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2) Donghi propone el termino larga espera para referirse al tiempo que transcurrió en Hispanoamérica desde
las independencias hasta 1850 aproximadamente. Tiempo en el cual la ruptura del yugo colonial habría
traído una etapa de desorden y caos en la organización política, económica y social de todo el territorio
hispanoamericano. Luego de la independencia se espera un nuevo proyecto que cambiara las
características del orden establecido, pero en este periodo de tiempo, según el autor esto parece no haber
sucedido.
Si bien el mundo post independencia es muy parecido al colonial (permanencia) se pueden identificar
algunas novedades. A continuación, explicamos lo que conllevo la larga espera y los pequeños cambios
introducidos
3) La consolidación del nuevo orden latinoamericano comenzó a producirse sobre todo desde que la relación
con las zonas económicas metropolitanas empezó a cambiar. Este cambio es un aspecto del que a partir
de mediados de siglo afecta al capitalismo europeo. Gracias a este cambio la economía metropolitana
pudo proporcionar un mercado para la producción latinoamericana y también ofrecería los capitales que,
junto con la ampliación de los mercados consumidores, eran necesarios para una modernización de la
economía latinoamericana.
La eficacia que el cambio de la coyuntura económica mundial tuvo para Latinoamérica fue más fuerte aún
por el modo en que se produjo. En este período se da una unificación creciente de la economía mundial:
aumenta sustancialmente el volumen de los intercambios y los transportes se van, gradualmente,
mejorando y poblando cada vez más los océanos. Además, el descubrimiento del oro en California
provoca un fuerte vínculo económico entre los países del Pacífico y Estados Unidos.
Las innovaciones de esta nueva etapa histórica eran anunciadas por cambios superficiales, pero visibles
hacia 1850. Por ejemplo, el tono de la vida urbana se hace más europeo (teatros, óperas, edificios,
vehículos, etc.) y aumenta el consumo tanto de las clases altas, medias y del estado, que en las zonas más
prósperas de América Latina ya se halla recuperado de la ruina postrevolucionaria. También, hay
innovaciones técnicas, como el gas, que cambian el aspecto de las ciudades. Así, la América Latina exhibe
ya los signos exteriores de un progreso que sólo está comenzando a llegar a ella.
Pero también se van dando cambios más profundos. A mediados del siglo XIX comienza en muchas partes
el asalto a las tierras indias y eclesiásticas.
En suma, esta etapa, comenzada a mediados del siglo XIX, se caracteriza por la realización de un nuevo
pacto colonial que, desde la independencia, ya había sido deseado por algunos grupos locales. Este nuevo
pacto transforma a Latinoamérica en productora de materias primas para los centros de la nueva economía
industrial, a la vez que de artículos de consumo alimenticio en las áreas metropolitanas. Este pacto también
la hace consumidora de la producción industrial metropolitana e insinúa, de a poco, una transformación,
vinculada en parte con la de la estructura productiva metropolitana: muy lentamente, dejarán de ser tan
importantes, en proporción, los artículos de consumo perecedero, a la vez que comenzarán a tener cada
vez mayor relevancia la importación de bienes de capital.
Las nuevas funciones de América latina en la economía mundial son facilitadas por la adopción, por parte
de las clases dominantes locales, de políticas librecambistas, que, si bien ya existía antes en muchos
lugares, ahora se consolida en casi todas partes. La principal causa de la popularidad local del librecambio
es que éste es el factor de aceleración del proceso que comienza para Latinoamérica. El librecambio genera
nuevos hábitos de consumo en los sectores urbanos en expansión (altos, medios y bajos), y los vuelve
dependientes de la importación de manufacturas. Por ahora, los sectores urbanos coincidirán –más allá de
algunas disidencias- con las oligarquías exportadoras en apoyar las líneas fundamentales de este pacto
neocolonial. Esto permite, junto a la disminución del conflicto entre distintos caudillos o facciones locales,
una continuidad política mucho mayor que en el período anterior. De esta manera, América latina parece
haber encontrado, finalmente, su camino, y las disidencias se hacen cada vez menos importantes.
Más allá de esta coincidencia entre los crecientes sectores urbanos y las oligarquías, los beneficios
derivados del nuevo orden se distribuyeron muy desigualmente dentro de las sociedades latinoamericanas.
Los sectores medios y populares urbanos serán los que más sufrirán las crisis económicas, pero sin
embargo su apoyo a la esencia del nuevo orden se entiende si se tiene en cuenta la posición anterior de
estos grupos.