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ALUMNO: EDREY LISCANO CARDOAZO

GRADO: 10C
AREA: SOCIALES

EL NACIONALISMO

Una ideología y movimiento sociopolítico que surgió junto con el concepto moderno de
nación, propio de la edad contemporánea en las circunstancias históricas de la llamada
Edad de las Revoluciones (Revolución Industrial, Revolución Burguesa, Revolución
Liberal) y los movimientos de independencia de las colonias europeas en América desde
finales del siglo XVIII. También puede designar al sentimiento, y la época del
nacionalismo

ACTIVIDAD

1. A nivel mundial cuales fueron los principales focos de Nacionalismos. Explica cada uno de
ellos.

UNIFICACION DE ITALIA

A principios del siglo XIX la península italiana estaba dividida en siete reinos o estados independientes
conformados por: el Piamonte con la hegemonía de Saboya; el reino Lombardo-Véneto dependiente de
Austria; los Ducados de Parma, Módena, Toscana gobernados por los austríacos y los estados pontificios.

(Niza, reino de Piamonte, 1807-Caprera, reino de Italia, 1882)


El proceso de unificación, también llamado Resurgimiento o Renacimiento, se inició en 1815. Uno
de los motivos para buscar la unificación era desterrar del territorio italiano a los austriacos,
quienes dominaban la zona Norte de la península; en este intento Francia estuvo de acuerdo en
apoyar con dinero y ejército a cambio de obtener el territorio de Saboya y Niza. Algunos de los
principales dirigentes del movimiento unificador fueron el Rey Víctor Manuel y Garibaldi.

Los antecedentes de este proceso se encuentran en dos épocas gloriosas de la península ibérica:
el imperio Romano y la etapa gloriosa del Renacimiento, sin olvidar el dominio comercial que
tuvieron en el Mediterráneo durante mucho tiempo. A pesar de ello, el dominio siempre estuvo
disputándose en las grandes ciudades: Roma, Venecia, Génova, Florencia y Milán.
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El proceso tuvo varios intentos en 1830 y 1848, ambos abatidos por el dominio austriaco, por lo
que finalmente el ministro Caviar del reino de Piamonte logró convencer a Napoleón III de llevar a
cabo la unificación y sacar a los austriacos de la zona.

Para 1860, el líder revolucionario Garibaldi junto con un grupo nacionalista denominado “camisas
rojas” logra apoderarse de varios territorios los cuales sirvieron para la negociación de la
unificación.

En 1861 se proclamó el nuevo Reino de Italia bajo el gobierno de Saboya y con Víctor Manuel II
como rey de Piamonte-Cerdeña quien fungía como representante de los terratenientes y los
burgueses. Es hasta 1870 con la victoria alemana en la Guerra Franco-Prusiana cuando Venecia y
Roma (estados pontificios) se integraron al naciente país.

NACIONALISMO ALEMAN

La unificación alemana bajo la hegemonía prusiana se convierte en el principal objetivo de la


política de Bismarck, bien por medios diplomáticos o bélicos fue su gran empeño que conllevó el
gran período del militarismo germánico organizado por el Canciller de Hierro como era denominado
Bismarck. En 1867 consiguió proclamar la Constitución de la Confederación Alemana del Norte
como si fuera un estado federal, cuyo presidente es Guillermo I de Prusia y su canciller Bismarck.
Tras una serie de acuerdos con los estados alemanes del sur en 1871 Bismarck proclama el II
Reich alemán y la confederación de estados alemanes y a Guillermo I, emperador (Kaiser) de
Alemania. La idea del pangermanismo ya está arraigada, el expansionismo territorial alemán en
marcha y esto es lo que llevará a Alemania a la primera guerra mundial con la pretensión de
conseguir una unidad económica centro europea bajo su hegemonía. Tras la derrota en esta
guerra y el período republicano, de nuevo vuelven a resurgir los aires nacionalistas en su máxima
representación con Adolf Hitler y el nacional-socialismo que concluyó de nuevo en otra guerra la
segunda guerra mundial.

NACIONALISMO ESPAÑOL

El nacionalismo español es el movimiento social, político e ideológico que conformó desde


el siglo XIX la identidad nacional de España.1
No es propiamente un nacionalismo irrendentista: la única reivindicación territorial identificada
como “nacional” ha sido Gibraltar (desde el siglo XVIII); el resto de las reivindicaciones
territoriales han sido históricamente las coloniales o imperiales (durante el siglo XIX contra
la independencia de Hispanoamérica y en el siglo XX sobre el Magreb). Tampoco ha sido
un nacionalismo centrípeto (que pretendiera unificar comunidades de españoles sometidas a
otras soberanías), pero sí ha presenciado el nacimiento de nacionalismos periféricos2 que,
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desde finales del siglo XIX, han funcionado como movimientos nacionalistas centrífugos (que
pretenden la conformación de identidades nacionales alternativas).3
Como en las demás naciones-estado de Europa Occidental (Portugal, Francia e Inglaterra), la
conformación de una monarquía autoritaria desde finales de la Edad Media produjo el
desarrollo secular paralelo del Estado y la Nación en España, bajo las sucesivas
conformaciones territoriales de la Monarquía Hispánica.4 Como ocurrió en cada uno de los
otros casos, la identidad nacional y la misma estructura territorial terminó dando muy distintos
productos; pero siempre, y en el caso español también, como consecuencia de la forma en
que las instituciones respondieron a la dinámica económica y social (en ocasiones, a pesar de
esas mismas instituciones), y sin acabar de presentarse en su aspecto contemporáneo hasta
que no terminó el Antiguo Régimen. El factor de identificación más claro fue durante todo ese
periodo el étnico-religioso, expresado en la condición de cristiano viejo. Al final del periodo
(siglo XVIII) se fue acentuando el factor de identificación lingüístico en torno al castellano o
español, con nuevas instituciones como la Real Academia Española.

Nacionalismo de Francia

El nacionalismo francés surgió de sus numerosas guerras con Inglaterra, que implicaron la
reconquista de los territorios que conformaban Francia. Las guerras produjeron un gran ícono
del nacionalismo francés, Juana de Arco. La religión católica también jugó un papel importante
después de la Reforma Protestante.2 El nacionalismo francés se convirtió en un poderoso
movimiento después de la Revolución francesa en 1789. Napoleón Bonaparte promovió el
nacionalismo francés basado en los ideales de la Revolución Francesa, como la idea de
"libertad, igualdad, fraternidad" y justificó el expansionismo francés y las campañas militares
francesas en la afirmación de que Francia tenía derecho a difundir los ideales ilustrados de la
Revolución Francesa en toda Europa, y también a expandir Francia a sus llamadas "fronteras
naturales". Las invasiones de Napoleón a otras naciones tuvieron el efecto de difundir el
concepto de nacionalismo fuera de Francia.

2. Quienes fueron los principales personajes en estos países? Escribe su biografía

Biografía de Giuseppe Garibaldi

Niza, 1807 - Caprera, Italia, 1882) Líder nacionalista italiano que fue uno de
los principales artífices de la unificación de Italia. Durante su juventud siguió
los pasos de su padre, un marino de origen genovés, y estuvo embarcado
durante más de diez años. En 1832 consiguió el título de capitán de buques
mercantes. Mientras trabajaba al servicio de la marina sarda, tomó parte en
un motín republicano en el Piamonte que resultó fallido. Si bien pudo escapar,
fue condenado al exilio. Por aquel entonces había entrado en contacto con la
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obra de Giuseppe Mazzini, el gran profeta del nacionalismo italiano, y la del
socialista francés Henri de Saint-Simon.

Garibaldi

Entre 1836 y 1848 vivió en Sudamérica, donde participó en varios


acontecimientos bélicos, siempre al lado de quienes combatían por la libertad
o la independencia de las colonias portuguesas y españolas. En 1836
intervino voluntariamente como capitán de barco en la fracasada insurrección
secesionista de la república brasileña de Rio Grande do Sul, y en 1842 fue
nombrado capitán de la flota uruguaya en su lucha contra el dictador
argentino Juan Manuel de Rosas. Al año siguiente, durante la defensa de
Montevideo, organizó una legión militar italiana, cuyos miembros fueron los
primeros «camisas rojas».

Noticias de su buen hacer como militar y estratega llegaron hasta Europa,


adonde regresó en 1848 para luchar en Lombardía contra el ejército austriaco
y dar un primer paso hacia la unificación de Italia, que fue su objetivo durante
las tres siguientes décadas. Su intento de hacer retroceder a los austriacos
no prosperó y debió refugiarse primero en Suiza y posteriormente en Niza.

A finales de 1848 el papa Pío IX, temeroso de las fuerzas liberales, abandonó
Roma, adonde se dirigió Garibaldi junto a un grupo de voluntarios. En febrero
de 1849 fue elegido diputado republicano en la asamblea constituyente, ante
la cual defendió que Roma debía convertirse en una república independiente.
En abril se enfrentó a un ejército francés que intentaba restablecer la
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autoridad papal, y lo propio hizo en mayo ante un ejército napolitano. Si bien
no tenía opción alguna de evitar la caída de la ciudad, su lucha se convirtió
en uno de los más épicos y recordados pasajes del Risorgimiento.

El 1 de julio, Roma fue finalmente asaltada, y Garibaldi y sus hombres se


refugiaron en el territorio neutral de San Marino. Condenado por segunda
vez al exilio, residió en Tánger, Staten Island (Nueva York) y Perú, donde
regresó a su antiguo oficio de capitán de buque mercante.

En 1852 Camillo Benso, conde de Cavour, fue nombrado primer ministro del
Piamonte, donde reinaba Víctor Manuel II. El conde de Cavour creyó que, si
le permitía volver a Italia, Garibaldi se alejaría del republicano Mazzini; para
ello le concedió, dos años después, el mando de las fuerzas piamontesas en
lucha con las austriacas. Garibaldi venció en Varese y Como, ambas en mayo
de 1859, y entró en Brescia al mes siguiente, con lo cual el Reino de
Lombardía se apropió del Piamonte. Conseguida la paz en el norte del país,
Garibaldi se dirigió a Italia central. El rey del Piamonte, Víctor Manuel II, dio al
principio su apoyo a un ataque contra los territorios papales, pero a última
hora le pareció demasiado peligroso y lo obligó a abandonar el proyecto.

Garibaldi aceptó la renuncia y se mantuvo fiel, pero la cesión de Niza y


Saboya a Francia por parte de Cavour y Víctor Manuel le pareció un acto de
traición y decidió actuar por su cuenta. Como por el norte un acuerdo era
imposible, decidió forzar la unificación conquistando el Reino de Nápoles,
bajo soberanía borbónica. En mayo de 1860, al frente de un ejército de un
millar de hombres (la expedición de los mil o de los «camisas rojas»), se
apoderó de Sicilia y en septiembre entró en Nápoles, que cedió a Víctor
Manuel II.

En 1861 se proclamó el nuevo Reino de Italia, pero desde sus inicios Garibaldi
se mantuvo en la oposición, pues Roma continuaba siendo ciudad papal. Con
la consigna de «Roma o la muerte», intentó durante años luchar contra el
poder pontificio, sin demasiado éxito, hasta que en 1862, en la batalla de
Aspro monte, cayó herido y fue hecho prisionero. Tras ser amnistiado, pasó
a presidir el Comité Central Unitario Italiano y ofreció sus servicios a Francia.
Fue elegido diputado para la Asamblea de Burdeos (1871) y diputado al
Parlamento italiano (1875), el cual pocos años antes de su muerte le asignó
una pensión vitalicia por los servicios prestados.
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Otto von Bismarck

Político prusiano, artífice de la unidad alemana (Schoenhausen, Magdeburgo,


1815 - Friedrichsruh, 1898). Procedente de una familia noble prusiana,
Bismarck vivió una juventud indisciplinada, autodidacta y llena de dudas
religiosas y políticas.

Otto von Bismarck

A partir de su matrimonio, sin embargo, cambió radicalmente de vida,


iniciando una carrera política marcada por el más severo conservadurismo.
Efectivamente, como diputado del Parlamento prusiano desde 1847, destacó
como adversario de las ideas liberales que por entonces avanzaban en toda
Europa; la experiencia revolucionaria de 1848-51 le radicalizó en sus
posturas reaccionarias, convirtiéndole para siempre en paradigma del
autoritarismo y del militarismo prusiano. En los años siguientes ocupó
puestos diplomáticos en Frankfurt, San Petersburgo y París, conociendo de
primera mano los asuntos internacionales.

De esa época data la maduración de su ideario político nacionalista, a medio


camino entre el constitucionalismo y las tradiciones germánicas; y su
convicción de que el proyecto de unificación que albergaba para Alemania no
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debía basarse en la apelación a las masas, sino en el empleo inteligente de
la diplomacia y de la fuerza militar. Tales ideas le convirtieron en modelo del
político realista apartado de todo idealismo, sensibilidad o prejuicios morales.

Desde que el rey Guillermo I le nombró canciller (primer ministro) en 1862,


puso en marcha su plan para imponer la hegemonía de Prusia sobre el
conjunto de Alemania, como paso previo para una eventual unificación
nacional. Empezó por reorganizar y reforzar el ejército prusiano, al que
lanzaría a continuación a tres enfrentamientos bélicos, probablemente
premeditados, en todos los cuales resultó vencedor: la Guerra de los Ducados
(1864), una acción concertada con Austria para arrebatar a Dinamarca los
territorios de habla alemana de Schleswig y Holstein; la Guerra Austro-
Prusiana (1866), un artificioso conflicto provocado a raíz de los problemas
de la administración conjunta de los ducados daneses y dirigida, en realidad,
a eliminar la influencia de Austria sobre los asuntos alemanes; y la Guerra
Franco-Prusiana (1870), provocada por un malentendido diplomático con la
Francia de Napoleón III a propósito de la sucesión al vacante Trono de España,
pero encaminada de hecho a anular a Francia en la política europea, a fin de
que dejara de alentar el particularismo de los Estados alemanes del sur.

En cada una de aquellas guerras Prusia acrecentó su poderío y extendió su


territorio: en 1867 ya fue capaz de unir a la mayor parte de los Estados
independientes que subsistían en Alemania, formando la Confederación de la
Alemania del Norte; en 1871, además de anexionarse las regiones francesas
de Alsacia y Lorena, impuso la creación de un único Imperio Alemán bajo la
corona de Guillermo I, del que sólo quedó excluida Austria.

La política interior de Bismarck se apoyó en un régimen de poder autoritario,


a pesar de la apariencia constitucional y del sufragio universal destinado a
neutralizar a las clases medias (Constitución federal de 1871). Inicialmente
gobernó en coalición con los liberales, centrándose en contrarrestar la
influencia de la Iglesia católica (Kulturkampf) y en favorecer los intereses de
los grandes terratenientes mediante una política económica librecambista;
en 1879 rompió con los liberales y se alió al partido católico (Zentrum),
adoptando posturas proteccionistas que favorecieran el desarrollo de la
revolución industrial. En esa segunda época centró sus esfuerzos en frenar el
movimiento obrero alemán, al que ilegalizó aprobando las Leyes
Antisocialistas, al tiempo que intentaba atraerse a los trabajadores con la
legislación social más avanzada del momento.
En política exterior, se mostró prudente para consolidar la unidad alemana
recién conquistada: por un lado, forjó un entramado de alianzas diplomáticas
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(con Austria, Rusia e Italia) destinado a aislar a Francia en previsión de su
posible revancha; por otro, mantuvo a Alemania apartada de la vorágine
imperialista que por entonces arrastraba al resto de las potencias europeas.
Fue precisamente esta precaución frente a la carrera colonial la que le
enfrentó con el nuevo emperador, Guillermo II (1888), partidario de prolongar
la ascensión de Alemania con la adquisición de un imperio ultramarino,
asunto que provocó la caída de Bismarck en 189

Adolf Hitler

(Braunau, Bohemia, 1889 - Berlín, 1945) Máximo dirigente de la Alemania


nazi. Tras ser nombrado canciller en 1933, liquidó las instituciones
democráticas de la república e instauró una dictadura de partido único (el
partido nazi, apócope de Partido Nacionalsocialista), desde la que reprimió
brutalmente toda oposición e impulsó un formidable aparato propagandístico
al servicio de sus ideas: superioridad de la raza aria, exaltación nacionalista
y pangermánica, militarismo revanchista, anticomunismo y antisemitismo.

Adolf Hitler

La doctrina del «espacio vital» y el ideal pangermánico de unir los pueblos


de lengua alemana lo llevarían a un agresivo expansionismo; en apoyo de su
política beligerante, Hitler rearmó Alemania y reorganizó y modernizó su
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ejército hasta convertirlo en una maquinaria temible. Francia y Gran Bretaña
consintieron la anexión de Austria y la ocupación de Checoslovaquia, pero la
invasión alemana de Polonia desencadenó finalmente la Segunda Guerra
Mundial (1939-45), cuya primera fase dio a Hitler el control de toda Europa,
excepto Gran Bretaña. La fallida invasión de Rusia y la intervención de
Estados Unidos invirtió el curso de la contienda; pese a la inevitable derrota,
Hitler rechazó toda negociación, arrastró a Alemania a una desesperada
resistencia y se suicidó en su búnker pocos días antes de la caída de Berlín.

Biografía

Hijo de un aduanero austriaco, su infancia transcurrió en Linz y su juventud


en Viena. La formación de Adolf Hitler fue escasa y autodidacta, pues apenas
recibió educación. En Viena (1907-13) fracasó en su vocación de pintor,
malvivió como vagabundo y vio crecer sus prejuicios racistas ante el
espectáculo de una ciudad cosmopolita, cuya vitalidad intelectual y
multicultural le era por completo incomprensible. De esa época data su
conversión al nacionalismo germánico y al antisemitismo.

En 1913 Adolf Hitler huyó del Imperio Austro-Húngaro para no prestar


servicio militar; se refugió en Múnich y se enroló en el ejército alemán
durante la Primera Guerra Mundial (1914-18). La derrota le hizo pasar a la
política, enarbolando un ideario de reacción nacionalista, marcado por el
rechazo al nuevo régimen democrático de la República de Weimar, a cuyos
políticos acusaba de haber traicionado a Alemania aceptando las humillantes
condiciones de paz del Tratado de Versalles (1919).
De vuelta a Múnich, Hitler ingresó en un pequeño partido ultraderechista, del
que pronto se convertiría en dirigente principal, rebautizándolo como Partido
Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP). Dicho partido se
declaraba nacionalista, antisemita, anticomunista, antiliberal,
antidemócrata, antipacifista y anticapitalista, aunque este último
componente revolucionario de carácter social quedaría pronto en el olvido;
tal abigarrado conglomerado ideológico, fundamentalmente negativo, se
alimentaba de los temores de las clases medias alemanas ante las
incertidumbres del mundo moderno. Influido por el fascismo de Mussolini,
este movimiento, adverso tanto a lo existente como a toda tendencia de
progreso, representaba la respuesta reaccionaria a la crisis del Estado liberal
que la guerra había acelerado.
Sin embargo, Hitler tardaría en hacer oír su propaganda. En 1923 fracasó en
un primer intento de tomar el poder desde Múnich, apoyándose en las
milicias armadas de Ludendorff («Putsch de la Cervecería»). Fue detenido,
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juzgado y encarcelado, aunque tan sólo pasó en la cárcel nueve meses,
tiempo que aprovechó para plasmar sus ideas políticas extremistas en un
libro que tituló Mi lucha y que diseñaba las grandes líneas de su actuación
posterior.
A partir de 1925, ya puesto en libertad, Hitler reconstituyó el Partido
Nacionalsocialista expulsando a los posibles rivales y se rodeó de un grupo
de colaboradores fieles como Goering, Himmler y Goebbels. La profunda crisis
económica desatada desde 1929 y las dificultades políticas de la República
de Weimar le proporcionaron una audiencia creciente entre las legiones de
parados y descontentos dispuestos a escuchar su propaganda demagógica,
envuelta en una parafernalia de desfiles, banderas, himnos y uniformes.
El Tercer Reich
Combinando hábilmente la lucha política legal con el uso ilegítimo de la
violencia en las calles, los nacionalsocialistas o nazis fueron ganando peso
electoral hasta que Hitler (que nunca había obtenido mayoría) fue nombrado
jefe del gobierno por el presidente Hindenburg en 1933. Desde la Cancillería,
Hitler destruyó el régimen constitucional y lo sustituyó por una dictadura de
partido único basada en su poder personal. Se iniciaba así el llamado Tercer
Reich (el Tercer Imperio alemán, tras el Sacro Imperio del medievo y el
Imperio de 1871, desaparecido con la Primer Guerra Mundial), que no fue
sino un régimen totalitario basado en un nacionalismo exacerbado y en la
exaltación de una superioridad racial sin fundamento científico alguno
(basado en estereotipos que contrastaban con la ridícula figura del propio
Hitler).

Tras la muerte de Hindenburg, Hitler se proclamó Führer o «caudillo» de


Alemania y sometió al ejército a un juramento de fidelidad. La sangrienta
represión contra los disidentes culminó en la purga de las propias filas nazis
durante la «Noche de los Cuchillos Largos» (1934) y la instauración de un
control policial total de la sociedad, mientras que la persecución contra los
judíos, iniciada con las racistas Leyes de Núremberg (1935) y con el pogromo
conocido como la «Noche de los Cristales Rotos» (1938), conduciría al
exterminio sistemático de los judíos europeos a partir de 1939 (la «Solución
Final»).
La política internacional de Hitler fue la clave de su prometida reconstitución
de Alemania, basada en desviar la atención de los conflictos internos hacia
una acción exterior agresiva. Se alineó con la dictadura fascista italiana, con
la que intervino en auxilio de Franco en la Guerra Civil española (1936-39),
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ensayo general para la posterior contienda mundial; y completó sus alianzas
con la incorporación del Japón en una alianza antisoviética (Pacto
Antikomintern, 1936) hasta formar el Eje Berlín-Roma-Tokyo (1937).

Militarista convencido, Hitler empezó por rearmar al país para hacer respetar
sus demandas por la fuerza (restauración del servicio militar obligatorio en
1935, remilitarización de Renania en 1936); con ello reactivó la industria
alemana, redujo el paro y prácticamente superó la depresión económica que
le había llevado al poder.

Luego, apoyándose en el ideal pangermanista, reclamó la unión de todos los


territorios de habla alemana: primero se retiró de la Sociedad de Naciones,
rechazando sus métodos de arbitraje pacífico (1933); tras el asesinato del
presidente austriaco Dollfuss (1934), forzó el Anschluss o anexión de Austria
(1938); a continuación reivindicó la región checa de los Sudetes y, tras
engañar a la diplomacia occidental prometiendo no tener más ambiciones
(Conferencia de Múnich, 1938), ocupó el resto de Checoslovaquia, la dividió
en dos y la sometió a un protectorado; aún se permitió arrebatar a Lituania
el territorio de Memel (1939).
La Segunda Guerra Mundial
Cuando el conflicto en torno a la ciudad libre de Danzig le llevó a invadir
Polonia, Francia y Gran Bretaña reaccionaron y estalló la Segunda Guerra
Mundial (1939-45). Adolf Hitler había preparado sus fuerzas para esta gran
confrontación, que según él habría de permitir la expansión de Alemania
hasta lograr la hegemonía mundial (Protocolo Hossbach, 1937); en previsión
del estallido bélico había reforzado su alianza con Italia (Pacto de Acero,
1939) y, sobre todo, había concluido un Pacto de no agresión con la Unión
Soviética (1939), acordando con Stalin el reparto de Polonia.

El moderno ejército que había preparado obtuvo brillantes victorias en todos


los frentes durante los dos primeros años de la guerra, haciendo a Hitler
dueño de casi toda Europa mediante una «guerra relámpago»: ocupó
Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Francia, Yugoslavia y
Grecia (mientras que Italia, España, Hungría, Rumania, Bulgaria y Finlandia
eran sus aliadas, y países como Suecia y Suiza declaraban una neutralidad
benévola).

Sólo la Gran Bretaña de Churchill resistió el intento de invasión (batalla aérea


de Inglaterra, 1940); pero la suerte de Hitler empezó a cambiar cuando lanzó
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la invasión de Rusia (1941), respondiendo tanto a un ideal anticomunista
básico en el nazismo como al proyecto de arrebatar a la «inferior» raza eslava
del este el «espacio vital» que soñaba para engrandecer a Alemania. A partir
de la batalla de Stalingrado (1943), el curso de la guerra se invirtió, y las
fuerzas soviéticas comenzaron una contraofensiva que no se detendría hasta
tomar Berlín en 1945; simultáneamente, se reabrió el frente occidental con
el aporte masivo en hombres y armas procedente de Estados Unidos
(involucrados en la guerra desde 1941), que permitió el desembarco de
Normandía (1944).

Derrotado y fracasados todos sus proyectos, Hitler vio cómo empezaban a


abandonarle sus colaboradores mientras la propia Alemania era acosada por
los ejércitos aliados; en su limitada visión del mundo no había sitio para el
compromiso o la rendición, de manera que arrastró a su país hasta la
catástrofe. Después de haber sacudido al mundo con su sueño de hegemonía
mundial de la «raza» alemana, provocando una guerra total a escala
planetaria y un genocidio sin precedentes en los campos de concentración,
Hitler se suicidó en el búnker de la Cancillería donde se había refugiado,
pocos días después de la entrada de los rusos en Berlín.

Juan José Ibarretxe

(Llodio, 1957) Político español, elegido lehendakari del País Vasco en los
comicios autonómicos de 1998 y reelegido en 2001 y 2005. Estudió
bachillerato en su localidad natal y posteriormente se licenció en Ciencias
Económicas por la Universidad del País Vasco. En 1983, tras la celebración
de las primeras elecciones locales y autonómicas bajo mandato socialista,
Ibarretxe resultó elegido parlamentario del Gobierno vasco y alcalde de la
localidad alavesa de Llodio por el Partido Nacionalista Vasco, cargo que ocupó
hasta 1987.
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Juan José Ibarretxe

De 1986 a 1991 ocupó la presidencia de las Juntas Generales de Álava, y de


1983 a 1994 desempeñó el cargo de procurador de esta misma institución.
Ha sido también presidente de la comisión de Economía y Presupuestos del
Parlamento vasco durante dos legislaturas (1986-1990 y 1991-1994). En
1994 fue nombrado presidente de la Comisión Económica y Financiera del
Consejo de la Universidad del País Vasco, actividad que alternó con la de
coordinador del seminario Euzkadi en la Unión Europea de la Fundación
Sabino Arana.

El 4 de enero de 1995 el lehendakari José Antonio Ardanza lo incluyó en su


gabinete como vicelehendakari, meses después de que también le fuera
encomendada la consejería de Hacienda y Administración Pública. El 28 de
marzo de 1998, Juan José Ibarretxe fue elegido unánimemente, por la
Asamblea Nacional del PNV, candidato a lehendakari para los comicios vascos
del 25 de octubre, en los que su partido volvió a repetir el triunfo electoral,
aunque necesitó el apoyo de EH para obtener la mayoría parlamentaria.

Pero dos años y cuatro meses después de su investidura, Ibarretxe tuvo que
poner fin a la legislatura más corta de la historia parlamentaria vasca y
anunciar el adelanto electoral. El Pacto de Lizarra y la tregua de ETA
marcaron el inicio de un mandato en el que los peneuvistas habían colocado
todas sus esperanzas de alcanzar la paz en el País Vasco, pero la legislatura
terminaba con una crispación política desconocida y una nueva ofensiva
terrorista que, sólo en el año 2000, se había cobrado la vida de 23 personas.

La política de pactos del PNV con las fuerzas nacionalistas de EH determinó


un enfrentamiento directo entre el ejecutivo de Ibarretxe, que gobernó en
minoría desde que EH abandonara el Parlamento en septiembre de 2000, y
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los partidos de oposición generalistas. La presión de populares y socialistas
y la imposibilidad de sacar adelante iniciativas legislativas por la ausencia de
apoyos en la Cámara vasca forzaron al lehendakari a disolver el Parlamento
y convocar nuevas elecciones autonómicas para el 13 de mayo de 2001.

El País Vasco vivió la campaña electoral más dura de su historia con dos
bloques políticos que presentaban opciones claramente enfrentadas. Por un
lado, la coalición nacionalista PNV-EA apostó por un programa abiertamente
soberanista con el que pretendía superar el marco estatutario y trabajar por
la autodeterminación del territorio. Por otro lado, PP y PSOE olvidaron sus
diferencias ideológicas para ofrecer un discurso común en defensa de la
Constitución y el Estatuto como marcos ineludibles para hacer frente al
problema terrorista en Euskadi.

Celebrados los séptimos comicios autonómicos, la mayoría de la sociedad


vasca concedió su apoyo al lehendakari en funciones. La coalición PNV-EA
logró cerca de 600.000 votos y 33 escaños, mientras el Partido Popular
sumaba 19 y el PSE-PSOE 13. IU-EB consiguió tres actas de diputado y la
izquierda abertzale, representada en EH, perdió 7 de sus 14 escaños en la
Cámara vasca; sólo consiguió el respaldo de 142.748 votantes, el peor
cómputo de su historia política.

Ibarretxe fue reelegido nuevo lehendakari del Gobierno vasco el 12 de julio


de 2001, en segunda votación, con el apoyo de 35 parlamentarios; 32 de la
coalición PNV-EA (un diputado electo de EA llegó tarde a la sesión y no pudo
depositar su papeleta) y los tres de IU-EB. Dos días más tarde juraba su
cargo bajo el árbol de Gernika, en una jornada marcada por un doble
atentado de la banda terrorista ETA que se cobró dos nuevas víctimas en
Navarra y Guipúzcoa.

El proyecto de reforma del Estatuto de Gernika, bautizado como "plan


Ibarretxe" dominó de principio a fin la agenda política del lehendakari en la
nueva legislatura. El texto, abiertamente rechazado por las llamadas
formaciones constitucionalistas [PP y PSOE], llegó por primera vez al
Parlamento de Vitoria el 26 de septiembre de 2003. Un mes más tarde recibió
la aprobación del Ejecutivo vasco. El Gobierno central trató entonces de
impugnar el proyecto soberanista ante el Tribunal Constitucional pero el Alto
Tribunal rechazó el recurso.

En la primavera de 2004, el plan superó el primer debate parlamentario en


la Cámara vasca y, el 30 de diciembre de ese mismo año, el Parlamento
autonómico aprobó con una mayoría absoluta de 39 votos el plan de reforma
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del Estatuto de Gernika propuesto por el lehendakari Ibarretxe, gracias a los
escaños de PNV, EA, EB y tres de los seis diputados de Sozialista Abertzaleak,
la nueva marca de la ilegalizada Batasuna. Cumplido el primer requisito que
el Estatuto establecía para su propia reforma, la continuidad del proceso
obligaba a buscar el respaldo político en el Parlamento Nacional.

Pero, tal y como estaba previsto, el 1 de febrero de 2005 el Congreso de los


Diputados rechazó por abrumadora mayoría la propuesta del Parlamento
vasco para reformar el Estatuto de Gernika, presentada en la Cámara por el
propio lehendakari. El proyecto soberanista contó con el rechazo de 313
diputados [PSOE, PP, CC, IU y ChA], el apoyo de los 29 votos de las
formaciones nacionalistas [PNV, CiU, ERC, BNG, EA y NB] y la abstención de
los dos escaños de IC-V. Un día después, Ibarretxe anunció el adelanto de
las elecciones autononómicas vascas, inicialmente previstas para el mes de
mayo. Disolvió la Cámara vasca el 21 de febrero y convocó a los ciudadanos
a las urnas el 17 de abril.

La coalición nacionalista PNV-EA se proclamó vencedora de las elecciones al


Parlamento vasco con 29 escaños; cuatro menos de los obtenidos en los
comicios autonómicos de 2001. El Partido Socialista de Euskadi logró 18
escaños y se convirtió en la segunda fuerza política con cinco diputados más
que en la legislatura anterior, mientras el Partido Popular contabilizó 15
escaños, cuatro menos que en 2001. La izquierda abertzale, reunida por
primera vez bajo el paraguas del Partido Comunista de las Tierras Vascas,
logró 9 diputados; IU mantuvo los tres que ya tenía en la Cámara de Vitoria
y, finalmente, la formación independentista Aralar, escindida de Batasuna,
consiguió un escaño.

El 23 de junio de 2005, el Parlamento vasco aprobó, en segunda votación, la


investidura de Ibarretxe como lehendakari, con el apoyo de los escaños de
PNV, EA, EB y 2 de los 9 diputados del Partido Comunista de las Tierras
Vascas. El respaldo de la izquierda aberztale a Ibarretxe dejó sin opciones la
candidatura del líder del PSE, Patxi López, que contó con el voto favorable
de su grupo y de los escaños populares.

Sabino Arana Goiri

Padre del nacionalismo vasco (Bilbao, 1865-1903). Procedente de una familia


carlista del barrio de Abando, Sabino Arana inició su educación en Bayona
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(Francia), adonde la familia había huido en 1873, al descubrirse la
implicación de su padre en el contrabando de armas para los partidarios de
don Carlos María Isidro de Borbón. Después pasó por un colegio de jesuitas y
completó su formación aprendiendo vasco durante una larga convalecencia.

Sabino Arana

Interrumpió sus estudios de derecho en la Universidad de Barcelona al morir


su madre, en 1888. Desde entonces, aislado en su casa de Albia, se dedicó
a la investigación histórica y filológica, obsesionado por la identidad del
pueblo vasco. Elaboró multitud de artículos (la mayoría sobre temas
lingüísticos) que, en 1892, recopiló bajo el título Bizcaya por su independencia; en
1893 los presentó ante unos cuantos adeptos en un acto que representa el
arranque de su actividad política (el llamado «juramento de Larrazábal»).
Su ideología de entonces, racista y reaccionaria, no desentonaba en el
contexto europeo de fin de siglo, en el que proliferaban los nacionalismos
xenófobos y chovinistas; aparte del referente mítico de la lengua, común en
la mayor parte de los nacionalismos europeos desde los románticos
alemanes, Sabino Arana dotó a su movimiento de un tinte tradicionalista
(reclamación de los «fueros» como constitución propia del país) y de un
confesionalismo católico rayano con el integrismo, que quedaron reflejados
en su lema Dios y leyes viejas. Creía haber descubierto los principios eternos del
«ser» vasco, a cuyo olvido atribuía la decadencia histórica del país y su
sometimiento a ideas foráneas.
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Hizo objeto de sus ataques a los inmigrantes venidos de otras regiones de
España, a los socialistas y al movimiento obrero en general, así como a los
principios de tolerancia del liberalismo; Sabino Arana consiguió así entroncar
con los temores y las frustraciones de las clases medias de la provincia de
Vizcaya, intensamente sacudidas por el avance de la revolución industrial, que
acogieron la propuesta nacionalista como argumento ideológico de su lucha
contra la clase obrera y contra el Estado centralista de la Restauración, al
que consideraban aliado de los grandes capitalistas autóctonos.
Sabino Arana proponía en aquella época la independencia de Vizcaya como
vía de recuperación de su identidad, dejando que cada una de las restantes
provincias vascas de España y de Francia recorriesen el mismo camino por
su cuenta, hasta reunirse todas en una Euskalerria federal.
En 1894 dio el paso definitivo para transformar sus abigarradas ideas en un
movimiento político: creó el periódico Bizcaitarra (por cuyo contenido sería
procesado varias veces) y el Euskaldun Batzokiya, especie de círculo recreativo
destinado a canalizar la propaganda político-cultural de los nacionalistas.
Puestos a la obra, inventó incluso un nombre para el país que
proyectaba (Euzkadi) y una bandera inspirada en la de Inglaterra (la ikurriña).

En 1895 culminó su obra con la fundación del Partido Nacionalista Vasco,


principal organización nacionalista del País Vasco durante más de cien años.
La evolución moderada y «españolista» que experimentó Arana en los
últimos años de su vida determinó la posterior ambigüedad ideológica del
movimiento nacionalista y las continuas tensiones que ha habido en su seno
entre autonomistas e independentistas.

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