Está en la página 1de 1

Transitando el tercer trimestre, considerando la dimensión pedagógica.

El aprendizaje representa un proceso que requiere de un acompañamiento docente sostenido


en el tiempo, estratégico en su concreción y contribuyente en la adquisición de la autonomía de los
estudiantes.

Este acompañamiento implica, entre una de las acciones pedagógico - didácticas de notable
incidencia, el asistir a los estudiantes en la práctica de la lectura, herramienta fundamental en el logro
de los aprendizajes esperados. La lectura, no deja de constituirse en una de las principales puertas de
acceso a la adquisición y/o desarrollo de capacidades, eje sobre el cual gira la educación del siglo XXI. De
ahí, que se torna importante su práctica en el aula.

En este sentido, se hace necesario recordar que a nivel institucional existe un Acuerdo
Didáctico sobre esta macrohabilidad lingüística. En él se expresa el carácter estratégico de la lectura
para trabajar una capacidad fundamental como lo es la comprensión lectora. La práctica de la lectura
tiene que ser situada, es decir, que se debe dar en los límites de la escuela, no dar textos para que se
lean exclusivamente en la casa. Tratarlos en el aula resulta en una contribución necesaria, pertinente e
ineludible de darse para que se produzcan los aprendizajes esperados; persiguiendo un propósito
definido para ello: “leer para aprender”. Esto, lleva a que se deban emplear estrategias lectoras para
llegar a cumplirlo.

Cabe considerar también que en la práctica de la lectura, no deben existir:

 prejuicios, en relación a que el texto es fácil de comprender, por eso no se lo lee en clase, o
porque atrasa en el avance de los contenidos del espacio curricular, esto hace que se
materialice una tendencia contenidista en la enseñanza, en contraposición a priorizar el
desarrollo de capacidades;
 el dejar que los estudiantes lean solos, sin ningún andamiaje docente;
 el generar pasividad en los estudiantes; leer debe constituirse en una dinámica que se va
conformando con la realización de intercambios orales que responden a diversos fines (apreciar
aspectos de pronunciación, volumen de voz, dicción, entonación; observar niveles de
comprensión; practicar desambiguación de significados; elaboración de explicaciones, entre
otros) y no restringirse solamente a preguntas de respuestas literales;
 el dejar de lado la aplicación de estrategias de lectura, que mejoran la capacidad de
comprender desde una perspectiva reguladora;
 actividades que no permitan la interrelación con la escritura como producción escrita y la
oralidad desde instancias de exposición con o sin soporte.

El espacio de convergencia de la práctica de estas macrohabilidades lingüísticas (leer, escuchar,


escribir y hablar) es la evaluación, puntualmente la de carácter formativa, que cumple una función
reguladora de los procesos de aprendizaje y enseñanza, para ir experimentando las mejoras que sean
necesarias de llevar a cabo y tengan una repercusión positiva, traducida en la obtención de los
resultados esperados. Se añade a esto, el protagonismo exclusivo que adquiere en el Régimen de
Evaluación de la Provincia. La evaluación formativa permite realizar un recorrido pedagógico - didáctico
atravesado por instancias de reflexiones. Estas reflexiones se traducen en interrogantes acerca de cómo
se está enseñando, qué tipos de aprendizajes se promueven, si se atiende realmente a la
heterogeneidad de estudiantes que existe en las aulas desde la diversificación de estrategias didácticas,
de aprendizaje y evaluativas; si se hace uso de diversos recursos e instrumentos evaluativos; si está
presente la práctica activa de la autoevaluación, la coevaluación y la metaevaluación. En definitiva, si
estamos pensando una educación de estos tiempos, con el perfil de estudiante que tenemos, con las
características de las transformaciones contextuales que se están dando y con los tipos de horizontes
que se están conformando.

El Equipo Directivo.

También podría gustarte