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En los últimos años del siglo XIX y principios del XX, nacen unos escritores que alcanzan su
consagración como líricos excepcionales antes de 1936, en la década de los años 20. Son García
Lorca, Alberti, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre ,
Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre y Emilio Prados. A ellos se unirá más tarde Miguel Hernández.
Todos ellos integran lo que se llama Generación o Grupo poético de 1927, aplicando el concepto
de generación literaria.
Los poetas del 27 no son una generación, sino un grupo dentro de una generación histórica a la
que por edad pertenecen también otros poetas, además de dramaturgos y novelistas. Sin
embargo, es evidente que nos hallamos ante un grupo compacto, cuya nómina ha sido establecida
por ellos mismos en ensayos.
Se cumplen en dicho grupo algunos de los requisitos generacionales:
• Así, la zona de fechas es muy corta. Sólo once años separan a Salinas, el componente
mayor, de Alberti, el más joven.
• Formación intelectual semejante. Todos son universitarios y algunos incluso profesores de
Literatura.
• Aunque reciben el influjo de las vanguardias no rompen con la generación anterior y
aceptan el magisterio poético de Juan Ramón Jiménez y la guía intelectual de Ortega y
Gasset, que en La deshumanización del arte había descrito el arte contemporáneo como
obra que el autor crea sin anécdota argumental y sin confesión sentimental. Igualmente se
sienten herederos de Garcilaso, Góngora o Bécquer, entre otros. No obstante, cada uno
posee un lenguaje y estilos propios.
• Convivieron íntimamente. El grupo se mantuvo unido hasta la guerra. Han sido llamados
también como Generación de la amistad, porque además de ser coetáneos, lo que más los
caracteriza es el compañerismo que hubo entre ellos, la participación en actos comunes
(como el homenaje a Góngora en el Ateneo de Sevilla en 1927, fecha que se adopta para
designar al grupo como generación, al cumplirse el tercer centenario de su muerte) y la
colaboración en revistas literarias ( como Mediodía, en Sevilla; Litoral, en Málaga; Gallo, en
Granada y La Revista de occidente, en Madrid o La gaceta literaria, entre otras).
Importantes puntos de encuentro fueron La residencia de estudiantes de Madrid y el
Centro de estudios históricos, donde varios trabajan y donde comparten el fervor por los
autores medievales y clásicos.
Del SXIX les llega la influencia de Bécquer, perceptible en el comienzo de casi todos ellos e incluso
más adelante.
Su amor por los clásicos fue inmenso. El primer nombre que surge es Góngora. Otros clásicos
contarían con su fervor, pero la lista sería interminable, ya que incluiría hasta a poetas menores.
Además de las huellas que dejan en su obra ( temas, versos, estrofas) señalaremos que, como
profesores y críticos, algunos de los miembros nos han dejado magistrales estudios de Manrique,
Garcilaso, Fray Luis, San Juan de la Cruz, Quevedo… Especial interés suscitó Lope de Vega, sobre
todo por sus poemillas de corte popular. Junto a la estética cultísima, hay en ellos una honda
veneración por las formas populares: el Romancero, el Cancionero tradicional, las cancioncillas de
Gil Vicente, de Juan del Encina, etc. están presentes en Lorca, Alberti, Dámaso Alonso, Gerardo
Diego.
En suma, asombra cómo su respeto por la tradición y la asimilación de formas anteriores no
contradice esa inmensa labor suya en la renovación de la lírica española, que les confiere su alto
puesto en nuestra literatura y en la mundial. Con la Generación del 27 la poesía alcanza una nueva
Edad de Oro.
PEDRO SALINAS
Nació en Madrid en 1891 y murió en Boston en 1951. Fue profesor en varias universidades
españolas y en universidades norteamericanas. Al finalizar la Guerra Civil, sufrió exilio por su
ideología liberal.
Escribió alguna obra narrativa (La bomba increíble), libros de ensayo y de crítica literaria y algunas
piezas breves de teatro, (como La cabeza de la medusa), pero destacó sobre todo como poeta.
Para él, la poesía es un modo de acceso a las honduras de la realidad, a la esencia de cosas y
experiencias vitales. De ahí sus palabras: “La poesía es una aventura hacia lo absoluto.”
Los tres elementos básicos de su creación son: autenticidad, belleza e ingenio. En Salinas el
sentimiento y la inteligencia (o el ingenio) se hermanan de forma singular. El ingenio le permite
ahondar en los sentimientos, en lo vivido, para descubrir lo que hay más allá de las anécdotas
concretas, es decir, acercarse a lo absoluto. De ahí que la principal características de su arte sea el
“conceptismo interior” (Leo Spitzer), una especie de agudeza, de arte de ingenio que se manifiesta
en paradojas, observaciones insólitas, sutiles juegos de ideas, condensación de conceptos…
Es uno de los más grandes poetas amorosos del siglo XX – gran poeta del amor de su generación.
Su visión es decididamente antirromántica: la amada no es la enemiga; el amor no es desdenes,
sufrimiento o frustración, sino una prodigiosa fuerza que da plenitud a la vida y confiere sentido al
mundo. Es enriquecimiento del propio ser y enriquecimiento de la persona amada.
Su producción literaria puede dividirse en tres etapas:
1. Al primero de sus periodos poéticos pertenecen los libros Presagios, Seguro azar y Fábula y
signo, en los que cultiva la poesía pura e intelectual y también los temas futuristas: la
técnica, el cine, los avances, etc.
2. En la segunda etapa surge el gran poeta amoroso que es Salinas. El amor es conocimiento y
perfección, enriquecimiento mutuo de los enamorados, y deja de lado lo superficial y lo
anecdótico. La voz a ti debida y Razón de amor son las dos obras maestras de esta etapa.
Largo lamento, también de este periodo, muestra lo doloroso del final de la relación
amorosa.
3. A la etapa del exilio pertenecen sus obras Confianza, El contemplado y Todo más claro,
libros en los que el poeta muestra su preocupación y su angustia en un mundo amenazado
y lleno de tensiones sociales.
JORGE GUILLÉN
Nace en Valladolid, en 1893. Su vida transcurre paralela a la de su fraternal amigo Salinas. Se exilió
a los Estados Unidos tras la guerra y regresó a la muerte de Franco. Obtuvo el primer Premio
Cervantes (1975).
Pasó por ser el máximo representante de la poesía pura. Como Salinas, aunque en mayor grado,
parte de realidades o situaciones concretas, pero para extraer de ellas ideas o sentimientos. Su
estilo está al servicio de dicha depuración. Es un lenguaje sumamente elaborado, sometido a un
riguroso proceso de eliminación y de selección, que renuncia a la musicalidad fácil y a otros
recursos que podrían tocar directamente la sensibilidad del lector. Por ello resulta difícil, dada su
extrema condensación, sin embargo, su calidad artística es asombrosa.
Del vallisoletano destacan: Cántico, libro lleno de optimismo y alegría de vivir; Clamor, donde se
hace eco del sufrimiento, el dolor, la injusticia y la guerra, aunque sin perder la esperanza, y
Homenaje, sobre personajes de la historia, las artes y las letras, desde Homero a los
contemporáneos.
Hasta 1950, Guillén es autor de un único libro, Cántico, que fue creciendo en sucesivas ediciones:
de los 75 poemas iniciales, se llega a más de 300 en la versión definitiva (1950).
La palabra Cántico, que le da título, supone acción de gracias o de alabanza. En efecto, la poesía de
Guillén en este libro, es expresión de entusiasmo ante el mundo y ante la vida. La vida es hermosa,
simplemente, porque es vida. Y el poeta se complace en la contemplación de todo lo creado.
Como se ve, Guillén, aún más que Salinas, es decididamente antirromántico. Ciertos temas lo
confirman; por ejemplo, rehuye de los momentos crepusculares, propicios a nostalgias y tristezas;
prefiere cantar al amanecer, y, sobre todo, al mediodía. Escoge el esplendor primaveral, frente al
otoño o al invierno. Sus paisajes más característicos son la cima, la meseta…El amor no es
sufrimiento, sino suprema cima del vivir. Incluso ante la muerte adopta una actitud serena: “es,
como suele decirse, ley de vida”.
En 1950 se inicia un nuevo ciclo poético, Clamor. Se opone, en cierto modo a Cántico. El título
equivale ahora a gritos de protesta ante los horrores y las miserias del momento histórico. Su
optimismo no le impide ver las discordancias del mundo. Los poemas de este nuevo ciclo dan
testimonio del Mal, del Desorden; el poeta clama contra la confusión, las injusticias, la miseria, las
torturas, la opresión, las guerras… Se alza, en fin, contra el dolor en sus más diversas formas. Sin
embargo, la poesía de Guillén no será de angustia o desesperanza, sino de protesta. Pese a todo,
la denuncia no empaña su fe en el hombre y en la vida.
Dos poemas: “Más verdad”, perteneciente a Cántico, y, “La sangre al río”, una personal reflexión
sobre la guerra civil, del que ofrecemos solo un fragmento, y que se incluye en Clamor.
Nació en Santander. Fue ganador del Premio Nacional de Literatura (1925), junto a Alberti, y del
Premio Cervantes (1979), consagrando la plenitud de una vida dedicada a la poesía.
Su poesía sorprende, ante todo, por la variedad de temas, de tonos y de estilos. Como él mismo ha
escrito: “no soy responsable de que me atraigan simultáneamente” tantas cosas. Así, en síntesis,
su obra presenta dos direcciones: la poesía de vanguardia y la poesía clásica o tradicional. Ambas
modalidades han sido cultivadas paralelamente por el autor, aunque con un progresivo dominio
de la segunda.
Su primer libro, El romancero de la novia, (1920) está impregnado aún de un tono muy
becqueriano. Pero ese mismo año comienzan sus experiencias vanguardistas: como ya sabemos,
Gerardo Diego destaca como representante español del Creacionismo. A esta línea pertenecen
Imagen y Manual de espumas; en ellos encontramos esa poesía de libre imaginación, al margen de
toda lógica y de referencias precisas a la realidad inmediata. Una poesía que quiere “crear” una
realidad autónoma, un mundo propio.
Por los mismos años prosigue su obra de corte tradicional. En los libros de la vertiente clasicista,
representada por Versos humanos, Versos divinos y Alondra de verdad, entre otros, utiliza con
igual maestría los sonetos y la versificación popular.
DÁMASO ALONSO
VICENTE ALEIXANDRE
Nació en Sevilla, aunque transcurrió su niñez en Málaga y desde 1909 vivió en Madrid. Estudio
derecho y Comercio, ero su precaria salud lo mantiene apartado de toda actividad profesional y se
dedica por entero a la poesía. Su amistad con Dámaso Alonso despertó su vocación poética, tras
leer un libro de Rubén Darío que D. Alonso le prestó.
Obtiene el Premio Nacional de Literatura, es elegido miembro de la Real academia Española y
obtiene el Premio Nobel en 1977. El descubrimiento del surrealismo marcará buena parte de su
producción.
TRAYECTORIA POÉTICA. Atendiendo a la visión del mundo que subyace en sus poemas, se
distinguen tres etapas en su trayectoria poética:
1ª ETAPA
Su visión inicial del hombre es radicalmente pesimista: el hombre es la criatura más penosa del
universo; es solo imperfección, dolor, angustia. Aleixandre parece envidiar al vegetal, al mineral.
Su aspiración sería volver a la tierra, fundirse con la naturaleza para participar, insensible, de su
gloriosa unidad. Siete libros corresponden a esta etapa, entre los que destacan:
2ª ETAPA
Con Historia del corazón inicia una nueva etapa, libro que supone una nueva mirada y una nueva
concepción. La novedad radica en que el hombre es mirado ahora positivamente. Sigue siendo una
criatura desvalida, que sufre, pero ahora el poeta admira su “quehacer valiente y doloroso”. La
palabra clave de esta etapa sería solidaridad: se sale de sí mismo, de sus observaciones
personales, para fundirse con los anhelos de los demás.
3ª ETAPA
A los 70 años, sorprende con un nuevo giro. En Poemas de la consumación (1968), reflexión sobre
el final de la existencia. El anciano poeta ve la juventud como la única vida y canta la consumación
de su existencia. Vuelve a dar entrada a elementos ilógicos y surrealistas.
b) La segunda etapa se inicia con Poeta en Nueva York, donde Lorca muestra las fuertes
impresiones que recibió durante su estancia en esa ciudad; son poemas llenos de dolor, de
angustia y de protesta por la miseria, la deshumanización, la injusticia y el poder del dinero. Los
negros, en especial, merecen su piedad. Formalmente, la conmoción espiritual y la protesta
encuentran un cauce adecuado en la técnica surrealista. El versículo amplio y la imagen alucinante
le sirven para expresar ese mundo ilógico, absurdo. Con esta obra, Lorca consigue renovar su
lenguaje( sacándolo de la vía de lo popular andaluz) y alcanza una nueva cima.
A este libro seguirán Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, elegía inspirada por la muerte, en 1934, de
este torero, amigo del poeta; Diván del Tamarit, con poemas inspirados en la poesía árabe-
andalusí, y Sonetos del amor oscuro, poemas de gran profundidad donde exalta el amor y el
profundo dolor que este causa.
Dentro de su grupo poético, Lorca es el ejemplo más hondo de esa trayectoria que va del “yo” al
“nosotros”.
Como dramaturgo.
Federico cultivó el teatro a lo largo de toda su trayectoria, pero fue la actividad preferente
de los seis últimos años de su vida. Con duras palabras habló del teatro al uso, un teatro en
“manos de empresas absolutamente comerciales” y su desprecio por el “teatro en verso, género
histórico”; en cambio, es significativa su simpatía por la revista, el vodevil y otros tipos de teatro
“marginal” o popular, como el teatro de títeres o el guiñol. Con el tiempo va haciéndose más
fuerte en Lorca una idea didáctica del teatro. Ello va acompañado de un creciente enfoque social o
popular, de manera que en su teatro se entrelazan de forma compleja lo personal y lo social; el
“yo” y el “nosotros”.
Dividiremos la evolución del teatro lorquiano en tres momentos de desigual extensión: los
tanteos o experiencias de los años 20, la experiencia vanguardista de principios de los años 30 y la
etapa de plenitud de sus últimos años.
LOS COMIENZOS.
Comienza su trayectoria dramática con un ensayo juvenil, que, estrenado en 1920, fue un
fracaso: El maleficio de la mariposa. Es una obra de raíz simbolista, muy lejos de la perfección,
pero ya puede verse un tema esencial: el amor imposible, la frustración. Luego compone varias
piezas breves inspirándose por primera vez en el guiñol, Títeres de cachiporra, reveladores de una
nostalgia de la inocencia perdida que también aparece en los poemas de aquellos años.
Su primer éxito llega con una obra muy distinta, Mariana Pineda, sobre la heroína que
murió ajusticiada en Granada por haber bordado una bandera liberal; pero es, a la vez, un drama
de amor trágico.
Siguen otros ensayos, pero en 1926 traza ya una pequeña obra maestra, La zapatera
prodigiosa, subtitulada “farsa violenta”. Trata de una joven hermosa casada con un zapatero viejo.
LA EXPERIENCIA VANGUARDISTA
Debemos partir de una profunda y doble crisis vital y estética que sufre Lorca tras el éxito de su
Romancero Gitano y que se prolonga tras su estancia en Nueva York.
En lo vital, la crisis tiene que ver con la homosexualidad del poeta. En lo estético, sus inquietudes
le hacen replantearse los fundamentos de su creación, buscar un nuevo lenguaje. Le afectan las
opiniones de sus entrañables amigos Dalí y Buñuel, lanzados ya de lleno en la aventura surrealista.
Fruto de esta etapa serán dos obras difíciles por su carga simbólica, obras que él mismo llamó
“misterios” o “comedias imposibles”, ya que tardarían mucho en subir a los escenarios y por el
momento eran irrepresentables.
La primera es El público, una especie de auto sacramental sin Dios, cuyos personajes encarnan las
obsesiones y los conflictos secretos del poeta. Tres intenciones son perceptibles: una acusación a
la sociedad (“el público”) que condena y “crucifica” al homosexual, una crítica de quienes no
reaccionan valiente y dignamente contra tal represión; y una proclamación de que es lícita toda
forma de amor.
En Así que pasen cinco años, presenta a un joven partido entre dos amores, animado por un ansia
de paternidad imposible. Desarrolla en parte los sueños del protagonista e ilustra el tema de la
frustración íntima.
LA PLENITUD
Tras estos pasos por el camino de un teatro “imposible”, Lorca dará un giro decisivo al hermanar
rigor estético y alcance popular. Son los años de “La Barraca”, los años en que Lorca declara
repetidamente su ansia de una comunicación más amplia y su orientación social. Por este camino
encontrará la plenitud se su arte dramático y un éxito multitudinario y sin fronteras. A esta etapa
corresponden dos tragedias, dos dramas y una comedia inacabada. En casi todas ellas, la mujer
ocupa un puesto central. Este hecho revela la sensibilidad de Lorca ante la condición de la mujer
en la sociedad tradicional. Las mujeres deben situarse junto a los niños, los gitanos o los negros. Se
trata, en suma, de criaturas marginadas que representan, a la vez, la inocencia o la pasión
elemental, pura.
Bodas de sangre (1933), se basa en un hecho real: una novia que escapa con su amante el mismo
día de la boda. Se trata de una pasión que desborda barreras sociales y morales, pero que
desembocará en la muerte. En torno, un marco de odios familiares y de venganzas.
Yerma (1934) es el drama de la mujer condenada a la infecundidad, con todo su alcance simbólico.
De un lado el ansia insatisfecha de maternidad; de otro, la fidelidad al marido; es decir, el anhelo
de realizarse frente a la sumisión a la moral recibida, con la arraigada idea de la honra.
Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores (1935) es un drama sobre la espera inútil del
amor. Lorca se asoma ahora a la situación de la mujer en la burguesía urbana, a la soltería de las
señoritas de provincias y a su marchitarse como las flores. De nuevo, la condena a la esterilidad, a
la frustración.
La casa de Bernarda Alba (1936), auténtica culminación del teatro lorquiano. La obra se subtitula
“Drama de mujeres en los pueblos de España” y pone de manifiesto las presiones de los
convencionalismos sociales y religiosos y la opresión familiar.
LUIS CERNUDA
Luis Cernuda, alumno de Salinas, nació en Sevilla en el año 1902. En 1937 se exilió y ya no volvió
más a España. Fue profesor en Inglaterra, en Estados Unidos y en México, donde murió en 1963.
Se caracteriza por una personalidad solitaria y dolorida, por una sensibilidad exacerbada y
vulnerable. Ni en su vida ni en su obra ocultó su condición homosexual, y su consecuencia de ser
una criatura marginada por ello explica, en gran parte, su desacuerdo con el mundo y su rebeldía.
En 1936 publicó La realidad y el deseo, que recoge todos los libros que había escrito hasta
entonces. El volumen así llamado fue engrosándose con obras nuevas en ediciones sucesivas,
hasta alcanzar su versión definitiva en la de México, 1964.
El título del libro ya pone de manifiesto su contenido: por un lado, el deseo de alcanzar la plenitud
personal, de realización personal y, por el otro, el choque con la realidad, la imposibilidad de
realización de ese deseo, los límites impuestos por el mundo que le rodea. Los temas, pues, son el
amor atormentado, la soledad, la nostalgia, la añoranza de un mundo habitable, el dolor, la
muerte.
Los ciclos que integran esta magna obra son: Perfil del aire, dentro del la línea de la poesía pura;
Égloga, elegía y oda, perfectas asimilaciones de nuestros clásicos; pero no es Góngora quien
preside estos ejercicios, sino Garcilaso. Un río, un amor, de corriente surrealista; Los placeres
prohibidos, ya en este libro abandona a veces su lenguaje surrealista para encontrar su tono más
personal, que se consolida en el libro siguiente: Donde habite el olvido, título inspirado por un
desolado verso de Bécquer; por último, Invocaciones, cierra su poesía anterior a la guerra.
Durante su exilio publicó Las nubes y La desolación de la quimera, en los que, junto a los temas
mencionados, aparecen los del paso del tiempo y la nostalgia y el dolor que le produce la
separación de España y de su tierra andaluza.
Escribió también una excelente obra en prosa poética titulada Ocnos, libro de evocaciones
nostálgicas de su tierra y de su infancia.
RAFAEL ALBERTI
Nació en El Puerto de Santa María (Cádiz) en 1902 y murió en la misma ciudad en 1999. Aficionado
a la pintura, se dedicó desde joven a la poesía. Fue miembro del Partido Comunista y, tras la
Guerra Civil, se exilió en Argentina y en Italia. Regresó a nuestro país tras la muerte de Franco y la
consiguiente restauración de las libertades democráticas.
En 1925 publicó Marinero en tierra, con el que ganó el Premio Nacional de Literatura. En esta
obra, cuyo tema central es la nostalgia que le inspira la lejanía de su tierra natal, el poeta utiliza
formas y ritmos de tradición popular. La amante y El alba del alhelí siguen esa misma línea de
tradición popular.
La etapa vanguardista de Alberti se abre con Cal y canto, libro donde combina versos y estrofas
clásicas con los versos libres. En Sobre los ángeles recurre a la técnica surrealista y presenta unos
ángeles que simbolizan diferentes sentimientos y realidades abstractas: la tristeza, el olvido, la
fealdad, la bondad, la muerte…
De carácter social y político es El poeta en la calle. Durante su exilio, la nostalgia de su tierra y de
su infancia le inspiran Retornos de lo vivo lejano y Baladas y canciones del Paraná. Su deuda con el
arte pictórico le lleva a escribir A la pintura, y a su estancia en Italia se debe Roma, peligro para
caminantes.
Alberti también escribió obras de teatro, entre las que destacan El hombre deshabitado, de
carácter surrealista, El adefesio, próxima al esperpento, y Noche de guerra en el Museo del Prado,
drama político. Por último, no debemos olvidar su libro de memorias La arboleda perdida.
MIGUEL HERNÁNDEZ
Nació en Orihuela (Alicante) en 1910. Por su edad no pertenece a la Generación del 27, pero la
amistad que mantuvo con sus miembros, hacen de él un extraordinario epígono (seguidor del
estilo de una generación anterior a la propia) del grupo.
De origen humilde, se dedicó desde muy joven a la poesía. Durante la Guerra Civil luchó en el
bando republicano. Se casó en 1937 con Josefina Manresa. Sus últimos años fueron muy
dolorosos: en 1939 fue encarcelado, su primer hijo falleció, el segundo nació cuando la guerra
estaba acabando y él murió tuberculoso en la cárcel, en 1942.
En su poesía, Miguel Hernández combina la raíz popular con la técnica culta. Perito en lunas
recoge cuarenta y dos octavas reales al estilo de Góngora, con metáforas sorprendentes.
En el rayo que no cesa trata los temas del amor, la vida y la muerte desde un punto de vista
trágico. Durante la guerra, escribió poesía de contenido social y publicó los libros Viento del pueblo
y El hombre acecha.
Finalmente, escrito casi totalmente en la cárcel, destaca Cancionero y romancero de ausencias,
libro profundamente conmovedor y emotivo que trata de las consecuencias de la guerra, su
estancia en la cárcel y el profundo amor que siente por su esposa y su hijo.