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Ensayo

Enseñar a escribir en la universidad es una responsabilidad compartida


Por *Yenny Marcela Sánchez Rubio,

La escritura como ejercicio práctico implica la participación de todos los


docentes, quienes desde una mirada pedagógica y didáctica motiven, enseñen y
la hagan ver como un vehículo y mecanismo de participación que les permite crear
comunidades de aprendizaje alfabetizadas. Leer y escribir por mucho tiempo se
han constituido prácticas necesarias para los procesos de comunicación; por lo
que es necesario potenciarlos en la academia. Muchos estudiantes y profesores
en la actualidad se enfrentan a prácticas que directamente tiene que ver con la
escritura de variados textos; algunos escritos con la intención de dar cuenta de
algún ejercicio académico, otros desde un enfoque investigativo o para responder
a proceso de evaluación, para socializar el conocimiento, poner de manifiesto sus
ideas, dar cuenta, publicar o poner en circulación sus maneras de pensar.

Ante este panorama se evidencia la necesidad de vincular a los docentes a las


prácticas de enseñanza de lectura y escritura en la universidad; independiente del
campo del conocimiento en el que estos se desempeñen o la asignatura que
orienten. En síntesis, hacer de estos procesos un lenguaje universal, que compete
y corresponde a todos. En efecto, asumir el proceso de escritura desde una
mirada transdisciplinar y compartida fortalece los procesos de aprendizaje a lo
largo de la formación académica de los universitarios y garantiza su participación
en los distintos espacios que se tejen al interior de estas comunidades.
En esta dirección El Centro de Español de la Universidad de Ibagué ha procurado
generar espacios de apoyo y conversación con distintas dependencias y
programas de formación con la intención de integrar a sus colaborares en el
ejercicio de escritura académica. Durante el periodo intersemestral 2022 contó con
la participación de los profesores en los ciclos de formación denominados “Cursos
E: Herramientas teóricas y metodológicas para el desarrollo de la escritura a
través del currículo”. A través de este ejercicio se buscó articular acciones y
trabajar de manera conjunta con los profesores que regularmente desarrollan en
sus asignaturas el componente de escritura académica. Muchos de ellos con gran
esfuerzo y dedicación fortalecen esta dimensión a través de sus prácticas de
enseñanza, pero también son conscientes que requieren el apoyo y
acompañamiento de otros para orientar de manera más precisa, en tanto no han
sido formados en el campo del lenguaje. En los diferentes encuentros
desarrollados se abordan aspectos relacionados con escritura básica, tipologías
textuales y orientaciones para desarrollar y evaluar la escritura académica. Desde
un ejercicio experiencial se le permite al profesor trabajar sobre sus propias ideas
y aterrizar sus estrategias a orientaciones claras dirigidas a sus estudiantes. Como
punto de partida se tiene como referente el material didáctico que algunos de ellos
han diseñado; igualmente se hacen algunas precisiones frente a los géneros
discursivos y algunos recursos básicos de redacción; también se da un énfasis
importante a la evaluación desde la retroalimentación como un proceso explicito
sea fácil de entender por los estudiantes. Luego de los espacios de formación, se
considera una siguiente etapa que implica un acompañamiento por parte de los
profesores del Área de Lenguaje de la Facultad de Humanidades, Artes y
Ciencias Sociales

quienes desde un rol de pares a lo largo del semestre acompañan a los profesores
disciplinares y los motivan a incorporar la escritura a través del currículo. En este
mismo ejercicio los tutores del Centro de Español tiene un rol fundamental, en
tanto, muchos de los estudiantes a cargo de estos profesores formados, acuden al
centro a recibir asesorías, ya con orientaciones más claras, desde una mirada más
precisa de la escritura; lo que quiere decir que se genera una cultura de las
prácticas letradas de manera trasversal y los profesores interviene como actores
importantes, pues además de abordar la escritura como un componente clave en
el desarrollo de los conocimientos y discursos propios de las diferentes áreas,
también integran a los estudiantes al ejercicio de escritura entre pares, bajo la
mirada de alguien que los orienta. Lo que resuelve algunas de las dificultades
identificadas en los estudiantes que acuden al servicio de tutorías, pues en
algunos casos no hay una orientación precisa frente a los tipos de textos que
deben escribir, presentan información vaga o hay dificultades en el abordaje de la
información y gran parte de la responsabilidad tiene que ver con que el profesor
no es claro en los requerimientos o especificidades del texto que solicita. De otro
lado, este tipo de acciones ayudan a entender la escritura por etapas, como un
proceso que requiere tiempo para organizar las ideas, investigar, ordenar el
pensamiento, esquematizar, escribir borradores, editar, pulir; entre otras fases.

En congruencia, se apuesta a la idea de asumir la escritura como herramienta que


congrega todos los saberes, no como un producto terminado, sino como un
ejercicio cíclico que permite el desarrollo de otras habilidades que igualmente
inciden en los desempeños e integran todas las áreas del saber: sistematizar,
resumir, integrar, problematizar; acciones que directamente se desarrollan en
todos los procesos de enseñanza. En este sentido el leer y escribir con un
propósito claro, conocer de antemano las pautas, saber por qué escribir
determinado tipo de texto, por qué es necesario argumentar, reflexionar, sintetizar,
dar cuenta de a partir de la escritura; es decir escribir con un sentido, funciona
como un mecanismo de participación que les permite a los estudiantes avanzar
significativamente a lo largo de la academia. Entienden también que hay alguien
que los lee, que se preocupa por lo que escriben y ahí se asume una
responsabilidad compartida en los procesos de aprendizaje. “Orientar la escritura,
además de beneficiar los procesos de aprendizaje, comunicación y participación
de los estudiantes, ayuda a los profesores a reconfigurar didácticamente los
cursos, pues implica una mayor articulación entre las formas de enseñanza y de
evaluación” (Ramírez y López, 2018, p.19).

Con todo este ejercicio también se valora la experticia y aportes del docente quien
desde el conocimiento pleno de los textos que los estudiantes requieren pueden
ayudar a configurar los aprendizajes en el ámbito de la disciplina. Así el profesor
comprende que en el ejercicio de alfabetización y desarrollo de habilidades de
lectura y escritura también se articulan muchos otros procesos que permiten el
desarrollo de sus prácticas. En este sentido la convocatoria para vincular a los
profesores a espacios de formación cumple fundamentalmente con la tarea de
integrar a aquellos que se interesan por incorporar en sus asignaturas la escritura
y esto revierte sus efectos en la calidad de la enseñanza. Se espera que más
adelante la iniciativa se convierta en una política institucional; en tanto la escritura
es un asunto de discusión que corresponde a todos los profesionales.

Como resultado se contempla la importancia de generar sinergia con los docentes


de toda la universidad frente al papel fundamental que el incorporar la escritura en
las diferentes asignaturas de forma continua y rigurosa. Igual de importante, dar
valor a la escritura como proceso y no como producto final de evaluación; más allá
del resultado, dar significado a todo lo que implica para un estudiante la
construcción de textos, habilidades y potencialidades que se pueden explorar. Así
mismo, seguir generando espacios de dialogo que permitan el intercambio de
ideas, propuestas entre docentes que pueden ayudar a fortalecer procesos de
escritura a través de las disciplinas.

Lo anterior supone una serie de condiciones, porque si bien es cierto que hay
preocupación por vincular a los docentes disciplinares a los procesos de
enseñanza y escritura académica; también lo es que muchos de ellos no se
atreven a incorporarla o hacer parte activa de los procesos de formación, ya que
esto implica mayor tiempo, ajustes en sus planes de trabajo; incluso algunos son
apáticos por el gran número de estudiantes que manejan en cada curso, lo que les
hace difícil la revisión y acompañamiento de textos, cuando ya tienen estimadas
otras tareas y acciones formativas al interior de sus asignaturas. Por ello es
necesario desde la mirada institucional identificar las asignaturas que
potencialmente pueden favorecerse de estas estrategias y así hacer más fácil el
transito e incorporación del componente de escritura. En efecto, las condiciones
de tipo académico y administrativas son fundamentales para tomar acciones.

En conclusión, ser profesor y estudiante universitario supone desarrollar los


procesos de escritura propios del campo de conocimiento particular en el que cada
uno se desempeña o forma. Esto a su vez tiene implicaciones en el tránsito de la
vida académica; cuando se reconocen las formas propias de escritura en cada
disciplina esos textos se incorporan y se vuelven parte fundamental en la identidad
de un profesional. Pero todo esto implica que la escritura paulatinamente debe
mejorar, crecer y allí el acompañamiento y la retroalimentación empiezan a hacer
ficha clave para pulir y perfeccionar. Cuando se establecen criterios, instrucciones,
rutas claras y el estudiante conoce bajo qué propósito de formación el profesor le
asignan la redacción de un texto, este valor pedagógico sobrepasa la simple
reproducción de la información y la escritura cobra sentido. Finalmente centrar e
integrar aprendizajes es una labor por la que la academia debe velar día a día, de
nada valen los esfuerzos si se trabaja en islas o se desarrollan acciones
desarticuladas de las necesidades y realidades de las instituciones, los
estudiantes, los maestros y las demandas de la sociedad actual.

De otro lado el generar espacios de la clase para abordar la escritura desde


necesidades particulares del contexto, permite desarrollar habilidades de
pensamiento crítico, conforme la escritura figura como medio de participación;
cuando los estudiantes estructuran sus ideas y la organizan, desarrollan el
pensamiento selectivo lo que deviene una cultura de la producción intelectual y
científica escrita desde sus diversas disciplinas.

Referencias

Ramirez, L y Lopez, K. (2018). Orientar la escritura a través del currículo en la


universidad. Sello Editorial Javeriano.
Anexo

Fuente: Centro de Español, Universidad de Ibagué. (2022). Profesores de la


Universidad de Ibagué que participaron de los ciclos de formación “Cursos E:
Herramientas teóricas y metodológicas para el desarrollo de la escritura a través
del currículo”.

*Yenny Marcela Sánchez Rubio, Licenciada en Lengua


Castellana y Magister en Educación, egresada de la
Universidad del Tolima. Docente de Tiempo Completo del
Área de Lenguaje de la Facultad de Humanidades, Artes y
Ciencias Sociales. Coordinadora Centro de Español de la
Universidad de Ibagué. Investigadora del Grupo de
investigación GESE. Universidad de Ibagué.

Tolima. Colombia.
Correo: yenny.sanchez@unibague.edu.co ORCID: 0000-0002-
8634-2030.

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