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Para Caleb Adair perder a su madre y sobrevivir de un incendio será el menor de sus problemas.

GANAR SIGNIFICARA PERDER LA CONCIENCIA y PERDER SIGNIFICARA LA MUERTE DE SU UNICA


FAMILIA, SU MEJOR AMIGO. 12 chicas y 11 chicos son ingresados en un ambiente controlado
con el fin de evaluar el funcionamiento del Anillo Azabache. El primer y único requisito para
superar la evaluación será asesinar o ser asesinado. Sin embargo, Caleb ya se ha encontrado con
la muerte de cerca y para él sus emociones, inseguridades y miedos no son un factor nuevo que
dominar, por lo que está dispuesto hacer lo imposible por sobrevivir. No obstante, las personas
que integran el experimento no son los únicos individuos dispuestos a matar. Criaturas y
trampas esperan ser activadas. ¡Que comience el experimento!
PROLOGO

“Ganar no salvara la cordura” Llego el momento de poner aprueba el proyecto de


condicionamiento experimental. Los ambivalentes ya están preparados y listos para ser puestos
a prueba. ¡Que comience el experimento! En el pasado el fenómeno Najar arraso con la
humanidad. Como resultado se formó la nación de Zaur. Sin los anillos de transición todas las
personas entrarían en un estado de locura extrema donde la psicopatía supera el pensamiento
lógico, haciendo que matar fuera la necesidad principal de muchos.

Caleb Adair de 17 años se enfrenta a una nación entera, donde nada es lo que parece. Su madre
está muerta. El incendio le dejo una misteriosa cicatriz. Sus principales enemigos serán la familia
monarca de la Gran Villa, gobernantes de Zaur “Los Mayles”. Estos se han encargado de
erradicar a la mayor parte de la de los rebeldes con sus propios métodos. Utilizando a los pocos
supervivientes como sujetos de pruebas en crueles experimentos, con el objetivo de evaluar el
funcionamiento del “anillo azabache”.

Sobrevivir será a un costo. Caleb está preparado para salvar a la única persona que le queda “su
mejor amigo”. La lealtad y el amor serán puestos a prueba en un mundo donde tener
sentimientos ya no es natural.
Primera Parte
“El experimento”
CAPITULO 1

Despertar

Despierto. Lo primero que siento es un dolor indescriptible por todo mi cuerpo, pero en
específico siento unas punzadas en mi espalda, el dolor es desgarrador pero al mismo tiempo
siento mi cuerpo adormecido, solo puedo dejar escapar algunas lágrimas, aun veo todo borroso
excepto por una luz brillante que no me ayuda mucho a distinguir bien en donde estoy.

—Que esta pas… —. No soy capaz de hablar bien, siento como el aire me quema la garganta y
enciende todo mi interior como si estuviera en llamas. En llamas. Cierto, el incendio… Recordar
el incendio fue suficiente para sacarme de aquel trance, sin importar el dolor comencé a gritar.
— ¡MAMA, ESTAS BIEN!—. Aún era incapaz de ver bien en donde estaba, aquella luz me cegaba.
— ¡MAMA DONDE ESTAS!—. No escuchaba ninguna respuesta. La desesperación se apoderaba
de mí. Solo podía llorar, las lágrimas solo hacían que mi cara ardiera. Era evidente que todo mi
cuerpo estaba desecho por el fuego.

Poco a poco, la imagen de aquella luz se fue aclarando hasta que fui capaz de ver que estaba
acostado viendo el techo de una habitación, en el fondo se escuchan murmullos y gritos. En el
aire se logra percibir un olor extraño y no era el olor a carne quemada que emanaba yo, conozco
este olor; me recuerda cuando fui a visitar a “Ferd” en el hospital. ¿Estoy en el hospital?

El dolor me paraliza, soy incapaz de moverme. Una extraña silueta se empieza acercar. Para mi
sorpresa me encuentro con una enfermera, no logro ver bien su rostro. Sé que es mujer por la
silueta de su cuerpo, ella me dice algo pero no entiendo bien que es lo que intenta decirme.

—Joven usted sufrió quemaduras de 5to grado por todo el cuerpo, escuche...

Escucharla totalmente me era imposible, era como si esta me hablara por segmentos, ya que a
cada segundo el dolor se intensificaba.

—Principalmente tiene una herida abierta en la espalda baja…

¿Herida abierta? Ahora que lo pienso, no recuerdo nada del incendio… solo...

—Debo sacarte de aquí. Entiendes…


—Mama… —. Quería saber que había pasado con mi mama. Los gritos de hace un rato me
habían dejado sin fuerza.

—Tranquilo. Te sacare en unas horas, ellos te darán por muerto…

¿Ellos? Quienes son ellos, solo se me podían venir a la mente “los Mayles”. Maldita familia. Ellos
son los responsables.

—Te dejare en otro hospital. Todo estará bien, confía en mí.

Apenas logro percibir un poco todo lo que esta desconocida mujer está tratando de decirme,
nada parece tener sentido, pero siento poco a poco como me levantan y me transportan a lo
que parece ser otra camilla, y me van pasando de habitación en habitación. Un frio se apodera
de mi cuerpo y mis parpados se cierran solos nuevamente. Escucho la voz de la enfermera de
forma distante, como si estuviera cayendo en un abismo.

—No te duermas. Quédate conmigo, ya falta poco. Resiste Caleb. Debes vivir...

Todo se queda en un silencio absoluto, mi mente divaga en una oscuridad fragmentada donde
por pequeños momentos, tengo flashbacks sobre mi madre. Ella voltea y me sonríe. Sus ojos
azules eléctricos me miran perpetuamente. De momento el flashback cambia y todo se tiñe de
un rojo intenso que parece tragarlo todo como un infierno desolador y es aquí cuando me
observo escarbando en una pila de escombros el cuerpo de mi madre que está carbonizado por
el incendio. Estoy tratando de sacarla cuando una columna se desprende y me cae encima.

Vuelvo abrir los ojos. En mi mente se dispara un malestar que aturde mis sentidos, parece ser un
dolor de cabeza. Me siento lentamente en lo que parece ser una camilla, estoy empapado de
sudor. Es posible que lleve tiempo en esta habitación. — ¿Pero cuánto?—. Intento moverme
pero un hormigueo se extiende por mi espalda baja hasta convertirse en una pequeña punzada
de dolor, por lo que entiendo que nada fue un sueño. Pero aún me rehusó a creer que mi madre
murió.

Desvió mi atención a otros pensamientos —Que fue lo que sucedió con esa extraña enfermera —
Expreso en voz baja. —En mi mente surge un resentimiento profundo y a la vez confusión, pero
no entiendo por qué—. ¿Qué ocurrió exactamente? —. Mi mente aún se siente agitada y más
con este dolor de cabeza.
Ordeno mis ideas para concluir que tengo varios días en este lugar por el estado en el que están
los vendajes de mi cuerpo, aun no recuerdo que fue lo que sucedió. La imagen de aquella
enfermera que se acercó y me dijo algunas palabras no está del todo clara. Parece que si me
trasladaron. — ¿Pero en dónde? Y ¿Por qué me saco del hospital central de la gran villa? —.
Nada concuerda. No es como si tuviera mucho dinero para costear una clínica privada.

No estoy tan cómodo en dicho lugar. La habitación no es tan grande, se ve descuidada, parece
que me estaban haciendo una transfusión por la vía intravenosa, pero no estoy seguro que era
exactamente. Me levanto sosteniéndome de la pared, jalo las pequeñas agujas de mi cuerpo,
siento un tirón que arde y dejo escapar un pequeño gruñido de dolor. Odio los hospitales. —
¡Hey, enfermera! —. Grito con la intención de que aquella mujer venga y me explique que está
sucediendo, mientras estoy intentando caminar arrastro mi pierna izquierda que esta
entumecida y me apoyo en la derecha que no deja de temblar.

Mi cuerpo me confirma que las secuelas del incendio dejaran marcas de por vida; “¿quién
provoco el incendio? —Pienso— ¿No debería estar muerto?”. Trago saliva. Mi paladar se siente
seco y mi boca tiene un sabor extraño. Necesito tomarme un zumo de esos que prepara mi
mama… Preparaba.

Me enfoco principalmente en revisar mi cuerpo para no pensar en mi madre, pero estoy


totalmente vendado. Aun no soy capaz de girar la cabeza, cada vez que lo intento el hormigueo
se extiende por todo mi cuerpo causando un dolor más fuerte, por lo que evito de momento
girar el cuello para mirarme en aquella área. Sigo caminando hasta que llego a la puerta. En el
momento en el que estoy a punto de girar el picaporte, la puerta se abre y se presenta un
hombre canoso con una bata blanca, se ve de una edad mayor.

—Caleb despertaste—. Con una sonrisa que no transmite “seguridad del todo”. —No fue fácil
tratarte con las condiciones en las que te encontrabas muchacho. Soy el doctor Isaac Carrasco.
¿Cómo te sientes?

—Doctor cuanto tiempo llevo en este lugar—. Respondo con voz de angustia. —Que me ocurrió.
¿Dónde está mi madre? —. Mis palabras surgen con la intención de obtener más información.
Manteniendo la esperanza de que algo más haya sucedido y ella este afuera esperando para
entrar a verme.
—Tranquilo muchacho no te alarmes, llevas poco más de un mes. Nos ha tocado sedarte para
poder avanzar con el tratamiento de reconstrucción de células, ya que el tejido de tu piel, en
especial tu espalda, estaba muriendo y una extraña infección avanzaba de forma feroz y se
extendía por todo tu cuerpo. Logramos contenerla y tu cuerpo reacciono de forma positiva al
tratamiento. Con respecto a tu madre, me temo que no tengo información.

— ¿Poco más de un mes? —Pensaba que solo habían pasado días— ¿Infección? ¿Reconstrucción
de células? A que carajos se refiere. ¿Todo eso lo provoco el incendio?

—No del todo. Estabas sufriendo una infección un tanto grave, extraña y peligrosamente cruel.
Diría que en mis años de servicio nunca había visto algo tan fascinante como la herida de tu
espalda. Pero esta no fue provocada por un incendio o un escombro. Igual dime, como te sientes
¿alguna molestia? o ¿algún pensamiento fuera de sí?

—Aparte de que no soy capaz de caminar sin sostenerme a una pared y el pulso me tiembla. —
Digo con voz sarcástica—Y un escombro casi me mata. —Esto último lo dije con la intención de
que el doctor me hablara más sobre el incendio. —Todo bien doc, nada fuera de lo usual.

El no responde al instante solo me observa, de modo que estuviera evaluándome como si


meditara cada una de sus palabras. Observo que coloca sus manos detrás de su espalda. Mi
interior me grita que huya, mi instinto me señala que algo no va bien, pero por los momentos
sigo apoyándome en la pared.

—Doctor recuerdo que no tengo dinero suficiente para pagar un tratamiento tan caro y creo que
eso ya lo deben de saber, y no creo que esto sea un acto de caridad, por lo que no entiendo
nada, ¿Doctor que hospital es este y quién está pagando por todo esto?

—Descansa Caleb se que tienes preguntas, pero aun necesitas asimilar muchas cosas antes de
responder tus dudas.

Me quedo callado, para entender cada una de las cosas que el doctor ha dicho hasta el
momento; este ha evitado responder cada una de mis incógnitas, por lo que prefiero no hablar
más. Sin embargo, dirijo mi mirada hacia los ojos del doctor sin razón alguna. Quiero saber si me
miente o se reserva algún tipo de información. Aunque mis esfuerzos solo me hacen sentir más
confundido.
El doctor Isaac se acerca, me toma del brazo y me recuesta en la camilla. Tengo el
presentimiento de que él no es de fiar. Sus ojos grises me inquietan me recuerdan a los ojos de
un ave carroñera lista para tragarse lo que quede de su presa. Su tono de voz es exasperante
como si fuera autocomplaciente con cada frase que dijera. Su cabellera grisácea hacia atrás le da
un toque macabro. Y desde que ha entrado a la habitación ha mantenido una expresión de
intranquilidad y asombro que quiere ocultar a través de una sonrisa falsa.

Si se muy dentro de mí que él no es un doctor común. Su actitud no me cuadra. Pero en vista de


que aún me siento débil, no tengo muchas opciones en estos momentos. Por lo que decido darle
el beneficio de la duda, de todas formas más adelante tendré oportunidad de escapar.

—Doctor, cuando podrá explicarme que sucede en realidad.

—Pronto muchacho, ten paciencia. Ya verás las sorpresas que te esperan.

— ¿Sorpresas? A qué cosas se refiere.

De un momento a otro me pincha el cuello con una jeringa; esto hace que el dolor de cabeza se
intensifique más y automáticamente mi visión se pone borrosa. —Mierda, debí hacer algo
cuando tuve la oportunidad, maldito viejo me sedo—Digo para mis adentros. Me limito a gemir
hasta que mi voz se queda corta.

Logro ver el doctor el cual sonríe con una mueca casi diabólica. —Activen el protocolo RTV-N1
que comience el experimento, el señor Mayles estará satisfecho, este será el sujeto 23-A, es el
último, su papel será vital. Que Dios se apiade de su consciencia—. El doctor se comienza a
alejar, mi cabeza se desploma y con mi visión borrosa veo salir al doctor de la habitación.

La medicina me seda lentamente. Mi cuerpo es recorrido por un terror inexplicable, todo se


vuelve a teñir en sombras. Este se empieza a pagar, adormeciéndose cada vez más. Y vuelvo a
tener Flashbacks de mi madre en la mansión Mayles; estos aparecen por segmentos de nuevo,
primero su cuerpo en llamas acompañado de sus desgarradores gritos pidiendo ayuda. Yo
intentado correr lo más rápido que podía para llegar a donde esta ella. Luego la caída de los
escombros que la aplastaban. —El crujido de su cuerpo contra el suelo, fue suficiente para
hacerme querer despertar de esa horrible pesadilla—. Luego otra escena pasaba por mi mente
sobre el fuego consumiendo mis desesperados intentos de desenterrarla cuando ya sabía que
estaba muerta. —Ansiaba morirme en el fuego con ella—. Hasta que un escombro se desprendió
de la estructura de la mansión. Y todo se tornó en una oscuridad absoluta.

Estaba atrapado nuevamente en un sufrimiento confuso.


CAPITULO 2

Noticia

Comienzo a nadar en un vacío infinito. Me alejo poco a poco del dolor intenso y las imágenes
del incendio hasta llegar a aquel preciso recuerdo sobre la primera vez que me entere la sobre la
existencia de la mansión Mayles. Tenía 11 años. Mi madre me dijo que había encontrado un
buen trabajo como sirvienta en la mansión de la familia monarca de la Gran villa. La noticia me
desagrado apenas la escuche. No quería separarme de mi mejor y único amigo “Ferd”. En esa
época vivíamos en el estrato Cobre en un pueblo llamado “Los Pinos”.

—Caleb cálmate, hablare con los padres de Ferd después del trabajo para que puedas
despedirte. Pero debes entender que puede ser que esto no llegue a suceder.

—Ma´ no me quiero ir. No me quiero alejar de Ferd, porque tenemos que irnos.

—Porque si mi pequeño cazador, a veces las cosas son necesarias, no todo es malo. Cree en mí.
Además encontrare la forma para que puedas hablar siempre con él.

Estábamos en mi vieja cabaña, desayunando una rodaja de pan con te dé manzanilla, mama
tenía que ir al trabajo y yo tenía que asistir a la escuela. Ella trabajaba como la señora de la
limpieza de la corporación hidroeléctrica Novo, los padres de Ferd eran dueños de esta,
mientras hablábamos la alarma empezó a sonar, eran las 6:30 am, mama empezaba a trabajar a
las 7:00 am y yo comenzaba mis clases 15 minutos después.

—Muévete mi pequeño cazador, hoy le doy la noticia al señor Wander y hablo con Marlyn para
ver si puedes jugar hoy con Ferd. Solo apresúrate se nos hace el tarde.

Ella se estaba colocando su uniforme gris de limpieza, nunca me gusto ese uniforme.

—Ma´ pareces un fantasma en llamas con eso puesto. —Mi mama era de piel blanca aceitunada
y su cabello era marrón rojizo. Yo guardaba en mi mochila las cosas de la escuela, entre algunos
objetos una brújula que le pertenecía a mi padre.

—Caleb no hay tiempo para eso, vámonos que ya es tarde.


Siempre que salíamos, mi mama y yo utilizábamos mascarillas similares al cubre bocas
denominadas “purificadores”, para evitar cualquier tipo de enfermedad.

Las calles del pueblo, estaban agrietadas. Mi mama sostenía con fuerza mi mano derecha. Yo la
apretaba porque me asustaba que algo malo pudiera pasar en el estrato cobre de camino a la
escuela. Siempre se veían en algunos callejones personas tendidas en el suelo, unas pidiendo
comida y otras agonizando a la espera de la muerte.

Pero entre ellos esa misma mañana resaltaba un vagabundo de unos cuarenta y tantos años con
un cuchillo en medio de la calle gritando. —Soy libre de las prisiones de la gran villa. Ahora soy
capaz de sentir en libertad—. El hombre tenía una mirada aterradora. En ese entonces no tenía
alguna idea de porque algunas personas en ocasiones se comportaban así.

Mi madre apretó con más fuerza mi mano y empezó a caminar más rápido hacia una librería que
estaba a una cuadra de la escuela. Solo tomo menos de 1 minuto para que un funcionario Z
utilizara una pistola tranquilizadora y el hombre callera al suelo electrificado. Este saco un anillo
de transición de cobre de su bolsillo y se lo coloco al vagabundo. Automáticamente el hombre
dejo de forcejear, su mirada cambio, esta se había apagado como si se estuviera rindiendo, el
funcionario Z lo golpeo hasta que su cara se tornó de un morado intenso, el hombre no se
defendió ni emitió ningún ruido, este esparcía sangre por todas partes. La gente pasaba por
alrededor de dicha escena sin inmutarse, indiferentes. Acto seguido el funcionario Z, levanto al
hombre y coloco un cuchillo en su garganta. Mi madre de forma sutil me volteo para apartar mi
vista de aquella escena. El hombre no emitió ningún sonido al morir.

Al llegar a la escuela logre observar como recogían al vagabundo y lo montaban en una extraña
camioneta blanca. Mi madre se limitaba a darme una palmadita en la cabeza para que dejara de
mirar aquella escena; cualquier muestra de cariño era inconsistente en el estrato en el cual
vivíamos y llamaba la atención de los funcionarios Z. Mi madre me miró fijamente y sin que
nadie se diera de cuenta me guiño el ojo. Ya sabía que significaba.

Sus palabras resonaban en mi mente. —Muy bien mi pequeño cazador, ya sabes cómo actuar.

Mi madre se refería a cómo actuar en el sentido de que nosotros no éramos como todo el
mundo en el estrato cobre. Nosotros teníamos total accesibilidad a nuestras emociones y
sentimientos sin importar si teníamos un anillo de transición de cobre. Además, este seguía
cumpliendo su función principal protegernos del fenómeno “Najar”. Mientras que los otros
habitantes del estrato cobre estaban limitados y solo podían actuar de manera fría y lógica. Solo
aquellos del estrato plata y el estrato oro se permitían sentir emociones como la felicidad, la
tristeza o el amor y estas eran totalmente costosas en dichos estratos. Además de que podían
sentir otros estímulos relacionados con el placer, el dolor, la melancolía, entre otros.

Ella me había dicho en ese tiempo que gracias a mi padre nosotros teníamos total libertad para
sentir nuestra humanidad y gozar de ella. Pero que debíamos fingir que aun estábamos bajo el
yugo de los anillos para no llamar la atención del gobierno, ya que esto estaba totalmente
prohibido.

—Si madre.

Mientras aguardaba en la escuela, esperando la hora de entrar al aula de clases, escuchaba a


unos niños murmurar que esta región era parte de la cordillera de los Andes, nunca entendí a
que se referían.

En clase, la profesora explicaba cómo era que en la nación de Zaur el estrato cobre es explotada
por su insaciable riqueza, en ella se extrae principalmente el petróleo, entre otros recursos
naturales como el oro o los diamantes, que servían como material para construir y dotar a toda
la nación de fortificaciones sólidas, desarrollar armamento militar y otorgar recursos para
negociar con otras naciones. Aunque existan otras extracciones mineras en el estrato plata y el
estrato oro. Principalmente el petróleo y otros elementos solo provienen del estrato Cobre.

En mi mente siempre albergaba una duda. Si éramos el estrato más importante, porque había
tanta pobreza en este. La influencia del anillo no distorsionaba el pensamiento lógico, pero en
realidad nadie se oponía al gobierno. La gente solo se limitaba a vivir con lo que tenía.

Al salir de la escuela mi madre me esperaba con una bolsa negra. Sabía de inmediato que había
hecho las compras del almuerzo. Tenía la ilusión de que preparara su famosa sopa de crema de
calabacín.

—Hola madre.

—Hola Caleb, es momento de irnos.


Mi madre me volvía a tomar de la mano, yo la volvía apretar con fuerza. Esta era nuestra forma
de tranquilizarnos al estar por las calles y decirnos que estábamos felices de volvernos a
encontrar. Al llegar a la casa, sentía que por fin podía ser yo. Le contaba sobre todo lo que me
había enseñado la profesora sobre la nación de Zaur. Mi madre me explicaba mientras hacia el
almuerzo, que Zaur es conocida como una de las primeras naciones autosuficientes, formadas
después del fenómeno “Najar”. Teniendo diversos recursos a su merced, los cuales son
explotados y extraídos por el estrato más pobre el cobre.

Ella me contaba, que mi padre solía decir que nosotros teníamos un papel que desempeñar, el
cual nos iba a ser reconocido algún día. Y que aunque parecía que ahora no teníamos mucho
reconocimiento, pronto lo íbamos a tener.

Al terminar de cocinar. Mi madre me llamaba para que me sentara en la mesa.

—Caleb. Venid a comer, te he preparado algo especial, ya que este es nuestro último almuerzo
en el estrato cobre he decido excedernos un poco.

—Ma´ eso huele riquísimo que es.

—Bueno, ya que he recibido una buena bonificación por parte de los Wander. Me alcanza para
pagar el transporte para la mudanza de nuestras cosas y preparar un estofado de verduras con
pollo, pasta y te de hojas de tamarindo.

—Pasta, ¿Qué es eso? —. En mi vida solo había probado una vez el estofado de verduras y el
pollo, pero la pasta era algo desconocido para mí. En el mercado las rodajas de pan y las hierbas
aromáticas son el consumo de todos los días. Mientras que la pasta, el arroz, los granos, la leche,
los huevos e inclusive cualquier tipo de carne son totalmente costosos y solo son consumidos en
escasas ocasiones por habitantes del estrato cobre.

—Ya lo vas a probar mi pequeña cazador. Lo bueno es que gaste el poco gas que nos quedaba. Y
más tarde nos iremos para la mansión Mayles.

El almuerzo estaba delicioso. Devore todo en cuestiones de minutos. Estaba feliz de que hubiera
hecho pasta y estofado, en vez de crema de calabacín. Para mí la pasta se había vuelto mi
platillo favorito.
El momento del almuerzo no duro mucho. Terminamos de comer y me toco irme a mi habitación
a buscar ropa para bañarme, ese día vi por la ventana de mi cuarto, como un niño de mi misma
edad en ese entonces, un vecino, murió cerca de la cabaña en donde vivíamos, este se desplomo
en la calle, estaba totalmente en los huesos y de su boca brotaba una espuma verde. Sus padres
solo se limitaban a observarlo y alejarse lentamente, no les importaba. No era que no lo
quisieran, sino que bajo la influencia del anillo de cobre no eran capaces de sentir algo en
absoluto. Ningún vecino salió ayudar, incluyéndonos a nosotros.

Mi madre no quería salir de la casa, solo cuando era por trabajo o escuela, ella decía que si salía
sin ella los monstruos me alcanzarían. Recuerdo que se decía que una extraña enfermedad
rondaba Los Pinos, esta era llamada la espuma verde, su principal característica era que las
personas segregaban espuma por la boca y la nariz, acompañada de fiebre y malestar crónico.
Hasta morir. La cura costaba lo de 4 años de trabajo en el estrato cobre y los pocos que
sobrevivían tenían complicaciones de por vida.

Llame a mi mama, ella cerro la persiana de mi ventana y me mando a bañar. Ya que siempre
habíamos estado los dos solos. Mi mama procuraba salir con un purificador y guantes, y una vez
llegaba a la cabaña, se bañaba con agua caliente y alcohol. Ella nunca me dejo salir a fuera de la
cabaña mientras vivíamos en los pinos. Y menos cuando ocurrían cosas relacionadas con
muertes y enfermedades.

—Ma´, cuando Ferd llegue jugaremos en tu cuarto, así él no se asustara.

—Lo siento mi pequeño cazador, Ferd no vendrá. Los señores Wander me dijeron que no es
seguro para él.

— Pero Ma´ podremos decirle a Ferd por lo menos que me voy a mudar.

—Ya le dije Caleb. Sus padres insisten en que no nos visite por los rumores de la espuma verde.
¿Ya terminaste de alistar tus cosas?

—Sí mama. Pero quiero hablar con Ferd.

—Lo harás, en su momento.

En ese preciso momento, alguien toco la puerta. Mi madre empezó a hacerme señas de que
debía callarme.
— ¿Quién es?

—Señora Martín, Holland Martín.

—Sí, soy yo.

—Vengo de parte de los Mayles. Estoy aquí para buscarla y trasladarla a la mansión.

—Voy en un momento.

Antes de abrir la puerta mi madre se agacha me toma de los hombros y me susurra “Recuerda”.
Ella se dirige a la puerta. La abre y para sorpresa nuestra nos encontramos con un hombre
vestido con un traje totalmente negro, calvo, con un ojo de un color verde y otro de un color
azul, tenía puesto un purificador. Este hombre destacaba por una serie de tatuajes alrededor de
su cabeza los cuales tenían la forma hexágonos con delineados en puntos, toda su cabeza
tomaba la forma de un caparazón compuesto por las figuras de los hexágonos.

—Me presento soy Asir Hendrix. Segundo al mando de los vigilantes de la mansión Mayles. Estoy
aquí para trasladarla señora Martín. Incluyendo a su hijo por supuesto.

Me impresionaban los tatuajes del vigilante, no entendía que significaban. No comprendía si un


vigilante y un funcionario Z eran lo mismo. Ya que el traje de los funcionarios Z constaba de un
casco con una visera transparente en forma de Z y un uniforme de tela camuflada, el traje en
conjunto era de un verde militar. Mientras que el traje del vigilante era negro, el cual estaba
reforzado de un extraño material que no parecía una tela común sino una armadura y este no
venía con un casco.

—Hola pequeño. Vengo del estrato plata. Tu vida cambiara desde hoy. —Si bien, apenas conocía
a Asir algo en su tono de voz tosco y autoritario me inspiraba confianza.

Mi madre respondió antes de que pudiera responderle al vigilante.

—Segundo al mando Hendrix, estamos preparados para iniciar el transporte. Solo falta buscar
las maletas. La mayoría de nuestras cosas ya están empacadas para ser transportadas también.

—Que sea rápido. No estamos autorizados a permanecer tanto tiempo en este estrato.
Mi madre fue y busco las maletas en compañía de otro vigilante, mientras yo espera en el auto
con Asir. Quería ir con ella y despedirme de la vieja cabaña, pero todo sería muy sospechoso.
Asir me observaba por el espejo retrovisor, pero ya sabía cómo actuar, tenía que limitarme a
mantenerme inexpresivo, y hablar solo cuando sea necesario responder. Además de que todo lo
que fuera a decir, tenía que pensarlo dos o tres veces antes para no cometer un error. Me
mantenía en calmar respirando lentamente.

Mi madre salió de la casa. Cerró la puerta. Subió al auto. Y empezamos el recorrido del estrato
cobre al estrato plata. Mientras nos alejábamos, me levante del asiento y mire hacia atrás. Todo
lo que podía ver era la vieja cabaña alejándose de nosotros.

Asir pregunto. —Hace cuanto, murió el niño de la otra casa.

Yo respondí antes que mi madre. —Como hace dos horas, se llamaba Zack. Tenía la espuma
verde—. Nunca trate con Zack porque mi madre nunca me dejo, pero de vez en cuando nos
saludábamos por la ventana.

Mi madre solo se limitaba a mirar al frente, solo rosaba su dedo meñique junto a mi mano,
queriéndome decir “Todo va estar bien”.

—Es una pena—. Respondía Asir como si mi afirmación le afectara de alguna forma.

Deseaba poder cambiar ese momento, paro poder advertirle a mi madre que precisamente salir
de nuestra humilde cabaña marcaría el principio de nuestras desgracias. Pero era imposible.
Solo era un recuerdo.

Sentía como mi cuerpo era arrastrado de aquella oscuridad para ser traído nuevamente a la luz,
la realidad.
CAPITULO 3

Maletín

En mi mente escucho vagamente la voz de una mujer. —Caleb, recuerda oponerse al


condicionamiento experimental significara la muerte. —La voz me parece familiar, pero no
distingo quien es, ¿Mama? No, no es ella. —Tu mejor opción será dejarte llevar, es posible que
nunca vuelvas, pero al menos no morirás. —Quien eres. —Gana Caleb. —Poco a poco, esa frase
retumba en mi mente—Gana Caleb—hasta convertirse en un pitido agudo.

Estoy despierto nuevamente. Me siento de golpe en posición de alerta sobre la cama. Miro hacia
los lados, para comprobar si ese demonio que se hace llamar doctor está cerca. Es un alivio no
hay nadie a mi alcance. Ya estoy harto de que me seden. Debo escapar, este lugar no es seguro,
no me puedo volver a confiar. Nose cuanto tiempo pasó exactamente entre el incendio de la
mansión Mayles, el hospital y me encuentro con ese extraño doctor. Todo parece más confuso.

Ahora estoy en un cuarto diferente. Estoy totalmente desnudo entre las sabanas. Lo más raro es
que no tengo ningún vendaje, pero la movilidad de mi cuerpo está limitada. Al costado de la
cama ahí un vaso de agua con una píldora morada, y una nota impresa que dice “Bébeme”. Al
tomarla siento como todo mi cuerpo se llena de energía, y contrario a como me sentía hace un
momento, noto que soy capaz de articular más rápido. Por lo que es mi momento de darme a la
fuga.

Muevo lentamente mis extremidades por la habitación, no quiero hacer ruido, los dedos de mis
pies acarician la alfombra de color dorado con círculos verdes, nada me tiembla y puedo
mantener el equilibrio sin necesidad de apoyarme en la pared. Reviso cada rincón para ver si
encuentro alguna prenda para vestirme. Aunque me miro en un espejo de cuerpo completo que
cuelga en todo el frente de la cama.

Noto que el tratamiento de ese horrible demonio funciono. El espejo es justo de mi tamaño de
1.78. No tengo ninguna cicatriz, mi cuerpo esta esbelto y más velludo de lo usual, mi piel sigue
siendo de una tez que yo llamo neutra, ni muy blanco y ni muy moreno; el cabello marrón rojizo
claro está más largo de lo que recordaba, sobrepasando mi frente y cayendo en capas. —Cuanto
tiempo llevo sedado. La última vez que estaba despierto no tenía el cabello tan largo— Expreso
mientras observo el estado de mi paquete, todo en orden. Me doy una vuelta para asegurarme
de que mis nalgas sigan redondas y no haya perdido el toque que tanto le gustaba a Max.

Pero mi atención se desvía hacia la extraña marca que tengo en la espalda baja, no parece una
cicatriz del todo, es más parecido a una marca de nacimiento, es raro porque nunca tuve algo
similar en esa parte del cuerpo. Es de un color rojo intenso, pero la toco y no siento dolor.

Me acerco al espejo y me doy un vistazo en el rostro. Parece que recién me rasuraron la barba.
—Me veo mayor. —Esto es extraño, ya no me veo de 16 años. Una duda crece en mi mente
¿Cuánto tiempo ha pasado? Me cruzo con mis ojos marrones verdosos, me recuerdan a mi
madre, diciendo —“los tuyos son más claros que los de Ferd. —Desvió la mirada para evitar
llorar, no creo que sea momento de lloriquear, cuando ni siquiera sé en donde estoy y si estoy a
salvo. Y morir no es una opción, tengo que descubrir a que se refería exactamente el doctor
cuando dijo que “El señor Mayles estará complacido”.

Es en ese preciso momento es cuando pienso en — ¡FERD! —. De forma inconsciente digo su


nombre en voz alta, Ferd podría saber que está pasando, necesito contactar con él. Vuelvo a
enfocarme nuevamente en la búsqueda de cualquier vestimenta que me saque de esta
desnudez. No encuentro nada, reviso cada cajón, armario, estante; pero nada de nada, hasta
que encuentro una especie de maletín negro debajo de la cama.

No soy capaz de abrirlo, entonces lo empiezo a revisar y por el costado izquierdo ahí una especie
de pantalla, la toco y esta se enciende. Suena una voz electrónica. —Introduzca el código de
verificación del sujeto de prueba—. Que mierda, que código, sea lo que sea que este dentro de
este maletín es ropa, estoy seguro. Así que me enfoco en pensar en el código, el código… cual es
el código; introduzco mi fecha de nacimiento. —Incorrecto. Mi nombre. —Incorrecto. El nombre
o apellido del doctor. —Incorrecto. La alarma de error suena y suena. Hasta que recuerdo, que
ese demonio dijo algo como “…Activen el protocolo RTV-N1 que comience el experimento… Este
será el sujeto 23-A…”. Pienso, en el protocolo, pero este no es un código en relación a mí, es mas
como una acción que se tiene que llevar a cabo, por lo tanto el código seria 23-A.

Lo introduzco y efectivamente el maletín se abre, dentro está lo que para mi sorpresa es un


anillo de transición negro, nunca había visto uno de ese color y menos uno con esa forma. —
Pensaba que solo existían tres tipos; cobre para los estratos pobres, plata para los estratos de
clase media, y oro para los estratos de la alta sociedad—. Estos últimos los repudiados y mas
envidiados en mi opinión.

Ahora que lo pienso en donde está mi anillo de cobre. No lo tengo por ningún lado. En el
hospital me parecía que lo tenía encima o no, no recuerdo. No estoy seguro, eso explicaría
porque me han sedado bastante, para evitar que el fenómeno Najar se manifestara de forma
radical en mi organismo.

El temor me invade. Como fui tan estúpido, como no me percate antes. El fenómeno Najar es lo
que muchos llaman “echar el verdadero tú de tu cuerpo”, dejando un cascaron psicótico con un
impulso inconsciente, relacionado con deseos obsesivos de torturar y matar. Los anillos de
transición son los que impiden que esto suceda.

Sin pensarlo, tomo el anillo negro y me lo coloco en el dedo anular de la mano izquierda. Una
vez esté entra en contacto conmigo, un pulso eléctrico recorre todo mi cuerpo. Me tranquilizo
un poco, pero igual estoy consciente que este anillo no es como el anillo que tenía, ya que cada
anillo tiene una firma de carbono y este solo se sincroniza con un individuo en específico. Voy
renunciando a la idea de sentirme totalmente humano, esperando como poco a poco cada
emoción, cada sentimiento, cada estímulo y todos mis pensamientos desaparecen.

Tal vez por eso estoy aquí, porque descubrieron que mi anillo no tenía influencia alguna sobre
mi persona y tenía total libertad de ser yo mismo, cuidándome de desarrollar la
despersonalización causada por el fenómeno Najar pero sin estar bajo el control de las
transiciones impuestas por los Mayles. Si bien, no tengo total certeza de cómo me vaya afectar
dicho anillo y con qué inhibiciones este venga programado, por los momentos mi alma no se ha
apagado de golpe.

Nunca entendí cómo funcionaba dicho anillo exactamente. Había escuchado que se encargaba
de sobre estimular una región del cerebro relacionada con los neurotransmisores o alguna
región interconectada con los fascículos de la sustancia blanca, que impiden el avance y
propagación del fenómeno Najar por el sistema nervioso. Igualmente influye en otra región del
cerebro encargada de la cognición social en conjunto con varias estructuras cerebrales como las
neuronas espejos relacionadas con la empatía, la capacidad de intuir, sentir e imitar a otros.
Pero la realidad es que el funcionamiento de estos es un secreto que solo es conocido por sus
creadores “Los Mayles”. Estos a su vez se dividen en estratos que dependiendo de la clase social
de un individuo, este podrá sentir y gozar de todo aquello que nos hace humanos.

A su vez, la voz electrónica del maletín vuelve a ser presencia. —Anillo azabache, activado—. —
¿Anillo Azabache? —. Nunca había oído hablar de este. —Desplegando uniforme y armamento
de condicionamiento RTV-N1.

El maletín extendía lo que parecía ser otra capa debajo de la cubierta donde se encontraba el
anillo azabache. Esta capa dejaba al descubierto una especie de traje negro diseñado con una
tela deportiva pero resistente, no dude en colocármelo, no soportaba más estar desnudo y
vulnerable. Por desgracia no veía ningún bóxer o ropa interior. Pero me percate que el área
genital se encontraba recubierta de un material un poco más resisten que las otras partes del
traje. Era cómodo. Y este contaba con su propia cremallera. —Que conscientes. — No sabía
quién o quienes estaban detrás de todo esto; bromear mientras aun podía, me ayudaba a
sobrellevar todo.

El traje era suficientemente cómodo y ligero. Parece que la tela aprovecha el calor corporal.
También en el maletín se encuentran un par de calcetines. —Esto tiene un par de calcetines,
pero no ropa interior ¡qué mierda! —También en el maletín aparecen un par de botas negras
corte alto, la base de la suela se siente ligera para correr rápido, y en la punta se siente bastante
resistente, como si esta fueran de hierro.

Lo que me llama la atención y me asusta al mismo tiempo, es que el último artículo del maletín
es un cuchillo militar afilado de mango negro con una funda unida a un cinturón ajustable. Sea lo
que sea este experimento me da la impresión de que no es nada bueno. Del maletín proviene
otra alarma que me toma por sorpresa. La alarma suena durante un rato. Y luego surge un
comunicado. —Sujeto 23-A Caleb Adair preparado. Cerraduras desbloqueadas. Dando inicio al
proyecto RTV-N1 dentro de 10… 9… 8… —El conteo inicia y mis nervios se ponen de punta, me
preparo con el cuchillo en mano, listo para lo que sea que vaya a suceder—… 5… 4… 3… 2… 1…
Recuerden ganar no salvara la cordura.

Un sonido de cerradura abierta recorre toda la habitación. No se me como se me paso, desde un


principio no trate de abrir la puerta, ya que estaba desnudo. Pero ahora la puerta parece abrirse
por sí misma. Tomo el cuchillo del cinturón y me mantengo en posición de ataque. Nose que
cosa podría ocurrir, por lo que parece quieren que salga.
El maletín se desactiva. Apaga todas las luces y se comienza a cerrar. Mantengo en mi mente la
última frase “—Recuerden ganar no salvara la cordura—”. A qué diablos se refieren. Me dirijo
lentamente hacia la puerta, la cual ya está abierta, con la mano derecha sostengo con fuerza el
cuchillo y con la mano izquierda empujo la puerta hacia a mí.

Al salir un escalofrío recorre todo mi cuerpo, nose si mis ojos me engañan pero estoy en la
mansión Mayles.
CAPITULO 4

Mansión

Mi mente aun lo procesaba. —Estoy en la mansión—. El escalofrío se transformaba en un


sentimiento más intenso que alteraba mi respiración, está se entrecortaba, mis manos
empezaban a temblar frenéticamente. Soltaba el cuchillo, era incapaz de sostenerlo. Mi mundo
se empezaba a quebrar, sentía como todos aquellos sentimientos que tenía sobre mi madre
surgían de mí interior como si una represa hubiera estallado y nadie fuera capaz de frenar el
agua, haciendo que toda seguridad o fortaleza que intentaba mantener se esfumaran.

Las lágrimas no dejaban de salir. Por lo menos el anillo aun no me afectaba totalmente. Sin
darme cuenta ya estaba en posición fetal en el suelo. Mi corazón se aceleraba y mi pecho
empezaba a doler intensamente como si me estuvieran abriendo desde adentro con un hacha o
algo similar, el aire a mi alrededor se hacía más denso, mi visión se tornaba borrosa. El
sentimiento de inutilidad y rabia se incrementaban. Desde joven me había encontrado con la
muerte, pero observar como mi madre se quemaba, escuchar el crujido de su cuerpo contra el
suelo, ser incapaz de salvarla no se comparaba a ninguna otra experiencia.

La ira me dominaba y entre el mar de lagrimas comencé a golpear el suelo de madera, dejando
escapar un grito de impotencia — ¡NO ES JUSTO! PORQUE MAMA, PORQUE REGRESASTES— mis
golpes fueron disminuyendo — PORQUE NO FUI CAPAZ DE SALVARTE— Ella era tan hermosa, la
imagen de su cabello marrón rojizo y sus dulces ojos azules invadían mi mente — ¡MAMA! —
Gritaba. No podía quedarme así, ella no me lo hubiera perdonado, solo existía un culpable, o
culpables y esos eran los Mayles.

Elouissa Mayles una mujer que era de una edad similar a mi mama, me dijo que mi madre ya
estaba al tanto sobre el incendio, que logró salir con la demás servidumbre y que luego
repentinamente volvió a reingresar a la mansión. Creo que ella me dijo eso con la intención de
que yo fuera a perseguirla. ¿Porque me fie de esa mujer? —Suspiraba— ¿Porque no llegue a
tiempo? —mis lágrimas recorrían mi rostro — Mi madre ya estaba muerta y no podía hacer
nada para que volviera. Ni siquiera sabía si habían enterrado su cuerpo o no. Me sentía
desgarrado por dentro aunque las heridas del incendio habían sanado en el exterior, en mi
interior el infierno estaba latente y consumiendo la poca cordura que me quedaba.
Solo un pensamiento me mantenía a raya de quitarme el anillo y dejar que el fenómeno Najar
arrasara con mi conciencia —“VENGANZA”— quería venganza, debía vengarme por mi madre y
todos aquellos que murieron ese día.

Para calmarme comencé a respirar justamente como mi madre me había enseñado. Recordaba
sus palabras —Mi pequeño cazador, ya sabes cómo actuar. —En estos momentos no sabía cómo
actuar, en ese entonces todo era más sencillo, ella no estaba muerta. Debía calmarme. Me
repetía una y otra vez que debía salir de este lugar para encontrarme con Ferd. El me ayudaría,
el me entendería. Él era una de las pocas personas que quedaban que podría llamar “Familia”.

Me levante. Respire hondo, comencé a limpiar mis lágrimas. Acomode el cuchillo en el cinturón
y contemple un momento el lugar. La habitación en donde me encontraba era muy diferente a
las recamaras que recordaba. Me encontraba en un pasillo de la mansión que me era muy
familiar, pasaba por aquí muchas veces cuando necesitaba estar solo, era el pasillo que conducía
al ático de la mansión. Recuerdo que el piso era de madera de la más costosa proveniente del
estrato plata, las paredes tenían un papel tapiz rosado ópalo con imágenes de flores en conjunto
con algunos adornos metálicos dorados que eran utilizados para colocar velas de cera en caso de
reuniones especiales para darle un toque más clásico a la ocasión.

Pero ahora el pasillo estaba distinto a como lo recordaba, el piso estaba astillado y con marcas
de rasguños, el papel tapiz de las paredes estaba rasgado, se veían algunas manchas de sangre.
No había ningún tipo de iluminación, excepto por un pequeño halo de luz que entraba por una
ventana hacia al fondo, podía observa las partículas de polvo flotando en el ambiente. Todos
mis sentidos pasaban de un estado de dolor a un estado de alerta. Tenía el extraño
presentimiento de que estaba en la mansión Mayles pero algo había cambiado. Estaba seguro
que la habitación donde me encontraba en un principio nunca estuvo ubicada aquí.

Me dirigí hacia el fondo del pasillo para mirar por la ventana para intentar ubicarme en qué hora
del día me encontraba. Mientras estaba caminando pensaba en el incendio y la oportunidad
perfecta que tengo de investigar. Estaba llegando a la ventana, al girar a la derecha se
encontraba la entrada hacia al ático sino mal recuerdo, justo antes de llegar, escucho una
especie de gruñido gutural proveniente de aquel lugar.

Los vellos de mi nuca se erizaron por completo, por un momento me quede paralizado, sea lo
que sea se aproximaba rápidamente hacia a mí. Mi primer impulso fue salir corriendo. No tuve
tiempo para mirar por la ventana. Corría rápidamente por el pasillo, pensé en encerrarme en la
habitación pero no era buena idea, esa cosa que se acercaba podría ser capaz de ingresar
también. Seguí corriendo por el pasillo, en trayectoria recta sabiendo que si seguía en esa
dirección saldría hacia el balcón principal, este era una especie de corredor más ancho, en esa
área podría bajar unas escaleras que me llevaran al vestíbulo principal hacia la planta baja, allí
estaría la entrada de la mansión, una salida segura. Poco a poco sea lo que sea que me estuviera
persiguiendo se acercaba, solo podía correr escuchaba los gruñidos a una distancia corta, entre
uno o dos metros y medio.

Mientras corría notaba que aunque las paredes y el suelo de la mansión estaban deterioradas,
no había señales del incendio. Por un momento tuve el valor de voltear y observar que me
estaba persiguiendo. Pero lo que vi, solo me hizo correr más rápido. La criatura tenía el aspecto
y el tamaño de un perro a diferencia de que no tenía pelo, su piel era roja, segregaba espuma
verde, sus ojos eran totalmente blancos, sus dientes eran inmensos y a medida que corría una
especie de gusanos se desprendían de su cuerpo, cayendo en suelo. El animal parecía estar en
una fase de putrefacción. Sus garras se incrustaban con el piso de madera y creaban un eco
aterrador.

Llegue al balcón, el cual estaba conectado por 3 pasillos más, dos hacia a mi derecha y uno hacia
la izquierda, ya sabía que el primer pasillo de la derecha me llevaban a una biblioteca que
conectaba a una oficina de trabajo inmensa que le pertenecía al esposo de Elouissa Mayles,
Festus Mayles, y el segundo pasillo conectaba a otra sección de la mansión que alberga una serie
de habitaciones para huéspedes. El tercer pasillo, el de la izquierda me llevaba a otro corredor
más largo con ventanas hacia los laterales, que permiten asistir a otra área de la mansión,
llamada el área “Sur”; ya sabía que me encontraba en el área “Norte”.

Mi mejor opción era bajar hacia la planta baja, pero antes de llegar a la escalera unas barras
metálicas brotaron del suelo y me impidieron el paso hacia ellas. Al llegar solo podía decir. —No,
no, no, mierda—. Mi única oportunidad había sido bloqueada. Al voltear, la criatura se abalanza
contra mi cuerpo, pero un segundo antes había logrado esquivarla girando hacia la izquierda, en
ese breve momento estaba seguro que girar hacia la izquierda era mejor que saltar a la planta
baja desde el balcón, ya que la distancia de la planta alta a la baja es de unos cinco metros.
Rápidamente me levanto e instintivamente rodeo a la bestia, saco el cuchillo del cinturón, todo
el ambiente está en total oscuridad y solo logro ver la silueta de ese horrible monstruo
chocando contra las rejas, este se levanta y se voltea gruñéndome, dejando entrever sus afilados
colmillos.

Recuerdo que una vez cuando estaba cazando con Asir, un zorro me ataco y logro morderme en
el antebrazo, Asir duro semanas entrenándome para que eso no volviera a suceder. Él me
enseño como esquivar los ataques de un animal furioso y como asestarle un golpe de cerca. Pero
esto era muy diferente, a diferencia de todas aquellas veces que me cruce con un zorro o un
león de montaña. Este animal se veía más peligroso y tan solo el hecho de que desprendiera
gusanos era un claro ejemplo de que no me tenía que acercar.

Pensaba. —Si tan solo, tuviera mi pistola—. Sabía que una pistola o cualquier tipo de arma de
fuego, en mis manos eran una mejor opción que cualquier cuchillo. Siempre fui bueno utilizando
la ballesta o el arco, pero las pistolas eran mi especialidad, Asir me decía que era un experto en
el uso de armas de fuego. Él me llevaba a práctica de tiro todo el tiempo y siempre acertaba en
los blancos. A pesar de mis habilidades, la realidad era que contaba con un cuchillo, que aunque
era mejor que nada, no me permitía establecer una distancia segura entre esa cosa y yo.

El animal estaba preparado para atacar nuevamente, estaba listo para responder o girar hacia
otro lado en caso de que se volviera a balancear contra mí, pero justo antes de que este volviera
a saltar una alarma empezó a sonar y todo el corredor se ilumino de golpe, en ese preciso
instante la bestia salió corriendo y hacia uno de los pasillos, precisamente el que lleva hacia la
biblioteca y se alejó de mí. Respire hondo y me desplome en el suelo. —Qué demonios era esa
cosa—. Nunca había oído hablar de una criatura así, será este el experimento. Sea lo que sea le
teme a la luz. Su comportamiento era errático y poco predecible. Necesito moverme y buscar un
lugar en donde permanecer en caso de que las luces se apaguen y vuelva aparecer.

Me tomo un momento para pensar y analizar que ruta podría ser más segura. La opción de
saltar al vestíbulo de la planta baja suena tentadora, quitando el hecho de los cinco metros
desde aquí hasta halla. Pero al dar un paso hacia esa dirección como si predijeran mis acciones,
una vez más unas barras metálicas brotan del suelo y me acortan el paso. Estoy seguro que una
parte de mí no está preparada para bajar, ya que si bajo, estoy seguro que iría por el vestíbulo
de la planta baja directo al gran salón para obligarme a recordar que sucedió en el incendio. Ya
que aún no sabía cómo había sobrevivido de aquel escombro.

Aunque algo no estaba bien, noto que la puerta de entrada no estaba. Solo había una pared en
donde esta debería estar. Al intentar tocar una de las rejillas metálicas, una corriente eléctrica
atravesó mi cuerpo esta era imperceptible pero el dolor era la suficientemente fuerte como para
hacerme retroceder de golpe.

En ese preciso momento fue cuando confirme mis preocupaciones, esta no era la misma
mansión del incendio, todo era parte del experimento que ese horrible demonio había dicho.
Estas eran las sorpresas que me tenían preparado. Todo lo que había hecho desde el principio
estaba planeado, como la presencia de esa extraña enfermera, encontrarme frente a frente con
el doctor, escuchar sus palabras que curiosamente eran la clave del maletín, la extraña pastilla al
lado de la cama que me devolvió las fuerzas para moverme más rápido después del coma,
acercarme a la ventana para encontrarme con esa cosa.

Desde un inicio era parte del experimento, yo lo sabía, solo tenía la ingenua idea de salir de aquí
y encontrarme con Ferd, como si me fueran a dejar ir tan fácil. Todo esto se relacionaba con este
extraño anillo. Ellos bloquearon la salida porque querían conocer mis capacidades frente al
peligro y al ver que no tenía oportunidad con esa cosa decidieron que no era mi momento para
morir, las barras metálicas y la alarma lo comprobaban.

Recuerdo que ese demonio dijo algo como “—el señor Mayles estará complacido. Pero teniendo
en cuenta como ha sucedido todo, es obvio que se estaban aprovechando de mi confusión.
Incluso mis decisiones hasta ahora son parte del experimento. De seguro la muerte de mi madre
sería algo que tendrían en cuenta. Querían traerme hasta esta zona, pero no quieren que llegue
a la planta baja —“¿Porque?” —. Escucho que alguien se acerca por mi espalda, tomo el cuchillo
y me volteo rápidamente; me encuentro con una niña pequeña de unos 10 o 13 años, de tez
morena y cabello rizado negro. Sus ojos verdes se quedan observándome por un breve instante.

— ¿Por dónde se fue el Kanimux? —Me pregunta. Su voz se escucha un poco afónica.

— ¿Kanimux? Te refieres a esa cosa.

—No seas imbécil obvio que hablo de eso, se llama Kanimux.


—Se fue por uno de los dos pasillos de halla. —Le señalo hacia la derecha específicamente la
primera entrada. —Sabes que está sucediendo aquí.

—No tenemos mucho tiempo, ven. —Comienza a correr en dirección hacia el corredor de la
izquierda, el que tiene las ventanas hacia los laterales. —Sígueme. —No estaba seguro si era una
trampa. Ella se para un momento como si supiera lo que estoy pensando, voltea y me mira. —
No seas idiota y sígueme, si te quieres quedar aquí a morir por mi está bien. —Y retoma su
rumbo.

Decido que mi mejor opción es seguirla, ya que no tengo información al respecto sobre que está
sucediendo. Pero no soltaría el cuchillo en caso de que algo vaya a suceder. Por lo que comienzo
a correr hasta alcanzarla.

—Oye espera, ¿Cómo te llamas? ¿En dónde estamos?

—Creo que eso ya lo sabes imbécil, te vi llorar como una nenita hace un rato, eso fue lo que
atrajo al Kanimux en primer lugar.

— ¿Cómo así, no entiendo?

—Tu lloriqueo llamo la atención de todos. Te veías como una presa fácil. Además, el grupo “B”
también te escucho. Lo más seguro es que ya se estén preparando para hacer una emboscada.

— ¿Grupo B? ¿Emboscada? —Acaso era posible, había más personas en este lugar. Notaba como
mi mente se tranquilizaba un poco. No era el único. El hecho de no estar solo era mejor que
nada.

— Nuevo eres un dolor de cabeza, porque siempre nos tocan los idiotas en el grupo “A”.

— ¿Soy del grupo A?

—“Somos”, imbécil. Bienvenido. Nuestra linda mascotita te recibió bien nenita.

Había algo en la actitud de esta niña que me agrada y me irritaba a la vez. Ya estábamos a mitad
de camino, por el corredor. Las ventanas dejan entrever los patios de la mansión, los cuales
constan de arbustos y árboles secos. El césped está totalmente marchito. Y el día está
totalmente nublado. No ubico que hora es. No se ve el sol y el ambiente se ve de un tono
tétrico. Observo que la niña tiene una especie de linterna.
—Oye al menos me vas a decir tu nombre.

—Nuevo me llamo Xio. Eso es suficiente para ti, ahora no me distraigas.

—Un gusto conocerte Xio me llamo Caleb.

—Aja si, lo que digas.

— ¿Xio explícame que es el grupo A y B? ¿De qué se trata este experimento?

—No me agobies, en un segundo todo eso será respondido. Lo primero es salir vivos de aquí.

—Pero si ya no estamos en peligro, el Kanimux le tiene miedo a la luz.

—Sí. Pero el Kanimux no es lo único que ronda este lugar. No me escuchaste, el grupo B sabe en
donde estamos.

Seguía sin entender nada. No sabía si estaba yendo directamente a una trampa, o si de verdad
estábamos huyendo de la emboscada que ella dijo. Pero por lo menos ella parecía conocer esta
versión de la mansión. Una vez llegamos al final del corredor Xio me dice —Salta—. Pero ya es
tarde, ya estoy en el suelo. Parece que me enrede con una especie de cable metálico delgado, al
tropezar con este, algo se activó.

—Idiota, activaste una trampa.

No tuve momento de responder, cuando del suelo brotaba una red que en cuestión de
segundos nos suspendía en el aire a Xio y a mí. A medida que nos movíamos en la red, esta se
contraía más. Además de que cortaba poco a poco las palmas de nuestras manos y parte de
nuestro rostro. Si seguíamos moviéndonos, era seguro que nos cortaría a mayor profundidad
hasta hacernos trizas.

—Nuevo no te muevas tanto, quédate quieto.

—Lo haría si pudiera, pero alguien más no para de moverse.

—Idiota, yo no active la trampa.

—No lo hubiera hecho si alguien me hubiera avisado a tiempo.

—Espera voy a ver si soy capaz de cortar este alambre.


—Nuevo, no creo que lo logres. Felicidades estamos muertos. Gracias nenita.

Era ilógico seguir discutiendo en esa situación, no teníamos tiempo que perder. El alambre se
reducía con cada movimiento. De repente un sonido retumbaba en el lugar, era una alarma,
conocía esta alarma. Las luces se apagaron nuevamente. Xio no dijo ni una palabra.

El gruñido gutural del Kanimux nos alertaba de que había salido de su escondite.

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