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Síntomas

Si bien tu cuerpo puede hospedar la bacteria que causa la tuberculosis, tu sistema inmunitario
generalmente evita que te enfermes. Por este motivo, los médicos distinguen entre:

La tuberculosis latente. Estás infectado de tuberculosis, pero la bacteria en tu organismo está en estado
inactivo y no presentas síntomas. La tuberculosis latente, también llamada tuberculosis inactiva o
infección por tuberculosis, no es contagiosa. La tuberculosis latente se puede convertir en tuberculosis
activa, por lo que el tratamiento es importante.

La tuberculosis activa. También llamada enfermedad de tuberculosis, esta afección te enferma y, en la


mayoría de los casos, puede contagiarse a otras personas. Puede manifestarse semanas o años después
de la infección por la bacteria de la tuberculosis.

Los signos y síntomas de la tuberculosis activa incluyen:

Tos que dura tres semanas o más

Tos con sangre o moco

Dolor en el pecho o dolor al respirar o toser

Pérdida de peso involuntaria

Fatiga

Fiebre

Sudoraciones nocturnas

Escalofríos

Pérdida del apetito

La tuberculosis también puede afectar otras partes del cuerpo, incluidos los riñones, la columna
vertebral o el cerebro. Cuando la tuberculosis se produce fuera de los pulmones, los signos y síntomas
varían de acuerdo con los órganos afectados. Por ejemplo, la tuberculosis de la columna vertebral puede
provocar dolor en la espalda y la tuberculosis en los riñones puede causar sangre en la orina.

Causas

La responsable de esta infección es la bacteria Mycobacterium tuberculosis que, en honor a su


descubridor, Robert Koch, también recibe el nombre de bacilo de Koch.

Entre los humanos se transmite a través del aire, por minúsculas gotas (gotículas) que contienen los
bacilos causantes y que las personas con infección activa eliminan al toser, estornudar o hablar.

factores de riesgo relacionados con la tuberculosis:

Vivir en lugares con un claro déficit de higiene y salubridad o con hacinamiento de personas. Es una
enfermedad muy ligada a la pobreza.

El tabaquismo activo multiplica por dos las posibilidades de tuberculosis.

El alcoholismo porque suele ir ligado al deterioro social, indigencia…

La diabetes mal controlada también multiplica entre 2 y 4 veces las posibilidades de tuberculosis.

También tienen más riesgo las personas con un sistema inmunológico debilitado, como quienes están
infectadas por el VIH/ sida. Asimismo, quienes siguen tratamientos agresivos como la quimioterapia o
las terapias biológicas que se utilizan para enfermedades reumatológicas, dermatológicas y
hematológicas.
La desnutrición.

La transmisión por vía alimentaria no es frecuente, aunque la leche no pasteurizada puede ser fuente de
contagio en los países en los que la incidencia de tuberculosis es más alta. De hecho, el ganado también
puede padecer tuberculosis y transmitir la bacteria a los humanos.

Síntomas

Los síntomas más frecuentes de la tuberculosis son:

Cansancio intenso.

Malestar general.

Sudoración abundante, especialmente al caer el día.

Pérdida de peso.

Sangre en los esputos.

Tos seca, persistente.

Temperatura corporal que oscila entre los 37 y 37,5 grados.

No obstante, en ocasiones no aparece ningún síntoma.


Tipos

Se distinguen dos tipos de tuberculosis: pulmonar y extrapulmonar.

Tuberculosis pulmonar

La tuberculosis pulmonar puede aparecer inmediatamente después de la infección. Esta variedad se


conoce como infección primaria y afecta especialmente a los niños del continente africano. Cuando el
niño goza de buena salud la enfermedad puede cursar con alteraciones locales en los pulmones y
ganglios. Pero si está desnutrido o sufre otras infecciones, como VIH, aparecen complicaciones graves
entre las que destacan la obstrucción bronquial, derrame pleural o acumulación de líquido en el espacio
comprendido entre las membranas que recubren el pulmón.

Tuberculosis extrapulmonar

Cuando la tuberculosis ocurre en sistemas de órganos distintos de los pulmones, se denomina


tuberculosis extrapulmonar. Generalmente, si la infección latente avanza a enfermedad suele impicar a
los pulmones y es transmisible en esta forma. No obstante, también puede afectar a los órganos de
prácticamente cualquier sistema del cuerpo: ganglios linfáticos, sistema nervioso central, huesos y
articulaciones, tracto genitourinario, abdomen...

Diagnóstico

Análisis de sangre tuberculosis

Cuando los bacilos entran en el organismo, se extienden y desencadena la respuesta inmune del
huésped, que puede demostrarse mediante la prueba de la tuberculina o de Mantoux. Esta prueba
consiste en la administración intradérmica, en la cara anterior del brazo, de un derivado proteínico del
bacilo. A las 72 horas de su administración se valora la reacción local generada.
A las embarazadas se les practica sistemáticamente una prueba cutánea para detectar la presencia de
tuberculosis (prueba de tuberculina). Si se observa una reacción positiva, se debe realizar una
radiografía de tórax. También se realizan análisis de sangre para la detección del bacilo tuberculoso.

A los niños cuyas madres les ha dado positivo en la prueba de tuberculina también se les practica este
análisis. Sin embargo, algunos niños tienen falsos resultados negativos. Si se sospecha de una
tuberculosis, se envían al laboratorio muestras de líquido cefalorraquídeo y de líquido de los conductos
respiratorios y del estómago para su cultivo.

La radiografía del tórax suele mostrar si los pulmones están infectados. En ciertos casos también puede
ser necesario realizar una biopsia del hígado, de algún ganglio linfático o de los pulmones y de la
membrana que los rodea (pleura) para confirmar el diagnóstico.

Cuando el diagnóstico sea positivo, lo más recomendable es seguir de forma correcta el tratamiento
recetado por el especialista. También es conveniente recomendar a las personas del entorno que se
realicen pruebas diagnósticas para averiguar si tienen la enfermedad, de forma latente o activa.

Tratamientos

El tratamiento de la tuberculosis se basa en la administración durante sesis meses (en el futuro es


probable que se pueda acortar a tres o cuatro meses) de una combinación de antibióticos:

Isoniacida.

Rifampicina.
Etambutol.

Piracinamida.

En los pacientes cuya enfermedad está causada por cepas de bacterias resistentes se administran
antibióticos de segunda elección, como las fluoroquinolonas que, según el profesor de Microbiología de
la Universidad de Salamanca, "son muy activas contra la tuberculosis, pero también están apareciendo
resistencias frente a ellas". En estos pacientes, la duración del tratamiento es considerablemente más
prolongada.

En ciertos casos -principalmente, cuando existe un riesgo muy alto de desarrollar la enfermedad- se
administra durante varios meses una combinación de rifampicina e isoniacida para tratar la infección
latente.

MENINGITIS

La meningitis es una enfermedad habitualmente infecciosa provocada por virus o bacterias que provoca
la infección e inflamación de las meninges -unas membranas que rodean el cerebro y la médula espinal-.

Causas

Las causas más comunes de meningitis son las infecciones virales. Estas infecciones generalmente
mejoran sin tratamiento. Sin embargo, las infecciones meningíticas bacterianas son extremadamente
graves. Pueden provocar la muerte o daño cerebral, incluso con tratamiento. Se requiere una punción
lumbar (o punción espinal) para determinar la causa específica.

La meningitis también puede ser causada por:

Irritación química
Alergias a medicamentos

Hongos

Parásitos

Tumores

Muchos otros tipos de virus pueden causar meningitis:

Enterovirus: estos son virus que también pueden causar enfermedades intestinales.

Virus del herpes: son el mismo virus que puede causar el herpes labial y el herpes genital. Sin embargo,
las personas con herpes labial o genital no están en mayor riesgo de desarrollar meningitis herpética.

VIH

El virus que causa paperas

Virus del Nilo Occidental: este virus se disemina por medio de las picaduras de mosquitos y es una causa
importante de meningitis viral en la mayor parte de los Estados Unidos.

¿Qué tipos de meningitis puede haber?

La mayor parte de las veces, el germen causal de la meningitis es una bacteria o un virus, aunque, en
algunos casos, los hongos también pueden ocasionarla .En función de cuál sea su origen, podemos
hablar de estos tipos de meningitis:

Meningitis bacteriana: suele estar causada por viarios tipos de bacterias localizadas en las vías
respiratorias que, en un momento determinado, infectan a las meninges ocasionando el cuadro clínico.
Esta infección puede estar provocada por:

Neumococo: es la bacteria que con mayor frecuencia produce meningitis en los niños.

Meningococo: existen varios serotipos, siendo el B el más grave si ocasiona una enfermedad invasiva
cuyo resultado suele ser fatal o dejar graves secuelas. El serotipo C, con la vacunación ha disminuido su
frecuencia. Para el resto de serotipos, como el A, B, W e Y existe vacunación aunque no está incluida en
el calendario vacunal actual.

Haemophilus influenciae: escasa, gracias a que disponemos de vacuna en nuestro calendario vacunal.

Listeria o Escherichia coli: puede aparecer, sobre todo, en el periodo neonatal por contagio de la madre
a través del canal del parto.

Meningitis vírica: suele ser leve y se denomina “benigna” al no ocasionar mortalidad. En líneas
generales, está causada por algún enterovirus presente en el moco, saliva o heces y se puede transmitir
por contacto directo con una persona infectada o un objeto infectado. Otros virus que pueden
ocasionarla son:

Varicela Zoster (varicela).

Influenza (gripe).

Paramyxovirus (paperas).

Herpes simple tipo 2.

Infecciones fúngicas: aunque raras, pueden afectar a las meninges. La forma más común de meningitis
fúngica está causada por el hongo criptococo neoformans, encontrado principalmente en la suciedad y
los excrementos de pájaros.

Existen factores de riesgo?

Los riesgos de padecer una meningitis pueden estar relacionados con:

La edad: los neonatos y lactantes pequeños tienen mayor riesgo por la inmadurez de su sistema
inmunitario, y pueden verse infectados durante el parto, a través de la madre, o de forma tardía
mediante ingreso hospitalario y por contagio de otros niños con esta patología infecciosa.

El entorno comunitario: los niños que van a escuelas infantiles o con hermanos mayores tienen mayor
probabilidad de contraer infecciones por contagio y, por tanto, mayor riesgo de contraer la enfermedad.
Los viajes: especialmente en la adolescencia y al visitar zonas como África subsahariana o las regiones de
peregrinación a la Meca.

Algunas patologías de base que afecten al sistema nervioso central.

El empleo de procedimientos quirúrgicos: en algunos casos, pueden aumentar el riesgo de padecer la


enfermedad.

¿Qué síntomas tiene la meningitis?

En general, sus síntomas se presentan entre los tres y los siete días tras el contagio y varían en función
de la edad del niño:

En neonatos: la meningitis cursa de forma rápida y fulminante con una afectación importante del estado
general. En este caso, sus principales síntomas son:

Decaimiento o irritabilidad.

Rechazo del alimento.

Coloración ictérica (amarilla) o cianótica (azul) de la piel.

Posibilidad de hipertermia o hipotermia.

Fontanela abombada.

Dificultad respiratoria.

En lactantes: si la fontanela anterior no se ha cerrado, esta puede aparecer abombada e incluso pulsátil.
Junto a este hecho, pueden aparecer otros síntomas como:

Fiebre.

Vómitos.

Irritabilidad o decaimiento.

Síntomas respiratorios.
Convulsiones.

Petequias: pequeñas manchas hemorrágicas en la piel, que pueden tener una dimensión variable y que
no desaparecen bajo la presión del dedo.

A partir del año y medio o dos años: pueden aparecer dos signos característicos de la meningitis:

Signo de Kerning: aparece cuando el paciente se queja de dolor de espalda tras la extensión pasiva de
las rodillas, estando los muslos flexionados.

Signo de Brudzinsky: consiste en la flexión involuntaria de los miembros inferiores al flexionar


pasivamente el cuello.

En niños de mayor edad la sintomatología es más específica y se caracteriza por:

Dolor de cuello y rigidez.

Cefalea.

Vómitos.

Fiebre elevada.

Decaimiento importante.

Fotofobia.

Dolor abdominal inespecífico.

Petequias.

Se puede prevenir la meningitis?

La mejor prevención frente a la meningitis es la adopción de hábitos saludables y la vacunación,


fundamentalmente, si esta es sistémica y abarca a la mayor parte de la población infantil.

A veces, también se hace necesario el uso de antibióticos (rifampicina), sobre todo, en el caso de
aparición de meningitis meningococcica en ámbitos escolares, donde familiares, profesores,
compañeros y toda persona en contacto cercano con el paciente enfermo, deberá seguir las
indicaciones médicas pertinentes para su prevención.

¿Cómo se diagnostica?

El diagnóstico clínico basado en la sintomatología es fundamental aunque, en el caso de los más


pequeños, se hace difícil, al presentar pocos síntomas y estos ser muy inespecíficos.

En líneas generales, el cuadro clínico de la meningitis deberá ser confirmado mediante analítica
sanguínea y estudio bioquímico y bacteriológico del líquido cefalorraquídeo (LCR), estudio que se realiza
a través de punción lumbar.

¿Cómo se trata?

El tratamiento de la meningitis es siempre hospitalario y de entrada en una unidad de cuidados


intensivos, ya que suele precisar tratamiento agresivo, monitorización completa y ventilación asistida en
muchos casos.

Dicho tratamiento será el adecuado para mantener todos los parámetros hemodinámicos del paciente
en los mejores valores, y el empleo de antibióticos dependerá de la bacteria causante y la evolución
presentada.

¿Puede conllevar complicaciones?

La meningitis es una enfermedad que puede comportar complicaciones en función de la edad del niño,
el tipo de germen, la susceptibilidad individual y la rapidez en diagnosticar e instaurar el tratamiento.

Como complicaciones agudas (antes de las 72 horas) podemos destacar:


Cuadros de edema cerebral.

Shock.

Coagulación intravascular diseminada.

Convulsiones.

Como complicaciones tardías existen:

Cuadros de hidrocefalia.

Sordera.

Problemas motores.

Alteraciones del lenguaje.

Conducta e incluso retraso mental.

ENFERMEDADES EXTRAPIRAMIDALES

Las enfermedades del sistema extrapiramidal afectan al conjunto de vías y centros nerviosos del sistema
extrapiramidal, el cual se extiende por fuera e independientemente del sistema piramidal o
corticoespinal. Esta red interviene en la regulación de la motilidad involuntaria. Las lesiones ocurren a
nivel de la base, tanto en el núcleo caudado como el núcleo lenticular.

PARKINSON

El Parkinson es una enfermedad neurodegenerativa del sistema nervioso, de carácter crónico y


progresivo, que se asocia a rigidez muscular, dificultades para andar, temblor y alteraciones en la
coordinación de movimientos.

Síntomas
Los signos y síntomas de la enfermedad de Parkinson varían según la persona. Los primeros signos
pueden ser leves y pasar desapercibidos. Por lo general, los síntomas se manifiestan en un lado del
cuerpo y continúan empeorando en ese lado, incluso cuando comienzan a afectar las extremidades de
ambos lados.

Los signos y síntomas de la enfermedad de Parkinson pueden incluir los siguientes:

Temblores. Los temblores, o sacudidas rítmicas, generalmente comienzan en una extremidad, como la
mano o los dedos. Es posible que frotes el pulgar y el índice de un lado a otro, lo que se conoce como
“temblor de rodamiento de la píldora”. Puede que te tiemble la mano mientras estás en reposo, y que el
temblor disminuya cuando lleves a cabo alguna tarea.

Movimientos lentos (bradicinesia). Con el tiempo, la enfermedad de Parkinson puede retardar tus
movimientos, y hacer que las tareas simples te resulten complicadas y te lleven más tiempo. También es
posible que des pasos más cortos cuando camines o que te resulte más difícil levantarte de una silla.
Además, puede que arrastres los pies al intentar caminar.

Rigidez muscular. La rigidez muscular puede ocurrir en cualquier parte del cuerpo. Los músculos rígidos
pueden causarte dolor y limitar tu amplitud de movimiento.

Deterioro de la postura y el equilibrio. Es posible que adoptes una postura encorvada. Además, podrías
caerte o tener problemas de equilibrio como consecuencia de la enfermedad de Parkinson.

Pérdida de los movimientos automáticos. Es posible que se reduzca tu capacidad para realizar
movimientos inconscientes, como parpadear, sonreír o mover los brazos al caminar.

Cambios en el habla. Es posible que hables suavemente o rápidamente, insultes o dudes antes de
hablar. Además, tu discurso puede volverse más monótono en lugar de seguir los patrones del habla
habituales.

Cambios en la escritura. Es posible que te resulte difícil escribir y tu letra puede parecer pequeña.

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