Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL
Y EVALUACIÓN DE PROGRAMAS
EN EL ÁMBITO DE LA SALUD
[2ª Edición]
3
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud
4
A Javier
5
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud
6
Enrique Alonso Morillejo
Universidad de Almería
Área de Psicología Social.
7
La intervención psicosocial: una utopía situada
ÍNDICE
9
PRÓLOGO
LA INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL:
UNA UTOPÍA SITUADA
Hay razones más que suficientes para afirmar que si algo tiene de distin-
tivo la Psicología como ciencia y como profesión es su capacidad para poder
intervenir en el contexto de lo personal, de lo grupal, de lo organizacional y de
lo comunitario. Más aún, su sólido potencial para cambiar el rumbo de deter-
minados acontecimientos, tanto de aquellos que atañen a lo personal como de
aquellos otros que tienen como marco lo supra-individual se erige es uno de los
signos más distintivos de nuestra disciplina. La Psicología ha intervenido con
el máximo rigor y con resultados fastuosos en asuntos que atañen y preocupan
al individuo y a veces lo desasosiegan por razones no siempre evidentes; lo ha
llevado a cabo, con resultados igualmente satisfactorios, en el campo de lo gru-
pal-comunitario y de lo organizacional, pero en su ya dilatada peripecia como
ciencia y como profesión no ha dado pasos significativos hacia la construcción
de teorías ni hacia el desarrollo de metodologías dirigidas hacia lo macro-social.
No dispone de herramientas conceptuales para su estudio, ni de métodos expre-
samente diseñados para su análisis, ni de estrategias capaces de dar respuesta de
sus manifestaciones más sobresalientes. La rama que más se ha acercado a este
nivel de análisis, por recuperar la ya clásica propuesta de Doise, la Psicología
social, ha seguido recluyéndose, en la mayoría de los casos, en el estudio de las
reacciones de los individuos a los estímulos sociales, por utilizar la expresión de
Floyd Allport. Incluso la Psicología de los grupos, hasta la entrada en escena de
Henri Tajfel, se limitó, de manera preferente y con excepciones notorias como
las de Muzafer Sherif o Kurt Lewin, al estudio del comportamiento individual
dentro del contexto grupal. No resulta fácil encontrar una propuesta teórica en
el campo de la Psicología social que tenga como meta y objetivo el estudio de
los parámetros macro-estructurales del orden social. Ello no quiere decir que los
11
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud
haya orillado, ni mucho menos que los considere carentes de interés. Desde el
pionero texto de Edgard A. Ross, publicado hace cien años, hasta de Morales,
et., al., sin olvidar los cuatro primeros capítulos de Resolving Social Conflicts de
Lewin y la práctica totalidad de la propuesta psicosocial de Martín-Baró y, en una
nada despreciable medida, la de Tajfel, por mencionar tan solo algunos ejemplos,
fenómenos como el de la opinión publica, la propaganda, los movimientos socia-
les, la memoria social, la clase social, el poder, etc., han formado parte del bagaje
de conocimientos de la Psicología preferentemente como variables mediadoras
del comportamiento, como panorama y paisaje general en el que se enmarcan las
cogniciones, los sentimientos y las acciones de las personas a título individual o
colectivo.
Las propuestas sobre los niveles de análisis en la Psicología social (Doise;
Tesser; Stangor y Jost) resultan igualmente pertinentes para reforzar el argumento
de la notoria ausencia de herramientas teóricas emanadas de la Psicología para
abordar el estudio de las estructuras macrosociales. Willem Doise señala cuatro
niveles de análisis (intraindividual, interindividual-situacional, posicional e
ideológico), todos ellos, por cierto, de naturaleza preferente o estrictamente cog-
nitiva: formación de impresiones (nivel intraindividual), atribución (nivel interin-
dividual-situacional), categorización social (nivel posicional) y creencias (nivel
ideológico). Tesser, por su parte, en un ejercicio carente de la más elemental
imaginación psicosocial, limita su propuesta a tres niveles: a) existen procesos de
naturaleza individual como la estereotipia individual y la auto-estima personal; b)
hay procesos grupales, como los estereotipos y la auto-estima grupal, y c) estereo-
tipos que sirven para justificar un determinado orden social. En algún momento
hemos defendido que lo psicosocial es una perspectiva relacional en el sentido
lewiniano del término que intenta desentrañar los enigmas del comportamiento
a partir de la confluencia e intersección de diversos niveles y de la interacción
de diversas variables (Blanco). Esta es la filosofía que subyace a la propuesta de
Stangor y Jost, mucho más elaborada y original que la de Tesser: entre los proce-
sos y niveles que definen la compleja realidad del comportamiento humano existe
un tupido entramado de relaciones que tienen como punto de partida a la persona,
al grupo y al sistema social (lo macro-social) para desde ahí distribuirse y des-
plegarse en procesos psicológico-individuales, grupales y macro-sociales dando
lugar a una red de nueve interconexiones. Las tres primeras tienen su origen en
el sujeto psicológico-individual y se despliegan hacia el mismo sujeto (interco-
nexión de la persona individual a procesos individuales: la relación entre la nece-
sidad da auto-ensalzamiento y procesos atributivos, por ejemplo), hacia el grupo
12
La intervención psicosocial: una utopía situada
13
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud
14
La intervención psicosocial: una utopía situada
15
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud
(Vygotski) hacia dentro y hacia fuera. Utopía, sí, pero utopía razonada cuya línea
argumental Pierre Bourdieu toma del utopismo reflexivo de Ernst Bloch que actúa
siguiendo las directrices del conocimiento y de la posibilidad objetiva de cambio,
que está contra las meras ilusiones, que huye del mero activismo, y que se opone
al derrotismo anticipado. En una palabra:
16
La intervención psicosocial: una utopía situada
tomar parte en un asunto. Lo que no es necesario que diga, porque se da por hecho
y la Real Academia no se puede entretener en esos menesteres, es que uno toma
parte en un asunto cuando se siente concernido por él o por el rumbo que están
tomando los acontecimientos que se dan en su seno. Sostener que la intervención
muestra inquietud y se siente afectada por el devenir de determinados hechos, es
una manera de dar forma al convencimiento de que la intervención no puede inhi-
birse frente a la existencia de determinados hechos. El compromiso se erige, pues,
en uno de los cimientos de la intervención; este nos remite a la imposible libertad
de valores en el desarrollo del quehacer científico, no importa ahora el adjetivo
del que vaya acompañado. Robert Proctor, autor de una de las más estremecedo-
ras investigaciones sobre la higiene racial en los tiempos del régimen nazi, nos
ofrece una visión exhaustiva de la peripecia que ha seguido esta polémica bajo el
prisma de la responsabilidad moral de los científicos. Comte, Marx, Durkheim y
Weber habían respondido a esta inquietud con un órdago a la grande: no se trata
solo de responsabilidad, sino de aspiraciones morales de la propia ciencia social.
Estas quedan cumplidamente recogidas en el principio emancipación, erigido así
en hecho fundante de la Ciencia social que Robert Nisbet formula en términos
tan pertinentes como precisos: Las grandes ideas de las ciencias sociales tienen
invariablemente sus raíces en aspiraciones morales; de hecho, las ideas centrales
de cada uno de estos autores no surgieron del razonamiento simple y carente de
compromisos morales de la ciencia pura, sino en forma de una aspiración moral.
No podemos quedar varados en el fatalismo de los banqueros que preten-
den hacernos creer que el mundo no puede ser diferente a como es actualmente
sin preguntarnos si podrían haber sido de otra manera. El compromiso moral
responde a esta última inquietud: hay cosas que deben ser de otra manera. Mar-
tín-Baró lo expresó de manera muy gráfica: además de los hechos, están los por
hacer: estos se erigen en la razón de ser de la intervención. Los casos prácticos
de intervención psicosocial que nos ofrecen Maya, García y Santolaya son un
acabado ejemplo de compromiso moral y de utopías situadas al pie de las páginas
de la historia que pueden convertirse en la fuente de salud, bienestar y felicidad
para muchas personas.
17
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud
18
La intervención psicosocial: una utopía situada
co-teórico que busca la mejora de las personas a través del cambio ‘desde abajo’
– gestionado por los propios sujetos – y basado en la comunidad territorial y
psicosocial en que el psicólogo desempeña un papel indirecto de dinamizador o
catalizador de esfuerzos.
Para todo ello es necesario introducir cambios en alguno de los cuatro nive-
les de intervención a los que hemos aludido en páginas anteriores. La propuesta
por el cambio se erige en el objetivo inmediato de toda intervención, se dice en el
capítulo 2 del libro que tenemos entre manos. Intervenir significa llevar las cosas
en una determinada dirección, buscar el impacto de una determinada acción, alte-
rar un determinado orden de acontecimientos a fin de que ocurra aquello que pre-
tendemos (el bienestar), modificar el decurso de un hecho o coyuntura. Tras un
exhaustivo análisis de una muestra representativa de las revisiones periódicas del
Annual Review y de los manuales más representativos del campo, Maya, García
y Santolaya concluyen que la intervención social se entiende como la introduc-
ción de un elemento externo en un sistema social para producir un cambio en
una dirección dada. Y matizan: se trata de un cambio de segundo orden que
afecta a las relaciones entre individuos o entre grupos que, eventualmente, puede
afectar al cambio social propiamente dicho, entendido como un cambio en los
parámetros macro-sociales de la estructura. Se trata del cambio desde abajo al
que alude Alipio Sánchez y que abre de par en par las puertas para otro de los
rasgos característicos de la intervención: la participación de los protagonistas que
se embarcan activamente en su propio proceso de cambio. En definitiva, la inter-
vención dispone de una finalidad explícita de cambio, tiene como meta introducir
cambios en los equilibrios inestables o en los desequilibrios explícitos. En defini-
tiva, la intervención social viene a ser una externa e intencionada para cambiar
una situación social que según criterios razonablemente objetivos se considera
intolerable o suficientemente alejada del funcionamiento humano o social ideal
como para necesitar una corrección. Demasiado énfasis en el cambio social en
las propuestas que estamos manejando, incluida la del libro de Carmen Pozo,
Enrique Alonso Morillejo y Mª José Martos, cuando, en sentido estricto, la inter-
vención psicosocial apenas ha sido capaz de llegar a ese objetivo, al menos si
tomamos como referente lo que tradicionalmente se entiende por cambio social
(lo que entiende la Sociología, por ejemplo). No deja de ser esta una crítica super-
flua porque disponemos del nada despreciable apoyo de Kurt Lewin para hablar
de cambio social por partida doble: a través de la investigación-acción, y a través
de la norma grupal. Ello no obstante, es necesario recuperar para la intervención
psicosocial un nivel de cambio situado en el nivel personal e interpersonal como
estrategia y objetivo legítimo de intervención.
19
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud
Muchas son las cosas que han quedado en el tintero, pero es suficiente por
ahora. Gracias a los autores, a algunos de los cuales me une una incombustible
amistad, por la invitación a seguir pensando, más allá de consensos o disensos,
sobre temas de interés común y de incuestionable relevancia social.
20
La intervención psicosocial: una utopía situada
Referencias bibliográficas
21
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud
22
La intervención psicosocial: una utopía situada
23
I.
LA APLICACIÓN EN PSICOLOGÍA SOCIAL
25
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud
26
La intervención psicosocial: una utopía situada
27
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud
28
La intervención psicosocial: una utopía situada
a resultados que puedan ser utilizados para la acción social (Lewin). La teoría
es más que un medio para avanzar en el conocimiento, pues proporciona orien-
taciones para solucionar los problemas sociales. Apoyándose en el método de
investigación-acción, Lewin no se limita al planteamiento teórico y su corres-
pondiente aplicación práctica, sino que, partiendo de la realidad social, desarrolla
sus investigaciones para volver a ella con propuestas útiles para la mejora, el
cambio y la solución de los problemas sociales. Su Psicología social combina
teoría y praxis, concibe los problemas dentro de la realidad social contextual en
que surgen y contribuye, a través de una teoría de la acción social, a dar respuesta
a esos problemas sociales. Lewin desarrolló la Action-Research como alternativa
a la investigación tradicional, que mantenía una separación radical entre teoría (o
ciencia) y aplicación.
Los principios que caracterizan la investigación-acción son, básicamente,
el carácter participativo, el impulso democrático y la contribución simultánea al
cambio social y a la ciencia social. El proceso de investigación-acción consta
de cuatro etapas a modo de espiral de ciclos: (a) análisis, recogida de datos y
conceptualización acerca de los problemas, clarificando y diagnosticando una
situación problemática para la práctica, lo que constituye la explicitación de la
teoría en la acción; (b) planificación o formulación de estrategias de intervención
o programas a modo de hipótesis de acción; (c) ejecución de la acción planificada
para resolver el problema identificado; y (d) recogida de datos para evaluar las es-
trategias de acción y contrastar así las hipótesis formuladas. Esta última fase, a la
que Lewin llama de reconocimiento, pretende determinar el impacto que el plan
de ejecución ha tenido sobre la situación inicial, y tendría, según Lewin, cuatro
funciones: (a) evaluación de la acción, (b) mostrar si lo obtenido está por encima
o por debajo de lo esperado, (c) proporcionar a los planificadores la oportunidad
de aprender acerca de las fortalezas y debilidades de ciertas técnicas de acción,
y (d) proporcionar la base para planificar correctamente el nuevo paso de la ac-
ción (Morales). Los resultados de la evaluación conducen de nuevo a analizar la
situación para conocer si se han resuelto los problemas iniciales, así se entraría
una vez más en un nuevo ciclo de investigación-acción (Elliot; Pérez Serrano).
La contribución de Lewin a la Psicología social es una de las muestras
más claras del compromiso de la ciencia social con la solución de los problemas
sociales. Sus trabajos son una excelente muestra de combinación entre teoría y
práctica; concibe los problemas dentro de la realidad social contextual en que
surgen y contribuye, a través de su teoría de la acción social, a dar respuesta a
esos problemas sociales. La separación, manejada por algunos, entre lo básico y
29
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud
lo aplicado no tienen ningún sentido para Lewin. Ambos extremos son parte de
un mismo proceso. En este sentido, el investigador social adquiere un papel fun-
damental en la solución de los problemas reales; aunque no es él quien determina
la política social, ayuda a la toma de decisiones respecto a la misma.
Por otro lado, la creación del Centro de Investigación de Dinámica de Gru-
pos supuso un claro modelo en el que se combinan teoría y práctica, la realidad
social con los principios epistemológicos, y la metodología de corte positivista
y experimental con otra más cualitativa. Así, el progreso de la ciencia social se
llevará a cabo a partir de una sensata combinación de teoría y método, de defini-
ciones operacionales y conceptuales (Blanco).
Su implicación fue constante en distintos estudios que hacían referencia
a problemas sociales reales del momento. Prueba de ello son sus trabajos con
Margaret Mead y el National Research Council, dirigidos a investigar el mejor
método para cambiar los hábitos alimenticios durante el periodo de la II Guerra
Mundial; o el estudio sobre los efectos de la participación en grupo sobre la toma
de decisiones en la productividad de la Harwood Manufacturing Corporation; o,
también, la evaluación de las actividades bélicas de la Office of Strategic Servi-
ces, en Washington. Tampoco podemos olvidar, por ejemplo, los estudios desa-
rrollados en la Commission for Community Interrelations, acerca de fenómenos
como las actitudes interraciales, las tensiones intergrupales, la integración de las
minorías y el vandalismo; o, por citar alguno más, los del Research Center for
Group Dynamics, sobre relaciones intergrupales, comunicaciones y percepción
social y ecología grupal.
Los oscuros años cincuenta en los Estados Unidos se caracterizaron por un
clima de pesimismo y duda respecto a la capacidad de las ciencias sociales para
analizar los problemas sociales y promover la aplicación de los conocimientos
científicos a los temas sociales reales (McGrath). El evidente predominio de un
enfoque eminentemente cognitivo y la vuelta al estudio de laboratorio apartaría,
en gran medida, a la disciplina de los asuntos de verdadero interés social. Brews-
ter Smith, se refiere a esta época de la siguiente manera:
30
La intervención psicosocial: una utopía situada
31
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud
32
La intervención psicosocial: una utopía situada
33
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud
34
La intervención psicosocial: una utopía situada
Esta última definición parte de la idea de que aunque la mayoría de los pro-
blemas sociales poseen elementos objetivos, su existencia se ve modelada por la
manera de experimentarlos y percibirlos por un determinado grupo de población,
adquiriendo pues un tinte claramente subjetivo. Desde este punto de vista, en ge-
neral, los problemas sociales se conceptualizan como productos de una definición
colectiva más que de las condiciones realmente objetivas.
Otros autores, sin embargo, intentan una integración de ambos componen-
tes de los problemas sociales, los objetivos y los subjetivos. La clásica definición
propuesta por Henslin es un buen ejemplo de esa integración:
35
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud
36
La intervención psicosocial: una utopía situada
¿quién/es tienen autoridad para ello?, ¿a quién/es representan las élites que deci-
den?, ¿qué ocurre con las minorías y la justicia social?, etc. (Sullivan, Thompson,
Wright et al.). Pues bien, parece ser que la definición de los problemas viene
marcada por la autoridad o poder que tenga un grupo de interés concreto, quienes
además de convencer a los demás sobre la existencia del problema, ejercen toda
su influencia para luchar contra el cambio social si este implica un cambio en su
statu quo.
Sin embargo, para Casas, una característica fundamental de la política so-
cial de los estados democráticos es que se muestra sensible a las presiones de la
sociedad, de forma que el concepto de problema social no se refiere a la percep-
ción de este por parte de la autoridad, sino que es la percepción de los ciudadanos
la que da cuenta, en mayor medida, del mismo. Así, la idea de satisfacción de las
necesidades manifestadas por los individuos de la comunidad gracias a las actua-
ciones públicas pasa a tener una vital importancia.
Llegados a este punto, debiéramos preguntarnos ¿qué papel juega el inves-
tigador social en la determinación del problema social, en su análisis y estrategias
de solución?; ¿quién decide qué problema social se analiza y cuál es la meta de
la intervención?, o lo que es lo mismo, ¿hacia dónde debe dirigirse el cambio?,
y ¿qué papel juega el psicólogo social aplicado? (Expósito). Evidentemente, los
científicos sociales no están ajenos a la realidad que les circunda, son un grupo
más de implicados y, por tanto, no tiene sentido hablar de asepsia científica en
nuestros días. El investigador social trabaja sobre la base de ciertos valores, que
están presentes en la selección de los problemas que estudiamos, en los concep-
tos clave que utilizamos al definir esos problemas y en el curso seguido para su
solución. Los psicólogos sociales ocupan una posición privilegiada para dar res-
puesta a los problemas que nos rodean, apostando por una investigación relevante
y comprometida.
37
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud
manera por todos los profesionales; mientras que algunos autores propugnan su
separación formal (Bickman; Varela), para otros es inaceptable (Eiser; Gergen y
Basseches; Mayo y La France; Proshansk), y otros piensan que la diferencia es
prácticamente inexistente, relativamente artificial y se difumina en la práctica
(Hollander; Kidd y Saks; Saxe y Fine).
En nuestro país, este debate ha suscitado también posiciones encontradas
y ha derivado en múltiples publicaciones desde el trabajo original de Morales en
los años ochenta hasta nuestros días, conjugándose perspectivas tan encontradas
como las de Blanco (Blanco y De la Corte) (Blanco, Rojas y De la Corte) e Ibáñez
(Ibáñez e Íñiguez), con alguna otra intermedia como la propuesta de tendencia
lewiniana de Torregrosa.
La polémica relación entre lo básico y lo aplicado es importante para llegar
a una definición de la Psicología social aplicada, por lo que intentaremos sinte-
tizar en las siguientes páginas las distintas aportaciones que los autores han pro-
puesto en este sentido. Lo que nadie pone en duda es la idea de que la Psicología
social aplicada debiera ser capaz de utilizar los conocimientos producidos por la
Psicología social para poder intervenir en la realidad social. De la misma manera,
la Psicología social básica se beneficiaría e incrementaría el conocimiento teórico
a partir de la intervención social o aplicada.
La propuesta de Varela es un ejemplo de la distinción clara y tajante entre
lo básico y lo aplicado; para este autor, la investigación básica descubre princi-
pios básicos mientras que la tecnología los sintetiza y utiliza pragmáticamente
para resolver problemas concretos. Uno y otro son mundos diferentes, con sus
propias leyes de funcionamiento, y es el tecnólogo social el encargado de poner-
las en conexión.
Pero es L. Bickman, quien en su artículo de 1981, ha establecido las más
rotundas diferencias entre el enfoque básico y el aplicado. Para Blanco y De la
Corte la distinción establecida por Bickman es totalmente improcedente y ha su-
puesto uno más en la lista de desafortunados dualismos que han transitado con
inusitada fortuna a lo largo de la peripecia histórica de nuestra disciplina... (p.
33).
El dualismo básico-aplicado establecido por Bickman surgió, en palabras
del propio Bickman, de su experiencia profesional, lo que le permitió agrupar las
diferencias entre ambos polos en función de cuatro categorías: los fines persegui-
dos, el método seguido, el contexto de trabajo y el rol o estilo interventivo. El
cuadro 1.1. recoge dicha síntesis (extraído de Blanco y De la Corte).
38
La intervención psicosocial: una utopía situada
39
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud
puedan determinar el tipo de trabajo que los hace sentirse más con-
fortables y más productivos (Bickman).
Con una orientación bien distinta, en nuestro país, Ibáñez e Íñiguez, desde
una perspectiva posmoderna rechazan lo que ellos denominan las tres falacias
pertinaces de la epistemología positivista: (a) representacionalismo, esto es, que
la teoría refleja la realidad, aunque para Ibáñez (Ibáñez e Íñiguez) lejos de li-
mitarse a reflejarla, la teoría genera realidad a partir de la percepción y las re-
presentaciones sociales de esa realidad; (b) externalismo, o lo que es lo mismo
el distanciamiento existente entre el observador y el practicante social; este no
puede situarse, según estos autores en una posición de exterioridad, sino que debe
mantener una interioridad propia de una posición endógena a la práctica social;
(c) aplicacionismo o lo que es lo mismo, que la práctica se deriva de la teoría y
se subordina a esta. Frente a esta falacia, Ibáñez e Íñiguez optan por una visión
alternativa que enfatiza el carácter autónomo de la práctica con respecto a la
teoría.
Para otros autores, entre los que cabe mencionar a Eiser (1980), existen
varias razones que fundamentan la unión ineludible de teorías e investigación
básica con investigación aplicada. En primer lugar, la teoría es fundamental para
cualquier tipo de investigación; en segundo lugar, muchos experimentos básicos
sobre temas, por ejemplo, de influencia social, actitudes, comunicación, relacio-
nes intergrupales, persuasión, etc., se identifican claramente con el contexto de
vida cotidiana; y, en último lugar, no hay que olvidar la investigación de campo
que permite esa identificación de forma directa. Por tanto, posiblemente sea más
importante dirigir nuestro interés a problemas tales como conseguir el rigor me-
todológico de la investigación psicosocial en las aplicaciones que se realicen, o
como adaptar el desarrollo teórico de la disciplina a cualquier problema social.
En definitiva, la Psicología social como ciencia aplicada debería lograr una com-
binación adecuada entre rigor metodológico y atención a los problemas sociales.
Así pues, las propuestas de sistematización de la Psicología social aplicada
deberían combinar, desde diferentes modelos, las teorías psicosociales, los méto-
dos de investigación y las habilidades prácticas. Hoy día resulta estéril plantearse
en Psicología social, la dicotomía ciencia básica vs. ciencia aplicada (Morales;
Expósito); por un lado, como se ha comentado, muchos de los procesos básicos
estudiados por los psicólogos sociales están presentes en la vida cotidiana, ofre-
ciendo conocimientos y técnicas de actuación en los distintos contextos en que se
aplican; por otro lado, las aplicaciones pueden utilizarse para contrastar la teoría,
40
La intervención psicosocial: una utopía situada
41
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud
42
La intervención psicosocial: una utopía situada
43
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud
44
La intervención psicosocial: una utopía situada
45