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Cada vez que tengamos que tomar una decisión, no importa el tipo o tamaño de ésta, debemos
analizarla bien.
Muchas veces se toma una decisión pensando sólo en las consecuencias que ésta podría
generar en el corto plazo, y no se toman en cuenta las consecuencias que podría generar en el
futuro.
Por ejemplo, se elige incursionar en un determinado tipo de negocio, pensando en los rápidos
beneficios que podría generar, dejando de lado otras oportunidades que tal vez no brinden
rápidos beneficios pero que en el futuro, a diferencia del primer caso, presentan buenas
posibilidades de convertirse en grandes negocios.
Por lo tanto, la recomendación es que al tomar una decisión, no sólo debemos tener en cuenta
las consecuencias inmediatas, sino también todas las consecuencias futuras que podría generar
el tomar la decisión.
3. Evitar la “parálisis por análisis”
Cada vez que tomemos una decisión, es necesario analizarla y meditarla bien, pero sin caer en
el exceso, es decir, sin tratar de preverlo o planificarlo todo.
Debemos saber que al tomar una decisión, por más que tratemos de evitarlo, siempre habrá
cierto riesgo de que las cosas no sucedan tal como se esperan.
Por lo tanto, debemos evitar tratar de controlarlo todo y, en ocasiones, no seguir alargando por
más tiempo la toma de la decisión, asumir cierto riesgo, y tomarla de una vez.
Para tomar buenas decisiones, debemos confiar en nuestro buen juicio, en nuestra experiencia,
pero sobre todo, en nuestros instintos de empresario.
Nunca debemos obviar a nuestros instintos, ellos nos dirán cuándo una decisión es la correcta, y
nos alertará cuándo una decisión que estamos a punto de tomar, no es la indicada.
Si estamos por tomar una decisión, pero dentro de nosotros no estamos muy seguros de que es
la decisión correcta, entonces no debemos tomarla por ningún motivo.
No debemos forzar las decisiones, si no estamos seguros de que vamos a tomar la decisión
correcta, debemos tomarnos un mayor tiempo, recabar más información, y no tomar una decisión
hasta que estemos completamente seguros de ella.
Si tomamos una decisión cuando estamos apurados, preocupados, molestos, tensos o nerviosos,
es muy probable que la decisión que tomemos sea errada.
Lo recomendable en estos casos es no dejarse llevar por las emociones, esperar a recuperar la
tranquilidad, y recién entonces tomar la decisión.
El estar tranquilos nos dará una mayor claridad y sabiduría para tomar la decisión correcta, y
evitar cometer errores de los que más adelante podríamos arrepentirnos.
7. Delegar decisiones
En ocasiones delegar decisiones puede tener tus ventajas: puede que nos permita disponer de
un mayor tiempo para realizar otras cosas más importantes, puede que nos permita motivar al
trabajador a quien le deleguemos la decisión, o puede que nos permita tener mejores resultados,
por ejemplo, si la persona a quien le delegamos la decisión, cuenta con una mayor información o
experiencia en el tema en cuestión.
Delegar una decisión puede ser una buena alternativa, pero antes de ello, debemos siempre
asegurarnos de que no sea necesario de que seamos nosotros quien tomemos la decisión, y de
que la persona a quien se la vamos a delegar, tenga la capacidad necesaria para poder tomarla.
En el caso de que hayamos tomado una mala decisión, no debemos desmotivarnos sino asumir
los errores como una vía de aprendizaje. Los que nunca se equivocan, generalmente, es porque
pocas veces toman decisiones, y por lo tanto no asumen riesgos.
Entre las técnicas más sugeridas para tomar decisiones correctas se encuentran las siguientes: