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UNIVERSIDAD

MIGUEL ALEMAN
FAC. DE CIENCIAS DE LA EDU. Y LA CONDUCTA

SINTESIS
EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO
VIKTOR FRANKL

TITULAR: DIANA CUEVAS Y HERNANDEZ


ALUMNA: DANIA A. MIRANDA OCHOA
INTRODUCCION

El libro es la autobiografía de un psicólogo en un campo de concentración, como él dice al principio del
libro no es un relato de los hechos, sino el análisis de las reacciones de los presos en los campos y la
respuesta a algunas preguntas sobre el sentido de la vida.
Es el relato de un psicólogo superviviente al holocausto.

La vida en el campo de concentración es dividida en tres fases: internamiento, vida y liberación.


Señala los diferentes sentimientos al estar en el campo, que van desde ira y frustración hasta la
frialdad y la ausencia de cualquier sentimiento. También de los métodos usados para sobrevivir, de
cómo cada quien trataba de buscar un sentido a su vida y quien no lo encontraba.

En la segunda fase (vida en el campo) habla de la necesidad de sobrevivir, de la importancia de


encontrarle un sentido a la vida para poder seguir viviéndola, de cómo el futuro y el pasado pueden ser
un consuelo para el presente.

En la tercera fase (liberación) habla de las consecuencias que sufren los presos, la desilusión, otra


vez la incredulidad de que la libertad fuera verdad y no un sueño. En la segunda parte del libro habla
de la logoterapia, que consiste en una terapia, que ve más hacia el futuro que hacia el pasado, que
consiste en encontrarle un sentido a todo lo que se hace, el sentido de la vida, del amor y del
sufrimiento. Habla de la libertad de ser tú mismo y tomar las decisiones que creas convenientes. Habla
de la intención paradójica, de cómo el miedo o las ganas de hacer algo influyen en lo que pase,
entonces en resumen la intención paradójica consiste en “desear” lo contrario a lo que deseas para
que se realice.
Un psicólogo en un campo de concentración No es, como nos dice el propio autor, un relato de
hechos y sucesos, sino de experiencias personales, la historia íntima de un campo de concentración
contada por uno de sus supervivientes. No para describir lo que puede entenderse por grandes
horrores, que piensa que ya han sido descritos, sino para contar la multitud de pequeños tormentos, y
comprobar como incidía la vida diaria en un campo de concentración en la mente del prisionero medio.
No narra la historia de los grandes campos sino de los más pequeños donde se produjo la mayor
experiencia de exterminio, ni la de los grandes héroes y mártires, sino los sufrimientos, crucifixión y
muerte de la gran legión de víctimas desconocidas y olvidadas. Empieza contando lo que ocurría
cuando se hablaba de "traslados a otro campo", aunque todos sabían que el destino era la cámara de
gas. "No había tiempo para consideraciones morales o éticas, ni tampoco el deseo de hacerlas. Un
solo pensamiento animaba a los prisioneros: mantenerse con vida para volver con la familia que los
esperaba en casa y salvar a sus amigos; por consiguiente, no dudaban ni un momento en arreglar las
cosas para que otro prisionero, otro "número" ocupara su puesto en la expedición. Se empleaba la
fuerza bruta, el robo, la traición o lo que fuera con tal de salvarse. "Los que hemos vuelto de allí
gracias a multitud de casualidades fortuitas o milagros como cada cual prefiera llamarlos lo sabemos
bien: los mejores de nosotros no regresaron".

Primera fase: Internamiento en el campo El sistema que caracteriza a la primera fase es el shock.
1500 Personas habían estado viajando varios días, en vagones de 80, solo con un respiradero
tendiendo encima de su equipaje y creyendo que les conducían a una fábrica de municiones en donde
deberían trabajar, hasta que alguien ve una señal, en suma el horror, un horror al que paso a paso los
prisioneros se fueron acostumbrando, por difícil que tal hecho pueda parecer. La primera selección si
te ponían en la fila de la izquierda o en la de la derecha significaba la muerte o los trabajos forzados, al
menos la supervivencia. Era un veredicto sobre la existencia o la no existencia. El 90% fue ejecutado
en las horas siguientes. Frankl pregunta por un amigo que había sido destinado a la cola de la
izquierda y alguien señala una nube de humo ascendiendo. Eso era lo que quedaba de su amigo. Los
prisioneros tienen que desnudarse totalmente, solo pueden conservar los zapatos. Frankl intenta
ocultar un manuscrito en el que se contiene la obra de toda su vida, pero es inútil. Su única posesión
es la existencia desnuda. Cuenta las reacciones que de algún modo son comunes: una extraña clase
de humor, un tanto macabro y la curiosidad, por ejemplo de saber cuánto podrían aguantar desnudos a
la intemperie, en un campo hollado, seguida de la sorpresa de verificar que ninguno se había resfriado.
Otras sorpresas le hacen confirmar la frase de Dostoievski: "El hombre es un ser que puede ser
utilizado para cualquier cosa". Lo desesperado de la situación les hacía pensar a la mayoría en
"lanzarse contra la alambrada", el método de suicidio más popular. Pero algunos pensaban que no
tenía ningún objeto suicidarse, ya que para todos los prisioneros las expectativas de vida consideradas
objetivamente y aplicando el cálculo de probabilidades eran muy escasas. Pero en la primera fase del
shock el prisionero no temía a la muerte.

Segunda fase: la vida en el campo La segunda fase se caracteriza por la apatía, una especie de
muerte emocional. Al llegar al campo se experimentaba una añoranza sin límites de la casa y la
familia, seguido de una repugnancia por toda la fealdad que les rodeaba, hielo, fango, excrementos.
La apatía, el adormecimiento de las emociones y el sentimiento de que a uno ya nunca le importaría
nada era el necesario mecanismo de defensa afrente al dolor, la injusticia, la crueldad y la
irracionalidad, frente a los golpes diarios, casi continuos. Dado el alto grado de desnutrición que
padecían, se comía una sola vez, un pequeño trozo de pan y un agua de sopa, lo que era más
flagrante teniendo que realizar trabajos durísimos, el deseo de conseguir alimento era el instinto más
primitivo. Eso explica que el deseo sexual brillara por su ausencia, y, contra lo que el psicoanálisis
afirma ni siquiera se manifestaba en los sueños. Había una desvalorización de todo lo que no
redundaba en la conservación de la propia vida. Pero había prisioneros que sentían una profunda
inquietud religiosa, y que eran capaces de improvisar un rincón en el barracón, o en un camión de
ganado, para hacer oración. A pesar del primitivismo que imperaba a la fuerza, en el campo era
posible desarrollar una vida espiritual. Las personas capaces de ello resistieron mejor en el campo, al
aislarse del entorno y retrotraerse a su vida anterior, a su riqueza intelectual y su libertad espiritual.
Cuando todo se ha perdido queda el amor. El Dr. Frankl y otros prisioneros se aferraban a la imagen
de sus mujeres, o de un hijo, o de la persona que más amasen. Frankl ignoraba si su joven mujer, de
23 años seguía viva o, como supo después había muerto, pero llega a decir: "El amor trasciende la
persona física del ser amado y encuentra su significado más profundo en su propio espíritu, en su yo
íntimo". Había vida interior en los prisioneros, a veces muy intensa, que les hacía apreciar la belleza
del arte o de la naturaleza como nunca hasta entonces. "Su alguien hubiera visto nuestros rostros
cuando, en el viaje de Auschwitz a un campo de Baviera, contemplamos las montañas de Salzburgo
con sus cimas refulgentes al atardecer, asomados a los ventanucos enrejados del vagón celular,
nunca hubiera creído que se trataba de los rostros de hombres sin esperanza de vivir ni de ser libres".

En el campo también había cierto sentido del humor, aunque fuera en su expresión más leve y solo
durante unos escasos mutuos. También en un campo de concentración es posible practicar el arte de
vivir, aunque el sufrimiento sea omnipresente. Al no haber placeres positivos se agradecían mucho
hasta los más ínfimos placeres negativos, alguien te ayudara a despiojarte, por ejemplo. Se añoraba
de una manera muy intensa la soledad, la imposible intimidad. Otro sentimiento muy frecuente en el
campo era la irritabilidad. Dado que el prisionero observaba a diario escenas de golpes, su impulso
hacia la violencia había aumentado: "A veces dice Frankl era preciso tomar decisiones precipitadas
que, sin embargo, podían significar la vida o la muerte. El prisionero hubiera preferido dejar que el
destino eligiera por él". Pero esa capacidad de elección le hacía sentirse libre, le concedían un atributo
humano. La experiencia de la vida en un campo demuestra que el hombre tiene capacidad de
elección. "Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de
barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba.
Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede
arrebatar todo salvo una cosa la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal
ante un conjunto de circunstancias, para decidir su propio camino". Aún en un campo de concentración
puede conservar su dignidad humana. Cita a Dostoievski: "Solo temo una cosa: no ser digno de mis
sufrimientos". Estas personas fueron dignas. "Es esa libertad espiritual que no se nos puede arrebatar,
lo que hace que la vida tenga sentido y propósito".

El sufrimiento es un aspecto de la vida que no puede erradicarse, como no pueden apartarse el


destino o la muerte. Sin ellos la vida no sería completa. El modo en que el hombre acepta su destino y
todo el sufrimiento que éste conlleva, añade a su vida un sentido más profundo. Incluso bajo las
circunstancias más difíciles puede conservar su valor, su dignidad, su generosidad. O bien puede
olvidar su dignidad humana y convertirse en poco más que un animal. Muchas veces es precisamente
una situación externa excepcionalmente difícil la que da al hombre la oportunidad de crecer
espiritualmente más allá de sí mismo. El prisionero que perdía la fe en el futuro estaba condenado, se
abandonaba, decaía y se convertía en sujeto del aniquilamiento físico y mental. Lo más difícil es la
pregunta por el sentido de la vida: "Tenemos que aprender por nosotros mismos y después enseñar a
los desesperados que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera
algo de nosotros" tenemos que dejar de hacernos preguntas sobre el significado de la vida, y en vez
de ello, pensar en nosotros como en seres a quienes la vida les inquiriera continua e incesantemente.
Nuestra contestación no debe ser en palabras, sino que debe ser una conducta y una situación rectas.

En última instancia, vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los
problemas que plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo. Resulta
imposible definir el significado de la vida en términos generales. "Vida" no significa algo vago, sino algo
muy real y concreto, que configura el destino de cada hombre, distinto y único en cada caso. Nadie
puede redimir al hombre, ni sufrir en su lugar. Su única oportunidad reside en la actitud que adopte al
soportar su carga. Así el hombre asume su responsabilidad ante su existencia. Frankl se pregunta
profesional y humanamente por la psicología de los guardas del campamento. ¿Cómo es posible que
hombres de carne y hueso como los demás pudieran tratar a sus semejantes como los trataron? Había
algunos sádicos, en el sentido médico del término, y que eran seleccionados precisamente por serlo,
como lo eran los individuos más brutales y egoístas, los que tenían más probabilidades de sobrevivir,
era una selección negativa. Pero además los sentimientos de la mayoría de los guardias se hallaban
embotados por años de métodos brutales. Se habían endurecido hasta límites insospechados, aunque
había algunos, por pocos que fueran, que sentían lástima de los prisioneros. Cuenta el caso de un
comandante de las SS que había comprado medicinas para algunos prisioneros, gastando cantidades
nada despreciables en ello. Frankl saca la siguiente consecuencia: "Hay dos razas de hombres en el
mundo y nada más que dos: "raza" de los hombres decentes y la de los indecentes. Ambas se
encuentran en todas partes y en todas las capas sociales". Y concluye emocionadamente: "Nosotros
hemos tenido la oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que ninguna otra generación. ¿Qué es
en realidad el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras
de gas, pero, asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración

Tercera fase: después de la liberación En esta fase el gran psiquiatra que es el Dr. Frankl quiere
analizar la psicología del prisionero que ha sido liberado. Relata lo que sucedió la mañana en que, tras
varios días de gran tensión, se izó la bandera blanca a la entrada del campo. "Al estado de ansiedad
anterior siguió una relajación total. Pero se equivocaría quien pensase que nos volvimos locos de
alegría". Y nos cuenta como los prisioneros se arrastraron hasta las puertas del campo diciéndose sin
creérselo aún que eran libres. Vieron los alrededores del campo, los prados cubiertos de flores, "pero
no despertaban en nosotros ningún sentimiento". Y reproduce el estado de ánimo general cuando por
la noche, ya de vuelta a los barracones, un hombre le preguntó a otro ¿estuviste hoy contento? A lo
que el otro respondió "para ser franco, no". Frankl lo explica diciendo que lo que les ocurría a los
prisioneros liberados era una "despersonalización”. Todo parecía irreal, improbable, como un sueño, y
temían que al despertar les llegase la dura realidad. Narra como si un prisionero era preguntado por un
granjero de las cercanías podía pasar horas hablando. Él nos cuenta su particular y conmovedor
renacer, una tarde mientras paseaba: "No había nada más que la tierra y el cielo, y el júbilo de las
alondras, y la libertad del espacio. Me detuve. Miré en derredor, después al cielo y finalmente caí de
rodillas. En aquel momento yo sabía muy poco de mí o del mundo, solo tenía en la cabeza una frase,
siempre la misma: "Desde mi estrecha prisión llamé a mi Señor y él me contestó desde el espacio en
libertad". "No recuerdo cuanto tiempo permanecí allí, de rodillas, repitiendo una y otra vez mi
jaculatoria. Pero yo sé que aquel día, en aquel momento, mi vida empezó otra vez. Fui avanzando
paso a paso, hasta volverme de nuevo un ser humano". Muchos de los prisioneros que habían
experimentado en carne propia la brutalidad solo querían reproducirla. Solo muy lentamente se podía
devolver a aquellos hombres a la verdad lisa y llana de que nadie tenía derecho a obrar mal, ni aun
aunque a él le hubieran hecho daño. Aparte de cierta deformidad moral, otras dos experiencias
mentales podían dañar el carácter del prisionero liberado, la amargura y la desilusión que sentía al
volver a su antigua vida. Amargura ante la reacción tibia de los otros ante su sufrimiento y terrible
experiencia, y la desilusión hacia su propio sino. "El hombre que durante años había creído alcanzar el
límite absoluto del sufrimiento se encontraba ahora con que el sufrimiento no tenía límites y con que
todavía podía sufrir más y más intensamente". En el campo todos sabían que no habría felicidad
posible que les pudiera compensar de tanto sufrimiento pero "tampoco estábamos preparados para la
experiencia muy difícil de sobrellevar. Pero también llegó el día en que la experiencia en el campo
pudo ser vivida como una pesadilla. "La experiencia final para el hombre que vuelve a su hogar es la
maravillosa sensación de que, después de todo lo que ha sufrido, ya no hay nada a lo que tenga que
temer, excepto a su dios".

En la segunda parte del libro que sucede a la narración fundamental de este texto, una breve, pero
intensa y conmovedora narración autobiográfica sobre la estancia del Dr. Frankl en Auswitz y la vida y
las reacciones de prisioneros sometidos a sufrimientos extremos, el Dr. Frankl, a petición de muchos
lectores intenta explicar en unas páginas lo que está contenido en su obra de veinte volúmenes.
Conocida como "la tercera escuela vienesa de psicoterapia" la logoterapia, comparada con el
psicoanálisis que sería la primera escuela es menos retrospectiva y menos introspectiva, es decir, que
la logoterapia mira sobre todo al futuro, para romper el ensimismamiento del neurótico. Al aplicar la
logoterapia de logos, "significado", "sentido", "propósito", el paciente ha de enfrentarse con el sentido
rectificar la orientación de su conducta en tal sentido. Según la logoterapia la primera fuerza que
motiva al hombre es la lucha por encontrarle un sentido a la propia vida. Se centra en el significado de
la existencia humana. Frankl habla de voluntad de sentido contraponiéndolo a la voluntad de placer del
psicoanálisis o a la voluntad de poder de la psicología de Adler. Las encuestas hechas en diversos
países aseguran que el 80% de las personas necesitan "algo" por qué vivir. La voluntad de sentido
para muchas personas es cuestión de hecho, no de fe. El hombre es capaz de vivir e incluso de morir
por sus ideales y principios. El logos o sentido no es solo algo que nace de la propia existencia, sino
algo que hace frente a la existencia. Según Sartre el hombre se inventa a sí mismo. Frankl no piensa
que nosotros inventemos el sentido de nuestra existencia, sino que lo descubrimos. Los principios
morales no mueven al hombre, no le empujan más bien tiran de él. Y la voluntad del hombre interviene
siempre. Y la libertad de elegir entre aceptar o rechazar una oferta. No existe en el hombre un impulso
moral o religioso, como si fuera un instinto básico. El hombre no se ve impulsado a una conducta
moral: en cada caso concreto decide o no actuar moralmente. Habla de frustración existencial en tres
sentidos.
Para Frankl el término existencial se puede utilizar de tres maneras: 1) para referirse a la propia
existencia, al modo de ser específicamente humano,2) al sentido de la existencia y 3) al afán de
encontrar un sentido concreto a la existencia personal, o lo que es lo mismo a la voluntad de sentido.
La frustración existencial puede derivar en neurosis, pero en lo que el autor vienés llama neurosis
neógeno, que no nacen de conflictos entre impulsos distintos sino de conflictos entre principios
espirituales el término no tiene connotación religiosa distinta. Pero no todos los conflictos tienen por
qué ser neuróticos y a veces es saludable una dosis de conflictividad. El sufrimiento no es siempre un
fenómeno patológico, puede ser un logro humano. La logoterapia considera que es su cometido
ayudar al paciente a encontrar el sentido de la vida. Trata de hacer al paciente consciente de lo que
anhela en lo más profundo de su ser. La salud se basa en un cierto grado de tensión entre lo que ya se
ha logrado y lo que queda por conseguir, o el vacío entre lo que se es y lo que se debería ser. Lo que
el hombre necesita no es vivir sin tensiones, sino esforzarse en luchar por una meta que le merezca la
pena. El vacío existencial es un fenómeno muy extendido en el siglo XX se debe en parte a distintas
pérdidas, la última de las cuales es la pérdida de las tradiciones, que le conferían seguridad. No sabe
lo que tiene que hacer. A veces hace lo que hacen el otro conformismo o hace lo que otros le dicen
que hagan totalitarismo. El vacío existencial se manifiesta en un estado de tedio, lo que irá en
aumento al tener cada vez más tiempo libre... tal frustración se compensa a veces con la voluntad de
poder, sea económico o sexual y de ahí la agresividad sexual. ¿Qué se puede hacer cuando el
paciente pregunta por el sentido de su vida? No se puede contestar en general porque tal sentido
difiere de una persona a otra, de un día a otro, de una hora a otra. Por eso no hay que buscar cual
sería el sentido abstracto de la vida, sino el significado concreto de la vida de cada individuo. Cada uno
debe llevar a cabo un cometido concreto. Su tarea es única. La logoterapia considera que la esencia
íntima de la existencia humana está en su capacidad de ser responsable de la propia vida. Un
imperativo categórico de la logoterapia es: "Vive como si ya estuviereis viviendo por segunda vez y
como si la primera vez ya hubieras obrado tan desacertadamente como ahora estás a punto de obrar".
Imaginar que el presente es ya pasado y que se puede modificar y corregir ese pasado este precepto
enfrente al hombre con la finitud de la vida, así como con la finalidad de lo que cree de sí mismo y de
su vida. El papel del logotereapeuta es más el de un especialista en oftalmología que el de un pintor.
El oftalmólogo intenta que veamos la vida tal como es, pero ampliando y ensanchando el campo visual
del paciente. El verdadero sentido de la vida debe encontrarse en el mundo y no en el paciente. La
autorrealización no puede ser una meta en sí mismo, sino que será un efecto secundario de la propia
trascendencia. El sentido de la vida siempre está cambiando, pero nunca cesa. Puede descubrirse de
tres modos distintos: 1) realizando una acción, 2) teniendo algún principio, 3) por el sufrimiento. Los
dos últimos necesitan explicación. El segundo se refiera a sentir por alguna obra cultural o de la
naturaleza o por alguien. El amor constituye la única vía de aprehender la esencia de otro ser humano,
e incluso sus potencialidades. Al hacerle consciente de lo que puede ser y de lo que puede llegar a
ser, logra que esas potencias se conviertan en realidad, 3) se puede encontrar un sentido a la vida a
través del sentimiento. Frente a un sufrimiento que no puede cambiarse, por ej. Una enfermedad
incurable, lo que importa es la actitud ante tal sufrimiento. Al aceptar el reto de sufrir valientemente la
vida tiene hasta el último momento un sentido. El sentido último sobre el significado del sufrimiento
cree Frankl que es un supra sentido, en cuanto que excede y sobrepasa la capacidad intelectual del
hombre. Tampoco la transitoriedad de nuestra existencia dota a ésta de una carencia de sentido, solo
debe hacernos más responsables. Y nada del pasado está irrecuperablemente perdido, sino que todo
se conserva inevitablemente, Haber sido es la forma más segura de ser. La logoterapia no es
pesimista, sino activista. La logoterapia como técnica tiene ciertos instrumentos como la "intención
paradójica" una técnica basada en que el miedo hace que se produzca lo que se teme (si tengo miedo
a no dormirme, seguramente no me dormiré, si temo sonrojarme cuando me presenten a alguien,
probablemente sucederá). La intención paradójica intenta que el paciente haga aquello que teme,
aunque sea por un momento. Eso suele romper el círculo, y es útil en el tratamiento de obsesiones y
fobias. La ansiedad anticipatoria debe atacarse con la intención paradójica y la hipertensión e
hiperreflexión deben combatirse con la de reflexión, lo que solo es posible con un cambio en la
orientación del paciente hacia su vocación y su misión en la vida. La clave para curarse está en
trascenderse a uno mismo. Critica el pan determinismo. Pese a las condiciones biológicas,
psicológicas o sociológicas el hombre puede elevarse por encima de ellas y trascenderlas. El ser
humano es un ser auto trascendente. Pero la libertad no es la última palabra, es solo una parte de la
historia. Es el aspecto negativo de un fenómeno cuyo aspecto positivo es la responsabilidad. En los
campos de concentración pudo verse que algunos prisioneros se comportaban como cerdos y otros
como santos. El hombre tiene dentro de sí ambas potencias, de sus decisiones y no de sus
condiciones depende cuál de ellas se manifieste. Y el libro concluye: "Después de todo, el hombre es
ese ser que ha inventado las cámaras de gas de Auschwitz, pero también es el que ha entrado en
esas cámaras con la cabeza erguida y el Padrenuestro o el Sema Israel en sus labios".
CONCLUSION

Durante la Segunda Guerra Mundial miles de judíos, por el simple hecho de serlo, fueron encerrados,
explotados y asesinados en medio de indecibles padecimientos. Además del hecho, de por sí trágico,
de perderlo todo intentaban ignorar si su familia estaba viva o no, de saber que cada día podía ser el
último de sus vidas, el tener que sobrevivir con medio tazón de sopa o granos de fríjol, el no poseer
más que lo trozos de ropa que llevaban puestos y acaso unos zapatos viejos que pudieran servirles un
poco tiempo para trabajar sin destrozarse los pies.
En esas condiciones es fácil suponer que sólo una mínima parte de ellos estaban, si acaso, llegaban a
estar sanos, que lo único que se tiene, los recuerdos y lo vivido le dan un valor único a nuestras vidas.
Un número, algo que aparentemente no merece, ni parece nada, ni el privilegio de saberse único y
merecedor de respeto eso es lo que eran.
Internado en un campo de concentración junto con su familia, y quien basado en todo lo que ahí vivió
logró perfilar su teoría basada en la búsqueda de un sentido para la vida del hombre.
En este libro nos cuenta las etapas psicológicas por las que comúnmente pasaba un interno en un
campo de concentración, la vida diaria e inevitablemente nos cuenta también de sus depresiones, de
su ansiedad, de su salud quebrantada, de su hambre, de las innumerables agresiones físicas y
psicológicas por parte de los guardias del campo y una larga lista de situaciones igualmente
indignantes.
Un interno en un campo de concentración cree parecer que está perdido y absolutamente solo.

Este libro se centra en varios hallazgos cruciales del doctor Frankl que ponen de manifiesto nuestro
deseo inconsciente de descubrir un sentido definitivo a la vida, tanto si deriva de una fuente espiritual
como si proviene de otro tipo de inspiración o influencia. Se trata de un tema de especial relevancia,
sobre todo teniendo en cuenta que la sensación de que nuestra vida carece de un significado auténtico
ha penetrado considerablemente en los cimientos de la sociedad contemporánea. Lo cierto es que la
cultura actual parece definitivamente sumida en la vulnerabilidad y la desesperación.
A partir de ahí, el doctor Frankl demuestra de una forma brillante que el ser humano aún puede
encontrar un cierto sentido a su vida cotidiana. Habla de una fuerza central motivadora y presenta
evidencias específicas de que la vida puede hablarnos de su propio sentido en cualquier momento o
situación. El hombre en busca del sentido último afirma también, no obstante, que esta búsqueda de
significado puede conducir igualmente a resultados indeseados, como los celos enfermizos, la fobia
racista o la obsesión por la ética y la moral. Y, en este sentido, el doctor Frankl cree que sólo la
tolerancia y la persistencia podrán ayudarnos a conseguir una vida plena.

Lo que más me ha gustado de este libro es que deberíamos ponernos a pensar el daño que nos
estamos haciendo a nuestras propias vidas con todas estas guerras, armas que fabricamos, el estilo
de vida que llevamos , la educación que impartimos a nuestra sociedad es lo que hace crear una
sociedad cada vez menos piadosa y solidaria. El autor nos lleva desde el sentimiento de tragedia más
deprimente hasta la visión más esperanzadora, nos contagia su gusto de estar vivo después de todo y
la agradable certeza de que indudablemente hay un motivo por el que estamos vivos y de que vale la
pena rescatarlo y hacerlo valer.

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