Está en la página 1de 46

La intervención psicosocial: una utopía situada

Enrique Alonso Morillejo


Carmen Pozo Muñoz
Mª José Martos Méndez

INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL
Y EVALUACIÓN DE PROGRAMAS
EN EL ÁMBITO DE LA SALUD
[2ª Edición]

3
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud

Reservados todos los derechos.


Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio,
sin la autorización previa, expresa por escrito, de la Editorial.
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos,
http://www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear
algún fragmento de esta obra.

Se terminó de imprimir en los talleres gráficos de Editorial Zumaque en


Polígono Industrial El Retamal, calle olivo 6, Alcalá la Real (Jaén)
en diciembre de dos mil diecinueve.

Su opinión es importante. En futuras ediciones, estaremos encantados


de recoger sus comentarios sobre este libro. Por favor, háganosla llegar a través
de la web: www.faeditorial.es

©Editorial: FORMACIÓN ALCALÁ.


Pol. Ind. El Retamal. Calle olivo 6.
23680 ALCALÁ LA REAL (JAÉN)
info@formacionalcala.es/info@faeditorial.es
www.formacionalcala.es/www.faeditorial.es
Tel. 953 58 53 30
1ª Edición: Marzo 2008
2ª Edición: Diciembre 2019
ISBN: 978-84-1323-926-2
DL: J-791-2019
Imp.: Editorial Zumaque

4
A Javier

5
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud

6
Enrique Alonso Morillejo
Universidad de Almería
Área de Psicología Social.

Carmen Pozo Muñoz


Universidad de Almería
Área de Psicología Social.

Mª José Martos Jiménez


Universidad de Almería
Área de Psicología Social.

7
La intervención psicosocial: una utopía situada

ÍNDICE

INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL Y EVALUACIÓN


DE PROGRAMAS EN EL ÁMBITO DE LA SALUD

I. La aplicación en psicología social................................................................. 23


II. El ciclo de intervención social..................................................................... 45
III. La psicología social al servicio del bienestar.............................................. 65
IV. Historia de la evaluación de programas...................................................... 83
V. Concepto y práctica de la evaluación de programas.................................... 99
VI. Guía práctica para la evaluación de programas de salud...........................117

9
PRÓLOGO
LA INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL:
UNA UTOPÍA SITUADA

Hay razones más que suficientes para afirmar que si algo tiene de distin-
tivo la Psicología como ciencia y como profesión es su capacidad para poder
intervenir en el contexto de lo personal, de lo grupal, de lo organizacional y de
lo comunitario. Más aún, su sólido potencial para cambiar el rumbo de deter-
minados acontecimientos, tanto de aquellos que atañen a lo personal como de
aquellos otros que tienen como marco lo supra-individual se erige es uno de los
signos más distintivos de nuestra disciplina. La Psicología ha intervenido con
el máximo rigor y con resultados fastuosos en asuntos que atañen y preocupan
al individuo y a veces lo desasosiegan por razones no siempre evidentes; lo ha
llevado a cabo, con resultados igualmente satisfactorios, en el campo de lo gru-
pal-comunitario y de lo organizacional, pero en su ya dilatada peripecia como
ciencia y como profesión no ha dado pasos significativos hacia la construcción
de teorías ni hacia el desarrollo de metodologías dirigidas hacia lo macro-social.
No dispone de herramientas conceptuales para su estudio, ni de métodos expre-
samente diseñados para su análisis, ni de estrategias capaces de dar respuesta de
sus manifestaciones más sobresalientes. La rama que más se ha acercado a este
nivel de análisis, por recuperar la ya clásica propuesta de Doise, la Psicología
social, ha seguido recluyéndose, en la mayoría de los casos, en el estudio de las
reacciones de los individuos a los estímulos sociales, por utilizar la expresión de
Floyd Allport. Incluso la Psicología de los grupos, hasta la entrada en escena de
Henri Tajfel, se limitó, de manera preferente y con excepciones notorias como
las de Muzafer Sherif o Kurt Lewin, al estudio del comportamiento individual
dentro del contexto grupal. No resulta fácil encontrar una propuesta teórica en
el campo de la Psicología social que tenga como meta y objetivo el estudio de
los parámetros macro-estructurales del orden social. Ello no quiere decir que los

11
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud

haya orillado, ni mucho menos que los considere carentes de interés. Desde el
pionero texto de Edgard A. Ross, publicado hace cien años, hasta de Morales,
et., al., sin olvidar los cuatro primeros capítulos de Resolving Social Conflicts de
Lewin y la práctica totalidad de la propuesta psicosocial de Martín-Baró y, en una
nada despreciable medida, la de Tajfel, por mencionar tan solo algunos ejemplos,
fenómenos como el de la opinión publica, la propaganda, los movimientos socia-
les, la memoria social, la clase social, el poder, etc., han formado parte del bagaje
de conocimientos de la Psicología preferentemente como variables mediadoras
del comportamiento, como panorama y paisaje general en el que se enmarcan las
cogniciones, los sentimientos y las acciones de las personas a título individual o
colectivo.
Las propuestas sobre los niveles de análisis en la Psicología social (Doise;
Tesser; Stangor y Jost) resultan igualmente pertinentes para reforzar el argumento
de la notoria ausencia de herramientas teóricas emanadas de la Psicología para
abordar el estudio de las estructuras macrosociales. Willem Doise señala cuatro
niveles de análisis (intraindividual, interindividual-situacional, posicional e
ideológico), todos ellos, por cierto, de naturaleza preferente o estrictamente cog-
nitiva: formación de impresiones (nivel intraindividual), atribución (nivel interin-
dividual-situacional), categorización social (nivel posicional) y creencias (nivel
ideológico). Tesser, por su parte, en un ejercicio carente de la más elemental
imaginación psicosocial, limita su propuesta a tres niveles: a) existen procesos de
naturaleza individual como la estereotipia individual y la auto-estima personal; b)
hay procesos grupales, como los estereotipos y la auto-estima grupal, y c) estereo-
tipos que sirven para justificar un determinado orden social. En algún momento
hemos defendido que lo psicosocial es una perspectiva relacional en el sentido
lewiniano del término que intenta desentrañar los enigmas del comportamiento
a partir de la confluencia e intersección de diversos niveles y de la interacción
de diversas variables (Blanco). Esta es la filosofía que subyace a la propuesta de
Stangor y Jost, mucho más elaborada y original que la de Tesser: entre los proce-
sos y niveles que definen la compleja realidad del comportamiento humano existe
un tupido entramado de relaciones que tienen como punto de partida a la persona,
al grupo y al sistema social (lo macro-social) para desde ahí distribuirse y des-
plegarse en procesos psicológico-individuales, grupales y macro-sociales dando
lugar a una red de nueve interconexiones. Las tres primeras tienen su origen en
el sujeto psicológico-individual y se despliegan hacia el mismo sujeto (interco-
nexión de la persona individual a procesos individuales: la relación entre la nece-
sidad da auto-ensalzamiento y procesos atributivos, por ejemplo), hacia el grupo

12
La intervención psicosocial: una utopía situada

(interconexión de la persona individual a procesos grupales: estereotipos sobre


personas pertenecientes a determinados grupos), y hacia procesos macrosociales
(la creencia en un mundo justo que conduce a legitimar la estructura social).
Las tres siguientes tienen como referente al grupo y se despliegan hacia proce-
sos psicológico-individuales (interconexión del grupo a procesos individuales: la
pertenencia grupal como fuente de la identidad social), hacia procesos grupales
(creencias sobre el propio grupo que conducen a conflictos intergrupales) y hacia
procesos macrosociales (apenas encuentran ejemplos en la investigación psicoso-
cial). Las tres últimas se gestan en el sistema social y se despliegan hacia proce-
sos individuales (marginación-exclusión social y su relación con la auto-estima),
hacia procesos grupales (grupos con bajo estatus y poder desarrollan una imagen
negativa de sí mismos) y hacia procesos macrosociales propiamente dichos: se
trata del campo de estudio preferente de la Sociología y de la Ciencia política,
y resulta complicado encontrar ejemplos en el campo de la Psicología social (la
cultura de la violencia que genera comportamientos violentos podría ser un buen
ejemplo).
El estudio y la concreción de los niveles de análisis ofrece dos conclusio-
nes a las que merece prestar la debida atención por sus repercusiones en el campo
de la intervención: a) el conocimiento que ha elaborado la Psicología social, es
decir, las herramientas teóricas y metodológicas que nos ha ofrecido, ha estado
protagonizado, de manera preferente, por el nivel de análisis individual (inter-
conexión de la persona individual a procesos individuales, en los términos de
Stangor y Jost, y b) la parte más decisiva de estos procesos se situan en el nivel
cognitivo (procesos atributivos individuales y sociales, estereotipos, identidad
social, autoestima, actitudes y creencias).
Lejos de pretender enmendar la plana a estas propuestas, creemos que la
Psicología social ha dado muestras de una mayor diversidad y amplitud y que ha
desarrollado propuestas teóricas que resultan especialmente útiles para la inter-
vención no solo en el campo de lo personal y cognitivo, sino en algunos otros
campos. A la hora de mirar hacia lo que el conocimiento psicosocial ha aportado
a la intervención, cabe holgadamente la posibilidad de defender la existencia de
cuatro niveles de análisis que han dado a unas cada vez más sólidas estrategias
de intervención. En el Cuadro 1 ofrecemos algunos ejemplos de la deriva que los
niveles de análisis han tenido en el campo de la intervención:

13
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud

Cuadro 1: Niveles de análisis y estrategias de intervención


Nivel grupal-
Nivel individual Nivel interpersonal Nivel intergrupal
comunitario
- Entrenamiento - Apoyo social. - Fortalecimiento - Programas de apoyo
y capacitación en - Entrenamiento y for- comunitario: infor- solidario entre grupos
habilidades cogniti- mación en habilidades mación, organización, y comunidades.
vas de solución de de empatía y escucha participación y capa- - Programas para pro-
problemas. activa. citación comunitaria. mocionar la igualdad
- Entrenamiento en - Intervención por - Desarrollo senti- de oportunidades
habilidades sociales pares en diversos miento de pertenen- en diversos grupos
para enfrentar la pre- campos. cia. sociales.
sión para el consumo - Programas de - Uso recursos comu- - Programas de inte-
de alcohol, de drogas tutores-mentores en nitarios. gración de inmigran-
o relaciones sexuales diversos ámbitos - Entrenamiento tes.
de riesgo. (escolar, hospitalario, y capacitación en
- Entrenamiento en etc.). auto-eficacia colec-
asertividad. - Acompañamiento a tiva.
- Entrenamiento en líderes comunitarios. - Intervención en el
auto-eficacia. - Formación de líde- ámbito de equipos
- Programas de res comunitarios. deportivos.
Orientación para el - Programas de duelo
Empleo. comunitario en situa-
ciones de violencia
política.

Cuando hablamos de intervención en el contexto de la Psicología, no


importa el adjetivo de la que queramos acompañarla, nos referimos, pues, a actua-
ciones que se sitúan, de manera prioritaria, por no decir exclusiva, en alguno de
estos ámbitos. Aunque no es este el momento ni el lugar de entrar en una estéril
polémica nominalista, cuando, como es el caso en este libro, se aborda el campo
de la intervención fuera del tradicional escenario clínico, esta no puede ser más
que una intervención comunitaria o una intervención psicosocial; estos son real-
mente los marcos para los que disponemos de herramientas eficaces, tanto desde
el punto de vista teórico como metodológico.
Hemos aportado, creemos, una prueba fehaciente para ello situada en el
mismo núcleo del conocimiento psicosocial, pero no es la única. Desde el mismo
campo de la intervención se llega a la misma conclusión: La intervención comu-
nitaria rehuye en su enfoque tanto las limitaciones de la intervención clínica
(centrada en el individuo y de carácter más reparador) como de la utopía del
cambio estructural (solo alcanzable a largo plazo o por quienes detentan el

14
La intervención psicosocial: una utopía situada

poder político en un momento concreto), como de las orientaciones reduccionis-


tas (Barriga). La propuesta de una intervención psicosocial a ras de tierra, que
pretenda lo bueno posible renunciando a lo mejor inalcanzable, dirigida hacia
aquellos ámbitos para los que disponemos de sólidos fundamentos teóricos y
estrategias metodológicas, choca a veces con aquella otra visión que pretende
convertir la intervención comunitaria en la panacea para el cambio del orden
social erradicando la pobreza, implantando la igualdad entre los seres humanos
sin distinción de sexo, raza o creencias religiosas, logrando la justicia, poniendo
cerco a la exclusión, etc. El deseo de una sociedad justa a la que aspiraba George
Albee, y a la que aspiramos todos, está lejos de haberse conseguido; en algunas
latitudes ha sucedido todo lo contrario: el déficit en estos terrenos se ha estancado
en los niveles más bajos, y en algunos casos sigue creciendo a un ritmo impara-
ble. En esas mismas sociedades, sin embargo, la intervención psicosocial ha dado
pasos de gigante en la letra pequeña, en las notas al pie de página, en escenarios
muy cercanos a la piel del sujeto, probablemente insignificantes desde los pará-
metros macrosociales, pero inconmensurables desde el punto de vista personal,
interpersonal o comunitario.
La Psicología comunitaria sigue siendo una utopía para el siglo XXI; no
renunciamos a ella, pero para conseguirla es preferible seguir las directrices que
nos ha dejado marcadas la teoría y la investigación psicológica. Utopía, sí, pero
situada, localizada, fechada, traducida en algo más que una metáfora sonriente
que se pierde en los meandros de un discurso evanescente. Es la única manera de
ser eficaces en el muy lejano objetivo final respecto a cuya consecución, hoy por
hoy, ni la Psicología comunitaria estadounidense, ni la latinoamericana ni la espa-
ñola ha dado pasos significativos. Ese es el reciente diagnóstico de un estudioso
del tema, Alipio Sánchez: el programa máximo ha fracasado, pero se han logrado
metas intermedias que nos devuelven el optimismo: denuncia de la desintegra-
ción y la desigualdad social, humanización de los servicios de salud mental, con-
ciencia de la importancia de la comunidad, fortalecimiento del papel como agente
de los sujetos, y introducción de formas alternativas de conocimiento que acos-
tumbran a manifestarse en el saber popular (Sánchez). Más allá de que mereciera
la pena añadir algunos otros logros a esta lista, dos son las metas conseguidas que
destacan en el campo de la intervención psicosocial por su relevancia teórica y
por su contrastada eficacia: la importancia del sentimiento de comunidad (y de
pertenencia, de integración, de apego, de identidad, etc., cuya relevancia para la
salud y el bienestar empezó a destacar el Durkheim de El Suicidio y tras él, una
pléyade de autores relevantes), y la recuperación de la naturaleza activa del sujeto

15
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud

(Vygotski) hacia dentro y hacia fuera. Utopía, sí, pero utopía razonada cuya línea
argumental Pierre Bourdieu toma del utopismo reflexivo de Ernst Bloch que actúa
siguiendo las directrices del conocimiento y de la posibilidad objetiva de cambio,
que está contra las meras ilusiones, que huye del mero activismo, y que se opone
al derrotismo anticipado. En una palabra:

… contra el fatalismo de los banqueros que pretenden hacernos creer que


el mundo no puede ser diferente a como es actualmente…., los intelectuales, y
el resto de las personas que se preocupan por el bien de la humanidad, debe-
rían restablecer un pensamiento utópico con el respaldo científico, tanto en sus
objetivos, que deberían ser compatibles con las tendencias objetivas, como en
sus propios medios que, además, han de ser científicamente validados. Necesi-
tan trabajar colectivamente en análisis que sean capaces de lanzar proyectos y
acciones realistas, estrechamente vinculadas a los procesos objetivos del orden
que pretenden transformar.

Conociendo bien a sus autores (Enrique Alonso, Carmen Pozo y Mª José


Martos) es posible afirmar sin correr riesgos innecesarios que el libro que tene-
mos entre manos se sitúa en las antípodas del fatalismo de los banqueros: versa
sobre una visión de la salud y del bienestar absolutamente alejados de los dígitos
de nuestras cuentas corrientes, tiene un exquisito y bien documentado respaldo
y validación científica amasada tras años de trabajo en el campo de la evalua-
ción de programas, cuenta en su haber y en su respaldo con proyectos objetivos
y acciones realistas. Es la utopía razonada, situada a ras de tierra, puesta a pie
de calle, alimentada de discursos menores, protagonizada por esos habitantes de
la vida cotidiana que somos todos. A esta utopía en letra pequeña se suman sin
remilgos recientes publicaciones en nuestro entorno enmarcadas en el área de
la intervención psicosocial o comunitaria que se sostienen sobre los principios
de rigor, realismo, preocupación por el bien de las personas y lucha incansable
contra el derrotismo.
Estas cinco propuestas de intervención, elaboradas de manera indepen-
dientes, poniendo énfasis en diferentes aspectos del proceso, aportando ejemplos
diversos muestran, sin embargo, algunos rasgos comunes. Cada uno de ellos,
tomados de manera independiente, compone un denso y abigarrado capítulo en
el grueso volumen de la intervención, pero por estrictas exigencias del guión,
apenas podemos hacer algo más que dejarlos enunciados.
El primero de los acuerdos se sitúa en el campo central de la acción inter-
ventiva propiamente dicha: intervenir, dice el DRAE, es, sencilla y llanamente,

16
La intervención psicosocial: una utopía situada

tomar parte en un asunto. Lo que no es necesario que diga, porque se da por hecho
y la Real Academia no se puede entretener en esos menesteres, es que uno toma
parte en un asunto cuando se siente concernido por él o por el rumbo que están
tomando los acontecimientos que se dan en su seno. Sostener que la intervención
muestra inquietud y se siente afectada por el devenir de determinados hechos, es
una manera de dar forma al convencimiento de que la intervención no puede inhi-
birse frente a la existencia de determinados hechos. El compromiso se erige, pues,
en uno de los cimientos de la intervención; este nos remite a la imposible libertad
de valores en el desarrollo del quehacer científico, no importa ahora el adjetivo
del que vaya acompañado. Robert Proctor, autor de una de las más estremecedo-
ras investigaciones sobre la higiene racial en los tiempos del régimen nazi, nos
ofrece una visión exhaustiva de la peripecia que ha seguido esta polémica bajo el
prisma de la responsabilidad moral de los científicos. Comte, Marx, Durkheim y
Weber habían respondido a esta inquietud con un órdago a la grande: no se trata
solo de responsabilidad, sino de aspiraciones morales de la propia ciencia social.
Estas quedan cumplidamente recogidas en el principio emancipación, erigido así
en hecho fundante de la Ciencia social que Robert Nisbet formula en términos
tan pertinentes como precisos: Las grandes ideas de las ciencias sociales tienen
invariablemente sus raíces en aspiraciones morales; de hecho, las ideas centrales
de cada uno de estos autores no surgieron del razonamiento simple y carente de
compromisos morales de la ciencia pura, sino en forma de una aspiración moral.
No podemos quedar varados en el fatalismo de los banqueros que preten-
den hacernos creer que el mundo no puede ser diferente a como es actualmente
sin preguntarnos si podrían haber sido de otra manera. El compromiso moral
responde a esta última inquietud: hay cosas que deben ser de otra manera. Mar-
tín-Baró lo expresó de manera muy gráfica: además de los hechos, están los por
hacer: estos se erigen en la razón de ser de la intervención. Los casos prácticos
de intervención psicosocial que nos ofrecen Maya, García y Santolaya son un
acabado ejemplo de compromiso moral y de utopías situadas al pie de las páginas
de la historia que pueden convertirse en la fuente de salud, bienestar y felicidad
para muchas personas.

17
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud

Cuadro 2: Algunos ejemplos del compromiso moral de la Intervención Psi-


cosocial
1. Prevención del consumo de alcohol en jóvenes: un programa de educación para la salud en la
enseñanza secundaria
2. Promoción del empleo en madres en riesgo de exclusión social
3. Programa de tutores-mentores para mejorar el rendimiento escolar en una zona urbana mar-
ginal
4. “Tú decides”: programa para prevenir la falta de hogar entre personas con trastornos mentales
5. Prevención de la violencia doméstica a través del acompañamiento comunitario
6. Violencia y discapacidad. Un modelo de intervención basado en la investigación-acción par-
ticipativa
7. Internet y cambio comunitario en un barrio empobrecido de Chicago
8. Proyecto de acogida temporal a niños de Burkina-Faso “Vacaciones por la solidaridad”
9. Proyecto de prevención primaria de contagio de SIDA en trabajadores temporeros
10. Programa para mejorar el acceso de las personas sin techo a los servicios sociales: una eva-
luación basada en la participación
11. Los recursos de apoyo social para el enfermo mental en Andalucía: la Fundación Andaluza
para la Integración social del Enfermo Mental (FAISEM)
12. Mayores en acción: construcción comunitaria con lesbianas ancianas
13. Evaluación formativa y mejora de la implementación de la prevención de drogodependencias
en el ámbito educativo de Écija: el programa “Astigi”.
14. Programa de apoyo docente a la minoría hispana en Pasadena (USA)
15. Atención a niños con asma en Nueva York
16. Atención a personas sin hogar en la ciudad de Granada. Intervención psicocosocial a través
de pisos tutelados
17. El Centro Ocupacional de ATAM: una herramienta para la habilitación e inserción laboral

El quehacer primordial de la intervención, y con ello pasamos al segundo


gran acuerdo, gira en torno al bienestar, la calidad de vida, la mejora de la con-
dición humana, la solución de problemas sociales que tienen una repercusión
directa sobre los sujetos individuales o en tanto que miembros de un determinado
grupo o colectividad. El objetivo de la intervención comunitaria es la promoción
de la calidad de vida y la reducción de los problemas sociales desde una pers-
pectiva positiva de la intervención; la búsqueda del bienestar comunitario es la
esencia de la intervención social. El bienestar constituye la aspiración moral de
la Psicología como ciencia y como profesión y, por tanto y al mismo tiempo, es el
marco que define la intervención. La Psicología comunitaria es un campo prácti-

18
La intervención psicosocial: una utopía situada

co-teórico que busca la mejora de las personas a través del cambio ‘desde abajo’
– gestionado por los propios sujetos – y basado en la comunidad territorial y
psicosocial en que el psicólogo desempeña un papel indirecto de dinamizador o
catalizador de esfuerzos.
Para todo ello es necesario introducir cambios en alguno de los cuatro nive-
les de intervención a los que hemos aludido en páginas anteriores. La propuesta
por el cambio se erige en el objetivo inmediato de toda intervención, se dice en el
capítulo 2 del libro que tenemos entre manos. Intervenir significa llevar las cosas
en una determinada dirección, buscar el impacto de una determinada acción, alte-
rar un determinado orden de acontecimientos a fin de que ocurra aquello que pre-
tendemos (el bienestar), modificar el decurso de un hecho o coyuntura. Tras un
exhaustivo análisis de una muestra representativa de las revisiones periódicas del
Annual Review y de los manuales más representativos del campo, Maya, García
y Santolaya concluyen que la intervención social se entiende como la introduc-
ción de un elemento externo en un sistema social para producir un cambio en
una dirección dada. Y matizan: se trata de un cambio de segundo orden que
afecta a las relaciones entre individuos o entre grupos que, eventualmente, puede
afectar al cambio social propiamente dicho, entendido como un cambio en los
parámetros macro-sociales de la estructura. Se trata del cambio desde abajo al
que alude Alipio Sánchez y que abre de par en par las puertas para otro de los
rasgos característicos de la intervención: la participación de los protagonistas que
se embarcan activamente en su propio proceso de cambio. En definitiva, la inter-
vención dispone de una finalidad explícita de cambio, tiene como meta introducir
cambios en los equilibrios inestables o en los desequilibrios explícitos. En defini-
tiva, la intervención social viene a ser una externa e intencionada para cambiar
una situación social que según criterios razonablemente objetivos se considera
intolerable o suficientemente alejada del funcionamiento humano o social ideal
como para necesitar una corrección. Demasiado énfasis en el cambio social en
las propuestas que estamos manejando, incluida la del libro de Carmen Pozo,
Enrique Alonso Morillejo y Mª José Martos, cuando, en sentido estricto, la inter-
vención psicosocial apenas ha sido capaz de llegar a ese objetivo, al menos si
tomamos como referente lo que tradicionalmente se entiende por cambio social
(lo que entiende la Sociología, por ejemplo). No deja de ser esta una crítica super-
flua porque disponemos del nada despreciable apoyo de Kurt Lewin para hablar
de cambio social por partida doble: a través de la investigación-acción, y a través
de la norma grupal. Ello no obstante, es necesario recuperar para la intervención
psicosocial un nivel de cambio situado en el nivel personal e interpersonal como
estrategia y objetivo legítimo de intervención.

19
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud

Muchas son las cosas que han quedado en el tintero, pero es suficiente por
ahora. Gracias a los autores, a algunos de los cuales me une una incombustible
amistad, por la invitación a seguir pensando, más allá de consensos o disensos,
sobre temas de interés común y de incuestionable relevancia social.

Amalio Blanco Abarca


Catedrático de Psicología social
Universidad Autónoma de Madrid

20
La intervención psicosocial: una utopía situada

Referencias bibliográficas

• Albee, G. (1986). Toward a just society: Lessons from observations on the


primary prevention and psychopathology. American Journal of Psychology,
41, 891-897.
• Barriga, S. (2006). Cambio social e intervención comunitaria. En M.I. Hom-
brados, M.A. García y T. López (Coords.), Intervención social y comunitaria
(pp. 17-25). Málaga: Ediciones Aljibe.
• Blanco, A. (1995). Cinco tradiciones en la Psicologia social. Madrid: Morata.
• Blanco, A. (1993). La psicología comunitaria, ¿una nueva utopía para el final
del siglo XX? En A. Martín, F. Chacón y M. Martínez (Eds.), Psicología Comu-
nitaria (pp. 11-33). Madrid: Visor.
• Blanco, A., y Rodríguez Marín, J. (2007). (Eds.), Intervención Psicosocial.
Madrid: Prentice-Hall.
• Blanco, A., y Varela, S. (2007). Los fundamentos teóricos y axiológicos de la
intervención psicosocial. En A. Blanco y J. Rodríguez Marín (Coords.), Inter-
vención Psicosocial (pp. 3-44). Madrid: Prentice-Hall.
• Bourdieu, P. (2000). Una utopía razonada: contra el fatalismo económico. New
Left Review, 0, 156-162.
• Doise, W. (1980). Levels of explanation in the European Journal of Social Psy-
chology. European Journal of Social Psychology, 10, 213-231.
• Hombrados, Mª.I. (2006). Introducción. En Mª. I. Hombrados, M.A. García
y T. López (Coords.). (2006). Intervención social y comunitaria (pp. 13-14).
Málaga: Ediciones Aljibe.
• Hombrados, M.I., García, M.A., y López, T. (Coords.). (2006). Intervención
social y comunitaria. Málaga: Ediciones Aljibe.
• Lewin, K. (1946). Action research and minority problems. Human Relations,
1, 34-46.
• Lewin, K. (1973). Decisión de grupo y cambio social. En H. Proshansky y
B. Seidenberg (Eds.), Estudios básicos de Psicología social (pp. 518-535).
Madrid: Biblioteca Nueva.
• Lindesmith, E., Strauss, A., y Denzin, N. (1999). Social Psychology. Londres:
Sage.
• Martín-Baró, I. (1990). Acción e ideología. Psicología social desde Centroa-
mérica I. San Salvador: UCA Editores.
• Martín-Baró, I. (1989). Sistema, grupo y poder. Psicología social desde Cen-
troamérica II. San Salvador: UCA Editores.

21
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud

• Maya, I., García. M., y Santolaya, F. (2007). Estrategias de intervención psico-


social. Casos prácticos. Madrid: Pirámide.
• Morales, J.F., Moya, M., Gaviria, E., y Cuadrado, I. (Eds.). (2007). Psicología
social. Madrid: McGraw-Hill.
• Nisbet, R. (1969). La formación del pensamiento sociológico (I). Buenos
Aires: Amorrortu.
• Pozo, C., Alonso, E., y Hernández, S. (Eds.). (2004). Teoría, Modelos y Méto-
dos en Evaluación de programas. Granada: Grupo Editorial Universitario.
• Pozo, C., Hernández, S., Alonso, E., Cid, N., Martos, A., y Pérez, E. (2005).
Cumplimiento terapéutico en pacientes crónicos. Variables psicosociales
implicadas. IX Congreso Nacional de Psicología Social (A Coruña).
• Pozo, C., Alonso, E., y Hernández, S. (2007). Diseño de una intervención psi-
cosocial dirigida al incremento de la adherencia al tratamiento en pacientes
crónicos. En Blanco, A., y Rodríguez Marín, J. (Eds.), Intervención Psicoso-
cial (pp. 75-101). Madrid: Prentice-Hall.
• Proctor, R. (1991). Value-Free Science? Purity and Power in Modern Knowle-
dge. Cambridge, Mass.: Harvard University Press.
• Sánchez, A. (2007). Manual de Psicología Comunitaria. Un enfoque integrado.
Madrid: Pirámide.
• Stangor, C., y Jost, J. (1997). Commentary: Individual, group and system
levels of análisis and their relevante for stereotyping and intergroup relations.
En: R. Spears, P. Oakes, N. Ellmers, y S. Haslam (Eds.), The social psychology
of stereotyping and group life (pp. 336-358). Oxford: Blackwell. Tajfel, H.
(1984). Grupos humanos y categorías sociales. Barcelona: Herder.
• Tesser, A. (1995). Introduction. En A. Tesser (Ed.), Advanced Social Psycho-
logy (pp. 3-15). Nueva York: McGraw-Hill.
• Vargas, A. (2018). De la sociedad red y de la información a la sociedad del
conocimiento: una visión prospectiva de la comunicación. En J.M. Pereira
(Ed.), Humanidades digitales, diálogo de saberes y prácticas colaborativas en
red. Cátedra Unesco de comunicación (pp. 162-163). Bogotá: Editorial Ponti-
ficia Universidad Javeriana.
• Velásquez, O. P. (2015). “Compañera y no sierva”, los avatares hacia el sufra-
gio femenino en Colombia. Ambiente Jurídico, 18, 11-34.
• Tamayo, M. L. (2014). Orientaciones para la territorialización de la Política
Pública Nacional de Equidad de Género para las Mujeres. Bogotá: Alta conse-
jería presidencial para la equidad de la mujer.
• Quintero Benavides, A. (2013). Derechos en femenino: ¿hacia un real camino
a la igualdad? Bogotá: Editorial Nomos.

22
La intervención psicosocial: una utopía situada

• Organización de las Naciones Unidas. (2015a). Un marco de apoyo a la pre-


vención de la violencia contra la mujer.

23
I.
LA APLICACIÓN EN PSICOLOGÍA SOCIAL

1.1. EVOLUCIÓN HISTÓRICA EN EL ESTUDIO DE LOS PROBLEMAS


SOCIALES

Nuestro propósito con este acercamiento histórico no es el mostrar una his-


toria lineal perfectamente incardinada cronológicamente, sino más bien señalar
una serie de acontecimientos, hitos e ideas que se han ido desarrollando a lo largo
de la disciplina y que permiten evidenciar el compromiso de la Psicología social
con el bienestar humano a través de la solución de los problemas sociales.
La historiografía clásica sitúa en los años 70 el nacimiento de la Psicología
social aplicada. Sin embargo, asumir esa década como el momento en el que surge
la aplicación en nuestra disciplina es como negar la existencia previa en la misma
de una preocupación por la solución de los problemas reales hasta esa década. Evi-
dentemente esto no es así, y a ello ya nos iremos refiriendo a lo largo de este primer
capítulo.
El interés por los problemas sociales y por encontrar formas eficaces de
solucionarlos ha existido siempre en el desarrollo de nuestra disciplina, por tanto,
tal y como señalaron Blanco y de la Corte, sería ilógico hacer una historia de la
Psicología social aplicada al margen de la Psicología social. Desde este punto,
también puede parecer un sinsentido revisar la historia de la Psicología social
sin tener presente las orientaciones más aplicadas de la disciplina, dirigidas a la
solución de los problemas sociales reales. En palabras de Stephenson está en la
propia naturaleza de la Psicología social el ser aplicable...

25
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud

Una de las cuestiones centrales durante la denominada crisis de la Psico-


logía social fue la escasa relevancia social del conocimiento producido desde los
laboratorios y la poca utilidad de los resultados de la investigación. De hecho,
una de las consecuencias del periodo de crisis ha sido el impulso de la aplicación
en el seno de la disciplina. Sin embargo, el término Psicología social aplicada
no es reciente, ya que la Psicología social se ha caracterizado desde sus inicios
por su énfasis en la aplicación, aunque este no haya sido institucional. Desde sus
primeros momentos, ha sido sensible a los problemas sociales de la época, inten-
tando explicarlos, prevenirlos, y controlarlos. Baste como ejemplo ver el objeto
de estudio en los textos como los de McDougall, Le Bon, etc., pasando por las
investigaciones de E. Mayo o por los trabajos desarrollados durante la II Guerra
Mundial, hasta fechas más recientes con aportaciones en las áreas de los Servi-
cios Sociales, Salud, Evaluación de programas, etc. El propio objeto de estudio
de la Psicología social permite y casi obliga a este énfasis aplicado.
La idea mantenida aún por muchos psicólogos sociales acerca de que la
Psicología social aplicada surge fundamentalmente como resultado de la crisis
en Psicología social, y que hasta entonces era casi inexistente, significa menos-
preciar a muchos de los grandes de la Psicología social como Durkheim, Mead,
Lewin o Vygotski, entre otros. Bien es cierto, que tras dos décadas de trabajos
desarrollados casi exclusivamente en el laboratorio, apartados de la realidad y
escasamente relevantes, en los años setenta surge con más fuerza la necesidad de
que los investigadores sociales salgan de sus cubículos académicos para insertar-
se en el mundo real. Es entonces una etapa de reivindicación de los problemas
sociales como objeto de estudio y de nuevos intentos para llegar a su solución.
Pero revisemos ahora brevemente algunos planteamientos teóricos que han
sido clave en evidenciar el compromiso de la Psicología social con el bienestar
humano a través de la solución de los problemas sociales.
En consonancia con la sensibilidad que envolvía los planteamiento de pen-
sadores europeos del siglo XIX ante los problemas sociales originados por las
nuevas formas de producción derivados de la revolución industrial (es el caso de
Comte, Durkheim o Marx), al otro lado del Atlántico, el Pragmatismo y la Escue-
la de Chicago, asumieron como propio el deseo de dar respuesta a las necesidades
de la población y satisfacer las expectativas generadas por los antiguos ideales de
progreso y del método científico, con una conceptualización similar aplicada a las
ciencias sociales para la mejora de la sociedad.
El movimiento del Pragmatismo americano surge como rechazo al pensa-
miento especulativo europeo del siglo XIX y como un intento de acercamiento

26
La intervención psicosocial: una utopía situada

a los problemas sociales de la época: la industrialización, la masiva llegada de


inmigración a las ciudades o los problemas derivados de la urbanización. Fue
introducido por Charles Peirce y posteriormente divulgado por Williams James,
pero su aplicación a los problemas sociales llegó de la mano de John Dewey y
George Herbert Mead.
Dewey, desde la Universidad de Chicago, estableció un contacto directo
con la ciudad, tomándola como base para el estudio de los problemas sociales,
fundamentalmente todos aquéllos derivados del entorno urbano. Es así como la
teoría y la práctica adquieren una estrecha relación en sus trabajos. La ciudad de
Chicago era un tema central de la reforma social y uno de los trabajos priorita-
rios de la Universidad fue ayudar a solucionar los problemas comunitarios. Así,
Dewey encabezó un grupo compuesto por filósofos y psicólogos con el objetivo
de aplicar los conocimientos científicos a la solución de los problemas sociales.
Los hogares institucionales de la ciudad sirvieron como laboratorios para poner
a prueba los primeros programas de intervención sistemática y científicamente
diseñados.
El trabajo de G.H. Mead estuvo estrechamente ligado a la figura de Dewey.
Ambos colaboraron en los distintos proyectos desarrollados desde la Universidad
de Chicago. Mead puede ser considerado la otra gran figura del Pragmatismo y,
al igual que en Dewey, se caracteriza por el funcionalismo, la intersubjetividad y
el humanismo. Mead es un claro ejemplo del compromiso con la reforma política
y el cambio social. La solución a los problemas sociales acontece en un contexto
social, donde el individuo coopera y se comunica con los demás miembros de la
comunidad para llegar a comprender las necesidades e intereses de los demás y
participar en las decisiones comunitarias. El cambio y la reforma social serían
elementos característicos de un ideal de sociedad democrática. Tal como hiciera
Dewey, Mead resaltó la unión entre teoría y práctica. La solución de los proble-
mas sociales era la vía práctica en la que se concretan sus ideas sobre el funcio-
nalismo y la intersubjetividad. Rechazó todo tratamiento especulativo propio de
la filosofía y se apoyó en la ciencia para realizar una investigación empírica y
socialmente comprometida, como única vía posible de llegar al conocimiento
científico.
La Escuela de Chicago de Sociología se configura hacia 1918, cuando un
grupo de investigadores que coinciden en su preocupación por los problemas
sociales, se reúnen en la Universidad de Chicago ante la demanda de Dewey.
En contra del movimiento individualista que estaba imperando por entonces en
Psicología social, comenzaron una corriente de pensamiento comprometido con

27
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud

el cambio y la reforma social. Junto a Dewey y Mead, los representantes más


significativos de la Escuela de Chicago fueron W.I. Thomas (su fundador) y R.E.
Park. La preocupación de todos ellos se centró básicamente en los problemas
urbanos derivados de la industrialización y procesos de inmigración de la ciudad
de Chicago.
Tras las catastróficas consecuencias económicas y sociales que trajo con-
sigo la Gran Depresión de 1929, se requirió de los psicólogos su mayor com-
promiso con los problemas por los que atravesaba la sociedad americana. Como
resultado de esta demanda, en 1936 se constituye la Society for the Psychological
Study of Social Issues (SPSSI), otro claro ejemplo del compromiso social de los
psicólogos de la época y prueba de su interés por la aplicación.
Con Watson como presidente, los fundadores de la SPSSI querían hacer
de ella una organización interesada tanto por la investigación como por la acción
social, aunque en la práctica y una vez que el grupo ya estaba consolidado pri-
mó básicamente el primero de los objetivos, centrándose prioritariamente en la
investigación. Eso sí, en una investigación socialmente relevante como única vía
de llegar a la mejora de la calidad de vida de las personas.
En definitiva, durante los años treinta se dio un gran empuje dentro de las
ciencias sociales en general, y de la Psicología social, en particular, al desarrollo
de la metodología de investigación y su aplicación para la solución de problemas
socialmente relevantes, como el desempleo, los conflictos industriales o los con-
flictos bélicos.
Los años 40 y, fundamentalmente, el periodo de posguerra pueden ser con-
siderados como uno de los momentos más fructíferos en el desarrollo de trabajos
provenientes de la Psicología social destinados a dar respuesta a los problemas
del momento (Brewster Smith). Son significativos, los trabajos del Intitute for So-
cial Research de Michigan, los del Grupo de Yale, las investigaciones del grupo
de la Universidad de Berkeley o los del grupo de la Universidad de Nueva York.
La participación de los psicólogos en tareas relacionadas con la guerra
ayudó a legitimar la profesión y aumentó su optimismo en relación al papel que
podían jugar en la solución de problemas sociales urgentes.
Pero si en el ámbito de la Psicología social alguien requiere una mención
especial ése es Kurt Lewin; además de sus importantes contribuciones teóricas,
se preocupó por contrastar empíricamente sus postulados. Su investigación orien-
tada a la acción (Action-Research) supone un ejemplo de habilidad para el estudio
de los problemas sociales en una combinación perfecta entre teoría y práctica.
Se trata de llevar a cabo investigaciones socialmente relevantes que conduzcan

28
La intervención psicosocial: una utopía situada

a resultados que puedan ser utilizados para la acción social (Lewin). La teoría
es más que un medio para avanzar en el conocimiento, pues proporciona orien-
taciones para solucionar los problemas sociales. Apoyándose en el método de
investigación-acción, Lewin no se limita al planteamiento teórico y su corres-
pondiente aplicación práctica, sino que, partiendo de la realidad social, desarrolla
sus investigaciones para volver a ella con propuestas útiles para la mejora, el
cambio y la solución de los problemas sociales. Su Psicología social combina
teoría y praxis, concibe los problemas dentro de la realidad social contextual en
que surgen y contribuye, a través de una teoría de la acción social, a dar respuesta
a esos problemas sociales. Lewin desarrolló la Action-Research como alternativa
a la investigación tradicional, que mantenía una separación radical entre teoría (o
ciencia) y aplicación.
Los principios que caracterizan la investigación-acción son, básicamente,
el carácter participativo, el impulso democrático y la contribución simultánea al
cambio social y a la ciencia social. El proceso de investigación-acción consta
de cuatro etapas a modo de espiral de ciclos: (a) análisis, recogida de datos y
conceptualización acerca de los problemas, clarificando y diagnosticando una
situación problemática para la práctica, lo que constituye la explicitación de la
teoría en la acción; (b) planificación o formulación de estrategias de intervención
o programas a modo de hipótesis de acción; (c) ejecución de la acción planificada
para resolver el problema identificado; y (d) recogida de datos para evaluar las es-
trategias de acción y contrastar así las hipótesis formuladas. Esta última fase, a la
que Lewin llama de reconocimiento, pretende determinar el impacto que el plan
de ejecución ha tenido sobre la situación inicial, y tendría, según Lewin, cuatro
funciones: (a) evaluación de la acción, (b) mostrar si lo obtenido está por encima
o por debajo de lo esperado, (c) proporcionar a los planificadores la oportunidad
de aprender acerca de las fortalezas y debilidades de ciertas técnicas de acción,
y (d) proporcionar la base para planificar correctamente el nuevo paso de la ac-
ción (Morales). Los resultados de la evaluación conducen de nuevo a analizar la
situación para conocer si se han resuelto los problemas iniciales, así se entraría
una vez más en un nuevo ciclo de investigación-acción (Elliot; Pérez Serrano).
La contribución de Lewin a la Psicología social es una de las muestras
más claras del compromiso de la ciencia social con la solución de los problemas
sociales. Sus trabajos son una excelente muestra de combinación entre teoría y
práctica; concibe los problemas dentro de la realidad social contextual en que
surgen y contribuye, a través de su teoría de la acción social, a dar respuesta a
esos problemas sociales. La separación, manejada por algunos, entre lo básico y

29
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud

lo aplicado no tienen ningún sentido para Lewin. Ambos extremos son parte de
un mismo proceso. En este sentido, el investigador social adquiere un papel fun-
damental en la solución de los problemas reales; aunque no es él quien determina
la política social, ayuda a la toma de decisiones respecto a la misma.
Por otro lado, la creación del Centro de Investigación de Dinámica de Gru-
pos supuso un claro modelo en el que se combinan teoría y práctica, la realidad
social con los principios epistemológicos, y la metodología de corte positivista
y experimental con otra más cualitativa. Así, el progreso de la ciencia social se
llevará a cabo a partir de una sensata combinación de teoría y método, de defini-
ciones operacionales y conceptuales (Blanco).
Su implicación fue constante en distintos estudios que hacían referencia
a problemas sociales reales del momento. Prueba de ello son sus trabajos con
Margaret Mead y el National Research Council, dirigidos a investigar el mejor
método para cambiar los hábitos alimenticios durante el periodo de la II Guerra
Mundial; o el estudio sobre los efectos de la participación en grupo sobre la toma
de decisiones en la productividad de la Harwood Manufacturing Corporation; o,
también, la evaluación de las actividades bélicas de la Office of Strategic Servi-
ces, en Washington. Tampoco podemos olvidar, por ejemplo, los estudios desa-
rrollados en la Commission for Community Interrelations, acerca de fenómenos
como las actitudes interraciales, las tensiones intergrupales, la integración de las
minorías y el vandalismo; o, por citar alguno más, los del Research Center for
Group Dynamics, sobre relaciones intergrupales, comunicaciones y percepción
social y ecología grupal.
Los oscuros años cincuenta en los Estados Unidos se caracterizaron por un
clima de pesimismo y duda respecto a la capacidad de las ciencias sociales para
analizar los problemas sociales y promover la aplicación de los conocimientos
científicos a los temas sociales reales (McGrath). El evidente predominio de un
enfoque eminentemente cognitivo y la vuelta al estudio de laboratorio apartaría,
en gran medida, a la disciplina de los asuntos de verdadero interés social. Brews-
ter Smith, se refiere a esta época de la siguiente manera:

Echo de menos una Psicología social interesada en los problemas


sociales, no tanto en el sentido tecnológico de la ingeniería humana, sino
en el espíritu emancipatorio de ayudar a la gente a afrontar la vida con
más garantía (Brewster Smith).
A pesar del marcado enfoque cognitivista y la vuelta a los experimentos de
laboratorio que caracterizaron este periodo, la Psicología social no se apartó radi-

30
La intervención psicosocial: una utopía situada

calmente de su interés por los problemas sociales, quedando siempre un nutrido


grupo de profesionales que, aunque fuera de forma marginal, creían en la discipli-
na como una ciencia al servicio del bienestar humano. Los autores mencionados
aguantaron esa presión hacia el laboratorio y fueron una buena muestra de que la
Psicología social nunca se ha apartado de su verdadera razón de ser como ciencia
al servicio del bienestar humano (Blanco y De la Corte).
Ya en los años sesenta, los trabajos aplicados se multiplicaron en campos
denominados clásicamente aplicables de la disciplina, y prueba de ello son las
investigaciones desarrolladas, por ejemplo, en el área de la Psicología de las orga-
nizaciones (Katz y Kahn), la Psicología de los grupos (Bradford y cols.), la Psico-
logía de la persuasión, procesos y comunicación de masas (Hovland, Lumsdaine
y Shefield) la Psicología social de la educación (Oelke), la Psicología social de la
salud (Davis), o en Evaluación de programas (Tyler; Cronbach).
De todos modos, no podemos obviar que es en los años setenta cuando el
interés por la aplicación se da de forma especial y consciente. Por ejemplo, en
1971, se crea el Journal of Applied Social Psychology, y aparece el libro de Va-
rela Psychological solutions to social problems. En 1975 se publica el Applying
social psychology: implications for research, practice and training de Deutsch
y Hornstein. En la década siguiente aumenta el número de libros, capítulos de
libro, números monográficos de revistas no aplicadas y series anuales dedicadas
al tema (en España, el primer manual aparece en 1985: Morales, Blanco, Huici y
Fernández-Dols). Es también este el momento en el que la Psicología social de
la salud se expande con fuerza a partir de la nueva concepción de salud adoptada
por la OMS en 1978, y con ella algunos conceptos psicosociales básicos como
bienestar y calidad de vida, objetivos que vertebran el desarrollo de las distintas
áreas aplicadas de la Psicología social. A juicio de Blanco y cols., todo este cre-
cimiento tendrá como consecuencia la clarificación del área de aplicaciones en
Psicología social y la formalización de su existencia.

1.2. PSICOLOGÍA SOCIAL Y PROBLEMAS SOCIALES


La manera de conceptualizar los problemas sociales ha cambiado sustan-
cialmente en el desarrollo de la Psicología social; la inexistencia de una defini-
ción ampliamente consensuada y convincente de su campo de estudio pone de
manifiesto la complejidad del tema y su estado aún en periodo de formación y
desarrollo. En este sentido, Spector y Kitsuse llegaron a afirmar en su momento
que no hay una definición adecuada en Sociología de los problemas sociales y no
hay, ni nunca ha habido, una Sociología de los problemas sociales.

31
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud

En la actualidad, la Psicología social, como disciplina multiparadigmática


y plural, ha sido capaz de centrar su atención en el estudio de los problemas so-
ciales y en las vías para su solución, cumpliendo así con el compromiso que tiene
con la sociedad y reforzando a su vez una de las tradiciones más destacables de
la disciplina.
Para Torregrosa, el estudio de los problemas sociales implica necesaria-
mente poner en juego una gran variedad de perspectivas, niveles de análisis, dis-
ciplinas y recurrir a la teorización (Torregrosa). Para evitar caer en explicaciones
psicologicistas, Torregrosa propone una vía de análisis que pase por considerar y
utilizar de forma explícita una definición psicosociológica de los problemas so-
ciales; la pluralidad existente en nuestra disciplina permite conjugar los distintos
paradigmas en el estudio de los mismos. Por un lado, las aportaciones del para-
digma experimental positivo ponen énfasis en la idea de control, de forma que de
él se derivan modelos de intervención próximos o propios de la ingeniería social.
El paradigma interpretativo por su parte, se apoya en postulados más construc-
tivistas y comprensivos, y permite definir los problemas desde el consenso, las
expectativas, experiencia y vivencias de quienes los sufren. Por último, el para-
digma crítico asume íntegramente los postulados del interpretativo, pero además
considera los problemas como resultado de las contradicciones de la sociedad,
para lo cual recurre a presupuestos propios del marxismo (descripción de las
condiciones objetivas) y del psicoanálisis (experiencia subjetiva de determinadas
condiciones objetivas).
La diversidad de formas de enfocar el estudio de los problemas sociales y
su inherente dificultad no implica necesariamente que debamos rehuir a su análi-
sis, más bien todo lo contrario, la urgencia y gravedad de algunos de estos pro-
blemas exige una movilización de todos los recursos disponibles para hacerles
frente a través de la potenciación de las mejores prácticas interventivas.
El estudio de los problemas sociales exige realizar una aclaración concep-
tual de los mismos para saber de qué hablamos cuando nos referimos a ellos. La
forma u óptica desde la que enfoquemos la conceptualización de los problemas,
determina el papel que la Psicología social debe adoptar para la solución de los
mismos; en palabras de Caplan y Nelson, la manera en que un problema social
es definido determina los intentos de remediación (...) al sugerir no solo el foci y
las técnicas posibles sino también al excluir alternativas posibles.
Antes de entrar de lleno en las definiciones propuestas acerca de los pro-
blemas sociales, quizá convendría señalar las características o criterios más co-
múnmente aceptados por los autores que trabajan en este campo a la hora de de-

32
La intervención psicosocial: una utopía situada

terminar qué se entiende por problema social. Según la formulación de Sullivan,


Thompson, Wright et al., para considerar la existencia de un problema social es
necesario que se den los siguientes requisitos:
1. Existencia de amplio consenso entre los miembros de una sociedad acerca
de la determinación de cuáles son los problemas; así, un problema solo será
considerado como tal si la opinión pública en general lo cree así, mientras
que si únicamente lo sufre un grupo minoritario, se asume la inexistencia
de dicho problema. En esta línea se encuentra la clásica definición de Fu-
ller y Myers, al considerar como problemáticas solo aquellas condiciones
en las que un considerable número de personas asumen que existe una
desviación de las normas sociales habituales.
2. Posibilidad de identificar a los grupos sociales que definen la existencia
de los problemas y que, por tanto, tienen intereses en su solución. En esta
línea, los problemas sociales se definen como las actividades de los grupos
que realizan aseveraciones sobre condiciones penosas y efectúan intentos
para solucionar dichas condiciones (Kitsuse y Spector).
3. Imbricación de los valores sociales que determinan la existencia del pro-
blema y establecen las prioridades de los distintos grupos sociales. Desde
esta orientación, un problema social existe cuando un grupo de influencia
es consciente de una condición social que amenaza sus valores y que pue-
de ser remediada por la acción colectiva (Sullivan, Thompson, Wright et
al.).
4. Identificación del problema como una cuestión pública, donde solo caben
actuaciones colectivas o comunitarias para su solución.
En nuestro país, Sánchez Vidal recoge los componentes básicos que desde
las distintas aportaciones y perspectivas de estudio, se incluirían en una hipotéti-
ca definición de problema social. Estas son:
1. Distinción entre problemas personales y cuestiones sociales. En el caso de
los problemas sociales, los fines y valores de un grupo amplio son debati-
dos públicamente y requieren soluciones colectivas.
2. Existencia de una condición objetiva y una elaboración subjetiva de dicha
condición, aunque puede existir el componente subjetivo sin el primero.
3. El componente subjetivo es construido por un grupo que comparte ciertos
valores.
4. Existe una discrepancia entre el estado actual y lo que determinado grupo
poblacional considera estado ideal.
5. Esa discrepancia es percibida por un grupo significativo, influyente o po-
deroso.

33
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud

6. Existe una percepción colectiva de que es necesario actuar para cambiar la


situación actual.
7. La acción se lleva a cabo por los grupos interesados que pueden estar o no
directamente afectados por el problema.
8. La consideración de un problema como tal varía de una a otra comunidad,
grupo o clase social, de forma que la existencia de un determinado proble-
ma en un grupo puede ser la solución al problema de otro grupo.
9. Se puede dar la coexistencia de problemas patentes y problemas latentes;
de los primeros hay conciencia de su existencia, mientras que los segun-
dos, aunque existen objetivamente, no existe conciencia de ellos, no se
aceptan como tales o se consideran situaciones inalterables.
Más recientemente, Expósito, a partir de la definición de problema social
de Sullivan y cols., entiende que desde una perspectiva intervencionista los ele-
mentos fundamentales de los problemas sociales son:
1. Existencia de un grupo de influencia, o grupo de personas con cierto poder
en el debate público.
2. Existencia de una condición social antecedente a la existencia del problema
social, y cuya identificación resulta fundamental para el diseño de inter-
venciones dirigidas a la solución de los problemas sociales.
3. Conciencia de la existencia de una condición social indeseable para un
grupo de población; cuando la sociedad entiende una determinada condi-
ción social como indeseable, es cuando los problemas individuales pasan a
convertirse en problemas sociales.
4. Afectación negativa a los valores de un determinado grupo social.
5. Necesidad de una acción colectiva para la solución de una determinada
condición social indeseable.
Teniendo presente las características expuestas, pasemos a hacer un breve
repaso por las definiciones más significativas de los problemas sociales. En ge-
neral, estas se pueden agrupar en dos grandes perspectivas en función del énfasis
puesto en cada uno de los componentes que integran el concepto.
Así, por ejemplo, Merton y Nisbet apuestan por una separación entre las
condiciones objetivas y subjetivas de los problemas sociales, cara a una mejor
comprensión del fenómeno, lo que les llevó a la distinción entre problemas so-
ciales manifiestos y problemas sociales latentes (Clemente). En este sentido, nos
encontramos con definiciones que enfatizan la necesaria identificación de las si-
tuaciones perjudiciales por amplios sectores de la sociedad y que acentúan las
condiciones objetivas que deberían ser cambiadas:

34
La intervención psicosocial: una utopía situada

..una situación que viola una o más normas generales com-


partidas y aprobadas por una parte del sistema social (Merton y
Nisbet, p. 1).

O aquellas otras que ponen el énfasis en el componente subjetivo, de forma


que un grupo significativo de la sociedad percibe determinadas situaciones como
problemáticas y pone en marcha actuaciones dirigidas a su solución (López Ca-
banas y Chacón; Liazos; Rivas).

Un problema social es una situación que un considerable nú-


mero de personas juzga desagradable o desfavorable, y que según
ellas existe en su sociedad. Por lo tanto, un problema social es una
cuestión de definición... carece de existencia objetiva, más bien la
gente atribuye carácter problemático a ciertos hechos o conductas
y les asigna significado desfavorable. Incluso puede llegar a definir
como problema social algo inexistente (...) Ninguna circunstancia
o conducta, por desusada que sea, constituye un problema social a
menos que las personas lo definan como tal (...) no es un problema
social si los miembros de la sociedad misma no lo consideran tal
(Vander Zanden).

Esta última definición parte de la idea de que aunque la mayoría de los pro-
blemas sociales poseen elementos objetivos, su existencia se ve modelada por la
manera de experimentarlos y percibirlos por un determinado grupo de población,
adquiriendo pues un tinte claramente subjetivo. Desde este punto de vista, en ge-
neral, los problemas sociales se conceptualizan como productos de una definición
colectiva más que de las condiciones realmente objetivas.
Otros autores, sin embargo, intentan una integración de ambos componen-
tes de los problemas sociales, los objetivos y los subjetivos. La clásica definición
propuesta por Henslin es un buen ejemplo de esa integración:

Un problema social es algún aspecto de la sociedad (condi-


ción objetiva) acerca del cual un amplio número de personas están
preocupadas (condición subjetiva) (Henslin).

Otras propuestas son algo más ambiguas; es el caso de la definición defen-


dida por Rubington y Weinberg, para quienes

35
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud

...un problema social se da cuando se alega la existencia de


una situación incompatible con los valores de un número significa-
tivo de personas que están de acuerdo en que es necesario actuar
para alterar la situación.

En definitiva, quizá puedan sintetizarse las características de los proble-


mas sociales en la propuesta hecha por D´Zurilla, para quien un problema puede
ser conceptualizado como: (a) una discrepancia entre las demandas y la disponi-
bilidad de respuestas; (b) un desequilibrio que es percibido por el individuo, la
comunidad o la sociedad en general; (c) un desfase entre lo que es y lo que debe-
ría ser; (d) la inexistencia de una respuesta inmediatamente efectiva para afrontar
y superar tal situación, y (e) una maximización de las consecuencias positivas o
beneficios, y una minimización de las negativas o costes.
Desde presupuestos constructivistas, se asume que los problemas sociales
no tienen existencia por sí mismos, sino que son el resultado de una construcción
social colectiva (Blumer). Solo se definen a partir de un consenso entre un consi-
derable y significativo número de personas que reconocen una situación como in-
adecuada y no deseada. La definición del problema implica un complejo proceso
en el que intervienen múltiples agentes (actores de la comunidad e instituciones
públicas), entre los que se encuentran los responsables de las políticas sociales,
los miembros de la comunidad, los grupos de poder y los expertos e investiga-
dores, que ejercen presión, poniendo en juego cada uno sus propios intereses
para que se lleve a cabo una futura acción o intervención social (Blumer; Casas;
Vander Zanden).
Estas últimas acepciones, extremadamente subjetivistas, olvidan el com-
ponente real u objetivo en la determinación de lo que es un problema, asumiendo
que este solo existe en la medida en que es reconocido como tal por una parte
importante de la población, lo que incidirá significativamente en la futura inter-
vención sobre el mismo. No podemos olvidar que existen problemas sociales
reales que afectan objetivamente a determinados grupos de población y que no
son percibidos como tales, por lo que desde esta aproximación constructuivista
no serían considerados problemas sociales.
Para terminar, y teniendo presente la falta de acuerdo a la hora de determi-
nar lo que es un problema social, cabría hacerse una serie de preguntas básicas:
¿quién/es decide/n lo que puede ser considerado un problema?, ¿quién/es defi-
ne/n algo como problema social?, ¿quién/es habla/n en nombre de la mayoría?,

36
La intervención psicosocial: una utopía situada

¿quién/es tienen autoridad para ello?, ¿a quién/es representan las élites que deci-
den?, ¿qué ocurre con las minorías y la justicia social?, etc. (Sullivan, Thompson,
Wright et al.). Pues bien, parece ser que la definición de los problemas viene
marcada por la autoridad o poder que tenga un grupo de interés concreto, quienes
además de convencer a los demás sobre la existencia del problema, ejercen toda
su influencia para luchar contra el cambio social si este implica un cambio en su
statu quo.
Sin embargo, para Casas, una característica fundamental de la política so-
cial de los estados democráticos es que se muestra sensible a las presiones de la
sociedad, de forma que el concepto de problema social no se refiere a la percep-
ción de este por parte de la autoridad, sino que es la percepción de los ciudadanos
la que da cuenta, en mayor medida, del mismo. Así, la idea de satisfacción de las
necesidades manifestadas por los individuos de la comunidad gracias a las actua-
ciones públicas pasa a tener una vital importancia.
Llegados a este punto, debiéramos preguntarnos ¿qué papel juega el inves-
tigador social en la determinación del problema social, en su análisis y estrategias
de solución?; ¿quién decide qué problema social se analiza y cuál es la meta de
la intervención?, o lo que es lo mismo, ¿hacia dónde debe dirigirse el cambio?,
y ¿qué papel juega el psicólogo social aplicado? (Expósito). Evidentemente, los
científicos sociales no están ajenos a la realidad que les circunda, son un grupo
más de implicados y, por tanto, no tiene sentido hablar de asepsia científica en
nuestros días. El investigador social trabaja sobre la base de ciertos valores, que
están presentes en la selección de los problemas que estudiamos, en los concep-
tos clave que utilizamos al definir esos problemas y en el curso seguido para su
solución. Los psicólogos sociales ocupan una posición privilegiada para dar res-
puesta a los problemas que nos rodean, apostando por una investigación relevante
y comprometida.

1.3. PSICOLOGÍA SOCIAL BÁSICA VS. PSICOLOGÍA SOCIAL APLI-


CADA
La sensibilidad hacia la cuestión social desde la Psicología social ha ido
desembocando en una cada vez mayor preocupación (y ocupación) por dar res-
puesta a las necesidades humanas, a través de intervenciones sociales planifica-
das. Esto ha propiciado un interés especial por la aplicación, lo que no implica
en ningún caso rechazar el carácter básico de la disciplina. La unión entre teoría
y práctica es necesaria cuando nos referimos a la solución de problemas sociales.
La discusión entre lo básico y lo aplicado en Psicología social se remon-
ta a los tiempos de Lewin. La distinción entre ambas no es aceptada de igual

37
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud

manera por todos los profesionales; mientras que algunos autores propugnan su
separación formal (Bickman; Varela), para otros es inaceptable (Eiser; Gergen y
Basseches; Mayo y La France; Proshansk), y otros piensan que la diferencia es
prácticamente inexistente, relativamente artificial y se difumina en la práctica
(Hollander; Kidd y Saks; Saxe y Fine).
En nuestro país, este debate ha suscitado también posiciones encontradas
y ha derivado en múltiples publicaciones desde el trabajo original de Morales en
los años ochenta hasta nuestros días, conjugándose perspectivas tan encontradas
como las de Blanco (Blanco y De la Corte) (Blanco, Rojas y De la Corte) e Ibáñez
(Ibáñez e Íñiguez), con alguna otra intermedia como la propuesta de tendencia
lewiniana de Torregrosa.
La polémica relación entre lo básico y lo aplicado es importante para llegar
a una definición de la Psicología social aplicada, por lo que intentaremos sinte-
tizar en las siguientes páginas las distintas aportaciones que los autores han pro-
puesto en este sentido. Lo que nadie pone en duda es la idea de que la Psicología
social aplicada debiera ser capaz de utilizar los conocimientos producidos por la
Psicología social para poder intervenir en la realidad social. De la misma manera,
la Psicología social básica se beneficiaría e incrementaría el conocimiento teórico
a partir de la intervención social o aplicada.
La propuesta de Varela es un ejemplo de la distinción clara y tajante entre
lo básico y lo aplicado; para este autor, la investigación básica descubre princi-
pios básicos mientras que la tecnología los sintetiza y utiliza pragmáticamente
para resolver problemas concretos. Uno y otro son mundos diferentes, con sus
propias leyes de funcionamiento, y es el tecnólogo social el encargado de poner-
las en conexión.
Pero es L. Bickman, quien en su artículo de 1981, ha establecido las más
rotundas diferencias entre el enfoque básico y el aplicado. Para Blanco y De la
Corte la distinción establecida por Bickman es totalmente improcedente y ha su-
puesto uno más en la lista de desafortunados dualismos que han transitado con
inusitada fortuna a lo largo de la peripecia histórica de nuestra disciplina... (p.
33).
El dualismo básico-aplicado establecido por Bickman surgió, en palabras
del propio Bickman, de su experiencia profesional, lo que le permitió agrupar las
diferencias entre ambos polos en función de cuatro categorías: los fines persegui-
dos, el método seguido, el contexto de trabajo y el rol o estilo interventivo. El
cuadro 1.1. recoge dicha síntesis (extraído de Blanco y De la Corte).

38
La intervención psicosocial: una utopía situada

En primer lugar, para Bickman, las actividades básica y aplicada persiguen


metas distintas; mientras que el trabajo básico persigue acumular conocimientos,
estableciendo relaciones entre variables y centrándose en las causas, el aplicado
persigue básicamente resolver problemas.
También la metodología utilizada es diferente; mientras que la investiga-
ción básica persigue maximizar la validez interna y la de constructo, prefiriendo
del uso del método experimental; la aplicada persigue la validez externa, hace uso
de metodología cuasi-experimental, centrándose en varios niveles de análisis y
prefiriendo optar por el multimétodo.
El contexto en el que se desarrolla la investigación básica y la aplicada es
también una fuente de diferenciación para Bickman; la investigación básica tiene
como espacio preferido la Universidad y el laboratorio, donde el tiempo de du-
ración de la investigación es un factor irrelevante ya que no existe una urgencia
temporal por dar solución a algún grave problema. No sucede lo mismo en el caso
de la investigación aplicada, donde las empresas que operan en condiciones de
mercado han de producir efectos visibles y resultados inmediatos, en condiciones
de limitados recursos y tiempos escasos.
Por último, en la investigación básica el investigador adquiere el rol de
especialista, trabaja en solitario y la compensación por su trabajo es simbólica,
principalmente en forma de prestigio. Para el investigador aplicado, las compen-
saciones materiales son mayores, tiene un rol generalista y dirige su trabajo hacia
las peticiones del cliente.
Con estas diferenciaciones, queda claramente representada la postura de
rotunda distinción entre la Psicología social básica y aplicada establecida por
Bickman, algo que queda aún más patente cuando afirma que:

la Psicología social básica y aplicada son decididamente di-


ferentes en cuanto a sus fines, métodos, contexto y estilo. Cuando
estas diferencias se ignoran, el resultado es la confusión y oscuri-
dad de objetivos y comparaciones odiosas entre la Psicología social
básica y la aplicada... La Psicología social básica y la aplicada
conducen asimismo a programas de formación y a trayectorias
profesionales distintas. Creo, además, que es relevante hablar de
diferencias entre los dos tipos de aproximaciones de investigación
porque esta es la expresión de los valores e intereses del propio
investigador. Es importante intentar clarificar las diferencias entre
la investigación básica y la aplicada, de manera que las personas

39
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud

puedan determinar el tipo de trabajo que los hace sentirse más con-
fortables y más productivos (Bickman).

Con una orientación bien distinta, en nuestro país, Ibáñez e Íñiguez, desde
una perspectiva posmoderna rechazan lo que ellos denominan las tres falacias
pertinaces de la epistemología positivista: (a) representacionalismo, esto es, que
la teoría refleja la realidad, aunque para Ibáñez (Ibáñez e Íñiguez) lejos de li-
mitarse a reflejarla, la teoría genera realidad a partir de la percepción y las re-
presentaciones sociales de esa realidad; (b) externalismo, o lo que es lo mismo
el distanciamiento existente entre el observador y el practicante social; este no
puede situarse, según estos autores en una posición de exterioridad, sino que debe
mantener una interioridad propia de una posición endógena a la práctica social;
(c) aplicacionismo o lo que es lo mismo, que la práctica se deriva de la teoría y
se subordina a esta. Frente a esta falacia, Ibáñez e Íñiguez optan por una visión
alternativa que enfatiza el carácter autónomo de la práctica con respecto a la
teoría.
Para otros autores, entre los que cabe mencionar a Eiser (1980), existen
varias razones que fundamentan la unión ineludible de teorías e investigación
básica con investigación aplicada. En primer lugar, la teoría es fundamental para
cualquier tipo de investigación; en segundo lugar, muchos experimentos básicos
sobre temas, por ejemplo, de influencia social, actitudes, comunicación, relacio-
nes intergrupales, persuasión, etc., se identifican claramente con el contexto de
vida cotidiana; y, en último lugar, no hay que olvidar la investigación de campo
que permite esa identificación de forma directa. Por tanto, posiblemente sea más
importante dirigir nuestro interés a problemas tales como conseguir el rigor me-
todológico de la investigación psicosocial en las aplicaciones que se realicen, o
como adaptar el desarrollo teórico de la disciplina a cualquier problema social.
En definitiva, la Psicología social como ciencia aplicada debería lograr una com-
binación adecuada entre rigor metodológico y atención a los problemas sociales.
Así pues, las propuestas de sistematización de la Psicología social aplicada
deberían combinar, desde diferentes modelos, las teorías psicosociales, los méto-
dos de investigación y las habilidades prácticas. Hoy día resulta estéril plantearse
en Psicología social, la dicotomía ciencia básica vs. ciencia aplicada (Morales;
Expósito); por un lado, como se ha comentado, muchos de los procesos básicos
estudiados por los psicólogos sociales están presentes en la vida cotidiana, ofre-
ciendo conocimientos y técnicas de actuación en los distintos contextos en que se
aplican; por otro lado, las aplicaciones pueden utilizarse para contrastar la teoría,

40
La intervención psicosocial: una utopía situada

puesto que cada ámbito de aplicación de la Psicología social selecciona aquellos


procesos básicos que le serán útiles. Los resultados de la aplicación en dichos
contextos permiten probar los conocimientos psicosociales en contextos reales,
contribuyendo a perfeccionar sus propios análisis teóricos y empíricos básicos
Cuadro 1.1. Diferencias entre los enfoques básico y aplicado para Bickman.
BÁSICA APLICADA

FINES Y Conocimiento, búsqueda de Búsqueda relaciones signifi-


PROPÓSITOS relaciones y causas, princi- cativas en la práctica, predecir
pios de explicación univer- efectos a largo plazo
sales

METODOLOGÍA - Validez interna - Validez externa


- Constructo de causa - Constructo de efecto
- Único nivel de análisis - Diferentes niveles de análisis
- Único método - Múltiples métodos
- Método experimental - Método cuasi-experimental
- Alta precisión - Baja precisión
- Método conductual - Autoinforme

CONTEXTO - Universidad - Calle, industria


- Laboratorio - Campo
- No preocupación por el - Tiempo real
tiempo - Larga duración
- Corta duración - Cliente, patrocinador
- Iniciativa propia - Alta conciencia de costos
- Poca conciencia de costos - Poco flexible
- Flexible - Poco estable
- Estable - Multidisciplinaria
- Unidisciplinaria - Dependiente
- Autónoma

ROL Y - Especialista - Técnico general


ESTILO - Trabajo en solitario - Trabajo en equipo
INTERVENTIVO - Orientación por los colegas - Orientación por los clientes
- Compensación media - Alta compensación
- Alto prestigio - Prestigio medio
- Evaluación por medio de - Evaluación por la experiencia
publicaciones - Habilidades sociales medias
- Habilidades sociales medias

41
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud

(Stephenson). Estaríamos, evidentemente, ante una estrecha asociación entre lo


básico y lo aplicado.
En este sentido, estamos de acuerdo con Torregrosa cuando afirma que no
es posible la separación entre la teoría y la aplicación, ya que, ...comprender o
explicar una realidad, cuando se hace de un modo sistemático, es ya una inves-
tigación aplicada. El conocimiento teórico es irremediablemente conocimiento
práctico. Así, la distinción entre teoría y práctica es, además de errónea, una pos-
tura que consideramos que en la actualidad está pasada de moda. La conclusión
última en esta discusión nos lleva a concluir acerca de la improcedencia de la
distinción básico-aplicado; lo relevante es encontrar una forma de trabajo psi-
cosocial en la que se consiga lograr una ciencia válida, relevante y socialmente
útil, y eso solo puede lograrse aceptando que no hay contraposición entre teoría y
práctica, sino que ambos son momentos de un mismo proceso.
Además, la Psicología social se ha caracterizado por su especial interés por
los problemas sociales, desarrollando para su solución teorías poseedoras de una
dimensión característica y específica; las teorías desarrolladas como respuesta
a problemas sociales capacitan a la Psicología social para estar en primera fila
en los debates dentro de disciplinas aplicadas como la medicina, las relaciones
laborales y la educación, averiguando qué es lo que debería hacerse para resol-
ver los problemas sociales (Stephenson). Es absurdo sostener que la aplicación
ha tenido un lugar solo secundario en el devenir de la disciplina. Al contrario,
forma parte constitutiva de la Psicología científica, y la promoción del bienestar
humano (Miller) es uno de los elementos que la definen, caracterizan y legitiman.
Así lo defiende Blanco cuando afirma que la cuestión de si la Psicología en ge-
neral, y especialmente la Psicología social, es aplicable, es una pregunta llena
de retórica huera y ajena al devenir histórico y teórico de la disciplina (Blanco
y De la Corte).
En definitiva, cada vez resulta más patente que las delimitaciones entre los
aspectos básicos y los aplicados tienden a difuminarse, y que más allá de ser este
un fenómeno poco positivo, realmente supone un refuerzo fundamental para el
desarrollo y avance de una Psicología social considerándola de un modo global.

1.4. CONCEPTO DE PSICOLOGÍA SOCIAL APLICADA


En palabras de Blanco y De la Corte, es posible hablar de Psicología social
aplicada como una forma de acercamiento a la realidad caracterizada por: (a) el
manejo de las teorías y la metodología psicosocial; (b) el tratamiento de proble-
mas concretos que preocupan al ciudadano de la calle; (c) la comprobación de

42
La intervención psicosocial: una utopía situada

teorías o hipótesis en los contextos reales; y (d) la visión interdisciplinar. Solo de


esta forma será posible el acercamiento y una mayor sensibilidad ante problemas
sociales reales así como las decisiones políticas adecuadas para darles solución.
A pesar de que creemos haber dado un repaso acerca de lo que caracteriza
a la Psicología social aplicada, no son muchas las definiciones explícitas que
sinteticen en pocas palabras lo que esta subdisciplina significa (Sánchez Vidal,
2002). La mayoría de ellas suelen centrarse en la relación que se establece con
la vertiente básica de la disciplina, y son el resultado de su conceptualización a
partir de una serie de características distintivas.
Por ejemplo, Oskamp enumera seis características fundamentales; a saber:
(a) orientación a los problemas; (b) toma de posición respecto a ciertos valores;
(c) búsqueda de la utilidad social; (d) enfoque interdisciplinar; (e) preferencia por
la investigación de campo; y (f) consideraciones prácticas. Más tarde reduciría
estas dimensiones a tres únicas características que resumen su perspectiva de lo
aplicado: (a) la orientación por los problemas; (b) la consideración de los valores
sociales y, (c) la investigación en escenarios y situaciones naturales (Oskamp).
Para Eiser, la Psicología social aplicada tiene una serie de dimensiones
definitorias, entre las que se incluye la articulación con la investigación básica.
Estas son: (a) tiene por objeto el estudio de la conducta social desde la perspec-
tiva psicológica; (b) el conocimiento teórico es básico, que haya de ser aplicado
no significa que tenga que ser menos teórico; (c) el modelo de sujeto como proce-
sador de información es rico en implicaciones para la aplicación a los problemas
sociales; (d) es posible realizar observaciones controladas fuera del laboratorio;
(e) la teoría desarrollada en el laboratorio no es menos válida, porque las conclu-
siones se extraen sobre procesos; (f) debe estar atenta a los cambios sociales; y
(g) es preciso tomar precaución frente a la manipulación a la que se puede prestar
el investigador, así como establecer cuál es su rol.
Partiendo de la categorización antes expuesta, Oskamp conceptualizó la
Psicología social aplicada como la utilización de los métodos, teorías, principios
o resultados de las investigaciones de la Psicología social para algún propósito o
problema social. Desde este punto de vista, el objetivo de la aplicación siempre
será la comprensión o solución de estos últimos.
Sin embargo, para Proshansky, la Psicología social aplicada no es más
que una Psicología social que investiga un problema concreto donde realmente
ocurre, y cuyo primer objetivo es reunir el conocimiento empírico y teórico que
pueda ayudar a comprender los factores o condiciones responsables de la solu-
ción o no del problema. Por tanto, este autor coincide con Oskamp en considerar
que la aplicación en Psicología social debe orientarse a los problemas, tomar

43
Intervención psicosocial y evaluación de programas en el ámbito de la salud

posición respecto de ciertos valores y perseguir la utilidad social. Sin embargo,


hay discrepancias respecto al planteamiento de que los problemas sociales sean
el objeto exclusivo de la Psicología social aplicada, planteándose la necesidad de
considerar también la conducta humana normal, tal y como se da en los ambien-
tes cotidianos.
Bickman identifica la Psicología social aplicada como la aplicación de mé-
todos de investigación, teorías, niveles de análisis y perspectivas de la Psicología
social. Esta definición es poco clarificadora y escasamente comprensiva, propia
de la distinción tajante entre lo básico y lo aplicado defendida por el autor.
Algo más comprehensiva es la propuesta de Fisher al entender que la Psi-
cología social aplicada es el campo socialmente interesado que trata de entender
la conducta social humana como un proceso complejo, multideterminado y esen-
cialmente racional y que busca mejorar los problemas sociales por medio de la
aplicación de teorías, métodos de investigación y habilidades prácticas. En este
sentido, distingue entre aplicando la Psicología social, de forma que esta se limi-
taría a explicar la conducta social en el mundo real usando sus teorías, y la propia
Psicología social aplicada, que partiendo del mundo real, genera los métodos y
las teorías psicosociales para entenderlo (Sánchez Vidal).
Por último, Weyant parte de una visión humanista de la Psicología social
aplicada, y la define como ...la aplicación humanista del conocimiento científico
acumulado por la Psicología social sobre cómo los individuos son influidos por
otros para intervenir sobre los problemas del mundo real, su utilización por otros
y en la investigación aplicada para conocer mejor los problemas sociales reales
(p. 3).
En nuestro país, Sánchez Vidal, ha sintetizado, a partir de la revisión de la
literatura, los objetivos que persigue la Psicología social aplicada, encontrando
básicamente tres grandes metas: (a) la prevención y solución de problemas psico-
lógicos y sociales; (b) la promoción del bienestar social y la calidad de vida; y (c)
el desarrollo personal mediante la competencia y el poder personal, la interacción
con otros y la autoconsciencia y emancipación humanas.
Y, por último, Expósito estableció las características distintivas de la Psi-
cología social aplicada y que la diferencian de otras áreas de la Psicología; estas
son:
1. Orientada al problema.
2. Imbricación de valores.
3. Utilidad social de los temas abordados.
4. Centrada en situaciones sociales.

44
La intervención psicosocial: una utopía situada

5. Aproximación de estudio comprehensiva y en relación con otras discipli-


nas.
6. Contexto aplicado a través de estudios de campo.
En definitiva, la mayoría de las definiciones coinciden en considerar que la
Psicología social aplicada utiliza los conocimientos y métodos de la Psicología
social, bien para la solución de problemas, bien para la mejora de situaciones
sociales, en sentido amplio. Todas ellas, se podrían encuadrar en alguna de las
formas o modelos de aplicación que se han venido desarrollando desde esta dis-
ciplina. En cualquier caso, y a juicio de Eiser, nunca hay que olvidar que la teoría
es fundamental para el conocimiento e investigación científica y que la aplicación
no excluye la teoría. Además, la Psicología social tiene temas de estudio que se
relacionan claramente con la vida diaria (obediencia, poder, liderazgo, actitudes,
presión social, etc.), y por tanto, existen situaciones fuera del laboratorio donde
se pueden analizar teorías psicosociales sin que se manifiesten los sesgos de la
artificialidad. Esto nos lleva a considerar la necesidad de apostar por conceptua-
lizaciones de carácter abierto, que faciliten el avance en direcciones no preesta-
blecidas, que incluyan posiciones multiplistas, sin tener que afrontar constante-
mente el problema fundacional del estatus científico de la aplicación frente a la
ortodoxia disciplinar.
Para concluir, es preciso señalar la gran importancia que está adquiriendo
el campo aplicado dentro de nuestra disciplina. Cada vez existe mayor interés
respecto a la utilidad de la Psicología social, como lo demuestra el incremento
del número de contextos en los que se aplica y de disciplinas con las que se inte-
rrelaciona. Así, en una revisión llevada a cabo por Blanco sobre las comunicacio-
nes presentadas a los congresos de Psicología social, se evidencia la abrumadora
ventaja, cuantitativamente hablando, de los trabajos de carácter aplicado; entre
ellos se citan áreas como psicología de las organizaciones, gestión de recursos
humanos, psicología comunitaria, psicología jurídica, psicología de la salud, am-
biental, política, educación, etc. Esto muestra que los esfuerzos mayoritarios de
la psicología social se están dirigiendo en la actualidad hacia las aplicaciones.

45

También podría gustarte