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Falacias que los abogados cometemos

Una tarea que tienen los estudiosos del derecho es argumentar todo su actuar.
Desde el abogado que solicita unas copias certificadas, la sentencia del juez, los
alegatos de las partes en un juicio, etc. es necesario argumentar.

Es tan ardua la labor de argumentar en derecho, que existe una rama específica
denominada argumentación jurídica. Dicha rama del derecho es a su vez extensa
y uno de los temas que se ven son las falacias.

Para argumentar podemos acudir a la lógica formal, a la lógica material, a


razonamientos pragmáticos, procedimientos simétricos, deliberativos, públicos,
etc. Argumentar entonces es dar razones a favor o en contra de un hecho. Por la
imperiosa necesidad de convencer con argumentos, muchas veces los estudiosos
del derecho caemos en una figura de la lógica llamada falacia.

¿Qué es una falacia?

La falacia es un argumento que parece válido, pero no lo es. Un argumento falaz


no implica que sus premisas o su conclusión sean falsas no que sean verdaderas,
pero muchas veces se cometen intencionalmente para persuadir o manipular a los
demás, mientras que otras se comenten sin intención debido a descuidos o
ignorancia.

Existen multitud de falacias, pero en el presente artículo te mencionamos 5


falacias comunes que comenten los estudiosos del derecho

falacias en que incurren los abogados

1.- Afirmación del consecuente.

La falacia denominada afirmación del consecuente, es una falacia formal que se


comete al suponer que afirmando al antecedente estamos autorizados a afirmar el
consecuente.

Si A entonces B, B por lo tanto A

Ejemplo:

Si pepe se encontraba en una riña y lesionó a juan, entonces juan estaba dentro
de la riña.

2.- Argumento a Silentio


La falacia denominada argumento a Silentio, es una falacia que se comete al
suponer que, si una persona no contesta, o desvía la respuesta, entonces
estamos autorizados a suponer que lo que se pregunta sea verdad.

Ejemplo: El que calla otorga.

En unos alegatos, el abogado señala que la contra parte no quiso contestar la


demanda, por lo que dice en su argumento, que es una señal clara de que los
hechos pasaron como lo mencionó en su escrito de demanda.

3.- Argumento ad antiquitatem

La falacia denominada argumento ad antiquitatem, consiste en afirmar que algo es


válido por que se hecho con regularidad en el tiempo.

Ejemplo: Las mujeres deben de recibir pensión, porque siempre son las que se
dedican a las labores del hogar.

4.- Falacia de falso dilema

La falacia denominada de falso dilema consiste en dar dos opciones como únicas,
en donde una es mejor y la otra no es conveniente.

Ejemplo: Una parte en un juicio de guarda y custodia señala lo siguiente: Mi


contraparte deberá de elegir entre ver a sus hijos bien conmigo o no verlos.

5.- Argumento ex populo

La falacia denominada argumento ex populo consiste en dar por valido un


argumento, señalando que por que es del conocimiento general tiene que ser
cierto.

Imputación concreta y contradictorio: falacias no formales

 Evelin Mendoza Ayma

Es un gran fuego envuelto en poco hielo, un bello juego relleno de falacias,


es un despecho, una guerra, una tregua, un largo pensamiento, una palabra
breve.

1. Preliminares
La audiencia es un escenario de comunicación compleja porque son varios los
sujetos intervinientes. Esta comunicación se realiza mediante enunciados
lingüísticos que se plasma centralmente en la presentación de la imputación
concreta, de la actuación probatoria y de la resolución judicial. Son estos
enunciados los que permiten apreciar la corrección de los actos postulatorios,
probatorios y decisorios de los sujetos procesales.

Se ha dado importancia al método de la audiencia, como medio para resolver


conflictos punitivos; empero, ello ha generado que en el uso de la oralidad se
presente una tensión entre: i) un objetivo en clave de persuasión, y ii) un objetivo
en clave de convencimiento. Ciertamente la difusión de la oralidad ha puesto
énfasis en el aspecto persuasorio, antes que en el de convencimiento, pero desde
nuestro contexto eurocontinental interesa la oralidad en clave de
convencimiento, porque son susceptibles de control la justificación interna y
externa de los actos procesales centrales de la audiencia.

Las falacias no formales directamente implicadas en la configuración de la


imputación y el contradictorio en audiencia son:

 Falacias de ambigüedad.
 Falacias de inatinencia.

Se plantea en ese orden, pues por prius lógico la imputación del hecho punible
(aspecto principal del contradictorio) tiene que estar definida y determinada
concretamente, y no debe incurrir en ambigüedad (falacias de ambigüedad); toda
vez que solo así tiene sentido ver las formas cómo se afecta ese contradictorio
con el empleo de las falacias de inatinencia (o inatingencia).

1.1. Conceptos Básicos

Para comprender esta clase de falacias es básico conocer los siguientes


conceptos jurídicos: i) la regla normativa general, ii), la norma particular, y iii) la
pretensión punitiva (imputación concreta).

a) La regla normativa es una clase de norma jurídica que tiene una estructura
bien definida: i) supuesto de hecho; ii) consecuencia jurídica; y, iii) nexo lógico
entre el supuesto y la consecuencia. Interesa destacar dos características del
supuesto de hecho de la regla-norma: generalidad y abstracción.

Es general, porque el imperativo está dirigido a un conjunto o clase de personas


que reúnan las condiciones previstas en la regla; en efecto, la regla típica no está
dirigida a persona determinada en particular. Es abstracta, porque el acto
disvalioso previsto en la regla, describe un acto u omisión con características que
corresponden a un conjunto o clase de actos, prevista en el supuesto de hecho de
la regla[1]. La característica de la generalidad, está vinculada al conjunto o clase
de persona imputada; ejemplo: “El que (…)”. Por su parte la abstracción está
referida al hecho punible; ejemplo: “(…) mate a otro”.
b) La norma particular, es una resolución judicial[2] dirigida a una persona o
personas en particular, con base en la formulación de un acto concreto. Una
resolución, sea sentencia o de cualquier otro tipo, es una regla particular; en
efecto, los jueces dicen derecho (jurisdictio) respecto de un caso concreto,
vinculando sus efectos a personas determinadas.

La regla general y la regla particular están coimplicadas en su sentido. Así la i) de


lo general a lo particular y ii) de lo abstracto a lo concreto, entran en relación
dialéctica. El tránsito de lo general a lo particular y de lo abstracto a lo concreto, es
un método objetivo[3] y conduce a la reproducción de lo particular y concreto por
la vía del pensamiento.

Para construir una norma particular, es una exigencia que la generalidad de la


regla, que se particularice en la atribución de un hecho a una persona
singularizada; y, que el acto abstracto previsto en la regla se configure en un
hecho punible concreto. En efecto, entre la norma general y la norma particular
debe existir una coherencia normativa. La única forma de particularizar y concretar
la regla general en regla particular, es a través de la imputación concreta.

c) La imputación concreta de un hecho punible es la atribución a una persona


en particular, de un hecho punible concreto; ejemplo: “Manuel López, degolló a
Andrés Suárez, y ocasionó su muerte”. Se debe precisar el nivel de intervención
delictiva del sujeto activo (autoría, complicidad, etc.) y el hecho concreto; empero,
su configuración no es libre, sino que su estructura obedece necesariamente a las
coordenadas de los elementos del supuesto de hecho de la regla normativa; las
determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto, en un
determinado contexto tempo espacial.

Es el Ministerio Público el que tiene la pretensión de concretar la regla general


en una norma particular; para este efecto requiere necesariamente de construir
una imputación concreta, como insumos para que el juez construya la resolución
judicial (norma específica). No existe otra forma de concretizar la regla general,
que mediante la imputación concreta.

La imputación concreta propuesta por el Ministerio Público, es la única forma de


lograr que judicialmente se materialice el principio de estricta jurisdiccionalidad,
que orienta la actividad judicial en línea de comprobación y verificación, en un
contexto de contradictorio con inmediación, configurado por medio de la
inmediación y la oralidad. Si la actividad judicial no respeta ese método procesal,
con ese definido objeto de la imputación concreta, entonces su actuación es
meramente un acto de autoridad.

Tanto la regla general, como la norma particular (resolución judicial), y la


imputación concreta; se expresan positivamente con enunciados lingüísticos.
Pero el alcance de los términos que empleen los enunciados lingüísticos, es en
función de: i) la regla general, ii) la norma particular o iii) de imputación concreta.
Así los términos de los enunciados lingüísticos que emplea la regla general,
pretenden un alcance de generalidad y abstracción de los actos, por necesidad;
empero, la norma particular pretende regular el comportamiento de una persona
individualizada respecto de un caso concreto. En tanto, que la imputación concreta
tiene por objeto particularizar lo general y concretar lo abstracto, orientados en una
pretensión de obtener del juez una resolución; por eso la necesidad de que los
términos que se empleen, coadyuven a esa precisión.

El uso adecuado de los términos, es un imperativo para una adecuada


comunicación. Sin embargo, el tránsito de lo general a lo particular y de lo
abstracto a lo concreto, puede dar lugar con frecuencia, a falacias de
ambigüedad.

2. Imputación ambigua

Las falacias de ambigüedad[4], son aquellas que generan confusión, por la falta de
claridad en el lenguaje, los razonamientos ambiguos son oscuros y confusos. Una
imputación ambigua es oscura, confusa e indeterminada. Las descripciones y
narrativas que se emplean en la formulación de la imputación fracasan, por el
empleo de palabras o frases ambiguas, cuyos significados cambian según el
contexto. Se produce así una imputación ambigua por contener una falacia[5] que
lo configura. La ambigüedad se expresa en imputaciones anfibológicas,
equívocas, de acento o énfasis, de composición y de división; como a continuación
se describe.

2.1. Imputación anfibológica

Contiene en su construcción una falacia de anfibología; ocurre cuando la


formulación de las proposiciones fácticas, es ambigua por causa de su
construcción gramatical. Un enunciado es anfibológico cuando su significado está
indeterminado debido a la forma en que se combinan sus palabras. Un
enunciado anfibológico, puede ser verdadero bajo una interpretación y falso bajo
la otra.

La prisa, falta de interés o de preocupación en la construcción de una imputación


concreta del hecho punible, condiciona a que no se preste atención en su
construcción gramatical, determinando que la imputación sea ambigua; así la
forma como en la que se combinan las palabras, determinan proposiciones
fácticas, que interpretadas en contextos diferentes son ambivalentes, así pueden
ser correctas según una interpretación e incorrectas según otra interpretación. Las
proposiciones fácticas que configuran una imputación concreta de un hecho
punible, deberán ser demostradas. En ese orden, no son admisibles
construcciones anfibológicas, pues no sería posible determinar de manera definida
el objeto de prueba; no es cognitivamente admisible una suerte de producción de
información al azar, sin un norte pautado por proposiciones fácticas de la
imputación, construidas con claridad y precisión.

2.2. Imputación y falacia del acento o énfasis


Una proposición fáctica puede resultar engañosa cuando el cambio de
significado dentro de él, surge a partir de cambios de énfasis en las palabras o en
sus partes. Cuando una proposición obtiene su significado de un posible énfasis,
pero la conclusión que de ella se obtiene descansa en el significado de las
mismas palabras enfatizadas en forma diferente, se incurre en la falacia del
acento[6].

Esta falacia es bastante común en la presentación de los alegatos de apertura; así


se incurre en la falacia de acento, cuando se pone énfasis en la descripción del
hecho punible, que por su gravedad (muerte, violación, robo, etc.) y la suficiencia
de elementos de convicción o de prueba (de la realización del hecho punible),
impacta en las emociones de adhesión con la víctima; empero, se produce a su
vez una desatención en la atribución o imputación a persona determinada, en los
elementos de convicción o de prueba que lo sostienen, y en la indeterminación de
los niveles de intervención delictiva; pues la intuitiva búsqueda de un chivo
expiatorio, es producto del impacto emotivo que causa el hecho punible.

Así, en un delito de lavado de activos, se pone acento en la realización de los


actos de transferencia, conversión, etc. de lavado; empero, no se presta atención
al elemento central de la conexión[7] con el delito fuente[8].

2.3. Imputación equívoca

Tiene como base una falacia del equívoco; en efecto, la mayor parte de las
palabras en nuestro lenguaje, tienen diversas acepciones, así cada palabra tiene
más de un significado literal, y con el empleo de la palabra o frase se suele
causar equivocaciones, generando confusión.

En la construcción de la imputación, se incurre frecuentemente en esta falacia de


equívoco; su causa es el uso de hiperónimos, que pueden abarcar diversos
comportamientos que tienen una misma calificación. El peligro de incurrir en esta
falacia se presenta con el uso de un hiperónimo[9], pues puede dar lugar a que se
comprenda hechos que corresponderían a calificaciones distintas, o dentro de la
misma calificación la falta de especificación del subtipo; así, por ej., la expresión
“abuso sexual” puede ser utilizada para abarcar otros términos más específicos
(hipónimos) que configuran hechos más específicos como violación de libertad
sexual (tocamientos indebidos, etc.); y aún dentro de los términos de violación de
libertad sexual, encontrar subtipos específicos como el acceso carnal por vía
vaginal, anal o bucal.

No justifica el uso de términos equívocos, el argumento fiscal que considera que


los otros sujetos procesales, deben realizar “interpretaciones o integraciones
sistemáticas” de fácticos parciales de la atribución del hecho punible, con fácticos
que se desprenderían del rubro de los elementos de convicción; estos últimos,
pueden contener información del acceso carnal a la víctima, por una de las vías
típicas, pero, el Ministerio Público no reconstruye lingüísticamente el hecho
punible conforme al verbo típico, sino que recurre al empleo del equívoco término
de “abuso sexual”; configurando, por tanto, una imputación equívoca.

2.4. Imputación por falacia de composición

Se produce cuando atribuimos a un conjunto de proposiciones fácticas (imputación


concreta) características que corresponden solo a ciertas proposiciones fácticas.
Se infiere que algo es verdadero acerca de un todo, solo porque es verdadero
acerca de una o varias de sus partes. La falacia de composición intenta hacernos
creer que el todo siempre posee las características de las partes. Por ejemplo:
«Esta persona de la familia Pérez, es culpable de un delito; por tanto, toda la
familia es culpable de ese delito».

Para comprender esta falacia es necesario precisar que la imputación del hecho
punible es un todo compuesto por dos componentes: i) la imputación y ii) el hecho
punible. Se incurre en esta falacia cuando se asume dado que se tiene suficientes
proposiciones fácticas de la realización del hecho punible, con ello se infiere
también la suficiencia de la imputación.

2.5. Imputación y falacia de división

Contraria a la falacia de la composición tenemos a la falacia de la división. En esta


falacia se aparenta que lo que es verdad del todo será siempre la verdad de las
partes. Así, en un supuesto de pluralidad de intervención delictiva, se construyen
adecuadamente proposiciones fácticas imputando autoría directa en la realización
de un hecho punible a una persona determinada; se infiere en error que todos los
otros intervinientes, deberán responder también como autores.

2. Contradictorio y falacias de atinencia

Una vez construida la imputación concreta, como aspecto principal del


contradictorio procesal, recién es posible configurar un contradictorio congruente y
funcional, al objeto del proceso; en línea a un contradictorio más preciso, con la
delimitación del objeto del debate contradictorio. Sin embargo, el contradictorio,
muchas veces se pervierte y deviene en un contradictorio aparente y falaz, por el
empleo de las falacias de atingencia o atinencia.

Estas falacias se cometen cuando un argumento descansa en razones no


pertinentes para el debate, por tanto, ese argumento no es válido para el objeto
del debate por no ser atinentes; por esa razón, el nombre adecuado debería ser
falacias de inatinencia; en efecto, la atinencia o atingencia significa “relación,
conexión, correspondencia”[10]. Para efectos didácticos y de mejor comprensión
del íter procesal, subclasificamos estas falacias en: i) Falacias de elusión de la
cuestión del debate y en ii) Falacias de elusión de la carga de la prueba.[11] Así
tenemos:
3.1. Falacia de ignoratio elenchi (elusión de la cuestión de debate)

Conocida también como falacia del escudo de prevaricadores[12], consiste en


debatir y probar, otra cosa distinta al objeto de la cuestión. Quien cuestiona, saca
la discusión de su terreno y/o se empeña en debatir lo que nadie discute. Como el
fiscal que se empeña en discutir los elementos de convicción del hecho punible,
cuando la defensa técnica solo cuestiona los elementos de convicción de la
imputación.[13] Esta falacia pueden clasificarse en falacias de la elusión de la
carga de la prueba, los argumentums i) ad verecundiam, ii) ad baculum, iii) ad
populum, iv) ad misericordiam, v) ad hominen, vi) muñeco de paja y vii) falacia del
embudo. Todas estas falacias tienen en común que afectan directamente el
contradictorio procesal.

3.1.1. Argumentum ad verecundiam

Conocida como falacia de falsa autoridad, consiste en esgrimir como razón, una
razón de autoridad que carece de validez por no ser concreta, competente,
imparcial, o estar tergiversada[14]. No es una falacia sustentar una posición en el
conocimiento u opinión de un experto competente y con autoridad en la materia,
que esobjeto del debate; por el contrario, es una falacia de falsa autoridad,
sustentar una posición en el conocimiento u opinión de un experto con autoridad
en materia distinta al objeto del debate.[15]

Es común, a nivel judicial, tergiversar las razones del Tribunal Constitucional, en


caso distinto al objeto de debate; en efecto, se esgrimen razones fuera de
contexto, para blandir vacuamente la autoridad del supremo intérprete de la
Constitución.

También es corriente, el empleo de las categorías propuestas por doctrina


extranjera, desarrolladas para un contexto tempo- espacial de los países
centrales, y luego pretender su aplicación a un contexto latinoamericano,
cualitativamente diferente; así es común la recurrencia a conceptos clasificatorios
de tipo funcional radical, y esgrimir la autoridad de los autores europeos que lo
sostienen y difunden, sin correspondencia con nuestra realidad.De hecho la falacia
de autoridad, está orientada a persuadir al juez; en orden a que este es un tercero
imparcial, que decidirá la contienda en audiencia.

3.1.2. Argumentum ad baculum

La falacia de apelación al garrote[16], conocida como la apelación a la fuerza, es


una de las más comunes[17]; está referida al empleo de la amenaza o cualquier
tipo de fuerza o violencia, para producir la aceptación de una determinada
posición. En algunos casos, la falacia es obvia y no necesita demostración; en
otros, la falacia se emplea con sutileza, así de manera velada y por medio de las
palabras que se emplean, se deduce una amenaza implícita; se pretende guardar
las apariencias de razonabilidad, -aunque no sea razonable-; se hace representar
implícitamente las consecuencias desagradables que afrontaría el sujeto procesal,
de no aceptar la posición de quien emplea el garrote subliminal.

En un contexto procesal, la amenaza está dirigida generalmente al juez, pues es


quien decide el objeto del contradictorio en audiencia. Son frecuentes las
referencias, a acudir en queja al órgano de control, o de afirmaciones implícitas de
que el juez incurriría en prevaricación, de no decidir conforme a los intereses de
quien amenaza; hasta de recurrir a la difusión mediática del caso, como medio de
presión. Esta falacia es grosera y es usada cuando fracasa la razón o no se tiene
la capacidad para esgrimir razones en un debate judicial.

Claro está que también pueden presentarse supuestos, en que la amenaza está
dirigida en contra del oponente; así amenazar al oponente implica presionarlo,
para que se abstenga o debilite su posición[18], por ej., cuando el Ministerio
Público esgrime a la prisión preventiva como amenaza, en caso de que el
imputado no acepte una terminación anticipada.

3.1.3. Argumentum ad populum

La apelación al pueblo es otra falacia bastante común[19]; se recurre al lenguaje


expresivo y otros recursos orientados a despertar y excitar las emociones: el
entusiasmo, la ira o el odio, etc.[20], con el objeto de aceptar emotivamente una
conclusión o decisión; con ello se pretende reemplazar la rigurosa tarea de
presentar evidencia y argumentos racionales.

Expresiones como “¡Qué dirá la historia!”, “¡Jugar para la tribunas!”, etc.


constituyen un argumentumad populum; en esa misma línea están las alegaciones
de los sujetos procesales, cuando se usan argumentos en función de una
pretendida lucha conjunta, contra un determinado delito: como “!lucha contra la
corrupción!”, “!lucha contra la impunidad¡”; con estas alegaciones se pretenden
solo sacudir las emociones, en reemplazo de las razones, y lograr la adhesión del
pueblo.

El facilismo, lleva a recurrir a esta falacia en casos mediáticos; así, los sujetos
procesales centran sus “argumentos”, orientados a las cámaras mediáticas, con el
objetivo de causar impresión emotiva, antes que a la configuración técnica y
razonada de la pretensión u oposición o resolución. Este tipo de falacia, genera un
contradictorio aparente y superfluo, pues no focaliza las razones centrales del
contradictorio; sin embargo es efectista, pues aparenta debatir lo medular del
objeto. Se debe tener mucho cuidado con el empleo recurrente de esta falacia, en
supuestos de casos mediatizados y evitar la “justicia del espectáculo”.

Se presenta con más incidencia en los alegatos de apertura, pues para ese
momento del juicio oral, incluso se difunden como técnicas idóneas que apelan al
aspecto emotivo del caso, para efectos de lograr la adhesión del decisor.

3.1.4. Argumentum ad misericordiam


Con el empleo de esta falacia, se busca despertar la misericordia o piedad, para
que se acepte su petición; también es una de las más comunes, por su resultado
efectista en la emotividad del órgano decisor; en efecto; es más simple recurrir a la
emotividad, del altruismo, la piedad, la compasión, etc. que desarrollar la laboriosa
tarea de construir y dar razones.

Es muy frecuente, en los procesos penales, apelar al dolor de la víctima, como


razón persuasiva para obtener una decisión favorable; se recurre al drama
farisaico de condolerse con el dolor del agraviado, para obtener una sentencia
condenatoria y causar dolor al supuesto victimario; es una argumentación que
recurre a la farsa de considerar implícitamente que el encierro –prisión preventiva
o pena privativa de libertad- resolverá el problema causado con el hecho punible.

Sin embargo, despertar la misericordia no constituye una falacia en todos los


casos; así, si se tienen razones para solicitar la aceptación de nuestro argumento,
bien puede reforzarse apelando al principio de humanidad. Así es completamente
válido, recurrir a argumentos de humanidad en supuestos de imputados, que
tengan la condición de imputables restringidos, dado que este supuesto se
encuentra previsto normativamente; en ese mismo sentido se puede argumentar
con base, en cualquiera de las razones previstas en el art. 45 del CP para
determinar la pena. “Uno apela a las emociones cuando piensa que serán
favorables a su causa, lo cual es legítimo, pero comete una falacia cuando lo hace
por carecer de argumentos. La apelación a la misericordia debe ser un
complemento de las razones, no su vicario”[21].

Con esta falacia se pretende eludir la cuestión del debate, por cuanto busca su
justificación en el sentimiento del juzgador.

3.1.5. Argumentum ad hominen

Esta es la falacia contra el hombre; sin embargo, puede ser utilizada también
contra la “res”, es decir contra la cosa. Se subdivide en dos tipos:

§ Argumentum ad hominen abusivo u ofensivo

Conocida también como la Falacia de Envenenar el pozo; consiste en presentar


información negativa, acerca de una persona, antes de que ésta proporcione
información pertinente al objeto del debate; su objetivo es desacreditar las razones
que esgrima esta persona, cuestionando sus cualidades. Se recurre a la ofensa, a
hacerla quedar mal, menospreciarla o negar su inteligencia, atacar su integridad
moral, etc.; todo esto con el fin de restar validez a su testimonio.

Es falacia, en tanto la cualidad cuestionada del individuo atacado, no esté en


correspondencia con la afirmación que él realice; así en el ámbito jurídico, se
utiliza este argumento, cuando se trata de desprestigiar a un perito o un testigo;
generándose dos situaciones distintas:
 Cuando se resaltan los procesos por fraude procesal o falso testimonio que
tenga el perito o testigo; el cuestionamiento es válido puesto que los
antecedentes tienen directa relación con su calidad de perito o testigo en el
proceso. Empero, constituye una falacia argumentar que el procesado es
un mal padre porque no cumple con sus obligaciones alimentarias en un
proceso por peculado.
 Es muy frecuente en disposiciones fiscales y resoluciones judiciales que
rechazan un pedido de beneficio penitenciario, argumentar sobre las
calidades estrictamente personales del sentenciado, aun cuando no esté
vinculado a la naturaleza del delito por el que fue sentenciado. Se suele
preguntar sobre si ha leído determinada novela, o su apreciación respecto
de un tema cultural etc. En estos supuestos la falacia ad hominen, está
orientada directamente al desfiladero del Derecho Penal de Autor.

§ Argumentum ad hominen circunstancial

Como su mismo nombre lo indica, es un ataque que se realiza al hombre, debido a


las circunstancias que a este le rodean; se busca que sus circunstancias sean la
razón para cuestionar al oponente o solicitante; así en la disposición fiscal y
resolución judicial, se argumenta falazmente que no niega el beneficio
penitenciario, porque el sentenciado tiene su domicilio en un lugar de alta
peligrosidad. Las circunstancias son de diferente tipo como el empleo,
nacionalidad, religión etc.[22]

3.1.6 Falacia del muñeco de paja

Esta falacia consiste en deformar la tesis del contrincante, para debilitar su


posición y poder atacarla con ventaja. Esta falacia tiene dos momentos: i)
deformar la tesis del contrincante, y ii) luego ataca la tesis –ya deformada– del
contrincante; no ataca lo que es la tesis, sino lo que se acomoda mejor para su
ataque.

La falacia del hombre de paja es bastante frecuente en los debates de doctrina y


dogmática penal; así es común ver como los partidarios de un planteamiento
teórico funcionalista radical –Jakobs y otros- pretenden sostener que cualquier
propuesta dogmática que tenga como base solo los datos de la realidad, es
naturalista u ontologista; así con esa postura reduccionista, pretenden desconocer
que el componente normativo siempre está presente en la concepciones realistas
del Derecho Penal; así cuestionan solamente un caricaturizado aspecto
puramente material de esta teoría -desprovisto de su componente normativo- pues
así se acomoda mejor a sus críticas.

Esta falacias está presente también en los argumentos de quienes los que
cuestionan el concepto de imputación concreta; en efecto, de forma falaz reducen
su contenido, a la exigencia periférica de los detalles de las circunstancias[23];
cuando lo fundamental, son las proposiciones fácticas vinculadas a la realización
de los elementos del tipo penal -centralmente del verbo típico- en un contexto
tempo espacial; esto es lo medular de la imputación concreta; empero, falazmente
crean un “muñeco de paja”, una caricatura del concepto de imputación concreta
–“imputación de paja”-, con exigencia de detalles intrascendentes, para que sea
más cómodo y fácil su cuestionamiento.

3.1.7. Falacia del embudo, o del caso especial

Consiste en rechazar la aplicación de una Regla, apelando a excepciones


infundadas. Consiste en clasificar los derechos de acuerdo a las personas, unas
tienen más derechos que otras. Esta falacia tiene expresión práctica en la
selectiva del poder punitivo; en efecto, normalmente frente a casos con
características similares, sin embargo, el tratamiento es diferente, normalmente los
más vulnerables son lo que son pasibles de una prisión preventiva, o una pena
privativa de libertad con carácter efectivo.

En una sociedad estratificada es común “La ley del embudo”; así quien adjudica
un derecho, otorga estos a las personas que tienen cierto privilegio, en tanto que
limita ese derecho para las personas que pertenecen a un estrato no privilegiado.
Es una suerte de norma consuetudinaria y nadie lo discute, porque se emplea con
un halo de autoridad.

3.2. Elusión de la carga de la prueba

Se expresa en el brocardo: i) “Probatquidicit non quinegat”, que significa que


“debes probar lo que dices, no lo que niegas’” esta falacia “consiste en no aportar
razones que fundamenten la conclusión o, en pretender que las aporte el
oponente”[24]. Su aspecto contrario es el ii)“onusprobandi”, término latino que
expresa el aforisma: “quién afirma un hecho está obligado a probarlo ante los
tribunales; este principio epistémico, es el contenido esencial de la presunción de
inocencia en el proceso penal. No obstante que el “onusprobandi” es un principio
central; sin embargo, frecuentemente afectado con la falacia de “elusión de la
carga de la prueba”.

Se grupa dentro de esta falacia i) la Afirmación gratuita, ii) el Argumentum ad


ignorantiam, iii) Conclusión desmesurada, iv) El petitio principi, v) Non causa pro
causa, vi) Plurium interrogatium y vii) Protón pseudos.

3.2.1. Falacia de la afirmación gratuita

Se comete cuando no se dan razones que justifiquen las proposiciones fácticas


afirmadas; en efecto, estas proposiciones son inconsistentes pues únicamente
tienen como apoyo el énfasis con que se enuncian.

Esta falacia, es incluida dentro de las falacias de la carga de la prueba, porque no


aporta razones que fundamenten la conclusión. La falacia de la afirmación
gratuita, es más frecuente en un contexto en el que no puede ser replicada; así en
una sentencia que ponga fin al proceso de manera definitiva, muchas veces se
afirman proposiciones, sin respaldo de razones.

Son harto frecuentes estas falacias, en las motivaciones de sentencias, en casos


emblemáticos, porque la presión de la criminología mediática ha obligado a
resolver de una forma, sin poder sustentar razones de las afirmaciones.

3.2.2. Argumentum ad ignoratiam

Esta falacia se caracteriza por fundar la verdad de la proposición, en la ignorancia


o desconocimiento de la falsedad de la misma; es decir que una imputación de un
hecho punible es verdadera, por el mero hecho de que el imputado no ha podido
probar su falsedad o viceversa. El fundamento de esta falacia, consiste en
asegurar la verdad o falsedad de una proposición, solo porque el oponente, no
probó o refutó las proposiciones de la imputación concreta.

El conocimiento de esta falacia es muy importante a efectos de argumentar


correctamente el resultado de la actividad; en ese orden, para que los jueces
determinen que algo se ha probado; se deben basar en la afirmación de las
proposiciones fácticas que configuran la imputación del hecho punible y su
correlato probatorio. Empero, del silencio, incoherencia o contradicciones o mala
justificación de quien resiste los efectos de la imputación, no se puede derivar, que
se han probado los fundamentos de la imputación fiscal.

Si el Ministerio Público afirma que el imputado realizó determinado hecho punible,


y por ello pretende una consecuencia punitiva; entonces tiene la carga[25] de
probar los fundamentos de esa imputación concreta. Sin embargo, en la práctica
se observa que, el Ministerio Público pretende que se tengan por probados sus
asertos, porque el imputado incurrió en contradicción o incoherencia en su
declaración, porque varió su declaración, etc.; se toma como fundamento la mala
o falsa justificación que realiza el imputado, y con ello, el Ministerio Público enerva
su deber de la carga de probar. Se llega a extremos de considerar a la declaración
del imputado como prueba[26]; desnaturalizando su categoría procesal de
oposición o resistencia, que descansa sobre la base constitucional de la
presunción de inocencia; de tal manera que es indiferente para efectos probatorios
la mala o falsa justificación del imputado.

También es práctica que descansa sobre esta falacia, la pretendida carga


probatoria dinámica, que se presenta en los delitos de omisión a la asistencia
familiar; en efecto, constituye un elemento del tipo la capacidad económica del
imputado, pues determina la situación típica, en cuyo contexto, tiene sentido
normativo la omisión; por tanto, es carga del Ministerio Público afirmar y probar
este hecho; empero, posturas reductivas consideran que la incapacidad
económica, es un hecho impeditivo, y que, por tanto, correspondería la carga de
probar, al imputado que lo alega. Esta falacia es el núcleo de la denominada carga
probatoria dinámica.
Esta falacia en su forma más burda, se presenta cuando el Ministerio Público,
alega que la defensa técnica del imputado, no ha probado su inocencia; por tanto,
argumentan falazmente, que correspondería otorgar el pedido de condena, pues
tienen por probada la imputación del hecho punible, sobre la falsa base de que el
imputado no probó lo contrario.

3.2.3. Conclusión desmesurada

Esta falacia es un error inductivo, que se comete cuando a partir de datos ciertos,
llevamos la conclusión más lejos de lo que aquellos permiten. Es una forma de
falacia por olvido de alternativas. Este razonamiento inductivo es falaz pues es
ampliativo[27] dado que concluye con desmesura, más allá de la información
producida por los actos de investigación o de prueba.

Se incurre en esta falacia, cuando el juez expide una resolución incongruente con
lo debatido en audiencia. La regla impone que el juez debe fundamentar su
decisión estrictamente con lo debatido en audiencia; solo es legítima la decisión –
cualquiera sea el sentido- con base en lo debatido oralmente. Sin embargo, es
recurrente que los jueces, con información insuficiente debatida en juicio,
extiendan sus alcances más allá de lo que ésta permite. En casos extremos linda
con el prevaricato[28].

Así, también el art. 272.1 del CPP, regula la duración de la prisión preventiva,
en los siguientes términos:(1.) La prisión preventiva no durará más de nueve
meses; la premisa es verdadera para afirmar el límite máximo del plazo de
duración de la prisión preventiva; no obstante, sin embargo derivan de esta
premisa verdadera, una conclusión desmesurada, interpretan algo que no dice la
premisa, algo que trasvasa lo dicho en la premisa; construyendo un imperativo –
inexistente en la norma- de que el plazo de la prisión preventiva, debe ser de
nueve meses. Constituyendo de esta forma, una abierta sustitución de los
términos que emplea el dispositivo.

Esta falacia también es frecuente, en los requerimientos acusatorios; así el


Ministerio Público, partiendo de insuficientes elementos de convicción, considera
haber configurado una causa probable.

3.2.4. Petitio principi

La falacia de petición de principio consiste en utilizar como premisa, lo mismo que


dice la conclusión; es un argumento aparente, pues solo hay una premisa que se
repite en la conclusión o viceversa; premisa y conclusión son equivalentes; así: i)
el fundamento de la premisa es la conclusión y ii) el fundamento de la conclusión
es la premisa; por esa razón, admite el nombre de falacia del círculo vicioso.

Así se presenta en la argumentación de cierto sector de la doctrina, con relación a


la “autonomía sustantiva” del delito fuente en el lavado de activos; en efecto el Art.
1 del Decreto Legislativo 1106, establece: “El que convierte o transfiere dinero,
bienes, efectos o ganancias cuyo origen ilícito conoce o debía presumir, con la
finalidad de evitar la identificación de su origen, su incautación o decomiso, (…)”
De la lectura, se desprende que el dinero, bienes, efecto o ganancias deben tener
un origen ilícito que el sujeto activo conoce o debía presumir; pero ese origen
ilícito, es el delito fuente; por tanto, debería probarse ese delito fuente. Sin
embargo, los partidarios de la “autonomía sustantiva” niegan que el delito fuente
sea un componente del tipo; de tal manera que para sentenciar será suficiente con
que los activos tengan origen ilícito, y tendrán origen ilícito porque su origen es
ilícito; el razonamiento circular de esta posición es clarísimo; con este
razonamiento circular se tiene la Casación N° 333-2012 de la Sala Penal
Permanente de Puno, de fecha 15 de octubre del dos mil trece. Debe quedar
claro, que la única forma de determinar el origen ilícito es precisamente probar el
delito fuente, para no incurrir en esa falacia circular, que agota el debate en
señalar que el origen es ilícito porque es ilícito, de tal manera que cualquier
desbalance patrimonial, sería un supuesto de lavado de activos, por una
inexistente autonomía sustantiva del delito de lavado de activos.

Cuando esta falacia se produce en un contexto de decisión de operadores


estatales, no es sino expresión de autoritarismo. Esto es “a”, porque es “a”; pero,
porqué es “a”, porque lo digo yo. Configura la desnaturalización del contradictorio,
pues no se tienen razones que debatir.

3.2.5. Non causa pro-causa

Es la falacia que se comete, cuando un razonamiento que descansa en tratar


como causa de un fenómeno, algo que en realidad no es su causa. Una forma de
esta falacia –la más engañosa-[29]; es el error de concluir que un evento es
causado por otro, por el simple hecho de seguir al primero; la mera sucesión
temporal no establece una conexión causal.

Este error es frecuente en la argumentación fiscal, en su requerimiento acusatorio,


o en la argumentación judicial en la sentencia; cuando el solo hecho de prelación
temporal de un indicio, lleva a la afirmación del hecho punible.

Así, si el testigo refiere que el imputado le dijo el día viernes 1ero de noviembre,
que necesitaba con urgencia dinero; el día sábado 2 de noviembre, desaparece
dinero de la caja donde ambos trabajaban; luego el imputado es responsable, por
la mera prelación de su expresión de que necesitaba dinero.

El único efecto que puede tener la expresión, es un indicio contingente pero nada
más, de tal manera que si de este solo indicio se deriva responsabilidad, no cabe
duda, que se incurre en la falacia de Non causa pro-causa

3.2.6. Plurium interrogatium

Irving Copi, nos indica que, “de todas las falacias que se utilizan en el
razonamiento cotidiano, una de las más comunes, es la de formular una pregunta
de tal forma que se presupone la verdad de alguna conclusión implícita en esa
pregunta (…) Su presencia resulta sospechosa cuando es acompañada de un
tajante “sí” o “no”.[30]

En el interrogatorio y contrainterrogatorio en juicio, es frecuente el uso de estas


preguntas capciosas; en efecto, este tipo de preguntas generalmente es
compuesta, pues tiene dos puntos, así quien responde afirmativamente al último
punto, termina afirmando el primer punto, por la forma capciosa del interrogatorio.

Además debemos alertar, que el uso de esta pregunta en un contrainterrogatorio,


no siempre es buscar genuinamente una respuesta; sino que tiene una finalidad
retórica, que al ser formulada con seriedad, se obtiene de modo falaz el propósito
de quien interroga; que es, introducir tendenciosamente información que no dice el
testigo.

Obviamente con este tipo de preguntas se afecta el contradictorio puesto que la


verdad a medias no aproxima a la verdad, sino por lo contrario, la distancia;
deviniendo el contradictorio en puro formalismo.

3.2.7. Falacia del proton pseudos

El paralogismo de proton pseudos consiste en el uso de premisas falsas, ya sea


en relación a las normas jurídicas o a los hechos. Se produce cuando en una
argumentación, entre las premisas utilizadas, al menos una de ellas no es
verdadera, y se pretende pasar la conclusión como cierta[31].

Así por ejemplo señalar que el artículo 29 del Código Penal, establece que las
penas temporales pueden exceder de los 35 años; luego de ello derivar que en
caso de concurrencia de las circunstancias agravantes cualificadas de
habitualidad y reincidencia, pueden exceder de ese marco.

[1] La determinación abstracta de un hecho punible, se sustenta en el principio de


estricta legalidad; en efecto, para definir un delito no solo i) debe intervenir una ley
que formalmente describa la conducta punible, sino que ii) esa formulación legal
debe estar referida a un comportamiento empírico y fáctico preciso, es decir, a un
hecho externo del hombre.

[2] Ciertamente la configuración de reglas singulares se presenta en la vida diaria:


contratos, convenios, resoluciones, etc. Estos tipos de reglas específicas están
vinculados normativamente a la regla general.
[3]Es un método específico que permite al pensamiento apropiarse de lo concreto,
y de reproducirlo luego en proposiciones fácticas.

[4] La Real Academia de la Lengua Española, define al término ambiguo como


“Dicho especialmente del lenguaje: Que puede entenderse de varios modos o
admitir distintas interpretaciones y dar, por consiguiente, motivo a dudas,
incertidumbre o confusión”

[5][5] COPI, Irving. Op. Cit., p. 151.

[6] Ibídem p. 154.

[7] El delito de Lavado de Activos es un delito de conexión.

[8] Con ello se incurre incluso en la falacia de falsa causa

[9] “Relación léxica de inclusión que se establece entre un término genérico


(hiperónimo) cuyo significado engloba el de otros términos más específicos
(hipónimos). La cohiponimia es la relación que se establece entre hipónimos
dependientes de un mismo hiperónimo. Un campo semántico está constituido por
un hiperónimo y sus correspondientes hipónimos. En el debate el uso de términos
hiperónimos, hipónimos y cohipónimos evidencia y asegura la coherencia y
cohesión del discurso.

Hiperónimo: país.

Hipónimos: España, Francia, Alemania, China, Estados Unidos… (Estos términos


son cohipónimos entre sí). Todos los términos anteriores forman un campo
semántico.”

Documentación de fuentes electrónicas en Internet (fecha de consulta 10 de


noviembre del 2016). Disponible en
http://www.aprenderadebatir.es/index.php/como-expresarse/claridad/claridad-
introduccion

[10] Real Academia de la Lengua Española. Diccionario. Atinencia o Atingencia.


Recuperado en http://dle.rae.es/?id=4FV4NVg.

[11] Aquí agrupamos a aquellas que había señalado Irving Copi, y Carl Cohen en
Introducción a la Lógica, además sumamos la lista de los primeros, algunas
nuevas falacias que nos señala García Damborenea en su Uso de la Razón y
Castillo Alva en Razonamiento Judicial.

[12] Así fue bautizada por Bentham en Falacias políticas, porque se emplea para
evitar la censura de las personas que ejercen el poder.
[13] GARCÍA DAMBORENEA, Ricardo. Uso de Razón. El Arte de Razonar,
Persuadir, Refutar, pp. 38-39.

[14] GARCÍA DAMBORENEA, Diccionario de falacias, p. 11.

[15] Irving M. Copi (1995: 125).

[16] Baculum es un término que significa “garrote”.

[17] Conforma la Tríada que Irving Copi denomina “falacias muy comunes y
bastante falaces”COPI, Irving y Cohen Carl. Op. Cit., p. 138.

[18] Eemeren, Vans y otro. Op. Cit., p. 129.

[19] Irving Copi, señala a los argumentos ad populum, ad misericordiam y ad


baculum, como las “tres falacias muy comunes” en su Introducción a la Lógica.

[20] COPI, Irving y COHEN, Carl. Introducción a la Lógica, p. 138

[21] GARCÍA DAMBORENEA, Ricardo. Uso de Razón. El Arte de Razonar,


Persuadir, Refutar. P. 59

[22] Señala Copi: “Un oponente debe aceptar (o rechazar) alguna conclusión, se
argumenta falazmente, tan solo debido a su empleo, nacionalidad o a otras
circunstancias”, p. 133.

[23] Precedentes, concomitante y posteriores.

[24] GARCÍA DAMBORENEA, Ricardo. Uso de Razón. El Arte de Razonar,


Persuadir, Refutar. P. 38.

[25] Dado de que no es titular de un derecho subjetivo punitivo, institucionalmente


se le asigna ese deber, por esa razón se expresa en un “deber de la carga de la
prueba”

[26] No es el caso de la confesión que exige para ser considerado como tal
determinados requisitos cognitivos como la configuración de una causa probable,
o la terminación o conclusión anticipada.

[27] GARCÍA DAMABORENEA, Ricardo. Op. Cit., p. 23.

[28] «Artículo 418.- Prevaricato

El Juez o el Fiscal que dicta resolución o emite dictamen, manifiestamente


contrarios al texto expreso y claro de la ley, o cita pruebas inexistentes o hechos
falsos, o se apoya en leyes supuestas o derogadas, será reprimido con pena
privativa de libertad no menor de tres ni mayor de cinco años.«

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