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"A todos nos apetece estar con la familia pero estas Navidades tienen
que ser especiales y vernos en las pantallas"
El gran experto en la dieta mediterránea, Miguel Ángel Martínez-González, regresa con un libro denuncia
y desafiante y dice lo que nadie se atreve a decir sobre los oscuros intereses de la industria de la salud.
Hoy nos hable de su obra, Salud a ciencia cierta, director del Departamento de Medicina Preventiva y
Salud Pública de la Universidad de Navarra y catedrático visitante en la Universidad de Harvard.
¿La pandemia ha conseguido que comamos más sano? ¿Más legumbres, menos procesados?
No tenemos datos muy controvertibles pero hay muchas sugerencias de que ha sido al revés. El
confinamiento produce mucho trastorno psicológico y todas las personas con cierta inclinación a la
ansiedad o depresión han empeorado, en esas situaciones apetece mucho lo dulce y la gente está
ganando peso. Además, se hace menos ejercicio. En el libro ‘¿Qué comes?’ pongo ejercicios y rutinas para
hacer gimnasia en casa y estar activo en épocas de confinamiento.
Usted aboga por una regulación del azúcar como la del alcohol, ¿cómo lo haría?
Hay que ponerle impuestos a los alimentos ultraprocesados que están saturados de azúcar añadido. Hay
que distinguir el azúcar natural que tiene una pasa o cualquier fruta, que es natural y saludable, del azúcar
que le añaden a la mostaza o al kétchup. Todos estos productos deberían encarecerse, como parece que
se va a hacer ahora con las bebidas azucaradas, pero esto no puede ser fruto de que el Gobierno tenga
una incontinencia recaudadora y aproveche cualquier excusa para recaudar. Me creeré que lo hacen por
la Salud Pública siempre y cuando lo recaudado se dedique a abaratar el aceite oliva virgen extra, los
frutos secos, la fruta, la verdura y las legumbres, los alimentos saludables y que resultan caros
especialmente para los sectores más desfavorecidos.
¿Por qué en los medios no hay anuncios de productos frescos, de comida de verdad?
Se tendrían que anunciar más pero no tienen esa fuerza que tienen las multinacionales de los
ultraprocesados, que, como venden muy barato, sacan un gran margen -porque la materia prima es muy
barata- y venden mucho, pueden dedicar mayor parte de sus ingresos a hacer publicidad. Necesitan hacer
esa publicidad, que muchas veces engaña con las etiquetas.