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Experto Universitario en

Psicología Jurídica y Forense

MÓDULO 1. INTRODUCCIÓN A LA PSICOLOGÍA


FORENSE

Actividad 1
Artículo de opinión, acerca de cómo veo el tema de la
Confidencialidad y secreto profesional del perito forense.
Hablar de confidencialidad y secreto profesional es hablar de los pilares
fundamentales en los que se debe asentar una buen rapport terapéutico,
independientemente de la causa que motive el encuentro entre el profesional y la
persona atendida. Pero, ¿sería acaso posible establecer una fructífera alianza entre
ambos sin la confianza del primero hacia el segundo y la discreción del segundo
hacia el primero? La respuesta, como todo en la vida, puede generar algún disenso,
pero parece poco probable que un quebrantamiento del secreto profesional no
produzca una ruptura de la relación, sobre todo si esta se sucede por revelación de
información sin la comunicación y/o autorización previa.

Evidentemente, al margen de incurrir en una conducta éticamente


reprobable, también existen cuestiones legales que deberían ser dirimidas para
depurar responsabilidades, de existir estas. En este punto cabría preguntarse, ¿qué
dice nuestro ordenamiento jurídico sobre la vulneración del secreto profesional?
¿Cuándo o en qué circunstancias el psicólogo puede quedar liberado de dicha
obligatoriedad? ¿Todo psicólogo/a está sujeto a los mismos preceptos sobre la
intimidad de sus atendidos?

Todas estas cuestiones, y muchas otras, podrían situarnos frente a un


escenario de gran controversia, sin embargo, la psicología forense, a diferencia de
otros ámbitos, está al servicio directo de la justicia, y por ello eximida parcialmente
del secreto profesional (Maza, 2001). Su trabajo se realiza al margen de la alianza
que se establece y la confidencialidad no es, a priori, un imperativo moral que guie
la actuación del profesional. Pero, este amparo legal, ¿puede justificar toda
intromisión a la intimidad de la persona? ¿Puede ser eludido todo cuestionamiento
ético bajo el paraguas del mandato judicial?

La respuesta a estas preguntas debe ser un “No” rotundo. Existe una


distancia ínfima que separa el derecho de confidencialidad de la persona -y deber
de secreto profesional del profesional- del deber del profesional de asesorar a
jueces, magistrados y tribunales en lo que sea pertinente, quedando a merced de la
prudencia, la pericia y la integridad moral del profesional el no transmitir más
información de la estrictamente necesaria, respetando aquella información
intrascendente para la causa o litigio que se desarrolle.

Así pues, al amparo y regulación de la Constitución Española, del Código


Penal, de la Ley de Enjuiciamiento Civil y del Código Deontológico de la psicología,
pero también de la propia conciencia ética profesional, el/la psicólogo/a forense
delimitará y diferenciará las situaciones donde la obligación de sigilo y reserva se
imponga a la comunicación preceptivo y donde la obligación de denunciar prime
sobre la obligación de guardar secreto profesional.

Un psicólogo forense no es un psicólogo-testigo sometido a las reglas de la


prueba testifical, quien puede negarse a comunicar información que considere
confidencial, razonando al tribunal sus argumentaciones para guardar secreto
profesional. El/la psicólogo/a forense debe informar a las autoridades judiciales
sobre la exploración psicológica realizada, siendo discreto en la comunicación
transmitida y rehusando de facilitar la información que no guarde relación causal
con el pericial encomendando.

La psicología forense no es, por tanto, indiscreta ni niega en su desarrollo la


confidencialidad. La persona usuaria es informada del procedimiento que se abre
ante sí, del objeto de la exploración y del destinatario del informe pericial. Esta
situación asienta las bases de la relación que se establece, definiendo y delimitando
la naturaleza –confidencial o no- de las informaciones trasmitidas y el deber –o no-
de mantener el secreto profesional.

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