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1

Los nueve monstruos

César Vallejo
Poeta peruano

Y, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora, voraz,
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de ser, dolernos doblemente.
Jamás, hombres humanos,
hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tanto cariño doloroso,
jamás tanta cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
y la migraña extrajo tanta frente de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón, dolor.
Crece la desdicha, hermanos hombres,
más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece
con la res de Rosseau, con nuestras barbas;
crece el mal por razones que ignoramos
y es una inundación con propios líquidos,
con propio barro y propia nube sólida!
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
a la hora del trigo, y nueve sones hembras
a la hora del llanto, y nueve cánticos
a la hora del hambre y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.
El dolor nos agarra, hermanos hombres,
por detrás, de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los gramófonos,
2
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a nuestros boletos, a nuestras cartas;
y es muy grave sufrir, puede uno orar...
Pues de resultas
del dolor, hay algunos
que nacen, otros crecen, otros mueren,
y otros que nacen y no mueren, otros
que sin haber nacido, mueren, y otros
que no nacen ni mueren (son los más).
Y también de resultas
del sufrimiento, estoy triste
hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando, a la cebolla,
al cereal, en general, harina,
a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al vino, un ecce-homo,
tan pálida a la nieve, al sol tan ardido¹!
¡Cómo, hermanos humanos,
no deciros que ya no puedo y
ya no puedo con tanto cajón,
tanto minuto, tanta
lagartija y tanta
inversión, tanto lejos y tanta sed de sed!
Señor Ministro de Salud: ¿qué hacer?
¡Ah! desgraciadamente, hombre humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer.

3
He olvidado al hombre que no olvida

Gian Pierre Codarlupo


Poeta peruana

He olvidado al hombre que no olvida,


al que me señala, al que me escribe,
al que me transforma.

Tantas cosas he olvidado


al observar el borde de mis dedos
desdibujar el nacimiento de un sonido,
de una herida,
que ya no hay un solo lugar en donde no
encuentre un corazón:
la caída de una civilización
desde un lucero.

Se podría decir que esta vida


no es más que otra vida
que nos mata y nos libera,
una huella que se olvida en el camino,
el beso de una prostituta
al agitar su nombre
y reconocer
que en realidad no hay ningún nombre,
que solo somos la extinción de un puerto
atravesado por sí mismo.

Y sin embargo, el incendio ya no nos devora,


hemos aprendido
a morir bajo la lluvia.

4
Ahora en este encuentro

Enrique Gracia Trinidad


Poeta español

Cuando la fiesta del señor se acaba


y empieza la del siervo...
-quizá tan solo un niño sueña con el mar-
cuando ya desoladas las botellas ofrecen lo que no pudo
entrar en las frágiles copas...

Ahora es cuando entro en la partida, ahora


es cuando juego mi baza
y abro mi camisa.
Ahora,
cuando la noche vino a encamar al hombre del smoking
y la señora del collar y el traje supercaro
es una prostituta,
ahora que las acciones duermen en la banca
y el sereno es un búho taciturno.

Vedme bajar del humo de un cigarro o del perfume


de un frasco Made in France que se ha quedado
abierto en la consola.

Soy un nocturno pájaro sin sueño, me poso en el alero


de las torres, descubro vuestra noche,
hago de voceador, me infiltro en vuestro lecho
y voy dejando negras pesadillas en los párpados,
en los labios que alguna vez besaron,
que alguna vez besaron...
Desde las chimeneas sé lo que os ocurre,
desde los altos techos de técnica y lujuria
descubro a las parejas que se aman,
y a los que no saben qué van a comer cuando despierten.
Mi carcajada y mi llanto dibujan escalofríos
en todos los pijamas.
Pienso en mi amor dormido hace algún tiempo,
y en amplios butacones donde vivir no es ningún milagro.
Cuando viene la luz arrojo este cansancio
y enciendo un cigarrillo por el mundo.
Alguien me pide fuego y os puedo asegurar que no lo entiendo.

5
Tango del viudo

Pablo Neruda
Poeta chileno

OH Maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia,


y habrás insultado el recuerdo de mi madre
llamándola perra podrida y madre de perros,
ya habrás bebido sola, solitaria, el té del atardecer
mirando mis viejos zapatos vacíos para siempre
y ya no podrás recordar mis enfermedades, mis sueños nocturnos, mis comidas,
sin maldecirme en voz alta como si estuviera allí aún
quejándome del trópico de los coolíes corringhis,
de las venenosas fiebres que me hicieron tanto daño
y de los espantosos ingleses que odio todavía.

Maligna, la verdad, qué noche tan grande, qué tierra tan sola!
He llegado otra vez a los dormitorios solitarios,
a almorzar en los restaurantes comida fría, y otra vez
tiro al suelo los pantalones y las camisas,
no hay perchas en mi habitación, ni retratos de nadie en las paredes.
Cuánta sombra de la que hay en mi alma daría por recobrarte,
y qué amenazadores me parecen los nombres de los meses,
y la palabra invierno qué sonido de tambor lúgubre tiene.

Enterrado junto al cocotero hallarás más tarde


el cuchillo que escondí allí por temor de que me mataras,
y ahora repentinamente quisiera oler su acero de cocina
acostumbrado al peso de tu mano y al brillo de tu pie:
bajo la humedad de la tierra, entre las sordas raíces,
de los lenguajes humanos el pobre sólo sabría tu nombre,
y la espesa tierra no comprende tu nombre
hecho de impenetrables substancias divinas.

Así como me aflige pensar en el claro día de tus piernas


recostadas como detenidas y duras aguas solares,
y la golondrina que durmiendo y volando vive en tus ojos,
y el perro de furia que asilas en el corazón,
así también veo las muertes que están entre nosotros desde ahora,
y respiro en el aire la ceniza y lo destruido,
el largo, solitario espacio que me rodea para siempre.

Daría este viento del mar gigante por tu brusca respiración


oída en largas noches sin mezcla de olvido,
uniéndose a la atmósfera como el látigo a la piel del caballo.
Y por oírte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa,
como vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada,
cuántas veces entregaría este coro de sombras que poseo,
6
y el ruido de espadas inútiles que se oye en mi alma,
y la paloma de sangre que está solitaria en mi frente
llamando cosas desaparecidas, seres desaparecidos,
substancias extrañamente inseparables y perdidas.

7
Asombro del tiempo

Homero Aridjis
Poeta mexicano

Ella la dijo: Todo sucede en sábado:


el nacimiento, la muerte,
la boda en el aire de los hijos.
Tu piel, mi piel llegó en sábado.
Somos los dos la aurora, la sombra de ese día.

Ella la dijo: Si tu padre muere,


yo también voy a morir.
Sólo es cosa de sábados.
Cualquier mañana los pájaros
que amé y cuidé van a venir por mí.

Ella estuvo conmigo. En mi comienzo.


Yo estuve con ella cuando murió, cuando nació.
Se cerró el círculo. Y no sé
cuándo nació ella, cuándo morí yo.
El rayo umbilical nos dio la vuelta.

Sobre la ciudad de cemento se alza el día.


Abajo queda el asombro del tiempo.
Has cerrado los ojos, en mí los has abierto.
Tu cara, madre, es toda tu cara, hoy que dejas la vida.
La muerte, que conocía de nombre, la conozco en tu cuerpo.

Dondequiera que voy me encuentro con tu rostro.


Al hablar, al moverme estoy contigo.
El camino de tu vida tiene muchos cuerpos míos.
Juntos, madre, estaremos lejanos.
Nos separó la luna del espejo.

Mis recuerdos se enredan con los tuyos.


Tumbados para siempre, ya nada los tumba.
Nada los hace ni deshace.
Palpando tu calor, ya calo tu frío.
Mi memoria es de piedra.

Hablo a solas y hace mucho silencio.


Te doy la espalda pero te estoy mirando.
Las palabras me llevan de ti a mí y de mí a ti
y no puedo pararlas. Esto es poesía, dicen,
pero es también la muerte.

Yo labro con palabras tu estela.


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Escribo mi amor con tinta.
Tú me diste la voz, yo sólo la abro al viento.
Tú duermes y yo sueño. Sueño que estás allí,
detrás de las palabras.

Te veo darme dinero para libros,


pero también comida.
Porque en este mundo, dicen,
son hermosos los versos,
pero también los frutos.

Un hombre camina por la calle.


Una mujer viene. Una niña se va.
Sombras y ruidos que te cercan
sin que tú los oigas, como si sucedieran
en otro mundo, el nuestro.

Te curan de la muerte y no te salvan de ella.


Se ha metido en tu carne y no pueden sacarla,
sin matarte. Pero tú te levantas, muerta,
por encima de ti y me miras desde el pasado mío,
intacta.

Ventana grande que deja entrar a tu cuarto la ciudad de cemento.


Ventana grande del día que permite que el sol se asome a tu cama.
y tú, entre tanto calor, tú sola tienes frío.

Así como se hacen años se hace muerte.


Y cada día nos hacemos fantasmas de nosotros.
Hasta que una tarde, hoy, todo se nos deshace
y viendo los caminos que hemos hecho
somos nuestros desechos.

Sentado junto a ti, veo más lejos tu cuerpo.


Acariciándote el brazo, siento más tu distancia.
Todo el tiempo te miro y no te alcanzo.
Para llegar a ti hay que volar abismos.
Inmóvil te veo partir, aquí me quedo.

El corredor por el que ando atraviesa paredes,


pasa puertas, pasa pisos,
llega al fondo de la tierra,
donde me encuentro, vivo,
en el comienzo de mí mismo en ti.

Número en cada puerta y tu ser pierde los años.


Tu cuerpo en esa cama ya sin calendarios.
Quedarás fija en una edad, así pasen los siglos.
9
Domingo 7 de septiembre, a las tres de la tarde.
Un día más, unos minutos menos.

En tu muerte has rejuvenecido,


has vuelto a tu rostro más antiguo.
El tiempo ha andado hacia atrás
para encontrarte joven. No es cierto
que te vayas, nunca he hablado tanto contigo.

Uno tras otro van los muertos, bultos blancos,


en el día claro.
Por el camino vienen vestidos de verde.
Pasan delante de mí y me atraviesan. Yo les hablo.
Tú te vuelves.

Pasos apesadumbrados de hombres


que van a la ceremonia de la muerte,
pisando sin pisar las piedras
de las calles de Contepec,
con tu caja al cementerio.

Tú lo dijiste un día:
todo sucede en sábado:
la muerte, el nacimiento.
Sobre tu cuerpo, madre, el tiempo se recuerda.
Mi memoria es de piedra.

10
La llave

Margarita Campos Sánchez


Poeta español

Sin estar ya que llenaron de compañía


en tus pensamientos, tus noches sin luna.
quiero dejar mi huella Sin estar ya
en tu mirada, en tu almohada,
profunda mirada apoyada ni envuelta
en la que me sumergía entre las sábanas
momentos eternos. de pasiones ocultas.
Sin estar ya Quiero
en tus íntimos deseos que recuerdes mi nombre
quiero seguir tatuada y mis ganas
en un rincón cada vez
de tu cerebro, que en ella apoyes
rincón donde se guarda tus ansias nocturnas.
lo que tanto queremos.
Y en tus despertares
Dejaré, saciados
recuerdos de música eterna,
que te harán sonreír, de cuerpos
no serás que se aman
capaz de olvidar, cuando bailan
ni aún queriendo con ella.
de mí escapar.
Sin estar ya en ti,
Sin estar ya me llevarás
en tus sueños de amor, allá donde vayas,
acompañando como te acompañan
las largas noches los pensamientos,
donde el sol siempre como no se olvidan
estaba encendido. los buenos momentos.
Quiero dejar mi huella Siempre
en tu piel de seda quedaré en tu memoria
y en la caricia por estar
de tus manos marcada a fuego
que suavemente dentro, muy dentro,
recorrieron allá donde no se borran
mi cuerpo. ni se olvidan los sueños.
Qué no olvides Siempre tendré
nunca mis besos la llave de tus recuerdos.
con sabor a deseos,
ni mi ternura, Margarita Campos.

11
Amor (Amor… única llama que me queda de Dios)

Julia de Burgos
Poeta puertorriqueña

Amor…
única llama que me queda de Dios
en el sendero cierto de lo incierto.

Aquí,
desesperada,
me contemplo la vida en un hueco del tiempo.

Entrecortando pasa el sendero de luz


que esperancé de sueño.

¡Oh mañanas azules que se quedaron muertas,


volando en el espacio!

¡Oh anudada caricia que amaneces dispersa,


cuando despierta el cuerpo!

¡Oh querer desterrarme de mis pasos turbados…!


¡Multiplican en ecos!

Aquí, junto al continuo gravitar de la nada,


¡cómo asaltan mi espíritu los silencios más yermos!

Mi esperanza es un viaje flotando entre sí misma…


Es una sombra vaga sin ancla y sin regreso.

Mis espigas no quieren germinar al futuro.


¡Oh el peso del ambiente!
¡Oh el peso del destierro!

¡Amor…!
Hasta la leve ronda de tu voz perturbada,
me partió la ola blanca que quedaba en mi pecho.

12
(Poema) 3.
De Visitante profundo

Jaime Sáenz
Poeta boliviano

Del modo azul con que envuelves el mundo,


el modo azul en que amas.
Estoy entristecido, y enamorado de tu modo azul-del
modo azul de estar que esperas a que yo pueda vivir y
morir aquí en el mundo.
Del modo azul en que la idea te conduce al alba del
Gesto - percibes el estruendo que vives y lo explicas e interpretas
a tus semejantes y a nosotros
en el borde del agua y el oído atento a las claras revelaciones
de una trompeta transmutadora del deseo de la luz
en una llanura de vivas arenas y el latido del compás
de la rueda que presagia la idea – niño y la primera y final
virtud del suceso.
Del mundo azul en que congregas tu pensamiento
-del modo azul dispuesto por ti en aquel embozo lunar,
Cuando un día ofrendo el hombre su sonrisa al universo.
De anterior época a mi origen solo conservo de ti el
temor de nacer, y el de estar muerto y que
otros mueran o estén muertos,
porque – extraño caso de olvido – ya no se de tu
remota enseñanza
ya no se de lo que me infundieras ni lo sabré, aun
muerto:
es un extraño caso de olvido, modo azul,
y nos bambolearemos hasta que sus semejantes y nosotros
y nuestros semejantes y tu pasemos a ti
con la sola semejanza para descifrarte viviendo y muriendo.
Cuando nos permitas a este bello mundo y a nosotros
Vulnerarte
Y finjas tropezarte a estar dormido y simules haber sido
Visto o hagas entender que alguno vislumbro una partícula tuya
Y con un relámpago enciendas el espanto y el asombro
en nuestro mundo, volveremos a mirar del animal, del muerto y del vino
y de la naturaleza de nuestro mundo,
y nunca más olvidaremos. Será la reducción, nodo azul.
El músico y las escopetas, lo liviano, lo pesado y la sombra,
Los apodos, el algodón y el calambre, el odio, los estafadores,
la urraca, la edad y los candados, la ortografía
y el café y los mentirosos, la pulga y el marfil, el número,
las abeja la visión y yo, la cola, el oro y las repisas y los
achacosos
esperamos la señal ansiosos por fundirnos y proseguir
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el dialogo contigo, modo azul.
Que se alarquen los días y las noches sean humeantes
Y los moscardones tengan una vida llevadera.
Que esto sea, y sea mucho más
-que el hombre deje de ser un protegido del animal y
alcancé lo humano, lo alto y lo sencillo
-que la lana no le sea arrebatada al animal y deje
A cada cual estarse tranquilo.
Ahora se escucha un grito, proferido quien saber por qué;
No es grito de hombre ni tampoco es de animal, pero
Es un grito de cosa
-su origen se allá aquí, y parece ser inadmisible
-modo azul, yo estoy entristecido y perplejo por siempre,
Es mi intención dejar de verme y no saber nada de
Mi y comeré, si no podrías hacer por el visto.

14
Mi cuerpo es un pueblo en emergencia

Lourdes Aparición
Poeta peruana

Mi cuerpo
es pueblo
y
lleva consigo mitos que duermen
entre el maíz de cada huerta
y pasean por mulas
el leño que usarán
para calentar el mote
o hacer la sopa de maíz

Mi pueblo/mi cuerpo
junta coca
para resistir la siembra
y estar listo para la cosecha
que empieza dentro de cinco lunas

Mi cuerpo
con su río semiseco en verano
recibe a los niños
y niñas
que se zambullen
desde la roca más alta
hasta la tarde más clara
para luego correr a casa
antes de que empiece la lluvia

Mi pueblo/mi cuerpo
cuenta las vacas que descansan en el patio de mi tío
cerca al baño de emergencia
como todas las cosas
aquí son de emergencia

Emergencia mi asma
que me ata cada cierto tramo
que camino a la plaza

Emergencia los huesos de mi abuela


que ya están secos
para cargar más peso
en la yiklla

Emergencia

Mi cuerpo es mi pueblo

en emergencia.

15
Poética

Luis García Montero


Poeta español

Hay momentos también en que dejamos


las palabras de amor y los silencios
para hablar de poesía.
Tú descansas la voz en el pasado
y recuerdas el título de un libro,
la historia de unos versos,
la noche juvenil de algunos cantautores,
la importancia que tienen
poetas y banderas en tu vida.
Yo te hablo de comas y mayúsculas,
de imágenes que sobran o que faltan,
de la necesidad de conseguir un ritmo
que sujete la historia,
igual que con las manos se juntan
la humedad y los muros de un castillo de arena.
Y recuerdo también algunos versos
en noches donde comas y mayúsculas,
metáforas y ritmos,
calentaron mi casa,
me dieron compañía,
supieron convencerme
con tu mismo poder de seducción.

Ya sé que otros poetas


se visten de poeta,

Cuando ya estaba limpio,


se sentaba a escribir.

Dichoso tú,
dichoso tú, amigo mío,
que conservas razones para cuidar tu piel
en los días de lluvia y en los inviernos propios.

16
Mancha

Willy Gómez Migliaro


Poeta peruano

Un trabajo en la materia tiene su buen dios


y ayer vimos a nuestro equipo amarillo: ganó la punta con su historia dispersa.
La música acababa en la naturaleza de la forma.
La materia deshacía su ocupación
y nadie sino yo comenzaba esto:
la noche
para seguir un programa de escritura difícil.
Porque para un modelo de papel
el mensaje del mundo se pasea en poemas
y son su propia cosa.
Además fue divertido ver parado a los hombres del espectáculo
en su propia inundación
y con señales acústicas tal proyección
moría en el arte verbal.
Ellos descorrían su manantial
-lo supe después por la única carta de Marga desde el Cusco-
solos, con sus palabras de restaurantes
a través de la ciudad. El aire era repelente,
y un olor a lluvia fue mi aflicción y una tumba marcada con tiza azul,
fue mi punto concéntrico.
La palabra, ahora sé, revela demonios
y los nombres de su sexo
cuando son profundamente amarillos los ribetes de la imaginación
que bañan tu cuerpo;
y son profundamente celestiales los trabajos del buen dios
perfeccionando la materia cuando revela
un lenguaje desaparecido.
En donde nada hay
el dictado empieza.

17
La danza

Ruth Ana López Calderón


Poeta boliviana

Donde el camino bifurca


los pasos se aquietan, enredan sus sombras los espinos,
entonces realidades y fantasías
tambalean en lo alto de las ramas
y la encrucijada obliga a agitar las alas.

Por eso mis marionetas van y vienen


reviven y remueren sus ajenas voluntades
y sus fragmentos pasados
ya no son más que visiones que merodean
los alrededores.

Y enloquecen inevitablemente
en destellos de luz y penumbras:
los pasos se aquietan más;
donde orgullosas y avergonzadas,
donde enamoradas y desenamoradas
y el ser o no ser como flama,
las estremece y las calma:
risas infantiles oyen a lo lejos.

En sus pies han crecido raíces


y jalan hacia lo profundo
de sueños y pesadillas
de éxtasis y realidad,
los cantares de sus almas agradecidas
y los lamentos de sus rotos corazones retumban en el bosque.

Giran en su entorno los rostros amados


y odiados
en una danza sin
previsto / fin
semejante a rituales bajo la luna llena
y miradas furtivas y pensamientos pecaminosos:
¡Oh!, las cosas prohibidas sus ojos seducen
y ganan batallas y pierden guerras,
pero sus gozos saborean, alucinan y desean terrenas delicias.

Ángeles y demonios, rosas y espinas


y mis marionetas entrelazan los brazos
y danzan, danzan sobre un mar de hojas secas;
las raíces en sus pies cada vez más profundas,
justo donde el camino bifurca
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y escuchan plañideras voces retumbar en sus cerebros,
como locas serpentinas por el viento sacudidas.

Espinados los cuerpos, oídos atormentados,


y las voces de ángeles y de susurros demonios
les dictan secretas fórmulas de vida,
conjuros de tiempos aún no vividos,
y cae la tierra con peso de muerte sobre sus blandas siluetas
y mis pupilas quemadas se dilatan:

ven el camino que delante se bifurca.

19
Bodel Johensen
(1944 –1985)

Fátima Velez
Poeta colombiana

la que sólo se une con su perro


decía Nicanor Parra
es la historia de Bodel Johensen mujer jabalí
historia de un deseo
del toro al cerdo
al caballo al perro al gato
a lo que el calor de un contacto
puede domesticar
deseo donde se pueda decir que algo es puro
si alguna vez ha existido algo como lo puro
donde se le concede al cuerpo
la libertad de no buscar sólo lo semejante
es la historia de Bodel Johensen
de su madre amargura por la ausencia de un padre de familia
de una granja donde se rezaba en cristiano
se iba al colegio a pie
se sacaba con leña costra para el invierno
un día especialmente escandinavo
pocas horas de luz que extrae lo inicuo de las piedras
a Bodel Johensen la violaron
y ya en la casa le contó a la madre
y la madre culpó y latigó
al gusto del contacto del cuero con la carne
Bodel Johensen juró que cuando fuera grande
tendría sexo con jabalíes
y la madre a la hija respondióle que sólo
se podía hablar así si se estaba saliendo de un demonio
Bodel Johansen niña de doce años
entregada a su perro en sexo y alma
a su perro, cuya imagen conservó hasta la muerte
en una cadenita alrededor del cuello
de ahí salió la voz
que respondió sí, una, y me decepcionó
cuando le preguntaron si alguna vez
había estado con hombres
Bodel Johensen
amamanta animales con su pecho
prefiere lo mamífero
que no sabe de sensibilidad a la lactosa

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su cuidado, su afecto por lo vivo
su amplio dejar estar
encuadra con el tono
de la sexta sinfonía de Beethoven
del documental donde la vemos en los colores porosos
de los sesenta daneses y rurales
Bodel Johensen
viva
dos conejos
siete perros
gatos esporádicamente
un cerdo de guinea
una yegua
y un semental negro llamado Luz del Sueño
bestialidad llaman al sexo entre especies diferentes
bestialidad lo que sucede en islas que rodean la Antártida
donde las focas violan a los pingüinos
y en tres de los cuatro incidentes registrados
la foca deja ir al pingüino
pero en uno de los episodios lo mata, lo come
Bodel Johensen
entre animales humanos y no humanos
sabe distinguir la confianza
la entrega jabalí
de lo salvaje al instinto y así cumplióle promesa a la madre

21
Milonga de los hermanos

Jorge Luis Borges


Poeta argentino

Traiga cuentos la guitarra


de cuando el fierro brillaba,
cuentos de truco y de taba,
de cuadreras y de copas,
cuentos de la Costa Brava
y el Camino de las Tropas.

Venga una historia de ayer


que apreciarán los más lerdos;
el destino no hace acuerdos
y nadie se lo reproche
ya estoy viendo que esta noche
vienen del Sur los recuerdos,
velay, señores, la historia
de los hermanos Iberra,
hombres de amor y de guerra.

Y en el peligro primeros,
la flor de los cuchilleros
y ahora los tapa la tierra.
suelen al hombre perder
la soberbia o la codicia;
también el coraje envicia
a quien le da noche y día
el que era menor debía
más muertes a la justicia.

Cuando Juan Iberra vio


que el menor lo aventajaba,
la paciencia se le acaba
y le armó no sé que lazo
le dio muerte de un balazo,
allá por la Costa Brava.

Sin demora y sin apuro


lo fue tendiendo en la vía
para que el tren lo pisara.
el tren lo dejó sin cara,
que es lo que el mayor quería.

Así de manera fiel


conté la historia hasta el fin;
es la historia de Caín
que sigue matando a Abel.

22
Elegía interrumpida

Octavio Paz
Poeta mexicano

Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.


Al primer muerto nunca lo olvidamos,
aunque muera de rayo, tan aprisa
que no alcance la cama ni los óleos.
Oigo el bastón que duda en un peldaño,
el cuerpo que se afianza en un suspiro,
la puerta que se abre, el muerto que entra.
De una puerta a morir hay poco espacio
y apenas queda tiempo de sentarse,
alzar la cara, ver la hora
y enterarse: las ocho y cuarto.

Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.


La que murió noche tras noche
y era una larga despedida,
un tren que nunca parte, su agonía.
Codicia de la boca
al hilo de un suspiro suspendida,
ojos que no se cierran y hacen señas
y vagan de la lámpara a mis ojos,
fija mirada que se abraza a otra,
ajena, que se asfixia en el abrazo
y al fin se escapa y ve desde la orilla
cómo se hunde y pierde cuerpo el alma
y no encuentra unos ojos a que asirse...
¿Y me invitó a morir esa mirada?
Quizá morimos sólo porque nadie
quiere morirse con nosotros, nadie
quiere mirarnos a los ojos.

Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.


Al que se fue por unas horas
y nadie sabe en qué silencio entró.
De sobremesa, cada noche,
la pausa sin color que da al vacío
o la frase sin fin que cuelga a medias
del hilo de la araña del silencio
abren un corredor para el que vuelve:
suenan sus pasos, sube, se detiene...
Y alguien entre nosotros se levanta
y cierra bien la puerta.
Pero él, allá del otro lado, insiste.
Acecha en cada hueco, en los repliegues,
23
vaga entre los bostezos, las afueras.
Aunque cerremos puertas, él insiste.

Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.


Rostros perdidos en mi frente, rostros
sin ojos, ojos fijos, vaciados,
¿busco en ellos acaso mi secreto,
el dios de sangre que mi sangre mueve,
el dios de hielo, el dios que me devora?
Su silencio es espejo de mi vida,
en mi vida su muerte se prolonga:
soy el error final de sus errores.

Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.


El pensamiento disipado, el acto
disipado, los nombres esparcidos
(lagunas, zonas nulas, hoyos
que escarba terca la memoria),
la dispersión de los encuentros,
el yo, su guiño abstracto, compartido
siempre por otro (el mismo) yo, las iras,
el deseo y sus máscaras, la víbora
enterrada, las lentas erosiones,
la espera, el miedo, el acto
y su reverso: en mí se obstinan,
piden comer el pan, la fruta, el cuerpo,
beber el agua que les fue negada.
Pero no hay agua ya, todo está seco,
no sabe el pan, la fruta amarga,
amor domesticado, masticado,
en jaulas de barrotes invisibles
mono onanista y perra amaestrada,
lo que devoras te devora,
tu víctima también es tu verdugo.
Montón de días muertos, arrugados
periódicos, y noches descorchadas
y amaneceres, corbata, nudo corredizo:
"saluda al sol, araña, no seas rencorosa..."

Es un desierto circular el mundo,


el cielo está cerrado y el infierno vacío.

24
El hombre imaginario

Nicanor parra
Poeta chileno

El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario

De los muros que son imaginarios


penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios

Todas las tardes tardes imaginarias


sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios

Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario

Y en las noches de luna imaginaria


sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario

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Fábula

Moisés Pascual Pérez


Poeta panameño

Te estoy leyendo
los ojos
y viene de lejos la lluvia
con pasos
de niño ausente.
¿Se mojarán las palabras
si las guardo
en mi pecho?
Voy a intentar
callar Yo vivo en una torre solitaria,
mi boca desbocada. al otro lado del mundo.
Mi alma solo quiere ser Tú vives
silencio. en un campo de girasoles,
A lo lejos arados y bueyes,
la lluvia es el fantasma hombres que al tacto
de una lágrima del vino,
extraviada cantan con espadas.
en la casa del monte. Tú vives en un libro
Te estoy leyendo. abierto
Eres como un pájaro y yo en el péndulo
atrapado de un reloj
en una jaula. constante.
Yo ya no tengo ¡Un día seremos
alas. nubes
Todo fluye y cruzaremos
desde esta ventana el puente
sin sentido. sin nombre!
¡Qué lejanía la del árbol Un día,
y el río! nadie lo sabe,
¡Tengo sed de ti! escribiremos
Mi sol no tiene boca. una hermosa fábula
La luna duerme desnuda del zorro
abrazada por la brisa. y la flor.
¡Y tú vivirás
en un sueño
de cristales,
y yo
en un olvido
de caminos
sin señales!

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Mujeres del mundo: uníos

Teresa Calderón
Poeta chilena

Arriba mujeres del mundo


la buena niña y la niña buena para el leseo,
las hermanitas de los pobres y amiguitas de los ricos

la galla chora y la mosca muerta


la galla hueca y la medio pollo
la cabra lesa y la cabra chica metida a grande
canchera la cabra y la que volvió al redil

la que se echa una canita al aire


la que cayó en cana o al litro y la caída del catre
las penélopes mata haris y juanas de arco,
la que tiene las hechas y las sospechas
la que se mete a monja o en camisa de once varas

la mina loca la mina rica pedazo de mina


la que no tenga ni perro que le ladre
y la que “tenga un bacán que la acamele”

Arriba mujeres del mundo


la comadre que saca los choros del canasto los pies del plato
y las castañas con la mano del gato
las damas de blanco azul y rojo
las de morado las damas juanas y damiselas
todas las damas y las nunca tanto

la liviana de cascos y la pesada de sangre


la tonta que se pasó de viva y la tonta morales
la que se hace la tonta si le conviene
la que no sabe nada de nada
y ésa que se las sabe por libro.

La madre del año arriba,


madre hay una sola
y las que se salieron de madre.

Arriba mujeres del mundo:


la cabra que canta pidiendo limosna
la que como le cantan baila
y la que no cantó ni en la parrilla.

Arriba todas las que tengan vela en este entierro


la que pasa la lista y la que se pasa de lista
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la aparecida y la desaparecida
la que se ríe en la fila y la que ríe último ríe mejor:

la natasha la eliana la pía


la paz la anamaría la lila
la angelina y la cristina
la que anda revolviendo el gallinero
la que pasa pellejerías y la que no arriesga el pellejo
la dejada por el tren o por la mano de Dios.

Que se alcen las mujeres con valor


las pierdeteúna y la que se las ha perdido todas
la percanta que se pasa para la punta
la que nadie lleva ni de apunte
y esa que apuntan con los fusiles.

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Armero

Hernando Guerra
Poeta colombiano

¿Qué es ese verde


Vestigio de hombres y mujeres
de árboles y pájaros
de hojas en el viento
Memoria de calles y de casas
de voces y de sueños
fiestas fantasmas milagros
Memoria del valle donde un río se baña
dormita el lago su color de cielo
un pájaro se posa sobre el alba
Noche que llega a la vastedad del campo
con su coro de sombras
de insectos azules
Montaña pensativa como guardando secretos
como advirtiendo un fuego un hielo
una voz que refulge truena
llueve ceniza?
¿Qué es ese verde
Culpa del inocente
que le prende fuego al sueño
corta la flor asalta la semilla
Vigilia del que duerme sobre la piel erosionada
mientras cuenta y canta
atesora arena
Gente que camina por campos de utopía
donde la brisa germina
gastadas palabras
Pasos que llevan al desierto
desde el jardín interior de la mirada
la mirada estéril la ciega luz?
¿Qué es ese verde
Oasis
Espejismo?

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De la velocidad de los fantasmas

Gabriel Chávez Casazola


Poeta boliviano

En un prólogo leo que un poeta fue prematuramente /


muerto.
Pero, ¿acaso hay alguien que muere antes de tiempo?
Todos morimos en el momento exacto.
Lo que ocurre es que los muertos jóvenes dejan más /
cosas pendientes
y tardan mucho en desplazarse
—distraídos y perplejos— para cerrar sus círculos.
Sí, los muertos jóvenes viajan muy lentamente
para poder ajustar cuentas:
sé de una muchacha cuyo fantasma demoró largos /
veinte años
en recorrer a pie la ruta desde Buenos Aires hasta San/
Lorenzo,
en el norte,
atravesando pampas y cañaverales,
para poder decir adiós
con una vaharada de perfume a un hombre que fue suyo,
y sé también de un piloto, muerto en cierto accidente,
que demoró diez años en llegar a los sueños de su madre
para revelarle en cuál pico de los molestos Andes
se encontraba, congelado y envejecido,
cual la heroína de Horizontes perdidos en el Tibet,
su exquisito cadáver treintañero.
Los muertos viejos no.
Los fantasmas de los que han muerto viejos llevan los /
pies livianos
ya casi alígeros de tan inmateriales
(recuerda A Christmas Carol)
y pueden cerrar cuentas —si aún las tienen— en una /
misma noche,
en esa misma noche en que los velan.
Los muertos niños
los muertos niños no se van del todo
se quedan atrapados e indefensos entre sus juguetes
sin percatarse de que han muerto,
de que algo ha cambiado radicalmente entre ellos y /
nosotros.
Por eso, cuando de noche en tu departamento se
encienda algún juguete sin motivo
aparente o si, como en cierto palacete de San Isidro /
en Lima,
un niño se le aparece a una invitada
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de voz bella, con toda naturalidad,
jugando tras del escritorio,
es que allí algún pequeño no ha cerrado su círculo
entre sí mismo y la dura razón de la existencia.
Los muertos no nacidos fluyen siempre en el torrente /
de la sangre de sus madres.

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