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1.- INTRODUCCION
2.- LAS DECISIONES RACIONALES
2.1.- Diagnóstico del problema o situación que provoca la decisión
2.2.- Generación, evaluación y elección de alternativas.
2.3.- Implantación de la decisión y control
3.- LA PARTICIPACION EN LA TOMA DE DECISIONES
3.1.- El carácter del directivo.
3.2.- Las características de los subordinados
3.3.- Las circunstancias que concurren en cada decisión concreta.
4.- LOS LÍMITES DE LA RACIONALIDAD Y LA EMOCIONALIDAD
1.- INTRODUCCION
Muchas las tomamos de manera refleja, automática, sin cálculos, análisis o reflexión.
Parece que el sentido común, la experiencia, el instinto, la intuición o la emoción mandan
sobre los procedimientos racionales: analizar, reflexionar, buscar información, hacer
cálculos, etc. Seguir uno u otro método va a depender del tipo de decisión a adoptar y de
las características del decisor:
Como las personas somos distintas, algunas que recurren más a lo racional: aclaran sus
objetivos, generan alternativas, sopesan los riesgos, hacen proyecciones y cálculos,
buscan información. Otras, en cambio, utilizan la intuición, la experiencia, el instinto.
Pensemos, por ejemplo, elegir banco por el que descontar un efecto. Previamente
averiguaremos las condiciones de coste de las diferentes alternativas, así como el crédito
disponible en la línea de descuento. Un caso similar podría consistir en determinar la
compra de un suministro entre proveedores alternativos de cuyo comportamiento y
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productos tenemos un conocimiento preciso.
Ante decisiones en que la información es completa y los objetivos del decisor claros
(abaratar costes, por ejemplo), la decisión se toma con racionalidad a partir,
normalmente, de cálculos económicos.
- Una vez tomada la decisión no es fácil prever sus consecuencias: puede depender
de la evolución de los tipos de interés, del clima, del precio de la materia prima,
etc.
- Por si fuera poco, la neurobiología está descubriendo que en casi todas (quizá
todas) las decisiones intervienen la intuición o las emociones: el cerebro nos
engaña justificando (buscando criterios y argumentos, excusas, etc.) lo que
nuestro subconsciente ya decidió.
La máxima que ha orientado los planes de estudio, en particular de los universitarios es:
“cuanto más sepas, cuanto más competente seas técnicamente, te equivocas menos y
tomas mejores decisiones”. A partir de ahí las titulaciones son un cúmulo de
conocimientos técnicos. Y sin que todo esto deje de ser cierto, quizá se haya descuidado
la enseñanza de métodos para la toma de decisiones que aprovechen ese conocimiento, el
estudio de los fallos en que caemos con más frecuencia al tomar una decisión o el papel
del subconsciente y de las emociones.
Es posible que todavía quede un lugar para las decisiones racionales. Aquellas que se
toman sobre todo a partir del conocimiento y con escasas interferencias del subconsciente
o de las emociones. Se trata de algunas decisiones de tipo técnico “puro” y las bases para
que sean acertadas son tres: tener claro el objetivo, saber sobre lo que se decide y
disponer de un método que permita organizar y aprovechar ese conocimiento.
Se trata de aclarar qué pasa o qué causa el problema. Vamos a citar cuatro fallos:
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a) El “escape”: negar, ocultar o restar importancia al problema. El cerebro detecta
una tarea o decisión desagradable o amenazante y reacciona protegiéndose
mediante una recompensa inmediata: desconectar de la realidad con otra
actividad, el enfermo que no va al médico, mazarse en redes sociales o ser adicto
al trabajo para el que tiene problemas de relación, beber para olvidar, cortar con
un viaje en caso de agobio. A corto plazo se evita el problema, decisión o tarea y
ayuda a sobrellevarlo, pero en general no lo soluciona, quizá podría agravarlo.
Puede ir acompañado de un sentimiento de culpabilidad y tensión.
b) Decidir contando solo con la primera información. Sin que nos demos cuenta,
muchas veces tomamos la decisión con la información más inmediata, la que
recordamos con más rapidez o la que escuchamos o leemos inicialmente.
Normalmente la que concuerda con nuestras creencias o manera de pensar.
Despreciando/renunciando al resto de información o análisis. Llamado
popularmente “primera impresión”. Muy frecuente en selección de personal,
negociación empresarial, campañas electorales, periodismo y en las relaciones
personales. Es un recurso mental desarrollado en la evolución para tomar
decisiones rápidas sin sobrecargar el cerebro con memoria y cálculos. Pero no es
garantía de acierto. A veces es una irresponsabilidad. En general se recomienda
que, cuando hay tiempo, la decisión sea meditada e informada.
En el ámbito personal podemos elegir los estudios o la profesión “de oídas”, guiarnos por
corazonadas. Sin buscar información sobre los planes de estudio, empleabilidad, etc.
Elegir pareja o amigos por “instinto”. Quedarnos con nuestra percepción sobre asuntos
profesionales.
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mercancía o aplazar inversiones, sólo resuelve el problema temporalmente porque no
ataca sus causas.
Esas alternativas deben analizarse de acuerdo con los objetivos. La decisión se toma para
algo: desarrollar una vocación, encontrar un buen empleo, reducir gastos financieros, etc.
Es difícil tomar la decisión correcta si no sabemos lo que queremos, lo queremos todo o
una mezcla imprecisa de ese todo. Circunstancia más común de lo que creemos.
Cuando el decisor debe tratar de equilibrar varios objetivos quizá pueda ponderar la
importancia de cada criterio. Por ejemplo, un estudiante que analiza la carrera a cursar
podría considerar cuatro criterios con la siguiente valoración del 0 al 10:
CRITERIO VALOR
Vocación 8
Empleabilidad 7
Coste 9
Dificultad 3
Con estos valores empezaría a calificar todos los grados que entran en su análisis:
comercio, derecho, ADE, biología, etc. Por ejemplo, para “Comercio” podría calificar:
COMERCIO
CRITERIO VALOR CALIFICACIÓN PRODUCTO
Vocación 8 6 48
Empleabilidad 7 7 49
Coste 9 9 81
Dificultad 3 8 24
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Y así con todos los grados hasta elegir el que obtenga mayor puntuación. A veces algún
criterio es tan importante que es preferible considerarlo como restricción. Por ejemplo, el
alumno que no pueda gastar mucho dinero puede excluir de la tabla el criterio “coste” así
como las titulaciones de universidades privadas o públicas si el centro está fuera de Vigo.
Para generar y analizar alternativas, una técnica muy empleada es la tormenta de ideas:
Una vez generadas las decisiones alternativas hemos de evaluarlas. Es decir, tratar de
valorar qué consecuencias tendrán. En muchos casos podemos recurrir a herramientas
que procesan mucha información: programación lineal, gestión de inventarios, planes de
viabilidad, TIR, VAN, etc. En otros podemos ordenar las ideas a través de:
Por ejemplo, para evitar la caída de precios del mejillón debido a un exceso de oferta
podríamos plantearnos el siguiente esquema:
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Alternativa Cómo Cómo
Campañas
institucionales en
medios masivos
Inducir el
consumo de Promociones en el
fresco canal minorista con
ayuda de la Xunta
Se emplean para analizar decisiones secuenciales. Una vez que se toma una decisión, ésta
suele ir seguida de uno o varios resultados posibles (escenarios), que a su vez inducen
nuevas decisiones y resultados. El árbol sirve para ordenar, marcar itinerarios para esos
posibles resultados, consecuencias, contingencias o escenarios y planificar las decisiones
que les seguirán. También pueden ir seguidos de cálculos de beneficios, costes o
rentabilidades.
Por ejemplo, los productores de mejillón se enfrentaron, tras el hundimiento del Prestige,
a una caída en el consumo de mejillón. Se podían dar dos escenarios posibles (que se
mantenga el consumo de mejillón fresco o que caiga), en función de los cuales se podrían
tomar varias decisiones.
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Al igual que en la técnica cómo/cómo, se puede calcular el resultado de cada decisión
(expresado como beneficio, rentabilidad o coste). Pero en el árbol de decisión
dependemos de que se cumpla algunos de los escenarios (que caiga o se mantenga el
consumo de mejillón fresco). Si fuésemos capaces de conocer la probabilidad de que
ocurra cada uno de ellos, bastaría con multiplicar el resultado por la probabilidad
asignada a cada escenario para conocer el valor de cada decisión.
Una cosa es tener la idea genial, tras un diagnóstico más o menos sesudo y original, e
incluso “sufrir” para tomar la decisión (por el vértigo de la responsabilidad y por la
renuncia a otras alternativas que supone), y otra es llevarla a cabo. Por ejemplo, elegir
determinados estudios pero luego no dedicarle el tiempo mínimo necesario, iniciar una
relación sentimental o de amistad pero no dedicarle una atención y tiempo mínimos… En
la empresa hay que cuidar además varios aspectos específicos:
- Comunicar la decisión a todo aquel que se vea afectado: el que tenga que realizar
alguna acción, el que tenga vínculos con la decisión, etc.
- Si la decisión consume recursos (por ejemplo, lanzar un nuevo producto), buscar
los medios humanos, materiales y financieros necesarios.
- Establecer los sistemas de control que permitan conocer el acierto o desacierto y,
rectificar en caso necesario: contabilidad de costes, estadísticas de ventas, etc.
Los mayores inconvenientes son que consume más tiempo y que los participantes pueden
atender más a sus propios intereses que a los de la empresa.
Por tanto, no se puede decir que la participación sea mejor en todos los casos. Habrá que
considerar tres grandes grupos de factores para elegir el método más adecuado:
- El carácter del directivo.
- Las características de los subordinados
- Las circunstancias que concurren en cada decisión concreta.
3.1.- Con respecto al carácter del directivo, nos encontramos desde el autócrata, que
decide hasta lo más irrelevante, al desertor, que deja las decisiones en manos de otros,
existiendo muchos niveles intermedios. Realmente el mejor directivo es el que es capaz
de adaptar su estilo a la situación y al tipo de subordinados afectados por la decisión.
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EL JEFE UTILIZA
SU AUTORIDAD AREA DE LIBERTAD
DE LOS
SUBORDINADOS
subordinado. Obligar o
negociar tareas en base a ampliamente y relaja el
sus intereses. Analizar control
causas: desmotivación, baja
calidad directiva, NOVATO. Apoyo técnico
problemas personales. (formación) y emocional.
Evolucionar desde la toma
de decisiones y el control
El jefe decide y a una delegación gradual
controla para no ahogar conductas
estrechamente positivas: dejarlo crecer
al subordinado pero evitando que se
BAJA
estrelle
BAJA ALTA
CONFIANZA EN ACTITUDES
Criterio de tiempo: Si el paso del tiempo deteriora la situación, debe decidir quién lo
pueda hacer con mayor rapidez. Normalmente será quien recibe el estímulo. En estos
casos se debe dar autoridad a los empleados que están cerca de la situación o/y tengan
conocimiento para tomar la decisión. Por ejemplo el comprador de la empresa debe poder
decidir cuando el mercado sufre oscilaciones de precios intensas y rápidas. Las
decisiones grupales suelen consumir más tiempo, por lo que el análisis y la participación
deben dejarse para cuando dispongamos de tiempo.
Estos son los criterios generales, así que hay que concretar en la realidad y pulir con el
tiempo para evitar dos errores fundamentales: el vacío decisorio y las redundancias. Los
primeros tienen su origen en que el directivo piensa que es el subordinado el que debe
decidir y actuar. En cambio, el subordinado piensa que el asunto ha de resolverlo el
directivo. La redundancia consiste en que ambos piensan que se trata de un asunto de su
competencia y ambos deciden sobre él, provocando contradicciones.
REDUNDANCIAS:
CONFLICTO
VACIO DECISORIO
José Pérez, Director General de ICYDE tiene que fijar los criterios que debe aplicar a un
conjunto de decisiones que tiene en su mesa:
a. ICYDE tiene que presentar una oferta para un contrato en USA de varios millones de
dólares. Hasta dentro de un mes no se sabrá con certeza si se cierra la operación o no.
d. Se estropea una máquina envasadora, con lo que peligran las entregas a los clientes. Se
desconoce la gravedad de la avería, pero la inmensa mayoría de ellas son menores.
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CRITERIO DE INFORMACIÓN/
CONOCIMIENTOS ¿Tiene el empleado suficiente conocimiento
técnico para realizar correctos diagnósticos,
generar alternativas y elegir?
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Los métodos anteriores asumen que tomamos las decisiones contando con toda la
información necesaria (características de los productos, planes de estudios, etc.). Incluso
conocemos las consecuencias futuras de cada decisión: empleabilidad de un grado,
previsión de ventas y costes en una inversión, satisfacción en un empleo o con el uso de
un producto, etc. Por tanto estos métodos pueden resultar útiles solo para decisiones de
tipo “técnico puro” en las que hay información perfecta sobre las distintas alternativas y
sobre sus consecuencias futuras. Lamentablemente la realidad puede ser muy distinta:
Por ello, ni contando con todo el conocimiento técnico, ni empleando el método correcto
para la toma de decisiones estaremos seguros de tomar la mejor decisión. No hemos
hecho mal calculando los costes de la financiación ni empleando un criterio de ahorro de
costes (o cualquier otro coherente). Hemos tomado la decisión correctamente, pero puede
que no la decisión correcta. Aunque es evidente que el conocimiento y la intuición
(experiencia y juicio personal acumulado) pueden ayudar prever las consecuencias.
Por falta de tiempo, por carecer de toda la información o por la dificultad para integrarla
y procesarla en modelos de cálculo, las personas tienden a simplificar sus decisiones. La
toma de decisiones consume mucha energía y tiempo, así que descongestionamos el
cerebro mediante hojas de cálculo o funciones financieras, etc. Cuando no es posible
mecanizar los cálculos (por ejemplo, comprar a un proveedor para mantenerlo vivo o
para mejorar la capacidad de negociación), el cerebro abrevia mediante rutinas basadas
en la experiencia.
Tal como comentamos, las personas solemos buscar el óptimo de un objetivo o criterio
en contadas ocasiones. Lo normal es buscar un equilibrio entre varios criterios, lo que
hace prácticamente imposible conseguir el óptimo en cualquiera de ellos, Normalmente
lo que es bueno para una cosa es malo para otra. Por ejemplo, los grados con mayor
empleabilidad (medicina, enfermería, etc.) suelen enfrentarse a restricciones (nota de
corte) y malos resultados en algún otro criterio (coste, vocación, etc.).
Si jugamos al tute a la baja y otros nos superan, nos hemos equivocado. También si
elegimos un grado por su empleabilidad y todo el mundo hace lo mismo. Si todos le
entramos a al/la mismo/a chico/a, si lanzamos un producto muy similar al de nuestros
competidores. Las decisiones de los demás no son siempre predecibles, pero hay que
tenerlas en cuenta porque afectan al acierto de la nuestra y a veces nos obligan a
“engañar” o no tratar de lograr el óptimo. Por ejemplo, las operaciones de simulación en
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las batallas, no investigar o no internacionalizarse (ir de “segundo rápido” o imitador) en
la empresa, o entrarle a la/al que nos gusta menos.
e) Las emociones
Cuando elegimos ropa, coche, profesión o pareja, creemos poner todas nuestras
capacidades racionales en funcionamiento: buscamos información, la analizamos,
comparamos pros y contras y hacemos previsiones y cálculos. La neurobiología está
avanzando que en las decisiones en las que entran consideraciones de tipo emocional
(casi todas) la parte emocional del cerebro interviene en la decisión prescindiendo de
todo ese análisis y sustituyéndolo por la experiencia, el instinto y la intuición.
El raciocinio aparente quizá se limita a buscar argumentos para justificar esa decisión
emocional o a moderar el impulso emocional. Queda mucho por descubrir, pero parece
que las decisiones técnicas “puras” quedan relegadas a un espacio muy pequeño en el que
la emocionalidad interviene poco y se toma la “mejor” decisión desde el punto de vista
técnico, empleando criterios de coste, de tiempo, etc.
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