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Trilce: Poema XXVIII – He almorzado

solo ahora, y no he tenido


César Vallejo Masa
He almorzado solo ahora, y no he tenido César Vallejo
madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua, Al fin de la batalla,
ni padre que, en el facundo ofertorio y muerto el combatiente, vino hacia él un
de los choclos, pregunte para su hombre
tardanza y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
de imagen, por los broches mayores del Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
sonido.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
Cómo iba yo a almorzar. Cómo me iba a «¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la
servir vida!»
de tales platos distantes esas cosas, Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
cuando habráse quebrado el propio
hogar, Acudieron a él veinte, cien, mil,
cuando no asoma ni madre a los labios. quinientos mil,
Cómo iba yo a almorzar nonada. clamando «¡Tanto amor y no poder nada
contra la muerte!»
A la mesa de un buen amigo he
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
almorzado
con su padre recién llegado del mundo, Le rodearon millones de individuos,
con sus canas tías que hablan con un ruego común: «¡Quédate
en tordillo retinte de porcelana, hermano!»
bisbiseando por todos sus viudos
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
alvéolos;
y con cubiertos francos de alegres Entonces todos los hombres de la tierra
tiroriros, le rodearon; les vio el cadáver triste,
porque estánse en su casa. Así, ¡qué emocionado;
gracia!
incorporose lentamente,
Y me han dolido los cuchillos
de esta mesa en todo el paladar. abrazó al primer hombre; echose a
andar…
El yantar de estas mesas así, en que se
prueba
amor ajeno en vez del propio amor,
torna tierra el brocado que no brinda la

MADRE,
hace golpe la dura deglución; el dulce,
hiel; aceite funéreo, el café.

Cuando ya se ha quebrado el propio


hogar,
y el sírvete materno no sale de la
tumba,
la cocina a oscuras, la miseria de amor.
La rueda del hambriento ser,
pero dadme
[Poema - Texto completo.] una piedra en que sentarme,
pero dadme,
César Vallejo por favor, un pedazo de pan en que
sentarme,
pero dadme
en español
Por entre mis propios dientes salgo algo, en fin, de beber, de comer, de vivir,
humeando, de reposarse
dando voces, pujando, y después me iré…
bajándome los pantalones… Halló una extraña forma, está muy rota
Váca mi estómago, váca mi yeyuno, y sucia mi camisa
la miseria me saca por entre mis propios y ya no tengo nada, esto es horrendo.
dientes, A mi hermano Miguel
cogido con un palito por el puño de la
camisa.
Una piedra en que sentarme
¿no habrá ahora para mí?
Aún aquella piedra en que tropieza la In memoriam
mujer que ha dado a luz, Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa,
la madre del cordero, la causa, la raíz, donde nos haces una falta sin fondo!
¿ésa no habrá ahora para mí? Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que
¡Siquiera aquella otra, mamá
que ha pasado agachándose por mi alma! nos acariciaba: «Pero, hijos…»
Siquiera
la calcárida o la mala (humilde océano) Ahora yo me escondo,
o la que ya no sirve ni para ser tirada como antes, todas estas oraciones
contra el hombre vespertinas, y espero que tú no des conmigo.
ésa dádmela ahora para mí! Por la sala, el zaguán, los corredores,
después, te ocultas tú, y yo no doy contigo.
Siquiera la que hallaren atravesada y sola Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
en un insulto, hermano, en aquel juego.
ésa dádmela ahora para mí!
Siquiera la torcida y coronada, en que Miguel, tú te escondiste
resuena una noche de agosto, al alborear;
solamente una vez el andar de las rectas pero, en vez de ocultarte riendo, estabas
conciencias, triste.
o, al menos, esa otra, que arrojada en Y tu gemelo corazón de esas tardes
digna curva, extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y
va a caer por sí misma, ya
en profesión de entraña verdadera, cae sombra en el alma.
¡ésa dádmela ahora para mí!
Oye, hermano, no tardes
Un pedazo de pan, tampoco habrá para en salir. Bueno? Puede inquietarse mamá.
mí?
Ya no más he de ser lo que siempre he de
Los nueve monstruos el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la
[Poema - Texto completo.] hora
del rayo, y nueve carcajadas
César Vallejo a la hora del trigo, y nueve sones hembras
I, desgraciadamente, a la hora del llanto, y nueve cánticos
el dolor crece en el mundo a cada rato, a la hora del hambre y nueve truenos
crece a treinta minutos por segundo, paso y nueve látigos, menos un grito.
a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos El dolor nos agarra, hermanos hombres,
veces por detrás de perfil,
y la condición del martirio, carnívora y nos aloca en los cinemas,
voraz, nos clava en los gramófonos,
es el dolor dos veces nos desclava en los lechos, cae
y la función de la yerba purísima, el dolor perpendicularmente
dos veces a nuestros boletos, a nuestras cartas;
y el bien de ser, dolernos doblemente. y es muy grave sufrir, puede uno orar…
Pues de resultas
Jamás, hombres humanos, del dolor, hay algunos
hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, que nacen, otros crecen, otros mueren,
en la cartera, y otros que nacen y no mueren, otros
en el vaso, en la carnicería, en la que sin haber nacido, mueren, y otros
aritmética! que no nacen ni mueren (son los más)
Jamás tanto cariño doloroso, Y también de resultas
jamás tan cerca arremetió lo lejos, del sufrimiento, estoy triste
jamás el fuego nunca hasta la cabeza, y más triste hasta el
jugó mejor su rol de frío muerto! tobillo,
Jamás, señor ministro de salud, fue la de ver al pan, crucificado, al nabo,
salud ensangrentado,
más mortal llorando, a la cebolla,
y la migraña extrajo tanta frente de la al cereal, en general, harina,
frente! a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor, al vino, un ecce-homo,
el corazón, en su cajón, dolor, tan pálida a la nieve, al sol tan ardio!
la lagartija, en su cajón, dolor. ¡Cómo, hermanos humanos,
Crece la desdicha, hermanos hombres, no deciros que ya no puedo y
más pronto que la máquina, a diez ya no puedo con tanto cajón,
máquinas, y crece tanto minuto, tanta
con la res de Rousseau, con nuestras lagartija y tanta
barbas; inversión, tanto lejos y tanta sed de sed!
crece el mal por razones que ignoramos Señor Ministro de Salud; ¿qué hacer?
y es una inundación con propios líquidos, ¡Ah! desgraciadamente, hombres
con propio barro y propia nube sólida! humanos,
Invierte el sufrimiento posiciones, da hay, hermanos, muchísimo que hacer.
función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
Los dados eternos
[Poema - Texto completo.]

César Vallejo

Para Manuel González Prada, esta


emoción bravía y selecta, una de las
que, con más entusiasmo, me ha aplau-
dido el gran maestro.
Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
¡tú no tienes Marías que se van!
Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!
Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado.
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.
Dios míos, y esta noche sorda, obscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.

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