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L4-PSICOLOGÍA COLECTIVA

CHARLES BLONDEL
Capítulo tercero

LA VIDA AFECTIVA

Los estados afectivos son comunicables y no sólo se comunican, sino que para desarrollarse, e
incluso para hacer, tiene necesidad de comunicarse. Las emociones son más contagiosas que las
ideas.

Los estados afectivos poderosos son rara vez el hecho de individuos aislados. La soledad
empobrece.

Los estados afectivos se viven en el seno de los grupos más o menos bien delimitados. Todo
estado afectivo tiende a resonar sobre el grupo ya beneficiarse por reacción de esta resonancia.
Cuanto más socialmente adaptado es el medio en que nos encontramos, más en su participación
en él y franca y más fuerza adquiere nuestra emoción.

Por regla general nuestras emociones nacen, crecen y se agotan en un medio humano que no
podría ser cualquiera, y que las nutre con la conmoción que de ellas recibe.

Nuestros miedos se disimulan y se amortiguan si lo que nos rodea no los comparte; pero se
exaltan en pánico si este contorno los hace suyos.

Para que los estados afectivos se desarrollen necesitan un medio social adecuado a ellos y si son
en nosotros lo que son por nosotros y por lo que son en otros y por la cogida que ellos reciben.

Nuestros estados afectivos como la cólera y el odio no se hallan satisfechos hasta que sean
confirmados por el juicio ajeno.

La resistencia ajena a los sentimientos que son nuestros nos lastima como una culpa o nos
inquieta como un aviso.

Es propio de los estados afectivos el difundirse y propagarse en el interior de un grupo humano


más o menos exactamente circunscrito.

La vida afectiva parece estar por naturaleza, lista para sufrir la acción de los grupos en el seno de
los cuales se desarrolla.

No solamente sentimos los estados afectivos sino que adquirimos una especie de conocimiento
respecto a ellos.

Los estados afectivos son susceptibles de ser clasificados con arreglo a caracteres comunes. Varían
de idioma idioma y por consiguiente, de pueblo a pueblo y de civilización a civilización.

El lenguaje no expresa la estricta intimidad de las conciencias individuales puesto que revela
exclusivamente lo que ellas tienen entre sí de comunicable, y por lo tanto de común. El lenguaje
consagra la experiencia que el grupo que habla adquirido de la vida afectiva.
Se constituyen para nosotros, en función del experiencia colectiva, tipos normales estados
afectivos.

El grupo es quien impone el patrón. Estableciendo su nomenclatura De los estados afectivos, el


grupo está al mismo tiempo llamado a definirlos, a circunscribir las circunstancias en las cuales se
producen, las reacciones que comportan, la intensidad y duración que les pertenece.

Todo hecho humano es juzgado y apreciado por el grupo. Los estados afectivos no escapan a esta
regla. El grupo los juzga, los aprecia y los clasifica moralmente, éste no no conformes con las
necesidades y las convicciones sociales. Así establecen los estados afectivos una escala de valor,
una jerarquía social y moral. La colectividad traducen los estados afectivos en un conjunto de
mandamientos, de imperativos, que vienen a regular nuestra conducta afectiva.

El conformismo afectivo que la sociedad exige de nosotros hace que nuestros sentimientos y
nuestras emociones nazcan y se desarrollen bajo la presión permanente de imperativos colectivos.

El modo según el cual el grupo ha decidido sea o no conveniente emocionarse influye sobre su
estado afectivo hasta el punto de transformar ese sentimiento e incluso frecuentemente hasta
llegar a producirlo. Cuándo a pesar de esto ciertos sentimientos imponen a nosotros, desplegamos
un esfuerzo para disculparnos y justificarnos.

Otros estados afectivos no son impuestos son recomendados por la colectividad sino que son de
necesidad moral. Es difícil trazar la frontera entre lo que sentimos espontáneamente y lo que
sentimos por deber.

Los gustos; la capacidad de proporcionarnos ilusión, a nosotros mismos y al prójimo, sobre la


cualidad y potencia de nuestras impresiones estéticas, es en virtud del grupo social del cual
forman parte.

Los prejuicios colectivos, las prevenciones, las anticipaciones que la vida social nos impone a
propósito de nuestros sentimientos y de nuestras emociones, no contribuyen solamente a
transformar los estados afectivos sino a producirlos.

El efecto de las palabras se produce incluso cuando no tenemos ninguna experiencia de lo que
corresponde. La acción de las palabras se ejerce cuando la experiencia de los estados que ellas
expresan no nos hacen una falta.

Nuestra vida interior tiene algo de convencional. Lo convencional preside los modos de sentir
como de vestir.

La plasticidad de nuestra vida afectiva se pliega nosotros a modo de expresión y de convenciones


colectivas que nos llevan a experimentar los sentimientos que ellas expresan exigen ya que su
insinuación en nosotros parte del hecho de que ellas lo exijan o lo expresen.

Gide: El análisis psicológico ha perdido para mí todo interés desde el día en que he comprendido
que el hombre experimenta lo que imagina experimentar.

En el dominio de los sentimientos, lo real no se distingue del imaginario. Lo imaginario es, lo real, y
lo hipotético real es, precisamente lo imaginario.
Los estados afectivos son vividos y generalizados entre los hombres, atribuidos al prójimo y a
nosotros mismos por los que lo sienten en un lenguaje común; contenidos desde su nacimiento en
los moldes sentimentales que la colectividad ha inventado sucesivamente para su uso.

La expresión de las emociones supone todo un conjunto de manifestaciones fisiológicas y motrices


muy ricas y diversas.

Una buena parte de nuestra diestra miento social consiste en aprender a detalle las circunstancias
en las cuales es necesario que nuestras mímicas Sean de tristeza, de alegría, de cólera, de emoción
religiosa, estética o patriótica, de honor satisfecho o de honor ofendido.

Los tratados de urbanidad; la etiqueta y el garaje no abre pican sus derechos en ninguna
circunstancia, regula la manera como debemos portarnos o manifestar nuestro dolor. Este
principio vale por todas nuestras emociones.

El aprendizaje del lenguaje y de las actitudes de la emoción se da antes que la emoción misma. La
entonación que es una forma de lenguaje se encuentra sometida a reglas estrictas. Tal es la
mímica del lenguaje, que llega a suplir, anular y desmentir a la palabra. La mímica es capaz de
expresar por ella misma los sentimientos que en gran parte deben la finura y la sutileza de sus
matrices a la civilización, es preciso que la civilización maya suavizado, afinado y sutilizado la
entonación y la mímica. La mímica es más natural que la palabra.

Cualquier civilización parte en la expresión de las emociones de la misma manera: el ritual afectivo
que se impone a todos con un exacto rigor no se deja infringir.

Los caracteres específicos de la vida afectiva no son accesibles en su estado puro, pues jamás
observamos afecciones humanas sino en un medio social que las ha marcado con su sello.

Los estados afectivos concretos y sus expresiones concretas se regulan por un conjunto de
representaciones y de imperativos colectivos que varían con los tiempos y los lugares, según la
morfología de las sociedades y su grado de civilización, según las particularidades de los grupos en
los cuales se subdivide en estas sociedades y el refinamiento de su psicología, de su moral y de su
cultura. Todo estado afectivo se ofrece a nosotros bajo una forma socializada, recubriendo los
caracteres de la especie por lo de la colectividad.

Los estados afectivos y su expresión mímica no son idénticos en todos los individuos. Lo individual
se injerta a la vez en lo específico y en lo colectivo.

Ribot: “ Separar la vida afectiva en las instituciones sociales, morales, religiosas de los cambios
estéticos e intelectuales que la traducen y la encarnan, es reducirla a una abstracción vacía y
muerta”.

Es indispensable emprender sistemáticamente el estudio de la vida mental desde el punto de vista


colectivo.
CONCLUSIÓN

Comte, Durkheim y Tarde: se ponen de acuerdo para reconocer que el espíritu humano, tal y como
se ofrece siempre y por donde quiera la observación, está penetrado de influencias colectivas. Los
factores esenciales son primitivos de la colectividad, a cuyas variaciones se hallan sujetos.

La psicología es la ciencia del alma, del espíritu.

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