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nuevos aportes

Compiladora:
Dra. Gloria Adriana Ferrero

COLECCION INTERDISCIPLINAS


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ATUEL
cuerpo y temporalidad
en el envejecimiento*

Lic. Cristina carrión


Dra. Oloria Ferrero

''Pienso con frecuencia en esta imagen·que so­


lo yo sigo viendo y de la que nunca he habla­
do. Siempre está ahí en el mismo silencio·, des­
lumbrante. Es la que más me gusta de mí mis­
ma, aquella en la que me reconozco, en la que
me fascino".
El amante, Marguerite Duras

CONSIDER AMOS EL ENVEJECIMIENTO COMO UN PROCESO, QUE SI BIEN


se inicia con la vida misma, adquiere relevancia a partir de
la mediana edad. Momento en el cual, el trabajo psíquico
apunta a la percepción del tiempo como finito y al registro
de cambios físicos, internos y externos (marcas sociales), a
partir de cuya elaboración, podrán encontrarse diferentes
salidas hacia una vejez ligada a lo creativo, o, a modelos
patológicos.
Es, también en esta etapa, donde se produce un cierto
extrañamiento, debido a que, la referencia a los cambios
también está dada por una mirada pendular que oscila en-

Este trabajo fue producido con el estímulo de los integrantes del Area
de Mediana Edad y Vejez de la Asociación Escuela Argentina de Psi­
coterapia para Graduados. Coordinadora: Dra. Gloria A. Ferrero,
Integrantes: Lic. Cristina Carrión, Dr. Osman Antonuccio, Lic. Patricia
Gu id<), Dr. Daniel Matusevich, Lic. Graciela Macotinsky.

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t1·e la generación joven, a la cual ya no se pertenece, y una
itnagen en la cual aun no se ha proyectado.
En '' Diario de la Guerra del Cerdo'' , Bioy Casares desc�ri­
be esta situación en el discurso de tino de los personajes: ''­

Disc(1lpeme protestó el mucl1acho bajo-- en mi opinión le)


que t1sted ha dicho es un disparate. Viejo, no. Yo lo situaría
en .la zona que ese charlatán de Farrell describe c�om<) tierra
de nadie. No se lo puede llamar joven, pero viejo, decidida­
mente té1n1poco'' . ¿Tierra de nadie o tier1�a propia que pare­
ce volverse ajena? En la n1ediana edad, las modificaciones en
el esquema corporal producen vivencias de cambio y ¡)érdi-

da; lo conocido se en1pieza a tornar desconocido, difícil de


aprel1ender. El modelo del propio envejecimiento no existe.
La p1·imer'1 1·eacción es que ''esto le pasa a otro'', o, ''<:orno
se le notan los años a fulano!'', y luego surge la pregunta:
''yo est�1ré igual?'' . Es tal vez que, a partir· de alguna marca,
inju1·i�1 narcisista, el cuerpo empieza a ligarse con la tempo­
ralidad y toma tina din1ensión historizada .
¿De qué cue1·po hablamos? ¿De qué tiempo hablamos?
Cuando hablamos de cuerpo, no nos referimos solamen­
te a t1n cuerpo que envía señales que el yo delJe articular,
sino tan1bién al cuerpo como mediador entre el sujeto y el
mundo: nos referimos a la imagen corporal como sopc)rte
del narcisis1no.
Francoise Dolto hace una distinción entre esquema cor­
poral e imagen inconsciente del c11erpo. El esquema corpo­
ral es una rea lidad de hecho, nuestro vivir carnal al contac­
to del mundo físico; mientras que la imagen inconst�iente
del cuerpo es la síntesis viva de nuestras experiencias emo­
cionales, la encarnación simbólica inconsciente del sujeto
deseante, y esto antes de que el sujeto sepa decir ''yo''. Au­
toimágenes narcisistas (inconscientes, estructurantes y sin­
gulares en tanto resun1en la historia de cada sujeto) como

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las nombra Luis Kancyper en su libro ''Jorge Luis Borges y
el Laberinto de Narcis<)'', agregando que son, también, los
soportes del sentimiento de sí, de la propia dignidad, de la
autovaloración que merece la imagen que cada persona tie­
ne de sí misma.
El esquema corporal es evolutivo en el tiempo y en el
espacio; es el portador de y se entrecruza con la imagen
corporal, gracias a lo cual podemos entrar en comunicación
con el otro.
¿De qué tiempo hablamos? ¿De la duración de las cosas
desde que empezaron a existir?, como define la Real Aca­
demia . De la ¿''percepción interna del paso de nuestra vi­
da''?, al decir de Freud.
La condición de lo vivo es ser perecedero y estar sujeto
a mudanzas: el esquema corporal, los vínculos, los afec­
· tos . . . Pérdidas y adquisiciones construyen también la histo­
ria del sujeto, su pasado, su presente y su posición frente
al porvenir.
Sami Ali señala que la figura materna organizará la tem­
pora lidad mientras no se logre la autonomía corporal del
sujeto. Para Piera Aulagnier conceptos como: espera, retor­
nó, presencia y ausencia (relacionados con la temporali­
dad) pueden ser percibidos cuando la psiquis se reconoce
separada del objeto.
Así comienza a estructurarse la noción de temporalidad,
que no seguirá unívocamente un tiempo lineal, sino que
será alternativamente influenciada por concepciones tem­
porales primitivas. Es decir, de acuerdo al grado de discri­
minación sujeto-objeto y a la historia vincular del individuo,
la noción de temporalidad tendrá diferentes posibilidades
de no quedar atrapada en un tiempo circular, narcisista, la­
beríntico, que evita las separaciones, las esperas, las ausen­
cias, los duelos.

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Podría decirse que, así como hay una imagen corporal
hay una imagen temporal . . Que ambas son producto de una
compleja historia relacional. ¿Cómo se ponen en juego en
el proceso de envejecimiento?
Para Dolto, en la imagen del cuerpo el tiempo se cruza
con el espacio y el pasado inconsciente resuena en la rela­
ción presente. El cuerpo y el tiempo, en el envejecimiento,
vuelven a estar anudados como en el comienzo de la vida
donde ''tiempo es cuerpo'' , como decía Liberman. Podría­
mos decir que es otro tipo de anudamiento donde el ''tiem­
po está en el cuerpo'' , donde muestra su presencia. Soste­
nemos que aun cuando el paso del tiempo pueda ser ca­
muflado a la propia percepción, el cuerpo será una marca
.

insoslayable que actuará como testigo, rompiendo con fan-


tasías de inmutabilidad y omnipotencia .
. En ''El amor en los tiempos del cólera'' de Gabriel Gar­
cía Márquez, uno de los pasajes refleja esta temática al en­
contrarse unó de los personajes con otro, pero después de
transcurrido mucho tiempo: '' . . . se sorprendió de cuanto
había envejecido desde que la vio por última vez, y fue
consciente de que ella lo veía de igual modo. Pero se con­
soló pensando que un momento después, cuando ambos
se repusieran del golpe inicial, irían notándose menos el
uno al otro las mataduras de la vida , y volverían a verse tan
jóvenes como lo fueron el uno para el otro cuando se co­
nocieron: cuarenta años antes . . . ''. Esta ilusión no puede
sostenerse por mucho tiempo, el autor relata en otro pasa­
je: '' . . . Entonces él extendió los dedos helados en la oscuri­
dad, buscó a tientas la otra mano en la oscuridad y la en­
contró esperándolo. Ambos fueron lo bastante lúcidos pa­
ra darse cuenta , en un mismo instante fugaz, de que ningu­
na de las dos era la mano que habían imaginado antes de
tocarse, sino dos manos de huesos viejos'' .

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La emoción, conservada en el recuerdo, se desplegó en
ellos actuando como soporte de investidura aún de esos
cuerpos con arrugas y ''huesos viejos''.
El yo, no solamente encuentra a su cuerpo como cuer­
po placer sino ·también como cuerpo sufrimiento. Esta pro­
piedad, inherente a lo corporal, decide la relación que el
yo, en todo su devenir, mantiene con la realidad en su to­
talidad. ''El cuerpo, ese objeto del cual nos creemos posee­
dores y amos, puede convertirse sin que el yo lo quiera
y sin que pueda siquiera · preverlo-- en fuente y lugar de
sufrimiento, dice Piera Aulagnier. ' 'El objeto cuerpo se re­
vela exterior'', así como se revelan exteriores los signos fí­
sicos del envejecimiento: las canas, las arrugas, la menor to­
nicidad muscular y hasta el encuentro de viejas fotos que
devuelven una imagen familiar-extraña.
¿Quién puede ansiar estas imágenes? Es comprensible
que, ante la aparición de semejantes injurias, se produzcan
desestructuraciones transitorias que exijan del psiquismo
un importante esfue.rzo reparador y protector para mante-
,

ner su mismidad. Aún así, entre esta discordancia entre


imagen inconsciente y el cuerpo que sufre las limitaciones

del tiempo, el yo debe investirlo.


Al pretender ignorar las diferencias, las faltas, las castra­
ciones, se mata el deseo, motor de vida, proveedor de pro­
yecto y esperanza, mientras se deja indemne al ''niño ma­
ravilloso-terrible'', tirano del narcisismo.
Freud, a los sesenta años escribía: '' . . . la cualidad de pe­
recedero comporta un valor de rareza en el tiempo. Las li­
n1itadas posibilidades de gozarlo lo tornan tanto más pre­
cioso . . . '' . ''En el curso de nuestra existencia vemos agotar­
se para siempre la belleza del humano rostro y cuerpo, más
esta fugacidad, agrega a sus encantos uno nuevo''.

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Bibliografía

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·
Sami Ali, M . Cuerpo real, c11.erpo i111agi1za1,i. o para u1za epíste111ulugía psi­
cua1zc1lítica .

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La depresión enmascarada en
adultos mayores

Dr. osmán Nicolás Antonuccio

EN ESTE SI(;LO �1LTCHO SE HA ESCRITO SORRE DEPRESIÓN EN LOS


seres humanos. Se la ha investigado desde distintas postu­
félS epistemológicas, biológicas, genéticas, psiquiátricas,
psicoclinán-1icas, lingtiísticas, socia]es, etc. Se ha avanzado
bastante en el conocimiento de estos problemas, pero hoy
parecie1·a que todavía quedan muchos enigmas para reve­
lar. Desde e] carril de la biología , ¿se puede pensar que he­
redamos los estados depresivos y que éstos se producen
por alteraciones en los sistemas de regulación química de
los neurotransmiS()res? La depresión ¿es una verdadera ''en­
fern1edad'' o simplemente mecanismos de <lefensa existen­
ciales necesari<)S que el hombre utiliza para su superviven­
cia? Desde el enfoc1ue psicoanalítico, ¿estaría la depresión
relacionada con pulsiones de muerte, siendo una de las
manifestaciones ''normales'' de la misma? Allegados a la
teoría vincular, expresan que podría ser una forma de con­
ducta necesaria en ciertos momentos vitales de la vida, en
lc)S procesos de cambio para entabla1· una nueva cc>munica­
ción. Por último en la medicina clásica ¿se habla . de síndro­
me o enfermedad depresiva?
Se piensa c1ue todos estos interrogantes r)ueden ser ana-

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!izados con mayor ampli�ud desde una mirada holística de
los mis. mas, sin reduccionismos o barreras teóricas. Otro de
los mecanismos más accesibles es estudiar la depresión que
aparece en las personas de edad avanzada . Se ha observa­
do que en el anciano se visualizan con mayor claridad y
sabiduría los distintos elementos constitutivos de aquella.
Este posee el más completo archivo computarizado de vi­
vencias emocionales que pueda confeccionarse. La fre­
cuencia de la depresión por reiteradas pérdidas o separa­
ciones afectivamente significativas, hace que deba adaptar­
se a estas últimas, donde adquiere relevancia el cuerpo co­
mo forma de resolver los traumas emocionales.
Dentro de estas cuestiones, adquiere importancia la con­
figuración clínica llama Depresión e1imascarada. Si se la
quiere definir desde un punto de vista psiquiátrico, se dirá
que es una forma clínica de depresión, solapada, de tipo
endógeno, de evolución crónica , donde uno o más sínto­
mas son orgánicos y de difícil diagnóstico.
Muchas veces la depresión enmascarada pasa desaperci­
bida en la observación clínica común y quizás sea el sím­
bolo de todos aquello que sobre aquella se desconoce. En
la ancianidad se han observado cuadros clínicos de este ti-

po de varios años de evolución, produciendo en algunos


casos bloqueo de las emociones y deterioro mental , como
asimismo condu�tas corporales repetitivas. De a hí, . que
cuando se aborda la polipatología del adulto mayor, debie­
ra siempre pensarse en un cuadro depresivo hasta que no
se demuestre lo contrario.
:la forma de presentación clínica , por lo tanto, es protei­
forn1e. Pueden aparecer simples contracturas musculares,
cefalgias de cualquier tipo y localización, fatiga matinal o
vespertina, desánimo o escaso interés para emprender pro­
yectos vitales, aislamiento social, insomnio, cambio de ca-

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rácter y nerviosidad inmotivada . Otras veces, enfermedades
rotuladas com.o ''orgá nicas'' como gastritis, úlceras gástricas
o duodenales, constipación, diarreas, estados gripales, dis­
pepsias vesiculares, trastornos ''asmatiformes'' pueden muy
bien disfrazar esta modalidad de depresión.
Se cree que estos procesos son farmas clínicas más o
menos atenuadas de las denominadas depresiones ''endó­
genas'' . En general están vinculadas a traumas afectivos im­
portantes (pérdidas o separaciones de cosas o seres queri­
dos) y/o trastornos de los neurotransmisores cerebrales (se­
rotoninas, catecolaminas, etc. ) .
Es valioso realizar el diagnóstico temprano y la intercon­
sulta también precoz al psicogeriatra . Se tiene que efectuar
una historia clínica lo más completa posible: desde las ver­
tientes biológica y psicosocial . Investigar minuciosamente
todos los perfiles desde antes del nacimiento de la persona
y en especial las experiencias vividas de pérdida o abando­
no, sus características, evolución de las mismas, sus repeti­
ciones y resoluciones. En este tema el trabajo en equipo es
esencial y a un mayor entrenamiento e intercambio de in­
formación de los profesionales intervinientes, también será
mayor el acercamiento a la dilucidación del problema . Al­
gunas veces estudios de psicodiagnóstico ayudarán a acla­
rar estos misterios.
Es así mismo trascendente trabajar sobre el diagnóstico
diferencial. Se trata de un trastorno meramente orgánico,
de una enfermedad psicosomática o de un problema psí­
quico de otra naturaleza (neurosis, psicosis, perversiones,
caracteropatía).
En algunos ancianos pueden pesquizarse a lgunos de los
elementos sintomáticos de la depresión, subyacentes al
cuadro somático como: tristeza, llanto ocasional, fatiga, in­
somnio tardío, anorexia, ideas de morirse, desinterés por el

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futt1ro, élislan1iento en el domicilio. No ht:1y que olvidé1 r que
los sínto1né1s elel cuadro orgánico pre\ré1lecen y do111inan el
acto 1nédico, no sola111ente en el p1·ofesion,1l actt1é1nte, sino
en los p1·opios f,1miliares i·esponsables qt1e p1·esion,1n p<11-a
la p1·onta n1ejo1-íé1 o curélción.
En ocasiones, se l1é1 con1p1-ol)ado, qt1e cuacl1·os dep1·esi­
''ºS solapados (aisla1niento social, eleseos ele n1ori1·se, inac­
tiviclad psico-f1sicc1:) son inte1·preté1dos poi· el ento1·no fan1i­
liar y profesional como p1·oble111as propios del en,1ejeci-
111iento no1·111al , co1110 que la vejez t1·<1erí<"1 estas cosas. Es
otro ele la ga111é1 de 111itos que sobre lt: 1 senescencia se l1c1n
tejiclo.
La enfe1·n1ed,1d psicoso111átic<1 posee t1n<:1 est1uctL11·,1 fisio­
p<1 tológica propit:1 lig<-1d<:1 e:1 conflictos psíquicos no el<:1bo1·<1-
clos <l nivel 1nental, donele el cuerpo se e1·ige co1110 objeto
o facto1· inter111edi,11·io de los r11is111os. Si l_)ien algunos ele los
sínto1n<:1s so111áticos pueelen ser· co1nunes a lC:l depresión en­
n1asca1·adt-1.
Esta úl ti111<:1, pt1ede esta1· <1socié1ela a ot1·<.1 p<.1tología 01·gá­
nica o psíquict:1 . Se 111encion,1n ent1·e ellas tun101·es ele ct1al­
quie1· 01·igen y loc(:1lizt-1ción 1<1 enfe1·111eel,1el psicoso111ática,
l'-lS neurosis, en especial 1,1s fobi<1s, las ca1·acte1·opc1tías, las
pe1\1e1·siones y las psicosis, 11 aciénclc)se élÚn 1nás con1plejo
el eliagnóstico dife1·encial.
Rest1n1iendo, se puede pensar en la dep1·e..<;ió1i e1i1nasca-
1-ada:
él) cu<1 ndo se co111p1·L1el)a t1na pe1·sonalidael p1·evia, defi­
nidc1 corn<) 1nele:1ncolía;
b) cuando una enfe1·1nedé1el orgánic,1 (gast1·itis, contr�1c­
tu1·é1 n1L1scul<11-, constipc.1ción, cefalgia, etc.) no 1·en1ite dent1·0
de los ple.izas r1e:1lJitL1c.1les que fo1·mul�1 la clínicé1 o la misn1�1
es 1·ecidivante;
c) c:t1<1nclo se co111p1·L1el)él t1n<) o n1á s sínton1as pc.1togno-

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mónic_·os de dep1·esión endógena, asociados o mezclados
con s1ntomas 01·g,1n1cos;
,,. ,,. .

d) cu,1 ndo la an<1111nesis p1·<)lijé1 ce1·cana o lej a na , da


cuentc-1 de 11e('l-1os tr<1t1n1átiC<)S de pé1·elidas, duelos o sepa­
r,1cio11es afectivan1ente conflictivé1s o no 1·esL1eltas;
e) cua11do u n ti·atamiento ele prt1ebél antidepresiva aso­
ciad<) él psicote1·apia progran1ada i·emite a l cuad1·0 clínico o
lo i·est1elve definitivan1ente.
lJna \1ez establecido a l diagnóstico p1·obable y diferer1-
cié1l ele eiepresión enn1asc<11·ada, es de buena p1·áctica clíni­
Cél elal)c)rar el p1·onóstico. Este se confecciona en b'1se a la
histo1·ia pe1·s(>né1l, en cuanto 1·esolt1ción st:1tisfacto1·ié1 o insa­
tisfG1ctc>ria ele los p1·ol)le1nas })io-psico-sociales; tiempo de
evolt1ci()n C) CUélel1·0 clínic<); estadc) e:1ctt1,1l de lélS lesiones so­
n1áticé1s y configu1·ación yoict.1; ca1·e:1cte1·ísticas de la est1·uctu­
ra fa111ili,11·, gr,1do de élpO)'O )' ayud<:t; y nivel p1·ofesional, in­
f1·t.1est1·uctt11·a instituci<)néll en el Cllél l el P'lciente solicitó la
const1lta . Aden1ás, es necesari<) pt:lfél la construcción del
pr<)n()stico, i·ev,1lo1·iza1· el tie111po p1·esente en relación al pa­
sacl<) y al t ·L1tt1ro C<)n lt.1 finalielacl ele 111edi1· los niveles de
él}'l1d�1 afecti\'t:l disponible. Aquí clebe1·á ser explicitaclt) cla­
.
ramente el ent e1·mo, cuanelo las ·condiciones pe1·sonales así
.

lo incii<1uen, t) })ien <l los f<l111ili<11·es 1·espons<11Jles.


Lél (1lti1n�1 etap,1 ciel étcto n1édico, es const1·L1ir una est1·a­
tegi(:l glt)t)c-tl del t1·<1tan1íento. De todas 1'1s consideraciones
teó1·i(:o-p1·ácti(:as (:lqt1í esboz,1dt:1s, se deeluce que el n1is1no
ne> es fácil. Se l1é1 111encion�1do que es trasc:endente la ft)1·-
1naciór1 clel ec¡1,1ipo i1ite1··discipli1za1io desele el p1·incipio en
qt1e se c.:c)ntt.l('ta con el e11fe1·111<). El geriatrél debe p1·c>funcii­
za1· cc>n sus estudios clínicos lél incidenciél ele lél enfern1edacl
.

C)1·gá nica en e] p1·(>Ceso fisi<)patológic(), sus a lcances, sus


ptientes ele e11l�1(.:e (�<>n los p1·c)l)le111(:lS psicosociales existen­
tes. En Cé1n·1lJic>, lc.1 pc.11·ticipG1ción del psic--ogeriat1·a ser\ri1·ía

- 91 -
para pilotear tres cuestiones principales:·
a) El control y administración de psicofármacos (ansiolí-
ticos y antidepresivos); ·

b) la formulación de algún tipo de psicoterapia con­


fluente adaptada a l caso clínico (individual, grupal de pa­
reja, familia, comunitaria). La necesidad de afecto del pa­
ciente depresivo en particular. En relación transferencia! re­
claman o demandan, explícita o implícitamente protección ..

y cuidados cariñosos, de tipo infantil. Además proyectan en


el terapeuta ansiedades positivas (gratitud) y negativas (pa­
ranoides), con . bastante queja o hipocondría. Para ello el
enfermo puede inducir a construir relaciones ·terapéuticas
con "modalidad simbióticas;
c) la prescripción de alguna farma de resocialización (te­
rapia ocupacional; recreación, acompañamiento terapéuti­
co, musicoterapia , etc.) realizadas en forma domiciliaria o
ambulatoria en Centros, Hospitales o Clubes de día.
Cuando exista duda diagnóstica , con lesiones orgánicas
de mucho tiempo de evolu.ción que repercuten en el esta­
do general individual y familiar, es aconsejable la interna­
ción del paciente en algún establecimiento asistencial con­
fiable. El objetivo principal es realizar estudios complemen­
tarios complejos, profundizar los estudios clínico-psicológi­
cos-sociales. De los mismos podrá surgir la mejor estrategia
que se le puede ofrecer a la persona mayor sufriente y fa-
1niliares responsables.
Por último, se vuelve a enfatizar la necesidad de super­
visión conjunta de todos los profesionales intervinientes en
el caso (geriatra, psicogeriatra, kinesiólogo, agentes reso­
cializantes, etc.). Serviría, además para evaluar la marcha
del tratamiento general propuesto, sus desviaciones y co­
rrecciones, en una atmósfera de aprendizaje interacciona!.

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Vejez ¿Punto ciego
de los terapeutas?

María Elizabeth de Lara

Hipótesis:

EN ESTA REFLEXIÓN PARTO DE LA HIPÓTESIS QlJE LA PROBLEMÁTICA


.

de la vejez, despierta resistencias que se convierten en


nuestros puntos ciegos.
Si bien, tales resistencias pueden surgir, porque el suje­
to añoso nos conecta con nuestro propio proceso de enve­
jecimiento y, en consecuencia �on la finitud, pienso no
obstante, que se intensifican, debido a la dificultad que te­
nemos de seguir reconociendo la estructura deseante en µn
sujeto ''viejo''.
Es decir, que a pesar de habernos apropiado tanto del
psicoanálisis, nos encontramos con las mismas dificultades
que existieron hace un siglo en aceptar la sexualidad infan­
til.
La revisión sobre lo que puede movilizar en nosotros,
19s terapeutas, la temática de la vejez y los pacientes año­
sos, probablemente permita enriquecimientos personales y,
posibilidades terapéuticas, oferta indispensable, para que
exista mayor demanda de tratamientos.

-93-
Recordando los primeros años del psicoanálisis

Hé.1ce ya n1ás de u n siglo, F1·eud log1·a una de las más im­


po1·tt:1ntes ruptt11·as episten1ológicas, 1nuest1·a en pleno desa-
1·1·0110 del positivismo científico, la existencia del incons­
ciente, esto, tan obvio apt:1rentemente e n la '1ctualidad, sig­
nificó u n enfrentan1iento con la psicología de la época,
pt1esto que 11asta ese mo1nento, lo psíquico er·a sinónimo
de conciencié.l.
F1·et1d, en sus pri1neros esc1·itos no l1abí'1 conceptualiza�
elo e l inconsciente co1110 constitutivo elel sujeto, en ese pe­
ríodo élpG11·ecía co1no equivé.1lente a u n sector anorn1t:1l del
psiquís1110; al continuar· con lé.1 clínica, va descubriendo el
funcionan1iento psíquico, se aparta de lo pG1tológico y pue­
ele lé. t1·,1vés elel estudio ele los st1eños llega1· a lo inconscien­
te y é.lSÍ explicar, el 111ecanismo de p1·oducción y el signifi­
caclo de inucl1os é.lctos 11t1n1é.1nos . .
elesde los conside1·<.1dos
.

i11ás t1·iviales y cotidianos, l1é.1Sté.1 los n1as con1plicados sínto-


111as psicopatológicos. Es deci1· que l legé.1 a afi1·1na1· qt1e e n
lo inconsciente se encuentra l a base gener,11 de la ''ida psí-
qu1ca.

Al p1·ofundiza1· l a investigación psicoanalítica, F1·eud afir-


111a que los sínton1as tienen relación con 1G1 vida ei·ótica elel
p�1ciente )' poi· si fueré.l poco, é.lclara elentro de u n contexto
social 111uy rígido, qt1e la causé.l de la net1rosis de los adul­
tos l1é.l}1 que buscé.11·1,1 e11 la ''sexu,1lidad infantil''. Ag1·ega,
que ésté.1, no es p<.1t1·i111onio ele los neu1·óticos, sino qt1e lo
qt1e elife1·encié.11·{1 el Cé.lmino ele lé.1 salt1el, del ele lé.l enfe1·n1e­
clé.1 el, depenele1·á de dife1·encit:1s, ct1antitt:1tivas y ct1é.tlitativ,1s
de si111ila1·es conteniclos psíquicos.
F1·et1el elebe co111unicar dent1·0 de ese contexto, que lé.1
sext1é.1li<l<1<l no su1·ge ele repente t.11 llegé11· a la pube1·té1ei, si­
ne) qt1e, éll niño descie Lln p1·incipio y del)ielo él lé.1 pre111c.1tu-

- 94-
1·ación C<)n que 'ldviene al rnt1ndo, se le in1pone la necesi­
déld de la asistencia ajena, quien aden1ás de aporte:l1· los cui­
cié1dos necesélfi()S cleja en él un plus de placer. Es decir que
esta indet.ensión origina1·ia es la que se convierte en la
fuente p1·i11101·di,1l de l<-1 sexuétlidad.
La pregunta que su1·gió en esa época, 1nezcla de aso1n­
b1·0 y 1·echazo ¿Hay u na sexualidad infantil?. F1·eud respon­
de, ''Sé que esta ,1fir1nación no se acepta fácilmente, ni aún
en aquellos que siguen con bt1ena volu ntad inis t1·abajos''.

A más de un siglo

T1·anscu1·1·e 1 998, S u pe> ne un contexto socié1l 1nás amplio


en cuanto él lé1 aceptación de mt1(�l1as de las 111é1nifest,lcio­
nes de lél sexL1,1liciacl ¿poi· qu é reC()t·da1· aquellas 1·esisten­
cias, en un t.lrtíct1lo que tratt:l sob1·e vejez?
La pregunte:1 qt1e su rgi1·ía en 1<1 actué1lidad -¿Qué tiene
que ver la sext1e:1licle:1d, infantil , lo pt1lsion<.1l, lo edípico, la
castración, el inconsciente, la 1·epresión , la neu rosis, lét
t1·,1nsfe1·encia, en fin, el psicoanálisis con los \1iejos?
Pero es p1·ecisa111ente lét <.1user1cia de preguntas solJre es­
ta et�1pa ele 1<1 vida tino de los motivos qtie impide cor10-
ce1·la, <.1cept<11-la y vivirla con n1ayor plenitud. Pu esto que,
no pe1·1nite la ape1·tu1·a indispe nsable para que con1ience u n
p1·oceso de in,restigación, de aqt1í la escasez ele producción
teórica. l.éts })il)liotecas psicológicas y psicoan�1líticas crecen
día él (lía en cantidad, <:alidt.ld, profundi(i,1d y c1·eati\1idad,
sobre las vi(�isitudes que va �1tr,1vesanclo el inf�1nte aú11 '1n­
tes de su gestación y l1élsta la adu ltez.
Enco11t1�é1111<>s t�1r11lJién t1né.1 rica p1·c>duc<·ión teó1·ica e.le pa­
tologí,1s de difícil �1bord,1je te1·apét1tico, c.lonc.le esta dificul­
tael n<) fue, ni es) olJstácu lo pa1·é1 inte1·1·og<11·, investigar. Es

-95-
decir que, sabemos mas sobre la psicodinamia de un psi­
cópata, de un autista que la de un sujeto envejecido.
Esto tendría por lo menos, que llamamos la atención.
¿Por que desconocer una de las etapas evolutivas de la vi­
da de un sujeto, que la realidad esta demostrando podrá ser
el periodo mas largo de nuestra existencia?.
¿ Que nos pasa entonces, que cuando hablamos de vie­
jos y con los viejos, entramos en una especie de ·confusión
tal, que nos impide ''re-conocer'' lo inconsciente?, de llegar
a hacerlo, lo consideramos a esa edad un sector anormal
.

(''está senil'' o, ''se está dementizando'') y porque no amoral


del psiquismo de ese ''viejo'' (''es un viejo verde'' o, ''no asu­
me su edad''). Es ahí, donde no podemos sostener nuestras
.
.

convicciones puesto que si la sexualidad nace con el indi-


viduo y no entra de repente en la pubertad, ¿por que cree­
mos que moriría antes que su dueño, o saldría después de
terminada la capacidad reproductiva o, se eliminaría por un
decreto jubilatorio, intentando desexualizar lo sexualizado?.
¿Será que de reprimidos pasamos a ser represores con
aquello que nos resulta difícil de elaborar, Esta actitud re­
presora , ¿será generadora de muchas conductas regresivas
del sujeto añoso? ¿Será, la que nos impide conocer, diluci:;
dar, investigar el recorrido pulsional de un deseante enve­
jecido? ¿Explicará esto, por que la contraindicación del tra­
tamiento psicoanalítico que dijo Freud en 1904, para las
personas de alrededor de 50 años , funciona hoy como dog­
ma , sin darnos cuenta que tal vez recurrimos a ella como
respuesta intelectualizada de ciertas resistencias?.
Si bien Freud vinculó la edad a la rigidez� y menciona a
ésta como elemento a tener en cuenta para la contraindica­
ción del tratamiento psicoanalítico, también nos advirtió en
artículos posteriores , lo obturador que pueden resultar las
generalizaciones.

- 96-
Sin saberlo, su vejez se convirtió en el mejor ejemplo pa­
ra refutar la propia afirmación. Pero creo que, no pudimos
dejar de ver la ''excepcionalidad'' de su flexibilidad y crea­
tividad hasta una edad muy avanzada. Esta excepcionali­
dad, nos lleva a despojarlo de características, que si bien no
todos los sujetos podríamos poseer ni en calidad, ni en can­
tidad, son humanas, no de otra dimensión.
Podríamos decir entonces, que la flexibilidad y la crea­
tividad acompañaron a Freud también en su vejez y hasta
la muerte.
Pienso que lo que mantenía esas condiciones que le die­
ron el resultado de excepcional, las escribe en ''Consejos al
medico sobre el tratamiento psicoanalítico'', En ese artícu­
lo, Freud enumera una serie de actitudes fundamentales
que promueven las condiciones necesarias para el análisis
. y la investigación, si bien, son muy conocidas por todos
nosotros, considero de suma importancia recrearlas sintéti­
camente, pero ahora con relación al sujeto envejecido.

''Acogerlo todo con igual atención flota�te''

''Dejándonos sorprender''

''Actuando libremente y sin prejuicio alguno''

''Tomar como modelo durante el tratamiento analítico, la


conducta del cirujano, que impone silencio a todos sus
afectos incluso a su compasión humana''

''Concentrar toda la energía psíquica en el único fin''

''Cada una de las represiones no vencidas en el médico,


corresponde a un punto ciego en su percepción analítica''

-97 -
''Ningún psicoané1lista l leg,1 n1as allá de cuanto se lo per­
n1ite st1s p1·c)pios co111plejos y 1·esistencias''

Pero este intento de 1·ec1·eé1r lél l)ase y lé1 11isto1·ic.1 del psi­
coanálisis no poclría esta1· (iesé11·tict1la(lo de lél 1·e,1l idé1(l so­
cial actual, pt1esto que son las norn1as, las leyes, los valo-
1·es, los i(leé1les los qt1e 1·egt1la11 lélS dife1·entes sociedades )'
eiefinen, elete1·1ninc.1 la ct1ltt11·a , y Sé1ben1os que t.ll ser· at1·ave­
sados poi· estél, obtene111os lél ca1·tc.l ii11p1·escindible de 1·eco­
n1e11dación pa1·a i11gresa1· en le:1 di111ensión de lo 11t1111ano,
con l(lS vent<:1jas y (les\rentajas, p1·ivilegios e injusticic.ts qt1e
pt1edc.1 significc.11·.
Al101·a bien rest1lta que antes de se1· p1·ofesioné1les y elu-
1·ante el eje1·cicio ele nt1est1·a p1·ofesi()n, est(:1111os in111e1·sos en
u n a tr·é1n1'1 ele r·elaciones inte1·pe1·sonales, dent1·0 de 1'1 r11is-
111c.1 socieela(i (le nt1est1·os pt.1cientes, con sin1ilé1res nor111c.1s,
costun1b1·es, ''ªlores etc. qt1e va1nos inco1·porando lentél e
inconscienten1ente.
El eliscu1·so socié1l ii11pe1·a nte e11 lc.1 �1ctt1c.1lielc.1(l, '''1lo1·iza el
vigor· y la ])el lezc.1 i·ecl1c.1zan(io i111plícité1 y 11c.1stc.1 ex1Jlícita-
111ente to(lo c.1qt1ello qt1e se c. 1 leje de estos iele,1les.
Al en,1ejece1· se proelt1cen pé1·elielc.1s, té.1nto del at1·c.1cti\'O
físi(�O C<)Il1C) (le <1lgt1nélS ft1nciones que li111it�1n st1 vigc>1·.
Al queela1·se el st1jeto sin estos 11t1t1·ientes n¡11·cisísticos, c�1e
el in1c.1gin<11·io t1·é1nfo1·111ánclose el p1·oceso de e11vejecin1ien­
to y no la n1ue1·te en 1L1 confi1·111,1ción (le 1�1 t<1n te111i(l<1 cc.ts-
t1·<1c1on.
. ,,.

Es ele pensc.11· qt1e el co11ect�11·nos con lél ''vejez" gene1·e


unél cc.1dena �1sociatiVC:l t<1n inconsciente inco1·po1·�1el�1 ql1e
p1·odt1zcc.1 efectos tC:1n intensos C(J1110 1'1 ect1e:1ci()n si111J)()licc.1
1·e�1lizt:1el<1 e11 lc.1 niñez. Tencl1·e111os qt1e p1·egt1nte:11·nos (le se1·
c.1sí ¿ct1án c)pe1·ativ'1 y efice:1z puecle llegé11· e:1 ser en nosot1·os
y en c<1(l�1 t1n�1 de le:1s eeic.1eles de nt1est1·os p�1cien tes?

- 98-
¿Cón10 pod1-ít:1 u n étdolescente identificarse, e n tanto
1101111Jre () mujer· atravesado por el tie1111)0, si esto lo ate1·1·a?
.

Si �1g1·t�gacio a esto los é1clt1ltos qt1e lo 1·odea11, cletenté1n


icle,1les de etern,1 jt1ventud y t<)111an n1odelos adolescentes,
no otorgan a los jóvenes p<)sibilidé1des identificatorias, en
consecuen(:ia, p1·olongé1n y cristéllizan u nt.1 etapa que debe­
ría esta1· C<)nnotada poi· t1·,1nsitc>1·ia.
Mient1·,1s t'1nto los p1·<)fesion,1les de 1,1 salud psíquic'l pa-
1·ece1·ía, que no pL1diér<1111os cl<1r cuenta de los efectos sin­
gu la1·es del envejeci1niento.
El viejo se convie1·te así, en el <leposit,11·io del neg,1tivo
clel yo ideél l, ele ct.1cl'1 uno cie l<>s integr,1ntes ele 1,1 sociedad,
pt:11·<1 po<le1· <1una1· la versión positiv<l en el ''Icleal clel in1agi­
na1·io social''.

Recurriendo a las fuentes

l)<tf(:l rl<) que<la1· so111etidos t.11 i111aginé1rio social conta111os


con t1n 1·ec�t1rso inst1stitL1ible, el trípode fo1·111<1do por; aná­
lisis
· personal del terapeuta; estudio y profundización
de la teoría y; supervisión ele los trata1nientos con u n co­
leg<1 C<)n �1111¡)li<1 expe1·iencia y fc)1·111<1ci{)n teó1·ica.
Ct1ancJc) Fret1cl propone el trípc)de, no lo 11ace pé11·a que
poclan1os sostene1· (:l l psic�O(:tnálisis, sino, po1·qt1e es lo ú nico
qt1e nos J)Uecle sostene1· (�<)1110 psico<.1né1listas.
La i111p<)1-t<:1nci'1 de l<.1 fort<.tlez<.1 de ca<.1<.t t1n<.1 ele las patas
clel t1·íptiC<.) psico<:1nalítico y, las posilJles deriv4:1ciones ante
l<-1 f1·(1gilicl�td del n1is1no, l14:1ce que sea necesa1·io reco1·darlo,
<11 111enc)S en stis '1spectos ft1ndar11enté1les.
En té1·r11inos gene1·,1Jes, análisis personal, .�u¡)one 111a­
yo1· 1 ibe1·t<.1cl y <l u to n o 111Í él i·eset\'él lilJidi nétl p<1rt.1 enca1·<11· las
,

\1ic·isitudes que apa1·ecen poi· el solo 11ecl10 de vivi1· y, tal

- 99-
vez con la libido recuperada, hasta podremos invertir en la
tan enriquecedora creatividad y o, sublimación.
Pero, análisis personal del terapeuta, involucra a nuestra
capacidad como analistas y, a los efectos que ésta tendría
al encarar los tratamientos con nuestros pacientes. ''A ma­
yor conocimiento de nuestra conflictiva psíquica, mayor se­
rá nuestro rendimiento terapéutico, puesto que ningún psi­
coanalista, podrá avanzar mas allá de lo que sus resisten­
cias y complejos se lo permita'' .
Nuestro análisis, no nos evita el enfrentamiento con el
.

envejecimiento o muerte de nuestros padres, ni con el pro-


pio proceso de envejecimien.to, el cual podremos vivenciar,
como una situación muy desequilibraf?.te o, de una manera
integradora con posibilidades muy creativas, dependiendo
en consecuencia, del grado de integración y elaboración en
el psiquismo de todo lo vivido.
Podría ser entonces, que al encontrarnos con un sujeto
añoso, se refuercen , mecanismos de defensas, por todo lo
que vemos en ese ''otro'' envejecido que seremos, esto im­
pediría esa atención flotante tan necesaria para poder ''es­
cuchar''.
Es decir que no todos los terapeutas, ante el paciente
''viejo'' , nos encontramos en las mejores condiciones para
iniciar su tratamiento.
Todo esto nos lleva a revisar nuestra coherencia o inco­
herencia teórica y, es acá donde nos encontramos con la
segunda pata del trípode: estudio y profundización de la
teoría, por cuanto comprobamos nuevamente su vigencia ,
puesto que si negamos la p_osibilidad de un tratamiento psi­
coanalítico a sujetos, por ser añosos, tendríamos que reco­
nocer que estuvimos repitiendo conceptos, sin saber cuan­
do decíamos ''atemporalidad del inconsciente'' , o ¿es acaso
que negamos su existencia a determinada edad?. Pensare-

- 1 00 -
mos que el inconsciente se agota o, que la · caracteropatía ,
la arterioesclerosis, la confusión y la demencia son los úni­
cos destinos posibles del aparato psíquico? o, ¿simplemen­
te lo rechazamos por lo que tiene que ver con lo pulsional,
con la- sexualidad, en fin con el deseo? ¿cómo?, ¿en los vie- .
.
JOS?..
¿Utilizaremos nuevamente teorías infantiles? ''Si los vie­
jos (papás) no tienen sexo'' . A esta afirmación le podríamos
agregar ¿con ese cuerpo?
Es en ese punto donde los psicólogos y psicoanalistas,
tendemos a dar un paso al costado, dejamos de entender
que el cuerpo es objeto de investidura libidinal, que es tan­
to soport� narcisístico como área privilegiada de conflicto,
amen de ser mediador entre el sujeto y el mundo exterior.
Perdemos de vista en consecuencia el valor relacional de
las enfermedades físicas, tan comunes en la vejez, convir­
t·iéndose éstas tal vez, en uno de los modos que tiene el su­
jeto envejecido, para que ese cuerpo abandonado por la
''mirada'' , siga teniendo vigencia , pero ahora a través del
conocido, doloroso y costoso disfraz ya hecho carne de la
enfermedad. · Vemos sólo el cuerp·o biológico, objeto de es­
tudio de la medicina. Es decir, tiramos por la borda la sub­
jetividad que tanto hemos proclamado, dándole el triunfo
por abandono a Thánatos, mucho antes de que lo gane le­
gítimamente .
La fragilidad de esta segunda pata ''estudio y profundi­
zación de la teoría '' , está evidenciada por la poca produc­
ción bibliográfica y, por la �casez, en universidades e ins­
tituciones psicoanalíticas, de seminarios y cu�sos que den
información, formación y, especialización sobre el sujeto
envejecido.
En cuanto a la tercer pata del trípode: la supervisión,

su importancia radica en que, la experiencia clínica del

- 1 01 -
analist,1 supe1visor, nos puede ayuda1· a detectar, aqt1ello
que no escuchan1os en el disct11·so del paciente, ''sordera'',
qt1e p1·oduciría el inevitable en1pol)recin1iento o freno del
tratamiento. Motivo mas que suficiente pa1·a comp1·obar su
v1genc1a.
• •

conclusión

A modo de conclt1sión y al n1ismo tiempo n1anteniendo


(:lbie rto cada tino de los inte1·1·ogantes, pienso, que utilizan­
do como actitud funda111entalmente ana lítica , '1quellos
''consejos al médico'', donde se apoyará nuest1·0 t1·ípode, es­
ta1·án sent(:1das las }Jases para poder preguntarnos sobre la
estructu1·a deseante en un sujeto añoso.
Nos enf1·enta111os ante una obligación ética, o al menos
ante una inevitable reflexión, sobre si ·tiene status propio
nuestro psiqt1ís1110, reconociendo su existencia y su efecti­
vidad hastLl el Ci'ltin10 minuto de nuestra vida . Oto1·gando a
pa1·ti1· de ese 1·ec9nocimiento dignidad e identidad p1·opia,
que es a mi c1·ite1·io la gran carencia que aqueja a los indi­
viduos en nuestra socieclacl a pé1rtir de dete1·minada edad,
eclacl qt1e talvez no log1·emos nunca desct1brir, ya qt1e l1ay
personas ancianas que nos confir111an no solo la operativi­
dad ele Eros, sino que además son su expresión más exal­
tada.
Poi· sue1·te, contamos con la experiencia clínica de aque­
llos que se (:ltrevieron en estos 1 00 años a 1·evisa1· los lími­
tes de nuest1·0 quel1ace1· con sujetos añosos, nos enseñan
que, como todo paciente, debe ser ev,1luado uno poi· uno,
p'11·a dete1·1nina1· su condición de analiz,1ble m�1s allá ele su
edad c1·onológica , pt1esto que ''el n1aterial con el que t1·alJa­
je1nos pt1ede tene1· el n1is1110 lt1ga1· de pri\rilegio C()t110 en

- 1 02 -
cualquie1· otro aná lisis, los sueños, la n1is111a riqueza simbó­
lica que el de una paciente l1isté1·ica en su jµventud'' .
Estamos conscientes, que al intenta1· dar respuestas des­
de el psicoanálisis a algunas ele las p1·eguntas vinculadas a
lG1 estructura deseante del sujeto envejecido, confi1·111aremos
lo dicho poi· F1·et1d en 1 9 1 4 . ''El destino inevitable del psi­
coanálisis es el de excitG1r la cont1·adicción y el disgustos de
los ho1nlJres '' .

- 1 03 -
Bibliografía

Freud, S. Obras Completas, Ed. Amorrortu, 1976.


-. "Proyecto de una psicología para neurólogos", Vol. 1 (1987).
-. "El método psicoanalítico de Freud", Vol . 7 (1904(1907]).
-. "Sobre psicoterapia", Vol. 7 (1905(1904]).
-. "Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica", Vol. 1 1 (1910).
-. " Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico", Vol. 1 2
(1912).
Ferrero, Gloria y otros: "Al encuentro del viejo)}. Trabajo libre presenta­
do en el 9 Encuentro y 4 Simposium de la Asociación Escuela Argen­
tina de Psicoterapia para Graduados.
(1991).
Solchi, Lifat. "Cuerpo en la vejez, ¿Eros o Thánatos?,,
Bianchi, H.; Gagey, J. y otros. La cuestión del envejecimiento. Perspecti­
vas psicoanalíticas. Biblioteca Nueva, 1986.
De Lara,. M . E. "¿Problemas del objeto? ¿Problemas de la técnica? o ¿pro­
blemas del psicoanalista?'' Trabajo libre presentado en el 18 Encuentro
y 13 Simposium de la Asociación Argentina de Escuela de Psicoterapia
para Graduados.

-
1 04 -
La sexualidad
en el envejecim iento

ora. Oloria Adriana Ferrero

"Ven a dormir conmigo, no haremos el


amor él nos hará"
Julio Cortázar.

Introducción

EL TEMA NOS PLANTEA ALGUNOS


- I NTERROGANTES DE DIFÍCIL RES-
· ••

puesta. La sexualidad y la vejez no siempre estuvieron em-


parentados, por ello nos interrogamos acerca del devenir
de la sexualidad en esta etapa de la vida.
¿Se podría pensar que en el envejecimiento la sexuali­
dad languidece y llega a su fin?·. ·
Culturalmente se relaciono a la µienopausia con el cese
de la sexualidad femenina, ligando el concepto de sexuali­
dad a la finalidad procreatoria. En los hombres si bien la
andropausia no es de índole hormonal como en la mujer,
rii tan evidente con relación a la procreación, el ejercicio de
la sexualidad, también se la desecha por . . . vejez.
Desde el conocimiento psicoanalítico sabemos que el
deseo no transcurre por carriles biológicos.
El climaterio femenino y la a ndropausia masculina se si­
túan en un contexto bio-psico-social , que se relaciona con
el pasaje de la adultez joven a la mediana edad.
La mediana edad es una etapa en la vida del sujeto, que

1 05
.

- -
puede se1· un buen momento, pe1·0 ta1nbién es la époct-1 en
que suelen interpretarse cue:1 lquie1- dificultad física como
vulnerabilidacl o declinación y cie1·tan1ente con el paso de
los años.
El ct1e1·po se torna n1enos previsible que antes, 1·eclan1a
cuidados y atención, ''Los años no vienen solos'' dice el 1-e­
f1·án popular.
La sext1C:1lidad se liga con lo co1·po1·al, pero lo ti·asciende.
¿Dónde colocamos la genitalidad y su puesta en acto, el
coito?

Interrogando al psicoaná lisis

Lo que selle:1 el desct1b1· i miento freudiano es la t1nión del


contepto de inconsciente con el 11allazgo de la sexualidad
infantil. Las producciones inconscientes, lapsus, actos fC:1lli­
dos, st1eños y síntomas, no solo dan testin1onio de la presen­
cia del inconsciente, sino que n1t1estran la sexualidad rep1·i­
mida, que poi· esta vía realiza pe:11·cialn1ente st1 satisfacción.
Se rornpe la creencia en la inocencia infantil.
F1·et1d p1·onto descreyó de SllS neuróticas eCar·t<:lS a Fliess
en 1 897). A pes<1r de ello y de dar predon1inio a las fanta­
sías sobre los sucesos acaecidos , nt1nca dejo de ton1a1· en
cuenta en toda su obra, y en especial en los 11isto1·iales clí­
nicos, los sucesos vivenciales.
En st1 e:1rtíct1lo de 1905, ''T1·es Enst.1yos pa1·a una teo1·ít.1 se­
xual'' , postula que es la propia madre la qt1e con su asis­
tencia y cuidados despie1ta la sexualidad del niño.
La mad1·e al deci1· de Pie1·a At1lagnier, impone 1,1 violen­
cié.1 p1·in1a ria sobre el infC:1 ns, e inscri1Je sob1·e la necesidad
ese plus que es 1<1 sext1alidG1d y el deseo .
El p1·ecio de la humanización es la perdida de la dot(:l-

- 106 -
ción biológica, aunque el yugulamiento pulsional produce
efectos en lo· corporal.
La latencia da cuenta de cierto sofocamiento de la se­
xualidad, si bien esta <11 . se1\ricio del log1·0 de una sexuali­
dad adulta, unificada ,. ligc..1 da a la genitalidad y la proc1·ea-
.
c1on.
"'

Sabemos que la sexualidad adulta, lejos de ser un pro­


ceso natural es algo qt1e se const1l.1ye en los prime1·os vín­
culos infantiles.
Hablan1os de la sexualidad y también nos inte1·rogamos
c..1cerca de la genitalida�.
La noción de sexualiclad in1plica la de genitalidad pero
no la subsun1e, la sexualidad no solo designa las activida­
des y el placer depencliente del funcionan1iento del apara­
to genital, sino toda una se1·ie de excitaciones y actividades
que existen desde la 1nás tierna infancia y que producen un
plé..lCe1· que no puede reducirse a la satisfacción de una ne­
cesidad, sino que encuentra en el goce y el erotismo su ex-
.
pres1on.
"'

Si bien la genitalidacl puede ser una meta que se alcan­


za, en el mejor de los casos, �n el periodo post-puberal co­
n10 un log1·0 del desarrollo libidinal, se manifiesta en vaive­
nes a lo largo de toclé:l la vida.
Establecida la continu idad libidinal y · reconocida su per­
sistencia , aunque con modificaciones, las manifestaciones
p1·(._�genitales parecen pe1·durar en la adultez media y tardía .
La 1·ealización genital acompaña la constituci�n de los
vínculos intersubjetivos en la adultez.
Esta situación implica poder pensar alguna novedad con
poste1·io1·idad al sepultamiento del complejo del edipo.
M. Balint, plantea que la genitalidad desborda una mera
fo1·n1a de satisfacción. Dice que lo genital es inestable, y
que en el amor genital nada puede ser dado por sentado;

- 1 07 -
,.
'
debe mantenerse un permanente testeo de la realidad para
poder descubrir, satisfacer al compañero.
La sexualidad y los derroteros edípicos no son iguales
en el hombre que en la mujer, ambos parecen iniciarse del
mismo modo, el primer objeto de amor es la madre .
La percepción de las diferencias sexuales bifurca el ca­
mino de a mbos sexos. Para Freud existe una escena de se­
ducción, cuya protagonista es la madre.
El psicoanálisis ubica el despertar de la sexualidad y el
amor en el lugar prohibido por la ley del incesto.
Se podría preguntar si la madre mira, acuna y desea por
igual a la nena o al varoncito.
La Dra. Raquel Zak dice que ''La madre no mira, ni ma­
nipula de la misma forma al varón que a la nena, y que en
su mirada resume expectativas y deseos que ordenan y de-
.

finen el perfil sexual de cada uno''.


Piera Aulagnier dice que si él yo no conservara la cer­
teza de habitar un mismo y único cuerpo cualesquiera que
fueran sus modifi(:aciones, la permanencia de ciertas pau-
tas de referencia identificatoria desaparecerían.
''Se está condenando por y para toda la vida a una pues­
ta en pensamiento y en sentido del propio espacio corpo­
ral. . . de la realidad que se debe cohabitar que les asegure
para siempre permanecer como soportes privilegiados de
sus investiduras'' .
El cuerpo se ofrece como soporte del yo para ser catec­
tizado, gozado.
Placer para sí y placer que puede brindarle a otro-cuer-
po placer, que es el primer bien propio, su haber. Esta ca­
tectización es para él yo una necesidad vital, para luego al­
canzar las zonas erógenas, fuentes de placer.
En la juventud se ve facilitada la investidura corporal
que es sostenida narcisísticamente.

- 1 08 -
¿Qué sucede en el momento en el que él yo encuentra
al cuerpo como una imagen sobre la cual va emitir un jui­
cio estético referente a su poder de seducción?
En ese encuentro entre la mirada y el esquema corporal;
y por lo tanto entre la mirada y los cambios que el tiempo
va a inscribir en ella, encontramos la modalidad mediante
la cual se apuntala y manifiesta la relación del yo con la
temporalidad.
Aquí se puede visualizar una no-identidad que el yo afir­
ma como presente entre el mismo, tal como se piensa y la
·forina encarnada que el cuerpo impone a su mirada y a la
mirada de los demás.
El sexo en la vejez es negado y rechazado como algo
inútil. La sexualidad de los viejos se la equipara a la de los
''

ángeles'' .
Esta situación prejuiciosa, mítica, cargada de estereoti­
pos culturales, dificulta muchas veces la posibilidad del
ejercicio satisfactorio de la sexualidad y el erotismo.
Durante siglos la sexualidad del ser humano estuvo liga­
da a la función reproductiva. Y la herencia de este enfoque
parcializado de la vida es la represión del erotismo y los
sentimientos amorosos en la vejez.
Un individuo cuyas funciones genitales han disminuido
o desaparecido, no es por ello asexual. Interrogarse sobre
la sexualidad de los viejos es preguntarse en que se con­
vierte la relación del hombre consigo mismo, con los de­
más, con el mundo cuando ha desaparec�do el primado de
la genitalidad.
Es absurdo pensar que se vuelve a una sexualidad infan­
til, o que se la anula por innecesaria . •

En una pareja que se ama con un a mor en el que se su-


prime la distancia del yo al otro, aun el fracaso es supera­
do. Deseamos la juventud eterna y ello implica la supervi-

- 1 09 -
vencia de la libido sexual. Este dese<) se encuentra p1·esen­
te en quienes han conferido un valor positivo a su sexuali­
dad. Otros pueden haber cedido a la presión socia l, al pre­
juicio, o pueden no tolerar las diferencias.
En un cuento de Mario Benedetti se narran los encuen­
tros y desencuentros del amor en los distintos 1nomentos
de 1,1 vida.

''Como casi ..\ze1npre, al descubrirse el desnudo _y la des­


nuda se aso1nbra11 de sus desnudeces. Co1110 casi siempre
estas ..\011 1nejores que las de la memo17.a. Po1.. supuesto so11
;avenes ....
. ,,,.

· Él e..5 el prime1'"0 e1i queb1"'ar el e11cantamie11to y la i11er­


cia. Sus manos ..\e .ahuecan para buscar y eJ1co11t1"'ar los pe­
chos de ella, que al mero co11tacto lu.ce11, se 1'"e1iuevan ... El
dice o pie1�-;a ''No es que carezca de sentido de culpa, pe1'"0
la verdad es que 110 me atorme11to. Las sensacio1·zes llega11 _y
se van, so1i aves migratorias, y cua1ido vuelve11, si vuelve11
ya 110 son las mism.as, se fueron frescas e..5po11taneas, 1'"ecié11
nacidas y reg1"'esa11 maduras, p1"'ogramadas. . .. Las coloniza­
doras manos de ella acarician la colo11ízada e�palda de él,
y empieza11 a invadirlo, abrazarlo, a tenerlo. E11to11ces ella
dice o pie1isa ''Todo esto lo sé ''. Y siri embargo, e1i mi hay
una vocación de perma11encia, que por otra parte, nu11ca
. he visto cu1nplida. Es obvio que elfut1.t1'"0 esta lle110 de ame-
1iazas, de riesgos, de i1iseguridades, pero yo cr�o (De creer
e,11 y de crear), para mi uso per-sonal, u11 cielo despe;ado. De
lo contrario el goce se me gasta antes de tiempo. Vos te afe­
rrás al instante, ese es tú estilo. Mi ínsta1ite quiere ser pro/()­
go de otro, au1ique lo más probable es que luego ese otro
insta1ite no comparezca. . . . '� mí me gusta repetir el amor
aunque reco11ozco que cada Jase tiene un fi1ial distinto,
u1ia bi..5agra origi1ial que la une con la fa.c;. e que vendrá. La

- 1 10 -
repetició·1 i esta e1i el co11i ie11zc>, _y es como un eco, u 11l 1"'eccJ1,.-
clat(Jri(J de la piel. . . . . . El a1nor es .Y 1 io es repetició1i . . . ''

Ma11d Mannoni dice que para cada ser viviente sext1ado


se trata de u na búsqueda inf.inita e iluso1·ia del C<)mplemen­
to de sí, en este otro.

sexualidad y envejecimiento

Cuando se habl€l de enveje<.'imient<) genera l mente se co­


mienza a hacer un inventario, un catalogo de todo lo que
se pierde o debilita con e l paso del tiempo . . . visión, memo­
ria , dificultad en la marcha , l)elleza y lozanía y por supues­
to l a sexua lidad ''declinante ' ' .
Sexua l idad que muchas veces es negada , rechazada o ri­
diculizada en sus aspectos genitales y p regenitales.
Plantea1nos que a u nque establecida l a continuidad libi­
dina l , lo pregenital perdura a lo largo de l a vida .
G. Bc)nnet hablanclo del C<Jtnponente perverso (pregeni­
tal) de la sexualidad dice que l()S perversos nos enseñan
que los fantasmas pregenitales C> pulsionales tienen tanta
importancia como lc.>s otros .
Los preliminares sexuales importan tanto como la rela­
ción misma y mucha gente cuya sexualidad esta debilitada
haría bien en recordarlo.
Freud en e l año 1 908 nos dice que u n a cierta dosis de
satisfacción sexual directa parece indispensable a la mayor
parte de las organizaciones. . . lo que · lo lleva a decir en
1912, a pesar de reticencias propias, que la masturbación es
preferible a la abstinencia total.
Uno de los mayores problemas que plantea la sexuali-

- 111 -
dad hoy e n día reside en un empobrecimiento cada vez
mayor de las capacidades de fantasmatización.
El problema para el psicoanálisis es tender a que cada
deseo encuentre u n deseo real, efectivo, concreto, y al mis­
mo tiempo se vuelva fuente de producciones imaginarias
múltiples y continuas.
La tendencia a la desexualización de los viejos determi­
na una alteración de la imagen que poseen de sí mismo y
de la etapa de la vida que atraviesan. Los miembros mas jó­
venes de la fam�lia, a menudo sus propios hij�s consideran
que el sexo y la intimidad son prescindibles. (A veces mo­
tivos de burla descalificatorias). Y al viejo ir contra la co­
rriente le genera ansiedad y temor.
Estas actitudes tienen motivaciones prejuiciosas pero
.

también vindicativas, la sexualidad de los viejos reactiva


complejos edípicos atenuados y los hijos hacen víctimas a ·
sus padres o subrogados de la exclusión activa que ellos
sufrieron de niños.
Esta actitud muchas veces es compartida por los profe-

sionales.
Privar a la vejez del libido sexual lleva a los viejos a sen­
timientos de minusvalía, · ª depresiones severas; La expre­
sión de Eros es ligadura. ·a mor, lo contrario . es la tendencia
a Thánatos (el no goce). Relacionado con la repetición de
situaciones insatisfactorias y también con la muerte misma.
La dialéctica del deseo no se interrumpe nunca, solo la
represión individua l o social puede distorsionarla de mane­
ra nefasta , produciendo viejos privados del deseo de de­
sear.
Los sucesivos y necesarios duelos por las facultades per­
didas, que por otra parte comienzan tempranamente, tie-
. .
nen que venir secundados por otro tipo de estimulación y
reinvención permanente tje uno mismo con el otro.
'

- 11 2 -
En un trabajo acerca de las funciones del Yo y el senti­
do de la realidad en el curso del ciclovital, el Dr. David Li­
berman postula que ''Solo se llega a la constitución de la
identidad sexual y a reconocer el propio sexo luego del pa­
saje por las sensaciones de extrañamiento y despersonali­
zación . . . '' . Esta situación prepara para que una persona pa­
se a adquirir una cosmovisión acerca de su futuro, que in­
cluye la propia interioridad, una cierta capacidad de espe­
ra para regular su contacto social, especialmente con per­
sonas de otro sexo; para que finalmente se plasme una re­
lación de objeto en la cual se deposite la esperanza propia
en otro y se acepte la esperanza de otro en uno. Esto co­
rresponde � la Adultez Media . . .
Etapa de despliegue de capacidades creativas, reinven;_
ción y descubrimiento que se puede lograr en la medida en
que todo lo anterior haya sido consolidado y sirva de sus­
tento.
Si la adultez es la etapa creativa, plena de comunicación
e inventiva, ¿porqué comienza a serle cuestionada la capa­
cidad de goce y el deseo?.
En el articulo de Freud de 1908. ''La moral sexua l cultu­
ral y la nerviosidad moderna'' dicen que a l limitar la activi­
dad sexual de un pueblo se incrementa en general la an­
gustia vital y el miedo a la muerte, factores que perturban
la capacidad individual del goce, suprimen la disposición
individual a arrostrar la muerte por la consecuencia de un
fin y excluyen al pueblo o grupo de que se trate, de toda
participación en el porvenir. . .

Retomo la narración de Mario Benedetti:

''El veterano a tenido un sueño frágil y bastante mas jo-


ven que sus años reales . . . . . . . Mira el reloj en la mesa de no-

- 1 13 -
cl.1e ,·i1 so1i la..;; tr·es de la n1ad1ugada . A s11 lado la z;ete1--a na
dz.1e1"111e :Y ..,0111ie, ,Y e�, u 11a so1117..�a que él J'lO le lle desde ha­
ce tie11,1po. El l"ete1--a1io ap1·ovecha el oasis del i1i..\oni1iio pa1..a
et.1a/1-1a1" su p1·opia de..-;11z1dez. Las va1ices lo i1�\1J.lta1i ,'i' él se
1·e...;; ig1· za . La,, a1··ticulacio11e..\ .\e
. que_ja·1i _y él q1.ti...;;1:e1"a aceita1·/as
pe1--c> ,va 110 vie1ie aceites pa1,.a tales bisagras. A ..\LI de1,.echa,
la saba 11a de ella ..c;e ha deslizado al p1:..c;o �}' él tie11e ocac;ió1i
de co11ipre1 ide1· u 1 ia vez 1nás ese cue1po co1·1 ocido _V co1iti­
g1-10. Ella elei1a u 1 i brazo pa1,.a apo._ya1· eJi ..\1.1 cabeza, ,Y u·1i
n2echó 1 i ca1io..\o se co1ifi1:11de co1·z la bla11c1 -1 1"'a tle la tlln1oha­
da . El acerca szJ 1't1a110 si1z toca1--la aú1z :Y ella fJe1·1na1 1ece i1i-
111óvil. Le p1,.eg11.11ta si 110 puede do1 .. 1ni1� _y él 1·es_p<J11de que si
pi1ede pero 1io quiere . . . Él i1iicia ot1--o le1ito 1"ecor1ido l-01 i ..\U
.
bJ .c1zo, ella ace1,.ca su cabeza fJasta log 1,·a1· qlJe ..\U 111e_¡illa
. ..\ob1"e la pal1na que se le ofi·ece . . . El l1et·e 1,.a·1 10 sie11-
desca1i.,e
te al ot1'"0 c1.1e1po, no co1110 a·1ites, po1,.o a fJ(J1"(), pe1·0 lo ..\ie1i­
te . ...4 n1bo..') sabe11 de 11 ·1 e1no1ia qz.-1e c1.J.e 1-zca de ella se co17·es-
po1zcle co1i c¡ue altoza1io de el. E11ca_¡a 11. u1io el'z ot1"a, otro e1i
i1 1ia co11io .\i
. co1iforma1-a11 u1z pai..)aje clásico. Él demora e1i
e1zce11de1'"se .l' ella lo ..,abe, pe1 -·o 1 1 0 ..\e inzpacie1ita. La bu1ne­
dad de la niad1"'itgada lo.., remite a ott·os (Jfo1ios. Él sabe qt../e
aquí 1io i1ale re1nen101,.ar la pasió1·i como qz-t ien reccJn"'e z,¡, n
vie_¡o códice. Esa misma distancia lo co1i 111z,¡ei1e �Y pe1--cibe por

fin qiie esa emoció11 es la legata1ia, el corolario 1io1'°n1al de


la pasió11 a1itigua. Sólo e11to1ices se sie1ite c1--ecer. Só/(J e1ito1i­
ces ella siente que él crece . . . ''

El Dr. Flores Colombino llama a la te1·cera edad la '' Edad


del Erotismo'' Y plante,1 qt1e el viejo obtiene de ese erotis­
mo tina nueva dimensión, y que si bien el derecho al pla­
cer y al sano ei·otismo es legitin10 para ct1alquier edaci, es
en la vejez la única sexualidad posible.

- 1 14 -
Bibliografía

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S<)l)re lél Genité.tlidad''. Ficl1a A . E .A.P.G.

- 11 5 -
Si bien la vejez plantea un problema humano y específico,
el envejecimiento no solo concierne al paciente mayor sino al
individuo en todas las etapas de su vida. Los trabajos presentados
en este libro reconocen una ética común, se ocupan de una
problemática olvidada, el envejecer.

Autores:

Gloria Adriana Ferrero


María del Pilar Alvarez
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• •



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Nelly Mazzino de Huerta
Q.)

c'd Alicia Stivelberg

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Alicia Inés Terán
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o María Elizabeth De Lara
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Q Ricardo Iacub
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H Lucrecia Tapia
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ro Mirta Rosa Goldstein

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Laura Irene Bottini
s
o
u Elena Graciela Ayran

COLECCION INTERDISCIPLINAS

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