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MITOLOGÍA GRIEGA

La mitología griega está formada por un conjunto de leyendas que


provienen de la religión de esta antigua civilización del Mediterráneo
oriental. Los griegos, aunque no practicasen la religión, conocían estas
historias, las cuales formaban parte de su acervo cultural.

Los dioses del panteón griego adoptaban figuras humanas y


personificaban las fuerzas del Universo; al igual que los hombres, los
dioses helenos eran impredecibles, por eso unas veces tenían un
estricto sentido de la justicia y otras eran crueles y vengativos; su
favor se alcanzaba por medio de los sacrificios y de piedad, pero estos
procedimientos no eran siempre efectivos puesto que los dioses eran
muy volubles.

La mitología griega es absolutamente compleja, llena de dioses,


monstruos, guerras y dioses entrometidos.

La familiaridad con los grandes mitos de la antigüedad clásica es tan


esencial a la cultura de una persona moderna como pueda serlo el
conocimiento de la historia o el de las ciencias físicas. ¿Puede creerse
medianamente culta una persona que no conozca la leyenda de
Prometeo, que no haya oído hablar de la culpa y expiación de Edipo,
de la inmensa pasión de Fedra, de las heroicas hazañas de Hércules o
de las interesantes aventuras de Ulises?

Esta mitología comparte una estrecha similitud con la mitología


romana, en cuanto a los nombres de varios dioses y personajes de
importancia. También se relacionan en cuanto a la parte mitológica de
la religión; creencias, tradiciones y todo lo ligado o referente a
Mitología.

ORÍGENES

La mitología griega, en su periodo más importante, se desarrolló en el


siglo VIII a. C. Tiene varios rasgos distintivos, como por ejemplo, los
dioses se parecen exteriormente a los seres humanos y revelan, al
igual que ellos, sentimientos. Los griegos creían que los dioses habían
elegido el monte Olimpo, en una región de Grecia llamada Tesalia,
como su residencia. En el Olimpo, los dioses formaban una sociedad
organizada en términos de autoridad y poderes, se movían con total
libertad y formaban tres grupos que controlaban sendos poderes: el
cielo o firmamento, el mar y la tierra. Fueron tres las colecciones
clásicas de mitos: La Teogonía de Hesíodo y la Iliada y la Odisea de
Homero. Este material se basa en la Teogonía de Hesíodo. La teogonía
es una especie de sistematización de las confusas tradiciones
anteriores, en ella el mito es el tema dominante. Pero, ¿qué es el
mito? Mucho se ha escrito tratando de dar una exacta definición; lo
único cierto es que el mito es una forma especial de pensamiento que
permite al hombre interactuar con su espacio natural y de esta
manera también reconocerse como parte de una comunidad
específica. Es un grave error considerar que el mito es un modo de
pensamiento reservado a las sociedades “primitivas”. El mito es y ha
sido siempre la defensa espontánea del espíritu humano ante un
mundo ininteligible y hostil. La anterior reflexión nos llevaría a afirmar
que en el mito se encuentra el origen de las religiones, sin embargo
debe considerarse que los “espíritus” de los bosques, de la luz, de las
aguas, no son divinidades, sino solamente presencias capaces de
actuar en dominios sobre los que el hombre no tiene ningún poder. El
mito griego está en estrecha relación con la religión, pero no llega a
confundirse con ella. A pesar de toda la confusión que preside la
conformación de la mitología griega, esa inmersa materia llegó a
clasificarse y a ordenarse.

Según Hesíodo, al comienzo no hay nada más que espacio, nada


orgánico, nada que pueda ser descrito. Luego, después de ese vacío,
se dibuja la primera de las realidades, que limita y comienza a darle
un sentido: la Tierra, Gea (Tellus) la base segura de todo lo que en el
mundo ya se encontraba dividido, pues bajo la Tierra seguía
existiendo un espacio vacío donde todo era Caos (Chaos). Ese Caos
engendra el Erebo, el vasto espacio subyacente, en que más tarde
tendrán su lugar los infiernos. En el vacío ubicado por encima de la
Tierra, instala esta a su primogénito, Urano (el Cielo), que emana de
ella. Al mismo tiempo que se da esta división orgánica del universo,
tiene lugar el nacimiento de Eros (Cupido), el Amor, que es aquí el
principio abstracto del Deseo, y no todavía el pequeño dios maligno,
perverso y alado. En los orígenes mismos de la creación del universo,
era imprescindible crear el Amor, este es el motor universal; es quien
provoca las uniones del principio cósmico, los engendramientos que ni
la imaginación concibe. Erebo, hijo de Caos, tuvo un hermano llamado
Noche. Sin embargo Gea, después de haber engendrado a Urano, dio
a luz a las Montañas y las Ninfas (Driada o Nereida), que en ese
momento son genios de las Montañas. A Gea también corresponde la
maternidad de Pontos (el Mar, principio masculino, la Ola poderosa).
La diosa Noche engendra dos hijos: Éter y Día. El primero es la clara y
pura luz que se adivina en las más altas regiones de la atmósfera; la
luz de los dioses. Por su parte el Día, ilumina a los mortales, y alterna
con su madre la Noche.

GENERACIÓN DE LOS TITANES

Urano y Gea adquieren preeminencia, de ellos nacen doce hijos, los


Titanes y las Titánidas. Los Titanes son seis: Océano, el mayor, luego
Ceo, Críos, Hiperión, Iapeto y, finalmente, Cronos (Saturno). Seis
hermanas, las Titánidas: Tía, Rea (Cíbiles), Temis, Mnemosine, Febe y
Tetis. Algunos de estos nombres responden a funciones particulares
dentro del mundo, así, Temis, por ejemplo es la Justicia, Mnemosine es
la memoria, quien garantiza la duración del mundo, no gracias al
tiempo sino a la alternancia entre el día y la noche. Tetis es una
divinidad marina; parece personificar la fecundidad femenina del Mar.
Se casó con Océano, y le dio más de tres mil hijos (los ríos del
mundo), su morada está situada lejos en el Oeste, en el país del
Atardecer, todo rojo, que el Sol visita a diario al bajar del cielo.
Hiperión (el que viaja a lo alto) casado con su hermana Tía, engendra
a Helios y Selene (el Sol y la Luna). La mayor parte de los Titanes no
existe más que en su descendencia: Ceo, unido a su hermana Febe (la
Brillante), engendra a Leto, que más tarde será la madre de Artemisa
y de Febo. Críos, con Euribia, una de las hijas de Gea y del Pontos,
engendró a Astreo que fue uno de los esposos de la Aurora (Eos), al
gigante Palas, y finalmente Perses, que fue el padre de la diosa
Hécate -la señora de la noche-, diosa de la Abundancia, de la
Elocuencia, pero también temible maga, hábil para metamorfosearse
en perra, en loba, en asna, y cuya estatua de tres cabezas se erguía
frecuentemente en las encrucijadas. Iapeto se casó con Climena, hija
de Océano y de Tetis, que le dio cuatro hijos: Atlante (Atlas), el
gigante que más tarde fue condenado a llevar sobre sus hombros la
bóveda del cielo, Menoetio, quien también participó en la rebelión
contra Zeus, y que por esa razón fue fulminado y sumergido en el
Tártaro. El Titán cuya descendencia reviste mayor importancia es
Cronos. A partir de él se desarrollan los destinos que llevan al poder a
la generación divina de los Olímpicos. Los Cíclopes eran también hijos
de Urano y Gea, tres genios de la tempestad: Arges (el fulgor del
relámpago), Asteropes (las nubes de la tempestad) y Brontes (el
estruendo del trueno), luego los Hecatonquiros (los Ciembrazos), tres
gigantes: Coto, Briareo y Gies. Urano detestaba haber sido padre tan
prolífico y por ello prohibía a sus hijos el ver la luz; les obligaba a
permanecer encerrados en las profundidades de la Tierra. Ya que
Urano imponía una continua fecundidad a su compañera, ésta planeó
junto con sus hijos mayores, la venganza. Ninguno de ellos aceptó,
excepto el más joven de ellos, Cronos, quien odiaba a su padre –no se
sabe bien por qué-. Entonces Gea le confió una serpiente de acero
muy dura y aguzada, y cuando una noche Urano se acercó a ella para
fecundarla una vez más, Cronos que se encontraba expectante, le
cortó con la serpiente los testículos a su padre y los lanzó al espacio.
La sangre del dios herido cayó en forma de lluvia sobre la tierra y el
mar, donde engendró aun otras divinidades. De esta sangre que cayó
en la tierra salieron las Erinias –Eumenides-: Alecto, Tisífone y Megera,
las tres Furias, genios crueles que viven en las profundidades del
Infierno, donde torturan a los criminales, los Gigantes y una nueva
generación de Ninfas, las Melíadas, o Ninfas de los fresnos. Titán Atlas
De la sangre mezclada con semen, que cayó sobre el mar, nació la
diosa Afrodita (Espuma). Amor y el hermoso Deseo, la cortejaron en
cuanto nació.

LAS PRINCIPALES DIVINIDADES

Luego de cumplir su venganza, Cronos se quedó solo para reinar en el


mundo que apenas se formaba. Alrededor de él se formaron nuevas
generaciones. Noche engendró a la Suerte, Kere (el Destino) y
Thánatos (el Fallecimiento); también engendró el Sueño y toda la raza
de los Ensueños, así como a Momo, el dios del sarcasmo, y al Dolor, y
a Némesis, que es la venganza de los dioses, y castiga en los hombres
todo acto. Por su propia fecundidad, Noche engendró a las Hespérides,
que son las Ninfas del Ocaso. Hay tres: Aegle, Eritia y Hesperaretusa:
Habitan en el Extremo Occidente, en las orillas del Océano, no lejos de
las islas Afortunadas, donde residen las Almas Felices. Diversos
demonios crueles también son hijos de la Noche, Apaté (Engaño),
Filotes (Ternura), Geras (Vejez), Eris (Discordia), que a su vez
engendró otras calamidades: Olvido, Hambre, Los Dolores, los
Combates, los Crímenes, las Querellas, los Discursos embusteros,
Anarquía, Desastre, y Juramento (Horco). De esta manera el mundo se
preparaba para recibir a los Hombres disponiéndoles mil causas de
sufrimientos.

LOS DEMONIOS DEL MAR

Pontos (la Ola) tuvo como primogénito a Nereo, a quien se llama el


Viejo del Mar, porque es leal y benigno a la vez, sin olvidar jamás la
equidad. También Pontos engendró con Gea, a Taumas, que más
tarde fue el padre de la diosa Iris, encarnación del arco iris y
mensajera de los inmortales; luego a Forcis. Por su parte Nereo se
unió con Doris, una de las hijas de Océano, que le dio las Nereidas,
cuyo número varía según las tradiciones: más frecuentemente, se
cuentan cincuenta, pero a veces son el doble. Entre las Nereidas sólo
algunas han recibido una leyenda en particular: Tetis, la madre de
Aquiles, y Anfitrite, la esposa del Olímpico Poseidón, dios del mar, y la
siciliana Galatea. Las Nereidas jóvenes y bellas, pasan su tiempo
eterno, hilando y cantando en el palacio de oro de su padre. Taumas
hijo de Pontos, ha engendrado a la Arpías, Aelo y Ocipete (la borrasca
y la vueladeprisa) a las que a veces se añade una tercera hermana,
Cileno (la Oscura). Estas Arpías son genios malhechores, cuando caen
sobre el mar, con toda la velocidad de sus alas, nada les aguanta: Lo
arrancan todo a su paso. Se las representa semejantes a pájaros de
presa, con garras agudas, y se asegura que viven en las islas
Estrofadas, en el centro del mar Jónico. Las tres viejas del mar son:
Las Greas (Enio, Pefredon y Dino: Viven en el Extremo Oriente, en un
país cubierto de brumas, donde nunca sale el sol. Sólo tenían un ojo y
un diente las tres, sirviéndose de ellos por turno). Las tres Greas eran
hermanas de otros tres monstruos, las Gorgonas, llamadas Esteno,
Euríala y Medusa. Medusa era la única mortal entre las tres. Las
gorgonas eran horribles, estaban armadas con grandes defensas
semejantes a las de los jabalíes: Sus ojos chispeaban y su mirada era
capaz de convertir en piedra a quien tuviera la osadía de mirarlas
fijamente. Su cabellera era hecha de serpientes, y alas de oro les
permitían volar, vivían en los confines del mundo. Perseo da muerte a
Medusa quien había sido fecundada por Poseidón. De su cuerpo al
morir, surgen dos seres: Pegaso, el caballo alado, y Crisaor, el héroe
de la espada de oro, que a su vez, engendró al gigante Gerión el de
los tres cuerpos, víctima de Heracles y también a Equidna (la Víbora),
un monstruo aterrador que se unió a Tifón y le dio hijos: El monstruo
perro Ortros, compañero de Gerión, Cerbero, el perro que guardaba
los Infiernos, la Hidra de Lerna, que había de ser muerta por Heracles,
y la Quimera, a la que más tarde combatiría Belerofonte.

PRIMERA GENERACIÓN

En unión con su hermano la Titánida Rea, Cronos tuvo tres hijas:


Hestia, Deméter y Hera, y tres hijos: Hades, Poseidón y, finalmente,
Zeus, el último. Una maldición pesada sobre Cronos, luego de
destronar a su padre, había rehusado dar satisfacción a Gea. Por no
haber liberado a sus hermanos, condenados a no ver la luz. Gea le
prometió que también él sufriría la suerte que había infligido a su
padre, y que sería destronado por sus hijos. Para prevenirse contra
esa amenaza. Cronos devoraba los hijos que le daba Rea. Los
primeros cinco, se los comió. Pero cuando estuvo a punto de nacer el
pequeño Zeus, Rea decidió salvar a ese niño. Con la complicidad de
Gea, encontró un asilo en una caverna de Creta, donde dio a luz.
Luego tomó una piedra y la envolvió en pañales, llevándosela a
Cronos y diciéndole que era su hijo. Sin enterarse de la verdad,
Cronos, tomó la piedra y se la comió. Zeus se había salvado al mismo
tiempo que Cronos estaba condenado. Zeus creció en el antro de
Creta, confiado a la custodia de una nodriza, la ninfa Almatea, y de
jóvenes guerreros armados de lanza y escudo, los Curetas. Los
Curetas (los jóvenes) danzaban sin descando una danza guerrera en
torno a la gruta donde reposaba el niño: hacían el mayor ruido posible,
entrechocando las armas y lanzando gritos de guerra. Todo ello con el
fin de cubrir el llanto de Zeus, impidiendo que Cronos lo descubriera y
se apresurase a devorarlo. Protegido, Zeus creció y adquirió toda su
fuerza divina. Llegó el momento en que había de cumplirse la promesa
de Gea. Zeus tenía entonces por compañera a una hija de Océano,
Metis (Perfidia), que le dio una droga gracias a la cual Zeus pudo
hacer vomitar a su padre los hijos que había devorado anteriormente.
Todos volvieron a ver la luz. Con estos aliados, Zeus atacó a Cronos y
a los Titanes, que fueron en auxilio de éste. La lucha duró diez años.
Finalmente un oráculo de Gea prometió a Zeus la victoria si tomaba a
los seres monstruosos precipitados antaño en el Tártaro por Cronos.
Obedeciendo, y realizando así el voto de Gea, a la que Cronos había
engañado, Zeus liberó a los monstruos, que se convirtieron en sus
guardianes. Aquellos monstruos dieron a los jóvenes dioses poderosas
armas que figurarían entre sus atributos futuros. Así es como los tres
Cíclopes, forjaron para Zeus el trueno y el rayo, lo mismo que el
relámpago: y Zeus será, eternamente, el dios del cielo tempestuoso.
También dieron a Hades un casco que volvía invisible a quien lo
llevara, por ello fue el dios del reino invisible, y reinaba sobre las
almas de los difuntos. Poseidón recibió un tridente mágico, cuyo golpe
es capaz de trastornar la tierra y el mar. Los Olímpicos se
distribuyeron en el universo. Zeus obtuvo preeminencia, y reinó sobre
el cielo, Hades se contentó con la parte del mundo situada debajo de
la tierra, es decir, el mundo infernal. Poseidón fue el señor del mar.

SEGUNDA GENERACIÓN

Zeus tomó una esposa divina, Hesíodo le atribuye a Metis como


primera compañera, Gea y Urano, depositarios de los secretos divinos,
revelaron a Zeus un oráculo del Destino: De los hijos que nacieran de
Metis y de él, el primero sería muy sabio y valiente, pero el segundo
sería un hijo de ánimo violento llamado para destronar a su padre.
Previniendo el peligro, Zeus se comió a Metis cuando ésta esperaba a
su primer hijo. Zeus convocó al dios forjador, Hefestos, y le ordenó
que le hendiera la cabeza de un hachazo. Y así es como, de la cabeza
de Zeus, surgió una muchacha enteramente armada: era la diosa
Atenea, toda sabiduría y valentía. Temis, la Titánida, fue la segunda
esposa de Zeus, era ella la encarnación de la ley o la Equidad. De esa
unión nacieron las divinidades que llaman las Horas, y que son las
estaciones, Eran tres, Hesíodo, las llama: Eunomía, Diké e Irene, es
decir, Disciplina, Justicia y Paz, pero los atenienses las conocían bajo
los nombres de Thalo, Auxo y Carpo, que evocan los tres principales
momentos de la vegetación: el nacimiento de la planta, su crecimiento
y su fructificación. Zeus tuvo otras tres hijas con Temis, Moiras (las
Parcas): Cloto, Laquesis y Átropos, que rigen el destino de todo ser
humano. Aquel destino estaba simbolizado por un hilo, que la primera
de las Parcas sacaba de su rueca, que la segunda enrollaba y que la
tercera cortaba cuando llegaba al término de la vida que
representaba. La tercera esposa de Zeus fue la Oceánida Eurinome,
que le dio también tres hijas, Kharites (las gracias), Aglae, Eufrosine y
Talía. Como las Horas, las Gracias son genios de la vegetación: Son
ellas quienes transmiten la alegría en la Naturaleza y en el corazón de
los hombres. Viven en el Olimpo en compañía de las Musas, presiden
toda labor femenina. Deméter que era su hermana, dio a Zeus una
hija, Perséfone. Luego se unió a la Titánida Mnemosine, y tuvo de ella
nueve hijas, las Musas, “que se complacen en las fiestas y en la
alegría del canto”. Las Musas también patrocinan todas las actividades
intelectuales, hasta las más altas, todo lo que libera al hombre de la
materia y le da acceso a las verdades eternas. Elocuencia, persuasión,
sabiduría, conocimiento del pasado y de las leyes del mundo,
matemáticas, astronomía, poesía, música y la danza son su dominio.
Las Musas eran: Calíope, Clío, Polimnia, Euterpe, Terpsícore, Erato,
Melpómene, Talía y Urania.

GENERACIONES HUMANAS

[Las Generaciones Humanas]

MUSAS Y SU ESPECIALIZACIÓN

Calíope La poesía épica. Clío La historia. Polimnia la pantomima.


Euterpe La flauta. Talía la comedia. Erato la lírica coral. Tepsícore la
poesía ligera y la danza. Melpómene la tragedia. Uranía la astronomía.
Después de Mnemosine, Zeus se unió con Leto, la hija del Titán Ceo y
de la Titánida Febe. De ella tuvo dos hijos, Artemisa y Febo. Maia, hija
del Titan Atlas, concibió al dios Hermes por obra de Zeus. Hera fue la
última de las esposas divinas de Zeus, que le dio un hijo. Ares, el dios
de la Guerra, y dos hijas: Hebe, personificación de la juventud (esposa
de Heracles), e Ilitia, el genio femenino que protege los partos. Zeus
amó también mortales, sobre todo a Alemena, que le dio a Hércules, y
Semele, de la que tuvo a Dionisio, el dios del Vino. Hera, furiosa de
verse así abandonada, hizo nacer por sí misma, sin la intervención de
Zeus, a un hijo divino, Hefestos, que preside el trabajo de los herreros
y de las artes del fuego. Se completa de esta manera, el grupo de las
grandes divinidades. En la época clásica se considera que existen
doce “Olímpicos”: Zeus, Poseidón, Hefestos, Hermes, Ares, Febo,
Hera, Atenea, Artemisa, Hestia, Afrodita y Deméter.

Dioses del Olimpo


Zeus era hijo de los titanes Cronos y Rea, y fue el dios supremo de los
griegos, que vivía en el monte Olimpo al noreste de Grecia. Allí
moraba con su esposa Hera y los otros diez dioses mayores.

Homero a menudo le llama «el que acumula nubes». Regía y


explotaba todas las fuerzas de los cielos, la lluvia, la nieve, el granizo
y la tormenta. A él se asocian criaturas como el águila, el ave de presa
que reinaba en los cielos y con cuya forma raptó y forzó a Ganímede.
Su árbol sagrado era el roble. Su arma favorita era el rayo, con el que
destruía a todos sus enemigos. También llevaba el aegis o capa de
piel de cabra sobre sus hombros, que le servía como escudo, al igual
que a su hija Atenea (ver Atenea). Zeus anunciaba su llegada
extendiendo la capa y oscureciendo los cielos.

Además de ser el dios de los cielos, era el padre de todos los dioses y
los hombres, título honorario, ya que, aunque su descendencia fue
numerosa, no todos los dioses eran hijos suyos, ni había sido el
creador de la humanidad. En este papel garantizaba el gobierno de los
nobles y protegía la vida de la familia, asegurándose de que hombres
y dioses mantuvieran los valores no escritos de las leyes divinas que
nadie podía romper.

Había una ley sagrada de hospitalidad hacia el viajero y cualquiera


que la violase sería severamente castigado. Cualquiera que jurase en
falso o atacase o matase a alguien suplicando en el altar de un templo
perdería el favor de los dioses.

Zeus podía castigar a todos los transgresores. Tántalo, que ofreció a


los dioses la carne de su propio hijo Pelops, tuvo que soportar el
castigo eterno en el Tártaro, la parte más oscura del Averno
(ver Tántalo). Las Danaides, que habían violado las leyes sagradas del
matrimonio al matar a sus maridos en la noche de bodas, y el villano
Sísifo, que incluso burló a la muerte (verDanaides, Las y Sísifo), se
encontraron con el mismo destino. Ni siquiera los dioses podían
mediar en los principios básicos de la vida y la muerte. Cuando
Asclepio, dios de la medicina, consiguió resucitar a un muerto, Zeus lo
condenó a morir. El titán Prometeo, que luchaba por los derechos de
la humanidad, quedó expuesto a una horrorosa tortura, ya que había
desvelado su gran secreto, el fuego, a la humanidad.

Zeus es retratado como una figura imponente y majestuosa con


abundantes cabellos y una barba larga mientras vigila a los dioses del
Olimpo haciendo de paterfamilias. Los otros dioses tenían sus propios
intereses, pero siempre era el análisis de Zeus el que se convertía en
ley. Las reuniones en el Olimpo no eran para discutir, sino para
anunciar sus decisiones. Si quería avisar a los mortales, lo hacía a
través de señales como el vuelo del águila y los rayos. A veces
enviaba a los mensajeros del Olimpo, Iris o Hermes, a la tierra para
dar instrucciones.

Zeus era el más joven de los hijos de Cronos y Rea, aunque Homero
pensaba que fue el mayor. Sus hermanos eran Hestia, Deméter, Hera,
Hades y Poseidón. Todos ellos habían sido devorados por su padre al
venir al mundo, pues sabía que sería destronado por uno de ellos. Al
nacer Zeus, Rea le dio a su marido una piedra envuelta en unos
pañales, mientras el bebé era llevado a Creta para que Amaltea
cuidase de él en el monte Ida o Dicte (ver Amaltea). Los residentes de
Arcadia creían que Zeus había nacido allí, pero los cretenses
mantenían que su lugar de nacimiento era una cueva de la isla.
Cuando creció, el dios hizo que su padre vomitase a sus hermanos,
con la ayuda de la oceánide Metis, personificación de la sabiduría.
Tras la Guerra de los Titanes, los dioses se convirtieron en dueños del
mundo, gracias a la victoria en la que Zeus se quedó con los cielos,
Hades con el averno y Poseidón con las aguas. Zeus quedó por encima
de ellos, por ser el líder de la revuelta.

Zeus estaba casado con Hera, su hermana y diosa protectora del


matrimonio, pero nunca le fue fiel. Sus hijos fueron Ares, Eileitia y
Hebe. Se cree que Hefesto también era hijo suyo, pero Hesiodo creía
que sólo era hijo de Hera. Zeus tuvo más descendencia con ninfas,
mortales y otras diosas.

Hera se convirtió en su séptima esposa, según la versión de Hesiodo.


La primera fue Metis, que no le dio descendencia, ya que Gaya y
Urano le habían anunciado que su hijo lo destronaría, por lo que Zeus
devoró a Metis y de su cabeza nació después la diosa Atenea (ver
Atenea).

La segunda esposa habría sido Temis, personificación de la ley, con la


que tuvo a las Fates (ver Moiras, Las). La tercera fue Eurinome, la
oceánide con la que tuvo a las Cariátides o Gracias. Con su hermana
Deméter tuvo a Perséfone, raptada después por su hermano Hades
(ver Perséfone). Mnemosine o «Memoria» fue su quinta esposa, con
quien tuvo a las musas. Después tuvo a Apolo y a Artemisa con Leto,
tras la cual llegaría Hera.

La esposa siempre fue muy celosa y la lujuria de Zeus le daba la


razón. Así, sedujo a la princesa Dánae, encerrada en la torre de
bronce, con una lluvia de oro (ver Dánae y Perseo), raptó a la princesa
fenicia Europa en forma de toro (ver Europa) y visitó a Leda, con la
que tuvo a Helena y uno de los Dioscuros, en forma de cisne
(ver Leda). Hera castigó a muchas de sus doncellas y a los
descendientes de su marido. A Semele, madre de Dioniso, le dijo que
debería pedirle al dios que se apareciese en su forma divina y no
mortal, lo cual provocó que se abrasara al mirarle (ver Semele).
Alcmene y su hijo Heracles sufrieron la persecución de Hera
(ver Alcmene y Heracles), momento en que el dios, enfurecido,
suspendió a su mujer por las muñecas con yunques en los tobillos.

El intento de Hera, ayudada por Atenea y Poseidón, de encadenar a


Zeus y destronarle indica cuál era el estado de su relación. El plan
falló gracias a la intervención de Tetis y el gigante Briareo (ver Tetis).

Durante la Guerra de Troya, Hera permitió que su esposo diese pasos


en falso para que los griegos, sus protegidos, ganasen. Incluso llamó a
Hipnos para que le ayudase, prometiéndole la mano de una de las
Cariátides (ver Hypnos).

Estas historias muestran que el poder de Zeus no era completo, pues


él mismo estaba a merced de los caprichos de las Fates o diosas del
destino. Por eso, a veces se resignaba a ver morir a los mortales a los
que quería. Pero hay versiones que nos hacen creer que era el dios el
que lo decidía todo (ver Moiras, Las).

El culto a Zeus empezó pronto en el mundo griego, con un santuario


en Dodona (Epiro). Del roble sagrado que hacía de oráculo predecía el
futuro de los hombres sacudiendo las hojas. Sus intenciones podían
leerse en los rayos y en el vuelo de las águilas.

Olimpia, que no el Olimpo, era uno de los centros de adoración de


Zeus, siendo el lugar donde se celebraban los Juegos Olímpicos cada
cuatro años en su honor. Allí se le erigió un templo, con la famosa
estatua esculpida por Fidias que con sus 12 m de altura fue
considerada una de las siete maravillas del mundo antiguo.

Júpiter, el equivalente romano de Zeus, era el dios del cielo y de la


meteorología. Su templo más conocido está en la colina Capitolina,
mirando hacia el foro romano.

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