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1. Introducción 2
2. Definición y limitaciones de los conceptos 3
a. Totalitarismo 3
b. Autoritarismo 7
3. Cambios de regímenes autoritarios o totalitarios a sistemas democráticos 11
4. Cambios de sistemas democráticos a regímenes autoritarios 13
5. Indicadores para sistemas híbridos 17
6. Conclusiones 21
7. Bibliografía 22
1
1. Introducción
3
En el siglo XX pocos regímenes podían clasificase verdaderamente como totalitarios, los
ejemplos más claros son la Unión Soviética de 1929 a 1956; la Alemania nazi de 1933 a
1945; China desde comienzos de la década de 1950 hasta la muerte de Mao Zedong en
1976; el régimen de Pol Pot en Camboya y el régimen establecido en Corea del Norte. En
los inicios del siglo XXI solo existía como ejemplo de régimen totalitario la República
Popular Democrática de Corea. Los regímenes teocráticos islámicos en Irán y Arabia
Saudita o el de los talibanes en Afganistán son considerados como totalitarismos
incompletos (Merkel 2017).
4
Hayes destacó la novedad histórica del totalitarismo en comparación con anteriores
formas de gobierno dictatorial.
Tras la II Guerra Mundial, el trabajo académico sobre los orígenes y la estructura del
domino totalitario fue muy significativo en el debate politólogo, sociólogo y de la historia
de ideas. El concepto “totalitarismo”, ofrecía explicaciones sobre el origen, la estructura,
la evolución y colapso del nacionalsocialismo, además de ofrecer una orientación teórica
en el creciente conflicto entre el este y oeste, que también fue defendido como conflicto
entre democracia liberal y dictatura totalitaria.
Hannah Arendt publicó en 1951 el libro: “Los orígenes del totalitarismo” y Carl Joachim
Friedrich y Zbigniew Brzezinski publicaron la obra “Totalitarian Dictatorship and
Autocracy” en 1956. Estas obras siguen siendo estudios de referencia sobre esta temática
que intentan, desde un punto metodológico, establecer tipos ideales de sistemas
totalitarios con características específicas. Según Arendt, mientras que el autoritarismo
restringía la libertad, el totalitarismo la suprimía (Arendt 1951). El totalitarismo es una
forma de gobierno en la que el poder del Estado es ilimitado y el gobierno controla,
penetra y unifica todos los aspectos de la vida pública y privada (p.e. familia, deporte,
asociaciones, el mundo laboral). Este control se extiende también a las actitudes, la moral
y las creencias. No existe ningún ámbito que no esté dominado por el poder político. El
Estado y el sistema político son idénticos a la sociedad.
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Finalmente, se debe resaltar el ejercicio del terror legítimo y el crimen autorizado, como
la característica más distintiva de los regímenes totalitarios (Merkel 2017). Bajo el
régimen totalitario el terror representa un fin en sí mismo y no una manifestación del uso
de la violencia fuera del marco legal. El ejercicio del terror no es algo espontáneo o
puntual, como puede pasar en otros sistemas no democráticos, sino que el terror
representa el eje funcional del ejercicio del poder y que no solo se ejerce sobre los
enemigos sino también sobre los seguidores del sistema. En palaras de Arendt, “el terror,
como siervo obediente del movimiento histórico o natural, tiene que eliminar del proceso
no sólo la libertad en cualquier sentido específico, sino la misma fuente de la libertad que
procede del hecho del nacimiento del hombre y reside en su capacidad de lograr un nuevo
comienzo” (Arendt 1951:450).
b. Autoritarismo
Loewenstein fue uno de los primeros en utilizar el concepto de autoritarismo para matizar
el alcance del tipo de la dictadura totalitaria (1957). Los sistemas autoritarios son – al
igual que los totalitarios – sistemas no democráticos. Aunque poseen características
comunes con los totalitarios el grado de control ejercido por el Estado es de menor
intensidad. Abarcan un gran número de regímenes diferentes, como los regímenes de
Franco en España y de Pinochet en Chile. Los regímenes autoritarios surgen de la crisis
y del desmoronamiento de los sistemas democráticos, de la transición desde la
dominación tradicional, de la inestabilidad tras la descolonización de los conflictos en
sociedades multiétnicas, de la “rutinización” del utopismo totalitario.
Estos Estados, al igual que los comunistas o fascistas, poseen constituciones, pero se trata
de constituciones semánticas. Según Loewenstein los regímenes autoritarios cuentan con
un marco constitucional diseñado por unos expertos legales designados (Loewenstein
1957). El procedimiento es completado sometiendo el proyecto a un referéndum cuyo
resultado se conoce de antemano, manipulado e influido desde arriba. Pasando por
mociones, este proceso constituyente rinde tributo farisaico a los usos de la democracia
constitucional. El resultado invariable, sin embargo, es la estabilización, durante un
período indefinido, de la supremacía del grupo gobernante y su protección contra las
manifestaciones adversas de la voluntad popular.
En cuanto al rol de la población en el proceso político, según Linz los sistemas autoritarios
están carentes de movilización política extensa e intensa, excepto en algunos momentos
de su desarrollo. El líder o a veces un pequeño grupo “ejerce el poder dentro de límites
formalmente mal definidos pero en realidad predecibles” (Linz 1964). Ya en 1964
Loewenstein afirmaba que se permite la discusión pública, incluso ocasionalmente se le
anima, pero este discurso público es enteramente engañoso a causa de las restricciones
vigentes de la libertad de comunicaciones (Loewenstein 1964).
Estos límites conceptuales son muy claros con las formas de gobierno democrático y el
totalitarismo, pero las diferencias entre los regímenes autoritarios pueden ser más difusas
y se puede decir que existen diferentes tipologías. Linz define siete tipos de régimen
autoritario: (1) burocrático-militar, (2) corporativismo autoritario, (3) régimen autoritario
de movilización en sociedades posdemocráticas, (4) régimen autoritario postcolonial, (5)
"democracias" raciales y étnicas, (6) régimen totalitario incompleto y pretotalitario, (7)
régimen autoritario postotalitario. Esta clasificación no está exenta de problemas, ya que,
entre otras cosas, algunos tipos de régimen autoritario implican una movilización
considerable, a pesar de la idea fundamental de desmovilización.
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Clasificación y características de los regímenes autoritarios por Juan José Linz (1975)
1.- Tipo burocrático-militar. Este tipo de régimen autoritario no dispone ni de instituciones complejas de un
corporativismo dispuesto autoritariamente, ni de un partido capaz de organizar movilizaciones que pudiera servir
para reclutar a la élite y canalizar la participación. […] Dirigido casi siempre por militares no carismáticos, este
tipo de régimen está orientado pragmáticamente dentro de los límites de su mentalidad burocrático-militar. […]
2.- Corporativismo autoritario. Está caracterizado por un procedimiento de representación de intereses dispuesto
por el Estado. Este tipo de esquema de resolución de conflictos institucionalizado obligatoriamente permite la
representación de intereses sociales, limitando al mismo tiempo los conflictos en forma administrativa obligatoria.
[…].
5.- “Democracias” raciales y étnicas. Este concepto elegido conscientemente de forma paradójica se refiere a
regímenes que, como Rodesia antes de 1980 y Sudáfrica antes de 1994, le conceden a un grupo definido racialmen
te (casi siempre una minoría) la participación en los procesos democráticos, mientras otros grupos étnicos siguen
excluidos de los derechos democráticos. […]
7.- Regímenes autoritarios postotalitarios. La fase tardía de los regímenes comunistas en Europa del Este bajo la
URSS fue asimilada a los regímenes autoritarios. Había importantes diferencias que aconsejaban caracterizarlos
como un tipo diferenciado postotalitario, que se habían desarrollado por herencia del totalitarismo. El pluralismo
limitado no formaba parte de la sociedad pre-comunista (a excepción de Polonia, que ha sido descrita como
autoritaria), sino de la relativa autonomía de los aparatos del sistema y/o de la sociedad civil, que conquistó
ciertos espacios libres.
En la amplia literatura sobre este tema, podemos encontrar diversos estudios que ayudan
a analizar este tipo de Estados. Nohlen identificó seis áreas características a través de las
cuales se pueden distinguir diferentes tipos de regímenes autoritario: base social y
política, patrones de legitimación e ideología, estructuras internas del aparato de
gobierno, patrones de relaciones entre el gobernante y los gobernados,
10
ubicación/secuencia histórica y orientación política (Nohlen 1987). Otra perspectiva es la
que aporta Merkel, que utiliza la combinación de dos características (legitimación y
titularidad del poder) para distinguir nueve subtipos de gobierno autoritario (Merkel
2010). Por otro lado, Barbara Geddes (1999) nombra tres formas de gobierno autoritario
(gobierno militar, gobierno de partido único y gobierno personal/dictadura), que también
pueden manifestarse como combinaciones de esas formas.
La "tercera ola" de democratización en Europa y Asia durante los años noventa del siglo
pasado han llevado a los académicos a centrar su interés en las transiciones de los
regímenes políticos. No obstante, la consolidación de regímenes democráticos que surgen
de la transición desde regímenes autoritarios no está3 garantizada, como advertía Lins:
“No es infrecuente que la crisis de un gobierno o régimen autoritario lleve a su sustitución
por otro régimen similar, y muchos países han experimentado sucesivos golpes de estado,
a veces de orientación ideológica diferente y, en otros casos, el colapso de este tipo de
régimen ha llevado a alternativas autoritarias revolucionarias. La inestabilidad del
régimen no democrático, por tanto, no conlleva necesariamente el establecimiento de la
democracia, a menos que intervengan otros factores” (Linz 1990). En términos generales,
se debe diferenciar entre sociedades que disfrutaron de un período significativo con un
gobierno democrático antes de un gobierno no democrático, tal como Alemania, Austria,
Italia, Checoslovaquia y algunos países de América Latina, y aquellas en las cuales los
regímenes no democráticos sucedieron a gobiernos tradicionales sin haber sido
precedidos por una democracia. El primer caso representaría un proceso de
redemocratización. En el otro caso, cuando la democracia se crea por primera vez, “no
habrá experiencia del funcionamiento de instituciones democráticas ni una memoria de
11
las dificultades anteriores de esas instituciones que condujeron a su crisis y quiebra” (Linz
1990). Linz ha definido diferentes fuentes de crisis de regímenes autoritarios.
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a. Transición iniciada por los militares como gobierno
b. Retirada del poder de los militares como institución
c. Las fuerzas de la oposición juegan el papel principal, bien cuando la sociedad como
un todo elimina al régimen autoritario
5. La (re)democratización dirigida por las fuerzas de la oposición
a. Mediante un pacto entre partidos políticos de la oposición
b. Revuelta violenta
c. Guerra revolucionaria
Según Linz y Stepan las condiciones necesarias para completar la transición del
autoritarismo a la democracia y de su consolidación son: el estado de derecho y la libertad
de la sociedad civil; la autonomía de la sociedad política, especialmente la libre
competencia electoral entre partidos políticos; reglas constitucionales para asignar el
poder democráticamente; una burocracia estatal no politizada, sino profesional y capaz
de servir a los gobiernos democráticos; y una autonomía de la sociedad económica para
evitar la concentración del poder político y económico (Stepan, Linz 2011).
Desde la "tercera ola" de democratización a principios de los noventa del siglo pasado,
los debates sobre el estado de la democracia se han centrado principalmente en el
percibido déficit democrático en varios Estados (Huntington 1991). Sin embargo,
entonces no se confirmó la existencia de una transición de sistemas democráticos a
regímenes autoritarios (Huntington 1991). A partir del año 2000, el número de estudios
sobre la crisis de la democracia en los Estados nacionales se ha incrementado; por
ejemplo, ya en 2004, Colin Crouch advirtió que la democracia se encuentra solo
aparentemente en un momento de auge mundial (Crouch 2004). Crouch afirmaba en su
obra “La posdemocracia” que el declive de las clases sociales interesadas por participar
en los procesos democráticos iba en paralelo con el auge de una clase política más
centrada en los intereses empresariales particulares, que en llevar a cabo programas
políticos que respondan a las preocupaciones de la gente corriente.
13
estar afectadas. Zachary afirmó que la democracia constitucional alcanzó su punto álgido
a nivel mundial en el periodo 2006-2011 y, desde entonces, se encuentra en un dramático
declive (Elkins 2018). Desde entonces la atención de los académicos ha empezado
claramente a pasar del análisis de procesos de democratización y la consolidación
democrática hacia el estudio de las tendencias de descomposición, retroceso y erosión de
sistemas democráticos y su transición a regímenes autoritarios, incluyendo también
democracias maduras y consolidadas como los EEUU.
La democracia iliberal es un concepto que Fareed Zakaria utilizó en 1998 para alertar que los países que
lograron democratizarse entre 1974 y 1990 no siempre consolidaron sistemas de liberalismo constitucional
(Fareed 1998). Las democracias iliberales existentes son semidemocráticas, ya que en ellas sólo el momento
electoral es clave pero ni siquiera en éste se puede estar seguro de la limpieza del proceso: “los gobiernos
que las convocan suelen controlar casi todos los medios de comunicación social y tienen sujetos a los
Tribunales, haciéndose de hecho imposible la alternancia; por no mencionar otros abusos como la
manipulación de las circunscripciones electorales.” (Rodríguez-Aguilera de Prat 2018)
En las democracias iliberales erosionan algunas de las instituciones y valores sin los cuales no existe una
democracia robusta, principalmente la separación de los poderes, independencia del poder judicial, la
solidez de las instituciones representativas, las libertades públicas y los derechos humanos, la transparencia
en los procesos políticos y la libre competencia entre partidos.
Tras la "tercera ola de democratización”, todo indica que hoy en día nos encontramos en
una contra-tendencia, o en una "tercera ola autoritaria”. Waldner y Lust concluyeron en
su estudio “Unwelcome Change: Coming to Terms with Democratic Backsliding” en
2018 que el retroceso democrático es un nuevo e importante desafío para la investigación
(Waldner, Lust 2018).
A pesar del diagnóstico común, hay diversidad entre las contribuciones académicas sobre
los orígenes de la crisis y su alcance. Algunos autores establecen en el alcance de la
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recesión democrática un paralelismo con la ruptura de las democracias en los años treinta
del siglo pasado y el ascenso de demagogos antidemocráticos (Levitsky, Ziblatt 2018).
Se aplican factores económicos, sociales, culturales y políticos para analizar los orígenes
de la crisis actual (Tomini, Wagemann 2018), p.e. Przeworski enfatiza el crecimiento de
las desigualdades (Przeworski 2019).
Queda evidente que las actuales rupturas democráticas y derivas autoritarias no están
provocadas por acontecimientos repentinos, como por ejemplo, golpes militares. Las
rupturas tradicionales de procesos de democratización han sido relativamente fáciles de
identificar. Hoy en día los expertos coinciden en que las democracias contemporáneas
tienden a erosionarse gradualmente y dentro del marco constitucional existente. Los
mecanismos democráticos, como la competición partidista, pierden lentamente su sentido
en la práctica política y por el contrario, aumentan, según Diamond, los acosos a la
oposición, difuminación de la responsabilidad y separación de poderes (Diamond, 2015).
Lührmann y Mechkova et al. demuestran que entre 2006 y 2016 los retrasos en la calidad
democrática se reflejaron principalmente en restricciones de la libertad de los medios de
comunicación y de los espacios de participación de la sociedad civil, dejando
aparentemente intactas las instituciones del régimen electoral (Lührmann et al.).
Pero los factores internacionales también han sido cruciales, como afirma Diamond, ya
que han generado tensiones económicas y sociales, al tiempo que han eliminado y
reducido los riesgos del aislamiento diplomático a los que se enfrentan los autócratas
(Diamond 2021).
En términos generales, existe un consenso sobre el hecho de que se puede constatar una
transformación de las relaciones entre los ciudadanos y el poder, que implica múltiples
desafíos para los sistemas e instituciones democráticas. Aunque puede ser precipitado
plantear una valoración sobre el efecto de estos cambios en el funcionamiento de la
democracia, son muchas las contribuciones académicas que evidencian la situación de
crisis en la que viven las democracias representativas en términos globales. La más
conocida tal vez es: “How Democracies Die” (Levitsky, Ziblatt 2018).
Turkey, which was classified as an autocracy for the first time in the BTI 2020, can be regarded as
prototypical of this decline. At the beginning of the last decade, the country was still being lauded as a
positive example of the compatibility of Islamism and democracy, and it had distinguished itself with
continuously rising rule-of-law standards, particularly with regard to the separation of powers. However,
beginning in 2013, the AKP-led government under Recep Tayyip Erdoğan reacted sensitively and with
mounting repression to civil society criticism of Erdoğan’s increasingly patriarchal leadership style and the
country’s creeping Islamization. The failed coup attempt of 2016 was then used to legitimize the
transformation into a presidential republic, a shift that undermined the separation of powers and severely
curtailed a significant body of political participation rights. Over the last two years, following the lifting of
the state of emergency, a number of the decrees restricting fundamental rights and granting extraordinary
16
powers to the executive have been incorporated into regular law. President Erdoğan has exploited a populist
nationalism to polarize the country and inflamed sentiment against the Kurdish minority, in particular, but
also against secular reform forces. With a decline of 2.85 points, Turkey’s overall political transformation
score has fallen further than that of any other country surveyed in the BTI over the last 10 years.
Fuente: BTI 2022
Como desventaja, se debe subrayar que los índices no están libres de una percepción
subjetiva, ya que en su mayoría dependen de la valoración de expertos y no siempre se
indica el tipo de expertos, ni su número, o la nacionalidad de los mismos. Varios índices
son muy sofisticados y su metodología no permite evaluar de forma transparente las
decisiones sobre qué indicador se incluye o no y su ponderación.
Aunque la mayoría de los índices son muy adecuados para describir el desarrollo y las
diferencias entre las democracias y las autocracias, no son lo suficientemente sofisticados
y válidos para captar las sutiles diferencias entre las democracias establecidas.
A continuación, se presentan los índices que incluyen el mayor número de países y que
tienen una periodicidad de publicación consolidada desde hace varios años. Cinco de los
índices más citados en el mundo académico y periodístico son el “Democracy Index” de
The Economist; el “Liberal Democracy Index” de V-Dem Institute; y el índice “Freedom
in the World” de Freedom House.
Para generar el índice, se pide a varios expertos que respondan 60 preguntas y asignen un
número a cada respuesta, siendo la media ponderada la que decide la clasificación.
También se utilizan encuestas de opinión como World Values Survey, Eurobarometer,
Gallup y Latin American Barometer–
Según la edición 2020, hay más países con regímenes autoritarios e híbridos que países
democráticos: 91 Estados frente a 76. En la categoría de “democracias”, 54 países tienen
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democracias imperfectas, y solo 22 son “democracias plenas”. En el "Índice de
Democracia" del año 2022 sólo el 45,7% de la población mundial vivía en sistemas
democráticos en 2021. Esta cifra es menor que el 49,4% en el año 2020. Sólo el 6,4% de
la población mundial vivía en una "democracia completa", lo que supone también un
descenso respecto al año anterior (6,8%).
Según los resultados de la edición 2021: El declive mundial de los últimos 10 años es
pronunciado y continúa en 2020, especialmente en la región de Asia-Pacífico, Asia
Central, Europa del Este y América Latina. El nivel de democracia del que goza el
ciudadano medio a nivel mundial en 2020 se reduce a los niveles encontrados por última
vez en torno a 1990.
3) El índice Freedom in the world elaborado por Freedom House se basa principalmente
en aspectos procedimentales de las democracias. Es el índice con el mayor número de
países (195 países y 14 territorios) y se elabora anualmente desde 2005. También este
índice se basa en un análisis cualitativo, y ratings realizados por expertos. Se analizan 10
indicadores relacionados con derechos políticos, p.e. Procesos electorales; Pluralismo
político y participación; Funcionamiento del Gobierno, y 15 indicadores relacionados con
libertades civiles, p.e. Libertad de expresión y libertad religiosa; Derechos de asociación
y de organización; Estado de Derecho; Autonomía personal y derechos individuales.
Basándose en estos datos, las puntuaciones de los derechos políticos y las libertades
civiles de un país determinan si tiene un estatus de libre, parcialmente libre o no libre.
Según los datos de 2017 la democracia se enfrentó en 2017 a su crisis más grave en
décadas, ya que sus principios básicos -como las garantías de elecciones libres y justas,
los derechos de las minorías, la libertad de prensa y el Estado de derecho- fueron atacados
en todo el mundo. 71 países sufrieron un descenso neto de los derechos políticos y las
libertades civiles, y solo 35 registraron avances. En el periodo transcurrido desde que
comenzó la caída del muro en 1989 hasta 2022, 113 países han experimentado un
descenso neto, y sólo 62 han experimentado una mejora neta en la calidad democrática.
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6. Conclusiones
Los criterios tradicionales nítidos que hacen distinguibles a los regímenes totalitarios,
autoritarios, fascistas y sistemas democráticos siguen siendo actuales. La forma de ejercer
el poder, las formas de organización, los sistemas de creencias y de valores, la vinculación
del poder estatal y la esfera social, así como la asignación de papeles a la población en el
proceso político ayudan a diferenciar sistemas no democráticos de sistemas democráticos
(Linz, 2006). Sin embargo, la investigación empírica sobre la democracia está
experimentando una reorientación con respecto al objeto de la investigación. La cuestión
principal ya no es si un sistema político es una democracia o no, más bien, el interés
científico se centra en determinar el contenido democrático de los sistemas.
21
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