Está en la página 1de 4

U2: Halperín Cap. 3 “La larga espera: 1825-1850”.

En 1825 terminaba la guerra de la independencia y su legado fue la ruptura de las estructuras


coloniales, transformación profunda de los sistemas mercantiles, persecución de los grupos
vinculados a la antigua metrópoli.

Entre los cambios que se dieron, uno de esas novedades fue la violencia, donde la guerra de
independencia se transforma en el relato de “sangre y horror”. La violencia llegó a dominar la
vida cotidiana. Luego de la guerra, fue necesario difundir las armas para mantener un orden
interno, y así la militarización sobrevive a la lucha. Sin embargo, esta es un remedio costoso e
inseguro, ya que se llevó gran parte de las rentas del Estado. Los nuevos Estados suelen gastar
más de lo que sus recursos permiten, y el ejército se llevaba poco menos de ello. En el
momento mismo de la gravitación de los cuerpos armados, se da una democratización.

También cambio la significación de la esclavitud. La esclavitud doméstica pierde importancia,


la agrícola se defiende mejor en las zonas de plantaciones, pero donde sobrevive parece
haber perdido su eficacia. Los negros emancipados no serán conocidos como iguales, pero
tienen un lugar cambiado en una sociedad que organiza sus desigualdades de manera
diferente. La revolución también cambio el sentido de la división en castas. Mestizos y mulatos
libres aprovechan mejor la transformación revolucionaria, y hay una disminución a veces
vertiginosa de los registrados como de sangre mezclada.

Otro cambio se dio con la variación de la relación entre las elites urbanas revolucionarias y los
sectores de castas y blancos. Las viejas elites urbanas irán perdiendo poder frente a los
sectores rurales. La revolución no había pasado por esas tierras sin provocar bajas y nuevos
ingresos en el grupo terrateniente, pero tuvo otra consecuencia: el sector terrateniente
asciende en la sociedad. Podrán hacer su fortuna a partir de la tierra.

Las magistraturas municipales o judiciales también entraran en una decadencia irremediable.


Un proceso análogo se da en la Iglesia, cuyos nuevos dirigentes son a menudo apasionados
patriotas. La Iglesia se empobrece y queda subordinada al poder político, perdiendo buena
parte de las ventajas materiales que solían tener y su prestigio.

La relación entre poder político y los económicamente poderosos también ha variado: el


poderío social, expresable en poder militar, de algunos hacendados, la relativa superioridad
económica de los agiotistas los coloca en una nueva posición frente a un estado al que
imponen concesiones.

En la primera mitad del siglo XIX, ni Inglaterra ni ningún país europeo realizaron inversiones
apreciables de capitales en Hispanoamérica. Lo que se busca en Latinoamérica son sobre todo
desemboques a la exportación metropolitana y con ello un dominio de los circuitos mercantiles
locales que acentúe la situación favorable para la metrópoli. En toda la costa atlántica y en el
Sur de la del Pacífico se dio una apertura directa al comercio ultramarino que había
comenzado con la reforma de 1778: Valparaíso, los puertos del sur de Perú y del norte de
México se transforman en centros de ese comercio. Luego, los ingleses abundaran en la
aristocracia local.

En muchos aspectos Inglaterra es la heredera de España. Su ofensiva industrial superó la


resistencia de las artesanías locales, y el aumento de las importaciones, al parecer imposible
de frenar, lo que significó un peso muy grave para la economía en su conjunto. El interés
principal de los británicos era obtener metálico, no frutos. Así, la economía muestra una
Hispanoamérica detenida.

Las más decididas tentativas de enfrentar la hegemonía británica iban a estar a cargo de
Estados Unidos y Francia. El avance norteamericano se apoyaba en una penetración
comercial que comenzó siendo exitosa, y también en una orientación política aún más
favorable que la de Gran Bretaña.

Sin embargo, los favores de la diplomacia inglesa eran buscados ansiosamente. La presencia
francesa nunca significó un riesgo para el comercio británico, más que concurrente, fue
complementario del inglés.

Hacia 1825, la hegemonía de Inglaterra se apoya en su predominio comercial, poder naval y


tratados internacionales. Gran Bretaña no aspiraba a una dominación política directa, y se
propone dejar en manos hispanoamericanas el costoso honor de gobernar sus tierras. Su
política es la de sus agentes, identificados con grupos comerciantes que aspiran a mantener
el statu quo si éste asegura razonablemente la paz y el orden interno. Esa política prudente
explica que la hegemonía inglesa haya podido seguir consolidándose cuando algunas de sus
bases comenzaban a flaquear. Su fuerza y el uso moderado que de ella hace contribuyen a
hacer de Gran Bretaña la potencia dominante.

Hacia 1850 parece surgir de nuevo EEUU, con voluntad de expansión territorial y también el
esbozo de una relación nueva, a la que el descubrimiento de oro californiano transforma en
eje de las comunicaciones de la gran área económica.

Entre los cambios advertidos por la independencia, es fácil sobre todo advertir los negativos:
degradación de la vida administrativa, desorden y militarización, despotismo. En lo económico,
se da un estancamiento al parecer invencible.

América Central había encontrado la nueva fórmula de prosperidad en una economía


exportadora ligada al mercado ultramarino. En otras partes el mismo proceso se da de modo
más lento. Cuba expande su producción de azúcar.

También Brasil supera sin dificultades económicas inmediatas la crisis de independencia,


tanto en el nordeste azucarero como en el extremo sur ganadero. El primero depende para
sobrevivir de una mano de obra esclava. Brasil debía sostener una lucha tenaz con una
Inglaterra dispuesta a abolir la trata. Se había constituido en el principal mercado
latinoamericano para Gran Bretaña. Un liberalismo brasileño choca con un conservadurismo
urbano, comprometido por la presencia en sus filas de los portugueses que dominan el
pequeño y mediano comercio de los puertos. Pedro I terminó por quedar identificado con los
sectores que tenían la nostalgia del absolutismo y de la unión con Portugal. Pero antes había
tenido tiempo de lanzar al imperio la primera de sus aventuras internacionales: la guerra del
Rio de la Plata por la Banda Oriental. Finalmente, debe aceptar la mediación inglesa y la
solución que Gran Bretaña había propuesto desde el comienzo: la independencia de esta zona,
que desde 1828 se constituye como Uruguay.

En 1831 Don Pedro I decide trasladarse a Portugal y asegurar la sucesión para su hija María.
Su retiro es una implícita confesión de fracaso, y marca el comienzo del imperio
parlamentario. El nuevo orden da lugar más importante al liberalismo. El parlamento
iba a proporcionar apoyo a una élite de políticos formados en él, pero deudores del poder a la
Corona y al ejército, al que las guerras civiles de 1840 habían dado nueva fuerza. El núcleo de
Brasil comienza a apartarse del nordeste azucarero. Brasil ha sido la base primera de la
penetración comercial europea hacia el Rio de la Plata y Chile. Junto con el mayor volumen
comercial se da mayor madurez en la estructura financiera, un sistema bancario, etc.

La estructura colonial portuguesa había creado un Brasil unido, y la española había dividido a
las Indias en muy variadas jurisdicciones administrativas. La guerra de independencia había
confirmado las divisiones internas de la Hispanoamérica colonial, y creado otras. Entre los
fracasos de las tentativas de reorganización, la más importante es la de Bolívar.

En lo político, la solución la encontraba Bolívar en la república autoritaria, con presidente


vitalicio y cuerpo electoral reducido. Organizó la república de Bolivia, fue el primer
presidente vitalicio de Perú, y el pronunciamiento de altos funcionarios y militares dio todos
los poderes en Colombia a Bolívar. Con la guerra entre Perú y Colombia, hubo que renunciar
a toda pretensión peruana sobre Guayaquil, y así el sistema bolivariano había
perdido su entero sector meridional. Venezuela y Quito volvían a separarse y el Libertador
abandonó el poder.

Bolívar había vuelto deliberadamente a las prácticas del viejo orden; en Colombia restauró el
sistema impositivo colonial, en Perú proclamó, pero no aplicó, la abolición del
tributo indígena. Entre sus ambiciosos planes de organización americana, el más
grandioso de ellos fue el Congreso de Panamá. El fracaso de Bolívar puede vincularse a que
contra lo que él creía, las innovaciones aportadas por la guerra de independencia habían
venido para quedarse. Se presentaba como el representante de ese orden militar con el que no
quería identificarse, y por ello encontró el recelo de los sectores con los que se proponía
compartir el poder.

En México, el imperio de Iturbide se derrumbó fruto de la acción del ejército, convocado por
Santa Anna. El México independiente deberá seguir importando más que el colonial, y lo
primero en orden de urgencia es restaurar la minería y ordenar las finanzas públicas. Las dos
tendencias políticas eran las de liberales y conservadores. En la era de Santa Anna, se requería
del acuerdo con el ejército porque éste conservaba un inmenso poder, herencia de la guerra de
independencia, y también porque ese poder seguía siendo necesario para mantener el orden
interno. El México conservador fracasaba por la falta de una dirección homogénea, además la
guerra había destruido el sistema de explotación minera, desaparecieron capitales, etc.

En Perú y Bolivia el cuadro es más complicado, porque las elites sobrevivientes estaban
necesariamente desunidas. En Perú, la crisis de la minería no termina con la guerra, y la del
comercio limeño es agravada por la aparición de núcleos rivales. La agricultura prosigue su
desarrollo aislado. Caído Lamar (época de Bolívar), gobierna Gamarra junto con su esposa.
Luego éste cae, y lo sucede Santa Cruz, presidente de Bolivia. Impone la unión de estas dos
naciones, y los poderes se concentrarán en él. Su dictadura reforma la administración y la
justicia, reorganiza el sistema de rentas. Sin embargo, tenía contra sí a Lima, a los que ha
perjudicado con sus reformas, a los sectores populares, y también a sus vecinos. Caído Santa
Cruz, el general Ballivián continúa su obra de modernización administrativa.
Ascendió a la presidencia el general Belzú, que por primera vez empleó la apelación a las
clases populares como recurso político.

Entre los estados sucesores de la Gran Colombia, una situación comparable a la peruboliviana
fue la de Ecuador. Los militares hacían de árbitros entre la vieja oposición entre la elite
costeña, plantadora y comerciante, y la aristocracia de la sierra, dominante sobre una masa
indígena. Rocafuerte, un veterano del liberalismo mexicano, animó un esfuerzo de
modernización administrativa, aunque superficial.

Nueva Granada y Venezuela, al revés de Ecuador, se liberan de la influencia de elementos de


origen extraño. Santander vuelve a tener el poder en Bogotá. El orden conservador se apoya
sobre todo en ciertas regiones neogranadinas, aunque también había una tenaz oposición
liberal. Venezuela, arrasada por la guerra, con sus aristocracias arruinadas, parece condenada
a una extrema inestabilidad. El orden conservador comienza a mostrar sus quiebras, y el
retorno a un orden semejante al colonial hace nacer tensiones muy duras. Son los jefes
militares los que ahora gobiernan aquí. Hacia 1845, algunos grandes señores de Caracas
organizaban una oposición liberal.

América Central no reconoció revolución ni resistencia realista, pasada en 1821 junto con
México, de la lealtad de Fernando VII a la independencia, se separó de su vecino a la caída de
Iturbide. Surgen así las Provincias Unidas de América Central. Luego constituirán diminutos
estados republicanos, que poco han cambiado.

En el Rio de la Plata, se da una evolución compleja. Paraguay cae en 1812 bajo el dominio de
José Gaspar Rodríguez de Francia, que con su dictadura aísla política y económicamente la
región. Buenos Aires, derrotada en 1820 y transformada en una provincia más de una vaga
federación sin instituciones centrales, era dueña de las comunicaciones con ultramar y de las
rentas de aduana. Frente a la ruina del litoral, comienza la “admirable experiencia de Buenos
Aires”, bajo Martin Rodríguez. Se reduce el cuerpo de oficiales, reforman el sistema aduanero
disminuyendo las tasas y aumentando los ingresos del Estado, crean un banco, clausuran
conventos, establecen la libertad de culto. Detrás de todas esas reformas se encuentra
Bernardino Rivadavia. Sin embargo, la guerra con Brasil llevó a anular muchos de los cambios
que había traído 1820. Culminaba en 1827 con la victoria argentina de Ituzaingó.

Rivadavia como presidente excedió sus atribuciones. La guerra civil estalló primero en el Norte
y luego en el centro el país. La renuncia de Rivadavia dio lugar a la restauración de la
provincia de Buenos Aires, gobernada por Dorrego. Luego este es desplazado y ejecutado por
Lavalle. Esto provocó un alzamiento que reconoció como jefe a Rosas. Quiroga reconquistó
el interior, y Argentina era en ese momento una laxa unión de provincias, dominada por
Rosas, López (Santa Fe) y Quiroga. Rosas como federal impuso el terror, gobernó entre 1829 y
1833 y de nuevo en 1835 con la suma del poder público. El clima durante su gobierno es el de
guerra civil. Rosas reconocerá su derrumbe con la formación de una coalición contra él
formada por Urquiza, el gobernador de Entre Ríos, Brasil, y el Gobierno de Montevideo. En la
Batalla de Caseros, es derrotado y marchó al exilio.

En cuanto a Chile, había enfrentado experiencias extremadamente agitadas. O’Higgins


acusado de despotismo, dejó el camino abierto a una experiencia liberal y federal que no fue
capaz de fundar un orden estable. Frente a ella, Diego Portales puso las bases del orden
conservador. Desde el gobierno impuso un orden muy rígido en lo político y en lo social.
Luego fue asesinado y se da la guerra con la confederación peruboliviana

También podría gustarte