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INTRODUCCION

El Debido Proceso puede ser comprendido como una cláusula básica que
concreta el ideal del Estado Democrático de Derecho, de ahí que algún autor haya
anotado que el Estado Democrático no es otra cosa que un conjunto de debidos
procesos. Pese a tratarse de un derecho “continente”, hay cierto consenso en la
doctrina respecto a que sus dimensiones no se limitan solo al ámbito jurisdiccional,
sino que cubre todo el espacio de la actuación estatal, pero también los ámbitos
de las organizaciones corporativas o asociativas. Se habla así de un principio
transversal a la dinámica del Estado y sus instituciones, llegando a regir la propia
vida de las organizaciones privadas. A veces se trata de la sujeción a
determinados estándares o procedimientos, pero también hay otros contextos en
los que el debido proceso se presenta como una exigencia de trato razonable.

Al tratarse de un principio más que de un conjunto de reglas precisas, el debido


proceso se convierte pronto en un estándar que se dirige no solo a los “jugadores”
sino, fundamentalmente, al “árbitro”, para utilizar el gráfico ejemplo de Genaro
Carrió1 . Como se recuerda este profesor argentino, utilizando las reglas del
futbol, intentaba describir dos modelos de reglas que también aparecen en el
mundo del Derecho. Las primeras dirigidas fundamentalmente al jugador como la
regla del penalti que establece que, salvo al arquero, está prohibido a todo jugador
tocar la pelota intencionalmente con la mano dentro del área. El segundo tipo de
normas, que es el que aquí interesa, eran normas que nuestro autor asimilaba a la
“ley de la ventaja” y que las describía como aquellas que “prohíben y sancionan
una variedad físicamente heterogénea de comportamientos que no están definidos
en forma específica y precisa sino por referencia a una pauta amplia”. Entre las
características de este segundo tipo de normas, Carrió destacaba las siguientes: i)
tratan sobre la aplicación de otras normas y en ese sentido, pueden ser calificadas
como normas de “segundo grado”; ii) se dirigen primordialmente a los árbitros, o
quienes hacen sus veces, y no a los jugadores; iii) a veces sirven para justificar la
no aplicación de verdaderas reglas, es decir “sirven para justificar la introducción

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de excepciones a las reglas de primer grado”; y iv) presentan cierto “grado de
neutralidad tópica”; con lo que quiere dar a entender que no se ocupan tanto de
contenidos como por la diversidad de usos. Si usamos la clasificación propuesta
por Carrió, el debido proceso se aproxima mucho al tipo de norma de la “ley de la
ventaja” en el futbol. Es decir, se trata de un estándar que suministra criterios para
la actuación de entidades públicas y privadas; en este sentido, no se trata de un
estándar de aplicación a la vida de individuos sino sobre todo de “entidades”. En
segundo lugar, tiene plena validez la caracterización como una norma para el
“arbitro”, en este caso diremos para el juez, en la medida que se trata de un
estándar que requiere ser contextualizado y valorado antes de su aplicación. El
debido proceso no se puede subsumir a un caso sino más bien, como diría
Zagrebelsky, se trata de un principio que debe “reaccionar” frente a las exigencias
de un caso. De ahí que resulte especialmente relevante que recoja los contenidos
que los jueces vienen dando en los diversos contextos al debido proceso en el
ámbito de su aplicación jurisprudencial. El presente volumen recoge, además, las
aportaciones jurisprudenciales de tres espacios de actuación del sistema judicial:
el de la justicia ordinaria impartida por el Poder Judicial, el de la justicia
constitucional en donde el Tribunal Constitucional opera como órgano de cierre, y
el de la jurisdicción supranacional de protección de los derechos humanos en el
sistema interamericano, ejercida por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos. El estudio de la jurisprudencia vinculada al debido proceso parte de
examinar cómo la tutela procesal efectiva comprende el acceso, el desarrollo y la
concreción de la justicia en los procesos jurisdiccionales. El debido proceso, como
derecho continente, es estudiado desde sus diversas manifestaciones: el derecho
de defensa, el derecho a la prueba, el derecho a la jurisdicción predeterminada por
ley (juez natural), el derecho a un juez imparcial, el derecho a un proceso
preestablecido por la ley, el derecho a la motivación, el derecho a la presunción de
inocencia, el derecho a la pluralidad de instancia, el derecho de acceso a los
recursos, el derecho a ser juzgado dentro de un plazo razonable, el derecho a la
cosa juzgada. Además de los derechos fundamentales comprendidos en el debido
proceso, se examinan los principios que lo conforman, como son el de legalidad,

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de proporcionalidad de la pena, de ne bis in idem, de congruencia, de
favorabilidad, de publicidad de los procesos, de prohibición de analogía in malam
partem, de acusatorio, y de preclusión. El análisis del debido proceso se completa
con la revisión de las garantías judiciales que aseguran la observancia de los
derechos y los principios, tales como la independencia judicial, la exclusividad de
la función judicial, la inamovilidad de magistrados, la permanencia de los
magistrados en el servicio, la igualdad de armas, la interdicción de la reforma
peyorativa de la pena y la legítima defensa. El primer capítulo aborda estos puntos
desde la óptica del Poder Judicial; el segundo capítulo hace lo respectivo desde la
posición del Tribunal Constitucional.; finalmente, el tercer capítulo presenta el
enfoque de obligaciones del Estado que puntualiza la Corte Interamericana de
Derechos Humanos. Aunque los actores del sistema de justicia son distintos y
operan en diversos contextos, es esperanzador encontrar que existen puntos de
encuentro en la concepción del debido proceso. Más aún, que esas convergencias
estén en la protección de derechos y la vigencia de la Constitución. A lo largo del
análisis del debido proceso, se encuentran extractos de resoluciones que denotan
esto. El juez identifica que “el debido proceso tiene por función asegurar los
derechos. También percibe el propósito de la “observancia (…) de garantías que
regulan el proceso como instrumento de tutela de derechos subjetivos” y, sobre
todo, toma conciencia que la evolución hacia el Estado Constitucional y
Democrático de Derecho alcanza a todos los espacios del ordenamiento jurídico,
aún para quien lo contraviene, al afirmar que “en el actual contexto de
constitucionalización de los procesos a través de los cuales se materializa la
aplicación del Derecho, entre ellos, el proceso penal la determinación de la
responsabilidad penal de una persona no puede realizarse desconociendo los
derechos fundamentales”. Esto puede ser un indicativo alentador de que el Estado
Constitucional y Democrático de Derecho no solo es un ideal, sino que es una
realidad cuya máxima concreción y vigencia está en manos de los jueces.

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CAPITULO I

EL DEBIDO PROCESO
1. ¿QUE ES DEBIDO PROCESO?

Definir el Debido Proceso no es difícil, pues la doctrina es prolija en


conceptualizaciones. No obstante, esta diversidad es sobre todo en la
forma, pues existe, en sentido general, bastante coincidencia en el
contenido. El Debido Proceso, conceptualmente hablando, puede ser
definido como “el conjunto de garantías que protegen al ciudadano
sometido a cualquier proceso, que le aseguran a lo largo del mismo, una
recta y cumplida administración de justicia, la libertad y la seguridad
jurídica, la racionalidad y fundamentación de las resoluciones judiciales
conforme a derecho”
Otras definiciones que pueden encontrarse en la doctrina lo exponen como:

 ¨Una institución instrumental en virtud de la cual debe asegurarse a las


partes en todo proceso - legalmente establecido y que se desarrolle sin
dilaciones justificadas - oportunidad razonable de ser oídas por un tribunal
competente, predeterminado por la ley, independiente e imparcial, de
pronunciarse respecto de las pretensiones y manifestaciones de la parte
contraria, de aportar pruebas lícitas relacionadas con el objeto del proceso y
de contradecir las aportadas por la contraparte, de hacer uso de los medios
de impugnación consagrados por la ley contra resoluciones judiciales
motivadas y conformes a derecho, de tal manera que las personas puedan
defender efectivamente sus derechos¨ 
 ¨El debido proceso es el que en todo se ajusta al principio de juridicidad
propio del Estado de derecho y excluye, por consiguiente, cualquier acción
contra legem o praeter legem. Como las demás potestades del Estado, la
de administrar justicia está sujeta al imperio de lo jurídico: sólo puede ser
ejercida dentro de los términos establecidos con antelación por normas

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generales y abstractas que vinculan en sentido positivo y negativo a los
servidores públicos”.

El derecho al debido proceso es el que es el que tiene toda persona a la


recta administración de justicia, el derecho a un proceso justo; en el que no
haya negación o quebrantamiento de los que cada uno tenga jurídicamente
atribuidos o asignados
Es “debido” aquel proceso que satisface todos los requerimientos,
condiciones y exigencias necesarias para garantizar la efectividad del
derecho material. Se le llama debido porque se le debe a toda persona
como parte de las cosas justas y exigibles que tiene por su propia
subjetividad jurídica, es un proceso debido porque es como “debe ser”.

2. EL DERECHO AL DEBIDO PROCESO PENAL

Esta garantía se encuentra reconocida, conjuntamente con la de tutela


judicial efectiva, en el inc. 3 del art. 139 de la Constitución Política de 1993.
En un primer acercamiento, su naturaleza resultaría siendo de lo más
amplia, pues como ha señalado Mixán 1, su teleología se refleja en su
función de síntesis de las garantías destinadas a concretar la legitimidad
procesal. En efecto, según un sector de la doctrina a través del debido
proceso se precipitan todas las garantías, derechos fundamentales y
libertades públicas de las que es titular la persona en el Estado Social y
Democrático de Derecho.
Sin embargo, es necesario precisar sus contornos en cuanto a la
funcionalidad que le puede corresponder en nuestro sistema procesal
penal; y, en este sentido, sin dejar de ser una cláusula con la que se
busque que el proceso penal se encuentre informado por los valores de
justicia y equidad, que le dan su ratio; se la debe concebir como aquella
garantía general mediante la cual se va a dotar de rango constitucional a
todos aquellas garantías específicas que no han sido reconocidas
expresamente en la Constitución, pero que se encuentran destinadas a
1
Marsol Perú Editores, 1990 Derecho Procesal Penal.
6
asegurar que el proceso penal peruano se configure como un proceso justo.
No resulta por tanto correcto, incluir en el derecho al debido proceso a las
cláusulas de garantía específicas ya contenidas en la Constitución, ni
reducir su contenido a los principios específicos consagrados en el inc. 3
del art. 139 de la Ley Fundamental ("Ninguna persona puede ser desviada
de la jurisdicción predeterminada por la ley, ni sometida a procedimiento
distinto de los previamente establecidos, ni juzgada por órganos
jurisdiccionales excepción, ni por comisiones especiales creadas al efecto,
cualquiera fuera su denominación").

2.1. LA INADMISIBILIDAD DE LA PERSECUCIÓN MÚLTIPLE (NE BIS


IN IDEM)

Esta garantía comporta la imposibilidad de que una persona sea


perseguida dos veces o más en razón de una misma imputación
criminal.
En contra del entendimiento que tradicionalmente se le ha dado al
ne bis in idem, equiparándosele al principio de la cosa juzgada 2; el
contenido de esta garantía ha demostrado poseer mayor amplitud,
pues no sólo comporta la prohibición de una persecución
subsiguiente, es decir, cuando la imputación ya ha sido materia de un
pronunciamiento final por parte del órgano jurisdiccional
correspondiente, sino que también se encuentra referido a la
prohibición de una persecución paralela, es decir, que la persona sea
perseguida al mismo tiempo en dos procesos diferentes.

2.2. EL DERECHO A UN PROCESO SIN DILACIONES INDEBIDAS.


Conforme ha señalado Iñaki Esparza, para que la actividad
2
Así, MIXAN MASS, Florencio. Derecho procesal penal. Tomo 1. Trujillo - Perú:
MARSOL, Segunda edición, 1990, págs. 241 y s. Oré Guardia reconoce el segundo
sentido que aquí le asignamos al ne bis in indem; pero, sin embargo, mantiene la
denominación de cosa juzgada, lo que a nuestro entender es incorrecto, pues no pueda
haber cosa juzgada cuando todavía no ha existido resolución final firme.

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jurisdiccional alcance sus objetivos de justicia es necesario que el
proceso se tramite con celeridad3. Siendo una garantía aplicable a
cualquier tipo de proceso esta exigencia se acentúa de gran manera
en sede penal, en razón del reconocimiento que tiene la persona de
liberarse cuanto antes del estado de sospecha que pesa sobre sus
hombros103 y de las restricciones de derechos que el proceso criminal
indefectiblemente comporta.

Como su denominación lo indica, este derecho garantiza que el


proceso penal se lleve adelante y finalice sin que existan dilaciones
indebidas en su tramitación. Sin embargo, más allá, como bien lo ha
señalado el Tribunal Supremo Federal Norteamericano, quizá la nota
más importante que caracteriza a esta garantía (speedy trial) es la de
que se trata de un concepto más vago que los que definen otros
derechos procesales, de modo que es imposible determinar de
manera general y con absoluta precisión cuando ha sido violado 104.

2.3. EL DERECHO A UN JUEZ IMPARCIAL.

Por lo fundamental de esta garantía para los sistemas procesales ha


sido denominada como el principio supremo del proceso 4. Nos
encontramos ante la exigencia mediante la cual se garantiza que el
funcionario encargado de la resolución jurídica del conflicto criminal
no posea algún interés particular en el sentido que habrá de tener
ésta, más allá de la correcta aplicación de las normas del Derecho
penal.

En verdad nos encontramos frente a una de las garantías más


importantes de cualquier tipo de proceso, pues el primero de los

3
ESPARZA LEIBAR, Iñaki. El principio del proceso debido. Barcelona - España: José
María Bosch, 1995, pág. 214.
4
ARAGONESES ALONSO, Pedro. Proceso y Derecho procesal (Introducción) Madrid -
España: EDERSA, Segunda edición, 1997, pág. 127

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requisitos estructurales que ha de cumplir necesariamente cualquier
juez o Tribunal, para poder ser considerado como tal, es el carácter o
condición de tercero ajeno al conflicto que ante él planteen las partes
procesales demandando su solución. La actividad judicial es, ante
todo, una actuación "desinteresada", pudiendo afirmarse que la
legitimación judicial se encuentra antitéticamente opuesta a la de las
partes: en tanto que la legitimación de éstas se determina por la
titularidad de un derecho o la existencia de un interés en el proceso,
la del juez provienen precisamente de esa ausencia de interés con el
objeto procesal.

2.4. LA PROHIBICIÓN DE COMPELER A DECLARAR O A


RECONOCER LA CULPABILIDAD.

Nos encontramos frente a la garantía que tiene la persona para


decidir libremente si declarará o no cuando viene siendo objeto de
una persecución penal; así como, respecto de cual habrá de ser el
contenido de su declaración. Los funcionarios encargados de la
persecución penal no están legitimados para compeler al individuo a
declarar y, mucho menos, a declarar de una determinada manera.

Conforme ha señalado Binder, el imputado tiene el señorío y el


poder de decisión sobre su propia declaración. Consecuentemente,
sólo él determinará lo que quiere o lo que no le interesa declarar, lo
que tendrá que hacerlo de manera voluntaria y libre.

2.5. EL DERECHO A LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA.

Mediante esta garantía se reconoce el derecho de la persona que


viene siendo sujeto de una persecución criminal de ser considerado y
tratado como inocente por el ordenamiento jurídico en su conjunto
hasta que no exista un pronunciamiento judicial firme en el sentido de
que el sujeto ha realizado un comportamiento delictivo.

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Ya de inicio se debe advertir que el derecho a la presunción de
inocencia no sólo es una garantía que impone la consideración al
imputado como inocente, sino que su efecto más importante lo
produce en cuanto exige que la persona que viene afrontando un
procedimiento criminal sea tratada, en los diversos sectores del
ordenamiento jurídico y la vida social, como una persona de la que
aún no se ha comprobado responsabilidad penal alguna.

3. EL DERECHO DE DEFENSA.

Se entiende por derecho de defensa a la garantía constitucional que le asiste


a toda persona que posea un interés directo en la resolución jurídica del
proceso penal para poder comparecer ante los órganos de persecución
pertinentes, a lo largo de todo el proceso, a fin de poder resguardar con
eficacia sus intereses en juego.

En esta perspectiva amplia, todos los sujetos participantes del proceso penal,
sean imputados o no, poseen una garantía constitucional de defensa. Siendo
eso sí necesario advertir que el Ministerio Público no posee un derecho a la
defensa, sino un conjunto de facultades o armas para cumplir con su función
persecutoria.

3.1. EL DERECHO A CONTAR CON UN ABOGADO DEFENSOR.

Una de las exigencias más saltantes del sentido literal del texto
constitucional que consagra el derecho de la defensa (art. 139 inc.
14: "El principio de no ser privado del derecho de defensa en ningún
estado del proceso. Toda persona será informada inmediatamente y
por escrito de las causas o razones de su detención. Tiene derecho a

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comunicarse personalmente con un defensor de su elección y a ser
asesorada por éste desde que es citada o detenida por cualquier
autoridad") se encuentra en el derecho que tiene el procesado a
contar con abogado defensor, un profesional en Derecho que
coadyuve a su defensa. Garantía ésta a la que se conoce como
derecho a la defensa técnica.

El imputado puede realizar de muy buena manera su defensa


(material), pues es el principal interesado en impedir que se
demuestre su culpabilidad o lograr demostrar su inocencia; sin
embargo, dado que el supuesto de conflicto social que ha dado
origen a su llamamiento al proceso presenta carácter jurídico, es
necesario que su defensa se vea complementado por un sujeto al
que se le tiene como conocedor del Derecho; así aquella puede tener
mejores perspectivas de éxito. 

3.2. EL DERECHO DE CONTRADICCIÓN.

Conforme señala Gimeno Sendra este derecho comporta la


exigencia de que ambas partes, acusadora y acusada o imputada,
tengan la posibilidad efectiva de comparecer o acceder a la
jurisdicción a fin de hacer valer sus respectivas pretensiones,
mediante la introducción de los hechos que las fundamenten y su
correspondiente práctica de la prueba, así como cuando se le
reconoce al acusado su derecho a ser oído con carácter previo a la
imposición de una pena.

Ya en un inicio se debe aclarar ya que el efectivo ejercicio del


derecho a la contradicción requiere de otro derecho que funciona
como su substrato, el derecho a la igualdad procesal. El que se debe
observar tanto en cuanto a las posibilidades procesales de

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alegaciones como en lo que importa a la actividad probatoria y a los
recursos .

3.3. EL DERECHO A LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA


Mediante esta garantía se reconoce el derecho de la persona que
viene siendo sujeto de una persecución criminal de ser considerado y
tratado como inocente por el ordenamiento jurídico en su conjunto
hasta que no exista un pronunciamiento judicial firme en el sentido
de que el sujeto ha realizado un comportamiento delictivo.

Ya de inicio se debe advertir que el derecho a la presunción de


inocencia no sólo es una garantía que impone la consideración al
imputado como inocente, sino que su efecto más importante lo
produce en cuanto exige que la persona que viene afrontando un
procedimiento criminal sea tratada, en los diversos sectores del
ordenamiento jurídico y la vida social, como una persona de la que
aun no se ha comprobado responsabilidad penal alguna.

En cuanto a la consideración como inocente, uno de los sectores


más importantes en los que debe actuar esta garantía lo
encontramos en la información que se debe proporcionar sobre el
estado del imputado en el proceso, tanto por los sujetos procesales,
como, especialmente, por los agentes de los medios de
comunicación.

Sabido es que el proceso penal por sí mismo -independientemente


de su finalización con una sentencia condenatoria o absolutoria-
comporta un grave perjuicio para el honor del imputado, por sus
efectos estigmatizantes. Pues bien, uno de los factores
determinantes para acrecentar este fenómeno lo constituyen los
medios de comunicación, en su costumbre por difundir fotografías y

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adelantarse a las sentencias con calificaciones de hampones,
criminales, ladrones, violadores, etcétera, seudo informaciones que
difunden, muchas veces, sin que en el caso se haya expedido, si
quiera, el auto de apertura de instrucción.

Es necesaria, entonces, la actuación de esta garantía en el contexto


del ejercicio del derecho constitucional a la información, impidiendo
que en los medios de comunicación se diga de la culpabilidad de los
procesados más de aquello que se puede justificar según lo actuado
en cada momento procesal de que se trate.

En lo que al tratamiento como inocente se refiere cobran singular


importancia sus implicancias para la configuración de las medidas
coercitivas, fundamentalmente en lo que respecta al mandato de
detención.

El principio de inocencia exige que la detención tenga una aplicación


excepcional, de última ratio, toda vez que se trata de un medio de
coerción procesal de contenido idéntico a la más clásica de las
sanciones criminales, la pena privativa de libertad. 

3.4. EL DERECHO DE DEFENSA


Se entiende por derecho de defensa a la garantía constitucional que
le asiste a toda persona que posea un interés directo en la resolución
jurídica del proceso penal para poder comparecer ante los órganos
de persecución pertinentes, a lo largo de todo el proceso, a fin de
poder resguardar con eficacia sus intereses en juego.

En esta perspectiva amplia, todos los sujetos participantes del


proceso penal, sean imputados o no, poseen una garantía
constitucional de defensa. Siendo eso sí necesario advertir que el
Ministerio Público no posee un derecho a la defensa, sino un
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conjunto de facultades o armas para cumplir con su función
persecutoria .

No obstante lo señalado, es respecto de la persona perseguida que


el derecho constitucional a la defensa presenta su mayor capacidad
de rendimiento e importancia, pues si bien los distintos sujetos
procesales civiles se enfrentan entre sí, con sus propios medios, el
imputado se enfrenta al Estado y toda su maquinaria de persecución.
Es en esta razón que en la doctrina se ha privilegiado la explicación
del derecho a la defensa en sede penal, en su variante dirigida al
imputado.

Tenemos así que Gimeno Sendra , por ejemplo, entiende el derecho


de defensa como la garantía fundamental que le asiste a todo
imputado y a su abogado defensor a comparecer inmediatamente en
la instrucción y a lo largo de todo el proceso penal a fin de poder
contestar con eficacia la imputación o acusación contra aquél
existente, articulando con plena libertad e igualdad de armas los
actos de prueba, de postulación, e impugnación necesarios para
hacer prevalecer dentro del proceso penal el derecho a la libertad
que asiste a todo ciudadano que, por no haber sido condenado, se
presume inocente.
3.4.1. EL DERECHO A CONTAR CON UN ABOGADO
DEFENSOR:
Una de las exigencias más saltantes del sentido literal del
texto constitucional que consagra el derecho de la defensa
(art. 139 inc. 14: "El principio de no ser privado del derecho de
defensa en ningún estado del proceso. Toda persona será
informada inmediatamente y por escrito de las causas o
razones de su detención. Tiene derecho a comunicarse
personalmente con un defensor de su elección y a ser

14
asesorada por éste desde que es citada o detenida por
cualquier autoridad") se encuentra en el derecho que tiene el
procesado a contar con abogado defensor, un profesional en
Derecho que coadyuve a su defensa. Garantía ésta a la que
se conoce como derecho a la defensa técnica.

El imputado puede realizar de muy buena manera su defensa


(material), pues es el principal interesado en impedir que se
demuestre su culpabilidad o lograr demostrar su inocencia; sin
embargo, dado que el supuesto de conflicto social que ha
dado origen a su llamamiento al proceso presenta carácter
jurídico, es necesario que su defensa se vea complementado
por un sujeto al que se le tiene como conocedor del Derecho;
así aquella puede tener mejores perspectivas de éxito.

Lo fundamental de esta variante del derecho de defensa ha


llevado a que se requiera -para salvaguardar su efectividad-
que el Estado asuma la obligación de dotar de un defensor de
oficio a los sujetos que no se encuentre en condiciones de
asumir el pago del profesional que se habrá de ocupar de su
defensa técnica. Se ha denominado a este supuesto: derecho
a contar con un abogado de oficio.

4. EL DERECHO DE CONTRADICCIÓN:
Conforme señala Gimeno Sendra este derecho comporta la
exigencia de que ambas partes, acusadora y acusada o
imputada, tengan la posibilidad efectiva de comparecer o
acceder a la jurisdicción a fin de hacer valer sus respectivas
pretensiones, mediante la introducción de los hechos que las
fundamenten y su correspondiente práctica de la prueba, así
como cuando se le reconoce al acusado su derecho a ser oído
con carácter previo a la imposición de una pena.

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Ya en un inicio se debe aclarar ya que el efectivo ejercicio del
derecho a la contradicción requiere de otro derecho que
funciona como su substrato, el derecho a la igualdad procesal.
El que se debe observar tanto en cuanto a las posibilidades
procesales de alegaciones como en lo que importa a la
actividad probatoria y a los recursos.

Este derecho se vulnera en los casos en que el legislador crea


privilegios procesales carentes de fundamentación
constitucional alguna (así, por ejemplo, en el caso que se
estableciera una jurisdicción especial para conocer de casos
en razón de las personas) o cuando el legislador, o el propio
órgano jurisdiccional, crean posibilidades procesales que se le
niegan a la parte contraria o la agravan indebidamente con
cargas procesales desorbitadas, sin que estas alcancen
justificación objetiva y razonable alguna.

Por otra parte, el desarrollo de esta garantía -al igual que en


el caso del genérico derecho de defensa- va a dar lugar a la
consagración de una serie de garantías específicas, que
concurren para que en cada caso exista una verdadera
posibilidad de contradicción.

- Es imprescindible que el imputado este informado en todo


momento de las actuaciones procesales que se realizan
desde el inicio mismo del proceso penal. Lo que hace que la
adecuada notificación de las resoluciones judiciales se
convierta en una condición necesaria para el ejercicio del
derecho de defensa, pues está es la vía que se ha previsto
para dar cumplimiento a la exigencia de la información.

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- De la exigencia anterior se desprende, pero cobrando
independencia por su trascendencia, el derecho a estar
informado de la imputación y, en su debido momento, de la
acusación.

El imputado deberá de hacer valer su derecho de defensa


contradiciendo los cargos que se le formulan, pero para esto
es necesario que conozca su contenido, pues no podrá
defenderse debidamente de algo que ignora. El no ser
informado de los hechos que se le imputan le convierten en un
ciego tratando de defenderse desventajosamente de la
agresión de su rival.

4.1.  EL PRINCIPIO ACUSATORIO:

Con la expresión principio acusatorio se denomina un conjunto


de garantías referidas a la distribución de roles y las
condiciones en que se debe de realizar el enjuiciamiento del
objeto del proceso penal.

La primera de estas garantías consiste en la atribución de la


instrucción y el enjuiciamiento a dos órganos distintos. Esto en
razón de que comportando la actividad instructora una
actividad esencialmente inquisitiva, es necesario prevenir un
prejuzgamiento y evitar que el imputado sea juzgado por un
órgano falto de imparcialidad , toda vez que la actividad
inquisitiva comporta ir avanzando con la intención de descubrir

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elementos de prueba que digan de la culpabilidad del
imputado.

El derecho a la defensa no se podría hacer valer debidamente


frente a un juzgador que se encuentre contaminado
-consciente o inconscientemente- con la idea de culpabilidad
del procesado.

La segunda de las garantías implicadas por el principio


acusatorio es la de falta de identidad entre el órgano
encargado de la persecución y el órgano encargado del
juzgamiento.
En este sentido, Baumann señala que "la división de roles no
impide tan sólo la parcialidad del juez, sino que también
suprime la necesaria posición de objeto del acusado. La
circunstancia que el acusado enfrente a alguien que se le
opone (el Ministerio Público) da mayor libertad a su posición
jurídica. Ya no es simple objeto de una inquisitio por el juez
omnipotente a quien debe guardarse de atacar, sino un sujeto
procesal y un contrincante del fiscal, contra el cual puede
arremeter enérgicamente, sin temer los inconvenientes y la
parcialidad del juez".

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CONCLUSIONES

 El juez identifica que “el debido proceso tiene por función asegurar los
derechos”.
 El debido proceso no se puede subsumir a un caso sino más bien, como
diría Zagrebelsky, se trata de un principio que debe “reaccionar” frente a las
exigencias de un caso.
 El derecho al debido proceso es el que es el que tiene toda persona a la
recta administración de justicia, el derecho a un proceso justo.
 El debido proceso es el que en todo se ajusta al principio de juridicidad
propio del Estado de derecho y excluye, por consiguiente, cualquier acción
contra legem o praeter legem.
 Es “debido” aquel proceso que satisface todos los requerimientos,
condiciones y exigencias necesarias para garantizar la efectividad del
derecho material. Se le llama debido porque se le debe a toda persona
como parte de las cosas justas y exigibles que tiene por su propia
subjetividad jurídica, es un proceso debido porque es como “debe ser.
 El debido proceso contiene una serie de garantías consitucionales las

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BIBLIOGRAFIA

ARAGONES ALONSO, P. (1997). Proceso y Derecho Procesal . Madrid- España : Edersa .

Así, M. M. (1990). Derecho Procesal Penal . Trujillo- Peru : Marsol .

ESPARZA LEIBAR, I. (1995). El Principio del debido proceso . Barcelona - España .

MIXAN MASS, F. (1990). Derecho Procesal Penal . Lima : Marsol Perú Editores.

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