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EL EXILIO Y LA POÉTICA DE LA PÉRDIDA EN SIETE CONTRA TEBAS

DE ESQUILO.

GRACIELA NOEMÍ HAMAMÉ


UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA

Entre las temáticas fundamentales del pensamiento griego clásico, el exilio ocupa
un lugar ciertamente relevante debido al impacto que evidencia dentro de la comunidad
histórica. Los estudios críticos así lo demuestran y es a partir de fines del siglo XX que
este interés se renueva por medio de enfoques diversos.
Nancy Sultan en su libro Exile and the poetics of loss in Greek Tradition,1 explora
la continuidad y el cambio que sufre la noción de exilio heroico y su función en el
desarrollo de la identidad griega, poniendo especial atención en la importancia del rol
que las mujeres juegan en esto. Para ello, la especialista realiza una lectura comparativa
de las tradiciones poéticas griegas desde la antigua narrativa, especialmente de la épica
homérica, hasta los modernos cantos folklóricos griegos, el ciclo denominado
“Akritico” y, de esta manera, asocia la metáfora del exilio a la esterilidad y la del hogar,
al télos del viaje errante en el cual el héroe se configura como tal.
En la presente comunicación nos proponemos analizar de qué manera escenifica
Esquilo, en Los siete contra Tebas, el tema del exilio asociado a una poética de la
pérdida, a fin de poner en evidencia su importancia para una novedosa interpretación de
la tragedia.2 Para ello, intentaremos responder a los siguientes interrogantes: ¿Es posible
considerar que la temática del exilio y la poética de la pérdida subyacen todo el drama y
se encuentra en estrecha relación con el conflicto que viven los protagonistas? ¿De qué
manera estas temáticas acompañan el desarrollo de la acción dramática en el ritmo
antitético que caracteriza a la producción esquilea? Los contrastes y las alternancias
serán el marco en el que se inscriba esta otra cuestión, en consonancia con el tema
fundamental de la pieza.
En un primer acercamiento al drama, las respuestas a estas cuestiones parecen un
objetivo difícil de alcanzar pero estamos convencidos de que en torno a la figura
dominante de Etéocles, a la ausencia en escena de Polinices, único exiliado de la obra, y
a partir de los conflictos que puntualiza el coro se sustenta una perspectiva innovadora.
Comenzaremos con un recorrido general y sintético de la tragedia a fin de
ubicarnos en los momentos fundamentales de la acción. A continuación, analizaremos

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aquellas instancias de la obra que nos permitan argumentar nuestra hipótesis desde el
texto mismo para arribar, finalmente, a las conclusiones.
En Siete contra Tebas, Esquilo pone en escena el momento del mito de la casa de
Layo en el que los hijos de Edipo se disputan el poder de Tebas. Etéocles, el
descendiente a cargo del gobierno de la ciudad, lleva sobre sí la responsabilidad de velar
por el bien de sus conciudadanos y la tierra patria. Polinices, el exiliado, es presentado
ante nosotros según la visión de su hermano, nunca aparece en escena. Su causa resulta
injusta desde el instante en que pretende recuperar el gobierno conduciendo un ejército
extranjero en contra de su ciudad natal.
En medio de este drama familiar se debate el destino de la ciudad de Tebas. Como
descendiente de la raza de Cadmo, el coro de mujeres representa a la estirpe de los
fundadores de la ciudad y es en ellas en quienes radica el futuro de la pólis. El temor
ante la pérdida de ese futuro es la característica dominante de este personaje colectivo.
La tragedia presenta, desde el punto de vista estructural, dos momentos
claramente definidos. En la primera parte, la acción se concentra en el peligro que corre
la suerte de Tebas, y en la gran amenaza que constituye el ejército argivo, apostado en
las afueras de la ciudad, a la espera del temido combate. La situación se escenifica a
través de dos figuras contrastantes: Etéocles, el gobernante de la ciudadela amenazada,
y el coro de mujeres tebanas que, ante la complicada situación, se muestra aterrado y
descontrolado. Herington compara esta parte del drama con un concierto donde un
solista, la voz de Etéocles, alterna y se debate contra la orquesta masificada de la
ciudad, el coro de jóvenes tebanas.3 Hasta la quiebra producida en el verso 653, se
establece un contrapunto entre dos melodías diferentes: por un lado, el ser calmo y
razonable, consciente de su deber e idóneo para llevarlo adelante, presente en el
personaje del hijo de Edipo; por otro lado, el pánico y la desesperación del coro. La
atención se detiene en el peligro que corre la ciudad y toda la acción se dirige a
encontrar la manera de salvarla. En esta primera sección, Tebas adquiere el
protagonismo, la maldición que pesa sobre los hijos de Edipo parece relegada a un
segundo plano.
A partir del verso 653 la acción se desvía hacia el destino de la familia real. Una
vez alcanzado el clímax dramático en la magnífica escena de escudos del segundo
Episodio, la Erinia de la casa de Edipo se apodera de la acción trágica. El contrapunto
advertido entre Etéocles y el coro, en la primera mitad de la tragedia, sufre una
inversión en los roles de quienes lo ejecutan. El rey, consciente de su destino, se entrega

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al designio divino, mientras las mujeres, con un tono de reflexión y hasta cierta calma,
intentan persuadirlo de meditar un poco más sus decisiones. La maldición que pesa
sobre la estirpe de Layo culminará con la destrucción de los hijos de Edipo en el
séptimo puesto de combate. La ciudad de Tebas ha sido salvada y el enemigo, vencido.
La causa de tantas aflicciones queda radicada en las deudas pendientes de la casta de los
Labdácidas. Los dos destinos, el de la ciudad y el de la familia gobernante se separan
con la lucha fratricida. Durante el transcurso de la obra, las dos suertes parecen correr
por vías diferentes, pero, a partir de la oda del segundo Estásimo, en la que el coro
aporta la totalidad del trasfondo mítico de la estirpe real, resulta evidente el riesgo que
corre la ciudad cuando sobre sus gobernantes pesa la carga de un m¤asma.
En este contexto, podemos afirmar que el tema del exilio asociado a la poética de la
pérdida se evidencia, en Siete contra Tebas, por un lado, como posibilidad de
esclavitud, temor fundamental de las tebanas que conforman el coro; por otro,
relacionado al exilio que sufre Polinices.
En el primer caso, el coro teme su posible esclavitud si Tebas es asediada por el
peligro que se erige tras las murallas. Las coreutas, intranquilas por el futuro, justifican
su actitud y demandan comprensión de parte del gobernante. Su suerte se encuentra
estrechamente ligada al destino de la ciudad ya que en ellas radica la posibilidad de
procreación, es decir, la continuidad de la raza tebana. Este temor aparece, entonces,
asociado a la probable pérdida de la comunidad y de la memoria colectiva.4 Al mismo
tiempo, de la mano del coro, el espacio cobra real importancia ya que el riesgo se
encuentra del otro lado de las murallas. La alternancia de espacios posibilita y refuerza
este juego de idas y venidas necesario para dar lugar a la poética de la pérdida.
En consonancia con esto, el exilio de Polinices propicia la demanda de un hermano
que viene desde afuera a recuperar su lugar dentro de las murallas. La pérdida sufrida
por el hijo de Edipo se constituye, entonces, en el peligro que se cierne sobre la
ciudadela tebana.
Ambas manifestaciones se relacionan ya que cada una se presenta a modo de
reclamo ante la figura de Etéocles.
Por su parte el rey, en su doble función, gobernante de Tebas y representante de la
descendencia de Edipo, ignora ambas inquietudes. Ante el temor del coro, reacciona
agraviando y amenazando a las ciudadanas presas del terror. No intenta comprenderlas
ni tranquilizarlas sino que, concentrado en su deber de jefe de estado las acusa de
infundir temor en el ejército y las hace responsables en caso de perder la batalla. En

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cuanto a la demanda de Polinices, que el mensajero reproduce en discurso indirecto
durante el segundo Episodio, el rey de Tebas no emite juicio. Se limita a interpretar el
emblema que el atacante porta en su escudo y conjetura acerca del valor de la figura que
representa a Díke. Su ceguera llega a tal punto que se encuentra imposibilitado para
reflexionar y develar dónde se encuentra el verdadero conflicto.
H. Bacon, en su artículo de 1991,5 estudia la manera en que el lenguaje y la
imaginería de la tragedia sustancia la visión que la estudiosa comparte con Patzer y
Lesky, quienes sostienen que, en transcurso de la obra, Etéocles progresa de la ceguera
intelectual al conocimiento acerca del trabajo subyacente de la maldición que pesa sobre
la casa de Layo. En este camino, resulta fundamental el segundo Episodio. Bacon
interpreta los indicios visuales y auditivos que se presentan a lo largo de la escena y
conducen al personaje a adquirir ese conocimiento que se asocia con todas las historias
conectadas a la familia de Edipo. Siguiendo este argumento podríamos agregar que este
tránsito de la ceguera intelectual al conocimiento no sólo se hace patente en la
imaginería, sino también en el tratamiento de la temática del exilio asociada a la poética
de la pérdida. En la primera mitad de la pieza, Etéocles desoye, como vimos
anteriormente, cualquier tipo de reclamo relacionado con esta temática. A su vez, estos
motivos encierran las causas de la situación actual del drama, su sustrato y sus posibles
consecuencias. Al ignorar esto, el rey agudiza su hýbris, cae en áte y se encamina hacia
la afáneia. En la transición desde la ceguera intelectual hacia el conocimiento, la poética
de la pérdida evolucionará desde el temor de las tebanas por la posible pérdida de la
comunidad, al exilio de la estirpe de los Labdácidas.
Resulta altamente sospechosa la casi ausencia de un término que refleje estas
problemáticas. La raíz fug- en su versión nominal o verbal, se registra sólo nueve
veces en la totalidad de la obra, en sus dos acepciones: “fuga” o “huida” y “exilio” o
“destierro”. Es conveniente detenernos en esas instancias para determinar su relevancia
en nuestro estudio.
En el verso 191, momento del primer Episodio en el que Etéocles reprende a las
mujeres por su comportamiento, se encuentra el sustantivo con la significación de
“huida” (fugãw). Dice el rey: “y ahora, al imponer estas huidas a las carreras en todas
las direcciones, inspirasteis una desafortunada cobardía a los ciudadanos”.6 En el
mismo discurso, verso 199, recurre a la forma verbal más acusativo (fÊgh+), para
concretar una amenaza contra todo aquel que se atreva a desoír sus órdenes: “no podrá

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escapar de este destino, la muerte por lapidación en manos del pueblo”. Nuevamente,
en el verso 208 y en el verso 281, es el hijo de Edipo quien pronuncia la raíz en su
forma verbal con el sentido de “huir” o “escapar” (fug≈n/fÊgh+w). En el primer caso,
asociada a la imagen náutica con el objeto de hacer entender a sus interlocutoras cuál es
la función del gobernante: “¿Acaso por ventura el timonel que huye de la popa hacia la
proa encuentra una salvación ingeniosa?”. Hacia el cierre del primer Episodio,
Etéocles concluye retomando la construcción de la forma verbal con acusativo en una
estructura equivalente a la del verso 199, pero en otro tono. Recomienda a las mujeres
elevar plegarias a los dioses, “sin los gemidos habituales”, pues la actitud desesperada
“no es mejor, no escaparás al destino” (v. 281). El verbo mantiene la significación de
“huir”, pero el complemento en acusativo es el que determina el cambio de sentido. El
rey recomienda a las tebanas suplicar a los dioses y acatar el destino que les ha tocado
en suerte, conducta que él no podrá adoptar hasta no reconocer dónde se sitúa,
verdaderamente, el conflicto trágico. A partir de estas palabras, el jefe se dispondrá a
organizar la estrategia para contrarrestar la amenaza que hace peligrar a la ciudad.
Entonces, en poco menos de cien versos, la raíz en cuestión se registra cuatro
veces, en boca del mismo personaje, Etéocles, y con la significación de “huida”,
“escape”. Vale destacar que ocurre en el primer Episodio, cuando las mujeres se
preocupan por el futuro tebano y el hijo de Edipo, lejos de vislumbrar su
responsabilidad en el conflicto, se interna en un proceso que profundiza su hybris y
culminará con su destrucción..
Durante la extensa escena que constituye el segundo Episodio, recién nos
reencontramos con el sustantivo en dativo (fug∞+) en una rhêsis del Mensajero que
presenta, ante la séptima puerta, a Polinices. El personaje reproduce, en discurso
indirecto, las imprecaciones y amenazas que profiere el exiliado hacia su hermano. Es
en el único caso en el que se ve claramente la acepción de “exilio” para el término.
Polinices responde a un destierro injusto y promete castigar al culpable de sus
desgracias con la muerte o con la misma pena que se le ha impuesto: “si quedas vivo
como raptor de su honor, vengarse de la misma manera con el exilio, porque lo
expulsaste fuera de su hogar” (vv. 637-638). Como ya vimos, Etéocles no responderá a
este reclamo y se concentrará en la problemática que plantea, respecto del valor de
Díke, la insignia del escudo de su hermano. Nuevamente elude toda cuestión
relacionada a la poética de la pérdida. En esta instancia nos planteamos cuál es la

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versión mítica elegida por Esquilo y el drama no nos da una respuesta. No queda claro
bajo qué circunstancias Polinices queda fuera de Tebas mientras Etéocles detenta el
gobierno de la ciudad.
Ya producida la fractura estructural en el verso 653, el rey responde al Mensajero
anunciando el enfrentamiento con su hermano en el séptimo puesto de combate y, antes
de retirarse de escena definitivamente, apela a la forma fÊgonta con el sentido de
“huir”, único valor que el personaje ha otorgado al término durante todo el drama: “pero
ni cuando huyó de las tinieblas del seno materno...” (v. 664). Pareciera que, una vez que
el término se ha incorporado a la tragedia con la acepción de “exilio” o “destierro”,
Etéocles busca reasegurarle una significación unívoca que lo distancie de una
problemática que no está dispuesto a discutir.
En el verso 793, el Mensajero pronuncia el término (p°feugen) para anunciar que
“la ciudad ha escapado del yugo de la esclavitud”.
Al concluir el tercer Estásimo, una vez producido el desenlace, el Coro reflexiona,
apesadumbrado, en torno a los hechos acaecidos, y reconoce la relación entre el destino
de la ciudad y el de la estirpe de los Labdácidas. Ya saldadas las deudas de la familia
real, “al poner en fuga completa a esta estirpe” (fugç, v. 955), la ciudad se ha
salvado. En este contexto, la distinción semántica pierde relevancia. Si bien la
traducción literal es “fuga”, por extensión puede interpretarse “fuga” por “exilio” o
“destierro”.
El último registro ocurre en el verso 979, en el canto coral del Éxodo, cuando las
tebanas entonan un canto de lamentación por ambos hermanos. El mismo comienza
refiriéndose a Polinices y reconociéndole su condición de desterrado: “sufrimientos
penosos de ver develó ante mí a partir del destierro”.
De los nueve registros de la raíz en toda la tragedia, sólo en dos oportunidades se la
utiliza con la significación de “exilio”. Por otro lado, cinco de los nueve registros están
en intervenciones de Etéocles; uno, en un discurso indirecto de la rhêsis del mensajero
que reproduce las imprecaciones de Polinices, dos en cantos del coro y una más en otro
discurso de mensajero.
Los primeros cuatro registros, pronunciados por Etéocles, se alejan de la
significación de “exilio”. El personaje se resiste a interpretar los temores del coro en el
momento de la obra en que el conflicto se centra en el destino de la ciudad de Cadmo.
Una vez alcanzado el clímax se introduce el discurso de Polinices en estilo indirecto y

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se plantea, por primera vez, el tema del exilio en escena. La acción comienza a
desplazarse desde la ciudad a la casa de Edipo. Totalmente poseído por Áte, Etéocles
reafirma el valor de “huida”/”escape” que le venía otorgando al término. A partir de este
momento, la significación de la raíz fug-, paralelamente a lo que sucede con el
conflicto dramático, se desplazará hasta concluir la pieza con el significado indiscutido
de “exilio” o “destierro”, haciendo referencia directa a la desaparición de la estirpe de
Layo.

A modo de conclusión podemos afirmar que el tema del exilio y la poética de la


pérdida subyacen todo el drama y se encuentran en estrecha relación con el
desenvolvimiento del conflicto que sufren los personajes de la obra. Dichas temáticas se
presentan a partir de los reclamos que el coro y Polinices realizan ante Etéocles, quien
sistemáticamente se empeña en desestimar los planteos efectuados. Esta negativa no
hace más que demostrar la hýbris del personaje y el estado de ceguera intelectual en que
se encuentra.
El tema del exilio asociado a la poética de la pérdida predomina, en la primera
parte de la pieza, en relación al personaje del coro. Este personaje colectivo representa a
la ciudad misma. Su futuro y el de Tebas van de la mano. La mujer es la encargada de
procrear y, por lo tanto, guardiana de la comunidad y de la memoria colectiva. Si las
coreutas son tomadas prisioneras y llevadas como esclavas, la comunidad llega a su fin.
En la segunda parte de Siete contra Tebas, la poética de la pérdida se introduce a
partir del reclamo de Polinices. Las posibilidades temidas por el coro en el primer
momento de la pieza son, cada vez, menos probables y el tema del exilio se particulariza
en la pequeña comunidad que representa la familia real. Esquilo nos priva de la visión
directa del personaje de Polinices. Su reclamo se instala en escena a través de un
discurso indirecto introducido por el mensajero. Por otra parte, no resulta claro cuál es
la versión del mito elegida por el poeta. Obviamente todo esto no es producto del
descuido o de la simplicidad del dramaturgo, más bien responde a la sutileza y a la
maestría que caracteriza a la producción esquilea. En cada una de las obras conservadas
Esquilo ha demostrado especial interés en el tema del destino humano. Para el poeta, la
causa aleatoria y particular por la que los hermanos llegan al encuentro fraticida no es lo
más relevante, sino que el interés se focaliza en el encuentro mismo de los hijos de
Edipo para cumplir el destino que les ha tocado en suerte.

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Volviendo sobre la hipótesis de N. Sultan, en Siete contra Tebas se puede asociar
perfectamente la metáfora del exilio a la esterilidad, desde la perspectiva del personaje
del coro. Por otro lado, en la figura de Polinices, presente por ausencia, la del hogar
como télos del viaje errante que se vio obligado a realizar. El hermano de Etéocles logra
recuperar la porción de tierra que le pertenece y que no es otra que la de su propia
tumba.
Sólo resta analizar de qué manera Etéocles se inserta en esta perspectiva. El rey se
niega sistemáticamente a reconocer y aceptar su destino. Esto queda en evidencia tanto
desde su forma de actuar como desde los discursos que pronuncia. Los usos de la raíz
fug- así lo demuestran. En ningún momento la utiliza en relación al tema del exilio o a
la poética de la pérdida. Etéocles se encuentra imposibilitado para descifrar la realidad
que debe afrontar y, hasta el final, no reconoce el accionar de la Erinia paterna. El rey
vive, como su hermano, en el destierro, pero su exilio es interior. El protagonista de la
tragedia se erige, entonces, como la metáfora del hombre que rehúye su propio destino
pero que, inevitablemente, se verá obligado a aceptarlo y padecerlo.
Aventurarse en el análisis de las obras de Esquilo resulta siempre un desafío
placentero y sumamente interesante. El tratamiento del tema del exilio y la poética de la
pérdida en Siete contra Tebas demuestra, una vez más, que cada aproximación al poeta
y a su obra los reactualiza y los reafirma como clásicos indiscutidos de la literatura
universal. Sea cual sea la perspectiva desde la que se decida abordarlos, el resultado
siempre será gratificante y enriquecedor.

BIBLIOGRAFÍA

I. Ediciones y traducciones utilizadas (Ordenadas por editor o traductor)


Dawson, Ch. M. (1970) Aeschylus. The Seven Against Thebes, U.S.A.
Hutchinson, G. O. (1985) Aeschylus. Seven Against Thebes, Gran Bretaña.
Mazon, P. (1953) Eschyle, Paris.
Page, D. (1972) Aeschyli: Septem quae Supersunt Tragoedias, Oxford.
Vílchez, M. (1997, 1999) Esquilo. Tragedias I-II. Madrid.
West, M. L. (1990) Aeschyli tragoediae cum incerti poetae Prometheo. Leipzig.
Wilamowitz-Moellendorff (1914) Aeschyli Tragoediae, Berlín.

8
II. Bibliografía crítica e instrumental utilizada (Ordenamiento por autor)
Bacon, H. H. (reimp. 1991, 1º ed. 1983), “The shield of Eteocles” en Oxford Readings
in Greek Tragedy, E. Segal Ed., Oxford University Press, pp. 24-33.
Cameron, H.D. (1971) Studies on the Seven Against Thebes of Aeschylus, París.
Grimal, P. (19866) Diccionario de Mitología griega y romana. Traducido del original
por F, Payarols, Barcelona.
Herington, J. (1986) Aeschylus, New York.
Italie, G. (1964), Index Aeschyleus, Leiden.
Liddell, H. G. & Scott, R. (198313 reimpresión de la 9a. edición de 1940. Primera
edición de 1843) A Greek - English Lexicon, Oxford.
Sultan (1999) Exile and poetics of loss in Greek Tradition, Landham.

1
N. Sultan (1999).
2
Nos valdremos de su hipótesis como motivo inspirador de nuestro análisis, pero nos
distanciamos de Sultan en tanto su estudio se inscribe dentro de la crítica “feminista” e incluye
comparaciones con el ámbito de la música.
3
Cf. Herington (1986, pp. 80-81).
4
La misma perspectiva femenina puede observarse en Ilíada, Canto VI.
5
Bacon (1991: pp. 24-33)
6
En todos los casos, las traducciones del texto griego nos pertenecen.

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