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Filosofía del Hombre

El hombre en busca de sentido


VIKTOR FRANKL

Palabras clave: Viktor Frankl, campo de concentración, hombre, vida.

Contexto: Nos encontramos en la segunda guerra mundial en la barbarie que se


condensó en los campos de concentración del holocausto nazi. Auschwitz fue el lugar
en donde las aportaciones científicas de Viktor Flankl se hacen materiales y dan forma
a este libro.

Aseveración: El concepto flankliano de sentido de la vida vierte una sabiduría en el


ámbito de la psicología, cuyo mérito es la exposición de la teoría de la personalidad del
hombre normal, vivida y comprobada por el mismo autor.

Tesis: El libro El hombre en busca de sentido destaca el valor de todo aquello que es
considerado como vital en el profundo ser de cada hombre, siendo este el motor que
logra dar sentido a la vida en auténtica libertad.

Introducción

En el primer recorrido que se puede dar a las partes del libro se encuentra esa visión
psicológica de Frankl en la vida del campo de concentración. No sería de otra manera,
pues, habiendo dejado en suspenso una vida con tantos anhelos, aún persigue los
sueños que a ningún hombre se le pueden arrancar mientras vive entre los hombres.

Una vez insertado en su nueva vida, (si a pesar de las condiciones que estaban por
debajo de la de un animal de carga se le puede llamar vida) intenta como todos los
demás conservar su estado anímico para continuar existiendo en este mundo. Es de
esperarse que, aun cuando haya desconocimiento de un camino por maltrecho que
sea, siga el hombre manteniendo un mínimo de esperanza.

A pesar de la precariedad de vida y del sufrimiento causado por todo lo que acontecía
en el campo de concentración, Viktor Frankl mantuvo intacto aquel sueño de terminar
en algún momento su obra científica. Y, siendo prisionero, con sus fuerzas físicas al
límite logró conservar la vida, por el hecho de ver que el sufrimiento es una parte
esencial de la vida, y que cobra sentido a causa del deber y responsabilidad que cada
hombre lleva sobre sí, con la posibilidad de elegir quien quiere ser. La libertad de un
hombre no las determina las condiciones de vida, la determina él con su proceder en
cada situación.

Mirando al interior

Es verdad que la lectura de libro le hace al lector adentrarse en el escenario en el que


el autor quiere posicionarnos, no obstante, me parece que, leer el libro y darle una
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mirada humana a estos hechos pasados no es suficientes si antes no nos encontramos


nosotros consientes de nuestro ser como personas en un tiempo distinto es verdad,
pero con catástrofes que también nos permiten ver más de cerca la finitud del hombre.

Para facilitarnos la comprensión de este texto, Frankl nos plantea tres etapas, según las
cuales él mismo ha desarrollado su estudio científico. La fase inicial nos lleva al
internamiento forzoso, pues, nadie en su sano juicio aceptaría ir de buen agrado a un
lugar en donde se le pretendía quitar al hombre todo, incluso el poder llamarse
hombre. El internarse en el campo de concentración ha supuesto para los prisioneros
un continuo temor, puesto que los sucesos sobrevenían uno tras otro sin dar tregua al
estado emocional para poder asimilar lo destructivo de cada momento. ¿Qué más
doloroso puede haber que dejar la familia, las amistades, los proyectos, los sueños y la
esperanza de un futuro cualquiera que sea? Aun así, lo único que aquellos hombres
poseían era el anhelo de continuar viviendo y las fuerzas físicas que, en el campo de
concentración tenían tanta relevancia.

Sin que pasara tanto tiempo, los presos debían adaptarse al sufrimiento, aunque no lo
quisieran, era una irremediable realidad que apenas empezaba. El desconcierto poco a
poco iba pasando, mientras que la aceptación de esa vivencia catastrófica era
necesaria. Aun cuando Frankl habla de que el prisionero debía someter su voluntad a la
estancia en el campo de concentración en pocos días, aún es difícil entender que, en
otras realidades un tanto complicadas y martirizantes, un hombre común y corriente
no logre adaptar su conducta de acuerdo a la situación que se le presenta.

Se sigue una segunda fase en la que los reclusos sufren una cotidianidad dura día tras
día. Sin entender la guerra y sin saber los límites de esta, los hombres confinados en los
campos de concentración no tenían otra opción que vivir la crudeza que en ese
momento se cernía sobre todos ellos. En cierta ocasión pensaba, claro, ignorando todo
lo que se permite o no en una guerra, que habría sido menos cruel exterminar a todos
y no exprimirlos hasta que no quede nada de ellos, ni siquiera un cuerpo digno de ser
enterrado o arrojado al fuego; sin embargo, si esto que digo hubiera ocurrido,
solamente existiría un cementerio de historias tendidas en algún lugar de Europa, sin
tan solo una voz que suavemente un día fue apagándose.

Con el pasar de los años las esperanzas de los prisioneros parecían desvanecerse, como
cuando alguien tiene un poco de hielo en las manos y ve que poco a poco empieza a
convertirse en agua que cae al suelo. Parece absurdo, pero si los años transcurren y
alguien o muchos continúan con vida, quiere decir que se puede soportar un poco más,
no se puede precisar el tiempo, porque en condiciones tan extremas solo se mide el
dolor y el hambre, el tiempo ya no tiene medida. Con el cuerpo que parece apagarse y
las simples fuerzas por terminar, solo queda un recurso, y nos lo acentúa Frankl, buscar
en el interior. Tal vez, en llanto y a través del cristal de las lágrimas se puede ver este
mundo resquebrajado y así logre el hombre alzar su mirada al cielo para saber que
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existe algo más, algo que lo traspasa y que se le ha dado ya aquí en la tierra y que se
llama amor. Ese amor no es igual ni el mismo para todos, aun así, todos corremos tras
ese amor queriendo por el seguir viviendo.

Pero, para aquel que aún conserva la vida, el seguir viviendo le exige una respuesta en
cada situación, a pesar de que la realidad convulsione con frecuencia. El hombre se
abre paso tomando sobre sí decisiones que solo a él le corresponden en su legítima
posición de hombre libre. Quien teniendo esa libertad interior intacta tuviera que
permanecer o no en un campo de concentración mantendría viva esa cualidad de
hombre digno de sus sufrimientos porque no es un poco de arcilla que se deja moldear
por el entorno, sino más bien que, aun cuando no pareciera hombre, sus decisiones y
respuestas llegarían a acreditarlo con tal trascendencia que a nadie le cabria duda que
siempre fue hombre libre en un cautiverio.

Hablando de libertad interior, a un hombre a nada se le puede atar más que a sus
sueños de un futuro mejor, que, siendo él el artífice de sus esperanzas busca
mantenerse a flote como un trozo de madera que permanece sobre el agua aun
cuando se le tratara de hundir una y otra vez. Esta esperanza que no se deja derribar
da un sentido a la vida y traza para el hombre un camino que él mismo vislumbra como
un logro, sin importar que habrá más allá, si vida o muerte.

Al llegar a la última fase, la posterior a la liberación del cautiverio y del fin de la guerra,
se libraría otra guerra, la guerra interior en la vida de cada hombre. Al verse todos
emancipados de la tortura inhumana que sin razón se dio por varios años, los
exprisioneros tenían en frente un camino por emprender, debían intentar hacer
realidad todos los sueños que alimentaron durante el cautiverio y que conquistó la
supervivencia. Cada judío había recuperado su libertad, empero, sin una ayuda
psicológica y sin una previa construcción del significado esencial de libertad muchos de
ellos seguirían siendo prisioneros y serían rehenes del rencor y de los tormentos
pasados. No es lejano aquí el símil del pájaro atado a un insignificante cordel que le
impide volar, pues ¿cómo se puede dejar atrás un pasado doloroso si a cada instante
damos la vuelta para ver lo que ya pasó? Me parece que quienes fueron puestos en
libertad en todo el sentido de la palabra, fueron solamente aquellos que con una
fortaleza titánica no señalaron culpables ni cargaron con el eterno rencor de una
situación que nadie merecía. La memoria de aquel suceso lamentable persigue a la
humanidad hasta el tiempo presente, pero, no queda más que sanar al hombre herido
para que esos recuerdos de dolor sean un día recuerdos de paz.

Concluyendo

Viktor Frankl nos muestra a aquel hombre desnudo que sin poseer nada, todo lo
posee, puesto que, lo paradójico de la vida es encontrarnos a nosotros mismos
buscando algo por que vivir día a día, y encontrando ese algo, querer morir. No somos
Filosofía del Hombre

hombres que buscan vivir eternamente, somos hombres que eternamente buscamos
algo porqué vivir para que al final de la vida incluso el morir tenga un sentido de vida.

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