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Obligaciones Civiles y Comerciales

Rodrigo Nicolás Pereyra

UNIDAD I: NOCIONES PRELIMINARES


A) Ubicación de la teoría del derecho de las obligaciones. Situación actual del derecho de las
obligaciones. Funciones que cumplen las obligaciones.

El derecho de las obligaciones, es el producto de una larga y fructífera evolución de las


instituciones jurídicas. Su inicio se remonta al derecho romano donde se talló sus formas y caracteres
principales.
El derecho de las obligaciones, es una parte fundamental del derecho civil, porque integra, junto
con otras ramas, el tronco del derecho civil patrimonial.
Tiene por objeto el análisis de “derechos de naturaleza personal, que resultan de un vínculo
jurídico establecido entre un acreedor, como sujeto activo y un deudor, como sujeto pasivo, lazo que
confiere al primero el poder de exigir al último una prestación.
Esta temática debe estar en perpetuo movimiento y actualización constante de conceptos y
herramientas jurídicas, para no quedar atrás de la realidad. Debe estar en perpetua evolución y cambio.
El derecho de las obligaciones ha evolucionado de manera espectacular, creando una majestuosa
doctrina a partir de textos legales inicialmente sencillos.
No es una disciplina revolucionaria, sino que es la más lógica, racional y estables de todas las
ramas del derecho. Por lo que muta, cambia, pero de manear ordenada.

Importancia del derecho de las obligaciones.


Casi todas las relaciones entre las personas, son relaciones obligacionales. La vida en sociedad
constituye una red de obligaciones.
Las actividades comerciales, industriales, laborales, tributarias, bancarias, profesionales, de
transporte, etc., constituyen relaciones obligacionales.
Por lo que puede afirmarse es que el derecho de las obligaciones, constituye el núcleo central de
todas las relaciones jurídicas patrimoniales.
Este derecho busca reglar la vida y transacciones económicas del hombre.

El derecho de las obligaciones no es un derecho menor, sino que tiene una función esencial para
la vida en una sociedad civilizada. La prueba de ello radica en que ninguna civilización ha podido
prescindir de un régimen de obligaciones, pese a que algunas han prescindido de un derecho de
propiedad, incluso suprimiéndolo, como por ejemplo el régimen soviético, que abolió la propiedad
privada en la Rusia de bolchevique (partido político ruso) posterior a la revolución de 1917; pero aun este
régimen que eliminó de raíz la propiedad privada, no pudo eliminar el derecho de las obligaciones.
El derecho de las obligaciones tiene una importancia decisiva en dos aspectos diversos: desde una
óptica cuantitativa, dado que la totalidad de las relaciones patrimoniales que existen entre las personas
son vínculos obligacionales, lo que hace a este derecho absolutamente indispensable si queremos vivir en
sociedad.
Desde otra óptica, solamente se podría vivir sin derecho de las obligaciones, en dos situaciones:
a. En un régimen absolutamente fáctico en el que sólo la fuerza sea el fiel de la balanza.
b. En una sociedad tan primitiva que carezca de todo intercambio de bienes y donde la
economía de subsistencia sea la regla.
Desde el punto de vista cualitativo, el concepto obligacional constituye el armazón y el sustrato
del derecho; sin derecho de obligaciones no puede haber propiamente derecho civil. El derecho de las
obligaciones es el cuerpo y el alma del derecho civil, el más completo y complejo de sus componentes, el
más venerable, el más antiguo, el más sofisticado y perfecto, desde Roma hasta hoy.

Situación actual del derecho de las obligaciones.


Vivimos en un sistema occidental de derecho, que nos salva de regímenes totalitarios y sus
deformaciones, y en el que el derecho de las obligaciones se estructura sobre algunos principios
informadores: la patrimonialidad de la responsabilidad, la libertad de obligarse y la existencia de
reglas limitativas del tráfico jurídico, tendientes a evitar el lavado de dinero.

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Estos principios primeramente constituyen los pilares del derecho obligacional moderno,
heredero dilecto de la revolución liberal, que ha humanizado notoriamente el vínculo antes asfixiante y
hasta cosificador del hombre, especialmente del deudor.
El primero de estos pilares o bases inconmovibles del derecho obligacional actual de Occidente,
es que la coacción personal para la exigencia del cumplimiento de las obligaciones se encuentra
prohibida.
Álvarez Caperochipi dijo que “la patrimonialidad de la responsabilidad significa el fin de la
coacción personal”.
Para el acreedor, al no contar con formas de coerción personal contra el deudor, el patrimonio de
éste constituye la única garantía para el cumplimiento de las obligaciones a cuya satisfacción tiene
derecho.
En el derecho actual, ante el incumplimiento voluntario del deudor de sus obligaciones, que
puede llevar a la privación coactiva de sus bienes presentes, y si éstos no bastan, quedan afectados a esa
garantía de cumplimiento los bienes futuros.

Hay dos puntualizaciones necesarias en este esquema de garantías sobre los límites del poder de
coerción para el cumplimiento obligacional:

1. El deudor no es encarcelado por deudas, ni su insolvencia o el incumplimiento de sus


obligaciones es considerado fraudulento, salvo en materia de deudas impositivas o en el caso
de un incumplimiento de los deberes de asistencia familiar, donde el ordenamiento argentino
contempla penas de prisión por deudas en ciertos y determinados casos (como el incumplimiento
de los deberes de asistencia familiar).
2. No todos los bienes del deudor responden por sus deudas, existiendo algunos de escaso valor
y alto nivel de protección jurídica, como el lecho cotidiano del deudor, d su mujer e hijos, las
ropas y muebles de su indispensable uso o los instrumentos necesarios para la profesión, arte u
oficio que ejerza, que son inembargables conforme el artículo 744 del CCyC., pero la
inembargabilidad es la excepción, siendo la regla general la embargabilidad y ejecutabilidad de
todos los bienes del deudor, salvo que una norma específica prevea lo contrario.

El segundo pilar obligacional es el principio de la libertad patrimonial o, lo que es lo mismo, el


principio de autonomía de la voluntad en el ámbito patrimonial, que implica que nadie queda obligado
en contra de su voluntad.
El principio de la autonomía de la voluntad tiene como colorario natural y espontáneo la libertad
para contratar, bajo la subjetiva y libre facultad del hombre para escoger los medios de conducta
que juzgue más acordes a sus intereses, lo sean o no.
Respecto a la primera libertad, es una de las manifestaciones más importantes del principio de la
autonomía privada, porque nadie puede ser obligado a concluir un contrato sin su voluntad o anuencia.
Empero la libertad de conclusión no es absoluta y puede verse amenguada, excepcionalmente, por
consideraciones legales prevalentes.
En cuanto a la libertad de configuración del contrato, significa que los contratantes pueden convenir
el contenido del contrato. Obviamente, esta libertad puede estar limitada por motivaciones o necesidades
internas de cada contratante, que le impelen a contratar, para satisfacer una necesidad imperiosa.

Por ello, el CCyC en el art. 958 establece: “libertad de contratación. Las partes son libres para
celebrar un contrato y determinar su contenido, dentro de los límites impuestos por la ley, el orden
público, la moral y las buenas costumbres”.

Por último, la libertad de resolver el vínculo era acotada en el Código de Vélez, que hacía que su
ruptura sea considerada ultima ratio y debiera ser realizada con impar, ubérrima, buena fe y después de
haber dado a la contraparte la posibilidad de cumplir su prestación.

Los Códigos Civiles del siglo XIX, como el de Vélez Sarsfield, pudieron como principio absoluto el
de autonomía de la voluntad, que se tradujo al respeto casi incondicionado de la voluntad contractual, la

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que no podía verse modificada legal ni jurídicamente por consideraciones de justicia material; en ese
esquema, la limitación de la libertad de contratación de los sujetos se producía solamente por razones de
orden público.

Pero el CCyC, ha cambiado esto, relativizando mucho este paradigma al redactar los artículos 1076 a
1091, que permiten una extinción del contrato más flexible, por causales antes no previstas expresamente,
como por ejemplo la frustración del fin del contrato (art. 1090), que hacen que el principio de
conservación del contrato, receptado en el art. 1066, sea empero bastante amenguado por dicho régimen
extintivo.

El tercer pilar del derecho obligacional actual, es la vigencia irrestricta y extendida del
principio general de la buena fe.
La construcción que se ha dado en llamar “buena fe objetiva”, constituye una regla de conducta
“que exige a las personas de derecho una lealtad y honestidad que excluya toda intención maliciosa.
Es una norma de comportamiento que debería ser apreciada in abstracto, es una buena fe-lealtad
que el derecho positivo impone en las relaciones contractuales y extracontractuales”.
No debe confundirse las dos dimensiones en que puede operar la buena fe, como concepto y
como principio; ello ya que no puede pretender extraerse de uno, consecuencias para el otro.
La buena fe, ante todo, es un concepto jurídico indeterminado, al que se refieren todos los
ordenamientos jurídicos desde tiempos inmemoriales.
Así, los Códigos del siglo XIX, mentaron en diversas normas el concepto de buena fe, la buena fe
del tenedor, del poseedor, del depositario, del cónyuge putativo, de quien contrata con alguien carente de
legitimación no manifiestamente, etc.
Pero la buena fe, como concepto, consiste en la convicción de actuar conforme a derecho. En
esta primera acepción, la buena fe es una noción psicológica, intelectual. Es la ignorancia de un hecho o
de una circunstancia, o más exactamente, la creencia errónea que se tiene de ellos. Expresa una
actitud puramente pasiva, un ‘no conocimiento’.
Este concepto de buena fe se relaciona con las posibilidades de conocimiento e información que
tienen las partes de los hechos irregulares o ilícitos que pudieran esconderse detrás de los pliegues del
acto.
Por ejemplo, en materia de posesión: “tiene buena fe la persona que cree en la legitimidad de su
derecho, por ignorancia o error de hecho o de derecho sobre el vicio que invalida su título. La buena fe así
entendida, tiene la función de escudo protector: la inocencia bloquea los daños que pudiera haber recibido
normalmente la persona como consecuencia de una tal situación irregular”.
La buena fe supone la creencia o ignorancia de no dañar un interés ajeno tutelado por el derecho,
pero no es un principio dogmático ni producto de una creencia intuitiva, pues la creencia generadora del
convencimiento del sujeto debe estar fundada en elementos exteriores que proporcionen la información
suficiente para creer.
El error definitorio de la buena fe debe ser excusable, revistiendo ese carácter cuando hubiera
podido evitarse con una diligencia normal y sensata.
La buena fe es un concepto que el derecho ha edificado para legitimar situaciones que serían
ilegítimas si no estuvieran bonificadas por ella. Por ejemplo, la buena fe libera a quien la acredite de la
responsabilidad que en otra situación le cabría por determinado hecho. (un periodista que expone hechos
que no son ciertos, pero que creía tales de buena fe, no puede ser penado por ellos; el contrayente de
buena fe no contrae responsabilidad, ni civil ni penal derivada de un matrimonio nulo; la buena fe
legitima la posesión de un inmueble y permite la usucapión breve).

Como principio jurídico, es una regla de conducta “que exige a las personas de derecho una
lealtad y una honestidad que excluya toda intención maliciosa. Es una norma de comportamiento que
debería ser apreciada in abstracto, es una buena fe-lealtad que el derecho positivo impone en las
relaciones contractuales y extracontractuales”.
El principio de buena fe es aquel que encarna la idea de honestidad y en el cual se funda la
garantía de justicia y equidad. Santo Tomás, sostuvo que la justicia es la propia rectitud que se constituye
acerca de las cosas exteriores usadas por el hombre, las cuales son la materia de la justicia. Pero esa

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rectitud implica una ordenación hacia el fin de toda virtud. Platón se refería a la justicia como “la recta
ordenación de todas las facultades y virtudes del hombre”. Se trata en definitiva, de la honestidad llevada
al terreno jurídico (honeste vivere – vivir honestamente). Uno de los tres Pilares del derecho romano.
En nuestro sistema legal, el principio general de la buena fe posee un alcance absoluto e irradia su
influencia en todas las esferas, en todas las situaciones, en todas las relaciones jurídicas. Ello, al punto de
que nadie puede hacer valer derechos que contravengan dicho principio.

El principio general de buena fe, introduce en el derecho de las obligaciones, tres nociones
fundamentales.
1. La imposición de criterios éticos de cumplimiento y de actuación de las partes en el
nacimiento, desenvolvimiento y extinción de las obligaciones.
2. La noción de cooperación para el cumplimiento.
3. La determinación de que el contenido de a relación jurídica obligacional está determinado,
además, de lo establecido por las partes, por deberes laterales de comportamiento, como los
de seguridad, información, garantía, etc.

El cuarto pilar es la existencia de reglas limitativas del tráfico jurídico, tendientes a evitar el
lavado de dinero.

El viejo derecho de las obligaciones privilegiaba la fluidez y la seguridad del tráfico. Porque era
más importante el funcionamiento del sistema que la verificación de la procedencia de los fondos y bienes
con que se pagaba o negociaba. Mientras se cumplía no importaba mucho de dónde había salido el dinero,
mientras no fuera robado.
Este esquema comenzó a ceder luego de la Segunda Guerra Mundial, después del Holocausto,
cuando se investigaron profundamente decenas de miles de transacciones realizadas con bienes
confiscados a ciudadanos judíos. La Ordenanza de Expoliación (confiscación) francesa del 21 de abril de
1945 fue una de las primeras normas que privilegió el origen de los bienes por sobre la seguridad y
fluidez del tráfico.
A la par, fundado en el peligro creciente que la delincuencia organizada significaba para la
sociedad libre, comenzó a abrirse paso en el mundo un movimiento destinado a evitar el lavado de activos
de origen ilícito, como el tráfico de armas, personas, de drogas, la prostitución, la corrupción, etc.
Surgieron entonces, y luego se consolidaron y ampliaron, una serie de convenciones
internacionales contra el lavado de dinero y bienes de origen ilícito, principalmente como un episodio de
lucha contra las drogas, pero luego como una forma de control de la moralidad y la licitud de las
transacciones.
En los últimos años, a la par de la fluidez y seguridad del tráfico, el nuevo derecho de las
obligaciones se ocupa también de que los bienes que se emplean para pagar o negociar, o los dineros
involucrados en transacciones, no sean de origen ilícito o inmoral, lo que hoy importa tanto o más que la
fluidez del tráfico y el pago mismo.
Hoy importa el análisis macroeconómico respecto al grave daño que hace a la economía real y
transparente el lavado de activos, que distorsiona el funcionamiento del mercado.

El quinto y último pilar del derecho de obligaciones, es el principio de que todo patrimonio
que gira puede quebrar.
La quiebra es un procedimiento judicial, de naturaleza colectiva, tendiente a realizar el activo
ordenadamente, alejando el caos y los abusos en la ejecución de un patrimonio que se muestra impotente
para satisfacer todas las deudas que ha generado.
La insolvencia o cesación de pagos equivale al concepto económico de quiebra, como estado de
un patrimonio impotente para satisfacer regularmente y con medios normales las deudas exigibles que lo
gravan.
Pero para que el ordenamiento jurídico aprehenda ese fenómeno para regular sus efectos e
instrumentar el proceso adecuado a tales fines, es necesario que tal impotencia patrimonial se revele de
alguna manera.

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La quiebra en sentido jurídico, existe en la medida en que existe quiebra en sentido económico, o
insolvencia o estado de cesación de pagos.
Los términos equivalentes “cesación de pagos”, “insolvencia” y “quiebra económica” se definen
como aquel estado del patrimonio que sin disponibilidad de crédito se revela impotente para
atender las obligaciones exigibles con los bienes normales realizables en oportunidad de dicha
exigibilidad.
Durante siglos la bancarrota o quiebra era una situación extrema, a la que se llegaba cuando el
patrimonio de una persona, normalmente un empresario, se mostraba impotente para satisfacer sus
deudas, y tenía una finalidad depuradora, haciendo que el mercado absorbiera los excesos, sacando del
mercado durante un tiempo a aquellos que hacían operaciones arriesgadas o no medían bien los valores en
juego o tenían simplemente mala suerte.
Pero hace varios años se ha intentado desdramatizar la quiebra, intentando quitarle la etiqueta
inmoral que antes tenían, para convertirse en una situación más del capitalismo. De la mano con este
proceso de desdramatización se ha ido restringiendo la aplicación del criterio rector de que todo
patrimonio puede quebrar, extrayendo ciertos patrimonios y ciertos agentes económicos de la regla de la
quiebra aplicable a todos los sujetos económicos.
De tal modo, el principio de que todo patrimonio puede quebrar, antiguamente, verdad de fe del
derecho, ha sido últimamente relativizado en parte al establecerse restricciones a la declaración de quiebra
de ciertas empresas o personas jurídicas, en vista de las graves consecuencias que tendría su quiebra o a
razones de política legislativa, en ocasiones muy comprensibles y en otras más que nada, emotivas, como
la veda de la quiebra de las entidades deportivas.
Existen hoy diversos deudores y patrimonios insolventes que no quiebran. Para poner solo algún
ejemplo, no quiebran los fideicomisos, los bancos, los clubes de fútbol, etc.
Todas estas restricciones a la quiebra en supuestos especiales van de la mano con el principio de
que la quiebra es el último recurso (ultima ratio) y como tal cualquier otra posibilidad es mejor que ella,
lo que lleva a que muy pocos deudores quiebren.
Por ello es que no rige con la fuerza de antes el principio de que todo patrimonio que gira puede
quebrar.

Funciones que cumplen las obligaciones


Cumplen una función económica vital, son el medio jurídico, la herramienta indispensable, para
que se haga efectiva la circulación de la riqueza.
En cuanto a su función social, contribuyen a que se haga efectiva la colaboración que todo
individuo necesita recibir de los demás integrantes de su grupo social para desarrollar plenamente sus
aptitudes.
El cauce más adecuado para que se cumplan estas contraprestaciones recíprocas y se haga
efectiva la “cooperación social”, es el de las relaciones obligacionales.
Estas funciones esenciales que cumplen las obligaciones han sido reconocidas por diversos
regímenes políticos, ya que no han sido prohibidas ni por los regímenes totalitarios, lo que demuestra que
ellas constituyen el tronco del entramado jurídico de una sociedad.
En 1989, se produjo una hiperinflación que sufrió la Argentina, se decía que “la cadena de
pagos estaba cortada”. Esto significaba que el almacenero no cobraba, entonces al no cobrar no pagaba al
mayorista y así sucesivamente; el camionero no cobraba, por ello, no le pagaba al electricista, el
electricista al odontólogo y así sucesivamente, hasta fracturarse en varios segmentos la cadena de pagos
en el país y llegar casi a detenerse el intercambio de bienes y servicios.
Esa cadena de pagos, en el fondo, no es más que una red invisible de obligaciones. Las personas
están ligadas unas a otras por innumerables relaciones obligacionales. El correcto funcionamiento de esta
red de obligaciones tiene una importancia decisiva para el desarrollo del giro económico y para el
desarrollo de una economía sana en el país.

B) Definición
1. Derecho de las obligaciones: terminología. Terminologías alternativas.
2. Concepto de obligación: definición de las Institutas y otras más modernas. Empleo
inadecuado del vocablo “obligación”. Evolución del concepto de obligación.

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3. Caracteres de la relación jurídica obligacional.


Terminología.
La relación obligacional constituye un derecho personal, conferido contra una persona
determinada, por oposición al derecho real, que se otorga contra cualquier persona, es decir contra todos.

Esa relación jurídica se denomina “Obligación” por las siguientes razones:


a) El término obligación tiene incorporada la noción de bipolaridad, un lado activo (acreedor) y otro
pasivo (deudor). Porque la faz activa y la faz pasiva de la relación obligacional son
interdependientes entre sí, no existe el uno sin el otro.
b) Esta expresión remarca el poder de compulsión sobre el deudor que implica el nexo obligatorio.
Se llama crédito cuando se la contempla desde el lado del acreedor, y deuda, si se la mira del lado
del deudor.
c) Con el término obligación no se quiere designar solo la posición subordinada del obligado, sino la
situación jurídica en su conjunto, de la misma manera que la expresión servidumbre designa en su
conjunto la situación jurídica indicada por ésta y no solamente la posición subordinada del fundo
sirviente.
d) La palabra “obligación” tiene tanta energía y efecto expansivo en términos jurídicos y lingüísticos
que resulta comprensible su frecuente utilización y su generalización.

Terminologías alternativas.
No es conveniente la denominación derechos creditorios, ya que éstos focalizan sólo el aspecto
activo de la obligación. No comprende las dos facetas de la relación jurídica (acreedor-deudor). Si así se
llamaran dejaría de lado la faz pasiva del derecho. Por ello es conveniente utilizar la expresión derecho
de las obligaciones.
Tampoco es conveniente hablar de derechos personales, porque podría llevar a confundir a estos
vínculos de los que se ocupa la materia, que son de esencia patrimonial, con los derechos personalísimos
o de la personalidad, categoría que guarda cierto parecido terminológico, pero ninguna correspondencia
sustancial. Porque los derechos personalísimos son los derechos que no están ligados a los bienes, los
derechos esenciales del hombre, los bienes más entrañablemente queridos y respetados por el hombre,
como el honor, la imagen, la integridad física, la vida, etc.

Concepto de obligación: definición de las Institutas y otras más modernas


El Código de Vélez al igual que la mayoría de los Códigos Civiles, no definía a la obligación.

La palabra obligare, es relativamente antigua y significa “atar”. En el lenguaje jurídico tiene dos
acepciones: obligare rem “atar una cosa” y obligare personam “imponer un deber a una persona”.

Definición de las institutas: “OBLIGATIO EST VINCULUM JURIS QUOD


NECESSITATE ADTRINGIMUR ALICUIUS SOLVENDAE REI, SECUNDUM NOSTRAE
CIVITATIS IURE”.

“La obligación es un vínculo jurídico que nos constriñe a pagar algo a otro, según el derecho
civil”.

El Código de Vélez no definía la obligación, pero esa omisión fue salvada por el nuevo CCyC, en
el art. 724 que establece: “La obligación es una relación jurídica en virtud de la cual el acreedor
tiene el derecho a exigir del deudor una prestación destinada a satisfacer un interés lícito y, ante el
incumplimiento, a obtener forzadamente la satisfacción de dicho interés”.

Elementos de la definición

1. Dos sujetos (acreedor y deudor), ligados por un vínculo jurídico. El acreedor es el sujeto
prevalente porque cuenta con el derecho de exigir al deudor el cumplimiento de la prestación,
deber específico y calificado, en procura de satisfacer su interés lícito.
2. Relación jurídica o vínculo jurídico entre esos dos sujetos.

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3. Prestación. Dicha prestación debe ser de dar, de hacer o de no hacer y debe ser de contenido
patrimonial, no pudiendo ser una abstracción. El art. 724 establece que si al deudor no se le puede
exigir prestación que satisfaga el interés lícito del acreedor, no hay en verdad obligación sino una
apariencia de tal. Por su parte, el art. 725 establece: La prestación que constituye el objeto de
la obligación debe ser material y jurídicamente posible, lícita, determinada o determinable,
susceptible de valoración económica y debe corresponder a un interés patrimonial o
extrapatrimonial del acreedor”.

Empleo inadecuado del vocablo “Obligación”

La palabra “obligación” es equívoca y se le suele dar acepciones impropias, no solamente en el


lenguaje vulgar, sino también en el lenguaje jurídico.

El término “obligación”, en un ámbito general y no estrictamente jurídico, refiere a la idea de un


vínculo, de un deber que limita la actividad de un sujeto enderezándola a una determinada dirección: se
piensa así en obligaciones religiosas que se vinculan a la obediencia a los preceptos de Dios, o también en
obligaciones morales, como la que impone el deber de respetar a los ancianos.

El término “obligación”, en un sentido amplio se usa para nombrar la total relación jurídica, como
equivalente a relación jurídica, sin embargo, lo incluye.

En un sentido restringido designa el deber (la deuda) del sujeto pasivo, desde este punto de vista
la obligación del deudor se contrapone al crédito del acreedor. Esta ambivalencia explica que una
expresión tan usual al mismo tiempo puede ser contradictoria.

La obligación y el deber jurídico

Los mandatos jurídicos en virtud de los cuales una persona puede resultar compelida a desarrollar
una conducta determinada, cuyo incumplimiento puede ser objeto de sanción, pueden asumir dos índoles
o naturalezas muy distintas.

Pueden distinguirse dos grandes grupos de vínculos jurídicos resultantes de tales mandatos: los
deberes jurídicos y las obligaciones. Los autores afirman que la obligación es una subespecie del género
“deber jurídico”.

En otras palabras, todas las obligaciones son deberes jurídicos, pero no todos los deberes jurídicos
son obligaciones.

a) El deber jurídico tiene vigencia erga omnes (como por ejemplo el deber jurídico genérico de no
dañar, art. 1710 inc. A del CCyC) en cambio la obligación es un lazo individual que ata a una
persona con otra u otras personas determinadas (como la obligación contractual de no abrir un
kiosco en las cercanías, que suele asumir quien ha vendido a otro un negocio similar).

b) El deber jurídico consiste en una compulsión o imperativo e adoptar una determinada conducta,
esto es actuar de una determinada manera conforme al mandato de una norma jurídica particular,
dictada por el legislados y que las partes no pueden dejar válidamente sin efecto en sus
convenciones. El deber jurídico nunca es supletorio, es imperativo o no es, por lo que si las partes
pudieran dejarlo sin efecto en sus acuerdos, ya no se trataría de un deber jurídico.

c) La obligación o mejor dicho, la relación obligacional, se centra en dos posiciones, una activa y
una pasiva, configurando una relación global, funcional y compleja, enderezada a la satisfacción
de objetivos, intereses y fines que han impulsado a las partes voluntariamente y que no son
censurados por el ordenamiento.

d) La obligación predica la existencia de un acreedor, lo que la diferencia de los deberes jurídicos,


que exigen una conducta al sujeto pasivo, con independencia de si otro obtiene beneficio o no.

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e) La nota característica de la obligación es la voluntariedad de la asunción de un compromiso,


mientras que la nota esencial del deber jurídico es la de imperatividad del mandato normativo que
él se aposenta.

f) El concepto deber jurídico es muy posterior al concepto de obligación. Existen antiguas


definiciones de obligación, como el de las institutas, pero el concepto deber jurídico, no comienza
a constituirse como categoría independiente sino hasta las elaboraciones de Christian Thomasio.

g) Debe reservarse la calificación de “obligación” para aquellas situaciones de subordinación en las


que la conducta del obligado sea voluntaria y susceptible de una valoración patrimonial concreta,
mientras que, en caso de no serlo, se trata de un “deber” o “deber jurídico”, en general.

h) El problema es que en muchas ocasiones, una obligación contractual asumida libremente por las
partes se complementa con deberes jurídicos establecidos imperativamente por el legislador y que
resultan inderogables para las partes, por lo que pasan a integrar el contrato, a la par de las
obligaciones, ya que pese a estar contenidas en normas imperativas que establecen contenidos
contractuales inderogables, son particulares y de alcance relativo, sólo para los contratantes, lo
que hace que no se confundan con los deberes jurídicos.

i) El ámbito de la responsabilidad contractual está dominado por la idea de obligación, tanto como
el de la responsabilidad aquiliana lo está por la noción de deber jurídico. Si bien puede haber
alguna excepción, este esquema general es bastante atinado y preciso y permite distinguir, por la
índole de la responsabilidad, la esencia de lo incumplido. No es una pauta invariable o sin
excepción alguna, pero es bastante acertada y útil para emplearla para una primera mirada del
tema, el que en caso de duda se puede resolver por la pauta siguiente.

j) La presencia o ausencia de patrimonialidad en una relación entre dos personas es un dato técnico
que, desde el punto de vista civilista, permite superar la ambivalencia del término “obligación”.
Los deberes jurídicos son, entonces, aquellas conductas exigidas a una persona por el
ordenamiento jurídico, con carácter general, cuando la misma se encuentra en una determinada
situación contemplada por el derecho, estos deberes jurídicos no son susceptibles de una
valoración patrimonial, o en otras palabras, no tienen un correlato patrimonial directo.

k) En cambio, las obligaciones normalmente están caracterizadas por la nota de patrimonialidad de


la prestación. En síntesis, una obligación es un deber jurídico patrimonializado, que pesa sobre
una persona determinada y no erga omnes. La obligación se caracteriza por ser siempre un deber
determinado en la cabeza de una persona y ser susceptible de apreciación pecuniaria.

Evolución del concepto de obligación

La teoría de las obligaciones nació y alcanzó su pleno desarrollo en el derecho romano. “Tan
admirable fue la labor de los jurisconsultos romanos en esta materia, que la ciencia jurídica de los
siglos posteriores, poco han podido agregar a lo que ellos hicieron” (Guillermo Borda).

No obstante, los cambios, la teoría romana de las obligaciones conserva aún todo su vigor y
frescura y el derecho moderno no ha hecho otra cosa que pulir sus aristas y contemplar con mayor piedad
la situación del deudor.

Desde los romanos hasta hoy, no ha cambiado mucho, prácticamente no ha cambiado nada de la
estructura de las obligaciones. Lo atinente a cómo se forman, cómo funcionan, cómo se clasifican, cómo
se extinguen las obligaciones en general sigue prácticamente igual a los días de Gayo y los pretores.

Pero no obstante la gran influencia del derecho romano, algunos aspectos de las obligaciones han
ido transformándose. La parte formal, estructural de las obligaciones, o sea, cómo se forman, funcionan,
se clasifican y extinguen, el legado romano permanece más o menos inmutable, sin haber experimentado
mayores cambios.
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La parte sustancial, el contenido, el espíritu, el fin de las obligaciones si ha sufrido


transformaciones notables: mayor intervencionismo del Estado en los contratos, restricciones al principio
de la autonomía de la voluntad; la idea de la solidaridad social, según la cual puede decirse que la
obligación es la regla y la libertad individual la excepción; la noción de la buena fe ha invadido todo el
derecho; actualmente, en casi todas las legislaciones del mundo tienen vigencia las siguientes teorías: de
la lesión enorme; de la imprevisión; del riesgo creado; del estado de necesidad; han sido reconocidas
como nuevas fuentes de las obligaciones la voluntad unilateral, el enriquecimiento sin causa, el abuso del
derecho, etc.

Han aparecido nuevas fórmulas como los contratos de seguro, contratos de adhesión, los
contratos de edición, de representación, de radiofusión, de informática, etc. Todas estas novedades, han
contribuido para configurar una realidad muy distinta a la que tuvieron ante sí los jurisconsultos romanos.

La teoría de la extinción de las obligaciones muestrea todo un género de herramientas y conceptos


jurídicos que vienen desde los romanos y que no han cambiado significativamente. Pero, así como no ha
cambiado ese segmento, si han ido surgiendo nuevas fuentes de las obligaciones, que vinieron a sumarse
a las tradicionales fuentes romanas de la ley y el contrato.

En síntesis, en la faz estructural, es decir, la que comprende el modo de nacimiento, modificación,


los medios de extinción obligacional ha cambiado muy poco,

Esta evolución limitada del derecho de las obligaciones constituye una verdad a medias, porque
se han dado en él algunas transformaciones significativas.

La evolución del derecho de las obligaciones con respecto al derecho romano se ha producido en
tres aspectos fundamentales: la situación del deudor, la concepción del vínculo obligacional y el
espíritu del derecho de las obligaciones.

El derecho de las obligaciones ha evolucionado de la simpleza romana a la complejidad moderna,


en otras palabras, ha seguido un camino que va de la concreción o casuismo romanos a la abstracción del
derecho moderno, yendo de lo material a lo ideal.

Análisis de los cambios producidos:

a. En cuanto a la situación del deudor:

En el derecho romano primitivo, cuando una persona se obligaba a pagar en plazo determinado, se
empleaba una formalidad llamada NEXUM, en virtud de la cual se entregaba en garantía el cuerpo del
deudor. El nexum era una relación jurídica merced de la cual un hombre libre se constituía en garantía de
una deuda propia o ajena. Es decir, el deudor comprometía su propio cuerpo, además de sus bienes en el
cumplimiento de la obligación. Su obligación era extremadamente rigurosa: en caso de no cumplir podía
ser aprisionado por el acreedor compelido a trabajar en beneficio de éste como esclavo, vendido como tal
a otro lado del río Tiber o, en caso de existencia de varios acreedores, muerto y repartido en pedazos.

Poco a poco, con el correr de los tiempos, esta dura situación fue atenuándose. Así, la ley
POETELÍA PAPIRIA del año 326 a.C. suprimió el nexum y de acuerdo con esta ley ya no fue la
persona misma del deudor la que respondía por la deuda, son su patrimonio, sus bienes.

En cambio, en el espíritu del derecho obligacional se puede ver claramente. En Roma, el espíritu
era opresivo: en el concepto antiguo, la obligación era un nexo, una cadena; la obligación era como un
grillete, que ligaba al deudor a su acreedor. Este vínculo jurídico, esta relación de dependencia, esta
restricción de la libertad del deudor hacia el acreedor, era apreciada rigurosamente.

La opción era cumplir la obligación o morir. Actualmente la situación es mucho más favorable
para el deudor. Está prohibida la prisión por deudas, aunque cabe la posibilidad en deudas impositivas,
pero no entre particulares.

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En nuestra época, la situación del deudor ha mejorado ostensiblemente al limitarse las


consecuencias del incumplimiento sobre su patrimonio: el deudor, actualmente ya no responde con todos
sus bienes.

Por razones sociales y morales, la legislación actual pone fuera del alcance de los acreedores
ciertos bienes que se juzgan indispensables para la subsistencia del deudor y su familia, tales como las
ropas y muebles de uso indispensable del deudor, cónyuge o conviviente y de sus hijos; los instrumentos
necesarios para el ejercicio personal de la profesión, arte u oficio del deudor, los sepulcros afectados a su
destino, excepto que se reclame su precio de venta, construcción o reparación; los bienes afectados a
cualquier religión reconocida por el Estado; los derechos de usufructo, uso y habitación; así como
servidumbres prediales, que sólo pueden ejecutarse en los términos de los arts. 2144, 2157 y 2158 del
CCyC; las indemnizaciones que correspondan al deudor por daño moral por daño material derivado de
lesiones a si integridad psicofísica; la indemnización por alimentos que corresponde al cónyuge, al
conviviente y a los hijos con derecho alimentario, en caso de homicidio; los demás bienes declarados
inembargables o excluidos por otras leyes, el bien de familia, etc.

Durante todo el siglo XX y aún antes, el principio fundamental imperante es el principio FAVOR
DEBITORIS (en caso de duda, a favor del deudor).

Pero, comúnmente, los fallos judiciales argentinos todavía echan mano del principio de
interpretación favor debitoris, cuando ha sido sustituido desde hace años en los pronunciamientos de las
jornadas nacionales de derecho privado, en la enseñanza de los autores y hasta en las últimas sentencias
por el principio favor debilis, que no siempre es el deudor, como muestra el derecho de consumo, en que
el deudor de una indemnización al consumidor puede ser una gran empresa.

Dadas estas circunstancias, el derecho moderno ha cambiado el principio favor debitoris por el de
favor debilis, por lo que, en caso de existir alguna duda respecto de la obligación, ella debe resolverse en
favor del sujeto más débil.

b. En cuanto al espíritu del derecho de las obligaciones

El espíritu que inspiraba el derecho de las obligaciones en roma ha variado mucho respecto del que
las inspira hoy.

Otra evolución se produjo en el ámbito del objeto de los negocios jurídicos.

Puede decirse que normalmente los códigos modernos establecen una norma como el art. 279 del
CCyC, la que podemos llamar con propiedad “la regla moral del nuevo ordenamiento”.

El art. 279 del CCyC, siguiendo la línea del art. 953 del CC., establece: “Objeto. El objeto del acto
jurídico no debe ser un hecho imposible o prohibido por la ley, contrario a la moral, a las buenas
costumbres, al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad humana. Tampoco
puede ser un bien que por un motivo especial se haya prohibido que lo sea”. Entre otras normas que
receptan el estándar de la moral y las buenas costumbres en el CCyC.

Por ejemplo, un contrato entre dos o más personas para asociarse para ejercer contrabando vulneraría
la regla moral del ordenamiento, al tener un objeto ilícito.

La autonomía de la voluntad, en cuya virtud se permite a los contratantes regular libremente sus
derechos y obligaciones posee límites inderogables, tales como la moral y la buena conducta o el orden
público. La libertad de contratar no puede ser considerada denegatoria de la regla moral del
ordenamiento.

La vigencia irrestricta de la regla moral implica una evolución del derecho de las obligaciones que no
se hallaba en los textos romanos. La prohibición de la usura, del abuso del derecho, la instauración clara y
expansiva del principio general de la buena fe, son todas innovaciones que se han ido dando a lo largo de
la historia del derecho.
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Han surgido, además, nuevas fuentes de las obligaciones (por ejemplo, el enriquecimiento sin causa,
la equidad, la voluntad unilateral, etc.). También se ha buscado a través de la prohibición del lavado de
activos evitar que el fruto de las actividades ilegales sea volcado al mercado y a la sociedad, a través de
pantallas, ello para evitar favorecer indirectamente los ilícitos que engendran tales créditos.

En roma, en el ámbito de los contratos, el conocimiento de las fórmulas jurídicas era esencial, se
utilizaba un formalismo riguroso para perfeccionar un negocio jurídico. El cambio de una palabra o la
falta de un gesto durante ese procedimiento podía dejar sin protección a uno de los contratantes.

Además, en Roma, en la época clásica, la stipulatio, era la fuente principal de las obligaciones, y sólo
se reconocía validéz y protección a ocho contratos típicos (cuatro reales y cuatro consensuales).

En el derecho romano clásico, un contrato atípico no otorgaba protección a los contratantes, por lo
que atipicidad equivalía a desprotección.

En cambio, en nuestros días, existen multitud de contratos típicos o nominados en el nuevo Código y
tampoco la atipicidad resulta problema alguno para los contratantes, que pueden hacerlo valer casi como
si fuera un contrato típico. Es más, la regla es en estos días la atipicidad, antes que la tipicidad del
contrato, porque la libertad de contratación hace que las partes modulen los tipos contractuales
socialmente aceptados, pero no siempre legalmente previstos, a su conveniencia, y el nuevo CCyC los
acepta con amplitud (art. 970 CCyC).

c. En cuanto a la concepción del vínculo obligatorio.

En roma, la obligación era un vínculo material e intransferible, no era un vínculo ideal que
sobrevolaba angélicamente a las personas, era material e intransferible.

Con respecto al vínculo jurídico, en Roma, el mismo era un lazo, cadena o nexo personal e
intransferible, como consecuencia:

1. No se podían crear obligaciones por medio de un representante.


2. No podía sustituirse ni el acreedor ni el deudor, no había faz dinámica de la obligación,
ya que los sujetos eran estáticos.
3. No cabía la estipulación en favor de terceros. Ej.: la persona saca un seguro de vida para
ella y su familia; en este caso, la familia sería el tercero, y en Roma esto no era aceptado.
4. Existía determinación rígida inicial de los sujetos de la relación obligacional. Se sabía
quién era el deudor o acreedor y no se podían cambiar.

Actualmente el vínculo de la obligación no es personal sino patrimonial.

Es por ello que las consecuencias ya mencionadas no se dan, sino en que, por el contrario:

1. Puede haber estipulación en favor de terceros;


2. Puede haber creación de obligaciones por medio de representantes;
3. Puede sustituirse el acreedor o deudor (Cesión de créditos o deudas);
4. Puede no haber determinación inicial de los sujetos. Puede haber una cierta
indeterminación rígida inicial de los sujetos (en un determinado plazo debe determinarse,
completar lo que falta, sino se obliga el representante.

En primer lugar, en el derecho romano antiguo no había posibilidad de introducir la figura del
representante, como era un vínculo material e intransferible, necesariamente, deudor y acreedor debían
estar presentes ante el pretor, no se podía mandar a otro, como ahora, un mandatario o un apoderado.

Ello ha cambiado hoy, pues en las obligaciones puede existir cierta indeterminación inicial en
cuanto a alguno de los sujetos. Siempre deben estar individualizados los sujetos al momento del
cumplimiento de la obligación, pero no es necesario que inicial mente también lo estén. Actualmente
puede realizarse una cesión de derechos, un endoso o endosar un pagaré en procuración, etc.

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Vemos entonces que una obligación documentada en un título ejecutivo librado a favor de
determinada persona puede ser transferida, con lo que se produce un cambio respecto del acreedor. Ello
se admite perfectamente a diferencia de roma.

Otra consecuencia es que no se podía estipular a favor de terceros. Un ejemplo a favor de un


tercero es un contrato de seguro, cuando yo contrato un seguro, normalmente estoy haciendo una
estipulación a favor de terceros. Si yo mañana atropello a una persona con el auto y tengo seguro, la
compañía le va a pagar a ese tercero y no a mí. Si yo aseguro mi vida y mañana me muero, la compañía le
va a pagar a mi familia, y obviamente no a mí.

La estipulación a favor de terceros estaba prohibida en Roma, por lo menos en un comienzo.


Hacia la época justinianea hubo algún matiz, pero tampoco era muy aceptada la práctica.

La consecuencia de estados dos características del vínculo obligacional (personal e intransferible)


en Roma era la determinación inicial de los sujetos.

Hoy en día, pueden generarse obligaciones en las que no esté determinado inicialmente uno de los
sujetos (caso típico, la compra de un bien en comisión, en una subasta).

La estipulación a favor de terceros, está regulada ahora por el artículo 1027 del CCyC que
establece: “Estipulación a favor de tercero. Si el contrato contiene una estipulación a favor de un
tercero beneficiario, determinado o determinable, el promitente le confiere los derechos o
facultades resultantes de lo que ha convenido con el estipulante.

“El estipulante puede revocar la estipulación mientras no reciba la aceptación del tercero
beneficiario; pero no puede hacerlo sin la conformidad del promitente si éste tiene interés en que
sea mantenida. El tercero aceptante obtiene directamente los derechos y facultades resultantes de la
estipulación a su favor. Las facultades del tercero beneficiario de aceptar la estipulación; y de
prevalerse de ella luego de haberla aceptado, no se transmiten a sus herederos, excepto que haya
cláusula expresa que lo autorice. La estipulación es de interpretación restrictiva”.

Es decir que los términos de la estipulación a favor de terceros, aunque de interpretación


restrictiva, son amplios, en los términos de esa norma.

En Roma no podía haber indeterminación de las obligaciones en cuanto al sujeto, ni inicial ni


sobrevenida. Ello, simplemente porque la obligación constituía un vínculo personal e intransferible.

En la actualidad, ha cambiado mucho la naturaleza de este vínculo. En nuestros días, el vínculo


obligatorio no es un vínculo personal ni es intransferible, sino meramente patrimonial.

Si el deudor debe, el deudor paga. Si no paga el deudor, puede pagar otra persona. Hoy importa
más el pago que quien paga (art. 881 del CCyC), ello, salvo que “se hayan tenido en cuenta las
condiciones especiales del deudor, o hubiere oposición conjunta del acreedor y del deudor”. Y, aún así, la
oposición al pago debe ser conjunta de acreedor y deudor, lo que constituye un extremo difícil de
materializarse, ya que el acreedor casi siempre preferirá cobrar su deuda, aun de otro que no sea de su
deudor, pues luego del pago él queda desinteresado y pasa a ser asunto de otros.

El espíritu de las obligaciones en Roma y hasta mediados del siglo XX, no cambió mucho. Los
principios de los ordenamientos romanos, del Código de Napoleón y del resto de los Códigos del siglo
XIX están inspirados, al igual que en Roma, por dos principios salientes:

a. El culto de la autonomía de la voluntad.

FOULLIÉ, un escritor del siglo XIX, decía “quien dice contractual dice justo”, Lo que s muy
parecido al principio de “lo querido no puede causar injuria”. Este es el dogma de la autonomía de
la voluntad en su estado puro.

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Este respeto absoluto de la autonomía de la voluntad, tiene una explicación: El mismo constituyó
una reacción importante contra los excesos del feudalismo.

El feudalismo directamente había arrasado con todos los derechos del individuo, por eso, la
Escuela Clásica del Derecho Natural reacciona y establece el respeto absoluto de la propiedad, viendo
al derecho de dominio como un derecho absoluto y el respeto absoluto de la autonomía de la
voluntad. Andando en el tiempo, se apreciaría que este respeto tan absoluto traería problemas, porque
cumplir la voluntad pactada no es siempre hacer justicia, ya que muchas veces, quien es más débil en
la contratación acepta condiciones coaccionado o imposibilitado de discutir con quien ostenta una
posición de fuerza contractual.

El principio PACTA SUNT SERVANDA (somos esclavos de nuestros pactos) de los romanos
fue luego receptado por POTHIER en el art. 1134 del CC francés, llegando en términos bastante
parecido al CC de Vélez en el art. 1197.

El culto a la autonomía de la voluntad en el Código de Vélez, estaba también presente en el


derecho romano, pero hoy ha cambiado mucho la perspectiva que se tiene de él.

Dicho principio de autonomía, ha sido receptado en un rosario de normas del CCyC, entre otras,
los arts. 32, 3er. Párr.; 37, inc d); 38, 43, 513, 639, inc. b), etc., pero el mismo no rige en estado puro,
sino que los arts. 12, 13 y cc. Del CCyC lo acotan y enmarcan.

En virtud del art. 12 del CCyC, las convenciones particulares no pueden dejar sin efecto las leyes
en cuya observancia está interesado el orden público. Y de acuerdo al art. 13 del CCyC, está
prohibida la renuncia general de las leyes. Los efectos de la ley pueden ser renunciados en el caso
particular, excepto que el ordenamiento jurídico lo prohíba.

b. La responsabilidad objetiva.

Algunos autores sostienen que en Roma el eje del sistema de responsabilidad giraba en torno a la
culpa. Lo cual no es aceptado porque en el derecho romano arcaico, el principio era el inverso. En ese
período, el principio era el de la responsabilidad objetiva.

En el derecho romano el principio rector era la responsabilidad objetiva, lindando con la causalidad
material, lo que amenguó un tanto con la LEX AQUILIA. La culpa tuvo su apogeo durante un siglo,, de
1804 en que se sanciona el Código Napoleón, hasta 1904 en que la aparición de las obras doctrinales de
JOSSERAND Y SALEILLES comenzaron a amenazar el primado de la culpa como facto de atribución
de la responsabilidad.

El siglo XX vio volver a la responsabilidad objetiva por sus fueros. Desde principios de nuestro siglo
y especialmente entre los años 1918 a 1920, después de la Primera Guerra Mundial, rigen ideas de neto
corte solidarista. Los conflictos tan novedosos que había presentado al derecho la Primera Guerra
Mundial y que después presentaría la Segunda hicieron avanza al derecho más rápido en treinta años que
entre treinta siglos.

El maquinismo, la Revolución Industrial, y sobre todo, la segunda revolución industrial y la Primera


Guerra Mundial, provocaron un profundo cambio en el escenario del derecho de las obligaciones, que
hizo primero que sancionara una norma como el art. 1113 del CC que fue desinterpretada por la
magistratura argentina promedio, al punto de provocar una hermenéutica ideologizada y severamente
objetivista de una norma que no lo era tanto.

Con la sanción del nuevo CCyC, que contiene una norma ultraobjetivista como el art. 1757 CCyC, y
otras que remiten a ella (arts. 1243, 1286, 1685, 2º Párr.; 1759 y 1769 del CCyC), casi se ha vuelto a la
infancia del derecho, a que la responsabilidad objetiva, es decir, despojada de toda consideración
culpabilística o de reproche al dañador es la regla del “sistema” de responsabilidad plasmado a pesar de
que demagógicamente el art. 1721 un fine establezca que en ausencia de normativa, el factor de
atribución es la culpa.
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Las remisiones son tantas al art 1757 del CCyC, y éste es tan rotundo, que difícil será que alguna de
las excepciones que puedan pensarse se configuren en supuestos concretos de aplicación práctica.

Caracteres típicos de la relación obligacional

1. Es un vínculo jurídico. La obligación no es un vínculo físico como lo fue en la Roma arcaica


donde existía una atadura material entre el acreedor y el deudor, ya que la garantía era la
persona misma del deudor, y el acreedor podía darle muerte o esclavizarlo. En la actualidad,
esto se encuentra prohibido y la garantía ya no es la persona del deudor, sino su patrimonio,
específicamente, sobre sus bienes no indispensables con valor pecuniario.

La relación jurídica obligacional es un vínculo jurídico o nexo de derecho entre uno o varios
acreedores y uno o varios deudores. Ese vínculo se compone de dos elementos: el débito o
deuda y la responsabilidad.

El débito, es un componente abstracto o inmaterial que la ley le marca como comportamiento


debido al deudor, constituyendo como deber ínsito en su conciencia, que debe impelerlo a
satisfacer puntualmente su obligación.
Pero, no siempre el ordenamiento confiere acción al acreedor para exigir ese débito en toda su
extensión. Hay supuestos en que el acreedor puede reclamar una parte (y en ocasiones nada)
de esa obligación, por lo que la responsabilidad, en tales casos, no coincide con el débito.

2. La obligación tiene una naturaleza pecuniaria. Toda obligación supone una relación de
persona a persona, pero no todas las relaciones personales pueden ser consideradas
obligaciones. Si esas relaciones no son susceptibles de una valoración pecuniaria, no
constituyen una obligación. Por esa razón es que se considera que los derechos de familia, tal
como la autoridad de los padres sobre los hijos, el derecho al honor, a la vida, etc., se
encuentran fuera del derecho de las obligaciones.
Aunque, la violación a la integridad física origina un crédito por daños y perjuicios, a favor
de la víctima.
Y No todos los derechos pecuniarios están comprendidos dentro de a la teoría de las
obligaciones, porque los derechos reales y los intelectuales se encuentran excluidos de ese
concepto.

3. La obligación es una relación personal. Esta característica es lo que distingue la obligación


del derecho real. Supone una relación entre, al menos, dos personas. Una de las partes es el
deudor que debe cumplir con la prestación prometida, y la otra, un acreedor que pueda
exigirla. Además, puede haber pluralidad de acreedores y deudores.

4. La obligación es un vínculo marcado por la relatividad. La relatividad significa que se


trata de una situación jurídica en la que participan sujetos claramente determinados. No se
trata del deber jurídico de un sujeto frente a la colectividad como un todo o frente a toda lo
sociedad.

5. Correlatividad. Porque la obligación jurídica es un vínculo de correlatividad entre dos


sujetos, pues a la existencia de un deber jurídico se corresponde un derecho subjetivo de
crédito.

6. La obligación está esencialmente limitada en el tiempo. Puede haber obligaciones de tracto


sucesivo, fluyentes o de larga vigencia temporal, pero incluso así, la obligación está marcada
por la nota de temporalidad, y que es inconcebible en nuestros días que existan obligaciones
perpetuas, porque ello se opone a la libertad de actuación de los sujetos, con lo que la
sujeción obligacional debe ser temporal

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En el derecho romano preclásico y clásico, las obligaciones podían ser perpetuas y no era
algo raro que lo fueran, esta concepción cambió en el derecho posclásico y medieval, desde
entonces y hasta nosotros, las obligaciones están marcadas a fuego por la nota de la
temporalidad.

7. La obligación es normalmente un vínculo compulsivo. Cumplir o no cumplir la obligación


no es una decisión librada a la determinación del deudor, pues el derecho establece medios de
compulsión o coerción, para el caso de que el deudor no cumpla voluntariamente la
obligación.

C) Naturaleza Jurídica
1. Teoría subjetiva; crítica.
2. Teoría objetiva: distintas expresiones: crítica
3. Concepción bipolar: el deber y la facultad en la relación jurídica. Deuda y responsabilidad: concepto;
deuda sin responsabilidad, responsabilidad limitada, responsabilidad sin deuda. Crítica.

Existen dos teorías para explicar la naturaleza jurídica de la obligación: las teorías subjetivas y
las teorías objetivas.

- Concepción subjetiva: esta teoría concibe la obligación a partir de la calidad subjetiva del
acreedor como sujeto que puede exigir una determinada prestación en virtud de la potestad
conferida por el ordenamiento jurídico. Pone énfasis en el poder de señorío del acreedor sobre el
deudor. La obligación recaía sobre la persona del deudor.
Crítica: el deudor, no obstante ser obligado, es también sujeto de derecho e integrante de esa
relación obligacional

- Concepción objetiva: Ihering. Pone énfasis en la prestación, en la satisfacción del interés del
acreedor, en el crédito mismo. La misma puede ser cumplida por el deudor o por un tercero.
Minimiza al deudor dentro de la relación.
Dentro de éstas se encuentran:
*El deber libre: por la cual el deudor tiene el deber libre de cumplir o no. Cuando no lo hace
procede la indemnización. Es decir, lo importante es la prestación o satisfacción del acreedor.
*Deber in patiendo: el deudor no tiene el deber de cumplir, sino de soportar o tolerar la acción del
acreedor de tomar para sí la cosa sobre la que recae la obligación.
Se critica porque en todas sus acepciones la situación del deudor no puede ser indiferente al
derecho (si actúa con culpa o dolo). La obligación recae sobre el patrimonio y no ya la
persona en sí misma.

- Concepción bipolar. Es una variante de las teorías objetivas. Su origen se encuentra en el


derecho alemán, aunque también puede tener antecedentes en el derecho romano.
Según esta teoría, la obligación se halla compuesta de dos elementos: la deuda y la
responsabilidad. La deuda es el deber de realizar una prestación. La responsabilidad es el efecto
que entra en juego, a raíz del incumplimiento de la obligación y que afecta los bienes del deudor.
En otras palabras, la persona que asume una obligación no se hace cargo sólo de un deber moral,
sino que corre el riesgo de perder su patrimonio, o una parte de el en caso de incumplimiento de
la obligación asumida.
En el antiguo derecho romano, deuda y responsabilidad estaban separadas; utilizando diferente
terminología (debere y obligatio) tuvieron por sentado que ambos elementos no siempre se
conjugaban juntos: el deber podía nacer de una simple promesa o de un pacto; la obligatio,
en cambio, sólo nacía si quedaba plasmada en un acto formal (stipulatio, nexum, etc.). La
obligación no llevaba aparejada la responsabilidad. Para que ésta pudiera surgir era necesario
sumar otro acto jurídico: la prenda comisoria. La prenda respondía por lo que el deudor debía, al
tiempo que éste asumía una deuda desprovista de responsabilidad.

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Más tarde apareció la auto fianza, mediante la cual el deudor constituía su propia persona de
rehén, afectando su cuerpo y su libertad, a la responsabilidad emergente del incumplimiento.

También en la actualidad, la obligación se compone de dos elementos distintos y separables:


deuda y responsabilidad. Esta dicotomía conceptual se muestra con mayor claridad en las
obligaciones surgidas de los contratos, donde aparece acentuada. La deuda nace en virtud de la
promesa o estipulación y es el deber de una persona de hacer o pagar algo a que se ha
comprometido.

La responsabilidad en cambio, no nace sino de un acto formal en virtud del cual se constituía un
objeto de responsabilidad.
La diferencia fundamental estriba en que el deber es libre, al depender de la libre voluntad del
deudor para su cumplimiento, por el contrario, la responsabilidad es coercible, pesto que expone
al deudor a la coerción del acreedor.

Esta distinción también ha sido receptada por el Código de Vélez, pudiéndose decir en esta línea
que entre nosotros existen casos de deudas sin responsabilidad (obligaciones naturales, etc.) y
supuestos de responsabilidad sin deuda. Como principio general, en nuestros días, los dos
elementos se hallan unidos en la relación obligatoria, y la responsabilidad sigue a la deuda como
la sombra al cuerpo.

Algunos autores sostienen que existen excepciones, pues la obligación natural sería un caso de
deuda sin responsabilidad, ya que la deuda existe, pero el acreedor no puede exigir su pago. La
fianza otorgada por un tercero sería, en cambio, un caso de responsabilidad sin deuda. La
sociedad de responsabilidad limitada o la aceptación de herencia con beneficio de inventario
serían casos en que la deuda existe, pero el deudor no responde con todo su patrimonio, sino con
una parte de él. Lo propio podría decirse del seguro con franquicia: el asegurador responde hasta
la suma asegurada y en los términos del contrato, que pueden incluir una franquicia.

Se cree que no parece que ambos extremos (deuda y responsabilidad) puedan jugar
separadamente, configurando fenómenos de distinto alcance.

A poco andar, se comprueba que los pretendidos casos de responsabilidad sin deuda, no son tales,
sino espejismos que esconden a la mirada la deuda, que puede encontrarse tras ellos, sólo que
mediatamente. El caso de fiador es claro, el fiador también es deudor, no ya de una deuda de
dinero sino de una obligación de garantía. Por ello, no se considera que éste sea un buen ejemplo
de responsabilidad sin deuda. Pero distinta es la situación cuando se trata de la posibilidad de que
existan deudas sin responsabilidad o con una responsabilidad limitada. Es un hecho
incontrastable que existen casos donde se verifica una notoria falta de adecuación entre el alcance
de la deuda y el ámbito de cobertura de la responsabilidad.

Existen casos en que una deuda puede poseer una cobertura incompleta y la responsabilidad por
deudas hallarse limitada a ciertos bienes, quedando protegidos los restantes bienes del deudor de
la ejecución coactiva de la deuda. En dichos casos, existe una limitación de la responsabilidad y
una cobertura incompleta de la deuda, estando por tal motivo descalzados los términos “deuda” y
“responsabilidad” de la obligación.

Podría sostenerse algo similar frente a un contrato de seguro con franquicia, o respecto de una
obligación indemnizatoria a cargo de una aseguradora respecto del monto que excediera el
máximo de cobertura pactada.

La distinción entre deuda y responsabilidad como elementos conceptuales integrantes de un todo


coherente (obligación), y no como fenómenos autónomos e independientes, permite explicar la
inadecuación que en oportunidades se verifica entre deuda y responsabilidad frente a la misma.

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También, para quienes adhieren a esta teoría, existiría una gran diferencia entre las obligaciones
de demandada y citada en garantía de autos: la primera tendría una obligación completa con
ambos términos presentes, mientras que la aseguradora tendría una responsabilidad sin deuda, lo
que acentuaría todavía más el carácter concurrente o convergente de las obligaciones de ambos
condenados en costas de esta causa.

Pero para quienes no adhieren a esta teoría, les parece que no es difícil descubrir en la obligación
de la aseguradora los términos de responsabilidad y deuda. La aseguradora tiene para con el
reclamante una responsabilidad a título de garantía.

Si bien existen en ellos casos de descalce entre ambos conceptos, tanto en el nuevo CCyC como
en el Código de Vélez, el Código español entre otros, estos supuestos de responsabilidad limitada
frente a una o varias deudas constituyen supuestos excepcionales, siendo lo corriente que el
deudor responda frente a sus deudas con la totalidad de su patrimonio, excepción hecha siempre
de los bienes de primera necesidad y otros bienes declarados inembargables en aras de
fundamentos de solidaridad social.*
Por ello, el prestigio de esta teoría, al menos como fundamentación global, ha ido decreciendo
últimamente.

Actualmente la doctrina que acepta la existencia de estos dos elementos, no los considera separados ni
aislados, sino fusionados, unidos, formando una unidad orgánica, Sólo mediante una concepción integral
se puede explicar la esencia de la obligación.

D) Comparaciones.
1. Derechos creditorios y derechos reales: diferencias.
2. Derechos creditorios y los deberes de familia. Diferencia con los deberes morales.

Comparaciones con el derecho real y el derecho de familia

El derecho de las obligaciones, los derechos reales y los derechos intelectuales constituyen los
llamados derechos patrimoniales.

Las obligaciones son derechos personales de índole patrimonial. Es decir, se establecen de


persona a persona y tienen un contenido patrimonial. Para precisar mejor los caracteres de las
obligaciones conviene tazar las diferencias con los derechos reales, con los deberes de familia.

a. En las obligaciones, el goce o disfrute del derecho se logra mediante la conducta del deudor en
forma mediata. El acreedor no puede actuar por sí sobre la cosa debida, sino que debe reclamarla
del deudor.
En los derechos reales, en cambio, el titular tiene el goce o disfrute del derecho en forma
inmediata, sin la necesidad de la intervención de ningún sujeto obligado. El derecho real es
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inherente a la cosa, la inherencia implica reipersecutoriedad, oponibilidad erga omnes y


preferencia.

b. En las obligaciones aparecen tres elementos: al sujeto activo (acreedor), el sujeto pasivo
(deudor) y el objeto (la prestación). En los derechos reales hay solamente dos elementos: el
titular del derecho y la cosa sobre la cual se ejerce.

c. Las obligaciones son derechos relativos. El vínculo obligacional está, por definición,
caracterizado y connotado por la relatividad. El acreedor sólo puede exigir el cumplimiento de la
obligación del deudor.

Esto produce que, “en el derecho de crédito, a diferencia de cuando son caracterizados como
derechos absolutos, el sujeto pasivo está bien individualizado y determinado (o es determinable),
y ello deriva en un específico deber de colaboración a su cargo. De otra parte, el derecho de
crédito tiene un contenido bien delimitado, consistente en la prestación comprometida respecto de
la cual el acreedor puede sólo exigirla al deudor.

Los derechos reales, en cambio, son absolutos, en el sentido de que se oponen contra todos: erga
omnes. Así, el propietario tiene acción contra cualquiera para recuperar la cosa de su dominio.

d. Los derechos reales sólo pueden ser creados por la ley y su número es limitado. Por su parte, las
obligaciones pueden ser creadas por la voluntad de las partes tantas como convengan a sus
intereses. Son ilimitadas.

e. El derecho de las obligaciones nace y se transmite sin formalidad alguna, mientras que los
derechos reales, para su constitución o transferencia, tratándose de inmuebles o muebles
registrables, exigen el cumplimiento de formalidades rigurosas (escritura pública, inscripción en
los registros, etc.).

f. Los derechos personales son esencialmente limitados en el tiempo. Los derechos reales pueden
ser perpetuos. Cabe aclarar igualmente que en el derecho romano preclásico y clásico, por regla
general, las obligaciones eran perpetuas, concepción que cambió en el derecho posclásico y
medieval; desde entonces y hasta nosotros las obligaciones y derechos personales están marcados
a fuego por la nota de la temporalidad, lo que difiere esencialmente del arquetipo de derecho real.

g. Los derechos creditorios se extinguen por la prescripción. Los derechos reales se adquieren por la
prescripción.

h. El objeto de las obligaciones puede constituirlo cosas existentes, como también las futuras y aún
las eventuales, mientras que el objeto de los derechos reales deben ser cosas existentes.

i. El objeto en los derechos reales es una cosa, es decir un objeto material susceptible de tener un
valor. En las obligaciones, el objeto no es una cosa sino lo que técnicamente se llama prestación.
El objeto es una actividad que debe cumplir el deudor.

Diferencias con el derecho de familia

a. A diferencia de las obligaciones, los deberes de familias están fundados en razones éticas y
sociales, y no patrimoniales. Es verdad que algunas veces los derechos de familia tienen
consecuencias de índole económica. Así, por ejemplo, la patria potestad lleva implícito el derecho
al usufructo de los bienes de los hijos menores de edad. El deber de asistencia se traduce en el
pago de los alimentos.

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En síntesis: los deberes de familia se desenvuelven fundamentalmente en el terreno ético-social,


aunque a veces tengan repercusiones económicas. Las obligaciones, en cambio se desenvuelven
en el plano económico, aunque lo moral no sea del todo extraño a ellas.

El incumplimiento de las obligaciones trae aparejada siempre la indemnización de los daños y perjuicios.
El monto de los daños de la medida exacta de la indemnización. En los derechos de familia la sanción es
distinta, el divorcio, la pérdida de la patria potestad, la indignidad. A veces estas sanciones conllevan
indirectamente pérdida de carácter patrimonial, como en el caso de indignidad, pero ese castigo no tiene
relación cuantitativa con el incumplimiento, pues la indignidad no puede medirse económicamente ya que
es una idea del orden moral

Diferencias con los deberes morales.


- El cumplimiento de los deberes morales, no pueden ser coactivamente reclamados, en cambio, su
puede exigirse por la fuerza el cumplimiento de una obligación.
- La moral origina un deber a cargo de un sujeto, pero no otorga correlativamente un derecho a esa
otra persona para exigir el cumplimiento. Se trata entonces, de un deber unipolar.
- La caridad es tal, si se practica voluntariamente, y sin que exista persona alguna con derecho a
exigirla. En caso de ser coercible, deja de ser caridad.
- Sin embargo, el CCyC contiene dos normas sobre deberes morales: la primera es el art. 728, que
dispone “deber moral. Lo entregado en cumplimiento de deberes morales o de conciencia es
irrepetible”.
La segunda, el art. 431, que declara que el deber de fidelidad entre esposos es un deber moral. Es
decir que estas dos normas positivas que mentan deberes morales estarían dando a ellos un
estatus distinto, superior al que normalmente tenían, pero que no llega a convertirlos en
obligaciones, serían cuasi obligaciones, porque darían causa para retener un pago, pero al parecer
no para perseguir coactivamente el cumplimiento.
- A diferencia de ello, la obligación crea una relación bipolar entre dos personas; el deber que se
encuentra a cargo del sujeto pasivo se corresponde con la facultad del sujeto activo de exigir
coactivamente su ejecución.
- En las obligaciones, el ordenamiento jurídico establece las consecuencias que soportará el deudor
en caso de incumplimiento, en tanto que en lo moral se abstiene de hacerlo y la respuesta al
incumplimiento es, generalmente, la repulsa o rechazo social (por ejemplo, que se quite el saludo
o la palabra).
- Las sanciones morales, por otra parte, no son compulsivas ni económicas, sino psíquicas.

E) Situaciones Especiales
1. Obligaciones propter rem: concepto, antecedentes, disposiciones legales, casos.
2. Derecho a la cosa: concepto, antecedentes, vigencia actual de esta noción.

La mayoría de las obligaciones son personales, es decir, que son obligaciones que pesan sobre la
persona que las contrajo. Sin perjuicio de ello, también existen las llamadas obligaciones reales,
ambulatorias o propter rem, género intermedio entre las obligaciones y los derechos reales.

La obligación propter rem, es una relación que tiene por contenido una prestación de dar, hacer
o no hacer, con la particularidad de que la calidad del deudor (o acreedor9 está ligada a una relación de
señorío (propiedad u otros derechos reales, posesión y hasta tenencia), de suerte tal que la obligación
(crédito-deuda) se transmite a medida que se produce un cambio en la titularidad de la susodicha relación
de señorío. Las dos relaciones signadas por la obligación propter rem y el derecho real son distintas, pero
la primera es accesoria del último.

Lo característico de las obligaciones propter rem, reside en que se constituyen en estrecha


conexión con una cosa, o más precisamente, con cierta relación de señorío sobre la cosa y, por
consiguiente, el crédito o deuda nace, subsiste o se extingue con la relación: si el acreedor o deudor
propter rem dejan de estar en dicha relación con la cosa, sea porque la abandonen o enajenen, quedan
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desobligados de la obligación propter rem y ésta se desplaza hacia el nuevo dueño o poseedor, por lo que
se dice que la obligación es ambulatoria.

Tales obligaciones se adhieren a la cosa, por lo que acompañan modificaciones de su titularidad.


Al contrario de las obligaciones corrientes, las obligaciones propter rem se transmiten automáticamente al
nuevo titular de la cosa a que se relacionan.

Estas particulares obligaciones muestran dos características fundamentales:

a. El sujeto obligado no es una persona individualmente determinada, sino una que se encuentra en
determinada posición jurídica respecto de una cosa, por lo que el rol de acreedor y deudor muta,
cambia o se mueve en ellas, según los vaivenes de la relación de los sujetos con la cosa; y
b. Se trata de una categoría de fuente legal y de elenco o número cerrado (numerus clausus) por lo
que los sujetos no podrían constituirla válidamente.
Claro que la protección del interés del acreedor en las obligaciones propter rem no sigue a la cosa
a cualquier lado, a donde quiera que ésta vaya, pero tampoco se circunscribe a la persona del
deudor.

Esas deudas son cargas de la propiedad y deben ser pagadas obligatoriamente. Si alguien vende la
cosa, la obligación pasa al nuevo propietario. Son obligaciones que hacen a la cosa y obligaciones
que incumben al propietario o poseedor de una cosa en cuanto a tal, y en consecuencia basta con
la cesación de su calidad de propietario o poseedor para quedar librado del débito.

En el CCyC no se aprecia con tanta nitidez como en el Código de Vélez la categoría de las
obligaciones reales o propter rem, pero ella sin duda está presente, si se la busca con cuidado. Por
caso, las expensas comunes, ejemplo arquetípico de tales obligaciones, son regaladas en estos
términos por el nuevo Código: “los propietarios no pueden liberarse del pago de ninguna
expensa o contribución a su cargo aun con respecto a alas devengadas antes de su
adquisición, por renuncia al uso y goce de los bienes o servicios comunes, por enajenación
voluntaria o forzosa, ni por abandono de su unidad funcional”.

“tampoco pueden rehusar el pago de expensas o contribuciones ni oponer defensas por


cualquier causa, fundadas en derechos que ellos invoquen contra el consorcio, excepto
compensación, sin perjuicio de su articulación por la vía correspondiente”.

“el reglamento de propiedad horizontal puede eximir parcialmente de las contribuciones


por expensas a las unidades funcionales que no tienen acceso a determinados servicios o
sectores del edificio que generan dichas erogaciones”

Al hablar de expensa o contribución, en el concepto entran otros rumbos tales como impuestos
comunes, tasas, etc. Con todo, amén de esta y alguna otra norma, en el nuevo ordenamiento no
luce un régimen general para las obligaciones ambulatorias o reales, con lo cual tal régimen
deberá ser construido interpretativamente sobre la base de criterios aceptados
jurisprudencialmente hasta aquí en la medida en que sean compatibles con las contadas normas
que el nuevo código dedica a esta materia en supuestos puntuales.

El carácter de acreedor y deudor de la obligación propter rem es inseparable de la calidad de


propietario o poseedor actual de la cosa en conexión con lo cual surgió la deuda por los gastos de
conservación o reparación de la cosa común; no interesa quién era el acreedor del crédito y quién
el deudor al tiempo en que se efectuaron los gastos, sino quiénes son los sujetos de la relación
obligación en el momento de su articulación judicial. Y de ello resulta que la persona del deudor
no se determina sino en el momento en que la obligación se haga valer.

Antecedentes. Esta categoría intermedia entre la obligación y el derecho real fue conocida en Roma,

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En cambio, no se la contempló en el antiguo Derecho francés, ni en el Código Napoleón; en la


doctrina ulterior algunos la aceptaron y otros la rechazaron.

Diversos supuestos de obligaciones propter rem

a. Obligación de pagar la medianería, puesto que es una carga inherente a la posesión (art.
2014 CCyC)
b. La obligación de los condóminos del pago de la contribución por mejoras efectuadas en
un inmueble común. La obligación de contribuir a los gastos de conservación o
reparación de la cosa común constituye una típica obligación propter rem, dado que tiene
origen en la relación real de condominio.
c. Las deudas por impuestos, tasas y contribuciones sobre un inmueble. Las deudas por
impuestos y tasas constituyen obligaciones propter rem o ambulatorias que el titular de
los bienes debe atender y, por consiguiente, oblar en caso que el precio del remate no
alcance para afectarlo a su satisfacción, como quiera que aquellos se transmiten con la
cosa sobre la cual recaen y no se extinguen con la venta judicial y de ahí la necesidad de
ser conocidas con anterioridad debiendo surgir del expediente, aunque no se lo consigue
en forma detallada en el edicto y ello es de indubitable conocimiento cuando, como aquí
sucede, el adquirente es el propio ejecutante hipotecario.
d. Deudas provenientes de obras municipales. La deuda proveniente de obras municipales
de la red de gas es una carga real que se encuentra en la categoría de obligaciones propter
rem, que obligan indeterminadamente al que aparece como titular.
e. La obligación de los vecinos de dar paso al propietario de una finca encerrada (art. 2166
CCyC).
f. La obligación de contribuir al pago de las expensas comunes a los propietarios de pisos o
departamentos dispuesta por los arts. 2048 a 2050 del CCyC, respecto de edificios
sometidos al régimen de propiedad horizontal.

En síntesis:

- La mayoría de las obligaciones son personales, es decir, son obligaciones que pesan sobre la
persona que las contrajo. Sin perjuicio de ello, también existen las llamadas obligaciones
ambulatorias o propter rem, género intermedio entre las obligaciones y los derechos reales. No
constituyen propiamente derechos reales pero se diferencian de las obligaciones en que siguen la
suerte de la cosa, esto es, que tienen una relación directa con una cosa determinada, difiriendo
radicalmente en ello de los derechos personales.

- En las obligaciones ambulatorias o propter rem, el vínculo no se establece entre personas


determinadas, sino entre quienes revisten la calidad de titulares de una relación de derecho real o
posesoria respecto de alguna cosa, tanto en el aspecto activo como pasivo.

- No se trata de obligaciones reales, pese a que se las llame de tal modo, sino de relaciones
personales, pero de sujetos pasivos indeterminados, que se determinan en el momento del pago, y
que coinciden tales obligados con los titulares de dominio del bien.

- Éstas son obligaciones que surgen ex vi legis, parecidas a los derechos reales, pero no se
confunden con ellos en su estructuración, ya que éstos representan un ius in re (derecho sobre la
cosa), mientras que las obligaciones propter rem, en todo caso, puede verse como un ius ad rem
(derecho por causa de la cosa), esto es un derecho que adviene con la cosa y no respecto de la
cosa en sí.

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Derecho a la cosa. El derecho a la cosa es otra situación intermedia entre la obligación y el derecho real,
que consiste en la facultad que tiene el acreedor de una obligación de dar, antes de la entrega de la cosa.
Por ejemplo, el derecho del comprador, con relación a la cosa vendida, antes de que el vendedor la ponga
en sus manos, que se traduce, por ejemplo, en poder embargarla.

En el derecho canónico medieval, a través de la opinión de Inocencio IV, se comenzó a manejar la idea de
este ius ad rem o derecho a la cosa. Se trataba de una facultad que correspondía al obispo respecto de los
bienes que se le debían entregar para el ejercicio de su ministerio, antes de la entrega efectiva; luego de la
entrega tal ius ad rem se convertía directamente en ius in re, o derecho real.

Vigencia actual de esta noción. Actualmente la noción del derecho a la cosa tiene sentido en regímenes
como el nuestro que exigen la tradición para la adquisición del derecho real por parte del acreedor y
designa su concreta expectativa de convertirse en titular de la cosa debida.

En ejercicio de tal derecho a la cosa, el acreedor de la entrega de un inmueble puede adoptar medidas
cautelares destinadas a asegurarla por otra parte, cuando se da lugar a la registración del contrato del cual
surge la obligación de entregar el inmueble, se plantea una situación que, técnicamente puede ser
calificada como derecho a la cosa.

F) Metodología
1. El método legislativo en general
2. Metodología Externa. Concepto. Análisis y crítica del método del Código Civil. Comparación con
otros cuerpos antiguos y modernos. Proyectos de Reforma.
3. Metodología interna. Concepto, antecedentes. Análisis y crítica del método del Código Civil.
Comparación con los códigos modernos.
4. Metodología del Nuevo Código Civil y Comercial de la Nación (Ley 26.944).

Se entiende por metodología externa de un código el modo como distribuye las distintas
ramas del Derecho que trata. En lo que concierne a las obligaciones, versa sobre la ubicación que
le da con relación a las demás ramas del Derecho Civil.

Metodología de las Institutas de Justiniano. Se dividieron en cuatro libros.


I. Personas (en sí mismas y en las relaciones de familia);
II. Derechos reales, donaciones y testamentos;
III. Sucesiones sin testamento, obligaciones, contratos;
IV. Hechos ilícitos, acciones.

Metodología del Código civil francés


I. Personas (Semejante a las Institutas);
II. Bienes y modificaciones de la propiedad (derechos reales);
III. De las diferentes maneras como se adquiere la propiedad.

Metodología del Esboço de Freitas


I. “De los elementos de los derechos”. Esto es una parte general comprensiva de
personas, cosas y hechos;

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II. “De los derechos personales”, que abarca derechos personales en general, en las
relaciones de familia y en las relaciones civiles. En otros términos respectivamente,
obligaciones en general, derechos de familia y fuentes de obligaciones.
III. Derechos reales
IV. Sucesiones (que no llegó a redactar, porque falleció).

Es importante destacar que Freitas introdujo en este proyecto según se ha visto, una parte
general. El armado de una parte general perfectamente definida, que agrupe los elementos de
cualquier relación jurídica, adecua al logro de un método idóneo. Así como no hay ciencia de lo
particular, el código no puede quedar limitado a un inorgánico apilamiento de casos. Desde que
la herramienta jurídica presupone el discreto juego de la regla y la excepción, de lo general a lo
particular, es conveniente sentar los principios de validez universal y, en su momento, delimitar
los supuestos en que son dejados de lado o son modificados; esto no sólo en cuanto a la totalidad
de la materia de un código, sino en lo relativo a cada una de las instituciones que contempla:
debe haber reglas generales, por ejemplo, a todos los actos jurídicos, modificadas y
contempladas por reglas generales de los contratos, y éstas, a su vez, por normas típicas a cada
una de las figuras respectivas.

MÉTODO DEL CÓDIGO CIVIL DE VÉLEZ SARSFIELD

Consta de 4.051 artículos

Utilizó el de Freitas en su Consolidação das leis civis

TÍTULOS PRELIMINARES Teoría General de la Ley

Modo de Contar Los Interv.

LIBRO I De las Personas Sección Primera De las personas en Gral.

Sección Segunda Der. de familia


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LIBRO II Tres Secciones Obligaciones en General

Actos y Hechos jur. Que modif. los der. y obligac.

Obligaciones que nacen de los contratos

LIBRO III Derechos Reales

LIBRO IV Título Preliminar Tres Secciones Sucesiones mortis causa

Privilegios y der. de
retención

Prescripción

Vélez no elaboró, a diferencia de Freitas, una parte general que sea continente de la regulación de las personas, las
coas y los hechos.

MÉTODO DEL CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL

Consta de 2.671 artículos.

TITULO PRELIMINAR

LIBRO I Parte General Persona (H. y J.), bienes, hechos y


actos jur. Transm. de bienes

LIBRO II Relac. De Fam., matrim.


Uniones conviv., parentesco
Filiación, adopción, resp. Parental,
Proceso de fam.

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LIBRO III Derechos personales
(comprende obligaciones en gral.
1150 arts.) contratos en gral.
Contratos de consumo
Contratos en particular
Otras fuentes de obligaciones

LIBRO IV Derechos reales

LIBROS V Transm. de derechos por causas


de muerte.

LIBRO VI Disposic. Comunes a los der. pers.


y reales: prescripción y caducidad,
privilegios, retención, der. Internac.
Priv.

Metodología interna

Se entiende por metodología interna la distribución de las materias relativas a las obligaciones
que hace el Código. Es decir, no ya la ubicación del tratamiento de las obligaciones con respecto a las
demás áreas del Derecho Civil, sino el modo en que se distribuye su contenido intrínseco, sobre todo en
lo que concierne a la elaboración de una teoría general de la relación creditoria, independizada de sus
fuentes.

El Código francés, en realidad confunde a la obligación con una de sus fuentes, el contrato y así
parece entender que la obligación propiamente dicha es la contractual.

UNIDAD II: ELEMENTOS DE LAS OBLIGACIONES.


A) Elementos esenciales de la obligación
1. Sujetos. Sujeto activo y sujeto pasivo. Requisitos: el tema de la capacidad de ejercicio, sujetos
distintos, determinabilidad. Transmisibilidad de la calidad de sujetos de la obligación, supuestos,
limitaciones. Singularidad y pluralidad de sujetos.
El primer elemento de la obligación son los sujetos; en la estructura de la obligación es crucial la
existencia de al menos dos sujetos.
Los sujetos son las personas entre las cuales se establece el vínculo obligacional. La relación
jurídica obligacional debe tener al menos dos sujetos: uno de ellos es el sujeto activo, o acreedor, se lo
llama sujeto activo porque titulariza el crédito, y puede perseguir su cobro.
En el polo opuesto está el sujeto pasivo o deudor, obligado a dar una prestación (determinada o
determinable) por la que debe responder con su patrimonio en el caso de incumplimiento imputable.

El sujeto activo es la persona a cuyo favor debe hacerse el pago o cumplirse la prestación. El
acreedor está investido del poder jurídico o facultad de reclamar.
El sujeto pasivo es la persona que debe pagar, es el sujeto que está gravado con la carga, con el
deber de cumplir la obligación en favor del otro sujeto con quien está obligado por el vínculo.

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Los sujetos obligacionales deben ser determinados o determinables. La noción de


determinabilidad es fundamental para cumplir el requisito de la pluralidad de sujetos, como elemento
esencial de la obligación.
Los sujetos deben ser determinables, lo que no necesariamente significa que desde el inicio u
origen de la obligación deban estar determinados o individualizados con toda precisión el acreedor y el
deudor; lo que sí es imperioso, es que, al momento del cumplimiento o realización de la obligación, los
sujetos deben ser conocidos.

Un ejemplo de indeterminación del sujeto al momento de la formación del nexo obligacional lo


constituye la promesa de recompensa: en esa promesa el deudor es cierto u determinado (el promitente u
ofertante), pero el acreedor está indeterminado, quedando determinado el mismo por la realización del
hecho al que se subordinó el pago (devolución de una mascota perdida, hallazgo de una cosa extraviada,
suministro de datos ciertos para la ubicación de un delincuente o anciano perdido).
Otro ejemplo de indeterminación en el polo pasivo, es el supuesto del adquirente de un inmueble
hipotecado o de un auto prendado, el que responde por el pago de la deuda, aunque no haya sido el
deudor originario y en el lugar de éste, incluso.

Tanto el sujeto activo como el pasivo pueden ser singulares o plurales, es decir, pueden
enfrentarse un acreedor y un deudor, un acreedor y varios deudores, varios acreedores y varios deudores,
o varios acreedores y un deudor.
El carácter múltiple de la obligación normalmente se refiere a la pluralidad de sujetos, aunque
también pueden existir varias prestaciones, de tal modo, normalmente existirá pluralidad de sujetos
obligados a una única prestación, en cuyo caso se estará en presencia de un frente codeudor, que puede
estar obligado a satisfacer una obligación simplemente mancomunada (art. 825 CCyC), una prestación
solidaria (arts. 827 a 489 CCyC); una obligación concurrente (arts. 850 a 852 CCyC) o una prestación
indivisible (arts. 813 a 824 CCyC).

Pueden ser sujetos de las obligaciones las personas físicas y las personas jurídicas. De
acuerdo con el art. 23 del CCyC, “toda persona humana puede ejercer por sí mismas sus derechos,
excepto las limitaciones expresamente previstas en este Código y en una sentencia judicial”.
La regla respecto de la capacidad de las personas individuales o de existencia visible es en la
duda, a favor de la capacidad, o que es lo mismo, la capacidad se presume y la restricción se
expresa.
Los sujetos de derecho con aptitud para adquirir obligaciones, son las personas físicas y las
personas jurídicas.

El art. 141 CCyC establece:


“Son personas jurídicas todos los entes a los cuales el ordenamiento jurídico les confiere
aptitud para adquirir derechos y contraer obligaciones para el cumplimiento de su objeto y os fines
de su creación”.
Es menester aclarar que el principio en materia de capacidad de las personas jurídicas es el
inverso a las personas individuales o físicas. Respecto de las personas jurídicas, la capacidad es taxativa y
surge de su estatuto (art. 150 CCyC).
Las personas jurídicas son públicas o privadas conforme a los arts. 145 a 450 del CCyC).

Requisitos que deben cumplir los sujetos


a. Poseer capacidad.
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Para ser sujeto obligacional, se requiere que el sujeto tenga capacidad de derecho, ósea, la capacidad
de goce, de ser titular de un derecho. No es necesario que las personas físicas sean capaces de hecho, es
decir, capaces de ejercicio de sus derechos por sí solos, pues faltándoles esta capacidad pueden actuar por
intermedio de sus representantes (arts. 100 y cc. del CCyC)

Las personas jurídicas poseen capacidad de derecho para adquirir derechos o contraer obligaciones
conforme el art. 141 del CCyC, pero deben hacerlo por intermedio de los órganos establecidos en sus
estatutos, aún cuando no haya una norma específica del nuevo ordenamiento que así lo establezca.
Una comunidad hereditaria también puede ser sujeto de una obligación. Porque en la práctica de
nuestros tribunales, ellas operan como sujetos obligacionales ya que rigiendo en nuestro derecho un
sistema de herencia recibida presuntamente bajo beneficio de inventario, las masas de bienes de la
herencia y el heredero no se confunden durante cierto tiempo, por lo que durante él la sucesión como es
una verdadera persona de derecho, adquiriendo derechos y contrayendo obligaciones.

Y en el CCyC también es sujeto obligacional el consorcio de propietarios de un edificio de


propiedad horizontal (art. 2044) el que es definido como “el conjunto de los propietarios de las
unidades funcionales constituye la persona jurídica de consorcio”.

También algunos inmobiliarios son sujetos obligacionales, ya que resultan definidos por las normas
aplicables a ellos como una entidad con personería jurídica que agrupe a los propietarios de las unidades
privativas, estableciendo el art. 2074 in fine del CCyC que las diversas partes, cosas y sectores comunes y
privativos, así como las facultades que sobre ellas se tienen, son interdependientes y conforman un todo
no escindible, y el art. 2075 del CCyC, indica que ellos conforman un derecho real de propiedad
horizontal especial.

b. Debe tratarse de sujetos distintos.


Las calidades de acreedor y deudor no pueden coincidir en la misma persona, pues de otro modo se
opera la extinción de la obligación por confusión conforme al art. 931 del CCyC, ya que nadie puede
deberse a sí mismo una prestación.

El art. 931 del CCyC establece: “La obligación se extingue por confusión cuando las calidades de
acreedor y de deudor se reúnen en una misma persona y en un mismo patrimonio”.
Esta formulación es compatible con el nuevo art. 2317 del CCyC que establece “Responsabilidad
del heredero. El heredero queda obligado por las deudas y legados de la sucesión sólo hasta la
concurrencia del valor de los bienes hereditarios recibid0. En caso de pluralidad de herederos, éstos
responden con la masa hereditaria indivisa”.

Tal limitación de la responsabilidad queda sin efecto en la medida en que se configure alguna de las
situaciones previstas por el art. 2321 del CCyC, supuesto en que el heredero responde con sus propios
bienes por el pago de las deudas del causante y cargas de la herencia.
Pero en la medida en que esta responsabilidad sea limitada y no plena, no se produce la confusión
entre acreedor y deudor, ya que el heredero tendría dos patrimonios, el de la herencia recibida
limitadamente en cuanto a su responsabilidad y el suyo propio, lo que hace que durante ese tiempo no se
produzca la confusión.
Pero esta afirmación (la coincidencia de deudor y acreedor) requiere una aclaración: una misma
persona puede ser sujeto activo y pasivo de una obligación, pero sin unificar sus roles, esto es, actuando
en un caso por sí y en el otro en representación. -aunque hay que acarar también que normalmente no es
sano que se produzca esta situación. Cuando alguien reúne las dos calidades “vende por sí y compra en
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nombre de otro” (típico ejemplo es el testaferro), cabe sospechar que o existe una situación oculta o es
una simulación. Y, además, en esos casos, el problema de los intereses contrapuestos hace que la
instrumentación deba ser impecable y no dejar duda alguna, pues en la duda se sacrifican los derechos
propios de quien opera también a nombre de otro.

c. Ser determinados o determinables.


Como regla general se exige que los sujetos de la obligación estén determinados, sin embargo, la ley
admite excepcionalmente una indeterminación provisoria del sujeto activo, que debe cesar en el momento
del pago.
Constituyen casos de indeterminación del sujeto: los títulos al portador, los documentos a la orden,
las obligaciones ambulatorias o propter rem, las ofertas al público, las promesas de recompensa de
objetos perdidos, etc.
En este caso, no se sabe quién es el acreedor, pues recién quedará individualizado éste cuando se
presente a entregar el objeto perdido y a reclamar la recompensa. Mientras no se haya presentado alguien
a reclamarla, el sujeto activo de la obligación está indeterminado.

En el caso de los títulos al portador, desde el mismo instante en que el firmante suscribe y entrega el
documento, para él la persona del acreedor queda indeterminada, porque ese título está destinado a
circular de mano en mano. El deudor solamente podrá saber a ciencia cierta quién es el acreedor cuando
éste presente el documento al cobro, momento en el cual se produce la individualización del acreedor.
Otro supuesto es la venta por cuenta de quien corresponda, el caso típico de los martilleros. El
martillero tiene un galpón con coas muebles, y a la persona que compra no le importa el nombre de quién
vende. El martillero lo hace por cuenta de quien corresponda, aquel que le dio en consignación los bienes.
El sujeto dueño de la cosa está indeterminado.
El derecho civil admite cierta indeterminación de los sujetos en el nacimiento de la obligación, pero
al momento de la extinción de la misma, ellos deben estar perfectamente determinados, tal es el caso del
pagaré, al momento del pago el acreedor debe estar cabalmente determinado.

Respecto a la “oferta al público”. La oferta al público no vincula al ofertante ya que el Código Civil
no lo había receptado. Esta oferta no había sido legislada en nuestro país hasta la sanción de la ley 24.240
de protección del consumidor, la que en su art. 7 receptó la oferta indeterminada en los siguientes
términos:
“Oferta. La oferta dirigida a consumidores potenciales indeterminados, obliga a quien la emite
durante el tiempo en que se realice, debiendo contener la fecha precisa de comienzo y de
finalización, así como también sus modalidades, condiciones o limitaciones.
“La revocación de la oferta hecha pública es eficaz una vez que haya sido difundida por medios
similares a los empleados para hacerla conocer”.

Esta norma se integra ahora también con lo dispuesto por los arts. 1103 y cc. del CCyC.

ARTICULO 1103.- Efectos de la publicidad. Las precisiones formuladas en la publicidad o en anuncios, prospectos, circulares u
otros medios de difusión se tienen por incluidas en el contrato con el consumidor y obligan al oferente.

Transmisibilidad de la calidad del sujeto

La calidad de acreedor y la de deudor pueden ser transmitidas, es decir, haber sucesión en ellas.

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La transmisión o sucesión puede darse por actos entre vivos, o por acto de última voluntad o
mortis causa. Desde otro punto de vista puede ser a título particular, o a título universal.

En cuanto a qué puede ser transmitido, en lo que concierne a la obligación cabe la transmisión del
crédito, la transmisión de la deuda, e inclusive de la situación global que el transmitente ocupa en un
contrato. Por ej. En el caso de la cesión de un boleto de compraventa inmobiliaria.

Pero en ciertas obligaciones no se admite la transmisión. Ello ocurre cuando el crédito sólo es
concebible si lo ejerce el propio titular; como en el supuesto del crédito que deriva del daño moral o
cuando existe una prohibición convencional.

Pluralidad de sujetos.

Normalmente las obligaciones se constituyen entre dos sujetos: acreedor y deudor; el deudor
tiene el deber de prestación y el acreedor la facultad de recibir esa prestación. Pese a que ello es lo más
corriente, la posición activa o pasiva en una obligación puede quedar constituida por una pluralidad de
sujetos, y así existir un frente codeudor y/o un frente coacreedor. En estos casos estamos en presencia
de obligaciones de sujeto múltiple.

Por ende, desde la óptica de los sujetos que intervienen en ellas, las obligaciones pueden
clasificarse en obligaciones individuales, simples, o de sujeto singular, y obligaciones múltiples,
complejas, compuestas o de sujeto plural.

Obligaciones imples o con sujeto singular, son aquellas donde hay un solo acreedor y un solo
deudor.

Obligaciones complejas o con sujeto plural, son aquellas en que la relación obligacional se
establece entre varios acreedores y varios deudores, o un acreedor singular y varios deudores o viceversa.

Cabe precisar que la pluralidad puede ser originaria o sobreviniente; originaria si ella está
presenta en la génesis de la obligación, y sobreviniente, si por la transmisión de una obligación, sea por
actos inter vivos o mortis causa, varias personas pasan a ocupar el lugar que antes encarnaba una sola, sea
el de acreedor o deudor.

A su vez, la pluralidad puede ser alternativa o disyuntiva, por un lado, o conjunta o


mancomunada, en otro segmento, es decir que puede haber obligación plural o de sujeto múltiple en dos
formas diversas; en la primera de ellas, puede reclamarse la deuda a cualquiera de los deudores
disyuntivamente, en la segunda a ambos en forma conjunta.

2. Objeto. Prestación. Objeto de la obligación y del contrato. Conducta del deudor, obligaciones de
medios y de resultados. Requisitos de la prestación: Posibilidad. Licitud. Determinabilidad.
Patrimonialidad.
El segundo elemento de la obligación es el objeto o prestación de la obligación es la prestación
debida por el deudor, la que puede consistir en un dar, hacer o no hacer.

El objeto de la obligación es un acto, un comportamiento o una conducta que debe cumplir el


deudor y no la cosa o el servicio debido.

La prestación es el comportamiento debido y exigible al deudor, el que tiene carácter patrimonial


y realiza y corresponde el interés del acreedor, siendo éste el objeto del derecho de crédito.

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La prestación suele consistir en un hecho positivo cuando el deudor se obliga a dar o hacer algo, o
en un hecho negativo, cuando se obliga a una abstención, es decir, a no hacer algo.

Esto resulta claro en las obligaciones de hacer o de no hacer, pero en las de dar, las cosas son
jurídicamente más relevantes que la conducta, puesto que dicho comportamiento es un medio para lograr
el resultado. Lo fundamental no es el acto sino la cosa que se entrega.

Objeto de la obligación y del contrato

Existen códigos que tratan las obligaciones juntamente con los contratos, como el Código de
Napoleón, los cuales confunden normalmente el objeto de la obligación con el objeto de los contratos.

El objeto de los contratos, en los Códigos como el francés, es la prestación de dar, hacer o no
hacer.

Pero para la doctrina francesa más prestigiosa, el contrato no tiene objeto, sino que tiene efectos y
esos efectos consisten en producir obligaciones.

Para otros autores, el objeto del contrato es la operación jurídica que las partes pretenden realizar.
Esta operación jurídica se distingue de las prestaciones prometidas que son el objeto de la obligación.

El objeto de la obligación es la prestación, es decir el comportamiento, la conducta, la acción u


omisión que debe cumplir el deudor.

Hernández Gil dice que el objeto de las obligaciones está integrado pro dos factores: a) la
conducta, que es invariable, y b) las cosas concretas o bienes negociados, que son variables.

Para otros autores el objeto de las obligaciones no es la conducta, sino el bien debido, dejando de
lado la conducta, y tomando el bien o la utilidad que satisface un interés del sujeto activo de la relación,
que necesariamente debe ser material. La conducta, no es el objeto, es el bien, la utilidad, lo que satisface
un interés. La conducta no es el objeto, es el contenido.

El cumplimiento de la prestación no debe ser confundido con la satisfacción del interés del
acreedor, porque si fueran equiparables, todas las obligaciones serían de resultado.

Conducta del acreedor, obligaciones de medios y de resultados

1) Obligaciones de medios, de actividad o de prudencia y diligencia

En las obligaciones de medios, la asunción de obligaciones se limita al desempeño o empleo de


determinados medios, o de conocimientos específicos, de prácticas recomendadas, de diligencia total. Se
anhela alcanzar un resultado, pero no se lo garantiza.

El comportamiento exigible al deudor consiste en el despliegue de una actividad diligente, enderezada


a satisfacer el resultado esperado por el acreedor.

Por ende, el deudor, probando que ha puesto en juego una diligencia media para un sujeto de su
categoría, se libera, alcance o no el resultado esperado por el acreedor, pero no comprometido el deudor,
quien se compromete a hacer lo razonablemente proporcionado para alcanzar u obtener el resultado, pero
no a obtenerlo necesariamente.

La no consecución del resultado, no provocará automáticamente el incumplimiento del deudor, pues


éste sólo se produce por la no realización de un facere diligente.
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Rodrigo Nicolás Pereyra

Es decir, que la prueba de la falta de culpa excusa la responsabilidad al deudor, tanto como la propia
obtención del resultado.

2) Obligaciones de resultado, determinadas o de fines

En ellas, la obtención de un resultado determinado, es la conducta esperada por el acreedor y


comprometida por el deudor.

Por ende, obtener el resultado comprometido por el acreedor es la única manera de cumplimiento
satisfactorio de la prestación, la que debe tenerse por no cumplida en caso contrario, aún con la mejor
diligencia empleada por el deudor.

El resultado esperado por el acreedor integra el plan prestacional de la obligación y solamente el


deudor se excusa probando o bien el cumplimiento o bien el caso fortuito, ya que a falta de culpa no
excusa su responsabilidad.

Por ello, la constatación del incumplimiento en las obligaciones de resultado es tarea fácil:
existirá incumplimiento cuando el resultado no haya sido alcanzado.

Esta clasificación de las obligaciones, se encuentra expresamente presente en el artículo 774 del
CCyC.

ARTICULO 774.- Prestación de un servicio. La prestación de un servicio puede consistir:

a) en realizar cierta actividad, con la diligencia apropiada, independientemente de su éxito. Las


cláusulas que comprometen a los buenos oficios, o a aplicar los mejores esfuerzos están comprendidas en
este inciso;

b) en procurar al acreedor cierto resultado concreto, con independencia de su eficacia;

c) en procurar al acreedor el resultado eficaz prometido. La cláusula llave en mano o producto en


mano está comprendida en este inciso.

Si el resultado de la actividad del deudor consiste en una cosa, para su entrega se aplican las reglas de
las obligaciones de dar cosas ciertas para constituir derechos reales.

Requisitos de la prestación

El nuevo CCyC no define la prestación, pero su art. 725 regla sus requisitos, estableciendo: “La
prestación que constituye el objeto de la obligación debe ser material y jurídicamente posible, lícita,
determinada o determinable, susceptible de valoración económica y debe corresponder a un interés
patrimonial o extrapatrimonial del acreedor”.

De ello se advierte que el objeto de las obligaciones debe cumplir los siguientes requisitos:

a. Debe ser posible.

“Nadie puede obligarse a una prestación imposible. Obligarse a lo imposible equivale a


obligarse a nada”.

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La posibilidad es la más esencial e insustituible de los requisitos de la prestación. Ello dado que el
requisito de posibilidad remite al origen de la construcción romana de la obligación, la que era entonces
un vínculo eminentemente físico.

Desde su inicio no podía desconectarse el concepto de neccesitas, por ello era impensable que se
configurara un caso de inviabilidad originaria de entregar la prestación, y dejaba de ser tal en caso de
imposibilidad sobrevenida de ello.

El requisito de posibilidad de cumplimiento era indisociable del propio concepto de obligación


romana, debiendo verse éste como u prius o prerrequisito indisputable respecto de la ejecutabilidad de la
obligación y que expresa la neccesitas de cumplir la prestación.

Pero no sólo en Roma, sino que ello todavía ocurre en nuestros días, en los cuales aún rige el
principio impossibilium nulla obligatio est, aunque limitado en su alcance absoluto a la imposibilidad
inicial de la obligación.

Como los sujetos obligacionales no configuran negocios jurídicos aleatoriamente, sino buscando
satisfacer intereses concretos y materializar ciertos objetivos, sean ellos económicos, sociales o morales,
la relación entre las partes no existe como un fin en sí, sino que se constituye como un instrumento de
concreción de intereses.

Cuando desde el comienzo mismo del vínculo jurídico éste se muestra idóneo para canalizar los
intereses que busca satisfacer, en virtud de la imposibilidad de la prestación, no se está en presencia de
una relación obligacional, sino de una mera apariencia de ella.

La obligación debe ser vista como un proceso, de lo que deriva que toda obligación tiene un
comienzo y un final, que no están desconectados entre sí, pero que indudablemente están atados,
conectados por un sentido finalista, la satisfacción del interés del acreedor, de forma tal que la relación
obligacional se torne no un fin en sí misma, sino un medio de concretar un interés.

El principio impossibilium nulla obligatio estse desenvolvió como un principio general para la
imposibilidad inicial de la prestación, el requisito absoluto de la posibilidad debe, por ello, quedar
limitado al surgimiento de la obligación. Ergo, tal principio, “constituye una exigencia estructural
imprescindible de la obligación, como ocurriría con referencia a un concepto estricto de deber en el
sentido de que no puede deberse cumplir lo que no se puede cumplir. De esta suerte emergen claros los
límites…La imposibilidad sobrevenida libera al deudor sólo cuando se presenta por causa no imputada a
él, en tanto que cuando es debida a causa imputable al deudor, la obligación se mantiene.

El art. 725 del CCyC, establece que “la prestación…debe ser material y jurídicamente posible”. Este
artículo se corresponde con el art. 279 del CCyC que establece: “el objeto del acto jurídico no debe ser
un hecho imposible o prohibido por la ley, contrario a la moral, las buenas costumbres, al orden
público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad humana. Tampoco puede ser un bien que
por un motivo especial se haya prohibido que lo sea”.

Por lo tanto, un objeto imposible anula la obligación, como si ésta no tuviera objeto (art. 279 CCyC)
Pero la imposibilidad debe ser absoluta para todos los que están en igualdad de condiciones o
circunstancias y debe apreciarse desde la óptica del hombre medio.

Que la imposibilidad deba ser absoluta, implica que lo sea para todos y no solo para el deudor. Por
ejemplo, la imposibilidad de transferir una cosa que por ley ha sido puesta fuera del comercio. Si el hecho
sólo es imposible para el deudor (por ejemplo, si un individuo se hace pasar por sastre y se compromete a
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confeccionar un traje a medida, careciendo de las aptitudes necesarias para hacer el trabajo) entonces la
imposibilidad no es absoluta.

En ese caso, si el deudor no cumple su compromiso deberá pagar daños y perjuicios.

Pueden darse dos clases de supuestos de imposibilidad.

1. Imposibilidad física o material. El objeto es imposible, porque de acuerdo con los medios
existentes en ese momento y lugar de cumplimiento resulta inviable o impracticable
materialmente (ej. Tocar el cielo con las manos, levantar un edificio en un día o poner en un
contrato de sociedad que proyectarse colonizar Marte, resulta nulo, como si no tuviera objeto).

2. Imposibilidad jurídica. Materialmente sería posible, pero jurídicamente no lo es, porque existen
normas que lo prohíben (por ejemplo, hipotecar una cosa mueble, ceder una herencia futura,
dividir una cosa que se tiene en condominio, cuando la división fuere nociva por cualquier
motivo – art. 2001 del CCyC).

b. Debe estar en el comercio.

También son nulas como si no tuvieran objeto las convenciones o actos realizados respecto de bienes
que no están en el comercio.

El CCyC, establece en su art. 234:

“Están fuera del comercio los bienes cuya transmisión está expresamente prohibida:

a. Por la ley

b. Por actos jurídicos, en cuanto este Código permite tales prohibiciones.

A contrario sensu de esta norma, puede predicarse la existencia de un principio general de que están
en el comercio todas las cosas cuya enajenación no fuere expresamente prohibida por la ley o por los
actos jurídicos válidos.

c. Debe ser lícito.

Todo objeto contrario a la ley anula la obligación, como si no tuviese objeto según dice el Código.

El art. 279 del CCyC fulmina también de nulidad a un hecho o acto prohibido por la ley, contrario a
la moral, a las buenas costumbres, al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad
humana.

Por ejemplo, conforme a la cláusula moral del ordenamiento argentino, las sociedades que tuvieran
por objeto cometer hechos ilícitos no podrían ser autorizadas a funcionar, y si lo hubieran sido, debería, al
comprobarse tal extremo, retirárseles la personería. Por caso, una sociedad que se estableciera con el
objeto de ejercer el contrabando, emisión de facturas apócrifas o trata de personas, no podría ser
autorizada a funcionar (como por ejemplo, la sociedad mafiosa conocida como ZUI MIGDAL).

La Zwi Migdal fue una red de trata de personas que operó entre 1906 y 1937 con sede en la ciudad de
Buenos Aires. Estaba conformada por delincuentes judíos,1 en su mayoría de origen polaco, que se
especializaban en la prostitución forzada de mujeres judías, entre otras

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Los rufianes reclutaban a niñas de 13 a 16 años de edad de las pequeñas aldeas o shtetl de Rusia y
Polonia para emigrar a América con falsas promesas de trabajar como empleadas domésticas de ricas
familias judías, e incluso con promesas de casamiento. Cansados de los pogromos y la miseria, los padres
accedían a que sus hijas se fueran con los forasteros

Para contravenir esta exigencia, serían nulos por ejemplo: el contrato sobre herencia futura, la
obligación que versare sobre la comisión de un delito, etc.

d. No debe ofender la moral o las buenas costumbres

Lo moral coincide muchas veces con lo ilícito, pero ello no siempre ocurre, incluso existen
valoraciones cambiantes en el seno de una sociedad o de sus autoridades.

En un fallo trascendente se dijo que es principio de orden natural que si bien todo lo moral debe ser
jurídico, todo lo jurídico debe ser moral. Divorciar el derecho positivo de la moral es atentar contra la
dignidad de aquél, abriendo cauces al leguleyismo y a la deshumanización formalista, olvidando la
advertencia del filósofo de que ninguna fuerza puede consolidarse como ordenamiento jurídico si no
entraña o apunta a un hito moral.

Hay que aclarar que el concepto de moral a tomarse en cuenta no es un concepto subjetivo, librado al
juicio discrecional de cada magistrado, sino un concepto objetivo o, al menos, establecido sobre pautas
concretas de lo que la sociedad desaprueba o admite en cada época, es menester aclarar que tampoco se
trata de un concepto pétreo, rígido, sino que este concepto de moralidad, cambia según las épocas,
debiendo adaptarse a la estimativa social del momento.

Los maestros FLOUR, AUBERT y SAVAUX, enseñaban que “En nuestras sociedades la moral
cristiana es el fundamento del derecho…la moral cristiana es siempre una tradición social…”. Es de
notar la influencia de la moral cristiana en el derecho de las obligaciones.

Nuestra Constitución Nacional, en su art. 2º, establece que “sostiene el culto católico apostólico
romano”, que evidentemente el CCyC no puede adoptar un concepto moral contrario a la religión del
Estado.

El art. 279 del CCyC y su anterior 953 del CC, constituye una “regla moral del ordenamiento”, se
trata de normas que con toda claridad constituyen un puente entre el derecho y la moral, impidiendo que
objetos gravosamente inmorales, contrarios a las buenas costumbres o ilícitos se conviertan en el objeto
de actos o negocios jurídicos válidos. La norma fulmina de ineficacia a los actos que se produzcan en
contravención a ella.

Faltarían a este requisito, por ejemplo, las pseudo obligaciones que versaren sobre la trata de
personas, sobre aportes o cesión de clientela profesional entre un profano y un profesional, sobre venta de
gestiones o influencias políticas, etc.

Cuando la prestación es contraria a la moral o a las buenas costumbres, al igual que cuando ella es
ilícita y se peticiona igualmente su cumplimiento, los tribunales suelen aplicar el principio de derecho
de que “nadie puede invocar su propia torpeza”.

Por otra parte, en tribunales rige una regla no siempre recordada, pero que debe hacerse cumplir a
rajatabla, quien esgrime en el Pretorio en su favor prerrogativas o derechos debe previamente justificar

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que actúa con las manos limpias, es decir, desde una posición que haya cumplimentado la legalidad y la
buena fe, so pena de ser inaudibles sus pretensiones en caso contrario.

e. Debe ser determinado o determinable

Ello no significa que estrictamente la prestación esté determinada desde sus orígenes, pero sí, por lo
menos que sea determinable. Caso contrario, no sería posible obligar al deudor al pago de una cosa o un
hecho si no se puede precisar cuál es la cosa o el hecho debido.

Por efecto, una prestación absolutamente indeterminada no puede ser objeto de una obligación. Así,
por ejemplo, la obligación de entregar una cosa daría al deudor la posibilidad de librarse entregando
cualquier cosa.

La ley admite cierto grado de indeterminación inicial que debe cesar en el momento del
cumplimiento. Entre los casos de indeterminación permitidos por la ley tenemos: las obligaciones
facultativas, las obligaciones alternativas, las obligaciones de género, las obligaciones de dar
cantidades de cosas, etc.

En las obligaciones de género, las cosas no están designada desde su individualidad, sino de acuerdo
con las características del género o especie a que pertenecen, como por ejemplo, la obligación de entregar
al acreedor dos toros, sin determinar la edad, raza y alguna otra característica. Pero en esta clase de
obligaciones la prestación se determina posteriormente mediante la elección, ya se a cargo del deudor o
del acreedor (arts. 762 y 763 CCyC).

ARTICULO 762,- Individualización. La obligación de dar es de género si recae sobre cosas determinadas sólo por su
especie y cantidad.
Las cosas debidas en una obligación de género deben ser individualizadas. La elección corresponde al deudor, excepto que
lo contrario resulte de la convención de las partes. La elección debe recaer sobre cosa de calidad media, y puede ser hecha
mediante manifestación de voluntad expresa o tácita.
ARTICULO 763.- Período anterior a la individualización. Antes de la individualización de la cosa debida, el caso fortuito
no libera al deudor. Después de hecha la elección, se aplican las reglas sobre la obligación de dar cosas ciertas.
Finalmente, en una obligación alternativa, si una persona está obligada a dar una cosa y otra, o hacer una
cosa y otra, el objeto recién se determina cuando se ejerce la opción (art. 780 CCyC).

ARTICULO 780.- Elección. Sujetos. Efectos. Excepto estipulación en contrario, la facultad de elegir corresponde al deudor. La
opción que corresponde a varias personas requiere unanimidad. Si la parte a quien corresponde la elección no se pronuncia
oportunamente, la facultad de opción pasa a la otra. Si esa facultad se ha deferido a un tercero y éste no opta en el plazo fijado,
corresponde al deudor designar el objeto del pago.
En las obligaciones periódicas, la elección realizada una vez no implica renuncia a la facultad de optar en lo sucesivo.
La elección es irrevocable desde que se la comunica a la otra parte o desde que el deudor ejecuta alguna de las prestaciones,
aunque sea parcialmente.
Una vez realizada, la prestación escogida se considera única desde su origen, y se aplican las reglas de las obligaciones de dar, de
hacer o de no hacer, según corresponda.

Patrimonialidad. Solución del CCyC

No necesariamente todo interés debe ser de contenido patrimonial o susceptible de apreciación


pecuniaria para ser objeto de las obligaciones, porque puede haber intereses relativos a cuestiones
morales o culturales. Pero debe tratarse de intereses serios (por ejemplo, un estudiante que alquila una
habitación de una casa de familia con la obligación de no hacer ruido); si estos intereses cambian, son
perfectamente protegibles. Por esto, no todo interés debe ser pecuniario para ser protegido o tutelado.
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El Código de Vélez no decía nada determinante al respecto. Hay tres fuentes distintas.

1. Antes de la reforma del art. 522, los intereses debían ser de apreciación pecuniaria.
2. En las obligaciones nacidas de hechos ilícitos, a la par de intereses patrimoniales hay un agravio
moral (por ejemplo, en un accidente de tránsito, la incertidumbre, de saber si el lesionado va a
volver a caminar, los días de internación, los tratamientos dolorosos, el sufrimiento, deben ser
resarcidos económicamente – arts. 1078 y 1079 CC).
3. Derechos reales. Conforme a los arts. 2844 y 3000 del CC, el objeto del usufructo o de las
servidumbres, pueden ser cosas de mero placer o recreo (por ejemplo, preservar la vista de una
casa, evitando que mañana se levante enfrente un edificio de diez pisos – servidumbre de vista
que tiene un correlato económico).

La prestación en sí debe ser siempre susceptible de valoración pecuniaria, al menos en cuanto a los
efectos de su cumplimiento, porque de lo contrario no sería posible la ejecución del patrimonio del
deudor. El único procedimiento que se tiene para proteger y sancionar los intereses no pecuniarios
consiste en valuarlos o tasarlos en dinero.

Pensábamos antes de la reforma que, al disponer la indemnización del daño moral tanto en materia de
incumplimiento contractual como de delitos, el CC incluye dentro del ámbito de las obligaciones aún a
intereses no apreciables en dinero.

El nuevo CCyC, establece expresamente en el art. 725 in fine que el interés del acreedor que se
corresponde con la prestación puede ser patrimonial o extrapatrimonial, lo que despeja cualquier duda.

ARTICULO 725.- Requisitos. La prestación que constituye el objeto de la obligación debe ser material y jurídicamente posible,
lícita, determinada o determinable, susceptible de valoración económica y debe corresponder a un interés patrimonial o
extrapatrimonial del acreedor.

3. Causa. Acepciones. Diferencias entre causa fuente, causa fin y causa-motivo. Principio del art
726. Arts. 727, 281, 282 y CCCN.

Breve desarrollo de las fuentes en particular:

a) Contrato. Concepto; Quid de su crisis: limitaciones a la autonomía de la voluntad; la


realidad negocial moderna; Elementos, clasificación. Cuasicontratos.
b) Declaración unilateral de voluntad. Concepto, supuestos: concurso público, promesa de
recompensa, ofertas de contratos. El testamento: quid de su carácter de fuente.
c) Responsabilidad civil. Delitos y cuasidelitos. Concepto; Importancia, efectos,
clasificación, culpa civil y criminal. Elementos del acto ilícito.
d) Ejercicio abusivo de los derechos. Concepto. Régimen, art. 10 CCCN.
e) Enriquecimiento sin causa. Concepto, fundamento, efectos.
f) Gestión de negocios. Concepto, fundamento, efectos y responsabilidad del gestor.
g) Obligaciones ex lege. Concepto, supuestos, quid de la sentencia.
h) El deber moral. Concepto, régimen del Código Civil y Comercial de la Nación.
Causa. La palabra “causa” ha sido utilizada en esta materia en tres sentidos: causa fuente, causa fin y
causa motivo.

- Causa-fuente: es la causa antecedente, el origen de la obligación, es decir, el hecho, acto o


relación jurídica que sirve de fundamento a la obligación.
- Causa-fin: significa la finalidad inmediata, el objetivo próximo perseguido por las partes al
contraer la obligación

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- Causa-motivo: comprende todo lo que las partes han tenido en mira al realizar el negocio
jurídico, es decir, sus fines inmediatos.

El vocablo FUENTE es empleado, en el sentido corriente, para indicar la naciente o manantial del
que brota una corriente de agua, y en sentido jurídico significa el manantial de donde brota el derecho.

Puede decirse entonces, que constituyen fuentes de las obligaciones los actos jurídicos que dan
origen a los vínculos obligacionales, de conformidad con las normas jurídicas, o mejor, los hechos
jurídicos que condicionan el surgimiento de las obligaciones.

Principio del Artículo 726 del CCyC

“Causa. No hay obligación sin causa, es decir, sin que derive de algún hecho idóneo para
producirla, de conformidad con el ordenamiento jurídico”.

En dicho artículo se encuentran incluidas todas las fuentes, dada la amplitud del concepto, que
deja librado al criterio del intérprete el concepto de “hecho idóneo para producir la obligación”,
separándose esta norma de su fuente, el art. 499 CC, el que enumeraba una serie de fuentes.

Toda obligación supone un antecedente que le da origen, es decir, que le sirve de fuente. En esto,
las obligaciones no hacen sino cumplir la regla de la causalidad, que gobierna todos los fenómenos de la
naturaleza.

La obligación que pretenda hacerse recaer sobre un deudor requiere como elemento esencial la
existencia de una causa o fuente, es decir, el hecho o relación jurídica que la ha originado.

Podemos definir la CAUSA-FUENTE, como un hecho al que el ordenamiento jurídico le


asigna la virtualidad de establecer un vínculo jurídico válido que una al acreedor y al deudor.

ARTICULO 727.- Prueba de la existencia de la obligación. Presunción de fuente legítima. La


existencia de la obligación no se presume. La interpretación respecto de la existencia y extensión de la
obligación es restrictiva. Probada la obligación, se presume que nace de fuente legítima mientras no se
acredite lo contrario.

ARTICULO 281.- Causa. La causa es el fin inmediato autorizado por el ordenamiento jurídico
que ha sido determinante de la voluntad. También integran la causa los motivos exteriorizados cuando
sean lícitos y hayan sido incorporados al acto en forma expresa, o tácitamente si son esenciales para
ambas partes.

ARTICULO 282.- Presunción de causa. Aunque la causa no esté expresada en el acto se


presume que existe mientras no se pruebe lo contrario. El acto es válido aunque la causa expresada sea
falsa si se funda en otra causa verdadera.

Este artículo, unifica los arts. 500 y 501 del Código de Vélez,

ARTICULO 283.- Acto abstracto. La inexistencia, falsedad o ilicitud de la causa no son


discutibles en el acto abstracto mientras no se haya cumplido, excepto que la ley lo autorice.

El caso de la obligación inválida o putativa. El art. 796 del CC se ocupa de la obligación putativa, esto
es, la creada por error. Dicha norma prevé que si tanto el acreedor como el deudor incurrieron en error al
constituir la obligación, tal relación carece de virtualidad: el acreedor “queda obligado a restituirle al

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deudor el respectivo instrumento de crédito, y a darle liberación por otro instrumento de la misma
naturaleza”.

Lo relevante para la invalidez de la obligación es la falta de intención del deudor, sea el error espontáneo
o provocado por dolo-engaño(art. 931 CC); y en igual situación quedan los actos generadores fallados en
la libertad o en la capacidad (arts. 900. 936 y sigs. 1040 CC). Siendo inválido el acto jurídico, cae con
él la obligación que hizo nacer, porque esta carece entonces, de fuente.

Las fuentes de las obligaciones en el CCyC son:

1. El contrato (arts. 957 a 1707)

2. La responsabilidad civil (arts. 1708 a 1780)

3. La gestión de negocios (arts. 1781 a 1790)

4. El empleo útil (arts. 1791 a 1793)

5. El enriquecimiento sin causa (arts. 1794 a 1799)

6. La declaración unilateral de la voluntad (arts. 1800 a 1814).

7. Los títulos valores (arts. 1815 a 1881).

EL CONTRATO.

ARTICULO 957.- Definición. Contrato es el acto jurídico mediante el cual dos o más partes
manifiestan su consentimiento para crear, regular, modificar, transferir o extinguir relaciones jurídicas
patrimoniales.

ARTICULO 958.- Libertad de contratación. Las partes son libres para celebrar un contrato y
determinar su contenido, dentro de los límites impuestos por la ley, el orden público, la moral y las
buenas costumbres.

ARTICULO 959.- Efecto vinculante. Todo contrato válidamente celebrado es obligatorio para
las partes. Su contenido sólo puede ser modificado o extinguido por acuerdo de partes o en los supuestos
en que la ley lo prevé.

ARTICULO 960.- Facultades de los jueces. Los jueces no tienen facultades para modificar las
estipulaciones de los contratos, excepto que sea a pedido de una de las partes cuando lo autoriza la ley, o
de oficio cuando se afecta, de modo manifiesto, el orden público.

ARTICULO 961.- Buena fe. Los contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena
fe. Obligan no sólo a lo que está formalmente expresado, sino a todas las consecuencias que puedan
considerarse comprendidas en ellos, con los alcances en que razonablemente se habría obligado un
contratante cuidadoso y previsor.

ARTICULO 962.- Carácter de las normas legales. Las normas legales relativas a los contratos
son supletorias de la voluntad de las partes, a menos que de su modo de expresión, de su contenido, o de
su contexto, resulte su carácter indisponible.

Clasificación de los contratos

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ARTICULO 966.- Contratos unilaterales y bilaterales. Los contratos son unilaterales cuando una
de las partes se obliga hacia la otra sin que ésta quede obligada. Son bilaterales cuando las partes se
obligan recíprocamente la una hacia la otra. Las normas de los contratos bilaterales se aplican
supletoriamente a los contratos plurilaterales.

ARTICULO 967.- Contratos a título oneroso y a título gratuito. Los contratos son a título
oneroso cuando las ventajas que procuran a una de las partes les son concedidas por una prestación que
ella ha hecho o se obliga a hacer a la otra. Son a título gratuito cuando aseguran a uno o a otro de los
contratantes alguna ventaja, independiente de toda prestación a su cargo.

ARTICULO 968.- Contratos conmutativos y aleatorios. Los contratos a título oneroso son
conmutativos cuando las ventajas para todos los contratantes son ciertas. Son aleatorios, cuando las
ventajas o las pérdidas, para uno de ellos o para todos, dependen de un acontecimiento incierto.

ARTICULO 969.- Contratos formales. Los contratos para los cuales la ley exige una forma para
su validez, son nulos si la solemnidad no ha sido satisfecha. Cuando la forma requerida para los contratos,
lo es sólo para que éstos produzcan sus efectos propios, sin sanción de nulidad, no quedan concluidos
como tales mientras no se ha otorgado el instrumento previsto, pero valen como contratos en los que las
partes se obligaron a cumplir con la expresada formalidad. Cuando la ley o las partes no imponen una
forma determinada, ésta debe constituir sólo un medio de prueba de la celebración del contrato.

ARTICULO 970.- Contratos nominados e innominados. Los contratos son nominados e


innominados según que la ley los regule especialmente o no. Los contratos innominados están regidos, en
el siguiente orden, por:

a) la voluntad de las partes;

b) las normas generales sobre contratos y obligaciones;

c) los usos y prácticas del lugar de celebración;

d) las disposiciones correspondientes a los contratos nominados afines que son compatibles y se
adecuan a su finalidad.

LA RESPONSABILIDAD CIVI.

En el CC se definía al delito como el hecho ilícito ejecutado a sabiendas y con intención de dañar
la persona o los derechos de otro (art. 1072). Esta figura supone un acto voluntario de parte del agente, es
decir, realizado con discernimiento, intención y libertad, y una conducta dolosa que resulta preciso
corroborar, de tal modo de hacerse responsable al sujeto por este tipo particular de ilícito y por sus
consecuencias.

En el CCyC, aparecen algunas referencias a esta fuente, por ejemplo, el art. 1724, referido a los
factores subjetivos de atribución de responsabilidad, cuando expresa “El dolo se configura por la
producción de un daño de manera intencional o con manifiesta indiferencia por los intereses
ajenos”. Asimismo, cuando el art. 1749 se refiere a los responsables directos de un daño, por acción u
omisión, evidentemente en forma implícita, remite a conductas dolosas o culposas. Además, con relación
a la acusación calumniosa, se establece que sólo se responde por daños causados, si se hubiere obrado con
dolo o culpa grave.

El ilícito culposo.

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Esta fuente de las obligaciones, ante denominada “cuasidelito”, se refiere a actos voluntarios
ilícitos, realizados sin intención de dañar, pero que ocasionan un perjuicio a otro en su persona o bienes,
por haberse actuado con negligencia, impericia o imprudencia. Se trata de una figura que se caracteriza
por dos cualidades igualmente negativas: no se quiere dañar, pero tampoco se actúa con el cuidado
que las circunstancias exigen.

El CC se ocupó de este instituto, en un título denominado “De las obligaciones que nacen de los
hechos ilícitos que no son delitos”, cuyo art. 1109 expresaba: “todo el que ejecuta un hecho, que por
su culpa o negligencia ocasiona un daño a otro, está obligado a la reparación del perjuicio. Esta
obligación es regida por las mismas disposiciones relativas a los delitos del derecho civil”. En cambio
el nuevo legislador ha seguido las corrientes doctrinarias actuales, considerando innecesario regular esta
categoría híbrida.

De todos modos, se define la culpa al tratarse los factores subjetivos de atribución de


responsabilidad. “…la culpa consiste en la omisión de la diligencia debida según la naturaleza de la
obligación y las circunstancias de las personas, tiempo y el lugar. Comprende la imprudencia, la
negligencia y la impericia en el arte o profesión” (art. 1724 CCyC). Luego, son múltiples las
referencias a este concepto en materias diversas, pero se observa una definición al estilo del antiguo art,
1109 CC, que sin duda ha perdido interés ante la unificación de los regímenes contractual y
extracontractual de responsabilidad.

La ley. La doctrina ha discutido si debía considerarse a la ley como una fuente autónoma de las
obligaciones. Algunos autores sostuvieron que la ley no crea por sí sola obligación alguna, sino que son
los hechos humanos o naturales los presupuestos indispensables del nacimiento de cada obligación.

En cambio, otros juristas señalaron que, en definitiva, la ley es fuente mediata de todas las
obligaciones. Por último, hubo quienes interpretaron que la ley era una fuente residual, es decir,
comprensiva de las situaciones o relaciones jurídicas no incluidas en otras fuentes descriptas.

Se ha dicho que son obligaciones de fuente legal las derivadas del derecho de familia (como por
ej. La obligación de pagar alimentos entre ciertos parientes); las provenientes de las relaciones de
vecindad (por ej. Aquellas derivadas de las restricción y límites al dominio) y la de abonar tributos, entre
otras.

LA GESTIÓN DE NEGOCIOS

Antecedentes. En la Roma clásica, ya se había observado que ciertas obligaciones legales tenían una
estrecha analogía con otras de fuente contractual. Por tal motivo a su respecto se decía que eran “como
derivadas de contrato”. Sin embargo, no se las legó a conocer como categoría hasta las Institutas de
Justiniano, las cuales admitían cuatro fuentes, contratos, cuasicontratos; delitos y cuasidelitos. En los
cuasicontratos aparecían la gestión de negocios, el empleo útil y el pago de lo indebido.

Esta idea de cuasicontrato se encuentra desprestigiada en la actualidad, por cuanto en la esencia


del contrato está el acuerdo de voluntades. Si no lo hay, el origen de la obligación es distinta, razón por la
cual aparece lógica la metodología adoptada por el Código Civil y Comercial en cuanto contempla la
gestión de negocios como una fuente de obligaciones diversa de las contractuales (arts. 1781 y ss.).

La diferencia de fuente no constituye un obstáculo para que existan, en cuanto a los efectos,
ciertas similitudes. Los llamados cuasicontratos son en verdad obligaciones nacidas de la ley o bien de un
acto de voluntad unilateral.

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Obligaciones Civiles y Comerciales
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Concepto.

ARTICULO 1781.- Definición. Hay gestión de negocios cuando una persona asume
oficiosamente la gestión de un negocio ajeno por un motivo razonable, sin intención de hacer una
liberalidad y sin estar autorizada ni obligada, convencional o legalmente.

¿en qué medida merece ser protegida por la ley esta figura?. Esta intervención se encuentra
inspirada por un propósito noble que es impedir un daño al dueño del negocio o de los bienes.

La regulación de la institución comprende una doble preocupación: necesidad de evitar una


intromisión molesta o dañosa en los negocios ajenos, resguardando la esfera de intimidad y libertad
de toda persona y la necesidad de no perjudicar a quien ha realizado una gestión útil para otra
persona.

Dado que la gestión de negocios es una actuación unilateral del gestor, que la asume por iniciativa
propia, éste se encuentra en cierta inferioridad de derechos respecto a un mandatario, pero le confiere más
derechos que los que surgirían del simple enriquecimiento sin causa.

Tanto en la gestión de un negocio ajeno como en el caso del mandato, se actúa en beneficio de un
interés ajeno, el del dueño de la cosa, en el primer caso este último no ha dado ninguna orden para ello, y
lo contrario ocurre en el segundo supuesto, en donde existe un acto jurídico ya sea expreso o tácito.

La existencia o no de orden por parte del dueño resulta de suma importancia, por lo cual las
consecuencias legales no son idénticas. Pero, en cualquiera de los dos quien gestiona realiza actos o
gestiones por cuenta de un tercero y por ello está obligado a poner en su tarea la misma diligencia.

La similitud de ambos institutos, salvo en cuanto a la gestación, es muy grande, a punto tal que
las normas del mandato se aplican supletoriamente a la gestión de negocios (art. 1790). Además, si el
dueño del negocio ratifica la gestión, aunque el gestor crea hacer un negocio propio, se producen los
efectos del mandato, entre partes y respecto de terceros, desde el día en que aquella comenzó..

Requisitos de la gestión de negocios.

a. Inexistencia de mandato, representación legal u obligación contractual (art, 1781).


b. Actuación espontánea u oficiosa del gestor (art. 1781)
c. Actuación en negocio ajeno por un motivo razonable (art. 1781)
d. Inexistencia de voluntad de hacer una liberalidad (art. 1781) en razón de lo que dispone el art.
1785.
e. Que se trate de un acto o de una serie de actos, jurídicos o simplemente materiales, a diferencia
del mandato que sólo admite por objetos actos jurídicos. Ello es así porque ninguna limitación
impone el Código al regular la gestión de negocios.
f. Que no medie oposición del dueño del negocio. En caso que, pese a la oposición del titular, el
gestor realizara el negocio, sólo cabe que invoque contra aquél la acción por enriquecimiento sin
causa. Sin embargo, aunque exista la mentada oposición del gestor, podrá continuar actuando,
aunque bajo su responsabilidad, cuando lo haga también por un interés propio (art. 1783, inc. a)
g. Que la gestión resulte útil, elemento éste que justifica la existencia de esta figura. La utilidad
debe ser juzgada al inicio de la gestión, aunque el beneficio no subsista al momento de concluirla
(Art. 1785).
h. Que se trate de un asunto lícito (art. 1014)
i. Que se trate de un acto personalísimo, ya que nadie puede sustituir legítimamente al interesado.

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ARTICULO 1014.- Causa ilícita. El contrato es nulo cuando:
a) su causa es contraria a la moral, al orden público o a las buenas costumbres;
b) ambas partes lo han concluido por un motivo ilícito o inmoral común. Si sólo una de ellas ha obrado por un motivo ilícito o
inmoral, no tiene derecho a invocar el contrato frente a la otra, pero ésta puede reclamar lo que ha dado, sin obligación de cumplir lo que ha
ofrecido.
ARTICULO 1783.- Conclusión de la gestión. La gestión concluye:
a) cuando el dueño le prohíbe al gestor continuar actuando. El gestor, sin embargo, puede continuarla, bajo su responsabilidad, en la
medida en que lo haga por un interés propio;
b) cuando el negocio concluye
ARTICULO 1785.- Gestión conducida útilmente. Si la gestión es conducida útilmente, el dueño del negocio está obligado frente al
gestor, aunque la ventaja que debía resultar no se haya producido, o haya cesado:
a) a reembolsarle el valor de los gastos necesarios y útiles, con los intereses legales desde el día en que fueron hechos;
b) a liberarlo de las obligaciones personales que haya contraído a causa de la gestión;
c) a repararle los daños que, por causas ajenas a su responsabilidad, haya sufrido en el ejercicio de la gestión;
d) a remunerarlo, si la gestión corresponde al ejercicio de su actividad profesional, o si es equitativo en las circunstancias del caso.

EMPLEO ÚTIL

Concepto. Ubicado entre la gestión de negocios y el enriquecimiento sin causa, el empleo útil existe
cuando alguien, sin ser mandatario ni gestor de negocio, hiciese gastos en utilidad de otra persona (art.
1791).

Distinción con la gestión de negocios

A diferencia de la gestión, no interesa la intención con que se haya realizado el gasto, aunque se
lo hiciera creyendo que se trata de un negocio u obligación propia, hay acción por empleo útil. El
indicado instituto, por lo menos en nuestro derecho positivo, se refiere solamente a gastos de dinero, y no
a servicios prestados, a diferencia de la gestión de negocios que con frecuencia consiste precisamente en
un servicio.

Distinción con el enriquecimiento sin causa.

Mientras que el enriquecimiento sin causa supone un beneficio subsistente, la acción de empleo
útil puede intentarse aún cuando la utilidad llegase a cesar (art. 1791). Salvo que la cesación de la utilidad
ocurriere por culpa del propio autor del gasto, en cuyo caso mal podría pretender su reintegro.

Gastos funerarios. Esta institución tiene su aplicación más frecuente e importante en materia de gastos
funerarios. Dispone el art. 1792 que entran en el concepto de empleo útil los gastos funerarios que tienen
relación razonable con las circunstancias de la persona y los usos del lugar.
Por consiguiente, es necesario considerar la fortuna del causante, su posición social, su actuación
pública. Si se trata de un menor de edad, habrá que tener en cuenta la fortuna y posición social de su
familia.
Quien ha realizado los gastos funerarios, debe dirigir su acción de reintegro contra los herederos
del difunto (art. 1793, inc. b), es claro que ellos tendrán esta deuda en proporción a sus respectivas
porciones hereditarias, haya dejado o no bienes el causante.
Gastos en beneficio de la cosa de otro. Según el art. 1793, incs. a) y c), el acreedor tiene derecho a
demandar el reembolso: a) a quien recibe la utilidad y b) al tercero adquirente a título gratuito del bien
que recibe la utilidad, pero sólo hasta el valor de ella al tiempo de la adquisición.
Se trata de una mera aplicación del principio general de empleo útil. Sólo cabe agregar que el que
realizó el gasto perdería su acción si la utilidad cesó por su culpa.
El inc. c) establece que si la transmisión fuese a título gratuito, podrá demanadr el reembolso de
los gastos del que tiene el bien, pero sólo hasta su valor al tiempo de la adquisición, influyendo al
respecto las posteriores mejoras naturales o artificiales que recibiese la cosa. Esto implica que si los
bienes mejorados se encuentran en poder de un tercero, a quien se hubiera transmitido su dominio por
título oneroso, el dueño del dinero empleado no tendrá acción contra el adquirente de esos bienes. La ley
distingue así, con toda lógica, entre la adquisición por título oneroso y por título gratuito.

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En el último caso, no hay acción contra el subadquirente, porque se supone que si la cosa se
benefició con el gasto, el subadquirente habrá pagado ese mayor valor al comprarla (supuesto de
seguridad jurídica dinámica). En la primera hipótesis, en cambio, es equitativo que el que recibe una
liberalidad, pague el empleo útil que lo beneficia (supuesto de seguridad jurídica estática). Pero su
responsabilidad no puede ir más allá del valor que la cosa tenía en el momento de la transferencia del
dominio.

ARTICULO 1791.- Caracterización. Quien, sin ser gestor de negocios ni mandatario, realiza un gasto, en interés total o
parcialmente ajeno, tiene derecho a que le sea reembolsado su valor, en cuanto haya resultado de utilidad, aunque después ésta
llegue a cesar.

El reembolso incluye los intereses, desde la fecha en que el gasto se efectúa.

ARTICULO 1792.- Gastos funerarios. Están comprendidos en el artículo 1791 los gastos funerarios que tienen relación
razonable con las circunstancias de la persona y los usos del lugar.

ARTICULO 1793.- Obligados al reembolso. El acreedor tiene derecho a demandar el reembolso:

a) a quien recibe la utilidad;

b) a los herederos del difunto, en el caso de gastos funerarios;

c) al tercero adquirente a título gratuito del bien que recibe la utilidad, pero sólo hasta el valor de ella al tiempo de la
adquisición.

ENRIQUECIMIENTO SIN CAUSA

Los desplazamientos patrimoniales, el traspaso de bienes de una persona a otra, debe tener una
justificación jurídica, una razón de ser, una causa. Resulta contrario a la equidad que una persona pueda
enriquecerse a costa del empobrecimiento de otra, sin motivo legítimo. Cuando ello ocurre, la ley confiere
al empobrecido una acción de resarcimiento de su detrimento patrimonial llamada de enriquecimiento
sin causa o “O IN REM VERSO”, en defensa de su patrimonio que ha sufrido un desmedro injusto.

Pero una cosa es que el beneficio carezca de cusa, lo que da lugar a esta acción de
enriquecimiento sin causa, y otra totalmente diferente, que se trate de un supuesto de negocio abstracto.
El negocio abstracto no carece de causa, lo que ocurre simplemente es que esta última está presumida,
simulada o relegada a un segundo plano, lo que impide su planteo como defensa. Así, por ejemplo, en los
actos abstractos (como es el caso del pagaré) no es posible discutir la causa (a menos que la ley
expresamente lo autorice, art. 283) cuando se pretende su cobro, lo que no obsta a su posterior planteo
una vez hecho el pago.

Naturaleza y fundamento de la acción.

a. Para algunos el fundamento del enriquecimiento sin causa es el hecho ilícito en que
incurriría el enriquecido, al pretender quedarse con un bien a costa de otro, y sin un
motivo legítimo que justifique su traspaso. La idea no se sostiene porque para cometer un
hecho ilícito es necesario tener discernimiento y, por consiguiente, no tienen capacidad
para cometerlo los menores, ni las que al momento de realizarlo estén privados de la
razón (art. 261), ni las personas que se encuentren absolutamente imposibilitadas de
interaccionar con su entorno y expresar su voluntad (art. 32); en tanto que la acción por
enriquecimiento sin causa es independiente de la voluntad y procede contra cualquier
incapaz. Por lo demás, en los hechos ilícitos la reparación es plena (art. 1740), en tanto
que la reparación en el enriquecimiento sin causa está rigurosamente limitada al
enriquecimiento (o al empobrecimiento, si éste es menor).
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b. Para otros, habría una gestión de negocios impropia o anormal; pero no hay tal, porque lo
característico de la gestión de negocio es la intención de administrar los negocios del
otro, intención que no existe en la mayor parte de los casos en el enriquecimiento sin
causa.

c. Todas estas teorías pagan tributo a la tendencia, tan acentuada en los juristas, a asimilar
las instituciones atípicas a otras ya conocidas. Tal asimilación sólo tendría sentido si se
tratara de aplicarles todo el régimen legal de ésta; pero desde que tienen un régimen
propio, toda pretendida identificación carece de sentido. El enriquecimiento sin causa es
el enriquecimiento y nada más que eso. Y para fundarlo basta y sobra con recurrir a la
equidad: resulta repugnante a la justicia conmutativa que alguien pueda enriquecerse a
costa de otro, sin motivo legítimo alguno, porque vulneraría el principio que exige dar a
cada uno lo suyo.

DECLARACIÓN UNILATERAL DE VOLUNTAD

Durante la vigencia del Código de Vélez, se plantearon dos posturas frente a la denominada
declaración unilateral de voluntad y su carácter de fuente de responsabilidad. Por un lado, se sostuvo que
existían diferentes normas que avalaban esta idea, como, por ejemplo, el art. 1150 que impedía la
retractación de la oferta hecha cuando se hubiese renunciado a la facultad de retirarla. Por el otro, se
rechazaba la idea sobre la base de que normalmente, en los ejemplos que podían encontrarse, se
necesitaba una manifestación de voluntad del acreedor y no solo del deudor.

Ahora bien, más allá de las controversias que podía plantearse desde la óptica del derecho
positivo, si se examina la cuestión desde un ángulo filosófico, y, por tanto, más profundo, es necesario
admitir que la verdadera fuente de las obligaciones contractuales es la voluntad del hombre. Al asegurarse
la fuerza obligatoria de los contratos, no se hace sino reconocer el poder creativo de la voluntad humana.
No es lógico, pues, negarle iguales efectos a la voluntad unilateral.

El CCyC se ha inclinado por la primera de las posturas y, en definitiva, ha tenido en cuenta el


criterio filosófico. Así, ha establecido como norma que general que la declaración unilateral de voluntad
causa una obligación, jurídicamente exigible en los casos previstos por la ley o por los usos y costumbres
(art. 1800). Como se advierte, la declaración unilateral de voluntad, constituye una fuente de las
obligaciones, pero exige que el caso esté previsto por la ley o por los usos y costumbres; si falta tal
previsión, la declaración sería suficiente para obligar. Por lo demás, para su constitución, ejecución e
interpretación deberá recurrirse subsidiariamente a las normas relativas a los contratos (art. 1800 in fine).

ARTICULO 1807.- Concurso público. La promesa de recompensa al vencedor de un concurso,


requiere para su validez que el anuncio respectivo contenga el plazo de presentación de los interesados y
de realización de los trabajos previstos.

El dictamen del jurado designado en los anuncios obliga a los interesados. A falta de designación,
se entiende que la adjudicación queda reservada al promitente.

El promitente no puede exigir la cesión de los derechos pecuniarios sobre la obra premiada si esa
transmisión no fue prevista en las bases del concurso.

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PRINCIPIO DE BUENA FE Y EJERCICIO ABUSIVO DE DERECHOS

ARTICULO 9°.- Principio de buena fe. Los derechos deben ser ejercidos de buena fe.

ARTICULO 10.- Abuso del derecho. El ejercicio regular de un derecho propio o el cumplimiento
de una obligación legal no puede constituir como ilícito ningún acto.

La ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos. Se considera tal el que contraría los fines
del ordenamiento jurídico o el que excede los límites impuestos por la buena fe, la moral y las buenas
costumbres.

El juez debe ordenar lo necesario para evitar los efectos del ejercicio abusivo o de la situación
jurídica abusiva y, si correspondiere, procurar la reposición al estado de hecho anterior y fijar una
indemnización.

OBLIGACIONES EX LEGE

Todas las obligaciones tienen una causa fuente, pero hay algunas que no se originan en la
voluntad contractual de las partes, sino que nacen directamente de la autoridad de la ley que impone la
obligación partiendo de un presupuesto dado, sin necesidad de que su causa inmediata se encuentre en un
hecho humano. Son las llamadas obligaciones “ex lege”, entre las que cabe señalar la crianza y educación
de los hijos, la obligación alimentaria, etc.

RECONOCIMIENTO. Es una manifestación unilateral de voluntad por la cual una parte admite estar
obligada a cumplir a favor de otra determinada prestación. (art. 733)

Admite dos formas


1. Referida a una causa anterior (admisión de una deuda ya existente)
2. Constituye una promesa hacia el futuro (una promesa autónoma).
Debe contener los requisitos de todo acto jurídico:
- Voluntario (intención, discernimiento y libertad).
- No debe tener vicios de consentimientos (error, dolo);
- Debe ser otorgado por una persona capaz (esto está ligado a los efectos que produce).

Formalidad – efectos del reconocimiento


- Expresa (escrita o verbal)
- Tácita (por actos de ejecución).
Efectos:
- Constituye un medio de prueba a favor del acreedor.
- Efecto interruptivo de prescripción liberatoria (art. 2545).
- Es Irrevocable

PROMESA PÚBLICA DE RECOMPENSA

Recompensar es dar una cosa o hacer un beneficio a una persona, como premio por un servicio, o
como reconocimiento por un mérito o una buena acción. Se trata de una prestación unilateral que debe
realizarse cuando se dan las circunstancias y parámetros tenidos en cuenta.

Ahora bien, si una persona, mediante anuncios públicos promete recompensar, queda obligado
por esa promesa desde el momento en que ella llega a conocimiento del público (art. 1803). Por lo tanto,
la promesa no es vinculante hasta tanto no llegue al conocimiento del público.

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La promesa citada aclara dos cuestiones. La primera, el objeto de la recompensa: cumplir con una
prestación pecuniaria prometida y otorgar una distinción. La segunda, el presupuesto o circunstancia que
se exigen para recibir la recompensa: ejecutar determinado acto, cumplir determinados requisitos o
encontrarse en cierta situación. Son ejemplos de tales circunstancias, respectivamente, encontrar un
animal, tener el mejor promedio universitario, atender un llamado telefónico en determinado momento.

La promesa de recompensa no constituye una oferta al público, pues no está dirigida a celebrar un
contrato. Se trata simplemente de una obligación que se asume unilateralmente desde que se la hace
pública, y que puede tener contenido patrimonial o no. Una distinción honorífica, por ejemplo, carece de
contenido patrimonial.

La promesa de recompensa hace hincapié en el sujeto pasivo (deudor) de la relación jurídica,


quien establece el objeto de la recompensa y las condiciones para determinar el beneficiario de ella.
Empero, ello no significa que no exista un sujeto activo (acreedor) que tendrá derecho a la recompensa.
Ocurre solamente, que ese acreedor recién quedará individualizado cuando se cumplan los recaudos
fijados en la promesa.

Plazo. Caducidad y revocación

La promesa pública de recompensa puede ser hecha dando un plazo para que se cumpla el
presupuesto que permite recibirla. Ese plazo puede ser expreso o tácito. Es expreso cuando ha sido
claramente determinado (por ej., encontrar a mi perra boxer antes del 1º de diciembre de 2017) es tácito
cuando resulta de la naturaleza y circunstancias de la obligación (por ej., escribir una poesía dedicada a la
Reina de la Vendimia que deberá ser entregada tres días antes de que comience la fiesta respectiva).
Vencido el plazo otorgado, sin que nadie haya dado cumplimiento con el presupuesto exigido, se extingue
la promesa de recompensa.

¿qué pasa si la promesa fue formulada sin plazo expreso ni tácito? En este caso la promesa
caduca dentro del plazo de seis meses del último acto de publicidad, si nadie comunica al promitente el
acaecimiento del hecho o de la situación prevista (art. 1804). No está demás recordar que la caducidad
extingue el derecho no ejercido (art. 2566).

Cuando la promesa de recompensa carece de plazo, ella puede ser retractada en todo tiempo por
el promitente (art, 1805, 1ª parte). En cambio, si lo tuvo, sólo puede revocarse antes del vencimiento, con
justa causa (art. 1805 2ª parte). En otras palabras, en este último caso, la regla es que la promesa no puede
revocarse, a menos que exista una justa causa; y existirá justa causa cuando los hechos perdieron
relevancia, sea porque se obtuvo el fin buscado por otros medios, o en otro lugar que haga perder sentido
al mantenimiento de la promesa.

Tenga plazo la promesa de recompensa o carezca de él, la revocación surte efecto desde que es
hecha pública por un medio de publicidad idéntico o equivalente al utilizado para la promesa, y es
inoponible a quien ha efectuado el hecho o verificado la situación prevista antes del primer acto de
publicidad de la revocación (art. 1805, 3ª y 4ª parte).

Atribución de la recompensa.

Si una sola persona acredita el cumplimiento del hecho o los requisitos o la situación prevista en
la recompensa, es claro que ella sola será la acreedora de la promesa. El problema surge cuando son
varias las personas que demostrasen tales extremos.

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El art. 1806 establece que en tal caso la recompensa corresponde a quien primero lo ha
comunicado al promitente en forma fehaciente. Añade que, si la notificación es simultánea, el promitente
debe distribuir la recompensa en partes iguales, y si la prestación es indivisible, la debe atribuir por
sorteo.

La comunicación que debe hacer quien aspira a la recompensa debe ser realizada por medio
fehaciente (telegrama, carta documento, acta notarial, etc.). Por otra parte, si la comunicación es
simultánea, la recompensa debe distribuirse por partes iguales, la simultaneidad debe considerarse de
manera absoluta, en día y hora y si hay simultaneidad en la notificación y la prestación de la recompensa
es indivisible (por ejemplo, un pasaje aéreo a un determinado lugar) la atribución de ella debe ser hecha
por sorteo.

¿qué ocurre si varias personas contribuyen a un mismo resultado? La recompensa deberá ser
dada de la manera en que dichas personas han convenido y puesto en conocimiento del promitente por
medio fehaciente. Ahora, si no se notificara la existencia de un convenio unánime, el promitente debe
entregar lo prometido por partes iguales a todos. Y, si la promesa fuera indivisible, debe hacerse por
sorteo, sin perjuicio de las acciones que puedan deducirse entre las propias personas que contribuyen al
resultado perseguido, acciones que deberán resolverse, no por vía judicial, ni tampoco por el dictamen de
árbitros, sino a través de amigables componedores (art. 1806 párrs. 3º y 4º).

UNIDAD II: ELEMENTOS DE LAS OBLIGACIONES.


A) Elementos esenciales de la obligación
1. Sujetos. Sujeto activo y sujeto pasivo. Requisitos: el tema de la capacidad de ejercicio, sujetos
distintos, determinabilidad. Transmisibilidad de la calidad de sujetos de la obligación, supuestos,
limitaciones. Singularidad y pluralidad de sujetos.
El primer elemento de la obligación son los sujetos; en la estructura de la obligación es crucial la
existencia de al menos dos sujetos.
Los sujetos son las personas entre las cuales se establece el vínculo obligacional. La relación
jurídica obligacional debe tener al menos dos sujetos: uno de ellos es el sujeto activo, o acreedor, se lo
llama sujeto activo porque titulariza el crédito, y puede perseguir su cobro.
En el polo opuesto está el sujeto pasivo o deudor, obligado a dar una prestación (determinada o
determinable) por la que debe responder con su patrimonio en el caso de incumplimiento imputable.

El sujeto activo es la persona a cuyo favor debe hacerse el pago o cumplirse la prestación. El
acreedor está investido del poder jurídico o facultad de reclamar.
El sujeto pasivo es la persona que debe pagar, es el sujeto que está gravado con la carga, con el
deber de cumplir la obligación en favor del otro sujeto con quien está obligado por el vínculo.

Los sujetos obligacionales deben ser determinados o determinables. La noción de


determinabilidad es fundamental para cumplir el requisito de la pluralidad de sujetos, como elemento
esencial de la obligación.
Los sujetos deben ser determinables, lo que no necesariamente significa que desde el inicio u
origen de la obligación deban estar determinados o individualizados con toda precisión el acreedor y el
deudor; lo que sí es imperioso, es que, al momento del cumplimiento o realización de la obligación, los
sujetos deben ser conocidos.

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Un ejemplo de indeterminación del sujeto al momento de la formación del nexo obligacional lo


constituye la promesa de recompensa: en esa promesa el deudor es cierto u determinado (el promitente u
ofertante), pero el acreedor está indeterminado, quedando determinado el mismo por la realización del
hecho al que se subordinó el pago (devolución de una mascota perdida, hallazgo de una cosa extraviada,
suministro de datos ciertos para la ubicación de un delincuente o anciano perdido).
Otro ejemplo de indeterminación en el polo pasivo, es el supuesto del adquirente de un inmueble
hipotecado o de un auto prendado, el que responde por el pago de la deuda, aunque no haya sido el
deudor originario y en el lugar de éste, incluso.

Tanto el sujeto activo como el pasivo pueden ser singulares o plurales, es decir, pueden
enfrentarse un acreedor y un deudor, un acreedor y varios deudores, varios acreedores y varios deudores,
o varios acreedores y un deudor.
El carácter múltiple de la obligación normalmente se refiere a la pluralidad de sujetos, aunque
también pueden existir varias prestaciones, de tal modo, normalmente existirá pluralidad de sujetos
obligados a una única prestación, en cuyo caso se estará en presencia de un frente codeudor, que puede
estar obligado a satisfacer una obligación simplemente mancomunada (art. 825 CCyC), una prestación
solidaria (arts. 827 a 489 CCyC); una obligación concurrente (arts. 850 a 852 CCyC) o una prestación
indivisible (arts. 813 a 824 CCyC).

Pueden ser sujetos de las obligaciones las personas físicas y las personas jurídicas. De
acuerdo con el art. 23 del CCyC, “toda persona humana puede ejercer por sí mismas sus derechos,
excepto las limitaciones expresamente previstas en este Código y en una sentencia judicial”.
La regla respecto de la capacidad de las personas individuales o de existencia visible es en la
duda, a favor de la capacidad, o que es lo mismo, la capacidad se presume y la restricción se
expresa.
Los sujetos de derecho con aptitud para adquirir obligaciones, son las personas físicas y las
personas jurídicas.

El art. 141 CCyC establece:


“Son personas jurídicas todos los entes a los cuales el ordenamiento jurídico les confiere
aptitud para adquirir derechos y contraer obligaciones para el cumplimiento de su objeto y os fines
de su creación”.
Es menester aclarar que el principio en materia de capacidad de las personas jurídicas es el
inverso a las personas individuales o físicas. Respecto de las personas jurídicas, la capacidad es taxativa y
surge de su estatuto (art. 150 CCyC).
Las personas jurídicas son públicas o privadas conforme a los arts. 145 a 450 del CCyC).

Requisitos que deben cumplir los sujetos


d. Poseer capacidad.
Para ser sujeto obligacional, se requiere que el sujeto tenga capacidad de derecho, ósea, la capacidad
de goce, de ser titular de un derecho. No es necesario que las personas físicas sean capaces de hecho, es
decir, capaces de ejercicio de sus derechos por sí solos, pues faltándoles esta capacidad pueden actuar por
intermedio de sus representantes (arts. 100 y cc. del CCyC)

Las personas jurídicas poseen capacidad de derecho para adquirir derechos o contraer obligaciones
conforme el art. 141 del CCyC, pero deben hacerlo por intermedio de los órganos establecidos en sus
estatutos, aún cuando no haya una norma específica del nuevo ordenamiento que así lo establezca.

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Una comunidad hereditaria también puede ser sujeto de una obligación. Porque en la práctica de
nuestros tribunales, ellas operan como sujetos obligacionales ya que rigiendo en nuestro derecho un
sistema de herencia recibida presuntamente bajo beneficio de inventario, las masas de bienes de la
herencia y el heredero no se confunden durante cierto tiempo, por lo que durante él la sucesión como es
una verdadera persona de derecho, adquiriendo derechos y contrayendo obligaciones.

Y en el CCyC también es sujeto obligacional el consorcio de propietarios de un edificio de


propiedad horizontal (art. 2044) el que es definido como “el conjunto de los propietarios de las
unidades funcionales constituye la persona jurídica de consorcio”.

También algunos inmobiliarios son sujetos obligacionales, ya que resultan definidos por las normas
aplicables a ellos como una entidad con personería jurídica que agrupe a los propietarios de las unidades
privativas, estableciendo el art. 2074 in fine del CCyC que las diversas partes, cosas y sectores comunes y
privativos, así como las facultades que sobre ellas se tienen, son interdependientes y conforman un todo
no escindible, y el art. 2075 del CCyC, indica que ellos conforman un derecho real de propiedad
horizontal especial.

e. Debe tratarse de sujetos distintos.


Las calidades de acreedor y deudor no pueden coincidir en la misma persona, pues de otro modo se
opera la extinción de la obligación por confusión conforme al art. 931 del CCyC, ya que nadie puede
deberse a sí mismo una prestación.

El art. 931 del CCyC establece: “La obligación se extingue por confusión cuando las calidades de
acreedor y de deudor se reúnen en una misma persona y en un mismo patrimonio”.
Esta formulación es compatible con el nuevo art. 2317 del CCyC que establece “Responsabilidad
del heredero. El heredero queda obligado por las deudas y legados de la sucesión sólo hasta la
concurrencia del valor de los bienes hereditarios recibid0. En caso de pluralidad de herederos, éstos
responden con la masa hereditaria indivisa”.

Tal limitación de la responsabilidad queda sin efecto en la medida en que se configure alguna de las
situaciones previstas por el art. 2321 del CCyC, supuesto en que el heredero responde con sus propios
bienes por el pago de las deudas del causante y cargas de la herencia.
Pero en la medida en que esta responsabilidad sea limitada y no plena, no se produce la confusión
entre acreedor y deudor, ya que el heredero tendría dos patrimonios, el de la herencia recibida
limitadamente en cuanto a su responsabilidad y el suyo propio, lo que hace que durante ese tiempo no se
produzca la confusión.
Pero esta afirmación (la coincidencia de deudor y acreedor) requiere una aclaración: una misma
persona puede ser sujeto activo y pasivo de una obligación, pero sin unificar sus roles, esto es, actuando
en un caso por sí y en el otro en representación. -aunque hay que acarar también que normalmente no es
sano que se produzca esta situación. Cuando alguien reúne las dos calidades “vende por sí y compra en
nombre de otro” (típico ejemplo es el testaferro), cabe sospechar que o existe una situación oculta o es
una simulación. Y, además, en esos casos, el problema de los intereses contrapuestos hace que la
instrumentación deba ser impecable y no dejar duda alguna, pues en la duda se sacrifican los derechos
propios de quien opera también a nombre de otro.

f. Ser determinados o determinables.

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Como regla general se exige que los sujetos de la obligación estén determinados, sin embargo, la ley
admite excepcionalmente una indeterminación provisoria del sujeto activo, que debe cesar en el momento
del pago.
Constituyen casos de indeterminación del sujeto: los títulos al portador, los documentos a la orden,
las obligaciones ambulatorias o propter rem, las ofertas al público, las promesas de recompensa de
objetos perdidos, etc.
En este caso, no se sabe quién es el acreedor, pues recién quedará individualizado éste cuando se
presente a entregar el objeto perdido y a reclamar la recompensa. Mientras no se haya presentado alguien
a reclamarla, el sujeto activo de la obligación está indeterminado.

En el caso de los títulos al portador, desde el mismo instante en que el firmante suscribe y entrega el
documento, para él la persona del acreedor queda indeterminada, porque ese título está destinado a
circular de mano en mano. El deudor solamente podrá saber a ciencia cierta quién es el acreedor cuando
éste presente el documento al cobro, momento en el cual se produce la individualización del acreedor.
Otro supuesto es la venta por cuenta de quien corresponda, el caso típico de los martilleros. El
martillero tiene un galpón con coas muebles, y a la persona que compra no le importa el nombre de quién
vende. El martillero lo hace por cuenta de quien corresponda, aquel que le dio en consignación los bienes.
El sujeto dueño de la cosa está indeterminado.
El derecho civil admite cierta indeterminación de los sujetos en el nacimiento de la obligación, pero
al momento de la extinción de la misma, ellos deben estar perfectamente determinados, tal es el caso del
pagaré, al momento del pago el acreedor debe estar cabalmente determinado.

Respecto a la “oferta al público”. La oferta al público no vincula al ofertante ya que el Código Civil
no lo había receptado. Esta oferta no había sido legislada en nuestro país hasta la sanción de la ley 24.240
de protección del consumidor, la que en su art. 7 receptó la oferta indeterminada en los siguientes
términos:
“Oferta. La oferta dirigida a consumidores potenciales indeterminados, obliga a quien la emite
durante el tiempo en que se realice, debiendo contener la fecha precisa de comienzo y de
finalización, así como también sus modalidades, condiciones o limitaciones.
“La revocación de la oferta hecha pública es eficaz una vez que haya sido difundida por medios
similares a los empleados para hacerla conocer”.

Esta norma se integra ahora también con lo dispuesto por los arts. 1103 y cc. del CCyC.

ARTICULO 1103.- Efectos de la publicidad. Las precisiones formuladas en la publicidad o en anuncios, prospectos, circulares u
otros medios de difusión se tienen por incluidas en el contrato con el consumidor y obligan al oferente.

Transmisibilidad de la calidad del sujeto

La calidad de acreedor y la de deudor pueden ser transmitidas, es decir, haber sucesión en ellas.

La transmisión o sucesión puede darse por actos entre vivos, o por acto de última voluntad o
mortis causa. Desde otro punto de vista puede ser a título particular, o a título universal.

En cuanto a qué puede ser transmitido, en lo que concierne a la obligación cabe la transmisión del
crédito, la transmisión de la deuda, e inclusive de la situación global que el transmitente ocupa en un
contrato. Por ej. En el caso de la cesión de un boleto de compraventa inmobiliaria.

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Pero en ciertas obligaciones no se admite la transmisión. Ello ocurre cuando el crédito sólo es
concebible si lo ejerce el propio titular; como en el supuesto del crédito que deriva del daño moral o
cuando existe una prohibición convencional.

Pluralidad de sujetos.

Normalmente las obligaciones se constituyen entre dos sujetos: acreedor y deudor; el deudor
tiene el deber de prestación y el acreedor la facultad de recibir esa prestación. Pese a que ello es lo más
corriente, la posición activa o pasiva en una obligación puede quedar constituida por una pluralidad de
sujetos, y así existir un frente codeudor y/o un frente coacreedor. En estos casos estamos en presencia
de obligaciones de sujeto múltiple.

Por ende, desde la óptica de los sujetos que intervienen en ellas, las obligaciones pueden
clasificarse en obligaciones individuales, simples, o de sujeto singular, y obligaciones múltiples,
complejas, compuestas o de sujeto plural.

Obligaciones imples o con sujeto singular, son aquellas donde hay un solo acreedor y un solo
deudor.

Obligaciones complejas o con sujeto plural, son aquellas en que la relación obligacional se
establece entre varios acreedores y varios deudores, o un acreedor singular y varios deudores o viceversa.

Cabe precisar que la pluralidad puede ser originaria o sobreviniente; originaria si ella está
presenta en la génesis de la obligación, y sobreviniente, si por la transmisión de una obligación, sea por
actos inter vivos o mortis causa, varias personas pasan a ocupar el lugar que antes encarnaba una sola, sea
el de acreedor o deudor.

A su vez, la pluralidad puede ser alternativa o disyuntiva, por un lado, o conjunta o


mancomunada, en otro segmento, es decir que puede haber obligación plural o de sujeto múltiple en dos
formas diversas; en la primera de ellas, puede reclamarse la deuda a cualquiera de los deudores
disyuntivamente, en la segunda a ambos en forma conjunta.

2. Objeto. Prestación. Objeto de la obligación y del contrato. Conducta del deudor, obligaciones de
medios y de resultados. Requisitos de la prestación: Posibilidad. Licitud. Determinabilidad.
Patrimonialidad.
El segundo elemento de la obligación es el objeto o prestación de la obligación es la prestación
debida por el deudor, la que puede consistir en un dar, hacer o no hacer.

El objeto de la obligación es un acto, un comportamiento o una conducta que debe cumplir el


deudor y no la cosa o el servicio debido.

La prestación es el comportamiento debido y exigible al deudor, el que tiene carácter patrimonial


y realiza y corresponde el interés del acreedor, siendo éste el objeto del derecho de crédito.

La prestación suele consistir en un hecho positivo cuando el deudor se obliga a dar o hacer algo, o
en un hecho negativo, cuando se obliga a una abstención, es decir, a no hacer algo.

Esto resulta claro en las obligaciones de hacer o de no hacer, pero en las de dar, las cosas son
jurídicamente más relevantes que la conducta, puesto que dicho comportamiento es un medio para lograr
el resultado. Lo fundamental no es el acto sino la cosa que se entrega.

Objeto de la obligación y del contrato


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Existen códigos que tratan las obligaciones juntamente con los contratos, como el Código de
Napoleón, los cuales confunden normalmente el objeto de la obligación con el objeto de los contratos.

El objeto de los contratos, en los Códigos como el francés, es la prestación de dar, hacer o no
hacer.

Pero para la doctrina francesa más prestigiosa, el contrato no tiene objeto, sino que tiene efectos y
esos efectos consisten en producir obligaciones.

Para otros autores, el objeto del contrato es la operación jurídica que las partes pretenden realizar.
Esta operación jurídica se distingue de las prestaciones prometidas que son el objeto de la obligación.

El objeto de la obligación es la prestación, es decir el comportamiento, la conducta, la acción u


omisión que debe cumplir el deudor.

Hernández Gil dice que el objeto de las obligaciones está integrado pro dos factores: a) la
conducta, que es invariable, y b) las cosas concretas o bienes negociados, que son variables.

Para otros autores el objeto de las obligaciones no es la conducta, sino el bien debido, dejando de
lado la conducta, y tomando el bien o la utilidad que satisface un interés del sujeto activo de la relación,
que necesariamente debe ser material. La conducta, no es el objeto, es el bien, la utilidad, lo que satisface
un interés. La conducta no es el objeto, es el contenido.

El cumplimiento de la prestación no debe ser confundido con la satisfacción del interés del
acreedor, porque si fueran equiparables, todas las obligaciones serían de resultado.

Conducta del acreedor, obligaciones de medios y de resultados

3) Obligaciones de medios, de actividad o de prudencia y diligencia

En las obligaciones de medios, la asunción de obligaciones se limita al desempeño o empleo de


determinados medios, o de conocimientos específicos, de prácticas recomendadas, de diligencia total. Se
anhela alcanzar un resultado, pero no se lo garantiza.

El comportamiento exigible al deudor consiste en el despliegue de una actividad diligente, enderezada


a satisfacer el resultado esperado por el acreedor.

Por ende, el deudor, probando que ha puesto en juego una diligencia media para un sujeto de su
categoría, se libera, alcance o no el resultado esperado por el acreedor, pero no comprometido el deudor,
quien se compromete a hacer lo razonablemente proporcionado para alcanzar u obtener el resultado, pero
no a obtenerlo necesariamente.

La no consecución del resultado, no provocará automáticamente el incumplimiento del deudor, pues


éste sólo se produce por la no realización de un facere diligente.

Es decir, que la prueba de la falta de culpa excusa la responsabilidad al deudor, tanto como la propia
obtención del resultado.

4) Obligaciones de resultado, determinadas o de fines

En ellas, la obtención de un resultado determinado, es la conducta esperada por el acreedor y


comprometida por el deudor.

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Por ende, obtener el resultado comprometido por el acreedor es la única manera de cumplimiento
satisfactorio de la prestación, la que debe tenerse por no cumplida en caso contrario, aún con la mejor
diligencia empleada por el deudor.

El resultado esperado por el acreedor integra el plan prestacional de la obligación y solamente el


deudor se excusa probando o bien el cumplimiento o bien el caso fortuito, ya que a falta de culpa no
excusa su responsabilidad.

Por ello, la constatación del incumplimiento en las obligaciones de resultado es tarea fácil:
existirá incumplimiento cuando el resultado no haya sido alcanzado.

Esta clasificación de las obligaciones, se encuentra expresamente presente en el artículo 774 del
CCyC.

ARTICULO 774.- Prestación de un servicio. La prestación de un servicio puede consistir:

a) en realizar cierta actividad, con la diligencia apropiada, independientemente de su éxito. Las


cláusulas que comprometen a los buenos oficios, o a aplicar los mejores esfuerzos están comprendidas en
este inciso;

b) en procurar al acreedor cierto resultado concreto, con independencia de su eficacia;

c) en procurar al acreedor el resultado eficaz prometido. La cláusula llave en mano o producto en


mano está comprendida en este inciso.

Si el resultado de la actividad del deudor consiste en una cosa, para su entrega se aplican las reglas de
las obligaciones de dar cosas ciertas para constituir derechos reales.

Requisitos de la prestación

El nuevo CCyC no define la prestación, pero su art. 725 regla sus requisitos, estableciendo: “La
prestación que constituye el objeto de la obligación debe ser material y jurídicamente posible, lícita,
determinada o determinable, susceptible de valoración económica y debe corresponder a un interés
patrimonial o extrapatrimonial del acreedor”.

De ello se advierte que el objeto de las obligaciones debe cumplir los siguientes requisitos:

f. Debe ser posible.

“Nadie puede obligarse a una prestación imposible. Obligarse a lo imposible equivale a


obligarse a nada”.

La posibilidad es la más esencial e insustituible de los requisitos de la prestación. Ello dado que el
requisito de posibilidad remite al origen de la construcción romana de la obligación, la que era entonces
un vínculo eminentemente físico.

Desde su inicio no podía desconectarse el concepto de neccesitas, por ello era impensable que se
configurara un caso de inviabilidad originaria de entregar la prestación, y dejaba de ser tal en caso de
imposibilidad sobrevenida de ello.

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El requisito de posibilidad de cumplimiento era indisociable del propio concepto de obligación


romana, debiendo verse éste como u prius o prerrequisito indisputable respecto de la ejecutabilidad de la
obligación y que expresa la neccesitas de cumplir la prestación.

Pero no sólo en Roma, sino que ello todavía ocurre en nuestros días, en los cuales aún rige el
principio impossibilium nulla obligatio est, aunque limitado en su alcance absoluto a la imposibilidad
inicial de la obligación.

Como los sujetos obligacionales no configuran negocios jurídicos aleatoriamente, sino buscando
satisfacer intereses concretos y materializar ciertos objetivos, sean ellos económicos, sociales o morales,
la relación entre las partes no existe como un fin en sí, sino que se constituye como un instrumento de
concreción de intereses.

Cuando desde el comienzo mismo del vínculo jurídico éste se muestra idóneo para canalizar los
intereses que busca satisfacer, en virtud de la imposibilidad de la prestación, no se está en presencia de
una relación obligacional, sino de una mera apariencia de ella.

La obligación debe ser vista como un proceso, de lo que deriva que toda obligación tiene un
comienzo y un final, que no están desconectados entre sí, pero que indudablemente están atados,
conectados por un sentido finalista, la satisfacción del interés del acreedor, de forma tal que la relación
obligacional se torne no un fin en sí misma, sino un medio de concretar un interés.

El principio impossibilium nulla obligatio estse desenvolvió como un principio general para la
imposibilidad inicial de la prestación, el requisito absoluto de la posibilidad debe, por ello, quedar
limitado al surgimiento de la obligación. Ergo, tal principio, “constituye una exigencia estructural
imprescindible de la obligación, como ocurriría con referencia a un concepto estricto de deber en el
sentido de que no puede deberse cumplir lo que no se puede cumplir. De esta suerte emergen claros los
límites…La imposibilidad sobrevenida libera al deudor sólo cuando se presenta por causa no imputada a
él, en tanto que cuando es debida a causa imputable al deudor, la obligación se mantiene.

El art. 725 del CCyC, establece que “la prestación…debe ser material y jurídicamente posible”. Este
artículo se corresponde con el art. 279 del CCyC que establece: “el objeto del acto jurídico no debe ser
un hecho imposible o prohibido por la ley, contrario a la moral, las buenas costumbres, al orden
público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad humana. Tampoco puede ser un bien que
por un motivo especial se haya prohibido que lo sea”.

Por lo tanto, un objeto imposible anula la obligación, como si ésta no tuviera objeto (art. 279 CCyC)
Pero la imposibilidad debe ser absoluta para todos los que están en igualdad de condiciones o
circunstancias y debe apreciarse desde la óptica del hombre medio.

Que la imposibilidad deba ser absoluta, implica que lo sea para todos y no solo para el deudor. Por
ejemplo, la imposibilidad de transferir una cosa que por ley ha sido puesta fuera del comercio. Si el hecho
sólo es imposible para el deudor (por ejemplo, si un individuo se hace pasar por sastre y se compromete a
confeccionar un traje a medida, careciendo de las aptitudes necesarias para hacer el trabajo) entonces la
imposibilidad no es absoluta.

En ese caso, si el deudor no cumple su compromiso deberá pagar daños y perjuicios.

Pueden darse dos clases de supuestos de imposibilidad.

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3. Imposibilidad física o material. El objeto es imposible, porque de acuerdo con los medios
existentes en ese momento y lugar de cumplimiento resulta inviable o impracticable
materialmente (ej. Tocar el cielo con las manos, levantar un edificio en un día o poner en un
contrato de sociedad que proyectarse colonizar Marte, resulta nulo, como si no tuviera objeto).

4. Imposibilidad jurídica. Materialmente sería posible, pero jurídicamente no lo es, porque existen
normas que lo prohíben (por ejemplo, hipotecar una cosa mueble, ceder una herencia futura,
dividir una cosa que se tiene en condominio, cuando la división fuere nociva por cualquier
motivo – art. 2001 del CCyC).

g. Debe estar en el comercio.

También son nulas como si no tuvieran objeto las convenciones o actos realizados respecto de bienes
que no están en el comercio.

El CCyC, establece en su art. 234:

“Están fuera del comercio los bienes cuya transmisión está expresamente prohibida:

a. Por la ley

b. Por actos jurídicos, en cuanto este Código permite tales prohibiciones.

A contrario sensu de esta norma, puede predicarse la existencia de un principio general de que están
en el comercio todas las cosas cuya enajenación no fuere expresamente prohibida por la ley o por los
actos jurídicos válidos.

h. Debe ser lícito.

Todo objeto contrario a la ley anula la obligación, como si no tuviese objeto según dice el Código.

El art. 279 del CCyC fulmina también de nulidad a un hecho o acto prohibido por la ley, contrario a
la moral, a las buenas costumbres, al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad
humana.

Por ejemplo, conforme a la cláusula moral del ordenamiento argentino, las sociedades que tuvieran
por objeto cometer hechos ilícitos no podrían ser autorizadas a funcionar, y si lo hubieran sido, debería, al
comprobarse tal extremo, retirárseles la personería. Por caso, una sociedad que se estableciera con el
objeto de ejercer el contrabando, emisión de facturas apócrifas o trata de personas, no podría ser
autorizada a funcionar (como por ejemplo, la sociedad mafiosa conocida como ZUI MIGDAL).

La Zwi Migdal fue una red de trata de personas que operó entre 1906 y 1937 con sede en la ciudad de
Buenos Aires. Estaba conformada por delincuentes judíos,1 en su mayoría de origen polaco, que se
especializaban en la prostitución forzada de mujeres judías, entre otras
Los rufianes reclutaban a niñas de 13 a 16 años de edad de las pequeñas aldeas o shtetl de Rusia y
Polonia para emigrar a América con falsas promesas de trabajar como empleadas domésticas de ricas
familias judías, e incluso con promesas de casamiento. Cansados de los pogromos y la miseria, los padres
accedían a que sus hijas se fueran con los forasteros

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Para contravenir esta exigencia, serían nulos por ejemplo: el contrato sobre herencia futura, la
obligación que versare sobre la comisión de un delito, etc.

i. No debe ofender la moral o las buenas costumbres

Lo moral coincide muchas veces con lo ilícito, pero ello no siempre ocurre, incluso existen
valoraciones cambiantes en el seno de una sociedad o de sus autoridades.

En un fallo trascendente se dijo que es principio de orden natural que si bien todo lo moral debe ser
jurídico, todo lo jurídico debe ser moral. Divorciar el derecho positivo de la moral es atentar contra la
dignidad de aquél, abriendo cauces al leguleyismo y a la deshumanización formalista, olvidando la
advertencia del filósofo de que ninguna fuerza puede consolidarse como ordenamiento jurídico si no
entraña o apunta a un hito moral.

Hay que aclarar que el concepto de moral a tomarse en cuenta no es un concepto subjetivo, librado al
juicio discrecional de cada magistrado, sino un concepto objetivo o, al menos, establecido sobre pautas
concretas de lo que la sociedad desaprueba o admite en cada época, es menester aclarar que tampoco se
trata de un concepto pétreo, rígido, sino que este concepto de moralidad, cambia según las épocas,
debiendo adaptarse a la estimativa social del momento.

Los maestros FLOUR, AUBERT y SAVAUX, enseñaban que “En nuestras sociedades la moral
cristiana es el fundamento del derecho…la moral cristiana es siempre una tradición social…”. Es de
notar la influencia de la moral cristiana en el derecho de las obligaciones.

Nuestra Constitución Nacional, en su art. 2º, establece que “sostiene el culto católico apostólico
romano”, que evidentemente el CCyC no puede adoptar un concepto moral contrario a la religión del
Estado.

El art. 279 del CCyC y su anterior 953 del CC, constituye una “regla moral del ordenamiento”, se
trata de normas que con toda claridad constituyen un puente entre el derecho y la moral, impidiendo que
objetos gravosamente inmorales, contrarios a las buenas costumbres o ilícitos se conviertan en el objeto
de actos o negocios jurídicos válidos. La norma fulmina de ineficacia a los actos que se produzcan en
contravención a ella.

Faltarían a este requisito, por ejemplo, las pseudo obligaciones que versaren sobre la trata de
personas, sobre aportes o cesión de clientela profesional entre un profano y un profesional, sobre venta de
gestiones o influencias políticas, etc.

Cuando la prestación es contraria a la moral o a las buenas costumbres, al igual que cuando ella es
ilícita y se peticiona igualmente su cumplimiento, los tribunales suelen aplicar el principio de derecho
de que “nadie puede invocar su propia torpeza”.

Por otra parte, en tribunales rige una regla no siempre recordada, pero que debe hacerse cumplir a
rajatabla, quien esgrime en el Pretorio en su favor prerrogativas o derechos debe previamente justificar
que actúa con las manos limpias, es decir, desde una posición que haya cumplimentado la legalidad y la
buena fe, so pena de ser inaudibles sus pretensiones en caso contrario.

j. Debe ser determinado o determinable

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Ello no significa que estrictamente la prestación esté determinada desde sus orígenes, pero sí, por lo
menos que sea determinable. Caso contrario, no sería posible obligar al deudor al pago de una cosa o un
hecho si no se puede precisar cuál es la cosa o el hecho debido.

Por efecto, una prestación absolutamente indeterminada no puede ser objeto de una obligación. Así,
por ejemplo, la obligación de entregar una cosa daría al deudor la posibilidad de librarse entregando
cualquier cosa.

La ley admite cierto grado de indeterminación inicial que debe cesar en el momento del
cumplimiento. Entre los casos de indeterminación permitidos por la ley tenemos: las obligaciones
facultativas, las obligaciones alternativas, las obligaciones de género, las obligaciones de dar
cantidades de cosas, etc.

En las obligaciones de género, las cosas no están designada desde su individualidad, sino de acuerdo
con las características del género o especie a que pertenecen, como por ejemplo, la obligación de entregar
al acreedor dos toros, sin determinar la edad, raza y alguna otra característica. Pero en esta clase de
obligaciones la prestación se determina posteriormente mediante la elección, ya se a cargo del deudor o
del acreedor (arts. 762 y 763 CCyC).

ARTICULO 762,- Individualización. La obligación de dar es de género si recae sobre cosas determinadas sólo por su
especie y cantidad.
Las cosas debidas en una obligación de género deben ser individualizadas. La elección corresponde al deudor, excepto que
lo contrario resulte de la convención de las partes. La elección debe recaer sobre cosa de calidad media, y puede ser hecha
mediante manifestación de voluntad expresa o tácita.
ARTICULO 763.- Período anterior a la individualización. Antes de la individualización de la cosa debida, el caso fortuito
no libera al deudor. Después de hecha la elección, se aplican las reglas sobre la obligación de dar cosas ciertas.
Finalmente, en una obligación alternativa, si una persona está obligada a dar una cosa y otra, o hacer una
cosa y otra, el objeto recién se determina cuando se ejerce la opción (art. 780 CCyC).

ARTICULO 780.- Elección. Sujetos. Efectos. Excepto estipulación en contrario, la facultad de elegir corresponde al deudor. La
opción que corresponde a varias personas requiere unanimidad. Si la parte a quien corresponde la elección no se pronuncia
oportunamente, la facultad de opción pasa a la otra. Si esa facultad se ha deferido a un tercero y éste no opta en el plazo fijado,
corresponde al deudor designar el objeto del pago.
En las obligaciones periódicas, la elección realizada una vez no implica renuncia a la facultad de optar en lo sucesivo.
La elección es irrevocable desde que se la comunica a la otra parte o desde que el deudor ejecuta alguna de las prestaciones,
aunque sea parcialmente.
Una vez realizada, la prestación escogida se considera única desde su origen, y se aplican las reglas de las obligaciones de dar, de
hacer o de no hacer, según corresponda.

Patrimonialidad. Solución del CCyC

No necesariamente todo interés debe ser de contenido patrimonial o susceptible de apreciación


pecuniaria para ser objeto de las obligaciones, porque puede haber intereses relativos a cuestiones
morales o culturales. Pero debe tratarse de intereses serios (por ejemplo, un estudiante que alquila una
habitación de una casa de familia con la obligación de no hacer ruido); si estos intereses cambian, son
perfectamente protegibles. Por esto, no todo interés debe ser pecuniario para ser protegido o tutelado.

El Código de Vélez no decía nada determinante al respecto. Hay tres fuentes distintas.

4. Antes de la reforma del art. 522, los intereses debían ser de apreciación pecuniaria.

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5. En las obligaciones nacidas de hechos ilícitos, a la par de intereses patrimoniales hay un agravio
moral (por ejemplo, en un accidente de tránsito, la incertidumbre, de saber si el lesionado va a
volver a caminar, los días de internación, los tratamientos dolorosos, el sufrimiento, deben ser
resarcidos económicamente – arts. 1078 y 1079 CC).
6. Derechos reales. Conforme a los arts. 2844 y 3000 del CC, el objeto del usufructo o de las
servidumbres, pueden ser cosas de mero placer o recreo (por ejemplo, preservar la vista de una
casa, evitando que mañana se levante enfrente un edificio de diez pisos – servidumbre de vista
que tiene un correlato económico).

La prestación en sí debe ser siempre susceptible de valoración pecuniaria, al menos en cuanto a los
efectos de su cumplimiento, porque de lo contrario no sería posible la ejecución del patrimonio del
deudor. El único procedimiento que se tiene para proteger y sancionar los intereses no pecuniarios
consiste en valuarlos o tasarlos en dinero.

Pensábamos antes de la reforma que, al disponer la indemnización del daño moral tanto en materia de
incumplimiento contractual como de delitos, el CC incluye dentro del ámbito de las obligaciones aún a
intereses no apreciables en dinero.

El nuevo CCyC, establece expresamente en el art. 725 in fine que el interés del acreedor que se
corresponde con la prestación puede ser patrimonial o extrapatrimonial, lo que despeja cualquier duda.

ARTICULO 725.- Requisitos. La prestación que constituye el objeto de la obligación debe ser material y jurídicamente posible,
lícita, determinada o determinable, susceptible de valoración económica y debe corresponder a un interés patrimonial o
extrapatrimonial del acreedor.

3. Causa. Acepciones. Diferencias entre causa fuente, causa fin y causa-motivo. Principio del art
726. Arts. 727, 281, 282 y CCCN.

Breve desarrollo de las fuentes en particular:

a) Contrato. Concepto; Quid de su crisis: limitaciones a la autonomía de la voluntad; la


realidad negocial moderna; Elementos, clasificación. Cuasicontratos.
b) Declaración unilateral de voluntad. Concepto, supuestos: concurso público, promesa de
recompensa, ofertas de contratos. El testamento: quid de su carácter de fuente.
c) Responsabilidad civil. Delitos y cuasidelitos. Concepto; Importancia, efectos,
clasificación, culpa civil y criminal. Elementos del acto ilícito.
d) Ejercicio abusivo de los derechos. Concepto. Régimen, art. 10 CCCN.
e) Enriquecimiento sin causa. Concepto, fundamento, efectos.
f) Gestión de negocios. Concepto, fundamento, efectos y responsabilidad del gestor.
g) Obligaciones ex lege. Concepto, supuestos, quid de la sentencia.
h) El deber moral. Concepto, régimen del Código Civil y Comercial de la Nación.
Causa. La palabra “causa” ha sido utilizada en esta materia en tres sentidos: causa fuente, causa fin y
causa motivo.

- Causa-fuente: es la causa antecedente, el origen de la obligación, es decir, el hecho, acto o


relación jurídica que sirve de fundamento a la obligación.
- Causa-fin: significa la finalidad inmediata, el objetivo próximo perseguido por las partes al
contraer la obligación
- Causa-motivo: comprende todo lo que las partes han tenido en mira al realizar el negocio
jurídico, es decir, sus fines inmediatos.

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El vocablo FUENTE es empleado, en el sentido corriente, para indicar la naciente o manantial del
que brota una corriente de agua, y en sentido jurídico significa el manantial de donde brota el derecho.

Puede decirse entonces, que constituyen fuentes de las obligaciones los actos jurídicos que dan
origen a los vínculos obligacionales, de conformidad con las normas jurídicas, o mejor, los hechos
jurídicos que condicionan el surgimiento de las obligaciones.

Principio del Artículo 726 del CCyC

“Causa. No hay obligación sin causa, es decir, sin que derive de algún hecho idóneo para
producirla, de conformidad con el ordenamiento jurídico”.

En dicho artículo se encuentran incluidas todas las fuentes, dada la amplitud del concepto, que
deja librado al criterio del intérprete el concepto de “hecho idóneo para producir la obligación”,
separándose esta norma de su fuente, el art. 499 CC, el que enumeraba una serie de fuentes.

Toda obligación supone un antecedente que le da origen, es decir, que le sirve de fuente. En esto,
las obligaciones no hacen sino cumplir la regla de la causalidad, que gobierna todos los fenómenos de la
naturaleza.

La obligación que pretenda hacerse recaer sobre un deudor requiere como elemento esencial la
existencia de una causa o fuente, es decir, el hecho o relación jurídica que la ha originado.

Podemos definir la CAUSA-FUENTE, como un hecho al que el ordenamiento jurídico le


asigna la virtualidad de establecer un vínculo jurídico válido que una al acreedor y al deudor.

ARTICULO 727.- Prueba de la existencia de la obligación. Presunción de fuente legítima. La


existencia de la obligación no se presume. La interpretación respecto de la existencia y extensión de la
obligación es restrictiva. Probada la obligación, se presume que nace de fuente legítima mientras no se
acredite lo contrario.

ARTICULO 281.- Causa. La causa es el fin inmediato autorizado por el ordenamiento jurídico
que ha sido determinante de la voluntad. También integran la causa los motivos exteriorizados cuando
sean lícitos y hayan sido incorporados al acto en forma expresa, o tácitamente si son esenciales para
ambas partes.

ARTICULO 282.- Presunción de causa. Aunque la causa no esté expresada en el acto se


presume que existe mientras no se pruebe lo contrario. El acto es válido aunque la causa expresada sea
falsa si se funda en otra causa verdadera.

Este artículo, unifica los arts. 500 y 501 del Código de Vélez,

ARTICULO 283.- Acto abstracto. La inexistencia, falsedad o ilicitud de la causa no son


discutibles en el acto abstracto mientras no se haya cumplido, excepto que la ley lo autorice.

El caso de la obligación inválida o putativa. El art. 796 del CC se ocupa de la obligación putativa, esto
es, la creada por error. Dicha norma prevé que si tanto el acreedor como el deudor incurrieron en error al
constituir la obligación, tal relación carece de virtualidad: el acreedor “queda obligado a restituirle al
deudor el respectivo instrumento de crédito, y a darle liberación por otro instrumento de la misma
naturaleza”.

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Lo relevante para la invalidez de la obligación es la falta de intención del deudor, sea el error espontáneo
o provocado por dolo-engaño(art. 931 CC); y en igual situación quedan los actos generadores fallados en
la libertad o en la capacidad (arts. 900. 936 y sigs. 1040 CC). Siendo inválido el acto jurídico, cae con
él la obligación que hizo nacer, porque esta carece entonces, de fuente.

Las fuentes de las obligaciones en el CCyC son:

1. El contrato (arts. 957 a 1707)

2. La responsabilidad civil (arts. 1708 a 1780)

3. La gestión de negocios (arts. 1781 a 1790)

4. El empleo útil (arts. 1791 a 1793)

5. El enriquecimiento sin causa (arts. 1794 a 1799)

6. La declaración unilateral de la voluntad (arts. 1800 a 1814).

7. Los títulos valores (arts. 1815 a 1881).

EL CONTRATO.

ARTICULO 957.- Definición. Contrato es el acto jurídico mediante el cual dos o más partes
manifiestan su consentimiento para crear, regular, modificar, transferir o extinguir relaciones jurídicas
patrimoniales.

ARTICULO 958.- Libertad de contratación. Las partes son libres para celebrar un contrato y
determinar su contenido, dentro de los límites impuestos por la ley, el orden público, la moral y las
buenas costumbres.

ARTICULO 959.- Efecto vinculante. Todo contrato válidamente celebrado es obligatorio para
las partes. Su contenido sólo puede ser modificado o extinguido por acuerdo de partes o en los supuestos
en que la ley lo prevé.

ARTICULO 960.- Facultades de los jueces. Los jueces no tienen facultades para modificar las
estipulaciones de los contratos, excepto que sea a pedido de una de las partes cuando lo autoriza la ley, o
de oficio cuando se afecta, de modo manifiesto, el orden público.

ARTICULO 961.- Buena fe. Los contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena
fe. Obligan no sólo a lo que está formalmente expresado, sino a todas las consecuencias que puedan
considerarse comprendidas en ellos, con los alcances en que razonablemente se habría obligado un
contratante cuidadoso y previsor.

ARTICULO 962.- Carácter de las normas legales. Las normas legales relativas a los contratos
son supletorias de la voluntad de las partes, a menos que de su modo de expresión, de su contenido, o de
su contexto, resulte su carácter indisponible.

Clasificación de los contratos

ARTICULO 966.- Contratos unilaterales y bilaterales. Los contratos son unilaterales cuando una
de las partes se obliga hacia la otra sin que ésta quede obligada. Son bilaterales cuando las partes se

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obligan recíprocamente la una hacia la otra. Las normas de los contratos bilaterales se aplican
supletoriamente a los contratos plurilaterales.

ARTICULO 967.- Contratos a título oneroso y a título gratuito. Los contratos son a título
oneroso cuando las ventajas que procuran a una de las partes les son concedidas por una prestación que
ella ha hecho o se obliga a hacer a la otra. Son a título gratuito cuando aseguran a uno o a otro de los
contratantes alguna ventaja, independiente de toda prestación a su cargo.

ARTICULO 968.- Contratos conmutativos y aleatorios. Los contratos a título oneroso son
conmutativos cuando las ventajas para todos los contratantes son ciertas. Son aleatorios, cuando las
ventajas o las pérdidas, para uno de ellos o para todos, dependen de un acontecimiento incierto.

ARTICULO 969.- Contratos formales. Los contratos para los cuales la ley exige una forma para
su validez, son nulos si la solemnidad no ha sido satisfecha. Cuando la forma requerida para los contratos,
lo es sólo para que éstos produzcan sus efectos propios, sin sanción de nulidad, no quedan concluidos
como tales mientras no se ha otorgado el instrumento previsto, pero valen como contratos en los que las
partes se obligaron a cumplir con la expresada formalidad. Cuando la ley o las partes no imponen una
forma determinada, ésta debe constituir sólo un medio de prueba de la celebración del contrato.

ARTICULO 970.- Contratos nominados e innominados. Los contratos son nominados e


innominados según que la ley los regule especialmente o no. Los contratos innominados están regidos, en
el siguiente orden, por:

a) la voluntad de las partes;

b) las normas generales sobre contratos y obligaciones;

c) los usos y prácticas del lugar de celebración;

d) las disposiciones correspondientes a los contratos nominados afines que son compatibles y se
adecuan a su finalidad.

LA RESPONSABILIDAD CIVI.

En el CC se definía al delito como el hecho ilícito ejecutado a sabiendas y con intención de dañar
la persona o los derechos de otro (art. 1072). Esta figura supone un acto voluntario de parte del agente, es
decir, realizado con discernimiento, intención y libertad, y una conducta dolosa que resulta preciso
corroborar, de tal modo de hacerse responsable al sujeto por este tipo particular de ilícito y por sus
consecuencias.

En el CCyC, aparecen algunas referencias a esta fuente, por ejemplo, el art. 1724, referido a los
factores subjetivos de atribución de responsabilidad, cuando expresa “El dolo se configura por la
producción de un daño de manera intencional o con manifiesta indiferencia por los intereses
ajenos”. Asimismo, cuando el art. 1749 se refiere a los responsables directos de un daño, por acción u
omisión, evidentemente en forma implícita, remite a conductas dolosas o culposas. Además, con relación
a la acusación calumniosa, se establece que sólo se responde por daños causados, si se hubiere obrado con
dolo o culpa grave.

El ilícito culposo.

Esta fuente de las obligaciones, ante denominada “cuasidelito”, se refiere a actos voluntarios
ilícitos, realizados sin intención de dañar, pero que ocasionan un perjuicio a otro en su persona o bienes,
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por haberse actuado con negligencia, impericia o imprudencia. Se trata de una figura que se caracteriza
por dos cualidades igualmente negativas: no se quiere dañar, pero tampoco se actúa con el cuidado
que las circunstancias exigen.

El CC se ocupó de este instituto, en un título denominado “De las obligaciones que nacen de los
hechos ilícitos que no son delitos”, cuyo art. 1109 expresaba: “todo el que ejecuta un hecho, que por
su culpa o negligencia ocasiona un daño a otro, está obligado a la reparación del perjuicio. Esta
obligación es regida por las mismas disposiciones relativas a los delitos del derecho civil”. En cambio
el nuevo legislador ha seguido las corrientes doctrinarias actuales, considerando innecesario regular esta
categoría híbrida.

De todos modos, se define la culpa al tratarse los factores subjetivos de atribución de


responsabilidad. “…la culpa consiste en la omisión de la diligencia debida según la naturaleza de la
obligación y las circunstancias de las personas, tiempo y el lugar. Comprende la imprudencia, la
negligencia y la impericia en el arte o profesión” (art. 1724 CCyC). Luego, son múltiples las
referencias a este concepto en materias diversas, pero se observa una definición al estilo del antiguo art,
1109 CC, que sin duda ha perdido interés ante la unificación de los regímenes contractual y
extracontractual de responsabilidad.

La ley. La doctrina ha discutido si debía considerarse a la ley como una fuente autónoma de las
obligaciones. Algunos autores sostuvieron que la ley no crea por sí sola obligación alguna, sino que son
los hechos humanos o naturales los presupuestos indispensables del nacimiento de cada obligación.

En cambio, otros juristas señalaron que, en definitiva, la ley es fuente mediata de todas las
obligaciones. Por último, hubo quienes interpretaron que la ley era una fuente residual, es decir,
comprensiva de las situaciones o relaciones jurídicas no incluidas en otras fuentes descriptas.

Se ha dicho que son obligaciones de fuente legal las derivadas del derecho de familia (como por
ej. La obligación de pagar alimentos entre ciertos parientes); las provenientes de las relaciones de
vecindad (por ej. Aquellas derivadas de las restricción y límites al dominio) y la de abonar tributos, entre
otras.

LA GESTIÓN DE NEGOCIOS

Antecedentes. En la Roma clásica, ya se había observado que ciertas obligaciones legales tenían una
estrecha analogía con otras de fuente contractual. Por tal motivo a su respecto se decía que eran “como
derivadas de contrato”. Sin embargo, no se las legó a conocer como categoría hasta las Institutas de
Justiniano, las cuales admitían cuatro fuentes, contratos, cuasicontratos; delitos y cuasidelitos. En los
cuasicontratos aparecían la gestión de negocios, el empleo útil y el pago de lo indebido.

Esta idea de cuasicontrato se encuentra desprestigiada en la actualidad, por cuanto en la esencia


del contrato está el acuerdo de voluntades. Si no lo hay, el origen de la obligación es distinta, razón por la
cual aparece lógica la metodología adoptada por el Código Civil y Comercial en cuanto contempla la
gestión de negocios como una fuente de obligaciones diversa de las contractuales (arts. 1781 y ss.).

La diferencia de fuente no constituye un obstáculo para que existan, en cuanto a los efectos,
ciertas similitudes. Los llamados cuasicontratos son en verdad obligaciones nacidas de la ley o bien de un
acto de voluntad unilateral.

Concepto.

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ARTICULO 1781.- Definición. Hay gestión de negocios cuando una persona asume
oficiosamente la gestión de un negocio ajeno por un motivo razonable, sin intención de hacer una
liberalidad y sin estar autorizada ni obligada, convencional o legalmente.

¿en qué medida merece ser protegida por la ley esta figura?. Esta intervención se encuentra
inspirada por un propósito noble que es impedir un daño al dueño del negocio o de los bienes.

La regulación de la institución comprende una doble preocupación: necesidad de evitar una


intromisión molesta o dañosa en los negocios ajenos, resguardando la esfera de intimidad y libertad
de toda persona y la necesidad de no perjudicar a quien ha realizado una gestión útil para otra
persona.

Dado que la gestión de negocios es una actuación unilateral del gestor, que la asume por iniciativa
propia, éste se encuentra en cierta inferioridad de derechos respecto a un mandatario, pero le confiere más
derechos que los que surgirían del simple enriquecimiento sin causa.

Tanto en la gestión de un negocio ajeno como en el caso del mandato, se actúa en beneficio de un
interés ajeno, el del dueño de la cosa, en el primer caso este último no ha dado ninguna orden para ello, y
lo contrario ocurre en el segundo supuesto, en donde existe un acto jurídico ya sea expreso o tácito.

La existencia o no de orden por parte del dueño resulta de suma importancia, por lo cual las
consecuencias legales no son idénticas. Pero, en cualquiera de los dos quien gestiona realiza actos o
gestiones por cuenta de un tercero y por ello está obligado a poner en su tarea la misma diligencia.

La similitud de ambos institutos, salvo en cuanto a la gestación, es muy grande, a punto tal que
las normas del mandato se aplican supletoriamente a la gestión de negocios (art. 1790). Además, si el
dueño del negocio ratifica la gestión, aunque el gestor crea hacer un negocio propio, se producen los
efectos del mandato, entre partes y respecto de terceros, desde el día en que aquella comenzó..

Requisitos de la gestión de negocios.

j. Inexistencia de mandato, representación legal u obligación contractual (art, 1781).


k. Actuación espontánea u oficiosa del gestor (art. 1781)
l. Actuación en negocio ajeno por un motivo razonable (art. 1781)
m. Inexistencia de voluntad de hacer una liberalidad (art. 1781) en razón de lo que dispone el art.
1785.
n. Que se trate de un acto o de una serie de actos, jurídicos o simplemente materiales, a diferencia
del mandato que sólo admite por objetos actos jurídicos. Ello es así porque ninguna limitación
impone el Código al regular la gestión de negocios.
o. Que no medie oposición del dueño del negocio. En caso que, pese a la oposición del titular, el
gestor realizara el negocio, sólo cabe que invoque contra aquél la acción por enriquecimiento sin
causa. Sin embargo, aunque exista la mentada oposición del gestor, podrá continuar actuando,
aunque bajo su responsabilidad, cuando lo haga también por un interés propio (art. 1783, inc. a)
p. Que la gestión resulte útil, elemento éste que justifica la existencia de esta figura. La utilidad
debe ser juzgada al inicio de la gestión, aunque el beneficio no subsista al momento de concluirla
(Art. 1785).
q. Que se trate de un asunto lícito (art. 1014)
r. Que se trate de un acto personalísimo, ya que nadie puede sustituir legítimamente al interesado.

ARTICULO 1014.- Causa ilícita. El contrato es nulo cuando:


a) su causa es contraria a la moral, al orden público o a las buenas costumbres;

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b) ambas partes lo han concluido por un motivo ilícito o inmoral común. Si sólo una de ellas ha obrado por un motivo ilícito o
inmoral, no tiene derecho a invocar el contrato frente a la otra, pero ésta puede reclamar lo que ha dado, sin obligación de cumplir lo que ha
ofrecido.
ARTICULO 1783.- Conclusión de la gestión. La gestión concluye:
a) cuando el dueño le prohíbe al gestor continuar actuando. El gestor, sin embargo, puede continuarla, bajo su responsabilidad, en la
medida en que lo haga por un interés propio;
b) cuando el negocio concluye
ARTICULO 1785.- Gestión conducida útilmente. Si la gestión es conducida útilmente, el dueño del negocio está obligado frente al
gestor, aunque la ventaja que debía resultar no se haya producido, o haya cesado:
a) a reembolsarle el valor de los gastos necesarios y útiles, con los intereses legales desde el día en que fueron hechos;
b) a liberarlo de las obligaciones personales que haya contraído a causa de la gestión;
c) a repararle los daños que, por causas ajenas a su responsabilidad, haya sufrido en el ejercicio de la gestión;
d) a remunerarlo, si la gestión corresponde al ejercicio de su actividad profesional, o si es equitativo en las circunstancias del caso.

EMPLEO ÚTIL

Concepto. Ubicado entre la gestión de negocios y el enriquecimiento sin causa, el empleo útil existe
cuando alguien, sin ser mandatario ni gestor de negocio, hiciese gastos en utilidad de otra persona (art.
1791).

Distinción con la gestión de negocios

A diferencia de la gestión, no interesa la intención con que se haya realizado el gasto, aunque se
lo hiciera creyendo que se trata de un negocio u obligación propia, hay acción por empleo útil. El
indicado instituto, por lo menos en nuestro derecho positivo, se refiere solamente a gastos de dinero, y no
a servicios prestados, a diferencia de la gestión de negocios que con frecuencia consiste precisamente en
un servicio.

Distinción con el enriquecimiento sin causa.

Mientras que el enriquecimiento sin causa supone un beneficio subsistente, la acción de empleo
útil puede intentarse aún cuando la utilidad llegase a cesar (art. 1791). Salvo que la cesación de la utilidad
ocurriere por culpa del propio autor del gasto, en cuyo caso mal podría pretender su reintegro.

Gastos funerarios. Esta institución tiene su aplicación más frecuente e importante en materia de gastos
funerarios. Dispone el art. 1792 que entran en el concepto de empleo útil los gastos funerarios que tienen
relación razonable con las circunstancias de la persona y los usos del lugar.
Por consiguiente, es necesario considerar la fortuna del causante, su posición social, su actuación
pública. Si se trata de un menor de edad, habrá que tener en cuenta la fortuna y posición social de su
familia.
Quien ha realizado los gastos funerarios, debe dirigir su acción de reintegro contra los herederos
del difunto (art. 1793, inc. b), es claro que ellos tendrán esta deuda en proporción a sus respectivas
porciones hereditarias, haya dejado o no bienes el causante.
Gastos en beneficio de la cosa de otro. Según el art. 1793, incs. a) y c), el acreedor tiene derecho a
demandar el reembolso: a) a quien recibe la utilidad y b) al tercero adquirente a título gratuito del bien
que recibe la utilidad, pero sólo hasta el valor de ella al tiempo de la adquisición.
Se trata de una mera aplicación del principio general de empleo útil. Sólo cabe agregar que el que
realizó el gasto perdería su acción si la utilidad cesó por su culpa.
El inc. c) establece que si la transmisión fuese a título gratuito, podrá demanadr el reembolso de
los gastos del que tiene el bien, pero sólo hasta su valor al tiempo de la adquisición, influyendo al
respecto las posteriores mejoras naturales o artificiales que recibiese la cosa. Esto implica que si los
bienes mejorados se encuentran en poder de un tercero, a quien se hubiera transmitido su dominio por
título oneroso, el dueño del dinero empleado no tendrá acción contra el adquirente de esos bienes. La ley
distingue así, con toda lógica, entre la adquisición por título oneroso y por título gratuito.

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En el último caso, no hay acción contra el subadquirente, porque se supone que si la cosa se
benefició con el gasto, el subadquirente habrá pagado ese mayor valor al comprarla (supuesto de
seguridad jurídica dinámica). En la primera hipótesis, en cambio, es equitativo que el que recibe una
liberalidad, pague el empleo útil que lo beneficia (supuesto de seguridad jurídica estática). Pero su
responsabilidad no puede ir más allá del valor que la cosa tenía en el momento de la transferencia del
dominio.

ARTICULO 1791.- Caracterización. Quien, sin ser gestor de negocios ni mandatario, realiza un gasto, en interés total o
parcialmente ajeno, tiene derecho a que le sea reembolsado su valor, en cuanto haya resultado de utilidad, aunque después ésta
llegue a cesar.

El reembolso incluye los intereses, desde la fecha en que el gasto se efectúa.

ARTICULO 1792.- Gastos funerarios. Están comprendidos en el artículo 1791 los gastos funerarios que tienen relación
razonable con las circunstancias de la persona y los usos del lugar.

ARTICULO 1793.- Obligados al reembolso. El acreedor tiene derecho a demandar el reembolso:

a) a quien recibe la utilidad;

b) a los herederos del difunto, en el caso de gastos funerarios;

c) al tercero adquirente a título gratuito del bien que recibe la utilidad, pero sólo hasta el valor de ella al tiempo de la
adquisición.

ENRIQUECIMIENTO SIN CAUSA

Los desplazamientos patrimoniales, el traspaso de bienes de una persona a otra, debe tener una
justificación jurídica, una razón de ser, una causa. Resulta contrario a la equidad que una persona pueda
enriquecerse a costa del empobrecimiento de otra, sin motivo legítimo. Cuando ello ocurre, la ley confiere
al empobrecido una acción de resarcimiento de su detrimento patrimonial llamada de enriquecimiento
sin causa o “O IN REM VERSO”, en defensa de su patrimonio que ha sufrido un desmedro injusto.

Pero una cosa es que el beneficio carezca de cusa, lo que da lugar a esta acción de
enriquecimiento sin causa, y otra totalmente diferente, que se trate de un supuesto de negocio abstracto.
El negocio abstracto no carece de causa, lo que ocurre simplemente es que esta última está presumida,
simulada o relegada a un segundo plano, lo que impide su planteo como defensa. Así, por ejemplo, en los
actos abstractos (como es el caso del pagaré) no es posible discutir la causa (a menos que la ley
expresamente lo autorice, art. 283) cuando se pretende su cobro, lo que no obsta a su posterior planteo
una vez hecho el pago.

Naturaleza y fundamento de la acción.

d. Para algunos el fundamento del enriquecimiento sin causa es el hecho ilícito en que
incurriría el enriquecido, al pretender quedarse con un bien a costa de otro, y sin un
motivo legítimo que justifique su traspaso. La idea no se sostiene porque para cometer un
hecho ilícito es necesario tener discernimiento y, por consiguiente, no tienen capacidad
para cometerlo los menores, ni las que al momento de realizarlo estén privados de la
razón (art. 261), ni las personas que se encuentren absolutamente imposibilitadas de
interaccionar con su entorno y expresar su voluntad (art. 32); en tanto que la acción por
enriquecimiento sin causa es independiente de la voluntad y procede contra cualquier
incapaz. Por lo demás, en los hechos ilícitos la reparación es plena (art. 1740), en tanto
que la reparación en el enriquecimiento sin causa está rigurosamente limitada al
enriquecimiento (o al empobrecimiento, si éste es menor).
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e. Para otros, habría una gestión de negocios impropia o anormal; pero no hay tal, porque lo
característico de la gestión de negocio es la intención de administrar los negocios del
otro, intención que no existe en la mayor parte de los casos en el enriquecimiento sin
causa.

f. Todas estas teorías pagan tributo a la tendencia, tan acentuada en los juristas, a asimilar
las instituciones atípicas a otras ya conocidas. Tal asimilación sólo tendría sentido si se
tratara de aplicarles todo el régimen legal de ésta; pero desde que tienen un régimen
propio, toda pretendida identificación carece de sentido. El enriquecimiento sin causa es
el enriquecimiento y nada más que eso. Y para fundarlo basta y sobra con recurrir a la
equidad: resulta repugnante a la justicia conmutativa que alguien pueda enriquecerse a
costa de otro, sin motivo legítimo alguno, porque vulneraría el principio que exige dar a
cada uno lo suyo.

DECLARACIÓN UNILATERAL DE VOLUNTAD

Durante la vigencia del Código de Vélez, se plantearon dos posturas frente a la denominada
declaración unilateral de voluntad y su carácter de fuente de responsabilidad. Por un lado, se sostuvo que
existían diferentes normas que avalaban esta idea, como, por ejemplo, el art. 1150 que impedía la
retractación de la oferta hecha cuando se hubiese renunciado a la facultad de retirarla. Por el otro, se
rechazaba la idea sobre la base de que normalmente, en los ejemplos que podían encontrarse, se
necesitaba una manifestación de voluntad del acreedor y no solo del deudor.

Ahora bien, más allá de las controversias que podía plantearse desde la óptica del derecho
positivo, si se examina la cuestión desde un ángulo filosófico, y, por tanto, más profundo, es necesario
admitir que la verdadera fuente de las obligaciones contractuales es la voluntad del hombre. Al asegurarse
la fuerza obligatoria de los contratos, no se hace sino reconocer el poder creativo de la voluntad humana.
No es lógico, pues, negarle iguales efectos a la voluntad unilateral.

El CCyC se ha inclinado por la primera de las posturas y, en definitiva, ha tenido en cuenta el


criterio filosófico. Así, ha establecido como norma que general que la declaración unilateral de voluntad
causa una obligación, jurídicamente exigible en los casos previstos por la ley o por los usos y costumbres
(art. 1800). Como se advierte, la declaración unilateral de voluntad, constituye una fuente de las
obligaciones, pero exige que el caso esté previsto por la ley o por los usos y costumbres; si falta tal
previsión, la declaración sería suficiente para obligar. Por lo demás, para su constitución, ejecución e
interpretación deberá recurrirse subsidiariamente a las normas relativas a los contratos (art. 1800 in fine).

ARTICULO 1807.- Concurso público. La promesa de recompensa al vencedor de un concurso,


requiere para su validez que el anuncio respectivo contenga el plazo de presentación de los interesados y
de realización de los trabajos previstos.

El dictamen del jurado designado en los anuncios obliga a los interesados. A falta de designación,
se entiende que la adjudicación queda reservada al promitente.

El promitente no puede exigir la cesión de los derechos pecuniarios sobre la obra premiada si esa
transmisión no fue prevista en las bases del concurso.

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PRINCIPIO DE BUENA FE Y EJERCICIO ABUSIVO DE DERECHOS

ARTICULO 9°.- Principio de buena fe. Los derechos deben ser ejercidos de buena fe.

ARTICULO 10.- Abuso del derecho. El ejercicio regular de un derecho propio o el cumplimiento
de una obligación legal no puede constituir como ilícito ningún acto.

La ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos. Se considera tal el que contraría los fines
del ordenamiento jurídico o el que excede los límites impuestos por la buena fe, la moral y las buenas
costumbres.

El juez debe ordenar lo necesario para evitar los efectos del ejercicio abusivo o de la situación
jurídica abusiva y, si correspondiere, procurar la reposición al estado de hecho anterior y fijar una
indemnización.

OBLIGACIONES EX LEGE

Todas las obligaciones tienen una causa fuente, pero hay algunas que no se originan en la
voluntad contractual de las partes, sino que nacen directamente de la autoridad de la ley que impone la
obligación partiendo de un presupuesto dado, sin necesidad de que su causa inmediata se encuentre en un
hecho humano. Son las llamadas obligaciones “ex lege”, entre las que cabe señalar la crianza y educación
de los hijos, la obligación alimentaria, etc.

RECONOCIMIENTO. Es una manifestación unilateral de voluntad por la cual una parte admite estar
obligada a cumplir a favor de otra determinada prestación. (art. 733)

Admite dos formas


3. Referida a una causa anterior (admisión de una deuda ya existente)
4. Constituye una promesa hacia el futuro (una promesa autónoma).
Debe contener los requisitos de todo acto jurídico:
- Voluntario (intención, discernimiento y libertad).
- No debe tener vicios de consentimientos (error, dolo);
- Debe ser otorgado por una persona capaz (esto está ligado a los efectos que produce).

Formalidad – efectos del reconocimiento


- Expresa (escrita o verbal)
- Tácita (por actos de ejecución).
Efectos:
- Constituye un medio de prueba a favor del acreedor.
- Efecto interruptivo de prescripción liberatoria (art. 2545).
- Es Irrevocable

PROMESA PÚBLICA DE RECOMPENSA

Recompensar es dar una cosa o hacer un beneficio a una persona, como premio por un servicio, o
como reconocimiento por un mérito o una buena acción. Se trata de una prestación unilateral que debe
realizarse cuando se dan las circunstancias y parámetros tenidos en cuenta.

Ahora bien, si una persona, mediante anuncios públicos promete recompensar, queda obligado
por esa promesa desde el momento en que ella llega a conocimiento del público (art. 1803). Por lo tanto,
la promesa no es vinculante hasta tanto no llegue al conocimiento del público.

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La promesa citada aclara dos cuestiones. La primera, el objeto de la recompensa: cumplir con una
prestación pecuniaria prometida y otorgar una distinción. La segunda, el presupuesto o circunstancia que
se exigen para recibir la recompensa: ejecutar determinado acto, cumplir determinados requisitos o
encontrarse en cierta situación. Son ejemplos de tales circunstancias, respectivamente, encontrar un
animal, tener el mejor promedio universitario, atender un llamado telefónico en determinado momento.

La promesa de recompensa no constituye una oferta al público, pues no está dirigida a celebrar un
contrato. Se trata simplemente de una obligación que se asume unilateralmente desde que se la hace
pública, y que puede tener contenido patrimonial o no. Una distinción honorífica, por ejemplo, carece de
contenido patrimonial.

La promesa de recompensa hace hincapié en el sujeto pasivo (deudor) de la relación jurídica,


quien establece el objeto de la recompensa y las condiciones para determinar el beneficiario de ella.
Empero, ello no significa que no exista un sujeto activo (acreedor) que tendrá derecho a la recompensa.
Ocurre solamente, que ese acreedor recién quedará individualizado cuando se cumplan los recaudos
fijados en la promesa.

Plazo. Caducidad y revocación

La promesa pública de recompensa puede ser hecha dando un plazo para que se cumpla el
presupuesto que permite recibirla. Ese plazo puede ser expreso o tácito. Es expreso cuando ha sido
claramente determinado (por ej., encontrar a mi perra boxer antes del 1º de diciembre de 2017) es tácito
cuando resulta de la naturaleza y circunstancias de la obligación (por ej., escribir una poesía dedicada a la
Reina de la Vendimia que deberá ser entregada tres días antes de que comience la fiesta respectiva).
Vencido el plazo otorgado, sin que nadie haya dado cumplimiento con el presupuesto exigido, se extingue
la promesa de recompensa.

¿qué pasa si la promesa fue formulada sin plazo expreso ni tácito? En este caso la promesa
caduca dentro del plazo de seis meses del último acto de publicidad, si nadie comunica al promitente el
acaecimiento del hecho o de la situación prevista (art. 1804). No está demás recordar que la caducidad
extingue el derecho no ejercido (art. 2566).

Cuando la promesa de recompensa carece de plazo, ella puede ser retractada en todo tiempo por
el promitente (art, 1805, 1ª parte). En cambio, si lo tuvo, sólo puede revocarse antes del vencimiento, con
justa causa (art. 1805 2ª parte). En otras palabras, en este último caso, la regla es que la promesa no puede
revocarse, a menos que exista una justa causa; y existirá justa causa cuando los hechos perdieron
relevancia, sea porque se obtuvo el fin buscado por otros medios, o en otro lugar que haga perder sentido
al mantenimiento de la promesa.

Tenga plazo la promesa de recompensa o carezca de él, la revocación surte efecto desde que es
hecha pública por un medio de publicidad idéntico o equivalente al utilizado para la promesa, y es
inoponible a quien ha efectuado el hecho o verificado la situación prevista antes del primer acto de
publicidad de la revocación (art. 1805, 3ª y 4ª parte).

Atribución de la recompensa.

Si una sola persona acredita el cumplimiento del hecho o los requisitos o la situación prevista en
la recompensa, es claro que ella sola será la acreedora de la promesa. El problema surge cuando son
varias las personas que demostrasen tales extremos.

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El art. 1806 establece que en tal caso la recompensa corresponde a quien primero lo ha
comunicado al promitente en forma fehaciente. Añade que, si la notificación es simultánea, el promitente
debe distribuir la recompensa en partes iguales, y si la prestación es indivisible, la debe atribuir por
sorteo.

La comunicación que debe hacer quien aspira a la recompensa debe ser realizada por medio
fehaciente (telegrama, carta documento, acta notarial, etc.). Por otra parte, si la comunicación es
simultánea, la recompensa debe distribuirse por partes iguales, la simultaneidad debe considerarse de
manera absoluta, en día y hora y si hay simultaneidad en la notificación y la prestación de la recompensa
es indivisible (por ejemplo, un pasaje aéreo a un determinado lugar) la atribución de ella debe ser hecha
por sorteo.

¿qué ocurre si varias personas contribuyen a un mismo resultado? La recompensa deberá ser
dada de la manera en que dichas personas han convenido y puesto en conocimiento del promitente por
medio fehaciente. Ahora, si no se notificara la existencia de un convenio unánime, el promitente debe
entregar lo prometido por partes iguales a todos. Y, si la promesa fuera indivisible, debe hacerse por
sorteo, sin perjuicio de las acciones que puedan deducirse entre las propias personas que contribuyen al
resultado perseguido, acciones que deberán resolverse, no por vía judicial, ni tampoco por el dictamen de
árbitros, sino a través de amigables componedores (art. 1806 párrs. 3º y 4º).

UNIDAD IV: OTROS REQUISITOS DEL PAGO. IMPUTACIÓN.


A) Objeto del pago. Requisitos.
1. Principio de Identidad: a) Concepto. Extensión del principio. b) Excepciones. c)
Seudoexcepciones.
2. Principio de Integridad: a) Concepto. Expresión legal. Extensión del principio. b) Excepciones. c)
Seudoexcepciones.
3. Principio de localización: a) Regla general, b) Lugar de pago no designado, reglas. Efectos sobre
la competencia, domicilio especial.
4. Principio de puntualidad. a) Obligaciones puras y simples, b) Obligaciones con plazo
determinado, c) Obligaciones con tácito, d) Obligaciones con plazo indeterminado. Pago anticipado.
Pago a mejor fortuna.
5. Otros requisitos en cuanto al objeto del pago: a) Propiedad de la cosa. b) Disponibilidad. c)
Ausencia del fraude.

El objeto del pago es la prestación debida.


Requisitos:
a) Identidad
b) Integridad
c) Localización
d) Temporaneidad
Algunos autores sostienen que Identidad e integridad son requisitos esenciales y que los de localización y
temporaneidad son circunstanciales.

Los artículos 867 a 874 del CCyC establecen los cuatros requisitos para un pago cancelatorio. El objeto
del pago debe reunir los requisitos de identidad, integridad, puntualidad y localización.

Es decir que para gozar de efecto cancelatorio, el pago debe ser exacto. Y para ello, un pago debe cumplir
cuatro requisitos: debe ser idéntico al objeto debido; debe ser íntegro y no parcial; debe ser puntual, es
decir respetar el tiempo acordado para realizarlo y debe efectuarse en el lugar designado para
efectivizarlo. Un pago que cumpla estos cuatro requisitos tiene efectos cancelatorios plenos.
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Obligaciones Civiles y Comerciales
Rodrigo Nicolás Pereyra

Artículo 868 CCyC. “identidad. El acreedor no está obligado a recibir y el deudor no tiene derecho a
cumplir una prestación distinta a la debida, cualquiera sea su valor”.

Identidad del pago. El deudor debe pagar entregando la cosa prometida o realizando el hecho objeto de
la obligación. Cuando la cosa se determina individualmente, no existe problema, pero cuando se designa
en forma genérica, fijando simplemente su cantidad y la especie a que pertenezca, el derecho tiene que
resolver esta cuestión en una forma de equidad, considerado que debe entregarse una cosa de mediana
calidad.

Para que se dé la identidad del pago, tiene que coincidir lo que se da en pago con el objeto de la
obligación.
Lo común en la obligación, para que sea cancelatorio, es que ese pago sea idéntico a la obligación 8art.
868 del CCyC. por ende, el acreedor no está obligado a recibir y el deudor no tiene derecho a cumplir una
prestación distinta a la debida, cualquiera sea su valor, incluso si es superior al de la cosa debida.

Distinto es si se pacta la entrega de una cosa de calidad determinada, supuesto en el que no se satisface la
obligación con otra cosa de distinta calidad. Por ej. Una vaca y un caballo de salto.

Excepciones.
a) Obligaciones de dinero (moneda nacional y extranjera).

Se discute el principio de identidad en la cancelación de deuda con pago distinto de la moneda corriente.
No se puede pagar con moneda de otro tipo o no difundida en el medio (por ej. Dólares canadienses, en
vez de pesos) porque no es conocida y puede ser oneroso el cambio. Este pago no sería válido porque
incumple el principio de identidad. Si debo moneda nacional, pago con moneda nacional.

El problema se presenta cuando, en vez de dinero, el deudor quisiera entregar una orden de pago o título
de crédito. Hay dos tipos e pagos:
1. DATIO PRO SOLUTO. Es el pago en efectivo, que extingue la obligación. Es el pago al
contado, con efecto cancelatorio pleno de la obligación. Por ej. Pago en dinero exacto de lo que
se debe pagar en efectivo.
2. DATIO PRO SOLVENDO. Es un pago apelando a la insolvencia, que no implica cancelación
inmediata de la obligación porque lleva implícita la cláusula “salvo bien cobro”.

b) Obligaciones facultativas. Art. 786 CCyC

ARTICULO 786.- Concepto. La obligación facultativa tiene una prestación principal y otra accesoria. El
acreedor solo puede exigir la principal, pero el deudor puede liberarse cumpliendo la accesoria. El deudor
dispone hasta el momento del pago para ejercitar la facultad de optar.

Seudo Excepciones.
c) El deudor no cumple con el principio pero la obligación se extingue igual
d) Dación en pago
e) Pago con cheque
f) Pago con otros títulos valores o de crédito.

Cuando se reciben documentos de crédito en pago de una obligación, la intención de las partes es
subordinar la extinción de ésta a la condición de que aquellos sean pagados; jurídicamente, la fuerza
cancelatoria de estos documentos no es equiparable a la del dinero. Por caso, el cheque es una orden que
el librador da al banco girado para que le pague al legítimo tenedor del instrumento; pero, el pago se
considerará solamente efectuado una vez que el tenedor haya percibido en dinero el importe indicado en
el título.

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Rodrigo Nicolás Pereyra

Principio de integridad. Art. 869 CCyC


ARTICULO 869.- Integridad. El acreedor no está obligado a recibir pagos parciales, excepto
disposición legal o convencional en contrario. Si la obligación es en parte líquida y en parte ilíquida, el
deudor puede pagar la parte líquida.

Como regla, el acreedor no está obligado a recibir pagos parciales, ello salvo dos casos: La existencia de
disposición legal o convencional en contrario, o excepto que la obligación fuera en parte líquida y en
parte ilíquida, situación en que el deudor puede pagar la parte líquida.

En virtud de este principio, el pago debe ser “completo”, es decir, abarcar toda la cuenta del objeto
debido. Ni el deudor puede desobligarse por partes ni el acreedor puede preferir unilateralmente la
recepción de una parte de la deuda, postergando el cobro del resto para un momento ulterior.

Tal exigencia de integridad no autoriza a abonar por partes una prestación fraccionable por su naturaleza,
salvo que el acreedor esté de acuerdo con ello. Claro que tampoco el acreedor puede abusar de su
derecho.

Pese a que el pago debe ser íntegro o completo, esta regla no es absoluta y reconoce excepciones dentro
de la misma ley, algunas expresamente reguladas, y otras nacidas jurisprudencialmente de una
interpretación sistemática y razonable del ordenamiento.

En ese caso, se resolvió morigerar el rigor del principio de integridad del pago cuando la parte faltante
para completar la prestación total del capital e intereses puede ser calificada de insignificante en
comparación con el total de la obligación.

Excepciones del art. 869 CCyC.


 Convencional. Si las partes pactan una determinada fecha de pago y en un determinado tiempo,
pueden modificarlos pactando una prórroga o pagando una parte y financiando el resto.
En esta línea se dijo en un fallo que el principio de integridad del pago no es absoluto,
pudiendo convenirse lo contrario, o resultar de la propia ley la posibilidad de pago parcial por
el deudor, uno de cuyos casos es el de que la deuda sea parcialmente líquida.

 Legal.
1) beneficio de la competencia. (art. 892 y 893 CCyC). Es el que se concede a deudores para
no pagar más de lo que está dentro de sus posibilidades. El legislador, a veces, otorga algunas
amnistías a ciertas deudas dando aumento en el plazo no previsto en plazos originales. Éste
puede ser general. Por ej. La ley de emergencia locativa, que se dictó en la época del
presidente Alfonsín, que bajaba el porcentaje de incremento de las locaciones y restringía el
desalojo).
2) Obligaciones a mejor fortuna (arts. 889 a 891 CCyC). Nunca pueden ser generales, se
conceden a una persona teniendo en cuenta las circunstancias. No es que se la autorice a no
pagar, sino que lo hará recién cuando las circunstancias mejoren. Es una obligación futura e
incierta (no imposible).

 Beneficio de litigar sin gastos. Efectos:


a) Quien obtuvo el beneficio de litigar sin gastos no puede ser ejecutado por las costas
procesales en tanto no varié su situación patrimonial.
b) Concedido el beneficio de litigar sin gastos, su titular estará exento de la obligación de
pagar, además de las tasas de justicia y otros gastos judiciales, las costas y honorarios
correspondientes a la contraparte, hasta que mejore su fortuna. Ello debe entenderse en el
sentido de que los honorarios de los abogados no podrán ser cobrados mientras subsistan
las condiciones que llevaron a conceder el beneficio de litigar sin gastos, aunque prevé su
subsistencia mientras permanezca la condición suspensiva, o sea, hasta que el actor
mejore su fortuna.

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Rodrigo Nicolás Pereyra

c) Si el beneficio de litigar sin gastos tiene por fundamento la “necesidad” de preservar o


hacer efectiva la garantía constitucional de la defensa en juicio que tiende a asegurar el
acceso a la justicia y que en “la ponderación del beneficio de litigar sin gastos la ley deja
librada a la apreciación judicial, en cada caso concreto, la determinación de la suficiencia
o insuficiencia de los recursos del interesado para afrontar los gastos del proceso que se
trate”., de ello no se sigue que su otorgamiento favorable desplace una condena en costas
sino que la exigibilidad de las mismas queda sujeta a una condición resolutoria: “hasta
que mejore de fortuna”, hecho futuro e incierto que debe ser acreditado por la parte
legitimada.
d) Si se pretende la ejecución de honorarios regulados sin haberse iniciado el incidente para
acreditar que la parte beneficiada efectivamente tuvo un mejoramiento de fortuna,
corresponderá rechazar la pretensión.
e) La presunción de escasez de recursos tiene efectos idénticos al beneficio de litigar sin
gastos en cuanto se mantiene hasta que se demuestre la mejor de fortuna del beneficiario
y comprende los gastos del proceso y los honorarios de los profesionales.
f) No cualquier mejora económica es suficiente para dejar sin efecto o quebrantar la
presunción de escasez, sino aquella que le permita salir de la situación de carencia de
recursos que en su momento se encontraba al requerir la asistencia de la defensa.
g) Hasta tanto no se acredite la mejora de fortuna, esta última sigue vigente, se mantiene
ilesa . Es decir, opera como si se hubiera tramitado y concedido la franquicia; y por lo
tanto, el obligado al pago, por resultar vencido, se encuentra eximido de solventarlas. Por
lo tanto, un letrado que pretende ejecutar sus honorarios contra quien goza de esta
presunción debe quebrantar la presunción de escasez de recursos, y en su caso,
acompañar y ofrecer toda la prueba de la que intentara valerse para acreditar, en
definitiva, su mejora de fortuna, y evitar la concesión de la franquicia por el Tribunal o su
mantenimiento.

Seudo excepciones.
- Compensación (el deudor queda afectado por el saldo no compensado)
- Insuficiencia de bienes del deudor 8se embarga y cobra sólo la porción permitida por la ley
- Aceptación de herencia con beneficio de inventario.
- Procesos concursales (se paga en la medida del acuerdo).

Propiedad de la cosa. Créditos embargados o prendados. Ausencia de fraude a otros acreedores. c)


Puntuaalidad. d) Localización: lugar de pago designado y no designado.

ARTICULO 878.- Propiedad de la cosa. El cumplimiento de una obligación de dar cosas ciertas para
constituir derechos reales requiere que el deudor sea propietario de la cosa. El pago mediante una cosa
que no pertenece al deudor se rige por las normas relativas a la compraventa de cosa ajena.

ARTICULO 877.- Pago de créditos embargados o prendados. El crédito debe encontrarse expedito. El
pago de un crédito embargado o prendado es inoponible al acreedor prendario o embargante.

ARTICULO 876.- Pago en fraude a los acreedores. El pago debe hacerse sin fraude a los acreedores. En
este supuesto, se aplica la normativa de la acción revocatoria y, en su caso, la de la ley concursal.

Patrimonio: garantía común de todos los acreedores.

Puntualidad
Es el último de los requisitos que hacen a la exactitud del cumplimiento y habilitan el efecto
cancelatorio del pago.

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Lo contrario implica incumplimiento: quien paga tardíamente no cumple normalmente con su


obligación y esta circunstancia genera un abanico de efectos:

Distintos casos.
La determinación del tiempo del pago varía según los distintos supuestos que pueden presentar
las obligaciones, pudiendo distinguirse los siguientes conforme al art. 871 CCyC:

ARTICULO 871.- Tiempo del pago. El pago debe hacerse:

a) si la obligación es de exigibilidad inmediata, en el momento de su nacimiento; Ej. Operación


al contado.

b) si hay un plazo determinado, cierto o incierto, el día de su vencimiento; ej. Cierto. Fecha
cierta o 30 días, incierto sujeto a un hecho que no se sabe cuándo ocurrirá)

c) si el plazo es tácito, en el tiempo en que, según la naturaleza y circunstancias de la obligación,


debe cumplirse; Ej. Se paga cuando se cosecha.

d) si el plazo es indeterminado, en el tiempo que fije el juez, a solicitud de cualquiera de las


partes, mediante el procedimiento más breve que prevea la ley local. Ej. Pago a mejor fortuna.

Lugar del pago. El principio de que el pago debe cumplirse en el lugar designado y no en otro cualquiera
se denomina Principio de localización.
Entre todos los requisitos, este es al que menos atención se le presta.
En general es un requisito no esencial, pero la localización de la obligación es, en ciertos casos, una
determinación que porta importantes consecuencias de la vida, desarrollo y fenecimiento del vínculo
obligacional.

La obligación no solo constriñe al deudor a pagar, sino a hacerlo en determinado lugar y no en otro. Esto
no es casual, porque elegir un lugar u otro para recibir el pago, seguramente, fue una decisión pensada en
el momento de constituir la obligación, debiendo pensarse razonablemente que las partes tendrían algún
motivo especial que justificare la elección del lugar.

El lugar de cumplimiento de la obligación, es normalmente definido como una consecuencia de ella. Sin
embargo, no es cualquier circunstancia, ya que constituye una pauta importante para dar solución a
diversos problemas prácticos.

1. La determinación del régimen jurídico aplicable. Según el lugar de cumplimiento puede entrar
en juego uno u otro derecho, si la cuestión es captada por el derecho internacional privado y
resulta de aplicación el estándar de la lex loci solutionis (ley del lugar del cumplimiento de la
prestación).

2. La determinación de la jurisdicción en que deba resolverse alguna disputa que surgiera con
relación al cumplimiento defectuoso de la obligación. El lugar de cumplimiento de la obligación
puede operar como factor de determinación de la competencia del juez que se sometan las
disputas entre los sujetos obligacionales.

3. La determinación del lugar de ejecución, al señalar el lugar en que deben cumplirse las
prestaciones y quién carga con los costos y los riesgos de la entrega de la cosa o el cumplimiento
de la prestación.

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El lugar de cumplimiento, también llamado LOCUS SOLUTIONIS O “LUGAR DE LA


PRESTACIÓN”, es el sitio en el cual el deudor debe desplegar aquella conducta o aquel
comportamiento configurado en el negocio de constitución de la relación obligatoria.

En principio, solamente la prestación cumplida en el lugar determinado pro las partes al efecto constituye
el cumplimento exacto de la prestación y libera plenamente al deudor.

En caso de pretender el deudor cumplirla en otro lugar distinta del señalado para el cumplimiento, el
acreedor puede rehusarse a recibirla, si ello le causa prejuicio y, en tal caso, el deudor no podrá pretender
haber quedado liberado con un cumplimiento fuera del lugar designado.

Claro que el acreedor deberá para ello alegar un perjuicio derivado del cambio, pues si le es
intrascendente el ismo, configura un exceso y hasta un abuso una alegación tal y, es sabido que, en ésta
como en cualquier otra cuestión, el abuso del derecho se encuentra vedado por el ordenamiento vigente
(art. 10 CCyC).

Reglas generales.
Los arts. 874 y 875 del CCyC establecen las siguientes reglas generales:
a) El lugar del pago puede ser establecido por acuerdo de las partes.
b) Esta designación no requiere del empleo de formalismos especiales ni de la utilización de formas
sacramentales.
c) Será expresa (normalmente así se pacta) tal determinación, cuando las partes fijen un domicilio
con toda precisión para el cumplimiento de la prestación y será tácita cuando el lugar de
cumplimiento surja inequívocamente de la convención o de alguna circunstancia de la obligación.
Por ejemplo, como ocurre respecto de la obligación de realizar una construcción o de parquizar
una quinta de fin de semana, que debe ser cumplida necesariamente en el lugar donde está
ubicado el inmueble.
d) Si las partes no han fijado un lugar de pago, éste es el domicilio del deudor al tiempo del
nacimiento de la obligación.
e) Si el deudor se muda posteriormente, el acreedor tiene derecho a exigir el pago en el domicilio
actual o en el anterior, igual opción corresponde al deudor, cuando el lugar de pago sea el
domicilio del acreedor.
f) El domicilio del deudor no es el lugar del cumplimiento de la obligación en las siguientes
obligaci0nes:
- De dar cosa cierta, en dicho caso, el lugar de pago es donde la cosa se encuentra habitualmente.
- De obligaciones bilaterales de cumplimiento simultáneo, en este supuesto el lugar de pago es
donde debe cumplirse la prestación principal.
g) Frente al silencio de las partes, la ley presume que ellas han elegido como lugar de pago, el lugar
donde la cosa cierta existía al tiempo del nacimiento de la obligación.

A- Pago a mejor fortuna

Obligaciones a mejor fortuna (arts. 889 a 891 CCyC). Nunca pueden ser generales, se conceden a una
persona teniendo en cuenta las circunstancias. No es que se la autorice a no pagar, sino que lo hará recién
cuando las circunstancias mejoren. Es una obligación futura e incierta (no imposible).

- Es una obligación a plazo indeterminado, intuito personae (el beneficio no se transmite a los
herederos, la deuda sí). La mejora de la situación del deudor no constituye una condición para el
pago, pues se estaría supeditando la existencia de la misma y no su cumplimiento.

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- No es una obligación de plazo incierto ni tácito, porque están fijadas las circunstancias que
habrán de fijar el plazo (la situación económica del deudor) pero no está determinado
temporalmente.

- No se presume

- La carga probatoria de su existencia pesa sobre el deudor.

- El plazo indeterminado lo fija un juez. Debe tenerse en cuenta la situación económica del deudor.
El juez tiene posibilidades de establecer cuotas para facilitar el cumplimiento (excepción al
principio de integridad del pago).

- La transmisión de la deuda a los herederos sigue el principio general (como pura y simple). Es
uno de los casos de intransmisibilidad de derechos.

ARTICULO 889.- Principio. Las partes pueden acordar que el deudor pague cuando pueda, o mejore de fortuna; en este
supuesto, se aplican las reglas de las obligaciones a plazo indeterminado.

ARTICULO 891.- Muerte del deudor. Se presume que la cláusula de pago a mejor fortuna se establece en beneficio exclusivo del
deudor; la deuda se transmite a los herederos como obligación pura y simple.

ARTICULO 878.- Propiedad de la cosa. El cumplimiento de una obligación de dar cosas ciertas para
constituir derechos reales requiere que el deudor sea propietario de la cosa. El pago mediante una cosa
que no pertenece al deudor se rige por las normas relativas a la compraventa de cosa ajena.

ARTICULO 877.- Pago de créditos embargados o prendados. El crédito debe encontrarse expedito. El
pago de un crédito embargado o prendado es inoponible al acreedor prendario o embargante.

ARTICULO 876.- Pago en fraude a los acreedores. El pago debe hacerse sin fraude a los acreedores. En
este supuesto, se aplica la normativa de la acción revocatoria y, en su caso, la de la ley concursal.

Patrimonio: garantía común de todos los acreedores.

B) Causa de pago.
1. Concepto. Carencia de causa. Efectos.

La palabra causa ha sido utilizado en esta materia en tres sentidos: causa-fuente, cuasa-fin y causa-
motivo.

El vocablo fuente es empleado en sentido corriente para indicar la naciente o manantial del que brota una
corriente de agua. En el término del derecho tiene el significado de causa u origen de los institutos, de
donde brota el derecho.
Es un hecho o acto jurídico del que brota el vínculo obligacional. Fuente de la obligación lo constituye el
acto o hecho que le de origen, teniendo en vista las reglas de derecho. Puede decirse de este modo, que
constituyen fuentes de las obligaciones los actos jurídicos que dan origen a vínculos obligacionales,
de conformidad con las normas jurídicas, o mejor, a los hechos jurídicos que condicionan el
surgimiento de las obligaciones.
El CCyC establece en su art. 726 Causa. No hay obligaciones sin causa, es decir sin que derive de
algún hecho idóneo para producirla de conformidad con el ordenamiento jurídico.

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Obligaciones Civiles y Comerciales
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En este artículo se encuentran incluidas todas las fuentes, dada la amplitud del concepto, que deja librado
al criterio del intérprete el concepto de “hecho idóneo para producir la obligación” separándose esta
norma de su fuente que es el art. 499 del código de Vélez que enumeraba una serie de fuentes.

Entonces, puede definirse la cusa-fuente como un hecho al que el ordenamiento jurídico le asigna la
virtualidad de establecer un vínculo jurídico válido que une a acreedor y deudor.

- Causa-fuente. Es la causa antecedente, el origen de la obligación. Es el origen o antecedente de


la obligación, el hecho, acto o relación jurídica que sirve de fundamento a la obligación.
- Causa-fin. Significa finalidad inmediata, el objetivo próximo perseguido por las partes al
contraer la obligación. Todos los objetivos, los más inmediatos, están íntimamente ligados a la
estructura de cada vínculo. La causa fin es objetiva, abstracta, intrínseca, impersonal e inmutable.
- Causa-motivo. Comprende todo lo que las partes han tenido en mira al realizar el negocio
jurídico, o sea, sus fines mediatos. Es una causa concreta y personal, es subjetiva, y cambia según
las personas de los contratantes.

El pago indebido.
El llamado pago sin causa o pago de lo indebido o es propiamente un pago, sino que solamente
un hecho material de desplazamiento de bienes que, por no corresponder a un título que lo justifique,
puede ser corregido o rectificado por el ordenamiento jurídico; de ahí que carezca de efectos
cancelatorios.

Bien se ha dicho que el pago sin causa no es propiamente un pago porque no corresponde a una
obligación preexistente, la cual, a su vez, requiere para existir un hecho generador que le dé nacimiento la
causa o título. Con base en ello, la doctrina ha manifestado que la propia terminología “pago de lo
indebido” es incorrecta.

En verdad, la expresión pago de lo indebido configura una idea racionablemente inadmisible,


pero jurídicamente significativa que ha ganado carta de ciudadanía y por ello es mantenida.
En sí misma la frase representa una aporía (vocablo que deriva del griego y significa “dificultad
de pasar”). La expresión “pago indebido” es ciertamente una aporía, porque quien paga lo que no debe, en
verdad no está pagando, porque el pago es el medio de extinción obligacional arquetípico o por
antonomasia y, por ende, requiere de una obligación preexistente que cancelar.

Un maestro mexicano ha expresado “es incorrecta la expresión `pago de lo indebido` que usa
la ley, porque `pago` debe entenderse en sentido técnico jurídico, el cumplimiento efectivo de la
obligación, no puede pagarse sino precisamente aquello que se debe, y no es posible pagar lo que no
se adeuda. Se ha empleado ese término, sin embargo, porque se trata de una expresión plástica,
objetiva, que denota que se está realizando una conducta que equivaldría a un pago en el supuesto
de que algo se debiera. De cualquier forma, estimo incorrecto el término y su empleo debe
desterrarse y usar en cambio la expresión `entrega de lo indebido`, pues la palabra entrega, siendo
también plástica y objetiva y sin tener un contenido exacto en lo jurídico, si denota en lo gramatical
la conducta que observó el que se empobreció. Entregó por error algo que no debía, y de ahí
provino su empobrecimiento, y con tal expresión se suprime el inconveniente de usar términos
contradictorios.

En el mismo sentido se han expresado los profesores PIZARRO Y VALLESPINOS y


ALTERINI.

Presupuestos o requisitos del pago indebido.


1. Que alguien pague, o de en pago una suma de dinero, con intención de cumplir una obligación,
siendo indiferente que ésta provenga de un contrato, de un hecho ilícito, de una norma de
Derecho de familia, de un testamento, etc.

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2. La inexistencia de la deuda, o lo que es lo mismo, la inexistencia de obligación entre el que paga


y el que recibe: el hecho de que el solvens pague una deuda a la que no estaba obligado es lo que
le convierte en acreedor de la restitución de la prestación pagada.

TAMBAYO Y LOMBANA, dan como ejemplo al caso del heredero que paga una deuda que pesó sobre
su causante pero que éste había pagado, según se comprueba con posterioridad al pago. O el caso del
heredero que paga la deuda del causante, pero a persona distinta del acreedor. O aún el caso del
coheredero que paga la totalidad de la deuda hereditaria, por creer que está obligado a hacerlo. Como
legalmente no está obligado a pagar sino una parte de esa deuda, en proporción con su cuota hereditaria,
lo pagado en exceso es un pago de lo no debido. Lo mismo ocurriría si un deudor conjunto, creyéndose
solidario, paga la totalidad de la deuda. De la misma manera que quien paga una, quien paga una
obligación que tiene origen en un contrato nulo, está pagando lo no debido.

En todos estos casos, el solvens ha pagado una deuda que no existía realmente, que era una apariencia de
tal. Ello ocurre, en algunos de los supuestos enumerados porque el solvens no era deudor ni el accipiens
acreedor, como en el caso de la obligación nula; otras veces, porque pese a ser el solvens deudor, el
accipiens no era acreedor suyo (heredero verdadero acreedor), y, finalmente, porque a pesar de ser
accipiens acreedor del pago, el solvens no era deudor (heredero que paga toda la deuda hereditaria, no era
deudor del exceso).

C) Gastos del pago.


1. Principio general. Régimen.
Gastos del pago.
Normalmente el pago no tiene gastos, al menos en entregas de dinero. Pero cuando consiste en la
entrega de una cosa, cuando hay que hacer un flete para entregar un caballo pura sangre de carrera y éste
está en un haras en el ampo o cuando lo que debe entregarse es una escultura o una obra de arte, que es
frágil o muy voluminosa, que exige la toma de recaudos especiales o la asunción de ingentes gastos, la
cuestión cambia.
En este caso, los gastos que originare el traslado de la cosa a entregar deben ser solventados por
el deudor, a mérito del principio de que lo accesorio sigue la suerte de lo principal.
El Código de Vélez no establecía nada determinante al respecto, pero los autores, basándose en
los arts. 1415, 765 y 1515, sostenían que el principio era que a falta de presión sobre ello, el deudor debía
correr con los gastos del pago.
El CCyC, tampoco tiene una norma específica en la materia, al haber dejado pasar la oportunidad
del legislador de dejar cerrada esta cuestión.
Igualmente, la misma solución puede construirse, al igual que en el Código de Vélez, por una
norma del régimen del contrato de compraventa, en este caso, el art. 1138 del CCyC establece : “gastos
de entrega. Excepto pacto en contrario, están a cargo del vendedor los gastos de la entrega de la
cosa vendida”.
Tomando esa norma como principio general en la materia, si nada han previsto las partes en sus
negociaciones, disponer lo contrario pondría en cuestión el principio de la integridad del pago, ya que se
obligaría al acreedor a recibir un pago que no es completo, pues de lo recibido deben descontarse los
montos que insumirían los gastos del pago.

D) Efectos: liberación del deudor, su irrevocabilidad. Efectos secundarios. Efectos principales del
pago. Efectos secundarios o accidentales.
Efectos principales del pago. El efecto más importante del pago es la cancelación del débito, lo que
significa, la liberación del deudor. Así lo menciona el artículo 880 del CCyC in fine.

El pago produce la extinción de la obligación de que se trate, fijando de modo irrevocable la


situación de las partes, quien lo recibe no puede pretender luego que lo pagado no se ajusta a lo debido.
El deudor paga y se libera, liberación que constituye un derecho incorporado a su patrimonio del
cual no puede ser privado sin que se afecte la garantía constitucional de la propiedad.

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Otro efecto principal es la irrevocabilidad, porque el acreedor no puede pretender devolver un


pago que ya aceptó porque en anda mejoraría la condición de la deuda y tornaría más gravosa la situación
del deudor. Este efecto está contemplado en el art. 352 del CCyC, pero sólo para el pago anticipado, aun
cuando se trata de un efecto principal e inexorable de todo pago regular y no sólo del anticipado.

Los efectos necesarios o principales del pago son la extinción de la obligación, la cancelación
del crédito y la correlativa liberación del deudor. (arts. 880 y 352 del CCyC).

ARTICULO 352.- Pago anticipado. El obligado que cumple o restituye antes del plazo no puede repetir lo pagado.
ARTICULO 880.- Efectos del pago por el deudor. El pago realizado por el deudor que satisface el interés del acreedor, extingue
el crédito y lo libera.

Efectos necesarios o principales del pago


1. La extinción de la obligación y la cancelación del crédito.
2. La correlativa liberación del deudor.
3. La irrevocabilidad de la aceptación del pago por el acreedor.
4. La irrepetibilidad del pago regular efectuado por el deudor, un representante o un tercero,
supuesto que no incluye obviamente los llamados pagos indebidos, que no son propiamente pagos
y a cuyo respecto procede la repetición de lo entregado.

Efectos accidentales o secundarios del pago. Han sido omitidos por el art. 880
- El pago como acto confirmatorio de una obligación. Confirmar un acto es ratificarlo, hacerlo
propio o hacer desaparecer de él los vicios de que adolecía. El efecto confirmatorio opera sobre
los pagos que adolecían de una nulidad relativa (las obligaciones pasibles de una nulidad absoluta
no pueden ser confirmadas según el art. 393 del CCyC). Los incapaces no pueden confirmar una
obligación ni directamente ni mediante un pago (art. 393 1er. Párr.). El deudor, para poder
confirmar un pago, debe dejar de ser incapaz.

El pago confirmatorio debe ser un pago no forzado y hecho por una persona capaz. El pago debe
ser voluntario para ser confirmatorio. Llambías dice que debe existir animus. Basta con un acto
voluntario de pago para que se produzca el efecto confirmatorio.
El pago opera como un acto de confirmación en forma tácita; ello, porque de otro modo,
estaríamos frente a un reconocimiento expreso de la obligación por declaración de voluntad y no
por pago.
La confirmación tácita por pago encaja en el art. 394, 2do. Párr. del CCyC. “La confirmación
tácita resulta del cumplimiento total o parcial del acto nulo realizado con conocimiento de
la causa de nulidad o de otro acto del que se deriva la voluntad inequívoca de sanear el vicio
del acto”.

- El pago como acto consolidatorio. Hay contratos que permanecen en un estado de latencia,
porque han sido firmados pero no tienen principio de ejecución. En uno de estos vínculos
convencionales, quien paga le da principio de ejecución al contrato. La entrega de arras o señas es
la entrega de una parte de la obligación en garantía del pago de la misma. El que la entrega acepta
que la puede perder, si desistiera del negocio. Y el que la recibe debe devolver el doble de lo
percibido, en caso de dejar sin efecto la obligación. (esta es la función de la seña, establecer
una sanción en caso de no cumplir con la obligación o de desistir del acuerdo). En el caso de
las arras confirmatorias, quien paga las arras está consolidando el contrato por medio del pago.

- El pago como reconocimiento de la obligación. Pagar implica reconocer la existencia de la


deuda y el vínculo con el acreedor. Es de gran importancia en casos de pagos parciales.

- Pago interpretativo. Puede servir como elemento interpretativo de un contrato. A través de un


pago, un sujeto obligacional puede ver encuadrada su conducta en el marco del art. 1065, inc. b
del CCyC, que establece que cuando el significado de las palabras interpretado contextualmente

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no es suficiente, se deben tomar en consideración la conducta de las partes, incluso la posterior a


su celebración.

Los actos de las partes posteriores a la firma del contrato o a la constitución de la obligación,
constituyen la forma más eficaz y auténtica de interpretar ola prestación comprometida y la
extensión del vínculo que las liga.

Pago por tercero


En principio, el derecho y deber de pagar corresponde al de duro, que es el primer legitimado
activo para realizar ese acto (art. 879 del CCyC).

ARTICULO 879.- Legitimación activa. El deudor tiene el derecho de pagar. Si hay varios deudores, el derecho de pagar de cada
uno de ellos se rige por las disposiciones correspondientes a la categoría de su obligación.
No obstante, también puede pagar un tercero conforme al art. 881 del CCyC.
ARTICULO 881.- Ejecución de la prestación por un tercero. La prestación también puede ser
ejecutada por un tercero, excepto que se hayan tenido en cuenta las condiciones especiales del deudor, o
hubiere oposición conjunta del acreedor y del deudor. Tercero interesado es la persona a quien el
incumplimiento del deudor puede causar un menoscabo patrimonial, y puede pagar contra la oposición
individual o conjunta del acreedor y del deudor.

Lo cual implica:
1. Una persona de modo voluntario paga una deuda ajena
2. El tercero es ajeno al nacimiento de la obligación pero puede pagar siempre que su conducta se
adecue al objeto de la obligación; el acreedor en ese caso debe recibir el pago.
3. Como regla, son irrelevantes para el derecho los motivos que impulsan al tercero a asumir una
obligación ajena; ello, salvo el caso de inmoralidad manifiesta o evidente.
4. La legitimación del tercero para pagar, como regla, es independiente de la voluntad del deudor y
del acreedor y sólo excepcionalmente la voluntad de éstos en conjunto podría oponerse al pago.
5. Puede pagar un tercero interesado o no interesado: la diferencia estriba en que las facultades del
tercero interesado son más amplias que las del no interesado (art. 881 CCyC).
6. En principio, como regla, la obligación puede ser cumplida por tercero no interesado, salvo que el
acreedor tenga interés en que la prestación intuito sea cumplida personalmente por el deudor (por
ej. En las obligaciones personae, en las cuales la persona del deudor es insustituible) o que deudor
y acreedor en conjunto se nieguen a aceptarle el pago.

El fundamento del pago por tercero sea válido, se encuentra en que, al tener por finalidad la prestación
la satisfacción de un interés del acreedor, a este no debe importarle, en principio, quién la realice, con tal
de que aquel quede satisfecho.

Pago efectuado a tercero


A terceros tenedores de títulos al portador: los títulos al portador son aquellos que facultan para
su cobro a quien los tenga en su poder. Son títulos sin causa, fácilmente transmisibles. Al igual que los
transmisibles por endoso (firmado por quien lo presentará al cobro).
El pago efectuado a quien presenta estos títulos es válido. (ej. El banco que paga un cheque al
portador previo endoso en ventanilla)

El art. 883 inc. d) posibilita este pago y presenta como excepción “excepto sospecha fundada de
no pertenecerlo el documento o de no estar autorizado para el cobro”.

Pago efectuado a un acreedor aparente. Inc. 3) Este acreedor es quien goza pacífica y
públicamente de la calidad de acreedor, aunque no lo es en realidad. Se comporta como acreedor, adopta
comportamiento respecto de los créditos como si fuera titular, pero no es tal. Para que este pago se válido
el deudor debe pagar de buena fe, es decir, convencido que estaba pagando al verdadero acreedor, sin

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culpa y demostrar que la apariencia de acreedor era pública o notoria. Debe ser un error excusable (por ej.
El heredero aparente).

Derechos del acreedor. Puede reclamar el pago al tercero indicado por él para recibirlo (art. 883
inc. c) y al tercero por pago indebido.

Deberes del acreedor.


- Obrar de buena fe con relación al deudor
- Deber de colaboración para recibir el pago
- Deber de aceptación del pago si es realizado conforme a lo pactado.
- Si existe culpa del deudor al pagar, no se cumplen los requisitos mencionados en los incisos
anteriores, el pago no es válido. El acreedor tiene derecho a reclamar el pago a su deudor. (el que
paga mal paga dos veces).

E) Prueba del pago y apreciación de esa prueba.


1. Recibo: concepto y naturaleza. Exigibilidad del recibo. Forma y contenido del recibo. Valor
probatorio. Recibo por saldo. Recibo por capital. Otros medios de prueba del pago. Contra recibo.
Presunciones (art. 899).
El pago no se presume, sino que debe probarse. Excepcionalmente, en algunos contados casos, el
legislados presume el pago.
El accipiens, cuando ha sido reconocida la obligación por el deudor, tiene en su favor la situación
existente creada por el reconocimiento de su derecho.
Quien pretende modificar la situación establecida, para que se le reconozca el pago realizado y la
extinción de su obligación, es el solvens y éste tiene sobre sí la carga de acreditar los hechos base de su
pretensión extintiva.

El tema de la carga de la prueba del pago está regido por el artículo 894 del CCyC, que establece:
- La carga de la prueba incumbe:
a) En las obligaciones de dar y de hacer, sobre quien invoca el pago.
b) En las obligaciones de no hacer, sobre el acreedor que invoca el incumplimiento.
En cuanto a los medios de prueba, el artículo 895 del CCyC establece: “Medios de prueba. El pago
puede ser probado por cualquier medio excepto que de la estipulación o de la ley resulte previsto el
empleo de un determinado, o revestido de ciertas formalidades”.

La regla general es que el pago puede probarse por cualquier medio, rigiendo la libertad de prueba como
principio; por excepción , se requerirá de un medio de prueba determinado o de ciertas formalidades
cuando de la ley o de la estipulación contractual así surgiera exigido.

No son muchos los casos en que la normativa exige una prueba formal del pago, pero en los contados
casos en que ocurre esto, la exigencia apunta a dos finalidades:
- La protección de una parte débil evitando que se le haga firmar una constancia que acredite el
pago, sin haberlo recibido verdaderamente.
- En cuestiones fiscales o de moralidad, destinadas a evitar o dificultar el lavado de dinero o
manejos ilegales de dinero no declarado.

El recibo es el medio de prueba por excelencia, pero a falta de éste, se admiten otros medios de prueba, y
quien alega haber pagado sin acompañar el recibo pertinente soporta una innegable presunción hominis
adversa. Pesa sobre el deudor obtener esos medios y solucionar su falta de diligencia para obtener el
recibo.

RECIBO
El recibo es la constancia escrita emanada del acreedor en instrumento público o privado de haber
recibido el pago de la obligación que le era debida.

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El recibo ha sido caracterizado doctrinariamente como el medio típico y específico de prueba del
cumplimiento.
El art. 896 del CCyC, define al recibo como “un instrumento público o privado en el que el
acreedor reconoce haber recibido la prestación debida”.
Normalmente, el instrumento que acredita el pago emanará del acreedor y tendrá expresa
referencia al título o títulos constitutivos de la obligación que permitirán establecer la cancelación total o
parcial de ese crédito, sin que sean necesarias otras investigaciones.

El recibo se equipara con el “acta de defunción” de la obligación, por ser la “prueba de su


extinción”.
No se requieren formas sacramentales para la configuración de un recibo, ni menos aún, formas
preimpresas, pero sí cierta formalidad instrumental, por lo que no deben faltar en él determinadas
menciones; un recibo es una declaración por escrito del acreedor de que ha sido satisfecha, total o
parcialmente la deuda, la fecha de tal hecho, el monto recibido, el medio de pago (si es en efectivo o por
medio de un cheque u otro objeto dado en pago); si es parcial el pago, a qué obligación se imputa, etc.

Contenido del recibo

1. fecha: no se puede emitir recibo sin fecha


2. la firma de puño y letra de quien emite el recibo
3. Carácter en el cual se recibe el dinero si es para sí o para otro.
4. En este último supuesto, debe establecerse en nombre de quién se recibe.
5. El vínculo obligacional con que se relaciona el pago (ej. Alquiler del inmueble sito en calle San
Martin Nº 1500 de la ciudad de Crespo).
6. Determinación de la obligación satisfecha (pago alquiler mes de junio).
7. El reconocimiento de haber recibido una determinada prestación debida (art,. 896 in fine

El recibo es un acto formal, no solemne. El principio que rige la obligación de extender recibo es el
informalismo.

Una excepción a este principio de informalismo se establece en el artículo 1017 del CCyC que establece:
“Escritura pública. Deben ser otorgados por escritura pública: …C) todos los actos que sean
accesorios de otros contratos otorgados en escritura pública”.
Es decir, que si la obligación se otorgó mediante escritura pública, el pago que se relaciona con ella debe
documentarse también en escritura pública, ya que rige el principio de equivalencia o paralelismo de las
formas: si la obligación se constituyó por escritura pública, se extingue por un pago documentado con
igual formalidad.

El efecto “RECIBO POR SALDO” es el de acreditar la cancelación de toda la obligación, porque tal
expresión significa gramatical y jurídicamente que la persona que la emite se da por satisfecha de su
crédito y nada más tiene que exigir del deudor por la relación de negocio que hubiesen mantenido.

Exigibilidad del recibo


El deudor, siempre que paga, tiene el derecho de que se le expida recibo.
En el CCyC el deber de otorgar recibo está expresamente establecido en el art. 897 que dispone:

“el cumplimiento de la obligación confiere al deudor derecho de obtener la constancia de la


liberación correspondiente. El acreedor también puede exigir un recibo que pruebe la
recepción”.

El recibo no es la única prueba del cumplimiento. En ocasiones existen otras pruebas que lo suplantan,
por ejemplo, si el pago es para cancelar una obligación documentada en un pagaré, rompiendo el pagaré o
arrancándole la firma se atesta el cumplimiento como si se expidiera recibo, puesto que al destruir el
título ejecutivo se cancela la obligación documentada en él.

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En caso de que el acreedor se rehusara a entregar al deudor que paga, se configura un supuesto de mora
accipiendi, pues fundadamente el deudor puede negarse a pagar si no se le da recibo, ya que mañana el
acreedor podría exigirle un nuevo pago, negando haber recibido el anterior no documentado.

El acreedor tiene que colaborar para recibir el pago y entregar recibo para documentarlo, lo que es una
obligación fundamental. Caso contrario se deja abierta la posibilidad del deudor para consignar ante el
juez y dejar constancia del pago

Inclusión de reservas. El deudor puede incluir reservas de sus derechos en el recibo, y el acreedor debe
aceptarlas. (por ej. Alguna disconformidad, diferencia con saldos pendientes, etc.)
Tales reservas no perjudican ni implican presunción alguna contra el acreedor que extiende el recibo.

Presunciones
- Si se otorga recibo por saldo, se presume que han quedado canceladas las deudas
correspondientes a la obligación (por ej. Pago saldo cuenta corriente Nº…; saldo compra de tal
mercadería).
- Si se extiende recibo por un determinado período, se presumen cancelados los anteriores, sean
pagos parciales o prestaciones sucesivas. (pago correspondiente a mayo, deudas pagaderas por
número de cuotas).
- Si se extiende recibo por pago obligación principal, sin reserva, se presume que los accesorios
quedan extinguidos.
- Si se debe daño moratorio y se recibe prestación sin reserva al respecto, éste se considera
extinguido.

Fuerza probatoria
- Valor probatorio del recibo: Tiene plena validez probatoria entre las partes, salvo que contenga
enmiendas no salvadas, tachaduras, recibo firmado en blanco, etc.
- Validez frente a terceros: tiene fuerza como prueba cancelatoria pero no respecto de la fecha. El
recibo no contiene fecha cierta, a menos en los supuestos de la ley. (por ej. Escritura pública).
- Otros medios de prueba. tenencia de pagarés, constancias bancarias, medios electrónicos,
pericias contables, etc.

ARTICULO 899.- Presunciones relativas al pago. Se presume, excepto prueba en contrario que:

a) si se otorga un recibo por saldo, quedan canceladas todas las deudas correspondientes a la obligación
por la cual fue otorgado;

b) si se recibe el pago correspondiente a uno de los periodos, están cancelados los anteriores, sea que se
deba una prestación única de ejecución diferida cuyo cumplimiento se realiza mediante pagos parciales, o
que se trate de prestaciones sucesivas que nacen por el transcurso del tiempo;

c) si se extiende recibo por el pago de la prestación principal, sin los accesorios del crédito, y no se hace
reserva, éstos quedan extinguidos;

d) si se debe daño moratorio, y al recibir el pago el acreedor no hace reserva a su respecto, la deuda por
ese daño está extinguida.

2. Imputación del pago. Concepto. Naturaleza jurídica de la imputación. Requisitos. Clases de


imputación. Momento de la imputación.

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Imputar es establecer una relación entre el pago que se efectúa y la obligación que se salda. Es elegir o
determinar la deuda que se cancela, cuando el monto pagado no alcanza a satisfacer todas las que el
solvens tiene con el accipiens.

El problema de la imputación se presenta cuando el deudor ejecuta un pago insuficiente para


cubrir todas las deudas que él tiene respecto de su acreedor. Es así que sólo ante la diversidad o
multiplicidad de deudas se torna operativa la imputación.

Imputar es optar. Optar por extinguir una determinada deuda, de varias que se tienen con el
mismo acreedor. Si hay una sola deuda, no hay opción y por ende, no hay imputación.

Pizarro y Vallespinos definen la imputación como “el conjunto de reglas y principios que dan
solución a los problemas que se suscitan entre acreedor y deudor cuando existen varias obligaciones
de la misma naturaleza pendientes de cumplimiento y tiene lugar un pago que no alcanza a
satisfacerlas a todas”.

Por su parte, el CCyC define a la imputación en el art. 900, en iguales términos que el Código de Vélez en
su art. 773:

“Si las obligaciones para con un solo acreedor tienen por objeto prestaciones de la misma
naturaleza, el deudor tiene la facultad de declarar, al tiempo de hacer el pago, por cuál de ellas
debe entenderse lo que hace”.

Requisitos.

1. Que existan dos o más obligaciones que liguen al mismo deudor con el mismo acreedor
2. Que el deudor y acreedor ocupen la misma posición o calidad en todas las obligaciones (lo
que transforma la imputación en la situación inversa de la compensación).
3. Que las prestaciones sean de la misma naturaleza (si se entrega dinero, el pago se debe
imputar a las obligaciones de dar sumas de dinero y no a las obligaciones de dar cosas inciertas
fungibles, como maíz, soja, etc.)
4. Que las deudas sean líquidas y exigibles.
5. Que el pago efectuado por el deudor no alcance a satisfacer todas las deudas, porque de
otro modo resultaría innecesaria la imputación.

Imputación por el deudor. En principio la ley confiere al deudor el derecho de elegir la deuda que
va a satisfacer.

La fórmula legal es indudable sobre que la primacía del derecho de imputar el pago la tiene el deudor.
“el deudor tiene la facultad de declarar, al tiempo de hacer el pago, por cuál de ellas debe
entenderse lo que hace”.

Este derecho del deudor de imputar su pago no es enteramente libre, sino que está sujeto a
limitaciones:

a. El deudor no puede elegir una deuda ilíquida, habiendo otras líquidas (art. 900 2º parte y 869
in fine).
b. El deudor no puede optar por una deuda de plazo no vencido existiendo otras vencidas (art.
900 2º parte).

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c. En caso de obligaciones de pagar capital e intereses, el deudor no puede imputar el pago


capital, sin consentimiento del acreedor, el art. 900 in fine edicta que si el deudor debiese
capital con intereses, no puede, sin consentimiento del acreedor, imputar el pago al principal.

La exigencia del consentimiento del acreedor es una consecuencia de la vigencia del principio de
“integridad” del pago conforme el art. 869 del CCyC: el acreedor no puede ser obligado a recibir pagos
parciales, requiriéndose su aprobación al efecto.

Imputación por el acreedor. El acreedor adquiere esta facultad recién cuando el deudor no ha imputado
el pago efectuado, declinando expresa o implícitamente el derecho que para hacerlo le concedía el
derecho.

El derecho del acreedor es sobreviniente, mientras que el del deudor es original o preferente. El
derecho del acreedor de imputar el pago surge del art. 901 del CCyC, que establece:

“Imputación por el acreedor. Si el deudor no imputa el pago, el acreedor se encuentra


facultado a hacerlo en el momento de recibirlo”.

Ahora bien, esta facultad tampoco es libre, sino que está sujeta a las siguientes pautas:

a. El acreedor debe imputar el pago a alguna de las deudas líquidas y exigibles.


b. Una vez canceladas totalmente una o varias deudas, puede aplicar el saldo a la
cancelación parcial de cualquiera de las otras.

El CCyC ha eliminado el vicio específico del pago que contenía el Código de Vélez en su art. 775
in fine: el vicio de sorpresa.

El art. 775 del CC, era la única norma que tenía en cuenta la “sorpresa” y la había convertido en
un vicio específico del acto jurídico pago, que se complementaba con los otros vicios de los actos
jurídicos

En algunos fallos se resolvió que “la sorpresa”, se refiere a un aprovechamiento del acreedor que
toma desprevenido al deudor y concreta una imputación de pago en perjuicio de éste.

Imputación legal. Cuando no existe imputación hecha por las partes (ni por el deudor ni por el acreedor),
la hace supletoriamente la ley misma. Al respecto, el art. 902 establece:

“Si el deudor o el acreedor no hacen imputación del pago, se lo imputa:

a. En primer término, a la obligación de plazo vencido más onerosa para el deudor;


b. Cuando las deudas son igualmente onerosas, el pago se imputa a prorrata”.

Esta regla es complementada con el art. 903 del CCyC que indica que “si el pago se hace a cuenta de
capital e intereses y no se precisa su orden, se imputa en primer término a intereses a no ser que el
acreedor dé recibo por cuenta de capital”.

En primer término, el Código utiliza el principio de la mayor onerosidad e imputa el pago a la


deuda de plazo vencido más gravosa para el deudor. Tal onerosidad puede derivarse de que tal deuda
lleve aparejada una tasa de interés más elevada que otras, o porque existe una cláusula penal, una
hipoteca, prenda, etc. Porque una ha sido objeto de demanda judicial y la otra no, o porque una de ellas
está documentada en un título ejecutivo u la otra no. Etc. Son todas pautas de onerosidad a considerar en
el caso concreto, para definir en ese supuesto particular cuál es la deuda más onerosa para el deudor.
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En segundo término, si las deudas fuesen de igual naturaleza, se imputará a todas a prorrata. Este
prorrateo de todas las deudas implica que el Código Civil deja de lado aquí el principio de la prelación
temporal.

Momento de la imputación.

El CCyC establece expresamente el momento en que debe hacerse la imputación en dos normas
sucesivas: los arts. 900 y 901.

En el art. 900 explica que el deudor tiene la facultad de imputar “al tiempo de hacer el pago”,
mientras que el art. 901, dice que el acreedor se encuentra facultado a hacer imputación en el
momento de recibir el pago.

Orden de prelación de la imputación del pago

1. DEUDOR
2. ACREEDOR
3. LEGAL

UNIDAD V: INCUMPLIMIENTO DE LAS OBLIGACIONES.

A) Incumplimiento imputable de la obligación. Cumplimiento defectuoso

1. Concepto. Actitudes que puede adoptar el acreedor.

2. Cumplimiento defectuoso ignorado: régimen legal.

El incumplimiento imputable de la obligación. Si se está ante un incumplimiento imputable (voluntario


o culposo) de la obligación, el mismo puede producirse de dos maneras diferentes:

1. Por la mora o incumplimiento de la obligación, o

2. Por la ejecución tardía o defectuosa e la obligación.

Dentro de la teoría del incumplimiento de la obligación, se suele distinguir entre el


incumplimiento de la prestación, y el incumplimiento defectuoso de la misma.

El Incumplimiento defectuoso se subdivide a su vez, en cumplimiento inexacto y en


cumplimiento tardío o moroso.

La distinción entre el incumplimiento y el cumplimiento defectuoso, está en que el cumplimiento


inexacto o tardío no permite por sí al acreedor oponerse al cumplimiento de la obligación, sino en los
términos del principio de identidad e integridad del pago: cuando el término o el defecto sea esencial y
no satisfaga mediante el cumplimiento defectuoso el interés del acreedor, y por ello la consecuencia
más específica del cumplimiento tardío o defectuoso es la responsabilidad pecuniaria añadida al
cumplimiento.

También se ha agregado que el retraso en el cumplimiento de la obligación puede significar el


incumplimiento de la obligación si la prestación retrasada ya no es de utilidad para el acreedor. Es
el llamado término esencial.

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Para ser posible el cumplimiento tardío, el mismo tiene aún que satisfacer el interés del acreedor,
caso contrario, el acreedor podrá, según los casos, bien negarse a recibir el cumplimiento tardío, bien
pedir la resolución del contrato o de la obligación.

En las obligaciones de plazo esencial, como en la entrega de armas en cierto plazo, cuando el
comprador está en guerra, el cumplimiento tardío de la obligación carece de interés para el comprador
cuando la guerra ya ha terminado.

El concepto de plazo esencial ha sido receptado en el CCyC en los arts. 956 y 1011

ARTICULO 956.- Imposibilidad temporaria. La imposibilidad sobrevenida, objetiva, absoluta y


temporaria de la prestación tiene efecto extintivo cuando el plazo es esencial, o cuando su duración
frustra el interés del acreedor de modo irreversible.

ARTICULO 1011.- Contratos de larga duración. En los contratos de larga duración el tiempo es
esencial para el cumplimiento del objeto, de modo que se produzcan los efectos queridos por las partes o
se satisfaga la necesidad que las indujo a contratar.

Las partes deben ejercitar sus derechos conforme con un deber de colaboración, respetando la
reciprocidad de las obligaciones del contrato, considerada en relación a la duración total.

La parte que decide la rescisión debe dar a la otra la oportunidad razonable de renegociar de
buena fe, sin incurrir en ejercicio abusivo de los derechos.

En las obligaciones de plazo no esencial todavía puede el cumplimiento tardío no presentar


interés para el adquirente, en cuyo caso la responsabilidad contractual tomará la forma de una
indemnización por el retraso, que perfectamente puede ser un descuento en el precio o una multa a cargo
del incumplidor, pero manteniendo la vida de la obligación y postergando el plazo de cumplimiento.

En el caso de la obligación de plazo no esencial, la responsabilidad del deudor por cumplimiento


tardío será moratoria, es decir, derivada de la mora o tardanza en el cumplimiento y no por el
incumplimiento en sí mismo.

Cumplimiento indirecto de la prestación (indemnización del daño)

El CCyC lo regula en los arts. 730, 1ª parte y en el 777.

En virtud del 730, la obligación da derecho al acreedor a:

a) Emplear los medios legales para que el deudor le procure aquello a que se ha obligado.
b) Hacérselo procurar por otro a costa del deudor.
c) Obtener del deudor las indemnizaciones correspondientes.

Respecto al 777, ubicado en la sección dedicada a las obligaciones de hacer y no hacer, establece:

El incumplimiento imputable de la prestación, da derecho al acreedor a:

a) Exigir el cumplimiento específico


b) Hacerlo cumplir por terceros a costa del deudor
c) Reclamar los daños y perjuicios.

En virtud de esta norma, en aquellos supuestos en que el deudor no cumpliera voluntariamente la


prestación y tampoco fuera posible compelerlo al cumplimiento forzado ya que el cumplimiento requiere
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la participación voluntaria del deudor, ni tampoco a hacerla cumplir por terceros a costa del deudor, cuan
la maestría del obligado no pudiese ser satisfecha por otro, el acreedor tiene el derecho a reclamar los
daños y perjuicios (art. 777, inc c del CCyC.)

Esta es la ejecución indirecta de la obligación, que se plasma en una sustitución dineraria de la


prestación debida.

Cumplimiento defectuoso. El incumplimiento de la obligación se identifica con las siguientes formas


que éste puede asumir en la práctica:

a) Que el deudor no haya cumplido en absoluto su obligación


b) Que él haya cumplido imperfectamente, o
c) Que él hubiera retrasado el cumplimiento

Entonces, la inejecución de la obligación puede ser absoluta o relativa.

1) Absoluta. Cuando el deudor no cumple la prestación a que se obligara en forma total y definitiva.
Existen diversas causas por las que este incumplimiento se produce:
a) Porque el deudor ha enajenado a otra persona la cosa prometida
b) Porque ésta lo perdió, por su culpa o negligencia
c) Porque simplemente se niega a cumplir la prestación.
2) Relativa. Hay diversas causas que generan el incumplimiento tardío:

a) La prestación se cumple solamente en forma parcial o tardía. Si el cumplimiento parcial


o tardío de la obligación no posee interés para el acreedor, tal cumplimiento defectuoso,
parcializado o extemporáneo equivale a incumplimiento total, con las consecuencias de éste.
Pero si el cumplimiento parcial presenta algún interés para el acreedor, aceptada por éste la
entrega parcial de la prestación, deberá determinarse la porcentualidad de la obligación que
ello implica y el deudor deberá reintegrar al acreedor lo cobrado de más, junto con los daños
y perjuicios que su incumplimiento del remanente le pudo ocasionar, si aquél los hubiera
exigido.

b) La prestación se ejecuta en forma defectuosa o imperfecta. Es un cumplimiento


defectuoso de la prestación siempre que el deudor no ajuste su conducta obligacional al plan
prestacional de la obligación, esto es, a las condiciones en que el cumplimiento de la
prestación fue concedido por los sujetos obligacionales, al momento del nacimiento de la
obligación.
Cualquiera y toda desviación esencial y relevante, no consensuada entre las partes, del plan
prestacional de la obligación, configura cumplimiento defectuoso, jurídicamente relevante.

c) Retraso en el cumplimiento. De esta situación de incumplimiento culpable del deudor, el


supuesto más corriente es la mora, antes que el incumplimiento total y definitivo de la
prestación. El retraso, puede definirse como un lapso que corre desde el momento en que la
obligación se convierte en exigible hasta el momento en que se verifica su cumplimiento
tardío o que se disuelve el vínculo por cualquier medio.
La transitoriedad es una de las notas tipificantes del retraso, es sólo un transcurso, con un
límite temporal inicial y otro final. El retraso jurídicamente relevante para la mora es aquel
que concluye con el cumplimiento tardío de la prestación.

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Actitudes que puede adoptar el acreedor. Frente a un intento del deudor de pagar defectuosamente, el
acreedor puede adoptar alguna de estas actitudes:

1. Rechazar el pago por carencia del requisito de identidad;


2. Aceptar el pago defectuoso, con lo cual la deuda queda extinguida por dación en pago
3. Aceptar el pago defectuoso, pero con reserva del derecho a reclamar que se le adecue
debidamente, o la correspondiente indemnización por el defecto.

Ej. Si D venda a A un departamento a construir, y especifica en el pliego de condiciones que el solado


lleva parquet de roble de Eslovania, y pretende entregarlo con parquet de eucalipto. A puede negarse a
recibirlo, o recibirlo como está, o hacerlo con reserva de que se le reemplace el parquet. Esta última
actitud será, por lo general la aconsejable, porque el rechazo del pago arrastra, de hecho, el riesgo de la
futura insolvencia del deudor, y la aceptación sin reservas impide todo reclamo ulterior. Quien recibe el
pago defectuoso con las debidas reservas se previene de esa eventual insolvencia, y se asegura la acción
derivada del defecto.

Cumplimiento defectuoso ignorado. Ocurre a veces que el defecto no es ostensible, de manera que la
recepción del pago en tales circunstancias, aunque no hayan sido formuladas reservas, no extingue el
derecho del acreedor a reclamar ulteriormente, pues falta el requisito de haber recibido voluntariamente
por pago de la deuda algo distinto de lo debido.

Se trata de un supuesto asimilable al vicio redhibitorio, es decir, el defecto oculto que hace que lo pagado
sea “impropio para su destino”.

Cuando el acreedor descubre el defecto oculto tiene acción contra el deudor, pero esa acción está
sometida a un plazo de prescripción muy breve que son tres meses en la compraventa.

Efectos del cumplimiento defectuoso.

En un supuesto de esta categoría, el acreedor tiene el derecho, pero a la vez la carga de verificar la
prestación que ha ejecutado el deudor, al momento de recibirla, debiendo dejar constancia allí de la
existencia de los vicios aparentes que ella misma contuviera.

Para detectar vicios ocultos, tiene un plazo adicional, que como principio y también en materia
del contrato de obra es de sesenta días.

Si el acreedor aprecia que los vicios o diferencias con la prestación comprometida tienen entidad,
no debe aceptar la prestación, y si lo hace, debe hacer reserva de ellas, pues admitir una prestación
defectuosamente cumplida con vicios aparentes y sin formular reserva alguna, cierra la posibilidad de
reclamar al deudor por la prestación defectuosa, la que se presume que se ha aceptado sin objeciones.

En cambio, si el acreedor no admite la prestación defectuosa que se le ofrece, deberá o bien


constituir en mora al deudor o bien aguardar a que éste lo demande, para, entonces, oponer la excepción
NON RITE ADIMPLETI CONTRACTUS O EXCEPCIÓN DE INCUMPLIMIENTO PARCIAL, que
resulta procedente ate un incumplimiento defectuoso o insatisfactorio parcial, esto es, una tentativa u
oferta de cumplimiento en la que faltase la integridad o identidad del pago.

Claramente, la inadecuación de la prestación ejecutada debe alcanzar cierto grado de


trascendencia, pues si ella resultara menor, ya no se trataría de un incumplimiento jurídicamente
relevante, es decir, de un incumplimiento esencial, sino de una excesiva susceptibilidad o sutileza del
acreedor, que estaría oponiendo al cumplimiento una resistencia desproporcionada, jurídicamente
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inadmisible, ya que el derecho no puede favorecer al capricho, las pretensiones antojadizas o el exceso de
sutileza.

B) La mora.

1. Mora del deudor. Elementos. La interpelación. Caracteres de la interpelación. Requisitos.


Diversos sistemas de constitución en mora: art. 509 CC antes y después de la reforma por la ley
17.711. Casuística del art. 509 CC. Régimen legal en el Código Civil y Comercial de la Nación.
Principio general. Excepciones. Eximición. Formas de la interpelación. Efectos de la mora.
Cesación de la mora. Purga de la mora. Renuncia a la mora. Mora y suspensión de la prescripción
(art. 2541 CCCN).

2. Mora del acreedor. Requisitos. Efectos

LA MORA. Ha sido definida como “el retraso significativo e injustificado en el cumplimiento de una
obligación vencida, liquida y exigible”.

VENCIDA: porque ha transcurrido el plazo para su cumplimiento.

LÍQUIDA: que puede determinarse, es decir, cuantificarse. Ej. No es posible reclamar el cobro
de una indemnización por responsabilidad civil porque no estaría cuantificada.

EXIGIBLE: porque no hay impedimentos legales que impida su reclamación.

MORA es sinónimo de retaso o tardanza, pero este elemento aislado es inocuo (inofensivo).
Aplicando el concepto a las obligaciones, existe mora cuando la obligación no se cumple debido a su
tiempo, es decir, cuando hay un retraso en su cumplimiento y éste obedece a una causa imputable al
deudor.

LIBRO TERCERO
DERECHOS PERSONALES
TITULO I
Obligaciones en general
CAPITULO 4
Pago
SECCIÓN 2ª.
ARTICULO 886.- Mora del deudor. Principio. Mora automática. Mora del acreedor. La mora del
deudor se produce por el solo transcurso del tiempo fijado para el cumplimiento de la obligación.
El acreedor incurre en mora si el deudor le efectúa una oferta de pago de conformidad con el
artículo 867 y se rehúsa injustificadamente a recibirlo.

El artículo 886 del CCyC no define la mora en general, limitándose a determinar el sistema de su
constitución (mora automática) en su primer párrafo.

Si en cambio el nuevo Código Civil y Comercial define a la mora del acreedor o MORA
ACCIPIENDI, expresando que “el acreedor incurre en mora si el deudor efectúa una oferta de pago de
conformidad con el artículo 867 y se rehúsa injustificadamente a recibirlo” (art. 886 2º párr. CCyC).

ARTICULO 867.- Objeto del pago. El objeto del pago debe reunir los requisitos de identidad
(art. 868), integridad (art. 869), puntualidad y localización.
ARTICULO 868.- Identidad. El acreedor no está obligado a recibir y el deudor no tiene derecho
a cumplir una prestación distinta a la debida, cualquiera sea su valor.
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ARTICULO 869.- Integridad. El acreedor no está obligado a recibir pagos parciales, excepto
disposición legal o convencional en contrario. Si la obligación es en parte líquida y en parte ilíquida, el
deudor puede pagar la parte líquida.
Los requisitos de puntualidad y de localización son calificados como requisitos circunstanciales
del pago. El principio de puntualidad responde a la pregunta: ¿cuándo debo pagar?, y se encuentra
relacionado con el tiempo en que debe producirse el cumplimiento de la obligación. En cambio, el
principio de localización responde a la pregunta: ¿dónde debo pagar? Y se refiere al lugar donde debe
cumplirse la obligación.

La mora consiste en un incumplimiento imputable de la obligación o del contrato. Es decir, que


requiere de DOS ELEMENTOS: retardo del cumplimiento más imputabilidad. Sin imputabilidad, el
mero retardo en el cumplimiento de la obligación no constituye mora.

Retraso del deudor en el cumplimiento de la obligación, es el elemento objetivo de la mora. El


principio general es que la mora del deudor se produce por el solo transcurso del tiempo fijado para el
cumplimiento de la obligación (art. 886 CCyC.), esto es, sin necesidad de interpelación alguna.

Constituyendo la mora un retraso, un presupuesto de ella, por consiguiente, es la exigibilidad de


la prestación.

Imputabilidad de ese retraso, esto es que el mismo se deba al dolo o culpa del deudor. Éste
es el elemento subjetivo de la mora. El retraso en el cumplimiento de la obligación hace presumir su
imputabilidad. El acreedor no necesita probar la existencia de la culpa o del dolo del deudo, por el
contrario, es el deudor moroso quien debe acreditar que existe alguna causa de justificación de su
incumplimiento (imposibilidad de pago o caso fortuito).

Para que el retraso se convierta en mora, es necesario que el acreedor exija al deudor, judicial o
extrajudicialmente, el cumplimiento de la obligación, mediante la intimación o interpelación al deudor
para constituirlo en mora. Mientras que la interpelación o intimación no se lleve a cabo, no puede
hablarse técnicamente de deudor moroso.

Interpelación

Es un requerimiento formal del pago o cumplimiento que tiene por objeto intimar al deudor a que en
determinado plazo satisfaga la obligación a su cargo.

Caracteres de la interpelación

a. Se trata de un derecho facultativo del acreedor. Éste puede ejercerlo o no, decidiendo, por
ejemplo, conceder al deudor un plazo suplementario de pago y no avanzado para constituirlo en
mora.
b. Es un acto que debe ser concluyente. Ya que no puede dejar lugar a dudas ni a conjeturas. La
interpelación debe contener una manifestación de voluntad expresa, concluyente, inequívoca y
coercitiva por la cual el acreedor reclama al deudor el cumplimiento inmediato de la prestación y
en consecuencia, no puede limitarse a anunciar o declarar la resolución del contrato.
c. Es un acto unilateral. Porque depende de la sola voluntad del acreedor, y por lo tanto, produce
efectos independientemente de la voluntad puesta de manifiesto por el deudor.

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d. Es una declaración recepticia. La interpelación del acreedor está destinada a llegar a la esfera
de conocimiento del deudor, a quien debe serle entregada o ponerse en su conocimiento su
existencia, para que la mora se produzca.
e. Es un acto normalmente informal. Salvo que se haya pactado alguna formalidad determinada
para constituirse en mora las partes. Normalmente y salvo especificación en contrario, la
interpelación puede hacerse por cualquier medio y bajo cualquier forma, por escrito o por hechos
concluyentes o verbalmente, siempre que la declaración de voluntad de constituir en mora sea
inequívoca en cuanto a su significado.
f. Puede hacerse judicial o extrajudicialmente, pero siempre por medios que permitan una
acreditación de su existencia y alcance.

Interpelación estéril. El inc. 1088, inc. c) del CCyC, establece el requerimiento o emplazamiento de
cumplimiento del contrato del acreedor al deudor, bajo apercibimiento expreso de la resolución total o
parcial del contrato, no es necesario en tres circunstancias:

1. Si ha vencido un plazo esencial para el cumplimiento satisfactorio del contrato


2. Si la parte incumplidora ha manifestado su decisión de no cumplir
3. Si el cumplimiento resulta imposible.

Estos son supuestos legales de interpelaciones estériles. No son los únicos pero los restantes quedan a
criterio del intérprete.

Requisitos de la interpelación

1. Debe ser posterior al vencimiento. Si se hace antes es un aviso, no una interpelación.


2. En caso de que se trate de obligaciones vencidas, la interpelación debe ser categórica,
intimación formal por carta documento, por escribano, etc.
3. En el caso de las obligaciones bilaterales, la interpelación debe ir acompañada por la oferta
del cumplimiento a cargo de quien interpela (acreedor).
4. Cuando sean obligaciones que necesitan colaboración del acreedor, éste debe ofrecerla
junto a la interpelación, debe ser idónea.
5. Debe ser adecuada al objeto de la obligación. Por ej., la tala de un monte requiere de un tiempo
razonable, no se puede intimar a alguien a que tale un monte en 24 hs.
6. La interpelación debe ser hecha por el acreedor o un representante del mismo.

Diversos sistemas de constitución en mora: art. 509 CC antes y después de la reforma por la ley
17.711. Casuística del art. 509 CC.

DIVERSOS SISTEMAS DE CONSTITUCIÓN EN MORA

La constitución en mora se produce automáticamente sin necesidad de que el acreedor requiera el pago al
deudor, esto es sin que lo interpele (este criterio rige en código alemán y suizo). Es decir, el tiempo
interpela por el hombre.

El código francés, exige el sistema de la interpelación para que se produzca la mora del deudor y este es
el criterio del 509. Es un requerimiento formal de pago con condiciones intrínsecas y extrínsecas que
emana del acreedor. Es un acto jurídico unilateral recepticio (emana del A y lo recibe el D) con
información detallada de la obligación donde se indica lugar de cumplimiento factible. Ej: Carta
documento, telegrama.
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ARTÍCULO 509. En las obligaciones a plazo, la mora se produce por su solo vencimiento.

Si el plazo no estuviere expresamente convenido, pero resultare tácitamente de la naturaleza y


circunstancias de la obligación, el acreedor deberá interpelar al deudor para constituirlo en mora.

Si no hubiere plazo, el juez a pedido de parte, lo fijará en procedimiento sumario, a menos que el acreedor
opte por acumular las acciones de fijación de plazo y de cumplimiento, en cuyo caso el deudor quedará
constituido en mora en la fecha indicada por la sentencia para el cumplimiento de la obligación.

Para eximirse de las responsabilidades derivadas de la mora, el deudor debe probar que no le es
imputable.

El viejo articulo 509 trazaba un principio general: la interpelación, judicial o extrajudicial. Había dos
excepciones expresas allí mismo:

Inc. 1º) Mora convencional - automática, cuando era voluntad expresa de las partes que el solo
cumplimiento del plazo dejara al deudor en mora.

Inc. 2º) en caso de mora ex re, cuando de la naturaleza y circunstancia de la obligación surgía que el
tiempo en que debía ser cumplida había sido un factor determinante para que el acreedor la contrajera
(esto se da en aquellas obligaciones de plazo esencial que solo tienen sentido cuando son cumplidas en
cierto termino, pues si no son cumplidas en su fecha carecen de interés o de utilidad para el acreedor,
como cuando se contrata un transporte para llevar tomates al mercado, y los camiones demoran el viaje
hasta que están echados a perder.

La Ley 17.711 suprime el principio metodológico general de la interpelación, limitándose a un


apilamiento casuístico de diversos supuestos, en el cual incide la clasificación de los plazos.

OBLIGACIONES CON PLAZO EXPRESAMENTE DETERMINADO:

Art. 509: párrafo 1º) En las obligaciones a plazo, la mora se produce por su solo vencimiento. Se trata de
un plazo determinado expresamente, pues del plazo determinado de manera tacita se ocupa el segundo
párrafo, y del plazo indeterminada tarta el 3° párrafo.

El plazo determinado puede ser cierto o incierto:

CIERTO “cuando fuese fijado para terminar en designado año, mes o día o cuando fuese comenzado
desde la fecha de la obligación o de otra fecha cierta (Art. 567)

OBLIGACIONES CON PLAZO CIERTO: cuando el plazo determinado es cierto, resulta indudable
que en los términos de la ley vigente, la mora se produce automáticamente por el “solo vencimiento de
ese plazo”. La mora se produce automáticamente por el solo vencimiento del ese plazo. Si el deudor debe
pagar el 14 de julio el día 15 ya esta en mora, su retardo material es por solo retardo moroso.

INCIERTO: “si fuese fijado con relación a un hecho futuro necesario, para terminar el día en que ese
hecho necesario se realice (Art. 568).

OBLIGACIONES CON PLAZO INCIERTO: un sector de la doctrina estima que el incumplimiento


del término por sí solo no deja al deudor en mora. La postura dominante sostiene que es necesario
interpelar al deudor
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*Hecho notorio: En el derecho procesal no necesita ser probado. Rige mora Automática.

El primer párrafo del 509 se refiere a toda obligación con plazo determinado de manera expresa, sea
cierto o incierto; pero si es incierto el acreedor debe integrar el presupuesto de hecho de producción de la
mora, advirtiendo al deudor que ha vencido su plazo, que se produjo el término.

INCIDENCIA DEL LUGAR DE PAGO

Aun cuando la obligación tenga plazo expresamente determinado y cierto, la mora no debiera producirse
automáticamente cuando el lugar de pago es el domicilio del deudor. Porque si el deudor tiene que pagar
allí le bastaría al acreedor con no concurrir para dejarlo en mora.

OBLIGACIONES CON PLAZO TÁCITAMENTE DETERMINADO

Art. 509 2º) párrafo: Si el plazo no estuviere expresamente convenido, pero resultare tácitamente de la
naturaleza y circunstancias de la obligación, el acreedor deberá interpelar al deudor para constituirlo en
mora.

En estos casos el plazo está determinado, pero solo de manera tácita, de modo que su definición exige la
interpelación del acreedor.

OBLIGACIONES CON PLAZO INDETERMINADO

Art. 509 párrafo 3º) Si no hubiere plazo, el juez a pedido de parte, lo fijará en procedimiento sumario, a
menos que el acreedor opte por acumular las acciones de fijación de plazo y de cumplimiento, en cuyo
caso el deudor quedará constituido en mora en la fecha indicada por la sentencia para el cumplimiento de
la obligación.

De dicho precepto se pueden extraer estas conclusiones:

La acción por fijación de plazo tramita por proceso de conocimiento sumario

Cuando el acreedor pretende la fijación de plazo puede reclamar simultáneamente el cumplimiento de la


obligación. Es una facultad con la cual se evita el inútil desgaste de dos juicios, uno para que sea fijado el
plazo, y otro para que una vez fijado el plazo el deudor cumpla.

El deudor queda en mora en la fecha indicada por la sentencia (no en la fecha de la sentencia misma).

Régimen legal en el Código Civil y Comercial de la Nación.

ARTICULO 886.- Mora del deudor. Principio. Mora automática. Mora del acreedor. La mora del deudor
se produce por el solo transcurso del tiempo fijado para el cumplimiento de la obligación.
El acreedor incurre en mora si el deudor le efectúa una oferta de pago de conformidad con el artículo 867
y se rehúsa injustificadamente a recibirlo.

ARTICULO 887.- Excepciones al principio de la mora automática. La regla de la mora automática no


rige respecto de las obligaciones:
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a) sujetas a plazo tácito; si el plazo no está expresamente determinado, pero resulta tácitamente de
la naturaleza y circunstancias de la obligación, en la fecha que conforme a los usos y a la buena fe, debe
cumplirse;
b) sujetas a plazo indeterminado propiamente dicho; si no hay plazo, el juez a pedido de parte, lo
debe fijar mediante el procedimiento más breve que prevea la ley local, a menos que el acreedor opte por
acumular las acciones de fijación de plazo y de cumplimiento, en cuyo caso el deudor queda constituido
en mora en la fecha indicada por la sentencia para el cumplimiento de la obligación.
En caso de duda respecto a si el plazo es tácito o indeterminado propiamente dicho, se considera que es
tácito.

El principio es la mora automática, consagrada en el artículo 886 del CCyC. La excepción es la


mora por interpelación.

ARTICULO 887.- Excepciones al principio de la mora automática. La regla de la mora


automática no rige respecto de las obligaciones:

a) Sujetas a plazo tácito; si el plazo no está expresamente determinado, pero resulta tácitamente
de la naturaleza y circunstancias de la obligación, en la fecha que, conforme a los usos y a la buena fe,
debe cumplirse; por ejemplo: el caso del mandatario que debe intereses de las cantidades que aplica al
uso propio desde el día en que lo hizo y de las que le reste deber desde que se hubiese constituido en mora
en entregarlas. Art. 1324. Otro ejemplo: el depositante quien puede exigir al depósito la restitución de la
cosa antes del vencimiento o del depositario gratuito, quien puede exigir del depositante, en todo tiempo
que reciba la cosa depositada. Otro ejemplo, sería también, el comodato, puede darse con frecuencia
como una obligación de plazo tácito

b) sujetas a plazo indeterminado propiamente dicho; si no hay plazo, el juez a pedido de parte,
lo debe fijar mediante el procedimiento más breve que prevea la ley local, a menos que el acreedor opte
por acumular las acciones de fijación de plazo y de cumplimiento, en cuyo caso el deudor queda
constituido en mora en la fecha indicada por la sentencia para el cumplimiento de la obligación.

En caso de duda respecto a si el plazo es tácito o indeterminado propiamente dicho, se considera


que es tácito.

EXIMICIÓN

ARTICULO 888.- Eximición. Para eximirse de las consecuencias jurídicas derivadas de la mora,
el deudor debe probar que no le es imputable, cualquiera sea el lugar de pago de la obligación.

La mora genera diversos efectos jurídicos. El deudor, a fin de eximirse de tales consecuencias,
deberá probar que la mora no le es imputable, cualquiera sea el lugar de pago de la obligación.

El deudor se exime de la mora si acredita que ella no le es imputable. La mora exige la


concurrencia de un factor de atribución subjetivo u objetivo. En las obligaciones de medios, el deudor se
liberará por la prueba de la no culpa (diligencia debida), mientras que en las obligaciones de resultado, la
eximente solo se alcanzará por la prueba del corte de la cadena causal (art. 1726 CCyC), esto es, la culpa
de la víctima (art. 1729 CCyC), el caso fortuito (art. 1730 CCyC), el hecho de un tercero por el que no
deba responder (art. 1731 CCyC) o la imposibilidad de cumplimiento (art. 1732 CCyC), con fundamento
en que el deudor ha prometido un resultado eficaz (art. 774, inc. c, CCyC).

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Formas de interpelación

- Interpelación judicial. Se produce mediante la demanda y surte efecto a partir de la notificación


de la misma en el juicio ordinario, o de la intimación de pago en el juicio ejecutivo.
Esta interpelación es eficaz aunque la demanda haya sido deducida ante un juez incompetente o
presente vicios formales, porque revela en forma inequívoca la voluntad del acreedor de reclamar
el pago.

- Interpelación extrajudicial. Es la que se hace fuera del juicio. Se puede hacer verbalmente, por
carta, telegrama colacionado, por medio de escribano público, etc.
Consiste en un requerimiento verbal o por carta, en el que se exige el cumplimiento de
determinada obligación a un deudor y, normalmente, luego se exponen a las consecuencias de la
negativa de éste al pago; sin embargo, este último aspecto es contingente, y podría no
consignarse, a diferencia del primero que necesariamente debe hacerse, para que se esté en
presencia de una interpelación.
Para que la interpelación extrajudicial tenga aptitud suficiente para constituir en mora,
debe ser expresa categórica, precisa, coercitiva y hecha en tiempo oportuno.

EFECTOS DE LA MORA

El retraso en el cumplimiento de la prestación puede tener consecuencias jurídicas diversas:

a. El acreedor puede reclamar el cumplimiento tardío de la prestación si ésta conserva todavía


interés para él.
b. Si el tiempo de cumplimiento de la obligación era esencial, puede pedir que se resuelva el
contrato y se le paguen los daños y perjuicios.

El efecto más habitual del retraso es habilitar al acreedor para reclamarle al deudor los daños y perjuicios
que por el cumplimiento tardío le hubiera causado.

Los efectos más relevantes de la mora son:

1. Faculta al acreedor a emplear las vías legales para logar la satisfacción de su derecho.
2. Obligación de indemnizar conforme al Art. 758 del CCyC “el deudor moroso carga con el deber
de resarcir el daño que la mora pudiera causarle al acreedor”.
3. Traslación de los riesgos. La mora transfiere al obligado todo riesgo o peligro de la cosa debida,
a mérito del incontrovertido principio RES PERIT ET CRESCIT DOMINIO, esto es, que las
cosas acrecen o se pierden para su dueño (art. 755 CCyC.) hasta la entrega de una cosa: quien
corre con los riesgos es quien debe entregarla.
4. Imposibilidad de invocar la teoría de la imprevisión. La teoría de la imprevisión es un
instituto de justicia contractual destinado a abordar situaciones en las que el cumplimiento de una
prestación convenida en un contrato se ha hecho excesivamente oneroso para alguna de sus
partes, o para todas ellas, por razones ajenas a los contratantes. (art. 1091 CCyC). Ejemplo: si se
ha contratado la provisión de 100 toneladas mensuales de carbón durante cinco años, a un precio
X, y por el estallido de una guerra el precio del carbón se duplica. Si se obliga al contratista a
seguir proveyendo el combustible al precio pactado, se le exige una prestación deficitaria que lo
descapitaliza a expensas de la otra parte, y finalmente puede conducirlo a la ruina"
(LLAMBÍAS).

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5. Imposibilidad de invocar la frustración del fin del contrario. No procederá la invocación de la


frustración del fin de la contratación, si el perjudicado hubiese obrado con culpa o estuviese en
mora al momento de producirse ésta (art. 1090 CCyC).
6. Habilita al acreedor a reclamar intereses, obligación también conocida como del ID QUOD
INTEREST. Es la sanción general que el ordenamiento impone a todo incumplimiento culpable,
y que consiste en el pago de los intereses legales o de costumbre en las obligaciones que tengan
por objeto una suma de dinero, accesorios que se deberán desde el momento en que el deudor
quedó incurso en mora y hasta el día del efectivo e íntegro cumplimiento de la prestación sin que
el acreedor deba acreditar el haber padecido pérdida o menoscabo alguno.
7. En caso de existir cláusula penal. La pena o multa impuesta en la obligación se vuelve exigible,
supliendo la indemnización de los daños, cuando el deudor ha sido constituido en mora, y el
acreedor no tiene derecho a otra indemnización, aunque pruebe que la pena no es reparación
suficiente (art. 793 CCyC.).
8. La consignación de la obligación se vuelve procedente. El pago por consignación procede
cuando el acreedor fue constituido en mora (art. 904 CCyC).
9. La mora del deudor es uno de los presupuestos esenciales de la resolución del contrato por
cláusula resolutoria implícita (art. 1088 CCyC.).

CESACIÓN DE LA MORA DEL DEUDOR

Los efectos de la mora pueden cesar por las siguientes causas:

a. Por el pago. Cuando el deudor paga, desaparece la mora, pues ése es el efecto del pago,
aunque tardío, obviamente que el pago debe incluir los intereses correspondientes o ser
aceptado sin ellos y sin hacer salvedades a su respecto el acreedor.
b. Por renuncia expresa o tácita del acreedor a los derechos que le asisten por la mora
incurrida (art. 899, Inc. A y D del CCyC). El derecho a reclamar una indemnización de
daños y perjuicios o los efectos de la pérdida de una cosa, así como la decisión de no hacerlo,
constituyen derechos exclusivamente de interés particular del acreedor, ya que no está
involucrado en ellos el orden público, si el abandono de ellos se produce después de hacerse
adquirido el derecho y no antes. Si se trata de un derecho ya adquirido, él puede ser
renunciado o no ejercido directamente, en cambio no sería válida una renuncia anticipada a
reclamar tales créditos (arts. 944 y 1743 del CCyC.).

PURGA DE LA MORA

Los efectos de la mora cesan si el deudor realiza la prestación en forma íntegra, resarciendo en el
momento del pago el daño que produjera al acreedor la tardanza, produciéndose también la purga de la
mora si el acreedor renunciara a las consecuencias de esta o concediera una prórroga al deudor para
cumplir la prestación o se verifique una novación.

El art. 908 establece:


“El deudor moroso puede consignar la prestación debida con los accesorios devengados
hasta el día de la consignación”.

Este artículo consagra un supuesto de purga de la mora por el deudor, la mora es una situación
temporal, no permanente. Cuando la situación de incumplimiento se torna permanente, deja de estarse
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conceptualmente frente a un supuesto de mora, y se pasa a otro estadio que es el incumplimiento perenne
o definitivo.

Como la mora es un estadio temporal, puede purgarse y una de las formas de hacerlo es que el
deudor, que se encuentra en mora, le pague al acreedor si éste acepta, la deuda normalmente, con sus
accesorios hasta el día del pago o, en caso de no aceptarlo privadamente el acreedor, se presente el deudor
en tribunales ante esa negativa y consigne el principal con sus accesorios completos, lo que dejará al
acreedor sin argumentos para rechazar el pago, ya que éste ha sido exacto o completo.

Por último, el art. 909 establece:


“El deudor tiene derecho a desistir de la consignación antes de que la acepte el acreedor o
de que haya sido declarada válida. Con posterioridad sólo puede desistir con la conformidad
expresa el acreedor, quien en ese caso pierde la acción contra los codeudores, los garantes y los
fiadores”.

RENUNCIA A LA MORA

El acreedor puede renunciar a la mora en forma total o parcial y puede hacerlo expresa o
tácitamente. Pero para que ello suceda, es menester una conducta inequívoca del acreedor que haga
emerger, con entera certidumbre, su voluntad de renunciar a sus derechos, pues de lo contrario, acorde al
principio favor debitoris, se estaría perjudicando el crédito sin razón valedera.

MORA Y SUSPENSIÓN DE LA PRESCRIPCIÓN

ARTICULO 2541.- Suspensión por interpelación fehaciente. El curso de la prescripción se suspende, por
una sola vez, por la interpelación fehaciente hecha por el titular del derecho contra el deudor o el
poseedor. Esta suspensión sólo tiene efecto durante seis meses o el plazo menor que corresponda a la
prescripción de la acción.

C) Incumplimiento inimputable. Caso fortuito y fuerza mayor. Requisitos. Régimen legal.

En principio, el incumplimiento de la prestación estipulada en un contrato hace nacer la


responsabilidad del incumplidor, quien debe indemnizar al acreedor los daños y perjuicios que haya
sufrido.

Pero hay dos excepciones a este principio, la imposibilidad de cumplimiento que deriva del caso
fortuito o de la fuerza mayor.

ARTICULO 1730.- Caso fortuito. Fuerza mayor. Se considera caso fortuito o fuerza mayor al
hecho que no ha podido ser previsto o que, habiendo sido previsto, no ha podido ser evitado. El caso
fortuito o fuerza mayor exime de responsabilidad, excepto disposición en contrario.

Este Código emplea los términos “caso fortuito” y “fuerza mayor” como sinónimos

Requisitos del caso fortuito

a) Debe ser imprevisible. Imprevisible, es el hecho que supera la aptitud de previsión que es
dable exigir al deudor, en función de sus condiciones personales y la naturaleza de la
obligación. Inevitable, es el hecho que, sin culpa del deudor y enclavado en la circunstancia
que le sea propia, haya sido impotente para impedirlo.

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b) Debe ser inevitable o irresistible. Lo cual ocurre cuando el deudor sin culpa de su parte y
enmarcado en sus circunstancias personales sea impotente para impedir el hecho que obsta al
incumplimiento de la obligación.
La irresistibilidad, surge de la propia etimología de la palabra “fortuito”, que deriva del latín
“fors”, que relaciona el hecho con el azar, con aquello a que los hombres no pueden
imponerse.
c) Debe ser extraordinario. Es decir, exceder el orden natural. Se refiere a aquellos
acontecimientos que escapan a toda ponderación acertada o razonable, y que por ocurrir y
manifestarse con posterioridad al tiempo de concertación del negocio, nunca podrían ser
considerados, ni aún bajo la forma de condición para su cumplimiento, constituyen así un
auténtico caso fortuito, el que no ha podido preverse, o que previsto no ha podido
evitarse.
d) Debe ser ajeno al deudor. Esto se cumple cuando el hecho exonerante se produce “en el
exterior de la esfera de acción por la cual el deudor debe responder”.
e) Debe ser un hecho “actúa”. Quiere decir que debe ocurrir al tiempo en que correspondería
cumplirse la obligación.
f) El impedimento de la ejecución de la obligación ha de acontecer con posteridad a la
constitución de la misma. Por cuanto si se tratara de un hecho ya acontecido, pero no
conocido por las partes contratantes, podría considerarse que la obligación constituye en
realidad, un acto inexistente por ausencia de presupuestos esenciales.
g) El obstáculo debe ser absoluto o insuperable. Debe sobrevenir la imposibilidad absoluta de
cumplir la prestación, de modo que, si el cumplimiento fuese posible solo en parte, ésta
deberá cumplirse inexcusablemente. La mera dificultad para el cumplimiento no exime de
responsabilidad al deudor, es necesario que se configure una verdadera imposibilidad.

D) Liberación coactiva del deudor. Pago por consignación: consignación judicial, casos, requisitos,
formas y efectos. Desistimiento. Deudor moroso. Consignación extrajudicial: procedencia y trámite.
Efectos.

PAGO POR CONSIGNACIÓN

Es el anverso de la ejecución forzosa que ha sido pensada para vencer la resistencia del deudor. Y
para superar la resistencia del acreedor que se niega a recibir el pago y liberar al deudor, el ordenamiento
legal ha implementado un medio equivalente que es la CONSIGNACIÓN.

Ontológicamente se dice que es un remedio jurídico que persigue corregir una situación de duda
para evitar litigios futuros.

Se realiza a través de un requerimiento fehaciente y formal por el que se emplaza el acreedor para
que acepte el cumplimiento de modo de poder superar el obstáculo que su voluntad u otro impedimento
ponen a la liberación del deudor.

Para que el pago por consignación sea admisible, debe ser cumplido en tiempo propio, es decir,
que la consignación no puede ser ni prematura ni tardía. Sería prematura cuando es intentada el mismo
día del vencimiento, dado que el deudor cuenta hasta la hora 24 de ese día y hasta entonces el acreedor
podía aceptar el pago o negarse.

EL OBJETO de la consignación, es una declaración de certeza y no de condena, declarada


procedente la consignación intentada por el deudor, éste queda liberado de su obligación y las cosas o
montos consignados por el deudor quedan a disposición del acreedor, quien en caso de no oponer
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defensas hábiles a la consignación es condenado en costas, dado que ha obligado a litigar a su contrario,
al asumir al negarse a aceptar el pago una posición reprochable y antijurídica.

EL FUNDAMENTO del pago por consignación es doble:

a) Apunta a la liberación del sujeto pasivo de la obligación ante la


resistencia de su acreedor.
b) La liquidación de las relaciones creditorias en la forma más apropiada
a las relaciones en juego persigue un interés social.

Requisitos

- Negativa del acreedor a recibir el pago


- Constitución en mora. Cuando la consignación sea por duda en la persona del acreedor no se
requiere mora (por ejemplo, muerte del acreedor).
- Actitud injustificada del acreedor. La justificación debe ser importante. No basta una simple
diferencia entre lo adeudado y lo que se pretende abonar.

Caracteres

- Es un procedimiento formal (judicial o extrajudicial)


- Debe respetar los principios del pago.
- Facultativo para el deudor (basta la constitución den mora para liberarse de los efectos del
incumplimiento – responsabilidad- pero con la sola constitución en mora no se libera de la
consignación.
- Es excepcional.

Consignación judicial

En ocasiones puede ocurrir que el acreedor no quiera o no pueda recibir el pago del deudor, pero
como el deudor tiene, además de la obligación, el derecho de pagar, para evitar la configuración de
incumplimiento o mora, la ley ha establecido un procedimiento especial que es el pago por
consignación, que en la práctica consiste en el depósito judicial de lo debido, sea dinero, la llave de un
departamento, etc.

El arquetipo de la consignación es la variante judicial. El art. 904 del CCyC establece:

Artículo 904. Casos en que procede.  El pago por consignación procede cuando:

a) el acreedor fue constituido en mora;

b) existe incertidumbre sobre la persona del acreedor;

c) el deudor no puede realizar un pago seguro y válido por causa que no le es imputable.

El art. 905 del CCyC, establece: “El pago por consignación está sujeto a los mismos requisitos
del pago”. Lo cual tiene lógica debido a que el pago por consignación es un pago, solo que a través de un
procedimiento especial ya que por la vía corriente no se pudo efectivizar y por ello, para que el pago por
consignación sea admitido, debe ser efectuada respetando los principios que gobiernan el pago.

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Es decir, que para que sea válido el pago por consignación, éste debe respetar los principios de
integridad e identidad, porque con ellos se resguarda la exactitud del objeto. Tales principios imponen al
deudor el deber de dar, hacer o no hacer.

Si la deuda es parte líquida y parte ilíquida, basta con consignar la líquida con el reconocimiento
del deber de satisfacer la parte ilíquida ulteriormente.
Cuando la deuda es parte líquida y parte no, el acreedor está obligado a aceptar la consignación
sin poder argumentar que se trata de un pago parcial si se deposita la totalidad de la parte líquida y se
acepta satisfacer la porción restante cuando se practique liquidación de ella.

Principio illiquidis, non fit nora. (cuando existe iliquidez de la deuda no existe mora del acreedor).
Existiendo una disputa entre las partes y estando tal litigio sometido a un pronunciamiento
judicial para determinar la cuantía de las deudas y acreencias de las partes, una obligación accesoria del
acreedor de cancelar la prenda no era exigible hasta que existiera liberación del deudor con el pago exacto
del capital adeudado, o que habría de determinarse en una sentencia judicial que pusiera fin al litigio,
estableciendo qué se debía y cuáles eran las obligaciones de las partes. Hasta tanto, la deuda se hallaba en
un momentáneo estado de iliquidez que hacía que, conceptualmente no pudiera existir mora derivada de
la falta de levantamiento de la prenda.

Artículo 906. Forma. El pago por consignación se rige por las siguientes reglas:

a) si la prestación consiste en una suma de dinero, se requiere su depósito a la orden del juez
interviniente, en el banco que dispongan las normas procesales;

b) si se debe una cosa indeterminada a elección del acreedor y éste es moroso en practicar la
elección, una vez vencido el término del emplazamiento judicial hecho al acreedor, el juez autoriza al
deudor a realizarla;

c) si las cosas debidas no pueden ser conservadas o su custodia origina gastos excesivos, el juez
puede autorizar la venta en subasta, y ordenar el depósito del precio que se obtenga.

De las tres reglas que recepta el artículo, la primera constituye una obviedad y responde al procedimiento
de todo depósito judicial, que no se configura hasta tanto se deposite efectivamente el dinero en una
cuenta judicial, en el banco en que los tribunales de la jurisdicción que se consigne operan, normalmente
el Banco de la Nación Argentina si es un juzgado federal, o el banco de la provincia si es un juzgado
provincial, o el Banco que el Superior tribunal de Justicia haya dispuesto por acordada o la Legislatura
provincial por ley, en caso contrario.

Al nombrar las normas procesales en este inciso, lo hace en sentido equivocado debido a que ese tipo de
detalle lo establecen leyes provinciales o bien, acordadas del Tribunal Superior de Justicia.
El inc. b) establece la fijación de un plazo para realizar la elección, en caso de aquellas obligaciones que
tienen inicialmente más de un objeto, como las obligaciones alternativas. En estos casos, si el acreedor es
moroso en practicar dicha elección, se le confiere un plazo para efectivizarla, el que obviamente le debe
ser notificado debidamente, con los resguardos de un traslado de demanda, ya que normalmente se le
fijará plazo en la providencia que despache la demanda de consignación, notificándole la providencia, que
suele ser compleja, al estar compuesta de una serie de detalles formales como “por presentado, parte, con
domicilio real denunciado y constituido el procesal. Por promovida demanda de consignación, la que se
notificará al demandado en la forma de estilo, confiriéndole un plazo de… para contestarla y estar a
derecho”.
A estos despachos rituales de demanda, que recién se suscriben cuando se han satisfecho todos los
requisitos formales y económicos de la presentación (requisitos procesales de toda demanda y pago de
tasa de justicia, de bono contribución, etc.), se suma en este caso la concesión de un plazo, que
normalmente coincidirá con el plazo para contestar el traslado de demanda. Una vez vencido el término
de emplazamiento judicial hecho por el acreedor, eligiendo una de las posibles obligaciones a satisfacer

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por el deudor, el Juez autorizará a éste a realizar dicha elección, perdiendo el acreedor el derecho de
hacerlo en el futuro, ya que la comunicación de su elección al deudor o al juez, con posterioridad al
vencimiento de plazo concedido, será considerada tardía y, por ende, jurídicamente inadmisible.

Por último, el inc. c) del art. 906 establece que: “si las cosas no pueden ser conservadas o su custodia
origina gastos excesivos, el juez puede autorizar la venta en subasta, y ordenar el depósito del
precio que se obtenga”.
Consagra una regulación para el caso de que la conservación de cosas dadas en depósito o
vendidas y no retiradas por el comprador o que, por cualquier otra causa, se hallaren en poder de quien no
fuera su dueño, se hiciera excesivamente onerosa o peligrase su propia conservación. En cualquiera de
estos casos, el juez podrá autorizar la venta en subasta de dichos efectos, procediendo luego a depositar el
precio que se obtenga en cuenta judicial a nombre de los autos respectivos, y a disposición del
demandado.

Artículo 907. Efectos

- La consignación judicial, no impugnada por el acreedor, o declarada válida por reunir los
requisitos del pago, extingue la deuda desde el día en que se notifica la demanda.

- Si la consignación es defectuosa, y el deudor subsana ulteriormente sus defectos, la extinción de


la deuda se produce desde la fecha de notificación de la sentencia que la admite.

Establece el efecto de la consignación admitida o exitosa que es fundamentalmente la extinción de la


obligación.
Ahora bien, existe una notoria contradicción entre el art. 907 y el 904, inc. a) del CCyC: si el acreedor
fue constituido en mor a (art 904, inc a del CCyC), la extinción de la obligación, una vez triunfante la
consignación, debía tener efectos desde la mora. De otro modo, quien se halla en mora, podría reclamar
accesorios entre la fecha de su constitución en mora y de la notificación de la demanda, lo que es un
dislate.
Si se piensa que la mayoría de los casos de consignación se inician para montar la mora del acreedor
y que el acreedor que cae en mora puede tratarse de un sujeto amañando, hábil declarante, habilidoso para
frustrar notificaciones judiciales, se comprenderá que lo que aquí afirmamos no es un matiz o una
sutileza, sino que puede dar lugar a diversos abusos o aprovechamientos.
Sin embargo, el legislador del CCyC no ha tenido en cuenta esta contradicción y ha otorgado efectos
a la notificación de la demanda, en todos los casos, como hito a partir del cual una consignación
triunfante adquiere efetos, lo que es incorrecto, como se viera.

El art. 908 establece:


“El deudor moroso puede consignar la prestación debida con los accesorios devengados
hasta el día de la consignación”.

Este artículo consagra un supuesto de purga de la mora por el deudor, la mora es una situación
temporal, no permanente. Cuando la situación de incumplimiento se torna permanente, deja de estarse
conceptualmente frente a un supuesto de moda, y se pasa a otro estadio que es el incumplimiento perenne
o definitivo.

Como la mora es un estadio temporal, puede purgarse y una de las formas de hacerlo es que el
deudor, que se encuentra en mora, le pague al acreedor si éste acepta, la deuda normalmente, con sus
accesorios hasta el día del pago o, en caso de no aceptarlo privadamente el acreedor, se presente el deudor
en tribunales ante esa negativa y consigne el principal con sus accesorios completos, lo que dejará al
acreedor sin argumentos para rechazar el pago, ya que éste ha sido exacto o completo.

Por último, el art. 909 establece:

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“El deudor tiene derecho a desistir de la consignación antes de que la acepte el acreedor o
de que haya sido declarada válida. Con posterioridad sólo puede desistir con la conformidad
expresa el acreedor, quien en ese caso pierde la acción contra los codeudores, los garantes y los
fiadores”.

LA CONSIGNACIÓN EXTRAJUDICIAL
Modificaciones respecto del régimen anterior:
- Se incorpora la consignación extrajudicial.
- Permite al deudor moroso consignar.
- Define a partir de cuándo surte efecto el pago (Consignación no impugnada al día de notificación
de la demanda, y la impugnada y defectuosa, al día de notificación de la sentencia que la admite)

El art. 910. Del CCyC establece: “Sin perjuicio de las disposiciones del parágrafo 1º, el
deudor de una suma de dinero puede optar por el trámite de la consignación extrajudicial. A tal fin,
debe depositar la suma adeudada ante un escribano de registro a nombre y a disposición del
acreedor, cumpliendo con los siguientes recaudos:

a) Notificar previamente al acreedor, en forma fehaciente, del día, la hora y el lugar en que
será efectuado el depósito;
b) Efectuar el depósito de la suma debida con más los intereses devengados hasta el día del
depósito; este depósito debe ser notificado fehacientemente al acreedor por el escribano
dentro de las cuarenta y ocho horas hábiles de realizado, si es imposible practicar la
notificación, el deudor debe consignar judicialmente.

La primera diferencia entre ambas formas de consignación radica en que la consignación judicial
es útil y viable para depositar judicialmente cualquier efecto, sea dinero, llaves, documentación,
mercaderías, etc. (art 906 CCyC). En cambio, la variante extrajudicial de la consignación acota su ámbito
de aplicación a las obligaciones de dar sumas en dinero (art- 910 CCyC).
La norma exige dos notificaciones: 1) la primera previa al depósito, informando un hecho
futuro que es la fecha, día, hora y lugar del depósito: 2) la segunda es la del depósito efectivo.

Artículo 911 del CCyC. Establece: “Una vez notificado del depósito, dentro del quinto día hábil de
notificado el acreedor tiene derecho a:
a) Aceptar el procedimiento y retirar el depósito, estando a cargo del deudor el pago de los
gastos y honorarios del escribano.
b) Rechazar el procedimiento y retirar el depósito, estando a cargo del acreedor el pago de los
gastos y honorarios del escribano.
c) Rechazar el procedimiento y el depósito, o no expedirse. En ambos casos el deudor puede
disponer de la suma depositada para consignarla judicialmente.

Esta norma fija un plazo de cinco días para emplazar al acreedor a pronunciarse sobre el depósito que
se le somete a consideración, una vez que se le notifica sobre su existencia y cuantía. El plazo de cinco
días es, en general razonable y suficiente a los efectos de que el acreedor notificado medite acerca del
depósito que se le pone a disposición, eventualmente se asesore con un abogado, en caso de considerarlo
oportuno y conveniente, y no tome medidas apresuradas pero tampoco dilate en demasía la definición del
tópico para no tener expectante al deudor, sin poder ni retirar la suma ni concurrir a tribunales o
simplemente emplearla en otra finalidad, ya que la consignación es facultativa y bien puede el deudor,
con un acreedor en mora, limitarse a aguardar que éste actúe.
Dentro de ese plazo de cinco días hábiles de notificado, el acreedor tiene que expedirse, para hacerlo
válidamente, en cualquier caso, decida lo que decida, el acreedor, los gastos y honorarios del escribano
estarán a cargo del deudor.
Los incisos a) y b), del artículo dicen que el deudor cargará con los gastos, pero nada dice sobre los
gastos en el inciso c), ante el caso de que el acreedor rechazare el procedimiento y el depósito, o no se
expidiera. Pero es obvio que, en ese caso, el acreedor no puede estar en peor situación que las dos

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primeras opciones, por lo que en cualquier caso, los gastos y honorarios del escribano estarán a cargo del
deudor consignante.

El artículo 912 del CCyC. Derechos del acreedor que retira el depósito.
“Si el acreedor retira lo depositado y rechaza el pago, puede reclamar judicialmente un
importe mayor o considerarlo insuficiente, o exigir la repetición de lo pagado por gastos y
honorarios por considerar que no se encontraba en mora, o ambas cosas. En el recibo puede hacer
reserva de su derecho, caso contrario se considera que el pago es liberatorio desde el día del
depósito. Para demandar tiene un término de caducidad de treinta días computados a partir del
recibo con reserva”.

Solamente en un caso, el acreedor que retira de una escribanía un depósito no puede reclamar al
deudor consignante un monto mayor en tribunales.

En el supuesto del Inc. a) del art. 911 del CCyC, es decir, cuando el acreedor aceptare el
procedimiento de consignación y retirase el depósito par su disposición.
En este supuesto, la aceptación del procedimiento y el retiro de la suma consignada lleva
aparejada la conformidad del acreedor con la extinción de la deuda y con la liberación del deudor, a quien
no podrá reclamarle más nada con relación a la deuda soluta a través de esta peculiar consignación.

En cambio, en cualquiera de las otras variantes u opciones del art. 911 del CCyC, el acreedor es
libre de reclamar en sede judicial lo que crea conveniente a sus intereses.

ART. 913 del CCyC. impedimentos


“No se puede acudir al procedimiento previsto en este parágrafo si antes del depósito, el
acreedor optó por la resolución del contrato o demandó el cumplimiento de la obligación”.

Esto resulta lógico porque el escribano es un simple fedatario, que no tiene potestades
jurisdiccionales. Y ante la resolución del contrato o la demanda de cumplimiento, claramente, el asunto
debe tramitarse judicialmente, pues habiendo cuestiones jurídicas a dilucidar el magistrado es el único
con potestad para decidir el derecho y dar a cada uno lo que le corresponde.

ARTICULO 907.- Efectos. La consignación judicial, no impugnada por el acreedor, o declarada válida
por reunir los requisitos del pago, extingue la deuda desde el día en que se notifica la demanda.

Si la consignación es defectuosa, y el deudor subsana ulteriormente sus defectos, la extinción de la deuda


se produce desde la fecha de notificación de la sentencia que la admite.

ARTICULO 908.- Deudor moroso. El deudor moroso puede consignar la prestación debida con los
accesorios devengados hasta el día de la consignación.

ARTICULO 909.- Desistimiento. El deudor tiene derecho a desistir de la consignación antes de que la
acepte el acreedor o de que haya sido declarada válida. Con posterioridad sólo puede desistir con la
conformidad expresa del acreedor, quien en ese caso pierde la acción contra los codeudores, los garantes
y los fiadores.

E) Incumplimiento y ejecución forzada especifica. Compulsión personal: prisión por deudas.


Multas civiles. Concepto. Multas legales, convencionales y judiciales.

Compulsión personal. Un mecanismo para vencer la resistencia del deudor es su compulsión personal.
Se hace efectiva, según los sistemas y las épocas, a través de dos vías fundamentales: la prisión por
deudas y el CONTEMPT OF COURT, en el derecho anglosajón.

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a) Prisión por deudas. Es el caso en que el deudor, por la sola circunstancia de serlo, puede ser
sometido a prisión. Históricamente tuvo gran difusión; es de advertir que la prisión por deudas,
consiguientemente, coexistió durante cierto tiempo con la vigencia del Código Civil.
En la actualidad, la tendencia universal es adversa a la prisión por deudas, una excepción se da,
sin embargo en la Ordenanza Procesal alemana, que autoriza a los jueces a aplicarla, a pedido del
acreedor, a ciertos deudores. Entre nosotros, la prisión de un deudor tiene causa en haber
cometido un delito penal y no en la mera circunstancia del deudor.

Conforme a lo dispuesto en el artículo 75 inc. 22 de la CN tras la reforma de 1994, la prisión por


deudas no podría ser restablecida en Argentina: Declaración Americana de los Derechos y
Deberes del Hombre (art. XXV); Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San
José de Costa Rica, en su art. 7.7) Pacto internacional de Derechos Civiles y Políticos (Art. 11.

b) Contempt of Court. Es un instituto propio del Derecho anglosajón, que sanciona la


desobediencia de los jueces. Cuando un juez manda al deudor que pague, y éste no lo hace, se
produce su desobediencia o menosprecio al tribunal (contempt of Court) que genera una sanción
disciplinaria de prisión.

Multas civiles. Las multas civiles constituyen una especie de las poco frecuentes sanciones civiles
represivas o retributivas. Se clasifican en:
- Legales. Son las dispuestas por la ley, ej. En el caso en que sancionan con porcentajes del valor
en aduana de las mercaderías cuando no es presentada la solicitud de destinación, o en caso de no
arribar el transporte autorizado en el plazo fijado.
- Convencionales. Se las pacta mediante la cláusula penal.
- Judiciales. Son los que establece el art. 622 del CC, el 768 y 769 del CCyC.

ARTICULO 768.- Intereses moratorios. A partir de su mora el deudor debe los intereses
correspondientes. La tasa se determina:

a) por lo que acuerden las partes;

b) por lo que dispongan las leyes especiales;

c) en subsidio, por tasas que se fijen según las reglamentaciones del Banco Central.

ARTICULO 769.- Intereses punitorios. Los intereses punitorios convencionales se rigen por las normas
que regulan la cláusula penal.

Visión actual del sistema argentino. Las sanciones obran para motivar al sujeto alentándolo a respetar la
regla jurídica, como una presión psíquica que lo encamina a obrar según las pautas que señala el Derecho.
Cuando el deudor no escucha dicho imperativo ético de cumplir la prestación debida, lo motiva con la
amenaza de sanciones y, en su caso, se las aplica: la suavidad de las sanciones y, sobre todo, su tardía o
indecisa aplicación deja elementos activos de mayor virulencia, que hacen burla de la ley cuyas pautas no
acatan.
Una serie de dispositivos ha modificado el sistema jurídico en lo que concierne a la cuestión. Por
lo pronto, el Código Procesal da lugar a las multas recién indicadas, que reprimen la inconducta procesal:
en el procedimiento civil, el juez puede permanecer como un espectador indiferente que contemple
impasible el torneo que sostienen las partes en juicio, o intervenir directamente en su pilotaje: en el
primer caso, el procedimiento se denomina dispositivo y en el segundo inquisitivo, lo que se denota no
sólo por dichas multas, sino también por la precisa regulación de las astreintes.
El Código Penal, por último introdujo una importante figura que es el desbaratamiento de
derechos acordados. Cubriendo un área que quedaba fuera del estelionato. Incrimina diversas
situaciones, por ejemplo, la firma de varios boletos sucesivos relativos al mismo inmueble, la hipoteca en
bloque del edificio, o la locación de una unidad, después de haber sido suscripto el boleto, etc.

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Se incriminó también la insolvencia fraudulenta, sancionando a alguien quien durante el curso de


un proceso, o después de una sentencia condenatoria, frustrare, maliciosa o fraudulentamente, el
cumplimiento de su obligación.

Ejecución Forzada. Concepto. Limitaciones en las obligaciones de dar, de hacer y de no hacer.

Como el acreedor está impedido de hacerse justicia por mano propia, por ello el ordenamiento lo
autoriza a emplear los medios legales a fin de que el deudor procure aquello a que está obligado.

ARTICULO 777.- Ejecución forzada. El incumplimiento imputable de la prestación le da derecho al


acreedor a:

a) exigir el cumplimiento específico;

b) hacerlo cumplir por terceros a costa del deudor;

c) reclamar los daños y perjuicios.

Limitaciones a la ejecución forzada. La ejecución forzada sólo es posible cuando se cumplen tres
requisitos con relación a la cosa debida.
1- Debe existir
2- Debe estar en el patrimonio del deudor.
3- El deudor debe tener la posición de la cosa, en tal situación, si bien el deudor es dueño, y la cosa
está en su patrimonio, hay un tercero que la posee, el cual no puede ser desposeído por el
acreedor de aquel sin ventilar en juicio quien tiene mejor derecho.

La ejecución forzada cabe tanto en las obligaciones de hacer como en las de no hacer, pero los
poderes del acreedor tienen una valla infranqueable en la prohibición de violentar a la persona del deudor.
Si no se ejerce tal violencia, la ejecución forzada se realiza sin inconvenientes: se puede constreñir al
deudor de un hacer mediante astreintes. Es dable clausurar un comercio instalado por el deudor no
obstante la obligación contraída de no instalarlo; etc. Por el contrario, en las obligaciones de dar, cuando
la ejecución forzada es viable por concurrir los requisitos expresados, no hay impedimentos en el
ejercicio de violencia personal: es el caso del desalojo por la fuerza pública del inquilino obligado a dar
para restituir al dueño.

2. Cumplimiento por tercero. Concepto. Régimen legal.

El inc. b) del art. 730 del CCyC confiere al acreedor el derecho de hacerse procurar la prestación por
otro, a costa del deudor.

Régimen. La propia naturaleza de las cosas determina que la ejecución por otro sea inconcebible en
algunas hipótesis:
1. En las obligaciones de dar cosas ciertas, porque al estar determinadas desde el nacimiento de la
obligación, sólo el deudor puede darlas: hay que hacer salvedad, de que la obligación de dar una
cosa cierta fabricada en serie, o que sea ajena, si el dueño de ésta la entrega al acreedor;
2. En las obligaciones de hacer intuito personae.
3. En las obligaciones de no hacer, pues la abstención debida es personal del deudor. Con todo,
puede intervenir un tercero si el acreedor exige que se destruya lo hecho, o que se le autorice para
destruirlo a costa del deudor.

La autorización judicial. En principio y, toda vez que la justicia por mano propia está excluida, el
acreedor debe obtener autorización judicial para hacer efectiva la ejecución pro otro. Dicha autorización

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se requiere mediante un mecanismo sencillo: una audiencia que es celebrada con quienquiera de los
interesados concurra y en la que debe producirse toda la prueba.

Si promedia urgencia, el acreedor está eximido de requerir tal autorización: más aún, deberá
prescindir directamente de ella, si, con la demora agrava innecesariamente los daños. Es el caso de quien
contrata un automóvil de remise para llevarlo al aeropuerto: si el automóvil no llega a la hora indicada,
antes que perder el avión debe procurar ser llevado por otro vehículo y, luego, discutir lo relativo a aquel
incumplimiento.

Con todo hay diferencias entre el caso en que se requiere autorización judicial y aquel en que se
prescinde de ella.
1. Cuando existe autorización judicial, el acreedor tiene derecho a reclamar al deudor todo lo
que ha invertido (reembolso) pues el juez, al darle la autorización, lo ha facultado a invertir
hasta cierta suma que constituye el tope de dicha pretensión. Por ejemplo, lo autorizó a hacer
pintar la casa por un tercero y a gastar hasta $20.000, puede reclamar lo invertido hasta el tipo
de $20.000.
2. Si no hay autorización judicial, únicamente puede pretender lo que invirtió si ello es justo
(reintegro). Por ejemplo: en el mismo supuesto anterior, el gastó efectivamente $20.000, en el
juicio contra el deudor debe acreditar que la inversión es ajustada a Derecho, es decir, que no
gastó de más.

Caso del boleto de compraventa. El art. 512 del Código Procesal Civil y Comercial prevé que la
sentencia que condene “al otorgamiento de escritura pública, contendrá el apercibimiento de que, si el
obligado no cumpliere dentro del plazo fijado, el juez la suscribirá por él y a su costa”.
Es un ejemplo de ejecución con intervención de un tercero que, en el caso, es el juez como órgano
estatal que coadyuva a la satisfacción específica del acreedor.

3. Ejecución forzada colectiva. Concepto. Caracteres. Efectos. Privilegios.

En los casos en que el deudor deja de cumplir una obligación con su acreedor, éste tiene diversas
alternativas para hacer valer sus pretensiones, la principal de ellas es normalmente, que un tribunal
declare su derecho y haga efectiva la sentencia en forma compulsiva sobre los bienes del deudor.

Esta es la ejecución forzada individual que tiene como presupuesto el incumplimiento voluntario
y de alcance individual en cuanto a los créditos insatisfechos.

En cambio, el incumplimiento de obligaciones puede revelar, en ocasiones, un estado de


insolvencia global de un patrimonio, o sea, una situación económica financiera compleja que se traduce
en imposibilidad de cumplir regularmente el conjunto de obligaciones, lo que constituye el “estado de
cesación de pagos” (sinónimo de estado de insolvencia), que es supuesto de los procesos universales de la
ley 24.522: el concurso preventivo y la quiebra.

Estos son procesos de carácter colectivo que comprenden a la totalidad de acreedores del deudor
y a todo su patrimonio.

Caracteres

a) Universalidad. Ya que comprometen la totalidad del patrimonio del deudor.


b) Oficiosidad. El impulso de los procedimientos está a cargo del tribunal.
c) Igualdad. Se conoce como principio de la PAR CONDITIO CREDITORUM. Todos los
acreedores, salvo los munidos de causa legal de preferencia, deben soportar en forma
equitativa y a prorrata las pérdidas que normalmente los procesos falenciales suponen.

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d) Colectividad. Estos procesos se desarrollan en beneficios de la totalidad de los acreedores y


no de alguno determinado, como en la ejecución individual.
e) Tutela del crédito. La tutela del crédito es un principio consagrado especialmente por el
régimen concursal. Apunta a la posibilidad conferida a los acreedores de obtener dentro del
proceso concursal la satisfacción del crédito insinuado, en la mayor proporción posible.
f) Mantenimiento de la empresa en marcha. Es otro de los principios del proceso concursal.
Tiende a resguardar la marcha del establecimiento en crisis, como actividad útil para la
comunidad y generadora de empleo.
El concurso produce la atracción de todas las ejecuciones y reclamos realizados contra el
deudor concursado para evitar que la toma de medidas por parte de diversos jueces ponga en
mayor riesgo la continuidad de la empresa, a la par de que evite que algunos acreedores
expertos y bien asesorados tomen ventaja sobre otros de condición más humilde, cuando los
trabajadores o pequeños acreedores, que podrían salir perjudicados.

F) Astreintes. Concepto. Naturaleza jurídica. Fundamento. Régimen legal. Caracteres. Las


astreintes y la indemnización: la cuestión de la acumulabilidad.

ASTREINTES o VUELTA DE TUERCA


Las astreintes, no son una pena civil, por cuanto ésta es una sanción de carácter fijo y definitivo,
tampoco tienen una función resarcitoria, dado que en la indemnización por daños y perjuicios se fijan
definitivamente los daños sufridos, mientras que las astreintes son provisorias y se estableen sin tener en
cuenta el daño que sufre el acreedor. Las astreintes se presentan como una facultad de los jueces (art. 37
CPN) para compeler a las partes ante el incumplimiento de un decreto judicial, buscando con ello el
respeto de sus mandas.

Las astreintes, que son llamadas multas conminatorias, peor que en nuestro país se ha mantenido
la denominación de su lugar de génesis.
Las astreintes tienen dos funciones fundamentales:
1- La función conminatoria. Surge de la decisión judicial, mediante la cual se impone una condena
pecuniaria a quien no cumple una orden impartida por el magistrado en uso de sus facultades.
2- La función sancionatoria. Se da en el supuesto de que el obligado, pese a la conminación, no
efectivice su deber jurídico, ya no existe mera coacción psicológica sino estricta pena, traducida
en la directa aplicación de lo que hasta ese momento constituyó solo una amenaza.

Las astreintes, son un medio de tutela, de protección o defensa de un derecho reconocido


jurídicamente. Constituyen un medio, facultad o herramienta que el derecho ha instrumentado para
posibilitar y asegurar la eficacia del crédito. Y, dentro de ese instrumental, ostentan un carácter
meramente excepcional.

Las astreintes, son condenaciones conminatorias de carácter pecuniario que los jueces pueden
aplicar a quien no cumple una obligación que le fuera impuesta en una resolución judicial, estando
en condiciones de cumplirla, perdurando la vigencia de la conminación mientras no cese el
incumplimiento, pudiendo aumentarse o disminuirse la misma, si no resulta eficaz, y pudiendo
también ser dejada sin efecto.

Naturaleza jurídica. Constituyen un medio de compulsión del deudor. Dicha concepción excluye que se
trate:
1. de una multa civil, porque tal sanción se aplica a una conducta ya obrada, y la astreinte persigue
que, en lo futuro, el deudor deje de resistir el cumplimiento de sus deberes; y
2. de una indemnización de daños.

Fundamento. La posibilidad de compeler pecuniariamente al sujeto pasivo de un deber jurídico que no lo


cumple tiene fundamento en poderes implícitos de los jueces. Uno de los aspectos de la actuación judicial
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es la ejecución de las resoluciones, y, a tal fin, es idóneo el empleo de mecanismos como el descripto. Así
lo han entendido en el extranjero, y entre nosotros, los tribunales que aplicaron astreintes cuando se
carecía de textos expresos que les dieran lugar.

El área de aplicación de las astreintes, es más amplia que la correspondiente a las obligaciones: pueden
ser impuestas en relación con cualquier clase de deberes jurídicos que motiven una resolución judicial, y
no solo respecto de los deberes obligacionales. Por ello es muy común su vigencia en el área del Derecho
de familia.
Régimen legal
Los códigos Civil y Procesal. El artículo 666 bis del Código civil, disponía “los jueces podrán
imponer en beneficio del titular del derecho, condenaciones conminatorias de carácter pecuniario a
quienes no cumplieron deberes jurídicos impuestos en una resolución judicial. Las condenas se
graduarán en proporción al caudal económico de quien deba satisfacerlas y podrán ser dejadas sin
efecto o reajustadas si aquél desiste de su resistencia y justifica total o parcialmente su proceder”.

Actualmente, ello se recepta en el artículo 804 del CCyC.

ARTICULO 804.- Sanciones conminatorias. Los jueces pueden imponer en beneficio del titular del
derecho, condenaciones conminatorias de carácter pecuniario a quienes no cumplen deberes jurídicos
impuestos en una resolución judicial. Las condenas se deben graduar en proporción al caudal económico
de quien debe satisfacerlas y pueden ser dejadas sin efecto o reajustadas si aquél desiste de su resistencia
y justifica total o parcialmente su proceder.

La observancia de los mandatos judiciales impartidos a las autoridades públicas se rige por las normas
propias del derecho administrativo.

El Artículo 37 del Código Procesal Civil y Comercial establece: “Los jueces y tribunales
podrán imponer sanciones pecuniarias compulsivas y progresivas tendientes a que las partes
cumplan sus mandatos, cuyo importe será a favor del litigante perjudicado por el incumplimiento.
Podrán aplicarse sanciones conminatorias a terceros, en los casos en que la ley lo establece.
Las condenas se graduarán en proporción al caudal económico de quien deba satisfacerlas y
podrán ser dejadas sin efecto, o ser objeto de reajuste, si aquel desiste de su resistencia y justifica
total o parcialmente su proceder.

Caracteres. Enunciado y análisis.


1. Discrecionales. Toda vez que los jueces tienen la facultad de imponerlas o no, según las
circunstancias y, aun, pueden dejarlas sin efecto o reajustarlas. Además, las gradúan de acuerdo
con el caudal económico del obligado a satisfacerlas, pues, obviamente, una misma suma no
incide por igual en un rico que en quien no lo es.
2. Provisionales. Esto es, no definitivas, si se dan dos requisitos: a) el deudor desiste de su
resistencia, es decir que cumple, y b) justifica su proceder, total o parcialmente.
3. Conminatorias. Lo cual denota su propia finalidad de vencer la resistencia del deudor
recalcitrante, mediante el incentivo económico. No son indemnizatorias.
4. Pecuniarias, pues sólo pueden consistir en dinero.
5. Ejecutables, lo cual es una derivación de su propia naturaleza; el acreedor debe poder, en
determinado momento, liquidar la deuda por astreintes y ejecutarla, pues de otro modo, tal
imposición sería ilusoria; de lo contario, el deudor reticente podría sentir que sólo se lo amenaza
con un sable de utilería. La ejecutabilidad tiene apoyo también en el art. 500, inc. 2º del Código
procesal Civil y Comercial (ejecución de multas procesales).
6. Pronunciables a favor del acreedor y a su pedido. Lo primero surge de la ley, lo segundo es
una derivación de ello mismo: no se podría imponer al acreedor la titularidad de otro crédito
anexo por astreintes, si no lo peticiona concretamente.
7. Aplicables al deudor o a un tercero. (art. 37 del Código Procesal Civil y Comercial).

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Punto de Partida. Las astreintes rigen sólo si la resolución judicial que las impone está ejecutoriada, o
sea, si no existe contra ella recurso procesal alguno.
Sin embargo, si la imposición de astreintes por el juez de primera instancia fue efectuada para regir a
partir de la notificación de la resolución respectiva, por aplicación de los principios generales debe
computarse desde dicha notificación, una vez que el tribunal de alzada confirma el pronunciamiento de
primera instancia.

Cesación. Las astreintes cesan, por vía principal, cuando el deudor las paga, o cuando son dejadas sin
efecto. Y, por vía accesoria cuando se extingue la obligación en razón de la cual fueron impuestas o el
acreedor recibe lo debido sin hacer reserva a cerca de las astreintes.

UNIDAD VI: PROTECCIÓN DEL CRÉDITO

A) El patrimonio como garantía común de los acreedores.


1. Concepto. Alcances. Limitaciones: a) Objetivas: bienes excluidos. Caso del fideicomiso b)
Subjetivas: clausulas limitativas y eximentes de responsabilidad. Distintas clases de acreedores.
Puede decirse que el PATRIMONIO es el conjunto de bienes de una persona, una vez deducidas
las deudas.
Es un principio indiscutido en derecho civil que patrimonio de una persona constituye la prenda
común de sus acreedores en el sentido de que sus bienes están afectados y responden por las deudas
contraídas por él.
Esto se encuentra así regulado en la Sección 3º, Cap. 2º, Título I, Libro 3º del CCyC en los arts.
743 a 745.

Los bienes del deudor constituyen la prenda común de los acreedores. Lo que significa que el deudor
responde de sus obligaciones con sus bienes.

Este principio significa que todos los bienes que integran el patrimonio tanto las cosas muebles,
como los inmuebles, responden por el cumplimiento de las obligaciones que tiene a su cargo el deudor. Si
el deudor no cumplo, los acreedores tienen derecho a ejecutar esos bienes, y cobrarse con su producido.

Fundamento. El fundamento de este principio, consiste en dos presunciones:

El que se obliga compromete lo suyo; y al contratar, el acreedor calcula la responsabilidad


patrimonial del deudor. Esta garantía sería ilusoria si el deudor incumple y sus derechos, de nada servirían
si no le proporcionaran, cuando la ocasión lo requiriera, los medios de conservar en el patrimonio de su
deudor, para realizarlos después, los valores que sirven como prenda o garantía. De allí que las leyes, la
doctrina y la jurisprudencia conciertan en que esta garantía colectiva conforma una serie de atributos que
permiten al acreedor salvaguardar el porvenir y superar la resistencia, la mala voluntad del deudor
solvente. En tanto, el patrimonio como prenda común de los acreedores es un concepto abstracto que se
materializa cuando se incumple la obligación. Sobre todo el embargo y, luego la ejecución, patentizan
cómo se concreta el principio.
Lo característico de esta “prenda o garantía” es que aun cuando los bienes responden por todas las
deudas, el deudor no se ve privado de la libertad de disponer de ellos en tanto no se inicie el juicio de
ejecución y no se trabe embargo o inhibición.

El principio de la garantía patrimonial por las deudas está expresamente contemplado en


algunos códigos, por ejemplo, en los arts. 2092 y 2093 del Código de Napoleón, el art. 911 del
Código español, pero no fue explicitado en el Código de Vélez, aunque surgía fácilmente de una
construcción elaborada sobre la base de sus arts. 505, 3875, 3876, 3922, etc. El CCyC vino a llenar
ese vacío en los arts. 743 a 745 y especialmente el 242).

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La idea de patrimonio es la de una universalidad de bienes, una masa o conjunto que puede variar
en el tiempo, y por ello la función de esta garantía es naturalmente fluctuante. Esa fluctuación esencial del
patrimonio surge incluso del texto legal expreso en el art. 743 in initio del CCyC, cuando menta a los
“bienes presentes y futuros del deudor”.

Alcance y limitaciones.
Existen casos en que una deuda puede poseer una cobertura incompleta y la responsabilidad por
deudas hallarse limitada a ciertos bienes, quedando protegidos los restantes bienes del deudor de la
ejecución coactiva de la deuda. En dichos casos, existe una limitación de la responsabilidad y una
cobertura incompleta de la deuda.

“El patrimonio como prenda común se excepciona con los privilegios: el derecho dado por
la ley a un acreedor para ser pagado con preferencia a otro…Esta prenda común también se
excepciona cuando algunos de los bienes del deudor son inembargables e inejecutables”.

Limitaciones de la responsabilidad por deudas.


1. No todos sus acreedores están en un pie de igualdad, al existir acreedores con privilegios
de diversa índole, estableciendo la ley un orden de preferencia para el cobro de ciertos
créditos (art. 745 del CCyC).
2. No todos los bienes del deudor responden por sus deudas (art. 744 del CCyC.).
a) Existen bienes excluidos de la garantía por razones humanitarias (las ropas y
muebles de uso indispensable del deudor, de su cónyuge o conviviente y de sus
hijos – art. 744, inc. a del CCyC- los instrumentos necesarios para el ejercicio
personal de la profesión, arte u oficio del deudor – art. 744, inc. b) del CCyC.

En forma excepcional el legislador ha sustraído ciertos bienes de esta ejecutabilidad y


embargabilidad generalizada, con fundamento principalmente, en el respeto de la persona humana y el
sustrato de corte solidarista que preside la sociedad moderna.
La finalidad de tal medida de política legislativa ha sido evitar la indigencia de aquél,
preservando los elementos necesarios para vivir decorosamente y los que puedan resultar imprescindibles
para su profesión u oficio.

Muebles de uso indispensable:


Alude a aquellos de lo que no se puede prescindir en un hogar, y todos los muebles, sino a los
que, faltando, impidan el normal desenvolvimiento familiar.
Se ha excluido entonces a los sillones cama, el freezer, la heladera, el aparador, el juego de
comedor, el modular, la cómoda, el juego de living, el lavarropas, las cortinas, el calefactor, la máquina
de coser, el ventilador, las lámparas de pie, el perchero.

Muebles que no son de uso indispensable. (que son embargables).


Las arañas de iluminación y los veladores de bronce labrado, la videocasetera, el espejo, una
mesada de mármol, una mesa ratona, una cortadora de césped, una calculadora electrónica, un jurgo de
living de características lujosa, dos sillones de un cuerpo, el secarropa, el equipo de audio, los
acondicionadores de aire, un escritorio y una biblioteca, la lustradora y aspiradoras eléctricas, una
guitarra, una máquina de escribir.

Situación del televisor frente al embargo.


a) En numerosos fallos se ha declarado embargable el televisor
b) En otros fallos se ha considerado inembargable el televisor, expresándose que el
televisor es un bien importante de difusión de cultura, información,
entretenimiento y expansión, que se entiende comprendido en la norma de
inembargabilidad. Lo cual es acertado, salvo el caso de pluralidad de televisores.

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Instrumentos necesarios para el ejercicio de la profesión, arte u oficio. Aquí, se consagra una norma
destinada a proteger el trabajo individual a fin de que el deudor obtenga sustento, por lo tanto, sólo
resultan comprendidos los implementos, herramientas y útiles manuales de trabajo indispensables,
quedando excluidas las instalaciones, maquinarias o instrumental mecánico que importan una
acumulación de capital.

Sumas dinerarias. Existen también sumas dinerarias que la ley ha declarado inembargables, como
diversas indemnizaciones de carácter personalísimo como indemnizaciones por daños corporales o por
muerte de un familiar, etc., el sueldo de ciertas personas (empleados públicos) jubilaciones, pensiones etc.
En algunos casos se ha declarado la inembargabilidad y en otros la embargabilidad reducida a un
porcentaje de los beneficios previsionales y de los sueldos de empleados públicos.

El CCyC ha declarado inembargables a las indemnizaciones que corresponden al deudor por daño
moral y por daño material derivado de lesiones a su integridad psicofísica (art. 744, inc. f), y a la
indemnización por alimentos que corresponde al cónyuge, al conviviente y a los hijos con derecho
alimentario, en caso de homicidio (art. 744, inc. g).

ARTICULO 1680.- Fideicomiso en garantía. Si el fideicomiso se constituye con fines de garantía, el


fiduciario puede aplicar las sumas de dinero que ingresen al patrimonio, incluso por cobro judicial o
extrajudicial de los créditos o derechos fideicomitidos, al pago de los créditos garantizados. Respecto de
otros bienes, para ser aplicados a la garantía el fiduciario puede disponer de ellos según lo dispuesto en el
contrato y, en defecto de convención, en forma privada o judicial, asegurando un mecanismo que procure
obtener el mayor valor posible de los bienes.

ARTICULO 1686.- Acción por acreedores. Los bienes fideicomitidos quedan exentos de la acción
singular o colectiva de los acreedores del fiduciario. Tampoco pueden agredir los bienes fideicomitidos
los acreedores del fiduciante, quedando a salvo las acciones por fraude y de ineficacia concursal. Los
acreedores del beneficiario y del fideicomisario pueden subrogarse en los derechos de su deudor.

ARTICULO 1687.- Deudas. Liquidación. Los bienes del fiduciario no responden por las obligaciones
contraídas en la ejecución del fideicomiso, las que sólo son satisfechas con los bienes fideicomitidos.
Tampoco responden por esas obligaciones el fiduciante, el beneficiario ni el fideicomisario, excepto
compromiso expreso de éstos.
Lo dispuesto en este artículo no impide la responsabilidad del fiduciario por aplicación de los
principios generales, si así corresponde.
La insuficiencia de los bienes fideicomitidos para atender a esas obligaciones, no da lugar a la
declaración de su quiebra. En tal supuesto y a falta de otros recursos provistos por el fiduciante o el
beneficiario según previsiones contractuales, procede su liquidación, la que está a cargo del juez
competente, quien debe fijar el procedimiento sobre la base de las normas previstas para concursos y
quiebras, en lo que sea pertinente.

Beneficio de competencia. Obligación a mejor fortuna. Beneficio de litigar sin gastos

Beneficio de la competencia. (art. 892 y 893 CCyC). Es el que se concede a deudores para no pagar más
de lo que está dentro de sus posibilidades. El legislador, a veces, otorga algunas amnistías a ciertas deudas
dando aumento en el plazo no previsto en plazos originales. Éste puede ser general. Por ej. La ley de
emergencia locativa, que se dictó en la época del presidente Alfonsín, que bajaba el porcentaje de
incremento de las locaciones y restringía el desalojo).

Según el art. 893 del CCyC, el acreedor debe conceder este beneficio a:
a) Ascendientes, descendientes y colaterales hasta el segundo grado, que no haya incurrido en
una causal de indignidad. Es una consecuencia del derecho alimentario. La ley otorga el
derecho de utilizar este beneficio a las personas que deben prestar alimentos a quien es a la vez su
acreedor.

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Se requiere la inexistencia de una causal de indignidad, ya que no sería justo que quien hubiere
incurrido en ellas obtenga el beneficio (ej. Art. 2281 delito doloso contra el sucesor, privación de
la responsabilidad parental, maltrato o injurias).
b) Cónyuge o conviviente.
c) Donante para exigir la conación Este beneficio es sólo para exigir el cumplimiento de la
donación efectuada.

- Los beneficiarios están designados taxativamente en la ley por razones humanitarias.


- La carga de la prueba sobre la imposibilidad de cumplimiento regular incumbe al deudor.
- También es un derecho personalísimo e intransferible.
- Debe ser solicitado por el beneficiario.
- Afecta dos aspectos:
1) El monto (lo que buenamente pueda; y
2) El plazo (cuando mejore su fortuna).
- Se aplican las normas del pago a mejor fortuna.

Artículo 2281. Causas de indignidad


Son indignos de suceder:

a) los autores, cómplices o partícipes de delito doloso contra la persona, el honor, la integridad sexual, la libertad o la
propiedad del causante, o de sus descendientes, ascendientes, cónyuge, conviviente o hermanos. Esta causa de indignidad no se
cubre por la extinción de la acción penal ni por la de la pena;

b) los que hayan maltratado gravemente al causante, u ofendido gravemente su memoria;

c) los que hayan acusado o denunciado al causante por un delito penado con prisión o reclusión, excepto que la víctima
del delito sea el acusador, su cónyuge o conviviente, su descendiente, ascendiente o hermano, o haya obrado en cumplimiento de
un deber legal;

d) los que omiten la denuncia de la muerte dolosa del causante, dentro de un mes de ocurrida, excepto que antes de ese
término la justicia proceda en razón de otra denuncia o de oficio. Esta causa de indignidad no alcanza a las personas incapaces ni
con capacidad restringida, ni a los descendientes, ascendientes, cónyuge y hermanos del homicida o de su cómplice;

e) los parientes o el cónyuge que no hayan suministrado al causante los alimentos debidos, o no lo hayan recogido en
establecimiento adecuado si no podía valerse por sí mismo;

f) el padre extramatrimonial que no haya reconocido voluntariamente al causante durante su menor edad;

g) el padre o la madre del causante que haya sido privado de la responsabilidad parental;

h) los que hayan inducido o coartado la voluntad del causante para que otorgue testamento o deje de hacerlo, o lo
modifique, así como los que falsifiquen, alteren, sustraigan, oculten o sustituyan el testamento;

i) los que hayan incurrido en las demás causales de ingratitud que permiten revocar las donaciones.

En todos los supuestos enunciados, basta la prueba de que al indigno le es imputable el hecho lesivo, sin necesidad de
condena penal.

Pago a mejor fortuna

Obligaciones a mejor fortuna (arts. 889 a 891 CCyC). Nunca pueden ser generales, se conceden a una
persona teniendo en cuenta las circunstancias. No es que se la autorice a no pagar, sino que lo hará recién
cuando las circunstancias mejoren. Es una obligación futura e incierta (no imposible).

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- Es una obligación a plazo indeterminado, intuito personae (el beneficio no se transmite a los
herederos, la deuda sí). La mejora de la situación del deudor no constituye una condición para el
pago, pues se estaría supeditando la existencia de la misma y no su cumplimiento.

- No es una obligación de plazo incierto ni tácito, porque están fijadas las circunstancias que
habrán de fijar el plazo (la situación económica del deudor) pero no está determinado
temporalmente.

- No se presume

- La carga probatoria de su existencia pesa sobre el deudor.

- El plazo indeterminado lo fija un juez. Debe tenerse en cuenta la situación económica del deudor.
El juez tiene posibilidades de establecer cuotas para facilitar el cumplimiento (excepción al
principio de integridad del pago).

- La transmisión de la deuda a los herederos sigue el principio general (como pura y simple). Es
uno de los casos de intransmisibilidad de derechos.

ARTICULO 889.- Principio. Las partes pueden acordar que el deudor pague cuando pueda, o mejore de fortuna; en este
supuesto, se aplican las reglas de las obligaciones a plazo indeterminado.

ARTICULO 891.- Muerte del deudor. Se presume que la cláusula de pago a mejor fortuna se establece en beneficio exclusivo del
deudor; la deuda se transmite a los herederos como obligación pura y simple.

BENEFICIO DE LITIGAR SIN GASTOS


El beneficio de litigar sin gastos genera una obligación que participa de los caracteres de los que
contienen la cláusula “a mejor fortuna”. Su exigibilidad se halla sujeta a un hecho futuro eventual como
es el mejoramiento de la fortuna del deudor.
Se trata de una obligación condicional resolutoria. De no cumplirse la condición de la exención,
se convierte, en definitiva, o sea, sólo renace la responsabilidad por el pago de los gastos del proceso si el
interesado mejora de fortuna.
La obtención del beneficio de litigar sin gastos no desplaza la condena en costas. Es que éstas
deben ponderarse y decidirse en razón de lo actuado, y si la parte es merecedora de tal condena, así debe
resolverse, a posteriori, si opera el beneficio citado, porque la imposición de costas genera una obligación
semejante a la de pagar “a mejor fortuna”.
Si bien la legitimada activa detenta beneficio de litigar sin gastos, es cierto que ante el resultado
favorable que obtuviera, se perfila la inminente modificación de estado de pobreza que justificó el
acordado beneficio, encontrándose en estado de mejor fortuna.
Debe evitarse transformar la concesión del beneficio en un privilegio porque esta exención de
responsabilidad a mejor fortuna por las resultas del pleito tutela a una de las partes en la misma medida en
que afecta a la contraria, por razones que no son atribuibles, en principio, a esta última y cuyo interés
resulta igualmente respetable.

DERECHO DE RETENCIÓN. CONCEPTO. RÉGIMEN LEGAL.


Se define al derecho de retención como “una garantía concedida por la ley a ciertos
acreedores, que consiste en la facultad que éstos tienen de retener la cosa del deudor, de que ya se
encuentran en legítima posesión, hasta que sean satisfechos de ciertos créditos relacionados con la
cosa misma”.

El CCyC establece que todo acreedor de una obligación cierta y exigible puede conservar en su
poder la cosa que debe restituir al deudor, hasta el pago de lo que éste le adeude en razón de la cosa.

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Legitimación. Tiene esa facultad sólo quien obtiene la detentación de la cosa por medios que no
fueren ilícitos, y que carece de ella quien la recibe en virtud de una relación contractual a título gratuito,
excepto que sea en el interés del otro contratante 8art. 2587).

A la vez, dispone que toda cosa que esté en el comercio puede ser retenida, siempre que deba
restituirse y sea embargable, según la legislación pertinente.

Naturaleza jurídica. Se han postulado distintos criterios para explicar la esencia de la figura.

a) Derecho real: quienes sustentan esta idea destacan como rasgo esencial que el derecho de
retención siempre supone un vínculo jurídico entre el retenedor y una cosa, siendo aquél oponible
erga omnes.
b) Derecho personal: desde otra posición, teniendo en consideración los antecedentes romanos de
la figura (actio doli), y el interés en oponer la retención hacia el deudor en particular, se juzga
que se trata de un derecho personal.
c) Derecho “sui generis”: En posiciones eclécticas, hay quienes señalan que se trataría de un
derecho de especie singular, por no encontrar un lugar específico dentro de los derechos reales, ni
en los personales.
d) Excepción dilatoria de carácter sustantivo: ciertos autores han destacado la importancia que
tiene este instituto en el proceso judicial, donde cuenta con gran fuerza para la defensa del
crédito, obrando como una excepción procesal aunque regulada por el derecho de fondo
sustantivo.

Requisitos para su ejercicio

1. El retenedor debe ser titular de un crédito exigible contra el titular sobre la cosa.
2. La relación con la cosa debe derivar de una situación posesoria lícita.
3. Recepción de la cosa en base a una relación contractual onerosa. Por ej. Puede ejercer
retención quien detenta una cosa en función de un contrato de comodato, aunque en su
contexto se hubiere generado un crédito a su favor por gastos extraordinarios de
conservación. Distinto sería, si el uso y goce gratuito del inmueble hubiese ocurrido a pedido
del comodante, para resguardar el bien durante sus vacaciones.
4. Debe existir conexidad entre el crédito y la cosa. Significa que el crédito debe haber nacido
por razón de la cosa. Por ejemplo. Ricardo (constructor), tiene un crédito contra Sebastián
(dueño de dos obras que Ricardo construye), por trabajos realizados en el predio menor, no
puede él retener el inmueble más valioso hasta obtener el pago de aquello que se le debe. El
ejercicio de la retención no requiere autorización judicial ni manifestación previa del
retenedor.

Derechos y obligaciones del retenedor.

Los derechos del retenedor Surgen del art. 2590 del CCyC

a) A ejercer todas las acciones de que dispone para la conservación y percepción de su crédito y
las que protegen su posesión o tenencia de la cosa retenida. Por ello, si pierde la posesión contra
su voluntad, por acciones del propietario o de un tercero, podrá ejercer la acción de despojo,
ahora prevista en el art. 2241 y la acción de mantener la tenencia o la posesión.
b) Percibir un canon por el depósito. El retenedor accede a este derecho desde que su intimación
al deudor a pagar y a recibir la cosa obtiene un resultado negativo.

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c) Percibir los frutos naturales de la cosa retenida. La percepción de tales frutos hace a una
facultad del retenedor, no a una obligación. Pero si opta por percibirlos, debe dar aviso al deudor.
En este caso, puede disponer de ellos, debiendo imputar su producido en primer término a los
intereses del crédito y el excedente al capital.

Los deberes del retenedor surgen del art. 2591 del CCyC

a) No usar la cosa retenida, excepto pacto en contrario. Las partes interesadas pueden pactar los
alcances de dicho uso e inclusive acordar el destino de los frutos. Esta regla pone fin a todo
debate previo sobre la posibilidad de utilización de la cosa retenida, debiendo concluirse que en
principio, ésta no debe usarse y que el derecho se limita a detentar y conservar la cosa.
b) Conservar la cosa y efectuar las mejoras necesarias a costa del deudor. El retenedor tiene la
obligación de conservar la cosa, para luego reintegrarla a su dueño en el mismo estado en que la
recibió. Es por ello que aquél está obligado a realizar las mejoras necesarias para evitar su
deterioro o destrucción.
c) Restituir la cosa al concluir la retención y rendir cuentas al deudor de cuanto hubiera
percibido en concepto de frutos.

Derechos y obligaciones del propietario y de terceros acreedores. (EFECTOS)

El derecho de retención no afecta el derecho de propiedad, sólo impide al dueño tener la cosa. Por
ello se ha afirmado que el propietario puede vender la cosa o prometer la constitución de un derecho real
sobre ella.

Además, el propietario puede pedir la sustitución de la retención ofreciendo una garantía


suficiente, conforme al art. 2589 del CCyC.

A su vez, cuando se extingue el crédito principal, el retenedor debe devolver la cosa a su


propietario aplicándose al caso las normas sobre obligaciones de dar para restituir.

El derecho de retención también surte efectos importantes con respecto a los demás acreedores
del dueño de la cosa retenida, previstos en la Ley de Concursos, a la que remite el art. 2592 del CCyC. En
este sentido, los acreedores pueden embargar y subastar la cosa retenida, per éstos deberán pagar o
permitir que el precio o parte de él, lo reciba el retenedor, como supuesto de subrogación real, donde el
dinero viene a sustituir al objeto retenido.

A su vez, lo adeudado al retenedor por razón de la cosa retenida a la fecha de la sentencia de


quiebra, cuenta con privilegio especial el producido de dicha cosa o bien sobre la garantía dada en
sustitución, en los términos del art. 2589 del CCyC. y en general, el crédito de quien ejerce el derecho de
retención prevalece sobre los créditos con privilegio especial, en tanto la retención hubiere comenzado a
ejercerse antes de nacer los créditos privilegiados.

Extinción.

Según el art. 2593 del CCyC, el derecho de retención se extingue:

a) Extinción del crédito garantizado. Como se trata de un derecho accesorio, el pago total
y válido efectuado por el deudor o un tercero, termina con el derecho de retención. A su
vez, si el crédito se extingue por otros medios como la novación la compensación o la
remisión, también se extingue el derecho a ejercer la retención.

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b) Pérdida total de la cosa retenida. La destrucción material de la cosa, supone como


efecto práctico y necesario la conclusión del derecho de retención. Es que la
insubsistencia de la corporeidad del objeto, importa la imposibilidad material de
retenerlo.
c) Renuncia o abandono de la cosa. Significa la abdicación o pérdida del derecho por
voluntad de su titular. En este sentido, puede el retenedor manifestar expresamente su
decisión de terminar con el ejercicio de su derecho, entregar voluntariamente la cosa al
deudor como expresión inequívoca de la voluntad, o lisa y llanamente dejar de ejercer su
derecho, entre otras posibilidades.
d) Confusión. Si la misma persona reúne las condiciones de retenedor y dueño de la cosa,
salvo el supuesto especial del usufructo, el derecho de retención concluye por confusión.
e) Falta de cumplimiento de las obligaciones por el retenedor o abuso de derecho de su
parte. El ejercicio abusivo del derecho por parte del retenedor, consistente en el uso no
consensuado de la cosa o su exposición a deterioros o pérdida, también pone fin a su
derecho, además de hacerlo responsable por los daños causados.

PRIVILEGIOS
Hablar de privilegios, supone reflexionar sobre el orden de prelación en que se ubicarán los
créditos de los distintos acreedores, para hacerse efectivos sobre el patrimonio del deudor, justamente
cuando exista una situación de insuficiencia de bienes.
El art. 2573 del CCyC define el privilegio como “la calidad que corresponde a un crédito de
ser pagado con preferencia de otro”. Mejorando la fórmula del Código de Vélez, al referirse a esta
figura como una verdadera “calidad” de crédito.
El Código de Vélez definía el privilegio en el art. 3875 como “el derecho dado por la ley a un
acreedor para ser pagado con preferencia a otro”.

Caracteres.
- Son de origen legal. Su origen debe hallarse exclusivamente en la ley, no pudiendo el deudor
crear a favor de un acreedor, un derecho para ser pagado con preferencia a otro, sino del modo en
que la ley lo establece conforme el art. 2574 del CCyC. Por ejemplo, el deudor podrá acordar el
pago preferente a un acreedor con derecho real de hipoteca, siempre que dicha prioridad se refiera
al inmueble hipotecado y que se cumplan todos los requisitos que la ley prevé a tal fín.
- Son accesorios. Su existencia, régimen jurídico, eficacia y desarrollo funcional dependen de uno
u otro modo, del crédito del cual resultan ser una calidad (conforme el art. 856 del CCyC). Por
ello, si se extingue el crédito se pierde el privilegio y demás, la transmisión del crédito incluye la
de su privilegio (art. 2576).
- Son indivisibles. Las vicisitudes que afectan al crédito y al objeto sobre el cual recae, no alteran
el privilegio. Así, si disminuye el importe de tal crédito por cualquier causa o se extingue
parcialmente el objeto sobre el cual se asienta, el privilegio se mantiene inmutable. En ese sentido
el art. 2576 expresa: “los privilegios son indivisibles en cuanto al asiento y en cuanto al
crédito, independientemente de la divisibilidad del asiento o del crédito.
- Son excepcionales. Como la regla es que todos los acreedores concurren al cobro de sus créditos
en un pie de igualdad, percibiendo sus acreencias a prorrata si no existen activos suficientes, la
circunstancia de tener un mejor derecho que los demás acreedores constituye una excepción. En
caso de duda, debe considerarse que no hay privilegio.
- Son renunciables y postergables. Salvo que se trate de privilegios de créditos laborales. No hay
obstáculo para que el acreedor renuncie a su facultad de cobro preferente, derivada de la cualidad
de su crédito, en un ámbito en que rige la autonomía de la voluntad. Así como el acreedor puede
renunciar a su derecho de crédito, también puede abdicar de su posibilidad de cobro prioritario.

Asientos del privilegio.

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Para la mayoría de la doctrina, éstos recaen en el objeto sobre el cual el privilegio se ejercita, ya
sea una cosa mueble o inmueble. Un sector minoritario, ha considerado que el asiento es el resultado
económico de la subasta del bien o bienes sobre los que se apoya.

El CCyC establece que puede ejercerse el privilegio mientras la cosa afectada permanezca en el
patrimonio del deudor, excepto disposición legal en contrario y el supuesto de subrogación real
legalmente admitido (conforme el art. 2573). Así, el principio general es que el asiento del privilegio es
el bien mueble o inmueble sobre el cual éste se ejercita.
Pero interesa también establecer cuáles podrán ser los asientos secundarios del privilegio, en
casos de subrogación real. En otros términos, corresponde indagar qué sucederá cuando un bien ocupe el
lugar de aquel que fue originalmente asiento principal del privilegio. La normativa específica coincide, al
reconocer que los privilegios se trasladan de pleno derecho sobre los bienes que sustituyen a aquellos que
fueran su asiento principal, sea que estos nuevos bienes consistan en indemnizaciones, precios obtenidos
o cualquier otro concepto que permita la subrogación real. Así, por ejemplo, si el privilegio recae sobre
un automóvil prendado, y éste se destruye por culpa de un tercero, logrando el deudor una indemnización
por dicha pérdida, el importe de la indemnización ocupará el lugar del objeto originario que fuera asiento
del privilegio.
Finalmente, cabe aclarar que los privilegios no pueden ejercerse sobre cosas inembargables, lo
cual resulta lógico, mal podrá reconocerse una prioridad en el cobro, a materializarse sobre un bien que
en definitiva no será susceptible de ejecución, por expresa disposición legal.

Extensión de los privilegios.


Se ha discutido en la doctrina sobre cuáles son los límites de los privilegios, y concretamente, si
sólo recaían sobre el capital adeudado, o también sobre los intereses y otros accesorios. De lo cual se
postuló la consagración de un criterio amplio, según el cual, los privilegios debían recaer sobre el capital,
sus intereses y sobre todos aquellos gastos ordinarios que debieran hacer el acreedor para ver satisfecho
su crédito.
Pero el principio general establecido en el CCyC, es que el privilegio sólo comprende el capital y
no se extiende a los intereses, ni a las costas, ni a otros accesorios del crédito, excepto disposición legal
en contrario (art. 2577).
A su vez, con relación a la extensión temporal del privilegio, es decir acerca de si éste se concede
por un lapso determinado, se ha dispuesto que “si se concede un privilegio en relación a un
determinado lapso, éste se cuenta retroactivamente desde el reclamo judicial, excepto disposición
legal en contrario”, conforme el art. 2578 del CCyC.

Extinción. El privilegio se extingue cuando concluye el crédito, siguiendo la regla de la accesoriedad. Sin
embargo, en ocasiones puede terminarse sólo el privilegio y permanecer vigente el crédito principal,
como en los casos de renuncia al privilegio; cuando se pierde la cosa sobre la cual recae el privilegio y
cuando el acreedor resulta adquirente de aquella cosa.

Procesos universales. El CCyC establece que los procesos universales se rigen por la ley aplicable a
concursos, exista o no cesación de pagos (art. 2579).

Así mismo, dispone que los privilegios generales sólo pueden ser invocados en los procesos
universales, aplicándose también a ellos la ley de Concursos (art. 2580).
Además, regula la situación de los acreedores quirografarios, que son aquellos que carecen de
privilegio, disponiéndose que ellos cobran a prorrata entre sí, es decir, en proporción a sus respectivos
créditos.

Clasificación. La ley de Concursos (24.522/1995), distingue las situaciones de las siguientes personas:

- Acreedores de la masa o “acreedores del concurso”, son aquellos que han realizado tareas a
favor de todos los acreedores que reciben su beneficio. Por ejemplo, honorarios del síndico y los
gastos de liquidación del activo, hacen a conceptos propios de este grupo de acreedores. Poseen

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como característica la prioridad de cobro y pueden ser percibidos cuando se tornan exigibles, sin
esperar hasta la distribución.
- Quienes tienen privilegio especial: los gastos hechos para la construcción, mejora o
conservación de una cosa mientras esté en poder del concursado, los créditos laborales de los
últimos seis meses y los debidos por indemnizaciones por accidentes de trabajo, despido y otra
causa; los impuestos y tasas sobre determinados bienes, los créditos de garantía real, los que
corresponden a debentures u obligaciones especiales y los del retenedor. También se incluyen en
esta categoría aquellos créditos que surgen de lo dispuesto en el Código Aeronáutico, y en las
leyes de la Navegación, de entidades Financieras y de Seguros.
- Tienen privilegio general:
a) Aquellas sumas que se adeudan a los trabajadores por salarios y subsidios familiares de
los últimos seis meses, y las demás indemnizaciones que les pudieren corresponder;
b) El capital adeudado por el sistema de seguridad social;
c) Si el concursado es una persona física: los gastos funerarios; los gastos de última
enfermedad durante los últimos seis meses de vida; y alimentos y alojamientos de los seis
meses anteriores al concurso;
d) El capital por impuestos y tasas que se adeuden al Fisco;
e) El capital por facturas de crédito aceptadas, con límites precisos.

Los privilegios especiales previstos en el art. 2582 del CCyC


a) Los gastos hechos para la construcción, mejora o conservación de una cosa, sobre ésta. Se incluye
el crédito por expensas comunes a la propiedad horizontal. En la medida en que tales actos
beneficiarán a la masa de acreedores por el efecto beneficioso que supondrá la incorporación de
la cosa o bien su mejora o conservación, se prevé un privilegio especial en su caso.
b) Los créditos por remuneraciones debidas al trabajador por seis meses y los provenientes de
indemnizaciones por accidentes de trabajo, antigüedad o despido, falta de preaviso y fondo de
desempleo, sobre las mercaderías, materias primas, maquinarias, que, siendo de propiedad del
deudor, se encuentren en el establecimiento donde presta sus servicios o que sirven para su
explotación. Cuando se trata de dependientes ocupados por el propietario en la edificación,
reconstrucción o reparación de inmuebles, el privilegio recae sobre éstos.
c) Los impuestos, tasas y contribuciones de mejoras que se aplican particularmente a determinados
bienes, sobre éstos.
d) Lo adeudado al retenedor por razón de la cosa retenida, sobre esta o sobre las sumas depositadas
o seguridades constituidas para liberarla.
e) Los créditos garantizados con hipoteca, anticresis, prenda con o sin desplazamiento, warrant y los
correspondientes debentures y obligaciones negociables con garantía especial o flotante.
f) Los privilegios establecidos en la Ley de navegación, el Código Aeronáutico, la Ley de Entidades
Financieras, la Ley de Seguros y el Código de minería.

Derecho del primer embargante.


El CCyC también establece el derecho de cobro preferente del primer acreedor embargante (art.
745). Se observa que la preferencia se asigna en función de una cuestión de carácter temporal. Más
específicamente, dispone la norma que si varios acreedores embargan el mismo bien del deudor, el rango
entre ellos se determina por la fecha de la traba de la medida. A la vez ordena que los embargos
posteriores deben afectar únicamente el sobrante que quede después de pagados los créditos que hayan
obtenido embargos anteriores. Todo ello implica la consagración de la regla que expresa: “primero en el
tiempo, primero en el derecho”.
La prioridad abarca el crédito, los intereses y costas, y sólo resulta oponible a los acreedores
quirografarios en los procesos individuales.

B) Dinámica de la garantía común. Medidas de protección del crédito.


1. Medidas cautelares. Concepto. Enunciado y análisis.

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El ordenamiento jurídico brinda la facultad de obtener ciertas medidas precautorias, o cautelares,


que sirve para resguardar la posibilidad de percibir un crédito. En principio pueden ser solicitadas antes o
después de ser deducida la demanda, lo cual implica que no es menester aguardar el reconocimiento por
la otra parte del derecho que se invoca, ni la sentencia que en su caso así lo declare, y sólo presuponen la
verosimilitud del derecho invocado.

Enunciado y análisis.
1. Embargo, implica la individualización de un bien de propiedad del deudor. El embargo puede ser
ejecutivo, que constituye una etapa de la ejecución; y el preventivo, se limita a asegurar el futuro
ejercicio de la ejecución.
2. Inhibición general de bienes. Importa la prohibición de vender o gravar los bienes y procede en
todos los casos en que habiendo lugar a embargo, éste no pudiera hacerse efectivo por no
conocerse bienes del deudor, o por no cubrir éstos el importe del crédito.
3. Anotación de litis. Significa asentar en un registro la existencia de un litigio pendiente, y
procede cuando es deducida una pretensión que puede tener como consecuencia una modificación
de la respectiva inscripción.
4. Prohibición de innovar. Procede cuando existe el peligro de que la modificación de la situación
de hecho o de Derecho pueda influir en la sentencia, o convertir su ejecución en ineficaz o
imposible.
5. Prohibición de contratar. Procede cuando se la autoriza por ley, o por contrato, o para asegurar
la ejecución forzada o los bienes objetos del juicio, y significa “la prohibición de contratar sobre
determinados bienes”.
6. Intervención o administración judicial. En su máxima expresión significa la situación de quien
tiene a su cargo una administración. El art. 222 del Código Procesal, remite a la legislación de
fondo, por ejemplo, la ley 19.550 (sociedades) autoriza la designación de un interventor que
puede llegar a tener todas las facultades propias del órgano de administración y en su caso, del
órgano de contralor.
7. Designación de interventor recaudador. Puede ser ordenada a falta de otra medida cautelar
eficaz, o como complemento de las que haya sido dispuesta cuando deba recaer sobre bienes
productores de rentas o frutos: su función se limita exclusivamente a la recaudación de hasta un
50% de las entradas brutas, sin injerencia alguna en la administración.
8. Designación de interventor informante. Se trata de un veedor con funciones de información al
Juzgado: “un interventor informante para que de noticia acerca del estado de los bienes objetos
del juicio o de las operaciones o actividades (art. 224 del Código Procesal).
9. Medidas cautelares genéricas. Las ocho medidas cautelares anteriormente enunciadas, se hallan
reguladas en el Código procesal. Pero aún, su artículo 232 autoriza “medidas cautelares
genéricas”, a parte de las precedentes “para asegurar provisionalmente el cumplimiento de la
sentencia.

Intervención del acreedor en juicios en que el deudor es parte.


En resguardo del patrimonio del deudor, que representa la garantía común de los acreedores,
éstos, pueden intervenir en los litigios que se hallen pendientes y que tengan a sus deudores como partes.
Esta intromisión de los acreedores en los juicios protagonizados por sus deudores, o intervención
adhesiva simple, es uno de los casos de intervención voluntaria de los terceros en el proceso civil,
prevista en los arts. 90 a 93 y 96 del Código Procesal.
El acreedor interesado en la conservación del patrimonio del deudor, se halla facultado para
intervenir en el proceso, en su apoyo, sustentando el derecho que pudiera asistirle, para evitar, de tal
modo, que se produzca un menoscabo o detrimento en su patrimonio que impida, o dificulte, el cobro de
su propio crédito.
El art. 90, inc. 1º del Código Procesal exige que quien quiera intervenir “acredite sumariamente
que la sentencie pudiere afectar su interés propio”. Su intención será accesoria y subordinada a la de la
parte a quien apoyare (su deudor), y no podrá alegar ni probar lo que estuviere prohibido a ésta.

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La intervención del tercero en ningún caso hace retrogradar el juicio ni suspender su curso (art. 93
del Código Procesal) pero después de su intervención, el tercero queda afectado por la sentencia dictada,
de la misma manera que los litigantes principales (art. 96 Cód. Proc.)

2. Acción subrogatoria. a) Concepto. Naturaleza jurídica: distintas teorías. Fundamento. Carácter.

Acción subrogatoria. Luego de establecer el artículo 1195 del Código Civil el denominado efecto
relativo de los contratos (se extiende a las partes y a sus acreedores, pero “no puede perjudicar a
terceros”), el artículo 1196 dispone: “Sin embargo, los acreedores pueden ejercer todos los derechos y
acciones de su deudor, con excepción de los que sean inherentes a su persona”.

Se trata del ejercicio de la acción subrogatoria, indirecta u oblicua, en la que se reemplaza el


acreedor inactivo, puesto que, como su nombre lo indica, subrogar es sustituir, o colocarse en lugar de
otro. Ello procede tanto en los créditos de fuente contractual, como en los de génesis extracontractual,
puesto que lo determinante es que el deudor, acreedor de un tercero, no ejerza la acción que le compete
contra éste, y así, prive a sus propios acreedores de ver incorporado ese crédito a su patrimonio.

Antecedentes. Fue recién en el antiguo derecho francés donde se difundió la máxima “el deudor de mi
deudor, es mi deudor”. En la costumbre de Normandía, se la aceptó en el caso en que el deudor
renunciara o no quisiera aceptar la sucesión que le hubiese sido diferida, puesto que autorizaba a sus
acreedores para hacerse subrogar en su lugar y derecho para aceparla y para ser pagados sobre dicha
sucesión hasta la concurrencia de sus deudas. En base a este antecedente, se sanciona el artículo 1166 del
Código Francés, el cual es copiado por Vélez Sarsfield, pasando a ser el artículo 1196 del Código civil
argentino.

Método del Código Civil. Crítica. Su ubicación de los efectos de los contratos es impropia, ya que debió
ser tratada dentro del régimen general de las obligaciones (arts. 495 a 573); pero se ubica dentro de “las
obligaciones que nacen de los contratos, Título I “De los contratos en General” . Así mismo, su
régimen es harto escueto, ya que no se pueden solucionar adecuadamente los problemas que plantea en un
único artículo. Los proyectos de reforma le dan adecuada ubicación dentro de las obligaciones (proyecto
de 1936, en el art. 582; Anteproyecto de 1954, en los arts. 874 y 876; Proyecto del Poder Ejecutivo de
1993, en el art. 722).

Fundamento. Radica en el principio de la garantía común, que quedaría desvirtuado si no se reconociera


a los acreedores la facultad de actuar en sustitución del deudor en caso de inacción o desidia de éste en
perseguir sus propios deudores.

Carácter. En doctrina se discute el carácter conservatorio o ejecutivo de la acción.


a) Quienes sustentan el carácter conservatorio la contemplan con la única finalidad de incorporar
bienes del deudor a su patrimonio a fin de mantener su integridad; los que preconizan su carácter
ejecutivo la explican como un acto de ejecución y persecución de los bienes que el deudor
abandona para conseguir el cobro del crédito. (LLERENA, SALVAT, MOULON)
b) Una posición ecléctica observa un carácter mixto entre el acto de conservación y el de ejecución,
lo cual depende de cómo actúe el acreedor. (COLMO, LAFAILLE, AUBRY Y RAU)
c) Hay quienes consideran una acción de naturaleza especial, ya que no puede ser identificada con la
función conservadora o ejecutiva, tienen un carácter abstracto y neutro, y es puramente
instrumental: los derechos que sean ejercidos a través de ella podrán tender a la conservación o a
la ejecución. (PLANIOL, DEMOGUE, BORDA, LLAMBÍAS).

Metodología en el CCyC. En el Código Civil y Comercial, se encuentra regulado entre los arts. 739 a
742

LIBRO TERCERO, DERECHOS PERSONALES, TÍTULO, OBLIGACIONES EN GENERAL, CAPÍTULO I,


DISPOSICIONES EN GENERAL
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Acción subrogatoria

ARTICULO 739.- Acción subrogatoria. El acreedor de un crédito cierto, exigible o no, puede ejercer judicialmente los derechos
patrimoniales de su deudor, si éste es remiso en hacerlo y esa omisión afecta el cobro de su acreencia.

El acreedor no goza de preferencia alguna sobre los bienes obtenidos por ese medio.

ARTICULO 740.- Citación del deudor. El deudor debe ser citado para que tome intervención en el juicio respectivo.

ARTICULO 741.- Derechos excluidos. Están excluidos de la acción subrogatoria:

a) los derechos y acciones que, por su naturaleza o por disposición de la ley, sólo pueden ser ejercidos por su titular;

b) los derechos y acciones sustraídos de la garantía colectiva de los acreedores;

c) las meras facultades, excepto que de su ejercicio pueda resultar una mejora en la situación patrimonial del deudor.

ARTICULO 742.- Defensas oponibles. Pueden oponerse al acreedor todas las excepciones y causas de extinción de su crédito,
aun cuando provengan de hechos del deudor posteriores a la demanda, siempre que éstos no sean en fraude de los derechos del
acreedor.

Legitimación activa. Acreedores a quienes se otorga. Acciones y derechos que la autorizan:


principio. Excepciones. Supuestos controvertidos.

Legitimación activa
Acreedores a quiénes es otorgada. La ley no hace distinciones y por lo tanto en principio, cualquier
acreedor puede ejercerla. No interesa si es quirografario o privilegiado, ni la fecha de su crédito, sin
embargo, el acreedor debe ser titular de un crédito cierto.

Acciones y derechos que lo autorizan. Principio. En principio, son ejercibles todos los derechos y
acciones del deudor, como, por ejemplo, solicitar medidas cautelares, interrumpir la prescripción; pedir
la anotación y la reinscripción de prendas e hipotecas; pedir la verificación de créditos, oponer la
prescripción, percibir el importe de pagos por consignación aceptados por el deudor, pedir la
indemnización por daños patrimoniales, pedir el cumplimiento, la resolución, rescisión o revocación de
contratos celebrados por el deudor, y reclamar daños que hayan derivados de su incumplimiento; pedir
divisiones de condominio: ejercer acciones reales, promover la sucesión en que tenga interés el deudor,
etc.

Excepciones. Sin embargo, pese a la amplitud con que se reconoce el derecho a ejercer la acción, el
acreedor no podría entrometerse en la administración de los derechos del deudor, puesto que la sola
exigencia del vínculo obligacional no autoriza a inmiscuirse en el manejo de su patrimonio, mientras éste
actúe de buena fe y con relativa diligencia.

Condiciones de ejercicio. Sustanciales. Útiles. Superfluas. Procedimiento. Cesación

Condiciones de ejercicio

Sustanciales:
1. Calidad de acreedor del subrogante.
2. Inacción del deudor. La inacción del deudor es fundamental, ya que sólo se justifica el ejercicio
de la acción ante su negligencia, desidia o pasividad.
3. Interés legítimo. El acreedor debe acreditarlo para ejercer esta facultad.

Citación del deudor. La citación no es exigida por el Código Civil como condición del ejercicio de la
acción, pero su utilidad radica en que, practicada la citación del deudor, la sentencia le es oponible como
cosa juzgada.

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Pero en el Código Procesal, esto pasó de ser útil a sustancial, puesto que la citación del deudor es
exigida expresamente en su artículo 112.

Superfluas.
1. La autorización judicial para ejercer la acción.
2. La intimación previa al deudor para que haga valer sus derechos
3. La previa constitución en mora
4. Su ejercicio con título ejecutivo, etc.

Efectos. Entre el acreedor subrogante y el demandado. Entre el acreedor subrogante y el deudor


subrogado. Entre el deudor subrogado y el demandado. Respecto de los demás acreedores del
deudor subrogado

Efectos. (defensas oponibles)


a) Entre el acreedor subrogante y el demandado. El acreedor subrogante actúa en lugar del
verdadero titular del derecho por lo cual el demandado sólo tiene derecho a oponerle las defensas
que hubieran podido prosperar contra el deudor subrogado, y no las que tuviere contra el acreedor
subrogante a título personal. La sentencia alcanza a la totalidad del crédito del deudor subrogado
y no solamente al monto de la deuda pendiente con el acreedor subrogante. Por ej. El acreedor
subrogante tiene un crédito de 100, mientras que el crédito del deudor subrogado contra el
demandado es de 500, la condenación procede por 500, que ingresarán en el patrimonio del
deudor subrogado.

b) Entre el acreedor subrogante y el deudor subrogado. La utilidad que puede conseguir el


subrogante del ejercicio de la acción le corresponde íntegramente al subrogado, que es el titular
del crédito en virtud del cual se acciona. En consecuencia, el subrogante no se puede apropiar de
su producido y tampoco tiene preferencia frente a los demás acreedores del subrogado. La
sentencia que se dicta en el juicio llevado a instancias del subrogante, hace cosa juzgada frente al
subrogado.

c) Entre el deudor subrogado y el demandado. La relación obligacional existente entre ambos no


queda afectada por la acción del subrogante, por lo cual el subrogado puede recibir pagos
directamente del demandado, siempre y cuando no medie embargo, o realizar transacciones,
quitas, esperas, etc.

Respecto de los demás acreedores del deudor subrogado. El ejercicio de la acción no genera
preferencia alguna a favor del acreedor subrogante; por lo tanto, se halla en pie de igualdad con los
restantes acreedores que pudiera tener el deudor subrogado. El producido de la acción ingresa en el
patrimonio del deudor y sirve de garantía común para todos los acreedores.

Comparaciones. Con las acciones de simulación y revocatoria.

Comparación con la acción directa.


1. El subrogante carece de preferencia frente a los restantes acreedores del subrogado, mientras que
el titular de la acción directa toma para sí lo obtenido por su ejercicio.
2. La utilidad de la acción subrogatoria ingresa en el patrimonio del subrogado; en la acción directa
la hace suya quien la ejerce, porque se trata de un medio de ejecución.
3. En la acción subrogatoria, de no mediar embargo, el deudor puede seguir disponiendo de su
crédito; la acción directa supone el embargo del crédito a favor del acreedor que demanda.
4. En la acción subrogatoria el derecho del deudor es ejercido a nombre de éste; en la directa lo es a
nombre propio, por un derecho también propio.

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5. La acción subrogatoria procede por el monto íntegro del crédito del deudor subrogado, la directa,
sólo por el importe adeudado a quien la ejerce, hasta la concurrencia de la deuda a cargo del

Acción Directa. Concepto. Caracteres. Requisitos. Efectos. Diferentes supuestos. Comparación con
la acción subrogatoria.

Acción directa es la que le compete al acreedor para percibir de un tercero lo que éste adeuda a su
deudor. Ej. A acreedor de D, tiene derecho de percibir de T lo que éste le debe a D.

Fundamento. El fundamento de esta facultad del acreedor se encuentra en el principio que veda el
enriquecimiento sin causa. Esto se ve con particular claridad en materia de subcontratos. Por ejemplo: el
locador (A) puede accionar directamente contra el subinquilino (T) por lo que le adeuda, en
concepto de alquileres, el inquilino (D); de esa manera se impide que el inquilino (D) se enriquezca
sin causa usando y gozando de la cosa, sin pagar el alquiler, y no obstante ello, perciba los
subarriendos del subinquilino

Caracteres:
d) Es un medio de ejecución, porque el acreedor obtiene lo que debe el tercero sin que el bien
objeto de su obligación pase por el patrimonio del deudor de aquel.
e) Es una vía excepciona, porque constituye una restricción al efecto relativo de la relación
obligacional. Sólo hay acción directa cuando la ley la concede expresamente.

Requisitos de ejercicio.
1. Un crédito exigible
2. Una deuda correlativa
3. La deuda de un tercero, homogénea con la relación de aquella. (por ej. Que ambas sean de dar
dinero y disponible.
Efectos
f) Respecto al acreedor. El acreedor tiene acción contra el tercero, la cual está sometida a un doble
tope: no puede reclamar más que su crédito, ni más de lo que debe el tercero al deudor de aquel.
Es decir que, si (A) es acreedor de (D) por 100 y (T) le debe 80 a (D), la acción procede por
80; o si (A) es acreedor de (D) por 29 y (T) le debe 50 a (D), la acción procede por 20.

g) Respecto del deudor. Cuando el acreedor obtiene resultado de la acción directa, su deudor se
libera en la medida que corresponda al pago efectuado por el tercero. Aunque en tanto no se
produzca ese pago, queda igualmente sujeto a las acciones que el acreedor entable contra él.

h) Respecto del tercero. Por lo pronto, el tercero puede oponer al demandante todas las defensas
que le compitieran contra su propio acreedor: si (A) demanda a (T), éste puede excepcionarse
como lo habría hecho si lo hubiese demandado (D).
Cuando paga, se libera por el juego de la compensación.
En efecto, en su calidad de tercero, al pagar la deuda ajena se subroga en los derechos del
acreedor, de manera que si su propio acreedor lo demanda, puede oponerle la compensación hasta ese
importe. Ej. Si (T) le paga 100 a (A) de una deuda total de 300, cuando (D) lo demanda por 300,
hasta el monto de 100 le opone la compensación legal porque, a su vez, es acreedor de (D) en razón
del pago hecho a (A).

4. Acción de simulación, a) Concepto. Especies. Relaciones con el negocio fiduciario y el negocio


indirecto. Naturaleza jurídica de la acción. b) Acción entre partes. Quid del contra documento. c)
Acción de los terceros: prueba. Efectos. Caso de los subadquirentes. d) Acumulabilidad con la
acción revocatoria, e) Comparación con las otras acciones reparadoras.
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La simulación es un recurso de autodefensa; en la vida cotidiana se simulan defectos odios, fracasos, etc.

En los actos jurídicos, se utiliza como procedimiento para ocultar ciertas actividades o bien para evadir
impuestos, o para escapar del cumplimiento de obligaciones legales.

A veces la simulación no tiene nada de reprensible y hasta puede ser una manifestación de pudor, de
auténtica modestia; pero, por lo general, se trata de un propósito contrario a la ley o a los intereses de
terceros.

El legislador del CCyC, ha preferido hace runa enunciación descriptiva de las distintas hipótesis posibles:
Art. 333 CCyC: “La simulación tiene lugar cuando se encubre el carácter jurídico de un acto bajo la
apariencia de otro, o cuando el acto contiene cláusulas que no son sinceras, o fechas que no son
verdaderas, o cuando por él se constituyen o transmiten derechos a personas interpuestas que no
son aquellas para quienes en realidad se constituyen o transmiten”.

Puede decirse entonces, que el acto simulado es aquel que tiene una apariencia distinta a la
realidad. Hay un contraste entre la forma externa y la realidad querida por las partes; el negocio que
aparentamos es serio y eficaz, es en sí lícito y mentiroso o constituye una máscara para ocultar un negocio
distinto.

Caracteres del acto simulado.


a) Todo acto simulado supone una declaración de voluntad ostensible y otra oculta, destinada a
mantenerse reservada entre las partes; es esta última la que expresa la verdadera voluntad de
ellas.
b) El acto simulado tiene por objeto provocar un engaño. Engaño no supone siempre daño, puesto
que algunas simulaciones son perfectamente inofensivas.
c) Por lo general, la simulación se concierta de común acuerdo entre las partes con el propósito de
engañar a tercero. Por ej. Una persona vende simuladamente sus bienes a otra, para no pagar a sus
acreedores. Pero éste no es un requisito esencial de la simulación. A veces, no existe acuerdo
entre las partes, sino entre una de ellas y un tercero y el propósito es engañar a la otra parte. Por
ej., quien compra una cosa a nombre propio, pero por cuenta de un tercero: Primus, sabiendo que
secundus, por razones de enemistad personal, no querrá venderle su casa, le encarga a Tercius
que haga la operación con dinero suyo. El acto simulado es la compra, pues Tercius no adquiere
para sí, sino para Primus; pero el acuerdo para engañar no existe entre comprador y vendedor sino
entre comprador y su comitente; el engañado es una de las partes, es decir, el vendedor.

Simulación absoluta y relativa.


i) Simulación absoluta. Cuando se celebra un acto que no tiene nada de real, se trata de una simple
y completa ficción. Un deudor que desea sustraer sus bienes a la ejecución de los acreedores, los
vende simuladamente a un tercero; en un contradocumento consta que la operación no es real y
que el vendedor aparente continúa siendo propietario.
j) Simulación relativa. Cuando el acto aparente esconde otro real distinto a aquél; el acto aparente
no es sino la máscara que oculta la realidad. La simulación relativa puede recaer:
1. Sobre la naturaleza del contrato. Así, por ej., una persona que desea favorecer a uno de
sus hijos más allá de lo que le permite la porción disponible, simula venderle una propiedad que
en realidad le dona, a gin de que no puede ser obligado a colacionar;
2. Sobre el contenido del contrato. Por ej., se simula un precio menor del que en realidad
se ha pagado, para evitar disminuir el impuesto a sellos; o se simula la fecha, antedatando o
posdatando el documento.
3. Sobre la persona de los contratantes. (hipótesis más interesante y que adopta formas
variadas). Es el caso del testaferro. Por ej., la ley 19.950 exige un mínimo de dos socios para
formar una sociedad de responsabilidad limitada; en la práctica, suele ocurrir que ésta pertenece a
una sola persona, que distribuye algunas cuotas sociales entre varios amigos que le “prestan su
nombre” para cumplir aparentemente con los requisitos legales; un hombre casado, que tiene

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relaciones extramatrimoniales con una mujer a quien desea favorecer con una donación, para no
despertar sospechas en su cónyuge lo hace a nombre de una tercera persona, que, por un
contradocumento privado, se obliga a transferir los bienes a la verdadera destinataria.

Simulación lícita e ilícita.


El Código de Vélez, en su art. 957 decía que la simulación no es reprobada por la ley cuando a
nadie perjudica ni tiene un fin ilícito. Y el CCyC, admite implícitamente la simulación lícita desde que
afirma en el art. 334 que la simulación ilícita o que perjudica a un tercero provoca la nulidad del acto
ostensible.
Por lo tanto, la simulación que a nadie perjudica ni tiene un fin ilícito no es reprobada por la ley.
Como es el caso de los negocios fiduciarios, o de muchos actos en que el móvil de la ficción ha sido una
razón de discreción, o inclusive de modestia.
El art. 334 agrega, que si el acto simulado encubre otro real, éste es plenamente eficaz si
concurren los requisitos propios de su categoría y no es ilícito y ni perjudica a un tercero.
Pero si la simulación perjudica a terceros o si, por otros motivos, es contraria a la ley, se convierte
en ilícita conforme al art. 334; lo cual es el caso más frecuente.

El perjuicio de terceros supone siempre la ilicitud de la simulación. Pero a veces, la ilicitud


resulta de otras causas. Por ej., para escapar al riesgo de que se declare usurario el préstamo de dinero, se
suscribe un documento en el que figura como prestada una suma mayor que la que en realidad se prestó;
así, quedan excluidos los intereses usurarios dentro del capital. Aquí la única perjudicada es una de las
partes, no obstante lo cual la simulación es ilícita.

Acción entre las partes.

¿A quiénes se acuerda?
La acción se acuerda a las partes, en caso de simulación lícita, y aún en ciertos casos de
simulación ilícita (art. 335)
Se acuerda también a los terceros perjudicados por la simulación (art.336). Estos terceros pueden
ser: los herederos del enajenante aparente que ha querido despojarlos de la herencia forzosa que por ley
les corresponde; o los acreedores del enajenante, que ha querido sustraerse al pago de sus deudas.
Cualquier acreedor puede ejercer la acción, tenga o no un crédito exigible, sea bajo término o condición.

¿Contra quién debe dirigirse?


Si es ejercida por una de las partes, debe dirigirse contra la otra o sus sucesores universales.
Si es ejercida por un tercero, debe dirigirse contra los dos responsables del acto simulado: tanto
contra el enajenante como contra el adquirente del derecho.
Prueba entre las partes.
¿Cuándo procede la acción entre las partes?
Si la simulación es lícita, la acción entre las partes tendiente a que se declare simulado el acto es
procedente. En este punto la solución es clara. Pero el problema se da cuando la simulación es ilícita.
Según el art. 335 párr. 1º, primera parte, los que otorgan un acto simulado ilícito o que perjudica a
terceros, no pueden ejercer acción alguna el uno contra el otro sobre la simulación.
Esta solución es perfectamente natural cuando la simulación tiende a consolidar el beneficio que
el actor ha logrado de la simulación. Supongamos que una persona cubierta de deudas vende
simuladamente sus bienes a un amigo y cae luego en quiebra. Sus pocos bienes restantes se reparten entre
los acreedores, que reciben sólo una pequeña parte de sus créditos, y luego, transcurridos los plazos
legales, se levanta el concurso y el deudor obtiene una carta de pago. En seguida, demanda a su amigo por
restitución de los bienes, a cuyo efecto hace valer el contradocumento respectivo. La ley le niega la
acción, porque de lo contrario no haría otra cosa que reconocerle la vía legal para consumar el fraude a
terceros. Es cierto que con esta solución se beneficia el tercero que fue cómplice en la simulación y que se
quedaría con los bienes por los cuales no pagó ningún precio. Entre dos males la ley elige el menor. Es
necesario desalentar ese tipo de defraudaciones. Es preciso que quien intenta perjudicar a terceros con
esta maniobra sepa que luego no tendrá vía legal para recuperar sus bienes.

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Pero supongamos que el simulador se ha arrepentido de su acto; que quiere recuperar el bien para
entregarlo a sus acreedores. ¿también en este caso se le negará la acción? NO, en este caso la acción es
viable porque el referido art. 335, en el final del párrafo primero, añade que resulta procedente la acción
que tenga por objeto dejar sin efecto el acto cuando las partes no puedan obtener ningún beneficio de las
resultas del ejercicio de la acción de simulación.

En suma, es necesario un arrepentimiento de las partes, un propósito de reparar los perjuicios


derivados del acto para terceros o dejar sin efectos el fraude a la ley.

Contradocumento.
Es una declaración de voluntad formulada por escrito por las partes, de carácter generalmente
secreto, y destinada a probar que el acto ha sido simulado.

Por lo común, se otorga al mismo tiempo que el acto aparente; pero esta simultaneidad no es un
requisito esencial, puesto que puede haberse otorgado antes o después del acto. Lo necesario no es la
simultaneidad material, sino intelectual, según la expresión de DEMOLOMBE, lo que importa es que el
contradocumento exprese la verdadera voluntad de las partes en el momento de otorgarse el acto
aparente; pero si la nueva declaración de voluntad significa en realidad una modificación de la anterior,
ya no se estaría en presencia de un contradocumento, sino de un acto nuevo.

El contradocumento debe emanar de la parte a quien se opone, o de su representante, no es


necesario el doble ejemplar.

Exigencia del contradocumento


En el Código de Vélez no era exigido, pero en el art. 335 del CCyC, se establece: “la simulación
alegada por las partes debe probarse mediante el respectivo contradocumento”.

Casos en que no es exigido


a) Cuando existe principio de prueba instrumental. Este concepto es muy amplio, debe
entenderse por tal la manifestación que resulte de un testamento, una carta, un apunte,
aunque no esté firmado por la parte; las manifestaciones hechas en expedientes judiciales,
la carta de quien actuó como agente o intermediario de la operación, etc.
b) Cuando haya confesión judicial del demandado.
c) Si existe imposibilidad de procurarse el contradocumento, como ocurriría en el caso de
que los contratantes fueran analfabetos.
d) Si aquél se ha extraviado en caso fortuito o fuerza mayor, como en un incendio o un
naufragio.
e) Si el contradocumento fue sustraído al interesado o so fue privado de él con dolo o
violencia.
f) Si una de las partes ha cumplido con la prestación a que se obligó según el acto real y la
otra se niega a cumplir la prestación recíproca.
g) Cuando la simulación ha sido hecha en fraude a la ley. En este caso, en efecto, el
otorgamiento de un contradocumento es prácticamente imposible. Por ej., para burlar la
prohibición legal de los intereses usurarios, se otorgue un recibo por una cantidad mayor
a la prestada, incluyendo en esa suma los intereses que exceden de aquella tasa. El
prestamista nunca otorgará al deudor un contradocumento en el que conste esa
circunstancia, porque ello implicaría entregarle un arma que le permitirá no pagar los
intereses excesivos.

Efectos de la simulación
Efectos entre las partes.
Los actos simulados son nulos de nulidad relativa, porque la sanción está impuesta sólo en interés
de la persona afectada (arts. 386 y 388).

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El que posee una cosa en virtud de un título aparente declarado nulo, a instancias de la
declaración de simulación, debe restituirla al verdadero dueño (art. 390), con sus frutos (percibidos,
pendientes y dejados de percibir, porque posee de mala fe, art. 1935) y productos; pero en cambio, tiene
derecho a que se le paguen los gastos de conservación y a que se le reconozca el importe de las mejoras
necesarias, salvo que se hayan producido por su propia culpa, y las útiles hasta el mayor valor adquirido
por la cosa (art. 1938).
Si se trata de una simulación relativa queda en pie el acto querido en la convención oculta. Así,
por ejemplo, si se simula una donación bajo apariencia de una venta, quedará en pie de donación.
Declarada la simulación, el vencedor en el juicio tiene derecho a exigir de la contra parte la
indemnización de los daños y perjuicios.

Efectos respecto de tercero


Con cierta frecuencia el adquirente fingido de una cosa o de un derecho, los transfiere a un
tercero, burlando la confianza depositada en él. Tal es el caso del comprador aparente de un inmueble,
que lo enajena a un extraño o constituye en favor de éste un derecho real de hipoteca, servidumbre, etc., o
bien el de una persona a cuyo nombre se ha endosado un cheque con fines de cobro y que, a su vez, lo
transfiere a un tercero.
Aun cuando la simulación sea lícita, el enajenante no tiene derecho alguno contra el sucesor a
título singular de buena fe; el acto simulado no puede ser impugnado por él y sólo queda una acción de
daños contra quien defraudó su confianza. Esta solución estaba consagrada expresamente en el art. 996
del Código de Vélez. Y si bien no hay una norma similar en el CCyC, la solución se impone como una
exigencia de seguridad del comercio, porque de lo contrario no habría adquisición ni título seguros, por lo
demás, quien simula debe correr con el riesgo de su mentira.
Por sucesor a título singular de buena fe debe entenderse aquél que ignoraba el carácter simulado
del acto que servía de antecedente a su derecho, puesto que teniendo conocimiento de que aquél era sólo
aparente, no podrá invocar ninguna protección legal.

Relaciones entre el acreedor y los subadquirente frente a los cuales prospera la acción de
simulación
El adquirente a título gratuito debe tolerar las consecuencias de la sentencia que declaró simulado
el acto a instancia del acreedor, también se ve afectado por ella el sucesor particular a título oneroso que
haya sido cómplice en la realización de este vicio del acto jurídico (art. 337, párr. 2º).
¿pero, qué ocurre si el sucesor particular ha transferido por título oneroso a un sucesor
particular de buena fe el bien en cuestión o se ha perdido la cosa? Si es oneroso, el subadquirente (si
es de mala fe) satisface los daños y perjuicios ocasionados en forma solidaria con quien contrató de mala
fe con el deudor; si aquel subadquirente contrató de buena fe y a título gratuito con el deudor, responde en
la medida de su enriquecimiento (art. 337, párr. 3º).

Relaciones entre el acreedor actor y acreedores del sucesor particular (adquirente o


subadquirente).
Como principio general, estos últimos deben tolerar las consecuencias de la sentencia de
simulación dictada.
Sin embargo, el art. 337 establece que la simulación no puede oponerse a los acreedores del
adquirente simulado que de buena fe hayan ejecutado los bienes comprendidos en el contrato. Es que
quien celebra un contrato simulado carga con las consecuencias de la simulación. El acreedor confía en la
apariencia del título y ejerce consecuentemente sus derechos. Por ej., no puede serle opuesta la
simulación a los acreedores de buena fe que subastaron la casa objeto de un contrato de compraventa
aparente. No cabe que sea objeto de agresión la suma obtenida en la subasta.

En cambio, la acción del acreedor contra el subadquirente de los derechos obtenidos por el contrato
impugnado se encuentra limitados. En este caso, se presume que el subadquirente ha sido ajeno al
negocio simulado, por ello, el art. 337 sólo admite la acción del acreedor cuando el subadquirente
adquirió el bien por título gratuito, o si es cómplice en la simulación.

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Acción revocatoria, a) Concepto y terminología. Naturaleza jurídica.

PUIG PEÑA. Define al fraude como "todas aquellas conductas aparentemente licitas por realizarse
al amparo de una determinada ley vigente, pero que producen un resultado contrario o prohibido
por otra norma tenida como fundamental en el disciplinamiento de la materia de que se trata".

Se distingue "El fraude de la ley, en sentido antiguo, cuando se pretende eludir la finalidad de la ley
salvando, sin embargo lo dicho en su letra y el fraude a la ley en sentido estricto o moderno, cuando se
intenta amparar el resultado contrario a una ley en otra disposición dada en verdad con una finalidad
diferente".

Se ha definido la inoponibilidad como un supuesto de ineficacia establecido por la ley, que


priva a un negocio válido y eficaz entre las partes, de sus efectos respecto de determinados terceros
a quienes la ley dirige su protección, permitiéndoles ignorar la existencia del negocio e impidiendo a
las partes del mismo ejercitar pretensiones jurídicas dirigidas contra un tercero.
La inoponibilidad permite proteger a los terceros interesados y hace a la seguridad jurídica en
general. Por ej.
k) En materia de adquisición o transmisión de derechos reales, actos que no resultan oponibles a
terceros interesados y de buena fe, mientras no tengan publicidad suficiente. Es decir que tales
actos resultan inoponibles a dichos terceros, si no hubo inscripción registral o posesión por el
nuevo titular del derecho real.
l) En casos de fraude a los acreedores, donde la ley priva a ciertos actos de eficacia, frente a los
terceros perjudicados por su causa.

Esto es lo que prevé el art. 338 del CCyC, y se ha preferido utilizar el nombre de declaración de
inoponibilidad, ya que esta realidad no tiende a revocar los actos del deudor, sino a que se declare su
inoponibilidad a los acreedores que lo demanden, en la medida del interés de éstos.

Naturaleza jurídica. Algunos autores han sostenido que se trata de una acción real, otros de una acción
personal. También en el derecho romano, un sector doctrinario hablaba de una acción mixta.

En la doctrina nacional ha prevalecido la tesis que considerar que se trata de un remedio que tiene
por fin declarar la inoponibilidad del acto hacia el acreedor que demanda, ante una especie de “ineficacia
relativa genética”. Así, esta acción no persigue los bienes que integraron el objeto del negocio
impugnado, sino el cobro de un crédito que surge del perjuicio sufrido por el acreedor. Además, si bien el
que demanda podrá beneficiarse con el reclamo, el demandado podrá evitar sus efectos dando garantías o
pagando.

b) Condiciones de ejercicio. Requisitos generales y particulares. Quiénes pueden intentarla. Caso en


que el deudor renuncia facultades.

Requisitos. (art. 339)


a) que el crédito sea de causa anterior al acto impugnado, excepto que el deudor haya
actuado con el propósito de defraudar a futuros acreedores; la razón radica en que el
acreedor de fecha posterior nunca habrá tenido como garantía de su acreencia, el bien o
los bienes que al momento del nacimiento del crédito, ya habían salido del patrimonio de
su deudor.
b) que el acto haya causado o agravado la insolvencia del deudor; esta circunstancia
causará un perjuicio a los acreedores, en la medida en que el patrimonio del deudor no
resultará apto para responder a las deudas que sobre él recaigan.
c) que quien contrató con el deudor a título oneroso haya conocido o debido conocer
que el acto provocaba o agravaba la insolvencia. Si el negocio que produce o agrava la
insolvencia fue a título gratuito, nada más debe probar el acreedor reclamante para que

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proceda la acción. Es que no se justificará tal disminución patrimonial sin


contraprestación alguna cuando ello signifique un perjuicio para los acreedores.

Efectos. Entre los diversos acreedores. Entre el accionante y el adquirente del bien. Entre el
accionante y el subadquirente del bien. Entre el adquirente del bien y el deudor.

Efectos frente a terceros.


a) Acreedores demandantes. La acción de inoponibilidad no tiene por finalidad la anulación del
negocio jurídico, sino el reconocimiento de su ineficacia ante los acreedores que ejerzan la
acción. Es decir que el acto fraudulento será inoponible al acreedor cuya demanda sea acogida,
manteniendo su eficacia frente a los demás acreedores y terceros interesados no accionantes. Por
ello, el bien enajenado fraudulentamente no se restituirá al patrimonio del deudor.

A su vez, el acreedor tendrá derecho a ejecutar el bien y recibir el valor de su crédito, y si luego
de ello quedara un saldo, será para el adquirente.

b) Acreedores del adquirente: el fraude no puede oponerse a los acreedores del adquirente que de
buena fe, hayan ejecutado los bienes comprendidos en el acto. (art. 340)

c) Deudor, adquirente y subadquirente. Según el art. 340 del CCyC “La acción del acreedor
contra el subadquirente de los derechos obtenidos por el acto impugnado sólo procede si adquirió
por título gratuito, o si es cómplice del fraude, la complicidad se presume si, al momento de
contratar, conocía el estado de insolvencia.

Comparación con la acción de simulación

Extinción de la acción de inoponibilidad.


Se extingue si el adquirente de los bienes transmitidos por el deudor desinteresa a los acreedores
o bien da garantía suficiente de que lo hará (art. 341 CCyC).
A su vez, el pedido de declaración de inoponibilidad nacido del fraude prescribe a los dos
años, contados desde que conoció o se pudo conocer el vicio del acto.

Fraude

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ARTICULO 338.- Declaración de inoponibilidad. Todo acreedor puede solicitar la declaración de inoponibilidad de los actos
celebrados por su deudor en fraude de sus derechos, y de las renuncias al ejercicio de derechos o facultades con los que hubiese
podido mejorar o evitado empeorar su estado de fortuna.

ARTICULO 339.- Requisitos. Son requisitos de procedencia de la acción de declaración de inoponibilidad:

a) que el crédito sea de causa anterior al acto impugnado, excepto que el deudor haya actuado con el propósito de defraudar a
futuros acreedores;

b) que el acto haya causado o agravado la insolvencia del deudor;

c) que quien contrató con el deudor a título oneroso haya conocido o debido conocer que el acto provocaba o agravaba la
insolvencia.

ARTICULO 340.- Efectos frente a terceros. Deber de indemnizar. El fraude no puede oponerse a los acreedores del adquirente
que de buena fe hayan ejecutado los bienes comprendidos en el acto.

La acción del acreedor contra el subadquirente de los derechos obtenidos por el acto impugnado sólo procede si adquirió por
título gratuito, o si es cómplice en el fraude; la complicidad se presume si, al momento de contratar, conocía el estado de
insolvencia.

El subadquirente de mala fe y quien contrató de mala fe con el deudor responden solidariamente por los daños causados al
acreedor que ejerció la acción, si los derechos se transmitieron a un adquirente de buena fe y a título oneroso, o de otro modo se
perdieron para el acreedor. El que contrató de buena fe y a título gratuito con el deudor, responde en la medida de su
enriquecimiento.

ARTICULO 341.- Extinción de la acción. Cesa la acción de los acreedores si el adquirente de los bienes transmitidos por el
deudor los desinteresa o da garantía suficiente.

ARTICULO 342.- Extensión de la inoponibilidad. La declaración de inoponibilidad se pronuncia exclusivamente en interés de


los acreedores que la promueven, y hasta el importe de sus respectivos créditos.

UNIDAD VII: CLASIFICACION DE LAS OBLIGACIONES

A) Clasificación de las obligaciones prenoción - Obligaciones de dar cosas ciertas, hacer y no hacer.
1. Clasificación según el objeto.
2. Clasificación según el sujeto.
3. Clases de obligaciones. Por la determinación de la prestación: diversos grados.
4. Las obligaciones de dar. Obligación de dar cosas ciertas.
5. Obligaciones de hacer. Características especiales de las obligaciones de hacer.
6. Obligaciones de no hacer: concepto; clases; modo de cumplimiento. Régimen de la obligación de
no hacer.
Clasificación según el objeto

1. Obligaciones de prestación determinada, por las partes o por terceros. En este tipo de
obligación la prestación está individualizada desde el nacimiento de la obligación. Y comprende:

a) Obligaciones de dar cosas ciertas (arts. 746 a 761 CCyC)


b) Obligaciones de hacer (arts. 773 a 795 CCyC)
c) Obligaciones de no hacer (arts. 778 a 795)

2. Obligaciones de prestación indeterminadas. Cuando ellas nacen, la prestación permaneció


relativamente indeterminada, para que pueda ser determinada por las partes o terceros. Por
ejemplo: en la obligación de entregar mercadería de una ferretería que sólo está determinada por
su condición, cantidad y calidad, como los herrajes, pero permanece indeterminado el estilo de
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tales errajes, las medidas de ellos y hasta su propio material, lo que queda supeditado a que venga
el acreedor a determinarlo.
Este tipo de obligación es relativa (porque no está determinada, tiene que estar determinado el
género) y temporaria (con relación al tiempo, debe ser determinable al momento del pago o
cumplimiento) y se clasifican en:

a) Obligaciones facultativas (arts. 786 a 789 CCyC)


b) Obligaciones alternativas (arts. 779 a 785 CCyC)
c) Obligaciones de dar cosas ciertas no fungibles
d) Obligaciones de género (arts. 762 a 463 CCyC)
e) Obligaciones de dar cantidades de cosas, y
f) Obligaciones de dar dinero (arts. 765 a 772 CCyC).

Dependiendo de la complejidad del objeto, las obligaciones se clasifican en:

1) Obligaciones de objeto conjunto


2) Obligaciones de objeto disyunto, que incluye:
a) Obligaciones facultativas (arts. 786 a 789 CCyC)
b) Obligaciones alternativas (arts. 779 a 785 CCyC)

Por la naturaleza del vínculo, se clasifican en:

1. Obligaciones perfectas
2. Obligaciones imperfectas

Para el caso de las obligaciones perfectas, la intensidad del vínculo obligacional se traduce en
una coercibilidad firme, son las llamadas OBLIGACIONES CIVILES, que son aquellas que
confieren al acreedor la acción para poder exigir el cumplimiento de la prestación.

Mientras que en otros casos, el acreedor no cuenta con una acción para reclamar lo que le es
propio, limitándose la intensidad del vínculo a no permitir la repetición de lo pagado cuando el
deudor realizó el pago voluntariamente, estas son las llamadas OBLIGACIONES NATURALES.

Esta clasificación (obligaciones civiles y naturales) ha sido eliminada en el CCYC, han sido
reemplazadas por los deberes morales del art. 728, según el cual “lo entregado en cumplimiento de
deberes morales o de conciencia es irrepetible”.

Por la unidad o pluralidad de vínculos, se clasifican en:

1. Obligaciones unilaterales (art. 966 1ª Parte CCyC)


2. Obligaciones bilaterales (arts. 966 in fine y 874, inc. b CCyC).

Por el contenido de la prestación, se clasifican en:

1. Obligaciones de medios (arts. 774, inc. a CCyC)


2. Obligaciones de resultado (arts. 774, inc. b CCyC)
3. Obligaciones de garantía (arts. 774 inc. c CCyC)
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Por la importancia de la prestación, se clasifican en:

1. Obligaciones principales (arts. 856, 1ª parte CCyC)


2. Obligaciones accesorias (arts. 856 in fine CCyC)

Por el número de prestaciones, se clasifican en:

1. Obligaciones simples
2. Obligaciones complejas
3. Obligaciones conjuntas

Clasificación según el sujeto

Por el número de sujetos, se pueden agrupar en:

1. Obligaciones de sujetos singulares, y


2. Obligaciones de sujetos plurales

Si la obligación es de sujeto plural, se puede subclasificar este tipo de obligaciones y distinguir,


de acuerdo con la naturaleza del objeto o convenio sobre el mismo, en:

a. Obligaciones divisibles, esto es, que se pueden cumplir parcialmente (arts. 805 a 812 CCyC)
b. Obligaciones indivisibles. Es decir, no susceptibles de cumplimiento parcial (arts. 813 a 824
CCyC).

Y de acuerdo con el vínculo, se dividen en:

a. Simplemente mancomunadas (la cantidad de vínculos coincide con las partes (arts. 825 a
826 CCyC).
b. Obligaciones solidarias (hay una sola prestación y cada acreedor tiene en principio derecho
a toda la prestación y ésta debe ser cumplida por cualquier deudor), (arts. 827 a 849 CCyC).
c. Obligaciones concurrentes (arts. 850 a 852 CCyC).

También se puede dividir estas obligaciones en:

a. Pluralidad disyunta (los sujetos están unidos por la conjunción “o”), y


b. Pluralidad conjunta (los sujetos están unidos por la conjunción “y”).

Clases de obligaciones. Por la determinación de la prestación: diversos grados.

La prestación puede clasificarse como determinada cuando está perfectamente esclarecida la


conducta debida en el momento del nacimiento de la obligación, lo que ocurre especialmente en las
obligaciones de dar cosas ciertas y en las de hacer, y en rigor, la mayoría de las obligaciones.

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O puede ser parcialmente indeterminada en su origen, al existir cierta o relativa indeterminación


al constituirla, estas obligaciones muestran una prestación provisionalmente no determinada con precisión
en su origen, quedando diferida la determinación para un momento posterior.

Entonces, la determinación de la prestación consiste en que la conducta debida por el deudor


quede identificada con caracteres reconocibles y definidos en el momento de su nacimiento.

En cambio, la “determinabilidad” de la prestación radica en la fijación en ella de pautas o reglas


que permitan, en un tiempo futuro, que la conducta esperada por el acreedor sea precisada y perfilada con
posterioridad a su origen, en base a elementos previamente acordados.

El problema de la indeterminación relativa o temporal de la obligación radica en establecer si en


su origen se hallan pautas que permitan convertir la prestación parcialmente indeterminada en
determinada, la indicación del sujeto que realizará la opción, la especificación o la opción, y sobre qué
pautas aproximadas, etc.

La obligación es considerada determinable, cuando su concreción no depende de actuaciones


futuras de las partes vinculadas por la relación obligatoria, tendientes a terminar de constituirla o
completar algún elemento faltante en ella, ya que en dicho caso estaríamos frente a vínculos incompletos
o irregulares o meras tratativas preliminares.

4. Las obligaciones de dar. Obligación de dar cosas ciertas.

OBLIGACIONES DE DAR. Tienen por objeto la entrega de una cosa al acreedor, lo que puede ser para
transmitirle la propiedad de ella o sólo con el fin de transferirle su posesión para su uso, goce o disfrute.

La obligación de dar, puede ser de dos tipos: específica y genérica

- Obligación de dar específica. Si ella recae sobre una cosa concreta y determinada; la entrega de
una cosa diferente no satisface el interés del acreedor, por lo que no puede considerarse el
cumplimiento.
- Obligación de dar genérica. Si la obligación recae sobre cosas determinadas sólo por su especie
y cantidad, es de género; en casos tales, la obligación de entregar una cosa está marcada por una
relativa indeterminación de la cosa objeto de la prestación. En estas obligaciones no existe el
riesgo de que la prestación llegue a hacerse imposible por pérdida o destrucción de la cosa
debida, ya que se aplica el principio “el género nunca perece”, esta regla no se aplica una vez
producida la especificación, dado que en ella se determinan las cosas específicas que el deudor
debe entregar al acreedor y la obligación pierde su inicial carácter genérico.
En este sentido el art. 763 del CCyC, establece: “antes de la individualización de la cosa debida,
el caso fortuito no libera al deudor. Después de hecha la elección, se aplican las reglas sobre la
obligación de dar cosas ciertas”.

EL CCyC no define a la obligación de dar, pero, en general, la obligación en el nuevo CCyC,


consiste en la conservación de la cosa y entrega con todos sus accesorios al acreedor.

ARTICULO 746.- Efectos. El deudor de una cosa cierta está obligado a conservarla en el mismo estado
en que se encontraba cuando contrajo la obligación, y entregarla con sus accesorios, aunque hayan sido
momentáneamente separados de ella.

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OBLIGACIÓN DE DAR COSAS CIERTAS. La situación jurídica de acreedor y deudor varía, según la
finalidad de la obligación de dar cosas ciertas.
Dicha finalidad integra el objeto y es así, que la misma puede tener por objeto la entrega de una cosa
mueble o inmueble, ya sea:
1) Obligaciones de dar cosa cierta para constituir derechos reales
2) Obligaciones de dar para restituir
3) Obligaciones de dar una cosa cierta para transferir su uso o tenencia.

a) Obligaciones de dar cosa cierta para constituir derechos reales. En nuestro país, el dominio se
adquiere a través del título (instrumento que acredita la propiedad) y modo (aprehensión física de
la cosa o tradición y primer uso en las servidumbres positivas) y se vuelve oponible el derecho
respecto de terceros con la inscripción registral.

Hoy, la tradición no es el único modo, y a veces, ella resulta innecesaria.

El título confiere solamente un derecho a la cosa, pero la propiedad sólo se transmite cuando el
modo ha sido cumplido.

b) Obligaciones de dar cosas ciertas para restituirlas a su dueño. La entrega de la cosa aquí no
se dirige a entregarlas para constituir un derecho real, sino para restituirlas a su dueño. De tal
modo, en estas obligaciones, el dueño de la cosa es el acreedor a su restitución, lo que no tiene un
efecto neutro.
El dueño en estas obligaciones no es el deudor, sino el acreedor. Por ejemplo: en la locación,
comodato, depósito, la cosa es propiedad del acreedor, que es quien tiene derecho a exigir la
restitución de la misma.

El CCyC asienta una regla general en el art. 759 1º párrafo.

ARTICULO 759.- Regla general. En la obligación de dar para restituir, el deudor debe entregar la cosa al
acreedor, quien por su parte puede exigirla.

El primer legitimado para recibir la cosa es el acreedor, si fuera uno solo el que ostenta ese título.
La regla se confirma aún en el caso de haber prometido la cosa a un tercero en el segundo párrafo del
mismo artículo:
“Si quien debe restituir se obligó a entregar la cosa a más de un acreedor, el deudor debe
entregarla al dueño, previa citación fehaciente a los otros que la hayan pretendido”.

Pero si el deudor se hubiese obligado a entregar la cosa a más de un acreedor, el CCyC establece
que el deudor debe entregar la cosa al dueño, previa citación fehaciente a los otros que la han pretendido.

c. Obligaciones de dar una cosa cierta para transferir su uso o tenencia.

En el art. 600 del CC, se establecía una remisión a la materia de los contratos, en las obligaciones de
cosas ciertas para transmitir tenencia y uso “si la obligación fuere de dar cosas ciertas para transferir
solamente el so de ellas los derechos se reglarán por lo que se dispone en el título ´Del
arrendamiento, si la obligación fuere solamente para transferir la tenencia de la cosa los derechos
se reglarán por lo que se dispone en el título ´Del Depósito´”
Éste hacía una derivación legislativa y dice que el uso se rige por lo estipulado en el título de
arrendamiento y la tenencia por lo regido en el título de depósito.
De igual manera, se hace remisión en similares términos en el art. 749 del CCyC.

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“Cuando la obligación de dar una cosa determinada tenga por objeto transferir solamente el uso o
la tenencia de ella, se aplican las normas contenidas en los títulos especiales”.

5. Obligaciones de hacer. Características especiales de las obligaciones de hacer.

La obligación de hacer es la que recae sobre un hecho positivo, que consiste sustancialmente en
una actividad, mediante el suministro de trabajo o energía, por ejemplo, la obligación de pintar una pared.
Hay obligaciones de hacer en el depósito, la locación de servicios, la locación de obra, el
mandato, etc.

Características de las obligaciones de hacer


a. Son muy importantes en el seno de una economía de servicios.
b. No se llevan bien con la indeterminación. Porque se requiere un hacer determinado, ni
cualquier hacer que no siempre puede ser reemplazado en el cumplimiento.
c. Es muy importante que se precise el plazo y se prevea con algún detalle el modo de
cumplirse la prestación a realizarse. De lo contrario, deberán ser cumplidas de acuerdo con la
intención de las partes.
d. La persona y calidad del deudor suele ser más importante que en las de dar. Muchas
obligaciones de hacer son de deudor infungible, ya que no da lo mismo quien realiza el hacer, en
especial cuando el contenido involucra cierta confianza o requiere de una determinada
preparación o talento.
e. La ejecución forzada directa es difícil de llevar a cabo y, por ende, suelen utilizarse medidas
de compulsión indirecta, como astreintes. Como el pago de daños y perjuicios cuando los
medios de compulsión fracasan.

6. Obligaciones de no hacer: concepto; clases; modo de cumplimiento. Régimen de la obligación de


no hacer.

OBLIGACIONES DE NO HACER
La obligación de no hacer tiene como prestación un hecho negativo, consistente en una
abstención, por ejemplo, no talar un bosque, no construir un muro a mayor altura que la determinada, etc.
Está regulada en general y siempre que sean compatibles, por las reglas que gobiernan a las obligaciones
de hacer.
Ejemplo de obligaciones de no hacer seria: la obligación del locador de no perturbar al
locatario en el uso y goce de la cosa locada, la contraía por el locatario de no subarrendar el
inmueble objeto del contrato de locación, etc.

Clases de obligaciones de no hacer

Desde un punto de vista pueden clasificarse en:


1. Obligaciones de puro no hacer (non faciendo). Constituyen una abstención pura, como en
el caso de la obligación de quien vende un fondo de comercio de no instalarse como
competidor dentro de un determinado radio del comercio vendido.
2. Obligaciones de tolerar o dejar de hacer (in patiendo). Entrañan no impedir que otro
actúe, dejar hacer, o sea, tolerar o soportar actos del acreedor que el deudor de la obligación
estaría facultado a no soportar.

Desde otro punto de vista pueden ser:


1. Obligaciones de no hacer instantáneas: que obligan en un solo acto a la abstención (por
ejemplo, la obligación de no oponerse a la entrada de animales a un campo privado).
2. Obligaciones de no hacer permanente: son aquellas que exceden el marco de un solo acto,
pudiendo sub dividirse en:
a) Continuadas, en que la obligación continúa ininterrumpidamente.

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b) Periódicas, en las cuales se intercalan abstenciones y acciones.

REGIMEN. En el Código de Vélez, habían sido reguladas conjuntamente con las obligaciones de hacer
en los arts. 630 a 634. La misma tendencia ha seguido el CCyC en los arts. 773 a 778, pero sólo les ha
dedicado el 778.

ARTICULO 778.- Obligación de no hacer. Es aquella que tiene por objeto una abstención del deudor o
tolerar una actividad ajena. Su incumplimiento imputable permite reclamar la destrucción física de lo
hecho, y los daños y perjuicios.

B) Obligaciones de objeto plural o múltiple


1. Obligaciones conjuntivas o conjuntas.
2. Obligaciones disyuntivas o disjuntas. Obligación facultativa. Obligación alternativa.
3. Obligación de dar cosas inciertas no fungibles. Caracteres. Elección: legitimación. Límites
efectivos de la elección. Forma de la elección. Momento de la elección. Obligaciones de género:
efectos. La mora del deudor en las obligaciones de género. Obligaciones de género limitado.
4. Obligaciones de dar cosas inciertas fungibles.

OBLIGACIONES CONJUNTIVAS O CONJUNTAS


La obligación es conjuntiva cuando se deben al mismo tiempo dos o más prestaciones de una
misma o diferente naturaleza, todas las cuales deben ser cumplidas por el deudor, como por ejemplo, la
venta de dos toros, cuatro novillos, un tractor y la prestación de un servicio de arado de un lote de
campo.
La pluralidad de prestaciones que caracteriza a estas obligaciones, no necesariamente tienen que
pertenecer a la misma naturaleza, pudiendo ser indistintamente, de dar, de hacer o de no hacer.

Estas obligaciones están formuladas expresivamente para la conjugación copulativa “y”, que las
caracteriza.

Por ejemplo, si un comerciante ha vendido tres objetos (un escritorio, un sillón y una biblioteca),
tiene la obligación de entregar las tres cosas, que ha vendido a un precio determinado por cada una, o en
conjunto.
La obligación del vendedor no se extinguirá hasta que haya entregado todos los objetos
contenidos en la prestación, y correlativamente, el acreedor tiene el derecho de exigir los objetos
contenidos en la prestación.

2. Obligaciones disyuntivas o disjuntas. Obligación facultativa. Obligación alternativa.

La obligación es disyuntiva cuando el deudor está obligado a entregar una sola, de entre varias
prestaciones comprendidas en la obligación; así, por ejemplo, cuando alguien se compromete a vender
uno de los tractores marca “john Deere” que posee en su campo.
Estas obligaciones están formuladas expresivamente para la conjugación copulativa “o”, que
implica la necesidad de una elección entre diversas prestaciones posibles.
En el CCyC las obligaciones disyuntivas tienen un régimen legal propio que va del art. 635 al 651
inclusive. Incluyendo dos tipos de obligaciones: las alternativas y las facultativas.

Obligación facultativa. Es aquella que tiene por objeto una sola prestación, pero dan al deudor la
facultad de sustituir esa prestación por otra, que se halla prevista en el contrato, en calidad de accesoria o
subsidiaria.
El CCyC las define en el art. 786 diciendo: “la obligación facultativa tiene una obligación principal y
otra accesoria. El acreedor sólo puede elegir la principal, pero el deudor puede librarse cumpliendo
la accesoria”.

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Por ejemplo, el caso de una persona que conviene con otra que ejecutará una obra de arte, pero al mismo
tiempo se le permite que si no lo hiciera, en su lugar entregue una suma de dinero predeterminada.

Obligación alternativa. Es aquella que tiene por objeto una de entre varias prestaciones independientes
entre si, de modo que el deudor se libera de la obligación entregando una de las cosas prometidas.
El CCyC las define en el art. 779 diciendo: “la obligación alternativa, tiene por objeto una prestación
entre varias que son independientes y distintas entre sí. El deudor está obligado a cumplir una sola
de ellas”.

Generalmente el hecho de que se trata de una obligación alternativa se pone de manifiesto por el uso de la
conjunción “o”. Por ejemplo, comprar bolígrafos azules o negros, escalera de madera o de plástico, etc.)

3. Obligación de dar cosas inciertas no fungibles. Caracteres. Elección: legitimación. Límites


efectivos de la elección. Forma de la elección. Momento de la elección. Obligaciones de género:
efectos. La mora del deudor en las obligaciones de género. Obligaciones de género limitado.

Las obligaciones de dar cosas inciertas no fungibles, son conocidas también como obligaciones de
género. Son aquellas que tienen por objeto la entrega de una o varias cosas a elegir dentro de una
respectiva especie, por ejemplo, la entrega de un perro dóberman, una pintura de Monet o un caballo de
montar.

El objeto de la obligación en esta figura, está determinado sólo con relación a su especie, pero queda
indeterminado dentro de ésta. La cosa que va a ser objeto concreto de la obligación queda pendiente de
una elección o individualización dentro de la especie correspondiente. Debe tratarse, además de cosas no
fungibles.
De modo tal que el objeto de esta clase de obligaciones está determinado, pero sólo con relación al
género, por ejemplo, si es un perro, la raza, si es un alimento, la denominación de origen, por ejemplo, un
celular marca Samsung, una mesa de madera, etc.

Caracteres de las obligaciones de dar cosas inciertas no fungibles.


1. La cantidad tiene que estar determinada o debe ser determinable.
2. La especie debe estar determinada.
3. Tiene que tratarse de cosas que no tengan una especificidad característica que las haga
únicas.

Elección. La elección configura un acto extremadamente importante, ya que ese acto determina cuáles
son los individuos de esa especie y género que deben ser entregados por el deudor.
Le corresponde al deudor la elección de la cosa a entregar; él elige qué cosa. Puede ser que otorgue la
facultad de la elección al acreedor o a un tercero inclusive, pero el principio general es que el deudor de la
cosa a entregar es quien debe realizar la elección.

Elección: legitimación. En principio, el derecho de elegir le corresponde al deudor (art. 462 CCyC), pero
puede pactarse que lo haga el acreedor.

En este tipo de obligaciones, hay un límite cierto en cuanto a la elección y es que quien elige debe hacerlo
dentro de las características medias del género. Y esto está expresamente establecido en el art. 762 del
CCyC.

ARTICULO 762,- Individualización. La obligación de dar es de género si recae sobre cosas


determinadas sólo por su especie y cantidad.
Las cosas debidas en una obligación de género deben ser individualizadas. La elección
corresponde al deudor, excepto que lo contrario resulte de la convención de las partes. La elección

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debe recaer sobre cosa de calidad media, y puede ser hecha mediante manifestación de voluntad
expresa o tácita.

Límites efectivos de la elección. se encuentran regulados en el artículo 762, que claramente establece
que, el deudor no puede elegir pagar con la peor cosa y que el acreedor no puede pretender la mejor cosa,
sino que la elección debe recaer sobre la cosa de calidad media.

Forma de elección.
- Cuando la elección corresponde al deudor. Algunos autores sostienen que para realizar la
elección basta con una manifestación de la voluntad electiva al acreedor, aunque otros sostienen
que la elección opera al momento de la entrega de la cosa.

El Art. 762 CCyC, permite que la manifestación de voluntad del elector sea expresa, mediante
comunicación al otro sujeto, o tácita, mediante el principio de ejecución de la prestación.

- Cuando la elección corresponde al acreedor. Todos los autores sostienen que esa voluntad
electiva o de elección se debe comunicar al deudor o al tercero, en su caso.

El CCyC no prescribe la posibilidad de que el acreedor se pronuncie tácitamente, pero es difícil


en la práctica que el acreedor por sí solo de inicio a la ejecución de la prestación. De todos
modos, si en un caso fuere viable, su conducta valdría como manifestación electiva del objeto de
la obligación.

Momento de la elección. En el CCyC en razón del art. 762, el momento de la opción será el de la
comunicación al otro sujeto del cumplimiento de la prestación.

Obligaciones de género: Efectos


En las obligaciones de género, antes de producirse la elección, rige con plenitud el principio
romanista de que el género nunca perece, motivo por el cual el deudor no puede alegar caso fortuito o la
fuerza mayor para liberarse del cumplimiento.
Así lo expresa el art. 763 del CCyC, “antes de la individualización de la cosa debida, el caso
fortuito no libera al deudor”.

Así se resolvió en un caso judicial: “el deudor de una obligación de género no puede
desobligarse por pérdida o deterioro, porque él no debe precisamente esa cosa, sino que está
obligado por cosas del mismo género, que, por propia definición, siempre las hay”.

Pero, una ves realizada la elección, la obligación deja de ser de género y se convierte en
obligación de dar cosa cierta, por lo que el deudor, en ese aspecto, conforme al art. 763 in fine, el deudor
queda librado.
Art. 763 in fine: “Después de hecha la elección, se aplican las reglas sobre la obligación de dar cosas
ciertas”
La mora del deudor en las obligaciones de género.

El art. 605 del CC de Vélez, establecía que “la obligación de dar cosas inciertas no fungibles,
determinadas sólo por su especie o cantidad, da derecho al acreedor para exigir el cumplimiento de
la obligación con los perjuicios e intereses de la mora del deudor, si hubiese incurrido en ella, o
para disolver la obligación con indemnización de perjuicios e intereses.

Es decir que en el supuesto de que el deudor no cumpla su obligación, el art. 605 del CC, le
otorgaba al acreedor el derecho a optar entre el cumplimiento específico o resolver la obligación, en amos
casos pudiendo reclamar además la indemnización de daños sufridos por el incumplimiento.
La misma solución es viable en el CCyC, por aplicación de las normas de la mora, la
responsabilidad civil y la parte general de los contratos.

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En el CCyC, no hay una norma específica que lo trate, pero se recurre a las reglas generales, en
razón de las que se puede arribar a la misma solución.

Obligaciones de género limitado. Son aquellas que consisten en la entrega de una cosa incierta a elegir
entre varias ciertas.
Por ejemplo, si me comprometo a vender un cachorro ovejero belga de los cinco de mi perra
Laika va a tener en el verano, cuando los cachorros sean destetados, de los cinco que nacen en esa camada
elijo uno y lo entrego.
Se determina inicialmente la especie, pero queda indeterminado el ejemplar a entregar dentro de
un grupo cierto. En ese grupo de obligaciones, el margen del elector en su elección es todavía más
acotado.

En el caso de las obligaciones de género limitado, a diferencia de las restantes obligaciones de


género, la fuerza mayor extingue la obligación.

Y la explicación la da Enneccerus, “El que me debe una botella de vino de esta cuba, no me
debe algo concreto (qué botella sería esta), sino una cantidad de líquido aún por determinar, que ha
de tomarse de esa cuba. El vino que se encuentra en la botella constituye el género determinado por
las partes y del cual se ha de extraer el vino que debe entregarse”.
Si por caso fortuito se destruye la cuba, el deudor quedará liberado de su obligación, porque se ha
extinguido la cantidad limitada de la cual había que salir la prestación.

El CCyC dedica el art. 785, según el cual, las disposiciones de las obligaciones alternativas se
aplican “a las obligaciones en las que el deudor debe entregar una cosa incierta pero comprometida dentro
de un número de cosas ciertas de la misma especie.

C) Obligaciones pecuniarias o de dar dinero


1. Introducción.
2. La moneda. Origen y evolución de la moneda.
3. Funciones elementales del dinero. Funciones económicas de la moneda.
4. Caracteres del dinero. Moneda metálica. Moneda de papel. Papel moneda. Valor de la moneda.
Nominalismo y valorismo. El problema de la inflación. Formas de corrección del nominalismo.
Indexación: prohibición.
5. Obligaciones en moneda nacional.
6. Las obligaciones en moneda extranjera en el Código Civil y Comercial de la Nación.
7. Intereses. Concepto. Clases de intereses. Caracteres y naturaleza. Funciones de la tasa de interés.
Clases de tasa de interés. Tasas o pacto de intereses. Sistema del Código.
8. Comparación con las deudas de valor. Anatosismo.

Introducción
Las obligaciones pecuniarias o de dar dinero, son aquellas que tienen por objeto la entrega de
cierta cantidad de moneda, de dar una suma de dinero.
El dinero es definido jurídicamente como una cosa mueble, fungible, divisible y consumible
que sirve como medio de pago de las obligaciones, pero, además, como instrumento de cambio y
como medida de valor de las cosas y servicios.
Constituyen obligaciones de carácter genérico, al recaer sobre una determinada suma de dinero y
no sobre ciertas y determinadas monedas, consideradas en su individualidad.
Debido al carácter arquetípicamente fungible del dinero, el cumplimiento de tales obligaciones no
puede jamás hacerse imposible por pérdida de la cosa debida.

El CCyC., en su Art. 765, 1ª parte, establece que constituye obligación de dar dinero si el
deudor debe cierta cantidad de moneda, determinada o determinable, al momento de constitución
de la obligación.
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La moneda.
Para Pizarro y Vallespinos, "el dinero es la moneda que autoriza y emite el Estado, con la
finalidad primordial de servir como unidad de medida de valor de todos los bienes, como
instrumento de cambio y como medio de pago de las relaciones patrimoniales.

Origen y evolución
En los inicios de la humanidad, en donde la economía era subsistencia, había muy poco
intercambio de bienes.
Luego vino el trueque, pero con su posteriormente trajo una serie de inconvenientes:
1. Cada uno de los individuos que intervenía en la permuta debía necesitar precisamente lo que
el otro tenía para ofrecer.
2. Presupone que los objetos que se cambian tienen un valor proporcional o que son
fraccionables, sin perder su valor.
3. Limita el comercio, poniéndole un techo, que no es otro que el de la cantidad de bienes de
cambios existente (por ej., la cantidad de bueyes, la cantidad de sal producida anualmente,
etc.)
4. Que no se puede trocar lo que no se ha producido aún, ése era el límite de su comercio: si una
tribu producía cien bueyes al año y ésa era su moneda de cambio, ése era el límite de su
comercio.
5. Torna lento y oneroso el intercambio, por la necesidad de transportar objetos, en ocasiones
pesados o de difícil manejo, hasta el lugar de intercambio.

Cuando el comercio floreció, fue necesario crear alternativas al truque y surgió así, la idea del
cambio directo, que provocó el desplazamiento del trueque por la compraventa en las sociedades
primitivas que iban alcanzando cierto desarrollo económico.

Se acudió entonces a un trueque mediato, a través del empleo de una mercancía intermedia,
esencialmente divisible, admitida por todos. Esa mercancía era el dinero, pero no como el dinero de hoy,
sino un dinero bajo la forma de una mercancía aceptada por todos y en cualquier lugar.

En un comienzo fue la sal, luego diversos metales, como el oro y la plata, o el ganado (la
palabra “pecuniaria”, proviene de pecus que significa ganado).
Estos bienes resultaban aptos para el intercambio, porque, por diversos motivos, satisfacían
necesidades comunes a todos.
Entre los metales, los preferidos eran los llamados “metales preciosos” como el oro y la plata,
porque reúnen mejor que los otros, las cualidades de rareza, inalterabilidad y mayor valor en menor
volumen.

Pero llegó un momento en que estos “dineros”, tampoco satisfacían totalmente las necesidades
del tráfico, se requirió entonces contar con unidades de cambio, cuyo valor no fuera discutido o dudoso,
un bien de valor indudable y constante, que facilitara los negocios.

La aparición del dinero metálico acuñado multiplicó varias veces el comercio, al liberarlo de las
trabas que le imponía el trueque o el dinero de cambio.

La humanidad dio un nuevo paso en el desarrollo del comercio a través de la creación de la


moneda de papel, emitida por una institución bancaria, o por el Estado, que se obligaba, a través de una
promesa documentada de ella, a canjear dicho papel por la cantidad de oro o plata que éste represente.

Y desde hace varias décadas, se han ido imponiendo otros medios de pago, que complementan el
dinero de papel, como son los llamados títulos de crédito. Ellos son: el cheque o dinero bancario, las
tarjetas de crédito, las operaciones financiadas o a crédito, etc.

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Todos estos medios de pago, crean en forma ficticia la liquidez o dilatan el pago, dando crédito
para hacer el intercambio de bienes y servicios.

El límite de compra que posee en la actualidad una persona, no es la cantidad de dinero que
posee, sino la extensión del crédito de que dispone.

Funciones elementales del dinero. Funciones económicas de la moneda.

1. Funciones necesarias: son funciones que el dinero desempeña siempre, en toda y cualquier
circunstancia. El dinero no solo descompone materialmente la operación de trueque en dos
operaciones sucesivas que son la venta y la compra, sino que también temporalmente. Como el
dinero puede conservarse, lo normal es que transcurra cierto tiempo entre el acto de venta y el
sucesivo acto de compra por el vendedor. En el interín, la posesión del dinero asegura a su titular
la posibilidad de convertirlo en mercancías en cualquier momento. Así, a la función de medio de
cambio se le agrega la de medio conservador de valor, porque el valor de la mercancía
enajenada se mantiene en el patrimonio del vendedor bajo la forma de dinero, sin necesidad de
que lo convierta inmediatamente en otra mercancía.
Actualmente, la razón principal de guardar dinero en efectivo está en la capacidad del dinero
para cambiarse por otros bienes en forma directa, esto es, en su propiedad de medio general de
cambio y en su función normal de medio legal de pago.

2. Funciones ordinarias: son conexas a la esencia del dinero como medio de cambio, pero no
resultan indispensables de ella, tratándose de funciones que el dinero desempeña normalmente,
pero no de manera indefectible o inexorable.
Las mercancías no se cambian directamente por mercancías, sino por dinero. De este modo la
unidad de dinero es al mismo tiempo unidad de valor. Pero si bien es esto lo normal, puede
suceder en circunstancias especiales que resulte más conveniente utilizar como unidad de valor
una unidad distinta de la monetaria, vinculada con ella mediante cierta relación variable o fija. En
tal caso, el dinero no se usa para expresar las razones de cambio.
La función de medida de valor o denominador común de los valores, se cuenta entre las funciones
simplemente ordinarais del dinero.

Funciones económicas de la moneda


1. Es la medida de valor de los bienes y servicios.
2. Es un instrumento de cambio.
3. Es un instrumento de ahorro
4. Es un medio de intercambio para procurar a su poseedor bienes y servicios.
5. La monea sirve como unidad de cuenta. (para confeccionar liquidaciones y balances, donde
es tomada como un número abstracto).

Función jurídica: constituye el medio normal de pago.

Caracteres del dinero. Moneda metálica. Moneda de papel. Papel moneda. Valor de la moneda.
Nominalismo y valorismo. El problema de la inflación. Formas de corrección del nominalismo.
Indexación: prohibición.

Caracteres
1. Es una cosa mueble
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2. Es el bien fungible por excelencia.


3. Es consumible a su primer uso.
4. Es inminentemente divisible.
5. Es de curso legal, porque su valor está certificado por el Estad en cada pieza monetaria.
6. Es de curso forzoso, al estar los particulares obligados a recibirlo.
7. Es subrogante. Por su poder de sustitución por signos extranjeros.

Moneda metálica.
Es la confeccionada con metales nobles, como el oro y la plata, y cuyo valor intrínseco
corresponde al valor asignado por el Estado a esa moneda, el fundamento del metalismo es que la moneda
vale lo que pesa el metal con que ha sido acuñada.

Moneda de papel
Es el billete susceptible de ser convertido en la suma en oro que su valor indica, o sea, puede ser
canjeado libremente ante la entidad emisora por su equivalente metálico.

De ello se desprende que esta especie tiene impresa en un papel una orden de pago del oro que la
respalda.
Desde el punto de vista jurídico, la convertibilidad de estos papeles implica la garantía que el
Estado atesora en el Banco Central, para posibilitar el canje de oro a la paridad que el billete emitido
establece.

En la práctica, muy pocos países tienen en sus bóvedas un respaldo en oro igual al total de los
certificados que emiten. Técnicamente, se considera que basta con un 25% de encaje en oro para que una
moneda de papel sea sana.

Papel moneda
Es el billete emitido sin respaldo de oro o divisa fuerte. Esta moneda ya no representa ningún
valor depositado en caja y, al ser totalmente inconvertible, se transforma en un signo meramente
fiduciario.
El talón de Aquiles de la moneda de papel es que su valor depende de la confianza que genere en
la población.

Valor de la moneda
En una misma moneda pueden distinguirse tres clases diferentes de valor:
1. Valor nominal. Es el valor que el Estado fija a la moneda, el valor escrito que el Estado
imprime a sus billetes.
2. Valor real o intrínseco. Es el valor intrínseco que tiene una moneda. Así, por ejemplo, una
moneda de oro tiene, por valor real, la cantidad de gramos de dicho metal que entra en la
aleación.
3. Valor de cambio. Es el valor que tiene una moneda con relación a otras monedas. Es el
“valor de aceptación” de esa moneda, por la población, frente a las monedas fuertes.

En síntesis, es un valor bursátil o negociable, es el valor comercial, el valor que tiene en los
bancos, en las casas de cambio, es el valor que se toma en cuenta en el mercado internacional.

Nominalismo y valorismos
a) Principio nominalista. El Código de Vélez, adoptó el principio nominalista en cuanto al
valor del dinero, como norma general.
Este principio, presupone la invariabilidad del valor del signo monetario (un peso es y será
siempre u peso), cualquiera sea la alteración que en realidad su valor haya sufrido, a menos
que por legislación especial se disponga lo contario.

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b) Principio valorista. Considera que las deudas se cancelan con su equivalente cualitativo y no
cuantitativo, cualquiera sea el número de unidades de moneda que ello signifique al momento
del pago.
Si la obligación era de pagar cien pesos, pero la moneda ha perdido valor, debe recalcularse el
valor de esos cien pesos al momento del pago y ése será el monto a pagar.

El principio valorista, rigió en nuestro país entre 1975 y 1991, por imperio de las
elaboraciones jurisprudenciales que receptaron la indexación dineraria a partir de leading
cases como “Vieytes de Fernández, Juana C/ Prov. de Buenos Aires” dictado por la Corte
Suprema el 23/09/1976.

El problema de la inflación
La inflación duradera o descontrolada, plantea al derecho un severo desafío al distorsionar todas
las ecuaciones contractuales en curso de ejecución, modificando abruptamente el valor de los precios
relativos en la economía.

Este desafío, no siempre ha sido bien abordado por el derecho, que en ocasiones ha reaccionado
tarde y mal.

En nuestro país, el art. 619 del CC, planteó en tiempos de inflación desbordada, serios
interrogantes, erigiéndose en un obstáculo, erróneamente juzgado insalvable, para el reajuste de esta clase
de deudas, hasta que se implementó pretorianamente una solución razonable a partir de 1976.

La primera solución parcial, encontrada por la jurisprudencia y la doctrina al problema de la


inflación fue la de distinguir entre las obligaciones puramente pecuniarias y las obligaciones de valor.

Antes de 1976, la jurisprudencia nacional venía receptando crecientemente una distinción entre
deudas de dinero y deudas de valor, que permitía en este último supuesto mitigar el endeudamiento del
signo monetario. Pero recién en 1976 la solución fue definitiva y unánimemente aceptada por los
tribunales.

Los tribunales argentinos, desde entonces distinguieron entre:

a) Deudas de dinero. Son aquellas donde el objeto debido y el objeto del pago coinciden: ambos
consisten en dinero. Rige en ellas el principio nominalista en que un peso vale siempre un peso.
b) Deudas de valor. Son aquellas donde el dinero aparece en el objeto del pago, porque la
prestación puede consistir en dar otra cosa, en un hacer o en un no hacer.

El CCyC adopta el principio en el artículo 766, que establece: “Obligación del deudor. El deudor debe
entregar la cantidad correspondiente de la especie designada”.

Y en el art´. 772 incorpora la categoría jurídica de “deuda de valor”, a la que denomina “cuantificación de
un valor”.

Formas de corrección del nominalismo

La inflación forzó el abandono del principio normalista, considerado el presupuesto de la


estabilidad económica. Cuando la inflación conmueve las bases económicas de un país con crisis de
intensidad cada vez mayor, se altera la base de las relaciones jurídicas que se insertan en una circuntancia
socioeconómica. Para evitar la discordancia entre el poder cancelatorio legal y el valor que la justicia y la
equidad indicaban como correcto o adecuado, se implementaron distintos remedios.
La herramienta fundamental para ello consistió en indexar las sumas dinerarias devaluadas.

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Indexar describe la adecuación aritmética de multiplicar la suma adecuada por el coeficiente de


envilecimiento de la moneda que había sufrido la deuda.

Indexar, significa reajustar cifras nominales para combatir la desvaloración monetaria, de


manera que se respete la ecuación económica del contrato a la época de su celebración, con los valores
reales ponderados al momento del pago o cumplimiento.

Si se debían 100 pesos, y entre el día de constitución de la obligación y el momento del pago, la
moneda había perdido un 72% de su valor, se multiplicaba la suma debida originalmente por el
coeficiente de actualización que reflejara ese 72% de detrimento. Esa era, entonces, la suma debida, que
se indexaba.

Había tres tipos de indexación.


a. Indexación legal. El legislador buscó solucionar por sectores el problema de la inflación,
ordenando indexar ciertos créditos en particular, así ocurrió, entre otros, con los honorarios de los
abogados, los créditos laborales y las deudas hipotecarias. Y se estableció en la reforma del
Código introducida por ley 17.711, que diversas obligaciones eran deudas de valor, en lugar de
deudas de dinero, con lo que también resultaron indexadas.
b. Indexación convencional. Las partes estipulaban en los contratos cláusulas de reajuste de las
prestaciones dinerarias, tomando en cuenta diversos índices.
La jurisprudencia, terminó admitiendo la validez de las cláusulas de reajuste en base a índices
oficiales, publicados por el INDEC. Otros mecanismos de actualización como la cláusula valor
dólar, fueron examinados caso por caso para apreciar si se respetaba el equilibrio inicial de las
prestaciones.
En materia de alquileres, el legislador intervino para morigerar estas cláusulas, generando más
inconvenientes que soluciones. Al negarse los locadores a aceptar los pagos con la reducción
legal, obligaron a los inquilinos o bien a pagar lo debido indexado sin la quita legal o bien a
consignar judicialmente lo que la ley mandaba. Esto trajo muchos inconvenientes.

Desde 1991, la indexación convencional se encuentra prohibida en Argentina, por imperio de la


ley 23.928.

c. Indexación judicial. La primera tentativa de la jurisprudencia argentina por mitigar los efectos
de la inflación fue en 1976 a través del fallo de la justicia bonaerense in re “Mas C/ Nolly”.
Unos meses después, la Corte Suprema de la Nación se pronunció decididamente también a favor
de reajustar las deudas dinerarias, con lo que los tribunales inferiores fueron paulatinamente
ajustando sus fallos a esa doctrina.
Desde allí y hasta 1991, cuando la ley 23.928 prohibió la indexación, los tribunales argentinos
abordaron el problema de la inflación indexando las deudas.

D) Las obligaciones naturales en el Código Civil y Comercial de la Nación


1. Introducción. Naturaleza jurídica de las obligaciones naturales. Diferencias entre obligación
natural y deber moral. Otras obligaciones naturales (vestidos de deberes morales) en el nuevo
Código Civil y Comercial. Efectos de las obligaciones naturales.

Introducción.

Las obligaciones naturales, antes introducidas en el art. 515 del Código de Vélez, han sido
eliminadas en el CCyC, pero no del todo, sino que fueron reemplazadas por los deberes morales acogidos
en el art. 728 según el cual “lo entregado en cumplimiento de deberes morales o de conciencia es
irrepetible”.

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Este art. Se complementa con el art. 2538 del CCyC, según el cual, el pago espontáneo de una
obligación prescripta no es repetible.

El Código de Vélez, clasificaba a las obligacioens, según si estas confieren o no una acción al
acreedor para reclamar su cumplimiento, por lo que contempla las obligaciones civiles y las naturales.

Son obligaciones civiles aquellas que podemos vincular directamente con la ejecución, son
exigibles jurídicamente. Hay un acreedor, un deudor y un título válido.

Son obligaciones naturales, aquellas que no producen todos los efectos de las oblgiaciones porque
carecen del más importante, que es el de ser exigibles.

Esto fue reemplazado por el art. 728, consagra una manifestación de la libertad general de
conciencia del individuo.

Naturaleza jurídica

Hay diversas tesituras.

a) Deuda sin responsabilidad. Concibe a la obligación como una deuda sin responsabilidad. En la
obligación natural hay debitum pero falta responsabilidad o garantía.

b) Deber de conciencia. Ve a la obligación natural como un deber de conciencia que la ley respeta
y a los que les imputa algunos efectos jurídicos limitados.

Aunque toda obligación natural implica un deber de conciencia, a la inversa, no todo deber de
esta índole engendra una obligación natural. De tal modo, esta teoría solo serviría plenamente
para explicar la naturaleza de las relaciones que son deberes de conducta y las obligaciones
naturales a la vez, pero no de todas.
c) Obligación natural como un puro deber de equidad o de derecho natural. Esta es la teoría
más apropiada.
Estas obligaciones constituyen un deber de conciencia, es decir, un sentimiento proveniente de
una convicción íntima que mueve a alguien a actuar de determinada manera. Pero para que ese
deber de conciencia engendre una obligación natural, debe llenar una exigencia de justicia, y no
un imperativo de caridad.

La mayoría de los autores, como Borda y Salvat, sostienen que las obligaciones naturales sí
constituyen obligaciones, siendo una variante de las obligaciones civiles, estos autores no las
consideran figuras distintas de la obligación, sino como obligaciones civiles atenuadas,
ubicándolas entre lo moral y lo jurídico.

Y otros autores, como Llambías y Alterini las ubican dentro del régimen de la equidad.

Diferencias entre obligación natural y deber moral

Pothier hace esta distinción en tres grupos.

a. Los sancionados por ley positiva, que constituyen obligaciones civiles o perfectas

b. Los deberes que, aunque no ligan en el fuero externo, si gravan la conciencia en el fuero interno,
constituyendo obligaciones naturales
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c. Los deberes de caridad, u obligaciones imperfectas, que no son jurídicos porque no existen frente
al prójimo sino ante los ojos de Dios.

Otras obligaciones naturales (vestidos de deberes morales) en el nuevo Código Civil y Comercial

1. El art. 1611 del CCyC, determina que no hay acción para exigir el cumplimiento de la prestación
prometida en un juego de azar; si este no está prohibido por la autoridad local, lo pagado es
irrepetible, siempre que no esté hecho por persona incapaz, con capacidad restringida o
inhabilitada.
El régimen de los juegos de azar, están regulados en los arts. 1609 a 1613 del CCyC, donde
existen normas muy particulares, como el 1610 CCyC, que da al juez facultades discrecionales
para “reducir la deuda directamente originada en el juego de azar si resulta extraordinaria
respecto a la fortuna del deudor”.
El art. 1612 CCyC, torna vinculante la oferta de apuestas y sorteos al público, al igual que la
publicidad de estos juegos, y responsabiliza al oferente frente al apostador o participante.

2. En el mutuo gratuito (art. 1527 CCyC), los intereses que haya pagado el mutuario
voluntariamente son irrepetibles, existiría allí otra obligación natural, aunque aquí directamente
no se la califica, ni de deber moral ni de obligación natural.

Efectos de las obligaciones naturales

Las obligaciones naturales producen un efecto natural, es decir, común a todas las obligaciones de
esta categoría, que es el de servir de causa de retención legítima de un pago, que no se podía
exigir y que ha efectuado espontánea o voluntariamente el deudor.

Con respecto al acreedor, el efecto principal es que éste tiene el derecho de retención y, con
respecto al deudor, que este pago es irrepetible (art. 728 CCyC).

UNIDAD VIII: CLASIFICACION DE LAS OBLIGACIONES (CONTINUACIÓN)

A) Clasificación desde el punto de vista de los sujetos que intervienen


1. Concepto general. Pluralidad disyunta o alternativa. Pluralidad conjunta (obligaciones
mancomunadas, solidarias y concurrentes). Clasificación de las obligaciones plurales conjuntas.
2. Obligaciones simplemente mancomunadas. Concepto. Efectos de la yuxtaposición de categorías.
Obligaciones divisibles. Obligaciones indivisibles. Efectos de la indivisibilidad. Clases de
indivisibilidad.

Concepto General
Desde la óptica de los sujetos que intervienen en ellas, las obligaciones pueden clasificarse en
obligaciones individuales, simples o de sujeto singular y obligaciones múltiples, complejas,
compuestas o de sujeto plural.

Obligaciones simples o con sujeto singular, son aquellas onde hay un solo acreedor y un solo
deudor.

Obligaciones complejas o con sujeto plural, son aquellas en que la relación obligacional se
establece entre varios acreedores y varios deudores, o un acreedor singular y varios deudores o
viceversa.

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La pluralidad puede ser:


a) Originaria. Si ella está presente en la génesis de la obligación
b) Sobreviniente. Si por la transmisión de una obligación, sea por actos inter vivos o mortis
causa, varias personas pasan a ocupar el lugar que antes encarnaba una sola, sea de acreedor
o deudor.

A su vez, la pluralidad, puede ser


a) alternativa o disyunta: puede reclamarse la deuda a cualquiera de los deudores
disyuntamente
b) conjunta o mancomunad: puede reclamarse la deuda a ambos en forma conjunta.

Pluralidad disyunta o alternativa


Hay pluralidad disyunta o alternativa cuando los deudores o los acreedores aparecen en el acto
constitutivo unidos por la conjunción “o”.
Por ejemplo: A pagará a B o C cien mil pesos; B o C pagarán a A veinticinco mil dólares.

Los sujetos de la obligación lo son en forma alternativa. Por ello puede advertirse este tipo de
obligación cuando aparece la conjunción “o”. Por ejemplo: le debo dinero a Pedro “o” a Juan. Son
obligaciones de sujeto indeterminado.
En el CCyC se encuentran regladas en los arts. 853 a 855.

Pluralidad conjunta (obligaciones mancomunadas, solidarias y concurrentes).


Estamos en presencia de un supuesto de pluralidad conjunta cuando todos los acreedores o todos
los acreedores se encuentran unidos en una obligación por la conjunción “y”. Por ejemplo: Oscar debe
veinte mil pesos a Pedro y a Carlos.

La pluralidad conjunta puede dar origen a obligaciones simplemente mancomunadas, a


obligaciones solidarias o a obligaciones concurrentes.

A su vez, la pluralidad puede ser:


a) Originaria. En el momento mismo de formarse la obligación existe pluralidad. Por ejemplo. A
presta mil pesos a b y a C
b) Derivada o sobreviniente. Cuando la obligación nace singular y deviene en plural. Por ejemplo.
A presta mil pesos a B, éste muere y deja a C y D como herederos.

Clasificación de las obligaciones plurales conjuntas

a) Obligaciones simplemente mancomunadas


b) Obligaciones concurrentes
c) Obligaciones solidarias.

- Obligaciones simplemente mancomunadas. Se da una partición en la prestación, dado que cada


deudor debe una parte y cada acreedor recibe una porción del total. Está definida en el art. 825
del CCyC.

- Obligaciones concurrentes. Son aquellas que aparecen conectadas entre sí, por la circunstancia
de concurrir respecto a un mismo objeto y acreedor, y que presentan a la vista alguna comunidad.

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Se trata de una pluralidad de vínculos, pero dende la factibilidad de requerimiento a cualquiera de


los coobligados por el todo de la deuda presenta un espejismo de solidaridad.

El CCyC las define en el art. 850 que establece: “obligaciones concurrentes son aquellas en las
que varios deudores deben el mismo objeto en razón de causas diferentes”.

- Obligaciones solidarias. No existe parcelamiento o fraccionamiento obligacional, y cualquiera


de los acreedores tiene derecho a la totalidad de la prestación, ello transforma correlativamente, a
cada deudor en responsable del pago del total de la deuda.

Obligaciones simplemente mancomunadas


Están definidas en el art. 691 del CCyC, que dice “en las obligaciones simplemente
mancomunadas, el crédito o la deuda se divide en tantas partes iguales como acreedores o deudores
haya, si el titulo constitutivo de la obligación no ha establecido partes desiguales entre los
interesados. Las partes de los diversos acreedores o deudores se considera que constituyen otros
tantos créditos o deudas distintos los unos de los otros.

Y el art. 825 establece: “son obligaciones simplemente mancomunadas aquellas en que el


crédito o la deuda se fracciona en tantas relaciones particulares independientes entre sí como
acreedores y deudores haya. Las cuotas respectivas se consideran deudas o créditos distintos los
unos de los otros.

Por ejemplo. Si hay dos acreedores y dos deudores, cuya deuda consistía en pagar $200, cada
deudor se libera pagando $100 a uno de los acreedores.

Efectos de la yuxtaposición de categorías.

- Art. 833 CCyC. Derecho a cobrar. El acreedor tiene derecho a requerir el pago a uno, a varios o
a todos los codeudores, simultánea o sucesivamente.
- Art. 834 CCyC. Derecho a pagar. Cualquiera de los deudores solidarios tiene derecho a pagar la
totalidad de la deuda, sin perjuicio de lo dispuesto en el art. 837.
- Art. 840 CCyC. Contribución. El deudor que efectúa el pago puede repetirlo de los demás
codeudores según la participación que cada uno tiene en la deuda. La acción de regreso no
procede en caso de haberse remitido gratuitamente la deuda.

Obligaciones divisibles
La obligación es divisible en aquellos casos en que la prestación puede fraccionarse en partes
análogas y homogéneas, sin menoscabo de su valor, y permaneciendo satisfactoria para su acreedor.

La obligación es divisible cuando puede ser cumplida en forma fraccionada sin que varíe su
esencia y sin que se altere su valor. Arquetípicamente una obligación de entregar una suma de
dinero.

Es indivisible, la obligación no susceptible de cumplimiento parcial, ya sea por la naturaleza de


la prestación, o por la voluntad de las partes.

Obligaciones indivisibles. Efecto de la indivisibilidad.


Están definidas en el art. 813 del CCyC. Como “obligaciones no susceptibles de cumplimiento
parcial”.

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El carácter de divisible o indivisible de la obligación procede tanto de la naturaleza de las cosas


que constituyen su objeto como de la voluntad de las partes. La indivisibilidad o divisibilidad no es por lo
tanto una cuestión de hecho, sino también de derecho.

La imposibilidad material o física de división del cumplimiento atañe tanto a la indivisibilidad


por naturaleza, como a la indivisibilidad convencional de la obligación, así como a la indivisibilidad que
imponga la ley, porque en cualquiera de los casos, no podría exigirse al acreedor aceptar una prestación
parcial.

La indivisibilidad puede ser convencional aún cuando el objeto o prestación sea divisible por
naturaleza, como pasa en la obligación de dar suma de dinero, que se tornaría indivisible si las partes
hubieran pactado que la obligación debía ser cumplida íntegramente.
Podrán presentarse también casos en que la ley misma sea la que califique de indivisible el objeto
de una obligación.
Y por último tenemos la llamada indivisibilidad impropia, reglada por el art. 824.

ARTICULO 824.- Indivisibilidad impropia. Las disposiciones de este parágrafo se aplican a


las obligaciones cuyo cumplimiento sólo puede ser exigido por todos los acreedores en conjunto, o
realizado por todos los deudores en conjunto, excepto las que otorgan a cada uno el derecho de cobrar o a
pagar individualmente.

Clases de indivisibilidad

a) Propia o típica. Impide que la prestación pueda ser fraccionada, tiene como sustento la
exigencia de pluralidad subjetiva y cada acreedor puede reclamar toda la deuda.
Correlativamente, cada deudor debe hacerla efectiva íntegramente

b) Impropia o atípica. Cuando para el cumplimiento de la obligación se requiere de la


colaboración organizada de todos los deudores. Por ejemplo. La obligación de escriturar que
surge del cumplimiento de un boleto compraventa suscripto por varios vendedores, donde no
sería posible exigir a uno solo de ellos el cumplimiento pleno, ya que para transferir el bien es
necesaria la integración de la escritura con todos los enajenantes.

B) Obligaciones solidarias
1. Concepto. Características. ¿Solidaridad flexible? Importancia de la solidaridad. Clases de
solidaridad. Fuentes de la solidaridad.
2. La sentencia judicial como fuente de la solidaridad. Quid. Fuente de la solidaridad activa.
3. Caracteres de las obligaciones solidarias.
4. Régimen de las obligaciones solidarias en el nuevo Código Civil y Comercial. Efectos de la
solidaridad pasiva. Presunciones y prueba de la solidaridad.
5. Renuncia a la solidaridad.
6. Relaciones de los codeudores solidarios entre sí. Insolvencia de uno de los deudores.
7. Solidaridad activa. Régimen de la solidaridad activa en el nuevo Código Civil y Comercial.
Relaciones de los acreedores entre sí. Modos extintivos de fa solidaridad activa.
8. Obligaciones in solidum. Las obligaciones in solidum o concurrentes en la jurisprudencia
nacional.
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9. Obligaciones concurrentes: concepto y esencia. Efectos de las obligaciones in solidum según la


jurisprudencia nacional.
10. Paralelo entre la solidaridad y la indivisibilidad.
11. Otros casos de pluralidad de sujetos. Pluralidad subsidiaria de sujetos. Obligaciones en mano
común.
Obligaciones solidarias
El CCyC establece en el art. 827: “hay solidaridad en las obligaciones con pluralidad de
sujetos y originarias en una causa única cunado, en razón del título constitutivo o de la ley, su
cumplimiento total puede exigirse a cualquiera de los deudores, por cualquiera de los acreedores”.

El efecto fundamental de la solidaridad, consiste en impedir la división de la prestación, aunque


ella sea divisible por naturaleza. Ello sucedería, por ejemplo, con el pago de una suma de dinero, si las
partes se obligaron solidariamente, la totalidad de la suma puede ser reclamada por cualquiera de los
acreedores a cualquiera de los deudores.

La solidaridad resulta de la voluntad de las partes o de la ley. Es un concepto jurídico que posee
un efecto que puede señalarse como “unidad en la prestación y pluralidad de vínculos”.

Las obligaciones solidarias constituyen una excepción al principio general de la mancomunidad


en las obligaciones conjuntas o de sujeto pasivo múltiple. Ello hace que deban ser interpretadas
restrictivamente y que no pueda presumirse la solidaridad.

La obligación es solidaria, cuando la totalidad del objeto de ella puede, en virtud del título
constitutivo o de una disposición de la ley, ser demandada por cualquiera de los acreedores o a cualquiera
de los deudores.

Características. Se caracterizan por la existencia de dos o más acreedores, o dos o más deudores
en una misma obligación.
O sea que los vínculos que ligan a los acreedores plurales o a los deudores plurales nacen en una
sola fuente. Es lo que se denomina “unidad de causa”: el deber de prestar de todos los deudores o la
pretensión de todos los acreedores deriva del mismo hecho o título justificante.
Su estructura, provoca la creación de un frente común de acreedores y deudores o un deudor
singular con respecto a la totalidad del objeto. Los vínculos no subsisten separados o aislados, ni son
independientes entre sí, como ocurre en las obligaciones simplemente mancomunadas.
Esta pluralidad de vínculos es concentrada, porque le otorga a la obligación solidaria una
estructura unitaria, que permite que todo lo que acontezca con uno de esos vínculos se propague hacia los
demás.

EN la solidaridad, la totalidad del objeto de la prestación, puede ser demandado por cualquiera de
los acreedores o cualquiera de los deudores. Pero la responsabilidad solidaria no constituye un supuesto
de responsabilidad colectiva, sino de un caso de responsabilidad de varios sujetos por el todo o por una
parte.
Solidaridad flexible.
La pregunta es si el art. 827 permite la solidaridad flexible, como lo hace el art. 1140 del Código
Civil Español; esto es, si la solidaridad podría existir, aunque los acreedores y deudores no estén ligados
del mismo modo y por iguales plazos y condiciones.
El Código español, recepta lo que la doctrina ha denominado “solidaridad uniforme” o
“solidaridad impropia”,
El límite allí, está en el carácter unitario de la deuda, de tal forma que una relación que previera
que los varios acreedores o los varios deudores responden de prestaciones diferentes no podría calificarse
solidaria.

Pero el art. 827 del CCyC, si bien es amplio, no lo es tanto como para acoger este tipo de
solidaridades no uniformes.

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Siendo la solidaridad de interpretación restrictiva en el CCyC, se requeriría una norma expresa


como el art. 1140 del Código Civil español, para validar tal amplitud de esa figura excepcional, lo que no
encaja en el art. 827.

Importancia de la solidaridad
En el campo de las obligaciones civiles, la solidaridad era un fenómeno extraño, hasta que se
produjo la masificación de la contratación y la formalización de convenios por formularios preimpresos,
lo que se conoce como “contrato de adhesión”.

Esos contratos de adhesión, por ejemplo en materia locativa, por lo general, introducen una
cláusula de solidaridad de la deuda entre deudor y fiador, por la cual ambos declaran la solidaria la deuda,
renunciando seguidamente a los beneficios de excusión y división.

Ello generó que la solidaridad convencional gane mucho terreno entre nosotros.
La razón de esta mayor difusión de la solidaridad en el ámbito mercantil radica en la mayor
seguridad o garantía que lleva a los acreedores a exigir y obtener el compromiso de solidaridad, lo que
luego les facilita en gran medida exigir el cumplimiento de la prestación, porque ella pone a disposición
arios patrimonios para una sola y misma prestación.

Para que el acreedor quede impago, es necesario que todos los deudores sean insolventes, lo que
debe analizarse antes de contratar.

Clases de solidaridad
a) Solidaridad pasiva. Solidaridad de los deudores en el pago de la deuda.
b) Solidaridad activa. Relación de solidaridad de los acreedores en el cobro de la acreencia.

Fuentes de la solidaridad

Fuentes de la solidaridad pasiva:


a) Una disposición de la ley:
1. Por ejemplo: el art. 800 del CCyC. Clausula penal y solidaridad. Si la obligación de la
cláusula penal es indivisible, o si es solidaria, aunque divisible, cada uno de los
codeudores, o de los coherederos del deudor, queda obligado a satisfacer la pena entera.
2. Art. 1399 del CCyC. En las cuentas corrientes a nombre de dos o más personas los
titulares son solidariamente responsables frente al banco por los saldos que arrojen
b) Una convención de las partes en el título constitutivo. Las partes pueden establecer por una
cláusula contractual una fianza solidaria entre deudor y fiador, que obligue solidariamente a
ambos frente al acreedor.
c) Una disposición testamentaria. Por vía testamentaria se puede imponer a los herederos la
solidaridad frente a ciertas deudas.

La sentencia como fuente de solidaridad. La solidaridad o surge de alguna disposición de la ley que la
dispone o surge de una disposición de última voluntad del testador o de un contrato. No existen otras
fuentes de solidaridad.
La sentencia judicial no puede crear una solidaridad, sólo puede declarar la existencia de una
solidaridad anteriormente existente por una causa distinta.
Vale recordar como principio, las sentencias no son constitutivas sino declarativas de derechos y,
como tal, mal podrían dar nacimiento a lo que antes no hubiera nacido de otra fuente autorizada.

Fuente de la solidaridad activa. Solo conoce una fuente: la voluntad libre de los contratantes, porque
sólo puede establecerse convencionalmente, ya que la ley nunca la establece de forma obligatoria, como
sí impone en ciertos casos la solidaridad pasiva.

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Caracteres de las obligaciones solidarias


a) Pluralidad de sujetos. Puede darse entre varios acreedores (solidaridad activa) o entre varios
deudores (solidaridad pasiva) o entre varios acreedores y varios deudores (solidaridad mixta).
b) Unidad de prestación. Todos los acreedores y deudores están vinculados con relación a una
misma prestación
c) Pluralidad de vínculos El vínculo jurídico que liga a cada uno de los acreedores y deudores
entre sí es distinto e independiente, en consecuencia:
1. La obligación puede ser pura y simple para algunos de los sujetos y condicional o a plazo
para otros
2. La obligación puede ser nula respecto de uno de los sujetos (por incapacidad de un
deudor o de un acreedor), pero válida respecto a los demás,
3. Si fallece alguno de los acreedores o deudores, dejando más de un heredero, cada uno de
los coherederos no tendrá derecho a exigir o recibir, ni estará obligado a pagar sino la
cuota que le corresponda en el crédito o en la deuda, según su haber hereditario.
4. Cada uno de los acreedores solidarios puede ceder su derecho, sin que ello afecte a los
otros acreedores.
d) Independencia relativa de los vínculos. Los vínculos que unen a los acreedores con los
deudores son independientes entre sí. Por ejemplo. Si cuatro personas deben la suma de
2.000.000 de pesos en forma solidaria a un acreedor, existen cuatro vínculos obligatorios
entre los deudores y el acreedor, y todos deben a éste la suma mencionada.
e) Carácter excepcional. La solidaridad obligacional constituye una situación excepcional.
Porque rompe el principio general de la división cuando hay pluralidad de sujetos.

Régimen de las obligaciones solidarias en el CCyC


El CCyC regla las obligaciones solidarias en tres secciones.

La primera de ellas que contiene los arts. 827 a 832, es el segmento de disposiciones generales en
materia de solidaridad.

El segundo grupo de normas, abarca entre los arts. 833 a 843 y se enfoca en las reglas de
solidaridad pasiva

Y el tercer grupo, abarca entre los arts. 844 a 849 que complementan la regulación de la
solidaridad activa.

Efectos de la solidaridad pasiva


a) Exigibilidad. El efeto principal de la solidaridad es la facultad que concede a los acreedores
para demandar la totalidad de la prestación a los codeudores en forma conjunta o a cada uno
de ellos por separado.
b) Pago de la deuda. El pago hecho por uno de los deudores extingue la obligación de los
demás.
c) Otros modos de extinguir la deuda. La extinción de la obligación solidaria se regula en el
art. 835 del CCyC. Allí se introducen múltiples supuestos que tienen por efecto la extinción
parcial o total de la deuda.
1. La obligación se extingue en el todo cuando uno de los deudores solidarios paga la deuda.
2. La obligación también se extingue en el todo si el acreedores renuncia a su crédito a favor
de uno de los deudores solidarios, o si se produce novación, dación en pago o
compensación entre el acreedor y uno de los deudores solidarios.
3. La confusión entre el acreedor y uno de los deudores solidarios sólo extingue la cuota
parte que corresponde a éste. La obligación subsistente conserva el carácter solidario.
4. La transacción hecha con uno de los codeudores solidarios, aprovecha a los otros, pero no
puede serle opuesta.

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d) Intereses. La demanda de intereses entablada contra uno de los deudores solidarios hace
correr los intereses respecto de todos.
e) La culpa de uno de los deudores. Si la cosa ha perecido por el hecho o culpa de uno de los
deudores, o se hallase éste constituido en mora, los otros codeudores están obligados a pagar
el equivalente de la cosa.
Si el cumplimiento se hace imposible por causas imputables a un codeudor, los demás
responden por el equivalente de la prestación debida y la indemnización de daños y
perjuicios.
f) Interrupción de la prescripción. La suspensión de la prescripción no se extiende a favor ni
en contra de los interesados, excepto que se trate de obligaciones solidarias o indivisibles.
Art. 2540 CCyC.
g) Suspensión de la prescripción. Cualquier acto que interrumpa la prescripción en favor de
uno de los acreedores o en contra de uno de los deudores aprovecha o perjudica a los demás.
h) Cosa juzgada. La sentencia dictada contra uno de los codeudores no es oponible a los demás,
pero éstos pueden invocarla cuando no se funda en circunstancias personales del codeudor
demandado
El deudor no puede oponer a los demás coacreedores la sentencia obtenida contra uno de
ellos, pero los coacreedores pueden oponerla al deudor, sin perjuicio de las excepciones que
éste tenga frente a cada uno de ellos.
i) Defensas oponibles por los deudores. Los deudores solidarios pueden oponer al acreedor
dos clases de defensas:
a) Defensas comunes. Cada uno de los deudores puede poner a la acción del acreedor todas
las excepciones que sean comunes a todos los codeudores. Son llamadas así porque
pueden ser opuestas por cualquiera de los deudores.
b) Defensas personales. Son las que atañen exclusivamente a uno de los deudores y que
sólo pueden ser opuestas por éste y nunca por los demás. Como, por ejemplo, la nulidad
de la obligación fundada en la incapacidad del demandado al tiempo de contraer la
obligación.

Presunción y prueba de la solidaridad


En el campo del derecho civil, la solidaridad debe ser expresa, porque al ser un supuesto de
excepción, no cabe presumirla, por lo que deben descartarse las presunciones o inferencias, y mucho más
las conjeturas, como elementos eficientes para acreditarla.
En materia de prueba, es necesario acreditar cabalmente el carácter solidario del vínculo
obligacional, a través de los medios probatorios establecidos.

Renuncia a la solidaridad.
La solidaridad puede ser renunciada conforme a los arts. 836 y 837 del CCyC, puesto que no
implica la liberación del codeudor o codeudores beneficiados, sino el reclamo de su cuota parte a cada
obligado al pago, al fraccionarse la prestación debida en la medida en que sea susceptible de división.

El acreedor puede renunciar a la solidaridad, a la deuda o a ambas. Si renuncia a la solidaridad, la


obligación se vuelve mancomunada y seguirá siendo exigible, pero sólo pudiendo reclamarse a cada
deudor su cuota parte o parte viril.
Esto tiene importancia si alguno de los deudores cayera en insolvencia, porque la renuncia a la
solidaridad, impediría exigir a los restantes el pago de la cuota parte del insolvente.
Relaciones de los codeudores solidarios entre si
El codeudor sol diario que ha desinteresado al acreedor, o respecto de quién se ha operado la
confusión, tiene acción de regreso contra los demás codeudores, pero sólo por su parte y porción en la
obligación.
La explicación de este fenómeno ha sido brindada a través de la ficción de la mutua
representación de todos los codeudores, entendiéndose que cada uno de ellos representa con su actuar a
los demás, obrando como si recíprocamente se hubieran conferido mandato.

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Sin perjuicio de esta acción de regreso, el ordenamiento civil confiere al codeudor que ha pagado
el total, subrogación en el lugar o rango que ocupaba el acreedor.

Insolvencia de uno de los deudores.


Art. 842. La cuota correspondiente a los codeudores insolvente es cubierta por todos los
obligados.
La solución legal consiste en el reparto entre los deudores solventes de la pérdida provocada por
el deudor insolvente.
Por ejemplo: si Hugo, Carlos, Débora y Miguel deben solidariamente a Adrián la suma de cien
mil pesos y Miguel resulta insolvente, el total de la deuda debe ser asumida por Carlos, Débora y Hugo,
quienes también deben solventar a prorrata la parte de Miguel.

Solidaridad activa
Hay solidaridad activa cuando cada uno de los acreedores tiene derecho a exigir el cumplimiento
de la prestación entera y el cumplimiento obtenido por uno de ellos libera al deudor frente a todos los
acreedores.

Régimen de la solidaridad activa en el CCyC.


El Código le dedica a esta forma de solidaridad un régimen bastante más breve que en la pasiva.
Porque la solidaridad activa surgirá de un contrato celebrado entre partes, las que seguramente habrán
reglado los principales aspectos que hagan a su interés.

a) Exigibilidad de la prestación. Cualquiera de los acreedores puede reclamar el pago de la


totalidad de la prestación. art. 844 CCyC.
El 845, establece además que el deudor puede pagar la deuda a cualquiera de los acreedores si
antes no hubiese sido demandado por alguno de ellos. Pero si hubiese sido demandado por alguno
de los acreedores, el pago debe hacerse a éste.

b) Mora de uno de los acreedores. La mora de uno de los acreedores solidarios produce también
sus efectos respecto de los demás y a favor de todos los deudores.
c) Interrupción de la prescripción, cosa juzgada y otros efectos. La interrupción de la
prescripción lograda por uno de los acreedores beneficia a los demás.

Relaciones de los acreedores entre sí


a) Si uno de los acreedores solidarios recibe la totalidad del crédito o de la reparación del daño, o
más que su cuota, los demás tienen derecho a que les pague el valor de lo que les corresponde
conforme a la cuota de participación de cada uno-
b) En los casos del inc. b) del art. 846, los demás acreedores solidarios tienen derecho a la
participación si hubo renuncia al crédito o compensación convencional o facultativa, novación,
dación en pago o transacción, por la cuota de cada uno en el crédito original, o por la que le
correspondería a cada uno conforme a lo resultante de los actos extintivos, a su elección
c) El acreedor solidario que realiza gastos razonables en interés común, tiene derecho a reclamar a
los demás la participación en el reembolso de su valor.

Modos extintivos de la solidaridad activa


a) La obligación se extingue en el todo cuando uno de los acreedores solidarios recibe el pago del
crédito.
b) En tanto alguno de los acreedores solidarios no haya demandado el pago al deudor, la obligación
también se extingue en el todo si uno de ellos renuncia a su crédito a favor del deudor, o si se
produce novación, dación en pago o compensación entre uno de ellos y el deudor.
c) La confusión entre el deudor y uno de los acreedores solidarios sólo extingue la cuota del crédito
que corresponde a éste.

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d) La transacción hecha por uno de los coacreedores solidarios con el deudor no es oponible a los
otros acreedores, excepto que éstos quieran aprovecharse de ésta.

Obligaciones in solidum
Son las obligaciones concurrentes. También son llamadas indistintas, in solidum, paralelas o
convergentes.

Se refieren a supuestos en que los vínculos tienen causas diferentes pero conexas, en que los
obligados al cumplimiento deben una prestación íntegra que les es común, en otras palabras, en ellas sólo
el objeto es único.
Supuesto de obligaciones in solidum, son la deuda de alimentos a cargo de dos o más parientes y
la responsabilidad civil del dueño y del guardián de una cosa riesgosa, supuesto que configuran
obligaciones concurrentes e indistintas.

La obligación solidaria es una sola, que se caracteriza por la pluralidad de vínculos que ligan
interdependientemente a cada deudor con cada acreedor.
Pero las obligaciones concurrentes, suponen dos o más obligaciones, aunque conjugadas entre sí
por tener el mismo objeto y existir a favor del mismo acreedor.

Obligaciones concurrentes. Concepto y esencia.


a) Obligaciones concurrentes, indistintas o convergentes, son aquellas que tienen la identidad
del acreedor y de objeto debido, pero presentan distinta causa y deudor.
Dado que el objeto debido es el mismo para todas las obligaciones concurrentes bastará con
que uno de los deudores lo pague para que opere la cancelación de todas las deudas. El
acreedor no podría pretender cobrar nuevamente a los otros deudores.

b) En los supuestos de deudas concurrentes, contrariamente a la hipótesis de solidaridad, se


establecen varias relaciones, conjugadas entre sí por tener el mismo objeto y existir en favor
del mismo acreedor, de modo que cada uno de los obligados concurrentes responde por la
totalidad de toda la deuda, la cual una vez satisfecha, deja sin causa a las obligaciones
concurrentes vinculadas.
c) Las obligaciones concurrentes son aquellas que presentan unidad de objeto, unidad de
acreedor, aunque distintos deudores que resultan obligados sobre la base de distintas causas
del deber.
d) Las obligaciones concurrentes se caracterizan por la existencia de un solo acreedor, un mismo
objeto, pero distintas causas con relación a cada uno de los deudores.
e) Los vínculos que unen al acreedor con cada deudor son independientes y así la prescripción
operada en favor de uno de los deudores, no beneficia al otro.
f) La víctima de un accidente puede cobrar íntegramente la totalidad del resarcimiento tanto del
asegurado como el asegurador indistintamente, siendo a su vez liberatorio para ambos el pago
total efectuado por uno solo de los deudores.

Efectos de las obligaciones in solidum según la jurisprudencia nacional


a) Las obligaciones concurrentes no excusan total ni parcialmente la de un deudor, sin perjuicio de
la acción que ulteriormente puede ejercer contra el otro responsable, citado como tercero, para
obtener su contribución en la deuda solventada.
b) Tratándose de obliaciones concurrentes, si no hubiera motivo para discriminar en cuanto a la
influencia causal de una u otra culpa, ni en cuanto a su gravedad, la distribución del daño debe
hacerse entre los responsables por partes iguales, sin perjuicio del derecho del actor a ejecutar la
condena, en un todo, respecto de cualquiera de los demandados.

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c) Quien paga en virtud de una obligación concurrente no es un tercero que pueda invocar los
beneficios del pago con subrogación, porque el deudor concurrente no se subroga en los derechos
del acreedor contra otros deudores del mismo objeto.

Paralelo entre la solidaridad y la indivisibilidad


a) Tanto en las obligaciones solidarias como en las indivisibles, existe pluralidad de sujetos.
b) La repartición de deudores opera tanto en las obligaciones solidarias como en las indivisibles.
c) La ley se remite a las normas relativas a las obligaciones indivisibles para regular algunos
aspectos de las obligaciones solidarias.

Otros casos de pluralidad de sujetos


A los casos de pluralidad conjunta y disyunta, la doctrina ha agregado la pluralidad subsidiaria,
en la que el lado activo o en el sector pasivo de la obligación, o en ambos a la vez, aparecen varios sujetos
de los cuales unos son designados en subsidio de otros.

Casos.
1) En la fianza simple. El fiador es deudor en subsidio del obligado principal.
2) La vieja ley de trabajo establecía que en el supuesto de insolvencia patronal jurídicamente
declarada, la víctima tiene derecho a cobrar la indemnización de la caja de garantía.

Obligaciones en mano común


Se las clasifica así en virtud de que los créditos pertenecen al grupo o consorcio, y las deudas
resultan también comunes o consorciales. Los sujetos en mano común son acreedores o deudores en su
totalidad.
El origen de este tipo se da por el objetivo e indivisible de la prestación, del hecho que el crédito
pertenezca a un patrimonio colectivo (de varios) o a un interés perseguido por las partes.

Lo importante de esta categorización es que la ley o las partes han dispuesto que la titularidad del
crédito o de la deuda es consorciada o colectiva, y no interesa que la prestación sea divisible o indivisible.

Este tipo de obligaciones, se desconoce en el derecho argentino.

C) Según las particularidades del vinculo: puras y modales. Concepto. Obligaciones puras y
simples.

Obligaciones puras son aquellas que son exigibles inmediatamente por no estar sometida su eficacia a
ningún elemento accidental, como la condición o el término.
Las modalidades. Son elementos accidentales introducidos en un acto jurídico o en una obligación, por
la ley o por la voluntad de las partes, con el objeto de alterar sus efectos jurídicos propios, retardar los
efectos de ellas, hacerlos cesar en una época posterior, conforme se produzca o no cierto hecho, o
hacerlas producir otros efectos que los normales o corrientes.
El CCyC ubica las modalidades de los actos jurídicos en el Libro Primero (Parte General), Título IV
(De los hechos y actos jurídicos), Capítulo 7 (Modalidades de los Actos jurídicos) en los arts. 343 a 357.

Obligaciones modales. Una obligación sujeta a modalidad dispone de una eficacia particular, dado que
sus efectos no son plenos. Las modalidades son entonces restricciones a la plena vigencia y exigibilidad
de un derecho.

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Existen tres modalidades de los actos jurídicos:


1. La condición (art. 343)
2. El plazo (art. 350)
3. El cargo (art. 354)

D) Obligaciones modales
1. Obligaciones condicionales. Condición y hecho condicionante. Caracteres. Diferencias con la
conditio juris. Diferencias con la conditio necessitatis. Clases: a) positivas y negativas; b) posibles e
imposibles; c) lícitas, ilícitas e ilegítimas; hecho condicionante inmoral; d) casuales, potestativas y
mixtas. Cumplimiento. Tiempo. Forma. Indivisibilidad. Cumplimiento ficto. Condición simple,
conjunta y disyunta. Efectos: a) Modo de producirse. Actuación “de pleno derecho”. b)
Retroactividad. Concepto. Crítica. Derecho comparado. Caso del derecho eventual.
Transmisibilidad. c) Condición suspensiva. Efectos entre partes. Riesgos. Aumentos y frutos.
Efectos respecto de terceros. d) Condición resolutoria. Efectos entre las partes. Riesgos. Aumentos.
Frutos. Efectos respecto de terceros. Cuadro de efectos de las condiciones. Condición resolutoria y
pacto comisorio. Comparación.

2. Obligaciones a plazo. Concepto; plazo y término. Caracteres. Cómputo. A quién favorece.


Comparación con la condición y el cargo. Clases. Inicial y final. Cierto e incierto. Accidental y esencial.
Expreso o explícito, y tácito o implícito. Legal, judicial y convencional. Efectos. Antes del vencimiento.
Después del vencimiento. Pago anticipado. Caducidad del plazo.

3. Obligaciones con cargo. Concepto, terminología. Caracteres. Comparación con la condición.


Comparación con el plazo. Cumplimiento. Tiempo y forma. Transmisibilidad. Cargos imposibles, ilícitos
o inmorales. Cargo simple. Efectos. Cargo condicional. Concepto, efectos. Comparación con la
condición. Casos.

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E) Obligaciones principales y accesorias.

Art. 856 del CCyC. “Obligaciones principales son aquellas cuya existencia, régimen jurídico, eficacia y
desarrollo funcional son autónomos e independientes de cualquier otro vínculo obligacional. Los
derechos y obligaciones son accesorios a una obligación principal cuando depende de ella en cualquiera
de los aspectos precedentemente indicados, o cuando resultan esenciales para satisfacer el interés del
acreedor”.

Importancia de esta categorización. Existen diversas opiniones acerca de la importancia de la


clasificación de las obligaciones (en principales y accesorias) que introduce el CC a partir del art. 523.
SALVART, entiende que es superflua, toda vez que bastaría la contenida en materia de derechos reales
referente a las cosas principales y accesorias;
GAILI, piensa que tiene “consecuencias fecundas” y que provee “un criterio fundamental para la
interpretación de las situaciones”.
Busso, piensa igual que Gaili, y hace mérito de la especificidad de la regulación que corresponde a las
obligaciones interdependientes, diversa de la que compete a las cosas.

Criterio del CCyC


ARTICULO 856.- Definición. Obligaciones principales son aquellas cuya existencia, régimen jurídico,
eficacia y desarrollo funcional son autónomos e independientes de cualquier otro vínculo obligacional.
Los derechos y obligaciones son accesorios a una obligación principal cuando dependen de ella en
cualquiera de los aspectos precedentemente indicados, o cuando resultan esenciales para satisfacer el
interés del acreedor.

ARTICULO 857.- Efectos. La extinción, nulidad o ineficacia del crédito principal, extinguen los
derechos y obligaciones accesorios, excepto disposición legal o convencional en contrario.

El Código Civil, trata a las obligaciones principales y accesorias en el art. 523, en el art. 524 se refiere a
los accesorios de la obligación; en el art. 525 aplica la regla ACCESORIUM SEQUITUR SUUN
PRINCIPALE, y en el art. 526 trata las que impropiamente designa como “cláusulas accesorias de una
obligación.

Obligaciones accesorias. Concepto. Clases. Fuentes. Efectos sustanciales y procesales. Excepciones y


seudoexcepciones.
Una obligación es accesoria cuando depende de la existencia y validez de la obligación principal que le
sirve de fundamento (art. 523 del CC).

El art. 524 del CC establece, que “las obligaciones son principales o accesorias con relación a su objeto, o
con relación a las personas obligadas”.
Clases
Las obligaciones son accesorias respecto del objeto de ellas, cuando son contraídas para asegurar
el cumplimiento de una obligación principal, como son las cláusulas penales.

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Las obligaciones son accesorias a las personas obligadas, cuando éstas las contrajeren como
garantes o fiadores.

Fuentes. Las obligaciones accesorias tienen su origen en la voluntad de las partes o de la ley.

Efectos
1. Sustanciales o de fondo. Se encuentran regidos por el principio enunciado en el art. 525 del CC,
“ACCESORIUM SEQUITUR SUUN PRINCIPALE”. Por lo tanto, la extinción de la
obligación principal arrastra a la obligación accesoria.

2. Procesales o de forma. Entre los efectos procesales se destacan los atinentes a la competencia,
que corresponde al tribunal llamado a conocer en las acciones derivadas de la obligación
principal.

Excepciones. En algunos supuestos no se aplica el principio e que lo accesorio sigue la suerte de lo


principal

1. La cláusula penal puede ser exigible sin que lo sea la obligación principal, se trata de la cláusula
penal que accede a una obligación natural.
2. En materia de divisibilidad o indivisibilidad de la cláusula penal, la naturaleza de la prestación
que se cumple, ya sea el contenido de la obligación principal o el de la accesoria, es determinante,
sin tenerse en cuenta la naturaleza de la obligación principal que no ejerce influencia sobre la
accesoria.
3. En algunos casos el plazo de prescripción de la obligación accesoria difiere del que corresponde a
la obligación principal. Por ejemplo, la deuda por interés prescribe a los cinco años, mientras que
la obligación de restituir el capital que los produce prescribe a los diez años.
4. La nulidad de la obligación principal por una incapacidad relativa al deudor no afecta a la fianza
que la garantiza, la cual subsiste como única deuda.
5. En materia de novación, el art. 811 del Código Civil dispone que “la novación entre el acreedor y
los fiadores, extingue la obligación del deudor principal.
6. A pesar de lo establecido en el art. 644 del CC, la prestación debida in facultate solutionis no
puede seguir la naturaleza de la principal, en cuanto a su divisibilidad o indivisibilidad, si ella es
divisible, y la accesoria del caso es indivisible.
7. Es nulo el acto jurídico en nel que fue impuesto un cargo imposible, ilícito, o inmoral, de manera
que, si de dicho acto nace una obligación principal, carece de eficacia al igual que el cargo que la
accede.

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