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Hechas estas precisiones, es necesario conocer, también, que los Kamentzá o “sibundoy” o
“quillacingas” (a veces llamados “quillacingas de la montaña” por los españoles y, tal vez,
por los incas), habitantes del valle homónimo desde por lo menos cuatros siglos antes de la
conquista hispana, por alguna circunstancia especial acogieron una plena convivencia con
los kechuas allí transplantados no obstante el posterior y rápido derrumbe del imperio o
Estado incaico, en el año de 1533, y en toda la zona anadina que aquel ocupaba.
La prueba de esta concertación es que los Inga –llamados “imbá” o “forasteros” por los
kamentzá- portan los apellidos de sus vecinos y algunas de sus costumbres, en particular la
del ritual del yajé y de otros productos de origen vegetal que tienen un claro origen
altoamazónico. En esta página web se publicará, en el momento oportuno, un texto-
resumen dedicado a la Comunidad indígena Kamentzá.
Por otra parte, Santiago tenía el primitivo nombre (kamentzá) de Manoy que los Ingas
bautizan, a su turno, como “Játun-llájta” (o 3grande población organizada” en kechua),
pueblo nativo este que Hernando de Cepeda, Alonso del Valle y un Juan Mansilla, según la
crónica del Padre Pedro Aguado, ocuparon, con una pequeña hueste y hacia mediados de
1542, a fin de sujetarlo a la jurisdicción del Distrito de la Villa Viciosa de la Concepción o
Villa Viciosa de Pasto (como tal era su otra nominación histórica válida para ese
entonces), en tanto que, en el actual sitio de la cabecera del municipio de Sibundoy, existía
el pueblo indígena de Tabanok ( que del kamentzá se trdaduce como “el pueblo ancestral”
o “pueblo como tal” pero haciendo referencia al mito de origen que se vincula al cerro hoy
conocido como “El Tábano” frente a la laguna de la Cocha), y, a los pocos años, se le dio
el nombre de “Sibundoy” solamente por gusto de alguno de estos primeros pobladores
españoles al hacer remembranza de unos indígenas muy conocidos en las Antillas como
“siboney” y que, en los escritos del célebre Fray Bartolomé de las Casas, aparecen con la
denominación de “sebondoy” y de “sibundoy”.
Esto lo hicieron –abruptamente- los nuevos colonizadores ante el hecho inusitado de que
el idioma kamentzá (o “quillacinga” que es lo mismo), dada su impresionante capacidad
aglutinante (y de conceptos también ??), es el segundo idioma más difícil del mundo (y,
definitivamente, el más difícil de hablar entre las lenguas indígenas de América) y nunca
lo pudieron adquirir, aún más: jamás lograron entender qué era lo que conversaban ente sí
estos indígenas supuestamente dominados o anexados al imperio hispánico o al distrito
pastuso españolizado. Luego, ya en la época colonial, Manoy fue cambiado por el nombre
de “La Pientísima”, tal vez en honor de alguna advocación de la Virgen María, y,
finalmente, Santiago Apóstol de Manoy o, simplemente, Santiago.
Con anterioridad a la llegada de incas y españoles a la región, los kamentzá compartían el
valle de la cocha (o “Guamís” en los documentos del siglo XVI) con un grupo de
indígenas Sucumbíos (de origen Kofán, al parecer) y otro muy poco conocido que, en la
colonia hispánica temprana, fue llamado “lagunas”, casi todos recolectores y hortícolas, y
que hablaban un idioma diferente al de los quillacinga o kamentzá y al kechua, tal vez el
Andakí ( familia linguística Chibcha-aruak) proveniente de la cuencas de los ríos Mocoa y
alto Caquetá. y habitantes que fueron del antiguo pueblo de Patascoy, situado en las faldas
suroccidentales del volcán del mismo nombre que miran hacia la Cocha, y al cual el
cronista Cieza de León –después de su paso por Pasto en 1547- menciona, erradamente,
como “Pastoco” y sobre el cual se puede consultar el texto que hemos titulado “El pueblo
perdido de La Laguna”.
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