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Este espacio

Abrió los ojos en un movimiento mecánico, era lo instituido, esta acción se manifestaba en su
rutina. Lo primero que vilusmbro fue un paramento negro que no tenía fin, a veces parecía
que suaves ondulaciones lo cubrían, pero la sensación sofocante persistia, al igual que como
lo recordaba. Se levantó del sillón pintado en un gris grafito, apoyó sus pies en algo que
aparentaba ser el suelo, opaco y sin textura. Un breve dolor sobrevino, provocando pequeños
espasmos en su cuerpo. Sí, era una sensación que conocía; antes se hubiera quejado debido a
ello, pero ahora simplemente reaccionaba debido a la extrañeza de no recordarlo como algo
sometido a él. Al igual que siempre, su cuerpo quedó estático en esa posición, esperando el
momento anárquico…

El espacio que la contenía sólo tenía un sillón y dos lúgubres mesitas que actuaban como
forma de decoración. No había nada más que ella, sola en ese espacio. A su alrededor todo
era negro; sin fin ni comienzo. Podría emprender viajes fuera de ese espacio y perderse en él,
pero al final, al abrir sus ojos, siempre estaba en el mismo sitio. No había tiempo, por lo cual
tampoco existían días ni horas; lo único que le llegaban a borbotones eran sensaciones. Las
había de todo tipo, desde peculiares que provocaban ataques de risa incontenible e
inquietantes, que la abatían hasta que sus ojos se volvían a cerrar. Este espacio era suyo, por
el simple hecho de no haber nadie más. Se adueñó y aferró a él; al fin y al cabo no tenía nada.
Lo único incongruente con su espacio era que ella cambiaba: sus manos crecían, su cabello
ondulado caía de manera más abundante, instintos que no conocía se hacían presentes,
sensaciones nuevas emergían de ella, hasta su rostro imaginó que se volvía más redondo, su
cuerpo se estiraba y ciertas partes, algunas más ocultas, le proveían sensaciones exorbitantes.
Ella se fue percatando de esos cambios, que sucedían con el abrir y cerrar de sus ojos; eso es
lo único que sabía con certeza, ella cambiaba pero su espacio no.

A lo lejos se comenzó a oír ruidos:


-Espero que esta vez sean tranquilos- se decía a sí misma, pero en el fondo sabía que muy
pocas veces lo eran.
Shhhh, shhhhh, shhhhhh-se acercaban cada vez más.
SHHHHHH-lo escuchó en su oído como si fuera un susurro. Ella lo sabía, había llegado.
Su cuerpo se movió, dio tres pasos, abrió sus manos, miró hacia arriba y los recibió. Sintió
como si electricidad recorriera su cuerpo, sus vellos se erizaron, sus ojos se abrieron a más no
poder, sobrevino un dolor punzante en su pecho, sus pulmones se fueron cerrando y la
sensación de asfixia la invadió.
-Por favor, que ya pare esto-pensaba mientras caía al suelo.
Sus ojos permanecieron abiertos y lágrimas comenzaron a brotar de ellos, el ruido que la
invadía se transformó en una cuerda que rodeó su cuerpo y se movía constantemente,
pasando por cada una de sus extremidades. Se sentía asqueada, no podía escapar de ella,
simplemente tenía que esperar a que esa robusta cuerda abandonara su cuerpo. Su boca no
emitía sonidos, la sensación de asfixia no se lo permitía; sus lágrimas descendían por toda su
cara, era lo único que su cuerpo expresaba. En cierto momento, la cuerda comenzó a
aflojarse. Ella veía cómo se deslizaba y desaparecía en la oscuridad. Finalmente, solo quedó
ella en su espacio, observando su cuerpo maltratado y vejado, veía marcas rojizas de
diferentes tamaños como si fueran tatuajes impregnados en su piel; de sus ojos no salía más
nada, su boca por fin emitía un leve gemido que iba acompasado con su agitada respiración,
sentía dolor e incomprensión de los hechos, impotencia por su inacción que terminaron dando
lugar a sentimientos de culpa. Finalmente esperó a que sus ojos se cierren preguntándose qué
sucederá cuando los vuelva a abrir. Internamente sabía que no sería bueno; últimamente nada
lo era.

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, aferrada siempre al anhelo de que al abrir
sus ojos todo cambiará y vendrán sensaciones que la harán sentir bien así ella por fin podrá
escapar de su espacio para crear otro mejor. A veces sucedía, sus pensamientos se
concretaban en hechos fugaces, como cuando una vez al abrir sus ojos lo que escuchó no
fueron ruidos sino notas acompañadas con instrumentos que juntos formaban una hermosa
melodía; cuando esta llegó a su cuerpo se sintió feliz, tanto que lo movía en una danza con
movimientos ondulantes y acompasados, incluso su voz salía con fervor desde su garganta,
sentía que ese espacio se iluminaba tenuemente, era maravilloso, no había lágrimas sino una
gran sonrisa, pero al igual que siempre, sus ojos se cerraban, lo quisiera o no, era la regla.

Mientras permanecía sentada esperando a que llegaran los ruidos, recordó lo que experimentó
la última vez que sus ojos se abrieron. Fue algo muy peculiar, mientras los ruidos la
atormentaban, de repente, no se oyó nada, pero vio cómo una bruma lentamente se extendía
hacia ella. No sabía de dónde venía, pero allí estaba, ocupando todo el espacio y entrando a
sus pulmones por sus fosas nasales; un hormigueo hizo que se tambaleara, cayó sobre el suelo
y cerró sus ojos, no había ruidos pero sí mucha confusión, un sentimiento extraño la envolvía,
sus ojos enrojecieron y sus pupilas aumentaron de tamaño, cada uno de sus nervios se
adormeció, miró hacia adelante y su vista se desenfocó, se sentía mareada pero a la vez la
tranquilidad le gustaba. De repente se quiso parar, encorvó su cuerpo y lentamente fue
cambiando su postura hasta quedar erguida, no veía bien, su vista estaba difusa, tocó su cara
con sus manos y no la sintió, frotó sus dedos entre sí y tampoco los sintió, aspiraba esa
bruma, y una sofocante sed la sobrevino, no sabía lo que estaba pasando, miró hacia arriba y
comenzó a reír, nada tenía sentido, reía sin motivo, se comenzaba a balancear sobre la bruma
como si la abrazara, intentaba sentir algo, pero no lo lograba, era espléndido verla en ese
momento, las sensaciones se adormecían, era estimulante por fin no tener ruido a su
alrededor, le gustaba lo que estaba viviendo, y deseó con todo su ser poder seguir
experimentando aquello que tanta confusión le causaba. Lo recordó con lujo de detalles, pero
su deseo no se cumplió, sentada en la misma posición recurrente, los esperó, y con ímpetu se
abalanzaron hacia ella.

Ruidos, muchos de ellos, oprimían sus sentidos, los escuchaba, los sentía, los odiaba, ellos la
dejaban tiesa, sin poder pensar, lo único que su sistema procesaba eran esos miles de
murmullos que permanecían en su espacio, ya lo sabía, no había nada que pudiera hacer, ellos
llegaban, en ocasiones más serenos y en otras, de manera apasionada, solamente para
atormentarla, deseaba que esto terminara, siempre lo hacía, ya no quería cerrar sus ojos pero
tampoco los quería abrir, ya no quería nada, solamente pensaba en su existencia
convirtiéndose en la nada misma, ese era su anhelo, uno que nunca llegaba. Así transcurrían
sus experiencias dentro de ese espacio, cada una marcada con el abrir y cerrar de sus ojos…

“Volví a abrir mis ojos, estaba desolada, no entendía por qué esto me pasaba, ya no quería
tener que esperar, quería escapar de aquí, pero por mucho que lo intenté no pude, corrí sin
rumbo y a ningún lado llegué, solo sé que siempre al abrir mis ojos estoy sobre el sillón, hoy
sé que no será diferente, ya no tengo fuerzas ni ganas para intentar escapar, simplemente
existo porque estoy aquí y porque no puedo dejar de hacerlo. Me siento, miro hacia el frente
y espero a que lleguen, los escucho a lo lejos, sé que pronto estarán aquí así que me levanto
y camino hacia adelante, poco a poco se acercan, lo sé porque un sudor frío recorre mi
columna, ya están aquí.
-¿Qué es esto?-me pregunto observando maravillada una gota de un color escarlata posada
sobre el suelo.
No lo entiendo, nunca vi algo igual, es hermoso. Me incliné y lo toqué con mi dedo, tenía una
textura viscosa y un olor peculiar. Acerqué mi dedo a mi boca y comencé a saborearlo, un
gusto pesado y metálico lleno mi paladar, me agradó. Mis ojos se agrandaron al ver más
gotas de ese color hermoso, cubriendo tímidamente el suelo frente a mí. Era lo más
espléndido que veía, me maravillé ante ello. Una euforia se apoderó de mí al ver que de mis
antebrazos y rodillas comenzaba a emanar ese líquido tan fantástico. Me sentía libre, ya no
escuchaba los ruidos, veía cómo el color escarlata fluía de mí, sintiendo su calor y su
temperatura cubriéndome. Me sentía tranquila y ligera, como si estuviera flotando en este
espacio sofocante. Quería más, deseaba que más fluyera de mí para poner fin a ellos, para
mezclar este radiante color con el grafito de mi sillón. Sentía cómo perdía fuerzas, me
costaba respirar, pero seguía siendo maravilloso. Mis ojos pesaban, levemente los fui
cerrando, dejando que esta nueva sensación me llenara, rogando que mis ellos jamás se
volvieran a abrir.”

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