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El difunto teólogo Richard A. McCormick señaló las ocho variables o condiciones básicas que justifican y fomentan el
interés en la creación de comités de bioética:
1. La complejidad de los problemas. Los investigadores y los profesionales de la salud pretenden adoptar decisiones
que sean éticamente aceptables, pero puede que los propios dilemas y problemas de orden bioético no estén bien
perfilados o sean complejos y difíciles de entender; también puede que los resultados de las soluciones propuestas no
sólo sean difíciles de plasmar, sino que también generen disensión con suma facilidad. Puede que, echando mano de
sus conocimientos especializados, los miembros de un comité logren comprender los problemas y formular los
dilemas.
2. La diversidad de opciones. Tal variedad suele estar fuera del alcance de la perspectiva de un solo investigador o
profesional médico. Los comités sin embargo, ofrecen perspectivas múltiples y puede que estén mejor capacitados
para entender las opciones.
3. La protección de los centros médicos y de investigación. En una sociedad cada vez más abierta y más crítica, las
instituciones se preocupan de su imagen pública, en particular de su integridad y su confiabilidad, lo cual genera en
algunos países un afán por reducir al mínimo el riesgo de participar en demandas legales. Los comités son indicio de
que los científicos y los profesionales de la salud se dejan orientar por sus homólogos, por grupos y por comités a fin
de compartir responsabilidades.
4. El carácter de los juicios en que se basan las decisiones clínicas. Es frecuente que, al margen de su experiencia en la
esfera de la investigación o la atención médica, los investigadores y los profesionales de la salud carezcan de la
competencia apropiada para adoptar decisiones bioéticas atinadas que den cabida a todos los aspectos de un
problema o un caso clínico. El carácter multidisciplinario de los comités de bioética incrementa las oportunidades de
que la orientación sea acertada, aunque no siempre se puedan recomendar soluciones ideales ni resolver todos los
dilemas de orden bioético.
5. La creciente importancia de la autonomía del paciente. Los conflictos entre los valores básicos de los pacientes, los
sujetos que participan en las investigaciones y los investigadores exigen con frecuencia que intervenga un mediador,
función que puede asumir un comité de bioética respetando a la vez la dignidad y la autonomía de cada paciente.
6. La creciente importancia de los factores económicos. Habida cuenta de lo limitados que son los recursos destinados
a la investigación y la atención médica y de la demanda cada vez mayor de que son objeto, deben adoptarse sin cesar
decisiones sobre la distribución justa y equitativa no sólo de los gastos asignados a la investigación, los hospitales y la
industria farmacéutica, sino también de los costos, cada vez mayores, correspondientes al tiempo y los conocimientos
especializados de los científicos y los profesionales de la salud, siendo hoy más fácil y más frecuente que los intereses
personales de estos se vean supeditados a los intereses económicos de sus empleadores.
7. Las convicciones religiosas de algunos grupos. Los centros médicos y de investigación necesitan disponer de una
plataforma para estudiar las normas bioéticas y religiosas que han de adoptar en relación con sus prácticas científicas y
médicas, siendo normal que diversas cuestiones bioéticas susciten desacuerdos teológicos en el seno de algunas de
estas instituciones. Hoy en día, las políticas religiosas, a menudo formuladas a nivel administrativo, van mucho más allá
que los conocimientos científicos y médicos.
8. Las decisiones individuales en la medida en que se ven afectadas por la diversidad de públicos. La adopción de
decisiones en el ámbito científico ha dejado de ser un asunto unilateral; los investigadores y el personal médico han de
responder a diversos públicos. Cuando surgen conflictos bioéticos, puede que para resolverlos no baste con apelar al
dictamen científico o médico; deben adoptarse decisiones de orden normativo que escapan a los conocimientos de un
solo investigador o médico.
McCormick acierta de lleno cuando resalta estas variables. Los comités de bioética ofrecen ventajas de las que carecen
en forma individual los responsables de tomar decisiones, principalmente en vista de la incertidumbre que rodea a la
práctica científica y médica. Resumiendo, la incertidumbre ha generado lo que McCormick califica de “clima” propicio
a la creación de comités de bioética.
Estas ocho condiciones básicas dan una idea de los problemas y tareas más destacados que atañen a los comités de
bioética creados a nivel nacional, regional o local. Además, la creación de comités de bioética obedece por lo menos a
cinco motivos. Los principales objetivos de los comités de bioética creados en un país son:
a) aportar conocimientos especializados y presentar distintos puntos de vista en relación con las cuestiones éticas que
plantean la biología, la medicina y las ciencias biológicas,
d) proteger a los pacientes y a los participantes sanos que intervienen en ensayos de investigación fisiológica,
biológica, conductual o epidemiológica y
e) facilitar la adquisición y la aplicación de conocimientos nuevos encaminados a mejorar la salud y los servicios de
atención médica.
Para empezar a cumplir este conjunto de objetivos, los distintos tipos de comité de bioética (tal vez dos o incluso tres
que colaboran en el examen de cuestiones concretas) han de centrarse en por lo menos una o más de las metas
señaladas.
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La idoneidad ética depende de la capacidad para proteger a los participantes en investigación del exceso en los
riesgos. En vista de que aún no se cuenta con un marco sistemático para evaluación de riesgos en investigación, tanto
los investigadores como los financiadores y hasta las juntas de revisión confían casi exclusivamente en sus propios
juicios desde la intuición, los cuales están plagados de sesgos bien documentados, lo que se traduce en la posibilidad
de desprotección de los sujetos de investigación; si se observa con detalle en posibles afecciones de la salud mental,
sin duda sería aún mayor el problema. En este sentido, se ha propuesto un método llamado evaluación sistemática de
riesgos en investigación, que mide los riesgos de las intervenciones en investigación comparándolos con los de otras
actividades conocidas que se han considerado aceptables. A través de 4 pasos, el método propone identificar los
posibles danos que puede causar la intervención propuesta, clasificar la magnitud de los danos potenciales en una
escala de 7 niveles, estimar la probabilidad de cada posible daño y compararla con la probabilidad de daño de la
misma magnitud que ocurre como producto de la actividad de comparación apropiada. La experiencia de los
psiquiatras en la aplicación de escalas de diagnóstico podría disponerlos a realizar idóneamente dicha evaluación. Así
se minimiza la influencia de los sesgos en la evaluación de riesgos en investigación y se protege mejor del exceso de
riesgos a los participantes.
A partir del marco teórico normativo internacional sobre estándares éticos universales, existen ciertos requisitos para
lograr que una investigación clínica sea ética: el valor, referido a la importancia científica, clínica o social de la
investigación, sea por ofrecer mejoras a la situación de salud física y mental de individuos o comunidades, o por el
aporte realizado al conocimiento derivado de la investigación; la validez científica respaldada en que el estudio
propuesto sea riguroso metodológicamente; la selección equitativa de los potenciales sujetos en cuanto a distribución
de cargas y beneficios; establecer una relación favorable entre riesgo y beneficio en el contexto de la práctica clínica
estándar y el protocolo de investigación minimizando los riesgos y aumentando los potenciales beneficios, de tal
forma que estos beneficios individuales y el conocimiento adquirido por la sociedad superen los riesgos; evaluación
independiente; consentimiento informado, que debe garantizar que los individuos han sido informados de lo
concerniente a la investigación y que autorizaron voluntariamente su participación, y protección de la privacidad de
los sujetos reclutados, que deben tener la oportunidad de retirarse, y supervisar su bienestar durante el estudio.
Directrices internacionales proponen tener en cuenta temas como introducción a la filosofía, evaluación de diseños de
investigación, bioética, ética en investigación, consentimiento informado, salud pública, derechos humanos, cultura,
antropología y sociología, grupos humanos en condiciones de vulnerabilidad en que los aspectos psíquicos tienen gran
relevancia, etc., así como se recalca significativamente el aprendizaje en medicina psicosomática para obtener mayor
conocimiento de temas éticos, razonamiento moral y directrices de organización, además como habilidades para
identificar la naturaleza de la incertidumbre en la toma de las decisiones. Una vez están en marcha los programas de
capacitación, se espera que los comités inicien procesos de evaluación y autoevaluación, al punto de que puedan
incluso rendir cuentas de sus actuaciones públicamente y así ganar en legitimidad tanto institucional como social.
La oportunidad en la respuesta que el comité de ética dé a las solicitudes de protocolos de investigación es un factor
clave no solo de competitividad en el mundo moderno, sino de responsabilidad social por el impacto que las
investigaciones puedan tener. Es apenas obvio que la calidad de la evaluación es más importante que la premura, pero
si la dinámica de los comités permite armonizar ambas características responsablemente, se logra más eficiencia y
efectividad del comité.
La comunicación emitida por el comité de ética tras el término de la sesión debe contener la fecha, el sitio y el nombre
del comité que tomó la decisión, y hacer una declaración explícita de la decisión tomada, que puede ser aprobar con o
sin recomendaciones, condicionar la aprobación al cumplimiento de requisitos éticos o científicos o rechazar el
proyecto de investigación.
En el caso de un fallo condicionado, el comité debe estar atento al cumplimiento de los requisitos antes de la
aceptación y el inicio del estudio. En caso de rechazo, se debe describir los motivos que llevaron a dicha decisión 15. En
caso de aprobación, se recomienda a los investigadores conservar el comunicado del comité de ética, pues suele ser
un requisito exigido por los editores de las revistas científicas para la publicación.
Es importante reconocer que la labor y la responsabilidad del comité de ética al aprobar un protocolo apenas
comienza, ya que debe realizar y documentar el seguimiento de los protocolos aceptados hasta su terminación. Para
ello es fundamental establecer mecanismos claros de comunicación con todos los involucrados en el proyecto que
permitan eficazmente dar respuesta y tomar decisiones en cuanto a enmiendas realizadas al protocolo inicial, para
proteger la integridad de los sujetos del estudio con énfasis en los aspectos relacionados con la salud mental de los
participantes, en lo que se incluye además realizar trabajo de campo en cualquier momento para verificar las
condiciones de reclutamiento ofrecidas en el proyecto, la aplicación de las intervenciones propuestas, etc.
El consentimiento informado se ha sido constituido en el pilar de cualquier investigación científica que se reconozca
como ética. Comprende el reconocimiento de una información clara brindada por el equipo de investigación al sujeto
partícipe en un estudio, que se precede además de motivación, consenso y evaluación para asegurar una adecuada
deliberación que establezca pleno conocimiento de los procedimientos y riesgos a los que se está expuesto. Para
aprobarlo deben estar clarificados asuntos básicos de voluntariedad, validez y autenticidad de la capacidad.
En relación con el consentimiento informado, suena muy sencillo aparentemente explicar las ventajas y los riesgos a
los que se expondrán las personas, pero esto se cumpliría en el caso de personas serenas, razonables y con
información suficiente respecto de un asunto intrascendente que no afecte a su seguridad, como la compra de un
utensilio o un vestido. La realidad del escenario de investigación es muy diferente, pues la incertidumbre y el miedo
suelen acompañar su proceso de decisiones, sus dudas frente a la seguridad de la intervención que le ofrecen y hasta
de la idoneidad de quien se lo ofrece, asunto este ante el que se sobreponen atribuyendo al terapeuta habilidades
sobrehumanas. Ni mencionar cabe la no declarada incertidumbre propia de quien ofrece la alternativa terapéutica,
que suele mostrarse como ajeno a la duda, so pena de perder todo crédito y confianza.
Por otro lado, se parte del supuesto de que los consentimientos informados están escritos en términos inteligibles
para los invitados a participar en la intervención, asunto este que deberían garantizar los comités de ética por demás,
pero en la práctica es frecuente que, ante el hecho de enfrentarse a una seguidilla de términos técnicos sin sentido
para quien lee los primeros párrafos del largo texto mencionado, en el caso de los ensayos clínicos aleatorizados
principalmente, terminan sintiéndose presionados consciente e inconscientemente por el médico tratante y por ellos
mismos a firmar aun sin leer completamente y sin comprender en profundidad las implicaciones del compromiso
adquirido.
Hablar de consentimiento informado requiere necesariamente la apropiación de ese asunto específico de las
relaciones entre seres humanos llamado comunicación, que comprende unos intercambios con participación recíproca
y comprensión. La comunicación efectiva está ligada necesariamente al lenguaje como vocabulario propio que permite
expresar ideas, sentimientos y comportamientos y posibilita una mejor argumentación en perspectiva de mayor
racionalidad y coherencia12.
El consentimiento informado consciente de un individuo puede afectarse por una serie de factores que claramente
reducen la autonomía, entre los que se cuentan la compulsión, sea interna (impulsos neuróticos, obsesiones,
inhibiciones e incapacidades) o externa (riesgos exteriores o amenazas), y la ignorancia o las creencias erróneas. Al
revisar la literatura con mayor detalle, se encuentra que las limitaciones de la autonomía pueden expresarse de
diferentes modos, como incapacidad para comunicar una elección, comprender una situación, entender información
recibida, ofrecer razones y que sean racionales y además que sopesen el riesgo beneficio, lo que se traduce finalmente
en una incapacidad para tomar una decisión razonable13.
En este sentido, queda en evidencia que los pacientes psiquiátricos se encuentran en una desventaja que se explica
por su limitada autonomía, dada por la capacidad de decisión reducida. Es común encontrar que esta restricción lleve
incluso a privar de la libertad o utilizar la coacción, pero esto no puede significar que se los utilice como sujetos de
investigación, a menos que esté demostrado que los beneficios superan a los riesgos23. En estos casos, un comité de
ética para la atención de la salud mental recomienda un ideal de deliberación común, que consiste en información,
motivación, consenso y evaluación. Se reconoce que hay situaciones que se salen de las especificaciones tradicionales
y pueden tomarse en consideración para una coerción forzada pero consentida, en caso de que haya escaso dominio
del propio comportamiento, amenaza de dano grave para la integridad o que la relación entre el dano y la coacción
sea marcada, en cuyo caso esta no debe exceder el alcance del menoscabo17. Una buena comunicación entre el equipo
psiquiátrico especializado y los pacientes es clave determinante para la corrección de problemas éticos que puedan
surgir con el advenimiento del estudio24.
Son significativas las diferencias en cómo laboran los comités de ética en el mundo dependiendo de la región, de modo
que la frecuencia de reunión de estos en países del norte son regularmente más de 1 al mes, mientras en los países del
sur suelen ser 3 por año6. Esta situación plantea interrogantes respecto del número de proyectos que reciben los
comités de los países desarrollados, el capital dedicado a la investigación, el recurso humano dedicado a la
formulación y evaluación de proyectos de investigación, el desarrollo tecnológico que permite realizar el trabajo más
eficientemente, el compromiso y la disciplina de las instituciones y los profesionales en la constitución y el desarrollo
de comités de ética en investigación, la capacidad instalada y la apuesta por el cumplimiento de estándares
internacionales para ser centro de referencia en investigación y evaluación de proyectos, etc.
En Latinoamérica se hace evidente la limitación que muchos comités de ética en investigación tienen respecto a su
capacidad de realizar evaluación metodológica y ética de proyectos de investigación, y de existir, tienden a tener más
experiencia en acompañamiento de estudios de la industria farmacéutica y menos en investigación en ciencias
sociales. Es frecuente encontrar que su funcionamiento se reduce a una carga burocrática o incluso a convertirse en
instancias de poder, que incluso desconocen la importancia de ser plurales y multidisciplinarios y subestiman la
participación social. Con frecuencia la escasa formación en aspectos como ciencia, ética, moral, derecho y política
estrechan la mirada de quienes dictaminan sobre los proyectos de investigación20.
Rodríguez Yunta en Acta Bioethica, plantea que la mayoría de los investigadores no entienden o valoran el control
ético ni está claro que se intente contribuir al desarrollo social de Latinoamérica. Se adolece de un proceso de
evaluación formal de proyectos de investigación en muchas instituciones y el comité solo se reúne esporádicamente o
a solicitud y no existe una clara diferenciación entre los comités de ética hospitalaria y los comités de ética en
investigación. Hay escasa capacidad administrativa y de financiamiento de los comités de ética. Existe la convicción en
algunas instituciones de que los protocolos de investigación internacional no requieren un análisis local, pese a que la
mayoría de los protocolos analizados son externos. Muchos de los miembros de los comités de ética desconocen
completamente su función y falta mayor capacitación. El número de profesionales idóneos para evaluar protocolos de
investigación es insuficiente. Los mecanismos de supervisión y control para informar de los eventos adversos aún son
deficientes, ni qué decir de las afecciones de la salud mental. Las normas de los diferentes países en relación con la
regulación ética de la investigación en seres humanos aún es deficiente, o no se aplica, y solo en algunos países se
cuenta con comités de ética nacionales que regulen y controlen el trabajo de los comités regionales e institucionales.
Por todo lo anterior, hay una urgencia manifiesta en toda Latinoamérica de mejorar la calidad y la cobertura de la
formación en bioética tanto entre profesionales de la salud y de otras áreas del conocimiento como entre los
investigadores y los miembros de los comités de ética institucionales, con el fin de aumentar la capacidad de respuesta
a los enigmas y dilemas éticos a que se enfrentan con el desarrollo de la investigación en seres humanos.
Afortunadamente, en Colombia algunas instituciones prestadoras de servicios de salud y sus respectivos comités de
ética vienen realizando esfuerzos importantes por desarrollar una labor sistemática y con mayor rigor, producto del
aprendizaje continuo y de la decisión de avanzar en una cultura de la calidad y la seguridad del paciente, con especial
énfasis en el sujeto de investigación.
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Las responsabilidades básicas de los comités de evaluación ética y el papel que el psiquiatra en calidad de experto
puede tener son:
- Determinar que todas las intervenciones propuestas, particularmente la administración de fármacos y vacunas o el
uso de dispositivos médicos o procedimientos que se desarrollarán, son aceptablemente seguras para realizarse en
seres humanos o verificar que otro cuerpo de expertos competentes lo haya determinado. En este aspecto los
psiquiatras tienen mucho que aportar desde su conocimiento de posibles efectos deletéreos para la salud mental de
las personas involucradas en investigación o expuestas a determinados medicamentos e intervenciones.
Determinar que la investigación propuesta es científicamente válida o verificar que otro cuerpo de expertos
competentes lo haya determinado así. Una sólida formación del psiquiatra en aspectos básicos de
epidemiología, medicina basada en la evidencia y lectura crítica le permitirá cumplir cabalmente con esta
responsabilidad.
Asegurar que todas las preocupaciones éticas que surjan de un protocolo se encuentren satisfactoriamente
resueltas, tanto en sus principios como en su práctica. La experiencia clínica del psiquiatra y, en ella, los
dilemas éticos que afronta a diario favorecen su disposición a encararlas.
Considerar las calificaciones de los investigadores, incluida su formación en investigación, y las condiciones del
lugar en que se realizará la investigación con el fin de garantizar el desarrollo seguro del ensayo. Un riguroso
análisis del contexto del estudio y de sus participantes desde la experiencia del clínico que atiende la salud
mental podría anticipar dificultades prevenibles en la investigación. - Conservar registros de las decisiones y
tomar medidas para el seguimiento del progreso de los proyectos de investigación7. El acompañamiento que
se pueda ofrecer no solo al proyecto, sino a los participantes en él, con el fin de identificar tempranamente
posibles alteraciones de los aspectos sensitivos de la conducta sería un aporte relevante de los expertos en
salud mental.
Para su efectivo funcionamiento, los comités de ética deben establecer su propio reglamento, que refleje su código de
conducta y su política de gestión de conflictos de intereses, a la luz del cumplimiento de las normas en buenas
prácticas clínicas y, en Colombia, las directrices del INVIMA (Guía para la evaluación y seguimiento de protocolos de
investigación Código: ASS-RSA-GU039 Versión: 02 Fecha de Emisión: 05/05/2016 y Guía para los comités de ética en
investigación Código: ASS-RSA-GU040 Versión: 00 Fecha de Emisión: 01/04/2015), y las normas que hoy rigen tanto
aspectos relacionados con el consentimiento informado y el nivel de riesgo de las investigaciones (Resolución 8430 de
1993) como las buenas prácticas clínicas en Colombia (Resolución 2378 de 2008), además de los lineamientos para el
correcto diligenciamiento de la historia clínica: Resolución 1995 de 1999. En ese mismo sentido, los comités deben
garantizar la seguridad y confidencialidad en la administración documental tanto física como magnética, y hacer
públicos los procedimientos que permitan establecer de manera transparente la autoridad que los rige, las funciones y
las características de sus miembros y actuar en consonancia. En relación con las normas nacionales sobre comités de
ética hospitalaria, el país cuenta con la Resolución 13437 de 1991, por la cual se constituyen dichos comités y el
Ministerio de Salud de Colombia adopta el Decálogo de los derechos de los pacientes.
La constitución de los comités de ética deberá garantizar una evaluación integral y competente de las exigencias éticas
y científicas, para lo cual sus integrantes representarán diferentes disciplinas médicas y no médicas, así como sectores
con múltiples intereses, entre ellos los de la comunidad, y equilibrados por sexo y edad 15. Los comités de ética deben
definir en su reglamento los criterios de elección y recambio de sus integrantes, así como los cargos y
responsabilidades, el número mínimo para deliberar y decidir, la periodicidad de sus reuniones y el cronograma de
capacitación según sus requerimientos6. De ser necesario, se puede contar con consultores independientes que
cumplan funciones técnicas específicas y de evaluación, para garantizar que la calidad de su labor no se afecte por la
demanda de proyectos que evaluar7; allí los psiquiatras podrían participar activamente como peritos de la validez de la
deliberación compartida, establecida mediante la información adecuada, la motivación, el consenso y la evaluación de
la decisión consentida, así como la legitimización de la coerción cuando sea necesario17. Asimismo es necesario que los
integrantes de los comités de ética firmen acuerdos de confidencialidad respecto de lo tratado en las reuniones y que
quede constancia de las diferentes posiciones y la discusión realizada a partir de los dilemas éticos analizados, así
como el fallo final que refleje y exprese una preferencia por el consenso18.
En relación con el perfil de los miembros del comité de ética, es recomendable contar con personal que tenga alguna
de las siguientes características: profesional de medicina; formación en bioética; formación en ciencias sociales;
conocimiento en metodología de investigación, epidemiología o estadística; experiencia en investigación clínica;
profesional del derecho; químico farmacéutico; sacerdote o religioso. Quien represente a la comunidad y a los
participantes de los estudios debe poseer una actitud crítica y ser capaz de defender los derechos de sus
representados, idealmente a partir de haber sido sujeto de investigación. En el personal clínico, se podría destacar la
función que los expertos en salud mental cumplen por cuanto tienen un enfoque mucho más reflexivo para la
resolución de problemas y poseen mayor capacidad para trabajar cooperativamente, interés por la ética, tolerancia
por razones ambiguas y capacidad de trabajar fuera de un marco de referencia científico.
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La participación de representantes religiosos genera discusiones alrededor de la identidad secular o confesional de los
COBs, en realidad si la institución asistencial es una organización civil, pública o privada, no perteneciente a un culto
en particular, debería constituir un COB de génesis secular, o ecuménico, donde participen, como miembros,
representantes de distintas religiones.
En cuanto a la participación de bioeticistas, desde los inicios se constataba la dificultad de una participación efectiva,
ya que la cantidad de expertos disponibles era, y lo sigue siendo, sensiblemente inferior al número de COBs; para
paliar ese déficit se dio comienzo a un incesante proceso de formación en Bioética de aquellas personas interesadas en
profundizar esa área del conocimiento y utilizarla para enriquecer la actividad de los COBs.
Un dilema poco discutido se relaciona con la participación del abogado, no en cuanto a la indiscutible necesidad de su
presencia, ya que la cuestión legal precede a la ética, sino su pertenencia a la institución, ya que para algunos la
presencia del abogado podría traer aparejado un conflicto irresoluble, en cuanto su interés primario consiste en la
defensa de los intereses institucionales. La participación de un abogado independiente, experto en derecho sanitario,
allanaría cualquier hipótesis de conflicto.
En donde no hay debate es sobre la imposibilidad que los directivos o la más alta jerarquía institucional, participen
como miembros de los COBs, ya que ello afectaría la independencia y la libertad de acción y opinión del resto de los
miembros.
Una discusión especial merece la consideración sobre la participación del representante de la comunidad como
miembro del COB; la primera cuestión gira alrededor de considerar quiénes revisten esa condición. En principio es
oportuno diferenciar la representación comunitaria de la comunidad afectada; esta última está vinculada con la
necesaria e imprescindible participación de los pacientes; la debida consideración de su opinión y juicio es
irremplazable porque representa la mirada del sufriente y padeciente.
El COB debe mantener independencia funcional con los distintos estamentos institucionales, debe asegurarse un
accionar independiente, autónomo e inmune a presiones de cualquier orden (político, gremial, religioso, etc.).
Los criterios de aceptación de miembros del COB, deberían sostenerse sobre la base de antecedentes profesionales y
laborales, preocupación demostrada en el tema, niveles de aceptación entre pares y pacientes y entrenamiento en
Bioética. Además, resulta decisivo para el buen desarrollo del trabajo del COB que sus miembros participen de una
sensibilidad común basada en convicciones éticas que contribuya a la mejora de la atención e investigación biomédica,
tutelando los mejores intereses del paciente y del equipo de Salud.
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La habilidad de un “no experto” para reflejar el sentido común del ciudadano promedio (una persona razonable24).
La receptividad para las necesidades de información de una persona razonable (en este caso de los participantes de
un EDIS).
La “empatía”, es decir la capacidad para ponerse en el lugar del otro, captar sus sentimientos y necesidades,
comprender sus reacciones, poder contemplar el mundo desde la perspectiva del otro.
Quizás estas capacidades son tanto o más difíciles de desarrollar (y como tales deberían ser altamente valoradas) que
la de ser experto en un área específica del conocimiento. Además, implican reconocer que los sujetos poseen un
especial saber sobre su salud y sobre los problemas que afectan su entorno, imposible de ser aprehendido por
aquellos que pertenecen a las “corporaciones” sanitaria y académica. ¿Es esta situación reconocida y aceptada por el
mundo académico/sanitario en general y el de la bioética en partícula? Según Digilio, (...)
La relación de los comités con la comunidad en general, más allá del personal de salud, se presenta también como un
problema común con distintas dimensiones. Si bien, por un lado, reproduce las deficiencias de comunicación
detectadas en su relación con el personal de salud, la cuestión se vuelve más compleja cuando esta relación ya no se
establece como una “relación entre iguales”. Esta valoración, que no aparece nunca de manera explícita, se traduce en
la reticencia que aparece de hecho al interior de algunos comités para incorporar a miembros de la comunidad en
condición de igualdad, y es señalada, como ya se adelantó, en varias de las entrevistas como un “temor al
cuestionamiento al saber y poder médicos”(...)”.
Por todo ello, el MC debe ser representante de la problemática de los sujetos de investigación, en el sentido de
“semejante” poco más o menos de la misma manera en que un muestra de la población la representa a toda ella, en
cuyo caso se priorizaría la capacidad de reflejar los interés y sensibilidades morales de los sujetos de investigación
(Guía2UNESCOp.18)” y no en el sentido de “medio” como un abogado representa a su cliente y en tal caso se
subrayará la pericia. En consecuencia, su participación (como la del resto de los integrantes) debería ser a título
personal y no en representación de otras personas o instituciones, evitando utilizar por confusa la palabra
“representante” o frase “en representación de” al referirse al MC.
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Objetivos
1. Asesorar a los gobiernos, los parlamentos y otros órganos oficiales en relación con los problemas y cuestiones
bioéticas que plantean los avances en la atención médica, la biología, las ciencias biomédicas y la biotecnología.
2. Publicar recomendaciones sobre cuestiones bioéticas que tengan influencia en la actividad normativa y fomenten la
conciencia y la participación del público. Cuando los asesores gubernamentales tienen que ocuparse de los avances
producidos en las ciencias básicas y conductuales y en la biotecnología, es posible que sus recomendaciones terminen
influyendo en la formulación de nueva legislación y que contribuyan a la sensibilización del público y al debate
generalizado.
3. Servir de foro a debates de ámbito nacional centrados en una multiplicidad de problemas, cuestiones y casos
concretos de orden bioético que han sido objeto de la atención pública en virtud de la gran cobertura de los medios de
comunicación mediante, por ejemplo, ruedas de prensa, publicaciones, espacios televisivos e Internet.
Funciones
1. Los CNC suelen estar integrados por personalidades distinguidas, pero en pocos casos por expertos en todas las
esferas abarcadas por la labor del comité, siendo aún menor el número de estudiosos de la bioética. En ese sentido,
una de las principales tareas de los miembros consiste en autoeducarse, lo cual suele tener en gran parte carácter
informal; los miembros aprenden los unos de los otros, hablan con personas entendidas que no forman parte del
comité y están al tanto de los estudios publicados. Parte de la autoeducación tendrá también carácter formal en la
medida en que se organicen seminarios, se distribuya material informativo o se invite a oradores externos. La
proximidad geográfica es un factor positivo, pues la comunicación frente a frente presenta ventajas sin igual a la hora
de forjar relaciones, si bien es cierto que, en la era del Internet y el correo electrónico, esta circunstancia ha perdido
algo de importancia.
2. Una función destacada de los comités de bioética es, por una parte, la investigación exhaustiva de las repercusiones
humanas y morales de la evolución de las ciencias biológicas y conductuales y la biotecnología y, por otra parte, el
estudio de la reglamentación relativa a la protección de los adultos y los niños que participan en ensayos clínicos.
3. El comité también tendrá que sopesar las consecuencias derivadas de la reglamentación, la limitación o la
restricción (en virtud, por ejemplo, de la imposición de una moratoria temporal) de los estudios biológicos y
conductuales en los que participan seres humanos.
5. Asimismo, servirá como un espacio adecuado para estudiar las repercusiones morales y culturales de las tecnologías
biológicas innovadoras con vistas a determinar si obligan a formular y promulgar nuevos reglamentos de ámbito
nacional.
6. El comité deberá investigar cuestiones concretas de política bioética derivadas de estos desarrollos.
7. También es de su incumbencia fomentar el conocimiento de los problemas y dilemas de orden bioético, no sólo
entre los integrantes de las distintas profesiones médicas y los círculos científicos, sino también entre los profesionales
de la comunicación y el público lego.
8. El comité deberá estudiar problemas y cuestiones bioéticas de alcance más general que tal vez no estén
directamente relacionadas con tecnologías concretas.
9. Por último, el comité deberá investigar las posibilidades de que los Estados Miembros colaboren de forma
productiva en torno a problemas, dilemas y casos concretos en la esfera de la bioética.
Objetivos
Dada su condición de organizaciones de afiliación voluntaria, las AMP generalmente representan a la mayoría de los
profesionales de un Estado Miembro o una región y tienen por objeto conseguir sus objetivos particulares. No es una
situación extraña el que una asociación médica profesional redacte su propio Código Deontológico, documento por lo
general breve, debidamente dado a conocer y distribuido a sus miembros que estilísticamente se inspira en códigos
semejantes a la vez que plasma los rasgos distintivos de la organización. Las AMP cumplen además otras funciones,
como preparar directrices para que sus miembros respeten prácticas de investigación éticamente responsables,
fomentar la preparación de sus miembros y esforzarse por proteger al público de la conducta indebida de sus
miembros.
Funciones
1. Las AMP cumplen diversas funciones: procuran elevar los ingresos, la autoridad y la condición de sus miembros,
tratan de mejorar el bienestar de los pacientes a los que dispensan cuidados y se dedican a influir en la política pública
con vistas a promover estos objetivos. Estas funciones se complementan a veces, pero otras veces chocan entre sí.
Cuando ocurre esto último, casi siempre prevalecen los intereses de los miembros de la AMP, cuyos dirigentes son
generalmente quienes determinan de qué intereses se trata, pues nadie mejor que ellos conoce la organización y sus
circunstancias y se preocupa de todo lo que le atañe. Su cometido no sólo es conseguir que sus miembros gocen de las
mejores condiciones posibles en el marco de la sociedad en la que viven, sino también enseñarles en qué consisten
esas condiciones para que ni actúen con atrevimiento poco realista ni den muestras de timidez innecesaria.
Gracias a la creación de subcomités internos, las AMP se encargan generalmente de promover la autoeducación de sus
miembros publicando trabajos e informes y recurriendo al Internet, correo electrónico y otros mecanismos.
2. Como el presidente y los miembros suelen ser expertos en medicina clínica, no hace falta que la AMP organice
sesiones didácticas especiales que pongan a sus miembros al corriente de la evolución de su especialidad clínica. No
obstante, el mandato de una organización que se propone elevar la condición y la autoridad de sus profesionales
conlleva cierto grado de conocimiento de la política a nivel nacional y, tal vez, regional. No es infrecuente, por
ejemplo, que una asociación médica profesional no se encuentre preparada cuando se aprueba legislación nacional o
regional que afecta directamente a las responsabilidades, los ingresos y la carga de trabajo de sus profesionales de la
salud afiliados. Si los dirigentes que representan a una determinada profesión médica no acuden con regularidad a las
audiencias legislativas pertinentes, los miembros se sentirán desatendidos y traicionados.
3. Las AMP suelen cumplir funciones diversas: promover la salud y la prevención de accidentes y enfermedades,
formular políticas que con el tiempo puedan convertirse en legislación nacional o regional (por ejemplo, preparar
documentos y notas informativas sobre cuestiones bioéticas que puedan ejercer influencia en los comités
gubernamentales encargados de estudiar las propuestas de normativa médica) y aplicar estrategias encaminadas a
propiciar el cambio entre sus miembros.
Además, estas AMP suelen orientar a sus miembros para que tomen parte en los grandes cambios de la prestación de
atención médica y se adapten a éstos. Cada vez son más las AMP que han creado comités encargados de abordar
cuestiones de orden bioético; reciben nombres como “comités de ética”, “comités sobre ética” o “comités de
bioética”.
4. Las AMP establecen sus propios sistemas internos de gobierno y administración. Para alcanzar sus objetivos y
cumplir sus funciones, han de contar con personal profesional calificado que por lo general organiza actividades de
formación, imparte cursillos, convoca conferencias, presenta una lista de miembros que están preparados para
desplazarse y pronunciar conferencias ante audiencias selectas y publica documentos y estudios, al igual que crea
sitios Web en Internet con vistas a difundir sus políticas. Tras haberse labrado un “historial”, la AMP puede tratar de
colaborar con AMP semejantes de otros países, tal vez con vistas a copatrocinar programas centrados en temas
relativos a la ética profesional. Dada su condición de comité de profesionales de la salud, una AMP también podrá
colaborar con el CNC creado por el correspondiente país a nivel nacional.