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EL ESTRUCTURALISMO

El estructuralismo es un enfoque teórico que surgió en las ciencias sociales y humanas durante el
siglo XX. Su principal objetivo es analizar las estructuras subyacentes que organizan y dan forma a
distintos fenómenos sociales, culturales y lingüísticos. Este enfoque se basa en los trabajos de
Ferdinand de Saussure, lingüista suizo que propuso un enfoque estructural para el estudio del
lenguaje. Según Saussure, el significado de las palabras no depende de su relación con el mundo
exterior, sino de su relación con otros signos dentro de un sistema lingüístico. Esta idea de la
estructura subyacente del lenguaje se aplicó posteriormente a otros campos, como la antropología,
la sociología y la semiótica. Claude Lévi-Strauss, antropólogo francés, fue uno de los principales
defensores del estructuralismo en el campo de la antropología (Gómez García, 2021). En sus obras
"Las estructuras elementales del parentesco" (1949) y "La mente salvaje" (1962), Lévi-Strauss aplicó
los principios del estructuralismo lingüístico al estudio de las estructuras sociales y culturales.
Sostuvo que las estructuras de parentesco y las pautas del pensamiento humano no eran arbitrarias,
sino que seguían reglas y pautas específicas que podían analizarse y comprenderse mediante un
enfoque estructural (Sebag, 1969). Podemos observar que el enfoque estructuralista ha influido en
muchos campos, como la literatura, la psicología y el arte. La teoría literaria estructuralista, por
ejemplo, hace hincapié en las estructuras subyacentes de los textos literarios, como las relaciones
entre los personajes y la estructura narrativa. En psicología, el estructuralismo se ha utilizado para
estudiar las estructuras subyacentes de la mente humana, como las estructuras de la percepción y
la memoria. En arte, el estructuralismo se ha utilizado para analizar las estructuras subyacentes del
arte visual, como las relaciones entre colores y formas. Los estructuralistas creen que las estructuras
subyacentes de la sociedad y la cultura pueden descubrirse mediante la observación y el análisis
minuciosos del lenguaje, los símbolos y las prácticas sociales. A menudo utilizan oposiciones
binarias, como el bien frente al mal o el hombre frente a la mujer, para comprender cómo se
construye el significado en una cultura o contexto determinados. Roland Barthes, semiólogo y
estructuralista francés, hizo importantes aportaciones al campo de la semiótica al analizar los
sistemas de signos y símbolos que subyacen en los textos literarios y culturales. A pesar de su
influencia, el estructuralismo también ha sido criticado por descuidar la importancia de la historia,
la agencia humana y el cambio social. No obstante, su legado sigue siendo evidente en muchos
campos hoy en día.
El mito es un habla despolitizada
Según el texto, el mito es un habla despolitizada debido a su naturaleza de metalenguaje. El mito
opera en un fondo ya naturalizado y despolitizado por un metalenguaje general, que está entrenado
para cantar las cosas y no para actuarlas. El lenguaje-objeto, que habla de las cosas, puede
manifestar fácilmente una huella política, mientras que el metalenguaje, que habla sobre las cosas,
tiende a hacerlo mucho menos. El mito siempre es un metalenguaje y su despolitización a menudo
se basa en un fondo ya naturalizado y despolitizado (Barthes, 1970).

El mito efectúa una economía al abolir la complejidad de los actos humanos, otorgándoles la
simplicidad de las esencias, suprimiendo la dialéctica y cualquier superación que vaya más allá de lo
visible inmediato. Organiza un mundo sin contradicciones, ya que no tiene profundidad, un mundo
desplegado en la evidencia y funda una claridad feliz, donde las cosas parecen significar por sí
mismas. Esta despolitización del mito se debe a su capacidad para deformar su objeto, que es mucho
menor en el caso de un árbol que en el de un sudanés, por ejemplo. En el caso del árbol, la carga
política está lejos, purificada por toda una capa secular de metalenguaje

La burguesía como sociedad anónima


Según el texto, la clase burguesa parece estar perdiendo su importancia en la sociedad, volviéndose
menos política y más asimilada a un universo indistinto. Esta clase se define como aquella que no
desea ser nombrada y se limita a acomodarse a los hechos sin integrarse en los valores. La burguesía
está siendo absorbida gradualmente por la nación, donde el único habitante es el "Hombre Eterno",
ni proletario ni miembro de la burguesía. La ideología de la burguesía tiene el potencial de cubrirlo
todo y perder su nombre, y puede subsumir el teatro, el arte y al hombre burgués bajo sus análogos
eternos sin resistencia. En otras palabras, la burguesía puede renunciar completamente a su nombre
porque sólo existe una naturaleza humana. Puede absorber permanentemente la humanidad que
no posee, sus características profundas, y sólo vive en lo imaginario, dando lugar a una fijación y
empobrecimiento de la conciencia.
El mito como sistema semiológico
El mito puede ser considerado como un sistema semiológico, según Roland Barthes. El mito es un
habla que se despolitiza y se convierte en un metalenguaje que opera en un fondo ya naturalizado
y despolitizado. El mito se construye a partir de una cadena semiológica que existe previamente y
se edifica como un sistema semiológico segundo. El significante del mito se presenta en forma
ambigua, es a la vez sentido y forma, lleno de un lado, vacío del otro. Como sentido, el significante
postula de inmediato una lectura, se lo capta con los ojos, tiene realidad sensorial. Como suma de
signos lingüísticos, el sentido del mito tiene un valor propio, forma parte de una historia, la del león
o la del negro. El concepto, por su parte, está determinado: es a la vez histórico e intencional; es el
móvil que hace proferir el mito. El concepto restablece una cadena de causas y efectos, de móviles
e intenciones. En contraste con la forma, el concepto nunca es abstracto: está lleno de una situación.
En el mito reencontramos el esquema tridimensional: el significante, el significado y el signo. Pero
el mito es un sistema particular por cuanto se edifica a partir de una cadena semiológica que existe
previamente: es un sistema semiológico segundo.

El mito en la izquierda
El mito en la izquierda es un concepto que se refiere a la construcción de narrativas y símbolos que
pueden ocultar o distorsionar la realidad política y social. Según Roland Barthes, el mito es un
fenómeno que se basa en la relación entre el significante (la forma) y el significado (el sentido
oculto) (Barthes, 1970). En el contexto de la izquierda, el mito puede surgir de la necesidad de
simplificar y comunicar ideas complejas, pero también puede ser utilizado para manipular y
controlar a las masas.
El mito en la izquierda puede manifestarse de diferentes maneras, como la idealización de líderes
políticos, la simplificación de problemas sociales o la creación de narrativas de lucha y resistencia.
Estas construcciones pueden ser efectivas para movilizar a las personas y generar cambios, pero
también pueden llevar a una visión distorsionada de la realidad y a la adopción de posturas
dogmáticas. Para evitar caer en el mito, es importante mantener una actitud crítica y reflexiva,
cuestionando las narrativas dominantes y buscando una comprensión más profunda de los
problemas y desafíos que enfrenta la sociedad. El análisis semiótico propuesto por Barthes puede
ser una herramienta útil para desentrañar los significados ocultos detrás de los símbolos y discursos
políticos, y así desarrollar una visión más clara y objetiva de la realidad.
El mito en la derecha
El mito en la derecha es un concepto que se refiere a la forma en que la ideología de derecha utiliza
el lenguaje y los símbolos para construir una imagen idealizada de la realidad. Según Roland Barthes,
el mito es un habla despolitizada que elimina lo real y llena de naturaleza, despojando a las cosas
de su sentido humano y haciéndolas significar que no tienen significado humano (Barthes, 1970).
En el contexto de la derecha, el mito puede ser utilizado para justificar y perpetuar ciertas ideas y
valores, presentándolos como naturales y eternos.

El mito no niega las cosas, su función es hablar de ellas; simplemente las purifica, las vuelve
inocentes, las funda como naturaleza y eternidad, les confiere una claridad que no es la de la
explicación, sino de la comprobación (Barthes, 1970). En el caso de la derecha, el mito puede ser
utilizado para eliminar la cualidad contingente, histórica y construida de ciertos conceptos,
presentándolos como algo natural y evidente.

El lenguaje y los símbolos utilizados en el mito pueden ser orales, escritos, visuales o de cualquier
otra forma. Lo importante es que sean significativos y estén dotados de una conciencia significante
que puede razonar sobre ellos independientemente de su materia (Barthes, 1970). La imagen, por
ejemplo, puede ser más imperativa que la escritura, imponiendo la significación en bloque, sin
analizarla ni dispersarla. Sin embargo, esto no es una diferenciación constitutiva, ya que la imagen
se convierte en escritura a partir del momento en que es significativa, al igual que la escritura supone
una lexis (Barthes, 1970).

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