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Evolución de la conceptualización y ejercicio profesional de la neuropsicología

No fue sino hasta la década de1960, con la fundación de la Sociedad Internacional


de Neuropsicología en 1967, que la neuropsicología fue reconocida como una disciplina
independiente de la psicología y de la neurología. Antes y a partir de ese evento, la
conceptualización de la neuropsicología (la comprensión y delimitación de su objeto de
estudio) y el ejercicio profesional del neuropsicólogo ha recorrido un largo camino para
llegar de las primitivas aproximaciones de las primeras civilizaciones a la relación
existente entre el daño cerebral y la conducta, hasta la inmersión del trabajo profesional
del neuropsicólogo en distintos ámbitos del desarrollo humano, como la educación y la
ciencia forense.

Las aproximaciones de las primeras civilizaciones a la Hipótesis cerebral dejaron


como resultado grandes aportaciones para la comprensión de la relación existente en la
organización cerebral y la actividad mental, o al menos, para comenzar a realizar las
preguntas indicadas. Desde los registros egipcios de traumatismo craneoencefálicos en el
papiro de Edwin Smith, el hecho de que “algo” pasaba con el individuo cuando el cerebro
sufría alguna lesión se estudió con mayor rigor científico, llegando hasta los trabajos más
formales donde ciertas zonas cerebrales fueron asociadas con facultades psicológicas
específicas, por ejemplo, con el trabajo de Franz Gall, padre de la frenología. Pese a los
grandes desaciertos derivados de la era frenológica, las aportaciones de los científicos de
esa época contribuyeron al inicio de la neuropsicología moderna, época que llegó con el
trabajo clínico de Paul Pierre Broca y la descripción de las dificultades en la producción
del lenguaje del paciente TAN. A partir de entonces, los estudios de caso fueron, en su
mayoría, la fuente primaria de investigación y práctica clínica para los neuropsicólogos,
quienes se dedicaron a describir las dificultades específicas de ciertas habilidades
cognitivas asociadas con lesiones cerebrales específicas.

El trabajo de Gall, Broca y de sus contemporáneos como Wernicke y Harlow, en


contraste de autores como Flourens y Lashley, dio pie a una discusión que aún en el día
de hoy brinda temas de discusión y debate entre los neuropsicólogos. Las posiciones
localizacionistas, provenientes de la tradición neuropsicológica estadounidense, en las
que se asume que un rasgo psicológico está determinado por la función de un área
cerebral específica contrastaron fuertemente con las concepciones holistas del
funcionamiento cerebral, en las que se propone que el cerebro, de manera global y
homogénea es responsable de las funciones psicológicas. Es claro que, desde las
perspectivas actuales neuropsicológicas que aluden al funcionamiento modular de las
redes cognitivas, podemos desestimar rápidamente las concepciones localizacionistas y
holistas de los padres de la neuropsicología moderna. Sin embargo, considerando que la
evolución de la neuropsicología estuvo -y está- condicionada, en gran parte, al avance de
la tecnología que nos permite obtener neuroimágenes en tiempo real, así como al avance
en las diferentes disciplinas de donde se nutre la neuropsicología, como las ciencias
cognitivas, la metodología y diseños de investigación de casos clínicos de los padres de la
neuropsicología siguen siendo pilares importantes para el ejercicio profesional de los
neuropsicólogos modernos y la reconceptualización del quehacer neuropsicológico.

Por otro lado, en Rusia, el trabajo de Alexander Luria apostaba por una visión
dinámica e integradora del funcionamiento cerebral, al considerar la participación de la
cultura y socialización en las funciones psíquicas superiores. Luria, con sus estudios de
tipo descriptivo, empleó una metodología cualitativa para evaluar y tratar a sus pacientes,
en contraste con la escuela norteamericana, que buscaba la cuantificación de las
habilidades cognitivas y apego al método científico. Pese a que las visiones de las
escuelas norteamericana y soviética podrían clasificarse como contrarias, ambas visiones
contribuyeron al avance en los procedimientos de la evaluación neuropsicológica. Por
ejemplo, desde la tradición norteamericana, el desarrollo de baterías neuropsicológicas
para la evaluación de las funciones cognitivas tuvo un gran auge; por otro lado, Luria, al
desarrollar su metodología independiente de occidente, se basó en el análisis cualitativo
de las respuestas a tareas diseñadas para evaluar las habilidades cognitivas.

Recientemente, los aportes derivados de las técnicas de registro cerebral, como la


resonancia magnética, la resonancia magnética funcional, el electroencefalograma, la
tactografía y la tomografía por emisión de positrones, entre otras, han brindado la
oportunidad de superar algunas de las limitaciones más importantes de los inicios de la
neuropsicología: poder observar el funcionamiento o daño cerebral sin tener la necesidad
de hacer autopsias. Estas técnicas, en conjunto con la psicología cognitiva, han derivado
en modelos recientes que explican el funcionamiento cognitivo y la organización cerebral
a manera de redes dinámicas (visión que coincide ampliamente con la escuela soviética),
en donde más de una red participa en un proceso cognitivo. Esta concepción implica un
gran salto desde las perspectivas localizacionistas y holistas de antaño, pues concilia los
casos clínicos que no podían ser explicados por ambas visiones, como aquellos pacientes
con un daño cerebral significativo, pero que presentan dificultades cognitivas menores, o
viceversa.

Así pues, estos saltos en la conceptualización de la organización cerebral y de las


funciones cognitivas, han impactado también el trabajo del neuropsicológico, pues, hasta
el momento de las investigaciones de los padres de la neuropsicología moderna, las
observaciones neuropsicológicas seguían siendo parte del ejercicio de neurólogos y no de
psicólogos. Es a partir del trabajo de Brenda Milner que esta tarea pasó a ser parte del
ejercicio de un profesional diferente al neurólogo y al psicólogo. A partir de entonces, el
neuropsicólogo, como profesional, ha pasado de describir estudios de caso sólo en la
práctica clínica, a tener incidencia en otros ámbitos del desarrollo humano. Así pues, el
ámbito educativo, de investigación, forense y de prevención del daño cerebral, son
escenarios en los que el quehacer de un neuropsicólogo aporta una visión independiente
de los otros profesionales.

BIBLIOGRAFÍA

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Capítulo 1.

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