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Rausky Ndrico, María Eugenia

El trabajo infantil en el
barrio La Unión de la ciudad
de La Plata : Un estudio de
caso
Tesis presentada para la obtención del grado de
Doctora en Psicología

Director: Eguía, Amalia Cristina

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Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad
Nacional de La Plata, que procura la reunión, el registro, la difusión y
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Cita sugerida
Rausky Ndrico, M. E. (2003)El trabajo infantil en el barrio La Unión
de la ciudad de La Plata : Un estudio de caso [en línea]. Trabajo
final de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación. Disponible en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.603/te.603.pdf

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA

TRABAJO FINAL DE LA LICENCIATURA EN SOCIOLOGÍA.

EL TRABAJO INFANTIL EN EL BARRIO LA


UNIÓN DE LA CIUDAD DE LA PLATA: UN
ESTUDIO DE CASO.

DIRECTORA: Amalia Eguía


ALUMNA: María Eugenia Rausky.

1
ÍNDICE

Introducción....................................................3

Sección I........................................................4

Sección II.......................................................11

Sección III......................................................17

Sección IV..................................................... 23

Bibliografía.................................................... 39

2
Introducción

El ingreso al mundo del trabajo en edades tempranas está directamente relacionado con la
pobreza. Si bien el trabajo infantil no tiene como causa única la pobreza ya que ni todos los
niños que trabajan son pobres ni todos los niños pobres trabajan, la situación de pobreza es un
aspecto fundamental al intentar explicar el fenómeno.
Ahora bien ¿porqué nos preocupa el trabajo infantil? La preocupación por este fenómeno en
nuestras sociedades, tiene que ver básicamente con que la protección de la infancia es uno de los
elementos esenciales para pensar en una sociedad equitativa, si la infancia es entendida como “el
momento en que se adquieren los instrumentos básicos y se construye el capital humano y social
de los individuos” (Minujin y otros, 2000). Que los niños ya a edades muy tempranas deban
realizar algún tipo de actividad obstruye el acceso a capacidades básicas para desarrollar su vida
futura, estos niños desde pequeños y a lo largo de sus vidas acumulan desventajas que los limitan
en sus potencialidades de desarrollo.
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), el trabajo infantil tiene
consecuencias desfavorables tanto a corto como a largo plazo: en lo inmediato hay un deterioro
en la educación del niño, una exposición a situaciones de riesgo (accidentes, lesiones físicas,
enfermedades) y una socialización en ámbitos que no siempre son adecuados para su edad. Si
enfocamos la mirada a futuro el trabajo infantil conduce al retraso escolar o abandono del
sistema educativo, lo que a su vez provoca menores ingresos en la vida adulta, el acceso a
trabajos no calificados y la reproducción de las condiciones de pobreza que provocaron la
inserción laboral temprana. En este sentido se habla de un “círculo perverso”, en el cual la
pobreza y el trabajo infantil aparecen como elementos mutuamente determinantes.
Dada la relevancia de dicha problemática una serie de inquietudes recorrieron la presente
investigación. Para dar respuesta a ellas se trabajó con unidades domésticas del barrio La Unión
de la ciudad de La Plata que incluyen en su seno a niños menores de 14 años que realicen algún
tipo de actividad económica.
Se trató de conocer el papel que ocupa el trabajo infantil en el marco de las estrategias
familiares de sobrevivencia y las representaciones de los niños y sus familias frente a su
condición de trabajadores. En este sentido se tomó como unidad de análisis a la unidad
doméstica.
El trabajo está dividido en cuatro secciones. La sección uno trata sobre cuestiones globales
relacionadas a la infancia y el trabajo infantil: se indaga sobre las distintas conceptualizaciones
que a lo largo de la historia ha habido sobre la infancia y el trabajo como así también sobre su
situación normativa. En la sección dos se hace un análisis de la evolución de la pobreza y su
relación con el trabajo infantil; se presentan algunos datos sobre la extensión del trabajo infantil
en Argentina y se analiza el rol del Estado frente a esta problemática. En la sección tres se
exponen aquellos conceptos clave para la investigación y por último, en la sección cuatro se
presenta el estudio de caso y las reflexiones finales.

3
I

¿ Qué se espera de los niños? ¿ Qué es ser niño?

El trabajo infantil está considerado en nuestras sociedades como un fenómeno que asume
connotaciones negativas, pero ¿por qué es así? Para dar una respuesta a este interrogante creo que
hay que comprender la problemática del trabajo infantil dentro de una cuestión más amplia que se
relaciona con la definición de niñez. Debemos preguntamos primero ¿qué se espera de la niñez?
¿qué se entiende por niñez? ¿ se la considera el momento del juego y del estudio? ¿ comprende el
trabajo? Se puede decir que actualmente hay cierto acuerdo en definir la niñez como aquel
período de la vida en el que el desarrollo del sujeto tanto física como psíquicamente es
fundamental y que por ende, debe tener prioridad el cuidado hacia ellos, el tiempo para el juego,
el acceso a la salud y a la educación. Como bien dijimos la infancia constituye el momento en el
que se adquieren los instrumentos básicos y se construye el capital humano y social de los
individuos.
Ahora bien, la idea de infancia y trabajo infantil ha variado tanto en relación a los diversos
contextos socio-históricos como así también en función de la pertenencia a distintos sectores
sociales (Duro y Marcón, s/f).
El trabajo infantil ha existido siempre, no es un fenómeno contemporáneo, sin embargo a lo
largo de la historia ha presentado diferentes valoraciones.
Tanto en la antigüedad como en la Edad Media y en la época de la revolución industrial, una
gran cantidad de niños realizaban alguna actividad laboral, su incorporación temprana al mundo
del trabajo era algo que formaba parte del curso natural de sus vidas, lo cual nos indica que la
infancia era un período breve.
En la Edad Moderna, en los siglos XVIII y XIX esta situación se ha ido revirtiendo, la familia y
la escuela pasaron a ser instituciones que comenzaron a construir los roles de “niño-hijo” y “niño-
alumno”. Al redefinir la niñez y otorgarle un nuevo status, comienza a reconocerse que la
infancia es un período particular en la vida de las personas que requiere de un cuidado especial y
de la protección de dichas instituciones. Igualmente esta nueva concepción de la niñez no se
generaliza al conjunto de la sociedad; son las familias burguesas las que le otorgan este nuevo
lugar a la infancia, mientras que para los sectores populares la niñez continuó estando ligada a
prácticas laborales (Duro y Marcón, s/f).
A lo largo del siglo XX, se ha hecho cada vez más presente la necesidad de brindar al niño una
protección especial. Esto se ha manifestado principalmente en la Declaración de Ginebra de
1924 sobre los Derechos del Niño que en 1959 es adoptada por la Asamblea General de las
Naciones Unidas, y reconocida en la Declaración Universal de Derechos Humanos, en el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, en el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, sociales y Culturales y en los distintos instrumentos que utilizan los organismos
especializados en la temática. Sin embargo es en 1989, con la adopción por parte de la Asamblea
General de las Naciones Unidas de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño
(CIDN), que todo lo relacionado a la protección de la infancia llega a un punto cúlmine. La
CIDN incorpora aspectos ya contenidos en la DDN, los amplía y, a su vez, va más allá de dicha
Declaración, ya que hace jurídicamente responsables a los Estados que la ratifican de sus
acciones respecto a los niños. Un elemento central es que los niños pasan a ser considerados
sujetos de derecho. En este sentido se habla de una ciudadanía de la infancia, todos los niños
cualquiera sea su condición social, sexo u origen étnico, portan una serie de derechos: acceso a la
salud, a un nivel de vida adecuado, a la educación, a la protección de la explotación económica,

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etc. Sin embargo, el hecho de portar estos derechos no significa que se efectivicen; el goce “real”
de los mismos dista de hacerse presente.
En Argentina, si bien transcurrieron más de diez años de la incorporación de la CIDN a la
legislación nacional, su aplicación es algo pendiente: viviendo en un contexto de crisis
económica, en donde la pobreza y la desigualdad social afecta cada vez más a miles de familias,
donde el número de niños que trabajan es cada vez mayor, donde la cantidad de chicos mal
alimentados o desnutridos aumenta día a día ¿cómo se puede pensar la ciudadanía que la CIDN
postula? Si la ciudadanía se define como un conjunto de prácticas sociales fundamentada en la
titularidad de derechos y en su provisión (Kessler, 1996) es evidente que la de los niños en
situación laboral es una ciudadanía incompleta. Según Duro y Macón (s/f), el ser ciudadano es un
proceso de aprendizaje, en el cual es muy importante que los niños no sólo conozcan los derechos
específicos de los que son titulares sino que es fundamental que ellos se asuman como “sujetos de
derecho”. En este proceso la escuela aparece como el lugar más indicado en el que se da este
proceso de aprendizaje de la ciudadanía, ya que allí se adquieren las capacidades expresivas
básicas, allí se aprende a exigir el cumplimiento de los derechos sociales, económicos, culturales,
civiles y políticos. En este sentido la educación es un derecho que habilita o abre las puertas a
otros derechos.
Ahora bien, si para ciertos sectores de la sociedad y para el Estado hay un consenso en
condenar el trabajo infantil ¿ocurre lo mismo con los sectores pobres que son quienes lo
vivencian? ¿asume para ellos la misma connotación? ¿qué entienden por infancia?

El cambio de paradigma: de la “situación irregular” a la “protección integral”

La cuestión de la infancia no ha sido abordada siempre de manera igual; con la aparición de la


CIDN se pasa de la doctrina de la “situación irregular” a la doctrina de la “protección integral”.
En América Latina durante largos años (casi todo el siglo XX) primó la doctrina de la
“situación irregular”. La misma no se dirigía a toda la población infanto-juvenil, sino a aquellos
menores que se encontraban en situación irregular (carenciados, abandonados, inadaptados e
infractores). Una vez que algún menor eran encontrado en las calles “en situación considerada de
riesgo personal o social, independientemente de estar infringiendo la ley o no, podría y debería
ser aprehendido y conducido ante la presencia de la autoridad responsable, o sea, el juez de
menores” (Gomes da Costa, 1997). La decisión del juez no estaba basada en un proceso judicial,
sino en un procedimiento subjetivo en el cual él actuaba como un padre de familia y decidía si el
destino del menor era la internación, la semi-libertad, la libertad asistida o la advertencia.
Según Gomes da Costa la gran perversidad de esta doctrina residía, por un lado, en que no
distinguía el tratamiento de casos sociales de aquellos que envolvían conflictos de naturaleza
jurídica y, por el otro, tenía una conducción arbitraria de aquellos casos que involucraban
adolescentes en conflicto con la ley. Varios especialistas consideran que esta doctrina dio lugar a
una “criminalización y judicialización de la pobreza”.
La doctrina de la “protección integral”, actualmente en vigencia, se dirige a toda la población
infanto-juvenil y apunta a garantizar todos los derechos de los niños. “En esta perspectiva,
protección integral es asegurar a todos los niños y adolescentes, sin excepción alguna, la
supervivencia, el desarrollo personal y social y la integridad física, psicológica y moral, además
de proveer medidas especiales de protección a aquellos que se encuentren en circunstancias
especialmente difíciles” (Ibid). Desde esta perspectiva los niños dejan de ser receptores de
acciones tutelares y asistenciales por parte del Estado para pasar a ser sujetos de derecho,
ciudadanos.

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A pesar de que la CIDN ha sido ratificada por nuestro país, adhiriendo así a la doctrina de
“protección integral”, esta adhesión se manifiesta en forma contradictoria ya que continúan en
vigencia legislaciones basadas en la doctrina de la “situación irregular”. Un caso que representa
esto es el de la Ley de Patronato de Menores Nro.10.903, sancionada en 1919 “que establece que
el niño se convierte en objeto de tutela tanto cuando es sospechado de infringir la ley, como
cuando es víctima de abuso o maltrato o se encuentra en situación de ‘riesgo moral o social’,
figura que engloba el conjunto de situaciones antes mencionadas” (González Bombal y Garay,
2000). Esta última categoría es sumamente ambigua e imprecisa, lo cual ha dado y da lugar a
acciones de tipo discrecional por parte de la autoridad judicial.
Es evidente que esta ley es completamente contraria a la protección de los intereses de los
niños y ha dado “origen a un sistema de corte ‘represivo’ y de control social difícil de
desmontar” (Ibid). Pero el problema ya no es sólo la ley en sí, sino que a esto se suma que en el
ámbito institucional la doctrina de la situación irregular sigue rigiendo en acto en la mayoría de
las instituciones que atienden a la infancia, por lo cual varios especialistas reclaman con urgencia
la necesidad de un reordenamiento institucional que apunte a la concordancia con lo que prevee
la Convención.

La niñez: su situación normativa.

Existen una serie de normas y convenios a nivel nacional e internacional que regulan la
cuestión de la infancia y que por ende contemplan cuestiones vinculadas al trabajo infantil. Se
supone que la existencia de las mismas es un instrumento muy importante para lograr su
eliminación.

La legislación internacional

El tema de la legislación internacional, sobre todo aquella relacionada a los derechos


humanos, encierra desde un comienzo bastantes dificultades. Uno de los problemas
fundamentales es que imparte para un conjunto de países de características culturales diversas, el
cumplimiento de determinadas normas que pueden entrar en contradicción con su cultura. En este
sentido parece importante dar a conocer algunas de las características del debate en relación a la
legislación internacional en torno a la niñez y el trabajo infantil, pero antes haremos un recorrido
por aquellos hitos legislativos que a nivel internacional sentaron precedente.
Los organismos internacionales, principalmente la Organización Internacional del Trabajo
(OIT) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) han sido los encargados de establecer
este conjunto de normas y convenios. Veamos cuáles son ellos:
 1919: la OIT adopta su primer convenio sobre trabajo infantil, el Convenio Nro. 5
sobre la edad mínima laboral en la industria. El mismo prohíbe el trabajo de niños
menores de 14 años en empresas industriales. Luego, esta prohibición se hizo extensiva
a otros sectores como la agricultura, la pesca, etc.
 1924: se realiza la Declaración de los Derechos del Niño, aprobada por la Sociedad de
las Naciones y considerada como el primer instrumento internacional que trata los
derechos del niño. Luego, en 1959, Naciones Unidas adopta esta Declaración.
 1930: aparece el Convenio Nro. 29 de la OIT sobre trabajo forzoso, el cual dispone la
supresión de todas las formas de trabajo forzoso u obligatorio, de esta manera se

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prohíbe cualquier trabajo o servicio impuesto a cualquier persona bajo la amenaza de un
castigo y para el cual no se ha ofrecido voluntariamente (este convenio comprende tanto
a niños como adultos)
 1966: la Asamblea General de la ONU adopta el Pacto Internacional sobre Derechos
Civiles y Políticos. En él se reafirman los principios de la Declaración Universal de
Derechos Humanos (1948) en relación a los derechos civiles y políticos y compromete a
los Estados Partes a tomar medidas para garantizar estos derechos. El artículo 8 declara
que nadie debe ser sometido a ninguna forma de esclavitud o servidumbre ni obligársele
a desempeñar un trabajo forzoso u obligatorio (este convenio comprende tanto a niños
como adultos)
 1966: se adopta también en este año el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales en el cual se reafirman los principios de la Declaración Universal
de Derechos Humanos en relación con los derechos económicos sociales y culturales. El
artículo 10 impone a los Estados Partes la protección de los menores contra la
explotación económica y el desempeño de trabajos perjudiciales para su dignidad, su
salud o su vida, o que puedan obstaculizar su normal desarrollo.
 1973: la OIT adopta el Convenio Nro. 138 sobre la edad mínima laboral, el cual dispone
que ningún niño menor a la edad establecida para la terminación de la enseñanza
obligatoria puede desempeñar un trabajo, cualquiera sea el sector económico, o, en todo
caso no puede ser menor a los 15 años. En este sentido sustituye los instrumentos
normativos anteriores que contemplaban a un número limitado de sectores económicos.
Cabe aclarar que hay tres excepciones o tres edades mínimas: a) si algún país miembro
tiene su economía y medios de educación insuficientemente desarrollados podrá
especificar una edad mínima de 14 años ( esto sucede en nuestro país); b) si el empleo
implica algún riesgo para la salud, la moralidad o la seguridad de los menores, la edad
mínima se establece en 18 años y c) a la edad de 12 o 13 años está permitido realizar
“trabajos ligeros”, definidos como aquellos trabajos que no son perjudiciales para el
desarrollo normal del niño, para su salud y que no impiden la asistencia a la escuela o la
participación en programas de orientación o de formación profesional. Este convenio
está acompañado por una recomendación, la Nro. 146, que insta a los Estados a elevar la
edad mínima hasta los 16 años. Una aclaración es importante: las recomendaciones no
son vinculantes y no son objeto de ratificación, sino que ofrecen orientaciones sobre
políticas, legislación y práctica, en cambio los convenios de la OIT imponen
obligaciones legales a los Estados que los ratifican.
 1989: la Asamblea General de las Naciones Unidas adopta la Convención Internacional
sobre los Derechos del Niño, lo cual marca un hito histórico en lo que respecta a la
defensa de los derechos humanos de niños, niñas y adolescentes. Se puede decir que el
principio -guía es aquel que figura en el artículo 3 según el cual lo que prima es “el
interés superior del niño” en todas las situaciones pertinentes, principio muy
cuestionado, que ha dado lugar a una serie de debates. Como ya se dijo, si bien en sus
artículos incorpora cuestiones previamente tratadas en la Declaración de los Derechos
del niño, los amplía y va más allá de la misma ya que hace jurídicamente responsables a
los Estados que la ratifican de sus acciones respecto a los niños (a los que define como
todos los menores de 18 años). En ella se destacan dos ideas fuerza. Por un lado la
consideración del niño, la niña y el adolescente como sujetos plenos de derecho,

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merecedores de respeto, dignidad y libertad abandonando con este enfoque el concepto
de niño como objeto pasivo de intervención por parte de la familia, el Estado y la
sociedad. Por otro, se considera a los niños como personas que necesitan de cuidados
especiales, lo cual supone que deben tener derechos especiales. Se abordan cuestiones
de diverso tipo tales como la educación, la salud, la nutrición, el trabajo infantil y la
seguridad social entre otras cosas. En cuanto a la cuestión del trabajo infantil dentro de
la Convención es muy importante el artículo 32, que hace referencia explicita a dicho
asunto: “ los Estados Partes reconocen el derecho del niño a estar protegido contra la
explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo que pueda ser
peligroso o entorpecer su educación, o que sea nocivo para su salud o para su desarrollo
físico, mental espiritual, moral o social” (Convención sobre los Derechos del Niño,
UNICEF). Luego en este artículo se insta a los Estados Partes a fijar edades mínimas
para trabajar; reglamentar horarios y condiciones de trabajo y por último estipular
penalidades que aseguren la aplicación del artículo.
 1999: la OIT crea un nuevo Convenio, el Nro. 182 sobre las peores formas de trabajo
infantil. En el mismo se definen las “peores formas de trabajo infantil” y pide que los
gobiernos las prohíban. Se entiende como tales a todas las formas de esclavitud o
prácticas semejantes, servidumbre por deudas o siervo; trabajo forzoso u obligatorio;
prostitución infantil; reclutamiento de niños para actividades ilícitas como por ejemplo
el tráfico de drogas y el trabajo que, por su naturaleza o por las condiciones en las que
se lo lleva a cabo dañe la salud, la seguridad o la moralidad de los niños. Se puede decir
entonces que este Convenio es más flexible que el Nro. 138 porque no prohíbe todas las
formas de trabajo infantil. La Recomendación Nro. 190 es la que acompaña a este
Convenio y propone entre otras cosas formas específicas de plasmar las disposiciones
generales del Convenio en las legislaciones nacionales; una lista de medidas que puedan
ayudar a eliminar las peores formas de trabajo infantil, etc.

Críticas a las normas internacionales

Si bien no es la intención de este trabajo hacer una crítica exhaustiva a las normas que regulan
la infancia y el trabajo infantil, considero pertinente analizar la discusión que se da en torno a las
implicaciones de la universalización de las normas. El hecho de impartir el cumplimiento de
determinadas normas sin tener en cuenta los diversos contextos socio-culturales en los que se las
aplica, ha generado fuertes críticas desde los planteos relativistas que ponen en tela de juicio la
posibilidad de su aplicabilidad a todas las sociedades por igual.
Philip Alston y Bridget Gilmour – Walsh, han hecho un análisis sobre el principio del interés
superior del niño, principio guía de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño,
según el cual en todas las medidas que tomen las instituciones públicas o privadas de bienestar
social, los tribunales, las autoridades administrativas o los órganos legislativos sobre los niños,
deberá primar el interés superior del niño.
Según estos autores el principio ha recibido diversas críticas, algunas de ellas apuntan al
carácter indeterminado de dicho principio; otras, se han desarrollado en el contexto de las
discusiones relativistas en torno a la aplicación de las leyes internacionales
La cuestión de la indeterminación del principio radica en cómo y quiénes determinan lo que
es importante para los niños.“La influencia de la cultura sobre el sistema de valores de una

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sociedad es un claro ejemplo de la indeterminación potencial del principio del interés superior”
(Alston y Gilmour- Walsh, 1997).
En el caso del trabajo infantil los factores culturales son, en algunas circunstancias, de gran
peso. Si bien la CIDN condena el trabajo infantil, en muchas sociedades tradicionales de África,
los niños tienen un papel muy importante en las actividades económicas; es a edades muy
tempranas que comienzan a desempeñarse en algunas tareas. En este sentido se dan dos tipos de
argumentaciones, la primera cree que si en una sociedad se espera que los niños trabajen, el
interés superior consistiría en que puedan desarrollar este tipo de actividad ya que funciona como
un mecanismo de integración social, si el niño no trabaja estaría de alguna manera excluido; la
segunda argumentación se basa en una idea completamente diferente, considera a este tipo de
prácticas como perjudiciales para los niños tanto física como psicológicamente, por ejemplo el
hecho de cargar con cosas muy pesadas es, para una persona que todavía no se ha desarrollado
físicamente, algo que puede provocar serios problemas en su salud.
Otro caso de indeterminación en la aplicación del principio es el de los recursos económicos de
los que dispone un niño en situaciones concretas.“Dependiendo de la importancia que se le
conceda a los diferentes valores, se podría justificar prácticamente cualquier conclusión
invocando el principio del interés superior. Por un lado, se suele argumentar que, en relación con
algunos de los países más pobres del mundo, la existencia del trabajo infantil constituye el interés
superior de los niños(...) sin este tipo de ingresos la familia no tendría recursos suficientes para
mantener al niño ni al resto de sus miembros. Pero existen también argumentos en contra que
llevan a la conclusión de que el trabajo infantil no constituye el interés superior del niño. Según
An- Na ‘im, ‘la naturaleza y las circunstancias del trabajo (...) no solo pueden constituir una
amenaza para la salud física y mental del niño, sino que también puede privarle de las
necesidades básicas de una educación académica’. Además, la obligación de trabajar puede privar
a los niños del derecho al juego y al tiempo libre recogido en la convención” (Ibid).
Si bien es válido que en algunos contextos haya que respetar las diferencias culturales, no hay
que olvidar que también en nombre del relativismo cultural, algunos gobiernos o sectores de la
sociedad pretenden desestimar los derechos humanos en favor de determinados intereses que
distan mucho de ser los de los niños.
Estos ejemplos muestran que en algunas ocasiones no es sencillo determinar qué es lo mejor
para los niños, la universalidad de las normas, es decir, la regulación para todas las sociedades
por igual de ciertas prácticas que para determinados observadores son incompatibles con los
derechos humanos, entra en contradicción con algunas prácticas culturales, pero ¿qué se debe
hacer? ¿abandonar todo proyecto de universalidad normativa o mantenerlo pese a las dificultades
que en algunas ocasiones se presentan? En general, se han presentado una importante gama de
propuestas que apuntan a continuar con el proyecto de universalidad normativa, pero ahora,
tratando de tener en cuenta los distintos factores culturales. Igualmente aunque se pretenda
revocar cualquiera de estas normas, es imposible hacerlo debido a que la Conferencia Mundial
sobre los Derechos Humanos aprobó una declaración inequívoca en la cual se expresa que la
naturaleza universal de los derechos humanos está fuera de duda.
A nivel nacional, a partir del análisis de la documentación vigente, se puede decir que hubo
consenso en relación a la aceptación de la normativa internacional.

La legislación nacional

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Podemos decir que actualmente el trabajo infantil en Argentina está regulado por una serie de
fuentes legales tanto nacionales como internacionales: la Constitución Nacional que incorpora la
Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, los Convenios Nro. 138 y Nro. 182 de la
OIT, la Ley de Contrato de Trabajo (Título Nro VIII) y también, indirectamente, la Ley Federal
de Educación. En lo que atañe a la Provincia de Buenos Aires, ámbito en el que se enmarca la
presente investigación, se destaca la Ley de Patronato, Nro. 10.603.
La Convención Internacional sobre los Derechos del Niño ha sido incorporada en 1990 como
ley nacional: la ley 23.849 y luego, en 1994 pasó a tener jerarquía constitucional, fueron
incorporadas sus normas como complementarias de los derechos y garantías de la Primera Parte
de la Constitución de nuestro país, la cual antes de su reformulación en el año 1994, no contenía
disposiciones directas que hicieran referencia al trabajo de los niños.
El Convenio Nro. 138 en Argentina ha sido aprobado en 1996 y tiene carácter de Ley, la Nro.
24.650. Este convenio es uno de los pilares más importantes que existen en la actualidad para
luchar contra el trabajo infantil, se lo considera como el más completo ya que se diferencia del
resto de los instrumentos normativos que venían contemplando a un número limitado de sectores
económicos.
El Convenio Nro. 182 en nuestro país fue ratificado por la ley 25.255, es considerado junto al
N138 como otro de los pilares fundamentales para erradicar el trabajo infantil.
También está el caso de La Ley de Contrato de Trabajo. La misma posee un Título Especial, el
Nro. VIII, denominado "Del trabajo de los menores", que junto con otras normas previstas en la
misma ley regulan el trabajo de los menores desde los 14 hasta los 18 años. Existe prohibición
absoluta de ocupar a menores de menos de 14 años en cualquier actividad, persiga o no fines de
lucro.
No hay que olvidar otra ley que indirectamente está vinculada a la cuestión del trabajo infantil:
la Ley Federal de Educación (Nro. 24.195), sancionada en 1993, dispone que el ciclo de
educación básica obligatoria terminará normalmente para el menor a los 15 años, lo que supone
que, en los hechos, la edad en la que comienza a trabajar el menor sea más elevada, pero
obviamente son “suposiciones”.
Igualmente las leyes admiten excepciones, una de ellas se ve por ejemplo en la admisión de
diferentes “edades mínimas” en el Convenio 138 de la OIT o el caso del artículo 189 de la Ley de
Contrato de Trabajo en el que: a) permite el trabajo de los menores de 14 años en empresas
familiares siempre que no se trate de ocupaciones nocivas, perjudiciales o peligrosas con previa
autorización del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. y b) establece que si bien no se debe
admitir que menores que no hayan finalizado la instrucción obligatoria trabajen, hay una
excepción y es el caso en el que si el trabajo del menor es considerado indispensable para su
subsistencia o la de sus familiares directos puede ser admitido pero con previa autorización del
ministerio y si ha llegado al mínimo de instrucción escolar exigida.
En la provincia de Buenos Aires, la situación normativa en el campo de la niñez está
atravesando por una situación conflictiva, esto se debe fundamentalmente a que continúa en
vigencia la antigua Ley de Patronato Nro. 10.067. Si bien dicha ley había sido anulada ante la
promulgación en el año 2002 de la Ley de Protección Integral a la Infancia Nro. 12.607 (Ley
acorde a lo que prevee la Convención), a pocos meses de ser sancionada, dicha Ley fue declarada
anticonstitucional. Actualmente se encuentra suspendida, por lo cual volvió a entrar en vigencia
la Ley Nro. 10.067.
La Ley de Protección Integral de los Derechos del niño y el joven, Ley Nro. 12607, significa
una avance muy importante en lo que atañe a diversas cuestiones vinculadas a la niñez. Esta Ley,
en su artículo Nro. 7, asume que es deber del Estado Provincial adoptar y propiciar las medidas

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administrativas, legislativas y judiciales que sean necesarias para asegurar que todos los niños y
jóvenes disfruten plena y efectivamente de sus derechos y garantías: protección contra la
explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo peligroso o nocivo; protección
contra el uso ilícito de estupefacientes y sustancias psicotróficas; protección contra todas las
formas de explotación y abuso sexual. El Estado Provincial deberá adoptar también todas las
medidas necesarias para impedir el secuestro, la venta o trata de niños y jóvenes y para promover
la recuperación física o psicológica y la integración social de todo niño o joven víctima del
abandono, explotación o abuso, tortura u otra forma de tratos o penas crueles, inhumano o
degradantes.
Parece pertinente mencionar que según la OIT en los países que integran el MERCOSUR, si
bien hay bastante legislación sobre el tema, aún la homogeneización y especialización normativa
en torno al trabajo infantil es insuficiente.
Como hemos visto, a lo largo de este siglo se ha avanzado de manera considerable en lo que
respecta a la temática de los derechos de los niños, la cuestión fundamental radica entonces en la
distancia que existe entre el derecho y los hechos. Esta distancia se torna más evidente y
problemática si tenemos en cuenta el empobrecimiento progresivo del conjunto de la población,
son los sectores pobres los más perjudicados por el incumplimiento de lo estipulado por las
normas y convenios. En el caso del trabajo infantil esta distancia se ha vuelto evidente, sobre
todo en estos últimos tiempos. Este fenómeno se tornó muy visible, en las ciudades, se percibe
rápidamente que hay una gran cantidad de niños y niñas que están realizando algún tipo de
actividad: niños pidiendo a los autos en esquinas muy circuladas, o que están vendiendo
productos en bares, restaurantes y trenes, niños que se ofrecen a abrir las puertas de los taxis,
niños que junto a algún mayor o solos, conducen un carro, son algunos de los tantos ejemplos que
se tornaron parte de nuestra cotidianeidad, sin olvidar aquella gran cantidad de actividades
realizadas por menores que no son visibles. Ante esta situación, si bien el hecho de haber
avanzado en la legislación es algo que sienta precedente y que no hay que minimizar, es
necesario analizar y ver cómo se traduce en la práctica la legislación vigente.

II

Pobreza y trabajo infantil

Hay una pluralidad de factores que explican la emergencia del trabajo infantil. Un primer grupo
de factores podría ser englobado como dimensión socio-económica y condiciones de vida lo cual
incluye la pobreza, el desempleo, la distribución del ingreso, el avance del sector informal y el
deterioro del sistema educativo. Un segundo conjunto de factores podrían incluirse dentro de lo
que denominaremos dimensión cultural, entre los que se encuentran las valoraciones del trabajo
infantil, las representaciones en torno a la niñez, el peso de la tradición, etc. Es importante tener
en cuenta que “todo análisis de las causas y factores que determinan la opción por el trabajo
infantil en las familias pobres, debe necesariamente considerar la interacción entre la dimensión
económica y las condiciones de vida por un lado, y la dimensión cultural, por el otro. Ninguna
por sí sola explica la emergencia y permanencia de este fenómeno en el tiempo”. (Duro y Macón,
s/f).
Si nos detenemos en el análisis de los indicadores que dan cuenta de la dimensión económica y
las condiciones de vida vemos que año a año la pobreza se ha ido incrementando, a su vez se ha
modificado su composición, se han generado fuertes modificaciones en el mercado de trabajo con

11
un aumento de la precarización y el desempleo, como así también cambios en lo que atañe a la
distribución del ingreso, que profundizan su carácter regresivo.
Ahora bien, para comprender las razones de estas modificaciones es importante remitirse a
fenómenos más globales, es decir, a los cambios operados en el sistema capitalista a partir de la
crisis económica de los ‘70s.
Esta crisis provocó cambios muy profundos, el esquema de funcionamiento del capitalismo a
nivel mundial comienza a modificarse estructuralmente. El nuevo modelo socava las bases de la
economía Keynesiana abogando por: un mayor control de la fuerza de trabajo; una severa
disciplina fiscal y la libre movilidad de bienes de capital. En resumidas cuentas, se pasa de un
Estado Benefactor a un Estado Subsidiario; se reestructura el mercado de trabajo; se asiste a la
caída en los ingresos medios de la población y la distribución de la riqueza se torna más desigual.
Todas estas transformaciones que operan a nivel mundial, como así también los cambios en el
rumbo de la política económica argentina en particular, han provocado cambios muy profundos
en la estructura social del país que tuvieron un gran impacto en las condiciones de vida de la
población; esta nueva realidad signada por la polarización social, la segmentación social y la
“exclusión” marca un gran contraste con las tendencias socialmente inclusivas y la marcada
movilidad ascendente que habían caracterizado a la sociedad argentina durante gran parte del
siglo veinte.
En la década de los ochenta, nuestro país se caracterizó por altas y persistentes tasas de
inflación, estancamiento del producto bruto, desindustrialización y un mercado de trabajo cada
vez más reducido y atravesado por la informalidad y la precarización de las relaciones laborales.
Otro fenómeno importante fue el creciente desfinanciamiento del sector público y la crisis de la
deuda externa, ambos procesos tuvieron como correlato una acentuada caída en el nivel de los
recursos reales destinados a las políticas sociales y un deterioro de los servicios prestados por el
Estado.
En la Argentina de los noventa, si bien se asiste a una política de estabilización exitosa, las
consecuencias sociales de la misma son muy importantes; el problema fundamental radica en que
hay un aumento creciente de la pobreza.
Siguiendo a Golbert y Tenti Fanfani (1994), dos son las fuentes básicas de producción y
reproducción de la pobreza: la estructura y dinámica del mercado de trabajo y la distribución
desigual de la riqueza.
En los últimos años el mercado de trabajo se ha modificado: no sólo aumentaron las tasas de
desempleo abierto, sino que también aumentó la precarización en las relaciones de trabajo,
aumentó el empleo de baja productividad y bajos ingresos, y se acrecentó el sector informal.
Con sólo observar la evolución de los indicadores de desocupación vemos claramente lo
alarmante de la situación: del total de aglomerados urbanos que releva la Encuesta Permanente de
Hogares (EPH), en mayo de 1992 la desocupación era del 6,9%, en mayo del 2002 es de 21,5%.
Discriminando por aglomerados, vemos que en mayo de1992 en el Gran Buenos Aires (GBA) la
tasa de desocupación era del 6,6 %, en mayo del 2002, es del 34, 3%. En el Gran La Plata (GLP)
el comportamiento es similar: en mayo de 1992 se registraba una desocupación del 6,3%, en
mayo del 2002 la cifra se eleva a 34,4%. (INDEC, 2002).
El fenómeno del creciente desempleo abierto está muy emparentado con el proceso de
terciarización que atravesó a la economía argentina en los años ‘70s. La industria pierde peso
como generadora de puestos de trabajo, y es el sector servicios el que aumenta su participación en
la estructura ocupacional.
La precarización de las relaciones laborales se manifiesta de varias formas: desprotección
laboral, contratos de trabajo cortos, etc.

12
Respecto al sector informal se puede decir que comienza a tener la característica de actividad
refugio, mientras que en los años ’50 y ’60 no lo era ya que mostraba cierta estabilidad e ingresos
razonables.
En cuanto a la distribución del ingreso, en la última década no sólo disminuye el ingreso
percibido sino que además ese ingreso se distribuye en forma cada vez más inequitativa.
Si bien la pobreza no es un fenómeno que aparece en los ’70s, es a partir de estos años que
comienza a adquirir progresivamente dimensiones alarmantes. Hasta 1980 la mayoría de los
pobres eran estructurales, a partir de 1987 la situación se modifica, no sólo aumenta la cantidad
de personas y hogares pobres sino que cambia la composición de la pobreza. Una serie de autores
resaltan que en los ’90 la pobreza abarca situaciones muy disímiles, se habla de “la
heterogeneidad social de la pobreza”. Los pobres urbanos ya no constituyen una categoría
homogénea, además de los pobres estructurales se incorporan nuevas formas de pobreza. Algunas
familias estructuralmente pobres pasan a ser indigentes y otras provenientes de los sectores
medios, que se empobrecieron como consecuencia de los problemas en el mercado de trabajo,
pasan a ser parte del grupo de los “nuevos pobres”. Ahora es este grupo quien más contribuye a la
pobreza general y lo distintivo es que provienen de los sectores medios de la población que, ante
el deterioro en sus ingresos no pueden acceder a los bienes y servicios básicos necesarios, es
decir, son pobres en términos de ingresos pero sus características sociodemográficas (como el
tamaño de la familia o el nivel educativo) hacen que se asemejen al grupo de los no pobres.
El fenómeno de la pauperización ha sido detectado aplicando la “línea de pobreza”, la cual
presupone la determinación de una canasta básica de satisfactores (bienes y servicios) que se
consideran social y culturalmente pertinentes para cubrir requerimientos básicos de la población.
Los últimos datos muestran que del total de aglomerados relevados por la EPH, los hogares que
se encuentran por debajo de la “línea de pobreza” representan el 23,4% (INDEC, 2002).
Otro dato importante que también se agrega a este panorama tiene que ver con la indigencia.
Este fenómeno involucra a aquellos hogares que no cuentan con ingresos suficientes como para
cubrir una canasta de alimentos capaz de satisfacer un umbral mínimo de necesidades energéticas
y proteicas. Los últimos datos muestran que del total de aglomerados relevados por la EPH los
hogares pobres indigentes representan el 18% (INDEC, 2002). Si se suman los hogares pobres
indigentes y los hogares pobres no indigentes, el total de hogares pobres es del 41,4%.
Por otro lado, la pobreza estructural ha sido medida a través del método de las necesidades
básicas insatisfechas, en el que se mide la falta de acceso a ciertos servicios como vivienda,
educación, salud, entre otros.
Por último no hay que olvidar que hacia fines de la década del ’80 y en adelante también
aumentaron la cantidad de hogares que si bien no tienen las necesidades básicas insatisfechas y
reciben ingresos apenas elevados con respecto a la línea de pobreza, la propensión a ser parte del
universo de los pobres es muy alta, el contexto de alta inestabilidad laboral es un factor muy
importante a la hora de tener en cuenta esta fenómeno.
Ahora bien, varios autores coinciden en presentar a la pobreza como un fenómeno
multidimensional que si bien está en relación con la no satisfacción de ciertas necesidades
consideradas básicas y con la cuestión del ingreso, también involucra otros aspectos. En este
sentido es interesante el aporte que realiza Amartya Sen para quien la pobreza es definida como
la privación de capacidades. Las mismas se relacionan con la posibilidad que un individuo tiene
para poder llevar adelante la vida que valoriza. Sintéticamente la perspectiva de Sen puede
resumirse así:
“ ...cada persona está provista de una determinada ‘dotación de recursos’ (endowments), que
define los ‘títulos’ (entitlements) que puede ofrecer.(...) La persona poseedora de un determinado

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entitlement está investida con la potestad de iniciar procedimientos para hacer efectivos los
derechos que éste acredita. Según sean los entitlements de una persona será su ‘vector de bienes
alcanzables’. La adquisición efectiva de bienes y servicios puede reflejar preferencias, elecciones
o valoraciones subjetivas, pero para entender el bienestar y la pobreza lo importante es estudiar
cómo la sociedad distribuye los entitlements sobre el patrimonio social” (Lo Vuolo y otros,
1999).
Esta mirada sobre la situación de pobreza es fundamental si se intenta analizar los problemas de
la infancia, ya que es allí donde comienza la cadena de obstáculos marcados por la imposibilidad
de elección y el desarrollo desigual de capacidades y oportunidades (Minujin y otros, 2000).
El pensar la pobreza desde esta perspectiva es uno de los pilares conceptuales que le permite a
Minujin presentar el concepto de Pobreza Infantil. Este autor intenta demostrar la importancia de
pensar en este concepto ya sea en forma independiente o como complemento de la discusión
general de pobreza.
El otro pilar que le permite pensar en la Pobreza Infantil es la Convención Internacional sobre
los Derechos del Niño, la cual como ya hemos visto le otorga a los niños el status de sujetos de
derecho e intenta asegurar el derecho de todos los niños y niñas a un desarrollo integral.
La relevancia de la pobreza infantil es cada día más importante; datos oficiales del SIEMPRO
muestran que el 70% de los jóvenes menores de 18 años es pobre o indigente. “En la Argentina, 7
de cada 10 chicos y jóvenes viven en hogares pobres. Pero esa cantidad, más de la mitad – casi 4-
son indigentes. En ciertas zonas del Gran Buenos Aires y en el norte del país (Salta, Jujuy, Chaco
o Misiones) aquella proporción se eleva a 8 y los indigentes trepan a casi 5 (...) Así lo que más
crece es la pobreza infantil y juvenil, y en especial la indigencia” (Diario Clarín, 7/8/02).
Según el INDEC en 1998, había 5, 7 millones de menores pobres. Desde entonces, la pobreza
infantil y juvenil creció en forma sostenida hasta alcanzar, en diciembre del 2001, el 56, 4% de
los jóvenes: 7 millones. Así en apenas 6 meses, la pobreza infantil y juvenil sumó 1,6 millones de
chicos, es decir casi un 23%, a razón de 266.000 por mes.
La EPH de mayo del 2002 muestra que en los partidos del conurbano bonaerense, los menores
de 14 años pobres indigentes representan el 39,8%; los pobres no indigentes el 37,0%, lo cual da
un total de 76,7%. Para el GLP los menores de 14 años pobres indigentes representan el 23,1%,
los pobres no indigentes el 36,2%, el total es de 59,3% (INDEC, 2002).

Algunos datos sobre la extensión del trabajo infantil en Argentina

Una investigación realizada por Silvio Feldman (1997) da cuenta de la extensión del trabajo
infantil en nuestro país. Según el autor este fenómeno no es homogéneo, asume características
singulares dependiendo de diversas variables: si se desarrolla en el ámbito rural o urbano; de
acuerdo con el tramo de edad y género y dependiendo de la forma de inserción laboral, los
riesgos a los que se ven expuestos los niños, etc.
Un elemento importante a tener en cuenta es que el trabajo infantil esta subregistrado, incluso
los censos y las encuestas no incursionan en este fenómeno por diversos motivos como por
ejemplo: los informantes que son generalmente los padres tienden a no explicitar los trabajos de
los chicos o en algunos relevamientos no se tiene en cuenta el trabajo de niños porque legalmente
no está permitido (Ibid).
En 1995 en una estimación de mínima se encontró que 252.000 niños y niñas de 6 a 14 años
realizaban trabajos. Sin embargo la incidencia del trabajo infantil no se da de manera
homogénea: es mayor en el ámbito rural que en el urbano (Feldman, 2001).

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En la actualidad si bien no hay datos exactos sobre la cantidad de niños que trabajan,
especialistas de la OIT calculan en sus últimas proyecciones que, con la profundización de la
crisis económica por la que está atravesando el país, hay aproximadamente 1.500.000 de niños
que realizan algún tipo de actividad laboral.
Otro elemento importante es la forma de inserción laboral de estos niños; la misma puede darse
bajo la forma de ayuda familiar, trabajo para terceros o asalariado, trabajo clandestino y trabajo
por cuenta propia, entre otras. Según Feldman el trabajo junto a miembros de la familia
constituye la forma predominante de inserción laboral de los niños, tanto en el ámbito urbano
como en el rural. En el mundo urbano más de la mitad de los niños que trabajan lo hacen junto a
algún familiar. A su vez, el trabajo que realizan los niños como ayuda familiar puede darse en
diferentes contextos, entre ellos encontramos: emprendimientos familiares (talleres o comercios);
trabajo a domicilio (confección, calzado, etc.); colaboración con los padres en el trabajo
asalariado o formas asimilables y en actividades autónomas de generación de ingresos
(recolección de residuos, venta callejera, etc.).

Políticas Sociales en relación al trabajo infantil en el ámbito de la provincia de Buenos


Aires.

En el año 2000 ha sido creada, en el ámbito del Ministerio de Trabajo, Empleo y Formación de
recursos humanos, la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (CONAETI).
En su Primer Informe Anual de Gestión se informa que la misma ha iniciado la elaboración del
Plan Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil, dividido en tres programas: Programa
Nacional para erradicar el trabajo infantil en zonas urbanas, vinculado al cirujeo y la mendicidad;
Programa Nacional para erradicar el trabajo infantil en zonas rurales, abarcando el trabajo en la
agricultura y el Programa Nacional para erradicar la utilización de niños y niñas en hechos
delictivos, el tráfico y comercio de estupefacientes y otras actividades ilícitas. La idea del Plan es
que se constituya en el marco referencial de los programas y proyectos nacionales, regionales,
provinciales o locales, que se vinculan directa o indirectamente con la prevención y erradicación
progresiva del trabajo infantil en Argentina. Hasta la fecha en la provincia de Buenos Aires se
puede decir que no ha habido articulación alguna.
En nuestra provincia, el organismo encargado de instrumentar políticas sociales orientadas a
niños y adolescentes es la Subsecretaría de Minoridad.
En relación a la cuestión del trabajo infantil desde este organismo se está implementando un
programa social denominado Programa de Atención Integral de Niños y Adolescentes en
Situación de Calle. Desde dicho programa se consolida una concepción, una modalidad de trabajo
y una práctica social e institucional que comprende a estos niños no como "irregulares ", sino
como " sujetos de derecho ".
El hecho de que este sea el único Programa que se implementa desde el Estado provincial para
abordar la problemática del trabajo infantil es un indicador de la poca relevancia que se le da al
asunto.
Hay diversos motivos que van induciendo a que los niños se encuentren en situación de calle.
En este proceso que transcurren el chico y su familia se van definiendo, según el mencionado
programa, tres situaciones diferenciales con ámbitos específicos y características propias:
1) Chicos en situación de calle en su comunidad
2) Chicos en situación de calle en las zonas céntricas
3) Chicos en situación de calle en capital o en grandes centros urbanos.

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1) En esta situación los niños y adolescentes pasan la mayor parte del día en las calles del barrio.
Este hecho señala una baja referencia familiar y una débil participación en actividades de las
instituciones comunitarias de su ámbito. Esto se conjuga con la falta de propuestas adecuadas y
contenedoras por parte de la escuela, con los consiguientes efectos de repetición y deserción.

2) Cuando estos niños y adolescentes no encuentran respuestas de contención, muchos de ellos se


ven obligados a trasladarse a centros comerciales y estaciones de trenes de los centros urbanos en
la búsqueda de opciones de sobrevivencia y alejándose de un medio conflictivo. Generalmente
las prácticas de estos niños y adolescentes en situación de calle tienen dos características:
a- Construir estrategias de sobrevivencia agrupándose por actividades de trabajo: los que abren
puertas de taxis, la venta en los trenes, cuidando y lavando autos, lustrabotas, floristas, los que
practican la mendicidad, etc. La mayor parte de los chicos no sólo pelean por su supervivencia
individual, sino también por la sobrevivencia familiar. Esto significa que la mayoría de los niños
y adolescentes mantienen un contacto con sus hogares.
b- Estos niños tienen vías de comunicación para retornar cotidianamente a su punto de referencia
familiar, sin embargo por distintas causas hay días que no regresan. La práctica de los niños con
estas características hace que se les presente un impedimento ambiental-físico, ya que no tienen
una casa de referencia donde comer, descansar , ser atendidos, estimulados, etc.

3) Son los niños y adolescentes que se fueron complicando en este proceso, incluso por el
desplazamiento en búsqueda de ocupar espacios de mayor rentabilidad. Así van optando por salir
de su área de referencia territorial. Esta situación se caracteriza por la explotación que los somete
a delinquir o prostituirse como medio de supervivencia. De ello surge que unas de las
problemáticas, es la relación del chico con las fuerzas de seguridad, por un lado y con grupos de
adultos dedicados a su explotación, por otro. Los vínculos con su familia están cortados, la calle
constituye su nuevo espacio vincular.
El objetivo general del programa es reducir los efectos de los factores de riesgo a los que se
encuentran expuestos los niños y adolescentes en situación de calle desde una perspectiva de
atención integral, revalorizando el lugar de la familia y su comunidad.
La meta del programa es tratar de alcanzar el mejoramiento de las condiciones de contención
afectiva, salud, educación, posibilidades de capacitación, acceso al mercado laboral e integración
familiar, de los niños y adolescentes en situación de calle y la prevención de la expulsión de sus
ámbitos de niños y adolescentes en situación de riesgo. Esto de logra a través de:
- La acción directa al chico en la calle y en su barrio por operadores de calle y operadores
comunitarios, según el caso.
- El accionar asistencial de los Hogares Convivenciales.
- El accionar ampliado hacia su familia.
- El accionar masivo hacia la comunidad.
- El accionar intersectorial e interdisciplinario a través de los Consejos Locales.

La descripción de este programa social nos muestra que no hay una política dirigida a la
erradicación del trabajo infantil en sí, este programa involucra diversas situaciones. Lo que ocurre
es que se centra en un tipo de trabajo infantil, el más visible, el que se ve en las calles, no
pudiendo cubrir este programa social y tampoco otro, aquellas situaciones de trabajo de niños y
niñas que no son fáciles de detectar por su invisibilidad, como el trabajo clandestino o aquellas
situaciones de trabajo familiar.

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Es importante tener en cuenta que las políticas de erradicación del trabajo infantil no deben
apuntar solamente al niño sino que se debe trabajar en conjunto con las familias, cuyas
condiciones de vida llevan a que necesiten del trabajo de los niños. En este sentido, hay que
considerar aquellos programas sociales que se implementan desde el Ministerio de Desarrollo
Humano y Trabajo de la Provincia de Buenos Aires, como por ejemplo aquellos que se
relacionan con lo alimentario, como el Plan Vida, el Programa de Unidades de Desarrollo
Infantil (UDI), Comedores Escolares, etc. Estos programas de carácter focalizado implementan
acciones muy acotadas en relación con la relevancia de la problemática, pero de algún modo
significan una ayuda para las familias.
Varios especialistas concluyen que los dos pilares más importantes sobre los que se debe
trabajar para erradicar el trabajo infantil son la familia y la escuela. La universalización de la
educación básica es un componente fundamental para lograr la inclusión social: “la escuela
sigue siendo la institución que brinda las herramientas que conducen al desarrollo de una
sociedad democrática, al acceso de la ciudadanía plena, otorga condiciones para la empleabilidad
y promueve el desarrollo económico de un país” (Duro, s/f). Respecto a la familia se recomienda
apoyarla para que así ésta apoye al niño, ya que de nada sirve centrarse en los pequeños cuando el
problema fundamental (aunque no el único) tiene que ver con la situación de pobreza por la que
atraviesa la familia. Igualmente las políticas públicas que se implementen deben estar
coordinadas entre sí y deben apuntar a las causas estructurales y no sólo a los efectos del trabajo
infantil.
Hemos mencionado la necesidad de emprender políticas que apunten a la erradicación del
trabajo infantil; ahora bien, es preciso aclarar que las propuestas de erradicación han enfrentado
en diversos países ciertas resistencias. Según García Méndez y Areldsen (1997), las resistencias
se basan en argumentos típicamente conservadores que, apelando a una supuesta piedad aparecen
como progresistas. Quienes representan esta tendencia suponen que las propuestas de
erradicación en primer lugar, aunque sean positivas, producirían efectos no deseados debido a
que la creación de normativas nacionales e internacionales lo que lograría es un aumento de la
clandestinidad del trabajo infantil. En segundo lugar, sostienen que es ingenuo tratar de
contradecir las tendencias estructurales del sistema. Esto se manifiesta al asumir que el trabajo
infantil es consecuencia de la pobreza, y que en momentos de ajuste es inevitable que la cantidad
de niños que trabajan aumente. En tercer lugar, se cree que aunque las propuestas de erradicación
sean viables y deseables, podrían generar mayores perjuicios; el razonamiento es simple: los hijos
de los pobres deben trabajar no sólo por razones económicas, sino también como una forma de
integración social.

III

Algunos conceptos clave.

La idea que recorrió la investigación es que una de las posibles razones que pueden explicar la
inserción de los niños en el mundo del trabajo se relaciona con la falta de recursos de las
unidades domésticas; éstas implementarían como parte de sus estrategias de sobrevivencia, la
incorporación de los niños al trabajo. Pero no es sólo este elemento el que coadyuva a que los
niños trabajen, también se ponen en juego una serie de factores que tienen que ver con las
representaciones sociales en torno a la niñez y el trabajo que se cristalizan al interior de la
unidades domésticas en las que estos niños viven. Además, la ilegalidad misma del trabajo
infantil hace que la inserción de los niños en el mercado de trabajo se de generalmente bajo

17
condiciones muy precarias y de informalidad. En base a esto podemos decir que los conceptos
clave que guían la investigación son: informalidad, trabajo infantil, representaciones sociales,
estrategias de sobrevivencia y unidad doméstica. A continuación se presentará una breve síntesis
de cada uno de ellos.

Informalidad

El concepto de informalidad fue acuñado por el antropólogo Keith Hart en los años ’70s, quien
intenta dar cuenta de las formas en que los sectores pobres urbanos de sociedades africanas
logran al menos su subsistencia. Surge con la necesidad de reconceptualizar la pobreza urbana y
las acciones o actividades que los sujetos crean para paliar esa situación. Esta perspectiva marca
una ruptura con el concepto de marginalidad.
En un comienzo, el concepto de marginalidad surge para dar cuenta de un fenómeno que
comenzó a darse en las distintas ciudades latinoamericanas luego de la posguerra: el problema de
la creciente exclusión de las masas migratorias de la economía urbana moderna. El uso de este
concepto supuso reconocer: 1) un espacio común a todas aquellas personas excluidas del sector
moderno: el espacio de la marginalidad y 2) la no incorporación de estas personas al sistema. De
aquí se desprenden dos ideas básicas para los teóricos de la marginalidad: por un lado el espacio
de la marginalidad es una unidad, con carácter de “condición” y no de “actor”, por otro lado, ese
espacio es un espacio de pasividad, y desarticulado.
La aparición del concepto de informalidad marca una ruptura con el concepto de marginalidad,
y esta ruptura no implica un mero cambio de conceptos, sino que tiene que ver con el surgimiento
de una nueva perspectiva.
Hablar de informalidad supone hablar de sujetos activos, no hace referencia a un espacio, sino
al comportamiento de individuos, supone ampliar la mirada y ver dentro de aquel espacio que la
teoría de la marginalidad había recortado. Este concepto implica pensar que la población pobre
no es una población inerte, excluida de la sociedad moderna, sino que por el contrario, es una
población dinámica, involucrada en una serie de actividades que si bien no están altamente
remuneradas, alcanzan para su subsistencia (Portes, 1995).
También hablar de informalidad implica pasar de un análisis dualista de la sociedad en la que
hay integrados y marginados, a un análisis de un sistema integrado e interdependiente. Ya sea en
forma subordinada o de mutua dependencia, de explotación o de convivencia simbiótica, la
informalidad no significa exclusión, sino la difusión amorfa en el sistema de un comportamiento
diferente (Saraví, 1996).
Por tanto, hablar de informalidad supone hablar de actividad y diferencia en contraposición a la
marginalidad que supone hablar de pasividad y exclusión.
Además la utilización del concepto de informalidad es importante porque, a diferencia de otros
conceptos, nos muestra la diversidad de situaciones que caracterizan al mundo del trabajo.
La conceptualización de la informalidad si bien comparte la atribución de estos rasgos en
común, está atravesada por tres enfoques principales: un primer enfoque que responde a análisis
neoliberales, un segundo enfoque denominado estructuralista y por último el enfoque del
Programa Regional de Empleo para América Latina y el Caribe ( PREALC) de la OIT.
El primer enfoque presenta a la informalidad como la resultante directa de la excesiva
intervención y control del Estado sobre la actividad económica. En este caso la informalidad se
presenta como sinónimo de ilegalidad. El trabajo informal es aquel que se realiza con
incumplimiento parcial o absoluto de las reglamentaciones legales, de carácter laboral, municipal
o fiscal. Lo normativo pasa aquí a ser lo central en la definición del fenómeno. Los trámites, la

18
excesiva burocratización llevan a los individuos a optar por la ilegalidad, pero esta opción no se
presenta claramente; con esto quiero decir que por un lado se puede comprender a la
informalidad como la mejor opción, la opción racional de determinados individuos frente a
condiciones adversas, pero por otro lado el ser ilegales no es una opción, es algo que de alguna
manera se impone, es la única salida ante las trabas del Estado. Domina aquí un acento en el
carácter conductual, volitivo, racional y hasta individual del hecho.
El segundo enfoque es el estructuralista. En este caso es también la ilegalidad lo que
caracteriza a la informalidad, pero ésta no engloba a cualquier actividad económica sino que
incluye a aquellas actividades vinculadas directamente con el sistema productivo.
La informalidad es vista como una actividad generadora de ingresos no regulada por el Estado,
en contextos en que actividades similares sí están sujetas a reglamentación (Portes y Schauffler,
1993). Para esta vertiente la informalidad es una respuesta del capitalismo ante la crisis de los
setenta. Luego de esta crisis, el capitalismo se orientó a flexibilizar el proceso productivo en dos
direcciones : las relaciones capital-trabajo y la relación producción- demanda. En este sentido la
informalidad no es una elección de los trabajadores, sino que es un síntoma más del
empeoramiento de las condiciones de trabajo y empleo para los trabajadores. La lógica con que
se desarrolla el sistema ya no excluye, sino que integra de modo diferente. En lugar de imágenes
duales de la sociedad, esta perspectiva intenta analizar la red de relaciones entre empresas
formales e informales.
Para el tercer enfoque, el del PREALC, la informalidad se origina y deriva de la estructura de
los mercados de trabajo, concebida ésta como la configuración e interacción cuantitativa y
cualitativa entre las estructuras y procesos de movilización- reproducción de la fuerza de trabajo
de un lado, y las estructuras y procesos de empleo dirigidos por las empresas formales, del otro,
es decir, el fenómeno es expresión o manifestación de un desequilibrio, desencuentro, o no
correspondencia entre dichas estructuras y procesos.
Así la informalidad es vista como un problema de sobreoferta relativa de mano de obra. El
proceso de formación de la oferta se considera excesivo tanto en calidad como en velocidad para
el modelo o patrón de empleo que posee ese sistema social. Este excedente de mano de obra
desplazado del sector moderno de la economía encontrará una ocupación en el llamado sector
informal de la economía. Las características principales de este sector serían: facilidad de entrada,
mínima división capital - trabajo, baja productividad, escasa inversión de capital, etc.
Según esta corriente, el objetivo de la empresa informal reside en asegurar la supervivencia de
la familia individual e inmediata, en cambio para el estructuralismo, el objetivo de la empresa
informal sería acrecentar las ganancias; además, para el estructuralismo el sector informal no
repercute en los sectores atrasados de la economía, sino que también envuelve al sector moderno.
Una de las críticas más importantes al PREALC tiene que ver con que le imprime a su teoría un
fuerte tono dualista, ya que no se visualiza una posible articulación entre los dos sectores. Uno
está dentro y el otro fuera de la verdadera economía (Portes, 1995).
Saraví propone considerar las actividades informales como actividades gestadas
mayoritariamente por individuos que cuentan con muy escasos recursos. Constituyen la
alternativa que está al alcance de sus manos, y que les permiten subsistir en el medio urbano.
Pero, gestadas desde abajo, con muy pocos recursos, y mayormente por individuos con pocos
años de educación y escasa calificación, los ingresos que se obtienen rara vez alcanzan el mínimo
establecido (Saraví, 1994). Para el autor, esta definición no implica ni que todos los pobres se
ocupen de actividades informales, ni que la informalidad se extienda a cualquier tipo de
actividad, sólo serán informales las actividades autogeneradas por los propios trabajadores.

19
Si bien su enfoque comparte los grandes lineamientos del PREALC, habría una diferencia: la
base de las actividades informales serían los pobres urbanos, y no el excedente estructural de
fuerza de trabajo. El trabajo intenta rescatar esta última perspectiva.
La decisión de optar por esta definición radica en que en el presente trabajo interesa ver al
trabajo infantil como una respuesta ocupacional generada por sectores pobres. Además, desde
esta perspectiva, la unidad de análisis no son sólo las actividades como en el caso del enfoque
estructuralista, sino que son las actividades y los sujetos que las llevan a cabo e incluye aquellas
actividades que se desarrollan en el sector no estructurado de la economía, actividades
autogeneradas que son las que interesa rescatar en este estudio.

Trabajo Infantil

En un informe de la OIT sobre el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo


Infantil (IPEC) se subrayan las dificultades que hay en torno a la conceptualización de lo que se
considera trabajo infantil. Una dificultad está relacionada con que hasta principios de los años
’90 no existía una concepción clara del concepto “trabajo infantil”, se hablaba de “niños de la
calle”, concepto en extremo vago y general que tiene que ver con fenómenos sociales de otra
índole.
Si bien a lo largo de estos últimos años se ha trabajado para resaltar la especificidad del
concepto, al acercarnos a la noción de trabajo infantil vemos que no es definido, ni
internacionalizado, ni reconocido por todos de la misma manera, existiendo diferencias a este
respecto entre las instituciones oficiales, las instituciones no oficiales, los padres de familia y los
propios niños, lo que acrecienta su ocultamiento (Feldman, 1997).
En esta investigación entenderemos al trabajo infantil como todas aquellas actividades
económicas realizadas por niños y niñas menores de 14 años (límite legalmente inferior para la
admisión a un empleo) estén o no remuneradas. Dichas actividades abarcan tanto la producción
de bienes y servicios como el limosneo. Se tomarán en cuenta aquellas actividades domésticas
realizadas por menores de 14 años que sean excluyentes. La OIT entiende que una actividad
doméstica es excluyente en caso de que a) un niño deba dedicar todo su tiempo a dichas tareas
viéndose privado de la posibilidad de ir a la escuela, situación en la que se considera a estas
actividades como equivalentes a una actividad económica o b) cuando las tareas productivas
familiares no pueden ser distinguidas de aquellas relativas a la reproducción familiar, porque el
lugar en que se realizan aquellas y el lugar de habitación coinciden, o porque los ámbitos de
producción y reproducción social están involucrados.
Una vez definido el concepto de trabajo infantil retomaremos una tipología realizada por la
socióloga Alicia Lezcano (s/f) que servirá como eje ordenador: trabajo infantil precario: niños
menores de 14 años cuya contratación está fuera del régimen legal; trabajo infantil informal:
actividades refugio de bajos ingresos con escasa o nula calificación; trabajo infantil clandestino:
desarrolla actividades que están directamente vinculadas a lo que social y legalmente es definido
como “delito”y una última categoría es la del trabajador infantil cuyo marco laboral es el de la
economía social.
Según esta autora la expulsión de los menores al mercado de trabajo tiene que ver claramente
con una estrategia de supervivencia familiar generada principalmente, para el caso de nuestro
país, por los cambios políticos, sociales y económicos que desde la década del ’70 han ido
provocando severas consecuencias como la caída del salario, el proceso de desindustrialización y
el desempleo entre otros.

20
De estos distintos tipos de trabajo infantil se tomó el trabajo infantil informal, que es el que se
detectó en el barrio.
Interesa destacar que, según la OIT, el trabajo infantil se concentra en un 90% en el sector
informal de la economía. Esto lleva a pensar que casi la única forma posible de inserción en el
mundo del trabajo es bajo condiciones de informalidad, lo cual añade un problema más: el trabajo
infantil es en general trabajo que se da bajo condiciones de informalidad. En este sentido, el
concepto de informalidad que se aborda a los fines de este trabajo es, como he dicho
anteriormente, el de Saraví, para quien la informalidad es entendida como una estrategia de
reproducción y no como una lógica de acumulación.

Estrategias de sobrevivencia

El estudio de las estrategias está vinculado a la preocupación de algunos investigadores en dar


respuesta a una inquietud: cómo logran reproducir su existencia ciertas clases, fracciones y
grupos sociales a pesar de las restricciones en términos de trabajo, ingreso y consumo que les
impone el modelo de desarrollo de las sociedades capitalistas atrasadas (Hintze, 1987).
Algunos autores hablarán de estrategias familiares de vida, de supervivencia, de sobrevivencia,
de existencia o de reproducción. Las diferencias en la elección de un tipo u otro de estrategias no
es un simple cambio de términos, sino que define qué actores se ven involucrados, qué tipos de
comportamiento deben ser incluidos en ellas, etc.
En el trabajo se rescata el concepto de estrategias de sobrevivencia; éste ha sido empleado por
varios autores, pero en la presente investigación me remitiré al uso que Cariola hace del
concepto. La autora las define como “la articulación del conjunto de mecanismos,
comportamientos y relaciones desplegadas para darle viabilidad a un objetivo fundamental:
lograr la reproducción integral de la unidad doméstica en las mejores condiciones posibles o,
dicho de otra forma, alcanzar un cierto nivel de satisfacción de sus necesidades básicas (Cariola
y otros, 1989). Para la autora, el enfoque de las estrategias es integrador, ya que aborda tanto la
reproducción biológica, material y social desde el plano doméstico en forma articulada con el
plano colectivo.
Se pueden distinguir dos dimensiones en el análisis de las estrategias de sobrevivencia: una
dimensión económica y una dimensión cotidiana. La primera tiene que ver con la articulación de
actividades y comportamientos destinados a obtener ingresos para la sobrevivencia, así como a
una determinada organización de la unidad doméstica para lograrlos. La gama de estrategias
económicas de sobrevivencia incluye desde aquella que aparece como la más simple y elemental
de insertarse en el mercado de trabajo formal hasta la combinación de distintas actividades
autogeneradas o de éstas con ocupaciones del sector formal. Respecto de las estrategias
cotidianas se puede decir que remiten a las funciones de reproducción biológica y cotidiana. Las
primeras se refieren a la reposición generacional y socialización, mientras que las segundas se
refieren a tareas domésticas de mantenimiento cotidiano y de la transformación del ingreso
doméstico en consumo.
El interés por tomar este enfoque de las estrategias se basa en que la distinción analítica que se
establece entre tipos de estrategias (económicas y cotidianas) es muy útil a los fines de la
investigación, ya que lo que interesa analizar no son las estrategias de sobrevivencia en su
conjunto, sino que sólo interesa un tipo de estrategia: la económica. A su vez se rescata a esta
última porque incluye el trabajo infantil como una de las estrategias de las distintas unidades
domésticas para incrementar ingresos.

21
Representaciones Sociales

El concepto de representación social o colectiva fue en un primer momento indagado desde el


campo de la sociología por Durkheim, sin embargo quien va a desarrollar su teoría es Moscovici
desde la psicología social.
Aquí se tomará lo que Jodelet entiende por representaciones. Para esta autora las
representaciones sociales se presentan bajos formas variadas, más o menos complejas. Tienen
que ver con imágenes que condensan un conjunto de significados que permiten interpretar lo que
sucede e incluso, dar cuenta de aquello inesperado; también se relaciona con categorías que
sirven para clasificar las circunstancias, los fenómenos y a los individuos con quienes tenemos
algo que ver, como también permite construir teorías que establecen hechos sobre ellos.
La noción de representación social manifiesta la intersección entre lo psicológico y lo social. Es
una manera de interpretar y pensar nuestra realidad cotidiana, es decir, una forma de
conocimiento social (lo que comúnmente en sociología denominamos sentido común) y es, a su
vez, una actividad mental desarrollada por individuos y grupos a fin de fijar su posición en
relación con situaciones, acontecimientos, objetos y comunicaciones que les conciernen. Es una
forma de conocimiento que se constituye a partir de la experiencia, pero también de las
informaciones, conocimientos y modelos de pensamiento que recibimos y transmitimos a través
de la tradición, la comunicación social y la educación. Es importante tener en cuenta que la
representación social está sumamente emparentada con la posición que ocupan los sujetos en la
sociedad, la economía y la cultura. (Jodelet, 1985).

Unidad doméstica

Se define a la unidad doméstica como la organización de un conjunto de personas que conviven


en la misma vivienda sobre la base de relaciones de parentesco o de otro tipo, para realizar y
compartir las actividades cotidianas de producción y reproducción de sus miembros de acuerdo
con una determinada división del trabajo, de responsabilidades y de un esquema de autoridad
(Cariola, y otros, 1989).
Se destaca que dicha organización se caracteriza por tener un sistema de autoridad que ayuda a
ordenar cuáles son las responsabilidades de cada miembro. Según Jelin, no se trata de asignar
tareas desde una posición de autoridad, sino que hay por detrás una operación más compleja, que
pone en juego los afectos y las solidaridades. Hay una tarea de convencimiento para que los
miembros contribuyan a la labor común, esto se logra apelando a cuestiones morales. Se ponen
en juego un conjunto de valores y normas, por ejemplo la idea de que los hijos están
subordinados a los padres, a quienes respetan y frente a los que tienen la responsabilidad de
cooperar.
Si bien la familia constituye generalmente la base de reclutamiento de las unidades domésticas,
hay ciertas distinciones básicas entre una y otra, a saber: que la familia tiene un rol de tipo
biológico ligado a la sexualidad y la procreación; y que está incluida en una red más amplia de
relaciones de parentesco guiadas por pautas sociales ya establecidas (Jelin, 1884).
La elección de la unidad doméstica se basa entonces principalmente en que la unidad de
análisis son tanto los niños como sus respectivas familias, pero tomar las familias restringe el
universo a personas que mantienen lazos de parentesco entre sí, entonces se considera más
adecuado ampliar el universo a la unidad doméstica, ya que incluye lazos de diverso tipo.
Además hablar de unidad doméstica, pone un énfasis mayor el aspecto económico de la

22
organización sin ocultar las distintas experiencias que los diferentes miembros de dichas unidades
vivencian como parte de una generación o sexo. Tal concepto permite ver a los hogares como
organizaciones conflictivas, atravesadas por relaciones de poder, que son las que en última
instancia van a definir el modo de funcionamiento de los habitantes del hogar.

IV

El trabajo infantil en el barrio La Unión

Aspectos metodológicos de la investigación

A lo largo del proceso de investigación se implementaron técnicas cuantitativas y cualitativas.


En la primera etapa del trabajo de campo se realizó un censo en el mes de junio del 2001.
Previamente se efectuó un pre-censo con el objetivo de relevar la cantidad de viviendas, el
número de integrantes de cada hogar, su edad y sexo Sobre un total de 142 hogares identificados
se encuestaron 127, relevando datos de 642 integrantes.
El equipo que participó del censo estuvo conformado por los integrantes de dos proyectos de
investigación, radicados en el Departamento de Sociología de la Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación de la UNLP (“Estudio integral de las condiciones de vida de familias
pobres del Gran La Plata” y “La pobreza en el Gran La Plata: nuevas realidades, nuevos
conceptos”) y por los alumnos del taller “Pobreza: discusiones teórico - metodológicas” y
“Metodología de la investigación social III” de la licenciatura en sociología.
El cuestionario que se elaboró relevó información acerca de:
_ características de la vivienda: cantidad de habitaciones, provisión de agua, servicio sanitario,
sistema de eliminación de la basura, materiales predominantes en la construcción de la vivienda,
posesión de artefactos domésticos;
_ composición familiar : número de integrantes y relación de parentesco, sexo, edad, lugar de
nacimiento, tiempo de residencia en el barrio y residencia anterior;
_ educación: asistencia a establecimientos educativos, nivel educativo alcanzado, razones de
interrupción de los estudios, cursos extracurriculares;
_ situación ocupacional: condición de actividad de cada uno de los integrantes de la unidad
doméstica de 14 años y más, características del último trabajo de los desocupados, características
del trabajo principal y secundario de los ocupados, trabajo infantil;
_ recursos del hogar: redes sociales de ayuda, apoyo de instituciones no gubernamentales,
participación en programas sociales, cultivo de huerta y cría de animales para consumo
doméstico;
_ organización doméstica y alimentación: realización de las tareas domésticas (responsables y
tiempo dedicado), atención de los niños, gasto en alimentación, evaluación de la misma, comidas
más frecuentes;
_ procesos de salud- enfermedad : última consulta realizada en la unidad sanitaria barrial
(motivos, fecha, especialista consultado, evaluación de la atención) y problemas de la salud
durante el último año (enfermedad, acciones, evaluación de las mismas), embarazos y control
ginecológico;
_ participación comunitaria y política.
Además de los cuestionarios sobre los componentes del hogar, las características de la vivienda
y los recursos del hogar se aplicaron cuestionarios específicos a los siguientes grupos de edad: de
0 a 4 años, de 5 a 13 años, de 14 a 24 años y de 25 años y más.

23
Una vez realizado el censo, los participantes de los dos proyectos de investigación arriba
mencionados elaboraron un informe en base al análisis de los datos obtenidos a partir del cual se
logró una caracterización completa de las condiciones de vida del barrio.
Los datos que se obtuvieron del censo permitieron, por un lado, identificar a aquellas unidades
domésticas que presentaban casos de trabajo infantil; por el otro, conocer en profundidad las
condiciones de vida por las que atravesaban dichas unidades domésticas.
En la segunda etapa del trabajo de campo se utilizaron técnicas cualitativas de investigación,
tomando como instrumento la entrevista en profundidad. La elección de este tipo de herramienta
metodológica se debe a que permite analizar causas, significados y vivencias relativas a la
problemática del trabajo infantil rescatando la perspectiva del actor. A lo largo de la presentación
del análisis de las entrevistas se intercalan textualmente los relatos de los entrevistados en
relación a las diferentes temáticas que se van analizando, de esta forma las interpretaciones que
se hacen, se sustentan en lo dicho por el entrevistado, manteniéndose así la riqueza de sus puntos
de vista y su retórica.
La selección de la muestra tuvo varios pasos: en primer lugar se identificaron a aquellas
unidades domésticas que en el censo habían declarado casos de trabajo infantil. Dado que la
mayoría de los niños que realizaban alguna actividad lo hacían en un carro, se recortó la muestra
a aquellos “niños carreros”, la idea fue entrevistar a todas las unidades domésticas que
presentaran estos casos de trabajo infantil. El universo de unidades domésticas relevadas con
estas características fue de 17, de ellas se pudo trabajar con un total de 13 (4 unidades
domésticas rechazaron cualquier tipo de acercamiento) de las cuales se entrevistó a dos de sus
miembros: la madre y el niño. No fue posible en todos los casos realizar las entrevistas de forma
completa, es decir, a ambos miembros; en una ocasión, se entrevistó a una niña mientras que su
madre no aceptó ser entrevistada; en otros tres casos a quienes no se ha podido entrevistar fue a
los niños. El total de entrevistas realizadas fue de 22, 10 de ellas dirigidas a 5 niños y 5 niñas de
diversas edades: desde 5 hasta 13 años. El resto de las 12 entrevistas se realizaron a las madres
de estos niños y en algunos casos, en el trascurso de las mismas también han intervenido los
padres.

Análisis de los datos obtenidos a través del censo

Los datos obtenidos a partir del análisis del censo, plasmado en el documento Diagnóstico
Integral de las condiciones de vida en el barrio La Unión (Eguía y otros, 2001), muestran la
situación de emergencia por la que están atravesando las familias que habitan en el barrio. Una
mirada de algunos indicadores que caracterizan las condiciones de vida retratan las carencias y
privaciones que viven dichas familias. Pasemos a ver algunos de ellos.
Las viviendas: aproximadamente el 45% de las viviendas utiliza la madera como material
predominante en las paredes, un 38% son de mampostería y un 13% son de chapas de metal o
fibrocemento. En los techos prevalece este último material (90%) y en los pisos el cemento o el
ladrillo fijo, predominante en el 76% de las casas. Los pisos de tierra o ladrillo suelto representan
un 17%.
En lo que respecta a las dimensiones, casi el 70% de las viviendas dispone de dos o menos
habitaciones (excluyendo baño y cocina), cifra que asciende a 92% si se incluyen hasta 3
habitaciones. El 39% cuenta sólo con una habitación.
La cantidad de personas por ambiente utilizado para dormir marcan el grave problema de
hacinamiento presente en varios hogares: en primer lugar el 46,5% de las casas cuenta con una

24
sola habitación y el 81% con hasta dos, en segundo lugar se calcula que en aproximadamente el
35 % de los hogares hay en promedio, cuatro o más personas por habitación.
En cuanto a las instalaciones sanitarias, se puede decir que el 97% de las viviendas cuenta con
baño, en la mayoría de los casos los baños se encuentran fuera de la vivienda.
Respecto a los servicios de abastecimiento de agua, el 89% utiliza la provisión de agua de red,
pero generalmente bajo condiciones precarias.
Por último, se puede decir que el equipamiento con artefactos domésticos es bastante completo
en una gran cantidad de hogares.
Características sociodemográficas: al analizar la incidencia de los distintos tipos de hogar
vemos que el 58% de ellos son hogares compuestos por padres e hijos; el 16,5% por padres, hijos
y otros parientes o allegados; el 5,5% de los casos son hogares compuestos por madres solas y
sus hijos y hay un 3% de hogares de padres solos con hijos. Los casos de madres solas y otros
parientes o allegados corresponden al 5% y los del padre solo en la misma situación un 0,8%. Las
parejas sin hijos representan un 5% del total de hogares.
Al agrupar los hogares según tamaño vemos que hay un 4% de hogares unipersonales y un 9%
compuesto por dos personas. Lo más frecuente son los hogares con tres y cuatro miembros (34%)
y con cinco y seis miembros (31%). Los hogares con más de seis personas representan el 23 %.
El promedio de personas por hogar es de cinco.
Al considerar los hogares según la edad de sus miembros, la franja que más interesa ver en el
trabajo es la de 5 a 13 años. Se observa que el 43% de los hogares no tiene componentes de este
grupo, mientras que el 22% cuenta con uno, el 18% con dos y el 17% con tres o más. Los niños
de este grupo de edad representan el 24% de la población.
Al referirnos a la posición en el hogar se ve que en el 88% de los casos se reconoce como jefe de
familia a un varón adulto y en el 98% de los casos la cónyuge es mujer. En la mayoría de las
situaciones en las que la mujer se define como jefe de familia se trata de hogares sin la presencia
de un varón adulto.
Al analizar el lugar de nacimiento de los componentes se ve que el 54% de los mismos nació en
La Plata. El 21% nació en países limítrofes y el 10% del total de los componentes nació en el
resto de la Provincia de Buenos Aires. Otras categorías menores corresponden al interior del país
(9%), a Capital Federal (3%), a Berisso (1%) y Ensenada (1%).
En cuanto al tiempo de residencia en el barrio, resalta el hecho de que el 40% de la población
tiene una permanencia menor a tres años, el 15% de cuatro a seis años y el 45% de siete años y
más.
Educación: más de la mitad de la población del barrio de 5 años y más no asiste actualmente a
la escuela pero asistió. Un 37% está integrado al sistema educativo y solo un 5% carece de
inserción escolar.
En relación al sexo se destaca el hecho de que las mujeres en conjunto presentan valores más
altos de actual concurrencia escolar: 42% del total de mujeres frente a 33% del total de varones.
Tomando en cuenta la asistencia escolar, la edad y el sexo cabe destacar que las mujeres
alcanzan altos índices de escolarización:
_ entre los 5 y los 20 años no se registra ningún caso en el cual nunca se haya asistido a un
establecimiento educativo;
_ entre los 5 y 14 años es muy alta la concurrencia actual a la escuela, registrándose en todas las
niñas que tienen entre 6 y 11 años;
La deserción escolar entre las mujeres aparece recién en el intervalo de edad de 12 a 14 años,
con menores porcentajes que entre los varones; ésta se incrementa significativamente al aumentar
la edad.

25
En los varones el abandono escolar se manifiesta a edades más tempranas y con valores más
altos. Comienza en el grupo de edad de 9 a 11 años con un 12, 5% de deserción; cifra que se va
casi a duplicar en los dos intervalos de edad siguientes (12 a 14 años y 15 a 17 años).
Cabe aclarar que entre los varones de 6 a 8 años, existe un 7% que nunca ingresó al sistema
formal de educación.
Si se considera la situación de los hijos para ambos sexos, la mayor representación se encuentra
en el primer ciclo del EGB con valores del 38%, siguen el segundo ciclo del EGB con un
promedio de alrededor del 25% y el tercer ciclo del EGB (19 y 15% entre varones y mujeres
respectivamente).
Los motivos por los cuales se abandonan los estudios son: en primer lugar la falta de interés por
estudiar (32% del grupo de los hombres y 33% del grupo de las mujeres). En segundo lugar el
motivo varía según el género, en el caso de los varones se trata de la necesidad de salir a trabajar
(29,5% del grupo que desertó); para las mujeres pasa por la necesidad de atender a sus familias
(27% de los casos de abandono escolar entre las mismas).
Un elemento muy importante es el tema de la repitencia escolar: el 33% de los hijos que asisten
o asistieron a la escuela repitieron algún grado o años escolar.
Si consideramos la situación de los padres, vemos que entre los jefes de familia que no asisten
pero asistieron a la escuela, el 35% alcanzó el nivel primario incompleto, el 47% completó ese
ciclo y el 13% inició el secundario sin llegar a concluirlo. Para el caso de las cónyuges, el 32%
tiene estudios primarios incompletos, el 44% completó ese ciclo y un 17% cuenta con secundario
incompleto.
Los motivos por los que se ha abandonado el estudio son, en el caso de los jefes, en su mayoría
por la necesidad de trabajar, en el de las cónyuges por la imposibilidad de afrontar los gastos de
los estudios.
Situación Ocupacional: si vemos los resultados que arrojan las tasas de actividad, empleo y
desocupación podemos darnos una idea de lo grave que es el panorama laboral en el barrio. La
primera es de un 41%, la segunda de alrededor de un 29% y la última de aproximadamente un
31%.
En las familias completas, el 80% de los jefes de familia trabajan y sólo un 27% de las
cónyuges. Entre los hijos, el 46% está ocupado y entre las hijas trabaja el 25%.
De los componentes del hogar que no trabajan, el 86% de los jefes y la mitad de las cónyuges
buscan una ocupación. Entre los hijos varones que no trabajan, más de la mitad busca ocupación ,
mientras que de las mujeres sólo un 25%.
En el caso de los desocupados, el motivo que aducen a la hora de explicar el porqué de la
búsqueda de trabajo es principalmente la necesidad de cubrir o complementar el presupuesto
básico personal mientras que la mayor parte de los hijos varones lo hacen para cubrir sus gastos
personales.
En cuanto a la rama de actividad en la que se desempeñaban los desocupados, la mayoría de los
jefes e hijos trabajaban en la construcción y la mayoría de las cónyuges en servicios personales.
Respecto a la situación de los ocupados cabe destacar que la mayoría de los trabajadores cuenta
con una sola ocupación (el 88% de los jefes de familia, la totalidad de las cónyuges y el 94% de
los hijos).
Al ver la población ocupada según tipo de integrante de la unidad doméstica, la mayoría de los
ocupados son jefes de familia (55%); le siguen los hijos con un 20%, luego las cónyuges (16%) y
otros miembros (9%).
Si nos detenemos en las categorías ocupacionales, resalta el hecho de que más de la mitad de
los jefes ocupados se ubica en la categoría de obreros. El 40% de los mismos son cuentapropistas.

26
En el caso de las cónyuges, la mayoría, el 34,5%, se agrupa bajo la categoría de obreras y en la
misma proporción cuentapropistas, dedicadas en general a la recolección de cartón y botellas.
Alrededor del 40% de los hijos son obreros, igual proporción trabajan como cuentapropistas,
especialmente como cartoneros.
El 40% de los jefes de familia cuentapropistas, el 27% de los cónyuges que integran esa
categoría ocupacional y el 53% de los hijos utilizan un carro para juntar cartón y botellas.
Más de la mitad de los jefes y casi la totalidad de los cónyuges e hijos desarrollan esta actividad
en forma regular o continua.
En lo que atañe al nivel de ingresos de las unidades domésticas que lo declararon, el monto del
ingreso per cápita se distribuye del siguiente modo: 8% de unidades domésticas en las que ningún
miembro percibe ingresos; 21% en las cuales cada miembro percibe menos de 1 peso diario; 50%
más de un peso y menos de 4,5 pesos diarios y 21% más de 5 pesos hasta 13,5 pesos diarios.
Si ponemos la mirada en el trabajo infantil, los resultados arrojan las siguientes cifras: entre los
niños de 5 a 13 años de edad, en el último año el 32% de los varones y el 14% de las mujeres
ayudaron a sus padres, familiares o vecinos en su trabajo, o hicieron alguna actividad por su
cuenta para ganar dinero o tuvieron algún trabajo como empleados o aprendices.
Si analizamos la frecuencia de trabajo infantil según sexo vemos que el 29,2% de los varones
sale a trabajar todos los días de la semana; un 33,3% de los varones y un 54,5% de las mujeres
sale algunos días de la semana; un 25% de los varones sale algunas veces por mes; un 12,5% de
varones y un 36,4% de mujeres sale de vez en cuando y por último sólo un 9,1% de estas últimas
sale algunos meses al año.
Las horas de trabajo extradoméstico en la semana anterior al censo nos muestran que un 23%
de varones y un 20% de mujeres trabajaron hasta una hora; el 38,5% y 40% respectivamente lo
hicieron de 2 a 4 horas; un 15,4% y un 20% lo hicieron de 5 a 7 horas y un 15,3% y 20% lo
hicieron en 8 horas y más.
En la semana anterior al censo, el 18% de los varones de esa edad y el 6% de las mujeres
realizaron alguna actividad; el 39% de los primeros y el 60% de las segundas lo hicieron sin
percibir ingresos.
Organización doméstica: tomando a la población censada de 5 años y más, se puede afirmar que
es alta la participación en el trabajo doméstico de todos los miembros de las unidades domésticas
(77%).
Si se considera la edad y sexo de los integrantes de la unidad doméstica que realizan trabajo
doméstico se encuentra que, en el grupo de 5 a 13 años los valores de participación son
semejantes entre ambos sexos (alrededor del 60%) y que a partir de los 14 años la misma
aumenta con diferentes porcentajes según sexo. La mujeres tienen los valores más altos de
participación (90% y 100% para los grupos de edad de 14 a 24 años y 25 años y más); los
varones, en cambio participan en el 80% y 68% de los casos en dichos tramos de edad
Recursos del hogar: el uso de recursos provistos por el Estado es un dato importante a tener en
cuenta. La participación o no en planes sociales, nos indica de alguna manera la necesidad de las
unidades domesticas de recibir una ayuda extra para cubrir sus necesidades. El programa que
muestra un mayor porcentaje de beneficiarios es el Sistema Alimentario Escolar que cuenta con
un 82,9% de unidades domésticas beneficiarias; le sigue el Plan Vida con un 48,6%, luego el Plan
Materno Infantil con un 31,4% y por último sólo un 14% de las familias son beneficiarias de
Programas de Empleo, habiendo un solo beneficiario por familia, de acuerdo con la normativa de
los mismos.

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Análisis de las entrevistas.

Como se ve en el apartado anterior, a través del análisis de los resultados que arroja el censo
realizado en el barrio La Unión, las unidades domésticas entrevistadas viven en situación de
extrema pobreza. Dichos resultados se refuerzan con el análisis de las entrevistas realizadas a un
conjunto de unidades domésticas del barrio, las cuales nos permiten comprender, rescatando lo
dicho por los entrevistados, cuán crítica es la situación por la que atraviesan.
A partir de una serie de interrogantes que guían la investigación se seleccionó como unidad de
análisis a la unidad doméstica, de ella se realizaron entrevistas a los niños y sus madres (por su
papel en las estrategias de reproducción de las unidades domésticas). Veamos cuáles son las
respuestas y consiguientemente el análisis de los interrogantes planteados a lo largo del trabajo
de campo.

Los niños

Cómo se insertan en el mundo del trabajo.

Todos los niños entrevistados trabajan en un carro. La mayoría de sus familias tiene carro con
caballo, sólo dos de los 13 casos tienen carro sin caballo, aspecto que dificulta aún más la tarea,
ya que implica un esfuerzo físico considerablemente mayor.
Esta actividad tiene como característica principal el hecho de ser de carácter familiar. El tipo de
trabajo que se realiza demanda por lo general de dos o más personas que lo lleven a cabo, esto es
así porque se requiere de alguien que conduzca el carro, alguien que sostenga el caballo mientras
otro se baja y realiza la tarea de recolección, alguien que ordene la mercadería mientras se realiza
el recorrido y alguien que separe lo que se ha obtenido y lo clasifique. El trabajar en un carro
envuelve varios aspectos; por un lado, es una actividad que incluye la recolección de cartón,
diarios, papeles, latas y metales, y por otro lado, una vez realizada esta tarea en la calle, al volver
a sus hogares todo aquello que fue recolectado debe ser seleccionado: “...cuando llego a mi casa
junto todo lo que es papel, lo que es diario lo pongo con lo que es diario, lo que es metal con el

metal, y así...” (informante Nro. 2).
Luego, una vez que todo lo recolectado se ha clasificado, se comercializa en un depósito donde
es intercambiado por dinero. Si bien esta es la actividad central que se realiza con el carro, se
puede decir que sirve también como medio para la obtención de alimentos, y en algunas
ocasiones -las menos- se pueden recolectar además objetos de uso personal: “...¿vos ves esta
ventana? quiero que mires ¿ves? esto lo trajo mi papá del carro, y sale 40 pesos, que mi papá ni
en sueños podía comprarlo, esa ventana...y trajo más cosas, heladeras, ropa, zapatillas...”
(informante Nro. 21), en otro caso se relata algo similar “...traíamos bolsas de la casa de
pollería, la casa de comidas, traíamos cartón, botellas, de todo (...), madera, almohada,
cubrecamas...” (informante Nro. 8). En relación a la obtención de los alimentos, se establece una
relación que ellos mismos definen como de “clientes”, es muy común que se retire de casas de
comida, panaderías u otros negocios las sobras de la comida preparada, verdura o pan:
“...tenemos clientes que ya nos dan (...) tenemos la carnicería...los clientes son de él ( en alusión

Las entrevistas numeradas del 1 al 10 corresponden a los niños, las numeradas del 11 al 22 corresponden a sus
madres.

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a su hijo)” (informante Nro. 22). “...acá no se necesita mucho la plata porque mi hijo me trae la
comida, me trae la comida hecha, me trae las facturas, me trae el pan, la carne (...) él tiene los
clientes de él (...) mi marido lo lleva a él y lo ayuda a traer las cosas porque los clientes son del
nene más grande...” (informante Nro. 13).
En dos casos se mencionó que también se utilizaba el carro para hacer changas de escombros,
ramas o basura. Los entrevistados explicaron que en algunas ocasiones ciertas personas que los
ven por la calle con el carro, los llaman y les piden que saquen de sus casas escombros, ramas o
basura, a veces por este trabajo les dan a cambio algo de dinero, o es su defecto, bolsas con ropa
usada o alimentos: “...juntamos cartones, botellas, diarios y algunas veces si la señora nos
da...nos pide que le saquemos la basura y nos da plata, le sacamos la basura y la tiramos por
acá, por mi casa y la quemamos...” (informante Nro. 7).
Para todas las unidades domésticas entrevistadas el trabajo del carro es algo central, la mayoría
vive sólo del carro, es decir, que es la única actividad que les permite obtener ingresos para su
reproducción. En los casos en que algún miembro de la unidad doméstica percibe ingresos extra
(changas, planes de trabajo, etc.), el mismo es secundario en relación al ingreso obtenido en el
carro. Si bien es una actividad cuentapropista, lo cual nos permite pensar en un régimen de
trabajo más flexible ya que no se está bajo dependencia de ninguna persona o institución que
imponga ciertas reglas, el trabajo en el carro está organizado de forma tal que se respetan
frecuencias de salida y horarios; creo que esto se debe principalmente a la gran necesidad de la
obtención de ingresos o comida a través de este medio. Así, la actividad se torna regular: se sale
todos los días, una o dos veces por día, con horarios más o menos preestablecidos, alrededor de
dos o tres horas, pese a que las horas trabajadas están sujetas a la cantidad de trabajo que haya.
De esta caracterización del tipo de trabajo que realizan los niños y sus familias se desprende su
carácter de informalidad, el ser carrero coincide plenamente con aquello que Saraví define como
actividad informal, es una actividad realizada por individuos que cuentan con escasos recursos,
con pocos años de educación y escasa clasificación, en síntesis, es una respuesta ocupacional
generada desde abajo.

Representaciones del niño sobre su actividad: ¿la considera como un trabajo?

Al intentar comprender lo que los niños piensan sobre la actividad que realizan, vemos a través
de los diferentes relatos que las representaciones no son uniformes; en algunos casos los niños se
perciben claramente como trabajadores, mientras que en otros no sucede lo mismo. Un aspecto
muy llamativo tiene que ver con que en varias oportunidades cuando se les preguntaba a los
niños sobre las actividades que realizaban a diario, había dos tipos de respuestas: o se obviaba el
tema de la actividad laboral que realizaban, es decir que hablaban de todo lo que hacían en su
vida cotidiana por un largo rato pero no nombraban que salían en el carro, salvo que se les
preguntara puntualmente si salían en el carro o no; o, el caso contrario, en el que directamente la
primer respuesta a la pregunta era que efectivamente trabajaban, por ejemplo “...a la mañana me
levanto temprano y salgo a laburar, vengo, como, descanso un rato y me pongo a laburar a la
tarde...” (informante Nro. 1). Otro ejemplo resalta la misma cuestión: “...yo trabajo y todo eso
(...) trabajo mucho, todo el día con mi papá, salgo con el carro voy al kiosco, me dan cosas,
salgo con mi hermano también...” (informante Nro. 6).
Aquí se ponen en juego varias cuestiones: para algunos su actividad representa un trabajo, y lo
que lo define como tal es que el tipo de actividad que realizan es algo que requiere mucho
esfuerzo y sacrificio : “...bajar, cartonear...son un montón de cosas, es muy duro, tenés que

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bajar, levantar muchas cosas...” (informante Nro. 4). Además hay quienes perciben los riesgos
de la actividad, lo cual refuerza aún más la percepción de la misma como un trabajo: “...bajar a
buscar una botella no es jugar, porque si te choca un auto no es jugar (...) es como si estuviera
trabajando en serio, como si fuera grande...” (informante Nro. 8). Es muy común que los
entrevistados, tanto madres como hijos, definan de esta manera la actividad que realizan.
En los casos en los que no se define a la actividad como un trabajo sino como a una ayuda, las
respuestas de los niños coinciden: creen que un trabajo supone una retribución monetaria : “...no,
trabajo no tengo, tengo el carro (...) yo pienso que eso no es un trabajo porque no te pagan ni
nada...” (informante Nro. 9). En otro caso sucede lo mismo “...no es un trabajo, en un trabajo
tenés que ir a laburar y te dan plata...” (informante Nro. 3), “...puede ser un poco de trabajo,
pero no creo que sea mucho porque no ganas mucha plata con eso y con el trabajo tenés que
ganar mucha plata” (informante Nro. 7).
Además de esta cuestión explicitada por los mismos chicos, creo que se pone en juego una
variable fundamental: para estos niños el mundo del trabajo no está separado de la esfera de la
familia, al ser un actividad de tipo familiar no remunerada los límites no están claros, se confunde
el trabajo con lo que es una ayuda a los padres, se puede decir que afectivamente tiene una
connotación distinta.

Cómo viven el ingreso al mundo del trabajo.

Aquí lo que se intenta ver es cómo experimentan los niños su ingreso al mundo del trabajo: ¿lo
viven como algo conflictivo? ¿representa una desprotección? o por el contrario, lo experimentan
con naturalidad. Como ya se ha dicho, estas actividades que en la presente investigación
englobamos bajo la categoría trabajo, en varios de los niños que han sido entrevistados, no se la
considera de tal forma, en algunos casos, la actividad que ellos realizan la entienden como una
“ayuda a los padres” mientras que en otros casos, sí es comprendida como un trabajo.
Se puede ver que ninguno de los niños presenta algún tipo de cuestionamiento, su disposición
al trabajo o a la “ayuda” es algo llamativo. En el momento de hablar de lo que es la actividad en
sí misma, el salir en el carro, la mayoría alega que realiza el trabajo por voluntad propia, dos
chicos mencionaron que a veces no tenían ganas de ir, pero que igualmente iban porque sus
madres se lo pedían. A lo largo de sus relatos el tema de la actividad que realizan aparece como
algo absolutamente natural en el curso de sus vidas, es algo más dentro de las tantas actividades
que realizan, quienes ya hace varios años que se dedican a esto remarcan que están
acostumbrados.
Algo muy destacable es que estos chicos realizan todo tipo de trabajos, no se limitan a salir a la
calle con el carro sino que con las tareas domésticas ellos colaboran de manera realmente
responsable. Los chicos limpian sus casas, barren, lavan los platos, lavan su ropa, cuidan a sus
hermanitos, etc., y esto no tiene que ver con una cuestión de género o edad, aquí tanto niños
como niñas, de todas las edades, cooperan en el hogar: “...yo tiendo las camas, y también lavo
los platos, y también sé barrer, y a veces descargo el carro con mi papá...” (informante Nro. 5,
mujer, 6 años).
Esta naturalización con la que se toma la realización de todo este tipo de actividades (incluida
la del carro) tiene que ver con que en todos los casos los entrevistados resaltan la importancia de
la ayuda. Aquí el tema de la cooperación es central, hay un sentido de la solidaridad muy fuerte
al interior de la unidad doméstica, la idea de que todos se ayudan entre todos no faltó en ningún
relato, es algo muy incorporado en todos los discursos: “...ayudo acá a limpiar, lavar los platos,

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a barrer un poco, después me voy a trabajar en el carro (...) siempre ayudo a mi mamá y a mi
papá (...) acá siempre nos ayudamos unos a otros...” (informante Nro 2, varón, 13 años), en otro
caso: “...es importante trabajar, aunque seamos menores, para ayudarla a mi mamá, salimos y
la ayudamos... ” (informante Nro. 4, varón 13 años), “...trabajar con mi padre, con mis
hermanos, me gusta ayudar...” (informante Nro. 6, varón, 11 años).
Otro aspecto a destacar tiene que ver también con que los chicos son plenamente concientes de
la situación económica por la que atraviesan sus hogares, desde la entrevistada más pequeña que
tiene cinco años hasta los más grandes de trece, se deja entrever que los niños comprenden la
necesidad de ayudar a sus padres con lo que sea, saben que su colaboración es muy importante, y
por eso no reniegan de las actividades que tienen que llevar a cabo; en este sentido, son chicos
que alcanzaron una madurez temprana. La hermana de una de las entrevistadas comentó lo
siguiente “...ella como ve que no hay pan así, que mi hermano busca en las bolsas, aquel, el
chiquito, ella ya dice: ‘pá, me llevas para así consigo pan o lo que haga falta’...”. En otro de
los casos en el que sólo se pudo entrevistar a la madre, y no al niño, ella comentó algo muy
interesante: “...lo que pasa es que él, con los 9 años que tiene es muy responsable, él no quiere
que le falta nada a los hermanos, él piensa mucho y dice eh...qué se yo, por ahí en el carro le
regalan algunos pesos, dos pesos, y él siempre dice que es todo para los hermanitos. Es muy....es
muy responsable por la edad que tiene, tomó mucha responsabilidad...” (informante Nro. 22).
En algunos casos se destaca que algunos niños le otorgan un sentido distinto al trabajo o
actividad que realizan, lo cual está estrechamente relacionado con sus edades. Los que son más
grandes, por ejemplo, los que tienen entre 12 y 13 años, que están más próximos a la
adolescencia, viven esta actividad con un grado de responsabilidad considerablemente mayor en
relación a aquellos niños más pequeños, que si bien comprenden que el salir en el carro implica
cierto grado de compromiso, a pesar de ello lo ven también como un paseo, un recorrido por la
ciudad, o un juego: “...juego, yo siempre llevo (el carro) y...y...me divierto cuando llevo yo,
porque se alza y levanta (...) como el sube y baja...” (informante Nro. 6, varón, 11 años),
“...salgo con mi papá y dos sobrinos: una nena y un nene (...) me divierte un poco, porque tengo
que bajar y porque juego con los chicos a veces en el carro...” (informante Nro. 9, mujer, 11
años).
Además, el mismo trabajo de recolección hace que a veces los niños encuentren golosinas y
“chucherías” que les gustan, ellos dicen que encuentran cosas para jugar, como lápices,
cuadernos o algunos juguetes, aspecto que le imprime a la salida en el carro una motivación
distinta: “...a veces consigo globos y esas cosas (...) globos, juguetes (...) a veces caramelo, a
veces chupetín...” (informante Nro. 5, mujer, 6 años).
Con respecto a la mención de otros factores vinculados a las vivencias que tienen los niños al
ingresar al mundo del trabajo, solamente una de las niñas entrevistadas mencionó el tema de la
vergüenza que le provoca salir en el carro debido a que en algunas ocasiones sus compañeritas de
escuela se burlan de ella: “...en la escuela mía, a veces se ríen de mí porque mi papá trabaja en
el carro, y ellos se ríen de mí (...) porque yo salgo en la calle con mi papá...” (informante Nro.
5).
Cuando se les plantea la posibilidad de que hipotéticamente sus padres consiguieran un empleo
cuyo salario fuera suficiente como para sustentar a sus familias, se les pregunta si seguirían
realizando la misma actividad, la mayoría de las respuestas coincidieron: no seguirían saliendo en
el carro, sino que se dedicarían a otras cosas o en su defecto, saldrían a veces.

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Aportes del Trabajo Infantil a la economía familiar

Antes de comenzar a ver específicamente esta cuestión, es importante señalar algo que la
mayoría de los entrevistados comentó, y es que con el carro cada vez se obtienen menos ingresos.
Cada día la mercadería que tanto sacrificio implica juntar tiene un valor menor en el mercado,
un mayor trabajo y sacrificio no garantiza una retribución económica acorde a lo esperado: “ ...a
veces juntamos 22 días, 15 días, a veces alcanzamos un mes, de acuerdo a nuestro...por ejemplo
si yo tengo toda la mercadería no me apuro para vender, si es que me está faltando o sea tengo
para hoy azúcar, aceite viste y no tengo plata para comprar entonces yo le digo vamos a vender,
pero es poco (...) a 4 centavos nomás se compra el cartón ¡ es poco!, trabajas duro, trabajas
mucho pero...muy poco...” (informante Nro. 16). Otro elemento importante es que cada vez
resulta más dificultoso conseguir por las calles papel o cartón, los entrevistados señalan que en el
trascurso de este año aparecieron una gran cantidad de cartoneros circulando por las calles, lo
cual ha vuelto la tarea aún más ardua ya que el sacrificio y esfuerzo que hay que realizar para
conseguir la mercadería es mayor: “...antes yo por ejemplo ganaba 300 pesos, y ahora miles y
miles de carros, bicicleteros, a pie, chicos y chicas con bolsones así, changuitos, y ellos están
con más, porque pueden entrar contramano, se pueden subir a la vereda...nosotros tenemos... yo
anteriormente tenía clientes, ahora mi cliente del supermercado me quiere vender el cartón...”
(informante Nro. 20). A pesar de la desmoralización que esto implica, el carro sigue siendo la
principal fuente de ingresos de dichas familias, ya que otras alternativas no se presentan.
En este contexto los niños no reciben ningún tipo de retribución monetaria, salvo excepciones
en las que se les dan “moneditas, centavitos”. Todo lo trabajado por el niño sirve como un aporte
a la economía familiar, dicho aporte en algunos casos es más importante que en otros. Esto se
debe a que hay que hacer una distinción básica: de las trece unidades domésticas entrevistadas,
once están conformadas por familias tipo, es decir el padre, la madre y los hijos, en cambio las
dos restantes están conformadas por madres solas. En este último caso, el aporte que hacen los
niños con su trabajo es central, gracias a ellos los habitantes del hogar pueden alimentarse, ellos
salen solos en el carro, es decir sin ningún adulto, salen con sus respectivos hermanos
adolescentes y todo los ingresos que obtienen se utilizan para las compras que se necesitan
realizar en las unidades domésticas: “...con la plata compramos cosas (...) yo dejo la plata acá
nomás...” (informante Nro. 1), “...la plata la juntamos para mi mamá, para hacer las compras y
eso...” (informante Nro. 4); si ellos no salieran con el carro, sus familias no tendrían cómo
subsistir ya que sus madres no trabajan porque deben quedarse en la casa cuidando del resto de
los hermanitos. Estos niños asumen el rol de proveedores, como contrapartida, en el resto de los
casos no se da tal situación.
En las unidades domésticas en que hay un jefe de familia, es éste quien tiene el rol de
proveedor, pasando el trabajo de los hijos a un segundo plano o a la categoría de “ayuda”. En
estos casos si bien se reconoce el trabajo o colaboración de los hijos como importante, no se le da
ningún tipo de centralidad, solamente en un caso se reconoció como muy valioso el trabajo del
hijo, para el resto de los entrevistados, lo que se valora de la actividad de sus hijos es que facilita
la tarea de sus padres. Ahora bien, si objetivamente se puede decir que en algunos casos estos
niños realmente representan una gran ayuda que, en ciertas ocasiones, es tan importante como la
del padre (no tanto en términos monetarios, sino básicamente en lo que respecta a conseguir
alimentos) ¿porqué no se lo ve así?. Un claro exponente de esta situación es el caso del
informante Nro. 13. A lo largo de la entrevista con la madre se podía ver en el relato que si bien
ella reconocía la importancia que tenía la ayuda de su hijo, no le daba la centralidad que se

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merecía, “...acá no se necesita mucho la plata porque mi hijo me trae la comida, me trae la
comida hecha, me trae las facturas, me trae el pan, la carne (...) él tiene los clientes de él (...) mi
marido lo lleva a él y lo ayuda a traer las cosas porque los clientes son del nene más grande...”.
Aquí se hace evidente que si el nene un día no sale a visitar a sus clientes, la familia entera no se
alimenta, y a pesar de ello, quien sigue teniendo la función de proveedor principal es el padre. En
otro caso sucede algo similar: “...es una ayuda, porque yo por ejemplo cuando yo voy solo no
traigo nada para el morfi ¿entendés?...” (informante Nro. 20). Este ejemplo se puede extender
también a algunos otros casos, en los que como dije anteriormente el aporte que los niños hacen
con su trabajo si bien objetivamente puede ser tan importante como el de un padre, no se
reconoce de igual manera para los padres.

La educación y el trabajo infantil

Con respecto al tema de la educación podemos decir como conclusión general que en la
mayoría de los casos, el trabajar no tiene como correlato directo la deserción escolar. Sin
embargo, algo que si es muy frecuente en estos niños es el problema del retraso escolar y la
repitencia.
De los trece chicos tomados en la muestra diez concurrían a la escuela, dos no lo hacían por
motivos personales que nada tenían que ver con el trabajo que realizaban, mientras que uno sí
dejó de asistir a la escuela por el carro: “...dejó el colegio por el carro, fue decisión de él, él
prefería ir al carro (...) lo que pasa también si no vamos con él en el carro es como que los
clientes no nos dan (...) entre el carro y el colegio, yo prefiero que vaya al colegio, pero bueno,
siendo que él no quiere y que los clientes le dan a él...” (informante Nro. 22).
Un aspecto importante tiene que ver con el nivel de repitencia escolar que presentan los niños,
varios de ellos han repetido algún grado. Sin embargo se destaca el lugar que las madres le
otorgan a la educación formal, ésta es valorada positivamente y se la ve como mecanismo de
ascenso social: “...yo quiero que estudien ellos porque si hoy en día no estudias no sos nada,
asimismo estudies viste, ¡ tanta gente que tiene un buen estudio no tiene trabajo! Pero viste
eh...yo quiero que sigan estudiando, que terminen, como yo no lo hice viste...sé que para tener
un buen trabajo tenés que tener estudio hoy en día, antes por ahí no, no te pedían tantas
exigencias como ahora (...) qué se yo, que sigan sus estudios y que hagan algo ¿no?, ahora el
estudio mucho no les gusta pero si no estudias no te sirve para nada (...) quiero que estudien
para que no, no sigan en el carro ¿no?, porque lo primero que dejan es la escuela los chicos y se
dedican al carro, pero no hay futuro, el carro viste aparte de no sacar nada, este..qué te puede
enseñar hoy, está bien que no es ninguna deshonra porque no es robar, pero no va viste...”
(informante Nro. 14), en el caso de otra entrevistada sucede lo mismo “...yo soy una persona
que le gusta mandarlos al colegio, el colegio es la base principal, ellos son los jóvenes, la
esperanza del mañana...” (informante Nro. 15).

Los padres

Motivos por los que el niño ingresa al mundo del trabajo.

Hay varios motivos que explican el porqué del ingreso de los niños al mundo del trabajo, la
razón principal, aunque no la única, es la situación de extrema pobreza por la que están

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atravesando las unidades domésticas entrevistadas. El trabajo en el carro representa por sí mismo
un último recurso, dicha actividad se realiza porque los jefes o jefas de familia no tienen
posibilidades de inserción en algún otro tipo de trabajo, el panorama del mundo del trabajo en la
actualidad hace que se opte por el carro: “...mi esposo trabajaba en la construcción, se quedó sin
trabajo...nada...tuvimos que cambiar una camioneta por un caballo, un carro con caballo, para
poder subsistir vamos a decir, porque otra cosa no hay, en vez de pensar en otras cosas
malas...” (informante Nro. 21), “mi esposo trabajaba en un lavadero de autos y lo echaron (...)
teníamos un auto, y lo cambiamos por un carro y caballo, y bueno, nos estamos arreglando con
eso” (informante Nro. 22), “...mi marido trabaja de cartonero, el único trabajo que se puede
hacer hoy en día, no estamos acostumbrados a esa clase de trabajos...” (informante Nro. 15).
En los dos casos en los que la madre está sin su pareja, y tienen que salir los hijos varones a
trabajar en el carro, ambas aducen que lo hacen como una necesidad que se impone, no hay otra
alternativa que no sea la de mandar a los chicos con el carro, otras opciones no se les presentan,
ellas deben cuidar de la casa y de los hijos más pequeños. En este sentido se reproduce la clásica
división sexual del trabajo: las mujeres cuidan a sus hijos pequeños y se encargan de las tareas
domésticas, mientras que los hijos mayores, se ocupan de la obtención de ingresos: “...bueno, en
este momento estoy haciendo de papá y mamá (...) y lo que hago es ocuparme de la casa viste,
eh...no salgo a trabajar porque salen mis hijos...” (informante Nro. 11), en el otro caso sucede
algo similar: “...los que salen son los chicos y yo tengo que cuidar a los más chiquitos, atender
la casa...y esas cosas...” (informante Nro. 14).
En el resto de los casos, una cuestión central es la gran ayuda que representa el trabajo de los
hijos para los padres, como hemos mencionado el trabajo en el carro incluye diversas tareas que
un padre o madre solo sería muy difícil que lleven a cabo, por lo tanto el hecho de contar con la
ayuda del hijo aliviana y facilita la tarea: “...es una ayuda para él porque mientras va
manejando, la nena rompe las cajas arriba del carro...” (informante Nro. 18), “...eh...ayudan,
por ejemplo el nene le atiende el caballo, y la nena le ayuda a levantar los cartones...”
(informante Nro. 21).
También otro aspecto muy presente en la mayoría de las entrevistas es que los niños salen
porque el solo hecho de ser niños hace que puedan conseguir más cosas, la utilización del recurso
“niños” aparece como fundamental en el éxito de la tarea, según varias madres, al ver pequeños a
los nenes la gente se solidariza y sensibiliza más y da con mayor facilidad algún tipo de
mercadería: “... yo a veces pienso entre mí viste y no lo quiero acobardar, que salga siempre a la
panadería y esas cosas está bien, yo sé que tiene más posibilidades que yo (...) ¡y claro!, porque
lo ven más chico y así la gente y le dan, o te ven en un carro y te ve...tiene más posibilidades que
yo...” (informante Nro. 13) otro caso resalta lo mismo “...como es chiquita le dan de todo...”
(informante Nro. 15), “...mira por ejemplo...si yo voy acá directo con dos o tres chicos, te paran
por ejemplo el carro gente grande y a veces les dan plata ellos mismos, hoy por ejemplo a la
mañana yo fui directo así caminando con el carro ¿entendés? Y me dicen: ‘señor disculpá, ¿no
te enojas si te doy un par de botellas?’, cuando yo bajo para traer las botellas, me dice: ‘¿cuatro
chicos tenés?’ llevo cuatro en el carro, y entonces dijo: ‘lleva eso de anoche’ y me dio un par de
empanadas, milanesas, panes...” (informante Nro. 20).
Otro motivo que en varias ocasiones mencionan es el hecho de que los chicos representan una
compañía importante para sus padres, el trabajo en el carro se vuelve bastante tedioso si lo tiene
que hacer una persona y no sólo por el esfuerzo que implica sino también porque se torna algo
aburrido y monótono, el salir con los chicos hace que los padres se sientan acompañados, que
tengan alguien con quien conversar y compartir el momento de trabajo, convierte la salida en
algo más ameno: “...nos hacemos compañía (...) yo sin él no tengo ganas tampoco de salir,

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somos muy compañeros, arriba del carro tenemos mucho compañerismo...” (informante Nro.
13), “...él tiene la compañía de ellos, yo creo que si él no fuera con los chicos, él no se sentiría
capaz, les ayuda, los chicos le dan valor...” (informante Nro. 21).
Lo que intentan rescatar algunas de las madres en sus discursos es que si bien el trabajo en el
carro no es lo que quieren para sus hijos en un futuro, al menos es una enseñanza que ellos les
dan, es el legado que sus padres les pueden dejar: “...viste, más o menos que se sepan
desenvolver, al menos el día de mañana que faltemos nosotros se saben... saben cómo buscar la
comida...” (informante Nro. 19), “...veo que si yo no lo hago un día (el trabajo en el carro), ella
va a poder hacerlo, y no, no va a depender que le traigan ni que le den sino que ella se va a
saber desempeñar...” (informante Nro. 17), “...aunque no me guste, le mando a él porque hay
que aprender a trabajar también para el día de mañana, para que él pueda mantener a su hijo,
alguna vez tiene que tener esposa, novia, tiene que hacer su familia, y así, aprendiendo con su
papá cosas que se hacen por la calle, cómo se maneja una persona mayor...qué es bueno, qué es
feo, así aprende pues, le enseño...” (informante Nro. 12).

Cómo vivencian los padres el ingreso de sus hijos al mundo del trabajo.

En algunos casos, a lo largo de los relatos, no se evidencian signos de cuestionamiento por


parte de las madres, es decir, el tema del trabajo de los chicos aparece como algo natural,
absolutamente incorporado a sus vidas cotidianas, que no se valora ni positiva ni negativamente,
está allí. Esto se da principalmente en aquellos casos en los que la actividad del niño es vista más
como una ayuda que como un trabajo, así, como para algunos niños la actividad que llevan a cabo
no se percibe como un trabajo, sino más bien como una ayuda, sucede lo mismo con los padres.
En otros casos, se puede ver que se combinan dos cuestiones: el niño trabaja porque no hay otras
alternativas, es decir, es necesaria su ayuda para lograr la reproducción de la unidad doméstica (y
ello no está mal visto por los padres) aunque no quita que expresen sensaciones de miedo o
dolor: “...a mí me dolía mucho cuando veía a los chicos pasar con los padres, así a trabajar,
pensaba... yo decía: ¿pero porqué?, y ahora yo también digo ¿porqué?, llegó a mí, para que yo
también diga porqué (...) se hace más fácil, porque uno no sale a pedir, a deber ...” (informante
Nro. 21), otra entrevistada expresaba lo siguiente:“...por un lado es necesario que salgan, así no
andan todo el día vagueando, por lo menos los sacas un poco a la calle, sino, no hacen nada (...)
pero no sé, mi sueño es tener mucha plata y que mis hijos...qué se yo...porque a mi me duele
verlos que salgan en el carro, que estén juntando botellas...me gustaría otra cosa...” (informante
Nro. 18).
El principal miedo de las madres tiene que ver con que el carro es riesgoso, trabajar en el
mismo implica cierto nivel de exposición importante, el gran temor es el tránsito, los autos que
van a altas velocidades: “...al principio como que no quería, este...después mi marido me
dice:¡pero no le va a pasar nada!, no me tenés confianza...bueno le digo, no es eso, lo que pasa
es que con las cosas que están pasando en las calles (...) el único miedo que yo tenía era ese,
pero después otro miedo no porque te digo yo me acostumbré el poco tiempo que estuve con mi
mamá yo me acostumbré al trabajo....y me acostumbré a todo....” (informante Nro. 16). Ante esta
sensación de miedo, la forma que tienen de proteger a sus hijos es no dejándolos solos, es decir,
los chicos suelen salir a la calle acompañados por un adulto, que generalmente es el padre o un
hermano mayor, quienes tienen más experiencia en el ámbito de la calle. Este punto es muy
importante ya que los chicos están muy protegidos por sus familias, están todo el tiempo con
algún adulto que cuida de ellos y mucho, las estrategias para cuidar de ellos son distintas:

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“...como dice mi esposo, no trabajan los chicos, son los padres los que trabajan, porque ellos
por ejemplo una caja grande, algo grande, los chicos no lo levantan, sino que los grandes (...)
ellos no se sienten presionados, no es que uno los va, los entra en un lugar y les dice vayan
ustedes y hagan esto, no! para ellos es una diversión (...) mi esposo dice: ‘mientras yo pueda yo
voy a luchar, voy a levantar yo los cartones, voy a levantar yo los diarios, voy a levantar
cualquier cosa, pero los chicos no’ ...” (informante Nro. 21), “...él no le hace juntar ni cartón ni
nada, él solamente le dice anda allá porque es...este...ya le conoce, él no manda a un chico por
ejemplo a la otra cuadra, él se baja ahí, y delante de él le dan...” (informante Nro. 20).
Al analizar las trayectorias laborales de los padres, encontramos que aquellos que fueron
trabajadores desde su niñez, son los que más naturalmente tienen incorporado que sus hijos
trabajen. Al haber trabajado desde pequeños, la niñez para estos padres no excluye el momento
del trabajo con la familia, forma parte de un todo, en el que la educación y el tiempo para el juego
también tienen lugar. El trabajo a edades tempranas forma parte de lo esperable, no es algo tan
extraordinario para estos padres, lo que no quita que deseen otra realidad para sus hijos. Lo que
sucede es que más allá de lo ideal, de lo que quisieran poder lograr para sus hijos, a veces, las
determinaciones estructurales marcan el límite de lo real. Y es aquí donde se puede pensar en el
habitus, concepto utilizado por el sociólogo Pierre Bourdieu al que se lo define como un sistema
de disposiciones adquiridas por medio del aprendizaje implícito o explícito que funciona a) como
generador inconsciente de categorías de percepción, clasificación y apreciación-evaluación del
mundo social y b) como principio de organización de la acción. En este caso sería el habitus el
que lleva a que prácticas como las del trabajo infantil no tengan una valoración tan negativa. De
todos modos, esto no significa que los padres celebren el trabajo o como algunos de ellos dicen
“la ayuda”de sus hijos, como vimos también representa para ellos algo que les genera ciertos
miedos, temores, vergüenza o sensaciones de culpa, pero a su vez no lo entienden como algo
terrible, puede que no alcancen a dimensionar lo problemático del asunto.

Lidiar con el afuera...

Como ya hemos visto, el ámbito en el que se desarrolla el trabajo de estos niños junto a sus
padres es la calle. De esta forma, el nivel de exposición que tienen es muy alto, en el sentido de
que el trabajo de los niños no permanece oculto, sino que se vuelve público y susceptible de ser
juzgado por quien quiera; de modo que los padres tienen que enfrentarse día a día con las
presiones de una sociedad que victimiza a sus hijos: “...el problema es que a veces, muchas
veces, qué se yo....salís a la calle y piensan que uno explota a los hijos ¿no? también mucha
gente que piensan eso viste, o a veces van a un kiosco y le piden cartón y capaz dicen porqué
venís vos o...o porqué no viene tu mamá o tu papá porque no te puedo dar porque vos sos chica
viste y...todas esas cosas hay que enfrentar en la calle, no, no, no es fácil, no todos son iguales,
pero yo no exploto sino que a ellos les gusta, les gusta y no les puedo impedir que vayan
tampoco...” (informante Nro. 14), en otro caso sucede algo similar: “…una vez me retó
un...un...una carnicería ¿porqué mandas a los chicos? Yo llevé a mi nena, le dejé en la puerta
¿entendés? ¿Porqué vos no encaras? dijo el señor (...) y yo por ejemplo sentí vergüenza, me
sentí culpable (…) yo tampoco quiero usar a mi familia (...) cuando yo por ejemplo me acomode
bien, no voy a sacar más ¿entendés?” (informante Nro. 20). Lo perverso de este mecanismo
reside en que si bien socialmente está mal visto el trabajo de los niños, cuando estos padres salen
solos en los carros consiguen una proporción menor de mercadería, principalmente de alimentos,
entonces ¿qué sucede? Por un lado socialmente se condena y se juzga a estos padres por hacer

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partícipes a los niños de la actividad laboral, pero por otro, cuando estos padres van solos en el
carro, no consiguen la misma cantidad de alimento o mercadería.
Algo muy importante que aparece en los relatos de algunos de los padres es que los niños van al
carro por voluntad propia, según ellos, el común de la gente cree que los chicos realizan ese
trabajo obligadamente, ellos sostienen que no es así, no se los obliga, es más, los que tienen las
edades más bajas, aquellos de 5, 6, 7 u 8 años piden ir al carro “...todos los que están acá, todos,
todos, absolutamente todos los chiquitos, todos los que están en esta casa, todos quieren ir al
carro, están desesperados (...) estos en lo que más quieren bajarse es en los kioscos” (informante
Nro. 20). “...hasta mis nietos salen (...) mis nenas tienen locura con el carro (...) cuando sale el
padre le piden, y llevame, llevame (...) las chiquitas tienen locura del carro, porque qué se yo,
ellas salen de acá, se van a otro lado, y sino es un paseo (...) ellas juntan...ponele que juntan
cuadernos, ellas juntan todo, por ahí tiran lápiz, juguete, viste...por eso les gusta, por lo que
encuentran” (informante Nro. 18). Esto coincide con lo relatado por los niños; según ellos la
elección de ir al carro es personal, y esto es así, fundamentalmente para los más pequeños, que
son quienes encuentran diferentes motivaciones al momento del salir en el carro: para ellos no
representa un trabajo, sino que lo viven como una ayuda, que a la vez implica un paseo, o la
posibilidad de encontrar objetos de su interés como juguetes o golosinas. La situación cambia
para aquellos niños que ya tienen edades más elevadas, que si bien en los relatos comentan que la
actividad que realizan (salir en el carro) es por voluntad propia, asume para ellos una
connotación diferente, ya tiene el status de trabajo, lo cual le imprime una vivencia distinta.

Reflexiones Finales

En esta investigación se han analizado diversos elementos relacionados con la problemática del
trabajo infantil. Hemos visto que en materia legislativa se ha avanzado considerablemente, la
redacción en 1989 de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, y su posterior
incorporación a la Constitución Nacional de nuestro país, ha marcado un quiebre importante en lo
que atañe a lo normativo. Sin embargo, los derechos que promueve esta convención – sociales,
económicos, civiles, culturales y políticos- distan de hacerse efectivos para una proporción
importante de niños, como por ejemplo aquellos que trabajan. El Estado, en tanto jurídicamente
responsable del cumplimiento de los Derechos del Niño tampoco está actuando en consecuencia:
se conocen algunas cifras que dan cuenta de la magnitud del problema del trabajo infantil en la
Argentina, y sin embargo poco se hace en materia de políticas sociales, al menos, en la provincia
de Buenos Aires, que ha sido lo que se ha investigado más detalladamente en el presente trabajo.
Ahora bien, para comprender de manera más profunda la problemática del trabajo infantil, se
consideró necesario conocer de cerca esta realidad, viendo principalmente el papel que ocupa
dentro de las estrategias de sobrevivencia de las unidades domésticas, como así también
conociendo las prácticas y representaciones de quienes lo vivencian. En este sentido, acercarnos a
la realidad de los niños del barrio La Unión, nos permitió comprender cómo es el mundo de los
niños que trabajan, tanto desde la perspectiva de sus padres como desde la de ellos mismos.
Pudimos ver cuáles son sus condiciones de vida, qué piensan de lo que hacen, cómo lo vivencian
y qué ocurre con la educación, entre otras cosas. Si bien estos niños sólo constituyen una pequeña
parte del universo de los niños trabajadores, esta realidad puede tal vez ser representativa de
otras.

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El análisis de las entrevistas permitió ver que son las necesidades apremiantes por las que pasan
las unidades domésticas entrevistadas las que llevan a que sus hijos ingresen al mundo del
trabajo, la falta de recursos hace que el trabajo de los niños sea parte de las estrategias que
implementan las unidades domésticas para lograr sobrevivir. Pero a su vez es importante tener en
cuenta otro elemento que matiza esta linealidad y tiene que ver con que el ingreso de los niños al
mundo de trabajo no representa ni para ellos ni para sus padres algo tan conflictivo, hay cierta
naturalización por parte de ellos al hablar de la actividad que realizan, en el caso de los niños la
importancia que le otorgan a la ayuda y solidaridad para con sus familias es fundamental, en el
caso de los padres, como dije anteriormente, puede deberse a las categorías de percepción y
apreciación de la realidad social que ellos tienen en base a cómo han ido interiorizando las
estructuras sociales: ellos han sido en general trabajadores desde pequeños que experimentaron el
trabajo infantil y vivieron a lo largo de sus vidas sumidos en una situación de pobreza. De aquí se
desprende que la concepción de la infancia que pueden llegar a tener estas familias
evidentemente no son las mismas que emergen desde el ámbito de la investigación social o la
sociedad: la infancia no se limita a aquel momento de la vida de un individuo ligada al juego y la
educación, para estos padres la infancia también comprende el trabajo, y no sólo aquel que se
remite al ámbito extradoméstico, sino también al doméstico, vale recordar que los niños
entrevistados cumplen múltiples funciones en sus respectivos hogares.
Revertir esta realidad no es tarea fácil, como hemos visto el hecho de trabajar a edades
tempranas trae consecuencias severas tanto a corto como a largo plazo, básicamente en lo que
respecta a la no posibilidad de romper ese “círculo perverso”, en el que el trabajo infantil aparece
como un mecanismo de reproducción social de la pobreza y viceversa. La cuestión fundamental
radica entonces en que el Estado no sólo asuma formalmente las obligaciones a las que adscribió,
sino que de hecho comience a cumplirlas.

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