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La rebelión permanente.

Las revoluciones sociales en América Lati na. Resumen.

Introducción.
El autor comenta que el libro se llevará a cabo mediante la comparación de las revoluciones, pero
se detiene a explicar las distintas acuñaciones del vocablo revolución. Cita a varios autores, y
establece que va a tratar las revoluciones: revolución mexicana, revolución boliviana de 1952,
revolución cubana, revolución de Chile “que no fue” y la revolución de los sandinistas.

Capítulo 2. 59 – 79 y 81 – 89.
Comienza planteando que con las cadenas de Fernando VII, distintos grupos de poder empezaron
a combatir. Se desmiente, así, la imagen de colonia e imperio colonial apacible. Tenemos entre
estas fuerzas un conglomerado de españoles/as, militares, burócratas, mineros y terratenientes,
entre otros sectores. Por el mismo lado, en el grupo coexistían mestizos/as, nativoamericanos/as,
mulatos/as, negros/as que buscaron sus propios intereses: no les importaba quien gobernase en
España.

Sin embargo, Mires decide retroceder en el tiempo e iniciar retratando las reformas borbónicas. Él
establece que las mismas delataban el atraso económico del imperio español. Compara la
situación con otras metrópolis europeas donde había una burguesía capaz de acumular capital de
los excedentes, y que provocó el desarrollo vertiginoso del capitalismo. España, afirma, se volvió
dependiente de sus colonias.

En las colonias existía una clase “clase colonial” más fuerte que las semillas de burguesía que había
en España. Según el historiador, este fue un justificativo para emprender las reformas borbónicas,
cuyo objetivo fundamental no era otro más que reducir la autonomía de la clase colonial
americana, modernizar a España y colocarlo a la altura de sus competidores europeos, y avanzar a
la clase empresarial apenas existente de la península.

El reformismo borbónico apuntaba a la centralización, eliminando los poderes locales que se


habían formado. Querían ejercer un control más directo sobre la evasiva clase colonial, es por este
motivo que suprimieron y crearon virreinatos, capitanías generales y gobernaciones.

Las reformas comerciales apuntaron a la liberación de las relaciones de esta índole entre la me-
trópoli y las colonias. Hubo baja de tarifas, abolición del monopolio, apertura de comunicaciones
libres entre los puertos de la península, los del Caribe y los del continente, la ampliación de 1789
sobre el comercio de esclavos, y el permiso de 1795 para comerciar con colonias extranjeras y en
navíos neutrales desde 1797. Una de las razones de todas estas medidas era frenar el contrabando
de las colonias con barcos ingleses. Otra de las razones era la presión de los grupos mineros y
agricultores que estaban orientados a la exportación.

Las modificaciones, no obstante, tuvieron el efecto contrario al que la casa de Borbón pretendía
llegar. El contrabando aumentó, y se desarticularon algunas actividades que eran fundamentales
para las colonias, y que solo funcionaban por el aislamiento con España. En síntesis, las reformas
resultaron negativas para toda la sociedad.
El asunto de los impuestos, que el autor trata por separado, tiene una debida importancia en el
proceso independentista. Mediante tarifas exorbitantes se pretendía conseguir un control mas
profundo de la economía colonial. Indudablemente, esto acabó en revueltas locales. Una de las
más conocidas fue la de Tupac Amaru en Perú.

El autor expone que antes de la llegada de la casa de Borbón, la clase colonial no había tenido la
necesidad de organizarse políticamente. Sus intereses personales no se veían afectados, y seguían
el preámbulo de “obedecer las leyes aunque estas no se cumplieran”, de manera que se podía
flexibilizar la ley según fuera conveniente. Pero los nuevos reyes ilustrados tenían la intención de
que las normas se cumplieran a rajatabla. En ese sentido, la corona tomó la decisión de expulsar a
los Jesuitas, un elemento fundamental para comprender el enojo de los/as americanos/as. Las
varias hipótesis que explican aquella medida son:

· España quería demostrar poder frente al Papa.


· Las tendencias autonómicas jesuíticas en sus reducciones.
· Necesidad de un corte definitivo entre el clero secular y el regular.
· La pérdida de utilidad de las órdenes religiosas por haber acabado la “pacificación de los
naturales.”
· Las miradas poco simpáticas de algunos jesuitas al gobierno.
La expulsión de los jesuitas trajo aún más problemas a las colonias. Ellos habían resultado ser
buenos manejando industrias, artesanías, institutos de comercio, finanzas, etc. Por lo que echarles
desembocó en innumerables conflictos en la estructura interna económica. Aun así, no solo hubo
golpes al ámbito económico tras la expulsión de la orden, también hubo problemas políticos. Los
jesuitas habían educado a los/as nativoamericanos/as y a hijos de vástagos españoles.

El espacio libre que dejaron los jesuitas, fue rápidamente ocupado por liberales ingleses e
iluministas franceses en la conciencia política criolla. Esto le jugaría en contra a la hora de frenar la
ideología revolucionaria.

A pesar de todo, lo mencionado anteriormente los criollos no pueden afirmarse como una
consciencia revolucionaria como tal. Ellos estaban beneficiados por el orden colonial, pertenecían
al mismo. Estaban disconformes, pero no dispuestos a la independencia. Quienes sí se
consolidaron como clase revolucionaria, fueron los mestizos, con sus presiones insistentes. Eso fue
lo que consiguió que algunos criollos apoyaran la revolución, el miedo a que se forme algún
levantamiento como el de Tupac Amaru.

El autor que más cobró importancia entre los jóvenes fue Rosseau, ya que sus ideas naturalistas
encajaron con la sociedad, y no eran tan anticlericales como las de Voltaire. Después de 1810, el
término independencia se usó con mucha más seriedad. Las ideas francesas dejaron de ocupar el
centro de atención, y las luces se enfocaron en el ideal inglés y estadounidense. Así, podemos
concluir que hay dos etapas en el proceso de formación política criolla. La primera está influida por
las ideas francesas, especialmente de Rosseau, y se denomina “el jacobino católico”. La segunda
parte está influida por el pragmatismo inglés y norteamericano.
El autor afirma que la revolución americana inició en España, cuando las tropas francesas la
invadieron con estandartes revolucionarios como emblema. Los españoles más republicanos
defendieron la tradición monárquica.

En las colonias, se formaron juntas representativas del rey. Fernando VII se convirtió en un
símbolo, lideraba un movimiento del que no era consciente. La idea que explayaba su trono vacío,
movía demasiados corazones en distintos sentidos. Había miembros que le querían de vuelta,
había miembros que no, había quienes querían las juntas.

Lentamente, la junta central de Sevilla iba perdiendo terreno. ¿No estaban las colonias gobern ánd
ose solas? ¿No ejercían poder político? ¿Por qué seguir atadas a la península? Los patricios
ganaron poder político, y se hicieron con el mando. Decretaron la libertad de comercio en tiempo
record. Radicales y conservadores se unieron, los primeros en pos de cortar los lazos con España, y
los segundos en pos de ampliar sus negocios.

Con las invasiones inglesas (1806 y 1807) fueron el empujón restante. Los criollos destituyeron al
virrey Sobremonte (autoridad nombrada por la corona), y nombraron a un representante propio,
Liniers. El ejército local probó ser capaz de defenderse de invasiones extranjeras sin ayuda de
España.

El ejército desempleó la función de integración social. Además, constó de tres fases en su


desarrollo.

· La primera: cuatro años de seguridad frente a invasiones foráneas.


· La segunda: después de 1810, con la Junta de Mayo, cuando se convirtió en objeto de
ruptura con España.
· La tercera: movimiento de reacción en contra del radicalismo morenista. Medio de
represión social.

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