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UNNE.

Facultad de Humanidades
Depto. De Letras
Literatura de Europa Septentrional
Trabajo Práctico: Ensayo
Alcaraz, Rocío Daniela – Prof. En Letras – L.U. nº 27.913

La visión de la sociedad del siglo XIX desde una figura femenina: una propuesta de
análisis en torno a Jane Eyre de Charlotte Brontë

Teniendo en cuenta la siguiente cita de Oscar Tacca: “El autor sólo habla a través del
narrador, el narrador 'disimula' juicios y opiniones del autor (…) basta que el narrador ceda
un poco para que la cuerda se distienda y aparezca la flácida voz del autor.” (1973: 38)
pretendo demostrar que la voz narradora de Jane Eyre habla a través de Charlotte Brontë.
La autora utiliza al narrador para evidenciar cómo era la sociedad en la cual estaba
inmersa, para reflejarla y también para criticarla. En varios episodios encontraremos
juicios de valor del narrador y de los personajes que evidenciaran el punto de vista de la
autora frente a situaciones de la vida moderna, rural y victoriana. Para desarrollar esta
hipótesis tomare concepciones teóricas de Terry Eagleton y de Oscar Tacca, y las
ejemplificare con citas de la novela Jane Eyre de Charlotte Brontë.

Jane Eyre narra la historia de la protagonista que lleva el nombre del libro, que, luego de la
muerte de sus padres, es criada en casa de sus tíos, pero son su tía Reed y sus primos Jhon,
Eliza y Georgina, quienes hacen que su estancia en esa casa sea de lo más escabrosa.
Luego de la muerte del Sr. Reed la envían a un colegio para señoritas en Lowood para
corregir su supuesto mal comportamiento. Allí vivirá la cruda realidad por las que pasan
las niñas de su posición económica ya que no cuentan con un sustento suficiente como para
educarse en casa. Se convertirá en institutriz y conocerá al Sr. Rochester ejerciendo este
empleo en su casa educando a una supuesta hija suya, Adele. Se enamorará, pero huirá de
una relación polígama para no faltar a sus deberes morales y religiosos. Pero al final una
serie de sucesos de los más extraños, la muerte de la Bertha y la ceguera del Sr. Rochester,
darán a la novela el final esperado. Jane logrará estabilizar su vida y formará parte de esa
pequeña nobleza rural, pero sin faltar ni una vez al determinismo de su carácter.
Jane es recatada, decente y sumisa, pero con una pasión por transcender y ser algo más que
la esposa de un fulano de tal. La niña nos atraerá por ser víctima de un estado patriarcal
pero que aun así no la vence. Ella triunfa, pero sin faltar a las normas de la sociedad
victoriana. En las páginas de esta novela encontraremos descripciones del mundo
victoriano en su máximo esplendor desde el punto de vista de una mujer que también
forma parte del florecimiento de este mundo moderno.
La estrategia que utiliza Charlotte para retratar la sociedad moderna de su época es que sus
personajes tienen la característica de ser solitarios y atormentados pero que nunca doblegan
su personalidad ni su manera de pensar, aunque sea crítica y subversiva. Estos seres al final
alcanzan la realización emocional e imaginativa que persiguen, pero lo hacen de tal manera
que el resultado no falte a las convenciones sociales, y que les procure, el estatus y la
seguridad convenientes.
Jane es un ser dividido, es decir que, de cara al exterior será una niña recatada pero que en
su interior sabemos que es apasionada y hambrienta de erotismo e imaginación, pero por su
situación social y por su género deberá ocultarlo y transformarse en un ser sumiso. Pero es

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esto lo que llamara la atención de nuestra protagonista, el conformismo social, la culpa


evangélica y la sumisión femenina que ella encarna se torna atractivo ya que funciona
como forma de mortificación personal y de esta manera se vuelve poderoso. Es una de las
maneras en que el yo puede entrar una satisfacción más profunda. Es la capacidad de forjar
su propio destino la que la vuelve interesante. Y es este conflicto potencialmente trágico
entre las aspiraciones del individuo y la desintegración personal constituye algo que se
encuentra especialmente próximo a propio corazón de la sociedad victoriana. Este deber
ser y ser de Jane se ve contrastado en la imagen de su amiga Helen Burns. Una es la
imagen de muchacha ideal, callada, sumisa, que aguanta cualquier maltrato y se consagra
siempre a Dios. La otra una niña, que podrá parecer malcriada, pero tiene un fuerte
carácter, un peligroso razonamiento que, veremos a lo largo de la novela, nunca intentará
callar. En el episodio dónde castigan a Helen, Jane siendo una niña cuestiona el castigo que
le han infligido, para ella injustamente, y no se calla al demostrar su descontento frente a
su compañera, pero Helen siempre tiene una respuesta que darle que justifica este hecho:

Trae más cuenta soportar con paciencia un dolor que solamente sufres tú, que emprender
atolondradamente una decisión cuyas perjudiciales consecuencias
alcanzarían también a gente vinculada contigo. Aparte de eso, la Biblia nos
aconseja devolver bien por mal.
(Brontë, 1848: 266)
Jane la escucha en silencio, pero gracias al narrador sabemos que sigue cuestionando esta
actitud y se compara con su amiga diciendo:

Yo la escuchaba con asombro. No alcanzaba a comprender está doctrina de la resignación


ante lo insoportable, y aún menos capaz era de entender o compartir la
clemencia manifestada hacia la autora del castigo.
(Brontë, 1848:266)
Por otro lado, con el nacimiento del mundo moderno y la industria durante el siglo XIX, la
novela también cambia, y vemos como en ella se cuestionan todas las certezas del mundo
clásico y del medioevo; nos cuenta una historia cambiante, pero concreta y abierta, durante
este periodo se ven reflejados cómo “nuestros valores y nuestras creencias se fragmentan,
resultan discordantes, y la novela refleja este estado de cosas.”(Eagleton, 2009: 14)
Y con estos factores nace un nuevo estatus social, la clase media. Particularmente, la
familia Brontë, que emigró desde Irlanda a Yorkshire en la época de la Gran Hambruna
pertenecía a un estatus que no era ni parte de la nobleza ni parte de la plebe, esta era la
clase media baja, que se encuentra en un umbral doloroso entre un ámbito más elevado,
más civilizado, de la que ella puede ser, y un mundo plebeyo, con el que vive

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constantemente amenazada de ser de ser arrojada. Pero esto benefició a las hermanas
Brontë puesto que fueron capaces de ver y criticar la sociedad que estaba tanto por encima
como por debajo de ellas en la jerarquía social. Sus escritos nos presentan un amplio
abanico rico y complejo de experiencias vitales. Esto lo vemos retratado en el capítulo V
de la primera parte, Las descripciones del colegio, de sus alumnas y maestras. El estado
insalubre de las instalaciones que nada se parece al placentero hogar en Gateshead donde
vivía la niña al inicio de la novela. El hambre o la asquerosa comida y el frio al que están
sometidas, los rigurosos castigos como el Helen Burns y como el que sufrirá la pequeña
Jane por órdenes del señor Brocklehurst. Pero a todo esto, en las clases no faltaban las
lecturas de la biblia y antes de dormir el ruego a Dios, la doctrina religiosa de cómo debía
verse y comportarse una señorita se ve también reflejada. Este último en tono irónico,
Charlotte se burla de estas normas al retratar el episodio en donde una niña es castigada
solo por tener el cabello rizado y éste, sentencia: “Natural! Pues bueno, no estamos
dispuestos a ceder ante lo natural.” (Brontë, 1848: 308)
Otro episodio que llama la atención es la muerte de la primera amiga de Jane, Helen que
por negligencia y el estado deplorable en el que vivían contrae tuberculosis. Esta parte toca
de cerca la vida de Charlotte ya que dos de sus hermanas también habían muerto por culpa
del insalubre lugar donde estaban como internas y del constate frío y hambre:

Nadie me riño por haber abandonado mi cama; tenían algo mas importante en que
ocuparse. Ninguna explicación vino a ofrecérseme de momento para saciar
mis numerosas preguntas. Pero dos días más tarde me enteré de que la
señorita Temple, cuando volvió a su cuarto al amanecer, me había
encontrado acostada junto a Helen Burns, con la cara apoyada en su hombro
y los brazos alrededor de su cuello. Yo estaba dormida y Helen muerta.
(Brontë, 1848: 409)
Desde hace varios siglos la novela se asocia con la clase media ya que el sueño de esta
clase social es de una libertad frente a las restricciones a las que el ser humano se
enfrentaba años atrás. Dentro de las casas de estas familias encontramos la vida cotidiana,
mundana, y por eso en las páginas de las novelas encontramos un mundo simple, mundano,
pero profano y empírico, alejado de las narraciones típicas de la edad media. Es altamente
cultural y dedicado a las personas. Como dirá Eagleton “La novela es la mitología de una
civilización fascinada por sus propias vivencias cotidianas. No se halla retrasada ni
adelantada con respecto a su época, sino que marcha al compás de ella” (2009: 16)
Y así como el ser humano, ella se volverá inconformista, rechazando cualquier pretensión
de verdad autoritaria, convirtiéndola en una narración. Y será Jane quien tomará este
modelo convirtiéndose en una voz cuestionadora. Ella irá contándonos lo que ve, pero
siempre acompañada por un juicio de valor pues porque el “relato puede, ciertamente,

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ceñirse a la visión. Pero puede también, de modo más amplio, representar la conciencia de
un narrador, que no solamente ve, sino que supone, deduce, conjetura. (Tacca, 1973: 30)
También, con la modernidad había nacido una forma de ficción la cual cualquiera podía
escribir sin la necesidad de ser erudito, especialista o haber recibido una costosa educación
clásica, el realismo. Así el panorama se abre a “aquellos grupos a los que, como era el caso
de las mujeres, se les había hurtado ese tipo de educación y habían quedado,
consecuentemente, al margen de la adquisición de tales capacidades” (Eagleton, 2009: 32).
Floreció así un tipo de escritura denominada realista donde se relataba la cotidianeidad de
las masas y con esto se abrió el mundo novelesco para integrar a las mujeres porque este
tipo de relato abarcaba tanto la vida interior, exclusivamente femenina, como la exterior.
La mujer se convirtió en autor, pero el problema estriba en que cuando se habla de “autor”
se habla de autoridad, es decir, que esa voz se expresa desde una posición, que era algo que
les estaba vedado en la mayor parte de los casos a las mujeres del siglo XIX. Pero esto no
fue impedimento para las hermanas Brontë ya que debido al contenido subversivo de sus
textos debían anular su género ocultándose bajo seudónimos masculinos. Esto pone de
manifiesto la situación en la que se encontraban todas las mujeres cultivadas
intelectualmente y con ciertas aspiraciones en el seno del orden social asfixiantemente
patriarcal. Este sometimiento se nota en las pocas, pero subversivas conversación que tiene
Jane con St. Rivers en Mooder House, ella no escatimara a la hora de dar su opinión con
respecto a situación de la vida del clérigo, y este siempre reaccionara de manera sorpresiva
puesto que él “No contaba con que una mujer pudiera atreverse a hablar a un hombre en
aquellos términos. Yo en cambio me encontraba a mis anchas en una polémica de ese tipo.”
(1924) De este modo, es posible vislumbrar como la novela es estimulo de resistencia a la
autoridad al mismo tiempo en que se va convirtiendo en un ingenioso medio al servicio del
poder cultural de las clases medias.
Al pertenecer a esta nueva clase media baja a las hermanas no les quedaba mas que ser
institutrices. Esta ocupación era un claro ejemplo de la paradoja social, mujeres de bajo
estatus, pero de alto conocimiento tenían en sus manos la educación de las niñas de la clase
alta. Al ser Charlotte una institutriz y ser también la profesión de su personaje Jane nos
brinda otro guiño para poder pensar el texto como autobiografía donde la autora emite sus
juicios de valor a través del yo ficcional.
En conclusión, existían un tipo de novelas que nos ofrecían lo que parecían ser imágenes
objetivas del mundo que nos rodea, pero en el fondo notábamos que dichas imágenes en
realidad son el resultado de un proceso de construcción subjetivo.
El retrato aparentemente realista y objetivo que pretendía ser la novela no es más que una
falacia. En este sentido, parafraseando a Eagleton, podría afirmarse que la novela es un
género paradójico que se contradice a sí mismo. Su forma parece estar enfrentada a su
contenido. El reflejo que hace de una realidad contingente, dominada por el azar, parece
amenazar de forma continua con menoscabar su coherencia en tanto obra de ficción. (2009:
26). Esta novela está cargada de retratos de imágenes, pero en solo hecho de haber
nombrado unas situaciones también posee carácter subjetivo. La objetividad no existe

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como tal, siempre estará inmerso en ella juicios de valor, tanto en la declaración como en la
ausencia.

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BIBLIOGRAFIA
Tacca, Oscar (1973) Las voces de la novela. Madrid, Gredos.
Eagleton, Terry (2009) La novela inglesa: Una introducción. Madrid, Akal.
Brontë, Charlotte (1848) Jane Eyre. Editorial Alba. Versión digital extraído de
https://www.epublibre.org/libro/detalle/21318. Ultima fecha de consulta: 13/11/2018 a
las 02:09 am.

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