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TULIO HALPERIN CAPÍTULO 3: “LA LARGA ESPERA: 1825 A 1850”

EN “EL ORDEN COLONIAL AL NEOCOLONIAL”.

El capítulo 3 del libro "Historia Contemporánea de América" de Tulio Halperin


Donghi se enfoca en el periodo de "La larga espera" que comprende desde 1825
hasta 1850 en América Latina. Algunas de las ideas principales del capítulo son las
siguientes:

1. Consolidación de los estados nacionales: durante este periodo, los países


latinoamericanos se esforzaron por consolidar sus estados nacionales, lo que
implicó la creación de nuevas instituciones, leyes y sistemas políticos. Sin
embargo, esta consolidación no siempre fue fácil y hubo enfrentamientos y
conflictos internos.

2. Inestabilidad política: A pesar de los esfuerzos por consolidar los estados


nacionales, la inestabilidad política fue una constante en América Latina durante
este periodo. Hubo una serie de conflictos internos, golpes de estado y
revoluciones, lo que dificultó la consolidación de la democracia y el
establecimiento de un orden político estable.

3. Dependencia económica: durante este período, América Latina siguió siendo


económicamente dependiente de los países europeos, especialmente de Gran
Bretaña. Los países latinoamericanos exportaban materias primas y recibían
productos manufacturados a cambio, lo que mantuvo la dependencia económica
y limitó el desarrollo industrial de la región

4. Luchas por la abolición de la esclavitud: durante este periodo, hubo una


creciente conciencia sobre la inmoralidad de la esclavitud y una serie de luchas
para abolirla. Sin embargo, la abolición de la esclavitud no se dio de forma
uniforme en toda la región y en algunos países como Brasil, la esclavitud
persistió hasta finales del siglo XIX

5. Conflictos internacionales: durante este periodo, hubo varios conflictos


internacionales en América Latina, incluyendo la Guerra del Pacífico entre Perú,
Bolivia y Chile y la Guerra de la Triple Alianza entre Paraguay y Brasil, Argentina
y Uruguay. Estos conflictos tuvieron un impacto significativo en la región y en
algunos casos, tuvieron consecuencias duraderas en la política y la economía de
los países involucrados

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En 1825 terminaba la guerra de Independencia , dejando en toda América un legado
nada liviano. Entre ellos, se van a romper las estructuras coloniales, consagrando
así la misma el agotamiento del orden colonial.

De las ruinas del mismo se esperaba que surgiera un orden nuevo, cuyos rasgos
esenciales habían sido previstos desde la lucha de la independencia. Pero este se
demoraba en nacer. Frente a esta postura existen dos nociones, pero el autor
sostiene que los cambios ocurridos a posterior fueron impresionantes “no hay sector
de la vida hispanoamericana que no haya sido tocado por la revolución”. Entre ellos
menciona como rasgo más visible- la violencia. La misma llegó a dominar la vida
cotidiana, luego de la revolución fue necesario difundir las armas por todas partes
para mantener un orden interno tolerable.

Sin embargo, esta misma violencia que les permite a las nuevas repúblicas
independizarse luego se vuelve contradictoria ya que se nutren de cuerpos oficiales
y no siempre se atreven a deshacerse de ellos. Pero para pagarlos deben recurrir a
más violencia, como medio de obtener recursos de países a menudo arruinados y
con ello dependen cada vez más del exigente apoyo militar.

Los nuevos estados van a gastar de esta forma más de lo que sus recursos les iba a
permitir. Pero además de esto se va a producir otro cambio y es la democratización,
aunque para el autor, esta palabra caracteriza a este proceso de forma muy
inadecuada.

Algunos de los cambios que resalta Halperin, podemos observar los siguientes:
➢ Cambio en la significación de la esclavitud - Los nuevos estados se van a
mostrar un poco resistentes a su abolición y debido a la guerra van a utilizar a
dicha población (la esclava) como soldados, por lo que podemos decir que la
esclavitud doméstica pierde importancia. Algo interesante de destacar es que
a largo plazo la esclavitud en Hispanoamerica no va a sobrevivir a la trata
como a las trabas que se le va a poner a la misma y por ello es que el precio
de los esclavos va a subir de forma contundente. Sin embargo, previo a su
abolición, la institución de esclavitud tomará otro signifcado respecto a su
anterior importancia.

➢ Sentido de la división de castas - El estatuto real de la población indigena


será mantenido y frente a esto van a ser los mestizos, mulatos libres,
aquellos que generalmente fueron postergados dentro de las sociedades
urbanas o en las rurales donde ejercian el trabajo de forma libre, quienes
vana aprovechar de mejor manera la transformación revolucionaria.

➢ Variación en la relación entre las elites urbanas pre-revolucionarias y los


sectores que habían encontrado mayor dificultad en el acceso a las mismas.
Aquí podemos encontrar por ejemplo a los mulatos o mestizos urbanos como

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a los blancos pobres. La revolución va a introducir un nuevo equilibrio de
poder que favorece a la población rural la cual, para Halperin, era
abrumadoramente mayoritaria. En el campo ocurrieron en esta etapa
cambios radicales y duraderos del ordenamiento social. Por el contrario, en
casi todas partes no había habido movimientos rurales espontáneos y la
jefatura seguía correspondiendo (en el orden político nuevo como viejo) a los
propietarios o a sus agentes instalados al frente de sus explotaciones, unos y
otros solían dominar las milicias organizadas para asegurar el orden social.

Sin embargo, pese a estos cambios, la revolución no pasó por estas tierras sin
provocar bajas y nuevos ingresos en el grupo terrateniente, que a su vez, trajo
consigo una consecuencia muy importante: este sector, al que el orden colonial
había mantenido en posición de subordinación el que va a lograr un ascenso en la
sociedad posrevolucionaria.

Pero la revolución no va a privar solamente a las elites urbanas de su riqueza, sino


también, y quizá más importante o significante va a ser el despojo de poder y
prestigio institucional con el que estas élites se identificaban. La victoria criolla tiene
entonces un resultado paradójico y es que la lucha destruyó lo que debía ser el
premio de los vencedores.

Algo similar a esto sucedió en la iglesia, la cual estaba muy vinculada a la corona y
no logró salvarse tampoco de la politización revolucionaria. Ahora el cuerpo
eclesáltico tendrá una nueva tarea: ponerse al servicio del nuevo régimen. Así, se
transformará el clero, desde su composición hasta la relación entre éste y el poder
político.

Lo que va a suceder de esta forma es que la Iglesia se empobrece y se


subordina al poder político, por más que en algunas zonas este cambio fue
más limitado.

Debilitadas las bases económicas de su poder por el coste de la guerra y despojada


de las bases institucionales de su prestigio social, las elites urbanas tienen que
aceptar su integración en una posición muy inferior y más subordinada en un nuevo
orden político, que es preciso recordar, tiene un núcleo militar.

Y si bien la revolución no logró suprimir un rasgo esencial de la sociedad


hispanoamericana, cambia algunos de los modos en que solía manifestarse. Sigue
siendo imprescindible el apoyo del poder político y administrativo para alcanzar y
conservar la riqueza. Observándose esto en los sectores rurales como una
continuidad muy marcada: ahora como antes la tierra se obtiene no principalmente
por dinero, si no por el favor del poder político, que es necesario conservar. En lo
urbano la continuidad no excluye cambios más importantes.

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Otro de los cambios que se van a observar es que debido a la miseria del estado se
van a crear los prestamistas a corto plazo. Esto va a lograr que la relación entre el
poder político y el económico (muy poderoso) se vea alterado.

Estos cambios derivan en parte de que en hispanoamérica hubo un ciclo de 15 años


de guerra revolucionaria. Pero no fue esto lo único importante si no que desde 1810
toda Hispanoamérica se abrió plenamente al comercio extranjero (la guerra estuvo
acompañada de una brutal transformación en las estructuras mercantiles).

Cambio esencial entre la relación de hispanoamérica con el mundo - en la primera


mitad del siglo XIX, ni Inglaterra ni otros países europeos realizaron inversiones
apreciables de capitales en nuestro continente. Durante toda la primera mitad del
siglo previamente mencionado, Hispanoamérica va a entrar en contacto con una
Inglaterra y luego con una Europa que solo van a poder cubrir con dificultad los
requerimientos de capital de la primera edad ferroviaria tanto en el continente como
en Estados Unidos (contexto Revolución Industrial).

Esa Inglaterra y Europa que quiere arriesgar poco en Hispanoamérica, sin duda
porque el riesgo es grande, pero sobre todo porque les queda poco que arriesgar,
buscan en cambio cosas muy precisas de la nueva relación que se ha abierto. Hasta
mitad de siglo, exceptuando las tierras donde se cultivaba azúcar, tanto la
agricultura en general como la ganadería no era lo que iba a despertar mayor
interés en los nuevos dueños del mercado por lo que se busca en Latinoamérica
son sobre todo desemboques a la exportación metropolitana, y junto con ellos un
dominio de los circuitos mercantiles locales que acentúe la situación favorable para
la metrópoli.

Hasta 1815, Inglaterra va a volcar en Latinoamérica un gran desborde de su


producción industrial (nota: si bien se va a desarrollar más adelante, es necesario
entender que en este momento la potencia dominante del mercado pasa a ser
Inglaterra frente al resto de Europa, sobre todo de España).

A su vez se van a producir ciertas pérdidas, sobre todo para aquellos que habían
dominado las estructuras mercantiles coloniales. Estos habían sido fuertemente
debilitados por la división entre un sector peninsular y uno criollo; este último era el
que había esperado progresar con la ruina o derrota de su rival pero sin embargo se
vio arrastrado por ella, debido a su fuerte debilidad para resistir a los conquistadores
mercantiles del mercado.

También en los circuitos internos de Hispanoamérica la guerra de Hispanoamérica


introdujo innovaciones a las cuales los debilitados grandes mercaderes locales no
pudieron adaptarse eficazmente- en toda la costa atlántica y en el sur del Pacífico
significó un paso más en la apertura directa al comercio ultramarino que había
comenzado la reforma de 1778: Valparaíso, los puertos del sur de Perú y los del

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norte de México se transforman en centros de ese comercio. Así la ruta de Liverpool
reemplaza la de Cádiz y sus emisarios pasan a dominar el mercado como lo habían
hecho los del puerto español. Así el comercio de la nueva metrópoli es sin duda en
muchos aspectos muy distintos al español (esto también cambia).

Entre 1810 y 1815 se destruye la estructura mercantil heredada, no serán siempre


los productores quienes la añoren, pues los nuevos dueños del comercio introducen
en los circuitos un circulante monetario que sus predecesores se habían cuidado de
difundir- de este modo la economía confirma a la política impulsando a la
emancipación del productor rural frente al mercader y prestamista urbano.

Este proceso no va a ir muy lejos. Después de 1815 la relación entra en crisis. Por
una parte, la depresión en la metrópolis va a obligar a cuidar los precios en los que
se compran los frutos locales y por otra, la capacidad de consumo
hispanoamericana va a ser calculada de manera excesiva y sobre todo muy
optimista. Pero también van a aparecer competidores y frente a la rivalidad
norteamericana, los ingleses van a comenzar a advertir las debilidades que se
escondían.

Frente a estos rivales, los británicos tienden cada vez más a continuar con las
actitudes de los antiguos dominadores del mercado colonial hispanoamericano es
por eso que no es casual que luego de 1825 se realicen abundantes tomas de
posición británicas sobre el continente americano donde se le hace justicia al
antiguo régimen, según el autor.

En muchos aspectos Inglaterra es, en efecto, la heredera de España, beneficiaria


de una situación de monopolio que pueda ser sostenida ahora por medios más
económicos que jurídicos, pero se contenta de nuevo con reservarse los mejores
lucros de un tráfico mantenido dentro de niveles relativamente fijos. La
Hispanoamérica que emerge en 1825 no es sin embargo igual a la anterior a 1810:
en medio de la expansión ultramarina ha aprendido a consumir más, en parte
porque la manufactura extranjera la provee mejor que la artesanía local.

De igual manera esta nueva forma de comerciar iba a traer consigo ciertas
dificultades y quizá la más notoria está en el interés de los nuevos comerciantes ya
que estos no querían seguir obteniendo frutos sino hacerse de la mayor cantidad
posible de metales preciosos.

La economía nos va a mostrar una Hispanoamérica detenida, en donde la victoria


del productor (si hablamos en términos sociales) sobre los comerciantes se va a
deber a la decadencia de este último y no alcanza para incidir en un aumento de
producción esperado en 1810. Halperin establece entonces que Hispanoamérica
aparece encerrada en un nuevo equilibrio más estático que en el período colonial.

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Pese a todo esto, desde el comienzo de la vida independiente de nuestro
continente, esta parte parecía ofrecer un campo privilegiado para la lucha de nuevos
aspirantes a la hegemonía comercial. Esa lucha iba a darse y aunque existían
ciertos temores de algunos agentes locales, la victoria de los ingleses parecía estar
asegurada, salvo entre 1815 y 1830 donde Estados Unidos primero y Francia
después intentaron romper con esto.

Igualmente la presencia norteamericana sufrió un duro golpe. En primer lugar, en el


plano político donde la amenaza se desvaneció de manera muy rápida ya que los
bandos que contaban con su simpatía enfrentaron rápidamente el fracaso; y luego
desde el lado económico la presencia de los EEUU lo hizo de forma más lenta.

Por su parte, la presencia francesa, según el autor, nunca significó un peligro para el
comercio británico. Esto debido a que el comercio francés era complementario al
inglés ya que estaba orientado a los productos de lujo y secundariamente a los de
alimentos de origen mediterraneo lo que hacía que Francia muchas veces pudiera
reemplazar a España. Aunque el hecho de que una gran potencia tuviera relaciones
estrechas con Latinoamérica representaba un peligro. Es entonces que la razón del
no éxito francés fue la política que estos implementan, mucho menos discreta que la
inglesa.

Este es en efecto el dato dominante en la constelación internacional en que se


mueve Latinoamérica. Afirmada de forma rigurosa durante la guerra de
Independencia (sobre todo en los años iniciales) esa hegemonía se ha de
considerar en los años posteriores a 1815, en los que sin embargo, no faltan
tentativas de reconciliación de la Hispanoamérica revolucionaria y la europa
restaurada. La intransigencia de España y la debilidad de las monarquías
continentales lo frustran, Gran Bretaña tiene ahora como integrante de pleno
derecho de la europa de la restauración, una situación envidiable- más que nunca
los revolucionarios se disputan su buena voluntad, de la que depende su propia
supervivencia.

La diplomacia británica se deja adular y utiliza su posición para consolidar los


intereses de sus súbditos, amenazados, luego de 1815, por una ola de
impopularidad creciente. En la década siguiente va a consolidar aún más esa
situación privilegiada, haciendo pagar el reconocimiento de la independencia de los
muchos estados con tratados de amistad, comercio y navegación que recogen por
entero sus aspiraciones. En ese momento la hegemonía de Inglaterra se apoyaba
en su predominio comercial, en su poder naval y tratados internacionales. Pero se
apoya también en un uso muy discreto de esas ventajas: la potencia dominante, que
protege durante su poderío político una vinculación sobre todo mercantil y que no
desea participar más profundamente en la economía latinoamericana, arriesgando
capitales de los que dispone en abundancia, se fija objetivos políticos adecuados a
esa situación.

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Inglaterra va a tener ciertos objetivos políticos respecto a su vínculo con nuestro
continente. Uno de ellos es que no aspira a una dominación política directa que
implicaría gastos administrativos y la comprometería en violentas luchas de
facciones locales. Por el contrario, lo que se iba a proponer era dejar en manos de
los locales esta área junto con la producción y buena parte del comercio y sobre
todo el honor de gobernar estas tierras. Esto no quiere decir que Inglaterra no tenga
interés políticos, de hecho los tiene pero sustentados en sus políticas económicas.

Quizá en la mira inglesa se encontraba el mayor interés en mantener su statu quo,


lo que le permitiría desarrollar sus política con mayor cautela. Un ejemplo de esto es
en cuanto a la diplomacia previamente mencionada y como intervino en el conflicto
entre argentinos y brasileños con la creación de un Estado Tapón. Si bien pareciera
que Inglaterra se interesaba por la tranquilidad y mesura de las tierras
latinoamericanas, no era otro el objetivo que mantener la paz y la armonía de su
comercio con estas tierras.

Esta cautela explica la preferencia inglesa por el mantenimiento de la fragmentación


política heredada de la revolución, que suele atribuirse al deseo de debilitar nuevos
estados. Pero, el autor dice que al contrario: cada vez que una reorganización
política en unidades más vastas pareció posible, esta contó con el apoyo británico,
que no faltó ni el los proyectos de Bolívar ni a los meros ambiciosos protagonizados
por la Cruz.

Esta política prudente explica que la hegemonía inglesa haya podido seguir
consolidándose cuando algunas de sus bases comenzaban a flaquear: si a
mediados del siglo el comercio y la navegación británicos siguen ocupando el primer
lugar en Latinoamérica, están ya muy lejos de gozar del cuasi monopolio de la
revolución. Pero pese a la multiplicación de conflictos locales, el influjo inglés, que
en líneas generales no combate, si no apoya a los sectores a los que las muy
variadas evoluciones locales han ido dando el predominio, es a la vez favorecida por
estos.

Es en este sentido muy característica la diferencia que un gobernante gustoso de


identificarse con la causa de américa frente a las agresiones europeas, el argentino
Juan Manuel de Rosas, establece entre las francesas (a las que responde con una
resistencia obstinada) y las británicas (frente a las cuales busca de forma discreta
soluciones conciliatorias). Convencido de que a la postre Gran Bretaña descubrirá
dónde están sus intereses en el Río de la Plata y de que, por otra parte, no bastaría
la resistencia más tenaz para borrar el influjo británico de esa comarca. El mismo
deseo de esquivar una ruptura total se manifiesta en Brasil, cuyos dirigentes
resistieron, sin embargo, con tenacidad sin igual las pretensiones británicas en torno
a la supresión de la trata de negros.

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Su fuerza y el uso moderado de la misma que de ella hace contribuyen a hacer de
Inglaterra la potencia dominante, a mediados del siglo 19 parece surgir en el
horizonte latinoamericano el influjo de otra- es de nuevo Estados Unidos, cuya
huella queda inscripta en la guerra mexicano norteamericana y más discretamente
en el breve florecer del anexionista cubano y cuyo nuevo papel parece reconocido
por Gran Bretaña en el tratado de 1850, que prevé una solución concentrada para el
problema del canal interoceánico.

El sentido de la presencia norteamericana va a ser doble. Por un lado se encuentra


la voluntad de expansión territorial de ciertas regiones que ya se habían consagrado
con su economía agraria, en particular el sur esclavista que debía expandirse o
morir y por el otro la guerra de México con su triunfo, junto a la anexión de Cuba a
su proyecto.

En ese aspecto es que la presencia norteamericana se traduce, según el autor, pura


y exclusivamente en un avance sobre las fronteras de las tierras iberoamericanas.
Pero, hay un nuevo motivo por el cual los norteamericanos ponen sus intereses en
el continente lationamericano, sobre todo en la parte central, y es el descubrimiento
del oro californiano. Esto va a anunciar (aunque todavía de lejos) el futuro de dicho
vínculo que comenzó a madurar a comienzos del SXX, lógicamente en un marco
muy distinto al que se desarrollaba a mediados del SXIX.

Mientras todo esto sucede, latinoamérica espera, cada vez con menos
esperanzas, un cambio que nunca llega.

La independencia trae cambios pero los más advertidos van a ser los negativos,
entre los que se encuentran: la degradación administrativa, el desorden y la
militarización y despotismo hacia poblaciones que despertaron hacia la vida política
producto de la revolución. En el plano económico pasa algo similar con un
estancamiento que hacia 1850 no parecía haber superado el que tenía lugar en
1810. (Nota: esto es a modo general, pero según el autor, hay algunos casos
particulares que denotan variaciones, como Venezuela o el Río de la Plata).

En el periodo de emancipación tienen lugar duras crisis. Frente a ésta situación,


América Latina fue elaborando soluciones (tanto de política económica - financiera,
como de política en gral.) que lentamente iban a ir madurando.

Brasil tuvo la más exitosa adaptación al nuevo orden. Dicho éxito se debió a que el
viejo orden era en brasil más parecido al nuevo orden en Hispanoamérica; contaba
con una metrópolis menos vigorosa con menor capacidad de hacer sentir su peso;
tenía ya contacto con la nueva metrópoli económica; los agentes de la Corona
tenían menos peso respecto de los poderes económico-sociales. Todos éstos
rasgos del Brasil colonial anticiparon el orden independiente.

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Igualmente la transición no fue algo sencillo; el liberalismo brasilero, vocero de la
aristocracia, choca con el conservadurismo urbano, comprometido con los
portugueses que dominan el pequeño y mediano comercio. El emperador Pedro I
fracasó sustancialmente en su intento de mantener el equilibrio entre ambos
bandos, terminando identificado con los sectores nostálgicos del absolutismo y de la
unión con Portugal.

Antes de dicho fracaso, Pedro tuvo tiempo de lanzar al imperio hacia la guerra del
Río de la Plata, por la posesión de la Banda Oriental (rebautizada Provincia
Cisplatina e incorporada al imperio brasilero luego de ser ocupada en 1816 por
tropas portuguesas). Pero la guerra no significó un éxito: derrotado por tierra, Brasil
ahoga económicamente a su enemigo mediante el bloqueo de Buenos Aires, pero
finalmente debe aceptar la mediación inglesa y la solución que Gran Bretaña ha
propuesto desde un comienzo: la independencia de la Banda Oriental, que desde
1828 se constituye en un nuevo estado republicano.
Además, necesitado de la buena voluntad británica, Brasil hace concesiones
sustanciales respecto de la trata negrera, comercio y navegación.
En 1831 don Pedro I se traslada a Portugal a luchar contra la rebelión absolutista de
don Miguel, marcando éste retiro su fracaso implícito y el comienzo del imperio
parlamentario.
Este nuevo orden da un lugar más importante al liberalismo.
En Brasil tienen lugar una serie de avances de corte económicos, sociales y
políticos, que si bien son efímeros, por el momento parecen confirmar la
superioridad de la solución neo portuguesa frente a la neo española, luego de la
crisis de emancipación; frente al éxito imperial, en Hispanoamérica los fracasos
predominan abrumadoramente.

Si bien se suele culpar del fracaso de la Hispanoamérica post independencias a su


fragmentación política (colonial), en contraposición de la unión de la América
portuguesa, Halperin va a afirmar que más que hablar de ésta fragmentación
debemos hablar de la incapacidad de superarla en el período posterior a la
independencia.

Bolívar no solo hace un intento de agrupar en sus sistema político coherente a


Hispanoamérica en torno de Colombia, sino que a la vez ésto es una tentativa de
equilibrar los aportes revolucionarios y los del viejo orden. En lo político, Bolivar
encontraba la solución en la república autoritaria, con presidente vitalicio y cuerpo
electoral reducido. Sobre éstas líneas organizó la república de Bolivia. La
constitución boliviana fue introducida en 1826 en Perú, reemplazando la
excesivamente liberal de 1823. Fue, también, el primer presidente vitalicio de Perú.
Finalmente, un pronunciamiento de altos funcionarios y militares dio todos los
poderes en Colombia a Bolívar.
Mientras tanto, su predominio en el sur se derrumbaba. Fueron las tropas
colombianas quienes pusieron fin al régimen vitalicio en Perú, y una comisión de

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vecinos declararon restaurada la constitución de 1823. El desenlace fue una guerra
entre Perú y Colombia, que finalizó tras unas pocas victorias decisivas de los
colombianos. El sistema bolivariano terminó por perder su entero sector meridional.
El Libertador abandonó el poder, para morir después en Santa Marta. El mismo llegó
a la conclusión de que querer construir algo en Hispanoamérica había sido como
arar en el mar.
Ni el apoyo británico fue suficiente para salvar el proyecto bolivariano. ¿Por qué
fracasaban las tentativas destinadas a romper la fragmentación heredada a la vez
de la colonia y de la revolución? ¿Por qué fracasó la de Bolívar, que comenzó
contando con recursos que nunca volvería a tener ninguno de sus imitadores más
tardíos? Halperín vincula el fracaso de Bolívar con un errado pronóstico de la
situación posrevolucionaria; contra lo que él decía, las innovaciones aportadas por
la guerra de Independencia habían venido para quedarse.
Bolívar declara imposible su éxito y junto con él el de toda una empresa de
organización política en Hispanoamérica.

Por otro lado, los ensayos de restauración que implicaban el retorno de un orden
parecido al viejo, fracasaron casi en todos lados, con excepción de México, en
donde ocuparon buena parte de la primera etapa independiente. Ésto se encuentra
estrechamente vinculado con la prosperidad de la cual gozaban en los últimos
tiempos coloniales. El conservadurismo mexicano se transforma en el refugio de
todos los que sufrieron resignadamente la disolución del viejo sistema en este
primer momento. Luego de que cae el primer imperio, se convoca una constituyente,
en donde se elige como presidente a Guadalupe Victoria, que pese a sus
inclinaciones liberales guarda cierto equilibrio frente a las otras facciones.
Se conforman así, dos partidos: por un lado los escoceses, conservadores, y por el
otro los yorkinos, liberales y federalistas.

Capítulo 4: surgimiento del orden neocolonial

El autor plantea que la emancipación de los territorios en el siglo XIX se dió con
mayor facilidad en los territorios marginales del imperio español y Brasil. La
situación de estabilidad de estos territorios fue sucediendo a medida que cambió el
vínculo comercial con las zonas metropolitanas (Europa), plantea que ese factor va
a permitir la verdadera emancipación latinoamericana.

En primera instancia menciona (por demasiado rato) el descubrimiento de oro en


California, y cómo eso provoca por un lado movimientos migratorios hacia ese
territorio, así como la creación de una nueva ruta comercial a través de la costa del
Pacífico. Esa ruta permitió que puertos de ese litoral tuvieran mayores ingresos y
egresos, aumentando la economía en particular de esos territorios.
Entre otros cambios menciona: la introducción de los motores a vapor, que van a
hacer más seguros los viajes transatlánticos porque tienen menos riesgo de
naufragio que la vela; los ferrocarriles, que permitían comunicar los territorios de las

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rutas comerciales de manera más rápida por tierra; “tono de vida más europeo” las
ciudades adquieren características de ciudades europeas, neoclasicismo,
importancia que se le da a la cultura; la iluminación a gas.

A mediados del siglo XIX se comienza a ver otra cara de esta emancipación
territorial: la expansión sobre las tierras de indios (y en algunos territorios también
tierras eclesiásticas). En algunos casos se da junto a la expansión del mercado
mundial. Se da una agresividad de un sector dirigente (aristocracia rural,
comerciantes, “indios ricos”) sobre territorios pertenecientes a un sector considerado
inferior. En una primera etapa, esta expansión parece darse con el fin de expandir
los mercados y pueblos locales, comienza la predominancia de lo urbano por sobre
lo rural.

Otra innovación se da con la mayor capacidad de las metrópolis europeas de


importar productos americanos, lo que les permite dar créditos a los recientes
Estados. Estos créditos o préstamos se daban por lo general a largo plazo, buscan
que el crecimiento de América Latina les sea capaz de devolver ese capital. Si bien
se dan crisis financieras durante la segunda mitad del Siglo XIX el autor dice
literalmente “no importa, se superan” (como a los ex).

Las inversiones extranjeras en estos territorios por su parte permiten el control de


capital privado europeo sobre Ameríca Latina. Estas empresas comienzan a tener
control sobre vías interoceánicas, ferrocarriles, minería y también el sector
inmobiliario. Estos motivos dan lugar a la corrupción, pero el autor plantea que ese
no era el gran problema, sino el capital de las clases dirigentes y cómo no era
utilizado de manera correcta en las inversiones. Estas inversiones aumentaban las
rentas y el capital de las clases propietarias locales. Por esto plantea que el capital
estaba, la corrupción no lo agota, pero hubo un mal uso de éste.

Este aspecto es fundamental para entender el orden neocolonial que va a


provocar la emancipación real de España y Portugal. Ese nuevo pacto transforma a
Latinoamérica en productora de materias primas para los centros de la nueva
economía industrial (Europa), a la vez que de artículos de consumo alimentario en
las áreas metropolitanas, mientras que Latinoamérica se hace consumidora de la
producción industrial de esas áreas (más que nada textiles). (217).

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