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RESUMEN TEMA 4 Bloque 7 Módulo IV ESPA II Ámbito Social

La Europa de las revoluciones: Liberalismo y nacionalismo en Europa

Introducción

Napoleón había sido derrotado en 1815. Los países que le vencieron decidieron restaurar para siempre el
Antiguo Régimen. Durante unos años pensaron que lo habían logrado.

Pero se equivocaron: la Historia nunca puede volver atrás. A partir de 1820 Europa fue el escenario de
sucesivas oleadas revolucionarias que cambiaron por completo el aspecto del viejo continente. Dos ideales
inspiraron todas estas revoluciones: el liberalismo y el nacionalismo.

1. Entre la Revolución y la Restauración

Derrotado Napoleón, y con él la Revolución Francesa, las potencias europeas vencedoras procedieron a
tratar de restaurar el orden político y territorial que existía en Europa antes de la Revolución. Este proceso
y este período se conocen con el nombre de la Restauración.
En líneas generales, la Restauración supuso:
Volver a imponer el Antiguo Régimen en todos los territorios europeos.

Establecer un equilibrio territorial entre las principales potencias.

Represión de las ideas liberales propagadas por la Revolución Francesa para que no pudieran difundirse.

Las potencias absolutistas se reunieron en el Congreso de Viena de 1814 y establecieron una alianza
militar de apoyo mutuo contra los intentos revolucionarios: la Santa Alianza.

Los aspectos más destacados que se acordaron en el Congreso de Viena fueron:

La restauración en sus tronos de las monarquías legítimas que habían sido destronadas por la Revolución
Francesa y Napoleón. El poder de los monarcas sería absolutista, como antes de la Revolución.

El mapa de Europa se remodeló, volviendo a la situación anterior a las guerras napoleónicas

Mantener la vigilancia para impedir las iniciativas revolucionarias liberales en cualquier país de Europa.
La Santa Alianza intervino con éxito en 1823 en España para ayudar a Fernando VII a imponer su gobierno
absolutista.

La Restauración sufrió la amenaza de nuevas oleadas revolucionarias en la 1ª mitad del siglo XIX inspiradas
en los ideales del liberalismo y el nacionalismo.
El liberalismo basado en las ideas de la Ilustración. Destacamos dos tendencias el liberalismo moderado y
el liberalismo progresista o democrático.

El nacionalismo es un movimiento político, surgido en el siglo XIX, que defiende que el Estado debe basarse
en el sentimiento nacional de sus habitantes. Aspira a la libertad de cada pueblo o nación para organizar
su propio Estado y no depender de poderes externos.

Desde este punto de vista, una nación es un conjunto de personas que comparten una misma lengua, una
misma cultura, una historia común y que, por lo tanto, debe tener derecho a constituirse en un Estado
nacional (todos los miembros de la nación deben pertenecer a él) e independiente (el Estado nacional no
puede depender del Estado de otra nación).

Según el objetivo que se persiga, podemos distinguir dos tipos de nacionalismos en el siglo XIX,
nacionalismo separatista y nacionalismo unificador.

2 Un siglo de revoluciones

2.1. Las revoluciones liberales de la primera mitad del XIX

Las tres principales oleadas revolucionarias se produjeron en 1820, 1830 y 1848.

En muchos territorios europeos los intentos revolucionarios liberales y nacionalistas fracasaban una y otra
vez. Pero en cada oleada el liberalismo y el nacionalismo conseguirían triunfar en algún país.

Desde el punto vista de las relaciones internacionales, el gran acontecimiento de este siglo XIX en Europa
será el nacimiento de dos nuevos países que jugarán un papel decisivo en los grandes conflictos
internacionales: Italia y Alemania.

La Revolución de 1820

Fue la primera oleada revolucionaria después de la Restauración. Ocurrió sobre todo en el sur de Europa.
En general la organizaron grupos pequeños de burgueses organizados en sociedades secretas, como los
masones. Frecuentemente tomaron la forma de golpes de Estado militares.

En España un golpe de Estado contra el régimen absolutista de Fernando VII implantó un régimen liberal
durante tres años, el llamado trienio liberal (1820-1823). Fernando VII es obligado a aceptar la Constitución
de 1812. En 1823 la intervención de la Santa Alianza con el ejército de los Cien Mil Hijos de San Luis
facilitó la vuelta al absolutismo de Fernando VII.

En Grecia estalló una guerra de independencia contra el Imperio Turco, bajo cuyo dominio se encontraba.
Logró la independencia en 1830.
La Revolución de 1830

La oleada de 1830 consistió en revoluciones con muchamás participación popular que en 1820. Se
centraron sobre todo en el norte de Europa. Destacan los siguientes acontecimientos:

En Francia el absolutismo fue definitivamente derrotado, estableciéndose un régimen liberal moderado con
una monarquía constitucional en la persona de Luis Felipe de Orleans.

Bélgica unida a Holanda desde el Congreso de Viena logró su independencia frente a los Países Bajos.

En Polonia una revolución nacionalista contra el dominio del Imperio Ruso acabó en una desastrosa derrota
para el pueblo polaco.

La Revolución de 1848

En 1848 se produjo la oleada revolucionaria más intensa del siglo XIX, tuvo su origen en Francia y luego
se extendió por gran parte de Europa.

La oleada de 1848, llamada la primavera de los pueblos, fue la que mayor participación popular tuvo. Los
grandes motores de la revolución fueron el liberalismo democrático, el nacionalismo y, por primera vez, el
socialismo.

En Francia una revolución contra Luis Felipe de Orleans logró el establecimiento de una república
democrática. Poco después los socialistas protagonizaron una nueva revolución, que fue aplastada por la
joven república. Pero el miedo al socialismo hizo que ganara las elecciones a presidente Luis Napoleón,
sobrino de Napoleón Bonaparte, que en pocos años convirtió su régimen en una dictadura y acabó por
tomar el título de emperador bajo el nombre de Napoleón III. Nace así el II Imperio Francés.

Por toda la actual Alemania e Italia y el Imperio Austríaco estallaron numerosas revoluciones liberales y
nacionalistas. Sólo algunas lograron el éxito.

En Italia y Alemania la revolución de 1848 no triunfó pero puso de manifiesto las aspiraciones
nacionalistas para formar un Estado-Nación.

2.2. Nacionalismo y revolución en la segunda mitad del XIX

Unificación de Italia

Tras el Congreso de Viena Italia era un mosaico de pequeños estados absolutistas que vivían en el Antiguo
Régimen, y además casi todo el Norte de Italia estaba en manos del emperador austriaco.
La lucha por la creación de un estado italiano unificado comenzó desde el reino del Piamonte, que se había
convertido en una monarquía constitucional en 1848 con el rey Victor Manuel II. Éste se enfrentó con el
Emperador austriaco y en una guerra en la que recibió ayuda de Francia consiguió derrotarlo e incorporar al
reino de Piamonte algunos territorios del Norte de Italia que habían pertenecido al Imperio Austro-húngaro.

La victoria en la batalla de Solferino frente a los austriacos en 1859 permitió al reino del Piamonte incorporar a
su estado la región de Lombardía, en el Norte de Italia. También se incorporaron Parma, Módena y Toscana.

En 1860, el otro gran reino del Sur de Italia, el de Nápoles-Sicilia, también fue incorporado por Víctor Manuel II
a su corona, con la ayuda de los liberales de Nápoles y de un ejército de voluntarios al mando de
Garibaldi. Tras la incorporación de Nápoles a su reino, Víctor Manuel II se proclamó Rey de Italia.

En 1866 se consiguió la incorporación del Véneto que aún seguía en manos de Austria.

En 1871 se completó la unificación con la incorporación de los Estados pontificios.

A partir de 1871, la nueva Italia unificada abarcaba ya casi los mismos territorios que actualmente y se
estableció la capital en Roma.

Unificación de Alemania

Como en el caso de Italia, pero aún más complicado, el territorio alemán se dividía en más de 30 estados
independientes. La Confederación Germánica agrupaba a todos los estados alemanes sólo de forma
simbólica. Austria y Prusia eran los estados alemanes más grandes y poderosos, se habían enfrentado por
ejercer el predominio sobre el resto de estados alemanes.

Para mejorar el comercio, Prusia propuso a los estados alemanes en 1835 crear una unión aduanera, lo que
ayudó a que el país se modernizara y equipara un moderno y potente ejército, que sería su principal arma
para conseguir la unificación alemana.

El proceso de unificación alemana se prolongó entre 1866 y 1871. No fue el resultado de una revolución,
sino de la iniciativa política del Rey de Prusia, Guillermo I, y de su primer ministro, Otto von Bismarck. Su
estrategia consistió en provocar una serie de guerras cuyo objetivo era convertir a Prusia en el líder de los
países alemanes y alejar de ellos la influencia del Imperio Austríaco.

Este segundo objetivo se logró en 1867, cuando el Imperio Austríaco fue derrotado por Prusia. Para unir a
todos los estados alemanes en una causa común, Prusia provoco una guerra contra el rival tradicional de los
alemanes: Francia, derrotada en la batalla de Sedán y tuvo que ceder Alsacia y Lorena.

Tras su victoria sobre Francia y el sometimiento a su autoridad de los últimos estados alemanes que se
mantenían independientes, el rey Guillermo I de Prusia pudo proclamarse káiser (emperador) de Alemania.
Alemania nacía como estado unificado con aspiraciones de convertirse en la nueva potencia imperialista del
centro de Europa.

La cuestión de Oriente

A partir de 1871, el lugar más inestable de Europa fue la región de los Balcanes, en el sudeste europeo, hasta
entonces dominado por el Imperio Turco. El Imperio Turco estaba cada vez más débil. Esta debilidad fue
aprovechada por tres fuerzas:

 Los pueblos balcánicos, que buscaron su independencia influidos por el nacionalismo.

 El Imperio Ruso, que tomó bajo su protección a algunos de estos pueblos, sobre todo a los serbios,
como forma de extender su influencia en la zona.

 El Imperio Austríaco, que también aprovechó para ganar influencia y territorios en la zona.

Esto provocó lo que en su tiempo se llamó la cuestión de Oriente, una situación permanente de tensión que
se prolongó hasta 1914. Durante este tiempo el Imperio Turco perdió casi todos los territorios que le
quedaban en Europa, donde nacieron nuevos estados: Albania, Bulgaria, Rumanía y Serbia.

Estos empezaron pronto a competir entre sí por extender sus fronteras, un problema agravado porque los
Balcanes eran un mosaico étnico en el que distintos pueblos convivían a menudo en los mismos territorios.

3. España: la caída del imperio y el triunfo del liberalismo

La implantación del liberalismo en España no fue un proceso fácil, ya que los defensores del Antiguo Régimen
intentaron por todos los medios frenar las corrientes de cambio.

Cuando en Francia estalló la Revolución la monarquía española tomó partido por la defensa del absolutismo
monárquico y por la intervención contra el gobierno revolucionario.

La intervención de España en las guerras napoleónicas fue desastrosa para nuestro país, que acabó invadido
por las tropas francesas. Napoleón apresó a la familia real española y obligó al rey Carlos IV y a su hijo
Fernando a renunciar al trono español. En su lugar, Napoleón colocó como rey de España a su hermano José
Bonaparte, que llegó a Madrid acompañado de numerosas tropas francesas

La resistencia a la invasión francesa originó una guerra de liberación, conocida como la Guerra de
Independencia, en la que los liberales españoles tomaron la iniciativa. Un gobierno provisional asumió la
legalidad frente al gobierno francés de ocupación.

Se convocaron Cortes en Cádiz, no ocupada por las tropas francesas, y estas Cortes asumieron la tarea de
redactar la primera Constitución española en 1812, reconociendo como rey legítimo a Fernando VII,
retenido en Francia.
Tras la derrota de Napoleón y la retirada de las tropas francesas de España, volvió al país y al trono
Fernando VII. Pero a su vuelta, los sectores partidarios del Antiguo Régimen, la nobleza y la Iglesia,
consiguieron convencer al rey para que suprimiera la Constitución y se restaurara el Antiguo Régimen y el
absolutismo.

Durante el reinado de Fernando VII, absolutistas y liberales estuvieron en permanente pugna, y el rey se vio
obligado durante un período breve a aceptar la Constitución en 1820. En 1823, con la ayuda de la Santa
Alianza, recuperó su poder absoluto murió en 1833 siendo un rey absolutista.

A su muerte en 1833, Fernando VII dejaba una herencia muy complicada. Por una parte estaba su hija Isabel,
menor de edad, a la que el soberano había designado heredera y el hermano del rey fallecido, Carlos María
Isidro de Borbón, alegaba tener un derecho preferente al trono por ser hombre.

Los liberales, que contaban con mayoría en el ejército, acabaron apoyando la causa de la princesa Isabel,
que accedió al trono como Isabel II. A cambio de este apoyo la monarquía isabelina aceptó el
constitucionalismo y la ideología liberal.

El reinado de Isabel II, entre 1833 y 1868, supuso el triunfo en España de un sistema liberal muy moderado y
conservador, que concedió pocos derechos al pueblo y permitió la formación de una nueva clase dirigente,
integrada por la alta burguesía y la antigua nobleza, que se enriquecieron sin escrúpulos gracias al control
del Estado y, cómo no, de las obras públicas.

En el terreno político, los liberales en el poder se dividieron en dos grupos enfrentados por el control del
gobierno: los progresistas y los moderados. Ambos grupos terminaron dando lugar a sendos partidos
políticos que se alternaron en el gobierno durante el reinado de Isabel II.

En realidad, ningún cambio de gobierno se produjo porque el partido gobernante perdiera unas elecciones
(de tan amañadas que las tenían), sino que la reina cambiaba de gobierno cada vez que triunfaba un
pronunciamiento militar que proponía el cambio.

La corrupción y los escándalos fueron la tónica general durante el reinado de Isabel II, mientras que las
clases más bajas mejoraron muy poco sus malas condiciones de vida y contaron con pocos derechos y escasa
posibilidad de participar en la política.

Finalmente, todos los sectores descontentos con el régimen isabelino se unieron en 1868 y se produjo una
revolución que obligó a la reina a renunciar al trono y abandonar el país, se inició una nueva etapa, el
sexenio revolucionario o democrático.

Se estableció en España una democracia liberal, con sufragio universal masculino. Se trajo como rey a un
príncipe italiano, Amadeo de Saboya, abdicó por los grandes problemas políticos de España.
Tras su abdicación España se convirtió por primera vez en una República. La Primera República se mantuvo
solo entre 1873 y 1874. Un nuevo golpe de Estado acabó con la República, restableciendo una monarquía
liberal moderada en manos de Alfonso XII.

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