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V.

Los Estados totalitarios y autoritarios

Dr. Mario Kölling, Profesor Contratado Doctor, Dpto. Ciencia Política


y de la Administración, UNED
Índice

1. Introducción 2
2. Definición y limitaciones de los conceptos 3
a. Totalitarismo 3
b. Autoritarismo 7
3. Cambios de regímenes autoritarios o totalitarios a sistemas democráticos 11
4. Cambios de sistemas democráticos a regímenes autoritarios 13
5. Indicadores para sistemas híbridos 17
6. Conclusiones 21
7. Bibliografía 22

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1. Introducción

El estudio de las tipologías de Estados no democráticos tiene una larga tradición, el


enfoque en los regímenes dictatoriales del totalitarismo y del autoritarismo, se desarrolló
especialmente por la aparición del fascismo en Italia, la dictadura nacionalsocialista en
Alemania, y el estalinismo en la Unión Soviética. Estas tipologías trascendían las
categorías de izquierda y derecha a favor de considerase el totalitarismo y autoritarismo
como modelos de régimen dictatorial capaz de dar cuenta del fascismo y del comunismo
como desviaciones del régimen constitucional-democrático.
Los esfuerzos académicos para establecer limitaciones conceptuales entre el totalitarismo
y el autoritarismo y entre estos y el régimen democrático y para definir metodologías para
su investigación han producido desde los años treinta del siglo pasado una gran cantidad
de literatura especializada. El análisis de regímenes dictatoriales sigue siendo un tema de
gran actualidad. Sin embargo, los límites conceptuales entre el régimen totalitario y el
autoritarismo suelen ser muy polémicos, han sido interpretados a menudo de forma muy
distinta o, se asignan características similares, aunque sus diferencias son importantes. En
términos generales, el totalitarismo y el autoritarismo se diferencian entre sí por la forma
de ejercer el poder, las formas de organización del poder, los sistemas de creencias y de
valores, la vinculación del poder estatal y la esfera social, así como por el rol de la
población en el proceso político (Linz 2006).
Hannah Arendt publicó en 1951 el ya clásico libro “Los orígenes del totalitarismo”, donde
describe y analiza estos dos regímenes dictatoriales, y reflexiona sobre la distinción entre
regímenes autoritarios y totalitarios. Para Arendt el surgimiento de los sistemas
totalitarios ha sido el acontecimiento central en el mundo contemporáneo y su análisis
debería servir para entender problemas actuales (Arendt 1953).
El politólogo de origen español, Juan Linz, estudió las diferencias que presentan los
regímenes autoritarios y totalitarios, sus orígenes, evolución y fracaso. En línea del
destacado trabajo de Linz, desde los años ochenta del siglo pasado, y siguiendo los
procesos de democratización en diferentes partes del mundo, los académicos se han
centrado en las transiciones desde sistemas autoritarios a sistemas democráticos. La
globalización económica y el desarrollo tecnológico dificultó paulatinamente el cierre
hermético de los espacios de dominación política y llevaron a la crisis de los regímenes
autoritarios. Sin embargo, el optimismo sobre una evolución lineal hacia democracias
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liberales, que se reflejó en la cita de Francis Fukuyama sobre el fin de la historia y la
victoria irreversible de la democracia (Fukuyama 1992), ya forma parte de un optimismo
pasado.
En la última década han surgido nuevos modos de dominio autocrático. Como se puede
ver en varios ejemplos, los gobiernos autoritarios se han vuelto más eficaces a la hora de
eludir las normas e instituciones destinadas a proteger las libertades básicas y se mueven
en un entorno internacional favorable para ellos. Incluso se invoca una deriva totalitaria
de algunos Estados. Como consecuencia, los académicos se centran actualmente en las
transiciones desde sistemas democráticos a sistemas autoritarios. Sin embargo, hoy en día
se evitan las tipologías categóricas y se intenta situar a los regímenes existentes sobre un
eje métrico entre sistemas democráticos basados en el Estado de derecho y sistemas
autoritarios. Muchos Estados quedan de este modo en un espacio intermedio y son
catalogados desde el ámbito académico como “sistemas híbridos”. En 2021, la mayoría
de los ciudadanos estuvieron gobernados por sistemas híbridos o autoritarios, sólo 21
países disfrutaron de una democracia plena de acuerdo al “índice de democracia” de The
Economist.
A continuación, se van a analizar las características y los límites conceptuales entre los
regímenes dictatoriales. Se va a prestar especial atención a las formas de organización,
los sistemas de creencias y de valores, la vinculación del poder estatal y la esfera social,
así como de la asignación de papeles a la población en el proceso político. Posteriormente,
se analizarán los procesos de transición de regímenes autoritarios o totalitarios a sistemas
democráticos y viceversa, para finalmente presentar tendencias actuales en la
investigación empírica sobre sistemas híbridos.

2. Definición y limitaciones de los conceptos


a. Totalitarismo
El totalitarismo es un concepto enraizado en el horror de los decenios que siguieron a la
Primera Guerra Mundial, la revolución, el terror, el genocidio y, desde 1945, la amenaza
de la aniquilación nuclear. También es uno de los conceptos más versátiles y
controvertidos de la ciencia política (Baehr 2010). George Orwell ilustró los horrores de
un gobierno totalitario en su novela 1984. La novela describe un mundo en el que la
libertad personal y la privacidad han desaparecido (Orwell 1949).

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En el siglo XX pocos regímenes podían clasificase verdaderamente como totalitarios, los
ejemplos más claros son la Unión Soviética de 1929 a 1956; la Alemania nazi de 1933 a
1945; China desde comienzos de la década de 1950 hasta la muerte de Mao Zedong en
1976; el régimen de Pol Pot en Camboya y el régimen establecido en Corea del Norte. En
los inicios del siglo XXI solo existía como ejemplo de régimen totalitario la República
Popular Democrática de Corea. Los regímenes teocráticos islámicos en Irán y Arabia
Saudita o el de los talibanes en Afganistán son considerados como totalitarismos
incompletos (Merkel 2017).

El término totalitarismo deriva de la palabra totalitare, que significa integridad, plenitud,


perfección. Fue utilizado por primera vez a principios de los años veinte del siglo pasado,
para describir el sistema de gobierno de "dominio absoluto e incontrolado" creado por el
dictador de Italia Benito Mussolini (Petersen 1996). Aunque en un principio los
antifascistas querían utilizarlo para advertir sobre el dominio absoluto e incontrolable, el
término fue rápidamente adoptado por los propios fascistas y se le otorgó una connotación
positiva. El propio Benito Mussolini resumió para su concepción del gobierno en Italia
las bases del totalitarismo como: "Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada
contra el Estado" (1925). En Alemania, Carl Schmitt utilizó en los años treinta del siglo
pasado el término del "Estado total". Para Schmitt era la respuesta a la crisis de la
República de Weimar: un Estado capaz de decidir, como instancia soberana, por encima
de los conflictos que desgarran la unidad política, y capaz de instaurar la unidad contra el
enemigo. "Estado total" es un Estado fuerte, que se inmiscuye en todas las esferas de la
vida en sociedad, el "Estado total" debería apropiarse de los medios técnicos e ir
sustituyendo la estructura del Estado clásico por una estructura triple entre Estado,
Movimiento, Pueblo (Ramas San Miguel 2019).

El nacionalsocialismo en Alemania y la Unión Soviética de Stalin eliminaron la


pluralidad del sistema de partidos y de las organizaciones civiles, del arte, de la cultura y
de la ciencia, de la prensa y literatura en nombre de una ideología, además de perseguir
el objetivo de la exterminación de grupos políticos étnicos y religiosos. Estas realidades
terroríficas requerían conceptos nuevos ya que los existentes sobre dictadoras no eran
suficientes. En noviembre de 1939, la American Philosophical Society celebró un primer
simposio científico sobre el “Estado Totalitario”, en el que el historiador Carlton J. H.

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Hayes destacó la novedad histórica del totalitarismo en comparación con anteriores
formas de gobierno dictatorial.

Tras la II Guerra Mundial, el trabajo académico sobre los orígenes y la estructura del
domino totalitario fue muy significativo en el debate politólogo, sociólogo y de la historia
de ideas. El concepto “totalitarismo”, ofrecía explicaciones sobre el origen, la estructura,
la evolución y colapso del nacionalsocialismo, además de ofrecer una orientación teórica
en el creciente conflicto entre el este y oeste, que también fue defendido como conflicto
entre democracia liberal y dictatura totalitaria.
Hannah Arendt publicó en 1951 el libro: “Los orígenes del totalitarismo” y Carl Joachim
Friedrich y Zbigniew Brzezinski publicaron la obra “Totalitarian Dictatorship and
Autocracy” en 1956. Estas obras siguen siendo estudios de referencia sobre esta temática
que intentan, desde un punto metodológico, establecer tipos ideales de sistemas
totalitarios con características específicas. Según Arendt, mientras que el autoritarismo
restringía la libertad, el totalitarismo la suprimía (Arendt 1951). El totalitarismo es una
forma de gobierno en la que el poder del Estado es ilimitado y el gobierno controla,
penetra y unifica todos los aspectos de la vida pública y privada (p.e. familia, deporte,
asociaciones, el mundo laboral). Este control se extiende también a las actitudes, la moral
y las creencias. No existe ningún ámbito que no esté dominado por el poder político. El
Estado y el sistema político son idénticos a la sociedad.

En cuanto a los sistemas de creencias y de valores, según Hannah Arendt, el totalitarismo


es una ideología de dominación diferenciada. Arendt subrayaba la importancia de la
ideológica vinculada a la “sociedad sin clases” y la “superioridad de la propia raza y del
propio pueblo” (Merkel 2017:47). Las ideologías totalitarias se caracterizan también por
un orden jerárquico de preferencias donde se da prioridad a la “causa”, sobre todas las
posiciones ético y morales. Esto significa que exigen que la población lo sacrifique todo,
si es necesario, incluso la vida de los demás y la suya propia para alcanzar los objetivos
postulados. La propaganda tiene en este contexto un papel fundamental como elemento
cohesionador en línea de un conjunto de creencias que pretenden dar sentido y dirección
a toda la sociedad.

La legitimidad del Estado y de sus objetivos y acciones se basan también en un marco


normativo difuso, como en el caso del Stalinismo "la ley de la historia", en el caso de la
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Alemania Hitleriana "la ley de la naturaleza". Las bases ideológicas pueden tener raíces
históricas nebulosas, pero están desconectadas de las tradiciones más recientes. En esta
línea, Carlton J. H. Hayes subrayó que el totalitarismo es "un levantamiento contra toda
la civilización histórica de Occidente" (Hayes, citado en Traverso 2001:57) y se
caracteriza por la sustitución de todas las instituciones políticas existentes por otras
nuevas además de la eliminación de todas las tradiciones legales, sociales y políticas. En
este sentido, el fenómeno totalitario se basa para Arendt en la idea de “fabricar una nueva
naturaleza humana” (Arendt 1957).

Como ya se ha mencionado, el partido asume un rol especial en los sistemas totalitarios,


tanto como instrumento para conquistar el poder como para acceder a todas las esferas
políticas y sociales. El partido refuerza la regla básica del principio de Führer como
concepto de liderazgo, y facilita el dominio ilimitado del líder además de asignar papeles
a la población en el proceso político. Además, los regímenes totalitarios se apoyan en una
administración altamente burocratizada y centralizada que se orienta principalmente al
objetivo de la implementación real del dominio del poder estatal sobre toda la esfera
pública y social.

En cuanto al ámbito económico de los regímenes totalitarios, el comunismo fue declarado


la forma más pura y lógica de totalitarismo en el ámbito económico, mientras que en la
Alemania nazi el grado de penetración del Estado en la economía fue distinto. Lowenthal
consideraba el régimen totalitario como "a kind of dictatorship of development" y señaló
que las revoluciones comunistas fueron características en los países subdesarrollados
cuyo orden tradicional precapitalista se enfrentaba a una creciente influencia del capital
extranjero, pero en los que faltaban los requisitos previos para el crecimiento general de
la economía capitalista y en los que las barreras institucionales para la modernización
social y política del país eran muy altas. En estas circunstancias, la apelación a ideologías
utópicas en el ámbito económico garantizaba la legitimación del poder (Lowenthal 1969).
En el ámbito económico los gobiernos totalitarios suelen perseguir un objetivo especial,
como “la industrialización”, o “el poder nuclear”, e independientemente del coste
económico o social, todos los recursos se dedican a lograr este objetivo. La acción
gubernamental se explica en términos de realización de este objetivo económico y los
intereses de cualquier individuo, clase social o grupo deben subordinarse.

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Finalmente, se debe resaltar el ejercicio del terror legítimo y el crimen autorizado, como
la característica más distintiva de los regímenes totalitarios (Merkel 2017). Bajo el
régimen totalitario el terror representa un fin en sí mismo y no una manifestación del uso
de la violencia fuera del marco legal. El ejercicio del terror no es algo espontáneo o
puntual, como puede pasar en otros sistemas no democráticos, sino que el terror
representa el eje funcional del ejercicio del poder y que no solo se ejerce sobre los
enemigos sino también sobre los seguidores del sistema. En palaras de Arendt, “el terror,
como siervo obediente del movimiento histórico o natural, tiene que eliminar del proceso
no sólo la libertad en cualquier sentido específico, sino la misma fuente de la libertad que
procede del hecho del nacimiento del hombre y reside en su capacidad de lograr un nuevo
comienzo” (Arendt 1951:450).

b. Autoritarismo
Loewenstein fue uno de los primeros en utilizar el concepto de autoritarismo para matizar
el alcance del tipo de la dictadura totalitaria (1957). Los sistemas autoritarios son – al
igual que los totalitarios – sistemas no democráticos. Aunque poseen características
comunes con los totalitarios el grado de control ejercido por el Estado es de menor
intensidad. Abarcan un gran número de regímenes diferentes, como los regímenes de
Franco en España y de Pinochet en Chile. Los regímenes autoritarios surgen de la crisis
y del desmoronamiento de los sistemas democráticos, de la transición desde la
dominación tradicional, de la inestabilidad tras la descolonización de los conflictos en
sociedades multiétnicas, de la “rutinización” del utopismo totalitario.
Estos Estados, al igual que los comunistas o fascistas, poseen constituciones, pero se trata
de constituciones semánticas. Según Loewenstein los regímenes autoritarios cuentan con
un marco constitucional diseñado por unos expertos legales designados (Loewenstein
1957). El procedimiento es completado sometiendo el proyecto a un referéndum cuyo
resultado se conoce de antemano, manipulado e influido desde arriba. Pasando por
mociones, este proceso constituyente rinde tributo farisaico a los usos de la democracia
constitucional. El resultado invariable, sin embargo, es la estabilización, durante un
período indefinido, de la supremacía del grupo gobernante y su protección contra las
manifestaciones adversas de la voluntad popular.

En relación a los sistemas de creencias y de valores, a diferencia de los sistemas


totalitarios, la ideología no juega un rol central en los regímenes autoritarios por lo que,
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se tolera un pluralismo limitado siempre y cuando no amenace al sistema. Los regímenes
autoritarios no poseen una ideología que abarca el conjunto de la vida sociopolítica, pero
recurren a valores generales, como el patriotismo, el nacionalismo, la modernización, el
orden, etcétera, que permite a los dirigentes una orientación más pragmática en la
formulación política. En la definición de regímenes autoritarios, Linz emplea la palabra
“mentalidad” en lugar de la palabra ideología. Las mentalidades son formas de
pensamiento y sentimiento, más emocionales que racionales, que proporcionan formas no
codificadas de reacción ante distintas situaciones. La falta de una ideología de contornos
definidos la pagan los regímenes autoritarios con la pérdida de la capacidad de
identificación afectiva de la población con el sistema.

En cuanto al rol de la población en el proceso político, según Linz los sistemas autoritarios
están carentes de movilización política extensa e intensa, excepto en algunos momentos
de su desarrollo. El líder o a veces un pequeño grupo “ejerce el poder dentro de límites
formalmente mal definidos pero en realidad predecibles” (Linz 1964). Ya en 1964
Loewenstein afirmaba que se permite la discusión pública, incluso ocasionalmente se le
anima, pero este discurso público es enteramente engañoso a causa de las restricciones
vigentes de la libertad de comunicaciones (Loewenstein 1964).

También puede existir un “pluralismo limitado”, que se refiere no solo a la organización


de un solo partido, o del aparato de Estado, sino de las estructuras sociales, económicas e
institucionales. A diferencia de la dictadura totalitaria, la autoritaria tiende a limitarse a
la esfera de lo político, sin intentar el ejercicio de la dictadura en la vida económica, social
e ideológica, no considerándose incompatible con la existencia de unos órganos de
representación controlados de una u otra forma por los auténticos dueños del poder
político (Loewenstein 1964). Sin embargo, el pluralismo limitado puede implicar
controles gubernamentales a las instituciones y grupos políticos como las legislaturas, los
partidos políticos, los grupos de interés y los medios de comunicación, y la supresión de
los opositores políticos y las actividades contrarias al régimen. Pueden celebrarse
elecciones, pero este mecanismo solo sirve para incorporar a las élites y a diferentes
sectores en las instituciones representativas. Estas élites pueden caracterizarse por cierta
heterogeneidad y provienen de sectores económicos, del aparato de seguridad y de la
esfera militar. A cambio de su lealtad, suelen recibir cargos, privilegios políticos, recursos
y concesiones económicas. Los instrumentos utilizados en estos casos son la corrupción,
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el clientelismo y las redes patrimoniales. Sin embargo, la admisión a los espacios de
gobierno depende de los dirigentes del Estado. En algunos de estos regímenes, un partido
oficial o único, que puede reflejar cierta heterogeneidad, domina el pluralismo limitado.

La represión y el terror estatal no son características distintivas de regímenes autoritarios,


aunque los regímenes autoritarios se apoyan también en la represión, que puede adoptar
diferentes formas e intensidades. Se puede hablar de una transición gradual, diferenciando
entre represión «blanda» y «dura». Mientras la primera apunta sobre todo a restringir los
derechos políticos (como la libertad de reunión, de expresión, de prensa o de ejercicio de
la profesión), la segunda se dirige fundamentalmente al núcleo de los derechos humanos
(como el derecho a la vida, la integridad física y la libertad individual) (Merkel 2017).

Como ya se ha constatado anteriormente, los regímenes autoritarios no recurren a una


movilización ni extensiva ni intensiva. A diferencia del régimen totalitario la
movilización de las masas podría ser vista como una amenaza a la pluralidad limitada
particularmente por el ejército, la burocracia, la iglesia o los grupos de interés.
Frecuentemente se puede constatar una despolitización funcional.

Estos límites conceptuales son muy claros con las formas de gobierno democrático y el
totalitarismo, pero las diferencias entre los regímenes autoritarios pueden ser más difusas
y se puede decir que existen diferentes tipologías. Linz define siete tipos de régimen
autoritario: (1) burocrático-militar, (2) corporativismo autoritario, (3) régimen autoritario
de movilización en sociedades posdemocráticas, (4) régimen autoritario postcolonial, (5)
"democracias" raciales y étnicas, (6) régimen totalitario incompleto y pretotalitario, (7)
régimen autoritario postotalitario. Esta clasificación no está exenta de problemas, ya que,
entre otras cosas, algunos tipos de régimen autoritario implican una movilización
considerable, a pesar de la idea fundamental de desmovilización.

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Clasificación y características de los regímenes autoritarios por Juan José Linz (1975)

1.- Tipo burocrático-militar. Este tipo de régimen autoritario no dispone ni de instituciones complejas de un
corporativismo dispuesto autoritariamente, ni de un partido capaz de organizar movilizaciones que pudiera servir
para reclutar a la élite y canalizar la participación. […] Dirigido casi siempre por militares no carismáticos, este
tipo de régimen está orientado pragmáticamente dentro de los límites de su mentalidad burocrático-militar. […]

2.- Corporativismo autoritario. Está caracterizado por un procedimiento de representación de intereses dispuesto
por el Estado. Este tipo de esquema de resolución de conflictos institucionalizado obligatoriamente permite la
representación de intereses sociales, limitando al mismo tiempo los conflictos en forma administrativa obligatoria.
[…].

3.- Régimen autoritario de movilización en sociedades posdemocráticas. A diferencia de otras concepciones


autoritarias, el tipo de movilización intenta generar una identificación afectiva de los gobernados con sus
gobernantes autoritarios, a través de formas más emocionales de legitimación. Las formas plebiscitarias de
participación tienen el propósito adicional de ayudar a asegurar el apoyo de las masas. Estos regímenes autoritarios
fascistas de movilización son menos pluralistas, y en cambio, más ideológicos y abiertos a la participación que
los regímenes burocrático-militares o que los corporati vistas obligatorios. […].

4.- Regímenes de movilización poscolonial. La debilidad simultánea de la autoridad tradicional y la falta de


comprensión para los complejos mecanismos de una autoridad racional y legal hicieron aparecer esta variante
específica sobre todo en el África poscolonial. El carácter artificial de las fronteras estatales poscoloniales, las
divisiones étnicas, lingüísticas y religiosas a través de la población, las disparidades económicas entre los centros
urbanos y la periferia rural (Cleavage), así como la debilidad de las burocracias administrativas, hicieron creer a
muchos líderes de los Estados que se habían independizado que un partido y una conducción del Estado dirigidos
de manera autoritaria eran los únicos instrumentos que auguraban un éxito en el proceso de la formación de
nación. Estos regímenes autoritarios casi siempre han sido víctimas de golpes militares y/o han sido transformados
en una dominación puramente personal […]

5.- “Democracias” raciales y étnicas. Este concepto elegido conscientemente de forma paradójica se refiere a
regímenes que, como Rodesia antes de 1980 y Sudáfrica antes de 1994, le conceden a un grupo definido racialmen
te (casi siempre una minoría) la participación en los procesos democráticos, mientras otros grupos étnicos siguen
excluidos de los derechos democráticos. […]

6.- Regímenes imperfectamente totalitarios y regímenes pre-totalitarios. Con el concepto de regímenes


imperfectamente totalitarios se pueden designar a los sistemas en los cuales las tendencias de desarrollo hacia el
totalitarismo han sido detenidas, pero sus representantes se han convertido en un significativo factor de poder
dentro del sistema. En cambio, el pre-totalitarismo debería quedar reservado a los regímenes que se encuentran
en una fase de transición hacia el establecimiento de un sistema totalitario. […]

7.- Regímenes autoritarios postotalitarios. La fase tardía de los regímenes comunistas en Europa del Este bajo la
URSS fue asimilada a los regímenes autoritarios. Había importantes diferencias que aconsejaban caracterizarlos
como un tipo diferenciado postotalitario, que se habían desarrollado por herencia del totalitarismo. El pluralismo
limitado no formaba parte de la sociedad pre-comunista (a excepción de Polonia, que ha sido descrita como
autoritaria), sino de la relativa autonomía de los aparatos del sistema y/o de la sociedad civil, que conquistó
ciertos espacios libres.

En la amplia literatura sobre este tema, podemos encontrar diversos estudios que ayudan
a analizar este tipo de Estados. Nohlen identificó seis áreas características a través de las
cuales se pueden distinguir diferentes tipos de regímenes autoritario: base social y
política, patrones de legitimación e ideología, estructuras internas del aparato de
gobierno, patrones de relaciones entre el gobernante y los gobernados,

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ubicación/secuencia histórica y orientación política (Nohlen 1987). Otra perspectiva es la
que aporta Merkel, que utiliza la combinación de dos características (legitimación y
titularidad del poder) para distinguir nueve subtipos de gobierno autoritario (Merkel
2010). Por otro lado, Barbara Geddes (1999) nombra tres formas de gobierno autoritario
(gobierno militar, gobierno de partido único y gobierno personal/dictadura), que también
pueden manifestarse como combinaciones de esas formas.

En la actualidad, se ha aceptado ampliamente que, para diferenciar entre regímenes


autoritarios y democráticos, deben utilizarse las mismas categorías o dimensiones; por
ejemplo, el grado de libertades, la igualdad política y el control (Lauth 2004). A la hora
de distinguir, hay que tener en cuenta las diferentes formas dentro de esta categoría, que
a su vez sirven para identificar los regímenes individuales (tipos básicos), donde los
regímenes autoritarios y democráticos marcan los extremos opuestos.

3. Cambios de regímenes autoritarios o totalitarios a sistemas democráticos

La "tercera ola" de democratización en Europa y Asia durante los años noventa del siglo
pasado han llevado a los académicos a centrar su interés en las transiciones de los
regímenes políticos. No obstante, la consolidación de regímenes democráticos que surgen
de la transición desde regímenes autoritarios no está3 garantizada, como advertía Lins:
“No es infrecuente que la crisis de un gobierno o régimen autoritario lleve a su sustitución
por otro régimen similar, y muchos países han experimentado sucesivos golpes de estado,
a veces de orientación ideológica diferente y, en otros casos, el colapso de este tipo de
régimen ha llevado a alternativas autoritarias revolucionarias. La inestabilidad del
régimen no democrático, por tanto, no conlleva necesariamente el establecimiento de la
democracia, a menos que intervengan otros factores” (Linz 1990). En términos generales,
se debe diferenciar entre sociedades que disfrutaron de un período significativo con un
gobierno democrático antes de un gobierno no democrático, tal como Alemania, Austria,
Italia, Checoslovaquia y algunos países de América Latina, y aquellas en las cuales los
regímenes no democráticos sucedieron a gobiernos tradicionales sin haber sido
precedidos por una democracia. El primer caso representaría un proceso de
redemocratización. En el otro caso, cuando la democracia se crea por primera vez, “no
habrá experiencia del funcionamiento de instituciones democráticas ni una memoria de

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las dificultades anteriores de esas instituciones que condujeron a su crisis y quiebra” (Linz
1990). Linz ha definido diferentes fuentes de crisis de regímenes autoritarios.

Fuentes de crisis de regímenes autoritarios


• La eficacia relativa, definida como la incapacidad del régimen para satisfacer las expectativas de
la sociedad, para resolver problemas urgentes, tanto internos externos.
• La dificultad de la renovación del liderazgo y, en particular, la sucesión. Este un problema grave
en regímenes muy personalizados, en los cuales los dictadores se consideran a sí mismos
indispensables, no están dispuestos abandonar el poder mientras sigan vivos y sienten temor a
nombrar a un heredero potencial
• La alternativa democrática puede crecer entre las poblaciones y las élites como opción más
legítima que un poder que no tiene que rendir cuentas a la sociedad.
• La falta de ejemplo a seguir, ningún país capitalista occidental con una organización política
autoritaria cuenta como ejemplo legítimo a seguir para otros regímenes autoritarios.

En base a estas fuentes de crisis de regímenes autoritarios, Alfred Stepan ha enumerado


vías de transformación desde estos regímenes a la democracia política. Las tres primeras
vías son aquellas en las que la guerra y la conquista desempeñan un papel integral en el
proceso de la (re)democratización y la gran mayoría de los ejemplos históricos de
redemocratización con éxito, entran en las tres primeras categorías. Sin embargo, durante
las últimas cinco décadas la abrumadora mayoría de los casos de redemocratización
fueron aquellos en los que las fuerzas sociopolíticas domésticas y no las fuerzas militares
externas desempeñaron un papel principal (Stepan 1986), aunque también el entorno
internacional desempeñó un papel importante, especialmente en el ámbito europeo. El fin
de los regímenes autoritarios y el avance hacia la redemocratización podrían ser iniciados
por el poder autoritario. Los titulares del poder autoritario pueden intentar aliviar la
presión sobre ellos mismos y, al mismo tiempo, preservar el mayor número posible de
sus intereses. En el último caso las fuerzas de la oposición desempeñan el papel principal
en el fin del régimen autoritario y en el establecimiento del marco para la
redemocratización.

Vías de transformación de regímenes autoritarios


1. La (re)democratización interna después de una ocupación externa.
2. La (re)democratización interna después de una intervención externa
3. La (re)democratización externamente dirigida.
4. La (re)democratización dirigida desde dentro del régimen autoritario

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a. Transición iniciada por los militares como gobierno
b. Retirada del poder de los militares como institución
c. Las fuerzas de la oposición juegan el papel principal, bien cuando la sociedad como
un todo elimina al régimen autoritario
5. La (re)democratización dirigida por las fuerzas de la oposición
a. Mediante un pacto entre partidos políticos de la oposición
b. Revuelta violenta
c. Guerra revolucionaria

Según Linz y Stepan las condiciones necesarias para completar la transición del
autoritarismo a la democracia y de su consolidación son: el estado de derecho y la libertad
de la sociedad civil; la autonomía de la sociedad política, especialmente la libre
competencia electoral entre partidos políticos; reglas constitucionales para asignar el
poder democráticamente; una burocracia estatal no politizada, sino profesional y capaz
de servir a los gobiernos democráticos; y una autonomía de la sociedad económica para
evitar la concentración del poder político y económico (Stepan, Linz 2011).

4. Cambios de sistemas democráticos a regímenes autoritarios

Desde la "tercera ola" de democratización a principios de los noventa del siglo pasado,
los debates sobre el estado de la democracia se han centrado principalmente en el
percibido déficit democrático en varios Estados (Huntington 1991). Sin embargo,
entonces no se confirmó la existencia de una transición de sistemas democráticos a
regímenes autoritarios (Huntington 1991). A partir del año 2000, el número de estudios
sobre la crisis de la democracia en los Estados nacionales se ha incrementado; por
ejemplo, ya en 2004, Colin Crouch advirtió que la democracia se encuentra solo
aparentemente en un momento de auge mundial (Crouch 2004). Crouch afirmaba en su
obra “La posdemocracia” que el declive de las clases sociales interesadas por participar
en los procesos democráticos iba en paralelo con el auge de una clase política más
centrada en los intereses empresariales particulares, que en llevar a cabo programas
políticos que respondan a las preocupaciones de la gente corriente.

A principios de la crisis económica y financiera de 2008 Diamond, constató el


“Democratic Rollback”. Aunque Diamond amplía sus conclusiones más allá de los
ejemplos de Rusia, Tailandia, Nigeria o Venezuela, las democracias maduras parecían no

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estar afectadas. Zachary afirmó que la democracia constitucional alcanzó su punto álgido
a nivel mundial en el periodo 2006-2011 y, desde entonces, se encuentra en un dramático
declive (Elkins 2018). Desde entonces la atención de los académicos ha empezado
claramente a pasar del análisis de procesos de democratización y la consolidación
democrática hacia el estudio de las tendencias de descomposición, retroceso y erosión de
sistemas democráticos y su transición a regímenes autoritarios, incluyendo también
democracias maduras y consolidadas como los EEUU.

El politólogo Sheldon Wolin acuñó en 2008 el término “Totalitarismo Invertido” en su


monografía de Democracy Incorporated: Managed Democracy and the Specter of
Inverted Totalitarianism. Wolin retrata los EEUU como un país en el que los ciudadanos
son sumisos y están políticamente desinteresados, y en el que las élites tienen interés en
mantener esta situación (Wollin 2008). Esta situación de una “democracia gestionada” ha
dado lugar, especialmente tras el 11S, a una técnica de gobierno posdemocrática que
combina elementos de la democracia liberal con los de los sistemas políticos totalitarios.

Las democracias iliberales

La democracia iliberal es un concepto que Fareed Zakaria utilizó en 1998 para alertar que los países que
lograron democratizarse entre 1974 y 1990 no siempre consolidaron sistemas de liberalismo constitucional
(Fareed 1998). Las democracias iliberales existentes son semidemocráticas, ya que en ellas sólo el momento
electoral es clave pero ni siquiera en éste se puede estar seguro de la limpieza del proceso: “los gobiernos
que las convocan suelen controlar casi todos los medios de comunicación social y tienen sujetos a los
Tribunales, haciéndose de hecho imposible la alternancia; por no mencionar otros abusos como la
manipulación de las circunscripciones electorales.” (Rodríguez-Aguilera de Prat 2018)
En las democracias iliberales erosionan algunas de las instituciones y valores sin los cuales no existe una
democracia robusta, principalmente la separación de los poderes, independencia del poder judicial, la
solidez de las instituciones representativas, las libertades públicas y los derechos humanos, la transparencia
en los procesos políticos y la libre competencia entre partidos.

Tras la "tercera ola de democratización”, todo indica que hoy en día nos encontramos en
una contra-tendencia, o en una "tercera ola autoritaria”. Waldner y Lust concluyeron en
su estudio “Unwelcome Change: Coming to Terms with Democratic Backsliding” en
2018 que el retroceso democrático es un nuevo e importante desafío para la investigación
(Waldner, Lust 2018).

A pesar del diagnóstico común, hay diversidad entre las contribuciones académicas sobre
los orígenes de la crisis y su alcance. Algunos autores establecen en el alcance de la
14
recesión democrática un paralelismo con la ruptura de las democracias en los años treinta
del siglo pasado y el ascenso de demagogos antidemocráticos (Levitsky, Ziblatt 2018).
Se aplican factores económicos, sociales, culturales y políticos para analizar los orígenes
de la crisis actual (Tomini, Wagemann 2018), p.e. Przeworski enfatiza el crecimiento de
las desigualdades (Przeworski 2019).

Queda evidente que las actuales rupturas democráticas y derivas autoritarias no están
provocadas por acontecimientos repentinos, como por ejemplo, golpes militares. Las
rupturas tradicionales de procesos de democratización han sido relativamente fáciles de
identificar. Hoy en día los expertos coinciden en que las democracias contemporáneas
tienden a erosionarse gradualmente y dentro del marco constitucional existente. Los
mecanismos democráticos, como la competición partidista, pierden lentamente su sentido
en la práctica política y por el contrario, aumentan, según Diamond, los acosos a la
oposición, difuminación de la responsabilidad y separación de poderes (Diamond, 2015).

Lührmann y Mechkova et al. demuestran que entre 2006 y 2016 los retrasos en la calidad
democrática se reflejaron principalmente en restricciones de la libertad de los medios de
comunicación y de los espacios de participación de la sociedad civil, dejando
aparentemente intactas las instituciones del régimen electoral (Lührmann et al.).

Coppedge señaló la concentración gradual del poder en el ejecutivo como un patrón


contemporáneo clave en la erosión democrática (Coppedge 2017). Los ejecutivos saltan
con éxito los controles institucionales, la oposición política, los medios de comunicación
independientes y otras fuerzas de escrutinio y control. Según Diamond un Estado de
derecho débil y en declive ofrece “blancos” a los gobernantes ambiciosos para vaciar la
competencia política (Diamond 2021).

Varios estudios aplican un enfoque normativo para el análisis de la crisis de legitimidad


y el declive de parámetros ideológicos claves de las democracias liberales y sociales, que
se han dado por sentados durante mucho tiempo, pero también para analizar el declive de
conceptos normativos posnacionales, proeuropeos y cosmopolitas que habían
representado la base de la cultura política durante décadas (Merkel, Kneip 2018).

La polarización juega en este contexto un rol importante. Se sostiene que la polarización


aumenta la animosidad entre los "campos enemigos", con la consecuencia de que los
votantes estén más dispuestos a aceptar medidas antidemocráticas contra el grupo rival.
Esta aprobación tácita para medidas de limitación se acentúa aún más durante los periodos
15
electorales, en este sentido, la polarización política está fuertemente asociada con la
intimidación gubernamental de la oposición (Arbatli, Rosenberg 2021). Y según Somer,
la división de la sociedad en campos de desconfianza mutua entre Nosotros y Ellos, en
los que la identidad política se convierte en una identidad social, fomenta la
autocratización al incentivar a los ciudadanos y a los actores políticos por igual a respaldar
acciones no democráticas (Somer 2021). Mounk et al (2018) profundiza en este contexto
en diversos elementos, en particular, en el estancamiento del nivel de vida, el miedo a una
sociedad multiétnica y las redes sociales.

Pero los factores internacionales también han sido cruciales, como afirma Diamond, ya
que han generado tensiones económicas y sociales, al tiempo que han eliminado y
reducido los riesgos del aislamiento diplomático a los que se enfrentan los autócratas
(Diamond 2021).
En términos generales, existe un consenso sobre el hecho de que se puede constatar una
transformación de las relaciones entre los ciudadanos y el poder, que implica múltiples
desafíos para los sistemas e instituciones democráticas. Aunque puede ser precipitado
plantear una valoración sobre el efecto de estos cambios en el funcionamiento de la
democracia, son muchas las contribuciones académicas que evidencian la situación de
crisis en la que viven las democracias representativas en términos globales. La más
conocida tal vez es: “How Democracies Die” (Levitsky, Ziblatt 2018).

En conclusión, según Lührmann y Lindberg "la tercera ola de autocratización" afecta a


un número sin precedentes de democracias. Esta ola se desarrolla de forma lenta y
fragmentada pero gradual, se podría precisar cuándo comenzó el proceso de la erosión
pero no sabemos dónde estamos en esta ola (Lührmann y Lindberg 2019).

Turkey, which was classified as an autocracy for the first time in the BTI 2020, can be regarded as
prototypical of this decline. At the beginning of the last decade, the country was still being lauded as a
positive example of the compatibility of Islamism and democracy, and it had distinguished itself with
continuously rising rule-of-law standards, particularly with regard to the separation of powers. However,
beginning in 2013, the AKP-led government under Recep Tayyip Erdoğan reacted sensitively and with
mounting repression to civil society criticism of Erdoğan’s increasingly patriarchal leadership style and the
country’s creeping Islamization. The failed coup attempt of 2016 was then used to legitimize the
transformation into a presidential republic, a shift that undermined the separation of powers and severely
curtailed a significant body of political participation rights. Over the last two years, following the lifting of
the state of emergency, a number of the decrees restricting fundamental rights and granting extraordinary

16
powers to the executive have been incorporated into regular law. President Erdoğan has exploited a populist
nationalism to polarize the country and inflamed sentiment against the Kurdish minority, in particular, but
also against secular reform forces. With a decline of 2.85 points, Turkey’s overall political transformation
score has fallen further than that of any other country surveyed in the BTI over the last 10 years.
Fuente: BTI 2022

5. Indicadores para sistemas híbridos

La investigación empírica sobre la democracia está experimentando una reorientación


con respecto al objeto de la investigación. La cuestión principal ya no es si un sistema
político es una democracia o un régimen autoritario. Más bien, el interés científico se
centra en determinar el contenido democrático de los sistemas. En esta línea, en los
últimos años se ha incrementado el número de índices que pretenden medir la calidad
democrática de los sistemas políticos para poder compararlos entre sí. Dado que muchos
de estos índices cuentan ya con una cierta trayectoria, se puede medir la evolución
cuantitativa y cualitativa de las democracias en el tiempo. Su metodología y el número de
los países que se incluyen difieren. Algunos no solo permiten clasificar las democracias,
sino también regímenes autocráticos (Bohigues, et al 2022).

La utilización de índices para medir la democracia, y por ende clasificar y comparar


regímenes (no) democráticos, tiene como antecedente inmediato el valor y significado de
los índices en sí en el estudio de la democracia. A favor podría argumentarse que son una
medición resumida, que no es más que una ayuda para el análisis, una herramienta de
información poderosa en los debates y en la definición de la imagen de un país, con cierto
valor publicitario. En contra podría argumentarse que puede haber una falta de
apreciación de la complejidad y pérdida de información, la cuestión de la inercia y de la
rigidez y las sensibilidades políticas y los sesgos.

La ventaja de la mayoría de los índices es que no solo valoran el ascenso de políticos y


movimientos populistas a través de resultados electorales, sino que miden retrocesos
democráticos y de deriva autoritarios desde el interior de los sistemas democráticos. Para
ello se valoran reformas legislativas y constitucionales o decisiones políticas tomadas por
mayorías democráticamente elegidas que tienen como consecuencia el vaciamiento de las
instituciones que garantizan la rendición de cuentas, que controlan al gobierno o protegen
el pluralismo político. Como ventaja, se puede incluir también que la metodología
17
cuantitativa aporta cierta objetividad a los debates sobre la calidad democrática y una
evaluación externa sin interferencias ideológicas.

Como desventaja, se debe subrayar que los índices no están libres de una percepción
subjetiva, ya que en su mayoría dependen de la valoración de expertos y no siempre se
indica el tipo de expertos, ni su número, o la nacionalidad de los mismos. Varios índices
son muy sofisticados y su metodología no permite evaluar de forma transparente las
decisiones sobre qué indicador se incluye o no y su ponderación.

Aunque la mayoría de los índices son muy adecuados para describir el desarrollo y las
diferencias entre las democracias y las autocracias, no son lo suficientemente sofisticados
y válidos para captar las sutiles diferencias entre las democracias establecidas.

A continuación, se presentan los índices que incluyen el mayor número de países y que
tienen una periodicidad de publicación consolidada desde hace varios años. Cinco de los
índices más citados en el mundo académico y periodístico son el “Democracy Index” de
The Economist; el “Liberal Democracy Index” de V-Dem Institute; y el índice “Freedom
in the World” de Freedom House.

1) El Índice de democracia elaborado por la Unidad de Inteligencia de The Economist es


el índice más conocido y reproducido por los medios de comunicación. El índice fue
publicado por primera vez en el año 2006 y ha tenido posteriores actualizaciones hasta
2020. El índice clasifica el estado de las democracias en 167 países. A partir de una serie
de indicadores, los países quedan clasificados según cuatro “calidades” de democracia:
países con democracia plena, países con democracia imperfecta, países con regímenes
híbridos y países con regímenes autoritarios. Los sesenta indicadores se agrupan en cinco
diferentes categorías: proceso electoral y pluralismo, libertades civiles, funcionamiento
del gobierno, participación política y cultura política. Cada una de las cinco categorías
obtiene una calificación en una escala de 0 a 10, y el ID es un promedio de esas categorías.

Para generar el índice, se pide a varios expertos que respondan 60 preguntas y asignen un
número a cada respuesta, siendo la media ponderada la que decide la clasificación.
También se utilizan encuestas de opinión como World Values Survey, Eurobarometer,
Gallup y Latin American Barometer–

Según la edición 2020, hay más países con regímenes autoritarios e híbridos que países
democráticos: 91 Estados frente a 76. En la categoría de “democracias”, 54 países tienen

18
democracias imperfectas, y solo 22 son “democracias plenas”. En el "Índice de
Democracia" del año 2022 sólo el 45,7% de la población mundial vivía en sistemas
democráticos en 2021. Esta cifra es menor que el 49,4% en el año 2020. Sólo el 6,4% de
la población mundial vivía en una "democracia completa", lo que supone también un
descenso respecto al año anterior (6,8%).

Fuente: Statista 2022, https://es.statista.com/grafico/19319/paises-y-territorios-clasificados-segun-el-


indice-de-democracia-global/

2) El Segundo índice es Varieties of Democracy, dependiente de la Universidad de


Gotemburgo. La muestra del índice incluye 179 países y se elabora cada dos años
basándose en las valoraciones de más de 3.000 expertos. Los expertos analizan preguntas
relacionadas con la Democracia electoral: Sufragio; elección de candidatos; elecciones
limpias; Libertad de asociación; Libertad de expresión y existencia de fuentes alternativas
19
de información, y una Componente liberal: Igualdad ante la ley y libertad individual;
Control judicial del ejecutivo; Control legislativo sobre el ejecutivo.

Según los resultados de la edición 2021: El declive mundial de los últimos 10 años es
pronunciado y continúa en 2020, especialmente en la región de Asia-Pacífico, Asia
Central, Europa del Este y América Latina. El nivel de democracia del que goza el
ciudadano medio a nivel mundial en 2020 se reduce a los niveles encontrados por última
vez en torno a 1990.

3) El índice Freedom in the world elaborado por Freedom House se basa principalmente
en aspectos procedimentales de las democracias. Es el índice con el mayor número de
países (195 países y 14 territorios) y se elabora anualmente desde 2005. También este
índice se basa en un análisis cualitativo, y ratings realizados por expertos. Se analizan 10
indicadores relacionados con derechos políticos, p.e. Procesos electorales; Pluralismo
político y participación; Funcionamiento del Gobierno, y 15 indicadores relacionados con
libertades civiles, p.e. Libertad de expresión y libertad religiosa; Derechos de asociación
y de organización; Estado de Derecho; Autonomía personal y derechos individuales.
Basándose en estos datos, las puntuaciones de los derechos políticos y las libertades
civiles de un país determinan si tiene un estatus de libre, parcialmente libre o no libre.
Según los datos de 2017 la democracia se enfrentó en 2017 a su crisis más grave en
décadas, ya que sus principios básicos -como las garantías de elecciones libres y justas,
los derechos de las minorías, la libertad de prensa y el Estado de derecho- fueron atacados
en todo el mundo. 71 países sufrieron un descenso neto de los derechos políticos y las
libertades civiles, y solo 35 registraron avances. En el periodo transcurrido desde que
comenzó la caída del muro en 1989 hasta 2022, 113 países han experimentado un
descenso neto, y sólo 62 han experimentado una mejora neta en la calidad democrática.

En el análisis específico sobre el estado de la democracia en la pandemia por COVID-19


afirma que, desde su comienzo, la situación de la democracia y los derechos humanos ha
empeorado en 80 países.

20
6. Conclusiones
Los criterios tradicionales nítidos que hacen distinguibles a los regímenes totalitarios,
autoritarios, fascistas y sistemas democráticos siguen siendo actuales. La forma de ejercer
el poder, las formas de organización, los sistemas de creencias y de valores, la vinculación
del poder estatal y la esfera social, así como la asignación de papeles a la población en el
proceso político ayudan a diferenciar sistemas no democráticos de sistemas democráticos
(Linz, 2006). Sin embargo, la investigación empírica sobre la democracia está
experimentando una reorientación con respecto al objeto de la investigación. La cuestión
principal ya no es si un sistema político es una democracia o no, más bien, el interés
científico se centra en determinar el contenido democrático de los sistemas.

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