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LITERATURA UNIVERSAL

POESÍA DE HABLA HISPANA EN EL SIGLO XX ver a los pobres, y, llorando quedos,


dar pedacitos de pan fresco a todos.
CÉSAR VALLEJO (1892-1938) Y saquear a los ricos sus viñedos
con las dos manos santas
Los heraldos negros que a un golpe de luz
Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé! volaron desclavadas de la Cruz!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido Pestaña matinal, no os levantéis!
se empozara en el alma… Yo no sé! El pan nuestro de cada día dánoslo,
Señor…!
Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Todos mis huesos son ajenos;
Serán talvez los potros de bárbaros atilas; yo tal vez los robé!
o los heraldos negros que nos manda la Muerte. Yo vine a darme lo que acaso estuvo
asignado para otro;
Son las caídas hondas de los Cristos del alma, y pienso que, si no hubiera nacido,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema. otro pobre tomara este café!
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones Yo soy un mal ladrón… A dónde iré!
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema
Y en esta hora fría, en que la tierra
Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como trasciende a polvo humano y es tan triste,
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; quisiera yo tocar todas las puertas,
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido y suplicar a no sé quién, perdón,
se empoza, como charco de culpa, en la mirada. y hacerle pedacitos de pan fresco
aquí, en el horno de mi corazón…!
Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Trilce, XXIII
Los pasos lejanos (Los heraldos negros) Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos
Mi padre duerme. Su semblante augusto pura yema infantil innumerable, madre.
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce... Oh tus cuatro gorgas, asombrosamente
si hay algo en él de amargo, seré yo. mal plañidas, madre: tus mendigos.
Las dos hermanas últimas, Miguel que ha muerto
Hay soledad en el hogar; se reza; y yo arrastrando todavía
y no hay noticias de los hijos hoy. una trenza por cada letra del abecedario.
Mi padre se despierta, ausculta
la huida a Egipto, el restañante adiós. En la sala de arriba nos repartías
Está ahora tan cerca;e de mañana, de tarde, de dual estiba,
si hay algo en él de lejos, seré yo. aquellas ricas hostias de tiempo, para
que ahora nos sobrasen
Y mi madre pasea allá en los huertos, cáscaras de relojes en flexión de las 24
saboreando un sabor ya sin sabor. en punto parados.
Está ahora tan suave,
tan ala, tan salida, tan amor. Madre, y ahora! Ahora, en cuál alvéolo
quedaría, en qué retoño capilar,
Hay soledad en el hogar sin bulla, cierta migaja que hoy se me ata al cuello
sin noticias, sin verde, sin niñez. y no quiere pasar. Hoy que hasta
Y si hay algo quebrado en esta tarde, tus puros huesos estarán harina
y que baja y que cruje, que no habrá en qué amasar
son dos viejos caminos blancos, curvos. ¡tierna dulcera de amor,
Por ellos va mi corazón a pie. hasta en la cruda sombra, hasta en el gran molar
cuya encía late en aquel lácteo hoyuelo
El pan nuestro (Los heraldos negros) que inadvertido lábrase y pulula ¡tú lo viste tánto!
Para Alejandro Gamboa en las cerradas manos recién nacidas.
Se bebe el desayuno... Húmeda tierra
de cementerio huele a sangre amada. Tal la tierra oirá en tu silenciar,
Ciudad de invierno... La mordaz cruzada cómo nos van cobrando todos
de una carreta que arrastrar parece el alquiler del mundo donde nos dejas
una emoción de ayuno encadenada! y el valor de aquel pan inacabable.
Y nos lo cobran, cuando, siendo nosotros
Se quisiera tocar todas las puertas, pequeños entonces, como tú verías,
y preguntar por no sé quién; y luego no se lo podíamos haber arrebatado

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a nadie; cuando tú nos lo diste, Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre. 
¿di, mamá? ¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo? 

Considerando en frío, imparcialmente... (Poemas Otro busca en el fango huesos, cáscaras, 


humanos) ¿Cómo escribir, después, del infinito? 
Considerando en frío, imparcialmente,
que el hombre es triste, tose y, sin embargo, Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza.
se complace en su pecho colorado; ¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora? 
que lo único que hace es componerse
de días; Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente,
que es lóbrego mamífero y se peina... ¿Hablar, después, de cuarta dimensión? 

Considerando Un banquero falsea su balance.


que el hombre procede suavemente del trabajo ¿Con qué cara llorar en el teatro? 
y repercute jefe, suena subordinado;
que el diagrama del tiempo Un paria duerme con el pie a la espalda.
es constante diorama en sus medallas ¿Hablar, después, a nadie de Picasso? 
y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
desde lejanos tiempos, Alguien va en un entierro sollozando.
su fórmula famélica de masa... ¿Cómo luego ingresar a la Academia? 

Comprendiendo sin esfuerzo Alguien limpia un fusil en su cocina. 


que el hombre se queda, a veces, pensando, ¿Con qué valor hablar del más allá? 
como queriendo llorar, Alguien pasa contando con sus dedos. 
y, sujeto a tenderse como objeto, ¿Cómo hablar del no-yo sin dar un grito?
se hace buen carpintero, suda, mata
y luego canta, almuerza, se abotona... Masa (España, aparta de mí este cáliz)
Al fin de la batalla,
Considerando también y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
que el hombre es en verdad un animal y le dijo: «No mueras, te amo tanto!»
y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Examinando, en fin, Se le acercaron dos y repitiéronle:


sus encontradas piezas, su retrete, «No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo... Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Comprendiendo Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,


que él sabe que le quiero, clamando: «Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!»
que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente... Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Considerando sus documentos generales Le rodearon millones de individuos,


y mirando con lentes aquel certificado con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
que prueba que nació muy pequeñito... Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

le hago una seña, Entonces, todos los hombres de la tierra


viene, le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
y le doy un abrazo, emocionado. incorporóse lentamente,
¡Qué más da! Emocionado... Emocionado... abrazó al primer hombre; echóse a andar…

Un hombre pasa con un pan al hombro... (Poemas


humanos)

Un hombre pasa con un pan al hombro. 


¿Voy a escribir, después, sobre mi doble? 

Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo. 


¿Con qué valor hablar del psicoanálisis? 
Otro ha entrado a mi pecho con un palo en la mano.
¿Hablar luego de Sócrates al médico?

Un cojo pasa dando el brazo a un niño. 


¿Voy, después, a leer a André Bretón? 

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PABLO NERUDA (1904-1973)


Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
20 (Veinte poemas de amor y una canción desesperada) y mi pelo y mi sombra.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.  Sucede que me canso de ser hombre.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,   Sin embargo sería delicioso
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos". asustar a  un notario con un lirio cortado
  o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
El viento de la noche gira en el cielo y canta. Sería bello
  ir por las calles con un cuchillo verde
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.   y dando gritos hasta morir de frío.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 
No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
En las noches como esta la tuve entre mis brazos.  vacilante, extendido, tiritando de sueño,
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.  hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.  
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.  No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.   de subterráneo solo, de bodega con muertos,
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.  aterido, muriéndome de pena.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.   Por eso el día lunes arde como el petróleo
Y el verso cae al alma como pasto el rocío.  cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.  y da pasos de sangre caliente hacia la noche.
La noche está estrellada y ella no está conmigo. 
Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.  a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.  a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.
Como para acercarla mi mirada la busca.  
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.  Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.  hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.  hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto, 
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.   hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.  con furia, con olvido,
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.  paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.   calzoncillos, toallas y camisas que lloran
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.  lentas lágrimas sucias.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,   La gran alegría (Canto general)
mi alma no se contenta con haberla perdido.  La sombra que indagué ya no me pertenece.
Yo tengo la alegría duradera del mástil,
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,   la herencia de los bosques, el viento del camino
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.  y un día decidido bajo la luz terrestre.

Walking around (Residencia en la tierra) No escribo para que otros libros me aprisionen
Sucede que me canso de ser hombre. ni para encarnizados aprendices de lirio,
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines sino para sencillos habitantes que piden
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro agua y luna, elementos del orden inmutable,
navegando en un agua de origen y ceniza. escuelas, pan y vino, guitarras y herramientas.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos. Escribo para el pueblo, aunque no pueda
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana, leer mi poesía con sus ojos rurales.
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines, Vendrá el instante en que una línea, el aire
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores. que removió mi vida, llegará a sus orejas,

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y entonces el labriego levantará los ojos, camarones marinos 


el minero sonreirá rompiendo piedras, y cuando ya llegaron 
el palanquero se limpiará la frente, a su punto, 
el pescador verá mejor el brillo cuando cuajó el sabor 
de un pez que palpitando le quemará las manos, en una salsa 
el mecánico, limpio, recién lavado, lleno formada por el jugo 
de aroma de jabón mirará mis poemas, del océano
y ellos dirán tal vez: "Fue un camarada". y por el agua clara
Eso es bastante, ésa es la corona que quiero. que desprendió la luz de la cebolla, 
entonces
Quiero que a la salida de fábricas y minas que entre el congrio 
esté mi poesía adherida a la tierra, y se sumerja en gloria, 
al aire, a la victoria del hombre maltratado. que en la olla
Quiero que un joven halle en la dureza se aceite, 
que construí, con lentitud y con metales, se contraiga y se impregne. 
como una caja, abriéndola, cara a cara, la vida, Ya sólo es necesario 
y hundiendo el alma toque las ráfagas que hicieron dejar en el manjar 
mi alegría, en la altura tempestuosa. caer la crema 
como una rosa espesa, 
Oda al caldillo de congrio (Odas elementales) y al fuego 
En el mar lentamente
tormentoso entregar el tesoro 
de Chile  hasta que en el caldillo 
vive el rosado congrio,  se calienten 
gigante anguila  las esencias de Chile, 
de nevada carne.  y a la mesa 
Y en las ollas lleguen recién casados
chilenas,  los sabores 
en la costa,  del mar y de la tierra 
nació el caldillo  para que en ese plato 
grávido y suculento,  tú conozcas el cielo.
provechoso.
Lleven a la cocina 
el congrio desollado, 
su piel manchada cede 
como un guante 
y al descubierto queda 
entonces
el racimo del mar, 
el congrio tierno
reluce
ya desnudo, 
preparado 
para nuestro apetito. 
Ahora
recoges 
ajos, 
acaricia primero 
ese marfil 
precioso, 
huele 
su fragancia iracunda, 
entonces 
deja el ajo picado 
caer con la cebolla 
y el tomate 
hasta que la cebolla 
tenga color de oro. 
Mientras tanto
se cuecen 
con el vapor 
los regios 

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