para fundarlo basta y sobra con recurrir a la
equidad: resulta repugnante a la justicia conmutativa que alguien pueda enriquecerse a
costa de otro, sin motivo legítimo alguno, porque vulneraría el principio que exige dar a
cada uno lo suyo.
Durante la vigencia del Código de Vélez, se plantearon dos posturas frente a la denominada
declaración unilateral de voluntad y su carácter de fuente de responsabilidad. Por un lado, se sostuvo que
existían diferentes normas que avalaban esta idea, como, por ejemplo, el art. 1150 que impedía la
retractación de la oferta hecha cuando se hubiese renunciado a la facultad de retirarla. Por el otro, se
rechazaba la idea sobre la base de que normalmente, en los ejemplos que podían encontrarse, se
necesitaba una manifestación de voluntad del acreedor y no solo del deudor.
Ahora bien, más allá de las controversias que podía plantearse desde la óptica del derecho
positivo, si se examina la cuestión desde un ángulo filosófico, y, por tanto, más profundo, es necesario
admitir que la verdadera fuente de las obligaciones contractuales es la voluntad del hombre. Al asegurarse
la fuerza obligatoria de los contratos, no se hace sino reconocer el poder creativo de la voluntad humana.
No es lógico, pues, negarle iguales efectos a la voluntad unilateral.
El dictamen del jurado designado en los anuncios obliga a los interesados. A falta de designación,
se entiende que la adjudicación queda reservada al promitente.
El promitente no puede exigir la cesión de los derechos pecuniarios sobre la obra premiada si esa
transmisión no fue prevista en las bases del concurso.
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ARTICULO 9°.- Principio de buena fe. Los derechos deben ser ejercidos de buena fe.
ARTICULO 10.- Abuso del derecho. El ejercicio regular de un derecho propio o el cumplimiento
de una obligación legal no puede constituir como ilícito ningún acto.
La ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos. Se considera tal el que contraría los fines
del ordenamiento jurídico o el que excede los límites impuestos por la buena fe, la moral y las buenas
costumbres.
El juez debe ordenar lo necesario para evitar los efectos del ejercicio abusivo o de la situación
jurídica abusiva y, si correspondiere, procurar la reposición al estado de hecho anterior y fijar una
indemnización.
OBLIGACIONES EX LEGE
Todas las obligaciones tienen una causa fuente, pero hay algunas que no se originan en la
voluntad contractual de las partes, sino que nacen directamente de la autoridad de la ley que impone la
obligación partiendo de un presupuesto dado, sin necesidad de que su causa inmediata se encuentre en un
hecho humano. Son las llamadas obligaciones “ex lege”, entre las que cabe señalar la crianza y educación
de los hijos, la obligación alimentaria, etc.
RECONOCIMIENTO. Es una manifestación unilateral de voluntad por la cual una parte admite estar
obligada a cumplir a favor de otra determinada prestación. (art. 733)
Recompensar es dar una cosa o hacer un beneficio a una persona, como premio por un servicio, o
como reconocimiento por un mérito o una buena acción. Se trata de una prestación unilateral que debe
realizarse cuando se dan las circunstancias y parámetros tenidos en cuenta.
Ahora bien, si una persona, mediante anuncios públicos promete recompensar, queda obligado
por esa promesa desde el momento en que ella llega a conocimiento del público (art. 1803). Por lo tanto,
la promesa no es vinculante hasta tanto no llegue al conocimiento del público.
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La promesa citada aclara dos cuestiones. La primera, el objeto de la recompensa: cumplir con una
prestación pecuniaria prometida y otorgar una distinción. La segunda, el presupuesto o circunstancia que
se exigen para recibir la recompensa: ejecutar determinado acto, cumplir determinados requisitos o
encontrarse en cierta situación. Son ejemplos de tales circunstancias, respectivamente, encontrar un
animal, tener el mejor promedio universitario, atender un llamado telefónico en determinado momento.
La promesa de recompensa no constituye una oferta al público, pues no está dirigida a celebrar un
contrato. Se trata simplemente de una obligación que se asume unilateralmente desde que se la hace
pública, y que puede tener contenido patrimonial o no. Una distinción honorífica, por ejemplo, carece de
contenido patrimonial.
La promesa pública de recompensa puede ser hecha dando un plazo para que se cumpla el
presupuesto que permite recibirla. Ese plazo puede ser expreso o tácito. Es expreso cuando ha sido
claramente determinado (por ej., encontrar a mi perra boxer antes del 1º de diciembre de 2017) es tácito
cuando resulta de la naturaleza y circunstancias de la obligación (por ej., escribir una poesía dedicada a la
Reina de la Vendimia que deberá ser entregada tres días antes de que comience la fiesta respectiva).
Vencido el plazo otorgado, sin que nadie haya dado cumplimiento con el presupuesto exigido, se extingue
la promesa de recompensa.
¿qué pasa si la promesa fue formulada sin plazo expreso ni tácito? En este caso la promesa
caduca dentro del plazo de seis meses del último acto de publicidad, si nadie comunica al promitente el
acaecimiento del hecho o de la situación prevista (art. 1804). No está demás recordar que la caducidad
extingue el derecho no ejercido (art. 2566).
Cuando la promesa de recompensa carece de plazo, ella puede ser retractada en todo tiempo por
el promitente (art, 1805, 1ª parte). En cambio, si lo tuvo, sólo puede revocarse antes del vencimiento, con
justa causa (art. 1805 2ª parte). En otras palabras, en este último caso, la regla es que la promesa no puede
revocarse, a menos que exista una justa causa; y existirá justa causa cuando los hechos perdieron
relevancia, sea porque se obtuvo el fin buscado por otros medios, o en otro lugar que haga perder sentido
al mantenimiento de la promesa.
Tenga plazo la promesa de recompensa o carezca de él, la revocación surte efecto desde que es
hecha pública por un medio de publicidad idéntico o equivalente al utilizado para la promesa, y es
inoponible a quien ha efectuado el hecho o verificado la situación prevista antes del primer acto de
publicidad de la revocación (art. 1805, 3ª y 4ª parte).
Atribución de la recompensa.
Si una sola persona acredita el cumplimiento del hecho o los requisitos o la situación prevista en
la recompensa, es claro que ella sola será la acreedora de la promesa. El problema surge cuando son
varias las personas que demostrasen tales extremos.
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El art. 1806 establece que en tal caso la recompensa corresponde a quien primero lo ha
comunicado al promitente en forma fehaciente. Añade que, si la notificación es simultánea, el promitente
debe distribuir la recompensa en partes iguales, y si la prestación es indivisible, la debe atribuir por
sorteo.
La comunicación que debe hacer quien aspira a la recompensa debe ser realizada por medio
fehaciente (telegrama, carta documento, acta notarial, etc.). Por otra parte, si la comunicación es
simultánea, la recompensa debe distribuirse por partes iguales, la simultaneidad debe considerarse de
manera absoluta, en día y hora y si hay simultaneidad en la notificación y la prestación de la recompensa
es indivisible (por ejemplo, un pasaje aéreo a un determinado lugar) la atribución de ella debe ser hecha
por sorteo.
¿qué ocurre si varias personas contribuyen a un mismo resultado? La recompensa deberá ser
dada de la manera en que dichas personas han convenido y puesto en conocimiento del promitente por
medio fehaciente. Ahora, si no se notificara la existencia de un convenio unánime, el promitente debe
entregar lo prometido por partes iguales a todos. Y, si la promesa fuera indivisible, debe hacerse por
sorteo, sin perjuicio de las acciones que puedan deducirse entre las propias personas que contribuyen al
resultado perseguido, acciones que deberán resolverse, no por vía judicial, ni tampoco por el dictamen de
árbitros, sino a través de amigables componedores (art. 1806 párrs. 3º y 4º).
Los artículos 867 a 874 del CCyC establecen los cuatros requisitos para un pago cancelatorio. El objeto
del pago debe reunir los requisitos de identidad, integridad, puntualidad y localización.
Es decir que para gozar de efecto cancelatorio, el pago debe ser exacto. Y para ello, un pago debe cumplir
cuatro requisitos: debe ser idéntico al objeto debido; debe ser íntegro y no parcial; debe ser puntual, es
decir respetar el tiempo acordado para realizarlo y debe efectuarse en el lugar designado para
efectivizarlo. Un pago que cumpla estos cuatro requisitos tiene efectos cancelatorios plenos.
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Artículo 868 CCyC. “identidad. El acreedor no está obligado a recibir y el deudor no tiene derecho a
cumplir una prestación distinta a la debida, cualquiera sea su valor”.
Identidad del pago. El deudor debe pagar entregando la cosa prometida o realizando el hecho objeto de
la obligación. Cuando la cosa se determina individualmente, no existe problema, pero cuando se designa
en forma genérica, fijando simplemente su cantidad y la especie a que pertenezca, el derecho tiene que
resolver esta cuestión en una forma de equidad, considerado que debe entregarse una cosa de mediana
calidad.
Para que se dé la identidad del pago, tiene que coincidir lo que se da en pago con el objeto de la
obligación.
Lo común en la obligación, para que sea cancelatorio, es que ese pago sea idéntico a la obligación 8art.
868 del CCyC. por ende, el acreedor no está obligado a recibir y el deudor no tiene derecho a cumplir una
prestación distinta a la debida, cualquiera sea su valor, incluso si es superior al de la cosa debida.
Distinto es si se pacta la entrega de una cosa de calidad determinada, supuesto en el que no se satisface la
obligación con otra cosa de distinta calidad. Por ej. Una vaca y un caballo de salto.
Excepciones.
a) Obligaciones de dinero (moneda nacional y extranjera).
Se discute el principio de identidad en la cancelación de deuda con pago distinto de la moneda corriente.
No se puede pagar con moneda de otro tipo o no difundida en el medio (por ej. Dólares canadienses, en
vez de pesos) porque no es conocida y puede ser oneroso el cambio. Este pago no sería válido porque
incumple el principio de identidad. Si debo moneda nacional, pago con moneda nacional.
El problema se presenta cuando, en vez de dinero, el deudor quisiera entregar una orden de pago o título
de crédito. Hay dos tipos e pagos:
1. DATIO PRO SOLUTO. Es el pago en efectivo, que extingue la obligación. Es el pago al
contado, con efecto cancelatorio pleno de la obligación. Por ej. Pago en dinero exacto de lo que
se debe pagar en efectivo.
2. DATIO PRO SOLVENDO. Es un pago apelando a la insolvencia, que no implica cancelación
inmediata de la obligación porque lleva implícita la cláusula “salvo bien cobro”.
ARTICULO 786.- Concepto. La obligación facultativa tiene una prestación principal y otra accesoria. El
acreedor solo puede exigir la principal, pero el deudor puede liberarse cumpliendo la accesoria. El deudor
dispone hasta el momento del pago para ejercitar la facultad de optar.
Seudo Excepciones.
c) El deudor no cumple con el principio pero la obligación se extingue igual
d) Dación en pago
e) Pago con cheque
f) Pago con otros títulos valores o de crédito.
Cuando se reciben documentos de crédito en pago de una obligación, la intención de las partes es
subordinar la extinción de ésta a la condición de que aquellos sean pagados; jurídicamente, la fuerza
cancelatoria de estos documentos no es equiparable a la del dinero. Por caso, el cheque es una orden que
el librador da al banco girado para que le pague al legítimo tenedor del instrumento; pero, el pago se
considerará solamente efectuado una vez que el tenedor haya percibido en dinero el importe indicado en
el título.
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Como regla, el acreedor no está obligado a recibir pagos parciales, ello salvo dos casos: La existencia de
disposición legal o convencional en contrario, o excepto que la obligación fuera en parte líquida y en
parte ilíquida, situación en que el deudor puede pagar la parte líquida.
En virtud de este principio, el pago debe ser “completo”, es decir, abarcar toda la cuenta del objeto
debido. Ni el deudor puede desobligarse por partes ni el acreedor puede preferir unilateralmente la
recepción de una parte de la deuda, postergando el cobro del resto para un momento ulterior.
Tal exigencia de integridad no autoriza a abonar por partes una prestación fraccionable por su naturaleza,
salvo que el acreedor esté de acuerdo con ello. Claro que tampoco el acreedor puede abusar de su
derecho.
Pese a que el pago debe ser íntegro o completo, esta regla no es absoluta y reconoce excepciones dentro
de la misma ley, algunas expresamente reguladas, y otras nacidas jurisprudencialmente de una
interpretación sistemática y razonable del ordenamiento.
En ese caso, se resolvió morigerar el rigor del principio de integridad del pago cuando la parte faltante
para completar la prestación total del capital e intereses puede ser calificada de insignificante en
comparación con el total de la obligación.
Legal.
1) beneficio de la competencia. (art. 892 y 893 CCyC). Es el que se concede a deudores para
no pagar más de lo que está dentro de sus posibilidades. El legislador, a veces, otorga algunas
amnistías a ciertas deudas dando aumento en el plazo no previsto en plazos originales. Éste
puede ser general. Por ej. La ley de emergencia locativa, que se dictó en la época del
presidente Alfonsín, que bajaba el porcentaje de incremento de las locaciones y restringía el
desalojo).
2) Obligaciones a mejor fortuna (arts. 889 a 891 CCyC). Nunca pueden ser generales, se
conceden a una persona teniendo en cuenta las circunstancias. No es que se la autorice a no
pagar, sino que lo hará recién cuando las circunstancias mejoren. Es una obligación futura e
incierta (no imposible).
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Seudo excepciones.
- Compensación (el deudor queda afectado por el saldo no compensado)
- Insuficiencia de bienes del deudor 8se embarga y cobra sólo la porción permitida por la ley
- Aceptación de herencia con beneficio de inventario.
- Procesos concursales (se paga en la medida del acuerdo).
ARTICULO 878.- Propiedad de la cosa. El cumplimiento de una obligación de dar cosas ciertas para
constituir derechos reales requiere que el deudor sea propietario de la cosa. El pago mediante una cosa
que no pertenece al deudor se rige por las normas relativas a la compraventa de cosa ajena.
ARTICULO 877.- Pago de créditos embargados o prendados. El crédito debe encontrarse expedito. El
pago de un crédito embargado o prendado es inoponible al acreedor prendario o embargante.
ARTICULO 876.- Pago en fraude a los acreedores. El pago debe hacerse sin fraude a los acreedores. En
este supuesto, se aplica la normativa de la acción revocatoria y, en su caso, la de la ley concursal.
Puntualidad
Es el último de los requisitos que hacen a la exactitud del cumplimiento y habilitan el efecto
cancelatorio del pago.
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Distintos casos.
La determinación del tiempo del pago varía según los distintos supuestos que pueden presentar
las obligaciones, pudiendo distinguirse los siguientes conforme al art. 871 CCyC:
b) si hay un plazo determinado, cierto o incierto, el día de su vencimiento; ej. Cierto. Fecha
cierta o 30 días, incierto sujeto a un hecho que no se sabe cuándo ocurrirá)
Lugar del pago. El principio de que el pago debe cumplirse en el lugar designado y no en otro cualquiera
se denomina Principio de localización.
Entre todos los requisitos, este es al que menos atención se le presta.
En general es un requisito no esencial, pero la localización de la obligación es, en ciertos casos, una
determinación que porta importantes consecuencias de la vida, desarrollo y fenecimiento del vínculo
obligacional.
La obligación no solo constriñe al deudor a pagar, sino a hacerlo en determinado lugar y no en otro. Esto
no es casual, porque elegir un lugar u otro para recibir el pago, seguramente, fue una decisión pensada en
el momento de constituir la obligación, debiendo pensarse razonablemente que las partes tendrían algún
motivo especial que justificare la elección del lugar.
El lugar de cumplimiento de la obligación, es normalmente definido como una consecuencia de ella. Sin
embargo, no es cualquier circunstancia, ya que constituye una pauta importante para dar solución a
diversos problemas prácticos.
1. La determinación del régimen jurídico aplicable. Según el lugar de cumplimiento puede entrar
en juego uno u otro derecho, si la cuestión es captada por el derecho internacional privado y
resulta de aplicación el estándar de la lex loci solutionis (ley del lugar del cumplimiento de la
prestación).
2. La determinación de la jurisdicción en que deba resolverse alguna disputa que surgiera con
relación al cumplimiento defectuoso de la obligación. El lugar de cumplimiento de la obligación
puede operar como factor de determinación de la competencia del juez que se sometan las
disputas entre los sujetos obligacionales.
3. La determinación del lugar de ejecución, al señalar el lugar en que deben cumplirse las
prestaciones y quién carga con los costos y los riesgos de la entrega de la cosa o el cumplimiento
de la prestación.
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En principio, solamente la prestación cumplida en el lugar determinado pro las partes al efecto constituye
el cumplimento exacto de la prestación y libera plenamente al deudor.
En caso de pretender el deudor cumplirla en otro lugar distinta del señalado para el cumplimiento, el
acreedor puede rehusarse a recibirla, si ello le causa prejuicio y, en tal caso, el deudor no podrá pretender
haber quedado liberado con un cumplimiento fuera del lugar designado.
Claro que el acreedor deberá para ello alegar un perjuicio derivado del cambio, pues si le es
intrascendente el ismo, configura un exceso y hasta un abuso una alegación tal y, es sabido que, en ésta
como en cualquier otra cuestión, el abuso del derecho se encuentra vedado por el ordenamiento vigente
(art. 10 CCyC).
Reglas generales.
Los arts. 874 y 875 del CCyC establecen las siguientes reglas generales:
a) El lugar del pago puede ser establecido por acuerdo de las partes.
b) Esta designación no requiere del empleo de formalismos especiales ni de la utilización de formas
sacramentales.
c) Será expresa (normalmente así se pacta) tal determinación, cuando las partes fijen un domicilio
con toda precisión para el cumplimiento de la prestación y será tácita cuando el lugar de
cumplimiento surja inequívocamente de la convención o de alguna circunstancia de la obligación.
Por ejemplo, como ocurre respecto de la obligación de realizar una construcción o de parquizar
una quinta de fin de semana, que debe ser cumplida necesariamente en el lugar donde está
ubicado el inmueble.
d) Si las partes no han fijado un lugar de pago, éste es el domicilio del deudor al tiempo del
nacimiento de la obligación.
e) Si el deudor se muda posteriormente, el acreedor tiene derecho a exigir el pago en el domicilio
actual o en el anterior, igual opción corresponde al deudor, cuando el lugar de pago sea el
domicilio del acreedor.
f) El domicilio del deudor no es el lugar del cumplimiento de la obligación en las siguientes
obligaci0nes:
- De dar cosa cierta, en dicho caso, el lugar de pago es donde la cosa se encuentra habitualmente.
- De obligaciones bilaterales de cumplimiento simultáneo, en este supuesto el lugar de pago es
donde debe cumplirse la prestación principal.
g) Frente al silencio de las partes, la ley presume que ellas han elegido como lugar de pago, el lugar
donde la cosa cierta existía al tiempo del nacimiento de la obligación.
Obligaciones a mejor fortuna (arts. 889 a 891 CCyC). Nunca pueden ser generales, se conceden a una
persona teniendo en cuenta las circunstancias. No es que se la autorice a no pagar, sino que lo hará recién
cuando las circunstancias mejoren. Es una obligación futura e incierta (no imposible).
- Es una obligación a plazo indeterminado, intuito personae (el beneficio no se transmite a los
herederos, la deuda sí). La mejora de la situación del deudor no constituye una condición para el
pago, pues se estaría supeditando la existencia de la misma y no su cumplimiento.
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- No es una obligación de plazo incierto ni tácito, porque están fijadas las circunstancias que
habrán de fijar el plazo (la situación económica del deudor) pero no está determinado
temporalmente.
- No se presume
- El plazo indeterminado lo fija un juez. Debe tenerse en cuenta la situación económica del deudor.
El juez tiene posibilidades de establecer cuotas para facilitar el cumplimiento (excepción al
principio de integridad del pago).
- La transmisión de la deuda a los herederos sigue el principio general (como pura y simple). Es
uno de los casos de intransmisibilidad de derechos.
ARTICULO 889.- Principio. Las partes pueden acordar que el deudor pague cuando pueda, o mejore de fortuna; en este
supuesto, se aplican las reglas de las obligaciones a plazo indeterminado.
ARTICULO 891.- Muerte del deudor. Se presume que la cláusula de pago a mejor fortuna se establece en beneficio exclusivo del
deudor; la deuda se transmite a los herederos como obligación pura y simple.
ARTICULO 878.- Propiedad de la cosa. El cumplimiento de una obligación de dar cosas ciertas para
constituir derechos reales requiere que el deudor sea propietario de la cosa. El pago mediante una cosa
que no pertenece al deudor se rige por las normas relativas a la compraventa de cosa ajena.
ARTICULO 877.- Pago de créditos embargados o prendados. El crédito debe encontrarse expedito. El
pago de un crédito embargado o prendado es inoponible al acreedor prendario o embargante.
ARTICULO 876.- Pago en fraude a los acreedores. El pago debe hacerse sin fraude a los acreedores. En
este supuesto, se aplica la normativa de la acción revocatoria y, en su caso, la de la ley concursal.
B) Causa de pago.
1. Concepto. Carencia de causa. Efectos.
La palabra causa ha sido utilizado en esta materia en tres sentidos: causa-fuente, cuasa-fin y causa-
motivo.
El vocablo fuente es empleado en sentido corriente para indicar la naciente o manantial del que brota una
corriente de agua. En el término del derecho tiene el significado de causa u origen de los institutos, de
donde brota el derecho.
Es un hecho o acto jurídico del que brota el vínculo obligacional. Fuente de la obligación lo constituye el
acto o hecho que le de origen, teniendo en vista las reglas de derecho. Puede decirse de este modo, que
constituyen fuentes de las obligaciones los actos jurídicos que dan origen a vínculos obligacionales,
de conformidad con las normas jurídicas, o mejor, a los hechos jurídicos que condicionan el
surgimiento de las obligaciones.
El CCyC establece en su art. 726 Causa. No hay obligaciones sin causa, es decir sin que derive de
algún hecho idóneo para producirla de conformidad con el ordenamiento jurídico.
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En este artículo se encuentran incluidas todas las fuentes, dada la amplitud del concepto, que deja librado
al criterio del intérprete el concepto de “hecho idóneo para producir la obligación” separándose esta
norma de su fuente que es el art. 499 del código de Vélez que enumeraba una serie de fuentes.
Entonces, puede definirse la cusa-fuente como un hecho al que el ordenamiento jurídico le asigna la
virtualidad de establecer un vínculo jurídico válido que une a acreedor y deudor.
El pago indebido.
El llamado pago sin causa o pago de lo indebido o es propiamente un pago, sino que solamente
un hecho material de desplazamiento de bienes que, por no corresponder a un título que lo justifique,
puede ser corregido o rectificado por el ordenamiento jurídico; de ahí que carezca de efectos
cancelatorios.
Bien se ha dicho que el pago sin causa no es propiamente un pago porque no corresponde a una
obligación preexistente, la cual, a su vez, requiere para existir un hecho generador que le dé nacimiento la
causa o título. Con base en ello, la doctrina ha manifestado que la propia terminología “pago de lo
indebido” es incorrecta.
Un maestro mexicano ha expresado “es incorrecta la expresión `pago de lo indebido` que usa
la ley, porque `pago` debe entenderse en sentido técnico jurídico, el cumplimiento efectivo de la
obligación, no puede pagarse sino precisamente aquello que se debe, y no es posible pagar lo que no
se adeuda. Se ha empleado ese término, sin embargo, porque se trata de una expresión plástica,
objetiva, que denota que se está realizando una conducta que equivaldría a un pago en el supuesto
de que algo se debiera. De cualquier forma, estimo incorrecto el término y su empleo debe
desterrarse y usar en cambio la expresión `entrega de lo indebido`, pues la palabra entrega, siendo
también plástica y objetiva y sin tener un contenido exacto en lo jurídico, si denota en lo gramatical
la conducta que observó el que se empobreció. Entregó por error algo que no debía, y de ahí
provino su empobrecimiento, y con tal expresión se suprime el inconveniente de usar términos
contradictorios.
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TAMBAYO Y LOMBANA, dan como ejemplo al caso del heredero que paga una deuda que pesó sobre
su causante pero que éste había pagado, según se comprueba con posterioridad al pago. O el caso del
heredero que paga la deuda del causante, pero a persona distinta del acreedor. O aún el caso del
coheredero que paga la totalidad de la deuda hereditaria, por creer que está obligado a hacerlo. Como
legalmente no está obligado a pagar sino una parte de esa deuda, en proporción con su cuota hereditaria,
lo pagado en exceso es un pago de lo no debido. Lo mismo ocurriría si un deudor conjunto, creyéndose
solidario, paga la totalidad de la deuda. De la misma manera que quien paga una, quien paga una
obligación que tiene origen en un contrato nulo, está pagando lo no debido.
En todos estos casos, el solvens ha pagado una deuda que no existía realmente, que era una apariencia de
tal. Ello ocurre, en algunos de los supuestos enumerados porque el solvens no era deudor ni el accipiens
acreedor, como en el caso de la obligación nula; otras veces, porque pese a ser el solvens deudor, el
accipiens no era acreedor suyo (heredero verdadero acreedor), y, finalmente, porque a pesar de ser
accipiens acreedor del pago, el solvens no era deudor (heredero que paga toda la deuda hereditaria, no era
deudor del exceso).
D) Efectos: liberación del deudor, su irrevocabilidad. Efectos secundarios. Efectos principales del
pago. Efectos secundarios o accidentales.
Efectos principales del pago. El efecto más importante del pago es la cancelación del débito, lo que
significa, la liberación del deudor. Así lo menciona el artículo 880 del CCyC in fine.
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Los efectos necesarios o principales del pago son la extinción de la obligación, la cancelación
del crédito y la correlativa liberación del deudor. (arts. 880 y 352 del CCyC).
ARTICULO 352.- Pago anticipado. El obligado que cumple o restituye antes del plazo no puede repetir lo pagado.
ARTICULO 880.- Efectos del pago por el deudor. El pago realizado por el deudor que satisface el interés del acreedor, extingue
el crédito y lo libera.
Efectos accidentales o secundarios del pago. Han sido omitidos por el art. 880
- El pago como acto confirmatorio de una obligación. Confirmar un acto es ratificarlo, hacerlo
propio o hacer desaparecer de él los vicios de que adolecía. El efecto confirmatorio opera sobre
los pagos que adolecían de una nulidad relativa (las obligaciones pasibles de una nulidad absoluta
no pueden ser confirmadas según el art. 393 del CCyC). Los incapaces no pueden confirmar una
obligación ni directamente ni mediante un pago (art. 393 1er. Párr.). El deudor, para poder
confirmar un pago, debe dejar de ser incapaz.
El pago confirmatorio debe ser un pago no forzado y hecho por una persona capaz. El pago debe
ser voluntario para ser confirmatorio. Llambías dice que debe existir animus. Basta con un acto
voluntario de pago para que se produzca el efecto confirmatorio.
El pago opera como un acto de confirmación en forma tácita; ello, porque de otro modo,
estaríamos frente a un reconocimiento expreso de la obligación por declaración de voluntad y no
por pago.
La confirmación tácita por pago encaja en el art. 394, 2do. Párr. del CCyC. “La confirmación
tácita resulta del cumplimiento total o parcial del acto nulo realizado con conocimiento de
la causa de nulidad o de otro acto del que se deriva la voluntad inequívoca de sanear el vicio
del acto”.
- El pago como acto consolidatorio. Hay contratos que permanecen en un estado de latencia,
porque han sido firmados pero no tienen principio de ejecución. En uno de estos vínculos
convencionales, quien paga le da principio de ejecución al contrato. La entrega de arras o señas es
la entrega de una parte de la obligación en garantía del pago de la misma. El que la entrega acepta
que la puede perder, si desistiera del negocio. Y el que la recibe debe devolver el doble de lo
percibido, en caso de dejar sin efecto la obligación. (esta es la función de la seña, establecer
una sanción en caso de no cumplir con la obligación o de desistir del acuerdo). En el caso de
las arras confirmatorias, quien paga las arras está consolidando el contrato por medio del pago.
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Los actos de las partes posteriores a la firma del contrato o a la constitución de la obligación,
constituyen la forma más eficaz y auténtica de interpretar ola prestación comprometida y la
extensión del vínculo que las liga.
ARTICULO 879.- Legitimación activa. El deudor tiene el derecho de pagar. Si hay varios deudores, el derecho de pagar de cada
uno de ellos se rige por las disposiciones correspondientes a la categoría de su obligación.
No obstante, también puede pagar un tercero conforme al art. 881 del CCyC.
ARTICULO 881.- Ejecución de la prestación por un tercero. La prestación también puede ser
ejecutada por un tercero, excepto que se hayan tenido en cuenta las condiciones especiales del deudor, o
hubiere oposición conjunta del acreedor y del deudor. Tercero interesado es la persona a quien el
incumplimiento del deudor puede causar un menoscabo patrimonial, y puede pagar contra la oposición
individual o conjunta del acreedor y del deudor.
Lo cual implica:
1. Una persona de modo voluntario paga una deuda ajena
2. El tercero es ajeno al nacimiento de la obligación pero puede pagar siempre que su conducta se
adecue al objeto de la obligación; el acreedor en ese caso debe recibir el pago.
3. Como regla, son irrelevantes para el derecho los motivos que impulsan al tercero a asumir una
obligación ajena; ello, salvo el caso de inmoralidad manifiesta o evidente.
4. La legitimación del tercero para pagar, como regla, es independiente de la voluntad del deudor y
del acreedor y sólo excepcionalmente la voluntad de éstos en conjunto podría oponerse al pago.
5. Puede pagar un tercero interesado o no interesado: la diferencia estriba en que las facultades del
tercero interesado son más amplias que las del no interesado (art. 881 CCyC).
6. En principio, como regla, la obligación puede ser cumplida por tercero no interesado, salvo que el
acreedor tenga interés en que la prestación intuito sea cumplida personalmente por el deudor (por
ej. En las obligaciones personae, en las cuales la persona del deudor es insustituible) o que deudor
y acreedor en conjunto se nieguen a aceptarle el pago.
El fundamento del pago por tercero sea válido, se encuentra en que, al tener por finalidad la prestación
la satisfacción de un interés del acreedor, a este no debe importarle, en principio, quién la realice, con tal
de que aquel quede satisfecho.
El art. 883 inc. d) posibilita este pago y presenta como excepción “excepto sospecha fundada de
no pertenecerlo el documento o de no estar autorizado para el cobro”.
Pago efectuado a un acreedor aparente. Inc. 3) Este acreedor es quien goza pacífica y
públicamente de la calidad de acreedor, aunque no lo es en realidad. Se comporta como acreedor, adopta
comportamiento respecto de los créditos como si fuera titular, pero no es tal. Para que este pago se válido
el deudor debe pagar de buena fe, es decir, convencido que estaba pagando al verdadero acreedor, sin
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culpa y demostrar que la apariencia de acreedor era pública o notoria. Debe ser un error excusable (por ej.
El heredero aparente).
Derechos del acreedor. Puede reclamar el pago al tercero indicado por él para recibirlo (art. 883
inc. c) y al tercero por pago indebido.
El tema de la carga de la prueba del pago está regido por el artículo 894 del CCyC, que establece:
- La carga de la prueba incumbe:
a) En las obligaciones de dar y de hacer, sobre quien invoca el pago.
b) En las obligaciones de no hacer, sobre el acreedor que invoca el incumplimiento.
En cuanto a los medios de prueba, el artículo 895 del CCyC establece: “Medios de prueba. El pago
puede ser probado por cualquier medio excepto que de la estipulación o de la ley resulte previsto el
empleo de un determinado, o revestido de ciertas formalidades”.
La regla general es que el pago puede probarse por cualquier medio, rigiendo la libertad de prueba como
principio; por excepción , se requerirá de un medio de prueba determinado o de ciertas formalidades
cuando de la ley o de la estipulación contractual así surgiera exigido.
No son muchos los casos en que la normativa exige una prueba formal del pago, pero en los contados
casos en que ocurre esto, la exigencia apunta a dos finalidades:
- La protección de una parte débil evitando que se le haga firmar una constancia que acredite el
pago, sin haberlo recibido verdaderamente.
- En cuestiones fiscales o de moralidad, destinadas a evitar o dificultar el lavado de dinero o
manejos ilegales de dinero no declarado.
El recibo es el medio de prueba por excelencia, pero a falta de éste, se admiten otros medios de prueba, y
quien alega haber pagado sin acompañar el recibo pertinente soporta una innegable presunción hominis
adversa. Pesa sobre el deudor obtener esos medios y solucionar su falta de diligencia para obtener el
recibo.
RECIBO
El recibo es la constancia escrita emanada del acreedor en instrumento público o privado de haber
recibido el pago de la obligación que le era debida.
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El recibo ha sido caracterizado doctrinariamente como el medio típico y específico de prueba del
cumplimiento.
El art. 896 del CCyC, define al recibo como “un instrumento público o privado en el que el
acreedor reconoce haber recibido la prestación debida”.
Normalmente, el instrumento que acredita el pago emanará del acreedor y tendrá expresa
referencia al título o títulos constitutivos de la obligación que permitirán establecer la cancelación total o
parcial de ese crédito, sin que sean necesarias otras investigaciones.
El recibo es un acto formal, no solemne. El principio que rige la obligación de extender recibo es el
informalismo.
Una excepción a este principio de informalismo se establece en el artículo 1017 del CCyC que establece:
“Escritura pública. Deben ser otorgados por escritura pública: …C) todos los actos que sean
accesorios de otros contratos otorgados en escritura pública”.
Es decir, que si la obligación se otorgó mediante escritura pública, el pago que se relaciona con ella debe
documentarse también en escritura pública, ya que rige el principio de equivalencia o paralelismo de las
formas: si la obligación se constituyó por escritura pública, se extingue por un pago documentado con
igual formalidad.
El efecto “RECIBO POR SALDO” es el de acreditar la cancelación de toda la obligación, porque tal
expresión significa gramatical y jurídicamente que la persona que la emite se da por satisfecha de su
crédito y nada más tiene que exigir del deudor por la relación de negocio que hubiesen mantenido.
El recibo no es la única prueba del cumplimiento. En ocasiones existen otras pruebas que lo suplantan,
por ejemplo, si el pago es para cancelar una obligación documentada en un pagaré, rompiendo el pagaré o
arrancándole la firma se atesta el cumplimiento como si se expidiera recibo, puesto que al destruir el
título ejecutivo se cancela la obligación documentada en él.
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En caso de que el acreedor se rehusara a entregar al deudor que paga, se configura un supuesto de mora
accipiendi, pues fundadamente el deudor puede negarse a pagar si no se le da recibo, ya que mañana el
acreedor podría exigirle un nuevo pago, negando haber recibido el anterior no documentado.
El acreedor tiene que colaborar para recibir el pago y entregar recibo para documentarlo, lo que es una
obligación fundamental. Caso contrario se deja abierta la posibilidad del deudor para consignar ante el
juez y dejar constancia del pago
Inclusión de reservas. El deudor puede incluir reservas de sus derechos en el recibo, y el acreedor debe
aceptarlas. (por ej. Alguna disconformidad, diferencia con saldos pendientes, etc.)
Tales reservas no perjudican ni implican presunción alguna contra el acreedor que extiende el recibo.
Presunciones
- Si se otorga recibo por saldo, se presume que han quedado canceladas las deudas
correspondientes a la obligación (por ej. Pago saldo cuenta corriente Nº…; saldo compra de tal
mercadería).
- Si se extiende recibo por un determinado período, se presumen cancelados los anteriores, sean
pagos parciales o prestaciones sucesivas. (pago correspondiente a mayo, deudas pagaderas por
número de cuotas).
- Si se extiende recibo por pago obligación principal, sin reserva, se presume que los accesorios
quedan extinguidos.
- Si se debe daño moratorio y se recibe prestación sin reserva al respecto, éste se considera
extinguido.
Fuerza probatoria
- Valor probatorio del recibo: Tiene plena validez probatoria entre las partes, salvo que contenga
enmiendas no salvadas, tachaduras, recibo firmado en blanco, etc.
- Validez frente a terceros: tiene fuerza como prueba cancelatoria pero no respecto de la fecha. El
recibo no contiene fecha cierta, a menos en los supuestos de la ley. (por ej. Escritura pública).
- Otros medios de prueba. tenencia de pagarés, constancias bancarias, medios electrónicos,
pericias contables, etc.
ARTICULO 899.- Presunciones relativas al pago. Se presume, excepto prueba en contrario que:
a) si se otorga un recibo por saldo, quedan canceladas todas las deudas correspondientes a la obligación
por la cual fue otorgado;
b) si se recibe el pago correspondiente a uno de los periodos, están cancelados los anteriores, sea que se
deba una prestación única de ejecución diferida cuyo cumplimiento se realiza mediante pagos parciales, o
que se trate de prestaciones sucesivas que nacen por el transcurso del tiempo;
c) si se extiende recibo por el pago de la prestación principal, sin los accesorios del crédito, y no se hace
reserva, éstos quedan extinguidos;
d) si se debe daño moratorio, y al recibir el pago el acreedor no hace reserva a su respecto, la deuda por
ese daño está extinguida.
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Imputar es establecer una relación entre el pago que se efectúa y la obligación que se salda. Es elegir o
determinar la deuda que se cancela, cuando el monto pagado no alcanza a satisfacer todas las que el
solvens tiene con el accipiens.
Imputar es optar. Optar por extinguir una determinada deuda, de varias que se tienen con el
mismo acreedor. Si hay una sola deuda, no hay opción y por ende, no hay imputación.
Pizarro y Vallespinos definen la imputación como “el conjunto de reglas y principios que dan
solución a los problemas que se suscitan entre acreedor y deudor cuando existen varias obligaciones
de la misma naturaleza pendientes de cumplimiento y tiene lugar un pago que no alcanza a
satisfacerlas a todas”.
Por su parte, el CCyC define a la imputación en el art. 900, en iguales términos que el Código de Vélez en
su art. 773:
“Si las obligaciones para con un solo acreedor tienen por objeto prestaciones de la misma
naturaleza, el deudor tiene la facultad de declarar, al tiempo de hacer el pago, por cuál de ellas
debe entenderse lo que hace”.
Requisitos.
1. Que existan dos o más obligaciones que liguen al mismo deudor con el mismo acreedor
2. Que el deudor y acreedor ocupen la misma posición o calidad en todas las obligaciones (lo
que transforma la imputación en la situación inversa de la compensación).
3. Que las prestaciones sean de la misma naturaleza (si se entrega dinero, el pago se debe
imputar a las obligaciones de dar sumas de dinero y no a las obligaciones de dar cosas inciertas
fungibles, como maíz, soja, etc.)
4. Que las deudas sean líquidas y exigibles.
5. Que el pago efectuado por el deudor no alcance a satisfacer todas las deudas, porque de
otro modo resultaría innecesaria la imputación.
Imputación por el deudor. En principio la ley confiere al deudor el derecho de elegir la deuda que
va a satisfacer.
La fórmula legal es indudable sobre que la primacía del derecho de imputar el pago la tiene el deudor.
“el deudor tiene la facultad de declarar, al tiempo de hacer el pago, por cuál de ellas debe
entenderse lo que hace”.
Este derecho del deudor de imputar su pago no es enteramente libre, sino que está sujeto a
limitaciones:
a. El deudor no puede elegir una deuda ilíquida, habiendo otras líquidas (art. 900 2º parte y 869
in fine).
b. El deudor no puede optar por una deuda de plazo no vencido existiendo otras vencidas (art.
900 2º parte).
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La exigencia del consentimiento del acreedor es una consecuencia de la vigencia del principio de
“integridad” del pago conforme el art. 869 del CCyC: el acreedor no puede ser obligado a recibir pagos
parciales, requiriéndose su aprobación al efecto.
Imputación por el acreedor. El acreedor adquiere esta facultad recién cuando el deudor no ha imputado
el pago efectuado, declinando expresa o implícitamente el derecho que para hacerlo le concedía el
derecho.
El derecho del acreedor es sobreviniente, mientras que el del deudor es original o preferente. El
derecho del acreedor de imputar el pago surge del art. 901 del CCyC, que establece:
Ahora bien, esta facultad tampoco es libre, sino que está sujeta a las siguientes pautas:
El CCyC ha eliminado el vicio específico del pago que contenía el Código de Vélez en su art. 775
in fine: el vicio de sorpresa.
El art. 775 del CC, era la única norma que tenía en cuenta la “sorpresa” y la había convertido en
un vicio específico del acto jurídico pago, que se complementaba con los otros vicios de los actos
jurídicos
En algunos fallos se resolvió que “la sorpresa”, se refiere a un aprovechamiento del acreedor que
toma desprevenido al deudor y concreta una imputación de pago en perjuicio de éste.
Imputación legal. Cuando no existe imputación hecha por las partes (ni por el deudor ni por el acreedor),
la hace supletoriamente la ley misma. Al respecto, el art. 902 establece:
Esta regla es complementada con el art. 903 del CCyC que indica que “si el pago se hace a cuenta de
capital e intereses y no se precisa su orden, se imputa en primer término a intereses a no ser que el
acreedor dé recibo por cuenta de capital”.
En segundo término, si las deudas fuesen de igual naturaleza, se imputará a todas a prorrata. Este
prorrateo de todas las deudas implica que el Código Civil deja de lado aquí el principio de la prelación
temporal.
Momento de la imputación.
El CCyC establece expresamente el momento en que debe hacerse la imputación en dos normas
sucesivas: los arts. 900 y 901.
En el art. 900 explica que el deudor tiene la facultad de imputar “al tiempo de hacer el pago”,
mientras que el art. 901, dice que el acreedor se encuentra facultado a hacer imputación en el
momento de recibir el pago.
1. DEUDOR
2. ACREEDOR
3. LEGAL
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Para ser posible el cumplimiento tardío, el mismo tiene aún que satisfacer el interés del acreedor,
caso contrario, el acreedor podrá, según los casos, bien negarse a recibir el cumplimiento tardío, bien
pedir la resolución del contrato o de la obligación.
En las obligaciones de plazo esencial, como en la entrega de armas en cierto plazo, cuando el
comprador está en guerra, el cumplimiento tardío de la obligación carece de interés para el comprador
cuando la guerra ya ha terminado.
El concepto de plazo esencial ha sido receptado en el CCyC en los arts. 956 y 1011
ARTICULO 1011.- Contratos de larga duración. En los contratos de larga duración el tiempo es
esencial para el cumplimiento del objeto, de modo que se produzcan los efectos queridos por las partes o
se satisfaga la necesidad que las indujo a contratar.
Las partes deben ejercitar sus derechos conforme con un deber de colaboración, respetando la
reciprocidad de las obligaciones del contrato, considerada en relación a la duración total.
La parte que decide la rescisión debe dar a la otra la oportunidad razonable de renegociar de
buena fe, sin incurrir en ejercicio abusivo de los derechos.
a) Emplear los medios legales para que el deudor le procure aquello a que se ha obligado.
b) Hacérselo procurar por otro a costa del deudor.
c) Obtener del deudor las indemnizaciones correspondientes.
Respecto al 777, ubicado en la sección dedicada a las obligaciones de hacer y no hacer, establece:
la participación voluntaria del deudor, ni tampoco a hacerla cumplir por terceros a costa del deudor, cuan
la maestría del obligado no pudiese ser satisfecha por otro, el acreedor tiene el derecho a reclamar los
daños y perjuicios (art. 777, inc c del CCyC.)
1) Absoluta. Cuando el deudor no cumple la prestación a que se obligara en forma total y definitiva.
Existen diversas causas por las que este incumplimiento se produce:
a) Porque el deudor ha enajenado a otra persona la cosa prometida
b) Porque ésta lo perdió, por su culpa o negligencia
c) Porque simplemente se niega a cumplir la prestación.
2) Relativa. Hay diversas causas que generan el incumplimiento tardío:
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Actitudes que puede adoptar el acreedor. Frente a un intento del deudor de pagar defectuosamente, el
acreedor puede adoptar alguna de estas actitudes:
Cumplimiento defectuoso ignorado. Ocurre a veces que el defecto no es ostensible, de manera que la
recepción del pago en tales circunstancias, aunque no hayan sido formuladas reservas, no extingue el
derecho del acreedor a reclamar ulteriormente, pues falta el requisito de haber recibido voluntariamente
por pago de la deuda algo distinto de lo debido.
Se trata de un supuesto asimilable al vicio redhibitorio, es decir, el defecto oculto que hace que lo pagado
sea “impropio para su destino”.
Cuando el acreedor descubre el defecto oculto tiene acción contra el deudor, pero esa acción está
sometida a un plazo de prescripción muy breve que son tres meses en la compraventa.
En un supuesto de esta categoría, el acreedor tiene el derecho, pero a la vez la carga de verificar la
prestación que ha ejecutado el deudor, al momento de recibirla, debiendo dejar constancia allí de la
existencia de los vicios aparentes que ella misma contuviera.
Para detectar vicios ocultos, tiene un plazo adicional, que como principio y también en materia
del contrato de obra es de sesenta días.
Si el acreedor aprecia que los vicios o diferencias con la prestación comprometida tienen entidad,
no debe aceptar la prestación, y si lo hace, debe hacer reserva de ellas, pues admitir una prestación
defectuosamente cumplida con vicios aparentes y sin formular reserva alguna, cierra la posibilidad de
reclamar al deudor por la prestación defectuosa, la que se presume que se ha aceptado sin objeciones.
inadmisible, ya que el derecho no puede favorecer al capricho, las pretensiones antojadizas o el exceso de
sutileza.
B) La mora.
LA MORA. Ha sido definida como “el retraso significativo e injustificado en el cumplimiento de una
obligación vencida, liquida y exigible”.
LÍQUIDA: que puede determinarse, es decir, cuantificarse. Ej. No es posible reclamar el cobro
de una indemnización por responsabilidad civil porque no estaría cuantificada.
MORA es sinónimo de retaso o tardanza, pero este elemento aislado es inocuo (inofensivo).
Aplicando el concepto a las obligaciones, existe mora cuando la obligación no se cumple debido a su
tiempo, es decir, cuando hay un retraso en su cumplimiento y éste obedece a una causa imputable al
deudor.
LIBRO TERCERO
DERECHOS PERSONALES
TITULO I
Obligaciones en general
CAPITULO 4
Pago
SECCIÓN 2ª.
ARTICULO 886.- Mora del deudor. Principio. Mora automática. Mora del acreedor. La mora del
deudor se produce por el solo transcurso del tiempo fijado para el cumplimiento de la obligación.
El acreedor incurre en mora si el deudor le efectúa una oferta de pago de conformidad con el
artículo 867 y se rehúsa injustificadamente a recibirlo.
El artículo 886 del CCyC no define la mora en general, limitándose a determinar el sistema de su
constitución (mora automática) en su primer párrafo.
Si en cambio el nuevo Código Civil y Comercial define a la mora del acreedor o MORA
ACCIPIENDI, expresando que “el acreedor incurre en mora si el deudor efectúa una oferta de pago de
conformidad con el artículo 867 y se rehúsa injustificadamente a recibirlo” (art. 886 2º párr. CCyC).
ARTICULO 867.- Objeto del pago. El objeto del pago debe reunir los requisitos de identidad
(art. 868), integridad (art. 869), puntualidad y localización.
ARTICULO 868.- Identidad. El acreedor no está obligado a recibir y el deudor no tiene derecho
a cumplir una prestación distinta a la debida, cualquiera sea su valor.
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ARTICULO 869.- Integridad. El acreedor no está obligado a recibir pagos parciales, excepto
disposición legal o convencional en contrario. Si la obligación es en parte líquida y en parte ilíquida, el
deudor puede pagar la parte líquida.
Los requisitos de puntualidad y de localización son calificados como requisitos circunstanciales
del pago. El principio de puntualidad responde a la pregunta: ¿cuándo debo pagar?, y se encuentra
relacionado con el tiempo en que debe producirse el cumplimiento de la obligación. En cambio, el
principio de localización responde a la pregunta: ¿dónde debo pagar? Y se refiere al lugar donde debe
cumplirse la obligación.
Imputabilidad de ese retraso, esto es que el mismo se deba al dolo o culpa del deudor. Éste
es el elemento subjetivo de la mora. El retraso en el cumplimiento de la obligación hace presumir su
imputabilidad. El acreedor no necesita probar la existencia de la culpa o del dolo del deudo, por el
contrario, es el deudor moroso quien debe acreditar que existe alguna causa de justificación de su
incumplimiento (imposibilidad de pago o caso fortuito).
Para que el retraso se convierta en mora, es necesario que el acreedor exija al deudor, judicial o
extrajudicialmente, el cumplimiento de la obligación, mediante la intimación o interpelación al deudor
para constituirlo en mora. Mientras que la interpelación o intimación no se lleve a cabo, no puede
hablarse técnicamente de deudor moroso.
Interpelación
Es un requerimiento formal del pago o cumplimiento que tiene por objeto intimar al deudor a que en
determinado plazo satisfaga la obligación a su cargo.
Caracteres de la interpelación
a. Se trata de un derecho facultativo del acreedor. Éste puede ejercerlo o no, decidiendo, por
ejemplo, conceder al deudor un plazo suplementario de pago y no avanzado para constituirlo en
mora.
b. Es un acto que debe ser concluyente. Ya que no puede dejar lugar a dudas ni a conjeturas. La
interpelación debe contener una manifestación de voluntad expresa, concluyente, inequívoca y
coercitiva por la cual el acreedor reclama al deudor el cumplimiento inmediato de la prestación y
en consecuencia, no puede limitarse a anunciar o declarar la resolución del contrato.
c. Es un acto unilateral. Porque depende de la sola voluntad del acreedor, y por lo tanto, produce
efectos independientemente de la voluntad puesta de manifiesto por el deudor.
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d. Es una declaración recepticia. La interpelación del acreedor está destinada a llegar a la esfera
de conocimiento del deudor, a quien debe serle entregada o ponerse en su conocimiento su
existencia, para que la mora se produzca.
e. Es un acto normalmente informal. Salvo que se haya pactado alguna formalidad determinada
para constituirse en mora las partes. Normalmente y salvo especificación en contrario, la
interpelación puede hacerse por cualquier medio y bajo cualquier forma, por escrito o por hechos
concluyentes o verbalmente, siempre que la declaración de voluntad de constituir en mora sea
inequívoca en cuanto a su significado.
f. Puede hacerse judicial o extrajudicialmente, pero siempre por medios que permitan una
acreditación de su existencia y alcance.
Interpelación estéril. El inc. 1088, inc. c) del CCyC, establece el requerimiento o emplazamiento de
cumplimiento del contrato del acreedor al deudor, bajo apercibimiento expreso de la resolución total o
parcial del contrato, no es necesario en tres circunstancias:
Estos son supuestos legales de interpelaciones estériles. No son los únicos pero los restantes quedan a
criterio del intérprete.
Requisitos de la interpelación
Diversos sistemas de constitución en mora: art. 509 CC antes y después de la reforma por la ley
17.711. Casuística del art. 509 CC.
La constitución en mora se produce automáticamente sin necesidad de que el acreedor requiera el pago al
deudor, esto es sin que lo interpele (este criterio rige en código alemán y suizo). Es decir, el tiempo
interpela por el hombre.
El código francés, exige el sistema de la interpelación para que se produzca la mora del deudor y este es
el criterio del 509. Es un requerimiento formal de pago con condiciones intrínsecas y extrínsecas que
emana del acreedor. Es un acto jurídico unilateral recepticio (emana del A y lo recibe el D) con
información detallada de la obligación donde se indica lugar de cumplimiento factible. Ej: Carta
documento, telegrama.
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ARTÍCULO 509. En las obligaciones a plazo, la mora se produce por su solo vencimiento.
Si no hubiere plazo, el juez a pedido de parte, lo fijará en procedimiento sumario, a menos que el acreedor
opte por acumular las acciones de fijación de plazo y de cumplimiento, en cuyo caso el deudor quedará
constituido en mora en la fecha indicada por la sentencia para el cumplimiento de la obligación.
Para eximirse de las responsabilidades derivadas de la mora, el deudor debe probar que no le es
imputable.
El viejo articulo 509 trazaba un principio general: la interpelación, judicial o extrajudicial. Había dos
excepciones expresas allí mismo:
Inc. 1º) Mora convencional - automática, cuando era voluntad expresa de las partes que el solo
cumplimiento del plazo dejara al deudor en mora.
Inc. 2º) en caso de mora ex re, cuando de la naturaleza y circunstancia de la obligación surgía que el
tiempo en que debía ser cumplida había sido un factor determinante para que el acreedor la contrajera
(esto se da en aquellas obligaciones de plazo esencial que solo tienen sentido cuando son cumplidas en
cierto termino, pues si no son cumplidas en su fecha carecen de interés o de utilidad para el acreedor,
como cuando se contrata un transporte para llevar tomates al mercado, y los camiones demoran el viaje
hasta que están echados a perder.
Art. 509: párrafo 1º) En las obligaciones a plazo, la mora se produce por su solo vencimiento. Se trata de
un plazo determinado expresamente, pues del plazo determinado de manera tacita se ocupa el segundo
párrafo, y del plazo indeterminada tarta el 3° párrafo.
CIERTO “cuando fuese fijado para terminar en designado año, mes o día o cuando fuese comenzado
desde la fecha de la obligación o de otra fecha cierta (Art. 567)
OBLIGACIONES CON PLAZO CIERTO: cuando el plazo determinado es cierto, resulta indudable
que en los términos de la ley vigente, la mora se produce automáticamente por el “solo vencimiento de
ese plazo”. La mora se produce automáticamente por el solo vencimiento del ese plazo. Si el deudor debe
pagar el 14 de julio el día 15 ya esta en mora, su retardo material es por solo retardo moroso.
INCIERTO: “si fuese fijado con relación a un hecho futuro necesario, para terminar el día en que ese
hecho necesario se realice (Art. 568).
*Hecho notorio: En el derecho procesal no necesita ser probado. Rige mora Automática.
El primer párrafo del 509 se refiere a toda obligación con plazo determinado de manera expresa, sea
cierto o incierto; pero si es incierto el acreedor debe integrar el presupuesto de hecho de producción de la
mora, advirtiendo al deudor que ha vencido su plazo, que se produjo el término.
Aun cuando la obligación tenga plazo expresamente determinado y cierto, la mora no debiera producirse
automáticamente cuando el lugar de pago es el domicilio del deudor. Porque si el deudor tiene que pagar
allí le bastaría al acreedor con no concurrir para dejarlo en mora.
Art. 509 2º) párrafo: Si el plazo no estuviere expresamente convenido, pero resultare tácitamente de la
naturaleza y circunstancias de la obligación, el acreedor deberá interpelar al deudor para constituirlo en
mora.
En estos casos el plazo está determinado, pero solo de manera tácita, de modo que su definición exige la
interpelación del acreedor.
Art. 509 párrafo 3º) Si no hubiere plazo, el juez a pedido de parte, lo fijará en procedimiento sumario, a
menos que el acreedor opte por acumular las acciones de fijación de plazo y de cumplimiento, en cuyo
caso el deudor quedará constituido en mora en la fecha indicada por la sentencia para el cumplimiento de
la obligación.
El deudor queda en mora en la fecha indicada por la sentencia (no en la fecha de la sentencia misma).
ARTICULO 886.- Mora del deudor. Principio. Mora automática. Mora del acreedor. La mora del deudor
se produce por el solo transcurso del tiempo fijado para el cumplimiento de la obligación.
El acreedor incurre en mora si el deudor le efectúa una oferta de pago de conformidad con el artículo 867
y se rehúsa injustificadamente a recibirlo.
a) sujetas a plazo tácito; si el plazo no está expresamente determinado, pero resulta tácitamente de
la naturaleza y circunstancias de la obligación, en la fecha que conforme a los usos y a la buena fe, debe
cumplirse;
b) sujetas a plazo indeterminado propiamente dicho; si no hay plazo, el juez a pedido de parte, lo
debe fijar mediante el procedimiento más breve que prevea la ley local, a menos que el acreedor opte por
acumular las acciones de fijación de plazo y de cumplimiento, en cuyo caso el deudor queda constituido
en mora en la fecha indicada por la sentencia para el cumplimiento de la obligación.
En caso de duda respecto a si el plazo es tácito o indeterminado propiamente dicho, se considera que es
tácito.
a) Sujetas a plazo tácito; si el plazo no está expresamente determinado, pero resulta tácitamente
de la naturaleza y circunstancias de la obligación, en la fecha que, conforme a los usos y a la buena fe,
debe cumplirse; por ejemplo: el caso del mandatario que debe intereses de las cantidades que aplica al
uso propio desde el día en que lo hizo y de las que le reste deber desde que se hubiese constituido en mora
en entregarlas. Art. 1324. Otro ejemplo: el depositante quien puede exigir al depósito la restitución de la
cosa antes del vencimiento o del depositario gratuito, quien puede exigir del depositante, en todo tiempo
que reciba la cosa depositada. Otro ejemplo, sería también, el comodato, puede darse con frecuencia
como una obligación de plazo tácito
b) sujetas a plazo indeterminado propiamente dicho; si no hay plazo, el juez a pedido de parte,
lo debe fijar mediante el procedimiento más breve que prevea la ley local, a menos que el acreedor opte
por acumular las acciones de fijación de plazo y de cumplimiento, en cuyo caso el deudor queda
constituido en mora en la fecha indicada por la sentencia para el cumplimiento de la obligación.
EXIMICIÓN
ARTICULO 888.- Eximición. Para eximirse de las consecuencias jurídicas derivadas de la mora,
el deudor debe probar que no le es imputable, cualquiera sea el lugar de pago de la obligación.
La mora genera diversos efectos jurídicos. El deudor, a fin de eximirse de tales consecuencias,
deberá probar que la mora no le es imputable, cualquiera sea el lugar de pago de la obligación.
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Formas de interpelación
- Interpelación extrajudicial. Es la que se hace fuera del juicio. Se puede hacer verbalmente, por
carta, telegrama colacionado, por medio de escribano público, etc.
Consiste en un requerimiento verbal o por carta, en el que se exige el cumplimiento de
determinada obligación a un deudor y, normalmente, luego se exponen a las consecuencias de la
negativa de éste al pago; sin embargo, este último aspecto es contingente, y podría no
consignarse, a diferencia del primero que necesariamente debe hacerse, para que se esté en
presencia de una interpelación.
Para que la interpelación extrajudicial tenga aptitud suficiente para constituir en mora,
debe ser expresa categórica, precisa, coercitiva y hecha en tiempo oportuno.
EFECTOS DE LA MORA
El efecto más habitual del retraso es habilitar al acreedor para reclamarle al deudor los daños y perjuicios
que por el cumplimiento tardío le hubiera causado.
1. Faculta al acreedor a emplear las vías legales para logar la satisfacción de su derecho.
2. Obligación de indemnizar conforme al Art. 758 del CCyC “el deudor moroso carga con el deber
de resarcir el daño que la mora pudiera causarle al acreedor”.
3. Traslación de los riesgos. La mora transfiere al obligado todo riesgo o peligro de la cosa debida,
a mérito del incontrovertido principio RES PERIT ET CRESCIT DOMINIO, esto es, que las
cosas acrecen o se pierden para su dueño (art. 755 CCyC.) hasta la entrega de una cosa: quien
corre con los riesgos es quien debe entregarla.
4. Imposibilidad de invocar la teoría de la imprevisión. La teoría de la imprevisión es un
instituto de justicia contractual destinado a abordar situaciones en las que el cumplimiento de una
prestación convenida en un contrato se ha hecho excesivamente oneroso para alguna de sus
partes, o para todas ellas, por razones ajenas a los contratantes. (art. 1091 CCyC). Ejemplo: si se
ha contratado la provisión de 100 toneladas mensuales de carbón durante cinco años, a un precio
X, y por el estallido de una guerra el precio del carbón se duplica. Si se obliga al contratista a
seguir proveyendo el combustible al precio pactado, se le exige una prestación deficitaria que lo
descapitaliza a expensas de la otra parte, y finalmente puede conducirlo a la ruina"
(LLAMBÍAS).
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a. Por el pago. Cuando el deudor paga, desaparece la mora, pues ése es el efecto del pago,
aunque tardío, obviamente que el pago debe incluir los intereses correspondientes o ser
aceptado sin ellos y sin hacer salvedades a su respecto el acreedor.
b. Por renuncia expresa o tácita del acreedor a los derechos que le asisten por la mora
incurrida (art. 899, Inc. A y D del CCyC). El derecho a reclamar una indemnización de
daños y perjuicios o los efectos de la pérdida de una cosa, así como la decisión de no hacerlo,
constituyen derechos exclusivamente de interés particular del acreedor, ya que no está
involucrado en ellos el orden público, si el abandono de ellos se produce después de hacerse
adquirido el derecho y no antes. Si se trata de un derecho ya adquirido, él puede ser
renunciado o no ejercido directamente, en cambio no sería válida una renuncia anticipada a
reclamar tales créditos (arts. 944 y 1743 del CCyC.).
PURGA DE LA MORA
Los efectos de la mora cesan si el deudor realiza la prestación en forma íntegra, resarciendo en el
momento del pago el daño que produjera al acreedor la tardanza, produciéndose también la purga de la
mora si el acreedor renunciara a las consecuencias de esta o concediera una prórroga al deudor para
cumplir la prestación o se verifique una novación.
Este artículo consagra un supuesto de purga de la mora por el deudor, la mora es una situación
temporal, no permanente. Cuando la situación de incumplimiento se torna permanente, deja de estarse
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conceptualmente frente a un supuesto de mora, y se pasa a otro estadio que es el incumplimiento perenne
o definitivo.
Como la mora es un estadio temporal, puede purgarse y una de las formas de hacerlo es que el
deudor, que se encuentra en mora, le pague al acreedor si éste acepta, la deuda normalmente, con sus
accesorios hasta el día del pago o, en caso de no aceptarlo privadamente el acreedor, se presente el deudor
en tribunales ante esa negativa y consigne el principal con sus accesorios completos, lo que dejará al
acreedor sin argumentos para rechazar el pago, ya que éste ha sido exacto o completo.
RENUNCIA A LA MORA
El acreedor puede renunciar a la mora en forma total o parcial y puede hacerlo expresa o
tácitamente. Pero para que ello suceda, es menester una conducta inequívoca del acreedor que haga
emerger, con entera certidumbre, su voluntad de renunciar a sus derechos, pues de lo contrario, acorde al
principio favor debitoris, se estaría perjudicando el crédito sin razón valedera.
ARTICULO 2541.- Suspensión por interpelación fehaciente. El curso de la prescripción se suspende, por
una sola vez, por la interpelación fehaciente hecha por el titular del derecho contra el deudor o el
poseedor. Esta suspensión sólo tiene efecto durante seis meses o el plazo menor que corresponda a la
prescripción de la acción.
Pero hay dos excepciones a este principio, la imposibilidad de cumplimiento que deriva del caso
fortuito o de la fuerza mayor.
ARTICULO 1730.- Caso fortuito. Fuerza mayor. Se considera caso fortuito o fuerza mayor al
hecho que no ha podido ser previsto o que, habiendo sido previsto, no ha podido ser evitado. El caso
fortuito o fuerza mayor exime de responsabilidad, excepto disposición en contrario.
Este Código emplea los términos “caso fortuito” y “fuerza mayor” como sinónimos
a) Debe ser imprevisible. Imprevisible, es el hecho que supera la aptitud de previsión que es
dable exigir al deudor, en función de sus condiciones personales y la naturaleza de la
obligación. Inevitable, es el hecho que, sin culpa del deudor y enclavado en la circunstancia
que le sea propia, haya sido impotente para impedirlo.
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b) Debe ser inevitable o irresistible. Lo cual ocurre cuando el deudor sin culpa de su parte y
enmarcado en sus circunstancias personales sea impotente para impedir el hecho que obsta al
incumplimiento de la obligación.
La irresistibilidad, surge de la propia etimología de la palabra “fortuito”, que deriva del latín
“fors”, que relaciona el hecho con el azar, con aquello a que los hombres no pueden
imponerse.
c) Debe ser extraordinario. Es decir, exceder el orden natural. Se refiere a aquellos
acontecimientos que escapan a toda ponderación acertada o razonable, y que por ocurrir y
manifestarse con posterioridad al tiempo de concertación del negocio, nunca podrían ser
considerados, ni aún bajo la forma de condición para su cumplimiento, constituyen así un
auténtico caso fortuito, el que no ha podido preverse, o que previsto no ha podido
evitarse.
d) Debe ser ajeno al deudor. Esto se cumple cuando el hecho exonerante se produce “en el
exterior de la esfera de acción por la cual el deudor debe responder”.
e) Debe ser un hecho “actúa”. Quiere decir que debe ocurrir al tiempo en que correspondería
cumplirse la obligación.
f) El impedimento de la ejecución de la obligación ha de acontecer con posteridad a la
constitución de la misma. Por cuanto si se tratara de un hecho ya acontecido, pero no
conocido por las partes contratantes, podría considerarse que la obligación constituye en
realidad, un acto inexistente por ausencia de presupuestos esenciales.
g) El obstáculo debe ser absoluto o insuperable. Debe sobrevenir la imposibilidad absoluta de
cumplir la prestación, de modo que, si el cumplimiento fuese posible solo en parte, ésta
deberá cumplirse inexcusablemente. La mera dificultad para el cumplimiento no exime de
responsabilidad al deudor, es necesario que se configure una verdadera imposibilidad.
D) Liberación coactiva del deudor. Pago por consignación: consignación judicial, casos, requisitos,
formas y efectos. Desistimiento. Deudor moroso. Consignación extrajudicial: procedencia y trámite.
Efectos.
Es el anverso de la ejecución forzosa que ha sido pensada para vencer la resistencia del deudor. Y
para superar la resistencia del acreedor que se niega a recibir el pago y liberar al deudor, el ordenamiento
legal ha implementado un medio equivalente que es la CONSIGNACIÓN.
Ontológicamente se dice que es un remedio jurídico que persigue corregir una situación de duda
para evitar litigios futuros.
Se realiza a través de un requerimiento fehaciente y formal por el que se emplaza el acreedor para
que acepte el cumplimiento de modo de poder superar el obstáculo que su voluntad u otro impedimento
ponen a la liberación del deudor.
Para que el pago por consignación sea admisible, debe ser cumplido en tiempo propio, es decir,
que la consignación no puede ser ni prematura ni tardía. Sería prematura cuando es intentada el mismo
día del vencimiento, dado que el deudor cuenta hasta la hora 24 de ese día y hasta entonces el acreedor
podía aceptar el pago o negarse.
defensas hábiles a la consignación es condenado en costas, dado que ha obligado a litigar a su contrario,
al asumir al negarse a aceptar el pago una posición reprochable y antijurídica.
Requisitos
Caracteres
Consignación judicial
En ocasiones puede ocurrir que el acreedor no quiera o no pueda recibir el pago del deudor, pero
como el deudor tiene, además de la obligación, el derecho de pagar, para evitar la configuración de
incumplimiento o mora, la ley ha establecido un procedimiento especial que es el pago por
consignación, que en la práctica consiste en el depósito judicial de lo debido, sea dinero, la llave de un
departamento, etc.
Artículo 904. Casos en que procede. El pago por consignación procede cuando:
c) el deudor no puede realizar un pago seguro y válido por causa que no le es imputable.
El art. 905 del CCyC, establece: “El pago por consignación está sujeto a los mismos requisitos
del pago”. Lo cual tiene lógica debido a que el pago por consignación es un pago, solo que a través de un
procedimiento especial ya que por la vía corriente no se pudo efectivizar y por ello, para que el pago por
consignación sea admitido, debe ser efectuada respetando los principios que gobiernan el pago.
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Es decir, que para que sea válido el pago por consignación, éste debe respetar los principios de
integridad e identidad, porque con ellos se resguarda la exactitud del objeto. Tales principios imponen al
deudor el deber de dar, hacer o no hacer.
Si la deuda es parte líquida y parte ilíquida, basta con consignar la líquida con el reconocimiento
del deber de satisfacer la parte ilíquida ulteriormente.
Cuando la deuda es parte líquida y parte no, el acreedor está obligado a aceptar la consignación
sin poder argumentar que se trata de un pago parcial si se deposita la totalidad de la parte líquida y se
acepta satisfacer la porción restante cuando se practique liquidación de ella.
Principio illiquidis, non fit nora. (cuando existe iliquidez de la deuda no existe mora del acreedor).
Existiendo una disputa entre las partes y estando tal litigio sometido a un pronunciamiento
judicial para determinar la cuantía de las deudas y acreencias de las partes, una obligación accesoria del
acreedor de cancelar la prenda no era exigible hasta que existiera liberación del deudor con el pago exacto
del capital adeudado, o que habría de determinarse en una sentencia judicial que pusiera fin al litigio,
estableciendo qué se debía y cuáles eran las obligaciones de las partes. Hasta tanto, la deuda se hallaba en
un momentáneo estado de iliquidez que hacía que, conceptualmente no pudiera existir mora derivada de
la falta de levantamiento de la prenda.
Artículo 906. Forma. El pago por consignación se rige por las siguientes reglas:
a) si la prestación consiste en una suma de dinero, se requiere su depósito a la orden del juez
interviniente, en el banco que dispongan las normas procesales;
b) si se debe una cosa indeterminada a elección del acreedor y éste es moroso en practicar la
elección, una vez vencido el término del emplazamiento judicial hecho al acreedor, el juez autoriza al
deudor a realizarla;
c) si las cosas debidas no pueden ser conservadas o su custodia origina gastos excesivos, el juez
puede autorizar la venta en subasta, y ordenar el depósito del precio que se obtenga.
De las tres reglas que recepta el artículo, la primera constituye una obviedad y responde al procedimiento
de todo depósito judicial, que no se configura hasta tanto se deposite efectivamente el dinero en una
cuenta judicial, en el banco en que los tribunales de la jurisdicción que se consigne operan, normalmente
el Banco de la Nación Argentina si es un juzgado federal, o el banco de la provincia si es un juzgado
provincial, o el Banco que el Superior tribunal de Justicia haya dispuesto por acordada o la Legislatura
provincial por ley, en caso contrario.
Al nombrar las normas procesales en este inciso, lo hace en sentido equivocado debido a que ese tipo de
detalle lo establecen leyes provinciales o bien, acordadas del Tribunal Superior de Justicia.
El inc. b) establece la fijación de un plazo para realizar la elección, en caso de aquellas obligaciones que
tienen inicialmente más de un objeto, como las obligaciones alternativas. En estos casos, si el acreedor es
moroso en practicar dicha elección, se le confiere un plazo para efectivizarla, el que obviamente le debe
ser notificado debidamente, con los resguardos de un traslado de demanda, ya que normalmente se le
fijará plazo en la providencia que despache la demanda de consignación, notificándole la providencia, que
suele ser compleja, al estar compuesta de una serie de detalles formales como “por presentado, parte, con
domicilio real denunciado y constituido el procesal. Por promovida demanda de consignación, la que se
notificará al demandado en la forma de estilo, confiriéndole un plazo de… para contestarla y estar a
derecho”.
A estos despachos rituales de demanda, que recién se suscriben cuando se han satisfecho todos los
requisitos formales y económicos de la presentación (requisitos procesales de toda demanda y pago de
tasa de justicia, de bono contribución, etc.), se suma en este caso la concesión de un plazo, que
normalmente coincidirá con el plazo para contestar el traslado de demanda. Una vez vencido el término
de emplazamiento judicial hecho por el acreedor, eligiendo una de las posibles obligaciones a satisfacer
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por el deudor, el Juez autorizará a éste a realizar dicha elección, perdiendo el acreedor el derecho de
hacerlo en el futuro, ya que la comunicación de su elección al deudor o al juez, con posterioridad al
vencimiento de plazo concedido, será considerada tardía y, por ende, jurídicamente inadmisible.
Por último, el inc. c) del art. 906 establece que: “si las cosas no pueden ser conservadas o su custodia
origina gastos excesivos, el juez puede autorizar la venta en subasta, y ordenar el depósito del
precio que se obtenga”.
Consagra una regulación para el caso de que la conservación de cosas dadas en depósito o
vendidas y no retiradas por el comprador o que, por cualquier otra causa, se hallaren en poder de quien no
fuera su dueño, se hiciera excesivamente onerosa o peligrase su propia conservación. En cualquiera de
estos casos, el juez podrá autorizar la venta en subasta de dichos efectos, procediendo luego a depositar el
precio que se obtenga en cuenta judicial a nombre de los autos respectivos, y a disposición del
demandado.
- La consignación judicial, no impugnada por el acreedor, o declarada válida por reunir los
requisitos del pago, extingue la deuda desde el día en que se notifica la demanda.
Este artículo consagra un supuesto de purga de la mora por el deudor, la mora es una situación
temporal, no permanente. Cuando la situación de incumplimiento se torna permanente, deja de estarse
conceptualmente frente a un supuesto de moda, y se pasa a otro estadio que es el incumplimiento perenne
o definitivo.
Como la mora es un estadio temporal, puede purgarse y una de las formas de hacerlo es que el
deudor, que se encuentra en mora, le pague al acreedor si éste acepta, la deuda normalmente, con sus
accesorios hasta el día del pago o, en caso de no aceptarlo privadamente el acreedor, se presente el deudor
en tribunales ante esa negativa y consigne el principal con sus accesorios completos, lo que dejará al
acreedor sin argumentos para rechazar el pago, ya que éste ha sido exacto o completo.
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“El deudor tiene derecho a desistir de la consignación antes de que la acepte el acreedor o
de que haya sido declarada válida. Con posterioridad sólo puede desistir con la conformidad
expresa el acreedor, quien en ese caso pierde la acción contra los codeudores, los garantes y los
fiadores”.
LA CONSIGNACIÓN EXTRAJUDICIAL
Modificaciones respecto del régimen anterior:
- Se incorpora la consignación extrajudicial.
- Permite al deudor moroso consignar.
- Define a partir de cuándo surte efecto el pago (Consignación no impugnada al día de notificación
de la demanda, y la impugnada y defectuosa, al día de notificación de la sentencia que la admite)
El art. 910. Del CCyC establece: “Sin perjuicio de las disposiciones del parágrafo 1º, el
deudor de una suma de dinero puede optar por el trámite de la consignación extrajudicial. A tal fin,
debe depositar la suma adeudada ante un escribano de registro a nombre y a disposición del
acreedor, cumpliendo con los siguientes recaudos:
a) Notificar previamente al acreedor, en forma fehaciente, del día, la hora y el lugar en que
será efectuado el depósito;
b) Efectuar el depósito de la suma debida con más los intereses devengados hasta el día del
depósito; este depósito debe ser notificado fehacientemente al acreedor por el escribano
dentro de las cuarenta y ocho horas hábiles de realizado, si es imposible practicar la
notificación, el deudor debe consignar judicialmente.
La primera diferencia entre ambas formas de consignación radica en que la consignación judicial
es útil y viable para depositar judicialmente cualquier efecto, sea dinero, llaves, documentación,
mercaderías, etc. (art 906 CCyC). En cambio, la variante extrajudicial de la consignación acota su ámbito
de aplicación a las obligaciones de dar sumas en dinero (art- 910 CCyC).
La norma exige dos notificaciones: 1) la primera previa al depósito, informando un hecho
futuro que es la fecha, día, hora y lugar del depósito: 2) la segunda es la del depósito efectivo.
Artículo 911 del CCyC. Establece: “Una vez notificado del depósito, dentro del quinto día hábil de
notificado el acreedor tiene derecho a:
a) Aceptar el procedimiento y retirar el depósito, estando a cargo del deudor el pago de los
gastos y honorarios del escribano.
b) Rechazar el procedimiento y retirar el depósito, estando a cargo del acreedor el pago de los
gastos y honorarios del escribano.
c) Rechazar el procedimiento y el depósito, o no expedirse. En ambos casos el deudor puede
disponer de la suma depositada para consignarla judicialmente.
Esta norma fija un plazo de cinco días para emplazar al acreedor a pronunciarse sobre el depósito que
se le somete a consideración, una vez que se le notifica sobre su existencia y cuantía. El plazo de cinco
días es, en general razonable y suficiente a los efectos de que el acreedor notificado medite acerca del
depósito que se le pone a disposición, eventualmente se asesore con un abogado, en caso de considerarlo
oportuno y conveniente, y no tome medidas apresuradas pero tampoco dilate en demasía la definición del
tópico para no tener expectante al deudor, sin poder ni retirar la suma ni concurrir a tribunales o
simplemente emplearla en otra finalidad, ya que la consignación es facultativa y bien puede el deudor,
con un acreedor en mora, limitarse a aguardar que éste actúe.
Dentro de ese plazo de cinco días hábiles de notificado, el acreedor tiene que expedirse, para hacerlo
válidamente, en cualquier caso, decida lo que decida, el acreedor, los gastos y honorarios del escribano
estarán a cargo del deudor.
Los incisos a) y b), del artículo dicen que el deudor cargará con los gastos, pero nada dice sobre los
gastos en el inciso c), ante el caso de que el acreedor rechazare el procedimiento y el depósito, o no se
expidiera. Pero es obvio que, en ese caso, el acreedor no puede estar en peor situación que las dos
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primeras opciones, por lo que en cualquier caso, los gastos y honorarios del escribano estarán a cargo del
deudor consignante.
El artículo 912 del CCyC. Derechos del acreedor que retira el depósito.
“Si el acreedor retira lo depositado y rechaza el pago, puede reclamar judicialmente un
importe mayor o considerarlo insuficiente, o exigir la repetición de lo pagado por gastos y
honorarios por considerar que no se encontraba en mora, o ambas cosas. En el recibo puede hacer
reserva de su derecho, caso contrario se considera que el pago es liberatorio desde el día del
depósito. Para demandar tiene un término de caducidad de treinta días computados a partir del
recibo con reserva”.
Solamente en un caso, el acreedor que retira de una escribanía un depósito no puede reclamar al
deudor consignante un monto mayor en tribunales.
En el supuesto del Inc. a) del art. 911 del CCyC, es decir, cuando el acreedor aceptare el
procedimiento de consignación y retirase el depósito par su disposición.
En este supuesto, la aceptación del procedimiento y el retiro de la suma consignada lleva
aparejada la conformidad del acreedor con la extinción de la deuda y con la liberación del deudor, a quien
no podrá reclamarle más nada con relación a la deuda soluta a través de esta peculiar consignación.
En cambio, en cualquiera de las otras variantes u opciones del art. 911 del CCyC, el acreedor es
libre de reclamar en sede judicial lo que crea conveniente a sus intereses.
Esto resulta lógico porque el escribano es un simple fedatario, que no tiene potestades
jurisdiccionales. Y ante la resolución del contrato o la demanda de cumplimiento, claramente, el asunto
debe tramitarse judicialmente, pues habiendo cuestiones jurídicas a dilucidar el magistrado es el único
con potestad para decidir el derecho y dar a cada uno lo que le corresponde.
ARTICULO 907.- Efectos. La consignación judicial, no impugnada por el acreedor, o declarada válida
por reunir los requisitos del pago, extingue la deuda desde el día en que se notifica la demanda.
ARTICULO 908.- Deudor moroso. El deudor moroso puede consignar la prestación debida con los
accesorios devengados hasta el día de la consignación.
ARTICULO 909.- Desistimiento. El deudor tiene derecho a desistir de la consignación antes de que la
acepte el acreedor o de que haya sido declarada válida. Con posterioridad sólo puede desistir con la
conformidad expresa del acreedor, quien en ese caso pierde la acción contra los codeudores, los garantes
y los fiadores.
Compulsión personal. Un mecanismo para vencer la resistencia del deudor es su compulsión personal.
Se hace efectiva, según los sistemas y las épocas, a través de dos vías fundamentales: la prisión por
deudas y el CONTEMPT OF COURT, en el derecho anglosajón.
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a) Prisión por deudas. Es el caso en que el deudor, por la sola circunstancia de serlo, puede ser
sometido a prisión. Históricamente tuvo gran difusión; es de advertir que la prisión por deudas,
consiguientemente, coexistió durante cierto tiempo con la vigencia del Código Civil.
En la actualidad, la tendencia universal es adversa a la prisión por deudas, una excepción se da,
sin embargo en la Ordenanza Procesal alemana, que autoriza a los jueces a aplicarla, a pedido del
acreedor, a ciertos deudores. Entre nosotros, la prisión de un deudor tiene causa en haber
cometido un delito penal y no en la mera circunstancia del deudor.
Multas civiles. Las multas civiles constituyen una especie de las poco frecuentes sanciones civiles
represivas o retributivas. Se clasifican en:
- Legales. Son las dispuestas por la ley, ej. En el caso en que sancionan con porcentajes del valor
en aduana de las mercaderías cuando no es presentada la solicitud de destinación, o en caso de no
arribar el transporte autorizado en el plazo fijado.
- Convencionales. Se las pacta mediante la cláusula penal.
- Judiciales. Son los que establece el art. 622 del CC, el 768 y 769 del CCyC.
ARTICULO 768.- Intereses moratorios. A partir de su mora el deudor debe los intereses
correspondientes. La tasa se determina:
c) en subsidio, por tasas que se fijen según las reglamentaciones del Banco Central.
ARTICULO 769.- Intereses punitorios. Los intereses punitorios convencionales se rigen por las normas
que regulan la cláusula penal.
Visión actual del sistema argentino. Las sanciones obran para motivar al sujeto alentándolo a respetar la
regla jurídica, como una presión psíquica que lo encamina a obrar según las pautas que señala el Derecho.
Cuando el deudor no escucha dicho imperativo ético de cumplir la prestación debida, lo motiva con la
amenaza de sanciones y, en su caso, se las aplica: la suavidad de las sanciones y, sobre todo, su tardía o
indecisa aplicación deja elementos activos de mayor virulencia, que hacen burla de la ley cuyas pautas no
acatan.
Una serie de dispositivos ha modificado el sistema jurídico en lo que concierne a la cuestión. Por
lo pronto, el Código Procesal da lugar a las multas recién indicadas, que reprimen la inconducta procesal:
en el procedimiento civil, el juez puede permanecer como un espectador indiferente que contemple
impasible el torneo que sostienen las partes en juicio, o intervenir directamente en su pilotaje: en el
primer caso, el procedimiento se denomina dispositivo y en el segundo inquisitivo, lo que se denota no
sólo por dichas multas, sino también por la precisa regulación de las astreintes.
El Código Penal, por último introdujo una importante figura que es el desbaratamiento de
derechos acordados. Cubriendo un área que quedaba fuera del estelionato. Incrimina diversas
situaciones, por ejemplo, la firma de varios boletos sucesivos relativos al mismo inmueble, la hipoteca en
bloque del edificio, o la locación de una unidad, después de haber sido suscripto el boleto, etc.
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Como el acreedor está impedido de hacerse justicia por mano propia, por ello el ordenamiento lo
autoriza a emplear los medios legales a fin de que el deudor procure aquello a que está obligado.
Limitaciones a la ejecución forzada. La ejecución forzada sólo es posible cuando se cumplen tres
requisitos con relación a la cosa debida.
1- Debe existir
2- Debe estar en el patrimonio del deudor.
3- El deudor debe tener la posición de la cosa, en tal situación, si bien el deudor es dueño, y la cosa
está en su patrimonio, hay un tercero que la posee, el cual no puede ser desposeído por el
acreedor de aquel sin ventilar en juicio quien tiene mejor derecho.
La ejecución forzada cabe tanto en las obligaciones de hacer como en las de no hacer, pero los
poderes del acreedor tienen una valla infranqueable en la prohibición de violentar a la persona del deudor.
Si no se ejerce tal violencia, la ejecución forzada se realiza sin inconvenientes: se puede constreñir al
deudor de un hacer mediante astreintes. Es dable clausurar un comercio instalado por el deudor no
obstante la obligación contraída de no instalarlo; etc. Por el contrario, en las obligaciones de dar, cuando
la ejecución forzada es viable por concurrir los requisitos expresados, no hay impedimentos en el
ejercicio de violencia personal: es el caso del desalojo por la fuerza pública del inquilino obligado a dar
para restituir al dueño.
El inc. b) del art. 730 del CCyC confiere al acreedor el derecho de hacerse procurar la prestación por
otro, a costa del deudor.
Régimen. La propia naturaleza de las cosas determina que la ejecución por otro sea inconcebible en
algunas hipótesis:
1. En las obligaciones de dar cosas ciertas, porque al estar determinadas desde el nacimiento de la
obligación, sólo el deudor puede darlas: hay que hacer salvedad, de que la obligación de dar una
cosa cierta fabricada en serie, o que sea ajena, si el dueño de ésta la entrega al acreedor;
2. En las obligaciones de hacer intuito personae.
3. En las obligaciones de no hacer, pues la abstención debida es personal del deudor. Con todo,
puede intervenir un tercero si el acreedor exige que se destruya lo hecho, o que se le autorice para
destruirlo a costa del deudor.
La autorización judicial. En principio y, toda vez que la justicia por mano propia está excluida, el
acreedor debe obtener autorización judicial para hacer efectiva la ejecución pro otro. Dicha autorización
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se requiere mediante un mecanismo sencillo: una audiencia que es celebrada con quienquiera de los
interesados concurra y en la que debe producirse toda la prueba.
Si promedia urgencia, el acreedor está eximido de requerir tal autorización: más aún, deberá
prescindir directamente de ella, si, con la demora agrava innecesariamente los daños. Es el caso de quien
contrata un automóvil de remise para llevarlo al aeropuerto: si el automóvil no llega a la hora indicada,
antes que perder el avión debe procurar ser llevado por otro vehículo y, luego, discutir lo relativo a aquel
incumplimiento.
Con todo hay diferencias entre el caso en que se requiere autorización judicial y aquel en que se
prescinde de ella.
1. Cuando existe autorización judicial, el acreedor tiene derecho a reclamar al deudor todo lo
que ha invertido (reembolso) pues el juez, al darle la autorización, lo ha facultado a invertir
hasta cierta suma que constituye el tope de dicha pretensión. Por ejemplo, lo autorizó a hacer
pintar la casa por un tercero y a gastar hasta $20.000, puede reclamar lo invertido hasta el tipo
de $20.000.
2. Si no hay autorización judicial, únicamente puede pretender lo que invirtió si ello es justo
(reintegro). Por ejemplo: en el mismo supuesto anterior, el gastó efectivamente $20.000, en el
juicio contra el deudor debe acreditar que la inversión es ajustada a Derecho, es decir, que no
gastó de más.
Caso del boleto de compraventa. El art. 512 del Código Procesal Civil y Comercial prevé que la
sentencia que condene “al otorgamiento de escritura pública, contendrá el apercibimiento de que, si el
obligado no cumpliere dentro del plazo fijado, el juez la suscribirá por él y a su costa”.
Es un ejemplo de ejecución con intervención de un tercero que, en el caso, es el juez como órgano
estatal que coadyuva a la satisfacción específica del acreedor.
En los casos en que el deudor deja de cumplir una obligación con su acreedor, éste tiene diversas
alternativas para hacer valer sus pretensiones, la principal de ellas es normalmente, que un tribunal
declare su derecho y haga efectiva la sentencia en forma compulsiva sobre los bienes del deudor.
Esta es la ejecución forzada individual que tiene como presupuesto el incumplimiento voluntario
y de alcance individual en cuanto a los créditos insatisfechos.
Estos son procesos de carácter colectivo que comprenden a la totalidad de acreedores del deudor
y a todo su patrimonio.
Caracteres
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Las astreintes, que son llamadas multas conminatorias, peor que en nuestro país se ha mantenido
la denominación de su lugar de génesis.
Las astreintes tienen dos funciones fundamentales:
1- La función conminatoria. Surge de la decisión judicial, mediante la cual se impone una condena
pecuniaria a quien no cumple una orden impartida por el magistrado en uso de sus facultades.
2- La función sancionatoria. Se da en el supuesto de que el obligado, pese a la conminación, no
efectivice su deber jurídico, ya no existe mera coacción psicológica sino estricta pena, traducida
en la directa aplicación de lo que hasta ese momento constituyó solo una amenaza.
Las astreintes, son condenaciones conminatorias de carácter pecuniario que los jueces pueden
aplicar a quien no cumple una obligación que le fuera impuesta en una resolución judicial, estando
en condiciones de cumplirla, perdurando la vigencia de la conminación mientras no cese el
incumplimiento, pudiendo aumentarse o disminuirse la misma, si no resulta eficaz, y pudiendo
también ser dejada sin efecto.
Naturaleza jurídica. Constituyen un medio de compulsión del deudor. Dicha concepción excluye que se
trate:
1. de una multa civil, porque tal sanción se aplica a una conducta ya obrada, y la astreinte persigue
que, en lo futuro, el deudor deje de resistir el cumplimiento de sus deberes; y
2. de una indemnización de daños.
es la ejecución de las resoluciones, y, a tal fin, es idóneo el empleo de mecanismos como el descripto. Así
lo han entendido en el extranjero, y entre nosotros, los tribunales que aplicaron astreintes cuando se
carecía de textos expresos que les dieran lugar.
El área de aplicación de las astreintes, es más amplia que la correspondiente a las obligaciones: pueden
ser impuestas en relación con cualquier clase de deberes jurídicos que motiven una resolución judicial, y
no solo respecto de los deberes obligacionales. Por ello es muy común su vigencia en el área del Derecho
de familia.
Régimen legal
Los códigos Civil y Procesal. El artículo 666 bis del Código civil, disponía “los jueces podrán
imponer en beneficio del titular del derecho, condenaciones conminatorias de carácter pecuniario a
quienes no cumplieron deberes jurídicos impuestos en una resolución judicial. Las condenas se
graduarán en proporción al caudal económico de quien deba satisfacerlas y podrán ser dejadas sin
efecto o reajustadas si aquél desiste de su resistencia y justifica total o parcialmente su proceder”.
ARTICULO 804.- Sanciones conminatorias. Los jueces pueden imponer en beneficio del titular del
derecho, condenaciones conminatorias de carácter pecuniario a quienes no cumplen deberes jurídicos
impuestos en una resolución judicial. Las condenas se deben graduar en proporción al caudal económico
de quien debe satisfacerlas y pueden ser dejadas sin efecto o reajustadas si aquél desiste de su resistencia
y justifica total o parcialmente su proceder.
La observancia de los mandatos judiciales impartidos a las autoridades públicas se rige por las normas
propias del derecho administrativo.
El Artículo 37 del Código Procesal Civil y Comercial establece: “Los jueces y tribunales
podrán imponer sanciones pecuniarias compulsivas y progresivas tendientes a que las partes
cumplan sus mandatos, cuyo importe será a favor del litigante perjudicado por el incumplimiento.
Podrán aplicarse sanciones conminatorias a terceros, en los casos en que la ley lo establece.
Las condenas se graduarán en proporción al caudal económico de quien deba satisfacerlas y
podrán ser dejadas sin efecto, o ser objeto de reajuste, si aquel desiste de su resistencia y justifica
total o parcialmente su proceder.
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Obligaciones Civiles y Comerciales
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Punto de Partida. Las astreintes rigen sólo si la resolución judicial que las impone está ejecutoriada, o
sea, si no existe contra ella recurso procesal alguno.
Sin embargo, si la imposición de astreintes por el juez de primera instancia fue efectuada para regir a
partir de la notificación de la resolución respectiva, por aplicación de los principios generales debe
computarse desde dicha notificación, una vez que el tribunal de alzada confirma el pronunciamiento de
primera instancia.
Cesación. Las astreintes cesan, por vía principal, cuando el deudor las paga, o cuando son dejadas sin
efecto. Y, por vía accesoria cuando se extingue la obligación en razón de la cual fueron impuestas o el
acreedor recibe lo debido sin hacer reserva a cerca de las astreintes.
Los bienes del deudor constituyen la prenda común de los acreedores. Lo que significa que el deudor
responde de sus obligaciones con sus bienes.
Este principio significa que todos los bienes que integran el patrimonio tanto las cosas muebles,
como los inmuebles, responden por el cumplimiento de las obligaciones que tiene a su cargo el deudor. Si
el deudor no cumplo, los acreedores tienen derecho a ejecutar esos bienes, y cobrarse con su producido.
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Obligaciones Civiles y Comerciales
Rodrigo Nicolás Pereyra
La idea de patrimonio es la de una universalidad de bienes, una masa o conjunto que puede variar
en el tiempo, y por ello la función de esta garantía es naturalmente fluctuante. Esa fluctuación esencial del
patrimonio surge incluso del texto legal expreso en el art. 743 in initio del CCyC, cuando menta a los
“bienes presentes y futuros del deudor”.
Alcance y limitaciones.
Existen casos en que una deuda puede poseer una cobertura incompleta y la responsabilidad por
deudas hallarse limitada a ciertos bienes, quedando protegidos los restantes bienes del deudor de la
ejecución coactiva de la deuda. En dichos casos, existe una limitación de la responsabilidad y una
cobertura incompleta de la deuda.
“El patrimonio como prenda común se excepciona con los privilegios: el derecho dado por
la ley a un acreedor para ser pagado con preferencia a otro…Esta prenda común también se
excepciona cuando algunos de los bienes del deudor son inembargables e inejecutables”.
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Obligaciones Civiles y Comerciales
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Instrumentos necesarios para el ejercicio de la profesión, arte u oficio. Aquí, se consagra una norma
destinada a proteger el trabajo individual a fin de que el deudor obtenga sustento, por lo tanto, sólo
resultan comprendidos los implementos, herramientas y útiles manuales de trabajo indispensables,
quedando excluidas las instalaciones, maquinarias o instrumental mecánico que importan una
acumulación de capital.
Sumas dinerarias. Existen también sumas dinerarias que la ley ha declarado inembargables, como
diversas indemnizaciones de carácter personalísimo como indemnizaciones por daños corporales o por
muerte de un familiar, etc., el sueldo de ciertas personas (empleados públicos) jubilaciones, pensiones etc.
En algunos casos se ha declarado la inembargabilidad y en otros la embargabilidad reducida a un
porcentaje de los beneficios previsionales y de los sueldos de empleados públicos.
El CCyC ha declarado inembargables a las indemnizaciones que corresponden al deudor por daño
moral y por daño material derivado de lesiones a su integridad psicofísica (art. 744, inc. f), y a la
indemnización por alimentos que corresponde al cónyuge, al conviviente y a los hijos con derecho
alimentario, en caso de homicidio (art. 744, inc. g).
ARTICULO 1686.- Acción por acreedores. Los bienes fideicomitidos quedan exentos de la acción
singular o colectiva de los acreedores del fiduciario. Tampoco pueden agredir los bienes fideicomitidos
los acreedores del fiduciante, quedando a salvo las acciones por fraude y de ineficacia concursal. Los
acreedores del beneficiario y del fideicomisario pueden subrogarse en los derechos de su deudor.
ARTICULO 1687.- Deudas. Liquidación. Los bienes del fiduciario no responden por las obligaciones
contraídas en la ejecución del fideicomiso, las que sólo son satisfechas con los bienes fideicomitidos.
Tampoco responden por esas obligaciones el fiduciante, el beneficiario ni el fideicomisario, excepto
compromiso expreso de éstos.
Lo dispuesto en este artículo no impide la responsabilidad del fiduciario por aplicación de los
principios generales, si así corresponde.
La insuficiencia de los bienes fideicomitidos para atender a esas obligaciones, no da lugar a la
declaración de su quiebra. En tal supuesto y a falta de otros recursos provistos por el fiduciante o el
beneficiario según previsiones contractuales, procede su liquidación, la que está a cargo del juez
competente, quien debe fijar el procedimiento sobre la base de las normas previstas para concursos y
quiebras, en lo que sea pertinente.
Beneficio de la competencia. (art. 892 y 893 CCyC). Es el que se concede a deudores para no pagar más
de lo que está dentro de sus posibilidades. El legislador, a veces, otorga algunas amnistías a ciertas deudas
dando aumento en el plazo no previsto en plazos originales. Éste puede ser general. Por ej. La ley de
emergencia locativa, que se dictó en la época del presidente Alfonsín, que bajaba el porcentaje de
incremento de las locaciones y restringía el desalojo).
Según el art. 893 del CCyC, el acreedor debe conceder este beneficio a:
a) Ascendientes, descendientes y colaterales hasta el segundo grado, que no haya incurrido en
una causal de indignidad. Es una consecuencia del derecho alimentario. La ley otorga el
derecho de utilizar este beneficio a las personas que deben prestar alimentos a quien es a la vez su
acreedor.
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Se requiere la inexistencia de una causal de indignidad, ya que no sería justo que quien hubiere
incurrido en ellas obtenga el beneficio (ej. Art. 2281 delito doloso contra el sucesor, privación de
la responsabilidad parental, maltrato o injurias).
b) Cónyuge o conviviente.
c) Donante para exigir la conación Este beneficio es sólo para exigir el cumplimiento de la
donación efectuada.
a) los autores, cómplices o partícipes de delito doloso contra la persona, el honor, la integridad sexual, la libertad o la
propiedad del causante, o de sus descendientes, ascendientes, cónyuge, conviviente o hermanos. Esta causa de indignidad no se
cubre por la extinción de la acción penal ni por la de la pena;
c) los que hayan acusado o denunciado al causante por un delito penado con prisión o reclusión, excepto que la víctima
del delito sea el acusador, su cónyuge o conviviente, su descendiente, ascendiente o hermano, o haya obrado en cumplimiento de
un deber legal;
d) los que omiten la denuncia de la muerte dolosa del causante, dentro de un mes de ocurrida, excepto que antes de ese
término la justicia proceda en razón de otra denuncia o de oficio. Esta causa de indignidad no alcanza a las personas incapaces ni
con capacidad restringida, ni a los descendientes, ascendientes, cónyuge y hermanos del homicida o de su cómplice;
e) los parientes o el cónyuge que no hayan suministrado al causante los alimentos debidos, o no lo hayan recogido en
establecimiento adecuado si no podía valerse por sí mismo;
f) el padre extramatrimonial que no haya reconocido voluntariamente al causante durante su menor edad;
g) el padre o la madre del causante que haya sido privado de la responsabilidad parental;
h) los que hayan inducido o coartado la voluntad del causante para que otorgue testamento o deje de hacerlo, o lo
modifique, así como los que falsifiquen, alteren, sustraigan, oculten o sustituyan el testamento;
i) los que hayan incurrido en las demás causales de ingratitud que permiten revocar las donaciones.
En todos los supuestos enunciados, basta la prueba de que al indigno le es imputable el hecho lesivo, sin necesidad de
condena penal.
Obligaciones a mejor fortuna (arts. 889 a 891 CCyC). Nunca pueden ser generales, se conceden a una
persona teniendo en cuenta las circunstancias. No es que se la autorice a no pagar, sino que lo hará recién
cuando las circunstancias mejoren. Es una obligación futura e incierta (no imposible).
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- Es una obligación a plazo indeterminado, intuito personae (el beneficio no se transmite a los
herederos, la deuda sí). La mejora de la situación del deudor no constituye una condición para el
pago, pues se estaría supeditando la existencia de la misma y no su cumplimiento.
- No es una obligación de plazo incierto ni tácito, porque están fijadas las circunstancias que
habrán de fijar el plazo (la situación económica del deudor) pero no está determinado
temporalmente.
- No se presume
- El plazo indeterminado lo fija un juez. Debe tenerse en cuenta la situación económica del deudor.
El juez tiene posibilidades de establecer cuotas para facilitar el cumplimiento (excepción al
principio de integridad del pago).
- La transmisión de la deuda a los herederos sigue el principio general (como pura y simple). Es
uno de los casos de intransmisibilidad de derechos.
ARTICULO 889.- Principio. Las partes pueden acordar que el deudor pague cuando pueda, o mejore de fortuna; en este
supuesto, se aplican las reglas de las obligaciones a plazo indeterminado.
ARTICULO 891.- Muerte del deudor. Se presume que la cláusula de pago a mejor fortuna se establece en beneficio exclusivo del
deudor; la deuda se transmite a los herederos como obligación pura y simple.
El CCyC establece que todo acreedor de una obligación cierta y exigible puede conservar en su
poder la cosa que debe restituir al deudor, hasta el pago de lo que éste le adeude en razón de la cosa.
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Legitimación. Tiene esa facultad sólo quien obtiene la detentación de la cosa por medios que no
fueren ilícitos, y que carece de ella quien la recibe en virtud de una relación contractual a título gratuito,
excepto que sea en el interés del otro contratante 8art. 2587).
A la vez, dispone que toda cosa que esté en el comercio puede ser retenida, siempre que deba
restituirse y sea embargable, según la legislación pertinente.
Naturaleza jurídica. Se han postulado distintos criterios para explicar la esencia de la figura.
a) Derecho real: quienes sustentan esta idea destacan como rasgo esencial que el derecho de
retención siempre supone un vínculo jurídico entre el retenedor y una cosa, siendo aquél oponible
erga omnes.
b) Derecho personal: desde otra posición, teniendo en consideración los antecedentes romanos de
la figura (actio doli), y el interés en oponer la retención hacia el deudor en particular, se juzga
que se trata de un derecho personal.
c) Derecho “sui generis”: En posiciones eclécticas, hay quienes señalan que se trataría de un
derecho de especie singular, por no encontrar un lugar específico dentro de los derechos reales, ni
en los personales.
d) Excepción dilatoria de carácter sustantivo: ciertos autores han destacado la importancia que
tiene este instituto en el proceso judicial, donde cuenta con gran fuerza para la defensa del
crédito, obrando como una excepción procesal aunque regulada por el derecho de fondo
sustantivo.
1. El retenedor debe ser titular de un crédito exigible contra el titular sobre la cosa.
2. La relación con la cosa debe derivar de una situación posesoria lícita.
3. Recepción de la cosa en base a una relación contractual onerosa. Por ej. Puede ejercer
retención quien detenta una cosa en función de un contrato de comodato, aunque en su
contexto se hubiere generado un crédito a su favor por gastos extraordinarios de
conservación. Distinto sería, si el uso y goce gratuito del inmueble hubiese ocurrido a pedido
del comodante, para resguardar el bien durante sus vacaciones.
4. Debe existir conexidad entre el crédito y la cosa. Significa que el crédito debe haber nacido
por razón de la cosa. Por ejemplo. Ricardo (constructor), tiene un crédito contra Sebastián
(dueño de dos obras que Ricardo construye), por trabajos realizados en el predio menor, no
puede él retener el inmueble más valioso hasta obtener el pago de aquello que se le debe. El
ejercicio de la retención no requiere autorización judicial ni manifestación previa del
retenedor.
Los derechos del retenedor Surgen del art. 2590 del CCyC
a) A ejercer todas las acciones de que dispone para la conservación y percepción de su crédito y
las que protegen su posesión o tenencia de la cosa retenida. Por ello, si pierde la posesión contra
su voluntad, por acciones del propietario o de un tercero, podrá ejercer la acción de despojo,
ahora prevista en el art. 2241 y la acción de mantener la tenencia o la posesión.
b) Percibir un canon por el depósito. El retenedor accede a este derecho desde que su intimación
al deudor a pagar y a recibir la cosa obtiene un resultado negativo.
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c) Percibir los frutos naturales de la cosa retenida. La percepción de tales frutos hace a una
facultad del retenedor, no a una obligación. Pero si opta por percibirlos, debe dar aviso al deudor.
En este caso, puede disponer de ellos, debiendo imputar su producido en primer término a los
intereses del crédito y el excedente al capital.
Los deberes del retenedor surgen del art. 2591 del CCyC
a) No usar la cosa retenida, excepto pacto en contrario. Las partes interesadas pueden pactar los
alcances de dicho uso e inclusive acordar el destino de los frutos. Esta regla pone fin a todo
debate previo sobre la posibilidad de utilización de la cosa retenida, debiendo concluirse que en
principio, ésta no debe usarse y que el derecho se limita a detentar y conservar la cosa.
b) Conservar la cosa y efectuar las mejoras necesarias a costa del deudor. El retenedor tiene la
obligación de conservar la cosa, para luego reintegrarla a su dueño en el mismo estado en que la
recibió. Es por ello que aquél está obligado a realizar las mejoras necesarias para evitar su
deterioro o destrucción.
c) Restituir la cosa al concluir la retención y rendir cuentas al deudor de cuanto hubiera
percibido en concepto de frutos.
El derecho de retención no afecta el derecho de propiedad, sólo impide al dueño tener la cosa. Por
ello se ha afirmado que el propietario puede vender la cosa o prometer la constitución de un derecho real
sobre ella.
El derecho de retención también surte efectos importantes con respecto a los demás acreedores
del dueño de la cosa retenida, previstos en la Ley de Concursos, a la que remite el art. 2592 del CCyC. En
este sentido, los acreedores pueden embargar y subastar la cosa retenida, per éstos deberán pagar o
permitir que el precio o parte de él, lo reciba el retenedor, como supuesto de subrogación real, donde el
dinero viene a sustituir al objeto retenido.
Extinción.
a) Extinción del crédito garantizado. Como se trata de un derecho accesorio, el pago total
y válido efectuado por el deudor o un tercero, termina con el derecho de retención. A su
vez, si el crédito se extingue por otros medios como la novación la compensación o la
remisión, también se extingue el derecho a ejercer la retención.
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PRIVILEGIOS
Hablar de privilegios, supone reflexionar sobre el orden de prelación en que se ubicarán los
créditos de los distintos acreedores, para hacerse efectivos sobre el patrimonio del deudor, justamente
cuando exista una situación de insuficiencia de bienes.
El art. 2573 del CCyC define el privilegio como “la calidad que corresponde a un crédito de
ser pagado con preferencia de otro”. Mejorando la fórmula del Código de Vélez, al referirse a esta
figura como una verdadera “calidad” de crédito.
El Código de Vélez definía el privilegio en el art. 3875 como “el derecho dado por la ley a un
acreedor para ser pagado con preferencia a otro”.
Caracteres.
- Son de origen legal. Su origen debe hallarse exclusivamente en la ley, no pudiendo el deudor
crear a favor de un acreedor, un derecho para ser pagado con preferencia a otro, sino del modo en
que la ley lo establece conforme el art. 2574 del CCyC. Por ejemplo, el deudor podrá acordar el
pago preferente a un acreedor con derecho real de hipoteca, siempre que dicha prioridad se refiera
al inmueble hipotecado y que se cumplan todos los requisitos que la ley prevé a tal fín.
- Son accesorios. Su existencia, régimen jurídico, eficacia y desarrollo funcional dependen de uno
u otro modo, del crédito del cual resultan ser una calidad (conforme el art. 856 del CCyC). Por
ello, si se extingue el crédito se pierde el privilegio y demás, la transmisión del crédito incluye la
de su privilegio (art. 2576).
- Son indivisibles. Las vicisitudes que afectan al crédito y al objeto sobre el cual recae, no alteran
el privilegio. Así, si disminuye el importe de tal crédito por cualquier causa o se extingue
parcialmente el objeto sobre el cual se asienta, el privilegio se mantiene inmutable. En ese sentido
el art. 2576 expresa: “los privilegios son indivisibles en cuanto al asiento y en cuanto al
crédito, independientemente de la divisibilidad del asiento o del crédito.
- Son excepcionales. Como la regla es que todos los acreedores concurren al cobro de sus créditos
en un pie de igualdad, percibiendo sus acreencias a prorrata si no existen activos suficientes, la
circunstancia de tener un mejor derecho que los demás acreedores constituye una excepción. En
caso de duda, debe considerarse que no hay privilegio.
- Son renunciables y postergables. Salvo que se trate de privilegios de créditos laborales. No hay
obstáculo para que el acreedor renuncie a su facultad de cobro preferente, derivada de la cualidad
de su crédito, en un ámbito en que rige la autonomía de la voluntad. Así como el acreedor puede
renunciar a su derecho de crédito, también puede abdicar de su posibilidad de cobro prioritario.
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Para la mayoría de la doctrina, éstos recaen en el objeto sobre el cual el privilegio se ejercita, ya
sea una cosa mueble o inmueble. Un sector minoritario, ha considerado que el asiento es el resultado
económico de la subasta del bien o bienes sobre los que se apoya.
El CCyC establece que puede ejercerse el privilegio mientras la cosa afectada permanezca en el
patrimonio del deudor, excepto disposición legal en contrario y el supuesto de subrogación real
legalmente admitido (conforme el art. 2573). Así, el principio general es que el asiento del privilegio es
el bien mueble o inmueble sobre el cual éste se ejercita.
Pero interesa también establecer cuáles podrán ser los asientos secundarios del privilegio, en
casos de subrogación real. En otros términos, corresponde indagar qué sucederá cuando un bien ocupe el
lugar de aquel que fue originalmente asiento principal del privilegio. La normativa específica coincide, al
reconocer que los privilegios se trasladan de pleno derecho sobre los bienes que sustituyen a aquellos que
fueran su asiento principal, sea que estos nuevos bienes consistan en indemnizaciones, precios obtenidos
o cualquier otro concepto que permita la subrogación real. Así, por ejemplo, si el privilegio recae sobre
un automóvil prendado, y éste se destruye por culpa de un tercero, logrando el deudor una indemnización
por dicha pérdida, el importe de la indemnización ocupará el lugar del objeto originario que fuera asiento
del privilegio.
Finalmente, cabe aclarar que los privilegios no pueden ejercerse sobre cosas inembargables, lo
cual resulta lógico, mal podrá reconocerse una prioridad en el cobro, a materializarse sobre un bien que
en definitiva no será susceptible de ejecución, por expresa disposición legal.
Extinción. El privilegio se extingue cuando concluye el crédito, siguiendo la regla de la accesoriedad. Sin
embargo, en ocasiones puede terminarse sólo el privilegio y permanecer vigente el crédito principal,
como en los casos de renuncia al privilegio; cuando se pierde la cosa sobre la cual recae el privilegio y
cuando el acreedor resulta adquirente de aquella cosa.
Procesos universales. El CCyC establece que los procesos universales se rigen por la ley aplicable a
concursos, exista o no cesación de pagos (art. 2579).
Así mismo, dispone que los privilegios generales sólo pueden ser invocados en los procesos
universales, aplicándose también a ellos la ley de Concursos (art. 2580).
Además, regula la situación de los acreedores quirografarios, que son aquellos que carecen de
privilegio, disponiéndose que ellos cobran a prorrata entre sí, es decir, en proporción a sus respectivos
créditos.
Clasificación. La ley de Concursos (24.522/1995), distingue las situaciones de las siguientes personas:
- Acreedores de la masa o “acreedores del concurso”, son aquellos que han realizado tareas a
favor de todos los acreedores que reciben su beneficio. Por ejemplo, honorarios del síndico y los
gastos de liquidación del activo, hacen a conceptos propios de este grupo de acreedores. Poseen
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como característica la prioridad de cobro y pueden ser percibidos cuando se tornan exigibles, sin
esperar hasta la distribución.
- Quienes tienen privilegio especial: los gastos hechos para la construcción, mejora o
conservación de una cosa mientras esté en poder del concursado, los créditos laborales de los
últimos seis meses y los debidos por indemnizaciones por accidentes de trabajo, despido y otra
causa; los impuestos y tasas sobre determinados bienes, los créditos de garantía real, los que
corresponden a debentures u obligaciones especiales y los del retenedor. También se incluyen en
esta categoría aquellos créditos que surgen de lo dispuesto en el Código Aeronáutico, y en las
leyes de la Navegación, de entidades Financieras y de Seguros.
- Tienen privilegio general:
a) Aquellas sumas que se adeudan a los trabajadores por salarios y subsidios familiares de
los últimos seis meses, y las demás indemnizaciones que les pudieren corresponder;
b) El capital adeudado por el sistema de seguridad social;
c) Si el concursado es una persona física: los gastos funerarios; los gastos de última
enfermedad durante los últimos seis meses de vida; y alimentos y alojamientos de los seis
meses anteriores al concurso;
d) El capital por impuestos y tasas que se adeuden al Fisco;
e) El capital por facturas de crédito aceptadas, con límites precisos.
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Enunciado y análisis.
1. Embargo, implica la individualización de un bien de propiedad del deudor. El embargo puede ser
ejecutivo, que constituye una etapa de la ejecución; y el preventivo, se limita a asegurar el futuro
ejercicio de la ejecución.
2. Inhibición general de bienes. Importa la prohibición de vender o gravar los bienes y procede en
todos los casos en que habiendo lugar a embargo, éste no pudiera hacerse efectivo por no
conocerse bienes del deudor, o por no cubrir éstos el importe del crédito.
3. Anotación de litis. Significa asentar en un registro la existencia de un litigio pendiente, y
procede cuando es deducida una pretensión que puede tener como consecuencia una modificación
de la respectiva inscripción.
4. Prohibición de innovar. Procede cuando existe el peligro de que la modificación de la situación
de hecho o de Derecho pueda influir en la sentencia, o convertir su ejecución en ineficaz o
imposible.
5. Prohibición de contratar. Procede cuando se la autoriza por ley, o por contrato, o para asegurar
la ejecución forzada o los bienes objetos del juicio, y significa “la prohibición de contratar sobre
determinados bienes”.
6. Intervención o administración judicial. En su máxima expresión significa la situación de quien
tiene a su cargo una administración. El art. 222 del Código Procesal, remite a la legislación de
fondo, por ejemplo, la ley 19.550 (sociedades) autoriza la designación de un interventor que
puede llegar a tener todas las facultades propias del órgano de administración y en su caso, del
órgano de contralor.
7. Designación de interventor recaudador. Puede ser ordenada a falta de otra medida cautelar
eficaz, o como complemento de las que haya sido dispuesta cuando deba recaer sobre bienes
productores de rentas o frutos: su función se limita exclusivamente a la recaudación de hasta un
50% de las entradas brutas, sin injerencia alguna en la administración.
8. Designación de interventor informante. Se trata de un veedor con funciones de información al
Juzgado: “un interventor informante para que de noticia acerca del estado de los bienes objetos
del juicio o de las operaciones o actividades (art. 224 del Código Procesal).
9. Medidas cautelares genéricas. Las ocho medidas cautelares anteriormente enunciadas, se hallan
reguladas en el Código procesal. Pero aún, su artículo 232 autoriza “medidas cautelares
genéricas”, a parte de las precedentes “para asegurar provisionalmente el cumplimiento de la
sentencia.
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La intervención del tercero en ningún caso hace retrogradar el juicio ni suspender su curso (art. 93
del Código Procesal) pero después de su intervención, el tercero queda afectado por la sentencia dictada,
de la misma manera que los litigantes principales (art. 96 Cód. Proc.)
Acción subrogatoria. Luego de establecer el artículo 1195 del Código Civil el denominado efecto
relativo de los contratos (se extiende a las partes y a sus acreedores, pero “no puede perjudicar a
terceros”), el artículo 1196 dispone: “Sin embargo, los acreedores pueden ejercer todos los derechos y
acciones de su deudor, con excepción de los que sean inherentes a su persona”.
Antecedentes. Fue recién en el antiguo derecho francés donde se difundió la máxima “el deudor de mi
deudor, es mi deudor”. En la costumbre de Normandía, se la aceptó en el caso en que el deudor
renunciara o no quisiera aceptar la sucesión que le hubiese sido diferida, puesto que autorizaba a sus
acreedores para hacerse subrogar en su lugar y derecho para aceparla y para ser pagados sobre dicha
sucesión hasta la concurrencia de sus deudas. En base a este antecedente, se sanciona el artículo 1166 del
Código Francés, el cual es copiado por Vélez Sarsfield, pasando a ser el artículo 1196 del Código civil
argentino.
Método del Código Civil. Crítica. Su ubicación de los efectos de los contratos es impropia, ya que debió
ser tratada dentro del régimen general de las obligaciones (arts. 495 a 573); pero se ubica dentro de “las
obligaciones que nacen de los contratos, Título I “De los contratos en General” . Así mismo, su
régimen es harto escueto, ya que no se pueden solucionar adecuadamente los problemas que plantea en un
único artículo. Los proyectos de reforma le dan adecuada ubicación dentro de las obligaciones (proyecto
de 1936, en el art. 582; Anteproyecto de 1954, en los arts. 874 y 876; Proyecto del Poder Ejecutivo de
1993, en el art. 722).
Metodología en el CCyC. En el Código Civil y Comercial, se encuentra regulado entre los arts. 739 a
742
Acción subrogatoria
ARTICULO 739.- Acción subrogatoria. El acreedor de un crédito cierto, exigible o no, puede ejercer judicialmente los derechos
patrimoniales de su deudor, si éste es remiso en hacerlo y esa omisión afecta el cobro de su acreencia.
El acreedor no goza de preferencia alguna sobre los bienes obtenidos por ese medio.
ARTICULO 740.- Citación del deudor. El deudor debe ser citado para que tome intervención en el juicio respectivo.
a) los derechos y acciones que, por su naturaleza o por disposición de la ley, sólo pueden ser ejercidos por su titular;
c) las meras facultades, excepto que de su ejercicio pueda resultar una mejora en la situación patrimonial del deudor.
ARTICULO 742.- Defensas oponibles. Pueden oponerse al acreedor todas las excepciones y causas de extinción de su crédito,
aun cuando provengan de hechos del deudor posteriores a la demanda, siempre que éstos no sean en fraude de los derechos del
acreedor.
Legitimación activa
Acreedores a quiénes es otorgada. La ley no hace distinciones y por lo tanto en principio, cualquier
acreedor puede ejercerla. No interesa si es quirografario o privilegiado, ni la fecha de su crédito, sin
embargo, el acreedor debe ser titular de un crédito cierto.
Acciones y derechos que lo autorizan. Principio. En principio, son ejercibles todos los derechos y
acciones del deudor, como, por ejemplo, solicitar medidas cautelares, interrumpir la prescripción; pedir
la anotación y la reinscripción de prendas e hipotecas; pedir la verificación de créditos, oponer la
prescripción, percibir el importe de pagos por consignación aceptados por el deudor, pedir la
indemnización por daños patrimoniales, pedir el cumplimiento, la resolución, rescisión o revocación de
contratos celebrados por el deudor, y reclamar daños que hayan derivados de su incumplimiento; pedir
divisiones de condominio: ejercer acciones reales, promover la sucesión en que tenga interés el deudor,
etc.
Excepciones. Sin embargo, pese a la amplitud con que se reconoce el derecho a ejercer la acción, el
acreedor no podría entrometerse en la administración de los derechos del deudor, puesto que la sola
exigencia del vínculo obligacional no autoriza a inmiscuirse en el manejo de su patrimonio, mientras éste
actúe de buena fe y con relativa diligencia.
Condiciones de ejercicio
Sustanciales:
1. Calidad de acreedor del subrogante.
2. Inacción del deudor. La inacción del deudor es fundamental, ya que sólo se justifica el ejercicio
de la acción ante su negligencia, desidia o pasividad.
3. Interés legítimo. El acreedor debe acreditarlo para ejercer esta facultad.
Citación del deudor. La citación no es exigida por el Código Civil como condición del ejercicio de la
acción, pero su utilidad radica en que, practicada la citación del deudor, la sentencia le es oponible como
cosa juzgada.
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Pero en el Código Procesal, esto pasó de ser útil a sustancial, puesto que la citación del deudor es
exigida expresamente en su artículo 112.
Superfluas.
1. La autorización judicial para ejercer la acción.
2. La intimación previa al deudor para que haga valer sus derechos
3. La previa constitución en mora
4. Su ejercicio con título ejecutivo, etc.
Respecto de los demás acreedores del deudor subrogado. El ejercicio de la acción no genera
preferencia alguna a favor del acreedor subrogante; por lo tanto, se halla en pie de igualdad con los
restantes acreedores que pudiera tener el deudor subrogado. El producido de la acción ingresa en el
patrimonio del deudor y sirve de garantía común para todos los acreedores.
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5. La acción subrogatoria procede por el monto íntegro del crédito del deudor subrogado, la directa,
sólo por el importe adeudado a quien la ejerce, hasta la concurrencia de la deuda a cargo del
Acción Directa. Concepto. Caracteres. Requisitos. Efectos. Diferentes supuestos. Comparación con
la acción subrogatoria.
Acción directa es la que le compete al acreedor para percibir de un tercero lo que éste adeuda a su
deudor. Ej. A acreedor de D, tiene derecho de percibir de T lo que éste le debe a D.
Fundamento. El fundamento de esta facultad del acreedor se encuentra en el principio que veda el
enriquecimiento sin causa. Esto se ve con particular claridad en materia de subcontratos. Por ejemplo: el
locador (A) puede accionar directamente contra el subinquilino (T) por lo que le adeuda, en
concepto de alquileres, el inquilino (D); de esa manera se impide que el inquilino (D) se enriquezca
sin causa usando y gozando de la cosa, sin pagar el alquiler, y no obstante ello, perciba los
subarriendos del subinquilino
Caracteres:
d) Es un medio de ejecución, porque el acreedor obtiene lo que debe el tercero sin que el bien
objeto de su obligación pase por el patrimonio del deudor de aquel.
e) Es una vía excepciona, porque constituye una restricción al efecto relativo de la relación
obligacional. Sólo hay acción directa cuando la ley la concede expresamente.
Requisitos de ejercicio.
1. Un crédito exigible
2. Una deuda correlativa
3. La deuda de un tercero, homogénea con la relación de aquella. (por ej. Que ambas sean de dar
dinero y disponible.
Efectos
f) Respecto al acreedor. El acreedor tiene acción contra el tercero, la cual está sometida a un doble
tope: no puede reclamar más que su crédito, ni más de lo que debe el tercero al deudor de aquel.
Es decir que, si (A) es acreedor de (D) por 100 y (T) le debe 80 a (D), la acción procede por
80; o si (A) es acreedor de (D) por 29 y (T) le debe 50 a (D), la acción procede por 20.
g) Respecto del deudor. Cuando el acreedor obtiene resultado de la acción directa, su deudor se
libera en la medida que corresponda al pago efectuado por el tercero. Aunque en tanto no se
produzca ese pago, queda igualmente sujeto a las acciones que el acreedor entable contra él.
h) Respecto del tercero. Por lo pronto, el tercero puede oponer al demandante todas las defensas
que le compitieran contra su propio acreedor: si (A) demanda a (T), éste puede excepcionarse
como lo habría hecho si lo hubiese demandado (D).
Cuando paga, se libera por el juego de la compensación.
En efecto, en su calidad de tercero, al pagar la deuda ajena se subroga en los derechos del
acreedor, de manera que si su propio acreedor lo demanda, puede oponerle la compensación hasta ese
importe. Ej. Si (T) le paga 100 a (A) de una deuda total de 300, cuando (D) lo demanda por 300,
hasta el monto de 100 le opone la compensación legal porque, a su vez, es acreedor de (D) en razón
del pago hecho a (A).
La simulación es un recurso de autodefensa; en la vida cotidiana se simulan defectos odios, fracasos, etc.
En los actos jurídicos, se utiliza como procedimiento para ocultar ciertas actividades o bien para evadir
impuestos, o para escapar del cumplimiento de obligaciones legales.
A veces la simulación no tiene nada de reprensible y hasta puede ser una manifestación de pudor, de
auténtica modestia; pero, por lo general, se trata de un propósito contrario a la ley o a los intereses de
terceros.
El legislador del CCyC, ha preferido hace runa enunciación descriptiva de las distintas hipótesis posibles:
Art. 333 CCyC: “La simulación tiene lugar cuando se encubre el carácter jurídico de un acto bajo la
apariencia de otro, o cuando el acto contiene cláusulas que no son sinceras, o fechas que no son
verdaderas, o cuando por él se constituyen o transmiten derechos a personas interpuestas que no
son aquellas para quienes en realidad se constituyen o transmiten”.
Puede decirse entonces, que el acto simulado es aquel que tiene una apariencia distinta a la
realidad. Hay un contraste entre la forma externa y la realidad querida por las partes; el negocio que
aparentamos es serio y eficaz, es en sí lícito y mentiroso o constituye una máscara para ocultar un negocio
distinto.
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relaciones extramatrimoniales con una mujer a quien desea favorecer con una donación, para no
despertar sospechas en su cónyuge lo hace a nombre de una tercera persona, que, por un
contradocumento privado, se obliga a transferir los bienes a la verdadera destinataria.
¿A quiénes se acuerda?
La acción se acuerda a las partes, en caso de simulación lícita, y aún en ciertos casos de
simulación ilícita (art. 335)
Se acuerda también a los terceros perjudicados por la simulación (art.336). Estos terceros pueden
ser: los herederos del enajenante aparente que ha querido despojarlos de la herencia forzosa que por ley
les corresponde; o los acreedores del enajenante, que ha querido sustraerse al pago de sus deudas.
Cualquier acreedor puede ejercer la acción, tenga o no un crédito exigible, sea bajo término o condición.
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Pero supongamos que el simulador se ha arrepentido de su acto; que quiere recuperar el bien para
entregarlo a sus acreedores. ¿también en este caso se le negará la acción? NO, en este caso la acción es
viable porque el referido art. 335, en el final del párrafo primero, añade que resulta procedente la acción
que tenga por objeto dejar sin efecto el acto cuando las partes no puedan obtener ningún beneficio de las
resultas del ejercicio de la acción de simulación.
Contradocumento.
Es una declaración de voluntad formulada por escrito por las partes, de carácter generalmente
secreto, y destinada a probar que el acto ha sido simulado.
Por lo común, se otorga al mismo tiempo que el acto aparente; pero esta simultaneidad no es un
requisito esencial, puesto que puede haberse otorgado antes o después del acto. Lo necesario no es la
simultaneidad material, sino intelectual, según la expresión de DEMOLOMBE, lo que importa es que el
contradocumento exprese la verdadera voluntad de las partes en el momento de otorgarse el acto
aparente; pero si la nueva declaración de voluntad significa en realidad una modificación de la anterior,
ya no se estaría en presencia de un contradocumento, sino de un acto nuevo.
Efectos de la simulación
Efectos entre las partes.
Los actos simulados son nulos de nulidad relativa, porque la sanción está impuesta sólo en interés
de la persona afectada (arts. 386 y 388).
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El que posee una cosa en virtud de un título aparente declarado nulo, a instancias de la
declaración de simulación, debe restituirla al verdadero dueño (art. 390), con sus frutos (percibidos,
pendientes y dejados de percibir, porque posee de mala fe, art. 1935) y productos; pero en cambio, tiene
derecho a que se le paguen los gastos de conservación y a que se le reconozca el importe de las mejoras
necesarias, salvo que se hayan producido por su propia culpa, y las útiles hasta el mayor valor adquirido
por la cosa (art. 1938).
Si se trata de una simulación relativa queda en pie el acto querido en la convención oculta. Así,
por ejemplo, si se simula una donación bajo apariencia de una venta, quedará en pie de donación.
Declarada la simulación, el vencedor en el juicio tiene derecho a exigir de la contra parte la
indemnización de los daños y perjuicios.
Relaciones entre el acreedor y los subadquirente frente a los cuales prospera la acción de
simulación
El adquirente a título gratuito debe tolerar las consecuencias de la sentencia que declaró simulado
el acto a instancia del acreedor, también se ve afectado por ella el sucesor particular a título oneroso que
haya sido cómplice en la realización de este vicio del acto jurídico (art. 337, párr. 2º).
¿pero, qué ocurre si el sucesor particular ha transferido por título oneroso a un sucesor
particular de buena fe el bien en cuestión o se ha perdido la cosa? Si es oneroso, el subadquirente (si
es de mala fe) satisface los daños y perjuicios ocasionados en forma solidaria con quien contrató de mala
fe con el deudor; si aquel subadquirente contrató de buena fe y a título gratuito con el deudor, responde en
la medida de su enriquecimiento (art. 337, párr. 3º).
En cambio, la acción del acreedor contra el subadquirente de los derechos obtenidos por el contrato
impugnado se encuentra limitados. En este caso, se presume que el subadquirente ha sido ajeno al
negocio simulado, por ello, el art. 337 sólo admite la acción del acreedor cuando el subadquirente
adquirió el bien por título gratuito, o si es cómplice en la simulación.
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PUIG PEÑA. Define al fraude como "todas aquellas conductas aparentemente licitas por realizarse
al amparo de una determinada ley vigente, pero que producen un resultado contrario o prohibido
por otra norma tenida como fundamental en el disciplinamiento de la materia de que se trata".
Se distingue "El fraude de la ley, en sentido antiguo, cuando se pretende eludir la finalidad de la ley
salvando, sin embargo lo dicho en su letra y el fraude a la ley en sentido estricto o moderno, cuando se
intenta amparar el resultado contrario a una ley en otra disposición dada en verdad con una finalidad
diferente".
Esto es lo que prevé el art. 338 del CCyC, y se ha preferido utilizar el nombre de declaración de
inoponibilidad, ya que esta realidad no tiende a revocar los actos del deudor, sino a que se declare su
inoponibilidad a los acreedores que lo demanden, en la medida del interés de éstos.
Naturaleza jurídica. Algunos autores han sostenido que se trata de una acción real, otros de una acción
personal. También en el derecho romano, un sector doctrinario hablaba de una acción mixta.
En la doctrina nacional ha prevalecido la tesis que considerar que se trata de un remedio que tiene
por fin declarar la inoponibilidad del acto hacia el acreedor que demanda, ante una especie de “ineficacia
relativa genética”. Así, esta acción no persigue los bienes que integraron el objeto del negocio
impugnado, sino el cobro de un crédito que surge del perjuicio sufrido por el acreedor. Además, si bien el
que demanda podrá beneficiarse con el reclamo, el demandado podrá evitar sus efectos dando garantías o
pagando.
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Efectos. Entre los diversos acreedores. Entre el accionante y el adquirente del bien. Entre el
accionante y el subadquirente del bien. Entre el adquirente del bien y el deudor.
A su vez, el acreedor tendrá derecho a ejecutar el bien y recibir el valor de su crédito, y si luego
de ello quedara un saldo, será para el adquirente.
b) Acreedores del adquirente: el fraude no puede oponerse a los acreedores del adquirente que de
buena fe, hayan ejecutado los bienes comprendidos en el acto. (art. 340)
c) Deudor, adquirente y subadquirente. Según el art. 340 del CCyC “La acción del acreedor
contra el subadquirente de los derechos obtenidos por el acto impugnado sólo procede si adquirió
por título gratuito, o si es cómplice del fraude, la complicidad se presume si, al momento de
contratar, conocía el estado de insolvencia.
Fraude
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ARTICULO 338.- Declaración de inoponibilidad. Todo acreedor puede solicitar la declaración de inoponibilidad de los actos
celebrados por su deudor en fraude de sus derechos, y de las renuncias al ejercicio de derechos o facultades con los que hubiese
podido mejorar o evitado empeorar su estado de fortuna.
a) que el crédito sea de causa anterior al acto impugnado, excepto que el deudor haya actuado con el propósito de defraudar a
futuros acreedores;
c) que quien contrató con el deudor a título oneroso haya conocido o debido conocer que el acto provocaba o agravaba la
insolvencia.
ARTICULO 340.- Efectos frente a terceros. Deber de indemnizar. El fraude no puede oponerse a los acreedores del adquirente
que de buena fe hayan ejecutado los bienes comprendidos en el acto.
La acción del acreedor contra el subadquirente de los derechos obtenidos por el acto impugnado sólo procede si adquirió por
título gratuito, o si es cómplice en el fraude; la complicidad se presume si, al momento de contratar, conocía el estado de
insolvencia.
El subadquirente de mala fe y quien contrató de mala fe con el deudor responden solidariamente por los daños causados al
acreedor que ejerció la acción, si los derechos se transmitieron a un adquirente de buena fe y a título oneroso, o de otro modo se
perdieron para el acreedor. El que contrató de buena fe y a título gratuito con el deudor, responde en la medida de su
enriquecimiento.
ARTICULO 341.- Extinción de la acción. Cesa la acción de los acreedores si el adquirente de los bienes transmitidos por el
deudor los desinteresa o da garantía suficiente.
A) Clasificación de las obligaciones prenoción - Obligaciones de dar cosas ciertas, hacer y no hacer.
1. Clasificación según el objeto.
2. Clasificación según el sujeto.
3. Clases de obligaciones. Por la determinación de la prestación: diversos grados.
4. Las obligaciones de dar. Obligación de dar cosas ciertas.
5. Obligaciones de hacer. Características especiales de las obligaciones de hacer.
6. Obligaciones de no hacer: concepto; clases; modo de cumplimiento. Régimen de la obligación de
no hacer.
Clasificación según el objeto
1. Obligaciones de prestación determinada, por las partes o por terceros. En este tipo de
obligación la prestación está individualizada desde el nacimiento de la obligación. Y comprende:
tales errajes, las medidas de ellos y hasta su propio material, lo que queda supeditado a que venga
el acreedor a determinarlo.
Este tipo de obligación es relativa (porque no está determinada, tiene que estar determinado el
género) y temporaria (con relación al tiempo, debe ser determinable al momento del pago o
cumplimiento) y se clasifican en:
1. Obligaciones perfectas
2. Obligaciones imperfectas
Para el caso de las obligaciones perfectas, la intensidad del vínculo obligacional se traduce en
una coercibilidad firme, son las llamadas OBLIGACIONES CIVILES, que son aquellas que
confieren al acreedor la acción para poder exigir el cumplimiento de la prestación.
Mientras que en otros casos, el acreedor no cuenta con una acción para reclamar lo que le es
propio, limitándose la intensidad del vínculo a no permitir la repetición de lo pagado cuando el
deudor realizó el pago voluntariamente, estas son las llamadas OBLIGACIONES NATURALES.
Esta clasificación (obligaciones civiles y naturales) ha sido eliminada en el CCYC, han sido
reemplazadas por los deberes morales del art. 728, según el cual “lo entregado en cumplimiento de
deberes morales o de conciencia es irrepetible”.
1. Obligaciones simples
2. Obligaciones complejas
3. Obligaciones conjuntas
a. Obligaciones divisibles, esto es, que se pueden cumplir parcialmente (arts. 805 a 812 CCyC)
b. Obligaciones indivisibles. Es decir, no susceptibles de cumplimiento parcial (arts. 813 a 824
CCyC).
a. Simplemente mancomunadas (la cantidad de vínculos coincide con las partes (arts. 825 a
826 CCyC).
b. Obligaciones solidarias (hay una sola prestación y cada acreedor tiene en principio derecho
a toda la prestación y ésta debe ser cumplida por cualquier deudor), (arts. 827 a 849 CCyC).
c. Obligaciones concurrentes (arts. 850 a 852 CCyC).
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OBLIGACIONES DE DAR. Tienen por objeto la entrega de una cosa al acreedor, lo que puede ser para
transmitirle la propiedad de ella o sólo con el fin de transferirle su posesión para su uso, goce o disfrute.
- Obligación de dar específica. Si ella recae sobre una cosa concreta y determinada; la entrega de
una cosa diferente no satisface el interés del acreedor, por lo que no puede considerarse el
cumplimiento.
- Obligación de dar genérica. Si la obligación recae sobre cosas determinadas sólo por su especie
y cantidad, es de género; en casos tales, la obligación de entregar una cosa está marcada por una
relativa indeterminación de la cosa objeto de la prestación. En estas obligaciones no existe el
riesgo de que la prestación llegue a hacerse imposible por pérdida o destrucción de la cosa
debida, ya que se aplica el principio “el género nunca perece”, esta regla no se aplica una vez
producida la especificación, dado que en ella se determinan las cosas específicas que el deudor
debe entregar al acreedor y la obligación pierde su inicial carácter genérico.
En este sentido el art. 763 del CCyC, establece: “antes de la individualización de la cosa debida,
el caso fortuito no libera al deudor. Después de hecha la elección, se aplican las reglas sobre la
obligación de dar cosas ciertas”.
ARTICULO 746.- Efectos. El deudor de una cosa cierta está obligado a conservarla en el mismo estado
en que se encontraba cuando contrajo la obligación, y entregarla con sus accesorios, aunque hayan sido
momentáneamente separados de ella.
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OBLIGACIÓN DE DAR COSAS CIERTAS. La situación jurídica de acreedor y deudor varía, según la
finalidad de la obligación de dar cosas ciertas.
Dicha finalidad integra el objeto y es así, que la misma puede tener por objeto la entrega de una cosa
mueble o inmueble, ya sea:
1) Obligaciones de dar cosa cierta para constituir derechos reales
2) Obligaciones de dar para restituir
3) Obligaciones de dar una cosa cierta para transferir su uso o tenencia.
a) Obligaciones de dar cosa cierta para constituir derechos reales. En nuestro país, el dominio se
adquiere a través del título (instrumento que acredita la propiedad) y modo (aprehensión física de
la cosa o tradición y primer uso en las servidumbres positivas) y se vuelve oponible el derecho
respecto de terceros con la inscripción registral.
El título confiere solamente un derecho a la cosa, pero la propiedad sólo se transmite cuando el
modo ha sido cumplido.
b) Obligaciones de dar cosas ciertas para restituirlas a su dueño. La entrega de la cosa aquí no
se dirige a entregarlas para constituir un derecho real, sino para restituirlas a su dueño. De tal
modo, en estas obligaciones, el dueño de la cosa es el acreedor a su restitución, lo que no tiene un
efecto neutro.
El dueño en estas obligaciones no es el deudor, sino el acreedor. Por ejemplo: en la locación,
comodato, depósito, la cosa es propiedad del acreedor, que es quien tiene derecho a exigir la
restitución de la misma.
ARTICULO 759.- Regla general. En la obligación de dar para restituir, el deudor debe entregar la cosa al
acreedor, quien por su parte puede exigirla.
El primer legitimado para recibir la cosa es el acreedor, si fuera uno solo el que ostenta ese título.
La regla se confirma aún en el caso de haber prometido la cosa a un tercero en el segundo párrafo del
mismo artículo:
“Si quien debe restituir se obligó a entregar la cosa a más de un acreedor, el deudor debe
entregarla al dueño, previa citación fehaciente a los otros que la hayan pretendido”.
Pero si el deudor se hubiese obligado a entregar la cosa a más de un acreedor, el CCyC establece
que el deudor debe entregar la cosa al dueño, previa citación fehaciente a los otros que la han pretendido.
En el art. 600 del CC, se establecía una remisión a la materia de los contratos, en las obligaciones de
cosas ciertas para transmitir tenencia y uso “si la obligación fuere de dar cosas ciertas para transferir
solamente el so de ellas los derechos se reglarán por lo que se dispone en el título ´Del
arrendamiento, si la obligación fuere solamente para transferir la tenencia de la cosa los derechos
se reglarán por lo que se dispone en el título ´Del Depósito´”
Éste hacía una derivación legislativa y dice que el uso se rige por lo estipulado en el título de
arrendamiento y la tenencia por lo regido en el título de depósito.
De igual manera, se hace remisión en similares términos en el art. 749 del CCyC.
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“Cuando la obligación de dar una cosa determinada tenga por objeto transferir solamente el uso o
la tenencia de ella, se aplican las normas contenidas en los títulos especiales”.
La obligación de hacer es la que recae sobre un hecho positivo, que consiste sustancialmente en
una actividad, mediante el suministro de trabajo o energía, por ejemplo, la obligación de pintar una pared.
Hay obligaciones de hacer en el depósito, la locación de servicios, la locación de obra, el
mandato, etc.
OBLIGACIONES DE NO HACER
La obligación de no hacer tiene como prestación un hecho negativo, consistente en una
abstención, por ejemplo, no talar un bosque, no construir un muro a mayor altura que la determinada, etc.
Está regulada en general y siempre que sean compatibles, por las reglas que gobiernan a las obligaciones
de hacer.
Ejemplo de obligaciones de no hacer seria: la obligación del locador de no perturbar al
locatario en el uso y goce de la cosa locada, la contraía por el locatario de no subarrendar el
inmueble objeto del contrato de locación, etc.
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REGIMEN. En el Código de Vélez, habían sido reguladas conjuntamente con las obligaciones de hacer
en los arts. 630 a 634. La misma tendencia ha seguido el CCyC en los arts. 773 a 778, pero sólo les ha
dedicado el 778.
ARTICULO 778.- Obligación de no hacer. Es aquella que tiene por objeto una abstención del deudor o
tolerar una actividad ajena. Su incumplimiento imputable permite reclamar la destrucción física de lo
hecho, y los daños y perjuicios.
Estas obligaciones están formuladas expresivamente para la conjugación copulativa “y”, que las
caracteriza.
Por ejemplo, si un comerciante ha vendido tres objetos (un escritorio, un sillón y una biblioteca),
tiene la obligación de entregar las tres cosas, que ha vendido a un precio determinado por cada una, o en
conjunto.
La obligación del vendedor no se extinguirá hasta que haya entregado todos los objetos
contenidos en la prestación, y correlativamente, el acreedor tiene el derecho de exigir los objetos
contenidos en la prestación.
La obligación es disyuntiva cuando el deudor está obligado a entregar una sola, de entre varias
prestaciones comprendidas en la obligación; así, por ejemplo, cuando alguien se compromete a vender
uno de los tractores marca “john Deere” que posee en su campo.
Estas obligaciones están formuladas expresivamente para la conjugación copulativa “o”, que
implica la necesidad de una elección entre diversas prestaciones posibles.
En el CCyC las obligaciones disyuntivas tienen un régimen legal propio que va del art. 635 al 651
inclusive. Incluyendo dos tipos de obligaciones: las alternativas y las facultativas.
Obligación facultativa. Es aquella que tiene por objeto una sola prestación, pero dan al deudor la
facultad de sustituir esa prestación por otra, que se halla prevista en el contrato, en calidad de accesoria o
subsidiaria.
El CCyC las define en el art. 786 diciendo: “la obligación facultativa tiene una obligación principal y
otra accesoria. El acreedor sólo puede elegir la principal, pero el deudor puede librarse cumpliendo
la accesoria”.
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Por ejemplo, el caso de una persona que conviene con otra que ejecutará una obra de arte, pero al mismo
tiempo se le permite que si no lo hiciera, en su lugar entregue una suma de dinero predeterminada.
Obligación alternativa. Es aquella que tiene por objeto una de entre varias prestaciones independientes
entre si, de modo que el deudor se libera de la obligación entregando una de las cosas prometidas.
El CCyC las define en el art. 779 diciendo: “la obligación alternativa, tiene por objeto una prestación
entre varias que son independientes y distintas entre sí. El deudor está obligado a cumplir una sola
de ellas”.
Generalmente el hecho de que se trata de una obligación alternativa se pone de manifiesto por el uso de la
conjunción “o”. Por ejemplo, comprar bolígrafos azules o negros, escalera de madera o de plástico, etc.)
Las obligaciones de dar cosas inciertas no fungibles, son conocidas también como obligaciones de
género. Son aquellas que tienen por objeto la entrega de una o varias cosas a elegir dentro de una
respectiva especie, por ejemplo, la entrega de un perro dóberman, una pintura de Monet o un caballo de
montar.
El objeto de la obligación en esta figura, está determinado sólo con relación a su especie, pero queda
indeterminado dentro de ésta. La cosa que va a ser objeto concreto de la obligación queda pendiente de
una elección o individualización dentro de la especie correspondiente. Debe tratarse, además de cosas no
fungibles.
De modo tal que el objeto de esta clase de obligaciones está determinado, pero sólo con relación al
género, por ejemplo, si es un perro, la raza, si es un alimento, la denominación de origen, por ejemplo, un
celular marca Samsung, una mesa de madera, etc.
Elección. La elección configura un acto extremadamente importante, ya que ese acto determina cuáles
son los individuos de esa especie y género que deben ser entregados por el deudor.
Le corresponde al deudor la elección de la cosa a entregar; él elige qué cosa. Puede ser que otorgue la
facultad de la elección al acreedor o a un tercero inclusive, pero el principio general es que el deudor de la
cosa a entregar es quien debe realizar la elección.
Elección: legitimación. En principio, el derecho de elegir le corresponde al deudor (art. 462 CCyC), pero
puede pactarse que lo haga el acreedor.
En este tipo de obligaciones, hay un límite cierto en cuanto a la elección y es que quien elige debe hacerlo
dentro de las características medias del género. Y esto está expresamente establecido en el art. 762 del
CCyC.
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debe recaer sobre cosa de calidad media, y puede ser hecha mediante manifestación de voluntad
expresa o tácita.
Límites efectivos de la elección. se encuentran regulados en el artículo 762, que claramente establece
que, el deudor no puede elegir pagar con la peor cosa y que el acreedor no puede pretender la mejor cosa,
sino que la elección debe recaer sobre la cosa de calidad media.
Forma de elección.
- Cuando la elección corresponde al deudor. Algunos autores sostienen que para realizar la
elección basta con una manifestación de la voluntad electiva al acreedor, aunque otros sostienen
que la elección opera al momento de la entrega de la cosa.
El Art. 762 CCyC, permite que la manifestación de voluntad del elector sea expresa, mediante
comunicación al otro sujeto, o tácita, mediante el principio de ejecución de la prestación.
- Cuando la elección corresponde al acreedor. Todos los autores sostienen que esa voluntad
electiva o de elección se debe comunicar al deudor o al tercero, en su caso.
Momento de la elección. En el CCyC en razón del art. 762, el momento de la opción será el de la
comunicación al otro sujeto del cumplimiento de la prestación.
Así se resolvió en un caso judicial: “el deudor de una obligación de género no puede
desobligarse por pérdida o deterioro, porque él no debe precisamente esa cosa, sino que está
obligado por cosas del mismo género, que, por propia definición, siempre las hay”.
Pero, una ves realizada la elección, la obligación deja de ser de género y se convierte en
obligación de dar cosa cierta, por lo que el deudor, en ese aspecto, conforme al art. 763 in fine, el deudor
queda librado.
Art. 763 in fine: “Después de hecha la elección, se aplican las reglas sobre la obligación de dar cosas
ciertas”
La mora del deudor en las obligaciones de género.
El art. 605 del CC de Vélez, establecía que “la obligación de dar cosas inciertas no fungibles,
determinadas sólo por su especie o cantidad, da derecho al acreedor para exigir el cumplimiento de
la obligación con los perjuicios e intereses de la mora del deudor, si hubiese incurrido en ella, o
para disolver la obligación con indemnización de perjuicios e intereses.
Es decir que en el supuesto de que el deudor no cumpla su obligación, el art. 605 del CC, le
otorgaba al acreedor el derecho a optar entre el cumplimiento específico o resolver la obligación, en amos
casos pudiendo reclamar además la indemnización de daños sufridos por el incumplimiento.
La misma solución es viable en el CCyC, por aplicación de las normas de la mora, la
responsabilidad civil y la parte general de los contratos.
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En el CCyC, no hay una norma específica que lo trate, pero se recurre a las reglas generales, en
razón de las que se puede arribar a la misma solución.
Obligaciones de género limitado. Son aquellas que consisten en la entrega de una cosa incierta a elegir
entre varias ciertas.
Por ejemplo, si me comprometo a vender un cachorro ovejero belga de los cinco de mi perra
Laika va a tener en el verano, cuando los cachorros sean destetados, de los cinco que nacen en esa camada
elijo uno y lo entrego.
Se determina inicialmente la especie, pero queda indeterminado el ejemplar a entregar dentro de
un grupo cierto. En ese grupo de obligaciones, el margen del elector en su elección es todavía más
acotado.
Y la explicación la da Enneccerus, “El que me debe una botella de vino de esta cuba, no me
debe algo concreto (qué botella sería esta), sino una cantidad de líquido aún por determinar, que ha
de tomarse de esa cuba. El vino que se encuentra en la botella constituye el género determinado por
las partes y del cual se ha de extraer el vino que debe entregarse”.
Si por caso fortuito se destruye la cuba, el deudor quedará liberado de su obligación, porque se ha
extinguido la cantidad limitada de la cual había que salir la prestación.
El CCyC dedica el art. 785, según el cual, las disposiciones de las obligaciones alternativas se
aplican “a las obligaciones en las que el deudor debe entregar una cosa incierta pero comprometida dentro
de un número de cosas ciertas de la misma especie.
Introducción
Las obligaciones pecuniarias o de dar dinero, son aquellas que tienen por objeto la entrega de
cierta cantidad de moneda, de dar una suma de dinero.
El dinero es definido jurídicamente como una cosa mueble, fungible, divisible y consumible
que sirve como medio de pago de las obligaciones, pero, además, como instrumento de cambio y
como medida de valor de las cosas y servicios.
Constituyen obligaciones de carácter genérico, al recaer sobre una determinada suma de dinero y
no sobre ciertas y determinadas monedas, consideradas en su individualidad.
Debido al carácter arquetípicamente fungible del dinero, el cumplimiento de tales obligaciones no
puede jamás hacerse imposible por pérdida de la cosa debida.
El CCyC., en su Art. 765, 1ª parte, establece que constituye obligación de dar dinero si el
deudor debe cierta cantidad de moneda, determinada o determinable, al momento de constitución
de la obligación.
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La moneda.
Para Pizarro y Vallespinos, "el dinero es la moneda que autoriza y emite el Estado, con la
finalidad primordial de servir como unidad de medida de valor de todos los bienes, como
instrumento de cambio y como medio de pago de las relaciones patrimoniales.
Origen y evolución
En los inicios de la humanidad, en donde la economía era subsistencia, había muy poco
intercambio de bienes.
Luego vino el trueque, pero con su posteriormente trajo una serie de inconvenientes:
1. Cada uno de los individuos que intervenía en la permuta debía necesitar precisamente lo que
el otro tenía para ofrecer.
2. Presupone que los objetos que se cambian tienen un valor proporcional o que son
fraccionables, sin perder su valor.
3. Limita el comercio, poniéndole un techo, que no es otro que el de la cantidad de bienes de
cambios existente (por ej., la cantidad de bueyes, la cantidad de sal producida anualmente,
etc.)
4. Que no se puede trocar lo que no se ha producido aún, ése era el límite de su comercio: si una
tribu producía cien bueyes al año y ésa era su moneda de cambio, ése era el límite de su
comercio.
5. Torna lento y oneroso el intercambio, por la necesidad de transportar objetos, en ocasiones
pesados o de difícil manejo, hasta el lugar de intercambio.
Cuando el comercio floreció, fue necesario crear alternativas al truque y surgió así, la idea del
cambio directo, que provocó el desplazamiento del trueque por la compraventa en las sociedades
primitivas que iban alcanzando cierto desarrollo económico.
Se acudió entonces a un trueque mediato, a través del empleo de una mercancía intermedia,
esencialmente divisible, admitida por todos. Esa mercancía era el dinero, pero no como el dinero de hoy,
sino un dinero bajo la forma de una mercancía aceptada por todos y en cualquier lugar.
En un comienzo fue la sal, luego diversos metales, como el oro y la plata, o el ganado (la
palabra “pecuniaria”, proviene de pecus que significa ganado).
Estos bienes resultaban aptos para el intercambio, porque, por diversos motivos, satisfacían
necesidades comunes a todos.
Entre los metales, los preferidos eran los llamados “metales preciosos” como el oro y la plata,
porque reúnen mejor que los otros, las cualidades de rareza, inalterabilidad y mayor valor en menor
volumen.
Pero llegó un momento en que estos “dineros”, tampoco satisfacían totalmente las necesidades
del tráfico, se requirió entonces contar con unidades de cambio, cuyo valor no fuera discutido o dudoso,
un bien de valor indudable y constante, que facilitara los negocios.
La aparición del dinero metálico acuñado multiplicó varias veces el comercio, al liberarlo de las
trabas que le imponía el trueque o el dinero de cambio.
Y desde hace varias décadas, se han ido imponiendo otros medios de pago, que complementan el
dinero de papel, como son los llamados títulos de crédito. Ellos son: el cheque o dinero bancario, las
tarjetas de crédito, las operaciones financiadas o a crédito, etc.
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Todos estos medios de pago, crean en forma ficticia la liquidez o dilatan el pago, dando crédito
para hacer el intercambio de bienes y servicios.
El límite de compra que posee en la actualidad una persona, no es la cantidad de dinero que
posee, sino la extensión del crédito de que dispone.
1. Funciones necesarias: son funciones que el dinero desempeña siempre, en toda y cualquier
circunstancia. El dinero no solo descompone materialmente la operación de trueque en dos
operaciones sucesivas que son la venta y la compra, sino que también temporalmente. Como el
dinero puede conservarse, lo normal es que transcurra cierto tiempo entre el acto de venta y el
sucesivo acto de compra por el vendedor. En el interín, la posesión del dinero asegura a su titular
la posibilidad de convertirlo en mercancías en cualquier momento. Así, a la función de medio de
cambio se le agrega la de medio conservador de valor, porque el valor de la mercancía
enajenada se mantiene en el patrimonio del vendedor bajo la forma de dinero, sin necesidad de
que lo convierta inmediatamente en otra mercancía.
Actualmente, la razón principal de guardar dinero en efectivo está en la capacidad del dinero
para cambiarse por otros bienes en forma directa, esto es, en su propiedad de medio general de
cambio y en su función normal de medio legal de pago.
2. Funciones ordinarias: son conexas a la esencia del dinero como medio de cambio, pero no
resultan indispensables de ella, tratándose de funciones que el dinero desempeña normalmente,
pero no de manera indefectible o inexorable.
Las mercancías no se cambian directamente por mercancías, sino por dinero. De este modo la
unidad de dinero es al mismo tiempo unidad de valor. Pero si bien es esto lo normal, puede
suceder en circunstancias especiales que resulte más conveniente utilizar como unidad de valor
una unidad distinta de la monetaria, vinculada con ella mediante cierta relación variable o fija. En
tal caso, el dinero no se usa para expresar las razones de cambio.
La función de medida de valor o denominador común de los valores, se cuenta entre las funciones
simplemente ordinarais del dinero.
Caracteres del dinero. Moneda metálica. Moneda de papel. Papel moneda. Valor de la moneda.
Nominalismo y valorismo. El problema de la inflación. Formas de corrección del nominalismo.
Indexación: prohibición.
Caracteres
1. Es una cosa mueble
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Moneda metálica.
Es la confeccionada con metales nobles, como el oro y la plata, y cuyo valor intrínseco
corresponde al valor asignado por el Estado a esa moneda, el fundamento del metalismo es que la moneda
vale lo que pesa el metal con que ha sido acuñada.
Moneda de papel
Es el billete susceptible de ser convertido en la suma en oro que su valor indica, o sea, puede ser
canjeado libremente ante la entidad emisora por su equivalente metálico.
De ello se desprende que esta especie tiene impresa en un papel una orden de pago del oro que la
respalda.
Desde el punto de vista jurídico, la convertibilidad de estos papeles implica la garantía que el
Estado atesora en el Banco Central, para posibilitar el canje de oro a la paridad que el billete emitido
establece.
En la práctica, muy pocos países tienen en sus bóvedas un respaldo en oro igual al total de los
certificados que emiten. Técnicamente, se considera que basta con un 25% de encaje en oro para que una
moneda de papel sea sana.
Papel moneda
Es el billete emitido sin respaldo de oro o divisa fuerte. Esta moneda ya no representa ningún
valor depositado en caja y, al ser totalmente inconvertible, se transforma en un signo meramente
fiduciario.
El talón de Aquiles de la moneda de papel es que su valor depende de la confianza que genere en
la población.
Valor de la moneda
En una misma moneda pueden distinguirse tres clases diferentes de valor:
1. Valor nominal. Es el valor que el Estado fija a la moneda, el valor escrito que el Estado
imprime a sus billetes.
2. Valor real o intrínseco. Es el valor intrínseco que tiene una moneda. Así, por ejemplo, una
moneda de oro tiene, por valor real, la cantidad de gramos de dicho metal que entra en la
aleación.
3. Valor de cambio. Es el valor que tiene una moneda con relación a otras monedas. Es el
“valor de aceptación” de esa moneda, por la población, frente a las monedas fuertes.
En síntesis, es un valor bursátil o negociable, es el valor comercial, el valor que tiene en los
bancos, en las casas de cambio, es el valor que se toma en cuenta en el mercado internacional.
Nominalismo y valorismos
a) Principio nominalista. El Código de Vélez, adoptó el principio nominalista en cuanto al
valor del dinero, como norma general.
Este principio, presupone la invariabilidad del valor del signo monetario (un peso es y será
siempre u peso), cualquiera sea la alteración que en realidad su valor haya sufrido, a menos
que por legislación especial se disponga lo contario.
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b) Principio valorista. Considera que las deudas se cancelan con su equivalente cualitativo y no
cuantitativo, cualquiera sea el número de unidades de moneda que ello signifique al momento
del pago.
Si la obligación era de pagar cien pesos, pero la moneda ha perdido valor, debe recalcularse el
valor de esos cien pesos al momento del pago y ése será el monto a pagar.
El principio valorista, rigió en nuestro país entre 1975 y 1991, por imperio de las
elaboraciones jurisprudenciales que receptaron la indexación dineraria a partir de leading
cases como “Vieytes de Fernández, Juana C/ Prov. de Buenos Aires” dictado por la Corte
Suprema el 23/09/1976.
El problema de la inflación
La inflación duradera o descontrolada, plantea al derecho un severo desafío al distorsionar todas
las ecuaciones contractuales en curso de ejecución, modificando abruptamente el valor de los precios
relativos en la economía.
Este desafío, no siempre ha sido bien abordado por el derecho, que en ocasiones ha reaccionado
tarde y mal.
En nuestro país, el art. 619 del CC, planteó en tiempos de inflación desbordada, serios
interrogantes, erigiéndose en un obstáculo, erróneamente juzgado insalvable, para el reajuste de esta clase
de deudas, hasta que se implementó pretorianamente una solución razonable a partir de 1976.
Antes de 1976, la jurisprudencia nacional venía receptando crecientemente una distinción entre
deudas de dinero y deudas de valor, que permitía en este último supuesto mitigar el endeudamiento del
signo monetario. Pero recién en 1976 la solución fue definitiva y unánimemente aceptada por los
tribunales.
a) Deudas de dinero. Son aquellas donde el objeto debido y el objeto del pago coinciden: ambos
consisten en dinero. Rige en ellas el principio nominalista en que un peso vale siempre un peso.
b) Deudas de valor. Son aquellas donde el dinero aparece en el objeto del pago, porque la
prestación puede consistir en dar otra cosa, en un hacer o en un no hacer.
El CCyC adopta el principio en el artículo 766, que establece: “Obligación del deudor. El deudor debe
entregar la cantidad correspondiente de la especie designada”.
Y en el art´. 772 incorpora la categoría jurídica de “deuda de valor”, a la que denomina “cuantificación de
un valor”.
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Si se debían 100 pesos, y entre el día de constitución de la obligación y el momento del pago, la
moneda había perdido un 72% de su valor, se multiplicaba la suma debida originalmente por el
coeficiente de actualización que reflejara ese 72% de detrimento. Esa era, entonces, la suma debida, que
se indexaba.
c. Indexación judicial. La primera tentativa de la jurisprudencia argentina por mitigar los efectos
de la inflación fue en 1976 a través del fallo de la justicia bonaerense in re “Mas C/ Nolly”.
Unos meses después, la Corte Suprema de la Nación se pronunció decididamente también a favor
de reajustar las deudas dinerarias, con lo que los tribunales inferiores fueron paulatinamente
ajustando sus fallos a esa doctrina.
Desde allí y hasta 1991, cuando la ley 23.928 prohibió la indexación, los tribunales argentinos
abordaron el problema de la inflación indexando las deudas.
Introducción.
Las obligaciones naturales, antes introducidas en el art. 515 del Código de Vélez, han sido
eliminadas en el CCyC, pero no del todo, sino que fueron reemplazadas por los deberes morales acogidos
en el art. 728 según el cual “lo entregado en cumplimiento de deberes morales o de conciencia es
irrepetible”.
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Este art. Se complementa con el art. 2538 del CCyC, según el cual, el pago espontáneo de una
obligación prescripta no es repetible.
El Código de Vélez, clasificaba a las obligacioens, según si estas confieren o no una acción al
acreedor para reclamar su cumplimiento, por lo que contempla las obligaciones civiles y las naturales.
Son obligaciones civiles aquellas que podemos vincular directamente con la ejecución, son
exigibles jurídicamente. Hay un acreedor, un deudor y un título válido.
Son obligaciones naturales, aquellas que no producen todos los efectos de las oblgiaciones porque
carecen del más importante, que es el de ser exigibles.
Esto fue reemplazado por el art. 728, consagra una manifestación de la libertad general de
conciencia del individuo.
Naturaleza jurídica
a) Deuda sin responsabilidad. Concibe a la obligación como una deuda sin responsabilidad. En la
obligación natural hay debitum pero falta responsabilidad o garantía.
b) Deber de conciencia. Ve a la obligación natural como un deber de conciencia que la ley respeta
y a los que les imputa algunos efectos jurídicos limitados.
Aunque toda obligación natural implica un deber de conciencia, a la inversa, no todo deber de
esta índole engendra una obligación natural. De tal modo, esta teoría solo serviría plenamente
para explicar la naturaleza de las relaciones que son deberes de conducta y las obligaciones
naturales a la vez, pero no de todas.
c) Obligación natural como un puro deber de equidad o de derecho natural. Esta es la teoría
más apropiada.
Estas obligaciones constituyen un deber de conciencia, es decir, un sentimiento proveniente de
una convicción íntima que mueve a alguien a actuar de determinada manera. Pero para que ese
deber de conciencia engendre una obligación natural, debe llenar una exigencia de justicia, y no
un imperativo de caridad.
La mayoría de los autores, como Borda y Salvat, sostienen que las obligaciones naturales sí
constituyen obligaciones, siendo una variante de las obligaciones civiles, estos autores no las
consideran figuras distintas de la obligación, sino como obligaciones civiles atenuadas,
ubicándolas entre lo moral y lo jurídico.
Y otros autores, como Llambías y Alterini las ubican dentro del régimen de la equidad.
a. Los sancionados por ley positiva, que constituyen obligaciones civiles o perfectas
b. Los deberes que, aunque no ligan en el fuero externo, si gravan la conciencia en el fuero interno,
constituyendo obligaciones naturales
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c. Los deberes de caridad, u obligaciones imperfectas, que no son jurídicos porque no existen frente
al prójimo sino ante los ojos de Dios.
Otras obligaciones naturales (vestidos de deberes morales) en el nuevo Código Civil y Comercial
1. El art. 1611 del CCyC, determina que no hay acción para exigir el cumplimiento de la prestación
prometida en un juego de azar; si este no está prohibido por la autoridad local, lo pagado es
irrepetible, siempre que no esté hecho por persona incapaz, con capacidad restringida o
inhabilitada.
El régimen de los juegos de azar, están regulados en los arts. 1609 a 1613 del CCyC, donde
existen normas muy particulares, como el 1610 CCyC, que da al juez facultades discrecionales
para “reducir la deuda directamente originada en el juego de azar si resulta extraordinaria
respecto a la fortuna del deudor”.
El art. 1612 CCyC, torna vinculante la oferta de apuestas y sorteos al público, al igual que la
publicidad de estos juegos, y responsabiliza al oferente frente al apostador o participante.
2. En el mutuo gratuito (art. 1527 CCyC), los intereses que haya pagado el mutuario
voluntariamente son irrepetibles, existiría allí otra obligación natural, aunque aquí directamente
no se la califica, ni de deber moral ni de obligación natural.
Las obligaciones naturales producen un efecto natural, es decir, común a todas las obligaciones de
esta categoría, que es el de servir de causa de retención legítima de un pago, que no se podía
exigir y que ha efectuado espontánea o voluntariamente el deudor.
Con respecto al acreedor, el efecto principal es que éste tiene el derecho de retención y, con
respecto al deudor, que este pago es irrepetible (art. 728 CCyC).
Concepto General
Desde la óptica de los sujetos que intervienen en ellas, las obligaciones pueden clasificarse en
obligaciones individuales, simples o de sujeto singular y obligaciones múltiples, complejas,
compuestas o de sujeto plural.
Obligaciones simples o con sujeto singular, son aquellas onde hay un solo acreedor y un solo
deudor.
Obligaciones complejas o con sujeto plural, son aquellas en que la relación obligacional se
establece entre varios acreedores y varios deudores, o un acreedor singular y varios deudores o
viceversa.
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Los sujetos de la obligación lo son en forma alternativa. Por ello puede advertirse este tipo de
obligación cuando aparece la conjunción “o”. Por ejemplo: le debo dinero a Pedro “o” a Juan. Son
obligaciones de sujeto indeterminado.
En el CCyC se encuentran regladas en los arts. 853 a 855.
- Obligaciones concurrentes. Son aquellas que aparecen conectadas entre sí, por la circunstancia
de concurrir respecto a un mismo objeto y acreedor, y que presentan a la vista alguna comunidad.
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El CCyC las define en el art. 850 que establece: “obligaciones concurrentes son aquellas en las
que varios deudores deben el mismo objeto en razón de causas diferentes”.
Por ejemplo. Si hay dos acreedores y dos deudores, cuya deuda consistía en pagar $200, cada
deudor se libera pagando $100 a uno de los acreedores.
- Art. 833 CCyC. Derecho a cobrar. El acreedor tiene derecho a requerir el pago a uno, a varios o
a todos los codeudores, simultánea o sucesivamente.
- Art. 834 CCyC. Derecho a pagar. Cualquiera de los deudores solidarios tiene derecho a pagar la
totalidad de la deuda, sin perjuicio de lo dispuesto en el art. 837.
- Art. 840 CCyC. Contribución. El deudor que efectúa el pago puede repetirlo de los demás
codeudores según la participación que cada uno tiene en la deuda. La acción de regreso no
procede en caso de haberse remitido gratuitamente la deuda.
Obligaciones divisibles
La obligación es divisible en aquellos casos en que la prestación puede fraccionarse en partes
análogas y homogéneas, sin menoscabo de su valor, y permaneciendo satisfactoria para su acreedor.
La obligación es divisible cuando puede ser cumplida en forma fraccionada sin que varíe su
esencia y sin que se altere su valor. Arquetípicamente una obligación de entregar una suma de
dinero.
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La indivisibilidad puede ser convencional aún cuando el objeto o prestación sea divisible por
naturaleza, como pasa en la obligación de dar suma de dinero, que se tornaría indivisible si las partes
hubieran pactado que la obligación debía ser cumplida íntegramente.
Podrán presentarse también casos en que la ley misma sea la que califique de indivisible el objeto
de una obligación.
Y por último tenemos la llamada indivisibilidad impropia, reglada por el art. 824.
Clases de indivisibilidad
a) Propia o típica. Impide que la prestación pueda ser fraccionada, tiene como sustento la
exigencia de pluralidad subjetiva y cada acreedor puede reclamar toda la deuda.
Correlativamente, cada deudor debe hacerla efectiva íntegramente
B) Obligaciones solidarias
1. Concepto. Características. ¿Solidaridad flexible? Importancia de la solidaridad. Clases de
solidaridad. Fuentes de la solidaridad.
2. La sentencia judicial como fuente de la solidaridad. Quid. Fuente de la solidaridad activa.
3. Caracteres de las obligaciones solidarias.
4. Régimen de las obligaciones solidarias en el nuevo Código Civil y Comercial. Efectos de la
solidaridad pasiva. Presunciones y prueba de la solidaridad.
5. Renuncia a la solidaridad.
6. Relaciones de los codeudores solidarios entre sí. Insolvencia de uno de los deudores.
7. Solidaridad activa. Régimen de la solidaridad activa en el nuevo Código Civil y Comercial.
Relaciones de los acreedores entre sí. Modos extintivos de fa solidaridad activa.
8. Obligaciones in solidum. Las obligaciones in solidum o concurrentes en la jurisprudencia
nacional.
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La solidaridad resulta de la voluntad de las partes o de la ley. Es un concepto jurídico que posee
un efecto que puede señalarse como “unidad en la prestación y pluralidad de vínculos”.
La obligación es solidaria, cuando la totalidad del objeto de ella puede, en virtud del título
constitutivo o de una disposición de la ley, ser demandada por cualquiera de los acreedores o a cualquiera
de los deudores.
Características. Se caracterizan por la existencia de dos o más acreedores, o dos o más deudores
en una misma obligación.
O sea que los vínculos que ligan a los acreedores plurales o a los deudores plurales nacen en una
sola fuente. Es lo que se denomina “unidad de causa”: el deber de prestar de todos los deudores o la
pretensión de todos los acreedores deriva del mismo hecho o título justificante.
Su estructura, provoca la creación de un frente común de acreedores y deudores o un deudor
singular con respecto a la totalidad del objeto. Los vínculos no subsisten separados o aislados, ni son
independientes entre sí, como ocurre en las obligaciones simplemente mancomunadas.
Esta pluralidad de vínculos es concentrada, porque le otorga a la obligación solidaria una
estructura unitaria, que permite que todo lo que acontezca con uno de esos vínculos se propague hacia los
demás.
EN la solidaridad, la totalidad del objeto de la prestación, puede ser demandado por cualquiera de
los acreedores o cualquiera de los deudores. Pero la responsabilidad solidaria no constituye un supuesto
de responsabilidad colectiva, sino de un caso de responsabilidad de varios sujetos por el todo o por una
parte.
Solidaridad flexible.
La pregunta es si el art. 827 permite la solidaridad flexible, como lo hace el art. 1140 del Código
Civil Español; esto es, si la solidaridad podría existir, aunque los acreedores y deudores no estén ligados
del mismo modo y por iguales plazos y condiciones.
El Código español, recepta lo que la doctrina ha denominado “solidaridad uniforme” o
“solidaridad impropia”,
El límite allí, está en el carácter unitario de la deuda, de tal forma que una relación que previera
que los varios acreedores o los varios deudores responden de prestaciones diferentes no podría calificarse
solidaria.
Pero el art. 827 del CCyC, si bien es amplio, no lo es tanto como para acoger este tipo de
solidaridades no uniformes.
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Importancia de la solidaridad
En el campo de las obligaciones civiles, la solidaridad era un fenómeno extraño, hasta que se
produjo la masificación de la contratación y la formalización de convenios por formularios preimpresos,
lo que se conoce como “contrato de adhesión”.
Esos contratos de adhesión, por ejemplo en materia locativa, por lo general, introducen una
cláusula de solidaridad de la deuda entre deudor y fiador, por la cual ambos declaran la solidaria la deuda,
renunciando seguidamente a los beneficios de excusión y división.
Ello generó que la solidaridad convencional gane mucho terreno entre nosotros.
La razón de esta mayor difusión de la solidaridad en el ámbito mercantil radica en la mayor
seguridad o garantía que lleva a los acreedores a exigir y obtener el compromiso de solidaridad, lo que
luego les facilita en gran medida exigir el cumplimiento de la prestación, porque ella pone a disposición
arios patrimonios para una sola y misma prestación.
Para que el acreedor quede impago, es necesario que todos los deudores sean insolventes, lo que
debe analizarse antes de contratar.
Clases de solidaridad
a) Solidaridad pasiva. Solidaridad de los deudores en el pago de la deuda.
b) Solidaridad activa. Relación de solidaridad de los acreedores en el cobro de la acreencia.
Fuentes de la solidaridad
La sentencia como fuente de solidaridad. La solidaridad o surge de alguna disposición de la ley que la
dispone o surge de una disposición de última voluntad del testador o de un contrato. No existen otras
fuentes de solidaridad.
La sentencia judicial no puede crear una solidaridad, sólo puede declarar la existencia de una
solidaridad anteriormente existente por una causa distinta.
Vale recordar como principio, las sentencias no son constitutivas sino declarativas de derechos y,
como tal, mal podrían dar nacimiento a lo que antes no hubiera nacido de otra fuente autorizada.
Fuente de la solidaridad activa. Solo conoce una fuente: la voluntad libre de los contratantes, porque
sólo puede establecerse convencionalmente, ya que la ley nunca la establece de forma obligatoria, como
sí impone en ciertos casos la solidaridad pasiva.
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La primera de ellas que contiene los arts. 827 a 832, es el segmento de disposiciones generales en
materia de solidaridad.
El segundo grupo de normas, abarca entre los arts. 833 a 843 y se enfoca en las reglas de
solidaridad pasiva
Y el tercer grupo, abarca entre los arts. 844 a 849 que complementan la regulación de la
solidaridad activa.
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d) Intereses. La demanda de intereses entablada contra uno de los deudores solidarios hace
correr los intereses respecto de todos.
e) La culpa de uno de los deudores. Si la cosa ha perecido por el hecho o culpa de uno de los
deudores, o se hallase éste constituido en mora, los otros codeudores están obligados a pagar
el equivalente de la cosa.
Si el cumplimiento se hace imposible por causas imputables a un codeudor, los demás
responden por el equivalente de la prestación debida y la indemnización de daños y
perjuicios.
f) Interrupción de la prescripción. La suspensión de la prescripción no se extiende a favor ni
en contra de los interesados, excepto que se trate de obligaciones solidarias o indivisibles.
Art. 2540 CCyC.
g) Suspensión de la prescripción. Cualquier acto que interrumpa la prescripción en favor de
uno de los acreedores o en contra de uno de los deudores aprovecha o perjudica a los demás.
h) Cosa juzgada. La sentencia dictada contra uno de los codeudores no es oponible a los demás,
pero éstos pueden invocarla cuando no se funda en circunstancias personales del codeudor
demandado
El deudor no puede oponer a los demás coacreedores la sentencia obtenida contra uno de
ellos, pero los coacreedores pueden oponerla al deudor, sin perjuicio de las excepciones que
éste tenga frente a cada uno de ellos.
i) Defensas oponibles por los deudores. Los deudores solidarios pueden oponer al acreedor
dos clases de defensas:
a) Defensas comunes. Cada uno de los deudores puede poner a la acción del acreedor todas
las excepciones que sean comunes a todos los codeudores. Son llamadas así porque
pueden ser opuestas por cualquiera de los deudores.
b) Defensas personales. Son las que atañen exclusivamente a uno de los deudores y que
sólo pueden ser opuestas por éste y nunca por los demás. Como, por ejemplo, la nulidad
de la obligación fundada en la incapacidad del demandado al tiempo de contraer la
obligación.
Renuncia a la solidaridad.
La solidaridad puede ser renunciada conforme a los arts. 836 y 837 del CCyC, puesto que no
implica la liberación del codeudor o codeudores beneficiados, sino el reclamo de su cuota parte a cada
obligado al pago, al fraccionarse la prestación debida en la medida en que sea susceptible de división.
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Sin perjuicio de esta acción de regreso, el ordenamiento civil confiere al codeudor que ha pagado
el total, subrogación en el lugar o rango que ocupaba el acreedor.
Solidaridad activa
Hay solidaridad activa cuando cada uno de los acreedores tiene derecho a exigir el cumplimiento
de la prestación entera y el cumplimiento obtenido por uno de ellos libera al deudor frente a todos los
acreedores.
b) Mora de uno de los acreedores. La mora de uno de los acreedores solidarios produce también
sus efectos respecto de los demás y a favor de todos los deudores.
c) Interrupción de la prescripción, cosa juzgada y otros efectos. La interrupción de la
prescripción lograda por uno de los acreedores beneficia a los demás.
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d) La transacción hecha por uno de los coacreedores solidarios con el deudor no es oponible a los
otros acreedores, excepto que éstos quieran aprovecharse de ésta.
Obligaciones in solidum
Son las obligaciones concurrentes. También son llamadas indistintas, in solidum, paralelas o
convergentes.
Se refieren a supuestos en que los vínculos tienen causas diferentes pero conexas, en que los
obligados al cumplimiento deben una prestación íntegra que les es común, en otras palabras, en ellas sólo
el objeto es único.
Supuesto de obligaciones in solidum, son la deuda de alimentos a cargo de dos o más parientes y
la responsabilidad civil del dueño y del guardián de una cosa riesgosa, supuesto que configuran
obligaciones concurrentes e indistintas.
La obligación solidaria es una sola, que se caracteriza por la pluralidad de vínculos que ligan
interdependientemente a cada deudor con cada acreedor.
Pero las obligaciones concurrentes, suponen dos o más obligaciones, aunque conjugadas entre sí
por tener el mismo objeto y existir a favor del mismo acreedor.
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c) Quien paga en virtud de una obligación concurrente no es un tercero que pueda invocar los
beneficios del pago con subrogación, porque el deudor concurrente no se subroga en los derechos
del acreedor contra otros deudores del mismo objeto.
Casos.
1) En la fianza simple. El fiador es deudor en subsidio del obligado principal.
2) La vieja ley de trabajo establecía que en el supuesto de insolvencia patronal jurídicamente
declarada, la víctima tiene derecho a cobrar la indemnización de la caja de garantía.
Lo importante de esta categorización es que la ley o las partes han dispuesto que la titularidad del
crédito o de la deuda es consorciada o colectiva, y no interesa que la prestación sea divisible o indivisible.
C) Según las particularidades del vinculo: puras y modales. Concepto. Obligaciones puras y
simples.
Obligaciones puras son aquellas que son exigibles inmediatamente por no estar sometida su eficacia a
ningún elemento accidental, como la condición o el término.
Las modalidades. Son elementos accidentales introducidos en un acto jurídico o en una obligación, por
la ley o por la voluntad de las partes, con el objeto de alterar sus efectos jurídicos propios, retardar los
efectos de ellas, hacerlos cesar en una época posterior, conforme se produzca o no cierto hecho, o
hacerlas producir otros efectos que los normales o corrientes.
El CCyC ubica las modalidades de los actos jurídicos en el Libro Primero (Parte General), Título IV
(De los hechos y actos jurídicos), Capítulo 7 (Modalidades de los Actos jurídicos) en los arts. 343 a 357.
Obligaciones modales. Una obligación sujeta a modalidad dispone de una eficacia particular, dado que
sus efectos no son plenos. Las modalidades son entonces restricciones a la plena vigencia y exigibilidad
de un derecho.
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D) Obligaciones modales
1. Obligaciones condicionales. Condición y hecho condicionante. Caracteres. Diferencias con la
conditio juris. Diferencias con la conditio necessitatis. Clases: a) positivas y negativas; b) posibles e
imposibles; c) lícitas, ilícitas e ilegítimas; hecho condicionante inmoral; d) casuales, potestativas y
mixtas. Cumplimiento. Tiempo. Forma. Indivisibilidad. Cumplimiento ficto. Condición simple,
conjunta y disyunta. Efectos: a) Modo de producirse. Actuación “de pleno derecho”. b)
Retroactividad. Concepto. Crítica. Derecho comparado. Caso del derecho eventual.
Transmisibilidad. c) Condición suspensiva. Efectos entre partes. Riesgos. Aumentos y frutos.
Efectos respecto de terceros. d) Condición resolutoria. Efectos entre las partes. Riesgos. Aumentos.
Frutos. Efectos respecto de terceros. Cuadro de efectos de las condiciones. Condición resolutoria y
pacto comisorio. Comparación.
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Art. 856 del CCyC. “Obligaciones principales son aquellas cuya existencia, régimen jurídico, eficacia y
desarrollo funcional son autónomos e independientes de cualquier otro vínculo obligacional. Los
derechos y obligaciones son accesorios a una obligación principal cuando depende de ella en cualquiera
de los aspectos precedentemente indicados, o cuando resultan esenciales para satisfacer el interés del
acreedor”.
ARTICULO 857.- Efectos. La extinción, nulidad o ineficacia del crédito principal, extinguen los
derechos y obligaciones accesorios, excepto disposición legal o convencional en contrario.
El Código Civil, trata a las obligaciones principales y accesorias en el art. 523, en el art. 524 se refiere a
los accesorios de la obligación; en el art. 525 aplica la regla ACCESORIUM SEQUITUR SUUN
PRINCIPALE, y en el art. 526 trata las que impropiamente designa como “cláusulas accesorias de una
obligación.
El art. 524 del CC establece, que “las obligaciones son principales o accesorias con relación a su objeto, o
con relación a las personas obligadas”.
Clases
Las obligaciones son accesorias respecto del objeto de ellas, cuando son contraídas para asegurar
el cumplimiento de una obligación principal, como son las cláusulas penales.
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Las obligaciones son accesorias a las personas obligadas, cuando éstas las contrajeren como
garantes o fiadores.
Fuentes. Las obligaciones accesorias tienen su origen en la voluntad de las partes o de la ley.
Efectos
1. Sustanciales o de fondo. Se encuentran regidos por el principio enunciado en el art. 525 del CC,
“ACCESORIUM SEQUITUR SUUN PRINCIPALE”. Por lo tanto, la extinción de la
obligación principal arrastra a la obligación accesoria.
2. Procesales o de forma. Entre los efectos procesales se destacan los atinentes a la competencia,
que corresponde al tribunal llamado a conocer en las acciones derivadas de la obligación
principal.
1. La cláusula penal puede ser exigible sin que lo sea la obligación principal, se trata de la cláusula
penal que accede a una obligación natural.
2. En materia de divisibilidad o indivisibilidad de la cláusula penal, la naturaleza de la prestación
que se cumple, ya sea el contenido de la obligación principal o el de la accesoria, es determinante,
sin tenerse en cuenta la naturaleza de la obligación principal que no ejerce influencia sobre la
accesoria.
3. En algunos casos el plazo de prescripción de la obligación accesoria difiere del que corresponde a
la obligación principal. Por ejemplo, la deuda por interés prescribe a los cinco años, mientras que
la obligación de restituir el capital que los produce prescribe a los diez años.
4. La nulidad de la obligación principal por una incapacidad relativa al deudor no afecta a la fianza
que la garantiza, la cual subsiste como única deuda.
5. En materia de novación, el art. 811 del Código Civil dispone que “la novación entre el acreedor y
los fiadores, extingue la obligación del deudor principal.
6. A pesar de lo establecido en el art. 644 del CC, la prestación debida in facultate solutionis no
puede seguir la naturaleza de la principal, en cuanto a su divisibilidad o indivisibilidad, si ella es
divisible, y la accesoria del caso es indivisible.
7. Es nulo el acto jurídico en nel que fue impuesto un cargo imposible, ilícito, o inmoral, de manera
que, si de dicho acto nace una obligación principal, carece de eficacia al igual que el cargo que la
accede.
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