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Universidad Latina de Panamá

Facultad de Ciencias de la Educación y Desarrollo Humano

Licenciatura en Psicología

Nombre:

Reyna Stanziola

Cédula:

8-1001-753

Materia:

Psicología del Desarrollo

Profesor:

Stephania A. Estrada

Tema:

Trastornos neurodegenerativos

Año lectivo:

2023
Introducción

Los trastornos neurodegenerativos son un grupo de enfermedades que afectan


al sistema nervioso y se caracterizan por una pérdida progresiva de la función
neuronal. Aunque en la mayoría de los casos se desconocen las causas que
desencadenan el proceso neurodegenerativo, se sabe que diversas
circunstancias, como los factores ambientales y el envejecimiento, pueden
influir en su aparición.
Aunque la mayoría de estas enfermedades son incurables, el tratamiento
puede ayudar a aliviar los síntomas y retrasar la progresión de la enfermedad.
El impacto de las enfermedades neurodegenerativas no se limita solo a los
pacientes, sino que también afecta a sus familias y cuidadores, quienes deben
hacer frente a los cambios y desafíos que trae consigo la enfermedad. Por este
motivo, es importante contar con el apoyo y los recursos adecuados para
ayudar a los afectados a sobrellevar la enfermedad.
El tema tiene muchos aspectos que abarcar y nosotros como lectores tenemos
mucha información por recopilar, es por eso que para poder ampliar el
conocimiento y comprensión sobre del tema, a continuación, daremos una
explicación un poco más detallada sobre estas enfermedades, especialmente
refiriéndonos a las causas, síntomas y afectaciones que cada una de estas
tiene en la vida de los pacientes que las padecen.
Índice
Trastornos neurodegenerativos..........................................................................4
Ataxia de Friedrich.............................................................................................. 5
Atrofia neuromuscular.........................................................................................7
Demencia cardiovascular....................................................................................7
Demencia de cuerpos de Lewy...........................................................................9
Enfermedad de Alzheimer.................................................................................11
Enfermedad de Huntington............................................................................... 14
Enfermedad de Parkinson.................................................................................17
Esclerosis lateral amiotrófica.............................................................................19
Esclerosis múltiple espinal................................................................................22
Conclusión.........................................................................................................27
Bibliografía........................................................................................................ 28
Anexos.............................................................................................................. 30
Trastornos neurodegenerativos
Las enfermedades neurodegenerativas son unas de las principales causas
de discapacidad. Depender de una silla de ruedas o ayudas para la
movilidad no siempre está ligado a una lesión medular adquirida por un
accidente, sino que existen discapacidades originadas por lesiones
neuronales que afectan a la movilidad. Este tipo de enfermedades actualmente
no tienen cura y son comúnmente denominadas enfermedades raras, Górriz C.,
N. et al. (2023)
Según FEDER (Federación Española de Enfermedades Raras),
las enfermedades raras o poco frecuentes son aquellas que tienen una baja
prevalencia en la población. Para ser considerada como rara, cada enfermedad
específica sólo puede afectar a un número limitado de personas.
Concretamente, afecta a menos de 5 de cada 10.000 habitantes. Sin embargo,
las patologías poco frecuentes afectan a un gran número de personas, ya que
según la OMS (Organización Mundial de la Salud), existen cerca de 7.000
enfermedades raras que afectan al 7% de la población mundial, Górriz C., N. et
al. (2023).
Dentro de las enfermedades raras podemos conocer un conjunto de
enfermedades que se caracterizan por la muerte progresiva de las neuronas
del cerebro. A estas enfermedades se las denomina
como neurodegenerativas. La muerte de estas neuronas está causada
por pequeñas lesiones que pueden estar localizadas en cualquier parte del
sistema nervioso (cerebro, médula espinal o en nervios y prolongaciones
nerviosas) y pueden alterar el correcto funcionamiento motor (ataxias)
o funcionamiento mental (demencias) de quienes padecen una de estas
enfermedades. Estos síntomas empeoran con el paso del tiempo, dando lugar
a diferentes discapacidades cada vez más graves generando grandes
dificultades en las actividades de la vida diaria, Górriz C., N. et al. (2023)
Se desconocen las causas que provocan la pérdida de las neuronas en las
enfermedades neurodegenerativas. De hecho, aquellas enfermedades en las
que se produce una pérdida de neuronas por una causa conocida (por ejemplo,
la desmielinización en la esclerosis múltiple o los trastornos metabólicos) no se
consideran enfermedades neurodegenerativas. (Rodríguez-Antigüedad Z., A.,
2004).
El principal factor de riesgo para desarrollar estas enfermedades es el
incremento de la edad. El aumento previsto para los próximos años de la
esperanza de vida de la población hará que la prevalencia de estas patologías
se duplique (Rodríguez-Antigüedad Z., A., 2004).
En la actualidad hay varios medicamentos que tienen un efecto sintomático en
estas enfermedades, pero ninguno que haya demostrado ninguna utilidad con
relevancia clínica para frenar la progresión del proceso degenerativo. El
desarrollo de tratamientos preventivos o protectores se ha visto limitado por
nuestra escasez de conocimientos sobre las causas y mecanismos por el que
las neuronas se mueren en las enfermedades neurodegenerativas. Sin
embargo, los avances neurobiológicos de los últimos años nos han situado más
cerca que nunca de desvelar los misterios de las enfermedades
neurodegenerativas y poder así desarrollar estrategias terapéuticas eficaces
(Rodríguez-Antigüedad Z., A., 2004).
Con contadas excepciones las causas de la neurodegeneración son
desconocidas. La importancia del papel de los factores ambientales y genéticos
como causa de estas enfermedades es objeto de un intenso debate
(Rodríguez-Antigüedad Z., A., 2004).
Algunas enfermedades neurodegenerativas tienen una clara base genética
(por ejemplo, la paraparesia espástica familiar, corea de Huntington, atrofia
óptica de Leer, etc.). Pero en la mayoría, como la enfermedad de Alzheimer,
Parkinson o esclerosis lateral amiotrófica, el número de casos familiares es de
apenas el 10%. Es decir, la mayoría de las enfermedades neurodegenerativas
son esporádicas y la aportación del componente genético en su origen es
mínimo. (Rodríguez-Antigüedad Z., A., 2004).

En las enfermedades esporádicas siempre se debe busca un factor ambiental


(tóxico, infeccioso, etc.) que sea la causa de la patología. En las enfermedades
neurodegenerativas esta búsqueda ha sido infructuosa. Por todo ello, hoy en
día se piensa que la etiología de los casos esporádicos no es claramente
genética ni claramente ambiental, y probablemente sean una consecuencia de
la conjunción en mayor o menor medida de ambos factores (Rodríguez-
Antigüedad Z., A., 2004).

Ataxia de Friedrich

La ataxia de Friedrich (AF) fue descrita por el neurólogo alemán Nikolaus


Friedrich, y en 1988 se logró identificar la mutación del gen responsable y su
localización en el cromosoma. Es una enfermedad hereditaria rara que causa
daño progresivo al sistema nervioso. Es causado por un defecto en el gen FXN
que produce la proteína frataxina. La frataxina controla los pasos importantes
en el metabolismo del hierro mitocondrial y la estabilidad general del hierro
celular. La investigación sugiere que las células que tienen un nivel reducido de
frataxina producen energía de forma menos eficaz, lo que puede conducir a
una acumulación de subproductos tóxicos y consiguiente daño celular
irreversible, Castiglioni, C., et al. (2011).
La AF es la forma más frecuente de ataxia hereditaria. La prevalencia de la
enfermedad en Europa y Estados Unidos se calcula en 1–2 casos/100.000,
Castiglioni, C., et al. (2011).

Síntomas

Generalmente aparecen entre los 5 y los 15 años, pero pueden comenzar en


edad adulta. Debemos sospechar este cuadro ante todo paciente menor de 20
años que comience con signos de inestabilidad y falta de coordinación para
caminar, marcha tambaleante, caídas e inestabilidad postural que empeoren de
manera progresiva, esto es, ataxia de la marcha de inicio insidioso o subagudo,
progresiva, simétrica, cerebelosa y sensorial, que se propaga lentamente a los
brazos y el tronco. Finalmente, en unos pocos casos, la disartria puede ser el
síntoma inicial, Castiglioni, C., et al. (2011).

Manifestaciones neurológicas

Además de lo comentado anteriormente, el tono muscular suele estar


disminuido o normal; aparece una atrofia muscular distal con reflejos rotulianos
abolidos. El signo de Romberg es positivo, el signo de Babinski es bilateral en
el 90% de los casos, y hay una pérdida de sensibilidad vibratoria y posicional.
Complementariamente, se asocia a atrofia óptica en el 25% de los casos, a
nistagmo en el 20% de los casos y a una sordera neurosensorial significativa
en el 10% de los pacientes. Finalmente, en algunos casos puede aparecer
alguna disfunción esfinteriana (urgencia miccional y estreñimiento), Castiglioni,
C., et al. (2011).

Manifestaciones cardíacas

Un 65–90% de los pacientes con AF presentan una miocardiopatía con


alteraciones electrocardiográficas que consisten en inversión de la onda T y
signos de hipertrofia ventricular izquierda. La insuficiencia cardiaca,
generalmente acompañada de arritmias como fibrilación auricular, ocurre en
fases avanzadas de la enfermedad, Castiglioni, C., et al. (2011).

Manifestaciones esqueléticas

Aproximadamente el 75% de los pacientes con AF padecen cifoescoliosis


(asociada a una mayor morbilidad cardiopulmonar), pie cavo y/o equino varo,
Castiglioni, C., et al. (2011).

Manifestaciones endocrinas.

Aproximadamente el 20% de los pacientes con AF padece diabetes mellitus


insulinorresistente debido a una alteración en la secreción de las células beta
Castiglioni, C., et al. (2011).
Atrofia neuromuscular

La atrofia muscular espinal (AME) es una enfermedad neurodegenerativa que


afecta las neuronas motoras del asta anterior de la médula espinal y constituye
la segunda causa de enfermedad autosómica recesiva después de la fibrosis
quística. Es la causa genética más frecuente de mortalidad en lactantes, con
una incidencia mundial descrita entre 1/6.000 y 1/10.000 nacimientos y una
tasa de portadores entre 1/35 y 1/50. En nuestro país no existen datos de su
prevalencia, Castiglioni, C., et al. (2011).

Clínicamente se caracteriza por una debilidad y atrofia muscular generalizada


de predominio proximal, que comienza en extremidades inferiores,
extendiéndose a tronco y extremidades superiores en grado variable según el
tipo clínico. La capacidad cognitiva de estos pacientes está siempre
preservada. Su causa es una mutación homocigota, en el gen de sobrevida de
la motoneurona, SMN, ubicado en el brazo largo del cromosoma 5. Este gen
está presente en múltiples copias en el genoma humano, una
telomérica SMN1 y varias copias centroméricas, SMN2 que se diferencian en
sólo cinco nucleótidos. El gen SMN2 presenta una tendencia a un ensamblaje
génico alternativo (en inglés, "alternative splicing") durante la transcripción del
ARNm que origina una proteína truncada, con sólo 10 % de la proteína SMN
completa. Esta proteína normal no logra compensar la pérdida de la proteína
por mutación del gen SMN1. Deleciones del exón 7 y 8 o sólo del 7 del
gen SMN1 son responsables de más de 95% de los casos de AME. De este
modo, la detección de una deleción homocigota de al menos el exón 7
de SMN1, constituye una herramienta para el diagnóstico de AME que alcanza
una sensibilidad cercana a 95% y una especificidad de 99%6. Los diversos
subtipos clínicos de AME se han clasificado según la edad de aparición de los
síntomas y su evolución, Castiglione, C., et al. (2011).

Demencia cardiovascular
La demencia es el deterioro crónico, global y habitualmente irreversible de la
capacidad cognitiva (Juebin Huang, 2021).

La demencia vascular es la segunda causa más frecuente de demencia entre


los ancianos. Es más frecuente entre los hombres y suele comenzar después
de los 70 años. Ocurre más a menudo en personas que tienen factores de
riesgo vascular (p. ej., hipertensión, diabetes mellitus, hiperlipidemia,
tabaquismo) y en aquellos que han tenido varios accidentes
cerebrovasculares. Muchas personas tienen tanto demencia vascular
como enfermedad de Alzheimer (Juebin Huang, 2021).

La demencia no se debe confundir con el delirio, aunque hay un trastorno de


la cognición en ambos. Los siguientes datos ayudan a distinguirlos:
 La demencia afecta principalmente la memoria y es provocada en forma
típica por cambios anatómicos en el encéfalo, tiene un inicio más lento y,
usualmente, es irreversible
 El delirio afecta principalmente la atención y habitualmente es causado
por una enfermedad aguda o toxicidad farmacológica (que a veces pone
en peligro la vida) y muchas veces es reversible (Juebin Huang, 2021).
Otras características específicas también ayudan a distinguir los 2
trastornos
La demencia vascular suele ser el resultado de múltiples pequeños infartos
cerebrales (o a veces hemorragias). Aunque cada infarto puede solo provocar
síntomas mínimos, la combinación de múltiples infartos pequeños puede
causar suficiente pérdida neuronal o axonal para afectar la función cerebral.
Las demencias vasculares incluyen las siguientes:

 Infarto lacunar múltiple: se afectan los pequeños vasos


sanguíneos. Los infartos lacunares múltiples ocurren en la
sustancia gris y blanca hemisférica profunda (Juebin Huang,
2021).
 Demencia multiinfarto: se afectan los vasos sanguíneos de
tamaño intermedio (Juebin Huang, 2021).
 Demencia por infarto único en posición estratégica: ocurre un
infarto único en un área crucial del encéfalo (p. ej., giro angular,
tálamo) (Juebin Huang, 2021).
 Demencia de Binswanger (encefalopatía arterioesclerótica
subcortical): esta variante poco frecuente de demencia de vasos
pequeños se asocia con una hipertensión grave, mal controlada y
con enfermedad vascular sistémica. Provoca pérdida difusa e
irregular de los axones y la mielina con gliosis generalizada,
muerte del tejido debido a un infarto o pérdida de suministro de
sangre a la sustancia blanca del cerebro (Juebin Huang, 2021).
 Demencia vascular hereditaria: la arteriopatía cerebral
autosómica dominante con infartos subcorticales y
leucoencefalopatía (CADASIL) es una enfermedad cerebral de
vasos pequeños causada por mutaciones en el
gen NOTCH3 (receptor 3 del notch), que codifica un receptor
transmembrana localizado en las células del músculo liso
vascular. La arteriopatía cerebral autosómica recesiva con
infartos subcorticales y leucoencefalopatía (CARASIL) también es
una enfermedad de pequeños vasos; es causada por mutaciones
en el gen HTRA1 (Juebin Huang, 2021).

Los síntomas y signos de la demencia vascular son similares a los de las


demás demencias (p. ej., pérdida de memoria, deterioro de la función
ejecutiva, dificultad para iniciar acciones o tareas, lentitud de pensamiento,
personalidad y cambios de humor, problemas de lenguaje). Sin embargo, en
comparación con la enfermedad de Alzheimer, la demencia vascular tiende a
causar pérdida de memoria más adelante y a afectar la función ejecutiva en
primer lugar. Además, los síntomas pueden variar, dependiendo de la
localización de los infartos (Juebin Huang, 2021).

A diferencia de otras demencias, la demencia multiinfarto tiende a progresar a


pasos separados; cada episodio se acompaña por una declinación intelectual,
a veces seguida por una recuperación leve. La demencia vascular subcortical
causada por el daño isquémico de los pequeños vasos (que incluye el infarto
lacunar múltiple y la demencia de Binswanger) tiende a producir pequeños
déficits incrementales; por lo tanto, la declinación parece ser gradual (Juebin
Huang, 2021).

A medida que la enfermedad progresa, los déficits neurológicos focales a


menudo se superponen:

 Hiperreflexia osteotendinosa

 Respuesta plantar extensora

 Alteraciones de la marcha

 Debilidad de una extremidad

 Hemiplejías

 Parálisis seudobulbar con risa y llanto patológicos

 Otros signos de disfunción extrapiramidal

 Afasias (Juebin Huang, 2021).

La pérdida cognitiva puede ser focal. Por ejemplo, la memoria a corto plazo
puede estar menos afectada que en otras demencias. Debido a que la pérdida
puede ser focal, los pacientes pueden retener más aspectos de la función
mental. Por lo tanto, ellos pueden estar más conscientes de su déficit y la
depresión puede ser más frecuente que en otras demencias (Juebin Huang,
2021).

Los pacientes con CADASIL suelen presentar deterioro cognitivo, migrañas


y/o accidente cerebrovascular. CARASIL puede causar alopecia y
espondilosis. La edad de inicio varía (Juebin Huang, 2021).

Demencia de cuerpos de Lewy


La demencia con cuerpos de Lewy forma parte de un espectro de entidades
conocidas como alfa-sinucleinopatías, que se caracteriza por el depósito
intracitoplasmático de inclusiones formadas por alfa-sinucleína y ubiquitina,
llamadas cuerpos de Lewy y neuritas de Lewy. El espectro de enfermedades
relacionadas con el depósito de alfa-sinucleína se conoce como enfermedad
con cuerpos de Lewy e incluye: la demencia con cuerpos de Lewy, la
enfermedad de Parkinson y la demencia por enfermedad de Parkinson1. En
comparación con la enfermedad de Alzheimer, la demencia con cuerpos de
Lewy tiene mayor mortalidad2,3, mayor impacto funcional en las actividades de
la vida diaria y calidad de vida, así como mayor coste sanitario, mayores tasas
de hospitalización e ingreso residencial más temprano4-9. Por lo tanto, es
importante ahondar en su conocimiento con el objetivo de comprender su
complejidad y encontrar futuros tratamientos modificadores del curso de la
enfermedad (Abdelnour Ruiz, C., 2021).
La demencia con cuerpos de Lewy es la segunda causa de demencia
neurodegenerativa después de la enfermedad de Alzheimer10. Sin embargo,
su prevalencia es desconocida y puede variar entre el 0 y el 30,5% en estudios
poblacionales. Por otra parte, tiene una incidencia anual de aproximadamente
el 4% de los nuevos diagnósticos de demencia y entre 0,5 y 1,6 por 1.000
personas/año en los mayores de 65 años. Existen resultados dispares en la
literatura con respecto a la distribución de la demencia con cuerpos de Lewy
según el sexo. Aunque esta enfermedad se ha considerado tradicionalmente
como más frecuente en hombres, hay estudios que han encontrado
predominancia de mujeres. Los antecedentes familiares de enfermedad de
Parkinson, antecedentes personales de depresión, ansiedad e ictus, y ser
portador del genotipo APOEe4 aumentan el riesgo de padecer demencia con
cuerpos de Lewy, mientras que el consumo de cafeína y los antecedentes
personales de cáncer disminuyen su probabilidad (Abdelnour Ruiz, C., 2021).
La demencia con cuerpos de Lewy es un síndrome caracterizado por la
presencia de deterioro cognitivo progresivo suficiente para alterar la capacidad
del individuo para realizar las actividades de la vida diaria, acompañado de las
siguientes características clínicas, también llamados criterios nucleares:
parkinsonismo, fluctuaciones cognitivas, alucinaciones visuales recurrentes y/o
trastorno de conducta del sueño REM15. El diagnóstico es principalmente
clínico y se realiza según criterios de consenso. La guía de consenso más
reciente fue publicada en 2017 y presenta una actualización sobre la
interpretación de los resultados de biomarcadores, así como su distinción de
las características clínicas (Abdelnour Ruiz, C., 2021).
Los pacientes con demencia con cuerpos de Lewy pueden presentar una gran
variedad de síntomas y signos durante el curso de la enfermedad, lo que
dificulta su diagnóstico precoz. Estos síntomas pueden ser cognitivos,
conductuales o físicos (Abdelnour Ruiz, C., 2021).
Síntomas cognitivos
Desde el punto de vista cognitivo, los déficits más característicos de la
enfermedad son alteraciones en la atención, función ejecutiva y procesamiento
de la información visual, mientras que la denominación por confrontación visual
y la memoria episódica verbal suelen estar menos afectadas. Estos déficits
cognitivos pueden fluctuar, así como puede fluctuar el nivel de alerta o
atención. Estas fluctuaciones se definen como episodios alternantes de
funcionamiento normal con periodos de alteración cognitiva, inatención o
somnolencia diurna con episodios confusionales transitorios. Por otra parte, el
diagnóstico de demencia es requisito para el diagnóstico, aunque se están
realizando esfuerzos en la comunidad científica para la identificación de
pacientes en la fase de deterioro cognitivo leve o prodrómica (Abdelnour Ruiz,
C., 2021).
Síntomas conductuales
En cuanto a la conducta, los pacientes con demencia con cuerpos de Lewy
pueden presentar alucinaciones, delirios, ansiedad, depresión, apatía y
trastorno de conducta del sueño REM21. Las alucinaciones visuales
recurrentes están presentes en el 80% de los pacientes y se caracterizan por
representar personas o animales, siendo menos frecuentes las alucinaciones
de otras modalidades y los delirios sistematizados. El trastorno de conducta del
sueño REM consiste en la presencia de movimientos involuntarios durante la
fase atónica del sueño, y es un síntoma que se asocia a alfa-sinucleinopatía
subyacente. Debido a su frecuencia, otro trastorno del sueño que se ha
añadido como una característica clínica que apoya el diagnóstico de la
demencia con cuerpos de Lewy es la hipersomnia. Por otra parte, la depresión
y la ansiedad pueden presentarse en aproximadamente el 25% de los
pacientes con demencia por cuerpos de Lewy. Estudios retrospectivos han
encontrado que los antecedentes de depresión y delirio son más frecuentes en
esta demencia que en los pacientes con enfermedad de Alzheimer (Abdelnour
Ruiz, C., 2021).
Síntomas físicos
Los síntomas físicos de la demencia por cuerpos de Lewy son: parkinsonismo,
hiposmia, estreñimiento, disfunción autonómica, sialorrea, incontinencia
urinaria e hipotensión ortostática, entre otros. El parkinsonismo en esta
enfermedad se define como la presencia de bradicinesia, temblor en reposo o
rigidez15. Estos síntomas pueden estar presentes en el 85% de los pacientes y
pueden ser el primer signo clínico en uno de cada cuatro casos. Para
diferenciar a la demencia con cuerpos de Lewy de la demencia por enfermedad
de Parkinson, los síntomas parkinsonianos deben estar presentes durante el
primer año o después del diagnóstico de demencia, lo que se conoce como la
«regla de 1 año»15. En comparación con la enfermedad de Parkinson, los
pacientes con demencia con cuerpos de Lewy tienen mayor afectación axial,
así como mayor inestabilidad postural, alteraciones de la marcha e hipomimia,
siendo menos frecuente el temblor en reposo (Abdelnour Ruiz, C., 2021).
Otra característica clínica que apoya el diagnóstico de demencia con cuerpos
de Lewy es la sensibilidad a neurolépticos, que se caracteriza por la
exacerbación aguda de signos parkinsonianos y alteración del nivel de alerta
en pacientes tratados con antipsicóticos. Existe un creciente interés en el
desarrollo y uso clínico de biomarcadores diagnósticos de esta demencia, tal
como queda reflejado en los criterios de consenso de 2017. En dicho
documento, los biomarcadores se clasifican como indicativos o de soporte
dependiendo de su especificidad diagnóstica. La combinación de
características clínicas y biomarcadores resulta en dos grados de certeza:
probable y posible. En ambos casos es indispensable el diagnóstico de
demencia (Abdelnour Ruiz, C., 2021).

Enfermedad de Alzheimer
La Enfermedad de Alzheimer es una Encefalopatía Degenerativa Primaria (sin
causa conocida). Se caracteriza por la presencia de trastornos de memoria
iniciales y típicos, que comienzan de manera insidiosa y evolucionan
progresivamente. En la evolución se van comprometiendo otras funciones
cognitivas y se asocian trastornos conductuales, todo lo que lleva a un estado
de invalidez social y dependencia (Fontán, A. L., 2012).
Etiología / Factores de Riesgo
La etiología de la Enfermedad de Alzheimer es desconocida. Se estima que se
produce por una combinación de susceptibilidad genética sumada a la
exposición a factores ambientales, donde interactúan factores de riesgo y
factores protectores, en una ventana temporal prolongada y con efecto
diferente de acuerdo a la carga genética (p.ej.: presencia de ApoE4). Desde el
punto de vista genético, casi la totalidad de los casos son de origen esporádico
y solo un 5% se deben a formas familiares, de las que no hay casos descritos
en Uruguay. El mayor factor de riesgo para desarrollar Enfermedad de
Alzheimer es la edad: a mayor edad, mayor riesgo de presentar la enfermedad.
Estudios epidemiológicos y observacionales han identificado otros factores de
riesgo dentro de los que se destaca el bajo nivel escolar, la presencia del Alelo
E4 de la lipoproteína E (ApoE4) y el sexo femenino. Los datos en relación al
riesgo por presencia de casos familiares son controversiales y para algunos
autores solo aumentaría escasamente el mismo. Los estudios también han
demostrado factores protectores, sobre todo asociados al control de factores de
riesgo vascular (HTA, diabetes) y al estilo de vida: ejercicio regular, pertenencia
a redes sociales integradoras, actividad intelectual novedosa, desafiante y
alimentación en base a dieta mediterránea. En estos estudios poblacionales, se
ha observado que el uso de algunos medicamentos actúa asimismo como
factor protector para el desarrollo de Enfermedad de Alzheimer: estatinas,
antiinflamatorios no esteroideos, estrógenos en mujeres post-menopáusicas,
IECAs. Sin embargo, hasta ahora, con ninguno se han podido replicar los
resultados en ensayos clínicos controlados (Fontán, A. L., 2012).
Patología
Las dos lesiones neuropatológicas centrales, y que definen el diagnóstico
desde el punto de vista neuropatológico son el depósito de ß Amiloide de 42
aminoácidos (Aß42), formando extracelularmente las placas seniles o placas
amiloides y la producción de husos neurofibrilares dentro de la neurona. El
Amiloide se genera por un clivaje anormal de una proteína normalmente
presente en las membranas celulares, la Proteína Precursora de Amiloide
(Amiloid Precursor Protein – APP). Los husos neurofibrilares están formados
por filamentos helicoidades pareados, constituidos a su vez por agregados de
proteína Tau fosforilada, proteína que estabiliza la estructura de los
microtúbulos. El otro elemento de importancia es la disminución de la
acetilcolina cortical, a punto de partida del compromiso neuropatológico precoz
del Núcleo Basal de Meynert, principal fuente de la misma, ubicado entre los
pedúnculos cerebrales. Este hecho fisiopatológico da el sustento racional para
el uso de inhibidores de la acetilcolinesterasa central como tratamiento (Fontán,
A. L., 2012).
Déficit Cognitivo Leve
Es un estado de riesgo para demencia o “pre-demencial”, en donde existen
trastornos de memoria y de otras funciones cognitivas, de leve a moderada
entidad, pero que no llegan a afectar las actividades de la vida diaria o lo hacen
de manera muy leve. Lo importante de este estado es que los pacientes
portadores tienen un riesgo que aumenta 12%- 15% por año según las series
de desarrollar demencia, contra el 2% del riesgo de la población normal9,10.
Inicialmente fue descrito sólo en pacientes con déficit de memoria,
extendiéndose el concepto a otros dominios cognitivos, pudiendo verse
comprometidos varias funciones en un mismo paciente (Deterioro Cognitivo
Leve Multi-dominio). Para algunos autores, el Déficit Cognitivo Leve Amnésico
(con trastornos de memoria predominantes), representa las etapas
clínicamente más iniciales de la Enfermedad de Alzheimer (Fontán, A. L.,
2012).
Clínica y Semiología
El síntoma inicial de la Enfermedad de Alzheimer en el 95% de los casos es el
trastorno de memoria. Existen presentaciones poco frecuentes, llamadas
“formas a inicio focal”, donde el síntoma inicial puede ser trastornos del
lenguaje o dificultades visuo-espaciales progresivas (Fontán, A. L., 2012).
Los trastornos de memoria que tienen valor semiológico orgánico o sea de
probable origen encefalopático son:
 La pérdida de objetos de uso frecuente, porque no recuerda dónde los
guarda o los deja. (Fontán, A. L., 2012).
 El olvido de hechos recientes. El paciente olvida o no recuerda con cierto
detalle, hechos ocurridos hace pocos días. Este síntoma contrasta con la
capacidad conservada de recordar hechos remotos, de hace más de 30 –
40 años, lo que con frecuencia induce a error a la familia quien asume que
tiene “buena memoria” porque recuerda vívidamente hechos muy alejados.
(Fontán, A. L., 2012).
 La dificultad para retener nueva información. Como consecuencia a esta
incapacidad, los pacientes se tornan reiterativos, preguntando varias veces
lo mismo, porque no logran recordar las respuestas ya dadas. El olvido de
hechos recientes también contribuye a la reiteratividad. No recuerdan que
ya contaron una anécdota o dato. A medida que progresa la enfermedad,
con la afectación especialmente de la Función Ejecutiva y también del
Lenguaje, Praxias y Gnosias, estos pacientes asocian dificultades primero
en las actividades más complejas de la vida diaria, para finalmente
comprometerse las básicas. Progresivamente se irán notando dificultades
en la planificación de tareas más o menos complejas (p.ej.: organización de
cenas, reuniones), rendimiento disminuido en el trabajo (si el paciente
todavía trabaja), dificultades en el manejo del dinero (primero de aspectos
financieros: cuentas bancarias, llenado de cheques y recibos), luego del
dinero (billetes) en sí mismo. Lo pacientes abandonan progresivamente las
tareas que les resultan cognitivamente más exigentes. Más adelante tienen
dificultades en la orientación topográfica, sobre todo en lugares nuevos o
poco frecuentados. Si el paciente todavía conduce automóvil, tiene
dificultades para encontrar el mejor recorrido, con frecuencia pide directivas
a su acompañante y se hace evidente la dificultad para respetar las señales
de tránsito. Posteriormente el paciente desarrolla algunos trastornos
conductuales: se torna apático, con disminución del interés por actividades
que antes realizaba y tendencia a la retracción social. Se puede sumar
luego una mayor psico rigidez, agresividad, intolerancia e irritabilidad fácil.
Es frecuente en esta etapa un componente depresivo reactivo, ya que por lo
general tienen cierto grado de conciencia de sus déficits y limitaciones. Con
la evolución en años, se agravan las alteraciones antes mencionadas y se
asocian dificultades en el Lenguaje (anomias), disminución de la iniciativa
para realizarse la higiene, dificultades para elegir ropas adecuadas y para
vestirse e importante aumento de las alteraciones conductuales: se
incrementan la irritabilidad y agresividad, pueden aparecer elementos
delirantes, a temática de perjuicio (robo de cosas), celotípico, de abandono,
o el clásico cuadro de que “…mi casa no es mi casa”. Pueden presentar
episodios de agitación psico-motriz. En etapas finales, después de más de
15 o 20 años de iniciada la enfermedad, desarrollan trastornos en la
marcha, con paraplejia en flexión y gatismo (Fontán, A. L., 2012).

Enfermedad de Huntington
La enfermedad de Huntington (EH), conocida también como el “mal de San
Vito” fue reconocida en 1872 por el médico norteamericano George Summer
Huntington, quien hiciera la primera descripción clínica completa y clara de una
enfermedad familiar, cuyos pacientes había estudiado junto a su abuelo y su
padre en Long Island, Nueva York. El seguimiento familiar de los afectados
condujo posteriormente hasta dos hermanos, que en 1630 partieron con sus
familias desde Essex (Inglaterra) hacia Boston (EUA). En los tres siglos
siguientes, unos 1000 descendientes padecieron la enfermedad; muchos de
ellos fueron acusados de brujería, al ser interpretados sus movimientos
anormales como «burla a Jesucristo en la cruz», Rodríguez Pupo, J. M. et al.
(2013).
a EH se define como un trastorno neurodegenerativo progresivo de transmisión
autosómica dominante. Clínicamente se caracteriza por la combinación de
corea y otros movimientos anormales, deterioro cognitivo progresivo, y
síntomas psiquiátricos y conductuales, Rodríguez Pupo, J. M. et al. (2013).

Manifestaciones clínicas

La EH se puede identificar clínicamente en presencia de: alteraciones del


comportamiento, alteraciones afectivas y cognitivas asociadas a una disfunción
motora progresiva y antecedentes familiares compatibles con una transmisión
autosómica dominante, Rodríguez Pupo, J. M. et al. (2013).

La edad media de inicio de los síntomas es 38 años, con unos límites que
pueden variar entre la segunda y la séptima décadas de la vida, pues como se
expresó anteriormente la edad de inicio y gravedad de la enfermedad
dependen del tamaño de la expansión de la secuencia CAG, Rodríguez Pupo,
J. M. et al. (2013).

De forma característica los signos iniciales son la inquietud generalizada,


alteraciones del sueño, cambios en el comportamiento, así como ansiedad y
depresión, Rodríguez Pupo, J. M. et al. (2013).

Trastornos motores: al inicio los movimientos anormales son muy sutiles,


integrados en el seno de los movimientos voluntarios o aparecen
espontáneamente sin relación con estos. A medida que avanza la enfermedad
los trastornos motores se hacen más prominentes, no son suprimibles y causan
trastorno funcional. Con la evolución de la enfermedad el corea empeora
afectándose el equilibrio de la marcha y los movimientos voluntarios. En
estadios avanzados puede aparecer parkinsonismo, a menudo por el
tratamiento anti coreico, así como posturas distónicas. El lenguaje se torna
disártrico por las hipercinesias, siendo la comprensión normal. La hiperreflexia
es común y en el 10% de los casos hay signo de Babinski, Rodríguez Pupo, J.
M. et al. (2013).

En dependencia de la edad de inicio se han establecido tres formas clínicas. En


la forma clásica la sintomatología comienza en la mayor parte de los pacientes
entre los 20 y los 45 años de edad, generalmente entre 35 y 45,
comportándose como explicamos anteriormente. La EHJ, definida por un
comienzo antes de los 21 años de edad, representa alrededor del 10% de los
pacientes con EH. Estos casos de comienzo precoz suelen caracterizarse por
el predominio de un trastorno motor de carácter rígido-acinético-distónico
(variante de Westphal), mayor deterioro intelectual y evolución más dramática
de las manifestaciones clínicas, Rodríguez Pupo, J. M. et al. (2013).

Las crisis epilépticas son más frecuentes en la EHJ. Los síntomas psiquiátricos,
la depresión y la psicosis son también frecuentes al inicio y durante la
enfermedad. La forma senil, que inicia después de los 55 años se caracteriza
por un corea puro, sin deterioro intelectual y progresión más lenta. La EH cursa
además con otras alteraciones motoras como trastornos de la motilidad ocular
voluntaria, que van desde el enlentecimiento de los movimientos oculares
sacádicos hasta una dificultad severa de la motilidad ocular voluntaria. La
impersistencia motora se manifiesta por la incapacidad para mantener los
brazos extendidos durante algunos segundos o la lengua protruida durante 20
segundos o por un apretón de manos en el que el paciente no sostiene la
contracción de la mano, sino que aprieta y suelta de forma repetitiva y
ondulante (signo del apretón del lechero). Otros trastornos frecuentes en fases
avanzadas de la enfermedad son la incoordinación motora, la ataxia, los
trastornos del lenguaje y de la deglución, así como incontinencia urinaria en
fase terminal, Rodríguez Pupo, J. M. et al. (2013).

Trastornos psiquiátricos: muchas veces constituyen el primer síntoma de la EH


y hacen que los enfermos sean recluidos en centros psiquiátricos, incluyen
cambios de personalidad, trastornos afectivos (depresión y menos
frecuentemente manía), ilusiones y alucinaciones, paranoia y cuadros
esquizofreniformes, agitación o apatía, disminución de la libido, inatención para
seguir conversaciones, descuido del aseo personal y trastornos del sueño
como somnolencia diurna e insomnio nocturno. Es frecuente la tendencia al
suicidio, Rodríguez Pupo, J. M. et al. (2013).

Trastornos cognitivos: inicialmente consisten en alteración de la memoria


reciente y el juicio, hasta desarrollar demencia que lleva a la incapacidad para
realizar las actividades de la vida diaria. La demencia es de tipo “subcortical”,
con predominio de bradifrenia (enlentecimiento del pensamiento), déficit de
atención y de funciones ejecutivas con ausencia de alteraciones corticales
como afasia, apraxias y agnosias, Rodríguez Pupo, J. M. et al. (2013).

Diagnóstico nosológico y diferencial

El diagnóstico se basa en los datos clínicos y la comprobación de una


transmisión vertical de herencia autosómica dominante. Las pruebas de
neuroimagen (IRM y TC) ponen de manifiesto atrofia de la cabeza del núcleo
caudado y de la corteza cerebral. La confirmación de la enfermedad, así como
el diagnóstico prenatal y presintomático (estos dos últimos aún son temas de
debate dado que estos aspectos no están exentos de problemas legales y
éticos) puede efectuarse mediante técnicas de genética molecular que
demuestran la expansión patológica del triplete CAG en el gen IT15, Rodríguez
Pupo, J. M. et al. (2013).

El diagnóstico diferencial de la EH se debe realizar con las otras causas de


corea hereditaria y también de causas adquiridas, entre ellas:

Causas de corea hereditaria

 Enfermedad de Huntington HDL 1 y otras enfermedades por priones


hereditarias HDL 2HDL 3
 Ataxias espinocerebelosas: SCA 17 (HDL 4), SCA 1-3
 Atrofia dentato-rubro-pálido-luisiana
 Neuroacantocitosis: corea-acantocitosis y síndrome de McLeod Corea
hereditaria benigna
 Neurodegeneración con cúmulo cerebral de hierro
 Enfermedad de Wilson Ataxia de Friedreich
 Enfermedades mitocondriales, Rodríguez Pupo, J. M. et al. (2013).

Causas adquiridas

 Patología focal (enfermedad cerebrovascular y lesiones ocupantes de


espacio), Rodríguez Pupo, J. M. et al. (2013).
 Coreas de base inmune: corea de Sydenham, lupus eritematoso
sistémico y síndrome antifosfolipídico primario, corea gravídica, corea
inducida por anticonceptivos orales y síndromes paraneoplásicos Corea
de causa infecciosa: virus de inmunodefiencia humana, nueva variante
de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, tuberculosis, Rodríguez Pupo, J.
M. et al. (2013).
 Encefalopatías tóxicas y metabólicas: degeneración hepatolenticular
crónica adquirida (no wilsoniana), hiperglucemia no cetósica,
hipertiroidismo y policitemia rubra vera, Rodríguez Pupo, J. M. et al.
(2013).
 Antiepilépticos: fenitoína, carbamazepina, valproato, gabapentina,
Rodríguez Pupo, J. M. et al. (2013).

Enfermedad de Parkinson
La enfermedad de Parkinson (EP) es un proceso neurodegenerativo complejo
de aparición en la edad adulta y que constituye la segunda enfermedad
neurodegenerativa más frecuente por detrás de la demencia tipo Alzheimer,
Martínez-Fernández R. et al. (2016).

La frecuencia reportada de la EP varía dependiendo de los criterios


diagnósticos empleados, la población estudiada o los métodos epidemiológicos
utilizados. La prevalencia de esta enfermedad se estima en 0,3% de la
población general y siendo aproximadamente el 1% en mayores de 60 años. La
incidencia estimada es de 8 a 18 por 100.000 habitantes/año. Casi todos los
estudios epidemiológicos han mostrado que tanto la incidencia como la
prevalencia de la EP es de 1,5 a 2 veces mayor en hombres que en mujeres, lo
que ha sugerido un posible efecto protector de los estrógenos. Por otro lado, se
trata de una enfermedad de distribución universal aunque se han sugerido
diferencias interétnicas como un mayor riesgo en poblaciones hispanas.
La mayoría de los casos de la enfermedad de Parkinson son esporádicos,
siendo el envejecimiento el principal factor de riesgo. Por otra parte, son
conocidas algunas formas de EP causadas por una mutación genética
específica. En el caso de la EP de inicio joven (<40 años) que representan
alrededor del 5% de los pacientes con EP, la probabilidad de un origen
genético es mayor que en los de inicio más tardío y principalmente se asocian
a una herencia autosómica recesiva. En los pacientes con EP de inicio anterior
a los 45 años, la mutación más común es la del gen de la parkina, presente en
el 50% de los casos familiares y en el 15% de los esporádicos. Además,
algunos factores ambientales como la exposición a pesticidas o traumatismos
cráneo-encefálicos repetidos han sido asociados a un aumento de riesgo,
mientras que otros como el consumo de cafeína, tabaco o alcohol, o la toma de
antiinflamatorios no esteroides podrían ser factores protectores.
El pronóstico es muy variable aunque, en términos generales, la edad
avanzada en el momento del diagnóstico y la presentación como forma rígido-
acinética serían factores predictores de una progresión más rápida, mientras
que la forma de inicio tremórico tiene mejor pronóstico. Aunque el arsenal
terapéutico disponible ha mejorado sustancialmente la comorbilidad de la
enfermedad y alargado la supervivencia de los pacientes con EP, la mortalidad
sigue siendo ligeramente mayor que la de la población general, Martínez-
Fernández R. et al. (2016).

Manifestaciones motoras
La EP se caracteriza por alteraciones fundamentalmente motoras. Los signos
cardinales típicos son el temblor de reposo que se presenta en el 70% de los
casos y es típicamente grosero y de gran amplitud, con una frecuencia de entre
4 y 6 Hz; la rigidez que es característicamente en rueda dentada; y la acinesia,
que se presenta tanto en movimientos espontáneos como en voluntarios, y
típicamente, manifiesta con fatigabilidad y decremento progresivo de la
amplitud durante movimientos repetitivos. Estas manifestaciones serían
consecuencia de la pérdida de inervación dopaminérgica en el estriado. Debido
a la heterogeneidad clínica de presentación, se ha intentado clasificar la
enfermedad en subtipos, aunque no existe un consenso generalizado. Así,
existiría la forma de predominio tremórico, con una ausencia relativa de otros
síntomas, y la de predominio no tremórico que incluiría el fenotipo rigido-
acinético y aquellos con inestabilidad y trastorno de la marcha (conocido como
PIGD: “postural instability and gait disorder”). Además, podría definirse otro
subgrupo con un fenotipo clínico mixto o indeterminado. Esta diferenciación
tendría implicaciones pronósticas ya que el curso de la enfermedad difiere
entre los subtipos, siendo los de predominio tremórico de evolución más lenta,
menor incapacidad y menor riesgo de deterioro cognitivo que aquellos no
tremóricos, Martínez-Fernández R. et al. (2016).

Manifestaciones no motoras
El reconocimiento de los síntomas no motores ha ganado relevancia en los
últimos años debido a su elevada prevalencia que se incrementa conforme la
enfermedad progresa (hasta el 90% según la serie) y un impacto negativo
sobre la calidad de vida de los pacientes que puede ser mayor que el de las
manifestaciones motoras. Éstos incluyen síntomas muy variados como apatía o
depresión, alteraciones del sueño, disfunción autonómica o síntomas
sensitivos. Algunos síntomas como la hiposmia, el estreñimiento, la depresión,
y el trastorno de conducta de sueño REM pueden preceder en varios años a las
manifestaciones motoras clásicas y por lo tanto al diagnóstico de la
enfermedad. Otros estudios sugieren también, la hipersomnia diurna, la
alteración en la visión de los colores, la apatía, la fatiga y el dolor de origen
“central” como posibles síntomas premotores. Es por ello que la existencia de
este periodo prodrómico es importante a nivel terapéutico ya que podría aportar
una potencial ventana temporal para terapias modificadoras de la progresión en
el momento en el que estén disponibles, y así prevenir o retrasar el desarrollo
de la enfermedad, Martínez-Fernández R. et al. (2016).

Síntomas no motores más comunes en la enfermedad de Parkinson:

 Síntomas neuropsiquiátricos: Depresión, ansiedad, apatía. Alucinaciones


(sobre todo visuales), ilusiones y delirios que pueden ser inducidos por la
medicación. Deterioro cognitivo leve y demencia. Trastorno del control de
impulsos y síndrome de disregulación dopaminérgica (relacionados con
agentes dopaminérgicos). Ataques de pánico, Martínez-Fernández R. et al.
(2016).
 Ataques de pánico que pueden aparecer en los episodios “OFF”, Martínez-
Fernández R. et al. (2016).
 Trastornos del sueño: Trastornos de conducta del sueño REM, hipersomnia
diurna excesiva, ataques de sueño, insomnio, síndrome de piernas inquietas
y movimientos periódicos de las piernas, Martínez-Fernández R. et al.
(2016).
 Síntomas sensitivos: Dolor, hiposmia, trastornos visuales (visión borrosa,
diplopia, alteración en la visión de los colores), Martínez-Fernández R. et al.
(2016).
 Fatiga, Martínez-Fernández R. et al. (2016).
 Disfunción autonómica: Urgencia y frecuencia miccional, nicturia, disfunción
sexual, hiperhidrosis e hipotensión ortostática, Martínez-Fernández R. et al.
(2016).

 Síntomas gastrointestinales: Sialorrea, disfagia, estreñimiento, Martínez-


Fernández R. et al (2016).
La aparición de estos síntomas se ha relacionado con la distribución de los
cuerpos de Lewy en el sistema nervioso (sistema nervioso periférico, bulbo
olfatorio, tronco cerebral, sistema límbico y corteza cerebral) según el mapa de
sinucleopatía descrito por Braak y Braak. Sin embargo, su sustrato patológico
no se explica completamente por esta hipótesis que, además, no define la
extensión de la neurodegeneración. Algunos de estos síntomas pueden
responder a la medicación dopaminérgica como puede observarse en las
fluctuaciones no motoras (ver abajo), sin embargo, en el origen de muchos
otros estarían implicados otros sistemas de neurotransmisores como la
serotonina, noradrenalina y acetilcolina y requieren de un tratamiento
específico, Martínez-Fernández R. et al. (2016).

Esclerosis lateral amiotrófica


La esclerosis lateral amiotrófica (ELA) es una enfermedad caracterizada por la
degeneración progresiva de las neuronas motoras superior (NMS) e inferior
(NMI), lo que produce debilidad de los músculos de las extremidades,
torácicos, abdominales y bulbares. Entre 1865 y 1869 Jean Martin Charcot en
sus estudios clínico-patológicos observó la correlación entre los signos clínicos
piramidales y las lesiones de los cordones laterales, con la amiotrofia y las
alteraciones en las astas anteriores de la médula espinal, por lo que en 1874 le
dio el nombre de esclerosis lateral amiotrófica. Recientes avances científicos
han permitido mejorar nuestro entendimiento sobre esta enfermedad, pero
muchas dudas permanecen sin resolver. Este artículo resume los conceptos
actuales sobre la etiología, los factores de riesgo, las manifestaciones clínicas,
el diagnóstico, el tratamiento y el pronóstico, Zapata-Zapata, C. H. et al. (2016).
Después de 140 años de la descripción inicial de la ELA, la etiopatogenia
continúa sin aclararse completamente. Actualmente se la puede clasificar como
familiar (ELAF) y esporádica (ELAS). En ambos casos se produce un proceso
neurodegenerativo que lleva a la muerte de las neuronas motoras. En la
actualidad se considera que esta degeneración es un proceso focal de la NMS
y la NMI que avanza continua y separadamente para sumarse en el tiempo.
Excepto para algunos casos de ELAF, aún no se conoce la causa que
desencadena el comienzo de los cambios fisiopatológicos e histopatológicos
observados en esta enfermedad. El amplio espectro de posibles causas o
consecuencias incluye, entre otras, las siguientes: estrés oxidativo, factores
genéticos, excitotoxicidad por glutamato, daño mitocondrial, defecto en el
transporte axonal, daño originado por los astrocitos y apoptosis, Zapata-
Zapata, C. H. et al. (2016).
Se han investigado diversos factores ambientales que contribuyen al desarrollo
de ELA. Se ha propuesto el tabaquismo como un posible factor de riesgo, pero
la evidencia es débil. En un estudio de casos y controles en los Países Bajos
entre el 2006 y el 2009, se encontró OR (Odds Ratio) de 1,38 (IC95 %: 1,02-
1,88); además encontraron disminución en el tiempo de supervivencia en los
pacientes con ELA que fumaban: HR (Hazard Ratio) de 1,51 (IC95 %: 1,07-
2,15. Sin embargo, dichas medidas de asociación fueron poco significativas,
Zapata-Zapata, C. H. et al. (2016).
En dos revisiones sistemáticas de la literatura se encontraron solo dos estudios
que señalaban la exposición a pesticidas como factor de riesgo para desarrollar
ELA, uno con OR de 2,5 (IC95 %: 1,2-5,1), y el otro, con OR de 1,23 (IC95 %:
1,03-1,46); los autores concluyeron que los pesticidas se identifican como un
factor de riesgo para desarrollar ELA, pero que se necesitan estudios con
mayor calidad metodológica para definir dicha relación, Zapata-Zapata, C. H. et
al. (2016).
En un estudio de Chío y colaboradores se observó que la actividad física de
alto rendimiento (fútbol profesional) era un factor de riesgo para desarrollar
ELA, independientemente de la edad. Sin embargo, en otro estudio del mismo
autor no se encontraron casos de ELA en deportistas de alto rendimiento en
otros deportes, lo cual parece indicar que la actividad física no es un factor de
riesgo para desarrollar esta enfermedad y que se deben analizar otras
variables en los jugadores de fútbol profesional, Zapata-Zapata, C. H. et al.
(2016).
Se han descrito otros factores ambientales asociados a ELA como el trauma
craneoencefálico, la contaminación del agua en la isla Oshima y la asociación
espacial entre las zonas de residencia de pacientes con ELA y posibles
factores de riesgo ambiental, como lo reportaron Caller y colaboradores al norte
de Nueva Inglaterra, Estados Unidos. Sin embargo, en ninguno de estos se ha
encontrado una relación causal directa, Zapata-Zapata, C. H. et al. (2016).
Una mayor concordancia entre gemelos y la agregación familiar de trastornos
neurodegenerativos son argumentos a favor de la existencia de factores
genéticos de susceptibilidad para desarrollar ELA, pero dichos factores no se
han podido definir claramente en la ELAS. Para el caso de la ELAF la mayoría
de las mutaciones se transmiten de forma autosómica dominante; el primer gen
que se relacionó con ELAF fue el de la superóxido-dismutasa 1, pero su
alteración solo explica el 20 % de los casos de ELAF. La mutación del gen para
la proteína TDP-43 se ha relacionado con el 10 % de los casos de ELAF y con
demencia frontotemporal (DFT). Se han descrito 13 mutaciones del
gen FUS/TLP que en conjunto explican aproximadamente el 5 % de los casos
de ELAF. Recientemente se ha correlacionado la sobreexpresión del
hexanucleótido GGGGCC en el gen ubicado en el cromosoma 9 (C9ORF72),
con mayor predisposición a encontrar en un mismo individuo ELAF y DFT. En
la actualidad se considera esta sobreexpresión como la principal causa
genética de ELAF y recientemente se le atribuye un papel relevante en casos
de ELAS, Zapata-Zapata, C. H. et al. (2016).
La forma clásica de esta enfermedad se caracteriza por la mezcla de
manifestaciones clínicas de lesión de las neuronas motoras superior e inferior y
signos de alteración bulbar y respiratoria, Zapata-Zapata, C. H. et al. (2016).
Las siguientes claves clínicas apoyan el diagnóstico de ELA: comienzo lento,
poco llamativo y asimétrico, alteración de varios segmentos corporales, déficit
de la NMS o la NMI y síntomas o signos de disfunción bulbar. Es frecuente que
existan signos de liberación piramidal en sitios por encima de aquellos en
donde hay atrofia muscular. Muchos pacientes con ELA presentan síntomas de
déficit cognitivo, conductual y comportamental en el espectro de la DFT; estos
son principalmente disfunción ejecutiva, irritabilidad, cambios de la
personalidad con impulsividad y mal reconocimiento de la enfermedad; su
presencia constituye un marcador pronóstico negativo. La apatía, la
desinhibición y el mal control social también hacen parte de este espectro. En
un estudio comparativo del perfil cognitivo y conductual de los pacientes con
ELA confirmada se halló lo siguiente: 48 % no tenían cambios cognitivo-
conductuales, 31 % tenían déficit cognitivo puro, 9 % cumplían los criterios de
la DFT, 4 % tenían alteración conductual pura y 4 % tenían diagnóstico previo
de enfermedad de Alzheimer, Zapata-Zapata, C. H. et al. (2016).
ELA clásica: representa el 65 % a 70 % de los casos; el pico de edad de
comienzo es de 58 a 63 años. En este patrón hay afectación de las neuronas
motoras superior e inferior y, en un principio, de las extremidades, con
diseminación posterior al resto de la musculatura corporal incluyendo alteración
bulbar y por último falla respiratoria, Zapata-Zapata, C. H. et al. (2016).
Esclerosis lateral primaria (ELP): representa el 20 % de los casos de las
enfermedades motoneuronales en el adulto; se debe al daño de la NMS sin
ningún signo de la NMI. Comienza con paraparesia espástica pura y con el
transcurso del tiempo va afectando los brazos, las manos y los músculos
orofaríngeos. El 50 % de los pacientes pueden tener espasticidad de la vejiga
urinaria. Pringle y colaboradores sugieren que un criterio diagnóstico de esta
variante sea el progreso de la enfermedad durante tres años sin signos de NMI;
sin embargo, muchos pacientes con diagnóstico de ELP desarrollan signos de
lesión de la NMI después de muchos años de haber comenzado la
enfermedad, por lo que algunos expertos prefieren denominar este trastorno
como ''ELA con predominio de daño de NMS''. La progresión es mucho más
lenta que en los casos de ELA clásica y la supervivencia es mayor, Zapata-
Zapata, C. H. et al. (2016).
Atrofia muscular progresiva (AMP): en esta variante de ELA hay únicamente
signos de lesión de la NMI. Es más común en varones que en mujeres (relación
4:1). La velocidad de progresión es muy variable, por lo general más lenta que
en la forma clásica. Se han documentado casos de supervivencia de 15 años o
más. Contrario a lo que sucede en la ELP, muchos pacientes con AMP pueden
presentar signos de daño de la NMS después de muchos años de haber
comenzado la enfermedad, por lo que se la ha denominado ''ELA con
predominio de daño de la NMI'', Zapata-Zapata, C. H. et al (2016).
Parálisis bulbar progresiva (PBP): este patrón constituye del 25 % al 30 % de
los casos de ELA. Se caracteriza por comienzo y predominio del síndrome
bulbar, con o sin signos de liberación piramidal. Generalmente hay disartria y
disfagia, con atrofia y fasciculaciones linguales. También pueden aparecer
tempranamente debilidad espástica del maxilar inferior y cierre involuntario de
la mandíbula por el espasmo; el tiempo de evolución y supervivencia es de uno
a dos años. La mayoría de los pacientes con PBP llegan a desarrollar la forma
clásica de ELA, Zapata-Zapata, C. H. et al. (2016).

Esclerosis múltiple espinal


La esclerosis múltiple (EM) es una de las enfermedades más comunes a nivel
del sistema nervioso central (SNC). Es una enfermedad autoinmune
inflamatoria desmielinizante que afecta principalmente a las mujeres en edad
fértil. Aunque su etiología es desconocida, hay diversos factores que aumentan
la predisposición de adquirirla tales como el humo del tabaco, la susceptibilidad
genética y la deficiencia de la vitamina D. Esta patología manifiesta diversos
signos y síntomas en función de la zona del SNC que se encuentre afectada
destacando trastornos visuales, motores, sensitivos… Se distinguen cuatro
modalidades de EM: EM recidivante- remitente (85% de los casos), EM
progresiva secundaria, EM progresiva primaria y EM progresiva- recidivante
(poco común) (Montero S., B., 2019).
El diagnóstico de la EM es clínico. No obstante, cada vez tiene más relevancia
las pruebas complementarias como el análisis del líquido cefalorraquídeo, las
pruebas de imagen y los potenciales evocados. No existe cura, evoluciona de
forma crónica, pero ante esto se disponen de diversos tratamientos en función
del nivel de discapacidad que presente el paciente con la idea de mejorar la
calidad de vida. Para prevenir y reducir el número de brotes en la EM
recurrente- remitente son utilizados como fármacos de primera línea: los
interferones y el acetato de glatiramer. El embarazo, lejos de estar
contraindicado en mujeres con EM parece ser un factor protector, aunque es
imprescindible suspender el tratamiento durante la gestación. Debido a la gran
discapacidad que produce esta enfermedad entre los adultos jóvenes y a su
gran incidencia, es preciso seguir investigando y crear nuevas líneas de
investigación para poder encontrar nuevas y mejores terapias que garanticen la
calidad de vida de todos estos pacientes (Montero S., B., 2019).
La etiología es compleja, y a pesar de que no se conoce aún la causa exacta
de la EM, los investigadores piensan que la desmielinización es el resultado de
una respuesta anormal del sistema inmunológico provocado por un efecto
autoinmune del organismo. Aún se desconoce el mecanismo de acción por el
cual nuestro sistema inmune lleva a cabo este proceso, pero a pesar de esto,
los científicos coinciden en que las causas etiológicas de esta enfermedad son
debido a varios factores. Entre los factores etiológicos identificados que juegan
un papel importante en la EM se encuentran; susceptibilidad genética y origen
étnico, factores ambientales (tabaco), infección viral; especialmente el virus de
Epstein Barr, baja exposición solar (insuficiencia de vitamina D), sexo femenino
(Martinez-Altarriba et al., 2015; Dominguez-Moreno et al., 2014; Río and
Montalbán, 2014).
Es importante destacar que muchos de estos factores de riesgo son
modificables, y como tales, merecen una atención adecuada en el proceso de
maximizar los resultados favorables de la EM. La participación genética en la
etiología de la EM es un factor clave. Existe un riesgo de 15 a 25 veces más de
padecer la enfermedad si el paciente tiene familiares de primer grado con EM.
El riesgo aumenta un 20% si ambos padres la padecieran. Aproximadamente
un 15% de los pacientes con EM tienen al menos un familiar con dicha
enfermedad. La asociación genética en la EM viene derivada de las múltiples
interacciones entre genes polimórficos siendo el gen HLADRB1 el factor
genético más fuerte identificado en la susceptibilidad a la EM (Dominguez
Moreno et al., 2014; Río and Montalbán, 2014). El rol del origen étnico también
es importante en el desarrollo de EM. Las personas afroamericanas tienen un
riesgo menor del 40% que las personas blancas, además las poblaciones de
nativos americanos, mexicanos, puertorriqueños y japoneses también
presentan bajo riesgo y en la población china y filipina existe una ausencia total
de la enfermedad por lo que seguramente esté genéticamente determinado
(Kurtzke et al., 1979). Por otro lado, se han estudiado un gran número de
agentes ambientales, pero a pesar de esto nunca han sido confirmadas a
excepción del humo del tabaco. Hay estudios que demuestran un incremento
en la tasa de incidencia del 50-60% de EM en los fumadores a diferencia de los
no fumadores (Río and Montalbán, 2014).
Estudios adicionales sugieren que la exposición al humo del tabaco se está
convirtiendo en un factor de riesgo ambiental viable para la EM que contribuye
tanto al aumento de la susceptibilidad a la enfermedad como a un avance más
rápido de la misma (Wingerchuk, 2012). Entre los posibles agentes infecciosos
ha sido descrito el virus Epstein- Barr (VEB) por tener una asociación con el
desarrollo de la EM. Cerca del 100% de los pacientes adultos con EM son
seropositivos para este virus comparado con el 90% de los controles. Varios
estudios realizados en niños, también han descrito una asociación con el VEB
(Domínguez-Moreno et al., 2014; Río and Montalbán, 2014). Por otro lado,
otros estudios han puesto en relieve la relación entre los valores de vitamina D
y el riesgo de EM. La vitamina D es una vitamina liposoluble y se obtienen
principalmente de manera indirecta de la luz UV. Cuando la radiación UV incide
sobre la piel convierte el 7- dehidrocolesterol en colecalciferol (vitamina D3).
Luego es transportada por diversas proteínas y sufre dos hidroxilaciones; la
primera en el hígado y la segunda en el riñón hasta obtener el calcitriol, la
forma activa de la vitamina D (también conocido como 1,25-
dihidroxicolecalciferol) (Montero S., B., 2019).
La deficiencia de la vitamina D es una de las causas más estudiadas, ya que la
mayoría de los países de alto riesgo se encuentran en áreas de baja exposición
solar. Varios estudios recientes confirman que el aumento de la exposición
solar y por tanto los altos niveles de vitamina D está asociado a un menor
riesgo de EM especialmente si ocurrió durante la infancia y la adolescencia. No
obstante, el riesgo de la EM podría estar relacionado directamente con la
propia luz solar y no con el déficit de la vitamina D (Alharbi, 2015).
A pesar de estas suposiciones se necesitan estudios que evalúen los niveles
séricos de vitamina D o la ingesta de la misma para determinar si la deficiencia
de la vitamina D es un factor de riesgo para la EM independiente de la
exposición solar. Se desglosa que la deficiencia de la vitamina D es un factor
de riesgo modificable para la EM (Lucas et al., 2011).
Por lo tanto, las personas que están en riesgo, por ejemplo, familiares de
primer grado o pacientes con un solo ataque desmielinizante, deben someterse
a pruebas para detectar sus niveles deficientes de vitamina D. Por otro lado, los
pacientes con EM tienen una mayor prevalencia de deficiencia de vitamina D
debido por ejemplo a la falta de movilidad, a la ausencia de exposición solar, al
uso de corticoides… Estos pacientes se caracterizan también porque son
susceptibles a padecer osteoporosis. Por lo tanto, los niveles de vitamina D
deben determinarse y la deficiencia tratarse (Alharbi, 2015; Castillo-Álvarez et
al., 2018; Langer-Gould et al., 2018; Va et al., 2018).
El curso clínico varía mucho entre pacientes ya que depende de la zona del
SNC donde se producen las lesiones desmielinizantes. Las manifestaciones se
pueden iniciar de forma brusca e ir progresando gradualmente. A pesar de que
la desmielinización puede ocurrir en cualquier localización del SNC, la
sintomatología inicial suele ser siempre comparativamente limitada, siendo los
más frecuentes la neuritis óptica, mielitis transversa y síndromes del tronco
cerebral. En esta patología pueden encontrarse diferentes formas de
manifestaciones lo que le permite tener un amplio abanico de signos y
síntomas muy a menudo relacionado con la gravedad de la enfermedad (Sasso
et al., 2019).
El trastorno visual más frecuente es la neuritis óptica. Se presenta
aproximadamente en el 16% de los pacientes (Toro, 2000). Cursa con dolor
ocular, pérdida de la agudeza visual, discromatopsia (dificultad para percibir o
distinguir los colores). Éste fenómeno tiende a empeorar con el ejercicio y el
calor (llamado fenómeno de Uthoff). Normalmente este hecho afecta a un sólo
ojo y se acompaña de dolor orbitario que se incrementa con los movimientos
oculares. Otra afectación ocular frecuente es la oftalmoplejía internuclear. Esta
afectación se caracteriza porque al mirar a un lado el ojo que aduce no pasa de
la línea media y el ojo que abduce muestra sacudidas nistagmoides (Hassen
and Bhardwaj, 2013; Pericot and Montalbán, 2015).
Respecto a los síntomas motores, la pérdida de fuerza/ debilidad muscular es
uno de los síntomas más frecuentes y puede manifestarse al inicio de forma
poco intensa; simplemente con el esfuerzo o con un aumento de la temperatura
ambiental. Este síntoma puede afectar a más de un miembro y suele empezar
por las extremidades inferiores, aunque también puede darse en forma de
debilidad facial. Estos síntomas varían de un paciente a otro y pueden
caracterizarse por presentar debilidad motora que puede llegar a ser tan
intensa que puede causar la deambulación en el paciente (Martinez-Altarriba et
al., 2015a; Pericot and Montalbán, 2015).
No sólo hay afectación motora. Estos pacientes también experimentan
alteraciones sensitivas (síntomas de inicio muy frecuentes). Se caracterizan por
presentar parestesia (sensaciones de hormigueo) o disestesias (distorsión de la
sensibilidad, especialmente el tacto) en uno o más miembros o en el tronco.
Igualmente, la hipoestesia (disminución de la sensibilidad a los estímulos
sensitivos) es frecuente incluso más que la afectación motora, aparece en una
extremidad y rápidamente progresa (Martinez-Altarriba et al., 2015; Toro,
2000).
En el inicio de la EM, los síntomas y signos cerebelosos no son frecuentes,
pero sí aparecen con frecuencia en la enfermedad de larga evolución o en la
EM grave. Conduce a ataxia y temblores tanto de la cabeza como el cuerpo,
incoordinación motora, inestabilidad de la marcha y habla escandida. Es una de
las alteraciones más incapacitantes de la EM. A parte de los síntomas
nombrados anteriormente, se pueden añadir algunos más producidos por la
disfunción del tronco cerebral tales como disartria, diplopía, disfagia o vértigo
que pueden verse frecuentemente en el inicio de la enfermedad (Martinez-
Altarriba et al. (2015).
El deterioro cognitivo no suele ser una forma de inicio de la EM, pero sí es un
síntoma muy prevalente que afecta en un 40-70% en etapas avanzadas. Se
caracteriza por presentar alteraciones en la atención mantenida, fluencia
verbal, razonamiento abstracto, resolución de problemas, memoria… no sigue
un patrón uniforme. La depresión y la fatiga pueden afectar al rendimiento
cognitivo. La fatiga es un síntoma frecuente en estos pacientes muy
exacerbada por el calor (Martinez-Altarriba et al. (2015).
En el curso de la patología, el 70% de los pacientes presentan alteraciones
vesicales como alteraciones urinarias, vejiga espástica, vejiga flácida… incluso
disinergia vesical (alteración más frecuente en EM): hay una falta de
coordinación entre la contracción del detrusor de la vejiga y la relajación del
esfínter vesical originándose un vaciado incompleto de la vejiga (incontinencia
por contracción involuntaria de la vejiga). Aproximadamente el 50% de los
pacientes presentan disfunciones sexuales. El sexo masculino tiene
generalmente disfunción eréctil con problemas de eyaculación, y las mujeres
tienen anorgasmia y problemas en cuanto a la lubricación (Pericot and
Montalbán, 2015; Toro, 2000) Dada la amplia variedad de lesiones en el SNC,
la lista de síntomas se alarga mucho más. La proporción de pacientes que
presentan estos signos son muchos menores que los anteriormente
comentados. A continuación, se citan algunos:
 Signo de Lheritte: Se presenta en aquellos pacientes con lesiones
desmielinizantes en la médula cervical. No es especifico de EM, ya que se
puede observar en mielopatías inflamatorias. Es una sensación de calambre
eléctrico descendiendo por la espalda a los miembros inferiores al flexionar
el cuello. Es de duración breve (segundos) y también se puede difundir a las
extremidades o hombros. Se presenta en un 40% de los pacientes en las
fases iniciales con predominio inflamatorio (Treviño-Frenk et al., 2015).
 Neuralgia del trigémino: es un tipo de cefalea o dolor facial que se presenta
como dolor paroxístico agudo. Es relativamente frecuente durante el curso
de la enfermedad y tiene un impacto negativo sobre la calidad de vida del
paciente (Treviño-Frenk et al., 2015).
 Fenómeno de Uhthoff: este fenómeno no es exclusivo en EM, también se
puede encontrar en enfermedades desmielinizantes como es el caso de la
enfermedad de Devic (neuromielitis óptica; caracterizada por ataques de
neuritis óptica). Consiste en una disfunción neurológica transitoria,
estereotipada, de corta duración y reversible. Dentro de este fenómeno se
afectan parámetros neurofisiológicos como la fuerza, la marcha, el sistema
visual… siendo la fatiga una manifestación muy común (Treviño-Frenk et
al., 2015). En función del perfil temporal de los brotes y la progresión, la EM
se puede subdividir en diferentes tipos clínicos como se muestra en la figura
10 (Martinez-Altarriba et al., 2015; Pericot and Montalbán, 2015; Lo Sasso
et al., 2019).
Encontramos cuatro subtipos:
 EM Recidivante- remitente (EMRR): representa al 85% de los pacientes.
Las crisis se alargan varios días incluso semanas (brotes definidos). Se
pueden observar periodos estables intercríticos (Montero S., B., 2019).
 EM progresiva secundaria (EMPS): se produce de forma secundaria a la
anterior después de 10 años de enfermedad donde el 50% de los pacientes
que presentaban brotes EM recidivante- remitente pasan a tener este tipo
de brote. Se caracteriza porque se va instaurando la afectación mielínica de
forma permanente con deterioro continuo (Montero S., B., 2019).
 EM Progresiva primaria (EMPP): la evolución desde el inicio es progresiva,
constante con ausencia de decadencia. No aparecen brotes y la
incapacidad aparece de forma temprana y se caracteriza por presentarse
más en hombres a la edad de los 40 aproximadamente. Representa el 15%
de los pacientes con EM (Montero S., B., 2019).
 EM Progresiva- recidivante (EMPR): se manifiesta igual que la progresiva
primaria, pero se registran brotes superpuestos al deterioro continuo. Muy
infrecuente (Montero S., B., 2019).
Conclusión
Los trastornos tienen un impacto significativo en la calidad de vida de los
pacientes y sus seres queridos, ya que con el tiempo pueden llevar a la pérdida
de la función cognitiva y motora.

Aunque no existe una cura para los trastornos neurodegenerativos, existen


tratamientos y terapias disponibles para ayudar a controlar los síntomas y
mejorar la calidad de vida de los pacientes. Es importante que los pacientes
reciban un diagnóstico temprano y un enfoque multidisciplinario en su
tratamiento, que incluya medicamentos, terapia física y ocupacional, terapia del
habla y apoyo emocional.

Además, es fundamental continuar investigando y desarrollando nuevas


opciones de tratamiento para los trastornos neurodegenerativos. La
investigación en este campo es crucial para comprender mejor las causas y los
mecanismos subyacentes de estas enfermedades, y para identificar nuevos
enfoques terapéuticos que puedan retrasar o detener su progresión.

En resumen, los trastornos neurodegenerativos representan un desafío


significativo para la salud pública, tanto en términos de su impacto individual
como en su carga económica y social. A pesar de la falta de una cura definitiva,
es importante trabajar en la detección temprana, el tratamiento adecuado y la
promoción de la investigación para mejorar la calidad de vida de los pacientes y
sus familias.
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4&Signature=Q3a0JOF~bC7lUM8cN3M24L8clwXtPOIcKtv-

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Anexos
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2023/Parkinson/Parkinson-5-800-L.jpg/jcr:content.jpg

2. (N.d.-g).

https://i0.wp.com/sonria.com/wp-content/uploads/2016/06/ataxia.gif?

fit=650%2C237&ssl=1

3. Castiglione, C., Levigan, J., Rodillo, E., Garmendia, M. A., Díaz, A., Pizarro,
L., & Contreras, L. (2011). Atrofia muscular espinal: Caracterización clínica,
electrofisiológica y molecular de 26 pacientes. Tabla 1. Revista Médica de
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https://www.josefinaarregui.com/wpcontent/uploads/2020/01/Vascular4.png

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es.jpg
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https://www.integracerebral.com/wp-content/uploads/2023/02/98332641_29

57525914369255_6152241103320907776_n-Editada.png
7. (N.d.-k).

https://www.cun.es/.imaging/dmsChain/dam/cun/infograficos/neurologia/

infografico-max-enfermedad-parkinson.jpg
8. (N.d.-m). https://parapupas.com/wp-content/uploads/2020/05/esclerosis-

amiotrofica.png

9. (N.d.-n). https://i0.wp.com/neural.es/wp-content/uploads/2018/11/eM.jpg?

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y.png

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