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Un enclave incaico en el sur de Colombia


Por Rios De Aventura Ultima Actualización Feb 3, 2020  1.809 OPINIÓN
El municipio de Santiago encierra un enigma que es de interés para la historia, la cultura y,
además, para el turismo del sur colombiano y de los Andes en general. Como puerta que es
del hermoso Valle de Sibundoy, aúna a sus verdes paisajes, y al torrente del alto río
Putumayo que corre a espaldas del pueblo de San Andrés, la presencia de la comunidad
indígena Inga, célebre por su constante capacidad viajera y de relación intercultural
(demostrada esta en sus estrechos vínculos con
la comunidad Kamentzá en aquel valle), y por el
hecho de portar una lengua y unas costumbres de
raigambre kechua, es decir como si fueran el
último reducto del estado incaico dentro de la
nación colombiana.

El inca Huayna-Cápac y su ejército invadieron


los Andes del actual departamento de Nariño
hacia principios del siglo XVI, y la ocupación
civil y militar de estas nuevas tierras se hizo
instalando allí enclaves o “colonias” de mit-máj,
que en castellano se traduce como “colonos-
soldados”, las cuales eran escogidas entre
habitantes del Cuzco o de otros pueblos de plena
confianza para la dinastía del Tahuantinsuyo.

Este puede ser el origen de los Inga del Valle del


Sibundoy (y hoy municipio de Santiago) puesto
que ha quedado el recuerdo- en tal sentido – de
su llegada al valle mencionado y, además, buena
parte de sus mitos, leyendas, costumbres e
idioma está saturada de la cultura “oficial” del
Incario, encontrándose – por los estudios de
Tandioy y Levinshon – que hay una fuerte
proximidad del kechua de Santiago con un
dialecto que se usa – todavía – en la región de
Ayacucho (sur del Perú) e, igualmente, respecto
de vocablos básicos y la gramática de la “lengua
kechua estatal” constituida por la variante
dialectal de Cuzco.

Fuera de estos aspectos culturales e históricos


que validarían la anterior suposición, es evidente
que la selección del lugar para asentar la citada
colonia mit-máj no podía ser mejor: es la llave
hacia el alto valle y, también, hacia la Amazonía
– en dirección a Mocoa – y la cuenca de la
Cocha o lago Guamués, así mismo los Andes
altos nariñenses. Por otra parte, y de acuerdo a la
minuciosa investigación de campo realizada por
Isidoro Medina Patiño, el Capac-ñán o “Camino
estatal del inca”, proveniente de Funes, el río
Verde, y bordeando la parte oriental de la Cocha,
salía por Santiago a un sector intermedio entre
esta población y la de Sibundoy, para,
finalmente, derivar hacia la vía que corre entre
Pasto – Tacines – río Juanambú.

Según otro supuesto – aún no sustentado con


datos fehacientes – los Ingas provendrían de
comunidades kechuahablantes afincadas
inicialmente en la actual Amazonìa ecuatoriana,
cerca del río Napo (como aún en el presente
existen), pero, una vez hecha la verificación
lingüística por Fray Marcelino de Castellví, el
inga napeño se aleja, en muchos puntos, de un
parentesco directo con el inga o “ingano” de
Santiago o el similar de Yunguillo.
Otros dialectos kechuas, derivados parcialmente
del santiagueño, son el de Yunguillo
(Departamentos del Putumayo u del Cauca), el
sanandresano (al sur del municipio de Santiago
también) y el aponteño (municipio de El Tablón,
Nariño) si bien este último procede del más
antiguo de San Andrés y está mezclado con
elementos del idioma Kofán (de la familia
linguística chibcha o tal vez independiente) hasta casi “des-kechuizarlo” y en tanto que los
primeros sanandreseños , ya en el siglo XVII, subieron al valle altiandino desde la alta
Amazonía por la orilla del Putumayo, y lo más probable es que eran habitantes del pueblo
perdido del mismo nombre (Putumayo, que viene del kamentzá “Ftumaijáy” referente
acaso a un mito acuático o de origen), situado en las vertientes surorientales del volcán
Patascoy tal y como se relatará en texto aparte y en esta misma página Web.

Hechas estas precisiones, es necesario conocer, también, que los Kamentzá o “sibundoy” o
“quillacingas” (a veces llamados “quillacingas de la montaña” por los españoles y, tal vez,
por los incas), habitantes del valle homónimo desde por lo menos cuatros siglos antes de la
conquista hispana, por alguna circunstancia especial acogieron una plena convivencia con
los kechuas allí transplantados no obstante el posterior y rápido derrumbe del imperio o
Estado incaico, en el año de 1533, y en toda la zona anadina que aquel ocupaba.

La prueba de esta concertación es que los Inga –llamados “imbá” o “forasteros” por los
kamentzá- portan los apellidos de sus vecinos y algunas de sus costumbres, en particular la
del ritual del yajé y de otros productos de origen vegetal que tienen un claro origen
altoamazónico. En esta página web se publicará, en el momento oportuno, un texto-
resumen dedicado a la Comunidad indígena Kamentzá.

Por otra parte, Santiago tenía el primitivo nombre (kamentzá) de Manoy que los Ingas
bautizan, a su turno, como “Játun-llájta” (o 3grande población organizada” en kechua),
pueblo nativo este que Hernando de Cepeda, Alonso del Valle y un Juan Mansilla, según la
crónica del Padre Pedro Aguado, ocuparon, con una pequeña hueste y hacia mediados de
1542, a fin de sujetarlo a la jurisdicción del Distrito de la Villa Viciosa de la Concepción o
Villa Viciosa de Pasto (como tal era su otra nominación histórica válida para ese
entonces), en tanto que, en el actual sitio de la cabecera del municipio de Sibundoy, existía
el pueblo indígena de Tabanok ( que del kamentzá se trdaduce como “el pueblo ancestral”
o “pueblo como tal” pero haciendo referencia al mito de origen que se vincula al cerro hoy
conocido como “El Tábano” frente a la laguna de la Cocha), y, a los pocos años, se le dio
el nombre de “Sibundoy” solamente por gusto de alguno de estos primeros pobladores
españoles al hacer remembranza de unos indígenas muy conocidos en las Antillas como
“siboney” y que, en los escritos del célebre Fray Bartolomé de las Casas, aparecen con la
denominación de “sebondoy” y de “sibundoy”.

Esto lo hicieron –abruptamente- los nuevos colonizadores ante el hecho inusitado de que
el idioma kamentzá (o “quillacinga” que es lo mismo), dada su impresionante capacidad
aglutinante (y de conceptos también ??), es el segundo idioma más difícil del mundo (y,
definitivamente, el más difícil de hablar entre las lenguas indígenas de América) y nunca
lo pudieron adquirir, aún más: jamás lograron entender qué era lo que conversaban ente sí
estos indígenas supuestamente dominados o anexados al imperio hispánico o al distrito
pastuso españolizado. Luego, ya en la época colonial, Manoy fue cambiado por el nombre
de “La Pientísima”, tal vez en honor de alguna advocación de la Virgen María, y,
finalmente, Santiago Apóstol de Manoy o, simplemente, Santiago.
Con anterioridad a la llegada de incas y españoles a la región, los kamentzá compartían el
valle de la cocha (o “Guamís” en los documentos del siglo XVI) con un grupo de
indígenas Sucumbíos (de origen Kofán, al parecer) y otro muy poco conocido que, en la
colonia hispánica temprana, fue llamado “lagunas”, casi todos recolectores y hortícolas, y
que hablaban un idioma diferente al de los quillacinga o kamentzá y al kechua, tal vez el
Andakí ( familia linguística Chibcha-aruak) proveniente de la cuencas de los ríos Mocoa y
alto Caquetá. y habitantes que fueron del antiguo pueblo de Patascoy, situado en las faldas
suroccidentales del volcán del mismo nombre que miran hacia la Cocha, y al cual el
cronista Cieza de León –después de su paso por Pasto en 1547- menciona, erradamente,
como “Pastoco” y sobre el cual se puede consultar el texto que hemos titulado “El pueblo
perdido de La Laguna”.

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