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La pregunta que quiero abordar ahora es qué significa hablar de la constitucionalización en

el derecho procesal. No me detendré en hablar del fenómeno de la constitucionalización en


detalle, ya que eso requeriría mucho tiempo y se alejaría del propósito de esta breve
presentación. En cambio, asumiendo la constitucionalización como un nuevo paradigma, lo
que también puede ser objeto de debate, me centraré en examinar cómo este enfoque
impacta y modificaría la forma de estudiar y aproximarse al derecho procesal.

[Música]
El objetivo de esta exposición es explorar cómo este nuevo paradigma influiría en la forma
de estudiar el derecho procesal. Permítanme dedicar unos minutos para explicar cómo
diferentes paradigmas han afectado al derecho procesal y su enfoque de estudio.
Tradicionalmente, se han identificado tres paradigmas en el desarrollo histórico del derecho
procesal: la época de la práctica forense, la época del procedimentalismo y la época del
procesalismo científico. Cada una de estas etapas ha llevado a diferentes formas de
comprender y estudiar el proceso.

En la época de la práctica forense, que se remonta a la Edad Media, el derecho procesal no


se consideraba una disciplina académica, sino más bien un conjunto de técnicas para litigar
ante los tribunales. Esto implica que el estudio del derecho procesal no se llevaba a cabo en
las universidades, ya que se aprendía en la práctica legal. Los libros de la época se
centraban en cómo actuar ante un tribunal y se denominan "manuales de práctica forense".

Luego, con la llegada de la Revolución Francesa, se produjo un cambio significativo en la


forma de abordar el derecho procesal. Se enfatizó la importancia de la ley como un
mecanismo para garantizar la igualdad y la libertad de los ciudadanos, lo que llevó a la idea
de un "estado de derecho". Esto marcó una transición hacia un enfoque más centrado en la
ley. El estudio del derecho procesal se centraba en entender los procedimientos que los
códigos establecen, y el principio fundamental en ese momento era que los procedimientos
debían estar preestablecidos por la ley. Esto significaba que solo podía haber un proceso si
la ley lo regulaba. Los jueces estaban obligados a seguir rigurosamente estos
procedimientos, sin tener la capacidad de modificarlos, flexibilizarse o, mucho menos,
crearlos.
El principio predominante en esta etapa era que el procedimiento debía estar preestablecido
por la ley, y el juez tenía la función de verificar que se siguieran las reglas establecidas por
la ley. El papel del juez se limitaba a verificar que los actos procesales cumplieran con lo
que la ley establecía. La nulidad procesal desempeñaba un papel importante, ya que era la
consecuencia para cualquier acto que no cumpliera con lo que la ley estipulaba. Esta visión
legalista sigue presente en la Constitución Peruana, en su artículo 139, inciso 3, lo cual
puede considerarse anacrónico.
En el pasado, el estudio del derecho procesal implicaba un examen minucioso de cada
artículo de los códigos legales. Este enfoque coincidió con la era en la que surgieron los
códigos legales más grandes, marcando un momento importante. Sin embargo, a medida
que estos códigos se difundieron por Europa y América, la necesidad de codificación se
volvió más evidente. Esto reflejaba una sobrevaloración de la ley en ese momento.
Sin embargo, la tercera etapa, el "procesalismo", surgió en la segunda mitad del siglo XIX
en Alemania y se difundió en Italia en la primera mitad del siglo XX. Este enfoque científico
del derecho procesal llevó a la creación de una disciplina independiente de las prácticas
judiciales y del derecho material. Se basaba en principios dogmáticos y se centraba en la
teoría jurídica. A pesar de sus ventajas, este enfoque también llevó a una visión abstracta y
formalista del derecho procesal.

La crítica a esta visión excesivamente dogmática del derecho procesal provino, en gran
medida, de los propios teóricos. Algunos, como Carnelutti y Calamandrei, comenzaron a
cuestionar la rigidez del dogmatismo y abogaron por una visión más valórica del proceso.
Argumentaron que el proceso no debía ser visto como un mecanismo neutral, sino que
debía estar guiado por valores, principalmente el de la dignidad de la persona humana.
La idea de la constitucionalización del derecho procesal representa un cambio fundamental
en este enfoque. Aboga por la flexibilización de las normas procesales y la adaptación del
proceso a las necesidades específicas de cada caso. Esto implica un cambio en el principio
del procedimiento preestablecido por la ley al principio de la tutela judicial efectiva, que
busca garantizar la protección adecuada, idónea y oportuna de todos los derechos.
Este cambio hacia la constitucionalización del derecho procesal representa un avance
significativo. Implica un enfoque en la dignidad de la persona, la flexibilidad de las reglas
procesales y un papel más activo del juez. Además, se necesita una revisión de los
conceptos e instituciones procesales para adaptarlos a estas nuevas exigencias.

El proceso tiene que adecuarse a las necesidades de protección de cada uno de los
derechos, y la única persona capaz de determinar si el proceso se adecua o no es el juez,
no es el legislador. Por eso, esta idea de constitucionalización del derecho procesal invierte
estos roles. Es decir, antes había una posición predominante del legislador, si se quiere, o
más bien es el juez el que comienza a adquirir la importancia que perdió producto del
estado de derecho, producto del principio de legalidad, y comienza a adquirirse a la corte.
Este error, perdón, que le permite incluso determinar si el proceso está legalmente
establecido o no, respecto de los valores que la Constitución exige, principalmente el de la
dignidad de la persona humana. Voy a poner algunos ejemplos, cumplen y algunos errores
también, por cierto.

Nosotros tenemos el proceso contencioso-administrativo. El Proceso


contencioso-administrativo está establecido en nuestra ley como un único proceso capaz de
proteger, más allá de que hay dos sistemas procedimentales, es un único proceso que el
legislador ha revisitado con la finalidad de poder controlar los actos de la administración. Es
muy curioso porque el mismo proceso sirve para cuando una empresa en
telecomunicaciones, en puertos, en aeropuertos o en concesión, tiene que cuestionar un
acto administrativo vinculado a su inversión, que para un pensionista que tiene que reclamar
su derecho de atención es una pregunta. A ver, estamos en igualdad de expresión, ¿es lo
mismo una persona de 90 años que va a tomar su derecho a la pensión que una
transnacional con una inversión millonaria que está cuestionada en un acto administrativo
que pretende cuestionar un acto vinculado a la concesión o adecuación, sea cual sea la
modalidad que haya derecho?

Pero además, y eso rompe un poco la idea, y es una situación inmoral del Estado peruano,
cuando el Estado peruano que surge de, que el moderador tiene que ver con la política de
Estado, comienza a heredar jueces, juzgados, o procedimientos para favorecer a
determinado tipo de solución de controversias. Frente a, nuevamente, el ejemplo del
contencioso administrativo, los invito a todos mañana a pasearse por los juzgados de
obtención de administrativos, donde se ven los casos de... que cumplen. Y el mismo día a
pasearse por los juzgados contenciosos administrativos de la misma... Por ser verdad,
teóricamente, en principio, la misma cosa que ven los temas de pensiones, declara el
Estado está diferenciando, pero equivocadamente, porque crea una justicia pintada y crea
una justicia no viva.

Entonces, lo que importa es crear un proceso diferenciado para todo lo que tiene que ver
con Mercado Sunat, por supuesto, que es lo más importante. Sunat le pone un juez
especial, un juzgado especial, le paga directamente en el sueldo, le capacita, vamos de
ternera, etcétera, y nos separamos en lo que queremos meter debajo de la alfombra y lo
que queremos estar delante en la alfombra es la justicia contencioso-administrativa en
materia de pensiones. Eso es un diseño de ejecución en materia procesal que no tiene en
cuenta el valor del principio de la dignidad de las hermanas, porque estuviéramos en cuenta
la dignidad de la persona humana, y sabemos entre una política a través, cierto, hubiéramos
tenido nuestro edificio mismo para los pensionistas y nuestro edificio no vil para la zona que
finalmente no vale, porque no se trata de un poco de crear dos tipos de justicia, una patrulla
del mal. De lo que se trata es de darle a todos el mismo tratamiento, o de diferenciar allí
donde existan causas objetivas para diferenciar. Es decir, si yo tengo una situación objetiva
de determinadas personas reclaman un derecho que hay que resolver prontamente, como
ha dicho el Tribunal Constitucional, porque esta es una solución de urgencia, personas
mayores de 90 años, por ejemplo, yo llevo a crear los mecanismos adecuados de gestión
para darles a ellos un proceso especial.

La idea de institucionalización del proceso supone imprimir estabilidad a esta percepción de


un proceso cargado de valores que justifica una diferenciación que se opone a la idea de un
proceso igual para todos, no importa quiénes acudan al proceso. Significa flexibilizar las
normas procesales, no podemos seguir pensando que existen las reglas procesales deben
servir para la protección de todos los derechos, porque hay situaciones concretas y
específicas que podrían justificar un tratamiento especial, y el juez debe tener la posibilidad
de flexibilizar esas reglas en el caso concreto. Suponer una ruptura con aquello que nos
veía guiarlos, por supuesto, supone el reemplazo en este principio hegemónico del
procedimiento predeterminado por la ley, por el principio de la tutela judicial efectiva, que
entre otras cosas reclama que el proceso sea adecuado, esto es, idóneo, protección eficaz
y oportuna de todos los derechos, no solo los derechos que le importan al ejecutivo.

Entonces, insisto, no pretendía yo hablar del fenómeno de constitucionalización del


derecho, sino que insisto desde el anterior, el derecho se puede cuestionar, sino partiendo
de ese presupuesto, partiendo de la hipótesis de que vivimos una nueva etapa en el modo
de concebir el proceso, tratar de ver cómo eso incide en la forma de entender y estudiar el
derecho procesal. Y pasó rápidamente a las conclusiones.

Un proceso desde la óptica de la constitucionalización supone, en primer lugar, un proceso


que tiene en cuenta la dignidad de la persona humana. Y esto no solo orienta al proceso en
sí, sino al servicio de justicia en general. No puede desprenderse esta idea del proceso del
servicio de justicia. Un proceso muy bien hecho por el legislador, pero establecido como
ejemplo en una ciudad del norte del país, construye un edificio magnífico para su poder
judicial. Extraordinario, el edificio tiene cuatro pisos, los cuatro pisos no exigen ascensor,
pero una gestión brillante establece que en el cuarto piso están los juzgados que ven
pensiones. Entonces, eso quizá puede funcionar muy bien, pero yo estoy comenzando a
generar en el servicio de justicia este tipo de gestión del proceso que no tiene en cuenta el
ser humano, construir un nuevo edificio. Y a los pensionistas nos mandó al cuarto piso. Eso
es mejor, no vengan, cierto, es decir, es una forma de restricción física de la ciencia, la
justicia es un proceso, digamos, visto más allá del proceso, viendo al servicio de justicia en
general.

Primero, decía un proceso en un servicio de justicia que tenga a la dignidad de persona


humana como, en segundo lugar, un esquema procesal no neutral, inspirado en los valores
que el proceso está llamado a respetar. Tres, reglas procesales flexibles que se adecuen a
las necesidades de protección de todos y cada uno de los derechos. Cuatro, un rol del juez
más activo respecto a la garantía de las partes. Bajas siempre estará esta famosa
discusión, el juez fascista, es un juez activo porque la Constitución exige al juez proteger los
derechos fundamentales, pero respetando los derechos de todos, de las partes en el
proceso, de las dos, no solamente algunas, sino de las dos, con lo cual las facultades del
juez, de alguna manera, limitadas, restringidas, controladas por el respeto que hay que
tener a las facultades, perdón, a los derechos constitucionales de las partes.

Y finalmente, una revisión de los conceptos e instituciones procesales que fueron


elaboradas en un momento histórico determinado, el triunfo del dogmatismo, para que se
adecuen a estas nuevas exigencias del proceso. Una revisión general, por ejemplo, de la
nulidad de los actos procesales. No podemos seguir considerando hoy la nulidad de los
actos procesales de la misma manera como pensaba la nulidad de los actos procesales en
la época del procedimentalismo, donde lo que había que hacer era única y exclusivamente
controlar los actos procesales respecto de lo que establecía la ley.

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