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Margaritas en la clandestinidad:
La Agrupación «Ángeles de la Caridad».
JOAQUÍN CUBERO SÁNCHEZ

Ponencia presentada al V SEMINARI SOBRE EL CARLISME.


EL CARLISME I LA DONA. Solsona, 13 y 14 de marzo de 1998

El tema central de la presente comunicación es la organización y


actividades de las mujeres carlistas dentro del movimiento carlista de
Cataluña desde el final de la guerra civil hasta el año 1949 inclusive,
fecha en la que se manifestaría públicamente las diferencias de criterio
entre la dirección catalana del carlismo y la Jefatura Delegada del
entonces Príncipe Regente S.A.R. Don Javier de Borbón Parma.
Estas diferencias de criterio se referían al tipo de organización, a la
ideología, al método político a seguir para la sustitución del régimen
dictatorial del General Franco, al Programa de la Regencia – que en
Cataluña se consideraba ya agotado -, y al papel que había de
desempeñar Don Javier de Borbón Parma en la dirección del carlismo.
Estas diferencias de criterio se hacían evidentes en la práctica política
concreta. En Cataluña se desarrollaba una dinámica política diferente a
la del resto de España1.
En nuestra opinión la causa de estas diferencias venía de años antes,
de la época republicana. Como es sabido a partir de la muerte de Don
Jaime en octubre de 1931 se reintegraron al Partido Carlista los
epígonos del integrismo nocedalista2 y del tradicionalismo mellista junto
1
Sobre esta diferente dinámica política véase CUBERO SÁNCHEZ, Joaquín, “La
prensa carlista de Cataluña durante la dictadura franquista”, LITERATURA,
CULTURA I CARLISME. III Seminari sobre Carlisme organizat per la Fundació
Francesc Ribalta i celebrat a Solsona els dies 18 i 19 de març de 1993, Barcelona,
Columna, 1995.
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A raíz de la consagración por don Alfonso XIII de España al Sagrado Corazón, el
partido integrista acordó reconocer a la dinastía alfonsina, y sus dirigentes don Juan
de Olazábal y don Manuel Senante cumplimentaron a don Alfonso en el Palacio de
Oriente. El posterior viaje de don Alfonso a Italia y su visita al Papa Pío XI ratificó
esta decisión integrista del reconocimiento de la dinastía liberal. El diario integrista El
Siglo Futuro dedicó un homenaje a don Alfonso que se recogió en un folleto titulado
“El Rey de España ante el Sumo Pontífice. A nuestro Santísimo padre el papa Pío XI
y a su Majestad católica Don Alfonso XIII”. Por estas fechas uno de los
colaboradores de El Siglo Futuro que escribía bajo el seudónimo de Fabio era el
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con otros elementos de los partidos dinásticos alfonsinos, principalmente


del maurismo. Esta reintegración e infiltración no se hizo de una manera
oficial y mediante actos públicos, sino paulatinamente y vergonzante 3.
En otras palabras, la extrema derecha alfonsina se integró en la
dirección nacional del carlismo4, logró ocupar los puestos directivos5.
Comentando Jaime del Burgo los nombramientos efectuados por
Manuel Fal Conde el 22 de mayo de 1934, afirma que «Poco o nada
decían estos nombres a la gran masa carlista»6.
Así se dio la extraña paradoja de que un movimiento popular7 como el
Partido Carlista se viera dirigido en parte por uno de los sectores más
antipopulares del bloque oligárquico: el integrismo alfonsino.
Consecuencia de esto fue la perdida en la organización de la práctica
democrática interna. El carlismo «entró por el camino de las
designaciones oficiales y casi desaparecieron los últimos rastros de
organización democrática»8
Como bien recordaba hace unos años el doctor Arturo Juncosa: «El
integrismo surgió en el carlismo, pero no del carlismo ni representaba su
pensamiento. Los dirigentes integristas procedían, en su gran mayoría,
por no decir en su totalidad, de los políticos isabelinos que se habían
cobijado en el carlismo en el momento de la catástrofe. Jamás contó con
masas populares y muy pronto se le integraron personajes de la misma
mentalidad y de lealtades dinásticas alfonsinas»9

capellán de Alfonso XIII: el canónigo de Málaga don Emilio Ruiz Muñoz. Exponente
de este integrismo ya ligado en cuerpo y alma al alfonsinismo fue el Cardenal
Segura.
3
OYARZUN, Román, Historia del Carlismo, Bilbao, Ediciones F.E., 1939.p. 562
4
Una de las primeras maniobras del integrismo alfonsino fue la alteración del texto
del Manifiesto de Don Alfonso Carlos del 6 de enero de 1932, lo que ocasionó que el
diario El Pensamiento Navarro de Pamplona se negara a publicarlo, LÓPEZ SANZ,
Francisco, “El manifiesto de Don Alfonso Carlos del 6 de enero de 1932 y el matute
que “metieron” en él”, MONTEJURRA, Pamplona, núm. 23, pp. 18-20.
5
LIZARZA, Antonio de, Memorias de la conspiración (1931-1936), Madrid, Ediciones
DYRSA, 1986, p. 24
6
BURGO, Jaime del, Conspiración y guerra civil, Barcelona, Ediciones Alfaguara,
1970, p. 403
7
Sobre la consideración del carlismo como movimiento popular véase la opinión de
dos personas tan extrañas y alejadas del carlismo como Martin Blinkhorn (Carlismo y
contrarrevolución en España 1931-1939, Barcelona, Crítica, 1979, pp. 17 y 18) y
Gerald Brenan (El laberinto español. Antecedentes sociales y políticos de la guerra
civil, Barcelona, Ibérica de Ediciones y Publicaciones, 1977, p. 19
8
LLENSÁ BORRÁS, Antonio, “Don Jaime, Príncipe Social”, en Homenaje en el 1er
centenario del nacimiento de Don Jaime III de Borbón, ECESA, Sevilla, 1972, p. 49.
9
JUNCOSA CARBONELL, Arturo, “Política y religión en la tercera guerra carlista”,
Mundo, Barcelona, núm. 1714, 10 de marzo de 1973, pp. 30-33.
3

Las diferencias ideológicas se aprecian en diversos impresos tanto en la


etapa republicana como en la posguerra.
Como es sabido, a los pocos días de la entrada del ejército nacional en
Barcelona, pese a la prohibición que había de hacer propaganda carlista
el jefe regional don Mauricio de Sivatte dispuso que se abrieran los
círculos carlistas como primera medida para reorganizar el carlismo
catalán. Dos semanas más tarde don Mauricio de Sivatte sería
desterrado y los círculos clausurados por orden del jefe de las fuerzas
de ocupación. La legalidad del Nuevo Estado impedía la reorganización
del carlismo aduciendo que se atentaba contra la Unificación. El único
camino para la reorganización del carlismo era la ilegalidad y la
clandestinidad.
A fines de septiembre de 1939, comenzó la reorganización de las
Margaritas. Para esta labor fueron nombradas como delegadas las
señoritas María Rosa Torras y María Teresa Traball bajo la dirección de
doña Angeles de Janer y Milá de la Roca antigua Delegada durante la
República y fundadora de la Conferencia de Montserrat.
La primera labor que realizaron fue contactar con todas aquellas
margaritas que se habían aislado con motivo de la clausura de los
círculos carlistas.
Se nombraron delegadas de distritos a las que se le entregaban los
avisos y recaudaban las cuotas voluntarias.
Tres meses después, una vez organizada Barcelona, se procedió a la
entrega de carnets y a contactar con las distintas poblaciones de
Cataluña.
Mensualmente tenía lugar una reunión ordinaria a la que asistían el jefe
regional carlista, la presidenta de la organización, las dos delegadas
reorganizadoras y las delegadas de distritos.
En el año 1941 fue nombrada Presidenta efectiva doña Basilisa
Inchausti viuda de Vidal, dada la avanzada edad de doña Ángeles de
Janer que quedó como Presidenta honoraria. La nueva presidenta se
hizo cargo del Grupo de Protección del Veterano Carlista, quedando el
Socorro Blanco y las otras actividades a cargo de los dos delegadas
reorganizadoras.
Durante esta primera etapa el importe de las cuotas y donativos fue
dedicado a tres fines: uno, para sufragar diversos oficios religiosos (las
limosnas por las misas mensuales que se celebraban por las intenciones
del carlismo, los que se celebraban con motivo de las fiestas carlistas, y
la impresión de recordatorios de estos actos); otro para los gastos del
Socorro Blanco tendente a ayudar materialmente a los numerosos
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detenidos carlistas; y, por último, para atender las necesidades de


algunos de los veteranos carlistas que faltos de medios económicos
tenían que acudir a Auxilio Social en busca de alimentos. A partir de
abril de 1942 en que el régimen concedió a los veteranos carlistas el
título de tenientes honorarios, lo que suponía una paga de quinientas
pesetas mensuales, las margaritas se encargaron de hacer los trámites
para este reconocimiento ya que había que demostrar documentalmente
el haber participado en la campaña de 1872-1876, lo cual pasados
sesenta años no era cuestión fácil de resolver como lo prueba el hecho
de que en el mismo año 1942 de los treinta veteranos que se tenía
localizados solo fueron reconocidos seis y cuando llegó este
reconocimiento dos de estos ya habían fallecido.
Dado que el ingreso de las cotizaciones no era suficiente para cubrir
todos los gastos, se comenzó a pedir ayuda a todos aquellos carlistas
que podían prestarla. Estas personas recibían el nombre de socio
protector.
En octubre de 1943 la organización de Margaritas se fusionó con la
Conferencia de Nuestra Señora de Montserrat, tomando ya la
denominación de Agrupación de Margaritas «Ángeles de la Caridad» en
homenaje a doña Margarita de Borbón Parma.
A partir de esta fecha la Agrupación se organizó en tres secciones: la
Religiosa, la Benéfica y el Socorro Banco. Toda afiliada debía inscribirse
obligatoriamente en una de estas secciones y comprometerse a realizar
una determinada actividad dentro de la misma. Esta opción voluntaria
era indispensable. Las asociadas no podían recibir las insignias de la
agrupación hasta después de medio año de trabajo. Estas insignias
eran impuestas en actos organizados a tal efecto invitándose a los
carlistas de la demarcación y tenemos noticias de la celebración de
algunos en Manresa, Barcelona y Badalona.
El satisfacer o no una cuota carecía de importancia: «En esta
Organización, más que en ninguna otra, las afiliadas no valen por lo que
cotizan, sino por el grado de sacrificio y buena voluntad que ponen en su
trabajo».
El ideario que había que aceptar, en las ideas y en las obras, era el
expuesto en la Ordenanza general de las Margaritas, redactado durante
el transcurso de la guerra.
Como misión fundamental de la Asociación se señalaba: «Amparar y
remediar las necesidades espirituales, morales y física de los Veteranos,
familiares de asesinados y, en general, cuantos pudiesen sufrir
indigencia moral o física en “gran familia carlista».
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La margarita debía de participar en la gran labor de convencer a una


sociedad hundida y desmoralizada de volver al ideal cristiano. Para esto
debía de predicar con el ejemplo, «lo que más vale y lo que más
cuesta», tanto en su vida privada, familiar y pública. En definitiva se
trataba de «irradiar un poco de luz cristiana y unas “gotas” de bien» en
sus relaciones con el conjunto de la sociedad.
La margarita, según su Ordenanza, debía ser piadosa, modesta,
abnegada, defensora de la familia cristiana, guardadora de las
tradiciones, y su actividad dirigida a restaurar la vida familiar cristiana,
purificar las costumbre públicas, cerrar las heridas de la guerra y
construir una sociedad en paz basa en la justicia social y la caridad
cristiana.
En marzo de 1945 se le confiere a esta organización el Secretariado
General de las Margaritas de toda España
De la actividad de la Agrupación en Cataluña ha quedado y sobrevive el
fruto de sus primeras actividades colectivas: el Panteón y Mausoleo de
Montcada que alberga los cuerpos de los carlistas asesinados en los
fosos del cementerio de Montcada durante el tiempo que duró la guerra.
La iniciativa partió de algunas margaritas entre las que se contaba a
doña Basilisa Inchausti, viuda de don Octavio Vidal. Se abrió una
suscripción para recaudar los fondos necesarios. Al alcalde de
Montcada se le solicitó que el Ayuntamiento cediera el terreno
provisionalmente hasta que se le pudiera pagar con lo recaudado con la
suscripción. El Ayuntamiento de Montcada cedió el terreno según
acuerdo tomado en la sesión del día 14 de noviembre de 1940. La
suscripción pública no fue permitida por la administración gubernativa, y
se tuvo que hacer de forma clandestina «privadamente por medio de
cartas y visitas».
La exhumación de los cadáveres comenzó en marzo de 1940
prologándose la identificación de los mismos hasta el año 1943. La
construcción del panteón comenzó en noviembre de 1940 y se terminó
en marzo de 1941. La bendición del mismo se pensaba realizar el 10 de
marzo, festividad de los Mártires de la Tradición, la oposición
gubernativa impidió que la bendición se realizara el día fijado. Esta tuvo
que realizarse el 21 de junio del mismo año, fecha en la que se
trasladaron al panteón los restos de 21 de los asesinados.
El 8 de marzo de 1942 se procedió a la colocación del Santo Cristo de
mármol, celebrándose por segunda vez una misa en el lugar. Al preparar
este acto fue grande la oposición gubernativa, pero tras muchas
discusiones se solventó la cuestión.
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En marzo de 1945 se firmó con el Obispado de Barcelona un contrato


para la celebración de una misa perpetua en el cementerio de
Montcada.
En el año 1946 fueron prohibidos la Misa y el Vía Crucis. La fuerza
pública impidió la apertura del cementerio.
En noviembre de 1947 comenzó la campaña para recaudar fondos para
la construcción del Monumento y Cripta en Montserrat para los muertos
en combate en las filas del Tercio de Nuestra Señora de Montserrat.
En 1947 la Agrupación fue nombrada madrina de la organización de
Pelayos de Cataluña
La lectura de un acta de una «reunión Regional» de la Agrupación en
noviembre de 1947 nos permite saber algunos de los lugares donde
existía una organización consolidada: Badalona, Bañolas, Barcelona,
Berga, Esplugas de Francolí, Igualada, La Fatarella, Lérida, Malgrat,
Manresa, Mataró, Olot, Reus, Sabadell, Sabadell, Suria, Tortosa, Valls y
Vic. A partir de esta fecha la composición de las juntas locales de
Margaritas cambiará, además de Presidenta, Tesorera y Secretaria
constarán también de una Delegada de Religión y Beneficencia y otra
Delegada de propaganda.
Las actividades de la sección benéfica eran: colocación de personas
paradas, atención de enfermos y pago de gastos médicos, subsidios a
familias, pagos de racionamiento, organización de roperos y entregas de
canastillas, entrega de bolsas de comida en determinadas fiestas y
diversas ayudas puntuales; se hacían visitas periódicas al Sanatorio de
Espíritu Santo y salas de tuberculosos del Hospital de la Santa Cruz y
San Pablo, a los cuales en fechas determinadas se les ofrecía una
merienda o se les organizaba una fiesta con representación teatral,
canciones, juegos y otras actividades lúdicas.
La Agrupación obtenía sus ingresos a través de las cuotas de sus
afiliadas y de los socios protectores (525 en el año 1945), de las
suscripciones especiales, de la venta de participaciones de lotería y de
la organización de tómbolas y rifas. Durante estos diez años habían
administrado algo más de 250.000 pesetas.
Expresamos a continuación algunos datos sobre el movimiento
económico de la Agrupación.
Hasta el mes de julio de 1943 los gastos de atención a los veteranos
fueron de 19.430 pesetas.
El balance del curso 1947-1948 presenta unas entradas de 31.502,90
pesetas y unos gastos de 32.866 pesetas. De las entradas, 7.044,6
corresponden a cuotas de los socios protectores, 9.345 a ganancia
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participaciones de lotería y 2.759 producto de las tómbolas. En los


gastos se especifican, 17.531,90 en la sección benéfica, 2.111,75 en el
Socorro Blanco y 3.720,25 en propaganda.

CONCLUSIONES
1. La organización de las Margaritas de Catalunya, especialmente la de
la ciudad de Barcelona, fue el eje sobre el cual se reconstruyó en la
clandestinidad el carlismo catalán.
Esto fue posible gracias a que la Agrupación Ángeles de la Caridad creó
un espacio de sociabilidad, en ausencia de espacios físicos concretos
de socialización como los círculos carlistas, un imaginario socializador,
en el cual:
a) En primer lugar, se ponían en contacto las diversas generaciones
carlistas, desde los veteranos a los pelayos, con todo lo que suponía
esto de transmisión cultural, principalmente, a través de la oralidad.
b) En segundo lugar, se creaba un nexo de comunicación y recepción
de fondos de aquellas personas pertenecientes o vinculadas al carlismo,
en cuanto forma cultural específica, que no estaban directamente
implicadas en la lucha antifranquista: los socios protectores de la
Agrupación.
c) En tercer lugar suponía la existencia de un «pasillo de solidaridad»:
el Socorro Blanco, que ponía en contacto al carlismo con los elementos
que sufrían la represión franquista, ayudaba a paliar en lo posible las
repercusiones que en la modesta economía familiar de los carlistas
detenidos, o multados, pudieran darse por la acción represiva y, sobre
todo, lo que es más importante, el efecto moral que producían estas
intervenciones de la Agrupación tanto en los represaliados como en el
entorno familiar de estos.
d) En cuarto lugar ponía en contacto al carlismo catalán con los
sectores más desfavorecidos del proletariado urbano de Barcelona. La
labor de «beneficencia» de la Agrupación suplía, otra vez más, la
actividad de los círculos clausurados y expropiados por el nuevo estado
franquista. Justo es recordar en este momento, con la brevedad que se
impone, las actividades de estos centros con sus economatos y
dispensarios médicos abiertos a todo el obrerismo barceloní, muy
especialmente el Patronato Obrero de Santa Madrona de Sants con
todos estos servicios, amén de otros como la escuela de primera
enseñanza diurna y nocturna, la escuela de corte y confección para
jóvenes obreras y la puesta en cultivo de terrenos en la montaña de
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Montjuic que desde principios de siglo eran trabajadas de forma


colectiva y cuyos beneficios se dedicaban a labores sociales.
e) En quinto lugar, propiciaba un sentimiento común en el obrerismo
barceloní de solidaridad de clase: se cerraban las heridas de la guerra.
Frente a la dictadura francofalangista todos eran vencidos, tanto los
derrotados militarmente, como los carlistas triunfadores en las armas
pero derrotados en el campo político por las intrigas de la retaguardia.
En muchas ocasiones los carlistas detenidos formaban en la prisión
Modelo de Barcelona mezclados con comunistas; don Francisco Vives
Surià me ha relatado varias de las tantas veces que junto al dirigente del
PSUC Comorera iban a recoger el rancho carcelario. Este sentimiento
se evidenciaba las numerosas veces en los que militantes carlistas
ingresaban en la Modelo: los otros presos políticos, en su honor, se
mantenían en silencio en el momento del canto obligatorio del himno
fascista Cara al Sol, pero ponían un énfasis exagerado al cantar el
Oriamendi, desgraciadamente también obligatorio.
2. La causa principal, a nuestro juicio, de la división del carlismo catalán
en el curso 1948-49 fue la falta de unos cauces de democracia interna,
no tanto en el seno del carlismo catalán sobre el que no nos
pronunciamos por entender de que los datos de que disponemos son
insuficientes, sino a nivel de la dirección nacional (Jefatura Delegada y
Junta Nacional) con las jefaturas y juntas regionales. Falta de
democracia interna que sin duda se debe principalmente a la infiltración
del integrismo alfonsino en el carlismo.
Pero esto no debe hacernos caer en la idea, falsa, de que la ruptura en
el seno del carlismo catalán fue en sentido horizontal –integrismo
alfonsino y antiguo jaimismo-. La ruptura fue vertical y en los dos
sectores resultantes persistieron ideas y valores integristas. A la hora
concreta de adherirse a uno u otro sector actuaron otros criterios que no
los estrictamente relacionados con las diferencias del carlismo catalán
en su conjunto con la dirección nacional. Pero si resulta significativo que
el paradigma de integrista, don Luis Ortiz Estrada, se mantuviera en el
sector no escindido.
En definitiva esta ruptura significó un triunfo para el integrismo alfonsino
enquistado en el carlismo, ya que la división del carlismo catalán supuso
el fin de una dinámica política muy activa contra el franquismo. El debate
interno sobre la necesidad de «reconstrucción del partido carlista» en
toda España quedaba cerrado. El modelo catalán de reorganización no
se extendía al resto de España. Y no sólo esto, lo que se había
conseguido en Catalunya quedaba deshecho. Los dos sectores del
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dividido carlismo catalán hubieran de comenzar a reorganizarse de


nuevo y desde líneas estratégicas diferentes a la iniciada en 1939.
Una vez más se verificaba la opinión tantas veces repetida de don José
María Lasuen a su hijo Jaime: «Los integristas son como el manzanillo,
a cuya sombra nada puede crecer».

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