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Lluvia de relatos

20 años contando
V.V.A.A
Lluvia de relatos. 20 años contando
©2020 Editorial Taoro.
C/ Calvario, 26. 38300 - La Orotava. Santa Cruz de Tenerife.
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www.editorialtaoro.com
@editorialtaoro

Maquetación: EdContratipo
ISBN: 978-84-120680-4-7
Depósito legal:

Impreso en España.
Todos los derechos están reservados, incluidos los de reproducción total o
parcial en cualquier formato o soporte.
PRÓLOGO

L as historias son historias porque se cuentan;


si además se escriben, se convierten en arte;
y si además se concentran en la inquietante breve-
dad del microrrelato, modulan hasta llegar a ser cáp-
sulas de tiempo con sentido, densidad, profundidad
y energía. Así se construye este libro, con las chis-
pas del talento que destila esta asombrosa compila-
ción de textos hiperbreves que han sido, desde sus
inicios, la sustancia de un certamen imprescindible
para la creación literaria y que ha servido en cada
una de sus ediciones como catalizador de la creati-
vidad, la capacidad y el esmero de quienes tienen la
inmensa fortuna de sentir en palabras y, además, vi-
vir y hacer vivir a través de ellas.
Escribir puede ser sencillo; escribir bien, no tan-
to; escribir bien y hacer literatura, muy difícil; escribir
bien y hacer literatura en un relato hiperbreve, solo
está al alcance de unas pocas personas especialmen-
te dotadas, especialmente sensibles, especialmente
especiales. Estas páginas son muestra evidente de
ello, y también de que la fórmula funciona: a través

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de no más de ocho líneas es posible construir univer-
sos, idear realidades, fabricar emociones, viajar en el
tiempo, soñar, nacer, sentir, morir a pesar de tan apa-
rentemente limitado marco de expresión. Pero así es
la magia de las palabras cuando brotan comprimiendo
entre sus letras y sus escuetas fórmulas gramaticales

Estos relatos son hiperbreves, pero el talento de


sus autoras y autores es inconmensurable.
Bravo por el logro, por la belleza y la calidad.
Que lo disfruten.

Bosco González

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¡ME CAGO EN CAPERUCITA!

¡M e cago en Caperucita!, sí, sí, en Caperu-


cita, la muy arpía… Si no fuera por esa
mosquita muerta… «Esta caperuza roja me la com-
pró mi madre, así no pasaré frío cuando vaya a visitar
a mi abuelita». Entonces, ¿por qué coño le quita seis
centímetros de vuelto y se hace una minifalda? ¿Es
que todavía piensa la muy #@&%$ que somos ton-
tos? «Voy a llevar esta tartita a mi abuela que está
enfermita». Pues si su abuela está tan enfermita más
le valdría a Caperucita llevarle algún antibiótico o al
menos una aspirina, pero no, le lleva una tarta, ¡para
que se muera de azúcar la vieja! Y encima, le hace
caso al lobo y se va por el camino más largo: «¡Qué
malo el lobito, me engañó para llegar antes que yo a
casa de mi abuelita y comérsela!». Pero bueno, Ca-
perucita, llevas 15 añitos yendo a casa de tu abuela y
ahora vienes con que no te conoces el camino… ¿Y tu
madre te deja ir sola por ahí sin conocerte el camino
y con ese cinturón ancho que tú llamas falda habien-
do lobos en el bosque? O lo tuyo no es una madre
o tú eres más lista que la Blancanieves, que se hizo

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la dormida porque ya estaba hasta las narices de los
enanos.
Pero lo peor de todo es el egoísmo de la capricho-
sa roja esta. Ella va por ahí provocando con su faldita,
con su lencería roja, con su tartita de fresa, haciendo
como que el lobo la engaña (lobo que por cierto lle-
va meses yendo al psicoanalista por culpa de una su-
-
nas) y no piensa en las consecuencias. Yo siempre lo
he dicho, la adolescencia es una época muy mala, llena
de caprichos, de bobería, de hedonismo y egoísmo, y
se ve agudizada en gente como esta, que con 15 añi-
tos recién cumplidos ya es una estrella consagrada de
los cuentos infantiles, y que, como encima es guapi-
lla, tiene a todo el mundo como corderitos a su alre-
dedor: Sí, Caperucita, lo que tú digas… Ay, qué guapa
es mi niña y qué lista… Por supuesto que no me dolió
la caída, Caperucita, hoy en día 100 metros ya no son
nada… Y así está la niña.
Luego estoy yo, viviendo mi vida de lombriz de tie-
rra, tan inocente, pero a la vez tan necesaria para la
humanidad y llega la palurda esta y se entera de que
si se muere su abuela se queda sin paga de los domin-
gos, así que se «arrepiente» y «convence» al leñador
de que la salve de las entrañas del lobo. Y ahí va el ca-
lentorro del leñador y no se le ocurre mejor idea que
llenarle la panza al lobo de piedras, que va a recoger,
por supuesto, al lago del río, donde yo tengo mi humil-
de hogar, construido durante dos largos años a base

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de esfuerzos sobrelombríceos y de tener a mi familia
desatendida.
Por lo que estoy ahora dentro de un lobo que está
hundido en el río, porque el muy ignorante se asomó
a beber agua ya que se encontraba pesado (ay, mamí-
feros carnívoros… imbéciles). Conclusión: ¡ME CAGO
EN CAPERUCITA!

CARLOS JAVIER RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ

I Certamen - Primer Premio - Única Modalidad

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GUAYOTA

P uedo sentir tu calor, sí, realmente me tienes


acorralado; percibo tu olor, de forma clara,
esa extraña mezcla de perfumes y aromas que turba
mi ser, que me desestabiliza.
A través de ti puedo apreciar la serenidad del mar,
la suavidad de las nubes, la profundidad de los barran-
cos y la escarpada voluptuosidad de las laderas.
Realmente tengo esa sensación de movimiento en
tus acusadas curvas, cada una de las cuales enardece
la concupiscencia del regreso y la capacidad de cues-
tionarme, ¿qué hago aquí, contigo?
Es increíble, oscurece con una rapidez inusitada,
pero el brillo de tus ojos parece iluminar cada palmo

Me obligas a soñar, a sumirme en el sueño más


que nunca, el sonido de tu respiración acompaña la
monótona, pero agradable canción que repites; me
recuerda al ronroneo de un felino. Y de repente des-
pierto, y noto que la suavidad de tus curvas ha desa-
parecido en pro de la frenética velocidad con la que te
mueves bajo mi ser, llegando a marearme, mi corazón

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se acelera con cada uno de tus movimientos, como si
de una danza ensayada se tratase; ¡ya estoy llegando,
sí, ya llego!, ¡oh… sí!
Presiono tu botón y se enciende el cartel de «pa-

servicio regular, mañana nos volveremos a encontrar.

AYOZE REGALADO SUÁREZ

I Certamen - Segundo Premio - Única Modalidad

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ACUSACIONES

A mañana en el suelo de su favela de Río de


-
gamento inhalado la noche anterior. A sus diecinue-
ve años era un individuo criado en la soledad de la
calle, inmunizado contra el miedo y el prejuicio. Su
estómago se estremeció castigado por un hambre
antigua y atroz.
Se levantó lentamente para no marearse y salió al
callejón donde los niños jugaban con palos y piedras.
Buscó en su conciencia las causas de sus penurias tra-
zando en su futuro una serie de incógnitas que apre-
hendió con calma.
Sin más, se dirigió al puente cercano a la Plaza de
París, posó sus pies descalzos sobre la baranda oxida-
da y, poco a poco, se fue precipitando hacia el vacío
viendo ante sus ojos dos o tres imágenes de su vida.
Su cuerpo quedó tendido boca abajo sobre las
piedras mientras que su alma fue juzgada en el pur-
gatorio, en un procedimiento muy similar a eso que

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piedad de atentar contra su vida por lo que solicitaba

—¿Por qué se ha suicidado?


-

seguridad insultante, convirtiéndose él en acusado,


respondió con lentitud y claridad:
—¿Lo hice en defensa propia.

ACHAMÁN CRUZ ESCOBAR

I Certamen - Tercer Premio - Única Modalidad

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EL NOMBRE DE LAS COSAS

D e un cajón de mi olvido, crece por si sola y


por última vez, como una pompa, esta no co-
rrespondida historia ya desgastada de darle vueltas.
Frente a mis ojos, bajo la soledad del monte aparta-
do, danzan las nubes brindando con las nubes en ser
sueños vestidos de formas. Es invierno, y reconoce el
entorno mi presencia, como siempre, como cada día.
Es tan a menudo y tan extraño, a destiempo, el oír
de las maderas enlazándose como notas de un piano
que grita en balde borracho, y clama hacerse notar
sobre un pentagrama en pregón de que hábitat y su
música nacen de una ópera. No sé si es posible situar

elementos, la vida natural del medio y nuestra propia


vida, como un arte de inagotables lienzos.
Al sol de una mañana de enero; rayitos de luz, que
-
pende como a una mariposa, el iris precioso lleno de
verdad de una dulce maestra de algodón. A estas ma-
ñanas y a su perfección, a este hijo único y sonriente
de plata, a este canto cogido de la mano, a esta riada

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deslumbrante de jardines, anhelo gozar a cada parpa-
deo de sus colores y su salud.
¡Historias largas!, tan grandes como el universo y
en solo una página, caprichos.
El color del mundo es breve, dulce e inmenso; son
-
chosas de los árboles y sus copas de sombrero, el aire
que se exhala y adormece, el silencio y sobre todo el si-
lencio disfrazado. Palabras y besos en una cara secreta
donde van los aromas recién nacidos. Belleza de cada
día; naces, despiertas y duermes para repetirte com-

De toda esta música que he escrito, de todo este


concierto soberbio que habéis oído preguntaréis,
¿qué queda y que sobrevivirá?, me diréis. Respondo:
Qué mejor música que la que gira en mi conciencia,
grabando todo lo hermoso de la vida para que cuando
os lo diga, vosotros lo oigáis. Veamos con el corazón
como a nuestra propia vida, los latidos de las cosas. Es
nuestra ceguera, un malpaís descarnado y desolado
de vacío.

ENRIQUE LABRADOR ARBELO

II Certamen - Primer Premio - Única Modalidad

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TERROR EN LA S.S.

8 :00 A.M.: De un lunes cualquiera, el maldito


despertador me destrozaba los tímpanos, a la
vez que mi madre, descorría de un tirón las cortinas, la
claridad me hizo recordar que tendría que enfrentar-
me, cara a cara, con el torturador de la S.S.
9:30 A.M.:
plantas, el terror paralizaba mis músculos, quise dar
media vuelta y echar a correr, pero, agarrándome por
la oreja, mi madre me lo impidió, llamándome cobar-
dita delante de unas señoras vestidas de verde, que
seguramente serían las cómplices del torturador; me
sentaron en una sala con varias personas más, en sus

tranquilizaba dándome palmadas en la pierna; de re-


pente, salió de una habitación una mujer alta, delgada y
con gafas de culo vaso, y sin levantarse, se volvió hacia
nosotros con mirada de cordero degollado, desapare-
ciendo con aquella horrible señora tras la puerta.
10:15 A.M.: Un sudor frío recorría mi espalda,
cuando de repente un alarido escalofriante rompió el
silencio de la habitación, en ese momento tuve claro

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que aquel señor que acababa de entrar estaba siendo
torturado; en un arranque de valor, eché a correr es-
caleras abajo, oía los gritos de mi madre ordenándo-
me parar, una de aquellas señoras vestidas de verde
se interpuso en mi camino, pero la esquivé con un há-
bil regate, seguí corriendo sin mirar atrás hasta llegar
a mi casa y me encerré en mi habitación.
RESULTADO: Tres meses castigado sin poder sa-
lir y un insoportable dolor de muelas.
MORALEJA: Que la S.S. no tiene nada que ver
con los nazis como había visto yo en las películas, y
como me explicó mi madre se trata de la Seguridad
Social y que el torturador, simplemente era el médi-
co dentista.

KEILA DAYANA RAMÓN LLOVERA

II Certamen - Segundo Premio - Única Modalidad

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AZUL

A zul es el cielo, azul es el mar; azul es lo que


une a ambos.
Del horizonte hablo: esa línea que no se puede
traspasar, ni siguiera llegar a tocar, pero que está ahí,
delante de nosotros y no podemos dejar de mirar y de
anhelar.
Esto, a mi entender es importante; tenemos que
caminar hacia él ya sea con un trasatlántico, con un
velero en tempestad, con una barca a dos remos o ca-
minando sobre las aguas. La importancia está en el an-
helo y la esperanza de atraparlo. Hay que caminar. No
podemos permanecer pasivos como musgo sobre roca,
golpeado una y otra vez por las olas. Caminar es impor-
tante, incluso sabiendo que lo que esperas encontrar

caminata, no sea lo que pensaste desde el principio. Lo


que verdaderamente importa es el misterio.
Al principio del camino te pudiste haber imagina-
do que detrás de la línea había un jardín con animalitos

imaginaste oscuridad, un hermoso espacio donde no

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hay nada, caída, hueco; luego un estado de ánimo, un
sentimiento, una luz cegadora que producía emociones
jamás vividas; después pensaste que cuando pasaras el
umbral te encontrarías un sueño que te quedaba por
soñar. Pero qué más da lo que haya o deje de haber, lo
que realmente importa es plantearse qué puede haber.
Lo importante es buscar el misterio, aunque sepamos
que no nos va a ser revelado.

ENRIQUE RODRÍGUEZ GONZÁLEZ

II Certamen - Tercer Premio - Única Modalidad

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PURA VIDA

A caba de nacer.
Tendrá una chupa de látex natural. Los pa-
ñales, de celulosa extra reciclada. La maleta del cole-
gio tejida de cáñamo ecológico, y los lápices de cedro
repoblado. La ropa, exclusivamente de algodón pro-
cedente de cultivos solidarios. Comida biológica sin
tratamientos fungicidas, herbicidas, ni abonos sinté-
ticos. Champú, gel y desodorante sin fosfatos ni alco-
hol. Espuma de afeitar biodegradable. Preservativos
hipoalergénicos. Solo whisky de malta, envejecido15
años en barricas de roble americano. Gafas con cris-
tales orgánicos, de lentes bifocales y progresivas. Ba-
buchas de pelo de borrego. Los implantes de la denta-

La lápida de mármol, de cantera controlada.

MIGUEL GARCÍA MORALES

III Certamen - Primer Premio - Única Modalidad

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TIEMPO

U no, dos, tres, cuatro... Despertó, dudando


aún si lo hacía a causa de ese molesto e ince-
sante pasar y pasar de números o porque era real la
sensación de hastío al haber dormido durante millo-
nes de años, muchos más de los que nadie necesitara.
Atribuyó el malestar al exceso de descanso: es normal
estar un poco aturdido cuando acaba uno de estirar
un poco las piernas, y también el resto del cuerpo.
No pudo. Seguía sin explicaciones... treinta y nueve,
cuarenta... «¿De dónde sale esa voz que no hace más
que contar y contar?», se preguntó. Ahora que pres-
taba atención le parecía impensable que aquélla fue-
ra la causa de su despertar, ya que no se trataba de
un sonido estridente, ni siquiera era una voz, como
había dado por hecho, era más bien un rumor sordo
proveniente de un lugar muy cercano, casi interior...
cuarenta y ocho, cuarenta y nueve... Intentó concen-
trarse en el rumor, hallar su origen, pero comprobó
con nerviosismo cómo le era imposible. Es más, se
sentía cada vez más y más atrapado por el devenir de
los números... cincuenta y ocho, cincuenta y nueve...

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¡¡¡UUUUNOOOOOO!!! Gritó, y lo hizo con todas sus
fuerzas, unas fuerzas provenientes de algún lugar os-
curo, muy alejado de la propia voluntad. Se descubrió
exhausto hasta el extremo e incapaz de pensar, única-
mente le envolvía el imparable martilleo... uno, dos...
veintitrés, veinticuatro... cuarenta y ocho, cuarenta y
nueve... Y ese temblor que crecía por dentro, que le
sacudía poco a poco, de dentro a fuera hasta que lo in-
evitable... cincuenta y nueve... terminaba por ocurrir...
¡¡¡DOOOOOOOS!!!
Quiso morir, pero estaba demasiado cansado in-
cluso para ello, emitió un leve sonido de auxilio... «Tú
no creías en la reencarnación, ¿no? Pues vete acos-
tumbrándote», le espetó el segundero en un tono que
a él le pareció el mayor de los desprecios.

CARLOS JAVIER RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ

III Certamen - Segundo Premio - Única Modalidad

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LA HOJA

F ue una mañana común, en la que aquella hoja


empezó a pensar. Se giró, y miró a la rama que
le había dado la vida. Le daba vueltas a la idea de que
aquella rama hubiese tolerado que ella naciera en
ese pequeño espacio que ocupaba, dándole todo lo
necesario para crecer. Pensaba en el sol, que le ha-
bía ofrecido el calor, en la lluvia, que había apagado
su sed, y en cómo también ellos habían hecho posible
que continuara su existencia. Era una pena que no
pudiera expresarles su gratitud, y mientras se delei-
taba con el movimiento de las nubes, se desprendió.
-
decida por ello, porque ningún ser humano le hubiera
quemado hasta aquel instante, y pudiera dejar este
mundo con dignidad, y con la suavidad con la que el
viento, la hacía bailar en el aire mientras caía. Aquel
momento se hizo eterno, porque tanto la rama como
el sol, la lluvia, los seres humanos y el viento, le habían

ella, tolerando su forma, su color, su procedencia y sin


pedir nada a cambio. Era inmensamente feliz, pero

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esa felicidad se vio empañada por la tristeza en cues-
tión de segundos, cuando miró a su alrededor y pensó
en otras hojas, que podrían haber disfrutado de ese
momento como ella y no lo habían hecho, porque por
su procedencia, color y forma, alguien había arreba-

piedad. Pero, ¿qué se puede esperar de los humanos,


si no pueden respetar su propia especie, si no han

se matan entre ellos? Nada. No puede esperarse res-


peto, ni tolerancia hacia la Naturaleza. Se apenó por

de sus días. Y volvió a ser feliz aquella hoja que llegaba

humano, y poder morir con la dignidad y la alegría con


la que había vivido.

ANA MARÍA LORENZO BALBOA

IV Certamen - Primer Premio - Modalidad Adulta

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EL VIENTO ES UN CABALLO

E ra verano, la fresca brisa del océano golpea-


ba suavemente en mi rostro. El incesante
cosquilleo que sentía en mis pies no era más que el
contacto del ir y venir del agua, agua que no hace
mucho tiempo formó enormes olas, olas que ahora
vienen a morir a mis pies sin más alternación que un
breve y leve suspiro que, en su conjunto, provoca ese
grato susurro que parece una melodía cantada por
el propio mar, que se confunde con el sonido de las
aves y hace de la playa un lugar mágico.
Entonces, levanté mi mirada y encontré la tuya;
tus ojos azules se clavaron en los míos, tu mirada
penetró hasta lo más profundo de mi alma, y arrasó
con todo lo que a su paso se encontraba. De pron-
to te vi y tú me miraste a mí. Fue entonces cuando
supe que no habría un solo segundo más en mi vida
en que al cerrar mis ojos, los tuyos, allí mirándome,
no estuvieran.
Entonces, comencé a soñar, soñaba que contigo
yo volaba, que no existían barreras que nos cortasen
en paso; soñé que por tu amor yo llegaría al cielo, o

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que por tu desamor yo caería al suelo, solo por ti, por
tus ojos, por tus labios…
De repente, una suave ráfaga de viento me eva-
dió de mi ensueño y respiré un aroma indescriptible,
un aroma fresco, ligero y dulce, pero a la vez amargo,
pues, al abrir mis ojos, tú ya no estabas frente a mí. En-
tonces, aprendí que el viento es un caballo que galopa
por amplias praderas, que a su paso trae el recuerdo,
pero que tan pronto se va, aparece el doloroso olvido.
¡No dejes que ese caballo galope por las praderas de
tu alma! ¡No lo dejes porque se marchará y te abando-
nará en el olvido!

MIGUEL ALFONSO GONZÁLEZ MANTECÓN

IV Certamen - Segundo Premio - Modalidad Adulta

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PERDIDO EN TI

S in saber cómo, sé que me esperan. No veo luz

jo de sentimientos depositados en una persona, tú. Y


-

una vez en ti, dos se unen y me hallo. En un principio


me ignoras, soy inútil ahora… Es lógico, ni siquiera sé

parece ser el orden natural de las cosas, pero depen-


do de la voluntad de los que me tejieron. Tiempo des-
pués, he madurado. Ya tengo menos espacio. Me en-
cuentro en una bolsa de papel celofán que parece que
el tiempo va envejeciendo y deteriorando, como si su

aquí, en un lugar tan oscuro y a su vez tan hermoso


que siento que solo ahora puedo disfrutarlo. De cer-
ca, emanan chorros de cariño y multitud de cuidados,
acompañados de una tierna tranquilidad… pero no lo
entiendo. No entiendo esto. No sé por quién me debo,
ni tampoco a qué me debo. Pero de algo estoy segu-
ro, sé que estás esperándome en ti. Y todo ello es por
ese órgano que palpita y que se acelera porque sabe
que yo estoy, ese que hace que no sienta aquella fría

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soledad, el mismo que me hace crecer, que me hace
seguir. Ahora, es cuando empieza a tomar sentido
todo. Ya recuerdo aquella voz de antes del principio,
la que me dijo que somos esa maravilla única en la
realidad, tan inocente y tan tierna, que poseemos la
libertad de crearnos como queremos. Esa voz que dijo
«ve». La misma que me envió aquí. Algo me empuja a
salir. Aquella bolsa ha desaparecido. Siento que me
sientes más que nunca, que sufres y llorar por mí. Yo

de un derecho inevitable. Veo la luz. Me alejo de ti…

que me lleva a eso a lo que llaman VIDA.

FRANCISCO JAVIER TRUJILLO ESTÉVEZ

IV Certamen - Primer Premio - Modalidad Juvenil

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OSCURIDAD HELIÓFAGA

H ay una enredadera y un almendro. Desde mi


escalera se ven bien. Ahora, sentada en los
peldaños, cierros los ojos y el mundo es naranja. Mi
piel se enciende con una cálida caricia del ambiente.
Penetra en mi cuerpo hasta derretir mis huesos, que
ya no quieren moverse. Abro de nuevo los ojos. La en-
redadera y el almendro siguen ahí, sufriendo en sus
hojas la ebullición de sus savias. Con lentitud y casi
con dolor, giro la cabeza hacia él. Parece que duerme,
tiene apoyada la mano en su enorme barriga, cubierta
de gruesos hilos negros. Está sudando. Tiene la barba
de más de cuatro días. Respira pasivamente.
Él no sabe que ayer maté un perro, que he em-
pezado a gastarme grandes cantidades de dinero en
productos de cosmética de antienvejecimiento, que
cada vez con más frecuencia mi amiga Andrea y yo
nos citamos en su apartamento y, mientras ella va
conociendo cada lunar de mi cuerpo y me va dejando
marcas etéreas indelebles en la piel… él no sabe nada.
El día se está cerrando; un despido oblicuo y hasta

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la primera brisa nocturna. A medida que la luz me va
abandonando, en mi interior va aumentando una sen-
sación o un sentimiento.
Pienso en matarle, pero me da miedo. Le obser-
vo otra vez y con estupor compruebo que continúa
durmiendo. Es como un animal grueso y velludo, ho-
rrendo. Le voy odiando poco a poco, con cada estrella
que aparece. Es sucio, todo está sucio. La oscuridad se
come el sol, y ahora, yo me he comido el miedo.

AMANDA IZQUIERDO GONZÁLEZ

IV Certamen - Segundo Premio - Modalidad Juvenil

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HISTORIAS DE LA HISTORIA

É rase un hombre pequeño, que vivía en una


casa diminuta, rodeada por huertos en los que
apenas crecían un par de naranjeros, unas lechugas y
otros tantos tomates, a los que dedicaba sus momen-

de un estanque situado en lo alto de su propiedad y


que podía contemplarse desde la carretera más im-
portante y transitada del lugar.
Una mañana se levantó, y observó que en el muro
de su estanque aparecía una pintada: ¡¡Libertad!! Sin
que tuvieran que pasar muchos años, aquel mensaje
despintado vino a ser sustituido por otros: ¡Viva la de-
mocracia!, leyó en los sesenta. ¡Huelga general!, leyó
a los setenta. ¡No al aborto!, pintaron a los ochenta,
sobre aquellos redondos muros de un blanco de mil
tonalidades. Mientras, nuestro amigo pensaba: «Hay
que ver cuánto ha visto este muro». Con la llegada de
los noventa vio cómo crecían otros muros, desapa-
recían los árboles, nacía un niño, fallecía una abuela
y se atropellaban mayor número de perros. Pero a su
estanque no le faltaban mensajes: ¡Paz!, ¡Igualdad!,

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¡Trabajo!, ¡Mundo verde!... El hombre no cesaba de
admirarse ante lo mucho que había tenido que sopor-
tar su estanque.
Una tarde, el hombre se sintió cansado. No salió a

echarse un rato. En su oscura habitación, recostado


-
do sueño del que no salió jamás. El mundo se estreme-
ció, muchos niños cerraron sus libros de historia. Se
habían perdido los ojos que contemplaron el mundo a
través de un muro.

CARMEN RITA HERNÁNDEZ QUINTERO

V Certamen - Primer Premio - Modalidad Adulta

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MIRADAS DE AMOR

C uando se dieron cuenta era demasiado tar-


de, ¿quién iba a decir que se enamorarían en
aquellas circunstancias y de aquella manera?
Desde un principio aceptaron su destino —cada
uno por su lado— y aunque intentan evitarlo, ya que
la vida antes de enamorarse los ha condenado a vivir
separados, no pueden dejar de amarse.
Han inventado un idioma con las miradas, el úni-

de amor. Así, hay miradas de «te echo de menos», mi-


radas de «te quiero», miradas de «tiernos abrazos» o
miradas de «apasionados besos».
Pasan los años, su amor sigue intacto, no se des-
gasta con el roce de la carne, y aunque a veces du-
dan en vivir una aventura apasionada, desde el prin-
cipio aceptaron su destino, siguen amándose con la
mirada.

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ROSA LETICIA QUINTANA EXPÓSITO

V Certamen - Segundo Premio - Modalidad Adulta

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IGNOMINIA

N adie me cree. Me llaman loco cuando lo cuen-

evitar compartir tan importante y revelador documen-


to testimonial. Por la ignominia que supone hacerlo,
hacia mi persona y mi credibilidad.
Ya solo lo hago cuando la coyuntura es aparente-
mente apropiada; cuando creo que la gente que me
escucha es, al menos, relativamente seria (y permí-
tanme ese margen de duda).
—¡Vamos, cuéntalo!
—¡Otra vez!
—¿Otra vez?
—¡Otra vez!
Pobres ignorantes. Imperfectos borradores de
anteproyectos de ilusos. Creen que es mentira.
Y en efecto, no solo es real, sino que además es
cierto. Yo soy de los pocos que sé que ya alguien sa-
bía (antes del comienzo de todo), que este mundo se
asentaba sobre un mal cimiento.

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«Sí, señoras y señores, sí, yo hablé con él. Yo co-
nocí al Sommelier de caldo primitivo, y me dijo que, al
catarlo, le pareció que tenía muy mal paladar».

ÓSCAR ROCÍO GONZÁLEZ

V Certamen – Mención especial - Modalidad Adulta

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MIEDO

L lega la noche y me refugio en una esquina de


mi habitación. Soy consciente de que eso no
va a impedir que las agujas del reloj corran impasibles
buscando la hora más oscura para hundirme, para di-
bujar en mi cabeza todo tipo de fantasías aterradoras,
pero hace que me sienta un poco más segura dentro
de mi pesadilla. Mi imaginación juega con mis sen-
tidos. Ya no soy capaz de distinguir la realidad de la

cosas que no puedo llegar a entender. Mi cabeza es


como una bomba a punto de estallar. Siento que el
corazón ha abandonado mi pecho para anidar en mi
cuello y hacer vibrar mis venas hasta hacerlas estallar
en mi mente.
Angustia. Impotencia. Sudores fríos recorren mi
cuerpo: empiezan en algún lugar de mi interior para
apoderarse de todo mi ser. Siento la humedad en mí.
Siento bañado hasta el rincón más recóndito de mi
cuerpo. Un escalofrío recorre mi espalda. El sueño se
va apoderando poco a poco de mis ojos, mis párpados
se cierran y yo lucho por controlarlos. No soporto

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esta sensación de descontrol que me invade. Miedo.
Miedo a sumergirme en la más profunda oscuridad.
Miedo a que mis ojos se cierren. Miedo a que no se
abran más. La oscuridad me asusta. La noche me ate-
rra. Mi cama se ha convertido en mi ataúd.

JEANNIBETH ACOSTA OSORIO

V Certamen - Primer Premio - Modalidad Juvenil

40
EFERVESCENTE

H oy, por alguna extraña razón, me sentí una


pastilla efervescente, en un principio, lisa y
con textura terrosa, perfectamente cilíndrica, ana-
ranjada, manchada de un tono más claro. Y entonces
vi la mano, una mano humana que me asía con grima,
al menos mi tacto le desagradaba, y me obligó a ob-
servar mi alrededor, lo divisé, el vaso de cristal lleno
de agua, maldita agua, ¡asesina!
Me precipitaba hacia lo más profundo de aquel
infernal habitáculo, y ya el agua se tornaba naranja
con los trozos que se deshilaban de mí. Tan solo sentí
que me encendí, me encendía en el agua, escapaba de
mí el oxígeno que nunca tuve, el polvo ascendía en el
agua, más que polvo, casi humo. Al cabo me vi envuel-

Desaparecí, me deshice en su lengua, se atrevió a


mancillar mi sabor con el de una fresa, ya era polvo, no
era cilíndrica, no era corpórea, no era...
Hoy, por alguna extraña razón, me sentí una pasti-
lla efervescente. Y nada más.

41
DÁCIL YANES ALONSO

V Certamen - Segundo Premio - Modalidad Juvenil

42
EN EL PANÓPTICO

Y de nuevo, no puedo más. Me falta el aire,


respiro profundamente pero no llega a mis
pulmones. En mitad de la ciudad, postrado en el suelo,
siento cómo los síntomas de mi agonía vuelven a apa-
recer. Sin causa aparente, sin defecto físico, sin enfer-
medad crónica, siento que muero. Me miran y no se
detienen, no son conscientes de que ellos mismos me
provocan esto, de que son los culpables de que la feli-
cidad no sea mi aliada. No estoy atado, pero no puedo
caminar, no soy mudo, pero no puedo hablar, nada me

esta, la gran urbe, con sus cientos de transeúntes que

de ojos que se abren y cierran sin parar, mientras yo,


en el suelo, me percato de todo. Busco mi intimidad
allá donde vaya y cada vez se me hace más difícil. Cada
movimiento que realizo queda registrado, mientras
me quemo en mi interior. Me encuentro en una cárcel
de vasto perímetro, concretamente en un panóptico.
Estoy en esa celda donde cada detalle queda minucio-
samente escrutado por aquellos que me vigilan. No

43
pido ayuda ni compasión, solo quiero que me devuel-
van mi libertad, mi intimidad, mi vida. No me gusta ser
observado. Tengo el derecho a elegir, y yo elijo gritar.
Grito por lo que pienso, grito por lo que siento, grito
por la indiferencia de la sociedad y, por último, grito
por mí. En mitad de la ciudad, ciego, mudo y atado, me
levanto, los miro y grito porque quiero.

PEDRO BRAVO SOCAS

VI Certamen - Primer Premio - Modalidad Juvenil

44
BESO DE INVIERNO

C on la cabeza pegada a la bufanda, solo po-


día entretener mis sentidos contando las
veces que mis zapatos entraban en la escena. Mien-
tras caminaba, los árboles que se alzaban a los lados,
custodiándome, susurraban poemas de amor e iban
dejando caer una hoja por cada verso intenso que re-
citaban. Intenté sacar las manos de los bolsillos, para
aclarar mi mirada, pero la caprichosa brisa me había
negado ese derecho, quería verme llorar y congelar
mis lágrimas. Pero yo, esta vez, no tenía ganas de ju-
gar. Las nubes abrazadas en oscuras orgías, derrama-
ban sobre el mundo los restos de sus desenfrenos, y
todos los de aquel lugar nos quejábamos. Los árboles
dejaron de recitar poesía y silenciaron, y la brisa se
disipó enojada porque no conseguía distinguir mis
lágrimas. El camino era largo, aún no podía adivinar
mi destino entre la neblina, ni siquiera sabía si valía
la pena pasar por esto para llegar, pero entendía que
no había lugar peor que este. Cada paso hacia delan-
te oscurecía lo andando, no me atrevía a volver la ca-
beza. Entonces, desenfundé mis manos para secar mi

45
cara, y espiando se encontraba el viento que me sacu-
dió con un castigador soplo helado, no dejaría el juego
hasta verme rendido. Separé entonces mi barbilla de

mis articulaciones en socorro de mi prisa, mi alma de-


seaba tanto salir…

espíritu la abrazó movido por los sentimientos de mi


mente, y mi alma la besó sacudida por el corazón. La
excitación en el cielo creció, y las nubes se apretaron
apasionadas, la brisa nos rodeaba veloz mientras la
lluvia nos mojaba intensamente. Nuestro aliento se
encontró en un chispazo, mis ojos no se volvieron a
abrir y mi mente se perdió en alguna parte del univer-
so. El sonido del diluvio se oía ya lejano, las gotas eran
ecos de aplausos y los árboles se agitaban sumidos en
cómplices carcajadas. El tiempo no se detuvo, se in-
-
do quemando este recuerdo en mi memoria.

YERAY SCHWART CABALLÉ

VI Certamen - Segundo Premio - Modalidad Juvenil

46
LUCHA DE TITANES

T ener que levantarme muerta de sueño a las


tres de la mañana me enfurece. Me irrita
pensar que tengo que pasar cuarenta minutos en vela
buscándolo, con los ojos ensangrentados por el sueño
roto. Aguzo mi oído, no escucho nada. Esa nada me
transporta directamente a los labios de Morfeo y cuan-
do este está a punto de besarme, aparece de nuevo el
otro. Lo odio, no puedo con él. Me irrita, me provoca.

que mi mal alberga. Mis incandescentes ojos lo ubican,


me levanto de un salto. Me coloco frente a él. Me mira
impertérrito aún sabiéndose acorralado. Sin quitarle el
ojo, lentamente, cojo el arma. Mi respiración es conte-
nida, mis nervios se amontonan en las sienes. Son las
tres y media de la mañana y estoy en mi habitación,
desprotegida, frente a esta bestia inmunda. No puedo
errar, NO, me va la vida en ello. Parpadeo y al abrir los
ojos, no está. Cual materia gaseosa desaparece ante
mis ojos. La ira se aprieta entre mis dientes y provoca
el dolor de mi mandíbula. Me giro. Lo busco. Me muevo.
Lo presiento. Me está mirando, está buscado mi punto

47
débil. Ahora soy yo la acorralada. Mis manos tratan de
esconder mi cuerpo casi desnudo, y de pronto… touché.
La ha clavado, estoy herida. Lentamente giro mi tronco
y en la pantorrilla encuentro la estacada: una pupa roja
cuyo picor viaja por las calles de mi sangre apoderán-
dose de todos los músculos, huesos, cartílagos, venas…
abarcando a mi ser completo. Un frágil suspiro me sirve
de pésame y un poco de alcohol intentará amortiguar
la horrible picazón incandescente. Lo odio, lo detesto.
Siempre gana el maldito insecto.

SINTRA DA COSTA HERNÁNDEZ

VI Certamen - Primer Premio - Modalidad Adulta

48
EL ORDEN PERFECTO

D esde hacía ya un buen rato, el negro manto


del crepúsculo se había convertido en una
densa bruma extendida por toda la ciudad. La niebla
-
jados y chimeneas. Abajo, sumidos en la maraña urba-
na, miles de anónimos ciudadanos se dirigían en caó-
tico tropel hacia sus casas. Los primeros en llegar, se
acomodaban en las butacas del salón para distraerse
ante el espectáculo cotidiano de la televisión. Otros,
más preocupados por los ritos de la convivencia dis-
frutaban con los suyos el placer de compartir la única
comida familiar del día; los menos, aunque todavía no
era hora de irse a la cama, hojeaban viejas revistas
intentando enganchar el primer sueño. Afuera conti-
nuaba el bullicio, si bien, en contra de lo que ocurría
normalmente, los espacios de silencio eran cada vez
más prolongados; como si todo se hubiera conjurado
para hacer insólita una tarde común. Al poco, todo fue
noche: monólogo de oscuras sombras, de celajes ver-
tiginosos, de hoyos profundos y extraños. La oscura
parca, envuelta en su velo azabache, arribó puntual.

49
Como cada día recorrió satisfecha la vasta extensión
de la ciudad montada en su carro negro. Nada pertur-
bó su calma; todavía no eran horas de que el canto del
gallo o el ladrido de los perros alteraran su tranquili-
dad. La negrura, mientras, diluyó las últimas y perple-

desconcertante, pero nada hacía presagiar tragedias.


Al contrario, allí donde alumbraba una luz, bullía la
vida, los gritos y el jolgorio familiar se confabulaban
dando una sensación de normalidad que negaba el
viscoso ambiente de la calle. De pronto, un chasqui-
do indescriptible heló la sangre de todos: tembló el
mundo, las montañas se abrieron de cuajo, cayeron

ciudad desapareció engullida en la catástrofe. Al día


siguiente, todos los diarios publicaron una escueta
nota de prensa enviada por el gobierno. «Los servicios
de protección civil han funcionado correctamente;
todos estamos muertos, por favor: ¡Que nadie salga
de sus casas hasta nueva orden!»

JAVIER ESTÉVEZ ZAPATA

VI Certamen - Segundo Premio - Modalidad Adulta

50
SILENCIO

O céanos de nimbos se atragantan devoran-


do azoteas dispuestas, aquí y allá, sin orden
aparente. El mundo gira fuera de mí y el cosmos sigue
su curso trascendental en el interior de mi alma. Los
sonidos no tienen función en la armonía celeste ni
terrestre; nada fue creado para ser escuchado sino

fue creado en silencio, pues el ruido no existía antes


que la capacidad inherente al hombre inferir ideas a
partir de los sonidos y ser conscientes de ello. Al prin-
cipio solo existía el caos: mudo, absorto en su propio
devenir contingente. El silencio es la llama que aviva
mi fantasía, la orquesta de mis frustraciones y ambi-
ciones, el leit motive de esta existencia anónima, clan-
destina. De otro modo, los sonidos o la música me
distraen, llevándome a otro estado, a otro lugar sin
mi consentimiento expreso. Todo lo que no es silencio
es un rapto a la imaginación libre, pura e individua-
lista. El ruido y la música emergen con forma de síl-

las sirenas a Odiseo: «Ven, ven a mis brazos». Lo que

51
destruye el silencio provoca el aborto de mi bestiario.
El verdadero monstruo de papel surge del silencio, el
más puro y cruel; aquel que fue dado a luz por pala-
bras sordas, fruto de la preñez ignota de la escritura
libre.

DANIEL ARTILES RODRÍGUEZ

VII Certamen - Primer Premio - Modalidad Adulta

52
CAPÍTULOS PUBLICABLES

H ansel ya no soporta más a Gretel. Tanto atra-


cón de dulces y chocolates la ha puesto gor-
da y fea, y lo que alguna vez fue un amago de incesto,
hoy es un más que casto odio fraterno.
Caperucita y el leñador no pasan tampoco por su
mejor momento. Ni los años ni los hijos han logrado
amortiguar en ella el rumor interno, la duda, de la pa-
sión que hubiera podido ser y nunca fue con el lobo.
El cisne que antaño fue patito feo está ya harto de
su vida. En el lago todo es glamour, belleza, aparien-
cia, pura perfección. Añora con todas sus fuerzas su
infancia, aquélla en que lo verdaderamente importan-
te estaba en el interior.
Pulgarcito no tiene problemas de pareja. Y ése es
el problema. Tanto hablar de que lo importante está
dentro, de que la apariencia es secundaria... pero su mi-
núsculo tamaño sigue siendo un obstáculo insalvable.
El gato ya no se pone las botas, esas botas que lo
convirtieron en una atracción de feria entre los huma-
nos y en un apestado entre sus semejantes. Le da asco
el recuerdo de su propio orgullo. Ahora, ya no está de

53
moda entre los humanos, y los gatos no le perdonan
sus aires de grandeza.
Hoy se reúnen todos, y algunos más, en el local del
Club de Esclavos de la Añoranza. El tema del coloquio
del día es: «La vida es gris, aunque haya tenido capítu-
los publicables».

CARLOS JAVIER RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ

VII Certamen - Segundo Premio - Modalidad Adulta

54
DESCALZANDO LA VIDA

E l viejo Antonio siempre nos narraba sus histo-


rias desde sus pies; con aquellos dedos grandes
y gordos siempre desnudos en el charlón de la puerta
de su casa. —Son —decía— la parte de nuestro cuerpo que
pasa más tiempo junto a la tierra fecunda; son las raíces del
hombre y el sostén más importante del alma. Los pies pa-

son los que dejan la huella de nuestra estancia en el mundo.


Así nos contaba aquel viejito de mil arrugas mientras
jalaba largas caladas en su humeante cachimba de ta-
baco, narrando una a una todas aquellas historias al
sinfín de chiquillos que se ajuntaban en torno suyo to-
das las tardes. —Nací el mismo día que mis pies; ellos son
mis gemelos —aclaraba irónico aquel viejo mago.
También nos contó que con el tiempo les buscó
unas lonas para caminar, pero que sus pies se quejaban
tanto y armaban tanto jaleo por estar acostumbrados
a abrazar la tierra que pisaban, que no tuvo más reme-
dio que andar siempre descalzo. Así narraba cada una
de sus historias aquel viejo con la mirada perdida en-
tre sus pies y el humo intenso. Antonio decía que sus

55
pies iban a buscar leña y cisco al monte y que él, desde
que era chico, los acompañaba. También nos contó que
un día sus pies conocieron a otros pies y que acaba-

portadora, que para no separarlos nunca se casaron, y


tuvieron hijos, y sus pies, piececitos.
Pero un día, Antonio no humeaba aquel fétido ta-
baco en su puerta, se había marchado para siempre.
Todos corrimos a su encuentro para ver por última vez
a aquel entrañable anciano. Y allí yacía, en un cajón
negro vestido de arriba a abajo, todo elegante, como
nunca antes lo habíamos visto. Sus pies eternamente
descalzos estaban ahora cubiertos de unos relucien-
tes zapatos de charol. Nunca olvidaré aquel día en
que desvestimos sus pies para dejarlos desnudos ante
el estupor de la gente, como ellos querían y Antonio
consentía. Luego, pusimos dos rosas sobre su cuerpo,
una en el pecho, para despedirnos de Antonio y otra
entre sus pies, para decirles adiós también a ellos.

ZEBENSUI LÓPEZ TRUJILLO

VII Certamen - Mención Especial - Modalidad Adulta

56
INSTANTÁNEA

S iempre me ha gustado sentarme en el sue-


lo los días de tormenta, guarecerme tras el
cristal de aquella ventana y soñar. No es una venta-
na cualquiera, es La ventana: mi ventana, la ventana

Es posible que por eso haya venido a acurrucarme a


esta esquina, buscando silencio, un detenerse en un
continuo devenir, un rastro de cuerda locura o de loca
cordura. Tanto da.
Necesito una cifra. Busco una evidencia matemá-
tica que se convierta en eufemismo de la muerte, o un
poema de dolor desenfrenado que me invite a gritar.
Cierro los ojos y aún te veo con tu objetivo escu-
driñando aquella escena. Recuerdo esos ojos que te
paralizaron justo después de captar la fotografía, la
misma que te atrapó a ti. Aquella mujer que te envol-
vió en su dulzura de piel oscura, rodeada de deseos
de cambio, o aquellos silenciosos monjes vestidos de
azafrán. Olía a desagüe. Escogiste aquel lugar para
-

57
ruina de la civilización, el suburbio implacable, lleno
de muerte. Tú eras la única arma de toda aquella gen-

fotografías.
Regalaste al mundo la verdad y a mí me acari-
ciaste con tus sueños. Ausencia, lágrimas, vacío. A mi
lado, tu premio por aquel reportaje; entre mis manos,

Como aquel último momento en que, consciente del


desenlace, me abrazaste y me miraste con ojos eter-
nos. «Te quiero». Alzaste las manos. Más disparos. Una
sonrisa. Maldita necesidad de contar historias.
Maldita suerte de amanecer vivo.

DANA ALTEA ESPILO ÁLVAREZ

VIII Certamen - Primer Premio - Modalidad Juvenil

58
NADIE VIO SI...

A la izquierda, el camino sin sentido caminaba;


a la derecha sonaba la cascada, que caía.
—Yo estoy quieta.
En mi quietud había nubes y plantas tropicales,
pero nada más.
En el suelo no había más que ruido, y el cielo era
un techo sin estrellas.
—Estoy hecha de aire mecánico y púrpura.
No supe quién hablaba. Nunca lo supe.
Me apoyé sobre el pequeño muro del puente que
aún recordaba últimos alientos.
—Soy la sombra de la diosa andrógina.
Escuché rasgarse el agua, gimiendo, saltando al
vacío, desesperada.
Olía a libertad inútil, a piel insensible, a mil años
de espera indispensable... Olía al recuerdo insomne.
Mis manos calladas soportaban la cálida angustia
y no abrazaban a nadie. Mis manos desnudas daban a
luz a un calor que se esfumaba, que se echaba a per-
der. Descansaban en la fría piedra.

59
desapercibido susurro en el interior inalcanzable;
que parecía estar calmado, casi dormido, cuando hizo
aparecer una exótica sonrisa que decía:
—Yo soy la mitad de mi ser.
Esto me hizo ver que yo únicamente había estado
respirando un aire verde, sombrío y curvo. Uno de mis
pulmones se limitaba a esperar, mientras que el otro...
aún estaba por llegar.

DANIEL ARMAS NÚÑEZ

VIII Certamen - Segundo Premio - Modalidad Juvenil

60
UN GRITO DE INCOMPRENSIÓN

P or ser mujer.
Al principio fue un grito que profundamente
dolió, al instante un golpe que penetró y sangró, al
día una amenaza punzante y temerosa, que a diario
se convirtió en un modo de vida que comenzó con un
grito de incomprensión.

VIRGINIA SOSA FUENTES

VIII Certamen - Mención Especial - Modalidad Juvenil

61
DISCREPANCIAS LITERARIAS

-¡G aleano! —defendía Álvaro a grito pela-


do.
—¡Chéjov! —replicaba serena pero contundente Mó-
nica.
—¡No, no... Galeano!
—¡No... Chéjov!
—¡Galeano te digo!
—¡Chéjov!

Después de varias horas de inerte discusión los


cuerpos agotados se miraron, se sonrieron levemente
y se deslizaron hacia un beso casi eterno. Cuando ter-
minó el largo intermedio, él le dijo en voz baja al oído:

—Chéjov.
Ella corrigió:
—¡Galeano.

63
ZEBENSUI LÓPEZ TRUJILLO

VIII Certamen - Primer Premio - Modalidad Adulta

64
EL ABRAZO PERDIDO

Dedicado a los hijos que nunca lo fueron.

D e niño enseñaron que el acto de pedir es un


arte...
...Tiene algo de poesía —al evadirte de ti mismo—
algo de música —al escuchar tus miedos y los suyos—
un poco de pintura, pues solo a ratos puedes ver la
evocación surrealista del frágil óleo de la vida, y como

siempre a otro lado.


No recuerdo bien quién me enseñó a doblar mi
dignidad al ritmo de una moneda con rostro agradeci-
do. Quizás las circunstancias han marcado mi destino.
Mi no destino. A veces, cuando el estómago deja de
insistir con su ruidoso anhelo vital, escucho a la gente
masticar la indiferencia con la saliva secretora de un
conformismo alienante. Me miran. Se apiadan de mis
-
bles huecos que dejaron los dientes que nunca fueron
míos. Me temen (solo deseo un abrazo).

65
-
de no convergen las delicias de la vida. En el borde de
la acera franqueada por el color rojo de un semáforo
que muere, allí donde la luz y la tiniebla encuentran la
excusa perfecta, para seguir alentando la soledad del
que nace para vivir a medias.
Aún hoy, veinte años después, puedo sentir cómo
mis brazos son desgarrados, cortados a sangre fría
con una sierra oxidada (acaso con las lágrimas que
brotaron de mi alma). Lisiado para siempre. Un solda-
do sin patria educado para mendigar. Un buscador de

del cigarrillo inacabo, del auto que con frecuencia se


detiene —no por empatía, sino porque el semáforo si-
gue siendo rojo—.
Hoy deseo poder abrazar la libertad. Aún sin ma-
nos puedo tocarla en sueños. Y en su regazo natural,

un niño. Uno más. Un pequeño pájaro que mueve sus


piernas, y se siente vivo porque nunca más planeará
en el susurro de un suicidio liberador.

INOCENCIO JAVIER HERNÁNDEZ PÉREZ

VIII Certamen - Segundo Premio - Modalidad Adulta

66
PERDER EL NORTE

N o sé cuántos años llevo oyendo lo mismo:


«¡Has perdido el norte!», me dicen. Y lo cier-
to es que nunca lo tomé muy en serio. ¿Cómo podía
haber perdido el norte?
Además, siempre me lo reprochaban en momen-
tos en que no venía al caso: «¿Por qué has vendido la
casa por tan poco dinero?». Y luego: «¡Has perdido el nor-
te!». ¿Qué tenía que ver? «¿Cómo puedes pensar que ser
cada vez mejor persona es un trabajo?». Y seguido: «¡Has
perdido el norte!». ¿A qué venía eso? «Que has pintado
las tejas con pintura verde para no romper la línea cromá-
tica del valle». Y dale... «Tú... ¡Tú has perdido el norte!».
¡Qué coño voy a perder yo!...
Pero últimamente estoy sintiendo cosas que no
me gustan nada. Cosas muy raras. Le gente que no
huye de mí, me trata muy mal, se me cuelan en el su-
permercado, me gritan, silban y pitan cuando conduz-
co mi coche. Todo es muy extraño. Siento como si la
mayoría de la gente (el común) me odiara.
Estoy empezando a pensar que, efectivamente, he
perdido el norte. Eso sí, no sé cómo ni en qué momento,

67
pero asumo la culpa que no parece ser sino mía, a juz-
gar por el trato que recibo de todo el mundo.
Y pienso encontrarlo. De momento solo se me
ocurre apelar a la colaboración ciudadana, de algún
alma caritativa que me ayude, así que he pegado algu-

Aunque temo que será muy complicado encontrar un


punto cardinal.

ÓSCAR ROCÍO GONZÁLEZ

VIII Certamen - Mención Especial - Modalidad Adulta

68
UN INVIERNO SIN TI

D ejar que la lluvia me arañe la piel, recorrien-


do el pasado con la vista puesta en el cielo
eternamente gris.
Erizarse la piel al abrazarse con el frío que nos
muerde las entrañas y dejar escapar todo calor de
nuestro maldito edén.
Acariciar el sol para envolverlo en un manto de
escarcha y permitirle que sus rayos helados nos atra-
viesen el alma vacía de sentimientos.
Dar rienda suelta a las lágrimas gélidas que man-
tuvimos tanto tiempo prisioneras entre las pestañas
dormidas.
Sonreír sin ganas sabiendo que eso, todo eso es un
invierno sin ti.

OLAYA CRUZ MENÉNDEZ

IX Certamen - Primer Premio - Modalidad Juvenil

69
CRUELDAD

H oy me duele el estómago como le dolería a mi


abuelo cuando se lo llevaban los guardias al
paredón, con su perrito detrás dando saltos de alegría
ignorante de lo que iba a suceder. Inteligente y leal
siempre le ayudó a encontrar los sitios más seguros
para ocultar a fugitivos políticos. Pero cuando alguien
lo delató y tuvo que esconderse, el perro fue observa-

«Dichoso de ti, pensaba camino de la muerte, nun-

El primer tiro fue para el perro.

RAÚL PÉREZ GARCÍA

IX Certamen - Segundo Premio - Modalidad Juvenil

71
GRUÑIDOS Y VOCES

D os hombres y dos perros van por la calle.


Uno vestido de negro y otro vestido de blan-
co. Los perros al igual que sus dueños se diferencian
ampliamente el uno del otro. El perro del hombre de
blanco era negro, y el del hombre de negro era blan-
co. Además, uno era de raza y el otro sato. Ambos
iban paseando y al cruzarse el perro negro, le dice al
hombre de negro: —Siempre he querido ser un perro
blanco o al menos blanco con manchas negras, pero

le dice al hombre de blanco: —Siempre ha querido ser


un perro de raza y a ser posible negro, o al menos ne-
gro con manchas blancas—. En esto que los dos hom-
bres se miran, el hombre de negro lanza un gruñido,
a lo que el hombre de blanco responde con un fuerte
ladrido, mientras sus perros se despiden con toda cla-
se de insultos.

73
HALIAM PÉREZ FERNÁNDEZ

IX Certamen - Primer Premio - Modalidad Adulta

74
LA ENVIDIA EN LO BREVE DE UN DÍA

L a vieja vecina tiene un huerto. Todas las maña-


nas se dedica a él; muy temprano, la veo labo-
riosa desde aquí. Vestida de negro siempre, con ropas
con las que pretende ocultar toda su piel de varices,
costras, manchas, arrugas, y también protege su cara
con una sombrera de ala ancha que ata bajo su cuello
con una cinta azul, y camina con la cabeza agachada
para no tener que saludar a nadie. Dicen que no tie-
ne pelo, se le fue cayendo con el tiempo, como tantas
otras cosas que también se le habrán ido cayendo...

fuertes y turgentes cuerpos espinados. Brotan enal-

Tan brillantes, delicadas, ruborosas, que permane-


cen en su protagonismo adolescente aun cuando ella
acerca su mano de uñas renegridas para tocarlas.
Espera a que estén estalladas, como estrellas, pé-
talos apretados, insultando con su color despierto,
cálidamente nuevo, hasta que le abofetea la subraya-
da juventud del olor que desprenden.

75
Ese justo día se siente feliz.

silbante de esas bocas oníricas que le escupen la mis-


ma palabra una y otra vez: «¡Vieja!». Y corta el brote
de salud perfecta; brusca, paladea el instante fugaz en

satisfecha con su obra.

AMANDA MARÍA IZQUIERDO GONZÁLEZ

IX Certamen - Segundo Premio - Modalidad Adulta

76
MIEDO A VOLAR

C ada vez estoy más cerca y no sé si podré ha-


cerlo. Tengo miedo. Se me revuelve el estó-
mago y me quedo totalmente paralizada, pero hago
un esfuerzo por mover las piernas; un paso, después
otro... Puedo rendirme, huir, pero me demostraría a
mí misma que soy una cobarde y eso no puedo per-
mitírmelo.
Miro a mi alrededor. Las caras de la gente lo dicen
todo, se ríen, mis propios amigos.
Los ojos me traicionan, o puede que la mente. ¿Por
qué estoy tan asustada? No lo entiendo, ellos no tie-
nen miedo.
Está decidido, voy a hacerlo. Tal vez no acabe bien,
pero si no lo intento estaré defraudada conmigo mis-
ma. Será mejor que cierre los ojos...
A lo largo de nuestra vida tenemos que superar
obstáculos. Nadie puede ayudarnos, solo nosotros
somos capaces de derrotar al miedo en un enfrenta-
miento cara a cara. En ocasiones será sencillo, otras...
no tanto. En mi caso el obstáculo es una simple valla,

77
un ridículo aparato deportivo que me aterroriza de
forma irracional.
Y tú, ¿de qué tienes miedo hoy?

YOLANDA MOJENA WILCE

X Certamen - Primer Premio - Modalidad Juvenil

78
UN GOLPE MÁS

-M aldita sea —murmuré mientras doblaba


la esquina.
Corrí y corrí. Mis piernas me dolían y se tambalea-
ban del esfuerzo.
«¿Y esos morados?», recordé la voz de mi madre.
«¡Pelea como un hombre!», me gritó mi abuelo. Todos
opinaban, pero ninguno me ayudaba.
Estaba harto, me dolía todo el cuerpo.
Odio levantarme por las mañanas. Odio a toda
la gente que me ve sufrir y no me ayuda. Odio a las
personas que se ríen de mí por ser más blanco que el

Aún recuerdo la última paliza. Estaba en la para-


da, cuando de pronto, unos chicos se sentaron a mi
lado y me susurró uno al oído:
—¿Cómo estás blanquito?
—Déjame en paz —murmuré mientras contenía el
aliento.
—Sí sabes hablar. Yo pensaba que solo sabías gri-
tar y llorar —sonrió otro con una estúpida mueca.

79
—¡Anda! Y tú sabes montar en moto —dije seña-
lando con la barbilla hacia la moto de la que se acaba-
ban de bajar—. Yo pensaba que los cavernícolas no sa-
bían —balbuceé con el poco coraje que me quedaba.
El chico levantó el puño y me lo estampó en el ojo.
Luego, me cogió de la chaqueta y me arrastró detrás de
una tienda. Y sí, sorpresa. Nadie se dignó a ayudarme.
Defenderme había dicho mi abuelo. Qué estúpido
consejo.
Tengo el cuerpo lleno de morados. De cicatrices
que no tienen tiempo de curar.
—Solo quiero una estúpida vacuna contra la dife-
rencia —susurro. Sí, estoy llorando. Corro y lloro. Lo
hago todos los días. Cada vez que me pegan pienso:
«Solo un golpe más», pero nunca es verdad.

FABIOLA SOCAS EXPÓSITO

X Certamen - Segundo Premio - Modalidad Juvenil

80
LA CUENTACUENTOS

A ntes de empezar la narradora aclaró:


—No me gustan las historias de amor dema-
siado largas.
Hecha la salvedad, se mojó los labios, se acomodó
el texto y se lanzó:
—Te quiero —dijo él.
—Yo a ti no —sentenció ella.

ZEBENSUI LÓPEZ TRUJILLO

X Certamen - Primer Premio - Modalidad Adulta

81
EL JUGUETE

E n aquellos días los pinzones azules aún sobre-


volaban a cientos las verdes copas del resi-
noso pino canario. Las olas, como hoy, ya rugían en la
costa rompiendo sobre arena negra, mientras sus es-
pumosas crestas eran visibles en el horizonte a lomos
de ondas venidas desde el inmenso océano, tan em-

Las palmeras se erguían junto a la playa, al tiempo que


sus hojas bailaban gustosas la melodía que silbaba
el impertérrito viento, sin cesar un ápice en su recio
empeño de dominar los cielos. Dátiles dorados como
el oro; sabrosos como la miel; y cotizados por los ex-
traños forasteros, asomaban entre sus ramas provo-
cando en todo aquel que recalaba bajo su acogedora
sombra, el deseo de comerlos.
El isleño había quedado prendado de tan curioso
instrumento. Su sonido agradable, la hermosa melo-
día que desprendía al tocarse, había sido para él todo
un descubrimiento. Esperada de su mujer un niño, un
mo

83
invierno, más siendo pobre, ninguno de aquellos curio-
sos ingenios pudo comprar para él, a los presuntuosos
conquistadores ibéricos. Sin rendirse, se inspiró en sus
curvas y en el vientre abombado de la futura madre, y a
mano, decidió construirse uno, solo que más pequeño.
Dedicó cada día de los que le quedaba al año, a elegir
la mejor madera de roble y palo santo que más tarde
secaba al sol hasta el extremo. Una vez acabado aquel
sería su regalo, un mero juguete. El pequeño presente
esperaba sirviese al infante al menos para entretener-
se. Sobre la caja un mástil de madera de cedro. Sobre

cuerdas había atado a los extremos, y ahora, acabado,

el viento. Fue entonces cuando el volcán, ajeno única-


mente atento a su propio desahogo interno, comenzó
a expulsar una mezcla heterogénea de vapor de agua;
humo; gases; cenizas y lava. Todos lanzados desde la
profunda corteza en una erupción brutal y virulenta, a
la par que inesperada. El isleño, deprisa consiguió po-
ner a salvo a la futura madre. Descartando su propia
vida, logró salvar también al pequeño juguete de las
llamas, mientras a su alrededor avanzaban ardientes,
las serpenteantes y lentas lenguas de magma. Años
más tarde, el hijo ya mayor hacía gala de un exquisito
dominio al tocar aquel instrumento de apariencia tan
simple. Y en honor a su padre, recorrió cada pueblo

84
compartiendo su extraordinario talento. Fue desde
entonces que al curioso instrumento, al pequeño ju-
guete, se lo conoció bajo el nombre de: El Timple.

VÍCTOR GONZÁLEZ PÉREZ

X Certamen - Segundo Premio - Modalidad Adulta

85
VENGANZA SENTIMENTAL

L as luces se apagaron, y me quedé solo con


mis sentimientos. Entonces empecé a escu-
charlos. Se movían, arrastraban los pies, susurraban,
lloraban y reían. En la sombra todos eran fríos, todos
estaban medio muertos. Intenté huir, pero la fuerza
también se arrastraba hacia mí en busca de venganza.
De repente sentí la gélida mano del odio arañando mi
pierna. Peor fue la cálida garra de la felicidad acari-
ciando mi espalda. La crueldad iluminó la estancia y
contemplé como la esperanza huía. Después, volvió la
oscuridad.

ANDREA HERNÁNDEZ MINGORANCE

XI Certamen - Primer Premio - Modalidad Juvenil

87
BUSCANDO LOS COLORES DEL
ATARDECER

S iempre me he preguntado cómo sería tocar


una nube. Suave, blanda, esponjosa… Puede
que incluso atravesarla. Las formas que veo en el cielo
me inspiran ideas, sensaciones… me recuerdan aven-
turas, decepciones… todo lo vivido y lo que queda por

cubiertos por una capa de ese mágico algodón; pero


sobre todo cuentan historias.
Ahora veo un ave de plumas blancas. Viaja a tra-
vés de un bosque cubierto por la nieve, camino de una

el color en su mirada. le dice el


dios de la cascada, pues cuando el Sol se oculte entre las
sombras de la noche el cielo se teñirá de vivos colores. El
animal le da las gracias y se despide con un elegante
batir de alas, esperando el atardecer.
Tal vez nunca vuelva a ver al ave si sepa si logrará
cumplir su objetivo, pero seguiré mirando al cielo y
soñando con alcanzar las nubes.

89
YOLANDA MOJENA WILCE

XI Certamen - Segundo Premio - Modalidad Juvenil

90
CUANDO ES AMOR DE MARIO

C uando Mario ama, amar empieza a ser empe-


zar a dejar, a dejar de comer, a dejar de dor-
mir, a dejar. La cabeza le duele, las piernas se le paran.
Cuando ama. Y tiene que salir, caminar hasta donde
el, la, los, las vea y ponerse de frente. Y dejar de salir,
respirar. Cuando ama. Y se abre los botones de la ca-
misa. Y se remanga un brazo.
Cuando ama, se cuenta las costillas hasta la ter-
cera (el lado de la izquierda). Y cuando está seguro,
va metiendo la mano por la piel hasta dentro y aparta
el esternón. Y coge el corazón y, aún latiendo, lo saca.
Cuando ama.
Entonces, lo regala. O lo entrega, mejor. Cuando
ama. Y sin mediar palabra, da la espalda y se marcha.
Y ya puede comer y ya vuelve a tener aire, sueño, con
su hueco vacío, lleno de la certeza de que ahora ya no
hay daño que se cuele, de que ya todo el dolor, si due-
le, le dolerá a otro dueño.

91
TAZIRGA GARCÍA LÓPEZ

XI Certamen - Primer Premio - Modalidad Adulta

92
MIMARGARIMO

P aseaba por el cebreado sus malabarismos y


su cara de mimo de asfalto. Sacando sonrisas
a cambio de la voluntad proveniente del otro lado de
las lunas de los coches de la ciudad.
Cientos de rostros, tantos como neumáticos, en
una caravana delante de un semáforo en rojo, y entre
los que cada día se repetían…la descubrió a ella.
Su sonrisa brilló a través de una mañana gris
humo de tubos de escape…y salió el Sol. Y la buscaba
cada día, más cerca o más lejos, para agradecerse en
su magia…como una terapia de reiki, en la que limpias
el alma de energías negativas y te ensanchas.
Y un día tuvo el valor de tocar en su ventana y re-
galarle una preciosa margarita, en cuyos pétalos es-
condió lo que sentía…
Pero ella no supo deshojar con acierto el secreto

el «No me quiere» que acabó con la esperanza de las


posibilidades anecdóticas.
Y un día la vio con otro, y ella lo vio a él. Y sus mira-
das se cruzaron cómplices, pero tristes de saber que

93
no fueron ellos los amos de su destino, sino una torpe
margarita que no sabía leer.

AARÓN DE LEÓN COELLO

XI Certamen - Segundo Premio - Modalidad Adulta

94
UN PLAN BRILLANTE

-D ebemos actuar de noche, sin ser vistos.


Son tiempos complicados para una socie-
dad que está harta de que le chupen la sangre. Y re-
cuerda actuar siempre de incógnito.
—Sí, papá y tú procura que la fechoría se la atribu-
yan a otros, aunque cada vez sea más difícil…

soporto y desde que enviudé, tengo el miedo puesto


en el cuerpo. Aquella bestia se cargó a tu madre con
un desafortunado y brutal sartenazo.
—Le dio con lo primero que le vino a la mano ¡Es-
quívalos! Son tan incautos que la mayoría de esos dis-
positivos emiten una lucecilla roja que indica cuando
el equipo está activado. Debemos prescindir de los
locales que lo tengan.
—Pues cada vez quedan menos sitios donde ac-
tuar. Y si nos pillan de infraganti… Por culpa de la cri-
sis, que les proporciona una dosis extra de insomnio,
se despiertan al más mínimo ruido. El otro día casi
me gasean. Una dulce niña empezó a gritar: «Mamá,
mamá ¡Socorro!». Y su madre sacó rápidamente del

95
cajón un espray anti-ladrones. Por suerte, la señora
no se había puesto sus gafas y se confundió cogiendo
el inofensivo desodorante de la niña. Así que me pude
escabullir por la ventana. ¡Menudo pestazo!
—Papá, nos arriesgamos demasiado por apenas
nada. Tengo un plan infalible. He estado observando
un sitio idílico. No hay alarmas y nos podemos escu-
rrir por las rendijas de ventilación. Por la mañana está
concurrido, pero a la noche ese banco nos estará es-
perando…
—¡Un banco! Pero si estamos tan enclenques que
no podremos con las bolsas, pesan demasiado.
—Papi, no nos las llevaremos. Solo haremos un
agujerito chiquitín para que salga un chorrito y bebe-
remos sangre hasta saciarnos.
—¡Hija mía, para tener un seso de mosquito, has
tenido una idea brillantísima!
—Mosquita, papá, mosquita.

MARTÍ CASAL PELEGRÍ

XII Certamen - Primer Premio - Modalidad Juvenil

96
EL LÍMITE DEL HOMBRE CUERDO

H acía ya varios meses de su patético cambio,


había pasado de llevar una existencia me-
dianamente común entre sus coetáneos a arrastrar
una taciturna a la par que sombría imagen a su espal-
da, tirando de su pesar como monótonos y cansados
caballos tiran del pesado y tosco carruaje de su amo.
El ya no era el amo de su vida. Lo eran sus cadenas,
esas cadenas que lo ataban al tedio y a la extrema y
enfermiza misantropía que había tenido desde en-
tonces, provocada por quien sabe qué. Seguramente
el causante de su metamorfosis fue el mismo culpable
de la existencia de dolor y hastío en la mayoría de la
humanidad; ese cruel dictador de sentimientos, cruel
y despiadado. Esto es suposición de un servidor, claro
está, nadie lo supo con certeza, quizás él sí.
Quien sabe lo que le había hecho cambiar; vestir-
se con harapientos trapos largos, descuidados, sucios;
algo poco correcto para su entorno, esa gran selva gri-
sácea de cemento y hormigón que lo enjaulaba, y lo vol-
vía más misántropo con el paso del tiempo. Quien sabe
lo que le había transformado en un ser solitario, en un

97
jinete errante en busca de ganas de soñar aun estando
rodeado por un vasto desierto de pesadillas. Qué es lo
que lleva a un hombre a portar una espeluznante cora-
za en su rostro, cubierto de enmarañado pelo y tupida
barba. Que lleva a un joven con alma de adulto y mi-
rada de anciano a odiar el triste retrato que le dibuja
su espejo. Aquel ser indeseado por sí mismo y excluido
por su entorno había llevado el rumbo de su existencia
al límite del hombre cuerdo. Se había convertido en un
aprendiz de Diógenes, una cuita más sobre la tierra.

MATÍAS ZABALETA GARCÍA

XII Certamen - Segundo Premio - Modalidad Juvenil

98
AMOR INTRÍNSECO

T al péndulo armónico aguardo las elipses de tu


cuerpo, al ángulo de mi existencia en trayecto-
ria predecible. Perímetro de sueños tu estela circun-
dante, rectangular dominio de refracción apreciable.

Geometría de los sentidos, cinética a velocidad


constante.

completando un espacio.
Tus verdes ojos; campos… magnéticos. Fuerzas de
atracción en tiempos reales.

imaginaria, inclinación hacia tus límites, común grave-


dad de polos opuestos.
Suspendido en la parábola de tu vientre navego

Gradual y cartesiana singladura, ondulación de


cómplice silencio.
Me deslizo en una espiral de caricias atravesando

99
Mecánica fatal, insensata geometría del amor. En-
cerrados en un paréntesis, maravillosa proporción.

REYES PINTADO NÚÑEZ

XII Certamen - Primer Premio - Modalidad Adulta

100
SOLEDAD

L e fui a quitar el hilo rojo que tenía sobre el hom-


bro, como una culebrita. Sonrió y puso la mano
para recogerlo de la mía. Muchas gracias, me dijo, muy
amable, de dónde eres. Y comenzamos una conver-
sación entretenida, llena de vericuetos y anécdotas
exóticas, porque los dos habíamos viajado y sufrido
mucho. Me despedí al rato, prometiendo saludarle la
próxima vez que la viera, y si se terciaba tomarnos un
café mientras continuábamos charlando.
No sé qué me movió a volver la cabeza, tan solo
unos pasos más allá. Se estaba colocando de nuevo,
cuidadosamente, el hilo rojo sobre el hombro, sin
duda para intentar capturar otra víctima que llenara
durante unos minutos el amplio pozo de su soledad.

ENRIQUE MORALES DÍAZ

XII Certamen - Segundo Premio - Modalidad Adulta

101
LA PARIENTA

D e todos los parientes que una persona de pro


puede llegar a tener, dicen que incluso soy
más indeseable que la mismísima suegra cuando me
subo por las nubes ¡Pobres suegras!. Como si en ese
anodino mundo no existiera un debido rol correspon-
diente para cada uno. Me acusáis de ser imprevisible,

llevó a la ruina, de causaros temor y quitaros todos los


rayos de esperanzas. Pero, cuando estoy a la altura de
las circunstancias o de vuestras expectativas y os sal-
vo de la tormenta, ni tan siquiera me lo agradecéis y
simplemente me devolvéis un tímido suspiro. Incluso
cuando me relajo receláis de mí. Lo peor de todo es
que hasta que no me veáis caer bien abajo, no estaréis
tranquilos y satisfechos.
El tiempo quita y da razones y hasta el momento
no ha resultado exitosa ninguna de vuestras ofen-
sivas para frenarme. Así que fastidiaos, porque des-
afortunadamente para todos vosotros, a más sobre
preciada que esté yo, os deparará un futuro más ar-
duo y espinoso. Y caerá sobre vosotros una oleada de

103
adversidades y los peores pronósticos de crecimien-

sigo siendo vuestra prima.


La prima (de riesgo).

MARTÍ CASAL PELEGRÍ

XIII Certamen - Primer Premio - Modalidad Juvenil

104
LÍMITES

S u cuerpo semejaba una pluma a punto de caer.

al frío hierro de la barandilla que se había convertido


en el límite entre el mundo conocido y el por conocer.
Sudaba. Su rostro era un pergamino antiguo donde
se dibujaban letras indescifrables, momentos vivi-
dos como trozos de celuloide de una película donde
el protagonista se aferra a la vida sin encontrar razo-
-
piente... una voz que le llega en la inconsciencia del
momento le suplica detenerse... es demasiado tarde...
está convencido que, pese a todo, la muerte no será
más que un cambio de dirección.

ALBA BETHENCOURT GUTIÉRREZ

XIII Certamen - Segundo Premio - Modalidad Juvenil

105
NEVERISMO

«V e a por el hielo» dijo Cecilia, y él obedeció,


dejándola con los ojos vendados y las ma-
nos atadas. Aunque parezca lo contrario, aún no ha-

las obsesiones insanas que se traslucen en la convi-


vencia. Glacio era un hombre de principios, o más
bien, de uno solo: «En la nevera, mejor». Primero fue
la harina, para evitar los ácaros; luego la almohada,
para dormir del tirón; los preservativos, para prolon-
gar el orgasmo; el detergente, para que las sábanas
no se peguen al cuerpo; el teléfono inalámbrico, para
que no suene tan alto, el champú y el gel, para que
hagan espuma; los souvenirs imantados, para que no
rayen la puerta del congelador; y también los zapa-

de ella, en cambio, era el reino de la nada, regentado


por una cubitera y un ron añejo a medio terminar.
Glacio apuró la botella antes de regresar a la habita-
ción. «Tengo una idea, mejor». Tomó a Cecilia en bra-
zos, besó sus labios dulcemente y la introdujo con
suavidad en la nevera.

107
NURIA LÓPEZ SIVERIO

XIII Certamen - Primer Premio - Modalidad Adulta

108
BARRIO ALTO, LISBOA, 2001

«C omplicó tanto la trama de su vida, y con-


cibió una idea tan íntima de cada una de
las personas que conoció, que ya no sabía quién era o

sus pesadillas. Decía, por ejemplo, tomar café muchas


mañanas con el profesor Ramírez, que murió hace ya
tantos años... No era raro encontrarlo solo en un res-
taurante bisbiseando ante una silla vacía (...)»
Escuchaba todo esto, y sus variantes, cada tar-
de, agarrado a la barra del tranvía que me llevaba a
mi piso extranjero tras las clases. Aún hoy me pare-
ce ver a aquellos dos hombres oscuros, de mediana
edad, con bigote arreglado, gafas de pasta y anacró-
nicos trajes... «¿Sabes?» Siempre me trató con cierto
descuido e indisimulado desdén. Solo fui attrezzo,
bambalina, un actor secundario y sin gracia, que vivía
en un piso destartalado al que siempre adjetivó como
«difunto» o «marchito» ...
Cada crepúsculo escuchaba casi el mismo diálogo,
una charla rutinaria que, invariablemente, atrapaba
mi atención. La noche solía caer de pronto cuando, sin

109
darme cuenta, me veía con angustia avanzando entre

donde no reconocí jamás a nadie en las calles.

IVÁN CABRERA CARTAYA

XIII Certamen - Segundo Premio - Modalidad Adulta

110
DESDE LOS RECUERDOS

A yer fue el día de visita. Como siempre, ella


se encontraba sentada en aquel rincón cer-
ca de una gran ventana, en su sillón viejo pero cómo-
do. Ella misma lo había hecho traer desde su casa.
Tal vez, el único de tantos objetos que le recordaba
su antiguo hogar: hermoso, cálido y cómodo. Desde
que su pasado empezó a ser su presente su casa se
convirtió en un lugar desconocido y frío para ella. En
ese rincón, podía observar a través de los cristales
el pasar de los días. Aunque su mirada era el mismo

natural de cuando era joven. Era una ausencia men-


tal y emocional. ¿Cuánto daría por saber qué era lo
que le estaba sucediendo, perdida en sus recuerdos?
Era tanta su impotencia que solo surgían los más be-
llos momentos de su existencia: su primer amor, los
bailes de la adolescencia… O las lágrimas derrama-
das de felicidad cuando nacieron sus hijos, esos que

compañero en su partida hacia las estrellas.

111
Confundida y perdida, se preguntaba cómo recu-
perar lo más valioso que poseía: su presente.

DANIELA DE JESÚS CEDEÑO CASANOVA

XIV Certamen - Primer Premio - Modalidad A

112
UN IMÁN PERSONAL

D espierto, me descubro sonriendo. ¿Por


qué?. No sé, pero ya a mi edad, pocas son

amigo de madera, compañero de pasos, me espera


apoyado en la silla. Hoy ni lo miro. Avanzo despacio,
atento a cada foto cubierta de polvo que me empeñé
en guardar.
¿Para qué? Nunca se sabe, cualquier ser humano
siente anhelo de tiempos mejores. Abro las venta-

una por cada día que esta sala ha estado a la sombra,


olvidada. Algo me atrae, como si de un imán se trata-
se. Y salgo.
Y sí, allí está mi imán, sentada junto a un árbol,
preciosa, el espejismo de la mujer que nunca llegó
a ser mía del todo porque terminó siendo más de la
enfermedad. Me mira feliz y, como si nuestro último
encuentro hubiera sido ayer mismo, me saluda. Con
un gesto, me invita a ir a su lado, supongo que ya para
siempre. Ahora comprendo la sonrisa con la que me

113
sorprende, pero que todos esperamos más tarde o
más temprano, no fue en vano. Y corro, feliz yo tam-
bién, hacia ella.

AMANDA VICTORIA HERNÁNDEZ VERA

XIV Certamen - Segundo Premio - Modalidad A

114
SOMETHING LIKE LOVE

R ememoras algo parecido al amor… Quedás-


teis en el cine. Película: La ventana indiscreta
de Hitchcock. Hace treinta segundos tu mano serpen-
teaba entre las bragas (parecen tejidas por imanes
microscópicos de una fuerza cósmica sin precedentes
en la hagiografía de la atracción universal) de Doro-
thy McAlister. Le haces cosquillas. Manchas los cal-
zoncillos. Stop, musita ella. No puedes detenerte. No
ahora, que los imanes se han fundido con tus dedos de
alambre y hundes tu cabeza entre el poético coseno
de sus senos. No, ahora no. No cuando sus uñas color

-
bocadura, mil y un antipoemas, y el cielo abre su corti-
na de nubes y las estrellas te guiñan el ojo o puede que
solo iluminen la sombra de tu pupila del este rozan-
do el pezón derecho de Dorothy. Abren la puerta del
conductor. Tú eres el conductor. El señor McAlister

115
un papel: What have you done with her?

INOCENCIO JAVIER HERNÁNDEZ PÉREZ

XIV Certamen - Primer Premio - Modalidad B

116
SOLO RESPIRA

R espira… el tiempo se ha acabado. No queda


nadie a quien salvar. Solo quedas tú. Solo y
malherido. Respira... te han abandonado. Quisiste
dar la vida por todos ellos y ellos te la han quitado.
Respira... huele a fuego, a carne abrasada. A miedo y
metralla. Calles bañadas de sangre y humo, donde la
soledad grita sorda al silencio mudo. Respira... la par-
tida está terminando y solo te queda una vida y cinco
minutos. Cinco minutos fueron los que te separaron

grave error detenerse, esa familia hubiera terminado


muriendo. En esta tierra ya no existe suerte para na-
die. Suspira... las lágrimas de aquel niño inocente te
han matado. Un soldado no debe tener corazón. O
muere. Suspira... solo una opción. Sin dolor, ni hambre,
ni frío. No quieres salvajes torturas. Quieres dejar de
Suspira... No mueres por
las lágrimas, mueres por dinero. Por vanidad, petró-
leo y basura. Te han dejado morir aquellos que están
en sus hogares ajenos a todo. Suspiras. Coges aire. Un
disparo. Una familia sobrevive. Un soldado muere. El

117
dinero y el petróleo siguen su cauce. La soledad sigue
gritando sorda al silencio mudo. Tú solo respira...

LAURA RODRÍGUEZ QUINTERO

XIV Certamen - Segundo Premio - Modalidad B

118
SECRETOS

D amián tiene un secreto. Cuando su mujer


va por la tarde al cursillo de peluquería, él
aprovecha para subir a la azotea con unos prismáti-

La anciana viuda del segundo piso que siempre está


viendo telenovelas y a veces se pone a llorar miran-
do la foto de su marido. El joven heavy del tercer
piso que pone la música a toda hostia y se pone a
brincar encima de la cama. El gordo sucio del cuarto
piso que está en el paro y lo único que hace es beber
cerveza y ver los partidos de fútbol en digital mien-
tras la mujer trabaja sin parar. Pero su favorito es el
monitor de aeróbic del quinto piso que cada semana
se trae una clienta del gimnasio para tirársela. Hoy
ha invitado a una rubia. Damián se queda pasmado,
deja los prismáticos en el suelo y se pone a correr
escaleras abajo.
Se acaba de enterar de que su mujer no está apun-
tada a un cursillo de peluquería.

119
LUIS ALEJANDRO ACOSTA GARCÍA

XIV Certamen - Primer Premio - Modalidad C

120
EL LOCO DEL MUELLE

T alguno. Día tras día depositaba los libros en


el veril, desplegaba la silla y caña en mano se disponía
a pescar. Por engodo tiraba páginas de La Metamor-
fosis y como carnada usaba miga hecha con hojas de
La Odisea.
Era conocido como El Loco del Muelle.
Hasta aquella tarde que picó una sirena y desapa-
reció con ella.

ANTONIO JAVIER GONZÁLEZ PÉREZ

XIV Certamen - Segundo Premio - Modalidad C

121
EL POETA

B ajó de su coche y se tapó la nariz con las ma-


nos. Aquel olor putrefacto seguía allí, intacto,
como siempre. Anclado en la ciudad.
No era un lugar para un poeta. Pero la bruja más
hermosa de la ciudad lo estaba esperando. Y él, lo sabía.
Caminó entre las sombras, hasta que una luz roja,
salvadora, le abrió una vereda hacia ninguna parte.
Allí estaba ella: despeinada, maltratada y consumida,
fumándose un cigarrillo.
El joven poeta la miró, y se acercó a ella hasta que
pudo rozar su cuerpo y sentir su aliento. Besó su len-
gua y atrapó su regusto a ceniza.
En alguna parte de su mente, descubrió que los
ángeles caídos, también habían estado en el cielo.

CRISTINA REGALADO RAMOS

XV Certamen - Primer Premio - Modalidad A

123
AGOSTO

C uando te vi doblar la esquina de la calle supe


que te había perdido.
Recuerdo cómo el bochorno de aquel mediodía
caía sobre mí. Recuerdo el sonido de mi nombre cuan-
do salió de tus labios y mi desconcierto al no saber si
la gota que te resbalaba por la mejilla era cosa del ca-
lor o cosa mía. Recuerdo que me desbordé del senti-
miento que ahondaba en mi pecho al escuchar tu voz
quebrada y lloré mientras tu nombre se me escapaba
mil veces de la boca en un intento de retenerte a mi
lado para que me dieras una vida y media.
Recuero muchas cosas... Y a ti.
Ha pasado tanto tiempo que después de siete
perdí la cuenta de los veranos que llevo sin ver tus
pechos bajo el sol de nuestra isla, tanto tiempo y es
ahora cuando comprendo que creí haberte olvidado
y no lo he hecho. De pronto has caído como el peso
del calor de aquel mediodía de agosto y, después de
haberme autodeclarado inmune a ti, me doy cuenta
de que te extraño.
Y de que nunca he dejado de hacerlo.

125
PAULA DE VEGA GARCÍA

XV Certamen - Segundo Premio - Modalidad A

126
EL DESCUIDO DE ERWIN SCHRÖDINGER

-E l gato está encerrado en la caja. Dentro de


ella hay un compartimento con veneno, el
cual se activa gracias a la acción de un electrón, que
tiene un 50% de posibilidades de activarse. Pero
como el electrón es capaz de estar en lugares distin-
tos al mismo tiempo, habrá líneas temporales en los
que se active y líneas en los que no. Así que el gato
puede estar vivo, muerto, o las dos cosas a la vez. La

—¿Y usted qué cree? ¿Estará vivo o muerto? —cu-

—Nadie puede saberlo —contestó Erwin con una


sonrisa pícara—. No sin antes abrir la caja. Así que va-
mos a comprobarlo —sugirió impaciente.
Schrödinger temblaba de la emoción. Comprobó
en su corazón la teoría de la relatividad. Cuanto más
se acercaban sus latidos a la velocidad de la luz, más
lento pasaba el tiempo en el resto de su universo. Su
-
tades, la abrió. Estaba completamente vacía.

127
—Ups... —fue lo único que acertó a farfullar, ante
la mirada atónica de su alumno.
Parece que algún otro yo ha olvidado meter el
gato en la caja...

AUGUSTO HERNÁNDEZ GONZÁLEZ

XV Certamen - Primer Premio - Modalidad B

128
ERA UNA DE ESAS NOCHES

L a tarde acababa de hundirse en el horizonte, y


la noche cayó de pronto y se adueñó de cada
espacio. Era una noche muy negra, sin luna, y desde mi
habitación a oscuras escuché cómo alguien caminaba
en la huerta de al lado. Lo delataba el crujido seco del
millo y el ladrido súbito de un perro. Nada me hizo
estar seguro de ello, pero intuí que en las cercanías
había otra persona que esperaba o seguía al caminan-
te. Un viento repentino comenzó a lamer la noche y
los grillos y las ranas se escuchaban cada vez con más
intensidad. Me pareció percibir un bisbiseo, apenas
un intercambio mínimo de palabras. Oí un golpe seco
con algo contundente, un mazazo que retumbó como
un gong en la madrugada. Después un cuerpo que
cayó entre el millo con estrépito, y el carraspeo árido
que precede a un salivazo. Luego una última palabra
pronunciada con rencor en una lengua desconocida.
Apenas me di cuente cuando clareó y el día se anunció
en la ventana; pero no me atreví a mirar por ella ni a
salir afuera. Volví a escuchar cómo alguien caminaba

129
en la huerta de al lado con ansiedad. Me equivoqué:
Aún era de noche.

IVÁN CABRERA CARTAYA

XV Certamen - Segundo Premio - Modalidad B

130
LA BIBLIOTECARIA

L a bibliotecaria lo intentó todo. Sin embar-


go, le fue imposible inculcar el interés por la
lectura. Como último recurso convenció al alcalde y
convocó, Quijote en mano, a todos los vecinos en la
plaza del pueblo.
Subió a lo alto del quiosco y leyó en voz alta. La
vieron gorda y baja, redonda como una pelota; de na-
riz chata, ojos saltones, pelo moreno, corto y rizado,
con poca sal en la mollera, abrazada al texto como si
fuera su jumento. Continuó la ventura y pareció ca-
balgar a lomos del libro, lanza en ristre, para hacer
gran servicio a Dios al quitar tan mala simiente sobre
la faz de la tierra y atacó las ramas de los árboles cual
gigantes. Más tarde, al contraluz de las hojas, oyeron
el suspirar de una mujer a la espera de su caballero
andante.
—¡Válgame Dios! —gritaron los asistentes tras
ver cómo la bibliotecaria al cerrar el libro desapareció
en su interior.
Ahora todo el pueblo ha picado espuelas y se ha
echado al monte en su busca. Entre letras y renglones;

131
entre párrafos y capítulos, no pararán hasta dar con
ella.

ANTONIO JAVIER GONZÁLEZ PÉREZ

XV Certamen - Primer Premio - Modalidad C

132
RECUERDOS DE TRAFICANTE

E n los días importantes se tiende a mirar atrás.


Quizá por eso, mientras el orador se perdía
en una aburrida perorata para presentarlo, aprove-
chó para rememorar los comienzos de su meteórica

máxima que rige el negocio: la relación entre el peso

ser mínimo.
Así, se remontó a sus comienzos, cuando empezó
comerciando con personas: mentía a hombres y mu-
jeres del tercer mundo para explotarlas sexualmente
a ellas y a base de gruesas gotas de sudor a ellos. Pero
la gente pesaba demasiado, y no poseía un gran valor.

pero estas seguían pesando demasiado. Encontró


una buena senda con los diamantes primero, con las
drogas después... hasta que descubrió el objeto más

él: el billete de 500 €.

premio al mejor banquero del año.

133
JUAN MANUEL RUIZ SUÁREZ

XV Certamen - Segundo Premio - Modalidad C

134
MALPAÍS

D etuvo el coche al borde de la desierta carre-


tera. Se apeó y caminó a trompicones so-

una tunera que se erguía solitaria, milagrosamente


enhiesta, en medio del erial calcinado. Observó con
fascinación los frutos morados que la orlaban, sin
percatarse de que un lagarto enorme vigilaba desde
el suelo todos sus movimientos con ojos ambarinos,
prehistóricos. De repente, una nube de insectos se
arremolinó a su alrededor y manoteó para apartarlos,
al tiempo que profería un grito que el eco le devolvió
distorsionado. Debió de asustar a unas pardelas, que
levantaron el vuelo con sigilo. Recorrió con la vista la
llanura pedregosa y desolada, recubierta por un hu-
milde manto verdinegro salpicado de ocre, y cabeceó
contrariado. «
donde la vida es imposible...», decía el folleto que lo ha-
bía guiado hasta allí. Está confundido, masculló. Y su
balbuceo quedó pronto disuelto en el soplo salino de
los alisios que arreciaban desde la costa.

135
FULGENCIO RUIZ BRAGADO

XV Certamen – Accésit - Modalidad C

136
¿Y QUÉ DICE LA CONSTITUCIÓN DE NO
HACER LIMONADA?

I nteresante el amargo sabor del limón. Tengo


uno en mi mano. Dicen que si la vida te da li-
mones, tienes que hacer limonada, pero a mí la limo-
nada no me gusta, nunca me ha gustado. ¿Y ahora?
¿Qué hago ahora? ¿Soy una revolucionaria sin cor-
dura? ¿O es que cuando crearon este mundo caótico
no pensaron en mí? Lo siento, pero me quedo con
mi limón, en su plenitud y concordancia. Y después,
vienen y te molestan con que tienes que encontrar
tu media naranja, ¿Media? ¿Qué tienen ustedes con
mutilar fruta?. Salgo de un abismo oscuro y entro en
una guerra ya perdida, ya no veo belleza en la abun-
dancia de los días, solo geometría, formas, formas
variopintas y melancólicas que me piden misericor-
dia, quizás solo sean caras tristes que me observan
con suspicacia, como si hubiese cometido el peor de
los pecados, pero no. Yo no lo he hecho, solo me he
quedado con mi limón, porque sí, porque es mi li-
món. Total, todas las formas desaparecen, todas las

137
formas se deforman, y pasan a ser solo una reminis-
cencia de noches de domingo.

BERA VILLAVICENCIO ÁLVAREZ

XVI Certamen - Primer Premio - Modalidad A

138
ÉRASE UNA VEZ UN ARTISTA SIN NOMBRE
QUE PINTÓ UN CUADRO SIN FIRMAR...

D ividamos el mundo en dos: los que pintan y


los que son pintados. Artistas y lienzos. Los
artistas mandan, los lienzos obedecen.
Obviemos el «Había una vez en un lugar cuyo
nombre no quiero recordar…» y vayamos directa-
mente al momento en el que un artista sin nombre

dos profesionales tomando un café «¿Quieres ir a


casa?», preguntó el artista. El lienzo respondió con
mirada pícara.
Un pobre lienzo y un loco artista se sentaron en
un sillón a charlar. El artista no llegó a pedir permiso,
porque el cuadro nunca le dijo que no. Así que prepa-
ró sus colores, paletas y pinceles. «Empecemos con
esto», dijo colocándose su bata manchada. Toda la
noche pintando, arduo trabajo repasar las líneas más

«El pincel me hace cosquillas». Hasta el alba estuvie-

139
El lienzo se miró en el espejo y contuvo una lagri-
milla de emoción para no correr la pintura. El artista le

tiene dueño. Porque el arte se creó para ser amado.

La Artista

ATTENYA M. ÁLVAREZ LÓPEZ

XVI Certamen - Segundo Premio - Modalidad A

140
SE NOS APARECIÓ LA VIRGEN

N o veas lo que me pasó, loco. Iba con el Flaco


por la autopista del Norte en su fotingo, un

dos kilos de coca… Sí, sí, para el Negro, claro, claro…


Pues el Flaco le pisaba a fondo, ya sabes cómo es, no
sé si a 180 o así, y por allí nadie va a esa velocidad…
Sí, sí, íbamos follados, que cuando el Flaco le pisa,
le pisa… Pues no sé si fue cambiando de carril o qué
coño hacía, pero en la curva de El Sauzal, ¡PUM! Vaya
trompada que nos metimos con una guagua TITSA…
Sí, sí, como lo oyes, una de las que va al Puerto de la
Cruz… A ellos no les pasó nada, pero a nosotros… Buf,
ni te cuento, yo iba en el asiento del copiloto y escapé

Pero calla, que eso no es lo peor, lo peor fue que del


trompazo apareció la Guardia Civil y, claro, nosotros
acojonados. Total, que nos preguntaron qué pasó, nos
pidieron los papeles, hicieron el atestado y nos re-
cogió la ambulancia, por prevención. Ya nos íbamos
cuando nos paró de nuevo el picoleto y yo entonces
recordé la farlopa y me pensé lo peor, ¡pero va el tío y

141
nos da la mochila! ¡La mochila con los fardos de coca!
Viene y nos dice que nos la dejábamos en el coche.
Chacho, chacho, ¡se nos apareció la Virgen!

JAVIER RIVERO GRANDOSO

XVI Certamen - Primer Premio - Modalidad B

142
LA PISCINA

E l niño lleva ya mucho tiempo en el agua. Es ve-


rano, ha aprobado todo y está de vacaciones.
Ni quiere ni se decide a salir. Tiene las yemas de los
dedos arrugadas, y su madre ha ido muchas veces al
jardín para gritarle que salga y se seque de una vez.
Pronto caerá la noche y la cena casi está lista. El papá
está a punto de llegar. El niño se sumerge una y otra
vez, bucea hacia el fondo como si hubiese perdido
algo y tratara de encontrarlo. El fondo es negro, pa-
rece muy profundo, y casi no se ve. Solo logra distin-
guir algunos corales y medusas, rocas, algas, y raros
peces medianos y polícromos sin ningún parecido en-
tre sí. El niño teme lo que ansía y tiembla. Respira con

Del fondo emerge de pronto un cuerpo que le horro-


riza y le provoca un grito. Es un cadáver muy blanco
y ha sido parcialmente mordisqueado por los peces.
El cuerpo está atado de pies y manos a un bloque de
cemento. Reconoce el rostro pálido y ojeroso: es su
madre, pero entonces, ¿quién lo llama desde el jardín

143
piscina. La vida de fuera le da más miedo que la quie-
tud impotente de los muertos.

IVÁN CABRERA CARTAYA

XVI Certamen - Segundo Premio - Modalidad B

144
MANTIS ATEA

S uena Marvin Gaye. Imaginen una navaja. No


piensen en la navaja de Ockham. Primer pla-
no de las cuerdas vocales de Bukowski. La excitada
nostalgia de un brote de locura en plano medio. Ver-
sos, un millón de versos adictos a los cuerpos que se
alejan. Eleanor Smith se corta las venas con la aguja
del tocadiscos. Llega la poli. La señorita Smith yace en
el suelo abrazada al tocadiscos. Un policía me apunta
con la pipa. Lo he visto en tantas pelis que es atrezo de
mi piel. El poli me ordena que me tire al suelo. Aterrizo
como puedo sobre Eleanor. Pienso en Leslie Nielsen.
Se lo hago saber al poli. El poli se lo dice al otro poli. El
otro poli desenfunda su pipa. ¡Calma!, eructo. Insisto
en que la chica no está muerta, y, sí, es mi chica. Les
hablo de Orfeo, de la psicomagia y de los actos poé-
ticos. Otean no el horizonte, sino sus cinturones, en
busca de armas de invención masiva. Mueren en el

qué las mantis religiosas se meriendan a sus aman-


tes a ritmo de tsunami, dejando intactas las alas del

145
cadáver? Podemos quedar como amigos, canturrea
Eleanor Smith, la chica de mis sueños.

INOCENCIO JAVIER HERNÁNDEZ PÉREZ

XVI Certamen - Primer Premio - Modalidad C

146
EL LAGO DE LAS PALABRAS AHOGADAS

C omenzó a caminar con su libro apretado a


su pecho. Parecía empotrarlo en su cuer-
po. No se daba cuenta, pero de tanto apretar, las
páginas se estaban exprimiendo y las palabras caían
como hojas tristes del otoño. El libro quedó vacío y
las palabras quedaron regadas y desordenadas, sin
sentido, sin historia. Al darse cuenta de lo sucedi-
do, comenzó a llorar y tanto lloró, que se secó toda la
tristeza que guardaba debajo de sus cejas. Se formó
un gran río que arrastró las palabras y las llevó en
su cauce hasta formar un lago. El Lago de las Pala-
bras Ahogadas guardaba en su cuenca las palabras
que nunca dijo, las que tantas veces pensó y jamás
se atrevió a decir, las que apretaba en su pecho y se
ahogaban en su garganta. Su libro contaba la his-
toria que quería vivir, pero no era su historia, debía
crear la suya. Se sentó a pescar palabras para armar
oraciones que dieran sentido a su vida. Allí sigue
en la orilla, pescando en su lago las palabras que no
sabe decir, las que cuestan porque tienen vergüenza,
las que pesan porque tienen pasado, las que duelen

147
porque tienen tristeza, las que buscan felicidad en
medio de su profunda pena.

ANGÉLICA DEL ROSARIO PEROZO PIÑA

XVI Certamen - Segundo Premio - Modalidad C

148
FOLLEMOS

«I ntuyo que has vuelto», susurré en voz baja.


Sé a lo que has venido, y es para continuar
el juego, dicha partida carece de nombre, sin embar-
go, tú lo consideras follar, pero esta vez follaremos a
mi manera.
Porque cada vez que te veo se paraliza el mun-
do, y en mi campo de visión sobresales tú. Quieres
llevarme al paraíso, y no sabes que cada vez que me
miras yo ya estoy en él. Hablas de sexo duro, pero no
hay nada más placentero que tu sonrisa. Me agarras
del pelo para que disfrute, y no sabes que yo solo dis-
fruto cada vez que te siento cerca. Pides que me co-
rra, y te puedo jurar que no sabía lo que era un orgas-
mo hasta que me cogiste de la mano por primera vez.
Deslizas tus labios por mi pecho intentado buscar la
punta del iceberg, mientras yo lo único que busco en
tu pecho es tu corazón.
Cariño mío, eso es follar.

149
MICAELA HERNÁNDEZ GONZÁLEZ

XVII Certamen - Primer Premio - Modalidad A

150
CRUCE DE CALLES

C son ciudades. Ciudades realmente inmen-


sas, repletas de calles y, en ocasiones, callejones.
Quizás sean callejones oscuros que te atrapen, sin
salida, en los que aprenderás a amar la oscuridad.
Quizás sean calles con muchos escaparates tenta-
dores, donde encontrarás prendas que pensarás que
-
ra y te envuelven. Ciudades de las que aprenderás a
amar su constante ruido, el que añorarás el día que
conozcas el silencio. Calles en las que no tendrás que
disculparte por gritar a pleno pulmón ni por reírte a
carcajadas, por caminar descalzo o mojarte con la
lluvia. Ciudades que nunca te cansarás de recorrer,
siempre quedará algún nuevo rincón por descubrir.
Y serán esos los pequeños rincones de los que aún
no te has marchado y ya estás deseando volver, no
importa cuánto viaje, regresarás. Calles que huelen
a aceptación incondicional, a una sensación similar
a la de un hogar. Existen personas que son ciudades,
calles y hogar. Si encuentras a alguna no dudes en

151
recorrer sus calles sin paraguas y encontrar sus rin-
cones escondidos.

ALDARA HERNÁNDEZ PÉREZ

XVII Certamen - Segundo Premio - Modalidad A

152
MALDITOS CROMOSOMAS

¿N unca te ha pasado eso de entrar en un bar,


sentarte con tu novia, hermana o amiga y
que le sirvan a ella la cerveza que pediste para ti? Sin
preguntar. Y a ti el cortado. ¿O esto de salir de noche
solo y volver a casa, con miedo, yendo por las zonas
más transitadas e iluminadas, no vaya a ser…? No vaya
a ser que por el camino te encuentres a una de esas
borrachas «viejas verdes». «¿A dónde vas tan solo,
guapo?», se escucha de fondo; tú no atiendes, solo
quieres salir corriendo. Pervertidas.
¿De verdad nunca has tenido que recoger tu co-
che del mecánico y que este dirija todas sus explica-
ciones a ella? ¿O eso de ir al gimnasio y que te miren
mal? Las mujeres mientras más cachas mejor, pero un
hombre con tanto músculo... antinatural.
Lo peor, sin duda, es tener que escuchar una
suerte de alabanzas y silbidos sin ton ni son cuando
caminas por la calle. Te pones tu camisa de cuadros,
sin querer enseñar más de la cuenta, para que no te
tachen de buscón. Pero, nada más pisar la acera, te
sientes sexualizado. Todo tu cuerpo es sexo. Ahora

153
bien, si mi novia me dice que me ponga otra camisa,
me la cambio. Porque ella no es como las demás. «Y lo
hago por tu bien», me dijo mientras le daba un sorbo
a mi cerveza.

MANUEL ALEJANDRO RIVERO GARCÍA

XVII Certamen - Primer Premio - Modalidad B

154
EL DESIERTO

E l otro día andaba yo con prisas por las ca-


lles de la Villa cuando me topé con Groucho
Marx. Decidí acercarme a él y pedirle la hora. No me
daba tiempo de coger la guagua 107. Así que cuan-
do lo alcancé, sonreí y, con mi vago nivel de inglés, le
pregunté: «Güot taim isit?». Obviamente no entendió
un carajo. Sin embargo, me miró, esbozó una sonrisa
con sorna y me dijo algo tan incomprensible que solo
pude salir pitando y subirme al primer taxi que pasa-
ba. Le dije al taxista que me llevara hasta el desierto.
No sé por qué dije tal cosa, lo único que recuerdo es
que, sin pestañear, arrancó y tiró para allá. Aturdido
por aquella situación, me quedé dormido. El taxista
me despertó al llegar. Y, para mi sorpresa, era la viva
imagen de Groucho. Salgo del coche y veo, a lo lejos,

delante de mí, sonriendo con aquellos dientes color


amarillo nicotina. No dejaba de sonreír y eso me po-
nía aún más nervioso. Yo no era nadie en aquel mun-
do. Solo un pobre diablo que, simplemente, soñaba

155
con ser algún día tan conocido como Napoleón. ¿Aca-
so era para tanto?

Motsechia Vidalli (pseudónimo)

VIOLETA LÚA HEREDIA VILLAVICENCIO

XVII Certamen - Segundo Premio - Modalidad B

156
LA VIDA ENTERA

L a bala abandonó el cañón del fusil, y mientras


avanzaba lenta hacia el condenado, le dio
tiempo de huir ayudado por el pequeño grupo de re-
beldes junto a los que se había levantado en armas.
Se escondió en una aldea cercana, raptó a la ahija-
da del cura y lo obligó a casarlos, después de jurarle
amor eterno. Escaparon montados en el caballo ro-
bado al alguacil y pasaron por campesinos en un pue-
blo donde no les hicieron preguntas. Le pusieron una
azada en una mano, pero con la otra cogió un saco
de monedas de oro que encontró bajo el colchón de

enamoró de una mulata fuerte que lo llenó de hijos


a los que les contaba historias increíbles de guerra y
sangre, y murió de viejo en los brazos oscuros de su
mujer, casi sin sentir la bala que le atravesaba limpia-
mente la frente, mientras el pelotón de fusilamiento
lo veía caer, con una sonrisa en los labios, viviendo lo
que no iba a ser.

157
PAOLA MIREYA TENA RONQUILLO

XVII Certamen - Primer Premio - Modalidad C

158
VIDA DE PERRO

E l viudo volvió a casa a la hora de comer. La vi-


sita al hospital se había prolongado casi has-
ta el mediodía y después le había costado encontrar

guagua que lo trajera de vuelta. En casa, el perro lo


esperaba con resignación. Era un perro viejo y artrí-
tico al que quedaban como mucho dos años de vida
-
rrarle una agonía dolorosa). El viudo no tenía ham-
bre, así que le puso la correa y lo condujo maquinal-
mente al parque de al lado.
En el parque, el viudo se sentó a fumar mientras
el perro orinaba contra la hierba. «Qué viejo está»,
pensó. Y recordó la época en que su esposa aún
vivía y el perro era apenas un cachorro. Durante un
momento miró al vacío sin pensar en nada, hasta que
recordó la visita al hospital, la radiografía, el tumor y
la desolación en el rostro del oncólogo que lo atendía.
Entonces lo invadió una gran tristeza. Para aguantarse
las lágrimas, se concentró en los movimientos del
perro, trabajosos y lentos.

159
«Le queda poco», pensó con afecto. Y al instante
sintió una punzada de envidia, casi de celos: «pero él
no lo sabe».

JORGE GARCÍA GARCÍA

XVII Certamen - Segundo Premio - Modalidad C

160
M íralo, otra vez. No para, siempre igual, gol-
peándome. Cuando está enfadado puedo
sentir como mi cuerpo golpea el suelo. Al menos esta
vez deja que me queje. ¿Por qué? ¿Por qué a mí? Solo
soy un simple iPhone.

Ese niño me tiene harta, ni estudia, ni trabaja...


¡Peter! ¿Piensas vivir del cuento toda tu vida?

Dicen que en una relación la distancia no importa,


pero en esta sí. Cuanto más me alejo, más lento van
las cosas. Y cuando me doy cuenta, ya no te tengo.

-
mientas técnicas entre el alumnado de 1º de Bachiller de
los centros educativos de La Orotava. Las obras se reali-
zaron de manera grupal y en corto espacio de tiempo.»

161
GRUPO: PALYS. I.E.S.: LA OROTAVA – MANUEL GONZÁ-
LEZ PÉREZ, LAURA HERRERA RODRÍGUEZ, PAULA MÉN-
DEZ PÉREZ, ALONDRA QUINTERO QUINTERO, SAMUEL
OLIVA PACHECO, YAIZA GONZÁLEZ MARTÍN

XVII Certamen - Primer Premio - Modalidad «Contra Reloj»

162
EL PARAGUAS AMARILLO

T enía la mirada oscura, vacía. Opaca, carente


de vida. Inerte, cual muñeco de felpa abando-
nado en un rincón de la infancia.
Tic, tac.
Miraba por la ventana desde las alturas, atisban-
do en silencio a todos y cada uno de los individuos de
la multitud que circulaban como hormigas por la gran
avenida.
Tic, tac.
Un paraguas amarillo apareció, rompiendo la mo-
notonía gris de la vía. Su portador cruzó el peatón e
hizo sentir al hombre de la ventana como un titiritero;
notaba sus hilos tirantes moviéndose a su merced.
Tic, tac.
Un coche negro se abrió paso a través de la ave-
nida como una exhalación, casi cortándola en dos, lle-
vándose por delante al sujeto del paraguas amarillo.
Solo a él.
El hombre que observaba desde lo alto sonrió
ante los gritos y el caos generado.
Hora de buscar su próxima víctima.

163
REBECA RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ

XVIII Certamen - Primer Premio - Modalidad A

164
2100

«A ño 2100. Después de la Tercera Guerra


Mundial, en la cual luchamos por los re-
cursos, el mundo ha cambiado mucho. Los humanos
han dejado huella en la Tierra. Los bosques desapare-
cen; los océanos, llenos de nubes de plástico, se han

pueblos, ciudades, e incluso islas.


Las estaciones como las conocíamos han cam-
biado. No distinguimos entre ellas, solo hay épocas
de calor abrasador o frías heladas. La población ha
disminuido considerablemente desde la época de
sobrepoblación, en la cual solo los más poderosos
pudieron conservar alimentos y medicinas. En este
punto, ya es demasiado tarde para arreglarlo. La
gente cometió el error de pensar que invertir en en-
contrar otros planetas habitables era mejor que in-
vertir en salvar el nuestro.
Ojalá pudiéramos volver atrás y enmendar nues-
tros errores. Muchos pusieron sus esperanzas en la
tecnología, en los avances que creían que salvarían

165
nuestro planeta. Me temo que la humanidad tiene los
días contados.»
No dejemos que esto se convierta en nuestra rea-
lidad. Actúa.

WENDY JIMÉNEZ GONZÁLEZ

XVIII Certamen - Segundo Premio - Modalidad A

166
AUDICIÓN

L a mañana no podía empezar de mejor mane-


ra. Me han llamado desde bien temprano para
decirme que había pasado con creces la primera fase
de selección y esta misma tarde me esperaba el jura-
do más exigente de la prestigiosa Escuela de Ballet
de mi ciudad.
Me preparé un bol de frutas para desayunar, con
unas tostadas de pavo y aceite de oliva, puse algo de
música y dediqué un rato a depilarme las axilas. Fui a
dar un paseo para relajarme, me duché y me dispuse
a salir. Una beca, solo una va a conceder la mejor es-
cuela de ballet del país y es la oportunidad para la que
tanto me he esforzado ensayando día tras día.
Con ese pensamiento atravesé el enorme portón
que presidía la sala del teatro donde iban a tener lu-

jurado al ver que la preciosa y delicada bailarina


que esperaban, la prometedora actuación que había

llevaba tutú.

167
—Buenas tardes, me llamo Manuel.
Estereotipos.

YAIZA LORENZO GARCÍA

XVIII Certamen - Primer Premio - Modalidad B

168
SINESTESIA

Q uiero dejarte. Sí, lo he estado pensando y


quiero dejarte. No es por mí, es por ti, por
tu forma de ser, de tratarme, de mirarme. O a lo me-
jor si es por mí, por cómo me haces sentir cuando
estoy contigo, por cómo me siento cuando estoy sin
ti. Quiero dejarte y, créeme, me cuesta mucho, pero
es lo mejor para los dos. No puedo seguir así. Quiero
dejarte porque ya me cansé, no puedo más. No tengo
fuerzas para resistirme. Me rindo.
Quiero dejarte entrar, y que me conozcas bien.
Quiero dejar que toques mi cuerpo y mi corazón. Que
me acaricies el pelo con esa cara de tonto enamorado
que pones. Que me beses y me digas que me quieres.
Quiero que no me dejes de querer.
Quiero que cojas el libro que soy y que borres
todo lo anterior. No, mejor, que leas los capítulos pa-
sados, escribas un punto y aparte y que comiences
uno nuevo. Elige un título bonito, pero no te centres
en eso; céntrate en la forma, el contenido. Escríbeme.
Quiero que me hables y que me dejes hablar. Quie-
ro que escuches mis silencios, porque es ahí cuando lo

169
estaré diciendo todo. Pero, sobre todo, quiero dejar
que me dejes cuando quieras. Quiero que no me dejes
ir pero, si te quieres ir, vete. Puerta abierta. Libertad.
Y cuando tú también quieras dejarme, solo entonces,
te dejaré.

MANUEL ALEJANDRO RIVERO GARCÍA

XVIII Certamen - Segundo Premio - Modalidad B

170
DURMIENDO CON MI ENEMIGO

M iro mi mano derecha y juego con el anillo


que hace mucho tiempo que me ha dejado
marca. Marca en mi dedo, en mi cuerpo y en mi alma.
Cómo puede una marca de amor dejar un surco de
odio, de violencia, de miedo.
Oigo que la llave entra en la puerta. Dios mío, otra
vez no. Hoy no. Los niños duermen un sueño inocente
y feliz. Ellos. Fruto del amor. ¿Amor? ¡Cielos, nunca hi-
cimos el AMOR!. Solo fui un depósito de sus embesti-
das desesperadas, de sus necesidades de sexo. Fui su
objeto sexual. Lo sigo siendo.
Él, tan perfecto fuera de casa y tan abominable
dentro de ella. «¡Qué suerte tienes con tu marido!
¡Qué buen padre! ¡Te ha tocado la lotería!». Y yo son-
río por fuera. Y me rompo un poco más por dentro.
Callando las voces que dicen «¡Habla, grita, denuncia,
no sigas esta mentira!». Y pienso en mis niños, en sus
caritas, en sus risas, y me crezco, me lleno de fuerza y
energía y me siento empoderada. Siento que puedo,
que debo, que voy a luchar, y abro mi boca, sabiendo
que esta vez no la volveré a cerrar, que esta vez sacaré

171
todo ese dolor y hablaré. Y entonces él pasa su brazo
por mis hombros y me sella la boca con un beso. Sella
mi boca, mi alma y mi vida. Y muero por dentro.

MARÍA DEL MAR BALLESTEROS LÓPEZ

XVIII Certamen - Primer Premio - Modalidad C

172
EL SILENCIO

L a oscuridad, el frío, los latidos de mi corazón y


ese olor a humedad que me transportaba a las
tardes de mi infancia en las que jugaba entre los tra-
jes roídos de mi abuela, escondida en su viejo arma-
rio para que mis primos no me encontraran. Algo me

conseguí mover un poco los pies y las manos. Apare-


cieron recuerdos, el corazón me latía cada vez más
fuerte; la muerte de mi padre, el abrazo de mi madre
ayer. «¿Realmente fue ayer? ¿Qué día es hoy? ¿Por qué
está todo tan oscuro? ¿Qué es esto? ¿Dónde estoy?».
El atardecer con mi hermana, los abrazos en el sillón
marrón, la invitación a compartir un aguacate, el dis-
fraz de esquimal, la hierba de don Antonio, los cafés
en Venecia, su vocecita diciendo mi nombre y su son-
risa. Escucho algo: —Todos la recordaremos, siempre
estará con nosotros. El corazón parece explotarme en
el pecho, escucho un grito: —¡¡¡Noooo!!!—. ¿Es mi ma-
dre? Grito: —¡¡¡Estoy vivaaaa!!!
El sonido de la tierra caer y… EL SILENCIO.

173
MARÍA AUXILIADORA GAJATE SIVERIO

XVIII Certamen - Segundo Premio - Modalidad C

174
LA DESPEDIDA

E l abuelo pasa mucho tiempo sentado en las pie-


dras de una playa cercana. Mamá me remanga
los pantalones y yo corro por la arena hasta llegar a
donde está él. El abuelo no tiene mucha fuerza, así que
yo solo escalo y me siento a su lado. No sé qué le pasa a
mi abuelo, antes me contaba historias, pero ahora solo
me mira. Mamá está preocupada por mí. Yo pienso que
debe prestarle más atención al abuelo. Cuando vamos
a la playa mamá ni siquiera se da cuenta de que el abue-
lo está ahí. Siempre me hace volver a casa y nunca me
deja despedirme. Papá tampoco me dice qué le pasa al
abuelo. Se molesta conmigo pero él no llora como lo
hace mamá. Papá se preocupa de mamá pero tampoco
se preocupa del abuelo. Nadie se preocupa del abuelo.
Ahora la que me cuenta historias es abuela. Una vez me
acompañó a ver al abuelo pero no escaló por las pie-
dras. El abuelo miró a la abuela, pero la abuela me mira-
ba a mí. Abuela me dejó despedirme del abuelo. Abuelo
me miró por última vez y se fue. Estoy muy triste por-
que ya no veo al abuelo. Ahora que todos nos hemos
despedido el abuelo se ha marchado.

175
CAROLINA QUINTANA CABRERA

XIX Certamen - Primer Premio - Modalidad A

176
A LA SALIDA DEL INSTITUTO

S alí seis minutos después de que sonara el tim-


bre, y digo seis minutos exactos porque subir
desde la planta menos tres a la planta número uno me
suele llevar tiempo y más si estoy rodeado de estu-
diantes cansados, sudados y desesperados por llegar
a casa, bueno, llegar a casa y decir a gritos: «¡¿Mamá,
qué hay de comer?!». Una vez arriba comienzo a cal-
cular cuánto tiempo tardo desde la puerta del insti-

a caminar esquivando a otros tantos adolescentes


como yo, con maletas llenas de libros y bolas de papel,
intento esquivar zancadillas y alguna que otra risilla
de los más grandes del instituto.
Empiezo a pasar por la zona de los fumadores, es-
tudiantes de mi misma edad o menores que yo, que
-
mas como los tenemos el resto. Sí chicos, yo también
tengo miedo a crecer, y ya han pasado otros seis mi-
nutos.

177
JAVIER HERNÁNDEZ GONZÁLEZ

XIX Certamen - Segundo Premio - Modalidad A

178
LUJURIA LIBERTARIA

D ebo reconocer que la Libertad me resulta ex-


tremadamente excitante. Esa mujer aguerri-
da, con el vestido hecho jirones, pecho al descubierto,
dirigiendo al pueblo con su bandera tricolor, me des-
cubre pasiones incontroladas difíciles de atajar.
No obstante, avergonzado, nunca lo pude confe-
sar a mis compañeros de Partido: ellos jamás lo ha-
brían entendido. Hablaban de la Libertad para aquí,
la Libertad para allá, y yo simplemente asentía con la
cabeza mientras pensaba en colarme bajo sus faldas.
Así, cuando en las asambleas clandestinas terminába-
mos alzando los puños y gritando al unísono
un sudor frío recorría mi cuerpo y me desvanecía ima-
ginándola perdiéndose, sudorosa, entre mis labios.

ZEBENSUI LÓPEZ TRUJILLO

XIX Certamen - Primer Premio - Modalidad B

179
VIBRA PORQUE NO ESTALLA

(E mpieza a sonar música de espera)


Si a causa de esta moneda que me arreba-
tan, he de convertirme en nube de tormento... por ella

Por ella me sobrepondré al suave oleaje de las


lenguas entrenadas y declinaré los ofertados encan-
tos oscuros de las tecnologías más seductoras. Ni si-
quiera la dinastía de la manzana engordará en mi boca
como para acallar la llamarada de la justicia.
Si perezco en el intento… que se agrien todas las
salivas previas a primeras palabras de amor y se ara-
ñen todas las pantallas con insolentes desnudos tor-
nasolados por los electrones.
Que se derrumbe la atmósfera de datos y arre-
batos que mantiene la osada imposición de sus tri-
butos. Que los rayos ansiosos, prisioneros del plásti-
co y el vidrio, sacudan los apéndices de las hojalatas
que orbitan esta danza macabra de mensajes tergi-
versados y de… ¡BIIIIIIIIP! ¡GRACIAS POR LA ESPE-
RA!, LE ATIENDE YANIRA, ¿EN QUÉ PUEDO AYU-
DARLE?

181
—Hola… les llamo porque su compañía me ha co-
brado de más en la factura telefónica.

CAROLINA PAÑOS NAVARRO

XIX Certamen - Segundo Premio - Modalidad B

182
MI ABUELA SEVERA

M i abuela tenía un nombre que le iba a la


perfección: Severa. Solo con su rostro, im-
ponía un respeto que olía a miedo. Crecimos con ese
terror en las entrañas, tanto que, el día que la abuela
murió, mi hermano mayor soltó un sonoro suspiro de
satisfacción.
Pero días más tarde del entierro, mi madre llegó
a casa con un retrato enorme de medio cuerpo de la
abuela y lo colgó en el salón de la tele. Desde ese mo-
mento, sentimos su presencia, fría, seca, mirándonos.
Una noche, harto ya de aquellos ojos que nunca
se cerraban y de aquella boca amargada y enfadada,
mi padre cogió la foto de la abuela y la metió en el
cajón más recóndito de la alacena... Al día siguiente,
se pegaron las lentejas. Por la noche, hirvió la leche y
se rebasó tanto, que mi madre estuvo limpiando me-
dia hora la cocinilla. Después vinieron los electrodo-
mésticos: la lavadora se rompió, el bombillo de la en-
trada se estalló y los cachitos de cristal nos cortaron
los pies. Pero cuando se rompió la tele… ¡ay! cuando
se rompió la tele, mi padre lo vio todo muy claro: esa

183
noche, sacó el retrato de mi abuela Severa del cajón
más profundo de la alacena y lo volvió a colocar en lo
alto del mueble.
La muy puñetera, estaba sonriendo.

JOSEFA DÍAZ SÁNCHEZ

XIX Certamen - Primer Premio - Modalidad C

184
EN UN INSTANTE

A quella hipnótica banda blanca que desapa-


recía y volvía a aparecer, llamó su atención
desde el instante en que le sentaron sobre la colo-
reada toalla. Ni siquiera los juguetes que manoseaba

movimiento que se producía cada cuanto, allá en la le-


janía. Su cuerpo inició un balanceo que le permitió po-

por la pendiente, rápido, sin esfuerzo alguno. La de-

cada giro. La alcanzó justo cuando se enrollaba y así


el océano acogió al niño de un bucle amoroso. Fue un
contacto frío y desconocido. Sintió que entraba en un
mundo nuevo, quizás aquella iba a ser su primera es-
cuela: el aprendizaje de la atrayente crueldad. Abrió
la boca y ya no sintió nada más. Mientras, sus padres
sentados sobre la arena. Él leyendo mensajes del mó-
vil y ella, justo ahora, levantando la cabeza del libro y
apartando la sombrilla para asegurarse de que su niño
juega tranquilo y seguro.

185
MARÍA CARMEN CEJUDO BRUNO

XIX Certamen - Segundo Premio - Modalidad C

186
ÍNDICE

PRÓLOGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .5

¡ME CAGO EN CAPERUCITA! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .7


GUAYOTA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
ACUSACIONES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
EL NOMBRE DE LAS COSAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
TERROR EN LA S.S. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
AZUL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
PURA VIDA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
TIEMPO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
EL VIENTO ES UN CABALLO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
PERDIDO EN TI. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
OSCURIDAD HELIÓFAGA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
HISTORIAS DE LA HISTORIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
MIRADAS DE AMOR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
IGNOMINIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
MIEDO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
EFERVESCENTE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
EN EL PANÓPTICO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
BESO DE INVIERNO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45

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LUCHA DE TITANES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
EL ORDEN PERFECTO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
SILENCIO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
CAPÍTULOS PUBLICABLES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
DESCALZANDO LA VIDA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
INSTANTÁNEA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
NADIE VIO SI... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
UN GRITO DE INCOMPRENSIÓN. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61
DISCREPANCIAS LITERARIAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
EL ABRAZO PERDIDO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
PERDER EL NORTE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
UN INVIERNO SIN TI. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
CRUELDAD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
GRUÑIDOS Y VOCES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
LA ENVIDIA EN LO BREVE DE UN DÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
MIEDO A VOLAR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
UN GOLPE MÁS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
LA CUENTACUENTOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
VENGANZA SENTIMENTAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
BUSCANDO LOS COLORES DEL ATARDECER . . . . . . . . . . . . . . 89
CUANDO ES AMOR DE MARIO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
MIMARGARIMO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
UN PLAN BRILLANTE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95
EL LÍMITE DEL HOMBRE CUERDO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
AMOR INTRÍNSECO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
SOLEDAD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .101
LA PARIENTA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .103
LÍMITES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .105

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NEVERISMO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .107
BARRIO ALTO, LISBOA, 2001. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .109
DESDE LOS RECUERDOS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .111
UN IMÁN PERSONAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .113
SOMETHING LIKE LOVE. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .115
SOLO RESPIRA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .117
SECRETOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .119
EL LOCO DEL MUELLE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .121
EL POETA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .123
AGOSTO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .125
EL DESCUIDO DE ERWIN SCHRÖDINGER. . . . . . . . . . . . . . . . .127
ERA UNA DE ESAS NOCHES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .129
LA BIBLIOTECARIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .131
RECUERDOS DE TRAFICANTE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .133
MALPAÍS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .135
¿Y QUÉ DICE LA CONSTITUCIÓN DE NO
HACER LIMONADA? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .137
ÉRASE UNA VEZ UN ARTISTA SIN NOMBRE
QUE PINTÓ UN CUADRO SIN FIRMAR... . . . . . . . . . . . . . . . . . . .139
SE NOS APARECIÓ LA VIRGEN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .141
LA PISCINA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .143
MANTIS ATEA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .145
EL LAGO DE LAS PALABRAS AHOGADAS . . . . . . . . . . . . . . . . . .147
FOLLEMOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .149
CRUCE DE CALLES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .151
MALDITOS CROMOSOMAS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .153
EL DESIERTO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .155
LA VIDA ENTERA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .157
VIDA DE PERRO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .159

189
EL PARAGUAS AMARILLO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .163
2100. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .165
AUDICIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .167
SINESTESIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .169
DURMIENDO CON MI ENEMIGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .171
EL SILENCIO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .173
LA DESPEDIDA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .175
A LA SALIDA DEL INSTITUTO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .177
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .179
VIBRA PORQUE NO ESTALLA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .181
MI ABUELA SEVERA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .183
EN UN INSTANTE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .185

190

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