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Contratos por Hasta Dos Cosechas y de Pastoreo:

El art. 39 dice que “Quedan excluidos de las disposiciones de esta ley a) Los contratos en los
que se convenga, por su carácter accidental, la realización de hasta dos (2) cosechas, como
máximo, ya sea en razón de una por año o dentro de un mismo año agrícola, cuando fuera
posible realizarla sobre la misma superficie, en cuyo caso el contrato no podrá exceder el plazo
necesario para levantar la cosecha del último cultivo. b) Los contratos en virtud de los cuales se
concede el uso y goce de un predio con destino exclusivo para pastoreo, celebrado por un
plazo no mayor de un año....”

La ley regula conjuntamente ambos contratos, que son básicamente contratos de


arrendamiento o aparcería, ya que su objeto consiste en ceder el uso y goce de un predio rural
con destino a la actividad agropecuaria para recibir, como contraprestación, un precio en
dinero o un porcentaje de los frutos.

El contrato por Hasta Dos Cosechas es aquel contrato por medio del cual una de las partes
cede el uso y goce de un predio rural para la realización de hasta dos cosechas a razón de una
por año o en un mismo año agrícola, cuando sea posible realizarlas en la misma superficie, en
cuyo caso el plazo no puede exceder el necesario para levantar la última cosecha. Se ha dicho
que: “Los contratos accidentales por cosecha pueden ser concertados en cualquiera de las dos
modalidades de pago: En dinero o en un porcentaje de los frutos que se obtengan” (CCiv. y
Com. Río Cuarto. Córdoba. 13.11.91).

El contrato de Pastoreo es aquel por medio del cual una de las partes entrega la tenencia de
un predio rural para que la otra lo ocupe con hacienda, siempre y cuando se celebre por un
plazo no mayor de un año.

Lo que los caracteriza y especializa es la brevedad del plazo, el que deriva según algunos, del
destino específico y según nuestra opinión, de la realidad económica y productiva.

Así se ha dicho que “El contrato de pastoreo está excluido de los beneficios que la legislación
rural acuerda a los arrendatarios y se rige por las cláusulas contractuales, que son ley entre las
partes mientras no se opongan a las demás leyes” (TTrab. Olavarría, 23/09/59). También que
“El contrato de pastoreo es en realidad una especie de contrato de arrendamiento rural, que
se diferencia de él tan solo por la brevedad del plazo y por su destino específico, y supone una
relación que participa de las características que configuran aquél contrato o el de
aparcería.......” (Voto en minoría, Dr. Murga, CCiv. y Com. Paraná, Sala 2, del 28/10/83). En el
mismo sentido que: “Contrato de pastoreo es aquel en el que el sujeto agrario otorga a otro la
tenencia de un predio rural con destino a “pasturar” (apacentar o alimentar) ganado, mediante
el pago de un precio cierto en dinero y por un plazo dado; plazo que según la ley argentina no
debe exceder el término de un año....” (C1ra. Civ. y Com. Y Minas San Luis, del 30/04/69).

Es importante tener en cuenta que el artículo 39 expresamente dispone que: “En caso de
prórroga o renovación entre las mismas partes y sobre la misma superficie, mediante la cual se
totalicen plazos mayores que los establecidos en el presente artículo, o cuando no haya
transcurrido el término de un (1) año entre el nuevo contrato y el vencimiento del anterior, se
considerará incluido el contrato en las disposiciones de esta ley...”. Es decir que la ley no
permite nada en el medio entre los contratos con un mínimo de tres años y estos que estamos
analizando, llamados accidentales o excluidos. Curiosa solución cuando se argumenta que el
plazo mínimo, entre otras cosas, favorece la explotación racional; pero por otro lado admite el
de un año y no el de uno y medio o dos, ya que en ese caso lo considera de tres. Estos
contratos están caracterizados entonces por la brevedad del plazo, motivada por la finalidad
específica. Es decir que si se celebra un contrato de un plazo de más de un año, por ejemplo 18
meses, se lo tendrá por celebrado por tres años. Igual solución si se hacen contratos sucesivos
sobre el mismo predio. En este sentido se ha dicho que “La característica de la brevedad en los
contratos accidentales inherentes a la finalidad específica, es lo que justifica la exclusión de la
legislación especial” (CApel. CCL, Sgo. del Estero, 12/05/94) y que “Cuando los cultivos superan
el plazo máximo autorizado por el art. 39 de la ley 13.246, se produce la ordinarización del
contrato accidental celebrado, quedando éste incluido en las disposiciones de dicha ley” (CCiv.
Com. y del Trab. Villa María, Córdoba, 04/10/83). También que “El contrato de pastoreo anual
que por consentimiento de las partes perdura varios períodos sucesivos se convierte en un
contrato ordinario de arrendamiento” (CCiv. y Com. Rosario. 29/10/70).

Estos contratos deben ser, según el mismo artículo 39, homologados, lo que implica que una
vez realizados deben ser presentados al juez competente para que éste los “califique” como
accidentales – y por ende excluidos del régimen de orden público de la ley –. Esta calificación
tiene como consecuencia que, al vencimiento del contrato, el propietario podrá requerir el
lanzamiento del predio por el trámite de ejecución de sentencia, sin necesidad de llevar
adelante un largo proceso judicial de desalojo. La mayoría de la doctrina entiende que este
trámite de la calificación y posterior homologación es opcional para las partes, razón por lo
cual su omisión no invalidará el contrato.

En ese sentido se ha dicho que “La falta de calificación u homologación no quita al contrato el
carácter de accidental ya que la misma no hace a su naturaleza jurídica, no es de la esencia de
los contratos........si no existe la calificación sólo podrá promover la acción de desalojo fundada
en el vencimiento del término....”(CCiv. y Com. San Francisco, Córdoba. 16/09/80). También
que: “El contrato de arrendamiento rural accidental por una o dos cosechas, hecho conforme
al artículo 39, ley 13.246, y debidamente homologado, surte los efectos de una sentencia con
autoridad de cosa juzgada para reclamar el desalojo sin forma de juicio, porque el fundamento
de la precitada norma legal está en la necesidad de evitar que los arriendos accidentales bien
tipificados se conviertan en foco de pleitos por obra y arte de la mala fe de los locatarios que
aprovechen la tenencia efectiva del predio para perpetuarse en él” (C1ra. Civ. y Com. Bahía
Blanca, del 14/07/67).

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