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Nicolás Maquiavelo

Se deja de lado el análisis moral, del deber ser, de la esfera política. Toma los hechos políticos
como datos empíricos y desarrolla un análisis científico, un análisis político sobre los mismos.
Una nueva forma política a la que él llama Estado porque no es ni imperio ni señorío.

Maquiavelo es pesimista respecto a la forma de ser del hombre. Este, necesita ser dirigido y
puesto en orden. El orden tiene sentido porque es armonía y es forma. El desorden es caos.

El orden es un orden en movimiento. La política es dinámica, pero cristaliza, se hace estable.


Lo humano es desorden y caos, mientras lo político es orden armónico y forma. El objetivo
principal de la política es convertir el desorden en orden; es decir, el príncipe, el rey debe
convertir el desorden humano en orden político. Para ello, es necesario el desarrollo de un
nuevo instrumento político, el Estado, que constituye el movimiento ordenado, con la finalidad
fundamental de lograr la seguridad. Para Maquiavelo, la iglesia, el imperio y el señorío feudal
carecen de orden y por tanto de seguridad.

Lo principios estructurales del Estado son el cálculo racional, la fuerza y la unidad al servicio de
la seguridad.

El cálculo racional supone un conocimiento científico de la realidad humana y social. El Estado


es la máxima eficacia organizadora. Las personas deben hacer proyectos calculados
(planeados) para lograr fines concretos. La norma moral es la eficacia y el éxito. La política se
mide por sus resultados positivos. La función política es la eficacia. Triunfando, el político
adquiere fama, con lo cual logra que la gente crea en él, le dé su consentimiento,
prescindiendo de sus virtudes personales. Los gobernantes deben planear fundamentándose
en la razón. En política, lo importante es el resultado, la eficacia y el éxito, siendo toda norma
moral mientras consiga su finalidad. El hombre político debe hacer creer a la sociedad que,
mediante su poder, los hombres lograran abandonar el reino de la necesidad para lograr
construir una sociedad basada en la libertad.

Solo la fuerza o la fortaleza militar permiten crear una situación de equilibrio internacional que
asegure la pervivencia de los Estados. La fuerza es el último recurso necesario para mantener
el orden y la unidad del Estado. Los Estados se encuentran en una guerra perpetua. Todo es
verdad en política mientras la gente lo crea, incluso un uso racional de la fuerza para que esta
no sea ciega, bruta y violenta. En último lugar, es la fuerza militar del Estado quien debe
imponerse si la comunidad no se deja influir por el gobernante.

Fundamentalmente el principio de unidad para Maquiavelo se centra en la unidad territorial o


unidad nacional y en la unidad del poder o la unidad de mando. El Estado debe perseguir en
primer lugar, lograr una unidad nacional. La unidad se garantiza con la simple constitución y
mantenimiento del Estado. Si esa unidad no existe, el Estado debe lograrla, eliminando los
poderes de la iglesia, expulsando extranjeros y unificando reinos bajo un solo mando. El
príncipe es el motor creador de un Estado. Ese poder supremo monopolizara la fuerza.
Jean Bodin

Para Bodin, el Estado o la república, como él lo denomina, “es el recto gobierno con poder
soberano de varias familias y de lo que les es común”. El recto gobierno significa que la
dirección de la vida social ha de ir enderezada por la idea de la dignidad de las personas libres.

Bodin define la soberanía como el poder absoluto y perpetuo de una república y como el
poder supremo sobre los ciudadanos y súbditos, desligado de las leyes.

El poder absoluto implica que la soberanía no está limitada por ningún otro poder político, si
bien puede estarlo por normas religiosas o por ciertos derechos humanos. El carácter absoluto
de la soberanía implica que por encima de todo poder del estado no existe ningún otro poder;
es decir, que el Estado tiene la voluntad última decisiva en materia política. La republica es
soberana y, por tanto, su poder no está sujeto frente a los otros poderes que querían
someterlo.

Cuenta también con su poder perpetuo. Esto quiere decir, que no es solo vitalicio, sino que
quien lo ostenta tiene derecho a considerarlo como de su propiedad, sin que nadie pueda
reclamárselo jamás. El Estado, definido como soberano, es propietario de dicha soberanía y le
pertenece mientras exista.

De la soberanía absoluta y perpetua, se deriva también la soberanía como un poder ilimitado


y, por tanto, un poder irresistible. El soberano no está de ningún modo sometido al imperio de
otro y puede promulgar leyes, anularlas o enmendarlas. Esto no puede ser hecho por quien
está sujeto a las leyes o a otra persona. El soberano tampoco está ligado a sus propias leyes,
pues estas son acto de su voluntad, y nadie puede estar obligado por sí mismo a no cambiar de
voluntad. El soberano está obligado por su propia voluntad y el resto de ciudadanía está
obligada a cumplir tal voluntad soberana porque tal voluntad constituye la ley. El poder es
ilimitado porque esta desligado de la leyes.

Podemos encontrar límites a la soberanía establecidos por el propio Bodin. Tales límites son:
la propia idea de ficción que constituye la soberanía, la ley divina y natural, y las Leyes
Fundamentales del Reino. Todo el pueblo como tal puede ser soberano, solo una parte o,
incluso, solo una persona. Ahora bien, quien esté en situación de soberanía lo está
absolutamente, pues la soberanía no se puede dividir entre varios, ya que dejaría de ser
absoluta e ilimitada. El poder soberano o supremo es absoluto dentro de unos límites externos
a él.

Los poderes que Maquiavelo asignaba al príncipe, son los elementos que Bodin asigna a
cualquier soberano que los ejerza en el seno del Estado. La unidad no es solo una necesidad de
eficacia de todo poder, sino la esencia misma de la soberanía, porque el soberano es el único
que tiene derecho a ejercer los poderes propios de la soberanía. Por eso Bodin puede llamar
soberano al príncipe, pero por eso mismo, con el paso del tiempo, podrá llegar a reclamar la
soberanía del pueblo unido.

La unidad de la soberanía es la situación característica del Estado. Esto es el poder unificador.

Lo importante es la institución soberana como tal, no quien ocupe el cargo de soberano.


Thomas Hobbes

Según Hobbes, el ser humano, en su estado natural, está en una situación de guerra
permanente con los demás. Las personas pactan un contrato por el que renuncian a sus
respectivos derechos, atribuyéndoselos todos a un tercero. Este tercero es el Estado o el
Leviathan, en palabras del propio autor inglés. Se pasa así del estado de naturaleza o guerra, al
estado civil o político. Esta construcción teórica, es una ficción argumentada. La sociedad civil o
Commonwealth se constituye como una persona artificial que quiere y actúa por todos y cada
uno de sus miembros.

Los derechos del Estado: Hobbes consigue que sobre el pacto, ya explicado, se funde una
soberanía más absoluta e indivisible que la desarrollada por Bodin. Por encima del Estado no
hay nada y, por tanto, todo queda reducido a las cuestiones políticas. Las leyes obligan por el
mero hecho de ser dictadas por el Estado. Hobbes rompe, por tanto, con la idea límite de que
Bodin imponía al poder soberano, y afirma que no hay más voluntad política que la del Estado,
quedando al margen el derecho consuetudinario. Otro derecho importante es que el Estado
tiene derecho absoluto e ilimitado sobre cualquier propiedad.

Los deberes del Estado: Hobbes, por medio de su construcción teórica, aporta la razón de ser
del Estado. El Estado debe garantizar la seguridad, el orden y la paz de las personas que
pactaron su constitución. Al igual que Maquiavelo, Hobbes afirma que el Estado debe
garantizar su éxito y su eficacia para perdurar en el tiempo, y la mejor vía para que esto suceda
es la realización de los deberes.

Si el Estado no cumple con su razón de ser, entonces el pueblo tiene derecho de resistencia, ya
que la confianza de la sociedad, es una confianza limitada.
John Locke

Se le conoce como el padre del Estado Liberal, debido a que cuestiona la omnipotencia del
monarca y otorga poder e incluso soberanía al pueblo. Al igual que Hobbes, Locke pensaba que
el hombre vivía anteriormente en un estado de naturaleza, con tan solo las leyes básicas del
derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad, aunque no existía nadie que velase por su
cumplimiento. Este estado de naturaleza es incompleto, ya que la persona ofendida debe
tomar la justicia por su mano para hacer que se le respeten estas leyes. Para solucionar estos
inconvenientes, el hombre decide pasar a vivir en sociedad a través del consentimiento mutuo
de individuos libres. Así, los hombres deciden dotarse de unos organismos que velen por la
preservación de los derechos naturales y dicten las normas. No pasaron a estar mejor, pero si
más organizados.

La ley y la norma para Locke es fruto de la voluntad soberana del pueblo, dada por el órgano
legislativo. Vemos dos pactos: uno por el cual nace la sociedad y otro por el que nace el
gobierno. A diferencia de Hobbes, aquí la sociedad mantiene sus derechos naturales.

La naturaleza del poder político: En Locke, el Estado se legitima por el asentimiento de la


ciudadanía. Lo menos trascendente es que ese consentimiento del pueblo se preste expresa o
tácitamente. Lo que en realidad importa es que cada uno de los integrantes de la comunidad
política lo preste en su propio nombre y derecho. Ningún individuo puede ser constreñido a
someterse a otro, salvo que el mismo lo consienta, debido a la condición de igualdad y de
libertad de Locke. Para Locke, el hombre, a cambio de una mayor seguridad para su vida y sus
bienes, cede parte de su libertad y de sus poderes.

El control del gobierno: Locke nos habla de una trilogía de poderes en la comunidad política: el
poder legislativo, el poder ejecutivo y el poder federativo. El primero es aquel al que le
corresponde la facultad de indicar cómo debe utilizarse la fuerza de la comunidad política y de
los miembros de la misma ejerciendo el poder de hacer leyes. El segundo cuida de la ejecución
de las mismas. El tercero ostenta el derecho de la guerra y de la paz y las negociaciones con las
comunidades políticas ajenas.

La separación de poderes de Locke sirve para conjurar el riesgo del poder concentrado o
absoluto y para facilitar una más efectiva actuación de la maquinaria estatal. Si los poderes
están separados, unos vigilan a otros. El poder legislativo está por encima del resto.

El ejecutivo es controlado por el legislativo: El poder legislativo es el gran custodio de los


derechos y libertades individuales y, por tanto, él debe controlar la acción de los ejecutores o
gobernantes.

El legislativo es controlado a través del pueblo: Corresponde a la comunidad, Commonwealth,


vigilar sobre el cumplimiento de los Parlamentos o asambleas legislativas respecto a la
confianza concedida y los poderes delegados.

Para Locke, el poder político se halla supeditado al respeto de los derechos naturales, de ahí
que si estos son conculcados, se ha de reconocer a los súbditos el derecho a sublevarse.
Montesquieu

Según Montesquieu, el Estado debe adecuarse a la sociedad según las leyes de la naturaleza.
Según el, hay tres clases de gobierno, que en realidad son cuatro, ya que el poder soberano
republicano puede ser democrático (si es el pueblo quien lo ejerce) o aristocrático (si solo es
parte del pueblo quien lo ejerce), pero a su vez estas formas de gobierno tienden a reducirse a
dos: los gobiernos despóticos, que no están sometidos a reglas, y los gobiernos moderados,
que si lo están.

El estado ideal no despótico, o sea, equilibrado, mediante el derecho, de Montesquieu,


contaría con tres poderes sociales: monarca, nobleza y burguesía ascendente. Los poderes
políticos supremos se reducirían a dos: poder legislativo (a su vez dividido en dos cámaras) y
poder ejecutivo, en manos de monarca.

El equilibrio y la modernización son, por lo tanto, las cualidades propias de toda estructura o
configuración. En un Estado; es decir, en una sociedad donde hay leyes, la libertad no puede
consistir más que en poder hacer lo que se debe hacer y en no ser obligado.

El equilibrio de los poderes está al servicio de la libertad, pero esta no puede ser otra que la
establecida por las leyes. Un uso ilimitado de la libertad sería despótico.

La libertad tan solo estará garantizada mediante la separación de los poderes de hacer las
leyes, ejecutar sus resoluciones públicas y juzgar los crímenes.

Al igual que Locke, Montesquieu aprueba la colaboración de los poderes separados, los cuales
han permitido el funcionamiento del llamado sistema de gobierno parlamentario.

Emmanuel Sieyès

También llamado el “oráculo del tercer estado”, Sieyès fue una gran autoridad en la primera
fase de la Revolución francesa. Antes del inicio de la revolución, el poder político lo
monopolizaba el rey, y no permitía privilegios a la clase burguesa, a pesar de ser los
productores de la riqueza en Francia. Sieyès habla del tercer estado, el cual no solo es un
estamento, sino que es el todo de la comunidad. Para darle un nombre a ese todo, Sieyès
resucita, dándole un sentido radicalmente nuevo, la antigua palabra “nación”. La burguesía es
más que un estamento, es el todo de la comunidad. La soberanía reside en la nación y esta la
componen los ciudadanos que se rigen por una misma ley; esto excluía a los estamentos
privilegiados. La nación es un grupo de asociados que viven bajo una ley común y están
representados por la misma legislatura.

Según Sieyès, la nación se forma distinguiendo tres fases: la asociación, la voluntad común y la
representación. En la primera etapa los individuos se asocian, formándose por las voluntades
individuales. Como quieren reunirse, por solo ese hecho, ya forman la nación. En la segunda
etapa los asociados quieren dar consistencia a esa unión, para ello deben actuar de forma
conjunta. La voluntad común se alcanza por medio de la representación.

Las aportaciones de Sieyès permiten comprender la soberanía nacional, y como consecuencia


práctica, el derecho de representación política. (174-175)
Johann G. Fichte

Fichte sitúa en el origen del concepto de nación la existencia de la voluntad divina.

Considera que el sujeto de la historia, es decir, aquel que la hace avanzar, no son las clases
sociales ni los individuos, sino las naciones. No hay nación sin individuos, pero estos no
deciden la nación que quieren porque esta es de origen divino.

La nación es un ser trascendente, ya que es propiedad de los que ya vivieron y de los que
vivirán, la nación es eterna.

El Estado no es más que un instrumento utilitario para que la nación exista. El Estado debe
conservar la paz interna, la propiedad, la libertad personal, la vida y el bienestar de todas las
personas que la integran.

Rousseau

La preocupación fundamental de Rousseau es por qué hay que obedecer al Estado, cuál es su
fuente de legitimidad. Locke y Hobbes habían presentado un esquema contractual. Rousseau
rechaza igualmente las tesis absolutistas y rechaza que la obligación social esté fundamentada
en la autoridad natural del padre o de cualquier rey nacido para ser soberano. Según
Rousseau, todo el mundo es a la vez ciudadano y súbdito. Se es ciudadano porque se participa
de la actividad del Estado y se es súbdito porque se obedecen las normas aprobadas por el
Estado.

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