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Carlos A. Díaz Rodríguez.

- Derecho Civil 4- Sección 004 -


FECHA DE ENTREGA: 19-04-2022 -MAESTRO: PEDRO ANTONIO ORTIZ HERNANDEZ

MATRICULA: 316-3888

Introducción: La transacción es un contrato por virtud del cual las partes,


haciéndose recíprocas concesiones, previenen una (contro- versia) futura o
determinan una presente, con el objeto de evitar la incertidumbre jurídica en
cuanto al alcance de sus prestaciones y derechos o los resultados aleatorios
de un juicio presente o futuro.

TÍTULO DEL TRABAJO: Los principales contratos.

CONTENIDO:

 La transacción.

se utiliza la palabra transacción en sentidos diferentes. Dentro del lenguaje


corriente, transacción significa, o bien una convención cualquiera; o bien más
concretamente, una operación mercantil o bursátil.

 Definición.

En el lenguaje jurídico, la transacción es u contrato particular, al que los


redactores del código civil francés dedicaron u titulo (arts. 2.044 a 2.058) y
que definieron como ´´u contrato por el cual las partes ponen términos a un
pleito o evita u pleito que pueda surgir´´´(art. 2044). Así, la transacción
aparece como referida a derechos litigiosos, o al menos controvertidos, y
como prohibiéndole a las partes intentar o proseguir un procedimiento
contencioso. Pero la definición del artículo 2.044 es incompleta. Domat, en el
que se inspiraron los redactores del código civil, subraya otro carácter
esencial de la transacción: la concesión consentida por cada una de las partes
(´´´… Cada uno de ellos prefiere a la esperanza de ganar…´´´, Loix civiles, parte
I, lib. l. tít. Xlll Sec. I, 1); y bigot-preameneau, en el curso de los trabajos
preparatorios, destaco ese requisito; (´´un derecho dudoso y la certeza de
que las partes han querido balancear y regular sus intereses: tales son los
caracteres que distinguen y constituyen la naturaleza de este contrato
´´.Exposicion de motivos, en Locré t. XV, pag.416). Por eso, la jurisprudencia
ha completado la definición del código civil exigiendo la reciprocidad de las
concesiones y sacrificios (´´…los contratantes, al renunciar cada uno a una
parte de sus pretensiones y al hacerse concesiones reciprocas….) ´´; Req., 17
de abril de 1894: S. 1896. 1. 459; Civ., 13 de marzo de 1922: D. 1925. 1. 139).

 Caracteres del contrato de transacción.

Varios códigos extranjeros (art. 779 del B.GB.; art 1.809 del Cód. civ. Esp.;
art.871 del Cód. civ. Griego) hacen de la reciprocidad de las concesiones uno
de los términos de la definición de la transacción.

La utilidad de están convención es innegable. Evita procesos dispendiosos de


incierto resultado; todo el mundo sabe que ´´más vale una mala transacción
que un buen pleito´´. Pero la medalla tiene su reverso; las lentitudes y los
gastos del procedimiento llevan a muchos litigantes cuyo derecho es
indiscutible a preferir la transacción a una solución judicial; sus adversarios
sin escrúpulos lo saben muy bien. La transacción no siempre pone a las
partes al abrigo de un proceso; arrepintiéndose de los sacrificios consentidos,
tratan con frecuencia de que se anule la transacción, a tal punto que los
redactores del código civil han tenido que limitar el ejercicio de la acción de
nulidad, al menos cuando la causa de anulación invocada consista en el error
(cfr. Infra, n. 164).

Se examinaran los caracteres, la perfección y los efectos del contrato de


transacción.

 Contrato sinalagmático a título oneroso.

La transacción es un contrato en el sentido preciso de la palabra (cfr. Parte


segunda, n. 52); ya que crea una obligación de no hacer; la de no acudir a la
justicia o la de no continuar un procedimiento en curso. Este contrato lo es a
titulo oneroso; cada una de las partes buscan una ventaja: evitar la pérdida
del proceso o las lentitudes y gastos de un procedimiento. Es sinalagmático,
por ser de esencia de la transacción la reciprocidad de las obligaciones y de
las concesiones.

Este ultimo carácter permite distinguir la transacción del desistimiento del


juicio o del consentimiento de un fallo, que constituyen dos renuncias
unilaterales consentidas por un litigante, renuncias que no obedecen a las
reglas de la transacción; salvo, como es frecuente, que el desistimiento o el
consentimiento del fallo no sea sino la consecuencia de una transacción. Pero
no siempre resulta fácil diferenciar entre desistimiento y transacción. En
efecto, no se exige en la transacción la igualdad de las concesiones (req., 25
de diciembre 1900: D. 1901. 1. 135; Nancy, 12 de febrero de 1989: D. 1899. 2.
86), y se colocan en el mismo plano las concesiones de orden moral y de
orden material; asi, domat (Loix civiles, parte I, lib. I tít. Xlll, sec. I, 21 y bigot
Preameneu (Locré, t. XV, pág. 416) colocan en el lugar de las transacciones el
contrato por el cual una persona abandona la totalidad de sus pretensiones si
está determinada por el deseo de evitar los enojos de un proceso y
restablecer la unión (cfr. Req., 24 de diciembre de 1900, fallo antes citado).
Con frecuencia, la transacción forma parte de un conjunto de convenciones
que se sirven mutuamente de causa y que no deben ser examinadas
separadamente (cfr. Infra, n. 1651).

 Naturaleza de las concesiones consentidas por las partes.

Se resumen a las cualidades que deben presentar los derechos sobre los
cuales recae la transacción con la formula: ´´res litigiosa et dubia´´: derechos
litigiosos y dudosos.

Res litigiosa: los derechos que formen el objeto de la transacción deben ser
litigiosos. Pero no es necesario que se hayan emprendido un proceso: es
suficiente con que las dos partes formulen pretensiones sobre el mismo
derecho. El termino litigioso debe ser tomado, pues, en un sentido muy
amplio.

Res dubia: el derecho sobre el cual transigen las partes debe ser dudoso, al
menos en el espíritu de ellas. Pero ciertos autores impugnan este requisito;
estiman que la transacción recae sobre el derecho de comparecer en juicio,
derecho que existe sea o no sea fundada la pretensión.
Esta última opinión tiene la ventaja de cortar por lo sano en las dificultades
originadas por la apreciación del carácter del derecho que sea objeto de
otros contratos, tales como la permuta o la compraventa.

 Recibo como saldo de todas las cuentas.

Cuando un acreedor le entrega a su deudor un recibo como saldo de todas


las cuentas, ¿se trata de una transacción? Para determinarlo, hay que
averiguar si la relación de derecho que unía a las partes constituía para ellas
el objeto de una controversia y si el crédito era dudoso.

Los redactores del código del trabajo creyeron resolver esta cuestión en lo
que concierne al recibo entregado por el trabajo a su patrono... En el
momento de la ruptura del contrato de trabajo, el patrono le hace firmar al
empleado, al pagarle, un recibo como saldo de todas las cuentas; cuando el
empleado quiera reclamar a continuación lo que pretenda que se le debe, el
patrono le opone que hayan transigido sobre el importe del crédito del
empleado. El legislador le permite al trabajador proceder contra el patrono
durante 2 meses (art. 24, inciso a, del libro I del cód. del trabajo); así pues, el
recibo como saldo de todas las cuentas no se considera como una
transacción sobre el importe de la deuda; porque la transacción, como toda
convención, es irrevocable. Pero la jurisprudencia ha reducido la eficacia de
esa disposición, al disociar, en los acuerdos celebrados entre patrones y
trabajadores con motivo del despido, el recibo como saldo de todas las
cuentas y la transacción que haya podido producirse; el recibo ´´no suprime
por ello la posibilidad, entre patronos y trabajadores, de una transacción que
obedezca a las reglas de los artículos 2.052 y 2.053 del Código civil´´ (Civ.
Soc., 18 de mayo de 1953: S. 1954. 1. 59, Gaz. Pal., 1953. 2. 63; Bull civ.,
1953. IV, n. 379, pag. 280).

 La transacción es un contrato conmutativo.

El contrato aleatorio, por oposición al contrato conmutativo, es aquel en el


cual la ventaja que las partes obtienen del contrato no es apreciable al
perfeccionarse ese contrato, porque depende de un acontecimiento incierto
(cfr. Parte segunda, ns. 105 y sigtes.). En la transacción ningún
acontecimiento modificara la apreciación que formulan las partes sobre los
sacrificios y ventajas reciprocas que se consienten. Las partes habrían corrido
un albur si hubieran intentado y proseguido el proceso; la transacción
suprime ese albur, como suprimiría toda incertidumbre la convención por la
cual dos jugadores renunciaran al juego y repartieran o conservaran sus
posturas. Por lo tanto, la transacción es un contrato conmutativo (Pau, 11 de
junio de 1959: Gaz. Pal., 1959. 2. 232).

 La transacción es un acto declarativo.


.---El carácter declarativo dado en el derecho positivo francés a al
transacción, y los limites que conviene ponerle, serán examinados junto
con los efectos de este contrato (cfr. Infra, ns. 1650 y sigtes.).

 Formación del contrato de transacción.


La transacción es un contrato consensual no se exige un documento
sino para la prueba. La jurisprudencia estima además que el artículo
2.044, párrafo 29, del código civil no surte, en el terreno de la prueba,
sino un efecto de los más limitados: la única derogación que ese texto
introduce en el derecho común de la prueba de los contratos consiste
en prohibir la prueba por todos los medios de las transacciones cuyo
importe sea inferior a 50 francos nuevo; pero la prueba es libre, como
para todo contrato, en materia mercantil; e igualmente cuando exista
un principio de prueba por escrito o cuando haya sido imposible
procurarse un documento; la confesión y el juramento son admisibles
también ( Civ., 8 de enero de 1879; cfr. Parte segunda, lección IV,
lecturas).
 Es un contrato consensual.
.-- Según los términos del artículo 2.044, párrafo 29 del código civil: ´´
este contrato debe ser celebrado por escrito´´. Domat. Del que fue
tomada esa disposición (Loix civiles, Parte I, lib. I, tít. XIII, sec. I, XI),
hacía del documento una simple exigencia de prueba, y la
jurisprudencia conserva esa interpretación: los contratos solemnes son
la excepción para que sea solemne u contrato hace falta, pues, una
disposición expresa de la ley; por eso, cuando se exige un documento,
se debe decidir, en la duda, que esa exigencia no concierne sino a la
prueba (cfr. Parte segunda, n. 72.).
Timbrado obligatorio de las transacciones registradas en el curso de
un juicio.
– La proposición según la cual la transacción es un contrato consensual
no es del todo exacta en razón de las disposiciones fiscales (cfr. Parte
primera, n. 73). En efecto, cuando la transacción se produzca en el
curso de una controversia judicial, el documento que acredite la
transacción debe ser presentado, dentro del plazo de 20 días, en la
secretaria del tribunal que conozca del litigio, y timbrado en el registro,
dentro del plazo de 1 mes, so pena de nulidad de la transacción (art.
704 del Cód. general de los impuestos). Esa doble formalidad
–presentación en la secretaria y timbrado--, si no hace de la
transacción un acto solemne, ya que la ley no exige que la redacción de
un documento tenga lugar en el momento mismo de la conclusión del
contrato, obliga al menos a las partes a redactar un documento dentro
de los 20 días. Cabria decir que la transacción suele ser un contrato
´´retroactivamente solemne´´.
 Reglas particulares en cuanto al consentimiento y el objeto.

La transacción está sometida a los requisitos generales de perfección de


los contratos. Sin embargo, presenta algunas particularidades referentes al
consentimiento de las partes y al objeto del contrato. Los redactores del
código civil han permitido que transija el tutor; no solo debe ser homologada
por el tribunal como para todo acto importante de disposición, la
autorización del consejo de familia, sino que hace falta el dictamen de tres
jurisconsultos designados por el fiscal de la republica (arts. 467 y 2.045, párr..
29 del Cód. civ.); ese dictamen debe preceder a la reunión del consejo de
familia, a fin de esclarecer a sus miembros ( Civ. Civ. I, 12 de mayo de 1953:
D. 1954. J. 514; Bull. Civ. 1953. I, n. 155, pág. 129; Civ. Civ II, 2 de junio de
1955: D. 1955. J. 543; Bull, civ 1955. II, n. 300, pág. 186; ---cfr. Parte primera,
n. 1287). La inobservancia de esas formalidades se sanciona con la nulidad de
la transacción con respecto no solo al menor, son a su tutor (Civ., civ., I, 3 de
febrero de 1960: Gaz. Pal., 1960. 1. 258).

En el artículo 2.045, párrafo 39, del código civil prohíbe a los municipios y a
los establecimientos públicos transigir sin estar autorizados para ello por
decreto; pero por varios textos legales se han introducido atenuaciones a esa
regla.

 Consentimiento.
La voluntad debe emanar de personas capaces de disponer; incluso si,
de hecho, la transacción no conduce a una enajenación.
En el antiguo derecho, la validez de la transacción celebrada por un
tutor estaba subordina a la aprobación del pupilo cuando llegara a ser
mayor de edad, lo cual hacia ´´el uso impracticable…; y de ahí la ruina
de más de un menor´´.
 Capacidad.
Los redactores del código civil han permitido que transija el tutor; pero
han rodeado ese acto de precauciones especiales: no solo debe ser
homologada por el tribunal como para todo acto importante de
disposición, la autorización del consejo de familia, sino que hace falta el
dictamen de tres jurisconsultos designados por el fiscal de la republica;
ese dictamen debe preceder a la reunión del consejo de familia, a fin de
esclarecer a sus miembros. La inobservancia de esas formalidades se
sanciona con la nulidad de la transacción con respecto no solo al
menor, sino a su tutor.
El artículo 2.045, párrafo 39, del Código civil prohíbe a los municipios y
a los establecimientos públicos transigir sin estar autorizados para ello
por decreto; pero por varios textos legales se han introducido
atenuaciones a esa regla.

 Interpretación de la voluntad.
Por traducirse la transacción es una renuncia, se impone una
interpretación restrictiva de la voluntad de las partes. Las partes no
deben, pues, ser consideradas como que renuncian tan solo a los
derechos sobre los cuales versa el conflicto. La víctima de un accidente
que haya transigido con el autor de ese accidente o con una compañía
de seguros, no ha tratado, salvo clausula, sino sobre lo que concierne a
las resultas del accidente que ella conociera, pero no en cuanto a las
lesiones que no se revelan sino más adelante, ciertas resoluciones
acuden en este supuesto al error sobre el objeto, por ejemplo: Si la
voluntad de las partes debe ser cierta, no es necesario que sea expresa.

 Vicios del consentimiento.


El consentimiento de las partes para la convención no deber estar
viciado. Pero el Código civil hace una aplicación restrictiva de la teoría
de los vicios del consentimiento: si admite sin limitación particular el
dolo y la violencia, restringe el amito ordinario del error, por descartar
el error del derecho y por no tener en cuenta el error de hecho mas que
si recae sobre ´´la persona o sobre el objeto de la controversia´´; en
cuanto a la lesión, queda excluida.

 Exclusión del error del derecho.

La exclusión del error de derecho como causa de nulidad de la transacción


está justificada tanto por el cuidado del legislador para evitar un proceso
que las partes querían descartar al transigir como por la naturaleza de esa
convención: la duda que recae sobre la existencia del derecho, objeto de la
transacción, proviene, casi siempre, de la dificultad de interpretación de
reglas jurídicas; se abriría ampliamente la puerta al arrepentimiento de las
partes si se les permitiera descartar la transacción invocando un error de
interpretación.

 Error sobre el objeto de la transacción.

Es difícil de definir el error sustancial sobre el objeto de la transacción.

Se acaba de indicar (cfr. Supra, n. 1643) que si, de resultas de un accidente,


tiene lugar una transacción entre la víctima y el asegurador del responsable,
y si se revela una lesión luego de esa convención, la interpretación restrictiva
que se impone lleva a decidir que ese nuevo atentado ha permanecido ajeno
a la transacción, los aseguradores todas las consecuencias ´´actuales y futuras
´´ del accidente. ¿Tiene entonces derecho la victima a alegar el error sobre el
objeto de la transacción? Es necesaria una distinción:
Cuando la víctima conociera, en el momento de la transacción, el atentado
corporal que padece, De tal suerte que se queja solamente de la agravación
de su mal, esa agravación no debe permitirle anular la transacción; porque el
error sobre la importancia del perjuicio no es un error sobre el objeto de la
transacción (Chambery, 30 de abril de 1956: cfr. Infra, Lecturas, I; cfr., sin
embargo: Pau, 11 de junio de 1959: Gaz. Pal., 1959. 2. 232).

Por el contrario, el atentado corporal de que se queja la víctima no se


descubre sino después de la transacción o la víctima se ha equivocado acerca
de la verdadera naturaleza de su mal (por ejemplo, afectada por una fractura,
ha creído en un esguince); la transacción está viciada entonces por un error
acerca de la naturaleza del daño y, por lo tanto, sobre el objeto de la
transacción; porque la victima ha transigido sobre un daño distinto del que
realmente ha padecido.

Es de lamentar que la corte de casación se niege a hacer esa distinción:


estima que, desde el momento en que la victima ha renunciado a toda
reclamación que concierna a las consecuencias futuras del accidente
mediante el pago de una indemnización en cantidad alzada, la transacción no
puede ser anulada a consecuencias de haber sobrevenido a una enfermedad
nueva.

 Exclusión de la lesión.
El artículo 2.052, párrafo 29, del Código Civil, por aplicar en ese punto
el derecho común del artículo 1.118 del mismo código, se niega a
tener en cuenta la lesión como causa de nulidad de las transacciones.
Por eso la jurisprudencia reconoce la validez de las transacciones en
las cuelas las concesiones no son equivalentes. Pero es necesario que
haya alguna concesión, al menos de orden moral; a falta de concesión,
la transacción, por carecer de causa o por estar viciada por el error,
seria nula. Hace falta además que esas dificultades sean ´´reales´´; los
prácticos, para librar la partición de la rescisión por lesión en más de la
cuarta parte, simulan una dificultad entre los coparticipes, a los cuales
les hacen firmar una transacción que engloba la totalidad de los
derechos sucesorios, transacción que, en realidad, no es sino la propia
partición con la condición de probar simulación, un coparticipe podrá
exigir la rescisión de tal partición, por lesión.

 Objeto.
Se ha concretado ya que, para transigir válidamente, hay que poder
disponer de los derechos que sean objeto de la transacción. De ello
resulta que una transacción no puede recaer sobre derechos
inalienables.

 Nulidad de las transacciones que recaigan sobre derechos


inalienables.

Por consiguiente, se halla prohibida la transacción cuando se refiera a


los derechos de la personalidad, a una pensión alimentaria, a la acción
contra un acto nulo de nulidad de orden público. Pero cabe transigir
sobre la acción civil nacida de una infracción penal por qué esa
transacción no afecta a la acción pública, excepcionalmente, el
legislador ha reconocido la validez de transacción que le ponen fin a la
acción pública; se trata de ciertos delitos, el adulterio por ejemplo,
cuya persecución no es posible sino mediante querella de la víctima.

 Efectos del contrato de transacción.

En el derecho francés, la transacción es, tradicionalmente, un acto


declarativo; su efecto no consiste en trasmitir o en crear derechos entre los
contrates, sino en reconocer la existencia de derechos preexistentes; la
transacción no tiene efecto traslativo, sino efecto declarativo.

Los juristas del antiguo derecho pusieron en claro ese carácter para evitarle a
las partes el pago del impuesto de transmisión. Han dado de ello la siguiente
explicación: por renunciar a una parte a su pretensión, el derecho de la otra,
que existía con anterioridad y que tan solo estaba encubierto por esa
pretensión, se afirma retroactivamente; la transacción reconoce ese derecho,
lo afirma, lo declara; no lo crea: no lo hace adquirir; se limita a ponerle fin a
la controversia: ´´ sola liberatio controversiae´´.

Por simple acto declarativo, la transacción no constituye un justo titulo


de adquisición que sirva de fundamento para la usucapión decenal.

 Sentencia y transacción.

Las explicaciones que acaban de darse permiten comparar la transacción con


la sentencia. Una y otra le ponen termino a una controversia. Ambas son
actos declarativos; sin embargo, ni la una ni la otra son oponibles a los
terceros: su efecto es relativo.

No por ello deja de ser menos considerable la diferencia entre los dos actos:
la transacción es un contrato y no un acto de la autoridad pública. De ello
resulta que no tiene fuerza ejecutoria, salvo que se acredite en un
documento autentico, y que no se beneficia de la hipoteca judicial:
igualmente, no puede ser afectada por vías de recursos judicial; no es
susceptible de ser impugnada sino por la acción de nulidad.

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